DON TURPÍN EN PAMPLONA
El Camino de Santiago medieval llegaba hasta Astráin de donde partía hacia la sierra un camino
llamado Perdonanza bidea o Perdonabidea de nombre bien expresivo, que hoy cruza bajo la
moderna autovía. Todos estos parajes en el siglo XII se documentan con numerosas viñas.
(Foto de M. J. Garbisu)
“Cuando se ha convivido tanto tiempo con la sombra de un hombre como yo lo he
hecho con la de Prohaska, se corren varios riesgos. En efecto, desentrañar la verdad
de una vida es una batalla perdida desde el inicio. Aspirar a revelar el entramado causal
que organiza una existencia es como intentar llenar un cubo sin fondo: el agua se
derrama fuera. Todo “porqué” es inútil. La esterilidad en las respuestas no es la
excepción, sino la norma”
Rafael Martínez Salmón, Medusa (2012)
EL CAMINO DE SANTIAGO A LA SALIDA DE PAMPLONA
La estancia de Aymeric Picaud en Pamplona debió ser breve a tenor de la poca
huella literaria que deja. Recordemos que en el año 1127 se había consagrado la
nueva catedral románica, en presencia del rey Alfonso el Batallador, entonces en la
cumbre de su reinado. Fue su arquitecto el maestro Esteban, llegado de las obras
iniciales de la catedral de Santiago, con unas dimensiones grandiosas para la época.
Se avanzaba en las obras del claustro que alcanzaría una perfección escultórica
desconocida hasta la fecha. Había un hospital de san Miguel cercano a la catedral y
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JULIO DONLO FERNÁNDEZ
avanzaba una ampliación urbana que en 1129 había otorgado el Fuero de Jaca al
Burgo de San Cernin de repobladores francos que detentaban el privilegio de
comerciar con los romerosa.
Este esplendor del señorío episcopal de Pamplona queda eclipsado en la narración
de Aymeric que aparenta ser un tipo atrabiliario e independiente. Por el contrario, la
magnificación de Pamplona en el Codex Calixtinus será obra de don Turpín en el Libro
IV que le dota de historia, leyenda, geografía y mística por doquier. Lo cual, dicho sea
de paso, nos vuelve a confirmar la diversidad de vivencias y proyecciones entre don
Turpín y Aymeric.
Gobernaba la diócesis de Pamplona en la cuarta década del siglo XII don Sancho
de Larrosab, quien había culminado las obras que sus antecesores, don Pedro
d´Andouque y don Guillaume, habían concebido con ánimo grandioso.
Los peregrinos llegarían a la catedral, el punto más alto de la civitas romana, para
descender al plano de san Cernin y atravesar la rúa Mayor de los Cambios, convertida
en «iter Sancti Iacobi», la «vía francígena» o el «Camino francés». Saldrían de la
ciudad por el camino de Acella, que discurría en paralelo y a la derecha de la actual
avenida de Pío XII, hasta completar la meseta ciudadana en Irunlarrea y descender el
talud al río Sadar. Allí cruzarían por el viejo puente de Acellac (hoy Campus de la
Universidad de Navarra) y entrarían en el poblado desaparecido de Acella,
documentado desde comienzos del siglo XI, con su iglesia, puente, molino y amplios
prados, posesión del obispo de Pamplona. Llegarían al río Elorz que cruzarían por el
puente de Cizur y entrarían en esta villa del señorío episcopal donde habían instalado
los Hospitalarios de san Juan una encomienda que alcanzaría gran expansión
territorial en la zona.
Es justamente en esta llanura aluvial que deja muy desplazado al oeste el río Arga
y se dirige al sur hacia la sierra del Perdónd donde se localizan los Capítulos XI y XII
de la Crónica de Turpíne:
“Por último llegó Carlomagno con todos los otros ejércitos; y cubrieron toda la tierra
desde el río Runa hasta el monte que por el camino de Santiago dista de la ciudad
tres leguas”.
Cabe advertir un conocimiento muy preciso del terreno unido a un tratamiento muy
personalizado del propio Turpín, que adopta por primera vez un tono autobiográfico:
Ego Turpinus. De tal forma que esta segunda conquista de Pamplona por Carlomagno
tiene un relato muy diferente a la intervención milagrosa del Capítulo II, tomada del
sitio de Jericó y con la mediación de Santiago. Aquí, por el contrario, cabe reconocer
la similitud con el enorme despliegue franco de la primavera de 1118 para sitiar la
ciudad de Zaragozaf donde Alfonso I encarna a Carlomagno como Turpín se ve
reflejado en los obispos Estebang y Guillaumeh, tan decisivos en la conquista. Con lo
cual a la indudable presencia de don Turpín en este escenario pamplonés por sus
precisas menciones a los puertos de Cisa, el río Runa y el monte del camino de
Santiago, se une una documentación de la gesta histórica más reciente recabada en
la cancillería episcopal de don Sancho de Larrosa. Es decir, el segundo sitio de
Carlomagno a la Pamplona dominada por Aigolando mimetiza la debacle almorávide
en la taifa zaragozana.
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DON TURPÍN EN PAMPLONA
(a) El rey Alfonso I otorga en 1129 el Fuero de Jaca a la población del llano de san Saturnino
que asigna a santa María de Pamplona y su obispo. (C.D.C.P. nº 176 de don José Goñi
Gaztambide)
(b) La refundación del obispado de Pamplona a partir de 1083 se realiza bajo una saga de tres
obispos excepcionales: don Pedro d´Andouque (1083-1115), don Guillaume (1115-1121) y
don Sancho de Larrosa (1122-1142). La crítica francesa hizo a Pedro D´Andouque el
supuesto autor de la Crónica de Turpín (Saroïhandy) y posteriormente lo encumbró a
modelo de obispo Turpín español del siglo XII (Mandach) sin evidencia historiográfica alguna
como censuró el historiador don José Goñi Gaztambide.
(c) Recogemos este documento de donación datable entre 1167 y 1187, que va jalonando el
Camino Francés por Acella y ambos Cizur: “et alia circa ponte de Aceylla et alia que est inter
ambos Çiçur et vinea que est in via de francos” (C.D.C.P. nº 312)
(d) Adoptaremos la denominación actual de sierra del Perdón. La crónica de Turpín no le da
nombre. Su nombre tradicional fue Francoa o El Franco (Franco Aundia en esta zona oeste).
(e) Seguiremos la transcripción latina de K. Herbers y M. Santos Noia (1998) y la traducción al
castellano realizada por los profesores A. Moralejo, C. Torres y J. Feo (1951).
“Novissime vero venit KAROLUS cum aliis omnibus exercitibus, et cooperuerunt totam
terram a flumine Runae usque ad montero qui distat ab urbe tres leugis via iacobitana”.
(Historia Turpini, Capitulum XI)
(f) Según don Antonio Ubieto las fuerzas francas llegarían por Somport y se agruparían en
Ayerbe (Huesca) en torno a la balsa sita en sus inmediaciones.
(g) Por su energía y su férrea voluntad el obispo Esteban encarna el prototipo del Turpín y
constituye el mejor candidato histórico para el Turpín de la Chanson de Roland. Peregrinó
a la Jerusalén conquistada y fue factor principal en la conquista de Zaragoza. Muere en
1130 en lucha contra los moros siendo ya obispo de Zaragoza. Pero ninguna evidencia
permite suponer su autoría de la Crónica.
(h) Estamos ante un obispo de Pamplona convertido en el señor mayor del reino que dirige sus
propias tropas y que tiene una proyección diplomática y literaria ecuménicas. Autor de una
obra literaria no identificada según reza su epitafio en la catedral que evoca aires de leyenda
no confirmados. Todo ello lo convierten en un cualificado Turpín español para continuar la
obra de Pedro d´Andouque al que se superpone formando parte de su séquito.
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JULIO DONLO FERNÁNDEZ
El capitel de Job del claustro románico de la catedral de Pamplona que se muestra en el Museo
de Navarra es en opinión de Georges Gaillard una obra a la vez pintoresca, expresiva, movida,
violenta, apasionada, pero siempre monumental. Se relaciona más con los artistas de la catedral
de Jaca, pero sobresale por la calidad de su técnica y la grandeza de su estilo: El capitel de
Pamplona es un monumento.
(Foto de M. J. Garbisu)
LA CUENCA PAMPLONESA
Son tantas las sorpresas que nos depara la lectura de los Capítulos IX a XVIII de la
Crónica de Turpín que los hemos considerado una suerte de Turpín “courte”
pamplonés.
La primera de todas ellas es el cambio de estilo que supone la introducción en
primera persona del anónimo autor bajo el personaje de Ego Turpinus hecho desde el
comienzo del Capítulo XI a modo de proclama, reiterada por dos veces.
I)
“ego Turpinus, dominica auctoritate et nostra benedictione et
absolutione, hos a peccatis cunctis relaxabam.”
II)
“Ego Turpinus archiepiscopus remensis, qui dignis monitis Christi
fidelem populum ad debellandum fortem et animatum,”
La segunda es la cita con pasión de agrimensor de este escenario de la lucha contra
Aigolando, que abre un enorme campo de batalla entre el río Arga y la sierra del
Perdón, con la nota de que el Camino de Santiago hace de bisectriz en la planicie de
la cendea de Cizur, lo que lleva la ruta jacobea más hacia el oeste que al sur, es decir,
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DON TURPÍN EN PAMPLONA
desde Cizur, adonde ya habíamos llegado, hacia Astráin, acorde a su posición central
en la cendea y en la sierra del Perdón.
El camino jacobeo actual se desplaza por el cordal este de la sierra del Perdón por
mor de imperativos urbanísticos. Las menciones del Turpín nos llevarían por el viejo
camino real de Pamplona a Puente, pasando por Astráin, que recoge parcialmente la
carretera nacional antigua para surcar el puerto por una cota baja. A mayor
abundamiento, el camino que sale de Astráin hacia la sierra se llamó Perdonanza
bidea o Perdonabidea, nombre de claro origen eclesiástico, que recoge la gran
perdonanza que es la ruta jacobea.
Decíamos que don Turpín ofrece distancias y medidas tan calculadas como no lo
hará en ningún otro lugar. Con una pretensión indudable de coser el mito carolingio a
la geografía del terreno. Porque aquí, a las puertas de Pamplonaa, el sitio de
Carlomagno fue real tanto a la ida como a su regreso en el verano de 778. Pero es
que también el obispado de Pamplona buscará a lo largo del siglo XII poner en valor
y en venta sus propiedades señoriales al calor de la expansión demográfica y de los
capitales llegados con los colonos francos. Se trasluce en don Turpín la pasión
catastral del obispado de Pamplona.
Recojamos las citas:
I)
“Novissime vero venit KAROLUS cum aliis omnibus exercitibus, et
cooperuerunt totam terram a flumine Runae usque ad montero qui distat
ab urbe tres leugis via iacobitana”. (Capitulum XI)
II)
“Et erat tunc exercitus Aigolandi et exercitus Karoli in quodam plano loco
et obtimo qui est iuxta urbem, habens in longitudine et latitudine sex
miliaria”. (Capitulum XII)
De Pamplona al Alto del Perdón (dirección suroeste) dice 3 leguas, bastante
aproximado a los 13 kilómetros que calculamos. Y el ancho del despliegue militar lo
cifra en 6 millas, también aproximado a los 11 kilómetros que calculamos desde
Echauri, a la derecha del Arga, a Arlegui (cendea de Galar) donde comienzan los
repliegues del Perdón, que formaría la ortogonal noreste.
Don Turpín nos ha dibujado idealmente un catastro de censos y pechas que es un
rectángulo de 6 millas de amplitud por 8 millas de profundidad, cuya diagonal
(hipotenusa) alcanzaría las 3 leguas, una extensión cifrable en 108.000 hectáreas. Es
decir, don Turpín está dibujando el cuadrante suroccidental de Pamplona que cruza
en diagonal el Camino de Santiago y que queda encajado entre los ríos Arga (oeste)
y Elorz (norte), contra la sierra del Perdón al sur, ocupado por la Cendea de Cizurb en
el centro, un fragmento de la Val de Echauri al oeste, y una parte de la Cendea de
Galar al este.
Si seguimos este juego de geometría euclidiana es por valorar la capacidad
analítica de don Turpín en la Cuenca pamplonesa. Porque solamente en este pasaje
es posible cuadrar la aritmética con la geometría. Y es evidente que estas citas con
mediciones tan contrastadas no pudieron hacerse en Saint-Denis ni en Vézelay, sino
en el corazón mismo del obispado de Pamplona. Obviamente, la Crónica de Turpín no
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es un libro de Historia como no es tampoco un catastro del señorío episcopal. Pero en
la obstinada persecución de nuestro buen monje no resulta baladí radiografiar su
paisaje mental para calcar la idealización literaria que como buen amanuense anota.
Suele atribuirse a la Crónica de Turpín un conocimiento somero de la península que
completa con un repertorio erudito de localidades y regiones. Es mayor su
consistencia histórica por el conocimiento de Eginhardo. Sin embargo, su fuente
básica es la épica francesa que reescribe con fruición porque en su tiempo la leyenda
se había convertido en acicate de la realidad.
La Crónica de Turpín es un prodigioso enredo de la imaginación, pero no es una
abstracción, ni opera en el vacío. Su conocimiento sutil de la realidad resulta
meticuloso. Pura literatura para salvar la vida de lo particular y concreto, frente a las
meras generalizaciones, logrando que todo el artificio suene a verdad.
(a) Pamplona es verdaderamente la ciudad que sitió y venció Carlomagno en el verano de 778
destruyendo sus murallas, lo que le da un sustrato histórico reconocible en los Anales
carolingios.
(b) La Cendea de Cizur quedó formada en su momento de máxima expansión del siglo XV por
los siguientes núcleos de población: Astráin, Barañáin, Zizur Mayor, Cizur Menor, Undiano,
Muru-Astráin, Larraya, Paternáin, Gazólaz, Echavacóiz, Acella, Eriete, Eulza, Guenduláin,
Zariquiegui, Sagüés, Oyarza y Nuin.
Las ruinas del señorío de Guenduláin quedan a la derecha del actual Camino de Santiago, muy
desplazado al este, que asciende de Cizur Menor a Zariquiegui. Castillo palacio con arquería del
siglo XVI e iglesia de san Andrés. En 1128 doña Blasquita donó el palacio de Guenduláin a la catedral
de Pamplona.
(Foto de M. J. Garbisu)
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DON TURPÍN EN PAMPLONA
Mapa topográfico del cuadrante suroeste de la Cuenca de Pamplona (SIGNA). El río Arga discurre a la
izquierda paralelo a la sierra de Sarbil y bordea el extremo oeste de la sierra del Perdón, que cierra
todo el sur. La bisectriz de comunicaciones viene a coincidir con el Camino de Santiago medieval.
LA VIA IACOBITANA
Pero es que hay más, porque será en este escenario de la salida de Pamplona
donde se identifique con total precisión la Via Iacobitana, realizando la Crónica de
Turpín, al mismo tiempo que la narración de la gesta de Carlomagno, una descripción
superpuesta del camino de Santiago, que incurre en un flagrante anacronismo.
La expresión Via Iacobitana había aparecido por vez primera en el Capítulo V:
“in Gasconia, ínter urbem que vulgo dicitur Axa et sanctum lohannem Sordue, vía
iacobitana”,
Se trata poco más que de una glosa contemporánea, en el contexto del siglo XII,
para tratar de situar la iglesia de Santiago entre Aix-en-Gascogne y Saint-Jean de
Sorde, en plena ruta peregrina, lo que demuestra un seguimiento muy concienzudo
del autor. Pero ahora el matiz es diferente porque es el propio Carlomagno quien toma
el camino jacobeo que adquiere así una realidad y un protagonismo épicos impropiosa.
Esta confusión del papel narrativo solo ocurrirá y hasta por tres veces en el entorno
pamplonés. Sabemos que la Crónica de Turpín se cose a la ruta jacobea en muchos
lugares (Saintes, Roncesvalles, Nájera o Sahagún) pero siempre como Camino de
Santiago en ciernes o como fundación atribuida al propio Carlomagno de iglesias y
monasterios en la futura ruta. Aquí ocurre que Carlomagno incrusta su campaña militar
en una ruta jacobea inexplicablemente preconstituida.
La expresión via iacobitana aparece en estas tres citas de la campaña de
Carlomagno, situadas entre Pamplona y Puente la Reina:
I)
“cooperuerunt totam terram a flumine Runae usque ad montero qui distat
ab urbe tres leugis via iacobitana”. (Capitulum XIb)
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JULIO DONLO FERNÁNDEZ
II)
“Via iacobitana dividebat utrumque exercitum” (Capitulum XIIc)
III)
“venit usque ad pontem Argae, via iacobitana”, (Capitulum XIVd)
Resulta extraña esta certificación del camino jacobeo hecha por Carlomagno,
inexistente para la tradición épica francesa, de tal forma que la culminación épica será
en Córdoba (Capítulo XVIII) y en Zaragoza (Capítulo XXVI).
(a) El Capítulo I de la Crónica de Turpín es taxativo al señalar que la tumba de Santiago no había sido
descubierta en tiempos de Carlomagno y que se trata de una revelación en sueños del Apóstol:
“Yspaniam usque ad Galleciam, qua beati Iacobi corpus tunc temporis latebat incognitum”.
(b) Capítulo XI Historia Turpini: “Item Arnaldus de Bellanda prius transmeavit Portus Cisereos et venit
Pampiloniam. Statim insecutus est illum Estultus comes cum suo exercitu. Deinde venit Arastagnus
rex et Engelerus dux cum suis exercitibus simul. Pastea venit Gandelbodus rex cum suo exercitu.
Deinde Otgerius rex et Constantinus cum suis exercitibus venerunt. Novissime vero venit
KAROLUS cum aliis omnibus exercitibus, et cooperuerunt totam terram a flumine Runae usque ad
montero qui distat ab urbe tres leugis via iacobitana”.
(c) Capítulo XII Historia Turpini: “qui cum suis exercitibus uno miliario ab urbe distabat. Et erat tunc
exercitus Aigolandi et exercitus Karoli in quodam plano loco et obtimo qui est iuxta urbem, habens
in longitudine et latitudine sex miliaria. Via iacobitana dividebat utrumque exercitum”.
(d) Capítulo XIV Historia Turpini: “Tunc Karolus, coadunatis sibi exercitibus suis, gavisus de tanto
triumpho, venit usque ad pontem Argae, via iacobitana, et ibi hospitatus est”.
DON TURPÍN EN PAMPLONA
La Crónica de Turpín es supuestamente una reescritura de la epopeya de
Carlomagno en España, atribuida al arzobispo Turpín de Reims. Una rememoración
histórica para fabular el mito fundacional de los nacientes burgos francos. La conquista
total de España por Carlomagno significa la invención de una tradición y un sentido
para una épica comunitaria que supere la orfandad y el desarraigo.
Pero la euforia ambiental del obispado de Pamplona en el siglo XII hace mella en
don Turpín que mimetiza vida y obra, para alumbrar su visión retrospectiva de la
leyenda carolingia. Una obra de no ficción puesta en alas de la fantasía que le permite
narrar la historia con desenfreno, ejercer su juicio moral y mantenerse distante de la
situación creada. La apropiación de la leyenda, porque es más fuerte que la realidad,
le dota de ideales y de fe en las ideas y en el futuro.
Es por eso que la presencia de don Turpín en Pamplona se manifiesta en la
subyugadora personalización de su experiencia, como narrador omnisciente de la
gesta carolingia. Don Turpín en Pamplona sucumbe al embrujo de la fabulación y
traspone a la farsa argumental su persona, su entorno geográfico y la via iacobitana,
inexistente en los tiempos de Carlomagno.
Es la magnificación de un espacio vital, geográfico e histórico concreto, que por
pintoresco que resulte dota de verosimilitud al relato, que soporta los inevitables giros
de guión. Significativamente nos dice en el Capítulo XIIa:
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DON TURPÍN EN PAMPLONA
“Tellurem hispanicam et gasconicam brachio invincibili potentie Dei adquisivi,
christianis Iegibus subiugavi, omnesque eius reges meo imperio everti”.
Nos interesa destacar la transgresión que supone en la epopeya carolingia esta
fusión de las conquistas de España y Gascuña. Pero seguramente no nos está
hablando del sometimiento de Gascuña a Carlomagno en el remoto 769, sino de esa
unión tangencial que Alfonso el Batallador ha abierto al norte de los Pirineos, sobre
todo tras el sitio de Bayona. Y por encima de todo, de su inquina personal contra el
duque de Aquitania, Guillermo de Poitiers.
Don Turpín, ese monje benedictino normando que seguramente llegó a Pamplona
todavía joven, no nos dejó firmado un solo documento. Nosotros meramente
rastreamos las huellas de sus pasos en su texto. Bastante evidentes en el despliegue
personalísimo de su jeroglífico mental de fantasía, moral, ciencia y cultura. Donde sin
duda se sintió cómodo con su obispo y su rey. Su rey es indudablemente Alfonso el
Batallador quien confió en tres obispos sucesivos, de origen occitano, gascón y
altoaragonés. Este último, don Sancho de Larrosa, quien fuera el anfitrión de don
Turpín, estaba emparentado con la antigua casa real pamplonesa y con el propio rey
Alfonso.
En este contexto resulta natural que la ofensiva almorávide del rey aragonés se
convierta en la forja de la gesta carolingia, constituyendo el leitmotiv de los Capítulos
IX a XVIII, referidos a Agen, Saintes, Aigolando, Furre y Ferragut, para culminar en
Cutanda. Y que en paralelo queden silenciados los ecos primeros del rey Alfonso VI
de León en la leyenda de Sahagún tan grata a Cluny, del Capítulo VIII.
Concluimos, la presencia nunca confirmada de don Turpín en Pamplona es una
hipótesis necesaria para explicar tanto la trama argumental de la Crónica de Turpín
como el texto fundacional de La Cofradía de Roncesvallesb, tan coincidentes en la
cronología como en su común debate ideológico. Esta carta fundacional se hace al
dictado de don Turpín aunque quien la firme sea el obispo. Como dijera don José Goñi
Gaztambide, constituye la mayor arenga de su obispado. Todo lo cual nos permite
situar en el contexto historiográfico correcto a estos cronistas áulicosc, visionarios de
unos hechos legendarios para hacer un relato mítico del presente: una fantasía tan
halagadora que moldea y prefigura una identidad política y ciudadana a la que dota
de validez universal. Cabe destacar la dosis de fascinación y de arrobo que este
mundo idealizado, colmado de ambición heroica, despierta en poblaciones tan
precarias como necesitadas de justificación.
Julio Donlo Fernández
(a) Traducimos: “Con el invencible brazo del poder de Dios conquisté la tierra de España y de
Gascuña, las subyugué a las leyes cristianas y sometí todos sus reyes a mi imperio”.
(b) Véase nuestro trabajo anterior RONCESVALLES EN LA RUTA DE AYMERIC PICAUD.
(c) La presencia de don Turpín en Pamplona y la preponderancia de Pamplona en la Crónica de Turpín
explican la posición nuclear de Pamplona en la épica medieval europea.
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JULIO DONLO FERNÁNDEZ
Portada románica de la iglesia de san Andrés de Zariquiegui que sigue el modelo de la fachada
antigua de la catedral de Pamplona. Crismón en el tímpano que reproduce los modelos del
Camino Aragonés que procede de Toulouse.
(Foto de M. J. Garbisu)
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DON TURPÍN EN PAMPLONA
Nave de la iglesia de san Andrés de Zariquiegui con bóveda estrellada del siglo XVI y retablo
romanista que preside una Virgen con el Niño románico gótica.
(Foto de M. J. Garbisu)
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JULIO DONLO FERNÁNDEZ
En el Alto del Perdón se recuerda la basílica sita al borde del Camino, junto a ella se
alzaba un hospital para los peregrinos y viandantes que lo necesitasen, y un poco
más apartado existió un mesón que era de la cofradía y de los vecinos. Se creó una
cofradía que se titulaba “Cofradía del Santo Hospital y Basílica de Nuestra Señora del
Perdón Reina Soberana de los Cielos”.
(Foto de M. J. Garbisu)
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DON TURPÍN EN PAMPLONA
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