UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
«AL AMÉRICA SE LE ODIA O SE LE AMA»
AFICIÓN FUTBOLERA, MELODRAMA, AGUANTE, IDENTIDAD Y
CLIENTELISMO EN MÉXICO
TESIS
Que para obtener el grado de
DOCTOR EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL
Presenta
SERGIO VARELA HERNÁNDEZ
MÉXICO, D. F.
2012
ÍNDICE
Página
A manera de introducción
La afición al futbol en clave melodramática.....................................................
4
La imaginación melodramática, la afición futbolera y el México moderno......
12
La afición futbolística y la conformación identitaria de la liga profesional.......
20
Cómo surgió la investigación...........................................................................
24
La metodología del estudio.............................................................................
28
La estructura del texto.....................................................................................
31
PARTE I. AFICIÓN AMERICANISTA E IMAGINACIÓN MELODRAMÁTICA: UNA
INCURSIÓN ETNOGRÁFICA
Capítulo 1. El awante según el Ritual del Kaos
Una primera aproximación al RK…………………………………………………
35
Un día con los “Patanes”.................................................................................
39
La violencia ritualera: una revisión teórica......................................................
55
¿Violentos, desmadrosos o melodramáticos?.................................................
57
Una breve historia del RK................................................................................
63
Masculinidad ritualera: el imaginario melodramático de la violencia, el
aguante y el descontrol...................................................................................
El aspecto organizativo del RK........................................................................
73
101
El RK en el internet: los casos de Fotolog y Youtube.....................................
109
Capítulo 2. Educación sentimental futbolera y clientelismo político: el
caso de la Porra Unión
Un primer acercamiento a las porras familiares………………………………...
120
La Porra Unión................................................................................................
122
La organización vertical...................................................................................
128
Una breve historia de la Porra Unión y los conflictos actuales por el
liderazgo..........................................................................................................
La organización horizontal y la moralidad familiar...........................................
140
152
Capítulo 3. El Estadio Azteca in situ: espacio, consumo cultural,
emociones y grandeza
El escenario del melodrama y la comercialización……………………………..
160
Un día de partido a finales de octubre.............................................................
161
En las inmediaciones del estadio....................................................................
167
En la explanada...............................................................................................
181
1
El ingreso a las gradas....................................................................................
184
El inicio del encuentro.....................................................................................
190
El final del encuentro, la salida del estadio y el regreso a casa......................
195
Capítulo 4. Un viaje a Guadalajara con la Porra Unión. Identidades
regionales en tensión
La salida a Guadalajara...................................................................................
198
El trayecto........................................................................................................
200
La entrada a la ciudad de Guadalajara...........................................................
203
La llegada y entrada al Estadio Jalisco...........................................................
206
La salida y el regreso al Distrito Federal.........................................................
207
Capítulo 5. “Ódiame más” y el antiamericanismo
Amor y odio en el entramado futbolístico mexicano........................................
209
La superlatividad como marca identitaria del club...........................................
213
Corrupción, negación, descalificación sexualizada y antiamericanismo.........
216
PARTE II. EL MELODRAMA COMO ESPECTÁCULO MEDIÁTICO
Capítulo 6. La construcción mediática de las rivalidades a través de la
imaginación melodramática
El caso del América versus Guadalajara.........................................................
La historia del clásico de clásicos………………………………………………...
Capítulo 7. El espectador, el sistema de rivalidades y el club América.
El melodrama antes de la televisión
Un preámbulo a la temática……………………………………………………...
226
227
245
El futbol y otros “espectáculos” (... mucho antes de la tele)............................
247
La fundación del club América........................................................................
261
El club y el futbol en la transición al espectáculo masivo................................
266
Capítulo 8. El club América, el melodrama y la rivalidad futbolística
contemporánea en México después de la televisión
De héroes, villanos, urbanos y modernos. Televisa y la narrativa
melodramatizada.............................................................................................
La incursión de la televisión en el futbol mexicano.........................................
278
288
El afianzamiento contemporáneo de la liga y la (segunda) fundación
americanista en los años ochenta...................................................................
La afición americanista, la televisión y el futbol: del Estado paternalista a la
era neoliberal...................................................................................................
Capítulo 9. Consideraciones finales………………………………………………..
291
304
317
Glosario……………………………………………………………………………………...
323
Bibliografía………………………………………………………………………………......
324
2
ÍNDICE DE FIGURAS
Página
1. “En la tribuna con el RK”. Foto del autor……………………………………………….
37
2. “Los Ritualeros”. Tomadas del blog del RK http://tunel48.blogspot.com.............
74
3. “Amor suicida”. Tomadas del Fotolog…………………………………………………..
89
4. “BoRrAcHoZ & AgReCiVoZ”. Tomadas de Fotolog …………………………………..
90
5. “En referencia a la película Asesinos por naturaleza”. Tomado de Fotolog………..
93
6. “La venganza del Ritual”. Tomada de Fotolog…………………………………………
94
7. “Tú siempre nos cuidas”. Tomada de Fotolog…………………………………………
98
8. “Los RK”. Tomada del blog del RK http://tunel48.blogspot.com..........................
97
9. “El puesto de ventas del RK”. Foto del autor…………………………………………
101
10. “Credencial de José”. Foto del autor…………………………………………………..
130
11. “El ambiente familiar”. Foto del autor………………………………………………….
138
12. “Porra IMSS en 1971”. Fotograma del documental Las Águilas del América…….
145
13. “Rumbo al estadio”. Foto del autor…………………………………………………….
164
14. “El Estadio Azteca. Vendimia informal y mercadotecnia”. Foto del autor…………
169
15. “El Citlali. Punto de reunión”. Foto del autor………………………………………….
172
16. “La presencia policial”. Foto del autor…………………………………………………
180
17. “La detención del autobús en Guadalajara”. Foto del autor………………………
203
18. “El cerco policial en Guadalajara”. Foto del autor……………………………………
205
19. “El rechazo al América en números”. Consulta Mitofsky (Campos, 2012)
211
20. “Fotomontaje del América como equipo odiado”. Tomado de Google imágenes.
222
21. “Fotomontaje del antiamericanismo”. Tomado de Google imágenes……………...
223
22. “Temporada 1943-1944”. Elaborado por el autor con datos de la FEMEXFUT….
274
23. “Temporada 1944-1945”. Elaborado por el autor con datos de la FEMEXFUT….
275
24. “Temporada 1944-1945”. Elaborado por el autor con datos de la FEMEXFUT….
275
25. Publicidad de “Grande. Muy grande” en homenaje al jugador Salvador
Cabañas. Tomado de http://somos-aguilas.blogspot.mx
312
3
A manera de introducción
El fútbol es en tantas cosas semejante al cine que
quizá por eso se ha llevado rara vez a la pantalla:
parecería una redundancia.
Javier Marías en Salvajes y sentimentales (2 000)
La afición al futbol en clave melodramática
Durante una de mis visitas al Estadio Azteca en 2010, acompañé unas cuadras
a un par de mis informantes a recoger los instrumentos musicales de la murga 1 del
Ritual del Kaos (RK). Los guardaban en una pequeña bodega junto a la casa de
uno de los jóvenes integrantes de este grupo de aficionados. En el camino hacia la
casa nos esperaban algunos de los integrantes de los Rompe Canchas, la murga
del RK. Llegamos a la casa. Los cerca de doce jóvenes comenzaron a sacar los
bombos, las tarolas, los instrumentos de viento y algunas banderas que
guardaban en el mismo lugar. Varios de ellos ya habían bebido alcohol y algunos
más habían inhalado solventes. Sin embargo, todos estaban relativamente
tranquilos. Salimos de la casa y caminamos entre las angostas calles de la colonia
aledaña al estadio. Cuando salimos a la avenida principal, es decir, a la calzada
de Tlalpan, vimos pasar un microbús repleto de integrantes del RK con un trapo2
que los identificaba como habitantes de la colonia popular Martín Carrera, ubicada
al norte de la ciudad. La murga ya se estaba alineando en una especie de doble
fila india y comenzaban a tocar alguno de los cantos de apoyo al equipo. El
microbús paró unos metros delante. De él descendieron todos los jóvenes. En una
1
Ver Glosario de términos.
Ver Glosario de términos.
2
4
especie de movimientos de éxtasis, gritaban y silbaban. De pronto, sin previo
aviso ni motivo, alcancé a ver de reojo que uno de los jóvenes que habían
descendido del micro tomó una piedra de considerable tamaño, la cual se
encontraba casualmente junto a las escaleras de acceso a un puente peatonal. El
joven, que sólo estaba a unos diez o doce metros lanzó la piedra en nuestra
dirección. Afortunadamente todos, de una u otra forma, nos encontrábamos
atentos a la acción, además de que los gritos rápidos de alerta hicieron que el
proyectil pasara muy cerca, pero sin lastimar a nadie. Observé como Pete, el joven
del RK que en esos momentos se encontraba al mando de la murga corrió
rápidamente en dirección al joven que había lanzado la piedra. “Óyeme, hijo de la
chingada ¿qué te pasa? ¿Estás pendejo o qué? Casi nos rompes la madre”, le
gritó, además de encararlo con vehemencia. El otro joven se veía perturbado por
los solventes y no estoy seguro de que haya entendido perfectamente lo que
estaba sucediendo. Al final, seguimos nuestro camino y tanto la murga como los
pasajeros del micro cantaron y gritaron hasta la llegada del estadio.
Cuando concluyó ese día, y después de cerca de dos años de visitas al estadio,
reflexioné sobre el evento que acababa de presenciar. No podía decir que había
visto un acto puro de “salvajismo” o de violencia irracional. Tampoco podía decir
que nada había sucedido, porque literalmente una piedra de medio kilo había
pasado a escaso medio metro de mi cabeza. Estaba confundido en cuanto a la
significación del evento. Sin embargo, en ese momento comencé a percibir que,
independientemente del grupo con el que me moviera en el estadio, el ambiente
siempre estaba “cargado”, saturado de un sustrato emocional que todo lo
impregnaba.
5
Esa “saturación emocional” la percibía como una especie de capa que matizaba
las prácticas de los aficionados. Evidentemente, las emociones de los aficionados
americanistas no se expresaban de igual forma. A lo largo de los dos años que
había convivido con las porras familiares3 pude observar la forma en que los
cuerpos de sus integrantes expresaban esas emociones, de forma más mesurada
y en un ambiente de relativa camaradería, pero siempre al límite de la explosión
impulsiva y emocional. Las porras familiares están fuertemente organizadas y su
jerarquización le da un sesgo muy particular. Las agrupaciones juveniles, en
especial el RK, son exultantes. Las diferencias son notables, pero el elemento
emotivo las identificaba y, hasta cierto punto las uniformizaba.
El paso siguiente era ubicar conceptualmente esto que yo ya identificaba como
el “sustrato emocional” del aficionado. La pista que seguí provino no tanto de mis
observaciones en campo, sino de mis incursiones historiográficas. Al leer la forma
en que los dueños de la televisora Telesistema Mexicano/Televisa, especialmente
Emilio Azcárraga Milmo, idearon su incursión en el negocio futbolístico, reparé en
que me estaba acercando a un producto mediático, a una suerte de género
cultural y narrativo. Sabía que Azcárraga Milmo decidió comprar un club de futbol
profesional y que este se convirtiera en una especie de personaje radio o
telenovelístico con características villanescas. El club que compró y que dotó con
ciertos elementos distintivos, que a la larga lo convertirían en el equipo con más
detractores, pero al mismo tiempo con una de las aficiones más grandes, fue el
club América del Distrito Federal.
3
Ver Glosario de Términos.
6
Tenía entonces dos cuestiones: ese sustrato emocional que los aficionados
evocan y practican con sus respectivas variaciones y matices, por un lado, y un
elemento de intervención comercial y mediática, por el otro. También sabía que el
deporte, en especial el futbol, bien podía ser considerado como un fenómeno
propio de la modernidad, entendida ésta bajo una óptica absolutamente racional e
instrumental y parte del llamado proceso civilizatorio. Pero entonces ¿dónde
ubicar conceptualmente el sustrato emotivo, a veces gozoso, a veces frenético y
otras francamente agresivo y violento de los aficionados americanistas? La
respuesta la obtuve en lo que algunos teóricos definen como la imaginación
melodramática. A continuación intentaré perfilar esta idea de forma más clara.
La imaginación melodramática es la clave interpretativa de este trabajo. En
algunas
ocasiones,
imaginación
melodramática
podrá
ser
sustituida
indistintamente por “lo melodramático” o simplemente el “melodrama”. La entiendo
no tanto (ni sólo) en un sentido literario. Más bien, inscrita bajo la lógica de los
llamados estudios culturales, ubico a la imaginación melodramática como una
forma o un conjunto de formas de percibir y construir discursos y narrativas
sociales, tanto como prácticas y acciones empíricamente verificables en campo.
En primer lugar, la imaginación melodramática cruza todas las clases sociales y no
es exclusiva de alguna de ellas. Tiene que decirse, no obstante, que sí hay una
fuerte inclinación o tendencia a identificarla con las prácticas de los sectores
populares y que algunas veces toma el cariz de violencia. Surge de una relación
dialéctica y contradictoria entre las elites y los grupos subalternos, por lo que su
propia configuración siempre está en disputa. Por otro lado, lo melodramático se
ha desarrollado de forma histórica y no es estático e inmutable.
7
Como expondré, la imaginación melodramática será la clave para entender la
conformación del espectáculo futbolístico nacional. Tanto la liga como los clubes
estarán marcados por coordenadas melodramáticas más o menos definidas. El
caso del club América será paradigmático en este sentido. En primera instancia,
porque a partir de 1959 forma parte del consorcio televisivo propiedad de la familia
Azcárraga. En segunda, porque aquello que Magazine (2008) señala como las
visiones ideales de sociedad que objetivan los clubes son eminentemente
simbólicas y “emotivas”, derivadas y atadas a la “pasión” (base de lo
melodramático).
Como intentaré demostrar, la “pasión” no está contrapuesta a la razón, sino que
ambas se complementan dialécticamente en un ciclo de mutua conformación. Lo
pasional es, si no racional, sí racionalmente practicado y ejecutado. Sin código y
símbolos que la determinen ontológicamente, la pasión no podría realizarse en lo
social. En el caso de la pasión futbolística, los códigos y los símbolos que la
representan y por medio de los cuales puede ejecutarse, están histórica, cultural,
económica y políticamente determinados. “Irle al América”, expresión nativa de la
emotividad pasional por el club, es decir, por su amor a éste, no se verifica
empíricamente de la misma forma ni en el tiempo ni en el espacio sociales. “Irle al
América” no es lo mismo para un viejo, que para un joven, para un rico que para
un pobre, para un hombre que para una mujer. Tampoco es lo mismo ser un
aficionado de televisión que uno presencial en el estadio; no es igual ser un
aficionado individual a uno colectivo y organizado.
Pero no sólo eso: las prácticas y discursos de los aficionados estarán
igualmente relacionados a la particular forma de percibir y actuar socialmente a
través del melodrama. La pasión es una especie de código, el cual tendrá
8
objetivaciones muy específicas en los performances sociales y en las
corporeidades de los sujetos que la “sienten” y, por lo tanto, la ejecutan
prácticamente. “Irle al América”, en este nivel, se ve reflejado de forma distinta
entre los diversos aficionados, lo cual es una muestra de que el sujeto social
aficionado-espectador está también en constante y permanente transformación.
Pertenecer o no a una organización ya es una clara diferenciación. A qué
organización pertenece uno u otro aficionado también demuestra que las variables
son evidentes: ser de una porra familiar implicará, en todo caso, una expresión
específica de la imaginación melodramática. Ser de una “barra”4 implicará una
práctica muy diferente, en algunos aspectos contradictoria a la de las porras. Las
mismas barras americanistas son distintas una a la otra y pertenecer a alguna de
ellas representará una especial forma de practicar dicha afición, que se reflejará
en los códigos de moralidad de sus integrantes.
No obstante estas diferencias, la imaginación melodramática permitirá,
simultáneamente, hilar las similitudes. Tanto para los “productores” y “propietarios”
de la narrativa melodrámatica (Televisa, en este caso), como para los
“consumidores” de esos productos culturales, el melodrama ofrece ciertas
constantes simbólicas y culturales. Tal vez una de las más sobresalientes sea la
del género: el melodrama permite orientar prácticas y discursos de forma
ordenada por la masculinidad.
Antes que nada, para ser aficionado se necesita “ser hombre” o por lo menos
“actuar” como tal. “Irle al América” significa ser hombre y pertenecer al equipo
“más grande” de México. Esto es, ser aficionado americanista significará
4
Ver Glosario de Términos
9
concebirse como hombre e identificarse con una visión ideal de sociedad que
implica una superlatividad en el ámbito futbolístico, la cual se verá expresada en
una serie de prácticas y discursos fuertemente masculinizadas (expresados en
frases como “echarle huevos”, “no rajarse”, “no abrirse” y feminizando todo rasgo
de “debilidad”). Bajo esta lógica, entre más se acerque un discurso y una práctica
de aficionado a este ideal de masculinidad, mejor aficionado se es. Aunque cabe
decir que las moralidades entre un grupo y otro son muy distintas. Así, los
integrantes de las porras familiares buscan ser festivos, alegres y chacoteros, pero
al mismo tiempo respetuosos, respetables e institucionales (pertenecientes a una
comunidad horizontal pero fuertemente jerarquizada). Los hinchas juveniles, por el
contrario son sacrificiales, aguantadores, desmadrosos, descontrolados y
“violentos”, además de transgresores de la institucionalidad, como en el caso del
RK.
Para los aficionados americanistas, la televisora jugará “desde arriba” un papel
preciso en la conformación melodramática del espectador, ubicándolo en
determinadas posiciones dentro del ámbito general de los patrones de consumo
mediático, asociadas a los gustos determinados por el género y concebidos como
modernos. El club América, desde 1959 pretenderá ser “el mejor equipo de
México”, y con ellos será presentado como el equipo a vencer y más odiado de la
liga. Jugará una especie de “villanía” (acentuada a partir de los años ochenta)
dentro del sistema futbolístico nacional, en donde el poder económico, la
“desnacionalización” (a través de la contratación de jugadores extranjeros de
renombre), la modernidad (su estadio e instalaciones deportivas, pero más
importante aún: el comportamiento familiar, urbano y “ejemplar” de sus jugadores
y directivos) serán sus características esenciales. El América será concebido,
10
como producto mediático, central en la trama de rivalidades futbolísticas: al
América, dice el refrán popular, “se le ama o se le odia”, pero no se le puede ser
indiferente. Así, la pretensión sería dividir las aficiones futbolísticas en una lógica
melodramática dicotómica entre americanistas y antiamericanistas. Ningún otro
equipo lograría concitar tales filias y fobias y por lo tanto su representación
identitaria será fundamental para el sistema de rivalidades del futbol profesional.
Por otro lado, “desde abajo”, los aficionados americanistas desarrollarán
prácticas y discursos que recuperarán las características melodramáticas ideadas
desde la elite, pero las reconfigurarán de diversas maneras. A mí me interesará
ubicar sólo dos de ellas, expresiones ambas de los aficionados organizados: las
de las porras y las barras. De esas, la Porra Unión y el RK me permitirán
ejemplificar los elementos de la imaginación melodramática con características
semejantes y, simultáneamente, diferentes. Ambas expresiones son fuertemente
masculinizadas, notablemente “pasionales” y claramente jerarquizadas. Al mismo
tiempo, diferenciadas por sus prácticas y discursos, los cuales estarán ligados a
visiones de nación históricamente diferenciados. Así, las porras remiten a un
momento histórico en el cual la familia, es decir, su idealización clasemediera,
urbana, católica y nuclear, se combinará con el patronazgo y el corporativismo; en
una palabra, se asociará al régimen político clientelar de Partido Revolucionario
Institucional. Esta será una forma de expresión melodramática en la que los
estereotipos masculinos y femeninos se consolidarán como parte del patronazgo
político y la jerarquización familiar.
Las barras evocarán una forma melodramática diferente. Surgidas en un
contexto sociopolítico en el que el patronazgo y el clientelismo político parecen
desintegrarse con la salida del PRI de la presidencia de la república. Contexto en
11
el que la precariedad de las instituciones educativas y de la llamada movilidad
social, es decir del estado de bienestar, se encuentran en franca crisis. Los
individuos, en especial los jóvenes no sólo desconfían de las instancias
corporativas, sino que se refugian en una especie de ostracismo corporal en el
que “aguantar” y expresar la pasión y el amor implican un tremendo esfuerzo y
desgaste físico. Lo melodramático se sublimará en un código y en una práctica
casi de martirologio.
Así los términos generales de la relación entre imaginación melodramática y
afición futbolística en México, especialmente la americanista. Ahora será menester
precisar teóricamente ambos conceptos en el contexto histórico de la modernidad
posrevolucionaria mexicana cruzándolo desde el imaginario melodramático.
La imaginación melodramática, la afición futbolera y el México moderno
Según Herlinghaus, la imaginación melodramática “[...] es entendida como
concepto de búsqueda cuya acepción interfiere drásticamente en la comprensión
de la modernidad” (2002: 12). La modernidad concebida como una dimensión
histórico-social estrictamente racional y racionalizada contará con claros
elementos “anacrónicos” o desfasados en su desarrollo. Si la modernidad es la
búsqueda y la objetivación permanente de la razón, las expresiones emotivas
(rituales, religiosas, afectivas, estéticas) siempre contarán con cargas valorativas
que irán en contrasentido. El melodrama será una forma radical de estas
expresiones.
Por lo tanto, siguiendo nuevamente a Herlinghaus “[...] el melodrama nos
interesará no tanto como tema, conjunto de temas o género, sino como una matriz
12
de la imaginación teatral y narrativa que ayuda a producir sentido en medio de las
experiencias cotidianas de individuos y grupos sociales diversos” (2002: 23). En el
caso de la afición al futbol en México, la imaginación melodramática
complementará (de forma contradictoria, en muchos aspectos) a los ideales
modernizadores impulsados por el régimen posrevolucionario. El ideal de construir
un país moderno, racional y en constante progreso, tendrá en el melodrama,
discursos y prácticas en apariencia anacrónicas que lo confrontarán, pero que
simultáneamente le dan sentido a la vida cotidiana de los sujetos sociales.
Según Tuñón, el melodrama no se circunscribe a los géneros narrativos
(literarios, radiofónicos o cinematográficos), sino que es un rasgo cultural que
atraviesa todas las expresiones populares en el México postrevolucionario y “[...]
procura la exaltación emocional y convoca a las lágrimas. Es el mundo de los
sentimientos desmesurados y se expresa a través de una representación
hiperbólica de lo visual y lo verbal, con una música que reitera las emociones”
(2010: 97-98).
Para Monsiváis, el melodrama es “en una síntesis forzada, pero tal vez no
inexacta, la expresión frenética y al fin de cuentas divertida de una necesidad: el
espectador quiere hallar en su vida el argumento teatralizable o filmable o
radionovelable o telenovelable cuya mayor virtud es la garantía de un público muy
fiel, él mismo” (2002). En sentido estrictamente narrativo, el melodrama se relata
cronológicamente, cuyos elementos descriptivos e introspectivos se subordinan a
los de la acción, que es la que describirá a los personajes. Es reiterativo en cuanto
a la acción y por lo tanto se basa sobre una construcción de “arquetipos”,
atributos, motes, apodos (De Lizaur 2002: 92-93).
13
Y son las características morales de los estereotipos sobre las cuales se
montan los recursos narrativos de la acción melodramática mediatizada y de la
explotación sentimental-comercial de los mismos. A saber, el melodrama pretende
ubicar con sencillez dicotomías de acciones morales que bien podrían resumirse
en bandos de personajes elementalmente “buenos” y elementalmente “malos”. Es
decir, que para que el melodrama funcione como espectáculo y como negocio
debe contar con un “discernimiento maniqueo” del comportamiento de los
personajes, de tal suerte que sus actuaciones se “polaricen” (De Lizaur 2002: 9293). En los años cuarenta del siglo pasado, la radionovela sentó criterios casi
axiomáticos de la narrativa melodramática y en buena medida “educó” al público 5,
esencialmente femenino, que quedó cautivo de las tramas y repercutió en su
propio comportamiento, de manera dialéctica6. Sin embargo, los dueños de la
radio privada mexicana pronto vieron que el melodrama bien podría ser transferido
a la televisión, merced del gran impacto que ya tenían en los Estados Unidos las
5
Monsiváis cuenta: “En una de sus acepciones, tradición es el recuerdo de la vida en familia o en
familias, y allí la americanización [es decir, lo estadounidense] provoca transformaciones internas
persuasivas y perdurables: renueva las veladas domésticas, rehace la idea del hogar y del ama de
casa. («La radio inventó el ama de casa», sostiene Emilio Azcárraga Vidaurreta), alivia las tareas
del hogar (los electrodomésticos, la liberación parcial); compone casi todos los géneros y
subgéneros del cine nacional; sojuzga la televisión desde su primer programa cómico, la
transmisión del Informe Presidencial el primero de septiembre de 1952” (2008: 100).
6
“En México, a partir de 1940, las estructuras familiares de profunda raigambre, con fuertes
vínculos a valores morales y creencias religiosas, se vieron desafiadas por los nuevos y difundidos
patrones de urbanización, industrialización y migración, sobre todo por el número creciente de
mujeres que trabajaban tanto fuera de su casa como (a diferencia de los jornaleros agrícolas) lejos
de su familia. Esta transformación de la vida familiar normal, con los patrones de creencias y
comportamiento asociados con ella, se ilustró en radionovelas, películas hechas con
financiamiento estatal y cómics. La elevación de la soldadera a nivel de un fetiche fue tan sólo la
parte más visible de este proyecto cultural. Entretanto, un nuevo grupo de mujeres célebres –
escritoras, artistas, cantantes, modelos, bailarinas y estrellas de cine-, lesionaban, con su mera
existencia, las ideas conservadoras acerca del decoro femenino, mientras una prensa
relativamente libre de censura aprovechaba al máximo el choque de valores que causaban. Los
conservadores se quejaban en términos vagos de los cambios acarreados por la industrialización y
la urbanización, pero se expresaban de manera mucho más directa y específica contra
representaciones de esos cambios tal como se manifestaban en libros de texto, películas,
canciones, radioteatros y publicaciones periódicas” (Rubenstein, 2004: 24-25).
14
famosas soap-operas. No queda la menor duda que la simultaneidad entre la
transferencia a la televisión de la narrativa del melodrama radiofónico y
cinematográfico (aunque también el literario y de historietas) coincidió plenamente
con las pretensiones de Emilio Azcárraga por comprar un club de futbol y hacer de
él una especie de “chico malo” en el circuito futbolístico profesional mexicano. La
primera telenovela que se produjo en México, Senda prohibida, inició sus
transmisiones en junio de 1958 (De Lizaur 2002: 116). El club América, como lo he
mencionado, fue comprado por Emilio Azcárraga en julio de 1959.
Mientras tanto, a la par del melodrama mediatizado y el acercamiento de los
dueños de la televisión al futbol, en el México urbano desde los 1940, un
espectáculo deportivo penetró con singular fuerza y forjó un imaginario de gran
alcance moral y cultural, que desde mi punto de vista acompaña con gran sintonía
al mundo de las rivalidades futbolísticas mexicanas en formación: la lucha libre.7
Esta extraña y peculiar forma de teatro-deporte, es llevada a niveles superlativos
en México. Luchadores profesionales como “El Santo” y “Blue Demon” son
elevados a la categoría de ídolos nacionales, a tal grado que sus figuras se
fetichizan en las pantallas del cine y melodramatizan (con una gran cantidad de
comicidad involuntaria) las disputas entre el “bien” y el “mal”, entre los “héroes” y
“villanos” del México contemporáneo.
7
Para Levi, la lucha libre es: “Una disputa entre dos o más luchadores que no compiten como ellos
mismos, sino como personajes que ellos (o sus promotores) inventan. Los personajes están
moralmente codificados, así que normalmente cada encuentro presenta un tipo ‘bueno’ (de los
‘técnicos’) y un tipo ‘malo’ (de los ‘rudos’). El luchador que realiza el rol de los ‘malos’ engaña, usa
rudeza innecesaria y despliega cobardía y mañas. Hay jueces, pero por corrupción y/o
incompetencia, no desean o son incapaces de aplicar las leyes en contra de los malos. Cuando la
gente pregunta acerca de la corrupción, se refieren a la versión muy difundida de que la lucha libre
es un montaje y que el combate está decidido de antemano. Decir que es corrupto, sin embargo,
es malinterpretar el género. No es corrupto. Más bien, es un drama sobre la corrupción y, como tal,
su relación con otros deportes es problemática” (1997: 57).
15
Como ningún otro espectáculo, en los derivados cinematográficos y de
historietas de la lucha libre, la visión maniquea del “héroe” se ancló en buena
medida a la de un nacionalismo rancio y a la vez ambiguo (metaforizado en la
pobreza y sencillez de la escenografía y del montaje fílmico y de los cómics),
cuyos enemigos siempre provenían de lugares y/o tiempos remotos, extranjeros
desconocidos y capaces de las peores atrocidades. Estos tipos malos eran
hombres, mujeres o monstruos con plenitud de recursos y siempre ávidos de
destrucción.8 La lucha libre, por lo tanto, es un producto cultural que se
entremezcla sincrónicamente con el ingreso de la televisión en el futbol. Así, las
narrativas radio y telenovelísticas, junto con el de la lucha libre (y otros productos
como el bolero, el cine, los cómics), demuestran con claridad que el melodrama se
erigió como un bastión sentimental en México.
Además de estas características, lo melodramático se ensarta en el tiempo de
la cotidianeidad, a pesar de ser una narrativa exaltada y polarizante. De esta
forma, para Martín-Barbero, uno de los principales teóricos que han abordado la
importancia del melodrama en América Latina, éste “[...] toca la vida cotidiana,
enchufa en ella no sólo como su contraparte o sus sustituto sino como algo de lo
que está hecho, pues, como ella, vive del tiempo de la recurrencia y la anacronía y
es espacio de constitución de identidades primordiales” (2002: 68)
8
“En 1948, El Santo le alquila su efigie al productor y argumentista de historietas José G. Cruz,
para sus mezclas inverosímiles de fotonovela y cómic. Allí El Santo vence y combate (en orden), a
zombies diabólicos, vampiras del siglo III a. C., científicos dementes, tribus perdidas... El éxito
obliga al paso siguiente: el cine [...]. ¡Qué envidiable el repertorio de este ‘cine de Neanderthal’!
Criminales ansiosos de prodigar viudas y huérfanos (o en su defecto, ávidos de genocidio)
maquetas que se jactan de su humilde origen carpintero, peligros tanto más diabólicos cuanto el
guión jamás aclara su naturaleza, castillos sombríos reducidos por el presupuesto a cubículos de
universidades pobres, combates espeluznantes por la salvación de la joven bella, del científico
bueno, del género humano, de la galaxia” (Monsiváis 1995: 130).
16
Específicamente, como estructura narrativa, el mismo autor continúa señalando
que en el melodrama hay un “[...] predominio de la intensidad sobre la
complejidad, expresada en dos dispositivos claves: la esquematización que vacia
(sic) a los personajes de espesor psicológico convirtiéndolos en signos e
instrumentos del destino, y la polarización que, más allá de las trazas de una
moral maniquea, remite a la identificación de los espectadores con los personajes
de signo positivo y bienhechores y a los personajes objetos de proyección con el
signo negativo de los agresores”. Además de esto, “[...] la estructura
melodramática exigirá una retórica del exceso: todo tiende al derroche desde una
puesta en escena que exagera los contrastes visuales y sonoros, hasta una trama
dramática y una actuación que exhiben descarada y efectistamente los
sentimientos, exigiendo constantemente del público una respuesta en llantos,
risas, estremecimientos” (Martín-Barbero, 2002: 71).
Otra característica especial de la narrativa melodrámatica es su serialización o
entrega por episodios, con lo que aporta una especie de identificación con el
transcurrir cotidiano del tiempo, del día a día. Además de esto, la narrativa
melodramática serializada alude a una “narración primitiva”, la cual según MartínBarbero: “[...] separa tajantemente a los héroes de los villanos aboliendo la
ambigüedad y exigiendo al lector tomar partido. Se trata de héroes y villanos cuya
separación simboliza una ‘topografía de la experiencia’ sacada del contraste entre
dos mundos: el que se halla por encima de la experiencia cotidiana de la vida mundo de la felicidad y de la luz, de la seguridad y la paz- y el que se halla por
debajo: mundo de lo demoníaco y lo oscuro, del terror y las fuerzas del mal” (2002:
73).
17
Hasta aquí, lo más importante es señalar que lo melodramático lo considero
una forma de imaginación que entrecruza y subvierte lo cotidiano y el tiempo de la
gran historia. En cierta medida, la aproximación de Turner (1988) sobre los rituales
ndembu y su explicación relativa a la conexión dialéctica entre la estructura y la
antiestructura puede guiarnos un poco en el entendimiento del melodrama. El
melodrama no es sólo una narrativa (simbólicamente pautada, en el cual los
símbolos
estereotipados
establecen
conexiones
entre
lo
conocido
-la
cotidianeidad- y lo desconocido -el tiempo de la gran historia), sino una práctica
que
se
realiza
para
eliminar
simbólicamente
las
diferenciaciones
y
jerarquizaciones sociales. En el melodrama, tanto narrativa como prácticamente,
los individuos buscan (no sé si en el caso de los aficionados al futbol lo logren)
“desestructurar” las jerarquías sociales. A pesar de que los actores del melodrama
mediático y del melodrama (llamémoslo) social están más que claramente
diferenciados y jerarquizados, la homogeneización (real o pretendida) de los
mismos juega un papel muy importante. En este sentido, Magazine afirma
respecto al futbol y su afición: “[…] la afición futbolística se ha convertido en un
espacio para desarrollar y expresar alternativas para y para negociar
confrontaciones” entre los imaginarios colectivos mexicanos dominantes de la
“vida real” (el trabajo, la política y la democracia). Y dice que la afición futbolística
“[…] se convierte en un símbolo, pero no en el sentido de algo que refleja la vida
real. Más bien es un símbolo en el sentido de un modelo para seguir. Esto es
precisamente lo que hace que la atención a la afición futbolística en México sea
tan importante: que ofrece una oportunidad para observar los sueños sociales de
cada día, los proyectos y las divisiones que están invisibilizados por los
18
imaginarios colectivos dominantes, tales como clase, sociedad civil y Estado,
derivadas de las sociedades colonizadoras” (2008: 30).
En el futbol mexicano, la liga profesional se basará sobre la creación de
identidades específicas de cada club, amarradas a características territoriales
(regionales), institucionales y clasistas, cambiantes a lo largo del tiempo, pero con
cierta consistencia. Las identidades futbolísticas, estereotipadas y realizadas a
través de visiones ideales de lo social, como lo señala Magazine (2008), plantean
diferentes aspectos de la imaginación melodramática y reflejan grados distintos del
poder deportivo y de la capacidad de convocatoria. Sin embargo, para que la liga
funcione y el sistema de rivalidades sea eficiente, se requiere de una relativa
igualdad de oportunidades en la competencia deportiva, a pesar de las notables
diferencias.
Por otro lado, los aficionados (organizados e individuales) están altamente
diferenciados al interior de cada organización y entre ellas, todos basan su lógica
en un código común de “pasión” y amor por el futbol o sus respectivos clubes.
Como rezaba un conocido comercial televisivo de una cervecera “el futbol nos
une”, pero al mismo tiempo genera claras diferencias. En la mayoría de los
productos culturales melodramáticos, el dinero y el poder dividen a los individuos
entre ricos y pobres o entre poderosos y desposeídos. Sin embargo, como
trasfondo del melodrama, el amor (y las virtudes que se le asocian) iguala a los
individuos e incluso puede subvertir las diferencias de clase. En el caso de las
porras familiares, las relaciones verticales de orden clientelar, se refugian en un
trasiego de prebendas materiales y simbólicas sometidas a grandes diferencias de
clase y poder político, pero que con la idea del amor al club parecen desvanecerse
o ser aniquiladas.
19
Ahora bien, el melodrama es una expresión sui generis de la modernidad
mexicana. Lo considero, al igual que Herllinghaus, como una imaginación, en la
medida en que surge como parte de las narrativas iconográficas que representan
valores, moralidades y proyectos de nación y visiones ideales de sociedad. El cine
y la pintura nacionalista de mural dan cuenta de ellos en la primera mitad del siglo.
La telenovela y otros productos televisivos como los deportes (véase la lucha libre
y los toros), básicamente son fenómenos visuales y por lo tanto cargadamente
dramatizados.
El Estado mexicano posrevolucionario pretendió establecer condiciones de
desarrollo social que se fundaran en un igualitarismo republicano y se expresaran
en un constante y permanente crecimiento económico. El desarrollo de las
ciudades y la modernización del país se entendían como la expresión más clara
de ese crecimiento. El problema es que a la luz de las prácticas de la vida
cotidiana, muchas personas, evidentemente, no han visto reflejado ese
crecimiento o desarrollo tan promocionado por el Estado y sus aliados. Algunos
autores (como a los que he hecho referencia) interpretan que el melodrama ha
fungido como una especie de instrumento cultural alternativo para dar cuenta de
las diferencias, la desigualdad, el abuso, la explotación, el patronazgo y la
corrupción (económica y moral) que la modernidad engendra. Sentando ciertas
bases ideológicas y simbólicas para desafiar y explicar esas contradicciones, la
imaginación melodramática expresa y acepta las diferencias pero las subvierte en
una especie de juego dialéctico de equilibrio social.
20
La afición futbolística y la conformación identitaria de la liga profesional
En este sentido, el futbol, y en especial la liga profesional, se incrusta entre los
elementos modernizadores del México posrevolucionario (sólo véase el papel
higienista del deporte o las ventajas morales que ofrece la educación pedagógica
derivada de la práctica del futbol). Sin embargo, la forma de construir su narrativa
dará cuenta de esas contradicciones y desigualdades. No todos los equipos
partirán de la misma base ni con los mismos recursos. La construcción del
imaginario melodramático del futbol buscará explotar esas diferencias que se
verán reflejadas en las identidades de los clubes y sus aficionados.
Se puede decir que las prácticas de los aficionados futboleros no deben de ser
leídas en una sola dirección, como resultado de la urbanización de México, sino
también en sentido inverso, ya que fueron precisamente este tipo de prácticas las
que le dieron coherencia a la idea de urbanización-urbanidad. Por lo tanto, debe
entenderse al aficionado deportivo, especialmente al futbolero y más aún al
americanista, como resultado de ese proceso de urbanización y urbanidad, pero
de forma simultánea como un sujeto activo y creador de esa urbanización y esa
urbanidad. Así, las representaciones identitarias de los aficionados al fútbol en
México se corresponden con lo que Hobsbawm y Ranger (2002) acertadamente
señalaron como la “invención de tradiciones”, es decir, un juego dialéctico entre la
fabricación de tradiciones oficiales (impulsadas desde los regímenes políticos y las
élites económicas que buscaban su legitimación en ámbito de los Estados
nacionales) y las tradiciones informales (desde sectores no organizados, de eso
que a la postre se llamaría la ‘sociedad civil’) a lo largo de todo el siglo XX. La
afición al futbol como tradición urbana será “inventada”, primero, y legitimada,
21
después, dentro del proceso general de la modernidad y la urbanidad-urbanización
mexicana.
Las identidades de los clubes de futbol han sido construidas por muchos
elementos y es difícil determinar cuál de ellos es el más importante. Elementos
tales como la adscripción regional en el contexto del sistema urbano regional es
fundamental en la concepción y consolidación de dichas identidades afianzadas
por los clubes,9 como se podrá apreciar en el caso de la rivalidad entre el club
América y el club Guadalajara.
Otras características, como la pertenencia a una determinada institución, son
muy importantes en la creación de este imaginario. Los casos de los clubes
América y de la Universidad Nacional son elocuentes en este sentido. Por un lado,
la pertenencia del primero al conglomerado televisivo Televisa lo ata de manera
definitiva a la elite política y económica del país. Por el otro, los Pumas de la
Universidad se verán inevitablemente asociados a la institución educativa que los
alberga, con las connotaciones del caso.
Las adscripciones e identidades, cualesquiera que estas sean y que los clubes
hayan desarrollado están ineludiblemente adscritas a un código que se pretende
básicamente emocional (o emotivo). Esa adscripción emotiva de los aficionados es
todo,
menos
originalmente
biológica.
Si
bien
tiene
repercusiones
y
manifestaciones físico-biológicas y está corporizado (incorporado, según los
términos bourdianos), el amor por los clubes que todos y cada uno de los
aficionados al futbol manifiestan sentir, es un código cultural socialmente
9
Para Magazine y Martínez, “[…] aunque la rivalidad entre dos equipos parezca ser única y
exclusivamente deportiva, situar históricamente a estos clubes y los lugares que simbólicamente
representan dentro del sistema urbano nacional facilita el entendimiento de aspectos cruciales de
la identidad y la tensión existente entre sus aficionados” (2009)
22
determinado. Cuando un aficionado dice sentir que la pasión y el amor por su club
“proviene de sus más profundos sentimientos”, lo que en verdad está diciendo es
que esa pasión es la manifestación más clara de la “educación sentimental” a la
que ha sido sometido social y culturalmente. Y esta educación sentimental de los
sectores populares pasa, casi siempre, por lo que se escucha y se ve en los
medios de comunicación.10
Así, el amor por los clubes es entonces una creación social que mezcla la
influencia de los medios de comunicación, las intenciones de un estado nacional
(por reconocerse a sí mismo como la entidad rectora de moralidades y políticas) y
las prácticas mismas del “pueblo”, que desde la precariedad económica reconocen
en las valoraciones sentimentales zonas de realización simbólica y de adscripción
identitaria. Por ejemplo, según nos dice Fábregas Puig, para el caso de
Guadalajara, las identidades de sus principales clubes (Chivas y Atlas), a
principios del siglo XX surgen “los símbolos que cada equipo portaría en adelante.
El sello popular y nacionalista en el club Guadalajara y el talante de elite,
oligárquico y extranjerizante del Atlas. De hecho, ambos equipos, enfrentándose
en la cancha de futbol, escenificaban el dilema del país entero, que además, en
aquellos años, iniciaba su integración como tal. Aun cuando la mayoría de los
seguidores actuales de ambos equipos desconocen sus orígenes y los contextos
respectivos, el simbolismo se ha transmitido socialmente hasta nuestros días”.
(2009)
10
Según Monsiváis: “El punto de partida del entendimiento de reglas y condiciones de la cultura
popular urbana es la cuantía del analfabetismo. La Revolución Mexicana se hace en un país de
iletrados que sólo reconocen como suyos sonidos e imágenes y que atienden religiosamente a las
palabras” (1978).
23
Se ama (y se forma parte) del club América, como un reconocimiento
sentimental a la ubicuidad que la industria cultural televisiva impulsa. Pero también
se ama a este club porque es necesario reiterar la adscripción territorial. “Yo no
entiendo cómo alguien del Distrito Federal le puede ir a las Chivas de Guadalajara.
Si vives en el Distrito Federal le tienes que ir a un equipo que juegue aquí; no a
uno de otra ciudad. Eso me parece ridículo”, me dijo alguna vez un informante
americanista.
Lo importante, no obstante, es reconocer que el valor del sentimentalismo y la
emotividad que los aficionados dicen tener por sus clubes de futbol es lo
sobresaliente.
Las
maneras
en
que
este
sentimentalismo
se
expresa
concretamente es la materia de este trabajo. El sentimiento que las atribuciones
que cada club genera son, en todo caso una creación social, mediáticamente
inducida y socialmente transformada.
Cómo surgió la investigación
El presente trabajo es el resultado de cuatro años de investigación. A mediados
de 2007 me acerqué al grupo liderado por Roger Magazine y Samuel Martínez en
la Universidad Iberoamericana. Mi contacto con ellos fue azaroso (me pregunto
qué no es así en el proceso creativo e intelectual). Conectado al messenger me
encontré con un amigo, a quien le solicité ayuda para perfilar la bibliografía que
necesitaba para presentar un proyecto de investigación doctoral. Yo estaba en el
proceso de graduación de la maestría en Estudios Latinoamericanos de la UNAM,
con un tema relacionado al futbol, el poder político y la identidad en América del
Sur. Este amigo me comentó acerca del “Diplomado sobre Futbol, Cultura y
24
Sociedad” que Samuel Martínez estaba organizando en la UIA. De inmediato fui a
verlos ya que, al igual que la mayoría de quienes estamos inmiscuidos en la
investigación social sobre los deportes, sabía que no había muchos espacios
académicos dedicados a esta temática. Samuel y su colaborador, Miguel Ángel
Lara, fueron muy amables conmigo e inmediatamente entablamos amistad. Me
propusieron dar una charla sobre mi trabajo de maestría durante el diplomado, a lo
cual yo accedí. Después me presentaron a Roger Magazine, con quien charlé
varios minutos. De esa plática surgió lo que parecía una remotísima (y hasta
entonces, para mí, impensada posibilidad) de estudiar el doctorado en
Antropología Social que ofrece la Ibero. Toda mi vida había estudiado en escuelas
públicas, así que pensaba que era casi una consecuencia natural que terminara mi
doctorado en alguna de ellas. Sin embargo, los azares del destino me llevaron
hasta esta institución, la única que tenía un proyecto de investigación afín a mis
intereses académicos. Sólo un par de semanas después de ese primer
acercamiento informal ya estaba sosteniendo entrevistas para ingresar al
doctorado.
¿Qué fue lo que me atrajo? Principalmente el proyecto intitulado “Identidades,
prácticas y representaciones de los aficionados al fútbol en México”, el cual
calzaba perfectamente con mi propósito de continuar bajo esa temática de
investigación, radicada en México y bajo la perspectiva de una ciencia social,
como la antropología. El problema básico al que me enfrentaba (además del
económico, que afortunadamente pudo resolverse de varias maneras) era mi
pobrísima formación etnográfica, condición sine qua non para desarrollar el
doctorado y para formar parte del proyecto. Básicamente me había formado bajo
25
una suerte de matriz “teórica” antes que “empírica”, así que adecuarme a la
investigación in situ y participativa sería el mayor reto personal.
Otro de los problemas era que debía de escoger un equipo de futbol profesional
de primera división y seguir etnográficamente a sus aficionados por cerca de tres
años. Y ahí radicaba el mayor de los conflictos: o salía del Distrito Federal o me
quedaba aquí y le entraba a la investigación del club América. No es que me
estuviesen obligando a hacerlo ni mucho menos, pero los demás equipos estaban
ya bajo la lupa de otros grupos y Roger Magazine acababa de publicar su libro
sobre los Pumas, así que era el América u otro equipo fuera de la capital.
Los que no son aficionados al futbol y más aún los que no son mexicanos y
desconocen las rivalidades futboleras en este país se preguntarán: ¿Y eso qué?
Bien, pues el punto es que yo no le voy al Américae incluso puedo decir que
siempre lo he considerado como el rival a vencer (ya que mis filias futbolísticas se
inclinan por los Pumas) y, a pesar de que tengo muchos amigos que le van al
América, la mayoría de mis amistades son abiertamente antiamericanistas. Al
aceptar la investigación sabía que me estaba ganando, de manera inevitable, la
burla y el escarnio abiertamente melodramatizado de muchos de ellos. Sabía de
antemano, lo cual confirmé posteriormente, que varios me bromearían con: “Qué
se me hace que le vas al América” o “Eres americanista de clóset”.
Haber aceptado la investigación de la afición del club América me significó,
hasta cierto punto, un conflicto personal en mi categoría de aficionado (sentimental
e inscrito bajo la lógica melodramática) en la medida en que mi trayectoria política
de izquierda y mi afición hacia los Pumas de la UNAM, me alejaban
“emotivamente” del americanismo. En algún momento llegué a pensar que podría
26
desistir de la misma. Busqué otros espacios fuera del Estadio Azteca como
fuentes de datos para el trabajo. Así, fui a la Deportiva de la Magdalena Mixhuca a
un campamento-escuela afiliado al club, con la idea de que ahí podría
mantenerme y recabar la información. Busqué amigos de amigos que fuesen
americanistas y platicaba con ellos. La verdad es que todos estos intentos no eran
sino evasiones mal disfrazadas de mis propios prejuicios y sentimientos como
aficionado y mi propia animadversión hacia el club. “Bueno, todo será por la
ciencia”, me decía mientras tomaba fuerzas para ir al Estadio Azteca por primera
vez.
Era obvio que la única forma de realizar la observación directa y participativa de
los “verdaderos” aficionados al club era asistiendo a los encuentros en el Estadio
Azteca. Finalmente, un día a finales de noviembre de 2007, me dirigí hacia allá,
sin saber bien a bien qué pasaría ni cómo lo enfrentaría. Sería el encuentro con el
“otro”. Si bien muchos códigos del aficionado mexicano los compartía ya de
antemano, las razones de estos individuos para irle al América seguían estando
más o menos alejados de mi comprensión. En las afueras del estadio pude
observar a la “tribu” de amarillo y azul, colores del club. Durante varios minutos
antes del inicio del partido caminé sin rumbo fijo sobre la explanada contigua a la
calzada de Tlalpan. Después de reconocer elementalmente el espacio, y
cargándome de valor decidí comenzar una plática. No lo sabía en ese momento,
pero con quienes contacté eran integrantes de la Porra Unión, una de las
agrupaciones conocidas como porras familiares del club. Los tres individuos con
los que conversé se portaron amables y accesibles a mis preguntas. Les dije que
estaba realizando un trabajo de investigación y que me gustaría conocer su
organización más a fondo. Ellos aceptaron.
27
Luego de unas cuantas visitas preeliminares al estadio y en compañía de los
porristas, logré articular algunas de las ideas que eventualmente se plasmaron en
mi proyecto de investigación. Mientras esto sucedía, mis conversaciones con
Roger Magazine y el grupo de compañeros de la Red de Investigación sobre
Deporte, Cultura y Sociedad fueron perfilando aún más la propuesta investigativa.
Mis iniciales temores, reticencias y animadversión no se disiparon, ni mucho
menos, pero pude contenerlos y enfocarlos “objetivamente”.
Poco a poco avancé en el terreno. Conocí a más informantes y después de
varios meses ingresé también al espacio de las llamadas barras, que son las
agrupaciones compuestas por jóvenes varones, conocidas y autorepresentadas
como violentas, desmadrosas, vandálicas y hasta delincuenciales. En este
sentido, tuve la suerte de contar con un excelente guía. Gracias a sus contactos
pude acceder a algunos de los intersticios de la organización llamada RK. Con
ello, desde mi perspectiva, estaba cubriendo un amplio espectro de aficionados,
tanto organizados como no organizados.
La metodología del estudio
El Estadio Azteca es un espacio abrumador. La cantidad de gente y actividades
que se pueden observar son múltiples y muy variadas. Lograr la concentración en
alguno de los elementos no es una tarea sencilla, por más básico que parezca. Sin
embargo, sin obviarlo, sabía que las acciones “dentro” de la cancha no eran las
prioritarias, aunque determinaran mucho de lo que sucede en las gradas, así que
decidí no concentrarme en ellas.
28
El proyecto “Identidades, prácticas y representaciones de los aficionados al
fútbol en México” señalaba que su objetivo general era “analizar las
representaciones, prácticas y formas de organización social de los aficionados de
distintos equipos profesionales de futbol en México, con la intención de [acercarse]
a la construcción de las identidades de género, edad, clase social y, en particular,
locales-regionales que surgen a partir de la adscripción a distintos equipos”. Yo,
de hecho, ya estaba trabajando con una organización formal e instituida de
aficionados, lo cual me permitía recabar datos precisamente sobre sus prácticas
específicas como aficionados.
El estadio es un lugar en el cual no se pueden desarrollar con facilidad muchas
de las técnicas para recabar información. Es difícil, incluso, introducir papel y
pluma ya que en algunos espacios está muy restringido el ingreso de casi
cualquier instrumento que pueda ser considerado peligroso (y los bolígrafos son
considerados así). Las cámaras fotográficas y de video tampoco son fáciles de
llevar dentro, aunque muchas veces lo pude hacer sin mayores contratiempos. De
esta forma, la mayor parte de la información fue recabada mediante observación
directa y pláticas informales que al final del día eran vertidas en un diario de
campo. Varias fotografías y algunos videos me ayudaron a recabar más datos,
pero fueron mis observaciones y conversaciones informales las que me
permitieron obtener la mayor parte de mi información.
Integrantes de la Porra Unión y del RK fueron mis informantes claves y casi
exclusivos en el conocimiento del mundo del aficionado americanista. Sus pláticas,
anécdotas, comentarios, gestos, actitudes y, por supuesto, el “amor hacia” club
América fueron la médula informativa de este trabajo. Asistí a cerca de treinta
partidos del club América de los campeonatos nacionales en el Estadio Azteca,
29
incluyendo cinco encuentros con equipos sudamericanos, correspondientes a la
Copa Libertadores de América. Además presencié tres encuentros del club
azulcrema contra los Pumas de la UNAM en el Estadio de la Ciudad Universitaria.
Uno contra el Cruz Azul en el Estadio Azul. Otro contra el Puebla, en Puebla. Uno
más en el Nemesio Diez de Toluca. Y uno contra el Guadalajara en el Estadio
Jalisco de aquella ciudad. La mayoría de las veces fui en medio de la Porra Unión
o del RK, pero algunas otras me distancié de ellos para observar desde otros
puntos de los estadios. En dos ocasiones visité las instalaciones del club: una para
ver el proceso de obtención de la credencial y otra para ver el entrenamiento del
equipo.
Además de los múltiples encuentros y entrevistas con mis informantes claves,
realicé cerca de cincuenta entrevistas cortas a aficionados de los equipos rivales,
con la finalidad de obtener respuestas rápidas y poco meditadas sobre el club
América, lo que me permitió darme una idea del imaginario y discurso
antiamericanistas en nuestro país. Los resultados de esas entrevistas se verán
plasmadas a lo largo de la tesis.
En muy pocas ocasiones conviví con los aficionados “fuera” del espacio
restringido del estadio. Fueron dos veces que tomé cerveza con los integrantes de
la porra y una sola con los de la barra, pero esas sesiones fueron interesantes en
la medida en que logré conocer a sus simpatizantes. Asistí a una reunión general
del RK en la que se trataron temas organizativos de gran importancia par sus
integrantes y a un ensayo de su murga.
También realicé entrevistas semiestructuradas y a profundidad a personas
ligadas de una u otra manera al americanismo. Hice una entrevista a un alto
30
mando de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal que me dio información
acerca de la forma en que se organizan los llamados “operativos” policíacos y de
seguridad en los partidos que se llevan a cabo en el estadio. Visité los hogares de
un par de aficionados americanistas que siguen al club por la televisión. Vía
internet entablé una plática de cerca de dos horas con el líder y fundador del RK,
quien actualmente radica en la ciudad de Barcelona, España.
Mediante las llamadas “redes sociales” que se publican en internet, tales como
Facebook y Fotolog, Metroflog, Youtube y varios “blogs” me fue posible seguir de
cerca a los integrantes del RK, quienes son asiduos usuarios de esos servicios.
De forma periódica y sistematizada pude leer comentarios, ver fotografías y videos
que de forma masiva e incesante “suben” los integrantes de las barras mexicanas
y de manera notable los del RK.
La estructura del texto
Este trabajo está conformado por dos partes. La primera de ellas, intitulada
“Afición americanista e imaginación melodramática. Una incursión etnográfica”, es,
como su nombre lo indica, una descripción etnográfica de los sujetos sociales que
forman parte de la afición americanista. En el Capítulo 1 hago una etnografía de
las prácticas y discursos del RK, que se representan bajo los conceptos del
awante, el colorido y el descontrol. Estas prácticas y discursos las ubico en el
contexto del proceso neoliberal, el cual ha puesto fin, o por lo menos ha
obstaculizado fuertemente al Estado benefactor, asistencialista y clientelar del
viejo régimen priísta. Las instituciones de este régimen (escuela, trabajo formal,
familia clasemediera) han perdido relevancia y dado paso a una lógica de vida
precaria y fuera de la asistencia estatal, lo que ha intensificado el repliegue al
31
cuerpo que “aguanta”, resiste y vive al día. Este discurso de exceso sentimental
demuestra con contundencia el sustrato melodramático del aficionado futbolero
contemporáneo, en el cual el amor pasional y descontrolado por el club es la guía
moral que pauta la vida cotidiana de los hinchas.
En el Capítulo 2, los protagonistas son los integrantes de la Porra Unión, una
organización de corte “familiar” y clientelar auspiciada por el propio club. Para
ellos, el amor por el club también es el signo distintivo y con ello se asemejan a los
hinchas del RK. Sin embargo, su amor se expresa bajo preceptos de lealtad,
jerarquía institucional y respeto, idealizados a través de la familia. Están
“credencializados” y por lo tanto institucionalizados por la directiva del club, lo cual
es el blanco de ataque de los integrantes del RK. El sesgo melodramático de su
afición no se plantea tanto en términos corporales sino a través de la idealización
de los roles familiares y de las solidaridades y sujeciones que ésta determina, bajo
un precepto de patronazgo y jerarquía sólidamente constituidos. Serán las
prebendas y el flujo de bienes simbólicos de arriba hacia abajo el pilar que
estructure este tipo de organizaciones.
En el Capítulo 3 hago un recorrido etnográfico en campo, es decir, en el estadio
mismo. Recreo los espacios de consumo y los intersticios de la afición
americanista a lo largo de un día de partido. El Capítulo 4 cuatro es un breve
ejercicio etnográfico de una salida con la Porra Unión hacia Guadalajara, en el
cual se pueden entrever las tensiones sociales del regionalismo mexicano a través
de la afición futbolera.
Con el Capítulo 5 se cierra la primera parte. En él analizo la forma polarizada,
es decir melodramatizada, en que la liga profesional de futbol está planteada para
32
los aficionados: americanistas contra antiamericanistas. Una relación de amor y
odio que deja entrever posiciones políticas y visiones ideales de sociedad.
Mientras los segundos acentúan la relación del club con Televisa y el régimen
presidencial y, por ende, con la corrupción y el trasiego vertical de favores, los
primeros se identifican con la aspiración superlativa del club y gustosamente
aceptan el odio de sus rivales.
La Parte II “El melodrama como espectáculo mediático” pretende hacer una
revisión retrospectiva de la forma en que la élite ha impulsado productos culturales
en una lógica de modernización nacional y nacionalista. En primer lugar, en el
Capítulo 6 planteo una mirada histórica de cómo se conformó el llamado clásico
de clásicos del futbol profesional mexicano entre el Guadalajara y el América. En
el Capítulo 7 realizo una revisión de la forma en que la producción de los
espectáculos corren de forma simultánea con la creación y educación sentimental
del espectador per se, hasta antes de la llegada de la televisión. También abordo
cómo se fundó y constituyeron el club y la liga profesional de futbol antes de que
Telesistem Mexicano-Televisa comprara al América.
El recuento histórico termina en el Capítulo 8, en el cual abordo la llagada de la
televisión al futbol profesional y cómo a partir de ese momento, tanto el club
América como la liga profesional cambiarán radicalmente de derrotero. Mi
retrospección va de 1959 hasta la llegada de Emilio Azcárraga Jean a la
presidencia del consorcio televisivo y por lo tanto abarca el cambio del régimen
priísta y la era neoliberal.
33
PARTE I
AFICIÓN AMERICANISTA E IMAGINACIÓN MELODRAMÁTICA:
UNA INCURSIÓN ETNOGRÁFICA
34
Capítulo 1
El awante según el
Ritual del Kaos
La diversión genuina (ironía, humor, relajo) es la
demostración más tangible de que, pese a todo,
algunos de los rituales del caos pueden ser
también una fuerza liberadora.
Carlos Monsiváis en Los Rituales del Caos (1995)
Una primera aproximación al RK
El RK es una de las organizaciones de aficionados conocidas como barras o
“hinchadas” populares y juveniles. Este grupo practica una exacerbación de los
discursos y las prácticas que se asumen como eminentemente corporales y que
giran alrededor del concepto social del “aguante”. Los ritualeros, como ellos se
autodenominan, enfrentan a la “autoridad” (genérica y que puede asumir la forma
de la directiva, el gobierno, la familia, las “buenas costumbres” o las prácticas
saludables o meritorias). Este enfrentamiento se conecta con un factor muy
importante de su discurso y práctica: la “violencia”.
En cualquier caso, el asunto de la violencia dentro del RK es un elemento muy
complejo y cruza irremediablemente todas sus facetas, desdoblándose o
realizándose alrededor de ciertos (y muchas veces ambiguos) discursos,
símbolos,
identidades
y
representaciones
masculinas-masculinizantes.
Obviamente, la carga socio-cultural del americanismo y sus consecuencias en el
conjunto de rivalidades futbolísticas en el México contemporáneo ha sido son un
afluente discursivo y pragmático muy importante del factor violencia y de las
prácticas sociales de los ritualeros, los cuales adjudican al club la grandeza,
35
superlatividad y cierta “villanía” impuestas por la directiva, incrustado bajo la lógica
narrativa de la imaginación melodramática.
De igual forma, como se verá, los discursos y prácticas de los ritualeros están
conectados con una lógica que se contrapone a la idea del corporativismo y el
patronazgo que identifican con claridad en las porras familiares y en las otras
barras auspiciadas por el club. En ese sentido, estos discursos de los ritualeros
son altamente individualizantes y anticorporativos pero (casi siempre) reducen su
diatriba antiautoritaria a la dimensión corporal: los tatuajes, el exceso del consumo
de alcohol y sustancias inhalantes van en esa dirección.
Si bien reivindican su propio agrupamiento, desestiman casi cualquier otra
forma de organización y sus prácticas sociales como aficionados-espectadores
están cruzadas por consumos y ostentaciones culturales de aquello que perciben
como riesgoso y extremo, o en sus palabras como prácticas “suicidas”, “excesivas”
o “pasionales” y, por ende, sólo experimentadas en cuerpo propio. Así, el riesgo
acompaña al aguante, y entre mayor sea el riesgo mayor es la potencial
recompensa, siempre reconfigurada por el cuerpo en forma de emociones. Si la
vida social previa al neoliberalismo propugnaba por una sociedad que disminuyese
el riesgo personal y colectivo, el neoliberalismo exalta el riesgo y lo estimula,
aseverando que mayor será la retribución económica. Pero esta será una
experiencia individual por excelencia. Por último, la afición del club cuenta con tres
barras. Por un lado, dos que reconoce el club: “La Monumental” y “El Disturbio”.
Por el otro, la que no es reconocida por la directiva del equipo: El “Ritual del
Kaos”. El RK, también autodenominado como la “hinchada”11 popular o “del 48”12,
11
Ver Glosario de Términos.
36
es una agrupación juvenil y, básicamente, varonil que alienta al club América
desde la tribuna norte del Estadio Azteca. Dependiendo del partido (y de la
temporada) he podido observar desde unos doscientos o trescientos integrantes
hasta unos dos mil jóvenes, aunque debo admitir que es muy difícil contabilizarlos
ya que no tienen un padrón ni una lista verificable de integrantes, además de que
hay una gran laxitud para ser parte de sus filas. De hecho, sus números son
veleidosos y cambian de partido a partido. Debido a conflictos internos y con la
directiva, he presenciado rompimientos y desbandadas que han mermado el
número de sus integrantes.
Figura 1. En la tribuna con el RK
12
Se le conoce así porque dentro del Estadio Azteca se ubica en el sector del túnel 48, en la parte
alta, conocida como la zona de precio popular.
37
A contrapelo de lo anterior, el autodenominado “núcleo” o “primera fila”, un petit
comite, es el que le da sentido y coherencia a la organización. Son cuatro (a veces
cinco) los jóvenes que pertenecen a este selecto grupo. Ellos establecen los
criterios generales del RK, sus ramas organizativas, actividades cotidianas,
discurso, etc. Aunque de entre todos ellos, Efraín o el “Pardo” (a su grupo cercano
de amigos se le conoce como la “Banda del Pardo”) es el líder indiscutible.
Algunos de los subalternos se refieren a él como el “patrón” y lo consideran el
“cerebro” que mueve al grupo y toma las decisiones estratégicas. También están
el “Chapis”, quien está más avocado a tareas administrativas y de mercadeo de
productos de la propia barra. El “Chetos” que se encarga de varios aspectos de la
logística y de la musicalización, lo que lo convierte en el líder de la banda musical
del RK: “Los Rompe Canchas”. El “Impa” es un “hombre fuerte”, encargado de
“asuntos” que requieren de fuerza física, aunque también realiza actividades
administrativas y logísticas. El hermano de Efraín, conocido como el “Astivia”, por
su supuesto parecido con el ex-jugador de club, a veces se le puede considerar
como un integrante más de la “primera línea”, aunque es uno de los integrantes
más agresivos y combativos de la agrupación. En una “segunda línea” se
encuentran el “Pete”, ágil y hábil organizador logístico; y Dany (uno de mis
principales informantes). A finales de 2010, el “Isma”, uno de los integrantes del
“núcleo” y líder de la agrupación en varios de los barrios al norte de la ciudad se
escindió con un buen número de elementos, quienes ahora forman parte de las
barras La Monumental y El Disturbio.
La diversidad de actividades que tienen los integrantes de la barra hace de ésta
una organización sumamente compleja. En los días de partido, a las afueras del
Estadio Azteca instalan un puesto de venta de artículos “oficiales” del RK, que
38
ellos mismos producen y diseñas (gorras y camisetas, principalmente); tienen su
murga, los “Rompe Canchas”, con todo lo que esto implica: ensayos, compra de
instrumentos, almacenaje de los mismos en las cercanías del estadio, traslado y
gestión para el ingreso al estadio; realizan viajes fuera del Distrito Federal cada
vez que el equipo juega de visita, lo cual amerita renta del transporte,
convocatorias a través de las redes de comunicación en internet, cobros,
adquisición de boletos; los días de partido en el Distrito Federal, organizan los
viajes dentro de la ciudad desde algunos puntos: estaciones del metro,
básicamente; maquinan y organizan acciones de apoyo al club que no pueden
definirse con claridad bajo un concepto: algunas veces, como son clandestinas y
contrarias a la legislación y reglamentación vigentes en el Distrito Federal y en el
estadio, simplemente son convocadas como “lo que haremos por el club”, “lo que
se viene el próximo domingo” o “lo que le darán al club”. Sobre todos estos
aspectos ahondaré en este capítulo.
Recurriré nuevamente al relato etnográfico para plantear con más detalle
algunas de estas cuestiones y simultáneamente elaboraré una discusión sobre
ellos.
Un día con los “Patanes”
Ese día fue martes. El América jugó contra el Nacional de Uruguay, uno de los
equipos latinoamericanos más reconocidos. Es un juego de Copa Libertadores, el
torneo de clubes con más prestigio en América Latina. Desde hace algunos días
había quedado con Dany, mi principal informante, de ir a ver el juego. Él es mi
“amigo” en Facebook y varias de nuestras comunicaciones las hemos realizado
39
por este medio, del cual muchos de los integrantes del RK son asiduos. Dany es
un joven menor de edad, apunto de cumplir los 18 años. Tiene más de un año que
lo conozco, desde mediados de 2009. Me lo presentó Mauro, un sociólogo
fundador y ex-integrante de las barras del club que a su vez conocí por un familiar.
Ambos viven en Santo Domingo, una de las colonias populares más grandes del
sur de la ciudad de México.
Dany estudia en el Bachilleres y hasta hace poco tiempo yo tenía la impresión
de que era un estudiante “ejemplar”, con buenas calificaciones y más o menos
constante en la escuela. Alguna vez me comentó que quería ser sociólogo,
aunque recientemente coquetea con la idea de ser abogado o trabajador social.
Es un chico muy delgado y no muy alto, de 1.70 m o algo así. Las primeras veces
que conversé con él me dijo que no le gustaba beber alcohol ni “monear” y que
para él lo más importante eran el futbol, el América y la escuela, aunque no
necesariamente en ese orden jerárquico.
Su entusiasmo y, podría afirmar, ingenuidad ante los riesgos lo han acercado
notoriamente a los integrantes del “núcleo” o “primera línea” del RK, a tal grado
que Efraín le ha llegado a solicitar que realice ciertas actividades que son propias
de un integrante del “núcleo”, como la distribución de boletos para los jóvenes de
la zona sur de la ciudad. Sin embargo, Dany a veces parece no tomarse eso muy
en serio y me ha dado la impresión de que considera todo lo relativo al RK como
un juego que debe de ser jugado con precisión y estrategia, pero al mismo tiempo
con cierto desenfado.
40
“El Traidor”13, como también he oído que llegan a apodarle a Dany, ha tratado
de consolidar un grupo de “ritualeros” en las colonias del sur del Distrito Federal,
como Santo Domingo, Ajusco y Santa Úrsula, todas ellas conocidas desde hace
unas tres décadas por ser el lugar donde han vivido y se han agrupan grandes
“pandillas” o “bandas” juveniles. Un par de días antes del juego contra El Nacional,
me encontré a Dany conectado al servicio de Facebook:
-Hola, ¿vas a ir al juego el martes? –le pregunté.
-Sí. ¿Tú vas a ir? -me reviró.
-Sí quiero ir y salir con alguna de los grupos que viajan desde algún metro
rumbo al estadio ¿con quién me recomiendas que vaya?
-Ven conmigo y vamos con los de Santocho [Santo Domingo]. Pasa por mí
a mi casa a las 5 y de ahí nos vamos al estadio –me escribió.
Acordé con él y el día martes llegué a su domicilio alrededor de las 17:00 hrs.
Santo Domingo es una colonia popular al sur de la ciudad de México. Sus calles
son “rectas” pero para atravesarlas es necesario esquivar un sinnúmero de “topes”
(reductores de velocidad para los autos), baches y obstáculos que se interponen
en ellas, además de una gran cantidad de perros y transeúntes que, por el
tortuoso y precario estado de las banquetas, caminan por el pavimento de las
calles. Ese día, precisamente, en la esquina de su hogar, un grupo de personas
realizaba un trabajo de compostura del sistema de agua o drenaje (me fue
imposible saber si eran vecinos o personal del gobierno), por lo que la calle estaba
bloqueada con una tina de baño y tuve que acceder a su casa dando la vuelta a la
manzana. Marqué a su celular y le avise que ya estaba ahí. Me dijo que lo
esperara uno minutos. Salió de su casa y nos saludamos. Se sentó por unos
13
El título de una canción del grupo de punk argentino “Vamos perdiendo” es la razón del
sobrenombre de Dany.
41
minutos en el asiento del copiloto de mi auto y me dijo que tendríamos que
esperar a que llegaran un par de sus amigos para, de ahí movernos a otro punto y
aguardar por el resto del contingente.
Al cabo de una media hora llegaron Wilbert y “El Chaparrín”. Ambos vecinos de
la zona y recientemente integrantes del RK. Los dos son adolescentes, pero me
parecieron todavía más jóvenes, aunque: “Así como lo ves, ‘El Chaparrín’ ya tiene
IFE”14, le dice Dany a Wilbert. “El Chaparrín” sonríe nerviosamente ante la mirada
curiosa de Wilbert, quien ronda también esa edad. Los tres visten prendas que los
identifican como americanistas: Wilbert una camiseta blanca “retro” (de los 90’s);
“El Chaparrín” una chamarra con la versión retro del escudo del club, diseñado por
allá de los años 1920. Dany una chamarra azul oscuro con el escudo del club en el
pecho y la leyenda América a la espalda.
Los tres se ponen a platicar acerca de la proximidad de los exámenes de
ingreso a la UNAM. Hablan también sobre mujeres y alguno de ellos cuenta,
mezclando slang, la anécdota de una chica que tuvo que salir en ropa interior a la
calle para recibirlo en su casa, lo cual causa mucha risa entre ellos. Dany se
acerca a mí y me dice que sólo entrará a su casa por una chamarra y entonces
partiremos. Yo me quedo unos instantes a solas con Wilbert y “El Chaparrín”.
Wilbert me dice que va por un cigarro a la tienda y me pregunta si quiero algo de
ahí. Le digo que no y en ese momento se perfila junto con su camarada hacia la
tienda de la esquina. Regresan con par de cigarros mientras que Dany sale de su
casa con una bandera chilena que tiene inscrito el número “8” (en remembranza
14
Tener IFE significa tener la credencial electoral (expedida por el Instituto Federal Electoral, de
ahí sus siglas), es decir la identificación que se sirve para votar en las elecciones y funge como la
cartilla de identidad de los mexicanos. Obviamente, sólo los mayores de 18 años cuentan con ella.
42
de Carlos Reinoso, el icónico jugador chileno del club durante los años 1970’s y el
actual director técnico del club) y un largo tramo de tela amarilla. Enseña esos
artículos a sus compañeros, que los analizan con cierto cuidado. Después de eso,
todos subimos al automóvil.
A unas cuadras de ahí, recogemos a un par más de jóvenes. Uno de ellos, el
que parece de mayor edad, lleva unos periódicos en una bolsa de plástico y viste
un suéter de Guillermo Ochoa (el actual portero del equipo). El otro, que me da la
impresión de no tener más de 14 años, viste una camiseta del club. Ninguno de
ellos me saluda al subir auto, más que nada por inhibición que por otra razón.
Llegamos a la Av. Santa Úrsula, a un kilómetro de distancia del Estadio Azteca.
La cita la hicieron con algunos camaradas más que se unirán al contingente.
Esperamos en una esquina, junto a una carnicería que los fines de semana vende
“carnitas” estilo Michoacán y, según escuche decir de los ritualeros, es de la
familia de Javier Cortés, el joven jugador de los Pumas de la UNAM.
Rápidamente, Wilbert, Dany y “El Chaparrín” se ponen de acuerdo para comprar
unas cervezas. Puedo decir que incluso están un poco ansiosos por comenzar a
beber. Como he mencionado, Dany no bebía alcohol cuando lo conocí, por lo que
me sorprende un poco el hecho de que ahora sea él quien tome la iniciativa para
comprar las cervezas. Y no sólo toma la iniciativa, sino que asume el liderazgo,
pidiéndole a Wilbert que “haga la vaca”, es decir que recolecte el dinero entre los
demás jóvenes. Wilbert junta el dinero de las cooperaciones y entonces, con
Dany, cruzan la calle en búsqueda de algunas latas de cerveza.
Mientras tanto yo me quedo con el resto de los jóvenes ritualeros. Mientras
tanto, platico un rato con “El Chaparrín”. Él me dice que acaba de terminar el
43
bachillerato, pero que no quiere continuar estudiando la universidad, sino ingresar
al “Instituto Martell”, una escuela privada de enseñanza musical, enfocada a los
géneros populares. “Me dedico a la composición de música electrónica, por
computadora”, me comenta. Me llama la atención el hecho de que se vea un joven
muy tranquilo e incluso medio introvertido y al mismo tiempo le guste el
“desmadre” de la barra. “A mí me gusta beber, pero no me pongo loco. En el
ambiente musical corre mucha droga y alcohol, pero yo trato de evitar todo eso”,
me dice. “¿O sea que no te gusta mucho el desmadre?”, le pregunto. “Sí, me
gusta el desmadre, pero trato de no pasarme”, me contesta.
En esas estábamos, cuando Wilbert y Dany regresan con las cervezas.
Lograron comprar unas doce. Velozmente se las reparten y al mismo ritmo las
abren y comienzan a beber. En unos cuantos sorbos acaban con la primera ronda
y continúan presurosos con la segunda. En unos diez o quince minutos se han
acabado el lote de cervezas y comienzan con la colecta para conseguir un
segundo. Los dos jóvenes que recogimos al final, van por ellas. Entonces
comienzo a platicar con Wilbert, que ya con dos o tres cervezas ingeridas, se
vuelve mucho más elocuente.
-¿Tú no bebes? –me preguntó.
-Sí, lo que pasa es que ahora estoy trabajando –le contesté y le explico que
estoy realizando una investigación etnográfica, lo cual le atrae y nos toma
unos minutos de plática. Después, ya más en confianza, continuamos
nuestra conversación.
-Yo ahora sólo bebo. Antes me atascaba de cocaína, de piedra, pero ya la
dejé –me dijo. Mi papá es de Mozambique y mi mamá es mexicana, pero
se conocieron en Portugal. Ambos estaban estudiando química. Mi mamá
quedó embarazada y mi papá intentó venir a México, pero al final no le
dieron la entrada por lo que se regresó a Mozambique. Yo no lo he visto
nunca y está difícil que lo vea algún día.
-¿Y ahora estudias? –le pregunté.
44
-Sí, estudio en la Prepa 5.
-¿Y te gusta mucho el futbol?
-Sí, desde que era niño me gustaba y siempre le he ido al América.
En esos momentos, un grupito más de jóvenes ritualeros se acercaron a
nosotros. Dany los recibió efusivamente y le presumió a Wilbert una botella de
brandy “Los Reyes” que uno de los recién llegados llevó. “Mira, te dije que este
cabrón no nos iba a fallar”, señalaba Dany. Con mucha soltura, Dany organizó una
nueva colecta entre los ya cerca de quince ritualeros, pero ahora para los
“chescos”15. Algunos van por los refrescos y de paso traen vasos desechables
para servirse unas “cubas”. Algunos de ellos se sirven los vasos con buenas
fuertes de alcohol y muy poco refresco. Los beben con velocidad, teniendo en
mente que la botella se acaba rápido y que quieren emborracharse lo más que
puedan. La botella de “Los Reyes”, un brandy de baja calidad y precio, se vació en
unos diez minutos. Pronto organizan una nueva colecta “para otro pomo”, pero
algunos de los jóvenes ya están notoriamente alcoholizados. Juntan más dinero y
una nueva comitiva va y regresa en unos minutos, ahora con dos botellas más de
brandy y una de coca-cola.
El “cotorreo” se ha intensificado y los jóvenes ahora hablan con más fuerza.
Juguetean empujándose y de vez en vez se dan una que otra palmada en la
cabeza o en alguna que otra parte del cuerpo. Se oyen risotadas y carcajadas por
alguno que otro chiste, generalmente con connotaciones misóginas u homófobas.
Los vasos se siguen llenando y vaciando a un buen ritmo. Dany se acerca a mí y
me dice entre risas:
15
“Chescos” son los refrescos. En este caso unas coca-colas.
45
-Este güey quiere que lo entrevistes –señalando a un muy joven integrante.
Tiene 12 años –continúa-, pero ya es del núcleo. Así como lo ves, es del
núcleo.
El jovencito, casi niño, viste una chamarra rompevientos color gris y no
mide más de 1.50. Sin embargo, me voltea a ver, en espera de que yo
acepte la propuesta de Dany.
-Cuando quieras, tú me dices –les comento.
En ese instante, alguien le da una palmada en la cabeza y los demás
comienzan a reírse, excepto él, quien reacciona de forma irascible y encara al
joven que lo palmeó. A manera de juego le revira algunos golpes y patadas, pero
todos, con cierta sorna y sarcasmo los inhiben y finalmente el juego termina.
Los vecinos de la zona que llegan a pasar entre el grupo lo hacen apurando el
paso, pero los jóvenes en realidad no los toman mucho en cuenta. Otro par de
integrantes llega al punto. Llevan unos trapos: una bandera del RK-Ajusco y otra
con un águila estilizada que muestra una dentadura felina. Ambos trapos son
colgados en el portón de la carnicería. Pronto, los ya cerca de veinte jóvenes, se
agrupan frente a los trapos y comienzan a tomarse fotografías, posando delante
de ellas. El alcohol que han ingerido es combinado, por un par de ellos, con la
inhalación de solventes y pegamentos, la “mona”,16 como le dicen. Los que inhalan
son un par de jóvenes de los que más tarde llegaron al punto de reunión y que no
han bebido tanto.
Ya son cerca de las 19:30 hrs. y la noche ha caído. Yo desconozco cuál es el
plan, así que le pregunto a Dany qué es lo que van a hacer. Él ya está
notoriamente alcoholizado. “Vamos a ir caminando desde aquí al estadio”, me
16
Ver Glosario de Términos.
46
dice. Uno de los ritualeros trajo consigo un bombo que está en el suelo. Me acerco
a él y pregunto de quién es para iniciar la conversación. El joven de unos dieciséis
años contesta que es de él. “¿Te lo vas a llevar cargando hasta el estadio?”, le
pregunto. “Sí, no pesa tanto”, me dice mientras se coloca la banda a la espalda
para cargarlo. De inmediato, comienza tocar, lo cual provoca los cánticos de sus
compañeros. Los veinte jóvenes comienzan a corear al ritmo del bombo: “Mi
corazón/ pintado bicolor/ te quiere ver campeón...”. Todos menean uno o ambos
brazos al ritmo de su cántico.
“Vamos a cerrar la calle”, grita Dany. Tres o cuatro de ellos descuelgan los
trapos a toda velocidad y sin mayores trámites, todos comienzan a cruzan
temerariamente la calle, obligando a varios automovilistas a frenar drásticamente
sus vehículos. La Av. Santa Úrsula es muy ancha, así que primero paran el tráfico
que va en un sentido. Algunos automovilistas, molestos por la acción de los
ritualeros les gritan y tocan el claxón en señal de protesta y enfado. El joven del
bombo cruza la avenida y los demás lo siguen. Despliegan los trapos y las
banderas, de tal suerte que sin pensarlo, bloquean el tráfico de la avenida que va
en sentido al estadio. Cantan, manotean y brincan. Uno de ellos, probablemente el
que más alcohol ha ingerido, lleva en una de sus manos la botella con el brandy
restante y ya sin combinarlo con refresco bebe directo el contenido de la misma.
Yo los sigo a unos cuantos metros. Muy rápido, unos diez automóviles detienen su
marcha al paso de los improvisados manifestantes. Uno de los automovilistas
comienza a presionarlos con la bocina. El joven con la botella en la mano se
mueve con mucha velocidad hacia él y lo amaga con la botella. El conductor sube
su ventanilla. El joven le sigue espetando acaloradamente y por momentos parece
que va a lanzarle la botella al auto.
47
El contingente continúa avanzando. Algunas personas de los locales aledaños
les gritan o les silban. “Chinguen a su madre, pinches americanistas”, se oyen
insultos desde el otro lado de la calle. De forma inmediata, el joven con la botella
azuza a todos los demás: “Topón, topón”, grita, dando a entender con ello que
quieren pelea. El contingente sale desaforado y cruza la avenida. Los transeúntes
se repliegan con sorpresa. Los más envalentonados son el joven con la botella y el
adolescente del rompevientos gris que dice formar parte del núcleo. “A ver, hijos
de la chingada ¿cuál es su pedo?”, les grita el joven con botella a los ya asustados
peatones. De pronto, la cortina de uno de los negocios se cierra y el joven
finalmente lanza la botella, que se estrella estrepitosamente contra el metal. Los
jóvenes comienzan a gritar excitados y por algún momento me dio la impresión de
que agredirían a los demás peatones, pero la pasividad de estos hace que al final
los ritualeros se replieguen y continúen su marcha. Durante los quince minutos
que dura su recorrido hasta las afueras del estadio, no se divisa a ningún policía.
Ya eran cerca de las 20:00 hrs. cuando finalmente llegamos a la explanada del
Citlali. Había mucha agitación entre los integrantes del RK que ya habían llegado a
esa hora. No pasó mucho tiempo antes de que Efraín, el líder se acercara a mí y
me saludara.
-¿Cómo estás carnal? –me preguntó mientras me dio un abrazo- ¿Ya
tienes boleto para entrar?
-No –le contesté-. Efraín saca un boleto de su bolsillo trasero y me lo da.
-No nos quieren dejar pasar los instrumentos musicales y de hecho están
diciendo que ya no nos dejarán entrar. Vete con el Piradito y observa qué
dice la directiva –me dice a mí y al Pirado.
Este último es un participante más del RK que se encuentra muy cercano a los
integrantes de la “primera línea”, pero que no pertenece formalmente a ese
48
núcleo, por lo que asumo que debe de considerarse como de la “segunda línea”.
El Piradito iba acompañado de su mujer. Ambos eran jóvenes de unos veintiuno o
veintidós años de edad y vestían sendas camisetas del América. Efraín le dio
instrucciones al Piradito y al final le pide que se apure. El Piradito me ve a los ojos
y me dice que con la mirada que nos tenemos que apurar. Toma a su esposa de la
mano y avanzamos hacia la entrada principal del estadio. Ahí, un joven con
cinturones en la mano grita: “No pueden pasar con cinturones. Los cinturones no
pasan”. Yo recuerdo entonces llevar el mío, así que tengo que dejárselo. A cambio
me da una ficha, con la cual podría recuperarlo al final del partido.
Ingresamos a la explanada del estadio y nos catean. Pasamos ese filtro y
entonces nos dirigimos a la entrada de la recién estrenada tienda de la empresa
Nike, la cual se encuentra a un costado de la explanada. Ahí, en una de las
jardineras siempre se encuentra el “Lic.” Ismael Coronado, el personero del club
encargado de las porras y barras. Vamos a paso veloz y yo le pregunto al Piradito:
“¿Oye, pero yo qué voy a hacer? Yo ni quiero ni puedo hablar por ustedes, así es
que sólo voy a escuchar”. El asiente y complementa: “Le voy a decir a Coronado
que eres mi primo de Los Ángeles”.
Llegamos al lugar en donde se encuentra Coronado. Con cierto desdén o por lo
menos aparentándolo, el “Lic.” Coronado saluda al Piradito, a su esposa y a mí. El
Piradito le dice a Coronado que soy su primo y que vengo desde Los Ángeles, a
ver el partido. Él asiente como si nada.
-¿Entonces qué, vamos a poder pasar las cosas? –le pregunta el Piradito a
Coronado, en relación a las banderas y a los instrumentos musicales.
-No, no las van a poder pasar. De hecho, ustedes ya no van a poder pasar
–le responde.
-¿Cómo que ya no vamos a poder pasar?
49
-Ahora van a venir los representantes del estadio, de la Procu17 y de la
SSP18 para platicar y decirte qué se ha determinado.
El Piradito me voltea a ver con cierta sorpresa y continúa su interlocución.
-Pero ¿qué determinación? –pregunta.
-Ya te diremos, pero sólo te adelanto que hoy es el último partido que
suben al [túnel] 48. Se van a tener que bajar con las demás barras –dice
lacónico Coronado.
En esos instantes se acerca un hombre de unos treinta y cinco años con un
conjunto deportivo que lleva los logos del América.
-Hola, mi nombres es Mauricio y soy el representante del club en el estadio
–nos dice. ¿Cuáles son sus nombres? –nos pregunta.
El Piradito duda un poco y finalmente da su nombre. Yo no dudo y le digo mi
nombre. Él apunta los datos en un cuaderno.
-¿Entonces ustedes son los representantes del RK? –inquiere.
-Sí, yo soy el representante –dice el Piradito.
-Bueno, sólo esperemos a que vengan los de seguridad y las autoridades.
Pasan un par de minutos y dos policías uniformados, más una mujer de la
policía judicial (la Procu) y un par de representantes de la empresa privada “Lobo”
(encargada de la seguridad del estadio) se unen a Coronado, Mauricio y el
Piradito. “Bien, ya estamos todos”, dice Coronado.
-Bueno, aquí está el joven en representación del RK. Sólo queremos
comunicarle cuál ha sido la determinación que se ha tomado respecto a
ellos –dice Coronado.
-Sí, en una reunión que tuvimos durante la semana –continúa Mauricio-, se
determinó que el RK va a tener que dejar de ir a la parte alta del estadio y
se tendrá que bajar y credencializarse para poder ingresar al estadio.
-¿Y por qué se determinó eso? –pregunta el Piradito.
17
18
Se refiere a la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.
Es la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal.
50
-Bueno, pues ya se les había advertido. Ustedes ya sabían que cualquier
otro problema sería el último que se admitiría. La pelea del fin de semana
pasado fue la gota que derramó el vaso –intervino Coronado.
-Pero esa no fue nuestra bronca, incluso nosotros tratamos de pararla y por
eso se armó la madriza19 –dice el Piradito, pero es abruptamente
interrumpido por la policía uniformada.
-Eso no es cierto, ustedes la iniciaron –dice la policía.
-No, así no fue. Un cabrón metió una bengala al estadio y nosotros nos
dimos cuenta y se la quitamos para que no la encendiera. Como sus
camaradas se dieron cuenta nos quisieron pegar y algunos de los nuestros
reaccionaron. Pero al final les dijimos a ustedes quién era él y sus compas
–dice el Piradito a la policía.
-Sí, pero después que se lo habían madreado20 –dice la policía.
-Eso nos costó una multa de $60 mil –dice Coronado. Ustedes sabían que
cualquier otra bronca sería la última, así que tendrás que comunicárselo a
tus camaradas. Van a tener que obtener sus respectivas credenciales y
bajarse a la zona de barras. Al club le está costando mucho que ustedes
estén arriba. Todos los partidos tenemos que desembolsar una buena
cantidad de dinero para pagar a la policía que los cuida en el 48. Y a eso
hay que añadirle lo de las multas –remata Coronado.
-Yo no puedo tomar una decisión por todos mis compañeros, así que
tendré que comunicarles esto que me están diciendo –contestó el Piradito.
-Pues como sea, la determinación está tomada y tanto la seguridad privada
como la del gobierno están al tanto. Cualquier intento de su parte va a ser
castigado –dice Coronado, mientras los policías asienten con la mirada.
La improvisada reunión termina con unos rápidos apretones de manos. El
Piradito está contrariado y toma su celular. Hace una llamada y le informa,
presumo que a Efraín, lo que le acaban de decir las autoridades del estadio, del
club y del gobierno. Toma de la mano a su mujer y apresuran el paso rumbo a las
gradas. El partido ya comenzó hace un cuarto de hora y al parecer el América ya
anotó un gol. Entramos a la zona de las rampas que permiten el ingreso a las
19
20
Golpiza.
Golpeado.
51
gradas. El ascenso es largo hasta la parte más alta del estadio, así que apuramos
el paso.
Como todos los días que he ingresado al túnel 48, un dispositivo policíaco está
desplegado. Otro cateo más y ahora me revisan hasta la cartera. El túnel 48 está
en la cabecera norte, en la parte más alta del estadio y durante todos los partidos
es “aislado” con el dispositivo de la policía. “Si entras aquí tendrás que salir media
hora después”, me dice el policía que realiza el cateo. “Sí, lo sé”, le digo. El
Piradito y su mujer se han adelantado y los alcanzo a la entrada del túnel.
Subimos entre las gradas. Deben estar unos trescientos o cuatrocientos ritualeros
en las gradas. Ahí se encuentran El Impa y el Pete, justo arriba del número 48.
Echo un vistazo, en búsqueda de Dany y su contingente, a quienes les perdí la
pisita hace una hora, aproximadamente. No los veo, así que me acerco a saludar
al Impa y al Pete. El Piradito les está informando acerca de lo que acaba de
platicar en la explanada. Todos se notan compungidos y pensativos. El partido
está en marcha, pero a ellos no parece importarles mucho. Una jugada genera
una exclamación generalizada, y distrae a estos tres personajes, pero no mucho.
El Impa y el Pete, reciben llamadas a sus celulares y se concentran en ellas. El
Piradito se aleja un poco de mí, por lo que yo me quedo al lado de su mujer.
Sin previo aviso, el Pete y el Impa comienzan a agitar sus manos, señalando el
túnel. Se acercan lo suficiente a mí y finalmente logro escuchar: “Nos vamos a
salir. Afuera todos, al 46 (se refieren al túnel). Rápido, rápido, todos afuera”, dicen
el Impa y el Pete. En menos de un minuto, la voz se ha corrido y los cuatrocientos
ritualeros comienzan a movilizarse hacia a la salida. Hay momentos de confusión,
pero de una u otra forma todos parecen saber qué hacer. Yo dejo que salgan, sin
saber qué hacer. Con cierta prudencia, avanzo hacia la salida. Al igual que yo, la
52
policía se muestra completamente desconcertada y observo cómo algunos
mandos de la policía se comunican a través de sus radios, tratando de averiguar lo
qué está pasando y cuál será su respuesta. Salgo por el túnel 48 y en esos
instantes, la mayor parte del contingente de ritualeros irrumpe nuevamente al
estadio, pero ahora por el túnel 46. En la rampa de entrada, observo al Piradito y
al Astivia que platican con mucha efusividad con algunos mandos policíacos.
Yo me quedo a la entrada de los túneles. Nuevamente me encuentro con la
mujer del Piradito. Ella tampoco sabe lo que está pasando y me dice que espera a
su marido. Mientras me está explicando cómo el contingente rompió el débil cerco
policial, nuevamente el grupo de ritualeros sale a toda velocidad por el túnel 46. La
policía sigue sin dar respuesta, por lo que su salida es en absoluta calma y sin
oposición policial. A unos veinte metros observo un grupito policial, pero al ver a
los ritualeros salir del túnel no hacen nada por impedirles el paso. Se dirigen hacia
el túnel 43, fuera del cerco metálico que divide la parte alta del estadio entre la
zona de acceso general y aquella en donde se ubica el RK. La policía
simplemente se encuentra pasmada y no logra responder a los movimientos del
RK.
Ingreso nuevamente a las gradas y observo lo que está sucediendo. El
contingente de ritualeros se ha acomodado en medio del público general. Muchos
de los asistentes “normales” se notan desconcertados y comienzan a retirarse de
la zona. El primer tiempo del encuentro está por terminar y los desplazamientos
del público general y de ritualeros se han intensificado en la zona. La policía sigue
en completo pasmo, aunque parece que comienzan a organizar la respuesta y
comienzan a cercar al contingente ritualero. El primer tiempo termina.
53
El RK aprovecha el entretiempo para consolidarse en una zona. Además, sin
tener idea de dónde los sacan, comienzan a repartir globos amarillos entre sus
filas y el público general. En un par de minutos, cientos de globos han sido
repartidos e inflados. También, sin saber cómo ni por dónde, los ritualeros lograron
introducir bombos y trompetas, por lo que comienzan a tocar algunas de sus
canciones.
La policía finalmente logra “encapsular” al contingente, aunque de manera
parcial, ya que la zona que ocupan es mucho mayor a la del túnel 48, por lo que el
número de elementos de la policía son insuficientes. El segundo tiempo comienza
y la situación llega a “normalizarse”. Al final no hay enfrentamientos con la policía
y el partido transcurre sin mayores incidentes. Al día siguiente, sin embrago, en el
Fotolog de Efraín, se lee:
LA LUCHA DE DEFENDER NUESTRA PASION Y EN LO QUE
CREEMOS.
EN PLENA [Copa] LIBERTADORES, LE DEMOSTRAMOS A LA
DIRECTIVA QUE EN [sic] ESTA BANDA CAMINAMOS TODOS JUNTOS,
QUE AHORA ELLOS PEDIRAN HABLR [sic] CON NOSOTROS, LA
DIRECTIVA Y LA POLICIA AHORA PENSARAN 2 VECES CUANDO
QUIERAN REPRIMIR LA ENTRADA DE BANDERAS E INSTRUMENTOS
DE LA BANDA...
EL DOMINGO REGRESAMOS AL 48, EL 48 ES TODA LA CABECERA
NORTE POPULAR.
GRACIAS A TODA LA BANDA QUE FORMO PARTE DE ESTA
PROTESTA, PROTESTA PERO SIEMPRE ALENTANDO Y SACANDO LA
VICTORIA DE 2 A 0.
DIRECTIVA A NOSOTROS JAMAS NOS PODRAS CONVENCER, POR
QUE NOSOTROS NO VAMOS POR UN LUCRO A LA CANCHA
ESTA BANDA SE MUEVE SOLA!!
ESTA BARRA ES DE TODOS.
SIGUE MANIPULANDO A TUS CREDENCIALIZADITOS!!
UNA ABRAZO HERMANOS.
54
LARGA VIDA RK 48 (usuario criminal_soccer, ver información de internet
en la bibliografía).21
Este conflicto físico y de intereses en el estadio se emplaza bajo una lógica de
excesos sentimentales y de violencia. Quiero abordar ahora, antes de regresar a
la etnografía del RK, algunas aproximaciones teóricas sobre la violencia y su
conexión con la imaginación melodramática que pueden observarse
La violencia ritualera: una revisión teórica
El tema de la violencia es la expresión social más categórica, visible (y
visibilizada) de lo que yo asocio con el imaginario melodramático de la afición
futbolera, el cual cruza simbólica y prácticamente a toda la sociedad mexicana.
Mediante las clasificaciones (y descalificaciones) polarizadas y estereotipadas que
ofrece el discurso social basado en las desigualdades de clase y género, atadas al
imaginario melodramático, los jóvenes organizados en la hinchada del RK
desarrollan prácticas contestatarias de valores y moralidades que ellos consideran
caducos o plenamente autoritarios. En primera instancia, los aficionados del RK
han sido estereotipados bajo etiquetas de “barbarie”, “animalismo”, “pseudoafición”
y “salvajismo”.
Las prácticas sociales de los aficionados ritualeros son una constelación de
elementos “pasionales” y de muestras de “amor por el club”, las cuales caen en la
lógica de una exacerbación sentimental, una polarización de identidades y ciertas
21
N.B.: Todas las citas de los diversos portales de internet como Fotolog o Facebook los he
transcrito tal cual los escribieron sus autores. Quedará claro que las reglas gramaticales y
ortográficas convencionales no fueron aplicadas casi nunca en esos escritos. Sin embargo, he
optado por mantenerlas así en la medida en que forman parte de la propia condición social de los
integrantes del RK. En los casos en los que la escritura es demasiado complicada para
entenderse, realizo una “traducción” a pie de página.
55
características morales del comportamiento masculino. Más que una “carencia de
metarrelatos y de un principio integrador de lo social” (Santos, 2003: 78), pienso
que lo que la hinchada americanistas nos muestran es, en primera instancia, el
repliegue hacia y, en segundo lugar, la transformación de formas alternas de
relatar la historia y la cotidianeidad de sus vidas.22
Sin embargo, esa violencia la encuentro como un recurso discursivo, narrativo y
pragmático que pone en juego valores que provienen de una trayectoria histórica
más larga y que se enlaza con imaginarios sociales que dan sentido a la vida
cotidiana de los hinchas. Como producto consumible, elaborado por los medios de
comunicación, el melodrama ha encontrado muchos formatos (folletines,
historietas, radionovelas, telenovelas, canciones, películas, etc) que son, a su vez,
el resultado de una forma de socialización popular. Mucho se debate sobre la
posible conexión cristiana (sacrificial y pasional, pero finalmente redentora) del
melodrama como forma vulgarizada de la tragedia de origen griego (hagiográfica y
extraordinaria). No es mi intención abordar esta discusión. Quiero señalar, no
obstante, que las características pasionales, sacrificiales y violentas del hincha del
RK no es el resultado de un proceso de individualización, hipermercantilización del
futbol (como producto cultural) ni de la expansión del tiempo de ocio entre los
individuos. Son más bien características que están tamizadas por un
22
Es parcialmente cierto que: La violencia ‘hard’ [entendida como violencia física], derivada de la
indiferencia por lo real y por el vacío del sentido, en una sociedad estimulada por modelos
individualistas y hedonistas, invita a [los hinchas] a vivir intensamente el presente, incitando a una
criminalidad sin proyectos, sin ambiciones, en la cual hay una desproporción entre los riesgos y las
ganancias y entre un fin insignificante y medios extremos. También porque, al procurar aumentar la
responsabilidad de los individuos, el proceso de personalización basado sobre la lógica ‘cool’ [la
violencia simbólica y sutil] sigue por otros caminos el trabajo secular de la exclusión y la relegación
[de los sectores populares]” (Santos, 2003: 77).
56
dislocamiento de los actores sociales “tradicionales” del doble tiempo y espacio de
la trama melodramatizada que se engarza al futbol.
Por un lado, el dislocamiento y pérdida de la centralidad del actor on stage, en
este caso los hacedores tradicionales del espectáculo futbolístico: los jugadores,
entrenadores y árbitros. Por el otro, y en consecuencia, el dislocamiento y
centralidad del agente observador off stage: el espectador-aficionado. La trama
social compuesta por estas dos escenas simultáneas, y en muchos aspectos
contrapuestas, del devenir melodramático del futbol requiere de una enorme
circulación simbólica, física y comercial de emociones (de ciertas emociones). Son
las coordenadas sociales del amor pasional y el sufrimiento físico (el aguante),
además de la caracterización más o menos estereotipada de los actores del
sistema de rivalidades futbolísticas lo que le da sentido a la cotidianeidad y de los
ritualeros americanistas.
¿Violentos, desmadrosos o melodramáticos?
El problema de la violencia, en particular el de la violencia que pude identificar
etnográficamente en torno a los aficionados del RK es de nuestro interés. Por un
lado, algunos autores han estado interesados en la manera en que la práctica
deportiva, hija de la modernidad, ha sido causa y efecto del llamado proceso
civilizatario, el cual es una forma alternativa de nombrar a la modernidad. Además
de la función complementaria de proporcionar ejercicio físico a la población con
tendencias sedentarias en las sociedades “altamente industrializadas”, el deporte
cumple una función de regulación de las tensiones, conflictos y potenciales
irrupciones violentas (Elias, 1995).
57
Sin embargo, señala Elias que cuando la línea del juego placentero derivado del
ocio moderno, que por múltiples razones ha sido mercantilizado y llevado al plano
del espectáculo profesional, es rebasada y deja de ser un ejercicio mimético de la
emoción (casi adrenalínica), entonces el ensayo “civilizatorio” que ofrece el
deporte deja de serlo y se convierte en un problema de control social y policíaco.
De forma el fenómeno de la “deportivización” surgió y consolidó nuevas formas de
expresar la individualización creciente de la sociedad moderna, aportando, a decir
de Elias, una poderosa fuerza de disciplinamiento. Pero el proceso civilizador no
avanza linealmente hacia el “progreso”; éste está saturado de contradicciones y
contrasentidos. De discursos y prácticas “anacrónicas”, como lo señala MartínBarbero respecto al melodrama23.
En este tenor, Dunning, alumno de Elias, establece una tipología de la violencia,
en general y la distingue con ocho características a saber: 1) que sea real o
simbólica; 2) que se realice como un “juego” o que sea “real”; 3) con armas o sin
ellas; 4) si es con armas que haya contacto físico; 5) intencional o accidental; 6)
con o sin provocación; 7) que sea legítima, reglamentada y normada o ilegítima y
no cumpla reglas o normas y 8) que sea “instrumental” o “expresiva” (1995: 273274).
En una clara línea neo-evolucionista, Dunnig plantea que la violencia puede ser
entendida bajo la lógica durkheimiana que divide las sociedades entre aquellas
basadas en la solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica. Precisamente es
23
Según Walter: “Martín-Barbero hace hincapié en el hecho de que ciertas matrices culturales de
la tradición siguen teniendo vigencia de tal manera que en lo melodramático, ‘una narrativa
anacrónica conecta con la vida de la gente’. Esto quiere decir, Martín-Barbero distingue el
melodrama en cuanto a género, y ‘lo melodramático’ como un fenómeno performativo en el cual
interactuan (sic) matrices culturales con formatos (técnicos o industriales) de la comunicación sobre
la base de un determinado núcleo narrativo” (2002: 215)
58
aquí donde el problema de la violencia asociada a los deportes, dentro y fuera de
la cancha irrumpe como un problema de investigación. La hipótesis que lanzan los
integrantes de la escuela de Leicester es la siguiente: el violento comportamiento
de los aficionados (y los practicantes) contemporáneos del futbol es el equivalente
al de sus ancestros medievales, pero entremezclado y sobrepuesto al de la
práctica “civilizada” del futbol reglamentado y moderno (Dunning, 1995: 293).
No comparto dicha hipótesis, ya que generalmente se asocia la violencia con la
clase trabajadora y su supuesto comportamiento “primitivo”, fincado en los
llamados “lazos segmentarios” de socialización. En buena medida, esta hipótesis
está amarrada y se activa, como ya lo mencioné, gracias al pensamiento
evolucionista, el cual logra dislocar al “salvaje” o “primitivo” del tiempo moderno.
Es decir, “lo que hace significativo al salvaje en el Tiempo evolucionista es que
éste vive en otro Tiempo” (Fabian, 1983: 27). En el caso de la “afición violenta” al
futbol, “viven” ahora, pero se comportan como sus ancestros medievales.
Para Alabarces, los hinchas de futbol viven y se relacionan socialmente bajo el
signo de la violencia (que ellos en varios sentidos generan y a la que están
sometidos), y la cual no puede ni debe explicarse de manera fácil y simplista, sino
a través de una exhaustiva recolección de datos etnográficos y sociológicos.
Muchos de los conceptos y de los vocablos que en la actualidad se usan entre los
jóvenes ritualeros tienen una connotación sudamericana, en especial argentina.
En este país surgió un amplio interés por entender las causas de la violencia
futbolística. A finales de la década de los sesenta, se ubica el fenómeno de las
llamadas barras bravas y sus secuelas sociales. Con el asesinato del joven Héctor
Souto (Alabarces, 2004: 25), en 1967, los medios de comunicación y la policía
“inventan” el concepto de “barrabrava” y de paso permiten la llegada concomitante
59
de la represión ilegal e ilegítima del Estado en los estadios de futbol. La
representación (mediática y social) del aficionado argentino de futbol comenzó a
dejar de situarse en el idílico y aséptico espacio creado por el espectador racional
y civilizado, para dar paso al de los “marginales inadaptados, alcoholizados y
drogadictos”, es decir, los “gérmenes, [y] las enfermedades” del futbol, para lo cual
“un único remedio puede ser prescripto y recetado: su expulsión de la sacrosanta
inocencia del futbol” (Alabarces, 2004: 11).
Pero esta visión dicotómica de la realidad social, entre “civilizados” e
“incivilizados” simplemente busca ocultar una realidad mucho más compleja. De
hecho, para quienes detentan el ejercicio “legítimo” de la violencia, es de vital
importancia “deslegitimizar”, perseguir y castigar el uso (de la violencia) a todo
aquel grupo que pueda transgredir esta regla de oro. Bajo esta perspectiva, los
barras han sido colocados en el lado “incivilizado”, “primitivo” y “salvaje” de la
(falsa) dicotomía. Aragón (2007), sostiene que la violencia de los barras de un
equipo argentino, el San Lorenzo de Almagro, dista mucho de ser disruptiva e
irracional. Si hay una explicación posible ante el hecho del comportamiento
violento de los “hinchas”, ésta tiene que hallarse en una lógica de moralidad y de
accionar racional (incluso instrumental) que éstos desarrollan en su práctica
cotidiana. El concepto del “aguante” fue clave para esta interpretación.24
Como queda claro, el “aguante” es una categoría moral que rige las prácticas
cotidianas de los integrantes “barrabravas” argentinos y en buena medida es lo
24
Así, Pablo Alabarces define muy precisamente la idea de ‘aguante’ en oposición a ‘amargura’: el
que no canta si se va ganando o se festeja algún título. También en oposición al ‘puto’, al cobarde,
al que ‘no se la banca’. El poseedor del aguante es el ‘macho’, el que aguanta lo que sea, se gane
o se pierda. Enfrentar físicamente al otro, aún siendo menos en número, sobre todo cuando se
disputan partidos en condición de visitantes en estadios especialmente hostiles, es tener aguante
(Aragón, 2007: 31)
60
que le da sentido a su propia vida. Por lo tanto, conceptualizar que el
comportamiento de estos sujetos sociales es “animalesco”, “salvaje” o “primitivo”
no es sino un burdo intento por deslegitimizar las prácticas (en efecto violentas,
pero regidas por cierta moralidad intrínseca) de los aficionados al futbol.
En México, Magazine (2008) ha incursionado en este terreno. Una de las
principales conclusiones a las que llega en el análisis de una porra del club de
futbol Pumas de la UNAM, es la de que el “desmadre” (un concepto relativamente
cercano al del “aguante”) es una práctica que responde a la representación que de
ellos se tiene.25 “Desmadre” es entonces una “tradición” inventada por la
modernidad mexicana, cargada de moralidad y por ende de una lógica social
inherente. Así, para Magazine “desmadre” son “las prácticas juguetonas, pero con
frecuencia violentas y sexualmente agresivas” (2008: 60) de los integrantes de la
porra. Además de esto, el autor señala que su estudio de la porra Plus de los
Pumas, en la década de los noventa, lo llevó a pensar en las similitudes que el
movimiento romántico del siglo XIX tenía con las prácticas de esos jóvenes
aficionados. Retomado a Grenier, Magazine señala que “los miembros de la porra
han desarrollado su visión ideal de sociedad, la cual favorece la expresión
individual libre sobre todo orden impuesto externamente, en el contexto del
fracaso de la estructura social clientelística y jerárquica de México” (2008: 89). De
igual forma, utilizando el argumento de Talmon respecto al movimiento Romántico,
el cual, cita Magazine, “anhelaba no encontrar la misma verdad universal, sino
25
“Los aficionados de los Pumas en general y más específicamente los miembros de la porra están
caracterizados de esta manera: como hombres jóvenes que están enojados por su exclusión
política y económica, pero que canalizan este enojo por medio de actos de violencia sin sentido y
al azar, causados por su falta de guía para hacer cualquier otra cosa. Debido a estas imágenes,
mucha gente considera al estadio como un lugar peligroso para ir, pero al mismo tiempo no ve a
estos jóvenes como una amenaza seria para el orden social y la seguridad, precisamente a causa
de su supuesta desorganización” (Magazine, 2008: 43).
61
experimentar la realidad de una manera completamente propia. Esto no se iba a
dar por medio del razonamiento, sino a través de la emoción, del sentimiento, de
la imaginación, del instinto, de la pasión, de los sueños y del recuerdo” (2008: 89).
En otras palabras haciendo uso de la imaginación melodramática.
El concepto de la imaginación melodramática toma lugar. Ya he planteado en la
introducción qué entiendo y cómo debe leerse lo melodramático: como un contexto
político y moral que abarca al sistema de rivalidades del futbol profesional
mexicano y a las prácticas sociales de los aficionados. Con en este acercamiento
etnográfico he intentado explicar cómo las prácticas de los integrantes del RK
plantea una exacerbación del performance corporal que busca enfatizar, mediante
la práctica del “aguante”, las características pasionales del amor al club. Lo
paradójico de esta práctica emotiva de lo “pasional” (y por lo tanto entendida como
irracional) es que sólo puede realizarse a través de una práctica moral
sistematizada de masculinidad. Esta práctica sistematizada y reiterativa está
enmarcada en el imaginario melodramático del México urbano contemporáneo.
Para finales de los años ochenta, el modelo de modernización a ultranza
impulsado por la elite gobernante fue reconfigurado por las fuerzas del mercado
capitalista mundializado. Los ideales de un
público futbolero amigable y
respetuoso habían concordado con el modelo político-económico del clientelismo y
de la pretendida armonía social encarnada, entre otros, en el ideal de una familia
biparental encaminada al progreso social. Las porras de corte familiar en las
tribunas fueron cuestionadas por las generaciones de nuevos clasemedieros que,
poco a poco, fueron concibiendo sus relaciones de afición por caminos muy
distintos al de la familia idealizada en las gradas.
62
Los jóvenes que de manera abrupta quedaron fuera del sistema de
aspiraciones del progreso social que se había pregonado hasta la década de los
setentas, comenzaron agruparse alrededor de nuevas instancias de organización.
Su visión de mundo, que pretende contraponerse a las prácticas corporativas y
clientelares de la usanza anterior (vinculada con el presidencialismo priísta),
irrumpió en las tribunas. El desmadre y el uso sufriente/pasional/melodramatizado
del cuerpo fue retrolimentado en las tribunas por los fenómenos mundiales del
llamado hooliganismo o barrismo, que poco a poco comienzó a copar los espacios
de las nuevas tecnologías como la televisión satelital por cable y el internet.
Para finales de la década de los noventa, en México, pequeñas agrupaciones y
organizaciones de aficionados juveniles aumentaron sensiblemente el número de
sus integrantes. Surgieron La Rebel, seguidora de los Pumas de la UNAM; La
Monumental y, posteriormente, el RK, aficionados del América. muchas. La
transmisión de recursos simbólicos y organizativos desde Europa y Suramérica
fue notable. Se hablaba entonces de la “argentinización” de las porras mexicanas.
Los medios de comunicación y las directivas de los clubes alentaron esta nueva
forma de organización, ya que en ella veían un potencial aliado en la
comercialización y atracción de más aficionados a los estadios.
Es pues menester hablar sobre este proceso, específicamente el del RK y la
forma en que esta organización fue concebida.
Una breve historia del RK
Como ya lo señalé, el RK es una organización juvenil de apoyo al club América.
Según sus integrantes, tienen 11 años de vida. A finales de los años noventas el
63
club, bajo la presidencia de Javier Pérez Teuffer impulsó la creación de una gran
organización de aficionados que a la postre se convertiría en la barra denominada
La Monumental, la más conocida de las organizaciones juveniles del club América.
El club Pachuca y otros, como los Pumas, ya contaban con organizaciones de
aficionados relativamente distintas a las de las porras familiares y más cercanas a
la concepción de las barras sudamericanas. Muchos jóvenes aficionados
mexicanos comenzaron a interesarse en las formas de organización de las barras
suramericanas y de “ultras”, “tifozzi” y “hooligans” europeos. La interacción
mediante el internet y la mayor cobertura de los partidos europeos y
suramericanos a través de la televisión por cable, aunado a que los equipos
mexicanos (tanto los clubes como las selecciones nacionales) comenzaron a tener
una mayor participación en torneos internacionales como la “Copa “Libertadores
de América” y la “Copa América”, ambas realizadas en países suramericanos,
contribuyeron notablemente a un cambio de concepción relativa a la forma de
apoyar a los equipos.
El “colorido” que esas organizaciones extranjeras le daban a los encuentros fue
forjando un gran ánimo entre las nuevas generaciones de aficionados mexicanos.
Los cánticos, los papeles y las banderas de colores, además de los fuegos
artificiales y el permanente movimiento de los cuerpos se comenzaron a
consolidar en el gusto de los jóvenes mexicanos y pronto confrontaron esos
nuevos patrones de comportamiento con el de la “vieja guardia” de aficionados de
las porras familiares y de los aficionados casuales que, a la luz de las experiencias
europeas y suramericanas, según los jóvenes, se volvieron pasivas y poco
emotivas.
64
Algunos de mis informantes me comentaron que varios jóvenes y adolescentes
que asistían regularmente al Estadio Azteca comenzaron a reunirse en algún
punto del mismo y colocaban una manta o trapo de La Monumental. Esto atrajo a
un incipiente pero creciente número de aficionados, que con el pasar de los meses
llamó la atención de la propia directiva del club. Estos jóvenes, concientemente
buscaban generar un “ambiente” parecido al de las barras suramericanas. Papeles
de colores, largos tramos de tela, algunas banderas, globos y música se
convirtieron en los atractivos de La Monumental.
Un ex-integrante de La Monumental, actualmente de 34 años de edad, me
explicó que para él, las primeras veces que vio a los integrantes de La
Monumental, lo que le llamó la atención fueron los globos, los cánticos que
entonaban y los “brincos que daban”, diferenciándose mucho de los aficionados
que pasaban con las “clásicas banderotas en el estadio” y el “chiquiti bum”26. Él
mismo comentó que no le sorprendió tanto el hecho de ver aficionados realizando
ese tipo de acciones de apoyo al club, ya que conocía a las barras argentinas.
Más bien, lo que le sorprendió sobremanera fue el hecho de que eso ya estuviera
sucediendo en México a finales de los 1990.
Tanto él, como su hermano, diez años menor, pronto se involucraron de lleno
con la nueva organización y sus formas de apoyo, que a decir de ellos “hacía
sentir con mucho más fuerza su pasión americanista”. Desde fines de los 1990, La
Monumental comenzó a utilizar una buena cantidad de los elementos que las
barras suramericanas venían empleando desde algunas décadas atrás: banderas
26
Una de las viejas porras (consignas coreografiadas) de los aficionados al futbol mexicanos es
conocido como el “Chiquití bum”, porque así comienza. La frase completa es para alentar al
América: “Chiquití bum, a la bim, bom, ba. A la bio, a la bao, a la bim, bom, ba. América, América,
ra, ra, ra”.
65
y trapos, además de fuegos artificiales y globos. Sin embargo, la organización de
viajes fuera de la Ciudad de México también afianzó al grupo.
A mediados de 1999, un pequeño grupo de jóvenes aficionados llevaron “tiras”
de tela muy largas, papel picado y comenzaron a cantar. Según uno de mis
informantes, probablemente el primer canto fue el llamado “Ame, mi buen amigo”,
que para algunos es una copia de un cántico suramericano ya popularizado por
alguna de las barras argentinas. La gran popularidad de La Monumental se basó,
según otro informante, en que quienes la impulsaron estaban interesados en crear
un apoyo al club “de una forma más activa y más participativa en el estadio”. El
mismo informante señala que el nombre de la barra se debe al apelativo no oficial,
pero sí muy popular que se le da al estadio: “El monumental Estadio Azteca”.
Como he mencionado, el crecimiento y popularización de la barra atrajo la
atención de los dueños del club, quienes de forma directa intervinieron en su
organización. Las versiones al respecto son muy contradictorias y confusas, pero
en términos generales se puede afirmar que, al igual que lo hecho por los dueños
del club Pachuca, los del América, sino contrataron los servicios de argentinos
para la organización de La Monumental, por lo menos no obstaculizaron su
llegada. En mis primeras visitas al estadio, en 2008, me fue posible observar la
presencia de un argentino en la organización de la barra El Disturbio, que a decir
de algunos informantes llevaba ya varios años “apoyando” al club en la formación
de las barras “oficiales” del América. No es mi intención determinar el grado de
intervención directa de suramericanos en el proceso de creación y organización de
las barras americanistas, sino más bien señalar que su presencia sí es un
elemento muy claro de injerencia directa de los dueños del club en este proceso.
66
No obstante, el desarrollo de La Monumental acarreó de forma rápida sus
propias contradicciones y escisiones. Sólo unos meses después de la fundación
de La Monumental, un pequeño grupo de adolescentes comenzaron a
autoidentificarse como la Tremenda Monu. El pequeño núcleo inicial de la
Tremenda sigue siendo la base organizativa del RK, es decir, su “núcleo” o
“primera línea”. El nombre de la organización surgió, según “El Chetos”, por el
título del libro del escritor Carlos Monsiváis, Los rituales del caos. Llama la
atención que uno de los líderes fundadores del RK, al cual no conozco
personalmente, y que algunos de mis informantes han identificado como el
creador intelectual de la barra, es un joven de clase media o alta que ha estudiado
la universidad. Incluso, el “Chetos” y Dany me han comentado que Ignacio, el líder
fundador, a pesar de ser bastante inteligente y reconocido por esa característica,
también era rechazado por otros integrantes debido a que era muy excluyente y
aislado. “Chetos” señala que cuando salían de viaje fuera de la ciudad, Ignacio se
iba a la ciudad de destino en su auto, lo que muchos tomaban a mal y con mucho
recelo.
De cualquier manera, La tremenda Monu-RK pasó rápidamente a convertirse en
un grupo que gustaba de identificarse con un discurso y unas prácticas
sumamente incómodas y antagónicas con los demás integrantes de La
Monumental y con la directiva del club. Grupúsculos de diferentes partes de la
ciudad de México y sus áreas aledañas se fueron integrando paulatinamente a la
naciente organización, que ya para el 2000 pasó a denominarse simplemente
como el RK, dejando atrás el apelativo Tremenda Monu.
Los crecimientos de La Monumental y del RK fueron, al decir de mis
informantes, notables en cuanto al número y a la capacidad organizativa. Los
67
registros fotográficos de la primera mitad de la década inicial del siglo XXI que he
podido consultar demuestran que las barras del club crecieron no sólo
numéricamente, sino cualitativamente. Los cánticos y la música (especialmente el
ska, el punk, el reaggeatón y la llamada cumbia villera, de origen argentino); las
coreografías; las banderas con efigies de jugadores insignes del club o con los
nombres de los barrios de pertenencia de los barristas; los fuegos artificiales; el
papel picado y los rollos de papel fueron elementos claramente identificables con
el movimiento barrista mexicano de aquellos años y las del club América pronto
tomaron un rol muy importante en ese sentido. Pero un elemento indispensable de
este proceso, el cual marcó de manera indeleble al RK fue la ostentación de
elementos claramente identificados como “violentos”, transgresores y riesgosos.
Más adelante abordaré este proceso.
El RK se comenzó a perfilar, como una barra distinta a La Monumental, desde
marzo o abril de 1999. Algunos jóvenes (muchos de ellos de tan solo 13 ó 14 años
de edad), portadores de los trapos de: Santa Anita (barrio de la delegación
Iztacalco); los llamados “ATC” (de varios barrios del municipio de Naucalpan, en el
Estado de México); quienes llevaban las insignias de: “Amor eterno”, “Los
Vandals”, “Aguante Verti”, “Aguante, Pasión y Locura” y “La Libre”; de Villa de las
Flores al noreste de la ciudad de México (barrio circundante al municipio de
Ecatepec, el más poblado del país) y “Los Crudos de Culhuacán” entre otros,
tomaron distancia no sólo con la dirigencia de La Monumental, sino con la
propuesta de la directiva de crear una gran agrupación que se denominaría
“Nación Azulcrema”, lo cual implicaría el control de la misma por parte de los
dueños del club. La Monumental sufrió también varios cambios de liderazgo. Me
han comentado que un argentino de nombre Tobías fue, probablemente
68
“contratado” por la directiva del club, el primer líder de esta agrupación. Los
conflictos internos pronto lo sacaron de esa posición, que a la postre fue ocupada
por otros individuos como “Los hermanos Calderas”, Carlos Roberto y Antonio,
igualmente desplazados del liderazgo.
Los conflictos entre los integrantes del naciente RK y de La Monumental fueron
creciendo en la medida en que el RK optó por un discurso “radical”, basado sobre
la lógica de un distanciamiento con “cualquier” tipo de autoridad, incluyendo por
supuesto las de los liderazgos de La Monumental y (sus reales o pretendidos)
vínculos con el club. El conflicto, por supuesto, se decantó, entre otros medios, por
el de la violencia física.
A finales de la década de los 90’s, los adolescentes liderados por El Astivia,
Efraín, Isma, Chetos y Chapis pronto quisieron tomar el control total de La
Monumental. Según uno de mis informantes claves del RK, el motivo principal de
dicha acción fue llanamente “el poder”. En esos primeros meses, el personero del
club, Coronado, alentó el conflicto y hasta se podría presumir que favoreció el
crecimiento del RK. Dentro de esta misma lógica, escuché el rumor, obviamente
imposible de corroborar, de que Efraín había pertenecido a la Rebel de los Pumas
y que había sido corrido de dicha agrupación, por lo que llegó a La Monumental
con afanes de controlarla a través del uso de la fuerza física. No es mi intención
dar por cierto ese rumor, ya que el efecto real fue la división del RK de La
Monumental y en todo caso, si Efraín tenía o no una relación anterior con otro
equipo, es irrelevante en ese sentido. Lo importante es señalar que el rumor es
una de las prácticas más comunes que se utilizan para minar la posición de alguno
de los integrantes o de un grupo en particular. De esto hablaré más adelante.
69
En aquellos años, todas las barras se encontraban en la parte alta del estadio.
Sin embargo, las constantes disputas por el control de La Monumental y la
escisión del RK, provocadas por los comunes enfrentamientos físicos y verbales
dieron pie a la separación de ambas barras en secciones distintas del estadio.
Varios hechos de “violencia” (riñas fuera y dentro del estadio) consolidaron la
separación de las barras física como discursivamente. Asimismo, la gran bronca
que se suscitó el 11 de mayo de 2004 en el Estadio Azteca, junto con las batallas
campales entre aficionados americanistas y pumas a finales de octubre de 2005 y
en abril de 2006, a las afueras del estadio de la Ciudad Universitaria y del Estadio
Azteca, respectivamente, se convirtieron en algunos de los eventos que habrían
de marcar el final de lo que para muchos integrantes de las barras fue la “época
de oro” del barrismo mexicano.27
27
El primero de los eventos es comentado así en una nota periodística:
“El partido entre América y Sao Caetano de Brasil terminó de una forma muy lamentable, ya que
los jugadores de ambos equipos protagonizaron una pelea donde varios fueron los que
resultaron lastimados por los golpes físicos que recibieron [...].
Hay que destacar que algunos aficionados saltaron a la cancha para también agredir a los
jugadores de Sao Caetano por lo que elementos del cuerpo de granaderos tuvieron que
intervenir para poner orden, lo cual tardó en suceder pues los ánimos seguían muy calientes
entre los jugadores y cuerpo técnico de ambos equipos.” (Ramírez Álvarez, 2004)
El segundo es relatado en un diario mexicano de esta forma:
“Al término del partido de futbol entre Pumas y América, 312 personas fueron detenidas por
distintas causas, algunos de ellos luego de un enfrentamiento entre porras de ambos equipos
frente al estadio Olímpico Universitario.
Por su parte, la Universidad Nacional Autónoma de México lamentó los hechos de violencia
ocurridos después del partido, a través de un comunicado en el que condenó todo acto que haya
puesto en duda la seguridad de los asistentes.
Cuando los integrantes de la porra Monumental del América eran desalojados por la Policía
Preventiva, un grupo de fanáticos de la Rebel de Pumas, saltaron una de las rampas del estadio
y lanzaron un petardo en contra del convoy americanista, lo que provocó la reacción de la policía
preventiva, que intervino para detener a los agresores, quienes desataron con ese hecho una
riña colectiva frente a la Rectoría de Ciudad Universitaria que duró poco más de 15 minutos y
que arrojó un saldo de dos policías y dos aficionados lesionados.
Tras el incidente se montó un operativo para detener a los aficionados que viajaban sobre el
toldo de los autobuses de la Red de Transporte Público, resultando 280 personas arrestadas,
que se sumaron a los 32 aficionados que fueron detenidos en los filtros instalados en las puertas
70
Con el argumento de que los trapos de las barras se había convertido en el
principal problema, debido a que el reciproco “afane” (es decir los asaltos, robos y
riñas para obtener las banderas insignia de barristas de diferentes equipos) y la
introducción de petardos, armas y otros instrumentos en su interior, la Federación
Mexicana de Futbol y algunos de los gobiernos estatales (especialmente el del
Distrito Federal), comenzaron una dura campaña que dio como resultado la
aplicación de una nueva ley, conocida como Ley para prevenir la violencia en los
espectáculos deportivos en el Distrito Federal, cuyo objetivo principal sería “que no
se altere la seguridad ni se ponga en riesgo la integridad de los participantes y
espectadores, [y aplicar] reglas en casos específicos derivados de la violencia en
torno a espectáculos deportivos” (Fernández, 2006b).
de ingreso al estadio, por diversos motivos. Los detenidos fueron puestos a disposición del juez
cívico número 23 en la delegación Tlalpan.
Al final del encuentro, otro grupo de aproximadamente 300 aficionados del América, fueron
escoltados al Estadio Azteca se concentraron en la calzada de Tlalpan en donde apedrearon a
automovilistas, donde la policía preventiva del sector Xotepingo los dispersó antes de otro
enfrentamiento.” (Fernández, 2005).
El último de los eventos es relatado así:
“Por lo menos 900 aficionados que asistirían al clásico de futbol capitalino entre los equipos
América y Pumas de la Universidad fueron detenidos por la policía preventiva y presentados a
los diferentes juzgados cívicos del Distrito Federal.
A partir de las 11:00 horas de ayer cuando inició el desplazamiento de aficionados hacía el
Estadio Azteca y conforme fueron detectados los camiones y microbuses alquilados y en cuanto
los fanáticos fueron sorprendidos viajando sobre el toldo de los mismos, lanzando papel picado,
agrediendo física o verbalmente a los transeúntes y tomando cerveza, los camiones fueron
detenidos junto con sus ocupantes.
A lo largo del domingo hubo detenciones simultáneas en varias delegaciones y los policías
debieron cuidar que los aficionados de ambos equipos no se juntaran en las galeras para evitar
enfrentamientos.
Un menor de edad fue detenido al ingresar al Estadio Azteca cuando llevaba escondido en un
tambor 50 bombas de humo, 100 ratones y 65 misiles, según informes de la policía preventiva.
Otros fueron detenidos por transportar droga o ingresar al Estadio Azteca en estado de
ebriedad, como fue el caso de unos 50 integrantes de la Rebel que fueron sacados de las
gradas para evitar provocaciones.
A las 19: 00 horas la SSP informó que la cantidad de detenidos era muy cercana a los 900 y el
foro de aficionados que ingresaron al estadio rebasó los 60 mil.
Para evitar que los integrantes de las porras Ritual del Caos y Monumental del América se
encontraran con la Rebel y Ultra, de los Pumas, la salida se espació hasta 30 minutos después
de terminado el partido” (Fernández, 2006).
71
Esta ley pretende, entre otras cosas, que los aficionados no ingresen a los
estadios con banderas, trapos, armas o petardos y al mismo tiempo obliga a los
clubes a registrar a todos los integrantes de sus porras y barras en un padrón,
además de exigirles que entreguen credenciales a los mismos. Ahondaré sobre
esto más adelante en el punto sobre la violencia, pero es importante señalar aquí
que el asunto de la “credencialización” de los integrantes de las barras se volvió
una de los asuntos principales para desarrollar el discurso “autogestivo” y
“contestatario” del RK, en la medida en que para ellos, las credenciales significan
el plegamiento a las directrices del club y del gobierno, contra quienes arguyen
estar en completo desacuerdo y enfrentamiento.
Mientras el crecimiento del RK, cuantitativa y cualitativamente tomó efecto en la
primera mitad de la década inicial del siglo XXI, La Monumental comenzó a tener
severos problemas. El fracaso del intento del ex-presidente del club, Javier Pérez
Teuffer, por crear una sola agrupación entre porras familiares y barras,
denominada “Nación Azulcrema” afectó directamente a La Monumental. Una
escisión más del grupo conocido como “La Fenomenal”, dio paso a la creación de
la más reciente de las barras americanistas: El Disturbio. Según algunos de mis
informantes, El Disturbio ha sido un velado esfuerzo de la directiva del club por
tener nuevamente el control de las barras, en especial de La Monumental. A
través de un nuevo nombre (y nuevos líderes), los dueños del club han
desaparecido prácticamente a La Monumental, dejando sólo su mote, ya que los
actuales líderes de El Disturbio son los verdaderos líderes de la otrora numerosa
barra Monumental. Se puede incluso asegurar que este desplazamiento de la
directiva ha buscado mermar al RK.
72
Una separación más de La Monumental, cerca del 2006, con la gente del RK,
mermó la base de aquella y fortaleció la posición del RK en la parte alta del
estadio. El túnel 48 del Azteca, desde entonces se ha convertido en el espacio
simbólico de actuación del RK; un espacio segregado, a partir de la nueva ley, por
cordones policíacos y de seguridad del estadio.
Cuando comencé mi investigación etnográfica a principios del 2008, me fue
muy difícil diferenciar entre las barras y sus discursos y prácticas. En la explanada
del Citlali, podía observar a los jóvenes de las diferentes barras reunirse más o
menos de forma “pacífica”, lo cual me dificultaba observar las diferencias que, con
un poco más de profundidad en la investigación, se pueden identificar.
Sin embargo, a mediados de 2010, en espera de un importante encuentro, en
compañía de tres de mis informantes claves, una “batalla campal” entre miembros
del RK y El Disturbio me hicieron comprender que las diferencias ente ambas
organizaciones era más fuerte de la que había pensado en una primera instancia.
El relato de este suceso y sus connotaciones serán abordados a continuación. La
historia del RK no ha sido exhaustivamente expuesta, pero el breve relato que he
realizado permite comprender un poco la lógica intrínseca a las barras
americanistas al momento de mi incursión etnográfica.
Masculinidad ritualera: el imaginario melodramático de la violencia, el
aguante y el descontrol
Ya había señalado con anterioridad que el RK asumió una posición de
radicalidad discursiva con la cual pretenden distinguirse y separarse de las demás
barras del América, de las porras familiares, de la directiva del club y de las
instancias gubernamentales, especialmente de la policía. Los apelativos con los
73
que se ha identificado al grupo así lo demuestran, comenzando con el nombre de
la agrupación: RK. La utilización de la “k” en lugar de la “c”, ya da cuenta de ese
afán diferenciador de las normas, incluyendo las ortográficas.
La agrupación se atribuye un buen número de denominaciones que están
vinculadas a una lógica de fortaleza, desorden, abuso, virilidad, poder, astucia,
embriaguez que denotan
una clara lógica masculina y masculinizante: “Los
Patanes”, “Los Ritualeros” (este apelativo lo he visto inscrito en gorras estilo
beisboleras y estilizado a semejanza del logo de la serie de televisión “Los
Sopranos”, que en lugar de la “r” se ve una silueta de una pistola, ver imagen a
continuación), “La Mafia del 48”, “Violentos por Naturaleza”, “La Banda que Nunca
Abandona”, “La Barra que Manda en Dos Países”, “Los Más Bravos”, “Los
Famosos RK”, etc.
Figura 2. Los Ritualeros
A mediados de 2010, como he comentado, presencié una batalla campal entre
integrantes del RK y de El Disturbio. En algún sentido, se podría decir que el
motivo de la riña sería secundario, ya que como la mayoría de las peleas que se
suscitan en este medio, son causadas por aspectos que pueden entenderse como
irrelevantes: rumores o agresiones verbales, por ejemplo. Pero esto es precisa y
74
paradójicamente lo que le da notabilidad al “motivo” de las riñas, es decir, su
aparente irrelevancia. Lo cotidiano y banal es precisamente el espacio social de lo
melodramático y sus efectos.
En este caso, la riña fue causada por un roce físico, un pequeño encontronazo
corporal entre integrantes de un grupo con otro. Es notable que los roces físicos,
tan comunes en otros espacios, como en el transporte público o en la calle, aquí
pueden (y en algunos casos deben) tomar una dimensión y un cariz de
enfrentamiento y exacerbación corporal. Como se dice en el argot popular, ambos
individuos se “cantaron el tiro”, es decir que explícitamente manifestaron sus
intenciones de pelea. Así, la riña uno a uno comenzó rápidamente. Sin embargo,
más rápido que el inicio de la pelea individual, la riña colectiva tomó lugar. Yo
reconstruí los hechos a posteriori, ya que la velocidad con la que se desarrollaron
no me permitió captar la disputa, que por su dimensión me hizo correr a un lugar
seguro.
Desde ese lugar pude observar cómo ambos bandos tomaron piedras, objetos
contundentes, palos de madera y de PVC y los arrojaban con frenesí. Obviamente
se intercambiaron puñetazos y patadas. La policía comenzó una redada y al final
de la disputa atrapó a varios individuos que en primera instancia pensé eran de
ambos bandos. Sin embargo, Mauro, con quien yo me encontraba ese día, me
explicó después que en realidad a los únicos a quienes había aprehendido la
policía eran miembros del RK: “Sólo agarraron a unos seis o siete del RK. Del
Disturbio no apañaron a ninguno. Es que esos cabrones están coludidos con las
autoridades del estadio y de la policía. Por eso siempre se van a sobre los del RK
y les echan la culpa de todos los desmadres”, me dijo con mucha seguridad.
También me enteré de que el protagonista de la riña era El Astivia, hermano de
75
Efraín y conocido por ser uno de los integrantes del RK con más “aguante” y
disposición para los enfrentamientos. En efecto, el motivo inmediato de la disputa
fue una aparente nimiedad, pero en el fondo subyacen muchos elementos de
mayor alcance y que a continuación abordaré.
En primera instancia es menester reflexionar sobre un elemento que, desde mi
punto de vista es sobresaliente: la práctica de la masculinidad, llevada a cabo en
contraposición a la de la femineidad, caracterizada ésta como débil física y
moralmente, sin aguante. Inscrita (y reforzando dialéctica y recíprocamente por el
neoliberalismo) la práctica masculina más notable en los jóvenes barritas del RK
se identifica por medio de varios conceptos y prácticas. El más conspicuo es el
“aguante” (y probablemente englobe a los demás), pero no es el único, ya que
otros como la “locura”, la “pasión”, el “colorido”, el “descontrol/desmadre”, el
“topón”, el “afane”, la “patanería”, la “mafia”, el “sentimiento”, la lealtad, el orgullo y
el honor dan cuenta de las múltiples facetas del desarrollo de una masculinidad
construida socialmente e incorporada (literalmente en los cuerpos de y) por los
integrantes del RK.
La conexión social entre neoliberalismo y el concepto y práctica del “aguante”,
tiene que ver con muchos factores. Hay que recordar que el neoliberalismo de los
años 1990 se consolidó como una ideología político-económica hegemónica en
México,
con
devastadoras
consecuencias
en
los
ingresos
monetarios,
prestaciones sociales, derechos humanos y formas de organización social (laboral,
principalmente) de la clases populares mexicanas, primordialmente la urbana en
76
las primeras etapas de inserción en el mercado trabajo28. Con la caída de cerca
del 70% en el poder adquisitivo del salario mínimo, las familias tuvieron que
ocupar a los más jóvenes en actividades laborales remuneradas, desplazándolos
de la escuela. Según Fernández-Vega en México, desde la década de los 1990:
No sólo no crecieron las remuneraciones al trabajo, sino que, por el
contrario, aumentaron las retribuciones al capital: en 1994 la masa salarial
representó el 35.26 por ciento del ingreso total de nuestro país, para
descender en 2009 a sólo el 29.3. En México el excedente empresarial
representó 61.6 por ciento del ingreso total en 2009. Lo anterior se confirma
con la pérdida de 75 por ciento en el poder adquisitivo del salario mínimo
mexicano de 1976 a 2010, resultado de un aumento en los precios de 26
por ciento en promedio anual, contra 21 en el salario mínimo nominal.
(Fernández-Vega, 2010).
Otro efecto, de los más claros, es el debilitamiento del sindicalismo mexicano y
las consecuentes disminuciones en las prestaciones y derechos sociales y
colectivos29. De esta forma, la llamada economía “informal” con nulas o pocas
prestaciones sociales; la venta de drogas; el poco estímulo del crecimiento
educativo y (su vocación productivista y competitiva) han generado cambios
radicales en las formas de organización social y sus expresiones culturales.
28
“Muchos años de investigaciones realizadas por científicos sociales (antropólogos, sociólogos,
sociodemógrafos y economistas) tanto en las grandes metrópolis del país como en ciudades de
tamaño medio, muestran que los hogares mexicanos han recurrido al empleo de la fuerza de
trabajo para evitar los efectos de las crisis sobre sus niveles de bienestar. Apoyándonos en el
conocimiento acumulado, podríamos sostener que la intensificación del esfuerzo productivo de los
hogares es una consecuencia directa del deterioro en las condiciones económicas de los sectores
más desfavorecidos del país, quienes, para defender sus precarios niveles de vida, no tienen otra
opción que recurrir al trabajo femenino, de los viejos, y de los miembros en edad escolar” (Cortés,
2001)
29
“Durante los años ochenta y noventa del siglo pasado el pacto corporativo entre los sindicatos,
los empleadores y el Estado se resquebrajó. México abrió su economía tanto en el ámbito regional
como en el internacional. De esta manera, la política económica nacional dependió de las
exportaciones, principalmente a Estados Unidos, y la atracción de inversión extranjera para
estimular la economía y el sistema productivo. En suma: un sistema económico en el cual el poder
e influencia de los sindicatos fue perdiendo fuerza progresivamente, ya que el funcionamiento de
este modelo los excluía” (Zepeda Martínez, 2009).
77
Pero un efecto (y causa simultánea del poder ideológico y cultural) del
neoliberalismo ha sido la exacerbación de las prácticas y discursos consideradas
como riesgosos30 (los cuales van, por supuesto en conformidad con la clase
social) y corren de la mano con las tendencias al riesgo financiero y la
desarticulación del discurso de la seguridad social y colectiva enarboladas por el
sistema del Estado benefactor. Por ejemplo, los jóvenes ricos o con mayores
recursos económicos experimentan el riesgo por medio de la práctica deportiva
extrema (montañismo, raffting, descenso de montaña en bicicleta, etc). Sin
embargo, los jóvenes de clases bajas o pobres han aumentado sus experiencias
de riesgo a través del excesivo consumo de sustancias y de alcohol, además de
someterse a peleas callejeras y en los estadios.
“Sí, he estado en un chingo de peleas”, me dijo El Chetos en una ocasión.
“Hace unos años, aún más”, me señaló con cierto orgullo. El Chetos, uno de los
integrantes más respetados del RK, es un joven de 22 años y fundador del mismo.
Es un hombre corpulento, incluso gordo, que gusta de llevar pantalones cortos y
camisetas sin mangas. Puedo decir que todas las veces que he conversado con
él, me parece tranquilo, ecuánime e inteligente. Sin embargo, no todas las
relaciones que guarda y las actividades que realiza son tan pasivas. “Hace unos
días, el Efraín que se pone bien (sic) loco”, me dijo. “Ya estaba muy pedo
30
Las prácticas y los discursos del riesgo “[...] funcionan en un contexto ideológico a la par que
reconocen y desconocen diferencias de clase en la toma de riesgo y sus consecuencias. Pero
también funcionan como recursos para la auto-configuración. En este sentido proveen experiencias
prácticas, ideas y narrativas alrededor de las cuales se generan y popularizan nuevas
subjetividades. Incluso aquellos que leen acerca de o ven deportes extremos, estas actividades
producen imágenes que los obligan a valorizar aquellas características de los sujetos más
valorados en el liberalismo avanzado. Estos discursos no son, sin embargo, simples anuncios de la
ideología dominante, sino un lugar de disputa en el que se crean nuevas subjetividades acordes a
las nuevas formas de gobernabilidad y al nuevo estatus que tiene la toma de riesgo. Éstas
proveen, como ya lo hacían, de acceso y visibilidad a ciertos tipos de mentalidad, destrezas,
relaciones y objetivos” (Simon, 2002: 180-181)
78
(borracho) y de repente que se pone a romper los cristales de coches que estaban
estacionados en la calle por la que estábamos caminando. Imagínate, rompió ocho
y nadie lo podía parar. ¡Ocho cristales, loco! ¡No manches, son un chingo y lo que
hubiera costado si nos apaña la tira!”31, aseguró con una gran sonrisa en su rostro.
“¿Y por qué los rompió?”, le pregunté. “Pues nada más; por el desmadre, por la
locura. Ya sabes, cuando activas32 y chupas,33 te descontrolas”, me dijo entre
risas. A mí me dio la impresión de que esas risas denotaban complicidad y que
probablemente Chetos también participó en la ruptura de los cristales. No
obstante, un aspecto que debe recalcarse de su relato es el de su permanencia al
lado de su camarada, a pesar del riesgo que él corría al estar ahí. “Hay que
aguantar, carnal”, sentenció. “Si la tira se aparecía teníamos que estar ahí”,
finalizó.
En un relato más de otro de informante, “aguantar” es una forma de solidaridad,
pero una especial, la cual requiere mostrar, demostrar y, en muchos sentidos,
provocar, buscar e inflingir cierto daño al cuerpo propio y/o ajeno. El informante
relata:
Pues mira, como te dije anteriormente, yo llevo cinco años en la barra. A mí
ya no me tocaron esas épocas donde en verdad se vivían peleas y
acciones cabronas. El movimiento ya había tomado un rumbo más
tranquilón (sic). Pero, sí recuerdo que recién empecé a ir a la barra, en un
partido América contra el Atlas, de regreso, en el metro General Anaya,
habían agarrado a Efraín. La verdad no se por qué. Todo eso adentro del
metro. Entonces la banda se salió del metro. Éramos unos quince. Lo
bajaron a los torniquetes porque ya le habían hablado a la patrulla, y Efraín
quiso zafarse y nos empezamos a pelear contra la policía. Ellos [la policía]
eran unos diez. Logramos zafar a Efraín y de ahí nos tocó correr. Yo iba
31
La policía.
Inhalar solventes.
33
Beber alcohol.
32
79
corriendo, y un güey34 se cayó. Él me trató de agarrar y me logré quitar y
por ayudarlo a pararse pues la policía nos agarró; nada más a él y a mí.
Recuerdo a ese compadre. Era el Ze Nene. La policía nos agarró de
pagadores por la vergiza35 que les habíamos dado. Nos empezaron a pegar
y después nos subieron a la parte de arriba del metro. Ahí había un cuartito
y nos metieron. Nos agarraron a toletazos y zapatazos. De todo. A mí me
quebraron la clavícula y ahí nos tuvieron como una hora. Nos abrieron las
puertas y nos dijeron: “Tienen cinco minutos para irse”. Y pues a correr.
Esa experiencia sí me marcó machín36. Me ayudó a saber que siempre hay
que estar bien pilas37. No me arrepiento porque me agarraron por ayudar al
compadre. Si me volviera a pasar, ¡lo vuelvo hacer!
Queda claro que sin solidaridad, lealtad y (muy importante) visibilidad del daño
y del sacrificio, el aguante de este barrista no tendría ningún valor. En términos
generales, las acciones de “violencia”, físico-corporales o simbólico-discursivas de
los ritualeros tienen una teleología, es decir una racionalidad encaminada a la
consecución de fines ulteriores dentro y fuera de la barra. Para ello, las acciones
deben ser “vistas”, es decir, deben ser notables y entre más daño al cuerpo y/o a
la mente del ritualero, mayor reconocimiento recibirá de sus contrapartes. “Me
quebraron la clavícula” es una declaración que busca el reconocimiento, la
visibilidad del hecho por el que el declarante ha pasado. En el relato, sin embargo,
no todo es grandilocuencia: A Efraín lo atrapó la policía y la respuesta de los
ritualeros fue darle una “vergiza” a la tira y él tuvo que “pagarla” con una golpiza y
un hueso roto. La clavícula fracturada es un “trofeo” de guerra que puede y debe
ser expuesto. Con ello, dentro de la (auto-negada) jerarquía del RK, los
integrantes van ascendiendo en la escala. Ese es precisamente el fin último: la
persecución de posiciones más altas, lo cual repercute en un estatus de prestigio y
34
Tipo.
Golpiza.
36
Mucho, con gran fuerza.
37
Atento.
35
80
en la ampliación de las redes y conexiones para la obtención de recursos que
incrementan recíprocamente el goce mismo del cuerpo a través de drogas, alcohol
o la adrenalina del enfrentamiento físico y verbal, además de dinero y recursos
económicos derivados de los anteriores. En todo caso, esos “trofeos” apuntalan la
práctica de una masculinidad envalentonada y despreciativa de cualquier (real o
imaginaria) debilidad, asociada a la homosexualidad y/o a la feminidad.
El 14 de abril de 2010, América enfrentó a los Pumas de la UNAM. Ese día
asistí al Estadio Azteca con Dany. Nos quedamos de ver en su casa, por lo que fui
por él en mi automóvil. Él se mostraba especialmente nervioso, ya que el partido
contra Pumas es de mucha intensidad. Llegamos a las afueras del estadio y
conseguimos los boletos. Entramos por la explanada de Tlalpan, y previa revisión
subimos al túnel 48. Este es uno de los partidos con mayor convocatoria y que
potencialmente puede generar enfrentamientos de gran escala entre los
aficionados de ambos equipos, por lo que el Gobierno del Distrito Federal
despliega una cantidad muy grande de elementos policíacos. Las medidas de
“seguridad” alrededor y dentro del estadio son muy notorias. Como en todos los
encuentros, el núcleo del RK planea una acción de “colorido”. El “colorido” es un
concepto un poco vago, que incluye desde arrojar papelitos de colores a la
cancha, hasta acciones consideradas como peligrosas (e incluso ilegales) como la
utilización de petardos y fuegos artificiales. Yo había escuchado y leído (en las
páginas de internet por las que se ponen de acuerdo los integrantes del RK) que
se llevaría a cabo una acción “nunca antes vista en alguna otra cancha del mundo”
(usuario criminal_soccer en Fotolog).
De la misma forma que en otros encuentros, la revisión y cateo personal hasta
la zona alta del estadio fue exhaustiva por parte de la policía. El partido, por
81
haberse realizado a media semana y no contar con las mejores alineaciones de
los clubes, no atrajo el número de aficionados que yo pensé. De cualquier manera,
la tribuna del 48 contaba con un regular número de asistentes. Dany, una vez en
la tribuna, se alejó de mí y fue con sus camaradas. Los ritualeros cantaban a
capela, ya que el ingreso de los instrumentos musicales ha sido un problema
constante con las autoridades del estadio. En la cancha, los equipos todavía
realizaban sus ejercicios de calentamiento. De forma sorpresiva, las mascotas de
ambos equipos, “Agui” (del América) y “Goyo” (de los Pumas) ingresaron a la
cancha para jugar unos tiros de penalty. Después, “Goyo” organizó y coordinó el
grito de guerra de los Pumas: un “Goya”. Los ritualeros observaban con molestia
la acción y gritaban y cantaban lo más alto que podían para ocultar la acción
coordinada de los aficionados Pumas. Los ánimos eran a cada momento más
efusivos. El partido comenzó y los equipos simplemente no estuvieron a la altura
de las expectativas y se mostraron bastante tímidos. En las tribunas, por el
contrario, la “batalla” fue mucho más intensa. Los cánticos de un lado y del otro se
alternaban y traslapaban en un constante escándalo.
Diez minutos después del inicio del primer tiempo, los instrumentos musicales
del RK finalmente aparecieron por el túnel 48. Mientras eso sucedía, un gran
contingente de ritualeros seguían al Chetos y a otros líderes de la “primera línea”.
Su movimiento fue rápido y de alguna manera sospeché que la acción planeada
estaría por realizarse. Pasaron algunos minutos, cuando de pronto, en medio del
contingente ritualero, justo arriba del portal del túnel 48, una gran nube blanca se
formó. No existió ninguna explosión, por lo que no podía ser humo, además de
que nadie corrió desaforadamente. Por el contrario, gritos de euforia secundaron a
82
la nube. La policía comenzó a movilizarse, pero el asunto pareció no pasar a
mayores.
Yo salí unos minutos antes de finalizar el encuentro. Al siguiente día me
comuniqué con Dany y le pregunté qué había sucedido. Él me comentó que la
“acción de colorido” consistió en introducir seis extinguidores que fueron activados,
lo cual provocó la nube. También me dijo que al final del encuentro, en la salida
del túnel 48, se suscitó un “moderado” enfrentamiento con la policía, pero que en
las cercanía del estadio Chetos y otros dos jóvenes integrantes del RK fueron
aprehendidos por la policía, acusándolos de la introducción de dichos
extinguidores e imputándoles una lista de cargos: daño a propiedad ajena,
lesiones e incluso “tentativa de homicidio” (en palabras del propio Chetos).
Cuando charlé con Chetos al respecto, él se mostraba muy orgulloso de la acción
realizada y de haber sido arrestado por la policía. “Nos pasamos de verga 38”, me
dijo con una mirada de satisfacción y orgullo. “Seis extinguidores. ¿Te das cuenta
de lo que eso significa?”, me preguntó. “¿Y cómo los pasaron?”, le cuestioné.
“Mmm..., ese es el secreto ¿tú cómo crees que lo hicimos? Piensa mal y vas a
acertar”, sentenció lacónico y presumido. Desde mi punto de vista, la colusión con
la policía era evidente. Algún mando de la policía debió saber lo que estaba
pasando, ya que de otra manera no hubiese sido posible la introducción de los
extinguidores.
También me comentó que a él y a un par más de jóvenes los arrestaron y los
mantuvieron con el ministerio público por más de veinticuatro horas. “Pero eso es
lo de menos. Lo importante es que nadie dijo nada. Todos aguantaron vara”,
38
Se excedieron.
83
aseveró. Continuó: “Y eso que nos estaban acusando de una cantidad de
mamadas39 que ni te imaginas: hasta de intento de homicidio, ¿cómo ves? Decían
que el polvo de los extinguidores puede matar a alguien. Al final también dijeron
que se había dañado el pasto de la cancha, que se había quemado y que costaba
varios millones de pesos. Puras mamadas, carnal”. Al final, los dejaron libres, pero
Chetos tuvo que pagar una fianza de $30 mil. Para tal efecto los ritualeros
organizaron un “vaca”, es decir una cooperación monetaria.
Algunos de los puntos destacables del relato son: 1) Que las llamadas acciones
de “colorido” son usadas como parte de una lógica de disputa con las barras
rivales, pero en el caso del RK también lo son en contra de la autoridad y los
dueños del club, por lo menos discursivamente.
En segundo lugar la disputa discursiva en contra de las relaciones “verticales”,
igualmente identificadas por los ritualeros como prácticas de viejo cuño (casi de
corte priísta). En una ocasión, a principios de 2011, entrevisté a Chetos y Pete, en
un bar cercano al Monumento a la Revolución. Tomamos una cuantas cervezas y,
para efectos de este apartado, lo más sobresaliente fue la forma en que Chetos
literalmente sometió a Pete por medio de la gestualidad y las miradas. Chetos y
Efraín son muy enfáticos al decir que el RK “no tiene capos (líderes) y es de
todos”. Sin embargo, durante la charla, Chetos siempre inhibió la participación de
Pete. Cuando yo preguntaba o comentaba algo, aludiendo a Pete, Chetos
extendía su mano y brazo frente a Pete, en señal de que debía callar. Al pretender
contestar algo, Pete siempre miraba a Chetos y éste, devolviéndole el mensaje,
39
Asuntos fuera de lugar, en este caso.
84
asentía o negaba la intervención de aquel. En una sola palabra, la jerarquía de
Chetos sobre Pete fue absoluta.
El discurso de los líderes del RK pretende engarzase al de la horizontalidad,
igualdad y democracia en torno a la toma de decisiones, pero la realidad es muy
distinta, en la medida en que las jerarquías (si bien no están estipuladas
formalmente) sí se plantean de muchas maneras. Un ejemplo de ello nos lo ofrece
un mensaje que Efraín mandó a través de la red social llamada Fotolog. En ese
mensaje, Efraín, llama “coordinación” a lo que evidentemente es liderazgo y
jerarquía interna, fuertemente territorial.
Sin embargo, este apartado no versa sobre la organización ni la coordinación
del grupo, así que el análisis de este mensaje será abordado más adelante y por
lo pronto abordaré un aspecto más del amplio concepto de la masculinidad
barrista de los jóvenes ritualeros: la música y los cánticos.
Para los ritualeros, el cuerpo sin movimiento es un cuerpo “amargo” y mediocre.
El cuerpo debe moverse exagerada, alcocada y “pasionalmente”. Es un cuerpo en
“resistencia”. El cuerpo del ritualero es la materialización de una moralidad
masculina que se mueve en la ambigüedad discursiva del descontrol, por un lado,
y la racionalidad de la violencia homofóbica y misogina, por el otro. El descontrol
es expresado vehementemente por el uso intensivo y extensivo de sustancias
(alcohol, solventes y/o pegamentos primordialmente) y toma lugar en las tribunas
brincando, agitando los brazos, desgarrándose las cuerdas vocales.
La racionalidad de la violencia no sólo se expresa mediante golpes y riñas, sino
que se consolida en expresiones marcadamente racionales, organizadas y
tecnificadas, como la musical.
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En el argot barrista suramericano y trasladado al mexicano, la murga es la
organización musical por excelencia para alentar a los equipos de futbol desde las
gradas. En esencia, una murga está compuesta por instrumentos de percusión
como bombos, platillos y tarolas, aunque puede incluir algunos metales como la
trompeta o el trombón. El efecto de la musicalización de las prácticas de los
ritualeros es sobresaliente y en buena medida, la exacerbación del “sentimiento”
sólo se puede realizar a través de la música. En alguna ocasión que la directiva
del club no dejó que el RK ingresara ningún instrumento musical, uno de los
integrantes me comentó que el partido no iba a ser igual sin la música. Para ellos,
el colorido que genera la sincronización de movimientos al ritmo de la música es
una forma básica de expresar el amor por el club.
La murga del RK es llamada “Los Rompe Canchas”. En abril de 2010 fui
invitado por Dany a un ensayo de “Los Rompe Canchas”. Él me citó a las afueras
del estadio Azteca. Ese día, cuando arribamos al Citlali, punto de encuentro, ya
estaban unos seis o siete jóvenes ritualeros. No fue hasta que Chetos llegó
cuando el grupo se movió al lugar de los ensayos, en casa de uno de los
integrantes, ubicada a unas cuantas cuadras del estadio.
La casa tenía un patio amplio y en uno de sus costados se encontraba un
pequeño cuartito que servía de bodega para los instrumentos y otras cosas como
banderas del RK. Chetos daba las indicaciones de qué hacer. “Saquen los
instrumentos, ¿no?”, le dijo al dueño de la casa, quien rápidamente juntó al grupo
para sacar todos los instrumentos.
En esa ocasión pude contar cuatro bombos, un tambor y una tarola. Además un
trombón y una trompeta. Los bombos tenían inscritos el número “48” de un lado y
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en el otro la leyenda “Los Rompe Canchas” y el escudo del club América.
Técnicamente, el más avanzado de los integrantes era el propio Chetos, quien, a
pesar de ser el más experimentado, carece de una formación musical. El ensayo
se basó sobre un arreglo muy elemental de la famosa melodía del “Negro José”.
La coordinación rítmica fue muy limitada durante todo el ensayo, sin embargo,
después de una hora, la melodía fue interpretada con cierta consistencia.
Una vez que la murga logra la musicalización, antes de los encuentros se
distribuyen las letras de las canciones, además de las que ya se consideran como
parte del repertorio. Durante los encuentros, la música funge como uno de los
elementos principales del “colorido” y la fiesta en la gradas. Por obvias razones, la
música logra una sincronización de movimientos, lo cual genera una fuerte
sensación de pertenencia colectiva. Al ritmo de las melodías, los ritualeros
brincan, se balancean, realizan ademanes y, por supuesto, cantan. Pero los
cantos no están vacíos de contenido. Son una mezcla de autoafirmación
(referentes al aguante, la locura, la pasión, el amor, la embriaguez o el exceso) y
de desprecio hacia los seguidores contrarios (generalmente revestido de
homofobia y misoginia). Si las letras de las canciones originales se refieren al
amor romántico entre hombres y mujeres, en las canciones del RK ese amor es
sustituido por el que tienen hacia el club. Ese amor, siempre es considerado como
verdadero, original y, podría decirse, inmaculado.
Jugando bien o jugando mal,
yo te quiero.
No me importa nada, nada.
Te vengo alentar.
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Discursivamente es un amor inconmensurable, ajeno a las veleidades de la vida
diaria, pero paradójicamente inscrito en la dimensión de la vida cotidiana. El amor
que los ritualeros expresan en sus canciones raya en el martirologio. Es pasional,
desbordado y exhaustivo:
Vamos, vamos Crema
Ponga muchos huevos
Que juntos la vuelta vamos a dar.
Que esta banda loca
Te sigue alentando hasta el final
Hace referencia al corazón, el cual se idealiza como el órgano pasional por
excelencia, y que tiene que acelerarse y explotar de pasión por medio del
movimiento continuo, los gritos y hasta el llanto;
Mi corazón pintado bicolor
Te quiere ver campeón
De igual forma el amor desmedido exige virilidad al equipo, el cual debe poner
todos sus esfuerzos y fortalezas en consecución de la victoria y satisfacción de los
seguidores:
Vamos azulcrema con huevos vaya al frente,
de corazón te lo pide esta gente.
Seguirte a todos lados esa es mi ilusión
de mi corazón.
Todas estas canciones y melodías tienen una gran influencia por parte de
grupos profesionales. La influencia de agrupaciones musicales suramericanas es
notable. Entre los grupos preferidos de los ritualeros podemos citar a “2 Minutos”,
“Ataque 77”, “Auténticos Decadentes”, “Cartel de Santa”, etc. Estos grupos son de
diferentes géneros musicales, pero sus composiciones redundan en temáticas que
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son del agrado (y podría decir, del culto) de los ritualeros y las cuales redundan en
las conductas (por lo menos en los discursos) que los ritualeros quieren imponer.
“2 Minutos”, por ejemplo, es una agrupación argentina de música punk cuyos
títulos de canciones son, entre otros: “Amor suicida”, “Borracho y agresivo”,
“Vómito bar”. La canción describe en unos cuantos versos el encuentro de un
hombre y una mujer en la plaza. Ella esta bebiendo. Él la aborda y conversan. La
última estrofa de la letra de “Amor suicida” es la siguiente:
El tiempo corría; la verdad no avanzó.
Ella me dio un beso y se despidió.
Caminó unos pasos y un arma sacó.
Yo le pregunte: “¿Nena qué vas a hacer?”
No me respondió,
y el gatillo ella apretó.
En las afueras del estadio es común encontrar camisetas con la leyenda: “Amor
suicida” en referencia al club América. Un informante del RK señala, al invitar a un
concierto de este grupo en la ciudad de México: “2 minutos fue de los primeros
grupos que cantaron dedicando letras a la gente que para en las (gradas)
populares, alentando. Su símbolo nunca falta en las rejas de las canchas de
Latinoamérica y sobre todo sudacas (suramericanas). Nunca faltan las batallas en
su conciertos entre barra rivales”.
Figura 3. Amor suicida
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En el Fotolog de uno de los integrantes del RK, aparece la siguiente fotografía:
Figura 4. BoRrAcHoZ & AgReCiVoZ
La noche es muy larga sin pericos ke platiken
La referencia a los “pericos que platiquen” es muy clara: se relaciona a la
cocaína, que entre otros nombres, cuando es inhalada recibe el nombre de
“perico” y es sacada la letra de una canción de otro grupo: Cartel de Santa, al cual
nos referiremos más adelante. Pero el hecho aquí es que el título de esta
fotografía está vinculado a la canción homónima de “2 Minutos”: “Borracho y
agresivo”, cuya letra es la siguiente:
Otra maldita noche más, llegaste puesto a tu hogar.
Tus críos dormidos están, y tu mujer te dice:
“Borracho otra vez, ¿vos querés comer?”
El plato de guiso de ayer, recalentado otra vez.
Y en la damajuana no hay nada que beber.
Te estás poniendo nervioso otra vez.
Borracho y agresivo.
“Cartel de Santa” es otro grupo de gran influencia entre los ritualeros. Este
grupo tiene un estilo “hip-hop” y las letras de sus canciones hablan (y hacen
apología) de sustancias ilegales, la violencia, el alcohol. Una de sus canciones,
90
que uno de los ritualeros me comentó es de sus favoritas es la que se llama
“Súbele a la greibol40”. Esta canción es un panegírico bastante elemental sobre el
uso del alcohol y las drogas (la cocaína) y de la violencia física que normalmente
se relaciona a ellas, especialmente entre los varones:
Súbele a la greibol.
Sírveme un Black Label [...]
pa’ bajar el pase porque ya me ando torciendo.
Compa, sáquese otra bolsa pa’ dormirnos el tabique
que ocupo que se aplique.
La noche es muy larga sin pericos que platiquen.
Llevo tres días sin dormir
y hoy quiero amanecerla aunque me sangre la nariz,
ya lo decidí.
No ve que ando dolido.
No pregunte el motivo porque luego no lo olvido [...]
La canción hace referencia clara al “aguante” del cuerpo varonil. Las frases:
“Tres días sin dormir” y “aunque me sangre la nariz” son evidencia discursiva del
aguante corporal que demuestra la resistencia varonil, tan preciada entre los
ritualeros.
De igual manera, el “reggaetón”, la “cumbia villera” y los llamados
“narcocorridos” son otras fuentes de recursos simbólico-musicales utilizados por
los ritualeros. El reggaetón, como es sabido, es una mezcla de estilos musicales,
con un marcado ritmo caribeño. La proclividad rítmica y las letras de las canciones
desenfadadamente misóginas, violentas y provocativas sexualmente, han
producido un fenómeno juvenil (poco estudiado, por cierto): los “perreos”. He
tenido conocimiento de que varios de los integrantes del RK son asiduos a estos
eventos, los cuales constan de la programación permanente de reggaetón y el uso
40
La “greibol” es la grabadora músical.
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intensivo de alcohol y “mona”. Los varones bailan detrás de las mujeres, que, de
espaldas y moviendo las caderas y el culo, rozan y frotan el pene de sus parejas.
Es particularmente interesante que la lírica del reggaetón establece a la ciudad,
en general, y a la calle, en particular, como los lugares en los que se
desenvuelven los jóvenes varones descalificados por la pobreza y la exclusión
(Flores, Zaire Zenit Dinzey. “De la Disco al caserío:Urban Spatial aesthetics and
policy to the beat of reggaetón”, Centro Journal, núm. 2, vol. XX, otoño, 2008). De
forma dialéctica entre la lírica reggeatonera, el discurso y práctica del aguante de
los ritualeros se consuma, por antonomasia, en el barrio, en la calle o en la fiesta
(o el estadio, para efectos específicos) y generalmente esta realización es en
contraposición a las mujeres o aquellos considerados como mujeres.
La cumbia “villera”, por su lado, es un género musical muy popular en la
Argentina. La sencillez de los acordes y las narraciones de sus letras, referidas a
la vida cotidiana en los barrios pobres y populares (también conocidas como
“villas”) de Buenos Aires es una fuente inagotable de
Otro recurso discursivo que da cuenta del aguante, el descontrol y el gusto por
la violencia, del cual he podido hacer seguimiento por medio de las redes sociales,
como Facebook y Fotolog, son las películas que los ritualeros consideran de culto.
Sobresalen algunas como Naranja Mecánica (A Clockwork Orange), El Padrino
(The Godfather), Caracortada (Scarface), ‘V’ de Vendetta (‘V’ for Vendetta) o
Asesinos por naturaleza (Natural born killers). Estas películas tratan, desde
diferentes puntos de vista, el tema de la violencia. Bajo cierta perspectiva, las
cintas recrean la violencia organizada (de pandillas y de gángster).
92
Figura 5. En referencia a la película Asesinos por naturaleza
Uno de mis informantes claves, de hecho, utiliza el seudónimo “Brasi” como la
forma en que se identifica en las redes sociales. (Luca) Brasi es el nombre de uno
de los personajes más violentos de la saga El Padrino y probablemente el único a
quien Vito Corleone (Marlon Brando) teme. Otro de mis informantes se hace pasar
en la red Facebook como Alex De Large (utilizando una figura estilizada del
personaje), el sicópata y ultraviolento protagonista de Naranja Mecánica. De forma
permanente, mis contactos hacen referencia a frases de estas dos u otras
películas. En sus perfiles de las redes sociales es posible observar cómo se
regodean con enunciados extraídos de esas cintas tales como: “La violencia
engendra violencia”, “Bueno, esto sí que ya es lo último. Lo último de verdad, sí.
Ya eres un asesino, pequeño Alex. Un verdadero asesino” (Naranja Mecánica);
“Cuida siempre a tu hermana de tu mejor amigo, podrías llevarte una sorpresita...”
(Caracortada) o “El único veredicto es la venganza, la vendetta, como voto y no en
vano, pues la valía y veracidad de ésta, un día vindicará al vigilante y al victorioso”
(‘V’ de Vendetta).
93
Figura 6. La venganza del Ritual
Después del fuerte conflicto, el cual desembocó en la escisión que he narrado,
Efraín escribió en su página personal, utilizando la imagen arriba insertada:
Esta imagen [tomada de la película Naranja Mecánica] ustedes la conocen,
ALEX le tubo que dar una leccion a sus drogos por quererlo rebasar, por
querer hacer cosas atras de su espalda, ESPERO Y NO TENER QUE
LLEGAR A PUNTOS violentos entre nosotros pero deben entender Y
SABER RESPETAR (usuario criminal_soccer de Fotolog).
Más recientemente, la película Hooligans se ha convertido en un referente casi
ineludible del estilo, el argot y las aspiraciones de los jóvenes barritas del RK. La
película, como su titulo lo indica, es un relato ficticio de una agrupación de fans
ingleses (hooligans) al futbol, extremadamente violentos y en permanentes
disputas con las bandas rivales y la policía. Un informante ritualero, alguna vez me
comentó que ellos no eran simples aficionados de futbol sino “verdaderos
obsesionados de la cultura de las barras y los hooligans”, haciendo referencia a
dicha película.
Un aspecto más de la utilización exacerbada del cuerpo trasgresor del cual los
ritualero hacen gala son los tatuajes, el cual nos lleva a otro aspecto, sobre el cual
94
no he podido ahondar, por lo que sólo habré de realizar un apunte: el culto a la
Santa Muerte. En mis visitas al estadio, he podido observar cómo es usual que
integrantes del RK anden con el torso desnudo. Es una clara y contundente
muestra de masculinidad, que se ve reforzada por los múltiples y variados tatuajes
que pueden observarse en sus cuerpos. Varios de ellos tienen tatuado el símbolo
del RK, un número 48 o algún otro símbolo que haga referencia a su pertenencia
o simpatía por el club América y/o el RK. Sin embargo, además de estos tatuajes
relativos al club, muchos de ellos tienen inscripciones religiosas y del culto a la
Santa Muerte.
Efraín se refiere a la Santa Muerte como la “patrona de todo el RK” y del barrio
del cual es oriundo, en la Delegación Iztacalco, al oriente de la ciudad de México.
Dice con orgullo que él es amigo en especial de “la banda que no para de tomar
en la semana” ya que “la Santa nos cuida” y además de pensar “todo el tiempo en
nuestro amado club América”, él y su grupo cercano “se emborrachan hasta
embrutecerse”. Muchos integrantes tienen tatuadas figuras de la Santa Muerte en
sus brazos o su torso.
Figura 7. Tú siempre nos cuidas
95
No obstante, algunos de los principales temas a los que hacen referencia los
tatuajes, como se ha visto con la música, son: el corazón y la “pasión”. Idealizando
y estilizando al corazón como el órgano “pasional” por excelencia, los tatuajes
combinan el concepto de un amor pasional, quemante, incontrolable por el club y
la noción de un corazón que corresponde a ese “sentimiento”. Asumiendo que la
pasión es una emoción “natural” e inherente a la esencia humana, los ritualeros
caracterizan su pasión por el club (en algunas ocasiones le llaman “sentimiento”)
como inevitable y fuera de la fuerza de la razón. Así, los tatuajes (como el de la
fotografía siguiente) representan corazones ardiendo e impulsados por el amor al
club, simbolizados por los colores y logotipos del club América.
Vale detenerse en esta conjunto de ideas desplegadas por los ritualeros y
expresada en los tatuajes: amor/pasión/sentimiento. Como lo he mencionado
respecto a la utilización que hace Magazine (2009) de la lógica del movimiento
Romántico, los integrantes del RK ven a la “razón” no como un obstáculo o
enemigo, pero tampoco como un fin per se. La razón y la racionalización
denodada de las prácticas y los procesos de apoyo al club serían vistas en
demérito absoluto del crecimiento de la pasión y el sentimiento, tan ligadas al ideal
de aguante, descontrol y locura. Además, la racionalización implicaría, según
ellos, una subordinación jerárquica a las directrices institucionales del club y los
diferentes ámbitos del gobierno. Es decir, racionalización y razón son asociadas
por los ritualeros a la jerarquía y, por ende al control institucional. Así, según
Efraín:
La barra del América [el RK], es una barra enferma, un poco loca pero
distinta a las demás. Nuestra dignidad y nuestro honor valen todas las
estrellas [campeonatos]. Nuestro destino no lo maneja nadie, somos
cautivos del cemento [las gradas] de atrás del arco. No tenemos líderes, ni
96
los queremos. Acá todos somos hermanos, todos somos iguales. Cada
domingo en la popular norte del Azteca, tratamos de darle al club más
grande y glorioso del país algo especial. Aunque nuestra directiva y la
policía nos traten de boicotear los sueños. No importa si jugamos contra
Gallos, Indios o Pumas. Tampoco importa si contra el Barcelona, River o el
Resto del mundo. Para el Ritual del Kaoz el resultado y el rival son lo de
menos.
Pasión, sentimiento, locura y enfermedad son todas categorías que dicen los
ritualeros vienen de “adentro”, desde el corazón (y para el corazón) y ningún tipo
de racionalización o jerarquía caben en la práctica moral para acrecentarlas hasta
lo máximo posible. Es obvio que ni la pasión, el sentimiento, la locura ni la
enfermedad son conceptos neutrales o puramente “biológicos”. Todas ellas están
inscritas en códigos sociales y culturales, pero al mismo tiempo esas categorías
son códigos sociales y morales con los cuales los integrantes se desplazan y
comunican. Si todos esos conceptos pueden englobarse en uno, ese sería el del
aguante, como ya se ha dicho. Pero el aguante es una decantación (podría
afirmar) corpórea del imaginario que le da sentido al futbol como espectáculo y al
espectador mismo como sujeto social activo.
Figura 8. Los RK
97
Según Aragón (2009) la violencia que expresan los aficionados argentinos al
futbol es todo, menos irracional. Interpreto a través de este autor que la forma en
que están estructuradas y codificadas las prácticas violentas y de aguante entre
los hinchas de la Argentina, implica que a su vez éstas sirvan como código de
relaciones sociales entre ellos. Pero al igual que con la violencia propiamente
dicha (es decir, física), los ritualeros también actúan racional y codificadamente
con la pasión, la locura y el descontrol. Asumir que la dimensión pasional se
contrapone a la racional es impreciso, por lo menos en cuanto al hecho de que la
pasión no es un “sentimiento”, sino un código, un bien valorizado (y valorizable) y
un efecto del propio del proceso de espectacularización. En otras palabras, el
amor pasional, el aguante, el descontrol, el colorido, entre otros conceptos que
apelan a la dimensión corporal y, por ende, irracional del sujeto, son precisa y
paradójicamente
los
conceptos
cultivados
por
lógicas,
racionalidades
y
(mayormente) moralidades bien codificadas. Como tales, estos conceptos son
valorizados e intercambiados en una mecánica a veces muy semejante a la del
mercado, en otras al de la reciprocidad, pero siempre bajo un mínimo de
racionalidad y teleologías muy concretas, nunca azarosas del todo.
El aspecto organizativo del RK
Si bien es cierto que el discurso del RK se basa sobre la lógica del aguante y
sus conceptos y prácticas asociadas, como el descontrol o el colorido, en efecto la
agrupación tiene claros rasgos organizativos y jerárquicos. El primero y más
elemental de los aspectos que denotan la jerarquía del grupo es la denominación
ya referida de la “primera fila” o “núcleo” del RK, actualmente liderado por el
Pardo. Sin tapujos, como ya también lo he señalado, ese petit comite es referido
98
como “La Banda del Pardo”, haciendo clara referencia al líder de la agrupación,
Efraín.
En mis primeros contactos con Dany, me advertía que al “núcleo” se ingresa
poco a poco y que muchas de las cosas que se expresan y dicen dentro de ese
círculo, sólo son del conocimiento de sus integrantes. Dany fue quien me comentó
que uno de los lugares de reunión al que asisten con mucha frecuencia es una
pulquería en el centro de la ciudad. Lo que realizan en esa cantina-pulquería, es
un nítido ejemplo de lo ambiguo y contradictorio del sentido discursivo y
pragmático del RK. Por un lado, el lugar es espacio de expresión del aguante
masculino, mediado por el consumo de alcohol y la realización de “ligues”
femeninos. Pero por el otro, es un espacio organizativo y de planeación. Dice
Efraín: “[Allí nos consiente] el dueño de la cantina, Don ‘Pifas’. [Y ahí], en esta
famosa pulquería, ideamos planes de la barra, toda la semana. Amigos y
enemigos acá nos pueden encontrar”.
Tal como he señalado, las acciones de los fines de semana son planeadas y
organizadas en el seno del “núcleo”. Generalmente, a través del internet o de los
teléfonos celulares, el “mero mero”, el “patrón”, es decir, Efraín, y los demás
integrantes del núcleo esparcen (casi siempre de forma parcial) la información de
la “acción” del fin de semana correspondiente. Arriba relaté acerca de la “acción”
que llevaron a cabo con algunos extinguidores, durante un encuentro contra los
Pumas. Algunas semanas antes de ese hecho, Dany me dijo que “algo grande” se
estaba planeado para ese partido. Por los medios de comunicación normalmente
utilizados por ellos (internet y celulares), El Pardo fue informando de la acción. En
su página de Fotolog insertó la imagen de un extinguidor y de una sombrilla
(inicialmente tenían planeado introducir sombrillas y extinguidores) y solicitaba la
99
cooperación de los “barrios”. De forma críptica, Efraín estaba dando a entender lo
que él y su grupo planeaban: la introducción de esos artefactos al estadio, con el
fin de generar la nube de polvo y abrir sombrillas que le dieran “colorido” a la
tribuna.
Pero ¿cómo se organiza la gente del RK? En primera instancia, hay una
organización territorial fundamental. Según la información a la que he podido
acceder, la mayoría de los jóvenes que se integran al RK provienen de barrios
populares. Un buen número de ellos vienen del oriente y nororiente de la ciudad:
Iztacalco, Iztapalapa, Aragón, Ciudad Azteca, Nezahualcoyotl, Pantitlán, Chalco,
Ixtapaluca y Ecatepec; del norte y norponienete: Naucalpan, Atizapán,
Azcapotzalco, Tultitlán y Coacalco; del poniente: de lugares como Mixcoac,
Magdalena Contreras, Álvaro Obregón; del sur: Coyoacán (Santo Domingo,
Culhuacán, Santa Úrsula), Tlahuac, sólo por poner algunos ejemplos. Para
quienes no están familiarizados con las zonas del Distrito Federal y su metrópolis,
éste
tiene
áreas
de
administración
política
denominadas
Delegaciones
(equivalentes a municipios), que a su vez se subdividen en colonias (barrios y
áreas residenciales). Azcapotzalco y Coyoacán son delegaciones que a su vez
tienen barrios como El Rosario y Santo Domingo, respectivamente. Estas dos son
barriadas populares en donde habita una gran cantidad de niños y jóvenes que se
incorporan a las barras americanistas (y de otros equipos).
Sin embargo, el “núcleo”, según me relató Isma, el fundador original del RK, no
surgió precisamente de los barrios populares, sino en universidades particulares
clasemedieras, como el Tecnológico de Monterrey. Al decir de su relato, él conoció
personalmente en esa escuela a fundadores de otras barras del Distrito Federal,
como los de la Rebel, que apoyan a los Pumas de la UNAM. Me comentó que
100
Tobías, uno de sus ex-compañeros, y ya desde aquellos años (finales de los 1990)
era asiduo al internet y a la televisión por cable, le planteó la idea de crear una
barra al estilo suramericano que apoyase al club América. Isma se vio tentado y
atraído por la idea, por lo que gustoso aceptó la propuesta. Como ya he
mencionado, fue así que se conformó La Monumental, una barra que por el gran
atractivo del club rápidamente creció en número y fuerza. Como también lo he
comentado, casi de manera inmediata surgieron las diferencias internas. Muchos
consideraron que Tobías era un tipo demasiado “cuadrado” y rígido, poco proclive
al “desmadre” y al “descontrol”. Pronto, rebasado por las circunstancias, Tobías
dejó la dirección de La Monumental. Isma asumió parcialmente su lugar, pero,
según su propio relato, su “ideología anarquista” también lo alejó de La
Monumental. Fue el momento de la creación del RK, una agrupación de menor
tamaño que La Monumental, pero que propugnaba por un “estilo” diferente de
apoyar al club, independiente de la directiva y con marcadas tendencias
“argentinas”.
Para lograr su objetivo, Isma se apoyó en un pequeño grupo, en aquel entonces
denominado “La Tremenda Monu”, casi todos oriundos del barrio de Santa Anita,
en la Delegación Iztacalco, muy conocido por ser un barrio bravo del Distrito
Federal. En ese grupo se encontraban Efraín, su hermano (El Astivia), Chetos y
algunos más. Como relata Efraín, la adscripción territorial era muy importante, así
que los trapos, en aquellos primeros años del siglo XXI, hacían referencia a los
lugares de origen de los diferentes grupos como el trapo del barrio de marras,
Santa Anita; o Santa Úrsula, Tepito, Villa de las Flores, etc., incluyendo colonias
clasemedieras como la Condesa o Satélite. Según un relato de Efraín, esta última
colonia (clasemediera por excelencia), estaba representada por los “Lobos”.
101
Pienso (y manifiesto que en esto especulo un poco) que la cercanía territorial
del “núcleo” concentrado en barrio de Santa Anita, le permitió la coherencia
organizativa al RK. La mancuerna Efraín y Astivia fue fundamental en este sentido,
ya que precisamente por ser hermanos y vivir en la misma colonia les otorgó la
posibilidad de planear las acciones del grupo. Isma me comentó que él buscó
integrar la “ideología anarquista” al grupo, de tal suerte que la autonomía respecto
a la directiva fuese un valor y una marca identitaria del RK, pero siempre
resguardando una base organizativa territorial mínima, básicamente a cargo del
grupo de Efraín. Fue éste quien logró consolidar a gente de Naucalpan, como los
ATC Vandals y los Chapis Boys.
Para la asistencia a los partidos en el Estadio Azteca, el RK ha mantenido una
relativa estructura que les permite ser visibles como agrupación. En un día
promedio de partido es normal que grupos provenientes de distintas partes de la
ciudad se junten en las salidas de sendas estaciones del metro. Así, por ejemplo,
los provenientes de la “zona oriente” se vean en el metro San Juan de Aragón. Los
del norte, de barrios de Naucalpan y Atizapán, se reúnen en una esquina de la
zona para de ahí salir al estadio; los de otras zonas norteñas de la ciudad se ven
en el metro Aquiles Serdán y así en los demás puntos de la ciudad.
Todo esto está planeado y organizado por el núcleo y realizado por los
diferentes líderes territoriales. Ellos reciben los boletos que son gestionados por
Efraín. Pero aquí hay que hacer un alto. Según lo dicho por los integrantes del
núcleo, el RK no depende de la entrega de boletos por parte de la directiva, ni
están afiliados formalmente al club, por lo cual no cuentan con credencial de
ingreso al estadio. Este es uno de los elementos de los que más se jactan. Sin
embargo, de alguna forma, la primera línea siempre cuenta con un “stock” de
102
boletos que ponen a disposición de los demás ritualeros. De hecho, sólo la gente
de la primera línea puede recibir las series de boletos y venderlas a sus allegados
a precios relativamente preferenciales. Uno de mis informantes me dio la versión
de que mediante las gestiones de una mujer muy cercana a los integrantes del
núcleo, el RK obtiene el stock de boletos quincenales para ingresar al estadio, ya
que ella trabaja directamente en el club América. Nunca pude corroborar la
historia, pero tampoco me parece imposible que esto fuese cierto, en la medida en
que los únicos canales por los que se pueden obtener los boletos son a través de
la taquilla o por medio de la directiva del club.
Un aspecto más en el que se refleja la organización centralizada del RK es la
venta de mercancía “original”. Chapis es uno de los encargados formales más
importantes de la venta de camisetas, gorras y demás artículos disponibles para la
venta del público en general. Los días de partido en el Estadio Azteca es posible
observar que algunos de los integrantes del RK, a las órdenes de Chapis, colocan
la mercancía sobre el suelo o en un puesto prefabricado que instalan ex profeso
antes de los encuentros. Desconozco las cifras y montos de venta, pero lo que es
notable es el esfuerzo organizativo y el establecimiento de reglas específicas para
la producción y distribución de la mercancía oficial. En su página personal, Efraín
señaló: “un aviso a aquellos que venden mercancia (sic) de la barra, ya sean
boletos o mercancia (sic) RK, por el momento QUEDAN SUSPENDIDAS LAS
VENTAS, HASTA PROXIMO (sic) AVISO” (usuario criminal_soccer de Fotolog).
Y es que la venta de mercancía (camisetas principalmente) del RK está
concesionada directamente por Efraín, mediante el pago de una cuota. Así lo
describe él mismo: “quien vaya querer alguna plaza o concecion para la proxima
temporada, tendra que haber dado la cuota a mi o a Chetos antes de que termine
103
este año. la cuota consta de $500 es igual para los gente que quiera comenzar su
proyectos o para los de antes, que tenian plazas [...]” (ver “Voz de la popular” en
Información del internet de la bibliografía)
Figura 9. El puesto de ventas del RK
Otra de las labores que Chapis realiza con regularidad es la de la renta de
vehículos para los viajes foráneos. Un torneo consta de diecisiete juegos por
equipo, por lo que en el caso del América, nueve u ocho se realizan fuera del
Estadio Azteca. En algunas ocasiones, dos de las vistas se hacen a estadios
dentro del propio Distrito Federal (Cruz Azul y Pumas), por lo que el equipo sólo
sale de la capital del país una seis o siete veces. Algunos de esos viajes son
realmente largos, como los que se realizan a Tuxtla Gutiérrez, Monterrey o
Torreón. Otros más son de menor kilometraje como los de las visitas a los equipos
Pachuca, Toluca y Querétaro. Sin embargo, todos ellos requieren de un mínimo de
capacidad organizativa y coordinación logística. La mayoría de las salidas son
104
iniciadas en el Monumento a la Revolución. Si es un viaje largo, la cita se realiza la
noche anterior al día del encuentro. Es decir, si el juego es el sábado a las 16:00
hrs. la salida es prevista a la media noche del viernes. Obviamente se pide una
cuota de recuperación (que variará según el trayecto), la cual es pagada por los
ritualeros antes de la salida y registrada acuciosamente por el Chapis o Pete,
encargados principales de la organización logística.
Los vehículos que se rentan también varían. Algunas veces, para los trayectos
cortos se rentan autobuses de “ruta”, es decir, autobuses de transporte urbano
cuyos chóferes están dispuestos a realizar el viaje. Pero estos camiones (como se
les denomina en México a los autobuses) de ruta también son utilizados para
viajes largos, lo cual es en una buena medida de gran incomodidad para los
pasajeros del RK. En algunas otras ocasiones y cuando prevén que el contingente
será pequeño, rentan camionetas tipo van, bastante bien equipadas y cómodas.
Algunos de mis informantes me han comentado que durante los viajes, los
ritualeros generalmente van consumiendo alcohol y/o inhalando solventespegamento, lo que hace de los periplos un momento muy importante para
expresar su aguante, ya que entre más consuman dichas sustancias se manifiesta
más el descontrol corporal, tan preciado entre ellos, y entre más largo y penoso el
viaje más posibilidades de mostrar su aguante y apoyo al club. Pero para efectos
de este apartado, lo importante es que viajar, además de lo anterior, también es,
simultáneamente una oportunidad del núcleo para demostrar sus capacidades
jerárquicas y organizativas. Por lo general, Efraín o alguien más del núcleo
colocan en diferentes espacios del internet los anuncios para viajar, además de
que se corre la voz de boca en boca al respecto. Por ejemplo, El Chetos anunció
por internet, para el viaje a Guadalajara de abril de 2011: “Mañana ultimo dia para
105
pagar su boleto del clasico..... Se tienen pocos asi que aprovechen ...240 $ La cita
es de 11 am a 1 pm en chabacano”.
También es posible ver carteles digitales en las diversas “redes sociales” como
el siguiente. Otro componente muy importante que denota el nivel organizativo del
RK son las reuniones generales. Éstas, como es de suponerse, son reuniones que
se realizan no sólo con los integrantes del núcleo, sino que en ellas participan
todos aquellos que quieran hacerlo. Al igual que con otras actividades las
convocatorias a estas reuniones generales se realizan de boca en boca y
mediante el internet. Estas juntas se realizan pocos días antes del inicio de cada
temporada, es decir, cada seis meses, aproximadamente. Asistí, invitado por
Chetos, a la que se llevó a cabo en el Monumento a la Revolución el día 4 de
enero de 2011. Esta reunión, según se leía en la página personal de Efraín en
Fotolog, tendría la siguiente agenda:
SE VIENE LA JUNTA GENERAL DE LA BANDA, NO SIN ANTES TENER
MIL CONVIVIOS EN ESTE DICIEMBRE CON MI COMBO. MARTES 4 DE
ENERO MONUMENTO DE LA REVOLUCION 7 PM. INVITADOS A LA
JUNTA TODOS LOS AZULCREMAS DE CUALQUIER BANDA QUE
QUIERAn CAMBIAR LAS COSAS CON ACCIONES Y NO PALABRAS, DE
ARRIBA CORREMOS A ROBA-CELULARES A LOS PORROS, Y LOS
QUE QUIERAN LUCRAR CON EL SENTIMIENTO DE LA BANDA,
iniciaremos un movimiento para unir a la hinchada azulcrema SOLO EN LA
POPULAR NORTE, la directiva de mierda que en estos años le ah
intentado quitar la grandeza al CLUB AMERICA ya no podra seguir
seperandonos con sus estupidas credenciales y estupidas porras por todos
lados (usuario criminal_soccer en Fotolog)
En efecto, el día señalado asistieron unos cien integrantes del RK. La mayoría
jóvenes varones, pero la presencia de unas quince o veinte mujeres era visible. El
comienzo de la reunión se retrasó hasta cerca de las 20:30 hrs., tiempo en el cual
106
varios de los ritualeros aprovecharon para beber cerveza o inhalar solventes y/o
pegamento. Cabe señalar que esta reunión fue precedida por una crisis muy
importante no sólo del RK (el cual recientemente había sufrido la notable
separación de uno de los integrantes del núcleo y un buen número de sus
integrantes), sino de la afición barrista americanista en general. Semanas atrás los
Pumas de la UNAM habían visitado al América. El partido lo ganaron los Pumas
(con lo cual obtuvieron su calificación a la liguilla) y en las tribunas muchos
pensaron que la afición universitaria había superado por mucho a la americanista
en su propia casa, lo cual fue percibido como una grave afrenta y humillación. En
el internet se generó una andanada de críticas a los dirigentes de las barras,
acusándolos de la debacle. En ese tenor, el núcleo del RK “retó” a todos los
críticos a asistir a su reunión para que estos propusieran “soluciones”.
Sin embargo, más allá de esa coyuntura, la reunión de comienzos de 2011 me
permitió observar de primera mano características que yo identifico como
fuertemente jerarquizadas y organizativas del RK. Efraín, como he señalado, citó a
la reunión y fue hasta que él llegó al Monumento a la Revolución que ésta
comenzó. De igual forma, él señaló el punto preciso y estableció el orden de la
reunión: la forma de reorganizarse territorialmente; los mecanismos de apoyo (el
“colorido”) en los juegos de local y los temas relativos a los viajes. Este tema fue
de suma importancia e interés, ya que el club habría de realizar viajes a América
del Sur con motivo de los encuentros relativos a la Copa Libertadores.
Las intervenciones iniciales fueron de integrantes del núcleo, quienes
argumentaron que, si bien estaban de acuerdo en que las crisis coyunturales eran
resultado de malas decisiones, estas decisiones eran responsabilidad colectiva y
no de un individuo o grupo reducido. Invitaban a los demás asistentes a que
107
plantearan abiertamente sus críticas y que realizaran sus propuestas. El principal
orador fue El Chetos, que de manera elocuente exponía sus puntos y los del
núcleo. Casi nadie se atrevió a tomar la palabra y cuando alguien lo hacía
simplemente desviaba su argumentación y se prestaba más a reclamos generales
y ambiguos que a propuestas concretas. En términos generales, observé que el
núcleo planteó los problemas relativos a la reciente escisión, al decrecimiento
numérico y a los conflictos del RK con la directiva del club, pero que de manera
velada la verdadera discusión ya estaba solventada y todo fue más una especie
de ejercicio terapéutico que de real discusión.
Sin embargo, cuando de los viajes se trató, en especial los de América del Sur,
los asistentes se animaron a participar y proponer formas de financiarse o
disminuir los costos de los viáticos. Algunos plantearon conocer personas
dedicadas al flete de autobuses o en líneas aéreas, cuyos apoyos podrían servir
para tales fines. Más que a acuerdos, al final todo preció quedar en buenas
intenciones y propósitos. A la par de esto, no obstante, Pete generó una lista de
asistentes en un cuadernillo y llevó una especie de minuta de la reunión. La lista,
hasta donde me pude percatar, contenía los datos de los asistentes y sus correos
electrónicos.
Con este relato de la reunión termino el planteamiento de algunos de los
aspectos y prácticas organizativas del RK, los cuales, de forma contradictoria y
dialéctica, se presentan a la par de los discursos y prácticas asumidas como
pasionales e irracionales, tales como el descontrol, la violencia, la embriaguez y el
colorido, enmarcados en el concepto del aguante. Mi descripción no ha sido
exhaustiva, ni lo pretende ser, ya que he dejado fuera algunos otras prácticas que
dan cuenta de esta dicotomía organizativo-irruptiva de los ritualeros (organizan
108
torneos de futbol barriales, fiestas y tocadas, entre otros), pero las que he
presentado sirven para establecer mi argumento.
El RK en el internet: los casos de Fotolog y Youtube
Para varios de los integrantes del RK, el intercambio simbólico de insultos y
ofensas entre ellos mismos, las barras rivales y la policía es una práctica común. A
través del internet, especialmente de algunos recursos como el video y la
fotografía, este intercambio discursivo es intenso y extenso. Cabe señalar que al
igual que en las relaciones vis a vis, en la red electrónica, los intercambios
discursivos y las prácticas están altamente sexualizadas y codificadas, lo cual
habla de ciertos criterios de racionalidad comunicativa y simbólica, que echan por
la borda todo intento de categorizarlos como irracionales y espontáneos, tal como
apuntan los medios del mainstream hegemónico.
Por el contrario, a través de la recolección y análisis de datos a través del
internet, es posible realizar una decodificación e interpretación de dichas
racionalidades, muchas veces las cuales lindan con lo instrumental, aunque estén
revestidas de apasionamiento y emociones de corte melodramático.
A través de mis observaciones directas en campo, he descubierto que muchos
integrantes del RK recurren a un determinado número de instancias de la red para
realizar su intercambio discursivo, fuertemente agresivo, sexual y confrontador.
Uno de ellos es el portal www.fotolog.com. Este portal se define a sí mismo de la
siguiente manera:
Fotolog es el lider [sic] mundial de Foto-blogging, una de las redes sociales
más amplias del mundo y un fenómeno cultural global. Más de 22 millones
de miembros en más de 200 países usan Fotolog como un simple y
109
divertido modo de expresarse a través de los diarios fotográficos online o
los Foto blogs.
Lo que hace a Fotolog especial no es la funcionalidad de subir fotos, sino el
modo en que permite conectar con otros de una forma sencilla permaneciendo en contacto con amigos y familia, explorando el universo
Fotolog, descubriendo fotos de gente nueva de diferentes culturas,
participando en las comunidades de interes [sic] del site, o quizás lo más
importante, recibiendo comentarios sobre tus fotos de personas de todo el
mundo.
En efecto, es una de las llamadas redes sociales en las cuales sus usuarios
tienen una acción comunicativa recíproca mediante los comentarios y mensajes
que se pueden escribir mutuamente. Los integrantes de diversas barras alrededor
del mundo intercambian información (identitaria y/o violenta) a través de este
medio. Es posible ver información de organizaciones de aficionados de Argentina,
Chile, Brasil, etc. La versatilidad del mismo radica precisamente en los diversos
contenidos que pueden agregar sus usuarios: fotografía y texto, principalmente.
Otro elemento muy importante es el relativo anonimato en el que los usuarios
pueden desempeñarse en esta red. Y digo “relativo” porque para los usuarios
externos a circuitos específicos, los seudónimos son barreras infranqueables de
identificación personal. Sin embargo, para los integrantes de cada circuito, los
seudónimos tienen claras y específicas referencias personales.
Otro de los foros electrónicos por medio del cual hay una fuerte interacción
entre los integrantes de las barras mexicanas es el popular Youtube. Este foro se
especializa en la presentación de videos que los propios usuarios comparten para
tal efecto. Como Fotolog, Youtube tiene la posibilidad de recibir “comentarios”
sobre los videos. Nuevamente, el factor anónimo juega un papel importante, ya
que los usuarios generalmente utilizan seudónimos para escribir sus comentarios.
Estos comentarios son muy importantes, en la medida en que es posible observar,
110
en primera instancia, ciertos perfiles de aquellos que siguen determinados temas y
subtemas. En segundo lugar, porque es un registro escrito (a pesar de –o tal vez
gracias al– anonimato) muy poderoso de testimonios de muchos usuarios que
directamente están involucrados en las temáticas presentadas por los videos.
Pasaré entonces a realizar una pequeña etnografía basada sobre los
comentarios en estas redes. Uno de los integrantes del R.K. con mayor actividad
es el usuario que se identifica como “Azkm_0213”. Es un usuario del Distrito
Federal, de unos 25 años de edad. Tiene un buen número de fotografías
colocadas en su portal. Cada una de esas fotografías cuenta con un título y un
comentario escrito por él. Azkm_0213 tiene una pluma relativamente fluida y por lo
general sus participaciones escritas se apegan más a los cánones ortográficos
que el de la mayoría de sus compañeros. Por lo general, sus colaboraciones van
dirigidas a (no necesariamente en esta jerarquía):
a) Señalar ciertos aspectos organizativos de la barra. Lugares de reunión,
precios de boletos. Puntos de encuentro para salidas del Distrito Federal.
b) Colocar fotos de las actividades de la barra dentro y fuera del estadio.
c) Colocar fotos de banderas (trapos o jergas, como ellos les llaman) de
equipos rivales que fotografiados de cabeza sirven como “trofeos”.
Ahora bien, Azkm_0213 inició actividades en la red Fotolog a partir de 2006,
año en el que se encontraba en los Estados Unidos. Las primeras fotografías que
“subió” (colocó en el portal), hacen referencia a la creación de una especie de
sucursal del R.K. en Los Ángeles, California. Una de ellas es un mosaico de cuatro
fotografías en las que el usuario aparece frente a los trapos robados a aficionados
de otros equipos. Sobre este mosaico, el usuario Azkm_0213 escribió: “Quien
111
manda en kalifornia?? RK”.41 Como comentario al pie de foto insertó el siguiente
mensaje:
UNA FOTO DE LOS QUE SE CREEN BARRAS .....PERO NO BIENEN
POR SUS JERGAS...
AHORA SI YA SABEN QUIEN MANDA EN KALIFORNIA???
AWANTE RITUAL DEL KAOZ!!
Las jergas son las banderas “ganadas” a los aficionados rivales y el mensaje es
claro. Este mosaico fotográfico recibió un par de respuestas de un aficionado al
club Guadalajara, que aparece en el mosaico colocado por “Azkm_0213”. El
usuario “Chiva100%” escribió en respuesta:
NETA ME VALE MADRE KAON AMI NO ME IMPORTA LO KE DIGA LA
GENTE YO SOY CHIVA Y NO ME METO KON NADIE ASI ME LA AGAN
DE PEDO YO SOY KALMADO YO SOY PASION SIN VIOLENCIA ASI
QUE AHORRATE TUS KOMENTARIOS PERO SI QUIERES PEDO DIME
DONDE NOS BEMOS HORITA TODABIA BENGO KALIENTITO DE
DONDE ANDABA SOLO ME TOMARA 3 MINUTOS PARTIRTE LA MADRE
(http://www.fotolog.com).42
A su vez “Azkm_0213” respondió:
JAJAJJAJAJA......BIEN
MALOS
LOS
DE
LA
LESBION....JAJAJAJAJAJAJA.......
QUE LOS VENGAN A VER...QUE LOS VENGAN A VER....ESO NO ES
UNA
BARRA
SON
UNAS
PUTAS
DE
CABARET!!!!
(http://www.fotolog.com)
41
Es importante señalar que el lenguaje escrito de los jóvenes internautas (los aficionados al
futbol, entre ellos), es un lenguaje plagado de representaciones onomatopéyicas y cuasigráficas,
además del uso exhaustivo de abreviaturas y sustitución de letras (la “q” y la “c” por la “k”, la ”w”
por la “g”) en las que las letras, números y los símbolos ortográficos son utilizados para crear
figuras gestuales y dibujos. Este lenguaje, según un artículo publicado por el periódico La Jornada
es denominado ideal nol (Avilés, 2008).
42
Una traducción libre de esta respuesta: “La verdad no me importa lo que diga la gente. Yo soy
aficionado de las Chivas y no me meto con nadie. Soy una persona pacífica aunque me busquen
pleito. Soy pasión sin violencia, así que ahórrate tus comentarios, pero si quieres problemas, dime
en dónde nos vemos ahora mismo. Todavía estoy caliente. Sólo me tomaría tres minutos romperte
la cara”.
112
En esta respuesta, “Azkm_0213” se burla de “Chiva100%” a través de una
multiplicidad de insultos de poderoso contenido sexual, provocándolo e
intentándolo someter a través de esta forma de discurso. En primera instancia, el
grupo de aficionados del club Guadalajara en cuestión se autodenominan la
“Legión Chiva”. Azkm_0213 trastoca el nombre a la “Lesbión” y el resto del
mensaje es elocuente por sí mismo.
Este ejemplo, demuestra, en primera instancia, que las rivalidades futboleras
mexicanas se han trasladado allende la frontera norte. En segundo lugar, que las
prácticas atribuidas a los aficionados (hinchas) sudamericanos, especialmente a
los argentinos, son racionalizadas y valoradas por muchos aficionados mexicanos.
Para algunos de ellos, quitarle (“afanarles”, en su lenguaje) los trapos a los grupos
de aficionados rivales a través de actos violentos (a los cuales se refieren como
“combates” o “topones”, aunque muchas veces no son más que emboscadas de
grupos muy numerosos en contra de pequeños grupos o individuos solos),
denostarlos a través del internet, burlarse de su afición son prácticas muy
comunes.
Un tercer punto es la importancia de la territorialidad de las identidades que se
generan alrededor de las aficiones futbolísticas. Este elemento es sobresaliente,
ya que puede dar cuenta de muchas de las acciones que se forjan en el imaginario
violento de los aficionados. Para ejemplificar el anterior punto describiré el video
que se puede observar en Youtube, intitulado “La mentira se acabó!!!”, subido por
el usuario “Kelreme05”.
En una primera instancia, aparece un grupo de aficionados del club América
corriendo (presuntamente en persecución de aficionados Pumas). El usuario
113
“Kelreme05” escribe: “En tus videos nunca se ve nada”, en alusión al aficionado
del RK que supuestamente colocó el video de esta persecución en el mismo portal
de Youtube. Después de esto escribe (utilizando letras azules sobre fondo dorado,
los colores de los Pumas): “En los mano a mano me la chupas”, dando a entender
que los aficionados del América, en duelos vis à vis, pierden contra los Pumas. Sin
que las imágenes sean claras, en un descampado, se ve una secuencia en la cual
varios aficionados presuntamente de los Pumas, están golpeando a aficionados
del América y despojándolos de su camisetas amarillas. Si bien el video deja ver
muchas cuestiones interesantes, los comentarios perfilan más el tema de la
territorialidad que quiero establecer. Comenta el usuario “Zapantitlan”:
el video lo dise todo !
eran mas !!
no pasavan mas de 5 de la rebel contra un buen de putras gallinas y ps ya
lo ven son montonero aver rifensen un tiro todos parejos y aver qien es mas
puto y como disen !! ustedes gay inas q vaiamos a c. mezteca ust vengan a
cu universitaria aver si si muchos wuevos tan solo se paran en la linea q va
a universidad y ya les van poniendo en su madre !!! putas43
AguEnThe REbEl (http://www.youtube.com)
Este comentario es refutado por el usuario “Buda1916”:
ZAPANTITLAN ESTA POR LA VERGA LA REBEL SON MAMADAS SE
ACUERDAN CUANDO LES DIMOS EN SU MADRE ALA PANTIREBEL KE
SEGUN BARRIO PESADO LLA VIERON KE NO Y SI NO SABEN KIEN
FUE FUE MONU NEZA44 (http://www.youtube.com)
43
Traducción libre: “El video lo dice todo. Eran más. No eran más de cinco integrantes de la Rebel
(barra de los Pumas) contra muchos aficionados del América. Los retamos a un combate cara a
cara para ver quién es más puto. Como dicen ustedes, aficionados del América de Ciudad Azteca
(barrio al nororiente de la ciudad de México), mejor vengan ustedes a la Ciudad Universitaria para
ver si tienen muchos huevos. Sólo se paran en la línea del metro que va Universidad y ya los van
golpeando. Putas.”
44
Traducción libre: “Zapantitlan está mal. La Rebel no existe. ¿Se acuerdan cuando le ganamos en
una riña a la Panti Rebel (Pantilán es un barrio popular al oriente de la ciudad de México)? Dizque
Pantitlán es barrio bravo. Ya vieron que no. Si no saben quién fue: La Monumental (barra del
América) de ciudad Neza (el municipio de Nezahualcoyotl es uno de los más poblados del país y
linda con el lado oriente de la ciudad de México, muy cerca de Pantitlán)”.
114
Los comentarios continúan en este sentido. Asegura “Tavo16”:
jajaja no se ve nada??? pero preguntales a los ke korrieron si no ubo o no,
todos putos se bajan a tirar komo tres piedras y ya ke ven la de adeberas
se hechan a korrer todos putos y hasta dejan a sus kompas ke stabamos
madreando... jajaja
y luego el video de iztapa ke pedo?? si les pegaron pero hay si pa ke vean
eran komo 100 vs 30 no mamen komo no les van a pegar?????
PURA MONU EKTPK MANDA
RE-ÑEROS-DE-EKT Y BANDA BURRA..
NO ME KREN KAIGANLE POR EKT Y VERAN KIEN MANDA PUTAS
GATAS PITERAS45
Como es posible observar, los subgrupos de aficionados tienen una clara
referencia territorial. Se puede pertenecer a una barra del América, pero de forma
simultánea, el aspecto territorial de sus integrantes determinará varias de sus
prácticas y discursos. Para muchos aficionados del América, pertenecer a una
barra del club no basta. La consolidación de relaciones más fuertes y estrechas
pasa necesariamente por conexiones territoriales. El barrio es un elemento
fundamental.
De
esta
forma,
Ecatepec,
Iztapalapa,
Agrícola
Oriental,
Nezahualcoyotl, etc, serán referentes indiscutibles de las identidades de sus
integrantes. Serán en esos espacios en los cuales se establezcan vínculos de
violencia entre los integrantes de las barras de los diferentes clubes.
En la ciudad de México, los clubes con número mayor de integrantes entre sus
barras son América y Pumas, seguidos muy de lejos por el Cruza Azul, por lo
45
Traducción libre: “¿Qué no se ve nada? Pregúntale a los que corrieron si hubo o no algo. Todos
putos. Tiran tres piedras y cuando ven la realidad corren y dejan atrás a sus compañeros que
estábamos golpeando. ¿Y luego el video de Iztapalapa (demarcación política al oriente del Distrito
Federal) qué? Sí, les pegaron, pero eran cien contra treinta ¿cómo no les vana pegar así? Firma:
Monumental (barra del América) Manda. Reñeros (ñero es un apócope de compañero) de
Ecatepec (municipio del Estado de México al nororiente del Distrito Federal) y Banda Burra (el
burro es el animal insignia del Instituto Politécnico Nacional, institución con la cual la U.N.A.M. tiene
una gran rivalidad deportiva). Si no me creen, vayan a Ecatepec, y verán quién manda, putos
aficionados a los Pumas”.
115
menos a decir de algunos de mis informantes. No es casual que la territorialidad
de los integrantes sea un aspecto recurrente en sus referencias a través del
internet. Los jóvenes que están en constante intercambio de agresiones físicas en
los diferentes espacios en los que se sucintan sus encuentros, y discursivos en el
internet tienen fuertes vínculos territoriales. Algunos de estos vínculos se
establecen en las escuelas. De esta forma, estudiantes de planteles de niveles
medio y medio superior incrementan sus intercambios violentos a través de sus
actividades en los grupos de barras futboleras. Es posible observar en campo
cómo la rivalidad deportiva entre la U.N.A.M. y el I.P.N. es reforzada por las
aficiones al futbol entre Pumas y América, respectivamente. De esta forma, las
escuelas, territorialmente ubicadas, también juegan un papel importante en el
discurso violento a través del internet.
Se pueden ver unas dos o tres decenas de videos colocados en Youtube en los
cuales los integrantes de las barras del América cantan el “Huelum” (canto del
Instituto Politécnico Nacional). En los comentarios de esos videos es posible leer
tanto a universitarios como politécnicos defendiendo su pretendida identidad
institucional. Las firmas de alumnos presuntamente inscritos en el I.P.N y
pertenecientes a grupos estudiantiles históricamente vinculados a actividades
porriles como la Federación de Estudiantes Politécnicos, la Federación Nacional
de Estudiantes Técnicos o la Organización de Estudiantes Técnicos aparecen al
calce de sus comentarios. Tal es el caso del usuario “Megavandalo” que en uno de
esos videos afirma su identidad americanista y politécnica a través de La
Monumental y la FNET, respectivamente.
Esta pretendida o real identidad escolar apunta claramente a espacios de
socialización en los cuales la violencia no está completamente circunscrita a las
116
rivalidades futboleras. Las disputas territoriales por diferentes causas son
comunes entre los grupos estudiantiles más violentos. El futbol es un elemento
más en esas disputas.
En esta parte del trabajo he mostrado algunos ejemplos de los discursos que
los usuarios e integrantes de barras del club América desarrollan en el internet.
Los casos de Fotolog y Youtube son masivos en número y crecen
constantemente, por lo que sería imposible realizar un recuento exhaustivo de los
mismos. No obstante, he pretendido señalar que la violencia discursiva está muy
codificada y racionalizada. De ninguna forma estas expresiones de violencia
discursiva y simbólica son producto de individuos “salvajes”, mucho menos de
“animales” y por tanto, no dan cuenta de efectos espontáneos y disruptores de la
civilización. Más bien dan cuenta de construcciones sociales altamente
jerarquizadas y excluyentes. Los discursos excesivamente masculinizados,
homófonos y misóginos visibilizan jerarquías simbólicas (criticables, por supuesto)
entre sus actores. Feminizando al rival, convirtiéndolo en puto o maricón, los
aficionados pretenden establecer jerarquías en sus relaciones sociales, las cuales
están profundamente historizadas por las desiguales relaciones de género.
A través de las adscripciones territoriales, barriales como escolares, los
usuarios del internet e integrantes de las barras dejan ver claramente la necesidad
de decantar o sedimentar identidades que, como la futbolera, tendrían un menor
grado de racionalización.
Restan algunos apuntes sobre el discurso violento que los integrantes de las
barras dejan ver en el internet. Uno de ellos, muy sobresaliente, es el aspecto
“pasional”, casi martirológico de los contenidos. El amor por el club es sublimado
117
al extremo. Es decir, uno de los objetivos principales de la violencia discursiva, por
paradójico que parezca, son ellos mismos. Esta especie de amor pasional/amor
sufriente tiene altos rasgos abiertamente autodenigrantes. El exceso en el
consumo de sustancias, principalmente el alcohol (que es el que menos
problemas legales genera su ostentación), es valorado enormemente en el
discurso de sus integrantes. Pareciera que hay una relación inversamente
proporcional entre la trasgresión a las normas morales, que ellos entienden como
las de la normalidad o del satus quo, e intensificar la devaluación física y moral de
sus actividades y categorías identitarias. Así por ejemplo, es posible ver que los
seudónimos de los usuarios de la barra RK de Fotolog, hacen muchas referencias
a este aspecto: “borracho_y_bebedor” y “borrachoxsiempre”. De igual forma, las
firmas de quienes dejan comentarios apuntan en ese sentido: “borrachos y
orgullosos”. Los usuarios pertenecientes al RK plagan sus acervos fotográficos
con imágenes en ambientes donde las botellas de cerveza y alcohol son
fundamentales. “Se me antoja un Smirnoof con arandano y unos hielos... Carajo!!”
(sic), apunta en un comentario reciente Azkm_0213 en su página de Fotolog.
Por otro lado, como ya lo señalaba Castillo Berthier (2002) acerca de los
nombres de las bandas de jóvenes en las décadas de los setenta y ochenta, los
apelativos mismos de identificación muchas veces apuntan a la autodevalución.
De esta forma, es común ver en Fotolog que sus usuarios se denominen a sí
mismos como: mañosos, patanes, borrachos, alcohólicos, huevones.
Es aquí donde en algún sentido se inscribe la lógica del discurso en contra de
algunos aspectos de lo que, al parecer, ellos identifican con la “moralidad familiar”.
Sin exceso, ni cuerpo ni espíritu alcanzan los niveles necesarios para la
reafirmación
del
verdadero
amor
por
118
el
equipo
y
odio
por
el
rival.
Autodenigrándose, autoinfligiéndose atributos negativos, segregándose del mundo
de la contención que implica el discurso familiar impulsado por el estado, el
deporte, el club y otras instancias, los aficionados del R. K. pretenden
“transgredir”, por lo menos discursivamente su condición subordinada. La
violencia, así vista, en buena medida, es reflexiva.
A pesar de ello, algunos de los integrantes del RK, de diversas formas intentan
desactivar este potente aparato discursivo trasgresor, mostrando aspectos de su
“lado humano”. El multicitado “Azkm_0213” relata acerca de la foto en la que
aparece junto a su hijo en el Estadio Azteca:
PORKE A PESAR DE NUESTRA REPUTACION Y NUESTROS
DEFECTOS, SIEMPRE TENEMOS UNA RAZON IMPORTANTE PARA
SEGUIR ADELANTE, PARA AKELLAS PERSONAS KE PIENSAN KE UNO
NO TOMA LA VIDA EN SERIO... TALVEZ NO SEAMOS LOS MEJORES
SERES HUMANOS PERO ANTE TODO NUNCA PERDEMOS NUESTRA
CALIDAD COMO PERSONAS! (http://www.fotolog.com)
La reivindicación, contradictoria con la mayoría de los comentarios que este
integrante del RK realiza, deja entrever las múltiples fuerzas morales que actúan
sobre ellos. Por un lado, la fuerza social de una moralidad “familiar” que, a pesar
de todo, sigue teniendo resonancia entre los integrantes de las barras. Por el otro,
el intento vago y casi invisible por demostrar que la violencia simbólica y real que
los barristas americanistas ejercen contra los rivales, la policía y contra ellos
mismos, no es absoluta ni pura, sino divergente y contradictoria, llena de
vicisitudes, no obstante su racionalidad.
119
Capítulo 2
Educación sentimental futbolera y clientelismo político:
el caso de la “Porra Unión”
Todo es mejor en familia
Campaña publicitaria e ideológica del grupo
Televisa
Un primer acercamiento a las porras familiares
Las llamadas porras familiares son un tipo especial de organizaciones de
aficionados, las cuales surgen en, y que al mismo tiempo éstas refuerzan, un
contexto social en el que el Estado mexicano consolida varias de sus instituciones
(vinculados a la satisfacción de derechos individuales y sociales emanados de la
Constitución
de
1917) que
evolucionaron
a
lo
largo
de las
décadas
posrevolucionarias, con continuidades, discontinuidades y contradicciones. La
satisfacción de estos derechos ha sido mediada por prácticas que propongo llamar
“clientelares”, a falta de otra categoría para definirla (ver Adler Lomnitz, 1994: 217274). No pretendo establecer de ningún modo que las porras familiares deben ser
entendidas como resultado directo del contexto social y político en el que se
organizaron. Leer la realidad de esa forma es simplista y poco explica las múltiples
fuerzas que actúan en las coyunturas históricas, ya que las porras familiares aún
siguen existiendo en un contexto que no es propiamente el que las vio surgir.
La denominación “porra familiar” da cuenta efectivamente de un concepto,
idealizado, moralizado, ambiguo y contradictorio, llamado “familia”, que a la luz de
la historia del siglo XX posrevolucionario en nuestro país, será recurrente en
muchos de los discursos hegemónicos y subalternos. Esta concepción de familia
tiene, al igual que en el caso de las barras juveniles, un sustrato melodramático.
120
Esta base melodramática se dota simbólica y prácticamente, a su vez, bajo lo
que se puede entender como una “educación sentimental”, cuyos valores y
moralidad responden a los lineamientos del Estado posrevolucionario y las
industrias culturales de él emanadas. Como señala Monsiváis para el ámbito de la
llamada cultura popular del México urbano posrevolucionario, las porras recurren a
discursos y prácticas que se encuentran bajo los preceptos de una “moral pública”
urbanizada “fruto de la operación de la censura a cargo del Estado, la Iglesia
(católica) y los representantes oficiosos de la Familia” (2008: 68). Es decir,
promovido por la élite a través de los medios como el cine: “La adopción del
melodrama (las frases, las poses, las actitudes solidarias, los estallidos
autoritarios) como lo propio de la vida familiar. Sin el melodrama, las familias no
consolidan redes de apoyos y sujeciones, y en los instantes de crisis las parejas
se quedan solas”.46
De esta forma, se puede establecer que la imaginación melodramática cruza,
bajo preceptos diferentes a los de las barras, las formas de organización verticales
y de patronazgo-clientelares que se establecen como formas de organización de
las
porras,
afianzando
estereotipos
de
posiciones
y
“roles”
familiares
supuestamente tradicionales. El Estado y el patrón (en este caso el club) fungirán
46
Si bien es cierto que Monsiváis hace un recuento preciso del impacto del cine sonoro en el modo
de vida urbano del México posrevolucionario, las características que el autor señala son
perfectamente utilizables para el fenómeno deportivo y de su espectacularización y masificación en
la misma época. Además de la arriba señalada, Mosiváis afirma que el cine sonoro aporta, y por lo
tanto convierte en forma de vida ampliada de las clases populares en las ciudades mexicanas, lo
siguiente: “La formación de imágenes comunitarias que, no obstante sus falsificaciones notorias,
son eficaces y perdurables: ‘el cine de los pobres’, ‘la cultura de las vecindades’, el medio rural que
auspicia la tragedia o se moderniza con la comedia, la ‘teatralización del machismo’, los modelos
de belleza (sólo femenina) y apostura (sólo masculina), lo popular urbano como solidaridad
retenida en la penuria. La indiferencia del Estado ante el cine [que bien podría aplicarse al futbol
espectáculo], ‘mero entretenimiento de multitudes’. El régimen del PRI casi hasta su final en el año
2000, afirma y reafirma las reglas de censura: ninguna crítica a las instituciones, respeto irrestricto
a la moral familiar, sometimiento a la tutela del gobierno” (2009: 68-69).
121
como entidades patriarcales, cuya autoridad, si bien puede ser cuestionable, rara
vez es confrontada. Otorgando prebendas y dádivas clientelares, que se verán
claramente reflejadas en los boletos y las credenciales de ingreso al estadio, la
directiva del club (actor fundamental del patronazgo) ejercerá, mediante diversas
instancias intermedias, su autoridad indiscutible.
No debe perderse de vista que, al igual que los jóvenes hinchas del RK, los
integrantes de la Porra Unión se adscriben al club y asumen un orgullo intrínseco
al amor que les despierta “el club más grande de México”, característica que en
ningún momento dejan de pregonar. El orgullo de “grandeza” de estos aficionados
es condición sine qua non para afiliarse bajo los colores del club.
La Porra Unión
El América tiene siete grupos identificados como porras familiares: Porra Unión,
Porra Familiar, Porra Amigos, Porra Cuahtli, Porra Club América, Porra Águilas y
Porra Popular (de esta última se desprendieron todas las demás). Estas
agrupaciones tienen ciertas características que las definen. Unas de esas
características son delimitadas internamente, en los discursos y las prácticas de
sus integrantes. Otras de ellas son atributos que
agentes
“externos”,
especialmente los aficionados no organizados y los periodistas, les han conferido.
Los aficionados no organizados, por lo general, ven con cierto respeto y hasta
admiración a los integrantes de aquellas. Como un informante casual me comentó
en alguna ocasión: “Sí, las porras familiares son agradables, ya que vienen a
apoyar al equipo y no generan desmanes como las barras. Hay, señores y
señoras, niños y niñas, viejos y jóvenes. Todos conviven en paz”. El orden y la
convivencia pacífica son elementos fundamentales en esta concepción de
122
aficionado. Y esta concepción no es asunto menor, ya que está intrínsecamente
ligada a un ideal de nación incluyente y basada sobre principios de un aficionado
patriótico, entusiasta y festivo, pero al mismo tiempo respetuoso y afable.47
En este discurso, el concepto familia atraviesa todos los niveles de
conformación de las porras. Por un lado, la organización jerarquizada y vertical
funge como forma de relacionarse con el Estado y las demás instancias de
autoridad, como el club y su directiva, así como los liderazgos internos de las
mismas. Sin embargo, y en buena medida, las relaciones verticales que se
establecen entre los integrantes de las porras, sus líderes y la directiva del club,
son concebidas como parte de una relación más amplia entre los ciudadanos y el
Estado, que son concebidas metafóricamente como familiares. La directiva del
47
Calderón sintetiza a la perfección el modelo de aficionado promovido por la élite y la prensa
durante el régimen priísta, justo en el momento en que en México se inauguraba la Copa Mundial
en 1970: “Con alegría desbordante, música llena de colorido, un soberbio desfile y miles de globos
–que competían con el arco iris- inundaron el cielo diáfano de aquel día [31 de mayo]: así comenzó
la fiesta más bella del deporte mundial. El Azteca, vistiendo sus mejores galas, daba la bienvenida
al planeta entero y demostraba que México tenía no sólo la mejor afición en lo que a futbol se
refiere, sino también la más educada y la más amable. Cada invitado, fuera del país que fuese, se
sentía mejor que en su casa. El trato afable del mexicano era la mejor carta de presentación para
que se tuviera la certeza de el Mundial sería inolvidable” (Calderón, 1991: 40).
Este mismo autor escribió en uno de los portales futbolísticos más visitados de México: “Hace no
mucho tiempo, el acudir a un estadio de futbol en México era una cosa cien por ciento familiar. Las
llamadas porras, no eran más que una continuación de amistad y compadrazgo en el que familias
enteras gustosas de irle al mismo equipo de futbol, decidían reunirse en torno a él en las tribunas,
buscando una zona específica en las gradas y apoyando con banderas, y gritos de aliento a su
equipo favorito. Pero en los últimos años, esto ha cambiado paulatinamente, ya que el surgimiento
en nuestro país de las llamadas barras, tal y como acontecen en Sudamérica, ha desvirtuado el
gusto por el deleite de un deporte como el futbol y lo ha ido convirtiendo en un acontecer violento,
generando que en algunos estadios, las anteriores porras de aliento se conviertan hoy en día en
consignas y palabras soeces y majaderas en contra de los aficionados rivales y los desmanes,
antes aislados, son pan de todos los días” (Calderón, 2002).
En cierto sentido, este fenómeno no es exclusivo de México. En prácticamente toda América
Latina, el fenómeno del futbol masivo y espectacularizado fue impulsado por las élites bajo una
lógica de identidad nacional y patriótica. Aguilera, siguiendo a Moura, apunta que la prensa y el
Estado brasileño jugaron papeles fundamentales en la promoción de la Copa del Mundo de 1950,
llevada a cabo en ese país. Apuntalando un ideal patriótico y nacionalista, la prensa impulsaba la
formación de un aficionado popular, apasionado y festivo, pero al mismo tiempo organizado,
respetable y decoroso: “[...] los periódicos promovieron una representación específica del torcedor
[aficionado] brasileño: amante su patria, incondicional, alegre, pero también respetuoso y
decoroso” (Aguilera, 2004: 22).
123
club (como el Estado) es una especie de “padre” que otorga prebendas a sus
“hijos”, en la medida en que estos demuestren su amor y lealtad. El flujo de estas
prebendas (algunas de ellas materiales –como los boletos de entradas- y otras
simbólicas –como el prestigio de pertenecer a una comunidad admirada como lo
es club América) no siempre es transparente y fijado por reglas claras. En otras
palabras, hay una percepción muy amplia de corrupción en la distribución de las
prebendas materiales.
Por un lado, los integrantes de las porras, que se encuentran en la base de la
pirámide, ven con recelo y hasta con desconfianza a varios de los líderes y la
forma en que ellos “reparten” las prebendas. Sin embargo, de forma simultánea,
los porristas asumen con cierta disciplina y resignación fatalista esa distribución
desigual y bastante discrecional que ejercen los directivos del club y los líderes de
las porras. Lo único que mantiene a los porristas bajo esa circunstancia es el
hecho de aceptar que los liderazgos implican también responsabilidades que casi
nadie quiere asumir.
Po el otro, los líderes distribuyen de forma discrecional las prebendas. La
medida básica de esta distribución es el amor al club, cuantificable únicamente
bajo el criterio de asistencia constante al estadio. El líder de la porra, auspiciado
por la directiva, distribuye las prebendas materializadas en los boletos y
credenciales de entrada, y como un buen padre, recompensa a los hijos que le
son leales y fieles, mientras que recrimina y castiga a los faltistas e inconstantes.
El caso de la Porra Unión es el que me servirá de parámetro para las seis
organizaciones más, ya que fue con el que más contacto tuve, pero de muchas
124
maneras logré establecer conexiones con los otros grupos, por lo que puedo
extender mis descripciones e hipótesis a ellas.
La organización vertical
La Porra Unión tiene una clara organización vertical, que alcanza ámbitos del
poder gubernamental más altos (el consorcio Televisa tiene estrechos lazos con la
presidencia de la república) y a estructuras organizativas transnacionales (medios
de comunicación, la misma empresa Televisa y las corporaciones rectoras del
negocio futbolístico internacional, como la Confederación Norte, Centroamericana
y del Caribe de Futbol o la Federación Internacional de Futbol Asociación). Explico
esta dimensión organizativa.
La organización vertical estructura un “flujo” desigual de capitales, bienes
materiales, simbólicos y culturales; de servicios y de aspectos intangibles como el
prestigio de pertenecer al club “más grande de México”; flujo que va tomando
formas específicas en sus diferentes niveles jerárquicos subalternos. Así, si
tomamos al consorcio Televisa como la última instancia vertical del club,
descenderemos hacia un nivel organizativo menor, representado por el Club
América de Futbol, S. A. de C. V. Desde aquí, se parte a una escala subalterna
menor, representada por el área específica del club encargada de la organización
de los grupos de aficionados “institucionalizados”, que a través de su personero,
“el Lic.” Ismael Coronado, dialoga, negocia y a veces se confronta con los
aficionados organizados en las porras y barras.
Según Adler Lomnitz (1994), la sociedad posrevolucionaria en México generó
una nueva clase social (entendida básicamente como la burocracia, tanto pública
125
como privada) que se ha hecho cargo del intercambio de bienes entre las clases y
los “sectores” en que se ha configurado la sociedad urbana y rural mexicana48.
Debo señalar que a través del estudio historiográfico ha sido posible detectar
con mayor claridad los vínculos “verticales” que la Porra Unión guarda con
poderes aparentemente fuera del ámbito estrictamente futbolístico. La relación
orgánica del consorcio Televisa con todos los presidentes de la república, desde
los años cincuenta del siglo XX, da cuenta, en cierto sentido, de cómo esas
instancias han sido determinantes en la creación y consolidación del futbol
profesional en México y de lo que llamaré el “sistema de rivalidades” futbolísticas
en nuestro país, incluyendo la conformación de las porras familiares del Club
América, que en esencia son instancias “clientelares” y corporativas (que se
consolidan por medio de la idea de una familia).
Asimismo, la perspectiva histórica me ha permito detectar que algunas de las
características que definen las prácticas, discursos e identidad de los aficionados
de la porra, como jugar el papel del “malo de la película”, ser parte de la
“grandeza” del club o la creación de una idea de familia, los cuales han sido
previamente configurados y fuertemente inducidos por los dueños del consorcio
Televisa. En esta misma dirección, el club de futbol América define, en la
actualidad, un buen número de las características que le dan sentido a la porra: su
48
Para esta autora:
“[...] El surgimiento de una clase dominante, cuyo recurso principal es el poder político basado en
ciertos tipos especializados de conocimiento, ha modificado la estructura social superponiéndole
una estructura de poder sectorial basada en el clientelismo político.
[...] Los intercambios [de bienes, servicios y simbólicos] se rigen por relaciones de poder. La
estructura interna de los sectores es muy compleja y no es horizontal. En otras palabras, el
concepto de sector podría asimilarse del sector con el microscopio de la investigación
antropológica (sic), se descubre que hay una estructura de poder con numerosos niveles y que los
individuos tienen acceso a los recursos económicos, políticos y sociales según la posición que
ocupan dentro de dicha estructura de poder” (Adler Lomnitz, 1994: 225).
126
ubicación en el estadio; el número de integrantes; el liderazgo de la misma; los
instrumentos y objetos que pueden o no ingresar al estadio; quién puede y quién
no puede entrar a la porra y, por supuesto, la relación clientelar que se establece
por medio del boletaje de entrada.
Es posible afirmar que la idea de “familia”, como espacio de recreación de
ciertos valores entendidos como familiares (respeto, fidelidad, lealtad) y que le
otorgan el apelativo a estas porras, son impulsados abiertamente por la directiva
del consorcio televisivo y del club. La discusión alrededor del concepto “familia” en
la antropología mexicana está relacionada con los resultados de los estudios
etnográficos estadounidenses e ingleses, principalmente. Robichaux (2007)
plantea un abordaje general de las diferentes formas de organización social en el
ámbito doméstico y establece la complejidad teórica y práctica del concepto
familia, con énfasis en América Latina. Sin embargo, este trabajo no pretende,
salvo tangencialmente, referirse a esta discusión, ya que el concepto “familia” que
se usa en el espacio de las porras hace referencia a una idea de familia nuclear,
específica (e idealmente) patrilineal y fuertemente asociada a la concepción que el
Estado mexicano proyecto de dicho concepto49. Las “buenas costumbres” de la
elite nacional, además de los sentidos de lealtad, fidelidad y respeto, se proyectan
desde el ámbito doméstico hacia las gradas del estadio.
Un ejemplo de ello, que sólo pretende ilustrar lo anterior: En 2010 Televisa
lanzó la campaña promocional Todo es mejor en familia, la cual pretendía
49
Así: “la supuesta ‘cultura nacional’ consistía en los ‘patrones ideales’ que, de hecho, eran las
‘buenas costumbres’ de las elites. En caso de lograr acceso al nivel económico correspondiente,
los grupos sociales subalternos y de menores recursos tenderían a realizar este modelo ideal. De
este modo, aunque este tipo de abordaje [el de la antropología cultural estadounidense] reconocía
la existencia de prácticas divergentes del ‘patrón ideal’, este último era el privilegiado objeto de
interés, en tanto se trataba de lo representativo de la ‘cultural nacional’” (Robichaux, 2007: 29).
127
“promover la unión y revalorar el papel de la familia dentro de la sociedad
mexicana” la cual debe ser vista, según la compañía, “como una red social de
apoyo, cariño y estabilidad”50.
En el último nivel de organización vertical, la porra está constituida por un
liderazgo claro, representado por una triada de individuos, que no por casualidad
son una “familia” y se han convertido en algunos de mis informantes clave: José,
Diana y Cristián. Ellos realizan la intermediación entre la directiva del club y los
integrantes de la porra. Realizan la “talacha” (el trabajo cotidiano de organización):
solicitan los documentos a quienes quieren ingresar a la porra; los llevan a las
oficinas del club; administran las credenciales; cobran las mensualidades y las
entradas al estadio; dan respuesta a las llamadas que piden información sobre los
partidos; deciden si algún integrante puede o no llevar invitados externos; asisten
a las juntas previas a los encuentros; llevan los instrumentos musicales y las
banderas al estadio y los introducen; coordinan los cánticos y las consignas o
determinan quién lo haga por ellos, entre otras.
De la forma en que realizan su trabajo reciben recíprocamente el trato de los
integrantes de la porra. José, es condescendiente en muchos aspectos: permite
que ingresen muchos invitados, cobra bajas mensualidades
y los boletos de
entrada (por lo menos a mí). Al mismo tiempo es un hombre que apela al discurso
y, en algunas ocasiones al recurso de la “violencia” o talvez, más precisamente, al
de la intimidación, generalmente verbal. No sólo él lo hace en la porra, ya que
50
En el portal de la campaña se lee lo siguiente: “La familia en nuestro país representa un fuerte
soporte, una red social de apoyo, cariño y estabilidad dentro de la cual tenemos la oportunidad de
formarnos como mejores personas y trabajar por el mundo que queremos para nosotros y los
nuestros. La familia es la única base firme para una sociedad sana. Por lo anterior, en Televisa
queremos promover de manera muy directa estas ideas entorno a la familia, creemos firmemente
que las semillas del cambio y del bienestar social, deben sembrarse dentro de la familia” (ver
Televisa, s/f, en Información de internet de la bibliografía).
128
algunos otros de sus integrantes son copartícipes en las acciones intimidatorias y
en este sentido es posible observar un comportamiento, al que me referiré más
adelante, que es percibido como “propiamente” masculino.
José, Diana y Cristián son, como lo he señalado, los intermediarios entre las
directrices del club y los aficionados que integran la porra. Un ejemplo: el club
estableció un convenio comercial con la empresa cervecera Modelo, la cual
entrega gratuitamente unas trompetitas de plástico y unos “aplaudidores” inflables.
Ellos son los encargados de repartirlos entre los integrantes de la porra, acción
que los coloca en un lugar central en la distribución de estos bienes y en la
“cadena de mando”.
Pero el elemento principal de intercambio entre los integrantes de la Porra
Unión y el club son, por supuesto, las entradas al estadio. A partir de 2006, cada
semestre los líderes de las porras están obligados a solicitar documentación que
pruebe la residencia e identidad de los solicitantes a ingresar a alguna de estas
organizaciones. A quien quiera pertenecer a alguna de ellas le solicitan copias
fotostáticas de la credencial de elector, comprobante de domicilio, de la Clave
Única de Registro de Población, dos fotografías y un pago mensual de cerca de
$100. Estos documentos, posteriormente, serán remitidos a las oficinas del club,
en el cual, previa cita general (es decir que todos los solicitantes acuden el mismo
día) les son requeridos los papeles, se les toman huellas digitales y se les
fotografía. Con estos datos, enmarcados pomposamente en la Ley para Prevenir
la Violencia en los Espectáculos Deportivos en el Distrito Federal, (Gaceta Oficial
del Distrito Federal, 2006) el club hace una credencial por cada integrante de las
porras. Dichas credenciales son entregadas a los líderes de las porras y barras
(excepto los del RK) un par de días antes de cada encuentro como local. Así,
129
todos los integrantes se reúnen con los líderes de cada organización en el punto
señalado y ahí reciben su credencial, la cual es canjeada por un boleto
(administrado por la empresa Ticketmaster) a la entrada del estadio.
“Vas a tener que ir el próximo sábado”, me dijo José un día de juego en enero
de 2008. “Ese día es para obtener la credencial. La cita es a las afueras del club,
en Coapa. ¿Sí conoces dónde están, verdad?”, me preguntó. El torneo Clausura
2008 ya tenía dos juegos de haber iniciado. Durante esos primeros juegos del
campeonato yo había ingresado con los integrantes de la Porra Unión
presentando una copia de mi credencial de elector, a la cual se le pegaba una
contraseña firmada por Ismael Coronado (el personero del club), que a la entrada
del estadio me canjeaban por un boleto. Sin embargo, a partir de la fecha cuatro o
cinco de la temporada, sólo se podría ingresar como miembro de la porra teniendo
la credencial, así que obtenerla era un paso absolutamente necesario.
Figura 10. Credencial de José
Ese sábado fui al club como había acordado con José. Unos días antes le había
entregado copias de la credencial de elector, de mi Clave Única de Registro de
130
Población y de mi comprobante de domicilio. La entrada a las oficinas del club no
se realizó por el acceso principal, el cual está ubicado sobre la Avenida División
del Norte, sino por la parte posterior, en el callejón del Carrizal. Cuando llegué a la
puerta principal pregunté a los vigilantes por dónde sería la entrada para la
credencial. Ellos me dieron las indicaciones. En ese instante un adolescente de
unos trece años se acercó a mí y me preguntó si iba a “lo de las credenciales”. Le
dije que sí. Él me comentó que estaba muy interesado en formar parte de una de
las porras. Yo no sabía si lo que quería era entrar a una porra familiar o a una de
las barras, pero me dio la impresión de que en realidad quería ingresar a La
Monumental. De cualquier manera caminamos juntos el trayecto hacia la entrada
posterior y yo, mientras tanto, le dije qué papeles tenía que presentar para
ingresar a alguna de las porras. Él se mostró complacido por la información y me
dijo que llevaba todos los papeles. Me solicitó si le podía presentar a alguno de los
líderes. Yo le dije que le podía presentar a los de la Porra Unión, lo cual hice al
llegar a la entrada.
José y Diana estaban parados cerca de su camioneta51, una van que habían
comprado recientemente. Ambos llevaban papeles en las manos. Me saludaron.
“¿Ya me entregaste todos tus papeles verdad?”, me preguntó José. “Sí, te di todo
lo que me pediste”, le contesté. Revisó el fajo de papeles que llevaba consigo. “No
los tengo. ¿Seguro que me los diste?”. Nuevamente le contesté que sí y me pidió
que esperara un segundo mientras corroboraba con Diana. Se acercó a ella y, en
efecto, ella tenía mi documentación.
51
La camioneta de José es también otra expresión metafórica de lo importante que es la familia
para estos grupos. En alguna ocasión, él mismo me comentó que había comprado la camioneta
porque con ella podría viajar junto con toda la familia.
131
“Bueno, vas a tener que entrar por esta puerta e inmediatamente das vuelta a la
izquierda. Ahí vas a ver a la gente que está tomando las fotografías”, me dijo José,
señalándome la entrada. Me dio mis papeles y me llevaron a la puerta que
correspondía. Un par de vigilantes, vestidos con trajes oscuros y que portaban
sistemas de radiocomunicación revisaron los papeles y corroboraron con José que
yo iba a hacer el trámite. Él les dijo que sí, que no había ningún problema.
Al ingresar, del lado izquierdo, pude observar un par de canchas de futbol en
las cuales varios jóvenes estaban practicando o entrenando. Sólo unos metros
más adelante una joven mujer me señaló la entrada a las oficinas en las cuales
estaban realizando los trámites para la credencial. Adelante de mí estaban unas
tres o cuatro personas más en la fila. Las oficinas eran muy bajas y de materiales
prefabricados, por lo que el calor era más o menos intenso, ya que era un día
soleado a pesar de que estábamos en pleno invierno. Otra joven, sentada detrás
de un escritorio y una computadora, me pidió mi nombre y solicitó mis
documentos. Le dije quien era y le entregué las hojas. Esperé unos minutos de pie
y después me dijo que pasara a una oficina contigua. En ella, otra mujer y un
hombre se encontraban detrás de una mesa sobre la cual estaban dispuestos una
cámara y un escáner electrónico para las huellas digitales. Me pidieron mi nombre
y poner mis dos dedos índices sobre el escáner. A continuación me pidieron que
me sentara frente a la cámara. Rápidamente me tomaron una fotografía y me
dijeron que con eso concluía el trámite. Por la misma puerta por donde ingresé,
salí, tan sólo para despedirme de José y Diana, quienes continuaban realizando
los trámites de otras personas. Me despedí de ellos y me encaminé rumbo a la
Calzada de Tlalpan para regresar al metro Taxqueña.
132
El punto fundamental de esta descripción, sin embargo, radica en el valor de la
credencial como elemento simbólico en la estructuración y organización de las
porras, ya que se convierte en el “objeto” sintetizador de la relación vertical que
guardan el gobierno, el club y los aficionados. Como se vio en el caso del RK (la
única organización que rechaza las credenciales) fundamenta su discurso contra
la “credencialización” de sus integrantes porque ven a las credenciales como un
símbolo de sumisión y de sometimiento a las políticas del club y de vigilancia por
parte del gobierno (en este caso de la policía del Distrito Federal, principalmente).
El tema de la credencial para ingresar a la porra, me parece, forma parte de un
proceso socio-político más amplio, cuyas conexiones se dejan ver, de igual
manera, en las discusiones sobre las credenciales para votar en nuestro país (en
una lógica semejante a la del corporativismo como el “pase de lista” o las prácticas
corporativas de peticionarios de vivienda)52. Las credenciales para votar se han
convertido en un objeto de disputa política, ya que, por un lado, muchos críticos y
analistas las consideran como elementos fundamentales de la democratización y,
por el otro, como parte de la lógica del fraude, la corrupción y el tráfico de favores
y servicios políticos (véase Cornelius, 2002 :19; Díaz-Santana :106-107). En el
caso de los defensores de la credencial para las porras (y las barras) argumentan
que con ellas es posible mantener un cierto orden y control sobre sus integrantes.
52
Según Aparicio: “Uno de los rasgos que caracterizó durante años al sistema político dominado
por el PRI fue precisamente el de las relaciones clientelares entre el partido en el gobierno y la
ciudadanía, debido al control corporativo de grandes conglomerados de población a través de las
organizaciones campesinas, obreras y populares. Existen tanto elementos de tipo teórico como
evidencia empírica que sugieren que el clientelismo es un fenómeno que afecta fundamentalmente
a los grupos sociales y a los individuos que viven en zonas rurales y en condiciones de pobreza y
de marginalidad” (2002: 80). El mismo autor señala que para las elecciones de 2000: “Casi la
cuarta parte de los ciudadanos que experimentaron alguna acción de manipulación participó en la
negociación de su voto, y a uno de cada veinte de ellos se le ofreció algún bien o servicio a cambio
de su credencial de elector” (2002: 92).
133
Sin embargo, sus críticos (básicamente los jóvenes del RK) aseguran que la
credencial es un símbolo de corrupción y mercantilización del “sentimiento” y
afición por el equipo.
Según mis informantes, el club convoca (y obliga) a los representantes y líderes
de las porras y barras a una reunión quincenal en las instalaciones del club. Esas
reuniones tienen como objetivo plantear, básicamente, las directrices de los
dueños del equipo y del estadio en términos del número de entradas disponibles;
revisar el comportamiento de los integrantes de las organizaciones de aficionados,
que puede incluir las sanciones a los miembros que hayan desacatado las
disposiciones o las felicitaciones y encomios a los que según el club vayan por
buen camino; someter a consideración los comentarios, sugerencias y reclamos
de los aficionados y organizar las acciones siguientes dentro del estadio.
Dependiendo de la importancia del encuentro siguiente o de la gravedad de una
situación determinada, según José, es que el club establece quiénes asisten a la
reunión por su parte. De ser sólo una reunión rutinaria, quien lleva la batuta es
Isaías Coronado. Pueden asistir a la reunión dos representantes de cada grupo (o
sea que pueden ir catorce personas por las porras). En esas reuniones, él da las
últimas indicaciones a los líderes y, lo más importante, les entrega las
credenciales de los afiliados.
Isaías Coronado es un hombre de mediana estatura, moreno y con abultado
abdomen. Todas las veces que lo he visto ha ido vestido con trajes oscuros.
Según me han dicho un par de informantes, Coronado es un político profesional;
priísta para ser más precisos. Me han comentado, sin que yo haya podido
confirmarlo, que trabajaba en la administración pública del Distrito Federal y que
134
sus dotes de intermediario (una especie de “broker”) fueron la razón principal de
su llegada al club como personero de la directiva en las negociaciones y gestiones
con las porras y barras. Le solicité en unas tres o cuatro ocasiones una entrevista,
pero siempre se negó a ella. Todas las veces que lo he visto se hacía acompañar
de un pequeño séquito de jóvenes mujeres, que fungen como sus asistentes. En
los días de partido en el Estadio Azteca, Coronado camina cerca de la entrada
principal con su séquito femenino y un par de hombres del personal de seguridad
del estadio, además de dos o tres policías uniformados. Siempre llevan radios de
intercomunicación con ellos.
Hasta donde tengo conocimiento, Coronado cita a los líderes de las porras y de
las barras aproximadamente unas tres horas antes del inicio de cada partido,
realizan los últimos ajustes (como meter las banderas e instrumentos musicales) y
les entrega unos cuantos papeles adheribles con su firma y un sello, que podrán
“vender” para su canje por un boleto de entrada. “Comprando” unos de estos
“estiquers” fue precisamente el mecanismo con el que yo pude entrar durante mis
primeras visitas al estadio.
Ahora, para dar una mejor idea de la Porra Unión, presento una descripción de
una jornada prototipo de esta organización. José y Diana, apoyados por Cristián,
son los líderes y organizadores de la Porra Unión. Él es un hombre de unos 40 ó
41 años, alto y de gran talla. Trabaja en el sector eléctrico. Ella es una mujer de
unos 28 años. Son pareja, pero no están casados. Él tiene un hijo de unos 20
años que asiste de manera interrumpida al estadio, llamado Cristián. Este último,
cuando va, siempre ayuda a su padre y Diana con todas las cuestiones
organizativas. Todos los días de partido, llegan con unas cuatro o tres horas de
135
anticipación, ya que el club los cita en el estadio para meter las banderas y los
instrumentos musicales (un par de bombos).
José, Diana y Cristián se mueven constantemente alrededor del “Sol Rojo”, la
escultura en la explanada de Calzada de Tlalpan. Van y vienen a la entrada del
estadio. Entregan credenciales, venden boletos, entregan contraseñas. El teléfono
celular para ellos reviste, desde mi punto de vista, un símbolo de estatus, prestigio
e importancia, y José es asiduo en su uso. En prácticamente todas las ocasiones
que he platicado con él, su teléfono celular suena varias veces. Acostumbra
decirme: “Espérame tantito”, con una señal de la mano que refuerza el mensaje.
Su celular suena. “Este cabrón, me marcó y de seguro no tiene crédito. Quiere que
le marque yo”, continúa diciéndome. “Le voy a llamar”, afirma.
Después de marcar, inicia un diálogo que más o menos va así: “¿Qué pasó?
Aquí estamos donde siempre, en el Citlali 53, cabrón. ¿Dónde dices qué estás?...
Ah sí, ya te vi”, dialoga con su interlocutor mientras otros miembros de la porra y
yo lo observamos. Su interlocutor andaba cerca y finalmente realizan contacto
visual. José cuelga e inmediatamente se dirige a Cristián o Diana. “Que siempre sí
viene El Chore con sus dos hijos. Ya están aquí. ¿Tienes las credenciales de...
cómo se llaman... de los güeyes54 esos... de la familia esa que ya no viene?”,
pregunta. “¿Dices las credenciales de Marco?”, le pregunta a su vez Diana. “Sí,
las de ese cabrón”, le replica José. “Yo creo que con esas pasan El Chore y sus
hijos”, le indica José a Diana.
53
Así le dicen a la escultura oficialmente llamada “Sol Rojo”. Citlali es estrella en náhuatl y durante
varios años era el nombre de los trofeos que la Federación Mexicana de Futbol entregaba a los
jugadores, equipos y entrenadores más destacados de una temporada. Imagino que la figura de
esos trofeos asemeja a la de la escultura y de ahí venga el nombre.
54
Güey es una derivación de la palabra buey, que en México puede tener connotaciones
despectivas, pero por lo general se usa para referirse a alguien de forma amistosa.
136
Una vez que El Chore llega, José lo saluda de mano mientras observa
alternadamente su rostro y la fotografía de la credencial que tiene en su mano.
“¿Qué pasó mi hermano? Aquí está tu credencial. Vela. ¿Si te pereces, no?”, le
dice con una socarrona inflexión de voz. El Chore observa la foto y un poco
sorprendido dice: “No manches55, ¿a poco si me parezco a este güey?”. José, ya
más suelto con el sarcasmo le replica: “Pues yo digo que sí, que están igual de
pinches56 nacos57 los dos”, y amplía su sonrisa en el rostro, mientras que otros
miembros de la porra festejan con sonrisas cómplices la broma que José aplica.
José ejerce su liderazgo de manera indiscutible entre los integrantes de la porra
y se le ve muy confiado en sus acciones. Tiene un conflicto de intereses no muy
intenso con Bolaños, el fundador de la porra. Su gran corpulencia lo hace un
hombre bastante visible. Utiliza una barba a medio crecer. Su pelo es muy largo y
hace con él una “cola de caballo” atándolo con una liga. Camina casi siempre de
manera lenta y con paso calculado. Ambos antebrazos suyos llevan sendos
tatuajes: uno de la santa muerte y otro de algún icono azteca. Nunca realiza
exabruptos ni manotea. Habla con voz ronca, pero pausadamente. Sin embargo,
de su boca salen palabras altisonantes con bastante desenfado y casi siempre con
un tono burlón y “chacotero”.58
55
Mancharse, en la Ciudad de México es pasarse de la raya, exagerar o excederse en algo.
Pinche es una palabra muy utilizada en México. Tiene varios significados, pero en este caso sólo
es un sinónimo de muy, es decir, reafirma (de cierta forma despectiva) la categoría que se usa
inmediatamente: naco.
57
Naco es una palabra con múltiples significados, pero básicamente podemos decir que se usa
como sinónimo de “indio” y en todos los sentidos es despectiva y racista. Debido a la carga racista
y colonial del mestizo mexicano, decirle a alguien que es naco es categorizarlo como inculto, tonto,
feo, curioso o de poca distinción, o sea, vulgar, popular y hasta mezquino.
58
La “chacota” es una ruidosa y alegre verborrea, que se puede acompañar con gestos y
movimientos corporales acordes a la situación. Generalmente, el chacoteo de la porra está
altamente sexualizado. Los encomios y halagos siempre tienen referencias a una hombría
valentona. Las descalificaciones siempre asociadas a características femeninas u homosexuales.
56
137
Figura 11. El ambiente familiar
En alguna ocasión, a las afueras del estadio, en el lugar de reunión de la porra,
un varón se acerca con su hijo, un chico de unos doce años. Es un hombre de
cuarenta años y de una corpulencia resultado del ejercicio laboral o del gimnasio.
Su corte de cabello asemeja al de un policía. Ambos llevan camisetas del América.
El padre viste un pantalón corto de mezclilla y tenis. Viene caminando de manera
ostentosamente envalentonada, pero juguetona. Se para frente a José. Ambos se
miran retadoramente. Yo sé que es un performance, pero por momentos me
hacen dudar. Por cinco segundos sólo se siguen mirando. “Dale a este hijo de la
chingada su pinche credencial y que se vaya de aquí”, le dice José a Cristián. Sus
miradas siguen fijas. El recién llegado saca más el pecho y se acerca a José, que
sigue firme en su posición. No se tocan, pero se colocan muy juntos uno al otro.
Abruptamente, José le da un moderado puñetazo en el hombro y el otro hombre
se encoje y se enconcha, comenzando a reír. “Hijo de la chingada 59, sí me dolió”,
59
Sin que sea precisamente su sinónimo, “hijo de la chingada” puede entenderse como “hijo de
puta”.
138
le dice mientras se soba el hombro. “¿Cómo ves a mi perro?”, me pregunta José,
dibujando una amplia sonrisa. “No lo conocía”, le contesto yo. “Este güey hace lo
que yo le digo”, me dice, mientras el tipo empuja juguetonamente a José. La
pareja de padre e hijo reciben sus credenciales para ingresar. Antes de partir,
José le dice al hijo: “¿Por qué tienes un papá tan puto?” y lanza una risotada. El
jovencito solo levanta los hombros y no atina a dar respuesta.
El liderazgo de José, una extraña mezcla de desenfado, moderación, respeto y
“chacoteo” es contrarrestado por la extrema sobriedad de Diana. Ella, en muchos
aspectos, es el alma administrativa de la porra. Es ella en realidad quien cobra las
mensualidades y recibe los pagos para ingresar al estadio. Es de pocas palabras y
difícilmente expresa otra cosa que no sea el saludo y alguna observación sobre
las asistencias: “Hola. No habías venido a los últimos partidos”, le dice a un
integrante de la porra que reapareció en el estadio en alguna ocasión, pero la
plática no va más allá. Siempre porta un bolso de esos que se amarran a la
cintura, en el cual tiene las credenciales y uno que otro elemento más necesarios
para la administración in situ de la porra, como lápices y clips. Casi siempre lleva
sus lentes oscuros y al igual que José, porta su playera del América. A diferencia
de José, ella no levanta la voz y es muy difícil escuchar que diga una mala
palabra. Sólo con Cristián y un par más de los integrantes de la porra es con
quienes se le puede ver platicar con más confianza y hasta juguetonamente.
Por su parte, Cristián es la persona de confianza de José y Diana. Él va y viene
con los encargos de su padre. “Lleva a este carnal60 a la puerta y dile a Juan que
es la persona que le había dicho que iba a pasar”, suele decirle José a Cristián.
60
Aquí puede ser traducido como amigo.
139
Éste último, también de muy pocas palabras, acompaña a las personas a la puerta
o realiza actividades específicas que su padre o Diana le indiquen.
Antes de pasar al siguiente apartado hace falta comentar que algunos autores
(Salmerón, 2002; Adler Lomnitz, 1988) han establecido que las redes “informales”
de ayuda reciproca (y no cabe duda que en este sentido las porras familiares
funcionan como tal) han servido como mecanismos que complementan las
incapacidades del sector formal o estatal para cubrir las necesidades de los
“marginados” (el de la recreación y el ocio no son la excepción). No quiero señalar
como marginales (por lo menos no a todos) a los integrantes de las porras, pero
de alguna manera, las relaciones ptronales-clienterales que se observan al interior
de las porras siguieren que existen formas de intercambio reciprocas y
simultáneas a las “institucionales”, las cuales generan beneficios a ambos lados
de la estructura vertical. Por un lado, los líderes de las porras se revisten de
prestigio (y dinero) y pueden asumir cada vez mayor poder de maniobra política si
logran distribuir las prebendas y favores que dispensan con mucha arbitrariedad.
Por el otro, los integrantes de las porras pueden recurrir con los líderes para la
obtención de boletos a buenos precios a lo largo de toda la temporada, sin tener
que lidiar en taquillas, además de integrarse a un espacio que consideran seguro y
respetable.
Una breve historia de la Porra Unión y los conflictos actuales por el liderazgo
La Porra Unión es una escisión de la Porra Popular, la más antigua de todas
estas. A finales de los años sesenta, en el todavía recién estrenado Estadio
Azteca se podían observar dos grupos de animación en la zona poniente del
140
graderío. Una en la parte baja, la de entradas caras ($12.00 por boleto en aquellos
años), llamada Porra América. La otra en la parte alta, en la zona económica
($3.00 el boleto): la Porra Popular. Según los cálculos que se desprenden de la
información de la revista Fibra América (1973a; 1973b; 1973c y 1973d), la Porra
América fue fundada en 1968, por Jorge Sepúlveda.
Sin embargo, según la misma revista, la Porra Popular fue fundada en 1949 por
Julio Mata “El Camarón”:
De acuerdo con la determinación tomada en la asamblea de fecha 23 de
mayo de 1949, en la ciudad de México, D.F., se constituye un grupo de
amigos y partidarios del Club de futbol América, que en lo sucesivo se
denominará ‘Porra Popular América’(1973d: 23).
Este grupo de animación estaba organizado formalmente y, ateniéndome a los
datos de la revista, llegó a contar con unos trescientos aficionados:
Ya suman alrededor de 300 [integrantes]. La inscripción cuesta $10.00.
Tienen, cada vez que juega el América en casa, una dotación gratuita de
200 boletos... Y con todo ese exclusivo caudal, manejado por un tesorero
(CARLOS CORTÉS), pagan la renta de un local donde se reúnen todos los
martes (MIGUEL SCHULZ Nº 6-103), compran matracas y banderas,
alquilan música, rentan autobuses para los viajes a provincia (jamás son
camiones de escuela, siempre son de turismo, que cuestan $1400...), dan
viáticos a un enviado que deba (sic) ir a asegurar equis cantidad de boletos
a Guadalajara o León o plazas donde los partidos tienen trascendencia tan
grande que resulta imposible asegurarlos de otra manera (1973b: 22-23.
Negritas mías).
Tenía una mesa directiva:
[...] presidida por ALBERTO LEFORT. Hay un vicepresidente: el “Camarón”,
JULIO MATA y hasta un encargado de Actas y Filiación (RAÚL LÓPEZ),
más 2 vocales (ING. PRIETO y Sr. ZAMORA)... Aunque el más sufrido es el
tesorero, quien tiene que andar tras las cuotas mensuales... (1973b: 22-23.
Mayúsculas en el original).
141
En sus reuniones semanales:
Los debates y las ponencias son insólitas. Hasta risueñas... ‘El domingo,
fulano no gritó igual que todos...’. ‘Aquel llevó más cantidad de amigos de lo
permitido...’. ‘Perengano no llegó a la hora convenida para la salida del
autobúas’. ‘Zutano abusó de los tragos”...
Pero también convienen en la hora en que deberán de verse a la entrada
del Azteca, aunque son los directivos los encargados de llegar más
temprano para apartar los lugares hasta un tiempo prudencial (1973b: 2223).
La Porra Popular (como lo constata la revista Fibra América, editada
oficialmente por el club) recibió un apoyo muy fuerte de la directiva. La
organización de la porra tenía tintes formales y la jerarquía del club sobre ella era
muy notoria. A lo largo de los años, la Porra Popular se mantuvo muy cercana a
los lineamientos del club y siempre se mostraron accesibles y dispuestos a
respetar las indicaciones de los dueños.
En esta etapa histórica, como lo abordaré en el capítulo 5, los aficionados de
los clubes profesionales, en especial los del América, están inmersos en un
proceso con múltiples facetas. En una primera instancia, los aficionados están
consolidando cada vez más su dimensión de espectador y por, ende de
consumidor (cultural) bajo los márgenes que la elite va proponiendo y
estableciendo para tales fines. La separación objetiva entre los practicantes
(jugadores y entrenadores), los dueños del negocio, los medios de comunicación
(sobresalientemente
la
televisión)
y
las
instancias
gubernamentales
(administrativas y policíacas), por un lado, y los observadores (espectadoresconsumidores), por el otro, se van volviendo cada vez más tajantes en el ámbito
del futbol profesional mexicano. Este desdoble del observador en espectadorconsumidor tiene también otra fuerte connotación: la del cliente político, que he
perfilado ya con la relación de patronazgo-clientelar vertical. A su vez, las
142
relaciones fuertemente corporativizadas, jerarquizadas y verticales que se van
estableciendo en las porras familiares están cruzadas por sesgo moral anclado en
una idealización de la familia de “buenas costumbres” y valores, tales como la
lealtad y la fidelidad. Además, esta moralidad es un recurso discursivo que tiene
su correlato con el modelo patriarcal y corporativo del Estado mexicano, el cual se
desarrolla en el período de crecimiento económico y seguridad social más
importante del país. También forma parte de la todavía muy fuerte y categórica
separación de actividades masculinas y femeninas, como se demuestra a
continuación. Dice la revista Fibra América: “¿Quieres pertenecer a las porras del
América?”. Inmediatamente explican:
Un gran caudal de las cartas que se reciben solicitando distintos informes
contienen una pregunta que ahora respondemos a petición oficial:
HAY 3 PORRAS, DOS MASCULINAS Y UNA FEMENIL.
Las porras de los hombres están divididas en “PORRA POPULAR DEL
CLUB AMÉRICA” y es la que ocupa las localidades superiores del Azteca
($3.00); y en “PORRA AMÉRICA” que instala su show emotivo, trepidante,
en la zona de numerado ($12.00).
[...] También hay un “CLUB SOCIAL FEMENIL AMÉRICA”. Y quien desee
tomar parte de él, puede acudir a alentar al equipo o para realizar obras de
carácter asistencial, debe comunicarse telefónicamente [...] (Fibra
América,1973a: 22. Mayúsculas en el original).
Si bien esta separación entre las porras femeninas y masculinas era categórica
y lo masculino se desenvuelve con características de fuerza, agresión y voluntad,
su práctica todavía raya en lo que Alabarces describe como una “masculinidad
primaria” y el futbol (en la cancha como en la tribuna) está lejos de ser pensado
como un espacio de violencia:
[...] como mucho es cosa de hombres, es un espacio de una afirmación de
masculinidad primaria que resuelve todo con un par de cachetazos y pierna
fuerte, “pero leal”. De códigos, que antes de describir los silencios mafiosos
143
remite a los aprendizajes barriales: “No se le pega al caído”, “No se le pega
a alguien con anteojos”, “Los hombres resuelven sus problemas a las
piñas”. Sin duda es una sensibilidad elemental, pero funciona; y en el futbol
se reproduce y exhibe. “Si tenés algún problema, decímelo en la cara”. Y “a
llorar a la iglesia” (2004: 19)
Es el tiempo de la “fibra”, la lealtad y el vigor masculino, antes que del aguante
y el descontrol que posteriormente enarbolarán las barras juveniles. Se tiene que
ser hombre en la cancha o en las tribunas; sí, indiscutiblemente. Pero esta
hombría vigorosa y llena de “fibra” es también la de los hombres protectores y
patriarcales,
al
mismo
tiempo
que
leales,
patrióticos,
nacionalistas
e
institucionales, como se ha visto.
Para ejemplificar lo anterior, en un documental de la historia del club (Prieto,
2000) aparece claramente un grupo de aficionados que visten sombreros amarillos
y portan una bandera con los colores y logotipo del club y la leyenda “Porra IMSS”.
Los sombreros fueron evidentemente confeccionados y otorgados a los asistentes
de ese instituto para que asistieran a la final del torneo 1970-1971, disputado entre
los clubes América y Toluca. Lo significativo de esto es la práctica corporativa y
clientelar que este documento presenta, ya que difícilmente se podría pensar que
los integrantes de dicha “Porra IMSS” hayan asistido sin ninguna conexión de
patronazgo sindical, siendo el Instituto Mexicano de Seguridad Social una de las
dependencias gubernamentales del régimen príista más importantes. De cualquier
manera, y de igual forma, se puede inferir que los trabajadores sindicalizados han
sido sujetos del sistema clientelar y que son estos sectores los que han
conformado a los grupos de aficionados organizados desde hace varias décadas.
144
Figura 12. Porra IMSS en 1971
A la par de todo esto, corre también el proceso del imaginario melodramático
que matiza al futbol profesional mexicano. Aquí tal vez la interpretación que ofrece
Levi es mucho más adecuada que las previamente utilizadas. Para esta autora, la
diferencia entre el “modo melodramático” norteamericano y latinoamericano radica
más en sus características clasistas que de género, aunque estas siguen teniendo
relevancia (1997). El sustrato de clase popular que tiene la afición futbolera y en
especial la americanista es indiscutible en este sentido.
El número de aficionados americanista creció sensiblemente a lo largo de las
décadas de los años setenta y ochenta. Los logros deportivos en los ochenta
provocaron que mucha gente asistiera al Estadio Azteca. José, el líder de la Porra
Unión recuenta:
Te voy a platicar desde que llegué a la porra. Yo siempre he venido al
estadio. Siempre he trabajado [en la] seguridad [privada] y se gana bien. Lo
primero que hacía era apartar para mi boleto. Ahí conocí a un amigo que ya
no viene y a Bolaños [el fundador de la porra]. Exactamente en una bronca
en la tribuna me metí a defenderlo. De ahí me invitaron a venir. No me
llamaba mucho la atención por la forma en que tratan a la gente, imagen
145
que yo quiero cambiar en la actualidad. Ahorita ya se tranquilizó, pero antes
era bien brava la gente. Apartaban un lugar y si te metías aunque trajeras
una bandera del América te corrían, te trataban mal. Entonces empecé a
llegar a la porra y como siempre, ya sabes, donde hay dinero hay
problemas. Estábamos en la porra familiar y empezaron los problemas. Un
día Bolaños se sale y me dice que si jalaba con él, que iba a hacer su porra
y yo eso lo veía muy lejano porque no estaba tan adentrado en esto. Un día
me habla y me dice que ya está constituida la porra.
Y continúa:
En el 75 aniversario, que fue en el [año] 1990 fue el primer partido que
venimos como Porra Unión. Y se puso Porra Unión porque veníamos de
varias porras. Venían algunos de la Popular, veníamos de la Porra Familiar
y otros de la Porra Águilas. O sea, a los que no querían porque eran
desmadrosos61 se les marcaba y nos empezamos a juntar. Éramos una
porra, en ese tiempo, de jóvenes. El primer partido fue en el 75 aniversario,
Copa Interamericana contra el Olimpia de Paraguay. Igual se soltó una
bronca arriba contra los cerveceros. Yo traía a mi hijo de brazos, el que
anda por aquí ahorita. Yo lo traía de brazos. Con mi hijo en brazos y dando
madrazos62. Quien sabe, alguna de esas personas que tienen educación,
un psicólogo, piensan que son maneras equivocadas de comportarse, pero
yo así crecí. Yo crecí en medio de la violencia, en donde el pez grande se
chinga63 al chico. Trato de que eso no se refleje ahora que traigo la porra
yo. A la persona que se acerca yo nunca la he tratado mal ni se le excluye
del lugar ¿no? Tú has visto que llegan y mientras traigan la playera del
equipo, bienvenido. Eso es lo único que yo trato de cambiarle de cara a la
porra, no ser tan agresivos entre nosotros mismos.
También comenta:
Bolaños se encargaba de todo… antes nos apoyábamos más. En ese
tiempo, me imagino, todos éramos solteros. Yo tenía otro tipo de
necesidades. Llegamos a ser la mejor porra. Teníamos dos águilas vivas.
En ese tiempo eran tambos de agua que le poníamos cuero y esos eran los
tambores; teníamos tres. Banderas grandes, teníamos cinco. Teníamos
sirenas, caracoles. Éramos aproximadamente cien, pero, de esos, todos
61
En este caso, “desmadroso” puede ser entendido como peleonero, poco afecto a la reglas.
“Dar madrazos” es golpear y soltar puñetazos.
63
“Chingar” a alguien es someterlo, ganarle, dominarlo, etc.
62
146
gritaban al parejo. Después de Gonzalo [actual líder de la Porra Popular]
como que empezamos a mover esto nosotros. Era la contraparte de
Gonzalo, que traía su porra bien constituida y con puras chavas y, según,
la mejor porra que traía el América. Traía sus edecanes y todo. Nosotros
éramos la contraparte, los peleoneros y escandalosos, pero siempre
gritando y siempre apoyando al América.
En la actualidad, como he señalado, José, Diana y Cristian son los principales
organizadores de la porra. Sin embargo, como el relato del propio José nos indica,
Rubén Bolaños fue el fundador de la porra. Él es un hombre de unos cincuenta y
cinco años. Bajo de estatura y desaliñado. Le faltan algunos dientes. Las veces
que lo he visto lleva el cabello entrecano sin peinar y su tupida barba a medio
crecer. Su ropa es vieja y no siempre muy limpia. Pero su trato es amable y cortés.
A diferencia de José, no lo he escuchado decir palabras altisonantes. Durante
algunos años dejó de asistir al estadio, al parecer por un problema judicial que
incluso lo llevó a la cárcel. Desafortunadamente, el tema es tan escabroso que mis
informantes no me quisieron decir los motivos de su encarcelamiento. No
obstante, la causa que por la que haya ido a la cárcel fue suficiente para que la
directiva del club lo dejara fuera del liderazgo de la porra.
Durante mis primeros acercamientos al estadio, a principios de 2008, fue que lo
conocí. De hecho, puedo afirmar que él fue mi primer contacto formal con las
porras. En alguna ocasión, otro de los integrantes que fundaron la Porra, un
hombre cuarentañero, alto y delgado, con el pelo relamido y peinado hacia atrás,
que en algunas ocasiones va de traje al estadio (cosa verdaderamente extraña) y
una corbata amarilla con el logo del equipo, me comentó:
147
[En los años 1990] con Bolaños esto era diferente. Ahora con José la cosa
es distinta. Bolaños era muy movido. ¿Te acuerdas de un programa que
salía con Lagrimita, el payaso64?
-Creo que sí -contesté dubitativamente.
-Pues Bolaños nos conseguía pases para entrar como público. A veces
también íbamos con Chabelo65. O sea, un domingo veníamos al estadio y
otro íbamos a los programas. Bolaños era muy movido y siempre andaba
consiguiendo cosas para todos.
-¿Salían mucho a otros estadios?
-No, casi no. Sólo a Guadalajara…
-¿Veracruz, Toluca y Puebla?...
-… Sí, a lugares más o menos cercanos. Pero antes el club ponía más
billete. Bueno les convenía. A Televisa le convenía. El club y Televisa son
lo mismo, son la misma empresa y les convenía tener contentos a los
aficionados del América.
Bolaños me comentó en una plática informal a principios de 2008 que estaba
muy “sacado de onda”66 porque había perdido el control de la Porra qua él había
organizado. “Ahora estoy desempleado y ‘medio’ trabajo con un diputado del PRD,
en el poniente de la ciudad”, me dijo.
-¿Se saca dinero de ser líder de una porra? –le pregunté.
-Por supuesto. Ser líder de una porra es un negocio más o menos
redituable. Aquí no todo es por amor a la camiseta, como todos los líderes
dicen. Es obvio que yo perdí ingresos económicos importantes al dejar de
ser el líder –me contestó. Yo fui el culpable, en parte, pero también la gente
de la directiva exageró y pienso que fue injusto que me quitaran la porra.
Ahora José es quien dirige la Porra, y lo hace bien, pero también saca
dinero de esto.
En otra ocasión dentro del estadio, otro de los viejos integrantes de las Porras
familiares me dijo:
64
Un programa de televisión con público asistente que se transmitía, probablemente en los 1990
en algún canal de Tlelevisa.
65
El programa de televisión más antiguo de la televisión mexicana: Un programa de concursos,
llamado En Familia, cuyo locutor, Chabelo, es conocido por su americanismo. El programa se
transmite en vivo los domingos por la mañana y tiene público en el estudio.
66
“Sacarse de onda” puede entenderse como consternado o molesto.
148
Cuando yo vine por primera vez al estadio tenía 14 años. Ahora ya tengo
49, échale cuentas. Yo todavía viene cuando las porras estaban allá arriba,
del otro lado del estadio. Eso fue a mediados de los setenta.
-¿Esa porra era la Popular, no?
-Sí, primero fue la Popular, que después se fue dividiendo. Los primeros
organizadores fueron Efrén y “El Camarón”, que en paz descanse. Lugo de
ahí fueron surgiendo otras porras, “La Unión” y la “Amigos” que es la de
Gonzalo. Yo tuve mi propia porra, pero ya sabes, siempre hay broncas y…
(me da la impresión de que duda en decir “tranzas”67), bueno conflictos. Yo
dejé de venir unos cuantos años y cuando regresé quise que me dieran de
nuevo mi porra, pero todos me echaron mucha tierra68. Echan mucha tierra
estos cabrones… [se refiere a los otros líderes].
-¿Lana69?
-Hum (me mira asintiendo), pues tú sabes, esto no se hace todo por amor a
la camiseta.
-¿Esto también le paso a Bolaños, no?
-No a Bolaños le pasó otra cosa, pero yo no sé qué (me dice apuradamente
como intentando cambiar de tema lo más pronto posible). A mí nunca me
quiso decir qué le pasó, yo no sé. No, a mí me quitaron la porra mi propia
gente y ahora son ellos quienes la dirigen. Yo apoyo junto con mi hija (que
se llama América), pero ellos son los que mueven la porra.
El asunto del dinero se ubica en el centro de los conflictos por los liderazgos de
las Porras. Sin embargo, quienes ocupan los roles de líderes siempre buscan que
esta cuestión sea subestimada y manifiestan que su verdadero interés es “el
equipo”, su “amor a la camiseta” y al club. Se sobreestima el aspecto emocional
que se guarda con el club, adjudicándole al amor, a la pasión y a la lealtad
desmedida el vínculo que los une con su equipo (y como derivado con su Porra).
“Naturalizando” la relación con el club, me parece, los integrantes de las porras
buscan establecer que el “amor” y la “pasión” son vínculos de orden biológico, más
que de índole social o culturalmente construidos. Esto es un señalamiento
67
Una “tranza” en México es sinónimo de corruptela o acción ilegal o inmoral.
“Echar tierra” es sinónimo de decir mentiras o medias verdades con el afán de socavar la
credibilidad y/o honorabilidad de alguna persona.
69
“Lana” es sinónimo de dinero.
68
149
importante, ya que perciben que el amor y la pasión por el club son tan “naturales”
como la sangre que corre por sus venas. De ahí que muchos digan simplemente
que la camiseta del equipo es como su “segunda piel”. Este tipo de amor, por lo
tanto, no tiene posibilidades de ser tasado en una escala monetaria o económica
de valores. Sería tanto como cuestionar el amor (el cual debe de ser absoluto bajo
esta lógica) que una madre o padre le deben profesar a su hijo o hijos; por tanto,
sentir este amor es “natural”. En consecuencia, la “grandeza” del club corre por su
sangre.
Regresando a la Porra, quienes se encuentran en posiciones subalternas tienen
críticas hacia sus líderes, aunque no todos los relacionan con “tranzas” o
beneficios económicos, que demeritan abiertamente el amor y la pasión que
deben sentir por el club. Si bien es cierto que todos mis informantes consideran
que los líderes lucran de su posición, no todos están interesados en disputar esos
lugares.
José y Bolaños tienen un conflicto de intereses que no se ha manifestado de
manera directa ni contundente. Ambos hacen críticas veladas hacia el otro.
“Bolaños casi nunca viene, pero cuando viene sólo lo hace para cobrar la entrada
de sus invitados”, me dice José un poco molesto por la situación. Por su lado,
Bolaños piensa que José lo ha excluido de toda toma de decisión de la Porra y
principalmente le ha restado sus ingresos económicos. José argumenta que no fue
él quien le quitó la Porra a Bolaños, sino la directiva del club y que de cierta
manera él se hizo cargo de forma indirecta y casual, y hasta defendió a Bolaños
en las juntas con la directiva. “Lo querían vetar del estadio después de haber
caído en la cárcel. Yo lo defendí y les dije que él es una buena persona, a pesar
de su falta”, me ha dicho José, en varias ocasiones. Asegura que no estaba en
150
sus planes hacerse del liderazgo de la Porra, pero que tampoco los demás
integrantes lo quisieron hacer, así que él llegó ahí sin haberlo premeditado.
Las críticas entre los líderes son a veces, menos soterradas. “Mira, esto es lo
que yo gano en mi trabajo”, me enseñó José una vez un cheque de su trabajo. Y
ahondó:
Yo no tengo necesidad de andar robando a la gente, ni de cobrarle más de
lo que es justo. Gano bien y tengo muchas prestaciones laborales. A mí me
han acusado de que yo trafico con la Porra. Pero eso es falso. Una vez,
Gonzalo me vio manejando mi camioneta y me dijo: “¿Si deja [dinero] la
Porra, verdad?”. Yo cargo en mi cartera siempre los recibos de mis
ingresos. En esa ocasión le respondí a Gonzalo: “Mira, este es el recibo de
lo que me tocó por la caja de ahorros de muchos años de trabajo. Con eso
me compré mi camioneta”. Él es quien se ve beneficiado de todas las
tranzas con la directiva. No yo. Todo mundo te puede confirmar que es
Gonzalo quien tranza con el equipo, es un lamebotas y un arrastrado de
Ismael y de la directiva.
Y en efecto, prácticamente todos mis informantes coinciden en que Gonzalo, el
líder de la Porra Amigos (la más grande), es el hombre que más lucra en la porras.
Yo he querido entrevistarlo y platicar con él, pero siempre se ha negado y esquiva
cualquier tipo de conversación. Sin embargo, es un secreto a voces que revende
boletos, trafica entradas y está dispuesto a tranzar con todo lo que sea negociable
en el ámbito de las porras familiares.
El escrutinio al que están sometidos los líderes de las porras por parte de la
directiva y la policía es intenso. Su comportamiento siempre será cuestionado o
tolerado en la medida en que se apeguen o no a ciertos códigos morales. En un
lado de la escala, el “amor a la camiseta” es entendido como el trabajo
organizativo desinteresado y sin fines de lucro. Es una especie de valor idealizado
en el que antes que el beneficio personal se encuentra el de la colectividad, es
151
decir el de la familia americanista a la cual pertenecen todos los integrantes de las
porras. Los miembros comunes ven con cierto agrado y satisfacción que otros, es
decir, los líderes,
se “fleten” en la organización de las Porras. Asistir a las
reuniones, llegar mucho tiempo antes de los partidos, llevar la administración y
comprar banderas e instrumentos musicales no es algo que todos estén
dispuestos a hacer y son tareas percibidas como expresiones del “amor a la
camiseta”. Por el otro lado, la venta excesiva de boletos y el lucro desmedido es
percibido como una actitud deshonesta, ambiciosa, condenable moralmente y
percibida como contrapuesta al amor por el equipo, pero tolerada y hasta
aceptada como una práctica que compensa las obligaciones del liderazgo y, por
supuesto, del patronazgo.
Es momento de contraponer estas relaciones verticales con las que pueden
entenderse como prácticas “horizontales” (o menos verticales) ente los integrantes
de la Porra, expresadas en la idealización de familia.
La organización horizontal y la moralidad familiar
Como se ha planteado hasta aquí, la disposición “endógena” de la Porra Unión
tiene claros sesgos jerárquicos. Sin embargo, las prácticas y relaciones que se
establecen entre sus integrantes fluyen más “horizontalmente” que entre la porra y
otras instancias organizativas del club. En este ámbito, el concepto “familia”,
idealizado e impulsado por la propia directiva del club, toma relevancia. Muchos de
los integrantes de la porra van acompañados por familiares consanguíneos o
político: esposas, padres, hijos e hijas, primos o hermanos. Quienes no se hacen
acompañar por ellos, idealizan a la porra como una familia, en la cual los valores
152
de lealtad, honor, tradición, fidelidad y respeto (que asocian directamente con la
moralidad familiar) deben prevalecer. Así, la familia se extiende a la porra. Por
ello, los integrantes de la porra ven con extrañeza y rechazo a todos aquellos
individuos y grupos que les parece están “acabando” con los valores de la familia
dentro y fuera del estadio.
La incursión reciente, desde hace unos diez años aproximadamente, de las
llamadas barras juveniles es vista por los integrantes de la porra en este tenor.
Para ellos, las barras, son percibidos como una fuerte amenaza a la moralidad
familiar que aquellos dicen representar. Esta percepción se extiende hacia los
grupos de aficionados organizados de los equipos rivales, principalmente a la de
los Pumas de la UNAM.
Uno de mis informantes me comentó lo siguiente en alguna ocasión: “[Los
jóvenes de las barras] son puros chavos mariguanos y muy desmadrosos. Antes
no era así. Yo pienso que el ambiente debe de ser familiar. Entre las porras se
armaban rivalidades, pero sanamente. Ahora se pelean”. Obviamente esta
descripción raya en lo falaz, ya que la agresión verbal, la diatriba, la arrogancia, el
escarnio y hasta el enfrentamiento físico de los integrantes de las porras familiares
es corroborable durante cualquier partido, por lo que esa idealización de un
espectador pasivo, amable, comprensivo, amigable y familiar sólo puede
comprobarse parcialmente en las porras.
En estricto sentido, aquello que puedo identificar como prácticas horizontales,
con cierto aspecto de “reciprocidad”, son intercambios de algunos bienes, como
alimentos y bebidas, pero principalmente son intercambios simbólicos cuyo
objetivo último es demostrar el “amor a la camiseta” y al club: saludos, vivencias
153
personales a lo largo de los días que dejan de verse. Evidentemente, los cánticos,
consignas y coreografías que se realizan durante los partidos, requieren de la
conjunción de esfuerzos colaterales de sus integrantes. “Uniendo” esfuerzos con
sus pares, los integrantes de la porra piensan que contribuyen en mejorar las
posibilidades de triunfo del equipo y, por tanto, de satisfacerse ellos mismos con
las victorias del club, o en todo caso disminuir la sensación de derrota entre sus
compañeros.
Dentro del estadio, en las gradas, las jerarquías no “desaparecen” ni dejan de
tener validez, pero la idea de formar parte de la “familia-porra” ejerce una gran
influencia que discursivamente se pretende como igualitaria y equitativa. “Aquí se
trata de que todos ‘jalemos parejo’, por el bien del equipo”, me dice uno de mis
informantes de la porra. Es decir, durante los partidos, de todos y cada uno de los
integrantes, se espera un esfuerzo relativamente equitativo. No quiere decir que
de un niño se espera lo mismo que de un adulto, por obvias razones, pero tanto
niños como adultos, hombres y mujeres son percibidos como “americanistas”, y
por lo tanto la pasión por el club más o menos equipara a los integrantes.
“Jalar parejo” es un enunciado de pretendida equidad. La equidad, sin embargo,
es fácilmente confundida con la sincronía de movimientos y de acciones. Pero la
sincronía no establece una igualdad de obligaciones y prácticas entre los
integrantes de las porras. Quienes establecen los momentos de “echar una porra”,
es decir, gritar una consigna, que generalmente es el grito “Águilas, Águilas...”,
son los líderes de las porras o quienes ellos determinen. De todas mis visitas al
estadio, nunca pude observar que José, Cristián o Diana “echaran una porra”.
José y Diana son particularmente displicentes en cuanto a gritos y consignas se
154
refiere, pero ninguno de los integrantes de la porra ha cuestionado esta
displicencia.
En otras palabras, el discurso y las prácticas de la porras, engarzados al de la
familia, como un espacio de “igualdad” sólo se sustenta muy endeblemente, ya
que “jalar parejo” no es más que una aspiración que en la práctica no es tan fácil
de observar. Ante la precariedad de los recursos económicos y del salario, la
diversión y “desahogo de la vida diaria” se vuelven un elemento fundamental del
aficionado al futbol que requiere de compartirse con sus pares.
Otras cuestiones menos evidentes están presentes en las relaciones
“horizontales” de la porra. Una de ellas, la relativa homogeneidad de clase social
de los integrantes de las porras. Todos los integrantes son trabajadores ya sea
autoempleados o profesionistas, y ninguno de ellos podría considerase como un
capitalista o con ingresos por rentas bancarias o bursátiles, por ejemplo. Sus
niveles y preferencias de consumo son relativamente equiparables, lo cual les
permite establecer estos intercambios horizontales. Muchos gustan de las
cervezas y de los refrescos de cola, así que durante un partido, generalmente un
grupo de amigos “rola” el pago de las rondas de cervezas o refrescos. “Yo pago
esta ronda”, se puede escuchar por ahí. La subsiguiente puede ser pagada por
alguien más o en un partido siguiente.
Otro factor más es la relativa cercanía territorial de los integrantes, lo cual los
vuelve partícipes de un ámbito cultural regional y de clase más constreñido. Si
bien es cierto que el factor de que el club sea de la Ciudad de México no es el
determinante, de muchas maneras, “ser chilango”, establece códigos de conducta
y prácticas sociales más o menos homogéneas. Una de ellas es el lenguaje. Un
155
bien simbólico muy importante que se intercambia entre los integrantes de las
porras es el “chiste” o el lado “cotorro” de las situaciones. “Pasarse un buen
momento” es uno de los bienes más preciados por los integrantes de las Porras
familiares y entre más ameno y “cotorro” sea la estancia en el estadio, mejor para
ellos. En una visita que realizaron un par de amigos argentinos míos al estadio
Azteca en 2009, las bromas y el “cotorreo” que se estableció en las gradas no fue
del todo claro para ellos. “Alburear” a algún jugador contrario o a un aficionado del
equipo rival es una práctica muy socorrida en las gradas del estadio, pero requiere
compartir el código verbal correspondiente. De esa forma, el chiste o el albur es un
bien que se intercambia, pero sólo entre los pares (regionales o de la ciudad) que
pueden descifrar el mensaje y conectarlo con su intención lúdica.
Dentro del estadio, los aficionados de las porras familiares ocupan la sección
sur oriental de la parte baja del estadio. Entre las diferentes organizaciones es
posible contabilizar, en un día de partido contra algún rival “fuerte” unos quinientos
aficionados. En los momentos en que el equipo local ingresa, la porra, casi al
unísono, responde con gritos de aliento. Cuando el equipo visitante ingresa recibe
rechiflas, “mentadas de madre” y gritos descalificadores (“putos”, “pinches
culeros”, “chinguen a su madre”, etc).
El último campeonato del 2007, los dos del 2008 y el primero del 2009 han sido
los peores en varias décadas para el club. No han calificado a la llamada “liguilla”
(especie de post-temporada en el que ocho equipos se disputan el título) y en el
torneo, “Clausura 2008”, el equipo quedó en el último lugar de la tabla general de
puntuación, lo cual no sucedía desde los años cincuenta. Esto se ha reflejado
sensiblemente en la porra. Las contrataciones, para la cuales, como es
característico del club, se han dilapidado millones de pesos no han surtido los
156
efectos positivos que se esperaban. En las gradas, los comentarios son una
mezcla de “ahora sí vamos a salir de la mala racha”, “pinche Fulanito (refiriéndose
al director técnico. El club ha tenido cerca de cuatro cambios en la dirección
técnica en un año) no ha hecho nada”, “en este partido sí le tienen que poner
“güevos” (huevos) estos cabrones (los jugadores)”.
El “chacoteo”, es decir la farsa y el doble sentido es un intercambio dialógico de
homogeneidad de género, en el cual sólo los varones participan. “Ahí te habla tu
hijo”, le gritan a José, señalándole a uno de los jugadores del equipo contrario.
“Perro”, les responde, queriendo decir que primero preferiría ser perro que el
padre de tal jugador. Los allegados ríen ante los albures y los dobles sentidos.
Según Lauria, en el Puerto Rico de los años 1960:
El intercambio del “relajo”, también descrito como “se relajaban uno al otro”,
puede ocurrir como un intercambio sostenido, que permanece en el nivel de
un simple juego cuyo vocabulario es parte un ritual de difamación y
humillación, pero nadie lo toma en serio. En otras ocasiones, los
participantes pueden llegar a tomarlo seriamente, y todavía mantener la
fachada de una broma amistosa. Para fines analíticos, se pueden distinguir
dos categorías: el simple juego de bromas y la mucho más seria
“competencia de bromas”. En la segunda, el relajo mutuo se convierte en
una competencia, en un concurso sofisticado de de difamación, un ritual de
degradación, en el cual los jugadores están agresivamente enganchados
buscando obtener puntos a costa del otro, buscando llegar lo más lejos
posible y aun así tener el consenso superficial de la amabilidad (1964: 61).
De esta forma el “relajo” o “chacoteo” es una forma de intercambio verbal muy
socorrida entre los aficionados mexicanos a los deportes. Si bien es cierto que las
descripciones que he hecho aquí son las observadas en el estadio Azteca,
también he podido ver este tipo de prácticas y discursos en otros foros deportivos
como en el béisbol o en la lucha libre.
157
La plática entre los integrantes de la porra, por supuesto, no es homogénea.
Algunos conversan sobre los resultados del equipo o de otros clubes a lo largo del
torneo. Las mujeres, he escuchado, hablan sobre temáticas variadas: la familia, el
trabajo o hasta realizan algunos negocios personales. Tal es el caso de Diana,
que a través de un catálogo realiza ventas de artículos de belleza y zapatos, los
cuales vende a plazos entre los integrantes de la porra.
He podido observar que una buena parte de los gestos y de los sentimientos de
los integrantes de la porra están pautados por ciertos cánones. Los líderes de la
porra son un referente ineludible, por lo menos para algunos integrantes de la
misma. De manera casi imperceptible y pareciera que inconciente, algunos
integrantes imitan los movimientos y las gesticulaciones de José. Los tiros a gol,
las faltas cometidas a los jugadores, las marcaciones de los árbitros generan
ciertos tipos de gestos y comentarios. Si el árbitro marca una falta a favor del
equipo contrario los integrantes de la porra lo increpan: “Estás ciego”, “No seas
pendejo, árbitro”. Si es favor del equipo: “Árbitro justo”. Un gol genera la reacción
colectiva. Hay gritos y abrazos y un revuelo general, aunque la intensidad de la
celebración varía dependiendo del marcador.
Para los integrantes de la porra, ser un “americanista”, como me lo han
confirmado algunos informantes, es un “estilo de vida” que se “lleva en la sangre”.
Pienso que en algún sentido, esto lo experimentan como una responsabilidad
pasional (en el sentido cristiano del término, es decir, como un “sufrimiento”) que
se combina con un sentimiento de orgullo relativamente placentero. José me
cuenta que todos los lunes recibe las burlas (cuando el equipo pierde) de sus
compañeros de trabajo, “pero eso sólo es con el América”, afirma. “Lo importante
es que están al pendiente del equipo. Yo no sé cómo quedan sus equipos aunque
158
ganen, pero ellos sí saben cómo va el América, aunque pierda. Eso es lo
importante”, asegura. De esta forma, los aficionados americanistas viven
pasionalmente y desde una posición (autoidentificada) de altivez o grandeza,
como mirando para abajo a los demás, con cierto desprecio y autocomplacencia, a
pesar de (o podría decirse gracias a) las agrias críticas de los rivales.
El club es “grande” porque los presupuestos a su disposición lo son y estos a su
vez se han materializado en objetos (el “coloso” de Santa Úrsula, como es
conocido el Estadio Azteca) y en la alta tecnología que implican las transmisiones
mediáticas (“tecnología Televisa”, por ejemplo) y las costosas contrataciones de
los jugadores y entrenadores. Pero los presupuestos de la afición de la “porra
familiar” liderada por José son austeros, escasos y extremadamente ajustados.
159
Capítulo 3
El Estadio Azteca in situ:
espacio, consumo cultural, emociones y grandeza
Somos una empresa que busca ofrecer:
El mejor confort.
El mejor servicio.
La mejor seguridad.
Valores:
Lealtad y compromiso con la empresa
Responsabilidad social
Actitud de servicio
Desarrollo integral del personal
Búsqueda continua de la calidad
Innovación y creatividad
De la página web del Estadio Azteca
El escenario del melodrama y la comercialización
El estadio es el lugar en el que la trama “ritual” del futbol se desarrolla. Las
emociones que se expresan, las identidades que se manifiestan son ubicables en
ese espacio simbólico y material del futbol profesional. El Estadio Aztaca70 es la
sede del club América y el lugar en el cual desarrollé mayoritariamente mis
actividades etnográficas. Parafraseando a Fábregas (2001), el estadio es esa
especie de “aldea” en la que el etnógrafo urbano puede encontrar los rasgos
70
En el Estadio Azteca, el club juega todos los partidos en calidad de local. Esta enorme
infraestructura, que puede albergar a hasta 105 mil aficionados, está ubicado al sur de la ciudad de
México, específicamente en la colonia Santa Úrsula Coapa, en la Delegación Coyoacán. El estadio
fue diseñado por los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares Alcérreca. Fue
inaugurado en mayo de 1966, con el partido entre el América y el Torino de Italia. Según la historia
oficial que promueven sus dueños: “En el año de 1962, Don Emilio Azcárraga Milmo, decide la
construcción del Estadio Azteca, sueño que se hizo realidad en 1966. En el momento en que el Sr.
Azcárraga Milmo decidió participar directamente en el fútbol, lo hizo con una visión plena de hacer
algo grande, algo que debía sacudir al fútbol mexicano, que estaba en la antesala del
profesionalismo. El primer paso fue adquirir la franquicia del Club América, así fue como Televisa
entró al fútbol en 1959 y fue por la puerta grande, esto dio pie al nacimiento de un proyecto que era
el sueño dorado de los aficionados, contar con un estadio de fútbol a la altura de los mejores en el
mundo, un escenario que le hacía falta a este deporte en México para proyectarse a nivel
internacional” (ver en información del internet: Página del Estadio Azteca)
160
característicos de una “cultura futbolística” determinada. El Estadio Azteca, por lo
tanto, será el espacio en el que el americanismo se desarrolla con mayor nitidez.
El Estadio Azteca y los espacios urbanos que se conectan a él en un día de
partido ( es decir, las rutas de acceso y los medios de transporte que llevan a su
público) son lugares de múltiples manifestaciones. Éstas van desde las
expresiones de la vida cotidiana del transeúnte hasta espacios disputados
simbólica y materialmente por varios sujetos sociales: el gobierno, los grupos de
aficionados individuales y organizados y, por supuesto, las empresas capitalistas
que buscan lucrar mediante el negocio futbolístico.
El sentimentalismo melodramatizado que se le ha impreso de varias maneras al
negocio futbolístico es ya de por sí un producto más que las empresas dedicadas
a los consumos culturales y materiales asociados con el futbol. El “amor al club” es
un “sentimiento” que se explota comercialmente de muchas maneras: a través de
la televisión, adquiriendo una camiseta, comiendo a las afueras del estadio, etc.
Pero no hay muestra más clara de ello que asistiendo al estadio, comprando un
boleto y expresando la afiliación sentimental en las gradas del estadio. Este
capítulo intentará dar parte de este espacio y de las prácticas que en él se
desarrollan.
Un día de partido a finales de octubre
Nota: Esta es una etnografía de un partido en este estadio, incluyendo algunos
momentos que se desarrollan en otras zonas de la ciudad, pero que se acoplan al
desarrollo mismo del partido en cuestión.
161
Me desperté cerca de las 9 de la mañana y me dirigí hacia el puesto de
periódicos. Algunas de las primeras planas de los periódicos llamados de
“circulación nacional” mencionaban que por la tarde se jugaría el partido. Así, El
Universal escribió: “Que no sea un clásico empate. América y Chivas tienen la
misión de responder hoy a la expectativa generada”. Por su lado, Milenio
mencionó escuetamente en su primera plana: “Hoy: América vs. Guadalajara. 17
horas. Canal 2”. El amarillista diario La Prensa, de gran consumo popular, colocó
una composición fotográfica de cuatro jugadores (dos del América y dos de las
Chivas) al lado de una que presentaba a un hombre muerto en un accidente
automovilístico y escribió: “¡Hoy, el clásico! Más de dos mil polis vigilarán el
América-Chivas; ojalá no defrauden”, sin dejar en claro si se referían a los polis o
a los jugadores. Por supuesto, los periódicos deportivos tenían como noticia
principal la realización del juego. Estadio imprimió en su plana principal las
fotografías (que ocupan casi la totalidad de ésta) de los jugadores Salvador
Cabañas (América) y Omar Bravo (Guadalajara) y editorializaron: “Honor en juego.
Esta tarde se jugará una edición más del clásico nacional; Chivas promete ser
ofensivo pero América es favorito”. Por último, Esto imprimió los escudos de
ambos equipos ocupando media plana y escribe: “Lucha de gigantes. América
recibe a Chivas en una edición más del clásico nacional”. Yo regresé a casa y
tomé un café leyendo el periódico.
A las 12:00 hrs., salí nuevamente de casa para comer. En uno de los locales del
mercado del barrio colindante con el que vivía (colonia Obrera) se vendían tacos y
consomé de barbacoa. El local atraía una clientela numerosa y a esas horas del
día prácticamente estaba lleno. Sabía que los jóvenes que atendían al público
eran aficionados al futbol porque generalmente vestían camisetas de equipos de
162
futbol mexicanos o europeos. Uno de ellos vestía en esta ocasión una playera del
América. Pedí un consomé y tres tacos “suaves”71. Mientras comía, el joven con la
playera americanista fue interpelado de forma burlona en un par de ocasiones.
Una de ellas: “Quítate esa playera, mi buen [amigo]”, le dijo un comensal
burlonamente. La otra: “Van a volver a perder. ¿Qué tal un dos a cero?”, le espetó
retadora, pero juguetonamente el transeúnte. El equipo había sufrido una de las
rachas perdedoras más largas y contundentes en su historia, por lo que las burlas
no pudieron ser repelidas más que con risitas nerviosas por parte del joven
despachador. Yo le pregunté si era aficionado del América. Él me dijo que no, que
en realidad le iba al Cruz Azul. Yo, sorprendido, le volví a cuestionar: “¿Y entonces
por qué traes una camiseta del América?”. Él meneó la cabeza de un lado a otro,
se encogió de hombros y simplemente me dijo: “No sé, sólo para provocar a la
gente… y bueno una apuesta, ¿tú sabes, no?”. En realidad no entendí bien lo que
me quiso decir el joven, pero intuí que estaba pagando una apuesta y que debía
portar la camiseta del rival. Lo interesante fue que mencionó la palabra
“provocación” y la asoció al club América. Yo terminé mis tacos y mi consomé.
Pagué, me despedí del joven despachador y me enfilé hacia el estadio.
En el camino hacia el metro, que dista unas cinco cuadras, observé un par de
transeúntes enfundados en sendas camisetas del América y de las Chivas. Este
hecho es tan común actualmente en la ciudad de México que generalmente pasa
inadvertido, pero que en definitiva es parte fundamental y evidente de la lógica de
71
En muchos locales en que se vende barbacoa en la ciudad de México, preparada con carne de
borrego desmenuzada y frita sobre una plancha de metal abundante en grasa, ésta se vende en
forma de tacos “suaves” o “dorados”. Los tacos “suaves” se colocan dentro de tortillas de maíz sin
freír y son acompañados con cebolla y cilantro picados, aderezados con alguna salsa picante y
jugo de limón. Los tacos “dorados” se fríen en aceite y son acompañados con crema, queso
rayado, lechuga y la infaltable salsa picante.
163
mercantilización deportiva. Como fue mi costumbre cuando asistí a los encuentros
en el estadio Azteca, abordé un micro en la estación Chabacano del metro. Estos
microbuses viajan por toda la Calzada de Tlalpan hacia el sur de la ciudad, en
dirección a Xochimilco.
Eran cerca de las 13:30 hrs. Hice la parada a uno de estos microbuses, que me
cobró $4.50. Este vehículo de transporte público, como muchos de los que
circulan en la ciudad, estaba en muy malas condiciones mecánicas y podrían ser
considerados como chatarra en otros países. Pueden llevar unos treinta pasajeros
sentados y hasta unos veinte parados. En este, en particular, iba sentado un
hombre de unos treinta y tantos años vestido con un pants del América. Poco a
poco, el micro se fue llenando con más pasajeros, entre los cuales estaban
muchos aficionados de ambos clubes, pero mayoritariamente americanistas.
Figura 13. Rumbo al estadio
164
En la estación Nativitas, un grupo de jóvenes abordó el micro. Eran unos diez,
la mayoría hombres y una sola mujer, que por sus camisetas, evidentemente eran
seguidores de ambos equipos, pero amigos entre ellos. Me llamó la atención el
hecho de que comentaban haber sufrido una agresión, muy probablemente en el
metro. Esto viene a cuento después de que el micro hace otra parada y más
aficionados subieron a él, hecho que provocó que los jóvenes le gritasen al chofer,
en son de broma, que sólo dejara subir a “puros pacíficos”. Este comentario
provocó que entre ellos comenzaran a recordar el altercado que habían sufrido
unos minutos antes. Por lo que pude entender, algún grupo de aficionados
americanistas ingresó al metro (o probablemente a otro micro) y a patadas los
sacó de ahí. Sus risas eran nerviosas y para su fortuna, el altercado no fue más
grave.
Después de ello subió otro pasajero. No vestía ninguna ropa que lo identificara
como aficionado. Sujetaba una lata de aluminio. Me di cuenta que era una cerveza
que llevaba cubriendo con una servilleta de papel, para disimularla. Se acercó
hacia el lugar en el que yo estaba sentado. Finalmente se sentó muy cerca de mí.
Miró hacia atrás del micro y vio a un grupo de tres varones. Dos niños y un adulto
que portaban playeras del América. Les sonrió y preguntó: “¿Van al estadio,
verdad?”. Ellos asintieron con cierta indiferencia. “Yo también voy para allá. Vengo
de la fiesta y me la estoy curando (tratando de aliviar la resaca)”. El adulto al final
del micro sonrió y se puso en disposición de dialogar con el recién llegado, que de
forma inmediata les dijo: “Estuve con el hermano del Cuau72 y estuvimos
72
Cuauhtémoc Blanco, ex jugador del América y uno de los ídolos más recientes de la afición
americanista
165
chupando73 hasta hace rato. Yo me fui a bañar y voy al estadio a ver si los
alcanzo. La bronca es que no tengo boletos y este cabrón no me contesta. ¿Crees
que alcance boleto?”, le preguntó al hombre con lo niños. “Sí, yo creo que sí
encuentras. ¿A poco conoces al Cuau?”, le dijo con azoro. “Sí, en serio. Es bien
chido74 y su hermano también. Conozco a su mamá que también es bien (sic)
buena persona”, dijo el hombre con la cerveza. La plática continuó en ese tenor a
lo largo de todo el trayecto hacia el estadio y los niños cada vez más animados
preguntaban cosas sobre Cuauhtémoc Blanco, las cuales el hombre con la
cerveza fue respondiendo con cierto aire de vanidad.
El trayecto se prolongó y el tráfico comenzó a ser cada vez más denso. Un par
de convoyes del metro rebasaron al micro. En su paso fue posible observar que
dos o tres vagones de cada uno los trenes estaban colmados de aficionados
americanistas que llevaban banderas e iban enfundados en sus camisetas
amarillas. Supuse que eran integrantes de algunas de las barras juveniles del
club. Muchos de los automóviles que pasaban al lado del micro llevaban
aficionados que se dirigían al estadio. Fue posible observar que algunos de ellos
iban bebiendo alcohol, principalmente cerveza. Otros iban pitando sus cláxones en
un intermitente “pi, pi, pi, pipipí”. Las banderas del América y de las Chivas salían
de las ventanillas de varios automóviles.
A lo largo del trayecto75 se observaba un buen número de policías. Muchos de
ellos intentaban agilizar el tráfico con su infaltable: “Avance, avance”76. En un
73
Bebiendo alcohol.
Muy buena persona.
75
Que es de unos doce kilómetros de distancia, desde el metro Chabacano hasta el Estadio
Azteca.
76
En la Ciudad de México, mucha gente hace burla de los policías, entre otras cosas, por su forma
de hablar, que a decir de muchos clasemedieros es muy vulgar (y llegan a calificarla de “naca”,
74
166
momento determinado, otro micro, ocupado por unas cuatro decenas de
aficionados americanistas que, literalmente colgaban del mismo y desplegaban
varias banderas del club, se emparejó al micro en el que viajaba. La tensión subió
un poco, ya que los jóvenes (de cerca se notaba que eran jóvenes, en su mayoría)
comenzaron a increpar a los poco aficionados Chivas que iban en el micro en el
que yo estaba sentado. “Chinguen a su madre77, putos”, gritaban con fuerza, a la
par que gesticulaban y señalaban con vehemencia a los aficionados con las
playeras del Guadalajara. Un envalentonado Chiva les reviró la mentada de madre
y les silbó con fuerza. Por fortuna (mía y de mis acompañantes) el micro con los
aficionados americanistas se alejó sin mayor problema.
En las inmediaciones del estadio
Para llegar al Estaio Azteca existen diferentes formas: a través de vehículos
particulares que pueden ser estacionados en cualquiera de los cuatro lotes
disponibles alrededor del estadio o en las calles circunvecinas, en la cuales el
resguardo, cuidado y limpieza de los autos se ha convertido en un negocio no sólo
para los vecinos del inmueble, sino para los policías que permiten y avalan tales
prácticas. Otra forma de llegar al estadio es a través del sistema de transporte
público. En este caso se puede acceder por medio del tren ligero, el cual tiene una
estación denominada “Estadio Azteca” y realiza su conexión más importante con
asociándola con lo indígena). Entre las frases sometidas al escarnio está la tautológica: “Oríllese a
la orilla” (cuando ordenan detenerse al conductor de un auto) y ésta de “Avance, avance” o
“aváncele, aváncele”.
77
En México, una mentada de madre es una ofensa fuerte. Como su nombre lo indica, implica a la
madre de la persona interpelada y refiere a un acto sexual edípico. La ofensa puede ser verbal:
“Chinga a tu madre”; gestual, con el movimiento súbito y ascendente de un brazo flexionado por el
codo; u onomatopéyico, a través de un silbido con una tonada específica en cinco notas que
asemeja a la expresión verbal.
167
el metro de la ciudad de México en su terminal Taxqueña. Esto es relativamente
importante, ya que muchos de los aficionados organizados en las porras o barras
realizan sus traslados al estadio bajo esta modalidad. Una vía más de acceso es
por medio del transporte colectivo concesionado o popularmente conocido como
“micros”.
El Estadio Azteca tiene nominalmente once entradas (aunque algunas de ellas
no
funcionan
en
realidad),
distribuidas
alrededor
de
su
explanada
y
estacionamientos. Dos plazas, oriente (Tlalpan) y poniente (Insurgentes) fungen
como los ingresos principales al estadio. Treinta túneles distribuyen el ingreso a
los tres niveles y palcos del estadio.
En las explanadas o plazas, se concentran puestos comerciales que venden
comida; artículos deportivos (en su mayoría relacionados a los clubes de fútbol y
especialmente del América) o souveniers de distinta índole: llaveros, música
grabada, tazas, etc. También existen personas encargadas de tomar fotografías
con un águila, símbolo del club o la venta de fotografías de los jugadores.
Entre más me acercaba al estadio, el tráfico era cada vez más denso. Se
llevaba a cabo la fiesta patronal en el pueblo de Santa Úrsula Coapa78 y la
Calzada de Tlalpan79 la cual estaba cerrada justo en la bifurcación con ViaductoTlalpan, por lo que este último era la única vía de acceso al estadio. Cerca de las
14:30 hrs. bajé frente al parque ubicado entre Viaducto- Tlalpan y Acoxpa. En él
78
Barrio al sur de la Ciudad de México y uno de los que son considerados como “pueblos
originales” de la Delegación Coyoacán. En octubre se celebra su fiesta patronal y en sus
inmediaciones se encuentra ubicado el Estadio Azteca o “Coloso de Santa Úrsula”, como también
se le conoce.
79
El Estadio Azteca se encuentra ubicado entre grandes avenidas del sur de la Ciudad: Calzada
de Tlalpan, el Viaducto-Tlalpan y Periférico. La avenida Acoxpa y el circuito del Estadio Azteca son
calles aledañas que desembocan en otras de menor importancia.
168
se podía observar una concentración de aficionados jóvenes de las barras del
América. Algunos de ellos tomaban cerveza, inhalaban solventes-pegamento o
fumaban marihuana80.
Figura 14. El Estadio Azteca. Vendimia informal y mercadotecnia
Varios policías observaban a los jóvenes, sin intervenir. Sobre la calle lateral
que conecta el Viaducto-Tlalpan con Acoxpa, un grupo de jóvenes bebía cerveza y
al momento en que un auto con aficionados vistiendo camisetas de las Chivas
quedó junto a ellos, comenzaron a agredirlos verbalmente y se acercaron
retadoramente al automóvil. Los pasajeros subieron con velocidad las ventanillas y
nerviosamente trataron de seguir su camino, pero dado el número de vehículos y
80
Como explicaré más adelante, las prácticas del consumo de bebidas alcohólicas, la inhalación
de solventes y fumar mariguana son sumamente comunes entre los integrantes de las
organizaciones juveniles de aficionados.
169
transeúntes les fue difícil moverse con agilidad. Observé uno que otro manotazo y
patadas sobre el auto. La policía no intervino.
Sobre Acoxpa, que estaba cerrada al tránsito vehicular, unos ciento cincuenta
barristas comenzaron a alinearse y se organizan para salir cantando rumbo a la
calzada de Tlalpan. Unas diez tarolas, ocho bombos y dos trompetas
acompañaban al contingente, que cantaba: “Otra, otra vuelta/ dale, otra vuelta,
otra/ dale, campeón…”, mientras lanzaban algunos cohetones y prendían algunas
luces de bengala.
Crucé el puente de Acoxpa que comunica el lado sur con el norte de Calzada
de Tlalpan y sirve como entrada y salida para el tren ligero en su estación “Estadio
Azteca”. En ambos lados de calzada de Tlalpan y sobre el puente estaban ya
colocados puestos de comida y de venta de artículos relativos al futbol, en
general, y al club América, en especial. Las camisetas “oficiales” del club y las de
las barras eran los artículos que más se promocionan. Llamaban la atención las
leyendas inscritas en las camisetas de las barras. Algunas rezaban simplemente
“Monu 16”, aludiendo tanto a una de las barras como al año en que fue fundado el
club: 1916. Otras frases inscritas eran más retadoras: “Ódiame más”, “A nadie
amo, a nadie respeto”.
Mientras avanzaba entre los aficionados que iban llegando al estadio, varios
revendedores de boletos se acercaban y preguntaban: “¿Te sobran boletos?”,
evitando con esto proposiciones más directas que dieran cuenta de la reventa81.
81
No he realizado una investigación específica en cuanto a la reventa de boletos en el Estadio
Azteca, por lo que me es imposible señalar el número de revendedores que se ubican en sus
inmediaciones y la forma en que están organizados. Sin embargo, su presencia es notable en
todos los encuentros, especialmente en los partidos más importantes, como éste. Los precios de
los boletos, por supuesto, varían en función de la zona a la que se accede con ellos y del partido
170
En partidos como este, contra las Chivas, no es posible avanzar más de diez
metros sin toparse con un revendedor o revendedora de boletos. En esta ocasión,
mientras observaba uno de los puestos de artículos de venta pude escuchar una
conversación bastante ríspida entre un grupo de revendedores. Entendí que uno
de ellos había amenazado a otro con una golpiza. Yo no conocí el motivo de la
amenaza, pero intuyo que la única razón válida era de dinero e invasión de
territorios. El que supongo era el jefe del grupo mandó a llamar al rijoso y a su
acompañante: “¿Qué pasó? ¿Por qué te estás peleando con esos tipos?”, le
preguntó el hombre de mayor edad y voz ronca al joven peleonero. El joven no
atinó a contestar y sólo alcancé a observar que se encogió de hombros. “Mira, yo
llevo treinta años en esto y nunca he tenido problemas, y así quiero seguir. No
tienes porque pelearte ni amenazarlos. Si ellos quieren pelea contigo, te das la
vuelta, vienes conmigo y yo hablo con su jefa”, dijo el viejo. “Así se maneja este
negocio; nada de peleas. ¿Entendiste? Te pido que no te metas en problemas y
no me metas a mí en problemas. Sigan con la venta y nada más de broncas”,
finalizó. El joven no dijo una sola palabra y simplemente escuchó lo que su jefe le
indicó. Yo continué mi camino.
En los alrededores del estadio, las calles comenzaba a llenarse de vehículos
estacionados y en circulación82. Algunos otros vehículos accedían a los
en cuestión. Otro hecho notables es que la acción policíaca en su contra es prácticamente nula y
podría decirse que actúan en absoluta impunidad y libertad.
82
Otro de los “negocios” sumamente visibles en las calles circunvecinas al estadio es el “cuidado” y
resguardo de vehículos estacionados. Las familias propietarias de casas cercanas al estadio
ofrecen cuidar el vehículo de los aficionados que así lo deseen. Muchas mujeres y hombres se
apostan en las calles aledañas al estadio y con una franela que menean en mano señalan la
posibilidad de estacionarse frente a sus hogares o incluso dentro de sus patios y garajes. Las
tarifas varían dependiendo de la cercanía al estadio y si es dentro o fuera de la casa.
Generalmente se cobra de $30 a $50 pesos por partido.
171
estacionamientos del estadio, que en los encuentros contra las Chivas se saturan
al cien por ciento, a pesar de las altas tarifas que cobran, hasta los $100.
Como siempre, llegué al punto de reunión con la gente de la porra “Unión” en la
escultura denominada “Sol Rojo” (o “Citlalli”) de la explanada en calzada de
Tlalpan. José (el representante y presidente de la porra) me recibió con más
euforia que de costumbre. Me dijo que este partido “es de vida o muerte para las
aspiraciones del América”. También me exigió que para este partido hay que
“echar más porras y gritar más”.
Figura 15. El Citlali. Punto de reunión
172
Tres horas antes de mi llegada al estadio, José, Diana y Cristian, los
organizadores principales de la porra “Unión”, a veces apoyados por Ramiro o
Alberto ya habían realizado preparativos. Desde antes de salir de casa, José,
Diana (su esposa) y Cristian (su hijo) cargan su vehículo con banderas y bombos,
además de organizar por folio las credenciales de los integrantes de la porra. Las
llamadas a sus celulares comienzan desde temprano. “¿A qué hora va a ser el
partido?” o “¿Puedo llevar a un amigo?”, les preguntan con insistencia. Cerca de
las 13:00 hrs. todos ellos llegan a la Puerta 1 del estadio. Ahí esperan a que les
permitan el acceso al mismo. En esta ocasión, José, que viste una playera del
América y pantalones de mezclilla, había platicado algo con un policía. Se
sonrieron y se palmearon la espalda. Acordaron algo. José se acercó a Diana y le
dijo: “Van a entrar estos chavos con nosotros, señalando a un trío de
adolescentes. Hay que darles uno tambores para que los carguen”. Volteó a ver al
policía con el que acababa de hablar y les señaló a los jóvenes. El policía asintió.
Los muchachos entraron al estadio como integrantes de la porra. Ya dentro
desplegaron sus banderas sobre las gradas y colocaron los tambores, trompetitas,
globos y demás artículos que distribuirían antes y durante el encuentro.
Al punto de reunión llegó Ramiro, otro de los integrantes de la porra.
Inmediatamente se dio cuenta que yo iba vestido con un pantalón de mezclilla
azul, una playera blanca y que llevo una chamarra roja: “¿Qué pasó? Vienes con
los colores de las Chivas”, me dijo. En efecto voy vestido así, pero yo no había
reparado en ello. “Pues, sí, pero fue pura coincidencia, ¿a poco crees que lo
planeé?”, le reviro. Él se quedó con una mirada suspicaz pero no dijo nada más.
Yo simplemente le comenté que tenía que ir al cajero automático y que en un rato
habría de regresar. Efectivamente me dirigí al cajero.
173
En el trayecto por la explanada era posible ver a los diferentes aficionados que
llegaban al estadio. Aquellos que iba acompañados de uno o varios amigos o de
sus familiares. La mayoría portaban las playeras de su equipo, y en este caso era
notoria la superioridad en número de los americanistas. Sin embargo, los
aficionados con los colores del equipo de Guadalajara también se dejaban ver en
gran número. Algunos de ellos iban observando los puestos comerciales,
analizando la posibilidad de comparar algún recuerdo o de hecho haciéndolo.
Otros más comían algo de la variedad culinaria que se ofrece en ellos: tacos y
tortas83, principalmente. Algunos más aprovechaban la oportunidad para tomarse
una fotografía con uno de los fotógrafos que disponen de águilas vivas que se
posan sobre el hombro de quienes lo soliciten. Otros más se pintaban la cara o el
cabello con algún símbolo de los equipos. Sin embargo, la mayoría de los
aficionados de las Chivas se encontraban en la otra explanada, la de Insurgentes.
En esa otra explanada, se concentraban la mayoría de los aficionados de las
Chivas. Al igual que en la de Tlalpan, en la explanada de Insurgentes (que en
realidad se encuentra lejos de esa avenida, pero así se le conoce), estaban
colocados puestos de comida, ropa y souveniers. Esta explanada se encuentra al
costado del estacionamiento principal del estadio, por el cual acceden los
autobuses que transportan a los aficionados de las Chivas. En ese lado del
estadio se concentraban los aficionados de “La Legión”, la barra que apoya al club
Guadalajara y algunos grupillos más de aficionados Chivas. De forma sorpresiva,
caminando entre los aficionados pasó un seguidor del club que a su vez llevaba
83
Los tacos son tortillas de maíz a las que se les añade básicamente carne (de res, cerdo o pollo)
y una salsa picante. Las tortas son sándwiches de pan blanco a las que igualmente se les añade
carne (milanesas, o cortes finos de cerdo, res o pollo); rebanadas de tomates rojo, de aguacate y
de cebolla; queso (amarillo o blanco) y el infaltable chile estilo jalapeño o chipotle.
174
atado a una correa un chivo enfundado en una camiseta del equipo tapatío. Varios
transeúntes se acercaban a ellos y le pidieron permiso para fotografiarse con el
animal. El dueño accedió gustosamente y en menos de un minuto ya se había
fotografiado cerca de cinco personas. Los demás aficionados veían con sonrisas
al chivo y lo señalan constantemente. El dueño continuaba su trayecto y se llevó al
animal, mientras más personas le pedían fotografiarse con su mascota.
De pronto, un par de autobuses más se acercaron al contingente, lo que
provocó que un grupo de policías avanzara hacia donde finalmente se
estacionaron los vehículos. Los granaderos rodearon las unidades vehiculares y
formaron una valla a su alrededor. Los aficionados, al parecer, venían de
Guadalajara y lugares aledaños al Distrito Federal y pertenecían a “La Legión”. No
se presentaron tumultos ni empujones a la hora en que descendieron de los
vehículos. Todo se desarrolló en relativa calma y sin mayores contratiempos. Poco
a poco, los pasajeros que fueron descendiendo de los autobuses se quedaron
dentro del perímetro policial. Algunos llevaban instrumentos musicales y todos
vestían camisetas de las Chivas. La policía sólo observó a los jóvenes y los
encaminó hacia la entrada. Ellos, sin mayores exabruptos fueron ingresando al
estadio, custodiados por el contingente policial. Los aficionados comunes seguían
llegando a la explanada y lentamente iban ingresando al inmueble. Yo volví a
caminar de regreso a la explanada de la calzada de Tlalpan.
Una vez de vuelta, observé cómo los integrantes de las porras familiares y de
las
barras juveniles
iban atiborrando
la
explanada. Los más jóvenes,
pertenecientes a las barras continuaban bebiendo cerveza e inhalando solventes o
pegamento, a pesar de la prohibición expresa para realizar esas actividades en la
calle. Jugueteaban con los puños; se empujaban constantemente; reían
175
estrepitosamente; algunos de sus integrantes estaban ensayando las canciones
que entonarían durante el partido. De vez en vez, alguna cámara de las grandes
televisoras se paseaba entre ellos, lo cual generaba gran revuelo entre los
jóvenes84, que muchas veces ni se percataron de ello debido al fuerte estado de
intoxicación en el que ya se encontraban. Por lo general, los aficionados de los
equipos rivales evitan pasar por donde ellos se encuentran. En este caso fue difícil
ver aficionados de las Chivas que caminaran cerca de ellos.
A media distancia, vi un grupo de jóvenes de una de las barras que colocaba
unos instrumentos musicales a un lado de “Citlalli. Junto a estos instrumentos
desplegaban un pequeño puesto de camisetas. Algunos más se acercaron a ver
los modelos en venta. Desdoblaron las playeras, las observaron y leyeron las
leyendas inscritas en ellas. Algunos las compraron y otros, la mayoría,
simplemente las devolvió. Entre los diferentes grupos de las barras se veían varios
subgrupos. Eran jóvenes que venían de diversos puntos de la zona metropolitana
y que se mantuvieron relativamente juntos. Otros grupitos más que observé son
los que se establecen alrededor de los llamados “capos” o “subcapos”, es decir,
los jefes de y subjefes de las barras. En estos grupitos se estaban distribuyendo
boletos de entrada.
En un momento determinado, de forma sorpresiva, un grupo de policías
atravesó entre los jóvenes de las barras tomando rápida y fuertemente a un par de
ellos. A empellones los alejaron del grupo. Por unos instantes, los jóvenes de las
84
Los periodistas generan un especial comportamiento entre los aficionados. Cuando las cámaras
y micrófonos de las televisoras nacionales e internacional circulan entre ellos, los aficionados
saltan y gritan. Cuando los periodista realizan una entrevista, decenas de aficionados se colocan al
lado o detrás del entrevistado y el entrevistador, realizando muecas y gestos festivos, además de
gritar consignas a favor de su equipo o en contra del rival.
176
barras se quedaron en una especie de pasmo. Los policías intentaron someter e
introducir al par de detenidos dentro de una patrulla. Sin embargo, los muchachos
resistieron y finalmente sus compañeros respondieron y comenzaron a juntarse
para increpar a los policías. Eran integrantes del RK y muy rápido se vieron volar
objetos en dirección a los oficiales, principalmente botellas de plástico. Conforme
pasaba el tiempo se observaban más empujones y la policía intentaba dispersar a
los barristas, al mismo tiempo que intentaba organizarse.
El tono de voz fue cada vez más fuerte y los insultos cada vez más
vehementes. “Chinguen a su madre putos”, gritaban los jóvenes a los policías.
“Bájenlos, bájenlos”, gritaban otros. El remolino de jóvenes se acercó tanto a los
detenidos que por un momento la policía se vio completamente rebasada. Casi en
vilo, los muchachos detenidos fueron rescatados por sus camaradas. Por ahí
apareció José, quien ya estaba enfrentando verbalmente a un policía.
“Vámonos de aquí”, gritaron varios policías. “Hazte ya para acá, Perro. Ya,
Perro”, ordenaba un excitado subjefe ritualero a uno de sus allegados. “Llévatelo
ya, por favor”, le dijo el jefe policiaco de turno al subjefe de la barra. “Jefe, yo me
lo estoy llevando ya”, le contestó el subcapo. “Pero está bien (sic) cemento85”, le
reviró el policía. “Pero esa manera de actuar no debe de ser”, le espetó por último
el líder de las barras al policía, mientras era llevado lejos de ahí por José. “Se
pasa de verga86”, gritó por último el líder de la barra. Los ánimos comenzaron a
relajarse. “Esto le hace daño al América”, me dijo José. “Pero la verdad se
85
86
Intoxicado con solvente.
Rebasa los límites.
177
manchan87 los policías. No tenían porque hacer eso. Ni porque eran tantos
pudieron subirlos”, finalizó.
Uno de los factores más importantes en la configuración de la violencia relativa
al futbol es atribuible amplia y poderosamente a la policía. Ésta es la que en la
mayoría de los casos (aunque no siempre) inicia la confrontación, la lleva al
terreno de lo físico y termina expandiendo la disputa, lo cual la vuelve responsable
directo de la violencia futbolera en México.
Pasado el altercado, en uno de los puestos que vendían playeras (y además
anuncia que “se cuidan mochilas y cinturones”), solicité a su dueño si me podía
guardar mi chamarra, a lo que accedió sin ningún problema. Busqué a José para
que me diera la credencial que se requiere para ingresar al estadio. Lo esperé
unos quince minutos y finalmente apareció. Lo vi y me la entregó. Diana y Cristián
lo acompañaban. Ingresé al estadio, pero con mayor dificultad que en otras
ocasiones, debido a la gran cantidad de gente que entraba al estadio.
Era posible observar, además de los revendedores de boletos, a un buen
número de policías y granaderos antimotines. Debajo del puente que sale de la
puerta “1” del estadio y cruza Tlalpan se instaló el centro de operaciones de la
policía preventiva y del ministerio público. Siempre que algún aficionado es
aprehendido, es llevado a este lugar. Personal de Protección Civil y de la policía
judicial también estaba presente.
Me detendré un poco en este punto. Realizaré una pequeña descripción del
“dispositivo” u “operativo” que monta el Gobierno del Distrito Federal para la
87
Se exceden.
178
vigilancia de estos partidos. Un funcionario de alta jerarquía88 dentro de la
Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal me explicó la forma en que
se organiza el “dispositivo” policiaco y de seguridad para un encuentro catalogado,
por la Ley para prevenir la violencia en los espectáculos deportivos en el Distrito
Federal, como de “alto riesgo” (y el partido entre América y Guadalajara lo es).
Dice que existe una mesa de coordinación, presidida por la Secretaría de
Gobierno, la cual se realiza los días martes previos a la realización del evento. En
ella intervienen, además de la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de Seguridad
Pública, la Procuraduría General de Justicia del D. F. como oficinas principales
para la salvaguarda del evento. Además de ellas, en calidad de “monitores” y
supervisores, participan el Sistema de Transporte Colectivo Metro, la Secretaría
de Protección Civil, las Delegaciones y las redes de transporte público. En esas
mesas, me explicó el funcionario, se revisan los antecedentes históricos de dichos
encuentros y se detectan cuáles han sido los principales problemas y los actores
protagonistas de dichos sucesos, de tal forma que se puedan prever las medidas
gubernamentales que ellos consideran pertinentes. Me comentó, por ejemplo, que
en la mesa se ve qué tan importante es el partido en particular, es decir, si se está
jugando el pase a la fase final, si es un encuentro amistoso o que defina el
campeonato, además de la posición de los equipos en la tabla. Otro elemento
importante es el de previas agresiones entre barras de los clubes. Él define esto
como un “análisis de riesgo”, con el cual “se opta por el dispositivo
correspondiente”. También me comentó que en casos como el de este encuentro
es posible que los secretarios mismos dirijan el “dispositivo” de seguridad.
88
Entrevista realizada en noviembre de 2010.
179
Figura 16. La presencia policial
Después de ese análisis, el “operativo” se ejecuta de la siguiente forma. Se
ubica personal de la S.S.P. en los puntos de reunión de las barras juveniles dentro
del D.F. En las zonas fuera del Distrito Federal, el personal del metro realiza la
observación de los integrantes de las barras. Me comentó que desde esos
momentos, personal de la policía realiza revisiones visuales o físicas para detectar
armas o pirotecnia entre los integrantes de las barras. A lo largo de los recorridos
que hacen los grupos de las barras juveniles, la policía los “arponea”, es decir los
va siguiendo con alguna unidad vehicular. Con ello se pretende evitar que los
jóvenes roben locales comerciales y suban a los toldos de los vehículos en que se
transportan.
En su explicación, lo más importante para el Gobierno del Distrito Federal es
mantener bajo vigilancia a los grupos de jóvenes pertenecientes a las barras.
Desde el llamado “puesto de mando” (que precisamente se encuentra en las
inmediaciones del Estadio Azteca, justo debajo del puente que cruza la Calzada
180
de Tlalpan) y a través del sistema de circuito cerrado de televisión, las autoridades
del GDF y del estadio “monitorean” las acciones de los aficionados, como ya dije,
en especial de las barras, aunque aseveró, también supervisan cualquier otro tipo
de situación que se pueda presentar, v. gr., incendios, reventa de boletos, etc.
Es significativo resaltar que cualquier tipo de circunstancia “anómala” que se
presente en las inmediaciones o dentro del estadio puede ser observada por las
cámaras de vigilancia. En otras palabras, la capacidad de vigilancia por parte del
Estado se complementa con la fuerza tecnológica de los dueños del estadio en
aras de mantener un ambiente, que por lo menos parezca, seguro.
En la explanada
La entrada al estadio, como ha sido siempre que he asistido, se realizó con la
entrega de la credencial, la cual a su vez es canjeada por un boleto al cual le es
escaneado el código de barras. Esto lo realiza personal de seguridad del estadio,
que generalmente está acompañado por policías del Gobierno del Distrito Federal.
A los integrantes de las porras familiares, que entran por las puertas al lado sur del
acceso principal, se les catea para ingresar. Los integrantes deben de ponerse de
espaldas a la persona que los revisa. Se levantan los brazos y el personal de
seguridad recorre con sus manos las prendas de los integrantes de las porras, de
tal suerte que no se puedan pasar bebidas alcohólicas, armas u objetos que
puedan ser lanzados a la cancha o contra otros aficionados.
Sin embargo, el cateo que se realiza a los integrantes de las porras familiares
es, a pesar de lo molesto, sumamente moderado si se le compara al que son
sometidos los integrantes de las barras. Las barras entran por una puerta que se
181
encuentra sólo cinco metros más al sur del acceso principal. A la entrada, una fila
de policías dispone una de aficionados. Algunos de estos aficionados, que en su
mayoría son varones de entre trece y treinta años, van con el torso desnudo,
mostrando sus tatuajes. Algunos más, casi todos, llevan camisetas del club o
alusivas a alguna de las barras. Otros visten pantalones estilo bermuda o cargo,
con múltiples bolsillos. Casi todos llevan zapatos tenis de diversos colores. Es
posible, sin embargo ver diversos estilos de vestir que elocuentemente hablan de
los gustos musicales de los jóvenes que integran las barras. Hay desde quienes
visten al estilo “emo-punk”, con pantalones más ajustados y sus característicos
cortes de cabello con grandes flecos, pasando por los “reguetoneros” y sus
cortísimas cabelleras teñidas de rubio y sus aretes brillantes.
Mujeres en un porcentaje menor, pero en un número considerable, también
acompañan a los grupos de aficionados de las barras. No obstante, todos son
sometidos a un intenso cateo. Si llevan gorros o cachuchas, se les retiran de la
cabeza y son revisadas para no permitir que en ellas oculten algún objeto. Se les
revisan todos los bolsillos. En esa ocasión fue posible observar cómo una agente
de la policía tocaba provocadoramente los genitales de varios aficionados
varones. Algunos de ellos respondieron con cierto descontento, aunque la mayoría
continuó la revisión con una extraña sonrisa de incredulidad y hasta satisfacción.
Se les obligó a quitarse los zapatos y a sacudirlos para demostrar que están
vacíos. Al final de la revisión algunos bromeaban: “Pinche gorda, me agarró los
huevos”, dicen entre risas.
Ya dentro de los confines del estadio, en la explanada interna, la publicidad
corporativa se imponía en el paisaje. Los bancos de siempre (Banamex) regalando
182
baratijas a quien se acerque a sus módulos. Empresas automotrices (Nissan)
también promovían sus productos.
Edecanes, enfundadas en los uniformes estilizados y siempre bastante
pequeños de los dos clubes, posaban para los transeúntes, en búsqueda de
promocionar a tal o cual compañía. Más venta de camisetas “oficiales” a sólo
$50.00 en los locales que ex profeso se instalaron para este encuentro. Grandes
globos con figuras de refrescos y de cervezas fueron inflados, como siempre que
asistí, y se colocaron en la explanada. Unos diez pendones gigantes colgaban
desde lo alto del estadio anunciando compañías cerveceras (Corona) y de
telefonía móvil (Telcel) y esbozaban rostros frenéticos de aficionados o de algunos
de los jugadores del club. Los altavoces de los varios “stands” anunciaban
desaforadamente los servicios y productos de sus compañías. En alguno que otro
local se realizaban juegos para llevarse algún presente publicitario. Las cámaras
de televisión y los reporteros realizaban una que otra entrevista o toma
videográfica. Los aficionados caminaban rumbo a las entradas del estadio bajo
este asedio publicitario. Algunos de ellos aprovechaban la ocasión para tomarse
alguna fotografía con el estadio como telón de fondo. Más policías se podían
observar en el trayecto de unos cien metros que lleva del acceso principal a los
túneles del estadio.
Yo me dirigí, como todos los integrantes de las porras familiares, al túnel 28.
Ahí, nuevamente personal de seguridad del estadio escaneó el código de barras
del boleto. Crucé el torniquete. A la entrada del túnel siempre se encuentran los
“acomodadores”, que es el personal que por una propina conduce a los
aficionados hacia sus lugares: “¿Le indico su lugar?”, me preguntó uno de ellos.
Yo seguí mi camino, agradeciendo y negando su petición. El túnel de unos cinco
183
metros de ancho, tres de alto y unos treinta o cuarenta de largo es frío y oscuro. Al
final fue posible ver a los vendedores de cervezas en sus frenéticos preparativos
para la venta durante el juego.
El ingreso a las gradas
Entré al estadio. Dentro de él, la publicidad de grandes corporaciones
acaparaba mucho del paisaje interior. Sobre la cancha y a su alrededor fueron
desplegadas, como fue costumbre observar en mis visitas, más figuras gigantes e
infladas con aire, las cuales imitan las formas de botellas de refrescos, galletas
dietéticas, envases de yogures y otras mercancías. Grupos de cinco o seis
mujeres enfundadas en entalladas ropas caminaban por el perímetro de la cancha,
portando banderas publicitarias de cervezas, automóviles, bancos, refrescos o
teléfonos. Una que otra botarga con figuras de cerveza las acompañaban. Algunos
de estos contingentes iban arrojando hacia los aficionados productos publicitarios,
principalmente camisetas con los logos de las compañías o en algunos casos
balones de futbol, lo que generó gran expectativa entre el público asistente. Las
mujeres que desfilaban dentro de la cancha recibían una buena cantidad de
piropos y en algunas ocasiones insultos de los aficionados. Algunas de ellas
posaban rápidamente para las fotos que les solicitan.
De vez en cuando, el sonido del estadio tocaba parte del himno del club, pero
básicamente sirve para anunciar más productos y servicios de las mismas
compañías. De igual forma, en las dos pantallas gigantes se proyectaban más
anuncios publicitarios. Como siempre, el perímetro de la cancha estaba rodeado
184
por un cerco publicitario con pantallas de video que promocionan más de los
mismos productos. Como última valla entre la cancha y las tribunas, más policías.
En las tribunas, el ajetreo del consumo se fue incrementando conforme se
acercaba la hora del partido. Los asientos del estadio, en su parte baja, son
individuales. Es decir, sobre las gradas de concreto están montados asientos
plásticos para cada aficionado. El espacio entre cada grada es muy reducido, por
lo que el acceso a los lugares más céntricos de cada zona es muy complicado. En
las zonas bajas del estadio, los asientos de plástico tienen diversos colores, de tal
forma que están agrupados para generar un mosaico publicitario con los logotipos
de la empresa Coca-Cola y del club América.
Vendedores de refrescos y cervezas (o “chelas” como se les denomina en la
actualidad en la ciudad de México) iban y venían a y desde los contenedores y
hieleras, y de regreso a los asientos de los solicitantes, las cuales son entregadas
en vasos de cartón para evitar que las botellas de vidrio puedan ser utilizadas
como misiles. Vendedores de pizzas, “cueritos” (de cerdo), papas, hamburguesas,
tortas (en México son sándwiches de jamón o carne) se paseaban entre los
aficionados y gritando a su paso el producto que venden. Algunos otros
comerciaban con fotografías de los jugadores, pan dulce y otros productos.
Simultáneamente, los aficionados de las porras se fueron colocando en los lugares
que comúnmente utilizan.
Por su lado las barras se organizan en la otra cabecera del estadio (norte). Fue
posible observar cómo, frente al restaurante de la franquicia Freedom que se
encuentra en el centro de la tribuna baja-oriente del estadio, un grupo de
aficionados se agolpaba frente a él. Ahí se encontraba, firmando autógrafos,
185
Carlos Reinoso, uno de los jugadores más populares en la historia del club y
entrenador en alguna ocasión del mismo club. Muchos se tomaban fotografías con
el ídolo, que gustoso accede a las peticiones.
Me acerqué a la cabecera norte y del otro lado de la cerca ciclónica 89 que sirve
como límite entre la barra y el público en general se podía observar cómo un
grupo de policías resguardaban el perímetro interno. Todos ellos miraban hacia el
interior del círculo que forman, es decir, algunos le dan la espalda a la cancha de
futbol y no saben lo que pasa en ella. La barra despegó globos amarillos y azules
y banderas de distintos tamaños. Algunos de sus integrantes, como lo he
comentado, andaban con el torso desnudo, mostrando tatuajes. Se podía
observar, de pronto, a un integrante en cuya camiseta se lee el lema: “América
eres como el Sida. Te llevo en la sangre y para toda la vida”. Cabe destacar que
un trío de aficionados se acercó al límite de las gradas para solicitar a las chicas
de Nissan que posaran para unas fotos. Estas chicas iba vestidas con unos shorts
bastante cortos y parte de sus nalgas eran fácilmente visibles, lo que estimulaba
con mucha fuerza a estos aficionados. “Pst, pst, hey, hey, voltea”, les gritaban,
pero las chicas nunca voltearon. Al final, un: “Pinches viejas”, cerró el intento de
los aficionados por obtener sus fotografías.
De pronto, algunos aplausos y sonrisas fueron observables en los aficionados
de las barras, porras y del público americanista no organizado. Estaba entrando a
la cancha, para realizar sus ejercicios previos al partido, el portero del conjunto
89
Es importante señalar que las barras, además de ser sometidas al severo cateo que he descrito,
también son confinadas en espacios especiales dentro del estadio y resguardadas por la policía
durante todo el encuentro. En algunas ocasiones es posible observar grescas (yo he observado a
lo largo de tres temporadas unas tres de ellas) que se dan entre los integrantes de las propias
barras.
186
americanista y su equipo de entrenamiento: Memo Ochoa. Como en todos los
partidos, las integrantes del club de “Memo 8A”90, gritaban eufóricamente y saltan
gustosas por su presencia. Ochoa es uno de los líderes del equipo, por lo que su
presencia siempre es muy reconocida. En esos momentos, el maestro de
ceremonias comenzó a hablar por el micrófono del estadio y dijo algo así: “Este es
un gran día para México por ser día del clásico…”. Mientras tanto, en las pantallas
gigantes del estadio, apostadas en las gradas altas de ambas cabeceras,
transmitían un video del triunfo del taekwondista Guillermo Pérez, del combate en
el cual ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing. No entendí y un
poco después anunciaron que en el estadio se encontraba un gran americanista:
era precisamente Guillermo Pérez, quien había ido al Azteca a la fiesta por el 92
aniversario del América. Por su parte, el portero de las Chivas, Víctor Hernández,
hizo lo mismo que Ochoa, pero a diferencia de éste, aquel fue recibido con
rechiflas y mentadas de madre.
Abruptamente empezó a oírse el himno del club. El equipo América entró a la
cancha a realizar sus ejercicios de calentamiento. Pocos minutos después
entraron las Chivas y las mentadas de madre: “Chinguen a su madre, pinches
putos”, se escucharon por parte de los americanistas, simultáneamente al grito de
“Chivas, Chivas”, que lanzaban los aficionados del club de Jalisco. La mayoría de
los integrantes de las barras se pusieron de espalda a la cancha cuando entró el
Guadalajara, lo cual es una práctica común en los partidos del Azteca.
90
Durante mis visitas al estadio, en las tribunas debajo de las porras familiares, siempre pude
observar un grupo de diez jovencitas de entre quince y veinte años que forman parte del “Club
oficial de Memo Ochoa”. En sus playeras, con letras muy estilizadas llevan el acrónimo “8A” en
referencia obvia a Ochoa.
187
También aparecieron los árbitros en la cancha para realizar sus ejercicios de
calentamiento. A su ingreso, mucho aficionados repitieron las mentadas de madre
que previamente les habían propiciado a los jugadores de las Chivas
Figura 17. La comercialización exacerbada dentro del estadio
Casi inmediatamente después, el maestro de ceremonias dice que se
transmitiría un video de algún programa de apoyo social, pero a los pocos
segundos lo cortaron porque en la cancha apareció Pelé (el ex jugador brasileño,
apodado El Rey y considerado por muchos como el mejor jugador de futbol de la
historia), apoyando al programa de asistencia social. Le entregaron unos cuantos
reconocimientos y finalmente se fue, pasando a saludar a uno que otro jugador en
la cancha, sin pena ni gloria. Los equipos terminaron sus ejercicios de
calentamiento y regresaron al vestidor. Faltaban unos quince minutos para
comenzar el juego, el cual inició a las 16:00 hrs.
188
Un grupo de unos quince aficionados (que fueron invitados por quien es el
encargado de esta actividad) y que pertenecían a las porras familiares o eran
cercanos a ellos, bajó a la cancha y dio dos vueltas completas al perímetro de la
misma enarbolando banderas del club que tenían inscritos los nombres de las
porras. Al pasar frente a los aficionados, algunos se levantaron, aplaudieron,
agitaron banderas del club y/o gritaron consignas. Los promocionales publicitarios
continuaban ininterrumpidamente.
Las tribunas estaban casi todas ocupadas y la gente esperó el inicio del partido.
Súbitamente, de unos tubos colocados cerca de la portería sur salieron disparados
papelitos de color amarillo y azul metálicos y en el sonido local se escuchó el
himno del club, nuevamente. Los gritos de apoyo al América se escucharon,
mientras los jugadores ingresaban al terreno de juego. En los altavoces se oyó:
“Estas son las alineaciones del encuentro. Por el América, con el número…” y en
las tribunas empezaron los aplausos y sonrisas; las banderas se agitaban
y
sonaban las trompetitas de plástico que la cervecería Modelo regala a los
aficionados de las porras y que previamente habían entregado a los líderes de las
mismas para ser repartidas.
En las pantallas gigantes, las fotografías, números y nombres de cada uno de
los jugadores fueron apareciendo secuencialmente. Las “porras”91 a favor del
América subieron de tono. Un constante retumbar de tarolas y bombos indujo el
grito de “Águilas, águilas” o “a la bio, a la bao, a la bim, bom, ban, Águilas, Águilas,
91
Es importante señalar que “porra” tiene un doble significado. Por un lado es la forma en que se
denomina a la organización misma de aficionados y por otro lado son las consignas que se gritan
en el estadio. Así, echar porras significa gritar al unísono consignas previamente aprendidas por
los aficionados. A diferencia de los aficionados que no están organizados, las consignas de los
integrantes de las porras están relativamente coreografiadas y sincronizadas por los líderes.
189
ra, ra, ra…”. A continuación en el sonido local se escuchó: “Por el equipo
Guadalajara, con el número…”, y más mentadas de madre se escucharon entre
los aficionados de las porras americanistas. Nuevamente saltó a la cancha el
equipo América. Se colocaron en el centro del campo, formaron una fila, se
tomaron de las manos, levantaron los brazos y aplaudieron, saludando a la afición
y girando sobre sus ejes corporales, para dar una vuelta completa. Los aficionados
aplaudieron y gritaron gustosos. En el sonido local el himno del club continuó con
su estribillo: “… América, tú serás el campeón…”. En fila, desde la portería norte,
ingresaron los jugadores de las Chivas. La tribuna sur-alta, colmada de
aficionados de las Chivas lanzó papelitos rojos y blancos y encendió algunas luces
de bengala y humo rojo (que de manera sorprendente lograron introducir),
mientras que las porras familiares intentaban aumentar el volumen de sus gritos y
porras. Los jugadores de las Chivas realizaban la misma actividad que los
americanistas desde el centro de la cancha y saludaban a la afición. Después
ambos equipos posaron para los fotógrafos. Un par de minutos antes de las 16:00
hrs. los equipos distribuyeron sus posiciones dentro de la cancha. El árbitro saludó
a los capitanes de cada club y sortearon el saque inicial. En el sonido local se
escuchó: “Estadio Azteca, estadio seguro. Di no a la violencia”.
El inicio del encuentro
El partido comenzó puntualmente a las 16:00 hrs. De este lado del estadio fue
muy difícil escuchar los cánticos y las porras del equipo rival, ya que en la medida
en que los numerosos aficionados del Guadalajara comenzaban a cantar, la
respuesta de los americanistas no permitía escuchar a los rivales. El canto más
190
popular de la porra americanista es el: “Vamos, vamos, América/ que esta noche
(tarde) tenemos que ganar”.
Como en todos los partidos, el sonido de fondo del estadio Azteca es muy
particular, pero en esta ocasión fue más alto el volumen y más fuerte la intensidad.
Un ulular continuo y más o menos uniforme se escuchó en una especie de
segundo plano, el cual es producido por el susurro de las voces y los cientos de
trompetitas que son accionadas en secuencia y generan ese eco. En un plano
más cercano, las trompetitas irrumpía con sonidos más espasmódicos y abruptos.
Las tarolas y los bombos, al igual que la resonancia de unos globos (de los cuales
desconozco su nombre) en forma de cilindro, de unos cinco centímetros de
diámetro y cincuenta de largo, que son inflados por los propios aficionados,
sujetados por ambas manos y golpeados unos contra otros, en una especie de
aplauso magnificado, también matizaban el ambiente sonoro. Las arengas
irrumpían sobre el eco de fondo.
El olor también estaba intensificado este día. La cerveza siempre es la que da
ese olor característico. Por múltiples razones, gotas o vasos completos caen y son
arrojados intencionalmente, por lo que el aroma de esta bebida impregna el
ambiente. De vez en vez, los aficionados contiguos comen algunos de los
alimentos que se venden dentro del estadio o que subrepticiamente introducen al
mismo, generando los olores correspondientes.
Los vendedores pasaban entre los aficionados y caminaban por los pasillos
cargando sus productos. Un constante y reiterado grito se escuchaba: “¡Chelas!”,
el cual generalmente se acompaña con el levantamiento del brazo y una señal con
los dedos que indica el número y tamaño de las cervezas. Algo muy parecido pasa
191
con los refrescos y las demás mercancías en venta. El vendedor se acercó lo más
que pdo al comprador. En general los vendedores intentan entregar mano a mano
el producto, pero por la gran cantidad de gente, en algunas ocasiones les es
imposible llegar a todos los lugares, por lo que requieren de la ayuda de los
asistentes. “No sea malito. Pásele las cervezas al señor de la gorra”, dijo una
vendedora al aficionado más cercano, que a su vez le pasó los vasos a la persona
de junto, hasta que llegó a manos del comprador. Éste a su vez realizó la acción
inversa con el dinero. El vendedor tiene que devolver cambio, por lo que la
operación
se
repitió
nuevamente.
Esto
evidentemente
genera
muchas
distracciones a lo largo del partido.
Sobre la cancha, en una jugada que se desarrolló por el lado suroriental, el
equipo jalisciense concretó el primer gol a los doce minutos del primer tiempo. La
afición de las Chivas celebró ruidosamente por unos segundos. Tanto las barras
como las porras americanistas tardaron unos instantes en reponerse y no lograron
articular respuesta de forma inmediata. Después, comenzaron a cantar e
intentaron apoyar al equipo otra vez. Los aficionados se notaban tensos y con un
nerviosismo sensible. La disputa que se realizaba en la cancha tenía su correlato
en las tribunas. El club América se mostraba débil e incompetente. Sus
aficionados
expresaban
descontento,
nerviosismo
e
incredulidad.
Sorpresivamente, al minuto treinta y dos, los americanistas empataron el partido
con un cabezazo del defensa Sebastián Domínguez. El gol entusiasmó
sobremanera a la afición americanista. Yo estaba sentando junto a una joven
pareja. Ella vestía la camiseta del América y él la de las Chivas. Llevaban a una
niña en brazos, la cual se alternan para cargar. Ella se veía tranquila y no
realizaba ademanes ni exhibía nerviosismo alguno. Él, por su parte, se levantaba y
192
manifestaba una ansiedad que expresaba fumando, mordiéndose las uñas,
sentándose, volviéndose a parar. Con el gol del América, su inquietud se
incrementó. Los aficionados americanistas gritaban, se abrazaban y celebraban
con porras y agitando las banderas. Momentáneamente parece que la calma y el
alivio retornaban a los aficionados del club. Terminó el primer tiempo del
encuentro.
Los aficionados atiborraron los pasillos de salida. Muchos querían aprovechar el
entretiempo para ir al sanitario. Algunos otros se levantaban y estiraban los
músculos. Intercambiaban puntos de vista sobre las jugadas del primer tiempo. Se
notaban preocupados y hasta enojados por el pobre desempeño del equipo. “No le
están echando huevos”, dijo alguien por ahí, en clara referencia a que los
jugadores americanistas no se estaban desempeñándose con la fuerza suficiente
para remontar al contrario. Muchos aficionados americanistas tenían la mirada
extraviada en algún punto del estadio, pensando y analizando las posibilidades del
triunfo. Sin embargo, generalmente durante los quince minutos del descanso es
cuando se puede observar una especie de “desestructuración” de las porras
familiares y los momentos en que espirit du corps casi se diluye por completo.
Mientras tanto, la andanada publicitaria y la vendimia interna continuaba
frenéticamente al interior del estadio.
El sonido local anunció: “A continuación: el vuelo del águila”, que es un acto de
adiestramiento animal que se desarrolla de la siguiente manera: un hombre,
enfundado en un conjunto deportivo con los colores del América se coloca en el
centro de la cancha. Tiene en sus manos una cuerda, la cual, por el otro extremo
tiene atado un balón amarillo de futbol. El personaje comienza a girar el balón
sobre su cabeza a través de la cuerda. Simultáneamente un águila comienza un
193
vuelo descendente desde el extremo sur del techo del estadio. Cuando el águila
se ha aproximado lo suficiente, el hombre suelta la cuerda y el balón cae al suelo
para rodar unos cuantos metros. El águila cae precipitadamente sobre el balón en
movimiento, deteniéndolo y posándose sobre él. Muchos aficionados observan la
acción y algunos aplauden y sonríen; otros toman fotografías o video del acto. Los
aficionados que fueron al baño van regresando y tomado sus lugares. Terminaron
los quince minutos y reinició el encuentro.
La porra “Unión” siguió sincronizando sus movimientos y al ritmo de los
tambores gritaban “Águilas, águilas”. En un par de ocasiones cantaron el “Vamos
América”. El partido se volvió tenso y muy cerrado, lo cual provocó reacciones de
mayor nerviosismo en los aficionados. Durante el desarrollo del encuentro, los
aficionados retomaron la “estructura” en sus movimientos y el espirit du corps
regresó. El partido “sincronizaba” las reacciones y las acciones de los aficionados.
Un balón que pasó cerca de la portería provocó “Ohs” y “Uffs”, casi de manera
unísona. Las miradas seguían el balón y el desarrollo del juego de lado a lado de
la cancha. Por su parte, los jóvenes de las barras, gritaban, cantaban y brincaban
a un frenético ritmo. Es obvio que en algunas ocasiones, muchos de sus
integrantes no estaban atentos al juego y que lo que pasaba en la cancha era
menos importante a lo que se observa en la propia tribuna. Algunos de ellos
observaban más a sus compañeros, como escudriñándose mutuamente para ver
quién sí quién no apoyaba al equipo.
Al minuto setenta y uno, un gol más del Guadalajara puso a los aficionados de
la porra del América en un estado de mayor expectativa y excitación. De esta
forma, ni los esfuerzos sobre la cancha ni aquellos que la afición realizó dieron
frutos y el equipo perdió nuevamente un partido. La temporada estaba
194
completamente desperdiciada y la afición americanista se encontraba muy
descontenta. Algunos gritaron consignas en contra del entrenador, el argentino
Ramón “El Pelado” Díaz, pidiéndole que renunciase y regresase a Argentina.
El final del encuentro, la salida del estadio y el regreso a casa
Finalmente, cerca de las 18:00 hrs., el partido terminó. La derrota generó un
ambiente sombrío, triste y con buenas dosis de frustración entre los aficionados
americanistas. La gran cantidad de gente dificultó la salida. Mientras tanto,
muchos aficionados sacudían con cierta discreción la cabeza, como no creyendo
la derrota. Se cruzaban de brazos y tomaban sus barbillas. Los aficionados de las
Chivas que se encontraban en la parte alta de la cabecera sur, seguían ondeando
las banderas, pero rápidamente comenzaron a desalojar el inmueble. En la parte
baja, algunos aficionados americanistas cruzaban insultos con los aficionados de
los palcos ubicados inmediatamente arriba de ellos. Más mentadas de madre se
dejaron escuchar y señales fálicas y gonadales fueron intercambiadas. Se
arrojaron mutuamente objetos, principalmente vasos. Los altercados no pasaron a
mayores y los más borrachos de todos los aficionados (de ambos clubes) todavía
tenían en sus manos los vasos sobrepuestos de sendas cervezas que se han
bebido, como una especie de trofeo que tuviese que ser mostrado.
Los aficionados de las porras americanistas se fueron despidiendo y tomando
sus pertenencias, para poco a poco ir saliendo del estadio. Algunos aprovecharon
para una nueva visita al baño, que en estos minutos estaban atiborrados y
exudaban su hediondez. “Con lo que guste cooperar”, se podía leer a la entrada
de los sanitarios, pidiendo una colaboración económica para las personas
195
encargadas de limpiarlos. Sobre una pequeña mesa estas personas acostumbran
colocar trozos de papel higiénico y monedas que algunos aficionados les entregan
a la entrada buscando llamar con eso la atención de los usuarios.
Mientras tanto, las luces comenzaron a ser apagadas dentro del estadio. Los
muchos vendedores, que minutos antes de que terminase el partido habían
comenzado a levantar sus mercancías y equipo de trabajo, apuraron el paso y
comenzaron a guardar en las bodegas todo el material restante y reutilizable.
También iniciaron las cuentas.
Por su lado, las barras juveniles tendrían que esperar dentro del estadio una
hora más, aproximadamente. Salvo ellos, todos los demás aficionados se
dirigieron a los estacionamientos o hacia las salidas que los conducían al tren
ligero, los micros o taxis que los llevarían de vuelta a sus casas. Fuera del estadio,
el tránsito peatonal era muy lento, y en algunos puntos casi nulo. La vendimia
fuera del estadio se reanimó. “Llévese su torta”, gritaban desde algunos puestos.
El sonido de los CD con los cánticos de las barras del club América se escuchaba
con un simultáneo: “De a 10, de a 10”, señalando el precio de los mismos. Algunos
aficionados aprovechaban para tomarse una foto instantánea con un águila en el
hombro. También se vendían fotografías de los jugadores, “originales” a decir de
los vendedores. Había almohaditas con los logotipos de los dos clubes. Los
puestos de tacos y de tortas se saturaron.
Muchos aficionados necesitaron cruzar el puente de Acoxpa para ingresar al
tren ligero o llegar a los micros que los lleven al metro. El puente y sus accesos se
saturaron y era casi imposible caminar en él. La policía inició sus operaciones
nuevamente e intentaba agilizar a los peatones como a los conductores que, diez
196
minutos después de terminar el encuentro ya saturaban la calzada de Tlalpan. El
día del clásico había terminado.
Con este trabajo etnográfico he buscado establecer los elementos básicos que
se pueden observar en el entorno inmediato a la afición americanista, como forma
una expresión cultural contemporánea del México urbano. La descripción ha
señalado los principales elementos que conforman la totalidad de mi sujeto de
investigación: su entorno (el estadio) y sus sujetos más notorios, tales como los
aficionados que asisten regularmente al estadio. También ha quedado de
manifiesto cómo ciertas fuerzas sociales actúan y conforman directa e
indirectamente al americanismo, incluyendo al capital (medios de comunicación y
mercado cultural) y al propio gobierno en su actuación en un sentido regulador y
vigilante.
197
Capítulo 4
Un viaje a Guadalajara con la Porra Unión
Identidades regionales en tensión
Cuando Ignacio Martín del Campo, director de la XEW,
regresó a su natal Guadalajara sintió en carne propia el
rechazo por haber vivido una década en el DF y
"parecer" chilango: "Lo primero que encontré fue un
muro de prohibiciones para los del DF". Cuando quiso
rentar casa sostuvo este diálogo:
-¡Ah, del DF! No, pues no. No hay casas en renta por el
momento.
-Pero había un anuncio
-Para chilangos no.
Jesusa Cervantes en “La muerte del
antichilanguismo” en La Jornada del 22 de agosto
de 1999
La salida a Guadalajara
Este capítulo pretendo mostrar la forma en que los aficionados organizados al
futbol realizan una de las actividades que más los identifica y diferencia de los
aficionados “comunes”: los viajes a otras ciudades para ver jugar a su equipo.
Viajar a otra ciudad, especialmente a Guadalajara para ver un encuentro entre el
América y las Chivas es algo que los aficionados americanistas organizados en
una porra aprecian mucho sentimentalmente y los hace pensarse como agentes
fundamentales del espectáculo futbolístico en sí. Estos viajes, además
demuestran ciertas características de la identidad regional que toma la adscripción
a un club como el América.
198
A las 22:00 hrs. de la noche del 18 de abril de 2009 acordé reunirme con Diana,
José y Cristián para realizar un viaje a la ciudad de Guadalajara y asistir al partido
entre las Chivas y el América, al día siguiente en el estadio Jalisco. La reunión
para partir fue acordada en una conocida tienda de muebles de la colonia
Peralvillo, cerca del centro de la ciudad de México. De los invitados por José,
llegaron aproximadamente quince personas, incluyéndolos a ellos y a mí. Sin
embargo, el autobús, que finalmente se llenó, también transportó a integrantes de
otra de las porras familiares del club, especialmente de la “Porra Amigos” dirigida
por Gerardo, que no por casualidad vive a unas cuadras de ahí y fue él quien
contrató el servicio del autobús.
Gerardo es un personaje de suma importancia en el ámbito de las porras
familiares. Considerado por muchos como un “mercenario” del América, que “vive
del” y no “para el” club, es el más reconocido de los líderes de las siete porras
americanistas. El trato que tiene con la gente llega a ser despótico o descortés.
Las pocas veces que yo lo abordé, tratando de entablar una plática, siempre
evadía mis preguntas y buscaba la forma de no comprometerse con una
entrevista: “Sí, dile a mi hija. Arréglala con ella la cita”, me decía.
De vuelta con el viaje a Guadalajara, la espera de los integrantes que lo
realizarían y del autobús en que nos transportaríamos, se alargó hasta cerca de la
12:00 hrs. del domingo. Dos niños de unos cinco o seis años realizaron el viaje
junto a sus padres. José platicaba tangencialmente con Gerardo para arreglar lo
de los lugares dentro del autobús, su pago y los boletos de entrada al estadio.
José se acercó a mí y me dijo que la tarifa del viaje aumentaría unos $50, ya que
cerca de cinco personas habían cancelado el viaje, por lo que la cuota por persona
199
aumentaría. Le di el dinero. Algunos minutos después regresó y me entregó mi
boleto de entrada al estadio.
De no ser por José, Diana y Cristián, todos eran personas desconocidas para
mí. Yo tomé un asiento en la parte trasera del vehículo. Junto a mí se sentó un
joven de unos veinticinco años y adelante un par de amigos suyos. El autobús,
dicho sea de paso, era un autobús en medianas condiciones de confort, pienso
que más o menos viejo y cuyo motor hacía bastante ruido. Al final, cada quien
escogió el lugar que más le pareció, aunque de una u otra forma, los de una porra
se juntaban con sus pares y los de las otras con sus respectivos camaradas.
El trayecto
La salida de la ciudad de México comenzó cerca de las 01:00 hrs. Sólo se nos
informó que habría un par de paradas, para provisiones (y baño) y en San Juan de
los Lagos, en el santuario de la Virgen patrona de la ciudad y uno de los templos
de peregrinaje más importantes de México. La primera parada fue para el
avituallamiento: comida y bebida. Yo compré un par de sándwiches y un refresco.
Sin embargo, José, además de comida compró una botella de tequila. Me invitó un
par de tragos durante el trayecto.
Lo sobresaliente del viaje de ida fue un grupito de jóvenes que durante todo el
trayecto bebieron y cantaron. De la información que he recabado, los viajes con
las barras es muy parecido: todos beben y cantan sin cesar. Y los jóvenes (dos
mujeres y dos hombres) que en esta ocasión venían con nosotros, llevaron al
máximo esta práctica. Cantaron y bebieron sin parar, hasta que Gerardo, cerca de
las cinco de la mañana, con una tardía indignación los detuvo. Este episodio es
relevante en la medida en que pone de manifiesto las contradicciones inherentes a
200
las dos formas de alentar al equipo: la de viejo cuño, que apoyan los de las porras
familiares y la de nueva fisonomía, que apoyan los de las barras juveniles. Si bien
en cierto que la simple diferencia de edades es elemento para ver notables
diferencias entre los grupos, no es suficiente para la explicación más amplia.
En la mañana, los hombres pertenecientes a las porras se burlaban de la
“cruda” de los jóvenes y del vómito de uno de ellos, el cual dejó una tremenda
mancha afuera de la ventanilla de su asiento. “Eres un artista”, le dijo José al joven
que vomitó. “Mira, es toda una obra de arte esta guacareada”, le remató en son de
broma, mientras señalaba la mancha sobre el autobús. El joven sólo sonreía un
poco apenado, un poco ufano. Las mujeres, en cambio, especialmente Diana y la
hija de Gerardo (que viajó con su padre), se quejaban amargamente del escándalo
que habían armado los cuatro muchachos y de lo poco y mal que habían dormido.
La llegada a San Juan de los Lagos fue un momento más del viaje. El autobús
se estacionó en las cercanías del centro de la ciudad, a eso de las 8 de la
mañana. “Vamos a estar aquí una hora”, le dijo Gerardo a José, quien a su vez
nos informó sobre el tiempo de estancia. Algunos desayunaron en las cercanías
del autobús y otros más se dirigieron rápidamente al templo, para “visitar a la
virgen”. Ya algunos de los pasajeros vestían camisetas amarillas del club cuando
salieron a caminar.
El tiempo transcurrió y mis acompañantes regresaron más o menos a la hora
acordada, cerca de las 9 de la mañana. Fue entonces que Gerardo nuevamente
abordó a José: “Vamos a tener que irnos por una ruta alterna. Dicen que los
policías están parando a todos los autobuses que salieron del D.F. [con
aficionados de las barras] y no los están dejando entrar a Guadalajara, así que
201
mejor nos vamos por una ruta menos transitada”, le dijo. Subimos al autobús y
continuamos con el viaje. Ya arriba del vehículo, Gerardo informó a todos acerca
de la situación, por lo que solicitó que se comportaran tranquilos, que no sacaran
banderas y que permanecieran sin beber.
El ambiente fue, a partir de ese momento, muy diferente. Nadie hablaba y el
calor era intenso, por lo que había una gran pesadez. La ruta escogida fue muy
larga y el tiempo del recorrido se incrementó en tres o cuatro horas. Todo, a pesar
del tenso ambiente, parecía normal. Sin embargo, en las cercanías de
Guadalajara y alrededor de las 13:00 hrs. nuestro recorrido fue interrumpido por la
policía estatal de Jalisco, en un retén colocado ex profeso para la detección y
detención de aficionados americanistas venidos del Distrito Federal. Unos seis
policías (incluyendo una mujer) fuertemente armados y vestidos con equipo
antimotines detuvieron el autobús y subieron al mismo para preguntar si todos
veníamos del D.F. Evidentemente la respuesta que se les dio fue afirmativa.
Preguntaron si cargábamos algún tipo de arma, explosivo o droga. En este caso,
obviamente, la respuesta fue negativa. Los policías vieron al los pequeños niños
que viajaban con nosotros, pero aún así, ordenaron que el autobús quedase
detenido hasta que ellos lo autorizaran.
No sobra decir que la detención del vehículo fue ilegal y anticonstitucional.
Además de la ilegalidad de su acción, los policías siempre se mostraron hostiles y
burlones hacia el grupo. Pasados varios minutos, sin embargo, fue posible
interactuar un poco con ellos, a la sombra de un árbol que se encontraba cerca.
Uno de ellos preguntó a uno de los americanistas: “¿Y por qué realizan un viaje
como este? ¿A qué vienen?”. El joven le dijo que lo hacían para apoyar al equipo y
porque a él en particular le gustaba viajar. El policía le reviró: “¿Y no es muy
202
riesgoso y demasiado costoso venir hasta acá? Se exponen a muchas cosas
¿no?”. En su pregunta, el policía parecía insinuar que una de las penurias por las
que deberían de pasar era, precisamente, que la policía los hostigase. El joven
sólo reiteró su anterior respuesta y dio por concluida la plática.
Figura 17. La detención del autobús en Guadalajara
La entrada a la ciudad de Guadalajara
No sabíamos realmente cuánto tiempo más tendríamos que esperar, y ya eran
casi las 14:00 hrs. El partido estaba a tres horas de comenzar y la policía se
comportaba con desesperante parsimonia. Alrededor de las dos de la tarde,
arribaron un tercio de policías en motocicletas. Dieron la orden de subir al autobús
y de seguirlos, sin banderas ni ningún tipo de signo que identificase al autobús con
el América y menos aún con el D.F. El autobús se puso en camino, escoltado por
los motociclistas. Rápidamente nos internamos a la ciudad. Después de unos
veinte minutos, la policía nos condujo a la Avenida de los Normalistas, junto al
parque “Unidad Tucson”, a unas cuadras del estadio Jalisco. Allí, nos ordenaron
203
no bajar del vehículo y esperar a que ellos nos indicaran el momento para
descender de él. Pasaron unos diez minutos y el calor era insoportable dentro del
autobús, así que algunos decidieron bajar. Yo salí tras de ellos. Al descender
observé una larga fila de autobuses que se alineaban con el nuestro. Esos eran en
los cuales los jóvenes de las barras del América habían realizado el viaje. Serían
una docena de vehículos. Algunos de los jóvenes estaban descendiendo también.
Sobre la avenida, decenas de policías antimotines hacían una valla. Conforme
más personas bajaban de los autobuses, los policías se notaban más nerviosos y
hostiles. Algunos de ellos se acercaban y ordenaban que regresáramos al interior
de los autobuses. “Hace mucho calor dentro y queremos comprar agua e ir al
baño”, dijo una de las mujeres que viajaban conmigo. “No pueden salir de esta
zona”, le reviró uno de los policías al mando. La presión de la gente para salir del
cerco iba en aumento. La policía “cedió” y permitió a algunos salir del cerco e ir a
tomar agua al parque, del cual sólo nos separaba una valla metálica.
Yo había perdido de vista a José, Diana, Cristián y a Gerardo. Así que comencé
a tomar algunas fotografías de lo que ahí sucedía. El ambiente parecía más
relajado y en algunos momentos la policía parecía incluso ser amigable. Sin
embargo, unos minutos después de que los primeros integrantes de las porras y
barras habían salido del cerco al baño, un grupo de policías agredió a un par de
jóvenes de las barras. Los detuvieron y, a rastras, los subieron a una de las
camionetas que tenían cerca de ahí. Observé cómo los golpearon y sometieron.
204
Figura 18. El cerco policial en Guadalajara
Después de esa escena, una de las mujeres del grupo con el que viajaba se
acercó muy alarmada y molesta. En ese momento volvía a ver Gerardo, ya que la
mujer se acercó a él. “Están golpeando a mi hermano. Los pinches policías están
golpeando a mi hermano”, le gritó a Gerardo. Éste se acercó hacia ella y le pidió
calma. La mujer le explicó que su hermano había querido salir del cerco porque
intentaba visitar a una pariente que vivía cerca del estadio y que la policía le negó
la salida. El hombre se molestó por la negativa y eso provocó que los policías lo
detuvieran y, al igual que lo observado con los jóvenes, fuese golpeado. Gerardo
se movió y dirigió a uno de los mandos. Dialogó con ellos y a los cinco o diez
minutos el hombre en cuestión apareció. Se veía claramente golpeado y alterado.
En su relato corroboraba lo dicho por su hermana. El incidente terminó ahí.
Mientras tanto, los jóvenes de las barras se impacientaban con el transcurrir de
los minutos y la proximidad del inicio del encuentro. Pero la cantidad de jóvenes
era tal que ya parecía una verbena. La música de los integrantes del RK comenzó
205
a escucharse y algunos más se avocaron a colocar algunos de los trapos
afanados a las barras rivales de Guadalajara.
A lo lejos también se escuchaban tambores y cánticos americanistas que se
acercaban. Dos minutos después un contingente de jóvenes cruzaba frete a
nosotros, del otro lado de la avenida. Eran miembros de alguna de las barras
americanistas conformadas por habitantes de Guadalajara.
La llegada y entrada al Estadio Jalisco
Eso pareció ser la orden de ingreso al estadio, ya que unos instantes después,
José, Cristián y Diana se aparecieron y me contactaron. Era momento de ir al
estadio. La policía nos dirigió hacia la calle Monte Carmelo, la cual ascendía, en
dirección sureste, al estadio Jalisco. Ese fue uno de los momento de mayor
tensión del viaje. El cerco policial se difuminó un poco a lo largo del recorrido.
Mucha gente al lado de la calle observaba y gritaba a nuestro paso. “Pinches
americanistas” o “pinches chilangos ¿a qué vienen?”, se escuchaba de vez en
vez. Sin embargo, el contingente de aficionados americanistas continuó su
recorrido cantando reiteradamente la frase: “Llegó papá, llegó papá, hijos de puta
llegó papá...”.
La llegada al estadio fue caótica. Un cerco policial impedía nuestro paso y
empujaba con vehemencia a todos los integrantes. Yo alcancé a escuchar a la hija
de Gerardo decir amargamente: “Nos tratan así por culpa de esos patanes [los
integrantes de las barras]”. José estaba muy alterado y Diana muy nerviosa. La
policía se comportaba muy agresivamente y en algún momento pensé que la
situación se volvería en una batalla campal. Sin embargo, los integrantes de las
206
porras y barras venidos del D.F. pudieron sortear el cerco policial e ingresar al
estadio.
Dentro del inmueble, las cosas se tranquilizaron un poco. La afición
americanista se concentró en una de las cabeceras bajas del estadio, rodeados
por un fuerte dispositivo de policías antimotines, los cuales se mantuvieron en
permanente vigilancia durante todo el encuentro y de vez en cuando hostigando a
alguno de los integrantes de las barras. Los Rompe Canchas, la banda musical del
RK amenizó durante el partido.
Además de la confrontación verbal que se suscitó a las afueras del estadio, fue
dentro cuando la tensión regionalista se volvió más evidente. Los gritos que
provenían
desde
americanistas
de
casi
cualquier
“nacos”,
dirección
“mugrosos”
y
señalando
demás
a
los
aficionados
descalificativos
eran
inequívocamente xenófobos. El contenido regionalista de las descalificaciones de
los habitantes de Guadalajara se comprobaba con la actitud siempre hostil de los
policías. Las genuflexiones de decenas de aficionados tapatíos con señas
obscenas, el constante lanzamiento de objetos a la parte de los aficionados
americanistas siempre estuvieron acompañadas de una fuerte descarga
emocional en contra de los capitalinos. Para desgracia de estos últimos, al final, el
América perdió 1 a 0 este encuentro, lo cual desbordó la alegría de la afición
anfitriona y metió en una especie de pasmo a los visitantes.
La salida y el regreso al Distrito Federal
La salida se dio de forma calmada, pero ya a las afueras del estadio, cuando
tomábamos de vuelta la calle Monte Carmelo, rumbo a los autobuses, José estuvo
a punto de liarse a golpes con un policía que estuvo presionándolo durante un
207
tramo de la caminata. Sin embargo, otro de los integrantes de la porra logró
tranquilizarlo y convencerlo de que desistiera de responder a la agresión. Cerca de
las 19:00 hrs. finalmente estábamos de vuelta en el autobús. Unos quince minutos
más tarde ya todos estaban arriba. No habíamos tenido tiempo de comer ni de
beber. La policía siguió con su estrecha vigilancia y obligó a todos a subir a los
autobuses. El chofer arrancó el vehículo y comenzamos en trayecto de vuelta. Los
integrantes del las porras estaban molestos por el resultado del encuentro, pero
más aún por el trato que se había recibido por parte de la policía, la cual
continuaba escoltando el autobús. Algunos de los integrantes de atrevían a a
sacar la cabeza por la ventanilla y gritar consignas regionalistas en contra de los
transeúntes, tales como: “Pinche pueblo rascuache”, “Pinches piojosos”, “Pinches
rancheros”, “Pinches robavacas”, todas las cuales hacían referencia a que
Guadalajara es una ciudad de menor importancia que la de la Ciudad de México,
colocando a la primera como una zona “rural” y menos avanzada que el Distrito
Federal. Eso enfureció a uno de los policías que seguía escoltando al vehículo,
quien con una macana intentó golpear a uno de los americanistas que gritaban la
consigan. Ambos se hicieron de palabras y llegué a pensar que la policía
detendría al autobús y comenzaría una agresión mayor. Afortunadamente nada de
eso pasó y después de unas cuadras, los motociclistas que nos escoltaban se
desviaron por otra avenida. El autobús siguió su marcha y cerca del centro se
detuvo. Paramos en un restaurante, en el cual comimos algo, para finalmente
tomar el camino de regreso al Distrito Federal.
208
Capítulo 5
“Ódiame más” y el antiamericanismo
[…] puede decirse que el «medio de
comunicación» amor no es en sí mismo un
sentimiento, sino un código de comunicación de
acuerdo con cuyas reglas se expresan, se forman
o se simulan determinados sentimientos; o se
supedita uno a dichas reglas o las niega, para
poder adaptarse a las circunstancias que se
presentan en el momento en que deba realizarse la
correspondiente comunicación
Niklas Luhmann (1985)
Amor y odio en el entramado futbolístico mexicano
Esta primera parte del trabajo no podría estar completa sin abordar el tema del
llamado antiamericanismo y la división casi tajante entre quienes dicen “amar” y
“odiar” al club América. Es parte del refranero popular aseverar que al América “se
le odia o se le ama, pero no se le puede ser indiferente”. Uno de los elementos
más poderosos de la imaginación melodramática es la ubicación polarizada,
estereotipada y con poca profundidad psicológica de los personajes que le dan
vida a la trama, tanto narrativa como social. El caso de la división categórica que
los aficionados al futbol hacen entre americanistas y antiamericanistas convierte a
este club en uno de los nodos centrales de la identidad futbolística nacional.
Lo interesante de la identidad de este club es que en el discurso de quienes
dicen odiarlo hay un claro contenido social y político. La asociación directa entre el
club América y Televisa, y de ésta con la clase política en México, genera entre los
aficionados rivales un acendrado sentimiento de rechazo hacia el club. Esta
polarización entre americanistas y antiamericanistas es, sino la única, sí la más
clara del futbol mexicano. Ningún otro equipo concita este rechazo. Es decir, no
209
existe proporcionalmente una división de la liga entre Pumas y antipumas o entre
atlantista y antiatlantistas. La relevancia de esta división polarizada entre
americanistas y antiamericanistas traza la importancia de la televisión en el
entramado
identitario de
los aficionados futboleros mexicanos. Es una
polarización, en buena parte inducida y generada por Televisa, indiscutiblemente,
la cual, hábilmente ha podido lucrar con esa división identitaria.
El club de futbol América es el club de la “polémica” o el “más grande”, a decir
de sus aficionados. Para sus detractores, el club es el equipo “de Televisa”, “del
poder” o “de los ricos”, cuyo nombre no le gusta mencionar a algunos,
pretendiendo con la negación restarle la importancia que evidentemente guarda en
la liga de futbol profesional mexicana. Si bien es cierto que esto no siempre ha
sido así desde que la liga profesional de futbol fue creada y que tampoco los
grados de “amor” y “odio” que el club “despierta” han sido iguales a lo largo de las
décadas, sí lo es el hecho de que el América genera una antipatía casi
proporcional al “amor” que sus seguidores aseveran profesarle.
Una primera dato de esto. Según la encuestadora Mitofsky, en 2008 la “[...]
dualidad amor-odio hacia el América es [confirmada por] el porcentaje de
aficionados que [lo] rechazan 44 por ciento del total de aficionados” (Mitofsky,
2008). En el cuadro siguiente, se puede apreciar una secuencia a partir de 2008 y
hasta 2012 de rechazo que el club genera entre los aficionados futboleros, según
la misma encuestadora.
210
Figura 19. El rechazo al América en números
El rechazo al club tiene múltiples facetas y se expresa de varias formas. A lo
largo de mi investigación de campo, realicé cerca de sesenta entrevistas cortas a
aficionados de otros equipos, de tal suerte que pudiera consolidar una especie de
“mapa sentimental” e identitario sobre la base de la imaginación melodramática
que supongo subyace en la constitución del futbol profesional en México.
Mis entrevistas fueron realizadas afuera de los estadios y previas a encuentros
entre sus equipos y el América. Ninguna de ellas duró más de tres minutos.
Estaban pensadas en obtener una respuesta lo más rápida y espontáneamente
que se pudiese respecto al “sentimiento” que les generaba el club América. No se
puede decir que el club sólo “genera” un sentimiento entre los aficionados rivales,
pero es indiscutible que las palabras “odio”, “rencor” y “asco” son tres de las más
reiteradas. Los sentimientos de odio, rencor y asco que genera el club no están
siempre asociados explícitamente con su vinculación institucional a Televisa, pero
211
indiscutiblemente una buena parte de los aficionados rivales sí perciben eso como
una característica primordial del sentimiento adverso que les causa el América.
En una entrevista realizada en noviembre de 2009, un aficionado de los Pumas
de la UNAM me dijo categóricamente que para él, los juegos contra el América le
significaban “odio al cien por ciento... [el América es] el equipo que Pumas más
odia” y lo calificaba como “hijos de Televisa”. En ese mismo tenor, un aficionado
del Cruz Azul me señaló en marzo del mismo año que “el América es el equipo
más odiado del futbol mexicano... porque el América representa al capital, a los
ricos, a la gente que no es bien vista socialmente como los televisos”, en clara
alusión a Televisa.
Evidentemente, estas dos opiniones no tienen una cobertura estadística, pero
me parece que sí son, en muchos sentidos, representativas de ese 43.5% de
aficionados al futbol que dicen rechazar al club americanista. En este sentido, en
un importante portal de análisis y discusión futbolística de internet, uno de sus
editorialistas señala que “el antiamericanismo surge para hacer contrapeso al
llamado imperialismo televisivo, mediático y hasta arbitral que se da entorno a
nuestro futbol a raíz de la compra de este equipo por parte de Emilio Azcárraga
Milmo” (Roa, 2009). Y añade que “quienes somos antiamericanistas disfrutamos
verlos perder, gozamos observarlos en problemas y nos regocijamos cuando se
enojan. No obstante reconocemos lo fundamental que son las Águilas dentro de
nuestro panorama futbolístico y que al final, contribuyen a todo el folklore cultural
inclusive de nuestra sociedad más allá del deporte. Al final, este sentimiento es
necesario para que nuestro juego siga alimentando la pasión entre todos los
aficionados” (Roa, 2009).
212
La superlatividad como marca identitaria del club
La identidad o “marca sociocultural” (Edelman, 2002) se desarrolla por una
adscripción geográfica, de clase, institucional o con características nacionalistas.
En México, el caso de las Chivas del Guadalajara nos habla en este sentido, ya
que al ser el equipo de “mexicanos”, es decir, en el cual no han jugado individuos
que no hayan nacido en México y que reclama ciertos valores real o
pretendidamente nacionales y asociados con el estado de Jalisco (el charro, el
mariachi, el tequila), las Chivas se adscriben a un nacionalismo-regionalismo muy
especial. Por su lado, los Pumas, Tigres y Tecos, por ejemplo, se adscriben
abiertamente a su identidad institucional, que son sus respectivas universidades.
El caso del América es diferente. Sus aficionados no asumen su condición
regional o geográfica. Es significativo que los aficionados al club no hacen
referencia a su categoría de equipo del Distrito Federal, salvo en contadas
excepciones y no cuenta con un gentilicio específico para hacer referencia a esta
característica. De hecho, el club es llamado las Águilas del América y no el
América del Distrito Federal o de la Ciudad de México. Sus aficionados tampoco
apelan a su adscripción institucional, por lo menos no abiertamente y es
prácticamente imposible escuchar que un aficionado americanista diga que
Televisa le otorga la identidad al club. No hacen referencia a su condición de
clase, ya que el club, a pesar de que forma parte del corporativo Televisa, es
seguido por muchos aficionados de las clases medias y de los sectores populares.
La característica reiterada y consecuente con el discurso oficial del club y que
sus aficionados han retomado es la que yo llamo superlatividad: el club es el para
ellos el “más” grande, el “más” odiado, el de los “mejores” jugadores, el del estadio
213
“más” grande e importante, el que “más” dinero invierte, el “más” polémico, el que
“todos” quieren derrotar. En otras palabras, para el americanista no importa ser
odiado (a todos los equipos los “odian” sus contrarios en alguna medida), sino ser
el “más” odiado. No importa ser grande (los propios aficionados americanistas
reconocen la “grandeza” de otros clubes), sino ser el “más” grande, en calidad y
número. Lo importante no es tener buenos jugadores, sino a los “mejores” (aunque
esto no sea siempre así y se confunda el “mejor” con el “más caro” o el “mejor
pagado”). Tampoco importa generar polémica deportiva y extradeportiva, sino ser
el “más” polémico, o aún mejor, ser “el equipo de la polémica”, el poseedor
exclusivo de esa cualidad. Para el americanista promedio no es suficiente una
rivalidad acentuada contra un club92; importa ser el equipo que “todos” los demás
quieran vencer. Para el americanista, en resumen, la liga y sus rivalidades son
dicotómicas: los americanistas y los antiamericanistas. La superlatividad (relativa y
discursiva de los aficionados del club), por tanto, es la característica específica de
la adscripción al equipo.
Pretender ser el “más” en muchos aspectos, casi siempre negativos,
evidentemente guarda una relación dialéctica con el discurso melodramatizado
que sus directivos y la televisora han buscado explotar. Al dotar al club con
características superlativas, los demás equipos ven en el América uno de los
referentes más importantes y centrales de su rivalidad, aceptando explícita o
implícitamente la “grandeza” del club de Coapa. Es común que los propios
92
Las rivalidades con el Guadalajara, los Pumas y el Cruz Azul son muy importantes, pero los
aficionados americanistas asumen que “todos” los equipos los quieren derrotar por igual. De ahí
que para muchos de ellos, una visita del club a un estadio foráneo garantiza el lleno del mismo.
214
futbolistas y entrenadores rivales identifiquen los juegos contra el América como
los más importantes.93
Un ejemplo de cómo Televisa influye en la construcción de esta superlatividad
lo ofrece la transmisión del programa que celebró los noventa años de fundación
del club en 2007. En él, el locutor Javier Alarcón apuntó lo siguiente:
[…] tanto la altivez, sus títulos, sus figuras. Esa mezcla de ‘me lo propongo
y lo consigo’ han hecho del América el equipo más trascendente de la liga.
No aseguro que el más importante, el más querido o el más popular, pero
sin duda, en torno a sus actuaciones para verlo perder o ganar hay más
atención que la que recibe cualquiera de los otros. Felicidades a todos
aquellos que con sus ideas o sudor han hecho del América un referente
obligatorio para entender al futbol mexicano a través de la historia (Televisa
Deportes, 2006. Cursivas mías).
Cabe apuntar aquí, el hecho de que esa superlatividad discursiva se encuadra
melodramáticamente con lo que dice Arroyo, quien asevera que tanto en el
análisis literario como en antropológico “se observará que los héroes y santos
tienden a ser austeros en el habla, en la comida y en lo sexual; por el contrario, los
villanos suelen ser lujuriosos, comilones, bebedores, charlatanes y bravucones”
(Arroyo,
2006).
La
televisora
ha
enaltecido,
muchas
veces
de
forma
bravuconamente, características de este tipo: egocentrismo, capacidad económica
y megalomanía del club, lo cual genera una fuerte animadversión entre los
aficionados rivales.
93
El jugador argentino Martín Bravo declaró en 2011 que “América es el gran rival de Pumas”. En
esa misma ocasión, otro integrante del equipo de la UNAM, David Cabrera dijo que el América es
“el rival más importante” de los Pumas (Martínez, 2011). De igual forma, el jugador del club Cruz
Azul, Javier Aquino, señaló: ““Es un odio deportivo que existe entre las instituciones, son Clásicos y
hay que ganarlos. Para nosotros siempre ha sido un partido especial, para los que venimos desde
fuerzas básicas, existe esa rivalidad desde que estamos muy pequeños” (Salazar y Palafox, 2011).
215
Al respecto, uno de mis informantes me comentó: “Al América podrán decir que
le ayudan [los árbitros], pero significa algo que lucha para salir siempre avante
(sic), sin importarle a quien. Aquí [en el estadio Azteca] se la juegan todos [los
equipos rivales] a morir contra el América. No es lo mismo ganar tres puntos a
cualquier equipo que ganárselos al América. Así de fácil”. Y añade: “El América
siempre fue criticado, [es el equipo] de la polémica y a mí me gustó eso; llevar, no
tanto la contraria, sino tratar de imponer tus ideas y defender la forma de juego y…
cuando tú entras a un estadio y ves a toda la gente que apoya al mismo equipo es
un ambiente distinto en donde crees que has encontrado a alguien que considera
y ha encontrado los mismos gustos que tú”.
Corrupción, negación, descalificación sexualizada y antiamericanismo
Precisamente, uno de los elementos fundamentales del odio que los aficionados
rivales dicen sentir por el club América está vinculado a una percepción de
corrupción, que a decir de ellos ha redundo en que este club ganase varios
campeonatos. Los ejemplos más recurrentes en este sentido son los campeonatos
1984-1985, Prode-1985 y 1987-88 y 1988-89.94
94
La siguiente es una cronología de los campeonatos del club América hecha por un aficionado
antiamericanista. Evidentemente, el objetivo de colocar este texto no es para darle credibilidad o no
a las acusaciones que en él se realizan, sino demostrar la forma en que la disputa contra el club
América es permanente y que dichos alegatos van a estar influenciados por una idea de
corrupción, robo y ayuda por parte de Televisa y la Federación Mexicana de Futbol:
“1984-1985: Conocida como la Noche Negra de Querétaro. El América se gana el odio de los
Pumas de la UNAM en la final mas (sic) corrupta de la historia del fútbol mexicano. 3 expulsados
en contra de Pumas, 2 goles anulados al cuadro universitario y un penal que nunca existió
marcado favor de las Águilas.
PRODE 85: Torneo amistoso que no fue oficial, porque la temporada 1985-1986 se partió en dos
torneos cortos gracias al terremoto de la Ciudad de México y al mundial de México 86. El América
ganó el torneo gracias a Cristóbal Ortega, quien hizo chilpachole de jaiba con el Tampico-Madero.
En los 90s hicieron válido los dos torneos cortos para darle un campeonato a los Rayados del
216
Uno de los impulsores más conspicuos de la parafernalia antiamericanista es el
comentarista de futbol José Ramón Fernández, quien desde los diferentes
espacios mediáticos a los que ha tenido acceso ha intentado sistemáticamente
demostrar la forma en que Televisa ha controlado el futbol mexicano. Esto
evidentemente, le ha acarreado una gran animadversión y simultáneamente una
admiración, de americanistas y antiamericanistas, respectivamente. Sobre el club
América y sus dirigentes, en especial de Guillermo Cañedo, “brazo derecho de
Emilio Azcárraga para asuntos de futbol”, Fernández señala que este directivo,
simultáneamente presidente del club América y de la Federación Mexicana de
Futbol hizo crecer la infraestructura del balompié mexicano, pero “lo que no crece
es nuestro futbol”. Añade el periodista de forma provocadora: “Y detrás de todo
esto está el dominio absoluto de la televisión [...] que se traduce en hacer de la
Monterrey y para que el América pudiera alcanzar al Guadalajara que ya lo superaba con 10 títulos
y rebasar al Cruz Azul, que ya lo había igualado con 8.
1987-1988: El América le gana a los Pumas 4 goles a 2. Pero eso no fue lo importante, ya que los
Pumas jugaron bien feo y merecían perder la final. Lo relevante del torneo fue que en la semifinal
de la liguilla al América se le ayudó contra el los Canarios del Morelia. Después del tiempo
reglamentario el partido estaba empatado y el Morelia avanzaba a la final por el gol de visitante.
Pero a Televisa y a la Femexfut se les ocurrió decir que en el artículo 20 del reglamento de
competencia en su párrafo 5 mencionaba que el gol de visitante no era válido si no se anotaba al
estilo del juego de pelota azteca. Por lo que el partido se decide en penalties (sic), consiguiendo
las Águilas el pase a la final. Los penalties se cobraron una hora después del final del partido.
1988-1989: El América le ganó al Cruz Azul 5-4 en un juego polémico ya que Cruz Azul no alineó a
sus principales figuras. Bueno si estaban jugando, pero por la manera que se dejaron perder se
piensa que estaban en otro planeta.
Verano 2002- El América le gana la final a su hermano menor, el Necaxa por orden de papá
Televisa. ¿Se debe decir por qué estuvo amañado este juego?
Clausura 2005- El América hace polvo a los Tecos de la UAG porque necesitaba darle un título a
Cuauhtémoc Blanco antes de abandonara al cuadro águila. El América destrozó a los Tecos por
marcador global de 7 goles contra 4. Al final del juego se vió al el dueño y al capitán de los Tecos,
retirándose del Estadio Azteca en unos autos Mercedes-Benz del año y cargando unos sacos que
parecían estar llenos de monedas” (ver sección Información de internet en la bibliografía; usuario
“Yo tmb odio al América” del porta Facebook).
217
competencia una lucha de un equipo prepotente, el América, contra 19
bienintencionados” (1994: 78-79).95
El internet es un espacio en el cual los epítetos descalificativos entre
americanistas y antiamericansitas demuestran esta dicotomía identitaria. Es
común encontrar “páginas” dedicadas exclusivamente a denostar a la afición
americanista. De hecho, es posible encontrar “decálogos” o “mandamientos” que
ordenan el comportamiento antiamericanista. Uno de ellos prescribe:
Antiamericanistas del mundo e integrantes de los 18 equipos honestos del
futbol mexicano:
Haciendo la declaración renovatoria de este website, se hace este
documento que es la máxima norma de comportamiento para los que
tengan aberración al amierdica y todo lo que representa. Queda sintetizado
en estos diez mandamientos inamovibles e inalienables.
1. Odiarás al amierdica sobre todas las cosas de este mundo, pero amarás
a tu equipo tanto como el infinito.
2. No dudarás en desearles lo peor al amierdica y sus secuaces.
3. Celebrarás las derrotas del amierdica tanto como los triunfos de tu
equipo.
4. Honrarás a todo análisis crítico de futbol, como los de José Ramón
Fernández, desechando a los programas de Televisa.
5. No te cambiarás al amierdica o lo apoyarás por ningún motivo.
6. No fornicarás con ningún amierdicanista (son todos maricones y las
mujeres lesbianas).
7. Perdonarás a los ex amierdicanistas, cuando ellos estén arrepentidos de
su pasado oscuro. Las excepciones son aquellos que no están arrepentidos
de su amariconismo (ej. Cuauhtemoc Blanco).
8. No te creerás las mentiras que dicen los programas de Televisa,
acuérdate que ti si eres una persona inteligente y vales mucho.
9. No desees la extinción del amierdica ni de los amierdicanistas, piensa
que el mundo necesita reír.
10. No envidiarás los títulos, ni los logros, ni el dinero que posee el
amierdica, recuerda que esa es la razón de su perdición.
Con estas palabras dichas, aceptarás estos mandamientos si deseas ser
antiamericanista. Sé que estás en el camino correcto (ver “Destino
95
En este sentido, Fernández identifica a los clubes de la siguiente manera: “Así como el
Guadalajara es considerado el equipo del pueblo, porque sus aficionados son realmente gente del
pueblo, el América se convierte en el equipo de los ricos, porque es un equipo con muchos
recursos que importa jugadores costosos y paga sueldos exorbitantes. Los Pumas por su parte
representan a la clase pensante y a los estudiantes de la Universidad Nacional” (1994: 73).
218
Manifiesto Antiamericanista” en la sección Información de Internet en la
bibliografía).
Nótese que las descalificaciones en contra de los aficionados americanistas
están permeadas de un fuerte contenido escatológico y sexual. No obstante, la
relación del club con Televisa, es un referente muy común al que hacen alusión
los aficionados de otros equipos cuando hablan del América, como en este caso.
Creer “las mentiras que dicen los programas de Televisa” y envidiar “los títulos,
logros y dinero” que tiene el América es la razón de la “perdición” de cualquier
aficionado al futbol. Como en las tramas melodramáticas del cine o la televisión, la
riqueza está asociada a un mundo de corrupción y de perdición moral. Carecer de
esos vínculos (por lo menos simbólicos) con el poder económico y político, hace
que los restantes “dieciocho” equipos tengan la categoría de “honestos”.
Otros aficionados expresan ese odio y malestar en una forma más sutil: la
negación silenciosa del club. He observado que algunos aficionados acérrimos del
club niegan (paradójicamente con vehemencia) al América. En algunas entrevistas
realizadas por investigadores de la Universidad Autónoma de Coahuila en
Torreón, varios aficionados negaron cualquier relevancia del club América. Un
ejemplo de ello. A pregunta expresa de qué significa para un aficionado el club
azulcrema, contestó: “Nada, ese equipo no existe”. Respuesta que se asemeja
demasiado a la de un aficionado del Cruz Azul que contestó: “El América no
significa nada. [Jugar contra el América] es un partido más […] El América y sus
barras no existen”.
Evidentemente, el objetivo de los aficionados que niegan la existencia del
América es disminuir la relevancia y superlatividad que los propios aficionados y la
directiva del club han promovido. No sé si la estrategia funcione o no, ya que en
219
las respuestas de negación se percibe una clara animadversión hacia el club
América. Una negación de este tipo, me da la impresión, es una reafirmación
bastante elocuente de la relevancia del equipo en la liga profesional.
Otra categoría que es común escuchar entre los aficionados futboleros
mexicanos es la siguiente: “americanista de clóset”. Al respecto, en el programa
televisivo “Hazaña. Deporte vivo” de la cadena ESPN (s/f, ver en Información de
internet en bibliografía), dedicado al club América, en la editorial final del
comentarista Heriberto Murrieta, conductor de dicho programa, asevera:
Porque odiando a esta institución [al club América] los antiamericanistas se
integran al equipo de mercadotecnia más efectivo en México: el de los
promotores del orgullo águila. La mejor muestra la dan algunos medios [de
comunicación] que han sido sus detractores. Es sorprendente ver la
atención que ponen sobre el América, al que critican con fervor casi
religioso cada que tienen oportunidad. Porque como dice el dicho: ‘Gato
que no caza, ¿qué hace en casa?’. Sin detractores, el equipo sería uno
más. Con ellos haciendo propaganda los estadios se llenan y la pasión se
intensifica cada fin de semana. Eso sí, y no otra cosa, es americanismo de
clóset.
Quienes hablan del “americanismo de clóset” intentan mostrar una doble moral
de los aficionados futboleros que critican al club. Los americanistas aseveran que
los antiamericanistas, al descalificarlos permanentemente, sólo están mostrando
una especie de deseo latente que no puede mostrarse en público, debido al
vínculo que el América guarda, presumiblemente, con el poder económico y
político. Con ello buscan señalar que los críticos le ponen tanta atención a este
club que en realidad más que odio sienten admiración y amor por el América.96
96
En un foro de internet, un aficionado pregunta: “¿Ustedes creen que José Ramón Fernández sea
un americanista de closet?”. Este mismo aficionado escribe: “Es que veo sus programas en espn
[la cadena de televisión], y siempre tiene en la boca al América, para mal o para bien (que es mas
para mal), yo creo que tanto hablar del América le hace irle al América, si se dan cuenta, casi no
220
Esta categorización de los detractores del club se asocia casi de manera
inmediata con su contraparte político institucional: ser “priísta de clóset”. Cuando
alguien se refiere a otra persona como “priísta de clóset” está diciendo que a pesar
de todas las críticas o antipatías que le genere el Partido Revolucionario
Institucional, su comportamiento cotidiano y sus preferencias son iguales a las de
un priísta militante. La doble moral de los priístas encubiertos los vuelve blanco de
la crítica y el escarnio, ubicándolos como corruptos y traidores de las causas
enarboladas como justas97.
De esta forma, el antiamericanismo basa su crítica a los aficionados
americanistas sobre lo que ellos perciben como una relación corrupta, que emana
del poder económico y político. Los antiamericanistas alegan, en términos
generales, que el amor a su equipo es real y sincero, mientras que el amor que los
aficionados
americanistas
dicen
expresar
por
su
club
está
cruzado
indefectiblemente por las corruptas y corruptoras instancias del poder,
materializadas en el vínculo del equipo con Televisa. A su vez, en general, los
americanistas procesan el odio que los aficionados antiamericanistas tienen hacia
el club de dos maneras: la primera (como ya se señaló) revirtiendo el discurso del
habla de su equipo los pumas. A el (sic) le va pasar igual que a un tío mió, que cuando vivía acá en
donde vivo(Chiapas), era antiamericanista, no le iba a ningún equipo, solo era antiamericanista, le
gustaba ver perder al América, y hablaba mal del América, pero ahora que se fue a vivir a
Veracruz, salio (sic) del closet y es americanista a muerte, tiene playeras, banderas, mochilas,
hasta bóxer del América, mi tía no los confirmo (sic)” (ver usuario RONI en la sección Información
de internet de la bibliografía)
97
En una nota del periodista Hernández, critica a los “aliancistas” del Partido de la Revolución
Democrática (nominalmente de izquierda) que en la actualidad encabezan gobiernos estatales y
que incluso han realizado acciones represivas en contra de movimientos sociales. El caso reciente
de la represión y asesinato de dos estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, en el estado
de Guerrero, Hernández dice: “el principal lesionado es el […] gobernador Aguirre, beneficiario de
las fórmulas aliancistas del camachismo-calderonismo que así hicieron perder al PRI (postulando a
alguien que sigue siendo priísta de corazón y peñanietista [priísta] casi sin clóset) y ganar a la
oposición, específicamente a la de izquierda, con Marcelo Ebrard como orgulloso padrino de la
criatura contrahecha” (2011)
221
odio con el subterfugio del “americanismo de clóset”. La segunda, mediante la
aceptación (pretendidamente) gustosa y entusiasta de ese odio, expresada
discursivamente a través de frases como: “ódiame más”, “somos la envidia de la
nación”, o la más antigua “América y ya”.
A continuación reproduzco una serie de imágenes tomadas de diferentes sitios
del internet que ilustran esto último:
Figura 20. Fotomontaje del América como equipo odiado
Y aquí algunas de las críticas iconográficas en contra del club y sus aficionados,
con un notable sesgo homófobo y escatológico:98
98
Un colaborardor del blog “Quen pompó” escribió con prolija ironía las siguientes razones para ser
americanista:
“El Ame es uno de los equipos de la liga mexicana con mayor tradición futbolística. Sus proezas
viven en la memoria de nuestros padres y abuelos, y mucha gente lo considera EL equipo de la
liga nacional.
222
Figura 21. Fotomontaje del antiamericanismo
Los americanistas son legión, son México, son el Ser. El Club América resume al mexicano y por
eso es grande: es teatrero, casi siempre pierde y tiene una muy alta opinión de sí mismo.
En el museo del templo mayor hay un lounge VIP reservado para los guerreros águila. ¿No lo han
visitado? Tiene aire acondicionado, asientos de peluche y harta coca cola y tacos de canasta.
Dicen que es de buena suerte tomarte una foto con el guerrero antes de un partido del Ame o un
examen (excepto si es de secundaria o mayor. A un americanista ni los chochos ni el Papa le
ayudarán con su IQ -que generalmente es el número de su playera).
Irle al América te distancia social y moralmente de los fósiles rijosos y pseudointelectuales que le
van a los Pumas. Hay que aceptarlo, que se sientan más por estar teniendo una educación
universitaria no los hace mejores, de hecho, los transforma en gente proclive a la mamonería y a
las prácticas homosexuales. Y no es que tengamos algo en contra de los homosexuales en Quen
Pompó, sino que un verdadero homosexual le va a las Chivas, no al Ame o a los Pumas.
Ser americanista es, como votar por el peje, robarte la luz y meterte en las filas, una celebración
sublime de la chilangueidad.
El americanista ve las telenovelas del Canal de las Estrellas, compra Asepsia, huye del trabajo,
vota por López Obrador, está afiliado a un sindicato, pasa horas en el transporte público
escuchando La Qué Buena, tira basura en la calle, escupe en la calle, faja en la calle, bebe en la
calle y muere en la calle. Esto es 99% de la población del DF, es por eso que tenemos el glorioso
nido de las águilas en esta ciudad. Nuestro orgullo, nuestra forma de ser y de vivir la vida. Casi una
religión.
En el fondo, todos los hombres desean ser así. Pertenecer al Club América te acerca un poco más
al cielo de los héroes [debajo de este párrafo una fotografía del icónico jugador Cuauhtémoc
Blanco (Gómez, 2011).
223
Cierro este capítulo con los apuntes que Magazine realiza respecto al
americanismo y el antiamericanismo. Pare el autor, la cuestión que subyace en
esta dicotomía es la percepción que se tiene entre los flujos “verticales” del poder,
que para los antiamericanistas es la marca distintiva del club América y su afición,
y la amenaza que estos flujos representan a la “solidaridad” horizontal del
verdadero amor por los clubes (2001: 187-198). En otras palabras, para los
antiamericanistas, el americanismo es una identidad futbolística que privilegia
ciertas características y aspiraciones de la movilidad social ascendente y, por lo
tanto, corrupta, semejantes a las que el clientelismo y el patronazgo priísta
impulsaba durante su régimen político. Las constantes referencias a Televisa y la
descalificación casi unánime que los antiamericanistas establecen por este vínculo
demuestran que sí existe una arraigada percepción de que el poder corrompe las
relaciones horizontales de socialización.
224
PARTE II
EL MELODRAMA COMO ESPECTÁCULO MEDIÁTICO
225
Capítulo 6
La construcción mediática de las rivalidades a través de la
imaginación melodramática
Ellos eran los populares. Nosotros los impopulares.
Ellos eran los de las simpatías. Nosotros de las
antipatías. Ellos eran los galanes de la película.
Nosotros los villanos.
Fernando Marcos en entrevista a la revista
Fibra América en 1976
El caso del América versus Guadalajara
Una rivalidad, la que se da entre los clubes América-Guadalajara es ilustrativa
de los diferentes ámbitos que he planteado como parte de la imaginación
melodramática. En primer lugar, da cuenta de la disputa urbano-regional del
México postrevolucionario, la cual se da entre diferentes regiones y ciudades del
país, pero principalmente entre el Distrito Federal y otras centros urbanos como
Guadalajara, la cual le disputa su primacía económica, cultural y política. En
segunda instancia, da cuenta de las representaciones identitarias entre los
seguidores de uno u otro club de la liga profesional de futbol en México y las
formas en que dichos aficionados recrean sus filias y sus animadversiones,
representaciones que están cargadas de valoraciones de género, de clase (y
pertenencia a una u otra ciudad), de generación y visiones ideales de nación,
concepciones que yo aglutino bajo la lógica melodramática, exacerbando y, de
varias maneras creando, el sentimentalismo propio del aficionado.
A través de un primer acercamiento etnográfico daré una ilustración cultural y
sincrónica de las múltiples formas en que los aficionados al futbol profesional se
226
adscriben y representan en el México urbano de la actualidad. Otros aficionados
de otras regiones y equipos recrean sus prácticas en coordenadas culturales
semejantes, pero con visiones relativamente diferentes a las del americanismo y
de los seguidores de las Chivas del Guadalajara. Sirva pues este ejercicio sólo
como una referencia para el entendimiento general de las rivalidades futbolísticas
y sus conexiones más amplias en el contexto político, cultural y social del México
actual.
La historia del clásico de clásicos
Es importante comenzar con una breve digresión sobre la trayectoria histórica
de la rivalidad entre los clubes América y Guadalajara, sus connotaciones
identitarias y sus conexiones con los medios de comunicación. Sigo parcialmente
la propuesta de Hobsbawm (2002) respecto al “invención” de tradiciones que se
dieron en el proceso de modernidad.99
99
Según el autor, desde finales del siglo XIX y a lo largo de las primeras décadas del siglo XX “el
estado, visto desde arriba con la perspectiva de sus gobernantes formales o grupos dominantes,
planteaba problemas sin precedentes sobre cómo mantener o siquiera establecer la obediencia, la
lealtad y la cooperación de sus súbditos o miembros, o su propia legitimidad a ojos de estos. EI
hecho mismo de que sus relaciones directas y cada vez más intrusivas y regulares con los súbditos
o ciudadanos como individuos (o, a lo sumo, cabezas de familia) se hicieran cada vez más
esenciales en sus actuaciones tendía a debilitar los mecanismos antiguos que habían permitido
mantener, en gran parte, la subordinación social: colectividades o corporaciones relativamente
autónomas bajo el gobernante, pero que controlaban a sus propios miembros, pirámides de
autoridad vinculadas a autoridades superiores en sus ápices, jerarquías sociales estratificadas en
las que cada estrato reconocía su lugar, etcétera. En todo caso, resultaron debilitadas por las
transformaciones sociales como, por ejemplo, las que sustituyeron los rangos por las clases.
Evidentemente, los problemas de los estados y los gobernantes eran mucho mas agudos aquí
donde sus súbditos se habían convertido en ciudadanos, esto es, personas cuyas actividades
políticas eran reconocidas institucionalmente como algo que había que tener en cuenta, aunque
solo fuera por medio de elecciones. Se agudizaron aun mas cuando los movimientos políticos de
ciudadanos como masas desafiaban de forma deliberada la legitimidad de los sistemas de
dominación política o social, y resultaban o amenazaban con resultar incompatibles con el orden
del estado, al colocar las obligaciones para con alguna otra colectividad humana -la clase, la
Iglesia o la nacionalidad eran las mas frecuentes- por encima de él”. De esta forma, con el avance
de la democracia liberal electoral, el estado se vio en la necesidad de “inventar” tradiciones que
227
La narrativa melodramática se corresponde con el relato histórico de esta
rivalidad. Tuñón (2010) ve en el melodrama “un rasgo cultural” que atraviesa todas
las expresiones populares en el México postrevolucionario. Entiendo, pues, al
campeonato profesional mexicano en este tenor. Ahora bien, para ser entendible,
toda narrativa debe guardar cierta estandarización o para ser más preciso,
utilización de ciertos estereotipos o arquetipos. Concibo a los torneos de futbol
profesional mexicanos como una especie de tramas narrativas, de ahí que la
forma en que estos se desarrollan y las identidades que se han inventado los
clubes en esas competencias se corresponden, en varios aspectos, con la
imaginación melodramática. Obviamente, la trama futbolística no está concebida
de forma idéntica a la literaria, radiofónica, televisiva o cinematográfica, pero los
mandamases del futbol mexicano, y aquí no cabe casualidad alguna, han sido
históricamente los mismos que los dueños de las industrias culturales del país, a
quienes la utilización intensiva y exhaustiva del melodrama les ha redituado
comercialmente. Así llevar (o pretender llevar este género) al ámbito futbolístico
fue casi una consecuencia previsible.
El desarrollo de los “personajes” en esa especie de trama narrativa no ha sido
totalmente planeado, pero tampoco puede ser leído como mera casualidad o
simplemente azaroso. Como se verá a continuación, la rivalidad América versus
las Chivas de Guadalajara está claramente concebida para explotar una dicotomía
propiciasen tal legitimidad y obediencia. A la par de las tradiciones surgidas desde las élites, los
movimientos sociales crearon las suyas, en una relación igualmente dialéctica entre las dirigencias
y las bases. Hobsbawm, señala que como parte del «movimiento» social, algunas expresiones
identitarias “[...] eran compartidas por los líderes y los militantes, pero no necesariamente por los
votantes y los seguidores” y de forma inversa “[...] la clase podía crear sus propias «tradiciones
inventadas», que o bien eran independientes de los movimientos organizados o incluso resultaban
sospechosas a ojos de los activistas”. Dos de ellas la fueron “la aparición -especialmente en Gran
Bretaña, pero es probable que también en otros países- de la indumentaria como demostración de
clase. La segunda tiene que ver con los deportes de masas” (Hobsbawm y Ranger, 2002: 297).
228
al estilo melodramático. Ambos equipos y los demás que conforman la liga, han
buscado incrustarse en este juego de identidades (ancladas en tradiciones
inventadas) y alteridades, de tal suerte que la exacerbación de las emociones será
una de las marcas específicas de los aficionados espectadores. Jugando el papel
nacionalista (humilde, pueblerino y pobre) el Guadalajara. Vistiendo el traje de una
especie de “villano” (rico, moderno y engreído), el club América, fiel representación
(casi personal) de su propio dueño, Emilio Azcárraga Milmo.100 A continuación un
acercamiento etnográfico inicial.
En muchas partes del país, a diferentes ritmos y con diversas formas, algunos
clubes de la época amateur (anterior a 1943) pasaron a la Liga Profesional y poco
a poco, construyeron sus bases de aficionados-espectadores y, además, se
volvieron partícipes del proceso de la pretendida “modernización” impulsada por el
Estado nacional (y del espectáculo futbolístico mismo). Un ejemplo de este
proceso se dio en el Bajío (Macías, 2009). El futbol fue creciendo como un
espectáculo de grandes dimensiones, dando lugar a un buen número de equipos.
La afición también tuvo que ser creada en esos lugares del país.101
100
Según Fernández y Paxman: “Emilio Azcárraga fue bautizado como El Tigre a finales de la
década de los sesenta, antes de tomar el control de la compañía que su padre había fundado,
aquel apodo no llegó a ser muy conocido sino hasta la de los ochenta [...] Atinadamente, el apodo
también reflejaba las agudas aristas del carácter de Azcárraga: la velada amenaza que a menudo
acompaña sus saludos, una actitud demandante hacia los empleados, que rayaba en la posesión y
el hábito de recordarle a la gente, en voz alta –aún a sus más cercanos amigos- que era él quien
mandaba. En otras palabras, ‘hasta cuando acariciaba, rasguñaba’. O como ha dicho Valentín
Pimpstein, el gurú de las telenovelas de Televisa: ‘Le dicen Tigre porque cuando abraza te saca
sangre’. O como describió Vélez: ‘Te da un zarpazo y luego una lamida’.
Los filosos ángulos de la personalidad de Azcárraga eran más evidentes en su lenguaje. Al igual
que su padre, tenía por costumbre dirigirse a la gente llamándola ‘pendeja’, y disfrutaba emplear
expresiones amenazadoras cuando quería que algo se hiciera. ‘¡Te cuelgo de los huevos si no lo
haces a tiempo’, gritaba a sus empleados” (2000: 18).
101
De un informante fundador de uno de los clubes locales de Irapuato, Macías rescata de otra
fuente lo siguiente: “Cuando jugábamos nadie nos iba a ver, era la realidad. El paseo en Irapuato
por aquellos tiempos, era ir a la estación de ferrocarriles, ahí se juntaban la ‘crema y nata’ de
229
Sin embargo, con el pasar de los años, la profesionalización y la instauración de
un modelo empresarial de clubes, generó que el futbol rápidamente sobrepasara
al boxeo y otros deportes como la mayor atracción deportiva.102 El club León se
convertiría en el primer “campeonísimo” de la era profesional del futbol mexicano,
dominado la primera mitad de la década de los cincuenta. A su vez, y de gran
importancia para esta tesis, en el estado de Jalisco, varios equipos se afianzaron
en el competido ambiente futbolístico de la ciudad de Guadalajara, pero se
destacaron dos históricamente: el Atlas y el Guadalajara. Para Fábregas (2009) “el
sello popular y nacionalista en el club Guadalajara y el talante de elite, oligárquico
y extranjerizante del Atlas” marcaron ambos clubes. Sin embargo, fue el Club
Guadalajara el que a la postre se convertiría en el referente inevitable de los
demás clubes, primero en Jalisco y después en el país en su conjunto.103
En el terreno deportivo la consolidación “del Guadalajara ocurrió la noche del 3
de enero de 1957, ocasión en la que con un gol del legendario Chava Reyes, el
Rebaño Sagrado derrotó al Irapuato, el símbolo de los agricultores freseros de El
nuestra sociedad. Daban la vuelta, la música tocaba. Un domingo le pagamos a la banda, creo que
fueron veinte pesos para que fuera a tocar al campo de futbol, la gente al oír la música se acercó y
vio que estábamos jugando, desde entonces la banda iba a tocar domingo a domingo, les
pagábamos y todavía nos quedaban algunos centavitos” (Macías, 2009).
102
Como comenta Fábregas: “[El boxeo] fue el deporte masivo más importante en los decenios que
van de 1920 hasta finales de los años 1950. Los boxeadores mexicanos, a los ojos de las culturas
populares, simbolizaban al pueblo mexicano y sus esfuerzos por prevalecer. En los momentos
culminantes del boxeo mexicano, con figuras como el Toluco López, Joe Becerra, Ratón Macías,
Pajarito Moreno, Rubén Olivares y antes Kid Azteca, nadie hubiese pensado en la decadencia del
box” (2005).
103
“En una sorprendente ligazón, el simbolismo popular de un equipo de fútbol jalisciense, se
entrelaza con el de la aristocracia ranchera, la charrería, denominada el ‘deporte nacional’, y con el
de una bebida de Jalisco, también convertida en parte de la simbología nacionalista: el tequila. Así,
el charro, figura señera de los grandes hacendados, de los ‘hombres a caballo’ que beben tequila,
se identificó con las chivas del futbol para completar hacia mediados del siglo XX, un complejo
simbólico que arraigó en la nación mexicana. Incluso, hasta Petróleos Mexicanos (PEMEX) fue
unida a esta simbología con aquella identificación publicitaria del ‘Charrito PEMEX’. Completó este
cuadro la música de mariachi. La sociedad ranchera se alzó como el icono de ‘lo mexicano’”
(Fábregas, 2009).
230
Bajío, para erigirse como campeones del fútbol mexicano”. Continúa el autor
diciendo que “esa noche también triunfó el nacionalismo mexicano. Fue la
demostración de que, por sobre la presencia extranjera, un equipo de jugadores
nacionales, era capaz de alzarse con la victoria. El Rebaño Sagrado se había
consolidado. De 1957 a 1965, el Guadalajara, ante el delirio de sus seguidores a
lo ancho y a lo largo de todo el país, ganó sucesivamente los campeonatos de
liga” (Fábregas, 2009). Había nacido el “chico bueno” del espectáculo futbolístico,
casi de forma espontánea, gracias a las fuerzas sociales y políticas de un país que
se reinventaba y buscaba su singularidad en el “concierto de las naciones”.
La modernidad mexicana posrevolucionaria recurrió, entre otras, a las repetidas
imágenes del indigenismo y del México rural para dar cierto sentido a la naciente
idea de mexicanidad. De esta forma, “los arquitectos del [...] Partido
Revolucionario Institucional esperaban responder [a la pregunta de qué cultura
heredaban los nuevos habitantes de las ciudades] a través de la promoción de la
cultura manufacturada y la historia ideológica que se basaba sobre las
pretensiones del indigenismo y el antiimperialismo” (Pedelty, 1999: 33). Esto
incluyo a los pintores muralistas y a los músicos nacionalistas, liderados por
Carlos Chávez que basaron toda su inspiración en los recursos culturales de los
indios y los mestizos mexicanos.
El cine y la radio jugaron un papel fundamental en este aspecto. Monsiváis
señal que “el país requiere bases comunes, lazos colectivos. El cine y la radio (la
XEW inicia sus transmisiones en 1930) se anticipan a la televisión en el
otorgamiento de esos vínculos y se presentan como factores irremplazables de
unidad nacional” (1978: 106). De la mano, cine y música, productos culturales ya
de por sí prefabricados, a su vez prefabrican sus propios estereotipos, los cuales
231
les darán coherencia social en la invención de la mexicanidad posrevolucionaria,
de la cual “Las Chivas”, en particular, y el futbol, en general, comenzaban a formar
parte. El continuum charro-ranchero-mariachi se va estabilizando y a su vez va
dotando de un fuerte arsenal de comportamientos de género y generacionales a
hombres y mujeres a través de la radio, el fonógrafo y el cinematógrafo104.
No podemos dejar pasar el importantísimo peso que tuvieron (los también en
proceso de formación) periodistas deportivos en la creación de las identidades de
las rivalidades futbolísticas nacionales. En primera instancia se debe reconocer
que la prensa escrita “prestó”, poco a poco, más atención a los deportes a tal
104
“Tan dolida mezcla de sentimentalismo atraviesa por diversas etapas:
“(a)La teatralización ‘agraria’ de la cantante Lucha Reyes (‘La Reina del Mariachi’) de quien la XEW
impulsa versiones ‘bravías’ y exaltadas que refrendan localismos, definiciones de la feminidad
(‘como buena mexicana sufriré el dolor tranquila’), jactancias y retos como decorados del animo
festivo.
“(b) A fines de los treintas y a principios de los cuarentas, las exigencias del desarrollo de la
industria cinematográfica -fomento del turismo interno y externo- conducen a la fabricación en serie
de canciones que ambientan películas de pretensión ‘rural’ y fomentan orgullos estatales (‘¡Ay, que
lindo es Michoacán!’, ‘El corrido de Chihuahua’, ‘¡Ay, que lindo es Guanajuato!’, ‘Ojos tapatíos’).
Para los transmigrados en el Distrito Federal estas ‘vivencias provincianas’ evocan situaciones
míticas cuya estabilidad y armonía social han de contrarrestar, en la imaginación del oyente, la
opresión visual y psicológica del medio urbano (medio que, de cualquier modo, es advertido como
un domicilio completamente utilitario)
“A la imposición en el gusto público de este giro, contribuye notoriamente una moda: la fijación,
recreación o creación de ‘lo mexicano’. El éxito latinoamericano de Allá en el Rancho Grande
genera exigencias de mercados. Si el charro es un símbolo de vastas posibilidades financieras, es
preciso surtirlo de frases (‘¿Qué hay? ¿Se es o no se es?’) y de melodías con letras altaneras y
bravuconas. Una voz sonoramente convencional y una figura rígida se vuelven vehículos idóneos
de tal proyecto: la voz y la figura de Jorge Negrete. Ernesto Cortazar (letrista) y Manuel Esperón
(músico) se constituyen en proveedores del armamento: ‘¡Ay Jalisco no te rajes!’, ‘Cocula’, ‘Tequila
con limón’, ‘No volveré’. Esta noción de ‘lo mexicano’ recibe una ayuda vigorosa: la llegada a la
capital del Mariachi Vargas de Tecalitlán que organiza la primera ‘épica’ de la canción popular: la
irrupción agresiva de una nacionalidad que se va inventando entre descripciones costumbristas, al
vencer subliminalmente la incredulidad de sus oyentes. Negrete colabora a esta desintegración del
nacionalismo cultural con una imagen: el Macho Distinguido. Lucha Reyes la complementa
formidablemente con la voz de la Hembra Bravía” (Monsiváis, 1978: 111-112).
232
grado que los periódicos “incluyeron” secciones deportivas y de hecho, algunos
grupos empresariales comenzaron a editar periódicos y diarios de este género.105
El periodismo deportivo es precisamente la dimensión en la cual se desdobla el
fenómeno de la espectacularización en pleno, ya que de forma simultánea y
poderosa, el periodismo se erige como: 1) el ojo del observador-aficionadoespectador, 2) el agente que ofrece la “disciplina” y otorga elementos culturales a
los aficionados-espectadores ( que a su vez son lectores y consumidores) a través
de sus múltiples recursos narrativos e iconográficos, 3) un espectáculo per se, es
decir, el periodista se vuelve un espectáculo por sí mismo106.
Fábregas (2009) apunta con claridad que el apelativo del Club Guadalajara,
“Las Chivas” fue el resultado dialéctico entre la afición-espectadores y el
periodismo deportivo del momento.107 Los periodistas a través de sus recursos
narrativos e iconográficos han sido parte fundamental de la construcción social de
las rivalidades futbolísticas mexicanas, atribuyéndoles real o ficticiamente
105
El diario deportivo Esto comenzó a circular en 1941 y el Ovaciones en 1947, convirtiéndose en
dos de los principales periódicos de circulación nacional que apoyaron este proceso.
106
“En busca de conformar exitosas empresas de entretenimiento informativo, el periodismo
deportivo requiere de algo más que la oportunidad y precisión de sus datos, recurre al dramatismo,
a la exaltación de lo inusual, al público mismo como concursante, en fin, echa mano de todo
dispositivo de espectacularización. Al igual que en el cine o en el teatro, el del periodismo deportivo
es un espectáculo planeado y muy bien estructurado” (Domínguez Pérez, 2009).
107
“Transcurría el campeonato de la Liga Mexicana 1948-1949, jugándose la jornada número dos
en la Ciudad capital de Jalisco, un jueves 30 de septiembre de 1948, entre los equipos Guadalajara
y Tampico. El partido se escenificaba en el memorable Parque Oblatos al que concurrió Reynaldo
Martín del Campo, cronista y jefe de la página deportiva del periódico El Informador, el más
importante de Jalisco. El partido había sido tan malo, que a Martín del Campo se le ocurrió que una
cabeza periodística justa era la que finalmente publicó: Jugaron a las carreras y ganaron las
chivas: uno a cero. Lo paradójico del caso es que el apelativo ‘chivas’ se le vino a la mente al
cronista deportivo por haberlo oído en boca de los espectadores atlistas que así se burlaban no
sólo del partido, sino de sus irreconciliables rivales del club Guadalajara. Eran estos los que, a los
ojos atlistas, ‘corrían como chivas’ en lugar de jugar al futbol. Con tal apelativo a las espaldas, el
antiguo club Unión convertido en el Club Guadalajara, se fue arraigando en la mente y el
sentimiento de miles y miles de tapatíos y de aficionados por todo el país. El éxito del apelativo
está asociado a su categoría de símbolo que vino a unirse al complejo simbólico representativo de
la nacionalidad mexicana” (Fábregas, 2009)
233
características específicas a los clubes y a los jugadores. Esas cualidades son
resultado, en muchos casos de “eventos” efectivamente suscitados en la realidad
social, como en el caso del apelativo de “Las Chivas” y que los periodistas
proyectan y amplifican socialmente a través de sus vehículos mediáticos.
En el caso del América y de la rivalidad con las Chivas se pueden encontrar
muchos ejemplos. El mote de “millonetas” o “millonarios” surge a partir de los
discursos periodísticos y el vínculo del club con grupos empresariales, apodo que
le otorgaba al equipo un sesgo de arrogancia económica.108 Algunos de los
cronistas deportivos de radio y televisión tuvieron gran influencia en la
construcción de la narrativa sobre el club. Uno de ellos, Ángel Fernández fue un
“americanista confeso, [quien] contribuyó a formar una
cultura azulcrema”
(Murrieta, 2009) plegado completamente a los designios de los dueños de
Televisa y del club. Según Murrieta (2009), a Ángel Fernández lo invitó
directamente Emilio Azcárraga Milmo para trabajar en la re-construcción mediática
y narrativa del futbol mexicano y del club en particular: “Azcárraga le pidió a Ángel
que le recomendara narradores de futbol, pues acababa de comprar el equipo
América, y se iban a necesitar sus servicios en las transmisiones. Con esa
mentalidad formó un trabuco y lo primero que hizo fue contratar, a través de
Guillermo Cañedo, a Nacho Trelles, que era el entrenador más reconocido del
momento. Ángel propuso a los locutores Jorge Sonny Alarcón y Antonio Andere,
entre otros”.
108
Según un estudio de una firma de consultoría mercadológica, el “primer paradigma de la marca”
América fue la del “villano de la película, el antihéroe”. Según la empresa que realiza el estudio, los
dueños del club optaron por esa característica ya que: 1) El puesto estaba vacante, 2) El villano
algunas veces es más interesante que el protagonista de la película, 3) No tiene que ser perfecto,
4) Puedes ser arrogante, sarcástico, irónico, obsesivo, burlón, inteligente, incisivo, romper las
reglas y 5) De hecho, sólo hay algo que no puede darse el lujo de ser: tibio (ver Mercadotecnia
Deportiva en la sección bibliográfica Otros Documentos).
234
Pero Azcárraga también le dijo: “«Ellos están muy bien, pero también quiero
incorporarte a ti». La noticia le sorprendió muchísimo, ya que no conocía a fondo
el deporte del futbol y sólo había asistido a presenciar un partido por invitación de
su amigo Jorge El Ché Ventura. Pero no escurrió el bulto y pronto se vio como
hombre ancla en un estudio de Televicentro durante la llegada de los kinescopios
que se iban a utilizar para emitir las señales del Mundial de Futbol de Chile 62”
(Murrieta, 2009). Narra el propio Murrieta que Fernández le confesó que en
“alguna ocasión cantó con mucho énfasis un gol anotado contra el América y
Guillermo Cañedo, que era el presidente de los cremas, le susurró al oído,
sutilmente, sin aspavientos: «Angelito, bájale, no es para tanto...»” (Murrieta,
2009). Esta es una muestra muy clara de la forma sutil, casi imperceptible en que
los dueños de la televisora, de la Federación y del club (las mismas personas)
influían abiertamente en la construcción discursiva del americanismo.
Archetti (1995) ha señalado con claridad que las narrativas periodísticas
deportivas son ambiguas y contradictorias en sí mismas y cuando se les confronta
con otras narrativas de un país, como la literaria. Los periodistas deportivos
asignan cualidades morales (virtudes) de lo nacional (nosotros podríamos añadir
también de lo regional) en el desempeño de los jugadores profesionales, y los
conceptualizan como “estilos de juego”, que detonan en identidades de múltiples
tipos. El club Guadalajara, “Las Chivas” fueron asociadas con ese ideal nacional
en el cual lo “puramente” mexicano definió sus cualidades. El proyecto
nacionalista y desarrollista que la clase política imponía, no vio con malos ojos esa
asociación conceptual del “buen chico mexicano”. Al América, por otro lado, se le
atribuyeron valores morales distintos, ufano de contar con grandes recursos
235
económicos y extranjeros a su disposición, pero igualmente impulsados por la elite
nacional.109
Un par de películas, de muy pobre manufactura: Las Chivas Rayadas y Los
fenómenos del futbol, estrenadas ambas a mediados de los años sesenta (Muñoz,
1964 y 1964b, ver en Filmografía), dan cuenta de la idealización nacionalista, casi
bucólica del origen humilde y honesto de los jugadores “Chivas”, asociados a toda
una retórica de tintes regionales (música ranchera-mariachi) con pretensiones
nacionales. Por su lado, la saga llamada El Chanfle de Roberto Gómez Bolaños
(de finales de los 1970 y principios de los 1980) basa su argumento sobre
aspectos diferentes del futbol. En primera instancia, en contraste a las películas
sobre las Chivas, en las cuales la estrella futbolística del club, Salvador Reyes es
retratado como un humilde jugador, en las de El Chanfle, el actor Carlos Villagrán
encarna el personaje de Valentino Milton, concebido como un arrogante, frívolo y
mujeriego jugador del club. Estos contrastes, casi polarizados, entre los dos
equipos calzan muy bien bajo el sesgo del melodrama que los dueños de la
televisión le han querido imprimir al futbol profesional.
En la gran urbe de la ciudad de México, la situación y las intenciones de ciertos
sectores no se van a corresponder del todo con la lógica y los simbolismos del
México exacerbadamente nacionalista, y otra lógica con pretensiones igualmente
modernizantes y progresistas de lo citadino van pronto a irrumpir. A partir de los
años sesenta, el tiempo de un gran cambio conceptual en el manejo el futbol se
109
En este sentido, cabe señalar que México pasaba, en los años 50, a una nueva etapa de su
vida posrrevolucionaria. Desde la presidencia de Miguel Alemán Velasco (tan ligado al consorcio
televisivo de la familia Azcárraga), primer gobierno civil, “[...] la memoria nostálgica de la epopeya
revolucionaria dejaba paso a la épica futurista del desarrollo económico. [...] [G]racias a los
provechos de la industrialización y la urbanización terminaba ahora de tomar forma una nueva élite
a la vez política y de negocios destinada a tener peso creciente en la vida mexicana” (Halperin:
517-18).
236
perfiló: el de la irrupción de la televisión. Este es el momento de la llegada del
“chico malo”, que no ve con malos ojos el arribo de recursos del extranjero y de
forma abundante. Era el momento histórico del clásico y la confrontación de esas
dos “visiones ideales” de la nación a través del identidad futbolística.
Fernando Marcos, quien fungió (no en ese orden necesariamente) como
jugador, árbitro, entrenador y comentarista de la cadena de televisión, se le
atribuye la creación del clásico América contra Guadalajara. Apenas un año
después de que Azcárraga comprara al América en 1959, Marcos fue contratado
como el entrenador del club. Durante esa campaña, el América visitó a los equipos
de Guadalajara: Oro, Atlas y las Chivas. A los tres equipos los derrotó con idéntico
marcador de 2-0. Seguramente influenciado (y podría decirse que inducido) por las
nuevas políticas arrogantes del club, Macos declaró a la prensa: "América no
viene a Guadalajara a ganar, eso es rutina". Y remató su celebérrima frase de la
siguiente manera: “Nosotros venimos para cambiarle el número de su teléfono de
larga distancia; así es que ya lo saben mis amigos, cada que quieran llamar a
Guadalajara marquen dos cero, dos cero, dos cero, cortesía del América” (ver
Mediotiempo, 2009, en Información de Internet de la bibliografía).
Para los dueños de la televisora era muy importante crear esta rivalidad entre el
América y el Guadalajara. El Guadalajara era indiscutiblemente el equipo más
popular de los años cincuenta y rivalizar abiertamente con él fue una estrategia
que los dueños de la televisora y del club americanista (a partir de 1959)
impulsaron sin muchos tapujos. Resalta, pues, el hecho que este encuentro no era
considerado el “clásico” antes de que Televisa comprara al América.
237
Evidentemente, la televisión, ha jugado un papel fundamental para la
exacerbación de esta rivalidad. Y en estricto sentido, se puede decir que, en
lenguaje hobsbawmniano, “inventa” esa rivalidad. El consorcio Televisa se jacta
abiertamente de ello. En la transmisión del 18 de octubre del programa de
“análisis” deportivo, La Jugada, que Televisa difunde los domingos por la noche a
través de su cadena nacional, una semana antes de que se jugara una edición
más de dicho encuentro se ve y escucha en pantalla:
Reportaje: “50 años de clasico (sic)” [dice el titular. Inmediatamente se
proyectan imágenes de algunas peleas que se han suscitado entre
jugadores de ambos equipos]. “[...] la bronca, la pasión estallando, [...] ahí
están los golpes”, se oye decir con voces en off a los locutores
enardecidos. [Y entonces comienza la narración. Transcribo todos los
diálogos de este breve reportaje para ilustrar la forma en que los medios
exacerban y fabrican el “ambiente” de rivalidad de este juego]
Es el partido más importante del futbol mexicano. Pero hace cincuenta
años aún no era así.
-El clásico América... con América no existía [dice Walter Ormeño, ex
jugador del América en la década de los cincuenta]. El clásico de aquí era
Necaxa-Atlante. Ese era el clásico de México.
-En ese tiempo no eran clásicos. Porque nos ganaban allá de vez en
cuando [afirma Crescencio “Mellone” Gutiérrez, ex jugador del
Guadalajara].
Fue a finales de los cincuenta cuando la pugna se hizo insoportable, por
ser dos equipos y dos mundos completamente distintos [al fondo se ven
fotografías en blanco y negro de partidos de la década del cincuenta y una
del cómico mexicano “Cantinflas” el día en que pateó un balón como
presidente honorífico del América, antes de su compra por Televisa].
-Yo sigo creyendo que la rivalidad era ya entre los “chilangos”110 y los
“jalisquillos”111, a nivel amateur. Y así se reconocían mutuamente [dice
Francisco “Panchito” Hernández, ex-directivo del América].
110
“Chilango” es una forma despectiva y/o coloquial de denominar a los habitantes de la Ciudad de
México.
111
“Jalisquillo” es la forma igualmente despectiva y/o coloquial de llamar a los habitantes del
estado de Jalisco, en especial a los de la ciudad capital, Guadalajara.
238
Una rivalidad que no se perdía ni cuando se encontraban en las
concentraciones de la selección nacional.
-Los de [la ciudad de] México ya estaban cenando y al llegar nosotros,
luego luego, se levantaban y decían: “Ya llegaron estos maricones de
Jalisco. Ya llegaron estos jotos jalisquillos. Cállense móndrigos112,
chilangos mugrosos. Mal educados” [narra, con gran exaltación, Guillermo
Sepúlveda, ex-jugador de las Chivas].
-Sí, ellos se burlaban mucho de nosotros. Cuando nos ganaban se
burlaban mucho [comenta Alfonso Portugal, ex-jugador americanista].
En ese marco, llegó una racha de victorias americanistas sobre los equipos
de Jalisco durante la primera vuelta de la temporada de 1959.
-En esa oportunidad me acuerdo que nos ganó 2-0 a los tres equipos de
Guadalajara. Al Guadalajara 2-0, al Atlas 2-0 y al Oro 2-0 [señala Jaime
“Tubo” Gómez, ex-jugador de las Chivas].
-Yo no vengo a burlarme aquí de nadie. Lo que vengo aquí es a cambiarles
su número de teléfono. Ya saben que a partir de hoy todos los que quieran
hablar a Guadalajara marquen 2-0, 2-0, 2-0... cortesía del América [narra
con ironía el ex-entrenador del América, Fernando Marcos].
Con la frase vino la revancha, y esa revancha fue el origen del clásico de
clásicos del futbol mexicano, que está cumpliendo cincuenta años de vida.
-El ambiente lo hacen y ya después al terminar el partido es cuando cada
quien queda en su lugar. En aquel entonces todos quedaron en su lugar
[dice incomprensiblemente Salvador Reyes, ex-jugador de las Chivas].
-Todo el interés de la jornada futbolística se concretaba, creo yo, al partido
en la cumbre, al partido del año, al partido clásico de clásicos entre
América y Guadalajara [cometa en imágenes de archivo el ex locutor
deportivo Jorge Labardini, a fines de 1959].
Desde ese memorable 12 de noviembre de 1959, el clásico ha sido un
infinito compendio de emociones y pasión.
[El reportaje continúa con una secuencia más de las riñas memorables
entre los jugadores de ambos equipos.]
-No los soporto. Nunca se me va a borrar a mí lo mal que me han caído...
[recalca Guillermo Sepúlveda].
-El clásico es el clásico y es el partido más importante difinitivamente (sic).
Nosotros no viviríamos sin ellos y ellos sin nosotros [dice Alfredo Tena, exjugador americanista].
-Ese partido lo tienes que ganar o ganar [sentencia Luis Alberto Alves
“Zaguiño”, ex-jugador americanista].
112
Epíteto mexicano de despreciable.
239
El próximo domingo se jugará el clásico número doscientos seis. Una larga
historia lo contempla. Así como dos aficiones que no aceptan otro resultado
que no sea la victoria (ver MrAmericanista1, 2009, en Información de
Internet en la bibliografía)
El reportaje demuestra con claridad otro factor más de esta rivalidad: la
regional. Tanto jugadores como aficionados se adscriben a una región y la
confrontación entre los equipos de Jalisco y el Distrito Federal expresan esa
rivalidad, la cual, por supuesto, va mucho más allá de la meramente deportiva. 113
A través de otros códigos, como las bromas y los chistes a favor y en contra de
ambos equipos son se intensifica las sensaciones de animadversión y rivalidad en
los días previos a dichos encuentros, pero obviamente no entre todos los
113
Según Magazine, Ramírez y Martínez: “En la liga mexicana de fútbol profesional participan 18
clubes, de los cuales 4 son conocidos como los “equipos nacionales” ya que atraen aficionados de
todas partes del país y no de una sola región. Tres de ellos están ubicados en la Ciudad de México
mientras uno se ubica en Guadalajara. En la Ciudad de México, se escucha hablar de las
rivalidades entre estos cuatro clubes, mientras en las otras ciudades están presentes estas mismas
rivalidades pero también la oposición entre el equipo local (donde hay) y cada uno de los equipos
nacionales. Cada uno de los cuatro clubes nacionales representan para los aficionados una
identidad diferente, un conjuntos de valores, o una visión ideal de la sociedad mexicana. El equipo
conocido como América, cuyo dueño es el poderoso conglomerado de la televisión, Televisa, tiene
una fuerte asociación con el poder y la élite del país. Apoyar al club significa alinearse con la élite y
su proyecto para el país, actualmente constituido por el neoliberalismo con su apertura al mercado
libre global. Este proyecto se refleja en la práctica de los dirigentes del equipo de pagar altos
sueldos a los jugadores “estrellas” nacionales e internacionales. Por el vínculo entre el América y el
poder y por la práctica asociada con sus aficionados de alinearse con los poderosos a través de las
relaciones de patrón-cliente, la afición de cada uno de los otros tres equipos nacionales considera
al América su rival más grande. Por el hecho de que el América es más estrechamente asociado
con el poder proveniente de la Ciudad de México, también los aficionados de los equipos
regionales suelen odiar más al América que a cualquier otro club. Las Chivas de Guadalajara, el
único equipo nacional ubicado fuera de la ciudad de México, en la región que ha producido varios
símbolos nacionales importantes como el tequila y el mariachi, sigue un credo de ‘puros
mexicanos’, poniendo en la cancha sólo a jugadores mexicanos y ejemplificando un ideal de
autonomía nacional. Este ideal encaja con la estrategia estatal dominante de los años treinta a los
años setenta, que se basó en la substitución de importación y la nacionalización de varias
industrias como la petrolera. Mientras para los aficionados de las Chivas en la ciudad de
Guadalajara “ser Chiva” implica una oposición a la Ciudad de México y todo lo que representa,
incluyendo los políticos de corte neoliberales que recientemente han ‘vendido’ el país a los
extranjeros, hay una enorme afición a los Chivas en la Ciudad de México. Esta última comparte la
visión ideal y crítica de puros mexicanos, pero sin ubicar la culpa por la apertura reciente
solamente en la capital y sus residentes. En las otras ciudades, una de las razones porque el club
de las Chivas atrae más aficionados y es menos odiado que los otros equipos nacionales es que
no es asociado con la Ciudad de México” (2009).
240
aficionados. Según Lauria en un estudio realizado entre varones del Puerto Rico
de los años sesenta (1964), las relaciones interpersonales entre pares (es decir,
entre varones), aun y cuando estén jerarquizadas, se basan sobre la forma del
“respeto” y sus clichés discursivos que acompañan. Sin embargo, durante ciertos
momentos, el protocolo simbólico y ritual del respeto “se relaja” y, por tanto se
entra a la etapa del “relajo” y de las bromas. He podido observar algo similar en el
México contemporáneo, ya que en los encuentros importantes de futbol, como el
caso del América contra las Chivas, el “relajo” y las bromas se intensifican. Las
bromas son ambiguas e intercambiables. No hay más que sustituir los sustantivos
para que éstas cambien de sentido. De esta forma, si la broma original es, por
ejemplificar:
¿Por qué al América le dicen el horóscopo chino?... Pues porque son once
animales.
No será nada difícil escuchar que alguien simplemente lo sustituya por:
¿Por qué a las Chivas les dicen el horóscopo chino?...
Tampoco es difícil imaginar que las bromas pretenden colocar al equipo propio
en un lugar dominante en el discurso y socavar por medio de dobles sentidos y
albures al equipo rival. No es motivo de este primer acercamiento realizar una
exhaustiva revisión de los elementos que conforman este aspecto de las
rivalidades conformadas entre los aficionados mexicanos, especialmente los de la
ciudad de México, pero sí perfilar que a través de la broma, el albur, el chiste y la
diatriba ironizada se pueden identificar algunos de los elementos que dan sentido
a las rivalidades futbolísticas, máxime cuando este duelo está por realizarse. De
esta forma, las bromas, chistes y albures toman rasgos especialmente misóginos y
homofóbicos:
241
El primer día de clases la maestra les dice a sus alumnos:
-Levántense, digan su nombre y a qué se dedica su papi”.
Los niños se levantan:
- Yo me llamo Pepito y mi papá es policía.
- Yo me llamo Juanito y mi papá es cocinero.
- Yo me llamo Jorgito y mi papá es vendedor de seguros.
- Yo me llamo Bruno. Mi padre es joto114 y trabaja de bailarín stripper en un
club gay. Es el más aclamado por todos los homosexuales del lugar y se
acuesta con todos.
La profesora, ante lo que Bruno está diciendo, se apresura a cambiar de
tema y a terminar las intervenciones. Durante el descanso, los niños se
aceran a Brunito y le preguntan:
- ¿De verdad tu papá es gay y se desnuda por dinero delante de otros
hombres?
- No. En realidad es jugador del América, pero me da un chingo115 de pena
decirlo” (ver usuario “argot85” en Información de Internet de la bibliografía)
La rivalidad futbolística reviste formas de antagonismo que enardecen las filias
y las fobias debido a su fuerte carga sexualizada, las cuales permiten ver cómo las
preferencias sexuales y las relaciones de género en muchos sectores urbanos
masculinos aún siguen siendo bastante ortodoxas y rígidas. Así, aunado al
discurso mediático, una multiplicidad de prácticas y de discursos de los
aficionados al futbol, y en especial al América y a las Chivas del club Guadalajara,
se desarrollan en la actualidad como una forma de acentuar dichas identidades y
animadversiones y que dejan entrever las “visiones ideales” de sociedad, aquellas
que se vinculan a la idea del nacionalismo asociado al equipo de “puros
mexicanos” y aquella del equipo “más grande” (y odiado) extranjerizante y
poderoso.
114
115
“Joto”, mexicanismo despectivo para homosexual.
“Un chingo”, mexicanismo para mucho.
242
Para el día del partido, los seguidores asiduos de ambos clubes, por lo tanto,
están listos y en un clímax de nerviosismo expectante para ir al estadio, ver el
encuentro por televisión o seguirlo por la radio. Como dice uno de mis informantes
claves: “[…] Ya no veo noticias en la semana porque me presiono más. Llego
nada más el domingo a ver el juego […]”. Y añade:
Un clásico… una semana antes y una semana después repercute en mi
vida personal, porque hasta el más pendejo (que no sabe de futbol) te
carga la mano toda la semana [y te dice]: “El domingo van a ver”. Y si
pierde [el América] pues, peor. Yo en la casa tengo dos puertas, puedo salir
por dos calles diferentes. Cuando el señor Antonio Lavolpe hizo sus
pendejadas116 y nos ganaron 5-0, allá [en Guadalajara], una semana no me
vieron la jeta117. Salía como en las caricaturas, donde no hubiera gente.
Una semana, me acuerdo, no me vieron. Y aún así cuando me volvieron a
ver, las burlas… y todo. Sí, se traslada a tu vida personal.
En la semana previa al encuentro que describiré a continuación (octubre 2009),
el actual presidente del club Guadalajara, Jorge Vergara, mandó a colocar una
animación en la página web oficial su club, en la cual un pollo ensartado en un eje
metálico giraba sobre fuego, representando un pollo rostizado, evidentemente
aludiendo al club “Águilas” del América. En el mensaje se leía: “Como ya es
tradición... comenzamos a calentar el clásico”, firmado, por supuesto, por las
Chivas.
Las apuestas de los directivos y dueños de los equipos también azuzan las
expectativas del encuentro por jugarse:
Rafael Lebrija, presidente deportivo de Chivas no se reservó para calentar
el Clásico contra América y ha lanzado una apuesta de 100 mil pesos al
116
El 25 de agosto de 1996, el club Guadalajara ganó 5 por 0 al América. En aquel año, Ricardo
Antonio Lavolpe, un conocido entrenador argentino de futbol radicado por muchos años en México,
dirigía al equipo azulcrema, de ahí que el comentario de mi informante se dirija hacia este
personaje.
117
“Jeta” es sinónimo de cara.
243
presidente del América, Michel Bauer. La cantidad será donada a una
institución de beneficencia pública que elija el directivo americanista (Fares,
Omar, s/f)
Claro que las apuestas entre los señores del dinero varían no sólo en el monto
sino en el supuesto propósito benéfico:
Yo quisiera lanzar una apuesta a Michel Bauer, a ver si la acepta, son 100
mil pesos para que sea a beneficio de alguna institución como podría ser al
Teletón, como ya lo hicimos anteriormente en una apuesta que hice con
Jorge Vergara, no se trata de ganar más dinero cualquiera de nosotros, es
para una causa noble. Dudo que la acepte, pero vamos a ver. Es sólo para
meterle más sabor al caldo y ya lo pusimos (Fares, Omar, s/f)
Como se observa, entonces, el “clásico de clásicos” o “súper clásico” acapara
los comentarios futbolísticos, en algunas ocasiones incluso de aquellos que no son
aficionados de estos clubes o ni siquiera aficionados futboleros. De esta forma, el
partido se transforma en una arena de disputas y de lealtades, básicamente
emocionales, derivadas de una especie de educación sentimental, engarzada ésta
a un discurso moderno, pero de igual forma anacrónico. En otras palabras, la
modernidad del país, impulsada por la elite nacional, nunca pudo completarse bajo
los preceptos de una racionalidad absoluta. Así, por medio de diversos recursos
culturales, discursos y prácticas derivadas de una cultura alterna, sentimental y
emotiva, es decir, melodramática, esa modernidad tomó otros caminos.
244
Capítulo 7
El espectador, el sistema de rivalidades y el club América.
El melodrama antes de la televisión
« Pour faire un bon mélodrame, il faut premièrement
choisir un titre. Il faut ensuite adapter à ce titre un sujet
quelconque, soit historique, soit d'invention: puis on fera
paraître pour principaux personnages un niais, un tyran,
une femme innocente et persécutée, un chevalier et
autant que faire se pourra, quelque animal apprivoisé, soit
chien, chat, corbeau, pie ou cheval. [...] Le tyran sera tué
à la fin de la pièce, la vertu triomphera et le chevalier
devra épouser la jeune innocente malheureuse, etc. On
terminera par une exhortation au peuple, pour l'engager à
conserver sa moralité, à détester le crime et ses tyrans,
surtout on lui recommandera d'épouser des femmes
118
vertueuses »
Jean-Marie Thomasseau, Le Mélodrame
citado por Elena Real en La fiesta de las lágrimas: el melodrama
(2001)
Un preámbulo a la temática
En este capítulo se abordará, con más detalle, la trayectoria histórica (combinando la
narrativa oficial del club con relatos de otras fuentes) del club América y la forma en que
el futbol pasó a ser un espectáculo masivo y una interpretación de la forma en que el
aficionado al futbol es espectador y espectáculo simultáneamente. Debe considerarse
que si bien es cierto que el matiz melodramático del futbol profesional cruza, a veces
explícita pero muchas veces veladamente, los afanes de una racionalización
instrumental se desarrollan de forma simultánea en su consolidación como espectáculo
masivo. Esta interacción simultánea entre racionalidad instrumental y sesgo
melodramático es lo que a continuación se planteará.
118
“Para hacer un buen melodrama, primero debe elegirse un título. A continuación, debe adaptarse a
este título cualquier objeto, ya sea histórico o inventado: después deben crearse por principio los
personajes de un tonto, un tirano y de una mujer inocente que será perseguida; de un caballero y en la
medida de lo posible de un animal manso ya sea un perro, un gato, un cuervo, una urraca o un caballo.
[...] El tirano será asesinado al final de la obra, la virtud triunfará y el caballero se casará con la infeliz e
inocente joven, etc. Se concluirá con una exhortación a la gente para que mantenga su moralidad y a que
deteste el crimen y a los tiranos, especialmente se recomendará casarse con mujeres virtuosas”
(traducción libre del autor).
245
Previo a la masificación de los deportes y en especial del futbol, la sociedad
capitalista va sentando las bases de su espectacularización y mercantilización, dando
paso, de forma simultánea a la aparición del sujeto social que yo denomino como
aficionado espectador, el cual basará su identidad en actos emotivos y racionales
simultáneamente. El proceso de masificación deportiva fue consecuencia de la
profesionalización y la promoción a través de los grandes medios de comunicación,
como la radio y la televisión. De la masificación del futbol, eminente urbana y después
de que el grupo televisivo Telesistema Mexicano-Televisa adquirió al club América,
sostengo que el club se afianzó como un elemento fundamental en el imaginario
popular (principalmente el masculino) en la ciudad de México y como uno de los nodos
de identidad básica de aquello que he denominado como el sistema de rivalidades
futbolísticas en México.
La liga profesional sufrió un radical cambió una vez que la profesionalización del
futbol tomó lugar en México, a principios de los años cuarenta. Sin embargo, el
formidable centralismo político-administrativo mexicano repercutió mucho en la
conformación de la liga nacional, ya que por varios años, dicha liga no logró tener
presencia en la mayor parte del territorio del país. Antes del ingreso de la televisión, se
puede asegurar que la liga profesional mexicana sólo tenía una influencia en ciertas
regiones del país, especialmente en el centro y centro occidente, abarcando en esencia
los estados de Jalisco, Veracruz, Guanajuato y el Distrito Federal. No obstante, este
proceso de profesionalización, racionalización, comercialización y masificación del
futbol en México fue creando identidades alrededor de los clubes y también afianzó las
simpatías de muchos sectores urbanos por el futbol.
246
El futbol y otros “espectáculos” (... mucho antes de la tele)
He establecido que la llegada de la televisión comercial al futbol profesional le dio un
giro radical a las rivalidades futbolísticas en México a través del sesgo melodramático
de su configuración. Sin embargo, quiero establecer que el espectador, como sujeto
social, no es un “producto”, ni el “reflejo” del proceso histórico de la modernidad
mexicana, sino que es un agente social que se fue desenvolviendo simultáneamente a
ella y que, de varias maneras, aquel la reforzó recíprocamente.119
Hay autores que se han referido al fenómeno del espectáculo y de la
espectacularización de la sociedad moderna (en sus diferentes variables sociales,
políticas y económicas, incluyendo los totalitarismos fascistas y del bloque ex-soviético)
como un elemento fundamental para la creación de las “unidades” e identidades
nacionales, especialmente a través del fenómeno deportivo (Tomlinson y Young, 2006).
Sin embargo, estos mismos autores aseveran que en el ámbito local, regional o
nacional, las identidades de los “espectadores” no han sido (por lo menos no del todo)
erosionadas por las fuerzas mundiales que ellos denominan GGATaC (Globalization,
Governmentalization, Americanization, Televisualization and Commodification)120. Sin
embargo, los procesos de comercialización y mercantilización, que se han
incrementado a lo largo del periodo neoliberal, iniciado en las últimas décadas del siglo
XX, han establecido comportamientos de consumo que han afectado sensiblemente las
relaciones sociales e individuales con el cuerpo (las relaciones de género,
generacionales y con el Estado), trayendo de la mano consecuencias identitarias muy
119
En este sentido, Aliano et al, describen el proceso simultáneo de creación, entre el discurso y la
práctica, del sujeto aficionado al rock chabón argentino: “Desde un análisis de la articulación entre
interpelaciones musicales y narrativas identitarias [...] el rock chabón no ‘refleja’ a un actor social
previamente constituido, sino que, por el contrario, se vuelve uno de los discursos que mas ayuden a su
constitución: la constitución de una identidad imaginaria como ‘joven de sector popular que no tiene lugar
en el proceso neo-liberal post-populista’” (2009).
120
Mundialización, gubernamentalización, estadounización, televisionización y mercantilización.
247
notables (Horne, 2006). En este capítulo abordaré la forma en cómo el sujeto (u objeto,
dependiendo de la metodología y la perspectiva teórica que se aplique) de
investigación, llamado “aficionado” ha evolucionado a lo largo de la historia,
especialmente en México, y con más precisión sobre la afición americanista.
Los datos etnográficos me han permitido observar que los aficionados del club
América, dependiendo de múltiples y variados factores (edad, clase y género,
esencialmente) crean comportamientos, prácticas e identidades diferenciadas en el
estadio. Estas diferencias me han obligado a reflexionar en retrospectiva histórica, en la
medida en que el sujeto “aficionado” se ha construido de forma diacrónica y que la
sincronicidad de los múltiples tipos de aficionados que actúan en el presente en el
Estadio Azteca son el resultado de este proceso histórico.
Este trayecto histórico imbrica relaciones entre sujetos sociales tales como el
régimen
gubernamental
(imprecisamente
llamado
Estado),
el
gran
capital
(especialmente el vinculado a los medios de comunicación) y a los sujetos que se
identifican propiamente como los “aficionados-espectadores”, que han formado parte de
las clases medias y populares emergentes después de la Revolución mexicana, punto
de quiebre histórico en la vida social de nuestro país.
Comenzaré mi análisis a través de un debate, casi eminentemente teórico, acerca de
las concepciones del fenómeno del espectáculo, ligado estrechamente al del aficionado.
Desde mi punto de vista, para los aficionados organizados al club América, el asistir al
estadio es una acción que se vive y representa fuera y en contraposición a los tiempos
del trabajo. Como lo expresa uno de mis informantes de las porras familiares: “Así como
yo lo disfruto, mi hija, mi esposa, a veces mis sobrinos, mi familia, que son
americanistas, me acompañan a venir (sic). Nos la hemos pasado… saben que se la
248
pasa uno de maravilla. Pierda o gane [el América], a fin de cuentas es una diversión. A
fin de cuentas lo debes de ver como tal”.
Esto sin embargo es contrastado, relativamente, con la forma en que los jóvenes del
RK experimentan su afición. Para ellos, si bien es cierto que es una actividad fuera del
tiempo de trabajo, seguir al América se vuelve una consigna, por lo menos
discursivamente, de total entrega al equipo. Dice uno de los integrantes del RK: “la
etapa mas importante en la vida, la vivimos en la banda [del RK]. Alegrías, sufrimientos,
recuerdos, jugadores y domingos de gloria”.
Si bien es cierto que el club puede generar una identidad amplia entre los tipos de
aficionados, esta amplitud también genera ambigüedades en la identidad americanista.
La diferencia entre la (o las formas) de experimentar y practicar la afición, es decir, de
ser “espectador” entre los grupos organizados del club, muestran con claridad que ese
concepto no es homogéneo. Sincrónicamente hay diferencias. Pero las diferencias
diacrónicas, es decir las diferencias históricas no deben ser subestimadas. “Espectador”
y “aficionado”, como sujetos de la praxis del tiempo libre son construcciones sociales
históricas.
Desde mi punto de vista, el futbol profesional como “espectáculo” no inicia con el
futbol mismo. Mas bien, se debe rastrear históricamente el concepto “espectáculo” y
aquellas prácticas que se objetivaron propiamente como las del “tiempo libre”. En
primera instancia, es preciso reconocer que el “tiempo libre” es una idea que acompaña
(dicotómicamente) a la de “trabajo”, o con mayor precisión, a la de “jornada laboral”. El
tiempo libre (ocio) es precisamente aquel que, por lo menos pretendidamente, no se
inscribe en el ámbito del tiempo de las jornadas de trabajo. Para Marx (1982) la jornada
laboral es el tiempo teórica y socialmente requerido para que: 1) el trabajador “pague” al
capital el valor de la compra de su fuerza de trabajo a través de la producción de
249
mercancías equivalentes al valor de dicha fuerza desplegada, y 2) obtenga con ese
“pago” los medios de subsistencia necesarios para su reproducción biológica y social.
Obviamente, bajo la lógica del capitalismo, la jornada laboral no es igual a ninguna
de estas dos condiciones, juntas ni separadas. Ésta ocupa más tiempo del
estrictamente necesario para equipararse al valor de cambio de la fuerza de trabajo
comprada por el capitalista a través del pago del salario. Dice Marx, que los límites de
la jornada de trabajo oscilan “dentro de ciertos límites”. Por un lado, el límite mínimo
quedaría fijado como la “parte del día que el obrero tiene forzosamente que trabajar
para vivir” (1982: 178. Cursivas mías). Por el otro, el límite máximo quedaría fijado de
dos modos. Uno, por la “limitación física de la fuerza de trabajo” (cursivas en el original),
es decir por las fuerzas estrictamente físicas que un trabajador puede desplegar en un
día, tomando en cuenta que esas fuerzas deben de ser recuperadas por medio del
descanso y el sueño, además de la alimentación, el aseo, etc. En segundo lugar, por
“fronteras de carácter moral” (cursivas en el original), las cuales permiten al obrero “una
parte del tiempo para satisfacer necesidades espirituales y sociales cuyo número y
extensión dependen del nivel general de cultura”. En otras palabras, las “fronteras
morales” del tiempo de producción son, al mismo tiempo, las del tiempo de ocio o de
satisfacción de “necesidades espirituales y sociales”, en la frase de Marx.
Así, la noción y práctica del tiempo libre sólo puede ser realizada bajo la forma
específica del trabajo asalariado, es decir, del trabajo bajo la formación social
capitalista. Por antonomasia, la oposición entre la burguesía y el proletariado, inscribe
una primera fase de la dicotomía ocio-trabajo. La primera es por definición, una clase
ociosa, en el sentido vebleniano. La segunda es la que objetiva corporalmente el trabajo
socialmente requerido para la producción capitalista.
250
En una segunda instancia, la clase trabajadora asalariada, eminentemente urbana,
logró la reducción de las jornadas laborales y ciertas regulaciones de la misma, lo que
propició un reducto de tiempo no dedicado (propiamente) a la producción. En la
actualidad, los juegos de los equipos profesionales de la liga mexicana, por ejemplo,
están programados para los fines de semana, días normalmente de asueto. En
especial, los juegos del club América, hoy en día, se realizan los domingos por la tarde.
El espectáculo deportivo en Europa (referente indiscutible de lo que ha pasado en
México) se decantó mediante una constante lucha entre las clases sociales y
económicas. De esta forma, el proceso de instauración de los criterios para determinar
qué se jugaba y qué no entra en esta dinámica de disputa social. Los “juegos”
semejantes al futbol en la edad media que practicaron las clases populares (tales como
el hurling121 o el choule122) fueron prohibidos parcial o totalmente y posteriormente
(mediados del siglo XIX) retomados, institucionalizados y sistematizados por la
burguesía, en su forma deportiva, gracias a la intervención de los aparatos educativos,
de mercado y gubernamentales.
La ampliación de la fuerza laboral asalariada y su consecuente regularización y
acortamiento, dio paso a tiempos y espacios en los que, de nueva cuenta, las clases
trabajadoras retomaron los juegos en su fase deportivizada. Para las décadas de los
1860 y 1870, los deportes forman parte del paisaje social y cultural europeo,
121
El hurling es un juego antecedente al fútbol moderno. Los británicos lo practicaban realizando carreras
desenfrenadas por la campiña, cruzando valles, llanuras y ríos. El objetivo ya consistía en depositar el
balón en una portería, perteneciente al equipo contrario.
122
“La soule oponía a los jóvenes de dos pueblos vecinos, o también a los solteros con los casados de un
mismo pueblo. En ocasiones participaban también los nobles (...) los dos equipos intentaban desplazar al
campo contrario la soule, es decir, una especie de pelota con un relleno de heno o de salvado, o hecha
de mimbre. La organización era bastante informal y las reglas bastante flexibles al no sustentarse en
reglas escritas y estar legitimadas sólo por la tradición, evolucionaban lentamente. No se fijaba el número
de participantes ni la duración del juego, ni siquiera los límites del espacio”. Whal, Alfred (1998:12)
251
básicamente en Inglaterra.123 Jean-Marie Brohm identifica este proceso de instauración
de criterios del tiempo de ocio a través de los juegos codificados como el “sistema
deportivo moderno”. Por ejemplo, desde el siglo XVII, las carreras de caballos se
habían configurado como una actividad en donde, a decir del propio Brohm, se
perfilaban ya todas las características del deporte moderno: “la persecución del récord,
el creciente interés por la velocidad, y la obsesión por lo mesurable” (Brohm (1982: 71).
De esta forma, el deporte se fue erigiendo como una fase conspicua del “uso” del
tiempo libre y del ocio masivo.
Sin embargo, es importante señalar que la racionalidad puramente instrumental,
aquella con arreglo a fines, es decir, planificada y calculable (Weber, 1996: 82-86),
constriñó sensiblemente los límites de las prácticas inscritas en el tiempo libre. Como
he señalado, el ocio, característico de la aristocracia y la alta burguesía decimonónicas
europeas, fue ganando, de vuelta, espacio y tiempo en el mundo del obrero y de la
naciente clase media. A lo largo del siglo XIX, el movimiento laboral europeo, en sus
123
“El deporte inglés evolucionó tan espontánea y armoniosamente con los tiempos, que apenas fue
percibido como algo extraordinario por los críticos sociales de entonces ni por los historiadores después.
El deporte, como la manufactura o el comercio, se dirigía más y más hacia la consecución de una eficacia
que debía hacerse patente y demostrable estadísticamente y con éxitos constatables. Al igual que se
observaba una tendencia hacia la codificación y la racionalización de las leyes y del gobierno, el deporte
se codificaba y humanizaba por medio de reglamentos de obligado cumplimiento bajo la estricta
supervisión de un cuerpo de árbitros y jueces. En este sentido el deporte inglés reflejaba y reforzaba los
conceptos fundamentales del mundo industrial necesarios para mantener un mínimo de cohesión social,
en un momento en que la cultura local y tradicional ofrecían su mayor índice de desarraigo. Podía
haberse dado el caso, más factible, de que los reglamentos, la imposición de límites fijos a los terrenos
de juego y de una jerarquía entre los participantes de ciertos deportes (por ejemplo, los capitanes de los
equipos) o las distancias precisas y absolutas de las pruebas de velocidad y de fondo fuesen negativos
para una amplia aceptación de los nuevos juegos y deportes, dado que, en teoría, juego y recreación son
el polo opuesto de los factores citados anteriormente. Pero los nuevos deportes estaban en consonancia
con una Inglaterra en el umbral de la era industrial. Aunque es evidente que millones de obreros se vieron
privados de cualquier tipo de actividad recreativa por sus largas jornadas laborales (doce horas diarias
durante seis días semanales), muchos artesanos, comerciantes, capataces, empresarios, estudiantes y
‘diletantes’ abrazaron los nuevos deportes, ahora sin restricciones localistas. Buscaban dinero, fama y
placer como participantes, y diversión como espectadores. El deporte no sólo facilitó, sino que en
realidad estimuló la adaptación mental de toda la población a las demandas del mundo moderno”
(Mandell, s/f).
252
diferentes ramificaciones, logró que las regulaciones respecto al tiempo de trabajo
fuesen menos desfavorables para los trabajadores.
En Inglaterra, el tiempo de trabajo infantil y femenino fue restringido legalmente a
través de las Mines Act (1842)124, la Factory Act (1833, 1844)125 y la Ten Hour Act
(1847)126. Los varones también fueron afectados por estas disposiciones legales que la
movilización y lucha obreras consiguieron. La Ten Hour Act, además de limitar, como su
nombre nos indica, la jornada laboral a tan sólo diez horas (de seis o siete de la
mañana a seis o siete de la tarde, con una hora y media de descanso), también
consiguió que las tardes de los sábados fuesen libres. Dice Whal al respecto: “La
extensión [en el caso del futbol], que empieza a finales de la década de 1860, se
desarrolla a la vez en el plano regional y en el social, y debe mucho a la instauración
del descanso los sábados por la tarde, desde 1860 en algunos casos, en provecho de
la middle class” (1998: 18).
En México, “en 1912 se fundó el Departamento del Trabajo y se estableció la Casa
del Obrero Mundial que en 1913 conmemoró ‘por primera vez en el país, el 1o. de
mayo, exigiendo la jornada de ocho horas y el descanso dominical’” (Lastra, 2002). De
hecho, puedo afirmar que la reducción de la jornada de trabajo fue la condición sine qua
non del proceso de creación efectiva de las masas de aficionados-espectadores en
nuestro país. Como dice Leal-Isla, “el contexto del siglo XIX y principios del XX fue de
fuertes exigencias a la clase trabajadora, bajo un trato inhumano que incluía el trabajo
de sol a sol. La inclusión de las jornadas máximas surgió como un paliativo a ese
124
Cf. Enciclopedia Britannica (s/f) en Información del Internet en la bibliografía.
Cf. The National Archives (s/f) en Información del Internet en la bibliografía
126
Cf. The Free Dictionary by Farlex (s/f) en Información del Internet en la bibliografía.
125
253
aspecto” (2005). Dicha exigencia se vio plasmada formalmente en el artículo 123
constitucional127 y en el artículo 59 de la Ley Federal del Trabajo128.
Las clases trabajadoras y medias europeas comenzaron a incorporar (a partir de la
segunda mitad del siglo XIX) las “nuevas” prácticas deportivas aburguesadas. De forma
inexorable, dichas prácticas se masifican “teatralizándolas”, es decir, modificándolas en
“espectáculo”. En México, un proceso semejante se fue fraguando, aunque en un
momento y contexto histórico distintos. Pare comprenderlo es preciso que se explore el
concepto “espectáculo”, ya que con ello es posible abordar con mayor claridad las
formas y prácticas contemporáneas del aficionado organizado en torno a los clubes de
futbol mexicanos, en especial los americanistas.
El espectáculo no es un fenómeno a priori a la creación de la idea misma de ocio. En
otras palabras, no sólo el espectáculo es efecto del tiempo libre, sino que el tiempo libre
moderno es un efecto de la “espectacularización” de las relaciones sociales. El tiempo
libre se inscribe y adapta a los preceptos de la “espectacularización”, tanto como el
espectáculo está determinado y es configurado por el tiempo de ocio. Una primera
derivación: más que espectáculo, lo que el mundo moderno comienza a objetivar e
inventar son pedagogías y disciplinas “teatralizadas” del tiempo libre. El tiempo libre y el
ocio se incrustan en el tiempo del espectáculo y de la fascinación teatralizada
(disciplinaria y pedagógica) y en consecuencia se inventa al “espectador” como sujeto
social, delimitado por una serie de normas y prácticas morales, legales, de mercado,
género, etc. De esta forma, los sujetos sociales (trabajadores y clasemedieros) ven
127
“El artículo 123 de la Constitución mexicana dispone en su apartado B, fracción I, que la jornada
diurna no de be exceder de ocho horas y que la nocturna no de be exceder de siete horas diarias. Por su
par te, en estricto apego a la jerarquía de leyes prevista en el artículo 133 de la Constitución,1 la Ley
Federal del Trabajo confirma lo anterior, al disponer lo propio en su artículo 60, incluyendo además lo
relativo a la jornada mixta”(Leal-Isla, 2005).
128
“[E]l artículo 59 de la Ley Federal del Trabajo dispone en su segundo párrafo que ‘los trabajadores y el
patrón podrán repartir las horas de trabajo, a fin de permitir a los primeros el reposo del sábado en la
tarde o cualquier modalidad equivalente’” (Leal-Isla, 2005).
254
restringidas sus prácticas sociales de ocio, no totalmente pero sí considerablemente, a
las del “espectador”. Dicho de otra manera, el tiempo libre se inventó de tal forma que
éste generó ciertos comportamientos (llámense emociones como el miedo, la pasión,
alegría) acordes a la lógica de espectáculo y tiempo de consumo.
El paso entre feligresía religiosa y espectáculo moderno. En el tiempo que podríamos
considerar como del ancient regime, es decir, antes de la Reforma, el Porfiriato y, por
supuesto, antes de la Revolución, en México se vivía una situación semejante a la que
se experimentaba en la España de los siglos XVIII y XIX. En esos momentos: “La vida
cotidiana aparece, pues, regulada también por la fiesta, de forma que, en ocasiones, el
calendario laboral queda considerablemente reducido, ante la presencia del Santoral.
De acuerdo siempre con el concepto de dies festus, o día de fiesta religiosa, como
jornada de alegría, de diversión (festivus), en relación con la palabra festivitas,
significativa de la alegría propia de tales días: Alegría pública. El día festivo es, así, un
día público” (Peñafiel, 2001-2003).
Las fiestas de canonización, pero especialmente las de representación, “esto es, en
la existencia del espectáculo, primera parte de la celebración, que supone dos
categorías claramente diferenciadas: actores y espectadores. Los primeros, en número
reducido pero activo, y los segundos en número mayoritario, pero habitualmente pasivo.
Se trata, pues, de la fiesta controlada y dirigida por las autoridades al pueblo” (Peñafiel,
2001-2003). A pesar de que el autor y seguramente los documentos de la época señal
con claridad la categoría “espectador”, es importante decir que éste no es entendido
bajo los mismos esquemas que en la modernidad plenamente racionalizada y
capitalista. En primera instancia, porque los resortes que mueven la práctica y el
imaginario religiosos del “barroco” son no solamente los comerciales, sino los de una
255
lógica de control eclesiástico sobre el cuerpo y las mentes de los individuos para fines
políticos y de jerarquías distintas a las del capital.129
Hay varias interpretaciones sobre el espectáculo. Algunas de ellas Debord (1967),
Subirats (2004) o Dorfman y Mattelart (2007) mantienen posiciones sumamente críticas
ante el fenómeno de la creación del espectáculo masivo moderno totalizante y
alienante, según estos autores. De esta forma, se puede decir que en el capitalismo la
producción de objetos y su consumo, incluyendo al espectáculo, son simultáneas:
producción y consumo ocurren a un mismo tiempo. Hay que añadir, no obstante, que
dicha producción y consumo no sólo producen y consumen objetos, sino que
“producen” y “consumen” a los propios productores y consumidores y, en consecuencia,
a los modos en que ambos producen y consumen.
En México, los espectáculos que se fueron sedimentando (algunos desde el siglo
XVIII, pero de manera muy clara a partir del periodo porfirista) para el solaz del público
(que se va inventando de forma simultánea) fueron básicamente la “fiesta” taurina, el
teatro, ciertas presentaciones musicales y, por supuesto algunos deportes como el
béisbol, el boxeo, las carreras hípicas, el ciclismo y el futbol. Ya en el siglo XX, las
industrias culturales como el cine y pocas décadas después la radio y la televisión, los
cómics, la prensa,
y (hasta cierto punto) la literatura, fungen como medios
espectacularizados para las masivas audiencias.
La tauromaquia, a partir de fines del siglo XVIII, fue probablemente el primer
“espectáculo” masivo en el territorio que actualmente conocemos como México (Flores,
2004: 492). A lo largo del siglo XIX y principios del XX, la fiesta taurina cambió y se
129
Gurzinski dice respecto a una de las imágenes más poderosas de México: la de la Vírgen de
Guadalupe: “El escamoteo de la trascendencia de la religión en provecho del consumo –convirtiendo así
lo que sólo era uno de los resortes del imaginario barroco en un fin en sí mismo- es el abismo que separa
a Televisa del dispositivo colonial. Lo que los une es una explotación sistemática del atractivo, de la
ubicuidad y de la magia de la imagen, la uniformación de los imaginerios, la recuperación de las tramas
populares; la leyenda de la Guadalupana posee ya el ritmo y la eficacia de los folletines” (2001: 212).
256
aproximó paulatinamente a una organización más apegada a los criterios empresariales
y de lucro capitalista. El aspecto de la fiesta taurina que quiero rescatar (Flores, 2004)
es la forma en que el “aficionado” pasa de ser el practicante para convertirse en el
observador. Es decir, el “aficionado tradicional” fue, en primera instancia, aquel que
realiza la faena taurina. Los concurrentes que miraban las lidias taurinas no eran
propiamente “aficionados” ni “espectadores”. Hasta mediados del siglo XVIII, los cosos
taurinos (de por sí provisionales) no son entendidos como espacios en los cuales “se
llevará a cabo” un espectáculo. Son, mas bien, vistos y experimentados como espacios
de socialización en los cuales los practicantes y los observadores son relativamente
intercambiables. Otro aspecto sobresaliente de esta transición es la del toreo a caballo
a la del toreo a pie, que denota precisamente la fuerte transición de la tradición (previa
a las reformas borbónicas) a las formas más próximas al sentido moderno, regido por el
capital, el liberalismo político y el individualismo exacerbante (Flores, 2004:491).
Los cosos taurinos fueron, en efecto, uno de los (sino es que el principal) “espacios
públicos” en los que se van decantado las nuevas formas y los nuevos sujetos sociales
demandados por el orden burgués del espectáculo. Antes, la fiesta taurina no
profesional estaba dominada por una fuerte indeterminación entre el practicante y el
observador. Las autoridades virreinales establecieron paulatinamente criterios más
precisos de las fiestas taurinas, es decir, generaron un corpus legal que fue creando y
ordenando, con una mayor racionalidad, la fiesta taurina (Flores, 2004: 507)
De tal suerte, la separación cada vez más clara entre el “espectador” y el practicante
del espectáculo taurino se fue acentuando a lo largo de las décadas. Pero debe quedar
claro que estos dos sujetos no fueron (y no son) los únicos involucrados. El estado ya
es desde el siglo XVIII un sujeto fuertemente activo en la construcción del espectáculo
taurino moderno y por extensión del espectáculo en general. Por supuesto, el capitalista
257
taurino se forja igualmente en ese tiempo, de la mano del impulso gubernamental. Así
desde principios del siglo XIX, este proceso en el ámbito taurino puede ejemplificarse
de la siguiente manera:
Para las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX, periodo conocido
como el porfiriato, la elite política y económica ha consolidado ya un corpus legal y
unas prácticas de ocio fuertemente aceptadas como modernas, pero todavía
parcialmente expandidas a los demás sectores de la sociedad. Esta etapa de la historia
mexicana es fundamental para la comprensión del fenómeno del espectáculo moderno
mexicano, en general, y del deporte profesional espectacularizado, en particular.
Sobre esta temática, para el caso de la Ciudad de México hacia fines del siglo XIX e
inicios del XX ya se presentaban “una variedad considerable de actividades y
distracciones, públicas y privadas, capaces de ocupar las horas de ocio, tanto diurnas
como nocturnas, de sus habitantes. La asistencia a los bailes y a las funciones de
teatro, al circo, a los toros o a los gallos, formaba parte de una cotidianidad construida a
lo largo de la historia colonial e independiente, que desembocaba en un afán
cosmopolita finisecular” (Pérez, 2003: 57).
Los afanes “modernizadores” de la elite mexicana porfirista tenían como modelos
culturales a algunos países europeos (principalmente Francia, Inglaterra, Alemania e
Italia) y a los Estados Unidos. Evidentemente, la urbanización es uno de los efectos y
objetivaciones más notables del periodo. La ampliación de las calles, la iluminación, el
transporte, la arquitectura, la higiene, etc. fueron elementos concomitantes a la
urbanización y modernización del país. “Orden y progreso”, fundamentaba el
positivismo “científico” de la elite porfirista.
Pero el “orden y el progreso” porfiristas no sólo se manifestaron en aspectos
“materiales”, sino en prácticas sociales que dieron sentido a dichas objetivaciones
258
materiales y que se contraponían a las viejas tradiciones rurales del México colonial y
prehispánico. Algunos autores clásicos han abordado la idea de urbanización y
modernización desde diferentes perspectivas, pero todas ellas haciendo hincapié en la
dicotomía entre campo y tradición, por un lado, y ciudad y modernidad, por el otro.
Simmel, vio que la ciudad es una especie de ethos o de mentalidad que se ha
establecido en contraposición con la mentalidad rural (vista o imaginada como
tradicional), reconocida como no intelectual y mezquina. La dicotomía entre las dos
mentalidades que se contraponen, por un lado, la del hombre “metropolitano” que es
“«libre» en un sentido espiritualizado y refinado”, y por el otro, la del “hombre de pueblo
chico”, quien es “mezquino” y “prejuicioso” (Simmel, 1988: 55-56), es resultado y
confirmación de una contradicción pretendidamente obvia entre la civilización urbana y
las formas premodernas o rurales.
La creciente urbanización del México porfirista, por lo tanto, generó un gran número
de procesos sociales, muchos de ellos contradictorios y complejos, tales como el
deporte y su gran expansión en el conjunto de la sociedad. En Europa, parangón de la
elite porfirista, según Hobsbawm y Ranger (2002), el paso arrollador de la revolución
tecnológica y política a fines del siglo XIX desestructuró los sentidos de muchas de las
viejas prácticas sociales, arraigadas en modos de producción y sistemas culturales preindustriales y pre-capitalistas. Para sustituir esas prácticas, la modernidad europea
recurrió, literalmente, a la fabricación en serie de “nuevas” tradiciones. El historiador
inglés plantea que uno de los efectos más importantes de la hegemonía burguesa y la
concomitante “racionalización” del pensamiento europeo, fue el desplazamiento de
viejas costumbres por una serie de “tradiciones inventadas” por la modernidad. Así
pues, los ancestrales rituales y muchas de las vinculaciones simbólicas que los
europeos feudales todavía conservaban, fueron reemplazados por un sinnúmero de
259
“nuevas tradiciones” que vinieron a ocupar los espacios rituales que la modernidad
capitalista (y por dominación de ésta también la obrera) practicó o sigue practicando.
Provocativamente, Hobsbawm y Ranger mencionan que, por un lado, el deporte de
las clases medias (aburguesadas) combina dos vertientes en la invención de
tradiciones: el elemento político y el elemento social. En esta medida, el deporte se
convierte en un “esfuerzo conciente, aunque generalmente no oficial, por formar una
élite gobernante de acuerdo con el modelo británico que complementara los modelos
continentales aristocrático-militares más antiguos”, además de que representa un
intento ciertamente más “espontáneo de trazar líneas de clase contra las masas,
principalmente por medio del énfasis sistemático en el amateurismo”. Finalmente, el
deporte aburguesado de las clases medias y altas inglesas es un “intento de crear tanto
una nueva y específica pauta burguesa de actividad de ocio y estilo de vida” (2002:
311) de identificación y pertenencia de clase. Por el otro lado, el deporte de masas y de
las clases medias también contribuyó en la invención de tradiciones consolidando
medios, mecanismos, ritos y símbolos para la creación de las identidades nacionales y
comunidades artificiales.
Para fines del siglo XIX y principios del XX, aún en ciudades como la de México, el
tiempo de ocio espectacularizado, y por tanto los espectadores, eran formalmente los
clasemedieros y los ricos de la urbes. Sus tradiciones inventadas estaban perfilándose
hacia un modelo netamente europeo. Así: “[...] lo que se comprendía específicamente
como diversiones públicas eran más bien aquellos acontecimientos que podían romper
con la tediosa cotidianidad y proporcionarles a los ciudadanos clasemedieros y bien
acomodados algún momento de goce estético, esparcimiento o simplemente olvido de
la rutina” (Pérez, 2003: 59-60).
260
La fundación del club América
El club de futbol América, hoy conocido como “Las Águilas”, no ha sido (hasta 2010)
la misma institución a lo largo de los noventa y cuatro años de su existencia. Los clubes
de futbol mexicanos, por supuesto, han estado marcados por los tiempos políticos,
sociales y culturales del devenir histórico mexicano e internacional y el club América no
es la excepción.
Oficialmente (así lo señala su directiva) se acepta que el club América de futbol fue
fundado en 1916, el 12 de octubre, fecha en que se ha celebrado el “descubrimiento”
del continente americano. Fueron un grupo de jóvenes educados en escuelas
confesionales (maristas y jesuitas) quienes “fundaron” el que a la postre se convertiría
en el económicamente poderoso club de futbol América. En su apologético (y en
algunos datos inexacto) libro, Calderón (1999: 12) señala que fue “hacia 1916, el futbol
era practicado con avidez por los jóvenes estudiantes de los colegios jesuitas y
maristas”. Añade que “en el Colegio Mascarones, un grupo de muchachos que no
rebasaban los trece años de edad, encabezados por Rafael Garza Gutiérrez y su primo,
Germán Núñez Cortina, decidió crear un equipo con los mejores jugadores de su
escuela”.
En primera instancia, cabe señalar que el “Colegio Mascarones” no existió
formalmente y fue conocido así sólo por un tiempo, antes de 1916 130. Es importante
decir que el “mito” fundacional del club América atribuye a alumnos del mencionado
130
El edificio conocido como “Los Mascarones”, ubicado en Ribera de San Cosme número 71, en la
colonia Santa María la Ribera de la Ciudad de México, ha albergado diferentes instituciones educativas
desde la segunda mitad del siglo XIX. Entre ellas, el Colegio de San Luis, el Colegio de Nuestra Señora
de Guadalupe, el Liceo Franco-Mexicano, el Instituto Científico de México (de corte jesuita y contra el
cual el gobierno federal mantuvo un litigio por la propiedad del inmueble desde 1914 hasta 1940), la
Escuela Nacional de Maestras, las primarias 7 y 59. Como parte del patrimonio de la Universidad
Nacional ha albergado a la Escuela de Verano, la Escuela de Música y la Facultad de Filosofía y Letras.
Actualmente la Dirección General de Cómputo Académico de la UNAM ocupa dichas instalaciones
(Romo, 2007).
261
“Colegio Mascarones” (Instituto Científico de México), la creación de dicho equipo y que
la edad de los fundadores del club oscilaba los trece años, cuando, en realidad, Rafael
Garza nació en 1896, por lo que en 1916 ya tenía veinte.
Sin embargo, para fines de este estudio la fundación del club América obedece a (y
refuerza) ciertos procesos y potencias históricas que a continuación analizaré
brevemente. En primera instancia, los alumnos de instituciones de educación privada
de la época, como los del “Instituto Científico de México” y del entonces llamado
“Colegio Francés” (actualmente Centro Universitario México), estaban sometidos
abiertamente a pedagogías y disciplinas exacerbadamente europeizantes por parte de
las congregaciones religiosas católicas, como los maristas y los jesuitas. De esta forma
“en México, [dichas] congregaciones se instalaron en zonas donde tuvieron redes de
apoyo, ya fuera por medio de laicos o de los obispos que las invitaban, en una gran
mayoría se fundaron colegios en la capital de México, Monterrey, Jalisco, Puebla,
Oaxaca, Yucatán, Campeche, entre otros estados”, cuyo objetivo fundamental fue
“estar presentes e influir en el ámbito educativo mexicano a través de su cultura, la
ciencia y la fe, cuando fue posible” (Munguía, 2009).
Evidentemente, es imposible traspolar las explicaciones históricas de un país a otro.
No obstante, se puede ver que ciertos (talvez demasiados) aspectos de la pedagogía
europea fueron impuestos en la vida educativa mexicana. Las public schools inglesas
forjaron, es decir, inventaron mentalidades, moralidades y cuerpos acordes a las
necesidades sociales de la industrialización y modernización decimonónicas en
Inglaterra, a través de idearios político-pedagógicos como los de Thomas Arnold131,
enraizados en la dinámica greco-cristiana del agonismo. La pedagogía deportiva
131
Thomas Arnold, según Whal (1998: 16), director del Colegio de Rugby entre 1828 y 1840 puso en
práctica tímidamente algunas medidas encaminadas a la regulación del juego de pelota y al control de los
profesores sobre los alumnos, entre los cuales algunos, a través de prácticas como la “novatada”
(castigos y burlas a los de nuevo ingreso y más débiles físicamente), buscaban ejercer su dominio.
262
impulsada por Pierre de Coubertin (y su consolidación a través del idealismo olímpico)
fue el resultado de un largo proceso pedagógico que combinó un higienismo social y
corporal radical y una ética liberal-cristiana132 que, asumiéndose como “universales” en
tiempo y espacio, fueron abrazadas con fervor por la elite mexicana de fines del siglo
XIX y principios del siglo XX. Este proceso fue notable en las instituciones educativas
fundadas por religiosos y laicos fuertemente influenciados por el pensamiento cristiano,
en las cuales los postulados pedagógicos europeos y en especial los relativos a las
actividades físicas y deportivas impulsadas por ingleses y franceses.
El concepto de deporte (de influencia anglosajona) pronto se popularizó (y se impuso
hegemónicamente) a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, no sólo en todos los
países de Europa, sino en el mundo entero. Sus múltiples facetas (pedagógica, lúdica,
organizativa) permitieron que su expansión fuera realizada por diferentes grupos
sociales. Las escuelas confesionales como las jesuitas y maristas en México no vieron
con malos ojos la práctica de los juegos colectivos reglamentados por los ingleses y de
hecho las impulsaron como parte de sus actividades pedagógicas.
Cabe mencionar, que no sólo las órdenes católicas en sus espacios educativos
impulsaron la práctica deportiva. Trabajadores de cuello blanco y de cuello azul venidos
a fines del siglo XIX desde Inglaterra, España, Francia y Alemania, principalmente,
popularizaron las prácticas deportivas sin un expreso plan pedagógico pero que a la
larga tuvieron una enorme aceptación social. No existe en nuestro país ningún estudio
que dé cuenta con suficiente profundidad histórica y sociológica del proceso de
adaptación de las prácticas deportivas en el México porfirista. Algunos esbozos como el
132
Un ejemplo: según la Carta Olímpica, en su segundo artículo: “El Olimpismo es una filosofía de vida
que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu. Aliando
el deporte con la cultura y la educación, el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la
alegría del esfuerzo, el valor del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales
universales” (ver Carta Olímpica (s/f) en Información del Internet de la bibliografía)
263
Angelotti (2004) señalan de la gran influencia de los mineros cornish (de Cornwell,
Inglaterra) en la zona de Pachuca, aunque no logra dibujar con nitidez ese proceso.
De cualquier manera, he establecido el hecho de que el club de fútbol, hoy conocido
como América, fue fundado por ex-alumnos de instituciones educativas confesionales,
fuertemente vinculados a las pedagogías higienistas y de formación ética que veían en
los deportes un elemento educativo sobresaliente.
Asimismo, la fundación del club queda atrapada en una narración histórica
relativamente “oscura” y con ciertas inexactitudes, lo cual le aporta un aire de
misticismo y mitología, necesarias para fundamentar la invención de su “tradición”.
Talvez un elemento que permite afianzar esa tradición es la que le confiere el carácter
“nacional” de sus primeros integrantes y fundadores. Fueron: Alonso Sordo, Fernando
Sierra, Rubilio Torres, Carlos Garcés, Manuel Marroquín, Juan Andrade, Rafael Garza,
Francisco Oribe y José Izquierdo (Bañuelos, 1998: 82) los jóvenes mexicanos que
fundaron el club que algunos años después “[...] se [impondría] a los orgullosos
españoles y además los [mantendría] alejados del título por cuatro años. Eso le dio un
nuevo interés al futbol y permitió que las tribunas se volvieran a llenar” (Bañuelos, 1998:
23).
En este sentido, de manera semejante en que, para los jóvenes sudamericanos, en
especial entre los argentinos, la dicotomía entre los estilos de juego “británico” y “criollo”
(y las virtudes masculinas que se asociaban a ellos) es el referente principal, en la
ciudad de México del período revolucionario, el estilo de juego “español” (dominante a
principios de los 1920’s a través de los clubes España, Asturias y Aurrerá) se convirtió
en un antagónico muy importante. Para los argentinos de origen italiano y español,
derrotar la hegemonía “británica” de su futbol fue un hito necesario para que se
asumiese plenamente el estilo argentino de jugar al futbol. Así lo reconoce la narrativa
264
deportiva argentina de aquellas épocas133. En México, la supremacía “española” fue
derrotada precisamente por el América.
Algunos clubes como el Atlante (también fundado en 1916), el Necaxa (fundado en
1923) y el propio América pretendieron disputarles a los equipos “españoles” dicha
supremacía. Es, de cualquier manera, notable el hecho que la vieja reivindicación del
club América, aquella que lo remite como el primer equipo campeón (en la zona de la
ciudad de México) cuyos jugadores fueron todos de nacionalidad mexicana no
permaneciera como el “mito” fundacional del club. En 1924 logró el campeonato de la
Liga Amateur del Distrito Federal, lo cual consiguió tres años consecutivos más. Su
raigambre “mexicana”, no obstante, dejaría de servir como sino identitario varias
décadas después. Este tetracampeonato (1924-1928), le permitió al club consolidar una
base de aficionados relativamente amplia entre la población masculina de la ciudad de
México.
El futbol mexicano, para la década de los años treinta había madurado en términos
organizativos y administrativos, aunque con vaivenes y graves conflictos. Lo que hoy
conocemos como la Federación Mexicana de Futbol fue fundada en 1927 (ver
Federación Mexicana de Futbol en Información del Internet de la bibliografía) y al cabo
de algunas décadas logró establecer su hegemonía sobre las organizaciones
regionales, tales como las ligas amateurs del Distrito Federal, de Jalisco, de Nuevo
León y de Veracruz, entre otras.
133
Dice Archetti (1995) que: “La fundación criolla [en el futbol de la Argentina] comienza en 1913, cuando
el Racing Club, sin un solo jugador de origen británico, conquista el campeonato de primera división por
primera vez. A partir de ese momento los clubes ‘británicos’ pierden su peso futbolístico y sus jugadores
desaparecerán de los equipos nacionales”. Después cita a la revista deportiva El Gráfico, la cual asevera
que “este cambio ha sido posible ya que: ...cuando el football comenzó a difundirse, dejaron de ser los
cracks nombres británicos para transformarse en apellidos puramente latinos, especialmente italianos y
españoles, como García, Martínez, Ohaco, Olazar, Chiappe, Calomino, Laforia, Isola, etcétera"
265
Pero aquí es importante señalar que el futbol no es el único fenómeno social que se
consolida en el devenir histórico mexicano asociado al campo del espectáculo y del
ocio. De forma simultanea y reciproca, otros “espectáculos”, junto con los “medios de
comunicación” van inventando al “aficionado-espectador”, que de manera recíproca se
va consolidando per se. Como se verá a continuación, las conexiones entre todos estos
factores se verán sintetizados en la concepción del club América de los años 1960’s,
dando pauta a los fenómenos contemporáneos de las organizaciones llamadas porras
familiares y barras del club, como la Porra Unión y la barra RK.
El club y el futbol en la transición al espectáculo masivo
Los años treinta marcaran el final de la lucha armada posrevolucionaria y la
consolidación del régimen del PNR-PRM-PRI. En marzo de 1929, se forja el Partido
Nacional Revolucionario, predecesor del Partido de la Revolución Mexicana y del
posterior Partido Revolucionario Institucional. El país se estabiliza políticamente y los
poderes gubernamentales se centralizan. En 1934, Lázaro Cárdenas fue el primer
presidente que se mantuvo seis años al frente del gobierno, durante los cuales se
robustecieron muchas de las prácticas sociales del México moderno, entre ellas las del
espectáculo masivo.
En esos años, el club América y la Liga Mayor del Distrito Federal se encontraban en
una fase de franco y amplio arraigo social. El aficionado, en aquellas épocas
fuertemente asociado al concepto del amateurismo, dejó de tener su centro en el
practicante, el cual pasó al sujeto observador y consumidor del espectáculo mismo: el
aficionado-espectador.
Durante los años treintas, varios países latinoamericanos experimentaron la
transición del futbol amateur al futbol profesional. Para 1934, en Argentina, Uruguay,
266
Brasil y Chile, el futbol se había profesionalizado sensiblemente y con ello, los
practicantes (y otros sujetos como los entrenadores) y las cada vez mayores masas de
espectadores se van diferenciando con nitidez. En México, los debates entre los que se
oponen y los que se inclinan por la profesionalización del juego no se hacen esperar.
En 1943, las fuerzas a favor de la profesionalización vencen la resistencia amateur y en
ese año se consolidó finalmente una liga con aspiraciones nacionales y profesionales.
Simultáneamente, en la ciudad de México, los espacios para la práctica del futbol
fueron cambiando al ritmo de las directrices políticas y las innovaciones tecnológicas y
sociales. En 1936 (Calderón, 1998: 36-37) fue inaugurado el “Parque Asturias”, en
Chabacano, el último y más grande de los estadios con gradas de madera que se
construyeron en la ciudad de México a lo largo de la década de los 1930’s. Sólo tres
años más tarde, el formidable estadio, que podía albergar hasta treinta mil personas,
quedó reducido a cenizas después de un controvertido encuentro entre el Necaxa y el
Asturias que desembocó en un gran zafarrancho y en el incendio del inmueble.
El 4 de mayo de 1924, en la ciudad de México fue inaugurado el primer estadio
hecho de concreto, el “Estadio Nacional”, que a la postre sería derruido para la
construcción de lo que ahora se conocen como los “Multifamiliares Juárez”,
inaugurados en 1957 por el entonces presidente Miguel Alemán. Dicho recinto, a la luz
de la política nacionalista impulsada por el a la sazón secretario de Educación Pública,
José Vasconcelos, buscaba una semejanza con la polis griega en la cual la gente “[...]
era espectadora y actora y quienes [en ese entonces estaban en la tribuna] –obreros,
campesinos, niños– mañana podían bajar a la arena en legítimo ejercicio del
protagonismo cívico” (Musacchio, 2003). Propiamente, el estadio no albergó encuentros
futbolísticos,
pero
sí
contribuyó
notablemente
a
la
consolidación
de
la
espectacularización cultural en el México urbano. Para 1946, el primer estadio de
267
concreto específico para la práctica del futbol, el de la “Ciudad de los Deportes”, vecino
del coso taurino más grande del mundo, la “Plaza de Toros México”, fue inaugurado y
se apuntalaría como la casa de todos los equipos de futbol profesionales de la ciudad
de México en aquella época: Necaxa, Atlante y América. Hoy es conocido como el
Estadio Azul y es propiedad del club Cruz Azul.
De forma simultánea, los medios de comunicación y ciertas actividades se afianzaron
como parte de la cultura urbana del Distrito Federal y dieron pauta a la masificación de
los espectáculos modernos. La radio y la prensa escrita sedimentaron las prácticas del
tiempo libre y la ociosidad urbanas, a la par de que establecen criterios para el
comportamiento
“moderno”, fuertemente
anclado
en
perspectivas
de
género,
generacionales y de clase. Asimismo, por medio de los espectáculos y la cultura
masiva, tanto hombres como mujeres “aprendieron”, de muchas maneras, cómo
provocar y encausar las emociones “propias” de su clase, género y edad. La nítida
diferenciación entre los públicos que se van decantando para los múltiples tipos de
espectáculo habla de ello. Radionovelas, algunas secciones de los periódicos y ciertas
historietas (cómics), estaban “dedicadas” a las mujeres de cierta edad y clase; los
deportes y otro tipo de espectáculos a los varones, igualmente diferenciados por la
case, la edad y hasta la región en la que vivían.
Lo expuesto en el párrafo anterior es lo que Monsiváis y otros autores identificaban
con la creación de la “cultura popular”. Para él, lo que hoy se conoce como tal es el
efecto de un proceso histórico de dimensiones latinoamericanas o mundiales,
dependiendo del enfoque, “mediante el cual a partir de las innovaciones tecnológicas,
un proceso de dominación ideológica desplaza y oprime los intentos de mantener una
tradición, de erigir una ‘singularidad’ cultural y artística. Siguiendo al autor, los
repertorios culturales de los mexicanos, especialmente desde las décadas de los 1930268
1950’s, se forjaron gracias a la creación de los mitos y símbolos impulsados por la
influencia de los medios de comunicación y el poder de la entonces llamada industria
cultural. En cualquier caso, “en México casi todo lo que aparece con el membrete
‘cultural popular’ es el resultado de afanosas manipulaciones, del proyecto imperial de
la industria cultural” (Monsiváis, 1978: 98).
Desde la década de los años diez y hasta la de los cincuentas, en México “los
espectadores se descubren y se reconocen gracias a sus contrapartes escénicas y
aplauden la novedad” (Monsiváis, 1978: 100), moviéndose a la velocidad tecnología a la
que los medios caminaban, los impulsos políticos que se lanzaban y al ritmo del
capitalismo que se imponía. El futbol espectáculo, como he expuesto, fue adquiriendo
su propia masa cultural en la medida en que los medios de comunicación y la industria
cultural lo fueron moldeando. El paso al profesionalismo fue fundamental para la
madurez del futbol espectáculo. Esto sólo pudo ser entendido en la medida en que la
infraestructura futbolística se fue objetivando en nuevos estadios y clubes.
De igual forma, la profesionalización del futbol en México acarreó una organización
de racionalidad instrumental mayor. La consolidación de la Liga Profesional en 1943,
obligó a los clubes que la conformaron a tomar una postura eminentemente
empresarial, supeditando cualquier elemento “tradicional” o pre-moderno en sus
estructuras orgánicas. Sin embargo, y dado que el elemento más importante de
afiliación e identidad entre, los ahora sí aficionados-espectadores y sus respectivos
clubes, es un elemento (supuestamente) “irracional” y emotivo (de amor), los clubes
tuvieron que cultivar y calcular sus respectivos intereses económicos y deportivos sobre
la base de un engarce sentimental con la creciente masa de seguidores. En otras
palabras,
el
futbol
mexicano
para
modernizarse
y
comercializarse
se
“melodramatizaría”, pero sobre una base racional de cálculo racional, paradójicamente.
269
Es precisamente en este período en el que los clubes de futbol se ven obligados a
formarse una “identidad” propia, que los representase como singulares en el competido
mercado sentimental de las rivalidades futbolísticas. Detrás, al lado y sobre la identidad,
sin embargo, se encuentra la dimensión mercadológica. Ganar, por supuesto era muy
importante, pero no lo era (ni lo es todo) en el mundo del futbol espectáculo. El sello
regional, fue un factor sobresaliente en la conformación de las identidades futbolísticas.
Ser de la capital de la república significaba una cierta marca de identidad y de
antagonismo. Los clubes América, Atlante y Necaxa gozaron de esa categoría
geográficamente impuesta.
Los directivos del Atlante, por ejemplo, pretendieron afianzar al club en el mercado
de filias del futbol mexicano a través de la idea de su raigambre popular y explotaron el
mote del “equipo del pueblo” y los “prietitos”, apelando a sus pobres y humildes
orígenes134. Con ello, eran evidentes dos cosas: por un lado, que el club realmente
provenía de las clases bajas de la ciudad de México y , por el otro, que esta
identificación popular podría ser bastante redituable comercialmente en el mercado
sentimental que el futbol profesional y melodramatizado estaba imponiendo en México.
Por su parte, el Necaxa de la era profesional apeló a su origen obrero (fueron
trabajadores del sector eléctrico los que lo fundaron en 1923 y lo refundaron en 1950) y
de manera abierta sus dueños explotaron esa característica, que dado el carácter
profesional del futbol mexicano desde la década de los cuarenta, no era más que una
134
En la página oficial del club se lee el siguiente párrafo, que es ilustrativo de esta identificación: “Aquel
equipo [el de los fundadores del Atlante en 1916] comenzó a jugar con balones de papel, la cuna
azulgrana era tan humilde que no podían darse el lujo de gastar los 14 pesos que costaba por esos años
una pelota de futbol, es más, llegaron a utilizar balones que ellos mismo armaban de la padecería de las
pelotas que tiraban los del club España. En esos años los balones eran inflados a puro pulmón, sin ayuda
de bombas.
Esos fundadores eran obreros, casi todos de fábricas textiles. Había algunos que incluso jugaban con sus
uniformes de trabajo y descalzos, para no desgastar sus zapatos del diario. Sus grandes rivales de la
época fueron el equipo Tacubaya y la Condesa, vecinos del naciente conjunto azulgrana” (ver Club
Atlante de Futbol en la sección Información del Internet de la bibliografía)
270
identificación relativamente ficticia. Sin embargo, dada la masificación del deporte y de
que la mayoría de los nuevos adeptos al futbol provenían de las clases populares y
obreras, generar esas identificaciones con los varones urbanos era casi una
consecuencia ineludible de los dueños.
Sin embargo, si al inicio de su historia, el club América contó con los referentes
identitarios de la mexicanidad, su origen clasemediero y colegial y, por lo tanto, juvenil,
aunado al de su referencia geográfica capitalina, con el pasar de los años el club fue
cayendo en una franca indiferencia y mediocridad que se vio claramente reflejada en
pobres actuaciones a lo largo de las décadas de los treintas, cuarentas y cincuentas.
Salvo el campeonato de la llamada Copa México, todavía en la época amateur del
futbol mexicano, ganada en 1938, el club no conquistó ningún título, hasta 1966,
cuando finalmente se coronó como campeón de una liga nacional.
Mientras tanto, clubes como el Atlante y el Necaxa, junto con los “españoles”
Asturias y España se fueron endilgando características identitarias que los fortalecieron
entre las crecientes masas de aficionados que se fueron formando alrededor del
espectáculo futbolístico capitalino. El Atlante se convirtió en el “equipo del pueblo” y el
mote de los “prietitos” los fue sedimentando entre el gusto capitalino. El Necaxa hizo lo
propio con su origen obrero-sindicalista, que aunado a algunas temporadas triunfales
les ampliaron las bases de seguidores y los catalogan como los “once hermanos” y el
primer “campeonísimo” capitalino.
En términos de su organización, el futbol mexicano se transformó radicalmente para
estas fechas. Las ligas regionales y estatales fungían como las instancias más
importantes de la organización futbolística nacional. Las ligas de varios estados de la
república y las Distrito Federal actuaban de forma casi autónoma y prácticamente sin
ningún tipo de contacto. Dos grandes instituciones, no obstante, dominaban el
271
panorama: la Liga Mayor (LM) y la Federación Mexicana del Centro (FMC). Bajo la
política cardenista de consolidación del aparato gubernamental,
fue creada la
Confederación Deportiva Mexicana. Por presiones estatales y bajo una lógica cada vez
más empresarial y capitalista de operaciones, las diferentes federaciones, incluyendo a
la LM y a la FMC, dieron paso a la Federación Mexicana de Futbol Asociación (FMFA)
en 1937 (Calderón, 1998: 60-61).
Las discrepancias entre los clubes, las ligas, las federaciones estatales y la FMFA
continuaron a finales de los 30’s y principios de los 40’s. En 1942, un año antes de la
profesionalización del futbol, la LM y la FMFA rompieron vínculos organizativos. La LM
se erigió en 1943 en una entidad básicamente empresarial y consolidó el
profesionalismo en México. La FMFA técnicamente estaba en bancarrota y sólo
organizaba al futbol amateur de ciertas partes del país, cuyo único activo para negociar
era que la FIFA la reconocía como el organismo representativo del futbol mexicano.
La LM exacerbó y radicalizó el profesionalismo mediante la importación masiva de
jugadores sudamericanos, especialmente argentinos. A instancias del América
(paradójicamente el club que una década después erigiría como su nom de guerre el
extranjerismo más radical), secundado por el Atlante, la LM negociaría ante el entonces
presidente de la república, Manuel Ávila Camacho, la regulación y disminución de los
extranjeros que jugaban en los equipos profesionales del Distrito Federal.135
135
“Se hablaba de que los futbolistas extranjeros «quitan el pan de la boca de los mexicanos». Y, en
efecto. La libre contratación de futbolistas afectó a todos los equipos; por ende, el ingeniero César
Martino, del América, y el general José Manuel Núñez, del Atlante, urgieron al presidente Ávila Camacho
que tomara las medidas pertinentes. Ante lo anterior, el regente de la ciudad, Javier Rojo Gómez, expidió
el 19 de enero de 1945 un decreto que destacaría en su artículo undécimo: «Las autoridades del Distrito
Federal no permitirán la celebración de juegos de fútbol soccer como espectáculos públicos de paga, ni la
organización de ligas, ni campeonatos de este deporte si en los equipos participantes no actúan como
mínimo seis jugadores mexicanos por nacimiento durante la temporada oficial correspondiente a los años
de 1945 a 1946; y un mínimo de siete jugadores por nacimiento desde el primer juego de la temporada
oficial de 1946 a 1947, y en adelante»” (Satow, 2003: 66)
272
El 13 de diciembre de 1948, la LM, ya profesionalizada, y la FMFA volvieron a unirse
para finalmente establecer la Federación Mexicana de Futbol, que hasta nuestros días
sigue
siendo
la
instancia
organizativa
del
futbol
mexicano,
bajo
premisas
eminentemente capitalistas y empresariales. Los clubes y su organización dejaron atrás
la visión amateur y por ende, la diferenciación radical entre practicantes y observadores
se volverá aún más patente. Así practicantes profesionales y aficionados estuvieron
mediados básicamente por una relación comercial, devenida en espectáculo masivo.
En
específico,
en
el
club,
según
la
página
oficial
del
club
América
“desafortunadamente no todo [fue] bonanza y nuestro equipo lo vivió en carne propia
durante los años 50. Durante la temporada de 1952-1953, la franquicia estuvo al borde
del descenso” (ver Club América en Información del Internet de la bibliografía). Sin
obtener títulos y rayando en el descenso de categoría, el club se vio envuelto en “una
serie de crisis, tanto deportivas como económicas, [...] y en más de una ocasión se vio
salvado milagrosamente del descenso”. A tal grado llegó la desesperación que “se
buscó salvar la causa americanista a como diera lugar y el cómico mexicano Mario
Moreno ‘Cantinflas’ fue nombrado presidente honorífico de la institución con el afán de
que ayudara económicamente al equipo. Futbolísticamente no hay nada que destacar,
fue la etapa más gris de nuestra gloriosa historia” (ver Club América en Información del
Internet de la bibliografía).
El 22 de enero de 1950, en el periódico Esto136, antes de la visita del poderoso
equipo argentino River Plate a tierras mexicanas, el periodista de origen catalán y para
entonces refugiado en México, Aymamí i Baudina, planteaba lo siguiente:
Por otra parte ésta es una oportunidad histórica para el América. Resurgido de
sus cenizas –diríamos milagrosamente- un éxito internacional acabaría de
136
Uno de los periódicos deportivos más importantes de México, fundado en 1941 y que continúa
vendiéndose en la actualidad.
273
completar la resurrección. El América sabe que en este partido se juega no
solamente lo que se jugarán ante el River todos los equipos mexicanos que se le
opongan, sino la posibilidad de reconquistar de una vez, el centro de la
popularidad capitalina que retuvo en otros tiempos y que ahora se está
marchitando en manos del Atlante (Aymamí, 1950).
Como lo demuestra esta cita, en estos años era común que la identidad regional
fuese una de las más importantes entre los clubes profesionales, lo cual no implicaba
que entre equipos de una misma ciudad o región las diferencias de clase no se
marcasen. Los equipos “tapatíos” y los “capitalinos”, sin embargo, hegemonizaban esas
rivalidades. En gran medida, porque el sistema de competencia profesional de futbol, a
la par y en concordancia con el todavía incipiente avance en otras materias, como la
infraestructura
de
transportes
y
comunicaciones,
no
se
desarrollaba
más
equitativamente en todo el país. Las siguientes tablas muestran la distribución
geográfica de los clubes de la Primera División.
Figura 22. Temporada 1943-1944
Equipos por entidad federativa
Distrito Federal
Veracruz
Jalisco
Real Club España
ADO
Guadalajara
Asturias
Veracruz
Atlas
América
Moctezuma
Atlante
Club Deportivo Marte
Para la siguiente temporada, la de 1944-45, la Liga se amplió a trece equipos,
todavía concentrados en la zona central del país. De los trece clubes que participaron
en el certamen “nacional”, cinco eran del D. F., tres de Jalisco (Guadalajara), tres de
Veracruz (Orizaba y el Puerto), uno de Guanajuato (León) y uno de Puebla. La
concentración geográfica seguía siendo notable, ya que sólo tres estados y el Distrito
Federal participaban con equipos en el torneo de futbol. En estos años, el futbol no
274
dominaba la atención mediática y se disputaba con el béisbol, el futbol americano, el
boxeo y el toreo las notas periodísticas.
Distrito Federal
Figura 23. Temporada 1944-1945
Equipos por entidad federativa
Veracruz
Jalisco
Puebla
R.C. España
ADO
Guadalajara
Asturias
Veracruz
Atlas
América
Moctezuma
Oro
Puebla F.C.
Guanajuato
León
Atlante
C.D. Marte
.
Fue en la siguiente temporada, la de 1945-46, cuando finalmente aparecieron
equipos del norte del país: los clubes Monterrey y Tampico. Sin embargo, su
permanencia no fue prolongada. El club Monterrey se mantuvo solamente por esa
temporada y desapareció del circuito de primera división por cinco años, hasta su
regreso en la temporada 1951-52.
Temporada 1944-1945
Equipos por entidad federativa
Distrito Federal
Veracruz
Jalisco
Puebla
Guanajuato
Nuevo León
Tamaulipas
R.C. España
ADO
Guadalajara
Puebla F.C.
León
Monterrey
Tampico
Asturias
Veracruz
Atlas
América
Moctezuma
Oro
San Sebastián
Atlante
C.D. Marte
275
De cualquier manera, la centralización de la vida nacional se vio patente también en
la configuración geográfica y administrativa del futbol en esos momentos. Sólo en tres
entidades de la federación se encontraban 70 % de los equipos del circuito de la
primera división. Bajo esas condiciones incipientes de rivalidad geográfica y de
inestabilidad de los propios clubes, las identidades engarzadas a los equipos no
alcanzaban a perfilarse plenamente.
Así las cosas, mientras el club América pasó los peores años de su historia
deportiva,
sin
aparente
rumbo
institucional
e
identitario,
organizativa
y
administrativamente el futbol mexicano se fue modernizando bajo la lógica política del
momento, en una especie de modelo desarrollista y de consolidación de una base
nacional de aficionados.
El club América tenía en esos años el mote de “Los Canarios”, debido al color de sus
camisetas. Cuando se enfrentaba a los equipos de Jalisco, eran catalogados como los
“capitalinos”, apelativo que compartía con otros equipos como el Atlante. La rivalidad
entre los equipos de estas dos entidades era muy importante, pero al interior de la
ciudad de México, el América fue perdiendo considerablemente su base de aficionados,
en la medida en que el Atlante creció en el gusto de los capitalinos.
Todos los clubes de la capital compartían estadios en esos años. En estas fechas,
como se ha mencionado, el estadio de la Ciudad de los Deportes fungió como la sede
de los encuentros locales de dichos clubes, lo cual generó que los aficionados
capitalinos de cada uno de los clubes no se “apropiaran” de un espacio. No hay un
estadio para el América, el Atlante y los demás clubes capitalinos que aparecieron y
desaparecieron al pasar de las décadas.
Un elemento que debe ser considerado de manera muy clara es que los clubes de
futbol en México siguieron el patrón estadounidense de clubes-franquicia, de corte
276
básicamente empresarial y comercial. A diferencia de lo que sucedió en América del
Sur, en donde los clubes han tenido una
raigambre barrial y local muy fuerte, en
México las identidades clubísticas han tenido, desde la profesionalización, un sesgo
comercial muy fuerte, y será precisamente su pertenencia a una empresa la que forjará
muchas de las referencias de identidad.
Las rivalidades se fueron estableciendo en la medida en que ciertos clubes se
afianzaron en la naciente industria del espectáculo deportivo mexicano. Abordemos,
pues la forma en que se fueron consolidando estas identidades y rivalidades
futbolísticas, fundamental para la comprensión de la manera en que los aficionados se
agruparon, organizaron e identificaron en la constelación de equipos profesionales bajo
una forma de narrativa melodramática.
277
Capítulo 8
El club América, el melodrama y la rivalidad futbolística
contemporánea después de la televisión
—Ferrabas, ya hablé con De Filipo y con Camargo. En la
fecha próxima pierde Abasto, por dos a uno. Hay juego
recio, pero no vaya a recaer, acuérdese bien, en el pase
de Musante a Renovales, que la gente lo sabe de
memoria. Yo quiero imaginación, imaginación.
¿Comprendido? Ya puede retirarse
.
Junté fuerzas para aventurar la pregunta
:
—¿Debo deducir que el score se digita?
Savastano, literalmente, me revolcó en el polvo.
—No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya
son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa
en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los
locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña?
El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24
de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol,
al igual que la vasta gama de los deportes, es un género
dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de
actores con camiseta ante el cameraman.
—Señor ¿quién inventó la cosa? —atiné a preguntar
.
—Nadie lo sabe. Tanto valdría pesquisar a quién se le
ocurrieron primero las inauguraciones de escuelas y las
visitas fastuosas de testas coronadas. Son cosas que no
existen fuera de los estudios de grabación y de las
redacciones. Convénzase Domecq, la publicidad masiva
es la contramarca de los tiempos modernos.
Adolfo Bioy Casáres y Jorge Luis Borges
“Esse es percipi” en Crónicas de Bustos Domecq
De héroes, villanos, urbanos y modernos. Televisa y la narrativa melodramatizada
Este capítulo es un recuento interpretativo de la forma en que la televisión comercial
mexicana incursionó en el (también nuevo negocio) futbolístico nacional a mediados del
siglo XX. La incursión está cruzada por intereses comerciales y políticos, de los cuales
sólo apuntaré algunos de ellos.
278
La estrategia de los dueños del consorcio mediático Telesistema Mexicano-Televisa
para consolidar al futbol como un importante negocio televisivo se basó en la creación
de una fuerte base de aficionados espectadores americanistas, pero, por supuesto no
exclusivamente. Para ello, crear una liga con clubes cuyas identidades pudiesen
explotarse sentimentalmente fue una tarea ineludible. La compra del club por parte de
los dueños de la televisora, la construcción de un estadio y la organización de un
campeonato mundial de futbol sentaron las bases de ese plan.
El Segundo Campeonato Panamericano de Futbol en 1956 dio la pauta para el
ingreso de la televisión en el negocio futbolístico y su posterior consolidación en una
liga
con
claras
similitudes
a
las
radionovelas,
telenovelas
y
melodramas
cinematográficos.
Desde los años sesenta
y hasta los ochenta, los dueños del club América
consolidaron la identidad del club como aquel con más recursos económicos y por ende
más poderoso, estableciendo una clara diferencia con todos los demás clubes de la
liga. En los ochenta, finalmente, el club reinventa su identidad y de “canarios” pasan a
llamarse Las Águilas, intentando darle un carácter más fuerte y poderoso a su
identidad.
En el argot de la afición futbolística mexicana se dice de manera regular que al club
América se le odia o se le ama. Todos mis informantes americanistas hablan del club
como si este fuese el “más grande” y el “mejor”. Los aficionados rivales hablan dentro
de un espectro que va de la admiración y el respeto, pasando por la franca
animadversión hasta el desdén hacia el club del barrio de Coapa137 en la ciudad de
México. Sin embargo, se puede coincidir que el América es un referente ineludible de lo
137
Según Giglia, “la llamada ‘Villa Coapa’, [originalmente fue diseñada para ser] el asentamiento
construido para las Olimpiadas de 1968, para los periodistas y otras personas involucradas en los juegos
olímpicos”. Es un espacio urbano habitado básicamente “por familias de clase media y media baja, que
trabajan como empleados públicos, comerciantes, profesionales, pequeños empresarios” (2002).
279
que podríamos llamar el sistema de rivalidades del futbol mexicano. Si este sistema de
rivalidades pudiera ser interpretado gráficamente, de manera indiscutible, el América
sería un nodo primordial de la trama.
El México “moderno” posrevolucionario se consolidó en las grandes ciudades.
Guadalajara, Monterrey y en especial la Ciudad de México se pusieron “al día” con la
modernidad. A lo largo de todo el siglo XX, su infraestructura se modificó y adecuó por y
para las fuerzas del capital industrial y financiero. El régimen político mexicano surgido
de la Revolución se estructuró con rasgos fuertemente centralistas y autoritarios, pero
con la suficiente flexibilidad y capacidad de cambio como para mantenerse
sucesivamente en el poder. Los medios de comunicación y la vida diaria de los
habitantes del país se transformaron sensiblemente. El cine, la radio, los diarios, los
comics fueron adaptados por y para las nuevas formas masivas de comunicación.
En este tenor, “nuevos” sujetos y prácticas fueron forjadas dialécticamente entre las
fuerzas y proyectos de las elites dirigentes y lo que las clases subalternas medias y
populares lograron establecer en la vida cotidiana. Entre estos “nuevos” sujetos, el
aficionado-espectador, fue una sui generis forma de consumidor-ciudadano-observador,
que apareció en la vida social. Las artes y los deportes, a la par de los medios masivos
de comunicación lo “inventaron” paulatinamente, casi de manera subrepticia.
La práctica del futbol observó con cierta claridad la transición entre el aficionadopracticante al aficionado-espectador (que pronto mutaría a nuevas formas), allá a
finales de los años veintes. Su consolidación y epítome se dio con la mutación del futbol
amateur al profesionalismo. Para los años cuarenta, sin embargo, el circuito futbolístico
mexicano, tanto como el mercado nacional y la consolidación de la sociedad civil
mexicana
no
alcanzaban
todavía
ni
la
escala
ni
las
formas
propiamente
contemporáneas. Un elemento hacía falta, ese eslabón que le daría finalmente la
280
coherencia distintiva de la actualidad. Evidentemente, ese elemento fue la televisión.
Una vez que la televisión se estableció como el “medio” hegemónico, no sólo en
México, sino en el mundo entero, las transformaciones sociales experimentadas antes
de ella, parecieron palidecer bajo su influjo. Los deportes, en especial el futbol, fueron
desde entonces proyectados en forma y escalas impensables.
Ensayaré una breve historia de la televisión en México. Un grupo ha monopolizado el
desarrollo de la televisión en México: el actual consorcio Televisa y las compañías que
le antecedieron. Una familia se adjudicó la dirección y los beneficios del negocio
televisivo: los Azcárraga. Será precisamente uno de los tres Emilios, al que se le
conocía como “El Tigre” (1930-1997), quien transformó, de la mano de la televisión, el
espectáculo futbolístico mexicano. Fue él quien se apropió del mediocre y alicaído
equipo azul y crema, el club América, a mediados de 1959. Con esa compra, el sistema
de rivalidades y la afirmación de las identidades futbolísticas en México finalmente se
estabilizaron y se plantearon a favor o en contraposición de dicho club.
Esta historia no puede ser contada de manera cronológicamente unilineal. Será
necesario realizar algunas regresiones más. Primero, tendré que vincular el poder de la
familia Azcárraga, en especial la de Emilio Azcarrága Milmo (de aquí en adelante sólo
Emilio Azcárraga), con el negocio futbolístico, y a su vez el negocio televisivo con un
tercer vértice: el poder presidencial, piedra angular del poder político en el México
posrrevolucionario.
Este recuento me dará la pauta para establecer las conexiones que el negocio
televisivo generó con el negocio futbolístico y en especial con el negocio de las
rivalidades futbolísticas mexicanas. Para crear (o más bien, intensificar) esas
rivalidades, afirmo que Emilio Azcárraga recurrió de manera más o menos coherente a
la narrativa de un tipo de espectáculo ya probado en México antes de los 60’s: la
281
telenovela (heredera inmediata de la radionovela). Esto no quiere decir que las
narrativas propias de otros espectáculos como las de la lucha libre, el boxeo, el toreo, el
cine o las historietas no hayan influenciado directamente en esta construcción de las
rivalidades futbolísticas.
El asunto, es muy sencillo en realidad. Para finales de los años 50’s, en México, el
futbol no contaba con un gran “villano”. Emilio Azcárraga lo inventó: el club América.
Antes de acercarme al problema propiamente histórico de la creación del villano tengo
forzosamente que referirme a Emilio Azcárraga como “villano” per se. Emilio Azcárraga
Milmo fue el hijo del capitalista mediático del mismo nombre, Emilio Azcárraga
Vidaurreta. Éste fue fundador de las estaciones radiofónicas XEW-NBC (1931) y XEQCBS (1938) (Fernández y Paxman 2005: 95-96), que le sirvieron como base para
construir la gigantesca y poderosa empresa de telecomunicaciones TelevicentroTelesistema Mexicano (a la postre Televisa en los años setenta). El modelo radiofónico,
y en consecuencia el televisivo, fue eminentemente el estadounidense, el cual se
basaba sobre una lógica mercantil y comercial exacerbada.
En 1950, Emilio Azcárraga tenía veinte años y las presiones de su padre en cuanto a
la continuación del negocio mediático eran muy fuertes. Azcárraga Vidaurreta tenía una
gran cantidad de socios y compadrazgos políticos que lo mantenían en la cúspide del
poder. La concesión para operar un canal de televisión se vio concretizada en 1951,
cuando finalmente la XEW-TV, Canal 2 comenzó a transmitir, a pesar de las
controversias con el entonces presidente Miguel Alemán Velasco (Fernández y Paxman
2000: 51-56). El joven Emilio se fue incorporando paulatinamente al negocio paterno y
la “XEW-TV también fue pionera al televisar deportes, especialmente béisbol (elegido
para la transmisión inaugural), la lucha libre y las corridas de toros, una tendencia que
282
se debió en gran parte a la insistencia de Emilio Jr. [Azcárraga Milmo] de que los
deportes atraerían al público masculino” (Fernández y Paxman 2000: 55).
Desde esas fechas, el hijo fue afianzando su liderazgo dentro de Telesistema
Mexicano, compañía que surgió en 1955 de la fusión ilegal de las empresas de Rómulo
O’Farrill (XH-Canal 4, prestanombre del ex-presidente Miguel Alemán), Guillermo
González Camarena (XHGC-Canal 5) y la propia de los Azcárraga, XEW-TV, Canal 2.
La elite138 del poder mediático mexicano, en especial el consorcio Televisa, ha
estado vinculada vitalmente a las camarillas del poder presidencial (desde la
presidencia de Miguel Alemán) y de la Federación Mexicana de Fútbol. Dice Granados
Chapa, citado por Díaz, que Televisa “nació desde el poder. El presidente Miguel
Alemán otorgó las primeras concesiones de televisión hacia 1950 y se concedió una a
sí mismo, el canal 4, a través de un prestanombres, Rómulo O'Farril. Entonces así
como el PRI nació del PNR, desde el poder, la televisión comercial nació desde el
poder” (2006).
La (real o supuesta) confrontación con su padre lo llevó a iniciar una serie de
negocios por su propia cuenta. Incluso se dedicó en algunos momentos de esta etapa a
la venta de enciclopedias visitando casas. Fernández y Paxman plantean que su gusto
por los deportes, especialmente el futbol y los toros, aunado al desagrado que su padre
tenía por ellos, fue la combinación perfecta para que Emilio Azcárraga finalmente
lanzara una iniciativa capitalista propia, su “Gran Idea”: la compra del club América y la
construcción del Estadio Azteca (2000: 99).
138
Las élites del poder económico y político nacionales son esos minúsculos grupos de gran influencia en
el conjunto de la sociedad. Una elite puede considerarse como aquellas personas cuyos miembros
pertenecen a “un estrado social cimero, como una serie de grupos cuyos individuos se conocen entre sí,
se relacionan entre sí en la vida social y en la vida de los negocios, y así, al tomar decisiones, se tienen
en cuenta unos a otros” (Mills, 2005: 18).
283
A continuación buscaré que mi interpretación no sea entendida como una
especulación, ya que no cuento con la documentación que compruebe empíricamente
que Emilio Azcárraga haya razonado de esta manera. Sin embargo, dadas las
características del proceso en el que el club América fue adquirido y “reinventado”, mis
hipótesis se sustentan ampliamente.
Para finales de los 1950’s, el club se encontraba en una crisis económica y deportiva
muy profunda. Desde mediados de esa década, el club había sido propiedad del
capitalista de las bebidas Isaac Besudo, dueño de la popular bebida “Jarritos”, quien a
la postre vendería el equipo a Emilio Azcárraga en 1959.
En el documental sobre la historia del club, Las Águilas del América, el narrador dice:
“1959 es un año crucial para el América. El joven empresario Emilio Azcárraga Milmo
decide adquirir al equipo” (ver en videografía Prieto 2000). Los periódicos de la época
retomaron el caso con cierto interés. La mayoría de ellos reportó la compra-venta del
club con escepticismo respecto a la incursión de la televisión en el medio futbolístico, al
que tan renuente se había mostrado Azcárraga Vidaurreta. El 22 de julio de 1959, un
diario deportivo de gran circulación publicó la siguiente nota:
Hoy a las seis y media será firmado el contrato por el que pasa el América,
decano de nuestros equipos, a manos distintas de las que hasta ahora lo venían
moviendo. Sabemos que el señor Isaac Besudo dejará la presidencia y será
sustituido por un señor Pastrana, con quien no recordamos haber tropezado en el
ambiente futbolero. Se dice que representa intereses de la televisión, que se
meterá así por su conducto en la organización del deporte más popular.
Circularon rumores en las últimas semanas; hoy el traspaso es un hecho” (Esto
1959: 2).
Un columnista deportivo escribió: “Salió un dueño y entró otro dueño. Eso visto
fríamente no tiene la menor importancia. Ocurre con frecuencia en el futbol mexicano, y
a eso se le llama cambiar de directiva”. Dicho columnista presumía haber adelantado
dos meses antes la nota acerca de la compra del club por parte Emilio Azcárraga y que
284
con esa compra la posibilidad de la construcción de un gran estadio de futbol para los
equipos capitalinos se volvería una realidad. Exultante, terminaba su nota con un: “¡Viva
el radio y la televisión!” (Zavala Millet,1959: 5).
El documental arriba mencionado presenta el testimonio de Francisco Hernández, ex
vicepresidente del club, quien narra en él: “Cuando Emilio Azcárraga compra al club
(sic), y alguien le manifiesta que por qué no se hace un club popular dentro de la gente
y se venden acciones. «No», dice [Azcárraga]. «Yo quiero mi club»”. Otro testimonio es
el de Walter Ormeño, ex-jugador del club que cuenta: “Recuerdo mucho que cuando él
adquirió el equipo, nos dijo: «Señores, yo de futbol no sé nada, pero de negocios
conozco mucho y yo les garantizo que esto va a ser un negocio»” (Prieto, 2000, en
Filmografía).
Francisco “Panchito” Hernández relata: “Para convertir al América en un verdadero
negocio, Emilio Azcárraga contrata al directivo más exitoso de la primera división:
Guillermo Cañedo”. “Y Cañedo y el señor Azcárraga dicen: «¿Cuál va a ser la política
nuestra si ya tenemos un club cien por ciento mexicano y no podemos competir con él.
Es muy popular. Y es el Guadalajara. Es el muchacho bonito de la película. Vamos a
buscarle ahora al villano. Y el villano tiene que tener extranjeros, pero extranjeros de
gran calidad»” (Prieto, 2000, en Filmografía).
La narración del documental continúa: “Al arrancar la década de los sesentas, la
directiva azulcrema viaja a Brasil en búsqueda de jóvenes talentos y contrata a José
Alves Zague, Moacyr, Ney Blanco y Urbatao. Los flamantes millonetas logran el subcampeonato de liga en las temporadas 61-62 y 63-64. Sin embargo, el campeonísimo
Guadalajara sigue siendo el protagonista indiscutible del futbol mexicano. Al América le
hace falta un título y para conseguirlo busca consolidar el funcionamiento de su
escuadra con dos nuevas contrataciones, los brasileños Vava y Arlindo” (Prieto 2000,
285
en Filmografía). En 1966, el club logró finalmente su ansiado campeonato, dejando en
el camino al archirival Guadalajara en tercer lugar, por un pequeño margen de dos
puntos (el segundo lugar lo ocupó el Atlas de Guadalajara). El villano (millonario y
extranjerizante) se había forjado finalmente.
Es importante señalar que para los años sesenta, la radio, el cine, la literatura y otros
medios y productos culturales ya habían afianzado ideas acerca de la mexicanidad,
relacionada con variopintos proyectos nacionales y “nuevas” prácticas sociales
derivadas de la industrialización, la urbanización y la migración. Como he mencionado,
el club Guadalajara, en cierta medida sin un plan para ello, había logrado explotar con
bastante eficacia su carácter “nacional” y popular. En una escala menor, el Atlante y el
Necaxa también se habían afianzado como equipos con raigambre popular, que para el
imaginario colectivo del México de los 1960, estaba también fuertemente anclado a una
moralidad urbana pobre y popular.
La trilogía “Nosotros los pobres”, “Ustedes los ricos” y “Pepe El Toro”,
protagonizadas por Pedro Infante, son un ejemplo idealizado de ese vínculo estrecho
entre la pobreza urbana y una moralidad de honradez. En la “Advertencia” que el
director Ismael Rodríguez monta al principio de la primera cinta escribe: “En esta
historia ustedes encontrarán frases crudas, expresiones descarnadas, situaciones
audaces... Pero me acojo al amplio criterio de ustedes, pues mi intención ha sido
presentar una fiel estampa de estos personajes de nuestros barrios pobres –existentes
en toda gran urbe- en donde al lado de los siete pecados capitales florecen todas las
virtudes y noblezas y el más grande de los heroísmos: ¡el de la pobreza!” (ver en
filmografía Rodríguez 1947). En la “advertencia” de su segundo film, el director
sentenció: “Vaya mi esfuerzo a aquellos cuyo único pecado es el haber nacido
286
POBRES y a aquellos otros que hacen un pecado del haber nacido RICOS” (ver
Rodríguez,1948, en Filmografía. Las mayúsculas aparecen en el original).
El éxito de la trilogía no es muestra indiscutible de que los mexicanos de los años
sesenta aceptaban el discurso del “pobrismo” de manera absoluta, sin crítica o
reflexión, pero sí demuestra que de alguna manera en el imaginario social, pobreza,
honradez y heroísmo versus riqueza, poder, corrupción y villanía podían ser
combinados para explotarlos comercialmente. Las radionovelas mexicanas ya se
habían acercado con mucha intensidad al melodrama y a la confrontación sentimental
entre ricos-pobres, honrados-corruptos, héroes-villanos para explotar sentimental y
comercialmente dichas dicotomías. De hecho, Nosotros los pobres ya había sido
experimentada por Pedro de Urdimalas (Jesús Camacho, el escritor del guión) como
melodrama radiofónico, y con un notable éxito, antes de ser adaptada para la pantalla
grande.
Azcárraga Vidaurreta a través de sus socios comerciales tenía una larga trayectoria
haciendo melodramas seriados en la radio.139 Fueron estos melodramas seriados y
transmitidos por la radio los que antecedieron temporalmente a las telenovelas y
establecieron muchas de las pautas “pedagógicas” del comportamiento ad-hoc del
139
“Un último reconocimiento tiene que ver con que la telenovela en México y en América Latina, a
diferencia de lo que ha sucedido en países de habla inglesa con las soap operas e inclusive en Brasil con
sus propias telenovelas, prosigue de una veta de narrativa dramática propia de la radionovela.
Radionovela que tuvo su esplendor en la primera mitad del siglo, primero en Cuba y luego en el resto del
continente. La actuación remarcada de los personajes junto a un mayor protagonismo de la palabra
hablada, no de los gestos o de lo visual, ha permitido calificar a muchas telenovelas, sobre todo de las
primeras décadas, como “radionovelas escuchadas en pantalla”. Esto también se explica porque tanto en
México como en Colombia o Venezuela, por citar sólo tres de los países latinoamericanos productores de
este género televisivo, su producción arranca con empresarios de la radio, como Emilio Azcárraga
Vidaurreta, abuelo del actual presidente de Televisa en México, que extienden su dominio mediático de la
radio a la televisión, para lo cual trasladan técnicas, lógicas de producción, géneros y estrategias propias
de esa industria. Por supuesto que también emigran de un medio a otro la mayoría de los actores. Esto
significa que tanto en términos de estilo de actuación como de producción industrial, la telenovela
mexicana proviene de una tradición oral, más que visual o de otras fuentes, y como en la radio, buena
parte de lo que acontece siempre es bajo techo, casi siempre ¡en el mismo lugar del escenario!” (Orozco,
2006: 21).
287
espectador urbano contemporáneo, fiel y estrechamente engarzado a una lógica
sentimental melodramática.
La incursión de la televisión en el futbol mexicano
En 1956, la Ciudad de México fue sede del Segundo Campeonato Panamericano de
Futbol en el que además del equipo representativo de México, acudieron los de Costa
Rica, Brasil, Argentina, Perú y Chile. Los periódicos de la época muestran que previo al
campeonato, las expectativas eran halagüeñas para los organizadores, especialmente
la gente de la Federación Mexicana de Futbol. El estadio de la Ciudad Universitaria fue
la sede de dicho evento. Ese torneo fue crucial para el ingreso de los Azcárraga al
mundo futbolístico. Daré una versión de lo sucedido.
El domingo 26 de febrero de ese año la selección de México enfrentó a Costa Rica.
Los aficionados que asistieron al estadio rebasaron con creces el número de
localidades disponibles. En un primer momento, los medios relataron la inauguración de
dicha competencia como una “emotiva y sencilla” ceremonia en la que el estadio de C.
U. había lucido “pletórico de aficionados eufóricos de alegría” (Esto 1956: 1). Dos días
después, Argentina enfrentó a Perú que con el empate a cero goles y la afición
mexicana apoyando a los peruanos, los argentinos comenzaron una tremenda gresca
dentro de la cancha. Sin embrago, lo más importante ocurrió fuera del terreno de juego:
masas desbordadas de aficionados con y sin boleto seguían acudiendo al estadio y
saltando las bardas del mismo. Cerca de cien mil boletos se pusieron a la venta. El
estadio sólo tenía cupo para setenta mil. La prensa y los aficionados cuestionaron
severamente a los organizadores.140 Como nunca antes en la historia del país,
140
El periódico Esto reportó:
“Nadie ignora lo sucedido el domingo [26 de febrero en el encuentro de México contra Costa Rica]. Miles
de personas que habían madrugado para llegar temprano a la no próxima Ciudad Universitaria, con
288
multitudes se agolparon a las afueras de las oficinas de la Federación Mexicana de
Futbol, que en esos años era presidida por Salvador Guarneros en busca de un boleto
para ir al estadio. Para el gobierno capitalino, el torneo se estaba convirtiendo en un
asunto de importancia, por lo que “el Departamento del Distrito Federal a través de la
Oficina de Espectáculos Públicos pidió a Telesistema Mexicano (hoy Televisa) que
transmitiera los encuentros. Los directivos televisivos se encontraban renuentes pero
aceptaron al ver que era incontrolable el número de aficionados” (Calderón, 2010)141.
De esta forma se inauguraban las transmisiones televisivas del futbol en México.
De manera dialéctica, medios y productos mediáticos, junto a los espectadores que
se van educando e inventando por aquellos, crean y promueven códigos sentimentales
forjado sobre una base de moralidades simples y dicotómicas, entre las cuales las del
“héroe” y el “villano” son paradigmáticas. Con un amplio conocimiento en este terreno,
gracias a las incursiones de su familia en todos los ámbitos de la producción cultural
masiva, Emilio Azcárraga penetró en el futbol profesional mexicano y lo transformó a tal
grado que el club América se convirtió (con base en el poder de la televisión) en el
centro gravitacional de las animadversiones y rivalidades, es decir, en el gran “villano”
del melodrama futbolístico nacional.
tiempo suficiente para ocupar un sitio desde el que pudieran seguir cómodamente el espectáculo que
aguardaban con paciencia, se encontraron con las puertas del estadio, permanecían cerradas, contra
toda lógica y contra lo que les habían anunciado.
Se había dispuesto que las autoridades que las puertas no se abriesen hasta que llegaran las fuerzas del
orden [...] La multitud, cada vez más densa, se exasperó. Y se lanzó al asalto de la ‘fortaleza’. Por los
muros exteriores treparon racimos humanos, cayéndose, levantándose, rompiéndose las ropas, los
zapatos, desgarrándose las carnes. Así entraron miles de personas tranquilamente... y otros miles que no
hubiesen entrado, porque carecían de boleto. Así se produjo la tremenda congestión en las localidades
populares, con riesgo hasta de vidas humanas (sic). Así quedaron atropellados los seres más débiles, los
que merecen mayores respetos: niños y mujeres. Así una fiesta del deporte, empezó siendo, y no por
culpa del público, tumulto bárbaro, incivilizado” (1956b: 8).
141
Según este cronista: “Por primera vez en México el futbol se vería y escucharía a través de un aparato
de televisión. El éxito fue inmediato. Se alcanzaron los raitings más altos hasta entonces y en cada
encuentro los mismos aumentaban. Emilio Azcárraga Milmo, el magnate televisivo sin salir de su
sorpresa y dilucidando el potencial que tenía en sus manos, comenzó a planear una estrategia para
aglutinar a esa masa creciente de adictos al futbol. El primer paso fue adquirir en 1959 al equipo con
mayor presencia en la Ciudad de México y uno de los máximos exponentes con miles de seguidores en
el país: el América” (Calderón, 2010).
289
Con su antípoda, las Chivas del Guadalajara, y otros equipos de suma importancia,
como el Cruz Azul, Atlante, Necaxa, Monterrey, Pumas, Toluca y Tigres, el América
daría forma al sistema de rivalidades futbolísticas en México. Cada uno de estos
equipos adoptará un sino identitario que lo distinguirá de los demás, pero de forma
sobresaliente todos estos clubes buscarán derrotar al arrogante y pretensioso villano
del sistema. Los aficionados y seguidores de cada uno de ellos también se inclinarán
por actitudes y prácticas morales significativamente diferenciadas entre sí, de tal suerte
que ser aficionado de un club no es reducible simplemente a un mero consumo de un
bien, sino a una práctica que identifica, de alguna forma, a cada grupo de seguidores.
Según Magazine:
Los aficionados del América enfatizan el hecho de que ‘tiene los mejores
jugadores’. Los aficionados de las Chivas apuntan que el equipo sigue el credo
de ‘puros mexicanos’, refiriéndose a que el equipo alinea solamente jugadores
mexicanos. Los aficionados al Cruz Azul con frecuencia hacen algún tipo de
referencia a una asociación con la clase trabajadora. Y, finalmente, los
aficionados de los Pumas mencionan la filosofía del equipo de ‘puros jóvenes’ [...]
En otras palabras, hay un acuerdo general sobre lo que cada equipo representa
entre los residentes de la ciudad de México [ya que este acuerdo] evoca
asociaciones más extensas con un conjunto de valores, e incluso con una ‘visión
ideal de la sociedad mexicana’, como yo le llamo, que va mucho más allá de la
afición futbolística, aun cuando, tal vez, se vean claramente representadas en el
apoyo a uno de los equipos nacionales (2008: 22).
De esta forma, la liga de futbol profesional, configurada básica y esencialmente por
los dueños de los equipos y en especial por los intereses de los medios de
comunicación (a partir de los sesenta por la televisión fundamentalmente) establecieron
y/o explotaron las características propias de cada club, insertando esas identidades en
una trama narrativa que yo identifico ampliamente con la probada narrativa
melodramática. Los aficionados-espectadores, en consecuencia han adaptado estos
signos identitarios de sus clubes a prácticas morales y culturales que a su vez pueden
ser entendidas como una “visión ideal” de la sociedad mexicana.
290
El afianzamiento contemporáneo de la liga y la (segunda) fundación americanista
en los años ochenta
Una vez que la televisión estableció sus reales en el medio futbolístico, la proyección
de este deporte tomó la dimensión, la escala y las características que aún hoy casi se
mantienen intactas. La instancia organizativa (Femexfut), a partir de estos años, se
convirtió en un brazo institucional del poder televisivo. Emilio Azcárraga, una vez con el
control del club América, pronto movió sus piezas para instalarse como el hombre
central en las redes de los intereses futbolísticos. La lección y aprendizaje adquiridos
por Emilio Azcárraga, después del Segundo Campeonato Panamericano en 1956 y la
transmisión televisiva de este deporte fue fundamental, pero aún incipiente.
El consorcio mediático quiso incrementar su influencia. Una vez dueño del club
América y su proyecto de fortalecimiento en la liga, Emilio Azcárraga se lanzó con un
plan más ambicioso: la organización del IX Campeonato Mundial de Futbol en 1970.
Para lograrlo, el dueño de la televisora necesitaba ensamblar una serie de elementos
políticos y económicos de gran envergadura. La construcción de un gigantesco y
faraónico estadio que albergara los juegos del club América y de (a la postre) Copa
Mundial en México, no obstante, se convirtió en la pieza medular del plan, pero no en la
única.
Rastrear y documentar los movimientos de Emilio Azcárraga y de Guillermo Cañedo
para realizar ambos proyectos no es la materia de este estudio. Sin embargo, es
menester comentar brevemente algunas de ellas. De manera casi inmediata a la
finalización del Segundo Campeonato Panamericano, Emilio Azcárraga imaginó la
posibilidad de un gran estadio hecho de concreto en la ciudad de México. Después de
comprar al club América y contratar a Guillermo Cañedo, aquél se apresuró para utilizar
la gran influencia de su padre en la consecución de sus fines. Según Calderón (2001:
20), Emilio Azcárraga Milmo y Guillermo Cañedo le presentaron al entonces presidente
291
Adolfo López Mateos su plan para construir el gran estadio. Qué se dijo en esa reunión
y a qué acuerdos llegaron, es imposible saberlo. Lo que sí se sabe es que el propio
Adolfo López Mateos convenció a Pedro Ramírez Vázquez, el ya para entonces famoso
y prolífico arquitecto, que se hiciese cargo del proyecto. El mismo arquitecto narra:
Tenía una fila interminable de construcciones por terminar, como el Museo de
Antropología, el Museo de Arte Moderno y la Secretaría de Relaciones
Exteriores. Sin embargo, el [entonces] presidente de México, Adolfo López
Mateos, al saber que ese estadio representaría el desarrollo del futbol en nuestro
país me dijo: “Concurse arquitecto, porque si no, van a decir que sólo tiene
trabajo porque es mi amigo. Vaya y gánele a todos”, ante semejantes ánimos,
supongo que nadie podría negarse (Ramírez, 2011)
Concursaron los despachos arquitectónicos de Félix Candela y Enrique de la Mora a
la par de Ramírez Vázquez. No importa aquí el proceso de selección del proyecto
ganador, sino la abierta intervención presidencial para la realización del mismo y de la
utilización parcial de ese poder a favor de la corporación televisiva. Este consorcio, a su
vez, ya había consolidado la empresa “Fútbol del Distrito Federal, S.A. de C.V.”, la cual
se encargaría de comprar el terreno y todos los materiales para la construcción del
mismo.
En esta empresa participaban todos los clubes del Distrito Federal de aquella época:
América, Necaxa y Atlante, y su objetivo fundamental era la construcción y posterior
administración del inmueble. La forma en que Azcárraga Milmo se hizo del terreno en el
que se construyó el estadio está oculta y es muy complicado determinar si los favores
presidenciales influyeron en ello. El estadio Azteca fue planeado y construido en
terrenos (y este es el problema) que no se sabe si pertenecían o no al Ejido de Santa
Úrsula Coapa. Por mis consultas en el Registro Agrario Nacional, los ejidatarios tenían
en disputa (o por lo menos una parte de) esos terrenos y esperaban desde muchos
años los títulos de propiedad, que a la larga no se les otorgaron.
292
A pesar de esta situación y gracias al apoyo gubernamental, incluyendo por supuesto
el del entonces Regente del Distrito Federal, Ernesto P. Urruchurtu142, Azcárraga y
Cañedo fueron atando cabos en su ambicioso plan. Por el lado institucional y como
presidente del club América, Guillermo Cañedo muy pronto se hizo de la presidencia de
la Federación Mexicana de Futbol en 1960. Una vez ahí, el siguiente paso fue lanzar la
candidatura para el mundial de 1970. Para tales efectos, Emilio Azcárraga y Guillermo
Cañedo necesitaban de votos en el Congreso de la FIFA que decidiría la sede de ese
mundial, el cual se habría de llevar a cabo en octubre de 1964, en la ciudad de Tokio,
previamente a la inauguración de los Juegos Olímpicos de ese año. Como parte del
plan, Emilio Azcárraga y Guillermo Cañedo consolidaron la idea de que crear una
confederación regional. Esa confederación reuniría a las federaciones (y más
importante para sus fines: los votos) de América del Norte, Centroamérica y el Caribe.
Así, con el apoyo centroamericano, estadounidense y caribeño, la Federación Mexicana
de Futbol, a través de la flamante Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el
Caribe de Asociaciones de Fútbol (CONCACAF) logró fusionar en un solo bloque a la
Confederación de Centroamérica y el Caribe y a la Confederación Norteamericana de
Fútbol, con lo cual recibiría una importante cantidad de votos como sede del mundial,
que según los mandamases del futbol mexicano acarrearía prestigio y recursos al futbol
regional.
Según Sudgen y Tomlinson (1998: 106) la carrera para obtener la sede del Mundial
1970 fue una ascendente disputa de dinero entre México y Argentina. Es de suponer
142
Garibay (1980) narra ciertas circunstancias que Fausto Zapata (el influyente subsecretario de la
Presidencia de la República durante la presidencia de Luis Echeverría) que el propio Emilio Azcárraga
alguna vez le comentó en torno a la inauguración del estadio Azteca y su relación personal con el exregente. Dice Garibay: “Y que el protagonista narrador había sido Emilio Azcárraga, el hijo, el de
Televisa, y faltaba como un año para acabar su estadio, el Estadio Azteca, e iba y venía supervisando las
obras y entrevistándose con Ernesto P. Uruchurtu, Jefe del Departamento del Distrito Federal. Ya mero,
licenciado, ya mero, meses más, meses menos, y por supuesto, usted tendrá que inaugurarlo. No, no.
¡Sí, sí, señor licenciado, piense usted, ciento cincuenta mil almas el día de la inauguración, y toda la
ciudad y todo el país pendiente desde millones de televisores!
293
que la mayor fortuna, las promesas en infraestructura (básicamente el nuevo estadio
Azteca, cuyo proyecto y maqueta fueron presentados a diestra y siniestra entre los
mandamases del futbol mundial), además de la pretendida estabilidad política mexicana
y los votos en bloque de la CONCACAF, jugaron finalmente a favor de este país.
Azcárraga y Cañedo habían logrado entrelazar los intereses públicos con los privados,
de tal suerte que el Mundial de Futbol 1970 se realizaría en México. Sólo quedaba
finalizar la construcción del estadio, el cual se había planeado fuese autofinanciado con
la venta de los palcos. No profundizaré en esta temática, ya que de varias maneras
Emilio Azcárraga logró obtener el dinero necesario para la finalización del Estadio
Azteca en 1966.
El México de principio de los años sesenta se encontraba en una etapa de franco
crecimiento económico y estabilidad política, afianzados en un proyecto de nación
altamente
centralizado,
clientelar,
corporativo
y
represivo.
Sin
embargo,
la
infraestructura urbana y el proyecto “modernizador” parecían ir viento en popa. El futbol
profesional, por su lado, había entrado a su etapa de madurez. En 1960 ascendió el
actual Club Monterrey; los Pumas de la UNAM ascendieron a la Primera División en
1962; el Cruz Azul en 1964; el Toluca ya había hecho lo propio en 1953. Los Tigres de
la UNAL tuvieron que esperar hasta 1974. Con esto, la liga se había consolidado
prácticamente con un grupo básico de equipos que conforman el entramado de
rivalidades en el futbol mexicano contemporáneo.
En la década de los 1960, el club América contrató futbolistas extranjeros de gran
prestigio. Obtuvo los servicios de José Alves Zague, que procedía del club Corinthians
de São Paulo; a Vavá, bicampeón mundial, proveniente del Palmeiras de São Paulo;
Arlindo dos Santos que previamente jugaba en el club Botafogo (y anotó el primer gol
294
en la historia del Estadio Azteca) y Moacyr Santos, jugador brasileño de menor
renombre.
Para los intereses del club y sus dirigentes era de necesidad absoluta conseguir un
título de liga, el cual nunca habían conseguido en la etapa profesional y tampoco
jugando un torneo que no fuese propiamente del Distrito Federal, ya que sus viejos
campeonatos en la década de los años 1920 sólo participaban equipos capitalinos.
Finalmente, en la última campaña que jugaron antes de que fuese inaugurado el
Estadio Azteca, en la Ciudad Universitaria, el club consiguió el tan ansiado trofeo de la
liga profesional en la temporada 1965-1966.
Pasaron los Juegos Olímpicos y el Mundial de Futbol en 1968 y 1970,
respectivamente. La infraestructura deportiva mexicana ya se encontraba francamente
muy desarrollada, al igual que la televisión como medio de transmisión deportiva. El
Mundial de 1970 fue difundido a colores por primera vez y las transmisiones satelitales
se perfeccionaron. Telesistema Mexicano, la cadena de los Azcárraga se lanzó de lleno
a la conquista monopólica de las concesiones televisivas en México y en 1972 doblegó
a la cadena competidora, Televisión Independiente de México, fusionándose en lo que
hoy conocemos como Televisa.
Por otro lado, en la temporada 1969-1970, el club contrató al icónico jugador de los
Pumas de la UNAM, Enrique Borja, lo cual generó una severa crítica por la forma
prepotente en que se realizó el traspaso, una muestra más del estilo villanesco y
altanero adoptado por el club, que antes que nada pretendía generar ese tipo de
polémica. El mismo Enrique Borja señaló que él no “era un costal de papas para que lo
vendieran así” (ver usuario Noraeleisa, 2011 en la Información del Internet de la
bibliografía). Relata que mientras se mantenía negociando con el club Universidad,
Guillermo Cañedo lo visitó y sin mediar palabra alguna le entregó su contrato con el
295
América. También señala que el problema llegó a tal grado que él visitó al entonces
presidente Gustavo Díaz Ordaz, buscando que le solucionara el problema de su
traspaso, a lo cual el ex-presidente se negó.
Pocos meses después, llegó al América otra figura sobresaliente del equipo: Carlos
Reinoso. Jugador chileno proveniente del club Audax. Junto con Enrique Borja, y bajo la
dirección de José Antonio Roca, Carlos Reinoso se convirtió en un símbolo de la
pregonada supremacía americanista. Rápidamente, en la temporada 1970-1971, el club
logró su segundo título en la liga profesional, ya jugando en el gigantesco Estadio
Azteca.
Para entonces, el club fue uno de los pocos capaces de generar una base de
aficionados y simpatías no sólo a través de la transmisión televisiva de los encuentros,
sino por medio de un amplio y vasto arsenal de vehículos mediáticos. Algunos intentos
por colocar al América entre las preferencias de los aficionados, especialmente los
niños, fueron las tiras cómicas Pirulete y Borjita. Ambas historietas narraban las
peripecias de personajes creados por estos jugadores: Carlos Reinoso con Pirulete y
Enrique Borja con Borjita.
He revisado algunos de los números de Borjita, disponibles en la Hemeroteca
Nacional. La tira cómica no hacía referencia estricta al América, sino a un ficticio club
amateur llamado “Aguiluchos”, cuyo uniforme llevaba los mismos colores que el
América: amarillo y azul, sólo que en la tira cómica el pantaloncillo era amarillo y la
camiseta azul. Básicamente las Aventuras de Borjita plantean en su tramas diferencias
de clase (entre pobres y ricos), entre el campo y la ciudad y entre el bien y el mal,
utilizando estereotipos muy básico, pero al mismo tiempo elocuentes por su sencillez.
Antes, una digresión sobre las historietas, las cuales han sido uno de los productos
296
periodístico-mediáticos más criticados (tanto por la derecha como por la izquierda). Dice
Rubenstein:
Siguiendo a Lewis, otros etnógrafos, ensayistas, psicólogos, periodistas y autores
de libros de viajes emplearon el tema de los cómics como una fuerza corruptora
de la modernización, o por lo menos como un tropo definitorio de la pobreza
urbana. En 1984 un reportero del New York Times repitió lo que la sociología
liberal daba por sentado y presentó una sombría imagen de las lectoras de
historietas como inocentes jovencitas campesinas recién llegadas a la gran
ciudad, que trabajaban de sirvientas y eran corrompidas por los medios de
comunicación de masas que “las exponían [...] a criterios de moralidad
diferentes”, volviéndolas vulnerables al embarazo prematrimonial y al posterior
abandono por parte de parientes, patrones y amantes.
Los estudiosos más serios y comprensivos, como Larissa Lomnitz, llegaron a
conclusiones menos radicales; sin embargo, en 1977 esta antropóloga afirmó que
“las historietas, las fotonovelas [y] los periódicos deportivos” que había visto en
todas partes en la “ciudad perdida” que estudió eran “transmisores de los valores,
las normas y las aspiraciones de la cultura urbana nacional” (Rubenstein, 2004:
87-88).
Borjita, bajo esta perspectiva, era (no sólo) un producto de entretenimiento, ya que
también era uno más de los elementos de la pedagogía general de la creación del
espectador futbolístico y en particular de la base de simpatizantes americanistas de los
años 1970. Como ejemplo, en las páginas del número 56 de la serie (ver Borja, 1974,
en Otros documentos de la bibliografía), los jugadores “Aguiluchos” y su entrenador
“Toño Picapiedra” (en clara referencia a José Antonio Roca) son invitados a jugar en
“San Diego El Alto”, un ficticio pueblo a las afueras de la ciudad de México. La salida de
la ciudad la realizan en un autobús de baja calidad y el periplo es muy complicado ya
que en el vehículo van apretujados y junto a animales y campesinos que los
“Aguiluchos” ven con desprecio y malestar. Al llegar al pueblo son bien recibidos, pero
los locales son presentados por el autor de la historieta como “hurachudos” o descalzos
y su lenguaje es presentado como vulgar y deforme: a los “Aguiluchos” les dicen
“juereños” en vez de fuereños. También los locales catalogan de “catrines” y “güeros
297
desabridos” a los capitalinos. El partido comienza y los aficionados locales, después de
un gol de Borjita, arrojan piedras y son representados como salvajes y mal educados. Al
medio tiempo, los “rancheros” toman pulque y se embriagan, lo cual redunda en un
comportamiento aún más violento. A pesar de que los “Aguiluchos” quieren perder el
encuentro, la mala calidad técnica de los “rancheros” resulta en un autogol, con lo cual
pierden el partido 2-0. Los “Aguiluchos” tienen que salir corriendo en medio de la turba.
Borjita, al finalizar la trama de este número le dice en son de reclamo a Toño
Picapiedra: “Por favor, Don Toño, no vuelva a aceptar invitaciones para jugar en ningún
pueblito” (ver Borja, 1974: 32, en Otros documentos de la bibliografía).
Los supuestos valores del buen comportamiento y maneras de los “Aguiluchos”,
urbanos
y
modernos
por
excelencia,
son
contrastados
con
el
mundo
campesino/indígena representado como salvaje y atrasado. El futbol es utilizado
retóricamente como una muestra que confronta la civilidad contra un primitivismo rural
(aquí identificado con los “rancheros”). En este caso los “Aguiluchos” (el América),
capitalinos emperifollados y modernos, sirven de recurso retórico que avala la
modernidad urbana y cosmopolita del Distrito Federal, contrastado con el provincialismo
y atraso de sus rivales que son representados como jugadores muy malos y sus
seguidores como salvajes. Esta visión encaja perfectamente con la del consorcio
Televisa y la forma en que quiere que los seguidores del club se vayan incorporando al
espectáculo. Es precisamente en estos años cuando van estableciéndose y
afianzándose las llamadas porras familiares, bajo el modelo de una tradición patriarcal y
jerarquizada. Pero Borjita y Pirulete no son los únicos productos que van promoviendo
esta relación dialéctica entre Televisa/Club América y sus aficionados.
La revista Fibra América es tal vez más elocuente y de mayor peso en este proceso
de construcción dialéctica de la afición americanista a lo largo de los años 1970.
298
Durante su historia, dicha revista entró y salió del mercado en varias ocasiones. El
número 1 de la primera época apareció el 1º de diciembre de 1972, bajo el sello
editorial Dimensión y en ella, el entonces presidente del club, Guillermo Cañedo,
escribió acerca del nombre de la revista (que también forma parte del título de este
trabajo) y de la importancia de tener un medio de comunicación como este:
Desde la mayor intimidad, allá en los vestidores, en el último instante de las
instrucciones técnicas, antes de salir al campo, surge siempre ese grito colectivo
de aliento mutuo que por tradición se ha convertido en un símbolo azulcrema:
“¡FIBRA, AMERICA...!
Y es para nosotros, directiva del Club América, un motivo de satisfacción el que
ese rito infalible, entre jugadores, técnicos y dirigentes, pueda ser compartido
ahora por los muy reconocidos fanáticos americanistas, que constituyen la porra
más grande, multitudinaria del futbol nacional.
Porque ese clamor ha quedado impreso...
[...] Al mismo tiempo que expresamos esta satisfacción y que reiteramos el
agradecimiento por el fin que se persigue y por la oportunidad de utilizar por esta
vez la página editorial para dirigirnos en la inmensa porra, invitamos a todos ellos
a que junten las manos con nuestros muchachos en torno al balón y en ese ritmo
íntimo entonen el grito que ahora tiene dimensión periodística: FIBRA,
AMÉRICA...! (Mayúsculas en el original) (Fibra América, 1972)
El concepto “fibra” tiene una correlación corporal (los músculos están compuestos de
fibras), pero es en esencia un elemento de índole moral. “Fibra” efectivamente se
asocia a los músculos, pero éstos a su vez se asocian a los varones. Tener fibra es un
eufemismo de lo que en la actualidad se expresa como “echarle huevos”, es decir,
mostrar hombría y virilidad en el juego, o lo que es lo mismo: “no rajarse” o dar señales
de debilidad física ni moral. Para competir “como hombres” en el futbol se requiere de
capacidad física desbordada, tener fibra, pero principalmente se tiene que actuar “como
hombres”. En otras palabras, cualquier síntoma de debilidad física y/o moral sería mal
visto.
299
Este esfuerzo por publicar una revista, se puede enmarcar en el ámbito general no
sólo de acrecentar las bases de seguidores al futbol y al América, sino de establecer los
criterios de esa afición. Rubenstein señalaba para las historietas, lo que bien se podría
aplicar para la revista Fibra América (y por supuesto a Borjita y Pirulete):
Las historietas comenzaron a dirigirse a segmentos mejor definidos de su público
lector, y dejaron de ofrecer algo para cada quien. O por decirlo de otra forma, los
lectores habían aprendido a exigir relatos sólo para ellos. Las historietas para
niños fueron los primeros cómics especializados, tal vez como respuesta a la
crítica moralista, según la cual los cómics para el público en general eran nocivos
para los menores, aun cuando los adultos pudiesen no sufrir daños por su
lectura. De modo que para principios de los cincuenta los lectores podían
escoger entre romances rurales y revistas de humor urbano, historietas
protagonizadas por superhéroes, ídolos del cine o luchadores (Rubenstein, 2004:
75).
Así, siguiendo con los cómics, pero pudiéndose aplicar sin ningún problema a las
revistas especializadas en deportes como Fibra América, “los editores no sabían muy
bien qué haría que un lector siguiera adquiriendo sus cómics, así que en cada número
al principio ponían en juego múltiples estrategias para atraer y retener al lector”. Según
la autora, entre las principales estrategias utilizadas por los editores se encontraban “la
variedad, la familiaridad, el sentimentalismo –incluyendo el llamado a los sentimientos
patrióticos- y, por encima de todo, la identificación del lector con el creador”
(Rubenstein, 2004: 49).
Queda claro que Fibra América es parte de la estrategia general del club y de la
televisora por ampliar su base de aficionados y, por lo tanto, la forma en que se
componía la revista buscaba generar una identificación entre el lector y el editor.
De igual forma, el equipo de Coapa es el único que tiene una saga fílmica doble, de
cuestionable calidad artística pero de cierta calidad socio-antropológica, llamadas El
Chanfle I y II. Estas cintas fueron producidas a fines de los setentas y principios de los
ochentas y promovidas fuertemente por el consorcio televisivo. En ellas se narran las
300
peripecias cómicas de El Chanfle, personaje protagonizado por uno de los productores
televisivos más conocidos en la historia mexicana: Roberto Gómez Bolaños Chespirito.
El Chanfle representa a un utilero del club América que lidia con las veleidades
(despóticas, presuntuosas, deshonestas y egoístas, características intrínsecas al club)
tanto del entrenador, “Moncho” Reyes como de la estrella del club, “Valentino”,
protagonizados por Ramón Valdés y Carlos Villagrán, respectivamente. La saga fílmica
de El Chanfle a pesar de su escasa calidad técnica y artística da cuenta del intento
constante de Televisa por colocar al club como el antagonista fundamental de todos los
equipos de la liga.
Otro elemento fundamental que colocó al club en los niveles de popularidad tan altos
fue su constante y permanente exposición en los diversos programas de la televisora.
Pero esta exposición en realidad fue más intensa sólo después de la llegada de Emilio
Diez Barroso a la presidencia del club. En 1981, después de muchos años, Guillermo
Cañedo dejó el club en manos del sobrino de Emilio Azcárraga. El plan de Diez Barroso
buscó una re-fundación del club. En esta ocasión, la nueva directiva cambió las
tonalidades y el diseño del uniforme. Compuso un himno y de manera muy importante
le da otro mote: las Águilas. De esta forma:
El concepto “Águilas del América” se concreta el 20 de septiembre de 1981, el
equipo cambió de imagen y adquirió este mote (que sonaba mejor que el de
“Canarios”), y con base en una agresiva campaña publicitaria que duró dos
décadas a través de sus propios medios (los canales de televisión), se consiguió
que el mote “Águilas” se haya quedado grabado en la mente de la afición
mexicana (Anaya, 2011).
La exposición exhaustiva del club a través de los canales de Televisa alcanzó altos
niveles. Por ejemplo, en aquellos años el famoso grupo de música infantil Parchis, de
origen español, promocionó fuertemente al club América. Aparecieron en varios de los
programas de mayor rating de esos años cantando el nuevo himno del club. En esos
301
programas como la Hora del Loco Valdés, los integrantes del grupo musical se
enfundaban en el nuevo uniforme y cantaban la recién estrenada canción dedicada ex
profeso al club.
De hecho, la promoción del himno americanista a través de los canales de la
televisora también fue intensa. El compositor Carlos Blanco compuso la música y letra,
la cual dice:
¡Águilas a ganar! América, ¡Águilas!
América ¡a ganar!
Estoy contigo,
oye mi corazón.
América, ¡Águilas!
América, ¡a ganar!
No te detengas,
tú serás el campeón.
Hoy mira el águila que llega majestuosa y audaz.
Oye su canto, es el canto del que viene a triunfar.
Cuando las Águilas atacan con coraje y con fe,
tiembla el estadio, casi estalla cuando llegan al gol.
Fueron los años ochenta, de gran promoción y propaganda sobre el club América y
el futbol, los que afianzaron, por un lado, una masiva identificación al club y, por el otro,
la animadversión al mismo. Si bien es cierto que las rivalidades que el club había
consolidado, como aquellas con el club Guadalajara y el Cruz Azul, ya eran bastante
fuertes, a lo largo de la década de los años ochenta, el América incorporó a su
repertorio algunas más, pero principalmente con el club que a la postre se convertiría
en uno de sus principales antagonistas: los Pumas de la UNAM. Esta rivalidad se
consolidó gracias a tres finales que ambos equipos disputaron en un período de tiempo
muy corto y las cuales siguen siendo motivo de debate (ver el capítulo sobre el
antiamericanismo).
302
El poder de Televisa sobre el futbol mexicano se dejó sentir con todo su peso en los
años ochenta. Da cuenta de ello el cabildeo que la televisora realizó para obtener la
sede del Campeonato Mundial del año 1986. Una vez que Colombia, que inicialmente
había sido elegida la sede, declinó la organización del mismo, el grupo mediático buscó
vehementemente organizar dicho torneo. Cuatro hombres fueron los principales actores
en la obtención y organización de este campeonato: Emilio Azcárraga Milmo, Rafael del
Castillo Emilio Díez Barroso y Guillermo Cañedo (Fernández, 1994: 94-95).143
El torneo mundial, además de proyectar al grupo Televisa como un poderosísimo
agente del futbol internacional, también demostró su capacidad para movilizar recursos
políticos y económicos para organizar y, principalmente, comercializar todo aspecto
relativo a este evento deportivo.144 Es posible afirmar que el Campeonato Mundial
México 86 fue, si no el primero de la época neoliberal, sí el que logró consolidar al
sector privado como el agente promotor más importante del espectáculo futbolístico,
desplazando en mucho sentidos al Estado como regulador y creador del imaginario
social vinculado a este deporte profesional.
143
Fernández se pregunta: “Qué tan fuerte sería este grupo, que consigue el sitial del campeonato
mundial ganándoselo a Estados Unidos, que lo buscaba promovido por dos indiscutibles personalidades:
el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger y Pelé, que hacía cabildeo para los
norteamericanos. João Havelange [poderosos e influyente presidente, en aquellos años, de la Federación
Internacional de Futbol Asociación], por la estrecha relación que guarda con Televisa, y como
agradecimiento a Cañedo por haberlo apoyado en los momentos clave de las votaciones para reelegirse,
le da sede a México y promete a Estados Unidos la de 1994. Y Del Castillo [presidente de la Federación
Mexicana de Futbol en esa época] adopta una posición tan sumisa que ni aparece en el mapa, ya que
por primera vez en la historia de los mundiales no es el presidente de la federación local el presidente del
Comité Organizador, sino que en este caso fue nuevamente Guillermo cañedo, ‘el hombre’ de Televisa”
(1994: 95).
144
Fernández y Paxman escriben: “La inversión que que realizó Televisa en México 86 fue sustancial,
pero Azcárraga se aseguró de que casi toda redundara en beneficio de su empresa durante los años por
venir. En 1984, aseguró una línea de crédito por $25 millones de dólares, presumiblemente con el apoyo
del gobierno, para adquirir equipo Phillips; 85% de este equipo lo utilizaría Televisa después del evento”.
Los mismos autores afirman que: “Cuando todo se calmó, México 86 todavía resultaba un negocio
lucrativo, al menos para Televisa. Un estimado coloca la cifra en publicidad en unos $20 millones de
dólares. Sin duda, Azcárraga ganó decenas de millones más por la venta de boletos, la mercadotecnia, la
publicidad en el estadio y, más que todo, los cargos por uso de las instalaciones y el equipo a las
televisoras extranjeras, los cuales pagaron mediante depósitos en una cuenta bancaria en Estados
Unidos” (2000: 270-272).
303
La liga profesional mexicana, por su lado, ya contaba con una variedad regional e
identitaria que, mediante la televisión se proyectaba a escala nacional. Los años
dorados del club, sin duda, fueron los de la década de los ochenta. Cinco veces
campeón, retransformado en la Águilas, polémico y con altísimos niveles de
popularidad
y
animadversión
por
parte
de
sus
seguidores
y
detractores,
respectivamente, el club América se convirtió, definitivamente, en el nodo central de la
trama de rivalidades futbolísticas nacionales.
El futbol profesional, la televisión y el club América: del Estado paternalista a la
era neoliberal
A lo largo de los años setenta y hasta los noventa, Emilio Azcarrága Milmo desarrolló
su empresa, Televisa, bajo la égida del régimen priísta al estilo corporativo, paternalista
y clientelar. Bajo los nuevos patrones de configuración estatal impulsados por el
llamado Consenso de Washington, las políticas neoliberales, los cambios políticos y
sociales de la llamada transición democrática en el país durante la década de los años
noventa, el grupo Televisa tuvo que transformarse. Este cambio se dio bajo una forma
dialéctica entre la socialización en las tribunas y la creación del espectáculo futbolístico.
Por el lado de la empresa, la forma de producir el espectáculo del futbol se perfiló hacia
un ámbito más gerencial y de negocios. Por el lado de los espectadores, la radicalidad
melodramática de algunos, como el caso de la barra el RK, da cuenta de la
contradicción con las políticas de la globalización que la empresa asumió.
Emilio Azcárraga Milmo murió en 1997. Su gran conglomerado de empresas se
encontraba para esos años en una situación de grave crisis financiera y económica. En
1993 apareció un nuevo actor en el negocio televisivo: Televisión Azteca. Esta
televisora comprometió en varios aspectos la supremacía y control casi absoluto de
304
Televisa. Además, Televisión Azteca le ha disputado a Televisa el control y gerencia del
futbol profesional en México.
En los años noventa, la aparición de esta nueva cadena televisiva dio paso a lo que
Gómez perfila de la siguiente manera: “El sistema televisivo en México [ha estado]
experimentando cambios importantes. Se advierte como consecuencia de estos
cambios una diversificación de la oferta televisiva; sin embargo, […] el Estado está
disminuyendo, cada vez más, su participación en el sector, dejando casi toda la
responsabilidad de la producción y distribución televisiva a la lógica comercial” (2004:
52).
La desregulación y comercialización de la producción y distribución de los productos
televisivos, además de la competencia con Televisión Azteca, contribuyeron a un
cambio en la forma en que Televisa comenzó a concebir al televidente y al consumidor
de los productos mediáticos. Pero el aficionado futbolero, también comenzó una
transformación importante en este período. El sesgo melodramático del espectador
futbolístico no sólo no dejó de manifestarse, sino que de muchas maneras se
intensificó. Varios factores intervinieron en esta nueva lógica.
En primera instancia, a la par de la desregulación económica y del cuasi monopolio
mediático de Televisa, en el campo político el PRI fue perdiendo cada vez más
espacios institucionales de poder. En 1988, las elecciones presidenciales fueron
extremadamente competitivas y el PRI, de hecho, perdió las elecciones generales, pero
mediante un contundente fraude electoral logró imponer al candidato oficial, Carlos
Salinas de Gortari, quien a
la larga se convertiría en uno de los personajes más
importantes del paradigma de la política neoliberal latinoamericana. En 1989, el Partido
Acción Nacional logró su primera gubernatura en el estado de Baja California. La
inestabilidad política a la mitad de los años noventa es la marca del decenio. A pesar
305
de que la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y
Canadá apuntaba a ser el evento culminante del sexenio salinista, el 1º de enero de
1994, el levantamiento zapatista en el estado de Chiapas cambió radicalmente la
percepción ciudadana en las instituciones políticas, incluyendo, por supuesto, a la
televisora. Los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en 1993, y del
entonces candidato a la presidencia, Luis Donaldo Colosio y del secretario general del
PRI, José Francisco Ruiz Massieu, en 1994, contribuyeron a la oleada de desconfianza
y rechazo al partido gobernante. En 1997, casi de manera simultánea a la muerte de
Azcárraga Milmo, el PRI perdió el gobierno en el Distrito Federal. Finalmente, en el año
2000, el candidato panista, Vicente Fox Quesada ganó la presidencia de la república,
dando fin a siete décadas de dominio priísta. Además la privatización de la mayoría de
las empresas estatales y la intensificación del proyecto neoliberal, cuya máxima
expresión se materializó en la profunda crisis económica de 1994-1995, fueron piezas
claves en la transformación social que también se dio en el ámbito del consumo de los
productos culturales mediáticos.145
En segunda instancia, las nuevas tecnologías reconfiguraron las prácticas y
percepciones de los consumidores culturales. Con el impulso de la televisión de paga y
por cable y/o satélite, además del crecimiento exponencial del internet, se pudieron
conocer prácticas sociales de consumidores y sujetos culturales en otras partes del
145
Gómez también señala, apoyándose en Lorenzo Meyer: “En el rubro de la política social mexicana el
viraje fue profundo, ya que se desmanteló el Estado de bienestar implantado por el régimen
posrevolucionario desde 1934, en casi todos sus niveles, al reducir la participación del Estado en los
sectores productivos y en los programas relacionados con el sistema de seguridad social que proveían a
la clase trabajadora de pensiones y servicios médicos. Esto ha ido repercutiendo poco a poco en la
hegemonía de una cultura pro-iniciativa privada liberal al interior de las empresas, la administración
pública, los planes de estudio en las universidades y en las relaciones laborales –en donde los sindicatos,
cada vez más, van perdiendo capacidad y poder de negociación. En respuesta a estas circunstancias,
amplios sectores de la población mexicana comenzaron a demostrar su descontento al participar y
organizarse activamente en la vida política y en los procesos electorales del país, con lo que se empezó
a transformar lo que hasta entonces se había entendido como ‘un sistema político autoritario, de
pluralismo político limitado, aunque más institucionalizado y mucho menos excluyente que las dictaduras
que florecieron en América Latina en los años setenta y ochenta’” (2004: 58).
306
mundo. Esto afectó la manera en que se producen los espectáculos masivos y la forma
en que los consumidores mexicanos se apropiaron de ellos. Evidentemente, los dueños
de las grandes corporaciones televisivas han sabido aprovechar comercialmente este
fenómeno y, a pesar de la relativa ampliación de la competencia en el mercado de las
comunicaciones en México, la concentración de la oferta mediática sigue siendo
bastante restringida.
En 1997, Emilio Azcárraga Jean heredó el diez por ciento de Televicentro,
compartiendo el control de la empresa con Alejandro Burillo Azcárraga (14%), Miguel
Alemán Velasco (8.3%), Miguel Alemán Magnani (6.1%), José Antonio y Guillermo
Cañedo White (10.2%) y Paula Cussi (10%) (Villamil, 2010: 75). Bajo una enorme
deuda, calculada en 1,480 millones de dólares, el todavía joven y aparentemente
inexperto Emilio Azcárraga Jean se lanzó a la reconfiguración de la empresa que su
padre había consolidado. Para ello, en primera instancia, Azcárraga Jean tuvo que
instrumentar una estrategia que le permitiera apoderarse de la fragmentada empresa.146
Esta transformación del consorcio y de las condiciones políticas, culturales y sociales
tuvo una profunda repercusión en la forma en que el negocio futbolístico se comenzó a
gestionar en México. La competencia entre las televisoras de alguna forma incrementó
la tensión entre los detractores de Televisa y sus críticos. Desde los años setenta, pero
principalmente a lo largo de los años ochenta y noventa, el periodista José Ramón
Fernández había fortalecido su posición como crítico a la facción del negocio
146
De esta forma: “El 4 de marzo de 1997, Azcárraga Jean asumió el control del Grupo Televisa como
Presidente. En ese momento, aunque Televisa contaba con décadas de experiencia en producción de
contenidos, se encontraba en circunstancias financieras especialmente delicadas. Inmediatamente,
Azcárraga Jean y su equipo emprendieron una profunda estrategia de cambio y reposicionamiento de la
empresa. Empezó con una reestructuración de su deuda y programas de reducción de costes y
desinversiones junto al desarrollo de una diversificación relacionada que canalizara el crecimiento. Trece
años más tarde, Televisa disfrutaba de la mejor situación financiera de su historia, con un considerable
flujo de tesorería en casi todas las divisiones empresariales. Además, producen la mayor parte del
contenido que transmiten y visto desde hace muchos años por una audiencia cada vez mayor y más
globalizada” (Íñiguez, 2010: 1).
307
futbolístico dominada por los Azcárraga y Televisa, ya que según muchas de sus
críticas, este grupo manipulaba los destinos de la liga profesional y del futbol
espectáculo. El contrapeso relativo que Televisión Azteca creó contra Televisa se vio
reflejado en la disputa de las audiencias generadas por las transmisiones futbolísticas y
los programas de comentarios. Desde mediados de los años setenta y hasta mediados
de la primera década de este siglo, los programas Deportv y Los Protagonistas, del
mencionado periodista, tuvieron un enorme interés de la afición futbolera, compitiendo
fuertemente con los programas deportivos de Televisa.147
A partir de 1997, la competencia entre las dos televisoras repartió los derechos de
transmisión de los equipos profesionales bajo un esquema en el que Televisa tuvo que
ceder bastante. Según Rivera (2000): “Los derechos de transmisión para la temporada
97 de fútbol de la primera división en México pertenecen a las compañías televisoras de
la manera siguiente: Televisa: Chivas, América, Necaxa, Atlante, Pumas, Toluca,
Monterrey, Tecos, Tigres, Puebla y Atlas. TV-Azteca: Santos, Toros Neza, Cruz Azul,
Celaya, Veracruz, Morelia, y León”.148
Bajo estas consideraciones, el futbol profesional mexicano se ha visto sometido a la
extraordinaria fuerza del proceso eufemísticamente llamado globalización. Todos los
clubes han resentido esta nueva configuración económica y política. En este sentido, el
147
Un reporte del periódico El Universal realizado al inicio del Mundial de futbol de 2006, realizado en
Alemania ya señalaba la importancia de esta rivalidad entre televisoras y sus programas deportivos:
“Durante la primera emisión de los programas mundialistas de las televisoras, Televisa superó a TV
Azteca en rating, según datos dados a conocer por Gustavo Adolfo Infante en su programa de radio
Reporte 98.5. Según el periodista, La Jugada tuvo 10.1 puntos, mientras que Los Protagonistas sólo 7.6.
En el foro de opinión de ELUNIVERSAL.com.mx las opiniones respecto al inicio de estos programas está
muy dividida, con lo que no se puede reconocer a un favorito. Ambos programas se trasmiten a partir de
las 22:30 y hasta la media noche” (Redacción, 2006).
148
El caso de los Pumas de la UNAM en ese año, fue uno sumamente relevante. Rivera (2000) comenta
al respecto: “Sonado resultó el caso del equipo Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México,
que después de 22 años en el entonces Canal 13, Imevisión y posteriormente TV-Azteca, dejó el contrato
con dicha televisora. ‘Televisa nos da más’ tituló Reforma la noticia y la declaración del vicepresidente del
club Raúl Borja Navarrete. ‘Los Pumas de la UNAM dejaron TV Azteca porque Televisa les ofreció más y
un mayor beneficio en lo económico, además de un mejor trato...’ cosa que no cumplía TV Azteca en las
expectativas de la organización universitaria”.
308
club América ha experimentado cambios durante el período en que Azcárraga Jean ha
presidido al consorcio televisivo. Tal vez uno de los más notables es el hecho de que,
desde 1998, al club lo han dirigido seis presidentes, que comparado con los tres del
período de Azcárraga Milmo (1959-1997), es desproporcionado. En esta misma
perspectiva, se puede decir que a diferencia de Guillermo Cañedo de la Bárcena y
Emilio Díez Barroso, quienes fungieron como personeros directos de Azcárraga Milmo
en el club (al estilo patrimonialista y patriarcal), los presidentes del equipo en la era de
Azcárraga Jean tienen características más cercanas a las de ejecutivos tecnócratas,
que han convertido al equipo en una “marca” más que en un club deportivo.149
La forma gerencial en que el club, en particular, y el futbol profesional en México, en
general, son administrados es la característica principal de este período reciente de la
historia y en este sentido, la televisión sigue jugando el papel protagónico. Los dueños
de las televisoras siguen siendo a la vez quienes dominan el negocio futbolístico. En
todo caso, la incursión de Televisión Azteca es probablemente el elemento nuevo en
este entramado. Según Terán, “Televisa y TV Azteca mandan en la FEMEXFUT. La
149
En un comunicado del club América realizado a finales de 2011 se lee:
“Buscando la excelencia en todas sus áreas, se ha llevado a cabo una reestructura en la
organización del Club América, dicha reestructura contempló la creación de un Consejo Directivo, el
cual fijará el rumbo y determinará las estrategias que se aplicarán en el manejo de la Institución. El
Consejo será Presidido por el Señor Emilio Azcarraga Jean, Presidente de Grupo Televisa. Con el fin
de eficientar sus funciones, los integrantes de dicho Consejo no serán dados a conocer al público, a
excepción del Ing. Yon de Luisa Plazas, quien además de ser uno de sus integrantes, se desempeña
como Director General del Comité de Fútbol de Grupo Televisa.
En su primera sesión de trabajo, el nuevo Consejo Directivo del Club América resolvió nombrar como
Presidente Deportivo del Club América al Señor Ricardo Peláez y Linares y como Presidente de
Operaciones al Ing. Yon de Luisa Plazas.
El Sr. Peláez será el responsable de todos los aspectos deportivos del Club, teniendo a su cargo, el
Primer Equipo y las Fuerzas Básicas. Por su parte las responsabilidades del Ing. De Luisa se
enfocarán a los aspectos operativos, administrativos, comerciales y de control de la Institución.
Ambos funcionarios perfilaron los objetivos primordiales en los que sustentaran su desempeño
CORTO PLAZO: Estabilizar al equipo para que regresen los resultados positivos.
MEDIANO PLAZO: Estructurar una base sólida con los futbolistas formados de la cantera
americanista y que sean reforzados con extranjeros de calidad.
LARGO PLAZO: Llegar al Centenario del club con un equipo competitivo "en todos los sentidos",
incluyendo títulos.
Este nuevo proyecto tiene como principal estandarte el trabajo, la humildad y el respeto (ver Club
América, 2011).
309
Junta de Dueños y la Asamblea de la Primera División, dos de los más importantes
agentes al interior de la Federación Mexicana de Futbol, encuentran abrumador dominio
por las televisoras, las cuales gozan de 5 de 18 votos en la Asamblea y de 2 de 15 en la
Junta de Dueños” (2010). Además, señala el mismo reportero “la liga mexicana ocupa
el décimo sitio en una lista de las 13 ligas con más ingreso por concepto de derechos
de televisión. De acuerdo con el listado, son 2.5 millones de dólares en promedio, los
que un equipo del futbol local obtiene por este concepto, siendo los Rojinegros del Atlas
los que menos perciben con 1.5 millones, mientras que Chivas está recibiendo cerca de
11 millones por sus derechos hasta el año 2013” (2010).
A pesar del dominio y el control que Televisa tiene sobre el futbol profesional en
México, los resultados específicamente deportivos no han sido favorables para el club
América. A partir de 1997, año en que Azcárraga Jean se hizo dueño del equipo, éste
sólo ha ganado dos campeonatos: Verano 2002 y Clausura 2005. De hecho, en la
temporada Clausura 2008, el club quedó en último lugar del torneo. En el Apertura
2008, en el decimotercero. Para los siguientes años, su ubicación en la tabla general ha
sido mediocre y en algunas ocasiones de muy bajo desempeño, como en el torneo
Apertura 2011, en el cual cayó hasta el penúltimo lugar.
Con estos resultados, la gestión del club como el equipo superlativo de la liga ha sido
más complicada. De cualquier forma, el intento por mantenerlo en el gusto de los
aficionados se ha hecho de diversas maneras. La primera de ellas a través de
campañas de afiliación, entre las cuales destaca Socio Águila. Esta campaña, según el
propio club tiene el siguiente objetivo:
[C]rear un vínculo entre los aficionados y el Club América, a través de una serie
de beneficios exclusivos que te acercan con el equipo, te hacen un americanista
diferente y te brindan ahorros con valor de más de $1,000 pesos al año.
Socio Águila cuenta actualmente con dos tipos de membresías, las cuales fueron
diseñadas en base a las necesidades de nuestros socios: Clásica y Junior.
310
Además a los socios que permanecen 3 años con nosotros, los premiamos
otorgándoles la tarjeta Dorada, con la que aumentan los beneficios que reciben
(ver Club América en Información del Internet de la bibliografía).
Esta campaña de afiliación es estrictamente comercial, aunque discursivamente, el
club pretende mostrarla como una de amor pasional por el mismo. Así, la denominada
“Memebresía Clásica” del programa Socio Águila es descrita de la siguiente manera:
Esta (sic) diseñada para los verdaderos aficionados que quieren sentirse más
cerca del América y ser parte del equipo más grande de México.
Vivirás de cerca tu pasión por el América, al recibir beneficios que te permitirán
tener ventajas para asistir al Estadio Azteca, recibir descuentos en la compra de
productos oficiales, tener información exclusiva del Club, presenciar un
entrenamiento y muchos otros beneficios con los que serás un aficionado
diferente (ver Club América en Información del Internet de la bibliografía).
Otra de las formas en que el equipo ha querido mantener su relevancia ha sido a
través de campañas publicitarias que impulsan la idea de un equipo poderoso y
grandioso. Una de ellas fue lanzada en 2009 y se intituló “Me vuelves loco”. El más
emblemático de los spots fue el de una mujer anciana que rememora a su gran amor.
La secuencia del spot comercial parece indicar que la mujer está hablándole al “gran
amor” de su vida, que podría ser su esposo o pareja. Sin embargo, casi al final del
mismo, la mujer aparece en las tribunas del Estadio Azteca, cantando exaltadamente a
favor del club América.
Otra campaña, que en términos generales provocó reacciones más fuertes en contra
del club fue la que lanzó la directiva en 2011, cuyo eslogan fue “América grande. Muy
grande”. Dicha campaña publicitaria fue ideada por el publicista Carlos Alazraki quien
aseguró “que de acuerdo con los estudios de mercado no había una definición de la
marca, por lo que decidieron crear un nuevo posicionamiento: América grande, muy
grande”. En la misma entrevista, el publicista dijo: "La forma en que lo quiero hacer es
de un modo un poco sarcástico, que empiece a llenar el orgullo al americanista (…) Ese
311
es el plan que le propusimos a Michel Bauer (presidente de las Águilas del América),
creo que el América tiene que ser el club o la institución más importante del continente
americano" (Orvañanos, 2011).Durante la conferencia de prensa que se organizó para
presentar dicha campaña, se dijo que ésta “tiene el objetivo de posicionar al América
como el equipo más querido o más odiado a través de una campaña de 'spots'
publicitarios que se verán en los diferentes medios de comunicación, durante el Torneo
Apertura 2011 del futbol mexicano”. De igual forma, el propio publicista aseveró que
“por primera vez se va a generar la verdadera mercadotecnia deportiva, darle una
significación a la marca América, Águila y Socio Águila y desde ahí generar un orgullo,
un espíritu de pertenencia con los aficionados y quien lo odie que verdaderamente lo
odie y quien lo ame verdaderamente lo ame” (Notimex, 2011).
Figura 25. Publicidad de “Grande. Muy grande”
150
en homenaje al jugador Salvador Cabañas
A la par de estas campañas y de los artilugios comerciales que Televisa ha impuesto
al futbol y al club América, el fenómeno de la transformación radical en las
150
El jugador paraguayo Salvador Cabañas fue agredido en un bar de la ciudad de México el 25 de enero
de 2010. El jugador recibió un balazo en la cabeza y de forma sorprendente sobrevivió. Su prestigiada
carrera futbolística profesional quedó truncada, pero en agosto de 2011 el club América, a la sazón de su
campaña “Grande. Muy Grande”, organizó un juego para homenajearlo.
312
percepciones y prácticas de los propios aficionados ha tenido que ser retomado por la
directiva del club y los dueños de la televisora. El cambio generacional del aficionado
que asumía su identidad con el equipo bajo una lógica clientelar y familiar se vio
contrapuesto por los jóvenes que comenzaron a tomar un papel más activo y
participativo en las tribunas. La forma de organización al estilo barra se fue apoderando,
con cierta rapidez a finales de los años noventa, de las tribunas de los estadios
mexicanos, incluyendo el Azteca.
Bajo esta situación, los gerentes del club pronto se dieron cuenta que la
independencia de esos grupos respecto a las directrices del club podían ser
contraproducentes. Uno de los factores que jugaron un papel primordial fue el de la
“seguridad” en el estadio, debido a la creciente idea de la “violencia” de los jóvenes
barristas. De esta forma, “La Monumental, que surgió bajo la tutela de Raúl Quintana
cuando presidía el América, fue infiltrada según Pérez Teuffer, por grupos de jóvenes
rijosos que están identificados y que eran los que causaban desmanes, por lo que se
optó por eliminarla, aunque planteó la posibilidad de que en el futuro apoyen otro grupo
de animación” (Notimex, 2001).
Las barras del club no desaparecieron y tampoco dejaron de tener apoyos del club.
De hecho, éstas crecieron a lo largo de los siguientes años. Lo importante es rescatar
que para el club, de varias maneras, los integrantes de las barras se convirtieron en una
especie de activo fijo para sus propios intereses comerciales, ya que las barras pasaron
a formar parte del “folklore” de la cultura futbolera mexicana. El “colorido”, la música y
los cánticos que los jóvenes barristas realizan, es un fenómeno concomitante al de la
transformación comercial de la pasión y el “sentimiento” americanista.
Según el ex Subsecretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Gabriel Regino,
a la par de buscar un aumento en el número de espectadores, las directivas tuvieron
313
que recurrir a grupos delictivos para organizar las barras.151 Esta versión es, por
supuesto, insostenible, ya que si bien se puede asegurar que las barras tienen
actividades que se pueden considerar delictivas, no pude observar en mis visitas de
151
“El ex subsecretario de Seguridad Pública capitalina relató paso a paso cómo lo que la directiva del
América inició como un intento para captar espectadores derivó en la intromisión de bandas delictivas,
como la Mara Salvatrucha, en sus grupos de apoyo. «Esta crisis del futbol de no tener espectadores se
va a juntar con otro fenómeno: la prohibición de celebrar partidos de la ONEFA de futbol americano
colegial, en el 2002, en la ciudad de México, por los actos violentos que se daban en los encuentros entre
Pumas y Politécnico. Entonces con esto se dejaba a un gran sector de jóvenes sin tener a dónde ir.
América empieza a tratar de conseguir público por donde sea a través de sus dirigentes; llegaron a
entregar ¡hasta 12 mil boletos! con tal de llevar a quien fuese, pero que llenasen el estadio. Muchos
dirigentes de porras del América empiezan a buscar contactos en el Politécnico con los ex porristas de
futbol americano; empiezan a nutrir con gente a La Monumental y esta barra llega a tener una gran
hegemonía en la repartición de boletos, de los viajes, y la disputa económica de los ingresos es motivo
de fricción, que es cuando surge la Ritual del Kaos, en la que van no sólo gente que se dedica al
seguimiento del futbol americano, sino que también empiezan a traer gentes que son integrantes de
bandas delictivas».
El ex subsecretario de la SSP explicó la manera en que la dependencia comenzó a ubicar delincuentes
infiltrados en las barras americanistas.
«Empezábamos a notar que había muchas denuncias de robos, lesiones y, conforme hacíamos
detenciones, la información preventiva que logramos obtener nos indicaba que el centro de operaciones
de la Ritual del Kaos se encuentra en Santa Anita (delegación Iztacalco, al oriente del DF). Ahí viven los
dirigentes, por eso se reunían ahí y empezamos a comparar el fenómeno de criminalidad de la zona:
quiénes eran las personas que cometían delitos (robo a transeúnte, lesiones, robo de vehículo) e hicimos
un gran comparativo de edades y nombres, cotejamos información y eran los mismos: dirigentes de la
Ritual del Kaos eran culpables de robo de vehículo, de robo a transeúnte; esto prendió la luz de alerta».
Y de ahí, a decir de Regino, a la llegada de la Mara Salvatrucha a las barras americanistas: «Sí nos
dimos cuenta de gente de la Mara, hubo muchas ocasiones en que, en seguidores de Ritual del Kaos,
esta porra que el club dice que no reconoce pero que existe es la que invadió hace poco el campo de
entrenamiento del América el día de su aniversario, en octubre, que se metieron todos en tropel; hay
gente que trae el tatuaje de la Mara Salvatrucha, gente que viene de El Salvador y que se había quedado
en las periferias de la ciudad. Sí hubo Maras (en las barras del América) y el licenciado (Marcelo) Ebrard
(cuando era secretario de Seguridad Pública) dijo que teníamos que tener cuidado porque sí había
intromisión de Maras en esta barra».
En el caso de La Monumental, barra que sí es reconocida por el América como oficial, la infiltración de
porros entre sus filas es un hecho, según Regino.
«La Monumental está integrada por estudiantes de diferentes escuelas politécnicas que están asociados
a las federaciones de estudiantes, mejor conocidos como porros. Esta gente tiene años y se dedica, a las
afueras de las escuelas, a cobrar las rentitas, a asaltar, estas gentes se metieron a apoyar a la barra
Monumental».
Para Gabriel Regino, el culpable del surgimiento de estas barras y todo lo que derivó tiene nombre y
apellido: Javier Pérez Teuffer, ex presidente del América y recientemente, de Necaxa.
«América lo que hizo fue decir ‘yo no me hago responsable de la Ritual, La Monumental, pues sí es mía’.
Yo advertí por parte del club América una decidida intención de bloquear los esfuerzos del control de las
porras y me llamó la atención algo: Javier Pérez Teuffer es un personaje que motivó el crecimiento de las
barras. Cuando, por razones que desconozco, se va a dirigir al club Necaxa, se presenta de nueva
cuenta el fenómeno de las barras y violencia en el estadio (Victoria) de Aguascalientes, algo que ahí no
existía, se empezaron a dar con todo, pero quisieron hacer la réplica de llenar los estadios a como diera
lugar. Seguramente que la gente que se enfrentó en Aguascalientes no era de allá, sino era de la Ciudad
de México llevada para allá y era de las antiguas barras del América ocasionando los mismos
problemas»” (Magallán, 2007)
314
campo la incursión de ningún grupo como los maras. De lo que sí da cuenta el ex
funcionario y ex asesor de la FEMEXFUT es del interés que los clubes han tenido en
las nuevas generaciones de aficionados para producir un ambiente más festivo en los
estadios de futbol mexicanos y aumentar el número de asistentes.
El club América, a través de intermediarios, maneja muchos aficionados bajo una
lógica clientelar, pero al mismo tiempo de forma gerencial. La corrupción y el trasiego
de entradas y boletos han sido un buen negocio para ciertos grupos dentro de la propia
directiva del club, mediante los liderazgos de las barras Monumental y Disturbio. 152
El aspecto gerencial del manejo del club quedó firmemente evidenciado en el
momento en que Emilio Azcárraga Jean nombró a Michel Bauer como presidente del
club en julio de 2008. Bauer se había desempeñado como director general de ventas de
Televisa y en 2007 realizó estudios de dirección deportiva, lo cual le permitió ocupar la
presidencia del equipo. En una entrevista que dio al programa deportivo La Jugada, de
152
Según un reportaje del suplemento deportivo Cancha del periódico Reforma:
“Los líderes de las barras del América convirtieron en un jugoso negocio la credencialización que el club
implementó para controlarlos.
Una investigación realizada por CANCHA en 6 partidos de las Águilas en el Estadio Azteca, entre octubre
de 2010 y marzo de 2011, revela que los cabecillas de El Disturbio y La Monumental han acaparado las
credenciales emitidas por el club y las venden a sus propios integrantes y al público en general.
Las credenciales cuestan entre 50 y 350 pesos, dependiendo de la expectativa del partido, y a la entrada
del Azteca son canjeadas por un boleto de cortesía para los duelos de las Águilas.
La Federación Mexicana de Futbol calcula que el América cuenta con alrededor de 4 mil 800
credencializados, por lo que el monto recaudado por partido fluctúa entre los 240 mil y el millón 680 mil
pesos.
Barristas entrevistados por CANCHA denunciaron que el negocio cuenta con la anuencia del coordinador
de los grupos de animación del equipo y empleado del club, Isaías Reyes de Jesús.
Los líderes de las barras El Disturbio y La Monumental, Diego Aguilar y "El Congo", así como otros
barristas como ‘Mamalucha’, Héctor Aguilar, Ricardo Aguilar, ‘El Miguelón’, ‘El Trastor’, ‘El Oso’, ‘El
Wendys’, ‘Argénesis’ y ‘El Richie’ son los que encabezan el negocio.
‘Todo está bajo el control y el mando de Isaías Reyes, Diego Aguilar, líder de El Disturbio, y 'El Congo',
líder de La Monumental. Ellos lucran con las credenciales que se les dan a las porras y que son
totalmente gratis (sic)’, dijo uno de los barristas entrevistado.
La credencialización de los grupos de animación del América surgió en 2004, luego de la invasión de
cancha por parte de algunas personas en el América-Sao Caetano de la Copa Libertadores.
El Club tomó esa determinación con el objetivo de tener un padrón de los integrantes de dichos grupos y,
al identificarlos, inhibir los actos delictivos. La FMF reconoció dicha iniciativa y, años después, conminó al
resto de los clubes a que la emularan.
Sin embargo, a 7 años de su origen, la medida se ha desvirtuado (Staff Cancha, 2011)
315
la propia cadena de televisión, Bauer aseguró que “el tema de las ventas y de la
reingeniería que queremos hacer en el América es una parte muy importante.
Queremos tomar en consideración a la afición. Queremos hacer proyectos importantes
que no necesariamente vayan hacia el punto deportivo” (La Jugada, 2008).
Sin embargo, los malos resultados deportivos provocaron la salida de Michel Bauer
en 2011. La estrategia de Azacárrga Jean, no obstante, ha sido intensificar la lógica
gerencial del club y en lugar de un sólo líder, el club ahora cuenta con dos: uno
especializado en los asuntos “deportivos” y otro en los del manejo de la marca, es decir,
comerciales del club.153
De esta forma, en la actualidad, el club América, en particular, y el futbol mexicano
en general, se encuentran en una etapa en la que el manejo de las estrategias
comerciales y de mercadeo se impone a las de la relación y creación sentimental con
los aficionados de los clubes. El melodrama como forma de engarce sentimental con el
club persiste, pero el negocio futbolístico lo está reconfigurando.
153
“Para remediar esta crisis [la creada durante la presidencia de Bauer], Televisa decidió cortar de tajo
con los presidentes todopoderosos y darle al equipo un enfoque empresarial. Así, desde el 10 de
noviembre pasado es guiado por dos cabezas: Yon de Luisa, como presidente Operativo, y Ricardo
Peláez, como presidente Deportivo. El primero dirigió el Comité Organizador del último Mundial Sub-17
realizado en México, y el segundo es ex jugador del club y fue director de Selecciones Nacionales.
La división de funciones es clarísima. Peláez está centrado exclusivamente en las decisiones
futbolísticas, mientras que De Luisa se encarga de las estrategias económicas y los aspectos financieros,
administrativos y operativos. “La intención es que deje de ser un proyecto del presidente en turno y se
convierta en un proyecto de la empresa sin importar quién esté al mando”, explica un integrante de la
nueva directiva.
Además hay un Consejo Directivo integrado por cuatro personas que no han sido reveladas por el club.
Se habla de Bernardo Gómez, VP ejecutivo de Televisa; Salvi Folch, VP de Finanzas; Ricardo Pérez
Teuffer, VP de Televisa Deportes, y el mismo De Luisa, quien se encargará de justificar frente a la plana
mayor las decisiones que tome junto con Peláez” (Del Palacio, 2012).
316
Capítulo 9
Consideraciones finales
Llego al final de este trabajo. Más que un resumen de mi propuesta, enunciado como
conclusiones, quiero plantear algunas ideas generales a manera de proyecciones para
posteriores ejercicios antropológicos sobre el campo de los deportes.
Sé que la idea de la imaginación melodramática es controvertida como clave para
interpretar al futbol mexicano. He expuesto las razones por las cuales considero que es
pertinente verlo bajo esta perspectiva. Quiero, sin embargo, reafirmar ciertas reservas.
En primer lugar, utilizo la idea de la imaginación melodramática como un recurso
interpretativo de la realidad social mexicana
contemporánea, la cual cruza
prácticamente todas las facetas culturales de nuestro país, incluyendo el deporte. Con
ello planteo una forma de entender el proceso de la modernización del país después de
la Revolución. Los deportes jugaron un papel fundamental en la creación de lo que el
régimen entendía como comportamientos modernos y urbanos, instrumentalmente
racionales.
Con
la
profesionalización,
espectacularización,
comercialización
y
mediatización de muchos de los deportes, en especial el futbol, el régimen político
mexicano avanzó bajo los ideales del desarrollismo nacional. A la par de los deportes,
en un proceso de muto apoyo, las ciudades fueron creciendo. Ser moderno cada vez se
asoció más con una idea de moralidad generada en los centros urbanos. Sin embargo,
los apegos y las identidades que se fueron consolidando en este proceso no siempre
han respondido a los criterios de una racionalidad instrumental. Es aquí donde
imaginarios identitarios y culturales como los del melodrama toman su relevancia, ya
que si bien no son estrictamente opuestos al tipo de racionalidad instrumental, sí son
formas de socialización en el que las emociones, los afectos y la vida cotidiana tienen
un peso fundamental.
317
Estos afectos y sentimientos no pueden ser considerados “naturales” a la especie
humana, sino vistos como construcciones sociales históricamente determinadas. Las
formas religiosas y los valores artísticos, entre otros, determinan estos imaginarios tanto
como las condiciones económicas y políticas. De esta forma, si los deportes se
inscriben en el desarrollo de la modernidad mexicana, las formas de procesarlos y de
“aculturarlos” han sido tamizadas por fenómenos fuera del ámbito de la racionalidad
instrumental. Los aficionados al futbol dan cuenta de este proceso.
En segundo lugar, el tema de la violencia, desde el ángulo que se le quiera ver, es un
fenómeno primordial en el entramado social mexicano. Abordarla como un proceso
producido por reminiscencias premodernas y tradicionales de la sociedad mexicana,
contrapuestas al proyecto civilizatorio de la modernidad, es una de las formas más
fáciles y reduccionistas de afrontarla. El peso de la teoría eliasiana respecto al proceso
civilizatorio y de deportivización de la sociedad moderna sigue siendo muy grande. Sin
embargo, pienso que ajustar esa teoría a rajatabla a una realidad como la mexicana es
erróneo. He intentado no invisibilizar los fenómenos violentos en las prácticas de los
aficionados futboleros mexicanos, pero al mismo tiempo he buscado engarzar esas
prácticas como parte de una lógica y una racionalidad que simplemente no ensambla
con la racionalidad instrumental impulsada por el Estado mexicano. Esa lógica se
inscribe en el imaginario melodramático y la educación sentimental que de forma
dialéctica se genera entre las elites y los sectores populares. Nunca he querido justificar
la violencia, en ninguna de sus formas. He pretendido solamente no volverla omnímoda
en la explicación y matizar sus efectos. Algunas de las prácticas de los aficionados al
futbol que en primera instancia podrían simple y llanamente definirse como violentas
bien pueden ser entendidas como formas poco sublimadas de las múltiples
contradicciones de clase, raza, edad, región geográfica y género que se han dado en el
devenir histórico mexicano. Mediante la exacerbación de los recursos discursivos,
318
prácticos y simbólicos de la “pasión”, los aficionados dan cuenta, mediante su
“emotividad”, lo que difícilmente han podido enunciar a través de otros códigos sociales,
como el de la política institucional, del arte o de la academia. Es decir, a través de sus
moralidades y cuerpos, los aficionados futboleros dejan entrever sus modelos de país.
Como lo dejan ver los aficionados organizados al América, el amor a ultranza a la
camiseta de su equipo es el valor sine qua non de su filiación identitaria. Sin embargo,
ese amor, si bien se expresa con prácticas sufrientes y pasionales, no se realiza de la
misma manera entre individuos que han crecido en contextos históricos y sociales
diferentes. Las formas de organización de aficionados llamadas porras y barras dan
cuenta de ello. Por un lado, las porras realizan su amor al equipo bajo una lógica de
honorabilidad y respeto a las reglas de las grandes instituciones de la modernidad
mexicana posrevolucionaria: el Estado, la familia y la empresa. Sus integrantes actúan,
en remedo del régimen priísta, institucionalmente. Sus reacciones violentas son la
excepción y se recuerdan como elementos disruptores de las reglas establecidas.
Por el otro lado, las prácticas de los jóvenes pertenecientes a las barras,
especialmente los del RK, discurren por trayectorias distintas. Se ufanan de sus
prácticas violentas y de las transgresiones (la mayoría de las veces sólo teatralizadas)
que efectúan en su cotidianeidad y en el estadio. Se dicen radicales y antiautoritarios,
aunque de forma simultánea casi siempre se apegan a una forma de socialización
fuertemente centralizada y vertical, como lo demuestra su jerarquía interna. Someten su
cuerpo a experiencias riesgosas o consideradas como peligrosas y destructivas de la
moralidad familiar, institucional o empresarial. Se tatúan, consumen grandes cantidades
de alcohol y otras sustancias prohibidas como la cocaína, la mariguana y los solventes.
No aceptan las instancias organizativas que perciben como clientelares, en especial la
credencial que los hace formar parte del club, ya que consideran que toda forma de
319
organización en ese sentido va en detrimento del amor que dicen expresar por el club.
Dicho amor debe ser, para ellos, desmesurado, exorbitante y, en especial, demostrativo
de una cualidad altamente valorada: el aguante. Esta característica conecta sus
prácticas con formas radicales de masculinidad, la cual se expresa con las
características que unas líneas arriba he señalado.
¿Pero qué queda por hacer y cómo avanzar en al ámbito de los estudios sociales
sobre las prácticas deportivas? Desde mi punto de vista, este campo de investigación
social sigue siendo prácticamente virgen. Los estudios de género abrieron la discusión
sobre la relación desigual entre hombres y mujeres. El pensamiento crítico clásico, en
sus múltiples vertientes, abordó las contradicciones de clase y de raza, pero poco dijo
sobre las desigualdades entre los entonces llamados sexos. Fue hasta los años
sesenta y setenta que muchas teóricas e investigadoras comenzaron a elaborar fuertes
críticas a las relaciones inequitativas de género y la forma en que el patriarcado había
configurado al mundo occidental. Ya en los noventa, algunos más fueron planteando la
necesidad de acercarse críticamente a aquello que en la actualidad se define como la
masculinidad. Es aquí en donde se requieren muchos más estudios. La masculinidad
como tema de investigación (y por tanto de creación académica) tiene muchos campos
sociales y perspectivas para acercarse. Los deportes son, por supuesto uno de esos
fenómenos que elaboran los códigos, prácticas, discursos, símbolos y recursos
corporales de la masculinidad con gran potencia.
Mi estudio no centró su mirada sobre los actores en la cancha, los deportistas en sí
mismos. Fijó su observación en aquellos que forman su contraescena, es decir, sus
espectadores. Sin embargo, el ojo académico tiene todavía una deuda etnográfica y
sociológica con los practicantes profesionales y amateurs de futbol y otros deportes.
Las observaciones entre el profesionalismo y el amateurismo seguramente arrojarían
320
interesantes contrastes entre diferentes formas de moralidades masculinas en el
México contemporáneo. De igual forma, las variaciones discursivas y de prácticas en
otros deportes también servirían como puntos de comparación entre las virtudes que se
pueden asociar a la masculinidad de los profesionales y seguidores de deportes
disímiles como, por decir un ejemplo tomado a bote pronto, el ajedrez y el
automovilismo.
Otra cuestión de suma importancia sería la incursión e inclusión recíproca entre
fenómenos de la cultura urbana popular distintos, como el cine y los deportes. En este
sentido ya se han dado ciertos acercamientos, pero aún queda mucho por decirse.
Pensemos sólo en la fructífera relación que guardan la lucha libre o el boxeo con el cine
y los imaginarios populares de la masculinidad.
La relación entre la política institucional y el deporte es de fundamental importancia y
aún carecemos de estudios que den cuenta críticamente de los vínculos entre el poder
político y la administración deportiva. Etnográficamente no se ha podido observar de
cerca organizaciones como las federaciones deportivas y sus variables empresariales
como las ligas profesionales de futbol, béisbol o basquetbol.
El cuerpo de los varones y sus múltiples representaciones en los ámbitos deportivos
es una temática que debe profundizarse. Si bien existen ya cientos de publicaciones en
torno a la anorexia o la bulimia, que afectan de manera radical los cuerpos de las
mujeres, mucho menos se ha estudiado los casos de la vigorexia o el consumo de
sustancias anabólicas en los varones mexicanos. Qué tan extendidas y cómo se
desarrollan estas prácticas son fenómenos sociales aún por explorar en el campo social
de los deportes.
En fin, no es mi propósito enumerar exhaustivamente una lista de fenómenos
conexos a mi investigación que pueden ser explorados, ya que la lista podría
321
extenderse indefinidamente. Sólo quise apuntar algunos, ya que en mi experiencia
académica he notado que un creciente número de estudiantes jóvenes se está
interesando en estas temáticas. Ojala que esta tesis sirva medianamente a este
propósito.
322
Glosario
Aguante
awante
Barra o
barrista
o
Término utilizado por los jóvenes para designar la resistencia física y moral
necesaria para demostrar el amor por el club.
Grupo de animación que no necesariamente se identifica con la directiva del un
club. En su mayoría son varones jóvenes. El término barra es eminentemente
suramericano, argentino, uruguayo y chileno. Como muchos de los términos del
argot futbolístico, su origen etimológico es incierto y propio del anecdotario y la
“leyenda urbana”. Sin embargo, se puede presumir, sin lugar a dudas, que barra
es un grupo de aficionados jóvenes (eminentemente varones) y organizados que
alientan al club de su agrado a través de cantos, banderas, pirotecnia y música
instrumental. Generalmente están de pie durante todo el partido y son conocidos
por sus actos de “violencia” o agresividad.
Hinchada
Es un término derivado de “hincha”, que al igual que barra tiene orígenes
inciertos y ubicados en Argentina. El “hincha”, no obstante, es un aficionado
acérrimo al futbol y, obviamente, un equipo en especial.
Mona
Es tanto el pedazo de tela u otro material (estopa, por ejemplo) que se impregna
de solventes o pegamentos y que sirve para inhalarlos, como el acto mismo de la
inhalación. Se dice: “Está moneando” o “Está en la mona” cuando alguien realiza
la acción.
Murga
Según la Real Academia de la Lengua, murga significa: Compañía de músicos
malos, que en Pascuas, cumpleaños, etc., toca a las puertas de las casas
acomodadas, con la esperanza de recibir algún obsequio. En Suramérica las
bandas musicales que animan en los estadios son conocidas con este nombre.
Porra familiar
Grupo de animación que se identifica con la directiva de un club. Sus integrantes
tienen distintas edades que van desde niños muy pequeños de un par de años
hasta personas septuagenarias. Por lo general son espectadores que no se
movilizan tanto dentro del estadio, no cantan, brincan ni realizan coreografías
muy sofisticadas.
Ritualero
Integrante del Ritual del Kaos.
Trapo
Insignia fabricada en tela de un grupo o subgrupo que los identifica
geográficamente o en algún otro sentido.
323
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