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Origenes del Cinematógrafo y Mundo Trápala [2009/12]

2009

Hoy podemos situar ya la invención de los Hermanos Lumière en una historia diferente de aquella que habla de pioneros y precursores como paso necesario al gran panteón de un nuevo e imprevisto arte, el cine, enhebrado en torno a unas grandes obras más o menos maestras del relato visual y la película comercial. De este modo, el comisariado de una exposición encargada en 2008 por CaixaCatalunya (a partir de las valiosas piezas de la colección de pre-cine de Josep Maria Queraltó) nos permitió hacer un breve ensayo sobre como el cinematógrafo Lumière se sitúa en el paso de dos mundos —la Trápala y la RedHiperMedia— caracterizadas ambas por el asombro y el engaño ante sus imágenes y artilugios. Así una historia del pre-cine debe servir a una teoría de la trápala, donde los “antecedentes tecnológicos directos” de los tres siglos previos al cinematógrafo se inscriben en un devenir más largo y complejo de principios semio tecnológicos y socio-psicológicos que conforman el Occidente y la Modernidad: la imaginarización, la fascinación, la fabulación, la figuración… principios todos ellos gobernados por la simulación como el sueño ancestral de una imagen y un sonido que incluya al sujeto que la contempla: de los tableros de casillero como el Ajedrez, la Oca o el Buho, las cajas de luces del megaletoscopio o los visores del estereoscopio a las consolas digitales de los videojuegos y los entornos de realidad virtual.

LOS ORÍGENES DEL CINEMATÓGRAFO Y EL MUNDO DE LA T R Á PA L A LUIS ALONSO GARCÍA 76 La policromía del Arte Vitascope. Cartel. Metropolitan Print Company. New York. 1896. Vivimos en un mundo literalmente colgado del consumo y desecho de “novedades”, en un perpetuo reemplazo de una creencia por otra, de un cachivache por otro… sean cuales sean los valores y las ventajas de tales ideas y cosas, pretéritas y futuribles. Aparentemente, dominamos por fin la historia: el devenir mental y material se somete y transforma, aparentemente, a nuestro antojo. Y la actualidad se ha convertido en un eterno “tiempo-ahora”, sin pasado sin futuro, mientras el presente se nos escapa, entre las pausas publicitarias y los flashes informativos, en ficciones y fantasías mediáticas de toda laya. Sin embargo, el mundo y la historia se resisten a tal vacua neodulia. Los desechos mentales y las ruinas materiales insisten en mantenerse en el fondo del escenario: en las casas de los abuelos, en los contenedores de la basura, en las salas de los museos o en las páginas de las bibliotecas. Recordándonos de donde venimos, previéndonos adonde vamos. En gran medida, el complejo de los llamados medios de comunicación modernos —surgido hace casi ya dos siglos sobre el trébede del periódico, el telégrafo y la fotografía— tienen mucho que ver con esa trepidante aceleración de la realidad: los bits imponen su velocidad a los átomos. De ahí —aterrizando tras esta entrada acaso demasiado filosófica— la utilidad del conocimiento histórico sobre cómo surgen y se imponen esos medios de comunicación modernos que dominan nuestras praxis cotidianas: nuestras formas de saber y hacer en el mundo y en la vida. El cine es sin duda, por su corto e intenso devenir, un caso ejemplar donde analizar como la Historia de los Medios es mucho más que el simple relato devenir de las cosas que fueron y de los hechos tal como sucedieron en el entorno de los artificios y las praxis de la comunicación. Como se verá, el objetivo final de estas escasas páginas es pensar el universo de artefactos y espectáculos de los que surge el cinematógrafo: el conjunto de antecedentes y precursores que ha dado en llamarse «pre-cine». Algunos de sus trayectos pueden vislumbrarse en la exposición “Ilusión y Movimiento”, instalada este otoño en el Museo de la Ciencia de Valladolid. Ahora bien, para iluminar cual pueda ser la relación, la unidad y la continuidad, entre el pre-cine de finales del siglo XIX y el pos-cine de inicios del siglo XXI, debemos primero fijarnos en lo que el cine pudo o llegó a ser durante el siglo XX. Eso nos permitirá mostrar, por un lado, como un «medio» es siempre mucho más que el «invento» del que emerge y, por otro, como la «historia» la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t 77 Lumière diseña un manejable y eficiente artilugio para uso Louis Lumière es recordado como “el inventor del cine” inscripción, proyección y duplicación de películas. aficionado y doméstico, que sirve al mismo tiempo para la dades del nuevo artilugio” respecto a las prácticas reales en los que se institucionaliza el nuevo medio. Aún hoy, Louis Lumière es recordado como “el inventor del cine”. A pesar de la multitud de artefactos y LA CONSTRUCCIÓN CULTURAL DEL CINE, espectáculos semejantes al cinematógrafo que existían 1895-1915 en la época: un rastro de “precurA finales del año 1895 —y tras sores” que puede seguirse como varios meses de exhibiciones privapoco hasta un cuarto de siglo andas ante públicos especializados— tes, en la unión de la proyección los Hermanos Lumière presentaron luminosa, la animación gráfica y públicamente el «cinematógrafo» en la reproducción fotográfica. Y a un pequeño local de París. El cinemapesar, sobre todo, de los muy ditógrafo fue rápidamente declarado, ferentes usos y fines sociales en en todos los cenáculos y las gacetillas los que el cine se irá definiendo: de de la época, como la “última maravilas cintas documentales y teatrales lla del progreso” y la “nueva sierva de de los primeros años —la afamada las artes y las ciencias”. Y conviene oposición inaugural entre las vistas recordar que dicha doble y paradóji- Mircusse (Culo en el espejo).1750. Imagen pictóricas de los Lumière y los núca adscripción —como última de las Escatológica (anamórfico) meros escénicos de George Ménovedades tecnológicas y como una liès— a los fotodramas aclamados más de las técnicas instrumentales— se mantendrá tras el éxito definitivo en 1915 de el Nacimiento de una machaconamente durante al menos dos décadas en los Nación de David Wark Griffith. discursos públicos sobre el cine, a pesar del carácter Louis Lumière concibió el cinematógrafo como uno anacrónico de la proclamación de las “infinitas posibilimás de los accesorios domésticos de la época dedicaes aquello que permanece aún —inconsciente o involuntariamente— bajo nuestras praxis cotidianas. 78 La policromía del Arte Claude Paris, 1825. Taumatropo (un juguete óptico que hace imágenes fijas a partir del movimiento del soporte). mortuorias instantáneas fotográficas. A fin de cuentas, tal como se deduce de cualquier somero repaso por los antecedentes del cinematógrafo, la “imagen en movimiento” tenía ya una larga historia; como poco, tres décadas o tres siglos más amplia. Sería el trayecto, hacia atrás, desde el Famastropo de Henry R. Heyl en 1870 —una linterna mágica que proyectaba sobre una pantalla las poses escenificadas y fotografiadas de un dos al disfrute de los sentidos: la cámara fotográfica, movimiento simple como un paso de baile— al Teatro el estereoscopio, el fonógrafo… Durante el siglo XIX el Diabólico de Giambattista Della Porta en 1588: un “hogar” se ha convertido en el refugio de las clases bur“espectáculo fabuloso de animales y hombres”, ejecuguesas, a salvo en su interior de las cada vez más poputado en el exterior a pleno sol y contemplado, a través losas y caóticas calles de la ciudad; en torno a 1900 se de la proyección de una cámara oscura, en el interior ponen de moda los felpudos y azulejos con el resabido de una sala llena de asombrados espectadores en tilema del “Hogar, Dulce Hogar”. En este contexto social, nieblas. los Lumière diseñan un manejable y eficiente artilugio Sin duda, la invención de los Lumière responde para uso aficionado y doméstico, que sirve al mismo mejor a la etimología de “bioscopía” (“ver la vida”) que a la de “cinematografía” (“escribir el movimiento”). Portiempo para la inscripción, proyección y duplicación de que esa huella intangible y fugaz, del mundo y de la películas. Parten para ello de las soluciones tecnológivida, es la que hace de la nueva imagen del cinematócas de la cronofotografía desarrollada, dentro del ámbigrafo algo distinto a todas las imágenes y los artilugios to de la investigación científica, por el también francés de los años y siglos previos… y —podemos adelantar— la que Sólo a partir de 1906/1911 comienza a delimitarse hará del cine uno de los grandes espectáculos y medios de masas siglo XX. Sólo la superposilentamente el espectáculo cinematográfico como algo del ción de lo fotográfico sobre lo proyectado y lo animado hace del cinematógrafo un punto de ruptura específico y distinto a otros medios. en la continuidad de los artilugios cinescópicos que llenan las décadas y los siglos previos. Etiènne Jules Marey entre 1882 y 1888. Pero, sobre Sin embargo, traicionando el proyecto cultural y todo, toman como modelo de uso a imitar la primera comercial de los Lumière, la sierva maravillosa se encámara Kodak del norteamericano George Eastman señorea rápida, casi automáticamente, en la sala y el en 1888; tan fácil en su manejo que casi era cierto su espectáculo del «ciné», extraña grafía con la que apafamoso slogan: “usted aprieta el botón, nosotros hacerece a veces mencionado el nuevo medio en la prensa mos el resto”. española. Saliendo del mundo privado y doméstico De este modo, los Lumière no son, sólo, los “inal que estaba destinado, el cinematógrafo se sumerventores” de un nuevo ingenio tecnológico, sino, sobre ge en el universo público y callejero de las barracas todo, los “promotores” de un nuevo medio de expresión de feria y los pabellones de espectáculos, en todas las y comunicación; y ello, por partida doble. En primer lucapas sociales y en todos los usos posibles que a uno gar, porque su propósito era suministrar a los hogares puedan ocurrírsele: de los registros científicos (de mode las familias acomodadas un completo álbum cinevimientos fisiológicos y astronómicos, de operaciones mafotográfico de las vistas, propias o ajenas, de todo quirúrgicas y tratamientos psiquiátricos) a los números aquello que un buen burgués sentía como suyo a finade variedades (entresacados de los espectáculos de les del siglo XIX: los queridos miembros de la familia, magia y autómatas, del teatro por horas y del café canlos disciplinados obreros de la fábrica, los portentosos tante) pasando por los itinerarios cinéticos de los traadelantos del progreso, las extrañas costumbres de las velogues (vistas móviles y movientes, tomadas desde colonias, los incomparables paisajes del globo terrála delantera de un tranvía o un tren, para su posterior queo… Y, en segundo lugar, porque su conquista no proyección en una sala acondicionada como vagón, infue la “imagen en movimiento” sino algo mucho más cluido el acomodador con gorrilla y un sistema hidráulicomplejo: las “fotografías vivientes” que parecían reanico de amortiguadores que simulaba, en la sala-vagón, mar y resucitar las (a partir de entonces) mortecinas y un movimiento paralelo al de la imagen). cine primitivo la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t Sólo a partir de 1906/1911 comienza a delimitarse lentamente el espectáculo cinematográfico como algo específico y distinto a otros medios. Se trata, sin duda, de un nuevo proyecto cultural, tan bien definido como el de los Lumière y su fracasado álbum doméstico de fotografías vivientes. Esta segunda y exitosa invención —cristalizada en torno a 1915/1921 en la figura del norteamericano David Wark Griffith— sostendrá a partir de entonces y hasta hoy nuestra comprensión cotidiana del cine: en lo económico, la película comercial de largometraje; en lo estético, el relato visual de apasionadas y apasionantes historias. Lo más sorprendente, sin embargo, es que esta estricta segunda definición del cine recuperaba la cualidad fotográfico-viviente que tuvo la imagen Lumière. Aquella cualidad de “estar viendo la vida” que se perdió Linterna mágica. Las dos primeras décadas del «ciné» —entre el Desastre del 98 y la Guerra del 14— circunscriben lo que actualmente se llama cine primitivo o de los primeros tiempos. Como el resto de los espectáculos populares con los que comparte públicos y locales, el cine será, en aquellos años, denostado como una competencia desleal para el buen teatro, una amenaza para la salud y la moral de los espectadores y un peligro para las tradiciones y costumbres de las naciones. Demasiados ataques para un artificio y un espectáculo que, en realidad, era esencialmente concebido como una especialidad técnica más del ámbito fotográfico: un medio útil para aquellos fines que quisieran dársele, en la escuela, el teatro, la ciencia… 79 80 La policromía del Arte Anónimo, 1830. El Ermitaño (imágenes fundentes) 1 y 2. A principios del siglo XXI estamos ya instalados, al menos “medio de comunicación” es siempre mentalmente, en el llamado «pos-cine» que sigue al amado cine de mucho más que un “invento” exitoso sala, película y relato de antaño. en gran parte de las desviaciones fantasmagóricas y escenográficas de los cines primitivos. Aunque, evidentemente, esa cualidad fotográfica quedará en la imagen Griffith al servicio de las ficciones y las fantasías del relato visual. Esta sucinta —y por tanto injusta— descripción es la compleja base del gran cine, silente o sonoro, clásico o moderno, en el que se asientan, aún, nuestras ideas generales sobre lo cinematográfico… Esas mismas ideas que hoy andan en crisis, ante los continuas embestidas de las últimas formas digitales y las nuevas prácticas globales de la comunicación donde el «cine» se va diluyendo: los móviles, los videojuegos y las pantallas envolventes; la edición digital, las escenografías infográficas, los entornos virtuales y la web 2.0… A principios del siglo XXI estamos ya instalados, al menos mentalmente, en el llamado «pos-cine» que sigue al amado cine de sala, película y relato de antaño. Pero, precisamente, por esas apremiantes promesas o amenazas de la actualidad, merece la pena pararse y dar un gran salto atrás. Un salto más allá, incluso, de aquellos extraños cinés primitivos de barraca, explicador y orquestrión a los que tanto se parecen —si lo piensan un poco— los actuales y nuevos medios digitales. En cualquier caso, este repaso por el origen del cinematógrafo y la institución del cine muestra que un “medio de comunicación” es siempre mucho más que un “invento” exitoso, una innovación tecnológica lograda surgida del ingenio, el sueño o el azar de un sabio despistado. Tal como aquí lo hemos descrito, es imprescindible reconocer que aquello a lo que de una forma aparentemente neutral llamamos “medio” en el mundo de la comunicación, es siempre la adscripción de unos estrictos y restrictivos usos y fines sociales a la inextricable unión entre unos determinados aparejos y lenguajes definidos por aquellos usos y fines. Un medio es, en definitiva, una construcción histórica y cultural. Analizar cómo esos viejos medios se instituyeron en el pasado nos puede enseñar algo sobre cómo los nuevos medios se andan instituyendo en el presente. la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t Recortable. Lebrun y Boldetti, 1880. Velocípedo (recortable). EL MUNDO PERDIDO Y MARAVILLOSO DE LA TRÁPALA Convertido el cine ya en historia, es entonces un buen momento para explorar eso que ha dado en llamarse el «pre-cine»: los antecedentes del cinematógrafo que preceden y conducen a los componentes del cine. Como objeto y campo de estudios, el pre-cine aglutina las imágenes, los artilugios y los espectáculos desarrollados durante los siglos previos a la gran invención. Sus especialistas insisten siempre en los tres grandes linajes tecnológicos que parecen encaminarse al cinematógrafo: (a) la proyección luminosa del teatro de sombras y la linterna mágica, (b) la animación gráfica de los juguetes ópticos como el fenaquistiscopio y el zootropo y (c) la reproducción maquinal de la fotografía y la fonografía. Sin duda, éstas son —y en ese orden cronológico— las tres bases tecnológicas que definen el artilugio del cinematógrafo y el espectáculo del cine. Pero debemos recelar de las trampas del propio término utilizado: el “pre-cine”. En primer lugar, porque esos artilugios y espectáculos son algo más que “antecedentes”. Al menos durante los cinco siglos previos a la institucionalización del cine, tuvieron una intensa vida propia en todas las capas sociales, formando una compleja cultura visual de muy amplia difusión; mucho mayor, por ejemplo, que la pintura de salones y museos que suele ilustrar la vida en los siglos anteriores al XIX. En segundo lugar, porque los “componentes” del cine nunca están definidos de una vez por todas. Pues, por ejemplo, el espectáculo del cine añade necesariamente —tal como lo hemos considerado durante el último siglo—, el carácter del relato a la cualidad de las fotografías vivientes del artilugio del cinematógrafo. ¿De qué cine hablamos, entonces, cuando hablamos del pre-cine?: ¿de las fotografías vivientes (living pictures) inventadas por Louis Lumière… o del fotodrama (photoplay) cristalizado en David Wark Griffith? ¿de las variadas formas del cine primitivo… o de las diversas prácticas documentales, experimentales, familia- 81 res, expulsadas de nuestra idea corriente del cine como relato visual y película comercial? El cine es sólo un movedizo paso más —por más que resplandeciente— en la vida de los lenguajes y aparejos de la comunicación. Por eso, una arqueología o genealogía del «cine/matógrafo» —o de la Web 2.0— debe romper con esos relatos que orientan el trayecto según una meta fijada de antemano. Sólo así podemos entender ese caótico y oculto mundo de imágenes, artilugios y espectáculos cuyo rastro desaparecerá, en muchas ocasiones, con la llegada del cinematógrafo y el triunfo del cine: las cámaras lúcidas y oscuras y los auxiliares del retrato fácil y rápido; las esferas de sombras y los espejos mágicos; los teatros diabólicos, las linternas mágicas y los teatros de sombras; las anamorfosis, los jeroglíficos, los caligramas y los criptogramas; los transparentes de porcelana y las estampas fundentes; los mundonuevos y los polioramas; los teatros desplegables y las figuras recortables; los juegos de cartas, casillero y lotería; las fantasmagorías y las sombromanías; los registros foto-fonográficos y las estenografías; los trampantojos, las cajas de perspectivas y los pandioramas envolventes; los microscopios solares y los telescopios lunares; los juguetes taumatrópicos, estroboscópicos y cromatrópicos; los rayos X y la fotografía de espectros; las caricaturas, las aleluyas y las tiras cómicas; los artefactos estereoscópicos, cronofotográficos, animascópicos… El artilugio del cinematógrafo pertenece a un mundo mucho más antiguo y extenso que el corto siglo del Pintura de Agustín Espina. Arte Nuevo Digital. la Trápala no es un “un arte que coloca la mitad del mundo «trápala» significa “ruido, en un punto y encuentra el medio de movimiento y confusión de hacer salir los ecos visuales del cristal, gentes; embuste, engaño” un arte trápala que se burla de nuestros ojos y desarregla todos nuestros sentidos”. Linterna Mágica Rotativa. Estados Unidos, m. s. XIX. (colección de Josep Maria Queraltó). No existen dos mundos opuestos —el de las apreciadas obras de “Arte” versus el de los despreciados medios n continente perdido y delleno de especies desaparecidas la “Comunicación”. espectáculo del cine. Pero si prestamos atención a ese mundo no debe ser para archivar y olvidar sus piezas —el tantas veces amargo camino del sótano al museo—, sino para recordar y pensar, por ejemplo, todo aquello que en sus imágenes revienta la idea de la imagen única, fija, plana e inalterable, definida por las bellas artes del dibujo y la pintura entre los siglos XV y XIX. Si algo comparten todos los artilugios y espectáculos arriba mencionados es su exploración de ciertas cualidades expresivas escamoteadas en la tradición artística de la pintura: el cambio, el movimiento, la duración, la animación, la proyección, lo invisible, lo cifrado, el relieve, la profundidad, la interacción, la inmersión… Si tuviera que escoger una sola definición del cine, tomaría ésta de Roger Boussinot a medidos del siglo XX: “cine: el arte de proyectar al espectador en el interior de la pantalla sin moverle de su butaca”. Esta jocosa pero certera descripción coloca al cinematógrafo en un saber y un hacer de las imágenes que se definen por el asombro y el engaño que provocan; sean cuales sean sus procedimientos expresivos y sus finalidades comunicativas. Hace años me topé con un término bajo el que pensar ese enmarañado mundo de imágenes, artilugios y espectáculos. Según el diccionario, «trápala» significa “ruido, movimiento y confusión de gentes; embuste, engaño”. Encontré el término buscando una traducción para la denominación “art trompeur”, dada por un viajero francés del siglo XVII, Charles Patin, a las proyecciones de una linterna mágica: “un arte que coloca la mitad del mundo en un punto y encuentra el medio de hacer Hermanos Lumière. (Auguste, 1862-1954 y Louis 1864-1948). Eadweard Muybridge. Caballo al Galope (serie fotográfica). Scientific American, Octubre 1878. salir los ecos visuales del cristal, un arte trápala que se burla de nuestros ojos y desarregla todos nuestros sentidos”. Podría haber traducido el término por arte tramposo. Pero aquel fascinado espectador de un fabuloso espectáculo linternista, en 1674, nos habla de otra cosa: no de un timo —que nos engaña porque somos inconscientes del fraude— sino de un truco —que nos embauca a pesar de ser conscientes del engaño—. Tal como la pensamos, la Trápala no es un continente perdido y lleno de especies desaparecidas. La mayor parte de sus artilugios y espectáculos figuran en cualquiera de los buenos libros sobre los antecedentes y los precursores del cine; y algunos de ellos están incluidos en las historias, auxiliares o marginales, del Arte y de la Comunicación. Nombrar y segregar ese extraño mundo de la trápala sólo pretende entonces destacar esas dos cualidades —el asombro y el engaño— que normalmente son excluidas en unas historias y teorías de las artes y las comunicaciones volcadas hacia los encumbrados valores de la Belleza y la Verdad. Pues, precisamente, el interés de ese mundo de la trápala es explorar el fondo sobre el que se instituyen esos dos extremos. En contra de lo que suele decirse, no existen dos mundos opuestos —el de las apreciadas obras de “Arte” versus el de los despreciados medios de la “Comunicación”— que se habrían sucedido en su preeminencia a lo largo de los últimos seis siglos, configurando la actual, y machaconamente publicitada, sociedad de la información. Más bien, a partir del siglo XV, la cultura occidental reorganiza sus praxis comunicacionales enfatizando dos mundos, cada uno de ellos delimitado por unos valores muy específicos. De forma sucinta: la «belleza» y la «forma» en el caso de lo artístico, la «verdad» y el «contenido» en el caso de lo in/formativo. Sus res- 85 Hnos. Lumière, 1895. Cinematógrafo Lumière (patente). la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t pectivos campos de estudio —la Historia y Teoría del Arte, las Ciencias de la Comunicación— se aplican por tanto al análisis de los procedimientos y objetivos de sus diversos medios una vez que han sido instituidos, normalizados según unas específicas reglas y rutinas y unos determinados hábitos y costumbres en su creación y recepción. Pero todo nuevo artilugio comunicacional —artístico, informativo, recreativo… de los orígenes de la pintura y la escritura a las terminales de los videojuegos— surge de un proceso histórico que siempre incluye, al menos en sus inicios, el asombro y el engaño del espectador como efectos más o menos buscados en las maneras en que trastoca o pervierte los procesos de percepción considerados normales en cada época. Así, la telegrafía en el siglo XVIII y la Internet en el siglo XXI esconden ese efecto mágico —de comunicación telepática entre dos mentes— bajo su utilitaria funcionalidad. En algunas ocasiones, ese sentimiento de maravilla (en griego: “tauma”) es parte consustancial del propio artilugio una vez normalizado como medio de expresión y comunicación. Esta fascinación es la que hace de la trápala un mundo diferente; un territorio apenas explorado a pesar de la doble insistencia —de Occidente en general y de la Modernidad en particular— en hacer del asombro y el engaño uno de los motores del surgimiento y el asentamiento de los nuevos medios de cada época. 86 La policromía del Arte Comas, 1900. Bota Claveteada (radiografía). DE LA TRÁPALA A LOS PILARES DEL CINEMATÓGRAFO La exposición Ilusión y Movimiento: los orígenes del cinematógrafo, organizada por la Obra Social de Caixa Catalunya, explora ese universo sin fin —de imágenes, artilugios y espectáculos de la Trápala— a partir de una milésima parte de las piezas de la irremplazable colección de Josep Maria Queraltó, un profesional del cine dedicado durante más de medio siglo a su parte más oscura: la de las máquinas y las salas. Cabe recordar por ello que el campo de estudios sobre el pre-cine —llamado antaño “genética fílmica” o “arqueología del cine”— se construyó a partir del intuitivo trabajo de un, siempre escaso, número de coleccionistas y comentaristas que —desde la misma invención del cinematógrafo y al margen de las instituciones oficiales— fueron acumulando piezas, documentos y escritos de lo que creían una historia de largo y profundo alcance. Ellos son los que realmente abrieron el territorio de la trápala, desbordando los límites establecidos del pre-cine como aquello que precede y conduce al cine. Basta ejemplificar esta paciente y obsesiva labor, de los viejos arqueólogos y genealogistas del cine, en la primera y en la última de sus figuras emblemáticas. En un extremo, el británico Will Ernst Lytton Day, comerciante de películas y aparatos de cine durante las primeras décadas del siglo XX y autor de una magna e inédita obra, redactada entre 1914 y 1933: Twenty Five Thousand Years to Trap a Shadow [25000 años para Atrapar una Sombra]. En el otro extremo, el español Carlos Staehlin, fundador de la Cátedra de Cine de la Universidad de Valladolid y autor, en 1981, de una descatalogada pero aún encontrable Historia Genética del Cine: de Altamira al Wintergaten. Los propios títulos de esas obras muestran el, aparentemente, exagerado remonte de la búsqueda de los primeros antecedentes y precursores del cinematógrafo. Sin duda, el caso más llamativo (y discutido) de ese largo viaje en el tiempo sería la figura de un Ja- Jabali de Altamira, 12.500 aC (según el dibujo de Henri Breuil, 1935). balí de Ocho Patas, pintado en la Cueva de Altamira hace 14.500 años y que vendría a demostrar “el anhelo eterno del hombre por registrar y reproducir la vida”. Por supuesto, es evidente que ni el jabalí octópodo es un antecedente del cine —en todo caso, lo sería de los recursos cinéticos empleados en el tebeo— ni aquella imagen de “una bestia al trote que huye o acecha” fue intencionada —pues la multiplicación de las patas es un efecto del continuo repinte de las imágenes en los refugios prehistóricos—. En realidad —casi en un sentido contrario al que proclamaban aquellos autores— lo que la figura del monstruoso jabalí octópodo demostraría es, precisamente, que el impulso pictórico del hombre prehistórico —y, ojo, de otras muchas épocas y culturas— es el de fijar y solidificar en la imagen, de una vez por todas, aquello que en el mundo es por naturaleza móvil y fluido. A pesar de sus extravíos y desvaríos, aquellos coleccionistas y comentaristas —a veces llamados despectivamente “altamiranos”— estaban en el territorio correcto. Porque la Trápala —como ese mundo de artilugios y espectáculos del asombro y el engaño— puede rastrearse hasta el origen de la humanidad y la invención de los primeros signos y útiles. Sólo hay que desactivar la idea del cine como la meta final de un traViaje a la Luna. George Méliès la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t 87 Duesseldorf. Film Museum. Linterna mágica. yecto cerrado y necesario para percibir que el auténtico valor de aquellos repertorios y colecciones siempre fue trazar una arqueología y genealogía de las especies y linajes de la comunicación desde el origen mismo del lenguaje. Cada medio es sólo un movedizo paso más en la doble vida de los lenguajes y los aparejos de las praxis comunicacionales. Sólo nos queda entonces cartografiar un territorio incierto, trazar recorridos precarios. Pues la cronología y la topología —con su ordenado empuje siempre al frente, siempre adelante— sólo son una plantilla para un eterno retorno sobre lo mismo: nuestras ideas, en cada época; sobre el cine o sobre la red-hiper-media. Es ahí donde las etiquetas de lo arqueológico y lo genealógico, aplicadas al devenir de los artefactos y las praxis comunicacionales, adquieren su pleno sentido en una perspectiva a la vez historiográfica y antropológica. Pues el interés nunca está situado en el pasado sino en el presente de nuestros medios, allí donde se desentierran los estratos y se siguen las filiaciones. No se trata entonces de rebuscar lo anterior —de un objeto ya definido como origen, límite, horizonte, apogeo— sino de escudriñar lo interior: las cualidades expresivas de un artefacto textual (por ejemplo, el cinematógrafo) o las condiciones comunicativas de una institución social (por ejemplo, el cine). Todas esas cualidades y condiciones que han permanecido —permanecen aún— escondidas bajo nuestras ideas corrientes de lo fílmico y lo cinematográfico y que han permitido en definitiva concebir, hasta hoy, una cierta unidad entre los cines primitivos, clásicos, modernos… fueran cuales fueran las esenciales diferencias entre unas y otras formas y prácticas. La historia del pre-cine conduce así a una teoría de la trápala. De este modo, la proyección, la animación y la reproducción —los “antecedentes tecnológicos directos” del cinematógrafo— abren el mundo del cine a un mapa mucho más complejo de principios semio- 88 La policromía del Arte Proyector manual. tecnológicos y socio-psicológicos a través de los cuales se despliega el origen y el devenir de los medios en la historia de Occidente y el acontecer de la Modernidad: la imaginarización, la fascinación, la fabulación, la figuración… Todos esos principios —de cartografía aún por trazar—seguramente debieran tomar como centro la simulación, el sueño ancestral de una imagen que incluya al sujeto que la contempla: de los tableros de casillero como el Ajedrez, la Oca o el Buho, las cajas de luces del megaletoscopio o los visores del estereoscopio a las consolas digitales de los videojuegos y los entornos de realidad virtual. Tras los usos y fines declarados de la actual sociedad de la información y el espectáculo, late el mundo de los artificios y las praxis del asombro y engaño de la Trápala. Hoy día, en los bordes digitales del tercer milenio, resulta imprescindible comprender el origen y destino de aquellos artilugios y espectáculos. Quizás lo de menos sea ya —si es cierto que su fin está tan cerca— explicar el origen del cinematógrafo y el desarrollo del cine dentro de una historia de la imagen gobernada por los ideales de la Belleza o la Verdad. Quizás se trate ya de aceptar que bajo la totalidad de los artificios y praxis de la cultura siempre late una pulsión por el asombro y el engaño; en definitiva, por el Juego. Y que ese juego —de las formas expresivas y las prácticas comunicativas— es, como dirían Huizinga u Ortega, el que define lo humano. Juguemos, pues. la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t la policromía del arte t 89 LUIS ALONSO GARCÍA PROFESOR TITULAR DE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL. UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS. FUENLABRADA. MADRID. (URJC) ESPECIALISTA EN HISTORIA Y TEORÍA DE LA IMAGEN, LA FOTOGRAFÍA, EL CINE Y LOS MEDIOS. DIRECTOR MÁSTER UNIVERSITARIO Y PROGRAMA DOCTORADO EN ESTUDIOS SOBRE CINE ESPAÑOL DE LA URJC. COMISARIO DE LA EXPOSICIÓN “ILUSIÓN Y MOVIMIENTO: LOS ORÍGENES DEL CINEMATÓGRAFO” (BARCELONA, CAIXA CATALUNYA OBRA SOCIAL). Miembro de INTERMEDIA (Investigación en nuevos soportes y formatos de comunicación). Miembro de DORMITOR (the International Society for the Study of Early Cinema). Miembro de la AEHC, Asociación Española de Historiadores de Cine. Algunas de sus Publicaciones relacionadas: “Historia y Praxis de los Media: elementos para una historia general de la comunicación” (Madrid, Laberinto, 2008). “Dimes y Diretes sobre lo Audiovisual en los Tiempos de la Cultura Visual y Digital” (Madrid, CIC, Cuadernos de Información y Comunicación, 12, 2007). “El Ojo Líquido y la Huella Fugaz e Intangible” (Zaragoza, El Gnomo, 7, 1998) LECTURAS RECOMENDADAS CERVERA de la Torre, Elena (1999). Soñar el Cine: fondos de la colección de la Filmoteca Española. Madrid, Ministerio de Cultura. CRARY, Jonathan (1990). Técnicas del Observador: visión y modernidad en el siglo XIX. Murcia, Cendeac. FRUTOS Esteban, Francisco Javier (1996). Artilugios para Fascinar: colección Basilio Martín Patino. Salamanca, Junta de Castilla y León, Semana Internacional del Cine. GARÓFANO, Rafael (2007). Los Espectáculos Visuales del Siglo XIX: el pre-cine en Cádiz. Cádiz, Quórum. HERBERT, Stephen (2000). A History of Pre-Cinema. Londres, Routledge. MANNONI, Laurent (1994). Le Grand Art de la Lumière et de l’Ombre, archéologie du cinéma. París, Nathan. MANNONI, Laurent (1995). Trois Siècles de Cinéma, de la lanterne magique au cinematographe. París, Réunion de Musées Nationaux. MILLINGHAM, F. (1945). Por qué Nació el Cine?: cuatro porqués fundamentales de la génesis cinematográfica. Buenos Aires, Nova. PONS, Jordi (2002). El Cine, Historia de una Fascinación.Girona, Fundación Museu del Cinema - Colleció Tomàs Mallol. RIEGO Amézaga, Bernardo (1999). Memorias de la Mirada: las imágenes como fenómeno cultural en la España Contemporánea. Santander, Fundación Marcelino Botín. STAEHLIN, Carlos (1981). Historia Genética del Cine: de Altamira al Wintergaten. Valladolid, S.P.U. Valladolid.