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Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses

Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua

Se presentan en este trabajo nuevos datos documentales,entresacados de textos municipales de Aragón (siglos XV-XVIII), conlos que se pretende contribuir a la historia de algunas voces que tradicionalmentese han considerado dialectalismos aragoneses. Lasnotas se plantean desde enfoques diferentes: la movilidad del léxicoespecializado hacia usos populares (encorrer y lifara), las dudas sobrealgunas atestiguaciones (badina) y la variación dialectal interna(sarrato), o la necesidad de atender a la relación entre el léxico y lahistoria externa (pardina), pero lo cierto es que a lo largo de estaspáginas está constantemente implícita la dificultad que a cada pasosurge a la hora de identificar la naturaleza regional de algunas unidadesléxicas desde una perspectiva histórica.

Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses * Vicente Lagüéns Gracia Universidad de Zaragoza Recibido: 2-2-2012 Aceptado: 18-4-2012 Resumen: Se presentan en este trabajo nuevos datos documentales, entresacados de textos municipales de Aragón (siglos XV-XVIII), con los que se pretende contribuir a la historia de algunas voces que tradicionalmente se han considerado dialectalismos aragoneses. Las notas se plantean desde enfoques diferentes: la movilidad del léxico especializado hacia usos populares (encorrer y lifara), las dudas sobre algunas atestiguaciones (badina) y la variación dialectal interna (sarrato), o la necesidad de atender a la relación entre el léxico y la historia externa (pardina), pero lo cierto es que a lo largo de estas páginas está constantemente implícita la dificultad que a cada paso surge a la hora de identificar la naturaleza regional de algunas unidades léxicas desde una perspectiva histórica. Palabras clave: documentación aragonesa, variación léxica, regionalismos, aragonesismos. Abstract: In this article we submit new data extracted from Aragonese texts (15th-18th centuries); with which we expect to contribute * Este artículo se inscribe en los proyecto del Ministerio de Ciencia e Innovación FFI2008-02121 (Diccionario diferencial del español de Aragón), HAR2008-02512 y HAR2011-24354 (Estudios interdisciplinares sobre fuentes documentales aragonesas de los siglos XIV y XV). Su autor es miembro del Grupo de investigación consolidado ARALEX (Léxico de Aragón), reconocido por la Universidad de Zaragoza y el Gobierno aragonés, y financiado por el Fondo Social Europeo. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Vicente Lagüéns Gracia 258 to the history of some words that have traditionally been considered dialect forms from that region. The notes deal with various issues: the movement of specialized vocabulary towards colloquial usage (encorrer and lifara), doubts concerning some attestations (badina), internal dialectal variation (sarrato), or the need to deal with the existing relation between vocabulary and external history (pardina). This study deals with the difficulties inherent in the study of regional vocabulary from a historical perspective. Keywords: Aragonese documentation, lexical variation, regional words, Aragonese words. 1. INTRODUCCIÓN La reducida muestra léxica a la que a continuación se atiende ha sido recogida en una colectánea de 226 escrituras municipales emitidas en Aragón entre 1442 y 1775 (Concejos) 1 , que vio la luz gracias a la ardua labor de Manuel Gómez de Valenzuela, a quien debemos la edición de centenares de documentos aragoneses (inventarios, cartas de dote y capitulaciones matrimoniales, desafillamientos ‘desheredaciones de hijos’, escrituras sobre artes y oficios, etc.), así como magníficas monografías sobre el derecho y las instituciones de Aragón, de un lado, y la vida cotidiana en ese territorio, de otro, durante los siglos medievales y áureos, pura intrahistoria, valiosa para el filólogo atraído por la evolución del léxico hispánico. El interés de dicha colección documental es manifiesto, tanto por la cronología como por la localización de los textos. Los estudiosos de la Filología aragonesa en su vertiente diacrónica han dedicado sobre todo su atención a las fuentes documentales del Medioevo –bien a las del área pirenaica, bien a las del centro y sur del territorio–, escritas mayoritariamente en vernáculo aragonés (y no escasean las contribuciones referidas a la segunda mitad del siglo XV, bien representadas asimismo en Concejos). Por el contrario, la mayor parte de la documentación aragonesa de los siglos XVI, XVII y XVIII hasta 1 Es un documento municipal «todo escrito intitulado, dado y refrendado por el concejo, por alguno de sus miembros y oficiales, en su nombre o en razón de su cargo, o por cualquier otra persona ajena al propio concejo pero que haya sido elegida para representarlo» (Pino Rebolledo, 1991:19). Y aún podrían añadirse los documentos dirigidos y confiados a un concejo o ayuntamiento en razón de su personalidad jurídica, tal como propone Cayetano Martín (1999: 93). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 259 ahora analizada se localiza en el área de Zaragoza y su entorno inmediato, es decir, en un dominio donde la castellanización avanzó imparable, aunque gradualmente, a lo largo del Cuatrocientos, sobre todo en su segunda mitad, y acabó consolidándose ya entonces en la escritura y después en la lengua hablada, aunque cabe suponer que en esta lo haría de una forma más lenta y progresiva, con marcadas diferencias sociales. Sin embargo, muchos de los textos incluidos en Concejos fueron emitidos en núcleos rurales de la parte septentrional de Aragón, en donde el aragonés hablado ha tenido continuidad histórica –prescindo aquí de mayores precisiones–, en evidente contraste con lo que la escritura refleja, pues en ella, en la escritura, la castellanización se consolidó también allí grosso modo en los primeros decenios del siglo XVI 2 . Lejos de pretender un estudio de conjunto sobre esos instrumentos concejiles –muy útiles, por lo dicho, para seguir indagando con garantías tanto sobre la variación intradialectal en el territorio aragonés como sobre el proceso de castellanización que en él tuvo lugar 3 –, busco en lo que sigue un objetivo ciertamente limitado: se 2 3 Cf. los estados de la cuestión de Lagüéns (1999: 225-228) y Enguita (1999: 325328). Desde entonces han aparecido diversos trabajos que abordan específicamente este asunto, como los de Lleal (2005) y Frago (2007), entre otros. Algunas contribuciones de amplio alcance (y señaladamente la de Fernández-Ordóñez, 2011) propugnan situar el concepto tradicional de castellanización en una nueva visión hermenéutica de la formación del español. Solo un apunte representativo: callizo ‘callejón’, ‘calleja, calle estrecha’ (DRAE: Ar.) y su variante galliço (y galiço) figuran en unos estatutos de Berdún (1559) sobre la limpieza de las vías públicas (doc. 103/p. 225); hay, además, un ejemplo antroponímico: un tal Francisco Callizo, joven de Aratorés, es testigo en la firma de una escritura de 1650 (194/412). Todas las localizaciones de callizo o calliço en el CORDE (en donde por ahora no aparecen gallizo o variantes) pertenecen al área aragonesa (Luna, 1398; registros zaragozanos de finales del siglo XV y de 1585), entre ellas, un ejemplo de la Corónica de Aragón de fray Gauberto Fabricio de Vagad (1499), en un episodio donde se ensalzan las dádivas que reciben los caballeros de manos del rey Alfonso el Batallador por su contribución a la toma de Tudela y al asedio de Zaragoza: «Dexó al noble conde de Alperche vn callejón entero, que llamaron de su nombre y llaman ahún el calliço de Alperche». Esta alternancia de sinónimos geolectales, callizo y callejón, resaltada además por Vagad con marcas lingüísticas temporales, no se da en Concejos, pues falta callejón (o cualquier otro derivado de calle, salvo callizo) en esos textos norteños. No hará falta, en fin, insistir en la presencia general de callizo en los repertorios regionales y dialectales aragoneses: Siesso de Bolea (1715-1724/2008), Moneva (c. 1924/2004), Peralta (1853), Borao (1908), Pardo (1938), Rohlfs (1985), Andolz (1992), etc. Cf. también ALEANR, VI, m. 756 (‘espacio entre dos casas’). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Vicente Lagüéns Gracia 260 trata de ejemplificar con algunos datos extraídos de esos textos diversas cuestiones lexicológicas, semánticas y documentales atinentes a algunos vocablos que suelen considerarse propios de Aragón. Y eso lleva de modo inevitable a seguir reflexionando, una vez más, sobre la compleja determinación histórica de los dialectalismos o regionalismos léxicos 4 ; complementariamente, está aquí latente el intento de mostrar con un puñado de leves pinceladas el interés –dispar– de los «datos regionales» para la historia del léxico español. 2. NOTAS LÉXICAS 2.1. Sobre el uso popular de algunas voces jurídicas dialectales: encorrer y lifara. En las ordinaciones y escrituras municipales aragonesas contenidas en nuestra fuente (Concejos) se hallan, como es lógico, multitud de términos relativos a asuntos jurídicos y administrativos 5 : comanda ‘depósito, encomienda’, ‘préstamo’ (Lasieso, 1446, 7/50; Barbastro, 1484, 33/105; Barbastro, 1570, 118/249; Echo, 1576, 122/256; etc.), concello ‘concejo municipal’ (passim, hasta 1711, en Banastás, 218/558; concejo, ya en un texto de Berdún, 1508, 63/162; Almudévar, 1512, 71/170, etc.) y consello, con frecuencia también aplicado al conjunto de los miembros del concejo (y con significante que se mantiene en nuestra fuente hasta mediados del siglo XVI, aunque está ya consejo en un documento jaqués de 1494, 47/140) 6 ; crida ‘pre- 4 5 6 Bien se sabe que definir la naturaleza de los regionalismos léxicos entraña una gran dificultad, dada «la extraordinaria complejidad de matices que el vocabulario presenta en su diferenciación, o en su implantación, tanto geográfica como social» (Frago, 1999: 143). A ello se han referido Alvar Ezquerra (1986: 181), Saralegui y Tabernero (2002: 22-23) o Arnal (en prensa), entre otros. Aun así, en la filología aragonesa se han conseguido logros importantes; sirva de ejemplo un trabajo de Enguita (1993), precisamente sobre documentación zaragozana de los Siglos de Oro. Se plantea este asunto de forma insoslayable a la hora de proyectar repertorios lexicográficos de carácter regional, tal como se ha puesto de manifiesto a propósito del Diccionario diferencial del español de Aragón (DDEAR), en curso de elaboración (Arnal, 2002-2004: 1063-1070). Todos los que se citan en este párrafo figuran en mi monografía sobre el léxico jurídico de Aragón (Lagüéns, 1992). Con el valor de ‘consejo, parecer’, consello está aún en una escritura de Bielsa, 1681 (209/523). Lalinde (1978: 460) explicó que el consello es un órgano consultivo y el concello, como asamblea de vecinos, es un órgano deliberativo, pero la repartición Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 261 gón en sitio público’, a veces en alternancia con la forma pregón (Benabarre, 1605, 147/290; Jaca, 1645, 191/403, etc.) 7 ; enantar ‘demandar, incoar proceso judicial’ (Graus, 1543, 88/198; Fonz, 1661, 199/487), enantamiento y enanto ‘proceso judicial’ (Huesca, 1471, 18/73 y Bolea, 1658, 198/473), etc.; hay también, naturalmente, denominaciones de profesiones y oficios relacionados con ese ámbito: bayle ‘juez ordinario’ y ‘oficial ejecutivo’ (passim), espondalero ‘albacea testamentario’, ‘testigo del testamento abierto y verbal’ (Jaca, 1481, 30/97), vedalero ‘guarda de los ganados’, ‘tasador de daños causados en una finca’ (Escó, 1446, 6/42; Berdún, 1496, 50/144 y 1508, 63/162; Aratorés, 1650, 194/409), etc. Prescindo ahora de ese tipo de palabras. Salvo de dos de ellas, encorrer y alifara, de las que me ocupo a continuación, con objeto de mostrar el proceso semántico por el cual han dejado de ser términos de uso especializado, propias del tecnolecto jurídico, para convertirse en voces que han llegado a tener un empleo común y cotidiano en el castellano de Aragón. 2.2.1. Encorrer Diversos estudiosos de la historia del léxico español vienen insistiendo en los últimos años en la necesidad de atender diacrónicamente a las redes de relaciones que se establecen entre las unidades léxicas de la lengua (e incluso entre tales unidades y las de otras lenguas). El concepto ha sido ilustrado con algunas muestras precisas en sendas investigaciones sobre el léxico de los delitos y de las penas 8 . Por lo que aquí más interesa, baste con recordar que se ha trazado ya en su devenir histórico el paradigma de los verbos de apoyo apropiados a las clases léxicas <infracción penal> (cometer, perpetrar, etc.) y <sanción penal> (imponer, aplicar, infligir, etc.) 9 . de estas formas y sus valores específicos en los documentos aragoneses medievales y áureos merecería un análisis pormenorizado. 7 Es sugestivo el trabajo de González-Zapatero (2008) acerca de las relaciones históricas y dialectales de cridar, gridar, gritar y las «formas analíticas» correspondientes (dar/fazer crida, etc.). 8 Se trata de sendos trabajos de García Pérez (2005 y 2006), que aparecen incluidos en Pascual Rodríguez y García Pérez (2007), por donde cito. 9 Los verbos de apoyo o soporte (dar un beso, hacer un viaje) se presentan en colocaciones sometidas a un proceso de gramaticalización y se distinguen de las combinaciones libres por dos aspectos esenciales: a) el verbo ha perdido su significado inicial y se limita a actualizar, desde una perspectiva aspectual y modal, los con- Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 262 Vicente Lagüéns Gracia El caso de incurrir (en) es especial, por cuanto se combina con una y otra clase dentro del lenguaje jurídico: incurrir en + <infracción penal> o <sanción penal>. Combinado con la clase <sanción penal>, incurrir en se comporta de un modo específico como verbo soporte converso 10 . Y sobre él, y sus distintas variantes formales, se han aportado los siguientes datos cronológicos: a) El empleo de la forma popular encorrer como verbo de apoyo asociado a una pena solo puede considerarse verdaderamente extendido a partir del siglo XIV (las localizaciones anteriores de ese uso en el XIII son esporádicas); b) La forma latinizante incurrir (en) se impone en la lengua a partir del siglo XV y acaba desterrando definitivamente a la forma popular anterior (esto es, a encorrer); c) Incurrir (en) se integra también en el siglo XV, con rapidez, en el paradigma de los verbos soporte de la clase <infracción penal>. Hasta aquí, en síntesis, la explicación de García Pérez. ¿Qué aporta a esta visión de conjunto una perspectiva dialectal fundamentada en las localizaciones documentales aragonesas? Los dos descendientes del lat. ĬNCŬRRĔRE ‘correr hacia’, ‘precipitarse contra o sobre algo’, encorrer e incurrir, han tenido trayectorias diferentes, aunque complementarias, en sus contextos de uso y en su evolución semántica: a) El resultado popular, encorrer, ha experimentado un cambio desde su valor especializado en contextos jurídicos de carácter punitenidos semánticos determinados por el sustantivo; b) la selección de los verbos soporte es arbitraria y, por ello, resulta impredecible (dar una respuesta / *dar una pregunta). El interés de esta cuestión para la lexicografía histórica resulta evidente. Debe esclarecerse cómo los sustantivos predicativos han orientado históricamente sus criterios de selección léxica hasta llegar a la fijación de las construcciones con verbo soporte tal como en la actualidad las conocemos (cf. Pascual Rodríguez y García Pérez, 2007: 63-65). Por otro lado, el concepto clase de palabras se aplica a un grupo de unidades léxicas que se comportan, desde un punto de vista sintáctico-semántico, de un modo homogéneo; en concreto, la clase de las sanciones penales, formada por sustantivos predicativos, se caracteriza por seleccionar uno o varios verbos de apoyo comunes dentro del discurso especializado del Derecho penal, como los arriba enumerados (ibidem, 66 y 76). 10 Se da un proceso de conversión con permutación de argumentos y sin cambio de predicado: el verbo estándar imponer y el converso incurrir (en) se combinan con el mismo sustantivo predicativo pena, intercambiando sus argumentos: imponen penas [al condenado] / [el condenado] incurre en las penas; la perspectiva es opuesta, pero el significado, idéntico (cf. Pascual Rodríguez y García Pérez, 2007: 77, con apoyo teórico explícito en el concepto de estructuras conversas de Gaston Gross). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 263 tivo –muy frecuente en la documentación navarro-aragonesa, aunque no privativo de ella– hasta el empleo popular y característico de ‘perseguir’ en las hablas altoaragonesas y en el castellano de Aragón (de hecho, aunque no esté en el DRAE, encorrer es uno de los regionalismos más habituales en esa variedad del español) 11 . El uso técnico se muestra por doquier en la documentación concejil consultada, en construcciones de carácter transitivo e intransitivo («haya encorrido et encorra pena de cient sueldos cada uno» ~ «si alguno del dito lugar encorrerá en alguna de las sobreditas penas», Escó, 1446, 6/42 y 48; «encorra pena de muert», Jaca, 1462, 13/59; «quien el contrario fará, encorra en pena de LX sueldos», Berdún, 1496, 50/146; etc.). También son numerosas las localizaciones del participio encorrido en construcciones intransitivas o pasivas con auxiliar ser («que sían encorridos en pena de vint sueldos» Barbastro, 1460, 12/58) 12 . Esta construcción puede alternar en un mismo texto con la anteriormente indicada («los ditos jurados en quada hun anyo aquella no parando sían encorridos et encorran en penas et calonias de xixanta sueldos» Jaca, 1469, 16/63; «que los tales delinquentes enco- 11 De la trayectoria del vocablo por las fuentes lexicográficas generales y regionales se trata con algún detalle en un reciente trabajo (Arnal y Lagüéns, en prensa), por lo que prácticamente me limitaré aquí a añadir algunos registros documentales. 12 En ese mismo contexto se anota aisladamente caído («sian caydos en las sobreditas penas» 37/112). La complejidad en la interpretación de algunos fragmentos se revela en el que trascribo a continuación, de considerable extensión: Item statuymos et hordenamos que todas e qualesquiere penas pecuniarias que por vigor et causa de los presentes statutos se encorrerán e serán encorridos por los vezinos e habitadores de la dita ciudat o alguno dellyos o algunos otros qualesquiere que por el consello de la dita ciudat puedan seyer en todo o en part remetidas, relexadas, tiradas et abollidas et sobre aquellyas dispensado con los incorrientes aquellyas que aquellyas no sían tenidos pagar en todo o en part segunt que por el dito consello será hordenado; et que no solament por el dito concello puedan seyer remesas et relexadas las penas pecuniarias de los singulares, mas encara aquellyos que por los officios de la dita ciudat encorridos serán en virtud de los presentes statutos (Huesca, 1471, 18/83-84). Puntuación aparte y de no mediar algún error en la transcripción, hay faltas de concordancia (penas [...] serán encorridos) y elipsis (las penas de tras encara, al final del fragmento), que distorsionan el sentido del texto. El participio activo incorrientes ‘los que incurren en una pena’ refuerza esa interpretación. También figura en esos estatutos el derivado incorrimiento («incorrimiento de la calonia» 18/84, «incorrimiento de la pena» 18/85), localización que se une a las que de la voz presenta el CORDE en el siglo XV y en el área aragonesa. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 264 Vicente Lagüéns Gracia rran y sean encorridos en pena de muerte natural» Jaca, 1607, 152/302). Adviértase, en relación con la cronología general antes aducida, que encorrer vive aún en escrituras del siglo XVII (aunque, ya desde el XVI es sustituido con frecuencia por incurrir, como en seguida veremos). Escasea encorrer en estos textos al margen de las fórmulas punitivas; de hecho, un caso aislado encuentro en ellos como ‘causar, atraerse un sentimiento desfavorable’ («será desaffiado o menaçado o avrá encorrido odio de alguna persona quantoquiere poderosa o de medio o baxo stamiento», Huesca, 1471, 18/86) 13 . Dentro de los usos formularios, no hallo ni un solo ejemplo de ese verbo sin la indicación expresa de la sanción penal; cuando esta falta, el participio encorrido adquiere el valor de ‘castigado, perseguido’ (según consta en otros textos aragoneses: «si alguno contra esto fará, sia encorrido en el cuerpo et en el auer», Fueros de Aragón, ms. BN 458, de principios del siglo XIV) 14 . El significado de encorrer que acabaría generalizándose en Aragón, ‘perseguir corriendo’, no está tampoco en Consejos, pero sí, por el contrario, en otras escrituras aragonesas del último tercio del siglo XV («vio venir gent a caballo y a piet et que aquella gent replegaban las vaquas del dito Gurrea [...] et que vio como las encorrían, que vaqua y de abía que fincaban los genollos en tierra» (1483), «sallieron del lugar fasta en número de XI o XII presonas poquo más ho menos a mano armada [...] et los ditos encorrieron el pastor, que sy lo ubieran alcançado creye que lo ubieran muerto», 1485) 15 . He aquí la prueba documental determinante. b) La forma culta incurrir ‘cometer una falta o un incumplimiento’ e ‘incurrir en una pena o un castigo’ sustituyó progresivamente en Aragón a la variante popular encorrer en el uso especializado 16 . 13 Esto es, la segunda acepción de incurrir en el DRAE, así ejemplificada: incurrir en su odio, en ira, en su desprecio, etc. 14 Salvo, quizá, en el fragmento oscense transcrito dos notas atrás. 15 Este y otros textos recogidos por Arnal y Lagüéns (en prensa), aparecen en la Documentación medieval de la Corte del Justicia de Ganaderos de Zaragoza, editada por José A. Fernández Otal (Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1995) y ya incorporada al CORDE. 16 El DRAE solo recoge la primera de esas acepciones, que no se marca como técnica. No obstante, la segunda acepción es general en los textos históricos y vive en el español actual. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 265 En Concejos, de hecho, hay continuas muestras de esa sustitución desde principios del siglo XVI, siempre en contextos jurídicos: «por lo qual incidieron et incurrieron en graves injurias e otras penas en semejantes delitos appuestas» (Barbastro, 1506, 58/155), «en las calonias y casos susodichos y qualquiere dellos y dellas abrá incurrido» (Graus, 1543, 88/199), «incurra en la pena de dicho estatuto» (Berdún, 1559, 103/225) y, a partir de entonces, docenas de registros semejantes, aisladamente junto al sinónimo contextual caer («manden executar las penas de dicha capitulación a los que contravinieren a ellas y cayeren y incurrieren en ellas», Huesca, 1608, 153/303; «tantas vezes incurran y caygan en la dicha pena», Linares/Zaragoza, 1614, 162/337). En algunos documentos se hallan registros correspondientes a incorrir («sean incorridos e incorran en pena de sesenta sueldos», Barbastro, 1576, 121/254) e incorrer («y en las penas contenidas en este capítulo incorrerán», Barbastro, 1711, 219/573), pero la alternancia formal más marcada se da en un texto cheso de 1612 (incorrir, sea encorrida y encurra, ser incorridos ni incurran [en las penas], habrá incorrido o incorrerá [las penas] 159/311312, 314-15). En suma, la sustitución de encorrer por incurrir en contextos jurídicos fue gradual en la documentación aragonesa a lo largo de los siglos XVI y XVII, y aun entonces estuvo condicionada por vacilaciones de tipo fonético. El valor no especializado de encorrer ‘perseguir’ está documentado ya en el siglo XV y es hoy general en el castellano de Aragón; en ese uso popular no se ha empleado nunca el cultismo incurrir. 2.2.2. Lifara También en la evolución de alifara o lifara ‘convite o merienda, en especial como robra de una venta o convenio’ –voz compartida por los vecinos dominios navarro-aragonés y catalán 17 – se ha producido la pérdida (o la restricción, al menos) del rasgo semántico que situaba la voz en el tecnolecto jurídico, concretamente en el campo léxico propio de las obligaciones estipuladas en un registro contrac17 Para la documentación catalana, cf. DCVB y DECat. Me centraré en algunos datos aragoneses. Recojo documentación y abundantes referencias bibliográficas en Lagüéns (1992: 56-57), que evito repetir, en su mayor parte, en lo que sigue. Aún pueden ampliarse con las que acopian Saralegui y Tabernero (2002: 52-56), quienes subrayan el arraigo histórico y la pervivencia actual del vocablo tanto en Aragón como en Navarra. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 266 Vicente Lagüéns Gracia tual 18 . Este proceso de extensión del área significativa del vocablo puede seguirse en el DHLE: desde orígenes, alifara (con diversas variantes formales) aparece en los textos medievales navarroaragoneses como una especie de rito perfeccionador de los contratos, un convite (o bien una cantidad en dinero o en especie) cuyo precio se pactaba a la vez que el del bien objeto de la venta o transacción y que, junto a él, debía constar en la escritura para que esta tuviera validez. Una segunda acepción en ese diccionario (la cual, sin apoyo documental histórico, se ilustra fundamentalmente con artículos lexicográficos: Borao, Pardo, Iribarren, etc.) nos lleva ya al empleo popular de ‘merendola, francachela’ (coloquialismo este, muy expresivo, que define el DRAE como ‘reunión de varias personas para regalarse y divertirse comiendo y bebiendo, en general sin tasa y descomedidamente’). En Concejos se refleja sobre todo, como es natural, el empleo técnico de la voz. Así se muestra en las siguientes escrituras de arrendamiento de bienes o servicios otorgadas por los correspondientes jurados de Sariñena (1525), Azlor (1601) y Morillo de Tou (1644): Item es condición que el dicho rendador haya de pagar la carta de la arrendación al notario, alifara y corredor según se costumbra por otras rendaciones (80/180). Et primo es pauto y condición que el que arendare el forno esté tobido y obligado a pagar la lifara luego en alcançar el forno y, si no, que se buelba a rendar a su costa y aparegando otra lifara a su costa, y esta page sin dentrar en l’arendamiento. [...] Haze de arendación el forno bente y seis escudos fuera la alifara y que ayan de pagar los censales (143/286-287). Item es condición que el que arendare dicho mesón aia de dar luego que arendado habrá para la alifara lo que se gastare, y este gasto a coste del lugar y del arendador por iguales partes (189/401). El paso siguiente en el aludido proceso semántico se adivina en una carta de 1711 que recoge las condiciones con las que el concejo de Barbastro arrienda el oficio de la meseguería o guarda de montes. En ella, la equivalencia entre alifaras y meriendas queda clara en la distribución contextual de los vocablos: 18 Cf. Terrado (1991: 18). Sobre la historia y la repartición geolectal de las voces con que en la Península se ha denominado este contrato (alboroque, robra o conrobla, etc.), cf. Fernández-Ordóñez (2011: 64). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 267 Hazer comidas. Item es condición que el prior que fuere de dicha meseguería ni otra guarda alguna no pueda ir a los lugares de Burcean, Crexençán ni Costean, ni al otro dellos, a comer ni hazer alifaras ni juntarse con los vezinos de dichos lugares a dichas comidas ni meriendas en los términos de aquellos [...] (219/579). Esta y otras disposiciones semejantes de la época revelan el abuso en algunas comilonas oficiales con motivo de los desplazamientos de ciertos cargos públicos. Lejos este contexto del que refleja en su origen una figura representativa de una forma de actuar propia de unas gentes que dan tanto o más valor al buen acuerdo y a la buena vecindad (la palmata o el apretón de manos, la celebración de una comida, etc.) que al carácter consensual formalizado de los contratos 19 . Pero entremos de nuevo en las fuentes filológicas. Encuentro en el Diccionario de Autoridades el leitmotiv del cambio semántico comentado: alifara es Voz forense y antiguamente usada en Aragón, y significa comida, u dinero para ella, que el que compraba daba al que vendía demás del precio de la cosa comprada, sin lo qual no era válida la escritura de venta. Modernamente se usa en el estilo familiar de dicho Reino por merienda o convite. Llámase también lifara, pero una y otra voz son baxas [...]. El DRAE recoge las dos variantes formales del aragonesismo, aunque da alifara como entrada principal; en esta, tras el étimo (ár. hisp. aliḥála, del ár. clás. iḥālah ‘cesión de crédito’) 20 y la indicación regional de Aragón (marca que se ha mantenido constante en las sucesivas ediciones del diccionario académico, acompañada de la referente a Navarra solo en la 21.ª ed.), se sintetizan en una definición la acepción general y la especializada: ‘convite o merienda, en especial como robra de una venta o convenio’, con la cual hemos encabezado este apartado 21 . 19 Cf. Lalinde (1978: 783). Ha habido propuestas etimológicas diferentes, pero la sugerida en el DRAE viene corroborada con garantía por Corriente (1999: s.v. alifara), quien precisa: and. aliḥálah ‘transferencia, cesión de crédito; regalo’, y recoge multitud de variantes formales. 20 21 Ya en 1770 redujo el DRAE la definición de Autoridades arriba transcrita para proponer simplemente ‘convite o merienda’. Esta definición abreviada se mantuvo hasta 1992 (21.ª ed.), que es cuando se amplió a la que hasta hoy se mantiene. Cf. Aliaga (2000: 248 y 345). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 268 Vicente Lagüéns Gracia Restos del empleo contractual se encuentran en áreas rurales aragonesas: en Moyuela (Zaragoza), cuando investigó el habla de la localidad Ena Bordonada (1976: 100 y 1977: 306), se empleaban las variantes liara ‘merienda por la compra o venta de un campo o una caballería’ y lifara ‘merienda con que se celebra el comienzo del tejado de una casa’. Pero lo cierto es que en el castellano de Aragón, lifara, con esta forma mayoritaria, suele usarse hoy sin restricción tecnolectal alguna en referencia a un convite o merienda, a menudo en la expresión irse de lifara ‘irse de merienda con familiares o amigos’ o en expresiones ponderativas, del tipo ¡vaya lifara!, en alusión a una comilona 22 . De entre otros muchos posibles, solo un dato más, y de pluma de sabio: Ramón y Cajal recordaba en su vejez que, de joven, tras una dura prueba física durante unas fiestas populares en la localidad zaragozana de Valpalmas, había celebrado el triunfo «alegremente con baile y lifara al aire libre»; sin rastro ya aquí de primitivas obligaciones 23 . 2.2. Un posible aporte documental al orientalismo badina El arabismo badina se halla en el DRAE como voz propia de la región aragonesa y con el significado de ‘balsa o charca de agua’ 24 , 22 El origen contractual del significado fue destacado por Moneva (c. 1924/2004, s.v. lifara), pero la mayor parte de los repertorios lexicográficos de Aragón recogen las acepciones populares de ‘convite o merienda’ (Borao, 1908; Pardo, 1938; Rohlfs, 1985; Andolz, 1992; EBA; etc.). En el ALEANR (IX, mapas 1158, 1159 y 1222) se constata también esa apreciación: en las tres provincias aragonesas se identifica preferentemente la lifara con una ‘merienda abundante’ y, en algunos puntos, incluso con la ‘juerga o diversión bulliciosa’; cierto es, sin embargo, que aún se anotó también la respuesta más especializada (‘alboroque’) de forma aislada. Los datos sobre la voz hasta ahora reunidos para el DDEAR (cf. supra n. 4) corroboran la extensión de lifara y alifara (esta última solo como ‘convite, comilona’) por toda la Comunidad Autónoma. Con el significado de ‘convite o merienda con que se cierra un trato: alboroque’ se recogen también la citada forma liara (en puntos de Zaragoza y, sobre todo, de Teruel), aliara y leara (ambas mayoritarias en Teruel), aleala (en la parte septentrional de Zaragoza), además de abaroque, abiroque y correate (en puntos aislados del occidente de Zaragoza). 23 En el uso de lifara y otros aragonesismos por el histólogo de Petilla de Aragón (enclave navarro dentro de la comarca zaragozana de las Cinco Villas), y de padres aragoneses, en El mundo visto a los ochenta años (1934), se fija oportunamente González Ollé (1984: 383). 24 Tras el lema, se pide el cotejo con badén (del ár. hisp. *baṭín, y este del ár. clás. baṭin ‘[suelo] hundido’), cuya primera acepción es la de ‘zanja o depresión que forma en el terreno el paso de las aguas llovedizas’. La relación es acertada, de Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 269 menos restringido que en Autoridades: ‘balsa o charca de agua detenida que suele haber en los caminos’ 25 . Y, efectivamente, badina tiene una amplia difusión en Aragón (así como el derivado verbal embadinarse), pero también en áreas que tuvieron continuidad territorial o histórica con el viejo Reino, como en seguida se verá 26 . El ALEANR recoge badina dispersamente (en puntos aislados de Navarra, Huesca, Zaragoza y de la parte noreste de Teruel) en algunos mapas referidos a conceptos relacionados con el agua estancada de forma natural 27 ; y de modo profuso como ‘charco (grande)’ (sobre todo en las provincias de Zaragoza y de Huesca, pero también en las de Navarra y Teruel) 28 y ‘remanso profundo en el río’ (por doquier acuerdo con la propuesta de Corriente (1999: s.v. (al)badén). También el DECH atribuye a la voz badina ‘charco’ la indicada procedencia árabe (directamente del ár. baṭin ‘paraje de tierra baja donde se estanca el agua’) y naturaleza aragonesa. El DEEH, sin embargo, relaciona el «pirenaico» badina ‘remanso, vado’ con el lat. VADUM. 25 No está badina en el NTLE. Sobre la trayectoria de la voz en las sucesivas ediciones del diccionario académico, cf. Aliaga (2000: 278): siempre se ha considerado por la RAE un regionalismo aragonés. 26 En catalán no parece que haya sido voz de uso general. De hecho, Corominas piensa que desde el aragonés «se extendió hasta el catalán y gascón limítrofes» (DECH, s.v. badina). El DCVB sitúa el vocablo concretamente en la Ribera del Cinca, Calaceite, el Maestrazgo y Castellón. Barnils (1916/1989: 243 y 248) lo incluyó entre las voces del fragatí (y de otros puntos del catalán de Aragón) que no eran usuales en otras áreas catalanas; lo recoge Giralt (2005: 89) en el habla de La Litera, como ‘charca, aguazal’. Se hallarán numerosas referencias sobre el uso de la voz en el área levantina en los trabajos de Gimeno Betí (1998: 222) y Martí Mestre (2007: 90), con información bibliográfica reseñable. Casanova (2002: 1672) señala que es un arabismo común al aragonés y al valenciano, pero cuestiona que haya llegado a este a partir de aquel. 27 Con más precisión: badina se anota en Monreal (Na), Broto (Hu), Alcañiz, La Codoñera, Peñarroya de Tastavins y Bordón (Te) como ‘remanso’ (I, m. 93); en Agüero, Candasnos (Hu) y Zuera (Z), como ‘laguna’ (X, m. 1384); en Cáseda (Na), Alberuela (Hu), Las Pedrosas (Z) y Valderrobles (Te), como ‘poza’ ( X, m. 1387, en donde también se halla el diminutivo badineta en Ardisa Z); en Caparroso (Na), Pueyo y Candasnos (Hu), como ‘terreno pantanoso o encharcado (X, m. 1388, en el que está asimismo badinal en Mallén Z). Además, figuran distintos resultados fónicos de embadinar(se) (puntos aislados de Navarra y Huesca), rebadinarse (zona oriental de Huesca) y abadinarse (área de Zaragoza lindante con Cataluña) en el primero de esos mapas (I, m. 93). Sobre la presencia de badina en el ALEANR y su relación semántica con otras denominaciones del campo léxico del riego, cf. Castañer (1983: 63-64 y 121-22). 28 Con ese significado (X, m. 1385), en Arguedas (Na), Sos del Rey Católico, Biel, Uncastillo, Alagón, Fuendejalón, Leciñena, Osera, La Almunia de Doña Godina, Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 270 Vicente Lagüéns Gracia en Huesca y, además, en la parte septentrional y occidental de Zaragoza, en varios puntos de Navarra y en algunas de las localidades de Castellón exploradas en el Atlas) 29 . Está la palabra badina en multitud de repertorios lexicográficos y de estudios dialectales sobre Navarra y Aragón, con acepciones diferentes, aunque siempre relacionadas con la idea de ‘agua estancada’: las localizaciones altoaragonesas que incorpora el EBA, numerosas, evitan una nueva relación detallada 30 ; se ha recogido también en la Navarra nororiental con las acepciones de ‘poza formada en el cauce de un río’ (en alternancia con las formas pozo y rebalsa) y ‘pozo donde se pone a pudrir el cáñamo’ (Alvar, 1978b: 259); en el Campo de Borja y en todas las hablas de la ribera navarroaragonesa del Ebro, con el significado apuntado en el DRAE y junto a badinal ‘terreno aguanoso o cubierto de agua’ (Frago, 1980: 42) 31 . A estas y a otras muchas referencias bibliográficas que podrían acopiarse, cabe Muel, Velilla, Paniza y Moyuela (Z), Canfranc, Broto, Campo, Robres, Santaliestra y Alberuela (Hu), Estercuel, Híjar y Alcañiz (Te). En algunas ocasiones, los informantes destacaron el gran tamaño de tales charcos («unos cinco metros de diámetro», en Canfranc), los determinaron locativamente en un camino (Broto, La Almunia de Doña Godina), en el campo (Santaliestra) o en un bancal (Estercuel). En Montalbán (Te), se indicó que la badina era la ‘inundación producida en un río’. Y en Mallén y Calcena (Z) se recogió el citado derivado badinal como ‘chortal’, esto es, ‘lagunilla formada por un manantial poco abundante que brota en el fondo de ella’ (DRAE). 29 Se localiza badina con ese valor en las siguientes localidades (lám. 1608, m. 1385): Erro, Artieda y San Martín de Unx (Na), Salvatierra, Ardisa, Ejea, Las Pedrosas y Mallén (Z), Canfranc, Jaca, Broto, Fanlo, Yebra de Basa, Bielsa, Gistaín, Benasque, Laguarta, Angüés, Alberuela, Santaliestra, Pueyo y Pallaruelo de Monegros (Hu), Arañuel y Segorbe (Cs). 30 Sobre las hablas vivas, solo añadiré que en el bajorribagorzano occidental, de filiación lingüística aragonesa, se usa con las acepciones señaladas de ‘charca’ y ‘remanso en el río’ (Arnal, 2003: 45). La presencia de badina en los repertorios, entre otros, de Siesso de Bolea (1715-1724/2008), Moneva (c. 1924/2004), Peralta (1853), Borao (1908), Pardo (1938), Rohlfs (1985) y Andolz (1992) corrobora la naturaleza regional del vocablo. También se halla en el diccionario navarro de Iribarren (1984). Estará, sin duda, presente en el DDEAR (cf. supra n. 4) para el que se han reunido multitud de registros de la voz en el castellano de Aragón (tal es su frecuencia en él, que puede utilizarse figuradamente en referencia al aceite que queda en una sartén tras freír el alimento, por ejemplo). 31 A las anotadas localizaciones de este derivado en el ALEANR, pueden añadirse las siguientes, tomadas del EBA, que lo sitúan en la comarca zaragozana de las Cinco Villas: como ‘sitio o paraje en que con frecuencia se forman los charcos’ (Luesia) y ‘alrededores de los corrales de ganado’ (Uncastillo). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 271 sumar centenares de datos desperdigados por Internet, que invitan a sumergirse en las badinas oscenses del río Alcanadre (con nombres Quejigo, Pesquero y Falsa), del Guatizalema (Estañonero) o del Vero (Villacantal, Melinguera) y que nos hablan de la extensión toponímica del vocablo en Teruel (coto de pesca de La Badina, en el río Guadalope) o en la Navarra meridional (enclave natural Badina Escudera), por ejemplo. Y está hasta en un dicho tradicional en alusión a la lluvia que con frecuencia arrastra el viento del Sur: «Aire de Pina, llena la badina» 32 . Docenas y docenas de testimonios, efectivamente, que muestran la implantación histórica, geográfica y social de esta palabra en el área navarro-aragonesa 33 . Por el occidente, la isoglosa de la voz se extiende al menos hasta La Rioja (según confirma el repertorio de Pastor Blanco, 2004: 82). Consta asimismo badina ‘charco grande formado por la lluvia o agua extendida por el suelo’ –«forma aragonesa y valenciana»– en las comarcas del Alto Mijares y del Alto Palancia (Castellón) 34 . Con forma baína ‘charco, lugar hondo en que se estanca el agua’ se recoge también en la región de Murcia (Gómez Ortín, 1991: 76). Vive también en el área andaluza oriental (ALEA, I, mapas 90 y 92: badina ‘hoyo que hace el agua al correr’ y agua embadinada ‘encharcada’ en 32 Pina de Ebro es una localidad de la Ribera Baja del Ebro, a unos 40 Km de Zaragoza. El refrán, que aparece recogido en diversas recopilaciones paremiológicas, se escucha con frecuencia en tierras del Somontano y de los Monegros. 33 Y así lo confirman los cinco registros del vocablo en el CREA, todo ellos en textos relacionados con la región aragonesa: la segunda entrega de Los pueblos de Aragón, de Antonio Beltrán (Zaragoza, 2000) –de donde entresaco el siguiente, que interesa especialmente para la posible relación léxica que en seguida señalaré: «En Cas- pe unsombrajo, una badina del Guadalope en el Vado, y el botijo con el pitorro protegido por una ramita de romero eran lenitivo para todo el calor»– y Nuevas leyendas del Monasterio de Piedra, de Francisco J. Aguirre y José de Uña Zugasti (Zaragoza, 2000). Añadiré unas líneas del escritor barbastrense Manuel Vilas (1962) con las que recrea su infancia en un escenario real (y, al leerlas, yo la mía): «Puedes bañarte en Puyarruego. Allí hay un río perfecto con pequeñas badinas y estanques. El agua está fría. Tiempo atrás, yo me bañaba en el Cinca, bajo el desaparecido Puente de las Pilas [...]. No encontré más que una badina pequeña, breve recuerdo de lo que fue el baño en ese río [...]» (Resurrección, Visor, 2005, p. 29). 34 Cf. Nebot (1983: 78 y 1986: 146), con referencias de Segorbe y Vall de Almonacid. Hay una fuente y paraje de la Badina en Lucena (Castellón), con pozas para el baño en el río con este mismo nombre. Cf. supra, n. 26. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Vicente Lagüéns Gracia 272 Jaén; badía ‘agua de río estancada accidentalmente’, en Almería etc.) 35 . Con estos precedentes sorprende, y mucho, la escasez de registros históricos hasta ahora disponibles de esta palabra 36 . El DECH y el DHLE la localizan por vez primera en el Diccionario de Autoridades. El CORDE no recoge ni un solo caso de badina y nueve de vadina, pero en un solo documento y cercano a nuestros días: la novela La zanja, del escritor sevillano Alfonso Grosso, que fue publicada en 1961, preferencia léxica que seguramente tiene alguna explicación particular que se me escapa. En estas circunstancias cobra especial relevancia el registro único de vadina en la colectánea documental que aquí manejamos, concretamente en un pliego de condiciones del arrendamiento de una barca en el término de Figaruela, entre las localidades de Barbastro y Fonz, con data de 1570: Item es pacto y condición que si contescerá durante el tiempo del presente rendamiento desconcertarse el passo siquiere vadinas del dicho río de Cinqua entre los términos de la dicha ciudat de Barbastro y el dicho lugar de Fonz en tal manera que no se pudiesse asentar passo de barqua en la frontera de los dichos términos (118/249). Obsérvese que mediante la coordinación se establece una relación metonímica –y no sinonímica– entre los términos passo y vadinas, que parecen aludir a un ‘remanso profundo del agua por donde se puede cruzar el río en barca’. El significado contextual de la voz en este fragmento, en consonancia con algunos datos lexicográficos y geolectales anotados, sugiere que ha podido haber confusiones en el uso de las voces badina, badén y vado (este del lat. VADUM íd.; cf. supra, n. 24), que parecen propias de la etimología popular. A ella atribuyen Bernal y Nagore (1999: 64) la relación explícita entre badina y vado que se lee en un Diccionario aragonés, posiblemente de 35 Cf., entre otros, Llorente Maldonado (1985: 365), Millán Chivite (1985: 407) y Alvar Ezquerra (2000: s.vv.). En el ALeCMan (m. 1013) hallo badenes ‘terreno pantanoso’ en un solo punto de Albacete; no encuentro badina ni en este mapa ni el 1016 ‘depósito natural de agua, balsa’. 36 No está por ahora badina en el CODEA (tampoco vadina). Falta también en el Escrig Fortanete (1998: 656) encuentra la voz como nombre común («la badina apellada toll [tojo, remanso] de Nicolau»), en una delimitación de terrenos incluida en un Llibre de Peita de 1531, en la localidad castellonense de Llucena. LHP. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 273 principios del siglo XIX, de autor desconocido 37 . Tal relación se adivina asimismo intuitivamente expuesta, en 1978, por el escritor aragonés Ramón J. Sender: «Por cierto que también el fonema badina –con b– creo que debía ser vadina y no es cualquier balsa o charca de los caminos –como dice Borao–, sino precisamente las pequeñas lagunas que quedan separadas del río, en la glera, después de las crecidas de la primavera, y que se pueden vadear a pie» 38 . En este caso, la crítica del escritor al lexicógrafo –e indirectamente, a la Academia– parece un tanto injustificada: ambas acepciones de badina, ya se ha dicho, viven en Aragón. 2.3. Sobre la variación léxica intradialectal y un registro dudoso de sarrato Líneas atrás se ha reconocido que en el estado actual de la investigación son necesariamente vacilantes los pasos con los que avanza el intento de catalogar el léxico en compartimentos definidos por una hipotética exclusividad dialectal, sobre todo cuando el análisis se sitúa en su imprescindible marco histórico 39 . Y las dificultades lógicamente aumentan cuando se atiende a la variación intradialectal de las unidades léxicas consideradas, una vez establecida –o supuesta, al menos– su identificación geolectal. En lo que al área aragonesa afecta, la mayor parte de los estudios dedicados a mostrar las divergencias reveladoras de la aludida variación interna se han centrado en los aspectos fonéticos y morfo- 37 Este es el artículo lexicográfico: «Se da este nombre en Aragón, no solo a las balsas o charcas de agua detenida en los caminos, como trahe el Diccionario [de la Academia]; sino también y principalmente a aquellas partes de los ríos donde el agua va tan mansa que apenas se nota en su movimiento, así parece que badina es derivada de vado y debería escribirse con v». Niegan los editores esa relación, con el argumento de que la voz aragonesa para vado es rasal, mientras que badina, en cambio, es «una zona donde la profundidad del agua no permite fácilmente su cruce» (ibíd.), pero creo que así se restringe demasiado la polisemia del vocablo. 38 Comenta Enguita (1997: 663 y 667) el uso anómalo del tecnicimo fonema en el fragmento transcrito y, lo que tiene más relevancia, la corrección que propone el escritor de Chalamera, entre otras muchas, sobre el Diccionario de Borao. 39 Afirma Frago (1999: 156) que «con la pauta de la cerrada peculiaridad por delante, no serían demasiadas las palabras capaces de señalar los límites privativos de la mayoría de las modalidades regionales del español; pero indudablemente son muchas más las que por varios conceptos identifican la variación diatópica». Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 274 Vicente Lagüéns Gracia lógicos del romance autóctono medieval 40 ; la voluble naturaleza del léxico y su carácter asistemático explican que el nivel léxicosemántico haya sido el más desatendido en esos análisis contrastivos: la complejidad del cotejo entre unidades de número indefinido, aun recurriendo a textos de similar tipología, es evidente. Aun así, ha podido indicarse que junto a voces aragonesas registradas en fuentes norteñas y meridionales del Reino (independientemente de que puedan ser compartidas, además, con la vecina lengua catalana), como bistraer ‘anticipar, dar dinero de antemano o tomarlo’, ordinación ‘conjunto de preceptos correspondientes a una materia’ o trehudo ‘censo enfitéutico’, por ejemplo, «acaso puedan considerarse más propios del Alto Aragón» términos como gayre ‘muy, mucho’, malaudo ‘enfermo’ y sarrato ‘colina baja que tiene alguna extensión llana en la cima’ (Enguita, 2009: 138), vocablo este último del que me ocuparé a continuación 41 . Concejos aporta un registro de la voz sarato en una cédula protocolizada en 1496 que contiene unas ordinaciones sobre el regimiento de la villa de Labata, lugar cercano a Huesca, al pie de la sierra de Guara: Item ordenamos que toda vía que los vedaleros yrán a reconozer los vinyegalos como es de costumbre y no los trobarán, ayan de pena de día I sueldo, de nueyt II sueldos, por cada vegada, sy no tenya lizenzia o justa escusación, clamándolos al sarato de Jeyme quondam Apeniella como se costumbra (43/128). En principio, cabría pensar que ese significante sarato corresponde al vocablo altoaragonés sarrato ‘montículo’, ‘loma’, ‘cerro cortado’ (< [COLLIS] SĔRRATU ‘que tiene forma de sierra o dientes como la sierra’, der. de voz SĔRRA ‘sierra’) 42 , con mantenimiento de 40 Recientemente se ha intentado ofrecer una visión de conjunto sobre esa variación, recopilando lo adelantado en trabajos anteriores e incorporando textos turolenses a la habitual comparación entre documentos altoaragoneses y zaragozanos medievales, y ejemplificando con ella el reflejo de la oralidad en la escritura (Enguita-Lagüéns, en prensa). 41 Otras voces arraigadas al terruño pirenaico deben de ser patobiença ‘derecho de pasto’, con registros exclusivamente medievales (Lagüéns, 2002-2004) o casalivo y casalicano ‘[ganado] que no trashuma’, con pervivencia, estas sí, hasta nuestros días (Lagüéns, en prensa). 42 Ha dejado descendencia toponímica en distintas áreas hispánicas. Véanse, a modo de ejemplo, los casos andaluces de serrata (sustantivo común y topónimo) comentados por Gordón (2002-2004), mayoritariamente almerienses, pero no solo. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 275 la oclusiva intervocálica y abertura de la vocal palatal /e/ ante vibrante múltiple, relacionado con el catalán serrat y el occitano sarrat, carrat ‘cresta de la montaña, colina’ (Rohlfs, 1988: 135; DECat, s.v. serra) 43 . Las dos únicas localizaciones de sarrato en el CORDE remiten a documentos aragoneses del siglo XI («et quomodo descendit usque ad capeça de Otolo sarrato sarrato usque in olmo de Auolo et reuersi sumus ad supradicta ecclesia de Sancto Uictoriano et uenimus serra serra, unde paret, uilla Anteçaneco» 1092) 44 . A ellas pueden añadirse diversos registros, tanto en otros textos de apariencia latina de esa misma procedencia y época 45 como en escrituras posteriores plenamente romances; sirvan de ejemplo una donación de 1272, otorgada en Panzano, al noreste de Huesca, con deslinde del campo transmitido (en donde alternan sarrado y sarrato: «afruenta in el barrancho τ in sarrado [...] τ hotro canpo in sarrato de Lananera», DLAA, 23/30) y sendas cartas de deslindamiento autenticadas en 1327 en el lugar de Alberuela de la Liena, cerca de Barbastro («dexende de fiyta a fiyta entro al sarato de Puylopero τ de lo sarato de Puylopero como dexiende [...]», DLAA, 103/148), y en 1484 en Panticosa («por renovar los nombres de los pueyos, sarratos, penyas, pinares, barranquos τ buegas otras», «τ de allí por el sarrato, como agua biessa, fasta acima de la sierra», «de mollón a mollón al cabo alto del cobilar de la Conilella, τ sarrato sarrato fasta Puey Niero», DLAA, 149/218-219) 46 . 43 Remito de nuevo al EBA (IV, 1665: sarrat, sarratizo, sarrato, sarratón, sarrau) para las formas altoaragonesas actuales. Cf. asimismo Arnal (2003: 172): sarrau ‘cerro’, ‘monte o peñasco cortado’ en la variedad bajorribagorzana occidental. 44 Se trata, en realidad, de tres registros: el primero, en un inventario de 1073, y los dos últimos en el fragmento arriba transcrito, presente en un deslinde; obsérvese la repetición de la voz para marcar la ‘dirección por donde’ (sarrato sarrato ‘siguiendo por la colina’), según un procedimiento habitual en las fórmulas delimitativas del terreno. Sarrato no está en el CODEA. 45 Cf. Fort (1994: 31); asimismo Enguita y Lagüéns (2004: 83). En el LHP se interpreta la voz en ese tipo de contextos como ‘cercado’ («quomodo taliat illo sarrato opaco et solano», en un texto pinatense de 1073), lo que no es irrelevante para entender el problema que en seguida voy a plantear. 46 Estos últimos registros motivaron una notas mías acerca de sarrato en un trabajo sobre los DLAA del siglo XV desgranado de la memoria de licenciatura (Lagüéns, 1992-1993: 83-84). Sobre ellos ha vuelto Enguita (2009: 125 y 139) para subrayar la especificidad altoaragonesa de sarrato. Adviértase, por otro lado, que en uno de los fragmentos arriba transcritos se halla el uso de la repetición indicado dos notas atrás, que se reitera en las fórmulas delimitadoras de este instrumento notarial con Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 276 Vicente Lagüéns Gracia La toponimia confirma la considerable extensión de ese orónimo en tierras pirenaicas 47 . Pero la lectura atenta del fragmento de Concejos antes transcrito nos lleva a considerar otro posible referente: la ordenanza manda que los tasadores de los daños causados en las fincas (vedaleros) comprueben la posible ausencia de los guardas de las mismas (vinyégalos) en sus puestos de vigilancia 48 , con objeto de que estos reciban la multa correspondiente, salvo que al ser convocados (clamados) aporten pruebas de licencia o de excusa válida. La reunión se realiza en un sitio fijado para ello: un sarato identificado mediante una denominación antroponímica (parece que había sido propiedad de un tal Jaime Apeniella). Puede ser que ese lugar se localizara en una ladera, quién sabe 49 . Puede ser también que haga referencia a una viña, un huerto o un parral cerrado. Si así fuera, este sarato equivaldría aquí al castellano cerrado, sinónimo de cercado ‘huerto, prado u otro sitio rodeado de valla, tapia u otra cosa para su resguardo’ (DRAE), y respondería a la sustantivación del participio de serrar ‘cerrar’, en consonancia con lo que se lee en fórmulas como la siguiente, del Fuero de la Novenera, 1253: «todo ombre que huerto serrado, huerto aya sarrado aderredor» (ya incorporado al CORDE) 50 . Debió de haber en el territorio aragonés casos de homonimia entre los dos vocablos considerados –sarrato ‘cerro’ y sarrato ‘propiedad cerrada, cercado’–, otros lexemas: sierra sierra ‘siguiendo por la sierra’ 149.34; marguin marguin ‘continuando por el límite del campo’ 149.78. 47 Cf. Alvar (1949: 35-36) y Vázquez (1992-1993: 193, 2002: 236-37 y 2008: 148-49), trabajos estos últimos en donde se hallarán abundantes datos onomásticos, documentales y bibliográficos sobre el vocablo (y algunos derivados), que es definido como ‘loma angulosa en la ladera de una montaña’ y, para algunos referentes, ‘partida de campos en una ladera’, lo que interesa para lo que a continuación aquí se comenta. 48 Se recoge la voz viñuégalo en los repertorios de Moneva (c. 1924/2004), Borao (1908), Pardo (1938), Andolz (1992; con b-), entre otros. 49 Los vecinos de Labata a quienes he consultado no identifican la forma Apeniella (ni otras variantes posibles: Apenilla, Apinella, Penilla, etc.) como un posible microtopónimo del lugar. 50 El uso del apelativo cerrado (cerrau) para indicar un ‘campo o huerto cercado con algún muro de piedra o con otros materiales’ está muy difundido por Aragón y cuenta con amplia documentación medieval (cf. Frago, 1980: 79; Vázquez, 1991: 153-154, 2002: 90 y 2008: 60). La alusión a estos usos no quiere sugerir exclusividad territorial alguna en este caso, ni que decir tiene (cf. González Bachiller, 2002: 175). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 277 sin que haya que descartar necesariamente la existencia de cruces evolutivos ni siquiera una posible confusión del escribano en ese registro aislado y problemático 51 . 2.4. Léxico e historia: a propósito de pardina en Aragón Con probable origen en el lat. PARIETĪNAE ‘paredes ruinosas, ruinas’, pardina ‘casa aislada en las montañas’, ‘casa ruinosa’ (y otros significados que después se enumerarán) es una palabra claramente vinculada a Aragón –aunque no exclusiva de este territorio–, tal como se comprueba tanto en la documentación histórica como en las fuentes dialectológicas y lexicográficas de las que a continuación se da cuenta. De ese étimo se hace provenir también el catalán pardina ‘lugar en donde ha habido una casa y ha quedado en ruinas’ (denominación común hasta nuestros días en los valles de Pallars y Ribargoza, que gozó en lo antiguo de mayor extensión) y el occitano pardía ‘ruinas de un edificio’ (DECH, s.v. pared y DECat, s.v. paret) 52 . En dichos diccionarios se recuerdan, además, otras hipótesis etimológicas, y esencialmente que pardina puede ser un derivado de PRATUM, en coincidencia con lo que a propósito de documentos aragoneses de orígenes sugirió Du Cange (1883-1887: «Idem forte quod 51 Baste aquí con recordar que Corominas señala la existencia en textos arcaicos castellanos de cerrar con s- etimológica (del lat. tardío SERARE íd, der. de SERA ‘cerrojo’, con posible influjo de SERRA ‘sierra’); se argumenta, precisamente, con un posible cruce con cercar, presente en el lenguaje cinegético y militar (DECH). Un cruce del descendiente de SERRATU (serrato, sarrato) y cerro podría estar en la base del topónimo riojano Zarratón (variantes Cerratón Sarratón), según propone González Bachiller (2002: 551). 52 El área de la voz resurge en el occidente hispánico (gall. pardiñeiro ‘casar o casa vieja en el campo, arruinada y abandonada’; topónimo Paradinas, de donde el apellido de Alfonso de Paradinas, copista salmantino del Libro de Buen Amor, etc.), según se anota en los citados diccionarios etimológicos. Pero eso no impide que en el primero de ellos se incluya la marca arag. junto a pardina con las acepciones arriba transcritas; tampoco, que en el DECat se insista en la naturaleza aragonesa del vocablo y se acumulen registros históricos y modernos de ese empleo regional. Conviene señalar que la relación etimológica de pardina con la voz latina PARIETINA ‘paredón’ (en Cicerón) y su pl. PARIETINAE ‘paredes o muros viejos que se desmoronan’ se encuentra ya en un trabajo de Ricardo del Arco (1946: 9) sobre los despoblados pirenaicos aragoneses. También el DEEH se inclina por ese étimo para las formas cast. y nav. pardinas ‘paredes del corral de ovejas’, cast. y arag. paradinas íd., gall. pardiñas ‘ruinas de paredes’ y aran. pardías ‘paredes ruinosas’, con algunas restricciones diatópicas claramente discutibles. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 278 Vicente Lagüéns Gracia prada, pratum») y han defendido Alvar (1949: 69) –a través de las soluciones derivadas pratina y paratina, esta con desarrollo de una vocal por anaptixis– y otros estudiosos 53 . Nelson (1975: 42) parte del lat. praedium (pl. pr[a]edia) ‘heredad o finca rústica’, con una serie de fenómenos, poco justificados, de metátesis (*perdia), modificación vocálica (*pardia) y sufijación diminutiva (-ina); tal propuesta se apoya en factores históricos externos sobre los que en seguida trataremos. Aún en torno a los asuntos etimológicos, si bien fuera ya de toda pretensión científica, cabe recordar la opinión del escritor aragonés Ramón J. Sender, esbozada de forma marcadamente subjetiva: pardina puede venir de pardo, a su vez de barro, que los campesinos de su comarca –según recordaba Sender, natural de Chalamera (Huesca)– llamaban bardo; «de bardo a pardo y a pardinas la solución se nos ofrece ella sola, ya que esas pardinas suelen ser, en la mayor parte de los casos, de muros de adobe erosionados por la lluvia y el viento» (cf. Enguita, 1997: 671) 54 . El DRAE incorpora la palabra pardina como un aragonesismo, que se define por remisión a paradina, forma esta sin marca regional 53 Cf. asimismo Alvar (1948: 129; 1953: 274; 1973a: 95; 1978a: 152 y 158); aunque pensó también en un étimo relacionado con pared, tal como él mismo reconoce a propósito del topónimo (y apellido) Pardinilla: «la etimología del pueblo remonta a PARIETE, con el sentido de despoblado, o, como he sostenido, a la voz paratu, documentada en algún texto medieval» (1973b: 216), en referencia a paratos a. 971, parata a. 1042, etc. Se lee en algunas fuentes que Rohlfs hizo suyo el étimo PRATUM (a través de pratina) en su libro sobre el gascón, pero lo cierto es que en la edición que manejo (la 3.ª, de 1977: 84) se acepta el origen propuesto por Corominas (con apoyo en la forma partina ‘casa de la que solo quedan los muros’ en Córcega, entre otras) para el gascón pardió ‘prado sobre el emplazamiento de un antiguo establo’, el aranés pardìa y el pallarés pardina ‘ruinas de un edificio’, y el arag. pardina ‘monte con bordas’, ‘lugar inculto que sirve de prado’ (sobre la relación entre borda y bardina ~ pardina, cf. infra n. 59); destaca el lingüista alemán, además, la productividad del vocablo en la toponimia pirenaica. Por otro lado, como señala Nortes (1979b: 112), los documentos de orígenes a los que en seguida nos referiremos son bastante inespecíficos acerca de la utilización de las pardinas: en ocasiones, las mencionadas en los textos poseen pascuis ‘pastos’, pero otras, en cambio, incluyen terras o peças ‘tierras de cultivo’, de modo que no parece aconsejable plantear sin más la equivalencia entre unos y otros referentes (prados y pardinas). 54 Hasta donde yo sé, más allá de alguna sugerencia impresionista no se ha considerado la hipótesis de una posible relación de bardina ~ pardina con la raíz preindoeuropea *barr- (presente en Bardena, con función apelativa en lo antiguo y significado cercano a los de ‘pastizal’, ‘monte común’, según comenta Frago, 1986: 95). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 279 y con las acepciones de ‘monte bajo de pasto, donde suele haber corrales para el ganado lanar’, en singular, y ‘paredes ruinosas’, en plural; el diccionario académico recoge, asimismo, el término paredina ‘pared vieja en el campo, restos de edificios en él’, con restricción cronológica (ant.), pero ya no geolectal 55 . El ALEANR sitúa pardina ‘finca con casa’ en el área septentrional de la provincia de Huesca, desde Ansó hasta Laspuña, por el este, y hasta Laguarta, por el sur, con continuidad en diversos puntos del norte de la provincia de Zaragoza (X, lám. 1571, m. 1348); como ‘majada, lugar donde se recoge el ganado de noche y se albergan los pastores’ se anota solo en Santalecina, al sur de la provincia oscense (V, lám. 683, m. 589) 56 ; pero de los datos complementarios que aporta la primera de esas láminas se deduce que la extensión de pardina en el territorio aragonés no se limita, ni mucho menos, a ese territorio norteño: está como ‘tierra abandonada’, ‘monte comunal’ o ‘terreno comunal de varios pueblos’ en puntos diversos de la provincia de Zaragoza y, aisladamente, de Teruel. Es constante la presencia de pardina tanto en los estudios toponímicos y dialectales como en los repertorios lexicográficos sobre Aragón, ya en los referidos a las hablas pirenaicas, ya en los que acopian el léxico del castellano regional 57 . Las diversas acepciones 55 La trayectoria de la palabra pardina en los diccionarios españoles es más bien corta. No está en el NTLE. Y fue incluida en el DRAE solo a partir de 1852 (10.ª ed.), ya como aragonesismo y con el valor de ‘despoblado’; la remisión a paradina aparece en 1899 (13.ª ed.); y en 1970 (19.ª ed.), siempre con marca Ar., pasa a definirse como ‘monte de pasto con corrales o tenadas, paradinas’ (cf. Aliaga, 2000: 358). Resulta relevante que, pese a la señalada remisión y en contraste con lo que en seguida se verá, paradina apenas esté representada en el CORDE: un solo registro, y sin relación directa con pardina; la única localización de paredina corresponde a la Historia de la lengua de Rafael Lapesa (a propósito del sufijo -ín del asturleonés). 56 Sobre la distribución geográfica de los significantes con que se presenta este concepto en Aragón, Andalucía y otras áreas españolas, cf. Soria et al. (1985). 57 Como muestra de esos estudios toponímicos citaré los de Alvar (1949: 69), Vázquez (1985: 649 y 2002: 203) y Giralt (1994: 311, sobre la localidad de San Esteban de Litera, de filiación lingüística fundamentalmente catalana, en donde se anotan Las Pardinas y Bardina). Véase la información acopiada en el EBA, III: 1388 (‘monte con bordas’, en Echo; ‘casa de campo’, en Luesia; ‘casa y terreno en el monte’, en la Hoya de Huesca; etc.). Los abundantes datos sobre pardina reunidos para el DDEAR (cf. supra n. 4) muestran su uso en el castellano de Aragón como ‘finca con casa’, ‘majada’, ‘monte de pasto con un cobertizo’, ‘terreno comunal de varios pueblos’, etc.; en Tauste, además, es ‘terreno permanentemente yermo’ Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 280 Vicente Lagüéns Gracia que se atribuyen a la voz se sintetizan en las que anotó Pardo (1938): ‘despoblado, esto es, yermo o sitio que en algún tiempo tuvo población’, ‘prado’, ‘labor o hacienda en el monte con casahabitación, pastos y arbolado, generalmente’ y ‘patio’ 58 . Rohlfs (1985), en su diccionario de voces pirenaicas, incluye junto a pardina ‘hacienda en el monte’, ‘sitio inculto donde hubo población’ una variante bardina ‘casa solar con campo y prado’ (que toma de Kuhn), con b- también presente en registros de orígenes aducidos por Menéndez Pidal (1980: 323), a partir de un texto del monasterio altoaragonés de San Victorián con data de 1024 59 . De los datos anteriores se deduce que, junto a su etimología, una de las cuestiones más controvertidas en torno a la palabra pardina es la referente a su significado. En realidad, el problema etimológico y el semántico están directamente relacionados entre sí. En efecto, la acepción ‘paredes ruinosas’ y las que a ella se vinculan coinciden con el valor semántico del étimo propuesto por Corominas (el filólogo catalán, de hecho, indica que ese significado etimológico, el de PARIETĪNAE, debió de ser también el más antiguo del vocablo en (Frago, 1986: 92). El CREA corrobora la apreciación regional de la voz pardina, en cuanto denominación del referente que aquí nos interesa, con varias ocurrencias en estudios de tipo etnográfico y onomástico de tema aragonés. 58 Tomó las dos primeras acepciones de Borao (1908). Ya antes se había detenido en pardina Siesso de Bolea (1715-1724/2008), con curiosas cábalas etimológicas. Y también Moneva (c. 1924/2004), con acopio de numerosas acepciones del vocablo, que sitúa mayoritariamente en la provincia de Zaragoza y, la última, en Blesa (Teruel): ‘despoblado; yermo o sitio que en otro tiempo tuvo población’, ‘monte redondo, redondez’, ‘asunto, negocio o hacienda que, por mala dirección, es objeto de rapiñas, ‘prado’, ‘patio’ y ‘terreno despoblado en donde hubo un núcleo de población’. Prescindo en este estudio de la relación de pardina con patio, voz esta que pudo llegar a dichas propuestas lexicográficas con su sentido primitivo de ‘lugar de pastos’ o ‘terreno baldío’ (DECH, s.v. patio). 59 Menéndez Pidal ejemplifica con esos registros de bardina el fenómeno de la sonorización de la consonante inicial (conocido en el vasco y en el ibérico). Corominas – quien niega la posibilidad de tal sonorización «inusitada» y sugiere la posibilidad de un influjo mozárabe– se muestra partidario de explicar esa forma por un cruce con borda ‘cabaña destinada para albergue de pastores y ganado’ (del fráncico *BORD ‘tabla’, de origen prerromano); recuerda a este respecto que Kuhn definió precisamente pardina como ‘monte con bordas’ (cf. los referidos artículos pared y paret en el DECH y el DECat, respectivamente, así como borda en uno y otro). Las dos variantes, bardina ‘casa solar de campo y prado’ (en la localidad pirenaica de Aineto) y pardina ‘monte de pasto, tenadas, paradina’ (sin localizar, y con remisión al DRAE) están, asimismo, en el Diccionario de Andolz (1992). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 281 romance). Por el contrario, parece que la acepción ‘hacienda en el campo, con casa, tierras y pastos’ no encaja bien ni con ese étimo ni con su significado, y menos aún si se considera que este valor, el relativo a un tipo de propiedad rural de considerable tamaño, puede ser más moderno que el de ‘ruinas’. Para intentar alumbrar este enigma, la mirada histórica parece ineludible. Volvamos, pues, a las fuentes del pasado. Las pardinas aparecen por doquier, ininterrumpidamente y desde la época de orígenes en la documentación aragonesa. De hecho, la consulta del CORDE confirma la existencia de pardina –no de bardina– en numerosos textos de los siglos XI y XII navarro-aragoneses (sobre todo en diplomas regios y en donaciones al monasterio de San Juan de la Peña y otros cenobios de Aragón y de Navarra) 60 ; las primeras localizaciones propiamente romances en ese corpus son ya del siglo XIV (1320, 1396 y 1398), todas ellas aragonesas; y la documentación histórica se completa en él con dos ocurrencias en un texto de 1488 (con referencia a una pardina situada en tierras prepirenaicas) y otro de 1578 (pardina de Aylés) 61 . En la bibliografía sobre el aragonés medieval se hallan docenas de registros con los que enriquecer esa nómina. Se trata de averiguar en ellos a qué tipo de referente se alude con la denominación pardina, aunque en muchos casos esta se emplea como mera identificación topográfica y en otros el contexto no facilita, ni mucho menos, esa labor. Baste con repasar, a modo de muestra, los datos recogidos por Nortes (1979a: 24 y 210-212; y 1979b: 288-291) y Alvar (1978a). Entre las primeras menciones, las hay de los siglos X-XII que parecen aludir a ‘habitáculos en ruinas y el solar que ocupan’ o bien a ‘casas aisladas y modestas (frente a caput mansus ‘casa importante 60 Algunos de ellos, transcritos por Eduardo Ibarra, Ricardo del Arco o Antonio Ubieto, fueron analizados en las monografías de Nortes a las que se recurre a continuación. También en el LHP hay abundante documentación aragonesa del vocablo (en parte coincidente con la anterior) de la época de orígenes, que se agrupa impropiamente bajo el significado general de ‘monte de pasto con corrales’ y la indicación «cf. hoy en Aragón pardina y paradina». 61 Hay un lugar con ese nombre, Aylés, en la aldea de Mezalocha (comarca del Campo de Cariñena), a unos 30 km de la capital aragonesa. Señalaré, por otro lado, que se hallan en el corpus histórico académico tres apuntes más del vocablo en la obra Colectivismo agrario en España (1898), de Joaquín Costa (dos de ellos en fragmentos documentales que él reproduce; y uno, propiamente en su discurso, en donde parecen ser sinónimos despoblado y pardina). Aporta un registro Lleal (1997: 285) en una carta de Fernando II, de 1495. Falta pardina en el CODEA. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 282 Vicente Lagüéns Gracia en una vasta propiedad territorial rural’), situadas en un propiedad territorial rural, a menudo en la montaña’ («habet affrontaciones isto campo [...] alia parte orto nouo que fecit lohannes de Cerbera qui fuit pardina de illo campo», año 1154); pero también, por extensión semántica, como sugiere con acierto Nortes, a ‘propiedades territoriales rurales que reciben su nombre de las “casas modestas” (o propiamente pardinas) que las presiden’ («dono et offero [...] illa pardina qui dicitur de Aquabiela cum ecclesia sua et cum omnibus decimis et primiciis», año 1105). En los textos jacetanos estudiados por Alvar (1978a), mayoritariamente de los siglos XIV y XV, pardina ‘monte con viviendas rústicas’ hace referencia a lugares poblados («el dito lugar & térmjnos con todos los basallyos, hombres & fembras que en la dita pardina habitan o habitarán, e con todos los montes, térmjnos, aguas, casas, pastos [...]» doc. 6, año 1435); al tratarse de bienes incorporados a la ciudad, el concejo jacetano puede cederlos por contrato enfitéutico («vendemos a trehúdo siqujere damos a erbaje [...] las jerbas, paxtos, aguas, lenyas [...] de la pardina clamada de Ype, encorporada a la dita ciudat, sita en las montanyas de aquella» doc. 11, año 1471) 62 . La bibliografía sobre las pardinas es relativamente abundante 63 . Apoyándose en la relación entre historia y léxico, algunos historiadores (Nelson, 1975; Ubieto, 1987) han aportado explicaciones diversas –si bien en parte coincidentes– que pueden tener interés para comprender la evolución semántica del vocablo y, con ello, su actual polisemia. Y en una reciente síntesis de lo hasta ahora publicado, con nuevas aportaciones, Rivas (2011) traza el panorama histórico 62 Se mencionan además las pardinas de Sagua y de Sabalué en un deslindamiento de 1502 (doc. 13); en el arriba citado doc. 11 se alude a un «honorable don Johan de Pardinjella, jurista, prior de vint e quatro de la dita ciudat»; y en la regesta del doc. 2 (1376) se indica que el texto se halla en el «Cajón 21: Pardinas y villares de la ciudad» del Archivo municipal de Jaca. Savall y Penén (1866/1982) proponen para pardina, presente en los textos forales, el significado de ‘despoblado’. Citaré, por otro lado, el trabajo reciente de Líbano (2010: 352), quien acepta la opinión de García de Cortázar acerca de la importancia de esas explotaciones primitivas, en la línea de lo que en seguida, siguiendo a Ubieto, comentaré. 63 Cf. Barrère (1952), Dumas (1967) y García-Ruiz (1976: 223 y sigs.). A ellas se refirieron Ignacio de Asso (en su Historia de la economía política de Aragón, 1798), Félix de Azara (de quien se cita una obra titulada Las pardinas en el Alto Aragón, que puede corresponder a un informe que remitió en 1820 el Ayuntamiento de Huesca al Ministerio de la Gobernación) o Joaquín Costa (en Colectivismo agrario en España, 1898). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 283 que a continuación presento sucintamente 64 : las pardinas representan, en su origen, un tipo de estructuración de hábitat disperso que se produjo en Aragón durante los siglos IX y X 65 . Entre los siglos XII y XIV, en medio de un acusado despoblamiento del medio rural, el término pardina tendió a «ser asimilado con el territorio de las numerosas aldeas despobladas que quedaron en la zona y, con ese significado, se generalizó en las franjas central y meridional de la mitad occidental de Aragón» 66 . En la segunda mitad del siglo XIX, al ser adquiridos los despoblados recién desamortizados por terratenientes y ganaderos adinerados, el concepto de pardina se asimiló al de coto redondo (esto es, el ‘conjunto de las fincas rústicas unidas o muy próximas, dentro de un perímetro y pertenecientes a un mismo due64 El trabajo tiene su origen en el encargo del Gobierno de Aragón de catalogar las pardinas (en torno a cincuenta) que, como viviendas aisladas, sobreviven aún en el Parque Cultural de San Juan de la Peña. 65 Nelson (1975) había centrado su investigación, con profusión de datos y consideraciones diversas (muchas de ellas filológicas), en esa época de orígenes: el término pardina designaba en las fuentes anteriores a 1035 (en las que halla seis menciones de la voz en escrituras datadas entre 828 y 948) un fenómeno característico de las áreas fronterizas del primitivo Aragón: alodios, de extensión variable y con tierras de labor y de pasto, que constituían entidades diferenciadas de los pueblos o municipios y podían ser pobladas tanto por sus propietarios como por los mesquinos que trabajaban los campos (de ahí su propuesta de un étimo praedium, con forma intermedia de pl. predia, ya señalado). 66 Ubieto (1987) insistió en la diferencia de concepto entre las pardinas pirenaicas (explotaciones de gran extensión, con cultivos, pastos, huertos, viviendas y, a veces, hasta pequeñas iglesias románicas) y las que están al sur de la sierra de Guara (que han acabado convirtiéndose, en su mayor parte, en parideras más o menos ruinosas). He aquí el intento de justificación histórica: el mayor porcentaje de pardinas se localiza al norte de la línea que separó a cristianos y musulmanes hasta el año 1000 aproximadamente, y además en el Aragón primitivo y en Sobrarbe, lo que puede relacionarse con un sistema de puesta en explotación de la tierra tendente al autoabastecimiento, que se mantuvo vigente desde el siglo IX hasta el XI. Tal concepto de pardina varió «al bajar los cristianos al llano», de modo que «desde mediados del XII, las pardinas en los documentos referentes al valle del Ebro tienen la significación acorde con la señalada por los filólogos actuales» (es decir, la de despoblado o paridera ruinosa). Adviértase que, aunque simplificadora, tal repartición entre dos tipos de pardinas coincide grosso modo con la distribución geolectal, antes expuesta, entre ‘finca con casa’ y ‘majada que sirve de refugio a los pastores’. La repetida diferencia entre el Aragón primitivo y el Aragón que fue fraguándose a través del proceso reconquistador, de tantas consecuencias lingüísticas, se mostraría relevante también en esta precisa cuestión léxica. En todo caso, a lo largo del presente trabajo queda matizada la localización septentrional de pardina en el área aragonesa (cf. Enguita-Lagüéns, 2004: 86). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 284 Vicente Lagüéns Gracia ño’, de acuerdo con la definición del DRAE). Y a partir de mediados del siglo XX se ha producido, mayoritariamente y por causas diversas, un acelerado deterioro de las mismas que puede acarrear su desaparición. En todo caso, este recorrido histórico permite obtener tres acepciones diferenciadas, aunque interrelacionadas, para la voz pardina: a) ‘finca de gran tamaño’, que puede o no disponer de un edificio central; b ‘vivienda aislada’, asociada a veces a una finca; y c) ‘despoblado’ (Rivas, 2011: 99). Y aunque resulta evidente que hay cabos todavía por atar, con la información hasta aquí reunida cabe plantear como hipótesis el siguiente camino evolutivo en el significado de pardina: aceptando el étimo PARIETĪNAE, su descendiente romance pudo aplicarse en las tierras pirenaicas tanto a una construcción ruinosa o modesta como, por extensión, a una propiedad rural con una de esas edificaciones. Tal bifurcación semántica debió de acentuarse en función de su uso en determinados contextos históricos y económicos, en parte condicionados por la movilidad geográfica del vocablo: la utilización de pardina para denominar ciertas propiedades rurales de considerable importancia se explica por la neutralización de los semas primitivos ‘ruinoso’ o ‘modesto’; por el contrario, su empleo en referencia a las ‘majadas, parideras’ u otros ‘habitáculos abandonados en el monte’ se justifica por la presencia destacada de dichos semas. Ambas acepciones mantuvieron su vigencia, de modo que la voz pardina pudo revitalizarse como denominación de las propiedades territoriales surgidas, a partir de 1836, con el proceso de desamortización y, en su caso, como designación de su arrumbamiento 67 . Las consideraciones anteriores permiten entender a qué tipo de pardinas corresponden las que aparecen en Concejos, las cuales nada tienen que ver con ruinas o despoblados. Se localizan en el norte de Aragón y, de ellas, solo una al sur de la sierra de Guara. En este caso, la voz figura en el seno de una fórmula generalizadora y sin referente preciso (a). Sin embargo, lo habitual es la mención de pardinas concretas (Asotillo Bajo, en Berdún; Larbesa, en Jaca, etc.), que pueden estar sujetas a arrendamiento (b), en donde se permite rotu67 Sirva una muestra para ilustrar el proceso. La población de Izuel, citada en fuentes medievales, sufrió una grave crisis demográfica en el siglo XIV. Sus tierras –ya como pardina– pasaron a ser titularidad del cabildo jaqués hasta la desamortización y, después, fueron adquiridas al Estado por un grupo de particulares. Hoy la pardina de Izuel está integrada, en su mayor parte, en el término municipal de Villanúa, cerca de Jaca. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 285 rar terrenos y que paste el ganado (c) y en las que hay, además, torres o casas de labor (d) 68 : a) qualquiere persona o personas de qualquiere ley, estado, sexu, condición sían que en la ciudat de Huesca, lugares, pardinas et términos de aquella o de aquellos territorios lugares de la juridicción del justicia de la dita ciudat (Huesca, 1471, 18/69 y dos registros más, 75-76). b) Ittem fue deliberado sobre la crabrería [...] que vaya franqua por todas las pardinas de la dicha ciudat [...]. Ittem fue deliberado y dado poder y facultat [...] para rendar la pardina de Sesún (Jaca, 1494, 48/140-141). c) que los ganados menudos e geguacarías y bacarías no puedan estar [...] syno en la pardina de Asotiello e de Tolosana [...]. Item ordenan que ningunos vezinos no puedan escalyar en la pardina de Asotielyo ni en la pardina de Tolosana y de la pardina enta suso (Berdún, 1496, 50/144-145). d) considerado que vosotros señores justicia y lugarteniente [...] haver llegado a la torre y casa de la pardina de Larbesa, la qual torre, casa y pardina de mucho tiempo aquá era, fue y es con todos sus términos [...] (Pardina de Ayn, término de Jaca, 1531, 85/188). Y un dato histórico-literario más, con coda lexicográfica. En 1912, el joven anarquista Manuel Pardinas Serrato, natural de El Grado (Huesca), asesinó a José Canalejas, Presidente del Consejo de Ministros, en plena Puerta del Sol. La vacilación con la que el apellido del magnicida (Pardiñas, Pardina, Pardina) se reprodujo en la prensa nacional dio pie al artículo dialogado «Pardina», del escritor zaragozano Mariano Francisco de Cavia y Lac (1855-1920). Pues bien, en ese artículo, un personaje aragonés le explica a un sobrino suyo, adolescente, que Pardina «es apellido muy frecuente en Aragón, y tan honrado como el que más; pues no ha de “malmeterlo”, como allí se dice, el crimen de un loco que andaba suelto [el asesino de Canalejas]». Como prueba argumental maneja ese personaje «la última y excelente edición del Diccionario de voces aragonesas, de don Jerónimo Borao, maestro ilustre», y la definición que de pardina en él se lee: «Despoblado, esto es, yermo o sitio que en otro tiempo tuvo población. Se halla incluido por primera vez, en la última edición de 68 Se mencionan además, como referencias topográficas, la pardina de Ravassal (214/542) y la pardina de Braslavilla (214/548) en unos estatutos chesos de 1694. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 286 Vicente Lagüéns Gracia la Academia». El muchacho traza el símil entre lo yermo y la mente del asesino. Ruinosas son estas pardinas librescas, como las que hemos recreado líneas atrás con Sender. 3. FINAL Desde una perspectiva esencialmente diacrónica, se han reunido en las páginas anteriores algunos datos documentales que pueden ayudar a completar la historia y a definir la adscripción aragonesa de un puñado de palabras presentes en escrituras municipales emitidas en Aragón entre los siglos XV y XVIII. Así han surgido diferentes reflexiones sobre la movilidad del léxico especializado hacia usos populares (a propósito de encorrer y lifara), se han aportado nuevos datos documentales sobre un arabismo extendido por el oriente peninsular (badina) y se han planteado algunas hipótesis acerca de la especificidad del léxico altoaragonés en su entorno originario (sarrato) y el cambio que supuso su empleo en nuevas situaciones históricas y económicas (pardina). Desde ese planteamiento heterogéneo –y, además, provisional en algún punto–, tales consideraciones no pretenden ser más que una pequeña aportación a una de las tareas pendientes de nuestra lexicografía histórica: dar cuenta de la configuración diacrónica del léxico dialectal y regional del español. Los avances que en este campo van produciéndose aconsejan, cada vez más, expresar con cautela las localizaciones exclusivas de las unidades léxicas. Pero, en mi opinión, eso no nos exime, todo lo contrario, de seguir investigando sobre las razones que explican la mayor incidencia o el más profundo arraigo social de numerosas palabras en un territorio preciso, siempre a través del imprescindible análisis documental. Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua (2012), 7, 257-295 Notas léxicas sobre documentos municipales aragoneses 287 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS = ALVAR, Manuel, con la colaboración de Antonio LLORENTE y Gregorio SALVADOR (1961-1973): Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía, Universidad de Granada-CSIC, Granada. ALEANR = ALVAR, Manuel con la colaboración de Antonio LLORENTE, Tomás BUESA y Elena ALVAR (1979-1983): Atlas Lingüístico y Etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja, 12 vols., Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Institución «Fernando el Católico», Madrid-Zaragoza. ALeCMan = GARCÍA MOUTON, Pilar y Francisco MORENO FERNÁNDEZ, dirs. 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