Ensayos sobre filosofía y literatura boliviana
Por Samuel Arriarán
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¿Cómo fue la recepción de la filosofía moderna en Bolivia? ¿Cuáles con los principales narradores de hoy? ¿Cómo caracterizar a la filosofía y a la nueva literatura boliviana? No se puede negar que la filosofía y la literatura boliviana han tenido sus núcleos problemáticos universales, pero también ha tenido y sigue teniendo un fuerte vigor particular que se expresa en la reconstrucción y recreación simbólica de su propia identidad. Es así que nos encontramos con un acento en los problemas locales que lejos de orientarse por las modas cosmopolitas presentan el mayor interés al ubicarse en el contexto latinoamericano.
El hecho de acentuar los problemas locales no significa que esas obras se reducen a una temática local o "macondismo", sino que desde ahí justamente pueda surgir y desarrollarse referencias a temas universales importantes como la migración. De Samuel Arriarán, el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez ha hecho resaltar "su desenvoltura y cierta audacia intelectual al afrontar las cuestiones de nuestro tiempo con espíritu crítico y a la vez abierto".
Samuel Arriarán
Filósofo, escritor, profesor boliviano residente en México. Doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor de tiempo completo de la Universidad Pedagógica Nacional; Investigador del Sistema Nacional de Investigadores. Ha sido invitado a impartir cursos y seminarios en varios países de América Latina como Argentina,Chile,Colombia. Autor de varios libros entre los que se destacan Filosofía de la posmodernidad; Multiculturalismo y globalización; Barroco y neobarroco en América Latina; Literatura y multiculturalismo; La filosofia latinoamericana en el siglo XX1.
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Ensayos sobre filosofía y literatura boliviana - Samuel Arriarán
ENSAYOS SOBRE FILOSOFÍA Y LITERATURA BOLIVIANA
Samuel Arriarán
ÍNDICE
Introducción
PRIMERA PARTE: ENSAYOS FILOSÓFICOS
La filosofía en Bolivia
El pasado y el presente: entre la memoria y el olvido
Mestizaje y barroco
El imaginario barroco
Jorge Zabala
La educación en Bolivia
SEGUNDA PARTE: ENSAYOS LITERARIOS
La memoria y el olvido en la obra narrativa de Edmundo Paz Soldán
La concepción estética de Jaime Saenz
Símbolos y mitos en la obra narrativa de Adolfo Cáceres Romero
Néstor Taboada Terán
Renato Prada Oropeza
Nueva narrativa: Rodrigo Hasbún, Liliana Colanzi, Giovanna Rivero, Magela Baudoin
EPÏLOGO
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
Este libro contiene ensayos sobre una parte de la producción filosófica y literaria en Bolivia. En conjunto tienen coincidencias temáticas que justifican su publicación en un solo volumen. En el primer ensayo La filosofía en Bolivia en el siglo XX
se trata de comprender de qué manera surge y se desarrolla en Bolivia la filosofía entendida ésta no sólo como mero trasplante europeo sino como propuesta de pensar la realidad nacional. El ensayo se inicia con la revisión de los planteamientos de Franz Tamayo y las ideas positivistas. Continúa con la revisión del modo en que surgieron y se implantaron el antipositivismo, la fenomenología, la ontología, el marxismo, el existencialismo, el estructuralismo, la hermenéutica, etc.
Las distintas filosofías que se desarrollaron en Bolivia a lo largo del siglo XX (sean éstas importadas u originales) parecen estar preocupadas tanto por la reflexión en torno de los problemas filosóficos universales, como por la construcción práctica de una modernidad alternativa. No se puede negar entonces que la filosofía en Bolivia, como en todo pueblo, ha tenido sus núcleos problemáticos universales, sin embargo la principal dificultad es que no ha germinado una filosofía sobre esa modernidad alternativa que tendría que estar basada en otra forma de mestizaje en razón de la diferencia y la naturaleza abigarrada de la sociedad.
En el segundo, tercer y cuarto ensayo desarrollan esta idea de una filosofía de una modernidad alternativa como ethos barroco propiamente boliviano. A diferencia de otras concepciones del barroco y del mestizaje que se plantean en términos negativos, aquí se trata de recuperar los sentidos positivos de la mezcla cultural. Una filosofía de la identidad boliviana se plantea entonces en oposición a los enfoques puristas, indigenistas o etnicistas. Para hacer este replanteo nos fundamentamos en el desarrollo histórico del siglo XVII en Potosí. Nuestro pasado colonial se relaciona con lo que hoy somos. Muchas de nuestras percepciones y preocupaciones actuales provienen de sensibilidades y preguntas de aquella época. Esta relación histórica con el pasado y el hecho innegable de la pervivencia de muchos símbolos y rituales nos permiten pensar en otro tipo de modernidad, es decir, en una nueva forma de organización social basada en los elementos de la cultura popular andina, pero sin reducirla al folklore.
Esta idea una modernidad propia, andina, coincide con lo que denominamos como el ethos barroco boliviano, es decir, con la mezcla cultural producida entre la tradición occidental europea con las formas tradicionales del conocimiento indígena. Negar ese vínculo cultural entre el pasado y el presente no sólo lleva a desconocer el vínculo histórico entre la cultura occidental y la cultura local, sino también a postular una injustificable posición política que deriva en una deformación histórica del pasado. En esta discusión sobre la necesidad de revalorar los conocimientos locales incluímos reflexiones sobre la obra de Juan José Alba, Jorge Zabala y Juan José Bautista.
Los siguientes ensayos se agrupan en torno a la literatura. Se trata de analizar críticamente la obra narrativa de Edmundo Paz Soldán, Jaime Saenz, Adolfo Cáceres Romero, Néstor Taboada Terán, Renato Prada Oropeza y los nuevos narradores como Rodrigo Hasbún, Liliana Colanzi, Giovanna Rivero y Magela Baudoin. Lo que justifica la agrupación de estos autores es que ellos representan en la actualidad importantes obras narrativas que contienen ideas filosóficas sobre el ethos boliviano y la modernidad alternativa. Por supuesto que no se trata de reducir lo literario a la expresión de ideas filosóficas. Hemos tenido cuidado de elaborar estos ensayos tomando en cuenta su relativa autonomía formal, destacando sobre todo sus logros estéticos (que no se separan de sus contenidos filosóficos).
Con toda razón los lectores nos preguntarán ¿cuáles han sido los criterios para seleccionar a estos autores y no otros? No se trata de hacer una historia de la literatura, un inventario o un catálogo, tarea imposible ya que siempre habrán autores que por diversas razones no aparecerán incluidos. El principal criterio ha sido entonces la consideración, discutible innegablemente, de que constituyen ejemplos representativos de una parte de la producción narrativa boliviana actual. Igual que con muchos filósofos a los cuales no nos hemos referido por razones de espacio, la no inclusión no significa que subestimemos a otros autores que han desarrollado valiosas obras. Reiteramos lo que ya dijimos en otro libro anterior La representación de la identidad en la literatura boliviana: pretendemos que estos ensayos discurran por un enfoque hermenéutico, abierto y crítico, es decir vivo, como la realidad que lo inspira.
Cabe reiterar que la unidad de los ensayos reunidos en este libro reside en la idea de proponer una conceptualización sobre el ethos barroco en Bolivia. Esto significa replantear el mestizaje no tanto en conceptos abstractos propios del imaginario simbólico occidental sino a partir de nuestra situación histórica social y política.
Es posible concebir el mestizaje como un ethos barroco, es decir como otra forma de modernidad, lo que tendríamos que hacer entonces es revalorarlo como una forma de identidad positiva ya que no sólo constituye una solución frente al racismo, sino que también representa un proyecto anticapitalista.[1] Ante el neoliberalismo se justifica una posición crítica contra los excesos de la racionalidad moderna instrumental y que por tanto no es convincente la tesis de que el único camino para los países como Bolivia es la inserción en la modernidad estadounidense. No podemos aceptar la idea de que debemos integrarnos (y globalizarnos) abandonando todo nuestro legado histórico. Esta posición nos recuerda a las teorías positivistas y liberales de fines del siglo XIX. En lo que no estoy de acuerdo con autores como Jorge Larrain es con su afirmación de que el mestizaje sea sólo un retorno esencialista al pasado y una reacción esteticista en el contexto del neoliberalismo. El mestizaje es otra forma de racionalidad y de organización social; no es sinónimo de posmodernismo latinoamericano
. Revalorar el mestizaje como un ethos barroco en Bolivia significa proponer una racionalidad no capitalista va más allá de los debates academicistas. Significa valorar la heterogeneidad, el pluralismo y la diversidad, es decir, lo que no tiene la modernidad capitalista que se reduce al desarrollismo económico y a la pura modernización tecnológica.
PRIMERA PARTE: ENSAYOS FILOSÓFICOS
LA FILOSOFÍA EN BOLIVIA
¿Cuál es la situación de la filosofía durante el siglo XX en Bolivia? La situación no es muy diferente de la de los otros países latinoamericanos. Primero apareció el positivismo, luego el antipositivismo; seguidamente la fenomenología, la ontología, el marxismo, el existencialismo, el estructuralismo, posestructuralismo, etcétera.
Además de tratar de especificar el modo particular en que estas corrientes se desarrollaron en Bolivia, es importante comprender el desarrollo paralelo de otras corrientes filosóficas que, desde adentro, intentaron generar dificultosamente una filosofía propia. Quizá las principales dificultades no residen tanto en los factores relacionados con la comprensión o interpretación de la realidad, sino más bien con el énfasis colocado sobre la prioridad de la transformación social en virtud de las condiciones de desigualdad social y extrema pobreza. En este sentido, lo que determina a la filosofía en Bolivia es la necesidad histórica de llevar a la práctica un proyecto de modernidad acorde con la resolución de los grandes problemas nacionales.
Dicho con otras palabras, las distintas filosofías que se desarrollaron en Bolivia a lo largo del siglo XX (sean éstas importadas u originales) parecen estar preocupadas tanto por la reflexión en torno de los problemas filosóficos universales, como por la construcción práctica de una sociedad alternativa. No se puede negar entonces que la filosofía en Bolivia, como en todo pueblo, ha tenido sus núcleos problemáticos universales, sin embargo la principal dificultad es que no se ha desarrollado una filosofía sobre la modernidad alternativa que tendría que estar basada en otra forma de mestizaje en razón de la diferencia y la naturaleza multicultural de la sociedad.
Ciertamente, lo que se vislumbra al final del siglo XX en Bolivia es el reconocimiento de la plurinacionalidad como un mandato político y filosófico para el desarrollo de la multiculturalidad, pero lo que no se percibe todavía es una nueva forma de mestizaje (humano, cultural, vivencial, filosófico) diferente del viejo mestizaje colonial, alienado. Habría un mestizaje poscolonial, dialógico, nada más que en proyecto.
El positivismo
Al igual que en otros países latinoamericanos desde los primeros años del siglo XX no faltaron pensadores que se orientaron por la filosofía del positivismo. Es así como se desarrollaron planteamientos en torno del conflicto entre la civilización
y la barbarie
. Pensadores como Alcides Arguedas (1879-1946) diagnosticaron el país como pueblo enfermo
(siguiendo una visión darwinista). Al igual que Domingo Faustino Sarmiento en Argentina, también en Bolivia algunos creían que la modernización consistía en la europeización y la occidentalización a base del sacrificio de las tradiciones locales. Lo que quizá es un rasgo particular en Bolivia es que esta filosofía perduró hasta muy tarde, sobre todo en el pensamiento de las clases dominantes (en gran parte de la oligarquía y del ejército hasta los años de 1970). Se podría decir que sólo aparentemente llega a su fin a partir de la caída del dictador Hugo Bánzer en 1978 y su programa de sustitución de los pueblos originarios por inmigrantes blancos sudafricanos.
La filosofía antipositivista
Franz Tamayo (1879- 1956 ) fue uno de los primeros intelectuales antipositivistas. Poeta, político y diplomático, se educó en Europa, sin embargo ello no le impidió pensar la realidad nacional. En 1908, ingresó a la Sorbona. A su regresó al país participó activamente en política. Fundó el Partido radical en 1911, fue Ministro y llegó a ser elegido Presidente de Bolivia en 1934 pero no ejerció el cargo por un golpe de Estado. Sus principales obras fueron: Odas (1898), Proverbios sobre la vida, el arte, la ciencia (1905), La creación de la pedagogía nacional (1910), Nuevos proverbios (1922), Los nuevos Rubayat (1927), Scherzos (1932) y Epigramas griegos (1945). Tamayo creía en el universalismo, leyó y aplicó a Kant esforzándose por desarrollar una pedagogía nacional:
La base de toda moralidad superior está en una real superioridad física; y en este sentido, lo que hay más moral es decir, más fuerte en Bolivia, es el indio: después el mestizo, por su sangre india, y en último término el blanco...La ausencia de toda maldad radical, la veracidad, la gravedad, la ausencia de todo espíritu de chacota, la mansedumbre, como condición general, la humanidad y la inocuidad; y al lado de esto como cualidades intelectuales, la simplicidad, la rectitud, la exactitud y la medida: si todo esto, decimos, es manifestación de una moralidad superior, nadie más que el indio del que hablamos la posee (Tamayo, 1979, 66).
Otro importante pensador antipositivista fue Sergio Almaraz (1928-1968). Sus principales obras fueron El petróleo en Bolivia (1958); Réquiem para una república (1967) y El poder y la caída (1969). Fue un pensador antipositivista en la medida en que desarrolló una posición en defensa de los recursos naturales y de la autodeterminación nacional, además de proponer un pensamiento teórico que busca sintetizar la realidad en una forma distinta y opuesta al cientificismo positivista. En sus obras planteó que Bolivia si bien surgió como república independiente el 6 de agosto de 1825, el nuevo Estado no fue muy distinto del anterior. La oligarquía siguió siendo la misma, aunque ya no estaba relacionada con la corona española. La república nació en el marco ya no de una economía floreciente (aquella que estaba centrada en torno a la economía de la plata que se extraía principalmente del cerro rico de Potosí) sino de un sistema económico ya estancado. Los aymaras y quechuas formaban una doble sociedad, excluida frente a la sociedad blanca de la élite occidental. Durante los siglos XVI y XVII, hubieron muchas rebeliones indígenas para protestar por su exclusión de la vida nacional. Estas rebeliones fueron sofocadas violentamente, pero no se puede asegurar que la élite blanca fue incapaz de mantener su control y crear los instrumentos de dominación por la vía pacífica. Es así que a lo largo del siglo XX se desarrollaron y se alternaron gobiernos de naturaleza liberal y conservadora. Los conservadores abarcan el periodo de 1844 a 1899, mientras que los liberales, de 1899 a 1920.
El liberalismo en Bolivia, al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos se caracterizó por su fuerte anticlericalismo y por su abierta adhesión a la filosofía del positivismo. Esto significa que, los liberales se identificaron con el progreso, es decir, de la lucha de la civilización contra la barbarie
. Los intelectuales bolivianos enfocaron y explicaron los problemas nacionales basándose en la ideología de la influencia del medio en el hombre rural (indio). El medio es el personaje y no la raza. El medio como factor geográfico positivo que determina el carácter nacional, fue la ideología reconocida como nacionalista
.
Según Sergio Almaraz, a comienzos del siglo XX, la minería en torno de la plata decayó y fue sustituida por el estaño. Por eso es que se conoce el siglo XX como el siglo de los tres barones del estaño (Mauricio Hochschild, Carlos Víctor Aramayo y Simón Patiño). Una nueva élite minera sustituyó a la élite de la plata. A diferencia de la vieja élite que participó en la vida nacional, la nueva élite prefirió encargar a sus administradores e ingenieros extranjeros el trabajo de extracción. Alrededor de 1920, Simón Patiño era el empresario más poderoso ya que controlaba el 50 % de la industria del estaño, y residía de manera permanente en el exterior registrando sus pertenencias bolivianas como compañías domiciliadas en el extranjero; tenía su propio grupo de poder que controló a los distintos gobiernos durante toda la mitad del siglo XX (de 1920 a 1952).
Por supuesto que no toda la problemática de la economía del estaño se reduce a la personalidad de los barones como Simón Patiño. Antes de él, se desarrollaron una serie de condiciones económicas y políticas que determinaron las estructuras mineras de poder. Fue con el triunfo del Partido Liberal sobre los conservadores que crearon las condiciones para el desarrollo de un proyecto apoyado en la minería. Ese proyecto pudo desarrollarse a partir de un conjunto de instituciones que permitieron la constitución de clientelas (como los bufetes de abogados). Cada uno de estos bufetes se articulaba en torno de un grupo formado por vínculos sociales y familiares en el que ingresaban ministros, directores de prensa, funcionarios diplomáticos, etcétera.
El problema de estos liberales –dice Almaraz- es que a pesar de constituirse como la nueva clase de la burguesía, nunca ejerció su dominación dado el hecho de que carecía de un proyecto nacional. Frente a este grupo se desarrolló el proyecto de la clase obrera como proyecto nacional alternativo. Para comprender cómo eran las condiciones de trabajo de esta clase, durante la época de la economía del estaño, nada mejor que citar su desgarradora descripción de los campamentos mineros:
Hay que conocer un campamento minero en Bolivia para descubrir cuánto puede resistir el hombre ¡Cómo él y sus criaturas se prenden de la vida! En todas las ciudades del mundo hay barrios pobres, pero la pobreza en las minas tiene su propio cortejo, envuelta en un viento y un frío eternos, curiosamente ignora al hombre. No tiene color, la naturaleza se ha vestido de gris. El mineral contaminando el vientre de la tierra, la ha tornado yerma. A cuatro o cinco mil metros de altura donde no crece ni la paja brava, está el campamento minero. La montaña enconada por el hombre, quiere expulsarlo. De ese vientre mineralizado, el agua mana envenenada. En los socavones el goteo constante de un líquido amarillento y maloliente llamado copajira quema la ropa de los mineros. A centenares de kilómetros donde ya hay ríos y peces, la muerte llega en forma de veneno líquido proveniente de la deyección de los ingenios. El mineral se lo extrae y limpia pero la tierra se ensucia. La riqueza se troca en miseria. Y allí, en ese frío, buscando protección en el regazo de la montaña, donde la ni cizaña se atreve, están los mineros. Campamentos alineados con la simetría de prisiones, chozas achaparradas, paredes de piedra y barro cubiertas de viejos periódicos, techos de zinc, piso de tierra; el viento de la pampa se cuela por las rendijas y la familia apretujada en camas improvisadas (Almaraz,1988:60)
Más que el testimonio de las condiciones extremas de sobrevivencia de los mineros, a Sergio Almaraz le preocupó la forma histórica que asume esa clase identificándose con el proyecto nacional. Es así que, contra los positivistas que únicamente describen y reflejan la realidad, como sujeta a leyes naturales, lo más importante para Almaraz era generar una nueva realidad donde se fusionaran los intereses de clase y de la nación. El problema es que esta voluntad de cambio social se desarrolla en un contexto de vacío de poder, cuando la burguesía nacional no existe o no puede imponer su propio proyecto. Se da así una situación contradictoria entre las fuerzas sociales, es decir, una situación donde los sujetos se anulan históricamente unos a otros:
La sociedad nacional es un espacio vacío. El trabajo de Almaraz se tiene que caracterizar como parte del esfuerzo intelectual y político por desentrañar la capacidad de hacer una historia progresiva, historia que se fundamenta en el fortalecimiento de una capacidad nacional, que lo oriente al análisis desde el pasado hacia el presente (Zemelman,1989, 174).
La fenomenología
Si entendemos la fenomenología como la forma peculiar, diferente de explicar la realidad, podemos entender que esta corriente filosófica tuvo diversas expresiones en Bolivia (como la fenomenología axiológica de Roberto Prudencio, la fenomenología antropológica de Guillermo Francovitch y la fenomenología social de Manfredo Kempff Mercado). Su origen puede rastrearse en la obra de Augusto Pescador (1910-1987). Se puede afirmar que este filósofo tuvo una gran importancia en Bolivia ya que a partir de su obra comienza a germinar en este país la idea de la filosofía como profesión rigurosa, idea básica para iniciar el camino de la desprovincialización. Augusto Pescador estudió filosofía en la Universidad de Zaragoza, además de Alemania, junto con Nicolai Hartmann. Fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Mayor de San Andrés, en la ciudad de La Paz. Fue autor de una profusa obra filosófica en la que se destaca los siguientes trabajos: El existencialismo y la lógica
La idea del hombre en la filosofía actual
; Los propósitos de la filosofía de Martin Heidegger
. La filosofía en Bolivia en el siglo XX
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El hombre y los filósofos’, "Idea del hombre’,