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Críticas 377
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
7 de marzo de 2019
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
TODO avanza tan rápido que ya no tiene sentido decir que esta película es producto del s. XXI. Es producto, si eso, de 2018-2019. Un artefacto traído por y para el presente.

Y, como a los jóvenes crecidos en nuestro presente, a Assassination Nation le pasa una cosa: es capaz de detectar, reflexionar sobre y alinearse con causas sociales y morales que se dirían justas, incluso urgentes, pero lo hace siempre bajo las restricciones derivadas de la importancia actual del estilo, la estética, la diversión, el ser llamativo, y el combate diario con el vendaval infinito de estímulos y distracciones que, vía digital, nos asedia sin descanso.

Así, entre la reivindicación y el circo posposmoderno, la película logra ser un mordaz testimonio -más que retrato- de nuestro tiempo y los principales problemas que fracturan la convivencia de un mundo occidental tan avanzado como primitivo, incapaz de encontrar su lugar. Sin embargo, lo que comienza como un afilado relato, contundente y certero a rabiar a pesar de su cinismo (por exagerado), naufraga, empujado por los dictados del espectáculo y la vida contemporáneas, en un festival de violencia y acción para los que Sam Levinson no tiene tanto tino ni destreza como el que sí tiene para tejer el nudo, construir la tensión y mientras tanto ir lanzando dardos a los rincones más chungos de nuestra sociedad hipócrita y perdida. El riesgo: en el trayecto, caer en lo superficial, mezclar la reflexión fundada con el eslogan efectista, y acabar funcionando “por los loles”. El pan de cada día.

Por eso Assassination Nation es un testimonio viviente más que un retrato. Sin la intención de separarse de los fenómenos que observa, el filme es aquello mismo que pretende denunciar y presume con descaro de aquello de lo que en cierto modo adolece. Eso sí, en el compendio global, se diría que convierte sus carencias en virtudes. Una pirueta* realizada con gracia y osadía, interesante, sugerente y de placentero visionado.

*¿Pirueta exclusiva del creador o también del crítico? ¿EH?
AGF
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8
25 de mayo de 2016
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine independiente, a menudo, es ese que ocurre cuando los personajes hablan bastante menos de lo que hablarían estando en la misma situación en la vida real. El buen cine independiente es el que ocurre cuando aún así, te lo crees.

Le pasa a Midnight Special. Se podría discutir mucho sobre la verosimilitud de sus premisas y sus mecanismos, sí. Pero a veces las parejas que se quieren, cuando parece que van a discutir, acaban follando. Es porque muchos llevamos en el pecho una cosa que no se sabe muy bien lo que es, que a veces brilla y hace que el resto no importe.

Al final, parece que es a esa cosa a la que Jeff Nichols va dirigiendo su reposado despliegue, sin prisa pero sin pausa. Empieza con la electrizante sencillez de un Chevrolet apagando sus faros para fundirse con la noche. En la inusitada potencia de esta imagen, igual que en sus diálogos breves y secos, encontramos la que podría ser una de las claves del filme: menos es más. Sin grandes frenetismos (me invento la palabra porque puedo), Midnight Special nos mantiene tensos; sin detenerse demasiado en dar resolución a sus muchas incógnitas, nos hace saber lo suficiente (aquí hay para gustos, a mí no me molesta que me inviten a imaginar); sin apenas alardes digitales, la ciencia ficción se hace creíble.

Quizá por eso, por su huída de lo aparatoso y lo grandilocuente, funcione la fusión de drama humano-familiar y misterio estelar. Así lo corrobora el luminoso clímax, donde ambas facetas, de la mano, cobran toda su fuerza. Lo cotidiano y lo insólito se aúnan... y nosotros, o yo, yo estuve allí, bajo la cúpula de luz. Lo vi, tío, lo vi.
AGF
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8
14 de febrero de 2016
99 de 125 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que vi Matrix siendo un enano había soñado con una película que abriese con un ultra bullet time, empezando desde un objeto muy concreto y ampliando el plano hasta mostrar una situación general. Yo, joven e inocente, me imaginaba que ese objeto sería un balón de fútbol. En Deadpool ese bullet time soñado existe, y el objeto del que parte es un mechero de esos de coche recién salido de la boca de un tío, aún ardiendo.

En el inicio a cámara superlenta de Deadpool, una especie de milagro (o de pavoneo) de la técnica digital, podemos encontrar lo que hay en el resto de la peli: un equilibrado y explosivo cóctel entre socarronería (véase: los créditos iniciales que se ríen de sí mismos) y acción potente, irresistible por su cuidado en el detalle, su espíritu propio, su ritmo incansable, sus ganas de vacile, su afán por romper los moldes (en su estructura original, en el recurso del protagonista saliéndose de la propia película y sacándole punta), su capacidad inédita de hacer de la violencia más bestia un buen chiste (véase: el puño esposado haciendo una peineta) o su deliberada huida del reino del “para todos los públicos”.

Parece mentira, o paradoja, o no sé qué pero algo digno de reflexión, que una máquina de hacer dinero como es Marvel, productora y producto de esta nuestra contemporánea cultura de masas que, antes de degustarse o interiorizarse, se consume y punto, tenga la capacidad de crear películas tan deliciosas como esta. Parece mentira pero pasa. Como parece mentira que el puto feo se lleve a la chica de ensueño. Pero a veces pasa. A veces, cuando uno se mofa de la vida con tanto estilo y con tantas ganas, le alegra la tarde a cualquiera. A Deadpool le pasa.

Strong reality.
AGF
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5
14 de diciembre de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraña rareza de tono y estilo digamos "danés", por decir algo, Ordet puede verse como un profundo y sesudo drama transcendental o como un bizarro panfleto religioso de incomprensibles formas. Cuestión de fe.

Me molaría que me hubiese parecido más lo primero, la verdad. Asumir que las gentes campestres de Jutlandia viven como si el tiempo no existiera (o sea, se vuelven lentos de cojones) y poder hallar en cada secuencia (en cada silencio, en cada tic tac, en cada mirada extraviada) un componente de una reflexión lúcida, compleja y contundente sobre la espiritualidad del hombre.

Y en efecto no se pueden desdeñar algunos diálogos, como uno que ya no sé cuál es que contiene la curiosa idea de que quizá Jesucristo (si vuelve) no haga milagros para que le crean, si no que tienen que creer en él para que haga milagros. Creer para ver y no ver para creer. Tampoco podemos menospreciar la chulería de Peter el sastre ni la buena barba de Morten. Dos personajes que en términos de sangre en las venas se comen a los demás, bastante sequitos.

Sin embargo, más que lo primero, el conjunto de Ordet me parece lo segundo: un ensayo promocional (a pesar de lo oscuro) sobre la fe de una simpleza mucho mayor de lo que puedan insinuar sus extravagancias.
Por un lado, tenemos al puto Johaness, hombre que leyó mucha filosofía y en vez de quedar más listo quedó más tonto (cosa razonable). El personaje, que se cree una versión de Jesucristo despojada a todas luces de las capacidades oratorias del original, tiene un collejón que no puede con él. Es Jesucristo reencarnado pero si su padre (tan harto que en un momento dice que a ver si se muere) lo manda a la habitación, él se va a la habitación sin rechistar.
Por otro, tenemos una puesta en escena sobria y gélida, que (y por mucho que se mueva la cámara) junto con el montaje y la acción de los personajes transmite la misma sensación de dinamismo que el coito de un matrimonio puritano.

De estos elementos aflora una apariencia de densidad que, me parece, no está respaldada por el texto. Hace falta fe, pues, para ver una obra maestra.

PD.: a veces suenan pollos y relinchos de caballos de sonido ambiente. Apostaría a que son humanos imitando los ruidos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
AGF
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6
8 de noviembre de 2015
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
TÍTULO ORIGINAL: El mismo que viste y calza.

AÑO: Año 79 de la vida de Woody Allen.

DURACIÓN: Bastante ajustada al aguante de la vejiga humana.

PAÍS: Es del moderno nuevo Nuevo Mundo, pero tiene bastante de la Vieja Europa (todo pasa en ella, por ejemplo).

DIRECTOR: Woody Allen. Un día mi abuela me dijo “a mi no me parece bien lo que hizo ese señor”, en referencia a lo de liarse con su hija adoptiva. Con respecto a su cine, pese a la tendencia inerte a pensar que últimamente solo saca churrillos, yo diría que guay, me parece bien lo que ha hecho este señor. Y sigue haciendo. Aunque a veces la grandeza y la fama de sus “grandes obras” tape un poquito a “novedades” que también están chulas, como Midnight in Paris, Si la cosa funciona, o Blue Jasmine, desprovistas de el status que solo el tiempo puede dar. En fin, que el Cine sigue teniendo que agradecerle a a Allen, digo. Si precisamente por Magic in the Moonlight ya no sé.

GUIÓN: La fórmula: el hombre rayao, la mujer dulce, un poquito alocada, de bastante buen ver, el romance insospechado (para ellos), los eventos sociales, las infelicidades de la alta burguesía (¿autoparodia de la vida propia contemplada desde el cinismo?), la magia, la vida, el coito implícito (aquí en un observatorio espacial, diría yo).

MÚSICA: la mítica.

FOTOGRAFÍA: No muy esforzada. Como si tampoco fuera tan importante. De todas formas, una ventaja fotográfica de películas como esta (y algunas otras de Allen) es que esos escenarios de vida de ensueño de gente que caga dinero (o a la que se lo cagaron en las manos sus antepasados al fallecer) entran de por sí a cualquier espectador al que le gustaría bastante que le tocara la lotería. Seis veces.

REPARTO: pues 59% para Woody Allen, 10% para Colin Firth, 5% para Emma Stone y el resto para gastos de mierda. Bastante bien.
No, ahora en serio: bastante bien. Colin Firth encaja en su papel aunque quizá su personaje se preste a mayor presencia, mayor magnetismo del que consigue otorgarle. Emma Stone es la chica dulce y ligeramente alocada, y da el pego: su sonrisa hace comprender a Firth.

PRODUCTORA: La vida misma.

GÉNERO: Comedia romántica de clase alta. Típica peli de Woody Allen | Magia (en un sentido amplio, Allen no muestra mucha preocupación por adentrarse en lo que podríamos llamar “sobrenatural”, probablemente debido a que es más dado a la literatura rusa del s. XIX que a Harry Potter. ¿Se le perdona?

SINOPSIS: una agradable comedia que cuenta con el sello de Allen en su versión más convencional. Más rutinaria, menos sorprendente (predecible), más acomodada en una fórmula, más anodina. Lo cual no quita que atesore destellos: algún diálogo de lograda comicidad, algún otro interesante aunque tampoco te rías tanto, y el hablar de algo (aunque de forma ligera, y quizá por ello presumiblemente falta de poso), el tener una propuesta (razón vs. fe, vs. magia, vs. Emma Stone, vs. cosas que a veces no vemos -por no entenderlas- pero que están ahí y que no deberíamos obviar). Me habría decepcionado bastante que Woody Allen hubiese hecho una película tipo A todo gas, por ejemplo, pero de esto tampoco me puedo quejar mucho.
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"Gran película. Lo ha vuelto a hacer" (El -muy- convencido)

“Meh” (El ateo)

“Ni para uno ni para otro. Viví un buen rato pero no me daría rabia morir sin verla” (Yo)

“Lo de la hija adoptiva meh... pero la película muy bonita, sí sí, muy bonita” (Mi abuela, en el hipotético caso de que la viera)

“Lo peor es ser pobre de amor, lo mejor es saber lo que tiene valor” (Javier Ibarra)
AGF
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