Hay algo magnético en la Casa das Rosas, el hogar del interiorista Arnaud Cabri-Wiltzer y su pareja en Sintra. Situada en una ciudad que mezcla chalets alpinos, mansiones victorianas y jardines de cuento, esta residencia de finales del siglo XIX conserva el alma histórica que le imprimió su primer propietario, José Lino Da Silva, y además se reinventa con un estilo fresco y contemporáneo. Arnaud, con ojo experto y una clara aversión al aburrimiento decorativo, ha transformado este espacio en un ejemplo vivo de cómo el diseño puede ser a la vez joven, irreverente y atemporal.
Sintra, con su magia húmeda y su arquitectura pintoresca, inspiró al interiorista desde el primer momento. Pero lejos de quedarse en la nostalgia, esta casa reinterpreta la historia con un eclecticismo vibrante: piezas de diseño icónicas, arte contemporáneo y materiales que respetan la esencia original del espacio. Al recorrer las habitaciones, se siente un equilibrio entre lo exuberante y lo medido, como si cada objeto tuviera algo que decir, pero sin necesidad de gritar.
La entrada ya anticipa lo que está por venir: macetas de terracota XXL flanquean el acceso, abrazando el espíritu de los jardines de Sintra, mientras que el recibidor juega con texturas naturales y esculturas discretas que introducen la atmósfera elegante y descomplicada de la casa. Estas macetas de fabricación italiana, resistentes a heladas y con un diseño minimalista, son un acierto para interiores y exteriores.
En el salón, sobre una mesa de Roberto Giacomucci, descansan coffee table books que invitan a la contemplación pausada, como Brazil de Olaf Heine. Este libro de fotografía, con su mezcla de melancolía y sensualidad en blanco y negro, ha encontrado su lugar natural en esta estancia que practica el maximalismo mejor entendido.
Y justo al lado, sobre una mesa de Angelo Mangiarotti, una lámpara Carolle de Georgia Jacob, de los 70, con su estructura de acrílico drapeado y base de mármol, que se ilumina como una pequeña escultura.
El comedor, que conecta con la cocina a través de dos puertas correderas, es un espacio que celebra la convivencia de estilos. En un aparador de Novo Rumo de los años 70, los apliques de Ingo Maurer hechos con pai pais añaden un toque sorprendente. Aunque los originales pueden ser difíciles de conseguir, unas versiones de pai pais de ratán hechos a mano ofrecen una alternativa más accesible para replicar ese efecto de sombras y luz que define este ambiente.
Las sillas LC7 de Charlotte Perriand, colocadas alrededor de una mesa de Mangiarotti, combinan funcionalidad moderna con elegancia atemporal. Estas piezas, diseñadas en 1927, dialogan con el colorido y la vivacidad de los elementos decorativos del espacio.
Desde aquí, la vista se dirige al fumoir, donde apliques de latón en forma de hojas de ruibarbo, de los años 70, nos regalan un guiño tan botánico como vintage.
La cocina, abierta y práctica, incluye pequeños toques de diseño que transforman los objetos cotidianos en piezas elevadas. Los molinillos de sal y pimienta de Ettore Sottsass para Alessi, por ejemplo, son esculturas en miniatura que celebran la maestría del diseño italiano.
En el dormitorio principal, las sábanas de algodón egipcio blanco con ribete rojo son un clásico discreto que siempre funciona. Al fondo, el espejo Narciso, atribuido a Pierre Cardin, domina la habitación con su forma característica y su base de piedra, añadiendo un toque teatral que parece extraído directamente de una portada de revista de los años 70.
Cada rincón de la Casa das Rosas cuenta una historia de contraste y armonía, de respeto por el pasado y de osadía creativa. ¿El resultado? Un refugio que, como Sintra, está lleno de posibilidades.
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