El martes 11 de Septiembre de 1973, a las 12:05 del mediodía, dos aviones Hawker Hunter bombardeaban el palacio presidencial chileno, La Moneda, derrocando al Gobierno del presidente Salvador Allende y dando inicio con ello no solo a la larga dictadura militar de Augusto Pinochet, sino a un momento angular para la historia de América Latina, cuyas repercusiones siguen en desarrollo hasta nuestros días.
1. LA CONTINGENCIA. Famosa es la transmisión radial, en radio Magallanes, del último discurso de Salvador Allende, grabado en la memoria colectiva de Chile de las más diversas formas. Desde el palacio presidencial, minutos antes de su bombardeo y de su propia muerte, el presidente comenzaba a hablarle al país, públicamente, con las siguientes palabras:
«Ante estos hechos solo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo», afirmaba Allende.
«Esta será seguramente la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La fuerza aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción. Y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron (...) Ante estos hechos, solo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza».
En un mundo polarizado por la guerra fría, lo que se comenzó a denominar la «vía chilena (democrática) al socialismo», parecía a ratos, naturalmente, algo irreal. Aparentemente inviable en términos estructurales. Los discursos públicos en torno a la política y al desenvolvimiento económico se terminaban topando, casi siempre, con el muro de la bipolaridad política y de la lucha por la hegemonía de las grandes potencias extranjeras. En un mundo convulsionado, en disputa entre el capitalismo en expansión y las revoluciones comunistas, Salvador Allende Gossens ganaba democráticamente las elecciones presidenciales chilenas con un 36,3 % de los votos frente a sus dos contrincantes gracias a una propuesta abiertamente socialista.
La llamada «Unidad Popular», de corte estatista, contemplaba la nacionalización de la minería del cobre (también del hierro y otros minerales esenciales), la estatización de bancos y empresas estratégicas, la expropiación legal de tierras para uso colectivo, el control de monopolios, y un