Theoria, Vol. 23(1): 27-34, 2014
ISSN 0717-196X
Artículo / Article
TINA MODOTTI Y EL MURALISMO MEXICANO:
MÁXIMO PACHECO
TINA MODOTTI AND THE MEXICAN MURALISM:
MÁXIMO PACHECO
MARÍA DE LAS NIEVES RODRÍGUEZ Y MÉNDEZ
Universidad Nacional Autónoma de México
C/Monte Albán, 518-202 B, Colonia Vértiz Narvarte,
Delegación Benito Juárez, 03600, México, DF, Tfno: (52) 55-44325387,
gentileschies@gmail.com
RESUMEN
Tina Modotti registró la actividad mural llevada a cabo en la ciudad de México en la década de los veinte. Su
obra ayudó a difundir e internacionalizar el movimiento que para la década de los treinta se había ya solidificado. Máximo Pacheco, como ayudante de Fermín Revueltas y Diego Rivera, se formó en el movimiento
de vanguardia mural y llegó a desarrollar un arte individual reconocido en el país, de gran valor artístico.
Actualmente el patrimonio mural en México se está perdiendo y este artículo pretende ser un aporte a la
historiografía para que se revalorice su legado no sólo al arte mexicano sino al latinoamericano en general.
Palabras clave: Fotografía, Máximo Pacheco, Muralismo mexicano, Tina Modotti, vanguardia.
ABSTRACT
Tina Modotti registered the mural activity in Mexico city in the early twenties. Her work helped to spread
and internationalize the movement that for the decade of the thirties had already solidified. Máximo Pacheco, as assistant of Fermín Revueltas and Diego Rivera, was formed in mural art movement and developed
an individual art of great artistic value. Currently the heritage of mural painting in Mexico is being lost and
this article aims to contribute to the historiography to revalue its legacy not only for mexican art but for
Latin American art in general.
Keywords: Avant-garde, Máximo Pacheco, Mexican muralism, Photography, Tina Modotti.
Recibido: 16.01.14. Revisado: 09.01.14. Aceptado: 21.04.14.
INTRODUCCIÓN
se había institucionalizado en el Gobierno
del Presidente Álvaro Obregón. José Vasconcelos, como secretario de Educación
Pública, reunió en torno al Ministerio a los
intelectuales que habrían de concretar en el
La obra mural en México se desarrolló a la
par del movimiento de reconstrucción nacional sobre el triunfo revolucionario que
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imaginario la versión oficial de la lucha y el
renacer de un nuevo México que emergía
en base a preceptos nacionales.
El presente artículo tiene como finalidad
el acercamiento al movimiento a través de
la obra fotográfica que Tina Modotti realizó de los murales de Máximo Pacheco en la
Escuela Primaria Domingo Sarmiento. En
el capítulo de Resultados se presenta la posición del pintor en el movimiento mural
como un aprendiz de Fermín Revueltas y
luego de Diego Rivera. Así como también
se hace una aproximación a la obra de la
fotógrafa y cómo se circunscribió la obra
mural de Pacheco junto a la realizada por la
misma de las obras de Diego Rivera y José
Clemente Orozco en los patios de la Secretaría de Educación Pública y de la Escuela
Nacional Preparatoria respectivamente. En
el capítulo de Discusión y Conclusiones se
hace una confrontación de los resultados
obtenidos en la investigación recuperando
la memoria de uno de los muralistas más
prolíficos del movimiento que fue olvidado
por la crítica moderna al ser destruida gran
parte de su obra.
RESULTADOS
“La memoria de mi trabajo está en
mis manos, en mí”.
(Pacheco, 1995).
Máximo Pacheco Miranda nació en 1905
en el poblado de Huichapan, Hidalgo. La
muerte prematura de su madre y la adhesión de su padre a la facción villista durante
la Revolución hizo que marchara a la Ciudad de México en 1913. Allí se inscribió,
a la edad de trece años, en la Academia de
Bellas Artes, donde inmediatamente destacó por su especial destreza en el dibujo.
Con el impulso educativo del gobierno
posrevolucionario de Álvaro Obregón a
partir de 1920 se emprendió la construcción de más escuelas hacia donde se proyectaría la labor de difusión de la Historia a
través de la obra mural asociándose, así, la
nueva estética nacional a la formación educativa. Para tal propósito José Vasconcelos
como Ministro de Instrucción Pública hizo
regresar de Europa a Diego Rivera en 1922
y lo comisionó para pintar el mural de La
Creación en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria. El maestro seleccionó
una serie de ayudantes que se mantuvieron
a su lado para los subsecuentes proyectos.
Xavier Guerrero, Amado de la Cueva, Máximo Pacheco, Pablo O’Higgins y Jean Charlot colaboraron en los realizados en la Secretaría de Educación Pública (1923-1929)
en la Calle de República de Argentina del
centro histórico o aquellos de la Universidad Autónoma de Chapingo (1923-1927),
“moliendo los colores, preparando los barnices, levantando andamios, aplanando y
enluciendo las superficies, adiestrándose lo
mismo lo mismo en la encáustica que en el
MÉTODO
El método usado en la escritura de este artículo ha sido el histórico donde, a través del
manejo de fuentes primarias, se ha investigado el tema para elaborar la producción
historiográfica. Se ha tomado la heurística, en primer lugar, como la realización de
la recopilación de las diversas fuentes que
arrojaban datos sobre el tema para llevar a
cabo la consecuente crítica objetiva para escribir la síntesis historiográfica.
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fresco” (Molina Enríquez, 1928) y recibiendo la paga de 400 pesos por cada mural.
Rivera trabajó hasta quedar exhausto en
La Creación. Su jornada laboral de más de
12 horas diarias dio como resultado la proyección de una obra simbólica que remitió
a las fuerzas órficas de la creación, tema que
poco tenía que ver con el empuje del gobierno posrevolucionario. La visión cambió radicalmente tras el viaje realizado a Yucatán,
donde retomó los temas netamente mexicanos para desarrollarlos a través de los 674
metros cuadrados de la Secretaría de Educación Pública. Allí mostraría, en palabras
de José Vasconcelos, “paneles con mujeres,
vestidas típicamente y para la escalera un
friso ascendente que parte del nivel del mar
con su vegetación tropical, y se transforma
después en paisaje de altiplanicie para terminar con los volcanes”(Taibo II, 2004).
Esto fue la representación del México vital.
La mirada se entornó hacia la nación y el
discurso se convirtió en la mejor manera de
impulsar la educación a través del imaginario monumental y público. Se conformaría entonces la Historia y el conocimiento
del medio a través del pincel de un grupo
de artistas que, unidos en el Sindicato de
Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores
(SOTPE), propusieron un nuevo lenguaje
estético mural de contenido nacional.
El espíritu inquieto y autodidacta de
Máximo Pacheco le llevó a perfilarse como
uno de los artistas potenciales en la década
de los veinte a pesar de que se trataba del
ayudante de un muralista. Fue destacado el
énfasis con el que se forjó su carácter artístico y su destreza gráfica en parte debida a
la tradición otomí en la que se había educado y que confería a sus obras un cierto
primitivismo inconsciente que fascinaba
al público –tan en boga en la Europa de
las vanguardias– y que lo convirtió en su
época en el “único artista que podía vivir
de las ventas de sus cuadros, aunque siguió
llevando una vida de frugalidad indígena”
(Brenner, 1985). Con todo, Pacheco fue
presentado como una joven promesa del
arte que revitalizó a través de su obra la visión de un México de provincia, profundo,
desbordado por la rica y exótica vegetación
que contemplaba en sus largas caminatas a
Texcoco o Atizapán (Pacheco, 1995); quizás como la recuperación utópica de la ‘Españita’, barrio de donde era originario el
artista (Charlot, 1985) al que nunca volvió
y que plasmó, de igual modo, en La tierra
antes de la aparición del hombre, dibujo con
el que ganó un Concurso de pintura infantil que había celebrado la Secretaría de Educación Pública.
A partir de 1922 se sumó al movimiento
de pintura mural bajo el mando de Fermín
Revueltas en la Escuela Nacional Preparatoria (Charlot, 1985). Juntos pintaron el
panel Alegoría de la Virgen de Guadalupe,
ubicado en un pequeño corredor de la Escuela frente al mural de Ramón Alva de la
Canal El desembarco de los españoles. Pacheco pintó gran parte de dicho mural, ya que
Revueltas atravesó en este momento una
crisis de alcoholismo que le imposibilitaba
realizar trazo alguno. Roberto Reyes Pérez,
que fungía igualmente como ayudante del
Maestro Revueltas, rememoró, con gran
acierto que
Máximo Pacheco y yo ayudamos a Revueltas en la Preparatoria. Una vez, Vasconcelos vino, en un paseo de inspección
de los murales para encontrarse con que
Revueltas no estaba: Pacheco, de dieciséis años, pintaba en su lugar. Vasconcelos se encolerizó: ‘Así que los maestros
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y Soldados, un dibujo propiedad de Agustín
Velásquez Chávez. Desde 1923 hasta 1945
(Suárez, 1972) ejecutó murales de reminiscencia riveriana tan importantes como El
almuerzo, un fresco para la Escuela Primaria Presidente Domingo Sarmiento en 1927
que ganó la admiración de Anita Brenner
quien logró destacar los rasgos “auténticos y
mexicanos” (Brenner, 1985) de la obra que
concretó la representación de un idealismo
natural en el tratamiento de temas agrarios
(Toor, 1927) o el fresco para la Biblioteca
de la casa del doctor José Manuel Puig Casauranc, Secretario de Educación Pública,
en Lomas de Chapultepec. Años más tarde
ganaría la mención de los críticos norteamericanos al analizar las obras que expuso
junto a José Clemente Orozco, Diego Rivera y Fermín Revueltas en el Centro de Arte
de Nueva York (Molina Enríquez, 1928).
En 1935 participó en el encargo dado
por el Departamento de Bellas Artes de la
Secretaría de Educación Pública de realizar
la decoración mural de la Confederación
Campesina “Emiliano Zapata” en la ciudad
de Puebla para representar los ideales revolucionarios en el reparto agrario y la educación socialista en diversos paneles donde
deberían realizar los retratos monumentales
de José María Morelos, Emiliano Zapata,
Domingo Arenas y Úrsulo Galván (El Universal, 1935). Satisfechos con el trabajo el
Departamento los comisionó en “brigadas
de pintores revolucionarios” para representar la lucha social y la filosofía de la nueva
enseñanza en escuelas públicas. Así, Máximo Pacheco junto a Jesús Guerrero Galván y Santos Balmori decoraron el Centro
Escolar Revolución, la Escuela Estado de
Sonora y la Escuela Secundaria número 2,
organismos desarrollados por el proyecto
cardenista en el país (El Nacional, 1935).
no hacen nada, y los ayudantes hacen el
trabajo de los maestros. ¿Cómo te llamas, muchacho?’. Contestó el pequeño Pacheco, con una humilde actitud
indígena: “No lo diré, señor Secretario,
porque si lo digo, mi señor Revueltas
me regaña”. “Muy bien, le preguntaré al
conserje”. Don Trini, dócilmente dio la
información. “¡Bueno, de ahora en adelante, Pacheco, tú recibirás el salario en
lugar de Revueltas!”.
El asustado Pacheco se mantuvo muy
callado respecto al incidente y, al siguiente día de pago, Revueltas hizo cola
con todos en la ventana del pagador,
solo para escuchar: “Se acabó. Por orden
del señor Vasconcelos, su salario ha sido
transferido a un cierto señor Pacheco”.
De ahí en adelante, Revueltas enviaba
al pequeño Pacheco a hacer la cola todos los días de pago, y lo agarraba a su
regreso, quitándole el dinero, excepto el
sueldo usual de ayudante: un peso a la
semana.
Vasconcelos supo de esto, vino nuevamente y le gritó a Pacheco, que como
siempre trabajaba colgado de un alto
andamio: “Eh, muchacho tonto, así que
le das tu dinero a Revueltas. Bueno, ¡de
ahora en adelante ninguno de los dos recibe nada!” (Charlot, 1985).
Imbuido en el activismo político del
gremio ingresó al SOTPE promoviendo así
la producción de un arte monumental de
base popular al que tuviera acceso toda la
sociedad. Asimismo formó parte de la Federación de Escritores y Artistas Revolucionarios (FEAR), la cual después se adhirió a
la Alianza de Trabajadores de las Artes Plásticas y la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) (Ortiz Gaitán, 1994)
con quien expuso Nadador, óleo en venta
por trescientos dólares enviado por la Galería Central de Arte de la Ciudad de México
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–Fotografía de inclusión, en la que aparece Máximo Pacheco representado como
‘sujeto-creador’ ataviado con el correspondiente over-all símbolo del obrero cualificado, una cachucha, botas de trabajo y su
cajón con materiales de pintura. Presentaba
una actitud activa, está trabajando de modo
meticuloso un mural de índole social en el
cual él es retratado como artista y no como
ayudante (Fig. 1).
El contacto de Tina Modotti con los
distintos muralistas que trabajaban en los
edificios públicos de la Ciudad de México
en la década de los veinte propició que las
obras de Máximo Pacheco quedasen inmortalizadas en la obra de la fotógrafa, por
inclusión. Se pueden agrupar en dos grandes rubros:
Figura 1. Tina Modotti, Máximo Pacheco pintando frecos, citado en Mexican Folkways, vol. 3, núm. 3,
México, 1927, p. 136. Máximo Pacheco, tras haber preparado el muro, comienza a dibujar las figuras que
deben ser coloreadas por el maestro.
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–Fotografía de obra, como aquella que
representaba la obra del autor como objeto autónomo pese a estar contenida en un
marco arquitectónico. Las representaciones
fotográficas que se tuvieron de Máximo Pacheco correspondían al año de 1927, fecha
en la que realizó El almuerzo, fresco para
la Escuela Primaria Presidente Domingo
Sarmiento, en la Ciudad de México. Dichas fotos fueron utilizadas por la revista
Mexican Folkways para ilustrar dos artículos (Toor, 1927) que sobre Pacheco había
escrito Frances Toor, editora de la misma.
La serie constó de doce fotografías –tres de
las cuales correspondían al fresco citado anteriormente– cuya factura, composición y
ejecución denotaron la mano de Tina Modotti, aunque solamente haya una intitulada con el crédito correspondiente (Fig. 2).
Figura 2. Tina Modotti, reproducción fotográfica de los frescos realizados por Máximo Pacheco en la Escuela Domingo Sarmiento, citado en Mexican Folkways, vol. 3, núm. 3, México, 1927, p. 154.
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pesar de que la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticas e
Históricas marcaba que debían conservarse,
restaurarse y recuperarse. El caso particular
de Máximo Pacheco remitió a esta situación y ha sido, en gran parte, debido a la
labor fotográfica realizada por Tina Modotti y ciertas publicaciones de la época que las
difundieron que se puede conocer el valor
y desarrollo de las obras que se acometieron
como parte de la aplicación del programa
educativo socialista en la República posrevolucionaria.
La obra de Pacheco supone un acercamiento a la práctica y el ambiente artísticointelectual del México de los veinte-treinta.
Subyace el acercamiento a los temas e íconos socialistas así como también la carga
ideológica de las imágenes, en las cuales enfatizaba la muestra iconográfica en la representación de las masas o los indígenas con
sus aperos de labranza en una apología de la
vida mexicana de campo, a los cuales se les
abría la posibilidad a través de la educación
y los proyectos comunistas de ingresar a un
mundo industrializado que prometía ser
mejor (Rodríguez y Méndez, 2007/2008).
La promesa concretada en la utopía proletaria se reflejaba en su obra que “en verdad es
lo más alejado de preocupaciones, simbolismos y de ideas […]. La sensación plástica
que nos produce, el equilibrio y la organización tan perfecta de sus masas” (Molina
Enríquez, 1928) que lo ubican dentro de la
tradición de vanguardia mexicana. Denotaba el amor y la admiración por México y lo
mexicano a través de su propia persona y su
obra pero, sobre todo, de sus paisajes y del
trabajo de sus ciudadanos que se veía claramente reflejado en la búsqueda de un arte
social y nacional imbuido del discurso posrevolucionario. Por eso deseaba ser “buen
pintor [para] pintar cosas reales e imagina-
La fotografías representaron una pintura
integrada en la arquitectura y en consonancia con el medio que la rodeaba, esto fue
el Parque de Balbuena, en las afueras de la
Ciudad de México, lugar que mantenía aún
un sentido de naturaleza plena al estar rodeado de una vasta vegetación. En el arco
pétreo de medio punto que daba acceso al
inmueble Pacheco realizó –a modo de promontorio– un soporte sobre el que descansaron las dos figuras púberes (masculino/femenino) que habían de simbolizar la unión
de la tierra: el muchacho que sostiene la
hoz se prepara a organizar la siembra mientras que la muchacha, del otro lado, recoge
la cosecha. El tema era meramente agrarista y trataba de vincular a los niños con
los procedimientos y ciclos del trabajo en
el campo, llegando a representarlos como
parte del proceso en los ciclos evolutivos de
la vida en los que la educación tomaba un
papel definitivo. Las diferentes representaciones cobraban vida y autonomía en las
tomas fotográficas mostrándose como una
opción de trabajo vital que dignificaba al
hombre y lo ponía en contacto con las fuerzas primigenias de una naturaleza que aparecía ensalzada en su vía mística: grandes
árboles frutales que rebozaban de frutos y
se ofrecían sensualmente al espectador, flores de tamaño exorbitado que rezumaban
belleza y trabajadores dignificados en la fusión con el elemento prehispánico y panteísta de la diosa tierra (madre/tierra).
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Entre 1925 y 1950 más de 150 murales pintados en Escuelas públicas fueron destruidos por la Secretaría de Educación Pública
y otra gran cantidad han sido desprendidos,
sobrepintados, esgrafiados o manchados a
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rias, del campo y del mar” (Toor, 1927) que
podría encontrar en el extranjero pero que
él quiso buscar en su propio México.
En suma, el influjo recíproco que se
desarrolló en el México posrevolucionario
entre todas las manifestaciones artísticoculturales fue de vital importancia para el
desarrollo plástico de las generaciones posteriores, sobre todo, debido al apoyo que
ejercieron en la construcción de un imaginario nacional mexicano que permeó a los
lenguajes de la Escuela Nacional de Pintura
y que tuvieron su origen en estas obras, actualmente, perdidas.
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