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Deseo, Poder, Dominio
Ataru Moroboshi era un muchacho de cabello despeinado, ojos marrones brillantes y una sonrisa que se desvanecía en cuanto la gente se acercaba demasiado. Su vida era una sucesión de desastres y desgracias que parecían perseguirlo allá adonde fuese. Sin motivo aparente, la mala suerte se pegaba a él con la tenacidad de la resina al pino.
Caminando por las calles de Tomobiki, Ataru no podía evitar que la desgracia se deslizara por cada esquina, listo para abalanzarse. Los vendedores de helados se esquivaban de su camino, las puertas se cerraban justo en su nariz y las ramas de los árboles se inclinaban para regarle con su carga de hojas mojadas. Un ciclo interminable de infortunios que parecía no cesar jamás.
La gente del pueblo cuestionaba su humanidad al punto de llamarlo un Usutsuki Warashi, un espíritu que solo traía desgracias que por lo general venían de las almas de los niños que no eran queridos o deseados por sus padres, algo que su madre siempre se lo recalcaba cada vez que algo malo pasaba y Ataru estaba siempre en el medio 'Por que tuvimos que tenerte' era la frase que siempre daba mientras su padre respondía con una apatía silenciosa.
Aunque no todo era malo ya que aun con todo esto Ataru pudo hacer amigos como Koisuke que es el subcapitan del equipo de baloncesto del colegio de Tomobiki, Nozomi la novia de Koisuke y Shinobu, aunque esta última Ataru no sabía si quisiera relacionarse con el después de lo sucedido en el juego del pilla pilla que decidió el destino de la tierra y en la cual Lum una ogresa extraterrestre se autoproclamo como su esposa.
Ataru al pensar el Lum pensó que después del desastroso Omiai que tuvieron ambas familias todo regresaría a lo de siempre. Ataru llega a la puerta de su casa y escucha una voz que lo llama "Tesoro". Ataru mira al cielo y ve a Lum descender para abrasarlo en plena calle.
Según Lum de explico su madre convenció a su padre de que Lum viviera por un momento en la tierra para asi conocerlo mejor y que al final de este periodo se haría otra evaluación para determinar su compromiso.
"Qué bueno que llegas tesoro, ve a bañarte para empezar a comer, yo llevare tus cosas al cuarto" le dijo Lum mientras tomaba su maleta y volaba hasta su cuarto.
Ataru entro a su casa e hizo notar su presencia con un "ya llegué" pero como siempre no recibió respuesta alguna. En camino a su cuarto vio a su padre leyendo el periódico sin apartar la vista de este y pudo oler la comida que estaba preparando su madre. Ataru subió al segundo piso, se bañó y se puso una ropa más cómoda para luego bajar a comer.
Al sentarse a la mesa, su madre, la Sra. Moroboshi, no pudo ocultar su molestia al ver a Lum sentada allí. Ella no podía evitar que su rostro reflejará el disgusto por la presencia de la extraterrestre en su hogar. Ataru intento decir algo para calmar el ambiente, pero la cara de su madre le decía que ni lo intentara.
Mientras comían, la conversación fue tensa. La Sra. Moroboshi miraba fijamente a Lum, analizando cada uno de sus movimientos, cada bocado que tomaba. Ataru sabía que su mama no confiaba en la intención de Lum, y por lo que podía ver, tampoco creía que la visita de la ogresa fuese solo por un "periodo de evaluación".
Finalmente, el Sr. Moroboshi, que habia permanecido en silencio, soltó una nota que rompía el ambiente: "Ataru, no se te olvida que tienes que pagar por las ventanas de la floristería que se rompieron ayer". Ataru tragó saliva, recordando el incidente. Había esquivado una bola de beisbol que se dirigía a su cara, pero lamentablemente de tras de él estaba el vidrio principal de la florería junto con unos arreglos a pedido, la ventana de la tienda no resistió el impacto.
"Pero papá, ya sé que tengo que arreglar eso. Estoy en ello", Ataru respondió, con la angustia de alguien que sabe que la suerte no le sonríe.
"Lo que no entiendo es por qué tienes que ser tú el que lo pague. No eres tú el que rompió las ventanas", Lum intervino con cierta molestia en su tono, sin percatarse del impacto de sus palabras en los padres de Ataru.
La Sra. Moroboshi levantó la mirada de su plato, ladeando la cara y escondió un suspiro. "Ataru, ya sabes que tienes que asumir tus responsabilidades", dijo con un dejo de resignación en la voz.
Ataru asintió, apretó los dientes y tragó el bocado con dificultad. Siempre que la mala suerte se presentaba, la culpa recaía en sus hombros. "Lo siento, mamá. Haré lo que pueda."
La Sra. Moroboshi suspira y dice con desdén "Nunca debimos tener a este hijo". Refiriéndose a Ataru.
Ataru se siente desanimado, su corazón se hunde en su pecho. Sabe que su mala suerte ha afectado a su familia ya muchas veces y que son las victimas colaterales de su desdichado destino. Lum, por su parte, se enoja con la Sra. Moroboshi y la interrumpe. "¿Cómo puedes hablar de tu propio hijo de esa manera?"
La Sra. Moroboshi le da a Lum una mirada que deja clara su postura. "Yo solo digo la verdad. Tu no sabes lo que ha pasado aquí con él. Cada desgracia que se cierne en este hogar es por su culpa".
Ataru se levanta de la mesa, no pudiendo más con las críticas de su propia madre, "Yo... yo me voy a mi cuarto", dice en un tono sumiso, la comida se le ha enfriado y su apetito se ha ido.
Lum, al ver la reacción de Ataru, se pone de pie, "¿Por qué lo dices?", exige saber, sus ojos se encienden de ira.
"Porque es la verdad", responde la Sra. Moroboshi sin vacilar. "Su mala suerte nos ha traído la ruina. Nunca sabes cuándo será la próxima desgracia".
Ataru se retira a su cuarto, la comida sin terminar se enfría aún más en la mesa. Cierra la puerta detrás de sí, su pecho se siente apretado por el peso de las acusaciones de su madre. Se sienta en su cama, la habitación que ha compartido con su mala suerte por tantos años. Mira por la ventana, la luna llena iluminando la noche y piensa en Lum. Ahora, no solo es su desgracia la que pesa en sus hombros, sino la responsabilidad de cuidar de ella y de no decepcionarla.
Mientras, en la sala, Lum no se queda callada. "¿Por qué le permites que la gente lo trate de esa manera?", le reclama a la Sra. Moroboshi. El Sr. Moroboshi la mira con sorpresa, ya que no es común que alguien defienda a Ataru con tanta pasión.
"¿Te crees que no hemos intentado ayudarlo?", le responde la Sra. Moroboshi. "Pero su mala suerte es incontrolable. Hace que la gente lo evite, que no confíen en él. Incluso si se esfuerza por ser feliz, la desgracia lo persigue. Es por su propia protección que debes entender que no puedes amarlo".
Lum no pudo contener la ira que la recorría. Sus ojos se volvieron plateados y el aire alrededor de su dedo anular temblaba con la electricidad. Estaba a punto de darle una descarga a la Sra. Moroboshi, mostrando su verdadera ira, sin embargo, la imagen de su Darling, con la cara triste, se le cruzó por la mente. Inhala profundamente y decide que no quiere crear un conflicto en la tierra que podría dañar a su Darling. En su corazón, sabe que lo que la Sra. Moroboshi decía era producto de la desesperación y el agobio que sentía por el destino de su propio hijo.
Con la determinación de demostrar que Ataru merecía ser amado y cuidado, Lum se levanta de la mesa y se retira al cuarto de Ataru.
Mientras, en la sala, el Sr. Moroboshi mira a su esposa y le revela su plan: "Cariño, me acaban de dar unas vacaciones pagadas en un hotel afuera de Tomobiki. Creo que deberíamos aprovechar la oportunidad. Así podremos descansar de la mala suerte de Ataru por un rato y quizás Lum se canse de este Ataru y decida volver a su propia gente". La Sra. Moroboshi levanta la mirada, considerando la idea por un instante.
"¿De verdad crees que eso ayudara?" Ella duda, ya que la mala suerte de Ataru parece ser omnipresente.
"Puede que no sea la solución, pero no perdemos nada con intentarlo", responde el Sr. Moroboshi.
Las vacaciones parecían la oportunidad perfecta para que la tensión se disipara. La Sra. Moroboshi asienta y comienzan a preparar las maletas, anunciando a Ataru y Lum que saldrían de viaje por una semana.
Al despertarse la mañana siguiente, Ataru se estira y bosteza, la luz del sol se cuela por las rendijas de la persiana. Al bajar al comedor, la mesa ya no luce con la comida preparada por su madre. En su lugar, hay una nota que dice: "Tomen buen cuidado. Volvemos en una semana. No rompas nada, Ataru". Su corazón se acelera al ver la nota. Sus padres ya se habían ido.
Lum bajó al comedor detrás de Ataru, vistiendo su tradicional bikini de tigre, su cabello despeinado le daba un aire casual que le sentaba perfecto. Al ver la nota en la mesa, sus ojos se abrieron de par en par y sus orejas se erizaron. "¿Y eso que quiere decir?"
Ataru, aun con el ceño fruncido, respiro hondo y se acercó a la nota, "Dicen que se van de viaje por una semana y que no rompas nada". Sus hombros se hundían. La idea de que sus padres lo dejaran solo con Lum, no le causó alegría, sino más presión y responsabilidad.
Lum por su parte, miraba a Ataru con ojos brillando de emoción. Pensaba que la oportunidad de que sus suegros se fuesen les daría la posibilidad de pasar más tineo solos, sin las criticas o comentarios hirientes de la Sra. Moroboshi. Esto era su oportundad de mostrar que podía cuidar de su "Darling" y que podía ser la esposa que el merecía.
El día se presentó lleno de retos. Ataru después de la escuela se vi obligado a buscar un empleo temporal en la tienda de la esquina para pagar la deuda que le había generado la ventana rota de la florería. Mientras, Lum, con la buena intención de cocinar para su amado, preparo un platillo que resulto ser extremadamente picante, para los paladares terrestres debido a que la comida de la tierra tiene un sabor insípido para el suyo propio si no le pone picante.
Cada bocado que Ataru daba al pollo a la plancha que Lum había preparado, sus ojos se llenaban de lágrimas, la comida ardia en su boca. A cada mordisco, la sensación de que la vida se le escapaba de sus labios se intensificaba, el picor era insoportable, su nariz se tapaba y sus ojos se humedecían, "¿Que... ¿Qué es eso?" Ataru pudo articular.
Lum, que observa la reacción de Ataru con cierta preocupación, respondió: "Es la comida de mi planeta. A mi me gusta picante", sonriendo con inocencia.
Ataru, luchando contra las lágrimas por el picor, tragó con dificultad y dijo: "Yo... no me acostumbro".
"Lo siento, tesoro, no supe que los humanos son tan sensibles al picor", respondió Lum, preocupada.
Ataru, con la boca en llamas, asintió débilmente, intentando sonreír. "No es nada, Lum. Tu buena intención es lo que importa."
Por la noche, Lum y Ataru se prepararon para dormir. Lum, emocionada por la oportunidad de acercarse a su amado, se metió en la cama que compartirían en el cuarto de Ataru. Sin embargo, su emoción se tornó en preocupación al notar la tensión en el aire. Ataru se acostó en su futón, y Lum, con cuidado, se acomodó a su lado. Su corazón latía con la cercanía de su ser amado.
Pero la noche no trajo descanso para Ataru. Cada que Lum se movía en la cama, su cuerpo emitía una descarga eléctrica que lo despertaba. Sus ojos se abrían de par en par, el sofoco del estupor se adueñó de sus sentidos y la sorpresa se volvía en cada oportunidad. Lum, a su desconocimiento, continuaba durmiendo plácidamente, sin darse cuenta del desasosiego que le causaba.
Ataru intentaba mantener la calma, respirando profundamente y cerrando los ojos, intentando que cada descargara de Lum se convirtiera en un simple sueno más. Pero era inevitable, la electricidad le hacía estremecer el cuerpo entero. Cada choque era peor que el anterior, y la mala suerte parecía no darle tregua, ni siquiera en la intimad de su propia habitación.
Con la determinación de no molestar a Lum, Ataru decide que lo más sensato era alejarse por un rato. Se levantó suavemente, cuidando no despertara a Lum, y caminó hacía la sala. Allí, en la penumbra, la mala suerte parecía no abarcar tan fácilmente. Se acostó en el suelo, abrazando a su almohada, y se envolvió con una manta.
A la mañana, Lum se despertó con el corazón lleno de preocupación ya que Ataru ya no estaba a su lado. Bajando las escalaras, la sala se encontró desierta. La mesa de la comida seca y fría, la nota de sus padres aun en su lugre. Su corazón empezó a latir más rápido. ¿Dónde podría estará su Darling?
Al entrar en la sala, lo vio. Ataru, tendido en el piso, envuelto en la manta que usualmente usa en su futón. Su rostro quemado y sucio, la camisa del día anterior arrugada y su pantalón corto que deja al descubierto unas piernas llenas de marcas de quemadura.
Lum se acercó con delicadez, su corazón latiendo a mil por hora. "Darling, ¿estás bien? ¿Por qué dormiste aquí?"
Ataru, aun adormecido por la fatiga, abrió sus ojos y la vio. "Lo siento, Lum. Tu... tus poderes me despertaron. No pude dormir."
Lum, con la preocupación aun en su rostro, se sentó alado de Ataru. "¿Por qué no me dijiste? Debo controlar mi electricidad".
Ataru sonrió débilmente. "No es culpa tuya, Lum. Es mi mala suerte. Siempre pasa lo peor en mi presencia".
Lum, sin embargo, se sentía culpable. Ella que había venido a la Tierra para proteger a su Darling, ahora era la que le causaba malestar. Decidido en investigar más a los humanos para así no cometer más errores, pero para eso debía ir a su nave a usar su computadora, ya que la información que tenia de la Tierra era limitada.
"Darling, creo que debo ir a mi nave por un par de días. Necesito hablar con mis padres y buscar la forma de controlar mis poderes para no dañarte más."
Ataru, que miraba fijamente la tele, levantó la mirada a Lum. La vena de la sien le latía. "¿Vas a irte ahora?", le dijo, la decepción se podía oír en su tono.
Lum, al ver la reacción de Ataru, se acercó más a él. "Tranquilo, solo serán un par de días. Necesito hablar con mi familia y entender unas cosas. Quiero ser una buena esposita para ti", le dijo sonriendo.
Ataru, aun asimilando la noticia, asintió. "Ya, lo se. Solo... solo que me sentiré solo", murmuró, la angustia en su rostro era palpable.
Lum lo abrazó suavemente, "Te prometo que volveré prontito. No te preocupes, te extrañaré."
Ataru, con la garganta seca, solo pudo asentar. "Vale", dijo en un susurro.
Lum lo abrazó con ternura y le dio un beso en la mejilla, "Te extrañaré, Darling". Con eso, se levantó del suelo y se encaminó a la puerta de la habitación.
Ataru la siguió con la mirada, la angustia se apoderando de cada poro de su piel. "¿Cuándo... cuándo volverás?"
Lum, ya en la puerta, se volvió y le sonrió. "Pronto, Darling. Solo un par de días. Cuida de ti, y no hagas nada estúpido", dijo con un tono cariño, haciéndole la promesa de volver.
Y pasaron tres días. Días que para Ataru se le hicieron eternos. Días en los que la soledad lo abrazó y la mala suerte parecía más intensa que jamás. La ausencia de Lum lo acosaba, y la falta de su calor lo hacía sentir más solo que de costumbre. Sin su presencia, la vida se le hacía más gris, más aburrida, mas... normal.
En su cuarto, Ataru dejo caer su mochila en la silla, cansado de la escuela. Abrió el cajón de la mesita de noche y, en el fondo, entre las gomas de mascar y la barra de chocolate, encontró una anticuada revista que su amigo Koisuke le había prestado. "¿Por qué no?" pensó, "A lo peor me distrae y se me pasan un rato".
Se acostó en la cama, abrió la publicación con la intención de pasar el rato. Sus ojos se deslizaron por las páginas, cada imagen más provocativa que la anterior, y no pudo evitar que su corazón acelerara el ritmo.
Al ver a la misteriosa y hermosa mujer en la portada, sus manos empezaron a temblar. Ella le sonreía de una manera que le hacía sentir que era la única persona en el universo. La imagen de Lum se desvaneció por un instante en su mente, reemplazada por la de la desconocida en la portada.
Ataru se despojó de sus pantalones, su respiración agitada resonando en la habitación. Su miedo se centró en la sensación del tacto de la página en sus manos. Sus dedos se movían con frenetismo por su propio ser, siguiendo el contorne de la figura que se le presentaba.
Su respiración se volvió más profunda sus ojos se cerraron y la imagen de Lum se desdibujo en su memoria. El tacto de la piel suave y la sensación de la tela se convirtiera en la pura y visceral excitación que sentía al pensar en la desconocida. Sus manos se movían más rápida, sus pulsos latían al compás del deseo.
Pero su tranquilad de pronto fue interrumpida por un ruido que venía de la puerta de la habitación. Ataru abrió los ojos de par en par y, al ver a Lum parada allí, su cara se enrojecía. Había retornado más pronto de lo que él había pensado.
Lum, al ver la escena, no podía creer lo que sus ojos veían. Ataru, desconocidamente despreocupado, masturbándose con la portada de una revista que no era de su agrado. Ella entonces dio una sonrisa pícara y se acercó a Ataru que aun tenía su pene erecto.
Ataru se sobrepago, la cara enrojecida, "¿Lum?! No... no es lo que parece".
Sin embargo, Lum, con la sonrisa pícara en los labios, no dijo nada. Se acercó a él y le cerró la portada de la revisa que el aun sostenía en sus manos. Su respiración se acercó al oído de Ataru, haciéndole cosquillar el cuello. Sus dedos expertos se deslizaron por su miembro y tomaron su verga ya dura. Ataru jadeó y su miembro se estremeció con la sensación de las suaves caricias de Lum.
"¿Por qué te avergüenzas, Darling?" susurro Lum, su aliento cálido en el oído de Ataru. "Yo estoy aquí, no necesitas a nadie más."
Ataru, incapaz de articular una respuesta coherente, se tape la cara con la almohada. La situación era más embarazosa de lo que podía imaginar. Lum, por el contraria, encontró la situación divertidísima. Su sonrisa se ensanchaba con cada jadeo de Ataru.
"¿Por qué me ocultas eso, Darling?" continuo Lum, sus dedos acariciando suavemente la verga de Ataru. "Yo estoy aquí, y te prometo que haré que seas feliz."
Ataru, aun en shock, no pudo más que soltar la portada de la revista y la miraba a los ojos a Lum, sin saber que responder. Su mente era un caos de pensamientos y emociones. La sensación de las manos de Lum en su miembro era más de lo que podía aguantar.
Lum, notando la incomodidad de Ataru, rio suavemente, "No hay nada de malo, Darling. La intimidad es natural en la vida de un matrimonio. Además, ya soy tu esposa, no tienes que ocultarme nada".
Atarus, aun con la cara tapada por la almohada, se corrió en el acto. Lum no podía evitar sonreír ante la reacción de su amado. Con suaviza, retiro su mano del miembro de Ataru, la que ya había emanado la evidenciad de su excitación. La sala se llenó del aroma dulce del semen, que se pegó a la piel de sus dedos.
Lum, sin perder la sonrisa, se levantó del suelo y se acercó a Ataru que aun jadeaba débilmente. Con la punta de sus dedos, recogió cuidadosamente el líquido cálido y se lo metió en la boca. Ataru, al ver la lengua de Lum lamiéndose la palma, se sobre pego con la almohada, jadeando más fuerte. La sensación era tan real que se sentía que se iba a desmayar.
"No hay nada que temer, Darling", susurró Lum con la boca aun llena del sabor de Ataru. "Esto solo es el comienzo". Con eso, se levantó y se dirigió a la cocina.
Lum entonces ve la revista para adultos. Con una sonrisa maliciosa, se la levanta suavemente. "¿Esto es lo que te gustas, Darling?", le dijo, su tono bromista haciéndole cosquillar la nuca a Ataru. Sin dejar de sonreír, Antes de irse, se desprende de sus pantis con estampado de tigre y se los deja en la almohada de Ataru.
Ataru, aun confundido y avergonzado, se da la volta y ve la figura de Lum desaparecer por la puerta de su cuarto. Sus ojos se fijan en la tira de ropa que yacía en su cama. "¿Qué... qué demonios estás haciendo?" murmura, ahora solo, con la excitación aun latente en su miembro.
Con la noche ya avanzada, el hambre comenzó a aquejarlo. Lum lo llama a cenar con un grito que resonó por la casa. Atarus baja las escaleras, aun sin saber que cara poner. En la mesa, la comida humeaba, un olor delicioso que se adelantaba a lo que iba a ser la cena.
Al sentarse, descubre que la comida no es solo apetitosa, sino que tampoco es picante, aliviando sus temores. Lum sonríe con satisfacción al ver su reacción. "¿Te gusta, Darling?"
Ataru, con la boca llena, asintió con la emoción que solo la buena comida podía traerle. "Mmh, si", dijo entre mordiscos. "¿Cómo...?"
Lum, que ya sabía lo que él iba a pedir, le interrumpió, "Aprendí en mi nave. Tiene una cocina holográfica que me permite replicar platos de la Tierra. Quería que disfrutaras de la comida sin preocupaciones".
Ataru, sorprendido, tragó el bocado que aun sostenía en la boca. "¿De verdad? Eso es... increíble".
Lum asintió, "Sí, Darling. Yo haré todo lo que esté en mi alcance para que seas feliz".
Con la noche ya cerrando en Tomobiki, Lum se despedía de Ataru y se retiraba a su nave, que se encontraba oculta en la azotea. Ella sabía que debía enfrentar sus responsabilidades y aprender a controlar sus poderes eléctricos. La preocupación de Ataru por su seguridad y la culpa de no saber manejar su propia intimidad la hacían sentir ansiosa. Mientras subía por la escalera que daba acceso a la terraza, la luna iluminaba su rostro, mostrando un gesto determinado.
Ataru, por su lado, se sentía extraño. La escena que Lum lo hacía sentir al descubrirlo con la revista le pasó por la mente una y otra vez, causando una oleada de emociones conflictivas. A la mañana siguiente, se levantó temprano, no pudo dormir por la angustia de la noche anterior. Se preparó para la escuela esperando que fuera un día normal.
Cuando Ataru volvió a su hogar, se dio cuenta de que Lum no estaba en la sala de la tele, su habitual escondite. Su corazón se aceleró, la preocupación por ella lo invadía. "¿Lum?" gritó por la vivienda, sin respuestas.
Subió las escaleras dos a dos, temiéndose lo peor. Al entrar en su cuarto, la pena se transformó en alivio al ver que su cama ya no era el escenario de la humillación. En la almohada, la tira de ropa que Lum le había dado la noche anterior se enroscaba suavemente. "¿Estará?" Ataru se detiene, la incertidumbre se apodera de él.
Con la almohada en la cara, el recuerda la sensación de la piel de Lum, la suavidad de sus dedos... el tacto del semen en su propia boca. Se sienta en la cama, la emoción se apodera de él. Su miembro comenzó a endurecerse por el recuerdo de la noche anterior.
Ataru se desprendió de la almohada y se acercó al armario. Con la intención de buscar alguna de sus revistas escondidas, empiezo a revolver en el caos que era su cuarto. Su corazón latía rápido, el deseo lo consumía. Nada. Ninguna de sus revistas favoritas. Habían desaparecido.
De pronto, escuchó la ventana abrirse suavemente. Se dio la volta y allí la vio. Lum, parada en la ventana, con una de sus revistas en la mano. Su sonrisa se ensanchó al ver la cara de Ataru, "¿Buscabas esto, Darling?"
Ataru se sonroja profundamente, "No... no es lo que" tartamudea Ataru, intentando justificarse.
Lum, con un gesto serio en su rostro, se acercó a la cama y se sienta a su costado. "Darling, no tienes permiso para masturbarte con imágenes de otras mujeres. Soy tu esposa, y eso me ofende".
Ataru, aun avergonzado, miraba a la nada, "Lo siento, Lum. No me di cuenta"
Pero su disculpa fue interrumpida por la imagen de Lum que se despojaba lentamente de su ropa. Primero fue la parte superior de su bikini atigrado, que se abría mostrando sus pechos perfectos, resaltando sus pezones rosados y duros. Sus piernas se deslizaron por encima de la ropa interior para después hacer un squad abriendo las piernas mostrando su coño que estaba adornado con vello púbico verde y corto, que contrastaba fuertemente con su piel. Sus manos se cruzaron detrás de su nuca, dando paso a un gesto que Ataru no pudo evitar interpretar.
Ataru, con la boca abierta y la respiración agitada, no podía creer lo que veía. Sus ojos se llenaron de deseo. Lum, al ver la reacción de Ataru, sonrió triunfante. "Si necesitas material, solo tienes que pedírmelo", dijo con la confianza de alguien que sabe que está a cargo.
Su miembro ya no podía aguantar más la presión de sus pantalones. Ataru se despojó de ellos y se paró frente a Lum, la imagen de Lum se grabó en su memoria. Empezó a masturbarse.
Lum, que lo observaba, no pudo evitar sentir su propia excitación crecer. La imagen de Ataru, desnudo delante dé ella, era más que excitante.
"¿Así que es eso lo que quieres, Darling?" murmuró Lum, su sonrisa se volvió más picara. "¿Vas a eyacular en mi cuerpo?"
Ataru, incapaz de articular una respuesta coherente, solo pudo asentar con la cabecita. Su mano se movía cada vez más rápido, la imagen de Lum en frente de él. Sus piernas temblaron, la excitación lo abrumó.
"Si... si..." jadeo Ataru, sus ojos cerrándose a medida que el placer lo consumía.
Ataru, ya al límite, no podía resistir más. Su semen salió en un potente chorro que impacto directamente en los pechos de Lum. Ella jadeó al sentir la calidez de su semen en su piel. Su sonrisa se volvió más picara al ver la cara de Atarus, que ahora ya no podía ocultar su placer.
Atarus, aun jadeando, abrió los ojos y la vio. Lum, con la revista en la mano, la que ya había mojado con su semen, y un brillo malicioso en sus ojos. "¿Lum?" dijo, sin saber que pasaría a continuación.
De pronto, la revista se encendió en un resplandor azul eléctrico. Ataru retrocedió asustado, la electricidad que emanaba del propia Lum lo paralizó en el acto. La chica extraterrestre sonrío con picardía. "¿Ya no necesitas esa revisa, Darling"
Lum se levantó, su piel aun manchada por el semen de Ataru. Se dirigió a la puerta del cuarto sin prisa. Ataru, aun en shock por lo que acababa de pasar, la siguió con la mirada. Ella camino con la gracia de un felino, la revista ya solo era cenizas.
Al entrar en la cocina, Lum no pudo evitar sentir la tentación que le provocaba la idea de saborear el semen de Ataru que aún se encontraba en sus pechos. La noche anterior, la emoción la había dominado, y ahora, en la soledad de la cocina, decidió que no podía dejar pasar la oportunidad de disfrutar del regalo que le había dado. Con cuidado, levantó su dedo y lo acercó a su pezón, que ya había endurecido por el contacto con la sustancia cargada de vida. Al tocar la gota pegajosa la excitó aún más.
Su boca se abrió lentamente, y con el dedo ya húmedo por el semen, se lo metió. El sabor salado se esparció por su boca, y su garganta se contrajo de placer. Lum no podía creer la sensación que le causaba. Ella, que había comido de todo en su planeta, descubrió que la esencia de su ser amado era lo más delicioso que jamás hubiera probado.
Lum se puso el delantal que había traído consigo. Su piel aún se sentía cálida por el contacto que habían tenido minutas atrás. Empezó a preparar la cena, su mente no podía dejar de pensar en Ataru. En su miembro, en su cuerpo, en su sabor.
Mientras, Ataru se encontraba en la sala, intentando ver la tele, la mente en la escena que había ocurrido en su cuarto. No podía creer que Lum lo hubiese descubrió en el acto, y que además, no solo lo hubieran aceptado, si no que se hubiera desnudado frente a él y lo viera masturbarse.
Cuando Lum salió de la cocina, Ataru no pudo evitar sentir un nudo en la garganta. Ella le sonrío amable, "Darling, la cena está servida".
Ataru, aun desconcertado por la escena erótica que había tenido minutas atrás, siguió a Lum a la mesa. La comida que ella había preparado se veía deliciosa. La mesa está adornada con velas y un mantel limpio. Lum se había esforzado por crear un ambiente romántico.
Ambos se sentaron, y Lum le sirvió un plato de spaghetti a Ataru, que olía a maravilla. Ataru no podía evitar ver la sonrisa seductora en el rostro de Lum. La comida era suave y deliciosa, el sabor de la salsa de tomate se combinó con la textura perfecta de la pasta. Ataru comía lentamente, saboreando cada bocado, y evitando el contacto visual con Lum. La tensión sexual que había surgido entre ellos era palpable.
Después de cenar, Lum se levantó y tomó su plato. "Darling, vámonos a dormir", le dijo con la dulzura propia de alguien que quiere más que nada que el día haya terminado. Ataru la siguió, la imagen de Lum desnuda y empapada en su semen aun fresca en su mente.
Cuando entraron al cuarto, Lum apagó la luz. La habitación se iluminó con la suave luz de la luna que se colaba por las ventanas. Se metió en la cama, su piel aun caliente por la excitación que sentía. Ataru, que la siguió, se sentó al lado de la cama.
"Lum...", Ataru balbuceó, la inseguridad en su voz. "¿Me vas a.… a electrocutar de noche?"
Lum, que ya se había acostado en la cama, se rió suavemente. "No, Darling. No te preocupes", le aseguró, su tono tranquilo y cariño. "He traído un regalito de mi viaje a la nave. Mira."
Atarus se acercó a la cama, la curiosidad le devolvía la confianza. Lum se sentó y le mostró un collar de cuero negros que brillaba levemente. "Esto absorberá mis descargas eléctricas. Así podremos dormir tranquilos", le dijo, sonriendo.
Ataru lo mira con ojos llenos de incredulidad. "¿De verdad funciona?"
Lum asintió con confianza. "Claro que sí. No tienes que preocuparte más".
Con la noche ya avanzada, la fatiga de Ataru empezó a tomar el control. Sus párpados se cerraban pesados, y su respiración se hacía más lenta. Se acostó en la cama, y Lum, se acercó a él con un movimiento suave.
Las horas pasaron lentamente, la luz de la luna bailando en las paredes del cuarto. De pronto, Ataru siente una sensación desconocida en su miembro. Se despertó sobrenada.
Al abrir los ojos, la figura de Lum se desvaneció en la penumbra, y lo que veo lo deja sin aliento. Lum, su auto proclamada esposa, se encontraba a sus pies, sus labios envolviendo su miembro. Ella miraba a Ataru con ojos cerrados, su respiración suave y agitada. Él no podía creerlo.
"¿Lum...?" susurro Ataru, la sorpresa en su rostro.
Ella alzó la mirada, sus labios aun pegados a su verga, "¿Te gusta, Darling?" le dijo con la sonrisa pícara que ya era tan suya.
Ataru no pudo evitar sentir la excitación que le corrió por la columna vertebral. Lum notó el movimiento en su miembro y aceleró el ritmo de sus movimientos. Sus labios se deslizaron por él, chupando y lamiendo cada centímetro con deseo voraz. Ataru se estremeció con cada caricia, la sensación de sus colmillos picando suavemente su prepucio le hacía sentir que iba a volar.
"¿Por qué lo haces, Lum?" jadeó Ataru, la emoción se apodera de él.
Lum, que aún le daba placer, levantó la vista, sus ojos brillando en la penumbra. "Acaso lo olvidaste, Darling. Deseo, poder, dominio", respondió con sinceridad, su tono suave y apasionado.
Lum continuo" Recuerda estos principios son la base de mi gente. Yo tengo el deseo de tenerte y usare mi poder para dominar a cualquiera que se interfiera. Incluyéndote Darling"
Ataru, que ya no podía resistir más, empujo a Lum de una patada, haciéndola caer en la cama. Ella se rio con gracia, la excitación en sus ojos. Ataru, ahora tomando la iniciativa, se despojó de su camisa, revelando su torso atlético. Lum lo miraba con ansias, la imagen del chico que se le acercaba la excitaba aún más.
Su miembro ya no podía aguantar más la tensión, y el empezó a acariciar los pechos de Lum, que se endurecieron al tacto. Lum jadeó de placer, sus manos se moviéndose por la espalda de Atarus.
Lum al ver esta acción le dice a su Darling "Eso es Darling usa el poder para ejercer dominio y así cumplir tu deseo"
Ataru, aun asombrado por las declaraciones de Lum, continuó acariciando sus pechos. Sus dedos se deslizaron por el contorne de sus pezones, haciéndola gemir de placer. La excitación lo cegaba, y ya no podía detenerse. Con la boca seca, besó a Lum, sus labios se unen en un beso lento y apasionado, que se volvió más intenso a cada instante.
Lum continuo con "Tu deseo es ser feliz, yo te lo cumpliré, pero primero desata toda esa frustración e ira que este planeta te ha dado. Puedes usarme para eso, yo no correré ni me esconderé"
Ataru, tomando al pie la letra de las palabras de Lum, se adentró en su interior. Ella jadeo al sentir la penetración, sus uñas se hundían en la espalda de Ataru. Ataru, que ya no podía contenerse, empezó a moverse despacio, entrando y saliendo de Lum. Ella, que aún no había experimentad el acto sexual, se sorprendió al sentir el placer que le provocaba cada embestida.
"Más...", susurro Lum, sus ojos cerrados y la boca entreabierta. Ataru, al escucharla, se volvió más agresivo. Su ritmo se aceleró, su verga penetraba con más fiereza el coño de Lum. Ella se movía debajo de él, sus caderas se elevaban en cada embestida. Sus gemidos se escuchaban a lo lejos, llenando la habitación con un sonido que Ataru encontró excitante.
Su respiración se volvió más agitada, la sensación del sexo desenfrenado le recordó la naturaleza del acto. Él no podía evitar sentir la presión que creciera en su miembro, el placer que lo abruma. Lum, que sentía lo que sucedía, le miro a los ojos con un brillo ansioso. "Darling... ya... ya...", susurro.
Ataru, que ya no podía aguantar más, aceleró el ritmo. Con un grito, la corrió de semen en el interior de Lum. La sensación fue explosiva, y fluía por su ser se disparó en cada vértice de su ser.
Lum, que sentía la eyaculación de Ataru, se estremeció débil, sus uñas se aflojaron de la espalda de él. Sus ojos, que habían cerrado por el placer, se abrieron de par en par al sentir la inyección de semen. La calidez se extendió por su interior, llenándola.
Ataru, al sentir la pérdida del calor, se separó de Lum, su miembro aun palpitando. Miró abajo, y ahí lo vio. Su semen manando de la vagina de Lum. Un sentimiento de culpa apodero de el por un instante, se levantó y tomo una caja de pañuelos desechables de su mesa de estudio, se acercó a Lum y empezó a limpiar el semen que salía de la vagina de Lum. "¿Lo siento Lum fui un poco rudo?" exclamó.
Lum le responde "No te preocupes Darling esto es algo bueno" a lo que Ataru dice "¿Como es esto algo bueno?"
Lum entonces con una de sus manos toma a Ataru de su barbilla, el agarre era suave, pero con aire de dominio" Porque eres mi marido y tu semen me pertenece, no tienes derecho a derramarlo en otro lugar que no sea mi cuerpo" responde Lum con una mirada penetrante.
"Está bien" responde Ataru con un sonrojo en su cara. "Bien, ahora bésame y dame más Darling" exclama Lum. Acto seguido ambos se besan para continuar con su pasión durante toda la noche.
Con la luz del día, Ataru se despierta sobrado en la cama, la almohada aun mojada por la noche de pasión. Lum se encontraba a su costado, su piel brillando con un suave brillo eléctrico. La miraba con ternura, aun sin creer lo que había sucedido la noche anterior.
Ataru nunca le gustaba el amanecer ya que para él siempre era el inicio de un día lleno de desgracias. Pero ahora con Lum a su lado no sabía que podría pararle el destino y eso lo llenaba de una extraña felicidad al tener la esperanza de que no todo serian desgracias en su futuro.
FIN