El Lado B de la Vie
Por Miguel Oscos
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El fracaso era su éxito; ella, quien con la misma intensidad amaba y olvidaba.
Para ella, que habita en mí, que vive en ti; en lo hondo de tu pecho, en mis dedos, de ellos. Eres todos y nadie a la vez; mundoentero; realidad-ficción; Dios-demonio, hombre-mujer, niña-anciano, animal-insecto: mantis religiosa y faisán. Impresa en 3D, 21, papiro antiguo, siglo V a. C. amada-odiada, olvidada; tocada en otros sueños, manos húmedas. Guerrera-Pacifista: concilias con misericordia, de mujer. Asesinas con sin piedad, de hombre. Modelo a seguir de aquellos que te lean; te llamarán igual, te vestirán, serásamante o esposa, madre, tal vez hija. Ellos hablarán de ti, como te lo prometí, como te lo prometí.
Miguel Oscos
Miguel Oscos nació en la ciudad de Toluca, México, el 2 de diciembre de 1985. Es egresado de la licenciatura en informática, por la Universidad Autónoma del Estado de México. En 2017 escribió su primera novela, El Lado B de la Vie, obra de ficción contemporánea publicada por Caligrama -sello de publicación personalizada de Penguin Random House-. A través de su ingeniosa pluma, Miguel Oscos muestra las diferencias y similitudes entre las épocas antigua, moderna y postmoderna, recreando escenarios de fantasía y ficción, en una constante crítica social en la que abundan personajes hiperconscientes y frikis que mantienen un extraño equilibrio entre la locura y la razón. Actualmente se encuentra promocionando su nueva novela Inconsciénteme. Al igual que El Lado B de la Vie, este libro se encuentra a la venta en línea, ya sea en formato electrónico o en tapa blanda.
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El Lado B de la Vie - Miguel Oscos
El Lado B de la Vie
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
El Lado B de la Vie
Primera edición: abril 2017
Segunda edición: julio 2017
ISBN: 9788491127888
ISBN e-book: 9788491129127
© del texto
Miguel Oscos
© de esta edición
, 2017
www.caligramaeditorial.com
info@caligramaeditorial.com
Impreso en España – Printed in Spain
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
El Lado B de la Vie
Miguel Oscos
caligramaPara ella, que habita en mí, que vive en ti; en lo hondo de tu pecho, en mis dedos, de ellos. Eres todos y nadie a la vez; mundo entero; realidad-ficción; Dios-demonio, hombre-mujer, niña-anciano, animal-insecto: mantis religiosa y faisán. Impresa en 3D, 21, papiro antiguo, siglo V a.C. amada-odiada, olvidada; tocada en otros sueños, manos húmedas. Guerrera-Pacifista: concilias con misericordia, de mujer. Asesinas con sin piedad, de hombre. Modelo a seguir de aquellos que te lean; te llamarán igual, te vestirán, serás amante o esposa, madre, tal vez hija. Ellos hablarán de ti, como te lo prometí, como te lo prometí.
El lado B de la vie
Cuando las demás personas te etiquetan como alguien distinto, la gente común y corriente te ve como un bicho raro. Están en desacuerdo con tus ideales, con tu forma de vestir, de hablar, de pensar, de escribir, de amar y de sentir —En conjunto de ver en ti la supuesta realidad—. No alcanzan a comprenderte, eso los asusta, y perturba, su único mecanismo de defensa es mantenerse lejos, muy lejos de ti; haciendo de tus ideas su peor enemigo. —Soy el principio, el comienzo y el final de todo ¡soy el mundo entero!—.
Lo más importante en este mundo distorsionado es encontrar tu camino, ser tú mismo, dejando de aparentar y de parecer. A lo largo de estos últimos años he trabajado en ello, con la ayuda de un suceso que detonó mi renacer; reinventándome, con mis propias técnicas y herramientas. Mi nombre es Linda Mancera y a mis 30 años no tengo un plan de vida, no sé lo que quiero. Sin embargo, tengo muy claro lo que no quiero: Me rodeo de los otros, aquéllos que son similares a mí, nosotros nos entendemos con pocas palabras, un guiño o un pequeño gesto. Esto sucede cuando obtienes un grado de abstracción superior al común denominador, les exiges lo mismo que proyectas, por lo tanto, te rodeas solamente de aquéllos seres que demuestran una agudeza intrincada que los hace únicos.
—Cuando me enamoro puedo asegurar que el amor es la fuerza más poderosa del universo—.
Si no lo estoy, el amor para mí es como un cachorro domesticado buscando las caricias de su dueño en otras manos—. Un amor que no te hace feliz y te lastima no dejará huella en tu vida, se esfumará rápidamente entre los ecos no etéreos del viento.
Miro los muros de mi oficina y me pregunto ¿Es esto todo, es esto lo que me ofrece la vida y la libertad en este siglo? ¿Por qué debo pasar nueve horas sentada delante de un ordenador, cinco días a las semana? ¿Ésta es la libertad del siglo XXI, o es otra forma de esclavitud contractual? Antes las cadenas eran grilletes en las manos y pies, ahora transmutaron en grilletes mentales; mecanismos sociales de control que han evolucionado en manos de aquellos grupos encargados de hacer funcionar los sistemas que nos rigen.
—llego a casa lo primero que hago es quitarme los zapatos y el sostén, me pongo cómoda para sentarme a escribir mi diario; es mi rebelión silenciosa contra la supuesta libertad de este siglo—. Una estupidez ¡Lo sé!, Sin embargo, es la mejor parte del día, por mucho.
—Hoy desperté muy temprano, es sábado por la mañana—. No tengo que trabajar, pero, los sonidos raros que emite Ressi, mi mascota filipina, me han despertado antes de las 9 am. Me levante de la cama con el rayo de sol que entró por mi ventana. Ese astro resplandeciente que apareció en algún lugar del universo hace millones de años, iluminando a otros seres como los ancestros de mi pequeña mascota filipina. Desperté sola en mi cama, como los últimos 12 meses, con todos estos pensamientos que me han acompañado últimamente.
Sin embargo, había un pensamiento nuevo que ocupaba un lugar importante en mi mente —Lucio Voguel— el tipo del 5F, el apartamento al lado del mío. Un pintor surrealista que no había logrado llamar mi atención, hasta la noche anterior, cuando lo encontré pintando en el balcón de nuestro piso. Llevábamos siendo vecinos algún tiempo, el destino no había planeado que nos encontráramos.
El día de hoy, finalmente cruzamos palabra, las otras ocasiones nos tirábamos únicamente un par de miradas esquivas o una sonrisa por cortesía, de esas que tranquilizan, por sabernos desconocidos y confidentes a la vez. Hoy esa sonrisa se convirtió en algo más, cuando me acerqué a él en uno de los pasillos de nuestro edificio.
Linda Mancera y Lucio
-H ola artista, ¿puedo hacerte compañía? — Le dije, al tiempo que me sentaba a su lado — . Espero no parecer una loca, hay veces en la vida en que necesitas desahogarte con quien sea, y un desconocido conocido es la mejor opción; sus opiniones o comentarios están exentos de sentimentalismos, siendo ellos, capaces de expresar un punto de vista neutral, ¿no lo crees?
—Es verdad chica lista ¿Linda, cierto?
—Sí, me llamo Linda ¡tú eres Lucio! —Aseguré, sin temor a equivocarme—. Sé que pintas, conozco tu trabajo, me parece bueno, sólo te falta encontrarte a ti mismo para descubrir un estilo propio y así trasmitir lo que deseas con mayor fuerza.
—¿Siempre eres tan perspicaz Linda? —Preguntó Lucio, entornando los ojos—. No todas las personas son tan directas en una primera charla, además no poseen tal grado de intuición para describir la naturaleza oculta de las cosas, como tú lo acabas de hacer.
No le respondí, me limité a observar cómo pintaba el lienzo. Las sombras cubrían una parte, así que le exigí que me mostrara el lado que no alcanzaba a distinguir, acto seguido, cubrió todo el lienzo y se limitó a decir que aún no era el momento.
Desde el balcón podíamos escuchar el ruido de los asistentes a la fiesta que se celebraba en la parte de arriba del edificio.
Nuestro edificio era una construcción vieja de siete pisos, en la parte de arriba tenía un hermoso Roof Garden. Lucio aún no tenía el éxito que merecía; en la ciudad vivía un coleccionista que compraba a bajo costo los cuadros de pintores amateurs, entre ellos los de Lucio. El dinero que recibía le alcanzaba para vivir al día, no necesitaba mucho; le bastaba con tener sus lienzos, las pinturas y un par de trajes de marca que utilizaba cuando acudía al teatro o a las galerías de arte. Las pinturas que hacía Lucio las llamaba covers de obras de arte, elegía una obra de un pintor de renombre y la modificaba según la percepción que él tenía de la pintura.
Lucio me convenció de ir a la fiesta, así que nos cambiamos de ropa y subimos juntos al Roof Garden. Nos sentamos en una barra improvisada donde había un barman improvisado también. Al chico le costaba medir las cantidades de alcohol en las copas, irritando a más de un invitado. Lucio preguntó cuál era mi bebida favorita, le respondí que tomaría lo mismo que él; la mayoría de las veces me adaptaba a lo que tomaban los demás. Le pidió al barman su bebida favorita para los dos; ron Matusalem mezclado con Coca-Cola. Permanecimos callados cinco minutos mirando a los demás invitados, él giraba la copa de ron entre sus dedos largos y finos, parecía que seguía cierto tipo de ritmo al tintinear los hielos contra el cristal. Lucio vestía un traje confeccionado en lana 150’s liso, de color azul, sin corbata. Sus zapatos Derby marrón hacían juego con su camisa de gráficos también de color marrón, confeccionada con algodón egipcio, por último, sus calcetines de rayas azul marino le daban un toque fresco y moderno. Sus ojos color miel inspiraban confianza, parecían dos diamantes discretos y silenciosos. Sus cejas se amoldaban perfectamente a sus ojos ligeramente rasgados, de tamaño mediano a grande. Logrando que Lucio trasmitiera con su mirada una sensación de control y seguridad.
Su cabello era quebrado de tamaño mediano, ligeramente peinado del lado izquierdo, de color castaño acaramelado. Su tez clara tenía un toque de bronceado y la barba de color negro intenso, lo proveían de una sensualidad desmedida.
Esta noche usé unas sandalias transparentes y un vestido de color lila en chifón, con un escote lateral y otro en la espalda. Un bello diseño Sidonie gown de María Lucia Hohan. Me maquillé al estilo momoko; una tendencia japonesa que consiste en la aplicación suave de rubor utilizando colores acaramelados en lo alto de los pómulos, y justo debajo y en las esquinas de los ojos. Me apliqué un labial rosa y un poco de gloss en mis labios y ya estaba lista. Desirée frecuentemente me comparaba con un faisán de plumaje blanco —Linda, cómo me gustaría tener tus formas perfectas —¡Una mujer sin formas definidas y femeninas es como un faisán sin plumas!, decía —;El plumaje del faisán representa vanidad y orgullo, belleza, nobleza y gloria, como la que proyectas. Ese viernes por la noche fue especial para los dos, sentimos una atracción natural y una conexión espiritual que pocas veces en la vida se experimenta. A las 5:00 am salieron los últimos invitados de la fiesta; una pareja de orientales que permanecían con su outfit impecable y cabello intacto, como un par de maniquíes de corazón artificial y extremidades robotizadas —así son la mayoría de los asiáticos —musité, al tiempo que bostezaba. Lucio se limitó a esbozar una pequeña sonrisa y seguirlos con la mirada hasta que su silueta desapareció por las escaleras.
Conforme transcurrían las horas y nuestra conversación, me di cuenta que mi estilo de vida estaba a punto de cambiar. Este hombre había despertado todos mis sentidos, mi curiosidad y mis ganas de amar. La soledad que algunas ocasiones me aplastó, ahora se desintegraría poco a poco en pequeñas partículas invisibles, escapando velozmente en la próxima corriente de aire frío.
Lucio estaba perdido en algún lugar dentro de sí mismo, como yo. Juntos podríamos salvarnos, me gustaba creer en ello. Nuestra relación era como un juego de sinceridad, tomábamos turnos para mostrarnos tal como éramos, sin poses. Meses después me di cuenta que Lucio y yo compartíamos la dualidad de —No puedo vivir contigo ni sin ti—, y la gran inestabilidad emocional del —Te amo y te odio al mismo tiempo—, teniendo, ambos, un largo historial de relaciones fugaces.
Lo que ayudó a engancharme con Lucio, fue un episodio hipomaníaco. Me sentía un fracaso total, invadida por la soledad, con emociones que fluían dentro de mí de manera torrencial; esto favorecería cualquier tipo de encuentros peculiares, intensos y repentinos, donde no vislumbra los posibles riesgos —Este romance no fue la excepción—.
Los días pasaron rápidamente, y en unas cuantas semanas Lucio y yo iniciamos una relación sin las etiquetas de formalidad de un noviazgo común. Nos conocíamos más a fondo que otras parejas; él tenía un arcoíris de cambios de humor en un corto lapso de tiempo, pasando de la felicidad total a una sensación de vacío y melancolía en cuestión de minutos. A diferencia de mis episodios hipomaníacos que podían durar más tiempo, mejorando mí autoestima. Podía lograr cualquier cosa en el mundo, contrastando con los días en los que podía sentirme la persona menos afortunada del planeta. Lucio y yo nos admirábamos en exceso o nos devaluábamos en cuestión de minutos ¡nuestro mayor problema!
Una parte de mí sabía que si me enamoraba de un tipo así, tendríamos una relación limítrofe; los dos irradiábamos inteligencia, buen humor y libertad de comportamientos con emociones desbordadas. Lo que seducía todos nuestros sentidos y los de los demás, aumentando la probabilidad de enganchar a otra persona y experimentar una infidelidad.
Ambos habíamos dejado en el camino una legión de enamorados a quienes hicimos sufrir sin remordimiento alguno. —Solamente veo siluetas sombreadas en el perfil de WhatsApp de mis exnovios —¿te das cuenta Lucio?—, todos me han bloqueado. —¡Es una buena señal! —interrumpió Lucio—, significa que aún estas en su mente, fuiste alguien tan importante que no pasaste desapercibida. La impulsividad elevada y la inestabilidad emocional que compartíamos nos complementaban, llegamos a un punto en el que los dos podíamos mirar el interior del otro, logrando sortear fácilmente esos momentos de inestabilidad, alcanzando un sentimiento de paz en nuestros corazones, sin importar que algunas ocasiones esta sensación durara únicamente un par de días.
El domingo por la mañana Lucio me mandó un mensaje a WhatsApp. —Te recojo en una hora y media, usa tenis y ropa cómoda, posiblemente caminemos, no quiero que te canses. Iremos a comer al lugar que te platiqué, es un área boscosa, algo fría —escribió, sin ninguna falta de ortografía; era una de las cosas que admiraba. El domingo no es mi día favorito de la semana, la sensación de falsa libertad de este día provoca en mí una melancolía y tristeza inexorable; mi mente vuela en círculos con pensamientos acerca del futuro, de la muerte, del pasado, del hubiera; romances inconclusos que quisiera reparar y amores por conocer.
Lucio llamó a la puerta y antes de salir me pidió que dejara el celular en mi apartamento (él había hecho lo mismo), así lo deje en la mesa de centro y subimos a su auto, un Plymouth Hemi Cuda del año 1970, color negro, y asientos de piel del mismo color con costuras rojas. Lucio era un romántico, disfrutaba de todo lo clásico y este auto no era la