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Las reglas se hicieron para romperse

Summary:

Donde una confesión por error le cuesta al frío y desabrido Madara Uchiha estar vinculado en términos amorosos a una falsa relación con el peligrosamente atractivo y popular mariscal de campo en la universidad, Hashirama Senju.

Y como en toda farsa, debe existir un plan estratégicamente ideado detrás de la faceta de la pareja perfecta, así que Madara decide establecer reglas que restrinja al Senju de hacer perversidades.

El único problema es que Hashirama no es precisamente bueno obedeciendo normas y termina rompiendo cada una.

Chapter 1: Un beso para mi mejor amigo

Chapter Text

 

Punto de vista de Madara:

 

Bufé de molestia. 

 

Mi día puede resumirse en una apestosa bola de desgracias, una tras otra. De cualquier forma, yo ya estoy acostumbrado a que las cosas me salgan pésimas. El día que me ocurriera algo bueno, probablemente lo echaría a perder con la increíble suerte que tengo. Nótese el sarcasmo. Oh, lo siento por mi vocabulario, es que efectivamente es inevitable aflojar palabrotas de mi boca suelta, por eso no he dejado de lanzar blasfemias a los cuatro vientos y poner mi cara de que si me joden los asesino.

 

Me oigo melodramático, pero ya os voy a recapitular. Primero, he trasnochado por unas largas horas a causa de un ensayo analítico de la teoría de los sueños, soy muy detallista con lo que hago, y a consecuencia realicé una profunda investigación del tema. Porque si no haces algo bien, mejor ni lo hagas, es lo que digo siempre. Cuando voy a entregar mi preciosa obra de arte a mi profesor, él no asistió. El viejo del no vino a examinar mi trabajo. En cambio fue un maestro suplente, que llevó a cabo un debate sobre la cuestión y como a mi me encanta exhibir mis opiniones le contrarié una de sus ideas, a lo que él se enojó y me gritó que sería un terrible psicólogo y que nadie me consultaría jamás por mi supuesta falta de empatía, y yo que nunca me quedé callado, le dije también entre gritos que yo podía exteriorizar mi punto de vista tanto como quisiese.

 

Tras eso abandoné el aula azotando la puerta, no sin antes dejarle un lindo recuerdo de mi existencia, sacándole el dedo de el medio y saliendo a la cafetería. Necesitaba café en grandes dosis, mis ojos se cerrarían voluntariamente y las ojeras se apoderarían de mí. Iba a esperar a Izuna, mi hermano menor, pero luego me di cuenta al revisar mi móvil de que me escribió un mensaje avisándome que este día no almorzaría conmigo por irse a practicar algún deber con su novio. No sé que tan tonto él cree que soy como para no saber que ellos dos ni siquiera cursan la misma carrera ni comparten las mismas clases. En todo caso voy a rogar porque no estén haciendo lo que estoy pensando. 

 

Así que por la ausencia injustificada e irrealista de mi hermano, tuve que sentarme solo. Porque ni amigos tengo. Dato que agradezco, así evito hablar con imbéciles. El comedor ecológico de la universidad de Melita Hills era para mí un refugio, no iba mucha gente y eso me agradaba, cero bullicio y nada de fastidios. Pedí mi café amargo -igual que mi vida-, bloquee mis oídos con mis audífonos a todo volumen y la canción "Basket Case" de Green Day sonaba tan alta en mi reproductor mp3 que me fue satisfactorio, cerré los ojos deleitándome con el son y la letra.

 

Fue un momento de paz aquel, de liberar el estrés con música y café, la combinación perfecta. No esperad, aún me falta fumar, lástima que a estos niñatos ricos les parezca una abominación el cigarrillo y que lo prohibieran en los establecimientos. 

 

Hasta ahora todo me está yendo fenomenal, ¿No es cierto? 

 

¡PUES NO, SE EQUIVOCÁIS TOTALMENTE! 

 

A penas pasaron cinco miserables minutos de calma, vislumbro que encima de la mesa caen unos folios con documentos que no me interesan y una mochila rosita pastel, a continuación en la silla de caoba enfrente de mí toma asiento una muchacha esbelta de unos aretes, pulseras y reloj de oro, unos pantalones vaqueros rasgados por los musculos y un top escotado amarillo con diseños de margaritas, es tan colorido que no sé como no quedé daltónico, ciego, paraplégico, tieso o en una camilla de hospital con un coma permanente. Tantos colores juntos me dan jaqueca, es como si mi cerebro emo no quisiera adaptarse a ellos.

 

 Suspiré con frustración, esos cabellos rojos bien peinados en dos moños envueltos y ojos de esmeralda eran tan reconocibles desde kilómetros de distancia. 

 

Mito Uzumaki. El tormento de mi existencia. De hecho todo el mundo lo era, pero ella más. Yo la denomino "la piraña" y no, no es un cumplido. Ni siquiera suena como uno. Esta princesita y yo nunca nos hemos llevado bien y esto se remota a los años de preparatoria en los que su papi era el director del instituto y por ende, ella podía hacer lo que se le plazca sin recibir a cambio una detención. Yo fui uno de sus objetivos por mucho tiempo, no desperdiciaba ningún momento para enfurecerme conjunto a sus secuaces de esa época. Mito fue una participe profesional en artimañas, usando esa carta de manipulación tóxica siempre que se presentaba el caso. Afortunadamente no caí en sus negocios baratos, pero él sí.

 

Como sea. Luego de entrar a la universidad no creía hallarmela de nuevo. No obstante, en la ceremonia de ingreso me hallé con un altercado: la mujer que más detesto cursaba en la facultad de periodismo y estudiaba en el mismo centro que yo, y por si fuera poco, me saludó serena la muy hipócrita. Os juro que no se me pasó por la cabeza despreciar tanto a una pelirroja, pero es que Mito no quiere colaborar. La coroné oficialmente en mi pedestal de "Las porquerías más asquerosas en mi vida" postrada en un rango más arriba que Tobirama Senju, ¡Enbuenahora! Nunca creí que ella le iba a ganar a esa rata de alcantarilla.

 

Ella estiró los labios en una sonrisa. Hum, no me gustaba esa sonrisa, parecía una víbora acorralando a una cucaracha. Y presiento que yo soy la cucaracha. Sentí que mi censor de pelirrojas superficiales se activó. 

 

—Buenos días, Maddy—Su voz era tan aguda que mis tímpanos tal vez sangrarían si no fuera por los audífonos. Ella sin preocupación y con duda le dio un sorbo al café que pedí y su cara arrugada demostró su descontento.—¡Argh! ¡¿Café amargo?! 

 

Ella tragó el líquido desabrido con pesadez y los ojos verdes lagrimeando, con una molestia en la garganta. Me decepcioné un poco, ¿Por qué no pedí veneno en vez de café? O un insecticida. 

 

—No recuerdo haberte dado la autorización de llamarme así.—Le arranqué de sus garras postizas mi vaso capuchino.—Ni tampoco de sentarte conmigo. Así que hazme un favor y lárgate. 

 

—No seas grosero—Mito puso los codos sobre la mesa recargando su mentón.—Vengo a darte unas buenas noticias. 

 

—Nada que venga de ti es una buena noticia.

 

La bruja deja escapar una risa de diversión y forzada, creo que lo hace para disimular que se ofendió. Eso me genera un tic en el ojo. Si su voz de por si es chillona, imaginad su risa que en vez de ser encantadora, es la de una villana conejita diabólica... O algo así. 

 

—Créeme, esto te gustará—Lo dice con sosiego. Yo alzo una ceja.—Verás... , este viernes es mi fiesta de cumpleaños. 

 

—¿Y qué quieres? ¿Un trofeo?

 

—No has escuchado lo más emocionante.—Me alegó con una vena anime palpitando en su frente.—La cuestión es que, quiero que vayas. Estás invitado. 

 

Un silencio se formó entre ambos por unos dos segundos. Yo aguardé de que me diga la broma detrás de esas palabras, que yo haga creer que me sorprendí, que se burle de mí y por fin que se largue de mi vista. Pero no sucede. Que curioso. Busqué la veracidad en su iris verde o el cinismo. Nada. Ella iba en serio. 

 

De igual manera me hizo gracia. Yo, en una fiesta de cumpleaños. 

 

—No iré.

 

—¿Por qué no? 

 

—Porque no me interesa. ¿Por qué no se lo pides a Izuna? Seguramente que acepta. 

 

Oh Izuna, mi dulce hermanito. Mi escudo humano a prueba de zorras e idiotas. Aunque lo tengo harto atosigandolo con mis ocurrencias personales, sé que en su interior me ama y se entretiene dándome consejos filosóficos cual psicólogo, mira que ironía. Al yo no tener un rumbo o meta clara en esta universidad más allá de mis deberes laborales, se marca mucho la diferencia en medio de Izuna y de mí. Él por evidentes razones es más popular, simpático y anda arreglado constantemente con un glamour y outfits como si fuera la versión masculina de Britney Spears, y por ello la gente metiche se lo ha envidiado, es un excelente estudiante de artes escénicas y cuenta con una personalidad muy gentil que enamora a cualquiera, ha estado en la boca de muchos y por fortuna en la cama de pocos. Sus amoríos eran efímeros, no alcanzaban a durar un mes. Si se aburre de un tipo, se va con otro. Yo lo he regañado por eso, no podía estar de hombre en hombre así y traerlos a nuestra casa, a papá le daría un colapso mental por lo sobreprotector que es. Y vi la gloria cuando se dignó a hacerme caso y consolidar una relación seria. El dilema está en que es con el ser humano más odioso que ha pisado la faz de la tierra. Ni siquiera es un humano, es una rata. Estoy hablando damas y caballeros de Tobirama Senju. Y iugh, un Senju. De tanta gente con dinero, futuro y expectativas que hay aquí en Melita Hills, ¿Por qué tuvo que ser con un Senju?

 

El caso es que Izuna se ganó la aceptación y admiración de las personas por su propio mérito. Y yo... Bueno, soy solo el hermano mayor de Uchiha Izuna o su sombra, ni más ni menos. El título se oye imponente si lo ven desde otra perspectiva.

 

—Yo ya se lo dije, pero él no irá. Dice que tiene planes para el sábado.—La pelirroja del infierno me saca de mi trance.

 

—Pues que pena. Disfruta tu fiesta con todos los retrasados que asistirán, no te olvides de ahogarte con el pastel. 

 

—¿Eso significa que no irás? 

 

—Exactamente.—Digo a regañadientes, me está tentando a reproducir de nuevo mi bella música y a dejarla hablando sola.

 

—¿Puedo saber por qué? 

 

¿Y aún esta hija de pregunta el motivo? Es anormal, para mí que también es sorda o padece de amnesia.

 

—No quiero tener que ver contigo en nada.

 

—¿Y ya? 

 

Por Dios, ¡Cuánta insistencia! Ya empiezo a comprender por que una gran porción de la población masculina de aquí se le doblega a sus caprichos. No voy a negar que Mito es atractiva, con ese pelo de tonalidad peculiar, sus ojos de esmeraldas llamativos, la cintura estrecha y las piernas largas que sabe mostrar, sin contar el apellido Uzumaki que le adquiere más relevancia a su imagen. Pero su belleza externa, por desgracia, no es igual a la que guarda en su interior. Y si cree que voy a ser uno más de los admiradores en su corral de cerdos, pues está muy equivocada. No provoca ni un solo efecto en mí, a excepción el reflejo del asco. 

 

—Sí, por eso y ya.—No pude evitar gruñir.

 

—¿O es porque no tienes con quien ir?  

 

En cierto modo dio justo en el clavo.

 

—No te importa eso.

 

Ella sonrió. Bajó un poco su tono de voz:

 

—¿No será por tu ruptura con...—Mito ladeó la cabeza a la izquierda, sacudiéndola. 

 

Yo barrí lentamente mi mirada por el comedor ecológico, vi detenidamente las mesas con sillas vacías o con escasos estudiantes comiendo y conversando, hasta que mi campo de visión recayó en la puerta doble, donde fue empujada y recién entraban dos figuras que identifiqué con brevedad. Era mi hermanito que contaba algo y se reía de trivialidades mientras que en su cuello yacía envuelto el brazo musculoso del Senju de cabello blanco. Me centré más en Tobirama, porque sé que eso es lo que Mito quería. Que me ponga rabioso y no me controle; o revivir en mi un recuerdo amargo. Él le plantó un beso cariñoso a Izuna por el flequillo de su pelo lacio, a lo que mi hermano sonrió y se acurrucó más en su pecho. Aprieto los dientes sintiendo mi sangre hervir cuando ese imbécil conectó su iris escarlata con la mía negras, la tensión del contacto visual me da la sensación de un huracán en el estómago, y quise golpearlo en su linda cara de niño bonito al observar como me guiñó el ojo y me daba una sonrisa con un nivel de arrogancia insufrible. Lo detesto. Cada partícula de él. 

 

Volví mi atención a la pelirroja. Yo le sonreí y eso causó un aumento en su vacilación, le hice unas señas con mi mano para que se acercara como si fuera susurrarle un secreto, ella obedeció sin chistar y yo rápidamente capturé su mejilla con rubor rosa por el maquillaje, pellizcandola con fuerza. No se me permitía darle un puñetazo, ¿Qué más pensarán de mí? "Madara es un agresor, sexista y abusador de mujeres" no tenía ganas de ensuciar más mi expediente. 

 

—Si crees que... recordándome que estuve con un patán egocéntrico vas a lograr herirme o persuadirme te digo desde ahora que pierdes tu tiempo.—Ella jadeó de dolor cuando hice presión con mi índice y pulgar.—Y te aseguro que romper con él fue lo mejor que me pasó en la puta vida. 

 

Le solté la mejilla con brusquedad y Mito me miró enojada. 

 

—¿Entonces estás con alguien?—Dijo a la vez que sobaba la zona de sus pómulos. 

 

—¿Con alguien...?

 

 —¿No tienes a nadie?—Mito reposó su mejilla en la palma de su mano, mordisqueando una de sus uñas postizas.—No me digas que después de que te dejó no pudiste conseguirte a alguien. Pobrecito Maddy, siempre tan solo y desamparado, ¿Te dolió que él te reemplazara con tu propio hermano?

 

Si de algo estoy orgulloso de mí es que con el paso de los años aprendí a fortalecer mi indiferencia. Ya no soy un mocoso vulnerable a las calumnias que manchan mi identidad, he cruzado esas etapas oscuras en mí. Oculto mis emociones todavía por miedo y siguen juzgándome por mis pensamientos y decisiones. Y la bruja esta no se equivoca, sí dolió, y en la actualidad prevalece clavado el aguijón desagrandome el corazón. Sin embargo estoy complacido por mi hermanito, no le tengo resentimiento, al contrario, me alegro por él. Mito nunca logrará ponerme en su contra, Izuna lo es todo para mí. Ni tampoco va a humillarme tan fácilmente. 

 

—Sí, tengo a alguien.

 

—¿Ah si?—Asentí con tanta seguridad que me asusté—¿Quién es? 

 

A partir de ahora es donde mi día tomó un giro de 360 grados, pasó de ser una a mierda ser una MI-ER-DA en mayúsculas, una tormenta disparando relámpagos estridentes encima de cabeza. Sabía que no debí mencionar ese nombre, juro que no quería decirlo. Me daría una paliza por esto algún día, o ahora mismo, ¿Para qué esperar?

 

—Hashirama... 

 

Ella frunció el ceño. 

 

—¿Hashirama... Senju?—Afirmo. Por supuesto que era él, ¿Qué otro subnormal tenía ese nombre tan absurdo? 

 

Mito se me quedó viendo, probablemente asimilando esa farsa, viendo la credibilidad en mis palabras inseguras. Al cabo de tres segundos lloraba de la risa. Que bueno que no me creyó, porque yo tampoco lo hice, hubiera dicho que estoy en una relación con Lady Gaga o Alice Cooper y sonaba más creíble.

 

Yo iba a confesar que es muy insensato que Hashirama fuera mi novio, y que soy un perdedor que después de terminar con su ex no ha dado una probada a otras frutas ni hace... Nunca, nunca he, a mis cortos veintidós años sigo siendo virgen. Pero Mito desató un cólera mortal que recorrió mis venas y fue a parar en mis cienes.

 

—¡Eso fue un buen chiste! No cabe probabilidad de que un deportista exitoso y futuro abogado esté con un drogadicto, sé más realista Madara.

 

¡¿Drogadicto?! Que luzca como uno, no es justificación para serlo. En lo que respecta al aspecto físico y los estilos de moda, no me importa estar inadaptado, yo escojo tener mi piel tatuada, conservar mi piercing plateado en el cartílago de mi nariz y en el labio inferior, mis argollas en una fila por mis orejas, mi abundante cabello despeinado y mis típicas camisetas con estampados de mis bandas favoritas que complementan mi look roquero, junto a los pantalones cargo y los inolvidables converse negros. Sea como fuere prefiero esto a la de ser un hípster.

 

¿Y cómo es que yo no podía estar con Hashirama? Sé que no estoy a su altura, no le alcanzo ni a los tobillos, no soy ni la mitad de lo que es él, pero hay que reconocer que es un ser humano ordinario, no está en las portadas de las revistas Tennage ni es un cantante de la MTV directo al estrellato. De ser así ni llegábamos a ser amigos. 

 

Porque sí, solíamos serlo. Buenos amigos. Bah, no os voy a mentir, éramos los mejores amigos. Inseparables. En la escuela no había una dupla más unida que nosotros dos. Nos metíamos en líos juntos casi a diario, acabábamos varias veces varados en la oficina del director inventando excusas, ya sea por correr en los pasillos o hacerle bromas a los docentes; y al final de cada jornada nos ibamos en bicicleta con los estómagos vacíos a comer a una cafetería en el centro de Melita Hills, que se llamaba "Konoha breakfast". Él siempre fue aplicado, un niño bueno y educado, y yo le corrompía con mu vandalismo. Fui una mala influencia. Cuando cumplimos los dieciséis, de repente, él cambió, se alejó de mí, no me dirigía una sola palabra ni me veía, sin quererlo me trató como una escoria. Hashirama decidió que era más importante seguir un estereotipo de perfección y subir una patética escala social, desechando así directo a la basura nueve años de amistad. Es por eso es que odio las ridículas apariencias y en general, a los Senjus. 

 

—Tampoco cabe la probabilidad de que esté con una perra y salió contigo. 

 

Mito deja de reírse y me fulmina con los ojos de esmeralda entrecerrados y los labios rojos en una mueca de desagrado, yo le devuelvo la mirada mil veces más fría. No puede intimidarme. Soy un bloque de hielo puro. Ella consultó a su reloj de muñeca que marcaban las once en punto de la mañana, con una sonrisa recogió los folios y su mochila de la mesa y se paró.

 

—Tengo que irme a clases. Espero verlos a ti y a Hashirama en mi fiesta este sábado.—Me dio otra sonrisa y giró sobre los talones yéndose de ahí. 

 

¿Qué es lo que tramaba la piraña? No lo sabía, y admito que me aterra un poco. Pero si vio su reloj y son las once de la mañana, no se escucha ni una mosca en el área verde allá afuera... Eso significa que... 

 

¡AY NO! ¡¿Cómo pude estar tan despistado?! Tardé literalmente un minuto para percibir que el horario de las práticas de fútbol americano de la universidad culminaba a las once en punto. Mito se encaminaba hacia Hashirama. Listo, me voy a morir de un infarto, le dejaré mi testamento a Izuna o quizás a mi hermanito de diez años Obito. 

 

Me puse de pie y corrí hacia la salida. 

 

—¡Nii-ssan! ¿A dónde vas?—Me preguntó Izuna extrañado de verme apresurado. Incluso Tobirama me vio incrédulo. 

 

—¡A salvar mi dignidad!—Dicho esto, desaparecí de la cafetería. 

 

.... 

 

Perspectiva, solo necesito un poco de perspectiva. No es un terremoto ni un loco con un rifle ni una fuga radiactiva, ¿no? En la escala de desastres, no es de primera magnitud. Repito, no es un desastre de primera magnitud... Supongo que algún día recordaré este momento, me reiré y mi cerebro me dirá: «Ja, ja, ja. ¿Recuerdas cuando fuiste un tonto y le dijiste a una pelirroja chismosa que estabas con su ex... ?».

 

Déjalo, Madara optimista. No te esfuerces. No me hace ninguna gracia y, de hecho, hasta me estoy mareando. A ver, yo puedo ser malo, y bastante cruel en tratarse de simular distancias que no existen, yo en mi familia soy el escorpión venenoso que le rinde devoción a la sagrada e inquebrantable ley del hielo. 

 

Entonces esto es imperdonable, simplemente imperdonable. No me merezco este apellido. Esto va en contra de mis principios, ¿Principios? Eso ya no existe en mi vocabulario. Yo, Madara Uchiha, el que se esforzó por años en trazar una línea de antipatía con Hashirama Senju, y ahora después de cortar los lazos me dirijo hacia él por un error que debo redimir. Adiós orgullo y dignidad, os voy a extrañar mucho. Y a ti también te voy a extrañar heterosexualidad. No, en realidad a ti no, siempre sospeché que yo era bien gay.

 

¡La que parió! ¿Cuándo fue que estos pasillos se tornaron tan largos? Todavía estaba lejos de llegar al pabellón trasero en el que se ubicaba el campus. Para mí que esto es un hechizo de la bruja pelirroja. Para hacer mi recorrido más tedioso, la gente se esparcía como hormigas y creaban un tumulto que me retrasaba más. Tuve que maniobrar con el brazo para no lastimar a nadie, cosa que no logré del todo ya que empujé el hombro de un chico de primer año que traía un skate en manos y vestía de negro, el cual oí que gritó a mis espaldas "¡Fíjate, imbécil!" sonreí divertido, estoy seguro de que ese era Sasuke.

 

Ya mi frente escurría sudor y el tanque de oxígeno de uno de mis pulmones se agotó. Necesito más condición física, lo sé. Pero no soy de los que le guste los deportes, yo era de los que se llevaba un raspón o uno que otro moretón al practicarlos. El que era bueno en esto era Hashirama, y me da la impresión de que por eso hoy en día es un atleta famoso en la universidad. Yo era más manso, prefiero lo que no implique un hueso roto o una dislocación.

 

Solté un suspiro de alivio cuando contemplé el alto botón de portería y un campus rectangular de césped verdoso, que mide unas 100 yardas. Yo lo atravesé mediante las gradas y a lo profundo y doblando a la derecha localicé una puerta de hierro con un ícono masculino y un letrero que decía "vestidores de hombres". 

 

Ciertamente me sentí desconfortable estando aquí, pero ya no podía echar para atrás y retroceder de mi destino. La mayoría de estos chicos fueron el pasatiempo de Izuna; y las veces que él les rompía por aburridez, se intentaban meter conmigo, coqueteándome, dándome indirectas altamente sexuales o inspeccionándome con un deseo depravado en las horas de descanso, o cuando yo pasaba distraído por el campus y ellos practicaban. Creían que por ser mi hermanito, yo tendría las mismas virtudes que Izuna. Que tontos.

 

Antes de avanzar, tapé mis ojos con la mano. Sí, yo soy un hombre y no debería de avergonzarme, pero yo soy reservado, no es muy agradable ver a chicos robustos y bien desarrollados deambulando sin toalla en las caderas, bromeando sobre pollas o compitiendo por quien la tenía más grande. 

 

Al yo no oír risas masculinas ni nada de eso, destapé mis ojos y revisé con más cautela el perímetro. Las duchas vacías solo con el zumbido del drenaje tragándose el agua y los casilleros sellados con candado. Todo solitario y normal. Hashirama no estaba aquí ni sus amigos.

 

Sin éxito me giré hacia la puerta para irme, sin embargo escuché el ruido metálico de un candado chocando con algún casillero. Me asomé para ver de quién se trataba y lo hallé. 

 

Bingo. 

 

Detallé los omóplatos desnudos y bronceados de Hashirama, traía puestos únicamente unos pantalones de algodón gris y unos tenis, su cabello castaño oscuro estaba preso con una liga en la cima de su cabeza, con varios mechones sueltos. ¿Sabéis de esos chicos que son como el endemoniado sol? Te dan ganas de mirarlos, pero cuando lo haces te causa dolor ocular tanta energía, bueno así mismo es él. Un sol. Un maldito sol. De él se desprendía el olor de un jabón aromatizante de miel, y fue así como deduje que por sus músculos relajados, recién acababa de salir de un refrescante aseo. Y que además, fue el último del equipo en darse un baño. 

 

Puse la mueca más seductora que tengo y combatiendo los nervios que me asesinaban las entrañas me desplacé a paso "despreocupado", en el fondo sabía que esto me denigraría de alguna forma. Me coloqué a su lado de modo que al cerrar la puertilla yo sea su centro de atención. Me crucé brazos, mientras que recargaba mi cuerpo de un pie y recostaba mi cráneo en los lockers, con mi sonrisa ladina mostrando mis dientes.

 

Hashirama sacó de su locker una camiseta blanca transparente y al cerrar la compuerta se sobresaltó con mi presencia gótica y perturbadora. 

 

—Hola.—Fantástico método de iniciar una conversación Madara, eres un genio.

 

 

 

—¿Hola...?—Me evaluó echándome un vistazo de arriba hacia abajo, aplicó un carácter receloso y aún así, no quitaba esa hermosa sonrisa iluminando su rostro, que me produjo una alteración en el sistema nervioso. 

 

—Y... ¿Qué tal el entrenamiento?—Bien, eso sonó natural. Me felicito a mi mismo, mi voz había salido tan increíblemente segura y con ese tonito de rubia fangirl loca. Solamente omití el factor: "Darle vueltas en círculo con mi dedo a uno de mis rizos blondos porque soy una tonta". 

 

Hashirama frunció el ceño con su rebosante sonrisita burlona, se dio media vuelta quedando delante de mí y se tumbó tranquilamente en los casilleros, imitandome. 

 

—¿Desde cuándo te interesan los deportes, Madara?

 

No pude contestar su interrogante porque mis malditos ojos se desviaron en dirección hacia su torso expuesto, en específico a sus abdominales pronunciados con una vía de cicatrices surcadas y lívidas o moretones violetas producto de las caídas, golpes y resbalones en el campus. Si bien arruinaban su candente piel morena, le daban ese toque tan ardiente que por accidente me obligó a babear. ¿Cómo se sentiría acariciarlo? Me dieron unas ganas inexplicablemente hambrientas de tocar su abdomen, arañarlo o morderlo por el ombligo, tenía su cuerpo formidable bien escondido. No me recordaba de que Hashirama estuviera tan bueno. . Para mí que la pubertad tuvo favoritismo con él. Ya estoy perdiendo la capacidad de mantener mis piernas rígidas, me están temblando. , ni Tobirama logró en mi ese efecto de estupefacción.

 

Escuché la suave risa del Senju.

 

—Uchiha, mis ojos están aquí.—Me dice risueño apuntando a su cara. 

 

Mis mejillas se sonrojan y me maldigo por no ser cuidadoso. ¡Sí, eso ya lo sé! Pero no está de más admirar tus otros atributos, presumido. 

 

Él se puso la camiseta transparente que estuvo sujetando todo este tiempo. Que desilusión. 

 

—¿Viniste a ver a alguien?—Me preguntó, mientras que se removía la liga de su cabello, luego casualmente se peinó con sus dedos. Y lo más raro es que le quedó sensacional. 

 

—¿Yo? Pff, no, claro que no. Yo realmente... 

 

Un movimiento en el rabillo de mi ojo llamó mi atención. Instintivamente revisé que era y fue entonces que Mito apareció. Se quedó alejada en una esquina, mirando de lo más entretenida lo que estaba sucediendo entre Hashirama y yo. Yo solté un jadeo. 

 

Curioso, el Senju trató de buscar lo que me tenía perplejo y giró su cuello, sin embargo antes de que pudiera siquiera ver un solo pelo cobrizo de la Uzumaki, yo le presioné con los dedos su mandíbula y lo forcé a verme directamente a las pupilas. 

 

—Mírame a los ojos cuando te hablo, cariño.—Mascullé entre dientes, alto para que ella me oyera. Estoy histérico. Sí, soy un fracaso. No soy muy profesional disimulando. 

 

—¿Cariño...?—Murmuró Hashirama.—¿Pero qué es lo que te pasa Madara? 

 

—Prometo que te lo voy a explicar.—Mas que un susurro parece que estoy suplicándole. 

 

—¿Explicar? ¿Explicar qué cosa?

 

—Hashirama.—Lo llamé con clareza. Soltando su mandíbula.—Confía en mí. 

 

Muy obediente, él asintió aunque estuviera ligeramente desconcertado, se repuso no muy convencido, pero me miró con una astucia provocativa, ofreciéndome su convicción.

 

 El eco tempestuoso de los tacones de Mito impactando con el piso me erizó la piel. Se acercaba a nosotros con un ritmo de suspenso, sentí que se distorcionaba todo y que los hechos ocurrían en cámara lenta. Ya no se me ocurría nada que hacer, no pensaba con claridad y mis alternativas acabaron varadas en un vacío. Estoy a punto de tener una crisis mental. 

 

Solo me quedaba la pieza arriesgada en el tablero. Una jugada que me avergonzaría y quizás me haga arrepentirme de vivir, o me haga sentir bien... Bien ridículo. Lo siento Hashirama, eres tu o mi dignidad. 

 

Me aferré firmemente del cuello de su camiseta y sin medir la fuerza, en un halón bastante brusco, lo atraje a mí, particularmente a mis labios. Sí, lo besé. Estoy besando a Hashirama Senju. 

 

El roce fue torpe, nunca supe dar las iniciativas en un beso, mi timidez y frialdad eran mas poderosas. Tuve la intuición de que Hashirama abrió los ojos de par en par, sorprendido de mi acción. Y hasta yo estoy impresionado, no me esperé esto de mí.

 

Tampoco conté con algo, algo que me dejó helado y por un instante casi me detuvo el corazón. Hashirama rodeó con sus brazos mi cintura y me pegó contra su cuerpo, correspondiendo ardientemente aquel beso. Fue una mezcla de delicadeza con rudeza, una sensación que despertó la volúpia en mí. Él se atrevió a chupar y mordisquear mis labios, devorarlos como si fuera el dueño, e incluso le di acceso para que pueda colar su lengua en mi cavidad y explorarla a su antojo. Ahora era yo el aturdido. 

 

 De mi garganta asciende un gemido y paseo mi mano lentamente hacia su nuca, ligandolo más a mí con más ímpetu. Se sentía tan delicioso. Me había olvidado de este sentimiento tan placentero y pasional. La resonancia de nuestras bocas fusionadas crean chasquidos húmedos debido al trabajo tan caliente de su lengua que atacaba a la mía sin clemencia, se movía en círculos con frenesí y a mi me costó seguirle el compás agridulce, era tan experto que lejos de frustrarme, me excitó. 

 

Y casi al final cuando ya no aguanté la respiración, Hashirama le regaló a mi labio inferior una mordida sensual y muy íntima. Al separarnos él jadeaba necesitado de aire y yo también. Ni siquiera ose mirarlo. Así que, cabizbajo y bastante sonrojado, yo lo agarré de la muñeca y lo arrastré previo a que pudiera siquiera opinar sobre esa muestra de afecto tan exquisita. 

 

Pasamos a un lado de una Mito asqueada y furibunda, que pataleaba y abandonaba los vestidores a zancadas y con un color rojo rabioso en su rostro, similar al de su pelo. ¡Cómete esa, perra! 

 

Hashirama vio a la pelirroja con una confusión todavía peor, y sé que en su mente nadaban cuestionantes realmente difíciles de explicar inclusive con una base de contexto. Y es por ello que lo conduciría a un sitio privado sin que puedan interrumpirnos. 

 

Nos filtramos juntos en los pasillos y nos recibieron las atenciones de los estudiantes que platicaban en los cantos de la escalera y en las paredes, el zumbido de un cuchicheo retumbaba en mis oídos, como si una ola de rumores nos embistiera a ambos. Y no los culpo, es algo excéntrico ver a un "adicto a las drogas" con mala reputación caminando con el extraordinario quarterback del equipo de fútbol principal en la universidad. No es cotidiano, no se ve esto a diario. 

 

Empujé la puerta del primer aula de clases que visualicé, irrumpimos y nos encontramos con que estaba desocupado, con los interruptores apagados y las butacas desordenadas. Me adentré y liberé del agarre a Hashirama, trabé la cerradura, viendo por la ventanilla si alguien deambulaba por ahí, y al confirmar que no, suspiré estresado. Me roté en dirección al Senju, el cual pasó de estar pasmado a colocar una postura de sagacidad, con su cadera apoyada de la superficie del escritorio y sus brazos cruzados, sin erradicar la sonrisa indescriptible. Quiero que la tierra se parta en dos y me trague de una buena vez. 

 

—Esto... esto tiene una explicación razonable.—Digo inquieto. 

 

—No te preocupes, ya hice mis propias conclusiones yo solo. 

 

—¿En serio?—Yo pestañeo desconcertado. Hashirama asintió.—Menos mal, creí que esto sería más difícil.—Me alivio. 

 

Que consuelo. De verdad que sí. Que Hashirama comprenda todo le da paz a mi aturdida alma. 

 

—Yo te gusto.

 

Olvídenlo. 

 

¿Saben? Extraño esos cinco segundos y minutos en el pasado en los que Hashirama estaba confundido, sin camisa y no había abierto la jodida boca. Suerte que sus pensamientos no abarcaron suposiciones subidas de tono, como que quiero follar duro con él por mi desesperación en los vestidores. Aún así mi humor, que ya de por si estaba en el infierno, se ensombreció. Yo había descartado el hecho de que lo que tiene de guapo, le sobra de tarado. Y en todos estos años, sólo el físico le cambió, lo demás ni siquiera está en disposición de favorecerlo. 

 

—Mira—Empezó, con su amabilidad habitual.—Me pareces muy cool y guapo, sobre todo con ese look de chico malo y friki. Pero... No hablamos desde hace años y no sé si eres el mismo.—Un tic azota mi ojo derecho.—Y créeme que yo también sentí ese magnetismo entre nosotros desde que nos volvimos a ver, pero...esto—Se señaló él mismo y después a mí—Esto es incorrecto, es prohibido, como Romeo y Julieta, no podemos estar juntos. No me malinterpretes, tu carácter salvaje y poco convencional me parece muy sexy, pero no eres mi tipo. No quería romper tu corazón así, lo siento Madara. Pero hay que darle tiempo al tiempo. 

 

Yo me quedé boquiabierto, con los ojos entrecerrados, y no por tristeza, sino por una indignación. ¡Hashirama Senju me está rechazando! Para colmo ni siquiera me gusta y me está rechazando. Apuesto que a sus patéticas fanáticas les ha dicho la misma excusa, solo por no estar en una relación más allá del sexo con ellas. ¡¿Y qué es eso de "carácter poco convencional"?! ¡¿Friki?! ¡¿Romper mi corazón?! ¡¿Que no soy su tipo?! ¡¿QUIÉN SE CREE QUE ES?! Esto es un insulto, a mi apellido y a mi persona. En dos segundos consiguió que quiera partirle las bolas y dejarlo sin poder tener hijos. 

 

Hashirama sigue hablando con expresión bondadosa. 

 

—A ver, me siento halagado. Haberte gustado desde que éramos niños es una honra, ¿Sabes? 

 

Ya es suficiente, si no se calla le voy a deformar su lindo rostro. 

 

—No me gustas, pedazo de imbécil.—Le interrumpo con voz grave, transmitiendo mi rabia.—Así que no te sientas halagado. 

 

Ante aquel enigma, Hashirama se mostró atónito y el silencio lo dominó, gracias al cielo. 

 

—Entonces...¿Por qué me besaste? 

 

—Porque... —Uh, no me había parado a reflexionar de eso.—Te besé porque no me gustas.—Digo como si fuera lo más evidente. 

 

—Que razonable.—Comentó con cierta ironía y regocijo.—Eso explica a la pelirroja colérica y tu súbito gusto por los atletas.—Hizo una pausa.—¿Esto se trata de una broma? 

 

—Sí, obvio. Esto ha sido una estúpida broma.—Me reí con nerviosismo. Por Dios, que patético me debo de ver. 

 

Hashirama no me cree una mierda. No rescaté su credibilidad con lo que recién dije, él me analizó con su ceja alzada y una paciencia que se la aplaudiría si no fuera por mi crisis. Aguardó hasta que yo me digne a ratificarle la pura verdad, oí atentamente como contaba entre susurros inaudibles, "1..2...3" y así sucesivamente. ¡Maldita sea! Todavía sabe cuando miento y cuando no, me da impotencia que me siga conociendo tan bien de alguna manera. 

 

Diez, quince, veinte, y después de que alcanzara los treinta, se forja una tensión tan intensa que me harta. 

 

—¡Bien, tú ganas!—Tomé una bocanada de aire:—Mito se me apareció de la nada y me invitó a su fiesta este viernes, yo no quería ir y ella llegó a la conclusión de que es porque soy un perdedor sin una pareja, ella me provocó y yo accidentalmente mencioné tu puto nombre, ahora cree que somos novios y quizás planea matarme porque si no lo recuerdas tu eres su ex y ustedes rompieron hace menos de un mes, voy a morir, me va matar, me va a declarar la guerra, pensará que como de sus sobras y todo es tu culpa. ¡¿POR QUÉ ME DEVOLVISTE EL BESO?!—Mi respiración se agitó y mis manos quisieron arrancarme a halones las hebras de mi cabello.—¡Y como es tu culpa asumirás la responsabilidad de tus actos! Fingirás ser mi novio por dos meses, te harás cargo de mi como hacen las parejas de ensueño que me dan asco en las películas y luego terminaremos, diciendo que fuiste tú que me rompiste porque no fuimos... .—Ups. Había hablado con tanta prisa y sin acumular el oxígeno que no me percaté de lo que insinué. Abro mis ojos cual platos y mis mejillas pálidas se cubrieron por un carmín neón. La expresión risueña y juguetona de Hashirama no me está ayudando. Carraspeo:—Yo..., o sea, quise decir que... p-puede ser por dos semanas, ¡Incluso una! ¡Pero eso si tu quieres, yo no te voy a... obli...gar...!

 

Fui bajando mi tono de voz a un balbuceo tenue tan pronto como él se iba aproximando hacia mí, eleve mis pupilas cuando él me afrontó y fue ahí en donde estuve consciente de que es mucho mas alto que yo. ¡¿Qué diablos tienen esas proteínas?! ¿Es acaso un fertilizante? Maldición, yo que me sentía colosal estando al lado de Izuna y ahora me reduje a una hormiguita. 

 

—Acepto ser tu novio.—Me susurró. 

 

Esto es extraño. Y no porque haya aceptado después de rechazarme, más allá de eso, yo soy un hombre y él también, así no funciona esto, a menos que señor heterosexual moja vaginas crea que soy una especie de travesti. 

 

—Pero... ¿No te incomoda...? Es decir, por lo que sé solo has estado con mujeres... Y yo soy un... un hombre... 

 

Bufó con diversión. 

 

—No me molesta, no si es contigo.—Se río y el sonido me pareció tierno. ¡¿Cómo que tierno Madara?! Estoy oficialmente delirando.—Me emociona esta nueva experiencia. 

 

—¿Esto es un... trato?—Odio que se me trabe la lengua hablando, y que Hashirama penetre con sus ojos castaños cada centímetro de mi rostro me da un paro cardíaco. 

 

—Sí, así es. 

 

Que fácil. ¿Para que estudié psicología? si podía cursar la facultad de negocios internacionales o mercadeo como el ganster que soy. ¡Ja! Chupate esa profesor de preparatoria que nunca creyó en mis talentos. 

 

—Pero con una condición. 

 

¡Arg! ¡¿EN SERIO?! 

 

—¿Qué es lo que quieres a cambio?—Pregunto tratando de no sonar inseguro. 

 

—Por ahora nada.—Se me acercó más. ¡Alerta! Me estoy quedando sin aire y sin espacio personal.—No obstante, durante nuestra "relación" voy a pedirte favores a los que no podrás negarte, sean o no de tu agrado, los vas a tener que cumplir y sin protestas. ¿Trato hecho?—Me extendió su mano. 

 

¿Qué clase de juego era este? ¿Y por qué siento que estoy a punto de perderlo y entrar en la boca del lobo? 

 

—Trato hecho.—Le di la mano y la estrechamos. 

 

—Así que... ¿Voy a tener que comprarte chocolates y flores o algo así?—Se burla después de soltar mi mano. 

 

La vena de mi frente se iba a salir. 

 

—¡No soy una chica, Senju imbécil!—Gruñí—Con que seas un novio común y corriente todo está bien. 

 

—¿Nunca has tenido pareja?

 

—¿Disculpa?

 

Él se río antes de reiterar:

 

—Que si nunca has tenido pareja, Maddy. 

 

Maddy. Me están entrando reminiscencias traidoras por ese apodo. Mito me había dicho así, pero con él es distinto. De niños Hashirama me nombraba con ese ridículo apelativo siempre que quería convencerme de algo u ofrecerme sus abrazos dulces e inocentes. Y como era de esperar, las dos personas que más desprecio en este mundo lo usan en mi contra, Mito para burlarse y Tobirama para provocarme. 

 

Arg, hablando de Tobirama. 

 

—Pues... —Sí, tu altanero hermano menor que lo odio con todo mi ser.—...tuve algo, no fue serio. 

 

—¿Entonces prefieres sin lubricante? 

 

¡¿QUÉ?! ¡¿ESTO QUE TIENE QUE VER?! 

 

—¡¿Por qué me preguntas eso?! 

 

—Para saber si eres virgen.—Me dio un escalofrío al sentir sus brazos abrazar con posesión mi cintura y yo choqué mi nariz con su pectoral.—Quiero saber si tienes el culo apretado o no. 

 

—¡Deja de ser tan degenerado...!—Casi sentí una ira y vergüenza aflorar mi alma cuando sus manos impudicas me estrujaron el trasero. ¡Este imbécil no tiene remedio! 

 

—Umm, nada mal Maddy.—Dio otro apretón. Juro que lo mataré.—¿Eres virgen o no? 

 

—¡Eso es información privada!—Dudo que Hashirama sepa lo que es privacidad. 

 

—Entonces sí lo eres.—Dijo con un ronroneo y me miró a los ojos.—Tranquilo, prometo que seré cuidadoso, no te dolerá, ni la sentirás entrando. Lástima ser yo tu primera vez y no algo romántico,—Frunció el ceño y añadió:.—¿Quieres algo romántico? 

 

Abrí de par en par los ojos y estoy sintiendo que mi cara está ardiendo. 

 

—No vas a quitarme la virginidad, tarado.—Le aparto de mi cuerpo empujando sus hombros bruscamente.—De hecho, ni siquiera vas a tocarme, porque si esto va a ser una farsa, hay que hacer las cosas bien. Van a haber reglas aquí y mas te vale seguirlas.—Le apunté amenazadoramente con el índice en su abdomen. 

 

—Espera un segundo...Ni siquiera hemos empezado nuestra relación... ¿Y ya me quieres tachar de infiel? No sabía que eras un novio tan celoso. 

 

—Pues considerando que has estado con nueve personas diferentes, tengo derecho a dudar de tus palabras.—Rodé los ojos. 

 

—Diez contigo. 

 

—¡Esto es una farsa!—Le recordé.—¡No somos novios! 

 

—Si tengo que estar contigo y darnos besos y abrazos, pues sí, somos novios.—Me sonrió y su mano fue a parar a mi mechón del flequillo púrpura, donde lo retiró para así poder poner mi ojo izquierdo al descubierto. 

 

Yo le di un manotazo. 

 

—Regla número uno, prohibido los besos.—Le susurré, ignorando sus reproches por aquel golpe desmedido. 

 

Él se río sin creerselo. 

 

—¿Bromas, cierto?—Dijo entre risas. Yo permanecí tan serio que él cambió su expresión a una incrédula.—¿Qué clase de novio no besa a su pareja? ¡¿Cómo puedo ser tu novio sin besarte?! 

 

—No exageres. Hay muchos lugares donde puedes besarme que no sean los labios.—Vi que alzó las cejas y sonreía pícaro.—¡No me refería a eso, puerco! 

 

—¿Dónde te gustan los besos, Maddy?

 

—En el culo, Hashirama.—Dije sarcástico. Y parece que este idiota se lo tomó en serio porque me escaneó de arriba hacia abajo con deseo.—¡¿Sabes que eres insoportable?! ¡Pervertido! 

 

—Ya, ya. Está bien.—Se cruzó de brazos sonriente.—¿Cuál es la siguiente regla? 

 

—Regla dos, no contacto físico.

 

—Cariño, estás complicando las cosas para mí—Vocalizó una rabieta infantil e imprudente—¿Ni siquiera puedo sobarte el culo?

 

—¡¿Y tú por qué harías eso, maldito depravado?!—Quise patearlo en la rodilla en la fracción de segundos que le tomó para obligarme a retroceder por su abrupta cercanía hacia mí, Percibí que mi espacio se comprimió en cuanto la textura liso de la pizarra me detuvo. Solo cuando fue demasiado tarde me di cuenta que estaba acorralado por sus irresistibles bíceps y la barrera de la montaña hecha de músculos definidos obstaculizaba mi vista. Aunque, de hecho, no estaba para nada mal. Esperen, ¡¿Qué significa esa extraña dualidad de actuar como un niño berrinchudo y en lo que tarda un chasquido, volverse el alfa de su manada?!—¡Carajo! ¡Deja de hacer eso!

 

Tuve la grandiosa idea de empujarlo para que se aleje, pero ni siquiera pude moverlo mísero centímetro de mí. ¿Este hijo de puta estaba hecho de acero?

 

Avergonzado y con mi corazón descontrolado que no supo la definición de "Que no cunda el pánico", palpitando a mil millas por hora, desvío mi mirada hacia algún panorama que no incluyera el candente entrecejo con expresión incompresiblemente irritado que tiene Hashirama.

 

—¿Por qué no lo haría?—Las matices de erotismo en sus cuerdas vocales le exigían a mis piernas que me fallen y que caiga al suelo por un severo desmayo. ÉL sonríe como un ángel inocente, huyendo de su faceta de Lucifer—Te haces desear solo, Maddy, si no puedo tocarte me volvería loco.

 

—¡¿Puedes dejar de ser tan puerco?!—Lo encaré y el cortó la distancia aún más, apoyándose en sus codos, mi respiración se trabó al sentir el roce de los cofines de nuestras narices.

 

Joder, quizás si le pego en las bolas pueda entender que violar el espacio personal está mal.

 

—Ya puedo ver que no eres bueno mintiendo.—Su cálido aliento colisionó con mis pómulos descoloridos—Si no puedo tocarte, levantaremos muchas sospechas.

 

Oh Dios mío, es un punto válido, al final el simio tiene cerebro.

 

—¿Y qué demonios propones?—Yo me crucé de brazos, alzando mi mentón y ahuyentando el nerviosismo que tengo por estar a un paso de su boca—¡Y que no implique a nosotros dos en la cama y tu follándome!—Le advierto irascible cuando ensancha una lasciva mueca, fijándose en toda mi estructura corporal y silbando.

 

—Arruinas mi diversión.—Finalmente se aparta y me deja libre, adoptando una pose pensativa y señalándome con entusiasmo—¿Qué tal poner mi mano en tu bolsillo trasero?

 

—Bien, esto es una pregunta seria...—Hice una pausa dramática, intentando contener mi rabia—¿Por qué tienes esas asquerosas intenciones de tocar mi culo?

 

—Te diría todas mis razones, pero no quiero morir tan joven—Me guiña el ojo y un gruñido escala de mi garganta.—¡Vamos! es un clásico, las parejas hacen eso.

 

—No, es raro y nadie hace eso—Le reclamo, pero el puchero persuasivo de perro callejero del mariscal me contrajo "hagoloquetuquieras-ivitis" y no soy inmune a ninguna de las peticiones de este hombre, así que me rendí mediante un suspiro y retribuí—Si eso impide que me jodas, pues está bien.

 

Hashirama celebró con unos aplausos estúpidos y mini saltos.

 

—No cantes victoria, todavía falta una regla—Cualquier rastro de felicidad se escapó de sus rasgos impresionantes.

 

—¿No crees que son muchas ya? No se si pueda cumplirlas todas—Bramó harto.

 

—Regla tres, no puedes estar con alguien mientras estés conmigo.

 

Hashirama suspendió sus emociones faciales algunos breves segundos y luego se río, volviendo líneas finas sus ojos.

 

—¿Cómo me pides que no te toque y ahora de repente no quieres que esté con alguien? ¿Quién carajos te entiende, Maddy?

 

—Esto tiene que ser realista, tarado, si te ven con otra persona creerán que me eres infiel—Puntualizo.

 

—Uh, alguien va a ser muy tóxico—Canturreó, refiriéndose a mí.—No te preocupes, cariño, prometo jamás serte infiel—Me tira un beso con actitud soberbia.

 

—No te hagas ilusiones, es solamente hasta que esto termine, después de eso puedes ir a follarte a tus admiradoras.

 

—¿Para qué si te tengo a ti?—Me dedica un movimiento de esas cejas pervertidas en forma de arco.

 

—¡Te voy a...!

 

—Antes de que planees triturarme mis partes íntimas—interrumpe mis amenazas de estrangularlo, pero he de admitir que su idea de deshacerme con ese método de sus miembros era mucho mejor—Yo quiero agregar una regla yo.

 

Me recompuse y mostré seriedad, asintiendo e indicándole que siga con una afirmación gutural.

 

—Regla cuatro, no puedes enamorarte de mí.—Me susurró Hashirama con firmeza y serenidad, sus ojos café apuntaban en dirección a los míos y su rostro es opacado por una deslumbrante sonrisa.  

 

Resoplé indignado.

 

No hay chance, de ninguna manera, no seré otra de sus que caiga en sus redes.

 

—No te preocupes, Senju. Ni loco voy a enamorarme de un patán como tú.—Me burlé de ese desvarío, yo extendí la mano y el la tomó—Trato hecho.

 

Con otro apretón formalizamos nuestra farsa y, por el amor a Kami, espero no estar equivocado.

 

 

 

Chapter 2: Lo quieras o no

Summary:

De alguna forma, todos en la universidad están al tanto de la gran novedad: el mariscal está saliendo con un perdedor.

Chapter Text

Madara POV

 

 

El número de dígitos en el panel que programaba el despertador digital se han alterado, se plasmó de inmediato la hora actual y unos pitidos insufribles e intermitentes perturban mi armonía y me desconectan de mi fantasía estupenda en la que yo estaba de gira por todo Estados Unidos con mi banda de rock; mi subconsciente era tan creativo que nos fijó en el número 1 de los hits de Billboard hot 100 del 2007 y éramos más convocados a conciertos mundiales que los Sex Pistols en su época.

 

Menuda poesía mental me he tirado, ¿Eh?

 

¡Bravo, imaginación abastecida y trastornada! 

 

Pero en algún momento debía terminar, las mejores cosas nunca tardan. El desagradable ruido se coló por mis tímpanos y tuve que cubrirlos con la ayuda incondicional de los costados de mi almohada.

 

¡Ya sé, ya sé! ¡Quieres que deje de ser un soñador empedernido y haga algo productivo hoy! ¡No me recuerdes que debo superarme y ser un profesional, maldito aparato! ¡Me ha quedado claro! 

 

Cuando ya el jodido ruido incesante rebasó las fronteras de mi tolerancia y la pereza se escapó de mi humor por los subterráneos fue que me incorporé en el borde del edredón y martillé fastidiado y repetidamente la base plana que tiene ese dispositivo destruye esperanzas. Tan pronto me despejé de las trampas del sueño, frotando la flexible carne de mis párpados, pude dar una revisión entera de mi cuarto, los incontables pósteres de Queen postrados en las paredes, mi guitarra eléctrica depositada en un rincón cerca de mi armario, y no os debéis ser videntes para adivinar de qué tonalidades eran la gama atuendos almacenados ahí. 

 

Negro, azul negruzco, negro, un poco de verde pino y más negro.

 

Analicé somnoliento el marcador del despertador que quise lanzar en caída libre por la ventana en un principio, descubriendo que la cifra en el tablero aumentó a “7:50 a.m”. 

 

¡La puta que me parió! ¿Pero cuando fue que desperdicié tanto tiempo en solo contemplar mi santuario? Fue solo una ojeada concisa.

 

Me apresuré a desarropar mis piernas de la sábana con la precisión de flash y a trasladarme al cuarto de baño, descalzo. Joder tengo que ser aún más veloz si no quiero demorarme en llegar al infierno disfrazado de universidad. ¿Qué? Yo mantengo mi teoría de que Melita Hills fuera el jardín del Edén si no hubieran tantas serpientes malvadas ahí, pero el destino me trata como a su perra personal y no desea que tenga un mínimo de felicidad, así que me lanza una docena de adversidades e imbéciles para batearlos o soportarlos. Podría decir que soy el guerrero más fuerte de Dios, por lo mucho que pasé y por las desgracias que me encomienda.

 

Y sí, si estáis en duda, es otra de las misiones de supervivencia que Dios tiene para mí pretender ser pareja de un tipo sexualmente activo y popular, con la doble personalidad de un ángel y un demonio, mientras que tiene los abdominales del auténtico Adonis. Voy a postular mi hipótesis de que es su reencarnación. 

 

¡DEJA DE ALABARLO, MADARA! ¡No es más que un cerdo indecente repleto de comentarios depravados!

 

Por estar vagando en mi dilema mental entre idolatrar a Hashirama u odiarlo con toda mi alma por el simple hecho de llevar el apellido y sangre que más aborrezco, no predije que iba a pisotear una media abandonada en medio del pasillo. El piso de parquet que ya de por sí era resbaladizo no colaboró ni tuvo piedad conmigo, literalmente patiné y no pude rivalizar contra la fricción.

 

Y no hagais contaros lo que pasó después. 

 

¡Catapum!

 

Un abrazo cariñoso al piso para iniciar una mañana con bendiciones y buenas acciones, ¿Por qué no?

 

Bua, qué hostia me acabo de dar, espero fielmente que mis neuronas no se hayan distribuido de su respectivo sitio con tremendo golpe en mi tabique nasal.

 

Y una vez más, la vida nunca deja de  impresionarme. Madara y su suerte abismal, edición: Mi nariz está en mi cerebro por estar en las nubes babeando por mi novio falso. No os lo perdáis, mi libro de anécdotas desafortunadas estará a la venta este otoño. 

 

—¡¿Madara?! Ostras, ¿Acabas de caerte? ¿Estás bien?

 

No, el piso estaba triste y quise consolarlo, ¿No te jode?

 

Vino de prisa mi hermano del medio en modo paramédico experto, agachándose de cuclillas hacia mi cuerpo tumbado a la mitad de la división entre mi cuarto y el baño, él acarició apenado mi espina dorsal compadecido o tratando de no sucumbir a sus impulsos de reírse a carcajadas por la caída más patética del siglo.

 

Alcancé a abrir mi ojo izquierdo y a darle vuelta enteramente a mi caja torácica. El techo crema durazno era mi foco, y también Izuna que me daba el pésame por mi muerte prematura desde arriba. Se veía tan bonito como siempre, los labios difuminados de carmín y un leve rubor en sus pómulos de marfil, su pelo sedoso arreglado en su típica cola de caballo recogida con una cinta en la nuca y su vestimenta derrochando sensualidad y ternura por ser un top azul lapislázuli revelador de barriga y el botón de su ombligo, combinados con unos jeans de caderas ajustados a sus glúteos y unas fantásticas botas de plataforma. Fruncí el ceño, ¿No que iba a la universidad? ¿Por qué iba tan radiante? ¿Era obligatorio mostrar amor propio y lucir bien?

 

—Hermanito, ¿A qué pasarela vas?—Apenas pude articular sin la intervención del tono adolorido inconfundible.—No me digas, ¡¿Te prostituyes?!

 

—Joder, ya estás diciendo incoherencias, ¿Quieres que vaya por el maletín?—Sugirió poniéndose de pie pero yo lo frené agarrando la protuberancia de su muñeca.

 

—¿Por qué no mejor rompes con tu novio?—Le recomiendo inconscientemente y con mi vista borrosa dando vueltas.

 

¿Por qué cojones dije eso? ¿Estoy delirando?

 

—¡Madara, no me dejes!—Me proporcionó suaves bofetadas en mi pálida mejilla con desesperación en cuanto entrecerré mis ojos.—Si te mueres, voy a casarme con Tobirama.

 

Esa era la hormona de adrenalina que necesitaba que me inyectaran.

 

—¡No en mi guardia!—Me enderezo de la nada y no mido las distancias que hay entre Izuna y yo, por lo que nuestras frentes tuvieron un grave impacto.—¡Auch!

 

—¡Oye, no me pegues tus males!—Se sobó el centro de su entrecejo perforandome con sus penetrantes iris de obsidiana, dos pozos profundos.

 

—Te las has ganado por tener de novio una rata.—Argumento muy ignorante, más no me culpeis, tengo derecho de no ser capaz de razonar correctamente, mi cabeza aún está aturdida.

 

Además, si no desacredito de alguna forma a Tobirama, no puedo llevar con orgullo el nombre de Madara Uchiha.

 

—¿Ah sí? pues tu te has rifado un hostión bien merecido por andar de besucón con el ex de una plástica—Me retribuye el insulto, sacando a la luz su lado infantil con una mímica de asomar la lengua.

 

 —¿Ah sí? ¡Pues tu…!

 

Un momento…

 

Vale, rebobinemos, algo no me cuadra. ¿Ex? ¿Plástica?

 

¡¿ ANDAR DE BESUCÓN?!

 

Mi mandíbula se desencajó y aterrizó en el suelo.

 

Colega, Izuna no solo era la chispa fashion y centelleante de la universidad, era un oficial de investigación del FBI que me ha pillado con las manos en la masa.

 

—¡¿QUÉ COÑOS?! ¿Y TÚ CÓMO TE ENTERASTE DE ESO?!—Chillé horrorizado e Izuna gatea hacia mi con un semblante de travesura.



—¡Ala! Que no eran solo rumores—Pude sentir ese aura de alegría inmensa y yo tuve que agarrarme del antebrazo de mi hermano, porque si no, me iba a desplomar por segunda vez en lo que va del corto día—¡Mi hermano es el novio del talentoso Hashirama Senju, el mariscal de campo! Bien hecho, tigre. Es una buena noticia para nosotros descubrir que si tienes sentimientos. Dime, ¿Cómo habéis empezado?

 

Fue por la habilidad de meterse en la arena movediza de mi bocaza, coordinado por mi dignidad masculina que no puede quedarse un rato callada.

 

—Solo para que lo sepas, no es lo que crees, es como un matrimonio por conveniencia —Sí, para salvarme de la vergüenza. Mutilé el rollo romántico en el que se sumergió y él me dio esa mirada desaprobatoria y recelosa.

 

—¿Estáis juntos o no?—Inquirió. 

 

—Depende de como definas “Estar juntos”—Arrastro mis pupilas a todas partes, menos a la figura de mi hermano.

 

—Yo lo defino como ser novios y salir en citas juntos.

 

—¿En serio?—Él asintió—Pues yo lo veo como ser unos buenos amigos.

 

—Los amigos no se besan en los vestidores, Madara—Enarcó una ceja y entrelaza  los brazos delgados encima de su pecho.

 

Sabe todo lo que ocurrió mejor que yo, que aún no lo he procesado. 

 

—Nos gusta mostrar nuestro compañerismo en lugares peculiares—Ala, el señor pretextos me dicen.

 

 —Hagamos esto. Si no me cuentas lo que pasa en realidad, le diré a papá que tienes novio—Me amenaza con una sonrisa ladina propia de un villano de disney. 

 

¡No se vale! ¡Eso es jugar sucio! No puedo delatarlo porque ya nuestro padre está al tanto de que la rata albina es su pareja actual, no estuvo muy contento que digamos, pero tampoco le restringe a su hijo estar en una relación con la persona que más le gusta de su vasta lista de conquistas y ligues, estuvo aguardando pacientemente para que eligiera uno por fin y deje de asistir a fiestas cada fin de semana y llegar a casa en el coche de un chico nuevo, rebasando el toque de queda que mamá águila sobreprotectora -Y me refiero a Tajima Uchiha- de las doce de la medianoche que nos estableció. No voy a profundizar las preferencias físicas de mi hermano, pero ellos suelen medir metro ochenta de estatura y ser unos perfectos idiotas. Ese perfil encaja tan bien con Tobirama. 

 

Yo en cambio, no quiero que papá sospeche que estoy saliendo con alguien, menos un Senju, es algo efímero, no durará más de un mes, luego pensará que me ha partido en trizas el corazón y va a querer cometer un delito con Hashirama. 

 

Lo cual es bueno y malo, pero no es el tema.

 

 —Uno... — Oh no, empezó a contar.

 

 A ver, a ver, no es hora de entrar en pánico, Madara. Conservaré la calma y ejercitaré mis pequeñas células grises para inventarme una excusa creíble.   

 

—Dos... 

 

  No. No te pongas a hiperventilar ahora. Piensa en positivo. Solo necesito plantearlo desde un ángulo distinto. Como… ¿Qué haría Gerard Way de My Chemical Romance en mi lugar? El era un roquero estelar que no se pondría histérico, preso del temor, no. Él haría alguna maniobra punk que lo saque de este aprieto o buscar la compañía de su banda. ¡Eso es!   Por el rabillo del ojo miré a Obito con el propósito de hallar refuerzos. Yo le iba a pedir ayuda. Lo juro. Pero el traidor se burló de  la situación subiendo las escaleras  y disfrutaba de la escena masticando con entusiasmo las hojuelas multicolores de ese cereal con la identidad comercial de un tucán.. Espectacular.   Con hermanos así, no necesito enemigos.   

 

—Tres. 

 

Arg, ¡¿Por qué siempre averiguan mis debilidades y las utilizan en mi contra? Primero Hashirama y ahora mi hermanito.  ¿Eran tan obvias?

 

—Vale si con eso cierras la boca, hablaré—Pedí alto al fuego y suspiré cuando Izuna se alegró de haberme vencido.

 

No omití ni un solo detalle de nuestra operación “Juguemos a ser la pareja perfecta”. Narré con suspenso los acontecimientos como si fuera una línea de tiempo o un esquema de la oficina de una corporación, partiendo desde la pesada pelirroja que me revienta las bolas hasta mi reencuentro único con Hashirama y la tregua que firmamos cual armisticio de una guerra de clanes, y pongo ese adjetivo en concreto porque fue realmente impensable que me haya consentido el honor de ser su novio. De nuevo, estamos hablando de un sujeto con el que no me dirigía la palabra durante años, que podría tener rendida a sus pies a cualquier chica guapa y adinerada por ser altamente codiciado, que es requerido en los titulares en las temporadas deportivas de fútbol americano,  un estratega marcando touchdown en las yardas, tan versátil que obtuvo un reconocimiento de ciencias el año pasado por un proyecto audaz de “¿Las semillas de haba crecen mejor con música clásica?”, sí, por muy absurdo que suene, salió premiado con una medalla de oro de la feria.

 

 ¿Podéis creerlo? Yo todavía no.

 

—¡Madara tiene novio! ¡Madara tiene novio! ¡Y se besan! ¡En la boca!—El menor de nosotros echó porras molestas que me provocaron jaqueca.

 

—¡Tu no te metas, enano!—Le regaño y el mocoso me saca su lengua.

 

—Dejame ver si entendí—Inició Izuna, acomodándose y sentándose por encima de sus talones, moviendo con gestos explicativos sus manos—Sois novios de mentira hasta que uno de los dos termine con el otro y todos se olviden de una vez que estuvieron saliendo.

 

—Mira eso…—Fingí estar sorprendido, exagerando muecas—Tonto no eres—Sonreí con la cara de estreñimiento que puso Izuna.

 

—Pues lo estáis haciendo bien—Me felicita con ironía—Tenéis a toda la universidad envuelta en vuestro engaño.

 

—¿Cómo se enteraron todos, de cualquier forma?—Tuve la intriga.

 

—Pues Melita Hills es grande, pero a la vez muy pequeño—Se justificó, encogiendo los hombros—Lo único que sé es que ayer estaba por venir a casa desde la universidad y un compañero de mi salón me ha dicho “Tu hermano solo es calladito, pero la tenía bien oculta”. ¿Cómo quieres exactamente que me quede con la curiosidad?

 

Me subió una llamarada caliente a la región de mis mejillas y las pintó de un escarlata vibrante.

 

—¡Pero qué coño! ¡Yo solo lo besé!—Exclamé, y ahora que lo pienso, no es tan normal si lo digo en voz alta.

 

—Por eso mismo.—Izuna marcó su obviedad.—Por lo menos no tuvieron acción de una vez como Itachi, que admitió que perdió su virgini…¡Boleto de avión!—Reemplazó rápidamente el último carácter en la oración no tan sutilmente al recordar que todavía había un menor de edad rondando entre nosotros. 

 

—Que tonto, ¿Por qué no lo renovó?—Izuna tuvo alivio con la inocencia de Obito y yo me enternecí.

 

—Ay cariño, una vez que pierdes ese boleto, ya no es reembolsable—Yo vi las referencias que hubieron escondidas ahí, pero Obito no las detectó e Izuna le revolvió el cabello recortado de cuervo, alborotandolos.  

 

El menor se quejó, quitando la mano de Izuna de sus hebras.

 

—Oigan, par de bobos, papá tuvo turno temprano en el hospital hoy—Sus cejas eran adorables eran rectas en pendiente—¿Cuál de vosotros me va a llevar a la escuela?

 

—A mi ni me mires, yo reprobé el examen de la academia de chóferes—Izuna alzó los dos brazos al aire con una expresión de “ni de coña conduciré”.

 

Mis dos hermanos se dedicaron miradas cómplices y voltearon su cuello en sincronía hacia mi ruta, casi como una coreografía ensayada por meses. 

 

Yo resoplé, blanqueando mis retinas. No tenía opción, ¿No es cierto?

 

—Iré por las llaves.

 

 …

 

Doblé el volante con brusquedad hacia la derecha en una intersección con la avenida principal pobladas de automóviles de lujo. Ya había dejado pacíficamente a Obito en la escuela, tengo que abstenerme de los arrebatos maníacos siempre y cuando haya un menor a bordo. Puedo emocionarme de más si soy el piloto, en ciertas ocasiones tengo los nervios de acero. Cada vez que veo una oportunidad de pasarle a alguien en la autopista, no me importa si era un Mercedes Benz o un BMW del año, los evadía con mis locas técnicas de conducción, según Izuna tengo la aterradora agilidad de Toreto en las escenas de acción y persecución de Rápidos y furiosos, y esto a decir verdad no está ni cerca de ofenderme, más bien me lo tomé de elogios, los cuales me inspiraron a pulsar la paleta de embargue con mayor afán y acelerar a máxima velocidad. La sacudida abrupta colocó el vulnerable corazón de Izuna justamente trabado en la tráquea, lo peor es que no tenía forma de refutarme ya que uno, estaba ocupado aferrándose fuertemente de la manija mientras apretaba los dientes y rezaba incluso al Dios del olimpo Zeus, tratando de evitar sufrir de un colapso, y dos, el no cuenta con una licencia oficial de manejo para cuestionar mis métodos. Mejor así, asustadito se ve más bonito.

 

—¡Joder, Madara!—Venga ya, mi hermano copiloto se descosió las comisuras de la boca al fin y habló después de oír algunos bocinazos de los otros que transitaban.—Si voy a morir preferiría un tiro limpio en el cráneo y no que mi cuerpo esté esparcido en las calles, gracias.

 

—Que fatalista eres, hermanito.—Le miré de reojo con la misma diversión de un especialista en las carreras de fórmula 1,  hice funcionar la palanca del freno de mano en la escala hacia el cuadro de D en el tablero de cambios apenas las luces incandescentes en el semáforo estuvieron verdes—Sostente.

 

—Eso no me lo tienes que pedir dos veces—Sin más dilatación, extrajo la elástica banda del cinturón de seguridad desde el mecanismo retráctil y la envolvió totalmente en su tórax, prepárandose para ser detenidos por la policía, o más grave todavía, morir.—¡¿Puedes dejar de intentar matarnos?!—Me gritó por un volantazo que di con él estando desprevenido.

 

—Me has robado el papel de antipático de repente—Sonrío mientras me aseguro de ver por el retrovisor si alguien se nos acerca para poder activar las direccionales.

 

—Tiendo a ponerme de mal humor cuando intentan matarme.

 

—Pues haz el favor de ponerte de buen humor, no voy a estar soportando todo el día tus lloriqueos por intento de asesinato—Rodé los ojos, girando en una curva y rozando un poco la acera con los anillos de las llantas.

 

A la cuenta de 15 segundos ya estábamos en la rejas corredizas y al frente de la garita de los guardas de la universidad privada, el hombre en la cabina nos identificó y habilitó la barrera de acceso automática para que ascendiera y ya mi auto pudo ingresar a las instalaciones. Hay un gran tumulto de adolescentes que nos recibieron en la entrada a los parquímetros, yo tuve que ser cuidadoso de no arrollar a ninguno, por más que quisiera demolerlos bajo mis neumáticos, no podía permitirme una falta y ser expulsado, así que me limité a estacionarme en los lados más solitario.

 

Izuna vio al cielo a los ángeles tan pronto accionó la manija y se bajó del auto. Se equipa las correas y las tiras de su mochila en el hueso de su hombro y yo lo escolté al recinto central de Melita Hills en cuanto oprimí los bloqueadores del vehículo. Una espiral de estudiantes provenientes de diversas facultades viajan sus miradas vagas, curiosas y profundas hacia nosotros desde el vivaz pasto del área delantera en el campus a medida que íbamos avanzando en el vestíbulo. 

 

 —¿Tengo algo en la cara?—Tuve la duda y le pregunté a mi hermano al lado. Él negó con la cabeza.—¿Y qué cojones les pasa a estos que nos miran?

 

—Uh.. eso es una pregunta bastante capciosa, a ver..¡Creo que ya tengo la respuesta!—Exclamó con un ácido sarcasmo, en mi humilde opinión—¿No será porque estás compartiendo lengua con tu…? ¿Cómo fue que dijiste que era?—Un tic en mi párpado se genera—¿Amigos con compañerismo?

 

—No me jodas con eso, ya te dije que esto no es real—Corrijo, y en un susurro agregué:—Ningún maldito Senju es mi tipo.

 

Izuna bufó.

 

—Sí, ese cuento ya me lo he leído, eso mismo dije yo de Tobirama y terminé en el asiento trasero de su coche gimi…

 

Yo le cierro el pico con el entramado de palma de mi mano enguantada de cuero antes de que pudiera alimentar el trauma en mi mente.

 

—No quiero conocer los detalles.

 

Izuna me la retira con un manotazo iracundo.

 

—No debería incomodarte que hable de sexo si estás con un tipo que literalmente vive de mojar bragas—Pone sus bracitos en forma de jarras en su cintura envidiable.—Vete acostumbrando, ni-ssan, eres un pequeño capullo que debe florecer algún día.

 

Joder, como quisiera no haber entendido ese doble sentido.

 

—Bueno, nos veremos luego, iré a buscar a Tobirama, si necesitas más consejos sobre meter y sacar, solo dímelo.—Se despidió con una sonrisa descarada y agitando con fervor su muñeca en lo que se adentra al edificio centrado en las artes escénicas. 

 

Yo me giré sobre mis talones y desaparecí de ahí, hundiendo mis manos en el interior de los bolsillos de mi cargo.

 

Sí, claro, no voy a consultar a nadie para lidiar con mis problemáticas sexuales, en lo que a mi concierne, puedo resolverlo yo solo, no tengo que acudir a Izuna para una terapia y una conferencia sobre el sexo. Tengo veintidós años, maldita sea, no es ético que a esta edad todavía continúe enfrascado en la pureza. Eso y que sería muy embarazoso recibir orientaciones de mi hermanito para dominar bien los asuntos que incluyan follar, ¡Las cabras volarán primero antes que doblegarme a ser complaciente en la cama con un Senju!

 

Una corriente estática se descargó en el sector inferior de mis lumbares. Pude distinguir ese aire de atmósfera pesada y sofocante que me aplastaron cual yunque de 20 kilos descendiendo del cielo por las inspecciones para nada disimuladas de los chicos y chicas que se paseaban tranquilamente en los adoquines de la glorieta o los que estaba reposando en la circunferencia de la fuente de agua cristalina. Incluso los extranjeros de Japón clavaron sus vívidos ojazos almendrados de asiáticos y los agradaron con asombro, si es que eso es posible.

 

Vale, ser el foco del lugar no correspondía a lo que mi imaginación planteó.

 

Por estar distraído debatiéndome si me iba a favorecer esta famita de ser el novio falso de un mujeriego, me tropecé con un muro humano de hormigón construído de masa muscular rígida. Me recompuse masajeando mi recto puente y apoyándome para no tambalearme de unos suaves … ¿Pectorales?



Solté un jadeo.



Me escandalicé con un brinco asustadizo para atrás y tan agitado que podría competir fácilmente con una olla de presión en plena ebullición. Joder, le he tocado las tetas a alguien, ojalá no sea una mujer, podría denunciarme con mi presunto historial de ser un drogadicto. Tuve que inclinar mi perspectiva en dirección hacia arriba y afrontar lo que está por venir, quizás un grito de “¡Pervertido!” o un estridente extermina tímpanos gritos de damisela en apuros. Para bien o para mal, me sobrepasa por demasiadas pulgadas de altura, es un enorme titán inquebrantable. O esta mujer tiene la genética privilegiada de un deportista de la NBA o era milagrosamente un chico.



Aunque sigue contando como acoso tocar sus partes íntimas. En ese caso, nota mental: acusar en la fiscalía a Hashirama por haberme dado un apretón en un glúteo.



Yo testifiqué su rostro en la cima para, dependiendo de quien sea, pedirle disculpas.



Sin embargo no me arrepiento de nada, si bien me petrifiqué por unos breves segundos, la conmoción se convirtió en desprecio en cuanto contemplé esa distintiva corona de hebras rubias polar y combatí con la frente en alto y el pecho inflado con las tenebrosas iris de magma volcánicas y esa expresión fulminante de un preso declarado con cadena perpetua.

 

¿Por qué eres tan perra conmigo, universo? ¿Chocarme accidentalmente con el hijo de puta de Tobirama Senju? ¡Venga ya, puedes hacerlo mejor!

 

—Uchiha—De él se forma una entonación que en comparación con la de un locutor poseído por satanás, esta me da escalofríos en la médula ósea. 



—Senju—Me pellizco discretamente, castigándome por lo trémula e insegura que salió mi voz. ¡Vamos, Madara! ¡No lo dejes entrar, soldado!—Mi hermano te está buscan…



—¿Qué diablos estás tramando ahora, víbora?—Frena mi aviso y yo pestañeó, incrédulo. 

 

Entrecerré mis letales pupilas.

 

—A ver, primero que todo, buenos días puto maleducado de los cojones, me va de lo mejor y más si no te tengo que ver la jodida cara todos los días, gracias por preguntar—Lo ataco con mi sistema de defensa anti imbéciles: mi preciosa y afilada lengua de camionero—Y puedes ir a tomar por culo, porque no voy a invitarte a por ningún café, toma ya, por gilipollas.—Él me enseñó su indiferencia e intolerancia por mi sola esencia echando hacia atrás el cerebelo, y presiento que lo ha hecho a propósito para exhibir un perfil terriblemente sabroso de los trazos de sus venas tensas y enredadas en su robusto cuello.

 

Tragué saliva y él lentamente me devolvió una salvaje mirada de lobo ártico voraz.

 

—Vaya, aún te sigues poniendo a la defensiva, ¿No es así?—Una risa seca y sexy se le escapó. ¡¿Acabo de usar el término “Sexy”?! ¡Madara concéntrate, nada que se relacione a este bastardo es siquiera llamativo para ti!—Dime, Maddy, ¿Cómo se llama este jueguito tuyo? ¿Cuáles son tus aspiraciones con esto?—Al igual que su hermano mayor, no parece que le entienda mucho el significado de mantenerse separado decentemente de las personas, en el itinerario de los Senjus eso está borrado o lo evaden a sabiendas de que obtendrán lo que quisieran si se arriesgan.

 

Con un paso de su porte elegante de futuro abogado, el puto Senju se propulsa con gracia hacia mi y disminuye mi espacio y mis posibilidades de huida con su enorme composición física. Me estaba retando a un concurso de miradas: la más cortante era la ganadora. Ala, la rata no se ha olvidado cuán en serio me tomo cualquier desafío, es tan precavido y erudito, Tobirama sabía mejor que cualquier otro que yo de tonto no tengo ni la T.  Lo perforé con mis par de dagas de carbón, yo no doy marcha atrás aún si mis fosas nasales se embriagaron por culpa de la loción varonil de limón del Senju.

 

—Y dime… ¿Qué buscas con esto, pequeña zorra? ¿Ser novio de Hashirama? No me hagas reír, ni siquiera es tu tipo—Un susurro erótico, lo que faltaba. 

 

¡No te pongas duro, Madara! A menos que no sea como una piedra, así sí.

 

—Y a ti que cojones te importa—Me enfadé, permaneciendo resistente a su lasciva exploración de cada parte de mi ser—Que va a saber un arrogante que solo se preocupa de su imagen como tú sobre mis gustos, pude haberlos cambiado, y de todas maneras no es asunto tuyo.

 

—Si lo es. Esto no me da buena espina—Masculló.

 

—Bueno pues vas a tener que comerte tus jodidas espinas, porque tu hermano y yo somos novios—Digo con orgullo, como si todo este teatro fuera cierto.—Si no te agrada, puedes poner tus quejas en el buzón de “tus opiniones son una mierda y no me interesan”, con gusto las leo.

 

—Uchiha, si intentas algo con Hashirama te voy a…

 

—¿Me vas a qué? ¿Qué puedes tú hacerme? Ya me has hecho bastante y aun así no estás satisfecho—Fui más fuerte que el quiebre que estuvo a un paso de aflorar mi garganta—No vayas a dártelas de moralista y justiciero conmigo, jodida escoria. Yo sé bien quien eres, un mentiroso y egoísta que se acuesta con cualquier mujer que ve atractiva.

 

—Yo ya no hago eso.

 

—Y más te vale no hacerlo, porque si lastimas a mi hermanito, yo no voy a ser gentil contigo—Mi dedo índice da golpecitos repetitivos a su formidable pecho.—Y yo cumplo mi palabra.

 

Él enroscó su mano colosal en mi muñeca. 

 

—No voy a lastimarlo, aprendo de mis errores—Me ve de arriba hacia abajo y chasqueó la lengua—Pero tú no. Sigues siendo tan dependiente a mí y lo niegas.

 

—Sueltame…—Bajé mi atención a los mosaicos. Me rehúso a verlo, solo quiero que me deje en paz y volverlo a evitar a toda costa igual que desde que rompimos.

 

—Los cigarrillos, el alcohol, esos atuendos deprimentes—Enumeró con la soberbia transparente y la burla en la comisura de sus finos labios—Cuando estabas conmigo eras otra persona, más suelta, más sociable, ya no eres lo que solías ser y eso me frustra…—Hubo un gruñido rancio de su parte y un manojo de nervios se alborota en mi estómago en cuanto él se desplaza con esa candente seducción a mi lóbulo y me susurra:—...Hashirama jamás te lo va a ser tan bien como yo, Maddy.

 

Yo me quedé pasmado. Esas provocaciones, la lujuria, esa maldita cercanía. Mis ojos se iban a desorbitar de mis cuencas, esta era su ruda manera de lastimarme más de la cuenta, siempre se trató de ser quien de los dos era más dominante, de competiciones, de violentos ataques de ira, de peleas agresivas que iban a parar en besos tan dañinos que eran mi adicción favorita, imposibles de desechar o de posponer una ronda de sus asfixiantes labios. Mi urgencia de estar con él era injustificable, no podía con la soledad que me acuchillaba, cada hora, minuto, segundo solo pronunciaba su nombre: Tobirama. Ya no era relevante nada más que él, ni siquiera que Hashirama me haya mandado a la mierda y me ignore. Él llenó ese vacío. Tobirama esto, Tobirama aquello. Tobirama con lentes, Tobirama sin camisa, Tobirama acabado de ducharse, Tobirama desnudo, Tobirama besando mi frente por las mañanas. 



Todo era… él. Mi mayor obsesión. 

 

Pero eso acabó. No le haré esto a mi hermanito, jamás.

 

—¿Y tu que coño puedes saber?—Aprieto los dientes, reprimiendo mis maldiciones—Ahora estoy con él y lo vas a tener que aceptar, porque tu y yo ya no somos nada. 

 

—No voy a aceptar una mierda—Me contesta con ánimos de discutir.

 

Como en los viejos tiempo, ¿No es lindo?

 

—No actues como si me conocieras, maldito.—De un halón, me libero del agarre de su monstruosa mano y me acerco tanto a él, que su respiración le hace cosquillas a mi cartílago—Ahora, vas a ir con mi hermano, te esfumarás y nunca más me hablarás, ¿Quedó claro?

 

Tobirama fingió considerar mi propuesta y humedeció su labio inferior mientras de él se origina una sonrisa diabólica. 

 

—No tengo que seguir tus ordenes, Maddy—Sentí el crepitar de la furia por el apodo que utilizó este ogro con la cara esculpida por Miguel Ángel díscolo—¿Lo olvidas? Ya no estamos juntos.—Me guiña el ojo y de imprevisto me ajusta la barbilla en un hueco de sus dedos y me obliga a alzar la vista hacia él, su pulgar no me dejaba de delinear la consistencia cremosa -por el bálsamo que Izuna me aplicó en contra de mi voluntad antes de salir- en la planície de mis labios.

 

¡¿Pero y este Don Juan quien se cree que es?!

 

Algunas personas pasan exclamando de indignación y se nos quedan viendo, y honestamente la repentina atención me pone muy nervioso.

 

A estas alturas ya deben tener esa suposición de que me estoy tirando a los dos hermanos.

 

Ay no, ¡Izuna!

 

–Apártate—Me encojo en un chibi incendiado de ira y desesperadamente me esfuerzo por separarlo de mí.

 

Si Izuna nos pilla con esta posición comprometedora, no me va a hablar por quién sabe hasta cuanto.

 

—¿Por qué tan rabioso?—Me recrimina con burla y para variar invade mis límites personales descaradamente.—Que los chismosos disfruten el show.

 

—No gracias, ya te dije que no quiero estar contigo, vete, me das asco—Interpuse un mi antebrazo entre nosotros para que ni se le ocurra ir a por mi boca expuesta, porque si me arrebata un beso, voy a firmar mi sentencia de muerte y mi fraternidad puede desmoronarse.

 

—Lo dices como si fuera verdad—Tiene esas sucias pretensiones de volverme a aprisionar con su candente cuerpo de estrella porno, pero esta vez no imbécil, por algo soy un máster evitando gente. Me agaché tan rápido que lo confundí y ese fue mi chance de irme. 

 

Pero el tuvo que aferrarse a mi brazo y frenarme a último momento. 

 

—¡Vete a la mierda, rata albina!

 

—Solo quiero hablar contigo, no exageres.

 

—¿Estoy interrumpiendo algo?

 

Un carraspeo nos desconcertó en absoluto, mis vasos sanguíneos se congelaron y pararon de drenar su flujo en el tubular de mi aparato circulatorio, Tobirama aflojó la sujeción de mi extremidad por instinto, puedo corroborar con certeza que él mismo rastreó las ondas turbias y tomó precaución. ¡Era tan candente que podría derretirme como hielo en el verano caluroso! Su pelo lacio y abundante recogido con una liga en una cola de caballo castaña y varios de las hebras sueltas desordenadamente le favorecía demasiado para ser una cualidad que no está a la disposición de modificar para bien el aspecto de nadie, en otros se vería como si no hubieran dormido en meses y no pudieran pagar las facturas, pero en él es un "no me esmero en arreglarme y luzco fenomenal". Él no es un humano común. No puede serlo con esa mandíbula cuadrada y facciones simétricas. A mi no me engañas Dios, tú sí tienes favoritismo. La imponencia de los diámetros en esa corpulencia poderosa y la tez de canela bañada por las soleadas prácticas de entrenamiento a campo abierto eran realmente intimidantes, a pesar que estaba ataviado de una camiseta de algodón y una dinámica chaqueta Letterman con la paleta cromática representativa de Melita Hills, el amarillo similar a yema de un huevo friéndose en la sartén y el negro abarcando el resto del territorio, fusionó el estilo con unos vaqueros confeccionados de mezclilla y rasgados en la triangular rótula, y para terminar con su estética cliché de atleta tarado, calzaba unos jordans costosos . Pero lo que indudablemente infundió miedo en nosotros fue esa cruda y neutra expresión que borró los hoyuelos que por lo habitual, lo . Tiene esa aura misteriosa y bárbara de despedazar algo o alguien sin que lo detenga, lo evidencia el hecho de que se está hundiendo sus uñas en la tela que cubre su bícep y su altiva mueca colérica de haber comido un trozo de mierda y no estar feliz.

 

¡Hijo de perra! ¿Cómo se atreve a rescatar mi culo de problemas?

 

—Hashirama—Su fachada se suavizó y adoptó una postura tenaz.

 

—¿Se puede saber que estáis haciendo?—Ostras, ¿Qué son esas vibras Rottweiler rabioso?

 

Tobirama abrió la boca para replicar, pero yo fui más preciso y conciso.

 

—Nada, Hashi—Coqueto, me desplacé hacia mi increíblemente alto novio deportista que me denigra a lucir como un enano de blancanieves y yo pesqué la larga extensión de su bien trabajado brazo y recuesto mi cabeza en él—Solo estaba diciéndole a Tobirama que Izuna, quien lo ama mucho—Enfaticé esto alterandomi timbre vocal y me entretuve cuando él echó humo hasta por las muelas—Lo va a esperar después de clases, ¿No es cierto?

 

Hashirama lo vio, como confirmando la veracidad en ese relato. El menor de los Senjus se tomó su tiempo en reaccionar, estuvo guardando silencio e inhalando y exhalando para relajarse y no hacerme pedazos. Yo tuve que reprimir una carcajada malévola, joder hace rato que no me vengaba de Tobirama, esto es un buffet lujoso en bandeja de plata. 

 

Finalmente, él lo afirma mediante un asentimiento, derrotado.

 

—Sí, le estaba pidiendo a Madara que me diga dónde está Izuna.—Ala, pero mira que diferente está actuando el señor rebelde.—Con permiso.

 

Previo a pasarnos por el lado me echa un fulminante vistazo con resentimiento y yo me abstuve de levantarle mis armas mortales: mis dedos del medio.

 

Seguidamente a que ya no sentí la desagradable esencia de esa rata en el entorno, como si se reactivara el raciocínio, un "click" se presionó en el botón de mi membrana y la sangre ascendió a la zona indefensa de mis mejillas, las coloreó de un rojo mate que era imposible de ocultar y por desgracia, mi piel lechosa combianaba a la perfección con aquel matiz. Joder, todavía estoy abrazando su músculo.Entorné los ojos y de una movida a la velocidad de la luz,  alejé a Hashirama de mí y lo apuñalé con mi rostro carcomido por la molestia cuando ese sinvergüenza sin escrúpulos se empezó a reír de mí.

 

—¿Hashi?—Difícilmente pudo sonar sereno, prorrumpiendo en una carcajada estrepitosa.—No me has dicho que teníamos que ser así de sobreactuados.

 

Una vena palpita en mi frente.

 

—Imbécil, eso fue para que no se diera cuenta tu estúpido hermano—Pataleo con una creciente ira impotente, y el simio mariscal no se deja de burlar.

 

—Pues lo haces excelente, te mereces un oscar—Se limpió una lágrima falsa por mi graciosa actuación.

 

—Jodete, Senju.—Lo maldigo, me doy la vuelta y me encamino a las entrañas del edificio administrativo.

 

—¿A dónde vas?—Me persigue y me alcanza en cortas zancadas. Malditas piernas de corredor de maratones..

 

—No tenemos que estar juntos 24/7, voy a irme a hacer mis… cosas—Dejé afuera del paquete específicamente que iré a fumar a la terraza, no he tenido el placer de encender un porro hoy.

 

—No tan rápido, precioso, tu vendrás conmigo—Me impide cruzar, poniéndose delante de mi y obstruyendo mi ruta a mi lugar feliz.

 

Se acentuó más mi hartazgo y bramo un gruñido.

 

.—¡No voy a ir contigo a ningún sitio!—Me fui a la izquierda y doy uso a mi técnica de fuga, pero el jodido Senju lo vio venir y me trancó el paso otra vez.—Quitate, Hashirama.

 

—No, te estuve buscando toda la mañana para ir a almorzar—Cierra los ojos, sonriendo con su jodida amabilidad.

 

Exhalé socarrón.

 

—No voy a ir a comer contigo o tu equipo de descerebrados, no tolero a la gente.

 

—Entonces cometiste el error de ser el novio de una mariposa sociable—El galán se recargó en un pie y tumbó todo su peso en una pared.—O vienes o te llevo, ¿Cuál prefieres?

 

¿Dónde están los policías cuando los necesitas? ¡Este tonto siempre se sale con la suya!

 

—Si acepto ir, vas a tener comprarme el almuerzo—Puse la condición y él asiente encantado.

 

—Lo que tu quieras, cariño.

 

Arg, era tan meloso e insoportable.

 

—Y no me llames así frente a nadie.

 

—Oye, fuiste tú el que me llamó amor, en primer lugar—Me recuerda exactamente lo de ayer en los vestidores. 

 

El reincorpora para atravesar conmigo varios bloques de la gran institución de Melita Hills, era condenadamente agotador ir de aquí para allá en este palacio, era la que más tiene prestigio en la región norte de Pensilvania y estoy en creer que ese título honorario del gobierno no es por mierdas sin sentido. La caminata nos guió a una conjunto de puertas con marcos de madera lisa y ventanillas de vidrio, en el que se vislumbran desde adentro el desorden de estudiantes en las mesas, deleitándose con una bandeja repleta los platos del menú, estaban clasificados apropiadamente de acuerdo a su estatus y popularidad. El comedor ecológico era un sitio menos concurrido que este, y un calambre de ansiedad me inundó los sesos con el bullicio del habladero que se moderó al Hashirama poner un pie en la cafetería, hasta los callados e inadaptados pararon su diálogo por nosotros. ¿Y qué cojones se supone que somos? ¿Unos colonizadores españoles en un pueblo indígena? Yo tuve que apretar los puños para no darle autoridad a otra de mis crisis de pánico, y me agité aún con más potencia por la mano del mariscal colándose en el bolsillo de atrás en mi pantalón. Contuve el aliento retenido en mis pulmones y le envie una sigilosa advertencia de “No es buen momento para tus fetiches degenerados, cerdo repugnante”, a lo que le importan tres pepinos e infringe mis nalgas con una caricia y una cara pervertida disfrazada en una dulce y acogedora sonrisa, con las hendiduras de sus hoyuelos.

 

¡Carajo! ¡Se está aprovechando!

 

—Señoritas—Dice Hashirama y aparecemos de la nada en el comedor del centro de la cafetería, a la vista de todo el jodido mundo.

 

Estaba infestada de chicos roba gemidos de gata en celo, corpulentos y que traían consigo el símbolo de la universidad grabado en el delantero de sus chaquetas igual a la de Hashirama, pertenecían a esa tropa aclamada por lunáticas que ejercitan más los músculos que las neuronas, aquí en Pensilvania el fútbol americano es la segunda religión, solo superada por la fe católica, así que sé muy bien lo que digo eso de no relacionarse con este equipo de monos, estos hombres solo saben pensar en fútbol, fútbol, chicas a las que les encanta que sean estrellas del fútbol y que harían absolutamente cualquier cosa por un minuto de su atención, popularmente conocidas como groupies, y, ah, otra vez el fútbol. No se puede confiar en ellos. Y no hablo desde el rencor ni una experiencia dolorosa -Bueno, solo la de cierto idiota-. Es conocimiento absoluto, cultura general, rollo científico.

 

Unos estaban montados en la superficie de la mesa narrando con entonación épica el buen tiro que tuvo en el entrenamiento, jugando con el balón dándole giros, y otros devorando un plato de carne de ternera como si no hubieran comido en mucho tiempo.

 

Arrugué la nariz, esto no me huele bien.

 

—¡El líder!—Se exalta uno de ellos, renunciando a su labor de sorber de la lata de Coca-Cola. Él era rubio, y tinte o no, debo reconocer que esa tonalidad le beneficiaba a su complexión medianamente ordinaria, posiblemente se haya matriculado hace poco y este era su primer año, no se veía como un cavernícola como los otros.

 

—¿Cómo te va, Naruto?—Lo saluda puño con puño y le siguió un raro conjunto de mímicas de las que solo ellos sabían.

 

  —Ole, ¿este es el noviecito tuyo, mariscal?—Silbó otro neandertal reparando en mi presencia, este con un explosivo corte de cabello marrón.

 

—Así es, Hiruzen.—Muy caballeroso, me ofrece asiento como si yo fuera una chica colada por él, yo de mala gana acaté sus órdenes corteses y me senté, él justo al lado de mí—Lo teníamos en anónimo pero nos cansamos de fingir. ¿No es así, cielito?

 

—Así es, amor.—.Tuve que decirlo entre dientes y sonriendo falsamente por ese maldito apodo con afecto.

 

—Y vaya que has tenido a este bombón gótico bien guardado, ¿Verdad, Shisui?—Me coquetea el tal Hiruzen, codeando la costilla de un chico con rizos de tinta china y con esa tendencia a estar relajado en un tsunami. Yo me reservo mis ganas de arrancarle los testículos y venderlos en internet—Sinceramente no imaginé que querías algo serio después de como terminaste con Mit…¡Auch!—el proyectil de una contundente patada del autor Hashirama Senju por debajo de la mesa le sacudió hasta las dendritas a este tipo, se retorció mientras lagrimea y se puso a aullar adolorido por la embestida impredecible.

 

—Yo no me la puedo creer.—Intervino Naruto, mirándonos fija y detenidamente en lo que ladea liado la cabeza—¿En serio sois novios? En caso de que no sea cierto—Me encara poniendo esos ojos zafiro en modo casanova——Yo estoy disponible para ti, nene—Hizo el típico gesto del telefono con su pulgar y meñique, murmurando “Llámame”.

 

—Oh no colega, tú búscate el tuyo—Hashirama enrosca con posesión mi escuálido cuello con su masivo brazo en excelente forma. Casi me asfixiaba.

 

—Anda, capitán, que yo dejé que te tiraras a mi hermana—Formuló en su boca el montículo de un puchero, a lo que el mariscal ensombreció su semblante—Vale, si no se puede con él, yo ya tengo en la mirilla a mi objetivo, de todas formas—Con una sonrisa sádica apuntó empinando el mentón hacia una senda que estaba detrás de nosotros.

 

Para curar mi intriga, yo me di la vuelta y no hubo tardanzas para estar absorto con lo que determiné. Al fondo, en los tableros de una mesa arrinconada en la ancha pared de cristal con un buen paisaje del exterior, se encontraba un adolescente acuchillando con el tenedor los intestinos de un salmón ahumado y una ensalada de tomate, era tan pálido que si no lo conociera diría que es un vampiro o tiene los síntomas de una fobia al sol, pues tiene ese tez de un espectro que nunca ha salido ni siquiera a la playa, lleva orgullosamente un jersey más negro que mi pureza y unos pantalones capri púrpuras de berenjena. Está concentrado en seguirle la plática a su acompañante, idéntico a él de no ser por sus hebras frondosas acopladas en una coleta baja y dos líneas diagonales que nacen desde su lagrimal, cruzando la bolsa de ojeras y concluyendo en su mejilla. 

 

Pero si esos eran…

 

—Son mis primos—Admito y el rubio, embelesado, se le paró el pulso.

 

U otra cosa.

 

—Ala, o sea que la belleza viene de familia—Extrovertido, se me acerca y Hashirama que no se va a quedar de brazos cruzados mientras le roban al novio, le pega una hostia en el cráneo —¡Ay! ¡Por qué!

 

—Tenías un mosquito.—Se excusa y enmendó una sonrisa convencional y amigable.

 

¿En serio?

 

—¿Irás a la fiesta del sábado? Mi hermana cumple años y en su lista de invitados probablemente estés si estás saliendo con este cabrón —Dice Naruto cuando se recupera del golpe, Hashirama se sintió satisfecho por haberle agredido y se acomodó más en el asiento.

 

—Yo.. no lo sé, no le hablo mucho a Mito y no creo que me tenga en su listad…

 

—Claro que iremos, yo soy el alma de la fiesta—Interrumpe mi monólogo de declinación el estúpido y sensual mariscal—Y yo no puedo ir sin mi hermoso novio.—Me abraza los hombros cariñosamente y hunde la punta de su respingona nariz en la curvatura de mi cuello.

 

—No, no, es que…—Balbuceo de forma inaudible.

 

—¡Perfecto! Os voy a estar esperando, no tardeis, es a las siete—Se emociona el rubio y de un brinco se baja de mesa para regresar a su salón a por el pan de la enseñanza.

 

El horario de recreación ha llegado a su fin, le secunda el imperturbable Shisui y Hiruzen a traspiés acariciando su rodilla, el equipo entero de simios se puso de pie y botaron los residuos no comestibles de la merienda  en el recipiente de reciclaje. El comedor público que antes estaba atestado y que no cabí ni un solo estudiante más se ha vaciado. Yo saco provecho de que no hay moros en la costa y encesto un puñetazo inadvertido en su escultural deltoide, él protesta deformando su bello entrecejo y con un quejido.

 

—¿Y eso qué?—Lloriquea.

 

—¡¿Te operaron el cerebro?!—Di un rugido con enardecimiento.—¿Ir a la fiesta de mi archienemiga de toda la vida? ¿Estás loco?

 

—Tranquilo, no pasará nada—Me dice sacando a relucir su optimismo—Mito no es tan mala como crees, ella no es una dictadora.

 

—Llenó mi mochila de insectos, Hashirama—Siseo para que pueda entender mi punto.

 

—Eso fue cuando tenías como 7 años, no jodas. Ya deja de engancharte de cosas del pasado. Iremos y punto—Feliz como una lombriz, el deportista devolvió la bandeja que había estado colmada con un plato hondo de ensalada de frutas a la meseta con una pila de ellas y se desempolvó las palmas de las manos, removiendo los microbios con una servilleta también. Yo le pisé los talones en cuanto hizo amago de salir del establecimiento de comida.

 

—No, no haré lo que me dices, esto es solamente una maldita farsa, por si no recapacitas bien—Lo detuve poniéndome al frente de él.

 

Él pudo haberme empujado, pero en cambio, decidió moldear cada terminación en mi con sus penetrantes iris de avellana.

 

—Sí vas a ir

 

¿Eso fue un mandato?

 

Dos pueden jugar ese juego.

 

—Que no—Me niego rotundamente—Ni de coña. No me puedes obligar.

 

Me sostiene con esa fuerza biónica y me somete a chocar con una pared, yo di un gemido por la violenta acción y rechino los dientes al verme acorralado como una liebre asustadiza por las garras del lobo, ni en mil años se me ocurrió que pude haber sacarlo de quicio, a él, a Hashirama el corderito.

 

Aunque debo admitir que esta faceta es excitante.

 

—Este es mi primer favor, entonces—Baja el tono de voz a uno azucarado y seductor, tan viciante—Vas a ponerte la ropa más sexy que tengas en tu guardarropa, si quieres que sea sugerente y que parezcas una puta, no me importa porque nadie se va a atrever tocarte más que yo. Te pondrás ardiente, sabroso y exquisito solo para mí—Lamió sugestivamente sus labios— no puedes rebatir porque tenemos un trato.

 

Mierda. Los putos favores de los cojones, por supuesto. Toda mi faz está ruborizada y tengo que callar esas voces que me dicen “Tu eres un hombre de palabra” porque no me están ayudando en lo más mínimo.

 

La risa melódica de Hashirama retumba en mis tímpanos.

 

—Te iré a recoger a las 7—Se asegura de notificar, yéndose con la sagacidad que es propia de él.

 

Y dejándome con el corazón rozando mi úvula, padeciendo náuseas y debatiendo conmigo mismo si fue una buena idea ser novio de ese rufián.

 

Chapter 3: Primera regla rota

Notes:

Recompesa con capítulo largo porque me tardé :(

Chapter Text

Madara POV:

De los parlantes de mi reproductor portátil iPod emerge el estribillo de Little Things de la autoría de Good Charlotte y de la impecable técnica artística de Joel Madden. La habitación se inunda por el estruendo del trabajo de los bajistas, guitarristas y bateristas en la canción. Instantáneamente la pista musical se filtró en mi agrio humor y me subió los ánimos, aunque sea de una manera minúscula, ya yo estaba vocalizando la letra con una aguda y desafinada vocecita eufórica, mi pasión por la música era inconmensurable y dudaba seriamente que haya un remedio para que deje de exaltarme cada vez que ponen en la radio uno de los tantos temas que idolatro. Estoy empuñando la manilla de un cepillo que le tomé prestado a Izuna y era mi improvisado micrófono, ya sé, soy muy ingenioso montando mi espectáculo imaginario, ¿Por qué creeis que me tardo incluso horas en el baño?

 

 

Balanceo de un lado a otro mi cabeza, y mi cabellera exuberante por la fuerza de gravedad y leyes de la física se integró a mis violentas sacudidas, levitando y cayendo, como si estuviera tratando de secarme el pelo sin la toalla, me acoplo al protocolo del compás y coordino a mis escápulas para que se deleiten con el coro irreverente y la semántica propia de la canción. Este segundo sencillo de la banda detallaba la sensación de alineación y la baja autoestima, no es como que me sienta identificado, pero hay algunos de los tantos versos en los que me están lanzando una indirecta nítida. 

 

 

“Los chicos ricos tenían convertibles” “La vez que esa chica rompió conmigo, porque yo no era lo suficientemente cool”

 

 

¿Se inspiraron en mi vida de mierda para componer el contenido crucial de la canción?

 

 

A veces pienso que no soy el único en sufrir tanto en este mundo. No es que me pueda comparar con verdaderas tragedias que ocurren casi a diario, sé que la tierra no gira alrededor de mí y que las adversidades son solo eso, altibajos momentáneos para probar que tan de roble estoy hecho.

 

 

La cuestión recae en que mis desgracias son corridas, no hay un relevo, ni descansos, ni empatía, solo el destino hijo de perra tratándome cual si fuera su esclavo personal.

 

 

Es así que teniendo en cuenta este pensamiento mi amargura volvió a postularse, y en el fondo, distorsionado, la canción llegó a su fin y se reprodujo una balada lenta de flautas y trompetas.

 

 

Tengo que ir a esa jodida fiesta y lucir despampanante para ese hijo de puta. Pan comido. 

 

 

Retorné a mi actividad de pigmentación y con la escobilla mojada desde el recipiente por una viscosa sustancia negra, tiro de mi alargada pestaña, pausadamente y sin aplicar tanto producto para no combatir con los grumos. Llevé a cabo el mismo proceso con la izquierda y casi embarro un lunar prominente de la nariz por estar única y exclusivamente enfocado en realzar el tamaño de mis pestañas, que ya por defecto eran ultra largas. Tomé un lápiz que estaba tirado al azar en el tocador, era de un matiz café oscuro y la punta era muy fina. Confiando en mi pulso y estabilidad, empecé a delinear en la orilla de mi ojo dos líneas perpendiculares, formando una especie de triángulo, uno deforme, pero es lo que es, educación artística no se me dio bien en la escuela y no lo reforcé en la universidad. 

 

 

Para cuando tracé igualmente la figura en la derecha, había resultado menos feo que el otro y con eso estuve satisfecho, no tengo porque esforzarme para destacar en la multitud de idiotas, esto no era algo que yo elegí, bueno sí, las propuestas de Hashirama fueron básicamente las estelares en nuestro pacto, pero honestamente, si no tuviera una pizca de dignidad ni amor propio, iría disfrazado de espantapájaros, solo hacerle pasar un mal rato y haberme arrastrado a esta jodida situación de escoger el vestuario que tendría durante toda la tarde de este sábado, y se supone que en estos casos estaría practicando unos acordes con las cuerdas de mi guitarra o indagando más en la psicología clínica. 

 

 

Pero no, aquí estaba yo, complaciendo los caprichos de señor sexy produce orgasmos.

 

 

Me puse de pie y el reflejo de mi silueta fisonomía modelando esas prendas negras era mi único consuelo, después de las sombras ligeramente grisáceas deambulando en el arco de mis cuencas y el kohl perfilando los bordes de mis párpados, apoderándose del lagrimal y de la zona que estaba de extremo a el. Puedo presumir al menos que me veo tan vomitivo con la gabardina de cuero, los jeans azul marinos holgados, la gargantilla de encaje más negra que mi cabello, la blusa que más o menos mostraba la piel de mis abdominales -no tan marcados como los de mi novio- y unas botas de las que siempre calza Izuna, con la excepción de que estas en vez de tener un tacón, llevan la suela como un serrucho y con saledizos en los costados.

 

 

—Tu puedes hacerlo—Me apunto a mi mismo en el espejo de mi tocador—Eres la perra más grande de todas.

 

 

Con un suspiro, me acomodo los pliegues de la gabardina a mi gusto, empujando la extensión de todo mi pelo atrapado en la prenda de cuero. 

 

 

Al descender los peldaños de mi casa, reparo en que faltan medio hora para que el polifacético muñeco Ken de la universidad, también conocido como Hashirama el imbécil, me venga a recoger. Desde la sala de estar puedo percibir con mi olfato prodigioso el olor característico de las palomitas de maíz y yo rastreo el origen de este con mis tripas rugiendo por hambre. Rayos, se me había olvidado comer algo mientras me arreglaba.

 

 

Al final, el paradero era la cocina y mi hermano del medio estaba ataviado con un delantal rosa con girasoles bordados y haciendo malabares con una espátula mientras se mueve conforme Rihanna canta en la radio. Se ve que estaba realmente en lo suyo, pues tuve que esperar unos segundos a que se de cuenta de que lo estoy mirando desde el umbral de madera, con mi expresión amena, cruzado de brazos y recargado en una pierna.

 

A Izuna casi le da un infarto cuando por obra de un Dios se dio la vuelta para liberar un paso raro y verme.

 

 

—¡Ni-ssan! No entres así—Se confortaba con una mano en su pecho, regulando las palpitaciones de su corazón.

 

 

—Lo siento, debí pasar cuando termines de… ya sabes…con tu coreografía—No disimulo ninguna carcajada y me río de él en su cara. 

 

 

Para algo están los hermanos, principalmente las burlas.

 

 

—Arg, como sea, ¿Quieres algo?—Inquirió con esa  impaciencia, se nota que le arruiné su momento de ocio.

 

 

—Solo vine a buscar algo de comer antes de salir.

 

 

—¿Vas a salir?—Se impresiona, con esos ojos más brillantes que una estrella en el espacio sideral.

 

 

—Sí, voy a la maldita fiesta de Mito con el jodido Hashirama Senju, ¿Puedes creerlo? 

 

 

—Oh no, qué pesadilla, debe ser duro para tí interactuar con personas y ser un humano común y corriente—Entrecerré con acecho mis ojos por esa consonante burlesca y sarcástica—¿Y por qué pierdes el tiempo? ¡Ve a vestirte!

 

 

Contuve mi respiración y mi desagrado.

 

 

—Ya estoy vestido—Mascullo gesticulando todo mi ser con mis manos—¿Cómo me veo?

 

 

 

—Increíble—Dice y yo le quería agradecer, hasta que continuó:—Increíble si vas a ir a la premiere de Crepúsculo. 

 

 

El comentario me exige que haga una retrospectiva de mí y escanee los parámetros de mi conjunto rigurosamente combinados y me mortifico en una decepción, pataleando. Es en serio que no paré de husmear en lo profundo de mi armario para encontrar un estilo que me favorezca esta noche y mi hermano en segundos derrumbó toda mi devoción y dedicación que le puse a este atuendo.

 

 

—No hay tiempo para esto, me tengo que ir a las siete.—Digo modesto.

 

 

—Ay cariño, mi pequeño e ingenuo hermanito—Me sonríe mientras se limpia los gérmenes de las manos con el paño húmedo de la cocina—Para la moda siempre hay tiempo.

 

 

Creo saber lo que está insinuando con eso y no lo voy a dejar, no en esta ocasión, la última vez tuve que tragarme mi disconformidad porque le autoricé tontamente a arrimar bálsamo por mis labios supuestamente agrietados. De ninguna manera se va a repetir si yo puedo impedirlo.

 

 

—Izuna, no, no vas a hacerme nada y así me iré.

 

 

—Pero ni-ssan, tu ya estás precioso, solo te faltan algunos retoques.—Se configura un bulto en el labio inferior debido a que había cosido un puchero infantil.

 

 

—He dicho que no.—sentencio.

 

 

Fue entonces que desplegó su sonrisa gatuna y malvada.

 

 

—Bueno si tu lo quieres así, creí que podrías… no sé, desprestigiar a la pelirroja en su propia fiesta, digo ya tienes a su ex, imaginate si vas vestido mejor que ella. ¿No sería divertido ver su cara enfadada?

 

 

Definitivamente tengo que vigilar mejor a mi hermano o prohibirle ver a Tobirama, esos sobornos nada piadosos se los debió enseñar él. Pero a pesar de tener esas habilidades para poder estafar y ruego para que no lo haga, tiene un punto demasiado fuerte, que engatusó mi interés. Humillar a Mito, puede ser muy egoísta de mi parte, pero ya yo tenía en mis dominios a Hashirama, y en mi defensa se lo quité limpiamente, ellos ni siquiera actúan como amigos que tuvieron una relación y prescinden el uno al otro apenas tienen que atravesar el pasillo, Hashirama es muy gentil con ella, más de lo que sería alguien que no acaba en buenos términos con su novia y Mito lo quería recuperar a como dé lugar. Así que voy a frustrar esa meta, para revivir los viejos tiempos, que esta sea mi revancha.

 

 

—Bien—Voy a asumir la responsabilidad de ese consentimiento después.

 

 

—¡Sí!—Celebró alzando los puños y dando brincos—¡Iré por la tenaza rizadora! ¡También por mi kit de maquillaje! O y algunas ropas que tengo, ¿De casualidad te gusta el rojo? Bueno, que importa—Se va corriendo a las escaleras y yo estoy boquiabierto.

 

 

¿En qué lío me había metido?

 

 

—¡Izuna espera! ¡¿Cómo qué rizador?! ¡¿No que eran pequeños retoques?!—Lo sigo escaleras arriba, dando tropezones

...

Hashirama POV

¿Rojo o verde?

 

 

—¡Arg! ¡Que dificil!—grité a los cuatro vientos.

 

 

¡Ay qué encrucijada tan complicada! Las dos eran de mi preferencia y se ajustaban magistralmente a mi físico atlético, aunque mucho más de la mitad de mis prendas de vestir tienen la talla más diminuta que mis músculos hinchados, le estoy dando con mucha intensidad a los entrenamientos, estoy plenamente consciente de ello, pero inmediatamente el pitido del silbato del árbitro un instinto salvaje de ganar, ganar y solo ganar , sumándole a los susurros internos de: “anota, anota, anota”, me consume en su totalidad y yo que soy muy débil a mis impulsos, solo me queda obedecer o ahogarme en una ansiedad infinita y perturbadora. 

 

 

Pero volvamos a que…¡No tengo ropa para salir con Madara! Mi Maddy seguramente estará más ardiente que las hornillas de la estufa cuando el cocinero personal de la mansión Zeff adereza unos deliciosos mariscos con orégano a la parrilla para nuestro almuerzo. Normalmente era para mis hermanos y yo, mi padre Butsuma Senju  no era de los hombres que desisten de su cargo como diputado provisional, no ha sido sustituido de su puesto jamás porque detesta ausentarse y que otros inexpertos hagan la mierda que se supone que deben hacer los políticos de élite, su lema ha sido desde que nací: “Si quieres que las cosas salgan bien, hazlo por ti mismo”. Está tan encantado con eso que a veces me da la impresión de que ignora el compromiso que tiene como padre de familia o nos descuida intencionalmente, pero me equivoqué cuando contrató a una servidumbre delegada para facilitarnos, según él, nuestras PRIVILEGIADAS vidas. Si yo no podía ir a buscar de la escuela a Itama, ahí estaba el chófer, -Además que se avergüenza de que mi convertible o el BMW de Tobirama se estacionen al frente de sus amigos, por alguna razón-, si un lugar estaba empolvado, ahí estaba la ama de casa, si no teníamos ganas de cocinar, ahí estaba el chef.

 

 

Lo que me recuerda… ¡Carajo, muero de hambre! Posterior a los horarios de práctica al aire libre, con ese sol picando en mi nuca, no he saboreado ni un licuado de proteínas para reavivar mi energía desgastada. Eso y que organicé este día especialmente  para no defraudar a Madara, porque aunque me da migraña estar de acuerdo con las ideologías extremistas de mi padre, hay que hacer las cosas bien para que puedan funcionar correctamente. Aparte de eso, le había reclamado a mi novio que se luzca, que me sorprenda, para que me suene la alarma de excitación, pese a que puede andar incluso sin nada puesto y ya se me aflojan las tuercas de mi sano juicio. No tan sano, algo más como depravado, ya quisiera yo arrancarle o despedazar su ropa y admirar su bella desnudez, de niños lo más cerca que estuve de desentrañar los misterios de su precioso cuerpo fue la vez que estaba orinando parado en un árbol del patio de la escuela, yo me puse detrás de él y no solo tuve el tabique nasal atrofiado por su puño durante tres semanas, sino que me vetó de espiarlo de lejos en los arbustos.

 

 

Como si yo iba a respetar eso. No es que sea díscolo, realmente yo no sirvo para seguir normas, de vez en cuando creo que me implantaron un dispositivo en el cerebro que envía una corriente eléctrica navegando en mis venas si cedo a dar el brazo a torcer con reglas estúpidas, la posición de mariscal me costó conseguirla por ese mismo inconveniente, el entrenador decía que era demasiado terco e irresponsable, pero no era mi culpa, es la del aburrimiento por dejarse llevar de tonterías sin sentido. Las reglas existieron para que el ser humano no pueda sucumbir a sus deseos insaciables. 

 

 

¿No me crees? Entonces entrevista a los fumadores empedernidos y me cuentas como te fue.

 

 

¿Y yo por qué me desvío tanto del tema? Por eso me dicen que soy elocuente y espontáneo, ¿Qué hago yo hablando de gente fumando si hay un caso más importante que eso?

 

 

Madara.

 

 

Acepto que me mandéis al psiquiatra, a una terapia para que ese hombre salga de mi capacidad de raciocinio, si es que la tengo.

 

 

—Hashirama, deja ya de gritar como un loco y sufre en silencio—Protesta mi hermano, que estaba de paso en el pasillo y se detuvo en mi habitación con la puerta abierta de par en par  y mi aspecto de demente, él se estaba abrochando un pendiente con el diseño de  tres prismas en las perforaciones de la carne de su oreja.

 

—No tengo ropa…—Llloriqueo, estoy casi seguro de que mis ojos parecen dos huevos friéndose.

 

 

—Eso no es justificación para asustar a media mansión, tarado—Me reprende con esa mirada de un volcán en erupción.

 

 

—Lo siento, yo quiero verme bien para Madara—Mi entristecimiento fue cómico, y no sé si eso activó el gruñido de Tobirama o fue el nombre que mencioné—¿Crees que tengas ropa para prestarme?

 

 

—¿Qué me asegura que no la romperás con solo flexionar tu músculo?—Enarcó una ceja, él es tan árido que puede sobrevivir en el desierto una cuarentena.

 

 

Yo me puse en posición pensativa.

 

 

—Que no voy a presumir mis músculos con nadie—Argumento y eso no lo convenció—Bueno, tal vez con Madara.

 

 

—Otra razón más para no prestarte nada y que no vayas a esa estúpida fiesta. Buenas noches—¿Qué tiene en sus cuerdas vocales que las forsa para que se pongan graves y tenebrosas?

 

 

Él iba a salir de mi dormitorio pero se paró en seco.

 

 

—¿Madara? ¿Esa es la razón?—Ladeo mi cabeza, controvertido de lo que pudo haber promovido el desencanto en Tobirama.

 

 

—No me cae bien.

 

 

—Eso no parecía ayer en el vestíbulo, se veían muy unidos.

 

 

Calmado, o eso quiero pensar, el témpano de hielo con el apellido congruente al que yo tengo se adentra de nuevo y me encara con su inexpresivo rostro, nuestra estatura es proporcional, pero mediríamos técnicamente lo mismo si yo no me hubiera dado el estirón más temprano que él, así que no solo tengo la ventaja en la edad, también en los tres centímetros que nos diferencian.

 

 

—Le pregunté donde estaba Izuna, él no me quiso decir porque es muy sobreprotector y discutimos por eso—Da sus fundamentos, como si de verdad me debiera explicaciones.

 

 

No voy a mentir, sí quería arrancarme esa duda de mis entrañas y pisotearma, no he tenido la oportunidad de hablar con Tobirama de lo que ocurrió la mañana de ayer entre él y Madara, la incertidumbre me estaba masticando de a poco, algo me decía que no era una simple intercambio de ideas cruzadas y opuestas, no podía serlo si ellos estaban agarrados de la mano y rozando sus cuerpos el uno con el otro, en lo que a mi concierne, así no se discute ni se llega a un acuerdo mutuo, salvo por el sesgo de la negociación mía y de Madara, ahí hubieron más roces de los que son permitidos en nuestra falsa relación. Los murmullos que se desencadenan en los rincones de Melita Hills son más creíbles que el testimonio de los dos juntos, lamentablemente, pero no me voy a zambullir en el tormento de no fiarme en lo que me alegaba Madara, él jamás, bajo ninguna circunstancia, me engañaría, confío ciegamente en él y caminaría en carbón asándose solo por apostar en Madara y su veracidad. 

 

—Hashirama…—Aunque extrañamente Tobirama puede vacilar, esto era una excepción. La vibración en mi esternón por mi sonido gutural le indica que siguiera—¿Qué le viste a Madara?

 

 

Una pregunta muy compleja. Yo tampoco ds que pueda deducir ese enigma ni porque esté en un lugar tranquilo y aislado, en el que mi mente pueda reflexionar apropiadamente, a pesar de las quejas y maldiciones, la retahíla de insultos hacia mí y mi supuesto cerebro de nuez, su rencor por haberlo desamparado a los dieciséis años y su actitud rebelde el me ha hecho sentir que caigo de la tercera nube. Joder, estoy cada vez más poético. Si os soy sincero no sé con exactitud cuándo empezó esa faceta en mí Quizás la semana pasada, quizás el mes pasado. Da igual, no sabría explicarlo sin que estuviera ligado a algo ilógico. 

 

 

Lo que sí sé es que estoy perdido en todas y cada una de las situaciones en las que él surge sorpresivamente en mi campo de visión y me devuelve el color, a pesar de ser más gótico que Batman. Él es el dueño de mi tren de pensamientos y al que le debo mucho, fue mi amigo de verdad, el que tuvo el descaro de menospreciarme y decirme las cosas firmes y sin titubear, nuestra primer interacción se basó en que me llamó consentido de papá y niñato rico que no se sabe ganar la vida, esto sin temer porque me caiga bien o mal, dejó muy claro que no quería tener nada que ver conmigo.

 

 

Pero a veces las cosas salen diferentes a como se planean.

 

 

—El amor es… una locura—Fue mi única respuesta, que lo dejó con mayor número de dudas por su cara tiesa—¡Mira eso, encontré por fin algo!—Dije señalando con efervescencia una pieza de ropa arriba de la alfombra, casi abajo de mi cama.

 

 

—Felicidades, vas a ir a esa pérdida de tiempo—Resopló.

 

 

—No digas eso, será divertido—Me agacho y tomo la camisa, me la abotono y ya estoy listo—¿Por qué no vienes?

 

 

—Porque le prometí a Izuna que vería películas viejas románticas con él.

 

 

—Awwww. Te tiene conquistado completamente, ¿Eh?—Meneo mis cejas de arriba hacia abajo, codeando su brazo.

 

 

—Que maduro eres, Hashirama—Él rueda los ojos rubicundos y se da la vuelta para irse.—Coge las llaves, nos vamos, ya casi son las siete.

 

 

—¡No cambies el tema! Estás muy sensible—Pregoné divertido y lo sigo dando brincos al pasillo—Un albino de hielo, que rudo.

 

 

—Cierra la boca, me das jaqueca—Se masajea los cienes.

 

 

….

 

Madara ni siquiera tuvo que apuntarme o recordarme su dirección, la había memorizado mucho antes de que él me volviera a hablar. Era una circunvalación que yo tomaba como atajo para no estancarme en el tráfico de camino a la universidad, así que soy recurrente en esta calle casi todos los días. Siempre que la atravesaba intentaba pulsar el acelerador con más potencia para no sentirme nostálgico al ver la casa de mi viejo mejor amigo intacta y tal como mi memoria de cuando lo acompañaba en bicicleta luego de haber merendado en Konoha Breakfast la plasmaba. Son pequeñas cosas que nunca se pueden borrar.

 

 

Hay un sauce gigante en el jardín delantero de la casa de Madara, de un volantazo el neumático se hunde en la cuneta y a Tobirama, en el copiloto, me dio una desaprobatoria mirada, como si esto fuera un examen de conducción. 

 

 

—¿Faltaste en la clase de estacionamiento, imbécil?—Reprocha y yo me río—¡No es gracioso! ¡Podrías tener un accidente si no sigues las normas viales!

 

 

—Sí, sí, lo que sea—Gesticulo un “¿Y qué?” con la ayuda de mi mano y retiré la llave de la cerradura, inmovilizando el convertible y apagando sus funciones básicas, pero no la de quitar los seguros de niños, que aún los tenía por si Itama inventa algo.

 

 

Mi hermano y yo nos abrimos paso en un sendero de cemento, porque no queríamos deteriorar el buen cuidado del césped o que nos mojen los aspersores. Cuando ya estabamos en el porche embellecido con macetas de bonsáis y mecedoras, yo impacté mis nudillos en la superficie lisa de la puerta con la mirilla en el medio.

 

 

Tobirama suspiró. 

 

 

—Idiota, tienen timbre—Mi hermano sabelotodo presiona un botón circular que era el interruptor para habilitar el sonido relajante de una campana.

 

 

—¿Cómo lo viste y yo no?

 

 

—Fácil, soy más listo que tú—Lo dice tan normalmente, con ese ego que debe romperle los huesos de espalda de tan grande que es. Pero en vez de ofenderme, sonrío pícaro. 

 

 

—¿No será que vienes aquí a menudo?

 

 

—Tsk—Desvía la mirada con un resoplido.

 

 

—¡Un momento!—Nos avisa una voz desde adentro, y por lo fina que era puedo deducir que era Izuna.

 

 

Transcurridos una fracción de segundos que me pareció eterna, los cerrojos de la puerta se deshacen y nos receptó un chico que no iba más allá de un metro sesenta y cinco y que estaba ataviado con un pijama, un vestuario peculiar para ver películas toda la noche, aunque como el hermanito de Madada es más bien Britney Spears, él roqueaba todos los looks que se disponía a ponerse, la camiseta suya tenía lentejuelas y en las pantuflas peludas había brillitos como los que los niños le ponían a sus dibujos. Él nos dio una cordial bienvenida con una sonrisa cortés llena de carisma.

 

 

—Buenas noches, Izuna.—Le saludo con la misma cortesía—¿Tu hermano está en casa?

 

 

—Sí, espera—Entrecierra la puerta un poco retrocediendo y mirando hacia a alguna dimensión de adentro—¡Madara, ya vinieron por ti!—Canturrea emocionado.

 

 

—¡Joder Izuna, no voy a salir así!

 

 

—¡Ven, sé valiente, gallina!—Replicó y le hace señas para que se acerque.

 

 

Tobirama y yo agudizamos nuestros oídos atentamente a los pasos que provenían de atrás del pequeño Uchiha, eran pesados e indecisos, incuestionablemente los de alguien que no le agradaba revelarse de forma transparente hacia los demás. Es sólo un momento más antes de que la silueta esbelta y elegante de Madara Uchiha opaque toda la atmósfera que hay en nuestro entorno y me tienda una emboscada: maquillaje minimalista, apenas sombras carmesí en la capa de sus cuencas, un nada espeso rubor en los pómulos esqueléticos y pálidos, como los de un vampiro y sus labios angostos remarcados por un labial de gloss con extractos escarlata mate; los rizos poblados y de cuervo, rebotando en la protuberancia de sus clavículas, en las que el esquema de un tatuaje de calavera desfilaba, llevaba con buen gusto una camisa victoriana de lino blanca, su cintura esculpida estaba ceñida por las varillas de una faja betún de satén que, o apretaba sus órganos hasta que explotaran o estaba delatando lo muy diminuta que eran esas curvas, tenía distintos bordes granates encaje, y el pantalón sofisticado negro y de medida tan intensamente ajustada que abraza sus muslos y pantorrillas -Espero que también el culo- en todos los ángulos correctos. Madara Uchiha es una belleza en cualquier rincón de su cuerpo y yo no puedo quitarle los ojos de encima.

Y mi hermano, por muy discreto que se haya construído, los sentimientos no se reprimen, y tanto él como yo estamos babeando.

 

 

Pero yo más, soy demasiado obvio y yo ya estaba nervioso. Una especie de nerviosismo excitado que extendió un hormigueo por mi columna y un sonrojo en mis mejillas. ¡Mierda! debí detenerme a comprar flores y regalarselas, una persona tan sexy como este chico es una maldita bomba que se las merece.

 

 

Tobirama silbó por lo galante y distinto que estaba el Uchiha y me da un golpecito en el brazo para que reaccione, yo lo observé distraídamente, todavía pasmado por esa transformación. 

 

 

Creo que quiere que diga algo y que lo deje de incomodar con mi mirada de perro cuando ve a con quien se va aparear.

 

 

—Guau—Balbuceo embobado—Es decir… guau, te ves… fascinante.

 

 

—Gracias—Responde Izuna en vez de su hermano mayor, que estaba con la mirada gacha y sonrojado.—Fue difícil pero lo logré.

 

 

—No exageres—Amonesta Madara de mala gana.—Esto es un espanto.

 

 

—Yo creo que todos los días te ves horrible, menos hoy—Lo “incentiva” mi hermano, con sus típicos modales.

 

 

—Tu si que sabes cómo halagar, gilipollas—Madara le lanza los cuchillos combativos de sus ojos y tan fuera de lo común como bizarro, Tobirama sonrió, y lo más innovador es que no había frialdad o apatía en su expresión.

 

 

—Oigan, ya tenéis que irse—Izuna consulta su reloj dorado de muñeca y tira del codo a su novio para introducirlo en el entramado de su humilde hogar—Y hey, galán, lo quiero a las doce en la casa o si no habrán muchos problemas.—Me dio ese ademán de que estoy en el centro de la corona de dardos, ese de “te estoy vigilando, cretino”.

 

 

—Como usted diga—Le garanticé.

 

 

Con empujón para que no se quede parado, Izuna me entrega a su hermano mayor, todavía con esa insufrible terquedad de no gustarle lo que lleva puesto y tras eso, estrelló la puerta en nuestra cara, secuestrando a mi hermano menor. Vale, fue por voluntad propia así que a ciencia cierta no puede ser un secuestro.

 

 

Madara se peina el mechón púrpura diluido en su flequillo hacia detrás de la oreja y me expone su ojo izquierdo.

 

 

—Madame—Le brinde el apoyo de mi antebrazo para que se enganche.

 

 

Madara con un lenguaje no verbal levantó su dedo grosero y despectivo, y se dirigió al auto dejándome en ridículo con la educación que presenté.

 

 

Así me gustan, chicos malos y difíciles, un delicioso reto.

 

 

Yo lo anticipo y le abro consideradamente la puerta al asiento del copiloto, esto con una mímica de “Las damas primero”, y a él que no le agrada ni un poquitín que me comporte como si esto fuera una cita y él una chica, gruñe en voz baja y entra sin soltar más que agravios, me aseguré de que se sienta cómodo y después yo me apresuro con trotes en mi camino hasta la otra puerta. Ya estando con el volante abarcando mi vista, roté la llave que encendía mi deportivo convertible. Yo no puedo evitar violarlo con la mirada de vez en cuando, porque era imposible tener un exótico hombre con complejos de Edward Cullen al lado y no sentir ni gases. 

 

 

—No necesitas recordármelo Hashirama—Dice pero con la mirada clavada en el tablero de controles, el modulador del volúmen de la radio o los del aire acondicionado. Lo que no es tan útil ahora porque la brisa nos engulle a medida el coche se mueve por las calles.—Sé que me veo como un idiota con esta mierda, pero yo cumplo mis promesas y me esforcé. 

 

 

Yo freno con la fosforescente luz roja del semáforo a lo alto, al frente de las franjas de un cruce peatonal.

 

 

—Dioses, Madara, ¿Cómo se te ocurre decir eso? Estás… Ni siquiera sé cómo explicártelo sin que suene irrespetuoso.—Estoy al borde de entrar en pánico.

 

 

—Inténtalo—Ronronea reclinado el puño en su cien, y porque es Madara desata una vibra de sensualidad tan natural que forma parte de su ADN. No tiene ni que pegarse a mí, con una mirada basta y por esa letalidad han muerto muchas personas inocentes. 

 

 

Como por ejemplo, yo, muy pronto.

 

 

Mi garganta se tensa y mis pantalones se vuelven incompetentes y apretados cuando me doy cuenta de que él se inclina para llegar hasta mí y nuestra única división prudente es el portavasos, no me digas que… 

 

—¿Ves el asiento que está allá?—Farfullo con la voz ronca, designando con mi pulgar el sitio que digo.

 

 

Madara se volteó para revisar neutro lo que yo estaba señalando y luego me miró incrédulo.

 

 

—Sí, ¿y?

 

 

Yo tamborileo el volante forrado de cuero tarareando con júbilo.

 

 

—Ya me imaginé demasiadas formas de follarte esta noche ahí, al aire libre—Enuncio y mi presunto y sublime novio tiene un paralelismo con una chimenea en navidad, está botando humo hasta por los oídos.

 

 

—¡Tu, maldito…!

 

 

El semáforo fue oportuno y alterna su iluminación de un rojo fogoso a un verde armonioso. Previo a que el Uchiha tratara alguno de sus planes conmigo que involucren que mi cabeza esté disecada en una sala de estar, yo pisé la paleta del acelerador y por medio de los cilindros de potencia arrancó con tanta velocidad que Madara se encogió en el asiento por inercia y palideció, más de lo que estaba, por supuesto.

 

 

Incursionamos en la entrada de un barrio de gente de la clase alta, con un poder adquisitivo bestial, la arquitectura de las casas eran sofisticadas y derrochaban capitalismo por donde sea que la veas. En el último tramo de la calle, el retumbar de música a todo decibelio me guió para estacionarme encima de la acera. Yo desconecto la llave y salgo del convertible, Madara imitandome.

 

 

Yo recojo su mano al detectar nerviosismo y la entrelazo con la mía. Madara no se lo esperó y me vio anonadado. Sé que no se puede el contacto físico pero no tengo otra manera de sedar esos nervios que lo tienen bailando en la cuerda floja, así que me inmuto a cualquier crítica que vaya a vociferar el Uchiha y lo arrastro a la puerta. Había un tumulto de adolescentes hormonales besándose empotrados en la columna del porche, otros tomando un sorbo de su vaso con quien sabe que. La que atendió a mi llamado fue la misma cumpleañera, que estaba entre feliz y horrorizada por ver al Uchiha a mi lado.

 

 

—¡Hashirama…!—Dice con voz entre chillona y gangosa. Me iba a tumbar de un abrazo inesperado, ella arropa con sus brazos mi cuello robusto y yo tengo que, muy humildemente, alejarla de mí—¡Viniste!

 

 

—No me la perdería—Sonrío y extraigo de un tirón a mi novio, enrollando sus hombros con mis bíceps—Ni tampoco Madara.

 

 

—Oh, Madara—Sacó su descontento. 

 

 

—Feliz cumpleaños, que sigas cumpliendo muchos más—La felicitó el Uchiha con una sonrisa más falsa que nuestro noviazgo—Para que te vuelvas vieja y seas una bruja de verdad.

 

 

—Ay gracias, Madara, tu tan considerado—Ella rueda las esmeraldas por ojos y de mala gana nos dice—Pasen.

 

 

Madara se tapa los oídos por tener literalmente la bocina al lado de él y yo me río, tengo esa obligación de cuidar al pobre gatito inadaptado a partir de ahora. Notoriamente no es propenso a estar estrujado por gente desconocida y con un hedor a alcohol. Eso es muy tierno, ¿Pero saben lo que me partió de ternura? fue Madara enredándose en mi brazo para que, de alguna manera, yo lo salve de esta catástrofe. 

 

 

Yo lo tranquilizo conduciéndolo a un sillón amplio para que se siente.

 

 

—Maddy, tienes que relajarte o vas a sufrir un colapso—Le advierto con mi dedo índice.

 

 

—Tú estás acostumbrado a estar en esta mierda. Yo no. Sácame de aquí antes de que vaya a por alguien y cause una tragedia.

 

 

—Deja de ser tan antipático, cariño.

 

 

—¡No soy antipático!—Me gritó tan alto que opacó los altavoces.

 

Se puso de pie de la nada, como con una onza de determinación y cuando un chico estaba repartiendo envases diminutos de tequila, el Uchiha pescó uno y de un trago lo consumió, arrugando su expresión a una asqueada pero plácida por el líquido quemando su garganta.

 

 

Oh no, esto no estaba bien.

 

 

—Ya creo que es suficiente—Le arrebaté el otro shot que él estaba por ingerir.

 

 

—¡Aguafiestas!—Me da un manotazo, que no me dolió tanto como una pluma aterrizando encima de mí. Es oficial, Madara no estaba hospedado en su cordura. Lo confirmo en cuanto se mueve trastabillando y con un pequeño vaso de vino entre la mesa del Dj y los escalones, meneándose conforme el ritmo de la canción de Madonna se ponía más enérgica. 

 

 

Lo bueno es que estoy sobrio y no puedo beber, se está acercando el campeonato y si en mi sangre detectan el mínimo consumo de alcohol, no me dejarán competir. 

 

 

Voy tras él, no quiero que algo le ocurra sin que esté plenamente en su consciencia. Al cabo de una hora y media estoy abrumado, más que eso, desmesuradamente celoso.

 

 

Y yo no era un tan hombre celoso, prefiero ser un poco razonable aunque no lo demuestre, pero verlo tan cerca y tan lejos era una tortura. 

 

 

En un segundo estoy sereno, satisfecho de ver a Madara balancearse felizmente y fuera de sus sentidos en la pista, sus caderas columpiándose de aquí para allá y sus hebras ensortijadas levitando por sus bruscos movimientos de baile. Al siguiente, un tipo con la barbilla cicatrizada en equis lo estaba evaluando con una lujuria repugnante, se empuja hacia mi Madara descaradamente y le susurra por detrás algo tan adyacente a su lóbulo que me que rechiné los dientes, no sé qué cojones le dijo y honestamente no quiero saber.

 

 

Yo solo sé que ese idiota es Danzou Shimura. Todos aquí saben que soy muy popular, pero eso no quiere decir que por mi condición de ser el mariscal estrella del equipo tenga el respeto de todos, muchas veces me he tenido que enfrentar a una que otra plaga molesta debido a una provocación. Él es el peor de todos, el imbécil está de forma constante tratando de rebajarme físicamente, derribándome intencionalmente en nuestras rutinas en el campo de fútbol americano, el entrenador lo ha multado varias veces por eso y a él parece importarle poco, también oralmente, con sus difamaciones sobre que mi padre es un fraude, que engaña a la población y que es un tirano con un saco negro, y con chistes que solo a su grupo de gilipollas les hace gracia.

 

 

Debe estar desesperado por avivar mi intolerancia una vez más, y como sabe, al igual que toda Melita Hills, que Madara y yo somos pareja, me lo está arrebatando. 

 

 

—Vamonos, Madara—Lo agarro del antebrazo para desvincularlo de Shimura y de su apetito por tragarse A MI NOVIO.

 

 

Madara se zafa de un tirón y me apunta con su dedo acusador.

 

 

—No, la fiesta apenas comienza, hay que divertirse—Murmura entrecerrando sus bellos ojos y abriéndolos, los efectos de la borrachera.

 

 

—Estás ebrio, hay que irnos. Tu hermano no estará contento.

 

 

—Izuna, pfff, que importa—Su risa estaba despistada de este universo, tan boba que no parece Madara quien sea el portador de ella.—Ven, baila conmigo o voy a bailar con ese guapo tipo de la cicatriz. Él dijo que quería verme en la habitación de arriba más tarde—Confesó gimoteando con hipo.

 

 

—¿Eso dijo?—Crepita mi rabia y yo parieto inconscientemente el agarre, aunque toda esa furia se fue por el caño una vez que Madara apoya todo el peso de su cuerpo hacia el mío, circunda mi amplios hombros con sus delgados brazos y me sonríe como si yo fuera un boleto de lotería.

 

 

—¿Estás celoso, Hashi?—Observo con cautela como se acerca a mi peligrosamente.

 

 

Yo me congelo, la rapidez de mi respiración se volvió cada vez más exigente y se mezcla con el hálito a licor de Madara. Tomé una bocanada profunda antes de responder a la pregunta del otro, el aire fresco de súbito fue una llamarada para mis frágiles pulmones. Quiero contrarrestar esos deseos impuros e inconscientes, cabe aclarar, de Madara, pero su cerebro no estuvo lo suficientemente estable como para pensar en algo útil. Así que espero hasta que Madara llegara más a mi, uniendo más nuestras composiciones corporales y… frotando mi erección con la suya.

 

 

Mis manos cobraron vida y se escabulleron a la curvatura ceñida por la faja, la extensión de las piernas y muslos de Madara, para terminar mi recorrido en sus redondas nalgas.

 

 

Eso cautivó a la gente que no tenía asuntos pendientes.

 

 

A pesar de que ya estoy familiarizado con esta atención, una voz interna me molestaba con que detuviera todo esto, que no es ético es tocar a un hombre que no estaba en su juicio justo ahora, le doy una bienvenida cordial a esos pozos hondos que el Uchiha tenía por ojos, con el cuerpo delgado presionado contra el mío y las narices tocándose. 

 

 

 

Tenía esa rara sensación de que Madara decía o hacía cosas opuestas a lo que realmente quería decir si bebía tres mililitros de alcohol, tal vez para mantener las apariencias. En un momento determinado me daba órdenes y en el otro se convierte en un depredador.

 

 

—Todos nos están viendo—aunque estuviéramos zambullidos en la mirada curiosa de los demás, Madara no presentó ninguna emoción.

 

 

—Pues vamos a darle un espectáculo que ver—Le dije suavemente y desperté su intriga.

 

—¿Cómo? 

 

 

Sé que esto está mal.

 

 

No obstante, enderezo mi mentón hacia abajo y anudo mis dedos en el pelo azabache para simultáneamente estrujar mis labios con los rojizos revestidos por el embriagador gloss de Madara, quien se tomó su tiempo en reaccionar y seguirme el paso sin entorpecer nada, ladeó la cabeza correspondiendo y dejándose llevar por la adicción de doblegarse a sus deseos carnales. Hubieron débiles gemidos y mordiscos voraces en esta fogosa muestra de afecto, y para ser una farsa, se siente malditamente bien, nuestras lenguas se entrelazan una contra la otra con una fenomenal precisión y él me da acceso para poder explorar los paladares de su cavidad bucal, mis vigorosos tirones en los largos y ondulados mechones de Madara arrancan jadeos extasiados de lujuria en el gótico y lo impulsa a buscar con más fervor ese intercambio íntimo conmigo, lo sé porque está urgentemente acunando mis mejillas con sus manos para profundizar el beso. El Uchiha incluso lamió juguetón mi boca, con una expresión perfumada por la excitación. 

 

 

Un hilo de saliva cuelga de extremo a extremo de nuestros labios al separarnos lentamente y abrir nuestros ojos, él está entre fascinado y aterrorizado, tapándose la boca sin creer lo que acabó de hacer, como se hubiera vendido a la tentación y haya cometido un vil pecado. 

 

 

—Primera regla rota, que empiece el juego, Maddy.