Las flores del cerezo
3,405
Comedia. Drama
Trudi es la única que sabe que su marido Rudi está gravemente enfermo de cáncer. Siguiendo el consejo de su médico, deciden hacer un último viaje juntos. Trudi convence a su marido y van a visitar a sus hijos y nietos en Berlín. Sin embargo, éstos están demasiados inmersos en sus propias vidas para ocuparse de ellos. Tras ir al teatro a ver un espectáculo de danza Butoh, Trudi y Rudi deciden marcharse y pasar unos días en un hotel en la ... [+]
3 de mayo de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rudi es un alemán rústico y metódico que se jubila después de una vida centrada en el trabajo y la costumbre. Dependiente en extremo de una esposa que vive por y para él, se verá inmerso en una serie de cambios que le abrirán caminos que nunca hubiera sospechado. La película nos habla de seres humanos y de los misterios del amor y los nexos. Resulta muy impactante -por lo realista- el tratamiento de las relaciones con los hijos y los nietos. La visita a Berlín pone da manifiesto lo molesta que resulta su presencia en la vida cotidiana de los descendientes. No digamos cuando Rudi visita a ese hijo pródigo que se ha ido a vivir nada menos que al lejano Japón. Son memorables las primeras escapadas de Rudi por ese Tokio laberíntico y extraño, antes de su encuentro con la persona que le abrirá la mente a otros mundos. Se rompen en esta película muchos tópicos acerca de la presunta cercanía de los consanguíneos frente a los muros del idioma y las costumbres. El juego de espejos entre Oriente y Occidente nos desvela sutiles verdades esenciales. Visualmente, la directora saca partido también a los diversos paisajes urbanos y rurales. El ritmo es pausado pero cada imagen -aquí el tópico es cierto- mil palabras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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2 de septiembre de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cineasta alemana Doris Dörrie (“Cómo cocinar tu vida”) dirige en esta oportunidad a Hannelore Elsner en el papel de Trudi, Elmar Wepper como Rudi y Aya Irizuki como Yu, en un film lleno de sinceridad y ternura, cuyo título nos remite a un festival en Tokio que evoca precisamente la idea madre de esta película: Reconocer —metafóricamente hablando— la flor del cerezo que a la larga es la vida, precisamente por lo efímero.
La pregunta que surge después de haber visto “Cerezos en flor”, es si el tiempo que nos quede por vivir en este planeta, debemos vivirlo a tope o seguir la rutina diaria. La respuesta está dividida en dos partes en el metraje de la película. La primera, que se remite a los encuentros y desencuentros de los padres con los hijos, parece no ser la mejor solución; ya que todo el mundo vive a su vez su propia vida, abandonando la mirada a nuestros seres más amados.
La segunda, es todavía más sencilla y me gustaría expresarlo a través de un haiku: “Nuestros destinos/ Siempre vivos/ en el corazón del cerezo”, que pertenece a Matsuo Basho, una de las grandes figuras de la poesía japonesa de la era Edo (1603-1867), quien pudo observar cómo la práctica del Hanami —literalmente, (mi) contemplar las flores (hana) — se extendía a todos los niveles de la sociedad.
Con claros ecos de “Cuentos de Tokyio”, la obra maestra de Yasujiro Ozu, Doris Dörrie a la larga nos habla de los enigmas de la existencia. Ambas películas recomendadas a aquellas personas que desearían tener un poco de claridad con los ojos cerrados de su propio interior, sobre qué es la vida. Y es que eso es “Cerezos en flor”, una road movie interior.
Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla, Colombia)
La pregunta que surge después de haber visto “Cerezos en flor”, es si el tiempo que nos quede por vivir en este planeta, debemos vivirlo a tope o seguir la rutina diaria. La respuesta está dividida en dos partes en el metraje de la película. La primera, que se remite a los encuentros y desencuentros de los padres con los hijos, parece no ser la mejor solución; ya que todo el mundo vive a su vez su propia vida, abandonando la mirada a nuestros seres más amados.
La segunda, es todavía más sencilla y me gustaría expresarlo a través de un haiku: “Nuestros destinos/ Siempre vivos/ en el corazón del cerezo”, que pertenece a Matsuo Basho, una de las grandes figuras de la poesía japonesa de la era Edo (1603-1867), quien pudo observar cómo la práctica del Hanami —literalmente, (mi) contemplar las flores (hana) — se extendía a todos los niveles de la sociedad.
Con claros ecos de “Cuentos de Tokyio”, la obra maestra de Yasujiro Ozu, Doris Dörrie a la larga nos habla de los enigmas de la existencia. Ambas películas recomendadas a aquellas personas que desearían tener un poco de claridad con los ojos cerrados de su propio interior, sobre qué es la vida. Y es que eso es “Cerezos en flor”, una road movie interior.
Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla, Colombia)
3 de mayo de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa y sorprendente película alemana que comienza un poco con falta de ritmo y que después de un giro traumático en la vida del protagonista nos enseña la sencillez de la belleza, la soledad del mundo actual y el vacio de las relaciones actuales.
Esta película, de director y protagonistas alemanes, gustará a todos aquellos a los que les gustó "Lost in translation" ya que entre sus muchos temas refleja las diferencias culturales entre occidente, pero no es sólo eso. Con gran influencia del cine asiático y con un fantástico tratamiento de la fotografía, a veces recuerda al Kim Ki duk de El Arco o al de Primavera, Verano, Otoño y otra vez primavera, esta película deja un buen sabor de boca por su lirismo, intimismo, y sobre todo por su colorismo, lo que a veces nos hace sentir como si estuviésemos en una acuarela, donde todo está en su sitio y cualquier cosa desestabilizaría la composición del cuadro.
También en algunos momentos, podemos ver la influencia de esos directores nórdicos Lars Von trier o Ingmar Bergmar, y esas formas de tratar las relaciones humanas (entre el padre y el hijo en este caso), donde las cosas se dicen como si nada, pero se clavan como cuchillos.
Película llena de simbolismos, y como he comentado, llena de analogías y mezclas de tendencias que hará disfrutar a todos aquellos que estén dispuestos a alejarse y mirar con distanciamiento la vorágine de nuestros días.
Esta película, de director y protagonistas alemanes, gustará a todos aquellos a los que les gustó "Lost in translation" ya que entre sus muchos temas refleja las diferencias culturales entre occidente, pero no es sólo eso. Con gran influencia del cine asiático y con un fantástico tratamiento de la fotografía, a veces recuerda al Kim Ki duk de El Arco o al de Primavera, Verano, Otoño y otra vez primavera, esta película deja un buen sabor de boca por su lirismo, intimismo, y sobre todo por su colorismo, lo que a veces nos hace sentir como si estuviésemos en una acuarela, donde todo está en su sitio y cualquier cosa desestabilizaría la composición del cuadro.
También en algunos momentos, podemos ver la influencia de esos directores nórdicos Lars Von trier o Ingmar Bergmar, y esas formas de tratar las relaciones humanas (entre el padre y el hijo en este caso), donde las cosas se dicen como si nada, pero se clavan como cuchillos.
Película llena de simbolismos, y como he comentado, llena de analogías y mezclas de tendencias que hará disfrutar a todos aquellos que estén dispuestos a alejarse y mirar con distanciamiento la vorágine de nuestros días.
19 de septiembre de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me atrevo a titular así, plagiando a Austen, porque ambas palabras reflejan lo que he percibido durante el visionado de esta peli.
Ya desde el principio sentí que el tema iba a ser interesante por lo cercano: pareja entrada en años con fecha de caducidad, que desea hacer lo que siempre ha querido pero que no ha hecho por esperar al otro.
El espectador conoce como la madre, el gran secreto que no puede compartir ni con sus hijos, desea que haga realidad lo expresado en el comienzo de la historia y es testigo del egoísmo tanto del marido como de sus vástagos que más que inmaduros emocionales -de lo que no tendrían toda la culpa- son indiferentes y maliciosos; recurriendo a algo tan manido como el "tengo muchas responsabilidades..." excusan la falta de atención. Su vida es tan mediocre como lo ha sido la del padre. Sus actitudes son tan reales y representan tan bien la situación actual que duelen.
Impacta por inesperado el final de la esposa y entonces se crea una atmósfera de incertidumbre que se relaja cuando compruebas que el protagonista es de carne y hueso y decide hacer realidad el sueño de la que descubre por fin como su amada.
Los papeles de los hijos-hija se contraponen con los de las nueras tirando por tierra el tan traido y llevado tema de la sangre y pone de manifiesto lo poco que se conocen padres e hijos en la sociedad actual. Es una de ellas la que descubre el alma sensible de la madre que se pone de manifiesto en contacto con la danza japonesa que es un personaje más y sirve para poner a otros en contacto.
Es en la obligada visita a Tokio cuando el metraje se hace un poco largo pero las pinceladas de urbe cosmopolita, paisaje, cerezos, Fuji...refrescan de vez en cuando las escenas haciendo de esta película algo dificil de olvidar y muy recomendable.
Ya desde el principio sentí que el tema iba a ser interesante por lo cercano: pareja entrada en años con fecha de caducidad, que desea hacer lo que siempre ha querido pero que no ha hecho por esperar al otro.
El espectador conoce como la madre, el gran secreto que no puede compartir ni con sus hijos, desea que haga realidad lo expresado en el comienzo de la historia y es testigo del egoísmo tanto del marido como de sus vástagos que más que inmaduros emocionales -de lo que no tendrían toda la culpa- son indiferentes y maliciosos; recurriendo a algo tan manido como el "tengo muchas responsabilidades..." excusan la falta de atención. Su vida es tan mediocre como lo ha sido la del padre. Sus actitudes son tan reales y representan tan bien la situación actual que duelen.
Impacta por inesperado el final de la esposa y entonces se crea una atmósfera de incertidumbre que se relaja cuando compruebas que el protagonista es de carne y hueso y decide hacer realidad el sueño de la que descubre por fin como su amada.
Los papeles de los hijos-hija se contraponen con los de las nueras tirando por tierra el tan traido y llevado tema de la sangre y pone de manifiesto lo poco que se conocen padres e hijos en la sociedad actual. Es una de ellas la que descubre el alma sensible de la madre que se pone de manifiesto en contacto con la danza japonesa que es un personaje más y sirve para poner a otros en contacto.
Es en la obligada visita a Tokio cuando el metraje se hace un poco largo pero las pinceladas de urbe cosmopolita, paisaje, cerezos, Fuji...refrescan de vez en cuando las escenas haciendo de esta película algo dificil de olvidar y muy recomendable.
9 de octubre de 2009
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cerezos en flor es, en su esencia, un bello poema con un alto contenido metafórico (desde el mismo título) y narrado con la sesibilidad y la nitidez de quién tiene muy claro hacia dónde quiere llevar un proyecto y sobre todo cómo quiere abordarlo.
Al igual que Sofia Coppola, en su estupenda “Lost in traslation” o recientemente Isabel Coixet con su nuevo trabajo en ciernes “Mapa de los sonidos de Tokyo”, la directora alemana Doris Dörrie nos traslada su interés y pasión tanto de la parte más cosmopolita como de la más exótica de un país tan deslumbrante como Japón. Y lo hace a través de una historia que entabla lazos casi oníricos desde Occidente hasta esa parte de Oriente, desde Alemania hasta Japón pasando por las cristalinas costas del Mar Báltico y su increíble luz sobre el agua. Esta fascinación de Dörrie hacia la cultura japonesa proviene de viajes pasados donde descubrió la manera de proceder de una sociedad muy distinta a la que ella conocía; un esmero extremo hacia cada cosa incluso en los detalles más ínfimos, así como la parsimonia para hacer las tareas más cotidianas. Lo que se conoce con el nombre de: “Mono no aware”, y que se define como estar melancólicamente encantado y melancólicamente conmovido: la fusión del yo con e mundo exterior.
Para esta trabajo, Dörrie ha decidido contar con un actor conocido en la pequeña pantalla y teatro alemanes pero poco pródigo al cine como es Elmar Wepper con el que ya contó en “El pescador”, y al que le considera un verdadero milagro para ella, en un trabajo sensacional que combina valentía, compromiso y grandes tablas para afrontar un papel de cierta complejidad debido a los diversos cambios a los que se somete. Uno de los mejores trabajos europeos que nos deja el anterior año. Tampoco desentona, ni mucho menos la conmovedora y enigmática interpretación de Hannelore Elsner, que ya la pudimos ver el año pasado en “Lo visible y lo invisible” de Rudolf Thome (en un papel con ciertas similitudes al actual) y que deja su aura presente en todos los momentos del film a pesar de tener una actuación algo más breve que su compañero de reparto. Siempre un placer su tierna, pasional e incluso desafiante mirada con la que observa el mundo y lo que le acontece.
(Sigue sin spoiler)
Al igual que Sofia Coppola, en su estupenda “Lost in traslation” o recientemente Isabel Coixet con su nuevo trabajo en ciernes “Mapa de los sonidos de Tokyo”, la directora alemana Doris Dörrie nos traslada su interés y pasión tanto de la parte más cosmopolita como de la más exótica de un país tan deslumbrante como Japón. Y lo hace a través de una historia que entabla lazos casi oníricos desde Occidente hasta esa parte de Oriente, desde Alemania hasta Japón pasando por las cristalinas costas del Mar Báltico y su increíble luz sobre el agua. Esta fascinación de Dörrie hacia la cultura japonesa proviene de viajes pasados donde descubrió la manera de proceder de una sociedad muy distinta a la que ella conocía; un esmero extremo hacia cada cosa incluso en los detalles más ínfimos, así como la parsimonia para hacer las tareas más cotidianas. Lo que se conoce con el nombre de: “Mono no aware”, y que se define como estar melancólicamente encantado y melancólicamente conmovido: la fusión del yo con e mundo exterior.
Para esta trabajo, Dörrie ha decidido contar con un actor conocido en la pequeña pantalla y teatro alemanes pero poco pródigo al cine como es Elmar Wepper con el que ya contó en “El pescador”, y al que le considera un verdadero milagro para ella, en un trabajo sensacional que combina valentía, compromiso y grandes tablas para afrontar un papel de cierta complejidad debido a los diversos cambios a los que se somete. Uno de los mejores trabajos europeos que nos deja el anterior año. Tampoco desentona, ni mucho menos la conmovedora y enigmática interpretación de Hannelore Elsner, que ya la pudimos ver el año pasado en “Lo visible y lo invisible” de Rudolf Thome (en un papel con ciertas similitudes al actual) y que deja su aura presente en todos los momentos del film a pesar de tener una actuación algo más breve que su compañero de reparto. Siempre un placer su tierna, pasional e incluso desafiante mirada con la que observa el mundo y lo que le acontece.
(Sigue sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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