Chapter Text
Capítulo I. Las Deidades que descendieron ahora son mortales.
Historias Viejas, Antiguas, Nuevas y Prósperas.
Maestre Tarly.
Según testimonios de salvajes que observaron los terrores más allá de la muralla hubo un invierno casi eterno donde la muerte y escasez de alimentos llevó a los hombres a consideran enormemente asesinar a sus primogénitos. Milagrosamente se cuenta un relato entre susurros basado en un acontecimiento extraño, aparentemente llamas turquesas envolvieron a los enfermos que días consiguientes lograron sanar.
En un tiempo donde la gente libre no creería en la magia, se considero que esto había sido una bendición de los Dioses.
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Existió no hace mucho una antigua leyenda, que se formó en el nuevo ciclo posterior a la desaparición absoluta de los dragones; esas criaturas mágicas ligadas a historias y mitos de caballeros sabios que compartían características destacables con la casta Targaryen los cuales obedecían a su sangre, su mundo, su familia y por supuesto solamente al cabello blanco. Esos notables rasgos que no se heredaban a cualquiera pues la permanencia de “Los amados por los dioses” era absoluta aunque se mantenían consumadas bajo la cortina de un descuidado burdel; esto era de conocimiento popular, no existía un niño en Westeros que no conociera el incesto que era realizado a puertas cerradas, pero por grandes razones nadie podía decretar en contra de los conquistadores, mucho menos si tú lengua era arrancada.
Por lo mismo, fue una gran sorpresa cuando se reconoció hace no mucho y bajo los pergaminos delgados de Lord Varys, que un hijo concebido entre el Norte y los nobles príncipes fue criado en secreto hasta que se hizo pasar como bastardo de su hogar; un Stark y un Targaryen la unión que se consumó bajo el matrimonio bendecido por el Alto Septum, una fuerza descomunal que fué capaz de iniciar una guerra que acabo con grandes casas en el camino. El resultado de la riña se protegió en el norte, se mantuvo alejado de las manías jerárquicas y se escondió del Rey absoluto.
De ahí, inicia una canción de fuego y hielo que aún sigue siendo entonada en los salones sencillos de los reyes en Kings Landing, que muy bien podría jurar por varios libros que adornarán los estantes del Consejo Maestral que las batallas realizadas por amor eran las más interesantes en escribir.
El morbo siempre movió a las personas aún si juraran ser castos ante los dioses nuevos y los miles antiguos que resguardaban el Mundo de los hombres, aún habían susurros mezquinos dentro de las capillas y sonrisas falsas que podían llenar el trono con rapidez. Tal asiento hecho de espadas derretidas solo demostraba poder y arrogancia, estaba muy seguro que esa siempre fué la intención de Aegon al llegar al Reino por primera vez, un sitio próspero para gobernar las cenizas de la Antigua Valyria al impartir el terror en compañia de sus místicas mascotas que se aseguraban de convertir en cenizas a los enemigos por el mínimo movimiento de que señalara una traición. Todo eso en función de un fin que trajera satisfacción, tal objetivo pronto se olvidó y esto se observo en los conflictos venideros tal y como fue la batalla de los cinco reyes, con humanos de descendencia dudosa en busca de un logro y herederos en busca de su deber.
Siempre era divertido, observar lo que ocurría por detras del talón de la escena. Reir ante sus equivocaciones y saber cómo terminarían las cosas, recordaba vagamente como solía apostar consigo mismo adivinando a ciegas como todo acabaría y al instante en que las piezas caían en su lugar solo podía pensar que las personas ambiciosas eran muy predecibles; le daba pena ver aquella imagen tan desagradable, como soldados morían torpemente en el campo abierto dando sus últimos alientos a dioses que nunca le tendieron la mano en apreció. Desesperación era lo unico que enloquecía sus pupilas cuando daban los latidos finales, varias veces lo presenció con curiosidad como cada detalle de su rostro se hinchaba para luego pudrirse con lentitud hasta el punto de que larvas comieran desde adentro sus ojos y sacaran los globos de su orbita dejando un vacío oscuro que no podía ser llenado, los restos de piel que no estaban contaminados eran arrancados por los animales; siempre considero que los animales entorpecían el rumbo de la vida aunque paradójicamente ellos pertenecían al ciclo sempiterno.
Tantos años de ver el mismo baile danzar una y otra vez en contra del compas natural, observando reinados tras reinados, futuras promesas morir con rapidez y hombres siendo masacrados sin tener oportunidad de entonar los lastimeros rezos en busca de salvación.
Fué interesante cuando una de sus apuestas falló y un lisiado quedó como el monarca prometido retratado en tiempos de paz que no habían sido vistos desde las épocas antes de la cosechas de muerte de la principal familia heredera. Fue justo y certero en sus promesas, nadie podía ser tan imponente como aquel ser que daba alusión de nobleza y conocimiento, aún con sus impedimentos, su vida fue próspera, llenando con la misma dicha a miles de sus allegados territorios; se acercó más de una vez con sigilo cuando los ventanales le dejaban navegar entre pasillos y posarse frente a un hombre que parecía conocerlo, le saludaba y hablaba sobre el pasado que no había presenciado como si fueran recuerdos de una infancia no muy lejana.
"La memoria del mundo frente a la llama de la vida".
El conversaba a solas, una hora justa en el momento en que se encontraba acostado y descansando con tranquilidad, extrañamente siempre hubo un lugar para el cada tres días a su costado. Había observando seres místicos antes, presenció como los mismos eran creados y su evolución hasta la muerte; ver a este individuo envejecer fue triste en la mayoría de su despedida, quizas le pareció sombrío cuando su aliento se hizo aire simple o le había tomado suficiente cariño como para que las lágrimas cayeran sobre su lapida viendo a flores surgir del cemento simple.
El Cuervo antes de perecer, nombró como Rey a su aprendiz, un joven que había sido elegido a corta edad para aprender lo necesario acerca de cada ámbito que su vasta tierra requería, no era de alcurnia, ni tenía un apellido conocido en el pequeño mundillo. Pero, a ciencia del Gobernador, este fue el perfecto sucesor, iniciando como copero y avanzando hasta manejar la espada como un caballero ágil. Era algo excéntrico, pero no de forma negativa, solía bromear de forma constante con sus compañeros, y aún con esa actitud nunca se le juzgo sus decisiones al ser conocido como un buen estratega; era de buen corazón y buena mente, se encargaba de tratar a todos por igual sin imponer respeto a aquellos que aún dudaban de su formación.
Varias castas se desplegaron bajo su mando, que para suerte de muchos fue muy largo, en un inició solo podían pertenecer a la realeza con sangre azul en las venas, pero varios se hicieron por hazañas notables y envidiables por otros; recuperar un dragón de cientos de años perdido y olvidado por el mundo, proteger con tu vida a una familia pobre del abuso de poder militarizado, defender con valentía a tu rey aún sin ser un caballero u hombre.
Eran pequeños e incomprendidos seres que sólo obedecían a su corazón, actos que se fortalecieron con el paso del tiempo, y que en los años de locura, por parte de un emperador, estos debían ser vistos como insultos sin justificación alguna.
Para su conciencia y tranquilidad de todos, no estamos en el reinado del loco soberano.
Estamos en Dorne, donde una de las casas mercantiles más grande y orgullosa en todo este infinito reino se levantó. La familia Newgate era pequeña cuando Joy Boy falleció, pero ahora constaba de centenares de príncipes, todos encargados de un área en concreto para la ayuda a su pueblo, un Reino que era independiente pero obedecía a la linea real de sucesión siendo tan leales como un Stark y tan nobles como un bastardo.
Edward Newgate, comandante en sus años dorados de la guardia nocturna. Fue un huérfano librado de aquella asignación en nombre del Snow más antiguo del lugar, y por consiguiente obligado a proteger un reino por su voluntad. Hizo más de lo que se le pidió en la estructura tan pobre que se le había entregado, si no fuera por su sabiduría aquel monumento utópico hubiera descendido y sido martirizado hace muchos años. Cuido y reconstruyó con sus propias manos el castillo que había sido abandonado en un ataque de plagas que azotó las costas de su fracción, curo a cientos de personas enfermas considerándolas como sus mayores allegados, visitando las tumbas que no tenían nombres pero que necesitaban ser recordados; abolió gran parte de la esclavitud y comercio de niños que se llevaba en las afueras de su jurisdicción aún si no era parte de su deber sintió que no podía ser pasado por alto. No era de su gusto ver que niños fueran llevados a burdeles para satisfacer a hombres de vergas pequeñas y morbo inhumano.
Cada niño que recogía era puesto bajo su vigilancia cuando este no poseía una familia a la cual regresar, poco a poco se fué encariñando con los débiles y rescatados, aquellos que eran tan pequeños que parecían romperse bajo su toque. Decidió adoptar a uno, luego a dos y así se conformaron los dieciséis príncipes y princesas de Dorne, ninguno se enlazaba por sangre, ninguno tenía venas azules en sus antebrazos y por supuesto, ninguna persona del reino tuvo fé en esos críos, les llamaron de cada mentira o difamación habida o por haber hasta el total cansancio lo cual era comprensible ya que estaban rotos y usados.
Pero el tiempo después probó su errar.
Edward Newgate, ahora Rey de Dorne. Fue elegido por votación popular por parte del ahora muerto Emperador de los Seis Reinos, el pueblo decidió dar su apoyo al siguiente clan y fue entonces cuando se anuló la guardia del caballero.
"Tu cuidado acabó, el Norte no necesita protección por tu fuerza. Ahora le deberás tu honor y espíritu a esta nación."
Por los nuevos y viejos dioses habidos y por haber, la realeza comenzaba en un pobre ser que ahora lideraba centenares de hombres libres al abismo sin final de su travesía. Marco recuerda los gritos eufóricos y llenos de alegría de su pueblo, recuerda muy bien lo que deseó ahí parado a la derecha de su padre; el mismo que era alabado como un santo y recibía centenares de flores blancas altivas en el viento con una enorme sonrisa al admirar el lugar que había rescatado del derrumbe, consideró algunas que las conversaciones que tuvo con el discapacitado y entendió lo que era el sentimiento tan desbordante de su corazón, algún día quería hacer lo que él desinteresadamente Pops realizó.
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— Está bien, repite.
— La Flota del Winterfell en la que viajan Su Majestad y único Rey en el Norte, pide de favor único y en buena voluntad asiló de manera temporal para ver el Festival del Fénix este año. — Con su vista disfrazada tras unos vidrios gruesos y un suspiro agotador batió su mano para dejar al enviado hablar sobre la carta de los cuervos.
"Esperamos no importunar, nuestro barco ha pasado de su viaje anual y se ha dañado en la vía alta del soporte, nuestro encargado pide parar en el siguiente reino, en este caso el suyo, para recargar suministros. Tambien esperamos observar la celebración por la que es tan reconocida su Nación.
Nuestros padres fueron buenos amigos, por lo que puede esperar mi enorme respeto a su posición.
Atentamente, Invernalia."
Reposó su cabeza sobre el costado del broche adjuntado en el envío, un emblema oscuro junto con el símbolo del aullante, un Stark que cabía en el puesto de aquella parte contraria a su mapa y que estaba muy lejos de su hogar a la deriva de un mar desconocido. La sangre del primero se quemó en sus hombros y finalmente se deshizo en una pequeña llamarada, el secretario de Namur le observo expectante.
— Hablaré con mi Padre, por el momento dile a mi hermano que la respuesta vendrá de nuestra parte al ser un tema político. No dejen de vigilar el navío desde una distancia prudente.
Una reverencia fue lo que recibió en respuesta por el mensajero que había llegado de los muelles esa mañana. Si podía calcular correctamente, su llegada no tardaría más de dos noches. Los preparativos y la hazaña de cada siglo que se realizaba por aquella ceremonia bendita en completa adoración, fue lo que envolvió su mente en un complejo estrés y saber que llegarían justo al inició solo hacía que hipótesis llovieran con rapidez desde su sien.
Con pasos ligeros, saliendo de la habitación y llegando al extremo del pasillo, para circundar las escaleras a un paso constante el sitio ideal donde el eco le permitió escuchar como el sonido de la noche junto a las damas de compañía que hacían su rondas nocturnas a sus señoras le vieron pasar con recelo, susurrando aún si seguían su figura mientras se cernían sobre su propio abdomen en modales tan torpes que le hacían pensar como es que nadie había corregido su posición ante una genuflexion antes de entrar al palacio central.
Con la llegada del verano, el solsticio tomaba mayor popularidad esto se reflejaba en las prendas tradicionales que algunas sirvientas llevaban con prisa a diferentes aposentos. La idea de ver a la mitología en persona, carne propia ante la deidad que siendo más fuerte que un mortal batía sus alas y dejaba caer sus plumas, relatos de barbudos solían ser extendidos por la región con rapidez ante la premura que el tener uno de aquellos regalos te traería suerte en tu año e incluso que podrías revivir a los muertos con solo un poco de su sangre, lo que en poco tiempo hizo al fénix un item que se deseaba obtener con desesperó.
Golpes huecos a la puerta resonaron antes de pasar, aún manteniéndose solos al ser un día tan ligero por la tarde, dobló su cuerpo manteniendo una mano bajo su estómago y la otra perdiéndose en su espalda aferrándose al vacío mismo con necesidad. Los modales del consejo privado, movimientos practicados que habían sido inculcados desde su juventud siendo realizadas con un rostro ferviente en pequeñas llamas azules en ira que se llenaban bajo sus ojos.
— Veo que ha sido un día difícil, Marco. — Una voz calma, pausada y detenida en pequeñas frase por un hombre en su sexta década de vida que yacía sentado detrás de un escritorio de tallo alto armado y estilizado para un gigante, un tamaño que había sido un dolor de cabeza para cada carpintero en su nación y en el que se notaba las extensiones adheridas en las esquinas por lo largo del enorme salón.
— Decir eso es poco, Mi señor.
— Hay un sol próspero que esta desapareciendo, vários Lores aceptaron venir y aportar a la festividad. Es tu tradición favorita y estas aquí con destellos de fuego rompiendo las prendas que Izo realizó con tanta delicadeza.
— No estaría en este estado si no hubiera llegado un pergamino, Padre.
— Ya veo, asi que es por la llegada del Invierno. ¿Temes que los lobos vengan a la arena, hijo mío?
— ¿Ya era de su conocimiento? — Indago tomando su respectivo asiento en un mobiliario cercano a su diestra.
— Fui al vertedero está mañana. Tu hermana, Lady Bay, sigue insistiendo en que camine por el pueblo para dar una mejor imagen. — Carraspeo esas palabras entre su extraña risa, sosteniendo su barriga antes los movimientos repentinos.
— ¿Su salud se ha mantenido bien para estar bebiendo en los muelles?
— Por los dioses, eres tan amargado. — Se quejó a medias aún con su sonrisa, el joven había notado el patrón de idas y venidas del Rey, cada vez con el silenció de los pescadores sobre lo que ocurría en ese lugar. — Creí haber mejorado al mentirte.
— Sus intentos siempre son entretenidos, Su Majestad. Pero, se le olvida que tenemos un señor de los susurros que tiene la boca muy floja y que es muy manipulable en asuntos democráticos.
— Recuérdame en la siguiente reunión tener una charla con tu hermana.
— No culpes a Haruta, Padre. Ella solo obedece lo que el heredero y mano pide en información, en términos no tan diplomáticos, cumple su deber.
— ¿Acaso no hablábamos del Pelirrojo? — Marco no pudo evitar carcajearse suavemente ocultando la sonrisa por detrás del dorso de su mano. Al menos las llamas habían cesado ante el cambio de humor.
— ¿Crees que viene en buenos términos? Un pueblo independiente hablando con otro pueblo independiente.
— No veo nada de malo en que vengan al país. — Relato mientras revisaba nuevamente los papeles sobre su mesa, intentando evadir la conversación. — No he conocido a ningún Stark que no cumpla con su palabra.
— Y yo, a ningún Lannister que no le guste el vino de Dorne. Pero aún así hay aquellos que bebieron el orine que exportan de Valle durante la guerra.
— Tienes un punto, Príncipe. Pero no debes recaer en tus dudas sobre el hijo de un conocido. — Aquella tonalidad indicaba el final de la conversación, y por lo mismo el silencio que recayó en la habitación.
¿Es porque es hijo de Roger?
La última pregunta murió en su garganta sin tener oportunidad de salir, ya era conocido como su Rey solía preceder de esa manera, sin importar cómo o el momento, el título “Príncipe” usado a solas indicaba el poder de su padre sobre las decisiones del castillo. Era fácil señalar que el era el monarca y que su palabra era absoluta aún si alguien parecía estar en desacuerdo, palabras sencillas que haría imposible al heredero conseguir respuestas aún si fuera el consejero que se encargaba de no recaer nuevamente en medio de una guerra.
Pero su papel como hijo solo obedecía a ciegas creyendo como siempre que ese hombre podría solucionar todo lo que se creía impensable, terminar con una idea de atentado, una disputa, un problema unilateral, un decreto de años que ahora causaba embrollos, todo aquello solucionado por el ahora Monarca de Dorne. Se le tenía respeto por una razón clara, un Newgate nunca traicionara a su familia y para Edward, todos éramos hijos del Mar.
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Durante las noches solas en sus aposentos, el rubio gastaba su energía resolviendo informes con rapidez para presentarlos en la junta próxima y adelantar los últimos detalles de las festividades próximas, el tiempo de la mañana no era suficiente aún con la llegada del verano los días solían ser más cortos como si la llegada del invierno azotará a su puerta en un mal presagió.
Las noches infinitas en la Lanza del Sol, la capital donde la mansión de la anterior casa Martell mantenía su fuerza, parecían un reconforte para el insomnio inmortal. Si bien sus costas eran conocidas por el sol que robaba el color pálido de las pieles jóvenes, la tez de las lunas que servían a la oscuridad atraía el misterio y deseo de formas que no debían ser vistas.
Por ello, los burdeles abrían por las últimas horas atrayendo a turistas cansados a un baño de lujuria y pecado donde la mañana quemaría sus faltas ante los dioses. Nunca le pareció factible el placer humano, no parecía ser necesario en la vida que llevaba, no estaba enamorado, no seguía un tipo ideal de mujer y no le atraía el contacto mundano más allá de una obligación para afirmar un matrimonio sin conceder un heredero sólido.
En la vida animal, por los pocos bosques que les rodeaban, los prados y los lirios, los seres de cuatro patas copulaban en busca de sucesores, entre ellos parece tener una semejanza. Significativamente, su padre era un ejemplo, no escatimaba la pureza en él, los caminantes de dos pies no eran inocentes de cualquier marca a su espalda, por ello era preclaro ver cómo curaban las heridas en base de buenas acciones, no solía juzgar los actos que añoraban el amor y calidez de un extraño con necesidad y tristeza. Como si fuera la última noche en la tierra donde se necesitaba consuelo mutuo.
Cambió su camino, quitando las hojas sobre su mesa y dejando caer uno de los libros que el Maestre había sacado de la biblioteca para él, no confiaba en el hecho de una excusa tan poco entusiasta como esa; nunca escuchó a Pops dejar a la interpretación sus palabras en lugar de aclarar las cuestiones que aún no habían sido emitidas pero que eran reflejadas en su rostro con intranquilidad. Un barco que se hunde establecería una relación más rápida, inmigrantes buscando alojó eso ameritaría la principal atención de la nación. Utilizar la amistad de cientos de lunas contribuiría a un juramento realizado por el gigante, requiriendo su servicio a cambio de siempre recordar su lealtad.
Los libros pesados, de tapas delgadas y toscas con letras doradas y plateadas que se turnaban en hilos que envolvían con terquedad la envoltura de las páginas que vislumbraba conocimiento certero; eran antiguos tanto que el nombre del maestre que recopiló la información se había borrado casi por completo. Un lobo o el símbolo de este junto con una ballena azul fué puesto en una de las principales colecciones, las letras fueron claras y gruesas cuando leyó el enunciado en voz baja caso en un aliento corto.
En el décimo octavo solsticio del Principe heredero. Su Alteza Real ha nombrado al Guardián del Sur como su abanderado y ha prometido la unión y paz de ambas casas por la infinidad de sus vidas y los mil años que han de venir. La ruptura de esta regla equivaldría a la destrucción de una de estas casas.
El Norte y el Sur firman en consentimiento.
Jadeó alterado al ver palabras bíblicas tan bien escritas. Gol D Roger, quién luego fue ejecutado a manos del nuevo regente, había hecho una promesa tan arriesgada entre territorios tan lejanos entre sí. Fue su orden, su juramento y no podía asegurar que su hijo acataría la misma parte del trato, pero debía cumplirlo si no quería llevar a su casta a la destrucción absoluta a manos de Dorne.
Marco deseaba confiar en los humanos, colocar en sus manos el futuro de este reino, pero fue hace mucho que estuvo en una jaula a un costado de un Emperador, viéndolo matar uno a uno a sus abanderados; al tener ese recuerdo nuevamente tan claro en su mente solo puedo cerrar el encuadernado de golpe.
Acercó sus pies a la cornisa de su habitación buscando aire puro y algo que no lo atrapará entre cuatro paredes firmes de mármol, muchas sirvientas se quejaban de la construcción tan precaria de su alcoba; las paredes abiertas en arcos, anteponiéndose sobre las divisiones que delicadamente mantienen adornos tallados a manos cuales olas delicadas de la playa y el mar surcaran las lineas más delgadas de sus aposentos. “Una jaula abierta” ese era su apodo en los susurros del palacio.
Habían muy pocos que sabían la razón de las aperturas, la piedra y bloques de soportes que rodeaba el cimiento eran fríos ante sus garras aferradas duramente contra el metal que comenzaba a pulirse mientras mantenían el fuego encendido y este golpeaba de forma frecuente la superficie.
Impulsando su cuerpo al frente varias veces podía sentir el suelo tan cerca de su cuerpo. Una persona normal teme caer, pero un ave nunca teme volar por lo alto.
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Testimonios de cada noche revelan que el dios de la vida en Dorne, protege a cada habitante velando por su sueño y salud.