P E R SP E CT I V AS SOBR E LOS SE T E N T A: UN A
AP R OX I M ACI ON A LAS LE C T UR AS SOBR E LA P OLI TI C A
E X T E RI OR D E L P E R ON I SM O
Al e jand r o Si m onof f 1
Instituto de Relaciones Internacionales-Universidad Nacional de La Plata
asimonoff2000@yahoo.com.ar
Perspectives on the seventies: An approaching to the readings on the foreign policy of
Peronism.
Resumen
En este trabajo nos proponemos realizar un estado de la cuestión sobre los principales textos
referidos a nuestras relaciones exteriores en los años setenta, ya que analizar los vínculos entre
las teorías y la producción bibliográfica presenta un doble desafío. Por un lado, tenemos los
problemas propios de la evolución disciplinar de la política exterior en donde conviven versiones
contrastantes sobre las vinculaciones de la Argentina con el mundo, y muy especialmente del
período de la guerra fría. Por otro, las particularidades del período analizado que por múltiples
causas aparece fragmentado.
Palabras clave: Relaciones exteriores – Política exterior – Guerra fría - Peronismo
Abstract
In this study we plan to carry out the current status of the issue about the main texts over out
foreign relations in the seventies, since analyzing the links between theories and bibliographic
production presents a double challenge. On one side, the own problems of the disciplinary
evolution of foreign policy were coexists versions in contrast with each other, over the links of
Argentina and the world, with emphasize in the Cold War period. On the other side, particularities
of the period analyzed appears fragmented by multiple causes.
Key words: Foreign relations – Foreign policy – Cold War - Peronism
Las políticas exteriores de los gobiernos peronistas de los setenta resulta un
ejercicio interesante para analizar los vínculos entre las teorías de nuestras vinculaciones
externas y la producción bibliográfica. Esto presenta un doble desafío, por un lado,
Doctor en Relaciones Internacionales UNLP. Profesor Adjunto Interino de Historia General VI e Historia
Social Contemporánea de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP).
1
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
1
tenemos los problemas propios de la evolución disciplinar de la política exterior en donde
conviven versiones contrastantes sobre ellas, y muy especialmente del periodo de la
guerra fría. Por otro, las particularidades del período analizado que por múltiples causas,
aparece fragmentado.
Es por estos motivos que proponemos realzar un estado de la cuestión sobre los
principales textos referidos a nuestras vinculaciones con el mundo que hicieron referencia
a esa época, ver cuales fueron sus características más resaltadas y qué relación tienen
con las perspectivas disciplinares.
1. La evolución disciplinar de la política exterior y las interpretaciones de ésta en la
guerra fría.2
Desde los años sesenta los análisis de política exterior fueron determinando un
espacio propio, tanto por la construcción de un objeto de estudio como por la elaboración
de esquemas teóricos y metodologías propias para su análisis que los distinguían tanto
de la historia diplomática como de la geopolítica. A ello contribuyeron de manera
determinante muchos estudiosos, entre los que se cuentan Juan Carlos Puig y sus
discípulos, que aportaron “una buena dosis de componentes teóricos, un manejo riguroso
de las conceptualizaciones y metodologías.”3 La principal diferencia con otros autores fue
que sus orientaciones teóricas estuvieron marcadas de manera determinante por el
concepto de autonomía.4
Para una lectura más pormenorizada de la relación entre la historia de la política exterior argentina y sus
cuestiones teóricas, véase nuestro: Simonoff, Alejandro. “La interpretación del pasado como eje de la disputa
de la política exterior actual: de Puig a Escudé”, en: Relaciones Internacionales, junio-noviembre 2003, año
12, nº 25, pp. 129-148.
3
Colacrai, Myriam. “Perspectivas teóricas en la bibliografía de política exterior argentina”, en: Russell,
Roberto. Enfoques teóricos y metodológicos para el estudio de la política exterior, Buenos Aires, Grupo Editor
Latinoamericano, 1992, p. 33.
4
Existía otro grupo, formado entre otros por Gustavo Ferrari que propiciaba un alineamiento con Estados
Unidos. Construyen, a la saga de Puig, una serie de constantes (el pacifismo, el aislacionismo regional y
mundial, la evasión por medio del derecho, el moralismo, el europeísmo y oposición a los Estados Unidos y la
debilidad territorial). Estas eran “una línea de conducta, o en todo caso algunas líneas, en nuestra conducción
exterior” y como el mismo autor reconoció esquema más pobre que la realidad, que no todas surgen al
mismo tiempo; y que algunas son positivas aunque no lo parezcan. Ferrari, Gustavo. Esquema de la política
exterior argentina, Buenos Aires, EUDEBA, 1981, pp. 1-28. Pero este autor comparte con Puig, como
veremos, varios elementos de análisis. El aporte de este grupo no fue significativo desde el punto de vista
teórico, muchos de sus trabajos terminaron siendo “tendenciosos” y su juicio crítico no se fundamentó “en
fuentes primarias o secundarias relevantes”. Rapoport, Mario. “Problemas y etapas en la historia de las
relaciones internacionales de la Argentina”, en: Comité Internacional de Ciencias Históricas – Comité
Argentino, Historiografía Argentina (1958-1988) Un evaluación crítica de la producción histórica argentina,
Buenos Aires, CICH-CA, 1990, p. 556.
2
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
2
La escuela puigiana fue la muestra de la necesidad de crear esquemas propios de
interpretación frente a otros creados en los países desarrollados, e incluso de la
necesidad de diferenciarse de la Teoría de la Dependencia.5
Juan Carlos Puig modeló las vinculaciones externas de un país periférico como la
Argentina sobre los márgenes de maniobra que los grupos dirigentes disponían y sus
deseos por utilizarlos o no.
La aparición de enunciados generales y regularidades específicas le permitieron a
Puig desarrollar modelos de política exterior que no eran lineales sino cíclicos.6 Estos
diversos modelos (Dependencia Para-Colonial7, Dependencia Nacional8, Autonomía
Heterodoxa y Autonomía Secesionista9) no son evolutivos sino que se pueden pasar de
uno a otro, retroceder y pujar en un mismo momento histórico.
Para nuestro trabajo, el modelo a explicar es el de la Autonomía Heterodoxa, en el
que si bien se acepta la conducción estratégica del bloque, existieron tres aspectos que
lo diferencian del anterior: a) el modelo de desarrollo interno podría no coincidir con las
expectativas de la metrópoli; b) en que las relaciones internacionales del país periférico
no fueran globalmente estratégicas; y, c) separó el interés nacional de la potencia
dominante y el interés estratégico del bloque.10
5
La principal diferencia con esa última escuela, es que los autonomistas sostienen que la relación asimétrica
puede cambiar, porque parten de entender y analizar el sistema internacional como dinámica y otorgándoles
características similares al sistema doméstico.
6
Estamos frente a una situación paradigmática en el sentido kuhniano de constitución de un discurso
científico.
7
La Dependencia Para-Colonial es aquel modelo en el cual “el Estado posee formalmente un gobierno
soberano y no es una colonia, pero en realidad los grupos que detentan el poder efectivo en la sociedad
nacional no constituyen otra cosa que un apéndice del aparato gubernativo y de la estructura del poder real
de otro Estado.” Puig, Juan Carlos. América Latina: políticas exteriores comparadas, Buenos Aires, Grupo
Editor Latinoamericano, 1984, tomo I, p. 74.
8
El segundo modelo es el de Dependencia Nacional, en la cual “los grupos que detentan el poder real
racionalizan la dependencia y, por tanto, se fijan fines propios que pueden llegar a conformar un proyecto
nacional compartido globalmente en sus rasgos esenciales.” Puig, Juan Carlos. América Latina…, op. cit.,
tomo I, pp. 74- 75. Este modelo constituye una serie de tendencias profundas en nuestra política exterior: 1)
afiliación a la esfera de influencia británica: es caracterizada por la optimización de lo económico y el
establecimiento de algunas limitaciones políticas; 2) oposición a los Estados Unidos: producto de la escasa
importancia económica de la relación, que a veces llegó al enfrentamiento; 3) Aislamiento de América Latina;
aunque a veces se mantenían relaciones estrechas desde lo diplomático, lo cultural y lo político, existía cierto
rechazo a crear asociaciones permanentes; y, 4) debilidad territorial: existe poca o ninguna preocupación por
esta cuestión, como si realmente al país no le importase perder territorios que estuvieran fuera del proyecto
agroexportador. Puig, Juan Carlos. "Las tendencias profundas de la política exterior argentina", en: Revista
Argentina de Relaciones Internacionales, 1975, nº 1, pp. 7-27. En Puig, estas tendencias profundas son
rasgos reconocibles para el siglo XIX y algunas permanecen en el siglo XX.
9
La Autonomía Secesionista "significa el desafío global. El país periférico corta el cordón umbilical que lo
unía a la metrópoli." Para nuestro autor, esta etapa no es recomendable, ya que agota los recursos
nacionales y puede derivar en una situación absolutamente contraria a la deseada. Puig, Juan Carlos.
América Latina…, op. cit., tomo I, p. 79.
10
Puig, Juan Carlos. Malvinas y el régimen internacional, Buenos Aires, Depalma, 1983, p. 68.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
3
Tras la Segunda Guerra Mundial, la aparición de este modelo autonomista no tuvo
la exclusividad, ya que pujó con los esquemas de inserción hacia los Estados Unidos
hasta 1983. Esta situación generó dos características para este período, señaladas por
Rapoport: la relación con Washington –cercana o distante- y la inestabilidad interna.11
Si bien estas ideas autonomistas tuvieron una fuerza significativa en el período,
unieron “a sectores ideológicamente diversos y en muchos casos hasta opuestos.”12
Además esta forma “clásica” de autonomía no se relacionaba con un determinado tipo de
régimen político interno (gobierno civil o militar) y lleva a confundir “políticas tan diversas
como las de Perón e Illia, por un lado, con las de Lanusse, Videla o Viola por el otro.”13
La falta de estabilidad institucional reflejó cambios constantes en esta área, como
en otras, al ritmo de la sucesión de gobiernos civiles, más próximos al autonomismo, y de
facto, más cercanos a los designios de Washington.14
Con la aparición de estos enunciados generales, la determinación de
regularidades específicas y las herramientas conceptuales (modelos), la política exterior
se conformó como un campo disciplinar que avanzó hacia una desideologización de sus
contenidos. Pero la nueva llegada de los militares en los setenta significó que los estudios
volvieran sobre sus aspectos más tradicionales: la diplomacia y la geopolítica. En este
marco, los sectores académicos, como el caso de Mario Rapoport15, derivaron hacia los
análisis de aspectos burocráticos, un uso sistemático de archivos y el abandono de las
generalizaciones, a favor de análisis más específicos, circunscriptos y puntuales.
Juan Carlos Moneta le incorporó algunas tendencias al paradigma puiguiano que
ayudan a mejorar la explicación de nuestra vinculación externa: 1) la triangulación
comercial que apareció a fines del siglo XIX y estableció una estructuración de Inglaterra,
y luego Europa Occidental, como fuente para las exportaciones y con Estados Unidos
como importador, que creció en la medida que el Viejo Continente pierde relevancia
internacional; 2) el equilibrio regional que evidenció la existencia de una preocupación
que provenía desde la independencia por mantener una distribución de poder favorable –
11
Rapoport, Mario. ¿Aliados o Neutrales? La Argentina frente a la segunda Guerra Mundial, Buenos Aires,
Eudeba, 1988, p. 22.
12
Russell, Roberto y Tokatlián, Juan Gabriel. “De la autonomía antagónica a la autonomía relacional: una
mirada teórica desde el cono sur”, en: Post/Data, mayo de 2001, nº 7, p. 83].
13
Rapoport, Mario y Spiguel, Claudio. “Modelos económicos, regímenes políticos y política exterior
argentina”, en: Sombra Saraiva, Jose Flavio (ed.). Foreign Policy and polical regime, Brasilia, Instituto
Brasileño de Relaciones Internacionales, 2003, p. 197.
14
Aunque queremos hacer notar que en algunos casos, como el que estamos analizando, existen cambios de
tendencias dentro de un mismo gobierno.
15
A diferencia de Puig o de Escudé, la formación en historia económica de este autor y no desde los
aspectos referidos a las relaciones políticas internacionales, lo lleva a constituirse en una variante distinta de
las anteriores
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
4
o al menos equilibrada- con Brasil y Chile; y, 3) la diversificación de mercados que
apareció desde mediados del S. XX y se relacionó con el surgimiento del modelo
autonómico.16
Para otro discípulo de Juan Carlos Puig, Guillermo Figari, la diferencia entre las
políticas exteriores autonomistas de las que no lo fueron, estuvieron en “la cuestión de la
elección de las prioridades, referidas a con quién me debo relacionar más y con quién me
tengo que relacionar menos. Y dentro de esas relaciones cual constituye la alianza
principal.” Para este autor, el dilema de nuestro rol en el mundo seguía siendo la
construcción de autonomía para reducir la dependencia. Colocó la disyuntiva en la que se
encuentra nuestra política exterior en un debate de fondo y no de forma, ya que, desde la
teoría y la práctica los analistas y hacedores de la política exterior derivaron hacia lo
instrumental y abandonaron la discusión principal.17
Este autor señala que la verdadera política autonomista:
… debe tender, desde una perspectiva ideal, a resolver la cuestión de una
conducta más o menos similar a la planteada por la ética kantiana que predica
sacarse el sombrero ante el poder jerárquico, pero jamás inclinase moralmente.
Es decir, la mentalidad, más allá de la coyuntura –de la realidad dependiente
de hecho-, debe ser de autonomía. Para ello se deberá aceptar el orden
jerárquico internacional, pero tratando de obtener de esa conducta el máximo
beneficio.18
En los años noventa tomaron cuerpo definitivo, las ideas de Carlos Escudé. Ellas
se sustentaron en que la competición estuvo reservada al aspecto económico y no a los
políticos y militares. Con respecto al carácter periférico del realismo escudeano,
observamos que con la división de la autonomía y su redefinición, el autor se separó del
paradigma instaurado por Puig, al afirmar la inserción por sobre la autonomía. Además,
no ve ambos conceptos como complementarios a la manera puigiana, sino como
excluyentes, relegando los intereses nacionales del Estado Periférico en función de los
del Estado hegemónico. Otro problema de la teoría de Escudé es que las ganancias son
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo: 1973-1976”, en Perina, Ruben y Russell, Roberto.
Argentina en el mundo (1973-1987), Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988, p. 52.
17
Figari, Guillermo. De Alfonsín a Menem. Política exterior y globalización, Buenos Aires, Memphis, 1997,
pp. 19 y 130-135.
18
Figari, Guillermo. Pasado, presente y futuro de la política exterior argentina, Buenos Aires, Biblos, 1993, p.
199.
16
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
5
siempre eventuales. Por último, posterga la confrontación indefinidamente, lo que lleva a
eternizar la alineación.
La aplicación de estas ideas estuvieron en su monumental obra, realizada en
conjunto con Andrés Cisneros y un grupo de colaboradores, Historia General de las
Relaciones Exteriores de la República Argentina [1998], con una extensión de quince
tomos, en la que conceptualiza cuatro etapas:19 la Argentina embrionaria (1806-1881)20, la
Argentina consolidada (1881-1942)21, la Argentina subordinada (1942-1989), y la
Argentina posmoderna (1989-1999).22
La Argentina subordinada (1942-1989) fue la etapa en la que se encentraron los
gobiernos peronistas de los setenta y estuvieron marcados por la confrontación; aquí los
desafíos al poder hegemónico estuvieron determinados por una asimetría cada vez
mayor entre las grandes potencias y la periferia. La oposición aunque exitosa, “resultaba
con frecuencia en victorias pírricas” cuyos costos eran muy superiores a los que debía
pagar Estados Unidos por ese mismo fracaso. La Argentina subordinada posee las
mismas dificultades señaladas por Puig y Figari, aunque con una interpretación diferente.
Los desafíos a la potencia, al ser un sistema asimétrico, tienen un costo diferente para
una y otra nación.23
Además:
19
Es notable la coincidencia en la periodización con el trabajo de Felipe de la Balze, quien, más cauteloso,
establece una etapa de orientación defensiva, en vez de una embrionaria, en la primera mitad del siglo XIX y
luego la instauración de tres tiempos para nuestra política exterior: el de la organización nacional
(1852-68/1930-41), el del aislamiento (1941-3/1983-5) y el de reincorporación al Primer Mundo o nueva
política exterior (desde 1983-5 en adelante). Esta coincidencia se debe a que ambos fijan como parámetro
exclusivo la relación con la potencia principal, ya sea Gran Bretaña o los Estados Unidos. De la Balze, Felipe.
“La política exterior en tres ‘tiempos’. Los fundamentos de la ‘nueva política exterior’”, en De la Balze, Felipe y
Roca, Eduardo. Argentina y Estados Unidos. Fundamentos de una nueva alianza, Buenos Aire, CARI-ABRA,
1997, p. 11-129.
20
La Argentina embrionaria (1806-1881) está enmarcada en el proceso de gestación de los Estados del
Cono Sur. Esta posición se sustenta en el hecho por el cual, a pesar de la independencia formal, “aún nos
encontramos con Estados embrionarios” y los autores señalan que la incomprensión de este fenómeno lleva
a muchos trabajos a adolecer “de grandes defectos”. Para los autores, esta falta de comprensión “ha sido en
muchas ocasiones el producto de las mitologías historiográficas”. Cisneros, Andrés y Escude, Carlos.
Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor
Latinoamericano, 1998, tomo I, p. 16.
21
La Argentina consolidada (1881-1942): sus inicios están delimitados por la afirmación y adquisición de
“algún grado de estabilidad territorial y política”. En la integración al mercado mundial el país se vincula con
las economías centrales. Escudé y Cisneros lo interpretan sobre la base de la teoría de la dependencia,
aunque en un marco de mayor paridad que la actual. Ibídem, pp. 16-17.
22
La Argentina posmoderna (1989-1999): El fin de la guerra fría y la consolidación de los regímenes
democráticos son “un cambio cualitativo” en la política exterior, fundados en la aceptación de las reglas de
juego y la “renuncia a las confrontaciones del pasado”. Estas políticas tienen como objetivo, según los
autores, el desarrollo económico y el bienestar de la gente. Ibídem, pp. 18-19.
23
Ibídem, p. 17.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
6
...
la
política
exterior
del
país
fluctuaba
dramáticamente
entre
el
tercermundismo anti-occidental de algunos gobiernos de la democracia
restringida, posteriores al derrocamiento de Perón, y los alineamientos
internacionales con espíritu de cruzada, auspiciados por las fuerzas más
reaccionarias durante los gobiernos militares de las autodenominadas
“Revolución Argentina” y “Proceso de Reconstrucción [sic] Nacional.24
En esta breve descripción de la evolución de los análisis de la política exterior
quisimos resaltar dos cuestiones que nos ayudarán a comprender mejor el período: 1) la
existencia de dos visiones que convergen en sus descripciones pero se diferencian en
sus valoraciones de la guerra fría, una en torno al concepto de autonomía y otra a su
rechazo; 2) resulta evidente que para analizar este período es necesario observar como
variables principales la relación con Washington y el conflicto interno.
2. Las caracterizaciones generales
A partir de los sucesos de Córdoba de 1969, los militares de la Revolución
Argentina se fueron debilitando cada vez más, e instrumentaron una salida electoral. En
ella se levantó la proscripción y permitió el triunfó del peronismo en las elecciones de
marzo con el Frente Justicialista de Liberación Nacional por casi un 50% de los votos con
la fórmula Héctor J. Cámpora y Francisco Solano Lima.
La llegada del nuevo gobierno abrió para los análisis una primera cuestión: si las
políticas exteriores implementadas fueron similares o no. Carasales encontró que las
políticas exteriores de los gobiernos peronistas de 1973 a 1976 evidenciaron “en los
hechos un real no-alineamiento con respecto a las dos superpotencias que lideraban los
grandes bloques en que se dividía el mundo” aunque encontró diferencias entre las
distintas fases.25 En una misma dirección, aunque no observó ninguna variación, fue el
texto de Gustavo Ferrari:
Los hechos más notables producidos en el campo de la política exterior entre
1973 y 1976 son la denuncia del Arreglo de Nueva York, el restablecimiento de
relaciones con Cuba, el ingreso de nuestro país como miembro pleno del Grupo
24
Cisneros, Andrés. “Argentina: historia de un éxito”, en: Política exterior argentina (1989-1999): historia de
un éxito, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1998, p. 61.
25
Carasales, Julio Cesar. “Política exterior del gobierno argentino”, en Jalabe, Silvia Ruth. La política exterior
argentina y sus protagonistas. 1880-1995, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1995, p. 250.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
7
de los No Alineados, el Tratado del Río de la Plata con el Uruguay. La
Argentina se consagró a cultivar vinculaciones exóticas (la “predilecta Libia”,
por ejemplo), mientras perdía influencia en el contexto más cercano, lo que la
llevó en la práctica a una nueva versión del aislamiento. Así, en definiciones
importantes, tanto en el plano regional como en el mundial, el país se encontró
solo, enfrentando a casi todos sus vecinos.26
Es evidente que para este autor, su unicidad estuvo dada por el aislamiento
regional y mundial. De los puntos resaltados en la gestión, muchos están vinculados con
el paradigma autonomista y en su evaluación existe un desplazamiento que marca alguna
confusión entre buscar márgenes de maniobra y aislarse.
En un sentido similar, Felipe De la Balze señaló que el aislamiento se fundamentó
en medidas que evidenciaron “un nacionalismo exaltado” con visos “antiimperialistas” y
opuestos “a la participación extranjera en la actividad económica del país”.27
En la misma sintonía, Félix Peña encontró que la agenda exterior del país poco
tenía que ver con los cambios mundiales operados a partir de la crisis mundial de 1973.
Esta agenda consistía en: a) la ausencia de temas prioritarios originados en las nuevas
realidades del poder y en la crisis internacional; b) el predomino de temas de interés local
limitado a los países de la Cuenca del Plata; c) la necesidad de obtener apoyos externos,
no solo con relación a los temas de la Cuenca del Plata sino también con Malvinas, y
d)”la ausencia de una formulación que exprese una visión de conjunto de los intereses
externos del país.”.28
Si bien este planteo parece atendible encontramos algunas dificultades: 1) la crisis
de 1973 fue estructural, ya que reformó el sistema internacional pero sus efectos no se
percibieron inmediatamente.29 Los puntos b),c) y d) no son características exclusivas de
este período.30
Para otros autores esta etapa distó de ser homogénea. Mientras Puig divide en
dos: la primera la de los gobiernos de Cámpora y Perón, donde se prolongó la tendencia
Ferrari, Gustavo. Esquema de la política…, op. cit., p. 86.
De la Balze, Felipe. “La política exterior…”, op. cit., p. 47.
28
Peña, Felix. “La Argentina en un mundo que cambia: prioridades de la política exterior argentina a partir de
los años 70”, en: Waldmann, Peter y Garzón Valdés, Ernesto (comps.), El poder militar en la Argentina
(1976-1981), Buenos Aires, Galerna, 1983, pp. 139-154, 146.
29
Hobsbawm, Eric. El siglo XX, Barcelona, Crítica, 1995, p. 403.
30
Simonoff, Alejandro. Apuntes sobre las políticas exteriores argentinas. Los giros copernicanos y sus
tendencias profundas, La Plata, Instituto de Relaciones Internacionales, Serie Libros, nº 3, mayo de 1999.
26
27
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
8
de autonomía heterodoxa; y la segunda tras su muerte con la asunción de su esposa
Isabel "se diluyó progresivamente el contenido estratégico de esta orientación."31
De manera similar Guillermo Figari, señaló que en esta última etapa, incluso se
llegó a un alineamiento con Estados Unidos.32 En el caso del trabajo de Escudé y
Cisneros, la fragmentación del período fue aún mayor, ya que lo dividieron además del
ritmo de los recambios presidenciales, con los ministeriales, resaltando un rumbo
oscilante.33
Una forma que nos permitió avanzar en esta cuestión fue tomando las
presidencias de Héctor J. Cámpora, Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de
Perón, como tres momentos claramente diferenciables, como lo hicieron Julio Cesar
Carasales34, Juan Carlos Moneta35 y José María Vázquez Ocampo36, aunque nuestra
interpretación no posee el mismo sentido que los autotes le otorgaron. Además
observaremos el tratamiento que hizo la bibliografía de ellos y dónde se encuentran las
brechas existentes entre sí.
2.1. La fase del gobierno de Cámpora (25/5/73-13/7/73)
Esta primera fase estuvo determinada desde el mismo momento de la asunción
de Cámpora al gobierno.
En la ceremonia inaugural
asistieron, entre otras
personalidades, los presidentes de Chile y Cuba, Salvador Allende y Eduardo Dorticós
que dieron cierto tinte particular al evento.
En su mensaje al Parlamento el presidente resaltó a la autodeterminación y a la
no intervención como referencias básicas para la definición de las relaciones de la
Argentina con el mundo.37 El mundo de ese entonces era descripto como:
... El rígido mundo bipolar de posguerra, y aún la etapa de la coexistencia
pacífica, ha cedido su lugar a un creciente multipolarismo que estimula, por
31
Juan Carlos Puig. “Política internacional argentina”, en: Perina, Ruben y Russell, Roberto. Argentina en el
mundo…, op. cit., p. 37.
32
Figari, Gustavo. Pasado, presente y futuro…, op. cit., p. 206.
33
Andres Cisneros y Carlos Escude, “Los gobiernos peronistas…, Tomo XIV, pp. 155-177.
34
Carasales, Julio Cesar. “Política exterior del gobierno…”, op. cit., p. 256.
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 59.
36
Vázquez Ocampo, José Maria. Política exterior argentina (1973-1983). De los intentos autonómicos a la
dependencia, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1989, tomo I.
37
Fraga, Rosendo. La política exterior argentina. A través de los Mensajes Presidenciales al Congreso
(1854-2001), Buenos Aires, CARI/CEPE, 2002, p. 529.
35
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
9
su propia dinámica, el accionar cada vez más autónomo de los restantes
países... 38
Para el Presidente la acción de la Argentina se concentraría en el Tercer Mundo y
Latinoamérica, buscando en ésta última a aquellos países que alienten una “misma
vocación por su liberación.”39
Para el logro de estos objetivos el gobierno restableció relaciones con Cuba,
interrumpidas desde los últimos tiempos de Frondizi, se reconocieron a la Republica
Democrática Alemana, a Corea del Norte y Vietnam del Norte, se solicitó el ingreso al
Movimiento de Países No Alineados y se firmaron acuerdos económicos con los países
del bloque soviético.
Esto no fue una actitud temeraria, sino un producto de la Distensión (1969-1979).
Entendemos a esta fase “por una reducción de la búsqueda de la carrera armamentista
total, por la retórica de paz y una búsqueda de niveles de armamentos convenidos.”40 En
esta etapa de la Guerra Fría encontramos que el sistema planetario continuaba siendo
militarmente bipolar pero existían tres signos de multipolaridad con la aparición de una
relativa autonomía de ciertos subsistemas (la rivalidad chino-soviética, el conflicto árabeisraelí e indo-pakistaní) y la multiplicidad de planos en que se desarrollan las relaciones
entre los Estados.
Para Juan Carlos Puig, en términos teóricos, el régimen internacional durante la
Guerra Fría se sustentó en los siguientes criterios: posesión de armas de destrucción
masiva, impermeabilidad interbloque, autonomización intrabloque, ruptura estratégica,
permeabilidad extrabloque.41 El primero de ellos fue “un criterio supremo de reparto de
carácter dinámico”, ya que le garantizaba, al promover tratados de desnuclearización,
una “forma de gobierno” (en sentido lato) del mundo de carácter dual.42 El segundo de los
criterios se sustentó en el acuerdo de Yalta:
... cada una de las potencias comandaría un bloque, y que los bloques serían
impermeables..., no estarían sometidos a la posibilidad de injerencias externas,
tanto del otro bloque cuanto del organismo mundial de seguridad...43
Ibídem, p. 530.
Ibídem, p. 532.
40
Halliday, Fed. Génesis de la Segunda Guerra Fría, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 29.
41
Puig, Juan Carlos. Malvinas y el régimen…, op. cit., p. 39.
38
39
42
Ibídem, p. 40-41.
43
Ibídem, p. 57.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
10
Las potencias harían lo que fuera necesario para sustentar este carácter, por caso
una acción contra el otro bloque en defensa del principio de no intervención. Pero este
criterio no impidió la asistencia a sus Estados alineados, lo que llevó a una
automonomización progresiva (el tercero de los criterios mencionados), o a la ruptura
estratégica (el cuarto de ellos)44:
Los supremos repartidores nacionales deberían ajustarse en sus decisiones
internacionales a este espacio; en tal caso, su margen actual de decisión
autónoma coincidiría con el potencial. Pueden muy bien quedarse rezagados
con respecto a la real capacidad autonómica (y es lo que ocurre en la mayoría
de las situaciones) por error de apreciación o, lo que es peor, por intereses
creados.45
El quinto criterio, de permeabilidad extrabloque, estuvo reservado, en la visión de
Puig, a los nuevos estados de África y Asia, aunque la disputa de las superpotencias por
el dominio de esos espacios puede desestabilizar el régimen político.46
En el aprovechamiento de fisuras existentes en los criterios formativos del sistema
bipolar, permitieron ver en ese momento, que una:
... definitiva consolidación de la multipolaridad y la clausura, también definitiva,
del ciclo de Guerra Fría, formaban parte de las convicciones más arraigadas de
los primeros setenta y sobre ellas se edificaron los diagnósticos y programas
de gobierno con los que el peronismo retornaba al poder.47
Fue evidente que esta política buscó una coyuntura favorable para ampliar los
márgenes de maniobra del país, reduciendo la incidencia de los Estados Unidos, así lo
44
Esta alternativa puede ser producida porque: la elite autonomista si bien revisa su actitud puede disminuir
su margen potencial de decisión, o la elite es desplazada por una contra elite dependentista; o que esa elite
se encuentre acorralada y cambia a un nuevo bloque; y finalmente que la potencia dominante decida
intervenir militarmente. Ibídem, pp. 62-63.
45
Ibídem, p. 62.
46
Ibídem, pp. 39-117.
47
Paradiso, José. Debates y trayectoria de la política exterior argentina, Buenos Aires, Grupo Editor
Latinoamericano, 1993, p. 169.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
11
señalan Paradiso48, Cisneros y Escudé49, Moneta50 y Tulchin.51 El único autor que va más
allá es Vázquez Ocampo para quien la política internacional del gobierno de Cámpora
trató “de romper con la alineación al mundo occidental, y en especial con los Estados
Unidos” implementando una diversificación de nuestras relaciones internacionales que
“ofrecería mayores márgenes de maniobra que posibilitarían una mayor autonomía para
el país.” 52
La idea de “romper el alineamiento” se aleja del modelo de autonomismo
heterodoxo planteado por Juan Carlos Puig. La diversificación fue un instrumento para
aumentar los márgenes de maniobra en el Bloque y no para salir de él. Aunque no
desconocemos cierta tensión entre los trabajos académicos del Canciller y su praxis
política, como lo dijo Moneta:
… existen suficientes elementos como para calificarla de “autonomía
heterodoxa”. Resulta relativamente avanzada en algunos de sus planteos, pero
no se propone la secesión sino un incremento sustancial del poder de
negociación y la autonomía individual y colectiva latinoamericana….53
Para aproximarnos más a una descripción que nos permitió entrever los
elementos en juego en esta fase, haremos dos referencias puntuales, una a las
relaciones con Estados Unidos y otra a los acuerdos con los países socialistas.
Con respecto al primero punto, para Puig las relaciones con Estados Unidos
fueron “cordiales”.54 Para el Embajador Carasales, y otros autores también, estas
relaciones no lo fueron. Una muestra de ello fue la actitud del Embajador Jorge Vázquez,
Jefe de la Delegación argentina en la Reunión de la OEA en Lima en el año 1973, cuando
denunció “la falsedad de la supuesta armonía de intereses entre Estados Unidos y los
gobiernos de América Latina” y además exigió “la reincorporación de Cuba y la virtual
exclusión de Estados Unidos de la OEA, recogiendo la aceptación de varios
representantes latinoamericanos.”55
48
Ibídem, p. 170.
Andres Cisneros y Carlos Escude, “Los gobiernos peronistas…, Tomo XIV, p. 155.
50
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 50.
49
51
Tulchin, Joseph. La Argentina y los EEUU: Historia de una desconfianza, Buenos Aires, Planeta, 1990, p.
254.
52
Vázquez Ocampo, José Maria. Política exterior argentina…, op. cit., tomo I, p. 19. La cursiva es nuestra.
53
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 71.
54
Puig, Juan Carlos. “Política internacional argentina…”, op. cit., pp. 36-37.
55
Andres Cisneros Y Carlos Escude, “Los gobiernos peronistas…, Tomo XIV, p. 177.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
12
Los cuestionamientos al liderazgo norteamericano provino de una ligazón entre
las ideas puiguianas y los sectores de la JP, ya que las propuestas de éstos últimos
fueron de “un fuerte tinte antiimperialista” en un doble sentido por antinorteamericanismo
y por antibrasileñismo -en tanto que éste último era percibido como el “agente
subimperialista de Estados Unidos en el Cono Sur”-. Para Escudé y Cisneros, esta
conjunción entre las ideas de Puig y los sectores peronistas de izquierda le dio a la
política la expresión de un perfil “confrontativo”.56
Un dato para rescatar es que esta idea de antibrasileñismo fue absolutamente
funcional a la política de Nixon hacia los países de mayor desarrollo relativo de América
Latina, entre ellos el nuestro y Brasil que “ha provocado el surgimiento de competencias y
liderazgos zonales que enfrentan a Estados entre sí y provocan la suspicacia de los
países menores que soportan sus conflictos.”57
Para buscar una posición de fuerza hacia Brasil fue que se denunció el Acuerdo
de Nueva York, firmado por la Revolución Argentina, y que buscaba la aplicación del
principio de consulta previa que resultó ineficaz para detener la política hidroeléctrica
brasileña.
Pero volviendo a la relación con Estados Unidos, Figari58 y Rapoport59 apuntaron
que en este momento fue el punto de máxima confrontación con Washington; incluso
algunos de los autores, como De la Balze, sostienen extremando los argumentos, como
vimos, que el país vivió una situación de aislamiento, similar al fin de la Segunda Guerra
Mundial y la Guerra de Malvinas.60.
El otro punto sobresaliente de esta gestión fue la implementación de los acuerdos
con el Este que involucraban a todos los países del área y "cubrían un amplio aspecto de
cooperación en materia productiva, tecnológica y comercial."61 Estos convenios buscaron
complementar la política económica de fortalecimiento de las pequeñas y medianas
empresas, llevada a cabo por Gelbard ante las restricciones crediticias occidentales por
la crisis del petróleo. Estos convenios fueron la apertura más osada hacia el campo
socialista.62
Ibídem, pp. 155-156.
Carella, Alfredo J. L. y Moneta, Juan Carlos. “Argentina y el pluralismo en el sistema interamericano”, en:
Petras, James, et. al. Política de poder en América Latina, Buenos Aires, Pleamar, 1974, p. 136.
58
Figari, Guillermo. Pasado, presente y futuro…, op. cit., p. 206.
59
Rapoport, Mario. Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Buenos Aires, Ariel,
2006, pp. 559-560.
60
De la Balze, Felipe. “La política exterior…”, op. cit., p. 47.
61
Paradiso, Jose. Debates y trayectoria…, op. cit., p. 171.
62
Perosa, Hugo. Las relaciones argentino - soviéticas contemporáneas. Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina, 1989, tomo I, p. 171.
56
57
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
13
Para Cisneros y Escudé, la misión comercial hacia el bloque oriental buscó tres
objetivos: 1) la apertura de nuevos mercados como “herramienta de soberanía política”;
2) mostraron una actitud diferente al Brasil que era claramente pronorteamericana; y, 3)
afirmaba lazos con el PC argentino, los desarrollistas y los radicales que formaban parte
de la CGE.63
Estos convenios marcaron un alto grado de acercamiento entre el Canciller y el
Ministro de Economía José Ber Gelbard. Así lo interpretó Vázquez Ocampo64 y Tulchin,
aunque para este último existía cierta distancia por el “tono belicoso” de esta política
exterior.65
La sinergia existente entre ambos funcionarios tuvo resultados en la evolución de
nuestro comercio exterior. Desde el punto de vista de las exportaciones, éstas tuvieron un
crecimiento en los rubros de granos y aceites (la carne se mantuvo estancada), pero
además de estos productos agrícolas también se incrementaron las ventas de
maquinarias agrícolas y maquinas-herramientas, automotores y la producción siderúrgica
y química, sobre todo entre los miembros de la ALALC.66 El comercio exterior era un
instrumento para superar las limitaciones del crecimiento económico, en donde se
prestaba un escenario favorable dadas las buenas perspectivas de los mercados
tradicionales, la aparición de nuevos destinos, y la nacionalización del comercio exterior
como forma de transferencia de recursos a los sectores pequeños y medianos de la
industria. 67
Andres Cisneros y Carlos Escude, “Los gobiernos peronistas…, Tomo XIV, p. 187.
Vázquez Ocampo, José María. Política exterior argentina…, op. cit., tomo I, p. 19.
65
Tulchin, Joseph. La Argentina y los EEUU…, op. cit., p. 254.
66
El crecimiento de las exportaciones industriales se debió a la maduración de las inversiones realizadas
desde 1958. pero en 1973 esta expansión llega al límite de su capacidad instalada por falta de inversión
privada.
67
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 58.
63
64
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
14
Datos de Comercio Exterior y Cuenta Corriente
5000
4000
3931
3947
3916
3635
3266
Millones de U$S
3000
2000
2961
2235
1905
1941
1031
715
1000
0
3033
296
127
36
-223
1972
883
650
1973
1974
1975
1976
-985
-1285
-1000
-2000
Exportaciones
Importaciones
Balanza Comercial
Cuenta Corriente
Fuente: Elaboración propia sobre datos de PABLO GERCHUNOFF y LUCAS LLACH, El ciclo de
la ilusión y el desencanto, Buenos Aires, Ariel, 1998, pp. 465, 467-8
Como puede observarse el crecimiento del comercio internacional argentino
permitió hasta 1974 no solo la exigencia de un superávit comercial, sino que influyó
positivamente en los saldos de cuenta corriente. Los cambios acaecidos en ese año, el
más relevante fue la renuncia de Gelbard, modificaron gravemente esta estructura.
Los análisis sobre esta fase estuvieron signados en la bibliografía por la relación
que tuvo esta política exterior con la Tercera Posición. Mientras para Puig su gestión y los
lineamientos seguidos en la administración de Lastiri y Perón tuvieron una misma
motivación, hacer a la Tercera Posición “nuevamente inteligible y coherente”.68
Vázquez Ocampo observó también esta continuidad, aunque la misma estuvo
dada por la presencia de Gelbard, más que por los Cancilleres y Presidentes, ya que los
lineamientos generales de la obra de Puig “se mantuvieron vigentes –si bien con
68
Puig, Juan Carlos. “Política internacional argentina…”, op. cit., pp.36-37.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
15
continuidad intermitente- durante los gobiernos de Lastiri y Perón hasta la dimisión del
Ministro de Economía José B. Gelbart.”69 Para este autor, la propuesta y la acción
“coincidían con la propuesta tradicional de la política exterior del peronismo.”70
Figari señaló cierta modificación con los planteos del peronismo de los cincuenta,
ya que se "va a tratar de aplicar una tercera posición negociada y aggiornada". 71 Para
explicar esto mismo, Rapoport señaló la “profundización de las tendencias autonómicas
características de la Tercera Posición.”72
Para Moneta, la diferencia entre la posición de Perón y la de los sectores
radicalizados (Montoneros y la JP), se debió a que el primero impulsaba “un proyecto de
reforma autonomista gradual y evolutiva” y los segundos “percibían la situación con
mayor rigidez ideológica” que los llevaba a tener “una posición de neto corte
antiimperialista y una actitud militante contra los Estados Unidos.” 73
Para quienes ven un corte profundo, la relación de la gestión de Cámpora con la
Tercera Posición fue nula, o contraria. Así lo señalaron Tulchin, por ejemplo cuando
indicó que esta política “se oponía a la visión del mundo de Perón, que se había hecho
más pragmática y asentada desde su derrocamiento en 1955 y no incluía las actitudes de
Gelbard con respecto a las potencias occidentales.”74 En un mismo sentido apuntaron
Cisneros y Piñeiro quienes señalan que ella “se caracterizó por el tipo de
latinoamericanismo revolucionario en boga” y no con la tradición política del peronismo.75
Para ellos, Perón incorporó la asimilación de la Tercera Posición a las posturas de No
Alineados y el pensamiento de la izquierda nacional:
… sin abandonar su realismo esencial; de algún modo, su principal diferencia
con el latinoamericanismo revolucionario de aquellos años era que, se diría
que orgánicamente, Perón era reacio al romanticismo inherente a ese
movimiento. 76
Vázquez Ocampo, José María. Política exterior argentina…, op. cit., tomo I, p. 22.
Ibídem, p. 19.
71
Figari, Guillermo. Pasado, presente y futuro…, op. cit., p. 169.
72
Rapoport, Mario. Historia económica, política…, op. cit., pp. 559-560.
73
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 63.
74
Tulchin, Joseph. La Argentina y los EEUU…, op. cit., p. 255.
75
Cisneros, Andrés y Piñeiro Iñiguez, Carlos. Del ABC al MERCOSUR. La integración latinoamericana en la
doctrina y praxis del peronismo, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 2002, p. 451.
76
Ibídem, p. 449.
69
70
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
16
Resulta evidente, que para los autores que sostuvieron la continuidad de esta fase
con la siguiente, la misma estuvo dada por la correspondencia de las acciones con la
Tercera Posición, los que la impugnaron no ven la relación. La cuestión es si se están
refiriendo a una misma posición doctrinaria del peronismo o si ésta varió en diversos
momentos.
En esta etapa, corta y convulsionada por cierto, presenciamos uno de los intentos
más importantes por revertir el carácter dependiente de nuestras vinculaciones externas
por la implementación de una estrategia poligonal que ofrecía más amplios márgenes
para la construcción de autonomía.
Pero la residencia de Perón, tras su exilio, agudizó, las contradicciones en el
interior de ese movimiento político y generó una situación de “doble poder” entre el líder y
el gobierno, lógica que terminó con la administración camporista y llevó a una nueva
convocatoria a elecciones en septiembre de 1973, donde triunfó la fórmula Perón-Perón.
2.2 Bajo el signo de Perón (13/7/73-1/7/74)
La unidad de esta fase, compuesta por la administración provisional de Raúl
Lastiri y la propia presidencia de Perón, fue señalada por Vázquez Ocampo para quien la
política exterior de Perón “muestra un comportamiento de continuidad en relación al
gobierno interino de Lastiri pues éste careció de un sello propio y tuvo una función
meramente instrumental.”77
Salvo Puig, el resto de la bibliografía observa ciertos ajustes y cambios entre este
período y el anterior. El ya citado Vázquez Ocampo señala una modificación de estilo; 78
Tulchin en cambio habla de una moderación gradual de su retórica y posiciones críticas
en el hemisferio79, Paradiso señaló que después “de julio de 1973, la cosas transitaron
por un cauce más calmo…”80
El alejamiento de Puig y su reemplazo por Alberto Vignes podría marcar en parte
una brecha entre la primera y la segunda fase. Pero para algunos analistas, la
continuidad de Gelbard apareció como un puente entre ambas, “el nuevo canciller
Vázquez Ocampo, José María. Política exterior argentina…, op. cit., tomo I, p. 39.
Ibídem, p. 30.
79
Tulchin, Joseph. La Argentina y los EEUU…, op. cit., p. 256.
80
Véase: Paradiso, Jose. Debates y trayectoria…, op. cit., p. 171 y Rapoport, Mario. Historia económica,
política…, op. cit., p. 560.
77
78
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
17
representaba a la primera de estas facciones aunque conservó la apertura hacia Cuba, el
Bloque de Este, medidas impulsadas por Gelbard y avaladas por Perón.”81
Algunos autores ven los cambios en el abandono del perfil ideológico del
camporismo por otro pragmático “donde continuaron los acuerdos económicos con los
países socialistas (URSS, Bloque Oriental y China), y con el mundo árabe
(fundamentalmente con Libia), pero también con los gobiernos de derecha de la región
(Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia).” Esta política “procuró evitar el aislamiento y ganar
socios económicos desechando las incongruencias ideológicas entre la Tercera Posición
argentina y las políticas exteriores de los vecinos.”82
Como señala José Paradiso con estas medidas que duraron hasta la segunda
mitad de 1974, se buscaron:
… reducir las ataduras a la esfera norteamericana y diversificar el sistema de
relaciones políticas y económicas externas aumentando el peso de Europa,
América Latina, el bloque socialista y los países afroasiáticos.83
Sin embargo, Carasales estableció un corte entre la gestión de Cámpora y la de
Perón e Isabel Martínez, ya que el segundo:
… lima las aristas que habían signado la primera época de gobierno y las
relaciones
exteriores
independencia
cuyas
fueron
encauzadas
acciones,
innecesariamente irritativas.
sin
en
un
embargo,
curso
de
auténtica
procuraron
no
ser
84
En el mensaje al Parlamento de 1974, durante la presidencia de Perón, la relación
con el mundo se definió por un sesgo más pragmático, ya que consideró a la política
exterior como “algo dinámico y no estático”, pero donde los principios de soberanía y
autodeterminación siguieron ocupando un lugar destacado para nuestras vinculaciones
externas.85 Además se rescató el rol de vocero regional frente a Estados Unidos86:
ANDRES CISNEROS y CARLOS ESCUDE, “Los gobiernos peronistas… Tomo XIV, p. 163.
ANDRES CISNEROS y CARLOS ESCUDE, “Los gobiernos peronistas…, Tomo XIV, p. 166.
83
Paradiso, Jose. Debates y trayectoria…, op. cit., p. 170.
84
Carasales, Julio Cesar. “Política exterior del gobierno…”, op. cit., p. 249.
81
82
85
86
Fraga, Rosendo. La política exterior argentina…, op. cit., p. 531.
Ibídem, p. 541.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
18
La idea que promovió la Argentina, junto a otros países, fue la del “continente
asociado” en defensa de sus intereses, como un interlocutor válido frente a
Norteamérica y a otros actores nacionales y transnacionales….87
La alianza con los países de la región por sus potencialidades fue un sesgo
fuertemente autonomista. Por esos elementos para Vázquez Ocampo esta fase de la
política exterior:
… no implicó un alineamiento con la potencia dominante. Se persistió en su
orientación contestataria, modificando sin embargo el estilo. Se evitó el
enfrenamiento directo y se buscó el consenso latinoamericano para, desde allí,
sostener los intereses de la región frente a los Estados Unidos…88
Más allá de los ajustes en la relaciones con Estados Unidos, existieron en esta
etapa puntos conflictivos con ellas: la política de seguridad hemisférica y la ruptura del
bloqueo económico a Cuba. Además se continuaron y se profundizaron algunos planteos
como los convenios con los países del Bloque Oriental, la política hacia la Cuenca del
Plata y el ingreso a No Alineados.
Su política de seguridad hemisférica consistió en llevar adelante la propuesta de
modificar el TIAR, ya que este no cumplió con “las actuales necesidades de los pueblos
de América Latina.”89 Esta actitud implicó “un claro rechazo a los intentos de establecer
mecanismos regionales de represión controlados por la potencia hegemónica.”90
Si estas medidas tuvieron ese sentido, no se comprende la expresión de Tulchin,
cuando señaló:
… Lo más notable fue que Perón mismo impulso el establecimiento de
relaciones más estrechas con los Estados Unidos y frenó la tendencia hacia
una mayor autonomía para la Argentina dentro del sistema internacional…91
Fue evidente en este tema al menos, que existió una continuidad con la fase
anterior, cosa que intenta ser desmentida por quienes señalaron el quiebre con ella.
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 82.
Vázquez Ocampo, José María. Política exterior argentina…, op. cit., tomo I, p. 30.
89
Figari, Guillermo. Pasado, presente y futuro…, op. cit., pp. 206-207.
90
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 74.
91
Tulchin, Joseph. La Argentina y los EEUU…, op. cit., p. 256.
87
88
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
19
En agosto de 1973 se aprobó un convenio de cooperación con Cuba que era el
mayor crédito otorgado hasta ese momento a un país extranjero por parte de la Argentina
para la compra de camiones y automotores de industria argentina. El problema radicaba
en que las filiales de empresas norteamericanas (la General Motor entre otras)
argumentaron que debido al bloqueo decretado contra ese país en 1962 por los Estados
Unidos les impedía vender sus productos allí. La administración justicialista señaló que
dicha actitud era una injerencia externa en la política exterior argentina y que por lo tanto,
si no podía cumplir con el convenio, se recurriría a alguna represalia. Recién en abril de
1974, el Departamento de Estado dio su conformidad para la participación de estas
empresas en la venta de automotores a Cuba rompiendo así el bloqueo.92
Esta actitud, junto con la apertura de los mercados del Este Europeo fueron los
pilares de la diversificación de nuestra estructura comercial, base material de cualquier
política autonomista. Por ello para Puig, la ruptura del bloqueo cubano:
… era la consecuencia de aplicar la receta de la autonomía heterodoxa: la
apreciación nacional de que el bloqueo a Cuba consultaba más bien el interés
nacional
estadounidense
antes
que
las
preocupaciones
estratégicas
93
fundamentales de Occidente se impuso en la práctica…
Mientras para Tulchin, el hecho que los Estados Unidos finalmente aceptaron
“fortaleció, interna y externamente, la imagen de la diplomacia y fue vista, por la mayoría
de los analistas, como un éxito –y prueba de viabilidad- de las posturas
antiimperialistas.”94
Pero no todas las visiones sobre este hecho fueron positivas, tanto Carasales 95
como De la Balze criticaron este acuerdo. Éste último, por ejemplo, sostuvo que el
gobierno hizo “caso omiso a las sanciones interamericanas que se había adoptado en la
OEA.”96
La firma de convenios con los países del Bloque Oriental no tuvo mayores críticas,
incluso el propio Tulchin señaló que:
La apertura de Gelbard hacia el Este era un proyecto a largo plazo para
establecer la autonomía de la nación en el mundo. Para que funcionara, la Argentina
92
Rapoport, Mario. Historia económica, política…, op. cit., p. 264.
93
Puig, Juan Carlos. América Latina…, op. cit., tomo I, p. 150.
Tulchin, Joseph. La Argentina y los EEUU…, op. cit., p. 256.
95
Carasales, Julio Cesar. “Política exterior del gobierno…”, op. cit., p. 248.
94
96
De la Balze, Felipe. “La política exterior…”, op. cit., p. 52.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
20
debía reestablecer relaciones armónicas con los Estados Unidos de manera de tener un
acceso relativamente constante a las principales fuentes de créditos sobre las cuales los
Estados Unidos ejercían un control efectivo… Era una política inteligente, ciertamente la
más coherente y pragmática desde la concepción que Sáenz Peña tenia de la inserción
de la Argentina en el mundo un siglo antes. Era una adaptación pragmática y realista al
sistema internacional. Fracasó sobre todo a causa de la muerte de Perón, cuando su
viuda no pudo contener los conflictos internos dentro del movimiento del gobierno. 97
Su crecimiento se debió en parte a la pérdida de los mercados Europeos
Occidentales por el Programa Agrícola Común (PAC) que establecía fuertes subsidios, no
solo para la producción de estas materias primas, sino también para su exportación.
Total Balanza Comercial y con el Bloque Oriental
1500
1000
Mllones de U$S
500
0
-500
-1000
-1500
1972
1973
1974
1975
1976
Total Balanza Comercial
36
1037
296
-985
883
Total de Países del
Bloque Oriental
38
120
299
376
375
Cuba
0
12
76
156
169
URSS
23
80
205
278
213
Fuente: GUIDO DI TELLA, Perón-Perón, 1973-1976, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985, p. 171
97
Tulchin, Joseph. La Argentina y los EEUU…, op. cit., p. 257.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
21
En el cuadro observamos la relevancia del comercio con el bloque socialista que
de no haber habido interferencias políticas hubiera seguido creciendo, y evitando así la
caída abrupta de nuestro saldo comercial que obligó, como veremos, a un ajuste en
nuestras vinculaciones externas.
En el ámbito regional se continuó la tendencia de solucionar los conflictos con los
países vecinos. Se inició una estrategia donde la Argentina que ya había denunciado los
Acuerdos de Nueva York en la fase anterior, pasó a la construcción de obras de
infraestructura para contrarrestar a Brasil en la Cuenta del Plata:
... se presentó oficialmente el proyecto de Corpus, y tanto las obras de
Yacyretá y Salto Grande adquirieron un impulso definitivo... Por otra parte, y
con asistencia de la Unión Soviética se impulsó el proyecto de Paraná
Medio...98
Seguramente, como apuntó Guillermo Figari, esta política no es de cooperación
regional, como recomendaría el autonomismo aunque:
Posiblemente no se pueda calificar esta política como de cooperación. En el fondo
existía también una finalidad geopolítica, pero de participación. La cooperación no nace
de las relaciones armoniosas, sino del conflicto y del desafío a la creatividad de los
dirigentes para tratar de “manejarlo”.99
Desde el punto de vista de los límites con Uruguay se firmaron dos tratados el del
Río de la Plata (1973) y bajo el mandato de la mujer de Perón, el del Río Uruguay (1975).
El primero puso “fin a la controversia centenaria sobre el dominio de ese ámbito fluvial” y
ambos “establecen Comisiones Administradoras que vienen funcionando desde entonces
como ejemplo de gestión conjunta de intereses comunes.”100
La política de Nixon y Kissinger hacia la Región mostró escaso interés, salvo por
la posibilidad de una expansión comunista en América Latina, particularmente con Cuba y
Chile.101 Para evitar esto, la administración republicana llevó adelante una estrategia de
dureza y represión, llegando al “fortalecimiento de las influencias conservadoras y
militaristas, apoyadas por el Pentágono y por el gobierno brasileño, en América del
98
Puig, Juan Carlos. “Política internacional argentina…”, op. cit., p. 37.
Figari, Guillermo. Pasado, presente y futuro…, op. cit., p. 206-207.
100
Carasales, Julio Cesar. “Política exterior del gobierno…”, op. cit., p- 253.
101
Powaski, Ronald. La guerra fría. Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991, Barcelona, Crítica, 2000,
p. 244-245.
99
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
22
Sur.”102 Estas acciones que llevaron a cambios dramáticos, como en el caso chileno,
alterando bruscamente los alineamientos políticos latinoamericanos, y por eso:
Cuando Perón se hizo cargo, a fines de 1973, intentó no ser irritativo y
recomponer paulatinamente las relaciones con los vecinos sin “fronteras
ideológicas” del signo inverso, aceptando la realidad de los regimenes
dictatoriales que lo rodeaban… Los avances registrados en ese periodo son
atribuibles a la gestión directa del propio Perón.103
Es evidente que el giro hacia el autoritarismo de muchos vecinos (Bolivia, Chile y
Uruguay) ameritó una nueva estrategia regional para evitar el aislamiento.
En el mensaje al Parlamento de 1974 respecto al ingreso a No Alineados, se dijo:
En este amplio contexto de política exterior del gobierno justicialista del
teniente general Perón se inscribe nuestro ingreso al Movimiento de Países No
Alienados, cuyas raíces se alimentan de aquel anticipo histórico de hace casi
treinta años: la formulación de la Tercera Posición.104
En cierta medida, el peronismo, con la proclamación de la Tercera Posición,
prefiguró una política de no alineamiento. Para Félix Peña esta incorporación parecía
seguir más “por reflejos del pasado del anterior gobierno peronista, que por una estratega
global de respuesta a las situaciones planteadas por un mundo en cambio.”105 La Tercera
Posición y el no alineamiento poseen similitudes con el neutralismo pero reconocen un
origen distinto, ya que la primera fue pensada como una solución para la Argentina,
mientras que la segunda lo fue desde un conjunto de países periféricos influidos por la
descolonización.
Más allá de esta cuestión, de lo que no existía duda fue en su carácter
instrumental. La diferencia está en la valoración de dicho acto, mientras para Cisneros y
Piñeiro Iñiguez “no (fue) un elemento esencial de su política exterior”106 para otros
autores, como Paradiso, por ejemplo, era “como un instrumento para disminuir la
dependencia, favorecer el desarrollo y restaurar antiguos brillos nacionales.”107
Boersener, Demetrio. Relaciones Internacionales de América Latina, México, Nueva Imagen, 1982, p. 327.
Cisneros, Andrés y Piñeiro Iñiguez, Carlos. Del ABC al MERCOSUR…, op. cit., p. 451.
104
Fraga, Rosendo. La política exterior argentina…, op. cit., p. 540.
105
Peña, Felix. “La Argentina en un mundo…”, op. cit., p. 139-154, 145.
106
Cisneros, Andrés y Piñeiro Iñiguez, Carlos. Del ABC al MERCOSUR…, op. cit., p. 452.
107
Paradiso, Jose. Debates y trayectoria…, op. cit., p. 171.
102
103
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
23
El ingreso a No Alineados, para Carasales, fue una muestra de “moderación”, ya
que la Argentina fue allí con objetivos muy precisos y puntuales como “obtener el apoyo
no alineado para nuestras causas nacionales en materia de recursos naturales
compartidos, y sobre todo, las Islas Malvinas...”108
Los problemas de valoración del movimiento de no alineados responden a cierta
lógica ideológica que tiene que ver con la evolución de dicho agrupamiento durante los
sesenta. Fue evidente cierta radicalización por la pérdida de importancia del neutralismo,
más importante en los cincuenta, frente a los problemas del neocolonialismo que
involucraban directamente a las políticas de Estados Unidos.
Por ello, los autores que critican, o que ven con reservas esta actitud, tienden a
disminuirla a un simple carácter instrumental y no de fondo que la medida podría poseer.
2.3 La fase del gobierno de María Estela Martínez de Perón (1/7/74-24/3/76)
La puja por el poder tras la muerte de Perón y su reemplazo por su esposa, Isabel
Martínez, abrieron el paso a una nueva fase. Para Moneta, por ejemplo, le resultó difícil
“trazar un bosquejo coherente y objetivo de lo ocurrido durante esos años.”109
Aquí se profundizaron algunos rasgos: se pasó de la cooperación a la complicidad
con los regímenes militares de Chile y Uruguay, se adoptó un perfil moderado en las
cuestiones interamericanas, se bajó el perfil a los acuerdos con Cuba, México,
Venezuela, Perú y el ingreso al Pacto Andino (impulsado originalmente por Puig), y otras
fueron directamente abandonadas como los convenios con la URSS y su bloque, y con
China Popular.110
Estos nuevos rasgos tuvieron como consecuencia que el diseño poligonal de
nuestra política exterior se fuera desdibujando totalmente.
Además el endeudamiento fue otro factor decisivo. Éste pasó de 6.733 millones
de dólares (la pública ascendía a 3426 y la privada a 2.807) en 1973, 7.968 (con 4.558 y
3.310), al año siguiente, en 1975 ascendió a 8.149 (5.295 y 3.854) y en 1976 era 9.738
(6.648 y 3.090)111:
La deuda externa a fines de 1974 ya alcanzaba el 25 % del PBI o el
equivalente de dos años de exportaciones y continuaba creciendo a un ritmo
superior a los 1.000 millones de dólares anuales. La deuda además era de muy
108
Carasales, Julio Cesar. “Política exterior del gobierno…”, op. cit., p. 250.
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 90.
110
ANDRES CISNEROS y CARLOS ESCUDE, “Los gobiernos peronistas…, Tomo XIV, p. 172.
111
Di Tella, Guido. Perón-Perón, 1973-1976, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985, p. 342.
109
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
24
corto plazo (para 1973 el 41.1 % vencía en un año y el 72,7 % en los tres
primeros años….112
El problema no era solo del ritmo de crecimiento y la magnitud de la deuda sino el
hecho que la misma debía enfrentarse en el corto plazo, lo que aumentó el déficit de
cuenta corriente, afectada además por el déficit de la balanza comercial.
Esta situación estimuló la necesidad de créditos internacionales y tuvo como
efecto un ajuste en la relación con Estados Unidos, por su rol en los organismos
financieros internacionales de créditos, como fuente de inversiones “ante la restricción de
las fuentes financieras sustitutivas” en Europa Occidental y el mundo árabe, como se
había pensado originalmente.113 Por ello, se optó por una variante pragmática para
acceder a una posición privilegiada con Washington:
… la política exterior experimentará un cambio profundo en cuanto
corresponde a la posición a adoptar frente a la potencia hegemónica, mientras
los componentes ideológicos que comienzan a primar en el gobierno
contribuirán a modificar, junto a otros factores, esencialmente los económicos,
las proximidades y alejamientos existentes en el ámbito regional.114
El efecto colateral de este ajuste fue un cambio de la política hacia Latinoamérica,
pretendiendo constituirse en vocero de los pedidos norteamericanos hacia la región. Por
ello Carasales apunta que en esta fase Argentina pretendió “convertirse en un
intermediario entre la misma y los demás países de América Latina.”115
Esto fue muy claro en el mensaje al parlamento de 1975, donde el gobierno se
asignó esta pretensión, la siguiente característica de “ser sólo un intérprete lúcido de los
problemas latinoamericanos junto con cada uno de los demás países del Continente.”116
Y en donde además se resaltó que:
Ejercemos la secretaría pro témpore para la coordinación del diálogo entre
América Latina y los Estados Unidos de América... Hemos afirmado la
importancia de la presentación de la voz unida de América Latina, sin
112
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 58.
Ibídem, p. 89.
114
Ibídem, p. 92.
115
Carasales, Julio Cesar. “Política exterior del gobierno…”, op. cit., p. 252.
116
Fraga, Rosendo. La política exterior argentina…, op. cit., p. 546.
113
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
25
anacrónicas exclusiones, en el planteo de nuestros temas principales de la
relación con Estados Unidos de América y la necesidad de mantener ese
diálogo hasta los límites de nuestra capacidad diplomática...117
Las relaciones con Estados Unidos, durante la gestión de Vignes, estuvieron
determinadas por la propuesta norteamericana del “Nuevo Diálogo”. Aunque esta
propuesta “jamás pretendió superar el nivel de la retórica”, el Canciller argentino por
“ambición o ingenuidad... dio por cierto su rol de ‘vocero regional’ que el propio Kissinger
contribuyó hábilmente a estimular.”118 Para Cisneros y Piñeiro Iñiguez “esa política no
atribuía ningún papel de importancia a la Argentina y fue archivada por Estados Unidos
en 1975.” 119
Más escéptico aún, Puig señaló que la política exterior de esta fase:
… se convirtió en un apoyo incondicional al “nuevo diálogo” kissingeriano,
insustancial desde el principio, y en una grotesca espera de la anunciada visita
del secretario de Estado, la cual, por lo demás, nunca se concretó… Alberto J.
Vignes [fue] el responsable de la desmonetización de la Tercera Posición…120
Como señaló Carlos Pérez Llana, la presencia de Vignes, desde el alejamiento de
Puig, hizo difícil establecer un corte a la muerte de Perón ya que esta gestión, en esa
evaluación no fue autonomista por un manejo desacertado en la negociaciones de la
Cuenca del Plata, las conversaciones secretas con Londres por Malvinas (aspecto que
Puig rechazó en un sinnúmero de escritos) y:
… el supuesto apoyo de Perón a la candidatura del canciller paraguayo Sapena
Pastor para la Secretaría de la OEA… Desde nuestro punto de vista esto
demostraría que el diagnóstico de Perón en la década del 70 adolecía de cierta
actualización, estaba sesgado de europeísmo y no comprendía los procesos de
cambio de América Latina…121
117
Ibídem, p. 547.
ANDRES CISNEROS y CARLOS ESCUDE, “Los gobiernos peronistas…, Tomo XIV, p. 184.
119
Cisneros, Andrés y Piñeiro Iñiguez, Carlos. Del ABC al MERCOSUR…, op. cit., p. 454.
120
Puig, Juan Carlos. América Latina…, op. cit., tomo I, p. 151.
121
Perez Llana, Carlos. “Comentarios al trabajo del profesor Juan Carlos Puig”, en: Puig, Juan Carlos.
América Latina…, op. cit., tomo I, p. 172.
118
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
26
El cambio con la primera y segunda fase fue evidente en el ámbito de la
Organización de Estados Americanos, como lo hicieron notar Rapoport122, Figari,123 y
Moneta.124 Otro punto donde se notó el cambio fue con los acuerdos con Europa Oriental.
Aquí el alejamiento de Gelbard de economía llevó a un congelamiento de las relaciones
con la URSS125 y:
… Como corolario, se negó ratificar los convenios firmados con la Unión
Soviética, salvo los referidos a la provisión de turbinas y un estudio técnico de
proyectos hidroeléctricos en el tramo argentino del río Paraná. En lo sucesivo,
las dificultades económicas y políticas que atravesaron su gestión impidieron la
formación de una política exterior coherente.126
Los motivos concretos de este enfriamiento se debieron más que a un supuesto
eje prioritario en la Europa Atlántica, al hecho que el gobierno de Isabel Martínez se
adscribió “a una posición anticomunista activa, que por su carácter ideológico en mucho
se diferenciaba de ‘la independencia de los dos imperialismos’ de Perón, pragmática y
negociadora.”127
Tras la caída de López Rega se produjo el alejamiento de Vignes y su reemplazo
por Ángel Robledo que trajo como consecuencia el acercamiento con Venezuela y Cuba,
y se volvió a una posición equidistante por el conflicto de Oriente Medio. El posterior
reemplazo de Robledo por Arauz Castex, siguió mostrando el grado de vinculación entre
los conflictos internos con la agenda exterior.128 Para Puig estos cancilleres que
sucedieron a Vignes intentaron volver al punto de partida, el de la aplicación de la
Tercera Posición, pero poco pudieron hacer al respecto.129
En la valoración sobre esta fase se señaló un alineamiento hacia Washington,
como la prueba de una virtud pragmática, en donde la posición “autónoma con actitudes
hostiles hacia los Estados Unidos que se había manifestado durante el gobierno de
Cámpora fue sofocada.”130 Mario Rapoport apuntó en una misma dirección, ya que se
Rapoport, Mario. Historia económica, política…, op. cit., p. 561.
Figari, Guillermo. Pasado, presente y futuro…, op. cit., p. 206.
124
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 93.
125
Vázquez Ocampo, José María. Política exterior argentina…, p. 52.
126
Rapoport, Mario. Historia económica, política…, op. cit., p. 564.
127
Moneta, Juan Carlos. “La política exterior del peronismo…”, op. cit., p. 95.
128
ANDRES CISNEROS y CARLOS ESCUDE, “Los gobiernos peronistas…, Tomo XIV, pp. 173-175.
129
Puig, Juan Carlos. América Latina…, op. cit., tomo I, p. 152.
130
Tulchin, Joseph. La Argentina y los EEUU…, op. cit., p. 257.
122
123
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
27
combinó “el papel de moderador en el ámbito regional con una política de amplia
aceptación del capital internacional. 131
Vázquez Ocampo también percibía los cambios, “un vuelco de ciento ochenta
grados” con respecto a las promesas iniciales, incluso a las fijadas por Perón en el
sistema interamericano y el poco claro privilegio en las relaciones con los países árabes y
los Estados Unidos. 132
El caos económico y la violencia generada por la lucha de facciones deterioraron
el poder de Isabel Perón. Pero como indicó claramente Mario Rapoport, en la caída del
gobierno peronista:
… pesaron también factores externos, como los conflictos entre los intereses
de las distintas potencias vinculadas a la Argentina y sus aliados locales. Por
otra parte, esas pugnas se hallaban entrelazadas con los preparativos
golpistas, en los que las elites tradicionales tuvieron un rol decisivo…133
3. Conclusiones
Aunque resulte evidente la división de las percepciones sobre nuestra política
exterior en general, y en este caso en particular, creemos pertinente realzar algunas
observaciones aportando elementos para analizar este período.
No resultan muy convincentes aquellas visiones que ven a esta etapa como
homogénea, ya sea por su equidistancia de las superpotencias (Carasales) o por la
existencia de un supuesto aislacionismo (Ferrari, De la Balze y Peña)
La existencia de por lo menos tres fases nos permite analizar al período y
establecer brechas significativas entre ellas. Los analistas más próximos a la teoría
autonómica (Puig, FIgari, Moneta, Paradiso) ubican el corte profundo entre la presidencia
de Perón y la de Maria Estela Martínez, los que están más alejados de ella, lo encuentran
entre la fase camporista y la segunda. Otro dato interesante en estos análisis es cierto
cruce, mientras los primeros ven a la primera y segunda fase como adecuada a la
realidad de ese momento y a la última como ideológica, los últimos invierten los términos
en ideológica y pragmática respectivamente.
Rapoport, Mario. Historia económica, política…, op. cit., p. 561.
Vázquez Ocampo, José María. Política exterior argentina…, p. 51.
133
Rapoport, Mario y Spiguel, Claudio. Política exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001),
Buenos Aires, Capital Intelectual, 2005, p. 51-52.
131
132
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
28
Esta aplicación se complementa con la relación existente entre cada
agrupamiento de las fases y la Tercera Posición. Puig y su grupo establecieron una
ligazón fuerte con ella, entendiéndola sobre todo como su aplicación en la última parte de
la década del cuarenta (etapa fuertemente antinorteamericana), el otro grupo la ve a
partir de cierta moderación en el discurso del propio Perón, durante los años de exilio.
Como fortaleza de los argumentos autonomistas queremos señalar que: 1) la
doctrina justicialista planteó la necesidad de establecer una estrategia poligonal que
reemplace a la triangulación entre Estados Unidos y Europa Occidental; 2) la
permanencia de Gelbard es un dato relevante entre ambas fases, y; 3) la continuidad de
los convenios con Europa del Este, es el aspecto más significativo.
En el primer grupo de visiones encontramos algunas dificultades: 1) la práctica de
la política autonomista, bajo la Cancillería de Puig se encuentra en tensión con sus propia
teoría; 2) la presencia de Vignes en el Ministerio de Relaciones Exteriores resultó
complicada para los análisis que sostienen la vinculación entre la primera y segunda fase.
Las brechas existentes entre ambas fases se pueden ver reforzadas por la
administración de Vignes de nuestras relaciones externas es un argumento poderoso
pero, por lo menos durante la vida de Perón, no nos parece tan determinante. El ingreso
al Movimiento de No Alineados puede ser una clave que es minimizada por quienes
sostienen esta interpretación. La mayoría de los autores señala el cambio de estilo ya en
esos momentos, producto de los cambios regionales, empiezan los ajustes que terminan
por invertir el rol de la Argentina frente a América Latina con Washington (primero, como
vocero de la región ante los norteamericanos, luego, tras el “Nuevo Diálogo”,
exactamente a la inversa, modera los reclamos de la región).
El supuesto pragmatismo de la última fase, es ajustado, pero no puede dejarse de
tener en cuenta el prejuicio ideológico frente a los acuerdos con el Bloque Oriental que
hubiesen permitido aminorar el acercamiento hacia Washington y mantener cierta
distancia.
Finalmente observamos que en las interpretaciones existe cierta tentación por
apoderarse de la segunda fase. Ésta aparece como un punto deseable y fuente de
legitimación discursiva que poseen. Quizás una forma de alejarnos de cierta presencia
ideológica que recorren los análisis, es repensar el período a través de ver los puntos
sobresalientes de esa fase, articularlos con los extremos -y no al revés como hacen hasta
ahora los textos -, y restituirle a todo el período una dosis de verosimilitud que hasta
ahora no posee.
Anuario del Instituto de Historia Argentina- 2007- Nº 7
29