nidas por los nazis en Francia, muchas pertenecientes a la Resistencia, fueron recluidas en el infierno del campo de concentración de Ravensbrück. Su compromiso y valentía han sido reconocidos tarde, tanto que algunas no han vivido lo suficiente como para verlo.
as mujeres españolas que fueron a parar a Ravensbrück, el mayor campo de concentración nazi para mujeres, a 90 km al norte de Berlín, fueron en su mayoría capturadas en Francia, como miembros activos de la Resistencia. Habían huido de la España franquista empujadas por sus principios antifascistas al tiempo que, en su militancia, hicieron de enfermeras y taquígrafas, como Juanita Lefévre; ayudaron a otros a cruzar la frontera, como Mercedes Núñez; o se encargaron de conducir los correos, como Braulia Cánovas Mulero. Una vez en «el infierno para mujeres de Hitler», fueron señaladas en sus ropas a rayas con un triángulo rojo, como las soviéticas, por su condición de políticas. Algunas, como Alfonsina Bueno o Lola García Echevarrieta, llevaron las iniciales NN (Noche y Niebla), cuando su destino seguro era la cámara de gas, aunque se salvaron de milagro. Lola se suicidó a los pocos meses de ser liberada, en París. Algunas de ellas, como Neus Català, Elisa Garrido o Conchita Grangé, escribieron sus memorias movidas por la (2021), editado por Espasa. Este título nos trae a la memoria el cuento de Mercè Rodoreda, , en el que la autora hacía referencia al negro vientre materno como un desear no haber nacido, que recuerda el retorno freudiano al seno materno como un estado anterior a la angustia, ausente de estímulos, al mismo tiempo que Celán escribía sobre la «Negra leche del alba». El [Noche y Niebla], organizaba el sistema de desapariciones forzosas que tomaba el nombre de la ópera de Wagner, en relación al poder del enano Alberich, de hacer desaparecer sin dejar rastro, como modos de terror e impunidad.