Toda nuestra juventud
Por Mathieu Legendre
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La odisea del camillero Tabouret. De1914 a 1919 siga a Camille Tabouret en los principales escenarios de operación en el frente de batalla francés. Adaptando el diario de guerra original de Camille Tabouret, Mathieu Legendre hizo un relato dinámico y moderno, y nos permite descubrir el fin de todas las guerras de forma original. Acompañamos a Camille en la misión de rescatar a los heridos y muertos lo más cerca de las líneas enemigas, en el infierno de las trincheras y los desplazamientos de su regimiento. Superviviente de ese conflicto, Camille nos dejó un testimonio extraordinario, ahora accesible para todos.
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Toda nuestra juventud - Mathieu Legendre
Relato de Mathieu Legendre
Basado en el diario de guerra de
Camille Tabouret
Para Camille,
Su hijo Maurice,
Su nuera Yvette,
Y su nieto Patrice.
Introducción
La historia es conocida.
En 1870, Francia es derrotada.
Los alemanes regresan de Versalles con la Alsacia-Lorena y un imperio.
En agosto de 1914, un nuevo conflicto estalla entre las potencias europeas.
44 años después de la derrota de Sedán, llega la hora de la revancha para Francia.
Antes de esta es necesario regresar a 1890.
Más precisamente al 23 de junio de 1890, el día de mi nacimiento, de Marie y de Camille Tabouret, que me da su nombre y su apellido.
Mi padre es el charcutero de Formerie, un pequeño pueblo de Oise situado al borde de la Normandía, conocida precisamente por su mercado de cerdos.
Después del colegio, me reúno con mi padre en el negocio familiar antes de hacer, a los 21 años, mis dos años de servicio militar.
Nacido en 1890, pertenezco a la clase de 1910 que hace su servicio entre octubre de 1911 y octubre de 1913. Estoy asignado al 72º Regimiento de Infantería de Amiens, en el que hago parte de la banda musical.
Regreso a Formerie después de los dos años de servicio militar. Nueve meses más tarde, el 1º de agosto de 1914, el Imperio alemán declara la guerra al Imperio ruso, aliado de Francia.
Capítulo I- La Bretaña y Vienne-le-Château
El 2 de agosto de 1914 se decreta la movilización mientras sufro de difteria. Estoy enfermo cuando la guerra comienza, simplemente me es imposible levantarme de la cama. Me uno a mi regimiento veinte días después.
El 72º todavía está en Amiens cuando yo llego, pero los alemanes están a las puertas de la ciudad, el cañón retumba.
Mis primeros días de guerra los ocupo en la evacuación del regimiento, hombres y materiales en tren hacia la Bretaña.
Nuestro convoy deja Amiens pasando por Formerie, que no creí volver a ver en mucho tiempo. Vamos a una velocidad reducida por el embotellamiento en las vías y nos toman varios días para llegar Morlaix, nuestro destino.
Mientras que Francia lucha, llegamos al cuartel al borde del mar para someternos a nuevos entrenamientos y hacer labores. Nos volvemos a encontrar con una academia de soldados sin muchas ganas.
Mientras tanto, el ejército alemán es repelido en el último instante por un frente de combate cortando el noreste del país en dos.
El 9 de octubre por fin dejamos Morlaix. Con canciones, flores en los cañones de nuestros fusiles e invadidos por un ímpetu colectivo de patriotismo estamos listos para defender a Francia.
El viaje es largo. Tres días en tren pasando por Saint-Brieuc, Rennes, Laval, Le Mans, Angers, Saumur, Tours, Orleans, Troyes y Saint-Dizier antes de caminar por Sainte-Menehould y Moiremont.
El 72º es enviado al frente de batalla cerca de Vienne-le-Château en el norte de Argonne*, al oeste de Verdún.
Desde mi llegada me enfrento a la terrible realidad de la guerra. Los pueblos cercanos están prácticamente arrasados.
Tres meses después del inicio de los combates, todo es destrucción.
Nos envían a cavar una trinchera de segunda línea, que sin duda se convertirá dentro de poco en una trinchera de primera línea. Cuando los alemanes tomen la primera línea nuestras tropas retrocederán a la segunda línea. Luego los soldados volverán a la ofensiva para retomar la primera trinchera. Todo esto con bayoneta, lo más eficaz para el combate cuerpo a cuerpo.
Algunos días después de nuestra llegada al frente de combate, un camillero enfermo es evacuado y como antiguo miembro de la banda musical me nombran en su lugar.
Sin expresar mi alegría estoy feliz de cambiar la madera del fusil por la de las camillas.
Los primeros heridos llegan rápidamente y debo evacuar a un teniente con un disparo en el cuello durante un asalto. Sufre terriblemente, apenas respira y pierde mucha sangre. Lo transportamos con la camilla. Sobrevivirá. Muchos otros ya han muertos.
Hacemos todo lo que podemos por reunir a los heridos entre las líneas mientras que las balas alemanas y francesas silban a nuestro alrededor. En varias ocasiones buscamos refugio tirándonos al lodo, al fondo de los huecos que dejaron las explosiones de los obúses.
Las condiciones de vida son muy difíciles. A pesar del frío de este otoño, tenemos prohibido hacer fuego para evitar señalar nuestras posiciones al enemigo.
Nuestro albergue de heridos es tan solo un refugio improvisado hecho de troncos de madera y tierra.
Cuando llueve cortamos troncos adicionales para cubrir el suelo de nuestro refugio para no dormir sobre el barro. En la noche, por turnos vaciamos el agua que se acumula a nuestro alrededor.
Las trincheras no están en las mejores condiciones y los soldados tienen el agua hasta las rodillas.
¿Cómo podemos dormir en esas condiciones?
Los bombardeos alemanes se intensifican en Vienne-le-Château. Sin embargo, quedan civiles en la ciudad que, a pesar de la cercanía del frente de batalla, no han sido evacuados.
El estado mayor les da una hora para dejar la ciudad. La decisión se ha tomada con mucho retraso. Por consiguiente, se produce un lamentable tropel improvisado de peatones, cochecitos de niños y carros de dos ruedas cargados a toda prisa con lo más valioso.
Los días se vuelven cada vez más mortales y ocurre que nuestra compañía pierde hasta 90 soldados en un solo día. Los heridos también son numerosos y debemos transportarlos detrás de las líneas donde los bombardeos masacran.
Se ha vuelto extremadamente complicado desplazarse con tanto bombardeo en las carreteras. Las carreteras secundarias hechas con troncos se crearon como alternativa, pero el recorrido es sumamente lento y difícil.
Nos lleva más de cinco horas llegar al puesto de socorro con los heridos, con la esperanza de que logren hacerlo con vida.
Cinco bombas caen sobre nuestra compañía que se encuentra en descanso y perdemos a 17 compañeros de un solo impacto. Nuestro regimiento está cada vez más golpeado.
Ayudo en el terror de retirar a los cadáveres descuartizados por las bombas de metal. Al día siguiente, nuestras cocinas son bombardeadas y de nuevo debo participar en la evacuación de los heridos. Un cocinero con el vientre abierto, otro con las piernas cortadas.
Los alemanes hacen saltar nuestras trincheras y las ametralladoras no paran nunca. Nosotros respondemos aún con el cuerpo a cuerpo.
Las bayonetas y los troncos, ese es el equipamiento del soldado.
Recuperamos constantemente más heridos, y los últimos árboles presentes nos permiten evitar algunas ráfagas de ametralladoras. Una solución improvisada que no podremos usar más en poco tiempo porque el terreno se deforesta bajo el efecto de las bombas y la destrucción.
Cuando no son las bombas alemanas, son las enfermedades las que vacían nuestras filas.
Nuestras condiciones de higiene son terribles y la tifoidea hace estragos.
Cuando finalmente se acerca la navidad nuestra moral está por los suelos.
¿Cómo mantenerse en esas condiciones?
El 25, nuestra artillería, poco inteligente, manda un cañonazo a los alemanes a modo de regalo.
Los alemanes no esperan al próximo año nuevo para responder, y el año termina en la sangre de nuestros compañeros.
Nuestra primera línea cae y el teniente junto con ella. Se da la orden de recuperar su cuerpo en medio de los combates. Al carajo con los riesgos. Franqueamos las trincheras mientras que los nuestros dan la ofensiva y aseguramos la misión.
1914 termina en el lodo, la sangre y bajo las bombas. Ya no cuento a mis compañeros heridos o muertos, tanto soldados como camilleros, y como muchos, pienso en mi familia, en mis padres.
1915 comienza también con mucha dificultad.
Nuestro médico, también afectado por la tifoidea, es evacuado y no será reemplazado hasta dentro de 10 días. Mientras tanto, nuestros soldados se enferman por el frío. Muchos tienen los pies congelados y simplemente no pueden caminar.
El relevo se hace esperar después de esos primeros meses de guerra.
Capítulo II – El frente de Mesnil-lès-Hurlus y de La Main de Massiges
El 14 de enero por fin nos releva el 6º cuerpo y volvemos a Vienne-le-Château, a Vienne-la-Ville y luego a La Neuville-au-pont donde nos montamos en camiones.
Los camiones enseguida viajan a Sainte-Menehould y Givry-en-Argonne, en donde nos bajamos para empujar nuestro camión que casi se vuelca después de un patinazo en el lodo. Finalmente llegamos a Laheycourt, al que dejamos a pie al día siguiente para descansar en Vaubecourt.
El descanso allí es militar. Pasamos nuestros días haciendo ejercicio, marchas, revistas de tropas tras revistas de tropas.
A pesar de todo, las visitas de la familia nos dan algunas sorpresas. Uno de mis compañeros recibe a su hermana y aporvechamos para cenar juntos, y mientras regreso de una revista de brigada tengo el placer de ver a mis padres que me esperan frente al campo.
Paso algunos días con ellos, pero no pueden quedarse en Vaubecourt. Además, nosotros tampoco. Se anuncia nuestra salida al frente de batalla.
El 8 de febrero el despertador suena a las 4 de la mañana para salir en camiones con dirección Villote, Laheycourt, Sommeilles y por último, Saint-Mard-sur-Auve, al oeste de Sainte-Menehould.
Después de este día de viaje, caminamos de pueblo en pueblo: La Chapelle, Auve, La Croix-en-Champagne, Somme-Tourbe, Saint-Jean y Laval. 12 días para caminar 40 kilómetros en el frío y el lodo, durmiendo en chabolas, al borde de las carreteras y en el bosque. El 21 de febrero llegamos cerca del frente de batalla, en Wargemoulin.
¿Era util hacernos caminar y dormir en esas condiciones durante casi dos semanas? ¿Era para volvernos a poner más cerca de la realidad del frente?
Al día siguiente, bajo la helada de la mañana, se da la orden de levantarse.
Debemos ir al frente de batalla de Mesnil-lès-Hurlus. Nos anuncian un fuerte ataque de 15 horas seguido de una carga con bayoneta.
Una hora antes nuestras artillería activa un bombardeo fantástico, un redoble contínuo. Nunca habías oído algo parecido. Espeluznante.
Como el servicio médico debe subir de último, todo el regimiento vuelve a pasar delante de nosotros y los compañeros, previendo lo que iba a pasar, nos dicen:
—vengan rápido a buscarnos.
Todos se dan apretones de mano, se despiden, incluso los oficiales. Yo estoy, como mis compañeros, abrumado por la emoción.
Un relevo tuvo lugar poco tiempo antes del ataque, y las tropas relevadas bajan por la misma galería* que tomamos para subir.
Sin duda alguna, las órdenes son mal entendidas debido al redoble de la artillería. El pánico se apodera de los hombres y una compañía completamente desorganizada que debía subir empieza a dar media vuelta. Los oficiales reaccionan rápido golpeando a los hombres a patadas y sacando sus armas a quienes todavía dudan en avanzar.
Por fin ocupan las posiciones, el ataque se desencadena.
También para nosotros lo más duro es comenzar. Heridos y más heridos; estamos abrumados por el número de