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Ciencia en los extremos: una mirada presente al Primer Congreso del Hombre Andino (1973)

2024, Chungara

Bosquejamos el recorrido de los estudios andinos en Chile desde sus primeras manifestaciones hasta su profesionalización e institucionalización. Remarcamos las orientaciones de cada momento: primero, la de corte evolucionista vinculada a la incorporación del Norte Grande al Estado nación; segundo, la de tipo desarrollista relacionada con la expansión del campo académico-científico y con objetivos de desarrollo nacional y regional a través de los procesos reformistas y revolucionarios que experimentó el país entre 1960 y 1970. Señalamos algunos hitos de la institucionalización del campo académico científico del norte de Chile. En este contexto, mostramos cómo el Primer Congreso del Hombre Andino evidencia la corporeización de una comunidad local de investigadores que estaba en relación con otras del país y el mundo. Al mismo tiempo, nos muestra el diálogo y una búsqueda de articulación entre diversas instituciones alrededor del etnodesarrollo; es decir, de las problemáticas sociales vinculadas a la existencia de las comunidades indígenas andinas de un país en transformación.

Páginas 0-00 Chungara Revista de Antropología Chilena CIENCIA EN LOS EXTREMOS: UNA MIRADA PRESENTE AL PRIMER CONGRESO DEL HOMBRE ANDINO (1973) SCIENCE AT THE EXTREMES: A CURRENT GLANCE AT THE FIRST CONGRESS OF ANDEAN MAN (1973) Carlos Chiappe1 Bosquejamos el recorrido de los estudios andinos en Chile desde sus primeras manifestaciones hasta su profesionalización e institucionalización. Remarcamos las orientaciones de cada momento: primero, la de corte evolucionista vinculada a la incorporación del Norte Grande al Estado nación; segundo, la de tipo desarrollista relacionada con la expansión del campo académico-científico y con objetivos de desarrollo nacional y regional a través de los procesos reformistas y revolucionarios que experimentó el país entre 1960 y 1970. Señalamos algunos hitos de la institucionalización del campo académico científico del norte de Chile. En este contexto, mostramos cómo el Primer Congreso del Hombre Andino evidencia la corporeización de una comunidad local de investigadores que estaba en relación con otras del país y el mundo. Al mismo tiempo, nos muestra el diálogo y una búsqueda de articulación entre diversas instituciones alrededor del etnodesarrollo; es decir, de las problemáticas sociales vinculadas a la existencia de las comunidades indígenas andinas de un país en transformación. Palabras claves: Chile, estudios andinos, redes interinstitucionales, etnodesarrollo. We outline the development of Andean Studies in Chile from its earliest beginnings to its professionalization and institutionalization. We identify the orientations of each moment: first, an evolutionary one related to integrating the Norte Grande into the nation State; second, a developmental one associated with the expansion of the academic-scientific fields aimed at national and regional development through reformist and revolutionary processes that the country experienced between 1960 and 1970. We highlight key milestones in the establishment of the academic-scientific fields in northern Chile. Against this backdrop, we illustrate how the First Congress of the Andean Man reflects the emergence of a local community of researchers connected with others across the country and the world. At the same time, it shows the dialogue and efforts to coordinate various institutions around ethno-development, addressing social issues associated with the existence of Andean Indigenous communities of a country in transformation. Key words: Chile, Andean studies, Institutions, Inter-institutional networks, Ethnodevelopment. A 50 años del golpe de Estado, el Primer Congreso del Hombre Andino, realizado por la Universidad de Chile Zona Norte en sus sedes de Arica, Iquique y Antofagasta, constituye un punto de llegada y otro de partida para analizar la formación de redes académicas locales e internacionales y el desarrollo de los estudios andinos en Chile (Figura 1). Es ciertamente un momento de clivaje porque, mirando hacia atrás, puede verse la conformación de un campo de estudios a través de personas, instituciones, proyectos, planes, ideas, recursos y redes que exceden lo meramente académico y se imbrican con problemáticas locales, regionales e internacionales. Si, en cambio, focalizamos en el momento de su realización, podemos atisbar el abismo sobre el cual 1 todos esos elementos se entretejían en el acto de aquello que llamamos práctica científica. La obsesión de época por la denominada crisis de las comunidades andinas visibilizada en la migración del campo a la ciudad y la pérdida de las prácticas sociales tradicionales nos remiten a otra crisis, la del propio campo académico que se encontraba inmerso en sus discusiones teóricoideológicas a las puertas del apagón cultural impuesto por la dictadura. Finalmente, mirando hacia el futuro, a la censura y al repliegue del campo académico le suceden prontamente la búsqueda de nuevas formas de seguir haciendo ciencia y el rearmado laborioso de las redes que se quisieron eliminar a través de las exoneraciones, los campos de concentración, los exilios y los asesinatos políticos (Núñez 2023a). Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama, Chile. carlos. chiappe@ucn.cl, ORCID ID: 0000-0002-1760-6004 Recibido: septiembre 2023. Aceptado: mayo 2024. http://dx.doi.org/10.4067/s0717-73562024005000202. Publicado en línea: 28-junio-2024. 2 Carlos Chiappe Figura 1. Primer Congreso del Hombre Andino, logo original. Fuente: Universidad de Buenos Aires, Archivo Institucional Sección Etnohistoria. First Congress of Andean Man, original logo. Source: Universidad de Buenos Aires, Archivo Institucional Sección Etnohistoria. En este artículo, comentamos todo ello a través de dos apartados. El primero refiere el cambio en la orientación de los estudios andinos en Chile a través del tiempo, definiendo una primera etapa ligada a una mirada evolucionista y una segunda a otra desarrollista. Esto nos sirve como antecedente para comprender mejor el interés por el etnodesarrollo como expresión de transformación social positiva, sentido preferencial que adquirieron las discusiones producidas a lo largo de las sesiones del congreso. Esta es ciertamente una historia que nos compete, en tanto científicos que desarrollamos nuestro trabajo en esos territorios indígenas. Esta es claramente una historia que nos compromete, pues una práctica actual y mejorada precisa entender su mismo origen y transformación a través del tiempo, en diálogo con los contextos que ayudó a formar. El Surgimiento del Campo Académico-Científico Nortino en Contexto Instituciones y personas para una ciencia social sobre y desde el norte de Chile Entre fines del siglo XIX y principios del XX, las investigaciones sobre el Norte Grande de Chile (actuales regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta) abordaron temas geográficos, históricos y arqueológicos en el marco de las disputas territoriales por la formación de los Estados nacionales (Chiappe 2017). La victoria de Chile en la Guerra del Pacífico (1879-1886) incorporó territorios con población indígena y no indígena (ahora extranjera) que fue asimilada o expulsada de la sociedad nacional mediante una acción estatal y paraestatal en la que ocuparon Ciencia en los extremos: Una mirada presente al primer congreso del hombre andino (1973) centralidad la escolarización y las llamadas ligas patrióticas (González Miranda 2002, 2004). Desde un enfoque evolucionista, las comunidades indígenas fueron vistas como supervivencias barbáricas que languidecían en la frontera con la civilización representada por los enclaves urbanos. El trabajo investigativo debía rescatar, catalogar y comparar sus rasgos culturales antes de su pronta e inevitable desaparición. Museos y sociedades científicas de las ciudades principales eran las instituciones que dominaban la escena académica. Estas financiaban a expertos extranjeros y a algunos pioneros locales para realizar investigaciones en el norte del país y obtener colecciones que eran estudiadas y exhibidas en Santiago, Valparaíso y Concepción, entre otras ciudades principales (Palestini et al. 2010). Entre fines del siglo XIX y principios del XX, además, profesionales de las ciencias naturales y sociales fueron contratados por el Estado, reconocieron los territorios bajo demanda y ayudaron a trazar las fronteras nacionales aportando conocimiento sobre población, geografía y recursos; misiones extranjeras se interesaron en reconocer esos mismos espacios por temas de relevancia científica general y por razones geopolíticas funcionales a sus países; y arqueólogos e historiadores analizaron los procesos sociales zonales y colaboraron en su incorporación a las narrativas nacionales y/o nacionalistas (Gundermann y González 2009). El orden tradicional empezó a desarmarse en la década de 1930 en manos de una gran transformación socioeconómica, cultural e institucional que incluyó la gestación de un modelo de desarrollo propio, la estabilización de la democracia y su ampliación con partidos de peso que integraron, organizaron y movilizaron a parte de la población. El Estado puso en marcha políticas que activaron la economía y sintonizaron con el humor social en donde campeaba una ideología que demandaba cambios. En consonancia, a mediados del siglo XX, el eje institucional de las investigaciones científicas pasó a las universidades. Entre 1950 y 1970 sucedió un proceso de apertura científica que fue traccionado por el adelanto de las ciencias sociales del país gracias a las circunstancias propicias de la política universitaria. En este momento de nueva institucionalización y profesionalización abierto por la modernización del campo científico, pasó a postularse que el desarrollo nacional, regional y étnico se ligaba también al de las ciencias sociales. Hasta el golpe de Estado de 1973, la política estatal de fomento a la educación superior hizo crecer las 3 ciencias sociales y el país pasó a ser eje del circuito académico regional, atrajo recursos financieros internacionales, fue receptor de organismos y centros de investigación y de investigadores y estudiantes de posgrado de todo el mundo (Beigel 2009, Garretón 2005, Mora Nawrath 2014). Estas modificaciones no impactaron de igual manera en el norte del país porque las instituciones internacionales que otorgaban recursos para investigación y desarrollo se concentraron principalmente en Santiago, la capital de Chile. Pese a todo, el desarrollo científico local empezó a suceder con nuevos museos y universidades. El jesuita Gustavo Le Paige, a cargo de la parroquia de San Pedro de Atacama, inició las excavaciones arqueológicas que constituyeron la base para fundar en 1957 un museo que pasó a integrar la Universidad del Norte (UN). El Museo de Arica se originó en 1959 por iniciativa del denominado grupo Arica, formado por Percy Dauelsberg, Guillermo Focacci, Luis Álvarez, Oscar Espoueys y Sergio Chacón. Esto se dio en el marco del crecimiento de la ciudad debido a la promoción generada por el Puerto Libre de Arica (1953-ad.) que puso en riesgo a los sitios arqueológicos costeros. Otros museos regionales que se crearon fueron el de Antofagasta en 1960 y los de Iquique y Calama en 1961. La UN ya se había fundado en Antofagasta en 1956 y, en la década de 1960, se abrieron las sedes de Antofagasta, Iquique y Arica de la Universidad de Chile (UCH) (Núñez 2013). En la década de 1970, la creación de nuevas estructuras universitarias precisó de profesionales que se radicaran en los centros urbanos nortinos. La primera camada estaba formada en el centro del país o en el exterior -en el caso de extranjeros, como Platt y Berwick-. La arqueología siguió haciendo pie en Arica, en donde la sede local de la UN sumó a algunos integrantes del grupo Arica y también a Gonzalo Ampuero, Mario Rivera y Sergio Erices. En el Museo de San Pedro, además de Le Paige, ya estaban Serracino y Núñez. La antropología física empezó de la mano de Patricia Soto y el estudio de textiles con Liliana Ulloa (UN Arica). La etnohistoria se desarrolló con Bente Bittmann, José María Casassas (UN Antofagasta) y Jorge Hidalgo (UN Arica). La sociología despuntó en Iquique de la mano de Juan van Kessel y colaboradores para asentarse en la década de 1980 en el marco del Centro de Investigación de la Realidad del Norte (CIREN) y luego pasó a las universidades de esa ciudad (Sergio González Miranda, Bernardo Guerrero). En esta etapa inicial no 4 Carlos Chiappe existía gran desarrollo de la etnografía -la pionera fue Mostny (1954)-, aunque ya se señalaba su necesidad, y se llevó a cabo (Platt 1975), o al menos se indicó su necesidad (Rivera 1973). Los trabajos más relevantes provienen de Verónica Cereceda y Gabriel Martínez, quienes fundaron en Iquique el Centro Isluga de Investigaciones Andinas (UN) (Martínez 1975). Deben contarse también aquí los profesionales del Programa Arqueología y Museos de la Universidad de Chile, tema que trataremos más adelante por ser el centro del artículo. La lista anterior -no totalmente exhaustiva- de las personas activas a principios de 1970 reúne a quienes trabajaban en instituciones del Norte Grande y deja afuera a pioneros que investigaban sobre esta región desde otros contextos institucionales, como Mario Orellana (Universidad de Chile), Horacio Zapater y Horacio Larraín (Pontificia Universidad Católica de Chile), Sergio Villalobos (Universidad de Chile Santiago y Pontificia Universidad Católica de Chile), Osvaldo Silva (Universidad de Chile Santiago) o los integrantes originales del Grupo Toconce (José Berenguer, Victoria Castro y Carlos Aldunate, del Museo Chileno de Arte Precolombino y la Universidad de Chile Santiago). Los citamos aquí en representación de todos los profesionales de la época que impulsaron el conocimiento antropológico, histórico y arqueológico de esa región. Estado y ciencia social; desarrollo y etnodesarrollo La aceleración del proceso de urbanización y de la reforma agraria acaecida durante la presidencia de Frei (1964-1970) impulsaron la discusión sobre sus consecuencias en las poblaciones rurales y generó un espacio para que los diferentes entes estatales recibieran asesoramiento científicamente fundado (Garretón 2005). Las disquisiciones sobre la problemática indígena empezaron a relacionarse con la denominada cuestión regional, que asomaba entretejida con las identidades locales y la planificación regional impulsada por la Oficina de Planificación Nacional (ODEPLAN) (González Miranda y Ovando Santana 2020), que impulsó la división del país en doce regiones geoeconómicas con base en “criterios sociales, económicos, técnicos, espaciales y administrativos” para facilitar la “desconcentración administrativa” y agilizar “el funcionamiento de los Servicios del Estado a nivel regional” (Ministerio del Interior [MI] 1969). En torno a la reforma agraria, las novedades más relevantes eran el cooperativismo como forma alternativa de tenencia de la tierra, las tecnologías de acumulación y distribución de agua para el riego, las nuevas especies vegetales y la modificación de los calendarios tradicionales de cultivo (Gundermann y González 2009). Si bien la superficie cultivable en el Norte Grande era muy inferior con respecto a otras zonas del país y, por lo tanto, el impacto de la reforma agraria era menor en términos cuantitativos, se daba una baja de la productividad agropecuaria traccionada por el proceso migratorio del campo a la ciudad que despoblaba las urbanizaciones menores del interior a favor de las cabeceras portuarias y las ciudades mineras como Calama. Sin la posibilidad de promover grandes repartos de tierras y escalar la producción agrícola, la Corporación de Fomento (CORFO) se orientó a crear estaciones experimentales para modernizar la actividad agropecuaria, potenciar la crianza de auquénidos y empezó a financiar la generación de energía geotérmica proveniente de los volcanes andinos (Galdames Rosas y Ruz Zagal 2010:258). Con la llegada de Allende al poder, se consideró que el enfoque de los planes de desarrollo anteriores eran excesivamente tecnocráticos y etnocéntricos, por lo que se propuso que las políticas incorporaran el conocimiento local (Pérez Rodríguez 1984). El progreso socioeconómico del campesinado indígena no era satisfactorio. La atracción de la población andina hacia las faenas mineras y las grandes ciudades generaba un proceso de despoblamiento del interior del territorio particularmente crítico. Desde la visión científico-social, se alertaba sobre la pérdida de formas ancestrales de poblamiento con sus saberes locales asociados. Desde la geopolítica estatal se señalaba que, para justificar la soberanía chilena sobre los territorios fronterizos, se debía poder sostener una población estable. La tendencia hacia la macrocefalia urbana dada por la migración del campo a las ciudades portuarias y mineras y la baja productividad agrícola y situación de pobreza de los sectores rurales eran todos fenómenos interdependientes que permearon las preocupaciones de las agencias estatales y de las instituciones científicas y llevaron a coligar sus intereses. Los científicos predijeron que las comunidades indígenas marchaban hacia su desintegración, pero que esto podía ser detenido partiendo de una adecuada comprensión de los problemas que obstaculizaban su incorporación al desarrollo nacional (Rivera 1973). Ciencia en los extremos: Una mirada presente al primer congreso del hombre andino (1973) Se profundizó entonces la relación entre las universidades y las instituciones del Estado en sus diversos niveles y muchos cientistas de orientación política afín al gobierno pasaron a integrar oficinas estatales. Se implementaron algunas líneas de acción, como el Plan Andino, orientado al desarrollo aymara (Municipalidad de Iquique y Universidad de Chile, años sesenta), el Programa Arqueología y Museos (1963-1974) de la Universidad de Chile, el Plan de Desarrollo de la Universidad del Norte sede Arica (1972-19769) y el convenio en torno a las artesanías aymaras entre la Universidad de Chile y el Servicio Estatal de Cooperación Técnica (1972). Los investigadores se abocaron a realizar tareas de diagnóstico para proponer políticas de fomento adecuadas a las características de la población local. La institucionalización proveyó las bases para coordinar eventos destacados en donde esta temática estuvo siempre presente: el Primer Encuentro Arqueológico Internacional de Arica (1961), organizado por el Museo de Arica con el apoyo de la Universidad de Chile y de la Junta de Adelanto de Arica, el Primer Congreso Internacional de Arqueología (1963), organizado por la Universidad del Norte en el Museo de San Pedro de Atacama, y el Primer Congreso del Hombre Andino (1973), organizado por la Universidad de Chile. También se fundaron las primeras revistas que dieron a conocer los avances de los equipos de investigación locales, como Chungara (1972) y Estudios Atacameños (1973). Si bien seguían generándose investigaciones de ciencia básica, lo característico de la época es que el foco de la preocupación se orientó al etnodesarrollo pensado en vinculación con lo regional y lo nacional. Esta ciencia aplicada aparece en el cruce entre la institucionalización del campo académico-científico y los cambios sociales, económicos y políticos del país. Estas dos vertientes pueden verse en la arqueología nacional, que pasó a escindirse en dos enfoques: uno que abordó el registro desde la perspectiva funcional y ecológica de la Nueva Arqueología norteamericana (Gonzalo Ampuero, Mario Rivera, Hans Niemeyer) y otro encuadrado en un materialismo histórico que buscaba mayor compromiso social, con representantes como Felipe Bate, Julio Montané y Lautaro Núñez (Troncoso et al. 2008:127). Estos investigadores, con sus propias tensiones teórico-ideológicas, se encontaron en el Primer Congreso del Hombre Andino, lo cual fue un rasgo de la mayoría de los eventos de la época, atravesados por la polarización política de nuestras sociedades (Chiappe y Ramos 2016). 5 Las posiciones científicas que abogaban por el desarrollo indígena, si bien estaban muy alejadas de situar a los pueblos indígenas en un estadio de atraso, continuaron avalando una acción estatal que propendía a la homogeneización. Es evidente que, tanto si se partía de un marco teórico ecológicocultural o de uno materialista-histórico, nunca se ponía en entredicho la noción de desarrollo que venía dominando el imaginario occidental desde la segunda posguerra mundial. Con todo, la etapa de apertura científica significó un salto cualitativo y cuantitativo para comprender procesualmente a las sociedades andinas desde un compromiso creciente con las comunidades con las que se trabajaba. El Programa Arqueología y Museos y el Primer Congreso del Hombre Andino En el proceso de institucionalización de las ciencias sociales en el norte de Chile intervinieron las dos redes institucionales que ya estaban activas desde la década anterior: la laica y pública ligada a la Universidad de Chile en relación con el ILPESCEPAL de la UNESCO y la religiosa y privada articulada por la Universidad Católica de Valparaíso, el Centro Ballarmino y también el ILADES (Beigel 2009). La Universidad de Chile tenía sedes en Arica, Iquique y Antofagasta, mientras que la red católica se hacía presente con la Universidad del Norte, con sedes en Antofagasta, San Pedro de Atacama, Arica e Iquique (Chiappe 2015a). Cuando Lautaro Núñez se incorporó en 1963 a la Universidad de Chile Zona Norte para reorganizar el Museo Arqueológico de Calama, propuso a las autoridades crear el Programa de Arqueología y Museos con el objeto de potenciar el espacio geográfico intermedio entre San Pedro de Atacama y Arica, en donde se habían formado los ya referidos núcleos de investigación asociados a museos. El Programa funcionó a lo largo de una década, en la que desarrolló tareas arqueológicas y museográficas en Calama, Iquique y Antofagasta. En los inicios de 1970 se había conformado un equipo integrado por Patricio Núñez, Vjera Zlatar, Carolina Staal y Lautaro Núñez (arqueólogos), Jaime Salazar (conservador), Eduardo Muñoz (restaurador de arquitectura patrimonial), Carlos Fica (conservador del museo de Calama), Alfredo Loayza (conservador del museo de Iquique), Branko Marinov (conservador del museo de Antofagasta), los laboratoristas Jaime Salazar y Françoise Mairet del CNRS de Francia 6 Carlos Chiappe y el encargado de arte rupestre Patricio Moreno (Núñez 2018:173). La red que se había ido creando entre personas e instituciones de América del Sur, Europa y Estados Unidos y los desarrollos locales llevaron a los integrantes del Programa a imaginar la organización desde la Universidad de Chile de un congreso de importancia en donde se pudiera socializar el avance de las diferentes investigaciones (Núñez 2023b). El siguiente evento fue comunicado en el Seminario Internacional Proceso de Integración Andina (Arica 1971), patrocinado por el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH) y la Junta de Adelanto de Arica (Núñez 2013:87). Finalmente, el Primer Congreso del Hombre Andino sesionó en las sedes de la Universidad de Chile de Arica, Iquique y Antofagasta en 1973. Lo auspiciaron la Dirección de Cultura de la Presidencia de la República, la Sociedad Chilena de Arqueología y la Sociedad Chilena de Antropología (Universidad de Chile 1973a). El coordinador general fue Lautaro Núñez, el secretario general Branko Marinov y la Comisión Simposios estaba integrada por Patricio Núñez y Vjera Zlatar. Cada sede tenía también su comisión organizadora: la coordinadora de Arica era Viola Muñoz, el de Iquique Freddy Taberna y el de Antofagasta Patricio Núñez (Chiappe 2015a). El congreso tuvo una impronta panandina, internacional e interdisciplinaria (Sociedad Chilena de Arqueología 1995:13), la cual venía siendo impulsada desde la década anterior por algunos referentes, en particular John Murra. El ucraniano-estadounidense de la Universidad de Chicago estableció contactos con investigadores de todo el Centro Sur Andino por medio de los cuales orientó investigaciones en curso (Núñez y Dillehay 1979), publicó e hizo circular textos que pusieron en relevancia a las nuevas generaciones (Revel et al. 1978), dictó clases y conferencias en Latinoamérica, drenó recursos de la Fundación Ford, de la Comisión Fulbright y del Instituto de Estudios Andinos y realizó asesorías a instituciones gubernamentales, como la Junta de Adelanto de Arica (Galdames y Ruz 2010). Estas estrategias sumaron a diversos investigadores de Chile, Argentina, Bolivia y Perú a la tarea de probar en contextos locales su idea del logro andino por medio del control vertical de un máximo de pisos ecológicos (Chiappe y Ramos 2016). Esto último puede verse en publicaciones como las de Platt (1975), Hidalgo (1984) y Martínez (1990) si tomamos solo tres ejemplos del campo chileno. La presencia de Murra en Chile es bastante temprana, pues el historiador Rolando Mellafe lo invitó a la Universidad de Chile sede Santiago en 1965 para dictar el curso “La organización económica del Tawantinsuyu” basado en su tesis doctoral The Economic Organization of the Inca State de 1956. A partir de allí, su influencia creció en el medio local (Castro et al. 2000). Los objetivos declarados del congreso fueron reunir a especialistas sobre los principales problemas de la sociedad andina en todo el rango temporal, detectar tácticas comunes de estudio, sugerir políticas de acción conjuntas con los países limítrofes con el norte de Chile y considerar a la sociedad andina como un todo integral, sin divisiones políticas, con el objetivo de plantear la problemática actual de su crisis contemporánea a través de sus diversos estadios de desarrollo (Núñez y Chiappe 2023). El congreso se organizó en torno a ocho mesas: Simposio 1, coordinadora Viola Muñoz Silva (Universidad de Chile sede Arica, Chile): “Migración y crisis en la sociedad andina”. Simposio 2, coordinador John Murra (Cornell University, EE.UU.): “Verticalidad y colonización andina pre-europea”. Simposio 3, coordinadores Julia Fortun (Dirección Nacional de Antropología, Bolivia) y Oreste Plath (Museo de Arte Popular de la Universidad de Chile, Santiago): “Problemas básicos de estudio del folklore andino”. Simposio 4, coordinadores Comisión Organizadora y Freddy Taberna (ODEPLAN y Universidad de Chile sede Iquique): “El rol de la sociedad andina en el tránsito al socialismo”. Simposio 5, coordinadores Jorge Alfaro (secretario ejecutivo del Plan Nacional de Artesanías, Chile) y Patricio Moreno, Programa Arqueología y Museos de la Universidad de Chile Zona Norte sede Antofagasta): “La artesanía como estímulo al desarrollo andino”. Simposio 6, coordinador Patricio Núñez Henríquez (Programa Arqueología y Museos de la Universidad de Chile Zona Norte): “Bases para la planificación del desarrollo de la sociedad andina en el norte de Chile”. Simposio 7, coordinadores Thomas Lynch (Cornell University, EE.UU.-Sociedad Chilena de Arqueología) y Virgilio Schiappacase-Hans Niemeyer (Sociedad Chilena de Arqueología): “Problemas básicos del estadio de caza-recolección: trashumancia”. Simposio 8. Luis Lumbreras (Universidad Mayor de San Marcos, Perú): “Problemas básicos del estadio de la sociedad campesina andina pre-europea: la revolución campesina y el proceso de agriculturización”. Inicialmente, estaba programado un noveno simposio: “Realidad y diagnóstico para una Ciencia en los extremos: Una mirada presente al primer congreso del hombre andino (1973) nueva orientación de los estudios antropológicosarqueológicos en el área andina”. Si bien no llegó a concretarse, se elaboró un informe previo “Acerca del objeto de la antropología en el Perú contemporáneo” a cargo de Rodrigo Montoya de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú (Universidad de Chile 1973a). En la Tabla 1 el lector podrá ver los participantes y los títulos de ponencias. La información fue elaborada con base en Universidad de Chile (1973b) y documentos del archivo personal de Lautaro Núñez. Advertimos que este listado no es completo, pues no todos los ponentes entregaron sus resúmenes antes del evento y porque la publicación de las actas quedó suspendida por efecto del golpe de Estado. Las pertenencias institucionales no figuran en los resúmenes, por lo que las hemos repuesto en la medida de lo posible a través de rastreo bibliográfico. Cuando no pudo hacerse, al menos se ha indicado el país de pertenencia (Tabla 1). Más allá de los temas, la división que queremos resaltar es entre simposios de ciencia básica (2, 7 y 8) y de ciencia aplicada (1, 3, 4, 5 y 6). Los tres primeros fueron planteados con base en cierta secuencia temporal, empezando por analizar una práctica social de raíces prehistóricas (la trashumancia), pasando luego por la agricultura y terminando por centrarse en una estrategia de producción económico-social, la verticalidad, por medio de un enfoque metodológico interdisciplinario. Los de ciencia aplicada versaban sobre los temas que hemos identificado como prioritarios en la época y sostenían que existía una crisis de las comunidades andinas, ya sea por efecto de la modernidad (enfoque ecológico-cultural) o por el impacto del capitalismo (enfoque materialista histórico). El informe “Los límites y limitaciones del archipiélago vertical” (Murra, simposio 2) realiza una comparación entre las sociedades andinas y las mesoamericanas, resume el modelo del control vertical y plantea la necesidad de buscar sus límites debatiendo las características y las variantes regionales con el objeto de comprender sus alcances y funcionamiento (Murra 2002 [1972]). Por otra parte, la problemática de la trashumancia (Lynch, simposio 7) se hallaba en el centro de la discusión en aquella época, siendo “uno de los objetivos del Congreso del Hombre Andino” (Le Paige 1975:6). Se entendía que esta “…no es lo mismo que los ‘archipiélagos verticales’ [el modelo de Murra], ni ‘sistemas de intercambio’, ni tampoco es un patrón de ‘nomadismo’ sencillo o migración [son] migraciones estacionales a diversas 7 alturas en las montañas en busca de forraje siguiendo rutas regulares y tradicionales” (Lynch 1975:75, la aclaración es nuestra). Los otros coordinadores, Schiappacase y Niemeyer, presentaron un informe centrado en un caso de estudio sobre la adaptación humana en las regiones áridas y semiáridas de Chile y en el rol que le pudo haber correspondido a la trashumancia en este proceso. Finalmente, el informe del simposio sobre agricultura (Lumbreras, simposio 8) se centra en el problema del cambio, discutiendo desde un enfoque materialista histórico las evidencias del tránsito entre las economías recolectora y la productora de alimentos, como el cultivo de plantas y la domesticación de animales. En los simposios de ciencia aplicada prima la idea de crisis de la sociedad andina, ya sea por efecto del capitalismo (enfoque materialista histórico) o de la modernización (enfoque ecológico-cultural). El papel del científico es realizar un diagnóstico de los problemas existentes para que este pueda ser recepcionado por el Estado y se diseñen políticas públicas adecuadas. En el simposio 1, “Migración y crisis en la sociedad andina” -coordinado por Viola Muñoz, se habla de una crisis cultural producto de las políticas paternalistas y civilizatorias de los Estados modernos y de la necesidad de implementar planes de desarrollo para arraigar a las poblaciones andinas en su lugar de origen. En el simposio 3, otra manera de indagar en los efectos deletéreos de la modernidad/ capitalismo fue a través de los “Problemas básicos de estudio del folklore andino”. Mientras Julia Fortun identifica como obstáculo la comercialización del folklore, entendiéndolo como despojo a los legítimos productores, Plath advierte una involución del arte popular debido a su mercantilización. En el simposio 4 se declara la posición de la Comisión Organizadora sobre el desarrollo étnico, relacionándolo con el proceso chileno del gobierno de Allende (la vía chilena al socialismo) enmarcado en los procesos globales de descolonización. Se parte de la base que la sociedad andina está encorsetada en la sociedad capitalista, pero que existe una identificación de derechos entre el proletariado nacional, el campesino andino y el campesinado en general. En este marco, la ‘liberación cultural andina’ implicaba la participación del hombre andino en la via chilena al socialismo en sus propios términos, dando así lugar a una ‘revolución cultural andina’ que sería la reivindicación de ciertos valores comunitarios no contradictorios con el socialismo. En el simposio 5 8 Tabla 1. Participantes y ponencias. Participants and presentations. Participantes Ponencias Simposio 1: Migración y crisis en la sociedad andina José Berenguer y Victoria Castro (Universidad de Chile sede Santiago) Algunos problemas derivados del análisis de los censos generales de población (1907-1970). Departamento El Loa, provincia de Antofagasta Antonio Canedo de Ávila (Bolivia) El pacto militar-campesino en Bolivia Zenón Guzmán Pinto (Perú) La Convención-Distrito de Huayopata Osvaldo A. Muñoz Solari (Universidad de Chile sede Antofagasta) Un área en reestudio y su problemática de flujo poblacional como elemento básico de dinamismo regional Héctor Vera Ahumada (Universidad de Chile sede Santiago) Causas económico-laborales de la migración en el norte de Chile Simposio 2: Verticalidad, y colonización andina pre-europea Evolución de las formaciones económico-sociales del área andina. El modelo de los modos de producción José María Casassas Cantó (Universidad del Norte sede Antofagasta-Centro de Documentación Fuentes documentales para el estudio etno-histórico de las poblaciones indígenas del norte grande chileno y tierras adyacentes Jorge Iribarren (Museo de La Serena) Ocupación inca en Atacama y Coquimbo Ana María Lorandi (Universidad de Buenos Aires, Argentina) El área andina y sus vecinos Agustín Llagostera Martínez (Universidad del Norte sede Antofagasta) Vías de comunicación altiplano-yungas en la zona lupaqa Lautaro Núñez (Programa Arqueología y Museos Universidad de Chile Zona Norte sede Antofagasta)1 Evidencias arqueológicas de verticalidad por atracción marítima en el norte de Chile Simposio 3 Problemas básicos de estudio del folklore andino Eduardo Carrión Rivera y Jaime Lam Luza (Escuela Artística de Iquique) Fiesta de la ‘Cruz de Mayo’, tradicional el pueblo de Chapiquilta, ubicado en la quebrada de Camiña Juan Van Kessel (Universidad de Chile sede Antofagasta) Socio-geografía andina de bailes religiosos. Bailarines del desierto Guillermo Yáñez Mora (Museo Nacional de Historia Natural, Santiago) Problemas básicos de estudio del folklore andino Simposio 4: El rol de la sociedad andina en el tránsito al socialismo Patricio Núñez Henríquez (Programa Arqueología y Museos de la Universidad de Chile Zona Norte sede Antofagasta). En torno a problemas de la revolución cultural andina en el norte de Chile Simposio 5: La artesanía como estímulo al desarrollo andino Gabriel Martínez (SERCOTEC, Iquique) Artesanía y política cultural Simposio 6: Bases para la planificación del desarrollo de la sociedad andina en el norte de Chile Nei Cunha Rocha (Universidad de Chile sede Antofagasta) 1 Especificidad de la sociedad andina y coordinación interinstitucional para responder a su desarrollo Hemos priorizado esta pertenencia institucional pues Lautaro Núñez participó de la organización del congreso en tanto académico de la Universidad de Chile. Sin embargo, en 1973 también revestía en la Universidad del Norte. Luego del golpe de Estado, fue exonerado de la primera y pasó a trabajar a jornada completa en la segunda. Carlos Chiappe Bernardo Berdichewsky (Universidad de Chile sede Santiago) Continuación Tabla 1. Participantes Ponencias La comunidad andina ante la ley Guillermina Hinojosa (Universidad de Chile sede Antofagasta) Esquema de un plan para proporcionar proteínas y mayores ingresos a pueblos cordilleranos y caseríos mineros en base a la crianza de conejos Manuel Mamani Mamani (Universidad de Chile sede Arica y Universidad del Norte sede Arica) Importancia del idioma aymara Mario Rivera et al. (Universidad del Norte sede Arica) Aspectos sobre desarrollo tecnológico en el proceso de agriculturación en el norte prehispánico, especialmente Arica Leonardo Jeffs Castro (Universidad de Chile sede Santiago) Legislación indigenista de Chile (1953 – 1972) Luis Lama (Universidad de Chile sede Antofagasta) Cuestiones sobre el presente y futuro de los hombres andinos y bases para una axiología de la praxis histórica Julio Pastenes Gárnica y Aurelio Zagal Quevedo (Universidad de Chile sede Antofagasta) Problemática socioeconómica del oasis de Pica Mario Rivera (Universidad del Norte sede Arica): Bases para la planificación de la investigación antropológica de la realidad andina en el Norte Grande Emilia Salas (Universidad de Chile sede Antofagasta): Antecedentes antropológicos socioeconómicos de los oasis y pueblos de montaña de la precordillera de Antofagasta” Simposio 7: Problemas básicos del estadio de caza-recolección: trashumancia George Serracino Calamatta (Museo de San Pedro, Universidad del Norte sede Antofagasta) Dialéctica materialista del producto con su medio en relación con el movimiento de banda de cazadores en la zona de San Pedro Gustavo Le Paige (Museo de San Pedro, Universidad del Norte sede Antofagasta) Se puede hablar de trashumancia en la zona atacameña? Luis Bate (Instituto de la Patagonia-UTE) Bases teóricas para el análisis de las sociedades primitivas Víctor Bustos Santelices (Universidad de Chile sede Antofagasta) La trashumancia y su incidencia en el poblamiento costero Thomas Lynch (Cornell University, EE. UU.-Sociedad Chilena de Arqueología) La cosecha inoportuna, trashumancia y el proceso de domesticación Virgilio Schiappacasse y Hans Niemeyer (Sociedad Chilena de Arqueología) Apuntes para el estudio de la trashumancia en el Valle de Camarones, (Provincia de Tarapacá, Chile) Lautaro Núñez, Vjera Zlatar y Patricio Núñez (Programa Arqueología y Museos Universidad de Chile Zona Norte) Un circuito trashumántico entre la costa de Pisagua y el borde occidental de la pampa del Tamarugal Simposio 8: Problemas básicos del estadio de la sociedad campesina andina pre-europea: la revolución campesina y el proceso de agriculturización Problemas de relación en los procesos históricos precolombinos entre el Norte Grande y Norte Chico Lautaro Núñez (Programa Arqueología y Museos Universidad de Chile Zona Norte) Proceso de agriculturación, emergencia del desarrollo aldeano y revolución campesina en los Andes meridionales Mario Rivera et al. (Universidad del Norte sede Arica) Aspectos sobre desarrollo tecnológico en el proceso de agriculturación en el norte prehispánico, especialmente Arica María Carlota Sempé (Universidad Nacional de La Plata, Argentina) Características básicas de las culturas campesinas del valle de Abaucán, Departamento Tinogasta, a través del desarrollo cronológico cultural Luis Bate (Instituto de la Patagonia-Universidad Técnica del Estado) y Julio Montané (Museo Nacional de Historia Natural, Santiago) Las “industrias líticas” en las cronologías tempranas de Sudamérica 9 Gonzalo Ampuero Brito (Universidad de Concepción) Ciencia en los extremos: Una mirada presente al primer congreso del hombre andino (1973) Raúl Hidalgo Guerrero (Universidad de Chile sede Iquique) 10 Carlos Chiappe (J. Alfaro y P. Moreno) se discutieron las posibilidades que abría a las comunidades andinas la protección y la promoción de la producción artesanal desde el Estado y la universidades. Finalmente, en el simposio 6, “Bases Para la planificación del desarrollo de la sociedad andina en el norte de Chile” (H. Nuñez), se plantea la necesidad de enfrentar la crisis de las comunidades andinas mediante una acción estatal basada en el conocimiento producido por las universidades. Aquí aparece una ponencia de Mario Rivera que le hace contrapunto a los planteamientos del simposio de la Comisión Organizadora porque sostiene que la crisis de la que se habla se origina no en la lucha de clases, sino por el impacto entre la cultura del ‘mundo andino’ y la del ‘grupo de la urbe’. Este choque producía un desbalance entre el medio ambiente y la acción cultural que llevaba al deterioro de las condiciones de vida del mundo andino y a una discriminación desde el grupo de la urbe, la que se traducía en el aislamiento sociológico de las comunidades indígenas. Sin embargo, de igual forma que en el simposio 4, se opinaba que la investigación podría objetivar los problemas culturales que imposibilitaban la implementación de las políticas de desarrollo y ayudar a superarlos. Como vemos, a lo largo de su desarrollo itinerante por el Norte Grande, ponentes y asistentes hicieron confluir perspectivas teóricas y políticas diversas. A la par de ser espacio de actualización sobre las temáticas propuestas en torno al campesinado indígena, se analizó “su marginalidad, la desintegración de la matriz económico-cultural y los efectos de la modernidad y del Estado para compartir de manera inclusiva estrategias por medio de un diálogo franco ante la diversidad del Centro Sur Andino” (Núñez 2013:94-95 y 132). El clima político llevó a extremos de dificultar el debate: “Murra no pudo hablar porque los estudiantes no lo permitieron”, y Gabriel Martínez tampoco, “porque tenía un tema que no era relevante políticamente (…) las artesanías aymara” (José Luis Martínez Cereceda en Sociedad Chilena de Arqueología 1995:18). Este tono fue acorde al del final del evento, ya que el congreso fue interrumpido en Antofagasta por el denominado Tancazo, asonada golpista que preanunció el pronto derrocamiento de Allende (Santoro 2010:83). Ana María Lorandi coincide en que el cierre fue abrupto, y rememora que la delegación argentina tuvo que cruzar la frontera apresuradamente en ómnibus sin pasar por Santiago, como estaba previsto (Comunicación personal Lorandi, 2016). Las actas del Congreso no fueron publicadas porque con el golpe de Estado las universidades quedaron intervenidas y entonces solo pudieron ver la luz algunos resúmenes e informes de temas de los simposios (Universidad de Chile 1973a, 1973b). Muchos de los documentos institucionales que se generaron fueron conservados en el archivo personal de Lautaro Núñez y están siendo procesados para su próxima publicación en extenso en formato libro (Núñez y Chiappe 2023). Conclusiones: En la Trama, desde la Periferia A inicios de 1970 existía ya una comunidad local de investigadores sobre lo que, en forma heteronormativa y esencialista, en el congreso que es objeto de este artículo se denominó el ‘hombre andino’ o -en palabras de Murra (1975)- el ‘logro andino’, set de estrategias combinadas que posibilitaron la vida humana en un medio desventajoso. Esta comunidad estaba en relación con otras del resto del país, de Latinoamérica y del mundo, constituyendo una red que se visibiliza tanto en actividades formales (publicaciones, eventos, proyectos, clases) como a través de otras dinámicas de interacción más informales y elusivas (Ramos 2021). Al mismo tiempo, había un diálogo y una búsqueda de articulación entre diversas instituciones, estatales o privadas (museos, universidades, agencias), centradas en las problemáticas sociales de las comunidades andinas, sintonizadas mediante la idea de crisis. Veamos esto en detalle. Los participantes, temáticas y discusiones del congreso expresan la existencia de un conjunto de investigadores locales que estaban en red con otros de Chile y de fuera del país, todos comprometidos con los procesos de transformación social en marcha. Hay que tomar en cuenta que lo que aquí denominamos investigadores locales, muchos originarios del mismo norte, se habían formado profesionalmente en el centro del país, teniendo el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile un rol destacado, cuya cotidianeidad estuvo atravesada por la reforma universitaria de fines de la década de 1960 (Cifuentes 1997). Del listado de participantes al congreso resalta la presencia de coordinadores de EE.UU., Perú y Bolivia, acompañados -o no- por expertos locales. A estos debe sumársele la presencia argentina, que aparece representada por las ponencias de Ana Lorandi y Carlota Sempé. En el simposio 2 tenemos a Murra con la discusión del modelo de verticalidad, en el Ciencia en los extremos: Una mirada presente al primer congreso del hombre andino (1973) simposio 3 a Fortun acompañada de Plath con los estudios sobre folklore, en el simposio 7 a Lynch junto a Schiappacasse y Niemeyer con la problemática de la trashumancia y en el simposio 8 a Lumbreras que se ocupa de la agricultura andina. Salvo el 3, estos simposios no abordan problemáticas del presente, ya que son mesas en donde se discuten temas de relevancia científica general. El enfoque aplicado aparece comandado por los especialistas locales Muñoz Silva, con los procesos migratorios entre campo y ciudad (simposio 1), Plath, con la mercantilización del folklore (simposio 3), Taberna, con los procesos políticos actuales (simposio 4), Alfaro-Moreno y H. Núñez, con la problemática del etnodesarrollo, tanto sobre un tema en particular (la artesanía, simposio 5) como sobre una zona definida (el norte de Chile, simposio 6). Esta red -que puede seguirse no solo a través de los congresos sino también de las publicaciones y de la movilidad académica- resultó afectada por los golpes militares de Sudamérica, pero supo perdurar en el tiempo, como evidencia su fortaleza actual. El congreso muestra los vasos comunicantes entre diferentes actores institucionales. Algunos expertos locales tienen pertenencia institucional en organismos o planes del Estado (ODEPLAN, SERCOTEC, Plan Nacional de Artesanías), otros en museos (el de Arte Popular, el de La Serena, el de San Pedro de Atacama, el Nacional de Historia Natural y el Etnográfico de Chuquicamata), en la Sociedad Chilena de Arqueología y -la mayoría- en universidades del país, destacándose representantes de las sedes organizadoras de la Universidad de Chile Zona Norte (Arica, Iquique y Antofagasta). Tenemos entonces una presencia que cubre los principales museos regionales del Norte Grande de Chile, generalmente en asociación con sedes locales de universidades, pues los investigadores del Programa Arqueología y Museos de la Universidad de Chile se vinculaban a los museos de Calama, Iquique y Antofagasta, los de la Universidad del Norte sede Arica al Museo de Arica y los del Museo de San Pedro pertenecían a la Universidad del Norte sede Antofagasta. El hecho de que los simposios de ciencia aplicada 1, 4, 5 y 6 fueran dirigidos por representantes de las sedes nortinas de la Universidad de Chile y de organismos gubernamentales se enlaza bien con la idea de que las líneas de investigación de enfoque desarrollista estaban siendo articuladas entre las universidades -p.ej., Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH, creado en 11 1954)- y agencias como ODEPLAN (creada en 1967), la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT, creada en 1967) y apoyada por organismos internacionales como la UNESCO. Recuérdese, además, que el congreso contó con el apoyo de la Dirección de Cultura de la Nación. Con base en el recorrido realizado, sostenemos que, para comprender el punto de llegada que representó el Primer Congreso del Hombre Andino, hay que sopesar: (1) el recorrido de los estudios andinos, consistente en una primera etapa de orientación geopolítica (1850-1930) y una segunda, desarrollista (1950-1970), con diferentes relaciones entre ciencia y política y visiones diversas sobre el sujeto indígena, su pasado, realidad y futuro (o no futuro); (2) el contexto sociopolítico nacional, en donde existían posturas en pugna y un interés en aumento por analizar las características de los pueblos indígenas y su rol en las transformaciones sociales propuestas por la Unidad Popular; (3) el papel de Chile dentro del proceso de modernización dependiente (en relación con los centros del poder global) de las ciencias sociales latinoamericanas que apuntaló el crecimiento del campo académico-científico del país entre 1950 y 1970; 4) y, por dentro del punto anterior, cierto rezago con el que el proceso llegó al norte del país, pero que finalmente pudo afianzarse a partir de 1960 y traducirse en instituciones locales con sus respectivos investigadores, proyectos, eventos y publicaciones periódicas. Para la mayoría de los participantes, importaba el desarrollo de la ciencia en sí misma y también el aporte que esta podía y debía hacer a la sociedad y a grupos de interés en particular. Visto de este modo, no resulta extraño que el Primer Congreso del Hombre Andino haya operado como expresión de diversas corrientes ideológicas, enfoques teóricos e inquietudes que dominaron la escena latinoamericana en las décadas de 1960 y 1970 porque sus organizadores habían hecho suyas las palabras de Matos Mar (1972:26) según las cuales “transformar la sociedad implica la responsabilidad de conocerla en su pasado y en su presente”. Con el golpe de Estado se intervinieron las universidades y el campo académico-científico del Norte Grande se reestructuró por la fuerza y empezó cobrar la apariencia actual. Todo esto es parte de políticas que se implementaron a nivel nacional, como el fuerte impacto que supuso el cambio en el financiamiento a la investigación con el cercenamiento de las asignaciones directas. Es en este momento 12 Carlos Chiappe cuando se instituye el FONDECYT como parte de las estrategias estatales con las que se limitó la autonomía de las universidades y se cambió a un modelo de competencia entre las diversas casas de estudios superiores (Ministerio de Educación Pública [MEP] 1981). FONDECYT “rompe con la idea de lo estatal, se financia la investigación privada [por lo que] es una pata más de un modelo refundacional muy yanquee” (Comunicación personal Martínez Cereceda, 2017). Es así como los mecanismos de mercado pasaron a regular las relaciones académicas, siendo hoy el ejemplo más claro la presión por publicar mucho y en revistas de cierta indexación (Comunicación personal Hidalgo Lehuedé, 2017). Este no impide ver aspectos positivos, pues los recursos que asigna son significativos en relación con el resto de Latinoamérica (Núñez 2013:107). Por dentro de este panorama de profundos cambios, que no sufrió muchas modificaciones con el retorno democrático, las instituciones nortinas siguieron también sus caminos particulares según el contexto local de su desarrollo. En 1970 no existía duda alguna de que el rol de la ciencia social era transformar la sociedad, lo que incluía una buena dosis de voluntarismo bienintencionado y sobrevaloración de las propias fuerzas. Hoy, que la sociedad se ha transformado, sí, pero de un modo no anticipado, el desafío de la ciencia social es no estar sorda a las demandas de quienes antes se consideraban sujetos de estudio. En los territorios indígenas donde trabajamos, con una reemergencia étnica que tiene ya muchas décadas de desarrollo, los actores más politizados de las comunidades nos interrogan sobre qué, cómo y con qué objetivo hacemos lo que hacemos. Nos hacen parte de una historia que incluye claros y muchos oscuros sobre los cuáles debemos tomar posición (y obrar en consecuencia) si queremos practicar una ciencia en donde no seamos vistos como meros huaqueros del conocimiento local. La idea de desarrollo, que en la década de 1970 impregnaba los desvelos de los investigadores, pasó a ser apropiada y resignificada por las propias comunidades indígenas a través de un intercambio transaccional con las agencias estatales, los actores privados y el campo académico. Comprender qué sentido tiene hoy para los integrantes de los pueblos indígenas que antes aparecían como sujetos pasivos de las políticas estatales y responder a las necesidades por ellos enunciadas parece ser la tarea adecuada a una práctica científica comprometida, acorde a los desafíos actuales. Agradecimientos: Desde 2010, por cuestiones personales y profesionales, me interesé en las transformaciones del campo académico-científico chileno sucedidas entre 1950 y 1970. Como cierre de la etapa democrática, se destacaba entre mis papeles el Primer Congreso del Hombre Andino. Con los años, fui escribiendo algunos artículos y libros -Chiappe 2015a, 2015b, 2016a, 2016b, Chiappe y Ramos 2016, Núñez y Chiappe 2023- y entablé relación con muchos referentes de los estudios andinos que ayudaron a formarme. En representación de todos ellos, quiero agradecer especialmente al maestro, colega y amigo Lautaro Núñez, quien se dio el tiempo para revisar estas páginas y alentar su publicación en una revista del campo nortino. Se agradece también a los revisores y al equipo editorial de Chungara que permitieron mejorar el manuscrito. Dedico este artículo a la memoria de Ana María Lorandi y Victoria Castro, amigas ellas, pioneras de la arqueología y la etnohistoria sin fronteras disciplinares ni nacionales. Referencias Citadas Beigel, F. 2009. Reflexiones sobre el uso del concepto de campo y acerca de la “elasticidad” de la autonomía en circuitos académicos periféricos. En Autonomía y Dependencia Académica. Universidad e Investigación Científica en un Circuito Periférico: Chile y Argentina (1950-1980), dirigido por F. Beigel, pp. 13-46. Biblos, Buenos Aires. Castro, V., C. Aldunate y J. Hidalgo (eds.) 2000. Nispa Ninchis/ Decimos Diciendo: Conversaciones con John Murra. 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