Caminos del lógos. Reflexiones filosóficas sobre el mundo contemporáneo
Por D. D. Puche
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«Sea como sea, da igual. Todo tiene un comienzo, y aunque más adelante tengamos que repetir aquello de “O pudenda origo!”, por algún sitio hay que empezar. El orden, y hasta el sentido de lo que hacemos, ya aparecerán después. Lo importante no es cómo sea el comienzo, sino que lo haya. La dificultad estriba en eso. Y todo discurso, todo lógos, se hace sobre la marcha, necesariamente. No por ser monológico, si, como ahora, es el caso, es menos diá-logos. Así que, a escribir. Lo demás ya vendrá si es que tiene que venir».
D. D. Puche
D. D. Puche son dos autores, en realidad: los hermanos David y Daniel Puche. David es doctor en Filosofía por la UCM y profesor de dicha materia en la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Mérida (EASDM), profesión que combina con la literatura. Daniel es licenciado en Filosofía y Teoría de la Literatura por la misma universidad, y se dedica en exclusiva a tareas literarias y editoriales.Juntos han publicado varias novelas, entre las que destacan 'Balada de los caídos', 'Sam Robinson y la Noche de terror en Hellstown' y 'Rhett Murdock. Detective privado'. También colecciones de relatos de terror, fantasía y ciencia-ficción como 'Galaxia errante' o 'El Evangelio digital'; y ensayos como 'Cristianismo sin Dios' o 'Vivir en el desarraigo'. Su obra está empapada de referencias filosóficas, pero pasadas por el tamiz de la ficción. Una mezcla perfecta de reflexión y amenidad narrativa.
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Caminos del lógos. Reflexiones filosóficas sobre el mundo contemporáneo - D. D. Puche
PRÓLOGO
Las reflexiones que reúno aquí en forma de libro son el producto de varios años de trabajo un tanto disperso. Han ido apareciendo periódicamente en el blog del que este libro toma su título ‒corresponden, concretamente, a los dos primeros años (2008-2010) del mismo‒. Las compilo ahora para facilitar una lectura ordenada y coherente a todo aquel lector interesado en mis escritos. Se trata de pensamientos aparentemente aislados sobre multitud de temas. Y sin embargo hay una conexión entre ellos, una cierta urdimbre, a veces temática, a veces contextual –según la época en que escribía–, y a veces simplemente emocional. En su sucesión se advierte cómo ha ido cobrando forma una posición teórica que comenzó siendo bastante más idealista (en el sentido estrictamente filosófico del término) para terminar abrazando un enfoque nítidamente materialista. La crisis económica, en este sentido, me ha ayudado no poco a precisar las exigencias que creo que deben ser planteadas a la filosofía si ha de surgir de ésta algo equivalente a lo que dio de sí en mejores épocas, simplemente porque supo estar a la altura de las circunstancias.
Así, como decía, los planteamientos iniciales puramente ontológicos han dejado paso a análisis en términos materiales y más empíricos. Las reflexiones tempranas y bastante escolares, hechas sobre todo desde Kant, Schelling, Nietzsche y Heidegger –estos dos últimos son hijos tardíos del idealismo alemán, le pese a quien le pese–, van escorándose hacia el materialismo histórico de Marx y el materialismo cultural de Marvis Harris, pero ello sin renunciar en ningún momento a un proyecto filosófico que bebe de las fuentes de la filosofía occidental, y singularmente de Platón. Ese tránsito define el impasse de mi propia experiencia, el viraje desde la retaguardia académica de la universidad a la trinchera educativa de la secundaria, así como la transformación –que coincidió en el tiempo– del contexto social, político y económico. También una situación intelectual más personal: el verme ante la impotencia del teórico que creía que todo era posible haciendo un buen trabajo, el cual podría publicar para participar del debate académico, para encontrarme por el contrario con que cuando se sale profesionalmente del medio académico se ha salido de él para siempre; que es un coto cerrado y endogámico en el que no se deja terciar a nadie aunque valga más que los que están dentro; que los autores publican sólo porque sus departamentos universitarios pagan las tiradas de sus libros, los cuales únicamente sus colegas leen para hacerles las reseñas; en suma, para encontrarme con el asco hacia un medio académico y editorial que es pura fachada hueca, tras el que no hay nada real.
Pero no llegar a un público de lectores hace que uno se ensimisme y termine perdiéndose, y en el caso del filósofo se puede dar la tentación mística
que yo mismo he sufrido y que está también presente en estas páginas –no he querido censurar nada de lo escrito entonces–, el extravío por sendas poéticas (como el Heidegger tardío), teológicas (como Eckhart) o espirituales (como los trabajos mitográficos de Jung o Campbell). Afortunadamente, nunca perdí del todo el rumbo y salí del trance, o estoy saliendo, tomando como hilos conductores las ciencias, sin las cuales la filosofía está perdida ‒aunque no se reduzca a ellas‒. Y en cuanto a no ser leído… pues bien, aquí están mis pensamientos, en este formato, para quien quiera conocerlos. Lo importante es exponerlos.
El lector encontrará aquí textos (ciertamente reiterativos) que giran una y otra vez en torno a unas ideas que sólo lenta y dolorosamente van concretándose. Una insistencia quizá agotadora –lo ha sido para mí– en ciertos asuntos, en un intento de comprenderlos y sentar la base teórica para un tratamiento más extenso. Es lo que he intentado durante años. Tanto estas páginas, como los varios cientos restantes en las libretas que siempre me acompañan, abarcan ese empeño que, como decía, sólo en los últimos tiempos empieza a dar algún resultado y cuajar en algo que podría, tal vez, llamar mi filosofía
. Seguramente busqué durante mucho tiempo en el lugar equivocado. Sin embargo, no creo que todo ese tiempo y trabajo estén perdidos; de lo contrario, ni siquiera daría este libro al público. Pienso que el itinerario intelectual seguido es importante y que su visión retrospectiva arroja alguna luz sobre su posible futuro. Y en todo caso lo dicho, dicho queda.
Aunque muchas de las ideas aquí recogidas no reflejan mi pensamiento actual, no tengo problema ‒todo lo contrario‒ en mostrarlas como parte de mi pasado intelectual, y considero preferible hacerlo en un libro ordenado y convenientemente justificado. No creo posible hacer tabla rasa y empezar de cero. Es mejor aclarar lo ya dicho que pretender hacer como que no se dijo; siempre se hallarán pruebas de esa abjuración. De hecho, algunos de estos textos circulan por internet en páginas de terceros, y he sido citado en múltiples ocasiones, con lo que no puedo desentenderme sin más de ese material. Ello me exige, no obstante, replantear mis reflexiones sobre una base teórica explícitamente formulada. A eso me estoy dedicando actualmente, y la iré exponiendo en futuros libros.
En cuanto a éste, aúna reflexiones estéticas, sociopolíticas y hasta pensamientos taciturnos con temáticas puramente metafísicas (en un esfuerzo ya entonces claro por redefinir lo que significa la propia metafísica
), acotando ciertas ideas que, como decía, me han obsesionado durante tanto tiempo. Uno de mis principales problemas ha sido precisamente el de delimitar lo filosófico frente a otros discursos con los que hoy en día se solapa. Creía poder hacerlo a través de la vía ontológica, pero el trabajo teórico mismo me demostró que no es así; y no porque la ontología hoy ya no tenga sentido
, sino porque la ontología son las ciencias. Así pues, la filosofía ha de ser otra cosa, aunque igualmente debe nutrirse de ellas. El constante ir y venir de estas páginas sobre éste y otros temas puede entenderse como un intento de definir la filosofía en esta época de absoluta crisis de identidad de la misma, e incluso de deliberada asfixia institucional.
En cualquier caso, esta forma de reflexión dispersa me ha parecido más provechosa que dedicarme a escribir artículos y más artículos académicos para publicarlos en revistas especializadas (y que conste que siempre me han publicado los artículos que he escrito, e incluso me los han solicitado, así que no hay ningún rencor
en ello). Alguno he dado a luz entretanto, pero en general creo que escribir para publicaciones que nadie va a leer –salvo quizá, y sólo quizá, algún viejo colega del mundo académico–, es perder el tiempo. Lo mismo puedo decir de mi tesis doctoral, que acometí con entusiasmo juvenil pero que hoy me plantearía muy en serio si empezar siquiera –ahora la veo como años y esfuerzos perdidos–. De ahí que prefiera dirigirme a un público más amplio, aunque el carácter de los textos sea en ocasiones bastante técnico. Varias de las reflexiones giran en torno a las relaciones entre la filosofía académica y la mundana, y aunque no desdeño la primera, como se estila, creo que el futuro de la filosofía en la sociedad de la información pasa por una transformación de sus formas de accesibilidad. No en rebajar los contenidos o sus criterios de rigor y seriedad, como se suele hacer, pero sí en darse cuenta de que formatos dieciochescos ya no son los válidos, y de que el pensamiento que no se comunica por los medios de su tiempo, muere.
La época de gestación de estas páginas han sido años de amplios cambios en mi vida. Un período de transformación personal que por supuesto ha marcado una transformación intelectual. Cuando salí de la facultad, e incluso después de doctorarme, vivía aún en lo que ahora veo con claridad como mi adolescencia filosófica
, siendo un repetidor –más o menos original, y con varias publicaciones en mi haber– de ideas ajenas que releo actualmente con una mezcla de nostalgia y vergüenza. Un discípulo de ciertos profesores, pero, sobre todo, de ciertos filósofos –siempre acudí a las fuentes, como debe hacerse, y aprendí más de los libros que de las personas–, por los que todavía siento inmenso aprecio y admiración, pero de los que no puedo evitar pensar (y tampoco se les podría exigir más) que sus marcos teóricos ya no son suficientes para comprender nuestra realidad. Hace falta una base nueva –aunque nunca un ingenuo y arrogante empezar de cero
–, y ésta es la que he estado buscando, partiendo de aquéllos precisamente para emanciparme de ellos. Ese ejercicio de búsqueda de un lenguaje propio (y no sólo de un lenguaje, sino hasta de un propósito), que se va desarrollando en estas páginas, me recuerda el dolor tantálico
del que hablaba Kant cuando aún se debatía entre el dogmatismo racionalista y el escepticismo empirista. Ha sido una época de pérdida de mí mismo, de desorientación total, de la que únicamente ahora estoy saliendo poco a poco. De hecho, había creído encontrar el rumbo antes, pero –como decía más arriba– me metí en el callejón sin salida de una cierta mística filosófica
(un pensamiento negativo de la trascendencia) que el lector hallará en estas páginas, un vagabundear filosófico que quizá es inevitable experimentar, pero que es imprescindible superar. Ya salí de ese callejón y exploro ahora territorios nuevos. Hace tiempo planteé que el porvenir de la filosofía pasaba por reconstruir correctamente el camino que lleva de Marx a Nietzsche y de Nietzsche a Marx. Creo que en lo esencial ése sigue siendo el camino, y no la estrategia posmoderna
que hoy está tan de moda en la academia y que aleja, a mi entender, la lucha teórica de objetivos sólidos y concretos.
Pero basta. Dejo al lector a solas con el texto, que es lo que un autor debe al fin y al cabo hacer: echarse a un lado y permitir que lo lean. Le entrego esta miscelánea filosófica, estas reflexiones asistemáticas unidas, sin embargo, por finos hilos conductores. En realidad, cada capítulo (lo que fueron entradas de blog) suele surgir del anterior, aunque en ocasiones las asociaciones de ideas que permiten ese pasaje difícilmente puedan ser captadas. Lo que aquí doy al público no es una filosofía; tan sólo son las partes visibles de una serie de meditaciones e investigaciones más acabadas, las cuales no están todavía suficientemente sistematizadas como para ver la luz. Vayan por delante, entonces, estos pensamientos, como prólogo a mí mismo. Los pensamientos que tengo que poner en forma de libro para poder objetivarlos, distanciarme de ellos, y así entenderme con mayor claridad. Que el lector deambule por estas páginas como lo que