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"En Argentina, alabamos o criticamos dependiendo de si la pelota entró en el arco o no. Messi siempre será un don nadie hasta que gane una Copa."
"Él no tiene lo que llaman los colores del país. Nunca canta el himno nacional. Cuando las cosas se ponen difíciles, desaparece. En realidad, él prefiere quedarse en Barcelona antes que entregarse al país."
"Debemos dejar de idolatrar a Messi."
Lo criticaron, criticaron al hombre que llevó a Argentina a las puertas del paraíso - la final del Mundial de 2014. Luego la final de la Copa América 2015, y la final de la Copa América 2016.
Las duras palabras de sus propios aficionados apuntaban directamente a él. Lo insultaron, quemaron su camiseta justo después de la derrota contra Chile en la final de la Copa América 2016.
"Mi camino con la selección argentina ha terminado. Tomo esta decisión por mí y por aquellos que lo desean. Me esforcé mucho, pero no obtuve nada."
Esas palabras sacudieron al mundo del fútbol y al mundo entero en ese momento. Nadie podía creer que alguien como él, quien ama la camiseta albiceleste más que nadie, pudiera decir adiós a la Asociación del Fútbol Argentino.
Ellos, aquellos que indirectamente lo hicieron irse, ahora lloraban y suplicaban que no se fuera. Querían que se quedara, que siguiera luchando por el país, que los perdonara por lo que hicieron.
Lloraban, suplicaban, pedían su perdón, pero esos egoístas, ¿alguna vez lo entendieron? ¿Alguna vez se pusieron en su lugar? ¿Alguna vez soportaron la presión que él ha tenido que soportar todos estos años?
¿Qué derecho tienen de pedirle algo? Lo criticaron por los fracasos, dudaron del amor que él les tenía, dudaron de los esfuerzos que hizo por el país.
Pero esos fracasos no fueron culpa suya. No hizo nada malo. ¿Por qué no miran sus esfuerzos? Hizo todo lo que pudo. ¿Qué más quieren que haga? Él prefería morderse los labios y soportar todo en silencio, porque sabía que ahora, a sus ojos, no era más que un chivo expiatorio.
¿Cómo podían saber lo impotente que se sentía? ¿Cómo podían saber cuántas veces lloró?
¿Alguna vez vieron esa pequeña espalda temblar por las lágrimas?
¿Alguna vez lo vieron llorar hasta el punto de no poder respirar?
No lo vieron, ni tampoco saben cuánto sufrió. Entonces, ¿qué derecho tienen para criticarlo, mucho menos para pedirle que se quede?
Argentina estaba en caos, con el tráfico colapsado cuando Lionel Messi anunció su retiro de la selección. La gente se volcó a las calles, publicando innumerables mensajes en las redes sociales, rogando que se quedara. En el fondo, todos sabían cuán grande era el amor que él tenía por Argentina, pero lo negaron, solo porque no pudo traer un trofeo en la camiseta albiceleste. Ahora lo saben, ahora saben que se equivocaron.
Pero, ¿qué pueden hacer ahora?
Aquellos que lo amaban sabían lo doloroso que fue para él tomar una decisión como esa, pero no lo culparon, porque entendían por lo que había pasado. Solo estaban enojados, enojados porque no pudieron protegerlo, enojados por las palabras hirientes que recibió. Solo deseaban haber crecido más rápido para poder estar a su lado, protegerlo y cuidarlo.
Después de más de dos meses de esfuerzos, lograron que se quedara. Quería cambiar la forma de jugar de Argentina, pero no quería quedarse al margen. Quería hacerlo como jugador, como parte del equipo.
Estaban felices de que volviera y sabían que necesitaban tratarlo con más suavidad, quererlo un poco más.
Pero cambiar el fútbol argentino no es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana. En el fútbol, la excelencia individual es una fortaleza, pero si un equipo está compuesto por individuos brillantes, eso no lo convierte necesariamente en un equipo fuerte. ¿Por qué? Simplemente porque en esos casos, todos anteponen sus intereses personales. No les gusta estar en el banquillo, discuten, incluso pelean por cosas pequeñas. Eso destruye la unidad entre los miembros, y un equipo sin unidad no puede ser fuerte. Él lo sabía. Quería unir a todos, que antepusieran al equipo, pero eso no es fácil.
No fue hasta mucho después, cuando una nueva generación reemplazó a la anterior, que se pudo ver la diferencia entre ambas. Los jóvenes estaban dispuestos a correr por él, dispuestos a sentarse en el banquillo sin quejarse, se cuidaban y se querían como una familia. Eso era lo que él había estado buscando durante tanto tiempo, pero por desgracia, era muy tímido. Sin embargo, eso no significaba que fuera ignorado. Al contrario, era el centro de atención. ¿Por qué?
Porque ya habían caído en las redes del pequeño león.