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564 pages, Paperback
First published January 1, 1963
…under the eaves of vomity nights of music and tobacco and little meannesses and all kinds of exchanges, because underneath and on top of it all I had refused to pretend like normal bohemians that the chaos of my affairs and finances was some sort of higher spiritual order or something else with an equally disgusting label, nor had I accepted the notion that all one needed was just one split second of decency to crawl out from the midst of so much filthy cotton.
“Se puede matar todo menos la nostalgia del reino, la llevamos en el color de los ojos, en cada amor, en todo lo que profundamente atormenta y desata y engaña"
"se me cae algo al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo hago va a ocurrir una desgracia, no a mí sino a alguien a quien amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído".
"el estar dentro de la pieza, el ser pez río abajo, hoja en el árbol, nube en el cielo, imagen en el poema. Pez, hoja, nube, imagen: exactamente eso, a menos que..."
Rayuela — Marelle — Hopscotch
"I love that novel. Now that is a book that is full of puzzles and codes. I wish I could have been a member of “The Serpent Club.” What amazes me is that Cortázar invariably received praise and admiration for the high style, lists, loquacity, boldness, ingenuity, and encyclopedic invention in his fiction, particularly that book, while the mediocre book-reviewers and invidious drabs to whom I am inevitably assigned by the New York Times—drab and hateful ink-stained failures, for the most part—only scowl at my work. I attribute this to envy and the ham-handed convention that nowadays seems to prevail everywhere in this business that asks, Who does he think he is?"
Y así me había encontrado con la Maga, que era mi testigo y mi espía sin saberlo, y la irritación de estar pensando en todo eso y sabiendo que como siempre me costaba mucho menos pensar que ser, que en mi caso el ergo de la frasecita no era tan ergo ni cosa parecida, con lo cual así íbamos por la orilla izquierda, la Maga sin saber que era mi espía y mi testigo, admirando enormemente mis conocimientos diversos y mi dominio de la literatura y hasta del jazz cool, misterios enormísimos para ella.
Seamos serios, Horacio, antes de enderezarnos muy de a poco y apuntar hacia la calle, preguntémonos con el alma en la punta de la mano (¿la punta de la mano?) En la palma de la lengua, che, o algo así.
De alguna manera habían ingresado en otra cosa, en ese algo donde se podía estar de gris y ser de rosa, donde se podía haber muerto ahogada en un río (y eso ya no lo estaba pensando ella) y asomar en una noche de Buenos Aires para repetir en la rayuela la imagen misma de lo que acababan de alcanzar, la última casilla, el centro del mandala, el Ygdrassil vertiginoso por donde se salía a una playa abierta, a una extensión sin límites, al mundo debajo de los párpados que los ojos vueltos hacia adentro reconocían y acataban.
Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura.