Trinidad recibe al visitante con sus calles empedradas y sus casitas bajas de teja y color. Se trata de una de las ciudades más bellas de Cuba. Allí apetece el paseo, las confidencias a media luz, las noches a la fresca en un patio colonial… Suena a lo lejos el rumor cercano de la música. Siempre hay música en la Plaza Mayor. No muy lejos de allí, protegido por varios guardianes viringos (perros sin pelo de Perú), se encuentra el Templo de Yemayá, justo al frente de Casa Cofradía, uno de los alojamientos con más encanto de la zona. Pregunté a Mabel, la dueña, si conocía al santero del templo, pues tenía la intención de acudir a hacerle una entrevista. Ella, amable hasta la saciedad, me contestó afirmativamente. Solía saludarlo cuando se encontraban en la calle. Matizó que, como cristiana, no comulgaba con los ritos santeros, aunque respetaba a todo el mundo. Sucede lo contrario con quienes practican la santería: no tienen ningún inconveniente en conjugar las prácticas rituales de la también llamada Regla de Ocha con su condición de cristianos.
LA DIOSA DEL MAR
Merodeé por el Templo de Yemayá en varias ocasiones. No era solo un lugar de culto, también era el hogar de su dueño, el santero Israel, quien se encontraba participando en una ceremonia en La Habana. Habíamos quedado en reunirnos a su regreso. Mientras tanto, los
