LA ÚLTIMA RISA DE REMBRANDT
Se cumplen 350 años del fallecimiento del gran pintor holandés, un genio volcánico y asombroso que murió en una relativa oscuridad. La ciudad que hoy le rinde culto, Ámsterdam, dejó que fuese enterrado en una tumba de alquiler, y los seis hombres que portaron su féretro en octubre de 1669 lo hicieron por dinero. Concretamente, 20 florines y una propina para que repusieran fuerzas con unas grandes jarras de cerveza en una taberna. Jamás lo habían conocido en vida.
Los veinticinco años previos, con la muerte de su esposa Saskia en 1642 y de su hijo Titus en 1668, habían sido una auténtica montaña rusa. El maestro era un conocido manirroto que pedía en demasiadas ocasiones préstamos poniendo sus cuadros como garantía de pago. A principios de 1650 se vio asediado por tres préstamos que hacían peligrar todo su patrimonio: era el final de su escapada. Se declaró insolvente después de gestionar desastrosamente sus
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