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Lycoris Radiata

Summary:

Yeosang siempre ha querido decidir por sí mismo, que su vida sea suya y de nadie más.
Y así como decide qué hacer con ella, también puede decidir a quien amar, siendo esta persona el Dios del Inframundo

Pairing: JongSang [Choi Jong-Ho x Kang Yeo-Sang] - SeongJoong [Leve] - WooSan [Leve] - YunGi [Leve]
Advertencias: Smut, Fluff, Fantasy, God&Goddess, Mythology

Notes:

Este fic es una comisión. La idea original viene del usuario Jxngsxng
En caso de que alguien conozca a la persona o sea quien lo escribió originalmente, quiero decir que sí hay algún problema puedo borrar los capítulos que fueron inspirados por el Fanfic original [que serían los primero cinco o seis más o menos]
Quiero aclarar que fue una persona que extraña mucho el trabajo original y tan solo buscaba una conclusión uwu además de pedirme que lo compartiera

Espero que lo disfruten mucho uwu

Chapter 1: (Nunca) Es su decisión

Chapter Text

Mm, the little blue bird that lost its voice
I can hear the whispers
The beginnings of a deep echo
The voice that will overturn the world

Mm, the little blue bird that lost its voice
I can hear the whispers
The beginnings of a deep echo
The voice that will overturn the world

Lycoris Radiata

No conoce la luz.

Solo los rastros de la misma.

Incluso aquí, en el risco más alto y cercano al cielo, no hay rayo solar capaz de traspasar las nubes.

Su cuerpo menudo y tembloroso por el frío y casi llevado por las fuertes ventiscas, apenas vestido con una camisa de lino blanca y pantalón negro. Está lleno de dudas e inquietudes sobre su vida.

Se pregunta si fue feliz.

Se pregunta si realmente disfrutó.

Kang Yeo-Sang tiene la impresión de que jamás ha podido vivir. Jamás ha podido hace nada por sí mismo ¿Cómo podría? Si la familia Kang nunca lo permitió.

Todo se trató de lo que ellos querían.

Todo se trató de lo que era bueno para la familia.

Pero se convencía de que no era tan malo. Que podía continuar con eso. Sin embargo, aún dentro de su enorme condescendencia y autoengaño, es incapaz de soportar lo último que su familia ha decidido hacerle. Como si nunca tuvieron suficiente de arrastrarlo en todo.

Hoy anunciaron su compromiso. Hoy le informaron que decidieron por él quién será su compañero de por vida y Yeosang es incapaz de aceptar quién es esa persona; que siquiera sus padres decidieran lanzarlo a ese martirio ¿Lo odian? ¿O tan poco le importa?

Su prometido es Baek Hwan-Joon. El hombre más adinerado de la región, no solo del pueblo donde viven; es reconocido por su mal temperamento, lo despótico y destructivo que llega a ser. Ha tenido esposas y esposos antes. Algunas de ella murieron en labor de parto, otros tan solo han muerto y nadie ha dicho por qué.

Es un mal augurio del que nadie habla porque ¡Es un hombre adinerado! Y ese dinero es codiciado por muchos. Incluso más que vivir. Yeosang no comparte es pensamiento. Sabe que su familia se vio alguna veces con ese hombre de casi cincuenta años, nunca quiso estar en su presencia. Apenas saludarlo y huir apenas podía.

Ahora no podrá huir.

No importó cuanto reclamó, cuanto gritó, cuanto lloró: es un hecho que va a casarse.

Hwajoon pagó una suma exorbitante, por lo que ni siquiera se siente un compromiso para él, sino una compra y Yeosang no hace sino preguntarse ¿Por qué todos mandan por encima de mí?

¿Por qué todos quieren decidir mi vida?

¿Por qué mi destino no es mío?

Tras tanto darle vueltas, sin dejar de cuestionarse lo mismo, decidió venir aquí: el risco más alto de la costa, al que nadie puede subir por lo alto y riesgoso que es. Decidió por su cuenta que si ellos quieren controlar su vida, él va a terminarla.

Antes de dar un paso, viene un pequeño destello a su mente: si haya algo que lo ha hecho feliz estos años y ha sido su amigo Jung Woo-Young. Se conocen desde que nacieron. Es la única persona con la que se ha sentido libre.

No tenía permitido hablarle, pero lo hizo; escapaban de casa a caminar por el pueblo, el bosque, la playa que tanto le encanta a Wooyoung; cartas constantes uno al otro; compartir aspiraciones imposibles como viajar a otros lugares, vivir de poesía, de arte como otro tantos...

Vivir bajo el sol por una vez...

Ambos soñaron con eso.

Wooyoung se quedaría muy solo...

Pero incluso con lo mucho que lo quiere, no puede vivir en el destino que le impusieron. Aun si lo hiciera, no podría verlo nunca más. Convencido de que Hwanjoon impediría que suceda. La penumbra absoluta que lo asusta.

Wooyoung es algo que perderá de un modo u otro.

Es una pequeña estrella que desaparecerá de su cielo.

Y al menos lo hará por su propia decisión.

Da un paso hacia el abismo, ese vacío que suena como el océano rompiendo contra rocas. Oscuridad y penumbra absoluta, contraria a la luz que había deseado ver alguna vez. Cosquillas en el estómago, nervios que se manifiestan en sudor y algunas lágrimas saliendo.

Y se siente atrapado en brazos fuertes, brazos fríos; que se deslizó por el viento para caer ligera y suavemente por ellos como si alguien atrapara su alma en un abrazo encantador, acurrucándolo sin más.

¿Tal vez la muerte? Habiendo saltado directo hacia ella, escogiéndola a ella por encima de la vida ¿Estos son sus brazos? Se sienten tan bien, al punto de que no quisiera abandonarlos jamás.

Inhala con fuerza y mira alrededor. Preguntando si sueña. Tal vez todo fue un sueño. Incluso esto: enormes paredes de agua que forman un intrincado camino. Yeosang vira su atención a lo que le hace contener el aliento.

Va en brazos de un hombre. Este con voluminoso y ondulado cabello rojo, adornado con intrincados anillos de oro y una tiara de laureles negros. Sus ojos negros más profundos que cualquier sombra. Este se fija en el él, haciendo que Yeosang apriete los puños juntos. Pasmado.

¿Es posible que haya una persona tan hermosa?

Está seguro de que jamás ha visto ha nadie más hermoso que este hombre.

—Despertaste. Eso es bueno.

Yeosang balbucea y se sujeta al hombro ancho, cubierto de tela negra y suave. Ahora de pie en el suelo. Arruga la cara, sin tiempo de procesar una inquietud tras otra. La ropa, las paredes de agua, el suelo que es un camino de piedra con amplios y hermosos corales adornándolo; este hombre desconocido y que luce como una creación divina. La más sagrada de todas.

— ¿N-no morí?

—Por el contrario, moriste—afirma el contrario y Yeosang suelta la tela blanca. Usa lo que parece un vestido. Dos broches de oro en sus hombros, mangas largas que cubren casi todo su brazo excepto sus hombros; bordados dorados y pendientes que el pesan de los grandes y largos que son—. ¿Por qué no sería así?

—Es... ¿Dónde estamos? ¿Qué pasa? —pregunta Yeosang con una mano en el pecho, ansioso. El hombre pelirrojo da un leve suspiro.

Luciendo agotado, pero no mucho más. Muy discreto hasta en sus gestos.

—Lo que hiciste allá fue algo muy complicado—menciona con voz suave, Yeosang se muerde los labios, el hombre acerca su mano, acaricia la mejilla sonrosada del contrario—, muy penoso... sin embargo, ahora tendrás una mejor alternativa—Acomoda uno de los mechones de cabello rubio—. Viviendo una vida como el acompañante de un dios.

— ¿Dios? —Repite un poco incrédulo.

A la vez que ¿El agua? ¿Qué esté aquí? Y de haber dioses, tendría sentido que este hombre sea uno ¿Cómo no lo seria? Al apartarse e iniciar el camino, con Yeosang siguiéndolo, una sensación de molestia surge dentro suyo. Se supone que al morir, estaría eligiendo su libertad y por encima de todo, como su destino ha de ser.

Cayendo en una situación ¡Esencialmente igual! ¡Forzado a acompañar a alguien que no conoce más que en su posición por encima de la suya! Que sería tan solo una compañía. Mira la espalda del hombre pelirrojo, las ondas perfectas, el oro; la forma en que su ropa parece ser una nube que se disuelve a cada avance.

Y se cuestiona ¿Él es el dios al que acompañaré? Una sonrisa inconsciente surge en su rostro. Fantaseando que eso no sería terrible. Es el Dios que lo cargó en brazos porque estaba dormido; es el dios que lo eligió como una deseada compañía ¡Una recompensa por la dura decisión que tomó! Por no mencionar que es alguien hermoso.

Es una victoria ¿Cierto?

Se detiene un momento, pasmado por la enorme criatura que nada. No le encuentra forma y lo asusta cuando rompe el agua. El dios rojo y negro lo toma del brazo, apurándolo. Su piel es fría, tersa, similar a tocar porcelana. Yeosang camina un poco más rápido, tratando de aguantar el ritmo.

Más y más criaturas en el agua, la oscuridad acentuándose y atrás suyo, el camino de agua cerrándose poco a poco, pero estrepitosamente. Yeosang no alcanza a quejarse, desconcentrado por la enorme edificación de piedra a la que llegan. Pilares de mármol, oro en diferentes adornos y tazones; personas que se inclinan apenas pasan cerca de ellos.

— ¿En dónde estamos? ¿Eres con quien voy a quedarme? —El otro no responde ninguna inquietud de Yeosang.

Andando hasta un lugar de enorme entrada: cristales coloridos y piedra tallada delicadamente. La puerta se abre sin más y en el fondo, un trono dorado con alguien ahí sentado. Yeosang trata de soltarse, sintiendo que el agarre le lastima. El dios pelirrojo lo coloca al frente suyo, exponiéndolo.

—Decidí entregarte el regalo que tanto pedías: traje a tu novia, hermano.

Yeosang arruga el entrecejo, viéndolo a él y luego adelante. Un hombre que se levanta con una enorme sonrisa. Emocionado y radiante. Sus ojos azules y profundos hacia Yeosang que siente un escalofrío. Se acerca de un movimiento rápido, casi flotando. Yeosang tambalea, cayendo al piso y siendo tomado de la mandíbula por esta otra persona.

—Que regalo tan encantador eres. —dice el hombre de ojos azules en un susurro. Fascinado y contento a diferencia de Yeosang que retiene el respiración.

Con la sensación de la fría presencia del dios pelirrojo a su espalda, así como sus ojos abismales.