Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu
Perifèria CristianismePostmodernitatGlobalització Nuevos populismos y “sociedad líquida” Joan Albert Vicens El atractivo de los populismos radica en que dan voz a la ira de los excluidos. Dani Rodrik 1. Los nuevos populismos “Lo que verdaderamente importa no es qué partido controla nuestro gobierno, sino si la gente controla o no el gobierno. El 20 de enero de 2017 se recordará como el día en que el pueblo volvió a gobernar este país. Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país dejarán de estar olvidados.” (Trump, 2017). 2017), Partido por la libertad (Holanda, 13% en las elecciones de 2017), Partido de la libertad de Austria (26% en las elecciones de 2017), Demócratas de Suecia (17% en las elecciones de 2018), o Vox (España, 15% en las segundas elecciones de 2019), por citar algunos. Estas palabras habrían parecido no hace mucho las de un líder izquierdista y casi revolucionario, pero pertenecen al discurso de toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Su ideario representa perfectamente lo que podemos llamar “nuevos populismos”, las fórmulas políticas nacionalistas de extrema derecha que gobiernan en Estados Unidos (Trump), Reino Unido (Johnson), Brasil (Bolsonaro), Italia (Bersani-Salvini, hasta hace poco), Hungría (Orban), Polonia (Kaczyski), o que, sin haber llegado al gobierno, atraen a sectores considerables de la población europea: Rassemblement National (antiguo Frente Nacional, Francia, 34% en las elecciones presidenciales de 2017), Alternativa por Alemania (12,6% en las elecciones de Además de prosperar por su cuenta, los nuevos populismos condicionan el comportamiento de los partidos y gobiernos que compiten con ellos pero que o bien han convertido a los partidos populistas en los enemigos a batir y los esgrimen como espantajo a los electores, o bien hacen suyos los temas de la agenda populista (emigración, Islam, patriotismo, soberanía, proteccionismo, antieuropeísmo) e incluso incorporan elementos discursivos y programáticos del populismo para conservar a una clientela seducida por los líderes populistas. 44 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 De una manera u otra, pues, los nuevos populismos se encuentran hoy en el centro del escenario político y de la lucha ideológica. Para tratar de caracterizarlos vamos a señalar brevemente algunos rasgos que se encuentran mutatis mutandis en todos ellos: 1) La apelación al “pueblo” como sujeto político principal, identificándolo con una “comunidad” (cultural, histórica, étnica ...) o “nación” que se pretende “restaurar”, enaltecer o “hacer grande “. Quién ha de conquistar la libertad plena es el “pueblo”, como equivalente a la “nación”. La idea rectora de todos los populismos es que el pueblo-nación ha perdido la soberanía o ha dejado de ser la prioridad de la política y se encuentra en una situación de peligro mortal, agónica, que reclama una intervención decisiva, salvadora. El objetivo es restaurar la nación. Así lo expresan algunos lemas electorales de los principales partidos populistas: “Hagamos a América grande” (Trump), “Queremos recuperar nuestro país” (Farage), “Austria primero” (Strache), “España siempre” (Vox). J. Arcenillas, Sleepers “la buena gente” que mantiene vivo el país y se identifica espontáneamente con su historia y sus tradiciones, “la gente de aquí”. El pueblo al que apela el populismo es, en el fondo, la base popular de la nación, la nación por excelencia. “Somos una sola nación, y su sufrimiento [el de las familias trabajadoras] es el nuestro –decía Trump en su discurso de investidura–. Sus sueños son nuestros sueños y sus triunfos serán nuestros triunfos. Tenemos un mismo corazón, un hogar y un glorioso destino” (Trump, 2017). “Los otros”, en cambio, son ajenos u hostiles a la nación y a sus intereses, son sus enemigos declarados dentro y fuera del país. Son las minorías que se pueden considerar “no nacionales”, los inmigrantes legales que practican una cultura ajena, los migrantes ilegales y refugiados que “asedian” las fronteras y que, supuestamente, alimentan la delincuencia y el terrorismo en los países de acogida. Por extensión, el populismo ve como adversarios a los países extranjeros hacia donde van a parar las fábricas deslocalizadas, de donde proceden las importaciones más competitivas, o de 2) La reducción de todos los conflictos sociales a dos tensiones que no tienen una salida negociable: “nosotros-los otros”, “pueblo-élites”. “Nosotros” equivale al “pueblo”, a la “gente sencilla”, “honrada” y “auténtica”, las familias que quieren prosperar y no pueden, los trabajadores y emprendedores que se ganan la vida a duras penas y viven en la inseguridad y la incertidumbre, 45 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 donde llegan los inmigrantes y las bandas urbanas, las mafias o los terroristas que se vinculan con ellos. El Islam, para los nuevos populismos de derecha, representa la alteridad mayúscula: es una “civilización” antagónica (Huntington), habita entre nosotros cuestionando nuestra identidad y, para colmo, nos ha declarado la guerra (Al Qaeda, Estado islámico, Hezbolá, Irán ....). Los nuevos populismos dan alas a la xenofobia, al racismo y al supremacismo blanco e incluso al terrorismo racista blanco, como está pasando en Estados Unidos. las primeras 100 personas que aparezcan en un mitin de Vox en España o uno de los 100 políticos de mayor nivel, me quedo con los primeros. Tendrá un país gestionado de forma más correcta, eficiente y por gente que entiende la naturaleza humana”. Y concluye Bannon: “La crisis trajo el populismo, definitivamente, porque las élites no tienen soluciones” (Verdú, 2019). 3) Ligado a lo anterior, cabe destacar la simplificación populista de los problemas sociales y la correspondiente simplificación de las propuestas para resolverlos. Así veía Trump la situación de su país: “Llevamos muchas décadas enriqueciendo a la industria extranjera a expensas de la industria americana. Financiando los ejércitos de otros países mientras permitíamos el triste desgaste de Nuestro Ejército. Hemos defendido las fronteras de otros países mientras nos negábamos a defender las nuestras. Y hemos gastado billones de dólares en el extranjero mientras las infraestructuras nacionales caían en el deterioro y el abandono. Hemos enriquecido a otros países mientras la riqueza, la fortaleza y la confianza de nuestro país desaparecían tras el horizonte” (Trump, 2017). Se alimenta la creencia de que hay una solución nacional, individual, a todos los problemas, incluidos los problemas económicos, migratorios o ambientales globales que en realidad sólo tienen soluciones globales, multilaterales. En los programas populistas abundan los diagnósticos superficiales y a menudo falsos que motivan propuestas inteligibles Pero el pueblo sufre también por la traición de sus enemigos interiores: “las élites”, “los de arriba”. Se trata de las élites económicas globalizadas, “la clase política tradicional”, los partidos políticos que se han alternado en el poder confabulados con los poderes económicos, sus medios de comunicación afines, y los tecnócratas y asesores que justifican “científicamente” las políticas globalizadoras y multiculturalistas. “No vamos a seguir aceptando a políticos que hablan mucho pero no hacen nada –decía Trump–, que se quejan sin cesar pero nunca hacen nada al respecto. Las palabras huecas son cosa del pasado. Ha llegado la hora de actuar. Que nadie os diga que no es posible” (Trump, 2017). El gurú-ideólogo de los nuevos populismos de extrema derecha, Steve Bannon, sostiene que: “Necesitamos más camareros y menos abogados (...); si me deja elegir entre que me gobierne alguna de 46 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 para todos; recetas simples para abordar asuntos muy complejos: “Vamos a seguir dos reglas muy sencillas –propone Trump–: compra estadounidense y contrata a estadounidenses” (Trump, 2017). Levantar muros en las fronteras para detener las migraciones o subir los aranceles a los productos chinos para proteger a las empresas nacionales son fórmulas simples que encarnan muy bien el espíritu demagógico del populismo. Por el contrario, la idea de que todo es muy complejo y no hay recetas rápidas para los grandes problemas se mira como un tópico de los “expertos”, los manipuladores de estadísticas, los asesores a sueldo de las élites políticas y económicas. todo un presidente estadounidense airear cada día sus tonterías en twitter como cualquier otro fanático de la red. El líder populista presenta rasgos autoritarios, un cierto carácter mesiánico, autosuficiente, voluntarista, se sitúa por encima del partido que lo avala, quiere ser el líder de un “movimiento” nacional insertado en un movimiento populista internacional. 4) El populismo se basa en liderazgos carismáticos que apuestan por la defensa a ultranza de los intereses del “pueblo”: “Voy a luchar por vosotros hasta el último aliento, y nunca, jamás, os abandonaré. América volverá a triunfar, como nunca antes (...) Nunca volveréis a ser ignorados. Vuestra voz, vuestras esperanzas y vuestros sueños definirán nuestro destino como nación”, prometía Trump en su toma de posesión (Trump, 2017). El líder populista proclama a los cuatro vientos que sintoniza con las verdaderas necesidades del pueblo, habla el “lenguaje de la gente”, se aleja del “lenguaje políticamente correcto”, dice “lo que todos piensan” pero no se atreven a decir por temor a la “cultura progresista” que lo domina todo. Se dirige directamente a la gente mediante las redes sociales, no necesita intermediarios: resulta espectacular ver a J. Arcenillas, Sleepers 5) El populismo cuestiona (con variedad de tonos) la institucionalidad y la legalidad democráticas en nombre de una “verdadera democracia” nacional donde se ejecute “directamente” la voluntad popular. Abona el desencanto con la democracia liberal y sus mediaciones: los partidos políticos, el parlamento o el sistema judicial. El populismo se presenta como un reformismo radical que quiere cambiar seriamente la sociedad en el aspecto político, institucional, económico, educativo y cultural; por ello, la llegada al poder de partidos populistas conlleva reformas legales drásticas que ponen en cuarentena las instituciones o los hábitos democráticos tal y como se han entendido hasta el momento. Los líderes populistas prescin- 47 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 den a menudo de las formalidades democráticas y desprecian las instituciones, se mueven al filo de las leyes, se enfrentan al Parlamento (Johnson, Trump,...) si es necesario, y también a los jueces o la prensa libre: todos ellos conforman el “tinglado” que hay que remover para satisfacer las demandas populares. Contraponen de forma permanente la democracia nacional a los órganos multinacionales de cooperación, que creen dominados por la “ideología de la globalización”. El populismo promete una estricta obediencia de los gobiernos a los intereses particulares de la nación a base de ignorar a los del resto de países; menosprecia a la parte de la nación que no comulga con sus políticas y amenaza los derechos de las minorías, los colectivos que protestan, las ONGs de los derechos humanos, etc. el “sistema de la posverdad” (Vicens, 2018), que utilizan como un arma política de primera magnitud: más que los hechos, lo que importa es lo que quieren trasladar como mensaje político, lo que la gente tiene que creer en cada momento: “¿Es que [las falsedades atribuidas al presidente] son más importantes que las muchas cosas que dice que son verdad y que están cambiando la vida de la gente?”, interrogaba a los periodistas de la Casa Blanca la asesora de Trump Kellyanne Conway. Las creencias deseables de los votantes deben producirse al coste que sea y si es preciso hay que ignorar los hechos, exagerarlos, tergiversarlos, olvidarlos, desmentirlos, o inventar otros nuevos totalmente falsos (“hechos alternativos”). Todos los elementos que configuran el sistema de la posverdad se ponen al servicio de las políticas populistas: la publicidad y el marketing electoral, la manipulación subrepticia del electorado en las redes sociales, los recursos de la manipulación psicológica de las masas, la exaltación de una “cultura nacional” frente a la cultura progresista y el multiculturalismo anti-nacional. Entretanto, los “intelectuales”, los “expertos”, los “tecnócratas”, las instituciones de investigación científica o la prensa de investigación son presentados como manipuladores interesados de la opinión pública: “Os invito a desconfiar de las caricaturas vehiculadas por los periodistas, a menudo hostiles a las ideas que defiendo”, pedía Marine Le Pen en el auditorio de la Fundación Spinoza (Le Pen, 2019). 6) Si la demagogia acompaña habitualmente a la política, se podría decir que en el populismo política y demagogia se identifican absolutamente. El populismo vive de la adulación de la “gente sencilla” y de la exaltación constante de las emociones populares; de éstas, estimula las más negativas a base de exagerar los aspectos más oscuros de la realidad social y política y de renunciar a un análisis racional y objetivo de las situaciones; abona al lenguaje maniqueo y las dicotomías sin alternativas: hay buenos y malos, amigos y enemigos, patriotas y traidores, los de “arriba” y los de “abajo”. Por todo ello, no es extraño que los populismos se instalen decididamente en 48 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 neonazis blancos que se enfrentaron a manifestantes antifascistas en Charlotesville en agosto de 2017, causando un muerto y 20 heridos. 2. Populismo i fascismo Abundan las voces que se refieren a los nuevos populismos como “nuevos fascismos” o, sencillamente, como el rostro actual del fascismo del siglo XX. Sami Nair habla sin tapujos de un “nuevo fascismo europeo”, que se fundamenta en una “concepción pura de la nación” y en el rechazo del mestizaje y de los inmigrantes (Nair, 2018). En la prensa digital podemos encontrar docenas de artículos y páginas dedicados a relacionar populismo y fascismo. En España, Iñaki Gabilondo asegura que “Vox es el franquismo, exactamente lo que nos quisimos quitar de encima”. En Cataluña, Gabriel Rufián (ERC), con motivo de las elecciones generales de abril de 2019, llamaba a “levantar un muro contra el fascismo” de Vox. A Bolsonaro lo han llamado “el Hitler brasileño”; Trump ha sido acusado repetidamente de ser fascista y la misma imputación se ha dirigido contra el FN (o RN) francés u otros partidos populistas. En cambio, Marine Le Pen siempre amenaza con llevar ante los tribunales a quien la trate de fascista. J. Arcenillas, Sleepers A primera vista, se podrían señalar algunos puntos de contacto entre los fascismos del período de entreguerras y los nuevos populismos: la omnipresencia de un líder carismático, el tradicionalismo, el nacionalismo radical o los aires racistas, pero las diferencias entre los nuevos populismos y los viejos fascismos son suficientemente notables como para no caer en la simplificación: los primeros no se declaran contrarios a la democracia liberal, como lo hacían de manera muy explícita los segundos, sino que quieren recuperar la soberanía nacional y el poder de la “nación pura”, restringiendo los derechos de ciudadanía “sólo” a los inmigrantes ilegales o los refugiados. Los nuevos populismos de derecha radical (al menos de momento) no pretenden instaurar un régimen totalitario de partido único, suprimir el debate político o encarcelar a los disidentes, sino “devolver el poder al pueblo”. Quieren tensionar el debate político, des- El hecho es que algunos políticos o militantes populistas han manifestado ocasionalmente su respeto por Hitler, Mussolini o Franco, o al menos se han negado a condenarlos taxativamente. Es cierto también que hay grupos de extrema derecha nostálgicos de los antiguos fascismos que se sienten cómodos dentro de los partidos populistas. El mismo Trump llamó “buena gente” a supremacistas y 49 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 legitimar retóricamente a sus antagonistas (son, dicen, “anti-nacionales”) y derrotarlos electoralmente a base de imponer su agenda y de prometer la restauración nacional. No encontramos claramente en el populismo actual la exaltación de la violencia y el heroísmo, el irracionalismo, el culto a la acción por la acción o el belicismo muy característicos de los antiguos fascismos, rasgos que Umberto Eco incluía a su perfil del fascismo prototípico. interesa en este artículo aportar algunas reflexiones sobre sus orígenes y las razones que explican su emergencia en nuestro tiempo. Existe en torno a los nuevos populismos de derecha un cierto sentimiento de extrañeza. La tendencia a asociarlos al fascismo o a remarcar sus rasgos ultra-nacionalistas y racistas abona la sensación de que representan algo anacrónico y artificioso, un ideario político superado hace décadas que ahora revive de manera sorprendente aprovechándose del fracaso de la mayoría de los gobiernos democráticos en la gestión de la gran crisis de 2008. Se sugiere una analogía entre la depresión de 1929 y la emergencia de los fascismos y la crisis de 2008 y la aparición de nuevos populismos “neo-fascistas”. Un cuerpo de ideas caducas y rechazadas hace tiempo buscarían una nueva oportunidad con el viento favorable de otra gran depresión, gracias al poder difusor de internet y de las redes sociales y con el apoyo de Rusia, que conspira contra la UE y contra la vieja alianza USA-Europa. De acuerdo con este enfoque, el nuevo populismo sería un neofascismo oportunista y en todo caso un anacronismo. Alguien dirá, como apunta el propio Eco, que la presencia de uno solo de aquellos ingredientes (él hace una lista de 16) es suficiente para justificar la acusación de fascismo, pero entonces corremos el peligro de banalizar el uso del término y de restarle precisión histórica, y también de malentender la naturaleza específica de los populismos actuales. Hay que tener en cuenta que las ideas y propuestas populistas, que mucha gente sensata acepta fácilmente, se formulan en un lenguaje bastante homologable dentro del debate político actual, lejos de la retórica doctrinaria de los fascismos del siglo pasado. Equiparar simplemente el populismo de extrema derecha con el fascismo puede tener el efecto contraproducente de ahorrarnos la discusión de los argumentos y las propuestas populistas, porque se supone que los fascistas se han de combatir de muchas maneras pero no hay que perder el tiempo discutiendo con ellos. Por nuestra parte, queremos mostrar que los nuevos populismos no son una moda antigua que se vuelve a imponer, sino un fenómeno “muy siglo XXI”: estamos hablando de algo que responde perfectamente a las coordenadas que definen nuestro momento histórico. No son ideas viejas para un tiempo nuevo, sino ideas A nosotros, más que detenernos a debatir sobre los referentes ideológicos pasados de los populismos actuales, nos 50 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 “adecuadas” a nuestro tiempo, perfectamente “contemporáneas”, que encajan con las expectativas de sectores importantes de la población y que, por tanto, “alguna razón” tienen. No iremos a ninguna parte –o más bien iremos a peor– si nos limitamos a una autosatisfecha condena de los líderes y los partidos populistas de extrema derecha desde un sentimiento de superioridad moral que no se interesa por la situación que viven sus votantes, la inmensa mayoría de los cuales de ninguna manera son unos fascistas nostálgicos y obsoletos. 3. La “societat líquida” Para poner de manifiesto la actualidad radical del populismo nos parecen útiles las reflexiones de Zygmund Bauman sobre la sociedad actual, que ha caracterizado con los conceptos de “modernidad líquida” o “sociedad líquida”. No tenemos espacio aquí para desgranar con detalle todo lo que implican estas nociones; sólo las esbozaremos y señalaremos después por qué tienen especial relevancia en la emergencia del populismo. J. Arcenillas, Sleepers La imprescindible lucha política contra los populismos en todas sus expresiones sólo será eficaz si asumimos su actualidad y reconocemos su radicación plena en nuestras sociedades tal y como son hoy. Que sean rechazables no quiere decir que no sean explicables, y explicarlos no equivale a justificarlos. Tratar a los populismos derechistas de neo-fascistas, neo-nazis o neo-franquistas, rechazarlos sin más y quedarnos tan anchos nos aleja de comprenderlos y nos hace más difícil contrarrestarlos porque no habremos identificado correctamente las claves de su éxito. En cambio, vincularlos al presente y no al pasado nos puede ayudar a entender a quienes son seducidos por su propaganda y a dialogar con ellos, y nos obliga a buscar alternativas más viables, justas y democráticas que los programas populistas. “La fluidez es la metáfora regente de la actual etapa de la sociedad moderna” (Bauman, 2000, pos. Kindle 43). Lo que hace “líquido” nuestro tiempo es el hecho de que se han “licuado” durante la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy las bases “sólidas” sobre las que se asentaban, primero la sociedad tradicional (la religión, la iglesia, la monarquía, la estirpe, la vida comunitaria ...), y la sociedad moderna después (el Estado-nación, la clase social, las empresas, el trabajo, la familia, la propiedad...). Toda referencia sólida orientadora de la vida individual y social ha perdido consistencia. Las ins- 51 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 tancias tradicionales o modernas dotadas de autoridad y permanencia, que fijaban el marco estable de la existencia personal y merecían la lealtad y la confianza de la gente, se han vuelto inconsistentes, variables, débiles, no fiables: “Salimos de la época de los grupos de referencia preasignados para desplazarnos hacia una era de ‘comparación universal’ en la que el destino de la labor de construcción individual está endémica e irremediablemente indefinido, no dado de antemano, y tiende a pasar por numerosos y profundos cambios”(Bauman, 2000, pos. Kindle 163). Las consecuencias para las personas han sido la privatización de la vida (todo lo que hago, todo lo que me pasa, “es cosa mía” ...), la desorientación, la incertidumbre, la inseguridad y el escepticismo con relación a lo que es común. lismo pone a nuestra disposición infinitas posibilidades de consumo que no tienen en cuenta nuestras necesidades reales, sino nuestros deseos, que brotan sin cesar. Las personas viven abocadas a una perpetua inquietud porque nunca se satisfacen con lo que pronto se vuelve obsoleto, lo que es efímero e inconsistente. “Para que las posibilidades sigan siendo infinitas –escribe Bauman–, no hay que permitir que ninguna de ellas se petrifique cobrando realidad eternamente”; “la incertidumbre está condenada a convertirse en una permanente mosca en la sopa de la libre elección” (Bauman, 2000, pos. Kindle 1373 y 1992). Sociedad líquida y consumismo son, pues, las dos caras de la misma moneda; la liberación de los individuos en relación a cualquier patrón estable los ha conducido a la vida sin norte de los catacaldos. Para venderlo todo a cualquiera, el capitalismo necesita licuarlo todo; precisa individuos más que ciudadanos, quiere gente permanentemente desorientada e insatisfecha. Una sociedad así, “líquida”, ha sido el terreno propicio para el desarrollo del capitalismo del consumo, que ha sustituido el capitalismo (fordista) centrado en la producción y el “bienestar”. A los individuos completamente “liberados” de referentes sociales y culturales “pesados”, lo único que les queda es saltar de una cosa a otra, probarlo todo, experimentar y seguir siempre buscando una nueva oferta, instalarse en la cadena interminable de los deseos. Cuando no hay metas mayores legitimadas por grandes ideales (Justicia, Igualdad, Socialismo, etc.), sólo quedan los objetivos menores y particulares, que se pueden adquirir al contado o a crédito. El dinero se ha convertido en la base de la existencia. “Por suerte”, el capita- El otro rasgo que define la sociedad líquida en la modernidad tardía es la autonomización del poder económico en relación con cualquier territorio propiciada por las tecnologías de la información y los actuales medios de transporte. De ello se deriva lo que Bauman considera una característica fundamental de nuestro tiempo: el divorcio entre el poder real y la política. 52 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 El poder económico se ha vuelto extraterritorial, es nómada, se mueve a toda velocidad por todo el planeta, de un nodo comercial o financiero a otro; aprovecha internet como recurso para la gestión de sus activos en todas partes a través de una red mundial física y virtual por donde fluyen los negocios, las inversiones, los activos financieros, la información y las decisiones económicas y comerciales. “En la actualidad –dice Bauman–, el capital viaja liviano, con equipaje de mano, un simple portafolio, un teléfono móvil y una computadora portátil. Puede hacer escala en casi cualquier parte, y en ninguna se demora más tiempo del necesario” (Bauman, 2000, pos. Kindle 1926). Esta facilidad de movimientos del capital y el comercio va de la mano del consumismo sin límites, porque nos facilita el acceso a productos de cualquier lugar del mundo a precios bajos. vida en su conjunto” (Bauman, 1999, pos. Kindle 175). Sin embargo, a diferencia de los trabajadores, que no van donde quieren, el trabajo como actividad productiva no queda fijado en ningún territorio en particular. No cuesta nada trasladar el cultivo de un producto a otro sitio donde resulte más barato o mover una fábrica a la otra punta del mundo a la búsqueda de salarios más bajos, costes sociales reducidos y un gobierno que “facilite” las inversiones con una menor carga impositiva. El escenario donde todo esto se produce es el “mundo global”. Mientras los capitales y sus gestores campan por el mundo sin impedimentos, los trabajadores aún se mantienen muy mayoritariamente ligados a un territorio. “El Trabajo [en referencia als treballadors] sigue tan inmovilizado como en el pasado, pero el lugar al que antes estaba fijado ha perdido solidez; buscando en vano un fondo firme, las anclas caen todo el tiempo sobre la arena que no las retiene” (Bauman, 2000, pos. Kindle 1926). El dinero se mueve rápidamente hacia donde sea necesario, pero los trabajadores se quedan donde están: hay una muy clara “asimetría entre la naturaleza extraterritorial del poder y la territorialidad de la J. Arcenillas, Sleepers Así pues, la “globalización” consumada al final del siglo XX ha hecho posible la movilidad sin límites temporales o espaciales del capital y ha debilitado los vínculos territoriales del trabajo, mientras los trabajadores, muy mayoritariamente, no se mueven de su lugar. La velocidad de movimientos determina una nueva distribución del poder: “Las personas que se mueven y actúan más rápido, las que más se acercan a la instantaneidad de movimiento, son ahora las personas dominantes. Y las personas que no pueden 53 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 moverse tan rápido, y especialmente las personas que no pueden dejar su lugar a voluntad, son las dominadas” (Bauman, 2000, pos. Kindle 2683). En esto radica el carácter “negativo” de la globalización. Vistos sus resultados, Bauman no duda en hablar de una “globalización completamente negativa” que ha hecho crecer la desigualdad y la injusticia, la incertidumbre y el sentimiento de desprotección de las personas y ha dado lugar a una sociedad mundial abierta que “evoca en la mayoría de las mentes la experiencia aterradora de unes poblaciones heterónomas y vulnerables, abrumadas por fuerzas que no pueden controlar ni comprender plenamente, horrorizadas ante su propia indefensión y obsesionadas con la seguridad de las fronteras (…) dado que es precisamente esta seguridad fronteriza e intrafronteriza la que escapa a su control y parece estar destinada a quedar fuera de su alcance para siempre”(Bauman, 2007, pos. Kindle 125). pulismos, como veremos a continuación, resultan ser un subproducto de la globalización negativa en la época de la modernidad fluida. 4. De la “sociedad líquida” a los nuevos populismos. Hay aspectos de la sociedad líquida que guardan funcionalidad con los nuevos populismos. Queremos mostrar que los nuevos populismos, lejos de significar un anacronismo político, están en continuidad con nuestro momento histórico y canalizan a su manera las quejas y las necesidades de una buena parte de la población de las sociedades democráticas, por mucho que lo hagan de una manera lamentable. Aplicaremos aquí el principio heurístico de T.H. Marshall, citado por Bauman, de que si encontramos mucha gente que corre a la vez y en la misma dirección, hay que formularse dos preguntas: ¿Detrás de quién corre? ¿De qué huye? La licuefacción o más bien la liquidación de los referentes sociales y culturales tradicionales o modernos y la movilidad sin límites espaciales y temporales del poder económico en el mundo globalidad son, según Bauman, las notas constitutivas de la sociedad líquida. Sus productos mayores son la desigualdad creciente en todo el mundo y “la desaparición de la política tal y como la conocemos, la Política con mayúsculas, la actividad encargada de traducir los problemas privados en temas públicos (y viceversa)” (Bauman, 2000, pos. Kindle 1539). Los nuevos po- Ya sabemos de sobras detrás de quién corren los votantes del populismo y ahora nos toca abundar en la segunda cuestión: ya se puede vislumbrar que debe ser bastante horroroso lo que espanta a la gente para que acabe confiando en personajes tan lamentables como Trump, Bolsonaro, Salvini, Duterte y compañía. a) El debilitamiento del estado protector. La movilidad extrema del capital en el mundo global ha desarbolado el poder 54 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 estatal. “Ahora se abre una brecha entre política y economía” que parece insalvable (Bauman, 1999, pos. Kindle 965). “El capital se ha vuelto extraterritorial, liviano, desahogado y desarraigado hasta niveles inauditos, y su recientemente adquirida capacidad de movilidad espacial alcanza, en la mayoría de los casos, para extorsionar a los agentes locales de la política y obligarlos a acceder a sus demandas” (Bauman, 2000, pos. Kindle 3390). te afectación a los servicios públicos. “Todos somos conscientes –dice Marine Le Pen– de que la globalización ha enriquecido a algunas empresas que han sabido producir allí donde el trabajo es gratuito y vender allí donde el poder de compra es elevado, arruinando a territorios, creando millones de parados y destruyendo las clases medias, es decir, el pilar de nuestras democracias “(Le Pen, 2019). Los estados sufren el chantaje de las empresas que amenazan continuamente con trasladar sus fábricas a donde las condiciones les sean más favorables: salarios más bajos, contratos precarios, baja protección social, impuestos reducidos. Por eso intentan “dar confianza a los mercados” y “alentar las inversiones” a base del control del gasto público, la reducción impositiva, la reforma del sistema de protección social o la eliminación de “las rigideces del mercado de trabajo”. La expresión que lo resume todo es “racionalización de la economía” (Bauman, 1999, pos. Kindle 1845-97). Entran en juego los tópicos de la dogmática neoliberal asociada a la globalización. J. Arcenillas, Sleepers En la época del capitalismo moderno, los estados complementaban los sueldos privados con servicios públicos para todos (sanidad, educación, pensiones, seguro de desempleo) y las empresas permanecían más fieles a los territorios donde los estados se cuidaban de sus trabajadores. Hoy, en el capitalismo globalizado posmoderno, la movilidad extrema del capital ha reducido al mínimo la capacidad de maniobra de los estados, los cuales, presionados por las empresas y los mercados, deben hacerse cargo en solitario de las consecuencias de las deslocalizaciones, las regulaciones de plantillas o las recesiones. Los gobiernos actúan entonces como “servicio de seguridad Las consecuencias de la aplicación de esta ideología son el crecimiento de la desigualdad entre la población asalariada, territorializada, y las élites globalizadas, el debilitamiento de la capacidad negociadora de los trabajadores y de los sindicatos, y la disminución de los recursos públicos procedentes vía impuestos de la actividad empresarial, con la consecuen- 55 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 de las megaempresas” (Bauman, 1999, pos. Kindle 1,153), manteniendo a raya a las clases trabajadoras con el discurso de que “no hay alternativa” a las políticas ultra-liberalizadoras. “En el mundo de las finanzas globales, la tarea que se asigna a los Gobiernos estatales es poco más que la de grandes comisarias” (Bauman, 1999, pos. Kindle 2079). La alternativa populista se presenta como la vía para que los estados y “los pueblos” recuperen la soberanía y la libertad frente a la dictadura de los mercados globalizados y sus instituciones. Así lo expresa M. Le Pen: “No acepto que el dinero sea el único principio político de la sociedad, lo que da acceso al poder, al discurso, a la información, a la relación. (...) La afirmación “no hay alternativa” es la misma negación de la política. Si existe la política y, por tanto, la libertad de los pueblos para autodeterminarse, siempre hay una alternativa. Y vemos en la hegemonía de aquellos que pretenden someter el debate político a la ciencia económica, una nueva religión y un nuevo fundamentalismo. Este liberalismo equivocado es el peor enemigo de la democracia”(Le Pen, 2019). Los países tienen fronteras porosas para los movimientos financieros, ya no controlan su moneda, se diluye su cultura “nacional”, sus ejércitos no salvaguardan las fronteras y –esto es lo más grave– han perdido capacidad de servir a los ciudadanos: los servicios públicos se han deteriorado, la protección de los trabajadores disminuye, los sistemas de pensiones ya no están asegurados. “El estado social” flaquea y esto induce en los ciudadanos un sentimiento creciente de incertidumbre y desprotección y, en muchos casos, de abandono. La gente culpa de ello a los partidos “tradicionales” que se han ido turnando en el gobierno. Ni los partidos de derecha liberal que siempre han cantado las glorias de la globalización, ni una socialdemocracia incapaz de hacer frente a los mercados, pueden ofrecer alternativas creíbles. En estas circunstancias, mucha gente se vuelve sensible a la promesa de que su país recobrará el control de su destino: los líderes populistas aparecen en el escenario apelando a la soberanía popular contra los mercados, las megaempresas o los bancos, mientras rechazan “la ideología de la globalización”. A los males de globalización se oponen la intervención estatal en la economía y sobre todo el nacionalismo económico. En año, 2014, la misma Marine Le Pen aseguraba en su cuenta de Twitter (7-122014) que «la globalización es una barbaridad, y corresponde al estado nacional limitar sus abusos y regularlos”. Según Steve Bannon, tras el “movimiento” populista hay una idea: “Sólo se trata de soberanía, de hacerte cargo de tu destino” (Verdú, 2019). Trump expresó el mismo objetivo en términos análogos el primer día de su presidencia: “A partir de este día, una nueva visión va a gobernar nuestro país. A partir de este momento, va a ser América primero. Cada decisión so- 56 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 bre temas de comercio, impuestos, inmigración, asuntos exteriores, se tomará en beneficio de los trabajadores y las familias americanas” (Trump, 2017). garantiza una vida digna ni da demasiada seguridad. Mucha gente no sabe hasta cuando le durará su trabajo o si lo conservará dentro de unos meses, si le subirán el sueldo, si podrá pagar la hipoteca o el alquiler, si sus hijos jóvenes trabajarán y se emanciparán, o si sus empleos y sus negocios serán externalizados a China o a la India, o los ocuparán inmigrantes dispuestos a trabajar 12 horas diarias. A nadie le puede extrañar que mensajes de este estilo encuentren audiencia entre la población que directa o indirectamente sufre los efectos de la globalización negativa. En realidad, esta precariedad en que vive la población trabajadora persigue la finalidad de hacerla dócil, que acepte cualquier contrato, cualquier sueldo o encargo, sin protestas: “El trabajo verdaderamente “flexible” –dice Bauman– sólo se concibe si los empleados actuales y del futuro próximo pierden sus arraigados hábitos de trabajar todos los días, por turnos, en un lugar con los mismos compañeros de labor; si no se habitúan a trabajo alguno y, sobre todo, si se abstienen (o si se ven impedidos) de desarrollar actitudes vocacionales hacia el trabajo actual y abandonan esa tendencia enfermiza a hacerse fantasías acerca de los derechos y las responsabilidades de la patronal” (Bauman , 1999, pos. Kindle 1940). J. Arcenillas, Sleepers b) La vida en precario La imposición a ultranza de la flexibilidad laboral se traduce en precariedad, incertidumbre, inseguridad y miedo en los trabajadores. Los asalariados, los emprendedores, las clases medias, incluso aquellos que no han sufrido directamente los efectos de la crisis, están inquietos: ven que su formación se queda obsoleta debido a los constantes cambios tecnológicos, la robotización les resta oportunidades, las empresas se reestructuran continuamente, los sueldos son bajos, el ahorro es menor, la vivienda es cara, la protección estatal disminuye, las perspectivas son inciertas. Tener trabajo ya no Son bien conocidos los mecanismos psicológicos que se disparan en aquellos que sufren una situación de incertidumbre e inseguridad: victimización, mal humor, hipersensibilidad, miedo y agresividad, “una agresividad engendrada por la insoportable sensación de humillación y menoscabo, o por el Igualmente inaguantable terror a la degradación y la exclusión 57 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 social” (Bauman, 2017, pos. Kindle 605). Hay mucha ira contenida o desatada que es agua de mayo para el populismo: “No hay mejor manera de asegurar el éxito de los populistas que poner al fuego y hacer bullir permanentemente el caldero de la ira –avisa Bauman–: la ira de los excluidos y los abandonados es una veta excepcionalmente fructífera de la que extraer carretadas y carretadas de capital político” (Bauman, 2017, pos. Kindle 1132). de su vida como receta contra la inseguridad y la desprotección: “Los detalles cambian en cada país –declara Bannon–, pero la filosofía [del movimiento populista] es la misma: llevar la toma de decisiones cerca de la gente, soberanismo, seguridad y economía” (Verdú, 2019). La oferta populista, hay que decirlo, tiene trampa: Bauman denuncia que se fundamenta en la práctica de lo que él llama la “securización” (Securitization), es decir, crear la sensación de que se da seguridad a una ciudadanía inquieta a base centrarse en asuntos sobre los que el estado mantiene un cierto control, ocultando otros factores más relevantes sobre los que el estado ya no tiene una gran influencia: los mercados financieros, las grandes corporaciones transnacionales. La emigración, el terrorismo, la identidad o la lucha cultural se sitúan así en las primeras líneas de la agenda política (Bauman, 2016, pág. 33). “La inseguridad real (muy real) incorporada a la condición existencial de sectores cada vez más amplios de la población es una ayuda para los políticos a la que estos no hacen ascos” (Bauman, 2016, pág. 32). El populismo sabe extraer capital político de la inquietud o la ira de la población trabajadora, desculpabiliza a los trabajadores y empresarios del país, y propone un cambio radical que muchos firmaríamos: la economía al servicio de las personas y no las personas al servicio de la economía. “Frente a este Chernobyl económico y social, demográfico e identitario –proclamaba Marine Le Pen el 1 de Mayo de 2019–, nuestro proyecto es una revolución. Una revolución pacífica y democrática, pero una revolución, la del sentido común. (...) La economía está al servicio del hombre y del bienestar de los pueblos y no al revés” (Le Pen, 2019b). “Queremos liberar a Europa –continuamos citando a Le Pen– de una nueva forma de dogmatismo, impuesta en nombre de la llamada ciencia económica de derecho divino” (Le Pen, 2019). Se trata, en definitiva, de devolver a la gente el control c) Los inmigrantes en cuestión Ya hemos dicho que, para el populismo, los enemigos de la nación son las élites, los partidos tradicionales, las corporaciones globalizadas y las instituciones supranacionales, pero dos de cada tres veces su discurso apunta los inmigrantes. Estos se convierten en el blanco de las mayores acusaciones. Se trata de los inmigrantes legales, pero sobre todo de los ilegales y los refugiados. Ellos representan en carne viva, dentro de nuestras sociedades, la realidad de la globalización. La inmigra- 58 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 perable a la incertidumbre existencial a la que han dado lugar la nueva fragilidad y la fluidez de los vínculos sociales” (Bauman, 2000, pos. Kindle 2437). De manera paradigmática, Trump, en sus diatribas en Twitter del pasado julio contra cuatro congresistas no blancas, une el rechazo racista del “otro” y el desprecio de sus países de origen: “Qué interesante ver a las congresistas demócratas ‘progresistas’, que proceden de países cuyos Gobiernos son una completa y total catástrofe, y los peores, los más corruptos e ineptos del mundo (ni siquiera funcionan), decir en voz alta y con desprecio al pueblo de Estados Unidos, la nación más grande y poderosa sobre la Tierra, cómo llevar el Gobierno. ¿Por qué no vuelven a sus países y ayudan a arreglar esos lugares, que están totalmente rotos e infectados de crímenes? Entonces que vuelvan aquí y nos digan cómo se hace”. J. Arcenillas, Sleepers ción es la obsesión del populismo, que vincula esencialmente oleadas migratorias y globalización. Así lo expresaba Marin Le Pen en su discurso del pasado 1 de mayo: “Este movimiento de competencia global globalizada ha sido acompañado de una inmigración masiva para reducir los salarios y las protecciones sociales en nombre de la competitividad. El resultado es una economía colapsada y clases pequeñas y medianas laminadas, dejando a nuestros hijos solo la perspectiva del desempleo masivo, la precariedad, el colapso de nuestros servicios públicos, la inseguridad social y la incertidumbre ante el futuro” (Le Pen, 2019). Una vez los “otros” son señalados, hay que buscar las pruebas que justifican tal rechazo, y no al revés. “En cuanto se estipula la división entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ conforme a tales reglas, el propósito de cualquier encuentro entre los antagonistas deja de ser la atenuación del antagonismo: de lo que se trata a partir de entonces es de adquirir/crear más pruebas si cabe de que tal atenuación es contraria a la razón y está totalmente fuera de lugar” (Bauman, 2017, pos. Kindle 833). A los inmigrantes se les atribuyen todos los males: la presión a la baja de los salarios, la ocupación de puestos de Para el populismo, la respuesta a todo esto es obvia: la híper-regulación de la inmigración o directamente el rechazo, la exclusión o la exigencia del retorno a sus países de origen de los migrantes ilegales y de los refugiados. “Los esfuerzos por mantener a distancia al “otro”, el diferente, el extraño, el extranjero –reflexiona Bauman–, la decisión de excluir la necesidad de comunicación, negociación y compromiso mutuo, no sólo son concebibles, sino que aparecen como la respuesta es59 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 trabajos que deberían reservarse a los nacionales, la saturación y degradación de la educación y la sanidad públicas, el acaparamiento de las ayudas sociales, la inseguridad en las calles e incluso el terrorismo. Su culpabilidad precede cualquier delito real que puedan cometer (Bauman, 2016, pág. 43). “Todos los terroristas son migrantes”, repite Víctor Orban, y el propio Trump insiste siempre en la misma idea. Los líderes populistas respaldados por sus medios de comunicación afines y mediante las redes sociales abonan la histeria anti-inmigración, pero la obsesión con los inmigrantes se alimenta del resorte psicológico que secularmente mueve a las personas a ver en el extraño al causante de sus problemas. res. Además, nutre a las mafias, las bandas urbanas, la delincuencia, el narcotráfico o el terrorismo. Los verdaderos causantes del retroceso del estado social, de la desigualdad o de la incertidumbre económica permanecen en una nebulosa para la mayoría de la población: los mercados, los fondos de inversión, las grandes transnacionales forman un formidable entramado de poder maléfico pero difuso, abstracto, difícil de ubicar, lejano; nadie lo encarna claramente cerca de nosotros. Se grita a los cuatro vientos cualquier delito cometido por un inmigrante o un refugiado, pero Bauman dice con razón que cuesta mucho distinguir la actividad legal de la ilegal de los actores más poderosos de la globalización: “los actos ilegales cometidos en la cumbre son sumamente difíciles de separar de la densa red de transacciones empresariales”. El discurso económico esconde los verdaderos delitos y los más grandes delincuentes. “Despojar a una nación de sus recursos –denuncia Bauman– se llama ‘fomento del libre comercio’; robar a familias y comunidades enteras sus medios de vida se llama ‘reducción de personal’ o ‘racionalización’. Jamás estas dos acciones han aparecido en la lista de actos delictivos y punibles” (Bauman, 1999, pos. Kindle 2129-32). Por otra parte, como la emigración le debería parecer a cualquier persona sensata como la alternativa lógica y éticamente justificada de quienes dejan su tierra huyendo de la pobreza o la violencia para buscar un futuro mejor para su familia, el discurso populista tiene que justificar el rechazo al inmigrante divulgando estereotipos (“retratos de inhumanidad”) “que fortalecen la resolución de rechazar la inmigrante, la cual carece de argumentos racionales y éticos” (Bauman, 1999, págs. Kindle 1322- 27). Sostiene que el inmigrante cuestiona con su sola presencia nuestro estilo de vida, es inasimilable culturalmente, amenaza nuestro trabajo y nuestro bienestar, procede de países hacia donde se deslocalizan nuestras empresas y encima desinvierte en nuestro país cuando envía remesas a sus familia- A los inmigrantes, a diferencia de los mercados y las empresas globalizadas, los encontramos cada día en el metro o el bus 60 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 y los domingos en nuestras plazas, hacen cola en el médico y los demás servicios públicos, ocupan puestos de trabajo que podrían ser para «la gente de aquí». Viven cerca, tienen rostro, los podemos identificar. No podemos expulsar del país a los mercados o a las grandes corporaciones porque estos ya están “fuera” siempre y desde fuera nos dominan, pero sí podemos echar a los inmigrantes ilegales o los refugiados, o al menos impedir que entren muchos más. nicos blancos en relación a los inmigrantes asiáticos: “nos hemos beneficiado del creciente disgusto de los blancos británicos con la discriminación a favor de los asiáticos. Los blancos de las áreas industriales deprimidas son tan pobres como los pakistaníes, pero disfrutan de muchos menos beneficios sociales porque tienen menos hijos y no entran dentro del juego de la economía sumergida, con trabajos no declarados. Los blancos del Reino Unido estamos hartos de la corrección política y de la discriminación a favor de los inmigrantes”. d) De la decadencia nacional a la restauración nacional El capitalismo de consumo global ha desguazado las identidades mayores: nacionales, culturales o religiosas. A muchos les cuesta saber dónde están y quiénes son porque el mundo que habitan es una mescolanza de productos y formas de vida de los cinco continentes donde coexisten la pizza, el yoga, el Iphone, el sushi, las series de Netflix, el “súper de los pakis” abierto 20 horas todos los días o el peluquero chino de la esquina. J. Arcenillas, Sleepers El populismo se alimenta de la xenofobia, contribuye a hacerla crecer con su retórica racista y la usa continuamente como reclamo electoral, dando a entender que la solución a nuestros problemas pasa por la dureza sin piedad con los inmigrantes. “Llamar a la nación a las armas contra un enemigo designado confiere un beneficio adicional a los políticos que andan en búsqueda desesperada de votantes” (Bauman, 2016, pág. 36). El eurodiputado populista británico Nick Griffin, reconocía los beneficios electorales de la sintonía con las reticencias de los britá- La sociedad de consumo, líquida y global, ha desnacionalizado nuestras formas de vida. Las identidades fuertes tradicionales o modernas basadas en fundamentos sólidos (una religión, una nación, una clase social, una ideología política, un ideal moral, ...) se han desvanecido y la gente intenta adoptar alguna más ligera y portable con los recursos 61 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 de la sociedad de consumo. Las personas necesitamos auto-identificarnos para ordenar y orientar nuestra existencia y situarnos en el mundo. Por eso nos dotamos al menos de identidades débiles y cambiantes: somos de Android o de OS, Apple o Samsung, Zara o H & M, vestimos deportivo, ejecutivo, hippy o hipster, preferimos Juego de tronos o La casa de papel, somos del Barça, el Madrid o la Juventus... “La búsqueda de identidad –dice Bauman– es la lucha constante por detener el flujo, por solidificar lo fluido, por dar forma a lo informe” (Bauman, 2000, pos. Kindle 1809) . próximas décadas y no falta quien recomiende que nos busquemos otro planeta para vivir. En la “sociedad del rendimiento”, dice Bauman, todo el mundo sufre por no ser rentable, “deficiente, inepto e ineficaz” y no estar a la altura del mundo que llega (Bauman, 2016, pág. 58). Mirar el presente, pues, nos desanima y mirar el futuro nos asusta. Llegados a este punto, parece que sólo queda mirar hacia el pasado, para aclarar lo que somos y encontrar la fuerza que necesitamos para vivir con esperanza. Los franceses –asegura Marine Le Pen– “hemos aprendido de la historia de nuestro país y de nuestro pueblo que sólo a los hombres les corresponde romper la cadena pretendidamente inflexible de los acontecimientos” (Le Pen, 2019). Cuando perdemos toda referencia sólida, cuando el presente nos desespera y el futuro no nos ilusiona, la inspiración tiene que venir del pasado. ¿Y qué podemos hallar en el pasado? Una comunidad, un pueblo, una nación haciendo historia. “El comunitarismo es una reacción previsible a la acelerada ‘licuefacción’ de la vida moderna” (Bauman, 2000, pos. Kindle 3882). Bauman cita a Miroslaw Hroch cuando dice: “Cuando la sociedad se desmorona, la nación aparece como garantía final” (Bauman, 2016, pág. 61). La convicción de que podemos hacer juntos un futuro mejor ha sido uno de los recursos modernos de estructuración de las identidades. Imbuidos de la idea de progreso, los occidentales hemos vivido un par de siglos convencidos de que un presente bien conducido nos llevará a un mañana mejor para nosotros, para nuestros hijos y para las generaciones futuras, pero la desesperanza postmoderna en relación con el futuro ha dejado sin fundamento la creencia de que estamos preparando un futuro que valga la pena. Más bien esperamos la próxima crisis, tal vez peor que el anterior, nos tememos que nuestros hijos vivirán peor que nosotros y vemos cómo las nuevas tecnologías amenazan muchos puestos de trabajos y pueden transformar de manera inquietante la propia naturaleza humana (transhumanismo). Para acabarlo de estropear, el cambio climático y la debacle ecológica se dejarán notar clamorosamente en las Llegados aquí, sólo se trata de endulzar en lo posible la idea de la nación histórica, hacerla amable, convertirla en una comunidad de valores, tradiciones, hazañas memorables y proyectos ilusio- 62 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 nantes, en una fuente de confianza y seguridad. Por suerte, el pasado se deja “interpretar”; la historia de cualquier país es bastante oscura, compleja y ambigua como para que cualquiera destaque lo que le apetezca. “A medida que las esperanzas de progreso se desvanecen – dice Bauman–, la herencia histórica nos trae el consuelo de la tradición” (Bauman, 2017, pos. Kindle 958). pueblo? Los “otros”, como hemos dicho; los que no son de los nuestros, quienes con su cercanía nos cuestionan y nos debilitan, aunque así nos confirmen también como comunidad: “Ese frente unido de ‘inmigrantes’, la encarnación más tangible de la ‘otredad’, está destinado a reunir la difusa variedad de individuos temerosos y desorientados en algo que recuerda vagamente una ‘comunidad nacional’, determinando así una de las pocas tareas que los gobiernos actuales son capaces de llevar a cabo” (Bauman, 2000, pos. Kindle 2457). El rechazo de los inmigrantes es una estrategia de cohesión nacional que el populismo explota tanto como puede y que constituye el primer punto de su programa político una vez llega al gobierno. Bauman concede un valor paradigmático a lo que aparece en boca de un político populista italiano en la novela Dead Lagoon, de Michael Dibdin: “No puede haber verdaderos amigos sin verdaderos enemigos. A menos que odiemos lo que no somos, no podemos amar lo que somos. Estas son las viejas verdades que vamos descubriendo de nuevo dolorosamente tras más de un siglo de hipocresía sentimental. ¡Quienes las niegan, niegan a su familia, su herencia, su cultura, su patrimonio y a sí mismos! No se les perdonará fácilmente” (Bauman, 2017, pos. Kindle 2608). Sentirse parte de una nación valiente, viva y en marcha, nos permite saber quiénes somos y dónde estamos, nos dota de identidad, nos llena de orgullo, nos vincula a otros ciudadanos que sentimos como semejantes, compatriotas, nos da energía para luchar contra una realidad opresora y deprimente. “La Biblia nos dice: ¡Qué bueno y placentero es que el pueblo de Dios viva unido!”, recordaba Trump en su discurso de toma de posesión (Trump, 2017) J. Arcenillas, Sleepers Fortalecer el “nosotros”, la comunidad nacional, es el medio y el fin de la política populista. Y no hay nada que cohesione más un grupo que hacerle creer que vive bajo una amenaza que sólo podrá combatir si permanece unido. Pero, ¿quién amenaza al 63 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 Es el medio, porque renacionalizar a la gente la dota de autoconfianza y la ilusiona en relación con el futuro. La renacionalización tiene un carácter protector, terapéutico y movilizador. Esto no es cosa de hoy, sino algo muy experimentado en la historia moderna. Bauman lo subraya citando a Richard Sennett: “El ‘nosotros’ […] un acto de autoprotección. El deseo de pertenecer a una comunidad es defensivo […] Por cierto, es casi una ley universal que el ‘nosotros’ puede usarse como defensa contra la confusión y el caos” (Bauman, 2000, pos. Kindle 4084). pulista: “América volverá a triunfar, como nunca antes. Vamos a recuperar nuestro empleo. Vamos a recuperar nuestras fronteras. Vamos a recuperar nuestra riqueza. Y vamos a recuperar nuestros sueños. La base de nuestra política será una fidelidad total a los Estados Unidos de América, y, a través de la lealtad a nuestro país, redescubriremos la lealtad entre nosotros […] Juntos vamos a hacer que América vuelva a ser fuerte. Vamos a hacer que América vuelva a ser rica. Vamos a hacer que América vuelva a estar orgullosa. Vamos a hacer que América vuelva a ser segura. Y juntos, vamos a hacer que América vuelva a ser grande” (Trump, 2017). Y es una finalidad, porque la política populista aspira efectivamente a la restauración de la nación. Dice Bauman que la “retrotopia” (“mundos ideales ubicados en un pasado perdido / robado / abandonado que, aun así, se ha resistido a morir”) ha sustituido a la utopía. El siglo XX nació con la ilusión de la utopía y concluyó “sumergido en la nostalgia”; “de depositar las esperanzas generales de mejora en un futuro incierto y manifiestamente poco fiable, [las gentes del siglo XX] pasaron a depositarlas en un pasado de vago recuerdo, valorado por su presunta estabilidad y (por lo tanto) también por su presunta fiabilidad” (Bauman, 2017, pos. Kindle 95 y 116). “La visión de la comunidad es una isla de cálida y doméstica tranquilidad en medio de un mar inhóspito y turbulento” (Bauman, 2000, pos. Kindle 4116). 6. Conclusión La reducción del papel protector del estado, la precarización del trabajo y de la vida personal, el sentimiento de vivir amenazados por unos “mercados” que no se sabe quién controla y por oleadas de migrantes y de refugiados, el disgusto con el presente y el temor ante un futuro lleno de interrogantes, o la derrota de las identidades sólidas, han abonado en la época de la modernidad fluida la tierra donde había de germinar la semilla de los nuevos populismos de extrema derecha. Aquí los tenemos, pues. Era “lógico” que llegaran. No son el pasado que vuelve sino el presente dramático que nos interpela. Tras ellos no hay solo gente que ha perdido la razón, sino una parte de la población de nuestras democracias que vive con inquietud el presente y sufre por su futuro y el de sus hijos. Trump, lamentamos decirlo, es magistral de nuevo a la hora de unir las dos funciones –medio y fin– del nacionalismo po- 64 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 El proteccionismo económico, la promesa de seguridad ante los enemigos interiores y exteriores, y la retrotopía de la restauración de una comunidad nacional fuerte son los ingredientes del menú político populista. No es de extrañar que muchos se sientan atraídos por él. llones de inmigrantes jóvenes y ya formados. Bauman denuncia la adiaforización del inmigrante que suponen las políticas populistas: lo despojan de su humanidad, ya no lo ven como objeto moral ni creen que lo que se pueda hacer con él merezca alguna valoración moral (Bauman, 2016, pág. 36). Hoy ya sabemos que el populismo combina un proteccionismo contraproducente y con un liberalismo radical en el interior del país que enriquece más a las clases privilegiadas. Pensamos que la alternativa a la “globalización negativa” no vendrá del proteccionismo, del liberalismo radical o del nacionalismo económico, sino de una “globalización positiva” que ordene el mercado global de las finanzas y el comercio de acuerdo con reglas justas y principios ecológicos, y que democratice la sociedad mundial dotándola de instituciones que busquen soluciones globales a problemas globales. Y, en fin, sabemos que el nacionalismo mítico y exacerbado de los nuevos populismos desvanece el sentimiento de fraternidad humana y atiza la insolidaridad hacia la mayoría de las víctimas de las políticas neoliberales, que se encuentran sobre todo en los países empobrecidos. Además, los nuevos populismos de Occidente apuntan contra un enemigo común: la Unión Europea, un proyecto democrático de paz y libre comercio que reúne, con todas las dificultades y defectos que se quieran, a más de 500 millones de personas de 28 países en el escenario de dos Guerras Mundiales devastadoras. Sabemos también que la política populista de seguridad exterior incentiva el gasto militar y la de seguridad interior fomenta la marginación del inmigrante, la xenofobia, el racismo y, finalmente, el supremacismo y el terrorismo blancos. El populismo ignora deliberadamente la historia de las migraciones humanas, niega los vínculos reales entre las poblaciones que habitan el planeta, parece que aspira a una sociedad de castas impermeables y no quiere reconocer la aportación de los emigrantes a las sociedades de acogida, ni que el envejecimiento de los países más desarrollados hará deseable la llegada de mi- Veremos cuál es la respuesta del electorado de Estados Unidos y de otros países con gobiernos populistas ante los resultados de las políticas populistas ya implementadas. Los problemas a los que dice responder el populismo son graves y supuran en la vida de muchísima gente y muchos confían en sus líderes. Le deberíamos oponer no tan sólo declaraciones de principios, sino políticas económicas centradas en las necesidades de los ciudadanos y no exclusivamente en los beneficios de los accionistas, políticas comerciales que propicien intercam- 65 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 bios más justos y regulen los mercados financieros. Hace falta, ciertamente, una redefinición del papel de las instituciones supranacionales que regulan la economía y el comercio y una reforma democrática de la UE que garantice las funciones sociales de los estados y dé seguridad a los ciudadanos, que tenga en cuenta la diversidad de comunidades nacionales que la forman (con estado o sin él) pero a la vez los libere de la dinámica egoísta de los intereses estatales. de que la falsa ilusión populista es, como hemos querido mostrar, “el suspiro de la criatura oprimida”. Sabadell, octubre de 2019 Bibliografia citada: Bauman, Z. (1999). Globalización: consecuencias humanas. México: FCE. Bauman, Z. (2000). Modernidad líquida. México: FCE. Es difícil llevar a cabo estas reformas, hay que reconocerlo, pero la aplicación de políticas populistas pondrá en peligro la paz social dentro de cada país y quizás la paz internacional, y producirá más inseguridad sin garantizar las libertades de los ciudadanos ni disminuir la desigualdad. No podemos hacer frente a los grandes retos del siglo XXI si no se extiende una verdadera mentalidad cosmopolita y no se asume una tesis capital de Bauman: “La humanidad está en crisis y no otra hay manera de salir de esa crisis que mediante la solidaridad entre los seres humanos “(Bauman, 2016, pág. 24). Bauman, Z. (2007). Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores. Barcelona: Paidós. Bauman, Z. (2016). Extraños llamando a la puerta. Barcelona: Paidós. Bauman, Z. (2017). Retrotopia. Barcelona: Paidós. Casals, X. (2015). Por que los obreros apoyan a la ultraderecha. Diez reflexiones para elaborar una respuesta. WP, 341, Institut de Ciències polítiques i socials, , 11. Obtenido de Institut de Ciències Polítiques i Socials, www.icps.cat. Lo que no parece razonable es que la respuesta al populismo consista en negarse al debate profundo de sus propuestas, como si este debate tuviera que mancharnos, o no pase de la condena moral o, aún peor, abone el distanciamiento e incluso el desprecio en relación con la población que se adhiere al populismo, cuando lo que haría falta es darse cuenta, parafraseando a Marx, Garcia del Muro, J. (2018). Good bye veritat. Lleida: Pagés Ed. Gutiérrez del Cid, A. T. (2-2019). El discurso fascista de Trump al tomar posesión. Perseo. Programa universitario de derechos humanos. UNAM. Obtenido de http://www.pudh.unam.mx: http://www. 66 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 pudh.unam.mx/perseo/category/el-discurso-fascista-de-trump-al-tomar-posesion/#_ftn1 Trump, D. (20 de 1 de 2017). El discurso de investidura de Donald Trump. El país. Verdú, D. (25 de 3 de 2019). “Steve Bannon: Salvini i Orban son los políticos más importantes hoy en Europa”. El país. Le Pen, M. (21 de 1 de 2019). Discours a la Fondation Spinoza. Obtenido de www.rassemblementnational.fr: https://rassemblementnational.fr/discours/geneve-suisse-discours-de-marine-le-pen-a-la-fondation-spinoza/ Vicens, J. A. (2018). La postveritat com a sistema. Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització, V. Le Pen, M. (2 de 5 de 2019). Metz – Discours de Marine Le Pen (1er mai). Obtenido de www.rassemblementnational. fr: https://rassemblementnational.fr/discours/metz-discours-de-marine-le-pen1er-mai/ Muro, D. (2017 ). ¡Dejemos que la gente gobierne!. Definiciones y teorías del populismo. CIDOB REPORT, 1; El populismo en Europa ¿De síntoma a alternativa?, 9-13. Nair, S. (29 de 10 de 2018). ¿Qué es el neofascismo europeo? El país. Owczarek, D. (4/ 2017). Las raíces del populismo en Polonia: crecimiento insostenible y reacción. CIDOB Report, Nº 1. Saez, F. (2018). Populisme. El llenguatge de l’adulació de les masses. Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat. Seelow, S. (7 de 4 de 2014). A-t-on le droit de qualifier Marine Le Pen de « fasciste » ? Le monde. 67 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 1 En nuestro artículo, nos decantamos por una caracterización más detallada de los “nuevos populismos” de derecha renunciando a una definición más general aplicable a cualquier partido o movimiento populista. Hablamos de “nuevos populismos” para referirnos a los movimientos populistas de derecha que ganan posiciones en el escenario mundial, para diferenciarlos de los populismos más moderados de izquierda (Podemos, Movimiento Cinco Estrellas, Syriza) y los viejos populismos radicales latinoamericanos . Estos últimos apelaban al “pueblo” como sujeto político, lo identificaban claramente con las “clases oprimidas” (obreros, campesinos, jóvenes, mujeres) y pretendían llevar a cabo un programa revolucionario socialista y antiimperialista. Las oligarquías nacionales, las compañías multinacionales, el FMI y, sobre todo, los Estados Unidos eran denunciados como responsables de los sufrimientos del pueblo. Castro, Ortega, Chávez han sido ejemplos de este populismo de izquierdas latinoamericano. 4 Cf. “¿Por qué Trump y la Casa Blanca dicen cosas falsas?”, Redacción, Hufftington Post, 8-2-2017?”. 5 Resulta especialmente relevante el caso de Polonia: “Existe una discrepancia sorprendente entre la valoración de las condiciones de vida personales por parte de la ciudadanía polaca y sus opiniones sobre la política y las condiciones económicas en general. Los polacos consideran que estas últimas son malas año tras año desde 1989 (con escasas excepciones), pero creen que sus condiciones de vida personales han mejorado. Ley y Justicia ha capitalizado esta discordancia en su carrera de fondo hacia el poder. Construyó la narrativa de «Polonia en ruinas» (en contraste con los eslóganes electorales de la Plataforma Cívica: «Isla verde» y «Polonia en construcción»), centrándose en las percepciones negativas subjetivas de la vida pública y en las expectativas insatisfechas de algunos grupos. Al mismo tiempo, esta narrativa omitió hechos como la mejora de los indicadores socioeconómicos y propuso explicaciones alternativas de la realidad, a la manera de la posverdad. El caso polaco ilustra cómo el aumento de la prosperidad por sí solo no es necesariamente el antídoto para la retórica autoritaria populista. Fueron precisamente un liderazgo político inteligente y una retórica bien afinada lo que parece haber sido decisivo en la victoria del partido Ley y Justicia” (Owczarek, 4/ 2017, págs. 39-43). 2 La política española exhibe todas las variantes mencionadas. Vox sería el partido “populista” por excelencia, equivalente a sus homólogos extranjeros. Los partidos de izquierda, PSOE o Unidas Podemos, han usado el anti-populismo como poderosa arma electoral, provocando una gran movilización de sus votantes en las elecciones de 2019. PP y Ciudadanos han hecho suya la agenda populista e incluso han incorporado algunas de sus propuestas en educación, control de la inmigración, violencia contra las mujeres (reinterpretada como “violencia intrafamiliar”), protección de la caza o tauromaquia, en los programas de los gobiernos de coalición que han pactado con Vox, en Andalucía, Madrid o Murcia. Ciudadanos esgrime ideas populistas en su argumentario nacionalista radical español: España como nación vive acosada por los nacionalismos periféricos (Cataluña y el País Vasco) y hay que liberar al país del mal gobierno de los partidos de la “vieja política”. Unidas Podemos basaba hasta hace poco su discurso de izquierda radical en la oposición populista “los de arriba” vs. “los de abajo”. Y, en fin, el movimiento independentista catalán en algunas de sus corrientes también reproduce algunos de los tópicos del nacionalismo populista. 6 Para profundizar en los diferentes mecanismos del sistema de la posverdad resulta muy recomendable la lectura de Joan Garcia del Muro, Good bye, veritat, Lleida: Pagés Ed., 2018. 7 Como ejemplo, la catedrática de la UNAM Ana Teresa Gutiérrez del Cid asegura que “Trump está tratando de desarrollar un movimiento fascista estadounidense”, Vg. (Gutiérrez del Cid, 2-2019). Últimamente, la congresista musulmana Omar le ha tachado de “fascista” como respuesta a las recriminaciones del presidente, que le decía que volviera “a su país”. 3 En el magnífico libro de F. Sáez, Populisme. El llenguatge de l’adulació de les masses se opta por una definición extensa de populismo que se aplica a los populismos viejos y nuevos, de derecha e izquierda: “Entenderemos el populismo como un lenguaje pseudo programático y pseudoideológico centrado en un sujeto concreto llamado “pueblo”, que se contrapone a unas élites igualmente indefinidas. En la modulación de este antagonismo, el referente de la racionalidad política suele quedar en un segundo plano, y es sustituido a menudo por consideraciones de carácter emocional en el contexto de la cultura de masas “ (Saez, 2018, pág. 29). 8 Para calibrar el carácter fascista o no de los nuevos populismos es útil tomar como referencia el conocido escrito de Umberto Eco, Il fascismo eterno, Milano: La nave di Teseo Editiore, 2018, donde enumera las que considera 16 características más relevante difuso ideario fascista advirtiendo al mismo tiempo, con cierta exageración (quizás como estrategia preventiva), que “basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista” . En la revista CIDOB Report, nº 1, dedicada a los populismos, se opera también con una definición minimalista de populismo que Diego Muro toma de Cas Mudde en Populist Radical Right Parties in Europe, Cambridge University Press, 2007, p. 23: “El populismo es una ideología simple que considera que la sociedad se divide, en última instancia, en dos grupos homogéneos y antagónicos, ‘la gente pura’ y ‘la élite corrupta’; y que argumenta que la política debería ser una expresión de la volonté générale (voluntad general) de la gente» (Muro, 2017 ). 9 Como muchos individuos se sienten “vacíos” ... compran cualquier cosa que “les apetezca”, se llenan el buche de productos de consumo asociados a “deseos”, “ilusiones” y “experiencias” hasta que, una vez los han saboreado y engullido, los expulsan y buscan otros nuevos. “La desdicha de los consumidores deriva del exceso, no de 68 Perifèria. Cristianisme, Postmodernitat, Globalització 6/2019 la escasez de opciones” (Bauman, Z., (2000), Modernidad líquida, Kindle Pos. 1390). 10 En una línea similar, el sociólogo Pascal Perrinau en su libro La France au Front (Paris: Fayard, 2014) menciona las “fracturas” sociales que han alimentado el Front National francés, hoy Regroupement National: la fractura económica que separa los ganadores de la nueva economía globalizada y los que quedan excluidos de ella, la fractura entre los que apuestan que una sociedad abierta al mundo y una sociedad autocentrada, protegida y regulada por el estado, con un fuerte control de la inmigración, la fractura cultural entre los que apuestan por el multiculturalismo y los que son contrarios a él y oponen la cultura nacional, y la fractura política entre la “política tradicional” y la nueva política y los anti-sistema. Se puede ver una conferencia de presentación del libro en https://www.dailymotion.com/video/x1evhmc 11 Vg. por ejemplo el artículo de Anton Costas, “Clase media jibarizada y estresada”, La Vanguardia, 12/06/2019. 12 Citado en (Casals, 2015). 13 En la misma línea apuntada en nuestro artículo, se mueve Diego Muro cuando dice: “Cada vez son más los votantes desilusionados con el funcionamiento del libre mercado y de la democracia liberal y que están legítimamente preocupados por la desigualdad, el desempleo, la inmigración, la desconfianza política, la disminución de los ingresos per cápita, etc. Es urgente comprender los temores, las preocupaciones y las respuestas emocionales de ciertos subgrupos y aceptar que, de vez en cuando, los populistas sueltan la verdad” (Muro, 2017 ). 14 En este sentido, encontramos lamentable que Pedro Sánchez, a su debate de investidura de junio de 2019, no haya dedicado un minuto a responder los argumentos del portavoz de Vox y se haya dedicado simplemente a censurar que los demás partidos de la derecha dialoguen y pacten cualquier cosa con la formación de extrema-derecha. 69