la presencia de otros millonarios célebres, tales como Oprah Winfrey, David Rockefeller o Michael Bloomberg. A los postres, se trató un tema que inquietaba a los anfitriones desde tiempo atrás: cómo poner en marcha una plataforma de solidaridad conjunta y duradera entre ultra ricos, un proyecto de alto calado que se bautizó con el nombre de The Giving Pledge (algo así como ‘el compromiso de dar’).
Desde entonces, esta organización civil –promovida por la cúspide del capitalismo made in USA– ha ido donando centenares de millones de dólares a diversas causas benéficas, una cruzada filantrópica a la que se han ido sumando, año tras año, nuevos socios multimillonarios (Mark Zuckerberg o Elon Musk serían algunos de los últimos en apuntarse). Sin embargo, el objetivo último de los fundadores de The Giving Pledge era aún más ambicioso. Tanto Gates como Buffett aspiraban a establecer un porcentaje de generosidad estándar entre sus colegas: esto es, donar –al menos– el 50% del patrimonio total a la beneficencia, una idea revolucionaria que podría deslizar de arriba abajo (desde la opulencia del sistema hacia las capas más pobres y desprotegidas de la sociedad) un caudal ingente de casi 500.000 millones de dólares.
Por supuesto, el anuncio causó ilusión y optimismo entre la mayoría, aunque tampoco faltaron peros, críticas y dudas. “¿Por qué iban a ser tan ‘generosos’ los magnates más poderosos de EE UU sin obtener nada a cambio?”, se cuestionó más de un desconfiado.que Amancio Ortega suele realizar al sistema público de salud (acusándolo de paternalista o de querer ‘tapar’ con sus acciones un sistema económico injusto), los mentores de fueron tachados de cierto voluntarismo ‘buenista’; es decir, de proponer un vago brindis al sol que no incluía entre sus compromisos ningún calendario cerrado de donaciones, una lista clara de requisitos o explicaciones de quiénes –y de qué manera– iban a recibir toda esa cantidad enorme de dinero. Una falta de concreción que sonaba más a cuento de hadas que a otra cosa.