Chapter 1: Prólogo
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TW. Descripciones de una zona de guerra
1. Prólogo
Regulus Black tenía clara una cosa y esa era que su hermano lo odiaba.
Lo había tenido claro cuando en el instituto Sirius había preferido estar con el estupido de James Potter antes de pasar su tiempo con él, o cuando Sirius dejó de defenderlo ante sus padres y lo dejaba solo para cuidar de sus heridas.
Pero sobre todo lo tuvo claro cuando Regulus juró lealtad al Señor Tenebroso y obtuvo en su brazo una huella permanente de su decisión, la Marca Tenebrosa le sonreía con malicia desde su piel y lo atormentaba en sueños. Regulus se arrepentía, porque después de todo él era un cobarde y todo lo que había hecho para ganarse esa marca había sido hecho con el mero propósito de sobrevivir, no porque compartiera los ideales de Lord Voldemort, ni porque sintiera alguna clase de lealtad, simplemente él no era tan valiente como Sirius para desobedecer a sus padres y unirse a Dumbledore.
Jamás sería como su hermano y Sirius lo odiaría por ello el resto de su vida.
No todo era malo, al menos Regulus tenía sus pociones, desde que llegó a Hogwarts cuando tenía apenas once años, supo que su pasión eran y siempre serían las pociones. Le encantaba lo metódico del proceso, como requería de su completa atención y podía olvidarse de todo por un instante. Podía olvidar que era Regulus Black, el heredero de la Noble Casa Black.
Justo eso estaba haciendo en ese preciso instante, desde que la guerra había comenzado no había tiempo que perder, las pociones curativas eran tan demandadas como las pociones explosivas y Regulus dirigía el Departamento de Elaboración de Pociones o DEP como solía abreviarlo su amigo Barty. A pesar de los peligros y del contexto en el que vivía a Regulus le gustaba su trabajo, pasaba todo el día encerrado en su laboratorio creando pociones y supervisando a los demás magos para que no cometieran ningún error. Regulus puso los ingredientes finales a su poción de Félix Felicis, los mortífagos la necesitaban cada que salían al campo de batalla para que les diera suerte.
Termino de hacer el último lote del día, pero aún no quería irse a casa, así que se quedó en el laboratorio aún después de que todos los demás se hubieran ido, a Regulus le gustaba experimentar, en ese momento trataba de mejorar la poción multijugos para que su efecto fuera más prolongado, sin embargo tardó horas hasta que por fin tuvo un pequeño progreso. Frustrado y bastante cansado, Regulus decidió irse a casa.
Su casa, era más bien una mansión, la mansión de los Black. Regulus vivía ahí ahora que sus padres ya no estaban, Orión Black había fallecido cuando Regulus aún estaba en Hogwarts, durante su cuarto año y el quinto de Sirius. Mientras que Walburga acababa de fallecer hace apenas un par de meses, cuatro para ser exactos. La casa de los Black jamás había sido acogedora, pero ahora sin su madre, Regulus sentía que la inmensidad de la casa, sus blancas paredes decoradas sólo con cuadros de los familiares, lo inmaculado que estaba cada dormitorio y habitación y el frío del ambiente eran mucho menos tolerables que cuando era un niño.
Regulus no podía negarlo, se sentía solo. La casa era demasiado grande para él, pero no tenía las agallas para mudarse, creo que sobraba decir que Regulus no era valiente para nada, por algo había sido sorteado en Slytherin y no en Gryffindor junto a su hermano.
A pesar de que era pasada la media noche y de que había estado desde la mañana trabajando no se encontraba cansado para nada. Aún así decidió meterse en la cama y tratar de dormir, solo Merlín sabía cuanto necesitaba dormir, pero a pesar de lo agotador que era el peso de la guerra y por mucho que lo intentara le era imposible conciliar el sueño. De alguna manera, después de dar muchas vueltas en su cama, logró conciliar el sueño por lo que parecieron minutos hasta que un ardor terrible lo despertó. Regulus se levantó sobresaltado y corrió a vestirse con lo primero que encontró. El ardor solo podía significar una cosa, Lord Voldemort demandaba su presencia de inmediato.
Regulus salió de su casa y apareció rápidamente en el escondite del Señor Tenebroso, al llegar Evan lo recibió con un fuerte abrazo.
-Reggie, me alegro mucho de verte.
Regulus dejó que su amigo lo abrazara por un par de segundos antes de romper el contacto.
-¿Qué sucede Evan?
-Ha habido un ataque recientemente, Lord Voldemort está furioso, quiere que todos los mortifagos salgamos a las calles y quiere que lo hagamos ahora.
Regulus asintió, tratando de tragarse su miedo junto con su saliva, siempre se ponía nervioso a la hora de salir a combatir, se sentía mil veces más seguro en la comodidad de su laboratorio, alejado del mundo y de la guerra, pero había ocasiones en las que había tenido que salir a luchar, lo odiaba, odiaba matar y temía ser asesinado. Regulus se ajustó su capa y se preparó para recibir instrucciones, su rol consistía más en ser una especie de curandero, se encargaría de administrar pociones curativas y asegurarse de que pudieran trasladar a cuantos mortifagos heridos pudieran. No era tan riesgosa como sus otras misiones, pero estando en guerra siempre había riesgo de morir y esa perspectiva le aterraba más que nada en el mundo.
Regulus no quería morir y mucho menos quería hacerlo por una causa sin sentido, pero no tenía otra opción, de alguna manera tenía que honrar la memoria de su madre ¿no? Una vez que preparó todo lo que necesitaría para su misión, Regulus se apareció en el Callejón Diagon, no sabía lo que esperaba, pero definitivamente no era aquello. Evan había dicho que había habido un ataque, pero aquello parecía más bien una masacre, había tantos cuerpos tirados en la avenida que era imposible caminar entre ellos. Había tanto cuerpos enemigos como de varios mortifagos que Regulus reconoció. Inmediatamente se puso a revisar quienes aún vivían, comenzó a administrar pociones curativas a diestra y siniestra, trabajando lo más rápido que sus manos se lo permitían, quería salvar a tantas personas como le fuera posible. Regulus se inclinó sobre un cuerpo, estaba tan nervioso que su pulso le palpitaba en los oídos, el mortifago apenas y respiraba, tenía mugre y sangre cubriendo su rostro. Regulus alzó la cabeza de este para administrarle la poción y fue entonces cuando se dio cuenta de a quien sostenía entre sus brazos, era Barty, su mejor amigo en todo el mundo.
-Maldición Barty, no te atrevas a morir.
No obtuvo respuesta alguna, tan solo un quejido cuando volvió a colocar su cabeza en el suelo. Después de lo que pareció una eternidad un equipo de rescate se acercó a llevarse a Barty, Regulus le dedicó una última mirada, esperando lo mejor, antes de dirigir su atención a los demás mortifagos que se encontraban heridos. Estaba tan concentrado en su trabajo que dio un brinco cuando una de sus compañeras le tocó el hombro.
-Regulus, es hora de irnos, llegaron refuerzos.
Pero no, Regulus no podía irse, al menos no aún, había muchos cuerpos, demasiados y él tenía que hacer algo, tenía que ser útil. Con un movimiento brusco se sacudió la mano que sostenía su hombro y continuó su tarea de sanar una fea y posiblemente infectada herida en el cuello de una chica que reconocía por haber estado en su mismo grado en Hogwarts. Sus compañeros intentaron hacerlo entrar en razón, pero Regulus hizo caso omiso. Al final se quedó solo, en medio del campo de batalla, no se inmuto cuando los hechizos comenzaron a volar en su dirección ni cuando mortifagos comenzaron a retirarse debido a que los enemigos los superaban en número. Su mente estaba concentrada en una sola cosa, salvar a cuantos pudiera, a pesar de su miedo, de su terrible ansiedad, él tenía una sola misión y tenía que ayudar a cuantos pudiera. Al final fue el hecho de que un hechizo aturdidor le pasó rozando la oreja, la gota que colmó el vaso, después de todo Regulus no quería morir.
Tomó sus cosas y corrió lo más rápido que pudo, necesitaba llegar a un lugar seguro para poder aparecer de vuelta en el escondite de Voldemort, no podía arriesgarse a que lo siguieran. En su camino tuvo que matar a un chico que apenas rozaba los dieciocho, se sintió tan miserable, pero su instinto de supervivencia era mayor que su lastima. Después de un rato logró ver un lugar perfecto para aparecer, a pesar de su cansancio comenzó a correr aún más rápido, estuvo a punto de llegar, pero de pronto, sintió como perdía el equilibrio y sus rodillas caían sobre el frío pavimento. Regulus se había tropezado con algo, o mejor dicho, con alguien. Regulus se volvió a ver quien era quien lo había hecho tropezar y muy a su pesar lo reconoció enseguida.
Era James Potter.
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2. Enemigos mortales
James Potter lucía como un cadáver, el único indicio de que aún vivía era el leve subir y bajar de su pecho. Los oídos de Regulus zumbaron, ¿que debía hacer? Lo correcto sería matarlo, después de todo era James Potter, quien era conocido por ser un importante eslabón en la cadena de mando de Dumbledore. ¿Podría matarlo?Es decir, claro que podía, después de todo lo había hecho antes, pero era Potter, el estupido amigo de Sirius y aunque no hablaran más, aunque Sirius lo odiara, no podía hacerle eso, no podía asesinar a la persona que Sirius amaba más en este mundo.
-Puta madre, Potter, si nos matan te juro que te mato.
Con poca delicadeza, levantó el cuerpo inerte de James y después de hacer un rápido escaneo de su perímetro decidió que era seguro aparecerse, solo que no fue directo al escondite de Voldemort, sino que se apareció en su casa.
-¡Kreacher!- Inmediatamente el elfo doméstico se apareció listo para servir a su amo.- Necesito que traigas todas mis pociones curativas.
-¿El amo Regulus está herido?- Preguntó.
-¡AHORA!- Grito ocasionando que el elfo se sobresaltara, este desapareció con un chasquido y regresó un minuto más tarde con todas las pociones curativas que Regulus tenía en su habitación. Tomó su varita e hizo un rápido hechizo para evaluar los daños, James tenía varias costillas rotas y posiblemente una le estaba perforando un pulmón, había mucha sangre, pero ninguna herida aparente, lo que indicaba que todas sus heridas eran internas. Lo cual no era una buena señal, para nada, Regulus no perdió ni un instante más, comenzó a atender a James lo mejor que pudo, pasaron horas, pero Regulus no podía rendirse, se lo debía su hermano, por no haber sido más valiente, por haber preferido a sus padres antes que a él. Después de lo que pareció una eternidad, James logró estabilizarse, aún se encontraba mal herido, pero el riesgo de muerte había pasado. Regulus se dejó caer a un lado del ahora curado cuerpo de James, ambos se encontraban en el suelo mirando hacia el techo, Regulus tan increíblemente agotado que de haber cerrado sus ojos se habría quedado dormido. Giró su cabeza para mirar a James, si mal lo recordaba su cumpleaños acababa de pasar y ya tendría veinte años, uno más que Regulus. Pudo notar que James, aunque aún malherido y habiendo escapado de la muerte por poco, se veía atractivo. Regulus no se dio cuenta del momento en el que se quedó dormido, hasta que un fuerte golpeteo en su puerta hizo que se despertara de golpe. En algún punto había amanecido y ya había pasado medio día.
-Kreacher.- Volvió a llamar al elfo, quien se apareció con un chasquido.- Necesito que lleves al señor Potter a mis aposentos, ahora.
-Pero señor, el señor Potter es un traidor a la sangre.
-Kreacher haz lo que te digo.
Sin refutar más, el elfo desapareció llevándose a James consigo. Regulus camino hasta la puerta y la abrió, sin esperar una invitación para entrar Evan traspasó las puertas y le dio un fuerte abrazo a Regulus.
-Por Merlín, Reggie, creí que algo te había pasado. No apareciste con el resto de los curanderos.
-Estoy bien, solo me quede a ayudar un poco más.
Su amigo lo soltó para verlo a los ojos.
-Pues no vuelvas a hacer una tontería como esa, casi perdemos a Barty ¿lo sabías?
La sangre de Regulus se congeló, trato de concentrarse en las palabras de Evan y en el énfasis en el casi, Barty estaba bien, Regulus lo había salvado. Trato de repetir esas palabras hasta que los latidos de su corazón volvieron a regularse.
-Esta bien, Reggie, ya despertó y dijo que recuerda que tu lo salvaste.- Era como si Evan pudiera leer los pensamientos de Regulus, sin esperar ni un momento más, volvió a abrazar a su amigo.
-¿Hay reunión?- Pregunto una vez que se separaron, Evan negó con la cabeza, le explicó a Regulus que la habían tenido esa mañana.
-Puedes descansar el resto del día, Reg, nadie espera que te presentes hasta tu turno de mañana.
No pudo evitar sentirse aliviado, dormir en el piso no había sido la mejor idea y definitivamente necesitaba una buena taza de café antes de poder hacer una poción que no le fuera a explotar en la cara. Se despidió de Evan y subió a su recamara, casi pego un grito cuando descubrió a un hombre durmiendo en ella. Con la visita de Evan se había olvidado por completo de que James Potter estaba en su casa y peor aún, en su cama. James dormía algo agitado, por sus movimientos bruscos parecía que estaba teniendo pesadillas. Regulus dudo por un instante, pero en algún punto tenía que despertarlo ¿no?
-Potter.- Suavemente movió su hombro y trató de despertarlo, James se sobresaltó y se alejó tanto de Regulus como le fue posible, pegándose a la pared. Sus ojos estaban desorbitados y su respiración estaba agitada. Parecía un ciervo salvaje y desorientado por los faroles de un auto. Tardó un par de segundos en reaccionar y en darse cuenta de que la persona a su lado pertenecía al enemigo. Instintivamente James buscó su varita, pero no la traía consigo.
Regulus notó su pánico, como este iba en aumento al darse cuenta de quien estaba con él en la habitación.
-Alejate de mi Black.- Escupió con veneno en la voz.
Regulus levantó sus manos en señal de rendición.
-Normalmente se dice gracias. Te acabo de salvar la vida.
James lo miró incrédulo, comenzó a tantear su cuerpo en busca de alguna herida, y al no encontrar ninguna hizo ademán de levantarse, pero Regulus lo detuvo.
-Tienes que descansar, estuviste a punto de morir.
James lo miró con odio, no era de extrañarse, se habían odiado prácticamente desde que eran unos niños. Cuando Sirius había decidido darle la espalda a su familia y había caído directo en los brazos de Potter. En Hogwarts Regulus no siempre se había portado de lo mejor, hacía comentarios mordaces y hechizaba a los Merodeadores (el grupo de amigos de Sirius) siempre que podía, a su vez James junto con Peter Pettigrew y Remus Lupin lo odiaban a muerte, por representar todo lo que Sirius jamás había sido: un hijo obediente, que no cuestionaba a sus padres. Un buen peón.
-¿Por qué?- Demandó James, Regulus no entendió la pregunta hasta que el otro chico clarificó.- ¿Por qué me salvaste?
Regulus soltó un resoplido, no quería admitir sus razones ante nadie y mucho menos ante un Potter, pero no se le ocurrió otra cosa que decir más que la verdad.
-No lo hice por ti, lo hice por Sirius.
La mirada de sorpresa que le dedicó lo dejó sin palabras, James había abierto mucho los ojos y lo miraba fijamente.
-¿Por Sirius?- James repitió, incrédulo, mirando a Regulus como si estuviera viendo algo nuevo por primera vez. -¿En dónde estoy?
-Estás en la Mansión Black.
Rápidamente James se puso de pie, murmuró algo acerca de que tenía que irse, pero había algo en sus ojos, algo que Regulus conocía muy bien, miedo. Intentó tranquilizar a James sin éxito, a pesar de lo mucho que le insistió en que tenía que quedarse a descansar, el otro chico quiso marcharse.
-No quiero encontrarme con tu madre.
Las palabras que salieron de su boca sorprendieron a Regulus, quien se detuvo en seco, intentó reprimir las lágrimas. A pesar de que su madre había sido horrible con él y de que las cicatrices tanto físicas como emocionales lo acompañarían de por vida, no podía evitar sentirse desolado ante la ausencia de su madre.
-Mi madre está muerta.- Dijo con un tono de voz gélido.
James lo miró fijamente, como si lo que hubiera dicho Regulus fuera una broma.
-No es verdad.
Regulus asintió.
-Lo es, murió hace cuatro meses.
-Estás mintiendo, lo sé porque Sirius no me dijo nada y…
Entonces algo hizo click en ambos chicos, si Sirius no le había dicho nada a James, era porque no lo sabía.
-Va a estar destrozado.
Eso sí era un buen chiste, Regulus dejó salir un risa fúnebre.
-Dudo mucho de que a Sirius le importe algo su familia.
James lo miró, no con maldad u odio, sino con una infinita tristeza.
-Te sorprendería.
Regulus lo miró con incredulidad, en su mente no cabía la idea de que a Sirius le importara algo lo que pasará con él o con sus padres.
-Nos vemos, Black.
Fue lo último que dijo antes de salir por la puerta, ni siquiera se despidió o le dio las gracias a Regulus.
-De nada, idiota.- Murmuró por lo bajo a la nada.
Regulus tenía que admitir que tras la partida de Potter su casa se sentía mucho más vacía y solitaria. No se permitió pensar mucho en eso, después de todo tenía que irse a dormir, mañana sería un nuevo día y necesitaría energía. Se acostó en su cama sin cambiarse de ropa antes y cerró los ojos.
No durmió nada esa noche, pensando en que Sirius no sabía.
Notes:
Primera interacción de Regulus y James, ¿que les pareció el capítulo?
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3. Las deudas se pagan con sangre
Tw. Violencia
La primera carta llegó a la mañana siguiente.
No entendía el porqué, ni el cómo, pero tenía un pedazo de pergamino enrollado a los pies de su cama. Regulus lo miró con curiosidad, una lechuza no habría podido traerla y dejarla hasta aquí, si fuera de algún mortifago habría simplemente usado la chimenea o la Marca Tenebrosa. No lo entendía, pero la curiosidad lo estaba matando. Tomo lo que asumía que era una carta en sus manos y con mucho cuidado desdobló el pergamino, el cual era demasiado largo, tenía metros y metros de longitud y la nota escrita en el tan solo era de unas cuantas líneas.
Regulus,
Gracias por salvarme, anoche me fui sin darte las gracias y lo lamento.
Con respecto a la madre de Sirius, me gustaría que me compartieras la información necesaria sobre su muerte, para poder decírselo a Sirius.
Sinceramente,
J.P
P.D debido a la situación actual (ya sabes, la guerra), las lechuzas no son seguras, por lo que para comunicarme tu respuesta bastará con que la escribas y dejes el pergamino en donde lo encontraste.
La letra era apenas legible, pero Regulus pudo comprender lo que decía, el pergamino le pareció un artefacto interesante, era claro que estaba encantado, tal vez usaba una magia similar a la de los trasladores, sin duda quería examinarlo en su laboratorio, pero eso pondría en riesgo su vida, ya que estaba prohibido hablar con el enemigo, sin embargo, Regulus había hecho algo mucho peor, había salvado su vida. Si alguien se enteraba sería su fin, lo asesinarían de inmediato. Un escalofrío le recorrió la columna y el pánico se empezó a apoderar de él. Lo más sensato sería quemar el pergamino y fingir que nada había pasado, pero la parte de él que aún amaba a Sirius sentía que merecía saber lo que le había ocurrido a su madre.
Con mucho recelo, tomó el pergamino y lo puso sobre su escritorio, sacó de un cajón una pluma y un tintero y se dispuso a escribir una respuesta.
Potter,
Mi madre falleció de una enfermedad muy rara que se suponía solamente afectaba a los muggles. Irónico ¿no? Estuvo enferma por varios meses, incluso dejó de participar en la guerra, Kreacher y yo la cuidamos muy bien e hicimos lo posible para que sus últimos días fueran los más agradables posibles, dadas las circunstancias.
Está enterrada en el cementerio familiar, Sirius es bienvenido a visitarla cuando quiera, después de todo aún sigue siendo un Black. Prometo que el cementerio es una zona neutral y nada malo le pasará, además me gustaría verlo y poder charlar con él, si es que está de acuerdo.
Saludos,
R.A.B
Regulus dejó el pergamino justo en donde lo había encontrado y se fue al laboratorio al regresar, el pergamino seguía en el mismo sitio, solo que ahora contenía una respuesta.
Regulus,
Gracias por compartir los detalles, lamento mucho la muerte de tu madre.
Con respecto a Sirius, le comenté lo ocurrido y no piensa ir a visitarla o a ti, lo siento, aunque no lo dijo, se que te agradece mucho el que hayas salvado mi vida.
Yo también te lo agradezco.
En otras circunstancias o en otra vida quizá, tal vez podríamos haber sido amigos.
Sinceramente,
J.P
Regulus miró fijamente las últimas palabras escritas con esa letra terrible. ¿Amigos? Acaso James estaba mal de la cabeza, ellos jamás, ni siquiera en otro universo, podrían ser amigos. Decidió no contestar la carta, no había nada que quisiera decirle a James Potter, aunque sí se sentía algo decepcionado de que Sirius no hubiera querido verlo. Ni siquiera sabía qué le diría, ¿le suplicaría perdón? ¿Trataría de hacerlo entender? ¿Le explicaría el por qué de sus decisiones? No tenía caso preguntarse qué le diría, porque esa conversación jamás ocurriría.
Regulus se dejó caer en la cama, con un fuerte dolor de cabeza, trató de conciliar el sueño, pero fue en vano, apenas había dormido un par de horas cuando tuvo que levantarse para ir al laboratorio. Regulus se dio un baño rápido y se vistió con sus prendas habituales: una camisa negra, jeans oscuros y zapatos cómodos. Rápidamente se apareció en el laboratorio, la jornada del día de hoy prometía ser larga y tediosa, las pociones que tenía que hacer eran muy complejas y laboriosas. Se pasó toda la mañana mezclando ingredientes, estaba tan absorto en su trabajo que olvidó por completo pausar para comer.
Fue de la nada. Un calor abrasador le recorrió de pies a cabeza, alcanzó a divisar un destello, seguido de un ruido ensordecedor que le lastimó los tímpanos. Todo a su alrededor se llenó de llamas que amenazaban con devorar su arduo trabajo. El aire se volvió pesado, con un olor a metal quemado y a ceniza. Regulus se agachó lo más rápido que pudo, a su alrededor tan solo podía observar llamas y humo, no tenía ni idea de donde estaba la salida o de quien había lanzado la bomba. Se llevó las manos a los oídos, los cuales no habían dejado de zumbar y de dolerle como el carajo. Sus dedos se toparon con un líquido, indicando que tenía los tímpanos reventados. Como pudo y gracias a la adrenalina se puso de pie, cubriendo su boca y nariz con su antebrazo. Trató de caminar hacia donde suponía que estaba la puerta, usando su varita conjuró un hechizo de agua para tratar de apagar las llamas que le bloqueaban el paso. Logró salir a cuestas del laboratorio, solo para darse cuenta de que el resto del lugar se había convertido en un campo de batalla. Mortifagos luchaban contra la Orden del Fénix y Regulus se encontraba abrumado, apenas hace un par de días que había estado al frente y ahora la guerra había llegado a su puerta, a su laboratorio.
Inmediatamente sacó su varita y comenzó a lanzar hechizos defensivos, las llamas habían logrado escapar del laboratorio y amenazaban al resto del lugar, el humo inundaba el ambiente y cada vez la tos de Regulus se hacía peor, además el hecho de que no escuchaba bien hacía que se le dificultará esquivar los distintos hechizos que le lanzaban. Una segunda explosión hizo que el suelo retumbara, las llamas ahora consumían el lugar y Regulus cada vez podía respirar menos. Un encantamiento aturdidor le dio en el pecho e hizo que cayera sobre su espalda, el mundo se oscureció y lo siguiente que supo era que unos brazos lo estaban cargando.
Entrecerró los ojos y pudo observar el rostro de su salvador; mandíbula afilada, piel morena llena de ceniza, ojos redondos y penetrantes y un par de gafas doradas. La persona hablaba, pero Regulus no podía distinguir nada de lo que decía. Pudo observar como el extraño sacaba su varita y la pasaba por todo su cuerpo, para después darle una poción que sabía asquerosa. El zumbido de sus oídos fue disminuyendo hasta que desapareció por completo, en algún punto su salvador lo había llevado lejos del bullicio.
-Potter.- Dijo en cuanto reconoció a quien lo había salvado.
-Regulus, supongo que estamos a mano.
Dicho esto James se marchó.
Notes:
Muchas gracias por leer la historia, espero que la estén disfrutando :)
Chapter 4: Siempre hay un culpable
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-Creí que habías muerto.
Con esas palabras Evan lo recibió en cuanto Regulus entró a la reunión de emergencia a la que Voldemort los había citado.
-Pues no lo estoy.- Exclamó Regulus de mal humor, se sentía agotado, además la masacre de su laboratorio lo tenía extremadamente triste, a pesar de que lo que hacía era claramente lo equivocado, esas pociones, esos registros de cada una de ellas eran el trabajo de su vida. La pérdida se sentía como un apuñalada en el corazón, las pociones eran lo último que le quedaba y ellos, se lo habían arrebatado. ¿Acaso Regulus no había sacrificado lo suficiente? Ya había vendido su alma al diablo, había perdido a sus padres y a su hermano y ahora, no le quedaba nada, absolutamente nada.
La reunión comenzó en cuanto una figura alta y delgada, con piel tan pálida que era casi transparente. Su rostro carecía de humanidad y las fosas nasales de serpiente que tenía se hinchaban con furia. La habitación se enfrió al instante, llegando a una temperatura tan gélida que cada que alguien abría la boca de ella salía humo blanco. Aunque nadie se atrevió a hablar, todos contuvieron la respiración, expectantes y temerosos acerca de qué era lo que tenía que decir. Después de lo que parecieron horas, Lord Voldemort pronunció con esa voz cargada de magia oscura:
-Regulus Black.
Todos se giraron de inmediato para mirarlo, lentamente todos se hicieron a un lado para dejarlo pasar. Regulus trago saliva, le dedicó una mirada de pánico a Evan quien no se atrevió a mirarlo a los ojos. Camino con pasos lentos e inseguros, con cada metro que se acercaba su corazón iba latiendo con más fuerza. El miedo era una sensación familiar para Regulus, lo había sentido cuando su madre se enfadaba, lo sintió el primer día de clases de Sirius porque significaba que estaría lejos de la casa, lejos de él. Sin embargo el miedo más grande que jamás había sentido fue en ese momento, con todas las miradas de los mortífagos sobre él y Lord Voldemort esperando por él. En cuanto llegó hasta donde se encontraba, el Señor Tenebroso se giró y salió de la habitación para entrar en una adyacente. Sin decir nada, Lord Voldemort se giró para encarar a Regulus, tomó su varita y susurró:
-Crucio
Un dolor como jamás había sentido invadió su cuerpo, se sentía como si mil agujas se clavaran en cada uno de sus nervios simultáneamente, sin poder evitarlo, sus rodillas fallaron y Regulus cayó al suelo, se colocó en posición fetal para intentar mitigar un poco el dolor, pero esto fue en vano. Cada fibra de su cuerpo ardía y se sentía tan caliente como si estuviera en contacto directo con el sol. No pudo durar más que un par de segundos, pero estos se sintieron eternos.
-Regulus Black.- Exclamó Voldemort mientras se acercaba lentamente hasta su cuerpo mancillado, utilizando la punta de su varita levantó su barbilla para obligarlo a verlo a los ojos.- Dime qué fue lo que sucedió en el laboratorio.
Regulus narró lo sucedido con voz temblorosa y desgastada, dejó de lado la parte que involucraba a James Potter y utilizó sus mejores dotes de Oclumancia para ocultar esa información en lo más recóndito de su cerebro.
-El ataque fue un trabajo interno, quiero saber quién es el culpable y lo quiero saber ahora.
Regulus trago saliva intentando ocultar el pánico.
-Descubre quien lo hizo o el responsable serás tú.
Dicho esto volvió a lanzarle un crucio, esta vez duró más que un par de segundos, se prolongó tanto que Regulus se desmayó. Despertó un par de horas más tarde en su cama con un terrible dolor de cabeza y un ardor en todo su cuerpo.
-Buenos días, preciosura.- La voz alegre de Barty hizo que su jaqueca aumentará.
-Barty ¿qué haces en mi habitación?
-Oh ya sabes, siendo el mejor amigo del mundo y cuidándote.
Regulus se sentía desorientado, podía detectar el amargo sabor de la sangre en su boca, en algún punto debió de haberse mordido la lengua, los estragos de la tortura lo hicieron temblar y sacudirse de manera violenta.
-Tómalo con calma Reg, fuiste torturado hace apenas un par de horas.
Regulus recordó la primera vez que había sentido la maldición cruciatus, fue cuando cumplió dieciséis años, Sirius había hecho alguna tontería, como siempre, ya ni siquiera podía recordar qué había sido, pero Regulus si recordaba que se echó la culpa para proteger a su hermano, algo que jamás había hecho antes, es más, era la única cosa valiente que había hecho en su vida. Recordó el fuerte ardor que sintió por todo su cuerpo, a pesar de que la maldición de su madre no era tan fuerte como la de Voldemort, el dolor había sido tan intenso que Regulus se había doblado sobre sí mismo, su columna se sintió como si fuera a partirse en dos. Sacudió su cabeza intentando escapar de sus recuerdos, tenía cosas más importantes en las que pensar.
-Barty, no puedo tomármelo con calma, tengo un gran problema.
Barty lo miró con curiosidad y Regulus le contó su interacción con el Señor Tenebroso.
-Es imposible que averigües quién fue el traidor tú solo.
-¿Crees que no se eso?
Regulus se frotó las sienes con sus dedos índice, su dolor de cabeza iba en aumento y la ansiedad le carcomía por dentro.
-Reg.- Barty se acercó a él y tomó su cara en sus manos.- No estás solo, yo te ayudaré a descubrir quién fue el traidor.
Regulus sintió una oleada de calma y felicidad, estaba muy agradecido por tener a su amigo, Barty y él se habían conocido cuando ambos estaban en Hogwarts, desde la primera vez en la que Regulus posó sus ojos sobre Barty supo que había algo especial en él, su amistad se volvió tan importante en la vida de Regulus como respirar. Se habían salvado la vida tantas veces que era imposible seguir la cuenta, simplemente eran los mejores amigos.
-Gracias. -Murmuró Regulus con una pequeña sonrisa.
-Por cierto, encontré este pergamino a un lado de tu cama.-Barty sostenía entre sus manos el pergamino encantado que había dejado James. El pánico comenzó a apoderarse de Regulus, si Barty lo leía estaría convencido de que el traidor era él. Regulus intentó poner su rostro neutro.
-No es nada, tíralo a la basura.-Barty hizo caso y lo tiró. Su amigo se quedó un par de horas más, lo ayudó a alimentarse y lo acompañó a la ducha, ya que en palabras de su amigo “Regulus apestaba más que el sombrero seleccionador.” El chico era un buen amigo, siempre lo apoyaba en las buenas y en las malas, el hecho de que ambos se salvaran la vida más de una vez, demostraba lo fuerte que era su vínculo. Barty estuvo ahí para Regulus cuando su madre enfermo, además de Evan, Barty fue la única fuente de consuelo que le quedaba, fue como una fuente de calor en un día invernal. Lo único que Regulus no le había confiado a Barty en años de amistad, eran sus encuentros con James Potter y teniendo en cuenta lo leal que era a Lord Voldemort, lo mejor sería no hacerlo. De los tres, Barty era el único que verdaderamente creía en los ideales de pureza, con los años se había vuelto más cínico y más ansioso porque el Señor Tenebroso ocupara un cargo de poder.
Si Barty descubre lo de James, estoy muerto, no importa que tanto me ame, ama más a Voldemort.
Pasadas un par de horas más Barty tuvo que marcharse, Regulus sintió un profundo vacío al quedarse solo en la Mansión Black. Los recuerdos de su infancia lo acosaban con cada sala que pisara, y los sentimientos de profundo abandono se aferraban a su ser como las espinas a un cactus. Era doloroso, tal vez, incluso más que el cruciatus, la soledad que sentía en su alma era un peso que cargaba todos los días de su existencia.
Después de pasarse una hora dando vueltas en la cama decidió hacer una locura, sin pensarlo demasiado tomó el pergamino de la basura y sacó su tintero junto con una pluma. Culpó a la soledad o tal vez a las últimas palabras que le había dedicado Potter, pero en ese momento Regulus necesitaba un amigo.
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Potter,
Creo que no te he agradecido propiamente por haberme salvado, gracias.
Dijiste que en otra vida quizá hayamos podido ser amigos, no dejo de preguntarme si en esta vida cabe esa posibilidad.
Tal vez no respondas, tal vez no debería de escribirte esta carta, pero mi cuello ya está en juego y no tengo más que perder.
Sinceramente,
R.A.B
Regulus no esperaba una respuesta, pero a la mañana siguiente encontró el pergamino justo donde lo había dejado, lo tomó en sus manos, con miedo de encontrarlo vacío, pero igualmente temeroso de encontrar una respuesta. Al final se armó de valor para leer las palabras de James:
Querido Regulus,
Debo admitir que me sorprendió encontrarme con el pergamino a los pies de mi cama, aún no he decidido si fue una grata sorpresa o no.
No se si una amistad pueda ser posible, sin embargo me he estado preguntando si estas bien, ya que mencionaste que tu cuello estaba en juego.
¿Sabes? Me sorprendió mucho saber que aún piensas en Sirius, tanto que me salvaste la vida, siempre te tuve en el concepto de una persona fria y distante, demasiado absorto en su mundo de pureza y frivolidades como para pensar en aquellos que pensamos diferente. No sé, creo que jamás pensé que salvarías a un traidor de la sangre.
Sinceramente,
J.P
Regulus releyó la carta una y otra vez, ¿ese es el concepto que los demás tenían de él? ¿Lo veían como un maldito supremacista de la pureza de la sangre? No sabía porque le sorprendía tanto, era un mortifago después de todo, pero la sola idea de ser comparado con algunos de sus compañeros o incluso con Lord Voldemort lo hacían querer vomitar. Rápidamente tomó su pluma y comenzó a escribir una respuesta.
Potter,
No me sorprende que ese sea el concepto que tienes de mi, te sorprendería saber lo poco que concuerdo con los ideales de Voldemort.
Con respecto a mi estado, me encuentro bien, dentro de lo que cabe, hay un asunto que tengo que resolver tan pronto como sea posible, tal vez puedas ayudarme aunque dudo que me digas el nombre del responsable del ataque a mi laboratorio. Gracias por eso, destruyeron años de arduo trabajo.
En fin, a pesar de que no somos amigos, tenemos en común a una persona y llevo tiempo queriendo saber cómo está, así que te lo pregunto y te ruego que me respondas con la verdad ¿cómo se encuentra Sirius? ¿Está comiendo bien? Recuerdo que cuando estaba bajo mucho estrés solía olvidarse de alimentarse, ¿y qué hay más estresante que una guerra? ¿Sigue siendo un bastardo testarudo? Me he preguntado si aún conserva su carisma o si la guerra lo ha hecho duro.
Espero tu respuesta con ansias.
Sinceramente,
R.A.B
La respuesta no tardó más que un par de minutos en llegar.
Querido Regulus,
Para ser sinceros Sirius se encuentra mal, la guerra lo está carcomiendo, como a todos nosotros, y la noticia de su madre le sentó mal. Con respecto a su alimentación, no te preocupes, yo me estoy asegurando de que coma bien.
Sobre lo del ataque al laboratorio, no sabíamos que era tuyo, y tienes razón no te dire quien nos dio la información, aunque sí lamento que tu cuello esté en juego.
Regulus, he estado pensando en esto desde que salvaste mi vida y es que cada segundo que paso hablando contigo me doy cuenta de que no eres como los demás mortífagos, tal vez deberías considerar trabajar con nosotros, si no concuerdas con los ideales de Voldemort, entonces estas en su contra y para ganar esta guerra necesitamos ayuda interna.
Piénsalo ¿si?
Sinceramente,
James.
Regulus miró incrédulo las palabras escritas con esa letra tan ilegible, James le estaba pidiendo que cambiara de bando, que traicionara a todos aquellos que desde niño habían estado a su lado; a Barty, a Evan, a sus padres, incluso a Dorcas, quien a pesar de que no veía desde hace meses, seguía siendo su amiga y una mortífaga hecha y derecha. Todas aquellas personas que contaban con él, todo su trabajo de los últimos años sería en vano, todo su esfuerzo por subir de rango, absolutamente todo sería tirado a la basura, sin mencionar que si lo descubrían Voldemort lo asesinaría después de torturarlo lenta y dolorosamente.
Decidió no contestarle más a James, estaba confundido, su corazón estaba dividido, por una parte estaban sus amigos, su familia, el trabajo de su vida y por otra parte la oportunidad de hacer lo correcto, de reconciliarse con Sirius, de ser parte de algo más grande. Sacudió su cabeza para tratar de centrarse, camino hasta la chimenea para aparecerse en su nuevo laboratorio improvisado, para ser honestos Regulus lo odiaba, su antiguo laboratorio tenía pisos de granito, paredes altas y blancas, tenía su propia oficina con tres mesas de trabajo, cuatro calderos y una estantería con todos los ingredientes que pudiera desear. Se había esforzado por hacerlo su hogar, había dedicado cuerpo y alma a cada una de sus pociones, a sus investigaciones y ahora todo estaba en ruinas, el fuego lo había convertido en cenizas. Era casi como su vida, desde la llegada de James Potter todo se había vuelto de cabeza y ahora estaba en la mira de Voldemort. El nuevo laboratorio era un espacio reducido, en donde se sentía extremadamente atrapado, apenas había espacio para trabajar y no había ventanas para hacer circular el aire. Era un lugar claustrofóbico y Regulus lo odiaba.
Comenzó a trabajar en varias tandas de pociones a la vez, debido a la explosión habían perdido gran parte del inventario y ahora tenía que trabajar el triple de rápido para poder abastecer la demanda usual de pociones. Se pasó varios días en el laboratorio, haciendo poción tras poción, apenas teniendo tiempo para comer un poco y beber agua. El cansancio se estaba apoderando de él y sentía el tiempo encima. Con cada gota de poción, con cada ingrediente, cada mezcla, su mente se iba despejando hasta que solo estuvieron él y los calderos.
Mezcló ingredientes y creo pociones hasta que su cuerpo le exigió descanso, una vez que llegó a su casa se tumbó en la cama y por primera vez en días durmió de corrido, olvidándose de James, de Voldemort y de la guerra por un par de horas.
Notes:
Para ser honesta extrañe a James en este capítulo ¿Qué les pareció?