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Experiencias docentes en tiempo de crisis.
Testimonios desde carreras de Trabajo Social en Chile
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Experiencias docentes en tiempo de crisis.
Testimonios desde carreras de Trabajo Social en Chile
Sandra Iturrieta – Clément Colin
Editores
ISBN: 978-956-6276-03-6
Santiago de Chile
Primera edición, octubre 2023
Gestión editorial: Ariadna Ediciones
http://ariadnaediciones.cl/
https://doi.org/10.26448/ae9789566276036.82
Portada: Matías Villa
Obra bajo Licencia Creative Commons Atribución
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Índice
Entre rememoración y reminiscencia: el desafío de la compilación de
experiencias docentes en pandemia……………………………………….7
Clément Colin – Sandra Iturrieta Olivares
Memorias vivas de la pandemia
“La nueva normalidad” o el problema de la negación de un trauma social.13
Clément Colin
Juventudes, investigación y pandemia: de la frustración a la creación…….21
Sandra Iturrieta Olivares
Diario de campo de la pandemia: auto etnografía de una trabajadora social
chilena en España………………………………………………………..33
Lorena Valencia Gálvez
Innovación en la formación de estudiantes en práctica de trabajo social y
psicología a cargo del equipo docente profesional del Centro Familia y
Comunidad de la Universidad Tecnológica Metropolitana……………….43
Julia Cerda Carvajal – Luis San Martin Mena
Formación en pandemia y desafíos para el trabajo social
Análisis de la simbolización de actividades académicas realizadas en
pandemia: sueños y desafíos para el trabajo social……………………….59
Paula Leiva Sandoval – Adriana Sanhueza Cisterna
Desarrollo de Pensamiento Crítico: el desafío de la autorregulación y
autonomía en tiempos de pandemia……………………………………..69
Cristina González Campos
Experiencias educativas socio materiales………………………………...79
Raúl Hozven Valenzuela
Más allá de las brechas de aprendizaje en contexto de pandemia:
complejidades para la docencia y las experiencias de formación en el campo
profesional de trabajo social……………………………………………..89
Paola Marchant Araya - Lorena Valencia Gálvez
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Storytelling y trabajo social inclusivo, aprendizajes docentes durante la
sindemia por Covid 19…………………………………………………105
Ketty Cazorla Becerra
Experiencias docentes de adaptación
e innovación en pandemia
Formación investigativa en tiempos de pandemia: los desafíos de la
virtualidad……………………………………………………………...121
Francisco Ramírez Varela
Formarse en movimiento: innovaciones y ajustes metodológicos para la
enseñanza de la investigación con estudiantes de primer ingreso de trabajo
social…………………………………………………………………...133
Gabriela Rubilar Donoso
Formación en metodología cuantitativa en trabajo social desde la
perspectiva crítica: reflexiones desde la docencia en pandemia…………153
Carlos Andrade Guzmán
Innovaciones y adaptaciones en la formación de estudiantes de primer año
de trabajo social durante el contexto de pandemia por COVID19……...165
Daniela Giambruno Leal
Incertidumbre en la intervención social: tensiones y aprendizajes desde la
formación universitaria de la práctica profesional en contexto de pandemia
por COVID-19………………………………………………………...175
Yesika Herrera Soto - Claudio Montero Urrutia - Giannina Saéz Ulloa.
La docencia universitaria en pandemia y sus interrogantes abiertas……..197
Sandra Iturrieta Olivares – Clément Colin
Sobre las autorías………………………………………………………203
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Entre rememoración y reminiscencia: el desafío de la
compilación de experiencias docentes en pandemia
Clément Colin – Sandra Iturrieta Olivares
La pandemia por covid-19 y las medidas sociosanitarias implementadas por
el gobierno chileno entre 2020 y 2021, han generado un quiebre en nuestras
rutinas cotidianas. Una de sus implicancias, ha sido la obligación de
repensar la geografía profesional y las formas de ejercer y pensar nuestras
labores profesionales. En este sentido, ha provocado una
desterritorialización del ser y del quehacer profesional que pasó de
desarrollarse en un lugar social relacional formal, al espacio privado e
íntimo del hogar. Esta salida del territorio profesional rutinario ha sido
vivida muchas veces como una experiencia impuesta, en ocasiones injusta
pues conlleva desigualdades sociales profundas y estructurales reflejadas en
las condiciones materiales desde las cuales las y los sujetos profesionales
hemos debido adaptarnos a tales cambios. A la par, esta
desterritorialización repentinamente impuesta también ha significado la
apertura de nuevos espacios para la creatividad e innovación, que, como
aprendizajes de nuevas dimensiones del quehacer profesional, hasta antes
ignorados, se han anidado en nuestras cotidianeidades impelidas a volver a
rutinizarse, pero ahora incorporando las nuevas experiencias vividas y los
nuevos saberes alcanzados.
Esta situación se verifica particularmente en la docencia universitaria, cuya
particularidad es la recursividad plasmada en profesionales que trabajan
formando profesionales, de lo que deviene en un sinfín de premisas,
desafíos, anhelos, e incertidumbres cotidianas, todas ellas sustentadas en
una delimitada y particular impronta ético-política materializada en cada una
de las actorías interactuantes en el proceso formativo, cuyas
intersubjetividades moldean de formas particulares, a la vez que generales,
el trabajo en esta área.
En este campo laboral, pasamos en algunos días de un deber de
presencialidad física en las oficinas y las aulas, a la obligación de reorganizar
nuestras prácticas y quehaceres docentes desde un quehacer virtual
improvisado y realizado desde los hogares y los espacios de privacidad. La
medida excepcional de aislamiento en casa y de virtualización de los
quehaceres docentes ha finalmente durado casi dos años. Es decir, un
tiempo considerable y suficiente para demostrar nuestras capacidades para
crear, inventar e innovar frente estas situaciones inesperadas. Sin embargo,
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este cambio drástico y vivido con impotencias, miedos e incertidumbres,
hoy, se considera como un momento perteneciente al pasado reciente y
como una pesadilla de la que ya salimos. La proclamada “nueva
normalidad” está bien presente y aplasta, con sus normas y sus reglas, todo
el espacio de creatividad y de experiencias que se han ido desarrollando
estos dos años de pandemia y virtualidad. Pareciera entonces como si un
velo de sombra oscureciera la idea de que las profesiones son
construcciones sociales que van evolucionando a la par que las sociedades
en las que se desarrollan. Las profesiones, como objetos abstractos
personificados en quienes las desempeñan, así como en el ejercicio docente
de quienes les forman, han vivido durante el período pandémico una
abrupta desterritorialización/reterritorialización por no poder acceder de la
forma tradicional al lugar de trabajo, que como materialidad y como espacio
relacional basado en subjetividades y experiencias compartidas, va
esculpiendo el ser profesional, sus continuidades y rupturas. Este cambio y
obligada continuidad, evidencia la relevancia de testimoniar lo
experienciado en este campo laboral en pandemia.
Partiendo de esta constatación, en el presente libro nos hemos propuesto
reconstruir y compartir las memorias de estas experiencias docentes vividas
durante la pandemia. Con ello intentamos responder a una doble necesidad.
Primero la necesidad de no olvidar lo que ocurrió y cómo se ha vivido
desde las propias experiencias desbordadas de subjetividades. Segundo, la
necesidad de rescatar estas experiencias y de rememorarlas, en otras
palabras, de hacer memoria para pensar el futuro. De esta forma,
sostenemos que el futuro del quehacer docente y profesional no se puede
pensar sin tomar en cuenta las experiencias pasadas y, en este sentido,
aquellas vividas durante la pandemia.
Hemos pensado este libro como una compilación de reflexiones,
experiencias, descubrimientos y trabajos realizados y vivenciados durante el
periodo de la pandemia. Se busca mostrar que, dentro de la tragedia que ha
representado esta crisis sociosanitaria para muchas personas, hemos podido
generar espacios individuales y colectivos de reflexiones, innovaciones y
creaciones en las formas de hacer docencia, y que merecen ser rescatadas,
compartidas y puestas al servicio del futuro. Es con este foco que este libro
quiere darnos voz a nosotros y nosotras que tuvimos que reinventarnos y
reinventar nuestras prácticas y estrategias, en medio de la crisis
sociosanitaria de la que hemos sido testigos.
Las reflexiones y las experiencias compartidas en este libro se basan en un
esfuerzo de memoria realizado por docentes de las carreras de trabajo social
de distintas universidades de diferentes regiones del norte, centro y sur de
Chile, en el entendido que las carreras como trabajo social, y en general las
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vinculadas a la intervención social, han sido particularmente afectadas por
los cambios generados por las medidas sociosanitarias. El trabajo en terreno
y las prácticas profesionales in situ son el corazón de esta formación, por lo
que la imposibilidad de tener contacto físico entre las personas, y el cambio
de las interrelaciones con las materialidades y subjetividades, ha implicado
repensar las estrategias de enseñanza-aprendizaje. Es por este motivo, que
nos pareció central otorgar visibilidad a estas vivencias, exploraciones y
tentativas de reinventar un quehacer docente imposibilitado debido a su
desterritorialización y reterritorialización forzada.
Las y los autores que participamos en la elaboración de este libro mediante
un capítulo, aceptamos rememorar estos tiempos de pandemia a veces
difíciles, impregnados de dudas, cansancio, expectativas incumplidas, y
hasta hastío en ocasiones. En algunos casos hubo cercanía con la
enfermedad, muerte y duelo producto de la pandemia, lo que convivió con
la esperanza en el futuro, cimentada en el ímpetu por lograr, de un modo o
de otro, cumplir con el cometido de formar profesionales de calidad en
nuestras universidades. Desde la interpretación de nuestros propios
recuerdos, describimos y narramos las experiencias docentes. A veces con
vigorosidad, otras veces con más distancia, todas las autorías jugamos el
juego de plasmar y transparentar en estas páginas nuestros sentires y
subjetividades acerca de estas vivencias. Por otra parte, el acto mismo de
escribir, de narrarnos a través de estos recuerdos y estas experiencias, hace a
veces resurgir más memorias. Entre rememoración y reminiscencia, hemos
concebido este libro como un ensayo colectivo, testimonio de un momento
pasado reciente, desde el cual podemos elaborar distintas propuestas para el
futuro docente en trabajo social y en otras profesiones vinculadas a la
intervención social. Este libro está entonces pensado como una invitación a
tomar el tiempo de pensarse en un mundo de cambios cada vez más
vertiginosos. Es decir, como un acto político de resistencia contra los flujos
y las dinámicas académicas actuales basadas en el olvido y el “ir hacia
adelante” permanente. Este libro se puede así pensar como un soporte a la
reminiscencia. Leyendo las experiencias ajenas que presentamos en los
capítulos, ustedes como lectoras o lectores pueden también recordar sus
propias experiencias y retomar el hilo de sus reflexiones pasadas a la luz de
su situación presente. Se trata así de una invitación para pensar(se en) el
tiempo y sus lecciones.
Este compilado de ensayos y textos se organiza en tres partes. La primera
se compone de cuatro capítulos en los cuales expresamos y compartimos
memorias vivas de la pandemia. Si bien se trata de reflexiones y
pensamientos basados en la interpretación de recuerdos de momentos
pasados, las experiencias asociadas con estos períodos siguen jugando un
rol importante en nuestros pensamientos y acciones actuales. Es desde estas
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vivencias pasadas y actuales que formulamos propuestas para la docencia y
la convivencia universitaria. La segunda parte del libro se constituye de
cinco textos en los cuales proponemos una reflexión acerca de la
formación, desde experiencias docentes propias o ajenas en las carreras de
trabajo social de las universidades chilenas. Las propuestas formuladas en
estos capítulos muestran cómo la pandemia ha podido ser un momento
adecuado para pensar la formación en trabajo social y su perfil de egreso,
así como también el tipo de campo laboral hacia el que se orientan las
futuras cohortes de profesionales del trabajo social. Entretanto, la última
parte del libro agrupa capítulos en los cuales compartimos experiencias de
innovación y de creación tanto en las estrategias como en las metodologías
implementadas para desarrollar las docencias virtuales. El conjunto de estas
experiencias y sus propuestas reflejan el espacio diverso y rico de creaciones
e innovaciones que se ha ido generando a raíz del quiebre provocado por la
pandemia.
Sobre las bases anteriores es que te invitamos a través de la lectura de estas
páginas, a sumarte a este acto político de resistencia mediante la
rememoración y reminiscencia del pasado reciente.
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Memorias vivas de la pandemia
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“La nueva normalidad” o el problema de la negación
de un trauma social
Clément Colin
Introducción
En este capítulo, defiendo la idea que estamos actualmente viviendo en una
sociedad postraumática que se niega. La violencia de Estado en Chile se ha
manifestado durante 2020 y 2021 a través de la violación de derechos
humanos tan básicos y fundamentales como la libertad de movimiento y la
libertad de reunión. Las medidas de restricción y las amenazas a los
derechos humanos y libertades individuales y colectivas han superado en
tiempo, en intensidad y en amplitud a aquellas implementadas en la mayoría
de los países del mundo. Bajo un discurso paternalista, protector y
conservador, las decisiones tomadas por el Estado chileno han provocado
un malestar subjetivo compartido a escala nacional, que se concretó en el
aumento de problemas de salud mental afectando a personas de diferentes
rangos socioeconómicos y etarios. El reordenamiento del tiempo cotidiano,
la construcción de otro equilibrio entre vidas laboral, familiar e individual, y
el repliegue social han generado nuevos tipos de malestares subjetivos o
han profundizado aquellos que ya existían. En contraposición a este
fenómeno, la “vuelta a la normalidad” se ha transformado en un leitmotiv y
un discurso normalizador y totalizante que dificulta cualquier crítica o
cuestionamiento al respecto, aunque ha podido generar también otros tipos
de malestares subjetivos vinculados con este reencuentro con otros, y lo
que implica en término de problema sociopsicológicos. El mundo
académico y universitario sigue este camino. Desde el Ministerio de
Educación y bajo la influencia del Consejo de Rectores de las Universidades
Chilenas, se impuso la “vuelta a la normalidad” en las universidades como
una prioridad para el año 2022, aunque la pandemia sigue afectando
estudiantes, profesoras, profesores, funcionarias y funcionarios.
Lo que llaman “nueva normalidad” es valorizada, fomentada y defendida
no solamente por las autoridades universitarias, sino también por el
estudiantado y el mundo académico. Esta situación se puede interpretar
como un anhelo de hacer desaparecer o hacer invisible un periodo de casi
dos años. Una etapa hecha de tensiones, frustraciones, malestares y miedos.
Un periodo oscilando entre adaptaciones, resignaciones y resistencias. La
negación de lo ocurrido aparece como un fenómeno típico asociado con las
vivencias de una situación traumática. Sin embargo, en este capítulo, parto
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de la idea que negar el pasado reciente no es una solución adecuada para
volver a un cierto grado de “normalidad”, entendida como una sociedad sin
mayor problema de salud mental asociado con el retorno a la
presencialidad. El “ir adelante” sin tomar un tiempo ni construir un espacio
de reflexión y discusión acerca del trauma social compartido y vivido
durante la pandemia, me parece una decisión que iría en el sentido inverso
de la construcción de la “nueva normalidad” tan deseada.
En este capítulo, busco primero pensar las medidas covid-19 como un
periodo productor de un trauma social compartido a escala nacional y
segundo reflexionar en cómo evitar la negación de este trauma que se está
estableciendo en la actualidad. Argumento que la construcción de lugares de
reconocimiento y de memoria de este trauma social – sean materiales y
permanentes o inmateriales y efímeros – podría ser una alternativa
adecuada para pensar los malestares vividos actualmente por el
estudiantado y una parte del cuerpo docente. A partir de esta reflexión, se
propone y discute la idea de negación del trauma social pandémico latente
en las poblaciones estudiantiles y la ciudadanía chilena en general, como
característica principal del régimen emocional y político actual.
Las medidas covid-19 como trauma social
En Chile, cuando se habla de trauma social, las y los autores y la sociedad
civil se refieren muchas veces al periodo dictatorial de 17 años que ha
conocido el país entre 1973 y 1990. Se refiere a los distintos dispositivos de
control social y de violencias simbólicas y físicas perpetradas por el Estado
chileno hacia una parte de su propia población. En este marco, el trauma es
abordado como una experiencia humana total que “que moviliza y perturba
al individuo en toda su conformación biopsicosocial” (Mandariaga, 2018,
p.77). Se trata de un fenómeno también colectivo pues tiene efectos no
solamente en el cuerpo físico y la psique de una persona, sino también en
sus relaciones sociales que desarrolla y los colectivos humanos a los que
pertenece. En este sentido, el trauma puede influir directamente en la
cultura afectiva (Le Breton, 2012) compartida por una comunidad local o
nacional. En este contexto, el trauma colectivo dejado por la dictadura no
se ha resuelto con el periodo de transición a la democracia de los años 1990
y ha viajado transgeneracionalmente (Mandariaga, 2018) hasta afectar a las
nuevas generaciones actuales que participaron del estallido social chileno en
2019. Estas mismas generaciones que hoy son parte del estudiantado de las
universidades; de los centros de formación técnica, y de institutos
profesionales.
El carácter transgeneracional del trauma social se ha podido expresar de
distintas formas durante el Estallido Social. No solamente en las
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reivindicaciones y los discursos que hacían referencia a la Unidad Popular, a
la dictadura y a la transición, sino también en las prácticas, las emociones y
las memorias movilizadas durante las marchas y los actos públicos (Ortiz,
2019; Vargas, 2021). Por otro lado, el Estado ha demostrado su capacidad y
eficiencia en reproducir su autoritarismo a través de prácticas de violencia y
amenaza a derechos humanos durante esta revuelta popular. Podemos así
observar una suerte de continuación histórica en el trauma (Mandariaga,
2018) asociado con el autoritarismo de Estado en Chile. Esta reproducción
de la represión estatal durante el estallido marca así un nuevo hito en el
trauma social como cultura afectiva impuesta en Chile.
En la continuidad de este trauma, la pandemia surge como un periodo
durante el cual el Estado ha podido no solamente evitar la profundización
de la revuelta popular del 18 de octubre, sino que también reasumir y
promover su autoritarismo y su poder sobre la población a través de
medidas liberticidas, justificándolas y legitimándolas desde argumentos
científicos compartidos y fomentados por las organizaciones
internacionales. La violencia de Estado se concretó no solamente a través
de medidas y reglas, sino también a través del ejercicio de su aplicación por
medio de la presencia de la armada y de los carabineros en los espacios
públicos. La culpa, el miedo, y la amenaza eran centrales y omnipresentes
en los discursos oficiales funcionando como la base de un régimen
emocional (Reddy, 1997) controlador y reductor de libertades. Es en este
marco que, de una política del cuidado opresora y orientada solamente
hacia la protección de la salud física y corporal de las personas, el Estado
progresivamente integró el problema de la salud mental provocado por sus
propias medidas, pero limitándolo esencialmente a una visión individual y
psicologizante, ignorando e invisibilizando su raíz social y política
(Pincheira, 2021). Aunque el problema del malestar subjetivo estaba
claramente asociado al encierro y al repliegue social, el Estado lo ha
reducido a un problema psicológico individual, haciendo imposible
cualquier crítica o cuestionamiento hacia la forma y la intensidad dadas a
estas medidas.
El contexto universitario se inserta y participa de estos procesos
contradictorios. Las universidades en Chile cerraron sus puertas a fines de
marzo 2020, es decir mucho antes del establecimiento de medidas estatales
tomadas contra la difusión y la transmisión del virus SVARS-COV-2.
Frente a la inacción del Estado, la primera reacción de numerosas
instituciones fue tomar la iniciativa de cerrar para buscar preservar la salud
de sus trabajadoras y trabajadores y de sus usuarias y usuarios. Este encierro
dio nacimiento a múltiples iniciativas y estrategias docentes para seguir el
abordaje de contenidos, desde la construcción de un espacio virtual
compartido. Necesario, pero precario en un primer instante, este momento
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que se pensaba como transitorio se ha instalado durante meses. A un
bricolaje de los primeros momentos, se vino agregar la incertidumbre y
luego el miedo de salir nunca más del encierro y del compartir vía el espacio
virtual. De la necesidad de proteger la salud de las y los estudiantes y
profesores, se generó un malestar compartido y un sufrimiento provocado
por el hecho de no ver la salida de la soledad y del repliegue. Este trauma
social compartido a escala global ha sido vivido con más violencia aún para
estudiantes universitarios en edad de construir su vida adulta y su
experiencia ciudadana desde el encuentro con otros. Es en este marco que
se evidenció con más fuerza que la universidad es más que un lugar de
formación, un centro de construcción de la ciudadanía desde el
pensamiento y la reflexión crítica. Sin embargo, las medidas de restricción
de libertades tomadas a partir de mayo 2020 por el Estado chileno han
imposibilitado esta experiencia de construcción individual y colectiva para
las distintas generaciones. Paradojalmente, la vuelta a la presencialidad, si
bien ha sido pensada con momentos de transición, ha sido vivida por una
parte del estudiantado, con la misma violencia y brutalidad que la decisión
de encierro.
Fin de las medidas covid-19, fantasmas y negación del trauma
Durante casi dos años, vivimos el encierro, o por lo menos, tuvimos la
obligación de seguir los anuncios y las decisiones semanales del gobierno y
de cumplir con las medidas impuestas. Luego de este periodo, entramos a
partir de fines de 2021 en un tiempo con restricciones más flexibles,
permitiendo un retorno a una vida que podría parecer “normal”, en el
sentido de que parece cumplir en gran parte con los mismos estándares e
idénticas condiciones de la vida que teníamos antes de la pandemia. En otro
trabajo (Colin, 2021), argumenté que, con la llegada de la pandemia,
vivimos una transición de un registro emocional (Reddy, 1997) vinculado
con el estallido social chileno y basado en una cierta libertad de expresión
emocional en el espacio público, a un régimen emocional dominado por el
sufrimiento y el repliegue social, ya sea individual, familiar o comunitario.
Con esta “nueva normalidad”, argumento que hoy pasamos a otro régimen
emocional que se construye desde la negación de un trauma social
compartido que se basa en la búsqueda de la reproducción nostálgica
conservadora (Boym, 2001) de un pasado que ya no es y que no se podrá
repetir.
Frente a esta situación, la idea de “nueva normalidad” universitaria ha
intentado en sus inicios dar cuenta de esta aporía, buscando una cierta
flexibilidad y un nivel de comprensión y de empatía mayor hacia docentes y
estudiantes. Sin embargo, muy rápidamente, las políticas y las acciones
fomentadas por las autoridades universitarias han mostrado otra realidad. Si
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bien se reivindicó un periodo de transición, se solicitó después de dos
meses, una completa presencialidad a las y los estudiantes, volviendo a un
control de la asistencia, como si la pandemia no nos hubiera enseñado a
trabajar en la flexibilidad y a dar un espacio de confianza hacia la
responsabilidad del estudiantado. Además, aunque la copresencialidad es
claramente una necesidad en muchas ocasiones, facilitando y participando
del proceso de aprendizaje y de construcción del ser estudiantil, existen
también otras instancias en las cuales quizás hubiese sido mejor fomentar
una docencia más flexible e híbrida. Aquí, me refiero por ejemplo a clases
con gran número de estudiantes. Pero, independientemente de la forma
más adecuada para hacer docencia hoy, y de los problemas asociados con la
construcción del ser estudiantil, en este ensayo, invito a pensar el periodo
post pandémico como un lugar fantasmagórico y distópico productor de
malestar subjetivo y de problemas de salud mental para el estudiantado y el
cuerpo docente.
Caminando por los pasillos de la universidad, las unidades académicas y las
oficinas o haciendo clase en las aulas, es posible darse cuenta de que la
universidad se ha transformado en un espacio lleno de fantasmas de
diversos pasados. Pasados que tienen tanto que ver con los años anteriores
al estallido social, con la revuelta popular del 18 de octubre de 2019, como
con la transición híbrida desarrollada durante el segundo semestre de 2021,
y que fue una experiencia previa a la “vuelta a la normalidad” del primer
semestre 2022. Estos aparecidos, para retomar la idea de De Certeau et al.
(1999), pueblan todos los espacios. Del afiche llamando a la asamblea
estudiantil, pasando por las cámaras híbridas del tiempo de la transición a la
presencialidad, hasta la presencia de mascarillas o de instrucciones en los
muros para mantener distancias y seguir reglas de conductas ya no
obligatorias; todos estos objetos hacen recordar y ponen en copresencia
distintos tiempos, distintas emociones y distintas memorias. Estos pasados
gritan en silencio la presencia de pasados. Esta presencia de la ausencia
produce de forma permanente reminiscencias en las personas que las
encuentran. Reminiscencias que se vinculan con momentos, emociones y
recuerdos a veces no deseados. A pesar de esta situación, no existe ningún
momento ni lugar para permitir la rememoración o la conmemoración de
este trauma. La consecuencia es que estamos todavía viviendo en un
momento y lugar transitorio entre trauma social y “nueva normalidad”. En
este capítulo, defiendo la idea que para salir de esta transición y lograr este
“ir adelante” deseado por la mayor parte de las autoridades universitarias, y
la comunidad docente y estudiantil, es necesario reconocer y reparar estos
fantasmas materializados en los espacios universitarios. En este marco, los
trabajos sobre lugar de memoria y sitio de memoria y derechos humanos
pueden orientarnos para pensar en formas concretas de responder a esta
situación productora de malestares subjetivos.
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Reconocer y hacer memoria para reparar
Frente a estos aparecidos y las reminiscencias que provocan, invito a pensar
el trabajo de memoria (Jelin, 2002) y su materialización simbólica como una
alternativa para abordar los malestares subjetivos generados por el trauma
social de las medidas covid-19. El acto de rememoración como acto
voluntario de movilización e interpretación de memorias del pasado en el
presente (Ricoeur, 2001), se puede materializar en el espacio desde lo que
Nora (1997) llama “lugar de memoria”. Para este autor, el lugar de memoria
puede tomar distintas formas. Primero, una forma material como en el caso
de los archivos que contienen en ellas un valor altamente simbólico.
Segundo, una forma funcional, como por ejemplo un manual de clase o un
testimonio que son objeto de un ritual. Tercero, una forma simbólica como
por ejemplo un minuto de silencio que es “un llamado concentrado de
recuerdos” (Nora, 1997, p.37). En este marco, el “Sitio de memoria”
proviene del concepto de lugar de memoria a lo cual se agrega una
dimensión de reparación y de justicia. En Chile el reconocimiento de los
actos de violación de derechos humanos realizada por el régimen dictatorial
de Pinochet, ha seguido un camino complejo y difícil. En el periodo post
dictadura, aunque el Estado no siempre atendió las demandas de verdad,
justicia y memoria (Corbin y Davidovich, 2019), los sitios de memoria son
progresivamente parte de una política de reparación simbólica y memorial
destinada a las víctimas de la dictadura. Estas declaraciones, en otros países
tales como Argentina (Feld, 2017; Guglielmucci y López, 2019), son
acompañadas de “acciones de memoria” (Ochoa, 2017) que apoyan las
luchas por el reconocimiento de estos hechos y actos de violación de
derechos humanos.
Como los sitios de memoria que se relacionan con el trauma social
provocado por las violaciones de derechos humanos perpetrados durante la
dictadura, invito a pensar la reparación del trauma de las medidas covid-19
vivido por el estudiantado, el cuerpo docente y la sociedad en general a
través de la construcción de espacio de rememoración o conmemoración.
Hoy distintas universidades y unidades académicas de mi propia
universidad se dan cuenta del malestar vivido por gran parte de sus
estudiantes. Más escasamente se aborda el malestar docente. Se propone
muchas veces clases, seminarios o conversatorios para estudiantes,
conducidos por psicólogas o psicólogos que otorgan herramientas para
resignificar y gestionar sus sentires y estados de ánimo en el presente, pero
sin generar un espacio suficientemente amplio para compartir y coconstruir
memoria y reparación acerca de lo ocurrido en el pasado reciente. Al igual
que el Estado que propuso resolver los problemas de salud mental durante
la pandemia a través de un programa nombrado “Saludamente” (Pincheira,
2021), la universidad propone instancias reducidas, psicologizando e
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individualizando un problema de salud mental que, en realidad, tiene
mucho más que ver con un problema social, reflejando así una incapacidad
para destinar espacios públicos para pensar y hacer sociedad desde el
trauma, su reconocimiento, y reparación. Un trabajo que no debería
limitarse al estudiantado, sino a toda la comunidad universitaria.
En este marco, el trabajo social tiene un rol de primera importancia en la
conformación, el acompañamiento y el liderazgo de una reconstrucción
memorial colectiva y participativa basada en la búsqueda de reparación y
justicia que podría pasar por el compartir y el reconocimiento del trauma
social provocado por las medidas covid-19, y que hoy es negado. Este
espacio – lugar o sitio de memoria; efímero o permanente – podría hacer
posible pensar en conjunto el pasado, el presente y el futuro de
generaciones de estudiantes y docentes afectadas y afectados por las
contingencias sociosanitarias. Estos lugares serían así una base estable para
proyectarnos como universidades y sociedad hacia una “nueva normalidad”
coconstruida y copensada desde el trauma social asumido y reconocido.
Referencias bibliográficas
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Colin, C. (2021). Del estallido a la pandemia: Regímenes temporalesemocionales de dos cambios recientes en Álvarez, F., Arriaza, R., Avello,
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20
Juventudes, investigación y pandemia:
de la frustración a la creación
Sandra Iturrieta Olivares
Dedico este capítulo al Dr. Leonardo Oneto Piazze,
quien fuera mi profesor guía de tesis de pregrado en
la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso, Chile, y de
quien aprendí que los límites de la ciencia dominada
por el positivismo lógico corresponden a otra de las
tantas construcciones sociales, que hegemonizan los
saberes en favor del inmovilismo intelectual y social.
También ofrezco un especial reconocimiento y
agradecimiento a Adela Bork y Mixi Vargas, quienes
me animaron a hacer de la vida académica uno de
mis cimientos.
El inicio de una búsqueda
Era marzo del año 1998 y con las manos temblorosas y una alegría con
aroma a intimidación e inseguridad, desarrollé mi primera clase de
metodología de investigación cualitativa en una universidad de la ciudad de
Antofagasta, en la zona norte de Chile. Tal vez fue la osadía de la juventud;
el haber cursado un diplomado en la materia; el haber desarrollado una
etnografía con jóvenes rurales durante dos años, guiada por el “profe
Oneto”; o las palabras alentadoras para que me iniciara a la vida académica
de la profesora de la Escuela de Trabajo Social de la PUCV Adela Bork “la
Adelita”, y de la profesora Mixi Vargas de la Universidad de Antofagasta, lo
que me animó a tal aventura. Seguí rigurosamente las enseñanzas
acumuladas durante mi paso por las aulas de la PUCV, sin despegarme ni
por un segundo de los preceptos latamente argumentados por Taylor y
Bogdan (1987); Gloria Pérez Serrano (1994; 1999) Jesús Ibáñez (1991);
Hamerley y Atkinson (1994); Ruiz Olabuénaga (1996), y Delgado y
Gutiérrez (1999), lo que me permitió transmitir al estudiantado los
lineamientos básicos de la investigación social cualitativa. No obstante, las
confusiones estudiantiles expresadas en trabajos rebosados de positivismo,
y la dicotomía entre lo cualitativo y cuantitativo como dos trincheras
irreconciliables, fue lo que me impulsó a buscar respuestas más allá de los
cánones de los métodos de investigación.
21
Entre las múltiples búsquedas, recorrí páginas y páginas de tratados de
epistemología de las ciencias y también de textos de metodología de
investigación social cualitativa y cuantitativa. Pero parecía haber un divorcio
insalvable entre las metodologías y técnicas que se sugiere emplear para
asegurar la cientificidad de nuestras investigaciones sociales, y el o los
conceptos de ciencia que sustentan nuestro quehacer. La literatura que tenía
a la mano no ofrecía entrecruces entre metodologías, técnicas, y sus bases
epistemológicas, por lo tanto, preguntas tales como: ¿cuáles son las
diferencias entre las metodologías aplicadas desde una concepción de
ciencia basada en la fenomenología, hermenéutica, positivismo y
neopositivismo?, quedaban sin respuestas. Lo mismo sucedía con
inquietudes tales como: ¿cuáles son los resguardos, límites y posibilidades
que se derivan de la opción por uno u otro concepto de ciencia?, o aún
más: ¿Cuándo optar por producir conocimientos desde un concepto de
ciencia en particular?
Tras largas conversaciones con la profesora Mixi Vargas, entre café y
maravillosos productos de repostería nortina, y la revisión de múltiples
textos de la literatura de investigación social disponibles en la época,
encontré una guía para mis inquietudes en el “Oficio del sociólogo” de
Bourdieu, Chamboredon, y Passeron (2002). Viví una sensación de alegría y
acompañamiento en mi búsqueda al leer que:
A la tentación que siempre surge de transformar los preceptos del método
en recetas de cocina científica o en objetos de laboratorio, solo puede
oponérsele un ejercicio constante de la vigilancia epistemológica que,
subordinando el uso de técnicas y conceptos a un examen sobre las
condiciones y los límites de su validez, proscriba la comodidad de una
aplicación automática de procedimientos probados y señale que toda
operación, no importa cuán rutinaria y repetida sea, debe repensarse a sí
misma y en función del caso particular (Bourdieu et al 2002, p. 16)
Mayor fue mi entusiasmo al leer que:
(...) hay que cuidarse de la creencia de que el sujeto de la creación
científica es un automaton spirituale que obedece a los organizados
mecanismos de una programación metodológica constituida de una vez y
para siempre, y por tanto, encerrar al investigador en los límites de una
ciega sumisión a un programa que excluye la reflexión sobre el programa,
reflexión que es condición de invención de nuevos programas. (Bourdieu
et al, 2002, p. 18).
¡La idea de “vigilancia epistemológica” era el concepto que buscaba hace
años!
22
Continuando con la búsqueda llegué a Bachelard (1976) quien argumenta
en “La Formación del Espíritu Científico”, que al momento de generar
conocimientos encontramos obstáculos epistemológicos, que no son
propios de nuestros objetos de estudio, sino que conforman los modos
como nos acercamos a las realidades que queremos estudiar. Que
desafiantes me resultaron las palabras de Bachelard (1976) al plantear que
“Los profesores de ciencias se imaginan que el espíritu comienza como una
lección, que siempre puede rehacerse una cultura perezosa repitiendo una
clase, que puede hacerse comprender una demostración repitiéndola punto
por punto” (p. 21). Inspirada en la idea de que “el conocimiento de lo real
siempre proyecta alguna sombra” (Bachelard, 1976, p. 20), continué mi
búsqueda hasta dar como estudiante del programa de especialización en
investigación social conducido por Guillermo Briones en la Universidad de
Chile. ¡Cuánto disfruté al escuchar la idea de paradigmas en investigación!
en “Epistemología en Ciencias Sociales” (Briones 1976). Lakatos (1989);
Feyerabend (1986); Wittgenstein (1995); Horkheimer y Adorno (1998),
cobraron para mí, más sentido que nunca. La idea de un “esquema de una
teoría anarquista del conocimiento” (Feyerabend 1986), fue el argumento
preciso que necesitaba para sustentar lo que quería proponer a mis colegas
y estudiantes.
Intentando compartir lo reflexionado
“El paradigma de la comprensión en Ciencias Sociales” (Iturrieta, 2000),
fue el primer texto que me atreví a presentar en público respecto de este
tema. Seguidamente, en “Trabajo social y producción de conocimientos: un
desafío ético” (Iturrieta, 2004) propongo discutir sobre la reflexividad,
rigurosidad y criticidad que implica tanto la formación profesional como la
producción de conocimientos y donde la vigilancia epistemológica juega un
rol central. Luego de ello vinieron varios otros textos: “La importancia de la
vigilancia epistemológica en el aprendizaje de la metodología de
investigación cualitativa en ciencias sociales” (Iturrieta, 2013); “Producción
de conocimientos en Trabajo Social: Desafíos al pensamiento usual”
(Iturrieta, 2014); “Imperativos para la producción de conocimientos en
trabajo social (Iturrieta, 2016). Todos ellos fueron escritos con la misma
finalidad: Proponer vinculaciones entre las matrices epistemológicas de las
ciencias y los métodos empleados para producirlas. Por tanto, continúan
siendo centrales las ideas de vigilancia epistemológica, y la necesidad de
definir conforme a los objetivos específicos de una investigación, el
concepto de ciencia más pertinente para sustentar distintas metodologías a
emplear y asegurar la rigurosidad científica. Propuse varias veces la figura de
un mazo de naipes como analogía a la epistemología de las ciencias, en la
que durante el juego utilizamos solo una carta a la vez, es decir, un
concepto de ciencia en función de un determinado conocimiento que se
23
quiere producir, aun cuando disponemos de más de una alternativa
igualmente valiosa para jugar cuando se requiere generar otro tipo de
entendimientos.
En cada una de las ponencias en seminarios o congresos, en charlas,
conferencias, o clases donde compartí estas ideas, había jóvenes estudiantes
cuyo interés expresado en preguntas e inquietudes frente a las distintas
afirmaciones, o sus rostros con esa expresión indescriptible que refleja
descubrimiento y una síntesis cognitiva que permite encontrar sentido a lo
aprendido, mantuvieron vivo mi desafío por tratar de difundir la idea de
que las investigaciones sociales no parten desde el método, sino que existen
diferentes conceptos de ciencia que sustenta cada una de las opciones y
caminos a seguir. No obstante, el paso de los años intentando remover los
aprendizajes del positivismo lógico como concepto hegemónico de lo que
es científico, fue mostrando que el brillo en los ojos de quienes le han
encontrado sentido a un aprendizaje está siendo lentamente reemplazado
por bostezos; por el uso de dispositivos electrónicos a modo de
entretenimiento en clases; y sobre todo por demandas de guías prácticas
que otorguen las mayores certezas posibles de obtener una buena
calificación, indistintamente de los aprendizajes alcanzados. Salvo valiosas y
numerosas excepciones, cada vez más se evidenciaba una menor lectura de
los textos, un menor interés en debatir ideas, a la par que una demanda
exacerbada
de
contenidos
resumidos
en
PowerPoint.
El
“powerpointerismo” se apoderaba de las aulas universitarias apagando el
brillo de los ojos de otrora. O tal vez sea que el tema ya no está “de moda”;
o que los intereses de las nuevas juventudes son diferentes. Estas
inquietudes me instaron a escribir específicamente para las futuras
generaciones profesionales. De allí nació “La pasión por la producción de
conocimientos socialmente significativos” (Iturrieta, 2019). Mientras
pensaba si acaso sería la didáctica empleada, o la distancia generacional cada
vez mayor, dado que cada una de las cohortes estudiantiles ingresan a las
universidades siempre con, en promedio, 19 años, mientras que quienes les
formamos vamos avanzando en edad… llegó marzo de 2020 y con ello la
pandemia por covid-19.
La pandemia por covid-19 y las juventudes universitarias
Las medidas de confinamiento impuestas por el gobierno de la época
enrarecieron todo el entorno, la enfermedad y muerte de la mano del miedo
y la rabia por la impotencia de ver reducida la propia autonomía para
desarrollar hasta las más nimias actividades cotidianas, se hizo común,
nacional y mundial. El temor por la pérdida de la vida nos obligó acatar
cada una de las instrucciones que inorgánicamente emanaban desde el
poder político central. En Valparaíso y Viña del Mar, las fuerzas armadas
24
representadas por la marina nacional habían vuelto a las calles, primero por
la revuelta social de octubre de 2019, y luego porque el país fue declarado
en “Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe, por Calamidad
Pública en el Territorio de Chile” (Ministerio del Interior y Seguridad
Pública, 2020). Ello les otorgó el poder absoluto para rondar las calles,
amedrentar y detener a las personas, como en los más álgidos tiempos de la
dictadura cívico-militar chilena. Un halo de autoritarismo y miedo se
apoderó de nuestras subjetividades, el encierro y la incertidumbre se
tomaron las escenas principales de nuestras vidas. La manipulación política
de la pandemia no tardó en hacerse presente, y con ello aumentó la ira de
quienes éramos conscientes de tal situación. Tal vez con un tinte de
venganza escribí: “Covid-19: Campos semánticos en disputa y control
social a través del miedo” (Iturrieta, 2022).
La sensación de una brecha generacional con las juventudes universitarias
aumentó, reflejada en clases online como verdaderos monólogos, o con
voces generosas y culpables que ocasionalmente respondían
fantasmagóricamente al saludo inicial, o a las preguntas generadas durante
las sesiones para intentar animar al diálogo y a la discusión de las ideas. Los
cuadritos negros con nombres en su mayoría no antes conocidos para
quienes hacíamos clases en los primeros semestres de la carrera, o con
variopintas carátulas de mascotas, figuras de animé, bandas musicales,
escenas románticas de parejas, actividades deportivas, familiares, paisajes,
etcétera, reemplazaron definitivamente los ojos brillantes y los rostros
sonrientes por el placer de descubrir, y encontrar sentido, a los vínculos
entre las matrices epistemológicas y los métodos de investigación. La
nostalgia, frustración y hastío, convivieron con los esfuerzos por lograr
cambiar la situación intentando innovaciones en la didáctica de enseñanzaaprendizaje, pero los esfuerzos fueron en vano… las cámaras negras o con
figuras inmóviles, silenciosas y anónimas, colonizaron las aulas virtuales
universitarias, y con ellas el pensamiento abstracto y complejo sucumbió
frente a las demandas por pautas de trabajo con pasos concretos,
detalladamente explicados, y por PowerPoint con los contenidos resumidos
que debían ser depositados clase a clase en las aulas virtuales, so pena de
paralizaciones estudiantiles online.
Debimos desarrollar nuestro trabajo con la incerteza de dirigir nuestro
discurso a una mayoría de entes que, en el anonimato, en ocasiones
simulaban estar presentes. Ello se evidenciaba en cada asignación de
estudiantes a grupos pequeños de trabajo y en los finales de las clases, en
que había personas con conexiones activas, pero sin que estuvieran tras
ellas. El estudiantado fue rotulado como seres con habilidades avanzadas en
el uso de tecnologías; con afectaciones en su salud mental; como víctimas
de la pandemia, de la falta de recursos tecnológicos, y de la sobre exigencia
25
académica impuesta por quienes les formábamos. Recibimos, sin que
mediara ninguna evaluación, la tipificación de analfabetos digitales cuya
capacidad para desarrollar buenas clases virtuales debía ser puesta en tela de
juicio permanentemente. Ninguna de tales representaciones era totalmente
cierta ni enteramente falsa. Enojada escribí: “Cuando el temor al COVID19 le ganó a la perseverancia” (Iturrieta, 2020).
Los tiempos se entremezclaron trenzando las vidas privadas con el trabajo
remunerado, y con las preguntas respecto de las brechas generacionales y
sobre el uso de nuestros propios insumos domésticos y recursos
tecnológicos. Debimos resistir con entereza los propios miedos, angustias e
incertezas.
En mi búsqueda de respuestas sobre las juventudes universitarias llegué a
“Hijos de la libertad” de Beck (2006). ¡Que alivio leer que no era solo yo
quien sentía el cambio en las juventudes estudiantiles!, sino que el
significado que atribuían al trabajo profesional había cambiado. Lo que el
autor había escrito hacía décadas hoy se hacía realidad. La idea referida a
"más ingresos, más carrera, más consumo ostensivo" (Beck, 2006, p. 16), se
desmorona y en su lugar aparece una nueva ponderación de prioridades,
donde juegan un rol decisivo los criterios inmateriales de calidad de vida, en
que se considera como más valiosa la disponibilidad de tiempo para sí, que
un mayor ingreso y una carrera profesional de mayor envergadura. Ello
sería coherente con la promesa de la “era de la vida propia”, que implica
más diálogo, amistad, ser-para-sí, simpatía, diversión, tranquilidad, tiempo
libre, un compromiso autodeterminado, el deseo de aventuras, el
intercambio con los otros, etcétera (Beck 2006). Era evidente entonces que,
si la concepción de trabajo había cambiado para las juventudes, también
habían mutado los modos como enfrentan su formación profesional de
pregrado.
Comprendí que el cambio de concepción respecto del trabajo profesional
viene aparejado con que vivimos en “un mundo que ostenta una cantidad
inabarcable de líneas de ruptura, saltos y abismos, entre los cuales nadie
sabe ya muy bien cómo orientarse.” (Beck, 2006 p. 15) El futuro se ve
como una pluridimensionalidad indescifrable a través de los modelos
explicativos tradicionales. “Existen muchos más enigmas que soluciones y,
si nos fijamos bien, las propias soluciones se revelan como costales repletos
de enigmas.” (Beck, 2006, p. 15). Igualmente, sustantiva para comprender a
las juventudes universitarias, fue para mí la lectura de Bude (2014), quien
argumenta sobre la cotidianeidad de una inseguridad existencial, que es
vivida por las juventudes como una especie de miedo o agobio frente a algo
indefinido e incontrolable, y que sería el resultado de un carácter orientado
externamente. Es decir, que quien lo experiencia, orienta su vida en función
26
de las expectativas que tienen otras personas sobre sí, en un contexto
donde todas las posibilidades están abiertas y todo es relevante, porque para
esa persona cada hecho debe tener un sentido, y contribuir a alcanzar un
objetivo vital externamente perfilado. (Bude, 2014). ¡Nuevos bríos llenaron
mi subjetividad! y tras largas conversaciones con mi estudiante ayudante del
curso de metodología de investigación Jonathan Franco, -a quien agradezco
infinitamente por sus aportes- escribimos: “Futuro incierto en un mundo
inabarcable: rentabilización política de memes en tiempos de covid-19”
(Iturrieta y Franco, 2021). Este trabajo, en parte, me impulsó a crear el
Núcleo Semilla de Investigación Social.
De la frustración en pandemia a las oportunidades
En el año 2019 bajo el impulso de los concursos internos de la PUCV,
creamos el Núcleo de Investigación de las Profesiones en las Sociedades
Contemporáneas (www.observatoriolatinoamericano.cl), dependiente de la
Vicerrectoría de Investigación, Innovación y Creación, y alojado en la
Escuela de Trabajo Social de esta Universidad. Originalmente el Núcleo
estuvo constituido por Clément Colin y yo de la Escuela de Trabajo Social,
y por un académico de la Escuela de Psicología. Luego invitamos a colegas
de distintas disciplinas a contribuir, y armamos una red de colaboración
nacional e internacional. En la actualidad la red nacional del Núcleo cuenta
con 15 académicas y académicos de diferentes universidades chilenas, y con
13 investigadoras e investigadores de Argentina, Brasil, Corea, China,
España, Estados Unidos, Francia y México.
Durante el tiempo de pandemia, se multiplicaron las oportunidades para
hacer investigaciones en relación con los impactos del covid-19 en diversas
áreas del quehacer humano, para escribir textos, dar conferencias y
proponer ponencias a seminarios y congresos dando cuenta de los diversos
resultados obtenidos. A la par, las circunstancias del trabajo online
potenciaron la internacionalización de nuestras actividades vinculadas a la
producción de conocimientos. En tal escenario, postulamos y nos
adjudicamos el proyecto de investigación titulado “Estudio internacional
sobre la disposición subjetiva al quehacer laboral remoto en tiempos post
covid-19: relevando imaginarios profesionales”, financiado por ANID Chile
a través de su Fondo de Vinculación Internacional FOVI210050, que nos
amplió las posibilidades de incluir a estudiantes de Trabajo Social en las
diversas actividades de producción y difusión de conocimientos, en las que
nos íbamos involucrando como Núcleo de Investigación y que además ha
permitido la publicación del presente libro.
El trabajo con estudiantes ayudantes de investigación durante el tiempo de
pandemia, y la obtención de dineros desde fuentes internas de la PUCV y
27
desde la ANID, fue lo que me impulsó definitivamente a crear el Núcleo
Semilla, puesto que contábamos con recursos materiales para sostener el
trabajo. La motivación de un pequeño grupo de estudiantes por participar
de investigaciones nacionales e internacionales, cuyos objetivos eran
conocer los efectos de la pandemia por covid-19 en la población chilena y
mundial, trajo nuevas energías a la formación profesional en la materia.
Poco a poco se fueron integrando nuevas personas, estudiantes de la
Escuela de Trabajo Social de la PUCV, que se interesaron en participar en
los procesos de producción de conocimientos.
Fue entonces, en el escenario de pandemia, donde pude comprobar
empíricamente la conveniencia de separar la enseñanza-aprendizaje de
pregrado en materias de investigación social, en los dos paradigmas
argumentados por Briones (1976). Los preceptos del paradigma
interpretativo sustentados en la fenomenología y hermenéutica,
demostraron ser una buena guía orientadora para que el estudiantado
desarrolle las actividades de investigación, cuya finalidad es desarrollar
estudios en profundidad micro sociales para captar los sentidos y
significados que las personas otorgan a los fenómenos. Mientras que el
paradigma explicativo basado en el positivismo y neopositivismo les
permitió seguir con rigurosidad los pasos del método hipotético deductivo
para el desarrollo de investigaciones cuya finalidad es conocer tendencias
generales. La aplicación de los preceptos de cada paradigma les permitió
advertir con claridad y corregir contradicciones o incongruencias, entre el
concepto de ciencia que sustentaba cada investigación y las metodologías
aplicadas. Igualmente, valiosa ha sido la vinculación entre epistemologías y
métodos, para guiar al estudiantado en la escritura de sus reportes del
trabajo desarrollado.
La vinculación entre epistemologías y métodos de investigación permitió,
por ejemplo, que durante el desarrollo de entrevistas online, este grupo de
estudiantes pudiera distinguir el tipo de preguntas a formular, o el sentido
de las pautas de entrevista estructurada, semiestructurada o no estructurada.
También pudieron poner en práctica las diferencias emanadas del concepto
de ciencia con que trabajamos, respecto de las funciones de los marcos de
referencia. Comprendieron que la finalidad de la teoría en el paradigma
explicativo es operacionalizar variables para probarlas empíricamente, y por
tanto tiene que estar totalmente definido antes del trabajo de campo. Entre
tanto, que el propósito de igual apartado en el paradigma interpretativo es
iluminar el análisis de los significados y sentidos que las personas otorgan a
los fenómenos, por tanto, la pertinencia de la inclusión teórica se pondera
una vez finalizado el trabajo de recolección de datos.
28
Del mismo modo, les fue factible comprender que las investigaciones desde
uno u otro paradigma requieren criterios de validez y rigurosidad científica
diferentes, como asimismo también pudieron advertir la diferencia entre
variables y dimensiones entre lo explicativo y lo interpretativo. La
representatividad de los muestreos y sus tipos, conforme a cada uno de los
paradigmas también fue otro aprendizaje adquirido durante los trabajos de
investigación online.
La oportunidad que trajo la pandemia de internacionalizar el trabajo de
producción de conocimientos vía online permitió diversificar las
investigaciones en las que participábamos y por tanto, estudiantes a quienes
les interesó concurrir a ello, como parte del Núcleo Semilla, desarrollaron la
habilidad de cambiar rápidamente desde un concepto de ciencia a otro, y
sustentados en el paradigma interpretativo y explicativo de investigación
social, consiguieron aplicar los preceptos de los caminos metodológicos que
de allí se derivan. Llena de energías y alegría por estas observaciones escribí:
“El encanto por producir conocimientos se transmite a las futuras
generaciones” (Iturrieta, 2020)
El dinamismo del trabajo online en tiempos de pandemia permitió plasmar
la idea del “aprender haciendo”. Nunca habíamos tenido la oportunidad de
desarrollar tantos trabajos de producción de conocimientos en paralelo, en
que estudiantes participaran en las diferentes etapas de estos procesos.
Realizaron en un mismo día entrevistas en distintos puntos del país y
participaron en reuniones nacionales e internacionales. Aportaron en las
transcripciones de audios y en los análisis de los datos, usando en un mismo
día conceptos de ciencia distintos y metodologías acordes. Sus aportes han
sido invaluables y por ello les agradezco infinita y públicamente.
Reflexiones finales
Hoy pareciera ser que nunca hubiésemos vivido en pandemia, hemos vuelto
presencialmente a las aulas universitarias, y al trajín del día a día, de allí la
necesidad de testimoniar las experiencias vividas en esa época de tiempos
convulsionados, turbulentos y contradictorios, que nos generaron miedos,
incertezas, rabias y también amplias oportunidades. Por eso hoy escribo
“Juventudes, investigación y pandemia: de la frustración a la creación”.
El Núcleo Semilla se mantiene vigente, y como era de esperarse con
rotación de integrantes. Estudiantes se titulan y emprenden su vuelo
autónomo, mientras ingresan nuevas personas interesadas en adentrarse en
los procesos de producción de conocimientos.
29
Queda la interrogante respecto de si nos será posible, en esta nueva
dinámica temporal, volver a ofrecer al estudiantado la posibilidad de vivir la
experiencia de participar en los procesos de investigación social con la
diversidad experienciada en pandemia, y si el estudiantado tendrá la
disposición subjetiva de destinar tanto tiempo de sus vidas cotidianas a ello.
Mientras tanto, veo que las sonrisas y los ojos brillantes, descubridores, han
vuelto a las aulas universitarias, lo que me trae nuevos bríos.
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Diario de campo de la pandemia: autoetnografía de una
trabajadora social chilena en España
Lorena Valencia Gálvez
Introducción
Este capítulo lo escribo desde mi experiencia como investigadora post
doctoral en la Universitat de Barcelona en España entre los años 2019 a
2021. Es la traducción de un diario de campo en clave auto etnográfica.
Con el inicio de la pandemia mundial, las instituciones de enseñanza
superior tomaron una serie de decisiones en respuesta a la creciente
preocupación por el covid-19 a principios de 2020. El 14 de marzo 2020, el
gobierno de España decreta el estado de alarma, limitando la libertad de
circulación ciudadana a determinados supuestos, y decretando el cierre de la
mayoría de los comercios y la totalidad de los lugares de ocio, educativos y
culturales. Se inicia la cuarentena en todo el país. Se produce el cierre de las
universidades, colegios y lugares públicos. Se prohíbe la circulación a
personas. Solo se permite salir a comprar alimentos o bien a la farmacia. En
marzo 2020, se produce el cierre inicial de todas las universidades. Al inicio
pensábamos que duraría 15 días. Luego fueron 30, 45, 90 días y hasta dos
años. Al principio fue un descanso que fue paulatinamente
transformándose en incertidumbre y miedo al futuro. Hay
desabastecimiento de productos de limpieza en supermercados. Pocos
profesores capacitados para la teleeducación. Es el comienzo de un cambio
sin precedentes. En este registro espero reflexionar acerca de los efectos de
la pandemia en la vida personal y profesional, las estrategias para enfrentar
esos cambios y cómo paulatinamente se ha ido instalando una nueva
normalidad en la vida académica y en la vida de una mujer latinoamericana
inmigrante en España. Este capítulo ofrece una reflexión de orden
feminista escrita ex post que describe la experiencia encarnada, emocional y
profesional de vivir y trabajar durante un brote pandémico. Esta narración
personal ofrece un ejemplo de los efectos de estas circunstancias
inesperadas, y sin precedentes, en la vida académica, personal, y profesional.
Desarrolladas durante la primera fase de la pandemia (inter)nacional de
coronavirus, mis reflexiones abordan cuestiones como los privilegios, el
trabajo emocional, la invasión virtual del espacio doméstico dentro del
actual, cada vez más ambiguo, "lugar de trabajo", la carga de trabajo y el
bienestar. Es un texto autobiográfico que se propone dar luces a una
reflexión colectiva sobre los desafíos y transformaciones en el escenario
33
post que enfrentan profesiones como el trabajo social, cuyo foco de estudio
es la intervención sobre la llamada “cuestión social”.
Muchas instituciones de educación superior han tenido experiencias previas
en la respuesta a desastres naturales o disturbios políticos (Swartz et al.,
2018), pero la pandemia covid-19 desplazó la educación en línea a nivel
mundial (Johnson et al., 2020), dejando a muchos profesores sin tiempo de
transición para el paso de las clases presenciales a la enseñanza en línea
(Johnson et al., 2020; Levine et al., 2021). Con estos cambios, el
profesorado se enfrentó a muchos retos, como la identificación de métodos
de comunicación eficaces, problemas de conectividad y velocidad de
Internet, formación limitada en tecnología y enseñanza en línea, y falta de
preparación para completar las responsabilidades a distancia (Gottenborg et
al., 2021; Xie et al., 2021). Trabajar desde casa planteaba dificultades
adicionales: cuidar de la familia; supervisar el aprendizaje de hijos e hijas;
carecer de privacidad para la investigación, el servicio y la enseñanza.
A pesar de las complejas emociones que experimentamos como cuerpo
académico durante el covid-19, las autoridades universitarias, el personal y
las y los estudiantes esperaban que el profesorado se mantuviera positivo,
tranquilo, empático, flexible, comprometido y competente en tecnología
(Johnson et al., 2020; Veletsianos & Kimmons, 2020). Los estudiantes
esperaban reconocimiento de sus dificultades, ayuda para aprender nuevas
tecnologías y flexibilidad con las fechas de entrega, las lecturas asignadas y
las tareas (Levine et al., 2021). El profesorado esperaba una transición
fluida a las funciones y responsabilidades virtuales, con una orientación
mínima. Una encuesta sobre el impacto del covid-19 en el profesorado
reveló que la mayoría de las y los profesores experimentaban niveles de
estrés muy altos (Valencia-Gálvez et al., 2021), así como fatiga y dificultades
para crear confianza, redes profesionales y conciliar la vida académica y
familiar.
Narrativa de una investigadora en carrera
Al inicio de la pandemia y estando en España como investigadora post
doctoral y habiéndose además, cerrado todos los espacios donde estaba
participando, mis múltiples identidades y prioridades se superponen en
oleadas: hijos en Chile que tuve que tutelar a distancia, mi madre anciana y
enferma en Chile; yo misma como una mujer académica en busca de un
espacio el interior del equipo de investigación que visitaba; académica
chilena con la responsabilidad de participar en un plan de acción para
contrarrestar el impacto negativo del covid-19 en nuestra comunidad y
universidad local; madre que quiere pasar tiempo de calidad con sus hijos;
esposa que atesora cada momento con su pareja; propietaria de casa con
34
inquilinos con los que lidiar; cocinera con comidas que idear; planificadora
excesiva con ansiedad que controlar. Intento cada día relajarme; intento
hacer ejercicios de respiración y yoga mientras me balanceo en la oscuridad,
fingiendo estar dormida con la esperanza de que así engañaré a mi pareja
para que podamos dormir sin pensar en el hogar lejos, en los hijos, en la
familia; intento mantenerme positiva y contar mis muchas bendiciones;
intento en vano liberar mi mente y mi corazón. ¿Cuánto durará esto?
¿Hemos encontrado una alternativa para la evaluación práctica en el plan de
estudios? ¿Cómo estamos cumpliendo los requisitos de publicación e
investigación? ¿Cómo podemos apoyar a los estudiantes en situaciones
difíciles? ¿Sigue siendo comestible la salsa sobrante para el almuerzo?
¿Tenemos suficiente papel higiénico? ¿Tenemos suficiente paracetamol e
ibuprofeno? ¿Hay harina para amasar pan en casa? ¿A qué hora es mi
primera reunión mañana? ¿Cuándo podré rendir el examen de catalán?
¿Podremos cambiarnos a otro piso más luminoso, lejos del centro? Tengo
que cancelar la visita al dentista.
Me digo a mí misma que no es bueno pasar tanto tiempo en las redes
sociales para evitar el exceso de negatividad. Pero a través de redes sociales
estoy en contacto con mis seres queridos, amigos y familia en Chile. Mi
interés por la situación política en Chile (post estallido social y preconvención constitucional) me lleva a observar la diferencia entre las
personas que conocía (amigos y familiares) y las personas con las que
trabajaba. A través de las redes sociales, ahora tengo acceso a sus opiniones,
algunas de las cuales son egoístas, intolerantes, racistas, elitistas y
completamente irracionales; ideas que son la antítesis de cualquier
feminismo en mi cuerpo y alma. Participar en redes requiere una aceptación
y un compromiso del que no soy capaz o no estuve dispuesta a
proporcionar. La gravedad de la situación, mi agotamiento y frustración
pueden haberme hecho menos comprensiva y mucho más selectiva sobre
con quién comunicarme. También estoy menos dispuesta y soy menos
capaz de comprometer mis ideales y me he vuelto más feminista a lo largo
de los años.
Las primeras semanas de encierro forzado fueron un bálsamo o un retiro de
las agitadas agendas académicas. Necesitaba algo de tiempo para
recuperarme, no hacer nada, leer y apagarme fuera del mundo. Este
aislamiento forzoso sin embargo generó un desdibujamiento de los límites
laborales y familiares, y si antes había alguna distancia, ahora mi vida se
superpone por completo: el "equilibrio trabajo-familia" no tiene más
guiones, ni líneas de demarcación, ni equilibrio alguno. Me siento culpable
por centrarme de manera tan egoísta en el bienestar de mi familia, mi
capacidad para mantenerlos a ellos y a los demás, y el reconocimiento de
mis esfuerzos. Hay necesidades más urgentes, entornos más adversos,
35
tragedias más agobiantes. Hay viviendas superpobladas, falta de higiene
básica, falta de acceso a la atención médica, condiciones médicas
preexistentes, hogares abusivos, pobreza y más. Me siento culpable de estar
en Europa viviendo “un privilegio” de pocos y lejos de mi país y mi familia.
Ya no se puede volver, se cierran los espacios aéreos, nadie sale ni entra del
espacio Schengen.
A pesar de una tendencia natural propia a aislarme y amurallarme para
protegerme a mí y a los que me rodean, tanto física como emocionalmente,
siento que también tengo la obligación de conocer y comprender otras
historias, otras vidas. Es parte de mi identidad como trabajadora social y
como antropóloga. A pesar de ello, durante la época de distanciamiento
social, socializar en línea se volvió aún más importante, con videollamadas
no sólo con familiares lejanos, sino también con colegas y amigas con
quienes comparto una cercanía virtual y aprendo sobre sus inseguridades,
sentimientos y miedos. En este ajetreo en redes encuentro testimonios de
distintas mujeres que conozco y admiro: desafiadas, perdidas,
conmocionadas, paralizadas, asustadas, esperanzadas y amables. A quienes
agradezco por compartir conmigo y con el mundo. Nuestras debilidades
comunes nos hacen más fuertes. Los actos de bondad a menudo son una
sorpresa, tanto en persona como virtualmente: solidaridad en forma de
correos electrónicos y mensajes de Instagram; las compañeras preguntan
por mi familia y por mi situación en España. Algunas compañeras de
trabajo a las que apenas conocía se ofrecieron a salir a comprar comida o
medicamentos para mi madre enferma en Chile; otras amigas enviaron
mensajes y ofrecieron apoyo cuando estuve enferma o desanimada.
Nuestras amigables vecinas nos escriben para ayudar con las compras u
otras tareas; extraños en nuestro entorno forman un grupo de apoyo para
personas necesitadas, discapacitadas, autoaisladas o enfermas. Crean un
grupo del barrio llamado “¿tienes-sal?”. En el campo laboral, después de una
serie de decisiones políticas y acciones públicas denunciando violencia de
género en mi propia universidad, me hicieron sentir peligrosa e impopular
entre mis pares, mi confianza en quienes me rodeaban comenzó a verse
dañada.
Sé que tengo muchos privilegios en comparación con otras mujeres
académicas que son mis pares. Estoy cursando una beca de estudios post
doctorales en Europa mientras el mundo decae ante una pandemia global.
Pienso en las muchas personas aquí que están lejos de sus seres queridos y
en nuestras estudiantes que eran tan vulnerables como yo en la Escuela de
Trabajo Social durante los años noventa. Miro mi vida actual y me
reconozco en el privilegio de vivir y crecer en la academia.
36
En España se cerraron las universidades en marzo. Al personal
administrativo y docente se le ha dicho desde el principio que nuestro
bienestar y nuestras familias son prioridades reconocidas, por lo que las
personas que necesiten quedarse en casa debido a responsabilidades de
cuidado y autoaislamiento seguirán cobrando; la inversión de capital se ha
puesto en segundo lugar con respecto a los puestos de trabajo de las
personas. Nos han dado herramientas y equipos para trabajar desde casa,
hay formación disponible y apoyo flexible en abundancia, pero eso parece
ser algo poco frecuente en nuestro sector. Veo en las redes sociales muchas
historias de personas que trabajan en el mismo sector y sin embargo no
tienen seguridad laboral, u otras que han sido despedidas y tratan
desesperadamente de encontrar soluciones para poder cuidar de sí mismas y
de sus familias. Amigos que son autónomos y comerciantes denuncian bajas
y falta de ingresos. El gobierno central en España le pidió a la gente que se
quedara en casa e impuso restricciones a la circulación. No sabíamos por
cuánto tiempo se podía prolongar esta emergencia pandémica. Se trataba de
un nivel de inseguridad sin precedentes que dificultaba aún más la gestión y
el apoyo a los demás.
Nos tocó hacer frente a la pandemia en un país con salud pública, buenos
estándares de higiene y medidas de seguridad. Tuvimos acceso a comida y
tratamos de comprarla y usarla responsablemente, aunque otros estuviesen
acaparando y saqueando supermercados. Muchas personas en el mundo no
tuvieron tanta suerte y pensaba en ellas y en mi país a menudo. A través de
las redes sociales escuché sus gritos desesperados de ayuda y vi el miedo
inmerecido en los ojos de las y los niños y la tragedia de quienes sufren la
guerra, el hambre y la violencia. La conciencia social y la conciencia cívica
son ahora más necesarias que nunca. El pensamiento feminista y el trabajo
comunitario son fundamentales para fomentar la empatía y la acción que
promueve la solidaridad en lugar de la heterogeneidad. Mi cuestionamiento
en ese momento era ¿Qué puedo hacer para ayudar a los demás? ¿Qué
puedo hacer para promover el pensamiento y la vida solidaria? Era
importante ser proactiva en muchas áreas de mi vida personal y profesional.
Me entristece que algunas personas sigan pensando que el feminismo
consiste en mujeres enfadadas que odian a los hombres. Seguramente, en
2020, la gente tendría una comprensión más matizada de esto después de
las muchas publicaciones en todas las disciplinas que abordan la teoría y los
enfoques feministas. Desde mi punto de vista, el feminismo que profeso
está inextricablemente ligado a la igualdad, la diversidad y la inclusión,
términos que se comprenden y aceptan más ampliamente, pero que no son
necesariamente menos complejos. Aunque tiene su origen en los derechos
de las mujeres, para mí el feminismo consiste realmente en ofrecer a todas
las personas las mismas oportunidades, independientemente de su sexo,
37
género, edad, raza, capacidad, clase, origen y otros factores que conforman
sus identidades. Se trata de conversaciones multivocales y pluriperspectivas
entre individuos que cuestionan estructuras y suposiciones asumidas, que se
convierten en proyectos colectivos que vinculan lo singular con lo plural, lo
local con lo sistémico. Abordar la vida con una mentalidad feminista es ser
(auto)consciente y (auto)reflexiva sobre las dinámicas de poder, privilegio y
discriminación a nivel individual, grupal y social, con el objetivo de acabar
con la opresión mediante la igualdad para todos. Para mí, pensar de forma
feminista también significa reconocer y valorar la diferencia; ser consciente
de las cuestiones interseccionales; incluir las voces, experiencias y
conocimientos de las mujeres y otras personas en todas las conversaciones
y procesos de toma de decisiones, a todos los niveles. Como resultado de
ello, el feminismo es también inherentemente político en sus desafíos al
statu quo, en su defensa de la igualdad y su promoción de valores
arraigados en la equidad, la agencia, la humanidad y la interdependencia.
Creo que siempre he sido feminista, incluso antes de saber lo que
significaba. Me esfuerzo cada día por trabajar conmigo misma y con los
demás para ser mejor profesional desde este particular punto de vista.
La rutina durante el encierro en pandemia rápidamente se convirtió en un
trabajo desde casa donde había seis u ocho horas de reuniones virtuales,
más clases. El trabajo se fue volviendo intenso y agotador. Estas reuniones
eran urgentes, estratégicas y se inscribían en un marco que se había ido
desarrollando a lo largo de las semanas anteriores: aprobar cientos de
métodos de evaluación alternativos en cada uno de los cursos vigentes;
concebir nuevos cursos en formato virtual; replantearse formas de enseñar
y aprender en este nuevo contexto universitario; gestionar el pánico y el
estrés de varios miembros del equipo; asesorar y tranquilizar; proponer
nuevos proyectos con los que quizá nosotras mismas no estábamos del
todo de acuerdo. Este ritmo de cambio y toma de decisiones no es
sostenible, y esperaba que llegáramos a un punto en que las cosas sean más
fáciles. Muchos de mis colegas no empezaron a hacerse a la idea de la
urgencia y la gravedad de la situación hasta bien avanzada la situación
pandémica, mientras que yo ya me sentía agotada tras semanas de contacto
virtual con los principales responsables de proyectos y docencia.
Esta forma de trabajar desde casa y de digitalizar las tareas y las relaciones
supone un reto enorme. Sobre todo, en disciplinas que suponían hasta
ahora un exclusivo contacto cara-a-cara. Mi rutina diaria impartiendo clases
y haciendo evaluaciones en línea, apoyando a colegas que nunca han tenido
experiencia en esto, teniendo que ponerme al día en conocimientos y
tecnología de los que apenas había oído hablar antes, y compaginándolo
todo con mis propios estudios, mi vida familiar y el cuidado de mi familia.
Si los compromisos vitales y el trabajo son dos turnos en la vida de una
38
mujer (“La Doble Jornada”), como se argumenta en el libro de Arlie Russell
Hochschild con Anne Machung (2021), esta nueva forma de trabajar en
tiempos de emergencia pandémica se siente como "El turno interminable".
Las cámaras diminutas abren una inmensa ventana a nuestras vidas
personales: nuestros salones desordenados, la ropa recién lavada tendida en
la cocina, las mascotas que necesitan protagonismo y los niños que buscan
toda la atención. Normalmente protejo mucho mi espacio familiar y sólo
quiero compartirlo de forma selectiva. Nuestro descanso se ve a menudo
interrumpido por la preocupación y el dolor, nuestros procesos y hábitos se
ven manipulados hacia algo nuevo que no reconocemos y a lo que, sin
embargo, tenemos que adaptarnos a marchas forzadas. Esta invasión digital
está minando la fuente de bienestar que ofrece mi hogar en términos de
comodidad, protección y seguridad frente al mundo exterior. Me pregunto
cómo será mi vida desde fuera, desde el otro lado del objetivo de la cámara.
Me reconforta la posibilidad de utilizar un telón de fondo virtual en mis
conversaciones en línea, y a la vez me molesta porque introduce un filtro
falso contra la autenticidad de mi conexión interpersonal. Elegí no usar el
fondo virtual e incorporar a mi hijo o pareja al saludo de la clase/reunión
cada vez que entrara a mi habitación-oficina.
Palabras al cierre
La práctica de distinguir entre usos etnográficos es relativa novedad si lo
comparamos con otros métodos cualitativos de uso frecuente. Aunque en
las ciencias sociales, como señalan Ellis, et al. (2011), el concepto de
autoetnografía nació en el contexto de los años 70, cuando fue citado por
varios estudiosos. Holaman (2008) llamó a toda etnografía "autoetnografía"
porque en ella las representaciones etnográficas, las creencias, opiniones y
observaciones personales tienen prioridad (lo personal es político) (p. 294).
Carolyn Ellis (2004), otra etnógrafa destacada, la define como "la
investigación, la escritura, la historia y los métodos que vinculan la
autobiografía y la persona con la etnografía" (p. 43). Añade que es un
escrito de tipo “autobiográfico y personal en relación con la cultura, la
sociedad y la política” (Ellis, p. 19). Sin embargo, lograr un acuerdo en la
definición no es fácil. Inicialmente, la autoetnografía se definía más
estrictamente como “etnografía desde adentro”, que se refiere al estudio del
grupo (cultura) al que pertenece el investigador (Hayano, 1979). Mientras
que en los noventa se ha concebido como una consecuencia de la crisis de
la representatividad de los métodos cualitativos. Hoy en día la
autoetnografia se adopta más bien para aportar "lo personal, lo concreto, y
un énfasis en la narración de historias a nuestra investigación" (HolmanJones, 2016, p. 228). En la investigación autoetnográfica, somos tanto
investigadoras/es como participantes, haciéndonos visibles en el proceso al
39
tiempo que reconocemos y valoramos nuestra subjetividad (Chang, et. al.,
2013).
En este caso, el texto nos ofrece el ejercicio de una autoetnografía que
muestra la virtud de documentar en primera persona las historias y las
luchas de una mujer en la academia que probablemente representa a
muchas otras que hicieron y continúan haciendo malabarismos con el
trabajo de doctorado, la defensa de la tesis, la investigación, el aprendizaje a
distancia y la vida familiar durante la pandemia y durante la vida laboral en
general. En este recorrido narrativo tan personal se pudo ilustrar cómo
navegamos por las subjetividades y las múltiples tensiones del trabajo
académico y el cuidado de la familia (aunque sea a distancia), la división del
trabajo entre roles de género que sobrecarga a las mujeres en las tareas del
cuidado y las presiones inherentes, exacerbadas por un sistema de
educación superior estatal tan exigente y una fuerza laboral cada vez más
precaria. Usando autoetnografía, estamos repensando la crianza y la
enseñanza. Con base en estos hallazgos reflexivos, se resumen tres áreas
interdependientes de intervenciones en lo social que pueden hacer que
nuestros lugares de trabajo sean más equitativos: la autorreflexión (o
reflexividad que nos da la narrativa biográfica), el diálogo colaborativo
mirando al Otro-Otra y la necesidad de remirar el trabajo académico y los
cuidados de la familia para las mujeres tanto en la academia como en el
mundo profesional.
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41
42
Innovación en la formación de estudiantes en práctica de
trabajo social y psicología a cargo del equipo docente
profesional del Centro Familia y Comunidad de la
Universidad Tecnológica Metropolitana
Julia Cerda Carvajal - Luis San Martín Mena
Presentación inicial
Nos situamos en el Centro Familia y Comunidad (CEFACOM), entidad
que ha desarrollado una larga historia de servicios de atención psicosocial y
asesorías especializadas a organizaciones por más de 16 años, instalando sus
desafíos y compromisos, en el campo de la vinculación con el medio, la que
se desarrolla como entidad dependiente de una universidad pública y
estatal, con responsabilidad social universitaria, y que busca aportar al
avance en temas asociados a la inclusión, integración y desarrollo local,
regional y nacional de nuestra sociedad en su conjunto, nos referimos a la
Universidad Tecnológica Metropolitana de Chile, que alberga entre sus
unidades académicas a la Escuela de Trabajo Social heredera de la primera
Escuela de Trabajo Social de Chile y de América Latina, la antigua Escuela
de Servicio Social Dr. Alejandro del Río.
Entendemos la vinculación con el medio en la que nos insertamos, como
una
“Contribución al desarrollo integral, equitativo y sustentable de las
personas, instituciones y territorios del país, a través de dos roles
fundamentales: i) una interacción significativa, permanente y de mutuo
beneficio con los principales actores públicos, privados y sociales, de
carácter horizontal y bidireccional; y ii) contribuir al sentido,
enriquecimiento y retroalimentación de la calidad y pertinencia de las
actividades de docencia de postgrado e investigación de la Institución,
relacionadas con su respectivo ámbito temático” (Universidad
Tecnológica Metropolitana, 2013, p. 18).
En CEFACOM hemos buscado situar los compromisos actuales y futuros,
en el campo de la investigación, desarrollo e innovación I+D+i, entendido
como aquel
trabajo creativo y sistemático realizado para aumentar el stock de
conocimiento, incluidos los saberes de la humanidad, la cultura y la
sociedad, para diseñar nuevas aplicaciones del conocimiento disponible.
43
Este concepto abarca tres tipos de actividad: investigación básica,
investigación aplicada y desarrollo experimental” (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos [OCDE], 2015, p.)
La nutrida relación bidireccional, que desde CEFACOM mantenemos con
variadas organizaciones y redes regionales (públicas y de la sociedad civil),
nos han permitido la mantención de un flujo constante de servicios y
asesorías especializadas que entregamos a individuos, familias y
organizaciones y que las entendemos como “solicitadas por terceros en
función del conocimiento generado y de las capacidades técnicas del equipo
a cargo, usualmente para la resolución de un problema concreto o como un
mecanismo de reducción de alguna brecha en particular, pero que a la vez
presenta un cierto nivel de complejidad que debe ser resuelto a través de
I+D+i. Se formaliza a través de un contrato específico de trabajo, suscrito
entre la Universidad y la organización o entidad solicitante.
En el área de servicios psicosociales especializados, como equipo
profesional del Centro, desarrollamos prestaciones y consultas en el ámbito
de la salud mental a individuos y familias, prestaciones formalizadas en los
convenios marco y contratos específicos de trabajo que mantenemos con
entidades públicas y de la sociedad civil, de las áreas de salud y educación.
En CEFACOM damos atención profesional en el área del trabajo social y la
psicología, siendo además un espacio docente-asistencial, ya que
articulamos prácticas profesionales con actividades formativas asociadas a
los pre y post grados de ambas profesiones. Mantenemos vínculos e
intercambios con universidades a nivel nacional e internacional. Ofrecemos
asesorías especializadas a organizaciones del sector público y de la sociedad
civil que colaboran en el desarrollo humano y social de nuestra Región.
Uno de los aportes en innovación que desarrollamos en CEFACOM desde
los años 2020 y 2021, está asociado fuertemente al escenario desplegado
por la pandemia, y dice relación con un instrumento de transferencia
tecnológica, corporizado en una “guía de teleconsultas” que elaboramos
con el objetivo de favorecer el desarrollo de dichas prestaciones de salud en
distintas organizaciones y centros, públicos y privados, que entregan
prestaciones de salud mental, a nivel comunal y regional, esto dentro del
marco que propone el Plan Nacional de Telesalud dictado por el Ministerio
de Salud de Chile. Este es, además, un espacio muy nutritivo, para el
desarrollo de programas formativos en los cursos de pre y post grado que
están vinculados al Centro.
44
Elaboración de una guía de teleconsultas
en tiempos de covid-19
Desde hace años, estamos usando recursos y sistemas telemáticos para
desarrollar nuestras actividades cotidianas. Pedir hora en algún servicio,
pagar con tarjetas de crédito, solicitar una pizza al domicilio, nos conectan
con ese enorme campo de las Tecnologías de Información y Comunicación
(TIC) que están ya insertas en nuestra vida diariamente. Lo telemático, “se
refiere a la combinación de la informática y de la tecnología de la
comunicación para el envío y recepción de datos” (Alcantud, 1999, p. 199).
En el ámbito de la educación, ya hace años se han estado desarrollando
trabajos educativos con apoyo de TIC, entregándose certificaciones y
títulos profesionales, la educación a distancia, es un área en que lo
telemático ha estado muy presente. En salud, muchos programas de
seguimiento y atención estaban siendo desarrollado a distancia en forma
telemática, de hecho, el uso del teléfono es desde hace años, una
herramienta fundamental en ambos espacios de atención de seres humanos.
Esa es parte de la dimensión de lo telemático en el desarrollo actual de
nuestra sociedad, solo que al parecer no lo teníamos tan en cuenta. Todo
esto tenía su cauce, sus propios dinamismos, hasta el año 2020, año en el
que se desata una Pandemia mortal a nivel mundial por covid-19.
El espanto, la detención en las funciones, las cuarentenas,
salir del shock, reorganizarse
El despliegue de la epidemia a nivel mundial fue impactante. Las noticias de
todo el mundo mostraban imágenes de espanto. El aumento a niveles
gigantescos de muertes por el virus, la no existencia de una vacuna,
personas que morían en las salas de espera de los hospitales. En todos los
países se iniciaron períodos de cuarentena, la única estrategia sanitaria más
eficaz era el aislamiento social. En esta realidad, lo telemático adquirió un
valor fundamental para mantener en marcha la vida individual y colectiva
en nuestras sociedades.
Para las profesiones del área de salud y educación, las condiciones laborales
se complejizaron de sobre manera. En salud, la primera línea sanitaria, fue
la más golpeada por decesos, por cansancio y desgaste. En las escuelas,
junto con todo lo profesional, se debió dejar espacio al embalaje de
alimentos, y al acompañamiento a familias en duelo de forma recurrente.
Luego de un tiempo, en CEFACOM, empezamos a salir del shock inicial
que nos produjo la pandemia y el cambio gigantesco que se había
ocasionado en todo orden de cosas. Empezamos a reorganizar nuestro que
45
hacer. Buscamos información escrita en torno a tele atención, tanto en
trabajo social, como en psicología. Revisamos guías, manuales, normas
técnicas. Solicitamos formaciones, recurriendo a colegas, que, en su
quehacer previo, ya habían trabajado en teleatención.
Inicialmente, para desarrollar nuestro trabajo en equipo elaboramos una
guía de autoreflexión usando preguntas tales como: ¿Cuáles fueron los
principales “obstáculos” que enfrenté cuando inicié mi trabajo telemático?;
¿cómo los fui solucionando? Nos preguntamos también por las tres
principales “acciones o estrategias” utilizadas para afrontar de forma exitosa
nuestras tareas telemáticas. A la par, nos cuestionamos respecto a cuando
estamos entregando una teleconsulta, ¿en qué me fijo durante la atención?
Luego de nuestras reflexiones iniciales compartimos estas preguntas con los
equipos con los que trabajábamos. Se destacaban respuestas que en forma
recurrente aparecían y empezaron a emerger como hallazgos de nuestra
práctica, de nuestro quehacer profesional y docente, un conjunto de ideas
iniciales referidas a un uso reducido de las TIC, y desconocimiento de usos
potenciales que dichas tecnologías ofrecían para el desarrollo de actividades
telemáticas. Empezamos a reconocer viejas herramientas, como los
teléfonos y las computadoras, las que empezaban a presentar una enorme
cantidad de posibilidades y utilidades, que antes, en tiempos de atención
presencial no considerábamos.
En la esfera personal, miedo, incertidumbre. El choque con lo impersonal
del espacio telemático. La poca seriedad con que era tomada por algunas
usuarias o usuarios. El no contar con internet, con un espacio privado,
habitar espacios domiciliarios sobre poblados.
Se evidenció también la incorporación al desarrollo del teletrabajo de todo
un mundo familiar, tanto de usuarias, usuarios, como de las y los
profesionales de CEFACOM. El manejo de los ruidos e interferencias
ambientales en cada hogar se transformó, junto con las dificultades de
conectividad, en tema recurrente en todas las reuniones de coordinación de
muchos equipos psicosociales. Estábamos aprendiendo a encuadrar
procesos de atención por vías telemáticas, estábamos también colaborando
en construir conocimientos respecto de nuevos escenarios en que se
presentaba y desarrollaba el proceso de trabajo.
La necesidad de contar con espacios para instalarse a trabajar, buscar una
ubicación del equipo profesional en un lugar privado, se presentó como un
tema importante a resolver cuando se iniciaba la jornada de atención
telemática. Mantener la concentración solo en la atención, era un desafío
que empezamos a enfrentar como duplas psicosociales, cuya base es la
46
promoción del desarrollo de confianza en quien está junto a ti
conformando el equipo que atiende. Concitar interés explícito en la
continuidad del trabajo daba muchos resultados, ya que ayudaba a generar
en las y los atendidos, una idea de proyecto de temporalidad acordada, en
tiempos de tanta incertidumbre.
Con el paso del tiempo, fuimos advirtiendo que se mejoraba mucho la
adherencia convocando a través de llamados telefónicos, a los que se
vinculaba luego un seguimiento de las convocatorias por WhatsApp,
desarrollando los agendamientos a través de plataformas como Meet,
Zoom, u otras. Encuadrando las sesiones en base a los planes de
tratamiento que se van elaborando para la atención de cada caso.
Otorgando cercanía, pero ordenada en cauces formales, coordinando en
forma previa las sesiones con cada dupla, implementando mejor el espacio
que utilizaremos para atender, así como nuestra conexión a internet.
Establecimos, además como equipo psicosocial, una serie de normas
acordadas en post de asegurar la confidencialidad, así como el buen
resguardo de los historiales que empezaron a emerger en las atenciones.
Nos empezamos a fijar, a distinguir con mayor detalle, las actitudes y
movimientos corporales de quienes atendíamos, junto a nuestras y nuestros
estudiantes en prácticas. Sus gestos, los tonos y matices del lenguaje que
ocupaban, sus silencios. Nos fijábamos en los relatos, en los espacios que se
desplegaban a través de las pantallas. Articular espacios seguros para la
atención de los y las pacientes es una tarea fundamental, proponíamos a
nuestros usuarios, que se permitieran espacios de privacidad y tranquilidad
para las sesiones, esto dentro de sus posibilidades, pero valorando que se
otorgaran dichos espacios en favor de su salud mental. Así, aspectos como
los estados de ánimo de las personas atendidas, cambios en los mismos
expresados en la voz, la postura, los movimientos, la mirada, sus silencios,
se transformaron en espacios de mucha riqueza para el desarrollo de los
procesos de atención. Cuando eran dos o más los consultantes, atender a la
forma en que interactúan, era fundamental, tanto verbal como
posturalmente.
Aprendimos que era de mucha importancia la coordinación previa con el
equipo antes de iniciar las atenciones. Encuadrar las sesiones según los
planes de tratamientos elaborados para cada caso. Tener implementos
adecuados para la teleconsulta. Enfocarse en la sesión, prepararla, leer
registros de sesión anterior. Recordar previamente a nuestras y nuestros
usuarios las sesiones a través de WhatsApp o contacto telefónico. Tratar de
mantener la atención de las y los pacientes a través de los 45 minutos de
cada sesión.
47
Todos estos hallazgos, nuevas formas de sentir el ejercicio profesional, este
enorme conjunto de nuevos saberes que se estaban desarrollando,
empezaban ya a ser parte de las reflexiones y desafíos que este escenario
digital ponía ante nosotros en el ejercicio docente. Nutrir las prácticas
profesionales, así como las intermedias, se presentaba como una tarea
fundamental que debíamos comenzar.
Iniciamos el desarrollo de atenciones psicosociales integrales a través de las
teleconsultas, enmarcando su definición operativa, así como su articulación,
desde lo planteado en el Programa Nacional de Telesalud de Chile.
Teleconsultas, prácticas profesionales e intermedias
Durante años, en CEFACOM hemos desarrollado un programa de
prácticas intermedias y profesionales para las carreras de trabajo social y
psicología. Durante el proceso de formación hemos incorporado las
teleconsultas como parte del trabajo con las familias y se ha innovado la
forma de abordaje de los casos y sistemas familiares que se atienden. Las y
los estudiantes que postulan a estas prácticas profesionales, se insertan en
un ejercicio reflexivo, teórico y práctico, orientado a su inserción en su
futuro despliegue profesional.
En las y los estudiantes, promovemos su proacción, su capacidad de
adaptación a la realidad local (por ejemplo: habilidades de abordaje frente a
problemas de violencia intrafamiliar, alcoholismo, trastornos del ánimo,
vulnerabilidad, entre otros, que se presentarán en los distintos espacios de
atención psico social que el Centro entrega), desempeño ético y respetuoso
de los Derechos Humanos. Correcta adecuación a las normativas internas
del Centro, capacidad de estructurar y sistematizar su trabajo debido a la
alta demanda de pacientes y casos, así como de trabajo administrativo que
se despliega en el hacer de CEFACOM, responsabilidad y puntualidad en
los plazos e ingresos a actividades y compromisos acordados, entre otros
desafíos.
Las y los estudiantes son invitados e invitadas a incorporarse activamente,
en todas las dimensiones del quehacer cotidiano del Centro. Se destacan los
siguientes ámbitos de acción profesional: Psicosocioeducación; consejerías
en salud y educación; desarrollo de procesos psicoterapéuticos individuales
y familiares; desarrollo de procesos terapéuticos a familias y parejas;
intervenciones psicosociales especializadas (en habilidades parentales,
sociemocionalidad, entre otros temas), y participación en asesorías
especializadas de CEFACOM a organizaciones en convenio.
48
Los procesos de innovación estuvieron asociados a insertar el desarrollo de
teleconsultas en la atención de personas y familias en salud mental, así
como de habilidades de planificación, construcción de asesorías y
conferencias, la entrega y evaluación de asesorías a través de los ejercicios
asociados a práctica intermedias. Todo ello lo realizamos desde la
perspectiva propuesta en el Programa Nacional de Telesalud de Chile,
programa, diseñado en 2017, en el Gobierno de la presidente Michelle
Bachelet antes de la pandemia, que establece como uno de sus objetivos
centrales, la superación de brechas para acercar los servicios de salud a la
gente. Todo esto adquiere otro dinamismo, una vez desatada la pandemia
por covid-19.
En este punto debemos hacer referencia, a la Ley Nº21.220 de trabajo a
distancia y teletrabajo, promulgada el año 2020, que incorpora un nuevo
capítulo al Código del Trabajo en nuestro país y que entra en vigencia, el 01
de abril del mismo año. Define trabajo a distancia como aquél donde la o el
trabajador cumple sus funciones, total o parcialmente, desde su domicilio u
otro lugar distinto del establecimiento, instalaciones o faenas de la empresa.
El teletrabajo será entendido como aquel que exige que el trabajador
cumpla sus funciones mediante la utilización de medios tecnológicos,
informáticos o de telecomunicaciones y/o deba reportar esas funciones
mediante dichos medios.
Desde el Programa Nacional de Telesalud, esta última es entendida como
Una Estrategia basada en el Modelo de Atención Integral de Salud
Familiar y Comunitaria, en el contexto de las Redes Integradas de
Servicios de Salud, y que mediante el uso de las tecnologías de
información y comunicaciones, facilita la provisión de servicios a distancia
desde el ámbito de la promoción, prevención, diagnóstico, tratamiento,
rehabilitación y cuidados paliativos, centrado en la persona en su contexto
sociocultural y a lo largo de su curso de vida, con el propósito de
mantener un óptimo estado de salud y la continuidad de cuidados de la
población, mejorando así la equidad en el acceso, el ejercicio de derechos,
la oportunidad y la calidad de la atención mediante sus tres componentes:
Teleeducación, Telemedicina y Teleasistencia. (MINSAL, 2018, p. 31).
En cada uno de sus componentes, la teleeducación, la telemedicina, espacio
en el que se incluyen las prestaciones que entregan trabajadoras(es) sociales
y psicólogas(os), así como de teleasistencia, es posible obtener definiciones
conceptuales, flujos asociados a las prestaciones, objetivos y métodos con
los cuales se propone el trabajo de las y los agentes profesionales y técnicos
integrantes del Sistema Nacional de Servicios de Salud. De esta forma, es
posible obtener desde este Programa Nacional de Telesalud, una serie de
indicaciones que norman el actuar, e indican procedimientos y actividades a
49
quienes trabajan en el sistema público, y que desarrollan actividades
telemáticas de atención o de coordinación para entrega de servicios
sanitarios.
Durante el inicio de la alerta sanitaria covid-19 el primer semestre del año
2020 se decreta a través de la Resolución N.º 204, publicada en el Diario
Oficial el 24 de marzo del mismo año, las modificaciones a las normas
técnico-administrativas del arancel de régimen de prestaciones de salud en
la que se incorpora la teleconsulta como una prestación. Ello puede ser
obtenido mediante su compra en el sistema de libre elección del Fondo
Nacional de Salud (FONASA) que corresponde al sistema público, o a
través de las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE) que son sus
equivalentes en el sistema privado. En ella destaca la incorporación de
psicólogas y psicólogos estableciendo que
Durante períodos de vigencia de alerta sanitaria decretada por el
Ministerio de Salud por el covid-19, las prestaciones de psicología podrán
ser realizadas en forma remota manteniendo registro de estas prestaciones
en los mismos términos que una atención presencial, a través de
tecnologías de la información y telecomunicaciones entre un paciente y un
profesional psicólogo que se encuentran en lugares geográficos distintos y
que pueden interactuar entre sí en tiempo real (sincrónica). (MINSAL,
2018, p. 31)
Es importante destacar que, en dicha resolución ministerial, es posible
distinguir con claridad algunos requerimientos básicos, para todo proceso
de teleatención y teleconsulta, eso para el desempeño de psicólogas y
psicólogos, no existiendo directrices claras para el hacer profesional de
trabajadoras y trabajadores sociales. En el caso de la psicología, destaca:
“Asimismo, el prestador es responsable de que la prestación se realice en
un ambiente privado y dedicado exclusivamente para ello. Queda
prohibido realizarla en lugares de acceso público donde la privacidad del
beneficiario se pueda ver comprometida. El prestador es responsable de
que la prestación sea realizada por el profesional seleccionado por el
beneficiario personalmente. En caso de alguna modificación de quien
realice la prestación, ésta deberá ser informada al beneficiario quien optará
por aprobar o rechazar dicho cambio. El prestador debe tomar todas las
medidas de seguridad de la información para que esta interacción directa
medicó beneficiario se realice de forma segura cuidando la privacidad de
este y mantener el resguardo y el registro de la ficha clínica” (Ley 20.584
Derechos y Deberes del paciente).
Cuando nos focalizamos en las áreas y procesos en los que actúan
trabajadoras(es) sociales, así como psicólogas(os) destacan un conjunto de
prestaciones. Por tanto, fortalecer el desarrollo de este tipo de atenciones
50
profesionales telemáticas, fue uno de los objetivos que guiaron nuestras
reflexiones constantes, buscábamos con este ejercicio descubrir cómo
poner dichos conocimientos al servicio de la formación de nuestras y
nuestros estudiantes.
En el componente de teleeducación destacan como campos nuevos de
despliegue profesional, todo lo referente a la participación de trabajadoras y
trabajadores sociales, así como de psicólogas y psicólogos en:
telecapacitación; telepromoción (educación en salud comunitaria; uso de las
TIC en salud comunitaria; contenidos y metodologías de las TIC para salud
comunitaria); teleinvestigación, y teleducación para facilitar procesos de
formación en telemedicina y teleasistencia.
En telemedicina, los procesos de atención abierta dada a través de los
servicios asociados a atención primaria en salud, así como la atención
ambulatoria de especialidades y los procesos de atención en hospitalización,
utilizan los servicios profesionales de trabajo social y psicología.
Específicamente en la prestación de teleconsulta profesional no médica, se
define el que hacer de dichas profesiones de la siguiente forma: “Consulta
de psicólogo(a): Es la atención individual proporcionada por psicólogo, a
las personas que requieren de apoyo emocional, o presentan alto riesgo de
enfermedad o trastorno de salud mental” (MINSAL, 2018, p.45). Mientras
que la
Consulta de Asistente Social: Es la atención mediante la cual, el (la)
profesional establece un diagnóstico de la situación socio familiar con
vistas a favorecer el contacto y la relación de este sistema familiar con los
servicios médicos, orientar en la solución de problemas sociales,
coordinar las ayudas y subsidios y otros recursos legales a través de la
acción intersectorial. (MINSAL, 2018, p. 46).
Se suma a lo anterior, la tele consultoría en salud mental, definida como
una actividad conjunta y de colaboración permanente entre el equipo de
especialidad en salud mental y el equipo de salud de atención primaria, en
aquellos establecimientos en que no se cuenta con especialista, con la
finalidad de potenciar la capacidad resolutiva del nivel primario, mejorar la
referencia y contrarreferencia de personas entre ambos niveles de
atención y garantizar la continuidad de cuidados de la población usuaria
con problemas de salud mental o trastornos mentales. (MINSAL, 2018, p.
46)
En el caso de trabajadoras(es) sociales, el proceso de atención de urgencia:
Atención Primaria en Salud (APS) y unidad emergencia hospitalaria, define
la consulta de asistente social como:
51
Es la atención mediante la cual, la asistente social establece un diagnóstico
de la situación socio familiar con vistas a favorecer el contacto y la
relación de este sistema familiar con los servicios médicos, orientar en la
solución de problemas sociales, coordinar las ayudas y subsidios y otros
recursos legales a través de la acción intersectorial. (MINSAL, 2018, p. 51)
En teleasistencia, el aporte que realizan trabajadoras y trabajadores sociales,
así como psicólogas y psicólogos está fuertemente asociado a la
coordinación, así como a la psicoeducación que puedan otorgar a los
pacientes atendidos, así como a sus familias a nivel domiciliario.
Análisis y conclusiones
Como equipo CEFACOM, hemos ido aprendiendo, hemos iniciado ya
nuestros primeros recorridos en el campo de lo telemático en salud y
educación. En este nuevo escenario mundial, hemos asumido el desafío de
aportar en esta línea actual de desarrollo profesional, generando en primera
instancia un proceso de aprendizaje y formación, para resolver con ello, las
debilidades que esta nueva forma de trabajo nos ha presentado, y a partir de
dichas reflexiones y desarrollo de experiencias, ofrecer a nuestra comunidad
profesional y disciplinaria, así como a todas aquellas disciplinas que trabajan
en dispositivos psicosociales de atención, una guía de teleconsulta en
tiempos de covid-19, esperando que como recurso de apoyo profesional,
facilite el aprendizaje y realización de teleconsultas en otras organizaciones
de las redes con que CEFACOM trabaja. Este es un esfuerzo que
realizamos, además, para fortalecer el Programa de Asesorías Especializadas
de nuestro Centro. Buscamos, ser un aporte concreto a la nutrición de la
formación de pregrado, ya que creemos estas son destrezas y habilidades
que deben ser fortalecidas durante el período formativo de nuestras y
nuestros futuros colegas.
A raíz de esta experiencia, a modo de un intento reflexivo, realizamos una
serie de análisis que nos permitieron concluir que el desarrollo de
atenciones en el formato telemático es un ámbito de nuestro que hacer
profesional que ha llegado para quedarse en el repertorio de herramientas
con las que contamos profesionalmente. No obstante, no entendemos lo
telemático o virtual, en oposición a lo presencial, creemos que este ámbito
se abre como un complemento, un territorio nuevo que explorar para la
entrega de más y mejores servicios a nuestras y nuestros usuarios. Así, lo
telemático permite una enorme superación de brechas en lo referente al
acceso a salud con la que cuenta la población en general.
Lo telemático permite insertarse en nuevos escenarios, por lo que adquiere
un valor fundamental estar atentos a las emociones y sus desplazamientos,
52
estas nos proponen aperturas nuevas para trabajar con seres humanos
mediados por pantallas. Esto genera una variación interesante en el
concepto de cercanía vincular que mantenemos con nuestros atendidos y
atendidas, ya que estamos cercanos, vinculados, dispuestas y dispuestos a
estar en contacto, pero todo ello, que es tan propio de nuestro hacer
profesional presencialmente, está en estas coordenadas, mediada por
pantallas y dispositivos electrónicos, de una forma particular, la nueva
dimensión de nuestro hacer telemático nos ha llevado a re descubrir viejas
herramientas, como los teléfonos y otros, que ahora usamos en una
dimensión y una complementariedad distinta.
Las formas de abordaje en la teleconsulta requieren de una serie de
destrezas y capacidades que deben ser entrenadas en las y los estudiantes de
trabajo social y psicología, potenciando la capacidad de mirar el despliegue
de la persona al otro lado de las cámaras y pantallas. Leer la corporalidad,
las conductas que muestran a través de las pantallas, las interacciones,
adquieren un nuevo sentido al estar mediados por estos dispositivos
digitales.
Trabajar el encuadre es fundamental en los procesos de atención telemática,
desde el contacto inicial en las fases de convocatoria, así como, en el
desarrollo de las primeras entrevistas y procesos de atención telemática que
se planifican. En dicho espacio, lo vincular es fundamental. Generar
ambientes nutritivos es fundamental en la construcción de alianzas
terapéuticas, así como su adherencia a los procesos de atención que se
entregan en el centro. En tal sentido, cobra relevancia la gestualidad de las
personas y los sistemas humanos en los que se despliegan. Igualmente, es
importante escuchar y abrir los silencios, como un espacio personal y
terapéutico para escucharse en silencio. Así se logra la escucha activa y la
resignificación de los fenómenos que se instalan durante las sesiones.
Asimismo, desarrollar empatía en los procesos telemáticos es fundamental.
Trabajar en la expresión de sentimientos y emociones, así como de
resignificaciones de sucesos vividos, se presentan como fenómenos de gran
dinamismo en lo referente al trabajo psíquico social que se da en este tipo
de prestaciones en salud mental.
La gran apertura en la oferta de atención psicosocial que propuso lo
telemático, permitió la posibilidad a cada ser humano de contar con un
tiempo nuevo para su atención y para poder realizar sus acompañamientos
terapéuticos. Contar con la posibilidad de llegar a sus casas y poder desde
ese espacio personal, ser atendido o atendida telemáticamente, se ve como
una ganancia, en esta sociedad sobreexigida, con poco tiempo para temas
asociados al cuidado de la salud mental. En la perspectiva anterior, no tener
53
que salir de casa para acceder a una atención en psicología o trabajo social,
ahorrar recursos económicos en lo referente a pasajes y o locomoción,
optimizar los tiempos, son todas nuevas oportunidades que ofrece lo
telemático. Favorecer el cuidado de terceros y poder ser atendido en salud
mental, se presenta como un ámbito maravilloso de desarrollo de nuestra
acción profesional.
Reconocernos nuevamente como seres humanos, reencontrarnos con
nuestra fragilidad, fue uno de los grandes aprendizajes en pandemia,
aprender a colaborar y ha revincularnos fue un aprendizaje fundamental.
Exponernos a los demás. Aprender a ser nuevamente seres sociales,
mediados por pantallas. La realidad de lo virtual introdujo nuevas formas de
comprender el proceso psicosocial. Se crea un nuevo espacio en el campo
de las atenciones telemáticas. Las teleconsultas requieren, por parte de los
profesionales e individuos y familias en atención, de nuevas actitudes, las
que se promueven de modo que sean favorables para interaccionar con este
recurso tecnológico, que está cada vez más presente en nuestra
cotidianidad.
La democratización del espacio terapéutico, el cambio en las posiciones
asimétricas que se instalan en los fenómenos de ayuda, en los escenarios
telemáticos se ven modificadas. La incorporación de dispositivos digitales
(computadoras, celulares, smartphones, tablets) en el proceso de atención
psicosocial implica la creación de un nuevo entorno en el que se despliegan
las acciones profesionales que entregamos a nuestra y nuestros atendidos.
Debemos aprender a aprender de nuevo…
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html.
56
Formación en pandemia y desafíos
para el trabajo social
57
58
Análisis de la simbolización de actividades académicas
realizadas en pandemia:
sueños y desafíos para el trabajo social
Paula Leiva Sandoval
Adriana Sanhueza Cisterna
Introducción
El presente escrito da cuenta del quehacer que se fue sucediendo en
pandemia hasta fines del año 2021. La manera en que los sueños y desafíos
del trabajo social se fueron tejiendo en nuestras realidades se ve retratado
en el siguiente texto, el cual busca relevar y hacer emerger las distintas
prácticas cotidianas realizadas; del mismo modo se presenta el soporte
reflexivo que llevó a impulsar aquellas prácticas, relevando que este
quehacer no tuvo un diseño maestro anterior, sino que se fue sucediendo a
través de las emergencias, de las carencias obvias por la situación de crisis
de muchas instituciones, provocadas por el estado de excepción regional y
local que no lograban ver parte de esta situación, o que estaban más cerca
de nuestra realidad universitaria y que en parte pudimos suplir con este
quehacer.
Una de las variables que fue tensionada al límite para el quehacer del trabajo
social, y que hasta la fecha nos acompaña, intentando buscar maneras en
que el trabajo social se posicione ante esta crisis civilizatoria, es la
innovación. De allí es que daremos cuenta de la larga lista de actividades y
quehaceres que acompañaron este trecho de tiempo, y que tuvieron a la
base la búsqueda de soluciones a nuevos problemas, o nuevas respuestas a
complejizados viejos problemas sociales.
Parte de nuestra referencia de análisis es la crisis civilizatoria que estamos
atravesando,
estamos ante una crisis multidimensional que afecta todas las áreas
de la vida. Es la crisis de un modelo de producción y consumo
insostenible, que amenaza la vida del planeta, es la crisis terminal
del patrón civilizatorio de la modernidad occidental capitalista. Esa
crisis afecta la vida y la salud en el sentido más amplio, afecta los
ecosistemas y su biodiversidad que pone en riesgo la vida en el
planeta. La crisis ambiental y el cambio climático son sólo una de
sus más graves y evidentes manifestaciones…” “..entre ellas el
surgimiento de pandemias o desastres naturales, que son expresión
59
del deterioro ambiental y la ruptura del metabolismo sociedad
naturaleza. Como conclusión, planteamos que la única salida a la
crisis, de allí su carácter civilizatorio, es un cambio profundo y
radical del modelo civilizatorio que caracteriza al capitalismo
globalizado, que implica construir una nueva forma de vivir,
relacionarnos, producir y consumir. (Feo et al., 2022, p. 4) .
Aportar en la construcción de esta sociedad post crisis y el nuevo tejido
social que ha de surgir de ello es el interés que sostiene el análisis de nuestro
quehacer relatado en el siguiente texto.
Actividades virtuales desarrolladas en el contexto universitario
En plena pandemia realizamos múltiples actividades que dan cuenta de
nuestro quehacer con el que de alguna manera intentamos ir tejiendo esta
nueva realidad, la cual cruzó elementos como: pandemia, crisis social, y el
comienzo de la crisis civilizatoria de la cual hasta la fecha no se han dado
todas las respuestas a las múltiples preguntas surgidas respecto del nuevo
modelo de desarrollo que enfrentaríamos como país, y por ende, el desafío
que ello implica para la formación profesional.
En la carrera de trabajo social en pandemia -durante 2020 y el 2021- nos
propusimos no discontinuar el proceso formativo del diseño original, ello
implicó que tuviésemos que reorganizar actividades curriculares para esta
nueva modalidad virtual, para eso la universidad generó una serie de
capacitaciones para todos quienes estaban vinculados directamente con la
formación, lo que incluía no solo académicos y académicas regulares en los
equipos de planta, sino también para docentes adjuntos y adjuntas, de
manera que se pudiesen preparar y habilitar en la enseñanza en esta
modalidad virtual. Por otra parte, también se hizo un esfuerzo en disponer
para los y las estudiantes equipos para quienes no contaban, por ejemplo,
con computador para continuar con su proceso en esta modalidad, y, por lo
tanto, hubo una primera fase de preparación de la Universidad en su
totalidad para enfrentar esta modalidad virtual de buena manera.
Lo realizado en la línea de extensión académica y de vinculación con el
medio, considerando la modalidad virtual, requirió de múltiples esfuerzos:
nuevas capacitaciones, habilitación de aprendizajes, de todos y todas en
estas áreas que para algunos significaba trabajar con nuevos dispositivos.
Por otra parte, no solo estaba el contexto de pandemia, que nos obligaba a
estar en esta condición de virtualidad, sino también lo que implicaba esta
pandemia: la sensación de encierro, la necesidad de estar en conexión con
las personas, y generar respuestas ante la incertidumbre. Ante ello como
carrera empezamos a generar materiales tales como audios de opinión y
60
aportes en medios de comunicación -contenidos para Twitter, Facebook e
Instagram-. Ideas y orientaciones para, por ejemplo, no sentirse solo o sola,
o no caer en etapas anteriores a la depresión, buscábamos además paliar la
sensación de encierro que generaba el aislamiento social. Por tanto, nuestro
principal interés en esos dos años a partir de lo que fueron nuestras
actividades regulares y de extensión, fue aportar a través de diversos medios
en temáticas que permitieran volver a conectarnos y vencer el aislamiento
social, o sea, no podemos tocarnos, no podemos aproximarnos, tenemos
que cuidarnos resguardando la distancia física, pero eso en ningún caso
puede significar que rompamos nuestros lazos, nuestros vínculos, no nos
distanciamos socialmente, nos distanciamos físicamente, realizando todos
los esfuerzos necesarios para mantenernos conectados, vinculados. La
virtualidad nos ayudó a mantener esa conexión entre nosotros y de igual
manera con los barrios.
En relación al rol de la Universidad y de la carrera en particular, éste fue
tener presente y aportar con diversas actividades, todas en formato virtual:
Desarrollamos conversatorios y seminarios, referidos en una primera parte
a comprender la pandemia, implicancias, efectos, perspectivas, escenarios
sociosanitarios, entre otros. Todos estos se constituyeron en nuestros temas
frecuentes. Somos una facultad de salud y ciencias sociales por lo tanto nos
tocaba muy de cerca el tema de los cuidados. Partimos relevando las
problemáticas del cuidado; la vinculación de esto con los equipos
profesionales; el abordaje de estos primeros meses de pandemia; el
desconocimiento de la evolución de las pandemias, y los datos históricos de
estas. Trabajamos sobre el temor de contagiarse, el alto número de
fallecidos, el efecto sobre los distintos equipos, en particular sobre los
profesionales que tenían trabajo de primera línea. Por lo tanto, estos
primeros seminarios, conversatorios, webinars organizados fueron en la
línea del cuidado, el cocuidado, el restablecimiento de lazos, el trabajo en
equipo como soporte, evitando que el aislamiento nos afectara en tanto
personas, como comunidad educativa, barrial, territorial, etcétera.
Este tiempo además correspondía al período post estallido social, que
implicaba que se estaba generando el proceso constituyente, y por lo tanto,
también como Universidad y como carrera en particular nos interpelaba
directamente -obviamente por los énfasis que tenemos porque como
trabajo social tenemos un interés y un foco puesto en la realidad y en los
escenarios sociales- dado que el proceso constituyente tenía elementos muy
necesarios de abordar, sobre todo en la lógica de informar
permanentemente a la población respecto de qué se trataba tal proceso. Por
lo tanto, ahí centramos otro foco de actividades de extensión de
vinculación con el medio, que estaban orientadas a comprender dicho
proceso constituyente, sus derivadas y preguntas cómo ¿a que apuntaba el
61
proceso?, ¿cuáles eran las aspiraciones?, ¿quiénes iban a ser parte del
proceso constituyente? En ese quehacer que lo vinculamos a lo académico a
través de conversatorios, contamos, por ejemplo, con la participación de
trabajadoras sociales que estaban postulándose para ser constituyentes a
nivel nacional. Otro conversatorio realizado, ya con las trabajadoras sociales
electas como constituyentes, tuvo como objetivo problematizar la realidad
desde el trabajo social, buscando que nos plantearan cuáles eran sus
propuestas en su rol activo en el proceso constituyente, y cómo se traducía
este rol desde lo profesional y disciplinar. Las respuestas obtenidas fueron
muy interesantes para las distintas audiencias, iluminadoras para los y las
estudiantes, para las y los académicos, y para colegas que participaron en
ese webinar que fue de convocatoria muy masiva.
Otras situaciones sociales, tales como el fenómeno migratorio, nos
acompañaron durante estos mismos años, las cuales fueron imposible de no
ir vinculando y reflexionando con tal de buscar nuevas formas de trabajo,
ya que iban coexistiendo con los dos fenómenos anteriormente señalados
(pandemia y proceso constituyente). En tal escenario, tuvimos actividades
ligadas a la interculturalidad y la migración, con diversas ONG y con otras
instituciones que trabajan en ese ámbito, o bien con investigadores que
abordan la temática, destacable fue la participación de la académica María
Emilia Tijoux en uno de nuestros seminarios, quien abordó la tensión que
existe hoy día en el contexto de pandemia y el fenómeno migratorio.
Por otra parte, también debimos abordar temas que en el contexto de
pandemia tomaron ribetes emergentes, tales como el enfoque y desarrollo
territorial; y también la crisis de la vivienda social, realizamos seminarios y
conversatorios sobre ello. Además, impulsamos algunas instancias virtuales
de transferencia tecnológica, que referían a cuestiones muy concretas, tales
como acceder al registro social de hogares en el entendido que había un
grupo importante de personas que habían quedado sin trabajo, y, por lo
tanto, debían incorporarse al sistema de protección social del Estado.
Considerando que la forma de entrada es justamente el registro social de
hogares, y que su acceso no era por todos conocidos, hicimos muchos
encuentros de orientación tipo conversatorio abierto en los que participaba
quién tuviese interés.
Otro de los temas trabajados durante la pandemia, fue el enfoque de
derechos humanos, que es un ámbito que como Escuela está en nuestro
sello identitario, y, por lo tanto, es muy importante para nosotros su
relevamiento a propósito del proceso constituyente, y también a partir de
hechos que se veían en la realidad de ese momento. Tuvimos por lo menos
unos cuatro conversatorios relacionados, desde una perspectiva
interdisciplinar con psicología y terapia ocupacional, un trabajo de varias
62
sesiones, en el cual estaban convocados especialmente nuestros estudiantes,
y también las instituciones de práctica con el fin de abordar los desafíos de
la nueva Constitución respecto de la inclusión, a todo nivel, no solo
inclusión de personas con discapacidad, sino que la inclusión de las distintas
diversidades.
Todos estos temas se estaban agudizando ante una crisis social y sanitaria
que afectaban al país, con un escenario social que requería que desde la
Universidad se abordaran de manera destacada, que se problematizaran,
generaran propuestas y orientaciones sobre la marcha, en un momento
donde el cotidiano es tensionado por la realidad. Así, con mucho esfuerzo,
reflexión y mística fuimos construyendo escuela y reconstruyendo nuestro
quehacer y nuestros relatos. Ello también nos permitió sentirnos aportando
a pesar de la distancia física, como carrera, desde el rol del trabajo social.
Sentíamos que generábamos aportes orientados a la construcción de este
tejido social, que veíamos que se debilitaba en esta exigencia de distancia
física y queríamos aportar poniendo en práctica la idea de que, a pesar de
no poder estar físicamente presentes, mediante la virtualidad era posible
entrar en conexión, encontrando sentidos comunes, y relevar nuevos
aprendizajes en esta condición y situación que tuvimos que vivir por dos
años.
Formación profesional en pandemia
La pandemia construyó un escenario inimaginable que nos hizo actuar
sobre la marcha en muchas ocasiones, adecuando lo planificado ante las
nuevas emergencias sociopolíticas. También surgieron efectos sobre la
formación profesional referidos a la manera de realizarla (virtualidad), como
también en los énfasis de contenidos tanto del pregrado como de la
educación continua que sostiene nuestra Escuela.
El ejercicio profesional mostró desafíos que se asumían superados. Uno de
ellos, por ejemplo, era el dominio de sistemas virtuales, tales como el
soporte web, el manejo e instalación de las TIC, e incluso la posibilidad de
acceder a soportes de Internet tradicionales y establecidos. Ello era un
supuesto sobre el que se basaba el trabajo con estudiantes entre los 20 y 30
años en edad promedio, tramo etario en que asumíamos que tales
habilidades eran parte de la línea basal de formación que traían. Finalmente
nos damos cuenta, tras las evidencias, de que no hay capacidad instalada de
entender cómo funcionan los sistemas de soporte virtuales, ni tampoco
necesariamente tienen acceso, o sea no tienen computador. Muchos y
muchas estudiantes al no tener acceso a internet ven superadas sus
posibilidades reales de formación. Cómo no recordar que, al momento de
pedir prender la cámara, imaginábamos como docentes que nos
63
encontraríamos con una habitación adecuada para el estudio universitario,
no obstante, nos encontrábamos con un o una estudiante en medio de un
potrero; podíamos observar el quehacer doméstico de la familia; o las
labores de cuidado realizado por el o la propio/a estudiante a otro/a
miembro de la familia. Fuimos testigos de innumerables situaciones
domésticas distantes en proporción de la ilustrada imagen de formación
académica.
En esta develada crisis sociosanitaria el contexto en que se desarrolla la
formación profesional muestra un déficit superior de lo que se creía y de lo
que estaba instalado en la Universidad, por lo tanto, un primer desafío y un
primer punto de quiebre es darnos cuenta de que lo que estaba estipulado
no tenía que ver con la realidad de las y los estudiantes. Por lo tanto, sobre
la marcha hubo que establecer sistemas de comunicación y de información,
sistemas de educación que estaban en una aparente realidad que no era
necesariamente de esa manera. Por lo tanto sobre la marcha había que
continuar con una formación en un diseño ideal que había quedado
descontextualizado, y a la vez se requería realizar la formación profesional
que siempre representa un desafío para las carreras de ciencias sociales,
porque lo esperable es afectar las emociones de los y las estudiantes, y con
eso provocar un proceso cognitivo donde sean capaces de integrar
conocimientos, y por tanto, incluir habilidades y posibilidades de
materializar esos conocimientos, pero teniendo una base que no existía, que
era un formato de comunicación presencial inexistente, ya se instalaban dos
desafíos mayores. Por una parte, aprender y por otra materializar el
conducto para ese aprendizaje. Creemos que no pocos profesores
formadores nos encontramos con estudiantes asistiendo a clases en un
celular que si les entraba una llamada se les cortaba la conexión o con una
conexión inestable, albergamos recuerdos de estudiantes arriba de un cerro,
en un campo tratando de buscar señal, por tanto, ahí había dos desafíos a la
vez.
La crisis tanto del covid-19, como el estallido social profundizó una
situación que no estaba delimitada ni clara, respecto a lo que traían y lo que
eran los estudiantes. Mas allá de lo diagnosticado, la formación inicial cada
vez estaba siendo más débil, digamos en las escuelas públicas o privadas de
formación inicial, respecto a lo que se consideraba debían saber. Esta
formación profesional en algún momento se ve fragilizada por esta
situación, y, por otra parte, contábamos con pocas herramientas para incidir
sobre estas brechas tan arraigadas en la formación de los y las estudiantes
en Chile. No obstante, sobre la marcha pudimos encontrar que habían otras
cosas que era imposible de imaginar, y que llevarlas a cabo ayudarían
notablemente nuestro quehacer, como por ejemplo, tener profesores en
otros países, y/o estudiantes o compañeros de estudios de otros lugares, lo
64
que enriquece notablemente la calidad de la formación, aportando
elementos para su mejora y sobre todo para el quehacer profesional futuro,
donde la experiencia viste de muy buena manera a la teoría y el modo como
se tejen ambas dimensiones.
De lo profundo de la crisis vivida, con realidades familiares muy complejas,
situaciones en que se requirió de asistencia sanitaria, y pérdidas de familiares
se produce un profundo quiebre para la formación profesional. Este
quiebre de espacio-realidad ahora lo hemos podido mirar como un
profundo punto de inflexión respecto a un cambio de época tanto de la
enseñanza como del aprendizaje. Nuestra realidad, ahora con virtualidad
cambió las maneras de relacionarnos y también nuestros espacios, nuestros
hábitos espaciales, lo que hace que hoy en día tengamos una dimensión
distinta de la formación profesional que no habíamos considerado y que en
algunos aspectos profundiza y cualifica la amplitud de la formación
profesional, y que en otras aristas todavía tenemos deltas muy de países en
subdesarrollo, que las universidades dan por sabido o dan por hecho. Nos
referimos a la posibilidad de acceder a un equipo de Internet o un equipo
de computador que tenga acceso a conectividad virtual, por ejemplo. O sea
que seguimos transitando por problemáticas del tercer mundo, en un país
que había asumido su desarrollo ya en el escalón de países desarrollados.
Consideramos que todavía estamos en esa reflexión, y aún no tenemos
conclusiones, continuamos construyendo esa formación profesional, que
requiere mucha innovación para la adecuación a esta realidad, y que las
universidades no hemos podido ir con la rapidez de realidad de lo que la
crisis ha exigido.
En el mismo sentido de lo que planteábamos anteriormente también este
tiempo de pandemia implicó para la formación profesional un enorme
desafío, referido a todas las gestiones que se realizaron, para desarrollar los
procesos de práctica en una modalidad virtual, lo que significó replantear la
vinculación mantenida por muchos años con algunas instituciones. De la
misma manera, hubo que buscar nuevas instituciones para que nuestros
estudiantes desarrollaran las prácticas porque muchas instituciones no
resistieron de buena y rápida manera realizar procesos telemáticos. También
implicó que en algunos de los procesos de práctica tuviésemos que hacer un
esfuerzo -desde el rol de la supervisión docente- para orientar a nuestros
estudiantes respecto al desarrollo de intervención social en una modalidad
virtual, consideramos que ahí se generaron experiencias innovadoras, ya que
nuestros estudiantes lograron captar qué era lo que se necesitaba en las
distintas instituciones en las que se situaron, generando propuestas de
intervención en formato virtual desde la teleatención (utilizando
65
plataformas zoom, meet, entre otras) con tal de desarrollar de igual forma
la atención a personas.
Respecto a la construcción de conocimientos, destaca el aporte desde los
seminarios de grado, pues mucho del levantamiento de información debía
realizarse de manera virtual, sin mediar un trabajo en terreno y una
recolección de datos in situ, si no que todo debía desarrollarse mediante
plataformas virtuales, -reuniones, focus group, entrevistas- lo que significó
una adaptación y adecuación de metodologías y didácticas especiales
intentando no trastocar la base epistemológica de cada una, con tal que los
y las estudiantes se apropiaran de esta modalidad y desarrollaran los
procesos de formación final de buena forma.
Todos estos ajustes implicaron la generación de instancias de actualización
profesional disciplinar, en la que convocamos a estudiantes y colegas de
instituciones de prácticas, a participar de breves talleres y cursos en la línea
de actualización de estas materias.
Por otra parte, un énfasis importante fue en la línea de la sistematización de
experiencias que para nuestro plan de formación está integrado en el
proceso final de titulación de los y las estudiantes, los cuales han de
desarrollar una sistematización de su práctica profesional para luego
presentarlo en el examen de título. Por ello impulsamos una secuencia de
talleres en tal línea. Esto no fue solo una sistematización de experiencias de
trabajo social, sino que tal proceso se dio en un contexto de pandemia
complejizado mucho más por la realidad de crisis sociosanitaria. Entonces
relevar estas experiencias sistematizadas, desde ya gestadas en y con
virtualidad, muestran una arista relevante en la construcción de nuevos
escenarios de acción, de intervención y por ende de futuro, con la
posibilidad de relevar preguntas tales: ¿cómo se atendió?, ¿cuáles fueron las
dificultades?, ¿cómo enfrentaron los equipos este desafío? entre otras. Por
lo tanto, ahí advertimos que existe en ese espacio una riqueza que todavía
está pendiente de seguir explorándose, y qué forma parte de los trabajos de
titulación de los y las estudiantes respecto a la sistematización de
experiencias de práctica profesional desarrolladas en modalidad virtual.
Respecto a la supervisión profesional también afectada por esta modalidad
virtual, lo cual incide en las posibilidades de acompañamiento formativo de
estudiantes, debimos desarrollar una secuencia de seminarios y talleres con
la participación de una académica española con la que tenemos vinculación
referida a estos temas, ella es una trabajadora social reconocida en la
temática de la supervisión profesional no sólo en el ámbito de la formación,
sino también en la supervisión profesional en el espacio laboral. La cuestión
que explorar en este ámbito fue cómo los equipos requieren de espacios de
66
supervisión de manera de poner foco en aquellos nudos y situaciones que
en ocasiones entrampan el trabajo, y cómo es necesario hacer un alto y
poder disponerse a revisar el que hacer. Nos interesaba poner ese tema a
propósito de la pandemia y de que probablemente se vieron tensionados
respecto de la respuesta oportuna y de la muestra de resultados en una
modalidad virtual. Nuestro interés de potenciar el tema de la supervisión
profesional corresponde al relevamiento de datos respecto de lo que
estaban desarrollando los equipos, mostrando su alta demanda en un
contexto de pandemia, y que, por tanto, requerían necesariamente detenerse
un instante y generar espacios de reflexión en los que pudiesen analizar en
profundidad, y buscar soluciones conjuntas destrabando aquello que
pudiera estar generando tensiones o impedir resultados. Creemos que en
este ámbito hubo un aporte de nuestra carrera en la línea de la supervisión
profesional como tema relevante a enfrentar en una pandemia.
Conclusiones
Es posible señalar en esta restricción del quehacer cotidiano dada por la
plena crisis de la pandemia, la cual mostró entre otras situaciones ya
mencionadas, la constante pugna entre quienes intentábamos lidiar con esta
situación en todos los ámbitos: hacer docencia o cuidar nuestro lugar
profesional que empujábamos hace años, sentirnos parte de un grupo, entre
otras posibilidades. Ello significó un constante rehacer estas concepciones
con la intención de mantener vivos los distintos espacios de desarrollo, el
estar presente. Ese estar presente estaba desdibujado por una crisis que nos
interpelaba a una nueva manera de hacer presencia, la cual tenía hoy una
categoría distinta “del participar o del estar” por lo cual esa categorización
cambia radicalmente nuestra concepción del quehacer, este lugar deseado
en todos los aspectos de la vida, llámese grupos de pares, de interés,
familiares, afectivos, entre otros, en los cuales buscamos el reconocimiento
y el afecto continuo, se desdibujaba en el momento en que no podíamos
“estar”. Ello se ve gradualmente cambiado por formas de participación en
las cuales no estar presente físicamente, de igual manera significa seguir
“estando” de modo remoto.
Esto nos invita profundamente a recomponer toda teoría de participación y
de formación en materias humanas del relacionamiento social individual y
comunitario. Por ello creemos que ha de transitarse el camino basal del
relacionamiento social de los estados a través de la participación en políticas
públicas, hasta el ejercicio más mínimo de participación personal, con tal de
tejer este nuevo modelo de desarrollo post pandemia en condiciones del
nuevo mundo al que nos adentramos. Ya la trabajadora social Arstein
(1969) nos mostraba los escalones de la participación, y sin ella pensarlo,
nos mostró las bases de que el problema no es la forma de participación, si
67
no la profundidad de lo que se podría alcanzar. Por tanto, la virtualidad no
termina trastocando estos contenidos, sino otorgándonos otra manera de
alcanzarla.
Referencias bibliográficas
Feo, O., Rodrigues, A., Saavedra, F., Quintana, J. y Alcalá, P. (2020).
Crisis Civilizatoria: Impactos sobre la Salus y la Vida. VI Dossier Salus
Internacional Sur Sur.
Puig-Cruells, C. (2020). El rol docente del tutor y supervisor de
prácticas en Trabajo Social: construcción de la reflexividad y el compromiso
durante la formación a través de la supervisión. 29, 57-72.
Sherry R. Arnstein (1969) Una escalera de participación
ciudadana, Revista del Instituto Americano de Planificadores, 35(4), 216224.
68
Desarrollo de pensamiento crítico: el desafío de la
autorregulación y autonomía en tiempos de pandemia
M. Cristina González Campos
Enseñe a las personas a tomar decisiones
acertadas y las equipará para mejorar su
propio futuro y para convertirse en
miembros que contribuyen a la sociedad
(…)
Peter Facione (2007)
Introducción
Pensar la educación en Chile en los últimos años nos lleva a espacios
comunes marcados por la crisis, por el estallido o revuelta social de fines
del 2019 y desde comienzos de esta década, por la pandemia por covid-19,
con el Plan Paso a Paso instaurado a nivel nacional en respuesta a ella, con
sus fases de avances y retrocesos por comunas, de distanciamiento,
cuarentena, vacunación progresiva, medidas de resguardo y en medio de
todo, teletrabajo y clases online en los distintos niveles del sistema
educativo. De “un día para otro”, quienes desempeñamos la labor docente
nos dimos a la tarea de recibir capacitación para asumir el quehacer lejos de
las aulas, tratando de mantener el sentido de los procesos, aunque bajo una
modalidad muy alejada de aquella en que fuimos formadas y en la que nos
habíamos desempeñado hasta entonces.
Si antes de la pandemia nos hubiesen preguntado cómo calificaríamos las
modalidades no presenciales de enseñanza-aprendizaje, quizás la respuesta
mayoritaria no hubiese sido de aceptación o valoración positiva, derivada de
lo distante que visualizamos esa práctica en el medio local. Así como
habríamos respondido que no nos sentíamos calificadas para desempeñarla
y efectivamente, con más o menos éxito, hubo que procurar mantener la
continuidad de los procesos educativos, en ocasiones tratando de que éstos
dieran la impresión de “normalidad”. Con el paso del tiempo,
efectivamente las “nuevas” condiciones dejaron de serlo y se transformaron
en cotidianas, normalizándose la situación.
Las pantallas desplazaron a la relación directa y presencial en las habituales
salas de clases y se convirtieron en el medio o vía, buscando los resultados
69
de aprendizaje adaptados a este nuevo contexto, no solo de las asignaturas
teóricas, sino también de las prácticas en sus distintos niveles.
Si se considera específicamente el desplazamiento desde un modelo
tradicional de enseñanza-aprendizaje a nivel superior hacia un patrón
constructivista, es posible advertir precisamente algunos elementos clave
que vieron limitado su desarrollo en tiempo de pandemia y de clases o
prácticas online. En este sentido, es posible destacar la amplia relevancia
que cabe a los procesos comunicativos y de interacción social para la
construcción de un aprendizaje activo, significativo y situado, como
también al trabajo cooperativo o colaborativo, como medio para potenciar
la formación. Desde esta perspectiva, lo “afectivo” debe confluir con lo
cognitivo y metacognitivo, para propiciar el aprendizaje (Tigse, 2019) y será
precisamente lo afectivo lo que incida en el desarrollo de la autonomía.
De acuerdo con ello, es posible considerar el período de clases online como
una especie de fractura en la aplicación del modelo constructivista, que se
ha ido instalando paulatinamente en distintos niveles del sistema educativo,
por cuanto en dicho período no siempre fue posible garantizar que “el (la)
docente anima a los estudiantes a trabajar en equipo y alcanzar una
autonomía en su proceso de enseñanza-aprendizaje” (Tigse, 2019, p. 27). La
dificultad está precisamente en este último punto, en especial si se considera
que el trabajo en equipo o grupal estuvo también mediado
tecnológicamente, con interacciones que no se vivieron de manera directa;
con acuerdos más centrados en instancias evaluativas que en procesos de
aprendizaje, donde el trabajo quizás no fue tan compartido ni colaborativo
como se esperaba. Así, se puso en jaque el quehacer, tensionando hacia
nuevas modalidades de desarrollar la enseñanza-aprendizaje, probablemente
con el propósito de procurar que todo se normalizase; sin embargo, las
realidades diversas y cambiantes no necesariamente confluyeron en tal
punto.
Como se advierte, se generó un nudo crítico, en la medida que el quehacer
fuera de las aulas no necesariamente permitió potenciar o fomentar la
interacción y comunicación, incidiendo en el desarrollo o no de la
autonomía en las y los estudiantes y practicantes. Desde la labor docente en
ese período de teletrabajo, es posible destacar aquellos elementos que
emergen de la evocación con mayor fuerza: extensas jornadas de trabajo
desde casa, apariciones curiosas de familiares o mascotas haciendo caso
omiso de la seriedad de la labor docente y de la trascendencia de la misma,
reuniones con estudiantes en horarios poco habituales aunque ajustados a la
disponibilidad de las partes, “salas” virtuales más o menos ocupadas por sus
destinatarios, cámaras encendidas/apagadas, más de alguien oficialmente
presente, sin estarlo; trabajos y evaluaciones en grupos virtuales, quizás
70
efectuados solo por algunos o algunas de sus integrantes, ¿Aprendizajes
logrados?.
La condición de cámaras encendidas, que quizás en algún sentido puede ser
considerada un requisito de base o una expresión de respeto, por otro,
puede ser una especie de intromisión en el espacio físico y privado de cada
persona. Por supuesto que eso se puede manejar, pero no siempre eso
sucede o se está en una posición jerárquica o de autoridad que permita la
expresión de la voluntad autónoma, el derecho a no aceptar o disentir
frente a este requerimiento. Del otro lado, docentes procurando no solo
sortear las barreras para generar aprendizajes, sino también para conciliar
las múltiples tareas ligadas al desempeño profesional con lo familiar y
personal. Es que vivir el trabajo remunerado desde lo doméstico requiere
de una serie de ajustes, pasando por la conciliación de tiempos y espacios;
las fronteras entre lo público y lo privado se diluyen e incluso pueden
desaparecer, generándose incluso más de alguna situación incómoda.
En principio y dadas las condiciones de pandemia, se establecieron las
coordinaciones necesarias para posibilitar que las prácticas pudiesen
desarrollarse en modalidad virtual u online; nuestra carrera fue una de las
cinco de las del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas
[CRUCH] que las desarrollaron en modalidad online en el primer año de
pandemia, posibilitando procesos de intervención con personas mayores
(Castillo, 2022). Visitas domiciliarias, reuniones con grupos, instituciones u
otras instancias de la comunidad, gestiones, tuvieron que ser reemplazadas
por entrevistas telefónicas prolongadas o por sesiones telemáticas, tanto en
el plano de la intervención como del acompañamiento docente; de este
modo, se estableció la relación profesional con familias, grupos e incluso
“comunidades”.
Las y los estudiantes que iniciaron sus prácticas intermedias en 2020, se
encuentran actualmente ad-portas del término de su práctica profesional,
último requisito para obtener el título profesional y el grado de licenciatura.
Aunque quizás resulte apresurado pronunciarse sobre los resultados e
impacto de esta nueva o distinta forma de aproximarse al quehacer
disciplinar, da la impresión de que pese a todo, se han logrado los grandes
aprendizajes que posibilitarán un exitoso desempeño profesional futuro. En
este sentido, cabe destacar que lo anterior puede estar mediado por la
posesión y desarrollo de habilidades o recursos personales de las y los
estudiantes, que se ponen al servicio de ello. Lo anterior no excluye la
presencia de dificultades o falencias en el proceso formativo. En un estudio
focalizado en el período 2016-2018, se analizaron los cambios en la práctica
docente, vinculados al perfil de estudiantes que ingresaba al instaurarse la
gratuidad en la Educación Superior, lo que a su vez se tradujo en nuevos
71
desafíos a la labor, derivados de brechas históricas de base socioeconómica.
Se logró establecer la presencia de dificultades respecto a habilidades
comunicativas y a la vez, el incremento de actividades remuneradas para
contribuir a la economía familiar, lo que incide directamente sobre la
disponibilidad de tiempo para el trabajo autónomo requerido desde el
modelo constructivista. En tanto que desde la docencia se perfiló una
práctica flexible, comunicativa y que estimuló el trabajo colaborativo;
destacando también que como forma de suplir las falencias, se “incentiva el
trabajo autónomo y la autogestión” (Guzmán y Castillo, 2022, p.11). Si bien
estos resultados son previos al contexto de pandemia e incluso al estallido o
revuelta social, es predecible que las condiciones del estudiantado sean aún
más complejas en tiempos de pandemia y actividad online.
Dos años bajo esta modalidad y luego uno de retorno a clases presenciales
hace que el evocar la situación se convierta en una especie de ficción, en un
segmento de espacio-tiempo atípico, extraño, como novelado. Y es que, de
un modo u otro, los recuerdos se van acomodando en nuestra memoria y
las imágenes se despliegan generando distintas emociones. Más de alguna
situación divertida o incómoda se acopia en nuestro registro personal y
colectivo; es probable que ello diera para una serie de relatos.
Marzo de 2023 marca el retorno a las aulas, a la ocupación de los espacios
habituales dedicados al cultivo de la enseñanza. Y sorpresivamente, al
parecer la vuelta a la presencialidad se vincula a una asistencia más
constante a clases, los espacios se presentan ocupados, sin considerar aforo;
da la impresión de que la carrera fue cursada en menos tiempo, aunque en
realidad no lo es. Quienes iniciaron estudios en tiempos de pandemia, se
encuentran ahora con otras personas, a quienes conocían solo a través de la
tecnología. Esto último, quizás pueda parecer algo distante, alejado o
indirecto, pero no hay que olvidar que para quienes son nativos/as digitales
o para quienes han adherido a esta lógica, parte importante de las
interacciones cotidianas han sido y son mediatizadas precisamente por la
comunicación virtual u online; a tal punto que incluso en más de algún caso
no solo permite restablecer el contacto con personas con quienes hemos
compartido parte importante -o quizás no tanto- de nuestras vidas, sino
también, iniciar o mantener relaciones de amistad o de pareja. Sin lugar a
dudas, la tecnología no solo ha colonizado nuestra vida, sino también la ha
inundado, e incluso en ocasiones da la sensación de que, de algún modo u
otro, la controla.
Los procesos continúan, hay brechas que quizás no puedan ser cubiertas a
tiempo y que en el desempeño profesional tendrán que ser asumidas y
resueltas. No es la mejor salida, pero el escenario actual tampoco lo es.
72
A poco andar vamos advirtiendo dificultades, falencias en la formación no
sólo en aspectos profesionales específicos, sino también en habilidades
“blandas”, en aquellas que precisamente se ponen en juego en la vida
cotidiana, en interacción. Es ahí donde queda en evidencia lo complejo de
la situación actual y a la vez, demanda el desarrollo de opciones que
permitan enfrentarla en algún grado y sin tener certezas de la efectividad de
estas.
Las prácticas de nivel intermedio y final impulsan a salir del aula, a
vincularse con personas, familias, grupos, instituciones o instancias de la
comunidad, a proyectar el quehacer profesional, a aplicar conocimientos,
estrategias, acciones y a ser capaces de evaluarlas. En ese punto es clave
demostrar el desarrollo paulatino de la autogestión y autonomía, sin
embargo, precisamente allí se observan dificultades de logro. Los dos años
de actividades lectivas online y el contexto de cuarentena, aislamiento o
distancia según el Plan Paso a Paso, implicó no solo la protección y
resguardo de la salud física, sino también afectó negativamente la salud
mental de la población y el desarrollo de procesos de interacción y
vinculación con otras personas y de habilidades que se ponen en práctica en
la relación con sujetos, grupos, instituciones u otras instancias ligadas no
solo al quehacer cotidiano, sino también formativo en términos
disciplinares, como evidencia de aprendizajes propios de la formación
profesional.
Actualmente hay estudiantes llevando a cabo procesos de práctica
intermedia y profesional, procurando responder a desafíos que en ocasiones
es probable sientan que escapan de sus posibilidades reales de manejo o
ejecución, al contrastar con los aprendizajes esperados que supuestamente
les habilitan. En este escenario, el monitoreo y acompañamiento docente
representan una alternativa que permite retroalimentar y propiciar el
desarrollo de la autogestión y autonomía, como elementos superiores del
pensamiento crítico, sea que se le considere como sello disciplinar o como
competencia.
A partir de la renovación curricular y cambio de plan de estudios por
competencias del año 2014, se estableció un proyecto educativo centrado
en las y los estudiantes, en correspondencia con el Modelo Educativo de la
Universidad, estableciendo el pensamiento crítico como sello de la
formación disciplinar en trabajo social. Éste se expresa en cuatro
competencias declaradas, sintetizadas a continuación: a) asume una actitud
crítica frente a distintos contextos; b) identifica los supuestos
epistemológicos o teóricos base del accionar profesional y disciplinar; c)
piensa complejamente los procesos; d) argumenta crítica y reflexivamente
para contribuir a la transformación social (Universidad de Atacama, 2018).
73
Antes de continuar, cabe detenerse brevemente en la articulación entre
perfil de egreso y logro de competencias, dado que el primero corresponde
a una “descripción de las capacidades del futuro graduado expresada a
través de la integración de una serie de competencias” (García, 2013, p.19),
debiendo ser planteado en relación con el contexto, a la realidad de base.
Ligado a lo anterior, un convenio de colaboración internacional con la
Universidad de Nariño-Colombia, se ha traducido en que estudiantes de la
carrera de psicología efectúen práctica profesional en ambos departamentos
de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. El quehacer se ha orientado
hacia los distintos estamentos de la unidad y un eje ha sido el desarrollo del
pensamiento crítico, permitiendo generar investigaciones que dan cuenta de
los efectos positivos que ello tiene en la formación de estudiantes de trabajo
social, con quienes se ha aplicado distintas estrategias; así se plantea la
existencia de diferencias estadísticamente significativas entre pre y post test,
dando cuenta de la efectividad de éstas sobre el desarrollo de destrezas
intelectuales (Betancourth et al., 2021, p.132). La relevancia del desarrollo
del pensamiento crítico a nivel universitario es tal que se constituye no solo
en sello de la formación disciplinar en Trabajo Social de la Universidad de
Atacama, sino que también quedó establecida en el Modelo Educativo de la
misma, como una de las competencias a desarrollar en los procesos
formativos de las distintas carreras que imparte.
Según Facione (2007), supone el desarrollo procedimental progresivo y
escalonado hacia la autorregulación y autonomía; en este sentido, se
distinguen destrezas o “habilidades esenciales” a alcanzar en el proceso de
aprendizaje, que permiten evidenciarlo, específicamente a través de:
“interpretación,
análisis,
evaluación,
inferencia,
explicación
autorregulación” (p. 4). Respecto a esta última, es definida como:
Monitoreo autoconsciente de las actividades cognitivas propias, de los
elementos utilizados en esas actividades, y de los resultados obtenidos,
aplicando particularmente habilidades de análisis y de evaluación de los
juicios inferenciales propios, con la idea de cuestionar, confirmar, validar,
o corregir el razonamiento o los resultados propios” (p. 6). Contiene las
subcapacidades de autoexamen y autocorrección, siendo entendida como
un monitoreo autoconsciente no solo del proceso sino también del, o los,
resultados esperados y alcanzados. (Facione, 2007, p. 6).
De lo anterior se desprende que se refiere a una habilidad de pensamiento o
habilidad cognitiva, sin embargo, no basta con poseerla, sino que debe
ponerse en práctica, llevarla al plano de la acción, del hacer, y en tal sentido,
vinculada a la expresión conductual. Esto nos permite pasar a otro término
que resulta imprescindible de abordar, en especial, si consideramos que la
formación superior supone el instalar las competencias, recursos,
74
disposiciones, etcétera, para un ejercicio profesional autónomo, en la
medida que se avanza paulatinamente en el proceso. De este modo, es
comprensible que las y los estudiantes que inician prácticas de nivel
intermedio, requieran de un acompañamiento más cercano, de monitoreo
en el paso a paso, así como se espera que, en las instancias superiores y
finales, haya un desempeño más autónomo, toda vez que se acercan al
“término de la carrera” y al inicio formal de su propia vida profesional.
Ello lleva a referirse a la autonomía, pues al evaluar el logro de
competencias en distintos niveles del proceso formativo, se establece que, a
nivel avanzado, en la fase final del trayecto, se espera que las y los
estudiantes puedan autorregularse y específicamente, se desempeñen de
forma autónoma, aunque bajo supervisión (SATTVA, 2022). Entre las
competencias genéricas de la Universidad se declara el logro de
conocimientos sobre el área de estudios de cada profesión. Ello se expresa
en una competencia genérica de la Carrera, específicamente referida a la
demostración de conocimientos en intervención e investigación social,
permitiendo un desempeño profesional autónomo y proactivo (Universidad
de Atacama, 2018) Por tanto, cobra especial relevancia cuando se plantea la
evaluación de distintos niveles de logro de las competencias asociadas al
desempeño profesional; es allí donde adquiere pleno sentido, pues da
cuenta de aquello que precisamente son capaces de evidenciar como
expresión de su condición de egresadas y egresados de un proceso
formativo disciplinar en educación superior.
El cambio paradigmático en educación superior lleva a destacar el
aprendizaje por sobre la enseñanza, considerado como proceso y no como
producto y donde el énfasis no está en el traspaso de contenidos, sino en el
enseñar a aprender. En correspondencia con ello, se procura que las y los
estudiantes sean protagonistas de su proceso de aprendizaje, de la búsqueda
de un aprendizaje colaborativo, significativo y autónomo (Guzmán y
Castillo, 2022). Esta forma de concebir la formación es coherente con la
práctica cotidiana en aula en circunstancias “normales” y por lo mismo,
quizás resulte sobredimensionada o necesite ser revisada en el contexto de
clases online, donde la interacción directa es desplazada por la
comunicación mediada por la tecnología y en tal sentido, lleva a preguntarse
por la validez de planteamientos relativos al efecto positivo de los
aprendizajes colaborativos (Tigse, 2019), cuando las condiciones de base
cambian debido a la instalación del clases y prácticas online limitando
probablemente el desarrollo de la autonomía.
Se puede plantear que ésta se expresa en el plano de la conducta, del hacer,
teniendo como sustrato, la capacidad de autorregulación. De este modo,
ambos términos quedan asociados en relación con la capacidad no sólo de
75
pensar de manera independiente aquello que se proyecta sino de hacer
efectivas las conductas o actos para llevarlo a cabo.
Sin embargo, ello deriva en una paradoja y en un desafío: en la medida que
se aproximan al término de su proceso formativo y a la obtención de su
respectiva certificación profesional, se supone que debiesen demostrar
mayor autorregulación y autonomía, aunque al constatar que no
necesariamente es así, es probable se induzca la necesidad de “retroceder” y
en algunos casos, de efectuar un acompañamiento o monitoreo más
estrecho a objeto de procurar el logro de los resultados esperados. Esta
opción, a la vez, puede estar tensionada por la carga que implica para las y
los docentes que la asumen, por las dificultades para conciliar el manejo del
escaso tiempo “disponible”, por decirlo de algún modo. A partir de ello, la
reflexión crítica de los equipos docentes seguramente permitirá encontrar
las vías más adecuadas para resolverla.
Quizás una opción precisamente se ancle en el desarrollo del pensamiento
crítico y se sitúe incluso más allá de éste, específicamente apuntando a lo
que Facione (2007, p. 17-18), denomina “educación liberal”, aunque en
estricto rigor se encarga de aclarar el término, al punto que se refleja mejor
su contenido si se plantea como “educación liberadora”; implicando con
ello que es respecto a quienes ejercen la docencia; supone entonces que es
deseable que el trayecto permita ir cuestionando la autoridad de quienes han
desempeñado el rol formador, para ir liberándose de su influencia. De este
modo, “consiste en aprender a aprender, a pensar por uno mismo, de
manera independiente y en colaboración con otros. (…) nos conduce a
apartarnos de la aceptación ingenua de la autoridad” (…) (p.18) y se sitúa
incluso más allá del pensamiento crítico, por cuanto procura el encuentro
con lo cultural, ético y “espiritual” de la vida, en palabras del citado autor.
Este tipo de educación posibilitará el desarrollo de procesos de toma de
decisiones teniendo en consideración el bien común y la justicia social,
como también la presencia de un escenario complejo y diverso, moldeado
por factores económicos, sociales, culturales, ambientales, políticos, entre
otros. Como se observa, lo propuesto puede tener pleno sentido en el
trayecto de trabajadores sociales formados y formadas bajo el sello del
pensamiento crítico o donde éste se constituya en una de las competencias
a evidenciar en el desempeño profesional y disciplinar.
Referencias bibliográficas
Betancourth, S., Martinez, V., Tabares, V. y Castillo, A. (2021). Efectos de
un programa de intervención sobre el desarrollo del pensamiento crítico en
universitarios chilenos. Pensamiento Americano, 14(27), 125-136.
https://doi.org/10.21803/penamer.14.27.375
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Castillo, A. (2022). Discurso 17° Aniversario de Trabajo Social. Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Atacama.
Facione, P. (2007). Pensamiento Crítico: ¿Qué es y por qué es importante?.
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http://www.eduteka.org/PensamientoCriticoFacione.php.
García, M.J. (2013). Evaluar la integración de las competencias en la universidad.
Hoja de ruta para evaluar la integración efectiva de las competencias en los programas
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Guzmán, D. y Castillo, A. (2022). Cambios en el proceso de enseñanza
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universitaria chilena. Revista Educación, 46(1).
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Tigse, C. (2019). El constructivismo, según bases teóricas de César Coll.
Revista Andina de Educación, 2 (1), 25-28.
https://doi.org/10.32719/26312816.2019.2.1.4
Universidad de Atacama (2018). Informe de autoevaluación Carrera de Trabajo
Social, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Departamento de Trabajo Social.
77
78
Experiencias educativas socio materiales
Raúl Hozven Valenzuela
Una nueva realidad educativa
Nuestra cotidianeidad cambia profundamente desde marzo de 2020 tras el
aviso de una nueva pandemia que sigue conmoviendo a la Humanidad. En
este sentido, las consecuencias que acarrea el covid-19 genera implicancias
complejas en lo socio económico, pues han detentado con expresividad las
desigualdades de nuestra sociedad, no obstante, aquellas condiciones no se
precisan en este texto, pero resultan necesarias de destacar en estas líneas.
Queda claro entonces que desde el advenimiento de esta catástrofe muchas
áreas se han visto afectadas, tanto humana como no humanamente, pero
sin dudas una sobre la que también se desplegaron variados efectos,
corresponde a la esfera educativa. En este ámbito me ha tocado
experimentar una difícil reorganización de los discursos y prácticas ante el
advenimiento de una educación que obligatoriamente genera un cambio
desde lo presencial a lo virtual, y hoy, desde lo virtual a lo presencial.
Frente a estos acontecimientos y retomando lo acaecido en el 2020 en el
trabajo, las autoridades a modo de dar continuidad a los procesos de
enseñanza y aprendizaje mandatan a una rápida adecuación a este contexto
pandémico. Por tanto, se concentra todo, desde las discusiones curriculares,
presupuestarias, de admisión, hasta un simple ejercicio en determinada
cátedra, a los hogares, lo que implica necesariamente incluirme como
profesor.
En rigor, lo que me toca vivenciar en las relaciones, comunicaciones y en
particular las dinámicas académicas entre estudiantes, profesores,
administrativos, auxiliares y directivos es un nuevo escenario donde asumen
con propiedad los dispositivos socio técnicos, en una realidad socio
material (Latour, 2005).
Lo anterior, corrobora más que nunca para mí, a una acepción en torno a la
realidad que alude a una compleja interrelación que se origina entre
aspectos sociales, donde se ubica la agencia de personas y colectivos, y lo
técnico, que se remite a lo tecnológico, en definitiva, a materialidades
diversas que no precisan ser humanas: la socio materialidad.
79
En este sentido mi experiencia sociomaterial se remite a la profunda
interrelación entre personas y tecnologías, lo que implica un escenario de
variadas ramificaciones psicológicas, sociales y culturales. Aquellas
condiciones, por ejemplo, en el plano educativo se producen con mayor
intensidad, ante los encierros obligatorios, emergiendo un tejido que
implica interpelaciones en las formas de interacción, particularmente en el
aula de clases virtual donde importa construir una nueva forma de atención
con los y las estudiantes.
En este plano como docente me veo enfrentado a la demanda de producir
estrategias que motiven a los y las estudiantes, más allá de una clase
meramente expositiva. Por tanto, las horas lectivas y no lectivas
experimentaron para mí una interesante oportunidad que estuvo sujeta a la
creatividad, considerando los recursos disponibles.
En este contexto el escrito se asocia a una metodología propia de la
investigación, la teoría fundamentada, al respecto, la adaptación que se
fomenta en clases se remite a la construcción de codificaciones y categorías
que emerjan del material de estudio solicitado a los y las estudiantes, en este
caso, en una asignatura: Fundamentos del Trabajo Social.
La teoría fundamentada como opción teórico-metodológica
Antecedentes preliminares
La teoría fundamentada corresponde según Charmaz (2014), a un método
de investigación cuyo soporte epistemológico radica en la vinculación entre
un sujeto (investigador) que busca la comprensión de un fenómeno a
investigar, mediante las acciones y significaciones de los participantes de la
investigación y donde lo relacional asume un papel central.
Este encuadre resulta importante para efectos de este escrito, pues lo
planteado en torno a la figura del investigador se extrapola en tiempos
pandémicos a la figura del académico responsable del trabajo en el aula. Sin
dudas, este aspecto resulta un punto necesario de graficar al lector.
Las razones de lo anterior, no solo se fundamentan por efecto de la
pandemia, por cuanto Charmaz (2014) plantea que la teoría fundamentada
corresponde a un procedimiento abierto e integral, que releva el
involucramiento del investigador (académico, para este caso) en un campo
de estudio determinado. Este escenario particular se refiere al aula de clases
virtual en el que asumen propiedad los dispositivos socio técnicos, como
mediadores relacionales en lo educativo. Pero, esta autora esboza otro
soporte con el cual es posible extrapolar las potencialidades de la teoría
80
fundamentada al aula de clases, pues según Charmaz (2014), los sujetos y
sujetas no hablan por sí solos.
Por ello, considerando las características del ejercicio que explicitaré, mi
papel como académico consiste en justamente hacer hablar en un proceso
de coconstrucción sobre determinados requerimientos, a modo de
cristalizar en un retrato espeso, las situaciones de estudio. En consecuencia,
todo se descubre en estos contextos, siendo importante suspender el
conocimiento teórico y sus juicios, para entrar en una fase de expectación,
vigilancia y profundo análisis, aspectos que, en términos formativos en
pandemia, resultan importantes de tener presentes. (Strauss & Corbin,
2008)
El esquema de análisis presente en la teoría fundamentada
Mediante la teoría fundamentada o grounded theory se obtienen
referencias, significados y representaciones desde los propios datos,
construyendo teoría de los fenómenos que se investigan, y que se alcanzan
en los contextos naturales en que acaecen (Strauss & Corbin, 2002).
Respecto a la codificación en teoría fundamentada, es importante
mencionar que corresponde a un proceso tripartito, compuesto por una
codificación abierta, selectiva y axial.
La primera de éstas es la codificación abierta, que se remite al proceso a
través del cual se descubren e identifican los datos, teniendo en cuenta sus
propiedades y dimensiones, cuando se extrapolan desde su medio natural,
en este caso, adaptado a material bibliográfico.
Por otra parte, la codificación axial corresponde a una fase de
ordenamiento y clasificación constituida por una serie de datos
interrelacionados entre sí, que comparten características similares, que
confluyen en categorías o subcategorías, que comienzan a ser construidas
por el investigador o investigadora en un proceso dinámico y creativo:
Es en este momento donde se pone en práctica, la creatividad, la capacidad
de integración y síntesis, aptitudes para hallar relaciones en el material y de
aplicar, aunque signifique algún grado de sesgo, lo que el analista sabe o
intuye previamente del hecho estudiado. (Cáceres, 2008, p. 67).
Es muy importante ser innovador en la denominación de categorías, y en
especial, saber integrar bien los datos brutos que se encuentran en estado
puro en la realidad a través de procedimientos abiertos, y no rígidos, pues el
diseño de la teoría fundamentada evita la estandarización y aboga por el
81
proceso, propendiendo entonces a un equilibrio entre ciencia y creatividad
(Bonilla-García y López-Suarez, 2016).
La conformación de categorías se basa en primer lugar en la comparación
constante y el muestreo teórico; respecto al método comparativo constante,
de acuerdo a lo planteado por Bonilla-García y López-Suarez (2016)
representa la apertura y flexibilidad de la teoría fundamentada, pues
condensa la recolección, codificación y análisis que efectúa el investigador
(profesor y estudiantes) respecto a los datos, en forma simultánea.
Mediante el muestreo teórico (Charmaz, 2014) se descubren las
características o atributos de la categoría, donde se verifican las similitudes y
diferencias de las propiedades proyectando interrelaciones entre éstas para
la generación progresiva de la teoría emergente. Estos procedimientos no
son ajenos a lo que desarrollan los y las estudiantes ante las tareas de
búsqueda solicitadas.
En este punto cabe una importante aseveración pues tanto la codificación
abierta como la axial terminan por componer la codificación selectiva que
es en sí misma la teorización, que corresponde al proceso de integración y
refinamiento teórico que termina por dilucidar la teoría emergente en el
contexto de la recolección, codificación, análisis e interpretación de los
datos (Carrasco-Aguilar y Luzón-Trujillo, 2019).
Por ende, la codificación selectiva corresponde a la relación conceptual y
teórica que guardan entre sí las categorías y que se concreta en la
teorización que ocurre cuando el investigador integra dichas relaciones
dentro de un relato que contiene un conjunto de proposiciones entendidos
como enunciados que expresan la relación entre dos o más categorías y sus
propiedades, conformado por el investigador a través de la sensibilidad
teórica.
Para finalizar, es importante señalar que, en la teoría fundamentada, de
acuerdo a lo que se plantea por parte de Bonilla-García y López-Suarez
(2016) se puede partir de una base cero en lo teórico, o desde los elementos
teóricos presentes sobre alguna temática a investigar. Aquello resulta
atingente para este ejercicio, por cuanto los y las estudiantes corresponden a
primer año en educación terciaria.
Aquello sin dudas fortalece la firmeza en la teoría emergente, ante la
contrastación de los hallazgos, y de éstos con la teoría, pero, debe estar
siempre presente que el propósito de la teoría fundamentada es crear una
nueva teoría, independiente del perfeccionamiento respecto de alguna ya
existente, por ello cabe recordar que “los métodos son un medio para
82
conseguir un fin, no el fin en sí mismo” (Andreu et al., 2007, p. 54). La
recolección de datos, análisis y la teoría que emerge en este proceso tienen
una estrecha relación entre sí, destacando como precepto inicial su
condición eminentemente inductiva, evitando una teoría preconcebida al
momento del análisis, muy por el contrario, es necesario observar el estado
puro de los datos que emerjan en el proceso de investigación. Al respecto,
estas condiciones en términos telemáticos se reflejan del siguiente modo,
conforme el ejercicio en clases.
Los fenómenos investigados, discrecionalmente pasan a constituirse en el
material bibliográfico compartido a los y las estudiantes en la cátedra
denominada “Fundamentos del Trabajo Social”, en particular lo asociado a
una unidad en particular, que se relaciona con las perspectivas críticas. En
este módulo del curso, entre variados textos se solicita la lectura de un
capítulo del libro “Perspectivas críticas en el trabajo social” de la autora
Karen Healy (2001). De manera complementaria a lo anterior, el contexto
en que todo lo precedente se concreta en la realidad virtual, es a través de
los dispositivos socio técnicos que median en la relación pedagógica
pandémica, en este caso a través de un soporte electrónico, denominado
Teams. Esta plataforma corresponde a una aplicación especialmente creada
para desarrollar trabajo híbrido, aspecto que resulta relevante en contextos
de confinamiento.
Cabe destacar que a través de este dispositivo es factible realizar reuniones
virtuales, compartir material informativo, efectuar llamadas tanto auditivas,
visuales como mixtas, también trabajar al unísono en determinadas tareas,
comunicarse a través de chat, entre alguna de sus posibilidades.
El despliegue requerido
Cabe destacar que el libro que he solicitado sea analizado por parte de los y
las estudiantes es “Trabajo Social: Perspectivas Contemporáneas” de la
autora Karen Healy, en particular el capítulo Nº1 “Trabajo Social: Los retos
de nuestro tiempo”, todo con el fin de introducir a los y las estudiantes
respecto a algunas coordenadas para comprender el Trabajo Social Crítico.
Desde este punto de vista la solicitud que se plantea a los y las estudiantes
en un período de quince días es lo siguiente:
a) Lectura del capítulo, que en términos resumidos trata sobre: Los retos
trascendentales que tienen los (as) trabajadores sociales en la actualidad
en virtud a metarelatos del pasado y que se asocian a las grandes
transformaciones. Con el tiempo, estas narrativas se convierten en un
peso para la profesión. Frente a lo precedente resulta un imperativo
recobrar y alabar las victorias, aparentemente mínimas que se despliegan
83
b)
c)
d)
e)
f)
a escala local. Por tanto, resulta necesario re-evaluar los cambios locales.
En rigor, abrir el trabajo social crítico a las teorías pos-estructurales en
un nuevo milenio.
Etiquetar el capítulo en comento a través de variadas lecturas, relevando
los aspectos de interés.
Desarrollar la teoría fundamentada, en particular las codificaciones
abierta, axial y selectiva (esquematizándola).
Decidir cómo se presentará al curso el análisis efectuado, destacando el
concepto emergente, que se construye desde la codificación selectiva.
Propiciar una discusión con el grupo curso, respecto a las codificaciones
expuestas, tensionando en particular la codificación selectiva.
Elegir democráticamente a una estudiante para que apunte y sistematice
las discusiones, a modo de compartir al grupo curso (Esta tarea implica
un premio en puntos para su trabajo).
Con el fin de presentar en el escrito la esquematización antes dicha se
procede en este momento a exponer la codificación esperada por mi parte
como académico:
Figura Nº1
Codificando el capítulo Trabajo Social: Los retos de nuestro tiempo
Codificación abierta
Codificación axial
Codificación
selectiva
Trabajo social activista
Cambio social
emancipador
Trabajo social critico
Simplificación de las acciones de
los trabajadores sociales
La reducción y el silencio de las
características locales de la
práctica
Tradiciones estructurales
El lenguaje del
gerencialismo
Tradiciones post estructurales
Compromiso social
La tradición crítica
La importancia
de la práctica
del trabajo
social
Diálogo
Fuente: Elaboración propia, 2022.
(*) He condensado cada uno de los términos expuestos en las codificaciones a modo de
guiar al lector. Por tanto, lo que se presenta resulta ser subjetivo pues depende de cada
interpretación, pero, discrecionalmente es posible afirmar que el cuadro apunta a lo señalado
en el capítulo de manera general.
84
Conclusiones y derivas
Lo que se esperó formativamente a través de las relaciones socio materiales
que se construyen en esta asignatura, se remiten a destacar una ruta para la
práctica del trabajador social crítico en la actualidad. En el grupo curso se
promovió una discusión respecto al papel de su praxis que no está exenta
de conflictos cuando se despliega en un escenario profundamente
neoliberal que incide en aspectos laborales, psicosociales y socioculturales,
tanto en personas, colectivos como profesionales de las ciencias sociales.
En aquel sentido relevo las posibilidades de la profesión en el marco de la
crítica postmoderna, aprendiendo a valorar (tal como plantea la autora) las
prácticas locales y situadas que son posibles de propiciar a través de
nuestras intervenciones sociales. Efectivamente, se plantea la invitación a
que no todo cambio debe ser necesariamente estructural, pues existe una
infravaloración de las transformaciones microestructuales, ergo, se destaca
el propósito de Karen Healy respecto a reflexionar en profundidad sobre
las prácticas progresistas en un nuevo milenio, época en la que se
desplegarán numerosos trabajadores y trabajadoras sociales.
Considerando el despliegue del trabajo precisado y aun cuando se corra el
riesgo de parecer adaptado a los requerimientos de este libro, o
mágicamente ideal, cabe mencionar que esta práctica desarrollada en la
plataforma Teams, tuvo mucho éxito. De manera complementaria a lo
anterior, lo interesante se remite a que nunca estuvo en entredicho el
cumplimiento de la tarea encomendada, y en especial, la participación de los
y las estudiantes. Por lo tanto, puedo sellar que esta forma de trabajo ayudó
a los y las estudiantes a condensar un texto relevante, que se utiliza
preferentemente para comenzar a concebir al trabajo social desde una
mirada crítica. Sin embargo, en estas conclusiones quisiera explicitar algunas
meditaciones que se suceden en torno a la amplia oferta de apoyo que
tienen los y las estudiantes en la actualidad, y que es posible aprehender
desde internet.
Luego, considerando las potencialidades de esta poderosa red, como
académico creo necesario tener en cuenta sus fortalezas, pero con una sana
distancia, a modo delinear estrategias que consideren los aprendizajes
docentes construidos antes del uso de las plataformas Teams, Zoom,
Moodle, u otras. Todo aquello para evitar reproducciones o rutas cortas
para la realización de trabajos, y, por el contrario, seguir empujando
procesos de abstracción en nuestros y nuestras estudiantes.
En este contexto, creo que el trabajo propuesto permite escamotear el
escenario que supone por ejemplo en la actualidad, el Chatbot de
85
inteligencia artificial ChatGPT que, desde 2022 emerge como alternativa
para aprendizajes mediados por una raíz socio material, fuente que se ha
querido patentar en estas líneas. Así, lo que este trabajo ofrece (aun cuando
no sea infalible) es una reducción de copias o de simulación de trabajos
reflexivos, que provee el ChatGPT. A la sazón es posible plantear que el
trabajo inductivo que se produce en la experiencia constituye una reserva
para resguardar el trabajo autónomo y reflexivo, ante el exceso de apoyo en
materialidades no humanas.
En aquel sentido, la cavilación final que deseo trazar dice relación con la
irremediable adaptación a este tejido que hoy se despliega en materia
educativa (en todos los niveles) pero con una conveniente cuota de
resistencia. En definitiva, transformar el valor de experiencias pedagógicas
que en el pasado se desarrollaban, sin estos “ruidos” de corte tecnológico y
que desde la pandemia se han patentado irremediablemente hasta nuestros
días. Sumado a lo anterior, tras el ejercicio no me cabe dudas que de una u
otra manera es necesario el fomento de una lectura profunda y compleja,
pues es un aspecto importante que no puede extraviarse ante el abanico de
posibilidades que se presentan en internet.
En concreto, es necesario procurar ejercicios atractivos que eviten la
utilización de soportes que omitan el esfuerzo humano, por ello,
resumidamente concluyo que es necesaria una constante posición de
vigilancia, seguir apostando por el procesamiento humano, teniendo en
cuenta eso sí, las hibrideces presentes en los procesos educativos entre
humanos y no humanos: dispositivos e internet. Para el caso del trabajo que
se ha expresado en estos momentos, la resolución de un aspecto teórico,
pero en clave de trabajo práctico socio material constituyó un desafío,
considerando el espesor de una cátedra que implica la revisión de un acervo
bibliográfico importante.
Dado todo lo señalado, creo que el principal aprendizaje que tengo en estos
años implica considerar un triunvirato virtuoso para desplegar durante y la
post pandemia en clases: el tiempo, la interacción socio material y los
reemsambles que como académico necesario debo producir ante una
realidad educativa que llega para instalarse con sus nuevos discursos y
prácticas.
86
Referencias bibliográficas
Andréu, J., García-Nieto, A., & Pérez A. (2007). Evolución de la teoría
fundamentada como técnica de análisis cualitativo. Centro de Investigaciones
Sociológicas.
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proceso metodológico de la teoría fundamentada. Cinta de moebio, (57), 305315.
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metodológica alcanzable. Psicoperspectivas. Individuo y sociedad, 2(1), 53-82.
Carrasco-Aguilar, C. y Luzón-Trujillo, A. (2019) Respeto docente y
convivencia escolar: Significados y estrategias en escuelas chilenas.
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Charmaz, K. (2014). Constructing grounded theory: A practical guide through
qualitative analysis. Sage.
Healy, K. (2001). Trabajo Social: perspectivas contemporáneas. Ediciones
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Latour, B. (2005). Reensamblar lo social: una introducción a la teoría de actor
red. Argentina: Manantial.
Strauss, A. L., & Corbin, J. (2008). Basics of qualitative research: Grounded
theory procedures and techniques. Newbury Park: Sage
87
88
Más allá de las brechas de aprendizaje en contexto de
pandemia: complejidades para la docencia y las experiencias
de formación en el campo profesional
de trabajo social.
Paola Marchant Araya - Lorena Valencia Gálvez
No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá
los hubo más bellos, pero este es el nuestro
Sartre (1962)
Introducción
La pandemia por coronavirus, covid-19 ha tenido un gran impacto en la
vida de millones de personas alrededor del mundo, siendo no sólo una
crisis sanitaria, sino que también humanitaria, con dramáticas consecuencias
económicas y sociales para las personas y los países, comparada, incluso,
con la Segunda Guerra mundial (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos [OCDE], 2020a, 2020b; Bergin, 2020). La rápida
propagación del virus se tradujo en 4.199.000 muertes y millones de
contagios cuyos efectos aún se están conociendo (Reuters, 2021). La crisis
ha ampliado las diferencias de los niveles de vida entre economías
desarrolladas y no desarrolladas, lo que estaría afectando los niveles de
desigualdad (Fondo Monetario Internacional [FMI], 2020; Banco Mundial,
2020a).
Chile, no ha quedado atrás de este escenario de complejidad; se tienen
efectos directos como son las 34.016 personas fallecidas (Ministerio de
Salud, 2021), y miles de contagiadas; aumento en el desempleo, caída en los
ingresos de los hogares, y efectos indirectos entre los cuáles se cuentan los
problemas de salud mental, tales como, la depresión (46,7% de la
población). De hecho, un estudio en el área reporta que un 45,9% de las
personas evalúan que su estado de ánimo actual es peor o mucho peor en
comparación con la situación anterior a la pandemia (Asociación Chilena de
Seguridad, 2021). Adicionalmente, se suma el consumo de drogas,
especialmente medicamentos sin recetas (Servicio Nacional para la
Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol, 2021), y los
cuadros de angustia psicológica, vividos especialmente por mujeres (Duarte
& Jiménez-Molina, 2021). A nivel educativo, la pandemia ha traído efectos
negativos en el contexto escolar con importantes brechas de aprendizaje,
89
que no sólo generan pérdida de nuevos conocimientos, sino también, de
aquellos adquiridos previamente (Ministerio de Educación, 2020; Banco
Mundial, 2020b; Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura [UNESCO], 2022), a lo que se suma la deserción
escolar (UNESCO, 2021). Se estima que esta pandemia no tiene
precedentes, y se predice que tendrá́ efectos de largo plazo, tanto en la
salud, como en el capital humano, productividad y otras variables clave para
el desarrollo (Aguilera et al, 2022).
A nivel de educación superior, América Latina y Europa han vivido un
impacto sustancial, ya que casi todas las instituciones debieron cerrar sus
puertas a las actividades presenciales sustituyéndolas por cursos en línea
(European Commission, 2021), lo que afectó no sólo los aprendizajes de
los estudiantes, aspecto ya de suyo importante, sino que, además, tuvo
efectos en las formas de enseñar y aprender. La transformación digital ha
significado un cambio cultural en la experiencia universitaria de los
estudiantes, lo que ha impactado a nivel global tanto en la enseñanza como
en la evaluación (Banco Interamericano de [BID], 2020). Tales cambios, ya
se encuentran afectando y afectarán el desempeño y el campo profesional
en las distintas esferas (López, 2021).
Trabajo Social, ha debido enfrentar este contexto de transformación e
incertidumbre, traduciéndose en grandes desafíos para los espacios de
formación y el campo profesional (Vázquez-Fernández, 2021). El impacto
de la pandemia ha traído la necesidad de analizar nuevos escenarios y actuar
como colectivo, para liderar los cambios desde lo individual a lo
comunitario, desde las aulas a los contextos de intervención, porque las
implicancias ya se están viendo en las instituciones y los sujetos, siendo una
demanda ética estar preparados.
En este contexto, es que nos propusimos reflexionar acerca de cómo se ha
vivido la experiencia de pandemia en escuelas formadoras de trabajo social
en Santiago de Chile, desde nuestra perspectiva como trabajadoras sociales
docentes. Describiremos efectos de la pandemia, más allá de las brechas de
aprendizaje existentes, considerando la docencia, la experiencia en
contextos de práctica y su relación con los desafíos en el campo
profesional.
Recolectando datos
Para abordar el propósito de este escrito, recurrimos a evidencia levantada a
partir de fuentes primarias. Los datos analizados, corresponden a evidencia
de carácter cuantitativa y cualitativa que buscamos fuera un insumo para la
reflexión etnográfica realizada por nosotras. A partir de esta, logramos
90
describir y analizar la experiencia vivida por docentes y estudiantes de dos
escuelas de trabajo social de la región metropolitana, de carácter tradicional,
con más de 90 años formando trabajadores sociales en el país. La
información correspondió a un período crítico de alta incertidumbre e
inseguridad a nivel global, como fue la pandemia por covid 19, lo que
afectó los modos de ser, vivir y aprender en el contexto de la educación
superior en Chile.
El material analizado corresponde a distintas fuentes de ambas Escuelas,
tales como: Un estudio sobre brechas de aprendizajes en contexto de
pandemia, que buscó levantar evidencias acerca del impacto de esta en los
aprendizajes de los estudiantes, por nivel y tipo de cursos; esta actividad
consistió en la aplicación de un cuestionario en línea a docentes de una de
las Escuela de Trabajo Social, durante el mes de septiembre del año 2021.
Respondieron 24 docentes, lo que corresponde a un 77% del total de
académicos y académicas, y sus resultados se utilizaron para levantar una
propuesta de acciones remediales por parte de los académicos de dicha
Escuela.
Un estudio de experiencia estudiantil en pandemia (2021), aplicada a nivel
institucional que consultó de manera voluntaria, entre otros, a estudiantes
de Trabajo Social acerca de su experiencia de aprendizaje, salud integral,
retorno a la presencialidad y caracterización general. La tasa de respuesta en
Trabajo Social fue de un 34,5% del total de estudiantes de la carrera (359
estudiantes). Una investigación, en la que participó una muestra de 482
casos (59,1% mujeres, 40% hombres y 0,8% no binarios). Los datos fueron
recogidos a través de una encuesta en línea entre el 8 de julio y el 23 de
agosto de 2020, que incluyó estudiantes y profesores que estuvieron
dispuestos a participar. El propósito de esta encuesta fue comprender
mejor la disrupción causada por covid-19 en la universidad y sus Escuelas
de formación, e investigar las primeras medidas adoptadas por las
instituciones de educación superior en respuesta a la crisis. Consideró, la
enseñanza y el aprendizaje, la conectividad, el bienestar general, la salud
mental, los niveles de riesgo y vulnerabilidad, y la sensación de seguridad en
el hogar. También abarcó el papel de las y los trabajadores sociales como
una profesión socialmente responsable que se ocupa directamente de los
efectos del covid-19.
Junto a lo anterior, se consideró la experiencia vivida por las autoras,
quienes son miembros permanentes de las Escuelas de Trabajo Social en la
que se obtuvo la evidencia descrita. Las docentes son académicas e
investigadoras, y asimismo realizaron labores de gestión a nivel de las
Escuelas y la Universidad durante el período post pandemia.
91
A nivel de análisis de los datos, utilizamos una matriz temática que nos
permitiera de manera inductiva identificar patrones y categorías
compartidas en las distintas fuentes. A partir de ello, logramos dar cuenta
de cinco ejes o núcleos interpretativos, que describimos en el siguiente
apartado.
Reflexiones acerca de los efectos de la pandemia
en escuelas de formación
Los principales tópicos que surgen a partir del abordaje cualitativo reflejan,
por un lado, el impacto de las condiciones de confinamiento en la salud
mental y física de las y los participantes, y por otro, los cambios en el
proceso de enseñanza y aprendizaje a partir del uso de tecnologías de la
información y el paso de la relación cara a cara presencial, a una relación
virtual a través de las pantallas de los computadores o teléfonos móviles. A
su vez, surge una reflexión acerca del rol del trabajo social ante una
emergencia sanitaria de la magnitud de la que hemos venido enfrentando
con el covid-19, recalcando el rol de la profesión en el diseño de
intervenciones sociales situadas en contextos educativos.
Digitalización de la docencia
La docencia durante la pandemia desafió a docentes y estudiantes desde
distintas esferas. En el contexto del confinamiento, los estudiantes reciben
su educación en línea sentados frente a las pantallas de sus computadoras o
teléfonos móviles en casa. La docencia remota de emergencia impuso una
lógica de diseño e implementación curricular no experimentada con
anterioridad. Si bien, se había comenzado a crear innovaciones del tipo
clase invertida, con cápsulas de videos por temas, evaluaciones en
plataforma Canvas, y foros, aún este tipo de metodologías se encontraba en
fase piloto. La pandemia, vino a forzar la lógica digital, lo que, en más de
algún caso, tensionó la enseñanza, la evaluación y el aprendizaje.
Los efectos de la digitalización han sido percibidos por la comunidad, tanto
en sentido positivo como negativo. En lo positivo, docentes y estudiantes
desarrollaron un aprendizaje tecnológico acelerado para enseñar y aprender,
respectivamente, lo que se cree permanecerá en la formación como una
ganancia. Las herramientas más utilizadas han sido: foros, tutorías online,
trabajo de grupos online, uso de cápsulas creadas en el contexto de
pandemia, que son útiles para reforzar contenidos; creación de cápsulas de
contenido en temas acotados, retroalimentación en línea y, además, se
instalaron prácticas masivas de clase invertida. En el estudio de brechas
post pandemia realizado por una de las Escuelas, los docentes reportan una
92
mejora sustantiva en las capacidades tecnológicas tanto de ellos, docentes,
como de sus estudiantes.
En lo negativo, se aprecian no sólo brechas de aprendizaje, como ya la
literatura lo ha documentado (Instituto para la Educación Superior en
América Latina y el Caribe [IESALC-UNESCO], 2020; Salmi, 2021); en lo
específico, estudiantes de taller de práctica reportan que, si bien los
contenidos de los cursos fueron abordados, el formato de enseñanza
remota no permitió la comprensión con profundidad de éstos, lo que
perciben cuando deben enfrentar el desafío de aplicar tales contenidos en
contextos de diagnóstico, diseño y evaluación de las intervenciones. Tales
efectos, ya se vislumbraba desde la perspectiva de los profesores, en
especial en los cursos con prerrequisitos, en los cuales, los aprendizajes van
encadenados en una trayectoria. Los aprendizajes superficiales logrados en
un curso dificultan la evolución hacia aprendizajes profundos en el
siguiente curso, y de éstos con las prácticas. A lo anterior se suma, la
imposibilidad de contar con tiempo y recursos adicionales, por parte de las
Escuelas para remediar tales carencias, las que en la mayoría de los casos se
mantendrán presentes hasta el egreso de los estudiantes y su desempeño
profesional inicial. En este sentido, es que se levanta la necesidad tanto de
académicos como de estudiantes, por más apoyo de las autoridades
universitarias en materia de estrategias de enseñanza online, medios
tecnológicos y recursos económicos para asegurar una formación de calidad
y condiciones de trabajo adecuadas a los desafíos.
A nivel de tipos de cursos, las encuestas realizadas a docentes, durante y
post pandemia, nos permiten afirmar que los contenidos más afectados por
la docencia remota han sido las prácticas, cursos con salidas a terreno, tal
como son los de aprendizaje + servicios; las asignaturas metodológicas, con
aplicaciones en laboratorios o talleres, y cursos asociados a las herramientas
de intervención, entre otros. La falta de experiencia aplicada o práctica de
los estudiantes no pudo ser reemplazada en la modalidad online, dejando
brechas de aprendizaje difíciles de soslayar. Por otro lado, se observó, un
sentido de frustración en algunos docentes, dada las limitaciones que
experimentaron en los contextos remotos, tanto, en la implementación de
sus estrategias de enseñanza, como, desde el punto de vista de la calidad de
las oportunidades de aprendizaje ofrecidas a sus estudiantes. Asimismo, el
esfuerzo por lograr motivación, participación y compromiso con el
aprendizaje es un desafío permanente de los docentes, por sobre, muchas
veces, los esfuerzos académicos que realizan los estudiantes.
93
Surgen nuevos escenarios en el aula
Un aspecto que consideramos de interés ha surgido en el contexto de las
discusiones en torno a los efectos de la pandemia, referido a lo que
estudiantes y docentes han denominado “flexibilidad”. Este concepto cobra
sentido en el contexto de las dificultades vividas en pandemia y los efectos
post pandemia, como han sido, la conciliación estudio trabajo, la ansiedad y
el agotamiento por la demanda académica y problemas de salud mental no
tratados. Asimismo, dificultades de acceso y uso de las tecnologías en los
hogares, ansiedad y crisis de pánico por la vuelta a la presencialidad y sobre
todo precariedad económica, lo que ha llevado a las y los estudiantes a
buscar empleos informales. Sin embargo, en ocasiones, esta demanda por la
flexibilidad ha sido vista como “una suerte de todo vale”, lo que tensiona la
relación académica y los aprendizajes comprometidos, porque si bien es
cierto, hemos estado conscientes que debemos “entender al estudiante que
está en una situación complicada” (Docente, comunicación personal, 2020),
no se puede perder de vista que formar Trabajadores Sociales es una
responsabilidad ética con los estudiantes, con los usuarios y la sociedad, un
dilema permanente entre compromiso social y responsabilidad académica.
Buscar el equilibrio será nuestro desafío en la formación.
Las condiciones materiales, son justas y necesarias
Algunos núcleos de tensiones afloran en las experiencias de docentes y
estudiantes, en cuanto a sus condiciones materiales durante la pandemia:
La proporción de computadores y el acceso a ellos en cada uno de los
hogares tanto de docentes como de estudiantes, convierte la desigualdad
económica en una desventaja de aprendizajes. Asimismo, el acceso a
internet y la calidad de la conexión es un factor determinante a la hora de
acceder a la educación, especialmente para las personas que viven en zonas
rurales con baja cobertura o en zonas urbanas de alta vulnerabilidad social
donde las compañías de internet no llegan.
Si bien la mayoría de los actores de ambas escuelas no han tenido
dificultades en este sentido, gracias a sus propios recursos y apoyos a nivel
de las universidades, la realidad para estudiantes de escasos recursos, así
como quienes son de regiones, fue muy difícil durante la pandemia, lo que
no podemos olvidar ante escenarios similares en el futuro.
Por otro lado, y en palabras de formadores: “el repertorio de docentes y
estudiantes para el uso y manejo de las distintas plataformas requiere una
formación previa” (Docente, comunicación personal, 2020), especialmente
a las personas de edad más madura y avanzada.
94
Interacción entre actores
Respecto de la relación docente-estudiante, los efectos de la pandemia se
comenzaron a observar en la presencialidad. En lo positivo, si bien la
alternativa de un encuentro digital pasó a ser un recurso habitual para
reunirse entre compañeros, docentes y estudiantes, y entre docentes,
incluso a nivel nacional e internacional, dada la facilidad que provee la
conexión por internet, en lo negativo, la falta de presencialidad ha tenido
efectos en las dinámicas de relación entre las personas. Se observa un trato,
en ocasiones, marcado por la agresividad, conductas poco tolerantes y poco
empáticas entre estudiantes, mayor distancia entre generaciones y al interior
de las mismas, dada la falta de una experiencia universitaria real;
disminución de la participación en actividades colectivas, falta de
motivación por reunirse con otros en los espacios universitarios. Se observa
de manera transversal una facilidad, aprendida, para apagar la cámara y
desconectarse del encuentro con otros, como si todavía estuviésemos
encerrados y en contextos remotos.
En consecuencia, la pérdida de presencialidad vino a desafiar la creación de
nuevas instancias de encuentro y conocimiento entre estudiantes, docentes
y equipos al interior de las Escuelas. Se hacen necesarias estrategias
innovadoras para superar el acostumbramiento a las actividades online por
sobre la presencialidad, lo que ha tenido efectos directos en la escasa
participación de docentes en reuniones de equipo, que contribuyan a la
mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Salud mental
Un efecto indirecto fuertemente observado en docentes y estudiantes de
ambas Escuelas ha sido lo que se ha denominado la segunda pandemia
(Asociación Chilena de Seguridad, 2021), esto es, problemas de salud
mental. En los primeros, estudiantes, han sido frecuentes las crisis de
pánico al salir de sus hogares, donde se sienten protegidos/as; la ansiedad al
enfrentar los desafíos naturales de la formación universitaria, depresión y
activación de problemas de salud mental detectados con anterioridad a la
pandemia, pero no tratados, o cuyo tratamiento fue interrumpido por la
obligación del encierro, y, la escasez de espacios de atención y horas
disponibles para salud mental en los sistemas de salud estatal.
En los segundos, las y los docentes, se aprecia agotamiento y cansancio
atribuido por una parte a las condiciones de confinamiento estricto en que
se encontraban durante la pandemia, lo cual causó estrés, incertidumbre y
presión. Una profesora universitaria declaró:
95
Estoy en cuarentena y solo salgo de compras una vez cada dos semanas,
con miedo y precaución. Estoy trabajando en línea y a veces siento mucha
presión entre las tareas domésticas y las tareas… las reuniones (E14,
comunicación personal, 2020).
Por otra parte, el proceso de retorno ha sido desgastante, a lo que se suman
los requerimientos propios del desarrollo académico que realizan las
universidades para mantener los estándares de productividad. Tal como
señaló una de las profesoras universitarias:
Estoy estresada por la carga de trabajo y por cumplir con las múltiples
funciones que tengo que cumplir como cabeza de familia. Estoy cansada y
tengo una energía excepcionalmente baja y dificultades de concentración.
Para hacer frente a la situación, juego con mis hijos, hago algo de jardinería,
tejo un poco. (E45, comunicación personal, 2020)
Las personas también estaban experimentando incertidumbre a corto y
largo plazo. Como señaló un estudiante: “Estoy agobiado por el futuro
incierto que enfrentamos en asuntos sociales, políticos, de salud y
económicos” (E123, comunicación personal, 2020).
El estrés y la incertidumbre conducen a síntomas de salud mental como
insomnio y ansiedad. Como muestran los estudios recientes (por ejemplo,
Ozamiz-Etxebarria et al., 2020), la incertidumbre es común en escenarios
pandémicos, por lo que es esencial desarrollar intervenciones clínicas y de
salud mental adecuadas. El diagnóstico de la condición psicológica real de
los grupos potencialmente destinatarios de tales intervenciones también es
crucial. En este sentido, un estudiante informó: En cuanto a mi salud
mental, estoy sufriendo de insomnio y mucha ansiedad porque no sé qué
pasará en los próximos meses tanto por la pandemia como
económicamente (E123, comunicación personal, 2020)
Las cuarentenas conducen a efectos psicológicos negativos, y estos pueden
producir efectos duraderos en la salud mental de las personas. De hecho, la
experiencia de confinamiento por covid-19 en China ha mostrado que las
personas experimentaron un aumento de los problemas psicológicos, como
los discutidos anteriormente, es decir, ansiedad y estrés (Duan y Zhu,
2020). Lo anterior, ha obligado a los equipos y docentes a aprender nuevas
estrategias para abordar tales problemas, desde técnicas de primeros
auxilios de salud mental, pasando por estrategias de abordaje psicológico
ante la presencia de patologías, como técnicas de autocuidado personal y de
equipos. Creemos que este escenario se complejiza ante las consecuencias
económicas, sociales y humanitarias de la pandemia, que ya se observan a
nivel global.
96
En este contexto, se necesita más investigación para comprender
completamente todo el impacto psicológico de la pandemia y diseñar
intervenciones biosociales integradoras para reducir el impacto negativo.
Además, el bienestar psicológico es una piedra angular para hacer frente a la
pandemia de covid-19 y para prevenir los trastornos mentales. Como ha
señalado Dorado-Barbé et al. (2021), adaptar las intervenciones sociales a
estos nuevos escenarios es crucial, al igual que trabajar con las personas
para identificar problemas y reacciones emocionales intensas
desencadenadas por un evento traumático. Lo que esto significa es que
prevenir y manejar la crisis con medidas sociales y de salud efectivas es un
imperativo ético no sólo para los gobiernos sino también para los
trabajadores sociales.
Cambios en los contextos de práctica
Los efectos de la pandemia también han sido observados en el contexto de
la intervención social, lo que se ha logrado apreciar a partir de las
experiencias vividas por los estudiantes en los centros de prácticas. En
estos, se han reportado cambios en las modalidades de trabajo, pasando de
una presencialidad completa a teletrabajo en algunos días a la semana, lo
que tiene efectos en la organización y tipo de tareas que realizan los
estudiantes. En la experiencia prepandemia, era habitual contar con
profesionales de lo social, acompañando el quehacer de los estudiantes, de
manera directa o indirecta, en cambio hoy, tenemos estudiantes que han
debido enfrentar la soledad de un supervisor o supervisora que se encuentra
trabajando online, desde otras regiones, o desde sus casas; equipos que
asisten un día a la semana a las instituciones para reuniones específicas; y
supervisores con licencia por el desgaste de los últimos años. Técnicas
habituales, tales como la visita domiciliaria y la entrevista se realizan, muy a
menudo, de manera online, con las dificultades de acceso y aplicabilidad
propias. Los procesos se digitalizan, creando plataformas para la
sistematización y manejo de información, con miras hacia la utilización de
datos que sustenten las decisiones profesionales, lo que hace necesario
mejorar el nivel de alfabetización digital de los equipos.
Lo anterior, ha traído consigo la demanda por una formación más
especializada en innovación y tecnologías para la intervención (López,
2021), junto al desarrollo de capacidades personales tales como la
autonomía, la creatividad, la automonitoreo, que permita a los estudiantes
tomar conciencia sobre la calidad de sus desempeños. Además, desarrollar
estrategias que les permitan definir metas y planificar su intervención
(Carless et al, 2011; Boud y Molloy, 2013; Ajjawi y Boud, 2017), en
concordancia con los propósitos de las instituciones, las políticas públicas y
los nuevos desafíos globales.
97
Trabajo Social profesional en pandemia
Efectos de la pandemia también se han observado en la acción de
trabajadores sociales que ejercen en las instituciones de educación superior,
en las cuales las y los trabajadores sociales ayudan a prevenir el fracaso y el
abandono, y trabajan en la inclusión educativa de quienes están fuera del
sistema, acercando los sistemas familiares y redes sociales a los sistemas
educativos. De esta manera, se destaca que los y las trabajadoras sociales en
el campo educativo orientan sus intervenciones profesionales a abordar las
necesidades más urgentes de las personas (ya sean estas estudiantes,
docentes o funcionarios/as) y sus familias. En el contexto de la pandemia
esas necesidades urgentes se caracterizaron por estar asociadas
principalmente a ámbitos de la salud mental. Tal como señalan algunas/os
estudiantes en relación con sus necesidades urgentes:
Mi estado de salud actual se caracteriza por la tensión, ansiedad, estar bajo
presión (E56, 2020, comunicación personal, estudiante de educación media,
mujer). Tengo una sensación de incertidumbre y estrés laboral (E39, 2020,
comunicación personal, estudiante de educación media, hombre)
En Chile, más del 90% de los estudiantes que ingresan a universidades
públicas chilenas, provienen de los hogares más vulnerables y de escuelas
públicas y subvencionadas. La mayoría de ellos obtienen acceso a una
educación gratuita proporcionada por un subsidio estatal bajo la reciente
Ley de Educación Gratuita. Sin embargo, el acceso a la educación superior
no resuelve los problemas de vulnerabilidad de los grupos familiares de
origen, sobre todo durante la pandemia:
Con muchos gastos por que todos subió de precio en lo que respecta a los
alimentos (E18, comunicación personal 2020)
Con trabajo, pero con esposo desempleado desde enero (E19,
comunicación personal, 2020)
Mis ingresos bajaron notoriamente y si bien por estos meses próximos no
veo problemas, creo que en un par de meses si (E22, comunicación
personal, 2020)
De acuerdo con lo observado en las prácticas, el desempeño de las y los
trabajadores sociales en las universidades o centros educacionales, incluye el
proporcionar apoyo y orientación, información y asesoramiento, así como
también referencias y el uso de redes sociales, estrategias de contención y
ayuda en el manejo de situaciones estresantes.
98
Por otra parte, personas usuarias de servicios sociales, como docentes,
funcionarias/os y estudiantes universitarios señalaron que las situaciones
que más les afectaron durante la pandemia fueron el alto nivel de estrés
debido a la incertidumbre y el colapso de los cuidados en el hogar debido al
teletrabajo, las clases en línea de sus hijos y las labores domésticas. Tal
como señalan los docentes entrevistados:
Estoy muy ajustado con los tiempos, bajo estrés, debido a que el cierre del
jardín infantil me obliga a cocuidar a mi hija durante el día, impidiéndome
estar al día con las funciones laborales, de estudio y del hogar (E35,
comunicación personal, 2020)
Incertidumbre respecto de los acontecimientos y cómo se resolverá la
situación. Preocupación por las personas afectadas por esta situación,
especialmente los más vulnerables (E32, comunicación personal, 2020)
En definitiva, en base a la observación y a las narrativas obtenidas durante
los estudios y experiencias vividas en ambas universidades, podemos
concluir que el rol de las y los trabajadores sociales durante la pandemia en
el área educativa y en otras áreas de intervención psicosocial, se centró en
tareas de acompañamiento, orientación, apoyo, redes sociales, contención y
gestión del estrés producto de la emergencia sanitaria mundial, el
confinamiento, el desempleo y la falta de acceso a los recursos digitales y el
internet. De la misma manera, la conexión y el acompañamiento que han
ofrecido las y los profesionales del trabajo social en los distintos espacios
han resultado fundamentales para conectar a las personas y transitar hacia
mejores condiciones de vida.
Desafíos para la formación y la intervención social
Como señala Dhawan (2020), la enseñanza en línea ya no es una opción
sino una necesidad, y mejorar la calidad del proceso de enseñanza y
aprendizaje en línea es, por lo tanto, fundamental hoy en día. Asimismo,
abordar las externalidades y contextos diversos en que los efectos se dan
resulta ser un desafío y una responsabilidad de todo trabajador social.
Relaciones humanizadas
La pandemia covid-19 ha impactado en las relaciones entre los distintos
actores del proceso formativo de las escuelas de trabajo social, desplazando
el contacto cara-a-cara hacia relaciones híbridas o directamente virtuales.
Las experiencias que hemos descrito en el presente documento da cuenta
de la importancia del “vínculo” que lleva a la colaboración, al encuentro, al
diálogo y la participación con sentido entre las personas (sean estas
estudiantes, docentes, profesionales, usuarias de servicios, etcétera), por lo
99
que toda acción en pro de la generación de comunidades de aprendizaje
será fundamental en la calidad de vida de docentes y estudiantes.
Tecnologías inclusivas
En la pandemia, las tecnologías irrumpieron dramáticamente en la vida de
estudiantes y docentes, haciendo evidentes las desigualdades no solo de
acceso, sino de uso y disponibilidad. Tal cuestión, se hace relevante de
considerar al plantear una intervención profesional mediada por las
tecnologías, donde usuarios y trabajadores sociales no siempre cuentan con
tales condiciones para ser plenos partícipes de la acción profesional. La
alfabetización tecnológica y la inversión de recursos se hacen prioritarias en
el contexto de una formación donde todos se encuentren incluidos.
Énfasis en salud mental y autocuidado
El efecto indirecto de la pandemia ha sido, por excelencia, los problemas de
salud mental, los que se han traducido en deterioro del bienestar y la
experiencia universitaria de estudiantes, ansiedad, estrés y agotamiento en
los docentes. Lo anterior, invita a un compromiso por el autocuidado
personal y de los equipos, técnicas de gestión del estrés para la intervención
con usuarios. En lo institucional, se hace evidente la inyección de recursos
para mejorar la atención oportuna a estudiantes, docentes y administrativos
profesionales, ya que contar con condiciones humanas de trabajo tendrá
efectos positivos no sólo en la formación sino en la vida de las personas.
Una docencia en contexto
La docencia ha sido tensionada por el cambio, la innovación y la
incertidumbre, lo que ha obligado a transformarse, adaptándose con
flexibilidad a los distintos contextos. En este sentido, se han debido
modificar las metodologías de enseñanza y la evaluación, con el propósito
de potenciar las capacidades de los estudiantes, su autonomía, espíritu
crítico y reflexivo, para enfrentar las nuevas demandas de la sociedad global.
La invitación a futuro es conocer las capacidades de entrada de los
estudiantes a la educación superior, ya que aún desconocemos los efectos a
mediano y largo plazo que la pandemia dejó en el nivel escolar, con el
objeto de generar estrategias que sean coherentes con las características y
perfiles de los estudiantes del futuro.
Por otra parte, la planificación de las condiciones de enseñanza para el
contexto a distancia impuso exigencias docentes que, en el contexto
presencial, no eran comunes, tales como: a) conocimiento de las posibles
actividades a realizar en la plataforma de enseñanza o a través de material
100
impreso (como construcción de cuadernillos, manuales, actividades
programadas), con el fin de facilitar efectivamente el desarrollo del
aprendizaje; b) capacidad de gestión de la plataforma de enseñanza, que
implicó también la construcción de actividades docentes en esa plataforma;
c) tiempo necesario para secuenciar la enseñanza, planificar y elaborar estas
actividades; d) tiempo para implementar la enseñanza; y e) acceso a recursos
específicos y relevantes para la enseñanza a distancia, como una cámara y
un micrófono. Múltiples desafíos que los docentes debieron enfrentar, no
siempre apoyados por sus instituciones.
Énfasis en la supervisión y la retroalimentación
Es bien sabido que para poder lograr aprendizajes y mejorar en el proceso
deben pasar, al menos, cuatro cosas: que conozcamos la meta, que sepamos
cuán lejos estamos de ella, que sepamos que tanto esfuerzo deberá
desplegar para lograrla, y que contemos con información acerca del
progreso en el trayecto. En este contexto la retroalimentación y la
supervisión para la mejora se hace evidente. Una supervisión efectiva tanto
del progreso de los estudiantes, como de los equipos que intervienen
directamente en situaciones traumáticas, se hace necesaria. Las experiencias
de intervención en trabajo social resultan críticas para quienes se
encuentran a cargo y para quienes las viven, por la exposición a la violencia
vicaria como testigos de relatos y vivencias extremas de las personas con las
que se trabaja. Se requiere supervisión de los equipos de atención directa y
de los equipos de supervisión académica para brindar ese apoyo a las y los
estudiantes en formación.
Finalmente, solo nos queda señalar, que los efectos de la pandemia aún no
se pueden dimensionar a cabalidad, por lo que debemos estar preparadas y
preparados para observar sus manifestaciones, investigar acerca de sus
implicancias, intervenir sobre sus consecuencias, prevaleciendo siempre el
sentido de la justicia y la dignidad humana como valores fundamentales de
nuestra disciplina y profesión.
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104
Storytelling y trabajo social inclusivo, aprendizajes docentes
durante la sindemia por covid-19
Ketty Cazorla Becerra
Introducción
En el marco de los tiempos pos pandémicos que vivimos es relevante
revisitar las prácticas docentes que se activaron durante la vida universitaria
en modo covid-19, con el fin de reflexionar respecto de su sostenimiento o
ajuste en el marco del ya consolidado retorno a la presencialidad. Este
trabajo analizo una experiencia docente online desarrollada entre agosto y
octubre de 2022, con la participación de estudiantes de la asignatura de
Discapacidad, Inclusión y Trabajo Social perteneciente a un plan de
estudios de trabajo social impartido en una universidad de la región de
Valparaíso, que tiene como foco metodológico la técnica del storytelling.
Esta herramienta metodológica fue propuesta a las y los estudiantes para
favorecer la reflexión desde las narrativas hacia una intervención de trabajo
social que considere un enfoque basado en derechos humanos en el caso de
personas en diversidad funcional. El capítulo presenta, en primer lugar, los
entornos de la experiencia docente, para luego describir los elementos
teóricos y metodológicos que conciernen al storytelling como técnica
plausible en la docencia universitaria; y, en tercer lugar, analizar dicha
técnica desde su potencial polifónico al narrar, su compatibilidad con el
formato de aula invertida y la oportunidad que ofrece para construir
narrativas de tipo digital. Finalmente, propongo algunas reflexiones para
destacar los puntos clave de replicabilidad de la técnica en la formación de
trabajo social pensando en la diversidad de contextos académicos que
enfrenta.
Entornos que traman el uso docente del storytelling
Entornos sindémicos universitarios
Una de las más complejas pandemias en la historia de la humanidad emerge
a finales del año 2019 por el denominado covid-19, alcanzando un alto
impacto debido a la simultaneidad de la crisis en términos de tiempo y lugar
(Alcántara-Ayala, 2021). Así, todos y todas al mismo tiempo han vivenciado
los efectos de la vida cotidiana en modo covid-19, sin duda, un fenómeno
planetario performador de las prácticas sociales. Estos múltiples efectos han
propiciado no solo una pandemia, sino que también una sindemia, noción
105
que usaremos de ahora en adelante debido a que nos interesa subrayar la
inevitable relación existente entre los fenómenos sanitarios y sociales.
Desde la antropología médica se propone comprender la sindemia como un
proceso en donde diversas infecciones o enfermedades interactúan con
factores ambientales, sociales, culturales, económicos y físicos de la
población, acentuando las desigualdades sociales y el ejercicio injusto del
poder (Singer, 1990), con ello entendemos, que cada contexto social sufre
una sindemia diferente. Nos interesa tomar distancia de la noción
pandémica por su propósito homogeneizador que otorga mayor eficiencia a
las respuestas del Estado, propiciando invisibilizar y desvalorizar
experiencias, fracasos y aciertos sociales situados. Por el contrario, cuando
evocamos lo sindémico, hablamos de la imbricada relación de lo social en la
salud y de la intencionada búsqueda de lo diverso, para ver y valorar el
amplio repertorio de abordajes que tuvo la vida cotidiana en modo covid19.
En Chile, la sindemia tuvo su inicio con el primer caso notificado el 3 de
marzo de 2020, hito que hace emerger el brote epidémico, expandiéndose
hasta alcanzar las dieciséis regiones del país. El 18 de marzo de 2020 el
presidente de turno decretó «estado de excepción constitucional de
catástrofe» en todo el territorio nacional, levantándose hace tan solo unos
meses desde la elaboración de este texto. Este proceso tuvo una primera
gran ola con pic de contagios a mediados de 2020 y una segunda gran ola a
mediados del 2021. El país establece una serie de medidas sanitarias para
enfrentar esta sindemia como los confinamientos, toque de queda,
vacunaciones, proteger empleos, entre otras (Ministerio de Salud
[MINSAL], 2020).
Dentro de las medidas de perfil social, se encuentran las adscritas al ámbito
educativo. Desde el 16 de marzo de 2020 en adelante el Ministerio de
Educación canceló totalmente las clases presenciales en jardines infantiles y
establecimientos de educación básica, media y superior, pidiendo utilizar los
recursos digitales disponibles por cada nivel del sistema. Así las
Universidades del país deciden continuar con sus clases, pero de forma
digital, es decir sin presencialidad, mediante plataformas que permiten
desarrollar sesiones telemáticas (MINSAL, 2021).
En este escenario, la Universidad donde se desarrolla la experiencia
consigna formalmente el 16 de marzo del 2020 la total suspensión de la
actividad presencial, y también define las estrategias de docencia a utilizar,
especialmente refiriéndose al paso de la modalidad presencial a la remota.
Destaca la adquisición de licencias para el cuerpo académico que
permitieran operar con pertinentes plataformas telemáticas y herramientas
tecnológicas complementarias. Particularmente la Escuela donde se
106
circunscribe la experiencia se adscribe a la política interuniversitaria e
instruye para que todas las asignaturas teóricas y prácticas del plan de
estudio se desarrollen en modalidad remota. Para ello, el personal
académico se capacita para utilizar una plataforma digital ad hoc a la
docencia. A la par, se comenzaron a realizar sistemáticas capacitaciones
para fortalecer las herramientas de docencia digital, destacándose el curso
denominado Taller Storytelling, Narrativas Digitales, en que participo y
donde se releva a esta técnica como plausible en el medio telemático
universitario.
Entornos curriculares de trabajo social
La escuela de trabajo social donde se desarrolla la experiencia ha propuesto
una estrategia educativa centrada en la y el estudiante, favoreciendo el
pensamiento crítico, la diversidad, el pluralismo y la inclusión social. En
este marco la unidad académica contiene un plan de estudios donde se
contemplan 10 semestres con un total de 54 asignaturas, distribuidas en 48
no electivas de formación profesional y 4 electivas de formación
complementaria. Una de estas 4 asignaturas electivas se denomina Trabajo
Social, Inclusión y Discapacidad, con un total de 3 créditos y una carga
directa de 1,5 horas semanales. Esta asignatura se inserta en la formación de
pregrado y tributa al nivel de competencia de profundización disciplinar. Su
propósito es propiciar la reflexión disciplinar de Trabajo Social respecto de
la inclusión de personas en situación de discapacidad, en el marco de los
diversos contextos de intervención, como el educacional o el laboral, entre
otros.
Cabe destacar que el programa de la asignatura se diseña curricularmente el
año 2016 por lo que su nomenclatura conceptual se ciñe a la noción de
discapacidad, término que hoy está en debate por situarse en una visión
capacitista de las relaciones sociales. Más recientemente la política pública
está transitando desde el uso de la noción “persona en situación de
discapacidad” a la noción de “diversidad funcional”, por responder de
mejor manera al modelo social de inclusión.
Entornos temáticos de discapacidad y diversidad funcional
En el escenario conceptual actual, tenemos, por un lado, la noción de
discapacidad, que resulta de la interacción entre sujetos con deficientes
condiciones de salud física, psíquica, intelectual, sensorial u otras y las
diversas barreras contextuales, actitudinales y ambientales que presentan
restricciones en su participación plena y activa en la sociedad (Organización
de las Naciones Unidas [ONU], 2008). Es importante distinguir entre
discapacidad de dependencia, ya que la segunda se refiere a aquella
107
circunstancia donde se ve mermada la autonomía para realizar actividades
de la vida diaria como el cuidado personal, actividades domésticas básicas,
movilidad esencial, reconocer objetos, orientarse, entender y ejecutar
órdenes, entre otras (Servicio Nacional De La Discapacidad [SENADIS],
2017). La Ley N° 20.422 (10 de febrero de 2010) define la dependencia
funcional como el estado permanente en que se encuentran las personas
que, por razones derivadas de una o más deficiencias de causa física, mental
o sensorial, requieren ayuda para realizar las actividades esenciales de la
vida. Con ello, se entiende que no toda persona en situación de
discapacidad es dependiente, de hecho, existen quienes en situación de
discapacidad son completamente autónomos y no requieren cuidados.
Asimismo, la dependencia puede o no estar ligada a una situación de
discapacidad, ya que la falta de autonomía también puede explicarse por
razones no biológicas o físicas (Zunzunegui, 2011).
Por otro lado, también tenemos la noción de diversidad funcional
propuesta, entre otros, por Palacios y Romañach (2006), que redime las
capacidades en vez de acentuar las discapacidades, y se propone entenderla
como aquella diferencia de funcionamiento de una persona al realizar las
tareas habituales de manera diferente a la mayoría de las personas. Esta se
basa en los derechos humanos y considera esencial proteger la dignidad y
participación social de las personas discriminadas por su diversidad
funcional, para que haya igualdad de oportunidades. Este enfoque se basa
en otra interpretación de la convención sobre los Derechos de las personas
con Discapacidad del año 2008, donde el Estado reconoce el valor de las
contribuciones que realizan y pueden realizar las personas en diversidad
funcional al bienestar general, y donde la promoción del pleno goce de
derechos y libertades se deben alcanzar con íntegra participación y el mayor
sentido de pertenencia al desarrollo económico, social y humano de la
sociedad.
Frente a estas dos nociones, debemos consignar que el programa creado en
2016 utiliza la noción de discapacidad, pero trascurridos varios años, la
nomenclatura del curso implementado en 2021 ya incluye la noción de
diversidad funcional en la práctica, por lo tanto, a ella nos referiremos de
aquí en adelante. Esto coincide además con los principios de trabajo social
como disciplina, especialmente en lo referido a la protección de la
integridad, respeto y ejercicio del derecho humano en condiciones de
igualdad y diversidad. Así entendido, la disciplina debiera concebir a las
personas como sujeto social con agencia, y no como un beneficiario pasivo
de la política pública, promoviendo el bien-estar y bien-ser de las personas
desde la mirada de la diversidad funcional.
108
Reseña teórico-metodológico del storytelling
Dentro de las ciencias sociales, el enfoque narrativo, según Coffey y
Atkinson (2003) se focaliza en producir relatos en actores sociales que
representan y contextualizan su experiencia y saberes. Existe un interés por
la reflexividad, la subjetividad y la intersubjetividad entre las relaciones
mediadas por el poder, lo visual y/o el lenguaje (Riessman,2008). Así
entendido, lo narrativo es una interpretación construida a en base a
experiencias subjetivadas, aptas para ser interpretadas desde múltiples
aproximaciones, a través de narrativas y contranarrativas que conviven en
un mismo relato (Camacho, et al, 2021).
Dentro de este marco narrativo destaca como técnica, el denominado
storytelling, o narración de historias, que es una de las prácticas centrales de
nuestra vida social, ya que vivimos la mayor parte del tiempo en un mundo
construido sobre las reglas y mecanismos de la narración, y esto significa
que todos y todas experimentamos diariamente el arte de narrar.
En el ámbito educativo, es una técnica que permite contar una historia para
compartir contenidos que conectan los sentidos, especialmente el auditivo y
el visual, siempre vinculando la emocionalidad de los participantes
(Santiago y Velarde, 2016). Es comprendida como una herramienta de
perfil creativo para el proceso de enseñanza-aprendizaje y desde allí
construir puntos de vistas de análisis que pueden sostenerse en narrativas
tanto digitales como no digitales (EduTrends, 2017).
La técnica del storytelling se encuentra dentro del repertorio de
herramientas del aprendizaje activo, es decir centrado en el estudiante
(Flanagan, 2015), ya que permite que el estudiantado participe de manera
activa en pensar y resolver problemas, además de explicar y reflexionar
sobre lo aprendido (Sánchez, 2008). Facilita el contextualizar conceptos
complejos, favoreciendo el diálogo de ideas y experiencias, contribuyendo a
la integración entre la teoría y la práctica, considerando incluso la conexión
entre lo narrado y las vivencias personales (Flanagan, 2015). Esta técnica se
basa en que las y los estudiantes les den contexto situado a conceptos
teóricos de una materia específica, mediante la creación o captura de una
historia, y si esta tarea es colectiva favorece la coconstrucción activa de
aprendizajes significativos (Piqué y Forés, 2012).
En el ámbito de trabajo social, la técnica es habitualmente usada en la
investigación social con énfasis narrativo, pero el uso de historias también
es utilizado en el ámbito de la intervención social, ya que favorece el
potencial diagnóstico y la toma de decisiones en el marco de las relaciones
en la vida social. El contar historias propicias la transformación desde el
109
proceso de construcción y coconstrucción de un relato, aportando
antecedentes útiles para el diagnóstico y la ejecución. Una ventaja de esta
técnica es que su funcionamiento resulta familiar para las personas, y tiene
una evidenciada capacidad para transmitir información y ejemplificar la
aplicación de conocimientos (Boal y Schultz,2007).
Existen diversas autorías para figurar las fases de un storytelling, pero nos
quedaremos con la propuesta de Escartín (2015), a saber:
a) presentación de modelo de ejercicio, compuesto de entrega de
bibliografía e informe explicativo elaborados por el o la docente;
b) creación de la historia por parte de los estudiantes, supervisado por
reuniones de seguimiento con el o la docente;
c) creación del informe explicativo por parte de los estudiantes,
solicitándose que responda a las siguientes indicaciones: (a) redactar un caso
pertinente y contextualizado a la asignatura y temática abordada; (b) incluir
en la historia entre 2 a 3 conceptos vistos en clases; (c) explicar y
argumentar el uso de los conceptos elegidos en la historia; (d) seguir las
pautas estándar académicas de redactado y aspectos formales.
d) Retroalimentación de storytelling entre los grupos, realizando un
plenario de retroalimentación de pares.
Son estas fases las que se utilizan en la experiencia de formación en Trabajo
social vinculado a la noción de diversidad funcional que estamos
consignando en este escrito, y que a continuación describiremos.
Una experiencia docente de trabajo social
y su uso del storytelling
El presente texto ilustra mi experiencia docente desarrollada entre agosto y
octubre de 2021 con la participación de estudiantes de la asignatura de
Discapacidad, Inclusión y Trabajo Social perteneciente al cuarto año de un
plan de estudios de trabajo social de la región de Valparaíso, enmarcado en
un contexto de sindemia por covid-19. Siguiendo el modelo de Escartín
(2015), las fases del trabajo online desarrollado se pueden sintetizar de la
siguiente manera:
a) Presentación del modelo de ejercicio: En una clase situada en plataforma
digital, entregué a los y las estudiantes la pauta de trabajo a realizar,
explicando cada ítem y entregando bibliografía de apoyo. Las instrucciones
son: i) Conformar grupos de 3 a 4 integrantes. ii) Leer dos apoyos
bibliográficos, uno temático sobre derechos humanos y discapacidad, y el
otro sobre storytelling. iii) Seleccionar un derecho humano desde la
Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad revisada
110
en clases. iv) Crear un storytelling en formato escrito que narre la historia
de un personaje real o ficticio que vea vulnerado el derecho humano
seleccionado previamente. v) Desarrollar una editorial que analice al menos
dos elementos teóricos, conceptuales o de política pública abordados en
clases para argumentar la narrativa. Además, se comparte un set de
preguntas discutidas en salas grupales digitales para orientar el ejercicio
narrativo: ¿Qué es narrar? ¿Qué es lo que se narrará?, ¿Quién narrará?,
¿Cómo se narrará? ¿Quién será el receptor del relato?, entre otras. En esta
misma actividad compartí la rúbrica de evaluación y discutimos los criterios
a considerar.
b) Creación de la historia por parte de estudiantes: Creé salones grupales
digitales de trabajo y como docente visité cada grupo desarrollando una
tutoría personalizada con el fin de hacer el seguimiento a la construcción
colectiva del storytelling. Las tutorías instan a los siguientes cometidos
básicos de un storytelling: i) Definir uno, dos o más personajes que pueden
ser antagónicos. ii) El personaje principal debe tener un objetivo, pero éste
debe presentar barreras que se vayan superando. ii) La narración debe tener
un conflicto claro ligado a la vulneración de derechos de personas en
diversidad funcional, y debe transitar desde un inicio, pasando por un
desarrollo y llegando a un final. Estas tutorías se desarrollan en dos
ocasiones diferentes. En el segundo encuentro los equipos muestran sus
avances en la plataforma digital colaborativa jamboard de Google, que
permite la retroalimentación entre pares. Cabe destacar, que entre cada
encuentro las y los estudiantes me envían correos electrónicos con
propuestas que son retroalimentadas a la brevedad.
c) Creación del informe por parte del estudiantado: Los y las estudiantes
elaboran informes con los siguientes acápites: introducción, storytelling,
editorial, conclusiones, referencias bibliográficas. El informe debe alcanzar
los estándares de redacción y formalidad planteados por el sistema APA 7.
Cabe destacar, que el estudiantado cuenta con un par de semanas de trabajo
autónomo, donde las tutorías digitales son opcionales.
b) Retroalimentación de storytelling entre pares: En encuentro digital de
pleno curso, cada grupo cuenta con un tiempo de 20 minutos para exponer
sus avances de la historia escrita, siendo interrogado por sus pares y por mí,
con el fin de identificar posibles mejoras. La mayoría de los grupos presenta
narrativas escritas, pero hubo uno que proyectó un video con imágenes en
formato de comics, despertando el mayor interés entre las y los presentes.
c) Entrega de informe: Una vez desarrollada la retroalimentación cada
grupo envía el informe respectivo al repositorio del aula virtual de la
asignatura y es calificado por mí con la rúbrica detallada de argumentación.
111
Pero debido a la alta motivación entre el estudiantado y la buena calidad de
las narraciones sobre vulneración de derechos humanos realizadas, se
decide de manera colaborativa que la segunda calificación del curso se
sostenga en la continuidad del trabajo del storytelling, pero ahora con
énfasis en la intervención social. Así emergen nuevas fases del trabajo que a
continuación describo:
a) Intercambio de storytelling entre grupos de trabajo: Los estudiantes
señalan que las clases online han limitado los contactos con diversidad de
estudiantes, por lo tanto, se propone que en una segunda evaluación los
grupos intercambien azarosamente sus storytelling, para así proponer un
plan de intervención en una historia en la que no hayan trabajado
inicialmente. Una vez redistribuidos los storytelling cada grupo lee el
informe entregado y consiga preguntas para realizar al grupo de pares.
Durante la semana, y mediante el uso de correos electrónicos, los grupos de
estudiantes responden preguntas de sus pares.
b) Presentación de modelo de ejercicio de intervención: En la siguiente
clase entregué las instrucciones del nuevo ejercicio coconstruído junto a los
estudiantes, indicando la rúbrica de evaluación. Las consignas de trabajo
son las siguientes: i) Conforme un grupo de trabajo y revise el storytelling
asignado al azar. ii) Diseñe un proceso de intervención social que considere
un enfoque inclusivo desde la perspectiva de los Derechos Humanos y
diversidad funcional. iii) Apoye su propuesta en bibliografía del curso.
c) Diseño del plan de intervención para storytelling asignado: Se replica la
experiencia previa, realizando tutorías grupales remotas en el aula digital,
con el objetivo de colaborar en la creación de un plan de intervención
pertinente para cada storytelling asignado.
d) Creación del informe de plan de intervención para storytelling por parte
de estudiantes: Una vez desarrolladas las tutorías, cada grupo tiene un par
de semanas de trabajo autónomo para elaborar un informe de propuesta de
intervención social según la siguiente estructura: introducción, presentación
del storytelling asignado, fundamentación de la intervención, objetivos de
intervención, estrategias, técnicas, recursos, tiempos, indicador (es) de
evaluación y medio de verificación, principales aprendizajes.
e) Retroalimentación de la intervención para storytelling por mi parte como
docente: En encuentro digital por grupos de trabajo, retroalimenté a cada
grupo indicando propuestas de mejora al informe.
112
f) Entrega de informe final: Una vez desarrollada la retroalimentación cada
grupo envía el informe respectivo al repositorio del aula virtual de la
asignatura y es calificado con rúbrica detallada de argumentación.
Storytelling y su aporte a la docencia
de un trabajo social inclusivo
La docencia en temas de inclusión y trabajo social desarrollada a través de la
técnica del storytelling demuestra que los y las estudiantes obtienen una
herramienta nueva que permite construir una historia que promueve la
reflexión situada en contextos sociales. Particularmente en esta experiencia
el estudiantado adquiere competencias para construir un storytelling
considerando sus elementos constitutivos básicos, a saber, personajes,
conflicto, y trama narrativa (inicio, desarrollo, final). Este saber práctico es
valorado tanto como herramienta diagnóstica como de intervención social.
La técnica genera aprendizajes que devienen en dos tópicos centrales, por
un lado, lo referido a la formación en diversidad funcional; y, por otro lado,
lo referido a la intervención de trabajo social. En ambos casos se destaca su
potencial polifónico al narrar, su compatibilidad con el formato de aula
invertida y la oportunidad de construir narrativas digitales, fortalezas que a
continuación se refieren.
Potencial polifónico al narrar inclusión en formato storytelling
Las historias creadas en un trabajo colaborativo online entre estudiantes
permiten comprender que la narrativa es una herramienta poderosa para
lograr reflexionar más situadamente sobre el tópico de la vulneración de
derechos en personas con diversidad funcional, mostrando el devenir
vulnerador o protector que tiene la forma en que narramos una historia.
Los estudiantes declaran dentro de sus aprendizajes significativos, el haber
comprendido que la narración nunca es objetiva y siempre emerge de una
posición que performa sujetos con mayor o menor agencia frente a la
transformación social que enfrentan. Es así como, los storytelling creados
abordan relatos de vida con énfasis biográficos que dan cuenta de la
experiencia de diversidad funcional, relevando la importancia de
comprender a los sujetos sociales, no de manera homogénea, sino en una
diversidad de voces, o polifonía, que respete el enfoque de derechos
humanos.
Refiriéndonos ahora al tópico de formación en intervención social, el
storytelling genera en un principio que los y las estudiantes lo asocien al
nivel clásico de intervención de caso, pero tras las tutorías online, intenté
113
disputar esa creencia, para motivar a pensar la narrativa como una técnica
factible tanto en sujetos individuales como colectivos. La conarración
ciudadana o comunitaria, ilustrada en relatos de memoria local o defensa de
un territorio, son expresiones de historias a varias voces por un objetivo
común, lo que permite comprender la ductilidad de esta herramienta en
diversos niveles de intervención de trabajo social. Cabe destacar, que los
estudiantes utilizan el storytelling para construir una suerte de aproximación
diagnóstica con énfasis narrativo, el que logran con facilidad. Sin embargo,
solo algunos equipos logran utilizar la técnica al proponer un plan de
intervención.
Compatibilidad entre el aula invertida y el storytelling
En lo referido al tópico de vulneración de derechos en personas con
diversidad funcional, los estudiantes se ven enfrentados por el storytelling a
una noción opuesta a la de discapacidad. Así entonces, la diversidad
funcional emerge como una nueva nomenclatura para comprender la
inclusión, y desde mi liderazgo como docente propongo cumplir este
objetivo con la estrategia de aprendizaje activo denominada aula invertida.
Esta es una forma de aprendizaje muy compatible con formatos mixtos
presenciales-digitales, que dan vuelta la clase para que lo central ya no
suceda entre el o la docente y el aula, sino que se invierta para que ocurra
entre los estudiantes y fuera del aula. En el marco del trabajo autónomo, las
y los estudiantes logran aprendizajes significativos tras su trabajo colectivo,
caudal de aprendizajes que es retomado por el o la docente en el aula digital
para favorecer mayores capas de reflexión y análisis crítico. Esto permitió
que los y las estudiantes lograran identificar sus propias prácticas de
lenguaje discriminatorias, elaboradas en los primeros informes, y llegar a
comprender de mejor forma la noción de diversidad funcional.
Ahora bien, en cuanto al tópico de formación en intervención social,
también se logran propiciar aprendizajes ligados al aula invertida, pero
situado en lo social. El estudiantado logra identificar que un enfoque de
derechos humanos inclusivo en la intervención de trabajo social requiere
flexibilizar la posición ascendente entre el sujeto interventor y el
intervenido. Es decir, requiere comprender que si trabajo social se define
como una disciplina que promueve los principios de la justicia social y
autodeterminación, entonces la construcción de narrativas que propicie
deberá invertir el rol protagonista puesto en la narrativa profesional y
experta, y poner al sujeto intervenido en el centro, para que, a través de su
trabajo autónomo, pero acompañado por trabajo social, alcance mayores
condiciones de bien-estar y bien-ser.
114
Oportunidad para una narrativa digital a través del storytelling
En cuanto a las materialidades que se consignan en una práctica narrativa
como la del storytelling, es posible consignar que, en el tópico referido a la
diversidad funcional, se logran implementar por parte de los y las
estudiantes herramientas de lenguaje inclusivo no capacitistas, que buscan
incluir a la pluralidad de formas de comunicación. Por ello, algunos grupos,
proponen su storytelling desde estrategias de comunicación aumentativa, la
que incluye modalidades de comunicación ilustradas como los pictogramas,
señales o formato audio. Esto implica el comprender que no solo los
contenidos de las narrativas deben ser polifónicos, sino también sus medios
de expresión, como una manera de llegar a las diversas formas de funcionar
que tienen las personas que se encuentran participando de una política
pública. En este sentido, el acceso gratuito y rápido a páginas de internet
que ofrecen íconos y sistemas de lectura a viva voz, son herramientas que
permiten demostrar entre los y las estudiantes que la construcción de
narrativas puede ser más o menos inclusiva, si se apoyan en tecnologías
digitales facilitadoras de la comunicación.
Pero, probablemente, uno de los aprendizajes más significativo estuvo
relacionado al tópico de intervención social, ya que el storytelling se
visualiza como una herramienta de intervención que hoy puede alcanzar
rápidamente un perfil digital. Estudiantes indican que un storytelling en
formato imagen (caricatura, cuento ilustrado) o formato video puede ser de
atractivo interés para sujetos participantes de intervenciones sociales y
también de atrayente uso para noveles profesionales, que por su
competencia generacional construyen historias visuales en sus redes sociales
cotidianamente, las que acrecienta el grado de digitalización de la narrativa,
haciéndola más comunicable e interactiva.
Hoy en día la narrativa con imágenes o videos es factible de realizar con
mediana simplicidad si se cuenta con las competencias digitales para usar
programa y aplicaciones que ofrecen soporte para el diseño de creación de
historias. Es decir, la realización del storytelling digital desde el trabajador
social o mejor aún desde el propio participante de la intervención, a través
de una imagen o video se transforma en otra manera de producir narrativas
que animen a abogar por formas más inclusivas al narrar versiones de la
vida cotidiana en grupos invisibilizados como la diversidad funcional. En
este sentido, el territorio digital es hoy un factible espacio de construcción y
difusión de storytelling, ya sea para compartir la información de un derecho
vulnerado o buscar redes para colaborar por su protección.
115
Reflexiones finales
La vida universitaria digital suscitada por la sindemia por covid-19
claramente obligó a explorar arreglos y ajustes a las formas tradicionales en
que presencialmente situábamos el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Todos los estamentos universitarios, académicos, estudiantes y gestores,
nos encontrábamos cumpliendo tareas universitarias y en paralelo viviendo
los efectos de la sindemia en su cotidianeidad. Es así como el contexto
universitario en modo covid-19 trastoca la temporalidad y la espacialidad de
las prácticas social-educativas, haciendo que el proceso de formación fuera
más complejo. En este escenario de escaso tiempo y movilidad por la
superposición de tareas laborales y de cuidado, emerge la técnica del
storytelling como una posibilidad de provocar una instancia de aprendizaje
online, que permitiera un trabajo de reflexión colaborativa no presencial.
En este sentido, el storytelling y su compatibilidad con el formato de aula
invertida y digitalización del aula, ofrece una oportunidad de aprendizaje
significativo factible y muy acorde a los requisitos de formación en trabajo
social. Pero, este aprendizaje no solo sería aplicable al escenario sindémico
que experimentamos, sino que también es transferible a otras circunstancias
de contingencia como las que ocasionalmente ocurren en zonas
determinadas del país producto de movimientos telúricos, revueltas
sociales, o emergencias ambientales, o en contextos más situados al ámbito
universitario, como movilizaciones estudiantiles extendidas, entre otras.
Ahora bien, formar en temáticas de alta sensibilidad para trabajo social
como la diversidad funcional, y hacerlo a través de la técnica del
storytelling, permite que futuros profesionales se adscriban a una posición
más crítica respecto a cómo y para qué estamos narrando historias de
diversidad, a quién sirven y que sujeto social finalmente es el que se
construye. Las narraciones que hacemos de los sujetos en diversidad
funcional no solo los nombran de una determinada manera considerada
más o menos inclusiva, sino que los sitúan en una posición determinada
dentro de la trama social, situándolo dentro-fuera, arriba-abajo, capacidaddiscapacidad, si es que nos quedamos en el formato binario de
comprensión de la realidad, pero que también pudieran explorar
multiposiciones -si nos alejamos de esta lógica binaria- para reflejar las
variadas acciones de trabajo y cuidado que estas personas desarrollan
diariamente. Dicho de otro modo, el ejercicio narrativo permite ver las
variadas posiciones que una persona con diversidad funcional cumple en la
sociedad, las que habitualmente son invisibilizadas, como el ser madrepadre, trabajador/a, líder comunitario, cuidador, entre muchas otras
posibilidades, dando mayor valor a la vida en formato de diversidad. Pero,
el contar una historia no solo colabora en la tarea de nombrar o posicionar
a un sujeto, su efecto más potenciador, está en la capacidad de la narrativa
116
de preformar prácticas sociales, es decir, el propiciar formas de hacer las
cosas, de perpetuarlas en el tiempo a través de la repetición de narraciones.
Sin embargo, este poder performador es arma de doble filo, ya que es
posible que trabajo social a través de su narrativa propicie prácticas
inclusivas o no inclusivas, dependiendo desde del lugar teórico,
metodológico y ético desde donde nos domiciliemos. Incluso, algunas
prácticas no inclusivas a veces pueden ser producidas por las narrativas
emanadas de las propias políticas públicas, por ello es tan relevante que
noveles trabajadores sociales aprendan a oír otras voces desde su realidad
situada, para evitar la homogeneización y la consabida invisibilización que
luego emerge de narrativas hegemónicas y uniposicionales.
Contar una historia, no sería entonces dar una voz a los que no la tienen,
sino dar oídos al resto para escuchar lo que se suele silenciar. En este
marco, las técnicas narrativas como el storytelling, ofrecen una posibilidad
de formar trabajadores sociales que respondan de manera más inclusiva al
desafío de alcanzar trasformaciones sociales por mayor justicia e igualdad
social.
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118
Experiencias docentes de adaptación e innovación
en pandemia
119
120
Formación investigativa en tiempos de pandemia: los
desafíos de la virtualidad
Francisco Ramírez Varela
Introducción
Los contextos sociosanitarios a raíz del covid-19 nos han llevado a la
transformación de las prácticas laborales, académicas y del que hacer
profesional; virtualizando nuestros espacios, adaptándonos a nuevos
escenarios y a nuevas plataformas de interrelación social. Si bien hay que
considerar de base que la virtualidad y la digitalización no son nuevas, hoy
se nos vinieron de frente y debemos adaptarnos. Sin duda alguna, una de las
prácticas que se ha visto que afecta a la crisis, es el desarrollo de la
investigación, donde no ha quedado excluida la formación investigativa, la
cual ha forzado a su introducción en los procesos de educación, basados en
la interacción virtual y digital, ocupando herramientas y plataformas online
que buscan facilitar la formación de metodologías y técnicas de
investigación. Es por lo que cabe cuestionarse si es que se puede realizar
formación investigativa virtual desde las ciencias sociales. Para tratar de
despejar esa interrogante es que se propone una reflexión a partir de la
información, recogida con docentes y por medio de las experiencias vividas,
sobre los desafíos y las estrategias desarrolladas en la formación
investigativa durante la crisis sociosanitaria.
Investigación y formación investigativa
La investigación es un requerimiento que debe ser parte de toda
universidad, con su ejercicio al interior de los diferentes estamentos y
colaboradores de la institución, trasciende los límites del conocimiento,
siendo este un gran objetivo de la investigación, el cual debiese transformar
la vida de la universidad (Guerra-Molina, 2017). Se debe considerar que,
para cualquier universidad, formar investigadores debe ser una cuestión
crucial, que debería permear las estructuras curriculares y la cotidianidad
educativa, conduciéndola a la construcción de una cultura de la
investigación donde las relaciones educativas se organicen alrededor de la
búsqueda del conocimiento (Rojas y Méndez, 2017). No podemos pensar
una cultura investigativa, sin considerar la revisión y el fortalecimiento de la
trasmisión de las competencias investigativas. Son parte de la movilización
de saberes (conocimientos, habilidades, valores y actitudes) para dar
respuesta a problemas del contexto, mediante el desarrollo de procesos
121
investigativos. Por la complejidad que implica en el proceso de formación
de estas, requiere de competencias de base como son el trabajo en equipo,
el dominio de las tecnologías de la información y la comunicación, el
pensamiento crítico, la comunicación, el saber disciplinar inherente al
objeto de estudio, entre otras (Reynosa et al., 2019). El desarrollo de estas
competencias investigativas en los estudiantes universitarios depende de las
estrategias que se adopten en los modelos educativos, donde el rol del
docente investigador es fundamental, debido a que investigar se aprende
investigando (Reynosa et al., 2019).
Bajo esta perspectiva la investigación no solo debe ser considerada como la
búsqueda científica del conocimiento, sino que también es compartir
conocimientos, en base a procesos reflexivos y sistemáticos, los que
descubren mediante métodos y técnicas la realidad donde se inserta una
comunidad investigativa. En base a la experiencia generada puede ser una
fuente que genera conocimientos (Espinoza, 2020). Podemos entonces
decir que este proceso de investigación acontece y está mediado por la
formación investigativa, entendida como la enseñanza aprendizaje, a través
del método y los procesos de investigación, de los cuales se deduce dentro
de ello todas las acciones orientadas a favorecer la apropiación y el
desarrollo de los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para
desempeñar con éxito actividades asociadas a la investigación científica
(Guerra-Molina, 2017). La formación investigativa, hace referencia
entonces, a la investigación como un instrumento del proceso enseñanza
aprendizaje mediante el método científico, dentro de programas y procesos,
encaminados a la aprehensión de habilidades investigativas (Daza-Orozco,
2019)
La formación investigativa se encamina a desarrollar las habilidades
necesarias para el logro de determinados resultados de aprendizaje. El
aprendizaje de investigación y la aplicación de los respectivos
procedimientos serán acordes a la etapa y/o nivel del proceso investigativo
que se está formando, ya sea en torno a la iniciación de la investigación, o al
diseño o la aplicación de procesos de pesquisa en trabajos que normalmente
son conducentes al grado académico (Norman-Acevedo, Daza-Orozco, y
Caro-Gómez, 2021). La formación investigativa, en especial dentro del área
de las ciencias sociales, se debe no solo al contexto socio pedagógico del
ámbito educativo, sino también al contexto social donde se desarrollan las
experiencias investigativas. La adecuada formación, se basa en la interacción
y coconstrucción del conocimiento, que se acompaña de la adecuación de
los contextos y los ámbitos educativos, lo que se ha visto dificultado en la
forzada virtualización de sus procesos a raíz de la pandemia, afectando
también a las experiencias de investigación de los propios formadores.
122
Análisis desde las experiencias
Con el propósito de reconocer los desafíos y estrategias que han tenido los
docentes frente al proceso de formación investigativa virtual y asimismo,
comprender las principales transformaciones en la formación investigativa,
con énfasis en el área de las ciencias sociales en la Universidad de las
Américas (UDLA), se realizó un estudio de corte cuantitativo, ejecutado
con profesores que han realizado y/o estén realizando asignaturas dentro
del ámbito de la investigación en el año 2020 y durante el 2021, en la
carrera de trabajo social, así como en el programa de intervención
comunitaria de dicha universidad. Estas áreas de formación de las ciencias
sociales se desarrollan dentro de un modelo educativo en base al
constructivismo social, el cual contempla dentro de sus pilares
fundamentales los resultados de aprendizaje, los que son basados en medir
el conocimiento, las habilidades, las destrezas y las actitudes de las y los
estudiantes. La investigación formativa no es ajena a este modelo, en
especial centrada en la formación profesional y disciplinar en su modalidad
de pregrado, en los diferentes niveles que involucra la misma, como puede
ser en el desarrollo de habilidades para la investigación, en el aprendizaje de
las metodologías respectivas, y en la aplicación de procesos de producción
de conocimientos, presentes en los diversos niveles de la formación
investigativa.
El estudio realizado da cuenta que, si bien los docentes cuentan con
experiencia en el desarrollo de proyectos de investigación, ésta bajó en
cuanto a su realización durante la pandemia, así como su participación en
equipos de investigación o unidades asociativas formales. Las experiencias
investigativas de las y los docentes cobran importancia en la formación de
nuevos investigadores.
El último año en contextos de pandemia, las y los docentes indican que se
ha recibido cursos de capacitación y/o formación en el uso de plataformas
de educación virtual, sin embargo, esto se contrapone con los cursos de
capacitación y/o formación en el uso de plataformas de investigación
online que han realizado las y los docentes. Esto es una de las dificultades
observadas, en cuanto a la transmisión de experiencias en el proceso
formativo, donde los docentes e investigadores no se encontraban
preparados para el ejercicio de la investigación y la formación desde la
virtualidad.
Es importante mencionar que la situación contextual de pandemia ha sido
un proceso de aprendizaje continuo no solo por parte de los estudiantes y
docentes, sino que también la adecuación a los nuevos formatos de
enseñanza que son un aprendizaje continuo a nivel institucional; que a pesar
123
de que esta Universidad, contaba con una incipiente línea de formación a
distancia en modalidad online, es diferente cuando se enfrenta todo el
proceso de la oferta académica de manera virtualizada. Sin embargo, no
solo se ha generado los espacios de adecuación a la virtualidad, sino que se
han realizado diferentes procesos de enseñanza y aprendizaje del uso de
plataformas virtuales, así como la inversión en licencias de programas que
faciliten el proceso, a la vez que en relación con la infraestructura y
equipamiento que se adecue al funcionamiento mínimo dentro del contexto
abordado.
En cuanto las estrategias que han tomado las y los docentes de las líneas de
formación investigativa, para adecuar sus asignaturas en el contexto de la
pandemia y la virtualidad, podemos destacar que existe un reconocimiento a
la manera en que se ha realizado cambios en los programas de asignaturas y
contenidos para su enseñanza online, así como con las estrategias de
enseñanza de los contenidos, en cuanto los métodos y la didáctica con que
enseñaban antes del 2020. Esto último con especial énfasis en la generación
de formas innovativas para la ejecución de ejercicios investigativos por
parte de las y los estudiantes. Ello dadas las dificultades iniciales por el
contexto de pandemia, que conlleva medidas sanitarias de cuarentenas,
distanciamiento físico y movilidad restringida, que afectó el trabajo en
terreno que los estudiantes podían desarrollar.
La conectividad y participación de los estudiantes, se destaca como una
dificultad del proceso formativo virtual, esto por los problemas de
conexión o de una adecuada conexión, influyendo en los niveles de
participación, especialmente de carácter sincrónica. El solo hecho de
conectarse a clases online por videoconferencia, y no conectar muchas
veces las cámaras, porque puede afectar su calidad de conexión, dificulta los
procesos de participación activa en clase, como también la
retroalimentación que pueden realizar las y los docentes, así como la
disposición hacia las clases realizadas. Eso conlleva, en palabras de las y los
mismos docentes, una despersonalización del vínculo para un proceso de
aprendizaje significativo y participativo. Al obstáculo referido a la falta de
interacción en el desarrollo de contenidos, se agrega la dificultad de realizar
aquellas actividades que pueden ser más prácticos o procedimentales de
manera online, además, en el caso de asignaturas de formación
investigativa, se agrega el no acceso del estudiantado a programas
computacionales específicos. Estos elementos, también dificultaron las
evaluaciones de las actitudes y los procedimientos prácticos con relación a
la formación investigativa.
Las dificultades en cuanto conectividad e interacción entre estudiantes y
docentes, es un obstáculo como veremos a la hora de la construcción de los
124
procesos de investigación social. Lo anterior en dos sentidos, el primero
por que dificulta la participación activa en el proceso de enseñanzaaprendizaje, así la retroalimentación efectiva de los procesos y experiencias.
Por otra parte, se devela la necesidad de la interacción entre los diferentes
actores del proceso en el ejercicio investigativo, lo que debe partir de la
formación e interacción entre docentes y estudiantes.
Desde otra perspectiva, se debe reconocer como facilitadores del proceso,
principalmente la flexibilidad de la formación investigativa a los contextos,
y la disponibilidad de las y los docentes, como también de las y los
estudiantes, para asumir los cambios en los programas y su adecuación a los
tiempos de la educación virtual. La virtualidad ha permitido a los y las
docentes, introducir didácticas vinculadas al uso de tecnologías de
información y comunicación, que permiten nuevas formas de interacción
con el estudiantado, más directa o con mayor dedicación, permitiendo a su
vez la introducción de material audiovisual de apoyo, que ha facilitado una
mayor interconexión entre estudiantes por medio de redes sociales
virtuales. Igualmente, ha sido valorado como un facilitador por parte de las
y los docentes el uso de licencias de plataformas para la conexión de clases
virtuales, como, por ejemplo, Zoom Pro, que les ha permitido el
acompañamiento al estudiantado, a través de una interacción mediante
aplicaciones asociadas, así como la revisión por videoconferencias de los
trabajos, y también compartir material de manera más dinámica y cercana.
Todo lo anterior, nos pone como gran desafío la incorporación de
elementos virtuales tanto en la formación online, como en el desarrollo de
la investigación remota o virtual.
Uno de los facilitadores, valorado de manera reiterativa, es la motivación y
compromiso de las y los estudiantes de no abandonar los procesos de
formación investigativa, existiendo la adecuación a los contextos forzados
de la virtualidad. A la vez, se destaca la disposición de los y las estudiantes
para adaptarse a nuevas estrategias de formación. Por otra parte, la
motivación a aprender de las y los estudiantes muestra una actitud científica
que no es menor en su proceso formativo. Es importante destacar que la
actitud investigativa y la disposición de los estudiantes es de los ítems con
mayor valoración en la encuesta, lo que sienta las bases de un ejercicio
formativo que va más allá de los resultados de aprendizaje, o las
dimensiones evaluadas.
La enseñanza investigativa debe ser considerada como eje de la formación
disciplinar y también del fortalecimiento de la actitud investigativa,
entendida como la búsqueda permanente de los elementos que nos
permitan comprender la realidad, desde la duda razonable, que nos
posibilita no solamente interrogarnos sobre las necesidades y los problemas
125
sociales, sino que además desde las bases teóricas y epistemológicas
pertinentes a la formación en ciencias sociales. La actitud científica no
solamente como el resultado de un proceso de aprendizaje y de los
conocimientos adquiridos, sino desde la motivación de los futuros
investigadores, es entendida como el motor del aprendizaje (Rodríguez,
2006), y a la vez la base de la formación y actitud investigativa. En este
sentido la motivación es un factor resiliente frente al proceso de enseñanza
y aprendizaje, especialmente ante los contextos de virtualización
vivenciados por la pandemia, favoreciendo no solo hacer frente a las
adversidades, sino que también la adecuación a las mismas. Desde ahí es
que podemos comprender la motivación como parte influyente sobre la
actitud de las y los estudiantes y, por ende, en sus resultados.
A la vez las y los docentes deben incitar la motivación, y ser capaces de
dinamizar y adecuarse a los contextos de aprendizaje e integrar los
conocimientos, que sean agentes de formación de actitudes investigativas.
Es central considerar la actitud investigativa como eje de la cultura
institucional; de la formación disciplinar, profesional, y de vida dentro de
las ciencias sociales. Tenemos el desafío de fortalecer la investigación,
planteando la transformación de contenidos que sean incluyentes de las
necesidades e intereses de los y las estudiantes, generando una mirada
crítica de esta construcción del conocimiento por medio de la formación
investigativa.
Resulta importante que las universidades desarrollen habilidades
investigativas en sus estudiantes, a través de la incorporación necesaria,
integral y no obligatoria de la investigación como elemento diferenciador de
aprendizaje dentro del currículo y la institución; que sea más allá de un
requisito de grado (Guerra-Molina, 2017). Que sea capaz de integrar una
visión multidimensional que recoja en su construcción la trayectoria del
estudiantado en cuanto a sus experiencias y posibilidades, así como las
condiciones institucionales de las universidades y el desarrollo de una
cultura de investigación, además del impacto directo de ella en la formación
universitaria (Rojas y Méndez, 2017). De este modo la formación
investigativa debe considerarse como una de las maneras de coconstrucción
de una cultura de investigación, en función del desarrollo de habilidades
investigativas.
La calidad de la formación profesional descansa no solo en la docencia,
sino que también en la construcción de un ambiente interactivo que
propicie un proceso compartido de construcción del conocimiento, lo que
se vió dificultado dentro de la virtualización del proceso, al no contar con
condiciones de apoyo e infraestructura tecnológica de base, adecuadas a los
propósitos de la formación en tal campo. Es por ello la importancia de la
126
adecuación a los contextos, que resignifican el papel de la investigación. La
adecuada formación investigativa, se basa en la interacción y
coconstrucción del conocimiento, que se acompaña de la adecuación a los
contextos y los ámbitos educativos, lo que se ha visto dificultado en la
forzada virtualización de sus procesos, donde la enseñanza tradicional y las
modalidades mediadas por la virtualidad, se ven obligadas a asumir nuevas
estrategias para la formación en investigación.
En la investigación social se debe considerar que la realidad social es
compleja y dinámica, es en sí espacios en continuo cambio, conformada por
interacciones sociales. Por ello no existe una única realidad, sino múltiples
realidades que se complementan mutuamente, donde cada interacción
social crea una situación nueva, única, irrepetible y nunca puede ser
plenamente previsible. Es a partir de estos principios que entendemos que
el ser humano es un sujeto histórico que se encuentra inserto en un
contexto social, económico, cultural y político, mismo que incide en su
forma de ver, sentir y actuar como individuos y como parte de una
colectividad, en tanto este mundo social está incorporado imaginariamente
en nuestros cuerpos, nuestros hábitos, en la forma que percibimos, en el
pensamiento y en la acción. Es desde esta posición que entendemos la
investigación social como un proceso continuo de interacción social, que se
debe a la misma, aunque ella se de en contextos de interacción virtual. Es
por lo anterior que nos enfrentamos al mismo tiempo a un desafío
epistemológico, que corresponde a entender la virtualización como
contextos sociales que muchas veces desconocemos, o nos encontramos
distantes, pero que interactúan soterradamente en espacios digitales hace
cerca de tres décadas.
La formación investigativa se sustenta en la movilización de saberes, con
base en los conocimientos y habilidades, pero con fuerte sustento en los
valores y las actitudes frente a la investigación. No se puede desconocer los
espacios virtuales de interacción, como un lugar donde fluctúan una
ecología de saberes de los cuales muchas veces se hace caso omiso. Es así
como De Sousa (2008) se refiere a una ecología de saberes en la manera en
que se intenta la coexistencia de diferentes conocimientos; basándose en la
idea de que conocimientos heterogéneos pueden coexistir. Es importante
reflexionar que los espacios virtuales nos abren una puerta a nuevos
saberes, donde fluctúan distintas miradas normalmente invisibilizadas, más
allá de lo que se piensa no son espacios monopolizados, sino que son un
entramado de redes, donde muchas veces se halla las voces socialmente
silenciadas, que encuentran en el espacio virtual un eco, confluyendo una
suerte de ecología de saberes virtuales. Es decir, dentro del espacio virtual
confluyen y conviven diferentes miradas, que pueden encontrar equilibrio
más allá de los algoritmos de los metabuscadores.
127
El proceso de formación investigativa, partiendo desde su etapa de diseño,
debe incluir elementos de flexibilidad, para su adecuación lo que pasa sin
duda por la gestión y los contextos investigativos. Es por lo que, ante
contextos de crisis, como ha sido la pandemia, se debe considerar desde la
formación profesional la flexibilidad contextual del proceso investigativo,
que facilite el equilibrio entre los actores sociales involucrados, partiendo
por el propio investigador, investigadora, o equipo, como promotores y
promotoras del proceso metodológico. A su vez, se deben tomar en cuenta
la adecuación de elementos de la gestión investigativa, que faciliten la
formación profesional. Dentro de esto la flexibilidad de la investigación
debe de permitir redireccionarla, sin que esta pierda su foco temático y el
eje central. Debemos lograr que se abran a la flexibilidad, pero sin pérdida
de la validez científica.
Se entiende que el conocimiento se da por medio de la interacción de quien
desea conocer, y de quien desea ser conocido o conocida. La base de una
investigación, sobre todo con caracteres etnográficos, es una descripción
densa de lo que quien conoce está viviendo, promoviendo descubrimientos,
por medio de articulaciones sociales significativas (Malinowski, 2001). La
interacción facilitada por un proceso investigativo, sin duda podrá
convertirse en hechos significativos en contextos que marcan a las
personas, como es la emergencia sanitaria o el confinamiento que obliga a la
virtualidad. Por ello es necesario apropiarse desde la investigación social, de
los procesos de formación investigativa desarrollados por medio de técnicas
que serán mediadas por el computador, a través de plataformas digitales.
En la entrevista, por ejemplo, uno de los aspectos fundamentales es la
interacción social por medio de la cual se capta el momento en que la
realidad social está siendo creada constantemente por las y los actores. En
ese sentido, no es la mera recolección de narrativas, sino un acto de
producción de significados donde tiene mucho peso el contexto, en ese
sentido es una narrativa situada en un espacio tiempo (Fernandez, 2001).
Una entrevista mediada por un computador nos lleva a espacios virtuales
determinados, donde de igual manera, aunque con matices, puede fluir esa
interacción, que resignificará su naturaleza híbrida, su fluidez
conversacional, y la interacción en espacios virtuales en contextos sanitarios
que la determinan. Donde se intercambian sin duda vivencias y experiencias
que alimentarán la entrevista, generando de esta forma una coconstrucción
que obedece a la acción de participación colaborativa entre quien entrevista
y la persona entrevistada. Por tanto, no cabe duda de que el uso de métodos
y técnicas virtuales de investigación, deben incorporarse a la formación
investigativa en los contextos post pandemia.
128
Pero también estas técnicas mediadas por el computador y el uso de
diversas plataformas digitales nos desafían a generar virtualmente el
entramado del orden social de lo buscado y la subjetividad de cada
individuo (Canales, 2006). Donde, a manera de ejemplo, si desarrollamos
entrevistas grupales de manera virtual, se debe facilitar el tejido de
intersubjetividades que nos llevan a consensos en la construcción de relatos
comunes estableciendo una dinámica que permite nuevos tejidos sociales,
entre nuevos tejidos virtuales de interacción.
Asimismo, la utilización de lo virtual nos lleva a potenciar el uso de los
programas y aplicaciones digitales, que facilitan la investigación social; lo
que implica un desafío no solo en cuanto a la formación tecnológica
necesaria; la adecuación material de aquello; y la conectividad a los espacios
virtuales, desde los contextos físicos en que nos encontramos, dadas las
características de teletrabajo que hemos vivenciado en el contexto de la
crisis sociosanitaria. Pero este desafío es doble, porque también está
presente para los sujetos y actores participantes dentro de la investigación,
porque implica su conectividad; el acceso a los programas y plataformas
digitales y el buen uso de ellos.
A manera de conclusión
Las experiencias vivenciadas en el contexto sociosanitario, que forzaron la
virtualización, así como la información recogida en el estudio realizado, han
dado pie a procesos de reflexión sobre los desafíos de la virtualidad en la
formación investigativa. Se ha puesto en evidencia que la apertura y
masificación de la conectividad en red y de las plataformas digitales, han
significado sin duda alguna, habilitar los espacios virtuales como una
dimensión de la vida y las interacciones sociales, implicando la necesidad de
reformular los principios de la investigación, contextualizándolo acorde a
los parámetros que nos ha impuesto el enfrentamiento a la crisis
sociosanitaria. No debemos olvidar que la virtualidad es un entramado de
interacciones sociales, y que dentro de ella la investigación social se debe a
los contextos y debe modificarse en base a ellos.
El desafío epistemológico se sustenta en entender la virtualización como
contextos sociales que muchas veces desconocemos pero que interactúan
soterradamente en espacios digitales. La resistencia de las ciencias sociales,
y el distanciamiento de esta, posicionándose muchas veces desde un
rechazo a la virtualidad, nos coloca en una “racionalidad perezosa”,
parafraseando a De Sousa (2008), ya que obviamos y desperdiciamos parte
de una realidad que no entra dentro del orden de lo establecido
epistemológicamente por la razón, produciendo ausencias de lo social, en
las interacciones de la virtualidad. Existe la resistencia desde las ciencias
129
sociales a lo digital y a lo virtual, pero la fuerza del contexto sociosanitario
en pandemia puede que se hayan limado algunas asperezas, que debemos de
seguir abordando.
Los procesos de virtualización contextual pueden convertirse en
cotidianeidades pos pandémicas. Los espacios virtuales de aprendizaje se
han convertido en contextos de enseñanza con innumerables retos a nivel
sociocultural, pedagógico, y también tecnológico, donde la transformación
de los modelos de enseñanza tradicional y las modalidades mediadas por la
virtualidad se ven obligadas a asumir nuevas estrategias para la formación
en investigación, siendo este un elemento inherente a todo proceso
educativo como gestor y motor de conocimientos (Chicué, 2015).
Es vital pensar la formación investigativa fuera de modelos educativos
rígidos, necesitando transitar hacia un construccionismo social, que sea
parte integral de una actitud científica y una cultura investigativa. Desde la
universidad se debe construir colectivamente una cultura investigativa,
pensando colectivamente desde la transmisión de la investigación o
pedagogía de esta (Restrepo, 2007). No debemos desconocer que la
investigación y la formación investigativa se debe a los contextos, es por lo
que debe flexibilizarse y modificarse en base a ellos.
La interrogante de fondo es: ¿se puede realizar formación investigativa
virtual en las ciencias sociales? Sin duda que sí, y el contexto nos ha
obligado a aquello, desde el confinamiento y las medidas adoptadas frente a
la pandemia. Es claro que se puede, y se debe adaptar y transformar la
práctica social, apoyarse en lo digital y encaminarnos en la virtualización de
los procesos investigativos. La adaptación de los pilares del proceso
investigativo es posible, pero debemos dejar los temores y resquemores a la
virtualización, y más bien, sacar provecho de ellos. Debemos enfrentarnos
al desafío central que representa el proceso de aprendizaje investigativo al
que nos hemos expuesto durante la pandemia, y del que debemos aprender.
Sin duda alguna, podemos virtualizar el proceso y adaptar la investigación,
pero no perder su fin último que debe ser la transformación social.
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131
132
Formarse en movimiento: innovaciones y ajustes
metodológicos para la enseñanza de la investigación con
estudiantes de primer ingreso de trabajo social1
Gabriela Rubilar Donoso
Introducción a modo de confesión del oficio
Las asignaturas de metodología de investigación llegaron en el último
cuarto de mi trayectoria docente y luego de más de un centenar de cursos
impartidos desde el año 2000 a la fecha. En las carreras de pregrado de
trabajo social estas asignaturas suelen ser asignadas a académicos con
formación de base en disciplinas como sociología, estadística y antropología
(Véliz, 2021), con una clara distinción entre tradiciones cuantitativas y
cualitativas (Cea D’ Ancona, 1998), por lo que mi vínculo con la formación
de investigación había sido preferentemente a través de los trabajos de
finalización de carrera y dirección de tesis de pre y postgrado.
Para Véliz (2021) que los trabajadores sociales no enseñen directamente
investigación en las cátedras obligatorias de la carrera es una cuestión
central que impacta el imaginario que las/os egresados tienen de la
investigación en trabajo social. Su enseñanza queda externalizada a otras
disciplinas supuestamente con más competencia narrativa atribuida (Valles
2002) en estos campos y por lo mismo con opciones de aportar trucos en el
oficio de investigar (Becker, 2009), modelando concepciones de la
investigación como algo externo, ajeno a la disciplina, sin reconocer al
acervo y las competencias disciplinares en este ámbito (Matus et al., 2004).
Por eso no resulta extraño, que pese a contar con más de dos décadas de
experiencia docente, el primer curso de metodología de investigación como
profesora responsable haya sido impartido recién hace ocho años atrás,
precisamente cuando terminaba el estudio sobre Investigación y Trabajo
Social (Rubilar, 2015). Buena parte de las reflexiones consignadas en esa
investigación quedaron reflejadas en esa asignatura concebida como un
curso de “metodología cualitativa” ubicado en el quinto semestre de la
carrera de pregrado, en el tercer año de la formación, luego de las
asignaturas del ciclo básico.
Agradecimientos al proyecto ANID/Conicyt/ FONDECYT 1230605 Viajes centenarios y
trayectorias de las ideas. Geopolítica, producción de conocimiento y agendas de
investigación del Trabajo Social, que hizo posible la realización de este capítulo.
1
133
Los siguientes cursos que he dictado de manera ininterrumpida desde 2016,
han tenido otro cariz y se han ubicado en los dos extremos del ciclo
formativo: en el primer semestre del primer año como curso
“introductorio” a los métodos de investigación y al final del ciclo formativo
ahora bajo la figura de seminarios intensivos de investigación de doctorado.
El análisis que aquí presento se centra en este primer curso denominado
“Metodología de investigación social I”, que introduce a las/os estudiantes
en la lógica de investigación (Verd y Lozares, 2016), al mismo tiempo que
los aproxima al aprendizaje de algunas técnicas esenciales como: las
observaciones, las entrevistas (Callejos, 2002) y las encuestas. Esta
asignatura reconoce tempranamente las experiencias investigativas previas
que las/os propios estudiantes traen antes de ingresar a la experiencia
formativa de educación superior. De allí la relevancia de la noción de
repertorios investigativos (Rubilar, 2013) y de los vínculos con experiencias
tempranas de producción de conocimiento y contextos de descubrimiento.
Bajo la expresión “lo que traemos en las mochilas” desarrollamos junto a
Caterine Galaz en 2017 un proyecto de investigación en docencia
universitaria que analizaba longitudinalmente los procesos de enseñanzaaprendizaje de investigación en estudiantes de la carrera de Trabajo Social
de la Universidad de Chile (FIDOP-2017) Una de las actividades de este
proyecto fue la realización de un taller que asumía este título como
consigna, buscando recoger y reconocer experiencias previas en
investigación en estudiantes de primer ingreso. Este es un aspecto clave
para la Universidad de Chile ya que un porcentaje significativo de quienes
ingresan a la carrera de trabajo social son además primera generación de
estudiantes universitarios de sus familias, (cerca del 50% de las/los
estudiantes según la Encuesta Caracterización Estudiantes Nuevos
Universidad de Chile, 2018-2022) por lo que este taller forma parte de las
actividades iniciales del proceso formativo en investigación social
En los últimos años he tenido que impartir esta asignatura atravesando
eventos significativos de la vida económica, social y política del país como:
el movimiento feminista de 2018, la antesala del estallido social en 2019 y la
pandemia de covid-19 con sus fases de cuarentena total, cierres dinámicos y
aperturas que involucró los periodos 2020 y 2021; así como el retorno a la
presencialidad en 2022 con la implementación de aulas de docencia híbrida.
Acontecimientos que han impuesto cambios y continuidades en los
contenidos y diseño metodológico de esta asignatura. De allí el título de
este capítulo, dado que fueron procesos que no sólo afectaron a las/os
estudiantes de la asignatura, sino también al equipo docente y ayudantes de
este curso. En total se reportan las reflexiones sobre procesos pedagógicos
134
y formativos de este período con énfasis en los efectos de la pandemia en
las prácticas de enseñanza-aprendizaje de investigación de más de
cuatrocientas personas, la mayor parte de ellas jóvenes universitarios cuyo
promedio de edad bordea los 18 - 20 años, y para quienes la pandemia
significó también cambios y procesos de transformación a nivel identitario
y generacional, como ha quedado en evidencia en algunos estudios
desarrollados en estos contextos (Valenzuela, et al, 2021; Benítez y Rubilar,
in press).
¿Qué se [busca] enseña[r] en un curso de metodología de
investigación de primer año?
Como señalé en la introducción, la reflexión que hago en este escrito se
centra en el curso de Metodología de Investigación I, un curso de carácter
conceptual y aplicado que se imparte en el primer semestre de la carrera de
trabajo social. Esta asignatura busca desarrollar en las/os estudiantes una
actitud de permanente indagación sobre la realidad social, sobre las
problemáticas y los fenómenos sociales que se configuran como objeto de
análisis e intervención del trabajador social. Esto implica desarrollar la
capacidad de reconocer ciertos procesos y lógicas que se encuentran a la
base de la generación de conocimiento, al mismo tiempo que reflexionan
acerca del uso y alcance de las metodologías de investigación de las ciencias
sociales. Esta asignatura es el primer curso de la línea formativa en
metodologías de investigación de esta carrera que se imparte en la
Universidad de Chile y cuyo plan curricular que está compuesto por cinco
cursos obligatorios (figura 1), siguiendo la secuencia que se detalla a
continuación:
Imagen 1: plan de estudios carrera trabajo social – línea metodologías
Fuente: Departamento de Pregrado- Carrera Trabajo Social – Universidad
de Chile
135
A diferencia de lo encontrado por Véliz (2021) en su estudio, la principal
innovación de esta propuesta formativa fue “adelantar” la enseñanza de las
metodologías de investigación al primer semestre del primer año de ingreso,
y ubicarla en el tercer año como suele ser lo habitual, incluso antes de las
asignaturas de estadística. Esto implica que los contenidos de esta
asignatura son los primeros que las/os estudiantes de primer ingreso
desarrollan tras su egreso de la educación secundaria, de allí la importancia
de concebir esta asignatura como un curso bisagra o de transición entre
distintas experiencias formativas.
Tomando en cuenta lo anterior, se espera que tras haber cursado esta
asignatura las/os estudiantes: i) comprendan las bases y lógicas de la
investigación social, ii) formulen preguntas de investigación pertinentes a
los fenómenos sociales, iii) configuren marcos interpretativos consistentes
con las principales matrices teóricas de las ciencias sociales y del trabajo
social, iv) desarrollen habilidades y herramientas iniciales para la escritura
académica y la comunicación científica, y v) exploren condiciones mínimas
para el diseño de instrumentos de levantamiento de datos primarios con
énfasis en herramientas clásicas de recopilación de información.
El curso incluye contenidos sobre investigación social y sus supuestos, con
énfasis en cuestiones epistemológicas sustentadas en los debates sobre
paradigmas de investigación en ciencias sociales (Guba y Lincoln, 2011;
1995). Se identifican las distintas tradiciones presentes en investigación
social y las lógicas que se ponen en juego. Esta parte de la asignatura sigue
una modalidad de enseñanza más lectiva que incluye lecturas de materiales
considerados clásicos (Durkheim 1997; 1895, Cea D’Ancona 1998, WrightMills 1968) y otros autores más contemporáneos (Corbetta 2007, Verd y
Lozares 2016). Los contenidos de esta primera unidad suelen ser evaluados
de manera individual, con un control de lectura comentado en formato
escrito.
La otra parte del curso corresponde a cuestiones más instruccionales
vinculadas a los diseños de investigación y las decisiones de diseño en
función de las lógicas antes expuestas que da cuenta de tipos de diseños -de
más a menos estructuración-, optando en este caso por diseño
estructurados con algunos componentes de flexibilidad y ajuste. El esquema
presentado en el libro de Verd y Lozarez (2016) sintetiza de manera muy
ilustrativa donde se sitúa el proceso de enseñanza-aprendizaje de esta parte
de los contenidos de esta asignatura.
136
Imagen 2:
Fuente: Verd y Lozares, 2016
Aquí la dinámica del proceso de investigación se enseña fase a fase y se
aprende a través de la metodología basada en la construcción de un diseño
de proyecto (Sautu et al. 2005) que incluye a lo menos: la identificación de
preguntas de investigación seguida de definición de objetivos, supuestos o
hipótesis de trabajo. Posteriormente se realiza un proceso de identificación
de variables (Salinas 2014) incluyendo la operacionalización de una variable
compleja para luego avanzar en la construcción de un instrumento piloto de
recolección de información y su prueba para ajustes de diseño.
Este diseño se realiza en parejas o de manera individual e incluye una
evaluación de entregas por fases (generalmente dos) que finaliza con la
“prueba de un instrumento”. El instrumento más frecuentemente elegido
por las/os estudiantes son los diseños de encuestas o cuestionarios
electrónicos que aplican a través de formatos en línea disponibles como
Google Forms, seguido de entrevistas semi estructuradas y observaciones
no participantes.
En general se define esta asignatura como un curso de carácter conceptual y
aplicado que busca desarrollar en las/os estudiantes una actitud de
permanente indagación sobre la realidad social, sobre las problemáticas y
los fenómenos sociales que se configuran como objeto de interés del
trabajador social. Esto supone una concepción de trabajo social como
disciplina con capacidad de generar conocimiento mediante la reflexión y
uso de las metodologías de investigación de las ciencias sociales, que se
enseña-aprende desde los ciclos formativos iniciales y queda únicamente
circunscrita a los estudios de postgrado y más concretamente al doctorado,
donde se desarrolla más bien la investigación autónoma con mayores
niveles de complejidad y aporte a la producción del conocimiento.
Se busca por tanto en este curso impulsar y promover competencias
investigativas básicas, dado las características de las/os estudiantes de
primer ingreso y el contexto de aula masiva (más de 60 estudiantes por
137
docente), donde la mayor parte de los procesos pedagógicos recaen en la
figura del docente y el apoyo de una o dos estudiantes de cursos superiores
quienes desarrollan labores de soporte a las lecturas mínimas del curso.
¿Qué se [espera] aprende[r]?
Mirando las encuestas que completan los alumnos al momento de
matricularse en la Universidad se observa que: las/os estudiantes de esta
asignatura esperan mayoritariamente aprender observando y reflexionando
antes de elaborar sus ideas y compartirlas con otros, incluyendo la
posibilidad de hablar directamente con la profesora sobre los contenidos de
la asignatura, lo que denota una preocupación/interés por una enseñanza
más personalizada. Un poco más de un cuarto de las/os alumnas/os no
sabe que esperar de una asignatura de este tipo, y es posible inferir de lo
anterior que no cuentan con referentes para ajustar sus expectativas dado
que son mayoritariamente primera generación de estudiantes universitarios
(Fuente: U-Curso Caracterización estudiantes 2018).
En 2019 y 2020 un tercio de las/los estudiantes esperaba aprender
mayoritariamente con actividades que implicaran analizar, comparar y hacer
preguntas para examinar la información desde diferentes perspectivas. Otro
grupo de estudiantes, con un porcentaje algo menor, esperaba aprender con
actividades que impliquen trabajo en grupo, discusiones y/o experimentos,
seguido de quienes buscaban aprender con actividades que implicaran
ejemplos de aplicación inmediatos (Fuente: U-cursos Caracterización
estudiantes 2019-2020).
En 2021 y 2022 la encuesta de caracterización de las/os estudiantes de
primer ingreso ya no abordaba las expectativas de aprendizaje, sino que,
dado el contexto de pandemia y de las medidas de restricción de la
movilidad, se enfocó en preguntas sobre: conectividad para realizar
actividades académicas, espacio de estudio, desarrollo de actividades
laborales y tiempo dedicado a las labores domésticas o de cuidado (Fuente:
U-cursos Caracterización estudiantes 2021 y 2022). Lo anterior da cuenta
de la relevancia que adquirió el contexto y las condiciones del hogar de
las/os estudiantes en la promoción de los procesos de aprendizaje, lo que
implicó ajustes progresivos en la forma de enseñanza de los contenidos de
esta asignatura. Tomando en cuenta su relevancia y los cambios generados
en el contexto producto de la pandemia, las reflexiones que se desprenden
las desarrollaré en un apartado exclusivo que enfatiza en los cambios
generados en este periodo.
138
Innovaciones y cambios en los procesos de
enseñanza 2017-2019
Inicialmente en este curso se buscaba comprender las bases y lógicas de la
investigación social de carácter deductiva (Hernández et al., 2013), sin
incorporar aun elementos más abductivos o híbridos. Se enfatizaba
igualmente en la formulación de preguntas de investigación, aunque desde
un esquema de diseño más cerrado con énfasis en la identificación de
variables y modelos semi experimentales que controlan algunas de ellas. Se
avanzaba en la identificación de universos de estudio y marcos muestrales
con criterios de representatividad (Salinas 2010), y también se esperaba
diseñar instrumentos de levantamiento de datos con criterios de validez y
confiabilidad.
Hasta 2017 esta asignatura se enseñó con un lenguaje de distinción que
diferenciaba la investigación cuantitativa de la investigación cualitativa, para
luego asumir una perspectiva de enseñanza más centrada en las lógicas de
investigación, para desde allí observar el papel que juega o no la teoría en
las decisiones de diseño, considerando proyectos más estructurados a más
flexibles (Mendizábal 2006, Valles 1999; 2009). El libro de Verd y Lozares
(2016) fue clave para hacer este cambio de foco, y centrarse en los debates
sobre diseños investigativos basados en lógicas hipotético-deductivas,
abductivas e inductivas, aunque predomina en esta asignatura el énfasis en
las dos primeras dado que la profundización de los contenidos de la lógica
inductiva se desarrolla en el curso de Metodología de Investigación III.
Este cambio de lenguaje entre perspectiva cuantitativas (cuan) y cualitativas
(cual) es parte de una de las tensiones/dilemas que se quieren desmontar
cuando se enseña investigación social. Morse (1991) estableció las
abreviaturas “cuan” y “cual” para dirigirse a los métodos cuantitativos y
cualitativos respectivamente, mediante un estado igual de ambos métodos,
sin embargo, muchas veces las personas declaran su preferencia o
inclinación por uno u otro enfoque como si fueran cuestiones dicotómicas,
aspectos encontrados en la investigación desarrollado por Véliz (2021),
quien señala:
la docencia se enfrenta a la dificultad de que en los planes de estudio los
cursos de teoría y los cursos de metodologías, así como los cursos de
metodología cuantitativa y cualitativa, se encuentran separados y no
necesariamente hay una articulación entre ellos (p. 53)
Específicamente, desde el año 2017 se asume en este curso la opción de
pensar en diagramas de flujo acerca de diseños parcialmente mixto de
estatus equivalente y secuencial (Leech y Onwuegbuzie, 2009). Esta es una
139
diferencia importante a lo encontrado por Véliz (2021) en su estudio sobre
formación investigadora en trabajo social.
Un segundo énfasis de este periodo, que supuso también innovaciones
metodológicas fue el proyecto FIDOP de investigación en docencia
universitaria, que valoró el acervo que los estudiantes tienen en su
formación investigativa temprana. Rescatando prácticas y formas de
aprendizaje presentes en su educación secundaria, que incluyen visitas a
laboratorio, el cultivo y la posterior germinación de una semilla de
leguminosa y el desarrollo de estrategias de investigación desde el método
científico basadas en la observación y registro de estos procesos. Un
resumen de los talleres “lo que traemos en las mochilas años 2017 y 2018”
se pueden revisar en estos enlaces: https://youtu.be/dDAWfLm8164
https://youtu.be/5lO1_FZRZB8
Se incorporan además prácticas situadas de recopilación e información
donde las/os estudiantes participan directamente, como la experiencia de
ser encuestado en el Censo 2017, desarrollada por 53 estudiantes quienes
censaron de manera voluntaria e inscribieron sus impresiones
epistemológicas/teóricas en un cuaderno reflexivo (Cornejo et al, 2017). De
este modo se toma en cuenta lo planteado por Scribano et al. (2006)
quienes señalan que una de las principales dificultades de la enseñanza de
las metodologías es la distancia entre lo teórico y lo práctico, planteando
como desafío de la enseñanza “re-crear los vínculos que separan (en nuestra
natural manera de hacer el mundo) lo teórico y lo práctico” (p. 92).
Sobre este ejercicio de articulación teórico/práctica una estudiante
comentó:
“Mi experiencia en el censo, fue en un bloc de departamentos de cuatro
pisos, que quedaba a una cuadra de mi residencia, a pesar de que me sentía
ansiosa, porque no sabía cómo me trataría la gente, tuve una muy buena
recepción por parte de las familias, todos me hicieron pasar a sus casas, y
la mayoría me ofreció desde baño, fruta, leche, hasta almuerzo, solo hubo
una persona en especial, que aunque me permitió censarlo, cuestionó todo
el proceso, preguntando cual era el fin del censo, a lo que le expliqué que
se hacía con fines estadísticos, para saber el número de la población y
como estaban evolucionando las tasas de natalidad y mortalidad, luego
contra atacó preguntando ¿para que servían las preguntas sobre el trabajo?
A lo que le expliqué que sin esos datos no se sabría el porcentaje de
cesantía, por lo que no sabrían que políticas públicas podrían crear para
mejorar eso. Si bien solo se quedó callado al final de la encuesta, creo que
logré explicarle mejor el objetivo de esta investigación” (estudiante de
primer año, registro subido a u-cursos 21 de abril de 2017).
140
En 2018 el Movimiento de Mayo Feminista impactó también la docencia
universitaria y las prácticas de enseñanza. Uno de los acuerdos de estas
movilizaciones estudiantiles en la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO)
fue la necesidad de incorporar en los programas de curso una mayor
cantidad de bibliografía obligatoria escrita por personas de género femenino
o disidencias sexuales, esto hoy se expresa en el compromiso de la FACSO
con el sello de igualdad de género. Se sugiere la existencia de paridad de
género entre las autorías, pero atendiendo a que los campos de
conocimiento tienen desarrollos desiguales.
Post Mayo Feminista se incorporan a esta asignatura bibliografías mínimas
de autoras como: María de los Ángeles Cea D’ Ancona (1998), con los
primeros dos capítulos de su manual de metodología de investigación
donde se revisan en detalle los trabajos de autores clásicos como Durkheim
y Weber y por lo mismo sus visiones quedan contenidas en este debate.
También se agregan textos de Karina Batthyány y Mariana Cabrera (2011)
que se suma al manual metodológico de Ruth Sautu et. al (2005) sugerido
desde el inicio de este curso, a partir de la tradición ya anunciada por Valles
(1999, 2009) de formarse en metodología a través de manuales (Denzin y
Lincoln 2014 [1994], Rubilar 2015) y apéndices (Wrigt Mills, 1968). Además
de autoras mujeres, se incorporan textos disciplinares de trabajo social en
temas metodológicos como trabajos propios (Rubilar 1999) que no había
sido incorporado explícitamente en las versiones anteriores del programa.
El trabajo de Cea D´Ancona (1998) y Rubilar (1999) también forma parte
de las bibliografías mínimas de los programas de las escuelas de trabajo
social que Véliz (2021) analizó en su investigación doctoral.
Incorporar trabajos propios como parte de los textos a evaluar en el control
bibliográfico de esta asignatura no era algo extendido en mi práctica
docente ya que este era un texto que dejaba como material complementario
junto a otra bibliografía de interés para continuar profundizando (ÁlvarezUría y Parra 2014). Desde 2019 se invierte esta relación en atención a los
acuerdos post Mayo Feminista y lo encontrado por Véliz (2021). Así el
texto propio (Rubilar, 1999) comienza a ser considerado como un material
obligatorio de la asignatura y parte activa de la evaluación del curso.
La tercera innovación metodológica clave de este período fue la
incorporación de bibliografía obligatoria en formato de audio libro. Esto se
realizó por primera vez en 2017 con tres textos que formaban parte de los
materiales del control de lectura dada las adaptaciones y ajustes
metodológicos del ingreso a la carrera de un estudiante con baja visión. Los
audios de tres textos obligatorios (Durkheim, 1997[1895]; Wrigt Mills, 1968
y Corbetta, 2007) fueron grabados en formato MP3 y se dejaron
disponibles para todos los estudiantes en la plataforma de apoyo a la
141
docencia no presencial. Poco tiempo después estos audios tenían un
numero de descargas casi equivalente al 80% de los inscritos en la
asignatura, descubriendo que eran “escuchados” por las/os estudiantes
durante sus tiempos de transporte, llegando a reemplazar en algunos casos
la lectura.
De esta forma se comprende tempranamente que las adaptaciones
metodológicas realizadas para estudiantes con necesidades especiales son
también adaptaciones universales que pueden ser usadas por otros, de ahí
la promoción del acceso universal a los textos de audio. En 2018 se
incorpora un cuarto texto en formato audio libro y en 2019 se reemplazan
los textos clásicos de Durkheim y Wrigth Mills por las referencias señaladas
en el párrafo anterior.
Las movilizaciones estudiantiles de mayo 2018 y las que siguieron en 2019
también implicaron cambios en la forma de enseñar-aprender y evaluar esta
asignatura. En total la asignatura tenía cuatro evaluaciones: un control de
lectura individual y el diseño de proyectos, que las parejas de estudiantes
entregaban en tres fases de frecuencia mensual, las que eran revisadas y
retroalimentadas antes de la entrega siguiente. Los ajustes en los calendarios
académicos producto de los paros y movilizaciones fusionaron entregas,
quedando esta asignatura con una evaluación menos ya que el diseño se
acota a dos entregas.
Ajustes metodológicos: transiciones y transformaciones en el
periodo de pandemia 2020-2022
En el primer semestre de 2020 una pandemia sin precedentes producto del
covid-19, mantuvo a la mayor parte de los habitantes del país en periodos
prolongados de cuarentena total, que incluyó hasta 14 semanas de
confinamiento en algunas comunas, incluyendo la zona donde se ubica la
sede de Trabajo Social de la Universidad de Chile. Esta medida de cuidado
sanitario implicó el cierre de la totalidad de los establecimientos educativos,
incluyendo todos los niveles, desde la educación primaria hasta la
formación universitaria.
La formación se traslada progresivamente a modalidades de enseñanza
remota. En el caso de la Universidad de Chile se contaba previamente con
una plataforma de apoyo a la docencia no presencial que funcionaba con
mejoras progresivas desde hace más de una década (U-cursos). Esto
permitió montar en un periodo relativamente breve una estructura básica de
repositorio de materiales asincrónicos (textos, videos de clases grabadas,
tutoriales, guías), sin embargo, las clases no se iniciaron hasta ocho semanas
después de decretado el cierre de las dependencias, dado que el principal
142
obstáculo a enfrentar fueron los problemas de conectividad del
estudiantado.
A continuación, detallo las condiciones iniciales del contexto de la docencia
y explicito los ajustes para el inicio del quehacer académico en tiempos de
covid-19.
Para facilitar la conectividad de las/los estudiantes la Facultad entregó
algunas tablet y chip de internet a las personas que presentaban mayores
problemas en tal sentido, aun así, el proceso de traspaso de docencia
presencial a virtual fue lento y tardó bastante debido a las dificultades de
transporte y comunicación de medios para este fin, y presentó
intermitencias a lo largo de todo el periodo de pandemia, que se alargó más
allá de los pronósticos iniciales. Por eso la evaluación de la docencia y las
encuestas de caracterización de las/ls estudiantes nuevos, han reiterado en
estos temas en los años siguientes al inicio de la pandemia indagando y
monitoreando las condiciones de conectividad del estudiantado.
En paralelo las/os académicos se adaptaban lo más rápido posible a este
nuevo escenario (Rubilar et al. 2021). De manera concreta tuve que
contratar internet en mi hogar y aprender a editar y grabar videos que subí
inicialmente como material asincrónico. A las pocas semanas de iniciadas
las clases, la interacción se vuelve más sincrónica y creé un canal de
YouTube para subir los videos, ya que en ese formato las/os estudiantes
podían acceder a las clases sin necesidad de descargarlas y podían revisar
sus contenidos con recursos de internet limitados. A la fecha este canal
alberga más de un centenar de videos de clases, donde un tercio de ellas
corresponden a las clases desarrolladas en el marco de la asignatura de
Metodología de Investigación I entre los años 2020 a 2022.
Las horas de docencia de esta asignatura se ajustaron a las indicaciones
propuestas por la Universidad para este tiempo de excepcionalidad.
Concretamente se redujo la sesión de clase expositiva de los contenidos a
un máximo de 60 minutos/semanales, se entregó material complementario
en enlaces de videos y se generó material audiovisual que se las/os
estudiantes pudieran revisar de manera asincrónica.
Entre las innovaciones desarrolladas tempranamente se detallan las
siguientes:
Inicialmente se observa que estos materiales complementarios del curso
abordaron cuestiones de investigación asociadas con la pandemia, el
desarrollo de vacunas y las investigaciones sobre la enfermedad, incluyendo
los debates sobre pandemia/sindemia. Progresivamente estos contenidos y
143
recursos pedagógicos fueron ajustados y se redujeron en número producto
de las observaciones de las/os propios estudiantes. Progresivamente, desde
2021 han ido avanzando hacia temáticas de ciencia abierta y divulgación de
la investigación, aspecto que ha significado un cambio en la forma de
pensar la producción de conocimiento en investigación y sus formas de
enseñanza, siendo parte actualmente del grupo CLACSO de Ciencia
Abierta.
Esta primera innovación se desarrolló con el propósito de mantener la
atención de las/os estudiantes en el periodo en que permanecían
confinados/as, con el fin de dar una impronta actual al proceso de
enseñanza, usando ejemplos y casos reales y así privilegiar un mayor
aprendizaje en el estudiantado. Esto en base a la experiencia de impartir una
clase no presencial, con estudiantes que pasaban la mayor parte de esa hora
docente con cámara y micrófonos apagados.
Para motivar la implicación de las/os estudiantes en las sesiones sincrónicas
y no esperar sólo la visualización de los materiales publicados, se idearon
algunos recursos pedagógicos que permitiera conocer a quienes ingresaban
por primera vez a la universidad, y favorecer el tránsito en este tiempo de
excepcionalidad con cuarentenas casi totales.
De allí surge una segunda innovación que denominé: “La previa”, en una
clara alusión al espacio de tiempo que se genera a lo que acontece antes del
inicio de cada clase sincrónica. Esta instancia se desarrolló durante los años
2020 y 2021 en el cuarto de hora anterior al inicio de cada clase. De este
modo se da inicio a la sesión de zoom con quince minutos de antelación y
mientras las/os estudiantes se van conectando y se ajustan los sistemas de
audio o se reinician/actualizan los programas, se desarrolla una
conversación informal que invita a: tomarse un café/té para despertar, se
comentan situaciones del acontecer nacional y político y se intercambian
puntos de vista sobre la pandemia. Este tiempo de conversación que ocurre
a primera hora de la mañana reemplaza a lo que tradicionalmente ocurría
cuando finaliza una clase presencial, y las/los estudiante se acerca hasta
el/la profesor/a para consultar acerca de la materia, responder dudas o
plantear algún tipo de requerimiento.
La tercera innovación fueron las “performances”, que corresponden a
caracterizaciones o usos de objetos para ilustrar temas que expliquen mejor
algunos de los contenidos de esta asignatura, y mantener la atención de
las/os estudiantes mientras en sus lugares de cuarentena se desarrollaban
otras actividades en paralelo. Esto implicó usar recursos para caracterizarse
como: científico como delantal blanco, impermeable y lupa para Sherlock
Holmes, gafas de sol y paraguas para explicar nociones como paradigmas
144
de investigación. Algunas de estas propuestas fueron adaptadas de un video
realizado en 2017 junto con Zapara y Ramírez para mujeres en ciencias
https://youtu.be/ND1DpwCHW4g pero que en contexto de pandemia
fueron adquiriendo mayor fuerza. Si bien, mi hijo –quien comparte
edad/generación con las/los estudiantes- indicaba con algo de pudor:
“mamá ¡por favor no te disfraces!”, estos recursos pedagógicos fueron
acogidos de manera favorable en la evaluación de fin de curso lo que queda
reflejado además en algunos “memes” que circularon entre los estudiantes.
Las siguientes imágenes muestran el uso de estos usando recursos como
hipérboles de procesos de enseñanza-aprendizaje que son exagerados de
manera intencional.
Imagen 3
Fuente: meme de whatsapp, curso
2020
Fuente: ilustración realizada por
Fabián Peña, 2021
Fuente:
https://www.dailyleader.com/20
23/01/02/2023-public-domaindebuts-include-last-sherlockholmes-work/
145
¿Cómo valoraron las/los estudiantes estos ajustes Metodológicos?
Aspectos Positivos:
-comunicación fluida
-buena explicación de contenidos
-comprometido con el horario
para mejorar:
-mucha materia en poco tiempo.
-más comunicación con les ayudantes.
-más sesión de preguntas.
Hay gran disposición por parte del equipo docente. Hacen uso de
todas las plataformas disponibles para mejorar el desarrollo del
curso. Además, están atentas a la plataforma de U-Cursos y correos.
Lo que me complica es que como el ramo es nuevo para muchos
que venimos saliendo de enseñanza media, los contenidos son
bastante “abstractos” aun. Sería conveniente que la profesora
realizara una explicación de los proyectos de investigación mucha
más básica y esquematizada.
La actitud de la profesora ante el curso y el formato fue muy buena,
la variación en las evaluaciones junto con su corrección también lo
fue, además de la disminución de la carga académica que ayudó
mucho en la comprensión de la materia. Negativamente sólo puedo
destacar la dificultad en la realización de la segunda evaluación, que
se ve dificultada por la situación de contingencia actual
Fuente: Encuesta de retroalimentación a la docencia virtual,
desde 29/06/20 hasta 24/07/20
Finalmente, los ajustes en el calendario académico y las orientaciones
emanadas por la dirección de pregrado de la Universidad hicieron que este
curso pasara a tener sólo dos evaluaciones con tiempos y modalidades muy
distintas a las generaciones que le preceden. La innovación en el sistema de
evaluación implicó que para aprobar el curso los estudiantes de los años
2020 debían realizar: un control de lectura comentado en el plazo de una
semana y un diseño de proyecto que se entrega al final del semestre con
todas las etapas o fases contempladas en los cursos anteriores, ya que esta
se desarrolla en un espacio fuera del horario de clase, con tiempo y acceso a
material de consulta de libre disposición. Se siguen trabajando en talleres,
pero sin evaluación o feedback docente que implique una calificación con el
fin de no recargar de trabajo adicional realizado en este periodo.
En síntesis, en el periodo de clases no presenciales (año 2020 y 2021) se
redujo el tiempo semanal de clases sincrónicas, el número de semanas de
clases y la cantidad de evaluaciones, al mismo tiempo que se desarrollaron
mecanismos y recursos de apoyo para potenciar la conectividad de las/os
146
alumnos y el porcentaje asistencia a las sesiones de clase sincrónica con un
porcentaje superior al 50% del estudiantado, alcanzando su nivel más alto el
29 de julio de 2020 (80% de conexión) y el 14 de abril de 2021 (91% de
conexión) en cada curso. Se observa que en general la conectividad como
un proxi de asistencia es más alta y constante en el curso 2021 que en 2020.
Durante el año 2022, la asignatura de Metodología de Investigación
experimentó una transición importante pasando de un formato no
presencial sincrónico a uno híbrido también sincrónico. En las primeras
sesiones de clases presenciales se contó con asistencia masiva en sala de
más del 75% de las/os estudiantes inscritos, mientras que un 20% optó por
la conexión virtual. La asistencia presencial bajó porcentualmente tras una
toma del campus de ocho semanas, y el aumento de casos de contagios
producto de la llegada del invierno, pero en general predominó una mayor
concurrencia del estudiantado a la clase en vivo versus la posibilidad de
conectarse remotamente 60/40, opción que se mantuvo durante todo el
semestre. En este periodo de ajuste, algunas de las innovaciones anteriores
quedaron en la práctica docente, como por ejemplo, las innovaciones en el
sistema de evaluación, el uso material complementario y los recursos
lúdicos para explicar ciertos contenidos. La siguiente imagen corresponde a
la sesión de paradigmas de investigación realizada en aula híbrida con las/os
estudiantes de primer año 2022, tres semanas después de haber retomado
las clases de manera presencial.
Imagen 4: Paradigmas en disputa ¿Quién con quién?
Fuente: Clase metodología de investigación, 5 abril 2022
147
Durante el año 2022 se realiza el doble de horas de clases en comparación
con el periodo 2021 y se retoman los espacios de “ayudantía”, estos últimos
al inicio en forma no presencial y luego de manera presencial bajo la
premisa de trabajo en taller, o espacio de retroalimentación de los diseños
desarrollados por las/os estudiantes.
Al cierre: reflexiones en torno al oficio de investigar en trabajo
social y lo que está por venir
La reflexión y la revisión de las formas de enseñanza de la investigación
constituyen un campo necesario de investigación y estudio en docencia
universitaria. La pandemia por covid-19 y sus variantes SARS-Cov-2
implicaron cambios y transformaciones significativas en la forma de
concebir y desarrollar la docencia y los procesos formativos en todos los
niveles de la educación.
Entre los años 2020 y 2021, producto de las medidas de confinamiento y
cuidado, la mayor parte de la docencia de educación superior fue impartida
en forma no presencial usando distintas plataformas tecnológicas de apoyo,
así como recursos pedagógicos para impartir los contenidos de cada
asignatura. Los cursos de metodología de investigación no fueron la
excepción, y si bien en la web es posible acceder a excelentes cursos en
línea con tales fines, en el caso de este escrito analizo el proceso de ajuste y
transformación de un curso de metodología de investigación de primer año
de trabajo social a las condiciones impuestas por el contexto de pandemia.
En este periodo, se realizan tres innovaciones educativas orientadas a
favorecer los procesos de enseñanza de investigación en general y se
reducen las horas lectivas y los contenidos a evaluar. Esto último puede
suponer una baja en los niveles de exigencia para aprobar la asignatura y un
cambio en la escala de evaluación, que permitió a los estudiantes del año
2020 tener en promedio 0.5 puntos más en sus evaluaciones, tendencia que
decrece y se ajusta en 2021 al promedio de los años previos a la pandemia.
¿Qué aprendieron? o ¿Qué dejaron de aprender las/os estudiantes en ese
periodo? Es una interrogante que permanece sin respuesta a la fecha y que
posiblemente se pueda retomar en este año en curso, cuando estos
alumnos/as tomen el curso de Metodología de Investigación Social II.
¿Es necesaria la labor docente para promover aprendizajes de estos
contenidos? ¿Qué aspectos se mantienen y cuales se resignifican? Son otras
interrogantes más complejas que surgen de este análisis e invitan a
reflexionar acerca del rol de la docencia en procesos enseñanza universitaria
en contextos de transformación, con especial énfasis en los cambios que ha
experimentado la enseñanza universitaria en temas como: perfil del
148
estudiantado, brecha digital, caducidad de los contenidos, ciencia abierta,
entre otros.
Investigar y enseñar acerca de lo cual se es ineludiblemente parte, ha sido la
consigna que he seguido en la última década de mi quehacer académico,
perfilando de este modo una línea de investigación que reconstruye
trayectorias de investigadoras sociales y avanza en los debates sobre
producción de conocimiento disciplinar. Lo que también incluye una
reflexión activa sobre formación investigativa, maestros/discípulos y mapas
del conocimiento (Moller, 2019) analizando los procesos de mentoría,
diálogo intelectual, y los roles adscritos a la figura de un docente que sabe o
modula y estudiantes que aprenden o resignifican la forma de producir
saberes. En la actualidad, los debates sobre el rol de las/os docentes en los
procesos de enseñanza/aprendizaje se encuentran tensionados y
dinamizados por una serie de dispositivos y recursos pedagógicos al que
las/los estudiantes pueden acceder de manera directa sin muchas
intermediaciones. De hecho los contenidos de una asignatura como esta
están constantemente insumados por YouTuber que hacen videos en
formato casi profesional en Instagram (@terepaneque), por divulgadores de
ciencia que muestran sus trabajos en distintas plataformas (Gabriela
Jorquera Rojas en Naukas https://www.youtube.com/watch?v=9YYgKzmwc4) incluyendo podcast que se escuchan en Spotify (La ciencia Pop
de Gabriel León
https://open.spotify.com/show/5WuaHQehFw2Gq2dpIqSw43?si=401a3a
88cf17474a).
En un curso como el que analizamos en este capítulo estoy constantemente
invitando a las/os estudiantes a profundizar en sus aprendizajes, ir más allá,
identificar lecturas, videos, películas y materiales que conecten mejor con
sus motivaciones y promuevan procesos de aprendizaje de la ciencia y la
investigación. En este sentido estamos convencidos que varias de las
innovaciones generadas en el contexto de pandemia quedarán incorporadas
en las prácticas docentes de esta asignatura, tal como ocurrió con las
innovaciones que precedieron en los años 2017-2019. Todas ellas tienen
como propósito adaptarse a las transformaciones del entorno, promover
procesos autónomos de actualización e instalar el interés por la
investigación, así como el disfrute que observamos ante el conocimiento
producido. Las metáforas en torno al oficio de investigación como viaje
(Kvale) o taller artesanal (Wright Mills, 1968) son especialmente pertinentes
para esta reflexión que usando la frase del chef Gusteau “cualquiera puede
cocinar” invita a que cualquier estudiante, independiente de su procedencia
educacional, trayectoria escolar previa y derroteros seguidos en sus viajes
previo pueda recorrer los caminos de la investigación y hacer de esta su
pasión y oficio, desarrollando sus capacidades y potencialidades en este
149
ámbito. Esa fue al menos la interpretación de esta frase que hizo Anton
Egon al final de la película Ratatouille (Brad, 2007) y que nosotros
seguimos repitiendo de cara a los tiempos que están por venir.
Agradecimientos
Este capítulo ha sido desarrollado en el marco del proyecto
ANID/CONICYT/FONDECYT 1190257 Estudio longitudinal de
Trayectorias y transiciones investigativas de Trabajo Sociales chilenos, se
agradecen los apoyos brindados por esta agencia para la realización de este
capítulo. También se ha contado con los insumos en perspectiva
longitudinal del proyecto Estudio longitudinal de desarrollo de
competencias para la investigación en estudiantes de Trabajo Social Fondo
de Investigación de la Docencia Pregrado FIDOP UCH1555-FIDOP 201617 y los aportes del proyecto ANID/CONICYT/FONDECYT 1230605
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152
Formación en metodología cuantitativa en trabajo
social desde la perspectiva crítica: reflexiones desde la
docencia en pandemia
Carlos Andrade Guzmán
Introducción
La formación en trabajo social se encadena con su sentido puesto en la idea
de transformación social. En este sentido, si revisitamos la definición global
de la disciplina que hoy presenta la Federación Internacional de
Trabajadores Sociales, volvemos a la idea de que “el trabajo social es una
profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el
cambio y el desarrollo social, la cohesión social y el empoderamiento y la
liberación de las personas” (Federación Internacional de Trabajadores
Sociales, 2022). En otros términos, quienes transitamos desde el trabajo
social en la docencia, adherimos – o a lo menos, debiésemos tender – a una
comprensión de una docencia y una didáctica que ponga el acento, por un
lado, en la idea de mediano y largo plazo, dado por el formar para la
transformación social, y por otro, desde un sentido de corto plazo, dado
por reflexivamente revisitar de manera crítica nuestra forma de promover el
aprendizaje al interior y fuera del aula, en pos de contribuir al desarrollo de
quienes se están formando. Ello es particularmente crucial cuando se busca
promover el desarrollo de habilidades y competencias para la generación de
conocimiento disciplinar desde una perspectiva crítica.
De una u otra forma, lo anterior implica llevar adelante una didáctica que
reconozca de manera constante los principios de la disciplina (Rao et al.,
2021) y, a su vez, la idea de que producir conocimiento desde el trabajo
social tiene, tal vez, como un elemento diferenciador respecto de otras áreas
del saber, un interés no únicamente dado en “conocer por conocer”. En
torno a ello, si retomamos dos preguntas básicas: “¿qué se investiga en
Trabajo Social?” y “¿cómo se investiga?”, muy posiblemente, las respuestas
no difieran sustantivamente de lo que se respondería en otras áreas
disciplinares. Así, por ejemplo, generar conocimiento en torno a fenómenos
como la pobreza o el racismo podrían mencionarse como objetos de
estudio a los que se aproxima el trabajo social. Asimismo, la utilización de
diversas metodologías para producir conocimiento (Núcleo Estudios
Interdisciplinarios en Trabajo Social, 2021) estarían presentes en la
investigación que se lleva adelante por quienes nos aproximamos desde esta
área disciplinar. Ahora bien, decir que la pobreza o el racismo – así como
153
tantos otros focos de estudio son privativos del trabajo social, estaría muy
lejos de ser plausible. Lo mismo en relación con las diferentes
metodologías. No obstante, si agregamos la pregunta sobre el “¿para qué se
investiga desde el Trabajo Social?”, en diálogo con la definición global hoy
día vigente, la respuesta remite al sentido puesto en la búsqueda de la
transformación. Dicho de otro modo, el trabajo social como disciplina
incorpora la investigación en el desarrollo de su actuación en pos de
contribuir al cambio social (Teater y Hannan, 2021)
En este sentido, la formación de futuras/futuros trabajadoras/trabajadores
sociales en metodologías de investigación debiese encontrarse en
consonancia con ello. No obstante, esto puede verse tensionado cuando, en
términos generales, muchas veces quienes entran a estudiar trabajo social se
sienten menos motivadas/os por aprender herramientas para lo que
tradicionalmente se comprende por investigación (Gredig y BartelsenRaemy, 2018) -en el sentido de generar estudios únicamente centrados en
conocer, muchas veces sin un sentido puesto en la búsqueda de la
transformación social-, que por el aprender herramientas para la
intervención. Ello, volviéndose más crítico cuando las herramientas de
investigación que se deben aprender dados los planes curriculares de
estudio, son las cuantitativas, las cuales, incluso, pueden llegar a generar
rechazo en las/los estudiantes, quienes pueden haber elegido la carrera bajo
la influencia del deseo de no volver a ver en su trayectoria formativa nada
vinculado con las matemáticas (Calderwood, 2012).
Es dentro de este marco que me sitúo en este capítulo. Ello, recogiendo
una parte de mi historia en la docencia disciplinar desde una perspectiva
auto etnográfica que comprendo como “un acercamiento a la investigación
y a la escritura, que busca describir y analizar sistemáticamente la
experiencia personal” (Ellis et al., 2019, p. 17). En este marco, revisito
reflexiva y críticamente mi experiencia en docencia en escuelas de trabajo
social de Santiago de Chile en universidades tanto públicas como privadas,
en las cuales he buscado contribuir a la formación de estudiantes en las
asignaturas de estadísticas; análisis de datos cuantitativos, y métodos y
metodologías de investigación, entre otras. Asimismo, pese a focalizar la
reflexión en este capítulo en la formación en metodología cuantitativa,
comparto que la docencia en la que me he involucrado con estudiantes de
la disciplina ha estado igualmente dada por la formación en métodos y
técnicas de investigación cualitativa y por la enseñanza de políticas sociales
y otros cursos centrados en el diseño y gestión de intervenciones. Ello es
relevante dado que en estos cursos también he implementado metodologías
docentes que igualmente han aportado a los cursos que he desarrollado
desde una perspectiva más bien centrada en la metodología de la
investigación. Al respecto, señalo que este rol docente en mis años
154
compartiendo conocimientos, lo he concebido de forma permanente desde
una perspectiva de “facilitador de conocimiento” (Casasola W, 2020, p. 44),
y desde un reconocimiento de la importancia de un aprendizaje circular,
esto es, en permanente lógica de enseñanza-aprendizaje estudiantesdocente-estudiantes.
Dicho lo anterior, en este capítulo me propongo compartir algunas
reflexiones en torno a la pregunta sobre qué desafíos e innovaciones he
debido llevar adelante en el contexto de pandemia para formar en
metodología de la investigación cuantitativa. Dejo en claro que en este
capítulo no me centraré en los desafíos, más bien de orden transversal que
han debido llevarse adelante en el contexto de pandemia como, por
ejemplo, enfrentar la necesidad de incorporar herramientas de
alfabetización digital para la docencia universitaria o la priorización de
contenidos que han debido trabajarse en pandemia. Sin embargo, pondré el
acento en aquellos elementos específicos que he visibilizado en el ejercicio
docente en este período. Ello, con miras a compartir algunas experiencias
que, siempre comprendiendo el alcance situado de mi propio testimonio,
puedan aportar a la formación en general en carreras de trabajo social.
Algunas reflexiones en torno a metodologías
y paradigmas de investigación
La idea de qué comprender por metodologías en tanto categoría
conceptual, no se encuentra del todo resuelta. Marradi et al., (2010),
recupera cómo estás son posibles de ser comprendidas en tanto disciplinas
normativas. Ello, dado que cada una de las diversas existentes entregarían
“indicaciones acerca de lo que es oportuno hacer en cada situación
específica” (p. 35) vinculada con la producción de conocimiento.
Yo las comparto de manera similar. No obstante, reconozco que las
diversas metodologías deben ser abordadas de manera flexible y no
ortodoxas. En otros términos, las formas de hacer han ido variando,
flexibilizándose, mas no por eso, han perdido su rigor. Ejemplo de ello es el
hecho de que previo a la época de la informatización y el desarrollo de las
comunicaciones, producir conocimiento en base a encuestas o entrevistas
semiestructuradas de manera presencial ocupaba un lugar privilegiado, lo
cual, claramente hoy día ha cambiado, dando espacio a diversas formas
virtuales de producir conocimiento, por ejemplo, utilizando estas mismas
estrategias. Ello, buscando -y, a mi juicio, debiendo hacerlo- resguardar en
todo momento aspectos de calidad.
Con todo, tiende a ser común que cuando hablamos de metodologías, nos
refiramos a las formas de llevar adelante la producción de conocimiento,
155
reconociendo en ellas, métodos que apoyan esta tarea (Herrera, 2016).
Dentro de este marco, estoy de acuerdo con Sautu (2007) en el que “la
metodología se apoya sobre los paradigmas” (p. 34). No obstante,
comprendo, a su vez, a las metodologías como una dimensión sobre la cual
analizar los paradigmas que marcan nuestras posiciones al llevar adelante
procesos de generación de conocimiento. En este sentido, en diálogo con
Guba y Lincoln (1998), adhiero a la comprensión de que la idea de
paradigma de investigación refiere a un sistema de creencias y miradas del
mundo que orienta a la persona que investiga, no solo en términos de
metodología, sino que también en términos epistemológicos y axiológicos.
En este sentido, este punto a mi entender es clave, dado que la dimensión
epistemológica refiere a cómo quien investiga se vincula con aquello que
investiga. Desde acá, entonces, al menos para mí, quienes nos situamos
desde una comprensión de un trabajo social transformativo,
epistemológicamente, nos vinculamos con aquello que investigamos en aras
de contribuir a la transformación social. En este sentido, retomamos la idea
de un trabajo social crítico y de una producción de conocimiento situado
desde un paradigma igualmente crítico.
Pese a lo anterior, tal vez de forma paradójica, es que se ha tendido a
reproducir el hecho de que cuando se busca generar conocimiento
declarativamente adhiriendo a una perspectiva crítica, con frecuencia lo
cuantitativo quede relegado. En otros términos, esto equivaldría a decir,
equivocadamente desde mi perspectiva, que lo cuantitativo no puede ser
crítico. Ello, a mi entender, apoyado por la comprensión dualista entre
sujeto-objeto que ha promovido el positivismo y en la que sería esperable
que quien produce conocimiento, lo haga dejando a un lado sus valores y
visiones (Guba y Lincoln, 1998; Pérez, 1994). En este punto es donde en la
docencia en trabajo social, reconozco un aspecto que dificulta incentivar el
interés por la metodología cuantitativa: el supuesto hecho de que en lo
cuantitativo debiese haber una ausencia de nuestros valores o, a lo menos,
no debiésemos estar tan en sintonía con ellos en favor de generar un
conocimiento “objetivo”. Esto, desde una comprensión, a mi entender,
reducida, contribuiría a cerrar las puertas para ver que lo cuantitativo puede
ir de la mano con una producción de conocimiento disciplinar crítica que
busca la transformación social.
Dialogando con el hecho de que las metodologías, independientemente de
ser cuantitativas o no, pueden ser utilizadas desde cualquier paradigma
(Guba y Lincoln, 1994). Esto es, desde una perspectiva epistemológica,
podemos utilizar la metodología cuantitativa desde un posicionamiento
profundamente crítico y comprometido en clave militante con la
transformación social (Pérez, 1994). Ello, siendo equivalente a que, desde
una vereda declarativamente cualitativa, sea igualmente posible llevar
156
adelante una investigación que, enmarcándose en el trabajo social, en la
búsqueda de objetividad en los hallazgos, reproduzca una relación dual
entre quien investiga y lo que investiga.
Estas reflexiones en torno a metodologías y paradigmas que me han
acompañado en mis años de docencia nutren algunos de los elementos que
desarrollo en las siguientes páginas. Ello, buscando compartir algunas
reflexiones que he generado a lo largo de mi carrera en torno al ejercicio
docente en metodología cuantitativa y, principalmente, en términos de los
desafíos con los que me he encontrado a la hora de contribuir a la
formación los que, de manera importante, en muchos casos, se han visto
agravados producto de la crisis sociosanitaria.
Desafíos, transformaciones e innovaciones
A continuación, presento algunos desafíos y derivadas innovaciones
didácticas vinculadas a mi ejercicio docente en pandemia. En este sentido,
reconociendo a la didáctica, en general, como el oficio de contribuir a la
formación de otras/otros, en específico, comprendo la didáctica
universitaria como una particularmente centrada en el diseño de estrategias
que promuevan la incorporación de herramientas, habilidades y
competencias, “en relación con la significatividad de los aprendizajes de los
futuros profesionales” (Diaz, 2001, en Casasola, 2020, p.45). En este marco,
un primer desafío con el que he transitado desde que he asumido cursos de
metodología cuantitativa con estudiantes de trabajo social y que pareciera
haberse agravado producto de la pandemia, es el enfrentar la baja
motivación con la que, en términos generales, las/los estudiantes de trabajo
social tienden a llegar a un curso asociado a lo cuantitativo.
En este marco, una primera innovación que he implementado en clases
(presenciales y virtuales), ha sido dejar la primera sesión, menos para el
abordaje de todo lo que pueda encontrarse asociado a los números
propiamente tal, y más para el que las/los estudiantes se acerquen a una
experiencia más bien lúdica en relación con lo que será abordado durante el
semestre. En esta línea, en la primera clase, luego de presentarnos y dar
cuenta de porqué transitamos por el Trabajo Social, es presentarles a las/los
estudiantes una serie de imágenes en una suerte de “escala de emociones”
con las que llegamos al curso con apellido de cuantitativo. No siendo
exactamente igual, la idea ha sido presentarles algo más o menos así:
157
Figura 1: “Escala de emociones: ¿cómo sientes que llegas al curso de
Metodología de la Investigación Cuantitativa”
1
2
3
4
5
Fuente: elaboración propia2
En clases, en sala o virtual, la presentación de este tipo de imágenes,
primeramente, tiende a generar risa. En el mundo de lo virtual, ello se ha
presentado también en función de las “reacciones” que se puedan
transmitir a través de plataformas como Teams o similares. Asimismo, las
risas se han manifestado en los chats de clases. Luego de romper el hielo,
he invitado a que las/los estudiantes compartan libremente: ¿con qué
imagen se identifican hoy y por qué? Lo anterior, ha posibilitado que
comiencen a hablar de sus expectativas en relación con el aprendizaje de la
metodología cuantitativa. En su gran mayoría, las/los estudiantes se han
identificado con las imágenes 1 y 2 más asociadas a la “no motivación”. Por
ejemplo, han compartido sus razones en torno a que sería “difícil aprender
todo lo que tenga que ver con números”. Luego de ello, y de invitar a que,
reconociendo esta primera disposición presente en la sesión inicial,
seguramente vinculada con experiencias previas, vayamos viendo cómo nos
sentimos con la metodología cuantitativa y su aprendizaje a lo largo del
curso, hemos dado paso a reflexionar sobre contenidos cruciales. Por
ejemplo, la idea de los paradigmas de investigación como sistemas de
creencias y posicionamientos de parte de quien produce conocimiento y la
función de la metodología cuantitativa en el trabajo social crítico y sus
posibilidades. En esta línea, relevando, sin acabar los espacios de reflexión,
hemos abordado tres grandes áreas: 1) la comprensión y el alcance
cuantitativo de fenómenos sociales, 2) el generar conocimiento en materia
de intervención social (por ejemplo, para el diseño de intervenciones, para
la evaluación ex dure o la evaluación ex post) y, 3) para la incidencia
política. En este punto, relevando el poder que tienen los números a la hora
Agradezco profundamente a América Rodríguez Aguilera por compartir su cuenta
premium de “Freepick” para facilitar las imágenes que se han puesto en la escala.
2
158
de transmitir hallazgos y mensajes, más un en un contexto de crisis
sociosanitaria como la que hemos vivido producto del covid-19.
Otro desafío y, posiblemente, uno de los más importantes, ha sido, en
diálogo con mis reflexiones sobre paradigmas y metodología, el poder
avanzar hacia que las/los estudiantes puedan visibilizar las posibilidades que
tiene el uso de la metodología de la investigación cuantitativa en la
producción de conocimiento en trabajo social desde una perspectiva crítica.
Ello, que no necesariamente se remite al contexto de pandemia, pero que
considero ha sido agravado por ella dadas las dificultades que implica el
desarrollo de la docencia virtual ampliamente conocidas. Por lo que este es
un elemento que requiere ser abordado de forma permanente.
En este contexto, una innovación didáctica ha sido abrir la posibilidad de
que las/los estudiantes exploren temáticas en torno a que producir
conocimiento disciplinar y con las cuáles se sienten motivadas/motivados.
Reconstruyendo históricamente mi ejercicio docente, en los primeros años,
entregaba al inicio de cada curso, un set de temáticas en las cuales las/los
estudiantes podían llevar adelante procesos de investigación. Por ejemplo,
en temáticas de pobreza o niñez, entre otros. Reconociendo que estos
temas siguen siendo fenómenos sociales vigentes en la reflexión disciplinar,
he dejado libres las temáticas en las cuales las/los estudiantes, puedan llevar
adelante sus procesos de generación de conocimiento. En este sentido,
algunos temas que ellas/ellos han estudiado, han sido, por ejemplo,
expresiones de vulneración que vive el pueblo mapuche, o las vivencias de
personas transgénero en determinados ámbitos del bienestar, por ejemplo,
en el plano laboral. En torno a estos temas, he buscado promover la
reflexividad crítica desde un sentido de articulación entre lo cuantitativo y la
discusión técnica disciplinar. En ello, ha sido de utilidad articular la
reflexión en torno a las siguientes preguntas: ¿Por qué es importante
investigar sobre estos temas en trabajo social?; ¿cómo puede aportar la
metodología cuantitativa en la generación de conocimiento disciplinar
desde una perspectiva crítica y transformadora? Y ¿cómo me relaciono yo
con la metodología cuantitativa en perspectiva crítica? En torno a estas
preguntas, he podido escuchar en clases el que los diversos temas que se
encuentran las/los estudiantes trabajando, son relevantes, por ejemplo, en
pos de resguardar o restituir derechos humanos. En torno al aporte de la
metodología cuantitativa en la generación de conocimiento, entre otros, he
escuchado reflexiones sobre el que puede abrir puertas a estos temas, dado
por el poder hegemónico que ésta tendría en los procesos de toma de
decisión en materia de políticas públicas vinculadas con las diversas
temáticas de interés. En tal sentido ha sido posible vincular la metodología
cuantitativa con el contexto de crisis sociosanitaria y los aportes que, desde
esta particular mirada, se podría hacer a la generación de éstas. Así, en el
159
modo cómo se vinculan las/los estudiantes con la metodología cuantitativa
en sus procesos de generación de conocimiento, en términos generales,
pareciera ser importante para las/los estudiantes, es la posibilidad de
incidencia política a través de la transmisión de mensajes fundamentados en
información cuantitativa. En otros términos, la posibilidad de una
investigación militante (Pérez, 1994). En este sentido, compartir con
estudiantes ejemplos respecto a cómo exponer una posición paradigmática
crítica en documentos elaborados con metodología cuantitativa en trabajo
social, desde mi experiencia, ha posibilitado, igualmente, contribuir a la
internalización de aprendizajes (algunos ejemplos revisados en clases son
los trabajos de Andrade-Guzmán, 2021; Andrade-Guzmán C, 2021;
Andrade-Guzmán y Eissmann-Araya, 2020; Rodríguez y Treviño, 2016)
Un tercer desafío ha sido el mantener la motivación por el aprendizaje de lo
cuantitativo especialmente durante la docencia online en que ello era un
tema transversal, por lo tanto, en el caso particular de estas metodologías se
ve agravado. En ello, he percibido como útil incorporar en términos de
innovación, “momentos de quiebre” al interior de las sesiones que,
particularmente en el contexto de la docencia virtual, ha propiciado una
mayor participación. Al respecto, el trabajo con herramientas lúdicas
conocidas como las “sopas de letras” en las cuales presentar contenidos
sobre los que hemos estado discutiendo a lo largo del semestre, ha
facilitado, por un lado, el mantener o tal vez volver a propiciar la atención
de las/los estudiantes al interior de las sesiones y, por otro, posibilitar el
refuerzo de conceptos claves para el aprendizaje. Un ejemplo de estas sopas
de letras se presenta a continuación:
Figura 2: Ejemplo de una sopa de letras para el refuerzo de conceptos en
torno a metodología de la investigación cuantitativa y trabajo social crítico
Fuente: elaboración propia,2022
160
Conciliación cuidados y trabajo docente en pandemia
Debido a la orden sociosanitaria de distanciamiento y permanencia en los
hogares, conciliar el trabajo docente con el rol de cuidador de mi hijo en
edad preescolar ha supuesto igualmente un desafío. En este sentido,
reconociendo, no obstante, que conciliar el trabajo de cuidados con el
trabajo docente, no siempre se da en condiciones que lo faciliten. La
irrupción de la pandemia conllevó el encierro en los hogares, tensionando,
en muchos casos, las condiciones ya adversas de conciliación. En este
marco, niñas/niños en edad escolar que previo a la pandemia, con
frecuencia, asistían a establecimientos fuera del hogar y
cuidadoras/cuidadores que, en muchas ocasiones, realizaban sus labores
remuneradas igualmente fuera del hogar, con la crisis debieron replegarse
en casa y familiarizarse con el desarrollo de actividades en formato remoto.
En esta línea, este desafío de conciliación no lo vivimos únicamente quienes
realizamos docencia, sino que también las/los estudiantes. En mi caso,
convivió el deber detener en más de una ocasión mis clases para acompañar
a mi hijo a realizar labores, por ejemplo, de aseo o de alimentación, con
escuchar a estudiantes que, a través de la cámara, solicitaban permiso para
atender igualmente a hijas/hijos, a abuelas/abuelos o a padres/madres,
entre otros. Este nuevo elemento en el contexto de lo virtual posibilitó
contribuir al reconocimiento conjunto de que todas/todos nos
encontrábamos afectadas/afectados por la irrupción de la pandemia.
Asimismo, posibilitó pensar en conjunto cómo nos relacionábamos de
manera tal, de dificultar lo menos posible el proceso de aprendizaje de
las/los estudiantes, en particular en el campo de materias “poco queridas”
para ellos/ellas, como lo es la metodología cuantitativa de investigación
social.
Igualmente, esto supuso un espacio para la innovación didáctica. Una
innovación, posiblemente, no diametralmente rupturista a las formas de
hacer docencia sobre metodologías previo a la pandemia, pero sí en el
sentido de propiciar un nuevo espacio para el aprendizaje: el ocupar el
propio contexto para aprender a usar metodología cuantitativa generando
conocimiento disciplinar en perspectiva crítica. Eso fue posible
promoviendo la reflexión en torno a las siguientes preguntas: ¿Estás solo tu
afectada/afectado por las consecuencias de la pandemia?; ¿cómo este nuevo
escenario nos marca un espacio de producción de conocimiento disciplinar
utilizando metodología cuantitativa en perspectiva crítica?; ¿cómo cuando
pensamos en las condiciones adversas que enfrentamos desde una
perspectiva únicamente centrada en mi vivencia – por ejemplo, yo
únicamente como docente, estudiantes únicamente como estudiantes -,
damos cabida a una racionalidad neoliberal que nos limita de avanzar hacia
cambios estructurales?, y ¿cómo la pandemia ha afectado las condiciones de
161
vida en los territorios y cómo la actuación disciplinar tiene un espacio de
contribución en perspectiva critica que puede usar la metodología
cuantitativa?
En este contexto, diversos grupos de estudiantes generando procesos de
investigación disciplinar en perspectiva crítica utilizando metodología de
investigación cuantitativa en el marco de las asignaturas, optaron por elegir
observar condiciones de vida, por ejemplo, en sus propios barrios,
relevando la nueva emergencia de ollas comunes o en relación con arreglos
de cuidado territorial. Ello, nutriendo reflexiones y propuestas en torno al
espacio que puede ocupar la actuación disciplinar en clave critica, por
ejemplo, mostrando condiciones de precariedad en los espacios barriales, en
pos de tensionar la política pública y el sistema de protección.
Algunas reflexiones y propuestas finales
En este capítulo he intentado responder la pregunta sobre cuáles son los
desafíos e innovaciones que he implementado en el contexto de pandemia
para contribuir a la formación en metodología de la investigación
cuantitativa desde una perspectiva crítica a estudiantes de trabajo social. A
modo de conclusión, desde mi experiencia acercar la formación en
metodología de la investigación cuantitativa a estudiantes de trabajo social,
de modo que puedan verla desde un marco de espacios de posibilidad para
generar conocimiento disciplinar en perspectiva crítica, supone,
principalmente, promover una relación virtuosa de las/los estudiantes con
estos contenidos que, a priori, pueden, o percibirse como áridos o, incluso,
no despertar interés en quienes estudian trabajo social. En este marco,
desde mi experiencia, las/los estudiantes, previo e incluso en el marco de
pandemia, logran visibilizar espacios de vinculación entre lo cuantitativo y
el trabajo social crítico. No obstante, en la promoción de este vínculo, entre
otros, se vuelve crucial promover la reflexividad para poder observar los
espacios de posibilidad para generar conocimiento disciplinar en
perspectiva crítica utilizando metodología cuantitativa.
Al respecto, comparto cuatro propuestas que pueden contribuir a otras
personas que se dedican al ejercicio docente con estudiantes de trabajo
social. Éstas, que anuncio tomando como referencia la formación en
metodologías de la investigación cuantitativa para la generación de
conocimiento disciplinar en perspectiva crítica, considero, incluso pueden
muy posiblemente contribuir a la formación en torno a otras áreas
formativas. A saber: Promover desde un inicio y de forma constante con
las/los estudiantes, el que se sientan con la disposición para ir observando a
lo largo del o los cursos, cómo se van vinculando con los contenidos.
162
En torno a visibilizar los espacios de posibilidad de poder generar
conocimiento disciplinar en trabajo social desde una perspectiva crítica
usando metodología cuantitativa, invitar a que las/los estudiantes se
planteen en torno a sus temáticas de interés preguntas sobre el espacio que
puede ocupar la metodología cuantitativa cuando se llevan adelante
procesos de producción de conocimiento disciplinar desde una mirada
crítica.
Compartir con las/los estudiantes ejemplos respecto a cómo otras personas
han producido conocimiento disciplinar en perspectiva crítica utilizando
metodología cuantitativa. Revisar ejemplos en base a tesis o artículos puede
contribuir en este camino. Finalmente, y de manera permanente en pos de
trabajar lo vincular y, en este sentido, la disposición y la atención en clases,
promover una docencia cercana que invite a las/los estudiantes a asistir a la
sala de clases presencial o, en el caso de lo virtual, conectarse a la sesión, lo
considero crucial. En ello, estrategias lúdicas, sin duda no enseñan
metodología de la investigación cuantitativa para un trabajo social crítico.
Sin embargo, sí pueden contribuir a modificar la disposición con la cual
quienes se encuentran en la sala (presencial o virtual) se aproximan a ellas.
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164
Innovaciones y adaptaciones en la formación de
estudiantes de primer año de trabajo social durante el
contexto de pandemia por covid19
Daniela Giambruno Leal
Fundamentos del Trabajo Social I y II en circunstancias de
“normalidad”: objetivos, contenidos y estrategias
metodológicas
Al ingresar a la carrera de Trabajo Social en la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, las y los estudiantes deben cursar dos asignaturas
medulares para su formación disciplinaria y profesional: Fundamentos del
Trabajo Social I y Fundamentos del Trabajo Social II, ubicadas en el primer
y segundo semestre del primer año de la carrera, respectivamente. De
acuerdo al plan de estudios correspondiente (2021), tanto Fundamentos I
como Fundamentos II forman parte de la “línea disciplinaria” en la cual se
agrupan aquellas asignaturas que buscan construir las bases que permitan a
las y los estudiantes aproximarse a un conocimiento complejo de los
fenómenos sociales según sus expresiones diversas, y tomando en cuenta
los ámbitos psicosociales, socioculturales, socio-territoriales y sociopolíticos (Propuesta de actualización curricular de la carrera de trabajo
social, 2021). Es en el marco de esta línea entonces que se articulan los
objetivos y contenidos de las asignaturas que analizaré en este capítulo,
donde en el caso de “Fundamentos del Trabajo Social I”, el objetivo se
orienta al desarrollo de una primera aproximación general a elementos
constitutivos de la profesión y disciplina ya sean epistemológicos,
ontológicos y éticos (Programa de Asignatura TSL 140, 2021). En este
marco, el curso persigue propiciar formas de comprensión de la realidad de
mayor complejidad que distingan las configuraciones históricas de
fenómenos y problemas sociales, incluyendo el propio devenir de la
disciplina y profesión del trabajo social (Matus et al., 2004; Carballeda,
2002). Para el logro de tales objetivos, la asignatura incluye contenidos
vinculados a los conceptos de actividad humana (Arendt et al, 1993), vida
cotidiana (Giannini, 1997), (des)naturalización de los social (Lechner, 2002),
historia e historicidad, y modernidad y modernización (Bauman, 2003;
Beck, 1998; Giddens, 1994). Por su parte, la estrategia metodológica del
curso incluye instancias semanales de cátedra y taller, instancia ésta última
introducida desde 2020 en adelante, con el fin de analizar lecturas y discutir
reflexivamente los temas abordados durante las cátedras (Programa de
asignatura TSL 140, 2021).
165
Por su parte, y como señalé anteriormente, la asignatura de “Fundamentos
del Trabajo Social II” también se inscribe en la línea disciplinaria, a través
de la cual se sigue profundizando en la aproximación a contenidos centrales
de la disciplina, pero esta vez propiciando un primer acercamiento a los
contextos de inserción laboral en los cuales se desarrolla el quehacer del
trabajo social (Programa de asignatura TSL 150, 2021). En este contexto,
los contenidos del curso incluyen los conceptos de necesidades humanas,
desarrollo humano sustentable (PNUD, 2012), epistemologías y desarrollo
científico moderno (Durkheim, 1986; Berger y Luckman, 1968; Fromm,
1962), la técnica de la observación (Taylor y Bogdan, 1987), y la política
social como contexto de la intervención del trabajo social, entre otros.
Respecto de la estrategia metodológica, encontramos la incorporación de
instancias de cátedra y taller, aunque en este caso el taller buscará propiciar
procesos de reflexión, análisis y aprendizaje colectivo a partir del vínculo
entre la acción (la práctica) y los contenidos abordados en la asignatura
(Programa de asignatura TSL 150, 2021). Vinculación teoría-práctica que se
nutre del desarrollo, en el marco del taller, de las “prácticas de
observación”, a partir de la inserción de las y los estudiantes en espacios
institucionales u organizacionales donde se despliega el quehacer del trabajo
social durante los meses de septiembre a noviembre, por un periodo de
cuatro horas semanales. A través del taller, y del desarrollo sistemático de
registros de observación, es que se busca propiciar un acercamiento
reflexivo, analítico y crítico a los procesos de intervención social realizados
en espacios institucionales y/u organizacionales, así como en contextos
territoriales específicos. Finalmente, tanto en esta asignatura como en el
caso de Fundamentos I, encontramos la participación de un equipo
conformado por un mínimo de tres profesores o profesoras para el
despliegue de las distintas instancias de aprendizaje.
Adaptaciones e innovaciones en contexto de crisis
sociosanitaria y virtualidad
Taller de Fundamentos I
Tal como mencioné anteriormente, durante el año 2020 la asignatura de
Fundamentos del Trabajo Social I introdujo, como innovación
metodológica, la instancia de taller, decisión que fue adoptada antes del
inicio de la pandemia, con el fin de desarrollar procesos de enseñanzaaprendizaje y de evaluación de carácter más particularizado, a partir de la
distribución del curso en tres grupos de no más de veinte estudiantes por
profesor/a. De esta manera, y a través de cada taller, se buscaba propiciar
un acompañamiento y seguimiento más personalizado de la formación de
las y los estudiantes al ingresar a la carrera, considerando capitales culturales
diferenciados y trayectorias de formación secundaria disimiles que se
166
expresan en dificultades para la producción de textos académicos, así como
en la comprensión lectora. Es en este escenario previo a la irrupción de la
pandemia por covid-19 que la incorporación de la metodología de taller se
concibió como una estrategia relevante no solo para fomentar aprendizajes
colaborativos, sino también para profundizar el diálogo entre la teoría y la
práctica, principalmente a través de ejercicios que permitieran el análisis de
la realidad social a partir de categorías conceptuales claves abordadas en el
transcurso de las cátedras. Lo anterior tomando en cuenta las posibilidades
que el taller, entendido como instrumento de enseñanza-aprendizaje, otorga
a la hora de fomentar habilidades cognitivas, comunicativas y discursivas
asociadas al ‘diálogo, la narración, la exposición y la negociación’, entre
otras (Rodríguez, 2012, p. 16).
Sin embargo, al iniciar el año académico 2020, el equipo de profesores y
profesoras de la asignatura se vio enfrentado al desafío de adaptar la
propuesta de taller a las condiciones de distanciamiento social impuestas
por la irrupción de la crisis sociosanitaria por covid-19. Tal adaptación
supuso cambiar la modalidad del taller, desde la presencialidad a la
virtualidad, a través del uso de la plataforma zoom. Tal decisión implicó
asumir riesgos e incertidumbres asociadas a la ausencia de experiencias
previas vinculadas al desarrollo de procesos de enseñanza-aprendizaje
remotos, situación no obstante compartida para el caso de profesores y
estudiantes. A lo anterior se sumó los efectos de las medidas de
flexibilización académica adoptadas por las autoridades universitarias como
respuesta a las problemáticas de conectividad experimentadas por gran
parte de los hogares en el país. De estas medidas, la más relevante fue la
liberación de los requisitos de asistencia, considerando su impacto en los
grados de participación en las instancias de taller, lo cual limitará
sustancialmente las posibilidades de desarrollar procesos sistemáticos y
permanentes de discusión y diálogo colectivo. Por todo lo anterior, la
innovación que representaba el “taller de fundamentos I” se readaptará a las
condiciones imperantes, centrándose en la exposición y explicación de los
contenidos por parte de cada profesor/a en el taller respectivo, con el fin
de generar un insumo extra que pudiera contribuir a los procesos de
comprensión lectora, reforzando conceptos clave, y generando preguntas y
ejemplos, así como ejercicios optativos, a través de los cuales las y los
estudiantes pudieran distinguir y analizar la presencia e incidencia de los
conceptos teóricos que estaban siendo abordados en las instancias de la
catedra.
Durante 2021, el “taller de Fundamentos I” fue nuevamente implementado,
todavía de forma remota, aunque esta vez con una experiencia acumulada
por parte de profesores, profesoras y estudiantes, sumado a mejores
condiciones de conectividad a raíz de las medidas implementadas por las
167
instituciones de educación superior desde 2020 con el fin de facilitar el
acceso a internet de sus respectivos estudiantes. De esta manera,
encontramos que, si bien los requisitos de asistencia continuaron
suspendidos, fue posible contar con mayor presencia de estudiantes en sala,
y de forma más regular, lo que permitió generar procesos más sostenidos y
sistemáticos de enseñanza y aprendizaje. En este contexto, se propiciaron
en el taller instancias de conversación y reflexión en común, con una
participación más activa de las y los estudiantes en la plataforma zoom,
principalmente a través del uso de audio, pero también del chat. Sin
embargo, cabe señalar la presencia de igual modo de estudiantes en sala con
cámaras apagadas sin hacer uso ni del audio ni del chat, siendo difícil
identificar si tal situación se debía a problemas de conectividad, a falta de
interés o indiferencia frente a las dinámicas del taller. En estos casos es
cuando se advertía los límites impuestos por la virtualidad a la hora de
tomar contacto e interactuar con los estudiantes dada la distancia y la
ausencia de proximidad.
Coloquios y prácticas de observación virtuales
La segunda innovación metodológica introducida en las asignaturas de
fundamentos del trabajo social I y II fue el desarrollo de distintos
“coloquios virtuales”, instancias que buscaron generar posibilidades de
conocimiento e interacción con representantes del trabajo social a nivel
nacional e internacional. El primero de ellos se desarrolló a finales del curso
de fundamentos del trabajo social I durante el primer semestre de 2020, en
el marco de la indagación y problematización que realiza la asignatura
respecto a la trayectoria histórica del trabajo social y de sus desarrollos
contemporáneos. En este marco, y en aras de diversificar y dinamizar los
procesos de enseñanza-aprendizaje en las condiciones impuestas por la
pandemia por covid-19, surgió la idea de generar una instancia de encuentro
colectivo en la cual poder contar con la participación de exponentes
internacionales del trabajo social para ampliar la mirada del desarrollo de la
disciplina más allá de las particularidades nacionales. En contexto de
virtualidad, tal idea aparecía novedosa y factible, considerando la modalidad
remota que las instituciones de educación superior estaban implementando
independientemente del lugar. En este caso, encontramos que la virtualidad
apareció como una posibilidad significativa para propiciar instancias de
encuentro y conocimiento con exponentes y experiencias internacionales
asociadas a la disciplina y profesión del trabajo social, estrechando
distancias y favoreciendo intercambios académicos que en circunstancias de
presencialidad hubiesen implicado mucha mayor complejidad. De este
modo, y frente a las posibilidades y oportunidades abiertas por la
virtualidad, decidimos realizar un primer “coloquio virtual internacional”,
contando con la participación de representantes de la disciplina de Estados
168
Unidos, Hong-Kong y África, instancia que buscó propiciar el desarrollo de
una mirada amplia y diversa de la formación y quehacer del trabajo social
según realidades socioeconómicas y culturales diferentes.
El gran interés, motivación y novedad que la instancia de coloquio generó
entre las y los estudiantes nos llevaron a proyectar su repetición en la
asignatura de Fundamentos del Trabajo Social II, en tanto que observamos
que los “coloquios virtuales” podían constituirse en una modalidad
significativa de utilizar para el desarrollo y adaptación de las “prácticas de
observación”. Al respecto, cabe señalar que la realización del “taller de
fundamentos II” durante el segundo semestre de 2020 se constituía en un
gran desafío para el equipo de profesores responsables de la asignatura,
pues dicha estrategia, tal como fue expuesto al inicio del capítulo, se
desplegaba en directa articulación con la inserción de las y los estudiantes
en espacios institucionales y organizacionales a través de las llamadas
“prácticas de observación” orientadas al conocimiento in situ del quehacer
profesional del trabajo social. De esta manera, el taller se constituía en un
espacio de reflexión colectiva respecto de tales experiencias de inserción, las
cuales a su vez debían ser descritas y analizadas en los respectivos “registros
de observación” que cada estudiante debía entregar en el taller tras sus
visitas a terreno. Sin embargo, frente a las restricciones impuestas por la
pandemia, las prácticas de observación debieron ser suspendidas, lo que
implicó pensar en estrategias alternativas que permitieran a las y los
estudiantes de primer año de la carrera realizar una primera aproximación al
quehacer del trabajo social.
Por consiguiente, y considerando la experiencia positiva de realización del
coloquio virtual internacional desarrollado en la asignatura de Fundamentos
del Trabajo Social I, y su buena acogida entre las y los estudiantes, es que
decidimos desplegar una serie de “coloquios virtuales” con la participación
de trabajadores sociales en ejercicio según distintos campos de intervención
(salud, niñez, vivienda, entre otros). En estas instancias, las cuales contaban
con la participación de entre dos a tres profesionales según cada campo,
donde tenían la oportunidad de realizar una exposición de su quehacer
profesional, distinguiendo la articulación entre fenómenos, problemáticas,
sujetos y políticas sociales; para luego dar paso a una instancia de plenario
donde las y los estudiantes podían realizar distintas preguntas, ya sea a
través del audio y/o del chat. Después de cada coloquio, y como parte de
las actividades contempladas en el taller de la asignatura, las y los
estudiantes debían realizar un registro de descripción y análisis de los
contenidos de cada coloquio según las directrices entregadas por los
profesores de cada taller, como forma de dar continuidad a los registros de
observación asociados a las prácticas. En base a los coloquios y los análisis
desarrollados a partir de los registros, las y los estudiantes debían finalizar el
169
taller de fundamentos II con una “cápsula audiovisual” a través de la cual
pudiesen dar cuenta de la investigación de un fenómeno de interés a partir
de lo conocido en los coloquios y sus propias reflexiones. Como es de
esperar, las capsulas audiovisuales también se constituyeron en una
innovación metodológica significativa durante el contexto de crisis
sociosanitaria pues permitieron readecuar los formatos de elaboración de
los trabajos finales del taller y de la práctica de observación a los contextos
de virtualidad y del lenguaje audiovisual. En este sentido, la elaboración de
las cápsulas audiovisuales se constituyó en una estrategia coherente en el
contexto de procesos de enseñanza-aprendizaje en modalidad remota. Por
otra parte, su confección propició el aprendizaje y creatividad de las y los
estudiantes a través del uso de las tecnologías de la información y
comunicación, lo que fue reforzado a través del trabajo grupal, donde
conocimientos y posibilidades de acceso diferenciados pudieron ser
compartidos y complementados.
Durante el 2021 los coloquios virtuales continuaron, aunque con menor
frecuencia, donde en el marco de la finalización del curso de Fundamentos
del Trabajo Social I, se realizó un coloquio internacional que contó con la
participación de un académico de Alemania; mientras que, en el segundo
semestre, en el marco de la asignatura de Fundamentos del Trabajo Social
II, se realizó un coloquio virtual con profesionales insertos en contextos
municipales de la región. En este caso, encontramos la realización de solo
un coloquio con profesionales debido a que las “prácticas de observación”
fueron reanudadas a través de una nueva modalidad, donde duplas o
tripletas de estudiantes tuvieron la posibilidad de establecer comunicación y
contacto con distintos profesionales insertos en diversas instituciones,
programas y organizaciones, tanto dentro como fuera de la región. A través
de esta modalidad de asignación a prácticas de observación virtuales, se
buscó propiciar instancias de comunicación y encuentro virtuales con
profesionales en ejercicio con el fin de conocer e indagar, a través de
primera fuente, acerca de los procesos de intervención del trabajo social.
Junto con lo anterior, se retomaron los talleres de fundamentos II de forma
más sistemática, así como el desarrollo de los registros de observación a
partir de las instancias de encuentro y diálogo con los respectivos
profesionales, incluyendo los procesos de investigación y análisis de fuentes
secundarias emprendidas por las y los estudiantes.
De las adaptaciones e innovaciones descritas previamente, cabe reflexionar
sobre lo acontecido en la asignatura de Fundamentos del Trabajo Social II,
particularmente en lo que respecta al despliegue del taller y de las prácticas
de observación, dadas sus implicancias en términos de los procesos de
enseñanza-aprendizaje. Un primer punto a comentar es que si bien el
reemplazo de las prácticas de observación in situ por los coloquios virtuales
170
permitió dar continuidad a los procesos de aproximación al quehacer
profesional del trabajo social, tal conocimiento resultó difícil de aprehender
y materializarse para las y los estudiantes, quienes sólo contaban con el
relato de las experiencias de los profesionales invitados, sin posibilidades de
advertir e identificar las manifestaciones de tales contenidos en sujetos,
grupos, contextos o territorios particulares. Tales dificultades se apreciaban
en los registros de observación elaborados por las y los estudiantes, en los
cuales no se lograba profundizar en la relevancia, manifestación y
centralidad de distintos contenidos asociados a los procesos de intervención
en los que participa el trabajo social, según lo expuesto en el relato de las y
los profesionales. La situación varía en cierta forma durante 2021, cuando
se reanudan las prácticas de observación en modalidad virtual a través del
contacto establecido entre las y los estudiantes con profesionales en
distintos contextos de inserción laboral de forma más sistemática. En este
caso, nos encontramos con un escenario más propicio para la
profundización del conocimiento adquirido respecto a los procesos de
intervención social asociados al quehacer del trabajo social. Lo anterior
dadas las posibilidades de establecer una conversación más directa,
constante y personalizada con distintos trabajadores sociales, a través de
entrevistas y distintas instancias de comunicación, facilitándose una
aproximación de mayor densidad al ejercicio profesional. En este caso, el
medio de conocimiento continuó siendo el relato de los profesionales, lo
que claramente todavía impedía aprehender de forma más concreta los
elementos y factores involucrados en los procesos de intervención social.
Sin embargo, las mayores posibilidades de comunicación con las y los
profesionales permitió, en algunos casos, ahondar en los conocimientos, a
través del planteamiento de distintas preguntas, o a través del abordaje de
distintas interrogantes y observaciones comunicadas a las y los estudiantes a
través de la retroalimentación de sus registros de observación.
Desafíos y aprendizajes para la formación profesional
La realización de este texto me ha permitido recapitular, de forma detallada,
las distintas adaptaciones e innovaciones metodológicas introducidas en los
procesos de formación de estudiantes de primer año de la carrera de trabajo
social durante los años 2020 y 2021 como respuesta a los desafíos
impuestos por la crisis sociosanitaria por covid-19. A través del análisis de
las experiencias desarrolladas en las asignaturas de Fundamentos de Trabajo
Social I y Fundamentos de Trabajo Social II, se ha podido analizar con
mayor detalle y especificidad sobre las implicancias de los desafíos
impuestos por la virtualidad para la formación universitaria, particularmente
en los que respecta al despliegue, calidad y efectividad de los procesos y
experiencias de enseñanza-aprendizaje. En este sentido, es posible advertir
que a casi tres años desde el inicio de la pandemia por covid-19, y habiendo
171
retomado la relativa normalidad de las rutinas individuales y colectivas,
tanto la flexibilidad como la creatividad para hacer frente a las
circunstancias impuestas por la crisis sociosanitaria y la virtualidad se
constituyeron simultáneamente en desafíos como aprendizajes a la hora de
desarrollar procesos de enseñanza-aprendizaje en circunstancias
excepcionales. En este contexto, y a partir del caso de las asignaturas
analizadas en este capítulo, encontramos que tanto los coloquios como los
encuentros virtuales con profesionales, se constituyeron en innovaciones
significativas que permitieron dar cierta continuidad a los procesos de
práctica de observación, principalmente en lo que respecta a la posibilidad
de tomar contacto y conocer, aunque sea de forma indirecta, el quehacer
profesional de trabajadores sociales insertos en contextos institucionales,
políticos y territoriales específicos. Tal innovación metodológica representa
una nueva estrategia disponible, la cual se proyecta puede contribuir a
complementar y diversificar los procesos de enseñanza-aprendizaje que se
desarrollan en modalidad presencial.
Sin embargo, es necesario reconocer, tal como lo dije en secciones
anteriores, que la flexibilización del formato de práctica desde la
presencialidad a la virtualidad no estuvo exento de complejidades,
considerando las dificultades experimentadas por las y los estudiantes para
poder asir, de forma concreta, lo que trabajadores sociales hacen, es decir,
el quehacer profesional in situ, al no poder presenciar las instancias y
espacios de interacción a través de los cuales se despliegan los procesos de
intervención social, lo que claramente se advertía en los registros de
observación. Frente a lo anterior, las y los profesores nos encontramos
particularmente desafiados y desafiadas a lograr estimular y reforzar la
curiosidad y análisis de las y los estudiantes frente a los conocimientos
adquiridos en las instancias de encuentro y comunicación con los
respectivos profesionales, tanto a través de las instancias colectivas del
taller, pero principalmente, al retroalimentar sus registros de observación.
Curiosidad y profundización analítica que en muchos casos vino a ser
alcanzada al confeccionar sus cápsulas audiovisuales de finalización del
taller y práctica de observación, donde finalmente, algunos/as estudiantes
lograban dar cuenta del encuadre de los procesos de intervención
distinguido factores políticos, institucionales, territoriales, así como las
características y particularidades asociadas a los grupos y sujetos de
intervención a propósito de los fenómenos de interés a ser investigados. En
este sentido, las cápsulas se constituyeron en un aprendizaje e innovación
significativa, proyectándose también como una nueva estrategia de
enseñanza-aprendizaje y de evaluación disponible para las y los profesores,
al considerar cómo la elaboración de las cápsulas, principalmente a través
del trabajo en grupo, propician el aprendizaje e incorporación activa de las
tecnologías de la información y comunicación por parte de las y los
172
estudiantes a la hora de plasmar y vehicular sus aprendizajes, fomentando la
síntesis de conocimientos y la creatividad.
Por último, no es posible concluir este capítulo sin reconocer que el mayor
desafío de las innovaciones metodológicas emprendidas durante el contexto
de pandemia por covid-19 fue la virtualidad. Al respecto, si bien fue posible
descubrir y apreciar que las instancias virtuales, por ejemplo, los coloquios
internacionales y nacionales, representaban espacios de encuentro e
interacción significativas, constituyéndose en un medio para el desarrollo de
procesos de enseñanza-aprendizaje que permitían salvar distancias y
tiempos con otros lejanos, de todas formas, se aprecian nudos críticos,
sobre todo en lo que respecta al desarrollo de los talleres. Talleres que en
formato presencial permiten una mayor fluidez de la comunicación y
participación, pero que requieren de mayor estructuración y direccionalidad
en contexto de virtualidad. Un punto crítico a reconocer aquí es el hecho de
que los formatos virtuales hacen más fácil la desconexión y desinterés de las
y los estudiantes, quienes no se encuentran obligados a encender sus
cámaras o expresar opinión, lo que por supuesto se ve agravado por el
efecto de las desigualdades de acceso y calidad de la conexión a internet, y
de las condiciones del propio entorno de la vivienda y el hogar, algo de lo
cual las y los docentes no podemos hacernos cargo, pero que claramente
necesita ser reconocido a la hora de decidir desplegar o incluir estrategias de
enseñanza-aprendizaje en modalidad virtual.
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Trabajo Social.
Programa de Asignatura TSL 150 Fundamentos del Trabajo Social
II. (2021). Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Facultad de
Ciencias Económicas y Administrativas. Escuela de Trabajo Social. Carrera
de Trabajo Social.
Propuesta de Actualización Curricular de la Carrera de Trabajo Social
(2021). Escuela de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Económicas y
Administrativas. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
174
Incertidumbre en la intervención social: tensiones y
aprendizajes desde la formación universitaria de la práctica
profesional en contexto de pandemia por covid-19
Yesika Herrera Soto
Claudio Montero Urrutia
Giannina Sáez Ulloa
Introducción
La emergencia sociosanitaria a causa del covid-19, declarada emergencia de
salud pública de preocupación internacional y pandemia por la
Organización Mundial de la Salud [OMS] (Organización Panamericana de la
Salud [OPS], 2020), cobró innumerables vidas humanas a nivel mundial,
mostrando su primera aparición en Chile durante el mes de marzo del año
2020. Esto nos enfrentó a una amplia complejidad social y a un gran desafío
para la formación profesional y disciplinaria del trabajo social, en primer
lugar, para tomar el pulso de la configuración del contexto emergente a
nivel nacional y local y, en segundo lugar, para re-conocer las condiciones
de posibilidad para el ejercicio y quehacer profesional en contextos inéditos
para el oficio en tiempos contemporáneos.
Estos desafíos se fueron configurando de manera particular en el contexto
de las prácticas profesionales de la Escuela de Trabajo Social de la
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), las cuales se
mantuvieron vigentes durante los años 2020 – 2021, periodo en el cual la
principal estrategia sanitaria, a nivel nacional, fue de control y contención
de la emergencia, a través del confinamiento y distanciamiento físico. En
este contexto fue necesario revisar la Propuesta Pedagógica de Práctica3 y
realizar ajustes acordes a las condiciones de posibilidad de los diversos
agentes e instituciones y/u organizaciones sociales partícipes del proceso de
formación profesional. Esto propició el desarrollo de modalidades diversas
de práctica, las que fueron tomando cuerpo y carácter en la medida que se
fue gestando el proceso, desarrollando prácticas remotas, prácticas
presenciales y prácticas híbridas.
La propuesta pedagógica para las prácticas integradas, fue elaborada como una guía para el
desarrollo de las prácticas profesionales de la Escuela de Trabajo Social de la PUCV,
contando con la participación del equipo docente año 2009 – 2010, compuesto por un total
de 11 docentes de la Escuela de Trabajo Social.
3
175
Al mismo tiempo, el equipo docente responsable de guiar la práctica4,
valora para la toma de decisiones respecto de qué y cómo guiar el proceso
formativo en este contexto, las condiciones de posibilidad de llevar a cabo
una práctica en cada espacio institucional. Lo que implicó un diálogo y
evaluación conjunta con los actores institucionales. En este proceso, se
consideró fundamental remirar la Propuesta Pedagógica para la Práctica
Integrada, entendiendo ésta, como la base orientadora del modelo de
prácticas implementada en la escuela de trabajo social. Desde allí que la
Práctica Integrada se constituye en una intervención consciente,
intencionada y reflexiva en la realidad social, cuyo objetivo final es la
transformación social y sus procesos se hacen operantes mediante el
desarrollo de un marco teórico metodológico y de discernimiento ético,
como, asimismo, por el diseño y la programación desde y para una
realidad específica. (Arancibia, et al., 2010).
Desde esta concepción van surgiendo las primeras interrogantes frente a
este contexto de confinamiento y distanciamiento social; ¿es posible seguir
sosteniendo el propósito de la intervención y de la formación de la
intervención social bajo el contexto de confinamiento y distanciamiento
físico?, ¿es posible sostener la modalidad de trabajo en equipo con las y los
estudiantes, que venimos desarrollando por más de una década?
Tal como se señala en dicha propuesta pedagógica,
“los/as estudiantes conforman equipos de práctica, los cuales están
integrados por estudiantes de tercer y cuarto año de la carrera que se
insertan en un mismo centro de práctica, quienes tienen el desafío de
conformar un trabajo en equipo, capaz de comprender los fenómenos
sociales presentes en la realidad y desarrollar respuestas pertinentes a las
necesidades de los distintos grupos sociales y actores involucrados”.
(Arancibia et. al, 2010, p.26).
Estas prácticas tienen una temporalidad que se acopla con el año
académico, es decir, inician durante el mes de marzo y finalizan a inicios del
mes de diciembre, proporcionando condiciones para proyectar un proceso
interventivo lo más cercano posible a las realidades sociales con las que se
vinculan.
En el contexto de alta complejidad y plena contingencia por la pandemia, la
primera apuesta que realizamos como equipo docente, fue comprender que
la formación de prácticas profesionales, en el contexto de la emergencia
Equipo compuesto por 8 docentes, con experiencia profesional en distintos campos de
intervención, quienes realizan procesos de acompañamiento académico por duplas docentes
a los equipos de estudiantes en formación.
4
176
sociosanitaria, requería incorporar como condición de base procesos
creativos y flexibles, capaces de generar condiciones de adaptación al
medio, sin perder los ejes fundamentales de la formación profesional, lo
cual se tradujo en ajustes metodológicos según la variabilidad y dinamismo
de cada campo de intervención para el desarrollo de la vida pública en
contextos situados, vale decir, ajustes metodológicos relativos a los
procesos pedagógicos de formación, no obstante, el mayor desafío estuvo
en visualizar las posibilidades y limitaciones respecto de los procesos de
intervención social, en el marco de las prácticas profesionales para la
formación del trabajo social, aspectos interpelados por (1) las condiciones
de existencia de la población sujeta a la intervención social, caracterizadas
por las diversas deprivaciones de las que son objeto en nuestra sociedad, y
(2) por las aprensiones propias de las y los actores inmersos en contexto de
complejidad, toda vez que quienes desarrollan intervención social se
encontraban, en ese momento, tan expuestos y vulnerables al contagio por
covid-19, como la población general.
Bajo estas premisas y el devenir propio de una propagación que
inicialmente no contaba con medios de contención claros, la incertidumbre
emerge como una categoría de base para pensar la formación profesional y
la intervención social, entendiendo esta como una dimensión fundamental
para comprender la pluralidad y multidimensionalidad, pero también la
ambivalencia, aleatoriedad y dinamismo propio de las realidades sociales
(Universidad Nacional Autónoma de México [UNAM], 2006).
En este sentido, la incertidumbre implica el cuestionamiento de certezas, la
instalación de la duda y el temor frente a escenarios sociales complejos e
imprevisibles, como los vividos en tiempos de pandemia, frente a ello se
observan múltiples desafíos para la formación profesional y disciplinaria,
siendo relevante el reto que plantea Morin en cuanto a “mantener una
incertidumbre racional: si no mantiene su vigilante autocrítica, la
racionalidad se arriesga permanentemente a caer en la ilusión
racionalizadora; es decir que la verdadera racionalidad no es solamente
teórica ni crítica sino también autocrítica” (Morin, 1999, p.8).
La incertidumbre se posiciona entonces como un eje orientador para pensar
e implementar procesos interventivos en contextos de formación
profesional, caracterizados por el binomio acción/reflexión, concibiendo la
incertidumbre como un ciclo continuo de “orden, desorden, interacción,
organización” (UNAM, 2006, p.25), otorgando así, oportunidades para asir
de manera comprensiva la variabilidad de la transformación y cambios que
componen la intervención social, siendo central los desafíos metodológicos
para concretar apuestas en contexto de emergencia y re-mirar cómo
177
incorporamos en los procesos de formación profesional el abordaje de lo
incierto y la emergencia de lo inesperado.
Al mismo tiempo, en los procesos formativos asociados a las prácticas
integradas, se releva la importancia de articular dimensiones teóricas,
metodológicas, instrumentales, éticas y epistemológicas como estrategia
para limitar el impacto de la incertidumbre en la intervención social y, de
esta manera, abordar el malestar individual y colectivo que se multiplica en
nuestras sociedades, donde “daría la sensación de que el proceso histórico
que ha llevado a la humanidad y al conocimiento científico a discernir entre
las situaciones previsibles e imprevisibles de inestabilidad, siempre vuelve al
punto de partida y que hoy en día nos enfrentemos a nuevas situaciones de
“riesgo incontrolable” como rasgo característico de la “sociedad de la
incertidumbre” (Lozano et. al, 2012, p.405).
En esta línea, durante el año 2022 como equipo docente a cargo de las
prácticas integradas, nos adjudicamos e implementamos un proyecto de
financiamiento universitario denominado, “Actualización de la propuesta
pedagógica para la práctica integrada de la Escuela de Trabajo Social de la
PUCV”, enmarcado en el proyecto de innovación 2022 del Programa de
Mejoramiento, Innovación e Investigación de la Docencia Universitaria
PUCV, esto con la intencionalidad de acceder a aquellos aprendizajes
construidos en contexto de pandemia, considerando las experiencias de los
diversos actores involucrados, en particular de supervisores/as
institucionales, y de los y las estudiantes en práctica de los años 2020 (que
durante 2022 cursaron su último año de formación) y 2021, visualizando las
interacciones, relaciones y reorganización que se desarrollaron para sostener
y posibilitar la continuidad de los procesos de aprendizaje y formación
profesional y las intervenciones sociales asociadas a dichos espacios, sin
perder su profundidad y soporte.
Para recuperar las experiencias de los distintos actores del proceso, durante
el mes de agosto del año 2022, se desarrollaron tres entrevistas grupales;
una destinada a estudiantes que cursaron la asignatura de práctica integrada
durante los años 2020 y 2021, otra destinada a supervisores institucionales
vinculados a la práctica integrada durante los mismos dos años y una
tercera dirigida a estudiantes egresados de la carrera, siendo las
convocatorias abiertas y voluntarias para cada grupo. La definición de estos
actores para recuperar las experiencias de aprendizaje responde a la
posición estratégica y central que toman en el proceso de formación
profesional, siendo las y los protagonistas de este.
Respecto de la participación de estudiantes, la entrevista contó con un total
de once asistentes, todos/as en calidad de tesistas, vale decir, cursando el
178
último año de formación profesional. Del total de participantes, diez
corresponden al género femenino. Por su parte, la entrevista con
egresados/as de la Escuela contó con una asistencia total de doce personas,
con la presencia de diez participantes mujeres, encontrándose todas/os en
ejercicio profesional. Finalmente, la entrevista dirigida a supervisores/as
institucionales contó con una asistencia de siete profesionales todas
mujeres. Las entrevistas fueron transcritas literalmente5, resguardando todas
las consideraciones metodológicas del análisis de contenido.
Habiendo concluido la ejecución del proyecto, es posible señalar
aprendizajes significativos que se fueron desarrollando en el contexto
descrito, relevando por ejemplo la incorporación de las tecnologías de
información y comunicación (TIC), en su doble uso; por un lado, en el
proceso formativo en aula y por otro en la intervención directa en cada uno
de los campos de intervención social. Ahora bien, como contracara de este
proceso, se visualiza la emergencia de tensiones vinculadas a las
dimensiones de lo social; ético-político, teórico-metodológica y técnicooperativo para el ejercicio del trabajo social contemporáneo (Prieto y
Romero, 2009), las que pueden agruparse en (1) dificultades para acceder a
una relación cara a cara con las/los sujetos de intervención y su
consecuente establecimiento de vínculos profesionales y relaciones de
confianza, (2) trabajo colaborativo y de equipo, considerando que parte de
los integrantes de los equipos de estudiantes no se conocían de manera
presencial, (3) los desafíos asociados a pensar y comprender un territorio
sin poder transitarlo de manera física-espacial, (4) la articulación de
conocimientos y reflexión de distintos agentes y (5) respecto de las/los
profesionales en formación que a su vez son actores/sujetos de las
realidades en que la incertidumbre se instala, vivenciando la pandemia
desde un ejercicio reflexivo que les convocó de manera permanente a la
problematización desde la formación disciplinaria.
La recuperación de estas reflexiones se constituye en una oportunidad para
visibilizar aprendizajes, desafíos y tensiones que conformaron los contextos
de formación e intervención en trabajo social en tiempos de pandemia,
siendo fundamental intencionar ejercicios de inflexión que posibiliten
ajustar de manera asertiva la propuesta pedagógica asociada a los procesos
de práctica profesional en el actual contexto social. Lo anterior, frente a los
desafíos del contexto post pandémico, entendido como una nueva
normalidad, que constituye una invitación para la disciplina en términos de
incorporar las adecuaciones y nuevas formas de ejercicio y formación
5
El proceso de transcripción, entre otras actividades, fue realizado por dos estudiantes
tesistas de Trabajo Social, que participaron en el proyecto en calidad de ayudantes, vaya
todo nuestro agradecimiento por su aporte en este esfuerzo colectivo.
179
profesional que se implementaron durante la emergencia sociosanitaria y
distanciamiento social, donde “esta nueva normalidad, más que el
restablecimiento del régimen anterior supondrá cambios y definición de
nuevas normas de funcionamiento social y comunitario” (Nomen, 2021,
p.57).
Principales resultados de la investigación: tensiones,
aprendizajes y desafíos de la formación en tiempo de pandemia
De los resultados obtenidos, es posible visualizar dos dimensiones centrales
que permiten organizar la experiencia y aprendizajes de las y los implicados;
dimensión metodológica y dimensión relacional, las cuales se vieron
interpeladas por tensiones y desafíos propios del proceso, ámbitos que
presentamos de manera gráfica y sintética en la imagen siguiente:
Figura 1: Diagrama síntesis
Fuente: elaboración propia, 2023.
Dimensión metodológica
La metodología, en tanto conjunto de técnicas, herramientas y enfoques
definidos para aproximarnos a la diversidad de realidades sociales, se
posiciona como una dimensión significativa en la recuperación de los
aprendizajes desarrollados en contextos de incertidumbre, pudiendo
visualizar su abordaje en dos ámbitos que, si bien están íntimamente
ligados, requieren de una diferenciación en términos analíticos: formación
profesional e intervención social.
180
Sobre la formación profesional
En cuanto a los aspectos pedagógicos para la formación profesional,
emerge en el relato de las y los estudiantes la relevancia de contar con
procesos de acompañamiento sistemáticos por parte de la supervisión
institucional y docente. En este sentido se valora y expone como una
necesidad la fluidez y articulación del intercambio disciplinario y profesional
del trabajo social con las figuras de supervisión, cuya principal característica
está asociada al conocimiento acumulado desde la experiencia, lo cual se
observó amplificado en contexto de incertidumbre, en particular con la
supervisión institucional, toda vez que ésta se vio tensionada por las altas
cargas laborales que las y los profesionales fueron experimentando en los
diversas áreas de intervención, tomando un lugar especial el campo de
salud, el cual se reconoce como un campo de intervención de “primera
línea” en contexto de crisis sociosanitaria, configurando un inesperado
escenario con nuevos desafíos para los procesos de formación profesional,
donde se reconoce que un elemento relevante para lograr desarrollar
aprendizajes significativos, desde las y los estudiantes, fue la proactividad
con la que logran desenvolverse en el espacio institucional:
y a veces parecía ser que no habían ‘muchas cosas por hacer’ y eso afectaba la
proactividad y lo que buscaba o lo que podría hacer dentro de los límites que
el supervisor necesitara, que creo que en salud se dio más claro en los últimos
años, porque el supervisor tenía muchas cosas que hacer, entonces uno tenía
que buscar que cosas hacer para poder apoyar al supervisor dentro de lo que
uno podía o no hacer (entrevista tesistas)
En la actualidad y observando con distancia lo descrito, reconocemos la
relevancia y valoración de que la supervisión institucional disponga de un
contexto material (tiempo y espacio físico) y de disposición formativa para
el desarrollo de un acompañamiento, pedagógico constante y sistemático de
los y las estudiantes. Lo anterior hace posible proyectar procesos
formativos efectivos y colaborativos que contribuyen a un mejor
enfrentamiento de los desafíos correspondientes a los contextos sociales en
los que se desenvuelve el trabajo social, donde la capacidad de adaptación y
flexibilidad de los diversos actores es central.
no sé si la Escuela al momento de elegir los supervisores considera la
extremada carga laboral que tienen algunos, porque eso fue lo que nos pasó
en mis dos prácticas, nuestras supervisoras tenían una extremada carga
laboral… era una carga laboral tremenda lo que no permitía que fluyera el
proceso de práctica con nuestro equipo (Entrevista a Tesistas,
Comunicación Personal, 2022)
181
Este escenario apertura un nuevo aprendizaje al reconocer la tensión que
emana de la autonomía de las y los estudiantes en los procesos de
formación profesional, toda vez que las instituciones en tiempos de crisis
sociosanitaria, al ver limitados los espacios de acompañamiento
pragmáticos, amplificaron los contextos de autonomía para los equipos de
práctica integrada, lo cual es visto por estudiantes, de manera simultánea,
como una oportunidad y a su vez como una dificultad, esta última a
propósito de las expectativas asociadas a la guía y al desarrollo de procesos
de formación directivos.
sé que no tengo que buscar prácticas paternalistas, pero en un momento de
práctica, de guía… necesitamos certezas en algún momento, y ahí en un
momento en que te digan sabes que: ‘Quédate con esto’ y que ese momento
¡ojalá! no sea la última vez que veas a tus profes antes de la entrega
(Entrevista a Tesistas, Comunicación Personal, 2022)
Lo anterior proporciona la oportunidad de observar las expectativas que se
configuran en torno al acompañamiento docente en el desarrollo de las
prácticas profesionales, valorando la capacidad de cuestionar y
problematizar la realidad que se observa y en la que se participa, pero del
mismo modo demandando una guía y acompañamiento que proporcione
respuestas pertinentes a las cuestiones que van emergiendo en la
experiencia de práctica.
personalmente buscaba alguien que me pudiera guiar desde lo profesional más allá de qué son las duplas que me está evaluando- entonces muchas veces
tuve que buscar el camino principalmente sobre dilemas éticos en las
prácticas… preguntarles directamente ¿qué haría usted como profesional?
Quiero saber en su posición -bueno yo sé que tengo que descubrirlo y
aprender- pero quiero escuchar a alguien que ha estado trabajando y ha
tenido una larga trayectoria laboral, y decirme que habría hecho usted: ‘está
bien’, ¿estoy tan perdida? o estoy pensando ‘No sé’… Entonces yo desde la
dupla docente buscaba eso, buscaba una guía profesional que se pusiera en los
zapatos… no que te digan ‘es que podrían buscar por ahí a lo teórico’
‘podrían hacer esto’, pero sigue siendo ambiguo, sigue siendo abstracto, y yo
buscaba seguridad, despejar la duda. Pero bueno es parte del aprendizaje y
era lo que a veces uno esperaba (Entrevista a Tesistas, Comunicación
Personal, 2022)
En este punto se visualiza otra tensión; la complejidad de integrar
conocimientos y contenidos de la práctica tratados en modalidad virtual,
refiriendo particularmente la vinculación necesaria de establecer entre los
contenidos abordados en contextos de taller (que se desarrollaron por un
largo periodo en modalidad remota) con la realidad social en la que se
182
insertaban (la cual se presentó para algunos equipos de práctica en
modalidad híbrida, esto es presencial y remota).
considerando el contexto de pandemia y el tema de la virtualidad, era igual
complicado comprender altiro lo que se nos estaba enseñando en taller
(Entrevista a Tesistas, Comunicación Personal, 2022)
Visualizamos en lo anterior una tendencia a escindir lo académico de lo
institucional, en una suerte de recreación de la anacrónica concepción de
separación entre teoría y práctica. Cuestiones que son problematizadas por
las y los propios estudiantes al remirar y reflexionar sobre la experiencia y
aprendizajes obtenidos en las prácticas desarrolladas en contextos de
incertidumbre por pandemia y que, por supuesto, se constituyen en un
elemento que debe ser integrado en los procesos y programaciones
docentes, teniendo a la vista los desafíos de la temporalidad de
implementación de las prácticas, en que se requiere articular de la manera
más armónica posible, los tiempos institucionales con los tiempos
académicos y por sobre todo, lograr instalar en el estudiantado que todos
los procesos guiados en contextos académicos, dicen relación con generar
condiciones reflexivas – analíticas para la inserción, estudio e intervención
de las realidades observadas.
yo creo que dado la forma en la cual se da la relación entre profesores,
estudiantes y supervisores, como que siento que los profesores tienen exigencias
que son netamente académicas, que a las instituciones no les interesa si
sabemos o no, entonces claro nosotros estamos haciendo cosas que son
exclusivamente para el taller… el taller es un soporte para nuestra práctica y
no viceversa, no la práctica un soporte del taller, entonces cuando en la
práctica decimos ‘hacemos cosas netamente para el taller’ yo creo que nos
referimos a esas cosas (Entrevista a Tesistas, Comunicación Personal,
2022)
Lo anterior se configura como un desafío para la formación profesional, en
la medida que en este discurso los estilos de supervisión (desde la
institución de práctica y desde el equipo docente) se identifican como un
problema más que como una oportunidad para enriquecer el proceso de
práctica. Aspecto que tiene mayores posibilidades de desarrollo con
supervisores/as institucionales que se posicionan desde un trabajo social
que requiere una articulación estrecha en la relación conocer-hacer, y con
estudiantes que logren profundizar de manera comprensiva en torno a
dicha dialéctica de la intervención social.
Al mismo tiempo, respecto de las formas de trabajo posible entre
supervisor/a institucional y supervisor/a docente se generan sugerencias
183
interesantes desde las y los supervisores institucionales entrevistados, que
pueden facilitar este proceso de aprendizaje.
quizás considerar aumentar las reuniones con los profes supervisores o no sé
cómo intencionar la metodología, que tiene relación a poder concretarse un
poquito más, tener más reuniones periódicas, considerando igual lo que dijo
una colega que también me vi reflejada, en que igual hubo un estrés de por
medio, ha habido aprendizajes respecto a la inserción de estudiantes, pero
también eso generó en los equipos que nosotros tuviéramos que re organizar el
trabajo, tener a una persona puntual ahí supervisando a los chicos y eso
también fue carga laboral, pero eso… cómo incorporar ese aprendizaje de
aumentar las supervisiones o los encuentros entre docentes y supervisores de
práctica (Entrevista a Supervisores/as, Comunicación Personal,
2022)
Finalmente, un aspecto relevante que rescatamos se relaciona con
profundizar el vínculo entre ambas supervisiones, fortaleciendo canales de
comunicación y la articulación entre los requerimientos académicos e
institucionales, para facilitar su integración desde una lógica de
complementariedad, que facilite el desarrollo de los procesos de
intervención desplegados desde los equipos de estudiantes en práctica.
Sobre la intervención social
En la dimensión metodológica, otros ámbitos que emergen con fuerza
desde los aprendizajes identificados en la asignatura de prácticas integrada
fueron aquellos ligados a los procesos de intervención social, toda vez que
ésta debió ser implementada en contextos de restricción e incertidumbre,
generando inicialmente dudas respecto de las condiciones de posibilidad
para desarrollar de manera rigurosa, tanto los procesos de intervención
social, como los procesos de formación profesional.
En este punto destaca la valoración por la capacidad de adaptación y ajuste
metodológico para aproximarse a realidades particulares y levantar
propuestas de intervención desde modalidades híbridas, donde la tecnología
y en particular las tecnologías de información y comunicación (TIC) se
instalan como una oportunidad para dinamizar los procesos interventivos,
innovando en herramientas que facilitaran un eje central de la intervención
social, como lo es la participación de las y los sujetos de intervención.
Aspecto central, toda vez que, en los periodos de mayor restricción de
presencialidad y contacto físico, como lo fueron las cuarentenas
obligatorias, la incorporación de estas herramientas posibilitó acceder a
dichas realidades, reconociendo las limitaciones propias del contexto digital
184
- remoto, pero a su vez, observando como estas herramientas viabilizaron
mantener el desarrollo del ejercicio profesional para el trabajo social.
De este modo, las y los estudiantes fueron incorporando en sus propuestas
metodológicas para el diseño de intervención el uso y adaptación de las
TIC, destacando: redes sociales, aplicaciones, programas y plataformas
digitales, material audiovisual e ilustrativo, siendo reconocidos en la
actualidad como herramientas que se han integrado como parte de las
posibilidades para el ejercicio profesional, considerándolas herramientas
dinámicas, amigables y atractivas para distintos grupos etarios y
generacionales.
un aprendizaje super significativo de las prácticas online fue aprender a usar
las redes sociales y los programas… me impulsaron a aprender sobre estas
nuevas tecnologías, a perderles el miedo y cómo ver posibilidades para realizar
intervenciones (Entrevista a Tesistas, Comunicación Personal, 2022)
Siendo este escenario, un contexto en el cual se dieron condiciones para
desarrollar procesos innovadores, creativos y flexibles para acercarse a
aquellas realidades limitadas materialmente, donde el territorio y el
establecimiento del vínculo profesional cara a cara no estaba dentro de las
posibilidades inmediatas.
era como la oportunidad de poder innovar ya sea en técnicas o desde las
herramientas que nos daba la tecnología en tiempos de pandemia y también
desde la propia disciplina, tomar esas herramientas y llevarlas desde el
trabajo social y además que desde el trabajo social se pueden buscar otras
formas para hacer intervención como fueron mucho las cápsulas audiovisuales
o buscar otro formato, ya sea lives en instagram y usar todas las herramientas
disponibles para llegar a esos otros que físicamente no se podía y que debía
hacerse de manera virtual (Entrevista a Tesistas, Comunicación
Personal, 2022)
En este sentido, es interesante observar como las y los estudiantes
reconocen la experiencia de intervención social en contexto de crisis e
incertidumbre, como una oportunidad para observar y vivenciar procesos
que no tenían abordajes teóricos previos, relevando ciertos campos de
intervención social, como lo fue el campo de salud, donde los equipos de
estudiantes se vieron enfrentados de manera directa y estrecha a la
contingencia ocasionada por una pandemia y su consecuente crisis
sociosanitaria.
De este modo, se reconoce que la pandemia enfrentó a los distintos actores
participantes de la intervención social, incluidos las y los estudiantes, a la
185
urgencia, presionando a sus actores para desarrollar y aplicar capacidades y
competencias que posibilitaran guiar las intervenciones y sobre todo,
teniendo la claridad de la necesidad de flexibilidad y adaptación de los
planes de intervención proyectados, generar un escenario en el que fuera
posible desplegar de manera metodológica y operativa el acervo de
aprendizajes acumulados durante la formación profesional.
nosotros igual tuvimos… una ventaja que fue tener y vivir este tema de la
pandemia donde tuvimos que ser flexibles en torno a esto y tener que
adecuarnos y ver las formas de acercarse a estas realidades (Entrevista a
Tesistas, Comunicación Personal, 2022)
bueno la pandemia nos dio esta oportunidad… poner la creatividad y la
flexibilidad que debe tener el trabajador social en su máximo esplendor y esto
si bien como ustedes en primer año y segundo año nos venían diciendo que es
necesario la flexibilidad y todo eso en tercero y cuarto tuvimos que aplicarla
altiro muy fuerte, y eso lo valoro harto (Entrevista a Tesistas,
Comunicación Personal, 2022)
Y si bien, al inicio de este proceso de alta incertidumbre surgen diversos
cuestionamientos respecto de la factibilidad de llevar a cabo y sostener los
procesos de formación profesional y la intervención social desde el trabajo
social, hoy al observar con distancia esta época es posible señalar que sí fue
posible desarrollar procesos de manera responsable, rigurosa y con carácter
disciplinario, reconociendo la relevancia de integrar los aprendizajes
obtenidos en contextos virtuales e híbridos al desarrollo de la intervención
social en contextos de presencialidad.
es como confirmar que es posible hacer cosas independiente del contexto y que
uno busca las mil maneras para hacer posible algo y en este caso es
intervenir… es positivo que seamos una generación que [considere[ que si es
posible en tiempos de crisis hacer cosas y quedarse inmóvil no es opción… lo
híbrido es posible, entonces para nosotros como generación si es posible no solo
lo presencial, entonces es interesante recuperar como establecemos ese equilibrio
ahora, porque creo que no podemos olvidar todas las herramientas que se nos
han otorgado para intervenir, para involucrarnos socialmente (Entrevista a
Tesistas, Comunicación Personal, 2022)
Este aprendizaje también es reconocido y valorado por los y las
supervisores institucionales en el marco actual de requerir nuevas formas de
contacto con los y las sujetas de intervención, pero además como una
estrategia propia de un nuevo paradigma cultural.
186
en mi caso, ha sido un aprendizaje y un avance constante, como bien decía
hace un rato las generaciones de ahora vienen con otros aprendizajes, con
otras competencias que quizás no aparecían hasta hace unos años atrás
dentro del perfil de necesidades o de las competencias que tiene que tener un
profesional y hoy día si aparecen porque tenemos un cambio de paradigma
cultural en todo sentido y uno de esos tiene que ver con esto, con estas
competencias tecnológicas, así que yo he aprendido harto con las estudiantes
(Entrevista a Supervisores/as, Comunicación Personal, 2022)
Otro aspecto que incorporan los y las supervisoras es la duración anual de
la práctica integrada como facilitador del proceso de aprendizaje de la
intervención social ya que permite situarlos en un campo y en un programa
particular y de allí construir propuestas de cambio. En este sentido se puede
advertir cómo el tiempo de permanencia en cada institución y/u
organización social es recuperado como un acierto para la formación
profesional.
sin lugar a dudas, siento que la continuidad anual es fundamental para que
ellos puedan tener en realidad un proceso, yo creo que por ejemplo el primer
semestre fue como de “acomodo” de conocer recién la organización, de saber
qué es lo que estábamos haciendo, de ver también la parte administrativa que
hacemos nosotros los trabajadores sociales, de que es lo que te pide cada
institución, y de qué forma uno va respondiendo también a las necesidades de
nuestros usuarios/as, dentro de los marcos que se van dando; entonces sin
lugar a dudas que sea anual y no…, yo encuentro que es un buen
aprendizaje a diferencia de otras universidades que efectivamente, yo también
tuve en su oportunidad alumnos de otras universidades que no eran de esa
forma, yo creo que eso es un “plus” para la formación profesional
(Entrevista a Supervisores/as, Comunicación Personal, 2022)
Dimensión relacional
Los aspectos relacionales se constituyen en un ámbito de alta relevancia
para la experiencia obtenida por estudiantes en los procesos de práctica
integrada, reconociendo por un lado la relevancia del tipo de vinculación
que se establece con las instituciones y la docencia, destacando la
importancia de configurar espacios de contención, reflexión y guía
profesional, con rutas claras que limiten, dentro de lo posible, los contextos
inciertos.
En este punto se identifica un elemento de tensión, toda vez que la
generación de espacios de contención y guía profesional se ven cruzados
transversalmente por los procesos evaluativos propios de la formación
187
académica, lo cual establece brechas que inciden en el despliegue fluido de
espacios con estas características.
Cómo que a veces me da miedo que el profe me va a decir que ‘no lo hice’…
entonces como que ese componente del miedo que se está dando, exponer los
conflictos empieza a entorpecer los procesos y terminamos con demasiadas
perspectivas en torno a lo que quizás en su momento podría haber sido más
fácil de sobrellevar (Entrevista a Tesistas, Comunicación Personal,
2022)
De este modo se observa que la tensión que resulta de la articulación del
acompañamiento o guía profesional/académica con los procesos
evaluativos en contexto de formación profesional, se amplifican cuando
nos enfrentamos a contextos de alta incertidumbre, donde las y los
estudiantes puedan experimentar sentimientos de inestabilidad y temor,
aumentando la experiencia perceptiva de complicación del proceso
formativo y no necesariamente de complejización del proceso. En este
sentido incorporar estas emociones y sentimientos como una dimensión
más de la intervención social, que requiere por tanto de su racionalización
teórica y epistémica, favorece el desarrollo de una perspectiva crítica y
autocritica respecto de los procesos sociales de los que somos parte (Morín
1999).
Ahora bien, el ámbito que es explicitado con mayor fuerza en lo relacional,
se vincula con la concepción de trabajo en equipo que experimentaron las y
los estudiantes, logrando valorar los atributos y oportunidades que este
otorga a la intervención social desde el trabajo social, pero también
reconociendo los desafíos que esto conlleva al desarrollarse en el contexto
de pandemia, donde un aspecto central fue la posibilidad de identificar y
valorar los límites entre sus integrantes, toda vez que se conformaron
equipos de trabajo entre estudiantes que no se conocían y que a propósito
de la crisis sanitaria, no les fue posible conocerse presencialmente de
manera inmediata.
mi mayor aprendizaje y creo que incluso el de los más importantes, fue
fortalecer el trabajo en equipo… para mí la primera práctica fue un aprender
a respetar los límites de los otros a hacer un buen trabajo en equipo y no
quedarme en el ‘pucha me tocó un mal grupo’, y eso lo he aplicado para la
segunda práctica y ahora en tesis, y creo que gracias a eso me ha ido muy bien
en los siguientes años en la universidad (Entrevista a Tesistas,
Comunicación Personal, 2022)
Un primer elemento que se valora del trabajo en equipo, que se intenciona
en las prácticas integradas, es la capacidad de intercambio y
188
retroalimentación que se construye entre los niveles que conforman la
práctica, estudiantes de 3° y 4° año, quienes se van nutriendo desde los
aprendizajes teóricos y prácticos que han acumulado a lo largo de la
formación profesional y también desde la dimensión relacional,
era igual complicado comprender altiro lo que se nos estaba enseñando en
taller, entonces personalmente yo siempre recurría a mi equipo que estaba
conformado por seis personas y la mitad ya iba en segundo nivel, entonces ellos
contribuyen mucho al aprendizaje de los que íbamos en primer nivel, y bueno,
era un aprendizaje entre toda la verdad… (Entrevista a Tesistas,
Comunicación Personal, 2022)
una de las cosas centrales, que más valoramos fue como se piensa la práctica
integrada, como se arman los equipos, porque una cosa es la idea que te puede
prestar tu supervisor académico o institucional y otro es la construcción que se
da entre compañeros (Entrevista a Egresados/as, Comunicación
Personal, 2022)
estaba pensando en esto de la complementariedad de los saberes, como desde el
primer nivel y segundo nivel, pero no tan solo en términos académicos, como de
los ramos, sino también de las habilidades que tiene cada uno, porque a mí
me pasó que en mi primera práctica me tocó con una compañera que era muy
extrovertida y yo soy muy introvertida y eso igual yo lo veía como un límite o
un desafío en realidad al momento de la intervención grupal y en eso ella me
ayudó mucho a tener más confianza en mí misma (Entrevista a
Egresados/as, Comunicación Personal, 2022)
Por otro lado, se releva la disposición y compromiso individual y colectivo
para facilitar el desarrollo adecuado de la intervención social en contextos
inciertos y restrictivos, visibilizando la dimensión ética del trabajo social,
pues la intervención remota requirió de mayores esfuerzos intelectuales
para comprender la realidad que enfrentaban, siendo central el compromiso
y proactividad de las y los estudiantes.
agregar a esto del trabajo en equipo lo que es la disposición y la proactividad,
creo que tener la disposición de trabajar tanto en equipo como en las prácticas
(Entrevista a Tesistas, Comunicación Personal, 2022)
El conflicto al interior de los equipos de trabajo emerge como un tema
significativo que se incrementa en contextos de incertidumbre, y que a su
vez tensiona la relación que se establece entre los procesos de formación
profesional y el desarrollo de la intervención social, en especial por la
evaluación académica del aprendizaje, reconociendo desde allí, la necesidad
de integrar el conflicto de manera guiada y consciente para facilitar los
189
procesos de intervención y la aprehensión de sus aprendizajes, validando
como un desafío la apertura de los posibles conflictos que se dan en los
equipos de trabajo a los espacios formativos, dejando al margen la
evaluación.
para quizás quitarse el estigma y el prejuicio ante los conflictos porque a veces
son cosas que nos exceden, son personales y se mezclan con nuestras
responsabilidades académicas… pero a veces uno no lo dice porque también
yo siento que hay un discurso de miedo hacia está evaluación y los profes
(Entrevista a Egresados/as, Comunicación Personal, 2022)
a veces tenemos mucho miedo de tener conflictos, cuando los conflictos son
parte de la vida social y el conflicto se tiene que entender como una posibilidad
de mejora (Entrevista a Egresados/as, Comunicación Personal,
2022)
En esta dirección, se reconoce como un desafío el desarrollo e integración
de mecanismos de comunicación efectivos, que posibiliten y favorezcan el
intercambio en sus distintas formas, digital/virtual/presencial, para los
contextos de desarrollo profesional, visibilizando desde allí, que en aquellas
situaciones que generan inestabilidad y/o incertidumbre, es central
fortalecer los espacios de acompañamiento que favorezcan la sensación de
estabilidad, claridad y guía profesional en los distintos frentes que
configuran la práctica y quehacer profesional de estudiantes en formación
en trabajo social, lo cual contempla la relación estudiante – estudiante;
estudiantes – supervisores institucionales; estudiantes – supervisores
académicos, y supervisores académicos – supervisores institucionales.
Finalmente, hemos de mencionar como la salud mental de las y los
estudiantes se vio interpelada en el curso de las adaptaciones aquí descritas
para desarrollar una intervención social en contextos de incertidumbre,
reconociendo el desgaste emocional y visualizando la importancia de
generar espacios de confianza y seguridad para abordar las tensiones
propias de los contextos experimentados.
desgaste emocional y salud mental que tenemos en las prácticas porque claro
está el tema de la conflictividad… aprendí a resignificar el conflicto de una
manera muy positiva… y claro el desgaste emocional de eso fue tremendo y
también cómo dijeron se traduce en una nota… lamentablemente estamos en
ese sistema y esa nota refleja una frustración (Entrevista a Egresados/as,
Comunicación Personal, 2022)
Al respecto, los y las supervisores institucionales entrevistados identifican el
trabajo en equipo como una estrategia formativa, que permite el desarrollo
190
de aprendizajes fundamentales para el ejercicio profesional y, a la vez, se
constituye en un soporte de cuidado. Aspecto que en tiempos de
distanciamiento físico y virtualidad se constituyó en un eje central de la
práctica, ya que el acompañamiento entre pares, considerando que muchas
veces los y las supervisores se veían limitados para responder de manera
oportuna a los requerimientos de sus estudiantes, se transformó en una
modalidad de trabajo central para viabilizar los procesos de intervención en
curso.
el tema del trabajo en equipo, de cómo ellas son capaces de generar redes entre
ellas, ver de qué forma se van priorizando o van dando “esta es tu habilidad,
esta es la tuya” y vamos como reforzándonos mutuamente, eso yo también creo
que es necesario en nuestra profesión y no siempre se da, porque también tiene
que ver con un tema de autocuidado que tenemos que hacer unos con otros,
sobre todo en esta profesión (Entrevista a Supervisores/as,
Comunicación Personal, 2022)
Reflexiones: puntos de llegada
A modo de síntesis, podemos señalar que el contexto de pandemia por
covid-19, se configuró como un escenario de grandes desafíos para el
ejercicio profesional del trabajo social, reconociendo las tensiones y
dificultades que se fueron instalando en el despliegue de la intervención
social y de la formación profesional disciplinaria, tensiones y limitaciones
que se articulan contradictoriamente con las oportunidades y posibilidades
que, del mismo modo, fueron emergiendo en dicho contexto, pudiendo
confirmar el supuesto inicial al que apostó el equipo docente de las
prácticas integradas de la Escuela de Trabajo Social de la PUCV, que fue la
posibilidad de dar continuidad y ajustar los procesos de intervención y
formación profesional en contextos de crisis, emergencias e incluso
restricciones físico-espaciales, siempre que se dispongan de competencias y
capacidades adecuadas que fomenten el desarrollo flexible, adaptativo y
creativo de la formación de trabajadoras/es sociales, y si bien se reconoce
que la presencialidad no es reemplazable en la intervención social, sí se
valoran las alternativas que surgen para afrontar creativamente contextos de
emergencia e incertidumbre social.
En este sentido, se rescatan aprendizajes que dan cuenta de continuidades y
discontinuidades en el proceso formativo asociado a las prácticas
integradas, siendo relevante destacar: La centralidad del trabajo en equipo,
un aspecto presente en el modelo pedagógico de nuestra Escuela, pero que
se resignifica a partir de la realidad vivida en el contexto de pandemia. Lo
colectivo adquiere en ese momento la calidad de soporte inmediato y
regular. Estas formas de grupalidad virtual se nos devuelven para repensar,
191
ahora en la presencialidad, cómo abordamos pedagógicamente el trabajo en
equipo en consideración de las subjetividades e intersubjetividades juveniles
universitarias construidas con sus “lecturas colmadas de perplejidad, de
desconfianza y también de esperanzas” (Baeza y Aravena, 2021).
El otro, particularmente ese compañero o compañera de práctica, pasó a
ser el soporte más inmediato en tiempos de pandemia, facilitando cada uno
de los procesos de formación e intervención. En este sentido la mediación
de los aprendizajes en torno al trabajo en equipo, por parte del supervisor
académico e institucional, resultaron relevantes, pero no siempre
oportunos. El aprendizaje, en este sentido, es fortalecer metodológicamente
los distintos niveles de trabajo en equipo posibles de gestionar en el
proceso formativo de práctica integrada.
Otra de las continuidades refiere a las posibilidades formativas que tiene el
contar con una práctica curricular intermedia (en el tercer y cuarto año de la
carrera) de dos años de duración. Esto es percibido por los y las
supervisoras institucionales como un elemento que facilita la inserción de
los equipos de estudiantes y el despliegue de una intervención social factible
de adecuarse a los requerimientos contextuales institucionales, sociales,
culturales y políticos. En tal sentido, los resultados de esta investigación
permiten sostener que la temporalidad de las prácticas dialoga con estos
contextos, facilitando que lo situado de la intervención social tome mayor
sentido y pertinencia, toda vez que dicha condición posibilita el desarrollo
de procesos de intervención vinculados a las dinámicas cotidianas de las
instituciones y de las realidades que habitan las y los sujetos de intervención
directa. Esto facilitó que, por un lado, los contenidos curriculares pudieran
graduarse y ajustarse a cada programa y/o institución y, por otro lado,
contribuyó de manera positiva a que los y las estudiantes experimentaran la
flexibilidad metodológica como una práctica necesaria y cotidiana en el
desarrollo de las intervenciones sociales.
En la misma línea de las continuidades, la integración de los niveles de
intervención, como una condición de posibilidad para dar cuenta de la
complejidad de lo social aparece como una propuesta pedagógica pertinente
a los desafíos del trabajo social contemporáneo. Desde la percepción de las
y los supervisores institucionales se valora como un aspecto central la
consideración teórico-metodológica y también ético-política para configurar
la intervención social desde la lectura de la realidad, superando la
imposición del método a ésta, lo que por tanto tiempo se hizo presente en
la formación profesional y que hoy es resignificado como una forma de
cristalizar el devenir de lo social.
192
Las formas que adopta la flexibilidad y creatividad emergen como
discontinuidad en la medida que, si bien son principios y prácticas
metodológicas centrales en una concepción de la intervención social
contemporánea, se requiere repensar los modos que estas adoptaron en el
confinamiento y podrían adoptar en la postpandemia. En tal sentido, la
incorporación de las TIC posibilitó la continuidad del vínculo profesional y
el desarrollo de los procesos de intervención y formativos. El aprendizaje es
que su incorporación en el proceso formativo y de intervención requiere de
su abordaje en forma sistemática, considerando que, entre los aspectos más
desafiantes de los nuevos contextos de desarrollo profesional, visibilizados
dramáticamente durante la pandemia, aparece la vinculación entre
intervención social y herramientas tecnológicas, relación que puede no ser
problematizada o asumida mecánicamente desde el colectivo profesional,
toda vez que “…se ha establecido casi como idea asumida, la resistencia de
los trabajadores sociales tanto a la innovación como a la introducción de
herramientas tecnológicas en su uso profesional. En cierto sentido esta
impresión, no del todo justificada, puede entenderse con las situaciones de
otras profesiones y disciplinas. El cambio suscitado por las TIC ha
supuesto una transformación profunda que está siendo vivida como
disruptiva en muchas ocasiones.” (Alonso y Echevarria, 2016, p. 167)
Finalmente, es posible poner en valor la centralidad que se otorga al papel
de los y las supervisoras institucionales para el acompañamiento de los
equipos de estudiantes y el desafío de una mayor articulación entre los
espacios académicos e institucionales, avanzando así en la anhelada tarea de
derribar las falsas dicotomías que se conforman respecto de la reflexiónacción para la intervención social desde el oficio del trabajo social, lo cual
toma especial realce cuando nos situamos en contextos de alta
incertidumbre, donde la emergencia de lo inesperado puede ser contenida
desde el acompañamiento sistemático y experimentado en el oficio.
Para concluir, se aprecia como parte de los principales aprendizajes
adquiridos, que los procesos de enseñanza-aprendizaje para la formación
profesional del trabajo social, requiere el despliegue de procesos
pedagógicos colaborativos, contenedores, flexibles y con capacidad de
adaptación (teórica, metodológica y pragmática), de tal modo que sean
capaces de responder y ajustarse de manera oportuna y ágil a contextos de
incertidumbre y alta contingencia social. A lo cual hemos de añadir la
resignificación del trabajo con otros/as, donde “el/la par” ocupa un lugar
central para dar soporte al proceso de enseñanza-aprendizaje abordado en
estas páginas.
193
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195
196
La docencia universitaria en pandemia
y sus interrogantes abiertas
Sandra Iturrieta Olivares – Clément Colin
Como hemos podido testimoniar a través de estas páginas el surgimiento de
la pandemia por COVID-19 y las medidas sociosanitarias implementadas
por el Gobierno chileno entre los años 2020 y 2021 para limitar su
expansión, tuvieron implicancias importantes en nuestras formas de
concebir y pensar el trabajo y el quehacer profesional. Tal vez las
profesiones basadas en la presencialidad y el encuentro con otras personas
hayan vivido esta realidad con más fuerza. Ha sido el caso de la docencia, y
más particularmente de la docencia en trabajo social, dado que enseñamos
una disciplina y una práctica profesional que construye su sentido desde el
encuentro mutuo y el establecimiento de relaciones sociales desde la
presencialidad.
En los relatos y recuerdos compartidos en cada uno de los capítulos de este
libro, podemos identificar algunos ejes de reflexión sobre las
transformaciones vividas en los quehaceres docentes y las formas en que
estos cambios influyeron, y siguen influyendo en las prácticas cotidianas de
quienes estamos a cargo de la formación de profesionales de trabajo social
en las universidades chilenas.
De forma general, todas las experiencias compartidas en los capítulos
concuerdan en que la pandemia ha impuesto la necesidad de alcanzar un
cierto grado de adaptación y de creatividad en las formas de ejercer la
docencia universitaria. En este sentido, son numerosas las experiencias que
podemos considerar como exitosas desde el punto de vista de la forma de
enseñar. Igualmente, son diversas las innovaciones e invenciones que
hemos tenido que implementar de forma habitualmente autoimpuesta y en
un corto plazo, para responder a la rapidez e inmediatez con la cual
surgieron las medidas contra la expansión del COVID-19. Así, los diversos
capítulos insisten en la capacidad de adaptación, y la creatividad que hemos
debido desplegar de modo vertiginoso, quedando en evidencia que tal
desafío ha sido enfrentado de manera solitaria frente a nuestros dispositivos
tecnológicos.
Orgullo es una expresión recurrentemente empleada al retrotraer a nuestras
memorias el hecho de haber logrado desarrollar estrategias que nos
permitieron recorrer con entereza los estrechos senderos que la pandemia
197
iba dejando en el contexto de crisis sociosanitaria, y más aún porque
logramos mantener nuestro quehacer docente comprometido con la
impronta ético-política que nos caracteriza como personas formadoras de
profesionales de trabajo social, ello a pesar de los cambios contextuales que
abruptamente nos fueron compelidos, así como a la humanidad toda. Sin
embargo, el desafío que nos hemos autoimpuesto de rememorar nuestras
vivencias como docentes en pandemia y sus implicancias cotidianas, nos
sitúa en las interrogantes que persisten hasta el día de hoy, respecto de lo
que fue la formación online de profesionales del trabajo social, y las
implicancias futuras que ello tendrá, de lo que seguramente seremos
testigos con información privilegiada en los años venideros.
Quienes participamos de la escritura de cada uno de los capítulos, dejamos
entrever a veces de modo explícito y otras de manera latente, una serie de
emociones asociadas con el periodo pandémico que devela un real
interrogante respecto del ser profesional en el futuro. Incertidumbres,
miedos, ansiedades o malestares se constituyen en emociones dominantes
en los relatos. A pesar del orgullo, y a veces el alivio por haber logrado
adaptarse a los cambios provocados por las medidas de orden
sociosanitario impuestas durante la pandemia, surgen de forma permanente
dudas sobre las propias prácticas y las implicancias que la formación online
de profesionales tendrá en el futuro. En particular, las reflexiones sobre las
prácticas profesionales desarrolladas online por el estudiantado tienen
como correlato preguntas sobre la fundamentación de tales actividades
curriculares, y si lograron efectivamente cumplir con el compromiso éticosocial que construye el sentido mismo del trabajo social. La reflexividad
solitaria y en aislamiento social, adicionada a la premura de tener que
enfrentar el deber académico, tensiona las posibilidades de articulación para
pensar esta problemática que por emergente no es menos gravitante en la
formación profesional. Pareciera ser que la tecnosociabilidad apareció
entonces, como una posibilidad real de articulación de distintas formas de
pensamiento para el abordaje de una actividad tan central como las
prácticas profesionales en trabajo social. Tal vez haya sido esta
preocupación por hacer bien el trabajo académico e intentar salvaguardar
sus resultados, lo que sustenta nuestra poca resistencia frente a la
constitución impuesta de una universidad digital, y aunque algunos relatos
evocan una resistencia más fuerte por parte de las disciplinas de las ciencias
sociales, se trata principalmente de resistencias frente al uso de las
tecnologías para enseñar y no de una insubordinación particular a la idea de
universidad y de enseñanza digital online. Queda abierta la pregunta
entonces respecto de la validez de desarrollar una formación profesional
híbrida en el futuro, o la oposición tenaz frente a tal alternativa, en que las
dudas respecto al éxito, posibilidades y límites del desarrollo de las prácticas
durante la formación profesional online se mantienen latentes.
198
Por otra parte, las preocupaciones expresadas en el conjunto de los
capítulos frente a los cambios y la desterritorialización, que vivimos
producto de la pandemia por COVID-19, se dirigen sobre todo hacia el
estudiantado. No obstante, quienes estamos a cargo de la formación
profesional también experienciamos procesos de desterritorialización
acordes a la imposición de desarrollar nuestros trabajos desde un lugar
distinto al que habitualmente usábamos, pasando desde las aulas a la
intimidad de nuestros hogares. Ello implicó, por tanto, la vivencia de una
reterritorialización que significó no solo tener que compatibilizar la
privacidad de nuestras cotidianeidades con el trabajo académico, sino que
también innovar las estrategias pedagógicas; utilizar soportes tecnológicos
diferentes a los habituales, y relacionarnos intersubjetivamente en tiempos
inciertos y en espacios las más de las veces improvisados. Si bien podríamos
pensar, en un primer tiempo, que las dificultades por adaptarse provendrían
de nuestra hipotética falta de conocimientos y habilidades respecto de lo
tecnológico, nuestras experiencias evidencian facilidades docentes
impensadas y muchas veces no autoconscientes para rápidamente y sin
capacitaciones formales, asumir las tareas de formación, así como reuniones
y diversas actividades académicas, vía las diversas plataformas online que
estuvieron a nuestro alcance en tal período temporal. A la par, malestares,
miedos e incomodidades fueron expresados por estudiantes clase a clase
frente al uso de estas mismas tecnologías. Ello pone en entredicho la
atribución frecuente y homogeneizante de su condición de “nativos/as
digitales” y la nuestra como “extranjeros/as digitales”. En este sentido,
además de reconocer y evidenciar las desigualdades sociales en las
condiciones materiales de existencia para desarrollar una asistencia virtual
adecuada y adaptada a la enseñanza online, al retrotraer nuestras memorias
los relatos también testimonian en variados pasajes las dificultades para
actuar con autonomía por parte del estudiantado en general.
El desarrollo de adecuados niveles de autonomía estudiantil para enfrentar
con éxito sus futuros desafíos laborales, ha sido una preocupación
constante durante el desarrollo de nuestra docencia online, ya que el
desmedro de esta capacidad evidenciado en tal período, en variados
momentos pone en tensión el buen desarrollo de las clases online, que al
igual que las presenciales, evidentemente supone el involucramiento y la
auto regulación estudiantil para el desarrollo pertinente de las diferentes
actividades formativas individuales y grupales, como asimismo para la
asistencia real -no simulada- a las aulas virtuales. En este marco, la
autorregulación estudiantil traducida en automonitoreo de la calidad de sus
desempeños, y, por otro lado, la flexibilidad de los procesos académicos, se
constituyen en dos componentes indivisibles que podrían ser vistos como
un cambio favorable emergente junto a nuevas prácticas docentes
innovadoras. No obstante, por momentos se transforman en obstáculos
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para salvaguardar el compromiso ético y social con la formación
universitaria y con el futuro quehacer profesional. En tal contexto, la
flexibilidad sus límites y potencialidades, se constituyen en otra pregunta
que queda abierta luego del contexto de pandemia, toda vez que supone la
autonomía estudiantil, la que cada vez ha ido quedando más y más puesta
en entredicho.
Desde otro prisma, el desarrollo de la formación profesional online nos
instó al entrenamiento de destrezas y capacidades para reconocer, analizar e
incorporar al trabajo profesional, el despliegue humano que se evidencia al
otro lado de las pantallas, en que las corporalidades, conductas e
interacciones adquieren nuevos sentidos al estar mediados por dispositivos
tecnológicos. La gestualidad, los silencios, las fallas de conectividad, como
asimismo la irrupción accidental de pasajes privados de las vidas cotidianas,
sumadas a las cámaras frecuentemente apagadas, al silencio al otro lado de
las pantallas, y a las evidencias de simulación de presencia estudiantil
durante numerosas sesiones de clases, se constituyen todos en elementos
que hacen surgir preguntas, que aún se mantienen sin responder respecto
de los aprendizajes logrados, de su permanencia y calidad durante el
desarrollo de las clases online, en que la obligatoriedad/voluntariedad del
encendido/apagado de las cámaras ocupó un lugar central, instando a
discusiones sobre la autonomía y privacidad de las personas, sus derechos,
obligaciones, compromisos, y posibilidades materiales de logro. Lo ético y
lo político de estas reflexiones son interrogantes que también permanecen
abiertas en la actualidad.
Por otra parte, las capacidades para desarrollar aprendizajes ubicuos ha sido
otro de los elementos relevantes de nuestras reminiscencias de los tiempos
de pandemia por COVID-19. En tal sentido la necesidad de cimentar, tanto
docentes como estudiantes, una posición de vigilancia sobre los
conocimientos ofrecidos por dispositivos de inteligencia artificial y las
posibilidades de hibridez en la conducción humana y no humana de
procesos educativos, es otra de las interrogantes que trascienden el período
de pandemia, ello sobre la base de que existe consenso en que luego del
trabajo online, ambos estamentos experienciamos una mejora sustantiva de
nuestras capacidades tecnológicas. Sin embargo, el desarrollo de las
habilidades sociales, relacionales y comunicacionales del estudiantado,
como asimismo sus valoraciones del trabajo colaborativo real, y no solo la
suma de partes, sus características e implicancias para la vida profesional,
son también interrogantes que se mantienen abiertas hasta la actualidad y
que son testimoniadas en vastos pasajes de nuestros relatos.
Finalmente, la vuelta a la presencialidad y al dinamismo de la vida
universitaria ha sido testimoniada en nuestros relatos como un hecho
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alegre, con aromas a optimismo frente a la posibilidad de revertir la
despersonalización del vínculo entre docentes y estudiantes, como así
también entre estudiantes, que es relatada en diferentes pasajes de nuestros
escritos. No obstante, tal alegría y optimismo se entremezcla en momentos
con ciertos niveles de cansancio atribuidos a incertidumbres, presiones
laborales y a situaciones personales que con distintos matices nos ha
correspondido vivir en estos tiempos de pandemia por COVID-19, y las
implicancias de ser responsables de formar profesionales online, en que la
validez científica y disciplinar de nuestras acciones docentes en aquel
tiempo, es una interrogante que nos acompaña incluso en la actualidad.
Habernos congregado para escribir cada una de las ideas que han sido
vertidas en este libro, sin duda es un acto de resistencia frente al
ensombrecimiento en el trajín cotidiano actual, de las emociones, incertezas
y esperanzas, y también descubrimientos e innovaciones, con las que nos
mantuvimos infranqueables en nuestras convicciones respecto de la
formación de profesionales de trabajo social, sus requerimientos, desafíos y
oportunidades. En este contexto queda en evidencia que, si bien la
tecnosociabilidad propició el trabajo académico, ésta tiene límites en cuanto
a las posibilidades de desarrollar trabajos colectivos. En tal sentido, este
libro intenta relevar la importancia de articular distintas formas de pensar lo
experienciado durante la pandemia por covid-19, e intenta constituirse en
una de las piedras que podemos aportar a la construcción de este edificio
sobre las reflexiones a propósito de las memorias y experiencias docentes.
Vayan nuestros testimonios y sus subjetividades, para las futuras
generaciones de docentes y estudiantes de trabajo social.
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SOBRE LAS AUTORÍAS
Sandra Iturrieta Olivares Posdoctorado en el Estudio de las Ideas,
Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile.
Doctora en Ciencias Sociales y Magíster en el Análisis de Problemas
Sociales de las Sociedades Avanzadas, Universidad de Granada, España.
Trabajadora Social, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile.
Directora del Núcleo de Investigación Sobre las Profesiones en las
Sociedades Contemporáneas (www.observatoriolatinoamericano.cl) y
académica Escuela de Trabajo Social, Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso. Correo electrónico: sandra.iturrieta@pucv.cl
Clément Colin Posdoctorado en Desarrollo Urbano, línea Entorno
construido, Centro por el Desarrollo Urbano Sustentable, Pontificia
Universidad Católica de Chile. Doctorado en Geografía, Universidad París
Est, Francia. Máster en Urbanismo y Ordenamiento del Espacio,
Universidad de Marne la Vallée, Francia. Licenciado en Ciencias humanas y
sociales, mención Estudios Urbanos, Instituto Francés de Urbanismo,
Université Paris 8, Francia. Académico Escuela de Trabajo Social, Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso, Chile.
Integrante cofundador del Núcleo de Investigación Sobre las Profesiones
en las Sociedades Contemporáneas, Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso. Correo electrónico: clement.colin@pucv.cl
Julia Cerda Carvajal Magister en Ciencias Sociales, Universidad de las
Artes y Ciencias Sociales, Chile. Trabajadora Social, Universidad de Chile.
Académica Escuela de Trabajo Social Universidad Tecnológica
Metropolitana. Correo electrónico: jcerda@utem.cl
Luis San Martin Mena Maestrando en psicología, Universidad Academia
de Humanismo Cristiano, Chile. Trabajador Social, Universidad
Tecnológica Metropolitana, Chile. Psicólogo Universidad Academia de
Humanismo Cristiano, Chile. Correo electrónico: luis.sanmartin@utem.cl
Paula Leiva Sandoval Doctoranda en Trabajo Social, Universidad Rovira i
Virgili, España. Magíster en Trabajo Social y Trabajadora Social de la
Universidad Tecnológica Metropolitana, Chile. Académica Escuela de
Trabajo Social, Universidad de las Américas, Chile. Integrante del Núcleo
de Investigación Social Aplicada-NISA, Facultad de Salud y Ciencias
Sociales, Universidad de las Américas, Chile. Correo electrónico:
pleiva@udla.cl
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Adriana Sanhueza Cisterna Doctoranda en Trabajo Social, Universidad
Rovira i Virgili, España. Magíster en gobierno y gerencia pública
Universidad de Chile. Trabajadora Social Universidad Católica Silva
Henríquez. Académica Escuela de Trabajo Social, Universidad de las
Américas. Perteneciente Núcleo de Investigación Social Aplicada-NISA,
Facultad de Salud y Ciencias Sociales, Universidad de las Américas, Chile.
Correo electrónico: asanhueza@udla.cl
Cristina González Campos Doctora en Sociología, Universidad
Complutense de Madrid, España. Máster en Historia Agraria
Latinoamericana, Universidad Internacional de Andalucía, España. Máster
en Metodología de Investigación Social: Innovaciones y Aplicaciones,
Universidad Complutense de Madrid, España. Asistente Social, Universidad
de Concepción, Antropóloga y Licenciada en Antropología, Universidad
Austral de Chile. Profesora Asociada Departamento de Trabajo Social,
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Atacama.
Integrante del Comité Académico del Magister en Metodología de
Investigación
Cualitativa
para
la
Salud,
Universidad
de
Atacama. Correo electrónico: cristina.gonzalez@uda.cl.
Raúl Hozven Valenzuela Doctor en Psicología, Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, Chile. Magíster en Educación con mención en
Currículum Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Trabajador
social y licenciado en Trabajo Social Universidad de Valparaíso, Chile.
Académico Escuela de Trabajo Social, Universidad de Valparaíso, Chile.
Integrante del Núcleo de Investigación Sobre las Profesiones en la
Sociedades Contemporáneas, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Chile. Correo electrónico: raul.hozven@uv.cl
Paola Marchant Araya Doctora en Ciencias de la Educación, y Magister
en Psicología, mención educacional, Pontificia Universidad Católica de
Chile. Trabajadora Social, Universidad de Valparaíso. Académica Escuela
de Trabajo Social, Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo
electrónico: mpmarcha@uc.cl
Lorena Valencia Gálvez PhD en Antropología, Universidad de
Manchester. Trabajadora social, Universidad Tecnológica Metropolitana,
Chile. Investigadora Posdoctoral Marie Zambrano. Miembro del Grupo de
Investigación e Innovación en Trabajo Social (GRITS). Universitat de
Barcelona. España. Integrante del Núcleo de Investigación Sobre las
Profesiones en la Sociedades Contemporáneas, Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso. Correo electrónico: l.valencia.galvez@ub.edu
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Ketty Cazorla Becerra Doctoranda en Psicología, Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, Chile. Magíster en Salud Pública, Trabajadora social,
y Académica de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de
Valparaíso, Chile. Investigadora del Centro de Estudios Interdisciplinarios
en Cultura Política, Memoria y Derechos Humanos de la Universidad de
Valparaíso, Chile. Estudiante de postgrado de Millennium Institute for Care
Research (MICARE), Chile. Correo electrónico: ketty.cazorla@uv.cl
Francisco Ramírez Varela Doctor en Cultura y Educación en América
Latina, Universidad de Artes y Ciencias Sociales, Chile. Magister en
Antropología y Desarrollo Universidad de Chile. Trabajador Social
Universidad Centroamericana, Nicaragua. Académico Investigador,
Universidad de las Américas, Chile. Correo electrónico: framirezv@udla.cl
Gabriela Rubilar Donoso Doctora en metodología de investigación
Universidad Complutense de Madrid, España. Trabajadora Social,
Pontificia Universidad Católica de Chile. Académica del departamento de
trabajo social de la Universidad de Chile. Correo electrónico:
grubilar@uchile.cl
Carlos Andrade Guzmán Doctor en Trabajo Social y Políticas de
Bienestar de la Universidad Alberto Hurtado de Chile. PhD in Social Work
del Boston College de Estados Unidos. Magíster en Gestión y Políticas
Públicas de la Universidad de Chile, ingeniero y licenciado en Comercio
Internacional de la Universidad Tecnológica Metropolitana. Académico del
Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Chile. Integrante del
Núcleo de Investigación Sobre las Profesiones en la Sociedades
Contemporáneas, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Correo
electrónico: carlos.andrade@uchile.cl
Daniela Giambruno Leal PhD en Política Social - University College
London. Master en Identidades Contemporáneas - University of Bristol.
Licenciada en Trabajo Social - Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, Chile. Profesora Asociada en la Escuela de Trabajo Social de la
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Correo electrónico:
daniela.giambruno@pucv.cl
Yesika Herrera Soto Doctora en Psicología, Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, Chile. Magister en Psicología Social, Universidad de
Valparaíso, Chile. Trabajadora Social y académica de la Escuela de Trabajo
Social de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Correo
electrónico: yesika.herrera@pucv.cl
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Claudio Montero Urrutia Doctorando en Trabajo Social, Universidad
Nacional de la Plata, Argentina. Magíster en Trabajo Social, Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso. Trabajador Social, Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso. Académico Escuela de Trabajo Social
de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Correo electrónico:
claudio.montero@pucv.cl
Giannina Saéz Ulloa Magíster en Análisis sistémico aplicado a la sociedad,
Universidad de Chile. Licenciada en Trabajo Social, Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso. Académica tiempo parcial, Escuela de Trabajo
Social Pontifica Universidad Católica de Valparaíso. Trabajadora social I.
Municipalidad de Villa Alemana, Chile.
Correo electrónico: giannina.saez@pucv.cl
Este libro fue sometido a un comité de referato internacional que actuó
bajo la modalidad de doble ciego.
La realización de este libro ha sido posible gracias al financiamiento de la
investigación titulada “Estudio internacional sobre la disposición subjetiva
al quehacer laboral remoto en tiempos pos-COVID-19: relevando
imaginarios profesionales” (FOVI 210050), a través del concurso de
Fomento a la Vinculación Internacional para Instituciones de Investigación
Regionales (2021) de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo
(ANID) Chile, a quienes agradecemos el apoyo brindado.
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