Work Text:
"- Ser mayor de 20 años.
- Poseer un buen estado de salud.
- Estar disponible en horario nocturno y fines de semana.
- No tener pareja.
- De preferencia mujeres.
Salario: 40 dólares la hora"
Los inquietos ojos tras las gafas analizaban cada letra del texto, mordiéndose los labios con nerviosismo. ¡Cumplía con los requisitos! Y de paso era muy buena con los infantes.
Además, realmente necesitaba el empleo... Las deudas no se pagarían solas.
Apoyó su mejilla sobre los nudillos de la mano derecha, mientras que con la otra sostenía una taza de té que bebió con suma paciencia. De verdad, de verdad que aquella oferta laboral era una oportunidad de oro, ¡El salario era increíble! Lo suficiente para vivir muy cómodamente por el resto del contrato. ¿Que tal difícil sería ser la niñera de una niñita de 3 años?
No lo pensó mucho más, decidida a lanzarse a por el maravilloso empleo. ¡Envío su CV por correo electrónico y se dedicó a rezar durante el resto de la noche! Deseando con su corazón obtener una entrevista.
Logró descansar a pesar de que la ansiedad le consumiese las entrañas, aunque el reflejo sobre su espejo le mostrase ese mismo rostro ojeroso de cada mañana. "Que se le iba a hacer" pensó, encogiéndose de hombros al acabar de cepillar sus dientes.
Se preparó el desayuno, se sirvió su té... Y le hecho un vistazo a la bandeja de entrada de su correo, escupiendo el líquido sobre el fregadero debido a la impresión.
Obtuvo una repuesta a primera hora de la mañana, ¡Resultando que ahora debía ir a su entrevista en aproximadamente 2 horas!
Le agradeció a cada ser celestial que existiese, saltando de alegría ante la noticia, consumiendo con velocidad su alimento para irse a preparar, ¡Debía estar presentable! Arreglarse el cabello, vestirse adecuadamente, maquillarse y oler bien.
Entonces, sin apenas darse cuenta, ya estaba subida a su Uber yendo en dirección a la casa del que sería su futuro jefe, ¿O jefa? No lo sabía con exactitud, ¡Pero que importaba! Solo quería ser contratada.
Retocó su labial de frambuesa, le dió forma a un rizo deshecho y sacudió el polvo de su falda, viendo en el GPS como se aproximaba más y más a su destino hasta que... ¡Finalmente llegó! Y su corazón no pudo latir con más fuerza.
Se quedó parada en el camino de entrada durante algunos minutos, contemplando la lindura de la fachada de aquel hogar, ¡Lucía acogedor! Muy dulce, tanto que le recordaba a la casa de su abuela. Entonces se preguntó, ¿Que clase de persona podría vivir en una casita tan preciosa? Una que incluso poseía un jardín... Un jardín sin flores, tristemente.
Era natural su deseo por descubrirlo, entonces se dignó a avanzar hasta la puerta y tocar el timbre, colocando su mejor sonrisa para quien le recibiese.
Sin embargo, no se esperó lo que ocurrió a continuación.
Abrió grande los ojos, sintiendo un creciente calor sobre sus pómulos.
Al abrirse la puerta, frente suya apareció el hombre más atractivo que haya visto jamás. Se mordió el labio, apretando el aza de su bolso para contenerse.
Cabello castaño, un cuerpo esbelto, unos ojos tan bonitos... Y la sombra de una barba descuidada.
Se obligó a desconectarse, negando con la cabeza y echándose un balde de agua fría para CALMARSE. Eso necesitaba.
Le dedicó una preciosa sonrisa, apareciendo dos hoyuelos en cada lado de su rostro; extendió su pequeña mano en dirección al misterioso caballero y, con una dulce voz, se presentó:
– Señor Parker, es un placer conocerle. Ayer durante la noche envié mi CV a su correo electrónico, y debido a su respuesta positiva he venido a la entrevista pautada. –
Silencio.
Un silencio que se instaló entre ellos como un invitado no deseado.
El señor Parker se le quedó mirando sin ninguna expresión en el rostro, quieto frente suya... Cómo una especie de maniquí, pero había un detalle que no era capaz de dejar pasar: sus ojos se descendieron lentamente del rostro hasta el sutil escote.
Ella no pudo evitar sentirse nerviosa, sintiendo sus piernas temblar y las mejillas aumentar su color carmín. Pero antes de poder pronunciar palabras, el hombre se hizo a un lado. – Adelante, me gustaría hacerte algunas preguntas. – Se dirigió a ella con una voz capaz de desestabilizar a un ghoul, la cuál poseía un matiz cansado pero sensual a su vez...
Tragó saliva, adentrándose a la bonita casa y cumpliendo su deseo de conocerla por dentro. ¡Era tan bonita como imaginó! Organizada, con una agradable luz cálida que iluminaba el lugar y una decoración digna de revista.
Ella se detuvo un instante de su fantasía, suspirando. "Este hombre es casado" se dijo en el interior, ciertamente decepcionada pero aceptando el hecho con facilidad. Debía esperarlo de todos modos, no era común ver a un padre soltero a fin de cuentas.
El señor Parker le dirigió hacia su oficina, dónde tuvo la amabilidad de abrirle la puerta y ofrecerle asiento. – ¿Tiene hijos? – Cerró la habitación, sentándose en su propia silla.
La oficina, a diferencia del resto de la casa, si parecía "masculina". Un poco desorganizada, nada acogedora como la casa en sí: sentía un ambiente más... Helado.
La joven carraspeó, acomodando su cabello detrás de la oreja. – No, señor. Soy soltera y no tengo hijos. – Respondió, encontrándose con una sonrisa satisfecha en el rostro ajeno.
– Perfecto entonces. ¿Sabes tratar con niños pequeños? – Se acercó a ella sobre el escritorio, juntando sus palmas.
– P-podría decirse que si... He sido niñera antes, más debo admitir que está será la primera vez que me paguen por ello. – Una risita se escapó de entre sus labios, recordando todas las veces que su hermana le pedía el favor de cuidar a su sobrino. Quería muchísimo a ese pequeño diablito.
El hombre asintió, pero una estela de duda se postro en su gélida mirada. – ¿Sabes cómo manejar los berrinches de una niña de 3 años? – La pregunta le tomó desprevenida, pero preparada estaba.
Enderezó la espalda. – Por supuesto, solamente debo permanecer tranquila y ayudar al infante a calmarse. – Una repuesta corta pero clara, algo que pareció gustarle a su entrevistador.
Le observó sacando algo de su bolsillo, levantando una ceja, ¿Que hacía?
Lo entendió pronto, y se derritió de amor por ello. Le mostró una foto que guardaba en su billetera. La chica miró, encantada.
– Está es mi pequeña, Mayday. Es la niña más dulce que vas a conocer, lamentablemente por culpa de mi trabajo no puedo permanecer en casa el tiempo suficiente para cuidar de ella y su madre tampoco, entonces me ví en la necesidad de recurrir a esto... – El dolor en su voz era evidente, se notaba lo mucho que quería a su adorable hija.
Ella sonrió, enternecida por la calidez y el amor que este hombre desprendía por la niña. – No dudo que así sea, es muy tierna y se nota que es un terroncito de azúcar. –
Se regalaron sonrisas mutuas, el señor Parker pareciendo más animado que antes. – Me pareces una buena chica. Mañana regresaré al trabajo y mi caramelito estará en casa, confío en que podrás cuidarla bien. – Dijo, entonando serio sus palabras a pesar del buen rostro.
Sin ella esperarlo, él le tomó de las manos y miró sus ojos color miel durante unos segundos, probablemente examinando con detalle sus facciones y expresiones.
Tragó saliva, nerviosa otra vez. "Por alguna razón... Sus manos se sientes extrañas" pensó, apretando sus dedos sobre los ajenos. – Daré mi mayor esfuerzo, señor Parker. – Entre nervios logró hablar, sacándole otra sonrisa a su ahora jefe.
– No hace falta que me digas señor Parker, me haces sentir como un anciano. Llámame Peter. – Le entregó su confianza en bandeja de plata y ella la atesoró como un diamante, suspirando con gusto.
– Le llamaré Peter entonces. – Y no dijo nada más, sujetando aún sus manos, sintiendo en su vientre una extraña sensación.
Un vistazo rápido le informó sobre la falta de un anillo en su dedo, lo que significaba que no estaba casado... ¡Bingo!
...
– ¡Pero que criatura más preciosa! – Exclamó con emoción, sonriendo inmensamente. Extendió sus brazos para tomar la pequeña manito de la infante, presentándose.
La pequeña le devolvió la sonrisa, feliz por su nueva amiga.
– Mayday, pórtate bien. Ella será tu niñera y te cuidará mientras papá trabaja, ¿Si? – Le habló el mayor con una voz dulce y paternal, abrazando a su hija con cariño. La nena se despidió de él con un beso en la mejilla y palabras que solo un padre podría entender.
La joven observó con fascinación, sintiendo cosquillas ante la hermosa imagen que se le presentaba. Era tan... ¡Hermoso! Siempre le generaría emoción ver a un padre amoroso.
Sonrió y cargó a la pequeña en sus brazos cuando fue necesario. – Tenga un buen día, Peter. – Se despidió la niñera, sonriéndole al castaño.
Esté observó la figura de su empleada, asintiendo con la cabeza como compresión de su despedida cortes. – Estaremos en contacto. Mi número de celular estará en el refrigerador por si ocurre una emergencia. – Le dijo con una frialdad que, por alguna razón, calentaba su corazón.
Más en el interior, Peter B. Parker sentía una generosa atracción por la mujer que ahora se encargaba de cuidar a su niña.
Desde el divorcio con Mary Jane, nada había sido igual en la vida del hombre. Nada le generaba emoción más que estar con su hija, ¡Ni siquiera su trabajo como spiderman lograba provocarle adrenalina!
Con la llegada de ella se encendió una pequeña flama de deseo, su belleza era innegable y personalidad agradable, más lo que le terminó de encantar fue su tierno trato con su tesorito. Cualquier persona que quisiese a Mayday y viceversa sería bienvenido en el corazón del hombre araña.
No sé encontraba disgustado por permitirle la entrada a un bombón como el que se presentó en sus aposentos aquel día, la idea de tenerla en su casa despertaba ciertas sensaciones en su cuerpo, pero no debía olvidar que era un adulto y tenía que comportarse, no dejarse llevar y ser profesional con la joven que contrató. A fin de cuentas, por mucho que le gustase él tenía un compromiso con ser padre, no quisiese que nada interrumpa su paternidad hasta que su hija tuviese al menos 10 años. Con apenas 3, juró no dejarse llevar por el llamado de la carne. Era fuerte, era spiderman: si pudo contra el duende verde, podrá con este tipo de situaciones.
Estando en el auto, aspiró profundo y manejó con responsabilidad hacia su destino.
En casa, la diversión apenas empezaba.
Mayday era tan dulce como creía: tierna, educada y ¡Muy divertida!
Amaba cada juego que le ponía enfrente, se concentraba resolviendo rompecabezas y su encantadora risa lograba calentar su corazón.
Su único aspecto negativo lo encontró con la comida, ¡Nunca había conocido a una persona tan quisquillosa! Pero se lo veía venir, era tan solo una niña. No le resultaba un problema comerse lo que no le gustaba, aunque logró convencerla de comer todo en...
Bueno, prefería no hablar sobre ello.
Durante la tarde la pequeña tuvo su siesta, momento que la chica aprovechó para limpiar la cocina y la sala, lugares donde estuvieron en el día.
El reloj marcaba las 3:30. "A las 4 regresa el señor... Regresa Peter" pensó mientras fregaba los platos, mordiéndose el labio con nervios. ¿Cómo debía recibirlo? ¿Se tendría que ir sin más o quedarse a tomar el té?
Ella se creía una experta tratando a las personas, ¡Le caía bien a todos! Más la realidad le golpeó en la nariz con fuerza: no sabía cómo tratar a su jefe. A su alrededor se sentía nerviosa, le sudaban las manos y sus ojos no se despegaban de él, ¿Cómo podría ser una buena niñera si su cuerpo reaccionaba de ese modo ante la presencia del hombre que se suponía era su autoridad?
Desconocía esos sentimientos, la forma en la que su corazón latía en su presencia y como se le calentaban las mejillas al escuchar la grave voz del mayor. Era todo nuevo, tanto el trabajo como su actual situación.
Fregó con más fuerza un plato especialmente sucio, torciendo el gesto con cierta molestia, ”¿Por qué le sucedía eso a ella? ¿Que tenía él que le gustaba tanto?" Se preguntó en el interior, apretando la esponja.
En un suspiro, decidió que se rendiría con el tema y solamente lo "dejaría pasar", ignorando hasta que acabase su jornada. ¡Ella era fuerte! Podría aguantarlo, soportar su intensa aura que le derretía el corazón.
Ingenua la muchacha que desconocía su cruel futuro.
El sonido hueco de la puerta principal le congeló en su sitio, dejando caer el plato en el fregadero junto a la jabonosa esponja. "No... Aún falta media hora..."
Tragó saliva, sintiendo una extraña pesadez en sus pulmones.
– ¿Buenas...? – Escuchó la exquisita voz proveniente de la sala. Se mordió el labio con aún más fuerza que antes, ¡Ese definitivamente no era su día!
Obligada a reaccionar, se enjuagó el jabón de las manos y se aproximó a la habitación con una sonrisa forzosa en el semblante. – ¡Peter, ha llegado pronto! Bienvenido. Me pilló lavando los platos... – Saludó e informó con su natural tono dulce. Divisó en su expresión cierra duda, y tras una inspección al ambiente observó como su boca se movía para preguntar sobre algo que supuso, así que se le adelantó con una respuesta. – Mayday está dormida en su habitación. Jugamos juntas durante todo el día, almorzó y se bañó. Ya tiene un rato, así que podría despertar en cualquier momento. – La expresión del castaño se relajó al instante, dejando su maletín en el sofá mientras se pasaba la mano por la frente.
– Me alegra haberte contratado. – Le dijo, caminando a su lado con la intención de ir a la cocina. La joven fue tras él, recordando su labor con los platos.
– Es mi trabajo, Peter. Nada del otro mundo... – Murmuró, recogiendo su esponja para acabar con esos platos.
Él se encontraba junto a la nevera bebiendo un vaso de agua. Ella le daba la espalda.
– Eso lo sé, pero no recuerdo haber agregado una cláusula en tu contrato que diga que debes fregar y limpiar. – Le soltó entre risas como una bomba, haciendo sonrojar a la jovencita. Sin embargo, ella no frenó su tarea.
– E-es... Solo intento ser amable, es descortés dejar todo hecho un chiquero... –
Peter cruzó sus brazos gruesos sobre el pecho, ladeando la cabeza con fascinación. Su iris titiló con diversión, examinando la figura de la mujer que ejercía una función cercana a la de "ama de casa". Se la imaginó con un delantal de cuadros, el cabello recogido con un listón, unos tacones de aguja rojos... Y nada más.
El culo regordete brillando bajo el nudo de la prenda y sus muslos temblando al son de sus movimientos; los senos apretados contra la tela, el vientre lleno de mariposas y...
Peter se bebió su vaso de agua de un trago, negando con la cabeza para dispersar esa cantidad de morbosidades que le invadieron el cerebro. "¡Peter, debes controlarte!" Se regañó, dándose la vuelta para irse del lugar. Si era incapaz de mantenerse tranquilo en presencia de ella, entonces no merecía su presencia en absoluto. – Iré a ver a Mayday. Dejaré tu paga en la mesa de entrada, puedes retirarte en cuanto termines. – Informó con frialdad, retirándose con un pequeño (gran) problema en los pantalones.
No iría a ver a su pequeña, por supuesto que no... Primero haría una parada en el baño, una muy larga.
La niñera no se enteró de nada de ello, ella estaba muy ocupada atrapada en su propia imaginación pervertida... Dónde se imaginaba atrapada entre los dedos de aquel galán transformado en bestia, siendo embestida y sacrificada. Apretó los muslos, demasiado intimidada como para fingir firmeza.
– S-si, Peter. Tenga bonita tarde... – Murmuró nerviosa, logrando respirar en cuanto el señor abandonó la zona y sus pasos pesados resonaron en las escaleras de madera.
¡Que situación tan fuerte!
Acabó con rapidez y se marchó, intentando por todos los medios no asaltar su intimidad hasta llegar a su propio departamento. Allí se dejaría llevar... Por fin podría.
...
No recordaba cuánto tiempo transcurrió desde aquel suceso, ¿Dos o tres meses, quizás? Un lapso en el que logró fortalecer su relación con Mayday, y entrar en confianza con su jefe. Ya no se mostraba tan frío como antes, aunque tampoco es que fuese súper cariñoso.
Podría decir que eran algún tipo de "amigos" con contrato, una amistad que se mantenía viva gracias a un factor externo: su trabajo.
Pero... Sucedía algo extraño...
La última semana no recibió ninguna llamada, ni mensaje, ni correo electrónico... Nada, como si no hubiesen existido y todo lo vivido durante tantas semanas fue tan solo un producto de su imaginación, o como si fuese sido despedida sin su conocimiento.
Esto último la dejó consternada en su sillón, sujetando con la mano temblorosa su taza de té mientras los ojos avellana observaban ansiosos la pantalla del ordenador.
Tragó con pesadez, ¿Sería él capaz de hacer algo así? ¿De prescindir de sus servicios en total silencio? Después de que se encariñó tanto con la dulce Mayday...
Algo que odiaba de si misma eran sus fuertes sentimientos. Sabía que no debía importarle algo como ello, después de todo esa niña era otra más del montón que cuidaría si mantenía ese trabajo... Sin embargo, era difícil no tomarle cariño y sentir como las lágrimas le quemaban el rostro ante la idea de no haberse podido despedir adecuadamente de ella.
– Quisiera haber tenido un cierre, al menos... – Murmuró envuelta en un manto de tristeza, dándole un largo sorbo a su taza con tal de calmar la lluvia de emociones que le azotaban y herían. Con la cabeza agachada se sentía derrotada, suspirando.
Fue entonces que se sobresalto por el sonido de su celular.
Se secó las lágrimas para leer el nombre en la pantalla, dejando caer su taza favorita de la impresión.
Se quebró, pero no tanto como ella al ver que la persona que le llamaba no era nada más y nada que Peter, su jefe ausente.
Perdió el aire, volviéndose un rubí por un sobrino y tomando con nerviosismo el aparato electrónico. – ¿A-aló, señor Parker? – Contestó la llamada, pero del otro lado de la línea no había nada... Solo una respiración pesada que le ponía los pelos de punta. – ¿Está todo... En ord- – Fue interrumpida a media frase por la voz del hombre. Casi se olvidaba de ella... Seguía tan hermosa como la recordaba, pero no era tonta: notó de inmediato que estaba borracho.
– Te necesito... – Murmuró con anhelo. – Por favor... – Suplicó.
La joven no supo cómo reaccionar, ¿Que le sucedía? – ¿Ocurrió algo, Peter? ¿Por qué de repente...? – Estaba en crisis, ¡Por supuesto que le quería ayudar! Pero para hacerlo necesitaba saber el motivo de su problema. No entendía absolutamente nada.
– Ven a la casa, ahora mismo... – Lo que escuchó le confundió todavía más, ¿Cómo podría? ¡Eran las 2 de la madrugada!
Le rompía el corazón notar su dolor en el timbre de voz, su acento ebrio mezclado con sus cuerdas vocales gruesas... A pesar de todo, ese hombre sabía que cables mover para encenderla, más se sentía terrible por excitarse en una situación tan delicada.
Carraspeó para sacarse esas ideas de la mente. – P-pero... – Pensó, mordiéndose los labios. De verdad no sabía que hacer... – Es muy tarde, señor... ¿Cómo podría llegar si no hay taxis trabajando a esta hora? – Le dijo en un débil intento de apaciguarlo, distraerlo... Tratar de que le cuente las cosas con claridad.
Evidentemente no funcionó, provocando que el mayor colgase y la dejase con las palabras en la boca y una mente enredada.
–Ah... Vale... – Se dijo a si misma como una especie de consuelo, dejando lentamente su teléfono a un lado.
Bueno, ahora tenía que limpiar la alfombra y recoger los trozos de cristal...
– Mi taza... – Decía mientras aseaba la zona con una mueca en el semblante. ¡Que raro era todo aquello! La llamada de Peter le dejo con un sabor de boca amargo, una mala sensación en el estómago que desconocía. No era como nada que había sentido antes... Nada que tuviese que ver con Peter lo era.
...
Después de tirar todo a la basura y haber puesto la alfombra en el lavadero, se dispuso a lavar sus delicadas manos en el baño, aún pensativa.
Su mente maquinaba escenarios unos tras otros sobre las probables situaciones que desencadenaron el estado actual de su jefe. ¿Le habían despedido y por ello no le llamó más? ¿Regresó con su mujer pero esta le hizo alguna mala jugada? O... ¿Mayday...?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un estruendoso golpe seco proveniente de la sala de estar.
Su corazón se detuvo y la sangre se congeló en las venas, dejándola paralizada frente al espejo. Sudó, tembló... Y cuando escucho esa voz llamando su nombre... Se derritió. Era Peter... Peter... ¿Peter?
Rápidamente regresó a sus cabales y se hizo un montón de preguntas que transformaron el deseo en genuino miedo. ¿Cómo llegó a su departamento tan rápido? ¿Cómo encontró su departamento? ¿Cómo logró entrar al departamento?
Asomó su cabeza por el marco de la puerta en un intento de analizar el entorno... Cosa que le salió terriblemente mal.
– ¡Ah! – Se le escapó un chillido agudo a la mujer al encontrarse con el hombre a tan solo un metro de distancia, retrocediendo y chocando contra la pared.
El castaño no tardó nada en ir a su encuentro, observándola desde la puerta con una paciencia que le aterrorizaba.
Ella fue la primera en hablar, o más bien... Gritar en susurros; no quería despertar a sus vecinos. – ¿¡Q-que hace usted aquí!? ¿Cómo encontró mi casa? ¿P-por qué...? – Tenía la cabeza revuelta, un mareo se apoderó de ella y le impidió continuar con la interrogación. De repente tenía náuseas, la causa siendo el fuerte ahora a licor proveniente del mayor.
Se cubrió los labios con la palma de la mano.
Peter arrastró los pies al caminar en su dirección, acercándose hasta encontrarse a tan solo centímetros de su cuerpo.
La joven sintió pánico entonces, ¿Que le haría? ¿Que intenciones tenía?
Se esperó de todo, imaginó cada situación en dónde ella acababa mal... Estaba lista para suplicar por su vida, para correr, saltar por la ventana si hacía falta...
Pero nada de lo que pensó ocurrió.
Abrió grande los ojos al ver cómo el contrario caía de rodillas a sus pies y le abrazaba por la cintura, apoyando la pesada cabeza en el blando vientre. Le escuchó sollozar, apretándola contra si.
– ¿P-peter...? – Dudó al hablar, ¡Se sentía tan confundida!
Creyó que la mataría, que nadie encontraría su cadáver... Pero ahora lo tenía a él llorando en su regazo, bajo sus dedos temblorosos.
Colocó sus temblorosas manos sobre su cabeza, acariciando el cabello sorprendentemente suave. Se sentía tenso, respiraba con fuerza y la aprisionaba como si evitase dejarla ir... Se sentía como un pájaro dentro de una jaula.
Separó sus labios para hablarle otra vez, preguntarle que le pasaba... Pero pareció leerle los pensamientos ya que, por fin, decidió expresarse. Entre sollozos confesó algo que temía desde la primera llamada. – Mayday... Se la llevaron... –
Sintió como su interior se derrumbaba, perdiendo el aliento. Peter continuó hablando. – Su madre se la llevó... Se llevó a mi bebé... – Le abrazó con más fuerza, enterrando los dedos en la carne de las caderas.
Ella le observó con los ojos inundados de lágrimas, acariciando su mejilla con el dorso para secar las suyas. – P-pero... ¿Cuando ocurrió? – Quiso saber, ¿Cuando tiempo tenía en ese estado? ¿Mayday fue secuestrada por la mujer y no podía hacer nada al respecto? Sabía que las leyes en la ciudad eran terribles, ¿Pero a ese punto? ¡Que horror!
Se agachó con la intención de colocarse a su altura, tomándole del rostro para que le viese. – Haz tomado muchísimo, Peter... D-deberías descansar para que puedas contarme bien lo que sucedió, ¡En la mañana iremos a la estación de policía para denunciar el secuestro! –
Él negó con la cabeza, escondiendo su rostro en la pequeña mano de la joven, inhalando el aroma de sus muñecas. – No... No harán nada al respecto... – Murmuró, notando como poco a poco se calmaba.
– P-pero... No es correcto que ella se lleve a tu hija, así sin más... – Se mordió los labios con rabia, ¡Quería justicia! Que Peter pudiese ver a su niña otra vez. Sin embargo, él se mantuvo tranquilo en su lugar, acurrucándose contra la palma de ella.
Volvió a hablar, dando una explicación que no terminó de comprender. – Es lesbiana. Se la llevó porque su pareja quería tener hijos. –
Se quedó con la boca abierta y la mente en blanco. ¿Que?
– P-pues... ¡Con más razón! También es tu hija, ¡No puede hacer lo que se le dé la gana sin enfrentarse a consecuencias! – Expresó con molestia, frunciendo el ceño para enfatizar sus palabras. – Si ella y su novia quieren tener una hija, ¡Que se someta a una fecundación in vitro! – Hablaba sin pensar, demasiado enojada.
Su error.
Peter le escuchó y la mirada se le iluminó. – Fecundación in vitro... Fecundación... – Dirigió su mirada a la chica, estirando sus labios en una sonrisa terrorífica. – Si le doy un bebé... Podré tener a Mayday de regreso... – Dijo como si fuese una grandísima idea.
Ella levantó una ceja, "¿Se le olvidó que ella es lesbiana?" pensó, mirándole de vuelta.
– ¿Y como harás eso? Si ya tiene una nueva pareja... – Busco más información, ¡Realmente quería comprender su forma de pensar! Por más tonto que fuese... Después de todo, no debía olvidar que estaba borracho.
Para su sorpresa, Peter dejó escapar una risa. Le apretó la cintura con cierta posesividad, asustándola. – No la embarazaré a ella, si no a alguien más... Tendrá un bebé y se lo daré, así tendré de vuelta a mi hija. – No le quitó la mirada de encima en ningún momento.
– ¿¡Y a quien piensas embarazar!? – Colocó su propia mano sobre la de él, tirando de ella para que le suelte. Le dolía...
Pero nada de eso se comparó a lo que sintió al escuchar las siguientes palabras del hombre. Se le cayó la cara, el estómago, palideció y sintió como se le salía el alma del cuerpo.
– A tí. Tendrás a mi bebé para dárselo a Mary Jane. – Asintió, sintiéndose como el mismísimo Albert Einstein.
Ella hizo de todo para alejarlo, más él se levantó y la llevo con él fuera del baño, cargándola sobre su hombro.
Le gritó, golpeando su espalda. – ¿¡Y que le hace pensar que estoy de acuerdo con ello?! ¡No quiero tener un bebé! –
– No te lo pregunté ni pedí tu opinión, niña. – Su tono de voz le dejó seca, con sed...
No podía ser tan frío... No tratándose de eso...
¿De verdad pensaba que algo así iba a funcionar?
Empezó a sudar frío, sentía como sus extremidades se entumecían a causa de los temblores y su corazón pesaba más con cada latido. – P-por favor, Peter... R-respira y piénsalo mejor... – Intentó convencerlo, acariciando con una dulzura forzada sus omóplatos.
Sus pasos se detuvieron en la sala, frente al sofá donde enseguida reposó el cuerpo de la chica. Sentada, pudo ver cómo este se arrodillaba gente suya, dirigiendo sus manos al pantalón de la pijama que tenía puesta.
– No tengo nada que pensar. – Hablaba de manera casi automática, dando inicio a una serie de pequeñas caricias sobre su fémur por la encima de la tela.
Cohibida, retrocedió entre los cojines en busca de protección. Sus manos volvieron a buscar las ajenas para detener el movimiento, en vano. – P-por favor... No hagas esto... – Suplicó.
Su dorso fue golpeado con brusquedad para espantarla, recibiendo a su vez una mirada de muerte por parte suya. – No me hagas hacerlo por las malas. – La voz era de ultratumba, paralizante como un sedante. La joven se tragó sus palabras, demasiado asustada como para contradecirlo y correr el riesgo de acabar peor...
Una pequeña lágrima se deslizó por su rosada mejilla, pensando en como podría evitar lo inevitable.
Él le hizo levantar la cadera para deshacerse del pantalón, deslizando la tela por los regordetes muslos de la chica hasta sus tobillos. Fue cuidadoso, doblando y colocando la ropa a un costado suyo. – Me harás un favor muy grande si colaboras, en serio. – Hablaba mientras le miraba. Ella no podía prestarle demasiada atención, intimidada por él y por el hecho de estar en ropa interior. Solo asintió, tímida, con la cabeza agachada y los brazos rodeando su pecho frío.
No quería pensar, no quería ver, así que cerró sus ojos y se imaginó en otra situación; trabajando en una oficina, jugando en su consola... Aunque le era demasiado difícil no ver lo que hacía, necesitaba estar consciente para no caer en la locura.
Él manejó su cuerpo como si se tratase de un maniquí, abriéndole las piernas para así obtener un pase libre a su intimidad.
Con el dedo hizo a un lado la delgada tela de las bragas, dejando libre su objetivo.
Al mirarla hizo un puchero, torciendo el gesto con disgusto. La joven abrió uno de sus ojos, observándole con curiosidad ante su falta de movimiento. – ¿Qué? – Habló con nervios.
– Estás tan... Seca. – Respondió rápido, evidenciando su disgusto.
– ¿¡Y que quieres que haga!? Si me estás obligando a... – Se calló, sintiendo las lágrimas derramarse otra vez. Se le quebró la voz. No podía...
Peter por su parte le observó con fastidio, tirando de las tela hasta romperla. Su voz se escuchó rasposa. – Permíteme solucionarlo. –
El cuerpo de ella saltó por la impresión, preparada para confrontarlo y regañarlo por lo que hizo, ¡Eran sus favoritas!
Pero su voz fue apagada por las palmas que le apretaron los labios. Sus ojos se desorbitaron y el escalofrío que la recorrió no lo esperó.
La atacó sin mediar palabra. Con ambos pulgares abrió sus labios vaginales para descubrir el clítoris, el cuál presionó con la punta de la lengua con el fin de masturbarla antes de besar la zona.
La rodeó con su boca, llenando de saliva cada centímetro de su tesorito, desarrollando allí un vals entre el músculo y el sensible pedacito de carne.
Las palmas se colocaron en la espalda baja, manteniendo a la joven firme en su lugar.
Mientras tanto, ella se estaba muriendo.
Sus ojos parecían un par de regaderas, el cuerpo una gelatina y su mente un nudo de campista. Flexionando las rodillas, mantenía sus piernas abiertas y apoyadas en los anchos hombros del señor, crispando los dedos de sus pies, mordiéndose los labios hasta brotar carmín.
Sus dedos se aproximaron a la cabeza del pervertido, empujando. – D-detengase... Esto no es correcto. – Gimió entre cada palabra, siéndole difícil respirar sin dejar salir un alarido de por medio.
El corazón le bombeo sangre como loco, palpitando bajo su pecho al ritmo de los movimientos de la lengua en su clítoris.
Pero mientras más hablaba, más veloz era al lamer y chupar.
Pudo ver el momento exacto en que Peter tomó entre sus dientes uno de sus labios, dejando allí una diminuta marca. Entonces, en ese preciso momento... Supo que estaría absolutamente perdida.
La acercó más a él, hundiendo su nariz en la pelvis y la boca devorando cada partecita suya, introduciéndose en el interior de su vagina para saborearla más intensamente.
Quiso hacerse la digna, evitarlo, soportar... Pero ella no podía, era imposible aguantar algo así. Se descubrió lentamente la boca, dando inicio a una serie de alaridos y suspiros pesados. Le subía y bajaba el pecho de manera intensa, la saliva le corrió por un costado de la boca y Peter logró lo que quería: mojarla.
Además de la saliva, del interior brotó su flujo, lubricante natural, cosa que a él pareció gustarle porque succionó con más fuerza, bebiendo de ella como un vagabundo deshidratado.
Le colocó la mano en la cabeza para empujarle en su dirección, siendo ella quien ahora le aprisionaba y no permitía la distancia entre los cuerpos.
El castaño subió la mirada, sorprendido y a la vez encantado por lo que veía. En sus adentros sonrió y continuó, abriéndola más para lamer y succionar, olfateando, impregnándose de su aroma y dulce sabor.
Le separó las piernas para besar sus costados, escupiendo para evitar que pierda su jugosidad, moviendo su lengua de lado a lado entre los labios y sobre su punto más sensible, sacándole gritos llenos de placer y espasmos que la tensaban. Imaginar esa clase de cosas pero con él dentro era... Le ponía mal, demasiado mal.
Cuando decidió que era suficiente, le tomó de las muñecas para levantarse... Sin percatarse de su propia situación.
La chica le miró boquiabierta, asustada y fascinada al mismo tiempo: la erección en sus pantalones era... Gigante, ¡No, enorme!
"Esa cosa debe tener C.I." pensó, cerrando con dolor sus piernas. No creía que le entraría... Para nada.
Pero Peter estaba ahí para demostrar lo contrario.
No pidió su opinión cuando la rodeó con sus brazos para cargarla, posando su mano sobre las nalgas y toqueteando por ahí.
– ¡No me toque! – Le dijo ella, empujando su rostro. Él solo sonrió, llevándola a lo que creía era su habitación. "Me duele la espalda..." Dijo en su propia mente, ignorando los chillidos de la chica.
...
La tiró a la cama y se tomó su tiempo para quitarse sus propios pantalones de chandal. La mirada continuó fija e intensa en ella, posándose en su escote. Le habló, no, le ordenó. – Desnúdate. Me gustaría verte las tetas mientras te insemino. – No era consciente de lo que decía, o más bien de la forma en la que lo hacía...
Ella estaba en total shock por sus palabras, pero como si se encontrase hipnotizada le obedeció, quitándose la blusa con cierta inseguridad, dándole el gusto al mayor que, por fin, bajó sus pantalones y liberó a la bestia.
Estaba erecto, goteante, enrojecido y lleno de venas que palpitaban. El vello se extendía desde el ombligo hasta la pelvis, dándole cierto aire de masculinidad que le humedecía más.
Se acercó sin cuidado, colocándose a su lado sin subirse aún a la cama. Con una mano agarró su atributo, mientras que con la otra sostuvo la mandíbula de la chica, metiendo su dedo pulgar dentro de la boca de esta. – Abre, chiquita. – Murmuró con dulzura, jugueteando con sus bonitos labios...
Acercó a Peter Junior a ellos, presionando su glande y utilizando el líquido preseminal como bálsamo para ella que parecía tener la boca un tanto seca.
Y como no tenerla, si estaba a punto de ser perforada por esa enorme lanza.
Tragó, se persinó y abrió la boca lo más grande que pudo. Peter entonces se introdujo dentro de ella por segunda vez, deslizándose lentamente sobre su lengua y en la garganta.
Sentía las contracciones, la presión y los indicios de las náuseas, así que con ambas manos le sujetó las mejillas y estiró su cabeza, dejándola lo más recta posible.
– Así no te vas a ahogar. – Explicó teniendo la mitad de su miembro en la garganta ajena, temiendo que ese fuese el límite.
Ahora fue él quien tragó pesado, quedándose quieto durante unos momentos. "Que estrecha..." Suspiró, meneando su cadera con suavidad.
Las pequeñas manos de la antigua niñera se acercaron a las rodillas de Peter, aferrándose para soportarlo.
Era escurridizo y duro a la vez, las venas le raspaban las paredes de su garganta y el bombeo de pre-semen se acumulaba debajo de su lengua.
Fue cuestión de tiempo para que perdiese el control y utilizase su boca como juguete sexual, embistiendo como un salvaje mientras le tomaba del cabello. Ella chupó, hundiendo sus mejillas y escurriendo de entre sus labios los salados líquidos provenientes de su jefe.
Se sentía sucia, como una prostituta... Quería llorar, pero se sentía tan bien hacerlo mientras se toqueteaba allí abajo.
Quizás lo empezaba a disfrutar, tal vez no podría ser tan malo...
Pero Peter se detuvo antes de que se decidiese, mirando desde abajo como se contraía y cerraba con fuerza sus ojos. Se preparó para recibir una descarga en el rostro, suponiendo que había llegado al climax... pero no. – Dios... – Gimió él, mordiéndose sus propios labios, sujetando el falo con necesidad. Una gotita blanquecina se deslizó desde la uretra, solitaria y triste...
Y aún así, la imagen le calentó, tocando uno de sus senos. – ¿P-peter...? – Le llamó, aún insegura...
Seguía sin convencerle la idea del embarazo, pero le deseaba tanto en ese momento... Anhelaba sentirle cerca, tanto como sus cuerpos permitiesen. Quería tocar su piel desnuda con las yemas de los dedos, besarlo, acariciarlo...
Desde su posición lucía intimidante, pero en el interior era consciente de lo verdaderamente dulce que era.
Sin que él dijese nada, ella recostó la espalda en el colchón y abrió sus piernas para él, golpeando su pecho con el pie. – No quiero arrepentirme... – Jadeó, apretando uno de sus pezones.
Por supuesto que el castaño no pasaría de largo esta oportunidad. Antes de siquiera parpadear se abalanzó sobre ella, aplastando el delgado cuerpo con el peso de sus músculos. Los brazos le rodearon la cabeza, sintiéndose bien al tenerla acorralada. Las piernas de la joven se acomodaron como piezas de rompecabezas en las caderas contrarias. Ante esto, el mayor sonrió complacido, acercándose peligrosamente a su rostro. – Por fin nos entendemos, cariño. – Susurró en el pómulo, cerca de la oreja.
Ella no logró contener a su instinto que le hizo rodear la espalda ajena con los brazos, aferrándose de cierto modo a él.
Estaba demasiado cerca, sus intimidades se rozaban dolorosamente; húmedas y viscosas, llamándose entre sí para concretar la concepción. El halo los abrazaba con su calor, y ella en un estado catatónico buscó sus labios, deseando sentir una conexión mucho más profunda que la carnal... Pero él, fiel a sus principios, la rechazó ocultando su rostro en el hueco de su cuello dónde, sin poder evitarlo, inhaló su perfume...
El aroma era adictivo, una mezcla de pomelo y jazmín que le revolvió los sentidos, teniendo que parpadear una, dos, y hasta tres veces para recobrar la compostura. "Carajo... " Murmuró para sí, sintiendo como los latidos de su corazón se intensificaban y el miembro dolía cada vez más.
No podía aguantar un segundo más, sabía que ella tampoco...
No pensó en nada más, dejándose dominar completamente por su salvajismo.
Y, ahí, en medio de las níveas sábanas, empañados de sudor y sedientos... La perforó.
Se hundió en ella cómo si fuera mantequilla, abriéndose paso por las paredes estrechas que se contraían con cada vez más frecuencia.
Estaba tenso, tembloroso y jodidamente excitado por los sonidos angelicales que brotaban de la divina boca de la jovencita a la que profanaba.
Ella elevó su pecho, infló los pulmones y se dió la libertad de gemir con volumen, cerrando uno de sus ojos, hundiendo el estómago, retorciendo los dedos de sus pies.
Mordió su labio inferior hasta que una gota bermellón la pintó y el gusto metálico le invadió el paladar.
Se sacudió, perdió la razón por segundos, gruñó por lo bien que se sentía... ¡Era tan enorme! Y ella tan pequeña...
Solo había tenido relaciones una sola vez y fue en su adolescencia... ¡Nada comparado con la enorme polla que ahora la penetraban! Era como si le estuviese quitando su virginidad por segunda vez...
Quietos y juntos, se miraron a los ojos sin saber que decirse. Peter observó sus labios húmedos por sus líquidos y la sangre; ella apreció el sonrojo en sus mejillas, el sudor en la frente y las arrugas que se formaban al fruncir el ceño.
Sin pensar, dirigió sus manitos a los anchos hombros, acariciando con la yema de los dedos la piel tibia. – Oh... Peter... – Gimió, siendo sin saberlo el detonante que explotó la bomba que era ese hombre salvaje.
La primera estocada fué la más dolorosa, sacándole un grito y una que otra lágrima. Se encogió bajo su cuerpo, deseando esconderse... Pero él no lo permitió.
Le tomó del rostro con una sola mano, forzando un puchero y el contacto visual.
– Recuerdo haberte dicho que quería verte. – El tomó grave de su voz enfatizó la segunda estocada, la cuál derritió su interior y deslizó el falo aún más profundo.
Le asintió, sumisa e hipnotizada, no queriendo desobedecerlo.
A partir de la tercera empezó la verdadera diversión.
...
La palabra indicada para describir lo que ocurría en esa cama era "terremoto", "desastre natural", "destrucción". No importaba, todas encajaban a la perfección.
La cama chocaba contra la pared en cada embestida, el sonido de sus voces se mezclaban en una melodiosa canción interpretada por el deseo y placer; las lágrimas de ella eran lamidas por él, la saliva goteaba de las comisuras...
Le sujetó la nuca y colocó su frente contra la de ella, curvando su espalda para darle con más fuerza.
No podía olvidar su edad, ¡Ya no era un adolescente! Ni un joven adulto, si no un señor de casi 40 al que le dolía la rodilla y la columna, que se cansaba con facilidad... ¡Incluso siendo el mismísimo spiderman! La arañita pudo haberle dado poderes, pero no inmortalidad; incluso a los más fuertes les llegaba la edad.
Teniendo aquello en cuenta, tuvo cuidado en mantener sus movimientos lentos pero los machetazos retumbantes, apuñalando sus puntos dulces con precisión y gracia. Eso le parecía gustar a la joven ya que no dejaba de suplicarle y chillar. Era como estar en el paraíso, uno estrecho que le exprimía la verga hasta sacarle todos los jugos, dejando salir gemidos bajitos con cada contracción que le atacaba el falo.
Tragaba pesado, suspirando y mirándole por el rabillo del ojo: ¡Era imposible no sentirse en el cielo con ese paisaje!
No le había mirado nada más que el escote en los últimos meses, pero ahora teniéndola tan cerca y tan vulnerable... Se daba cuenta de lo preciosa que era.
Hizo una pequeña pausa, agotado y con un dolor agudo en la cadera, pero fascinado por el rostro de princesa que ella poseía. Su dedo se dirigió por si solo hacia uno de sus rizos, jugando con él como un joven inexperto.
– Preciosa... – Susurró, sacándole una sonrisa a la chica que logró recomponerse durante el momento de paz.
– ¿Te haz quedado hipnotizado viéndome? – Hablaba con tono burlón, frotando el mentón del contrario con el pulgar como muestra de cariño.
La vergüenza se apoderó de Peter, pero su sinceridad le ganó. – Ojalá. No sé me olvida que soy un anciano, estás actividades de jovencitos me quitan toda la energía. – La gracia alivianó sus palabras y ambos rieron, pero la chica lo acercó un poco más a su corazón, subiendo la mano hasta su mejilla. Él, sorprendido, perdió su expresión divertida para darle paso a la confusión.
– Podría ir arriba si te sientes cansado... – Propuso con timidez, moviéndose ella misma con suavidad.
El castaño cerró sus ojos, jadeando grave ante la deliciosa sensación.
"Perro viejo no aprende trucos nuevos" decía la gente, pero gracias al cielo él era una araña.
...
– ¡Ah, señor Parker! – Sollozó entre lágrimas mientras daba saltos cuál conejo en pascua sobre su zanahoria, enterrándola mientras él le sujetaba las caderas con una mano para "apoyarla".
La otra mano estaba sobre su seno izquierdo, jugueteando con su pezón rosado; el seno derecho se encontró atrapado entre los labios expertos siendo lamido y succionado con hambre, saboreado y besado.
El mayor lo estaba disfrutando como nunca, apretándola contra su pecho y haciéndola rebotar como una pelota con su pelvis, cacheteando sus nalgas con la palma, devorándola entera como una gomita de osito... Una muy exquisita, sin duda.
El llanto ajeno le colocaba como una droga, besaba su mentón cuando ella le buscaba y la apuñalaba con más fuerza cuando su confianza sobrepasaba los límites impuestos anteriormente, incluso si por ello corría el riesgo de derramarse tan pronto.
Sus testículos estaban a punto de explotar por lo llenos que estaban, ¡Preparados para descargar! Para disparar, descargar a su descendencia directo en el objetivo.
Lo disfrutaba, claro que sí, pero le gustaba mucho más tener el control de la situación.
Esa chica se veía demasiado desorientada por su culpa, ¡El efecto Peter Parker, bendito sea! Y como era tan misericordioso (y ya no le dolía la espalda) tomó la decisión de acabar con su sufrimiento.
Se salió de su interior, llevándose como consecuencia una mirada de muerte por parte de ella. Lo que no sabía es que él tenía todo controlado; sin que pudiese objetar, le dió la vuelta para tenerla de espaldas y se colocó entre sus nalgas, devolviendo a su amiguito a la cueva que le protegía.
Juntos suspiraron, las uñas de ella desgarraron las sábanas y los dedos de él la carne de sus glúteos.
Los separó para mirar mejor, sudando por lo increíble que lucía: sus labios estaban rosados y brillantes por la cantidad de flujo que producía, su pene se deslizaba con facilidad en el interior y se encajaba con perfección en ella cómo si fuesen piezas creadas con la técnica sashimono.
Entrecerró los párpados durante el vaivén, sosteniendo la cintura de la chica.
Ella apretó, juntó los muslos y gimió contra la almohada mientras las lágrimas fluían por su rostro. Se sentía llena, le ardía y encantaba a su vez; el miembro le punzaba directo en una zona demasiado delicada y que le hacía gritar, empeorando (o mejorando) el asunto al tener su mano masturbando su vulva.
Así como él, ella no era capaz de aguantar ni un segundo más... Ni uno, llegando el momento que más temía.
Su respiración se agitó, la voz incrementó su volumen y, como una bendición en tiempos de sequía, de su intimidad brotó un pequeño chorro de líquido viscoso que manchó sus sábanas y las piernas del castaño adjunto a fuertes espasmos que la invalidaron. Chillando, jadeando, suplicando entre gemidos desesperados.
Peter sonrió, acelerando su ritmo para enloquecerla aún más.
Pero el único que terminó loco fué él.
Los aplausos llenaron las cuatro paredes de la habitación, cada vez más agresivos y rápidos.
Peter se cegó, convertido en bestia salvaje sin ningún tipo de control.
– ¡No... Aguanto... Más! – Jadeó ronco, obteniendo como respuesta un agudo alarido por parte de ella.
La tomó de un brazo para darle la vuelta, deseando tenerla de frente para apreciar cada expresión en su rostro.
Se miraron, observaron sus reflejos en las pupilas contrarias y, en medio de la música que creaban juntos... Le disparó.
Peter se encajó profundo y dejó salir su semilla directo en su útero, en el óvulo que de inmediato fué golpeado por miles de millones de espermatozoides desesperados por introducirse e iniciar la fecundación.
Uno fue el suertudo, y el milagro de la vida ocurrió en ella sin que lo supiese aún...
Él había dicho que quería verle las tetas cuando se corriese, pero llegado el momento lo único en lo que se fijaba eran sus hermosos ojos avellana...
Salió de su interior con sumo cuidado, observando cómo el líquido blanquecino chorreaba desde su vagina hasta los muslos y finalmente la cama. Tragó pesado, creyendo que se correría por segunda vez con tan solo ver eso.
– J-jesus... – Exhaló, exhausta y deshecha la antigua niñera.
– Mierda... – Le imitó el hombre con la pequeñisima diferencia de que, preso de su instinto, se acercó para apoderarse de sus labios de cereza, besándola cómo si fuese su primer amor, la única mujer en su vida...
La envolvió entre sus brazos, inhalando su dulzura y empapándose de su hermosura.
Ella no quería negarse, ¿Cómo lo haría si le deseaba tanto?
Sus lenguas se enrollaron, bailando el vals del amor dentro de la cavidad bucal.
Él acariciando su cuerpo, y ella su rostro, pero juntos tocando sus corazones que latían a un mismo ritmo.
Cada que sus ojos se encontraban eran incapaces de soportar la tensión entre sus labios... Y lo repetían las veces que querían hasta que, víctimas del cansancio, acabaron en los reinos de Morfeo tomados de la mano, juntos.
...
9 meses transcurrieron desde aquella noche.
Peter acabó recuperando a Mayday debido a que la zorra de Mary Jane terminó su relación con su ahora ex pareja y ya no quería hacerse cargo de la bebé.
El padre lo denunció ante la corte, haciendo justicia al obtener el 100% de la custodia de su pequeña.
No olvidó lo alegre que se veía la chiquilla al reencontrarse con su papá, casi llorando después de tanto tiempo separados.
Pero esa felicidad no se comparó a la que sintió al enterarse que tendría un hermanito.
Y es que si, la chica y el castaño decidieron mantenerse juntos incluso si ya no tenían un motivo para ello. Peter quería hacerse responsable del bebé que venía en camino y de la madre de este, reconociendo que, quizás... Podría amarla más allá del cuerpo. La adoraba como no tenía idea, y ella se sentía igual que él en tantos sentidos.
Su bebé merecía tener a sus padres juntos y Mayday una madre que la quisiese con todo el corazón, justo como ella lo hacía.
Un día cualquiera la joven entró en labor de parto, y después de 5 horas salió del quirófano con un precioso y saludable bebé. Peter a su lado vestido con el uniforme quirúrgico, tomando la mano de su chica mientras de sus ojos brotaban lágrimas de pura felicidad.
Mayday se acercó a la camilla con una resplandeciente sonrisa, saludó a su hermanito y abrazó a su nueva mamá.
Peter no podía sentirse mejor, lleno de regocijo y felicidad por haber formando por fin una familia donde tanto él como su niña pudieran ser completamente felices.