Work Text:
Disclaimer:
Saint Seiya © Masami Kurumada.
The Lost Canvas © Shiori Teshirogi.
Belleza mágica © Adilay Vaniteux/Rashel Vandald.
—Comienzo a creer que fui estafada —susurró Gioca, mirando desanimada la botella pequeña color azul oscuro, que sostenía en su mano derecha.
—Tú eres la que sabe de estafas y robos, preciosa —le dijo su esposo, Manigoldo; caminando a un lado de ella—, ¿por qué lo compraste? ¿Y qué se supone que hace?
Ambos andaban de regreso a Rodorio; habían hecho una parada en uno de los pequeños pueblos cercanos a este para comer algo; estaban de ida de vuelta al Santuario después de que Manigoldo fuese llamado al deber en Roma, y Gioca prácticamente lo obligase a llevarla con él. Afortunadamente, nada salió mal… o eso hasta que Gioca se desapareció de la supervisión de Manigoldo por un rato y reapareció poco después con esa botella en sus manos; en su momento, se veía contenta y hasta pícara; ahora se le notaba desanimada.
—La anciana que me lo vendió, me dijo que si ponía dos gotas de este aceite en un vaso de agua y me lo tomaba sin haber desayunado nada… mmm…
Ante su silencio, Manigoldo resopló:
—No me digas que eso es uno de esas pócimas mágicas que más bien son atrapa-bobos.
—No lo sé; tendría que probarlo para saberlo.
—No me dijiste qué se supone que te hará —bisbiseó perspicaz—. ¿Es de esas pócimas que te prometen juventud eterna? ¿O la que te promete atraer dinero? Si es lo último, déjame decirte que me ofendes; todo lo mío es tuyo, y mi dinero no es poco.
—No… no es… el dinero.
—¿Entonces?
Gioca apretó la botella y se detuvo. Al ver eso de reojo, Manigoldo también paró sus pasos y se giró hacia ella, entrecerrando sus ojos.
—Es de esos que prometen hacerte más bonita, ¿verdad? —adivinó él.
Con la cabeza baja, Gioca no quiso decirlo; pero al final no lo negó.
Serio, Manigoldo se acercó a ella, con delicadeza le quitó la botella, y sin problemas, la apretó tanto con su mano derecha que la rompió; el líquido se derramó por entre sus dedos. Ambos miraron como cada gota caía al suelo.
Gioca exhaló con sorpresa al ver a Manigoldo acercando su rostro al suyo; con la mano izquierda, él la sujetó inesperadamente de la nuca y la sostuvo ahí mientras la besaba con un hambre que sólo él era capaz de demostrar sin reservas. Ella aceptó su acercamiento, tomándolo de sus mejillas. Las lenguas de ambos se encontraron. No combatieron por ningún poder imaginario; sólo se acariciaron mutuamente.
Entonces él mismo se separó, pero no se alejó de ella hasta que terminó de decirle en un sexy murmullo:
—La próxima vez que me estés siquiera insinuando que creas que no eres lo suficientemente hermosa voy a hacerte el amor; haya o no haya público alrededor. ¿Me expliqué bien?
Recuperando ese brillo en sus ojos, Gioca hizo una sonrisa algo coqueta y pasó sus manos, de las mejillas de Manigoldo, al cuello de él; siendo delicada y lenta.
—Me siento muy fea ahora —le susurró, acercándose por sí misma a los labios de él una vez más. Claramente, provocándolo—. Y no creo que por este camino pase un alma en las próximas horas…
—Yo no estaría tan seguro; y tampoco quiero quejas más tarde —advirtió él, sonriendo también.
—FIN—