Actions

Work Header

Vecinos y Lirios

Summary:

Remus lupin suele sentirse bastante solitario por las noches en el ala médica de Hogwarts; entonces decide que es buena idea entablar una amistad con la única persona que pasa tanto tiempo en la enfermería como él, aunque se trate del mismo Severus Snape.

-
tx: Remus suele quedarse hasta varios días en observaciones en sus primeros años luego de la luna llena y un día Severus quiere competir por ver quien puede quedarse más tiempo.

Notes:

Cree esta historia luego de no haber tocado el teclado desde hace muuuucho tiempo, estoy oxidada y aburrida, pero entusiasmada por escribir, así que espero que les guste.

- En su mayoría usaré las comillas españolas para poner los pensamientos de Remus.
- La historia se desarrolla en 5to año, ya ha pasado un tiempo de la broma del lago.
- Es una versión beta, puede ser modificada en un tiempo próximo.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Prólogo

Chapter Text

Si había algo que Remus pudiera odiar más que su maldición, era su propio cuerpo. Irónicamente, una víctima de la primera.

En los días posteriores al plenilunio, cuando el deseo de arrancar la carne de sus huesos y llorar por el dolor, verdaderamente aborrecía su cuerpo. Un sentimiento indomable que crecía como una sombra, oprimiéndole el corazón y arrebatando el aire de sus pulmones.

Llegaba a pensar incluso que si su dolor se limitara a lo físico podría sobrellevarlo mejor. Deseaba que así fuera, y no preocuparse por amanecer con una furia inexplicable, con sentimientos repulsivos que suben por su garganta y queman su boca; o en los frustrantes días en que despertaba exhausto, luchando por mantener la conciencia.

Odiaba por sobre todas las cosas cuando todo se mezclaba a la vez.

Si algo sacaba de todo ese dolor, eran los descansos pacíficos que tenía en la enfermería. Madame Pomfrey, aquella bruja de mejillas rosadas y miradas severas, siempre lo recibía con los brazos abiertos y los cuidados de una madre. Pese a ser ridículamente autoritaria con sus horarios, a menudo cedía ante sus amigos, permitiendo que se quedaran un poco más.

Oh, sus amigos. Esa banda de idiotas que llegaban como una tormenta de caos, llena de energía, dulces y bromas. Era tan feliz cuando entraban para tirarse sobre él, con James abrazándolo todo el tiempo, Peter arrojando las nuevas bombas de chismes y Sirius riendo como una brisa salvaje que le revolvía el estómago. Ellos siempre lograban aligerar ese malestar persistente en su cuerpo y hacerlo olvidar su trágica situación.

Eso hasta que la bruja sanadora llegaba batiendo sus manos alegando que su paciente necesitaba descansar, alejando a sus amigos que pedían y reclamaban por quedarse a su lado un poco más de tiempo, para que al final les cerraran las puertas en las narices y le gritaran a través de la densa madera que volverían al día siguiente.

Sí, amaba demasiado a esos imbéciles; pero cuando se iban y solo quedaba la oscuridad, no podía evitar revolcarse en la miseria de su propia vida. El silencio que quedaba tras su partida siempre era ensordecedor, tan diferente al griterío que era su cuarto cuando llegaba y sus hermanos decidían que debían festejarlo como si en verdad se hubiera perdido por años. La soledad era desagradable, pero se había acostumbrado.

A veces otros estudiantes también se quedaban a pasar la noche haciéndole compañía. Gryffindors heridos en algún enfrentamiento o tal vez un Ravenclaw que sufrió de algún tipo de incidente en sus ilícitos experimentos; siempre terminaban yéndose a la mañana siguiente.

Pero fue diferente con él.

Cuando una tarde apareció en la cama contigua a la suya Severus Snape, un sentimiento de vergüenza le revolvió el estómago. Prefirió ignorarlo, aunque el mismo Snape no parecía prestarle atención.

Lo observó desde la esquina de sus ojos, con nervios hormigueando en la piel. Estaba con la vista baja, sentado al final de la cama. El  "por qué"  se encontraba allí pasó por su mente, si será acaso que tuvo algún error en una de sus conocidas prácticas de pociones y tenía ancas de rana o si alguna comida le cayó mal en la mañana. Pensó si estaba ahí por haber sido herido en algún duelo, si fue herido por su casa o por otros. El fugaz escenario de sus amigos persiguiendo a Snape le golpeo como un rayo, sintiendo nuevamente el revoltijo en su estómago.

Pero Snape no se veía herido por ningún lado. No estaba empapado con sustancias pegajosas ni tenía el uniforme con brillos y el cabello rosado. Simplemente estaba sentado, con una mirada en los ojos que no lograba reconocer.

Cuando Pomfrey llegó, había visto a Snape con el ceño fruncido y los mismos ojos preocupados que le dirigían tras cada visita a la Casa de los Gritos. 

Le había entregado dos viales, de los cuales uno reconocía como una poción energizante, el otro era más pequeño con un intenso color rojizo moteado que jamás había visto. Snape solo bebió la primera antes de murmurar algo que dejó una contorsionada mueca en el rostro de la mujer.

En ningún momento se paró, y no fue hasta que la bruja comenzó a hablarle con severidad que se acomodó entre las sábanas de la cama, escuchando en silencio a la mayor sin molestarse en dedicarle ni una sola mirada.

Notó con una pequeña risa como la mujer se exasperaba por el aparente desinterés de la serpiente, apretando el puente de su nariz, negando con la cabeza. Entonces Severus finalmente levantó la mirada, solo que, en vez de ser para responder a la enfermera, había clavado sus oscuros ojos en los de Remus.

Sintió un corte en la respiración, con la mirada atrapada en aquellos ojos.

《Snape tiene una mirada bastante intensa》 sintió las mejillas calientes a la par que apartaba súbitamente los ojos del chico. Sus propias piernas eran una vista más entretenida -y mucho menos vergonzosa- 《Parece un cadáver》

No volvió a elevar la mirada hasta que escuchó pasos acercándose, sonriendo a Pomfrey cuando le entregó igualmente un vial energizante.

Para entonces Snape estaba recostado de espaldas. No se movió de allí por unas horas largas.

 

•• <<⊹────⊱•◦ ❈ ◦•⊰────⊹>> ••

 

– ¿Snivellus?

– Sí, Madame Pomfrey quiere que se quede aquí por revisiones– respondió Remus.

James pareció horrorizado por sus palabras.

– ¡Snivellus, genial! Ahora tendremos que vigilar al metiche.

– Que fastidió– se quejó Sirius, aunque una sonrisa aún asomaba en su rostro. Luego una mueca agria que arruino sus bonitas facciones -claro que iba a hacer muecas- acompañó a un largo suspiro– Snivellus, ese maniático de la enfermería. En serio, ¿No está aquí cada semana?

Peter soltó una risilla, con un brillo burlón en los ojos.

– Será que se enamoró de Madame Pomfrey– murmuró entre risas. Dos segundos después tosió y saco la punta de su lengua en un gesto repulsivo– Olvídenlo, ya me dio asco.

James río. Sirius imitó a Peter.

– ¿Qué dice Moony? ¿Podrás soportar compartir el aire con ese tipo sin intoxicarte con su aura toda oscura y melancólica?

– Hombre, saber que está allí ya me baja el humor, imaginen al pobre Remsy que básicamente se encuentra hombro a hombro con la serpiente– con un quejido de pena que le hizo apretar los labios, las cálidas manos de Sirius le apretaron las mejillas, enfrentándolo cara a cara con unos ojos plateados sumamente tristes, como si lo estuviera viendo convaleciente– ¡Oh, Moony, amigo mío, serás tragado como un pequeño ratón ante esa serpiente venenosa!

– Sirius.

– ¡Moony, mi pobre, pobre Moony! Ya no veremos tu exasperante cara de nuevo.

– ¡Y qué decir de tus quejumbrosos amaneceres! –incluyó James, arrojándose dramáticamente sobre el hombro de Black– Despertar sin un almohadón sobre mi rostro o tu asqueroso humor de perros, ¡pero qué clase de vida sería esa!

Volteándose exasperado ante aquella actuación infantil -y completamente de mala calidad-, se encontró el afligido rostro de Peter cubierto parcialmente por manos temblorosas, ocultando sus mejillas rosadas y seguramente, los labios en pucheros.

– Oh, Moony, te extrañaré muchísimo– un quejido, similar a un gimoteo, le hizo apretar aún más los labios– ¿Qué haré sin tu nula ayuda con los deberes?

– Seguramente reprobar.

Peter sollozó, James suspiró con tristeza y Sirius se abalanzó sobre la pared de piedra.

–  ¡Pobre Remus!

Las bromas continuaron, y aunque Remus disfrutaba de sus risas, no podía evitar el nudo en su estómago al pensar en Snape.

•• <<⊹────⊱•◦ ❈ ◦•⊰────⊹>> ••

 

La enfermería por la noche no era horrible ni desagradable, como aseguraba Peter cuando las respiraciones y gemidos heridos chocaban contra los techos altos hasta perderse.

Era inquietantemente tranquila y muy solitaria.

Se aburría con mucha facilidad aún en la fatiga del dolor, por eso adoraba cuando sus amigos interrumpían bajo la ayuda de la preciada capa de James. Desgraciadamente, cuando habían más personas, evitaban arriesgarse y se limitaban al estricto horario de visitas. Sirius especialmente odiaba abandonarlo, fueron varias de hecho las veces que aseguró que podría esquivar las miradas chismosas y acompañarlo. Él siempre le respondía que dejara de ser un idiota, y había que ser especialmente idiota si pensaba que podía llegar a pasar por la mira de Severus Snape; aún más luego del incidente de hace un año.

Esa broma que había terminado con un denso dramatismo, paseando como el más retorcido secreto de boca en boca por todo el castillo. En un principio lo había visto deprimido y furioso, corriendo tras Lily en cada ocasión que tuviera en un intento de enmendar las cosas.

Hubo una ocasión que quedó grabada en la mente de Remus. Una en un lugar oscuro, donde quiso enterrar los recuerdos hasta que se obligara a olvidar.

Sirius le había llamado, insistiendo en que debían de hablar con Catherine, una niña de cabello rubio que tenía un aparente interés en Remus y se sabía que planeaba invitarlo a una salida ese mismo fin de semana. Remus por obvias razones planeaba rechazar la salida, aun cuando se daba la oportunidad de fantasear en una cita con una bella chica, alguien que mostraba un interés abierto por él -era estúpido que salieran-. No quería hacerlo. No debía hacerlo. Y aún así, se dejó llevar por las palabras acarameladas de Sirius, que bromeaba con el día en que Remsy, el cohibido y reprimido niño Gryffindor, estaría besuqueándose por los pasillos descaradamente con su novia -"noviecilla", se había burlado realmente- porque, según él, Remus sería totalmente una prostituta.

Tontamente, se había hundido en sus pensamientos por los pasillos, caminando con un sentimiento ardiente en su pecho y una boba sonrisa asomando por sus comisuras. Caminó hasta que el inconfundible susurró herido de Lily le detuvo de golpe.

 ¡Es que no lo entiendes!

– Lily, por favor– interrumpió un susurro presuroso, apenas amortiguado por la pesada puerta que escondía a ambos magos.

《No debería escuchar esto》.

Aún estaba a tiempo de seguir caminando, de ser respetuoso y no entrometerse donde no pintaba en nada.

 Por favor, por favor. Lily, lo lamento, ¿sí? Lo lamento tanto– un chillido, pensó Remus. Severus estaba chillando como un animal desesperado– Perdóname.

– ¡Deja de disculparte! –la voz tuvo un ligero desvío, subiendo un octavo su tono para perderse en un gemido. Hubo respiraciones rápidas, gemidos ahogados antes de que volviera a hablar un poco más estable– No se trata de lo que dijiste, Severus. No-No se trata de eso...

– ¡Entonces podemos...!

– ¡Se trata de lo que estás haciendo! ¿Siquiera lo notas? ¿Con qué clase de personas te rodeas? Escuché cosas- No, ¡Lo vi, Severus! Mulciber, lo que hizo...

– ¿Por qué estamos hablando de él? – frenó con pesadez. Remus reconoció un ligero resentimiento asomándose en el tono bajo.

– Porque se trata de él– volvió a hablar con una rapidez tambaleante y decisión– se trata de él, y de Rosier, y del desquiciado de Crouch. ¡Se trata de ti! Y de lo que eres cuando te juntas con ellos.

– Lily, ¿qué quieres que haga? Ellos no son tan malos cuando los conoces, ¡y me hablan!

《Mierda, realmente no debería estar escuchando esto》 Pensó con una incomodidad azotándolo, pero aquella sensación morbosa de querer saber que sucedería con ellos le picaba en la piel; necesitaba saber que seguirían siendo cercanos y no habían arruinado aquella bizarra amistad.

Las voces cayeron hasta volverse murmullos poco entendibles y balbuceantes, hacia algo más íntimo -un momento que no debía ser profanado por un maldito fisgón- entre dos amigos. Remus sabía que lo correcto es irse, lo sabía bastante bien.

《Con todo el tiempo que Sirius lo llama metiche. En verdad soy un hipócrita》 pensó avergonzado, dando media vuelta.

La solitaria respiración de Snape a su lado se hundió un poco más. Aquella que se cortó por las súplicas hacia Lily. Su mente volvió solo por unos instantes más al recuerdo de la voz amortiguada por la distancia y las paredes, queriendo recordar un poco la vulnerabilidad que Snape parecía haber perdido por completo.

Simplemente era ridículo creer que podrían burlarlo; pasar por la guardia de Snape. ¡De Snape! Qué ridículo. Era hasta divertido de solo pensarlo, de ese sombrío chico que se la pasaba vagando por los alrededores buscando sombras que lo atacaran. Tan paranoico. Con su perpetuo aburrimiento plasmado en los ojos vacíos.

Pero, de nuevo, Severus era la única otra persona que pasaba tiempo en esas camas tanto como él. Tal vez, si fueran algo cercanos, solo un poco, podría tener una conversación con alguien más que no sean las cortinas o las impecables tollas y alejarse de aquella abrumadora soledad que pesaba aún más que su dolor. Podrían ser compañeros, e incluso, si se llevaban lo suficientemente bien, podría ignorar que sus amigos se colaran en medio del toque de queda.

《Sí, y también podríamos hacer fiestas en mi cama y compartir secretos como señoras》.

Pero, si lograba acercarse lo suficiente y conversar, tal vez con suerte podría dejar ese pasado turbulento que lo atormentaba por las noches. Podrían acercarse lo suficiente como para que logre disculparse. Una verdadera disculpa.

El pecho se comprimió al pensarlo, con la quijada tensa y un sabor amargo en el paladar. Una disculpa. En verdad, ¿una disculpa? Que estupidez.

¡Señoras y señores, Remus Lupin quiere disculparse!

Suspiró, con las manos sudadas y la comezón brotando por sus poros. Si es que algún día Severus Snape se dignaba en verlo a la cara, no sería para escucharlo balbucear una insignificante disculpa. Y si es que eso llegara a suceder, era más probable que se mofara de él, que lo desechara, o en el peor de los casos - y que rogaba jamás sucediera-, lo observara con asco. Con el enfermizo asco mezclado con el terror con el que siempre supo que lo mirarían.

Pero, y si su disculpa fuera recibida, ¿de qué se disculparía a fin de cuentas? ¿El no haber actuado cuando se lo ameritó, buscando defenderlo por sobre sus hermanos? Él no tenía ganas de disculparse por ello. La mayoría de las veces, si no es que desde el comienzo, cada ataque hacia la serpiente fue devuelto de regreso; a veces con cinismo y otras con una crueldad excesiva. Incluso sabía que muchas veces el mismo Snape comenzaba las disputas, y muchas veces las dejo pasar, incluso llegó a reírse en sus adentros cuando un acto malicioso de su parte le explotaba en la cara a sus amigos, porque claro, sabía que se lo merecían. Así que él no tenía ganas de disculparse por esos burdos conflictos infantiles, menos en nombre de sus amigos.

Y si no era eso su disculpa, que muy posiblemente fuera rechazada con desdén, ¿de qué sería? Posiblemente trataría sobre el incidente en el lago, donde vio como la vieja amistad entre la dulce Lily y el amargado Snape se desmoronaba frente a la multitud de estudiantes, que bebían embriagados del drama ajeno. Sí, posiblemente tendría la intención de mencionar ese humillante día para Snape, decirle que lamentaba lo que ocurrió. Aunque -de nuevo- la disculpa que le pertenecía a sus amigos.

Él se sentía fatal por lo ocurrido; de solo pensar en ese día le llagaba inconscientemente la imagen destrozada de Snape, con esos ojos suplicantes y los labios fruncidos en una mueca penosa. Él lamentaba que haya llegado a eso, lamentaba haberlo visto así, y lamentaba saber lo dolida que se encontraba Lily desde entonces.

Pero cuando pensaba en ese día, no solo recordaba la penumbra de Snape, recordaba a su amiga triste, furiosa y perturbada por cómo había reaccionado Snape. Recordaba el rencor con el que la había insultado, cómo sus ojos se encendieron con las mejillas coloradas, exclamando que no la necesitaba, que se perdiera en sus propios asuntos, como la llamó Sangre Sucia repleto de repulsión.

La había visto defenderse con voz tambaleante y una expresión aturdida en su momento, pero unos días después le confesó que en verdad la había herido, de un modo que nunca sintió.

《Lo había escuchado antes. Mucho. Pero nunca sentí realmente el peso de lo que significaba. Me sentí tan avergonzada. Estaba furiosa y ni siquiera terminaba de entender por qué》.

No, en verdad lamentaba que las cosas terminaran de esa forma, pero no quería disculparse con él por eso. No recordando los preciosos ojos esmeraldas llenos de lágrimas amargas y la voz cortada por los gemidos que se negaba a soltar.

De todos modos, ¿de que serviría una disculpa? ¿Acaso se olvidarían de su historia? ¿Actuarían como amigos, juntándose por las tardes y compartiendo bromas?

¿Y qué haría Severus si se disculpara?

Remus supuso, con la noche haciendo presión en las sombras y distorsionando aparentemente su toma de decisiones, que lo peor que podría pasarle sería que lo insultara. En el mejor de los casos, Snape podría simplemente fingir no haberlo escuchado, como muchas otras veces.

Si Snape lo ignoraba, todo habría acabado. Los pensamientos, las manías y sin duda ese remolino caótico de culpa se apaciguaría en su interior. Podría verlo a los ojos.

Remus, con un aliento guardado en su pecho como muestra de valor, giró por centésima vez en dirección a Snape. El chico estaba tendido boca arriba, con las pálidas mantas apenas tapando la mitad de su torso y la mirada perdida entre los arcos que formaba el entretecho de la enfermería.

Esa noche decidieron dejar las ventanas abiertas, refrescando la habitación. El rostro apacible estaba bañado por la lúgubre luz plateada de la luna y las orejas cubiertas por el cabello, igual de grasiento que siempre.

Mirándolo como un rarito, Remus pensó nuevamente sus opciones. Lo peor es que lo insulte, lo mejor que lo ignore.

La nariz ganchuda estaba algo rosada, haciendo juego con sus pómulos, a diferencia del resto de su cuerpo, que se encontraba tan pálido como un cadáver. Remus siempre pensó que esa marcada apariencia lo hacía lucir deprimente, como un aura que se aferraba con garras al lánguido cuerpo del chico, en todo lo que era y representaba Snape.

《Lo peor es que me insulte》 Snape parpadeo un segundo, luego otra vez, y por fin cerro los ojos. 《Lo mejor es que me ignore. Y si es porque se durmió, no será mi culpa》

– Snape– llamó, con la fría luz apenas iluminándolos, pero destacándolo a él y a su absurdo cabello negro. – Solo quería decir...

Las palabras, atascadas como una púa en su garganta, fueron groseramente interrumpidas cuando ese chico volteó su rostro en su dirección. Con la mirada igual de apacible y sus oscuros ojos mirándolo, aguardando a que continuara.

《¡Deberías de estar dormido, idiota!》 Pensó entonces, con latidos que casi llegaban a ser dolorosos, y por solo un instante -luego de detenerse abruptamente en esa mirada- otro pensamiento surgió por sobre el caos interno: 《Son demasiado oscuros》.

Esos ojos deben de ser negros.

La mirada de Snape pesaba en él como algo grotesco, asfixiante y perturbador. Sintió esa necesidad de disculparse subiendo por su garganta como bilis y la vergüenza burbujeando con furia en su pecho. Esos ojos penetrantes, como los de un animal muerto, le removían el estómago.

《Y sigue mirándome》, se recompuso, aplastando ese fugaz pensamiento.

Ignorando el hecho de que Snape tuviera ojos sumamente oscuros -que hasta llegaban a confundirse con negro-, lamió sutilmente su labio inferior, desprendiendo la piel muerta que se alzaba en ellos. Había estado sediento desde hace horas, pero la idea de moverse y llamar la atención de la serpiente le paralizó los brazos y disuadió a su mente de que podría esperar hasta que el otro se durmiera para beber algo. Debió haber tomado un vaso de agua antes de hacer esa estupidez.

《Lo peor es que me insulte. Puedo soportarlo》

– Solo quería decirte buenas noches...

《¡Merlín, mátame!》 pensó, alzando una suave sonrisa hacia Snape. La mente explotando con ansias de gritar y ocultar sus ojos de esa penetrante mirada  《¡Qué vergüenza!》.

A diferencia de los escenarios que había armado, con Snape escupiendo insultos como el mismo veneno o donde se reía de su patético intento de socializar, lo observó con las cejas levemente fruncidas antes de cambiar a una mirada con algo similar a la curiosidad. Remus pensó en que eso sería todo, que simplemente lo tomaría con una burla silenciosa y se dormiría. Eso le daría vía libre para saludarlo de nuevo por la mañana y su ardiente vergüenza se apaciguaría un poco más.

– Buenas noches, Lupin.

《Como lo odio》 pensó entonces, con la vergüenza e incomodidad creciendo abruptamente. Ya no quería seguir en el mismo cuarto que ese imbécil.

Con un carraspeo de garganta, Lupin asintió, dio media vuelta y fingió que no había pasado nada. Después de todo, ese saludo se sintió como tragar veneno y como el peor de los insultos. 

Notes:

Cualquier cambio de eventos canónicos o que difieran con la continuidad del tiempo lo avisaré en notas, o puede que no. Solo si me da la gana o es significativo. Es un f-fic chicos.

Espero que les guste, si tienen opiniones, criticas o quieran insultar, son bienvenidos a comentar.
Besossss.