Chapter 1: Inicio del caos
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Fuera de la cámara del patriarca dos santos de Athena yacían con semblante perturbado, desconocían cómo comunicar lo ocurrido al sumo pontífice, en especial al guardián del octavo templo.
— No puedo mirar a Milo... — dijo el peliaqua a medida que inclinaba la cabeza con profundo dolor.
Aquel acto fue observado con tristeza por el Capricornio, quien procede a dar un paso al frente anunciando que entraría primero a aquella sala.
Una vez anunciado la llegada de ambos caballeros, el patriarca procede a saludarlos para posteriormente escuchar el informe de su misión en las lejanas tierras de Chasis. Sin embargo, al recabar en las condiciones que venían ambos guerreros no pudo evitar enmudecer, no sólo por los daños en sus armaduras o las heridas que portaban, sino por algo más, una marca de unión en el propietario de la armadura de acuario. Eso significa que el omega había sido reclamado y que ahora estaba incondicionalmente unido a un alfa.
— No puede ser — La voz del patriarca se detuvo para observar con sorpresa al guardián de la deciava casa. — Camus es...
— Mi Omega. — dijo con firmeza
En ese momento las puertas del gran salón se abrieron dejando paso a los demás caballeros dorados quienes habían sido citados por el patriarca para informarles de la presencia anómala en las lejanas tierras de Chasis. Al verlos, el sumo pontífice intentó evitar delatar el actual estado del santo de hielo pero era tarde, el guardián de la octava casa se había abalanzado a atacar al capricornio.
— ¡Basta Milo! — el caballero de Libra trató inútilmente de contenerlo, pero era imposible calmar a un alfa embravecido, sobre todo a uno al que le habían arrebatado a su destinado.
— ¡Aguja escarlata!
Todos en la cámara del patriarca contemplaban con horror como una batalla a muerte se había desatado entre ambos santos, cuyas feromonas habían impregnado la habitación llenándolo de un amenazante hedor a muerte, el cual provenía del guardián del octavo templo, quien nublado por el odio y deseos de venganza, buscaba encajar su ataque mortal sobre el capricornio.
— Milo! — exclamó el peliaqua siendo detenido por el caballero de Virgo, quien advierte que no debe intervenir, no cuando la furia invadía al escorpión.
— Un alfa embravecido es peligroso — advirtió poniéndose frente al Omega como si de una especie de escudo humano se tratara, si bien el escorpión estaba enfrascado en su batalla contra el guardián de la deciava casa, no dudaba que en cualquier momento pudiera atacar al omega al percibir el aroma del capricornio sobre él.
« La ira ha nublado su razón.» pensó
Los alfas eran territoriales, él lo sabía perfectamente, después de todo, todos los santos de oro eran alfas a excepción del patriarca, Afrodita, Camus y Aioros que eran Omegas. Por esa razón, sabía hasta dónde podía llegar la ira del escorpión y no podía permitir que la situación se saliera de control.
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Aunque quizás ya lo estaba.
— Antares!
— Excalibur!
Exclamaron ambos santos emitiendo sus ataques más letales, logrando destrozar todo a su paso. Sin embargo, antes que estos puedan impactar en el otro provocando un daño irreparable, el patriarca interviene anulando ambos cosmos, siendo secundado por el Santo de Libra quien aprovecha el momento para separar a ambos guerreros, ordenando a Saga y Aioria sostener al escorpión, quien pese a no tener cosmos trataba de abalanzarse hacia el guardián del deciavo templo, quien era sujetado por los caballeros de Cáncer y Piscis.
— ¿Por qué?! — exclamó iracundo el heleno, observando con auténtico odio a aquel que no sólo le había arrebatado a su Omega, sino a su destinado.
— Tuve que hacerlo...
Aquella escueta respuesta avivó la ira del escorpión, quien gracias al descuido del guardián del quinto templo, se libera para golpear el rostro del capricornio dejándolo en el suelo ante la atónita mirada de los presentes.
— CAMUS ERA MI OMEGA!
— Ahora es el mío. — dijo con dificultad a medida que una gran cantidad de sangre emergía de su boca.
— ¿Qué dijiste maldito? ¡REPITELO! — bramó sujetándolo del cuello
— ¡Suéltalo, Milo! — exclamó el de Piscis
Inmediatamente Deathmask y Afrodita salieron en defensa del capricornio, separándolo del iracundo escorpión.
— ¡Suficiente! — espetó Shion
El ambiente era tenso en la cámara del patriarca, donde a juzgar por la acusatoria mirada de los otros caballeros sobre el guardián del deciavo templo, era evidente que dudaban de las condiciones en que se dio aquel lazo, sobre todo que esté fuera consensuado. Lo cual dejaba abierta la siguiente interrogante: Acaso Shura marcó a Camus contra su voluntad?. Por lo que el patriarca tenía entendido, el Santo de hielo mantenía una relación con Milo, si bien no había una marca de unión, ambos eran destinados. Además, antes de partir el acuariano le había informado que pretendía unirse a Milo en su siguiente celo. Al recordar aquello, el sumo pontífice no pudo evitar desviar la mirada hacia el sueco, quien sujetaba con cuidado a un ensangrentado capricornio, cuyos orbes trataban a toda costa de evitar la mirada del peliaqua, quien aún era sujetado por el Santo de Virgo. Si aquella sospecha resultaba ser cierta, tendría que tomar cartas en el asunto.
«Marcar a un Omega contra su voluntad se castiga con la muerte.» pensó
El patriarca ordenó a los presentes abandonar la habitación, hablaría con los involucrados por separado.
— Saga encargate de Milo. — dijo con notorio enfado para posteriormente dirigirse a los caballeros de Cáncer y Piscis, quienes sostenían a un ensangrentado Shura — curen sus heridas, Dohko les informará cuando requiera su presencia.
— Sí patriarca — dijeron los aludidos
A medida que se alejaban de aquella habitación, Saga trataba de contener a un malherido escorpión de buscar la mirada del peliaqua, quien aún era custodiado por el Santo de Virgo.
Una vez que ambos alfas fueron retirados de la cámara del patriarca, el rubio se dispone a retirarse haciendo una reverencia ante su superior, para posteriormente dejarlo a solas con el Omega.
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Un incómodo silencio reinaba en los pasillos del Santuario, era claro que ninguno sabía qué pensar. Sin embargo, debían esperar el descargo de los involucrados, pero sobre todo la resolución del sumo pontífice. Si aquel acto había sido consensuado, Shura y Camus tenían mucho que explicar, de lo contrario se tomarían las medidas correspondientes contra el guardián de la deciava casa. Aunque dado el carácter recto y diplomático del mayor, algunos dudaban que fuera capaz de cometer tal bajeza. Sin embargo, otros parecían ya haber emitido su sentencia.
— ¿Cómo pudo?! — espetó un muy indignado Aioria
— Cálmate, Aioria — dijo el Santo de aries tratando de mantener aquel temple que tanto lo caracterizaba
— ¿Cómo puedes pedirme que me calme?! — acusó con verdadero enfado — no sólo marcó a un Omega contra su voluntad, también le arrebató a uno de nosotros su pareja destinada!
— Shura no es ese tipo de persona...— Aioros trató de calmar la situación. Sin embargo, su tono de voz no proyectaba seguridad, si bien quería confiar en el capricornio, aquellas escuetas respuestas que dio en la cámara del patriarca ante las acusaciones del escorpión, dejaban mucho que pensar. — Él es...
— ¿Correcto? — se burló el menor
— Basta Aioria — dijo con seriedad el Santo de libra — aún no sabemos lo que ocurrió.
— El viejo maestro tiene razón — secundó Aldebaran — Será mejor no tomar ninguna decisión hasta escuchar al patriarca.
— ¿Acaso ustedes pueden creer en él? — cuestionó indignado el de Leo, en verdad esperaba esa actitud de los caballeros de Cáncer y Piscis, quienes tenían una estrecha relación con el guardián de la deciava casa, estaba seguro que si en algún momento el capricornio cometía algún acto imperdonable, en lugar de entregarlo lo cubrirían, la lealtad que mantenían entre ellos era más fuerte que la que profesaban a su diosa.
Un silencio sepulcral inundó la habitación, era claro que ninguno de los presentes creía completamente en el capricornio. Sin embargo, no querían emitir un juicio, no abiertamente al menos.
— No deberías tomar decisiones apresuradas.— aconsejó el caballero de Virgo, quien había sido el último en abandonar la cámara del patriarca. — Debemos escuchar la versión de Camus.
— Estuviste a su lado, debió decirte algo.— acotó Aioria, para ninguno en aquella sala era un secreto la estrecha amistad que mantenían ambos caballeros. Sin embargo, aquel comentario pareció no agradar al guardián del primer templo, cuyo semblante era notablemente más serio.
— Nada con relación a lo ocurrido.
Si bien el caballero de Virgo había podido sentir el dolor del Omega, no podía asegurar que esta tristeza se debiera a un lazo impuesto. Si bien Shura era un alfa poderoso, Camus no era un Omega débil, tenía la fortaleza suficiente para enfrentar a cualquiera de la orden dorada.
— Debe haber una explicación — meditó Mü — De lo contrario...
— Shura será ejecutado. — finalizó el caballero de Libra
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En otra habitación perteneciente a los dominios del patriarca, el caballero de géminis se encontraba conteniendo a un embravecido escorpión, quien sin su cosmos no era un gran rival para el mayor de los gemelos.
— ¡Acabaré con él! — exclamó un iracundo escorpión dirigiéndose a la salida, siendo detenido por un contundente golpe proveniente del peliazul.
Si bien el mayor no había hecho uso de su cosmos, eso no reducía la fuerza de aquel golpe que había logrado dejar en el suelo al escorpión.
— Suficiente. — espetó tratando de mantener la compostura.
— No lo entiendes...— respondió con dificultad a medida que limpiaba la sangre que brotaba de sus labios.
— Es verdad — reconoció dirigiendo sus penetrantes orbes jade hacia el menor, quien pese a no tener su cosmos aún desprendía un aura amenazadora, quizás de estar en su situación actuaría de la misma manera. Sin embargo, no podía permitir que la furia nublara su juicio, no cuando tenía una orden directa del sumo pontífice — no puedo imaginar por lo que estas pasando, pero si debo dejarte inconsciente hasta la resolución del patriarca, lo haré. — sentenció colocándose frente a aquella puerta — Así que piensa bien lo que harás.
El escorpión golpeó el suelo en señal de frustración, por mucho que odiara reconocerlo, en esas condiciones no era rival para alguien como Saga, por ello no tuvo otra opción que permanecer en aquella habitación hasta que el patriarca requiriera su presencia.
« Camus...» pensó.
El peliazul no podía evitar observar con cierta tristeza al escorpión, sin duda aquella situación no era fácil de asimilar, después de todo el acuariano no sólo era su pareja, era su destinado, hasta donde recordaba, desde pequeños ambos caballeros sintieron una fuerte conexión el uno por el otro, para todos en el Santuario era claro que eran destinados. Por ello lo impactaba tanto lo ocurrido, hasta donde tenía entendido, el patriarca había designado a Shura y a Camus para ir a las lejanas tierras de Chasis, lugar donde se encontraba el templo de la diosa Ilitia. No había problema en mandar a un alfa y un omega, siempre y cuando su celo no esté próximo, o si poseían un lazo. Sin embargo, las únicas parejas formadas en la orden dorada eran Dohko y el patriarca, seguido por Aioros y el peliazul.
« Aioros...» pensó
No podía imaginar si un día perdiera a su arquero.
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TEMPLO DE PISCIS
En el interior de los dominios del sueco, este se encontraba curando las heridas de un ensangrentado capricornio, quien yacía con la mirada perdida en un punto muerto de la habitación, aquello sin duda preocupaba al Omega, quien hasta el momento únicamente se había limitado a retirar la sangre de su rostro.
— ¿Qué fue lo que pasó, Shura? — preguntó dejando notar su preocupación, pero lo único que recibió fue un incómodo silencio por parte del mayor.
— Shura. — llamó el de Cáncer, observándolo con seriedad, su paciencia se estaba agotando. Sin embargo, no podía quedarse de brazos cruzados, a diferencia de Afrodita, él no era delicado y quizás eso necesitaba el mayor, por lo que sin dudar procedió a sujetar con rudeza el hombro del alfa, obligándolo a mirarlo. — ¿Qué ocurrió con Camus?
El alfa reaccionó, topándose con los penetrantes orbes del guardián de Cáncer, quien al igual que el pisciano demandaba una explicación, ambos conocían los verdaderos sentimientos del capricornio hacia el Santo de hielo, así que si con alguien podía ser sincero, era con ellos, después de todo para ninguno era un secreto que el mayor había amado al peliaqua desde que eran pequeños, el capricornio siempre supo que Camus era omega, su físico lo delataba. Sin embargo, nunca intentó nada con él, para todos era evidente que Milo y Camus tendrían un vínculo.
— Tuve que hacerlo...
— ¿Qué quieres decir? — cuestionó Deathmask. Sin embargo, sólo recibió un amargo silencio del mayor.— Shura acaso tu...
El de cáncer palideció ante la probabilidad de un lazo forzado, pero antes que pudiera decir algo fue interrumpido bruscamente por un iracundo Afrodita.
— ¡Cómo puedes pensar algo así?! — lo enfrentó por tal insinuación — Shura nunca haría algo como eso!
El canceriano únicamente se limitó a observar al mayor, conocía lo suficiente a su compañero como para creerlo capaz de cometer tal atrocidad. Sin embargo, no podía negar el primitivo instinto que albergaban los alfas, por lo que si alguien podía entenderlo, era él.
— Shura? — inquirió
— Yo soy el responsable...
Continuará...
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TEMPLO DE PISCIS
Un silencio sepulcral se formó en los dominios del sueco, quien tras escuchar el relato del Capricornio acerca de lo ocurrido en las lejanas tierras de Chasis, no pudo evitar posar una de sus manos sobre el hombro del mayor en señal de apoyo, seguido por el guardián de Cáncer quien tras una furtiva mirada le pide al menor dejarlos a solas, al parecer debían tener una conversación Alfa-Alfa, por lo que tras un breve asentimiento Afrodita procede a retirarse aduciendo que debía asearse, después de todo tenía sangre en sus manos. Una vez a solas, el caballero de Cáncer procedió a recargarse sobre una de las muchas columnas que decoraban el templo de Piscis, desde ahí podía observar perfectamente el semblante afligido del mayor.
— Lo has amado desde pequeños — acotó recordando la forma en la que el mayor siempre observaba a Camus.
Hasta donde podía recordar, antes de formar parte de la orden dorada, era deber del alfa encargarse de los aprendices a caballeros cuando Saga y Aioros no podían, dado que él y Afrodita no mostraban el menor interés en sus nuevos compañeros, el patriarca había designado al Capricornio como apoyo de sus instructores, por ello y sus caracteres tan afines, Shura continuamente pasaba tiempo con el galo, sea en la biblioteca del Santuario o en los entrenamientos poniendo a prueba su aire frío, al ser uno de los pocos Omegas de la orden dorada, era su deber mantenerlo a buen recaudo, al menos hasta que pudiera defenderse por sí mismo, hasta entonces él vería por la seguridad del Omega, pero lo que nunca esperó fue desarrollar sentimientos por el menor. Fue a su regreso de Siberia que quedó prendado por el Omega.
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Desde que lo vio le robó el corazón.
Ya no era aquel niño que corría a sus brazos buscando refugio.
El de cáncer aún recordaba el dolor en los orbes del alfa al conocer el tipo de relación que el peliaqua había formado con el escorpión.
▬▬▬▬ ❴Flash back❵ ▬▬▬▬
AÑOS ATRÁS
TEMPLO DE CAPRICORNIO
El guardián de la deciava casa se encontraba sentado en las escaleras de su templo, en su rostro podía apreciarse una profunda tristeza, una que no pasó desapercibida para el cangrejo, quien como de costumbre se dirigía a los dominios del sueco con el objetivo de molestarlo.
— ¡Hey! — exclamó el recién llegado
El capricornio se sobresaltó, no se había percatado de la llegada del Santo de cáncer, quien sonreía haciendo sus clásicas muecas.
Era tan histriónico.
— ¿Qué ocurre? — preguntó el Siciliano sentándose a su lado en las escaleras — Pareces preocupado.
El aludido únicamente se limitó a bajar la cabeza y cerrar con fuerza los puños, dudaba en decir lo que lo inquietaba. Conocía perfectamente la opinión de su compañero. Sin embargo, si en alguien podía confiar era en el alfa, por lo que tras un pequeño silencio procedió a relatar lo ocurrido en el templo de la urna, donde fue testigo de la relación que el aguador había formado con el escorpión.
— Debo hacerme a un lado...
— ¿Te rendirás? — reprochó con enfado, provocando que el mayor arqueara una ceja
— Está mal visto cortejar o intentar cortejar a un omega que está saliendo con otro alfa. — le recordó, causando que el menor suspirara con fastidio, sin duda el Capricornio era demasiado correcto. Según las normas sociales, el alfa tenía que esperar a que el Omega finalice esa relación para poder cortejarlo. Claro que a Deathmask nunca le importaron esas formalidades. — Por dónde lo vea, alejarme es la mejor opción.
— No deberías rendirte. — replicó, él nunca se caracterizó por ser de los que se rindieran ante nada para conseguir su objetivo y el hecho que el Capricornio lo hiciera lo exasperaba.
— Es el destinado de Milo.— acotó
Ante lo dicho, el de Cáncer esbozó una sonrisa arrogante, su fuerte no era el romance, ante todo era un guerrero y uno muy altanero, por lo que no dudó en afirmar que él lucharía, aún si el Omega que le interesaba estuviera interesado en alguien más o tuviera destinado. Eso no lo detendría, era muy confiado de sí mismo, sólo lo detendría que formara un vínculo.
— Las parejas son temporales, los vínculos son para siempre. — continuó — Hasta entonces tienes oportunidad.
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Aquel recuerdo vino con fuerza a su mente.
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Shura aún amaba a Camus.
Aquel profundo dolor en las orbes del mayor no pasó desapercibido para el guardián de Cáncer, quien se cuestionaba internamente lo que estaba a punto de decir.
— ¿Recuerdas lo que dije aquel día?
Esto atrajo la atención del Capricornio quien volteó a verlo interrogante.
— Las parejas son temporales, los vínculos son para siempre.
— Death...
— Sin importar la sentencia, estaremos contigo. — lo corta, era consciente de lo que las acciones del español implicaban — Verdad, niño bonito? — dijo dirigiéndose a un recién llegado Afrodita, quien entrecerró los ojos en aparente molestia.
— Si pierdes el tiempo con bromas estúpidas, volverás a darte de bruces contra el suelo. — advirtió el sueco
Aquello provocó una sutil sonrisa en el Capricornio, sin duda aquellos dos no habían cambiado, desde pequeños Deathmask disfrutaba provocar al Omega, recordaba cómo en más de una ocasión tuvo que separarlos cuando eran adolescentes, pues a diferencia de otros alfas, Deathmask no se contenía, no le importaba si eran Omegas o Betas, peleaba por igual, eso era algo que le agradaba al sueco.
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En el interior de la cámara principal del patriarca, el sumo pontífice se disponía a escuchar el testimonio del Santo de hielo sobre lo ocurrido en las lejanas tierras de Chasis. Si quería emitir una resolución acerca de la situación del Capricornio, debía conocer las circunstancias en las que se dio aquel lazo para descartar la probabilidad de un lazo forzado.
— Lo que ocurrió en el templo de la diosa Ilitia...— inquirió atrayendo la atención del aguador quien se apresuró a levantar el rostro con su característico porte estoico.
— No fue culpa de Shura. — defendió clavando sus profundos orbes zafiros en el mayor — Fue producto de mi celo...
El sumo pontífice no pudo evitar observarlo con incredulidad, él jamás expondría a un alfa o un omega a una situación como esa, por esa razón se había asegurado que su periodos de celo no coincidieran. Según sus informes el celo de Camus llegaría en 3 meses y el de Shura en 6.
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Lo que decía era imposible.
— Shura no tuvo otra opción.
El patriarca desvío la mirada hacia el galo, el cual todavía se encontraba hincado en el suelo intercediendo por el alfa. Sin embargo, si aquello se trataba de una treta para evitar la ejecución del Capricornio, tenía que tomar cartas en el asunto.
— Camus, él...
— No fue contra mi voluntad. — lo cortó relatando lo ocurrido en las lejanas tierras de Chasis.— Yo lo acepté.
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Presencias anómalas invadían las tierras de Chasis, especialmente el templo de la diosa Ilitia, el cual era custodiado por algunos guerreros rasos y sacerdotisas, cuyo poder no podía equiparar al de su enemigo. Sin embargo, con mucho esfuerzo y algunos decesos, los guerreros de Chasis habían logrado defender el templo durante el último ataque, pero aún ignoraban cuál era el objetivo de aquellos seres sin rostro, lo único que sabían era que intentaban adentrarse a toda costa en los dominios de la diosa Ilitia. Ante lo dicho, ambos Saint Golds decidieron investigar en el interior del templo de la diosa, pero al llegar a la cámara principal fueron interceptados bruscamente por las sacerdotisas quienes bloquearon el camino del Capricornio, aduciendo que sólo los omegas cuya pureza no haya sido mancillada podían ingresar, el alfa intentó objetar pero fue interrumpido por la voz del peliaqua.
— Yo revisaré la habitación, Shura.
El Capricornio se sorprendió al descubrir que el Omega no había tenido relaciones con el escorpión, por lo que al salir de su asombro se limitó a asentir dejando partir a un muy ruborizado Camus, quien le pidió cuidar la entrada del templo.
Una vez dentro, el acuariano exploró el interior de aquella cámara percatándose de una gran cantidad de pociones, al parecer creados por la diosa de los partos y guardiana de la luz de vida.
— Esta poción es usada para potenciar el celo de los Omegas, aumentando su fertilidad. — informó una de las doncellas
El Santo de hielo intentó encontrar algo que conectara aquella poción con el ataque de aquellas tétricos seres. Sin embargo, no tenía sentido atacar el templo de la diosa sólo por aquellas pociones, hasta donde tenía entendido, estas eran un regalo de la diosa Ilitia para aquellos Omegas infértiles o con partos complicados, incluso había sido obsequiado a algunos betas con la finalidad de asegurar los procesos de parto.
— No tiene sentido...
— Estos elixires son un obsequio muy preciado para los habitantes de Chasis. — dijo con auténtica preocupación la doncella — por favor, impidan que el regalo de nuestra diosa sea destruido. — unió sus manos en súplica
El acuariano asintió, ignoraba si el objetivo era hurtar o destruir aquella pócima, si lo analizaba detenidamente ninguna de las dos opciones tenía sentido, después de todo aquellas pociones sólo podían utilizarse en Omegas o Betas que cumplieran con esas condiciones, de lo contrario no tendría efecto. Sin embargo, era lo único de aparente "valor" en la habitación, intentó seguir investigando aquel recinto pero fue interrumpido por un fuerte estruendo.
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El templo estaba bajo ataque.
Los guerreros de Chasis eran atacados por un gran número de seres sin rostro, los cuales lograban extender sus afiladas garras como si de peligrosas ramas se trataran, ante esto ambos Saints intentaron acabar con aquellas criaturas haciendo uso de sus técnicas más letales. Sin embargo, la resistencia de aquellos seres era mayor de lo que esperaban. A medida que combatían, el acuariano advertía a su compañero no dirigirse hacía los elixires, pero este se encontraba demasiado enfrascado en su combate contra una misteriosa figura.
— Tu eres el responsable — acusó el Capricornio señalando la silueta de un encapuchado, al parecer era quien controlaba a aquellas tétricas criaturas.
— Nada mal para un santo de Athena — se mofó provocando la ira del alfa, quien se lanza a atacarlo desatando su excalibur en todas direcciones, impactando cerca del recinto de la diosa.
El peliaqua tuvo que intervenir en el combate congelando todos los escombros a su alrededor, los cuales amenazaban con derrumbar los dominios de la diosa Ilitia. Durante el enfrentamiento, Shura fue impactado violentamente contra las columnas, sin duda aquel sujeto era poderoso. Cuando estuvo a punto de atacar a un aturdido Capricornio, el peliaqua logra apartarlo, recibiendo en su lugar el ataque de aquel misterioso hombre, el cual había logrado capturarlo entre aquellas gruesas raíces que emergían de la tierra para apresarlo.
— Tú me servirás de distractor.
El encapuchado se aproximó ante el Omega, forzándolo a ingerir parte de un extraño brebaje, uno que el aguador trató inútilmente de devolver pero era tarde, aquel misterioso hombre tiró violentamente de su cabello obligándolo a pasarlo.
— Veamos de lo que es capaz está poción.
Una vez que aquel pequeño frasco quedó vacío, aquella figura procedió a tomarlo del mentón, posando su penetrante mirada contra los orbes zafiros del Omega, el cuál sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, había algo en aquella mirada que lo aterraba.
— Eres hermoso. — dijo pasando su pulgar por los finos labios del peliaqua, acción que enfadó a un malherido Capricornio, quien no dudó en apartarlo bruscamente del Omega.
— ¡Excalibur!
El guardián de la deciava casa no dudó en atacar, cortando así aquellas raíces que tenían preso a su compañero, el cual parecía retorcerse en el suelo, producto de un extraño dolor.
— ¿Qué le hiciste?! — exclamó iracundo a medida que luchaba contra aquel encapuchado
— Ya obtuve lo que buscaba, no es necesario continuar luchando. — sentenció interceptando el ataque del alfa, para posteriormente señalar a aquellos seres sin rostro, los cuales habían logrado hurtar el elixir de la diosa Ilitia. — Apártate!
Dicho esto, una gran cantidad de raíces emergieron de la tierra para atacar al Capricornio, logrando apresarlo en el suelo, dándole oportunidad a aquel misterioso encapuchado de marcharse con aquellas sombras que lo acompañaban.
— Maldición! — espetó el guardián de la deciava casa
Una vez que pudo liberarse de aquellas molestas raíces trató de seguirlos pero el quejido de su compañero lo detuvo, al voltear pudo apreciar cómo este se retorcía en el suelo, preso de un desconocido dolor, el guardián de los hielos podía sentir como un incómodo calor se abría paso entre sus piernas, provocándole confusión ante el repentino calor que amenazaba con hacer arder todo su cuerpo.
— Camus!
El Capricornio enmudeció al ver al Omega jadeando con un fuerte rubor sobre sus pómulos
— No pude ser... — susurró el alfa
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Camus estaba entrando en celo.
El Capricornio intentó cubrirse pero era tarde, el aroma a menta de Camus había inundado lo que quedaba del templo de la diosa Ilitia, provocando que poco a poco aquellos alfas que no poseían un lazo entraran en calor.
— Estoy en celo?
El aguador no comprendía qué estaba pasando, sólo sabía que estaba en peligro, su cosmos no respondía a su llamado y su cuerpo no parecía tener la fuerza suficiente para moverse por su propia voluntad.
— Camus, huye...— advirtió con dificultad el Capricornio, quien se encontraba luchando contra sus instintos de poseer al Omega. El aroma de su celo lo estaba enloqueciendo, si no se apartaba pronto de aquel lugar le sería imposible luchar contra sus instintos. Sin embargo, la erección que se formaba entre sus piernas no era el único problema al que se enfrentaba, los soldados de Chasis estaban entrando en calor y pretendían disputar una batalla por tomar al Omega. No pensaban con claridad, eran alfas respondiendo a su primitivo instinto por tomar y marcar a un Omega, uno que dado la condición de su celo no podía llegar muy lejos.
El aguador trató inútilmente de levantar una pared de hielo que lo alejara de aquellos alfas pero era inútil, no podía hacer uso de su cosmos. Al percatarse de la situación, el azabache los detiene cortando la tierra con su excalibur, creando un abismo entre aquellos alfas, los cuales habían desatado una batalla a muerte, una que no culminaría hasta que alguien marcara al Omega.
— Tienes que irte...— gimió con dificultad, intentando no ceder ante sus instintos de fundirse con el Omega; pero no soportaría mucho, no cuando el aroma de su celo era cada vez más intenso. Si su alfa interno despertaba podía perder la cordura y desatar una masacre contra los guerreros de Chasis.
— No...no puedo. — no podía seguir soportando aquel intenso calor que aclamaba por un alfa entre sus piernas.
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Su cuerpo necesitaba ser poseído.
El peliaqua no quería terminar con alguno de esos alfas. Sin embargo, su cuerpo no soportaría más. Lo único que podía finalizar con aquella situación era ser marcado, aquello anularía su aroma embriagador, alejando a los guerreros de Chasis. Sin embargo, afectaría al alfa con quien hiciera el lazo.
— Lo único que terminaría con esto es que...— alzó lentamente la vista encontrándose con los orbes jade del Capricornio, quién podía imaginar lo que estaba a punto de decir. — Tienes que marcarme — esbozó con fuerte rubor sobre sus pómulos
El mayor lo observó con asombro, no era que la idea le desagradara, después de todo siempre deseó ser el alfa de Camus, sus instintos clamaban por marcarlo. Sin embargo, era consciente que aquella proposición estaba basada en el miedo que tenía el omega por desatar una masacre y terminar unido a un alfa que desconocía. Aquella era una proposición carente de amor, sus sentimientos hacia el aguador seguían siendo unilaterales.
— Tu amas a Milo. — dijo con dolor
El peliaqua no pudo evitar que gruesas lágrimas rodaran por sus mejillas, aquel calor lo tenía preso entre el delirio y la cordura. Sin embargo, no podía dar marcha atrás, no cuando el resultado era el mismo.
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Perder su libertad.
Si los dioses habían dispuesto que se uniera a un alfa que no amaba, al menos quería poder decidir; mientras aún tenía cordura quería ser dueño de sus camino.
— Marcarme... — sentenció liberando más de aquella embriagante fragancia. Una que terminó por llenar de deseo al Capricornio, quien procedió a colocarse encima del Santo de hielo, acorralando su cuerpo contra el rocoso suelo.
— ¿Estás seguro de esto? — susurró respirando el embriagante aroma que emanaba de su cuello, no tenía dudas, deseaba marcarlo. Todo su cuerpo ansiaba fundirse con él. El verlo tan jadeante sólo había logrado aumentar la dureza de su erección.
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Al terminar de relatar lo ocurrido, el patriarca no pudo evitar observar la afectación en el rostro del menor, el cual estaba bañado en lágrimas.
— Tuvo que hacerlo... — sollozó recibiendo una triste mirada por parte del mayor — Yo se lo pedí.
— Aunque no lo queramos hay situaciones que no podemos evitar. — esbozó acariciando con afecto su largo cabello.
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TEMPLO DE VIRGO
La iracunda mirada del lemuriano no había pasado desapercibida para el caballero de Virgo, quien lo observaba expectante desde uno de los tantos pasadizos que conformaban el sexto templo.
— Estas enfadado.
Al sentirse descubierto, el lemuriano desvío incómodo la mirada, aún tenía presente lo ocurrido fuera de la cámara patriarcal, donde por órdenes del sumo pontífice, el caballero de Libra escoltó al acuariano al lugar donde se encontraban Saga y el guardián del octavo templo. Al parecer debía hablar con el escorpión. Sin embargo, antes que pudieran alejarse son detenidos por el hindú, quien procede a acercar su cuerpo al del galo impregnándolo de sus feromonas.
Aquel acto enfadó a Mü.
El Santo de Virgo no quería que el escorpión perdiera los estribos al sentir el aroma del capricornio sobre el cuerpo del Omega, quizás el aroma a Incienso y orquídea que segregaba el hindú no serían del agrado del alfa, pero estaba seguro que en ese momento el heleno prefería eso a sentir el aroma del Capricornio sobre el aguador, quien le agradeció de forma tácita su preocupación.
— No tenías que marcarlo. — acotó con total seriedad.
Ahora todo era claro para el hindú.
— Estás celoso. — sonrió tomando entre sus brazos el cuerpo del lemuriano, con quien mantenía una relación Alfa-Alfa, si bien aquello era prohibido en el Santuario, ninguno podía evitar sus sentimientos por el otro, por esa razón habían optado por mantener aquella relación en secreto, lo cuál, desagradaba cada vez más al carnero.
—...Odio que impregnes a un Omega — dijo entre susurros, a medida que recostaba su cabeza en el cuello del rubio, quien tras lo dicho no pudo evitar tomarlo suavemente de la cintura, aferrándolo fuertemente a su cuerpo.
— Tú eres mi alfa — susurró en su oído liberando sus feromonas, los cuales se mezclaban con el aroma a lavanda del lemuriano, transmitiéndole aquella seguridad que tanto necesitaba — No existe nadie que cambie eso.
« Su Alfa...» pensó el ariano.
En verdad nadie cambiaría eso?
Quizás no debería, pero siempre tendría ese temor de ser separados por un Omega, después de todo lo suyo no tenía futuro, como alfas no podían tener un lazo, tampoco crear descendencia para el Santuario, por donde lo viera su relación estaba condenada al fracaso y esto era lo que atormentaba tanto al guardián del primer templo.
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En el interior de la cámara patriarcal, el caballero de la deciava casa se encontraba escuchando las palabras del sumo pontífice quien aducía ya tener una resolución respecto a su caso. Sin embargo, necesitaba tener el descargo del alfa ante lo relatado por el peliaqua.
— ¿No dirás nada al respecto? — preguntó con semblante impasible, recibiendo una negativa por parte del azabache, cuyo rostro reflejaba un profundo dolor.
— Hice algo imperdonable...
Aquello atrajo la atención del lemuriano, quien lo observó expectante. Si bien había escuchado con atención la versión del aguador, tenía que descartar la posibilidad que el Omega este encubriendo al guardián de la deciava casa.
— ¿Lo forzaste? — inquirió con severidad
—...De alguna forma siento que lo hice. — espetó golpeando el suelo en señal de frustración, sintiéndose de alguna manera culpable de lo ocurrido.
▬▬▬▬ ❴Flash back❵ ▬▬▬▬
El alfa se encontraba disputando una lucha interna, debatiéndose entre su instinto y la razón.
— ¿Estás seguro de esto? — cuestionó acorralándolo contra su cuerpo, respirando aquel embriagante aroma — Camus...
— Marcarme... — pidió con un fuerte rubor sobre sus pómulos.
Aquello fue suficiente para que el alfa sucumbiera ante su primitivo instinto, incrustando sus filosos dientes sobre la nuca del Omega, el cual reprimía un grito de dolor aferrándose con fuerza al cuerpo del alfa, quien parecía querer profundizar aquella marca que conformaría su unión.
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Su lazo.
Podía sentir su cuerpo fundirse de una manera indescriptible con el del Capricornio. Eso significaba que había sido reclamado y que ahora se encontraba incondicionalmente unido al alfa, esto significaba que su celo únicamente lo afectaría a él, pero ignoraba de qué manera.
— Shura... — murmuró al percatarse que los ojos del alfa habían cambiado a una fiera mirada
Su alfa interno había despertado.
El Capricornio lo calló aprisionando sus labios en un demandante beso, el cual fue tornándose cada vez más lujurioso, provocando que el ardor en sus cuerpos se intensificara haciéndolos presa de aquel primitivo deseo.
— Shura... — dijo entre jadeos, observando como el alfa procedía a retirar su armadura junto a las prendas del Omega, hasta terminar ambos completamente desnudos sobre aquel rocoso suelo.
El cuerpo del aguador respondía a las lujuriosas caricias del alfa, quien disfrutaba tener a aquel Omega a su merced, removiéndose con sensualidad contra su cuerpo, aclamando por el erecto miembro del azabache, quien descendía repartiendo voraces mordidas en los muslos del aguador, marcando aquel cuerpo que tantas noches había anhelado poseer.
Una vez que sus manos sintieron la humedad entre los glúteos del Omega, cuya lubricación cada vez era más notoria, el alfa no dudó en separar sus piernas para introducir su endurecido miembro en la cálida intimidad del peliaqua, penetrándolo con una suave estocada, una que le supo a gloria al sentir como su miembro era apresado entre las estrechas paredes del aguador.
— Ah~ — no pudo evitar dejar escapar un gemido de placer, al adentrarse en lo más profundo del Omega, cuya vista se encontraba pérdida producto del ardor de su celo, ante esto el alfa procedió a aferrarlo fuertemente a su cuerpo embistiéndolo con desenfreno.
— Shura — jadeó con un fuerte rubor sobre sus pómulos, apoyando sus manos en los hombros del alfa sintiendo cada vez más fuertes las estocadas.
Cuando el vaivén de las embestidas cesaron hasta ser reemplazadas por el tan ansiado nudo, el alfa no puede evitar gemir de placer eyaculando dentro del Omega, quién podía sentir su interior ser invadido por la cálida esencia del alfa que jadeaba sobre sus labios, ambos estaban muy agitados pero seguían sin separarse, el calor aún invadía sus cuerpos.
Aquel día el alfa lo hizo suyo tantas veces como pudo.
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Una vez que el calor en sus cuerpos se hubo apaciguado, el mayor se separó de aquella cálida estrechez, saliendo lentamente del interior del Omega, quien poco a poco comenzaba a perder la conciencia producto del cansancio. Al verlo, el mayor procedió a acaricia suavemente el contorno de su rostro.
— Te amo, Camus — confesó besando con suavidad aquellos finos labios del peliaqua, quien había sucumbido en un profundo sueño.
Durante esos días, el Omega había sido atendido por las sacerdotisas de la diosa Ilitia, quienes le extendieron unas hierbas para evitar tener un embarazo. Si bien los efectos de aquel intenso celo habían desaparecido, el Omega aún se encontraba con oleadas de calor. Sin embargo, estas no parecían afectar al Capricornio, no al grado de despertar su alfa interno al menos.
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— Debí impedirlo... — lamentó con amargo dolor, recibiendo una mirada condescendiente del sumo pontífice, quien procede a colocar una mano sobre su hombro en señal de consuelo.
— Fue decisión de Camus. — acotó
— Pude buscar otra solución — reprochó — era el Omega de Milo...
— Nunca te perdonará que hayas marcado a Camus. — advirtió el mayor — estás conciente de eso?
El alfa asintió, aduciendo que aceptaría sin oposición la sentencia que dictaminaran, lo único que pedía era que no se tomaran represalias contra el aguador, sin más que decir el alfa procede a marcharse a su templo, siendo seguido por la expectante mirada del mayor, quien debía tomar una decisión.
Los lazos eran un regalo de la Diosa Hera, romperlos era invocar la furia de aquella rencorosa diosa. Sin embargo, existían 3 formas de romper el lazo: la primera era la muerte de alguno de los involucrados, por ello el Santuario había implementado como ley la ejecución de todo alfa que marcara a un omega contra su voluntad, la segunda opción era que el alfa rompiera el lazo al reclamar a otro Omega, después de todo un alfa podía tener la cantidad de parejas que deseara, pero no podía morder a varias personas sin romper el lazo con la anterior, si el omega no estaba de acuerdo no era relevante. La última opción era que la diosa Hera lo hiciera, pero aquello era imposible. La diosa del matrimonio defendía con recelo los lazos formados entre Alfa-Omega quienes estaban incondicionalmente unidos por el vínculo y aquella unión debía respetarse, después de todo estos lazos no dependían del amor, no cambiaban si no se amaban, el efecto era el mismo.
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En otra habitación perteneciente a los dominios del patriarca, el guardián del octavo templo se encontraba caminando de un lado a otro, había pasado más de una hora desde que el géminis lo tenía confinado en ese lugar, donde sin importar lo que hiciera no podía evitar pensar en el Santo de hielo.
« Camus...»
Aquella tarde había escuchado que el peliaqua había regresado de su misión junto al Capricornio, en un inicio se mostró animado, llevaba desde la mañana esperando el regreso de su Omega, pero había algo que lo inquietaba, no entendía la razón pero no podía evitar mostrarse tenso e irritable, supuso que se debía al estar separado demasiado tiempo de su destinado. Por esa razón decidió apresurarse a la cámara patriarcal, donde el aguador debía estar dando el reporte de su misión junto al Capricornio. Sin embargo, al ingresar a los dominios del patriarca, fue testigo del estado de su bello aguador, quien no sólo portaba daños en su armadura, si no en su cuerpo, pero aquello no era lo que le produjo afectación, sino la presencia de una marca de unión en el cuello del Omega, esto significa que estaba incondicionalmente unido a un alfa, al Capricornio, cuyo aroma se encontraba impregnado sobre el guardián del onceavo templo, dando una idea de lo que había pasado entre ellos. No fue consciente de en qué momento se abalanzó sobre el azabache, lo único que recordaba era que sintió una ira indescriptible.
— Lo odio... — espetó golpeando con fuerza la columna a su lado, pero antes que pudiera lanzar otro golpe, es detenido por la presencia del guardián de los hielos, quien era escoltado por el viejo maestro. — Camus...
— Shion me ordenó traerlo aquí — informó Dohko dirigiéndose al mayor de los gemelos, quien lo observaba con desconcierto — será mejor que hablen a solas Saga.
El peliazul asintió retirándose de aquel recinto junto al mayor, dejando a ambos caballeros sumidos en un incómodo silencio.
"— Debes hablar con Milo."
Las palabras del patriarca resonaban en la mente del peliaqua, quien inútilmente trataba de contener la ira y el dolor del escorpión, quien entre improperios maldecía al guardián de la deciava casa, aduciendo que sería él el encargado de darle ejecución, aquello provocó que gruesas lágrimas brotaran del Omega.
— ¡Nunca lo perdonaré por esto!
— Milo... — Un nudo en su garganta le impedía seguir con aquella confesión.
— Sé que es tu derecho Camus — lo cortó con brusquedad, era una ley del Santuario que todo Omega cuyo lazo sea forzado, poseyera el derecho de llevar a cabo la ejecución del alfa si así lo deseaba, de lo contrario esta labor sería acotada por el verdugo — pero quiero ser yo quién acabe con él.
— No puedo permitirlo...
— TE MARCÓ CONTRA TU VOLUNTAD!! — espetó sujetándolo fuertemente de los hombros — ¡ES MI DEBER ACABAR CON ÉL!
— Yo le pedí que me marcara!
El escorpión enmudeció ante lo dicho, no podía creer las palabras del omega, pero a juzgar por su expresión aquello era cierto. A caso el peliaqua tenía algo con el guardián de la deciava casa? Imposible, se negaba a creer que su Omega lo hubiera traicionado de esa manera. Sin embargo, si el alfa no había abusado del aguador, eso significaba una cosa.
— Milo yo...
— Te acostaste con él? — preguntó dolido.
Por alguna razón sentía una horrible sensación en el pecho, la cual empeoraba con el silencio del Omega, quien yacía pálido.
— ¡CONTESTA! — Gritó sujetándolo sin ningún tipo de cuidado.— ¡DI ALGO MALDITA SEA! ¿TE ACOSTASTE CON ÉL? — bramó fuera de sí
—... Sí
Continuará...
Notes:
Aquí algunos puntos:
🔸Shaka y Mü tienen una relación Alfa-Alfa
🔸Shura es el Alfa de Camus, aunque Milo es su destinado.
🔸Qué decisión tomará Shion?
🔸Por qué quieren la poción de la Diosa Ilitia?▶ DATOS
🌺 Los omegas tienen 3 celos al año, dura 1 semana.
🌺 Los alfas tienen 2 celos al año, dura 1 día.
Chapter Text
SANTUARIO
En el interior de la cámara patriarcal, los caballeros dorados se encontraban escuchando las palabras del sumo pontífice quien aducía tener una resolución respecto al guardián del deciavo templo, en ese momento las puertas de la cámara fueron abiertas dando paso al mayor de los gemelos quien sujetaba a un iracundo escorpión, atrás de ellos se encontraba el caballero de Libra ingresando al lado de un abatido peliaqua, quien tenía los ojos hinchados. Al verlo, el Capricornio inconscientemente trató de acercarse pero fue detenido rápidamente por Deathmask y Afrodita, quienes aducian que no era el momento de aproximarse al Omega, no mientras Shion no diera su veredicto, por lo que lo único que podía hacer era guardar silencio. Ignoraba lo ocurrido pero a juzgar por la triste mirada del peliaqua era evidente que había tenido un enfrentamiento con el escorpión, el cual no dejaba de observarlo.
▬▬▬▬ ❴Flash Back❵ ▬▬▬▬
Una acalorada discusión se había producido entre los Santos de Escorpio y Acuario, quien había procedido a relatar lo ocurrido en los dominios de la diosa Ilitia, lugar donde fueron atacados por la aparición de presencias anómalas, en especial la de un enigmático encapuchado, quien lo había forzado a ingerir un extraño líquido, desconocía el contenido pero aquello había acelerado su celo, escuchar esto alteró terriblemente al escorpión.
— Milo no te pediré que lo entiendas.
— No lo haré — espetó con dolor el escorpión, negándose a perder a su Omega. — ¡NO TE PIENSO PERDER!
Ante los potentes gritos, los Santos de Libra y géminis ingresaron inmediatamente a aquel recinto, observando con asombro como parte del cuerpo del Omega era zarandeado contra las columnas por un enervado escorpión.
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El ambiente era tenso en la cámara del patriarca, quien al notar la aprensiva mirada que dirigían algunos caballeros sobre el guardián de la deciava casa, procedió a explicar lo ocurrido en las lejanas tierras de Chasis, aduciendo que el alfa no había cometido una falta, por esa razón no podría ser juzgado. Quizás el lazo que había formado con el Omega no se había dado en condiciones normales. Sin embargo, no había sido producto de la fuerza, por esa razón las normas del Santuario seguirían su curso. Había meditado mucho en su resolución, dadas las circunstancias el alfa no merecía la ejecución. Podría romper su lazo marcando a otro Omega pero hasta donde tenía entendido, el Capricornio no tenía interés en ningún Omega en particular, había rechazado a varios Santos de plata, por lo que no lo consideraba una opción. Debían mantener su lazo.
— No se romperá el vínculo. — dictaminó el patriarca provocando la atónita mirada de los presentes
Ante lo dicho, Milo y Aioria no tardaron en objetar aduciendo que aquel veredicto era injusto, dada las circunstancias entendían que el patriarca no tomaran represalias contra el Capricornio. Sin embargo, que dictaminara mantener un lazo era una atrocidad.
Tres vidas se destruían.
— Athena podría romper el lazo — sugirió el guardián de Libra tratando de encontrar otra solución, pero sólo recibió una negativa por parte del patriarca, quien aducía que si Athena intervenía podría crear otra Guerra Santa pero esta vez contra la Diosa Hera. Por otra parte, Athena tampoco podía pedirle a Zeus intervenir, Hera tenía potestad absoluta sobre los Omegas, en especial sobre su vínculo, aquello era un regalo de la diosa.
— Los lazos son un pacto que no pueden ser rotos ni por la misma Athena. — espetó el patriarca presionando con amarga impotencia aquel trono donde yacía sentado.
— Pero patriarca! — replicó Aioria
— ¡Su santidad! — objetó Milo.
El sumo pontífice los calló, comprendía perfectamente lo que implicaba su decisión. Sin embargo, no parecía tener otro camino, por mucho que lo había meditado, todo lo llevaba a la misma resolución.
— Shura y Camus deben respetar su lazo. — lo había dictaminando, el Santo de hielo respetaría el vínculo que formó con el guardián del deciavo templo, ambos tenían un fuerte sentido del deber por lo que no dudaba que acatarían sus órdenes. Sin embargo, no pudo evitar desviar la mirada hacia el peliaqua cuyos orbes trataban a toda costa de evitar al heleno.
— Así será, patriarca... — respondieron ambos Santos
Esto había detonado la indignación de un iracundo Escorpión, quien no dudó en clavar una dura mirada sobre el aguador. Acaso aceptaría tan fácilmente la resolución del patriarca? Eran destinados, acaso no lucharían por su relación?, el actuar del galo lo enloquecía.
— ¡No lo acepto! — espetó el heleno
El patriarca quiso decir algo pero fue abruptamente interrumpido por el potente grito del Escorpión, quien alterado se colocó frente al Omega en busca de una explicación.
— ¿Estás dispuesto a aceptarlo?
— Milo...
—¡¿ES LO QUE QUIERES CAMUS?!
El peliaqua calló, desviando la mirada con dolor, aquello era algo que no deseaba pero no tenía otro camino, no sin que Athena o el Santuario se vieran perjudicados.
— ¡RESPONDE! — bramó
Cuando el alfa intentó tomar con brusquedad al peliaqua, fue detenido por el violento agarre del Capricornio, quien lo sujeta del brazo.
— No permitiré que lastimes a mí Omega. — advirtió observándolo amenazante
"Su Omega"
Aquellas palabras le dolieron hondamente al escorpión, su corazón no aguantaba ver a Camus ser el Omega del Capricornio, quien únicamente se limitó a marcharse llevándose al peliaqua de aquel lugar. A medida que ambos se alejaban de la habitación, Saga contenía a un embravecido alfa de ir tras ellos.
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TIERRAS DE CHASIS
Las sacerdotisas observaban preocupadas a su diosa, la cual estaba acompañada por la Reina del Olimpo, quien observaba con severidad los escombros de lo que una vez fueron los dominios de la diosa Ilitia, esto sin duda era una clara ofensa a los dioses.
— Debemos tomar medidas. — dictaminó Hera
— Madre...
— Tus dominios no son lo único que corre peligro — advirtió con severidad la diosa, si bien Ilitia no era partidaria de la violencia, debía recurrir a Athena para la protección de Chasis. Sin embargo, tras el atentado a su templo ninguno de sus guerreros se encontraba en condiciones para realizar una expedición hasta el Santuario, por lo que Hera decide ofrecer a su mejor guerrero y escolta. Un fornido alfa de cortos cabellos azabache y penetrantes orbes zafiro, los cuales sólo acentuaban más la palidez de su piel.
— Aloes de Silfos a su servicio. — dijo de manera educada inclinándose ante la diosa Ilitia, quien lo observaba con inquietud, por lo que recordaba aquel alfa no sólo era el mejor guerrero de su madre, también era el más leal. Después de todo era el único mortal al que Hera le otorgó la inmortalidad de un dios.
— Aloes irá a informar al Santuario sobre otros ataques ocurridos.
Aquello sorprendió notablemente a la diosa Ilitia, quien no pudo evitar fijar sus profundos orbes plateados en el alfa, no tenía un buen presentimiento.
— Profanaron otros templos? — preguntó obteniendo un asentimiento por parte de su madre.
— El último ataque fue en Tracia. — informó el alfa refiriéndose a los dominios del dios de la guerra.
— Mi hijo te espera, Aloes. — ordenó Hera.
El azabache asintió procediendo a retirarse, debía visitar aquellos templos saqueados si quería informar al Santuario, por lo que tenía entendido habían hurtado elixires del templo de Ares, sumado al de Afrodita era peligroso.
Alguien estaba amenazando a los dioses.
— Esto no es bueno — advirtió con preocupación la diosa Ilitia
— Zeus tampoco se encuentra tranquilo — acotó Hera, cuyo tono de voz fue tornándose cada vez más grave — Athenea debe hacer su trabajo. Es la protectora de la tierra.
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En el interior del templo de la urna, un incómodo silencio se había formado entre dos caballeros. Por medio de su lazo, el Capricornio podía sentir todo lo que afectaba a su compañero, en especial lo ocurrido con el Escorpión, entendía la furia de heleno pero al sentir el dolor del Omega no pudo evitar intervenir llevándoselo de aquel lugar.
Sentía el dolor de Camus.
— Lo lamento... — esbozó el mayor
El peliaqua era testigo de la genuina afectación del alfa, era claro que se refería a su vínculo pero sobre todo a la resolución del patriarca y lo que esto implicaba.
— Yo te lo pedí, Shura. — respondió tocando su marca de unión, aquel vínculo que debió ser hecho por Milo, ahora pertenecía a otro alfa.
Al guardián de Capricornio.
El alfa sabía que tenía mucho de qué hablar con el peliaqua pero no era el momento, en especial cuando se trataba de las normas del Santuario, las cuales dictaminaban que al formar un lazo, ambos podían decidir vivir juntos y realizar guardias en sus respectivos templos. Generalmente era el alfa el que se mudaba a los dominios del Omega con el fin de procurar su comodidad, como era el caso de Dohko, quien hacía guardia en el templo de Libra para posteriormente partir a la sala del patriarca. Sin embargo, existían excepciones donde el Omega prefería instalarse en los dominios del alfa, como era el caso de Aioros quien custodiaba el templo de Sagitario pero vivía en Géminis con Saga. Pensando en ello, el Capricornio había decidido darle su espacio al peliaqua, vivirían separados.
Al menos por un tiempo.
— Puedes permanecer en Acuario...
El peliaqua lo observó con desconcierto, sabía lo que se estipulaba respecto a los lazos formados.
— No tenemos que vivir juntos si no lo deseas. — aclaró dirigiéndose a la salida de acuario. No sabía cómo dirigirse a él, era su Omega pero no lo sentía como tal. — Si necesitas algo estaré en mi templo.
El alfa se marchó hasta perderse entre los oscuros pabellones, siendo seguido por la mirada del Omega, quien poco a poco se iba quebrando hasta que amargas lágrimas comenzaron a emerger de sus ojos.
— Perdón... — sollozó hasta caer de rodillas sobre el frio suelo — perdón, Milo.
Aquella noche el omega lloró hasta desahogar su dolor, un triste llanto era lo único que se escuchaba en el templo de la urna, pero no era el único afectado. En la casa de Escorpio, el heleno compartía el mismo sentimiento, destrozando todo a su paso hasta caer rendido sobre uno de los escalones.
— Camus... — sollozó sujetando con dolor los restos de un elegante portarretrato, en el cual yacía una fotografía de ambos celebrando el cumpleaños de su discípulo.
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Había perdido a su Omega. A su destinado.
Continuará...
Notes:
Algunos puntos:
🔸Shura y Camus deben mantener su vínculo Alfa-Omega.
🔸El Santuario tiene un nuevo enemigo
🔸Han hurtado elixires del templo de Ilitia, Ares y Afrodita, pero con qué fin?
🔸Qué problemas traerá la resolución de Shion?
Chapter Text
2 Semanas Después
Tras la resolución del sumo pontífice, Milo había decidido ausentarse del Santuario, necesitaba procesar todo lo ocurrido, por esa razón el patriarca había dispuesto mandarlo a una misión de reconocimiento y escolta a Tracia, donde según los informes habían atacado el templo del dios Ares, por lo que requerían la intervención del Santuario. Sin embargo, el de Escorpio no podía sacar de su mente lo dicho por el patriarca, quien había dispuesto respetar el lazo de Shura y Camus.
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Nadie podía interferir en él.
Todo era una pesadilla, aún no podía aceptar su ruptura con el aguador, era doloroso verlo y no poder tocarlo o estar a su lado, en ocasiones sus miradas chocaban. Sabía por Aioria que Camus no vivía con Shura, tampoco había actos o palabras cariñosas entre ambos. Al parecer su relación no era de Alfa- Omega, eso en el fondo lo alegraba pero se preguntaba cuánto duraría, pues aunque le desagradara ambos necesitaban intercambiar feromonas.
« Camus...»
Amaba al peliaqua, pero este tenía un fuerte sentido del deber, aún si no lo amaba, sabía que respetaría a Shura como su alfa. Su deber era antes que todo, era tan propio del acuariano priorizar su deber antes que él mismo, por esa razón el Escorpión no estaba seguro de qué sentir respecto a su decisión. Debía odiarlo por no oponerse a la resolución del patriarca? Comprendía la situación pero no lo aceptaba.
— No quiero perderte.
No quería decirlo pero una parte de él deseaba profundamente la muerte del Capricornio. Ante este pensamiento, sacudió su cabeza tratando de alejar aquellas ideas de su mente, era mejor concentrarse en su deber, después de todo el patriarca le había ordenado mantenerse alejado del Santo de hielo y evitar cualquier conflicto con Shura, con quien había mantenido varios enfrentamientos desde la resolución, por esa razón lo habían mandado a una misión a Tracia. Según Athena, debía escoltar al guerrero de la diosa Hera hasta el Santuario, lugar donde tendría una audiencia con la protectora de la tierra. Al oír el nombre de la gobernante del Olimpo, el escorpión había considerado pedir a aquella diosa la ruptura del vínculo. Sin embargo, no era afecta a Athena o lo que tuviera que ver con la Diosa de la Guerra y la Sabiduría, a sus ojos era la hija bastarda de Zeus, sin duda todo lo que tenía que ver con los dioses era complejo.
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En una taberna de Rodorio, dos Santos de Athena se encontraban tomando un descanso, aquel día habían terminado con su labor de patrullar los alrededores de la aldea, por lo que habían dispuesto comer algo en aquel lugar, no era que la idea agradara al Santo de Piscis. Sin embargo, había accedido ante la insistencia del alfa, quien parecía hallarse dentro de su entorno.
— ¿Qué ocurre? — cuestionó con burla el italiano — no te gusta el lugar, niño bonito?
— Las tabernas no son de mi agrado pero la comida es buena — aceptó con una sonrisa arrogante — Entiendo porqué te gusta este lugar. — desvío sus profundos orbes zafiro hacía unos estruendosos alfas que se encontraban bebiendo y apostando en unas mesas más alejadas, otros se encontraban haciendo pruebas de fuerza para impresionar a un Omega que atendía en la barra.
— Es el mejor lugar para descansar y obtener información. — se encogió de hombros, disponiéndose a beber lo que restaba de su cerveza
El sueco quiso responder pero fue interrumpido por una iracunda voz, al parecer un grupo de alfas se encontraba molestando a un Omega de medianos cabellos castaños, atractivo sin duda, su fino rostro contrastaba perfectamente con su fiera mirada azulada, si no mal recordaba lo había visto atender en la barra.
— ¡Suéltame! — espetó propinándole un fuerte golpe en la mandíbula al hombre que había osado aprisionarlo contra su cuerpo.
— No debiste hacer eso Glen — se quejó limpiando la sangre que brotaba de sus labios — eres muy bello para ser tan agresivo.
— No vuelvas a tocarme — advirtió dispuesto a regresar a su puesto pero fue detenido por el rudo agarre de aquel iracundo alfa
— ¡Pagarás por esto! — exclamó dispuesto a levantar una mano sobre el castaño pero fue detenido por el Santo de cáncer, quien interfiere sorprendiendo a Afrodita.
— Te dijo que lo dejes en paz — espetó amenazante presionando la muñeca de aquel hombre, quien se retorcía de dolor. Todo ante la atenta mirada del castaño, quien observaba embelesado al canceriano.
— Metete en tus asuntos. — bramó una vez que fue soltado y arrojado con brusquedad contra una de las mesas, pero se calló al percatarse de la intimidante mirada del alfa, por lo que tras tragar saliva se marcha rápidamente de aquel lugar.
— Alfas como él son basura. — se jactó el Santo de Cáncer, recibiendo una gentil sonrisa por parte del castaño, quien se le acerca sugerente agradeciendo su ayuda
— Vaya que eres oportuno
— Es bueno ver que no eres sólo un niño bonito — bromeó fijando sus penetrantes orbes azulados sobre los delgados dedos del menor, los cuales tenían un pequeño rastro de sangre perteneciente a su atacante.
Ante lo dicho, el Santo de Piscis no pudo evitar enfadarse, aquel Omega parecía tener química con el de Cáncer. Al ver aquella interacción, el sueco no pudo evitar sentir celos del castaño, dado su reputación ningún Omega del Santuario se acercaba con otras intenciones a Deathmask, eso y que el sueco intimidaba a cuanto Beta u Omega volteaban a ver al de Cáncer, pero era diferente con un civil.
Una vez que el alfa volvió a su mesa, el sueco trató de ocultar su incomodidad, no era que lo molestara que el italiano defendiera a un civil, era su deber como Santo de Athena pero aquella interacción lo había enervado.
— ¿Por qué esa cara? — cuestionó el alfa
— No creí que intervinieras. — acotó devolviendo su mirada a lo que restaba de su plato — Usualmente soy yo quien lo hace.
— Querías la atención? — se burló posando su vista a su tarro vacío.
— No digas tonterías.
— Diviértete un poco — sugirió llevando los brazos a su cabeza — Pediré otra cerveza.
— No es necesario. — intervino el castaño acercándose a su mesa, en sus manos traía un nuevo tarro, el cual depositó frente al de Cáncer liberando parte de sus feromonas — Esta va por la casa.
El descaro del Omega era el colmo, el Santo de Piscis podía sentir su sangre hervir ante tal directa muestra de interés, no pudo evitar dirigirle una dura mirada. Una que no pasó desapercibida para el castaño, quien al percatarse de los desafiantes orbes del sueco, no duda en observarlo de manera retadora, para posteriomente pasar sus delgados brazos por el cuello del alfa.
— ¿Tu omega? — preguntó abrazándolo con descaro, recibiendo una negativa por parte del de Cáncer
— Es sólo un amigo.
Eso le dolió a Afrodita, quien veía al italiano coquetear con el Omega de la taberna, aquella interacción lo hacía pensar que el alfa nunca lo miraría de la misma manera.
Amaba al Santo de Cáncer pero no era correspondido.
— Te veo en el Santuario, Deathmask. — se despidió el sueco, quien no podía tolerar por más tiempo aquella interacción.
El de Cáncer quiso detenerlo yendo tras él pero fue detenido por el castaño quien lo sujeta del brazo, aduciendo que debía dejarlo partir, era evidente que no le agradaba ese lugar.
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SANTUARIO
Una ardua batalla se llevaba a cabo en el coliseo entre algunos Santos de Athena, quienes luchaban sin hacer uso de sus técnicas más letales, siendo observados a lo lejos por los aspirantes a caballeros y el guardián del templo de Acuario, quien tenía su atención en la batalla que el Capricornio sostenía contra Aldebaran.
— Tu alfa es muy fuerte.
Elogió una voz atrayendo la atención del Omega, quien voltea topándose con los profundos orbes del patriarca.
— Su santidad.
— Deberías observar la batalla más de cerca.
Dicho esto, el lemuriano procede a sentarse a su lado, estaba dispuesto a hablar con el Santo de hielo sobre su situación, hacerlo meditar sobre su vínculo con el Capricornio. Sin embargo, para eso necesitaba averiguar qué tan indiferente le era Shura.
— Cuando eras un niño siempre buscabas estar a su lado. — comentó rememorando aquella época en la que el acuariano corría a los brazos de Shura cuando era asustado por las almas en pena de Deathmask, el Capricornio constantemente regañaba al alfa por meterse con los aspirantes.— Eso no ha cambiado.
El peliaqua lo observa interrogante, era consciente que el patriarca siempre veía por los Omegas del Santuario. Sin embargo, esta vez no entendía sus palabras.
— ¿Por qué lo dice, patriarca?
El lemuriano sonrió con calidez, en verdad el Santo de hielo podía ser un Omega sumamente inteligente pero aún desconocía sobre aspectos emocionales.
— Porque incluso cuando las personas tienen miedo, aún así buscan amor. — acotó señalando su marca de unión, logrando que un fuerte rubor se instalara en los pómulos del peliaqua, quien desvía la mirada, esta acción confirmó las suposiciones del patriarca. Shura aún representaba un lugar seguro para Camus.
Podría usar eso a su favor.
— ¿Podrías llegar a amar a tu alfa? —
El Santo de hielo guardó silencio, para el lemuriano era evidente que aún pensaba en el guardián de Escorpio. Entendía que aquello era una pregunta difícil. Sin embargo, esperaba de todo corazón que Camus pudiera amar a su alfa, quizás esta era su forma de intentar resarcir el daño pero debía intentarlo, después de todo el Capricornio era un alfa muy formal, no dudaba que protegería a su Omega, si ambos se lo proponían podrían formar una relación Alfa-Omega, al menos era lo que deseaba el sumo pontífice, por esa razón había decidido mantener un tiempo lejos al Escorpión, quizás la distancia le serviría a ambos para asimilar su nueva situación. Milo era un alfa sin lazo formado, no dudaba que podría encontrar a un Omega, después de todo aunque tuviera un destinado, esto no significaba que estén obligados a estar juntos.
— A veces no basta con ser destinados. — esbozó posando su vista el entrenamiento de los caballeros, esta vez el Capricornio tenía un enfrentamiento contra el impetuoso león, quien logró herirlo estampando su cuerpo contra unas rocas al hacer uso de su plasma relámpago, acto que le costó la descalificación por parte del Santo de Sagitario quien intervino llevándose al leonino, era evidente que lo reprendería.
Al culminar la batalla, un magullado Capricornio se retira a su templo, siendo seguido por la penetrante mirada del sumo pontífice, quien se pone de pie atrayendo la atención del peliaqua.
— Anda. Debes curar a tu alfa. — acotó recibiendo un asentimiento por parte de un ruborizado Camus, quien tras una reverencia procede a marcharse del lugar
El patriarca no pudo evitar mostrar un serio semblante al posar su atención sobre el templo de Capricornio, sabía que durante el primer año de formado el vínculo, el alfa y el omega tenían una mayor necesidad de compartir feromonas, sentirse cerca. De no hacerlo, esto podría dañar física y emocionalmente a los vinculados, pero por lo que tenía entendido, Shura y Camus no tenían una relación Alfa-Omega. Vivían en templos separados, no tenían muestras de afecto dentro o fuera de sus templos. Por esa razón entendía que el Santo de hielo observara a lo lejos el entrenamiento del Capricornio, en un vano intento de saciar esa necesidad de sentir cerca a su alfa.
«Acercarse o alejarse. ¿Qué les haría más daño?» meditó
Por lo que recordaba al formar su lazo con Dohko, todo ese primer año se mantuvieron cerca uno del otro, principalmente en la cámara patriarcal.
— Quizás deba intervenir.
La situación no era convencional, pero Shura necesitaba las feromonas de Camus y este las del alfa, sin duda en situaciones como esa, ser el patriarca era una dura labor.
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En los alrededores del coliseo podía escucharse una acalorada discusión entre los guardianes de Leo y Sagitario, la cual tenía como tópico el ataque hacía el Santo de Capricornio.
— ¿Por qué lo defiendes?! No merece consideración.
El Omega suspiró con cansancio, aquella no era la primera vez que su hermano tenía un roce con el alfa pero con la ausencia del escorpión esperaba que esto cambiara. Sin embargo, no parecía ser el caso.
— Suficiente, esto no cambiará la resolución del patriarca. Además hemos escuchado lo ocurrido, no fue culpa de Shura, él...
— ¡Él pudo evitarlo!
— No estuviste ahí Aioria. — regañó
— Preferiría la ejecución al atar a un Omega a mi lado. Si tiene honor debería hacerlo. — espetó marchándose enfadado.
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TEMPLO DE CAPRICORNIO
En el interior de los dominós del alfa, podía escucharse el sonido del agua correr, al parecer este se encontraba lavando su rostro en el lavabo, tras su disputa con el guardián del quinto templo necesitaba relajarse, por lo que había decidido retirarse la polera, permitiendo que el agua cayera por su trabajado cuerpo. Por momentos no podía evitar preguntarse cómo había terminado en aquella situación.
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AÑOS ATRÁS
Un Shura de 12 años observaba a lo lejos a un pequeño Milo perseguir nuevamente al Santo de acuario, aquello sin duda era una conducta demasiado recurrente en el Escorpión, quien siempre que podía buscaba estar al lado del Omega, lo que resultaba tierno para aquellos que pensaban que se trataban de destinados, de aquella existencia inigualable, atraída por el instinto y el cuerpo. Se dice que nadie puede resistir la atracción del destinado, y quizás ese era su caso, por ello dejaba pasar esa conducta. Sin embargo, no pudo evitar intentar separarlos cuando lo vio abrazando al peliaqua, acción que provocó que Afrodita se burlara aduciendo que parecía un padre celoso.
— Déjalos — se mofó Deathmask pasando un brazo por su cuello — Además es evidente que son destinados.
El Capricornio asintió suspirando resignado, quizás estaba tomando su rol de cuidador demasiado en serio. Aioros le había encargado cuidar a Camus, debido a la cercanía de sus templos y que no confiaba en Afrodita, su sinónimo de cuidar era hacerlos trabajar en su jardín, por lo que Shura regularmente iba al templo del peliaqua y leía con él. No era de su agrado ser un cuidador o "niñera" como lo llamaba Deathmask pero debía admitir que disfrutaba tener mayor responsabilidad, aquello elevaba su estatus de alfa. Además cuidar a Camus no era molesto, pues a diferencia de Milo y Aioria, Camus no era problemático. Era respetuoso, básicamente se la pasaban leyendo o entrenando el aire frío del menor. En ocasiones Afrodita aducía que el peliaqua sería un Omega muy bello, ante esto Shura asentía dándole la razón, sin duda Camus sería un Omega muy hermoso, muchos alfas pelearían por su atención, pero nunca esperó ser uno de esos alfas, fue a su segundo regreso de Siberia que quedó prendado por el Omega.
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Al sentir la presencia de alguien, el Santo de Athena procede a dirigirse con el torso descubierto a la entrada de su templo, seguramente se trataba de Afrodita y Deathmask quienes volvían de sus rondas en el pueblo. Grande fue su sorpresa al ver al Santo de hielo apoyado en una de las columnas de su templo, en sus brazos traía un pequeño botiquín
— Camus... — susurró con asombro, ciertamente no esperaba la presencia del peliaqua, a quien desde la resolución había procurado darle su espacio, evitando propiciar algún encuentro, dejaría que fuera el omega el que decidiera cuándo acercarse
— El patriarca me pidió curar tus heridas. — dijo desviando su mirada tratando de ocultar el fuerte rubor que se había instalado sobre sus pómulos, recibiendo un asentimiento del mayor, quien tenía daños en la espalda de los que no podría encargarse sin ayuda.
El Capricornio hizo pasar al Omega hasta el salón principal, donde procedió a sentarse para darle mayor comodidad al momento de observar sus heridas. Sin embargo, el peliaqua parecía tener su atención en las feromonas que impregnaba aquel recinto, sin duda todo tenía el aroma del alfa, aquello lo distraía un poco pero haciendo uso de algunos ungüentos y su aire frío procedió a curar su espalda en silencio, pasando sus manos por la musculatura del alfa, quien tenía una espalda ancha y bien trabajada. Aquello le trajo un recuerdo de su entrega en las lejanas tierras de Chasis, si bien mucho de aquel día era borroso, podía recordar al Capricornio profanando su entrada, sus embestidas, su cuerpo reaccionaba ante su contacto, aunque en su interior sólo podía pensar en el escorpión. Recordaba el rostro del alfa desfigurado de placer, arqueando su espalda en una profunda estocada para inundarlo con su semilla. A medida que el calor se fue aplacando en sus cuerpos sus recuerdos eran más nítidos, podía sentir al alfa moviéndose con ahínco dentro de él, morder su pecho, tocando zonas que sólo habían sido recorridas por el escorpión. Al despertar podía sentir la semilla caliente del Capricornio correr entre sus piernas, agradecía a las sacerdotisas haber impedido un embarazo. No podría con ello, sin más el Santo de hielo sacudió su cabeza haciendo a un lado aquellos recuerdos.
— ¿Ocurre algo? — preguntó el mayor percatándose de su reacción
— No es nada — dijo continuando con aquella frotación, seguido de su aire frío
El Capricornio asintió, disfrutaba sentir las manos del peliaqua sobre su cuerpo, que lo curara, que haya ido a curarlo lo hacía sentir una agradable sensación, aunque fuera una petición del patriarca. Aquellas frotaciones lo hacían pensar en las caricias del Omega, aún recordaba las manos del galo recorriendo su espalda hasta clavar sus largas uñas en su espalda. Aquella entrega donde se volvió uno con el menor, aún tenía presente la sensación de su miembro al ser apresado por las paredes del Omega, su interior era estrecho y caliente, esa sensación lo excitaba, podía sentir su miembro endurecerse al recordar los gemidos del aguador cuando dio en aquel punto. Esto provocó un fuerte rubor sobre el alfa, al que le era inevitable rememorar cuando estuvieron juntos por primera vez. En verdad esperaba poder volver a sentirlo de esa manera, aún no habían hablado sobre sus periodos de celo. En Chasis acordaron tocar el tema cuando el Santuario dictaminara su situación. Sin embargo, aquello era un asunto demasiado íntimo, pero debían tocar pronto el tema de su celo, el de Camus se había adelantado producto de aquel brebaje, para el suyo aún faltaba 5 meses. Ignoraba si el del peliaqua seguiría su curso o no aparecería hasta dentro de 6 meses. Entendería si Camus no deseaba pasar su celo con él o viceversa, podían recurrir a supresores. Sin embargo, el primer año del vínculo era el más difícil. Necesitaban sentir las feromonas del otro.
— Debí haber venido antes... — se disculpó el peliaqua, era consciente que aquella necesidad de feromonas no sólo los afectaba emocionalmente, también lo hacía debilitándolos físicamente, por esa razón las heridas del alfa eran mayores a las que deberían. — Lo lamento.
El Capricornio negó, lo último que quería era imponer su presencia al peliaqua, quería que se acercara cuando estuviera listo, no por sacear aquella sensación de necesidad.
— ¿Estás bien con esto? — preguntó refiriéndose a la resolución del patriarca
— Es nuestro deber, Shura
Continuará...
Notes:
Algunos puntos:
🔸Afrodita ama a Deathmask
🔸El omega de la taberna será un problema para nuestro Santo de Piscis?
🔸Milo podrá convencer a la Diosa Hera de romper el vínculo de Shura y Camus?
🔸Qué tan indiferente le es Shura a Camus?
Chapter Text
SANTUARIO
En el interior del coliseo, el Santo de Aries no podía concentrarse en su batalla, por mucho que tratara le era imposible retirar su celosa mirada del aprendiz del Santo de Virgo, quien trataba inútilmente de mantener el ritmo de aquel combate pero sólo era reducido en la arena por el cuerpo del hindú, provocando que un tenue rubor se apoderara de los pómulos del Omega.
Era obvio su fijación por el alfa.
Esto alimentaba la inseguridad del Santo de Aries, quien los contemplaba con notorio enfado desde el otro extremo del coliseo. Acaso el hindú no se percataba de las intenciones de ese Omega?, quiso intervenir pero fue detenido por su compañero de entrenamiento.
— Debes confiar en él, Mü. — acotó el de Tauro tratando de calmar a su amigo, quien sin percatarse había comenzado a elevar pequeños montículos de rocas.
Esto hizo reaccionar al lemuriano, quien lentamente comenzó a bajar aquellos montículos, a juzgar por su rostro lucía avergonzado, si bien Aldebaran era el único que sabía su secreto, no era propio del Ariano perder el control. Por lo que tras un cansado suspiro procede a marcharse a su templo.
Tenía mucho que pensar.
Una de ellas era su relación con el Santo de Virgo, la cual no parecía tener futuro. Siempre debían esconderse, fingir que no eran más que Caballeros al servicio de la diosa Athena, cuya finalidad era proteger el mundo terrenal, sus sentimientos no tenían cabida en el Santuario, jamás podrían aspirar a una vida juntos. Esto lo hacía preguntarse cuánto duraría realmente esa seudorelación.
"— Quédate a mi lado, Mü"
Tres años era el tiempo que tenían de aquella clandestina unión. Una que inició desde los sucesos de la Guerra Santa. Para ninguno era un secreto su atracción por el otro; de hecho fue el Santo de Virgo el que dio el primer paso, atrapando los labios del lemuriano contra los suyos.
Ese fue el inició de todo.
Mü nunca había sentido atracción por algún Omega, reconocía el atractivo masculino de los Betas varones en Jamir pero ninguno había capturado su atención, no como Shaka. Desde que lo conoció quedó prendado de su fuerza, sin duda sería alfa.
Un arrogante alfa.
Lo cautivaba su serenidad. Aquello lo hacía meditar en que generalmente los alfas tenían un temperamento más dominante e impetuoso. Incluso él mismo reconocía su testarudez, pero Shaka actuaba con tanta tranquilidad que no podía evitar sentirse atraído. Su aroma a orquídeas e incienso lo relajaban, despertaba en él deseos de yacer a su lado. Por lo que recordaba, desde pequeños el aroma de Shaka lo calmaba. Sin embargo, su sola atracción representaba un peligro para el Santuario, cuyas normas fijaban que una relación Alfa-Alfa estaba prohibida, pues nunca podrían dar herederos al Santuario, como Santos de Athena debían asegurar la protección de su Diosa. Darle descendencia al Santuario, por lo que ese tipo de relación se castigaba con el exilio.
"— No tengo miedo, Mü."
Ambos conocían las consecuencias pero aún así decidieron ceder a aquel sentimiento. Aspirar a una ilusión, pues sólo en un mundo de ilusiones podrían vivir lejos las represalias del Santuario. Por un lado, Shaka consideraba que aquellas leyes eran retrógradas. Por el otro, Mü le encontraba cierta lógica. Según los manuscritos, aquellos que mantenían una unión Alfa-Alfa no podían satisfacerse durante su época de celo, tampoco tener descendencia o formar un vínculo. Por donde lo vieran aquellas relaciones no tenían futuro. Tarde o temprano el Alfa sucumbiría ante el celo de un Omega o la necesidad de reproducirse y crear descendencia con algún Beta u Omega.
Los alfas eran dominantes. Tarde o temprano tendrían problemas por su territorio, llegando a lastimarse mutuamente al sentirse amenazados por el otro. Biológicamente los subgéneros alfa no eran compatibles. Sin embargo, el Ariano nunca tuvo problemas con el Santo de Virgo. Cuando llegaba el respectivo celo de cada uno, en casos como esos el otro no tenía problemas en satisfacerlo, eso no los hacía menos Alfas.
El Ariano nunca se sintió insatisfecho con el guardián de la sexta casa, tampoco necesitaba buscar el calor de un Omega o Beta. Sin embargo, por momentos no podía evitar cuestionarse si no había nada "anormal" en él, incluso Shaka reaccionaba al celo de los Omegas pero él no. Ante esto Shion aducía que algunos alfas tenían problemas para identificar aromas. Mü había tenido numerosas batallas, por lo que ignoraba si aquella condición era congénita o producto de una de ellas. Según su maestro esto se podía resolver con la maduración sexual del alfa. Los lemurianos eran longevos, aquello jugaba en contra, aunque al Santo de Aries no lo enfadaba no poder reaccionar ante el aroma de los Omegas. De hecho, de no ser por su periodo de celo y aroma, podría pasar como un Beta.
«Un poderoso Beta.» pensó con amargura pues aunque fuera un Beta nunca podría tener algo público con Shaka.
Un Alfa con un beta del mismo sexo nunca podrían tener descendencia o vincularse, lo cual también era una pérdida de genes para el Santuario. Si no mal recordaba, Hakurei había impuesto esas normas buscando preservar la seguridad del Santuario, acto que fue aceptado por Sage, su gemelo alfa. Las leyes de ambos no sólo protegían a Athena, protegían al mundo terrenal, por esa razón su maestro había decidido mantenerlas. Shion era el primer patriarca Omega en la historia del Santuario, el orgullo de Hakurei quien había cedido su puesto de patriarca a su hermano.
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Mü no podía ir contra su maestro.
En especial cuando habían muchos consejeros celosos de su poder. En su mayoría Alfas retrógradas que no querían recibir órdenes de un Omega. El alfa ya podía imaginarse el caos y las críticas que caerían sobre su maestro si exponía su relación con Shaka. Todos culparían a su maestro de su "desviación".
Él no deseaba deshonrarlo.
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En la Cámara patriarcal, el sumo pontífice se encontraba sosteniendo una importante conversación con el Santo de Libra, la cuál tenía como foco la audiencia que su diosa tuvo con el rey del Olímpo. Según la consorte de Zeus, era importante que Athena como protectora de la tierra hallará al responsable de aquel atentado contra los dioses, eso si quería seguir manteniendo el control del mundo terrenal, de lo contrario habían muchos dioses dispuestos a tomar el cargo, entre ellos Ares y Apolo. Aunque claro está, Ares era la mejor opción para la reina del Olímpo, después de todo era el hijo legítimo de Zeus.
"El príncipe del Olimpo"
Aquello enfadó notablemente a Shion, era evidente que más de uno deseaba el derrocamiento de Athena. Sin embargo, lo que más lo impactó fue el dictamen de Zeus, el cual tampoco pareció agradar a su alfa.
— ¿Milo traerá a un Dios? — cuestionó con incredulidad el Santo de Libra.
— Al escolta personal de la Diosa Hera. — aclaró.
Tras lo ocurrido en los dominios de la diosa Ilitia, Ares y Afrodita, el Olímpo ponía en tela de juicio la capacidad de Athena para enfrentar a aquel que osaba provocar a los dioses. Por esa razón, el máximo regente del Olímpo había decidido colocar entre las filas del Santuario a uno de sus mejores guerreros, con el fin de mantenerlos informados de las acciones de la diosa. Hera propuso a su mejor guerrero y escolta personal.
"Aloes de Silfos".
Un alfa que gozaba no sólo del respeto de la diosa, si no del mismo Zeus. Por lo que aunque no lo desearan, el Santuario se veía en la obligación de colaborar.
— Ofreció a su propio escolta.— meditó Shion, quien no podía evitar sentirse intrigado, por lo que tenía entendido, aquel guerrero nunca abandonaba a Hera, en especial tras los sucesos de la Gigantomaquía. — Esto debe ser más grave de lo que pensamos para orillar a la misma reina del Olímpo a dejar a su escolta para hallar al culpable.
— Ella odia a Athena — acotó con desconfianza Dohko, quien dudaba de la aparente " buena acción" de la diosa — ¿Por qué nos ayudaría?
— Profanaron el templo de la diosa Ilitia y el dios Ares, dos de sus hijos. — comentó observando con detenimiento un bosquejo de las zonas atacadas. Al parecer, todo guardaba relación con la diosa Hera. Quizás ahora entendía su verdadera preocupación por hallar al responsable.— El ataque no sólo fue a los templos de sus hijos, también al de la diosa del amor. — sopesó, para nadie era un secreto que la diosa era la debilidad de Ares, quien a su vez era el punto débil de Hera.
Ahora Dohko entendía la situación. Alguien planeaba atentar contra la orgullosa diosa del Olímpo, y en el proceso tomar control del mundo terrenal, por esa razón Athena debía intervenir antes que lo hicieran los demás dioses.
— Entre ellos está el traidor. — aseguró el de Libra refiriéndose a aquellos dioses que ocupaban los 12 tronos en el Olímpo. — Hades y Poseidón no guardan rivalidad con Hera, pero...
— Los hijos de Zeus sí. — declaró con severidad el patriarca — Debemos evitar una Guerra Santa.
— Según el informe de Camus y Shura, seres sin rostro atacaron el templo de la diosa Ilitia. — informó Dohko tratando de hallar al Dios que podría estar orquestando esta conspiración.
— Así es, eran liderados por un encapuchado — recordó — a juzgar por su impresión, se trataba de un Alfa. Sin embargo, no pudieron percibir su cosmos.
— Podría haber sido un Beta.
— Un Beta no posee tanto poder. — aseguró el Omega, si bien ninguno de los Dioses pertenecía a una casta, sí poseían un poderoso cosmos, uno que no podían ocultar. Por lo que surgía la interrogante, acaso habían más personas confabulando contra la diosa?
— Quizás esté ocultando su cosmos. — comentó el Santo de Libra
— ¿Cómo explica que lo hiciera? — cuestionó
— Encontró una forma de hacerlo mediante los elixires o...— meditó sus palabras — esa capa oculta algo más que su identidad.
Debían estar alertas.
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En una taberna de Rodorio, un joven de medianos cabellos castaños yacía absorto en la verificación de la nueva mercadería, si bien aquello no era un trabajo propio de los Omegas, cuyas funciones generalmente se limitaban a la limpieza o atender a aquellos que ingresaban al lugar. Sin embargo, Atlamo el dueño de la taberna había reconocido su habilidad con las cuentas, por lo que usualmente lo ayudaba con la administración del lugar.
— Toma un descanso, Glen — acotó un alfa de mediana edad, limpiando los tarros del estante — todavía es temprano.
— No hace falta, señor Atlamo. — esbozó el castaño extendiendo aquella plancheta donde anotaba las especificaciones de la mercadería — he culminado con el inventario.
Aquel envejecido alfa no pudo evitar sonreír, sin duda contratar al castaño había sido una buena decisión. No sólo era atractivo, lo cual elevaba las visitas a la taberna, era analítico, astuto a la hora de negociar mercadería en los pueblos adyacentes.
— Nunca dejas de sorprenderme, niño. — halaga el mayor dejando uno de los tantos tarros que secaba — Anda, puedes ir a plaza a distraerte si quieres ó — esbozó con picardía — esperar a aquel Santo del Santuario que tanto te gusta.
Aquello provocó un sonrisa ladina en el Omega, quien procedió a retirarse a la parte trasera de la taberna. Si no mal recordaba había llegado hace menos de un año a Rodorio, desde entonces observaba continuamente al Santo de Cáncer, quien era un cliente recurrente de la taberna donde se hospedaba y trabajaba, donde a diferencia de la mayoría que habitaba Rodorio, él no provenía de alguna provincia adyacente. Era originario de Henares, un pueblo dedicado a la diosa Hécate, sus habitantes eran conocidos como adoradores de la muerte y la hechicería, quizás por eso sintió atracción por el Santo de Cáncer. Un alfa como él no pasaba desapercibido, por días lo observó, a diferencia de los otros alfas parecía más concentrado en apostar que en los Omegas, pero lo que nadie veía eran las almas que lo rodeaban. Aquello le llamaba la atención.
Nunca había conocido a alguien con esa cantidad de almas.
La primera vez que lo vio fue cuando el viejo Atlamo lo envió por insumos para la taberna, durante ese trayecto su caballo fue emboscado por Minotauros, al parecer provenientes del bosque de Sacro, en ese momento el Santo de Cáncer junto al de Capricornio interceptaron a aquellas criaturas, momento en el que el canceriano lo salvó de caer del caballo, dejándolo en una zona aparentemente segura.
"— Apártate niño o podrías salir lastimado — espetó abalanzándose sobre los Minotauros"
El castaño quedó maravillado cuando vio al Santo de Cáncer usar las ondas infernales.
"— Puede manipular las almas."
Desde aquel día se sintió atraído por Deathmask.
La segunda vez que lo vio fue en la taberna. Su personalidad llamaba su atención, para ser un Santo de Athena distaba mucho de sus compañeros. Le agradaba su humor negro, pero quizás lo que más llamaba su atención eran las almas y que a diferencia de los otros alfas parecía ser indiferente a sus encantos. Sus compañeros solían advertirle que lo evitara, aduciendo que era un alfa "tétrico", ignoraba su nombre pero sabía que lo llamaban "Deathmask", a él no le parecía aterrador, sádico tal vez, pero no aterrador.
De hecho era atractivo.
En más de una ocasión atendió su mesa cuando jugaba pero como a todos los demás, el alfa parecía no prestarle atención, salvo para su pedido. Cuando intentaba entablar una conversación o llamar su atención, alguien interrumpía, alfas en su mayoría intentando intimar con él.
"— Me estás evitando, Glen? — inquirió uno de los alfas tomándolo del brazo al momento de dejar sus tarros.
— ¿Por qué no lo dejas en paz y te apresuras a tirar? — intervino con burla el de Cáncer — Quiero ganar. Además, es obvio que no está interesado. — se mofó clavando sus penetrantes orbes azulados en el Omega — Verdad?
El castaño negó, dándole la razón al Santo de Cáncer, lo cual enfadó al otro alfa, quien lo soltó para centrarse en el juego.
[•••]
En otra ocasión, el castaño llevaba pesados paquetes a la parte trasera de la taberna, al ver que se le iban a caer, el Santo de Cáncer lo intercepta sosteniendo aquellas cajas.
— No deberías cargar todo esto tú solo. — espetó recibiendo un gesto de sorpresa por parte del Omega.
— Tú... — susurró
El Santo de Cáncer lo ayudó a dejar aquellos pesados paquetes al viejo Atlamo, aduciendo que no debería explotar Omegas.
— Es más fuerte de lo que crees. — defendió el envejecido alfa retirándose al almacén.
Deathmask observó de arriba abajo al castaño, físicamente no parecía muy fuerte. Por lo que únicamente se limitó a dejar escapar un pesado suspiro y regresar al Santuario. Debía darle su reporte al patriarca. Sin embargo, antes que pudiera abandonar el lugar, es interrumpido por la voz del Omega.
— Estos días no viniste a la taberna.
El alfa se detuvo, aduciendo que el patriarca lo envió a una misión, de haber estado en su turno observándolo desde el otro extremo de la barra como era su costumbre se habría percatado. En efecto, aquel día el castaño no había asistido a su turno, su celo había llegado y tuvo que encerrarse en su recamara.
— Me has estado observando. — acotó el Santo de Cáncer
— ¿Lo notaste? — preguntó con un notorio rubor en los pómulos al sentirse descubierto
— No pasas desapercibido.
Aquello hizo sonreír al Omega, quien había confirmado que no era indiferente para el Santo de Cáncer.
— ¿Por qué lo haces? — preguntó el alfa.
El castaño lo vio con aparente confusión. Sin embargo, se aventuró a responder, después de todo esta era la primera conversación que tenía con el alfa.
— Las almas...— acotó atrayendo la atención del Santo de Cáncer, quien lo observa interrogante — Puedo ver las almas.
Esto sorprendió al guardián del Yomotsu, generalmente las personas sólo podían ver las almas que lo rodeaban cuando hacía uso de sus técnicas, pues concentraba una gran cantidad de cosmos haciéndolas visibles. Sin embargo, el castaño podía ver las almas que lo rodeaban sin dificultad.
— Eres una sorpresa. — esbozó el mayor.
Aquellas palabras hicieron sonreír al castaño. Sin embargo, había que lo aquejaba todavía.
— ¿Por qué nunca dijiste nada? — preguntó provocando que el alfa lo observe interrogante — Creí que no me notabas.
El Santo de Cáncer esbozó una sonrisa burlesca, atribuyendo la conducta del Omega al temor cuando lo salvó de los Minotauros, por esa razón prefería ignorarlo, después de todo no sería el primero en temerle tras presenciar su poder.
— Hasta pronto, niño bonito. — se despidió dispuesto a volver al Santuario, sin duda había sido gratificante conocer a alguien con esa habilidad.
— Mi nombre es Glen. — aclaró con porte arrogante"
El castaño no pudo evitar sonreír ante aquel recuerdo.
"Deathmask"
Aquel alfa despertaba cada vez más su interés.
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TEMPLO DE VIRGO
En el interior de los dominios del hindú, el alfa se encontraba manteniendo una conversación con el peliaqua, quien últimamente iba mucho a Virgo.
— Milo volverá en un mes. — informó el rubio sirviendo más de aquel té que parecía relajar a su compañero
— Espero que esté bien... — esbozó afligido
— Aioria dijo que no es una misión peligrosa. — acotó — Athena sugirió que vayan los dos. Sin embargo, Milo prefirió ir solo.
El peliaqua bajó la mirada abatido, entendía que el Escorpión quisiera estar solo, estaba dolido. Quizás tenía un lazo con el guardián de Capricornio pero aún podía sentir el dolor de su destinado; y es que hay conexiones tan fuertes que ambos pueden sentir lo que el otro, incluso si están en lugares separados, aunque aquella conexión cada vez se debilitaba más. Un día desaparecería y dejaría de sentir al Escorpión.
— Te avisaré si escucho algo. — aseguró
— Gracias, Shaka. — sonrió tomando aquella infusión que le había ofrecido, habían pasado gran parte de la tarde hablando sobre la partida del escorpión, que habían dejado de lado lo que aquejaba al rubio — Cómo te va con Mü?
A juzgar por la severa expresión del alfa, era evidente que algo no iba bien. Al parecer tenía problemas con el guardián del primer templo.
Últimamente discutían mucho.
— Shion me encomendó entrenar a un guerrero.
El Santo de hielo lo observó atento.
— ¿Cuál es el problema? — preguntó sin entender el motivo de la disputa
— Es un Omega.
El peliaqua ahora entendía por dónde iba el asunto. No podía decir que entendía a Mü. Cuando tenía una relación con el Santo de Escorpio, no le afectaba que entrenara a algún omega, todos en el Santuario conocían su relación. Confiaba en Milo, después de todo nadie se metería con el Alfa/Omega de alguien de la orden dorada. Sin embargo, Shaka y Mü no tenían una relación convencional. Su situación era diferente, aunque el hindú siempre mantenía un límite en su trato.
— Me enerva la inseguridad de Mü.
El Santo de hielo fijó sus profundos orbes sobre el rubio, si bien el hindú estaba biológicamente atraído a los Omegas, esto sólo ocurría cuando el celo de estos se activaba, pero no había implicación emocional. Algo que sí tenía con el guardián del primer templo.
— Le has dicho que no tiene de qué preocuparse? — inquirió el peliaqua
— No importa cuánto se lo diga o cuánto evite a los Omegas, él es el que no confía en mí, ni en nuestra relación.
El peliaqua lo observó con tristeza. Quizás por esa razón se decía que la relación entre alfas estaban condenadas al fracaso.
Continuará...
Notes:
Algunos puntos:
🔸Las relaciones Alfa-Alfa están prohibidas en el Santuario, a diferencia de una relación Alfa- Beta (masculino) las cuales son mal vistas pero no son castigadas, dado que no se pone en duda la "virilidad" del alfa.
🔸Hay un traidor en el Olimpo?
🔸Quién está conspirando contra Hera y Athena?
🔸La conexión de Camus y Milo cada vez se debilita más.
Chapter Text
En la profundidad de un espeso bosque, el Santo de Escorpio observaba con detenimiento los alrededores en busca de los dominios del dios de la guerra. El trayecto era tétrico y desolado, la escasa iluminación y los árboles secos lograban dar un aspecto tenebroso a aquella zona de Tracia. Sin embargo, esto no era lo que perturbaba al heleno, quien por momentos no podía evitar sentirse observado.
Un siniestro cosmos cubría el lugar.
— Quién anda ahí? — preguntó amenazante preparándose para atacar.
— Tu debes ser un Santo de Athena — dijo una voz grave y varonil emergiendo entre la maleza
Frente al heleno se hallaba un hombre de profundos orbes azul metálico, hebras tan oscuras como la noche, piel nívea que contrastaba con su imponente figura. Aquel guerrero portaba una armadura con el símbolo del pavo real. No había duda, era el escolta personal de la Diosa Hera. Sin embargo, aquel siniestro cosmos no provenía de él.
¿Acaso pertenecía al dios de la guerra?
— Mi nombre es Aloes de Silfos. — se presentó dirigiendo sus penetrantes orbes sobre el alfa, indicándole que podía bajar la guardia.
— Milo de Escorpio. — esbozó retirando aquel rojizo aguijón con el cual lo había amenazado segundos atrás
— Fui enviado a recibirlo. Mi señor lo está esperando. — indicó señalando un empinado camino, el cual terminaba en la cima de lo que parecían ser los escombros de un recinto.
— Este cosmos... — inquirió fijando sus profundos orbes sobre aquel tenebroso bosque.
Al percatarse de la inquietud del heleno, el azabache explica que no debe preocuparse, aduciendo que no se trataba de un cosmos enemigo. Sin embargo, reconocía que no era seguro quedarse demasiado tiempo, después de todo ese bosque era el campo de caza de dos de los hijos de Ares.
— Los conocerás en su momento. — esbozó guiándolo a través de aquel inhóspito camino.
A medida que avanzaban, el escorpión podía notar rastros de lucha, cráteres en la tierra, murallas derribadas y rastros de armas, todo acompañado por un fuerte hedor a sangre, el cual cubría la tierra bajo sus pies.
— Lucharon con valor y ferocidad. — acotó el mayor refiriéndose a los guerreros caídos — no puede esperarse menos de los guerreros de mi señor Ares.
— Creí que sólo servías a Hera. — inquirió con extrañeza
— Servir a mi diosa implica servir al príncipe del Olimpo. — esbozó con obviedad — Debo velar por su seguridad como si se tratara de la de mi propia diosa.
Aquella respuesta preocupó notablemente al Escorpión, no sólo era un peligro para el Santuario tener entre sus filas a un guerrero de la Diosa del Olimpo, sino a uno que servía fielmente al dios de la guerra cruel, quien desde la era del mito deseaba derrocar a Athena para gobernar el mundo terrenal.
— ¿Ella está aquí? — preguntó refiriéndose a la regente del Olimpo, recibiendo una negativa por parte del mayor, aduciendo que mientras no se encontrara a su lado, ella no abandonaría el Olimpo.
Esto confirmaba las sospechas del Patriarca, la diosa Hera le temía a algo, prueba de ello era que se había recluido en su palacio en el Olimpo, mientras se mantuviera al lado de Zeus nadie podría dañarla. Sin embargo, esto no era lo único que perturbaba al Escorpión, quien no se quedaría de brazos cruzados.
« Camus....»
Debía llegar a Hera.
Quizás no era apropiado, pero debía intentarlo. Y si alguien podía conseguir una audiencia sin el conocimiento de Athena, este era el alfa.
— Eres la mano derecha de Hera, no es así?
El azabache asintió observándolo con desconfianza, gesto que pareció no importarle al Escorpión, quien sin inmutarse solicitó una audiencia con la orgullosa diosa, argumentando que tenía una petición.
— Romper un lazo.
Aloes no pudo evitar observarlo con cierta burla, aduciendo que Hera jamás cumpliría su deseo. La diosa del matrimonio defendía con recelo los lazos Alfa-Omega y aquella unión debía respetarse, después de todo los lazos no dependían del amor.
— Tu deseo es imposible, Escorpio.
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SANTUARIO
En las gradas del coliseo, dos caballeros se encontraban observando la batalla que disputaba el Santo de cáncer contra algunos Santos de plata, quienes trataban a toda costa de reducirlo en la arena. Sin embargo, aquel arrogante alfa era demasiado hábil para burlarlos, parecía disfrutar jugar con la fuerza de su rival hasta sacarlos bruscamente de la arena, no importaba si se trataban de betas u omegas, el de Cáncer los atacaba sin remordimiento.
— Tan brusco como siempre — acotó el sueco, quien no pudo evitar esbozar una sonrisa, ciertamente el de Cáncer no había cambiado. Desde pequeño disfrutaba probar su fuerza en batalla, no le importaba la casta de su rival, él luchaba por igual contra su oponente, esa actitud era lo que le agradaba.
«— No me importa si eres Omega. No tendré piedad contigo. — advirtió un pequeño alfa de hebras azuladas y sonrisa sádica subiendo a la arena.
Aquello provocó una sutil sonrisa en el sueco. Usualmente sus oponentes solían subestimarlo por su apariencia, conteniéndose en batalla. Sin embargo, aquel prepotente alfa era diferente.
— No necesito tu piedad. — esbozó con arrogancia.»
Desde ese día una estrecha amistad había nacido entre ambos guerreros, una que con el tiempo fue haciéndose más estrecha, en especial para el sueco, quien había llegado a desarrollar sentimientos por el alfa, llegando al grado de alejar a cuanto Beta u Omega del Santuario se aproximara con otras intenciones al de Cáncer, pero este no parecía corresponder a sus sentimientos. Por otra parte, el Santuario no podía permitirse desperdiciar los genes de la orden dorada, quienes tenían el deber de dejar descendencia para garantizar la protección de su diosa. Como era el caso de Saga y Aioros, quienes tenían dos gemelos alfas ó Dohko y el patriarca, quienes tenían un vínculo y futuros planes para tener un cachorrito, otro era Shura, quien había marcado al acuariano, era cuestión de tiempo para que ambos tuvieran descendencia. Pronto los demás caballeros deberían seguirlos, no podía haber más de 10 años de diferencia entre la nueva generación.
Esa era la ley impuesta por Hakurei.
Los gemelos de Saga tenían 5 años, si en los siguientes 5 años, la orden dorada no había encontrado un vínculo, el patriarca tenía el deber de enlazarlos con aquel guerrero que considerara adecuado. Generalmente la unión era entre la misma orden, otra opción eran los Santos de plata o alianzas políticas. Sin embargo, el sueco no deseaba ser unido a ningún alfa. Si debía formar un vínculo deseaba que esa persona fuera Deathmask, pero su sentimiento era unilateral.
¿En verdad le era indiferente?
No pudo evitar fijar su celeste mirada sobre el alfa. Debía indagar qué significaba realmente para el guardián del Yomotsu, pero sobre todo si existía alguien que le interesara. Según el Capricornio, Deathmask no tenía interés en formar un vínculo con nadie en particular, aduciendo que prefería a las almas del Yomotsu. Al recabar en aquello, el sueco no dudó en solicitar la ayuda del mayor, si bien los tres eran muy unidos, Shura y Deathmask eran alfas, existían aspectos dónde sólo ellos podían entenderse. Además, el Capricornio conocía perfectamente sus sentimientos por el Santo de cáncer, por lo que aquella petición no le resultaría extraño. Sin embargo, eso no quería decir que no debía convencerlo.
— ¿Por qué haría algo como eso? — cuestionó arqueando una ceja en claro gesto de disconformidad
— Por nuestra amistad, pero sobre todo... — esbozó acercándose sugerente, posando una de sus manos sobre el pecho del alfa, la cuál comenzó a subir con seductoras caricias hasta su hombro. — Porque me aprecias mucho ♡
El Capricornio no pudo evitar reír ante las ocurrencias del sueco, quien usualmente hacía gala de su seducción para conseguir lo que deseaba. Aunque en este caso su objetivo no era seducirlo, si no todo lo contrario, quería incomodarlo lo suficiente para quebrar aquella rectitud que tanto lo caracterizaba, solicitando que indagara sobre lo que Deathmask sentía por el Pisciano. Sin embargo, aquello no era algo a lo que el Capricornio estuviera dispuesto a ceder. Apreciaba a Afrodita pero no revelaría nada íntimo sobre el alfa, nada que el guardián del Yomotsu no quisiera que supiera al menos. Ante esto, el Omega no tuvo más opción que cambiar de estrategia, aduciendo que podría deslizar el comentario afirmando que estaba interesado en un alfa, la impulsividad del Cangrejo haría el resto, pero antes que el mayor pudiera responder o separarse del Omega, es interrumpido por una áspera voz.
— ¿Interrumpo algo? — ambos voltearon a ver al caballero de cáncer, quien los observaba con los brazos cruzados en aparente enfado. Al parecer había terminado su encuentro y no le había agradado encontrarlos en esa situación.
— No. — aclaró rápidamente el Capricornio, tratando de mantener aquel porte serio que tanto lo caracterizaba, pero las feromonas del alfa habían comenzado a incomodarlo — Sólo hablábamos, Afrodita no quería que los reclutas lo escucharan.
— ¿Escuchar qué? — cuestionó clavando su penetrante mirada sobre el sueco, quien no sabía exactamente qué decir. Sin embargo, tras un cansado suspiro, el Capricornio procede a intervenir.
— Afrodita está interesado en un alfa. — respondió con parsimonia
El Santo de Cáncer endureció su mirada, sin poder creer lo que había escuchado pero a juzgar por la expresión del Capricornio aquello era cierto. Sin embargo, en lugar de la reacción que esperaban, el alfa se mantuvo en silencio para posteriormente dirigirse a los bebederos, desconcertando enormemente al de Piscis.
— ¿No dirás nada? — cuestionó con enfado el Pisciano
— ¿Por qué debería interesarme? — respondió con evidente molestia, tomando su toalla con brusquedad — Éxito en tu cacería, Pececito.
— ¿Te irás? — cuestionó incrédulo, observando al alfa abandonar el coliseo, pero no para dirigirse a su templo, su dirección eran las afueras del Santuario.
—... Debo ir a Rodorio. — sentenció recibiendo una furibunda mirada del menor
— ¿A ver al Omega de la taberna? — acotó con gesto acusador.
— A apostar. — aclara — Puedes venir...— Dijo deteniéndose para voltear a verlo, colocando una mano sobre su cuello.
— No, gracias. — respondió tajante, lo último que quería era volver a ver a ese Omega.
El de Cáncer se limitó a encogerse de hombros dispuesto a marcharse, no comprendía la aprensión de su compañero hacía Glen, si bien aquel Omega era atractivo, no era su tipo. No obstante, debía reconocer que le agradaba, aquella habilidad que poseía para ver almas lo intrigaba, quizás por esa razón y la similitud entre sus aldeas se llevaban tan bien.
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TRACIA
En el interior del palacio del dios de la guerra, un guerrero de hebras azabache se encontraba manteniendo una sería conversación con el príncipe del Olimpo, informándole sobre la llegada del caballero de Athena, provocando una siniestra sonrisa en la deidad.
— Tráelo ante mí.
— Como ordene, mi señor. — sentenció inclinándose ante el dios para posteriormente ordenar a los soldados rasos que permitieran el ingreso del Escorpión.
Tras unos minutos las puertas del gran recinto fueron abiertas dejando pasar al caballero de Athena, quien con paso seguro se aproximó al depestal del señor de la guerra, quien lo observaba estoico desde su trono, su cosmos divino era aterrador. Sin embargo, no era el mismo que rodeaba los bosques de Tracia, aquel siniestro cosmos no se compraba en nada con el que emanaba el señor de la guerra. El poder del dios era mucho más aterrador, lo que contrastaba mucho con su apariencia. Como todo dios del Olimpo, el Ares estaba dotado de belleza, su atractivo sólo podía compararse con su brutalidad, pues desde la era del mito, el señor de la guerra era conocido como un dios sangriento y despiadado en batalla, por lo que era normal que poseyera un cuerpo bien trabajado, piel acanelada y mirada fiera. Sus hebras escarlata resaltaban aquellos orbes zafiro que parecían paralizar a quien lo viera, por primera vez el Santo de Escorpio no pudo evitar sentirse como una presa, quizás aquella era la verdadera diferencia entre un mortal y un dios.
— Milo de Escorpio. — se presentó haciendo una reverencia, tratando de evitar el contacto visual con el dios, quien portaba su armadura y su legendaria lanza, aquella que uso en numerosas batallas contra su diosa
— Sirves a Athena. Diosa de la guerra "justa" — dijo con burla, provocando el enfado del Escorpión, quien elevó su mirada para enfrentar al dios, en su presencia no permitiría que nadie ofendiera a Athena. Ella era lo que Ares nunca sería
— Athena es la protectora de la tierra, Diosa de la guerra y la sabiduría. — defendió, aduciendo que ella representaba la guerra justa, lo bueno en el mundo, pero había algo que el escorpión ignoraba.
— Ningún dios es justo — sentenció Ares — Y ninguno está libre de pecado. Todos somos egoístas, incluso Athena.
Aquella siniestra sonrisa del dios logró petrificarlo, odiaba esa sensación, sentirse intimidado, pero sobre todo insignificante ante un cosmos divino.
— El castigo a Medusa. — recordó Ares — El collar maldito, aquel que fue forjado por Hefesto y maldecido por Athena, el que provocó la trágica muerte de Armonía, mi hija.— sentenció con amargura — ¿esas muertes te parecieron justas?
Milo calló, conocía la historia de Medusa y el castigo impuesto por Athena. Sin embargo, ignoraba lo del collar maldito, entre los dioses se decía que Athena fue la responsable pero nadie en el Santuario admitía tal acusación.
— Eso no...
— Preguntaselo a tu diosa. — interrumpió — Estoy seguro que no lo negará. — acotó posando su penetrante mirada sobre el Heleno — Quizás Athena haya reencarnado como mortal para expiar sus pecados, pero eso no cambiará lo ocurrido. — sonrió con malicia — No busques inocencia, porque eso no existe en un dios, aquellos que tienen el poder y aquellos que desean el poder, no son inocentes. — esbozó poniéndose de pie para posicionarse frente al Heleno, quien ante la burla hacía Athena no se había inclinado ante el dios. — La diferencia entre Athena y yo, es que yo ataco de frente.
El señor de la guerra era osado, orgulloso. Eso lo llevaba a ser frontal, a luchar de frente contra su oponente, sin necesidad de manipulaciones o a través de otros. Por esa razón, Athena y Ares representaban las dos caras de la guerra, Ares era la guerra cruel, el odio y la venganza en batalla, lo frontal, por eso era conocido como dios del valor, representaba el lado más oscuro de la guerra, aquella donde la vida y la muerte se encuentran. Athena representaba la guerra estratégica, aquella que se valía de la astucia, la calma y la racionalidad en batalla. Sin embargo, lo "justo" no existe en una guerra, las estrategias de la diosa comúnmente se basaban en engaños, manipulación, todo en nombre de lo que es justo, al menos "justo" para el dios que rige, Athena basaba su estrategia estudiando el lugar correcto, el momento correcto y la persona correcta para desencadenar la guerra, al menos es lo que Ares recordaba tras los sucesos de la guerra de Troya, aquella que tenía un significado más oscuro que el secuestro de Helena y la ofensa causada por la manzana dorada. La caída de Troya favoreció a Athena y su poderío en aquella época.
— ¿La muerte de cientos de civiles te parece justo? — sonrió con sorna — Disfruto de la brutalidad de la guerra, el caos y la sangre que trae consigo, me otorga grandeza, pero no hay honor en vencer a quien no puede defenderse. — le sostuvo la mirada con dureza — Tu diosa no representa lo bueno en el mundo.
Las palabras del dios de la guerra lograron alterar terriblemente al escorpión, quien no dudó en enfrentarlo, dispuesto a usar su Scarlet Needle contra el dios. Sin embargo, antes que su aguijón escarlata pudiera tocarlo, su cuerpo fue paralizado por un siniestro cosmos. Todo a su alrededor fue tornándose oscuro. Por un instante el Escorpión se vio en otro lugar, frente a él yacía el Santo de Hielo observándolo con temor.
" — Camus? — preguntó incrédulo
— Ya nada nos une — esbozó entre lágrimas, a su lado el alfa podía ver el vínculo que los unía romperse.
— No!
— Milo! — gritó el peliaqua antes de caer a un oscuro abismo.
El Heleno intentó sostenerlo pero fue imposible, el peliaqua había desaparecido dentro de aquella oscuridad, gritó su nombre con desesperación intentando descender a aquel abismo pero por mucho que trataba no avanzaba, era como si no pudiera descender. Al cabo de unos segundos, en las profundidades podía ver al aguador emerger entre la oscuridad, pero no estaba solo, Shura lo sostenía entre sus brazos, ahora él era su alfa.
— Juro estar a tu lado — fueron las palabras del peliaqua hacía el Capricornio, cuyo vínculo resplandecía con fuerza, uniéndose al alfa, quien lo besó para sellar aquel juramento.
El escorpión observaba con dolor cómo el frágil vínculo que lo unió alguna vez al aguador se desintegraba."
— NO!!! — cayó de rodillas, apoyando sus manos sobre el pavimento para sostenerse. Todo su cuerpo temblaba, sudaba frío. Nunca había sentido un terror similar.
"— Arrodillate ante nuestro padre, Santo cobarde o te enfrentarás a nosotros. — dos sombras vigilantes se presentaron con voz siniestra."
Se trataba de Fobos y Deimos, hijos del señor de la guerra y la diosa del amor. Ambos eran conocidos como los demonios del miedo y el terror. Se decía que Fobos podía ingresar a la mente de su oponente y sacar sus más grandes miedos, fue así como se dio cuenta que el miedo más grande del Escorpión era perder el amor de su Omega. Por otra parte, Deimos podía convertir el miedo en terror, potencializándolo a niveles desesperados, paralizando con ello el cuerpo del Heleno, llenándolo de miedo y dolor.
— Suficiente. — ordenó Ares rompiendo aquel trance hipnótico al que habían sometido al escorpión.
— Qué... demonios? — dijo recuperando la movilidad de su cuerpo.
Al verlo, Fobos y Deimos sonrieron de forma siniestra posicionándose al lado de su padre. Eran gemelos, sin embargo, para el Heleno resultaba imposible distinguirlos, parecían ser una copia exacta del otro, ambos tenían cortos cabellos escarlata, expresión siniestra y piel acanelada, sin duda eran una versión más pequeña del señor de la guerra. Al recuperar la movilidad, el Santo de Escorpio los observó iracundo, los odiaba por jugar con su dolor. Ignoraba la edad de los gemelos, su apariencia era similar a la edad de los de los Santos de bronce, pero no podía confiarse en ello, por lo que niños o no, se encargaría de darles una lección, o eso pretendía cuando fue detenido por la voz de Ares, quien siente la ira y el odio en él.
— Has perdido a tu destinado. — confesó atrayendo la atención del Heleno, quien voltea a verlo con una dura expresión.
De alguna manera su historia le recordaba a su relación con la Diosa del amor, aquella que fue forzada a casarse con Hefesto. Sin embargo, esto no impidió que se amaran, como tampoco lo impidió el exilio del Olimpo, cuando ambos fueron capturados por la red de Hefesto y exhibidos ante todos los dioses de manera humillante. Desde aquel día ambos dejaron el Olimpo, donde a diferencia de los demás dioses, ellos habían hecho su vida en el mundo terrenal. Él tenía su legión en Tracia y Afrodita era protectora de la Isla de Chipre.
— Estoy aquí por una misión. — espetó con furia el Heleno, quien no estaba dispuesto a tolerar otra ofensa a su persona.
— Mi señor Ares — intervino Aloes intentando calmar los ánimos, pidiéndole con cordialidad al dios que no se desviara del tema. Por lo que tras un cansado suspiro, el dios de la guerra procede a relatar lo ocurrido durante el ataque a su templo. Aduciendo que Fobos y Deimos lucharon contra el encapuchado para defender el templo de su padre pero no podían adentrarse en la mente del encapuchado. Los gemelos por primera vez comenzaron sentir miedo, aquel encapuchado no sólo era inmune a su poder, también era un excelente guerrero, logró desarmarlos rápidamente. Sin embargo, antes que pudiera atacar a los gemelos, fue detenido por una furiosa voz, se trataba del dios de la guerra quien gritaba con furia "No te atrevas a tocarlos, tu lucha es conmigo."
El dios de la guerra luchó contra el encapuchado, estaba enfadado. Aquellos seres no sólo habían osado profanar el templo de su amada en Chipre. Se habían atrevido a dañar a uno de sus hijos, Eros. Quien había llegado a Tracia llevándole un mensaje de Afrodita. Cuando el ataque inició, Eros intentó proteger el templo de su padre pero fue herido. Ahora se encontraba en otra habitación del palacio siendo atendido por la diosa de amor.
Aloes culminó la historia aduciendo que al ver a Eros herido, Ares desató su furia contra esas criaturas, abalanzándose sobre el encapuchado, quien al sentir la ira del dios de la guerra, no le quedó opción que huir, dirigiendo un ataque hacía un inconsciente Eros, uno que había sido bloqueado por Ares, quien no dudó en recibir aquel impacto en su lugar.
— Mi señor Ares logró herirlo antes que pudiera escapar, pero era tarde, había logrado hurtar el elixir de mi señor.
— ¿Qué contenía el elixir? — indagó Milo
— Aquella poción lo nutría como dios de la guerra cruel. — respondió aduciendo que parte de la fortaleza del dios se encontraba en aquella poción, si caía en manos equivocadas podía causar mucha destrucción.
— ¿Qué demonios era ese ser? Nadie puede escapar de nuestro poder. — Los gemelos estaban furiosos, ni siquiera los dioses podían escapar de su poder pero aquel encapuchado lo había logrado.
— Eso no es todo. — Aloes señaló las heridas del dios Ares, las cuales sanaban con demasiada lentitud.
Aquello logró sorprender al Escorpión. No era usual que las heridas de los dioses tarden en regenerarse.
— Lo mismo ocurre con Eros. — confesó Aloes, aduciendo que la herida en el abdomen del dios del amor tampoco había sanado.
Dicho esto, el Santo de Escorpio pidió ser guiado a los aposentos del dios del amor, con el fin de examinar los daños causados. Ares aceptó de mala gana, no deseaba que nadie perturbara el descanso de Eros. Sin embargo, debía ceder si querían hallar al culpable. Antes de retirarse, el dios ordenó a los gemelos custodiar la entrada a su templo, recibiendo un asentimiento por parte de Fobos y Deimos, quienes desaparecen en un manto de oscuridad llamando a Milo "Santo cobarde"
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Al llegar a la habitación, los sirvientes le informan a su señor que Eros yacía dormido. La ambrosía traída por Aloes lo había ayudado a recuperarse cayendo en un profundo sueño. Aquello sorprendió al Heleno, los dioses eran inmortales, pocas cosas podían herir de gravedad a un dios. Sin embargo, aquel encapuchado lo había logrado, las heridas de Ares y Eros no sanaban, tuvieron que recurrir a la ambrosía para regenerar sus cuerpos.
"Sólo un dios puede herir a otro." pensó Milo.
Al ingresar en los aposentos del dios del amor, el escorpión pudo observar a un adolescente de cortos cabellos rubios preso de un profundo sueño, sus ensortijados cabellos lograban realzar sus finas facciones, sin duda era un dios muy joven o esa era la imagen que aparentaba, a simple vista era menor que Fobos y Deimos, pero su apariencia distaba bastante de los gemelos, siendo esta más angelical, atractivo como se esperaba del dios del amor. Al verlo, Ares se posicionó al lado de su hijo, procediendo a acariciar con suavidad los sedosos rizos del menor, acto que llamó la atención del Escorpión, quien no pudo evitar observar el cálido gesto y el cambio en la mirada del dios, la cual pasó de cruel a una más afectiva. Por lo que tenía entendido, Eros no era el primer hijo que tenía con la diosa del amor, pero sí el primero que criaron juntos, por esa razón Ares le tenía un afecto especial: Su primera hija fue Armonía, quien fue criada como hija de Hefesto, el dios de la forja. Fobos y Deimos fueron criados por Ares y Enio, la destructora de ciudades. Anteros al igual que Afrodita había nacido como adulto, esto permitió que Eros rompiera la maldición que le impedía crecer. Si bien Ares amaba a todos sus hijos, tenía mayor predilección por Eros, quien a menudo se jactaba de ser el más amado.
Ares continuó acariciando su cabeza, desde el ataque de Tifón, no había vuelto a experimentar terror en batalla. Sin embargo, el ver peligrar la vida de Eros había cambiado todo. Nunca creyó que algo superará lo que experimentó al luchar contra Tifón, no hasta que vio a sus hijos en peligro.
— Dile a Athena que quiero la cabeza del responsable — espetó dirigiéndose con dureza hacía el Escorpión — o tomaré la suya.
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SANTUARIO
El Capricornio se encontraba caminando en dirección al templo de Acuario, con el fin de intercambiar feromonas y pasar un momento a solas con el Omega, con quien días atrás había llegado a un acuerdo respecto a sus períodos de celo.
El celo de los Omegas eran intensos, por lo que el alfa pasaría aquellos períodos de celo con el aguador en el templo de la Urna. Sin embargo, aún permanecerían en templos separados, al menos hasta que el clímax de su vínculo finalizara, todo con el fin de evitar un embarazo. Por lo que para calmar aquella necesidad de sentirse cerca, intercambiarían feromonas con regularidad, si bien no era el momento de tener un cachorrito, tarde o temprano tendrían que darle descendencia al Santuario, pero aquello era un tema que tocarían más adelante.
« Camus...»
No pudo evitar rememorar aquella época en la que quedó prendado del Omega, en un inicio creyó que se trataba de atracción, no sería algo nuevo, Camus era un Omega muy atractivo, lo suficiente para atraerlo físicamente, no creyó que fuera algo de lo que debiera preocuparse, en su momento Afrodita también le pareció un Omega sumamente hermoso, con la convivencia aquel atractivo había dejado de ser una distracción para el alfa, pero con el aguador no ocurría lo mismo. En aquel tiempo no podía dejar de verlo o estar pendiente del Omega, constantemente lo buscaba con la mirada, sentía enfado cuando lo hallaba al lado de Milo. Cuando lo veía abrazando al peliaqua sentía una gran molestia, una que era notoria para Deathmask y Afrodita, quienes pedían que controlara sus feromonas, las cuales causaban malestar en el sueco, quien podía sentirse mareado.
« — Esa actitud no es propia de un caballero — espetó retirándose a su templo, ver al Heleno invadir el espacio personal del peliaqua lo enervaba, sobre todo porque Camus ya no necesitaba un instructor, así que sólo pasaba tiempo con el Capricornio en los entrenamientos, cuando coincidían en la biblioteca o cuando les tocaba patrullar juntos.»
Él mismo comenzó a notar que estaba pendiente del aguador, donde en uno de los entrenamientos cuerpo a cuerpo, tuvo una batalla con el Omega, en la cual tras propinarle un golpe de palma en el estómago, logró quedar sobre su cuerpo, reduciéndolo. Sintió su rostro arder cuando sus orbes jade se toparon con los orbes zafiro del peliaqua, quien se encontraba demasiado cerca de su rostro. Sólo pudo reaccionar cuando lo declararon ganador de la batalla, sin duda aquello no era sólo atracción, ignoraba cómo o cuándo pero había desarrollado sentimientos por el aguador. Sin embargo, este amaba a otro alfa.
Sin más el Santo de Capricornio sacudió su cabeza haciendo a un lado aquellos recuerdos. Debía cruzar el templo de Virgo para llegar a su destino, pero antes de poner un pie en los dominios del hindú, pudo visualizar que este no se encontraba solo, Camus se encontraba en la entrada del templo abrazando al rubio, quien parecía corresponder con afecto aquel contacto.
— Te veré mañana — se despidió el Omega dispuesto a retirarse a sus dominios.
Una vez que el aguador estuvo lo suficientemente lejos, el Capricornio dejó escapar un leve gruñido, no podía evitar sentir celos del Santo de virgo. A quien el aguador visitaba a menudo, descendiendo con regularidad a su templo para pasar la tarde con él.
— Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, Shura. — acotó el rubio al percatarse de su presencia
Ante lo dicho, el azabache no pudo evitar observarlo con desafío, tenía la idea que si el aguador pudiera elegir un alfa que no fuese el Santo de Escorpio, este sin duda sería Shaka.
— Siento hostilidad en ti — esbozó el hindú mostrando una sonrisa arrogante. Una que hizo enfurecer al Capricornio — Parece que en verdad te importa Camus.
— Eso no te incumbe. — espetó iracundo
— Que la ira no nuble tu juicio. — sonrió el rubio, cuyo cosmos había cambiado tornándose tan amenazante como el del Capricornio. No tenía nada personal contra Shura, pero no permitiría una falta de respeto en su templo.
— Deseo pasar por tu templo. — siseó, tratando de contener su enfado para no iniciar un enfrentamiento con el hindú, quien asintió a su petición, permitiéndole pasar por Virgo. No era el lugar, ni la ocasión para desatar una batalla de mil días.
Al marcharse, el Capricornio ascendió en dirección al templo de la Urna, debía tener una conversación con el peliaqua.
— Parece que le importas más de lo que pensaba, Camus. — susurró el hindú viendo la figura del Capricornio perderse entre los demás templos.
Continuará...
Notes:
🔸Ares pudo herir al encapuchado, esto dejará una pista?
🔸Ares se siente identificado con Milo, esto será bueno o malo para el Santo de Athena?
🔸 Shaka y Camus mantienen una estrecha relación, la cual puede ser malinterpretada. En el Santuario no es común que un alfa pase tanto tiempo con un Omega, más si este tiene un vínculo.
Chapter Text
SANTUARIO
En el interior de la cámara patriarcal, el sumo pontífice se encontraba examinando con sumo detenimiento los expedientes de la orden dorada. Debía escoger entre ellos una pareja acorde para el sueco, lo cual dejaría a cinco alfas sin un lazo del mismo rango, entre los cuales se encontraban los Santos de Aries, Tauro, Leo, Cáncer, Virgo y Escorpio. Una opción para sus guerreros eran los Santos de plata o alianzas políticas, como la que tenía con Asgard. Sin embargo, su mayor preocupación era su discípulo, si bien era un poderoso alfa, todavía no podía reaccionar ante el celo de los Omegas.
— ¿Mü aún no encuentra al Omega indicado? — preguntó el Santo de Libra sacándolo de sus pensamientos, posicionándose al lado de su Omega.
— No debo apresurar a Mü. — esbozó con calidez, procediendo a tomar entre sus manos los registros de los Omegas masculinos de Jamir, pues su discípulo no parecía mostrar interés en algún Beta u Omega femenino, actuando indiferente ante su presencia.
— Serás muy feliz cuando Mü le de un heredero al Santuario. — acotó
Ante lo dicho, el patriarca no pudo evitar sonreír. En verdad los 12 eran sus hijos ante sus ojos, en especial Mü. Aún recordaba cuando lo recibió de Jamir, su discípulo tenía 5 años. Él lo crió, lo entrenó, pero sobre todo, lo educó y lo amó como a su propio hijo.
— Aún tiene tiempo — comentó observando con atención los expedientes de Aspros y Deuteros, los futuros custodios de Géminis — Los gemelos de Aioros todavía tienen 5 años.
— ¿Por qué no lo intentamos? — propuso besando con anhelo el cuello de su Omega tratando de seducirlo pero cuando procedió a tocar lascivamente uno de sus muslos, este se aleja abruptamente, aduciendo que no podía darse el lujo de dejar desprotegido al Santuario. Aquel nuevo enemigo había frustrado sus planes de tener un cachorrito con su alfa.
— Ya lo hemos hablado, Dohko. — acotó con seriedad — No es el momento.
— ¿Cuándo lo será?! — exclamó iracundo
Tener una familia era el mayor deseo del Santo de Libra, pero las obligaciones del Omega eran un constante obstáculo. Shion estaba absorto en sus obligaciones, antes que Omega era el Patriarca, tenía una posición que cuidar. Por mucho que deseara formar una familia con Dohko, nunca parecía ser el momento correcto.
— No podemos bajar la guardia. — explica tratando de mediar la situación pero el alfa no parecía escucharlo. — Es mi deber asegurar el bienestar del Santuario.
— SOBRE ANALIZAS TODO! — acusó el castaño cansado de que su Omega sobre pensara tanto las cosas.
—TU NO ESTÁS EN MI POSICIÓN! — explotó iracundo, Dohko no era un Omega, no tenía nada que demostrar, a él no lo cuestionaban por cada decisión. Los consejeros alfas esperaban su caída, era claro que preferían ser dirigidos por un alfa. Dohko no tenía la misma presión que él.
Ser el primer patriarca Omega Santuario era un gran peso.
— NUESTRO VÍNCULO NUNCA HA SIDO UNA PRIORIDAD PARA TI!
Aquellas palabras hirieron profundamente al Omega. Sin embargo, se mantuvo firme, no podía darse el lujo de quebrarse frente a su alfa, ante todo era el patriarca.
— Mi única prioridad es hallar al traidor. — Sentenció provocando que el alfa abandonara furioso la cámara patriarcal, dando un fuerte portazo.
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Lo había lastimado.
«Eres un idiota...»
Dijo mentalmente dejándose caer con aflicción sobre su escritorio, tirando al suelo varios documentos, entre los cuales estaban los del consejo, pero nada de eso le importaba.
— ¿Por qué no puedes apoyarme?... — cuestionó con pesar al no sentirse comprendido por su alfa.
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RODORIO
En el interior de un dormitorio adyacente a la taberna, un joven de medianos cabellos castaños se encontraba manteniendo un candente encuentro con un alfa de tez morena, quien lo aferraba con fuerza contra su cuerpo embistiéndolo con desenfreno.
Esta era su 4 sesión.
— Deathmask — jadeó apoyando sus manos sobre los hombros del alfa, sintiendo más fuerte sus estocadas. Sin embargo, en cada orgasmo el alfa sólo repetía un nombre.
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Afrodita
Al culminar el acto sexual, el Omega intentó regular el ritmo de su respiración. Aquella sesión había sido demasiado intensa pero placentera, aún podía sentir la esencia del alfa abriéndose paso entre sus piernas.
— ¿Quién es Afrodita? No es la primera vez que dices su nombre — cuestionó sin apartar su vista del mayor, quien sólo se limitó a buscar su ropa, la cual yacía esparcida por todo el dormitorio.
— Nadie que te importe. — espetó sentándose en el borde de la cama, dejando al descubierto parte de su desnudez. Concediendo una excitante visión al castaño, quien no pudo evitar deleitarse al posar sus profundos orbes zafiro en la trabajada espalda de aquel ardiente alfa.
— ¿Es el Omega que estaba contigo? — indagó
Para el castaño no había pasado desapercibido el interés de aquel Omega en Deathmask, por esa razón no dudó en rodearlo con sus brazos en aquella ocasión, sabía perfectamente que el alfa no tenía un vínculo. Sin embargo, esto le sirvió para confirmar sus sospechas.
El dolor en los ojos del sueco le confirmó sus sentimientos por el Santo de Cáncer.
— Él está interesado en otro alfa. — aclaró con evidente molestia, a la par que tomaba con brusquedad su pantalón. Sin embargo, para el castaño no había pasado desapercibido aquella celosa actitud.
— Te interesa. — afirmó recibiendo una furibunda mirada del mayor, quien se negaba a aceptar sus verdaderos sentimientos por el Santo de Piscis, aduciendo que sólo se trataba de un compañero de armas. Sin embargo, debía reconocer que lo enervaba la idea de que aceptara a algún alfa. Ignoraba de quién se trataba pero conociendo al Sueco debía ser un alfa de su mismo rango.
«Un caballero dorado.» meditó el mayor
— ¿Debo ponerme celoso? — inquirió el castaño, recibiendo una inquisitiva mirada por parte del canceriano, quien le recuerda que no desea nada serio.
— Conoces nuestro trato, niño. — respondió sonriendo de lado
Tras lo dicho, el castaño sonrió aproximándose sugerente hasta donde se encontraba sentado el alfa, procediendo a besar lascivamente su cuello, descendiendo entre lujuriosas caricias hasta sus hombros, logrando que dejara escapar pequeños suspiros.
— Tu custodias la taberna y yo te ayudo con tus apuestas — esbozó deleitándose de aquel cuerpo que horas atrás le había pertenecido — Esto sólo es una forma de... — meditó recargando su cabeza en el cuello del mayor, al cual abrazaba por la espalda — reforzar nuestros acuerdos.
El Santo de Cáncer no pudo evitar dejar escapar una sonora carcajada. Aquel chico siempre lo sorprendía. Fue un mes atrás que decidió ceder a su proposición de yacer juntos.
▬▬▬▬ ❴Flash back❵ ▬▬▬▬
La taberna estaba prácticamente vacía, eran altas horas de la noche, por lo que muchos se dirigían a su hogar, a excepción del Santo de Cáncer, quien se encontraba recargado en la parte trasera del almacén, absorto en sus pensamientos. No deseaba volver al Santuario, no cuando el celo del sueco había iniciado, pese a la lejanía entre sus templos, aquel aroma a cobre y cerezas que emanaba el pisciano, amenazaba con despertar su alfa interno, por esa razón solía mantenerse el mayor tiempo posible en Yomotsu, donde no pudiera afectarlo el celo del Omega. Sin embargo, estaba cansado de permanecer en ese lugar, pese a su insistencia, el patriarca no le había asignado ninguna misión, por lo que no tenía permitido ausentarse demasiado tiempo del Santuario. Lo único que deseaba era perder la conciencia al volver al Yomotsu. No comprendía porqué el celo del sueco lo afectaba tanto, por momentos sentía como si este lo llamara.
« Afrodita...»
En momentos como esos el Santo de Cáncer odiaba tener que luchar contra sus instintos, su alfa interno le exigía tomar al Santo de Piscis y marcarlo como su compañero.
Aquella lucha interna era enloquecedor.
— Estás perturbado — acotó el castaño sacándolo de sus pensamientos, había culminado su turno en la taberna, por lo que se dirigía al cuarto que alquilaba, el cual se encontraba al lado del almacén.
— No es nada. — esbozó apagando su cigarrillo, dispuesto a volver al Santuario. Sin embargo, cuando estuvo a punto de adentrarse en aquel oscuro camino, fue detenido por la suave voz del menor.
— Puedes acompañarme. — dijo llamando la atención del alfa, quien lo observa interrogante. — Me refiero a... pasar la noche conmigo.
No era la primera vez que el castaño se le insinuaba, dejando entrever su atracción por el guardián del Yomotsu, pero a juzgar por el semblante del mayor podía asegurar que rechazaría su proposición.
—...Suelo ser directo, lo siento. — Un fuerte rubor se había apoderado de los pómulos del castaño, en verdad se sentía avergonzado ante la mirada del alfa.
El Santo de Cáncer pareció notarlo, por lo que procedió a relajar su postura.
— Ser directo no es malo. — aclaró recuperando aquel porte burlesco y despreocupado que tanto lo caracterizaba.
Ante lo dicho, el castaño no pudo evitar esbozar una sonrisa cínica, acordando aquella distancia que mantenía con el alfa, quedando a escasos centímetros de su rostro para poder liberar sus feromonas, aquel seductor aroma a sándalo provocaba que el alfa sucumbiera ante el cuello del Omega, inhalando con deseo aquella zona donde provenía con mayor intensidad aquella embriagante esencia. Si bien no era enloquecedor como el del sueco, era lo suficientemente atrayente para alejarlo de sus pensamientos, y quizás eso era lo que necesitaba.
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Dejar de pensar en Afrodita.
Sin dudarlo, procedió a sujetar con rudeza la cadera del castaño acercándolo a su cuerpo.
— ¿Qué esperas de mí, niño? ¿Acaso no mides las consecuencias? — cuestionó con voz ronca cerca de su oído, provocándole un fuerte jadeo.
— Pasa esta noche conmigo. — confesó sellando los labios del alfa en un demandante beso, uno que el mayor no dudó en corresponder, entrelazando su lengua contra la del castaño, a quien sujetaba con fuerza, frotándose contra su cuerpo. Aquellas fricciones entre ambos habían logrado despertar en el alfa el deseo de tomarlo. Sin embargo, antes debía aclarar un punto importante.
— No busco algo serio, niño. — dijo con seriedad.
— ¿Quién dijo que busco un alfa? — esbozó una sonrisa maliciosa, para posteriormente ser acorralado contra uno de los muros.
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Desde aquel día ambos tuvieron encuentros pasionales en la recámara del Omega. Por esa razón, el castaño se sentía cómodo al tocarlo, si bien al de Cáncer no le gustaban las muestras de afecto, se había acostumbrado al contacto del Omega, por esa razón no se sobresaltó cuando lo abrazó frente al sueco, quien se mostraba incómodo, seguramente por el descaro del Omega y la falta de reacción del de Cáncer. Sin embargo, había un hecho que el sueco ignoraba, esto era la incomodidad del alfa, aunque no lo demostraba, no es que lo molestara que el castaño lo rodeara entre sus brazos o liberara sus feromonas, no era algo nuevo, lo que lo hizo sentirse incómodo fue que lo hiciera frente al guardián de la doceava casa. Cuando pretendía apartarlo fue interrumpido por su pregunta, sobre sí Afrodita era su Omega. Al oír aquello negó rápidamente, aduciendo que no había nada entre ambos, sólo eran amigos. Sin embargo, el alfa no podía evitar sentirse incómodo por la mirada de Afrodita ante los coqueteos de Glen, por esa razón en un impulso no pudo evitar seguirlo. Algo dentro de él no quería dejarlo ir pero fue detenido por el castaño, quien aducía que su compañero no quería estar en ese lugar.
"Es claro que no le agradaban las tabernas"
Toda aquella tarde el Santo de Cáncer estuvo intranquilo, tenía la sensación que debía buscar su a compañero, pero qué se supone que haría?, ¿Decirle que malinterpretó la escena con Glen? Afrodita no era su Omega, de hecho ni siquiera consideraba que fuera su tipo de alfa, no eran nada más que amigos. Aquella atracción que sentía por el sueco era sólo eso.
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Atracción.
No arruinaría su amistad con Afrodita por sus deseos de alfa. Lo que sentía no era más que lujuria o al menos eso pensaba el guardián del Yomotsu, quizás aún no se daba cuenta de qué forma veía al sueco.
— Debo irme. — sentenció colocándose sus prendas, provocando que el castaño se separara de su torso, no sin antes aspirar las feromonas de su cuello. Le encantaba aquel olor a ceniza y roble que desprendía el alfa.
A medida que se vestía, el canceriano no pudo evitar dirigir sus penetrantes orbes hacia el Omega, el cual se encontraba observando de forma hipnótica las almas que lo rodeaban.
En verdad lo intrigaba.
Por lo que sabía, el castaño provenía de Hallen, un pueblo dedicado a la magia negra, en especial la nigromancia. De hecho, Hallen y Henares eran aldeas hermanas. En aquel pueblo se decía que la habilidad de ver las almas de los muertos era una regalo de Hécate, Diosa de la magia y la hechicería, Reina de los fantasmas y los espíritus, Protectora de los cruces de caminos, y una de las tres diosas lunares.
"Fuí elegido por Hécate"
El castaño le había comentado que escapó cuando atacaron su pueblo, era muy joven cuando partió de Hallen pero mantenía sus tradiciones y culto a su diosa. Fue durante ese trayecto que fue herido en el vientre, lo que le provocó problemas de fertilidad.
Nunca podría concebir.
Desde aquel día cayó sobre el castaño el estigma de "Omega defectuoso", esto sumado a su habilidad para ver las almas, hacía que no pudiera permanecer demasiado tiempo en un sólo lugar. Así fue como llegó a Rodorio. Como un "Omega defectuoso" era consciente que ningún alfa lo elegiría como su compañero, por lo que era visto como un "Omega de turno", por esa razón tuvo que aprender a defenderse por sí mismo. Si bien su apariencia era la de un joven grácil y delicado, su verdadero ser era todo lo contrario, era cínico, astuto pero sobre todo manipulador cuando se trataba de sobrevivir.
«No somos tan diferentes, niño» pensó Deathmask
Por momentos el alfa no pudo evitar centrar sus profundos orbes en el vientre del Omega, el cual albergaba una profunda cicatriz. Una que al Santo de Cáncer no le parecía normal. Sin embargo, por mucho que lo había intentado, el castaño nunca le permitió examinarlo a detalle, aduciendo que era un asunto doloroso para él.
— Es desagradable, ¿no? — preguntó percatándose de la mirada del alfa sobre su cicatriz, por lo que procedió a cubrirse
El rostro del Omega había adquirido un semblante melancólico. Uno que no pasó desapercibido para el guardián del Yomotsu.
— Soy un Omega defectuoso. — acotó forzando una sonrisa — Tiene ventajas... No tienes que preocuparte por fecundarme. — Pese a que el rostro del castaño mostraba una gran sonrisa, amargas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, provocando que ocultara su rostro entre sus piernas, detestaba mostrarse de esa manera, en especial frente al alfa, a quien esperaba que abandonara la habitación. Sin embargo, este únicamente se limitó a despeinar su cabello, aduciendo que no lo ve como un "Omega defectuoso". Uno perverso, quizás.
Ante lo dicho, el castaño no pudo evitar reprimir una risa, en verdad el Santo de Cáncer era un alfa muy inusual y no lo decía únicamente por las almas que lo rodeaban.
— Nos vemos, niño bonito. — se despidió abandonando aquel recinto, siendo seguido por la profunda mirada del castaño, quien cada día se sentía más atraído por el guardián del Yomotsu.
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Entre los riscos que rodean los 12 templos, el Santo de Libra se encontraba absorto en sus pensamientos, a juzgar por su expresión era claro que se sentía dolido, no comprendido. Deseaba tener una familia con su Omega. Ya habían esperado demasiado tiempo, pero siempre había un inconveniente. Le dolía pensar que no era una prioridad para Shion. Si bien, él ya había criado a Shiryu y a Shunrei en los 12 picos, quería su propia familia con su Omega, pero quizás esta nunca llegaría.
— ¡Maldición! — exclamó iracundo, propinando un fuerte golpe a un muro de roca hasta desmoronarse.
— ¿Maestro Dohko?
Una conocida voz se hizo presente, atrayendo la atención del mayor, frente a él se encontraba el guardián del primer templo observándolo preocupado.
— ¿Se encuentra bien? — preguntó posando su vista en aquel montículo de roca, era evidente que había discutido con su maestro.
— No es nada, Mu — acotó desviando su mirada, lo último que deseaba era inmiscuirlo en sus problemas de pareja. — Tu maestro te debe estar esperando. Ibas a verlo, ¿no?
El ariano asintió pero en lugar de retirarse procedió a levitar aquel montículo, intentando regresarlo a su posición. Quizás no era tan cercano al Santo de Libra como lo era con su maestro pero era consciente de lo importante que era el alfa para el patriarca, por lo que no podía pasar por alto el estado ofuscado en el que el mayor se encontraba.
— Mi maestro tiene muchas preocupaciones. — dijo tratando de mantener aquel temple que tanto lo caracterizaba, recibiendo por su parte un sonoro bufido del Santo de Libra.
— Shion es demasiado necio. — suspiró exasperado
— Usted no se queda atrás. — acotó con una divertida sonrisa
Aquello logró aplacar un poco la frustración del mayor, quien últimamente dudaba del rumbo que estaba tomando su relación con su Omega. Cada día Shion estaba más absorto en sus labores, eran pocas las ocasiones en las que podían estar juntos o intimar. Aún como su mano derecha en el Santuario, sentía que no era una propiedad para el Omega. Entendía su posición como patriarca, pese a ser su alfa y segundo al mando no se sentía inferior a él, tampoco lo incomodaba que su Omega gozara de un mayor rango, eso no lo hacía menos alfa o menos poderoso que Shion. Él se enamoró del peliverde por su fortaleza e inteligencia, su firmeza en sus decisiones, pero odiaba estar siempre en segundo plano, no se sentía importante para su Omega.
— ¿Cómo confesaron sus sentimientos? — preguntó intrigado el ariano, provocando que el alfa arqueara una ceja desconcertado, ciertamente no esperaba esa pregunta. Sin embargo, ante la sonrisa sincera del menor, no tuvo otra opción que responder.
—...Yo no sabía cómo decírselo — colocó su mano en el cuello a modo de nervios — fue al culminar la Guerra Santa cuando decidí que no quería alejarme de él — cerró los ojos rememorando aquel día — cuando Shion despertó comenzó a decir que le gustaría pasar el resto de su vida a mi lado.
Un fuerte rubor se había apoderado de los pómulos del mayor, quien esbozaba una tenue sonrisa al recordar aquel hecho.
— Y de la nada Dohko preguntó si eso era una propuesta para vincularnos. — agregó una tercera voz descendiendo entre las escaleras, se trataba del patriarca — le dije que sí.
Al recabar en su presencia, el ariano hizo una reverencia ante su maestro. Sin embargo, este parecía más atento al Santo de Libra, con quien se observaba con afecto, al parecer habían dejado atrás su disputa con aquella declaración, por lo que el guardián del primer templo procedió a dejarlos a solas, después de todo ambos lucían más tranquilos y ruborizados. Por lo visto, tras su altercado el patriarca había decidido buscar al Santo de Libra pero no esperaba verlo con su discípulo, se conmovió ante las palabras de su alfa. Sobre todo ante aquellos recuerdos, cuando aún eran los Santos de Aries y Libra.
— ¿Recuerdas nuestro primer beso? — preguntó el patriarca posicionándose al lado de su alfa, quien asiente ruborizado.
— Fue asombroso — dijo enternecido, rememorando como el ariano había tomado la iniciativa besándolo en el campo de batalla — realmente me tomó por sorpresa.
— Todavía no sé de dónde saqué el valor para hacerlo — acotó cubriendo su prominente sonrojo
— Bueno, siempre eres así en tus ideas — confesó con burla — si algo entra en tu cabeza, nada te lo quita.
— Me estás llamando terco? — cuestionó elevando una ceja
— Por mi integridad física prefiero no responder la pregunta — Sonrío divertido, relajando al Omega, quien no pudo evitar reprimir una risa, para posteriormente centrar su vista en el alfa, mirándose por largo tiempo.
— ¿Qué nos está pasando? — preguntó con melancolía
— ...Crecimos. — indicó el alfa, observándolo con tristeza.
No podía negar que amaba a su Omega, quien durante tanto tiempo había sido su mejor amigo, hermano amante. No quería perderlo, sólo hubo una ocasión donde tuvo miedo y celos de perder su afecto.
Por años creyó sentir únicamente amistad por el Omega, al menos hasta que lo vio interesado en Albafica de Piscis, un alfa cuya sangre era letal. En un inició Dohko pensaba que se trataba de un Omega por su belleza, pero era un alfa. Un poderoso alfa según Manigoldo. Shion siempre trataba de estar cerca de él, esto enfadaba a Dohko, quien no podía evitar sentir aprensión hacia el Santo de Piscis, quien constantemente rechazaba los acercamientos de Shion, sus intentos por entablar una amistad o quizás algo más. Lo que Dohko ignoraba es que el lemuriano tenía otras razones para intentar acercarse a Albafica, una era la soledad del alfa, pero la más importante era que el Santo de Cáncer lo amaba, deseaba tener una relación alfa-alfa. Si bien aquella relación estaba prohibida, Shion podía ver auténtico amor en los ojos de ambos alfas. Cuya relación era imposible, no sólo por el Santuario, sino por la sangre envenenada de Albafica. El lemuriano nunca reveló su relación, en especial cuando Manigoldo y Albafica murieron en la guerra santa. Albafica nunca encontró una cura para su veneno pero eso no impidió que amara a Manigoldo. Constantemente yacía con el alfa en el Yomotsu. En aquel lugar entre los límites de la vida y la muerte consumaron su amor. Las palabras de Shion le dieron el valor a Albafica de aceptar sus sentimientos por Manigoldo, quizás no era lo correcto, quizás iba en contra de lo estipulado por su maestro, pero no toleraba ver aquella tristeza en ambos en guerreros, en especial en Albafica, cuya vida era solitaria.
"El que teme morir, no merece vivir"
Las palabras de Manigoldo lo habían hecho reflexionar, al Santo de Cáncer no le importaba enfrentar al Santuario por Albafica. Reconocía que le dolería perder el amor del maestro Sage pero le era más doloroso imaginarse con otra persona. Manigoldo pretendía enfrentar al Santuario, aquel coraje sólo pudo ser detenido por la Guerra Santa.
En la actualidad Shion nunca cambió la norma, ignoraba si entre sus filas alguno tenía la misma historia que sus compañeros, pero debían tener el mismo valor que Manigoldo. Sólo al que lucha, a un auténtico guerrero, al que se atreviera a hacerle frente al Santuario, en especial a él, se le permitiría abolir esa norma. Aquel que demostrara la valía de sus sentimientos.
Nunca olvidó sus palabras.
Desde sus pláticas con Albafica, el pisciano lo trataba mejor, le permitía pasar las tardes con él en el templo de Piscis, lo cual enfadaba al Santo de Libra, ver aquel afecto de Albafica a Shion lo enervaba. Sin embargo, debía aceptar que quizás Albafica hubiera sido un alfa más acorde para Shion, después de todo el lemuriano lo amaba y este parecía corresponder a su afecto. Por momentos Dohko no podía evitar preguntarse si el ariano unió su vida a él por amor o por llenar aquel vacío que le dejó la muerte de Albafica.
— Quizás debiste unir tu vida a Albafica. — esbozó el alfa provocando que el sumo pontífice lo observara con sorpresa. —...A veces pienso que me escogiste por descarte.
Eso le dolió a Shion, quien no podía decirle el secreto que albergaba. No podía romper su juramento hacía el Santo de Cáncer.
— Nunca tuve nada con Albafica. — aclaró
—... Pero tampoco fue solamente un amigo.
El Santo de Libra no dudaba que Albafica cediera sin queja a los mandatos de Shion. Tenía un gran sentido del deber, por lo que no lo afectaría no ser una prioridad en su vida, o quizás sólo era él a quien Shion no podía ver como una prioridad. El alfa recordaba el dolor en los ojos de Shion ante la muerte de Albafica, el Omega lloró desconsolado sobre su armadura. Vengó su muerte, pero nunca superó su partida. Hasta la fecha, el lemuriano visitaba las tumbas de sus compañeros de armas, en especial la de Manigoldo y Albafica, cuyas tumbas yacían una al lado del otro.
— Tu lo querías, Shion. — confesó con tristeza
— ¿Siempre será un fantasma entre nosotros? — preguntó con dolor
Continuará...
Notes:
Datos importantes
🔸Glen y Deathmask provienen de aldeas hermanas.
🔸Qué oculta la cicatriz de Glen?
🔸Shion hace lo correcto en ocultar este hecho a Dohko?
🔸Mu se atreverá a confesar su relación con Shaka?
Chapter Text
SANTUARIO
En el interior del templo de la Urna, el peliaqua se preparaba para pasar su celo con el guardián de Capricornio, si bien aún restaban dos meses para esto, debía estar preparado. Por esa razón, durante aquellos días solicitó a los sanadores un brebaje que impida un posible embarazo, aduciendo que estaban en tiempos de guerra, no podía bajar la guardia, afortunadamente aquella solicitud había sido aprobada por el patriarca. Sin embargo, tarde o temprano tendrían que darle descendencia al Santuario.
«Milo...»
Estaba tenso, la reacción en su cuerpo era un indicador de que su celo seguiría su curso. Y con ello, todo lo que implicaba su vínculo con el Capricornio. Sin más el Omega intentó centrarse nuevamente en su lectura pero al sentir la presencia de alguien en la biblioteca, procede a dirigir sus profundos orbes zafiro hacía la entrada de aquel recinto.
— Shura... — susurró con asombro.
Frente a él se encontraba el Santo de Capricornio, cuya iracunda mirada no pasó desapercibida para el aguador, quien lo observaba expectante desde uno de los libreros que conformaban su biblioteca privada.
— ¿Ocurre algo? — preguntó con aquel porte serio que tanto lo caracterizaba, recibiendo una dura mirada por parte del mayor, quien intentaba modular sus feromonas, las cuales dejaban en claro su enfado.
— No deberías pasar tanto tiempo con Shaka. — espetó con severidad.
La molestia del alfa era evidente. Sin embargo, el peliaqua no parecía hallar sentido a sus palabras, por lo que procede a arquear una ceja en evidente desconcierto, provocando un prominente rubor en el Capricornio, quien no puede evitar desviar la mirada incómodo.
— Quiero evitar malos entendidos. — aseveró, los alfas eran posesivos y él no era la excepción, sobre todo cuando el Omega que amaba no sentía lo mismo por él.
El peliaqua pareció comprender el enfado del mayor, después de todo en el Santuario no era bien visto que un alfa pasara tanto tiempo con un Omega con vínculo.
— No ocurrió nada inapropiado. — aclaró ofendido, tenía un fuerte sentido del deber, por lo que aún si no lo amaba, respetaría su lazo con el alfa.
Un incómodo silencio se formó entre ambos, si bien tenían un vínculo, aún ignoraban cómo dirigirse el uno al otro, su lazo era impuesto, por lo que no era sencillo abordar algunos aspectos que en otras circunstancias serían normales, en especial cuando se trataba de las normas del Santuario. A pesar de eso, el alfa procede a fijar sus profundos orbes jade en la silueta del peliaqua, quien se encontraba dándole la espalda en evidente enfado. Por lo que tras un profundo suspiro, el alfa se aproxima hasta el peliaqua abrazándolo por la espalda, acción que sorprende al aludido, quien podía sentir los fuertes brazos de Shura rodeando su cuerpo, provocando que un fuerte rubor se instalara sobre sus pómulos. Sin embargo, le permite mantener aquel contacto. Ante esto, el Capricornio desciende su rostro hasta fundirse en el cuello del Omega, aspirando sus feromonas.
— Nuestro lazo no ocurrió como hubiera querido.— acotó liberando sus feromonas, las cuales se mezclaban con el aroma a menta del peliaqua, quien en un acto de reflejo relajó su cuerpo perdiéndose en aquella embriagante esencia. Ambos habían acordado intentar llevar una relación Alfa-Omega, poco a poco se irían acercando, por lo que era mejor poner de su parte, al menos eso era lo que le había aconsejado el Santo de Virgo.
Frecuentemente visitaba al rubio en busca de calma, después de todo con él podía desahogarse. No tenía esa misma confianza con otro compañero de la orden, quizás el Santo de Virgo no era un Omega como Aioros o Afrodita pero era un alfa muy sensato. Por esa razón habían congeniado desde su llegada al Santuario, formando una estrecha amistad. Esto lo llevó a meditar en que quizás sus visitas al rubio estaban colocando en una mala posición a Shura, su alfa.
Aún recordaba su conversación con el hindú.
« — Tarde o temprano tendrán que acercarse, Camus. — advirtió el rubio sosteniendo entre sus manos aquella infusión que le había ofrecido — Puedes amar a Shura?
El peliaqua guardó silencio tratando de contener aquella aflicción que sentía al pensar en el Escorpión. Por lo que lentamente posó su mano sobre su marca de unión, aquella que lo unía al guardián de Capricornio.
Su alfa.
— Quiero hacerlo. — confirmó provocando una sutil sonrisa en el hindú.
— Dense una oportunidad — aconsejó, recibiendo un asentimiento por parte del Omega. — él te entrenó, estuvo a tu lado desde pequeño, dudó que no puedan llegar a amarse.
— No lo amo — aclaró — pero lo quiero lo suficiente para intentarlo, y... hacerlo feliz»
El peliaqua meditó las razones que lo retuvieron en buscar al guardián de la décima casa, una vez establecida la resolución del patriarca. No lo había dicho pero sentía culpa, los enfrentamientos entre Milo y Shura lo afectaban, le dolía estar en esa situación, sobre todo el haber involucrado al Capricornio, Milo y Shura nunca tuvieron una mala relación pero ahora el Escorpión lo odiaba. Se sentía egoísta al haber involucrado al mayor en esa situación. Shura era un alfa respetable en el Santuario, pero gracias a lo sucedido algunos Santos dorados lo observaban con recelo, en especial Aioria, quien con frecuencia iniciaba una confrontación. Se sentía egoísta de haber involucrado al Capricornio, todo lo que recordaba era el temor de ser marcado. En ese momento lo único que deseaba era aferrarse a Shura, sentirse seguro. Como cuando era pequeño, cuando corría a los brazos del mayor al experimentar temor.
«Milo...»
Quería al alfa a su lado pero era imposible. El miedo lo dominó, aquel día se aferró al Capricornio, quien seguía representando una zona segura. Los dos siempre mantuvieron una buena relación, apreciaba a Shura, pero lo había arrastrado a un infierno. Sentía que le había quitado la oportunidad de formar una vida con el Omega que deseara, ni siquiera sabía si estaba interesado en algún Omega, de ser el caso se sentiría terrible. Shura cargaba el estigma de marcarlo, si bien era algo que afectaba a ambos, el Capricornio era el que llevaba la etiqueta de haber arrebatado su destinado a uno de sus compañeros. Un ejemplo era Aioria "¡Pudiste evitarlo!", espetó mordaz.
Todos en el Santuario estaban enterados del lazo entre ambos, sólo el Patriarca y la orden dorada sabían lo que había tras ese lazo. Entre los reclutas y los Santos de Plata se extendía el rumor que el guardián de los hielos había cambiado de Alfa, considerando más digno al Capricornio, por lo que había decidido rechazar a su destinado. Otro rumor era que el Capricornio había intervenido en su relación aprovechando su misión en Chasis para seducir al galo. Sin duda una imagen que no quería para Shura. El peliaqua podía sentir el dolor del mayor, que el alfa se sintiera culpable lo hacía sentirse peor, sentía que su egoísmo lo había arrastrado a eso. Shura en ningún momento le había recriminado por las miradas recibidas, nunca denotó enfado, tampoco le dijo:
"¡¿Por qué quisiste que te marcara?!"
Únicamente se disculpaba, eso lo hacía sentir peor.
"¿Estás bien con esto?"
Ante todo Shura se preocupaba por él.
"Podrás llegar a amar a tu alfa?"
Las palabras del patriarca hacían eco en su mente. Amarlo? Quería hacerlo, pero no quería dejar ir su amor por el Escorpión. Las parejas destinadas eran casos atípicos, si bien aquella existencia inigualable, atraída por el instinto y el cuerpo los conectaba de una manera especial, nada los obligaba a estar juntos.
Nada los obligaba a armarse.
«Pero amo a Milo...» pensó el galo
— Lo lamento, Shura. — susurró con pesar, atrayendo la atención del mayor quien lo observaba confuso — Esto debe ser un castigo para ti. — esbozó colocando la palma de su mano sobre su lazo.
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Un silencio sepulcral reinaba en el Olimpo, en el especial donde se encontraban reunidos seis de los doce dioses que representaban los 12 tronos. A la cabeza se encontraba Zeus, el máximo regente de los dioses, a su lado yacía la Diosa del matrimonio, quien últimamente no se separaba de su consorte, si no estaba encerrada en su palacio, estaba a su lado.
— Hurtaron tres elixires. El de Ares fue el último — informó Zeus, obteniendo una estupefacta mirada de los presentes, entre los cuales se encontraban Herácles, Hefesto, Hermes y Dionisio.
— Esto se está saliendo de control, padre — acotó Herácles
— Debemos tomar medidas — advirtió con severidad la diosa, observando con detenimiento a los presentes, evaluando quién podría ser el conspirador. No dudaba qué entre los bastardos de Zeus estuviera el traidor, después de todo su sola existencia representaba una calamidad para la diosa y su poder.
«Deberían haber muerto...» maldijo
Los 12 tronos estaban conformados por Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Athena, Herácles, Apolo, Artemisa, Hefesto, Afrodita, Hermes y Dionisio. Sin duda tenía una larga lista. Sin embargo, podía descartar a algunos dioses, entre ellos a Poseidón, dado que no tenía rivalidad con el emperador de los mares, por lo que sus sospechas se reducían a seis dioses y dos de ellos no se encontraban presentes.
Tenía un mal presentimiento.
Discretamente la regente del Olimpo posó sus penetrantes orbes sobre cada uno de los dioses, deteniéndose inicialmente en Hefesto, el dios de la forja, aquel a quien en todo momento le negó afecto. Nunca lo reconoció como su hijo. Para la diosa no era un secreto la envidia y el odio que el dios de la forja sentía hacía su hermano Ares, el cual se incrementó tras el engaño de Afrodita. Sí bien aquellos hechos eran pasados, Hefesto no lo había olvidado, aún mantenía un fuerte rencor hacia el dios de la guerra.
«Es el único con el poder de crear un arma capaz de matar a un dios.»
Era alguien a quien no podía subestimar.
Con respecto a Herácles. Toda su vida mortal fue un infierno gracias a Hera, quien provocó muchas de sus tragedias, una de ellas fue sembrar la locura en el semidios, una que lo hizo asesinar a sus propios hijos y a su consorte de aquel tiempo "Deyanira". En verdad se ensañó mucho con él.
Hermes era otro bastardo de Zeus. No lo creía capaz de atentar contra ella, mucho menos contra Ares pero Hermes la odiaba, la odiaba con la misma intensidad con la que respetaba a Zeus. Nunca perdonó su ayuda a Dionisio, por lo que constantemente le daba un pésimo trato, también había intentado numerosas veces asesinar a su progenitora. Mentiría si dijera que lamentó la muerte de la ninfa Maya. Sin embargo, tras aquel suceso había nombrado a Iris como su mensajera personal. No confiaba en ningún bastardo de Zeus.
Dionisio. Toda su infancia estuvo llena de muerte y tragedia por su culpa. Ocasionó la muerte de todo aquel que lo amó y protegió, entre ellos la muerte de su madre Séleme, la cual fue calcinada por la luz divina de Zeus. También lo sumergió en la locura haciéndolo errar por gran parte del mundo durante largo tiempo, aquel maléfico sólo pudo ser roto por Rea, quien compadecida de su locura y de los desbordes de la Diosa del matrimonio, lo purificó devolviéndole la cordura.
Apolo y Artemisa la odiaban por la muerte de su madre Leto en Troya. Sin embargo, aquel sentimiento había sido sembrado desde hace mucho tiempo. Antes de ser dioses, Hera les hizo la vida imposible, hizo sufrir a Leto de muchas formas. Mató a Calixto, la guerrera de Artemisa al involucrarse con Zeus, ahora pertenecía a la constelación de la Osa Mayor. Tuvo un fuerte altercado con Artemisa, quien juró que lo pagaría. Los dioses de la cacería podían estar tras todo esto, eran poderosos pero sobre todo rencorosos.
Apolo era un dios poderoso, déspota, altanero y egocéntrico. Siempre lo trató de bastardo, quizás el bastardo más poderoso que haya tenido Zeus. Ante la muerte de Leto, Apolo juró acabar con ella. Sin embargo, Ares y sus hijos no tenían nada que ver en su venganza. Amargamente pensó que ellos tampoco tenían nada que ver con las aventuras de Zeus. Tarde meditaba sobre ello, había cometido actos imperdonables pero sobre todo irreparables.
Todo era para asegurar su poder.
— ¿Dónde están Apolo y Artemisa? — cuestionó con severidad
El regente del Olimpo había dado una orden directa para que los dioses que representaban los 12 tronos acudieran a la reunión. Los únicos que tenían permitido ausentarse eran Athena, quien como protectora del mundo terrenal debía hallar al responsable de aquel atentado contra los dioses, Poseidón se encontraba realizando una expedición con sus marinas, aduciendo haber percibido una oscuro cosmos en sus mares, los otros eran Ares y Afrodita, quienes se encontraban en Tracia protegiendo el cuerpo de un debilitado Eros.
— Apolo fue herido a causa de una criatura salvaje de Artemisa. — informó Zeus, aduciendo que ambos dioses se encontraban en la Isla Sagrada de los dioses de la caza. — Su cuerpo se está regenerando en Delos. Por esa razón no ha vuelto al Olimpo.
La Diosa del matrimonio no pudo evitar desconfiar del bastardo de Zeus, debía haber recibido un daño muy grande para que precise restablecer su cuerpo. Era demasiada coincidencia que estuviera herido cuando Ares había logrado herir a aquel encapuchado
— ¿Dónde fue herido? — indagó tratando de no llamar la atención, nunca había sido afecta al arrogante dios, por lo que muchos tomaron aquella falsa "preocupación" como un intento de quedar bien con Zeus.
— Abdomen y vientre, según Dionisio. — respondió con naturalidad, aduciendo que esperaba su pronta recuperación, pues de haber una guerra necesitarían de su poder.
Aquello atrajo la atención de Hera, quien lo observó expectante, Ares le había advertido que logró herir a aquel encapuchado, incrustándole su espada en el vientre, por lo que eso dejaría profundas lesiones.
«No puede ser coincidencia...» sopesó
La diosa no podía acusar abiertamente a Apolo, no sin pruebas, pues Zeus no sospechaba de ninguno de sus hijos, pese a que Apolo ya había conspirado antes contra el Olimpo. Sí era él el responsable, ella misma se encargaría de ejecutarlo.
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SANTUARIO
En el interior del templo de la Urna, el galo se encontraba manteniendo una conversación con el guardián de Capricornio, quien bajaba la mirada abatido.
— No eres un castigo. — confesó girando el cuerpo del menor hasta tenerlo frente a él, posando una suave caricia en el contorno de su rostro. — Eres mi Omega.
Dicho esto, el aguador no pudo evitar fundirse en un abrazo al cuerpo del mayor, quien fijó sus profundos orbes jade sobre su marca de unión, meditando sobre su lazo con el peliaqua. Tenía el odio de Milo, eso era un hecho que no podía cambiar. Sin embargo, no quería que Camus se sintiera culpable.
¿Cómo decirle que estar a su lado no era un castigo?
Él amaba a Camus, pero dudaba que sea el momento para confesarlo, temía que lo odiara, que lo creyera capaz de utilizar lo ocurrido en Chasis para marcarlo, aduciendo que quizás nunca trató realmente de reprimir su instinto. Temía la reacción del aguador, que lo odiara. Ambos tenían una marca que no podían romper, no deseaba pasar su vida con alguien que lo odiaba con la misma intensidad con la que él lo amaba.
Su relación era impuesta, pero no podía evitar sentir celos hacía Shaka, últimamente el peliaqua pasaba mucho tiempo en Virgo, de estar Milo, pensaría que lo buscaría, pero dado su misión podía sentirse tranquilo. Sin embargo, le desagradaba sentir aquel sutil toque a incienso y orquídea, uno que impregnaba el templo de Shaka. Ignoraba el por qué de sus constantes visitas a Virgo, pero no podía contener su aprensión, por lo que procedió a segregar sus feromonas, tratando de eliminar todo rastro del alfa.
Estaba celoso.
Sin dudar se aferró al cuerpo del menor, impregnándolo de su aroma. Sin embargo, al pasar sus penetrantes orbes jade sobre el escritorio, logra divisar un brebaje, por la etiqueta podía saber su contenido, aquella pócima evitaría un embarazo, por un momento no pudo evitar sentir cierta decepción, su Omega no deseaba engendrar un hijo de él. Entendía la situación, pero aquello causaba una incómoda sensación en su pecho. Camus sólo lo aceptaba en su cama para calmar su celo, los 4 primeros días el calor sería insoportable para el Omega, aún con los supresores, pasando aquellos días los síntomas serían manejables. Al tener el calor de su Alfa, aquellas dolencias se marcharían con velocidad. Ese era su trato, hablar sobre un hijo estaba fuera de lugar según el Capricornio. Sin embargo, un día tendrían que tocar el tema. Por otra parte, Afrodita le había sugerido acercarse al peliaqua, ganar su afecto. Y con el tiempo decirle sus sentimientos, después de todo ya era su Omega, tenía mejores posibilidades de conquistarlo.
— Te elegí como mi alfa. — esbozó el menor hundiendo su cabeza en el pecho del mayor, no podía leer sus pensamientos pero sí sentir su tristeza, por lo que no dudó en segregar sus feromonas para apaciguar los ánimos de su alfa. — Juro estar a tu lado.
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Su alfa
En ese momento un recuerdo vino con fuerza a su mente.
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AÑOS ATRÁS
Un pequeño Camus observaba sentado desde las gradas a un caballero de plata Omega confesarse al guardián de Capricornio, quien sin perder su característico porte serio procede a rechazarlo de manera educada para posteriormente dirigirse nuevamente hacía el pequeño Omega para continuar con su entrenamiento, debían fortalecer su aire frío. Sin embargo, al llegar hacía el menor, éste le pregunta sobre su tipo de Omega.
— ¿Por qué preguntas algo así? — cuestionó con desconcierto
— A menudo rechazas a todo Santo de plata que se te acerca — respondió con obviedad, aduciendo que sólo había dos razones que explicaran su comportamiento, una era que estaba interesado en otro Omega, pero no lo veía posible, pues el mayor estaba más absorto en su entrenamiento que en una relación, lo que dejaba como resultado que aquellos Omegas que le confesaron sus sentimientos no eran su tipo, por ello ni siquiera había aceptado una cita con ellos, pese a tener la misma edad que tuvo Saga cuando anunció su relación con el guardián de Sagitario, 15 años.
Al oír aquello el Capricornio no pudo evitar ruborizarse, cuestionándose internamente cuántas declaraciones había presenciado el menor para llegar a esa conclusión?
— Eres demasiado observador.
El Omega esbozó una escueta sonrisa, muy parecida a una mueca, en señal de satisfacción. Sin embargo, eso no desviaría su atención.
— ¿Cuál es tu tipo de Omega? — preguntó recibiendo un cansado suspiro por parte del mayor, quien era consciente que no desistiría hasta obtener una contestación, por lo que procede a meditar su respuesta.
— No tengo un tipo de Omega en mente — aseguró — pero las características que buscaría son: alguien inteligente, fuerte — analizó dirigiendo sus profundos orbes jade hacía el amplio cielo — no muy desbordante, pero sobre todo centrado. — finalizó acariciando la cabeza del Omega, quien le deseaba que encontrara a aquel Omega que cumpliera esos estándares.
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Sin querer lo había descrito.
«Camus...»
Ignoraba cuánto tiempo estuvo enamorado del peliaqua sin saberlo. Quiso decir algo pero fue detenido por el embriagante aroma a menta que segregaba el menor. Uno que lo hizo sucumbir hasta su cuello, inhalando con deseo aquella zona, pasando sus labios por aquella blanquecina piel, haciendo estremecer al Omega entre sus brazos, quien parecía perderse entre aquella seductora esencia que ambos emanaban. Esto lo llevó a pensar en que quizás habían compartido una mayor cantidad de feromonas de lo habitual, lo cual podía resultar contraproducente, pero no deseaba alejarse, aquella esencia que segregaba el aguador lo hacía perder el razonamiento, cegado por el deseo procedió a besar el pálido cuello del Omega, quien jadea ante ese tacto pero sobre todo ante las caricias que el mayor iba realizando sobre su cuerpo, descendiendo hasta su cintura para aferrarlo con fuerza a él. Su aroma lo excitaba a tal grado que no dudó en depositar voraces besos sobre el cuello del menor, quien gemía al sentir al alfa deshaciéndose de su verde polera, para posteriormente acomodarlo sobre un pequeño escritorio. El peliaqua podía sentir la erección del alfa frotarse contra su cuerpo, ocasionando que la suya comenzara a despertar. Al sentir aquello, el mayor no dudó en acariciar sus torneadas piernas llevándolas a su cadera. Al recabar en el rumbo que estaba tomando aquella situación, el peliaqua intenta detenerlo con esfuerzo. El aroma de Shura lograba doblegarlo.
— Shura... — jadeó tratando de no dejar caer su peso sobre aquel escritorio, el cual tenía ahora varios documentos regados sobre el suelo. Sí no ponía un alto terminarían entregándose sobre aquel escritorio. — Shura...
El Capricornio se detuvo al escuchar el llamado del peliaqua, quien se encontraba sumamente sonrojado y jadeando. Al percatarse de lo que estaba haciendo, procede a separarse agitado, disculpándose con el menor.
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Lo deseaba.
— Es verdad... — esbozó pasando una de sus manos por la cintura del menor atrayéndolo a su cuerpo, apoyando su frente sobre la del Omega, quien jadeaba tratando de regular su respiración. Necesitaba ir más lento y el alfa parecía entenderlo. — Tendremos todo el tiempo del mundo para esto.
Dicho esto, el Capricornio procede a abandonar la habitación para dirigirse a su templo, necesitaba ducharse. Su alfa interno le pedía fundirse con el Omega.
Continuará...
Notes:
Algunos Puntos:
🔸Los Omegas del Santuario deben solicitar un brebaje especial para evitar un embarazo. Sin embargo, para obtenerlo este debe ser aprobado por el patriarca.
🔸Hera sospecha de Apolo.
🔸Los Dioses de la caza están tras estos ataques?
🔸El celo de Camus se acerca y ha pactado pasarlo con Shura.
Chapter Text
SANTUARIO
El guardián de la primera casa se encontraba observando el entrenamiento de los aspirantes desde el risco de su templo, a su lado estaba su discípulo, un pequeño alfa de cortos cabellos rojizos, en su rostro podía apreciarse una profunda admiración por el riguroso entrenamiento que impartían los Santos de oro. Sin embargo, entre las batallas hubo un encuentro que llamó su atención, si bien no se trataba de una batalla como tal, le parecía muy curioso, pues a juzgar por el ruborizado rostro del omega y lo apartados que se encontraban de las áreas de entrenamiento, podía suponer que se trataba de una declaración.
— El señor Shaka es muy popular — acotó el pequeño lemuriano señalando a lo lejos al Santo de Virgo junto al joven que tenía por aprendiz. Esto llamó la atención del guardián del primer templo, quien observa iracundo como aquel Omega de largas hebras plateadas y orbes carmesí, apoyaba sus manos sobre el pecho del alfa, intentando rodear su cuerpo en un cálido contacto, uno que no pareció inmutar al Santo de Virgo, pero sí encender los celos del guardián del primer templo, quien contemplaba con furia la escena.
— Hemos hablado de esto, Balder... — remarcó el hindú rechazando el acercamiento del menor, aquel que había llegado desde las heladas tierras de Asgard, como una forma de reforzar los acuerdos entre la representante de Odín y el Santuario.
El alfa reconocía el poder y atractivo del platinado. Sin embargo, no sentía lo mismo por él, pero este no parecía comprenderlo.
— No creo serle indiferente. — afirmó, posicionando una de sus manos en el cuello del alfa, con el fin de acortar aquella distancia en un anhelado beso. Uno que había deseado desde que llegó al Santuario. Sin embargo, cuando estuvo a punto de rozar los labios del alfa, fue detenido por una extraña fuerza, una que logró arrojarlo violentamente contra las murallas del Coliseo.
— Maestro Mu! — exclamó un muy preocupado aspirante a Santo de Aries, observando con asombro cómo su maestro había reducido sin ningún tipo de reparo al aprendiz del Santo de Virgo, por medio de su telekinesis.
— MU! — Gritó un furibundo alfa, fijando sus penetrantes orbes azules en la amenazante figura del lemuriano, quien no dudó en teletransportarse frente a él.
El cosmos entre ambos alfas se había tornado agresivo, esto hizo temblar al pequeño pelirrojo, quien nunca había visto a su maestro perder los estribos. Por un momento sintió la necesidad de huir ante aquel aterrador cosmos que emanaban.
— Kiki — llamó el Santo de Virgo, quien en ningún momento dejó de sostener la mirada del guardián del primer templo. — ve a informarles a los sanadores. Yo llevaré a Balder.
El pequeño alfa pareció entender a qué se refería, por lo que sin decir una palabra procedió a teletransportarse al ala médica del coliseo.
— Alguien como él no debería estar en el Santuario. — espetó iracundo el de Aries, recibiendo una dura mirada por parte del rubio.
— Te excediste — acotó con severidad
— ¿Deseabas besar a ese Omega? — cuestionó con indignación
— Planeaba apartarlo. — explicó tratando de regular su cosmos para apaciguar al enfurecido ariano. Sin embargo, esto no parecía funcionar. Nunca había presenciado aquella faceta del alfa, quien siempre se caracterizó por su templanza, por evitar combatir a menos que sea necesario. Por esa razón lo había desconcertado verlo atacar al platinado, quien yacía inconsciente en el suelo. — De no haber intervenido te habrías percatado. — aseveró dirigiéndose hacia el guerrero de Asgard. A juzgar por los daños no parecía tener nada grave. Sin embargo, debía llevarlo con los sanadores. Por lo que procedió a tomar en brazos al inconsciente platinado.
— Te marcharás? — cuestionó con irritación, posando sus penetrantes orbes en la delgada pero esbelta figura del Omega, cuya apariencia asemejaba la de un bello ángel.
— Él es mi responsabilidad. — acotó con severidad — debo llevarlo al área médica. Arreglaremos esto después. — finalizó dirigiéndose a las escaleras del coliseo, no sin antes detenerse a observar por última vez aquellos escombros que ahora rodeaban la salida del coliseo. —...No importa cuánto reduzca mi mundo, nada hará que confíes en mí.
Aquellas palabras le dolieron profundamente al guardián del primer templo, quien no pudo evitar sentir una desgarradora sensación en el pecho.
— Tu miedo es nuestro único obstáculo.
Dicho esto, el hindú se retiró enfadado. Era consciente de la atracción del Omega pero no le correspondía. Amaba a Mu. Sin embargo, este no parecía confiar en él.
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TRACIA
En el interior de la cámara principal del señor de la guerra, Aloes se encontraba manteniendo una sería conversación con el Santo de Escorpio acerca de la condición del dios del amor, quien había sido inducido al sueño para restablecer su cuerpo.
— Es importante aguardar el despertar de Eros. — aseguró el azabache, aduciendo que el dios del amor fue uno de los últimos en enfrentar a aquel encapuchado, por lo que podría tener información importante, si bien los poderes de Fobos y Deimos no habían tenido efecto en aquel ser, los de Eros podrían haber funcionado. Sin embargo, antes que el escorpión pudiera responder son interrumpidos por las puertas del gran recinto, las cuales fueron abiertas dejando pasar al señor de la guerra y la diosa del amor. Una deidad dotada de gran belleza, cuyos largos y ondulados cabellos dorados lograban resaltar sus finas facciones. — Alteza
El azabache procedió a realizar una reverencia ante ambos dioses para posteriormente fijar su vista en el heleno, quien imita su acción frente a la diosa.
— Milo de Escorpio. — se presentó haciendo una reverencia, tratando de no perderse en los profundos orbes azulados de la diosa, quien portaba un largo vestido rosáceo con detalles de oro y su mítico cinturón, aquel que la transportaba donde quisiera.
— Un Santo de Athena? — inquirió la diosa, observándolo con asombro.
Al percatarse de la inquietud de su consorte, el dios de la guerra ordena a Aloes que se encargue de mostrarle otras zonas afectadas al Santo de Escorpio, aduciendo que aún debían interrogar a las macas e hisminias a su servicio.
— Por supuesto mi señor. — acotó descifrando la mirada del dios, por lo que tras una reverencia procedió a retirarse junto al heleno
El señor de la guerra ignoraba qué había logrado preocupar a Afrodita pero era evidente que tenía que ver con aquel impetuoso guerrero, por lo cual no dudó en comentar la desventura del escorpión.
— Perdió a su destinado. — dijo atrayendo la atención de su consorte, quien ahora parecía comprender aquel frágil lazo que rodeaba al heleno, después de todo las parejas destinadas eran un regalo de la diosa del amor. Sin embargo, eran pocos aquellos que tenían los favores de la diosa. En su caso, ella había perdurado el inmenso amor de las constelaciones de Acuario y Escorpio, todos aquellos que lucharon en las anteriores guerras santas.
— Han luchado juntos desde la era del mito y en todas las épocas se han amado.
El primer amor trágico que recordaba fue el de Écarlate y Mystoria, donde la traición del pelirrojo rompió el corazón del aguador, aquel Omega tenía una ciega lealtad a Odysseus de Ofiuco, un alfa a quien le debía su vida. En aquel siglo Mystoria luchó contra su propio Omega para enfrentar a Odysseus, quien se había vuelto un peligro para el Santuario. Sin embargo, el escorpión estaba dispuesto a seguirlo, a luchar contra su alfa sí era necesario. Una ardua batalla inició entre ambos vinculados, por mucho que trató, el Santo de hielo no pudo convencer a Écarlate de enfrentar a Odysseus. Su única opción era acabar con la vida de su amado, romper aquel vínculo que los unía. Sin embargo, aquello era algo que nunca podría hacer, por esa razón decidió morir a su lado en batalla, si ese sería su final, lo seguiría sepultándose a ambos en un ataúd de hielo, porque nunca se atrevería a matar al escorpión, lo que nunca espero fue que en ese momento Écarlate decidiera acabar con su vida, liberándolo de aquel ataúd de hielo.
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Écarlate lo amaba.
Lo amó tanto que lo ayudó a destruirlo.
— A veces encontramos a la persona correcta en el momento equivocado. — esbozó la diosa — Y en el momento correcto a la persona equivocada.
El señor de la guerra escuchó con atención aquella historia, sin duda lo último iba dirigido a Écarlate y Odysseus. Por lo que recordaba aquel acontecimiento había afectado mucho a la diosa, quien padecía los efectos adversos del quiebre en la conexión entre ambas almas.
"Écarlate y Mystoria"
Dos personas que se amaban pero no pudieron estar juntos por la obsesión de Écarlate. Su ambición fue más fuerte que su amor por Mystoria.
— Desea romper el vínculo. — aseveró con inusual interés el dios de la guerra, refiriéndose al Santo de Escorpio. Sin embargo, la diosa no podría romper el lazo que lo apartaba de su destinado. Ningún dios podía hacerlo sin desatar una guerra en el Olimpo.
— Si están destinados a estar juntos, no importa dónde o con quién estén, tarde o temprano se unirán — indicó posando sus profundos orbes azulados sobre la oscura noche que cubría Tracia — Su unión está escrito en las estrellas.
Para el dios de la guerra no había pasado desapercibido el profundo odio que consumía el interior del escorpión. Por esa razón no comprendía su pasividad. Era un guerrero de élite, por lo que podría romper aquel lazo eliminando al otro alfa, pero su inclinación por Athena no le permitía actuar de esa manera.
— ¿Se repetirá la historia de Écarlate?
— La lealtad es importante, si es a la persona correcta. — enunció la diosa — El de Écarlate no lo era.
Ante lo dicho, el dios de la guerra no pudo evitar sonreír de forma malévola.
"Lealtad"
¿Qué tan leal podía ser un Santo de Athena?
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SANTUARIO
En el interior de los dominios del hindú, el alfa se encontraba preparándose para ingresar a la sala gemela, tras su disputa con el guardián del primer templo necesitaba meditar, prácticamente había permanecido toda la tarde al lado de Balder en el ala médica, por fortuna el Omega no parecía recordar nada después de la negativa del alfa, quien ante la presencia de Kiki se vio obligado a confesar lo ocurrido a los sanadores, aduciendo que fue herido en un descuido cuando el Santo de Aries entrenaba a su discípulo, algo que el platinado pareció creer.
— Kiki me dijo lo que pasó. — pronunció una conocida voz atrayendo la atención del alfa, quien voltea topándose con los profundos orbes del guardián del primer templo.
Al recabar en su presencia, el alfa no pudo evitar mostrarse perplejo. Tras su disputa con el alfa comprendía que tenían mucho de qué hablar. Sin embargo, no esperaba que el lemuriano tomara la iniciativa.
—¿Cómo se encuentra el asgardiano? — preguntó intrigado, provocando que el alfa enarque una ceja en desconcierto, era claro que no esperaba que se preocupara por el Omega. Sin embargo, ante el semblante perturbado del lemuriano, no tuvo otra opción que responder.
— Está estable — acotó con frialdad — No recuerda nada, si es lo que te preocupa.
Dicho esto, el alfa procedió a darle la espalda dando por culminando aquella conversación. Todo le daba a entender que las intenciones del ariano no eran arreglar su situación, por el contrario parecía querer asegurarse que el incidente no pasará a mayores o al menos esa fue la conclusión a la que llegó el hindú. Comprendía que el guardián del primer templo no deseaba tener problemas con su maestro, menos delatar su "condición". Ante todo el patriarca siempre estaba primero para Mu.
— Lo lamento... — esbozó el lemuriano, tratando de disculparse por su actuar, aceptaba que se había excedido. En verdad amaba al alfa y no quería perderlo por un arrebato. Sin embargo, era mucho el peso que cargaba entre sus hombros.
— No es usual que pierdas los estribos. — respondió con inusual calma. Al parecer aquella disculpa había logrado aplacar su enfado — ¿Qué está pasando?
Era evidente que algo ocultaba.
— Tarde o temprano nos vincularán a alguien... — advirtió con pesar el lemuriano, atrayendo la atención del rubio, quien lo observaba confuso — Balder es una opción para una alianza con Asgard. — confesó, aduciendo que había había leído las opciones que el patriarca tenía para el hindú.
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Balder era su primera opción.
Por esa razón el patriarca había accedido a la petición de Hilda de Polaris para presentarlo al alfa como su discípulo, planeaban fomentar el trato entre ambos.
— Balder es un Omega aprobado por mi maestro. — acotó con pesar.
— Tu eres mí alfa.— afirmó acorralándolo contra una de las columnas que decoraban el sexto templo — No me interesa nadie que no seas tú, Mu.
Un fuerte rubor se había apoderado de los pómulos del lemuriano, quien no puede evitar esbozar una tenue sonrisa, procediendo a hundir su cabeza en el pecho del alfa. ¿Cuánto tiempo más podría tolerar esa situación? El temor de ser separados era algo que lo atormentaba cada noche.
— Eres mí alfa, no existe nadie que cambie eso. — admitió el hindú, posando sus labios sobre los del lemuriano en un profundo beso, uno que fue tornándose cada vez más demandante por parte de ambos.
— Tómame — decía entre gemidos el lemuriano al sentir el cuerpo del alfa sobre el suyo, podía reparar en su erección frotándose contra su entrepierna, ocasionando que su miembro comenzará a despertar deseoso — Shaka...
Ante la lujuriosa y demandante voz del lemuriano, el alfa procede a apoyarlo contra una columna, sucumbiendo entre voraces besos hacía su pálido cuello, pasando sus manos por los glúteos del lemuriano, haciéndolo estremecer.
— Shaka... — jadeaba ante las caricias del alfa, aferrándose con fuerza a su cuerpo, procediendo a retirar su armadura junto a sus prendas y las del hindú hasta terminar ambos desnudos entre la tenue luz de las velas que iluminaban el sexto templo.
— Te amo, Mu. — confesó besándolo con afecto, lubricando a la par la entrada del ariano para prepararlo para su intromisión
Una vez que estuvo listo, el alfa no dudó en introducir su endurecido miembro en la cálida intimidad del lemuriano. No pudo evitar dejar escapar un gemido de placer al adentrarse en lo más profundo de su cuerpo, al inicio sus movimientos eran suaves y pausados para no lastimarlo, pero una vez que este se acostumbró a su intromisión, aumentó el ritmo de sus estocadas, dándole en aquel punto que tanto disfrutaba. Conocía a la perfección el cuerpo de Mu.
— Disfruto sentirte, Shaka. — esbozó mordiendo con deseo el cuello del alfa, dejando algunas marcas muy visibles, eso le enseñaría a Balder y a cualquier otro Omega que el alfa no estaba disponible.
Una vez que el vaivén de las embestidas cesaron, para ser reemplazado por el tan ansiado nudo, el lemuriano trató de contener el dolor, siendo atendido por el hindú quien lo besaba para distraerlo de aquella sensación, hasta anudar en su interior. Mu podía sentir su cuerpo ser invadido por la caliente esencia del alfa, quien lo besaba sintiendo como el lemuriano se corría en el abdomen de ambos.
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Amaba al Santo de Virgo.
Su maestro se sentiría avergonzado de él? Por hoy no quería pensar en eso. No quería ser la decepción del patriarca pero tampoco quería dejar de amar al alfa.
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En los jardines que rodeaban el palacio de Tracia, el Santo de Escorpio se encontraba con la mirada fija en la batalla de Fobos y Deimos contra las legiones del señor de la guerra, sin duda eran fieros guerreros, nadie podía dudar que eran hijos de Ares. Tenían la misma sed de sangre, amantes de la guerra cruel, siempre acompañaban a su padre en sus batallas. Por lo poco que había escuchado, ambos gemelos fueron criados por Ares y Enio, la destructora de ciudades, mientras otros dioses o mortales se preparaban para la guerra, ellos crecieron en ella. Fobos y Deimos tenían gran afecto hacia su padre, eran sus mejores guerreros y los que lideraban a las legiones de Tracia en ausencia de su padre.
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Eran los sucesores de Ares
« Pequeños demonios » pensó al recabar en la siniestra sonrisa que le dedicaban al retirar la sangre de sus espadas, advirtiendo que él sería el siguiente.
El heleno estaba tan absorto en aquella provocación que no se había percatado de la presencia del señor de la guerra, quien lo observaba expectante. Podía sentir la sed de venganza del Escorpión.
«Alberga una gran ira que lucha por salir» sonrió de forma malévola
— Te haré una propuesta. — dijo atrayendo la atención del heleno, quien no puede evitar observarlo intrigado
Quitarle un guerrero a Athena era demasiado tentador para el dios de la guerra, quien no tenía una buena relación con la diosa de la sabiduría. Su rivalidad era legendaria, ambos representaban dos caras opuestas de la guerra. Sin embargo, Athena parecía haberse ablandado al reencarnar como una mortal. Dudaba que alguien tan "Benevolente" pudiera proteger la tierra.
"Athena, la hija favorita de Zeus"
Recordó con amargura las palabras de la regente del Olimpo, quien constantemente lo incitaba a desafiar a Athena y a demostrar que era superior a ella. De este modo fue creciendo una gran rivalidad fomentada por su madre Hera, exigiéndole que demostrará porqué él era el verdadero príncipe del Olimpo, y el único que tenía que ser el sucesor de Zeus.
Aún recordaba los sucesos durante la guerra de Troya, donde causó muchos problemas, primero estando del lado de los griegos en una guerra que duró 10 años. En un inicio se vio obligado a luchar a favor de Athena y su madre, pero al enamorarse de Afrodita se fue del lado de los Troyanos, distanciándose cada vez más de la Regente del Olimpo, si bien los dioses tenían prohibido intervenir en su forma corpórea, él lo había hecho por ayudar a Troya y a Afrodita, despertando una sanguinaria guerra. En aquella época supo por el escolta de su madre que Athena había solicitado al dios de la forja crear un arma capaz de dañarlo, la misma que fue otorgada a Diomedes, habría muerto de no haber regresado al Olimpo.
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Se vengaría de Athena.
— Únete a mi ejército e intercederé ante mi madre por ti.
El escorpión lo observó atónito. ¿El dios de la guerra estaba hablando en serio?
— Usted...
— Te ofrezco la libertad de tu Omega. — sentenció con porte serio
Continuará...
Notes:
🌺 Algunos puntos 🌺
🔸Shaka y Mu son versátiles
🔸Balder "Dios guerrero de Asgard" es una opción para vincularse con Shaka.
🔸Milo aceptará la propuesta de Ares?
🔸¿Cómo la historia de Écarlate y Mystoria se entrelazará con los Santos de esta época?
Chapter 10: Distanciamiento
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
SANTUARIO
En el interior de la cámara de Athena, el sumo pontífice se encontraba extendiéndole un escrito a su diosa, se trataba de una carta del Santo de Escorpio, quien al parecer se quedaría 3 meses en Tracia, al menos eso había notificado el heraldo que el señor de la guerra había mandado al Santuario. Originalmente el heleno permanecería un mes en ese lugar, pero tras los recientes acontecimientos, tenía que esperar el despertar del dios del amor para interrogarlo, esta acción fue aprobada por la diosa, quien no podía evitar sentir preocupación por su guerrero. Ares no era un ser confiable, nunca fue afecto a la diosa o sus guerreros. Sin embargo, se veía en la obligación de tener al Santo de Escorpio en sus dominios.
— No debe preocuparse por Milo, diosa Athena — aseveró con serenidad el patriarca, aduciendo que el heleno no caerá en provocaciones, no si eso la perjudicaría.
— Es cierto — reconoció la diosa — Sin embargo, no podemos subestimar a Ares, es un dios rencoroso y no creo que eso haya cambiado. — esbozó con inquietud reparando en el estado emocional del Escorpión.
— Milo es un alfa dolido, pero ante todo es un Santo de oro, no permitirá que sus emociones nublen su juicio.
La diosa asintió, el patriarca tenía razón, debía confiar en su guerrero y en que este no caería en las provocaciones del dios de la guerra. Sin embargo, esto no era lo único que perturbaba a la diosa, para quien no había pasado desapercibido el entristecido semblante del sumo pontífice.
— ¿Cómo van las cosas con Dohko? — preguntó con cautela, pues tenía conocimiento que ambos estaban pasando por un mal momento en su relación
— Él ha pasado las últimas semanas en Libra. — informó el sumo pontífice tratando de no denotar tristeza en su voz. Sin embargo, era obvio que se encontraban distanciados, esto preocupó a la diosa.
Ser pareja del patriarca era complicado, el patriarca era la autoridad máxima en el santuario, el encargado de representar a Athena en la tierra, comandando a los Santos de oro en su nombre, pues se sabe que la diosa al igual que otras divinidades del Olimpo, no podían permanecer continuamente en su estado corpóreo en la Tierra, por lo que, a fin de perpetuar su dominio, cada dios fundó un templo que lo representara y desde el cual se pudiera cumplir su mandato. Entre las responsabilidades del patriarca se encontraba prever la trayectoria de las estrellas, monitorear señales de actividad maligna, registrar la historia y transmitir el legado de los secretos místicos del Santuario para las generaciones futuras, por ende, para el patriarca nunca había un respiro, por esta razón Athena plantea la posibilidad que nombre a otro patriarca, aduciendo que así ellos por fin podrían vivir una vida tranquila en Cinco Picos. Sin embargo, el mayor se muestra dubitativo, argumentando que quizás al hallar al traidor podría darle su posición a Saga o Aioros, quienes eran los más calificados, aunque debía admitir que prefería al Santo de Sagitario, quería que un Omega fuera su sucesor. Sin embargo, el castaño estaba demasiado ocupado con los reclutas y el cuidado de sus cachorritos.
— Esto deja a Saga como único candidato. — inquirió la diosa
El mayor asintió reconociendo la capacidad del Santo de Géminis, aduciendo que no tenía duda que sería un buen patriarca, pero ignoraba si estaba listo para tal cargo, prefería que disfrutarán su etapa de padres, al menos hasta que sus dos pequeñas alfas tuvieran 10 años. Sin embargo, dudaba si Dohko aceptaría esperar 5 años. Quizás después de hallar al conspirador del Olimpo podría designar a un nuevo patriarca, sinceramente esperaba que Aioros aceptara el cargo, pero dudaba que el Omega deseara competir contra su alfa, el Santo de Sagitario era muy maternal, por lo que no dejaría a sus cachorritos, los cuales Saga entrenaba.
— Quiero a alguien objetivo, alguien que pueda mantener la paz en el Santuario. — acotó recabando en que, si Saga estuviera en su posición, no dudaría que hubiera optado por la ejecución del Capricornio, después de todo Saga mataría por Aioros. Si un alfa se atrevía a marcarlo, el Santo de Géminis no hubiera dudado en matarlo, aún si se tratara de uno de sus compañeros, aún si Aioros lo odiaba por ello.
— Shion…
— Si algo sucede, debo proteger al Santuario, a usted y a todo aquel que esté bajo su protección. — interrumpió dirigiendo sus profundos orbes hacia la diosa — El patriarca es el aquel que sostiene todos los cimientos, el que junto a Athena carga todo el sufrimiento. — cierra con fuerza los ojos.
— Es una gran presión — meditó con cuidado sus palabras — podrías perder tu vínculo con Dohko.
— Tengo la presión que él jamás sintió. — acotó refiriéndose a aquellos consejeros, quienes preferían ser liderados por un alfa, en especial cuando una futura guerra se acercaba, aduciendo que un Omega como él no podría mantenerlos seguros, si renunciaba en esos momentos sólo les daría la razón, dando el mensaje que no se sentía capaz de cumplir su labor, que prefería nombrar un sucesor, aceptando así la inferioridad de lo Omegas. — si renuncio, todo lo que he defendido se derrumbará.
— Entiendo que eres el primer patriarca Omega del Santuario. — enunció la diosa, recabando en la admiración que estos sentían por el mayor, después de todo eran pocos los Omegas con un rango elevado. — Medita tu decisión, Shion.
El patriarca asintió, despidiéndose con una reverencia, aduciendo que tenía que volver a la cámara patriarcal, debía terminar sus funciones si quería llegar a una hora prudente a sus aposentos, aunque dudaba si el Santo de Libra se presentaría. Sin embargo, como cada noche esperaba la llegada de su alfa, pero tras su última conversación sobre Albafica, este había dispuesto permanecer en el templo de Libra.
— Debo retirarme, Athena. — se despidió abandonado aquel recinto, siendo seguido por la profunda mirada de la diosa.
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OLIMPO
En el interior de los dominios del dios de la forja, un gigantesco hombre de deformes facciones, barba desaliñada, torso descubierto y hombros a diferentes alturas, se encontraba trabajando arduamente con el yunque y el martillo restaurando las armas que Herácles le había encomendado.
— Ares todavía está herido. — comentó Herácles fijando sus profundos orbes caoba sobre aquella imponente espada que el dios forjaba para él.
— ¿En verdad? — preguntó sin desviar su volcánica mirada del acero, esta no era la primera vez que el castaño lo mantenía informado de lo que ocurría en el Olimpo, después de todo sus obligaciones en el taller consumían mucho de su tiempo.
El castaño asintió aduciendo que Hebe, la diosa de la juventud le había enviado un cargamento de ambrosía para que pudiera restablecerse. Sin embargo, el proceso sería lento dado la gravedad de sus laceraciones. Aquella confesión provocó una sonrisa malévola en el dios de la forja, quien parecía extasiado con la noticia.
— ¿Tuviste algo que ver, Hefesto? — cuestionó con enfado, dirigiendo una iracunda mirada hacia el mayor, quien por un momento había detenido su labor.
— ¿Por qué lo tendría? — respondió con una expresión maliciosa, provocando que el castaño lo observara desconfiado, para el héroe no era un secreto las cosas terribles que el dios de la forja había hecho contra Ares, todo producto de la ira y la envidia, pues desde su nacimiento, Hera lo había rechazado por su deformidad, arrojándolo con desprecio desde el Olimpo, dejándolo cojo para siempre. Aquello provocó que el dios de la forja se sintiera acomplejado por su aspecto, por lo que para vengarse fabricó una trampa contra la arrogante diosa, atrapándola en un trono de oro con el símbolo del pavo real, logrando con esto coaccionar a Zeus para que le otorgara lo que era suyo por derecho; exigió uno de los 12 tronos del Olimpo, un palacio y de consorte a la más hermosa diosa en matrimonio.
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Afrodita
A pesar que el dios de la forja la llenaba de lujos y obsequios, la diosa nunca fue feliz con él, constantemente se sentía atrapada por estar con alguien que no había escogido. Sin embargo, la verdadera furia de Hefesto explotó cuando descubrió que la diosa del amor lo estaba engañando con quien más odiaba.
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Ares
Por esa razón, ideó un plan para capturarlos y exponer su adulterio ante todos. Aquella humillación logró que ambas deidades abandonaran del Olimpo. Sin embargo, el dios todavía le guardaba un profundo rencor.
— Tienes motivos. — denotó con seriedad el castaño
— No soy el único con aprensión hacia Ares. — debatió, aduciendo que lo ocurrido aquel día no fue su culpa, por lo que en lugar de acusarlo debería buscar al responsable de estropear la ambrosía de Hebe, pues de no ser por ese incidente, la diosa del amor no hubiera dejado Chipre y su elixir no hubiera sido hurtado, no era una casualidad que Ilitia, Ares y Afrodita estuvieran ausentes cuando ocurrió el ataque a sus respectivos templos. Y esa información sólo pudo haber salido del Olimpo — Hay un traidor entre nosotros.
— No permitiré que nadie altere la paz del Olimpo. — espetó tomando entre sus brazos las armas que el dios había restaurado. — Quien esté tras esta conspiración, se las verá conmigo.
El dios de la forja sonrío con burla, si bien el héroe no sentía afecto alguno por el dios de la guerra o la diosa del matrimonio, estos eran importantes para Hebe y por la diosa de la juventud había decidido mantenerse implicado, por lo que no permitiría que ninguna deidad los dañara.
— ¿Sabrás diferenciar quién es tu amigo y quién tu enemigo, Heracles? — cuestionó con perversidad el mayor
— ¡¿Qué es lo que sabes, Hefesto?! — exclamó sujetándolo con fuerza las tiras de aquel desgastado overol que cubría al dios.
— Lo mismo que tú — espetó soltándose bruscamente de su agarré, pero controlándose lo suficiente para no dañarlo, después de todo no le convenía enfrentar a uno de los hijos de Zeus
— Si sabes algo, Hefesto… — increpó con enfado
—Aunque lo supiera, no te lo diría. — esbozó con una sonrisa torcida recibiendo una furibunda mirada del castaño, quien no podía evitar cerrar con fuerza los puños
— Zeus no tendrá piedad con aquel que esté conspirando contra el Olimpo. Lo sabes.
— En especial contra mi “querida” madre y su adorado príncipe del Olimpo. — finalizó retirándose con fastidio a las profundidades de su taller.
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SANTUARIO
La oscura noche había cubierto el Santuario, permitiendo que la tenue luz de la luna alumbrara el trayecto del Santo de Libra, quien se dirigía a su templo, aquella tarde había ido a beber con el Santo de Tauro, quién le había insistido en que hablara con el patriarca y arreglaran las cosas. Era evidente el profundo afecto que tenían el uno por el otro. Sin embargo, su orgullo parecía dificultar las cosas.
“— Debería hablar con él, viejo maestro. — aconseja el moreno
— No pienso hacerlo.
— Usted lo ama.”
Aquello hizo meditar al alfa, quien no podía negar que echaba de menos a su Omega, había pasado las últimas semanas en el templo de Libra, por lo que únicamente se veían en la cenas protocolares que tenían con los consejeros.
«Quizás Aldebarán tenga razón.» pensó fijando sus profundos orbes sobre el risco que bordeaba el séptimo templo, desde aquel lugar podía observar el cementerio del Santuario, en especial las tumbas de sus ex compañeros de armas del siglo XVIII. Sin embargo, aquello no era la razón por la que había cambiado su expresión, adoptando un semblante entristecido.
A lo lejos, el Santo de Libra podía observar al patriarca, quien como cada noche desde su separación, visitaba las tumbas de Manigoldo y Albafica.
— Él no olvida a Albafica... — susurró con aflicción, optando por retirarse iracundo a su templo.
Una parte de él no podía evitar sentir enfado, decepción y un desmesurado odio por aquel alfa del siglo XVIII. Meditando en que si este viviera podría disputar una batalla contra el alfa por el afecto de Shion, pero Albafica estaba muerto, y él no podía luchar contra un fantasma. No podía ganarle al recuerdo de Albafica.
«El primer amor de Shion.»
Él sólo era un reemplazo...
Al adentrarse en su templo, el castaño se encuentra con un Omega de finas facciones, cabello ébano, mediano y lacio, orbes jade y piel bronceada. Era uno de los sirvientes del Santuario a cargo de los aposentos del patriarca y su consorte.
— Su baño está listo, señor Dohko. — enunció haciendo una reverencia
— Gracias, Tales. — respondió retirándose a la parte superior de su armadura, quedándose únicamente con un pantalón ajustado, sin percatarse de la embelesada mirada del Omega, quien tras una reverencia procede a retirarse.
— ¿Puedo servirlo en algo más? —preguntó, recibiendo una negativa del mayor, quien se dirigía al cuarto de baño — Su santidad lo espera para cenar.
Ante lo dicho, el Santo de Libra se detiene, no tendría otro almuerzo silencioso con Shion sólo para guardar las apariencias frente a los consejeros.
— ¿Estarán los consejeros? — cuestiona fijando sus profundos orbes sobre el omega, quien negó suavemente con la cabeza.— En ese caso, discúlpame con su Santidad. — sentenció adentrándose en los pasillos
El azabache no pudo evitar sorprenderse ante su respuesta. Sin embargo, accede a llevar el mensaje. Sin duda, el Santo de Libra y el sumo pontífice estaban pasando por una situación crítica en su relación.
— Como ordene, mi señor. — respondé haciendo una reverencia
Continuará...
Notes:
🔸Dohko aceptará esperar 5 años?
🔸Shion le revelará la verdad sobre Manigoldo y Albafica?
🔸Se confirma que hay un traidor en el Olimpo.
🔸Hefesto tiene algo que ver con el conspirador del Olimpo?
Chapter 11: El despertar de Eros
Notes:
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Chapter Text
3 Meses Después
TRACIA
En el interior de los aposentos del dios del amor, se puede observar a un joven de cortos cabellos rubios despertar de un profundo sueño, dejando al descubierto unos profundos orbes zafiro, los cuales lograban resaltar el atractivo del dios. Sin embargo, al contemplar el rostro del menor, el Santo de Escorpio se percata que las facciones del Dios de la guerra abandonan aquella cruel expresión que tanto lo caracterizaba, tornándose más afectiva, procediendo a acariciar los sedosos rizos del Dios, realmente lo alegraba verlo bien, estuvo dormido por 3 meses. Dependiendo la gravedad del daño, los dioses podían necesitar un año a más para regenerar sus cuerpos, por lo que eran inducidos a un estado de sueño.
— ¿Padre?... — inquirió al sentir un suave tacto en sus mejillas, sólo había una deidad que lo trataba con ese cuidado.
El dios de la guerra.
El menor despertó desorientado. Sin embargo, podía distinguir la figura de su padre, quien lo estrechó con afecto, provocando que el escolta privado de la diosa Hera murmurará al Santo de Athena un discreto “Eros, el más amado".
— ¿Dónde estoy? — cuestionó tratando de enfocar su vista en el dios de la guerra.
— En tus aposentos — informó dirigiendo una inquisitiva mirada a su sirviente, quien tras una breve reverencia procede a afirmar que el cuerpo del dios estaba restablecido.
Ante lo dicho, el dios de la guerra ordena a Anteros, el menor de sus hijos, partir a los aposentos de la diosa del amor para informarle sobre el despertar de Eros, por lo que sin dudar, el menor procedió a retirarse para cumplir la orden de su padre. Sin embargo, una vez que se hubo retirado, Fobos y Deimos proceden a posicionarse en la puerta principal, adquiriendo una postura ofensiva, cómo si esperaran ser atacados en cualquier momento, esta actitud no pasó desapercibida para el Santo de Escorpio, quien no pudo evitar mostrarse expectante.
— ¿Cómo te encuentras? — preguntó Ares, dirigiendo una inquisitiva mirada hacía el rubio
— Restablecido — respondió intentando incorporarse de aquella mullida cama donde yacía preso entre finas sábanas. Sin embargo, al levantar su vista pudo distinguir al Santo de Escorpio, por lo que no pudo evitar mostrarse perplejo.
¿Qué hacía un Santo de Athena en los dominios de su padre?
Al percatarse de su desconcierto, el heleno procede a presentarse haciendo una breve reverencia, por fin conocía formalmente a Eros "el dios del amor", quien vestía una túnica corta color blanco, dejando al descubierto sus estilizadas piernas, en sus brazos traía brazaletes de oro, también portaba sandalias griegas, las cuales eran adornadas por una cinta dorada, llegando un poco más arriba de sus tobillos. Lo que más destacaba de su figura eran unas enormes alas blancas, las cuales semejaban las de un ángel. Físicamente, el dios del amor guardaba un parecido con Anteros, quien lucía el mismo traje blanco, pero con menos accesorios dorados. Por lo que sabía, Anteros tenía la misma edad que Eros o eso era lo que físicamente aparentaba, pues por orden cronológico era el menor de los hijos de Ares. Su cabello era corto y castaño, tan ensortijado como el de Eros, ambos tenían unos profundos orbes azulados. Sin embargo, la mayor diferencia radicaba en las alas de Anteros, las cuales eran las de una mariposa.
— Ahora que está restablecido, necesito hacerle unas preguntas. — aseveró el Santo de Escorpio, aduciendo que debía interrogar al dios del amor. Sin embargo, el dios de la guerra no estaba de acuerdo, deseaba que el menor pudiera descansar un poco más, pero según las palabras del guerrero de Hera, esto no sería necesario.
Dicho esto, Eros accede a revelar todo lo que vió aquel fatídico día del ataque, aduciendo que la diosa del amor lo había enviado a darle un mensaje a su padre, donde decía que sospechaba del Olimpo. Como era de saber, Afrodita era la protectora de la isla de Chipre, a la que asistía de manera ocasional, puesto que moraba en Tracia junto a Ares y sus hijos. Sin embargo, cuando atacaron la isla, ella se encontraba en el Olimpo, por lo que aquellas criaturas tuvieron que saber que no estaría presente. La ausencia de la diosa facilitó su llegada al templo, en especial a su elixir, pues cuando la diosa estaba en Chipre había un campo de fuerza impenetrable. Sin embargo, aquel día no estuvo presente, por lo que la barrera perdía fuerza sin la presencia de la diosa o sus hijos, quienes se quedaban a custodiar la isla en su ausencia. Sólo un dios de gran poder podía destruirlo, los únicos que sabían acerca de su ausencia era el Olimpo, quienes la habían citado de urgencia para la fabricación de la ambrosía, había un inconveniente, Hebe estaba alarmada, alguien había destruido los contenedores de ambrosía, alterando el contenido que corría en los conductos del Olimpo. Para Afrodita era evidente que no podía tratarse de un accidente.
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Alguien la quería fuera de Chipre.
Ese día su templo fue atacado, Eros y Anteros se encontraban en el mundo terrenal realizando sus funciones como Erotes, por lo que no se encontraban en la Isla. La diosa no tenía previsto abandonar la isla aquel día, pero ante el llamado de emergencia de Hebe, se vió en la obligación de hacerlo.
Una vez que retornó a Chipre, todo lo que encontró fue una gran masacre, su templo destruido, había escombros por todas partes, pero lo que más afectó a la diosa fue encontrar los cuerpos inertes de sus carites, quienes habían sido asesinadas de manera despiadada. La diosa no comprendía tal masacre, las Carites no representaban amenaza alguna para su rival, no se caracterizaban por luchar, su única función era asistir a su diosa, algunas hacían labores de sacerdotisas, nada relacionado al combate. Las pocas sobrevivientes habían informado a la diosa del hurto de su elixir, esto confirmó sus sospechas.
El conspirador estaba en el Olimpo.
Debía informar a Ares, pero no podía enviar el mensaje con cualquier guerrero, por lo que decidió enviar a Eros, mientras ella se encargaba de restaurar Chipre junto a Anteros. En un inicio la diosa quiso entregarle al dios del amor su cinturón, uno que le permitía transportarse donde deseara. Sin embargo, este declinó, aduciendo que podrían tener previsto que abandonara Chipre. Sí la diosa, ya había confirmado que había un traidor en el Olimpo, esto la ponía en peligro. No podían confiar en nadie, asesinar a las carites era una clara advertencia a la diosa, quien había sufrido mucho por esto. Era mejor que la diosa conservara el cinturón, en caso una visita de aparente "ayuda" se manifestará, la Diosa podría huir. Dicho esto, el dios del amor se dispuso a invocar sus alas para partir a toda velocidad a Tracia, Anteros se quedaría protegiendo a su madre.
El dios del amor estaba furioso por la muerte de las carites, pero a diferencia de su hermano, no podía conservar la calma, quería venganza, por esa razón se ofreció a llevar el mensaje. Nadie mejor que él para incrementar la sed de sangre en su padre, el dios de la guerra Ares. Sin embargo, cuando llegó a Tracia, se sorprendió al ver en llamas el palacio de su padre, habían extrañas criaturas atacando a los Daimones, se trataba de seres sin rostro, los mismos que habían descrito las carites. Ahora lo entendía, el llamado del Olimpo y el ataque a Chipre eran una trampa, no sólo para hacer salir a la diosa del templo que protegía, sino para impulsar al dios de la guerra a abandonar Tracia para proteger a su consorte al saberla en peligro, tal como lo creyó, el conspirador contaba con que Afrodita enviaría a uno de sus hijos con su cinturón a Tracia en busca de la ayuda del dios de la guerra. Sin embargo, debido a la negativa de Eros, esto no había ocurrido, por lo que aquellas criaturas no tenían otra opción que atacar Tracia enfrentándose al dios de la guerra. No obstante, Eros luchó con valentía para defender el templo de su padre, logrando eliminar a varias de esas criaturas con su arco. Sin embargo, al ver a Fobos y Deimos en problemas, intentó ayudarlos, lanzando flechas a su rival pero este las esquivaba con facilidad. Se trataba de una figura misteriosa, cuyo rostro yacía oculto por una capucha, pero lo que llamaba su atención era la ausencia de un cosmos divino, esto lo hacía preguntarse si se trataba de un mortal o aquel ser había encontrado una forma de ocultar su cosmos. Lo único cierto, es que no podía bajar la guardia, los poderes de Fobos y Deimos no funcionaban en él, por lo que intentó entrar en su corazón pero tampoco tuvo efecto, era la primera vez que un dios o mortal se resistía a sus poderes, por lo que no tuvo otra opción que intentar manipularlo con una de sus flechas.
"Te atravesaré el corazón"
Varías de sus flechas fueron esquivadas por el encapuchado, pero una logró dar en su muñeca, provocando que el dios del amor sintiera un profundo dolor en su pecho. Había logrado entrar en su mente, pequeñas escenas venían a la cabeza del dios, se trataba de los recuerdos de aquel ser. Sin embargo, cuando quiso adentrarse en sus recuerdos fue atacado por el encapuchado, quien había logrado posicionarse frente a él, el dios del amor no pudo hacer nada. Una extraña esfera de cosmos había impactado en su cuerpo, dejándolo inconsciente. Lo poco que había podido ver eran fragmentos del mundo terrenal: fuego, odio y mucho dolor, quizás un atentado, sólo podía afirmar que aquel ser albergaba un profundo odio hacia los dioses.
— No pude ver más — acotó intentando recordar sin éxito algún detalle — sólo pude ingresar a su mente cuando una de mis flechas rozó su muñeca.
El Santo de Escorpio no pudo evitar observarlo estupefacto, por lo que sabía los poderes del dios del amor y los gemelos les permitían entrar a la mente y al corazón de su rival, pero al encapuchado no lo afectaban los ataques a distancia. Al parecer tenían que tener algún contacto con él para que su poder haga efecto, aunque de forma lenta. Eso era un buen dato para Milo. Sin embargo, cuando estuvo a punto de decir algo, las puertas del dormitorio fueron abiertas dando paso a la diosa del amor. Al verla inmediatamente Fobos y Deimos abandonaron su postura de batalla, parecían sentirse seguros al tener presente a sus progenitores.
Una vez que todos se hallaban reunidos, Aloes procede a narrar lo sucedido entre el dios del amor y aquel encapuchado, afirmando que el traidor estaba en el Olimpo, debía ser uno de los que ocupaban los 12 tronos.
— Un bastardo de Zeus sin duda — meditó con seriedad el azabache
— El único ausente en el Olimpo era Apolo. — aseguró la diosa, recibiendo una sería mirada por parte de su consorte, quién no creía que estuviera involucrado.
— No tiene sentido. ¿Cómo invocaría esas criaturas? — cuestionó, aduciendo que no estaba entre las habilidades de Apolo
— Apolo es dios del sol, de las artes y la profecía.— objetó, señalando los místicos conocimientos del dios — puede hacer uso de artes prohibidas.
Esto dejó meditando al dios de la guerra. A decir verdad, no podía negar que Apolo era un dios poderoso pero no pudo atacar Chipre y vigilar que Afrodita siguiera en el Olimpo, todo al mismo tiempo.
— Artemisa pudo ayudarlo. — inquirió Aloes
— Los dioses de la cacería... — Ares duda, aduciendo que Artemisa no solía actuar de esa manera, aún si estuviera implicada, la diosa de la caza se encontraba con Zeus.— No pudo hacerlo solo, hay alguien más involucrado.
— Entonces...Nos enfrentamos a Apolo, padre? — preguntó dubitativo Anteros, provocando que el dios de la guerra lo observe expectante, rememorando cuando luchó junto al dios en Troya.
"Aquel ser no era igual" pensó
— Su estilo de pelea era diferente.
Ante lo dicho, el Santo de Escorpio no pudo evitar mostrar inquietud. Sólo un dios podía herir a otro dios, pero aquel ser los había herido. No podían sentir su cosmos, ningún dios podía ocultar su aura divina, ningún dios o mortal podía escapar del poder de Fobos y Deimos, pero aquel ser podía hacerlo. Acaso había alguien más poderoso que un dios?
El dios de la guerra había logrado herirlo, si se trataba de un dios debía seguir herido pero irremediablemente se curaría hasta regenerar sus heridas. En el caso de tratarse de un mortal, si no había muerto, su arma dejaría una profunda cicatriz en su vientre. Una que no podría desvanecerse nunca, aquello era una marca de su pecado por enfrentar a los dioses. Esas cicatrices eran diferentes a las que solían tener los guerreros, era una cicatriz demasiado llamativa, como si lo consumiera por dentro. Un ser divino podría desvanecer el daño pero no un mortal. En caso de salir con vida, llevaría esa marca por la eternidad, en cada reencarnación tendría la marca de su osadía.
— Hay más implicados.— sentenció Ares, aduciendo que de tratarse de Apolo, este debía tener un aliado. Por lo que podía descartar a:
Hermes, el mensajero de los dioses era demasiado correcto como para apoyar una conspiración contra el Olimpo.
Heracles, era un guerrero demasiado noble. Además su amor por Hebe le impedía dañarlo a él y a su madre.
Dionisio, el alegre dios del vino era demasiado jovial y libertino. No lo creía en la capacidad de llevar a cabo una rebelión, por lo que sólo quedaban dos personas.
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Hefesto y Artemisa
El dios de la forja lo odiaba más que a nadie en el mundo. No dudaba que ayudaría en una conspiración, ya lo había hecho con anterioridad. Sin embargo, no podía decir lo mismo de Artemisa, si bien los dioses de la caza eran unidos, la diosa procuraba mantener la paz en el Olimpo.
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ISLA DELOS
En el interior del templo de los dioses de la caza, una hermosa figura femenina, de largos cabellos dorados, se encontraba cuidando a un malherido Apolo, cuyas heridas todavía se encontraban regenerando.
— ¿Por qué dejaste el Olimpo ese día? — preguntó, observando a su hermano curarse con dificultad, había agotado mucha de su energía divina para restablecer su cuerpo, pero no era suficiente. La diosa dudaba, ¿qué había agotado tanto a Apolo?. Tuvo que recurrir a la ambrosía para recuperar su poder.
— Porque sentí una energía oscura en Arcadia. — esbozó con dificultad.
— ¿Por qué te atacaron, Apolo? — cuestionó con desconfianza, provocando que el dios la observara con dureza.
— ¿Dudas de mí, Artemisa? — espetó con indignación
— ¿Debo hacerlo?. — increpó regresándole aquella desafiante mirada, provocando que el dios dejará escapar un pesado suspiro.
— Una de tus criaturas enloqueció. Cuando pretendía curarlo me atacó con su cuerno, no tuve otra opción que eliminarlo.
— ...
— ¿Qué ocurre? — preguntó reparando en la inquisitiva mirada de la diosa
— No encuentro su cuerpo. — esbozó con parsimonia, las cosas no lucían bien para Apolo.
— ¿El ciervo desapareció? — cuestionó con desconcierto, está reacción preocupó a la diosa.
En verdad podía creer en Apolo?
Era demasiada coincidencia que desapareciera cuando atacaron Chipre, tampoco podía asegurar la ubicación de Apolo en el atentado al templo de Ares e Ilitia. Donde después del ataque a Tracia, el dios regresó herido a la Isla consagrada a los dioses de la caza. Según la información que envió Ares, había logrado herir al encapuchado, impactando su lanza en su vientre. En el mismo lugar que Apolo, salvo por heridas menores en el abdomen y brazos, la más profunda era la de su vientre. Al revisar la herida, la diosa pudo corroborar que aquello había sido hecho por un ser divino. Sin embargo, Apolo aducía que se trataba de uno de los ciervos consagrados a la diosa. Esto la dejó en duda, ya que nunca encontró el cuerpo del ciervo, además sus criaturas no mostraban signos de haber sido manipulados por un oscuro cosmos.
Artemisa estaba preocupada.
Acaso Apolo era el conspirador del Olimpo?
En el Olimpo corría el rumor que había un traidor entre ellos. Zeus estaba tenso, Hebe había confirmado que alguien saboteó la ambrosía y el único ausente aquel día del ataque de Chipre y Tracia era Apolo.
Era imposible que actuara solo.
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TRACIA
Durante la cena en el palacio de Tracia, el Santo de Escorpio no podía evitar mostrarse sorprendido de la relación entre los hijos del dios de la guerra, si bien Eros y Anteros tenían una apariencia angelical, discutían frecuentemente. Fobos y Deimos tenían una apariencia de demonios. Sin embargo, parecían tener una mejor relación, pues siempre los veía juntos y en calma. Bueno, eran una pesadilla pero menos conflictivos que Eros y Anteros.
— Te voy a...!
— Anteros — regañó Ares en medio de la cena, su voz era severa y potente, tanto que hizo estremecer aquel recinto, esto provocó que el castaño bajara la cabeza avergonzado — Eros acaba de despertar de su letargo, no es momento de pelear.
— Él comenzó, padre! — acusó Anteros, señalando a un burlesco Eros. En verdad lo que tenía de ángel lo tenía de malévolo.
El dios de la guerra suspiró con fastidio.
— Ignoralo. — fue una orden, una que Anteros no pudo replicar, no si no quería sentir su furia, por lo que se limitó a continuar con su cena en silencio.
Al otro extremo de la mesa, el Santo de Escorpio no pudo evitar sentirse extraño, mayormente no había un diálogo, salvo por las pocas palabras que intercambiaba Aloes con ambos dioses. Sin embargo, ahora parecía una batalla constante, una que lo inquietaba. Al desviar sus profundos orbes zafiro pudo percatarse de la perversa mirada de Fobos y Deimos, quienes sonreían siniestramente, quizás maquinando de qué forma podían provocarlo para que rompiera los acuerdos.
La cena culminó con las palabras de Aloes acerca de sus sospechas sobre Apolo. Sin embargo, para el Escorpión no estaba claro por qué el dios del sol provocaría una rebelión, el odio a Hera podría influir pero no era suficiente.
— ¿Por qué atacar ahora? — cuestionó
— Quizás para romper su maldición — dedujo atrayendo a él la mirada del Escorpión — O lo que cree que es su maldición.
— ¿Qué quieres decir?
— El amor no es para alguien como Apolo. — intervino Eros esbozando una sonrisa arrogante .— Dafne, Jacinto, Cipariso. Todos los que ha querido tienen trágicos destinos.
—...En el Olimpo se dice que por Eros fue maldecido. — inquirió el escolta de la regente del Olimpo aduciendo que el dios del amor no perdonaba la burla y menos el menosprecio de Apolo. Por ello había usado sus flechas con él, naciendo con ello el mito de Apolo y Dafne. Desde ese entonces, Apolo vio morir a todo ser que amó con sinceridad. Sí había tramado una rebelión aquello podría ser motivado por su odio a quienes culpaba de su dolor. Sí conseguía su objetivo podría no sólo deshacerse de ambos dioses, podría derrocar a Athena, obteniendo así el dominio de la tierra y en un futuro el trono de Zeus.
— ¿Usted lo maldijo?... — preguntó el Heleno cerrando los puños con furia, no podía imaginar un castigo tan cruel.
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Ver morir a todo ser amado.
— Ya obtuve mi venganza, Escorpión — esbozó arrogante — Lo ocurrido después no es obra mía, pero supongo que estaba en su destino — añadió con desinterés
— ¿Por qué le permite creer que tiene una maldición? — cuestionó con incredulidad
— El amor es el arma más peligrosa si lo sabes usar. — proclamó Eros observándolo con desafío, mientras Apolo creyera que sólo él podía deshacer su maldición, no podía acabar con el dios.
"Es despreciable" pensó Milo
— El amor es caprichoso. — sonrió arrogante
— Partiremos mañana. — espetó con dureza el Heleno dirigiéndose hacia Aloes, para posteriormente retomar su camino al recinto que le habían asignado, deseaba llegar cuanto antes al Santuario. Ver a Camus.
Aquella impetuosa actitud, provocó una inusual sonrisa en el dios del amor, quien parecía sentir una fijación por el Heleno.
— Santo de Athena — interrumpió Eros dirigiéndole una inquisitiva mirada a aquel frágil vínculo que lo conectaba a otro ser, quizás su destinado. Sin embargo, este cada vez era más débil — Tu nexo se perderá.
El Heleno palideció deteniéndose al escuchar esas palabras.
— Eros! — regañó Anteros tratando de detener a su hermano, como Erotes no tenían permitido revelar a los mortales acerca del vínculo que poseían, pero este sólo lo ignoró profundizando en aquel nexo.
— Un amor cruzado. — pronunció con interés — No eres el único que ama a ese Omega.
El Santo de Escorpio lo observó iracundo. ¿Acaso jugaba con él?, no estaba dispuesto a permitir tal burla, menos caer en el engaño del dios.
— Otro alfa lo ama. — remarcó divertido ante su iracunda mirada. Lo atraía que no se doblegara — aquel con el que está vinculado.
Ante lo dicho, el griego no dudó en increparlo, aduciendo que trataba de manipularlo, gozando con su dolor, pero a juzgar por la entristecida expresión de Anteros, todo daba a entender que no se trataba de un engaño.
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Eros no mentía.
Shura amaba a Camus...
En un arranque de ira intentó aproximarse al dios del amor, exigir una respuesta más detallada. ¿Acaso Shura había marcado a Camus por egoísmo y no por lo ocurrido en Chasis?, ¿Qué había primado en las acciones del Capricornio, el proteger la integridad de su compañero o el deseo egoísta de poseerlo? Necesitaba saber. Sin embargo, cuando estuvo a punto de enfrentar al dios, es detenido bruscamente por el escolta de Hera, quién lo sostiene retirándose ambos lejos de la habitación, aduciendo que lo mejor era retirarse antes que cometiera una insensatez.
Al otro extremo de la mesa, Ares observaba con júbilo la escena, no podía negar que Eros era la combinación perfecta entre Afrodita y él.
[•••]
En los pasillos del palacio, Aloes se encontraba aplacando la ira del Escorpión, quien parecía haber olvidado a quien estaba enfrentando.
— Nunca confrontes a Eros — advirtió con seriedad — porque es el hijo preferido de mi señor, y no dudará en iniciar una guerra por él. — remarcó rememorando la maldición de Zeus, aquella que no le permitía crecer.
El azabache aún tenía presente cuando Afrodita fue tomada como prisionera por el Olimpo, a causa de la profecía de Apolo, donde decía que "Eros sería un peligro para los dioses". Ares al enterarse de esto, no dudó en rescatar a la diosa. Enfrentó al Olimpo, juntos salvaron a Eros de los designios de Zeus, quien al no poder matarlo, lo maldijo para que no pudiera crecer, de esa manera sus poderes no serían un peligro para los dioses, pero tras muchos años, Ares y Afrodita lograron romper aquella maldición, pactando con el regente del Olimpo controlar los poderes de Eros. Sin embargo, pese al acuerdo preferían mantenerse lejos del Olimpo.
— Enfrentaría a los mismos dioses por él.
Continuará...
Notes:
🔸Los Erotes tienen la habilidad de ver el lazo de unión de los mortales, profundizando en ellos.
🔸Eros parece tener una fijación por Milo.
🔸Se confirma que Apolo es el conspirador?
🔸Milo ahora conoce el amor que Shura siente por Camus.
Chapter 12: Confrontación
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
SANTUARIO
En el interior de la cámara patriarcal, el sumo pontífice se encontraba manteniendo una importante conversación con el guardián del primer templo, acerca de la reparación de las armaduras de los Santos de plata, una guerra se aproximaba y debían estar preparados.
— Lamento presionarte con esto. — esbozó el mayor entrelazando sus manos con semblante tenso, aduciendo que los herreros en Jamir se encontraban saturados forjando su propio armamento, en caso de que deban intervenir.
— No se preocupe, maestro. — respondió con aparente calma, en aquellas semanas había tenido mayor trabajo del usual modificando las armaduras de bronce, por lo que encargarse de la orden de plata le demandaría mayor tiempo y energía. Sin embargo, no quería agobiar más a su maestro, quien por momentos lucía un semblante entristecido, pues cada día se distanciaba más del Santo de Libra, esto lo preocupaba. — Tendré las armaduras a tiempo.
— Gracias, Mu.
Para el mayor era un alivio poder contar con su discípulo, quien en aquellas semanas se había vuelto un verdadero apoyo para él. Reconocía que le estaba exigiendo más allá de su labor pero lejos de protestar, Mu se dedicaba a cumplir lo encomendado.
— En momentos como estos me gustaría poder contar con Dohko. — expuso llevando una de sus manos a los expedientes del consejo, aduciendo que si bien el Santo de Libra cumplía sus funciones administrativas, no se encontraba a su lado emocionalmente y eso lo afectaba — Sin embargo...eso no parece ser posible.
— Todo mejorará, maestro. — dijo tratando de animar al patriarca, cuyo tono de voz denotaba tristeza, pero al fijar su vista en las manos del mayor, pudo observar algo que llamó su atención.
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Un expediente con su nombre.
— Quiero dejar todo listo — explicó señalando los expedientes de la orden dorada, aduciendo que cinco años pasaban con velocidad.
— ¿Ha seleccionado un Omega para mí? — indagó recibiendo un asentimiento por su parte.
Para el guardián del primer templo no había pasado desapercibido el interés que mostraba su maestro por encontrar un vínculo acorde para su rango, quizás algún Omega de Lemuria o un Santo de plata. No pudo seguir examinando sus opciones, ya que había sido interrumpido por la voz del patriarca.
— Afrodita. — esbozó con serenidad, procediendo a unir los expedientes de ambos guerreros. Todo ante la desconcertada mirada de su discípulo, quien no pudo evitar palidecer al escuchar que era un candidato para el sueco, estaba seguro que moriría envenenado antes de poder marcarlo. Afrodita no permitiría que nadie lo marcara, salvo Shura o Deathmask. Ya lo veía convertirse en la viuda negra del Santuario.
Al ver la expresión de su discípulo, el patriarca no pudo evitar dejar escapar una sonora carcajada, aduciendo que en verdad no tenía planeado unirlo al sueco; como compañeros de armas mantenían buena relación, pero como pareja podía ver venir la muerte de su pupilo. Por esa razón se encontraba indeciso respecto al sueco, quien era el único Omega de la orden sin vínculo. No quería unirlo a cualquier guerrero, sino a alguien que pudiera amar o con quién pudiera congeniar. En un inicio había considerado a Deathmask, quien no había mostrado interés en algún Omega, pero parecía llevarse bien con el sueco, el cual sabía hacerlo entrar en razón. Además parecía ceder ante Afrodita, por lo que no dudaba que formarían un buen vínculo. Casi podría afirmar que ambos se amaban pero eran demasiado tercos para reconocerlo abiertamente.
— Que susto. — suspiró aliviado el menor, al saberse libre de un compromiso, aún no se sentía listo para exponer su relación con el Santo de Virgo, en especial ahora que su maestro más lo necesitaba — Debo irme, maestro. Tengo guardia con Aldebarán. — procedió a hacer una reverencia con la intención de abandonar la cámara patriarcal. Sin embargo, cuando estuvo a punto de retirarse, es detenido por la dubitativa voz del patriarca, quien lo observaba con cierta duda.
— Mu...
— ¿Si, maestro? — preguntó con curiosidad, no era usual que su maestro se mostrará vacilante.
— En caso algo me ocurra y está guerra no termine a nuestro favor, deseo que seas tú quien asuma el cargo como futuro patriarca. — informó con seriedad, aduciendo que lo considera como futuro sucesor para dirigir el Santuario, esto creó mayor presión en el alfa — Al menos de forma momentánea...— dijo desviando la mirada hacía el otro extremo de la habitación, conocía de antemano que su discípulo no ostentaba el cargo de sumo pontífice, ni siquiera era algo que ambicionaba. Sin embargo, no podía contar con nadie más. Confiaba en la manera en que educó a Mu, de ocurrir una eventualidad, él sabría mantener la paz en el Santuario, protegiendo a los Omegas bajo su cargo.
— Pero el maestro Dohko...
— Si algo me ocurre, él sufrirá la pérdida del vínculo — aclaró fijando sus profundos orbes en su pupilo, si bien el Santo de Libra era el segundo al mando, ante el dolor de un lazo roto no podría tomar las riendas del Santuario— lo mismo aplica para mí, en caso Dohko sufriera algún daño.
Al guardián del primer templo no le agradaba pensar en tal escenario donde perdiera a su maestro. Sin embargo, era necesario cubrir todos los escenarios posibles. Esa era la labor del patriarca, anticiparse a lo peor. No obstante, el menor no creía estar preparado para ostentar tal cargo, después de todo no era un guerrero tan poderoso como Saga, ni uno tan habilidoso como Aioros, que era un Omega.
— Aioros ha declinado — explicó como si pudiera leer la mente de su pupilo, quien lo observaba sorprendido — no desea rivalizar contra su alfa. — agregó aduciendo que por obvias razones Deathmask y Afrodita estaban descartados, veían más por sí mismos que por terceros. Shura y Camus estaban pasando por el clímax del vínculo, Milo estaba inestable, Aioria no tiene la madurez suficiente, Shaka sería envíado en algún momento a Asgard, Aldebarán no sentía atracción por asumir el cargo, eso sumado a su inflexibilidad de alfa no lo hacía elegible; y Saga... — no estaba listo.
Un pesado silencio inundó la habitación, el Santo de Aries podía sentir sus músculos contraerse, produciéndole una incómoda sensación. No se creía digno de tal cargo, pero tampoco deseaba defraudar a su maestro, no cuando este había sacrificado tanto por la protección del Santuario.
— ¿Puedo contar contigo, Mu? — preguntó entrelazando sus finos dedos, manteniendo aquella sobria expresión que tanto lo caracterizaba, no deseaba presionar a su discípulo pero debían estar preparados.
—... Sí, maestro — pronunció con Inquietud
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MONTE CILENIO
En el interior del templo del dios mensajero, dos deidades se encontraban ingiriendo licor, con el fin de apaciguar la situación, días atrás Zeus le había ordenado espiar a Apolo, aduciendo que dudaba del dios. Por esa razón había encomendado a Hermes, uno de los dioses olímpicos más astutos aquella ardua labor. Desde su infancia, Zeus reparó en su inteligencia y buena disposición, revelando que tenía las aptitudes ideales para ser su confidente y embajador. Al ser nombrado "Dios mensajero" Hermes cumplió su labor con absoluta lealtad, sobre todo en situaciones dificultosas para Zeus, cubriéndolo en sus constantes infidelidades ante la celosa Diosa del matrimonio.
— Hera no se atreve a abandonar sola su palacio.— expresó con burla un hombre de cortos cabellos castaños, de profundos orbes café y atractiva figura, en su cabeza portaba una corona de hojas con algunos racimos de uvas en ellas. A su lado sostenía un vaso de oro con su mejor vino, el cual compartía con el mensajero del Olimpo. — Es obvio que está aterrada.
— ¿Qué hay de Apolo? — preguntó con inquietud, aduciendo que estaba preocupado por los rumores que había escuchado.
— Aún se encuentra en Delos sanando sus heridas. — informó el castaño, revelando que días atrás Zeus se había reunido con el dios de los bosques — Según Pan, Apolo ha sentido oscuras presencias en los bosques de Arkadia, pero no le creía — indicó con un inusual seriedad, remarcando en la iracunda expresión del regente del Olimpo — Artemisa no ha encontrado el cuerpo de aquel ciervo, Pan tampoco ha sentido ninguna presencia extraña. — meditó sus palabras — Además...
— ¿Qué ocurre? — preguntó recibiendo un cansado suspiro del menor
— Tiene una profunda herida en el vientre. — indicó remarcando lo que sabían del encapuchado — Es claro que fue hecho por una deidad.
Estas palabras preocuparon enormemente al dios mensajero, quien ahora se encontraba en una encrucijada. ¿Acaso las sospechas de Zeus eran ciertas?
Apolo era el traidor del Olimpo?
— No puede ser... — susurró con desconcierto, recibiendo una inquisitiva mirada por parte del dios del vino.
— Apolo es famoso por sus conspiraciones. — insinuó malicioso
— Dionisio — Regañó con evidente molestía
— Hasta qué punto crees qué podemos confiar en nuestro hermano? — cuestionó con recelo — En el pasado ya intentó acabar con el Olimpo y con Zeus.
Hermes meditó lo dicho, rememorando en la rebelión de Apolo, aquella hecatombe fue su venganza ante la muerte de su amado hijo Asclepio, a manos del dios del Olimpo quien haciendo uso de sus rayos calcinó su cuerpo, condenándolo por quebrar los decretos entre la vida y la muerte. Al saber de su muerte, Apolo enfureció atacando el Olimpo y a todo ser que interviniera en su venganza, muchos dioses fueron heridos, entre ellos Hefesto quien no pudo impedir el asesinato de los cíclopes, aquellos que fabricaban las armas de Zeus, esto enfureció al dios del Olimpo, quien con furia lo enfrentó hasta reducirlo frente a él, habría asesinado a Apolo de no ser por la aparición de Hermes y Artemisa, quienes abogaron por él. Aprovechando un descuido del regente del Olimpo, el dios mensajero tomó a un malherido Apolo entre sus brazos llevándoselo lejos de la ira de Zeus. De no ser por la intervención de Athena y Artemisa, ambos habrían sido eliminados por el dios, quien tras algunas semanas se limitó a perdonar la osadía de Hermes y desterrar a Apolo, quien viviría parte de su vida como un mortal al servicio del rey Admeto para pagar sus pecados, aquella humillación fue demasiado para el dios. Tras su castigo se pensaría que aprendió la lección pero siempre había tenido hambre de poder, caracterizándose por ser un dios arrogante, egocéntrico y autoritario.
— Cuándo llegue el momento, ¿qué bando elegirás, querido hermano? — cuestionó con interés el dios del vino, fijando sus profundos orbes café sobre el de hebras ébano, quien guardó silencio.
Zeus no le perdonaría salvar por segunda vez a Apolo.
— No hay pruebas que señalen en concreto a Apolo. — defendió con recelo
— Ante Zeus todos seremos culpables de encubrirlo. — sonrió arrogante — Incluso tú, Hermes.
El de hebras ébano se removió incómodo sobre su asiento, el hecho que Zeus le hubiera asignado vigilar a Apolo, era una forma de probar su lealtad.
— ¿Qué harás tú, Dionisio? — cuestionó expectante
— Lo que más me convenga, por supuesto.— indicó colocando sus brazos sobre su cabeza despreocupado, dejando descubierto su marcado abdomen.
Nada parecía alterar al jovial dios, el cual bebía soberbio de su vino, recibiendo una intensa mirada del mensajero de los dioses, quien parecía buscar algo en sus orbes café, quizás un indicio de su decisión o... algo más. No era la primera vez que lo observaba con aquella profundidad.
— Por cierto.... — inquirió con seductora voz, atrayendo la atención del azabache, quien observaba con desconcierto el atrevido acercamiento del dios. — Si me sigues mirando así... pensaré que te gusto. — esbozó atrevido, recibiendo un fuerte empujón por parte del aludido.
— Idiota! — exclamó con un fuerte rubor sobre sus pómulos, provocando una carcajada del dios, quien procede a retirarse conduciendo un impresionante carruaje tirado por panteras, dejando atrás a un muy avergonzado Hermes.
"El alegre dios del Vino" pensó
— Nunca toma nada en serio.
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SANTUARIO
El manto de la noche cubría los dominios de Athena bajo una profunda oscuridad, a lo lejos podía distinguirse tenuemente la silueta de un alfa de largos cabellos rubios, quien se encontraba patrullando los alrededores del Coliseo, lugar donde se reuniría con el Santo de Géminis para relevar a Mu y Aldebarán de su guardia. Sin embargo, una vez que llegó al punto de encuentro, un extraño ruido llamó su atención.
— ¿Quién está ahí?! — cuestionó, fijando su atención entre las ruinas del Coliseo, escuchando un leve jadeo.
Extrañado, el alfa procede a dirigirse hacía aquel lugar, encontrándose con la figura de su aprendiz retorciéndose con dolor entre las rocas, por lo que sin dudar se dirigió hacía él para socorrerlo.
— ¡Balder! — exclamó sosteniendo con cuidado el cuerpo del Asgardiano, en busca de algún indicio de ataque. No entendía qué hacía en ese lugar.
— Señor Shaka... — murmuró con dificultad, posando su mano sobre la del rubio, quien se percató que el menor tenía las mejillas enrojecidas, de su cuerpo brotaba un leve aroma a girasol.
— No... — espetó percatándose que el Asgardiano estaba entrando en celo. Esto lo desconcertó, se suponía que su celo había culminado hace dos noches, pero estaba durando más de lo habitual, quizás el hecho de permanecer en un clima más cálido hizo que su celo se viera afectado; por lo que el rubio intentó ayudarlo comunicándose con el Santo de Géminis vía cosmos. Sin embargo, fue detenido por Balder, quien lo tienta a morderlo, afirmando que le gustaría unirse a él.
— Márcame — gimió, confesando nuevamente sus sentimientos por el alfa, quien intenta resistir el adictivo aroma del Omega, pidiendo ayuda a quien esté más cerca.
"Saga... Aldebarán...Mu"
Las feromonas del albino lo estaban afectando, no podía evitar sentirse mareado, en especial cuando el Omega se aferraba a su cuerpo, envolviéndolo en un cálido abrazo.
— Tómame... — demandó comenzando a abrir su camisa dejando al descubierto su niveo pecho.
— No sabes lo que dices. — jadeó luchando contra su instinto, pero Balder sólo se friccionó contra él con mayor intensidad. Por más que deseaba sus piernas no respondían para alejarse.
"Mu..."
En la desesperación por no sucumbir al celo, el Santo de Virgo intentó quitarse los sentidos pero fue detenido por el platinado, quien llevó una de sus manos hacía su pecho descubierto, sintiendo el cuerpo caliente del Omega, esto incrementó el lívido del alfa, quien jadeó recorriendo la cintura del platinado, provocando que este gimiera sobre su oído excitando al alfa, quien iba cediendo al placer. Al percatarse de esto, el Asgardiano procede a besar lascivamente el cuello del alfa, bajando una de sus manos hasta su hombría, permitiéndole al hindú sentir el caliente miembro del platinado erguirse bajo su vestimenta.
— Balder... — gimió extasiado al sentir la humedad del Omega, quien procedía a retirar su camisa.
"Mu..."
Llamó con fervor, intentando contenerse. Sin embargo, cada minuto que pasaba el aroma del platinado era más intenso.
"Shaka?"
El alfa se sorprendió, Mu había respondido a su llamado.
"¡Balder está en celo, apresúrate! — exclamó — Que Aldebarán alerte a los sanadores"
El Lemuriano quedó paralizado, no sólo por lo dicho, sino porque el Santo de Virgo no le había dado el lugar exacto de su ubicación para teletransportarse. Por mucho que lo intentó no pudo volver a hacer contacto con el alfa, por lo que tras una rápida explicación al Santo de Tauro, el menor se apresura a llegar al punto de encuentro.
"Shaka!"
El alfa no le contestaba, esto lo preocupaba.
[•••]
Una vez en el Coliseo, trató de sentir el Cosmos del alfa, debido a su pérdida del Olfato no podía sentir el celo de Balder, por lo que dependía del rubio. Una vez que dió con la ubicación, al sentir su cosmos alterado, se dirigió con rapidez hacía las ruinas. Un gran manto de oscuridad cubría el Santuario, esto no le permitía poder ver más allá de las antorchas o el tenue resplandor que le proporcionaban las estrellas.
Al llegar observó con horror al alfa encima del Asgardiano, quien tenía la ropa deshecha, su blanquecina piel tenía leves rojeces, sin duda producidas por el alfa, el cual no portaba la parte superior de su armadura. Sin embargo, tenía los colmillos incrustados en su brazo ensangrentado, era claro que luchaba por contenerse de marcar al Omega. No obstante, al sentir la presencia del Lemuriano despiertan sus instintos de alfa al competir por un Omega.
— ¡Shaka! — exclamó con temor.
Los ojos del Santo de Virgo habían adquirido una forma amenazante, liberando una gran cantidad de cosmos que hizo estrellar al Lemuriano contra una de las columnas. No había duda, su alfa interno había despertado.
— No...
Antes que el Santo de Aries pudiera culminar sus palabras, es atacado por el sorpresivo puñetazo del hindú, de no haber sido por su rápida reacción habría salido muy herido. Sin embargo, este sólo era el comienzo de la batalla contra el Santo de Virgo, quien procede a enfrentarlo haciendo uso de su cosmos acumulado.
— ¡Maldición! — masculló
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No podía huir.
Una pelea a muerte dio inicio entre ambos alfas o al menos ese era el objetivo del Santo de Virgo, cuyos ataques buscaban acabar con el alfa, a quien veía como rival por el Omega que se disputaba. El Lemuriano trataba a toda costa de detener sus ataques sin dañarlo, pero no parecía ser opción, no podía teletransportarse por siempre. Su muralla lo único que había hecho era empeorar la situación provocando que el hindú usara todo su cosmos acumulado para deshacerlo, este estruendo provocó que el Santo de Aries caiga al suelo herido.
— Shaka... — pronunció con dificultad
El hindú había roto su muralla. Sin embargo, antes que este pudiera lanzarse sobre él, es detenido por el Santo de Géminis quien lo sujeta con fuerza tratando de contenerlo. Aldebarán ya le había informado lo sucedido, por lo que le pide a Mu que se lleve al Omega, él se ocuparía de Shaka, al tener un lazo con Aioros, el celo de Balder no lo afectaba. El Lemuriano asintió con dificultad, sin poder evitar observar con dolor al rubio ser atacado por Saga, quien no se contenía en sus golpes. No importaba si era un compañero, él no permitiría que nadie causara estragos en los dominios de Athena.
— Márchate, Mu — ordenó posando sus penetrantes orbes sobre el brazo malherido del menor, nada serio. Sin embargo, el hecho que lo haya hecho Shaka, le dolía profundamente al guardián del primer templo, quien se limitó a sujetar con cuidado al Asgardiano, cubriéndolo con su capa.
— Señor... Señor Shaka. — balbuceó entre el delirio y la cordura del celo.
Aquel llamado incomodó profundamente al Santo de Aries, quien se limitó a cumplir con su labor. Debía llevar al Asgardiano con los sanadores para atender la fiebre del celo. No obstante, no podía evitar sentirse iracundo, odiaba percibir el aroma del alfa sobre aquel Omega. Sin más, procedió a abandonar el lugar, tratando de ocultar aquellas amargas lágrimas que surcaban por sus mejillas.
Continuará...
Notes:
Algunos puntos importantes:
🔸El patriarca tiene planes para Mu.
🔸Se confirma que Apolo es el conspirador? De serlo, ¿quienes ayudan al dios?
🔸Dionisio algún día tomará algo en serio?
🔸Qué ocurrirá con Shaka y Mu?
Chapter 13: Luna Oscura
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
INFRAMUNDO
En el interior del castillo de Hades, el emperador de los mares tenía una audiencia con el rey del Inframundo, aduciendo haber percibido un oscuro cosmos en sus dominios, por esa razón decidió realizar una expedición con sus marinas, el encargado de dirigir aquella expedición fue su general principal, Dragón Marino, quien junto a Sorrento de Sirena escoltaban al dios. Según el gobernante de los mares, ambos dioses eran enemigos mitológicos de Athena, la protectora de la tierra, quien desde la era del mito los había enfrentado en diversas Guerras Santas, disputándose el dominio del mundo terrenal, por esa razón no podían permitir que otra entidad intentara adueñarse de lo que por derecho les pertenecía.
Por otra parte, Pandora, la comandante del ejército de Hades se ve obligada a interrumpir aquella conversación informando que los tres jueces habían llegado. Dicho esto, las puertas del gran recinto fueron abiertas permitiendo el ingreso de tres imponentes alfas, quienes habían sido citados por su gobernante para notificarles acerca de presencias anómalas en los dominios de Poseidón. Sin embargo, al recabar en la presencia del segundo juez, el menor de los gemelos no pudo evitar esbozar una sonrisa retadora, esta era la primera vez que se veían tras la última Guerra Santa, salvo que ahora no portaba la armadura de Géminis, sino la scale de Dragón Marino.
— Radamanthys. — dijo manteniendo aquel porte arrogante que tanto lo caracterizaba.
— Tiempo sin verte, Kanon. — esbozó el alfa
Una vez reunidos, el rey del inframundo procede a informar a los espectros acerca del propósito de la audiencia con el emperador de los mares, advirtiendo que un oscuro cosmos rodeaba los límites del Santuario Marino, en especial el territorio de las oceánidas, cuyos cuerpos habían desaparecido, esto preocupaba a Poseidón, quien sospechaba de la intromisión del mayor de sus hermanos.
— Podría estar relacionado con el inframundo. — infiere Poseidón, señalando en un pergamino los lugares donde desaparecieron las oceánidas, cuyos ataques habían tenido lugar en los límites del lago Lerna, una de las entradas secretas al inframundo.
Los únicos que conocían acerca de aquel umbral entre la vida y la muerte eran las espectros y los dioses del Olimpo. No obstante, Hades aducía no haber percibido nada extraño en el inframundo. Sin embargo, al revisar minuciosamente aquellos pergaminos, el juez de Griffon menciona que recientemente habían llegado varios espíritus a la sala del juicio, muchos de ellos relacionados a lugares donde Poseidón sintió aquella tenebrosa presencia. Ante esto, el rey del Inframundo ordena a los tres jueces indagar en el libro de la muerte, pero antes que pudieran retirarse a cumplir con la orden de su gobernante, son detenidos por la voz de una de las marinas, Sorrento de Sirena, quien refiere que los cuerpos no sólo habían aparecido. Alguien había asesinado a una gran cantidad de oceánidas, desapareciendo sus cuerpos, ignoraba con qué finalidad, pero sin duda tenía relación con el inframundo, por esa razón el emperador del mar sospechaba de Hades.
— Dudar entre nosotros — meditó posando sus gélidos orbes azulados sobre el más temperamental de sus hermanos, a quien observaba con gesto soberbio — eso quiere el enemigo. — aduce con una sonrisa altanera, por alguna razón aquello resultaba entretenido para el rey del Inframundo — Es inteligente.
— Quizás. — espetó dirigiéndole una orgullosa mirada al mayor, solicitando una prueba de sus buenas intenciones.
El rey del inframundo río ante tal conjetura del dios. Poseidón sospechaba que aquella entidad tenía alguna relación con el inframundo, por ende, con el mayor de sus hermanos, lo cual lo perturbó, pues si los rumores acerca del Olimpo eran ciertos, Apolo era el traidor, pero no estaba solo, otros dioses debían ayudarlo en su rebelión. Si alguien dentro del inframundo estaba ayudando al dios, debía actuar e inclinar la balanza a su favor, Hades por sí solo era un enemigo formidable, cuyo poder era tan aterrador como devastador. No quería imaginarlo aliado con el conspirador.
— Alguien usa los cuerpos de las oceánidas. — indaga Poseidón, fijando sus profundos orbes azulados sobre el mayor, quien yacía inmutable — Sabes quién puede estar tras de esto?
Hades niega aduciendo no sospechar de nadie en el inframundo. Sin embargo, como muestra de sus intenciones, accede a trabajar junto a su hermano, permitiendo que uno de sus generales permanezca en el inframundo para hallar aquello que vinculaba a las oceánidas con su reino.
— Al haber estado en el inframundo durante la última Guerra Santa, será Dragón Marino quien permanezca en tu reino, él me informará acerca de todo nexo entre las profundidades y el inframundo. — sentenció dispuesto a marcharse, siendo escoltado por Sorrento, quién evitaba a toda costa la burlesca mirada de Minos, el alfa no entendía cómo aquel prepotente dios podía encargar su protección a un Omega, debía ser fuerte. Sin embargo, el bello aspecto de la marina dejaba mucho que pensar. No obstante, tuvo que contener su burla ante la reprobatoria mirada de Aiacos.
Una vez que el emperador de los mares se hubo retirado, Hades ordena a Pandora escoltar al general marino a unos aposentos. Al ser un Omega no era bien visto que permaneciera en los dominios de uno de los tres jueces como era la costumbre. Sin embargo, debían proteger a su señor, por lo que según la azabache debían tenerlo vigilado en una de las tres fortalezas. Hades no dudaba de Poseidón, el dios de los mares era demasiado orgulloso para atacarlo a traición. No obstante, los dioses gemelos no compartían la misma opinión por lo que a través de Pandora hicieron llegar su mensaje al rey del inframundo. Sería el segundo juez quien custodiara al general marino. Además, era el único de los 3 jueces que tenía un lazo formado.
– El Omega permanecerá en el templo de Caina bajo tu cuidado, Radamanthys. — ordenó el rey del inframundo, realizando un ademán para que abandonara aquel recinto.
– Como ordene, mi señor – Tras una reverencia, el juez procede a retirarse seguido por el menor de los gemelos, dejando atrás a un muy estupefacto Minos, quien no podía procesar lo dicho por su señor.
¿El ex Santo de Géminis era un Omega?
El de Garuda no pudo evitar burlarse ante la expresión del primer juez, quien no creía en la fuerza de los Omegas, o al menos no al grado de ponerlos al mismo nivel que un alfa. Sin embargo, debía reconocer que el peliazul les había dado muchos problemas durante la última Guerra Santa.
[•••]
El trayecto hacia la fortaleza de Caina era sombrío y desolado, ambos guerreros permanecieron por largo tiempo en absoluto silencio. Sin embargo, no era incómodo, pues cada rincón, cada camino de aquel gótico castillo resultaba sumamente intrigante para el menor de los gemelos.
— Volviste con las marinas. — pronunció el segundo juez, sin desviar sus penetrantes orbes ámbar de aquel lúgubre camino
El peliazul asintió aduciendo que había dejado el Santuario para volver a ser Dragón Marino, quizás su hermano en algún momento sería nombrado Patriarca del Santuario, pero no quería seguir siendo una sombra, deseaba comenzar un nuevo camino. Y qué mejor que con el emperador de los mares.
— Quiero la revancha. — espetó arrogante el rubio, rememorando aquel último encuentro entre ambos.
Ante lo dicho, Kanon sonrió, pues a pesar de pertenecer a otra casta, el Wyvern no lo veía como un ser inferior, y es que el peliazul era un Omega, una condición muy rara en el Santuario, pues al nacer gemelos Géminis se espera que ambos sean del mismo subgénero. Sin embargo, no era el caso. Al ser visto como la estrella de la desgracia o el "reemplazo" de Saga, debía ocultar su presencia, emulando al mayor. Por otra parte, la ley impuesta por Hakurei estipulaba que dada su condición debía recurrir a inhibidores para cubrir su aroma en todo momento, impregnándose de objetos con las feromonas de Saga. Sin embargo, al estar expuesto a inhibidores desde su niñez, desarrolló problemas para que perciban su aroma, siendo este prácticamente inexistente. El único que pudo darse cuenta que era un Omega, fue el Wyvern, quién durante su batalla pudo sentir un sutil aroma a miel, siendo este el aroma que Kanon desprendía durante sus celos. En aquella ocasión el peliazul quedó estupefacto, pues al igual que los Santos de Bronce, nadie esperaba que Kanon fuera un Omega, pero el Wyvern era el único en haber descubierto su secreto.
«Radamanthys...» pensó
Hasta la fecha se sentía intrigado por el segundo juez. Debía reconocer que sentía agrado de verlo, no lo admitiría, pero desde su último encuentro, una parte de él deseaba que sus caminos volvieran a cruzarse.
— Lord Hades mencionó que dirigiste la expedición en los límites del lago Lerna.– inquirió tratando de obtener mayor información acerca de lo ocurrido
Ante esto el peliazul asintió, detallando el momento cuando sintió un maligno cosmos rodear el Santuario Marino, en especial el territorio de las oceánidas, cuyos cuerpos inertes flotaban alrededor de una de las entradas al inframundo.
— Sospechan de mi señor. — aseveró deteniendo sus pasos, posando sus penetrantes orbes ámbar sobre el peliazul, quien negó argumentando que en el momento del ataque a las oceánidas, se encontró con una extraña entidad.
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El encapuchado
El griego no pudo distinguir su rostro por la oscura túnica que portaba, pero no había duda, aquella entidad era el responsable de tal masacre. Al verlo, el peliazul se dispuso a enfrentarlo haciendo uso de su mejor técnica, pero fue inútil, antes que su triángulo dorado pudiera impactar contra su rival, este había logrado desaparecer dentro de un oscuro cosmos con el cuerpo inerte de las oceánidas. Ignoraba cómo había sido posible, pero al estar relacionado con la muerte y con el lago Lerna, Poseidón sospechó del mayor de sus hermanos, aduciendo que podría tener una relación. Sin embargo, ese oscuro cosmos no provenía del inframundo, por lo que Kanon debía averiguar qué vinculaba a ese ser con la muerte, quedándose en el inframundo podría averiguar para qué podían usar el cuerpo de las oceánidas. Según el Wyvern, debían descartar un sacrificio, de lo contrario algo hubiera surgido en el momento de la masacre.
— Quizás su objetivo es manipular los cuerpos o devorarlos para adquirir el poder de las oceánidas.— remarcó el segundo juez, argumentando que manipular los cuerpos era un acto muy difícil, en especial para una deidad que no tenga dominio sobre la muerte. Sin embargo, al hacerlo cerca al lago Lerna, esto se facilitaba.
Ante lo dicho, Kanon advirtió haber sentido más débil al encapuchado. No era como lo habían descrito los dioses, aunque quizás aquello era producto del enfrentamiento contra el dios de la guerra. No obstante, no podían bajar la guardia, ignoraba cuál era la finalidad de llevarse el cuerpo inerte de aquellas ninfas, pero algo era claro, las usaría para recuperarse, de lo contrario no se habría arriesgado tanto, en especial cuando podría enfrentar a los generales marinos.
— Una guerra interna se dará en el Olimpo — indicó con seriedad el griego — el inframundo y las profundidades se verán involucrados.
El Wyvern asintió, no podía subestimar el racionamiento de Kanon, ahora entendía por qué era el general de Poseidón. Quedándose en el inframundo no sólo podría averiguar la razón del ataque, sinó también rastrear al traidor.
— Si no es un dios... — inquirió el griego rememorando el hecho de no haber podido percibir un cosmos divino.
— Tendría que ser un mortal con algún nexo o culto a la muerte, alguien con gran poder. — remarcó con seriedad — No cualquiera domina ese arte.
Según el Wyvern, una opción era que una deidad utilizara artes prohibidas. Sin embargo, aquello dejaba rastro, eso explicaba el oscuro cosmos que sintió Poseidón, de tener relación con el inframundo, aquel cosmos no dejaría rastro, desaparecería junto con el portador, resonando en el inframundo. Lo que quería decir que alguien estaba ayudando al conspirador o este ser tenía la destreza para manejar artes prohibidas.
— Sólo un dios en el Olimpo domina ese poder.
— Apolo. — señaló el peliazul al mismo tiempo que daba forma a esta nueva información. Sin embargo, antes que pudieran continuar su camino por aquel oscuro pasadizo, fueron interceptados por un espectro de pálidas hebras rosadas. Se trataba de Valentine de arpía; quien al reparar en la presencia del griego, endurece sus facciones.
— ¿Qué hace él aquí? — cuestionó con recelo, dirigiendo una aprensiva mirada hacía el peliazul.
— Permanecerá una temporada en el inframundo como representante del emperador Poseidón — se adelantó a responder con severidad el Wyvern, interrumpiendo lo que seguramente sería una hostil respuesta por parte del heleno, quien presionaba los puños en notorio enfado — Es una orden de nuestro señor Hades.
Aquello no agradó a la arpía. Sin embargo, no estaba en posición de objetar una orden de su gobernante. Por lo que procede a relajar sus facciones, aceptando que no era el momento de iniciar un enfrentamiento contra el ex Santo de Géminis; en especial frente al segundo juez.
— Ya veo — esbozó arrogante posicionándose frente al peliazul, quien enarcó una ceja en aparente desconcierto — Por cierto. Soy Valentine de arpía, Estrella Celeste del lamento y Omega de Lord Radamanthys — indicó dejando al descubierto su marca de unión, luciendo con orgullo aquel vínculo que lo unía al Wyvern.
Esto sorprendió notablemente al ex Santo de Géminis, quien no pudo ocultar su gran desilusión, pues el Wyvern era el único alfa que había logrado llamar su atención. Sin embargo, esté ya tenía un lazo formado.
— ¿Dónde permanecerá? — cuestionó la arpía dirigiéndose a su alfa, quien para su disgusto le indica que permanecerá en el templo de Caina.
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GRECIA
Ante el reporte de presencias anómalas, dos Santos de Athena se encontraban patrullando los límites del bosque de Sacro. El cual estaba cubierto por la oscuridad de la noche, lo único que lograba iluminar aquel frondoso paraje era el tenue resplandor de las estrellas.
— El patriarca dijo que era en este lugar. — acotó el Santo de Piscis, mostrándose alerta, argumentando que el patriarca había percibido un oscuro cosmos en esa zona.
— Esto no es bueno. — advirtió el de Cáncer observando fijamente el oscuro cielo, provocando que el Sueco lo observe extrañado. — Luna negra... — señaló la ausencia de aquel astro, apretando con fuerza su puño, pocas veces se puede observar dos lunas nuevas en el mismo periodo, a la segunda se le conocía como Luna negra, ya que este astro pierde por completo su resplandor, brindando una oportunidad perfecta de ataque, pues debido a la ausencia de luz, todo era absorbido por la oscuridad.
En ese momento ambos guerreros comenzaron a percibir una gran cantidad de energía oscura, poniéndose alerta. Algo peligroso habitaba el bosque de Sacro. Sin embargo, antes que pudieran dirigirse a aquel tópico, un cúmulo de entes malignos se desplazaban con dirección a los pobladores, quienes gritaban presas del pánico.
— ¡Separemos! — indicó Afrodita dirigiéndose hacia los pobladores, quienes clamaban por ayuda.
— Iré al bosque. — acotó el de Cáncer, señalando una gran cantidad de espíritus errantes emerger desde la profundidad de aquel lugar, el cual debía ser el núcleo, pues había una gran cantidad de almas del purgatorio tratando de impedir su ingreso.
En el trayecto, se deshizo de una gran cantidad de espíritus sin dificultad, pero no había duda, ese oscuro e inquietante cosmos estaba vinculado al reino de los muertos.
Al llegar a lo más profundo de Sacro, el canceriano pudo divisar la extraña figura de un encapuchado situado en lo que parecía ser un círculo con extrañas figuras. Una gran cantidad de espíritus rodeaban a aquella entidad, quien parecía concentrar su cosmos en aquel sello.
¿Acaso se trataba de la misma entidad que atacó el templo de la Diosa Ilitia?
— Las almas están por despertar, la tierra se teñirá de sangre — sentenció dejando expuesto parte de su brazo, para posteriormente realizar un profundo corte, provocando que la sangre se impregne en la tierra — los espíritus saldrán... Esta noche el bosque será un cementerio...
Antes que pudiera terminar aquel extraño rito, el Santo de cáncer procede a lanzar un golpe de cosmos, alejando las almas que lo custodiaban, este inesperado impacto provocó que la capucha de aquella entidad cayera dejando al descubierto parte de su rostro.
— Tú... — no pudo evitar enmudecer al reconocer de quien se trataba — Glen...
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INFRAMUNDO
En uno de los salones del Castillo, la representante de Hades había reunido a los tres jueces y sus tropas con el fin de informarles acerca de la estadía del ex Santo de Géminis en el inframundo, pues dado su participación en la última Guerra Santa, era evidente que más de un espectro quería su cabeza como trofeo, por lo que no desaprovecharían una oportunidad para desmembrarlo.
— Como se ha acordado, el general Dragón Marino permanecerá en el inframundo como invitado de nuestro señor Hades. — indicó recordándole a los espectros acerca del tratado de paz, advirtiendo que no toleraría ninguna ofensa hacia el peliazul — Radamanthys, tú serás su escolta durante su estadía en el inframundo.
El Wyvern asintió, por disposición de Hades, Kanon no estaba sujeto a las leyes del inframundo, por lo que podía alimentarse con normalidad. Sin embargo, eran pocos los lugares donde podía estar por su cuenta. Estaba bajo la protección del Wyvern por lo que requería de su presencia para ir a lugares importantes, como la sala del juicio, Guidecca o las prisiones del inframundo.
— No decepciones al señor Hades. — sentenció manteniendo aquella estoica expresión que tanto la caracterizaba — Él será tu responsabilidad.
Al oír aquello, la arpía no pudo evitar objetar aduciendo que necesitaban al segundo juez en el tribunal, por lo que no sería factible encargarle la protección del ex Santo de Athena. Alegando que esa tarea podía ser realizada por cualquiera de los espectros bajo el mando del Wyvern. Un ejemplo era Slyph de Basilisco, quien mencionó no tener objeción con aquella detestable labor. Sin embargo, la intromisión de la arpía no pareció agradar a la representante de Hades, quien lo observó con notoria molestia.
— ¿Cuestionas mis órdenes, Valentine? — preguntó con tono suave pero severo, aquella entonación despertaba un gran temor entre los espectros, quienes conocían los castigos de la mujer alfa para quienes se atrevían a desafiar sus órdenes. Por lo que la arpía guardó silencio, lo que menos le convenía era un castigo, si bien tenía aprensión por el peliazul, debía actuar con inteligencia. Sobre todo si no quería tener problemas con su alfa, quien lo observaba expectante.
« No lo quiero cerca de mi alfa.» pensó clavando una amenazante mirada en el peliazul, quien en la última guerra Santa, se había ganado el respeto y admiración del Wyvern, al sacrificarse para darle una oportunidad a los Santos de Bronce.
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Eligió morir
Desde entonces, el segundo juez tenía muy presente al menor de los gemelos, admirando su fuerza y determinación, esto enfadaba a la arpía. Aquel embaucador había encantado a su señor. En un principio creyó que aquel interés del Wyvern se debía a su orgullo como guerrero pero al descubrir la casta del ex Santo de Géminis, aquel interés tomaba otro rumbo. Uno que perturbaba a la arpía.
«Un Omega...»
Con Kanon en el ejército de Poseidón no tenía de qué preocuparse, pero ahora permanecería en el inframundo.
Continuará...
Notes:
Algunos puntos:
🔸Kanon permanecerá un tiempo en Caina, ¿qué problemas traerá su presencia?
🔸Alguien está usando un cosmos oscuro para manipular el cuerpo inerte de las oceánidas
🔸¿Se confirma que Glen es el conspirador?
🔸¿Qué ocurrirá entre Glen y Deathmask?
Chapter 14: Malévolo
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
TRACIA
En el interior del palacio del dios de la guerra, Eros y Anteros habían retornado de realizar sus funciones como erotes en el mundo terrenal, ambos representaban las diferentes facetas de los mortales, siendo el amor y el deseo uno de los sentimientos más fuertes que experimentaban tanto dioses como mortales, por lo que era común que estas emociones sean representadas por criaturas que incitaban a los mortales a profesar su amor y castigar a aquellos que no correspondían con sinceridad este sentimiento. Uno de estos seres eran los erotes, deidades aladas que eran venerados como dioses del amor y el deseo sexual.
— Llegamos a tiempo — enunció Anteros, advirtiendo que debían evitar la luna negra, lo cual no era un buen augurio, en especial cuando una guerra estaba por desatarse en el Olimpo.
— ¿Dónde se encuentra nuestro padre? — cuestionó un intrigado Eros dirigiéndose a uno de los soldados rasos, quienes custodiaban las puertas de aquel recinto.
— Mi señor se encuentra en la cámara principal con el escolta de nuestra regente, también está con ellos el Santo de escorpión. — indicó haciendo una breve reverencia ante el hijo predilecto del señor de la guerra, quien lo observaba con su característico porte arrogante.
Ante lo dicho, el dios del amor sonrió malévolo, así que aquel impetuoso guerrero aún permanecía en los dominios de su padre, debía tratarse de la luna oscura. Por otra parte, al dios le desagradaba la idea de que el Santo de Athena se marchara tan pronto, había permanecido tres meses en Tracia, tres meses en los que el dios del amor se estaba restableciendo, por lo que no pudo pasar mayor tiempo con aquel guerrero. Supo por el escolta de la regente del Olimpo que, durante ese tiempo, Fobos y Deimos habían hecho lo posible para que el escorpión rompiera los acuerdos. Sin embargo, con frecuencia era auxiliado por Anteros, quien con gesto severo espetó un fuerte "Es suficiente" interfiriendo en el perverso propósito de los demonios del miedo y el terror, quienes con fastidio respondían con un "No eres divertido, Anteros".
Una vez que los soldados rasos se retiraron del lugar para continuar con sus funciones, el dios del amor no dudó en dejar entrever su marcado interés por el guerrero Atheniense.
— El Santo de Athena es atractivo. — pronunció rememorando su enfrentamiento con aquel osado escorpión
— Que nuestro padre jamás te escuche o acabará con la vida de ese mortal. — expresó un escandalizado Anteros ante sus palabras, conociendo de lo que era capaz el señor de la guerra. Sin embargo, Eros únicamente sonrió despreocupado, enfadándolo aún más — Conoces nuestra "condición" como Erotes.
— Sí, sí.
El castaño entrecerró los ojos con gesto acusador. Conocía lo caprichoso que el dios del amor podía ser. No obstante, eran fértiles, por lo que no podían involucrarse con cualquier entidad, menos con alguien del ejército de Athena. Estaba seguro que su padre enfurecería si alguno de los guerreros de Athena pretendía involucrarse con alguno de ellos, en especial con Eros, quien se caracterizaba por siempre obtener lo que deseaba, sin objeción, por eso le atraía tanto aquel impetuoso escorpión, el hecho que no se doblegara hacía que el dios lo deseara, que se encaprichara con él.
— Dudo que nuestro padre se enfade si me divierto un poco con el ejército rival. — el rubio esbozó una sonrisa ladina, meditando en que si el Santo de Escorpio se volvía parte del ejército de su padre, podría tenerlo para él, después de todo más de un daemón mataría por la mano del hijo favorito del señor de la guerra.
— ¡Claro que se enfadará! Eres su predilecto. — inmediatamente se arrepintió de decir aquello al ver la soberbia sonrisa del rubio, quien sólo lo estaba usando para alimentar su ego. — Eres de lo peor! — exclamó cruzándose de brazos enfadado.
— Puedo conseguir tenerlo para mí. — espetó arrogante, provocando que el castaño lo observara iracundo, después de todo era el dios del amor correspondido y el vengador del amor no correspondido. Por lo que cuando esté sentimiento se corrompe, sufría la ira de Anteros.
Un hecho similar ocurrió siglos atrás con los antiguos guerreros de Acuario y Escorpio, aquellos que lucharon en la anterior guerra santa contra el Serpentario, Odysseus de Ofiuco. Fue durante esa fatídica batalla entre destinados, donde el castaño intervino iracundo castigando con sus flechas al Santo de Escorpio. Sin embargo, lo que jamás esperó era que el dios del amor fuera el causante de tal catástrofe, aquella que había afectado a su madre, la diosa del amor, quien padecía los efectos adversos del quiebre en la conexión entre ambas almas. Al rememorar esto, no pudo evitar observar con dureza a su contraparte, no soportaba ver el egoísmo en el corazón de Eros.
— No te atrevas a intervenir nuevamente, Eros — advirtió con porte desafiante, dejando entre ver lo ocurrido entre Écarlate y Mystoria.
— Su obsesión fue más grande que su amor — aclaró arrogante, cruzando sus brazos en aparente molestía.
— Tú corrompiste el corazón de Écarlate. — acusó recordándole lo ocurrido cuando decidió contribuir con el serpentario, corrompiendo el corazón del Santo de Escorpio.
— Atendí el llamado de ese mortal. — añadió con enfado, refiriéndose a Odysseus, quien en aquella época trató de romper el nexo entre ambos destinados, recurriendo al culto del dios del amor, quien tras escuchar su perverso deseo, demandó una cosa a cambio de interceder y ensombrecer aquel lazo.
Anteros nunca confesó aquel hecho a la diosa del amor o al dios de la guerra, había decidido cubrir el atropello de Eros, quien al observar los estragos que su flecha había causado, por primera vez se sintió angustiado, había obtenido lo que anhelaba, pero a un costo terrible, ignoraba que al tratarse del ejército de uno de los 12 tronos del Olimpo, la afectación de la diosa del amor era mayor, comprendió que, aunque podía incitar el amor, no podía controlar sus consecuencias, pues el amor al igual que la guerra tenía el poder de cambiar el rumbo del universo.
Ese fue el primer quiebre en su relación con Eros, cuyas flechas podían inspirar el romance más dulce como la tragedia más amarga.
— ¿Qué te ofreció Odysseus? — cuestionó centrando sus profundos orbes azulados sobre Eros, quien endurece su expresión.
— Nada que te importe, Anteros. — espetó con aprensión, perdiéndose entre la oscuridad de los pasillos, no sin antes chocar bruscamente el hombro del dios.
Ese era el verdadero rostro de Eros.
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SANTUARIO
En una de las camas del área médica, un joven de larga cabellera plateada, se encontraba recuperando la conciencia, habían transcurrido algunas horas desde lo ocurrido en el coliseo, por lo que el asgardiano no podía evitar mostrarse aturdido. Sin embargo, al parecer estaba estabilizado, los efectos secundarios del celo habían sido tratados por los sanadores.
— ¿Dónde estoy? — cuestionó tratando de enfocar su vista en el alfa frente a él
— Con los sanadores — Informó el mayor, aduciendo que tras lo ocurrido había permanecido bajo su custodia — ¿Te encuentras bien?
El asgardiano asintió intentando incorporarse de aquella acogedora cama, donde yacía recostado. Sin embargo, al levantar su rostro pudo distinguir al guardián de la primera casa, observarlo expectante.
— ¿Dónde se encuentra el señor Shaka? — cuestionó dirigiendo una inquisitiva mirada hacía el lemuriano, quien no pudo evitar tensarse, para el asgardiano no pasó desapercibido el profundo dolor en su mirada.
— Fue enviado a confinamiento. — informó con seriedad, aduciendo que debían esperar que finalice la fiebre del celo, esto podía tardar horas o días en un alfa que había sufrido una gran exposición al celo de un Omega.
— ¿Él está bien? — preguntó con notoria preocupación, provocando que el lemuriano lo observé expectante, reparando en los daños que el indú había recibido por parte de Saga, quien sin importar el adversario, no se contenía en batalla, por lo que no había dudado en herir a Shaka con el fin de llevarlo a confinamiento. Sin embargo, sus heridas no eran graves, por lo que el lemuriano asintió.
— ¿Aprecias a Shaka? — inquirió recibiendo un asentimiento por parte del asgardiano.
— Es todo lo que busco en un alfa. — respondió esbozando una sonrisa arrogante, añadiendo con gesto ladino — Hubiera preferido que me marcara.
Ante lo dicho, el guardián del primer templo, no pudo evitar mostrarse iracundo, conteniendo su ferviente deseo de increpar el actuar tan descarado del asgardiano.
— Tu sentimiento no es correspondido. — acotó con rudeza, calando en el orgullo del menor.
— Él me rechazó, pero tarde o temprano seré su Omega. — indicó con irritación — Ya percibió mi celo, sé que no podrá olvidarme. — añadió soberbio — No cuando estuvo a punto de tomarme.
Cada una de estas palabras enervan al lemuriano pero sobre todo provocaban en él un profundo dolor, aún tenía presente los orbes enloquecidos del indú, quien apenas se percató de su presencia, no dudó en atacarlo, viéndolo como un enemigo por el Omega que se disputaba. Si Saga no hubiera intervenido se habrían lastimado de gravedad, las disputas entre alfas podían terminar en la muerte.
— Lo amas, ¿verdad? — cuestionó con una malévola sonrisa el asgardiano, aseverando conocer la prohibida relación entre ambos guerreros, lo que dejó estupefacto al guardián del primer templo, quien nunca esperó ser chantajeado para poner fin a aquella seudo relación que mantenía con el Santo de Virgo. Aduciendo que durante el tiempo que permaneció en el Santuario, se había percatado de la manera en que ambos guerreros se observaban, aquellas sutiles muestras de afecto, pero sobre todo, aquel recelo que mostraba el lemuriano cuando un Omega se acercaba al indú, por lo que decidió hacer algo al respecto, aquel poderoso alfa le interesaba demasiado como para renunciar a él, en especial por alguien de su misma casta, lo cual representaba un duro golpe a su orgullo, ser rechazado por un guerrero que prefiere a otro alfa, a un Omega como él, quien poseía los atributos necesarios para ser un candidato idóneo y formar un vínculo con el indú, pues no sólo era poderoso, existía demasiada similitud entre sus técnicas, por lo que su unión le daría una poderosa descendencia tanto al Santuario como a Asgard, por esa razón había decidido poner en marcha un precipitado plan para alterar su periodo de celo, el haberse encontrado con el Santo de Virgo no había sido una casualidad.
— Tú... — espetó iracundo al descubrir que aquel incidente había sido provocado por el asgardiano, por lo que producto de aquella gran furia que sentía, intenta atacar al platinado, quien sonríe cínico.
— Hazlo e iniciarás una guerra con Asgard. — esbozó una sonrisa maliciosa, deteniendo lo que sería un duro impacto contra su blanquecino rostro. Sin embargo, lejos de guardar silencio, el asgardiano continuó profiriendo palabras venosas — ¿Qué diría el patriarca al saber el tipo de relación que tiene su discípulo? — Era evidente que buscaba perjudicarlo. No obstante, había logrado que el guardián de la primera casa se tensara ante sus palabras, lo que provocó una expresión malévola en el asgardiano — Quizás esta vez lo revoquen de su cargo.
— Eres un...! — espetó iracundo, deseando atacarlo, insultarlo por meterse con su maestro, pero fue interrumpido, por la "compasiva" oferta del asgardiano.
— No tenemos por qué involucrar al Patriarca, por lo que dicen los Santos de plata, ya tiene demasiados problemas como para cargar con algo tan... — lo observó con desagrado — insignificante. — continuó — Estoy dispuesto a no iniciar una disputa, piénsalo, ¿Cómo tomaría la señorita Hilda el hecho que su dios guerrero sea rechazado por un alfa que ama a otro de su misma casta?, pero sobre todo ¿cómo afrontaría está vergüenza el patriarca? En el mejor escenario será revocado de su cargo. Sin embargo, esto no aplacaría la ira de la señorita Hilda, no dudo que inicie una guerra, quién sabe, quizás formemos una alianza con el conspirador.
Ante lo dicho, el lemuriano golpeó con fuerza una de las mesas donde se hallaban las pertenencias del platinado, quien no se inmutó.
— Deja a Shaka, él será mi alfa. — remarcó desafiante el asgardiano — En 6 meses retornaré al Santuario para vincularme con Shaka, más te vale terminar todo nexo con él o tú maestro sabrá su tipo de relación.
— Seríamos exiliados. — alegó tratando de razonar con el asgardiano, si en verdad tenía sentimientos por el Santo de Virgo, podría abogar a ello. — Esto no sólo me afectaría a mi, Shaka también perdería el derecho a portar su armadura. — añadió con seriedad — Tendríamos que abandonar el Santuario.
— Tu orgullo de guerrero no te permitirá abandonar el Santuario. — debatió conociendo lo obstinado que podía ser el alfa con sus ideales, aduciendo que nunca abandonaría a su maestro, en especial con una guerra de por medio, lo que sin duda podría terminar en la ejecución de ambos alfas. Según las normas del Santuario su castigo era el exilio, de negarse e imponerse, su castigo sería la ejecución. — Decide, la revocación del patriarca y futura guerra ante su prohibida relación o...su serenidad. — aseveró dirigiendo una inquisitiva mirada hacía el Lemuriano
— No te importa herir a Shaka — espetó con indignación
— Sólo me aseguro que los acuerdos sigan su curso. — informó, revelando que el Patriarca lo había aceptado como Omega del indú, por lo que formalmente sus destinos estaban juntos. — Shaka será enviado a Asgard, nos comprometemos para fortalecer la alianza con el Santuario, no permitiré que interfieras.
El lemuriano estaba estupefacto, su maestro no podía obligar al Santo de Virgo a vincularse con Balder, aún tenían un lapso de cinco años para encontrar una pareja. Sin embargo, el sumo pontífice había aprobado al Omega, si bien no podía vincular al alfa antes de tiempo, sí podía obligarlo a partir a Asgard y permanecer aquel tiempo con el Omega, podía imponer su autoridad como patriarca, si Shaka no terminaba fijándose en el Omega, él mismo los uniría al cumplirse los cinco años. Ese era el plan del sumo pontífice ante la notoria falta de interés del indú por encontrar un vínculo.
— Esperaré tu respuesta, Mu de Aries.
Dicho esto, el guardián del primer templo procede a retirarse, cuestionándose si en verdad podría enfrentar a su maestro y confesarle su relación con el Santo de Virgo, ¿podría afrontar las consecuencias de su pecado? Una guerra se acercaba. No podía, ni quería dejar a su maestro, no ahora que más lo necesitaba. Debía elegir entre su amor por Shaka o el amor por su maestro.
Estaba en un dilema.
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TRACIA
En lo alto de uno de los palcos que rodeaban el palacio del dios de la guerra, el Santo de Escorpio se encontraba observando el arduo enfrentamiento de los demonios del miedo y el terror, quienes pese a la oscuridad de la noche batallaban con ferocidad entre sí. Por lo que recordaba, durante su estancia en Tracia, Fobos y Deimos no habían dejado de referirse a él como "Santo cobarde". De no ser por Aloes juraría que hubiera acabado con esos demonios insolentes, a quienes hasta la fecha no podía distinguirlos, ambos daimones poseían la misma sed de sangre que el dios de la guerra, lo que dificultaba las cosas. Ni siquiera Aloes los podía distinguir, físicamente no existía una diferencia entre los demonios del miedo y el terror. Incluso su estilo de pelea era el mismo, sólo cuando luchaban entre ellos podía notar una leve diferencia, esta radicaba en que Fobos era más vehemente en sus ataques y Deimos más defensivo, al menos cuando se enfrentaba a su gemelo, lo cual le dio una idea, que si bien ambos tenían la misma fuerza, Fobos tenía mayor destreza, esto obligaba a Deimos a luchar de modo defensivo.
A lo lejos, el Heleno pudo divisar a los gemelos detener su bélica batalla con el objetivo de irritar a un recién llegado Eros, quien se mostraba ofendido ante la dramatización de los daimones, quienes recreaban lo ocurrido en el último ataque, llamándolo "La caída de Eros", donde Fobos caía con dramatismo a la par que Deimos lo sostenía como si de un mortal en apuros se tratara.
— Debes mejorar tu destreza en armas, hermanito.— respondieron esbozando una sonrisa maliciosa
— ¡No necesito blandir una espada! — se defendió el dios del amor — mis flechas son más peligrosas.
— ¿Qué harás?, ¿Enamorar a nuestro enemigo? — se mofaron los gemelos, en verdad disfrutaban provocar al caprichoso rubio.
— ¡Haré que se enamoren de una roca! — exclamó irritado, no tenía una mala relación con los gemelos. Sin embargo, tampoco disfrutaba ser el tópico de sus fechorías, era muy caprichoso pero sobre todo, rencoroso. Por lo que Anteros aún entre risas no tardó en intervenir, recordando que en condiciones normales, Eros era capaz de usar sus flechas contra sus hermanos, pero lo tenía rotundamente prohibido por el dios de la guerra y la diosa del amor. No obstante, dado su carácter orgulloso, debía tenerlo a raya.
Anteros siempre se caracterizó por ser más sensato que el dios del amor, rara vez se separaban, pues al igual que los gemelos, juntos eran más fuertes. Sin embargo, a diferencia de Eros, el dios era amable, cálido y prudente. Constantemente discutía con el dios del amor, pues ambos representaban dos tipos de amor diferentes: Eros era el amor pasional, representaba el enamoramiento y el deseo sexual, podía ocasionar mayores desgracias. Por esa razón, su madre había encargado a Anteros mantenerlo a raya. Anteros representaba el amor correspondido, el amor puro, juntos eran los erotes de la diosa del amor. Por otro lado, Daimones como Fobos y Deimos representaban el miedo y el terror, eran los sucesores de su padre, uno de ellos tomaría su lugar como dios de la guerra, por lo que cuando llegue el día de escoger a un sucesor, ambos lucharían con todo, ese era su inquebrantable juramento, en nadie confiaban más que en el otro.
Desde una prudente distancia el Santo de Escorpio deja escapar un hondo suspiro para posteriormente retirarse a sus aposentos. Según Aloes, debían evitar la luna negra. No era un buen augurio, incluso para los dioses, por lo que al culminar su aparición partiría al Santuario junto al escolta de la regente del Olimpo, quien había recibido instrucciones exactas de Zeus sobre los elixires hurtados, aquella información no podía ser compartida a ningún mortal, ni siquiera a un Santo de Athena, por lo que Aloes debía informar a la misma diosa o al patriarca, quien era su representante en la tierra. Si como pensaban había un traidor en el Olimpo, había grandes posibilidades de ser atacados en el trayecto, por lo que el Escorpión debía proteger al escolta de la diosa Hera. Él era su prioridad, debía protegerlo sin importar el peligro, pues su enemigo aún desconocía la visión de Eros.
«Una guerra interna se dará en el Olimpo» meditó con preocupación el griego. Sin embargo, cuando estuvo a punto de llegar a los aposentos que le fueron asignados, es interceptado por el dios de la guerra, quien con gesto soberbio le recuerda su propuesta.
— ¿Qué decides, Escorpio? — cuestionó con expresión maliciosa
— Nunca traicionaría a Athena. — espetó con indignación, aunque debía admitir que su oferta resultaba tentador. Quizás era la única forma de regresar todo a su lugar. Sin embargo, no podía confiar en el dios de la guerra, aquel que desde la era del mito mantuvo una disputa con Athena por el dominio de la tierra.
— Santo de Athena, tu diosa no es quien crees. — espetó con recelo, dirigiendo una aprensiva mirada hacía el Heleno, quien lo observaba iracundo.
Para el dios de la guerra no había pasado desapercibido el profundo odio que consumía el interior de aquel impetuoso escorpión.
«Alberga una gran ira que lucha por salir» sopesó malévolo
— ¿Permitirás que tu Omega te olvide? — cuestionó con una siniestra expresión, provocando que el Heleno meditara sobre aquel vínculo que unía a su Omega con el Santo de Capricornio, su alfa, aquel que estaría a su lado, con quién irremediablemente formaría una familia para darle descendencia al Santuario, al pensar en ello no pudo evitar sentir una gran furia dentro de él. Eran celos, celos de que el guardián de Capricornio lo tuviera entre sus brazos, que lo besara, que fuera capaz de enamorar al guardián de los hielos.
Al recabar en el oscuro semblante del Santo de Escorpio, el dios de la guerra sonríe arrogante. Con la diosa Afrodita había aprendido que el amor podía otorgar el impulso para enfrentar al mundo o por el contrario ser la destrucción más grande de dioses y mortales.
— Si quieres a tu Omega, lucha por él. — bramó observándolo con dureza. — Un guerrero que no lucha por lo que quiere, sólo merece lo que tiene. — No lo entendía pero por alguna extraña razón aquel impetuoso guerrero le recordaba mucho a él cuando estuvo a punto de perder el corazón de su amada Afrodita, por un insignificante mortal — Como en cualquier guerra, uno debe sacar a su rival del camino — acotó haciendo referencia a aquel mortal que había sido capaz de enfrentar a la Reina del inframundo contra la diosa del amor — Asesiné a Adonis.
El Santo de Escorpio, lo observó expectante, conocía aquella historia, "El mito de Adonis". Donde la diosa del amor, embaucada por la belleza de aquel mortal, decidió recogerlo y confiárselo a la Reina del inframundo para que lo cuidara. Sin embargo, Perséfone, quien también quedó prendada del niño, no quiso devolverlo a la diosa del amor, por lo que para resolver la disputa entre las diosas fue necesaria la intervención de Zeus, quién decidió que Adonis viviría un tercio del año con Afrodita, otro con Perséfone y el último donde él deseara. No obstante, aquel mortal había decidido pasar dos tercios del año junto a la diosa del amor y uno junto a la Reina del inframundo. Esto llegó a oídos del dios de la guerra, quien celoso envío a un salvaje jabalí provocando la muerte de aquel mortal durante una cacería, aquella muerte se vinculó al origen de las rosas y las anémonas, las cuales se supone surgieron de las lágrimas de Afrodita y de la sangre derramada por Adonis, quien por designios del Rey del Olimpo y súplicas de la Reina del inframundo, había sido nombrado dios de la belleza masculina y la fertilidad. Sin embargo, su paradero era desconocido, algunos decían que temía las represalias del dios de la guerra cruel.
— Envió un jabalí. — aseveró atrayendo la atención del dios de la guerra, quien no puede evitar esbozar una siniestra sonrisa.
— Yo era el jabalí. — remarcó recordando con frenesí la sangre de aquel mortal correr por su cuerpo.
Continuará...
Notes:
Algunos puntos importantes:
🔸¿Qué le ofreció Odysseus al dios del amor?
🔸¿Mu se atreverá a confesar la verdad a Shion?
🔸Otra vez se nombra a los Santos de Next Dimension ¿qué rol tendrán ellos?
Se recuerda a Écarlate como el Omega cuya obsesión fue más fuerte que su amor. Sin embargo, en realidad estaba bajo el influjo de Eros.
Chapter 15: A quién sirves?
Chapter Text
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En la profundidad del bosque de sacro, el Santo de Cáncer se encontraba atónito, nunca había visto aquella gélida expresión en el castaño, a quien una gran cantidad de energía oscura lo rodeaba. No había duda, ese oscuro e inquietante cosmos estaba vinculado al reino de los muertos.
«Maldición...»
Almas errantes atacaron al guardián del Yomotsu, adquiriendo forma corpórea, logrando con esto apresar su cuerpo contra el rocoso suelo. No sería sencillo deshacerse de ellos, no cuando el poder de la luna oscura parecía protegerlos. Tuvo que hacer uso de una gran cantidad de fuego fatuo para poder librarse de aquellos entes.
— Deathmask... — susurró el castaño, quién al enfocar sus orbes en el alfa, sus facciones se fueron tornando más neutrales, era como si saliera de un trance.
Acaso estaba siendo manipulado?
Aquel oscuro cosmos que rodeaba al menor comenzaba a desaparecer, provocando que las almas errantes que lo custodiaban se apaciguaran. El guardián del Yomotsu quiso replicar pero fue interrumpido por las voces de los Santos de plata, quienes se acercaban a lo lejos. Al parecer habían sido enviados por el patriarca.
— Provino de ese lugar!
«Mierda» pensó Deathmask
Antes que el castaño pudiera emitir algún sonido, es sujetado con brusquedad del brazo por el guardián del Yomotsu, quien lo atrae a su cuerpo. El Omega intentó replicar ante aquel rudo agarre pero se paralizó ante la iracunda mirada del alfa, quien lo teletransporta a lo profundo del bosque, arrojándolo con rudeza contra un muro rocoso.
Una vez en el suelo, haciendo uso de su fuego fatuo, el Santo de Cáncer procede a encinerar la capa del castaño, quien la suelta aterrado por temor a quemarse. Sin embargo, antes que pudiera replicar, fue atacado por las ondas infernales, siendo enviado al Yomotsu.
Tenía mucho que explicar.
"Afrodita" emitió vía cosmos.
— Death? — el sueco se detuvo en seco al percatarse del llamado de su compañero, quien le informa que lo alcanzará en el Santuario. — Espera!
"Tengo un asunto importante que arreglar."
Esto preocupó al Santo de Piscis. Sin embargo, no pudo objetar, el cosmos del Santo de Cáncer había desaparecido.
[•••]
Una vez en la entrada del Yomotsu, el guardián de la cuarta casa desprende un cosmos aterrador, estaba furioso y eso aterraba al castaño, quien observaba con desconcierto aquel lúgubre lugar. Deathmask lo sostenía con fuerza de las muñecas, oprimiéndolas, provocando que el castaño gimiera de dolor, parecía que en cualquier momento rompería sus huesos. Sin embargo, el Santo de Cáncer no podía evitar sospechar del Omega. Acaso era el encapuchado? No podía dejar que los Santos de Plata lo descubrieran, no sin verse involucrado.
Muchas preguntas rondaban la mente del alfa. Acaso Glen lo había usado para acercarse a Athena?. Aquellos encuentros... Lo hizo para extraer información del Santuario? El poder que desprendía era peligroso, había una gran cantidad de energía oscura emanando de su cuerpo. Sin embargo, ahora no mostraba aquel oscuro cosmos, ignoraba si era por haber interrumpido aquel rito. El cambio en las orbes del menor lo había hecho dudar. En verdad era quien conspiraba contra los dioses o estaba siendo manipulado por este ente? Rápidamente reparó en la extraña cicatriz en su vientre. No podía ser casualidad, apretó con fuerza los puños provocando un grito ahogado en el castaño. Si aquel Omega lo había utilizado, lo pagaría.
— A quién sirves?! — exclamó furioso
— De qué hablas? — dijo adolorido, para posteriormente ser impactado bruscamente contra unas rocas por el guardián del Yomotsu, haciendo que su espalda crujiera de dolor. — Ah!
— Por eso te acercaste a mí? — bramó iracundo — Quién eres en realidad, niño?!
El castaño en verdad se mostraba desconcertado. El mayor se percata de esto, era claro que ignoraba de qué estaba hablando, estaba asustado por los furiosos orbes del alfa.
Acaso podía creer en Glen?
No tenía tiempo para dudar, decidió arrastrarlo a la colina de Yomotsu, jalándolo bruscamente del brazo. Una vez que empezó a levitar, el mayor le señala el precipicio, aduciendo que terminaría en el inframundo si caía. Glen estaba aterrado, ignoraba dónde se encontraba, pero sin duda no eran los dominios del Santuario.
— Te lanzaré a la colina del Yomotsu.
El castaño se aterró ante lo dicho, podía observar a una gran cantidad de almas errantes caer por aquel acantilado, mientras el Santo de Cáncer lo sostenía de la muñeca, dejando su cuerpo colgando en el aire, no tenía forma de huir. Si quería vivir debía hacer uso de aquel oscuro poder.
— Confiesa niño o no tendré piedad. — amenazó el guardián de la cuarta casa. Sin embargo, el menor negaba saber algo.
Quería creer en Glen, pero todo era demasiado extraño. La aparición del Omega, los extraños acontecimientos. No podía ser casualidad, no con la energía oscura que brotaba de su cuerpo.
— Es la verdad! — exclamó el castaño
— Darías tu vida por ello? — cuestionó amenazante, recibiendo un asentimiento de su parte.— Muere entonces.
Lo soltó dejándolo caer dentro de la colina, en ese momento fue testigo de cómo las almas del purgatorio habían detenido su andar a la colina del Yomotsu, los lamentos que emitían se hacían más sonoros, era similar a los que se escuchaban en su templo, de aquellas máscaras, las cuales eran un símbolo irrefutable de su victoria. No obstante, el oscuro cosmos que desprendía Glen producto del temor, había liberado varias almas que el alfa había sellado por la eternidad entre los límites del Yomotsu, no permitiéndoles alcanzar la paz.
Ahora lo entendía.
«Atrae las almas errantes» pensó
El castaño gritaba aterrado, sintiendo como estaba por llegar al profundo abismo. Sin embargo, antes que pudiera ser absorbido por aquella densa oscuridad, fue sostenido con fuerza. Al abrir los ojos, el menor pudo observar al Santo de Cáncer sostenerlo de la muñeca.
— Estás con vida, niño. — dijo subiéndolo con frialdad a la superficie
— Estás demente! — bramó empujándolo lejos de él, estaba pálido, tembloroso, amargas lágrimas rodaban por sus mejillas. — Pudiste matarme!
El Santo de Cáncer aceptó el empujón, aduciendo que sólo quería probarlo, de ser el enemigo habría luchado para no caer dentro de la colina pero él había aceptado con auténtico terror su final, por lo que había decidido creer en él.
— Debía probar que decías la verdad. — acotó — Ahora responde, qué hacías en el bosque, niño?
El castaño endureció su mirada. El alfa nunca había conocido a nadie con tal poder, no sin pertenecer a un ejército guerrero. Por lo que sabía, Glen provenía de Hallen, un pueblo con culto a la muerte, en especial a la necromancia. Eso lo explicaba, ese oscuro e inquietante cosmos que emanaba estaba vinculado con el inframundo, con Hécate, Diosa de la magia y la hechicería.
— Quiero la verdad. — lo observó con severidad, aduciendo que el poder que liberaba era peligroso.
Ante esto, el castaño le explicó que la luna negra lo ayudaba a drenar aquella oscura energía que poseía, pero a un alto costo, ya que en el proceso despertaba las almas errantes que yacían dormidas. En su mayoría eran entes malignos, no podía controlar aquello. A diferencia de Deathmask, él no tenía control de su cosmos. El sello que realizaba le permitía no perder el control sobre aquellas almas del purgatorio, las cuales le permitían drenar su cosmos a cambio de revivir por un corto tiempo, adquiriendo forma corpórea. Esa era la razón por la que huía de las aldeas. Temía ser descubierto.
— Qué es este lugar? — preguntó el castaño observando la entrada al inframundo, aún temblaba.
— Yomotsu. — respondió cubriéndolo con su capa — Soy el guardián del mundo de los muertos.
— Me debes una capa negra. — Acusó con recelo, aferrándose al calor de aquel manto.
Al verlo, el Santo de Cáncer decide retirar parcialmente sus sospechas, por lo que podía recordar, Shura no había podido cortar la capa del encapuchado con su Excalibur. Sin embargo, él había podido incinerar sin problema la de aquel Omega. No obstante, si él no era el encapuchado, entonces quién?
Poder + Pasión + Fecundidad.
Qué dios representaba aquellos atributos de los elixires? Sobre todo, cuál era su objetivo y cómo estaba relacionado con Glen? La aparición de ese niño no podía ser casualidad.
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SANTUARIO
En el interior del templo de Géminis, un Omega de piel canela y cortas hebras castañas, se encontraba curando las heridas de su alfa, cuyos daños eran menores en comparación con el Santo de Virgo, con quién había tenido un fuerte enfrentamiento.
— Fuiste muy duro. — acotó el menor a la par que limpiaba con alcohol sus heridas.
— Hubiera marcado a ese Asgardiano. — remarcó el alfa, quién no se había contenido en su enfrentamiento con Shaka, quien había sido confinado en las celdas de castigo. — Los gemelos te han dado problemas?
El castaño negó con la cabeza, aduciendo que ambos se encontraban en el salón principal. Como de costumbre el pequeño Deuteros yacía sobre una pequeña mesa de centro pintando con sus crayones, mientras Aspros se centraba en su lectura, a su corta edad había aprendido a leer. Si bien no era un libro complicado para su edad, el castaño esperaba que se relajara jugando con su hermano, quien disfrutaba pintar después de entrenar.
— Aspros, no quieres jugar con Deuteros? — preguntó el castaño acercándose junto a su alfa, quién pese a su porte serio procede a acariciar con afecto la cabeza de los gemelos. Sin embargo, ante la pregunta, el pequeño peliazul no pudo evitar dirigir una déspota mirada a su hermano, quien seguía concentrado en su crayón.
— No, madre — dijo enarcando una ceja, aduciendo que prefería leer ha ensuciarse. — iré a mi habitación.
El Santo de Sagitario suspiró con cansancio, para su corta edad, Aspros era demasiado serio pero con una meta fija, anhelaba ser patriarca en un futuro y el hecho que su padre fuera el candidato más próximo a tomar las riendas del Santuario, sólo alimentaba aquel ferviente deseo.
Una vez que el pequeño Aspros se marchó, el castaño se dirige al menor de sus gemelos, aduciendo que debe darse un baño. Aunque en verdad deseaba estar a solas para hablar con el Santo de Géminis sobre el título de patriarca. Al igual que su alfa, Aioros era candidato a sucesor. Sin embargo, no quería volver a enfrentar a su alfa. Tenía malos recuerdos, ser patriarca era un honor pero no era su ambición.
— Decline el ofrecimiento del patriarca. — comentó el castaño fijando sus profundos orbes jade sobre el alfa — Pronto escogerá un sucesor.
— Harías un buen trabajo. — acotó, aduciendo que a diferencia suya, no había oscuridad en su interior.
— Tienes un corazón justo, Saga. — esbozó con una cálida sonrisa, ahuyentando con ello los temores del mayor. Veía su dolor pero sobre todo hacía que se vaya lejos. — Cree en eso.
El peliazul no pudo evitar dejar escapar una tenue sonrisa, no lo decía pero aquel Omega era su faro, aquel que alejaba su oscuridad. Aioros lo centraba, por esa razón quería corresponder a ello, todo lo que el castaño veía en él, quería serlo. Quería ser digno de su arquero.
— Siempre ves bondad en las personas, Aioros — dijo acariciando su rostro, provocando un fuerte rubor en los pómulos del castaño — Por esa razón te elegí como mi Omega. — profesó sellando los labios de su arquero en un profundo beso, uno que demostraba la veracidad de sus sentimientos. Juntos protegerían a su diosa, pero sobre todo a sus gemelos Aspros y Deuteros, era una tradición en el Santuario colocar el nombre de antiguos portadores.
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Entre los límites del bosque de Sacro, el Santo de Piscis aguardaba fuera de la entrada de Rodorio, llevaba horas esperando al guardián del Yomotsu. Estaba preocupado, aquel modo de actuar no era usual en el alfa. Por esa razón decidió ignorar su petición de encontrarse en el Santuario.
« Death...» pensó presionando su brazo
Al aparecer el guardián del Yomotsu, el sueco repara en su seria expresión. Sin embargo, su cosmos no era amenazador. No portaba heridas de gravedad, sólo leves rasguños, lo que era extraño considerando aquel oscuro cosmos que los atacó. No obstante, antes que pudiera decir algo al respecto, el alfa únicamente se limita a enunciar que debió esperarlo en el Santuario, para posteriormente seguir su camino, enfadado con esto al Santo de Piscis.
— Dónde estabas? — cuestionó con severidad interceptando su paso al extender su brazo, deteniendo con esto el andar del mayor.
— Yomotsu. — aclaró con parsimonia — Debía encargarme de algo importante.
Para el Santo de Piscis era claro que ocultaba algo. Sin embargo, qué podía ser tan serio cómo para obligarlo a ir a Yomotsu por tanto tiempo. Intentó indagar al respecto pero sólo recibió evasivas por parte del alfa, quién indica no haber descubierto nada relevante, aseverando que aquella oscura energía debía ser producto de la luna oscura.
— A quién encubres? — indagó con severidad, recalcando que había alguien más junto a él, sintió aquel oscuro cosmos desvanecerse junto al alfa.
— A nadie — negó, indicando que estaba en un error. No obstante, el pisciano lo conocía demasiado bien.
— Mientes. — acusó iracundo. Sin embargo, el Santo de Cáncer no delataría a Glen, él no era un peligro para el Santuario o eso pensaba. Prefería investigarlo él mismo, después de todo estaba involucrado. — Death...
— Dudas de mí? — cuestionó observándolo expectante. Debía impedir que informara al Patriarca.— No es necesario reportar esto.
— Si hay algo extraño, el patriarca debe saberlo.
— Alguna vez te he decepcionado, pececito? — bromeó sujetando el mentón del Omega, quién desvió la mirada incómodo.
— Comenzaremos a tener secretos? — cuestionó apartándose con cierto enojo y frustración, esto provocó que el alfa lo observara con cierto recelo.
— Eres tú el de los secretos. — indicó con molestía. Había comenzado a llover. Sin embargo, el pisciano había logrado escucharlo, por lo que no pudo evitar observarlo interrogante. — Tú eres el que está interesado en un alfa.
— Te molesta? — sonrió arrogante ante aquel tono de reproche.
— No creo que ninguno aguante tus caprichos. — se burló provocando que el aludido se girara ofendido.
— Lo dice el que siempre me complace.
El Santo de Cáncer no pudo evitar sonreír divertido ante aquella orgullosa actitud.
— Y bien? — indagó llamando la atención del Omega quién lo observa sin entender. — No planeas decirme su nombre?
Ya lo odiaba y no lo conocía.
— Averigualo tú mismo. — esbozó con una sonrisa ladina — Quizás lo visite está noche... Después de informarle al Patriarca
El pisciano intentó marcharse rumbo al Santuario, pero fue detenido por el inesperado abrazo del alfa, atrayéndolo con fuerza a su pecho. Visitar a alguien a esa hora, empapado, sólo podía ser tomado como una "invitación nocturna".
«Sólo un idiota rechazaría a Afrodita...» pensó
Con ira lo detuvo entre aquel posesivo abrazo, el Omega quiso protestar pero fue interrumpido por las palabras del alfa.
— Sólo quédate quieto o llamaremos la atención. — espetó resguardándose en una columna techada.— No querrás mojarte.
Dicho esto, el alfa recargó su mentón sobre el cabello del pisciano. Disfrutaba del aroma del Omega, quien permanecía con el rostro recargado en el pecho del alfa. Un fuerte rubor cubría sus pómulos. Sin embargo, no rompía aquel cálido contacto.
— Tu "preciado" alfa puede esperar. — Dijo ácido cubriendo entre sus brazos al pisciano
De esa forma, ambos guerreros decidieron permanecer en ese lugar, al menos hasta que la lluvia terminara.
Continuará...
Chapter 16: Retorno al pasado ( I )
Chapter Text
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SIGLOS ATRÁS
SANTUARIO DE ATHENA
En lo alto del risco que rodeaba el templo de Escorpio, un Omega de penetrantes orbes jade y largo cabello escarlata, se encontraba observando con gesto iracundo el Coliseo, provocando que aquellas marcas de sus vasos sanguíneos, las cuales atravesaban el contorno de sus ojos, se acentuaran como profundas cicatrices. Por fuera podía evidenciar un aspecto severo e inmisericorde, digno de un guerrero de su estatus. Sin embargo, por dentro poseía un lado sensible y vulnerable. Uno que sólo era conocido por dos personas: Mystoria de Acuario, su alfa, y el Serpentario, Odysseus de Ofiuco.
— Puedo sentir ira en ti, Écarlate. — insinuó una de las serpientes emisarias del guardián de Ofiuco, la cual se posiciona al lado del iracundo Omega, cuyas hebras carmesí lograban hipnotizar al Serpentario.
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Lo deseaba.
El decimotercer guardián tenía una perversa obsesión por aquel implacable pelirrojo. Una que no cesaría hasta convertirlo en su Omega. Sin embargo, para eso tenía que deshacerse de aquel alfa al que estaba vinculado. Aquel al que los dioses habían designado erróneamente como su destinado.
— Que las emociones no nublen tu juicio. — advirtió el mayor, provocando que emitiera un leve gruñido.
La furia del Omega era evidente, desde aquel acantilado observaba con profunda aversión al Santo de Virgo, quien conversaba amenamente con el Santo de Acuario. Conocía perfectamente los sentimientos de aquel Omega por Mystoria. Si bien ambos tenían un vínculo irrompible, esto no parecía impedir que Shijima lo amara, quizás aguardando una oportunidad. La sola idea enfadaba al Escorpión, quien nunca sintió afecto por Shijima, desde que llegó al Santuario parecían tener una aversión mútua o quizás esta comenzó cuando el patriarca anunció que Mystoria y él eran destinados. En ese entonces pudo percatarse de la expresión de dolor en el Santo de Virgo, quién procedió a retirarse a su templo. Esto nunca se lo reveló a Mystoria, quién parecía sentir afecto por aquel Santo. No obstante, no dudaba de los sentimientos que su alfa le profesaba. Mystoria era noble pero serio. Sin embargo, con Shijima sonreía, por esa razón Écarlate odiaba aquella interacción.
No pudo evitar apretar los puños al recabar en la batalla por equipos que se formó, en esta se enfrentaban Izo y Cardinale contra Mystoria y Shijima, el acercamiento entre ambos era notorio, se entendían bien en combate, por lo que no era algo nuevo que hicieran equipo. Esto enfadaba a Écarlate, quien observa al aguador salvar a Shijima de las rosas piraña de Cardinale, tomándolo en brazos. El Santo de Virgo lucía ruborizado por la acción del alfa.
— Virgen de burdel. — bramó iracundo preparando su aguijón. Sentía una gran ira en su interior, lo cual fue aprovechado por el Serpentario, quién sonrió malévolo al recabar en la oscuridad en el corazón de Écarlate. Aquel implacable pelirrojo siempre dudó ser un buen Omega para Mystoria. Por esa razón prefería estar apartado de los demás.
— El vínculo entre Mystoria y tú no tiene futuro. — afirmó la serpiente emisaria, cuyas orbes y vocalización en ese momento eran las de Odysseus — Nunca nos apoyará en nuestra rebelión.
Ante lo dicho, Écarlate no pudo evitar observarlo con aflicción. Aquello era cierto, el Santo de Acuario jamás participaría en su conspiración, no era un traidor. A diferencia de él, Mystoria era noble, quizás el guerrero más noble del Santuario. Y él, él era el Saint más fiel al guardián de Ofiuco. Dado que en el pasado fue salvado por Odysseus, por lo que poseía la facultad de hacer aparecer y desaparecer su cuerpo a tal grado que sus vasos sanguíneos y su sangre eran traslúcidos. Durante el funeral del Serpentario, lloró amargamente la pérdida del alfa, cuya injerencia sobre él era tal, que podía rebelarse contra Athena si este volviese a resucitar.
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Y lo hizo...
Decidió jurarle fidelidad a Odysseus a manera de respeto, pero Mystoria no lo entendía. Dado que ambos guerreros mantenían firmes sus posiciones, Écarlate tomó una decisión. Una que lo alejaba de su alfa y destinado.
— Ahora que vas a resucitar, Athena se ha vuelto innecesaria. — enunció dirigiéndose a sus serpientes emisarias. — Odysseus, cuando revivas ¿qué piensas hacer?
— Retornaré pronto, las señales comenzarán a aparecer. — indicó el mayor — Necesitamos la mayor cantidad de Saints con vida.
Écarlate asintió entendiendo lo que el decimotercer guardián quería decir, pronto daría inicio la guerra Santa. No obstante, esta vez sería el serpentario quien derroque a Athena y tome el control del mundo terrenal. Odysseus era consciente de la obsesiva devoción de Écarlate por él. Por ello, quería tomar la tierra junto al pelirrojo, ser el nuevo gobernante, hacerlo su Omega. Sin embargo, para eso tenía que eliminar a Mystoria, sacarlo de su camino. No obstante, se trataba de un guerrero de élite.
— Deberías dejar que se una a ese Omega. — remarcó la serpiente, señalando a lo lejos a Mystoria y Shijima, quienes habían logrado vencer a Izo y Cardinale. El Santo de Acuario había sido el escudo del Omega cuando este utilizó su cosmos.
Eran un buen dúo.
«Podría perdonarle la vida si marca a otro Omega y me jura lealtad.» pensó
— Debes estar preparado, Écarlate. — sentenció retirándose de los dominios del Escorpión, quien apretó los puños en clara frustración, el tiempo se le agotaba. Quería convencer a Mystoria, pero aquello era tan difícil como imposible. Ya se hablaba de una rebelión en el Santuario, las lealtades estaban divididas y a la señal de Odysseus todo se definiría.
— Por qué no puedes seguirme? — espetó entre amargas lágrimas el pelirrojo — Mystoria...
[•••]
El manto oscuro de la noche cubría el rostro iracundo del Santo de Escorpio, quien a estas alturas no podía ocultar su furia frente a su alfa. Tenía el aroma de Shijima impregnado al suyo. Acaso había ocurrido algo entre ambos? La sola idea lo hizo enloquecer.
— Tienes su aroma. — acusó con repudio, odiando aquella esencia a jazmin.
El Santo de Acuario lo observó atónito, no había tomado conciencia que aún portaba el aroma de Shijima, si bien nada fuera de lugar ocurrió entre ambos, no se había deshecho de su esencia cuando lo llevó a cuestas a Virgo, dado su agotamiento por el uso de su cosmos, lo dejó en la cámara principal de su templo.
— Écarlate...— trató de explicarse pero fue interrumpido por un furioso Omega
—Te revolcaste con él?!— exclamó iracundo
—No ocurrió nada inapropiado — acotó sujetándolo de las muñecas para evitar su Scarlet needle sin dañarlo. Aduciendo que nunca lo engañaría.
— No te acerques a Shijima!— exclamó con furia, Mystoria nunca había visto aquella reacción en su Omega, parecía enloquecer pero no sólo por lo ocurrido. Conocía a Écarlate...había algo más.
El heleno no podía aguantar más, estaba en su limite, su marca de unión tenía heridas producto de la frustración.
—Tu marca...— dijo Mystoria notando el enrojecimiento en su cuello, siendo alejado bruscamente por el Omega, quien cubre esta zona cuando intenta acercarse — Por qué tu actitud? — espetó con enfado
«Porque Shijima te ama...» pensó
Por primera vez el pelirrojo podía sentir cómo sus emociones se desbordaban, todo por el resurgimiento de Odysseus, el posible enfrentamiento con Mystoria. Podría convencerlo de unirse al decimotercer guardián? Y si no... Mystoria lo odiaría? Quizás nunca debieron vincularse. Podría enfrentarse a su alfa? Era mucho lo que le debía a Odysseus.
Sus sentimientos estaban con Mystoria pero su lealtad con el guardián de Ofiuco.
— Quédate a mi lado...— dijo con aflicción apoyando la cabeza en el pecho de su alfa
— No me iré, Écarlate. — juró atrayendo con suavidad el cuerpo de su Omega en un protector abrazo. Podía sentir su dolor, pero conocía al griego, estaba seguro que no revelaría nada y él no lo forzaría. — Nunca.
—... Incluso si te decepciono?
Aquello provocó que Mystoria lo observara confundido. Tras la aparición de aquellas serpientes, no quería aceptar que Écarlate fuera un traidor.
— Por qué haces esas preguntas? — cuestionó — Es por Shijima?
Su Omega estaba celoso, Mystoria lo notaba, seguramente esto era debido a la cercanía que mantenía con el Santo de Virgo, ante el semblante serio de su Omega, Mystoria procedió a besarlo tomándolo suavemente del mentón. A medida que el tiempo transcurría, aquel cálido beso fue cobrando mayor intensidad, provocando que las feromonas de ambos se mezclarán en claro deseo. Esa noche como muchas otras, ambos volvieron a fundirse en uno solo. Sin embargo, por momentos el omega se cuestionaba si debía revelar el plan de Odysseus. Le diría a Mystoria que el serpentario era el enemigo?, Qué el daño que se infringía era debido a su traición?. En verdad se arriesgaría a perder Mystoria? Realmente valía la pena enfrentar a Odysseus? Por primera vez tenía miedo, no quería perder a su alfa pero tampoco podía ir contra Odysseus, no cuando compartían la misma ideología.
— Estás celoso. — esbozó con suavidad el aguador, aduciendo que sólo sentía amistad por Shijima. Además el Santuario estaba en peligro. — Ignoro quiénes seguirán a Odysseus.
Esto provocó que el heleno callara de improviso, Mystoria sospechaba de una conspiración. No obstante, no quería dudar de sus compañeros de armas, menos de su Omega.
— Mystoria...
— Estaré a tu lado pase lo que pase. — juró abrazando por la espalda el desnudo cuerpo del Omega — Hasta el final, Écarlate. — finalizó sellando sus labios en un profundo beso.
Aquel día, todo se resumió a:
"Un beso"
Ese había sido su último adiós.
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TEMPLO DEL DIOS DEL AMOR
En el interior del recinto principal, una enigmática figura trataba de invocar la presencia de aquella deidad. Pequeños mechones blanquecinos sobresalían de aquella oscura capa. Se trataba del decimotercer guardián, quién tras drenar parte de su cosmos, procede a evocar al único ser capaz de ejecutar su perverso deseo.
— Ruego su ayuda... — sentenció con dificultad debido a la abrupta pérdida de energía
En ese momento, un poderoso cosmos emergió de la profundidad de aquel templo, provocando que el Santo de Ofiuco se estremeciera al percibir el inmenso poder del dios, cuyo aspecto angelical emulaba al de un joven de cortos y ensortijados cabellos rubios.
— Quién eres mortal? — cuestionó clavando sus penetrantes orbes sobre el serpentario — Preséntate.
Con paso seguro el alfa procede a aproximarse al pedestal del dios del amor, quién lo observaba estoico desde su trono, su cosmos divino era aterrador, lo que contrastaba con su aspecto longevo. No obstante, lo que más destacaba, eran sus enormes alas blancas, las cuales semejaban las de un ángel.
— Odysseus de Ofiuco — se presentó haciendo una reverencia. Por fin conocía al dios del amor, quién era portador de una gran belleza. Sin embargo, sus orbes eran gélidos, vacíos, carentes de emoción.
— Sirves a Athena — acotó despectivo al recabar en la armadura del alfa.
— Ya no más, mi señor — negó explicando con detenimiento su situación, así como la traición a su diosa — Deseo romper el vínculo
Para el dios del amor no había pasado desapercibido el poder de Odysseus. Por esa razón no comprendía su petición. Podría romper aquel lazo eliminando al otro alfa. No obstante, su obsesión por el Omega no le permitía hacerlo. No cuando corría el riesgo de ser odiado. Por esa razón, recurrió al culto del dios del amor, cuyas flechas podían crear el amor más dulce como la tragedia más amarga.
— No puedo romper el nexo entre ambos destinados — aseveró aduciendo que aquello era un regalo de la Diosa del amor. Sin embargo, aquel Santo de Athena podía serle de utilidad. Su poder y habilidad podía acercarlo a lo que buscaba.
— Usted es poderoso, mi señor.
Ante lo dicho el dios del amor mostró una expresión soberbia. Aquello era cierto, quizás no podía romper el nexo por su propia mano, no sin enfrentar la furia de la regente del Olimpo, pero podía provocar su ruptura.
— Te daré el amor de ese mortal. — dictaminó el dios, quién tras escuchar su perverso deseo, demandó una cosa a cambio de interceder y ensombrecer aquel lazo. — Pero habrá una condición.
— Le daré lo que me pida.
Continuará...
Chapter 17: Retorno al pasado ( II )
Chapter Text
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MESES DESPUÉS
El Santuario comenzó a ser invadido por serpientes emisarias, quienes proclamaban la resurrección del guardián de Ofiuco, ordenando a los Santos de Athena unirse a él y tomar la cabeza de su diosa. De esta forma, con la resurrección de este poderoso alfa, la tierra comenzó a temblar, provocando que parte del Santuario comenzara a derrumbarse por el pronto resurgir del Templo del Serpentario, en cuyo interior se encontraba una gran serpiente custodiando la Cloth de Ofiuco, liberándola de su letargo para que viaje hacia su portador, quien se encontraba parado sobre una lápida con su nombre, ahora portando la armadura de Ofiuco. Desde lo alto de su templo, el Santo de Escorpio observaba atónito lo ocurrido.
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Esa era la señal.
La rebelión había iniciado.
Esa noche el Santuario cayó bajo ataque, si bien proteger a su diosa era prioridad. Cómo hacerlo cuando no sabían en quién confiar? Los traidores habían tomado el Santuario. Quién era un aliado? Quién era un traidor? No podían confiar en nadie. Esto lo descubrió el Santo de Virgo, quién corría a toda velocidad con el propósito de huir de la cámara patriarcal. El sumo pontífice estaba del lado del Santo de Ofiuco, apenas había logrado salir con vida, su armadura estaba prácticamente destruida, la sangre en su rostro no podía diferenciarse de sus hebras carmesí. Había rechazado la propuesta del guardián de Ofiuco. Sin embargo, cuando estuvo a punto de abandonar el doceavo templo, fue interceptado por un objeto, muy similar a una daga, el cual se incrustó en su espalda haciéndolo caer, quiso reaccionar pero en ese instante pudo notar la sangre brotar de su cuerpo, para su sorpresa y dolor, se trataba de la Rosa Sangrienta, la cual se encontraba clavada en el centro de su pecho. No había duda, aquel ataque era obra del Santo de Piscis.
Cardinale era un traidor.
— Es una lástima, querido amigo. — se disculpó con ironía un Omega de largas hebras doradas y hermosas facciones, sonriendo con perversidad — Pero escogiste mal.
— Tú... — articuló con dificultad el pelirrojo, observándolo iracundo, nunca tuvo una buena relación con el Omega pero no lo creía un vulgar traidor. No al grado de atacarlo por la espalda al menos.
— Siempre fuiste el Santo con la mayor justicia. — espetó con desgano defendiendo sus egoístas actos — Por cierto, existen más traidores en el Santuario, pero eso ya lo sabes, verdad? — se mofó señalando sus heridas.
— Cardinale...
— Adiós, Shijima — sentenció arrojando un cúmulo de rosas daga sobre su rival, no le daría tiempo de deshacerse de su técnica, pues una vez clavada la rosa sangrienta, esta absorbe la sangre de su rival tornándose roja. Una vez que pierda totalmente su color blanco, su enemigo estaba condenado a la muerte. De todas las técnicas conocidas en el Santuario, esta era una de las pocas con la capacidad de matar al enemigo con un único golpe, siempre que un tercero no intervenga para retirar esa rosa.
Con dificultad el Santo de Virgo logró esquivar los ataques de Cardinale. Sin embargo, por cada segundo, aquella rosa se incrustaba aún más en su cuerpo, mucha sangre brotaba de su pecho. Desde las escaleras podía observar algunos templos caer en pedazos, había sido testigo de la explosión de Galaxias de Géminis, el fuego fatuo de Cáncer. Todo era un caos. La guerra de los mil días había iniciado en más de un lugar. Estaba preocupado por Athena pero sobre todo por un alfa en particular.
No sentía el cosmos del aguador.
— Mys...toria.
— Preocúpate por ti, Shijima! — espetó el guardián de Piscis enviando una lluvia de rosas azules, en forma de proyectiles con el objetivo de cortar a su oponente. Se trataba de las Rosas Daga, las cuales se incrustaban cual puñal sobre su rival.
El Santo de Virgo cayó inconsciente tras ese ataque, estaba demasiado herido para enfrentar al guardián del doceavo templo, parte de su lastimado cuerpo había terminado entre las gradas que separaban aquel templo con el de la urna. Al recabar en el estado de su rival, Cardinale decide acabar con él, ejecutándolo con sus propias manos. Sin embargo, cuando está a punto de tocar a Shijima, su mano se congela. De entre las escaleras que daban al templo de Acuario. Mystoria descendía con una seria expresión, desprendía un cosmos gélido y aterrador, uno que alertó a Cardinale, provocando que se alejara abruptamente del Santo de Virgo.
— Debí suponer que no aceptarías el trato de Ofiuco — espetó el rubio — siempre fiel a tu deber de proteger a Athena.
El Santo de Acuario lo ignoró colocándose al lado de un mal herido pelirrojo, observando con preocupación cómo aquella blanquecina rosa, estaba por tomarse en su totalidad de un profundo color carmesí. Su compañero habría muerto si no hubiera retirado aquella rosa de su cuerpo antes que terminara por absorber su sangre.
— Shijima. — llamó sosteniendo entre sus brazos el frágil cuerpo del Omega, sus profundas orbes desprendían una mezcla entre odio y preocupación.
— Mys...toria. — pronunció con alivio al ver con vida al alfa que amaba — estás bien.
La expresión de Mystoria se suavisó ante la sincera sonrisa de Shijima, a quien aún lo tenía entre sus brazos, apoyando parte de su cuerpo en el suelo.
— El Patriarca... y Cardinale han traicionado a Athena. — articuló con dificultad el pelirrojo
A lo lejos, el Santo de Piscis observaba con desconcierto aquella escena pero sin bajar la guardia. Todos conocían a Shijima por ser un hombre silencioso, únicamente se pronunciaba cuando era prudente, pero con Mystoria siempre era diferente. No pudo evitar recordar como años atrás los Santos de Oro quedaron atónitos al observar como aquel callado y pequeño Omega, le habló sin dudar a un desconocido Mystoria, esbozando una sonrisa sincera. Para Cardinale, Shijima se caracterizaba por ser un Omega amable pero callado, rara vez hablaba. A diferencia de Écarlate, que era huraño y se alejaba de todos, no parecía querer trabajar con nadie a excepción de Ofiuco.
— No tengo tiempo para esto — dijo sacando una rosa daga dispuesto a aprovechar la distracción del alfa, quien ahora sostenía a un inconsciente pelirrojo.
«Debo acabar con Mystoria.» pensó lanzando un lluvia de rosas daga, las cuales se dirigen como proyectiles hacía Mystoria, quién decide acabar con ellas creando un escudo de hielo para proteger a Shijima, dado la gravedad de sus heridas no podía moverse con brusquedad. Sólo podía contener los ataques de Cardinale hasta hallar una abertura y...acabar con él.
Los traidores se habían revelado, eran sus hermanos de armas, se criaron juntos. Sin embargo, no tendría piedad, no cuando Cardinale no la tuvo con Shijima. Dado la gravedad de las heridas del hindú, pudo acabar rápidamente con él, pero no lo hizo. El Santo de Piscis disfrutaba torturar a sus rivales y Shijima no era la excepción.
El Omega esquivaba con dificultad los obeliscos de hielo de un iracundo alfa, desvaneciéndose en el rocío que generaban sus propias rosas, para poder escapar de los ataques de su oponente y atacar por sorpresa. Sin embargo, cada vez que se aproximaba al alfa, más cerca estaba de ser atravesado por uno de sus obeliscos. No pudo evitar esbozar una sonrisa maliciosa, Mystoria en verdad quería matarlo. Cuando el rubio encontró una abertura para clavar su rosa piraña sobre el alfa, esté volteó furioso, atravesando su pecho con su obelisco de hielo. Una gran cantidad de sangre brotó de la boca del rubio, quien agonizaba con lentitud y profundo dolor. Mystoria había calculado con exactitud dónde clavar aquel obelisco, de modo que Cardinale no tenga salvación pero dándole el tiempo suficiente para apreciar su muerte.
— Resiste, Shijima. — dijo tomando en brazos a un inconsciente pelirrojo, dispuesto a llevarlo a su templo, dónde curaría sus heridas.
[•••]
Una vez que el pelirrojo despertó, se encontraba notoriamente preocupado. Sin embargo, el alfa procedió a calmarlo, aduciendo que Athena estaba a salvo, los traidores se habían retirado con Ofiuco, pero retornarían para terminar lo que iniciaron, esto apenas era el comienzo.
— Hay más traidores en el Santuario? — preguntó el pelirrojo aún adolorido pero mejor gracias a los cuidados del alfa y los sanadores.
— Écarlate... — acotó con dificultad, el dolor en su voz era palpable, apenas se había recuperado de la Scarlet Needle cuando rescató a Shijima. No quería admitirlo pero bajó la guardia. Écarlate no deseaba que lo siguiera, que impidiera su huida. — Él está del lado de Odysseus.
El Santo de Virgo lo observó atónito. Nunca esperó que Écarlate fuera un traidor, siempre supo de la afinidad del Omega por el guardian de Ofiuco pero jamás esperó que lo ante pusiera sobre su vínculo con Mystoria. Por años, Shijima amó al Santo de Acuario, recordaba cómo le dolió saber que Écarlate era su destinado. Sin embargo, el Santo de hielo lucía feliz, cortejó al pelirrojo hasta ser aceptado por aquel implacable y retraído escorpión, con quién en palabras del alfa planeaban formar una familia. Si bien, Mystoria era el alfa de Écarlate, Shijima nunca vió con buenos ojos el vínculo entre ambos.
— Lo eligió sobre nuestro vínculo... — espetó el alfa con una mezcla entre ira y dolor. Aquella traición había terminado por quebrarlo
Al recabar en su estado, el Santo de Virgo procede a acariciar las hebras azules del alfa, ofreciéndole su apoyo y contención, provocando que amargas lágrimas brotaran de las orbes del aguador, quien por primera vez en ese fatídico día podía permitirse dejar salir su dolor. Sólo con Shijima sentía que podía quebrarse.
El pelirrojo lo atrajo a su pecho, acariciando sus hebras azules, procediendo a segrega sus feromonas para calmar el dolor del alfa, pues su enemigo no era cualquier compañero, era Écarlate, su Omega destinado. Su deber como Santo de Athena era ejecutarlo por alta traición, esto significaba la ruptura de su vínculo. Aquello representaría un enorme dolor para Mystoria, pues la ruptura de un vínculo era letal, en casos extremos podía provocar la muerte.
« Mystoria...» pensó con temor tomando una decisión.
No lo permitiría, no perdería al alfa, no por un traidor como Écarlate.
— Mystoria... — espetó con determinación sujetando entre sus manos el rostro del alfa, quién lo observaba atónito. Sin embargo, cuando estuvo a punto de emitir alguna palabra, es interrumpido por los labios de Shijima, quien lo silenció con un profundo beso, uno que descolocó notablemente al Santo de Acuario. — Acéptame como tu Omega.
El Santo de hielo se tocó los labios, ruborizado. No podía procesar lo ocurrido, Shijima le había propuesto enlazarse con él, marcarlo como su Omega, si lo hacía no sufriría tras la ruptura con Écarlate. Sin embargo, había algo más que la ruptura de un vínculo. El Santo de Virgo lo amaba, no dudó en confesar sus sentimientos en ese momento.
— Elíjeme...Mystoria. — pidió con un nudo en la garganta. Nunca esperó confesarse, menos de esa manera.
— Shijima...— esbozó el alfa, observándolo con una mezcla entre tristeza y afecto. — No puedo hacer eso...— dijo rechazando con tacto los sentimientos del pelirrojo. Aduciendo que pese a lo ocurrido, sus sentimientos por Écarlate seguían vivos y eso no cambiaría. En verdad desearía poder amar a Shijima pero había elegido su camino y esté era con el implacable escorpión.
— No podrás acabar con Écarlate. — acusó con enfado
— Entonces moriré con él.
El Santo de Virgo apresó los brazos del alfa con firmeza, intentando hacerlo comprender la situación. Sabía que Mystoria jamás podría acabar con la vida de Écarlate; preferiría sacrificar su propia existencia antes que ejecutar al escorpión. Este dilema le causaba un profundo dolor al Santo de Virgo, lo que le llevó a tomar una drástica decisión: sería él quien se encargaría de eliminar a Écarlate.
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Un campo de fuerza se extendía sobre una de las numerosas áreas circundantes al Santuario. En el interior de ese recinto se hallaba el serpentario. Santos de oro y plata habían seguido a Odysseus, quien declaraba que su ataque era inminente, y que esta vez se encargaría de Athena. A su lado, se encontraba el Santo de Escorpio, designado como su mano derecha y... futuro consorte. Esta elección sorprendió a muchos, pero pronto quedó claro por qué el implacable escorpión lo apoyaba. ¿Qué podría ser lo suficientemente poderoso como para hacerle traicionar no solo a su diosa, sino también a su propio destinado?
Tras la finalización de la reunión, el decimotercer guardián se dirigió a sus aposentos, llevando consigo al implacable pelirrojo. Este último yacía en su lecho, sus ojos reflejando un profundo vacío, como si estuviera bajo el influjo de una fuerza maligna.
— No tienes idea cuánto deseé tenerte. — denotó con excitación, recorriendo con sus manos el esculpido cuerpo del pelirrojo — Hoy podré hacerte mío.
El Santo de Escorpio se paralizó ante sus palabras. Sin embargo, no podía dejar de pensar en su alfa, aún recordaba la expresión de decepción y dolor del Santo de hielo cuando lo atacó.
" — Écarlate...por qué?...— cuestionó con amargura y desconcierto, retorciéndose sobre una de las columnas
— Seré el Omega de Odysseus — dictaminó con decisión"
En ese momento su deber era matar a Mystoria pero no pudo, algo le impedía dañar al aguador, únicamente pudo paralizarlo con su Scarlet Needle, antes de retornar con el decimotercer guardián.
" — Écar...late. — articuló con dificultad tratando de detenerlo
— OLVÍDATE DE MÍ, MYSTORIA! — exclamó iracundo abandonando el onceavo templo"
La sensación del cuerpo del alfa profanando su cuerpo, lo trajo de vuelta a la realidad, provocándole un punzante dolor, sus ojos comenzaron a llenarse de amargas lágrimas. Había traicionado a Mystoria. Se sentía deshonrado, quizás nunca fue digno del Santo de hielo.
Se odiaba, en un inicio había decidido darle la espalda al serpentario. Sin embargo, cuando estuvo apunto de confesar los maquiavélicos planes de Odysseus, su cuerpo actuó atacando a Mystoria. Era cómo si algo lo controlara, su mente se nubló llenándolo de un irrefrenable deseo por proteger al Serpentario, yacer a su lado. No obstante, algo no encajaba.
Su cuerpo correspondía con fervor a cada acto de pasión, pero con cada estocada su alma se rompía. Si tanto amaba a Odysseus por qué sufría tanto al entregarse a él?. En un inicio, el serpentario le había jurado que no tocaría Mystoria. Sin embargo, de no unirse a su rebelión, Écarlate debía matarlo. Y en ambos había fallado, tanto en confesarle lo ocurrido a su alfa, como en ejecutarlo.
— Ah! Odysseus... Ah...para! — gimió con dolor, intentando luchar contra su propio cuerpo para separarse del alfa, para quien aquella sensación era como estar en el cielo, le resultaba tan placentero sentir la cálida entrada del escorpión. Lo había deseado desde que lo vio madurar.
El Santo de Ofiuco no se detuvo hasta anudar dentro del Omega, a quien el dolor en su cuerpo le impedía moverse, había perdido la cuenta de las veces que lo había reclamado como suyo, pero no había retorno. Mystoria nunca le perdonaría tal traición.
El dios del amor había corrompido el corazón de Écarlate, cuya alma luchaba con fervor por librarse de aquel maligno influjo. De ser un mortal común y corriente, no le habría dado trabajo al Dios del amor pero al tener la protección de la Diosa Afrodita. Corromper aquel vínculo entre dos destinados resultaba complejo y sumamente molesto, el Dios debía ser cuidadoso si no quería alertar a su madre o a Anteros.
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Al culminar la entrega entre ambos guerreros, el guardian de Ofiuco procede a cubrir su desnudes con una toalla atada a su cadera, a su lado yacía un inconsciente Écarlate sobre su lecho, tenía marcas de su noche de pasión. Sin embargo, antes que pudiera seguir admirando la seductora silueta del escorpión. Un poderoso cosmos se hizo presente, se trataba del Dios del amor.
— Mi señor — dijo inclinándose con respeto ante el poderoso Dios, cuya gélida expresión contrastaba mucho con su apariencia angelical.
— Cumple nuestro pacto, Odysseus. — demandó cruzando sus brazos
El Santo de Ofiuco asintió, aduciendo que la mayor parte estaba hecho. Únicamente debía uniricar su energía con aquella que brotaba del lago lerna. Ignoraba por qué el Dios del amor requería una fuente de resurrección. No tenía sentido pero tampoco deseaba preguntar.
« Una fuente que no puede revivir a dioses. Entonces... a quién deseaba traer del reino de los muertos?» pensó
Acaso su objetivo era preservar su cuerpo? Quizás garantizar su inmortalidad reencarnando en un mortal en específico. Todos conocían su enemistad con Apolo, por lo que no dudaba que buscara protegerse. Sin embargo, aquella fuente sólo se podía usar por única vez en un mismo ser.
A quién quería revivir el dios del amor?
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SEMANAS DESPUÉS
Una guerra se había desatado en el Santuario. Tal como anhelaba, el Santo de Virgo se reencontró con el implacable escorpión. Aquel traidor, que al quedar atrapado entre sus sellos, no tuvo mayor opción que retirar su invisibilidad para poder atacar con su brutal cosmos a Shijima, desatando una gran batalla entre ambos Santos de Athena. No obstante, por más Scarlet Needle que lanzara, el hindú no le permitiría cruzar su templo.
— No te dejaré llegar a Mystoria. — espetó con determinación — No me importa su vínculo, Écarlate! — bramó con fiereza, enfadando al escorpión por su osadía.
— Aún en estos momentos eres un estorbo — espetó con amargura.
— Y tú un traidor. — sentenció con severidad el hindú, quien según sus compañeros de armas, poseía una gran capacidad para ver el bien y el mal en el corazón de las personas. Quizás por eso nunca sintió agrado por Écarlate o quizás sólo eran celos. — No mereces a Mystoria.
— Esto no te concierne.
— YO AMO A MYSTORIA! — gritó revelando por primera vez sus sentimientos a Écarlate, quien lo observo con profundo odio.
— INFELIZ! — bramó fuera de sí, lanzando una lluvia de Scarlet Needle sobre el hindú, quién con dificultad evade su ataque.
No podía evitar pensar que Mystoria merecía algo mejor, la actitud de Écarlate lo irritaba. Lo encontraba arrogante y desleal, pero sobre todo... le disgustaba su traición. Sabía que no tenía derecho a intervenir, pero el instinto de protección hacía el alfa que amaba era fuerte. Por esa razón, pretendía asesinarlo, sólo así liberaría a Mystoria. Sin embargo, pese a la gravedad de las heridas que se habían provocado, Écarlate no sucumbía. El Santo de Virgo se había dispuesto a utilizar todo su cosmos en ese último ataque. No obstante, cuando estuvo a punto de ejecutarlo sobre un abrumado pelirrojo. Una barrera de hielo los separa.
— Mystoria...— susurró el hindú, cuyo aliento helado era notorio
— Regresaste a buscarme? — cuestionó con burla Écarlate, recobrando su postura inicial.
El Santo de hielo había intervenido en la batalla, él mismo se encargaría de Écarlate. Por lo que no dudó en enfrentar a Shijima, observándolo con severidad. Sin embargo, al recabar en las amargas lágrimas que brotaban de los profundos orbes del hindú, no pudo evitar sonreír con afecto, acariciando con suavidad su mejilla. Le agradecía profundamente sus sentimientos por él, por amarlo tanto.
— Quiero pedirte un último favor — acotó solicitando encerrarlos en un campo de cosmos para que su batalla no destrozara el Santuario. Sin embargo, sólo uno podría salir de aquel campo de energía...y Mystoria no planeaba volver.
El Santo de Virgo sufre al escuchar esta petición pero decide cumplir su última voluntad. No insistiría más...el Santo de hielo amaba a Écarlate, aún con sus errores. Por eso había escogido morir a su lado. El escorpión pagaría con su vida haber traicionado al Santuario; y él...tal como lo juró, estaría a su lado.
— No siento nada por tí, Mystoria. — espetó dirigiendo su técnica más letal sobre el alfa, quien se defiende de los ataques del escorpión. Sin embargo, había algo extraño en su actuar, Écarlate llucía diferente, su mirada era vacía, dolida. — Marca al bastardo de Shijima — dictaminó luchando mano a mano, desatando la guerra de los mil días con aquel que era su destinado. — Líbrate de mí...
— Écarlate...— susurró con sorpresa congelando sus manos entre las suyas con la finalidad de encerrarse ambos en un ataúd de hielo.
El caballero de la Urna había decido perecer a su lado.
— Me entregué a Odysseus! — reveló con una mezcla entre odio y dolor, rompiendo el corazón de Mystoria, quien pese a confirmar sus sospechas, no lo abandona. No podía probarlo pero algo en Écarlate le decía que estaba sufriendo. — TE TRAICIONÉ
Como un último acto de amor, Shijima mantuvo aquel campo de cosmos, cuyo interior era sepultado por obeliscos de hielo. Amargas lágrimas brotaban de sus ojos.
Ese era su adiós...
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El amor no correspondido de Virgo.
En ese momento, un destello violeta se presentó en medio de la batalla, sólo podía divisarse unas enormes alas de mariposa, seguido por una iracunda mirada. Se trataba de Anteros, Dios del amor correspondido, quien haciendo uso de su flecha, apunta al pecho del Santo de Escorpio, castigaría su osadía. Sin embargo, cuando su flecha impactó en el pecho del pelirrojo, pudo ver la flecha de Eros abandonar el corazón de Écarlate, quién en al recabar en lo ocurrido procede a usar su Scarlet Needle para salvar a Mystoria del ataúd de hielo, susurrando un "Perdóname" antes de perecer dentro de aquel obelisco.
Fue así que el Dios del amor correspondido se percató que durante todo ese tiempo, el Santo de Athena estuvo bajo el influjo de Eros. Écarlate siempre amó a Mystoria, incluso al morir demostró la profundidad de su amor.
En las columnas que rodeaban el templo de Virgo, Shijima sostenía entre sus brazos el cuerpo agonizante del aguador, observándolo con dolor y desesperación por no poder hacer nada por él, sabía que era demasiado tarde, la pérdida del Santo de Escorpio, la ruptura de su vínculo, esto sumado a sus heridas, cobrarían la vida del alfa que tanto amaba.
— Mystoria... no... por favor — murmuró desesperadamente, con ojos llenos de lágrimas, no quería aceptar su muerte. Miró hacia donde se encontraba el inerte cuerpo de Écarlate, y una ola de rabia y furia lo invadieron.
— Dejo a Athena en tus manos...Shijima — fueron las últimas palabras de Mystoria, quien murió en brazos del hindú. Aún con el dolor de la ruptura de su lazo, había protegido a Athena y Shijima. Quizás no podía corresponderle, pero podía mantenerlo a salvo.
Aquel día gracias al sacrificio de sus caballeros, Athena había derrotado al guardián de Ofiuco, quien corrompido por su ambición intentó convertirse en un dios, superar a los dioses, por lo que fue castigado y su existencia fue borrada de todo registro histórico. Su templo quedó sepultado bajo tierra, entre las casas de Escorpión y Sagitario. Este hecho sólo podía ser conocido por Athena y el patriarca. Todo el conocimiento estaba en Star Hill.
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Écarlate y Mystoria, dos personas que se amaban pero no pudieron estar juntos por la traición de Écarlate. Su obsesión fue más fuerte que su amor.
O esa era la historia que se contaba.
A lo lejos, el Dios del amor observaba desde las sombras. Quizás Odysseus había muerto, fracasando en su rebelión. Sin embargo, él había obtenido lo que anhelaba. Algo que sólo Odysseus podía crear.
Continuará...
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Hola! 💜
Fin de "Retorno al pasado"
Espero que les haya gustado este capítulo.
🔸 Qué planea el dios del amor con la fuente de
la resurrección?
🔸 Écarlate había elegido a Mystoria. Sin embargo, el influjo de Eros le impidió actuar contra Ofiuco.