EL ARTE DE LA PRUDENCIA: Baltasar Gracian
Por Baltasar Gracian
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EL ARTE DE LA PRUDENCIA - Baltasar Gracian
Baltasar Gracián Morales
EL ARTE DE LA PRUDENCIA
1a edición
img1.jpgIsbn: 9786558941859
Prefacio
Amigo Lector
Baltasar Gracián y Morales (1601 - 1658) fue un escritor, pensador y jesuita español. Ingresó muy joven a la Compañía de Jesús, donde rápidamente se destacó como predicador y en los estudios de filosofía, teología y literatura.
El Arte de la Prudencia u Oráculo Manual y El Arte de la Prudencia es considerada la obra maestra de la literatura graciana y del barroco español. La obra trae una preciosa colección de aforismos, con comentarios sobre diversos temas, dando consejos y orientaciones sobre cómo vivir de la mejor manera y evolucionar como ser humano.
El análisis de Gracián sobre la sociedad y el comportamiento humano influenció a grandes pensadores como: Schopenhauer, Nietzsche, Voltaire y Jacques Lacan. El arte de la Prudencia es una gran obra, siempre actual.
Una excelente y útil lectura.
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Sumario
PRESENTACIÓN
El Arte de la Prudencia
PRESENTACIÓN
Sobre el autor
Baltasar Gracián y Morales (Belmonte de Gracián, 8 de enero de 1601 - Tarazona, 6 de diciembre de 1658) fue un jesuita, escritor español del Siglo de Oro que cultivó la prosa didáctica y filosófica. Entre sus obras destaca La Arte de la Prudencia y El Criticón — alegoría de la vida humana —, que constituye una de las novelas más importantes de la literatura española, comparable por su calidad al Quijote o La Celestina.
Su producción se adscribe a la corriente literaria del conceptismo. Forjó un estilo construido a partir de sentencias breves muy personal, denso, concentrado y polisémico, en el que domina el juego de palabras y las asociaciones ingeniosas entre estas y las ideas. El resultado es un lenguaje lacónico, lleno de aforismos y capaz de expresar una gran riqueza de significados.
El pensamiento de Gracián es pesimista, como corresponde al periodo barroco. El mundo es un espacio hostil y engañoso, donde prevalecen las apariencias frente a la virtud y la verdad. El hombre es un ser débil, interesado y malicioso. Buena parte de sus obras se ocupan de dotar al lector de habilidades y recursos que le permitan desenvolverse entre las trampas de la vida. Para ello debe saber hacerse valer, ser prudente y aprovecharse de la sabiduría basada en la experiencia; incluso disimular, y comportarse según la ocasión.
Todo ello le ha valido a Gracián ser considerado un precursor del existencialismo y de la post modernidad. Influyó en librepensadores franceses como La Rochefoucauld y más tarde en la filosofía de Schopenhauer y Nietzsche. Sin embargo, su pensamiento vital es inseparable de la conciencia de una España en decadencia, como se advierte en su máxima «floreció en el siglo de oro la llaneza, en este de yerro la malicia».
Sobre la obra
El Arte de la Prudencia es una lectura muy interesante, enriquecedora y necesaria. Baltasar Gracián que escribió este libro a mediados del siglo XVII (en 1647) habla de un sinfín de temas que nunca pasarán de moda y que tienen que ver con nuestra manera de ser y actuar. Gracián recomienda actuar con prudencia, mesura, decoro, moderación, no dejarse cegar por las pasiones, que nos pierden, y más bien nos invita a ejercer el autocontrol, a no destacar o singularizarnos, no alardear de virtudes ni defectos. Siendo la virtud el último párrafo que cierra el libro, el párrafo número 300.
Algunos temas se repiten con escasas variaciones (mucho se habla de no contagiarse por el virus de la necedad, de mantener reservas en nuestro proceder, de no darlo todo, de dejar siempre a nuestros congéneres con ganas de más, un irnos ofreciéndonos poco a poco para mantener así el factor sorpresa. Otro punto importante es mantener la coherencia, optar por la seriedad y ser chistoso en contadas ocasiones. Lo crucial es que un mal paso puede echar todo nuestro trabajo, toda nuestra reputación por tierra. Una carrera ejemplar se viene abajo por una mala decisión) e incluso cae el autor en ciertas contradicciones al recomendar una actitud y luego la contraria (como en nuestro proceder respecto a los murmuradores, donde primero aconseja mantenerlos al margen de nuestras vidas, y luego bailarles al agua, conscientes del daño que nos pueden hacer).
Esta obra de Gracián resulta valiosa como invitación a la templanza y en especial a conducirnos a pensar sobre nuestros actos y las consecuencias que se derivan de lo que hacemos y decimos.
Nos dice el autor cómo hemos de ser, en ese irnos puliendo, en nuestro camino hacia la virtud, pero lo complicado, el cómo conseguirlo, el cómo llegar a ser virtuosos, apenas se concreta, a pesar de lo cual esta lectura creo que propiciará nuestras reflexiones sobre un montón de situaciones que todos experimentamos en el día a día ya sea en el ámbito laboral, familiar, académico, perejil, con los amigos, momentos en los que podemos optar por ser virtuosos, afables, respetuosos o por ser faltones, insultantes, desabridos…
En estos momentos que vivimos de suspense y de suspenso político, las muy vigentes palabras de Baltasar Gracián, bien podrían ser un haz de luz, un cordel del que tirar para que los políticos superen la necedad, lo obtuso de sus posiciones y abrir estos sus mentes a la prudencia, al decoro, despojando de su proceder, la soberbia, la cerrillad, el odio, la furia, el insulto, en pos de una siempre necesaria cordura.
El Arte de la Prudencia
1. Se ha llegado a la mayor complejidad, pero la suprema es formar un buen hombre.
Para formar a un sabio de hoy se requiere más inteligencia que para siete de la antigüedad. Y para tratar con un sólo hombre de estos tiempos necesitamos más sapiencia que para tratar todo un pueblo de los pasados.
2.Debes tener inteligencia y conocimiento.
Las dos cualidades para hacerte admirable. Tener una sin la otra es felicidad a medias. Algunos no nos conformamos con ser inteligentes. Queremos ser geniales. Infelicidad de necio tendrás si quieres mostrar ante la sociedad más de lo que la naturaleza te ha dado.
3. Lleva las cesas creando suspenso.
Aquellos a quienes sorprendas con tus novedades, estimarán tus aciertos. Por eso, jugar con todas las cartas al descubierto no es de utilidad ni buen gusto. El no declarar mucho crea suspenso, y más cuando la importancia de tu cargo da lugar a que todos estén atentos a tus actos. Haz ver misterio en todo lo que hagas, y eso hará que te veneren. Aun buscando darte a entender, huye de decirlo todo claramente. En el trato personal con los demás no debes mostrar completo tu interior. Es el recatado silencio lo más sagrado de la cordura. La voluntad declarada, nunca fue estimada, y si es publicada previo a su ejecución, da tiempo a ser cuestionada. Si se conoce por azar, será dos veces dificultada. Imita, pues, el proceder divino, que tiene siempre un misterio que hace al hombre estar todo el tiempo dándole amor y atención.
4. Sabiduría y valer juntos te dan grandeza.
Porque ambos son inmortales, dan eternidad a quien los tiene. Mientras más conoces eres más admirable, pues el sabio todo lo puede. Un hombre sin conocimientos es como un mundo a oscuras. Hay que saber usar sabiduría y fuerza, ojos y manos. Sin valentía es estéril la sabiduría.
5. Haz que dependan de ti.
Al ídolo no lo hace quien lo dora, sino quien lo adora: el hombre sagaz quiere tener más personas necesitadas de él que gente que le agradezcan. Tu esperanza de mantenerte en el poder se reducirá si te confías sólo en el agradecimiento de la gente. Pues con la misma intensidad con que tú deseas el trono, olvidan ellos el bien que les hiciste. Más sacarás del que te necesita que de quien te agradece. Aquel que ha satisfecho su sed, le da la espalda a la fuente, como la naranja exprimida es tirada del oro al lodo. Quien deja de depender, deja de corresponder, y con ello la estimación. Sea para ti una importante lección de experiencia, entretener a los demás, conservando en ellos siempre la necesidad de ti. Hazlo así también con tus superiores. Y no olvides esto: tus superiores no deben saber nunca las veces en que te has quedado callado para dejarlos que yerren y vean que necesitan de tu consejo. Pero cuida esta norma moral: nunca hagas o dejes que les ocurra un daño incurable a los demás, sólo por provocar el que te necesiten, para beneficio tuyo.
6. Busca alcanzar la excelencia.
No haces hecho, sino que vas perfeccionándote diariamente, en tu vida personal, en tu trabajo, hasta llegar al punto del consumado ser, habiendo adquirido las prendas de sabiduría que te hacen superior. Se te reconocerá entonces en tu refinado gusto, cultivada inteligencia, maduro juicio y decidida voluntad. Algunos nunca llegan a ser cabales, siempre les falta algo. Otros, tardan en hacerse. El varón sabio en dichos, cuerdo en hechos, es admitido y aún más, deseado, en el estrecho círculo de los espíritus más elevados.
7. Celebra las victorias de tus superiores.
Todo vencido odia a quien lo venció. Y si es a tu amo a quien vences, te considerará necio, y será fatal para ti. Siempre tu superioridad es aborrecida, y más cuando tiene que reconocerla tu superior jerárquico. Si tienes sobre él ciertas ventajas sencillas pero visibles, debes disimularlas. Por ejemplo, desmentir tu propia elegancia con cierta simpleza en el vestir. Es fácil hallar a quien quiera reconocer en otro un mejor carácter. Pero en la sabiduría, ninguno, y menos quien ostenta autoridad. La autoridad siempre verá su capacidad como un atributo de la más alta importancia, y considerará crimen de lesa majestad que no le sea reconocida. Son soberanos en poder, y quieren serlo en lo que es máximo: en el saber. Los príncipes gustan que se les ayude, y no que se les supere, y que cuando les adviertas de algo, se lo presentes como cosa que él sabía y había olvidado, y no como asunto ignorado por él y que tu inteligencia le hace ver. Enséñennos esta sutileza los astros hijos del sol, que, aunque brillantes como él, nunca se atreven a desafiar su luz.
8. Es bueno que seas hombre desapasionado.
Controlar el estado de ánimo es tu prenda mayor como persona. Es tan importante que te salva de ser arrastrado a peregrinas y vulgares impresiones. No hay mayor señorío que adquirir dominio de ti mismo, de tus pasiones, pues de ahí sale el triunfo de tu voluntad. Y cuando la pasión arrope tu persona, no te atrevas a actuar. Actúa menos, cuanta más pasión sientas: es un modo sutil de ahorrarte disgustos, y más aún, de evitar que se afecte tu reputación.
9. Disimula los defectos de tu país.
Recuerda que el agua participa de las cualidades buenas o malas del tubo por donde pasa, y el hombre participa de las del ambiente donde nace. Todos deben, unos más que otros a sus patrias, pues a unos les fue favorable el momento de apogeo de ésta. No hay nación que no tenga algún defecto: incluso las más cultas, que por ello censuran a las demás, por cautela o consuelo propio. Corregir o por lo menos disimular o desmentir estas faltas, será una victoriosa destreza tuya. Con ello consigues plausible crédito entre tu gente, pues lo que se veía como un defecto lo conviertes en virtud. Hay también achaques de la ascendencia o linaje, del estado, del empleo o la edad que si afectan todos a una persona, y no se atienden a tiempo, hacen que sea vista como un monstruo intolerable.
10. Haz fama y fortuna: las dos en una.
Lo que tiene la una de inconstante, tiene la otra de firme. La primera para vivir, la segunda para el mañana.
Aquélla contra la envidia, ésta contra el olvido. La fortuna se desea y tal vez se ayuda, la fama se diligencia. El deseo de reputación debe nacer de la virtud. La fama siempre ha sido hermana de h grandeza. Por