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Sara Lin siempre fue bastante… Peculiar. Al conocerla sin dudarlo Oliver la había llamado "bicho raro" pero después de todo este tiempo, de conocerla de verdad, ese rasgo en ella, le parecía encantador. No es que lo fuera a admitir alguna vez en voz alta en su presencia. Sus burlas no pararían. 

Sara hablaba mucho, cómo todo el tiempo. Ese siempre había sido un gran contraste entre los dos. Quizás a terceros en la calle les parecería bastante curiosa su interacción. Ella hablando un montón y recibiendo respuestas cortas de parte de él. Pero se entendían entre sí. 

Después de vivir con ella, se había dado cuenta de que a ella también le encantaba hablar antes de dormir.
Sus temas de conversación eran tan aleatorios, desde contarle como un cachorro la siguió a casa después de salir de clases, hasta mostrarle un vídeo que vio de una cucaracha y un alacrán peleando entre sí. Su mente era tan espontánea a comparación de la de él. 

A veces, se quedaba medio dormido escuchándola, y sentía su mirada sobre él. Entonces abría lentamente los ojos. 

Para encontrarse que ella efectivamente lo miraba fijamente, y él se avergonzaba. 

"Es tarde, deberías dormir. Mañana tienes que entregar el ensayo importante en el que estuviste trabajando toda la semana. "Dijo él, cómo diciéndole"por favor hazme caso, Sara Lin, te lo digo como tu tutor."

"Solo estaba pensando en lo increíble que eres, Oliver. Estoy feliz de haberte conocido en aquel metro."  Dijo, con tanta facilidad, cómo si fuera un escrito para uno de sus libros. Y él sintió esa sensación. Mariposas. Se suponía que ya debían irse. 

Él lo había leído. El enamoramiento duraba como máximo 3 años. Ellos ya habían pasado eso… Y sin embargo se sonrojó. Cómo si fuera un niño de 16 años otra vez. 

"¡Sara Lin!" Él hizo un puchero, pero finalmente la miró, retador. "¿Quién diría que ese bichito raro me quitaría algo más que un beso? Sonrió al oírla reír.

"Oye, más respeto para este bicho raro." Ella hizo un gesto exagerado apuntándose a sí misma. "Te recuerdo que estabas muy entusiasmado por casarte conmigo."

Él se sonrojó y desvió por un momento la mirada, pero la acercó más a él. 

La quería, la quería tanto. Estar a su lado siempre lo hacía sentir feliz, cómodo. Aunque ella hablara mucho nunca se aburría. Ella siempre le decía cosas tan lindas en los momentos que no pensaba. 

Su racionalidad siempre se iba por el caño. 

Enterró el rostro de ella en su pecho. Amaba tanto tenerla en sus brazos. Siempre se sentía como algo nuevo.

"Amo mucho a ese bicho raro, pero no se lo digas, siempre se burla de mí." Bromeó él.  Lo susurró, de manera tan suave, que solo ella podía oírlo. Y él la sintió, su corazón acelerado concordaba con el de él. 

"Oliver…" Murmuró ella, claramente conmovida. "También te amo, tanto." 

Los dos estaban abrazados en aquella cama, era tarde, muy tarde y mañana tenían responsabilidades y sin embargo, se quedaron abrazados por un largo rato.
Solo disfrutando del compás combinado de sus corazones. 

Era raro, porque cuando Sara se enamoró de Oliver, ya no había dudas, lo quería a él, a nadie más. Ya no pensaba en otro que no fuera él. 

Cuando Oliver se enamoró de Sara, fue tan abierto con sus sentimientos, cómo nunca lo había sido con nadie más. Las paredes que había creado con los años, se cayeron como si fueran de isopor.