El vagabundo profesional
Por Juox R. Aeon
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Xavier es un joven ingeniero ateo que se esfuerza por mantenerse en un empleo, pero una conspiración a sus espaldas cambiará todo. Pepe Pregonero es un vagabundo muy profesional, pero invidente, que le vaticinará el día final y una posterior charla, donde con su despreocupado humor espiritual tratará de explicarle a Xavier que lo que él ve como una desgracia tal vez es un plan de escape a la libertad. Xavier defenderá a capa y espada sus puntos de vista y Pepe, jugará al gato y al ratón, diciéndole que puede ser posible que un tal Dios esté detrás de todo lo que le ha pasado. Con el paso de las horas, Xavier descubrirá sorprendido que el ciego vagabundo, tuvo una vida muy parecida a la suya, y es muy posible que ese tal Dios, sí puede estar conspirando por su felicidad y libertad, y que le envío a ese locuaz hombre que recorre el mundo en contra de toda posibilidad de éxito. Xavier terminará albergando una esperanza, pero aprenderá que las oportunidades no se repiten dos veces. Al menos no con el vagabundo profesional que mira al mundo con los ojos del corazón.
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El vagabundo profesional - Juox R. Aeon
1 UN ENCUENTRO SÚBITO
Voy de deprisa y es algo tarde, necesito llegar a tiempo antes de que los demás inicien la junta mensual, es el gran día como cada mes, hoy vamos a ver los resultados de ventas y aunque sé que las cosas no han estado bien en los últimos tres meses espero librarla una vez más mientras encuentro una solución a mis problemas de producción y ventas departamentales.
La mañana está corriendo, y yo, junto con ella, siento que el tiempo se acorta y necesito llegar rápido a mi destino. Es entonces que al doblar la esquina y llegar a las jardineras del corporativo me di cuenta de que ahí estaba, fue la primera vez que lo vi, y como imán me atrapo con su raro aspecto desaliñado, despreocupado y esa personalidad que emanaba algo que nunca supe si era encanto o inocencia, él estaba en lo suyo ni tardo ni perezoso empezó su cantaleta matutina.
—¡Pase usted, señor y señora, no pierda la oportunidad única y exclusiva el día de hoy, lleve su frase del día, de la semana o tal vez del año, incluso lleve la frase de su vida, pase señor y señora, no desperdicie la oportunidad que ahorita me ve y al rato ya no me encuentra!
El tipo gritaba a todo pulmón que definitivamente todos los que empezamos a llegar al corporativo no podíamos dejar de observarle, era cosa de tan sólo unos minutos antes de que los tipos de seguridad lo hicieran a un lado. También era la hora en que llegaban los grandes jefes en sus lujosos autos y para nada el aspecto de un vulgar limosnero hacía tono con las lujosas vitrinas de nuestro corporativo.
Pese a todo, muy despreocupado y ajeno a la amenaza de la ley corporativa, el tipo continuó con la propaganda —¡Venga usted aquí dama y caballero no sea tacaño con este limosnero, pague con un saludo y una sonrisa a este mensajero, traigo buenas nuevas y algunas seminuevas, venga usted aquí dama y caballero no deje que se vaya este guapo pregonero con algo más preciado que lo que guarda el mejor joyero; no me deje ir que me voy!
Tenía mucho tiempo que no escuchaba algunas frases graciosas y fue ese cantar matutino y cómico el que me animó a sacar un billete y de pasada a dejárselo en su lata que sonaba al ritmo de sus palabras, pero dicho y hecho los guardias se acercaban para retirarlo del camino, y entonces me di cuenta de que el tipo era invidente, pero los guardianes de la pulcritud y vergüenza comercial ya se acercaban y no hubo tiempo de más, así que reaccione a mis exigencias laborales y recordé que llevaba mucha prisa, ya eran las ocho y la junta de criminales corporativos estaba lista para devorar a sus víctimas, tenía que estar en tan sólo un minuto enfrente de ellos o si no lo lamentaría.
Fue en ese último segundo que cumplió su promesa y a voz cantada al depositar mi billete dijo: —¡Hay Diosito!, ya llegó el que andaba ausente, la promesa por ti esperada llegará el día de hoy como una sorpresa, presta atención a las señales que nunca son casuales, hay propósito, no coincidencia.
Las palabras me recorrieron todo el cuerpo, sentí erizar la piel, pero no detuve la marcha, la prisa y las obligaciones me arrancaron de la escena, pero el dicho del hombre me dejó helado y solo atiné a caminar mecánicamente buscando fingir que nada me perturbaba.
Después de caminar algunos pasos, subir algunas escaleras, llegue a la sala de juntas y fue cuando todo tomó forma, una espeluznante forma, que no había manera de evitar. Para muchos es una historia conocida, cada departamento expresa sus resultados tratando de ser lo más animosamente positivos, pero bajo la severa mirada y el escrutinio de los gerentes generales que con poco ánimo prestan atención y esperan el momento de que cada departamento termine su intervención para dar sus puntos de vista, ellos sólo basan sus comentarios en números y no en las personas o los puestos, siempre el más lindo será el que mejor números pueda darles, quien no pueda hacerlo está condenado a la silla de los acusados y su cabeza tendrá precio.
Y así de linda y sonriente, es como esa mañana inolvidable comenzaba para mí. Por un lado, estaba nervioso por enfrentar a unos verdugos que llevaban tiempo acechándome por mis resultados, y, por el otro, la extraña advertencia del limosnero se me había pegado a la cabeza y por cosas que, no entiendo, la escena se repetía constantemente en mis pensamientos. Ese día no lo sabía, pero nada importante es casualidad en la vida de nadie. Para mí no lo fue desde ese día.
2 EL GRAN GOLPE
Ya dentro de las oficinas corporativas, sentado en la sala de juntas, como niño bueno que pasará las notas escolares a los padres, me sentía presionado por los resultados de mi departamento, e intentaba parecer frío y profesional como cada mes, por un momento distraído por el olor a lociones y perfumes, el café que se empezaba a quemar en la greca y la tensión de las incómodas pausas después de cada presentación de resultados, mi mente no pudo más y busco relajarme regresando al momento con el indigente a las afueras del corporativo, ¿por qué había dicho eso?, por qué me hizo sentir frío al decir sus palabras, pero lo peor, fue: ¿por qué me estaba incomodando sus dichos?, ¿por qué rayos me importaba, yo estaba en medio de algo importante y estaba pensando en un indigente?, ¡que rayos!; y fue entonces que me tocó el turno de mostrar mis resultados.
Leticia, de ventas al menudeo, me sacó de mi ensimismamiento y me cedió el paso al frente, sabía que mis resultados eran muy apretados, pero esperaba que todo continuara con la misma normalidad de siempre y que en los próximos meses las bajas ventas de mi departamento mejoraran.
Hice mi exposición de resultados, y algo raro sucedió y en esta ocasión, a diferencia de las demás juntas no hubo comentarios acerca de los resultados de mi departamento, ese silencio incómodo me hacía sospechar que algo se traían entre manos un par de gerentes al otro extremo de la mesa que se miraban con cierta complicidad. Los demás compañeros gladiadores pasaron a divertir a sus majestades y terminaron su intervención, al final los gerentes generales me pidieron quedarme con ellos, todos mis compañeros entendieron el mensaje y como niños regañados por los maestros nos dejaron a solas en la lujosa sala de juntas, a pesar de la luz de las ventanas, el lugar era sobrio en negro y gris mate desde el piso hasta las sillas, los cuadros eran sin vida en arte abstracto, así era el perfecto lugar para que los secretos más sucios que una corporación quisiera manejar tuvieran una decoración a tono con las sombras.
Con ese escenario, en su hábitat natural, estos depredadores fueron rápido y al grano, Roberto el gerente general simplemente comentó en tono cortante sin mediar ninguna otra cosa: —Javier, quisimos esperar un momento a solas para comentarte que tus resultados de los últimos tres meses no son satisfactorios, y definitivamente no vas a lograr cumplir la meta anual, esto nos afecta a todos en general, ya que no podremos presentar a la junta general los resultados esperados del presupuesto anual de ingresos y egresos, mira las cosas son muy claras, nos hemos dado cuenta de que no puedes con el puesto y hemos decidido darte tu finiquito el día de hoy para salvar a tu departamento y el personal que ahí labora, por el bien de todos deseamos evitar problemas. Esperamos de ti que comprendas que ya no puedes hacer nada por tu departamento y que lo mejor es una salida rápida y decorosa con un buen finiquito, es por tu bien, ya que vas a poder salir con tu sueldo completo y una excelente carta de recomendación.
Las frases fueron rápidas y contundentes, tanto que me quede helado, me quedé sin poder decir nada, pero con la misma rapidez empecé a encenderme como fuego con tanto despotismo en su manera de sacarme como producto desechable, además de no sostener la mirada y de evitar cualquier confrontación, y fue cuando me di cuenta de que sus palabras sólo eran para cubrir su maldito trasero y el de su amigo Eduardo, su compadre de finanzas, eso de evitar problemas posteriores
significaba que cuando fueran a lamerle los zapatos a los dueños no les retiraran el automóvil de lujo, la casa que les asignaron y todas las demás cosas lujosas a las que aspiraban los gerentes del corporativo.
Entre el enojo y la sorpresa, intenté armar una justificación que me salvara, me estaban echando de mi empleo y eso no lo tenía ni planeado ni aceptado en la minuta de mi mañana —pero Roberto, la economía está demasiado deprimida, los precios del dólar están por las nubes me estás pidiendo que en una recesión obtenga ganancias. A pesar de los problemas de los demás departamentos, el mío no genera perdidas, estamos produciendo y cuidando el gasto hasta los límites más cerrados…
─Javier, —me corto de súbito imponiendo su rango—, la decisión fue tomada y consultada con el consejo general, nosotros ya no podemos hacer nada, te dejamos en manos del departamento de recursos humanos. Y como si fuesen los reyes de la comarca, cobardemente salieron sin dirigirme una mirada o decir nada más de la sala de juntas, yo todavía estaba molesto y desconcertado, todo mi esfuerzo y mi trabajo estaba desmoronándose y sin nada más, me lanzaban a la calle como si fuera una inservible bolsa de plástico. Me levanté de la silla y clamé por su atención, me molestaba supremamente su falta de tacto y su descortés salida.
—!Pero Roberto, como que se van así!, soy jefe de área, no un simple obrero o empleado general, ¡tenemos que hablar de esto, ya mismo!
Todavía seguía helado en el cuerpo sintiendo el balde de agua fría que recorría mis venas y que se mezclaba con un enojo de lava caliente por el despotismo de su salida cuando perfectamente coordinada, y obstaculizando mis demandas de atención, apareció la jefa de recursos humanos para llamar mi atención y decirme:
—Javier, —dijo muy nerviosa—, por favor acompáñame tenemos algunas cosas que hacer para tu salida.
La interrupción de Carmen fue lo que me termino de plantar en una cruda realidad