Aunos quince kilómetros al norte de Roma se encuentran los restos de una de las villas imperiales más lujosas de la ciudad. Construida sobre una ladera, entre la conjunción de las vías Flaminia y Tiburtina, en el suburbio de Prima Porta, el edificio ofrecía vistas sobre el valle del Tíber y el paisaje circundante. Actualmente se la conoce como la Villa de Livia en Prima Porta, aunque ya en la antigüedad se popularizó el topónimo de “ad gallinas al bas” (donde las gallinas blancas), tal y como indican Plinio o Suetonio.
La denominación se refiere al evento prodigioso que experimentó Livia en una de sus visitas a la villa, cuando un águila dejó caer en su regazo una gallina blanca que portaba una rama de laurel. Tras ello, Livia plantó el laurel y cuidó de la gallina. Según la tradición, el laurel creció y perduró hasta