Yolanda Cabrera – Carlos Fanjul: Influencia de los modelos publicitarios... [RASE vol. 5, núm. 2: 122-137]
INFLUENCIA DE LOS MODELOS PUBLICITARIOS EN LA
ADOLESCENCIA: ANOREXIA Y VIGOREXIA
YOLANDA CABRERA GARCÍA – CARLOS FANJUL PEIRÓ1
1. Introducción
L
a preocupación por el aspecto físico y la imagen, ya no es algo ni centralizado en la
mujer ni latente en el mundo del hombre. En estas últimas décadas, el hombre ha
entrado en el “juego” de la preocupación estética y se ha dejado influir por los cánones
establecidos para él. Mientras que socialmente a las mujeres se les induce hacia la búsqueda de un
cuerpo delgado, ectomorfo y estilizado, a los hombres se les conduce hacia el mesomorfismo, el
desarrollo muscular y la definición corporal.
El culto al cuerpo obliga al ejercicio de diversas técnicas para su mantenimiento y
fortalecimiento (dietas bajas en calorías, realización de ejercicio físico, fuerza de voluntad,
constancia, disciplina…); sin embargo, el ritmo de vida de las sociedades desarrolladas dificulta
en gran medida el seguir y mantener un cuidado corporal de forma saludable. Esta cultura
somática que, a priori, no tendría por qué ser o implicar algo pernicioso, entra en un círculo
vicioso en el que, por un lado, se potencian los ideales corporales a alcanzar y, por otro, el
individuo se ve cada vez más alejado de los mismos. Y es aquí cuando lo saludable se puede
llegar a convertir en obsesión; cuando el individuo se afana en lograr el ideal sin importarle el
“precio” (físico, psicológico o, incluso, monetario) que tenga que pagar por ello, forjando así el
caldo de cultivo de las psicopatologías y enfermedades tales como la anorexia y la vigorexia.
1
Yolanda Cabrera García es profesora asociada en el Departamento de Teoría de los Lenguajes de la Universidad de
Valencia y Carlos Fanjul Peyró es profesor contratado en el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la
Universidad Jaume I de Castellón.
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En ambos casos, el hecho de tener un estereotipo socialmente establecido como modelo
ideal a alcanzar (modelo extremadamente delgada para ellas y el denominado modelo fitness, con
músculos muy definidos y marcados, para ellos) favorece ese sentimiento de insatisfacción hacia
el propio cuerpo, pudiendo así llegar a desarrollar comportamientos y actitudes obsesivocompulsivas, dirigidas hacia la consecución de ese ideal a cualquier precio.
Por su influencia y repercusión social, la publicidad de determinados productos, y los
modelos allí representados, parecen erigirse como uno de los factores del macroentorno social
que influyen en el origen y desarrollo de estas enfermedades y patologías obsesivas fomentadas,
entre otras variables, por la utilización estereotipada y objetada de la imagen idealizada de
hombres y mujeres para atraer la atención y el interés de determinadas audiencias y promover así
una actitud de compra sobre los productos o servicios anunciados.
En este contexto, los adolescentes son el público más vulnerable a dejarse embelesar por
el mundo de “la apariencia”, dejándose presionar y arrastrar de forma “pseudo-consciente” por
unos cánones idealizados de belleza física y por todo un entramado de servicios y productos
destinados a modelar su aspecto, con el objetivo de alcanzar esos referentes sociales y los
beneficios que connotativamente se les asocia.
2. Valores en la adolescencia
Los valores que encontramos más presentes en la adolescencia son todos los que
muestran esa constante dualidad del joven que intenta abandonar la etapa infantil asociada a la
dependencia e intenta construir su personalidad y conseguir una autonomía hasta entonces
vetada. Esto se evidencia en un rechazo casi inconsciente hacia el núcleo familiar que hasta ese
momento ha sido su referente y a la vez una exaltación de ciertos valores como son la amistad, el
compañerismo y el amor.
Los adolescentes tienen valores muy marcados frente a otros que tienen más o menos
presencia dependiendo de la educación recibida, la influencia del entorno familiar y social, el
nivel económico etc. Por lo tanto partiremos de la delimitación conceptual de lo que entendemos
por valor y estableceremos una doble distinción entre valores positivos que influyen
favorablemente en la construcción de la personalidad y en valores negativos que pueden afectar a
la capacidad de las personas para socializarse o sentir empatía hacia el otro.
Tomamos como punto de partida la definición de valor utilizada por Jesús Navarro Egea,
quien afirma que “valor, desde el punto de vista de la educación, es un objetivo que nos
proponemos y que parte de la idea que se tenga de hombre para ayudarle a ser más persona, en
definitiva, es la convicción razonada de que algo es bueno o malo para llegar a ser humanos.
Contravalor sería todo aquello que dificultara al hombre llegar a ser más persona y le restara
humanidad” (Navarro, 1997:1).
Al ser una etapa de la vida asociada al idealismo en la que se defienden y apoyan con
pasión tanto temas sociales como ídolos musicales resulta difícil separar entre los denominados
valores y contravalores, ya que en ocasiones algunos aspectos que pueden resultar negativos en
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otra época vital, resultan casi necesarios en un momento en que se sientan las bases de la
personalidad del individuo. El cómo se resuelvan todos estos conflictos a los que se enfrentan
los adolescentes será determinante para una correcta transición de la fase adolescente-juvenil a la
fase adulta.
Entre los valores más destacados por los adolescentes se encuentran, por orden de
importancia:
1. La amistad, el grupo de amigos se convierte en el bien más preciado por los
adolescentes que se separan paulatinamente del grupo familiar para crear una
“nueva familia” a la que dedican todo su tiempo libre. Se debilitan los lazos
familiares y se refuerzan las relaciones con los amigos o compañeros de clase
(Fierro: 1994).
2. El amor, entendido como el afecto o la aceptación del grupo pero también en el
sentido más carnal ya que es la fase en la que se inician las relaciones de pareja, se
marcan las diferencias físicas y el desarrollo de los diferentes géneros, se acentúa
la orientación sexual y se inician las primeras experiencias sexuales.
3. La felicidad y la diversión asociada a los momentos de ocio y al tiempo compartido
con la pareja o el grupo de amigos. Es a estas edades cuando los jóvenes
empiezan a salir sin la presencia de los padres y dan mucha importancia a este
tiempo de esparcimiento ajeno al control parental.
4. La belleza o la importancia de la apariencia física, a falta de una actividad profesional
remunerada, el valor más en alza es la propia imagen. La imagen es la carta de
presentación de cara a relacionarse tanto en el círculo de amigos como a la hora
de buscar una pareja. Los adolescentes son unos de los grupos que más se
preocupan por su aspecto, una imagen que como veremos aparece fuertemente
influenciada por las modas impuestas en el discurso publicitario y por la adhesión
a los ídolos juveniles.
5. Solidaridad y compañerismo el sentido de pertenencia a un grupo y la construcción e
la propia identidad a través de la aceptación o el rechazo de los otros.
Estrechamente vinculado con los valores anteriormente mencionados, la
solidaridad y el compañerismo en ocasiones son utilizados como contravalor ya
que a la vez que se defiende al resto de miembros del grupo, rivaliza con otras
personas con los que no siente afinidad.
6. Igualdad, destaca en los estudios realizados en los últimos años entre adolescentes
una reivindicación a la igualdad en la sociedad entre ambos géneros y una mayor
tolerancia a las personas que presentan diferencias raciales, miembros de minorías
o colectivos tradicionalmente marginados o discriminados. De igual manera esta
mayor tolerancia convive con una mayor aceptación de grupos tradicionalmente
rechazados como pueden ser los neonazis, drogadictos o punkis, lo que en
ocasiones les lleva a legitimar determinadas manifestaciones violentas o antisociales. (Elzo. J, 2006).
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7. Éxito, poder, fama se valora mucho la posición social pero relativa al nivel
económico de las personas y su grado de notoriedad pública. Dan mucha
importancia al liderazgo y a la fama y sus ídolos o referentes son actores,
cantantes, deportistas por lo que la fama y éxito mediático es mejor valorado que
la formación o los méritos académicos y profesionales. Sobre todo en el caso de
las chicas valoran el hecho de ser famosas para triunfar en al amor y ser
admiradas y deseadas y ellos asocian el éxito a la adquisición de poder y la
acumulación de bienes materiales.
8. Justicia la idealización de algunos valores lleva a los jóvenes a proponer soluciones
utópicas para algunos de los problemas que afectan al mundo actual como la
hambruna, los conflictos bélicos, el cambio climático. Se implican
apasionadamente en la defensa de algunas causas pero su grado de fidelidad en las
causas es voluble e inconstante.
Presión del entorno
Al tratarse de una fase crucial en el desarrollo evolutivo de las personas que marca de
manera significativa la futura personalidad del adulto, es habitual encontrar en los jóvenes
sentimientos de indecisión, frustración o apatía que sólo son una muestra de las dificultades por
las que atraviesan en la búsqueda de la maduración personal. Es en este momento donde la
influencia del entorno será decisiva y donde de una manera más clara la presión ejercida desde el
núcleo familiar, escolar, social del joven será determinante en el desarrollo de su personalidad
(Marcia, 1980).
La sociedad globalizada caracterizada por la inmediatez en la transmisión de la
información, la facilidad para intercambiar datos ha hecho que los adolescentes de la llamada era
digital busquen esa inmediatez en cualquier faceta de su vida. En el caso de la educación es poco
valorada por los adolescentes ya que algunos referentes para ellos de éxito o el prestigio social
son personas de escasa formación o cultura y admiran a algunos famosos por la rapidez en
conseguir altos recursos económicos. Esa premura por “hacerse mayor” y ser considerado un
adulto es lo que explica el auge en cirugías y tratamientos estéticos solicitados cada vez por
pacientes más jóvenes2.
2
La Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE) advierte una tendencia a la alza en el
número de operaciones de cirugía estética solicitados por pacientes menores de edad y recomienda no realizar estas
intervenciones ante las graves secuelas que pueden producirse por la falta de "madurez" física y psicología del
paciente. La Ley de Autonomía del Paciente determina los 16 años como edad mínima para que un joven pueda
someterse a una operación de cirugía estética. Algunas clínicas elevan, por seguridad, esta edad hasta los 18 años
salvo excepciones. Otras también realizan exámenes psicológicos para valorar el grado de madurez del paciente
pero los datos de la SECPRE apuntan a que el 10% de las operaciones de estética realizadas en España se realizan
a jóvenes y la tendencia es ascendente. http://gacetajoven.com/tag/sociedad-espanola-de-cirugia-plastica/
Consultada (11/01/2012)
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La publicidad encuentra en los adolescentes el mejor caldo de cultivo para fomentar un
consumo continuo e irracional con la excusa de no estar desactualizado de lo más novedoso, en
moda, en tecnología, en música. A pesar de ser un público de recursos económicos reducidos,
por su dependencia familiar, son insaciables consumidores y siguen a los ídolos juveniles que
consiguen más éxito cuanto más trasgresores se presentan3.
El Código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia insiste en la
necesidad que la programación que se ofrece en el denominado horario protegido 4, permita una
adecuada alfabetización de los niños, evitando el lenguaje indecente o insultante. Del mismo
modo, la programación televisiva debe evitar la trasmisión de modelos o de comportamientos
perjudiciales o peligrosos para la salud, especialmente los que inciten al consumo de cualquier
tipo de droga y el culto a la extrema delgadez. En este sentido, es donde encontramos una mayor
desviación entre lo que la reglamentación recoge y lo que la evidencia demuestra. Un breve
vistazo sobre cualquiera de las parrillas de programación de las cadenas nos permite comprobar
que lejos de respetarse estos principios, los contenidos destacan por utilizar unos modelos
estereotipados de hombres y mujeres que también afectan a los adolescentes. Programas como
Gran Hermano, Generación Ni-ni, magazines, series… utilizan un vocabulario agresivo y
trasgresor y lanzan mensajes donde contravalores como pueden ser la desobediencia, la
vulgaridad, la informalidad o el desprecio a la autoridad se legitiman.
Con respecto a los trastornos de la conducta alimentaria uno de los factores a tener en
cuenta por los especialistas que trabajan con estos pacientes son los antecedentes familiares. Es
frecuente que pacientes que sufran anorexia o vigorexia vengan de una familia donde uno de los
progenitores, o ambos, presenta problemas de sobrepeso. Esa convivencia diaria con personas
que exceden el peso ideal, con los problemas derivados de salud, estética e incluso de
socialización es lo que hace que muchos adolescentes traten de distanciarse al máximo y
empiezan a someter a su cuerpo a dietas o ejercicio excesivo para conseguir ese cuerpo delgado y
musculado a cualquier precio.
Imagen y culto al cuerpo
Como hemos visto, en la actualidad vivimos en un mundo supeditado a la imagen y en el
que existe una notable ausencia de valores tradicionales que han cedido terreno a nuevos valores
que otorgan protagonismo a la superficialidad, al “parecer” más que al “ser”, al disfrute, al placer,
a lo efímero y material frente a lo eterno y espiritual. Dentro de este contexto, uno de los
muchos "valores" que actualmente están calando en las sociedades más desarrolladas es el culto
al cuerpo; un culto que, en ocasiones, deriva en cuadros obsesivos y en distorsiones de la realidad
3
Entre los ídolos juveniles destaca Justin Bieber, que tras esa cara de chico bueno protagoniza continuas noticias
relativas al consumo de alcohol. Miley Cyrus también ha dejado atrás la imagen angelical creada por Disney para
Hannah Montana y ahora se muestra más desinhibida.
4
En España se considera horario protegido la programación que se emite desde las 06:00 a las 22:00h.
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corporal (anorexia, vigorexia). El cultivo del cuerpo ha sustituido al cultivo del espíritu, lo cual
conduce al relativismo, cuando importa más la imagen que aquello que la imagen representa.
Como definen Valera y Álvarez-Uria (1989) nos encontramos ante el desarrollo de una
cultura somática, una cultura de atención al cuerpo, que es objeto de inversión y esfuerzo, ya que
su correcta presentación ante los demás es un activo para quien lo posee. “La búsqueda incesante
de la excelencia, convertida en el imperativo categórico de las sociedades postindustriales,
encuentra en los ceremoniales de presentación y de representación del yo un puerto seguro de
anclaje.” (Valera y Álvarez-Uria, 1989: 34). El culto al cuerpo obliga al ejercicio de diversas
técnicas para su mantenimiento y fortalecimiento (dietas bajas en calorías, disciplina deportiva,
etc.); el cuerpo es hoy como el jardín del yo que demanda cuidados minuciosos y cotidianos.
Dentro de las sociedades postmodernas, el proceso social de construcción de la identidad
está vinculado directamente con los valores de la cultura de consumo que predominan en la
actualidad. Dentro del proceso de personalización del individuo, se impone una sociedad basada
en la autonomía y en la realización personal inmediata, lo cual permite la expansión de la
sociedad de consumo hacia el ámbito privado provocando que éste pase a formar parte de la
circulación de mercancías convertidas en objeto de consumo (Lipovetsky, 1990). El cuerpo y
nuestra propia imagen ocupan un lugar central en el proceso de mediación de la experiencia
humana, convirtiéndose en un medio y un valor tan fuerte que se ha transformado en sujeto de
culto, en un bien de uso y consumo sobre el que recaen expresiones simbólicas y figurativas de la
perfección y la felicidad (Featherstone, 1991).
Al considerar el cuerpo como una mercancía más, se admite el hecho de que en torno a él
circulan toda una serie de elementos relacionados con la dimensión cultural de la economía, de la
simbolización, y por tanto, del empleo del cuerpo no sólo como un bien utilitario sino también
como un bien comunicativo.
Existe una relación entre satisfacción corporal y autoestima, estable y marcada,
independientemente del tipo de evaluación que de estos conceptos se haga, la edad de los sujetos
o las experiencias corporales existentes. La manera de percibir el propio cuerpo más o menos
favorablemente ocupa el centro de unos procesos más amplios que implican la experiencia de sí y
su evaluación. Los efectos psicológicos positivos de mejorar la apariencia frecuentemente
contribuyen a mejorar la imagen misma y aumentan la autoestima. La satisfacción corporal
contribuye significativamente a la adaptación personal y social, a la estimación favorable de las
propias capacidades, al equilibrio emocional y a la salud, es decir, a unos aspectos adaptativos de
la personalidad muy diferentes. (Bruchon-Scheweitzer, 1992).
La manifestación de lo que un individuo es y/o lo quiere ser se plasma principalmente a
través del cuerpo, un modelo coherente e integrado de su identidad personal que se construye en
un contexto relacional y abierto. La imagen corporal, y nuestra propia imagen, es la resultante del
sentido que le concedemos a nuestra existencia y de la manera en que la cultura mediatiza nuestra
experiencia (Burkitt, 1999). La realidad corporal se ha convertido en símbolo expresivo del
posicionamiento del individuo dentro de la sociedad. Por tanto, el valor social que adquiere el
cuerpo implica el ser un medio de realización y desarrollo personal con el objetivo de alcanzar un
ideal imaginario.
La sociedad actual hace que la búsqueda de identidad a través de lo corpóreo se configure
con un claro carácter dramático, celoso del bienestar físico y arquetípicamente narcisista. Surge
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así el individuo volcado en el yo, en su desarrollo y autodeterminación, una persona que aspira a
realizarse de un modo acelerado en la vida íntima haciendo del cumplimiento del deseo su meta
personal. Estamos orientados hacia algo fundamentalmente externo, una figuración de la
perfección, de la belleza, de la salud y del bienestar, creada con el afán de mediatizar nuestras
vidas convirtiendo al cuerpo, en un objeto de veneración ajeno y extraño.
A esta sobredeterminación corpórea exógena, han contribuido decisivamente los medios
de comunicación y la publicidad, ya que se erigen como elementos de primer orden en la
reconstrucción de estereotipos sobre el cuerpo. La publicidad, como la información o cualquier
otro producto mediático, se alimenta de las construcciones metafóricas sobre el cuerpo y la
sexualidad que han sido consensuadas y estereotipadas en nuestro propio imaginario colectivo.
La cultura de consumo, con su lógica de mercado, crea y ofrece ficciones de la corporeidad que
modifica la experiencia que el individuo tiene de su propio cuerpo, generando en éste reacciones
emocionales de incertidumbre y angustia que le inducen a comportamientos consumistas en
busca de un ideal corpóreo.
3. Los jóvenes y la publicidad
Los jóvenes son la parte de la población más vulnerable a caer en esa sobredeterminación
corpórea exógena fruto de una cultura somática. Los cambios físicos y psíquicos por los que
pasan entre los 12 y los 16 años hacen de ellos sujetos sometidos a constantes presiones, tanto
por parte de los medios de comunicación y de la publicidad, como de su entorno más próximo,
la familia y los amigos.
Estas circunstancias unidas a los nuevos valores sociales (narcisistas, hedonistas e
individualistas) pueden constituir el caldo de cultivo de las nuevas enfermedades o
psicopatologías vinculadas con la autopercepción corporal (anorexia, bulimia, vigorexia) que se
producen como respuesta de un número cada vez más elevado de adolescentes a los cambios
corporales y sociales que caracterizan este periodo. Se está produciendo un cruce de cuestiones
sociales y de salud pública que se está propagando de forma geométrica y que preocupa cada vez
más a las autoridades educativas y sanitarias (Toro, 1988; Fanjul, 2008).
Los medios de comunicación ofrecen imágenes corporales que fomentan conductas que
pueden desencadenar trastornos alimentarios o distorsiones somáticas en estas poblaciones
vulnerables, ya que los estilos corporales deseados e idealizados van de la mano de la publicidad y
la moda. Diversos estudios como los de Mukai, Kambara y Sasaki (1998), Harrison (2000) ó
Bishop (2000), demuestran que las imágenes mediáticas pueden ser particularmente importantes
en la producción de cambios en la manera de percibir y evaluar el cuerpo, así como en los
desórdenes psicológicos derivados de estas influencias.
La publicidad, a través de su función de representación simbólica, transmite modelos
sociales que remiten a arquetipos jerarquizados en función de diversas variables: género, posición
económica, edad, etc. En el caso de los adolescentes se basa más en argumentos emocionales que
racionales destacando algunos de los valores que como veíamos eran importantes en esta edad
como la pertenencia y adhesión al grupo frente al desapego núcleo parental. Al asociar el
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producto a los recuerdos, añoranzas y deseos el discurso publicitario consigue que la
identificación con los modelos propuestos resulte más fácil y efectiva.
Los modelos propuestos para los adolescentes en la publicidad se sustentan de imágenes
estereotipadas que homogenizan al colectivo y le asocian unas características estandarizadas y
superfluas. Nos encontramos con una construcción publicitaria de jóvenes rebeldes,
desenfadados y alegres que en ocasiones produce rechazo ante los propios adolescentes que no
se reconocen en los modelos utilizados pero que al mismo tiempo deben aceptarlos para sentirse
integrados. En los últimos años se amplíen los modelos de representación de los adolescentes
como consecuencia de la complejidad y heterogeneidad de su mundo y los conflictos propios de
esta época de cambio con situaciones complejas a veces más propias del mundo adulto (Rubio y
Perlado, 2003). Es en esta situación de búsqueda de la identificación donde el fenómeno de
construcción de marca permita crear unas nuevas tribus urbanas centradas en “lo que llevas” y
“lo que tienes”. Se constata que las marcas a las que los adolescentes son fieles en su juventud
tienen mucho más fácil posicionarse en el “top of mind” de marcas preferentes que consumirán
de adultos y que recomendarán.
Los creativos publicitarios son conscientes de que se trata de un público muy exigente y
caprichoso de gustos cambiantes y muy consumistas a los que hay que ganarse mediante un
discurso que apele a los modelos aspiracionales y les hagan “soñar” con lo que quieren ser,
asociado al tener y, cada vez de una forma más directa, al parecer.
El hecho de que poseer una amplia cultura audiovisual y el ser usuarios activos de las
nuevas tecnologías y los formatos publicitarios on -line, les dota de un conocimiento superior
sobre nuevas propuestas de marketing y publicidad lo que les lleva a convertirse en los
consejeros de sus padres cuando se trata de comparar precios, buscar ofertas, contrastar
opiniones de usuarios influyendo de esta manera directamente en la decisión de compra familiar.
Pero es sobre todo la repetición y la saturación de espacios y formatos la que, siguiendo
la lógica conductista, busca el reforzamiento del mensaje para, en último término, conseguir un
determinado comportamiento por parte de los adolescentes. Integrada en los espacios y lugares
frecuentados por ellos, la publicidad les asalta cuando su nivel de atención es mayor como a
través del product placement en sus series y películas favoritas. La débil resistencia que encuentran
favorece en definitiva la implantación de modelos estandarizados a través de los ídolos y
personajes de moda a los que ya se pueden parecer comprando sus líneas de producto, o
vistiendo como ellos a través de webs especializadas en vender el look de los personajes de la
televisión5.
Además este grupo social posee una de las cualidades más apreciadas por la publicidad, la
juventud de la que pueden presumir descaradamente y que les convierte a la vez que en
receptores, en modelos de los anuncios dirigidos a los adultos haciendo gala de su bien más
ostensible y efímero. Tal y como apuntan algunos autores (Ibáñez, 2002) la juventud utilizada en
la publicidad puede presentar diversas connotaciones: desde el valor universal más genérico,
5
La página www.elarmariodelatele.com vende el vestuario utilizado en series de producción propia como “Los
protegidos” “El Barco” o “Física y Química” de las cadenas Antena 3, La Sexta, Marca TV y Neox.
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pasando por valores relativos y cambiantes sujetos a modas, actitudes y tendencias pero con una
característica común ser un bien excluyente y discriminatorio, o se tiene o no se tiene.
En definitiva, una estrategia publicitaria que se dirige fundamentalmente hacia los miedos
y temores del individuo, pero que se presenta disfrazada como algo bello, gratificante y positivo.
La publicidad presenta ahora un cuerpo humano ahogado por una figuración metafórica y
comercial de la perfección y la felicidad; una perfección simbolizada a través de esbeltas y
delgadas modelos de la pasarela, y hombres musculosos, depilados y escultóricos. Casi sin darnos
cuenta, nuestro sentido de culpa (al no ajustarnos al ideal mostrado) provoca en nosotros la
decisión de comprar o invertir en la transformación de nuestro cuerpo. El deseo, unido al cuerpo
por necesidad y posibilidad, se ha corporeizado a través de la publicidad, la moda y el mercado
de consumo (Crossley, 2001; Fanjul, 2008).
En este panorama se presentan las modelos pseudoanoréxicas, estilizadas, sensuales y
eróticas y los hombres metrosexuales y ubersexuales, sofisticados, de cuerpos cuidados,
esculpidos, viriles y musculosos.
El deseo material corporal se dirige hacia algo que es prácticamente inalcanzable, y esta
búsqueda en lo ideal de la realidad concreta y singular, es, precisamente, el origen de una angustia
ego-corpórea que puede derivar en cuadros psicológicos obsesivos y de distorsión de la realidad
corporal.
4. Anorexia y Vigorexia
La semiología de la felicidad y del éxito, canalizada a través de lo bello, ha potenciado
diferentes patologías que afectan a la percepción de la imagen personal y derivan en
comportamientos autodestructivos que afectan gravemente a la salud y que pueden incluso
significar la muerte. Hablamos de trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia y la
bulimia, que afectan principalmente a mujeres, y de una nueva psicopatología, que actualmente se
está desarrollando fundamentalmente entre la población masculina, bautizada con el nombre de
vigorexia.6
La anorexia nerviosa (AN) es una enfermedad psicosomática caracterizada por una
alteración de la imagen corporal y un trastorno de la conducta alimentaria. La opinión más
respaldada por los investigadores sobre la etiología de los trastornos de la conducta alimentaria
(TAC) apunta a un origen multicausal, aunque existen algunos rasgos relevantes entre los
pacientes como la preocupación por el peso y el seguimiento de dietas adelgazantes. No
obstante, son múltiples los síntomas que rodean esta patología y es a veces difícil diagnosticarla
6
Cabe señalar aquí que las patologías referidas se vinculan de forma dicotómica con el género en función del
porcentaje de pacientes que la sufren, destacando las mujeres en los TCA (anorexia y bulimia nerviosa) y los
hombres en la dismorfia muscular denominada vigorexia, lo cual no implica el que no existan casos de ambos
sexos en todas ellas.
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por la propia oposición de los pacientes a reconocer esa restricción voluntaria del alimento
motivado, en muchos casos, por el deseo de conseguir una figura delgada.
En las sociedades occidentales desarrolladas la anorexia afecta especialmente a mujeres
de edades cada vez más jóvenes y aunque es posible superarla tiene un alto índice de recaída por
lo que en muchos casos se convierte en crónica. En el caso de los adolescentes, se trata de la
tercera enfermedad crónica más común 7 y en su desarrollo afectan factores socioculturales como
son la importancia de la imagen, la aceptación social y la inseguridad o los complejos.
Los conflictos derivados de la anorexia durante la adolescencia se ven agravados por la
necesidad de afrontar los múltiples cambios que afectan a la persona y que dificultan su
integración y la configuración de la propia personalidad. Al ser etapa donde las modificaciones
somáticas son abundantes y afectan estética y anímicamente a los adolescentes todo ello
complica un acto tan cotidiano como el de mirarse al espejo y sentirse cómodo con la imagen
reflejada. Cada vez se detectan casos de anorexia en pacientes más jóvenes aunque el grupo de
edad en el que se dan las primeras manifestaciones de la enfermedad, identificado por los
especialistas que tratan esta patología, oscila entre los 14 y los 19 años. Además de las secuelas
físicas, esta patología afecta al equilibrio psicológico de las personas afectadas influyendo sobre
todo en la percepción distorsionada de su propia imagen que les aboca a un inconformismo y un
incremento en la insatisfacción corporal.
En las propuestas que presentan las campañas publicitarias actuales encontramos una
extraña combinación. Modelos “reales”, que intentan diversificar y ampliar el abanico los
hombres y mujeres utilizados, con la de cuerpos cada vez más delgados y desvalidos trasmitiendo
una imagen enfermiza y deteriorada que contrasta con lo que debería entenderse por bello a la
par que saludable. El público más influenciable por estos modelos suelen ser niños y
adolescentes o personas muy perfeccionistas y exigentes consigo mismas que intentan a cualquier
precio asemejar su “cuerpo al ideal”. A veces con trágicas consecuencias para su salud y su
autoestima (Cabrera, 2010).
La vigorexia o “complejo de Adonis” es una enfermedad relativamente nueva. Se cree
que se origina a partir del boom de los gimnasios en la década de los 80 y que a lo largo de los
últimos años ha ido en aumento, debido a los cánones estéticos dictaminados por los nuevos
tiempos y potenciados a través de los medios de comunicación de masas y la publicidad, que nos
muestran hombres con cuerpos inalcanzables (Galdamez, 2005).
Harrison G. Pope y su equipo fueron los primeros en interesarse y estudiar un desorden
emocional que se caracterizaba por producir desórdenes en la percepción somática. Esta
patología suele derivar en cuadros obsesivos-compulsivos que provoca que los afectados se
perciban como pequeños, débiles, enclenques y carentes de cualquier atractivo físico. 8
7
Las dos primeras son el asma y la diabetes. Datos extraídos de
http://www.portalesmedicos.com/publicaciones/articles/289/1/Anorexia-Nerviosa-en-jovenes-y-ninos.html
(20/01/2012).
8
V. Pope, H. G. (1993): “Anorexia nervosa and “reverse anorexia among 108 male bodybuilders” en Compromiso
Psychiatry, Nov-Dec, 34(6), pp. 406-409 y Pope, H. G. [et. al] (2001), The Adonis Complex: The Secret Crisis of
Male Body Obsession, USA: Bargain Books.
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Al tratarse de una patología de reciente detección e investigación, la vigorexia todavía no
está considerada como una enfermedad a nivel científico y no está incluida en el catálogo de
trastornos mentales del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM). Por ello,
resulta difícil encontrar una explicación consensuada en torno a este concepto. Recogemos aquí
la definición propuesta por J. I. Baile, al ser su obra una de las pioneras en España en la
investigación de esta materia:
“Vigorexia: alteración de la salud caracterizada por una preocupación patológica de
ser débil y no tener suficiente desarrollo muscular del cuerpo – aún teniéndolo –, y que se
manifiesta en la incapacidad de ver con exactitud el tamaño del propio cuerpo, con pensamientos
obsesivos, así como comportamientos negativos relacionados con la apariencia. (Exceso de
ejercicio, dieta inapropiada, consumo de sustancias peligrosas.)” (Baile, 2005: 35)
Los afectados son en su mayoría hombres, entre 18 y 35 años, de baja autoestima, que
piensan que tienen escaso atractivo debido a su aspecto físico, poco maduros, muy exigentes
consigo mismos y, habitualmente, con problemas de integración. Cuando la patología ya es
manifiesta, presentan un cuerpo con un exagerado desarrollo muscular, pero su distorsión de la
imagen corporal hace que ellos se sigan viendo pequeños, delgados y débiles.
Los vigoréxicos muestran una preocupación excesiva por su aspecto físico que conlleva
que la musculación a través de una actividad física pase, de ser un objetivo saludable, a ser un
desorden emocional elevado a la categoría de obsesión; no dudan en pasar horas y horas
entrenando en el gimnasio, sacrifican su alimentación en pos de una comida monótona, sosa,
pero eso sí, baja en grasa y rica en proteínas, y para ellos el consumo de sustancias sintéticas
(anabolizantes y esteroides) con el fin de obtener más músculo no supone ningún problema. La
creciente preocupación por el aspecto físico entre los hombres, unida a las creencias sobre los
beneficios sociales de tener un “cuerpo perfecto”, provoca nuevas necesidades dirigidas a la
consecución de ideales estéticos socialmente establecidos que responden más a criterios
mercantilistas que de salud y bienestar (Castells, 2006; Baile, 2005). Los hombres más jóvenes
(entre los 16 y 21 años), con los problemas de identidad, autoestima y aceptación propios de la
adolescencia, son el principal grupo de riesgo para caer en los cuadros obsesivos y patológicos
más comunes de la vigorexia.
Resulta imposible explicar el origen de la vigorexia a través de una causa única que
determine el desarrollo de la patología. Las enfermedades y trastornos tienen su explicación en la
relación existente entre diversos factores patógenos, las características del sujeto y el entorno
donde se establecen las relaciones. Actualmente, la tendencia es a considerar este tipo de
trastornos como fenómenos heterogéneos y multidimensionales, surgidos de la interacción de
diferentes factores psicológicos, familiares, socioculturales y biológicos (Carrillo, 2004; Baile,
2005).
Los factores que inciden en la elaboración de la imagen corporal se pueden categorizar en
tres niveles: social, interpersonal e individual (Bruchon-Schweitzer, 1992). El primero está
configurado por los medios de comunicación social, ya que estos juegan un papel preponderante,
lanzando e imponiendo de forma continua un ideal estético, a través de la utilización de
personajes y modelos que responden a las expectativas de un canon de belleza corporal
determinado. La discrepancia entre la valoración sobre el propio cuerpo y el atractivo físico,
influye en la baja autoestima y, por tanto, una imagen negativa de sí mismo. Esta discrepancia es
abordada por la teoría de la comparación social que estudia las implicaciones de la moda y las
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discrepancias entre los modelos presentados por la publicidad y la realidad (Martin y Gentry,
1997; Toro, 1988). El nivel interpersonal recoge la sensibilidad a los elogios o críticas de los
demás sobre el cuerpo. Ésta influye en la imagen corporal que se posee (Wojciszke, 1994). Y en
el nivel individual encontramos la autoestima; valoración que se hace del propio atractivo físico y
que influye en cómo se mantienen las interacciones con los otros. Del grado de autoestima
también dependerá el grado de evitación social, es decir, la insatisfacción con el propio cuerpo
influirá en las relaciones que se produzcan con el grupo (Thornton y Ryckman, 1991).
La vigorexia puede tener importantes consecuencias (tanto físicas, como psicológicas y
sociales) para quienes la padecen. Los principales problemas provienen de los esteroides
anabolizantes por los importantes trastornos metabólicos que originan. El consumo y abuso de
estas sustancias perjudica seriamente la salud, ya que aumenta el riesgo de padecer enfermedades
cardiovasculares, lesiones hepáticas, alteraciones de los niveles de sodio y potasio, impotencia,
disfunciones en el tamaño de los testículos y eréctiles, mayor propensión a padecer cáncer de
próstata, crecimiento desproporcionado de las glándulas mamarias (que puede derivar en una
ginecomastia), acné y caída del cabello (Fanjul, 2008; Morgan, 2000; Rojas, 2005). A pesar de los
efectos secundarios de las drogas, los afectados de vigorexia suelen aceptarlos como un mal
menor, un precio que hay que pagar y que deben asumir con tal de conseguir su objetivo.
La práctica deportiva excesiva que conlleva la vigorexia también puede derivar en
problemas físicos y estéticos. El desarrollo muscular del cuerpo puede llevar a una desproporción
entre las partes corporales, sobre todo en la relación del tamaño de éste respecto a la cabeza. La
sobrecarga de peso en el gimnasio repercute en problemas óseos, musculares y articulares,
desgarros, esguinces, pequeñas roturas, acortamiento de músculos y tendones y falta de agilidad.
El seguimiento de una dieta inadecuada que prescinde de la grasa en beneficio de una
mayor cantidad de proteínas, unido al efecto del consumo de drogas para aumentar la masa
muscular, afecta al equilibrio psicológico del paciente y, por ende, a su vida social. La obsesión
por el cuerpo provoca que los sujetos se olviden de sus vidas diarias comienzan a aislarse y vivan
para ellos mismos, se despreocupan de todo, de las relaciones con sus parejas, familiares y
amigos así como de sus trabajos o estudios (Alonso, 2006).
Psicológicamente, son normales los cuadros depresivos con cambios bruscos de humor
(euforia/irritabilidad), arranques violentos, alteración del sueño, ansiedad, fijación por el ejercicio
físico unido a sentimientos de culpa y mal humor cuando no pueden asistir a entrenar (sobre
todo originado por el incremento de endorfinas).
Estudio experimental en adolescentes
Para estudiar la influencia de la apariencia y características físicas de los modelos
publicitarios en un público adolescente, se decidió realizar un estudio experimental con
estudiantes de primero de bachillerato (15-17 años) que permitiera comprobar la incidencia de
estos aspectos sobre su valoración y autopercepción corporal (principal aspecto sintomático que
influye en el desarrollo de la anorexia y vigorexia). Para ello, se confeccionaron dos bloques de
anuncios publicitarios: uno donde primaban los anuncios con imágenes de modelos
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somáticamente estereotipados (Bloque C), y otro, donde se mostraban imágenes publicitarias
neutras no asociadas a este tipo de cuerpo (Bloque N). El planteamiento de la prueba consistió
en dividir el grupo de adolescentes, en dos subgrupos: un grupo experimental (49 alumnos, a los
que se les proyectaron las imágenes del “Bloque C”) y otro de control (42 alumnos, que
observaron la publicidad del “Bloque N”). Tras el visionado se les entregó a ambos grupos una
misma encuesta que buscaba valorar la influencia de los modelos publicitarios en la
autopercepción y valoración corporal (Fanjul, 2007). Algunos de los resultados más significativos
fueron los siguientes: En ambas muestras, el modelo que se consideraron como más atractivo fue
el “fitness” (definido, fibrado y sin grasa), siendo así considerado por un 77,6% de los
adolescentes del grupo “C” y por un 92,9% del grupo “N”. Ambas muestras asocian también a
este modelo valores connotados de éxito a todos los niveles (social, laboral, económico) y lo
consideran como el ideal somático a alcanzar (77,6% en el grupo “C” y 76,2% en el grupo “N”).
Sin embargo, cuando se analiza la variable de satisfacción con el propio cuerpo y atractivo físico,
se comprueba cómo los adolescentes que visionaron la publicidad cargada de modelos
estereotipados, valoraron su propio aspecto, mayoritariamente, como “normal” (59,2%),
mientras que el otro grupo valoraba la misma cuestión como “mucho/bastante” satisfecho
(59,5%). Pero lo más significativo que hay que destacar es el hecho de que, en el primer grupo, se
refleja un porcentaje relevante de adolescentes “poco o nada” satisfechos con su cuerpo y
apariencia (20,4%) frente al 4,8% que se percibieron igual dentro del grupo que vio publicidad
neutra.
Conclusiones
Los modelos publicitarios que influyen en los adolescentes que sufren anorexia realzan
un modelo ectomorfo caracterizado por una delgadez exaltada que afecta de forma directa a la
percepción corporal y deriva en un rechazo al propio cuerpo al que se castiga restringiendo el
alimento en busca de un canon de belleza difícil de alcanzar. Esta influencia se ve reforzada, y
muestra su lado más “glamuroso”, gracias a las declaraciones públicas de actrices, modelos, y
princesas que reconocen ser (o haber sido) anoréxicas, lo que de alguna manera minimiza a los
ojos de los jóvenes (y como refleja la muestra analizada) los riesgos para su salud de este tipo de
patologías.
En el caso de estudio de la influencia de modelos publicitarios en adolescentes, a pesar de
que casi toda la muestra señale, mayoritariamente, al modelo fitness como el más atractivo, con
más éxito y como ideal somático a alcanzar, parece confirmarse que la visión de publicidad con
modelos estereotipados, repercute significativamente en la percepción y la evaluación del propio
cuerpo y aspecto por parte de los adolescentes, valorándolo de forma más negativa que aquellos
jóvenes que fueron expuestos a los mensajes publicitarios más neutros y sin tanta presencia de
este tipo de cuerpo idealizado.
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