Obviamente, era cuestión de tiempo que un tipo endiosado hasta el límite y en medio de toda una crisis de madurez se encontrase con un juez que cree que sus poderes no deben tener ningún límite, y surgiese una situación como esta, en un contexto, además, carente de reglas de juego claras. Entre la censura total impuesta por un juez a todo aquel contenido que no le gusta, y la libertad total para publicar cualquier barbaridad que se nos pase por la imaginación, tiene que haber un equilibrio razonable. Ese equilibrio, en este momento, no existe.