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Harlene, conversaciones interrumpidas

2020

Compilación de artículos de Harlene Anderson, traducidos al Español, acerca de la aplicación de las Prácticas Colaborativas y Dialógicas en contextos diversos.

WorldShare Books Harlene, conversaciones interrumpidas Rocío Chaveste y ML Papusa Molina, Compiladoras A Taos Institute Publication Harlene, conversaciones interrumpidas Harlene Anderson Rocío Chaveste y ML Papusa Molina, compiladoras Copyright ©2019 Taos Institute Publications/WorldShare Books © 2019 Cover by Guillermo García All rights reserved. All rights reserved. No portion of this publication may be reproduced or utilized in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, without permission in writing from the publisher. In all cases, the editors and writers have made efforts to ensure that the text credits are given to appropriate people and organizations. If any infringement has been made, the Taos Institute Publications will be glad, upon receiving notification, to make appropriate acknowledgement in future editions of the book. Inquiries should be addressed to Taos Institute Publications at info@taosinstitute.net or 1-440-3386733. Taos Institute Publications A Division of the Taos Institute Chagrin Falls, Ohio USA E-Book Format Only ISBN: Add the ISBN (that Taos provided) ii Taos Institute Publications The Taos Institute is a nonprofit organization dedicated to the development of social constructionist theory and practice for purposes of world benefit. Constructionist theory and practice locate the source of meaning, value, and action in communicative relations among people. Our major investment is in fostering relational processes that can enhance the welfare of people and the world in which they live. Taos Institute Publications offers contributions to cutting-edge theory and practice in social construction. Our books are designed for scholars, practitioners, students, and the openly curious public. The Focus Book Series provides brief introductions and overviews that illuminate theories, concepts, and useful practices. The Tempo Book Series is especially dedicated to the general public and to practitioners. The Books for Professionals Series provides in-depth works that focus on recent developments in theory and practice. WorldShare Books is an online offering of books in PDF format for free download from our website. Our books are particularly relevant to social scientists and to practitioners concerned with individual, family, organizational, community, and societal change. Kenneth J. Gergen President, Board of Directors The Taos Institute Taos Institute Board of Directors Harlene Anderson Duane Bidwell Celiane Camargo Borges Mary Gergen Kenneth Gergen Sheila McNamee Monica Sesma Sally St. George Dan Wulff WorldShare Books Senior Editors - Kenneth Gergen, Dan Wulff and Mary Gergen Books for Professional Series Editor - Kenneth Gergen Taos Institute Tempo Series Editor - Mary Gergen Focus Book Series Editors - Harlene Anderson Executive Director - Dawn Dole For information about the Taos Institute and social constructionism visit: www.taosinstitute.net iii Índice Prólogo 1 Introducción 3 Ética e incertidumbre: pensamientos breves e incompletos 5 Diálogo: Personas creando significado entre sí y encontrando 10 formas de seguir adelante La orientación filosófica: El corazón y el espíritu de la Práctica 20 Colaborativa Relaciones de Colaboración y Conversaciones Dialógicas: Ideas 33 para una Práctica Sensible a lo Relacional Prácticas colaborativas: una manera de estar 'con' 59 Investigación Basada en el Diálogo Colaborativo como Práctica 82 Cotidiana: Cuestionando nuestros Mitos Re-imaginar la terapia familiar: reflexiones sobre la familia 97 invisible de Minuchin La terapia posmoderna colaborativa y la terapia centrada en la 109 persona: ¿qué diría Carl Rogers? Reflexiones sobre la contribución de Kenneth Gergen a la 131 terapia familiar Sobre la portada 148 iii Prólogo Estoy agradecida por la traducción de esta colección coordinada por mis colegas de Kanankil y con la asistencia de los directores de los programas del Certificado Internacional en Prácticas Colaborativas-Dialógicas (ICCP por sus siglas en inglés): Josep Seguí, ENDIALOGO, Asociación Española de Prácticas Colaborativas y Dialógicas (España); Leticia Rodríguez, ENFOQUE Niñez (Paraguay), Adela García, FUNDACES (Argentina), Sylvia London, Grupo Campos Elíseos (México); y Eduardo Villar, Sistemas Humanos (Colombia). Del mismo modo, aprecio el fuerte apoyo continuo, el interés y las aplicaciones creativas de la práctica dialógica colaborativa por parte de ellos y de aquellos en la comunidad global de habla hispana. Cuando miro la lista de artículos, recuerdo la naturaleza emergente de mi práctica. Mientras escribo estas palabras, me doy cuenta de lo que hoy llamo mi trabajo, prácticas colaborativasdialógicas, representan un desarrollo continuo y mi reflexión sobre ésta, cuando trato de encontrar palabras lo suficientemente buenas para transmitir mi trabajo al lector. A lo largo de los años, he usado varias combinaciones de palabras y lo he denominado sistemas de lenguaje colaborativo, terapia colaborativa y diálogo colaborativo. Recientemente tuve un intercambio con mi amiga y colega Carole Samworth, ex editora de una revista, que tiene un intenso interés en las palabras y el lenguaje, y especialmente en cómo usar palabras que transmitan con precisión un significado intencionado. Ella, como yo, se da cuenta de que no importa lo claro y preciso que uno intente ser, el lector u oyente siempre tendrá su propia comprensión única basada en lo que aportan a la lectura o la escucha. Le envié diversas variaciones de lo que llamo mi trabajo y le pedí que comentara. Aquí hay un extracto de su respuesta: Según entiendo tu trabajo, este es una Práctica Colaborativa-Dialógica, una práctica en la que la colaboración y el diálogo están inseparablemente entrelazados. La fuerza de conexión en esta naturaleza dual se debilitaría por el uso de "y" o por el uso de una coma ... colaborar y dialogar son procesos que son inseparables en esta práctica hasta el punto de haberse convertido en un proceso único... (comunicación personal, 21 de abril de 2018). La respuesta de Carole captura exactamente mi deseo de transmitir formas de pensar y actuar con respecto a la relación y la conversación en un proceso unido en lugar de ser partes separadas de un proceso. En otras palabras, la relación y la conversación van de la mano. En mis 1 talleres y escritos, especifico este proceso cuando hablo de relaciones de colaboración y conversaciones dialógicas. Los artículos capturan colectivamente los rasgos distintivos de la práctica, mientras que al mismo tiempo cada uno llama la atención sobre los matices de la práctica influenciados por el tema en particular, así como mi intención en la escritura. Al pensar en lo que actualmente enfatizo que no hice en estos artículos, fue mi cambio en pensar y hablar sobre la postura filosófica. Por años dije que es una forma de ser. Ahora me doy cuenta de que no es eso, son formas de ser y de llegar a ser. Este cambio gramatical aparentemente sutil atrae la atención a una noción de ser estático versus uno fluido. Nunca hay una manera de ser, existir y responder con otra. Nuestro ser está influenciado por tantas cosas y es único para cada encuentro. El ser debe ser plural. También agregué llegar a ser para significar aún más la naturaleza dinámica del ser. Siempre estamos en el camino de llegar a ser con el otro y con nosotros mismos. Otro énfasis actual está en la noción de withness [estar/pensar con]. Este énfasis está influenciado por la traducción de John Shotter y Lynn Hoffman de la noción de Mikhail Bakhtin de “estar con” versus aboutness [acerca de] con respecto a la forma de pensar y la interacción con el otro. Como sugiere Hoffman (2007) Según Shotter ... “Withness thinking [pensar con el otro] es una forma dinámica de interacción reflexiva que implica entrar en contacto con el ser viviente de la otra persona, con sus expresiones corporales, con sus palabras, sus obras". Al describir aboutness thinking, dice que dirige a la otra persona hacia un objeto, que no tiene conciencia propia. (p.69)1 Estas palabras llaman la atención sobre una forma especial de estar presentes, sintonizados y receptivos, y capturan el corazón y el espíritu de la postura filosófica. Harlene Anderson Houston, Texas May 26, 2018 1 Hoffman, L. (2007). The art of ‘withness’: A new bright edge. In H. Anderson & D. Gehart (Eds.), Collaborative therapy: Relationships and conversations that make a difference (pp. 63–79). New York, NY: Routledge/Taylor & Francis Group. 2 Introducción Es para nosotras un gran honor el que Harlene Anderson haya depositado su confianza para construir esta publicación, a partir de una serie de artículos que sólo estaban disponibles en inglés. El proyecto comienza cuando nuestros estudiantes de la maestría en Psicoterapia nos preguntaban qué más podrían leer de Harlene y les respondíamos “todo esto, pero solo está en inglés”. Después de enseñarlos a utilizar el traductor google y oír sus comentarios sobre las malas traducciones, decidimos hablar con ella y presentarle la idea de traducir algunos de sus artículos para continuar las conversaciones en el salón de clase. De ahí surge la idea de llamar esta compilación, Harlene, conversaciones interrumpidas. Hicimos una selección que abarcara diferentes espacios, temas, y tiempos de su vastísima producción. Se los presentamos y ella eligió lo que en este volumen se encuentra. Fue un trabajo colaborativo. Les enviamos la selección de los artículos a los directores de los programas de la Certificación en Prácticas Colaborativas-dialógicas de Latinoamérica y España, invitándoles a unirse al proyecto eligiendo uno de los artículos y encargarse de su traducción. Recibimos respuesta y colaboración de: Josep Seguí de ENDIALOGO en España, Leticia Rodríguez de ENFOQUE Niñez en Paraguay, Adela García de FUNDACES en Argentina, Sylvia London de Grupo Campos Elíseos en México, Eduardo Villar de Sistemas Humanos en Colombia, y desde luego aquí en el instituto también elegimos dos artículos para traducir. Hay otra persona presente en esta colección, Angélica Aranda Lara; editora y correctora de estilo extraordinaria. Nada sale de Kanankil, que no pase por sus manos, este conjunto de ensayos, también lo hizo. Después de un año ocupado en traducciones, edición y corrección de estilo, volvimos a la pregunta de quien pudiera ser la editorial interesada en publicarlo. Por un momento pensamos que tal vez podríamos hacerlo a través de Amazon y de esa manera fuera distribuido a todas aquellas personas con interés en libros de Harlene en español. Sin embargo, surgieron muchas dudas sobre el acceso para muchos de nuestros estudiantes para lo que pagar por un libro se les hace difícil. En eso estábamos cuando la respuesta surgió, hacerlo a través del proyecto de World Share Books del Taos Institute; de esta manera el libro sería gratuito y cualquier persona puede descargarlo. Es así como hoy ponemos en tus manos este volumen. Esta colección está organizada cronológicamente con excepción de los tres últimos artículos en los que Harlene entra en conversación con tres individuos diferentes, Minuchin, Kenneth Gergen y Car Rogers. Quisimos dejar estos tres artículos para el final pues nos parece que sirven para 3 recordarnos las diferencias, sutiles y necesarias entre estas tres orientaciones: terapia sistémica, terapia humanística, y terapia relacional. Desde luego muchas otras cosas hubiéramos querido que estuvieran presentes, pero el tiempo no nos lo permitió. Es esta una de las razones por las que hablamos de volumen; nos encantaría que ustedes, cuya curiosidad y práctica cotidiana los ha llevado a leer esta colección, continúen con esta iniciativa hasta que toda la producción de Harlene sea accesible en español. Hasta entonces dejamos en sus manos estas conversaciones interrumpidas. Rocío Chaveste Gutiérres y ML Papusa Molina Instituto Kanankil construyendo nuevas conversaciones… Mérida Yucatán, enero de 2019 4 Ética e incertidumbre: pensamientos breves e incompletos2 Mi experiencia en las prácticas colaborativas a través de la terapia, la docencia, la investigación y la consultoría ha reflejado una perspectiva ética que comunica una moral y unos valores que incluyen las reglas que los rigen. Estas reglas han sido creadas histórica, cultural, contextual, colectiva, y lingüísticamente. Mi forma de mirar la ética está situada en un contexto posmoderno3. A grandes rasgos, la posmodernidad ofrece una manera diferente de pensar acerca del significado y naturaleza del conocimiento, incluyendo una mirada crítica y escéptica al conocimiento universal, sus metanarrativas, sus certezas y su poder. La crítica dentro de la postura posmoderna llega hasta el grado de autocriticarse y cuestionar la misma postura. La premisa que tienen en común las distintas ramas posmodernas es que el conocimiento y el lenguaje son relacionales y generativos; es decir, lo que sabemos o creemos saber está construido lingüísticamente; el desarrollo y la transformación del conocimiento es considerado un proceso común, y el conocimiento y la persona que conoce son interdependientes. Los lenguajes verbal y no verbal adquieren significado a través de su uso, siendo esta la manera principal en la que construimos y entendemos el mundo. Además, lo construido a través del lenguaje está conformado por múltiples autores en el contexto de diferentes comunidades. Inherente al lenguaje es “la transformación de la experiencia, que a la vez transforma lo que podamos experimentar” (Goolishian & Anderson, 1987, p. 532). Una postura transformadora del conocimiento nos invita a mirar a las personas como seres resilientes; nos invita a apreciar y abrazar la incertidumbre. Esta premisa del conocimiento y el lenguaje como relacionales y generativos, ubica las relaciones colaborativas y dialógicas en el centro de los procesos terapéuticos, convirtiendo a la terapia en una actividad local y mutua en la que cliente4 y terapeuta se convierten en compañeros conversacionales que se conectan, colaboran y crea el uno con el otro (Anderson, 1997). Se involucran en una indagación compartida, que toma forma y se transforma a medida que cliente y terapeuta lidian con las cuestiones que se presentan. De la misma manera, en este proceso, el cliente y el terapeuta se transforman y los resultados son siempre impredecibles. Derivado de la 2 Traducido por Tamara Richter, Grupo Campos Elíseos Desafortunadamente, la palabra posmodernidad invita a algunos terapeutas al ataque. Yo no utilizo la posmodernidad como meta-teoría o verdad que descarta unilateralmente otras teorías o verdades; ni siquiera como un antídoto del modernismo. Es simplemente una perspectiva que encuentro relevante y útil en este mundo siempre cambiante. 4 En mi trabajo diario prefiero referirme a mis clientes como gente o personas. 3 5 premisa de que el conocimiento y el lenguaje son relacionales y generativos, surge lo que llamo la postura filosófica (Anderson 1997). La postura filosófica se refiere a la manera de ser del terapeuta: a la forma en la que piensa, experimenta, se relaciona con, actúa con, habla con y responde a las personas que están involucradas en la práctica (Anderson, 1997). Esta postura se refiere a la forma de ser del terapeuta: una manera de pensar, de estar, relacionarse, hablar y actuar con las personas con las que me encuentro en mi práctica (Anderson 1997)5. Todas las filosofías y practicas terapéuticas están basadas y conllevan principios y acciones éticas. Como lo mencioné alguna vez “Yo creo que cada posicionamiento está basado en principios éticos y todas las acciones que toman los terapeutas son acciones éticas… Para mí, el posicionamiento ético depende del lugar en el que decidimos posicionarnos con el otro” (Holmes, 1994, p. 156). La ética es parte de la manera en la que pensamos y actuamos en todos los aspectos de nuestras vidas: no podemos separar la ética de nuestra vida personal y profesional. La ética como algo que hacemos conjuntamente La ética es una actividad conjunta independientemente del contexto. La ética profesional es simplemente una construcción social del conocimiento basada en creencias justificadas colectivamente y aceptadas con estándares y códigos de comportamiento. Se convierten en “verdades” y normas acerca de lo que está bien y mal, de lo que es bueno y malo, los cuales se construyen a través de un consenso y dentro de un contexto histórico, social y cultural que pertenece a un momento específico. Como la ética es construida a través del lenguaje es, por lo tanto, un concepto fluido y no estático. El mundo profesional en el que vivimos está enfocado en los estándares y códigos de ética terapéutica que fueron desarrollados en el contexto de discursos profesionales, disciplinarios y culturales que se volvieron parte de un fondo invisible de principios que rigen nuestra práctica. Este desarrollo de principios que tiene lugar fuera del consultorio incluye la voz de los profesionales, pero rara vez la de los clientes. Solemos dar por sentado los principios éticos sin considerar la posibilidad de transformarlos. Pensar en la ética como una actividad colectiva nos invita a pensar acerca de la ética tanto en el contexto universal como en el local, incluyendo lo que pasa fuera y dentro del consultorio. Nos 5 Una discusión más completa de la aproximación colaborativa posmoderna a la terapia y la postura filosófica, está más allá del alcance de este artículo. Para revisar esto a fondo vea Anderson 1997. 6 invita a ser cautelosos con los prejuicios. No asumo que principios éticos creados fuera de mi consultorio deberían de encajar fácilmente dentro de mi práctica y contexto. Tampoco pienso que la ética del discurso dominante sea precisa y se adapte a cada situación terapéutica, ni asumo que el cliente y el terapeuta estarán de acuerdo tácitamente con dichos principios antes de conversar. La ética, como una actividad relacional, nos invita a considerar la ética como una serie de principios que se determinan de mutuo acuerdo por las personas involucradas (el cliente y el terapeuta) y que es específica para la circunstancia de los participantes. Algunas situaciones incluso requieren retar la ética universal. Cuando nos olvidamos de que la ética es una actividad colectiva, nos arriesgamos a creer que la ética es parte de la realidad objetiva, fija y absoluta. Como he sugerido anteriormente “Nuestra ética no debería de decirnos que hacer para después simplemente hacerlo. Los terapeutas muchas veces piensan y actúan como si la ética fuera una serie de reglas objetivas; la vida humana es mucho más complicada que eso y nos invita a vivir con incertidumbre” (Holmes, 1994, p. 156). Para asegurar y mantener la oportunidad de ser éticos, la ética debe estar continuamente abierta a revisiones y cuestionamientos por parte de los miembros de la comunidad visibles: nuestros clientes, colegas, comunidades profesionales, comunidades sociales y nosotros mismos. Cada uno de estos aspectos son parte de mantener abierta la oportunidad de ser éticos. Incertidumbre En muchas ocasiones, mis colegas y estudiantes han expresado curiosidad, dificultad e incertidumbre hacia la manera contingente y posmoderna de ver el conocimiento y el lenguaje y por lo tanto, la ética. Muchas veces plantean preguntas que retan la ética de la postura posmoderna y la acusan de relativista. Me interrogan sobre la responsabilidad y fiabilidad del terapeuta. Estas cuestiones reflejan una perspectiva esencialista de la objetividad con la cual se representan los valores acordados y las reglas que rigen esos valores, lo que podría caer dentro de la noción del contenido ético (Swim, 2001). Las palabras que asociamos con la ética como responsabilidad y fiabilidad, generalmente son entendidas desde una perspectiva individualista. Esto quiere decir que pueden ser interpretadas y comprendidas como características de una persona. McNamee y Gergen (1999) sugirieron reemplazar la responsabilidad individual por la responsabilidad relacional. 7 Mantenemos que las acciones relacionalmente responsables son aquellas que sostienen y mejoran los intercambios que posibilitan generar acciones significativas. Si los significados humanos se generan a través de las relaciones, entonces el ser responsable ante procesos relacionales es favorecer la posibilidad de inteligibilidad, los procesos internos, valores y el sentido de nuestra existencia. (pp. 18-19). Lo que McNamee y Gergen señalan es consistente con las nociones de conocimiento y lenguaje como relacional y generador, abogando así por una ética que incluya una responsabilidad y fiabilidad compartida. Es decir, que la responsabilidad y la fiabilidad no son características individuales ni procesos unidireccionales, ni siquiera cuando una persona es designada cultural y socialmente con un rol jerárquico o autoritario. Cuando el lenguaje y las palabras que se relacionan con la ética se encuentran aisladas o posicionadas con características individuales, corren el riesgo de caer en un lenguaje y acciones peyorativas que acusan y culpabilizan que pueden hacer que el terapeuta abdique o desligue al cliente de sus responsabilidades y fiabilidades. Con frecuencia se confunde la premisa de que el conocimiento y el lenguaje son relacionales y generadores con el relativismo o la idea de que “todo se vale” y se acusa a la terapia posmoderna de falta de ética (Held, 1995). Todo lo contrario; la postura posmoderna nos invita a pensar en formas de pensar alternativas a lo tradicional, acerca del ser ético. Nos invita a cuestionar y ser cautelosos antes de adoptar definiciones éticas que fueron aprobadas por estándares sociales y discursos profesionales que son vistas como verdaderas y universales. Asimismo, nos invita a una reflexión continua que conlleva una crítica hacia los discursos dominantes existentes fuera y dentro del consultorio. Si nuestra intención es no hacer daño, entonces necesitamos invitar genuinamente a las voces de las personas con las que nos relacionamos y conversamos para crear lo que Lynn Hoffman llama una “ética de la participación” (1992, p. 22) y lo que Susan Swim (2001) sugiere como “procesos éticos”. Así como los ciudadanos tienen el derecho y obligación de participar en la creación y operación de su gobierno, un cliente en terapia tiene el mismo derecho y obligación. Por lo que tenemos que estar listos y dispuestos a lidiar con la incertidumbre inherente, incluyendo la transformación y el cuestionamiento de la certeza de nuestra propia ética. Publicado en inglés, originalmente: “Ethics and Uncertainty: Brief Unfinished Thoughts” en Journal of Systemic Therapies: Vol. 20, No. 4, 2001 (pp. 3-6). 8 Referencias Anderson, H. (1997) Conversation, Language and Possibilities: A Postmodern Approach to Therapy. New York: Basis Books. Gergen, K.J. (1999) An Invitation to Social Construction. Newbury Park, CA: Sage Publications. Gergen. K.J. & McNamee, S. (1999) Relational Responsibility: Resources for Sustainable 2001 (Dialogue. Thousand Oaks, CA.: Sage Publications. Goolishian, H. & Anderson, H. (1987) Language systems and therapy: An evolving idea. Psychotherapy. 24/3S:529-538. Held, B.S. (1995) Back to Reality: A Critique of Postmodern Theory in Psychotherapy. New York: W.W. Norton & Co. Hoffman, L. (1992) A reflexive stance for family therapy. In S. McNamee & K. J. Gergen (Eds.). Therapy as Social Construction. Newbury Park, CA: Sage Publications. Holmes, S. (1994) A philosophical stance, ethics and therapy: An interview with Harlene Anderson. Australian and New Zealand Journal of Family Therapy. 15(3):155- 61. Swim, S. (2001) Process ethics: Collaborative participation within therapeutic conversation. Journal of Systemic Therapies. 9 Diálogo: Personas creando significado entre sí y encontrando formas de seguir adelante6 Durante los años, he mantenido un interés constante en las voces de los clientes – sus experiencias y descripciones de terapias exitosas y no exitosas y de terapeutas que fueron útiles y no tan útiles. He entrevistado y consultado a clientes, terapeutas y estudiantes en mi práctica local y alrededor del mundo. Con frecuencia termino mis conversaciones cuando me preguntan: “¿qué consejo tiene usted para terapeutas?” Esas voces y sus respuestas a esta pregunta han influenciado significativamente mi comprensión de la terapia y mi aproximación a esta. Si tuviera que resumirlo, diría que los clientes hablaban de lo que ahora pienso como “conversaciones relacionales”. Ellos describían formas particulares en las que los terapeutas escuchaban, oían y hablaban – indicando maneras, acciones y respuestas en las que los terapeutas comunicaban a los clientes que eran muy importantes y respetables y que lo que decían era algo que valía la pena ser escuchado. Lo que yo aprendí resaltó la importancia de la relación en diálogo y en cierta medida influenció en el corazón y espíritu de mi enfoque, una “forma de ser” del terapeuta, a la que yo llamo una postura filosófica. Pero primero, voy a discutir el rol del diálogo y la importancia de oír, escuchar y hablar en una relación y en una conversación, iniciando con una pregunta que ha sido influenciada por estas voces de los clientes y que siempre está presente: ¿Cómo pueden los terapeutas crear las clases de conversaciones y relaciones con sus clientes que les permitan a todos los participantes acceder a sus creatividades y desarrollar posibilidades dónde ninguna parecía existir antes? Central en la Hermenéutica, la construcción social y las filosofías posmodernas es la noción de diálogo. El diálogo en la sociedad antigua griega hacía referencia a dia (a través) y logos (palabra). Hacía alusión al intercambio social y a la generación de significado y comprensión a través de este. Yo utilizo la noción de diálogo de forma similar, para señalar una forma de conversación: hablar o conversar con otro o con uno mismo hacia la búsqueda de significado y entendimiento. Enfatizo en el “hacer con”. Los participantes se involucran entre ellos en una indagación mutua o compartida: conjuntamente ponderan, examinan, cuestionan y reflexionan. En y a través de esa búsqueda dialógica, los significados y comprensiones son continuamente interpretadas, reinterpretadas, clarificadas, revisadas y creadas. Mientras emerge la novedad en el significado y las comprensiones, se generan posibilidades para el pensamiento, la emoción, la expresión y la acción. El diálogo 6 Artículo traducido por Carlos Felipe Villar-Guhl, Sistemas Humanos 10 verdadero no puede ser otra cosa que generativo. En otras palabras, la transformación es inherente al diálogo. También hago énfasis en la importancia de tener un “espacio” para el diálogo en el cual las personas puedan conectar y hablar entre ellas. Y también lo pienso como un espacio metafórico que el cliente y el terapeuta ocupan juntos y en el cual el diálogo ocurre. Una búsqueda para comprender no es buscar por lo que no ha sido descubierto, sino por el contrario, mirar lo familiar con escrutinio, con nuevos ojos y oídos; es ver y escuchar de una forma diferente para entender de manera diferente, para articularlo de forma diferente. El desafío es que algunas veces estamos tan acostumbrados a lo familiar que dejamos pasar la anomalía, lo que usualmente no notamos o la expresión no articulada, por ejemplo, un movimiento, una mirada. Sin embargo, interesantemente en este proceso en el que el cliente cuenta y el terapeuta aprende, como lo sugiere Rorty, algunas veces comienza a aparecer espontáneamente asuntos como que lo familiar comienza a ser hablado en términos no familiares o formas inusuales, dándole un nuevo significado a lo familiar, a lo cotidiano. El diálogo es una actividad relacional y colaborativa. Es influenciado, claramente, por los múltiples contextos, discursos e historias más amplios en los cuales tiene lugar. De gran importancia, sin embargo, es la relación entre los participantes dialógicos o los compañeros conversacionales. Wittgenstein habla de la relación y la conversación como elementos que van de la mano: los tipos de conversaciones que tenemos informan y forman los tipos de relaciones que tenemos entre nosotros y viceversa7. El diálogo invita y requiere de los participantes un sentido de mutualidad, lo cual incluye respeto genuino y un interés sincero por el otro. El diálogo en su naturaleza, involucra el no-saber y la incertidumbre. El interés sincero en el otro necesita no-conocer al otro, su situación o su futuro con anterioridad, sin importar si el saber tiene la forma de experiencia previas, conocimiento teórico o familiaridad. Creer que uno conoce a la otra persona, puede evitar el indagar y el aprender de su unicidad. Asimismo, el diálogo requiere una actitud de no-saber su direccionalidad o resultado final. Dado que las perspectivas cambian y el diálogo es inherentemente transformador, es imposible predecir, por ejemplo, cómo una historia va a ser contada, los giros y vueltas que pueda tener o su versión aparentemente final. Así, estas características distinguen el diálogo como una actividad conjunta dinámica y generativa y como algo diferente a otras actividades del lenguaje como la discusión, el debate o las conversaciones informales. 7 Mi colega Glenn Boyd también discute esto en The Art of Agape-Listening 11 Escuchar, Oír y Hablar: su importancia en el diálogo El diálogo involucra el proceso entretejido, recíproco, multifacético de escuchar, oír y hablar. Cada uno es importante para el otro. Cada miembro de la conversación se mueve constantemente entre estos procesos. Estos conforman natural y espontáneamente las conversaciones; no son ni métodos discretos ni ordenados en pasos ni técnicas. En mis entrevistas con clientes acerca de sus experiencias en terapia, comentan acerca del escuchar y oír del terapeuta: “Ella me escuchó”, “Él oyó exactamente lo que dije”, y “Todo lo que yo quería era que alguien me escuchara”. El factor más común en la terapia que no resulta siendo útil es el no ser escuchado u oído. Recuerdo una conversación con un hombre en Suecia que conocí en una entrevista de consulta. Había sido diagnosticado de esquizofrenia paranoide y estado en tratamiento durante los últimos cinco años con varios psiquiatras y psicólogos. Se refirió a ellos como quienes efectuaban preguntas para “reunir detalles y hechos”, quienes interrogaban para escuchar “la historia que asumo ellos ya conocían”. Enfatizó: ninguno nunca “me escuchó” o “me conoció”; con una emoción intensa, comentó que era “triste” y “doloroso”. Resumiendo, sintió que ellos no tenían la necesidad de interesarse en él o en su historia; tal vez ya lo conocían como una categoría diagnóstica. El hombre consideró que nadie se había interesado en escucharlo ni en oír lo que tenía que decir hasta que conoció al equipo de terapeutas que lo invitó a encontrarse conmigo. Percibió que ellos escucharon y oyeron, y si a veces no entendían, por lo menos lo intentaban sinceramente. Las voces de personajes ficticios a veces capturan lo que quiero expresar de una forma mejor de la que yo puedo. Las palabras de Smila, el personaje principal en el film de misterio Smila’s Sense of Snow, ilustra de forma hermosa el tipo de escucha al cual me estoy refiriendo: Muy pocas personas saben cómo escuchar. Su prisa los saca de la conversación, o ellos tratan internamente de mejorar la situación, o están preparando lo que van a decir cuando tú te calles y es su turno para subirse al escenario… Es diferente con el hombre que está parado frente a mí. Cuando hablamos, él escucha sin distraerse de lo que digo, y solo a lo que yo digo (Høeg, 1993, pp. 44-45). Defino el escuchar como prestar atención, interactuar y responder con la otra persona. Escuchar es parte del proceso de tratar de oír y comprender lo que alguien más está diciendo desde su perspectiva. Es una actividad participativa que requiere responder y tratar de entender; es ser genuinamente curioso; hacer preguntas y aprender más acerca de lo que es dicho y no acerca de lo 12 que uno piensa que debe ser dicho. Requiere cotejar con el otro para aprender si lo que uno piensa que oyó es lo que la otra persona espera que uno hubiera oído. Para hacer esto necesitamos usar términos similares o palabras diferentes de aquellas que el otro está utilizando, para proveer la oportunidad al terapeuta de comparar y contrastar los significados, al mismo tiempo que el cliente clarifica, corrige o confirma las comprensiones ausentes o diferentes del terapeuta. Esto es, si uno simplemente usa las mismas palabras de quien está narrando, ninguno de los dos puede confirmar o no el entendimiento. Hago una distinción entre respuestas a preguntas para participar en el contar historias, que se convierten en ayuda para clarificar y expandir, y respuestas a cuestionamientos que buscan detalles y hechos para determinar cosas como diagnósticos e intervenciones que intentan guiar la conversación en una dirección particular. Es importante tener en mente qué clase de respuestas facilitan y cuáles obstaculizan el diálogo. ¿Cómo sabría uno, por ejemplo, si lo que el otro dice es respetado y valorado versus desvalorado y no tenido en cuenta?, ¿Qué señalaría a quien escucha que lo que quien habla acaba de decir, es suficiente o que es posible seguir hablando? Quien escucha puede contestar con o sin palabras. Un movimiento del cuerpo como una mirada, el encoger los hombros o un suspiro, es una respuesta. Como lo sugiere Tom Andersen, las palabras habladas están acompañadas de movimientos corporales. También es relevante considerar que la falta de una respuesta es una respuesta; es una comunicación que el receptor interpreta tal y como lo haría con cualquier otra. En mis entrevistas, los clientes mencionaron que la no-respuesta de un terapeuta a veces los hace sentirse no importantes, desacreditados, con dudas, y así sucesivamente. También reportaron cuestionarse si el terapeuta tiene una respuesta privada silenciosa que no comparte. En ese caso, los clientes pensaron que la respuesta debería ser muy prejuiciosa ya que de lo contrario la compartirían. Recuerdo escuchar a una colega comentar acerca de una discusión que tuvo, en la que discrepaba de alguna opinión y no valoraba lo que la otra persona acababa de decir. Sinceramente y con algo de orgullo dijo: “Fui una buena escucha. No dije nada. Solo escuché y esperé pacientemente hasta que terminara”. No sé cómo la otra persona recibió la contestación de mi colega. Doy este ejemplo para enfatizar la importancia de una respuesta y que de hecho la norespuesta es una respuesta. La “dificultad de la diferencia” es parte del proceso dialógico. En vez de rechazar aquello con lo que no se está de acuerdo, bien sea por medio del silencio o la censura, se puede generar una oportunidad para el diálogo. Por ejemplo, preguntar para tratar de crear sentido de la perspectiva de la otra persona y ser curioso de acerca de su perspectiva que escucho como diferente. Una buena escucha responde, como John Shotter (1995) sugiere, “en” la conversación; 13 actuamos responsivamente “en” una situación haciendo lo que ‘esta’ requiere” (p.362). He escuchado a Tom Andersen (1991) hablar acerca del cómo responder es importante para invitar y fomentar tanto la relación como el diálogo. También he escuchado a Jaakko Seikkula (2003) decir, que nada es más terrible que una falta de respuesta. Esta perspectiva de la escucha difiere de la planteada en la literatura en Psicoterapia, en la cual su rol primario ha sido adquirir información clínica. En gran medida, ese tipo de escucha ha sido una tarea pasiva. La parte activa ha sido la clasificación silenciosa y la creación de sentido de lo escuchado a través de la oreja interpretativa del terapeuta. En mi experiencia, uno aprende más acerca de la otra persona y de su situación cuando la escucha como si estuviera oyendo una historia. Cuando uno escucha una historia, por lo general pone atención al todo; cuando uno está absorto, no necesariamente se da cuenta de los detalles y hechos concretos. De forma interesante, sorpresiva y quizá paradójica, cuando uno deja de enfocarse en los detalles y hecho concretos, desarrolla una mejor manera de recordarlos. De la misma forma, pienso que es difícil dedicar toda la atención a la historia cuando se está ocupado tomando notas mientras que el otro está narrando. También en mi experiencia, al imaginar al otro como si estuviera contando su historia, uno se involucra con la historia y con quien la está relatando. Imagine como escucharía una historia si realmente creyera que no la ha escuchado anteriormente y lo estuviera realizando por primera vez, la poca familiaridad con ésta invita a la curiosidad y a la anticipación. Recuerdo la vez que escuché a la ganadora del premio Pulitzer, Jhumpa Lahira leer su novela, The Namesake (2003). Yo estaba embelesada mientras ella leía el capítulo acerca del nombre del niño, Gogol, quien era el protagonista. Me agarré vehementemente a cada palabra mientras me imaginaba los personajes y sus acciones. El capítulo era una colección de escenarios acerca de la influencia que su nombre tuvo en sus relaciones y su identidad. Cuando terminó de leer, yo estaba ansiosa por escuchar el resto de la historia; no la conocía. Aún recuerdo muchas cosas acerca de Gogol y de los eventos y personas en su vida: palabras y frases, así como hechos y detalles, permanecieron en mí aun cuando no los estaba escribiendo mientras ella leía. El proceso de contar historias en terapia es mucho más que una persona contando una historia y la otra simplemente escuchándola. Quien escucha debe estar involucrado activamente, tanto escuchando como hablando. Este escuchar es definido por Susan Levin (1992) como un “proceso que involucra el negociar las comprensiones” (p.48), “una lucha interactiva por el 14 significado compartido que ocurre cuando dos personas o más intentan llegar a una comprensión conjunta de algo” (p.50). Escuchar y oír van de la mano y no pueden ser separados. En mi experiencia, la negociación de la comprensión en y a través del diálogo se realiza de una forma diferente. Esta manera de comprender incluye acciones y actitudes especiales terapéuticas que llamo, influenciada por la noción de Shotter de escucha responsiva, una escucha activa-responsiva la cual invita a los clientes a contar lo que piensan, sus preocupaciones internas. Para ayudar a que una historia se pueda compartir, un terapeuta debe sumergirse en el mundo del cliente y mostrar un interés en la manera en la que el cliente ve el problema, su causa, su ubicación y su solución. Es igualmente importante, para los terapeutas, conocer las expectativas que las personas tienen de la terapia y del terapeuta. Como lo he dicho en otro lugar, Esta forma de escuchar y responder invita a que el terapeuta entre a la terapia, con una postura genuina y de una manera que se caracteriza por la apertura a la otra persona: su realidad, creencias y experiencias. Esta postura implica el mostrar respeto, tener humildad y creer que lo que el cliente tiene que decir es algo que vale la pena ser escuchado. Esto implica poner atención consideradamente, mostrar que valoramos el conocimiento del cliente acerca de su dolor, miseria o dilema. También implica el indicar que queremos conocer más acerca de lo que el cliente acaba de decir o acerca de lo que puede que no haya dicho aún. Esto se logra interactuando activamente y respondiendo a lo que el cliente dice a través de preguntas, comentarios, extendiendo ideas, y dilucidando o compartiendo pensamientos privados en voz alta. Interesarse de esta manera ayuda al terapeuta a aclarar y prevenir los malentendidos de lo dicho y aprender más acerca [y participar en la creación de] lo no dicho… Esos comentarios y preguntas que buscan evitar los malentendidos deben ser ofrecidos de una forma tentativa y curiosa que muestre un interés genuino por entenderlo. La escuchaactiva-responsiva no significa sentarse cómodamente y no decir nada. No significa que un terapeuta no pueda ofrecer una idea o expresar una opinión. Tampoco significa que es sólo una técnica. La escucha-activa-responsiva es una forma y actitud natural del terapeuta que comunica y demuestra un interés sincero, respeto y curiosidad. El terapeuta da tanto tiempo y espacio para la historia del cliente como sea necesario, y sí, a veces, sin interrumpir. Esto es, no me molesta y yo no hago ninguna inferencia si el cliente elije hablar por un tiempo largo (Anderson, 1997 pp. 153-154). 15 Diálogo Interno Debo decir explícitamente que cuando hablo del diálogo me refiero tanto al externo como al interno. El interno es la conversación que tenemos con nosotros mismos o con otro imaginado. El diálogo interno del terapeuta es el primer paso hacia el diálogo y es crítico para fomentarlo. En ocasiones digo a mis estudiantes que las conversaciones más importantes en el consultorio o en el salón de clases son las internas y silenciosas que el estudiante y el cliente tienen mientras el terapeuta y el profesor hablan. La expresión del pensamiento silencioso es en sí misma generativa; esto es, la expresión del pensamiento, bien sea a través de la articulación o la gestualidad en el espacio relacional, es un proceso interpretativo y generador de significado. El proceso de expresión forma y da forma al pensamiento aún no hablado. Articular el diálogo interno, puede ayudar a que el terapeuta gane claridad en sus pensamientos. Como Harry Goolishian solía decir, “Yo nunca sé lo que quiero decir hasta que lo digo”. Esta articulación puede tener lugar en el consultorio o en una conversación después de la terapia con colegas o con uno mismo. Mi preferencia siempre es la de mantener al cliente en estos ciclos dialógicos internos. Las conversaciones privadas, en voz alta o en papel, tales como revisar videos de sesiones en las que el cliente esté presente, pueden arriesgar el monólogo del terapeuta. Las interpretaciones privadas de un terapeuta también ponen en riesgo, aunque a veces sin quererlo, al asumir una posición de saber y autoridad. En la supervisión de equipos terapéuticos clínicos de estudiantes, he encontrado que los alumnos quieren hablar sin parar del cliente después de la sesión. Yo propongo que esa conversación no tiene relevancia porque la persona más importante no está presente. Sugiero guarden sus comentarios y preguntas y se las hagan al cliente en la siguiente sesión. Considero primordial compartir los pensamientos privados con y hablar con el cliente y no acerca del cliente. Usualmente, sin embargo, cuando llega la siguiente sesión, las cosas con las que los estudiantes estuvieron ocupados en ese momento no tienen tanta importancia. Escuchar y hablar son igualmente importantes. Como lo menciono anteriormente, el terapeuta escucha al cliente, pero debe preguntar para determinar si las palabras dichas fueron escuchadas en la forma en la que el cliente quiere que el terapeuta las escuche. ¿Cómo puede el terapeuta preguntar para darse cuenta si ha entendido bien, parcialmente o ha malentendido sin expresar y articular sus pensamientos internos? Nuevamente, si quien escucha solo repite las palabras de quien habla, quien habla solo puede confirmar haber dicho esas palabras. Ni quien 16 habla, ni quien escucha va a tener idea si quien escucha entiende el significado de esas palabras. Lograr la comprensión y promover el diálogo son parte de un proceso activo en el cual quien escucha interactúa con las palabras y, por ende, con quien habla (Anderson, 1997). El riesgo recae en el potencial del malentendido en el diálogo, entendiendo por malentendido una comprensión que difiere de la intención de quien habla. Mejorando la posibilidad para el Diálogo El diálogo es un proceso interactivo de interpretaciones de interpretaciones. Una interpretación invita a otra interpretación. Interpretar es el proceso de comprender. En el proceso de tratar de comprender, se producen nuevos significados. En este sentido, la interpretación no es un proceso silencioso e inactivo. Implica el proceso activo, interactivo y responsivo de escuchar y hablar tal y como ha sido discutido arriba. Quien escucha responde con un enunciado, un gesto, una mirada, a quien habla; quien habla responde a quien escucha. Cada uno habla tanto como escucha. Lo que es dicho adquiere significado en este ir y venir entre las personas involucradas. Escuchar, oír y hablar son expresiones de una forma de ser que invita a un espacio que se convierte en un lugar de reunión para el proceso relacional del diálogo. ¿Pero cómo puede uno asumir una manera de ser que invite al diálogo? ¿Cómo puede invitarse a otra persona a hablar con uno? Basada en mis entrevistas con clientes, terapeutas y estudiantes, creo que implica vivir auténticamente lo que la mayoría deseamos: que crean y confíen en nosotros como un ser humano valioso, sin importar nuestras circunstancias de vida; ser aceptados, sin importar que tan absurdas nuestras palabras y acciones parezcan ser; y tener un lugar seguro y una oportunidad amplia para expresarnos completamente. A continuación, describo algunas ideas para tener en cuenta cuando la intención es invitar a participar en el diálogo. • Escuchar, oír y hablar, respetuosamente. El respeto es una actividad relacional; no es una característica interna. Respetar es tener y mostrar consideración por el valor del otro. Es comunicado a través de la actitud, tono, postura, gestos, movimientos de ojos, palabras y del entorno. • Escuchar, oír, y hablar como un aprendiz. Sea genuinamente curioso acerca del otro. Uno debe creer sinceramente que puede aprender del otro. Escuchar y responder con el interés expreso acerca de lo que la otra persona está hablando: sus experiencias, sus palabras, sus sentimientos, etc. 17 • Escuchar, oír y hablar para comprender. No entienda demasiado rápido. Tenga en cuenta que la comprensión nunca termina. Sea tentativo con lo que usted dice y puede saber. El saber interfiere con el diálogo; puede imposibilitar el aprender acerca del otro, el dejarse inspirar por el otro e impedir la espontaneidad intrínseca del diálogo genuino. El saber también pone en riesgo mantener o aumentar las diferencias de poder. • Escuchar, oír y hablar con cuidado. Las pausas son importantes. Tome tiempo antes de hablar; dele a la otra persona tiempo para terminar y dese usted un momento para pensar acerca de lo que quiere decir y cómo lo quiere decir. • Escuchar, oír y hablar naturalmente. Escuchar, oír y hablar son actividades y procesos relacionales, no son técnicas. Cuando minimizamos la complejidad del diálogo al reducirlo a técnicas, arriesgamos perder o interferir con nuestras habilidades sociales y conversacionales naturales. El diálogo opera en un continuo. Algunas veces estamos menos involucrados en un proceso dialógico y a veces estamos más involucrados. No quiero sugerir que los diálogos usualmente sean armoniosos o fáciles. No siempre resonamos con los otros. Cuando ocurre la disonancia, encuentro útil pensar acerca de la distinción dialógica-monológica. Encuentro útil para los terapeutas el pausar y reflexionar acerca de su diálogo interno: ¿está contribuyendo la conversación interna del terapeuta a la dificultad y de ser así, ¿cómo? Sin embargo, no busco o pienso, por ejemplo, en las diferentes fases de una conversación como si tuviera momentos dialógicos y momentos monológicos. El todo de la conversación y de la relación es lo que cuenta. Parafraseando a Wittgenstein, el diálogo nos permite encontrar nuevas maneras de seguir adelante desde donde nos encontramos. Tal vez esto es lo que es útil en el diálogo: encontramos formas de seguir adelante. O, en última instancia, al menos tenemos un sentido o una esperanza que posibilita el que seamos capaces de seguir adelante. Este artículo fue escrito originalmente como una presentación para la Octava Conferencia Anual de Diálogos Abiertos como Dialogue: People Creating Meaning with Each Other and Finding Ways to Go On. Tornio, Finlanda, agosto 29, 2003. Referencias Andersen, T. (1991). The reflecting team: Dialogues and dialogues about dialogues. New York, NY: W.W. Norton & Company. 18 Anderson, H. (1997). Conversation, language and possibilities: A postmodern approach to therapy. New York, NY: Basic Books. Lahiri, J. (2003) The Namesake. Boston, USA: Houghton Mifflin. Høeg, P. (2012). Smilla's Sense of Snow. USA: Peter Picador Seikkula, J., & Olson, M. (2003). The open dialogue approach to acute psychosis. Family Process, 42, 403–418. Shotter, J. (1995). A `Show’ of Agency is Enough. Theory & Psychology, Vol 5, Issue 3, 1995 pp362-380. 19 LA ORIENTACIÓN FILOSÓFICA: El corazón y el espíritu de la Práctica Colaborativa8 Para mí hay una pregunta que siempre está presente es: “¿Cómo pueden nuestras prácticas tener relevancia para las vidas cotidianas de las personas en nuestro mundo que cambia tan rápidamente?, ¿qué es esta relevancia y quién la define?” Mi conversación de hoy es una respuesta a este asunto. Es acerca de una aproximación colaborativa a estas prácticas; una perspectiva que ofrece un marco diferente; una actitud diferente acerca de cómo pensamos sobre la gente con quien trabajamos en nuestros roles como profesionales. Hablaré brevemente acerca de tres “supuestos” de las perspectivas/orientaciones que informan mis prácticas para determinar la base de lo que llamo la “postura filosófica”: la manera de ser del terapeuta que emerge desde estos supuestos. Pero primero: ¿cuáles son algunas de las influencias? Vivimos en un mundo líquido, en constante cambio, caracterizado tanto por las transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas como por la influencia de la descentralización de la información, el conocimiento y la experticia. Este congreso, “Soñando el Mundo” es testimonio de la proyección de la democracia, la justicia social y los derechos humanos; la importancia de la voz de las personas y la necesidad de colaboración. En mis viajes, hablando con gente de todo el mundo, algo me indica, que, de una manera u otra, quieren participar en lo que afecta sus vidas. Han perdido la fe en las instituciones rígidas que los tratan como números y categorías ignorando su humanidad o, peor aún, se les vulnera violentamente. Las personas piden sistemas y servicios más flexibles y respetuosos; piden que cuestionemos nuestras tradiciones psicoterapéuticas. Yo no me levanté una mañana y decidí que quería ser una practicante colaborativa. Esta evolución ha transcurrido a lo largo de los años y ha sido continuamente influenciada por la naturaleza reflexiva de la teoría y la práctica; históricamente un gran porcentaje de mis prácticas en equipo incluyeron lo que se llama comúnmente “fallos en el tratamiento”. Me pregunté ¿cuál es la naturaleza especial de la terapia y los terapeutas que hacen la diferencia?, ¿Cómo puede la terapia ser más relevante y efectiva? Este interés y curiosidad me llevó durante bastante tiempo a entrevistar a clientes acerca de sus experiencias de terapias satisfactorias e insatisfactorias. 8 Traducido por Josep Seguí, ENDIALOGO Asociación Española de Prácticas Colaborativas y Dialógicas 20 Lo que aprendí parecía tener que ver con lo que las personas alrededor del mundo estaban exigiendo e influyó significativamente en mi práctica colaborativa. Esta postura filosófica comparte bases comunes con una comunidad internacional creciente de practicantes y estudiosos de la clínica que fundamentan su trabajo principio extraídos de las teorías posmodernas, construccionistas sociales, y dialógicos. Son las terapias conocidas como posmodernas, conversacionales, dialógicas, discursivas, reflexivas y “withness”9. Supuestos seleccionados para mis perspectivas-orientaciones Además de lo que aprendí de los clientes, la práctica colaborativa se sitúa en un conjunto de supuestos abstractos que pasan por los escritos filosóficos de pioneros como Bahktin, Foucault, Gadamer, Heidegger, Lyotard, Vygotsky y Wittgenstein. Combinadas sus ideas acerca del conocimiento, el lenguaje y el diálogo como relacionales, participativos, interpretativos e inherentemente transformadores de procesos, todos ellos desafían nuestras tradiciones psicoterapéuticas heredadas y ofrecen una perspectiva alternativa. Tres supuestos de las perspectivas-orientaciones y los desafíos a que nos invitan estas miradas filosóficas Antes de hablar de los mismos déjenme decir unas pocas palabras acerca de las relaciones colaborativas y dialógicas: • Mantener el escepticismo. Es importante mantener una actitud crítica y cuestionadora acerca del conocimiento como algo fundamental y definitivo. Esto incluye lo relativo a los discursos heredados y establecidos como dominantes, las meta-narrativas, las verdades universales, y las reglas. Nacemos, vivimos y somos educados en sistemas de conocimiento y tradiciones que normalmente damos por sentadas. A menudo adquirimos y reproducimos conocimiento institucionalizado que puede llevar a prácticas terapéuticas que están fuera del ritmo de nuestras sociedades contemporáneas y posiblemente son ajenas también a la 9 (N.del T. La palabra “withness” no tiene una traducción directa al español. En cierto modo es una derivación de “witness”; testigo. A diferencia de este, testigo como observador externo, el practicante withness está “con” la persona. Pero no solo está, si no que piensa “con”, actúa “con”, siente “con”. Quizá uno de los autores que más ha trabajado este conceptopráctica es John Shotter. Consultar, por ejemplo: Más que la Fría Razón: ‘Pensar con’ o ‘pensamiento sistémico’ y ‘pensar acerca de sistemas’. International Journal of Collaborative Practices 3(1), 2012: 14-27. [Recuperado el 30/07/2017]. 21 humanidad. No estoy sugiriendo que abandonemos nuestro conocimiento o discursos heredados tales como la terapia o la psicología familiar; tampoco sugiero que el posmodernismo o el construccionismo social, por ejemplo, sean narrativas de metaconocimiento. Todo y cualquier conocimiento puede ser útil. El desafío: una invitación a ser un practicante reflexivo: cuestionar cualquier discurso afirmativo de la verdad, incluyendo el propio discurso posmoderno. • Evitar la generalización. Existe la probabilidad de que los discursos dominantes, las metanarrativas y las verdades universales puedan ser generalizadas y aplicadas entre la gente, las culturas, las situaciones o los problemas. Pensar en términos de un conocimiento fuera del tiempo tal como los escritos teóricos y las reglas predeterminadas, pueden crear categorías, tipos y clases de personas, problemas y soluciones que pueden inhibir nuestra capacidad para aprender acerca de lo único y novedoso de cada individuo o comunidad. • Acostumbrarnos nos puede tentar a llenar las lagunas y guiar nuestro proceder basándonos en nuestras suposiciones en lugar de aprender de la persona con la que estamos hablando. o La familiaridad tiene el riesgo de despersonalizar al cliente e impedirnos aprender acerca de lo especial que es. Al mismo tiempo puede limitar nuestras y sus posibilidades. La invitación es a aprender acerca de lo diferente en cada persona y su vida directamente a través de ellos mismos, y ver lo cotidiano o lo que yo creo que debería de saber de una manera fresca y no basada en la costumbre. Y, de manera conjunta, crear soluciones para las situaciones problemáticas de la vida que sean únicas y adecuadas para cada quien. El desafío: tener cuidado con ser seducidos por generalizar el conocimiento y los riesgos consecuentes de limitar las posibilidades y ver y encontrar aquello que estamos buscando. • Privilegiar el conocimiento local. Es importante que el conocimiento local tal como experticias, verdades, valores, hábitos, narrativas y sabidurías, sea creado por una comunidad: una familia, una clase, o una sala de juntas de una empresa, quienes tienen el conocimiento de primera mano acerca de ellos mismos y su situación. En el caso de este congreso sería la sabiduría indígena ancestral. El conocimiento local formulado desde dentro de una comunidad para dirigir sus necesidades, puede ser más relevante, más pragmático y más sostenible. Este conocimiento, desde luego, siempre se desarrolla en contraposición a los discursos dominantes, las meta-narrativas y las verdades universales y es influido por todos ellos. Desde luego no estoy sugiriendo, que estas bases deban de ser 22 abolidas del todo, sino considerar su utilidad. El desafío: privilegiar el conocimiento local. Y, como este Congreso sugiere, y cito de la página web del mismo: “la necesidad de entendimientos locales, acciones y soluciones”. ¿Cuáles son las implicaciones prácticas de estos supuestos de la postura filosófica? Esta postura nos invita a abandonar nuestras cajas de pensamiento habituales y a cambiar la manera en que vemos las cosas y por tanto, nuestra forma de ser. Nos invitan a adoptar una actitud diferente acerca de la gente con la que trabajamos, nuestras relaciones con ellos, lo que esperamos alcanzar y cómo lo hacemos. A menudo me preguntan, “¿cómo influyen estos supuestos en la manera cómo pienso acerca de la psicoterapia y su proceso, incluyendo mi rol?” y “¿cuáles son las técnicas, los pasos a seguir?” Para comenzar, la práctica colaborativa no es una fórmula o una terapia basada en el paso a paso; se sustentan en lo que llamo una mirada filosófica: una forma de ser. Por último, las formas particulares de relaciones se desarrollan de manera natural a partir de las conversaciones. La Relación Colaborativa y la Conversación Dialógica La Relación Colaborativa y la Conversación Dialógica se refieren al espacio metafórico y al proceso polifónico en el que se genera la transformación. En otras palabras, la transformación ocurre en las dinámicas de la relación y la conversación. La esencia de la relación colaborativa implica cómo nos orientamos a ser, actuar y responder “con” otra persona, de manera que el otro se nos una en el compromiso compartido y la acción conjunta que yo llamo indagación compartida. El diálogo, de acuerdo con Bakhtin (1984) es una forma de comunicación en la que los participantes se comprometen uno “con” otro en voz alta, y “consigo” mismos silenciosamente, en la búsqueda de significado y comprensión. Esto incluye cualquier manera en que intentamos comunicar, articular y expresarnos, incluyendo palabras, signos, símbolos, gestos, etc. En terapia, el diálogo implica una indagación compartida: respondiendo conjuntamente, comentando, examinando, cuestionando, sorprendiéndose, reflejando, asintiendo incluso con la cabeza, tal como he dicho anteriormente. El diálogo es un proceso de tratar de entender a la otra persona desde su perspectiva, no desde la nuestra. El entendimiento dialógico no es una búsqueda 23 de hechos o detalles, sino una orientación. Es un proceso (inter)activo, no pasivo, que requiere la participación, a través de la respuesta, para aprender acerca del otro desde la persona misma, más que pre-saber y entenderle desde una teoría u otras posiciones predefinidas. Desde mi experiencia, cuando las personas tienen un espacio metafórico y se comprometen en un proceso polifónico a las relaciones colaborativas y las conversaciones dialógicas, comienzan a hablar y escucharse a sí mismos, a los demás, y a otros de nuevas maneras. A través de estas conversaciones, la novedad permite que la persona se puede expresar de una variedad infinita de formas mejorando su propia agencia y liberando diversas identidades. Todavía nos queda la pregunta, “¿cómo pueden los profesionales invitar a, facilitar y mantener la condición y el espacio para la colaboración y el diálogo?” Regreso de nuevo a la postura filosófica. La postura filosófica La postura filosófica es el corazón y el espíritu de la práctica colaborativa. Es una forma de ser que implica una postura y una actitud, así como un tono que comunica a los otros la importancia especial que tienen para mí, que son seres humanos únicos y no una categoría de, y que son reconocidos, apreciados y tienen algo que decir que es digno de ser escuchado. Esta postura invita y anima al otro a participar desde una base más igualitaria. Refleja una manera de ser con la gente incluyendo el pensar con, hablar con, actuar con y responder con ellos, no para ellos o acerca de ellos. La palabra significativa aquí es con; un proceso de orientar y re-orientarse hacia la otra persona. La terapia, las relaciones y las conversaciones con son más participativas y mutuas y menos jerárquicas y dualistas. Basados en esta creencia y actitud, las acciones del terapeuta para conectar, colaborar y construir con los demás llegan a ser acciones auténticas, espontáneas y naturales; no técnicas ni pasos pre-estructurados. La postura filosófica se convierte en una expresión de valor, una creencia y una forma de ver el mundo que no separa lo profesional de lo personal. La congruencia es importante, como Roy Bowden dijo presentando a Mason Durie10: “Busqué, pero aún trato de encontrar la diferencia entre usted como psiquiatra y usted como persona”. ¡Qué elogio! Destacar el ser una persona y no el jugar un rol. 10 Plenaristas en el Congreso. 24 Siete características interconectadas con la postura filosófica y orientadas a la acción Indagación mutua El terapeuta y el cliente conforman una asociación conversacional caracterizada por una actividad articulada de indagación mutua o compartida. Esto es, el proceso en el que dos o más personas le dan vueltas a alguna cosa y la encaminan hacia una dirección. El terapeuta invita a la otra persona o personas a una indagación mutua tomando una posición de curiosidad. Pero de nuevo, ¿cómo invitas a los otros a la indagación mutua para que se unan a ti en ser curiosos acerca de sus circunstancias en formas en las que no habían sido capaces antes consigo mismos o con otros? Con mis estudiantes uso la metáfora del anfitrión/huésped. Invitar a otro a este tipo de relaciones y conversaciones de las que estoy hablando empieza con lo que Derrida sugiere como hospitalidad incondicional. La metáfora del anfitrión/huésped destaca la importancia de una hospitalidad incondicional, así como las sutilezas y los matices acerca de cómo comienzan nuestros saludos y reuniones; el dar forma al tono, la calidad y las posibilidades de cómo estaremos y qué haremos juntos trae como consecuencia el potencial para la transformación (Anderson, 1997, 2007). Destaco que el terapeuta es el anfitrión y, al mismo tiempo, un invitado temporal y transitorio en la vida del otro. ... es como si el terapeuta es un anfitrión que se encuentra y saluda al cliente como un invitado mientras simultáneamente él mismo es un invitado en la vida del cliente. Yo pregunto a mis estudiantes cómo les gustaría ser recibidos como invitados ¿Qué hace el anfitrión para que se sientan bienvenidos o no, a gusto o no y especiales o no? ¿Que marcó la calidad del encuentro y el saludo para que se sintieran de una manera u otra? Estas no son preguntas retóricas, mas no espero respuestas específicas. En su lugar, lo que quiero es que los estudiantes piensen acerca de su experiencia en las relaciones y conversaciones y qué les comunicaron dichos encuentros (Anderson, 2007, p. 45). También uso la metáfora de la pelota11 para posteriores debates con mis estudiantes. Cuando me encuentro por primera vez con un cliente y empieza a hablar, es como si me hubiera traído un regalo especial, una pelota con fragmentos narrativos seleccionados de su historia de vida. 11 (N. del T. Harlene habla literalmente de “Storyball”, que sería algo así como la “pelota de las historias”. La palabra se viene traduciendo al español en el contexto de las Prácticas Colaborativas y Dialógicas sencillamente como “pelota”). 25 Ellos me entregan el regalo, una pelota de hilos entrelazados de sus narrativas de vida y sus circunstancias actuales. Tal y como acercan su pelota hacia mí y mientras sus manos aún están en ella, yo la contemplo y pongo mis manos suavemente en la misma; pero no se las quito. Empiezo a participar con ellos en la narración de la historia y voy mirando lentamente y escuchando lo que me están enseñando. Intento aprender y entender su historia respondiéndoles. Soy curiosa, hago preguntas, comentarios y gestos. Yo soy la aprendiz, el cliente es el profesor. Desde mi experiencia encuentro que esta posición del terapeuta como aprendiz actúa como un compromiso espontáneo con el cliente como co-aprendiz; es como si la curiosidad del terapeuta fuera contagiosa. En otras palabras, lo que empieza como un aprendizaje en una sola dirección llega a convertirse en bidireccional, un proceso de ida y vuelta, de aprendizaje mutuo; el cliente y el terapeuta co-exploran lo familiar y co-desarrollan lo nuevo, cambiando hacia una indagación conjunta en la que se examina y cuestiona, preguntándose y reflexionando uno con el otro (Anderson, 2007, p. 47). Es importante tener en cuenta que como Helen Milroy dijo ayer: “Un regalo tiene que ser dado libremente”. Yo no le pregunto al cliente ni le digo lo que me ha de dar. Es su elección. Mis reacciones, ya sean preguntas, comentarios, gestos, etc., están informadas por y vienen de dentro de la conversación misma; se refieren solo a lo que el consultante ha dicho o hecho. Las personas no son informadas por mis "verdades" acerca de ellas; yo no sugiero cómo deberían de estar hablando o qué tendrían que estar haciendo, verdades derivadas, por ejemplo, de mapas teóricos, experiencia clínica o valores personales. Mis reacciones son mi manera de participar en la conversación y se ofrecen a partir de una posición de aprendizaje continuo para asegurarme que entiendo lo mejor que puedo. Mi objetivo es generar un proceso bidireccional que involucra al cliente en una nueva curiosidad sobre sí mismo. A través del proceso de indagación compartida, el cliente comienza a desarrollar significados para sí mismo y para las personas y eventos en su vida que le permiten la ampliación de la misma o una nueva agencia. En otras palabras, la novedad viene de dentro del proceso dialógico. A través de esta actividad conjunta, la relación y la conversación empiezan a determinar el proceso de indagación. Esta manera de indagar no define la relación y la conversación, sino todo lo contrario. Es decir, cliente y terapeuta crean, a partir de dentro del proceso conversacional, el momento a momento de la relación y la conversación presente y no desde fuera de ella o anticipadamente. El terapeuta no controla la dirección de la conversación o la narración, pero 26 participa en ella. Juntos, conforman el relato de la historia y la nueva narración. El relato produce una riqueza de nuevas posibilidades y futuros inimaginables. Cuando trabajo con una familia pienso en cada miembro como con su propia pelota. Quiero hacer espacio para mostrar la importancia que pongo en cada uno. No es raro que los miembros tengan versiones de historias diferentes y a veces en competencia la una con la otra. Estas son parte de la narrativa colectiva. Estoy interesada en explorar y comprender cada una; no lucho por un consenso de la historia, las versiones, el pasado, presente o futuro. Las diferencias y la tensión son importantes aspectos del diálogo y mantienen la riqueza de las posibilidades que pueden surgir. Es importante que el terapeuta facilite un amplio espacio para escuchar y hablar. En mi experiencia, en el proceso dialógico al que me estoy refiriendo, a medida que un miembro de la familia habla y los demás escuchan, todas las partes empiezan a experimentar una diferencia en la narración y re-narración de historias. Cuando una persona tiene espacio para expresarse plenamente sin interrupción y los demás tienen igual espacio para escuchar, todos empiezan a tener una experiencia diferente de cada uno y de lo que se dice y oye. Cuando usted es capaz de escuchar completamente sin, por ejemplo, estar sentado en el borde de su silla preparando una respuesta, comienza a oír y entender las cosas de otras maneras. Experticia Relacional (el cliente es el experto) Tanto el cliente como el terapeuta traen experticia al encuentro: el cliente en sí mismo y en su mundo; el terapeuta es un experto en un espacio y proceso de relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas. El enfoque en la experticia del cliente no niega la del terapeuta: centra la atención en los recursos del cliente acerca de su propia vida y nos previene de valorar, privilegiar y mirar al terapeuta como un mejor conocedor que el cliente. No sugiero que el terapeuta carezca o pretenda una falta de experticia. Por supuesto la tiene. Está presente, pero no de una forma jerárquica e instructiva. Desde una perspectiva colaborativa hay diferentes tipos de experticia: es un "saber-cómo" invitar y mantener un espacio y un proceso para las relaciones de colaboración y conversaciones dialógicas. Cliente y terapeuta juntos crean una nueva experiencia o conocimiento. 27 No saber12 (concepto provocativo - no una técnica) El no saber se refiere a dos cosas: una, cómo un terapeuta piensa en la construcción del conocimiento y dos, la intención y la manera con la que el conocimiento es introducido en la terapia. Es una actitud humilde sobre lo que el terapeuta piensa que pueda saber y un reconocimiento de que no tiene acceso a información privilegiada; nunca puede entender completamente a otra persona y siempre necesita aprender más sobre lo que se ha dicho o no. Un terapeuta colaborativo mantiene el énfasis en saber con otro en lugar de saber acerca del otro, de sus circunstancias o sus preferencias. Tiene en cuenta el riesgo de que el conocimiento puede ubicar a la gente en categorías problemáticas o identificarlas como miembros de un tipo de persona. Tal conocimiento puede interferir con la capacidad de estar interesado y aprender sobre la singularidad de su vida. “El saber [conocimiento externo] es la fuente principal de la noparticipación en el diálogo” (Riikonen, 1999, p.141). Conocer con es crucial para el proceso dialógico. Una posición de no saber no significa que el terapeuta no sabe nada; puede descartar o no usar lo que se sabe: conocimientos teóricos, experiencia clínica, y experiencia de vida. Más bien, el énfasis está en la intención, la manera, la actitud, el tono y el momento con el que se introduce el conocimiento. La introducción del conocimiento es simplemente una forma de participar en la conversación, ofreciendo alimento para el pensamiento y el diálogo, así como una manera de continuar hablando de lo que se está abordando; manifiesta un seguimiento a la respuesta del cliente, incluyendo el ser capaz de dejar ir lo que se sabe, si el cliente no está interesado, y absteniéndose de interpretaciones privadas con respecto a la respuesta; eso es lo importante. Ser público Los terapeutas tienen pensamientos privados ya sea de forma profesional, personal, teórica o basados en la experiencia. Es decir, diagnósticos, juicios, presentimientos o hipótesis. Estos pensamientos influyen en cómo oye, escucha y responde. Desde una postura colaborativa, el terapeuta es abierto y generoso con sus pensamientos invisibles, haciéndolos visibles o lo que llamo ser público. Ser público no se refiere a lo que tradicionalmente consideramos como auto-revelación. 12 N. del T. La expresión “Not-Knowing” tiene dos acepciones en español: “no-saber” y “no conocer”. Es conveniente tenerlo en cuenta ya que, como Anderson repite en el texto, no se trata de renunciar a los saberes previos del terapeuta, si no de aceptar que es imposible conocer todo acerca de la vida de la otra persona. 28 Tiene que ver con las conversaciones internas que los terapeutas tienen con ellos mismos sobre el cliente y la terapia. Ser público con su conversación interior puede ofrecer posibilidades de cosas de las que hablar o maneras de hablar acerca de las mismas. Es una forma en que el terapeuta contribuye y participa. Quiero resaltar el participar. La intención es tomar parte en la conversación de una manera abierta y no dirigir excesivamente, ni promover una idea u opinión. Dos ventajas de ser público: 1. Exteriorizar pensamientos internos y no mantenerlos en la intimidad es ser respetuoso con el otro. Al hablar de sus experiencias terapéuticas exitosas y de aquellas que consideran un fracaso, he escuchado constantemente a los clientes comentar que siempre se preguntaban qué pensaba realmente el terapeuta de ellos; qué había "detrás" de las interrogantes del terapeuta. Sentían que había una conversación privada sobre ellos en la que no tomaban parte. 2. Hacer públicos los pensamientos privados tiene el potencial de prevenir a los terapeutas de deslizarse hacia el monólogo. Ser espontáneos y vivir con incertidumbre Los tipos de conversaciones terapéuticas de los que estoy hablando son como una charla natural en la que la respuesta de cada persona informa e invita a la de la otra. Las conversaciones no son guiadas por mapas estructurados en cuanto a cómo la conversación se debe mirar o desplegar; no se marca el ritmo o la secuencia de lo que se habla, ni se guían por preguntas pre-estructuradas u otras estrategias. Cuando el terapeuta y el cliente participan en este tipo de charla espontánea y crean juntos los caminos y determinan el objetivo, siempre hay una incertidumbre sobre a dónde se dirigen y cómo van a llegar allí. Lo que se genera es diferente y es más de lo que podría haber sido construido por uno sin el otro. Esto no niega o ignora que los clientes pueden venir con un problema y un objetivo pre-definido, así como con expectativas acerca de cómo van a ser ayudados. A menudo lo hacen. Sin embargo, es probable que cambien a lo largo del curso de la conversación terapéutica. Como compañeros conversacionales, al caminar uno junto al otro, el cliente y el terapeuta coordinan sus acciones a medida que responden, haciendo impredecibles la ruta y el destino. Cómo se ve el camino, los desvíos a lo largo del mismo y el destino final, variarán de cliente a cliente, de terapeuta a terapeuta y de una situación a otra. 29 Dicho de otro modo: cuando el terapeuta y el cliente caminan uno al lado del otro y participan mutuamente en el proceso de la narración, nadie sabe cómo se desarrollará una historia, cómo surgirá la novedad en ella, o qué será lo nuevo. Todo esto es incierto. Confiar en la incertidumbre implica asumir el riesgo de confiar en el proceso de colaboración y diálogo y en su naturaleza transformadora; significa estar abierto a cambios imprevistos. Transformación mutua He estado tratando de enfatizar la reciprocidad del encuentro terapéutico. En este tipo de proceso whithness relacional y dialógico, cada parte está bajo la influencia del (los) otro (s) y, por lo tanto, cada parte, incluido el terapeuta, está en situación de cambiar como cualquier otro. No es un proceso dirigido, unilateral, impulsado por el terapeuta, ni el terapeuta es pasivo y receptivo. Este participa activamente en un complejo proceso interactivo de respuesta continua con el cliente, así como con su propia charla interior y experiencia. En otras palabras, como socios conversacionales, continuamente coordinamos nuestras acciones entre nosotros a medida que respondemos unos a otros. Y cada uno está continuamente influenciado por el otro. La terapia es un proceso activo tanto para el cliente como para el terapeuta. Orientándonos a la vida cotidiana Durante mis años de práctica, enseñanza y consultoría en diversos contextos, culturas y países (aunque siempre como extranjera) he llegado a creer que la terapia, como toda la vida, es un evento social. Aunque tiene lugar en un contexto con una agenda particular, no necesita ser un acontecimiento sagrado con sumos sacerdotes y plebeyos. Puede parecerse a la forma en que interactuamos y hablamos en la vida cotidiana o la “conversación interactiva que ocurre naturalmente. . . a través de la cual las personas viven sus vidas y manejan sus asuntos cotidianos” (Edwards, 2005, p. 257). Wittgenstein sugiere que, como sucede en la vida diaria, buscamos cómo conocer nuestro “camino” y cómo “continuar”. En la terapia, los participantes se esfuerzan por encontrar formas de moverse adelante y continuar con sus vidas. En la práctica a lo largo de los años, he desarrollado algunas creencias sobre las personas y la vida que me resultan útiles: 30 Tener una visión positiva de las personas que me consultan, independientemente de sus • historias y circunstancias, Ver a la especie humana como dotada de recursos naturales, resiliente y deseando • mantener unas relaciones y una calidad de vida saludables, • Considerar los discursos de patología y disfunción como limitantes, y • Ver a cada persona y cada familia que conozco como una que no he conocido antes de ese encuentro en concreto. Concluyendo Si un terapeuta asume una postura filosófica tal como la que describo, lo hará natural y espontáneamente creando un espacio metafórico y un proceso polifónico que invita y alienta conversaciones y relaciones en las que los clientes y terapeutas “conectan, colaboran y construyen” entre sí. Cada miembro tendrá una sensación de participación, pertenencia, propiedad y responsabilidad: todos colaboran para fomentar el desarrollo único y eficaz de los resultados, porque la postura filosófica se vuelve una forma natural y espontánea de ser como terapeuta. La teoría no se pone en práctica y los terapeutas no lo hacen a través de las técnicas y habilidades de manual como solemos pensar en ellos. En su lugar, la postura se deriva de una serie de supuestos filosóficos que informan una forma de ser en las relaciones y conversaciones que son colaborativas y dialógicas internalizando la terapia colaborativa como una práctica withness. Eso mueve la terapia, como Mason Durie dijo ayer, de un modelo del déficit a un modelo de posibilidades; yo añado, de un modelo jerárquico-dualista a un encuentro más igualitario en el que la gente mantiene la dignidad y el orgullo, y en referencia a este Congreso, su historia, lengua y cultura. Presentado originalmente en inglés como: The Philosophical Stance: The heart and spirit of Collaborative Practice. Sesión Plenaria en el Congreso Mundial de Psicoterapia, “Soñando el Mundo”, 26 de agosto de 2011. Sydney, Australia. Referencias Anderson, H. (1997). Conversation, language and possibilities: A postmodern approach to therapy. New York, NY: Basic Books. 31 Anderson, H. (2007). The heart and spirit of collaborative therapy: A way of being. In H. Anderson & D. Gehart (Eds.), Collaborative therapy: Relationships and conversations that make a difference (pp. 43–59). New York, NY: Taylor & Francis Group. Bakhtin, M.M. (1984) Problems of Dostoevsky’s Poetics. Ed. and trans. Caryl Emerson. Minneapolis: University of Minnesota Press. Edwards, A. (2005). Relational agency: Learning to be a resourceful practitioner. International Journal of Educational Research Volume 43, Issue 3, 2005, (pp. 168-182) Riikonen, E. (1999). Inspiring dialogues and relational responsibility. In S. McNamee, K. Gergen (Eds.), Relational responsibility: Resources for sustainable dialogue (pp. 139- 149). Thousand Oaks, CA: Sage. 32 Relaciones de Colaboración y Conversaciones Dialógicas: Ideas para una Práctica Sensible a lo Relacional13 Tal y como se anunció cuando Harry Goolishian y yo concluimos nuestro artículo Human Systems as Linguistic Systems (Sistemas Humanos como Sistemas Lingüísticos) en 1988, las que entonces parecían ser ideas plausibles han evolucionado con el tiempo. En esa época estábamos inmersos en la exploración de una metáfora de los sistemas de lenguaje para nuestro trabajo, y habíamos dejado atrás las metáforas de los sistemas cibernéticos mecánicos. Habiendo dejado de pensar en los sistemas humanos como sistemas sociales definidos por una organización social, los veíamos como sistemas de lenguaje diferenciados por sus respectivos indicadores lingüísticos y comunicacionales. Desde entonces, si bien la metáfora de los sistemas lingüísticos era importante, había pasado a segundo plano a medida que yo seguía explorando otras metáforas organizadoras para mis experiencias en la práctica profesional. Este artículo es una respuesta a las persistentes preguntas que me hago: “¿Cómo pueden ser relevantes nuestras prácticas terapéuticas para la vida cotidiana de las personas en un mundo que cambia rápidamente? ¿De qué relevancia se trata y quien la determina? ¿Por qué algunas formas de relación y modos de hablar vinculan mientras otros alejan? ¿Por qué algunos abren caminos y posibilidades hacia delante que nunca antes imaginamos y otros nos encierran?” y cuyo fin es llegar a ser una profesional más sensible a lo relacional.14 Se centra en la idea de que ciertos tipos específicos de relaciones y conversaciones son características esenciales para ajustar nuestra práctica a la singularidad de las circunstancias de cada persona y son transformadoras en sí mismas. Vivimos y trabajamos rodeados por paisajes globales y locales que cambian rápidamente y reflejan transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas. Al mismo tiempo, desde todos los rincones del mundo somos testigos de una fuerte y creciente demanda por democracia, justicia social y derechos humanos. Las personas desean participar, contribuir y compartir la propiedad. Demandan una escucha respetuosa, receptividad [responsiveness]15a las necesidades que expresan y tomar decisiones con respecto a sus vidas. Se rehúsan a que se las deje de lado como 13 Traducido por Psic. Soledad Sánchez D., Instituto Chileno de Terapia Familiar, Santiago. Tomado de Bakhtin, es un término que utilizan Katz y Shotter (Katz & Shotter, 1996; Shotter, 2008, 2010), que se refiere a comprender dialógicamente y que captura el tipo de relación y conversación que quiero tener con mi cliente. 15 El término responsiveness alude a sensibilidad y receptividad, aunque en un sentido más activo que en español, porque puede connotar atención, demostración de interés y en ocasiones disposición a actuar en concordancia. 14 33 si fueran números y categorías, o a que se deshonre violentamente su humanidad y se les prive de su libertad. Estas demandas nos obligan a reevaluar cómo experimentamos y comprendemos el mundo, a nuestros clientes, a nosotros mismos(as) y nuestros roles como profesionales.16 Al reflexionar sobre estas demandas y preguntas me baso en el trabajo de diversos pensadores17 sociales críticos dentro de un movimiento que Shotter (2011) llama “filosofía práctica”, que incluye supuestos interconectados de las filosofías postmodernas hermenéuticas contemporáneas y las teorías sobre el diálogo, el lenguaje, la narrativa y la construcción social. Estos pensadores han hecho una contribución fundamental ofreciendo alternativas para un análisis lingüístico y narrativo del saber (por ej., verdades, creencias y expertise) y los sistemas de conocimiento, liderando un movimiento que se aleja de una visión heredada clásica de tradiciones de conocimiento asumidas y a menudo invisibles, y nociones asociadas sobre el lenguaje, la comprensión, la interpretación, la realidad, el dualismo sujeto-objeto y el self nuclear (Bakhtin, 1981, 1984, 1986; Bateson, 1972, 1979; Berger & Luckmann, 1966; Derrida, 1978; Edwards, 2005; Foucault, 1972; Gadamer, 1975; Garfinkle, 1967; Gergen, 1985, 1999, 2009; Habermas, 1973; Hacking, 1999; Heidegger, 1962; Lyotard, 1984; Maturana, 1978; Merleau-Ponty, 1962; Ricouer, 1988, 1991; Rorty, 1979; Shotter, 1984, 2004, 2005, 2008, 2010; Trevarthen, 2004; Vygotsky, 1986; Wittgenstein, 1953). Durante las últimas tres décadas, varios terapeutas-académicos de las disciplinas psicoterapéuticas —muy influidos por los autores mencionados más arriba, las experiencias clínicas y las circunstancias del contexto—se sintieron cada vez más incómodos con prácticas psicoterapéuticas basadas en estas tradiciones heredadas y comenzaron a cuestionar su capacidad de enfrentar los desafíos contemporáneos que encuentran terapeutas y clientes. Basándose en los supuestos alternativos mencionados anteriormente, desarrollaron prácticas que han llamado conversacionales, dialógicas, discursivas, colaborativas, de diálogo abierto, reflexivas, narrativas y orientadas a la solución (Andersen, 1987, 1991; Anderson, 1997, 2007; Anderson & Gehart, 2007; Anderson & Goolishian, 1988; Anderson & Goolishian 1992; Anderson, Goolishian & Winderman, 1986; Anderson, Goolishian, Pulliam & Winderman, 1986; Cromby & Nightingale, 1999; Deissler, 1989; Freedman & Combs, 1996; Hoffman, 1981, 2002, 2007, 2008; Holzman, 1999; Katz & Shotter, 16 La autora utiliza los términos practice (práctica) y practitioner (quien ejerce la práctica). Este último puede incluir terapeutas, otros profesionales de la salud, consultores, etc. Se ha traducido practitioner como profesional, pero debe entenderse en un sentido amplio. (N. de la T.) 17 En inglés muchas palabras se utilizan indistintamente para ambos géneros, como por ejemplo “thinker” (pensador/pensadora) y “client” (clienta/cliente). Para mantener la fluidez del texto se ha usado el género masculino en referencia a ambos géneros, a no ser que se explicite lo contrario. (N. de la T. 34 2004; McCarthy & Byrne, 1988; McDaniel, 1995; McNamee & Gergen, 1992; Neimey- er, 1998; Penn & Frankfurt, 1994; Roth, 2007; Seikkula et al., 1995; Seikkula & Olson, 2003; Shawver, 2005; Shotter, 1984, 1993, 2010; Stern, 2003; Strong & Paré, 2004; White & Epston, 1990). A continuación, discuto brevemente seis supuestos que en conjunto ofrecen un lenguaje diferente para pensar sobre las preguntas persistentes y aproximarse a mi forma de trabajar. Supuestos interconectados que orientan una perspectiva Las Meta-Narrativas y el Conocimiento no son Fundamentales ni Definitivos Nacemos, vivimos y somos educados bajo narrativas globales de conocimiento, verdades universales y discursos dominantes, abarcadores, monopólicos, en su mayor parte invisibles, y que damos por sentado. La autoridad y las convenciones con las que funcionan pueden inducirnos a prácticas que no están en sincronía con las sociedades contemporáneas y pueden ser ajenas a las personas con quienes trabajamos. Del mismo modo, los frecuentemente “ocultos mecanismos de coerción” y las discrepancias de poder que existen en nuestro lenguaje, nuestras relaciones y sociedades pueden “privilegiar y oprimir” (Lyotard, 1984). Reconocer la naturaleza dualística y jerárquica de nuestro lenguaje y nuestros sistemas de conocimiento implica un llamado a analizar el significado literal de los textos filosóficos y literarios y de nuestras narrativas. Esto a su vez puede llevar a significados alternativos, e idealmente, a un mundo más justo. El llamado es simplemente una propuesta de que cualquier conocimiento—cualquier discurso— debiera estar sujeto a cuestionamiento o duda en cuanto a su afirmación de ser verdadero. Es importante tener presente que estos supuestos no connotan un meta-conocimiento o una meta-narrativa ni demandan que abandonemos nuestros saberes o discursos heredados (por ej., teorías psicológicas o criterios a priori). Generalizar los discursos dominantes, las Meta-Narrativas y las Verdades Universales es atractivo y peligroso Las advertencias con respecto a la tentación y consecuencias potenciales de las narrativas globales nos incentivan a considerar a la gente y los hechos de su vida como desconocidos, excepcionales y extraordinarios, y a vincularnos con ellos de acuerdo a esto. De otro modo, continuamente navegamos según nuestros conocimientos previos; vemos lo que nos resulta familiar e 35 inevitablemente encontramos lo que pensamos que sabemos y lo que estamos buscando; llenamos los vacíos y procedemos en base a todo lo anterior. Deberíamos ser cautelosos con las limitaciones y riesgos de suponer que los discursos dominantes, las meta-narrativas y verdades universales pueden o deberían generalizarse y aplicarse a través de pueblos, culturas, situaciones o problemas. Tales supuestos (por ej., guiones teóricos, estándares de comportamiento) pueden conducirnos inadvertidamente y en forma convincente a buscar similitudes entre individuos, creando categorías, tipos y clases “artificiales” (por ej., personas, problemas o soluciones). Ellos inhiben nuestra apertura a la singularidad y novedad de cada persona o grupo de personas y su situación(es), y existe el riesgo de suponer que una similitud percibida es real o válida, despersonalizando al otro, perdiendo de vista su carácter especial, y limitando así nuestras posibilidades y las suyas. Conocimiento y Lenguaje Son Procesos Sociales Relacionales y Generativos El conocimiento y el lenguaje son procesos sociales, culturales, históricos y comunitarios contextualizados. Crear teorías, ideas, verdades, creencias, realidades o instructivos es un proceso interpretativo interactivo del discurso social, que ocurre dentro de comunidades de conocimientos y se produce en el lenguaje; todos los involucrados contribuyen a su desarrollo y sustentabilidad. A su vez, esta actividad relacional-dialógica elimina la dicotomía entre “el que sabe” y “el que no sabe”. El lenguaje, como el medio de conocimiento, es cualquier forma o medio que usamos para comunicar, articular o expresarnos con los otros y con nosotros mismos, usando palabras, gestos, ojos, manos, etc.18 El lenguaje, al igual que el conocimiento, es activo y creativo en lugar de ser estático y representacional. Las palabras no son espejos que reflejan un significado fijo; adquieren significado a medida que las usamos y según cómo lo hacemos. Esto incluye el contexto en que las usamos, nuestra intención y cómo las pronunciamos (por ej., nuestro tono, inflexiones, movimientos corporales, etc.). Wittgenstein (1953), entre otros, señaló que es importante entender el lenguaje y las palabras como algo relacional, algo que nos hechiza, y entender también que los significados de las palabras se producen al usarlas. Bakhtin (1984) sugirió que el uso del lenguaje es siempre individual y contextualizado y si bien una palabra es expresada por un individuo, todas las 18 Yo no distingo entre los conceptos verbal y no verbal heredados en psicoterapia. Todas las formas constituyen lenguaje 36 palabras y sonidos son “producto de la interacción de los interlocutores (…) producto de la total y compleja situación social en que han ocurrido” (p. 30). La relación recíproca entre lenguaje y cambio fue sugerida por Heidegger (1962) y Gadamer (1975), entre otros. El cambio o transformación se genera en el lenguaje; es parte del proceso participativo de comprender, y está lleno de incertidumbre y riesgo. Se Privilegia el Conocimiento Local El conocimiento local es la narrativa—sabiduría, expertise, competencias, verdades, valores, costumbres y lenguaje—creada y usada dentro de una comunidad de personas (por ej., personas de una familia, sala de clases, sala de directorio, equipo de una fábrica o vecindario). Los significados y las comprensiones singulares y con matices de las experiencias personales de los miembros de la comunidad influyen en la creación de conocimiento práctico, relevante, hecho a medida y sustentable para sus miembros. Es importante recalcar que el conocimiento local particular está siempre asociado y se desarrolla en un contexto, y es influenciado por el telón de fondo de los discursos y narrativas dominantes en los cuales se inserta. Diálogo, Conocimiento y Lenguaje son Intrínsecamente Transformadores El diálogo es una forma de interacción comunicativa que tiene lugar entre personas en un intercambio de afirmaciones (Bakhtin, 1984). Es una forma dinámica de habla en la cual los participantes19 se vinculan uno con el otro (en voz alta) y consigo mismos (en silencio) para articular, expresar y comunicarse. En el diálogo los participantes examinan en conjunto, se preguntan, se asombran y reflexionan sobre los temas que los ocupan. A través de estos intercambios de ida y vuelta los participantes tratan de entenderse mutuamente y de entender la singularidad del lenguaje del otro(a) y su significado desde la perspectiva del otro, no desde la propia. Los participantes no suponen que saben lo que el otro pretende ni tratan de llenar los vacíos que hay en el significado. Más que una búsqueda de hechos o detalles, el diálogo busca orientación. Es un proceso (inter)activo, receptivo, más que un proceso pasivo de hacer conjeturas y entender al otro(a) y su mundo en base a una pre-comprensión, por ejemplo, como desde una teoría. En este proceso los 19 En un diálogo uno de los participantes puede ser un otro(a) o uno mismo(a). 37 entendimientos locales provienen de dentro de la conversación. Diálogo, conocimiento y lenguaje son procesos sociales interactivos inconmensurables que evolucionan, lo que sugiere su naturaleza mutuamente transformadora. “Transformación” o “transformar” parecen descriptores más apropiados que “cambio” o “cambiar”, que reflejan un desde–hacia. Transformación o transformar mantienen el foco en un proceso en curso dentro del diálogo. En la actividad dialógica viva cada participante es influenciado: no podemos permanecer estáticos. Self es un Concepto Relacional–Dialógico Estas perspectivas sobre diálogo, conocimiento y lenguaje ofrecen una alternativa a la noción tradicional del self como un individuo autónomo, contenido y con límites, que tiene un self nuclear: el “yo” esencial. Nuestras identidades y aquellas que atribuimos a los demás son relacionales y se construyen en el diálogo o la conversación (Gergen, 2009). Hablamos, pensamos y actuamos como la multiplicidad de voces que habitan en cada persona. Narrar continuamente da una forma y luego otra a la persona. Lo que la construcción dialógica del self permite no es la esencia de una persona sino que “desplegará un horizonte emergente, cambiante y abierto de posibilidades humanas que no es posible conocer inmediatamente, de antemano ni fuera del diálogo, sino que emerge como una propiedad del mismo diálogo en curso” (Sampson, 2008, p. 24). Podemos decir que el self es un constructo socio-cultural singular en los discursos más amplios y locales en el que ocurre: tal vez el self narrativo múltiple sea una historia rizomática20 (Sermijn, Devlieger & Loots, 2008). En un planteamiento similar referido al aprendizaje y desarrollo en bebés y niños, Vygotsky (1934/1962, 1986) y Trevarthen (2004), destacaron el contexto lingüístico, social e histórico del pensamiento y la cognición creativos, y plantearon que la naturaleza interdependiente e intersubjetiva de sus procesos sería social e individual. Desafiando teorías establecidas sobre el aprendizaje y el desarrollo, propusieron que los procesos sociales dialécticos no ocurren dentro de la mente de un individuo, ni se transmiten de quien enseña a quien aprende. Ocurren en cambio dentro de una relación social en la cual la persona que aprende juega un papel activo en “el cómo y el qué” del aprendizaje, y quien enseña también es alumno(a). Ninguno de ellos sugiere que la noción tradicional de self es falsa, sino que proponen una perspectiva alternativa que permite más 20 Un rizoma es una red (network) abierta, descentralizada y dinámica que tiene múltiples vías de entrada y se caracteriza por multiplicidades sin fin. 38 libertad y flexibilidad en nuestros pensamientos, acciones y potenciales futuros. En resumen, estos supuestos orientadores y los discursos de conocimiento asociados no abogan por el abandono de las tradiciones del conocimiento, ni alegan ser meta-narrativas o metaperspectivas. En lugar de eso, ofrecen un lenguaje alternativo que brinda una orientación específica a la práctica clínica y a la forma en que educamos a los terapeutas, e incluso la forma en que nos acercamos a la vida misma. Abogan por el hábito de la reflexión continua, la autocrítica y la apertura a la crítica de los demás. Esto requiere lo que Schön (1983, 1987) describe como ser un profesional reflexivo en acción: alguien que hace pausas y formula preguntas para comprender sus fundamentos teóricos y para describir su práctica tal como la lleva a cabo. La teoría y la práctica, por tanto, se influyen recíprocamente y evolucionan en paralelo a medida que el profesional se vuelve más reflexivo y responsable, y les va dando a ambas un nuevo significado. Esto es esencial para una práctica ética. En forma gradual y sostenida estos supuestos interrelacionados han ido resultando atractivos para la terapia familiar y otras disciplinas psicoterapéuticas; como ya se mencionó, han inspirado una nueva clase de terapias, y aun cuando se encuentran en los márgenes, han tenido una influencia rizomática21 (Deleuze & Guattari, 1987) en el desarrollo de una comunidad internacional de profesionales, académicos y educadores. Al relacionar la metáfora del rizoma con el desarrollo y evolución de estas terapias, como Norris (Bogue, 1989) sugiere: quienes las desarrollan y quienes las hacen evolucionar “no imponen fronteras fijas y sedentarias en un territorio, sino que ocupan un espacio en la medida de sus capacidades, y luego siguen adelante. (…) Gradualmente se vuelven menos reconocibles, se van expandiendo en forma desordenada (…) [sus trabajos acumulativos están] por lo general muchos años más avanzados de las disciplinas académicas y las de enseñanza, que tienen sus propias y obvias razones para mantener el statu quo” (p. ix). El efecto rizoma mantiene estos supuestos vivos y fluidos en nuestra práctica, como respuesta que evoluciona frente a las demandas de nuestro mundo cambiante y las personas con las que trabajamos y, por lo tanto, como un desafío constante al statu quo. 21 Recientemente los terapeutas familiares Hoffman (2007) y Kinman (2001, 2006) destacaron la metáfora del “rizoma” de Deleuze y Guattari (1987) para describir el crecimiento y transformación de ideas y prácticas, su propagación y expansión, las sorpresivas formas que toman y dónde surgen. 39 MEDIOS FÉRTILES PARA FINES CREATIVOS: LA FORMA DE SER DEL TERAPEUTA Estos supuestos ofrecen un lenguaje diferente para considerar y responder a las persistentes mencionadas más arriba. Ofrecen medios fértiles para fines creativos. Cabe destacar que los supuestos tienen un rol fundamental en la actitud con la cual un(a) terapeuta se aproxima a la terapia: la manera en que pensamos sobre nosotros mismos(s), la gente con la que trabajamos y el ambiente y proceso en los cuales los incorporamos. Sugieren más una filosofía de la terapia que una teoría (un mapa explicativo que informa, predice y genera procedimientos estandarizados, pasos estructurados, categorías, etc.). El concepto de filosofía parece ajustarse mejor porque yo enfatizo una forma de ser con versus un sistema de hacer por, hacer para y hacer con respecto a. Si no se aplican procedimientos estandarizados, etc. ¿hay similitud, en terapia dialógica–colaborativa, entre una situación y otra, o entre una persona y la siguiente? Y si la hay ¿cuál es? Sí, la similitud es la postura filosófica que adopta el terapeuta: la forma de ser (Anderson, 1997, 2007) de una persona específica, incluyendo nuestro pensamiento, discurso, acciones, orientación, conexión y respuesta al otro: es una forma de posicionarse a uno mismo(a) con. Con es la palabra clave, porque sugiere un proceso de estar–con (withness) la otra persona, orientándose y re-orientándose hacia ella (Anderson, 2007, 2009; Hoffman, 2007; Shotter, 2004, 2005, 2008, 2010). Shotter (1993) señala que un pensamiento y acción (dialógicos) de estar–con significa ser espontáneamente sensible a otra persona y a los eventos que se van presentando: conocer y actuar “‘desde dentro’ del momento”, en lugar del pensamiento y acción (monológicos) acerca–de (aboutness) desde afuera. Hoffman 2007) sugiere que una relación de estar–con es “una relación que es tanto comunitaria y colectiva como íntima”. Por el contrario, la respuesta externa o acerca– de no es íntima: nos alejamos de la persona para analizar desde un lugar discreto a cierta distancia— un esquema teórico—y luego regresamos a ella con una respuesta influida por dicho esquema. Esta manera de ser se refiere a cómo eres, no a lo que haces. Se trata de estar en la posición apropiada, listo(a) para actuar: sereno, calmado y preparado para responder espontáneamente a la situación presente y cualquier cosa que ella demande (Anderson, 1997, 2007; Shotter, 2010). La situación misma indica cuál es la posición apropiada. Esta posición de preparación para responder no es algo que uno hace sino un estado, la condición de lograr el equilibrio mediante el movimiento. El terapeuta está “siendo en el momento” de los fragmentos narrativos, moviéndose dentro y junto a ellos (Goolishian & Anderson, s/f). Involucrarse dialógicamente en el momento presente contrasta con el no-involucrarse monológico (Anderson, 1997, 2007; Anderson & Goolishian, 1988). 40 Monológico se refiere al dominio de una voz única, o varias voces únicas, hasta el punto de exclusión de no ser capaz de tomar en cuenta a otras. Los participantes se transforman en una especie de montañistas solitarios que existen uno al lado del otro sin puertas, ventanas ni puentes que los conecten. Estar en el presente implica responder espontáneamente en el momento, no una respuesta prefabricada o técnica. Requiere una respuesta auténtica que se ajuste de manera fina a la situación en ese momento y lugar (Stern, 2003), a la persona y la relación. Tanto Shotter como Stern hablan del momento presente y las oportunidades que trae y que están ausentes cuando uno sigue un rumbo predeterminado. Stern y otros sugieren que en terapia el cambio ocurre en el momento presente o en lo que él llama “momentos ahora” y “momentos de encuentro”22. Sin embargo, a pesar de la sensación que tiene una persona del “ahora”, el momento presente es una puntuación y una descripción de un momento dentro de un proceso en curso. Cada persona tiene su propia y única puntuación y descripción. En terapia nada asegura que cliente y terapeuta estarán de acuerdo en un momento significativo que asocien con el cambio. Resulta interesante que los clientes a menudo reportan que el cambio y los momentos de “darse cuenta” ocurren fuera de la oficina del terapeuta, y los atribuyen a eventos o circunstancias de su vida cotidiana o a una manera diferente de entender algo, pero no son capaces de identificar una “causa”. Estas son las palabras de una mujer que conocí en una consulta en relación con un tema familiar de larga historia. Ella espontáneamente me mandó un e-mail de seguimiento sobre los eventos que ocurrieron después de la sesión: “No sé realmente por qué cambió mi actitud, pero me agrada este cambio.” Estas son las palabras de una madre que observaba la sesión de terapia de su hija adulta: “(…) lo implícito se hizo explícito, no durante la sesión de terapia sino después (…) No sé por qué, pero sentí la necesidad de hablar con mi familia para que no se sintieran tan responsables.” A pesar de que hay características comunes e identificables, no hay una sola forma de ser un(a) terapeuta colaborativo–conversacional. El estilo de cada terapeuta y su forma de expresar estos rasgos serán únicos, inventados y personalizados creativamente con cada cliente, sus circunstancias y deseos. Si la práctica no se basa en una fórmula, y no se puede replicar en distintas personas y problemas, entonces ¿qué hace un terapeuta y cómo? 22 “Now moments” y “moments of meeting” respectivamente (N. de la T.). 41 Relación de colaboración y conversación dialógica Las relaciones y las conversaciones son inseparables y se influyen mutuamente. La manera en que nos vinculamos—la forma en que desarrollamos una relación con otra persona—influye en el tipo y calidad de las conversaciones que podemos tener unos con otros, y del mismo modo, las conversaciones que empezamos a tener con otros influirán en el tipo y la calidad de nuestras relaciones. “Relación colaborativa” se refiere a cómo nos orientamos para ser, actuar y responder de manera que la otra persona comparta el vínculo y la “acción conjunta” (Shotter, 1984) o lo que yo llamo indagación mutua (Anderson, 1997, 2009; Anderson & Gehart, 2007). Shotter sugiere que todos vivimos en acción conjunta: encontrándonos e interactuando unos con otros en formas mutuamente receptivas. Como seres relacionales que nos influimos unos a otros, nuestros “sí mismos” no pueden estar separados de los sistemas de relaciones de los cuales formamos parte. Aun cuando siempre hablamos un lenguaje ambiguo y diferente al de los demás, como sugiere Bakhtin (1981), nuestra habla y nuestro lenguaje siempre incluyen las intenciones y significados de la otra persona: nuestra respuesta siempre es influida y es producto de la relación y las interacciones con el otro(a) y con el contexto. Saint George y Wulff (2011) sugieren que “La belleza de colaborar es que no hay roles preestablecidos; hay una flexibilidad y fluidez que permiten que liderar y seguir a otra persona estén permanentemente en movimiento”. Sin embargo, colaborar requiere espacio para que cada persona esté incondicionalmente presente, y para que su contribución sea igualmente apreciada y valorada. La sensación de ser apreciado y valorado conduce a un sentido de pertenencia, que lleva a un sentido de participación, que a su vez lleva a una sensación de ser copropietarios y compartir responsabilidad. Todas se combinan para hacer que la terapia y otras prácticas constituyan prácticas de ser-con desde adentro. El contenido, proceso y resultado de la terapia están mutuamente determinados por los participantes y se despliegan a medida que éstos interactúan entre sí; no están determinados por una estructura previa de progresión lineal. Una práctica de este tipo es por naturaleza colaborativa y generativa, y promueve resultados personalizados y sustentables (Anderson, 1997, 2007; Shotter, 1993). La “Conversación dialógica” involucra indagación mutua: una conexión vincular de compartir, explorar, entrecruzar y tejer ideas, pensamientos, opiniones y sentimientos a través de los cuales emergen novedad y posibilidad. Responder, un rasgo crucial del diálogo, es un proceso 42 interactivo bidireccional. Siempre estamos respondiendo: no existe la ausencia de respuesta. El receptor interpreta cada sonido, gesto o silencio y responde a su vez. La manera en que nos respondemos unos a otros (incluyendo actitud, forma, momento y tono) es fundamental para la postura filosófica, el parámetro y la oportunidad para que se desarrollen generatividad y posibilidad, e influye fuertemente en la calidad de éstas. Los miembros de una conversación generan conocimiento y otros tipos de novedad mucho más creativos, abundantes y adecuados a sus necesidades y al contexto local, de lo que cualquiera de esos miembros podría haber logrado por sí solo(a). El terapeuta crea las condiciones para que esta colaboración tenga éxito. La pregunta: “¿Cómo pueden los profesionales promover y facilitar las condiciones y el espacio metafórico para el diálogo, es decir, para la colaboración conversacional?” LA POSTURA FILOSÓFICA: SENSIBILIDADES QUE ORIENTAN LA ACCIÓN La postura filosófica tiene siete rasgos definidos e interrelacionados que sirven como sensibilidades23 que orientan la acción y la forma de ser del terapeuta: indagación mutua, expertise relacional, no-saber, ser abierto, vivir con incertidumbre, transformación mutua y orientación hacia la vida cotidiana común. En conjunto ellas describen cómo piensa un terapeuta sobre la relación y la conversación con un cliente y cómo cultiva un espacio metafórico para ellas. Indagación conjunta La indagación conjunta involucra un proceso conjunto en el cual dos o más personas juntan sus cabezas para abordar el motivo de la conversación. A través de esta actividad conjunta, cliente y terapeuta determinan el proceso de indagación y dan forma al relato de la historia, el re-relato y el nuevo relato. Desde el interior de la relación y conversación presente y particular, ambos van creando, a medida que cada momento se despliega, el sendero que recorrerán y la forma de recorrerlo. Para preparar la escena de la indagación mutua un(a) terapeuta debiera ser acogedor y estar abierto a aprender. 23 Shotter habla de recomendaciones (advisories) o sensibilidades (sensitivities) que orientan la acción. Esta idea se relaciona con la noción de estar-con y se refiere a cómo podemos orientarnos con los demás y con lo que nos rodea, lo que podemos hacer en nuestra participación momento-a- momento. 43 El terapeuta es un anfitrión y un invitado amable La indagación mutua supone hospitalidad o, como sugiere Derrida (Bennington, 2003), hospitalidad incondicional. La hospitalidad involucra sutilezas y matices de saludos y encuentros que dan forma al tono y la calidad de la relación y la conversación y, por consiguiente, a su potencial (Anderson, 1997, 2007). El terapeuta es simultáneamente anfitrión e invitado temporal en la vida del cliente. Cuando enseño le pido a mis alumnos que piensen cómo les gusta que los reciban cuando son invitados y que describan las cualidades de un buen anfitrión. ¿Qué hace el anfitrión que los hace sentir bienvenidos o no, cómodos o no y especiales o no? ¿Qué calidad sentían que tenían el encuentro y el saludo (Anderson, 2007)? La postura, actitud, acciones, respuestas y tono del anfitrión(a) deben comunicar al invitado(a) su importancia como ser humano único que es reconocido y apreciado, y cuyas historias vale la pena contar y escuchar. Del mismo modo, le pido a los estudiantes que piensen sobre ser un buen invitado: ¿Qué hace un invitado que lo hace bienvenido y que lo inviten nuevamente? Estas son sensibilidades que ellos necesitan adoptar para ser buenos anfitriones y buenos invitados en la vida de un cliente. La metáfora de anfitrión–invitado enfatiza la idea de que un cliente es como un extranjero que llega a una tierra desconocida, y la importancia de ser cortés, sensible a su inquietud y tener cuidado de no importunarle. Dicho en términos simples, se trata de ser bien educado y crear una relación de cierto compañerismo. Lo que empieza como curiosidad en una dirección se transforma en curiosidad en ambas direcciones Con mis estudiantes uso la metáfora de “la pelota que contiene la historia” para conversar sobre la invitación a la indagación mutua (Anderson, 2007, 2009)24. Cuando un cliente empieza a hablar es como si presentara un regalo intangible, una pelota con la historia de los fragmentos narrativos entrelazados de su vida y las circunstancias actuales por las cuales está consultando. El regalo, una pelota formada por mil páginas ajadas de una historia de vida, es una invitación al terapeuta para entrar en la vida del consultante, en sus términos y por un momento. Hay muchas vías de entrada, 24 En http://vimeo.com/10815790 puede verse una discusión sobre la metáfora de la pelota con la historia como parte de una indagación mutua o compartida. 44 pero yo presto atención muy cuidadosa a aquellas que los clientes me presentan y trato de ser coherente. Respondo (Anderson, 2007): Cuando me acercan la pelota, y mientras sus manos todavía la sostienen, pongo delicadamente las mías sobre la pelota, pero no la retiro de sus manos. Empiezo a participar con ellos en el proceso de relatar la historia mientras voy lentamente [y con cuidado] mirando y escuchando el fragmento que me están mostrando. Trato de conocer y comprender su historia a través de las respuestas que les doy: tengo curiosidad, hago preguntas, comentarios y gestos. En mi experiencia he observado que esta posición de aprendizaje del terapeuta involucra espontáneamente a los clientes como compañeros de aprendizaje; es como si la curiosidad del terapeuta fuera contagiosa. En otras palabras, lo que comienza como un aprendizaje en una sola dirección se transforma en un proceso de dos vías, un ir y venir de aprendizaje mutuo a medida que cliente y terapeuta exploran juntos lo conocido y desarrollan juntos lo nuevo, pasando a una indagación mutua de examinar, cuestionar, preguntarse y reflexionar juntos. (p. 47) Responder es una forma de participar en la conversación, no de dirigirla Ofrezco mis respuestas como una forma de participar en la conversación. No las propongo para guiar el diálogo. Un terapeuta no puede dirigir la conversación en forma unilateral. La respuesta de cada uno de los participantes influye en su formación y dirección. Sea un comentario, una pregunta, un gesto de asentimiento o un silencio, mis respuestas se sustentan desde dentro de la conversación y se relacionan con lo que el cliente ha dicho. No las traigo desde fuera de la conversación; no se basan en que lo que yo pienso que un cliente debería relatar o cómo debiera hacerlo, ni en alguna “verdad” percibida sobre él o ella. Siempre estoy aprendiendo más acerca de los fragmentos de su historia, chequeando si entiendo lo que ellos esperan que entienda, incorporando su curiosidad y animando el ir y venir en la indagación mutua del diálogo. A través de este proceso dialógico un cliente empieza a desarrollar para sí mismo(a) y las personas y eventos de su vida nuevas comprensiones y significados de lo conocido, que pueden tomar infinitas formas. En sesiones en la que hay varios participantes, cada miembro trae su propia pelota con la historia. En ese relato colectivo no es infrecuente que los miembros tengan diferentes versiones de la historia, o incluso versiones que entran en conflicto o compiten entre sí. No busco el consenso, porque he descubierto que las diferencias son importantes y que de esas diferencias emergen posibilidades a medida que nos involucramos unos con otros. Independientemente del número de 45 personas, el proceso emerge como una conexión y una actividad conjunta en la cual la gente empieza a hablar naturalmente con los demás y no unos a otros. Hablar, escuchar y oír son igualmente importantes para el diálogo Cuando hay varios participantes en una sesión tiendo a hablar con una persona a la vez mientras los demás escuchan. Me involucro intensamente en cada historia y transmito con las palabras y acciones la importancia de la versión de cada persona. Mis respuestas —preguntas, comentarios, etc.— se basan en lo que cada uno(a) ha dicho, no en lo que yo pienso que deberían decir. Mantengo la coherencia y sigo un ritmo con su historia y la forma en que la cuentan, y no quiero que mis respuestas inadvertidamente conduzcan el contenido o la forma de la conversación. Mientras uno habla, los demás siguen en mi visión periférica. Cuando una persona tiene el espacio para expresarse plenamente sin interrupción y los demás tienen el mismo espacio para escuchar, los clientes sienten a los demás y lo que se está diciendo y oyendo de manera diferente. Del mismo modo, cuando una persona puede escuchar plenamente sin la necesidad de preparar su respuesta o responder en forma prematura (por ej., interrumpir para corregir o terminar la frase de otra persona) tienen la oportunidad de oír y comprender lo que ya conocen de maneras diferentes. A menudo hago pausas y me dirijo hacia la otra persona, ansiosa de escuchar su versión de la historia, y curiosa en relación con sus pensamientos internos mientras la otra persona y yo hablábamos. Poner los pensamientos internos mudos en palabras habladas les va dando más forma, a medida que son expresados en voz alta: un proceso generativo de crear lo “no-dicho-todavía” y las semillas de la novedad. Por ejemplo, hablé con una mujer joven que estaba tratando de tomar una decisión muy difícil y había invitado a su hermana a la sesión. En determinado momento hice una pausa y me volví hacia la hermana y le pregunté qué había estado pensando mientras nosotras dos hablábamos. Su respuesta fue: “Al escuchar a mi hermana, por primera vez se me hizo muy claro que ella estaba buscando apoyo de la comunidad. Yo siempre pensé que estaba buscando apoyo de la familia, pero ya lo tenía.” La mujer joven no había dicho nada que no hubiera dicho antes, pero la hermana lo escuchó de manera diferente. Mi forma de escuchar y responder no tiene el propósito de modelar cómo podrían hablar e interactuar los miembros de la familia entre ellos dentro o fuera de la terapia; más bien es ayudarme a oír su historia y entender qué es lo importante para ellos. Yo distingo entre escuchar y oír. Escuchar 46 atenta y cuidadosamente no garantiza que voy a oír y comprender lo que la otra persona quiere que yo oiga. Para escuchar y oír se requiere hablar: son todos procesos activos. Expertise Relacional El expertise relacional se refiere a crear conocimiento local conjuntamente. Cliente y terapeuta traen un expertise particular al encuentro: los clientes son expertos en sí mismos y sus vidas; los terapeutas son expertos en la facilitación del proceso y espacio para relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas. En conjunto desarrollan un expertise o conocimiento que es una forma de saber compartido intersubjetivamente “desde dentro de una situación, grupo, institución social o sociedad”, y que se construye en forma conjunta y espontánea (Shotter, 2008, pp. 16–17). El foco, sin embargo, está en el expertise del cliente, destacando la riqueza de su saberhacer en su vida. En esta línea, un cliente también ayuda a organizar su terapia, teniendo posibilidad de opinar en decisiones como ‘quién debiera estar hablando con quién, cuándo, dónde y acerca de qué’. Si un terapeuta tiene una opinión, por ejemplo, sobre la pertinencia a la terapia, la expresaría, daría sus razones y alentaría la discusión. Sin embargo, al mismo tiempo, respetaría una preferencia clara de un cliente. Un(a) terapeuta no niega su expertise, no pretende que carece de conocimiento ni le resta valor. Desde una perspectiva colaborativa, la importancia reside en un tipo diferente de expertise del terapeuta: “un saber-cómo” promover y mantener un espacio y un proceso donde se dé una relación colaborativa y una conversación dialógica. No supongo que sé más que una pareja con respecto a cómo enfrentar la traición o el perdón. Podemos hablar de un tema de muchas maneras y yo puedo plantear mis ideas, pero quiero ser cuidadosa en relación a mi intención, el ritmo, el momento, y la forma de hacerlo. Por ejemplo, cuando tengo una oportunidad para hablar, puedo decir algo así como: “Mientras ustedes hablaban estaba acordándome de un artículo de investigación que leí hace poco sobre la traición y el perdón en las parejas. Las parejas tenían un tema un poco similar pero no exactamente el mismo que ustedes están enfrentando. ¿Les interesaría saber lo que decía el artículo?” Presto mucha atención a su repuesta y no le asigno ningún valor ni interpreto interés o desinterés. Si ellos muestran desinterés, entonces lo dejo ir. Tengo cuidado de no valorarme, darme prioridad ni admirarme a mí misma como si supiera más que el cliente. 47 No-Saber No-saber es un concepto que remite a la orientación de un terapeuta hacia el conocimiento, y en especial hacia tres cosas: (1) la forma en que conceptualiza la creación de conocimiento, (2) la intención con la que usa su conocimiento, y (3) la forma, actitud y oportunidad en que lo introduce. Este concepto enfatiza el “saber con” o “conocimiento relacional”: la construcción particular de conocimiento creado en forma conjunta en los intercambios momento-a-momento de la terapia. Un terapeuta expresa con humildad lo que él o ella piensa que podría saber y no cree tener acceso a información privilegiada; nunca puede llegar a comprender totalmente a una persona y siempre necesita saber más sobre lo que se ha expresado y lo que no se ha expresado aún. Saber-con es crucial para el proceso dialógico. Un terapeuta no pretende que no sabe ni oculta ningún tipo de conocimiento. Los terapeutas traen todo su conocimiento con ellos a la sala de terapia, y éste es siempre un recurso para la conversación. Introducirlo es un medio para participar en ella ofreciendo algo para la reflexión y el diálogo, planteándolo como otra manera de pensar y hablar sobre el tema en cuestión. Es importante poner énfasis en la intención, actitud, manera y oportunidad en las cuales el terapeuta lo introduce. La intención no sería promoverlo ni persistir si la respuesta del cliente indica que no hay concordancia o que no tiene interés. La actitud y la forma deben comunicar “esta es una posibilidad”, y su introducción debe tener alguna congruencia con la conversación en curso. Ser Abierto Al entrevistar clientes a lo largo de varios años con respecto a sus experiencias con terapeutas, algunos se preguntaban sobre los pensamientos que sus terapeutas no expresaban, qué pensaba realmente el terapeuta sobre ellos, qué estaba “detrás” de las preguntas de un terapeuta. Por supuesto las y los terapeutas tienen pensamientos privados: profesionales, personales, teóricos o basados en su experiencia (por ej., diagnósticos, juicios o hipótesis). Estos pensamientos influyen en la forma en que un terapeuta escucha, oye y formula sus respuestas. Desde una postura colaboradora, un terapeuta es sincero y generoso con sus pensamientos, haciéndolos evidentes o mostrándose abierto (Anderson, 1997, 2007). Ser abierto tiene dos ventajas: una, es una acción respetuosa, cortés y generativa; y dos, puede prevenir que el diálogo interno del terapeuta se deslice hacia un monólogo. 48 Aquí no se trata de una revelación de nuestra intimidad: se trata de las conversaciones internas que los terapeutas tienen consigo mismos sobre el cliente y la terapia. Ser abierto(a) es ofrecer posibilidades en relación a las cosas sobre las cuales conversar y modos de hablar sobre ellas. La intención es participar de una manera no sesgada y no maniobrar la conversación promoviendo o sosteniendo una idea, opinión o línea de indagación con la cual el cliente no resuena. Más importante todavía, un cliente tiene la oportunidad de responder a un pensamiento interno y un “conocimiento” del terapeuta, lo que abre la posibilidad de respuestas que pueden tomar muchas formas: mostrar interés, estar de acuerdo, preguntar o no tomar en cuenta. La articulación de los pensamientos está alterada: poner en palabras un diálogo interno o pensamientos personales organiza, re-forma y crea algo distinto al pensamiento mismo. La presencia de un cliente y el contexto también influyen en la articulación, afectando las palabras que un terapeuta elige y la manera en que las presenta. Una conversación interna no revelada y no sintónica corre el riesgo de favorecer y perpetuar una comprensión del terapeuta que no coincide con la del cliente, y que el diálogo interno del terapeuta se reduzca a un monólogo. Ser abierto puede minimizar el riesgo de que el discurso (diálogo) interno del terapeuta se quiebre, y la posibilidad de un monólogo terapeuta–cliente: que cada uno entone su monólogo sin oír al otro y la conversación dialógica se pueda “venir abajo” (Anderson, 1997, pp. 124–125). Un terapeuta debe darse cuenta cuando se desliza hacia el monólogo, tomarlo como una oportunidad y estar preparado para hacer lo que sea necesario para que la conversación sea más dialógica. Vivir con Incertidumbre Las relaciones y conversaciones terapéuticas a las que me refiero no se guían por mapas estructurados con preguntas preformadas o estrategias que determinan cómo debiera verse o desarrollarse la conversación. Esto incluye sobre qué se habla, cómo se habla de ello y el ritmo de la conversación. Sin un mapa establecido e instrucciones que lo acompañen, siempre hay una incertidumbre con respecto de hacia donde se dirigen y cómo llegarán allí. Por supuesto los clientes a menudo vienen con un problema predefinido y una solución deseada, como también con expectativas acerca del terapeuta y la terapia. Sin embargo, éstas con frecuencia cambian a lo largo de las conversaciones del proceso terapéutico. Como colaboradores en la conversación, naturalmente el cliente y el terapeuta definen 49 conjuntamente su camino y su meta. Ninguno puede saber el rumbo que tomará una historia, cómo se desarrollará y qué novedad va a emerger. La ruta misma se desvía a lo largo del camino a medida que durante el proceso aparecen las sorpresas de los interminables virajes del diálogo. Lo que se crea es distinto y mayor de lo que podría haber creado cada uno(a) de ellos sin el otro(a). Desde esta perspectiva las conversaciones terapéuticas son más parecidas a conversaciones cotidianas espontáneas, y naturalmente no siguen una secuencia predeterminada. Igual que en la conversación cotidiana, las conversaciones terapéuticas no siempre son fluidas y predecibles: pueden deambular, hacer pausas, balbucear, estancarse y pueden conllevar falta de armonía, desacuerdo y tensión. La incertidumbre es inherente a este tipo de situación espontánea y no planificada. La habilidad de un(a) terapeuta de confiar en la incertidumbre es importante e involucra correr un riesgo y estar abierto a lo imprevisto. Esto requiere una actitud de estar “preparado(a)” (Schotter, 2010): adoptar la posición que permite reaccionar a cualquier respuesta que viene del otro o cualquier cosa que la ocasión demande (Anderson, 1997, 2007). “Una actitud de estar ‘preparado’ se refiere a algo distinto de planificar. Un terapeuta no puede planificar de antemano, pero puede tener una forma de pensar que le permita responder espontáneamente y de acuerdo a la situación. Transformación Mutua La terapia es un proceso de transformación mutua para todos los miembros incluyendo el terapeuta. Cada persona está bajo la influencia del otro(s); de ahí que cada uno tiene la oportunidad de transformarse. El proceso no es una actividad desigual, unilateral, conducida por el terapeuta, ni el terapeuta es meramente pasivo y receptivo. Un terapeuta está activamente involucrado con el cliente en un proceso interactivo complejo de respuesta continua, y también con su propio diálogo y experiencia interna. Como compañeros de conversación continuamente coordinamos nuestras acciones a medida que respondemos, y por lo tanto nos afectamos unos a otros. Orientación Hacia la Vida Cotidiana Común Años de práctica, enseñanza y consultoría en diversos contextos, culturas y países, me han hecho sentir que la terapia, como cualquier faceta de la vida, es simplemente un tipo de situación social que ocurre en un ambiente particular con una agenda específica. Puede parecerse a la manera en 50 que interactuamos y hablamos en la vida cotidiana: la “conversación interactiva que ocurre en forma natural (…) mediante la cual la gente vive sus vidas y conduce sus asuntos cotidianos” (Edwards, 2005, p. 257). En terapia, como Wittgenstein sugiere refiriéndose a la vida cotidiana, la gente busca formas de avanzar y continuar con su vida. Me resulta útil tener una visión positiva de quienes me consultan, independientemente de sus historias y circunstancias, y creer que la gente es naturalmente resiliente y desea relaciones y calidad de vida sanas. No encuentro útil pensar en términos de problemas importantes versus problemas poco importantes, sino como desafíos que son parte de la vida. De manera similar, me resulta útil no estar limitada por discursos de patología y disfunción como los diagnósticos, por ejemplo, que al igual que cualquier discurso sobre el déficit tienen el potencial de limitar nuestro posible éxito (Gergen, Hoffman & Anderson, 1996). Por ejemplo, la identidad asociada a un diagnóstico puede encerrar a una persona en dicha identidad y entorpecer su sentido de agencia personal. Busco crear comprensiones más particulares con los clientes, que sean menos restrictivas, que tengan el potencial de promover posibilidades y la construcción de identidades posibles y diferentes. En Conclusión Recurro a las palabras de Shotter (2010) con respecto a la naturaleza especial de los seres vivos (las personas): Algo muy especial ocurre cuando dos o más seres vivos se encuentran y comienzan a responderse mutuamente (lo que sucede es más que el mero hecho de que tengan un impacto uno sobre el otro) (…) se crea (…) algo cualitativamente nuevo, formas de vida bastante originales y definidas (…) que son más que simples formas estructuradas de desarrollo dinámico, promediadas o mezcladas, pero no integradas (pp. 2–3). Los supuestos orientadores discutidos aquí invitan a una forma de ser/estar con los demás: una postura filosófica. En esta forma de estar-con, el terapeuta es un ser humano que se encuentra con otro, y es capaz de establecer una relación más receptiva con él o ella. La relación terapéutica se vuelve menos jerárquica, el proceso se hace más bidireccional y el resultado es más personalizado. A través de relaciones y conversaciones futuras, estos supuestos y las prácticas que se derivan de ellos cambiarán y evolucionarán a medida que seguimos tratando de comprender la 51 compleja naturaleza dialógica del vivir, la terapia y la transformación, e intentamos desarrollar una práctica más efectiva. En palabras de Hoffman (2007): “Este movimiento nuestro no se dirige hacia un punto de llegada. Es sólo un folk quilt25, y su único propósito es abrigarnos durante la noche” (p. 78). Publicado originalmente en español en: Family Process, Vol. 51, No. 1, 2012 Referencias Andersen, T. (1987). The reflecting team: Dialogue and meta-dialogue in clinical work. Family Process, 26(4), 415– 428. Andersen, T. (1991). The reflecting team: Dialogues and dialogues about dialogues. New York, NY: W.W. Norton & Company. En español: El equipo reflexivo. Diálogos y Diálogos sobre los diálogos. Editorial Gedisa, Barcelona. (1994). Anderson, H. (1997). 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La práctica colaborativa rompe con aquellas tradiciones de psicoterapia basadas en la relación terapeuta/cliente como representando un sistema experto- no experto, y/o como un proceso tecnológico, pre-estructurado y de intervención basado en un lenguaje del déficit. La terapia colaborativa ofrece un marco y actitud diferentes que exigen volver a imaginar cómo pensamos acerca de las personas con las que trabajamos, y nuestro papel como profesionales. Primero, preparé el escenario para presentar una visión general de la práctica colaborativa al presentar brevemente el marco de los supuestos orientadores en los que se basa. A continuación, les presentaré la posición del profesional como un reflejo de la orientación a la acción de los supuestos: la postura filosófica del profesional o forma de ser 'con'. A continuación, presento dos ejemplos de transformaciones de clientes y uso sus palabras para expresar sus pensamientos y acciones después las sesiones de consulta. INFLUENCIAS Históricamente, el enfoque colaborativo favorece el reconocimiento y la utilización del conocimiento local, el 'saber cómo' que un cliente tiene sobre su vida y sus necesidades. Más recientemente, este énfasis ha sido influenciado por el mundo líquido, en constante contracción y siempre cambiante en cual nosotros vivimos: un mundo caracterizad por los movimientos sociales, culturales, políticos y económico y sus transformaciones, así como los efectos de un movimiento hacia la descentralización de la información, el conocimiento y la pericia. Esta influencia es amplificada por el interés internacional de destacar brillante la democracia, justicia social, los derechos humanos, la importancia de la voz y la necesidad de 26 Traducido por ML Papusa Molina, Instituto Kanankil 59 colaboración como lo demuestra, por ejemplo, las protestas indígenas por la pérdida de sus derechos. En mis viajes, yo he hablado con clientes alrededor del mundo y ellos, cada vez más, indican querer opinar y poder actuar sobre las cosas que están afectando sus vidas. Ellos han perdido la fe en las instituciones y están frustrado por ser tratados como números y categorías e ignorar su humanidad o, peor, violarla. Los clientes demandan sistemas y servicios más flexibles. y respetuosos; en otras palabras, exigen que cuestionamos nuestras prácticas profesionales. Esto a su vez, cuestiona si estamos dispuestos a romper con esas tradiciones de psicoterapéuticas que no están en sincronía con nuestro mundo contemporáneo, y a crear sistemas alternativos de terapia y procesos que son menos rígidos jerárquicamente y conducida por el “experto”. Un testimonio de estas demandas es la atención de este Congreso en el tema de 'Soñando el Mundo’ incluyendo el impacto del trauma interpersonal en individuos, comunidades y culturas, así como su reverberación a través de generaciones en términos de los efectos devastadores en la identidad y el bienestar, así como su llamada para proporcionar respuestas que reconozcan la importancia crítica de nuevas formas de estar juntos. Convertirme en un practicante colaborativo ha sido, para mí, un viaje evolutivo a lo largo de los años, continuamente influenciado por la naturaleza reflexiva de la teoría y la práctica (Anderson, 1997a, 2007; Anderson & Goolishian, 1988, 1992; Anderson, Goolishian, Pulliam, y Winderman, 1986; MacGregror et al., 1964). Debido a que un gran porcentaje de mi práctica siempre ha incluido lo que comúnmente se denomina " fracasos de tratamiento ", me pregunté: ¿qué distinguen los clientes como la naturaleza especial de la terapia y los terapeutas que marcaron una diferencia? En otras palabras, ¿cómo podría la terapia ser más relevante y efectiva? Durante varios años, esta curiosidad me llevó a entrevistar a los clientes acerca de sus experiencias de terapia exitosa y no exitosa (Anderson, 1997b). Lo que aprendí de estos clientes influyó significativamente en el desarrollo de mi práctica colaborativa. Los profesionales colaborativos comparten un terreno común con una creciente comunidad internacional de profesionales y académicos clínicos en disciplinas cuyo trabajo se basa en aportaciones basadas principalmente en la filosofía y el diálogo posmodernos y hermenéuticos y en las teorías de la construcción social. En las disciplinas de la psicoterapia, este movimiento, que inicialmente se desarrolló, en gran medida, dentro del campo de la terapia familiar, representa una giro muy lejano de las terapias basadas en conceptos como el lenguaje y las palabras 60 como representativos y descriptivos del mundo, el conocimiento como un constructo individual, la objetividad y, como Hoffman (2007, p. 66) lo expresa: "los problemas como un fenómeno interno de la persona" y un giro hacia la terapia que se basa en entender el lenguaje como un proceso social de creación de significado en el que "el significado está en la expresión, no debajo ni detrás de ella" (Andersen, 2007, p. 89), y los desafíos de la vida, independientemente del grado en que se perciben, como relacionales y dialógicos. Esta agrupación de terapias se conoce de diversas maneras como: dialógica, discursiva, narrativa, diálogos abiertos, posmoderna, constructivista social, y ‘withness’ (Andersen, 1987, 1991; Anderson 1997b; Anderson y Gehart, 2007; Anderson y Goolishian, 1988, 1992; Anderson et al., 1986; Hoffman 2002, 2007; Katz y Shotter, 1996; Malinen, Cooper y Thomas, 2012; McDaniel, 1995; McNamee y Gergen, 1992; Penn & Frankfurt, 1994; Riikonen y Smith, 1997; Seikkula y Olson, 2003; Seikkula et al., 1995; Sermijn, Devlieger, & Loots, 2008; Strong & Paré, 2004; White y Epston, 1990). La práctica colaborativa como práctica política El lector puede preguntarse cómo la práctica colaborativa es 'política' y, sobre todo, ¿cuál es su relevancia dado el enfoque de esta revista, como se describe en su misión, como ‘la aplicación a problemáticas políticas del pensamiento que se origina en el campo de la psicoterapia' (Psychotherapy and Politics International, 2012). Aunque existen definiciones de lo ‘político', cada persona tiene su manera muy única de ver la política y lo político. Mi comprensión es cercana al sentido griego clásico de la toma de decisiones participativa en relación con el poder y la autoridad: las personas como ciudadanos toman decisiones conjuntas y tienen el derecho y la oportunidad de influir en sus propias vidas. En este sentido, todo es político, incluido el tema de si, cuándo, y cómo las personas pueden participar a través del diálogo para llegar a los resultados colectivamente o, diría yo, 'colaborativamente'. Las tradiciones desafiantes de la psicoterapia y la autoridad que las acompaña son políticas. La política de la práctica colaborativa descansa en parte en este desafío. Esto incluye un llamado a cambios en nuestro pensamiento que incluyen: analizar críticamente las discordancias dominantes, por ejemplo, las verdades sociales, culturales, psicoterapéuticas y universales que afirman; y el cambio de un discurso individual a uno relacional que privilegia el conocimiento local. La práctica colaborativa nos llama además para llevar a cabo un cambio en nuestras acciones; entre ellas: desechar nuestro papel de ayudante; movernos del pensamiento ‘acerca de’ (aboutness) hacia 61 pensamiento y acción ‘con’ (withness); manteniendo coherencia entre nuestras formas de estar en nuestro mundo profesional con el personal; y ser visible como persona. Todo cual, de una manera u otra, contribuirá a la creación de una mirada alternativa del lenguaje y significado, en cual cada ser humano está en relación con otro ser humano. Tres sesgos de esta perspectiva y sus desafíos inherentes Unido a lo que yo he aprendido de mis clientes, mi enfoque colaborativo está inspirado por una creciente y siempre cambiante colección de supuestos orientadores de esta perspectiva que se filtran a través de la filosofía posmoderna y hermenéutica y las teorías socio-construccionistas y dialógicas como las exhibidas en los escritos de pensadores críticos como Wittgenstein (1953); Foucault (1972); Gadamer (1975); Derrida (1978, 2000); Bateson (1979); Lyotard (1984); Bakhtin (1986), y Vygotsky (1986), junto con académicos como Shotter (1984, 1993, 2010); Gergen (1985, 1999) y Sampson (2008). Conceptos sobre el conocimiento, el lenguaje y el diálogo como relacionales, participativos, interpretativos, e inherentemente transformadores, proveyeron un lenguaje para comprender, no solo mis propias experiencias, sino lo que he aprendido de los clientes sobre sus experiencias de terapia, culminaron en un reto a lo que yo había heredado acerca de la psicoterapia y otras tradiciones, y estimularon la oportunidad para desarrollar una perspectiva alternativa. A continuación, discuto tres principios orientadores y los desafíos inherentes a la manera en que los practicantes piensan y actúan. Los ‘principios orientadores’ se refieren a un punto de vista y la actitud desde la cual asistimos, nos acercamos, nos relacionamos y respondemos a nuestro mundo, a los demás y a nosotros mismos de manera espontánea (Shotter, 2008) en lugar de a partir de supuestos teóricos que informan el pre-conocido y planificado método, la técnica y la estrategia (ver Anderson, 1997a, 2007, para un conjunto ampliado de supuestos). Mantener el escepticismo Es importante mantener una actitud crítica y cuestionadora acerca del conocimiento como fundamental y definitivo. Esto incluye el conocimiento de discursos dominantes heredados y establecidos, meta-narrativas, y verdades o reglas universales, y la autoridad que proviene de esta herencia. Nacemos, vivimos y somos educados dentro de sistemas de conocimientos y tradiciones que normalmente damos por sentado. Sin darnos cuenta, a menudo aceptamos 62 y reproducimos el conocimiento institucionalizado que puede llevar a prácticas que están fuera de ritmo con nuestras sociedades contemporáneas y posiblemente ajenas a la humanidad, sin importar el contexto y cultura. Yo no estoy sugiriendo que abandonemos nuestro conocimiento o discursos (por ejemplo, psicológicos o culturales) heredados, ni tampoco sugiero que la construcción postmoderna o social, por ejemplo, son narrativas del meta-conocimiento. Cualquier y todo conocimiento puede ser útil. El reto es romper con un no cuestionamiento de nuestras tradiciones heredadas en la psicoterapia incluso la penetrante estrechez e insularidad del pensamiento disciplinario. El llamado es a ser un profesionista reflexivo: a cuestionar cualquier discurso como poseedor de la verdad. Esto habría de incluir los discursos filosóficos y teóricos sobre los cuales la práctica colaborativa en sí misma está basada. Evitar la generalización Los discursos dominantes, las meta-narrativas y las verdades universales se pueden generalizar y aplicar a través de los pueblos, culturas, situaciones o problemas. Pensar en términos de tal conocimiento anticipado, por ejemplo, los comandos teóricos y reglas predeterminadas, nos lleva a crear categorías, tipos y clases de personas, problemas y soluciones que pueden inhibir nuestra capacidad de aprender acerca de la singularidad de cada persona o grupo de gente y sus circunstancias. En otras palabras, la familiaridad puede ponernos en riesgo de despersonalizar a la persona; puede tentarnos a llenar las brechas y llevarnos a proceder basados en nuestros supuestos en lugar de aprender de la persona con la que estamos hablando; inclusive puede limitar tanto nuestra como sus posibilidades El reto es a tener cuidado (tener presente) de la seducción de generalizar el conocimiento y la posibilidad limitante de ver y encontrar lo que se está buscando, así como los riesgos asociados con esto. En lugar, nosotros debemos aprender acerca de la diferencia de cada persona y su vida directamente de ellos y ver lo familiar, o lo que creemos que podemos conocer previamente, de una manera desconocida o fresca. Si así lo hacemos, podemos maximizar las posibilidades de co-crear soluciones que son únicas y adecuadas para ellos y sus circunstancias. 63 Privilegiar el conocimiento local El conocimiento local, como la experiencia, las verdades, los valores, los hábitos, las narraciones y la sabiduría que se crea dentro de una comunidad ordinaria de personas, por ejemplo, una familia, un aula escolar o una sala de juntas de negocios, que tienen un conocimiento directo de sí mismos y de su situación, es importante. En relación con el tema este Congreso, esto incluiría las comunidades indígenas o el conocimiento ancestral. El conocimiento local, formulado dentro de una comunidad para abordar sus necesidades autodefinidas puede, por lo tanto, ser más pertinente, pragmático y sostenible para esa comunidad. El conocimiento, por supuesto, siempre se desarrolla en el contexto de discursos dominantes, meta- narrativas y verdades universales y está influenciado por estas condiciones. No se sugiere que sea o pueda ser de otra manera o que pueda evitarse; el desafío es tener siempre en cuenta el valor del conocimiento local, 'la necesidad de comprensión, acciones y soluciones locales' como se planteó en el Congreso Mundial de Psicoterapia (2011), es fundamental para poder escuchar lo que el otro juzga que es importante para ti oír, y nos invita a suspender pre-concepciones las cuales pueden interferir con lo que escuchamos. Yo distingo entre escuchar y oír, lo cual discuto más adelante. Esto contribuye a resultados que son particularmente adecuados para la persona y su situación y, por lo tanto, para su sustentabilidad. Heidegger sugiere que: Ser en el mundo es una búsqueda constante de significados sobre cómo podemos entendernos a nosotros mismos y a nuestro entorno. Lo que entendemos influirá en la forma en que nos relacionamos con los contextos circundante, así como a aquellas personas que están allí ... Lo que entendemos está relacionado con lo que vemos y oímos. (citado por Andersen, 1996, p. 119). Implicaciones prácticas de los principios orientadores de esta perspectiva Estos supuestos colectivamente nos animan a reflexionar críticamente sobre nuestros pensamientos encuadrados en categorías y constructos y nos invita a abrirnos a la posibilidad de cambiar la manera en la que vemos y escuchamos y, por lo tanto, nuestra manera de ser. Nos invitan a tener una actitud diferente acerca de la gente con la que trabajamos, nuestra relación con ellos, lo que esperamos lograr y cómo llevamos cabo esto. Nos motivan a ver a cada persona y sus circunstancias, como únicas. Si nosotros podemos cambiar nuestra manera de entender y nos damos 64 cuenta de la naturaleza limitante de nuestros pre-entendimientos, podemos abrir la posibilidad de ver y escuchar lo que nos resulta familiar de una forma no-familiar o novedosa, que a su vez puede influir en nuestros entendimientos y cambiar nuestros pre-entendimientos. Heidegger llama a esta naturaleza contextual del conocimiento el círculo hermenéutico: la naturaleza reflexiva de la interacción de nuestra comprensión previa y el proceso de comprensión a través del cual puede surgir una nueva comprensión y nuestra comprensión previa también puede cambiar en el proceso (ver Wachthauser, 1986). En otras palabras, la parte y el todo se entienden siempre en relación de unos con otros, y la nueva comprensión puede ser una consecuencia de este proceso de interpretación. A menudo me preguntan “¿Cuáles son las implicaciones para la terapia?” y “¿Cuáles son las técnicas de esta terapia?” Mi respuesta provocativa es que la noción de técnicas y pasos no es parte de un enfoque colaborativo. Las prácticas colaborativas se separan de la tradición de la terapia de manual, que sigue un guion o una fórmula. En cambio, son informadas por lo que yo llamo una postura filosófica o una forma de ser/estar 'con'. Mi uso del término 'una forma de ser 'con'' no se deriva del concepto de Rogers (1980) de una forma de ser (para mayor discusión de las similitudes y diferencias entre Rogers perspectiva humanista y as prácticas colaborativas, véase Anderson, 2001). Esta forma de estar "con" del terapeuta invita y sostiene tipos particulares de relaciones y conversaciones: colaborativas y dialógicas. La relación colaborativa y la conversación dialógica se refieren al espacio metafórico (espacio dialógico, no al espacio literal) y al proceso polifónico (una pluralidad, multiplicidad y diversidad de voces) en el que se genera la transformación. En otras palabras, la transformación ocurre en la dinámica de la relación y en el proceso de expresión del significado, es decir, la conversación. La esencia de una relación de colaboración implica la sensibilidad y la voluntad de examinar constantemente la manera en que nos orientamos para ser, actuar y responder "con" la otra persona. Se refiere a un cierto tipo de conexión en la que lo que el otro siente que, lo que tiene para ofrecer, es apreciado, valorado y no juzgado. En consecuencia, las personas se sienten invitadas a un compromiso conjunto al que llamo indagación mutua o compartida. Es una relación en la que un terapeuta invita y alienta al cliente, así como a sí misma, a tener un sentido de participación, pertenencia, y responsabilidad. El diálogo, según Bakhtin (1984), es una forma de comunicación en la que los participantes se comprometen 'entre ellos' (en voz alta) y 'con' ellos mismos (en silencio), a una búsqueda de significado y comprensión. Esto incluye cualquier forma en la que intentemos comunicarnos, 65 articular y expresarnos, incluyendo palabras, signos, símbolos, gestos, etc. En la práctica, el diálogo implica una indagación compartida o mutua: responder conjuntamente, comentar, examinar, cuestionar, preguntarse, reflexionar, asentir con la cabeza, mientras hablamos de las cuestiones que se presentan. El diálogo requiere la capacidad de tratar de entender a la otra persona desde su perspectiva, no la nuestra. La comprensión dialógica no es una búsqueda de hechos o detalles, sino una orientación y un proceso que siempre asume la presencia de malentendidos. Es una forma de estar (inter) activa que requiere participación a través de la respuesta para conectarse y aprender sobre el otro desde ellos, en lugar de conocer y comprender previamente sus palabras y a ellos mismos desde una propuesta teórica. En este sentido, el diálogo no es directivo ni pasivo. El tratar de entender involucra el intricado tejido de un proceso reflexivo de escuchar y hablar: cada uno de estos es crítico para el otro. El terapeuta no solo escucha atenta y cuidadosamente, sino que también responde y habla para verificar si lo que se escucha, es lo que el cliente espera que el terapeuta escuche. El terapeuta, como un aprendiz permanente, responde con curiosidad genuina, haciendo preguntas para aprender más sobre lo que se dice, no lo que el terapeuta piensa que debería haber sido dicho. Escuchando y hablando, el terapeuta se involucra con el todo de la historia; esto es diferente a escuchar y hablar para reunir detalles y hechos. Colaboración y diálogo van de la mano; cada uno es crítico del otro. En mi experiencia, cuando las personas habitan en un espacio metafórico y se involucran en un proceso polifónico para relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas, la imaginación y la creatividad son invitadas conforme comienzan a hablar con y oírse a sí mismos y al otro, de una nueva manera que permite la construcción de algo que no ha existido antes. La novedad que se desarrolla puede expresarse en una variedad infinita de formas, como la comprensión y la acción y en la mejora de la auto-agencia y la liberación de identidades del yo. Dentro de la cultura de la psicoterapia y dentro nuestras culturas en general, los principios orientadores ofrecen una opción discursiva que fomenta nuevos entendimientos y prácticas. Es una opción política que, cuestiona nuestras grandiosas narrativas que damos por hecho, y nos ayuda a evitar quedar aprisionados por nuestras tradiciones y las reglas heredadas. Junto con la postura filosófica que emana de estos principios, es que somos capaces de generar nuevas comprensiones y prácticas alejando nuestra atención de la naturaleza algunas veces opresiva de la verdad del experto que dice, por ejemplo, cómo otra persona debe vivir su vida. La voz y el saber hacer de la persona ordinaria se convierten en tan pertinente e importantes como la voz del profesional culturalmente designado, teniendo así el potencial de disolver dualismos relacionales y las 66 jerarquías institucionales. Las comunidades de prácticas colaborativas han desarrollado lenguajes que no están inmersos en vocabularios tales como defectos y fallas, así como lenguajes policiales tales como culpa y juicio. Para mí, esta opción, conlleva la promesa de tener influencia en no solo nuestras terapias, pero nuestras prácticas sociales y políticas. Sin embargo, aún nos queda la pregunta: "¿Cómo podemos los profesionales, facilitar y mantener la condición para la colaboración y el diálogo?" En respuesta a esto, paso a una discusión sobre la postura filosófica y política que sustenta la práctica colaborativa. La postura filosófica La postura filosófica es el arte y el espíritu de la práctica colaborativa. Inspirada por Shotter (1993), utilizo la frase 'postura filosófica' para resaltar una sensibilidad hacia un tipo particular de actitud desde donde las palabras y las acciones de un terapeuta surgen en respuesta al otro, y ponen en relieve un alejamiento de la noción de 'guía'. La idea de que la terapia es un arte es influida por Hoffman (2007) que mira, a la manera espontánea con la que un terapeuta participa en el tipo de conversaciones terapéuticas a las que me refiero, como “la forma en la que un artista creativo opera más que la de un profesional capacitado” (p. 77) y por Andersen énfasis (2,007) en la terapia como un arte humano, es decir, “el arte para participar en los enlaces [de intercambios] con los demás” (p. 82). La terapia colaborativa es una forma de estar "con" que implica una postura, una actitud y un tono que comunica a las personas la importancia especial que tienen para mí, que son un ser humano único y no una categoría de personas, y que son reconocidos, apreciados y tienen algo digno de decir y escuchar. Refleja una manera de relacionarse con los otros que incluye pensar con, hablar con, actuar con y responder con ellos, en lugar de a, para o sobre ellos. La palabra significativa es con: un proceso 'withness' que nos orienta y reorienta hacia la otra persona como partícipe dentro del sistema terapéutico, más que como un observador que interpreta desde fuera. Withness deriva del trabajo de Bakhtin (1986) y es un concepto sobre el que escriben tanto Hoffman (2007) como Shotter (2010). Withness se refiere a una actividad dialógica en la que nos encontramos de forma espontánea y relacional sensible a la otra persona, mientras que aboutness se refiere a una actividad monológica en el que sólo pensamos, vemos y respondemos en términos de lo que ya es familiar para nosotros (Shotter, 2010). La postura filosófica y sus relaciones y conversaciones ‘con’ invitan y fomentan un sistema de terapia, un 67 proceso y una relación menos jerárquica y menos dualista. Las personas participan de manera más equitativa y la terapia se vuelve más participativa y mutua. La postura filosófica que propongo se convierte en una expresión de un valor, una creencia y una política que no separa lo profesional de lo personal. Además, ser una persona, y mantener la coherencia en los contextos y las relaciones, es ser congruente como persona, y no desempeñar el papel de un terapeuta. Si se hace, se corre el riesgo de ser como un actor que desempeña un papel basado en un guion. Un actor se adhiere a un guion, dejando de lado otros roles. Como terapeuta, desempeñar un papel puede interferir con la espontaneidad de estar presente con el otro, ser receptivo al momento interactivo y hacer aquello que es único y que la ocasión demanda. Siete características interconectadas de la postura filosófica Las creencias y actitudes, la forma de estar "con", que fluyen a partir de los supuestos filosóficos discutidos anteriormente, se convierten en sensibilidades orientadas a la acción que influyen acciones auténticamente espontáneas y naturales, y no técnicas ni pasos pre-estructurados. Le pido al lector que distinga cómo, combinado y por separado, cada uno tiene una implicación política con respecto a nuestras tradiciones. Indagación compartida El profesional y el cliente forman una asociación conversacional caracterizada por una actividad conjunta de indagación compartida o mutua. Se trata de un 'allí juntos', 'haciendo con' proceso en el que dos o más personas juntan sus cabezas para resolver el rompecabezas y hacer frente a algo. El practicante invita a la otra persona, o personas, a esta indagación mutua mediante la adopción de una posición curiosa de aprendizaje. La curiosidad del terapeuta contagia al cliente y lo invita a interesarse por sus circunstancias en las formas que no eran posible antes -ya sea con ellos mismos o con otros. Mis respuestas, ya sea preguntas, comentarios, gestos, etc., son informados por y provienen de dentro la conversación; se relacionan con lo que la persona ha dicho o hecho en el momento. No están informados por mis 'verdades' acerca de ellos, como de lo que deberían hablar o deberían estar haciendo; verdades que podrían ser derivadas, de mapas teóricos, experiencia clínica, o valores personales. Mis respuestas son mi manera de participar en la conversación 68 y son ofrecido desde una posición de aprendizaje continuo para asegurar que estoy entendiendo al otro de la mejor manera posible. Mi objetivo es promover un proceso de ida y vuelta al que llamo indagación conjunta, en el cual un cliente se involucra en una nueva curiosidad sobre la situación para la cual se buscó la terapia. A pesar de que este compromiso comienza con el terapeuta, se extiende a las conversaciones que el cliente tiene con uno mismo y con los demás. A través del proceso de indagación mutua, el cliente comienza a desarrollar significados para sí mismo y para las personas y los eventos en su vida que le permiten un fenómeno de agencia expandida o nueva. La novedad viene desde dentro del proceso dialógico intrínsecamente transformador. Mediante esta actividad conjunta, la relación y la conversación comienzan a determinar el proceso o método de indagación. El método no define la relación y la conversación, sino todo lo contrario; el cliente y el profesional crean desde el momento mismo en que se desarrolla la relación actual y la conversación; no desde fuera o anterior a ésta. Los terapeutas no controlan la dirección de la conversación o narración de las historias, pero participa en ella. Juntos, el cliente y el profesional dan forma a esta narrativa que siempre es una re-narración al mismo tiempo una nueva narrativa que produce una riqueza de novedades, posibilidades recién descubiertas y hasta futuros inimaginables. Es importante para el profesional generar un amplio espacio para facilitar el escuchar y hablar. En mi experiencia, en el proceso dialógico al que me refiero, cuando un miembro de una familia habla y los otros escuchan, todas las partes comienzan a experimentar una diferencia en la historia, las narraciones y re-narraciones. Cuando una de las personas tiene la posibilidad de expresarse totalmente sin interrupción, y los otros también tienen una capacidad total para escuchar, todos comienzan a tener una experiencia diferente de ellos y de lo que se dice y se escucha. Cuando una persona puede escuchar completamente sin estar simplemente preparando una respuesta correctiva, tiene la oportunidad de empezar a oír y entender las cosas de otra manera. La pericia relacional o el cliente es el experto. Tanto el cliente como el profesional aportan experiencias y pericias al encuentro: el cliente es un experto en sí mismo y su mundo; el terapeuta es un experto en la creación de un espacio y proceso para las relaciones colaborativas y las conversaciones dialógicas. (Anderson y Goolishian 1992). El énfasis en la pericia del cliente hace no niega la pericia del terapeuta; esto centra la atención sobre los recursos del cliente para manejar su vida y nos pide ser cautelosos para no valorar, 69 privilegiar y reverenciar terapeuta como el que mejor conoce al cliente. La pericia del terapeuta está presente pero no de un modo jerárquico o de instructor No sugiero que un practicante carezca o pretenda tener una falta de experiencia o pericia. Los terapeutas, por supuesto, tienen pericia, pero desde una perspectiva colaborativa; ésta es de un tipo diferente ya que es excelente para invitar a una persona y generar un espacio y un proceso para la creación de relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas. Juntos, cliente y terapeuta crean una nueva pericia o conocimiento. No saber/no conocer No saber/no conocer se refiere a dos cosas: una, cómo un profesional piensa acerca de la construcción del conocimiento; y dos, la intención y manera con la cual el conocimiento es introducido dentro la consulta. Es una actitud de humildad acerca de lo que el profesional cree que él o ella puede saber, junto con la creencia de que el profesional no tiene acceso a información privilegiada, nunca puede entender completamente a la otra persona, y siempre necesita aprender más sobre lo que se ha dicho o no dicho. En otras palabras, para el practicante colaborativo, la certeza de saber se convierte en una ilusión que puede limitar el conocimiento imaginativo y creativo con el otro. Un profesional colaborativo tiene en cuenta que conocer con es crucial para el proceso dialógico. En otras palabras, el énfasis está en saber con otro en el momento en lugar de saber acerca del otro, sus circunstancias, lo que el resultado debería ser de antemano o cuál es mejor. Un profesional colaborativo tiene siempre presente el riesgo que ese conocimiento previo/mejor puede colocar a las personas en categorías de problemas o identificarlas como tipos de personas. Tal ‘sabiduría’ puede limitar su capacidad de estar interesados en y aprender sobre la singularidad de esa persona y la novedad de su vida. Riikonen y Smith (1997) resumieron el mayor riesgo de saber: "Conocer [el conocimiento externo] es la principal fuente de no participación en el diálogo" (pág. 141). Una postura de ‘no conocer’ no significa que un profesional no sepa alguna cosa o pueda descartar o no usar lo que él o ella sabe, como lo son los conocimientos teóricos, la experiencia clínica, experiencia empresarial, experiencia de vida. En su lugar, el énfasis está en la intención, la forma, la actitud, el tono y el tiempo en el que se introduce un conocimiento, pericia, o experiencia. La introducción de éstas es simplemente una manera de participar en la conversación, que ofrece 70 elementos para la reflexión y el diálogo, y de presentar una posible manera de seguir hablando de lo que se está abordando. Un practicante presta especial atención a y sigue siendo coherente con la respuesta del cliente. Esto incluye poder dejar de lado nuestro conocimiento si, por alguna razón, no es apropiado para el cliente, así como ser capaz de abstenerse de interpretar lo que no corresponde de manera crítica. Ser público Como todos nosotros en la vida diaria, los profesionales tienen pensamientos privados, ya sean profesionales, personales, teóricos, o políticos, basado en entendimientos informados por la experiencia. Estos pensamientos y entendimientos tienen una influencia en la manera cómo los terapeutas escuchan, oyen y responden. Desde una postura colaborativa, un practicante está abierto y es generoso con sus pensamientos, haciéndolos visibles o lo que yo llamo ser pública. Ser público no se refiere a lo que tradicionalmente se piensa como auto-revelación. En cambio, tiene que ver con las conversaciones internas que los profesionales tienen consigo mismos sobre el cliente y la terapia. Siendo públicos con la conversación interior puede ofrecer posibilidades de cosas de que hablar o maneras de hablar de ellas. Es una forma en la que un profesional puede contribuir y participar. Quiero resaltar 'participar'. La intención es 'participar en' de una manera imparcial, cuidando de no dirigir indebidamente la conversación y, obstinadamente, promover un punto de vista. Ser público tiene dos ventajas. En primer lugar, es respetuoso, y yo diría ético, revelar los pensamientos internos y no mantenerlos en privado. Yo a menudo he escuchado a clientes decir que cuestionan qué es lo que su terapeuta estaba pensando, pero no diciendo. Ellos se preguntaban qué estaba detrás de las preguntas del terapeuta. Ellos sintieron que había una conversación privada acerca de ellos de la cual no formaban parte. En todas mis prácticas, encuentro que el cliente, el consultor o el coachee quieren saber lo que estoy pensando. En segundo lugar, e igualmente importante, un terapeuta que hace públicos sus pensamientos privados tiene el potencial de evitar que él o ella caiga en un monólogo en cual una idea o perspectiva se imponga sobre todos sus pensamientos o puntos de vista. Cuando el terapeuta se involucra en un monólogo interno, el terapeuta se puede cerrar fácilmente para escuchar al otro y permanecer abierto a la novedad en cuanto a significado y comprensión. Los resultados pueden ser que no exista una evolución de lo que se dijo como sucede en el diálogo. 71 Ser espontáneo y vivir con incertidumbre. La forma de conversación de la que se habla en este artículo es una conversación natural y espontánea que tiene una naturaleza bidireccional. Cada respuesta de una persona es una respuesta a la otra y, a su vez, informa e invita a la otra a responder a la misma. La conversación no está guiada por un manual técnico, un proceso de pasos estructurados, preguntas preformadas u otras estrategias similares. En otras palabras, cómo debe verse o desarrollarse una conversación, por ejemplo, su ritmo o la secuencia de temas, no es predeterminado. Cuando un terapeuta y un cliente se involucran hablando natural y espontáneamente de una manera en la cual crean conjuntamente los caminos y determinan el destino, siempre hay una incertidumbre acerca de dicho destino y de cómo llegarán allí. Lo que se crea es diferente y más de lo que podría haber sido creado por uno sin el otro. Si bien un cliente puede presentar un problema y un destino predefinidos, así como expectativas sobre cómo se le ayudará, es probable que estos cambien a lo largo del curso de las consultas. Como socios conversacionales, al caminar junto al otro, cliente y terapeuta coordinan sus acciones conforme responden con el otro. De ahí que su camino y destino sean impredecibles e inciertos. Cómo será el camino, los recorridos a lo largo del camino y el destino final variarán de un cliente a otro, de un profesional a otro y de una situación a otra. Que el practicante y el cliente caminen uno junto al otro y se involucren mutuamente en un proceso colaborativo y dialógico de narración de historias es parte de la naturaleza intrínsecamente transformadora de la terapia. Transformación mutua Destaco la mutualidad de la relación y el proceso conversacional. En este tipo de ‘withness’, y proceso relacional y dialógico, cada persona está bajo la influencia de la otra(s) y por lo tanto cada parte, incluso el profesional, está en riesgo de cambiar; el proceso no es unilateral o impulsado unilateralmente por cualquiera de las partes. Igualmente, el practicante no es un participante pasivo; él o ella está involucrado activamente en un complejo proceso interactivo de respuesta continua con los clientes, así como con su propia experiencia y conversación interna. En otras palabras, como socios conversacionales, coordinamos continuamente nuestras acciones y estamos influenciados por el otro con el que respondemos. 72 Orientación hacia la vida cotidiana. Durante mis años de práctica en diversos contextos y culturas, he llegado a creer que la terapia y otras prácticas tales como la educación, el desarrollo organizacional, y la investigación pueden ser más como la vida cotidiana. Aunque tienen lugar en contextos particulares y cada uno con una agenda particular, la terapia, por ejemplo, no necesita ser un evento sagrado con sumos sacerdotes y plebeyos. Puede parecerse a la forma en que nosotros interactuamos y hablamos en la vida diaria o, en palabras de Edwards (2005), el "hablar natural ... a través del cual la gente vive su vida y conduce sus actividades diarias' (p. 257). En la vida cotidiana, como Wittgenstein (1953) sugiere, buscamos la forma de conocer nuestra 'manera acerca de' y cómo continuar'. En todas nuestras prácticas los participantes se esfuerzan para encontrar maneras de seguir adelante y continuar con sus vidas. Yo he encontrado que es muy útil tener un panorama positivo respecto a la gente con quien yo me reúno, sin importar sus historias y circunstancias. Esto incluye la creencia de que cada persona tiene la capacidad para llevar una vida satisfactoria y ver a la especie humana como naturalmente ingeniosa, resiliente, y deseando tener relaciones sanas y calidad de vida. También he encontrado muy útil el mirar los discursos de patología y disfunción como limitantes, ya que creo que nuestro lenguaje, nuestras palabras, nuestras descripciones forman parte de la persona que vemos y oímos. Quiero ver y escuchar a cada individuo y cada miembro de una familia y otros sistemas con ojos y orejas frescas. Yo quiero conocer a cada uno como alguien que no he conocido anteriormente. Lo anterior sugiere que la terapia se mueve de un sistema jerárquico-dualista, experto/no experto hacia un modelo de encuentro más igualitario en cual la gente puede mantener su dignidad y orgullo y, con referencia a uno de los temas de este congreso, mantener su historia, idioma y cultura. Dos ejemplos de prácticas colaborativas Yo he encontrado que los clientes son mucho más ingeniosos y creativos que lo que los terapeutas algunas veces les dan crédito. Su pensamiento y actuación después de la terapia a menudo es impredecible y sorprendente. Yo siempre quiero ser cuidadosa y demostrarles que no 73 quiero meterme en su camino. A continuación, les ofrezco extractos de entrevistas de seguimiento al día siguiente de la consulta con dos clientes. Los profesores universitarios que habían observado las sesiones hicieron las entrevistas y la entrevistas fueron grabado. Las palabras de los clientes ilustran la impredecible y sorprendente naturaleza del diálogo. Si bien estos clientes particulares pueden parecer no tener problemas 'difíciles', en mi práctica cotidiana utilizo el mismo enfoque colaborativo con los clientes que presentan circunstancias tales como fobia a la escuela, problemas conyugales, depresión, y psicosis. Lo implícito se vuelve explícito. Consulté con una mujer joven quien estaba comenzando su carrera y quien estaba tratando de tomar una decisión sobre si tener hijos o no. Ella estaba viviendo en los Estados Unidos y tanto su familia como la de su esposo vivían en otros países en dos continentes diferentes. Sucedió que su madre estaba en la ciudad y, como había mencionado que su madre era una de las personas con las que había hablado sobre su dilema, le pregunté si quería que su madre la acompañara. Como ya habían hablado antes sobre la decisión, sintió que no diría nada que su madre no hubiera escuchado antes o que no quería que la madre escuchara. Su madre vino y le pregunté a la hija cómo le gustaría que la madre participara en la sesión; ella dijo que su madre podía "simplemente escuchar" y la madre estuvo de acuerdo. Luego pregunté si estaría bien si en algún momento quisiera hablar con la madre. Ambos dijeron que estaba bien. Los fragmentos narrativos de la joven mujer tocaron muchas cosas, incluyendo la maternidad, las normas sociales, los sueños, la toma de decisiones, los sistemas de apoyo y los valores de la familia, entre otros. Aprendí mucho sobre la familia, cuyos miembros parecían tener relaciones afectuosas y realmente disfrutaban su compañía mutuamente. Cuando estábamos a punto de concluir la sesión, hablé con la madre. Yo le pregunté si ella quería compartir algunas de las cosas que ella había estado pensando mientras su hija y yo hablábamos. Lagrimeando, ella dijo que había estado pensando acerca de su familia y sus tres hijos y cómo la responsabilidad era un valor dominante en su familia. Ella estaba muy agradecida por haber tenido la oportunidad de escuchar la conversación entre su hija y yo, diciendo: "Había muchas cosas que pensé y sentí. Una fue el tema de la responsabilidad y especialmente la maternidad y la crianza de los hijos”. También dijo que sentía la necesidad de hablar con su marido y todos de sus hijos. Yo no necesitaba saber la razón. 74 Al día siguiente la madre me dijo que me quería contar lo que le sucedió después de la sesión. Había hablado con sus otros dos hijos, un hijo y una hija que habían crecido y estaban casados, y con su esposo. Ella continuó: Lo implícito se convirtió en explícito, no durante la terapia sesión, pero después... yo no sabía por qué, pero yo sentí la necesidad de hablar con mi familia para que ellos no sintieran tanta responsabilidad. [La sesión] me llevó al punto dónde yo tengo que a ver mi hijas e hijo en una manera diferente... En los últimos años todos de los viajes y las vacaciones han sido alrededor de nuestros hijos: sus mudanzas, bodas, bebés. Le dije a mi marido que deberíamos viajar solos. En cuanto lo que a la hija experimentó durante la sesión y lo que sucedió después, ella dijo “sólo el hecho de que aproveché la oportunidad de hablar fue muy liberador, muy liberador". En resumen, ya no se sentía prisionera la decisión de tener o no tener hijos. Voy a reunirme con mi padre esta noche para cenar Tuve una consulta con un hombre de unos treinta y tantos años, acerca de su lucha para ser independiente de su familia, particularmente de su padre que era viudo. Él y su padre habían estado distanciados por un tiempo a partir que él se mudó de la casa del padre como una manera de ser más independiente. Él evitó el contacto con su padre porque se sentía culpable por haberlo hecho. Hablamos de su padre, su familia, y varios aspectos de su vida tocando diferentes aspectos. A continuación, comparto algunas de sus palabras de la entrevista de seguimiento al día siguiente: Después de la entrevista, llamé a mi padre para arreglar la cena. Estoy deseando verlo… Yo no pensé demasiado después de la sesión; yo andaba muy ocupado con otras cosas. Esto ocurrirá luego cuando yo pueda tener algún momento más tranquilo… Es más, me parece que las cosas son tridimensionales ahora, ya sea que me lleven a la paz o no, yo no lo sé. Pero es como que he re-evaluado y re-interpretado la relación con mi padre, me gusta eso casi añade otra dimensión… estereoscópica… los horizontes de mi vida han sido ensanchados; hay más ángulos desde los cuales mirar. Harlene no me sugirió nada acerca de un próximo movimiento; eso me da la autonomía para decidir. Respetaba que yo sé lo que es mejor para la relación con mi padre. Ella no lo sabe. Yo soy el que sabe mejor como continuar. 75 Reflexiones sobre estos ejemplos de diálogo como un proceso inherentemente transformador El diálogo es una actividad relacional que, como Hoffman (2007) y Shotter (2010) sugieren, requiere -pensar-comprender-hablar-actuar con (withness)… La transformación es inherente, aunque impredecible en este proceso. Lo que un cliente trae a la terapia para abordar y lograr puede cambiar. A medida que el nuevo significado y la comprensión evolucionan, la idea o experiencia que un cliente tiene de un "problema”, así como la solución imaginada, puede disolverse. Por lo tanto, pueden desarrollar un significado diferente de un problema y desarrollar diferentes acciones para considerar o llevar a cabo. El cambio o transformación no necesariamente tienen que ser en pensamiento, acción o en cualquier otra forma que pudiera ser preferido por una terapeuta. Lo qué es importante es que sea una novedad en la que el cliente participó en su construcción y que tenga relevancia para ellos. Las consultas de las que hablé anteriormente, tuvieron un seguimiento en la vida cotidiana de los clientes y, en el primer ejemplo, la madre de la cliente involucrada, aunque la naturaleza del seguimiento no fue ni planeado ni previsible. Ambos clientes crearon su propio seguimiento, su propia germinación de lo que comenzó para cada uno en la sesión. Cada uno creó un siguiente paso que fue espontáneo, natural y ajustado a sus circunstancias y necesidades; pasos que, según mi experiencia, serán sostenibles, en la medida en que cualquier cosa dialógica puede ser sostenible, porque los clientes los generaron. Para la madre de la joven, un cambio significativo fuera de la sesión había comenzado a pesar de que no estaba involucrada activamente en la conversación entre la hija y yo. Ella había escuchado y visto; a partir de esto, y con la fortaleza de su silencio interior, había decidido hablar con otros miembros de su familia. Para el hombre preocupado por la situación con su padre, en la sesión comenzó a tener nuevas maneras de pensar acerca de la relación con su padre que, como dijo, no tenía tiempo para desarrollarlas, pero él actuó de acuerdo a ellas: llamó e invitó a su padre a cenar. Yo confío en que este fue un punto de partida para él para construir una relación con su padre que fuera satisfactoria para ambos, mientras mantenía la independencia que deseaba. Ambos ejemplos ilustran el diálogo como un proceso intrínsecamente transformador; un medio para generar formas novedosas e impredecibles de ser, pensar, hablar, actuar y relacionarse. Además, ambos casos ejemplifican la importancia de confiar en el cliente y no interferir en su creatividad. Parafraseando a Wittgenstein (1953), el diálogo permite que cada uno de nosotros 76 encontremos maneras para seguir nuestro camino. Por lo tanto, tal vez esto es lo que es útil en el diálogo: encontrar maneras de continuar o cuando menos tener un sentido de esperanza en su posibilidad. Conclusión Si un practicante asume una postura filosófica como la que describo, creará de manera natural y espontánea un espacio metafórico y un proceso polifónico que invita y alienta conversaciones y relaciones en las que los clientes y profesionales se ‘conectan, colaboran y construyen' de manera conjunta. Al hacer esto, cada uno podrá tener un sentido de participación y pertenencia que, a su vez, aporta un sentido de propiedad y responsabilidad. Todo esto combinado promueve resultados únicos, eficaces y sostenibles. (Sostenibles no significa resultados permanentes o estáticos ya que no es la naturaleza del diálogo, la terapia o la vida). Dado que la postura filosófica se convierte en un camino natural y espontáneo de ser terapeuta, la teoría no se pone en práctica como tal, y los terapeutas no emplean técnicas generales y habilidades como nosotros generalmente pensamos de éstas. Por el contrario, la postura fluye desde un conjunto de suposiciones filosóficas que informan una manera de ser colaborativo y dialógico en las relaciones y conversaciones, es decir, haciendo de la práctica un evento y una experiencia de withness que tiene relevancia para las vidas cotidianas de las personas según la determinen. Las Prácticas Colaborativas, por lo tanto, alientan y promueven un sistema, proceso y relación de terapia que es menos jerárquico y menos dualista (que otros), en el que las personas participan de una manera más equitativa, participativa y de mutuo acuerdo. Igualmente, como sucede con otros procesos similares con enfoque conversacional y dialógico, estas prácticas presentan retos a la psicoterapia tradicional, los contextos y sistemas que ella crea y las autoridades emanadas de ellos: esto es lo político. Finalmente, como Hoffman (2007) sugirió, “no se vislumbra un punto final hacia el cual este movimiento nos está llevando” (p. 78). Publicado originalmente en inglés como: “Collaborative Practice: a way of being ‘with’”, en Psychotherapy and Politics International (2012). Biblioteca en línea de Wiley (wileyonlinelibrary.com) DOI: 10.1002 / ppi.1261 77 Referencias Andersen, T. (1987). The reflecting team: dialogue and meta-dialogue in clinical work. Family Process, 26 (4), (pp. 415–428). Andersen, T. (1991). The reflecting team: Dialogues and dialogues about dialogues. New York: W. W. Norton, 1991. Andersen, T. (1996). Language is not innocent. In F. 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Buscan un mundo más igualitario, donde sean respetadas como personas que se conocen a sí mismas - sus vidas, circunstancias y necesidades- mejor que un extraño: una persona frecuentemente percibida como un intruso. En otras palabras, así como Wittgenstein sugiere, las personas nos desafían a cuestionar los mitos institucionales sobre los cuales basamos nuestras prácticas. Las prácticas colaborativas y dialógicas se unen en el esfuerzo de cuestionar los mitos- las convenciones establecidas- de nuestras prácticas de investigación en Ciencias Sociales, no como una praxis metodológica alternativa sino como una forma diferente de conceptualizar la investigación y el conocimiento. Estas convenciones incluyen: la investigación es indagación científica, solo los investigadores realizan investigaciones; efectuar investigaciones requiere de entrenamiento profesional; la investigación es llevada a cabo por una persona externa y objetiva, el investigador debe ser objetivo y neutral; la investigación se realiza mejor después del hecho; la investigación nos cuenta lo qué es; los métodos deben ser validados y confiables, los métodos deben ser replicables y los resultados deben ser generalizables. Si tomamos una postura incrédula ante estas convenciones, desde una perspectiva colaborativa-dialógica somos desafiados a repensar las tradiciones de la investigación y las diferencias entre investigación y otras prácticas y las distinciones entre los llamados sujetos e investigadores. 27 Traducido por Cecilia Muñoz Pérez y Renata Xanotti-Cavazzoni de ENFOQUE, Niñez 82 Para el profesional28 colaborativo-dialógico las mismas suposiciones orientan toda práctica, independientemente del dominio de la misma . En otras palabras, mantener la congruencia es importante. Desempeñarse consistentemente dentro de nuestras prácticas, ya sea la consulta o la investigación requiere, entre otras cosas lo que el teórico de sistemas de aprendizaje, Donald Schön (1983, 1987) describe como ser un profesional reflexivo. Hace referencia a la reflexión en acción: reflexionar, pausar e indagar para entender nuestros fundamentos teóricos y describir la propia práctica mientras se lleva a cabo. El profesional no solo se vuelve más reflexivo y responsable, sino en el proceso, teoría y práctica son recíprocamente influenciadas a medida que se tiene un nuevo entendimiento de las ideas y experiencias y por ende continúa generando nuevo aprendizaje. Basado en su investigación sobre como los profesionales aprenden, Schön sugiere que incorporar la práctica reflexiva a la educación genera un aprendizaje más profundo. Parafraseando a este autor, el aprendizaje autodescubierto, autoapropiado o el aprendizaje que pertenece al aprendiz, es el único que influencia significativamente la conducta; a lo cual yo agregaría, también la manera en que uno vive tanto en su mundo profesional como su mundo personal. Tomando una perspectiva ligeramente diferente basada en los trabajos de Bakhtin y Wittgenstein, John Shotter se refiere a tal aprendizaje-en-acción como “entendimiento performativo” o “conocimiento performativo”, descrito por él mismo en su capítulo en este libro. Investigación como Descubrimiento o Generación de Conocimiento Recientemente escuché una charla de un experto en Internet y tecnología sobre el llamado “diseño basado en la experiencia del consumidor o del usuario”. Enfatizó la importancia del “diseño colaborativo”, el cual requiere investigación para crear un producto de Internet que sea significativo y útil para el consumidor. Para tranquilizar a los dueños de pequeñas empresas en la audiencia quienes expresaron preocupación, dijo: “cualquiera puede ser un investigador” y dio ejemplos de cómo investigamos en nuestra vida cotidiana. El involucrar a la audiencia en lo que les es familiar despertó su curiosidad sobre cómo podrían considerar la investigación como un componente necesario de sus negocios y algo que podrían hacer fácilmente. Al escuchar esto, reflexioné sobre cómo escribir este capítulo y me pregunté: ¿cómo podría lograr que el lector piense en la 28 Utilizamos la palabra “profesional” ya que la traducción de ‘practitioner’ (practicante) no tiene sentido en este contexto. En el resto del capítulo utilizo principalmente los términos consultor e investigador, aunque invito al lector a insertar la palabra que mejor se ajuste a su práctica: profesor, líder, gerente, etc. 83 investigación como parte de su práctica cotidiana y mirarse como investigador? Volvía constantemente a la noción del entendimiento y al quehacer dialógico de la práctica profesional así como el inherente desafío de repensar el “papel” del profesional y de mantener congruencia entre todas nuestras prácticas: si la práctica profesional es considerada dialógica, entonces el profesional es un investigador. Los terapeutas y educadores así como los empresarios, frecuentemente se alejan de cualquier cosa asociada a la investigación. Para muchos, es una actividad abrumadora y especializada que otros desempeñan y sus reportes frecuentemente son vivenciados como un lenguaje extranjero árido y difícil de entender. Nos encasillamos, igual que a otros, dentro de roles y prácticas cultural y profesionalmente designadas, y nos acomodamos a las expectativas prescritas por los discursos asociados. Dicho de otra manera, nos plegamos a lo familiar. Un discurso colaborativo-dialógico ofrece una invitación a lo no-familiar. En otras palabras, nos llama a notar y vivenciar aquello que es único y los matices de lo que asumimos como conocido y nos invita a encontrarnos con esto como si fuera la primera vez. Pero antes de entrar a discutir este tema, demos un paso atrás por un momento y miremos más de cerca la etimología de la palabra investigación y sus varios significados. La Palabra “Investigación” y el Método Científico Algunos trazan el desarrollo de la investigación o método científico desde la época de Aristóteles en el año 300 antes de Cristo, pero la palabra investigación (research) no apareció en el diccionario inglés hasta el 1577. “proviene del francés medieval recerche, la cual proviene del francés antiguo recercher [significando] buscar, buscar de cerca (re – “intensivo” + cercher “buscar”). Cercher proviene del Latin circare “andar, deambular”, de circus “circulo”. El significado “una cuidadosa búsqueda de hechos” primero aparece en inglés en la primera mitad del siglo 17”29 Esta última referencia a la investigación rápidamente se convirtió en el lenguaje y punto central del método científico. Aunque el significado y particularmente las preguntas: “qué es la investigación” y si “es un descubrimiento o un método generativo” siguen bajo consideración en el 29 (http://laser.physics.sunysb.edu/~wise/wise187/2002/weblinks/theword_research.txt). 84 debate científico30 como es evidenciado por el biólogo celular Frederick Grinell (2009) en su Práctica Cotidiana de Ciencia: Donde Intuición y Pasión se encuentran con Objetividad y Lógica. Comenta que Claude Bernard, uno de los fundadores de la investigación biomédica moderna, “…advirtió que la incapacidad de dejar de lado creencias previamente aceptadas, por lo menos temporalmente, interfiere con la capacidad del investigador de notar cualquier cosa que no sea lo esperado.” Citando a este último: Los hombres que tienen una excesiva fe en sus teorías o ideas no solo están poco preparados para hacer descubrimientos; también hacen observaciones muy pobres. Por necesidad, observan con una idea preconcebida, y cuando idean un experimento, pueden ver, en sus resultados, solo una confirmación de su teoría. De esta manera distorsionan observaciones y frecuentemente descuidan datos muy importantes porque no prosiguen con su objetivo. (p.55) Grinell (2009) concluye de lo anterior que “puede no haber un método de descubrimiento, pero hay una estrategia clara –estar preparado para notar lo inesperado. Nada percibido - novedad perdida…” Desafía un mito del discurso científico: que la ciencia, sea descubridora o generativa y desde la observación de los científicos en sus laboratorios, no es lineal y concluye que pensar en la ciencia como lineal distorsiona significativamente su práctica cotidiana . Podríamos deducir entonces que Grinnell habla del riesgo de generalizar el conocimiento – saber de antemano. Los desafíos de Grinnell y otros similares cuestionan la predictibilidad o comprensión de las complejidades, ambigüedades e incertidumbres de la vida y práctica cotidiana por la llamada investigación académica y científica. La ilusión de la certidumbre en la ciencia y en el día a día se repite en las palabras del profesor y físico teórico S. J. Gates (2012): “La ciencia en mi experiencia no nos permite la ilusión de la certidumbre.” Los desafíos mencionados previamente con respecto a la conceptualización e investigación son compatibles con las ideas alternativas sobre el conocimiento y su creación, entretejidos entre las filosofías posmodernas y rizomáticas y las teorías dialógicas y socio-construccionistas. Participamos en la construcción del mundo en el que vivimos. Aunque muchas veces se cree que esta es una perspectiva reciente, se remonta a los 1700 cuando el filósofo italiano Giambattista Vico (1999) denunció el método cartesiano que enunciaba que la verdad podía ser verificada a través de la observación. Sugirió como alternativa que el observador participa en la construcción de lo que observa, le atribuye sus descripciones y utiliza múltiples lentes interpretativos para la misma. Más 30 http://telescoper.wordpress.com/2012/03/08/the-meaning-of-research/ 85 contemporáneamente, constructivistas como Hienz von Foerster (1982) llamaron la atención a la noción de sistemas observadores diciendo “creer es ver” y Humberto Maturana (1978) sugirió que “Todo lo dicho es dicho por un observador a otro observador.” Dicho de otra manera, el conocimiento, enraizado como está en la cultura, historia y lenguaje, es un producto del discurso social. Su creación (teorías, ideas, verdades, creencias, realidades o el cómo) es un proceso interactivo, interpretativo y dialógico que ocurre dentro de los discursos de comunidades de conocimiento, en donde todas las partes contribuyen a su desarrollo, sostenibilidad y transformación. Como tal, no es fundamental o definitivo, no es fijo ni descubierto y no es un producto de una mente individual ni colectiva. En tal actividad dialógica no hay dicotomías entre “conocedor” y “no - conocedor”. Tal como Maturana y Varela (1987) sugieren, no hay tal cosa como una interacción instructiva en la que conocimientos preexistentes (incluyendo significados, comprensiones, etcétera) puedan ser transferidos desde la cabeza de una persona (sea esta un profesor en persona o la voz de un autor en las páginas de un libro) y ser colocados en la cabeza de otro (por ejemplo, un estudiante en un aula o un lector). La adquisición de conocimiento de una persona no es/no puede ser determinada por otra ; por ejemplo, un profesor no puede determinar lo que un estudiante va a aprender. La creación de conocimiento es relacional, fluida e inconstante en su creación. Aunque personalizada, cuando compartimos nuestro conocimiento con otro, no podemos saber lo que cada uno contribuye, no podemos predeterminar cómo cada uno se relacionará con el conocimiento compartido y no podemos predecir lo que cada uno creará con lo que es ofrecido y emerge de un proceso dialógico. El aprendizaje resultante será diferente de lo que cada quien tenía al inicio, algo más de lo que alguien podría haber creado solo, algo construido socialmente. Esto nos lleva a una revisión de algunos de los supuestos básicos de la práctica colaborativa- dialógica. Supuestos básicos orientadores de la Práctica Colaborativa La práctica colaborativa–dialógica está principalmente configurada por un conjunto de suposiciones abstractas que se entretejen entre hermenéutica, filosofías posmodernistas y rizomáticas y teorías dialógicas y socio construccionistas ejemplificadas por escritores como Mikhail Bakhtin, Gilles Deleuze, Felix Guattari, Hans-George Gadamer, Kenneth Gergen, Rom Harré, John Shotter y Ludwig Wittgenstein. Estas suposiciones principalmente representan modos alternativos de considerar al lenguaje y al conocimiento y también nuestra práctica y las personas que conocemos en ella, así 86 como a nosotros mismos en relación con cada una de dichas prácticas y personas. Como sugiere Wittgenstein, es en nuestras relaciones que el lenguaje gana su significado. Algunos principios orientadores y relevantes a este capítulo y la generación de conocimiento, incluyen: El conocimiento superior y las meta-narrativas y discursos dominantes en los que está basada la generación del conocimiento, es mejor mantenerlos en duda y cuestionarlos como fundamentales, universales y definitivos. Tal conocimiento es mayormente invisible, se da por hecho y maquilla los contextos y las condiciones que se han convertido en una influencia monopolizadora en nuestras prácticas. La autoridad y las convenciones de estas nos seducen hacia ejercicios dualistas y jerárquicos, que nos ubican en el rol del experto. De modo interesante, Noah Richards (2007) sugiere que “cualquier concepto universal es desconocido o incomprensible, dado que el acto de conocerlo significaría que no es universal”. Esto no es sugerir que abandonemos estas verdades. En cambio, nos exhorta a conducir nuestras prácticas diarias con un cierto nivel de escepticismo y reflexión respecto a su valor, lo que nos permiten hacer y lo que no (incluyendo pensamiento y acción) y nuestras razones para hacerlo o no y, de este modo, como sugiere Richards, desarrollar nuestra comprensión local. Discursos dominantes, metanarrativas y verdades universales crean pr-conocimientos que amenazan con la generalización. El conocimiento previo tiene varios peligros: Uno, tendemos a percibir semejanzas para encontrar lo que creemos que conocemos y buscamos, para llenar los espacios y luego proceder con base en ellos. Dos, somos guiados a ver lo familiar y al hacerlo nos cerramos y perdemos la unicidad de cada persona, situación o circunstancia. Tres, como consecuencia, sintetizamos, tematizamos y resumimos lo que creemos que hemos descubierto y, por lo tanto, reducimos distintivos personales a hechos o figuras impersonales. Cuatro, condensamos lo especial y lo íntimo en temas que luego pueden rápidamente volverse verdades fijas y mapas de prácticas futuras. Esto aumenta la probabilidad de clasificar personas, culturas y problemas sucesivamente hacia categorías, grupos y clases y al hacerlo las despersonalizamos o, peor aún, las estereotipamos. El riesgo último de generalizar es que podemos limitar los potenciales y posibilidades tanto para nosotros como para la gente con quienes trabajamos. 87 El conocimiento local tiene ventajas sobre el conocimiento universal. El conocimiento local es la narrativa autóctona – la sabiduría única, experiencias, competencias, verdades, valores, costumbres y lenguaje – creadas y usadas dentro de una comunidad de personas (por ejemplo, de una familia, aula, junta directiva, equipo de trabajo, vecindad). Se puede pensar en la comunidad de personas como un sistema de conocimiento que tiene su propia historia y práctica de creación de significados. La unicidad de tonalidades de significados y concepciones de las experiencias personales de los miembros traen una riqueza de recursos para la creación de conocimiento práctico, útil, sustentable y hecho a la medida de sus integrantes . Privilegiar el conocimiento local intrínseco desafía y transforma la relación entre conocimiento, experiencia y poder. Debemos, sin embargo, mantener en mente que el sistema de conocimiento local es siempre contextualizado, desarrollado e influido por el trasfondo de narrativas universales y sistemas dominantes de discursos en los que está integrado. La creación de conocimiento es un proceso social relacional – dialógico que minimiza la dicotomía entre conocedor y no – conocedor. En el diálogo, los participantes toman parte en una indagación compartida o mutua en la que conjuntamente examinan, cuestionan, ponderan, preguntan y reflexionan sobre el tema abordado. A través de un compromiso conjunto de formular preguntas y hacer comentarios, ellos están, lo mejor que pueden, involucrados en un proceso de creación de significado. Esto es, la indagación compartida es creadora de sentido: tratar de aprender y comprender la unicidad del lenguaje del otro y percibir la singularidad desde la perspectiva del otro, no la propia. Shotter refiere este proceso como receptividad relacional: Una ‘buena’ conversación es dinámica y las opiniones y sentimientos se entretejen a lo largo de la ‘brecha’ entre nosotros [eso es, la dicotomía entre el conocedor y no – conocedor], uniéndonos a través de respuestas que son creadas y hechas a la medida de esa instancia particular… ( 2006, p.53). No obstante, uno debe ejercitar la precaución, al leer las palabras creadas y hechas a medida. Estas no se refieren a medios estratégicos sino más bien a un ‘saber hacer’ (Anderson 88 2009): ser cuidadosos de mantener una coherencia con el lenguaje y características distintivas de la otra persona, tales como modos de expresión y acción. En resumen, estas suposiciones orientadoras no se plantean como un conocimiento meta narrativo y no nos piden abandonar cualquier conocimiento tradicional. Simplemente sugieren un lenguaje y perspectiva alternativos de pensamiento y acción que otorgan una aparentemente simple, aunque no – tan – simple orientación a la práctica y cómo educamos a otros e incluso una visión de la vida. En otros términos, es un llamado inherente a un hábito de continua consideración y reconsideración de cómo pensamos la investigación y cómo pensamos sobre nosotros mismos como profesionales, así como de dónde viene nuestro conocimiento. Breves pensamientos sobre la Investigación como Diálog Colaborativo El diálogo colaborativo es un proceso de creación de significado por medio del lenguaje. El lenguaje se refiere a cualquier medio por el cual nos expresamos, articulamos y comunicamos con otros y con nosotros mismos. Esto debería incluir la palabra hablada y cualquier trasmisión cómo la palabra escrita, señas y emociones y las múltiples acciones corporales como movimientos oculares y gestos. Somos, sin embargo, prisioneros de nuestro lenguaje: mientras tratamos de comprender y dar sentido a nuestras experiencias, a nosotros y a otros a través de un lenguaje familiar, principalmente lo hacemos con un esquema heredado del lenguaje como representacional más que como lenguaje que adquiere sentido en su uso (Wittgenstein, 1953). Los participantes en diálogos colaborativos siempre están aprendiendo, comprendiendo y siendo cuidadosos de no asumir o rellenar brechas de significado e información. En otras palabras, los participantes de manera recíproca ‘indagan sobre' algo que es relevante para ellos. Este aprendizaje, comprensión y cuidado requiere una receptividad en la que un oyente (que también es un hablante) está totalmente atento y presente para la otra persona y sus manifestaciones, expresadas oralmente o de otro modo. Esto también requiere ser muy consciente de demostrar reconocimiento de y tomar seriamente lo que la otra persona ha dicho y su importancia. Un oyente–hablante no sólo escucha atentamente sino que también responde, tratando de asegurar al otro que ha escuchado lo mejor posible. Esa atenta comprensión como la llama Bakhtin (1986) tiende a clarificar y verificar creencias e incomprensiones, lo que a su vez es parte del proceso de creación de significados; construir comprensión atenta es un proceso generativo. Este propósito de aprender y comprender no se refiere a hacer preguntas para juntar o verificar información, hechos, 89 o datos. En cambio, las interrogantes , así como cualquier expresión, son planteadas como parte del proceso conversacional–dialógico: para conocer y comprender lo mejor que uno puede lo que la otra persona está expresando y espera que sea oído. Es un proceso receptivo-interactivo más que uno pasivo de conjeturas y conocimiento del otro y de sus palabras basadas en una precomprensión, tal como una teoría, hipótesis o experiencia. Es esta clase de capacidad de reacción al otro la que los invita a un diálogo colaborativo ( Anderson, 1997). Las personas son consideradas como seres relacionales – dialógicos naturalmente, como sugieren Bakhtin (1986), Buber (1970) y Wittgenstein (1953), las interpretaciones y la ampliación de las perspectivas de Shotter sobre Bakhtin y Wittgenstein. Uso la palabra diálogo para indicar una clase y calidad particular de conversación: charla en la que la creación de significados es su esencia – como previamente he analizado en Anderson, 1997. El diálogo, de acuerdo a Bakhtin (1984) es polifónico: múltiples voces y autores siempre están presentes, no solo aquellos que hablan o están en silencio entre los participantes presentes, sino otros también. Cada persona, presente o no, tiene múltiples voces, a veces en armonía, aunque no necesariamente. Si bien los humanos son seres dialógicos que siempre están en el proceso de creación de significados, algunas veces no lo logramos; oscilamos en lo que podríamos pensar como un continuo dialógico–monológico (Anderson, 1997). Dicho de otra manera, a veces resbalamos de una multivocalidad a una univocalidad. Lo monológico nos remite a la dominación de una idea o pensamiento exclusivo de otros y también de la curiosidad. No obstante, esto no quiere sugerir que sea malo; es una parte natural de la conversación. Cuando domina el monólogo, se disminuye la oportunidad para la novedad. Relacionando esto con la investigación como indagación, el llamado investigador necesita estar abierto a la novedad del otro y su experiencia. Si el investigador no puede mantener la curiosidad, se corre el riesgo que sólo pueda encontrar lo que está buscando y potencialmente no aprenda nada nuevo. Nuestro diálogo interno es un componente crítico para involucrar y mantener a otros en el diálogo con nosotros y con ellos mismos. Estar en diálogo con otra persona requiere estar primero en diálogo con uno mismo. Esto implica ser capaces de suspender nuestros preentendimientos, de ser conscientes de cuando nuestros preentendimientos están conduciendo y abrirnos al otro y su alteridad, dejando que nos penetre. ¿Qué es el diálogo y cómo participar en él? no son preguntas fáciles de responder y son irresolubles si quien interroga está buscando un mapa estructurado o instrucciones paso a paso. Estas preguntas, aunque importantes, son difíciles de abordar porque el diálogo y la práctica colaborativa-dialógica se basan en una filosofía particular de formas de estar 90 "con" los demás: una postura filosófica (Anderson, 1997, Anderson y Gehart, 2007) o como sugiere Bakhtin (1986), una forma de ser humanos. 'Con' es una característica básica de la postura y las características del diálogo: hablar con, pensar con, actuar y responder con. La postura puede expresarse de muchas maneras, ya que el diálogo es específico para los participantes, las relaciones, los contextos, las circunstancias, las agendas y así sucesivamente. Es situacional y depende de estas especificidades, incluyendo los estilos de los participantes, los tonos, los manerismos y así sucesivamente. La postura permite la adaptabilidad. El diálogo, por lo tanto, es una actividad espontánea y no un paso a paso. Como tal, no se puede implementar, gestionar, predecir o garantizar. Aunque el diálogo puede ser invitado y alentado (por ejemplo, por un consultor, instructor, gerente y miembros de organizaciones31), no puede ser prescrito, programado o requerido. La invitación a participar y el estímulo para sostenerlo toman conciencia continua, esfuerzo, flexibilidad y cuidado por parte del invitante. Algunas de las características de esta invitación y estímulo son: expresión de una atención sincera hacia la otra persona, apertura y aprendizaje sobre sus diferencias, ya sea en valores, opiniones, lenguaje, etc., viendo el diálogo como necesariamente lleno de los desafíos y las oportunidades de la tensión, ambigüedad e incoherencia, así como armonía, inteligibilidad, sincronicidad y acuerdo. En el diálogo, cada participante trae su conocimiento local al proceso; es a través del compartir y explorar lo que cada persona ofrece que emergen las creaciones de nuevas comprensiones, así como significados y acciones relevantes para la intención o la agenda del diálogo. Como proceso relacional-dialógico, el conocimiento, por lo tanto, no es visto como algo que ya existe y está a la espera de ser descubierto por el consultor o investigador. En cambio, es visto como una actividad social interactiva que las personas hacen entre sí. El conocimiento nuevo se genera a través de la indagación mutua, a través de la exploración conjunta y examinando el foco de la conversación y los diversos caminos que toma. Como se mencionó anteriormente, esto requiere, sin embargo, que permanezcamos dispuestos y capaces de dejar a un lado lo que pensamos que está allí y lo que queremos encontrar. Al no hacerlo, estamos dispuestos a hallar lo que buscamos y justificar nuestro hallazgo. En otras palabras, la producción del conocimiento -el resultado de la investigación- se considera una actividad generativa y no una de descubrimiento. 31 En el resto del capítulo utilizo principalmente los términos consultor e investigador, aunque invito al lector a insertar la palabra que mejor se ajuste a su práctica: profesor, líder, gerente, etc. 91 Este es un cambio de lo que podría ser pensado como un conocimiento retrospectivo que se establece objetivamente desde la perspectiva de un tercero neutral que luego determina en privado lo que se aprende y las conclusiones del aprendizaje. Es importante aquí tener en cuentaque el conocimiento se utiliza en su sentido más amplio: pericia, sabiduría, verdades, creencias, etc. Por lo tanto, el diálogo es una vía generativa relacional para la novedad y las posibilidades en la que cada participante contribuye a lo que se crea a través del diálogo y no a una búsqueda unilateral de contenidos monovocales de los detalles de los hechos. No puede ser de otra manera. Regresando a la noción de Schön (1983, 1987) de un profesional activamente reflexivo y la noción de Shotter de la comprensión performativa, este replanteamiento requiere que el los profesionales hagan una pausa e indaguen sobre su práctica para tratar de entender sus fundamentos teóricos y describan su práctica tal como sucede . Esto se vuelve especialmente desafiante si pensamos que la mayor parte de lo que hacemos no sólo es invisible, sino que con toda probabilidad involucra conocimiento tácito que uno podría no tener en cuenta en ese momento. A menudo es sólo en retrospectiva que uno describe e interpreta. Por ejemplo, ¿cómo describiríamos o daríamos sentido a nuestra elección cuando tomamos una bifurcación en particular en una conversación en lugar de otras? Es hasta después, que podemos explicarlo. La teoría y la práctica se influyen recíprocamente y coevolucionan a medida que el profesional se vuelve más reflexivo y responsable, le da un nuevo sentido a cada una e invita a sus clientes a unirse en esto. La consecuencia de esta perspectiva de indagación mutua es que la separación entre la investigación y otras prácticas o entre el aprendizaje (el hacer) y el conocimiento (el resultado), se disuelve. Esto es contrario a las formas habituales en las que separamos nuestras prácticas. Investigación Basada en la práctica del Diálogo Colaborativo La investigación desde la orientación de las prácticas colaborativas y dialógicas, como se describe más arriba, está fuera de nuestros marcos conocidos de entendimiento. La investigación se convierte, al igual que otras prácticas, en una investigación compartida entre sujeto y sujeto, con el otro. La investigación, como indagación compartida, es distinta de la forma dicotómica más habitual de investigación-sujeto o investigador-objeto en la que el investigador es un observador externo que mira hacia atrás desde afuera y luego describe, analiza y explica (podríamos decir, en parte determina) lo que estaba allí. Es importante destacar que la indagación compartida se centra en el 92 proceso dialógico como relacionalmente recíproco. Cada participante es influenciado por el otro y cada uno contribuye a lo que se produce; no puede ser de otra manera. La investigación se convierte en un proceso descentralizado de aprendizaje y conocimiento que trae las voces de la gente --los llamados sujetos de los que los llamados investigadores quieren aprender-- como participantes activos en el aprendizaje entre sí. Pasa de ser ‘aprendiendo acerca’, a ser ‘aprendiendo con’. Cada participante contribuye a la determinación de lo que se investiga y cómo. Esto está en contraste con que quien inicia el diálogo inicial -por ejemplo, consultor o investigador- esté en control de la dirección de la charla o que sea el autor de su resultado. Podríamos pensar en la investigación desde esta perspectiva como investigación social en lugar de investigación científica. Al sugerir esto no me refiero al debate sobre la investigación social cualitativa versus cuantitativa. Mi intención es dirigir la atención al 'compromiso' relacional y el aspecto mutuamente beneficioso del conocimiento creado en el proceso de indagación. Por lo tanto, la característica de la investigación compartida es que cada participante tiene la oportunidad de aportar su voz y punto de vista a la determinación de lo que se investiga, quién es invitado , lo que es aprendido - la interpretación o asignación de significado - y cómo se utiliza lo aprendido. El proceso de investigación y su dirección subsiguiente, es un proceso iterativo, emergente y fluido en el que cada paso informa al siguiente. El propósito que los participantes acordaron al principio puede cambiar a medida que avanza la investigación. Por ejemplo, la (s) pregunta (s) inicial (es), los objetivos y el "método" . Al considerar la investigación como parte de la práctica cotidiana, el consultor y el cliente se convierten en coinvestigadores. Aunque, ¿qué es lo que están investigando? Curiosamente, podríamos considerar que toda la consulta es un proceso de investigación/indagación del tema de consulta: esto es la razón por la que el cliente solicita la consulta. Del mismo modo, podríamos considerar que el consultante y el profesional están investigando la utilidad de la consulta y determinando su dirección futura. Respecto a la primera, si la relación y proceso de diálogo colaborativo es similar, independientemente del contexto y la agenda, entonces desde esta perspectiva no hay mucha diferencia entre el proceso de consulta e investigación, o la distancia entre la torre de marfil académica y el espacio de la práctica profesional privada. Con esto último el enfoque es mirar lo que el cliente y el consultor están haciendo juntos: por ejemplo, ¿es útil?, ¿cómo es útil?, ¿hay algo que podría lograrse de manera diferente?, ¿qué sugerencias tienen el consultante y el consultor para hacer lo que hacen de manera distinta? Cualquier foco de investigación o preguntas serían creadas conjuntamente por un consultante y consultor, alumno y profesor o 93 miembros de una organización y líder y sería específico para la cultura de la organización local, contexto específico y agenda de la tarea como así también la relación y otras consideraciones particulares . Además, la investigación sería parte del proceso de la tarea en curso, en lugar de algo llevado a cabo solo al término de ésta. Esto es similar a la idea del practicante reflexivo: investigar o indagar para extender, elaborar y refinar lo que haces. En otras palabras, entender lo que estamos haciendo, aprender lo que podríamos hacer de manera diferente desde adentro, y usar lo aprendido desde los protagonistas en el aquí y ahora. Pausando mis pensamientos, en consonancia con la noción de creación de conocimiento discutida arriba, --lo que es aprendido, lo que es creado en el proceso de generación de significado de la investigación compartida-- en la investigación colaborativa-dialógica es el conocimiento práctico el que tiene relevancia local y utilidad para los participantes. En otras palabras, debe haber especificidad de contexto. Este es el caso si la investigación se centra en el tema de la agenda del consultante o en la "evaluación" de lo que el consultante y el consultor están haciendo juntos: consultante y consultor son, por lo tanto, coinvestigadores o coindagadores. En conclusión, un enfoque de diálogo colaborativo para la investigación se vuelve más prospectivo que retrospectivo. Como cualquier práctica colaborativa-dialógica se caracteriza por la sostenibilidad dinámica. Lo que se produce no es un resultado fijo duplicable. El proceso de producción se convierte en un trampolín para las muchas otras posibilidades que pueden surgir en la vida fuera de la consulta de cada participante. Llevan consigo sus nuevos medios para navegar los desafíos y generar vías que tengan relevancia personal, relacional y contextual específica. Publicado originalmente en inglés: Collaborative dialogue based research as everyday practice: Questioning our myths. Systemic Inquiry: Innovation in Reflexive Practice Research. 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Vico, Giambattista (1999). New science. (D. Marsh, Translator). Penguin Books: London, England. Wittgenstein, Ludvig (1953). Philosophical investigations. G.E.M. Anscombe, Trans. New York: Macmillan. 96 Re-imaginar la terapia familiar: reflexiones sobre la familia invisible de Minuchin32 Vienen a mi mente las palabras de Seamus Heaney, el poeta irlandés ganador del Premio Nobel, acerca de los legados: “Todo lo que nos ha sido dado puede ser re-imaginado33”. La terapia familiar tiene una larga tradición en lo que respecta a re-imaginar, o lo que el psicólogo Kenneth Gergen (1998) llama un “sesgo transformador”. Esta tradición implicó un desafío al statu quo de las teorías y prácticas terapéuticas, y ha dado origen a teorías y prácticas más relevantes y acordes a los retos vitales que enfrentamos en el mundo contemporáneo, de cambios tan veloces. Todos los retos aportan energía, vitalidad y posibilidades futuras. La crítica de Minuchin no hace sino inscribirse en esta tradición. Me complace sumarme al espíritu que la caracteriza, el cual estimula la expansión y enriquecimiento de nuestras teorías y prácticas, así como contar con la oportunidad de ampliar el diálogo conmigo misma y con los demás. Ofrezco aquí algunas de las ideas que me surgieron mientras leía la “inquietante” preocupación de Minuchin en cuanto a que los terapeutas narrativos34 han “situado a la familia en un lugar inapropiado” y la han vuelto “invisible”. Lo primero que pensé, y sigo pensando, es que las palabras de Minuchin no reflejan mi experiencia humana. Él y yo hablamos lenguajes diferentes, y no puedo utilizar su lenguaje para explicar cuál es mi postura. Partimos de distintos lugares: lo que para Minuchin es una pérdida, para mí es un don. Me pregunté: ¿cómo puedo yo dar a conocer mi propia versión al lector? No soy quien debe responder a la interpretación de Minuchin según la cual la terapia familiar tal como la practican Insoo Berg y Karl Tomm “no exige trabajar con la familia”, ni a su interpretación de las cuatro viñetas clínicas que incluye (las de Michael White, Karl Tomm, Gene Combs y Charles Waldegrave). Estos terapeutas hablaran por sí mismos. En segundo lugar, pensé en la historia de la terapia familiar. La terapia familiar no fue un invento surgido de la nada, sino que fue creada por clínicos, como el propio Minuchin, para quienes las teorías terapéuticas conocidas no satisfacían las demandas que ellos encontraban en su práctica cotidiana con esquizofrénicos y con familias de barriadas pobres, ni las que enfrentaban en las instituciones en las que desarrollaban su práctica. Si bien la terapia familiar no constituye una teoría o práctica unitaria, su evolución cuestionó los supuestos en los que se basaban los enfoques 32 Traducido por ML Papusa Molina, Instituto Kanankil Agradezco a Morris Taggart por compartir conmigo esta cita 34 Aunque Minuchin y otros autores suelen agruparme junto con los terapeutas narrativos, no es éste el lugar en el que yo misma me sitúo 33 97 individuales tradicionales. Fue un profundo cambio de paradigma en el campo de la psicoterapia, que tuvo notable influencia en nuestra manera de pensar y conocer a la gente que acudía a terapia. Este cambio representó el pasaje del conocimiento de la psicología y del uso de un lenguaje psicológico centrado en los atributos individuales del comportamiento humano como fenómeno intra-psíquico, a otro centrado en el contexto local del individuo o el sistema de sus relaciones interpersonales, o sea, la familia. La familia se convirtió en el tema principal de indagación, en la explicación de los problemas y en el objetivo del tratamiento. Los terapeutas familiares adoptaron como metáforas explicativas diversas teorías sistémicas y teorías sociales al estilo de la de Talcott Parsons. Confusión del ethos y del dogma de la terapia familiar Lo que muy pronto sucedió dentro y fuera de la terapia familiar, y lo que sigue sucediendo, es que a menudo la terapia familiar fue identificada con la configuración social que ella expresaba, la familia, en lugar de ser identificada con la ideología que reflejaba, la teoría de los sistemas. La confusión de la configuración social con la ideología contribuyó a que algunos consideraran la terapia familiar como una técnica, una modalidad de trabajo o una subespecialidad, en lugar de verla como una manera de pensar sobre los sistemas humanos que impregna toda práctica clínica. Las distinciones que la entienden como una técnica, una modalidad o una subespecialidad soslayan o tergiversan el cambio de paradigma. La terapia familiar no consiste simplemente en considerar a la familia como el sistema social que es el objetivo del tratamiento o el conjunto de las personas unidas por vínculos consanguíneos que se reúnen en el consultorio (Goolishian & Kivell, 1981). La distinción radica en el cambio de paradigma. Algunos terapeutas familiares creen que la terapia familiar ya ha llegado a su madurez y que ahora debemos integrar nuestras teorías en una meta-teoría abarcativa. No sé si Minuchin se incluiría en este grupo. Para otros, dentro del campo de la terapia familiar y de la psicología, las cambiantes experiencias de nuestra práctica, el riguroso desarrollo intelectual llamado posmodernismo que ha encontrado su lugar en todas las ciencias sociales (p. ej., en los estudios culturales, la teoría literaria, la filosofía de la ciencia, el feminismo, la educación y el desarrollo de las organizaciones), así como las exigencias de nuestro mundo actual, se combinaron para servir de plataforma a las terapias que, según Minuchin, sitúan a la familia en un lugar inapropiado, la tornan 98 invisible y han vuelto a hacer hincapié en la psicología humana individual: las terapias posmodernas colaborativas, narrativas y centradas en las soluciones El “qué” y los “medios” del conocimiento profesional Minuchin dice que “su utilidad [la del posmodernismo y del construccionismo social] para comprender cómo funciona la familia debe analizarse con ojo crítico”. Yo digo que cualquier teoría destinada a comprender cómo funciona la familia debe analizarse con ojo crítico. En el posmodernismo y el construccionismo social el examen crítico es básico. En líneas generales, el posmodernismo y el construccionismo social35 son formas de indagación dedicadas a examinar dos conceptos fundamentales: los del conocimiento y el lenguaje36. O sea, lo que sabemos o creemos que quizá sepamos, la forma en que se genera el conocimiento, en que se lo privilegia o se lo suprime, así como el papel que cumple el lenguaje en todo esto. Ello abarca la crítica de la visión unilateral del conocimiento como un conjunto de narrativas y metáforas universales y generales para la descripción humana, la idea de que una descripción es más verdadera que otra, y el riesgo de que un único significado reduzca algo dándole un carácter concluyente e irrevocable. Incluye la crítica del lenguaje como representante de la realidad, la noción de que el significado está en la palabra, de que la palabra es un descriptor aislado. Lo que es más importante, abarca los supuestos dualistas y las estructuras jerárquicas de nuestra sociedad, entre ellas las dicotomías que separan a los expertos de quienes no lo son y las pirámides jerárquicas del conocimiento que ellas crean. Un elemento central del construccionismo social es su perspectiva acerca de la naturaleza relacional, dialógica y generativa del conocimiento y el lenguaje. El conocimiento se construye lingüísticamente; su desarrollo y transformación es un proceso comunitario; y el conocimiento es interdependiente con la persona que conoce. El lenguaje, hablado o no, cobra significado a través de su uso y es el vehículo primordial merced al cual construimos el mundo y le conferimos sentido. 35 Emplearé en estas reflexiones la expresión “construccionismo social” para ser congruente con la premisa de Minuchin de que la terapia narrativa es un producto de aquél. No sé si los terapeutas narrativos coincidirían con esta premisa. A mi entender, si bien las terapias narrativas, tal como fueron desarrolladas por David Epston y Michael White y ampliadas por otros, pueden apoyarse en los supuestos del construccionismo social, se sustentan con igual fuerza en las ideas del historiador posestructuralista francés Michel Foucault acerca de la política del poder, o sea, de la relación del conocimiento con el poder cultural 36 Existen muchas versiones del posmodernismo y del construccionismo social. La mía es una mezcla que pone de manifiesto mis premisas predilectas. Me considero una terapeuta posmoderna que se apoya en diversas filosofías posmodernas, incluido el construccionismo social y la hermenéutica contemporánea, para describir y explicar un enfoque al que a menudo se lo denomina enfoque de los sistemas de lenguaje colaborativos 99 En otros términos, “el lenguaje es la transformación de la experiencia y al mismo tiempo transforma lo que podemos experimentar” (Goolishian y Anderson, 1987, pág. 532) Esta concepción del conocimiento y del lenguaje impregna la noción de una conversación dialógica o transformadora. Una conversación dialógica es un proceso bilateral de toma y daca, un vaivén activo y participativo en el que cada persona habla con la otra y consigo misma, en vez de hablarle a la otra. Es la clase de conversación en que la gente –incluidos los consultantes y terapeutas—siente que puede hacer su aporte y ser oída. El psicólogo social John Shotter (1993) se refiere a ella como una conversación en la cual los individuos se sienten pertenecer El construccionismo social se ha aplicado a la comprensión de los procesos de conocimiento vinculados con los seres humanos y sus conductas, y a generar descripciones más viables de ellos y de sus conductas. Nos insta a analizar de qué manera construimos y utilizamos nuestros conocimientos profesionales, incluidos los relativos a lo qué indagamos y a los medios que se emplean en la indagación: qué se examina y describe, con qué medios, quién determina el objeto de indagación y quién la realiza (1994). Sugiere que ninguna descripción (p. ej., la de las pautas observadas), supuesto explicativo (p. ej. la búsqueda de un chivo expiatorio) o teoría reverenciada (p. ej. la terapia familiar estructural o la terapia narrativa) debe darse por sentado, sino que hay que someterlos a un cuestionamiento continuo. Nadie podría haberlo dicho mejor que Bateson, en el prólogo a The Double Bind: the foundation of the communication approach to the family (1976) cuando tan certeramente advirtió a los terapeutas que debían ser más conscientes de su participación activa en los fenómenos que estudiaban y de la influencia que tenía la teoría en sus observaciones: “estamos inevitablemente ligados de una manera irreflexiva, como los protagonistas de una tragedia griega, a las formas y figuras de los procesos que otras personas, en especial nuestros colegas, creyeron ver. Nuestros sucesores estarán ligados a las figuras de nuestro pensamiento” (p. xii). Esta concepción del conocimiento y el lenguaje influye asimismo en la definición diferente del self como “persona en relación”, como un self múltiple involucrado en múltiples relaciones, como las de parentesco, las amistosas, las profesionales, las que mantiene con su congregación religiosa, etc. La persona, el individuo, no puede separarse de las relaciones El desafío que plantearon el posmodernismo y el construccionismo social a todas las formas de psicoterapia no es una moda. Se remonta a los “debates epistemológicos” que se iniciaron en el campo de la terapia familiar a fines de la década de los setenta. De una u otra manera, la influencia posmoderna, ya sea del construccionismo social, del posmodernismo propiamente dicho o del 100 posestructuralismo, ha sido el punto de viraje de las terapias llamadas colaborativas, narrativas y centradas en las soluciones. Cada una de ellas es una terapia que amplia y trasciende el “don” original de la terapia familiar. Y aunque Minuchin las mete en la misma bolsa, son diferentes. No obstante, la elucidación de estas diferencias va más allá de los alcances de la presente reflexión. Mis prejuicios con respecto a la terapia: los sistemas, objetivos y procesos, y las relaciones ¿Cómo veo yo la integración de un sistema terapéutico? El posmodernismo cuestiona la distinción de la familia como sistema social en la expresión terapia familiar y la conveniencia de distinguir la terapia familiar dentro de la psicoterapia. Afirma que el concepto de la relación que tiene la terapia familiar se ha vuelto harto estrecho. Esta redefinición del ámbito y el foco confunde y alarma a algunos terapeutas familiares, y ha llevado a insistir en que las terapias imbuidas del construccionismo social abandonaron a la familia, no ven en ella el sistema social primordial dentro del cual vivimos y no son terapias familiares sino terapias individuales. A mi modo de ver, esta concepción constituye una trampa del pensamiento dualista. Desde mi perspectiva, un sistema terapéutico, al igual que otros sistemas humanos, es un sistema de lenguaje generador de significados (Anderson, 1997; Anderson y Goolishian, 1988; Goolishian y Anderson, 1987). No se diferencia por la cantidad de personas que hay en el consultorio o por su rol social y estructura, ya se trate de un individuo, una pareja o una familia. En vez de ser definido unilateralmente por estos indicadores, un sistema terapéutico es un sistema fluido. Cada conversación terapéutica, cada conversación acerca de la terapia y cada participante de cada conversación determinan quiénes serán parte de las conversaciones presentes y futuras Yo no establezco una dicotomía entre lo individual y lo social ni privilegio lo primero en desmedro de lo segundo; tampoco considero que el individuo y la familia sean constructores que inevitablemente rivalizan entre sí. Para mí, el foco no está puesto ni en el interior del individuo ni en la familia; ambas distinciones son limitativas. El foco, en cambio, está puesto en la(s) persona(s)en-relación. Mi concepción de los sistemas humanos como sistemas de lenguaje no armoniza con la conclusión de Minuchin según la cual yo prefiero “dejar a la familia en un segundo plano”, la vuelvo “invisible” o contribuyo a “establecer una práctica de la terapia familiar que no incluye a la familia”. Todos construimos nuestras visibilidades y nuestras invisibilidades. No es el posmodernismo ni el construccionismo social, sino Minuchin, el que ha vuelto invisible a la familia. 101 ¿Cuál es el objetivo y el proceso de la terapia? El objetivo de la terapia sigue siendo el mismo que el de la mayoría de las terapias: ayudar a las personas que contratan nuestros servicios para que las ayudemos37. Sin embargo, desde mi punto de vista el medio para alcanzar este objetivo consiste en participar en una conversación dialógica: un contexto y proceso destinado a la infinita elaboración de significados; una indagación colaborativa o compartida que invita a la exploración conjunta de lo consabido y conocido, y al desarrollo conjunto de lo nuevo y desconocido. La conversación dialógica o indagación compartida implica hablar, pensar y escuchar. Esta escucha es de un tipo particular: es activa, reflexiva y participativa. Por ejemplo, cuando un miembro de la familia habla mientras otro lo escucha de este modo, su escucha se torna más deliberada y menos defensiva. La escucha se vuelve dialógica. Esta participación en una conversación a través de una escucha dialógica es importante para que el proceso crítico de la conversación fonológica, ya se trate de pensamientos callados o de palabras expresadas en alta voz a los demás, pase a ser una conversación dialógica. El propósito no es influir en la dirección o contenido de la conversación. Tampoco es influir en otra persona para que acepte alguna idea en particular, observación o interpretación del terapeuta. La terapia pasa a ser un contexto y proceso emergentes para la revisión y elaboración infinitas de significado. Esta concepción del proceso terapéutico es muy diferente de la que prefiere Minuchin Coincido con Minuchin en que si se prescinde de múltiples voces se refuerza una voz singular que no refleja plenamente, ni puede hacerlo, la realidad de la experiencia humana. La experiencia es de los individuos, no de los grupos sociales. Y lo que es más importante, al prescindir de las múltiples voces que el terapeuta encuentra en la terapia, ya se trate de la de una persona llamada “individuo” o de las de múltiples personas llamadas “una familia”, se corre el riesgo de reforzar la única voz de las normas sociales. A esto precisamente me refería cuando escribí: “Según la perspectiva moderna, la terapia constituye una actividad impregnada de las verdades de la cultura predominante y dirigida por el terapeuta, que establece posibilidades determinadas por el terapeuta. Tales verdades dictan y actualizan, a priori, diagnósticos, objetivos y estrategias de tratamiento globales. A su vez, esa forma de pensar y de actuar puede convalidar y reificar los preconceptos de un terapeuta al par que desechan o 37 Sobrepasaría los límites de este artículo referirse a los consultantes que acuden a la terapia en forma voluntaria o involuntaria, así como a los múltiples cursos de acción de la terapia. 102 descartan la singularidad, riqueza y complejidad del individuo o del grupo de individuos. A medida que se conforma ese preconcepto, esa voz única, se corre el riesgo de que las ideas y acciones consecuentes dirigidas por el terapeuta, dominen y silencien la voz del consultante. Creo, además, que las metáforas y narrativas consabidas se tornan autolimitantes y por ende reducen la capacidad del terapeuta para ser creativo e imaginativo, obstruyendo así las posibilidades de una novedad desconocida, posibilidades que pueden emerger sólo cuando están presentes las múltiples voces del consultante, el terapeuta y otras personas” (Anderson, 1994, p. 32) Discrepo con la premisa de Minuchin de que en mi trabajo adoptó una postura política basada en el construccionismo social. Dejando de lado al construccionismo social, toda acción es política, sea que la realice un terapeuta en un consultorio o los dirigentes de una asociación profesional en el salón de reuniones de esta última. La neutralidad política no existe. Toda acción posee relevancia social y ética. ¿El terapeuta es un perito? Y en caso afirmativo, ¿en qué consiste su pericia? Dentro de esta concepción, es cierto que el terapeuta es un perito o experto, pero su pericia es diferente de la preferida por Minuchin. La pericia no radica en observar las pautas, evaluar cómo debería vivir su vida otra gente o inculcar a los consultantes, de manera franca o encubierta, lo que uno percibe como sabiduría. El terapeuta no se caracteriza por ser un agente o instrumento de cambio que dirige a los actores sobre un escenario, modifica las historias de la gente o rescata a las víctimas de los discursos sociales, políticos o culturales. En lugar de ello, la pericia del terapeuta consiste en crear un espacio para el diálogo y participar en un proceso dialógico. En este proceso y relación, el consultante y el terapeuta pasan a ser asociados en la conversación, que crean juntos la pericia y la sabiduría. Consecuentemente, la relación consultante-terapeuta se vuelve menos dualista y jerárquica, más recíproca y colaborativa, y la responsabilidad se comparte. En este tipo de asociación, los resultados se ajustan de modo más singular a cada situación y no puede predecírselos de antemano Tal vez debería agregar un comentario sobre el “no-saber”. Este término fue utilizado por Harry Goolishian y por mí a fin de distinguir la postura filosófica de un terapeuta (Anderson, 1994; Anderson y Goolishian, 1988; Goolishian y Anderson, 1987). Se refiere a la forma en que se posicionan los terapeutas, cómo se sitúan en relación con otra persona y cómo responden al otro e 103 interactúan con él. Remite a la manera en que los terapeutas utilizan el conocimiento, el que ellos piensan que quizá sepan, y participan en la creación de nuevos conocimientos. Lo que pensamos que sabemos es puesto siempre en duda, ofrecido siempre como un elemento que alimente el pensamiento y el diálogo. Desde esta postura, por ejemplo, los terapeutas no tienen necesidad de presumir que su observación, descripción o interpretación es más verdadera o mejor que la de otro. Un terapeuta basado en el no-saber no tiene necesidad de estar en lo cierto El terapeuta responde, ya sea con sus preguntas o con sus comentarios, de modo tal de no interponerse en el camino de las demás personas y de lo que éstas podrían ser o llegar a ser, imponiéndoles su sesgo “ya determinado teóricamente” (Shotter, 1993) en forma tal que limite o cierre la conversación dialógica. En lugar de ello, el terapeuta brinda un espacio para que se exponga la experiencia singular de cada uno y la pericia que cada cual tiene sobre su propia vida Este no-saber, que con frecuencia ha sido mal comprendido, no quiere decir que los terapeutas no sepan nada, no tengan opiniones, sean una pizarra en blanco, sean pasivos, sustraigan información al consultante, no expresen sus sentimientos, no den a conocer sus pensamientos ni compartan sus pasiones con los demás. Por el contrario, los terapeutas basados en el no-saber valoran la expresión pública franca y sincera de sus pensamientos Algunas ideas acerca de las acusaciones finales de Minuchin sobre lo que se “deja de lado” 1. Es cierto, algunos terapeutas han abandonado la noción de que un terapeuta es un perito que observa e interviene desde fuera, reemplazándola por el énfasis en la importancia de la pericia del participante: la pericia que los consultantes tienen con respecto a su propia vida y la pericia que se desarrolla en la conversación concreta entre consultante y terapeuta. Al referirme en otro sitio (Anderson, 1997) a los sistemas terapéuticos como sistemas de lenguaje generadores de significado, dije que un enfoque colaborativo no presume que todos los problemas por los cuáles la gente inicia terapia son problemas familiares: “Las personas inician una terapia por muchas razones (…) llegaron a un punto en que ya sea como individuos o como miembros de una familia o de algún otro sistema relacional, se hallan en un quiebre conversacional y les falta el sentido de su operatividad personal (…) han perdido la capacidad de mantener un diálogo y de creer que pueden tomar medidas eficaces para hacer frente al problema, o sea, su sentido de idoneidad personal y de dominio de sí mismas”. (p. 73) 104 Este punto de vista no impide ni desestima el diálogo entre los miembros de la familia o de cualquier otro sistema relacional. Por otro lado, tampoco presume que éstas sean las únicas personas capaces de dialogar sobre el problema ni las más importantes, o que éste sea el único tipo de diálogos que tiene lugar. 2. No estoy segura de entender el comentario de Minuchin. Mi enfoque (Anderson, 1997) no procura provocar o manipular puestas en escena; más bien su énfasis recae en el diálogo transformador (pág. 94), que es un diálogo respetuoso, movido por la curiosidad e igualitario (pág. 107). 3. Mi enfoque no pone el acento en el conocimiento que posee el terapeuta, sobre todo si pretende que éste es más correcto, preciso, objetivo o sabio que el del consultante. En lugar de ello, pongo el acento en la capacidad del terapeuta para “participar junto al consultante en un proceso dialógico” (Anderson, 1997 p. 95). Valoro el conocimiento y la pericia que consultante y terapeuta crean entre ambos, y según mi experiencia la consecuencia natural de la conversación dialógica, tanto para el consultante como para el terapeuta, es la transformación. 4. Como sugiere el nombre “sistemas de lenguaje colaborativos”, este enfoque intenta efectivamente que haya colaboración. A la vez, nuestras conversaciones, nuestras colaboraciones, hacen que dejemos atrás a la familia y en cambio hagamos hincapié en cualquier sistema relacional que busca ayuda para resolver algún problema. En las entrevistas realizadas luego de la terapia con los consultantes de aquellos terapeutas que han elegido este enfoque, informan que la relación con el terapeuta fue importante para ellos. Se sintieron conectados con el terapeuta, escuchados atentamente y respetados por él o ella, y en lugar de sentir que el terapeuta hacía algo por ellos tuvieron la sensación de que estaban llevando a cabo una acción conjunta. 5. Por supuesto, ningún terapeuta carece de preconceptos. Como dije en otro sitio, “…es imposible que un terapeuta funcione sin sacar a relucir algún sesgo personal (…) Los valores y tendencias que sostenemos –nuestras filosofías de vida—influyen en la forma en que nos situamos con respecto a otras personas o en la postura que asumimos con ellas, tanto en las relaciones profesionales o personales” (Anderson, 1997 p. 94). Todas las personas que se encuentran en el consultorio, incluidos el o los consultantes y el o los terapeutas, traen a él sus preconceptos, opiniones, sesgos, prejuicios, 105 valores, experiencias. No creo que ningún terapeuta posmoderno afirme que estas precomprensiones u otras subsiguientes permanecen o debieran permanecer invisibles. Por el contrario, mis colegas y yo valoramos el hecho de compartir nuestros puntos de vista; siempre estamos abiertos al cuestionamiento y al cambio, y atentos por anticipado a lo que haya de venir. Minuchin llega a la conclusión de que al dejar de lado estas cosas los terapeutas narrativos “parecen haber situado a la familia (…) en un lugar inapropiado y (…) han vuelto a hacer hincapié en la psicología humana individual, con un énfasis que no sólo es tradicional, sino que no se ajusta a aquellas partes de la teoría posmoderna que destacan la importancia de la relación social [y] que no refleja plenamente la realidad de la experiencia humana”. Reitero: mi enfoque posmoderno de los sistemas de lenguaje colaborativos no hace hincapié en el individuo, en el sentido tradicional, sino en el individuoen-relación: el individuo que participa en múltiples sistemas relacionales (Anderson, 1997 p. 82). La invitación cursada por el posmodernismo y el construccionismo social a la terapia familiar Una perspectiva posmoderna y derivada del construccionismo social invita al autorreflexión sobre nuestras creencias tradicionales, incluidas las referidas al lugar de la familia en la terapia familiar. Invita a oír múltiples voces, la diversidad y las diferencias; invita a entablar relaciones colaborativas; invita a devolver a nuestra profesión su vitalidad y entusiasmo; invita a establecer conexión con contextos y problemas sociales y culturales más amplios y a responder a ellos. Las invitaciones que cursa y las distinciones que ofrece esta perspectiva no pretenden subvertir el papel de la familia en la terapia familiar o eliminarla de ésta, ni sugieren que las ideas anteriores sobre las familias y la terapia familiar deben descartarse. Por el contrario, brinda la posibilidad de una nueva forma de re-conceptualizar nuestras prácticas y de reconsiderar cómo somos y queremos ser en relación con los demás. No menos importante es que esta perspectiva da cabida a las teorías tradicionales sobre la terapia, incluidas las de la terapia familiar, al par que brinda la oportunidad de ampliar sus potencialidades. El posmodernismo y el construccionismo social no abandonan la terapia familiar ni sus tradiciones, sino que fortalecen y amplían el cambio ideológico que la terapia familiar inició trascendiéndolo. Dejan atrás el dualismo individuo-sistema social. No ha de sorprender, entonces, que mi respuesta a la pregunta de Minuchin, “¿este cambio teórico 106 implica acaso que la práctica de la terapia familiar se encamina en una nueva dirección?”, sea afirmativa. A quienes temen que el construccionismo social posmoderno pueda poner en peligro nuestras tradiciones, Gergen les recuerda que “el propio construccionismo social no es antitético con la tradición; más aún, la tradición es esencial para la construcción de cualquier significado” (Gergen, 1998 p. 736). Como forma de indagación, el posmodernismo nos alienta a los terapeutas familiares a seguir adelante con nuestra tradición de re-imaginar, a “continuar defendiendo lo nuevo, lo ampliado y lo revolucionario por oposición a lo aceptado, lo tradicional y lo seguro” (pág. 734). Y esto es lo que los terapeutas familiares han hecho siempre. Cada uno de nosotros se ve atraído por las teorías y prácticas que se amoldan a lo que es y a la manera en que prefiere ser en el mundo. El posmodernismo y el construccionismo social no sostienen que una preferencia sea más correcta que la otra: invitan al terapeuta a mantener una postura crítica, a ser reflexivo y dialogar consigo mismo y con los demás, y a exponer sus prejuicios profesionales al análisis, el cuestionamiento y el desafío. Esta invitación forma parte del sesgo transformador (Gergen, 1998) que nos trajo al campo de la terapia familiar y nos llevará más allá de éste. Publicado originalmente en inglés: Reimagining family therapy: Reflections on Minuchin's invisible family. Journal of Marital and Family Therapy, Vol.25, nº 1, 1999, pp. 520-28. Referencias Anderson, H. (1994) “Rethinking family therapy: a delicate balance”. Journal of Marital and Family Therapy, vol. 20, pp. 145-50. Anderson, H. (1997) Conversation. Language and possibilities: a postmodern approach to therapy. New York, Basic Books. Anderson, H. and Goolishian, H. (1988). “Human systems as linguistics systems: evolving ideas about the implications for theory and practice”. Family Process, vol. 27, pp. 371-93. Gergen, K. (1998) “The place of the psyche in a constructed world”. Theory and Psychology, col. 7, nº 6, pp. 723-46. Goolishian, H. and Anderson, H. (1987). “Language systems and therapy: an evolving idea”. Psychotherapy, vol. 24, nº 35, pp- 529-38. 107 Goolishian, H. and Kivell, H. (1981) “Planning therapeutic interventions so as to include non-bloo related family members in the therapeutic goals”, in A.S. Gurman, ed., Questions and answers in the practice of Family Therapy. New York, Brunner/Mazel. Heaney, S. (1993). “The settle bed”, in Seeing things, New York, Farr Straus Giroux. Shotter, J. (1993). Conversational realities: constructing life through language. London, Sage Publications. Sluzki, C.E. and Ransom, D.C., eds. (1976). The double bind: the foundation of the communication approach to the family. New York, Grune & Straton. 108 La terapia posmoderna colaborativa y la terapia centrada en la persona: ¿qué diría Carl Rogers?38 Entre los comentarios y preguntas más frecuentes respecto a mi enfoque colaborativo postmoderno a la terapia, suelen estar ‘Suena Rogeriano’ y ‘¿Es diferente a la terapia centrada en la persona de Carl Rogers?’ ‘Si’ suelo decir, ‘hay similitudes y diferencias.’ Luego brevemente comparto ejemplos de cada una; por eso aprecio esta oportunidad para expandir mis pensamientos. Para prepararme, revisité una muestra de textos de y sobre Rogers (Bevcar y Bevcar, 1997; Kirschenbaum y Henderson, 1989a, b; O’Leary, 1999; Rogers 1940, 1942, 1951, 1980). Comienzo con una breve visión general sobre Rogers y su enfoque y continúo con una panorámica general sobre mi preferencia filosófica y el enfoque colaborativo posmoderno. Estas perspectivas generales servirán de contexto para las similitudes y diferencias y para el comentario sobre la relación de cada enfoque con la terapia familiar según lo miro. Usted, el lector, hará sus propias comparaciones, contrastes y conclusiones al leer. Este artículo es ofrecido como alimento para la reflexión y el diálogo, no como un debate académico para derrumbar o integrar. El desafío Rogeriano Carl Rogers, psicoterapeuta pionero y el psicólogo más influyente en la historia de Estados Unidos (Kirschenbaum y Henderson, 1989b), fue un hombre adelantado a su tiempo. Rogers tuvo muchos primeros: fue el primero en ofrecer una alternativa a la Psiquiatría y al psicoanálisis y el primero en registrar y publicar sesiones terapéuticas. Estuvo entre los primeros en usar la expresión personal y el estilo informal en sus escritos. También fue el primero en desafiar a las ‘vacas sagradas’ (Rogers, 1980, p.235) de la corriente dominante de la Psicología, siendo particularmente crítico sobre la investigación basada en el positivismo lógico, las modalidades tradicionales de educación y la certificación de terapeutas, fueron algunos de los desafíos que sostuvo hasta su muerte. Una salvedad: en este espacio no puedo hacer justicia a la filosofía y prácticas de un hombre que fue autor de 16 libros y más de 200 artículos en casi cincuenta años. Estas páginas contienen solo mi selección e interpretación de pequeñas piezas de los regalos de Rogers. 38 Traducido por FUNDACES, Argentina 109 Las ideas y prácticas no aparecen del vacío, sino que se desarrollan dentro de un contexto, una historia y una era, siendo influenciadas por las personalidades y pasiones de sus creadores. Quién era y en quién se estaba convirtiendo Rogers como individuo, sus creencias sobre la gente y la naturaleza humana y su interés en una filosofía de vida influenciaron sus contribuciones a la psicoterapia.39 Inició su carrera como estudiante seminarista con un gran interés en Filosofía y luego se enfocó en la Filosofía de la educación. En sus comienzos, trabajando en el campo de la orientación infantil, y posteriormente ofreciendo servicios psicológicos para niños delincuentes o menos privilegiados, se encontraba siempre ocupado por las mismas preguntas: ¿funciona? ¿es efectivo? Y si lo era o no, se preguntaba: ¿por qué? Lo que aprendió al adoptar esta postura de curiosidad y reflexión, combinado con su filosofía de vida única, lo llevó a desafiar e ir más allá de las tradiciones y prácticas de la Psiquiatría del momento. Rogers reflexionaba constantemente sobre sus experiencias de vida profesionales y personales, sobre la relación consultante-terapeuta y sobre el proceso de terapia, continuamente probando y refinando su hipótesis o principio explicativo: Todos los individuos tienen en su interior la habilidad para guiar sus propias vidas de manera tal que sea personalmente satisfactoria y socialmente constructiva. En nuestro estilo particular de relación de ayuda, liberamos a los individuos para que encuentren su sabiduría y confianza interior, y así tomar decisiones cada vez más sanas y más constructivas. (Kirschenbaum y Hernderson, 1989: xiv) Todo el tiempo mantuvo firme su creencia y su confianza en que los seres humanos tienen dentro de sí una ‘tendencia constructiva’ (Rogers, 1980: 121) y ‘amplios recursos para el autoentendimiento y para alterar sus auto-conceptos, actitudes básicas, y comportamiento autodirigido’ (Rogers, 1980, p. 115). Adicionalmente, los seres humanos tienen “la tendencia a crecer, desarrollarse y realizar [su] máximo potencial… el flujo direccional constructivo… hacia un desarrollo más complejo y completo” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b: 137). Esta creencia y esta confianza, a su vez, informaron el objetivo del enfoque de Rogers: liberar este flujo direccional. Este principio explicativo se convirtió en la base de la Psicología humanística. El enfoque de Rogers se centra en el constructo del self y en los cambios de personalidad: este es el núcleo desde el cual desarrolla una teoría de la personalidad. El objetivo de la terapia era mover al individuo hacia la madurez: “como ser, como convertirnos en lo que somos, o como ser 39 Utilizo psicoterapia, terapia, terapia y counseling, sin hacer una distinción en su uso. No prefiero ninguno de estos términos, en vez de ellos, me pienso como una consultante en cualquier espacio profesional. 110 con conocimiento y aceptación de aquello que uno es en lo más profundo” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 62). En consonancia, para Rogers (1940), la terapia trata primordialmente con la organización y funcionamiento del self y el consejero o terapeuta sirve como un alter ego. La terapia era un “proceso de exploración de sentimientos y actitudes [catarsis emocional] relacionado a las áreas problema, seguido de un incremento en la capacidad de insight y auto-entendimiento” (Rogers, 1940, p. 133). Aceptando completamente, reconociendo y clarificando sentimientos, seguido de la “iniciación de acciones positivas, pequeñas, pero altamente significativas” consecuentemente lleva a “un incremento integrado en las acciones positivas” (Rogers, 1942, p. 74). Creía que “si una persona es completamente aceptada, no puede sino cambiar” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 61). Este proceso lleva a decisiones positivas y a un incremento en la capacidad de resolución de problemas (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 23). El consejero o terapeuta servía como un ‘genuino alter ego’ (Rogers 1940: 40) y era como la “partera de una nueva personalidad” (Rogers, 1951, p.xi). Si bien Rogers se focalizó en los cambios de personalidad, no le dió importancia a la estructura o causas de la personalidad de un consultante. Inicialmente consideraba que había tres características interrelacionadas en los terapeutas que eran esenciales para crear el clima que apoyaba y promovía esta competencia y crecimiento, orientada al consultante: autenticidad o congruencia, mirada positiva incondicional y una comprensión empática (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Posteriormente agregó una cuarta característica que llamó espiritual o trascendental, describiéndola como la manera especial en la que un terapeuta puede estar espontáneamente presente con el otro, cuando el terapeuta está “más cerca de su self interno e intuitivo y está en contacto con su yo desconocido… entonces simplemente mi presencia ayuda y es liberadora” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p.137). Para él, estas características o expresiones de actitudes y comportamientos del terapeuta eran una “manera de ser”, una “filosofía” (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Y, cuando un terapeuta vivía esta filosofía, ayudaba a ambos, consultante y terapeuta, a “la expansión y el desarrollo de sus capacidades” (Kirschenbaum y Henderson, 1989a, p.138). Pensaba su enfoque como una filosofía y su postura terapéutica como una manera de ser centrada en la persona. Rogers (1996) pronto expandió estas características a seis, presentándolas como condiciones necesarias y suficientes para el cambio de personalidad terapéutica, indistintamente de la metodología. Se refirió a su teoría como un estilo de “si esto, entonces esto”: Si ciertas condiciones existen… entonces ocurrirá un proceso que incluye ciertos elementos característicos [sus seis condiciones]. Si este proceso… ocurre, entonces ciertos cambios de 111 personalidad y de comportamiento – reorganización de la estructura del yo con un concepto del yo que se vuelve congruente con la experiencia del yo – hacia un auto-concepto incondicionalmente positivo… va a ocurrir. (Kirschenbaum y Henderson, 1989a, p. 240) Desde temprano en su carrera fue un gran defensor de la investigación, desafiando aquellas basadas en el positivismo lógico de la ciencia convencional como algo que no siempre es apropiado para una ciencia humana, creyendo que dichos métodos corrían el riesgo, por ejemplo, de la despersonalización y la deshumanización, la certeza del conocimiento y el mito de la objetividad. Hizo un llamado a una ciencia más humana que considerara, por ejemplo, a los seres humanos como subjetivos, los significados que las cosas tienen para la persona, y el consultante como un colaborador de la investigación. A lo largo de los años, mientras Rogers y sus colegas investigaban las transcripciones de sus propias terapias, se dieron cuenta que el análisis de esas transcripciones se focalizaba principalmente en prestar atención a los detalles del contenido de la terapia y en las respuestas del terapeuta. Dicho análisis corría el riesgo de perder el foco en lo que Rogers creía era el aspecto más crítico – la relación consultante-terapeuta – y creando, en palabras de Rogers, (1980, p. 139), “terribles consecuencias”. Esta postura analítica, temía Rogers (1980), posicionaba al terapeuta en un rol de experto y reducía la terapia a técnicas. Interesantemente, hace poco más de una década en The Carl Rogers Reader (Kirschenbaum y Henderson, 1989a) Rogers acusaba que una pregunta filosófica y metodológica continuaba plagando a las profesiones de ayuda: “¿Hasta qué punto nos basamos en la habilidad del individuo para guiar su propio crecimiento y desarrollo, y hasta qué punto introducimos motivación externa, estrategias, guías, direccionamiento, o hasta coerción?” (p. xv). Me pregunto si algo ha cambiado. Rogers rechazaba cuando sus colegas malinterpretaban su postura no-directiva y se referían a ella como un método o convirtiéndola en una técnica. Al contrario, el terapeuta es genuino y espontáneo en su manera de ser; el terapeuta “vive estas condiciones [características] en la relación y se convierte en compañero para el consultante en este viaje hacia el núcleo del yo” (Kirschenbaum y Henderson, 1989a: 138). Para Rogers no hay un libro de cocina sobre la terapia; la relación no puede ser duplicada de un consultante al próximo. Cada terapia y cada relación consultante-terapeuta es única. Reflexionando sobre estas convicciones y en un esfuerzo por lidiar con los malos entendidos, con el tiempo cambió el nombre de su enfoque de no-directivo a centrado en el consultante y luego a centrado en la persona. Esta última denominación todavía refleja un énfasis en el consultante y su expertez en lugar del problema, pero también refleja un nuevo énfasis en la característica espiritual 112 o trascendental (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Todo lo mencionado anteriormente hizo a Rogers, paradójicamente, un terapeuta con enorme popularidad e influencia, cuyo enfoque dio una bocanada de aire fresco a la profesión. Al mismo tiempo se convirtió en alguien que a menudo no era tomado en serio por sus colegas académicos, ya que algunos acusaban a su enfoque como superficial. Una perspectiva colaborativa postmoderna Mi camino como terapeuta y teórica clínica ha sido informado por mis distintas prácticas y la búsqueda continua de conceptos para describir y entender las experiencias de terapia (Anderson, 1997, 2000a; Anderson et al., 1986). Práctica y teoría van de la mano, cada una informando a la otra. A través de los años he tenido un sostenido interés en las voces de los consultantes.40 Como Rogers, he sido curiosa respecto a las razones por las cuales la terapia funciona o no y porqué los consultantes encuentran ayuda en algunos terapeutas y no en otros. Como Rogers, me interesan los métodos de investigación alternativos. Mi investigación ha sido informal – lo que pienso como investigación es parte de la práctica diaria y el consultante es el co-investigador – enfocándome en las voces de los consultantes, reflexionando con los consultantes, aprendiendo de los consultantes y utilizando lo que aprendemos al avanzar en conjunto en la terapia. Mi pregunta constante, de una u otra forma, ha sido, “¿Cómo pueden los terapeutas crear el estilo de conversaciones y relaciones con sus consultantes que permiten a ambas partes acceder a su creatividad y desarrollar posibilidades donde no parecían existir anteriormente?” (Anderson, 1997). Durante los veinte años de este viaje aprendí con mi socio conversacional continuo, Harry Goolishian y simultánea y subsecuentemente aprendí con otros socios conversacionales: mis consultantes, los consultantes de otros terapeutas, colegas y estudiantes. La búsqueda de conceptos para ayudarme a entender las experiencias terapéuticas me llevó a un camino sinuoso y al lugar donde ahora he pausado: un enfoque colaborativo posmoderno en la terapia, educación, consultoría e investigación (Anderson, 1997, 2000a; Anderson y Goolishian, 1998). 40 En mi trabajo diario me refiero a las ‘gente’ o ‘persona’ con las que trabajo; en este artículo uso ‘consultante’ para simplificar y en el sentido más amplio, refiriéndome a una sola persona o cualquier combinación de personas relacionadas o no-relacionadas. 113 Preferencia filosófica Lo posmoderno, ampliamente hablando, es una crítica ideológica de lo universal o meta-narrativas, incluyendo la autocrítica. Invita a una continua actitud de escepticismo hacia la naturaleza y significado del conocimiento, incluyendo su certeza y poder. Consecuentemente, lo posmoderno ofrece un vasto desafío y nos invita tanto a examinar y re-imaginar nuestra cultura y tradiciones psicoterapéuticas como las prácticas que fluyen de estas. Conocimiento y lenguaje como relacionales y generativos. Posmoderno se refiere a una familia de conceptos. Aunque la familia tiene ramas diversas, hay un rasgo importante: la noción de conocimiento y lenguaje como relacionales y generativos. Conocimiento (lo que sabemos o pensamos que podemos llegar a saber) es lingüísticamente construido por las personas en conversación;41 su desarrollo y transformación es un proceso comunitario y el conocedor y el conocimiento son interdependientes. El conocimiento es un subproducto de las relaciones comunitarias en lugar de una posesión o producto individual (Gergen, 1994). Es creado en y a través del lenguaje, o en y a través de lo que a Shotter (1993) se refiere como “acción-conjunta”. El conocimiento, entonces, no es algo estático que está ahí afuera esperando a ser descubierto; más bien es fluido. El lenguaje (comunicación verbal y no verbal) obtiene su significado a través de su uso y es el principal vehículo a través del cual construimos y damos sentido a nuestro mundo. Las palabras, por ejemplo, no expresan significado (dicen lo que algo es) sino que obtienen su significado a través de la interacción e intercambio social. El lenguaje, entonces, es fluido. La transformación o novedad, es inherente a y surge dentro de los aspectos inventivos y creativos del lenguaje, diálogo y narrativa. El potencial de transformación es tan infinito en variedad y expresión como los individuos que realizan dichas transformaciones. Esta característica transformativa de conocimiento y lenguaje invita a una visión de los seres humanos como resilientes; invita a un enfoque apreciativo. 41 Uso conversación y diálogo y conversación dialógica, para referirme a pensamientos y comunicación tanto interna como externa, verbal como no verbal, y silenciosos o en voz alta. 114 Múltiples realidades Lo que se crea en y a través del lenguaje (ej. Conocimiento, significado y realidad) es una autoría múltiple entre una comunidad de personas y relaciones. Lo que se crea, entonces, es una de múltiples perspectivas, narrativas y posibilidades. No hay una sola, o, una más precisa, realidad, verdad o representación privilegiada. Es decir, la realidad o significado que atribuimos a los eventos, experiencias y personas en nuestras vidas no están dentro de la cosa en sí, sino que es una atribución socialmente construida, formada y reformada en el lenguaje, en conversación y en nuestras prácticas sociales. Por ejemplo, piensen el cambio en el significado de familia en los últimos cincuenta años. Rogers abordaba la noción de realidad con convicción y cuestionaba la utilidad de la búsqueda de la verdad por parte de los psicólogos: “La única realidad que posiblemente conozca es el mundo tal como yo lo percibo y experimento en este momento. La única realidad que posiblemente conozcas es el mundo tal como tú lo percibes y experimentas en este momento.” Enfatiza que “la única certeza es que esas realidades percibidas son diferentes” (Rogers, 980: 96). Estos son los mapas perceptuales de los cuales vivimos: el mapa nunca es la realidad misma (Rogers, 1951, p. 486). Vinculando la realidad percibida con el cambio (1951, p. 486) decía: “Que el campo de la percepción es la realidad a la cual el individuo reacciona, a menudo se ve reflejado notablemente en terapia, dónde con frecuencia se vuelve evidente qué cuando la percepción cambia, la reacción del individuo cambia.” Más allá de las diferencias en la realidad, Rogers creía que había “una fuerte posibilidad de que haya más de una clase de “realidad” (Kirschenbaum y Henderson, 1989, p. 370). Estaba la posibilidad de “una realidad que no estaba abierta a nuestros cinco sentidos… que puede ser percibida y conocida solo cuando estamos pasivamente receptivos, en lugar de activamente empeñados en saber” (Rogers, 1980, p. 256). Más tarde en sus escritos, Rogers (1980: 96) preguntó: “¿Necesitamos “una” realidad?” Tener una realidad, llegó a creer, era un lujo y un mito que ya no nos podíamos permitir (Kirschenbaum y Henderson, 1989b). “La realidad cuando se mira desde afuera,” decía, “no tiene nada que ver con la relación que genera la terapia” (Kirschenbaum y Henderson, 1989ª, pp. 51-52). Subrayó que lo relevante es cómo el terapeuta responde a la realidad del cliente. A nivel global, Rogers veía las diferentes realidades como un recurso prometedor para la humanidad, la de aprender uno del otro sin temor – preparando el camino para el cambio (Kirschenbaum y 115 Henderson, 1989a). Concuerdo con Rogers en que las diferencias brindan riqueza y posibilidades y durante mucho tiempo he estado interesada en aprender sobre las diferencias en lugar de tratar de negociar o resolverlas (Anderson, 1997). Rogers no aborda por completo cómo pensaba que se construye la realidad. Parecía, en cambio, ver la realidad como construida, pero como una construcción individual similar a la visión de un constructivista en lugar de una construcción comunitaria o social. Esta es una diferencia. Principio explicativo y el objetivo de terapia Mi principio explicativo es que los sistemas humanos son lenguaje, sistemas que generan significado; el sistema terapéutico es uno de estos sistemas en el cual las personas generan significado el uno con el otro. Transfiriendo la noción de conocimiento y lenguaje como relacional y generativos al ámbito terapéutico, mi enfoque de la terapia y todas mis prácticas implican relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas. El terapeuta aspira a invitar, crear y facilitar este estilo de espacio y proceso relacional y dialógico, dándole vida dentro y fuera del consultorio. Ambos, consultante y terapeuta, corren el riesgo de transformarse en este estilo de espacio y proceso. Una terapia de esta naturaleza, incluyendo la relación consultante-terapeuta y el proceso, se torna algo mutuo e igualitario. Mi objetivo es simple: ayudar al consultante con lo que quieren, necesitan y su agenda respecto a sus dificultades en la vida. Acepto que, generalmente, hay más de una realidad sobre una cuestión, su solución imaginada y mi relación con ésta; y acepto que siempre estoy trabajando dentro de esta multiplicidad de realidades. No presumo tener una idea sobre cómo debería verse mi ayuda, durante o al completar una sesión, antes de comenzar la terapia. En otras palabras, no me enfoco en contenido, habilidades, técnicas y métodos. Lo que puede pensarse como tales, son simplemente expresiones de una postura filosófica, una manera de ser – declaraciones y acciones – que son únicas y difieren de terapeuta a terapeuta, de situación clínica a situación clínica, de contexto a contexto, y de relación a relación. Postura filosófica Como Rogers, pienso mi enfoque como una filosofía de terapia en lugar de una teoría o modelo. La Filosofía, para mí, se ocupa de la vida humana cotidiana: pregunta sobre conceptos como la 116 identidad propia, relaciones, mente y conocimiento. La Filosofía no es encontrar verdades científicas, pero involucra un análisis continuo, investigación y reflexión. La manera en que prefiero entender la terapia, la relación consultante-terapeuta y su transformación y cómo yo prefiero ser como terapeuta refleja una filosofía de vida acorde a lo profesional y personal. Rogers, del mismo modo, enfatizaba la importancia de la congruencia en todos los roles y relaciones de la vida como terapeuta, maestro y esposo. A diferencia de él , quien estaba interesado en la filosofía de vida al inicio de sus estudios y prácticas, yo llegué a esta idea en los últimos quince años (Anderson, 1997; Anderson y Goolishian, 1988). Siempre soy desafiada por mi postura filosófica, como lo puso un colega: “Pienso sobre la diferencia entre escribir y pensar sobre las ideas, y vivir las ideas – vivir las ideas [la filosofía] es el desafío difícil… es en efecto un desafío continuo” (Elmquist, 1999). Mi preferencia por las relaciones colaborativas y las conversaciones dialógicas implica un particular estilo de actitud o postura a la cual me refiero como una manera de ser:42 una manera de pensar acerca de las personas, relacionase con ellas, hablar con ellas, actuar con ellas y responder con ellas. Me refiero a esta manera de ser como una postura filosófica (Anderson, 1997). Características entrelazadas de una postura filosófica Las características de un terapeuta asumiendo lo que denomino postura filosófica son parecidas a las características de terapia/terapeuta preferidas de Rogers. Por ejemplo, el terapeuta invita, respeta y reconoce la experticia del consultante; el terapeuta confía y cree en el consultante; el terapeuta es un alumno; el terapeuta siempre está en camino al entendimiento; y el terapeuta está plenamente presente como otro ser humano. El énfasis está puesto en la experticia del consultante sobre su vida, mientras que la experticia del terapeuta en cómo un consultante debe vivir su vida pierde importancia. Dicho de otra manera, una manera de ser no equivale a una habilidad o técnica, forzada o improvisada, sino natural y auténtica. Más específicamente, la postura filosófica o la manera de ser cuenta con varias características entrelazadas. 42 No tomé el término manera de ser de Rogers, ni tampoco se refiere a sus características terapéuticas. Las palabras simplemente parecían las mejores para capturar un significado que quería transmitir. 117 Socios conversacionales. Consultante y terapeuta se convierten en socios conversacionales a medida que toman parte en conversaciones dialógicas y relaciones colaborativas. Estas conversaciones y relaciones van de la mano: el estilo de relaciones que tenemos forman y nutren el estilo de conversaciones que tenemos y viceversa. Una conversación dialógica es una conversación bidireccional, un proceso de ida y vuelta, de dar y recibir, ahí adentro juntos, en el cual las personas hablan con en lugar de hablar al o del otro. Invitar a este estilo de sociedad requiere que la historia del consultante tome el centro del escenario. Requiere que el terapeuta aprenda constantemente, escuchando y tratando de entender la historia del consultante desde su perspectiva. El terapeuta presta atención para escuchar cuál es el significado para el consultante, no para el terapeuta. Prestar atención para escuchar es un verbo activo, no pasivo, mientras el terapeuta ofrece comentarios, hace preguntas, y confirma para ver si entiende; todo esto es parte del proceso dialógico. Es decir, las interrogantes, comentarios u otras declaraciones o gestos del terapeuta no están dirigidos a una dirección, respuesta, novedad, etc. en particular. La intención es invitar, facilitar y mantener el diálogo. En mi experiencia, esta posición de terapeuta/alumno actúa de manera tal que espontáneamente compromete al consultante a una posición de co-aprendizaje, o a lo que yo me refiero como investigación mutua o compartida. Esta investigación es un proceso interactivo y fluido en el cual el terapeuta y el consultante co-exploran lo familiar y co-desarrollan lo nuevo. En esta investigación, la historia del consultante se aclara, expande y cambia de manera espontánea. Lo que se crea, el contenido, es co-construido desde dentro de la conversación en contraste a cuando lo novedoso es importado desde afuera. Es decir, teoría o terapeuta no predeterminan lo novedoso o el resultado (el contenido). Esto no significa que el consultante no tiene cierta idea respecto al objetivo cuando entra a terapia, pero sí que la idea, en mi experiencia, a menudo se va transformando en menor o mayor medida dentro del proceso dialógico. Una sociedad conversacional requiere que el terapeuta incluya, respete y valore la multiplicidad de voces – apreciando la riqueza de las diferencias y las posibilidades inherentes a ellas. En este estilo de conversaciones y relaciones todos los miembros tienen un sentido de pertenencia, y, en mi experiencia, este sentido invita a la participación y responsabilidad compartida. Todas forman parte e invitan a la relación colaborativa. 118 Mientras que hablo del terapeuta como un socio conversacional, Rogers hablaba sobre sí mismo como un compañero. Si bien las posturas del terapeuta son similares, la intención, el proceso y el destino del viaje son diferentes. Como mencionamos anteriormente, para Rogers, el terapeuta acompañaba al consultante en un viaje hacia el núcleo del self y el cambio de personalidad. Como socio conversacional imagino que soy más activa de lo que era Rogers, basada en mi interpretación de sus escritos y viendo sus videograbaciones. Por ejemplo, me involucro de manera más interactiva, hay más ida y vuelta con el consultante a medida que me uno a ellos en la investigación mutua o compartida. No saber y el consultante como experto. El terapeuta colaborativo, similar a Rogers, considera al consultante como experto de su vida y como su maestro. Un terapeuta colaborativo invita, respeta y toma en serio qué tiene para decir el consultante y cómo elige decirlo. Esto incluye cualquier y todo conocimiento, sea con descripciones o interpretaciones conformadas por el discurso de la cultura popular, folklore, espiritualidad, etc., sea expresados de manera cronológica o de lo contrario, e independientemente de la cantidad de tiempo que un consultante se toma para contar su historia. Un terapeuta colaborativo no tiene el monopolio sobre la verdad, ni un conocimiento superior. El terapeuta colaborativo, como el consultante, simplemente trae su propia experticia, no una mejor. El terapeuta tentativamente ofrece su voz, incluye preguntas, comentarios, pensamientos y sugerencias simplemente como cuestiones para reflexionar y dialogar. Tentativo no refiere a ser tímido o dubitativo. Se refiere a la noción de que la intención del terapeuta es invitar y facilitar relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas, no imponer, directa o indirectamente, nociones sobre lo que un consultante debería estar contándonos, cómo deberían hacerlo, y cómo deberían estar viviendo. Mi visión de la experticia está relacionada a lo que llamo no-conocer (Anderson, 1997; Anderson y Goolishian, 1988, 1992). No-conocer es una característica de la postura filosófica que, en mi experiencia, es crítica para invitar, crear y mantener relaciones colaborativas y diálogos generativos. No-conocer refiere a la intención del terapeuta: cómo se posiciona con lo que sabe o cree que sabe, y a su voluntad para mantener sus conocimientos terapéuticos abiertos a cuestionamiento y cambios. No-conocer ha sido malinterpretado como una falta de conocimiento por parte del terapeuta, aparentar ignorancia, ocultar conocimiento, evitar sugerencias u olvidar lo 119 que sabe. Ha sido malinterpretado como una experticia o una técnica. No-conocer es una postura ética: no sé más que un consultante sobre cómo debe vivir su vida; no quiero utilizar mi conocimiento para conducir a un consultante en cualquier dirección. Quiero promover un diálogo en el cual puedan surgir posibilidades. Rogers enfatizaba el derecho del consultante a elegir sus propios objetivos de vida, aun cuando estos pudieran estar en desacuerdo con aquellos que el consejero tuviera para él, y en el derecho del consultante a ser psicológicamente independiente y mantener su integridad psicológica (Rogers, 1951). Rogers (1951) en sus comienzos presentó la noción de la experticia del terapeuta como teniendo implicancias sociales y filosóficas que deben ser cuidadosamente consideradas – viendo el diagnóstico, por ejemplo, en parte como un estilo de control social y como una manera de poner el foco de responsabilidad por el tratamiento en las manos del experto. El diagnóstico, para Rogers (1951, p. 220), “como normalmente es comprendido es innecesario para la psicoterapia, y en realidad podría ser en detrimento del proceso terapéutico”. El diagnóstico, creía, también arriesgaba enfatizar en el problema y la resolución del mismo en lugar de en la persona. Asimismo, aunque desde una perspectiva posmoderna/construccionista social, tengo firmes opiniones similares respecto a la utilidad y el uso indebido del diagnóstico (Gergen et al., 1997). Rogers también sostenía firmemente que “La respuesta a la mayoría de nuestros problemas yace no en la tecnología [diagnóstico y objetivación] sino en las relaciones” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. xvi). “Desarmar a las personas como ‘objetos’ Rogers mencionaba, “ya está teniendo un efecto cultural genuino el cual no veo como saludable” (Kirschenbaum y Henderson, 1989ª, p. 166). Si bien en sus escritos más tempranos (1951) hablaba sobre las técnicas de la terapia centrada en el consultante, más tarde renunció a ellas, matizando, interesantemente, que pensaba adecuado utilizar una técnica, si la técnica fuera a acoger una de las seis condiciones para el cambio de personalidad terapéutico (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Como comenté anteriormente, esto es ligeramente similar y ligeramente diferente en términos de por qué, cómo y cuándo un terapeuta debe introducir conocimiento previo y que este conocimiento esté abierto a ser desafiado y transformado. Continuando por esta vía, Rogers refería que ofrecer consejo, sugerencias y juicios “solo demora la terapia” (Kirschenbaum y Henderson, 1989ª, p. 21). Desde una perspectiva colaborativa, no es el consejo, la sugerencia, el juicio o pregunta (por ejemplo, sabiendo) per se. Un terapeuta puede decir cualquier cosa, pero lo crucial es la intención, forma, momento y la modalidad tentativa. También es importante darse cuenta cuándo y cómo este estilo de ideas y conocimiento del 120 terapeuta corren el riesgo de construir obstáculos en el camino, o, utilizando las palabras de Rogers, demoran las relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas (Anderson, 1987). Hablar sobre experticia y conocimiento a menudo suscita preguntas sobre el poder. Hay algunas sutiles similitudes y diferencias entre los enfoques Colaborativo y Rogeriano respecto a este punto. Rogers no parece enfocarse directamente en el poder, pero era un hecho para él que la profesión terapéutica estaba repleta de un mal uso de poder (por ejemplo, el diagnóstico). Central a su filosofía y enfoque no direccional, era querer ubicar el poder en el consultante (por ejemplo, empoderar), no en el terapeuta. Esto era un intento, logrado a través de su manera de ser, de no hacer un uso indebido del poder (Rogers, 1980, p. 140). Creo que los terapeutas cultural y teóricamente han sido figuras de poder y que ellos son a menudo, deliberadamente o involuntariamente, mal utilizados. Creo fuertemente, no obstante, que puedo elegir cómo me posiciono con este poder y autoridad. No apunto a empoderar a un consultante porque no creo que yo pueda empoderar a otra persona. Ser público. Los terapeutas a menudo operan desde pensamientos invisibles y privados – juicios o hipótesis sobre el consultante que pueden monopolizar, influenciar y guiar la escucha, declaraciones y acciones. En otras palabras, el diálogo silencioso de un terapeuta puede colapsar en un monólogo cuando se enfoca en una idea sobre el consultante y, consecuentemente, inhibe el diálogo interno y externo del terapeuta y el consultante. Asimismo, cuando un terapeuta se encuentra ocupado por pensamientos privados que lo monopolizan, debe hacer algo con ellos. No obstante, no hay un qué y cómo general para hacerlo; esto irá variando con cada consultante y cada situación clínica. A menudo encuentro que volver mis pensamientos silenciosos, públicos o visibles es un paso útil para restaurar mi diálogo interno, exponerlos como alimento para reflexionar y dialogar que un consultante puede encontrar interesante, útiles o no. De todas formas, debemos advertir que hay formas de compartir que pueden abrir el diálogo y formas que pueden cerrarlo. No es cuestión de si hay pensamientos o contenido sobre el cual un terapeuta debería o no hablar; es el cómo, cuándo y por qué lo hacen. Rogers no escribió sobre el diálogo o monólogo, pero si recalcó la importancia de que el terapeuta sea uno mismo – ser real, abierto, consciente y honesto sobre qué estaba experimentando y sintiendo. Es decir, pensaba que era importante mantener sus palabras y 121 acciones en línea con sus experiencias y sentimientos (Kirschenbaum y Henderson, 1989a). Se refería a ser uno mismo como transparente: “El terapeuta se hace transparente para el consultante: el consultante puede ver a través de lo que el terapeuta es en la relación” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 115). Enfatizaba que “ser uno mismo era más efectivo” (Kirschenbaum y Hernderson, 1989b, p. 19). Para Rogers, ser uno mismo ponía el énfasis en la presencia y actitud del terapeuta – una manera de ser – en lugar de en sus las habilidades y técnicas. Yo prefiero “público” porque transparencia a menudo se interpreta como un consultante siendo capaz de ver a través o ver la realidad de un terapeuta. Presupone que el consultante interpretará la realidad como lo hace el terapeuta. Un consultante solo puede ver lo que un terapeuta elige mostrar y lo perciben, experimentan e interpretan a través de lo que ellos traen a el encuentro. Si bien la transparencia es un concepto a menudo utilizado por terapeutas narrativos y su origen es con frecuencia atribuido a terapeutas feministas, Rogers fue el primero en introducirla. No estoy segura que él hubiera puesto transparencia como equivalente de público porque creo que la intención de cada uno es diferente. Adicionalmente, no pienso que la intención de Rogers para su propuesta o la manera en la cual la presenta fuera promover el diálogo como yo lo pienso; sino que era una intención estratégica para incrementar la aceptación de lo que ofrecía: “Aprendí a ser más sutil y paciente al interpretarle al consultante un comportamiento, intentando buscar el momento, de una forma más gentil para que pudiera ser aceptado” (1966). Transformación mutua. Prefiero la palabra transformación a la palabra cambio porque desde una perspectiva colaborativa el terapeuta no es un agente de cambio. Es decir, el terapeuta no cambia a otra persona. Transformación, para mí, ayuda a enfatizar un proceso continuo y mutuo en lugar de que una persona sea cambiada desde-por otra persona. Aquí la “experticia” del terapeuta se encuentra en crear el espacio y facilitar el proceso para la generación de relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas. En este estilo de proceso transformativo, tanto consultante como terapeuta son formados, re-formados, y transformados a medida que avanzan en su trabajo en conjunto. Rogers hablaba sobre crecimiento mutuo de consultante-terapeuta en su enfoque centrado en la persona como algo que se asemejaba al estilo de relación yo-tú de Buber. Él creía que la terapia era “un encuentro de personas real y experiencial, en el cual cada uno de nosotros cambia… en el 122 contexto de este estilo de experiencia” (Kirschenbaum y Henderson, 1989ª; p. 48) y que “aun cuando estoy tratando de expresar estos sentimientos, ellos cambian” (p. 12). Incertidumbre. Cuando un terapeuta acompaña a un consultante en un viaje y camina a su lado, hay incertidumbre. Porque la novedad (soluciones, resoluciones, resultados) se desarrolla dentro de la conversación local, es creada mutuamente y se adecúa de manera única a la persona en cuestión; no hay manera de predecir o saber con seguridad a dónde vamos a llegar. A menudo nos sorprenden. Rogers (1980) llegó a decir que estaba aburrido de la seguridad y protección; él estaba dispuesto a arriesgarse y cuando lo hacía aprendía si había tenido éxito o no. Como Rogers, encuentro que la incertidumbre abre puertas al aprendizaje y encaja con mi idea del aprendizaje como un proceso de por vida. Y, cuando eres genuinamente curioso sobre la vida de otra persona, caminando a su lado, determinando mutuamente la dirección y el destino, no hay lugar para el aburrimiento. Vida común y corriente. La terapia desde una perspectiva colaborativa posmoderna se vuelve menos jerárquica y menos dualista; se asemeja más a las relaciones y conversaciones comunes y corrientes que la mayoría de nosotros prefiere. Esto no significa llevar adelante conversaciones triviales sin objetivo o ser amigos casuales. Por supuesto que reconozco que la relación y conversación terapéutica ocurren dentro de un contexto particular y con una agenda. Rogers, similarmente, decía que una de las implicaciones de su enfoque era que la psicoterapia no era un estilo especial de relación, diferente de otras que ocurren en el día a día (Kirschenabum y Henderson, 1989b). Más bien, las relaciones terapéuticas eran la elevación de las condiciones que él creía existían en las relaciones diarias. Hay algunas diferencias matizadas entre la terapia colaborativa y la de Rogers – las disparidades tienen que ver con la intención que se otorga a la manera de ser. Rogers consideraba su manera de ser como esencial para y apuntaba al desarrollo y cambio de la personalidad que subsecuentemente llevarían a una de resolución de problemas espontánea y única. En otras palabras, el propósito de su manera de ser era crear un ambiente que favoreciera el crecimiento. Desde una perspectiva colaborativa, la manera de ser está relacionada a la invitación, creación y mantenimiento de relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas y a la inherentemente 123 natural, espontánea e impredecible transformación. No apunto al desarrollo y cambio de la personalidad para la asociación del insight y la auto-aceptación. El cambio y la transformación difieren para los terapeutas rogerianos y los colaborativos. Más similitudes y diferencias Como indicamos anteriormente, hay similitudes entre los enfoques colaborativo y rogeriano. Ambos desafían críticamente las ideologías y tradiciones de la psicoterapia actual. Experiencias clínicas y curiosidades sobre terapias y terapeutas exitosos y no exitosos influyeron a ambos. Los dos enfoques representan la naturaleza reflexiva de la teoría y la práctica; comparten una visión apreciativa y optimista sobre las personas y su capacidad para ser expertas de sus vidas y resolver sus dificultades de manera única para ellas y sus circunstancias. Los dos ponen un énfasis significativo en la persona del terapeuta – la manera de ser – y en la relación consultante-terapeuta. Self. Ambos hablan del self desde perspectivas diferentes. Rogers se refiere a un núcleo que contiene el self y a la importancia de encontrarlo y comprenderlo. Desde una perspectiva colaborativa, self refiere a una creación social que es relacional y que no se encuentra limitado por la piel o la mente. Bateson, en correspondencia con Rogers, se refería a esta distinción: “Para mí, “persona” es ese “nexo en una red de ideas flotando que existe dentro de mi piel y fuera de ella.” Para ti [Rogers], creo que “persona” está contenida dentro… el mundo de la “persona” no es espacial’ (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 401). Neutralidad. Ambos enfoques desatienden el concepto de neutralidad, pero por diferentes razones. Para Rogers, ser positivo hacia un consultante negaba una posición neutral. Para mí, en principio, es imposible ser neutral – nuestros sesgos están siempre presentes. Segundo, cuando un terapeuta intenta ser neutral, a menudo el consultante lo percibe como si tuviera un secreto, opinión o una agenda secreta. Tercero, creo que, en términos de estar del lado del consultante, por así decirlo y cuando 124 más de una persona se encuentra en la reunión, esto implica estar del lado de cada persona simultáneamente, la multi-parcialidad (Anderson, 1997). Influencias. El enfoque colaborativo ha sido influenciado fuertemente por ideas fuera de la psicoterapia utilizadas para hacer que las experiencias clínicas de consultante y terapeuta tengan más sentido. En los inicios, la influencia de la teoría de los sistemas de primer y segundo orden incluían: sistemas evolutivos, no equilibrados y auto-organizados, nociones constructivistas de la realidad, lenguaje como coordinador del comportamiento y las posturas filosóficas que desafiaban al conocimiento como representacional y singular. Más adelante, otras influencias incluyeron al posmodernismo y conceptos asociados como construcción social, hermenéutica contemporánea y la teoría narrativa. Todas desafían las tradiciones del conocimiento, y consecuentemente, cómo son conceptualizados los sistemas humanos. Rogers demandaba nuevos modelos de ciencia más apropiados para seres humanos (Kirschenbaum y Henderson, 1989b). Más tarde en su carrera se inspiró y encontró apoyo para su hipótesis fuera de la literatura psicoterapéutica, al igual que hicimos nosotros pero no por las mismas razones: la filosofía de la ciencia de Polany, la teoría de Marayuma de mutua causa-efecto, la teoría física de Prigogene respecto a los sistemas y la complejidad, nuevos métodos de investigación de estudiosos como Reason, Rowan, Polkinghorne y Patton y métodos de hermenéutica contemporánea de interpretaciones (Kirschenbaum y Henderson, 1989b). Lo que estas perspectivas tenían en común para Rogers, al igual que para mí y mis colegas, era un desafío y alternativa para nuestro conocimiento tradicional. Rogers no hablaba sobre ideas posmodernas o de construcción social per se. Murió en 1987 justo cuando las Ciencias Sociales ganaban interés en estas perspectivas y cuando mis colegas y yo estábamos en profunda exploración y aplicación. Pienso que si hoy estuviera vivo, su pasión por lo alternativo a la investigación científica tradicional lo hubiesen llevado en una dirección similar. Aunque hay similitudes entre los dos enfoques en el ámbito de la relación consultanteterapeuta y una visión apreciativa de los humanos, hay una diferencia significativa en la intención del terapeuta, el objetivo de la terapia y el proceso de la terapia. Rogers desarrolló una teoría de la personalidad, de desarrollo de la personalidad y cambios de la personalidad que conformaron su teoría sobre la terapia y su marco centrado en la persona. El desarrollo y cambio de la personalidad 125 eran su objetivo terapéutico. El contexto relacional y el proceso de cambio hacia este objetivo fueron creados en las seis condiciones de Rogers. El enfoque colaborativo busca invitar, crear y facilitar un proceso generativo, logrado a través de relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas. La transformación es inherente a este proceso; la importancia no está en la dirección, contenido o producto de esta transformación. Formación de terapeutas Los enfoques Colaborativo y Rogeriano hablan ambos de las implicaciones que cada enfoque tiene en los ámbitos de comportamiento humano fuera del consultorio. Rogers (Kirschenbaum y Henderson, 1989a) estaba especialmente interesado en las repercusiones sociales más amplias de su enfoque centrado en la persona, creyendo que tenía el potencial para tratar con problemas sociales importantes; más tarde su trabajo se orientó en esta dirección. Su compromiso y pasión por un mundo más humano fue reconocido con una nominación para el Premio Nobel de la Paz. Ambos enfoques hacen hincapié en el aprendizaje dirigido por el alumno. Rogers tenía una gran dedicación hacia la educación y particularmente la formación de los terapeutas. “¿Podemos influenciar una profesión?”, Rogers preguntaba (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 330). Si la influencia fuera posible, Rogers sugería que la vía era a través de las instituciones docentes, comenzando por proveer una experiencia más centrada en la persona para los formadores de los profesionales, y quienes a su vez pueden crear modalidades de aprendizaje centradas en el la persona.43 Creía firmemente, que era imperativa una precondición: “un líder o una persona que fuera percibida como figura de autoridad en la situación, que sea suficientemente seguro consigo mismo y en su relación con otros, por lo que experimenta una confianza esencial en la capacidad de otros para pensar por sí mismos, y aprender por sí mismos” (Kirschenbaum y Henderson, 1989b, p. 327). La mayoría de las características de la visión de Rogers sobre el aprendizaje centrado en la persona – aprendizaje auto-iniciado, significativo y experiencial – se asemeja a lo que otros y yo nos referimos como aprendizaje colaborativo (Anderson, 1998, 2000c; Anderson y Swim, 1993; Brufee, 1999; Peters y Armstrong, 1998). El aprendizaje colaborativo posiciona al alumno a cargo del 43 Interesantemente, Rogers antes de su muerte dijo que ningún programa de Psicología en ninguna de las principales instituciones académicas enseñaba Psicología centrada en la persona o humanística. Soy testigo de esto. Rogers nunca fue mencionado en mi carrera de grado o postgrado, por alguna razón tampoco yo demostré curiosidad por su trabajo en mi doctorado. Un supervisor me presentó la Terapia Centrada en el Consultante a fines de la década del 60. 126 aprendizaje, incluyendo el desarrollo del programa y la evaluación. Va más allá de lo individual, enfatizando el aprendizaje de los alumnos entre ellos y dentro de comunidades de aprendizaje colaborativo. El rol del formador desde las perspectivas colaborativa y rogeriana es facilitar o, dicho de otra manera, la de un líder que lidera siguiendo. Estoy de acuerdo con Rogers cuando dice, ‘Mi experiencia ha sido que no puedo enseñarle a otra persona cómo enseñar [Itálica de Rogers]’ (Kirschenbaum y Henderson, 1989ª, p. 301). Harry Goolishian y yo a menudo decíamos, y yo todavía lo creo, que no podríamos enseñarle a una persona como ser un terapeuta pero que podíamos proveer una experiencia en la cual pudieran aprender a ser uno. (Anderson, 1997, 1998, 2000c). ¿Dónde está la familia? El enfoque colaborativo representa una filosofía y las prácticas fluyen de esta: una manera de conceptualizar los sistemas humanos y sus dilemas de vida y el rol del terapeuta. Este enfoque representa un desafío principal a las tradicionales terapias de familia e individuales y a las distinciones entre ellas. Es un cambio paradigmático que no dicotomiza o privilegia lo individual sobre lo social y no ve a individuo y familia como constructos en competencia. Por lo tanto, no distingue entre los sistemas sociales objetos del tratamiento, por ejemplo, individuos, parejas o familias (Anderson, 1997; Anderson y Goolishian, 1998; Anderson et al., 1986: Goolishian y Kivell, 1981). Cualquier distinción limita. El foco es la persona(s)-en-relación. La postura filosófica referida y las relaciones colaborativas y dialógicas asociadas, pueden realizarse independientemente del número de clientes en una sala. Un terapeuta colaborativo asume la misma postura filosófica con una o varias personas en el consultorio. Esta misma postura es asumida por estudiantes en el aula, participantes en un taller, en una investigación o miembros de una organización. Por otro lado, la obra de Rogers se enfocaba en lo individual. No trabajó con o escribió sobre parejas y familias. Desde mi interpretación, él creía que sería difícil estar presente, contar con el foco necesario y lograr el estilo de relación y subsecuentemente cambio de personalidad al cual procuraba llegar si había más personas en la sala. Adicionalmente, señalaba que los cambios realizados por el consultante, por ejemplo, sus percepciones más realistas y precisas, su aceptación de otros y las variaciones comportamentales asociadas, tendrían una influencia positiva en sus familias y otros sistemas relacionales significativos. 127 Finalmente… ¿ha ignorado la ‘terapia familiar a Rogers? He escuchado a algunos terapeutas acusar a la terapia familiar de haber ignorado a Rogers. En mi opinión, la terapia familiar no ha ignorado sus contribuciones, sino que las ha tomado por sentado. Creo que sus contribuciones respecto a la persona del terapeuta y su preferencia por la relación consultante-terapeuta se han incorporado de manera tal en la cultura de nuestra psicoterapia que se han vuelto obviedades. Es decir, los terapeutas aspiran a ser como las características terapéuticas de Rogers. Creo que es difícil, no obstante, para los terapeutas familiares y de otras líneas, ser completamente rogerianos, por así decirlo. Las nociones de la experticia terapéutica y las técnicas, incluyendo los conocimientos de resultados pragmáticos antes de tiempo, están tan arraigadas en nuestra cultura terapéutica que las características relacionales básicas como las que propone Rogers se pierden. Dicho de otra manera, creencias, valores, teoría y contexto profesional no siempre son compatibles y a menudo compiten. Excepciones, desde mi perspectiva, son aquellos enfoques periféricos como la colaborativa o narrativa – por ejemplo, los trabajos de Tom Andersen, Harlene Anderson, Lynn Hoffman, Jaakko Seikkula y Michael White y sus otros –que no están limitados por las nociones de lo individual o familiar y enfatizan la relación consultante-terapeuta. No pienso que esto sea una cuestión de traducir el enfoque individual de Rogers para el trabajo con familias, sino una cuestión ética de evaluar y reflexionar seriamente sobre las creencias, valores y teorías que sostenemos sobre los seres humanos y las relaciones humanas. ¿Cómo queremos estar con otros?, ¿cómo conceptualizamos a otros? y ¿cómo conceptualizamos nuestra tarea? Me pregunto ¿qué diría Rogers? Publicado originalmente en inglés: Postmodern collaborative and person-centered therapies: what would Carl Rogers say? Journal of Family Therapy (2001) 23: 339–360 Referencias Anderson, H. (1987) Therapeutic impasses: a break-down in conversation. 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Poco después, Goolishian tuvo la oportunidad de conocer Gergen en una reunión de la Asociación Americana de Psicólogos y volvió estimulado por la presentación de Gergen y sus conversaciones. Tuvimos la sensación de que este era el comienzo de una importante relación con un espíritu afín, o como podríamos decir, de una relación continua con un autor ya imaginado por nosotros. En 1991, el Houston Galveston Institute convocó la Conferencia Internacional de Narrativa y Psicoterapia: Nuevas direcciones en psicoterapia para el siglo XXI45 y tuvimos la suerte de que Gergen aceptara nuestra invitación para presentar junto con sus apreciados colegas Lynn Hoffman y Tom Andersen, así como otra nueva relación que se había formado en el papel: John Shotter. Ken y Harry nunca tuvieron la oportunidad de continuar sus enérgicas conversaciones porque Harry murió inesperadamente unos meses después. Es importante destacar que la conferencia fue una oportunidad para que mis colegas y yo conociéramos a Gergen, ya que, a partir de este día, mantenemos una relación mutuamente productiva y de un respeto enorme por él como persona y todos los roles que el habita. Para los lectores que no han tenido la oportunidad de conocer a Ken personalmente, él es una de las personas más cálidas, consideradas, inclusivas e involucradas que jamás haya conocido. Es abundantemente generoso con sus ideas y su tiempo. Es un regalo para muchos ya que sus ideas inspiradoras y estimulantes, así como su compromiso y pasión por un mundo mejor, han cruzado muchos límites académicos y brindado una oportunidad para la gente, en una amplia variedad de contextos, para hacer una pausa y pensar. 44 Traducido por ML Papusa Molina, Instituto Kanankil El uso de la palabra ‘narrativa’ no se refiere a la terapia narrativa. narrativa. Nosotros estábamos usando la palabra para referirnos a una manera en la cual, nosotros creamos nuestras vidas y los significados que le atribuimos. 45 131 En este capítulo, analizo brevemente una pequeña selección del enorme cuerpo de sus contribuciones a la terapia familiar en general y su noción de “la terapia como recuperación relacional” (Gergen 2009 ). Quiero subrayar brevemente, que no puedo dar la cobertura justa y completa que se merecen. Invito al lector a referirse a las fuentes originales. Gergen quien en su artículo (1985) “El movimiento de la construcción social en la psicología moderna” enriqueció abundantemente el trabajo seminal de Peter Berger y Thomas Luckman (1966) La construcción social de la realidad y conectó la noción de construcción social con el campo de la salud mental, específicamente la psicología. En particular, sus ideas ofrecieron una alternativa a las contribuciones de los pensadores constructivistas (como Piaget, Kelly, Maturana, Von Foerester, Watzlawick y sus colegas del Instituto de Investigación Mental [MRI] y constructivistas radicales como von Glasersfeld) quienes fueron influyentes en el campo de la terapia familiar y cuyas perspectivas de la realidad46 se enfocaron, sin embargo, en los aspectos cognitivos, mentales e individualistas de la creación de la realidad. El constructivismo y el construccionismo social se centran a la vez en la creación de la realidad y ambos cuestionan la noción de observación independiente y afirmaciones de verdad basadas en eso. Gergen y el construccionismo social aparecieron en la terapia familiar en un momento crítico cuando algunos en el campo habían comenzado a reconsiderar y desafiar algunos conceptos prevalecientes, en la terapia familiar, heredados de la psicología. Gergen ofrecía y justificaba un cambio de lo individual a lo social, incluyendo el cambio de enfoque en cuanto el conocimiento desde una construcción cognitiva individual a una comunal; desde el idioma como representacional hasta el idioma como un proceso de dinámica social; desde la noción de la persona como un Yo encerrado a la noción de la persona como un multi-ser. Estos cambios abrieron una nueva perspectiva desde la cual los terapeutas, particularmente los terapeutas familiares, podrían mirar su trabajo clínico no solo con familias sino también con individuos y personas no relacionadas entre sí como sistemas de relaciones47. Los conceptos clínicos que algunos terapeutas familiares se encontraban cuestionando y reconsiderando, eran: la jerarquía y el dualismo en sistemas de terapia, el terapeuta como el experto incondicional y observador independiente con conocimiento privilegiado; la explicación 46 La realidad se usa como un término inclusivo que también incluye las nociones de creencia, conocimiento, experiencia, etc. 47 Ver Gergen (1994) para una discusión sobre el surgimiento de la construcción social y sus implicaciones como una nueva comprensión de la ciencia humana (pp. 30–63), una discusión sobre el conocimiento y el lenguaje como procesos sociales (pp. 48-50) y la comparación de la construcción social y la tradición constructivista (pp. 64-69). 132 psicológica de una realidad interna dentro de la persona; la familia o el sistema como la etiología y el fundamento de la disfunción; un miembro de la familia (el “paciente”) como portador de los síntomas de la disfunción familiar; la necesidad de intervenciones ideadas por el terapeuta; el lenguaje como representación; y el cliente como un Yo central. Específicamente, Goolishian y yo estábamos cuestionando la noción de terapia familiar en sí misma, ya que, en nuestra opinión, era una extensión del supuesto subyacente del paradigma tradicional y prevaleciente en las ciencias sociales para la comprensión de los sistemas sociales. Las contribuciones de Gergen y su énfasis en la noción de la construcción social de nuestras realidades terapéuticas reforzaron esta reconsideración y las perspectivas alternativas que fueron surgiendo. El hilo conductor de las contribuciones de Gergen en ese momento y actualmente, es la idea de procesos sociales dinámicos. Esto es particularmente pertinente respecto a la noción de narrativa y al enfoque terapéutico que Goolishian y yo estábamos desarrollando en la época cuando conocimos a Gergen. Nos estábamos alejando de las metáforas de los sistemas general y cibernético como supuestos principales en los que se basaba la terapia familiar para dirigirnos hacia la dirección de una metáfora del sistema del lenguaje (Anderson y Goolishian, 1987, 1988 ). En lugar de pensar acerca de los sistemas en los que trabajamos en terapia como sistemas sociales que se distinguen por conceptos predeterminados del rol social y la organización, pensamos en los sistemas de las personas con las que trabajamos (independientemente del número de personas o su relación entre sí) como lo distingue el propio lenguaje. En otras palabras, los sistemas, los significados y los entendimientos se crean y existen en el lenguaje. La premisa primaria en la que se basaba nuestro trabajo era: “los sistemas humanos son sistemas generadores de lenguaje y, simultáneamente sistemas generadores e significados” y “los significados y la comprensión, se construyen social e intersubjetivamente” (Anderson y Goolishian 1988 , p 372). Mirábamos la terapia como un evento lingüístico en el que “la conversación terapéutica es una búsqueda mutua y exploración a través del diálogo... en el que nuevos significados están en constante evolución...” (p 372). La gente, tanto el cliente como el terapeuta, co-construyen algo novedoso o su potencial a través del proceso dinámico de diálogo con el otro, los demás y con uno mismo. En otras palabras, lo que se crea emerge dentro de un trabajo colaborativo, relacional, y dialógico-conversacional. Lo que se crea no se refiere necesariamente a un producto o solución que debe llevarse fuera del contexto de la terapia, aunque este podría ser el caso. Lo que se crea puede ser el proceso mismo; es decir, el proceso dialógico que un cliente tiene con el terapeuta y ellos mismos en la sala de terapia que luego continúa de 133 alguna forma o otra (conversación con uno mismo y otros) fuera de la sala de terapia. La influencia de la noción de construcción social de la realidad es aparente. Gergen (2009) también habla sobre la importancia de la multiplicidad, de tener un “repertorio de Yoes disponibles”, una multiplicidad de lentes, y una “multiplicidad de narrativas plausibles" para poder tener una "apertura al mundo que siempre responde al despliegue de invitaciones a la co-acción” (p. 304). Esto, estoy de acuerdo, es coherente con y nos proporciona la flexibilidad necesaria para poder responder mejor dentro de los ambiguos, inciertos y fluidos procesos de la vida diaria y todo lo que estos conllevan. Goolishian y yo estábamos usando la metáfora narrativa pero no en el sentido modernista, en el que Gergen (1994, 2009) critica su uso: la narrativa como un "lente" a través del cual las personas ven el mundo y mediante el cual el terapeuta ira a su cliente y su situación. En este sentido del lente modernista, un terapeuta es un experto en narrativa que posee una acumulación de conocimientos profesionales anticipados que detectan narraciones defectuosas y disfuncionales, así como una elección de narraciones saludables y preferidas. En este uso de la narrativa, un terapeuta re-estructura o edita la narrativa defectuosa y ofrece, de una forma u otra, una nueva construcción. Tal uso de la metáfora narrativa perpetúa la jerarquía y el dualismo en una relación cliente-terapeuta en la que el valor se coloca en el terapeuta como un experto externo de la vida del cliente y como conocedor y experto local de su vida interna. Estoy de acuerdo con la llamada que hace Gergen a los terapeutas para que “no localicen una nueva narrativa, pero a trascender el alojamiento de una nueva narrativa" (Gergen 1994, p. 236). El movimiento que Goolishian y yo hicimos hacia una metáfora del lenguaje es coherente con su llamado48. En su discusión sobre "trascender la narrativa en el contexto terapéutico”, Gergen (1994), advierte sobre el reemplazo de la narrativa de un cliente con la narrativa seleccionada por un profesional, y señala varias desventajas. Para mencionar solamente dos: las narrativas profesionales son a priori, fijas y justificadas por “una base científica” y, son descontextualizadas y no necesariamente de acuerdo con la cultura única de un cliente, circunstancias, etc. (p 240241). Destaca la importancia de la pluralidad de perspectivas, el desmantelamiento de la jerarquía tradicional y el reconocimiento de la naturaleza contingente a las construcciones de una persona. Desde una comprensión construccionista de la narrativa, sugiere que la identidad no es singular sino que la gente tiene una multiplicidad de identidades que son construcciones narrativas-relacionales y por lo tanto no necesariamente estable. 48 Ver Gergen (1994, pp, 236–253) para su discusión completa de “Trascender la narrativa en el contexto terapéutico”. 134 Nuestras identidades narrativas cambian a medida que nuestras relaciones cambian. La narrativa o historia del cliente, parafraseando a Gergen, deriva su éxito dentro del ámbito de las relaciones sociales y su capacidad para mantener la inteligibilidad y la coherencia de la vida social. Continúa diciendo que "no es suficiente que el cliente y el terapeuta negocien una nueva forma de auto-comprensión que parezca realista, estética y edificante dentro de la díada" (pág. 247) y concluye que el mayor desafío para los terapeutas es que las conversaciones terapéuticas tienen el potencial de "ser llevadas a relaciones fuera de este contexto (p. 252)". En “Terapia como la recuperación Relacional”, un capítulo en El Ser Relacional: más allá del ser y la comunidad, Gergen mantiene y llega a su conclusión con más fuerza, afirmando que “la terapia exitosa debe facilitar la recuperación relacional” (p. 303). En otras palabras, el objetivo de la terapia es la recuperación relacional: expandir la práctica terapéutica más allá del lenguaje y el desarrollo de nuevos significados y entendimientos para incluir la facilitación del acceso del cliente a la gama completa del "multi-ser" y el desarrollo de un repertorio de nuevas habilidades de relación y, lo que es más importante, la capacidad del cliente para utilizar dichas habilidades de forma activa. Desde esta perspectiva la recuperación relacional es la capacidad de liberarse efectivamente de los lazos del pasado y del presente que nos constriñen y debilitan, en relaciones desordenadas y para desarrollar y ser capaz de actuar sobre nuevas habilidades para llevar a cabo las relaciones exitosas49. Para reiterar, el énfasis de Gergen aquí es que el cliente adquiera las habilidades relacionales que le permita actuar en sus relaciones fuera de la terapia: el proceso de la terapia y el valor de una relación clientes-terapeuta debe poder ser llevado a sus vidas diarias para tener la capacidad de afectar positivamente sus relaciones. Él llama a esta terapia "orientada a la acción". Sugiere, y estoy de acuerdo, que la vida se trata de relaciones y que las personas son “seres relacionales”. También estoy de acuerdo con la importancia y la conexión de las relaciones exitosas con una vida exitosa y satisfactoria. Si llevamos esta noción de lo relacional a lo que es el cambio, o lo que es transformación, llegaremos a lo que Gergen denomina "cambio relacional" o lo que podría llamarse transformación relacional. El cambio y el énfasis de ubicar la fuente del significado, el valor, y la acción de un proceso comunal dentro de los procesos relacionales hace que "relacional" sea un adjetivo significativo y un marcador contextual. La idea de que todo, es decir, el significado y la acción están incrustados en las relaciones enfocados en la acción conjunta, me parece que hace que sus ideas sean aún más 49 Ver Gergen, KJ (2009, pp. 270–309) para una discusión completa de “recuperación relacional”. 135 valiosas para la práctica terapéutica. El significado y la acción son logros relacionales y, por lo tanto, lo que sucede en la terapia y en lo que se convierte fuera de la terapia es un logro relacional. Gergen, al proponer la noción de terapia como recuperación relacional, desafía las así llamadas terapias del lenguaje y cuestiona los límites del intercambio lingüístico, los límites de simplemente el hablar. Él pregunta: "Si la terapia se ocupa principalmente de la recuperación relacional, ¿dónde está la práctica de la participación?" (p. 307). En otras palabras, para él, sólo hablar de algo, no es suficiente. Debe haber un cambio de énfasis del "lenguaje a la vida". Él proporciona ejemplos de terapias actuales orientadas a la acción que amplían "la capacidad del cliente para el rendimiento efectivo” (p. 309)50. Sin embargo, no va tan lejos como para decir cómo se vería o sonaría su terapia "orientada a la acción": los aspectos prácticos de su proceso. Pero tal vez esta no es su intención. Quizás sea más una apelación y ejemplificación de cómo los terapeutas podrían hacer la terapia más "orientada a la acción" en este sentido. Gergen se refiere específicamente a las terapias conversacionales, dialógicas, y las orientadas al lenguaje que lentamente comenzaron a desarrollarse en la década de 1980 y surgieron en la terapia familiar como un conjunto de prácticas principalmente influenciadas por los conceptos de lenguaje y diálogo que sugieren que somos seres dialógicos, que la vida es un fenómeno dialógico, que el diálogo tiene el potencial de ser transformador, y que cada participante en él influye y es influido. influye. Entonces, ¿cómo podrían los terapeutas conversacionales, dialógicos y orientados al lenguaje entender y responder al desafío de Gergen de que la terapia debe proporcionar habilidades relacionales? La terapia como una actividad estructurada dialógicamente Central para los terapeutas de una persuasión orientada al lenguaje es una visión de la terapia como una actividad dialógicamente estructurada51. Esta es un proceso fluido y generativo en el que los participantes influyen mutuamente las respuestas de los otros y en el que la transformación es inherente e inevitable. Discutiré brevemente este punto de vista como clave para comprender la confianza de un terapeuta en el proceso de transformación: las posibilidades creadas 50 Gergen (2009) menciona los ejemplos de Alcohólicos Anónimos, las prácticas budistas, el trabajo orientado al desempeño del East Side Institute y las posibilidades de colaborar con especialistas en improvisación (pp. 308–309). 51 John Shotter (2008) habla de actividades estructuradas dialógicamente en lugar de diálogos, refiriéndose a la interacción dialógica. La voz de la participación de otros en la formación de nuestras expresiones, nuestras realidades, nuestras relaciones, y así sucesivamente. 136 dialógicamente emergen ya sea en forma de significados y comprensiones novedosas o en forma de diferentes maneras de pensar, sentir, actuar, responder, etc. Continúo imaginando que algunos lectores estarán muy familiarizados con estas ideas mientras que otros puede que no. El diálogo como proceso de terapia es una forma particular de conversación que implica una búsqueda de significado y comprensión. El objetivo de un terapeuta es aproximarse lo mejor que uno pueda, a los significados y entendimientos del otro. Enfatizo lo mejor que se puede, porque nunca podemos entender completamente a otra persona. Solo podemos estar de acuerdo en que parece que tiene sentido lo que el otro está comunicando. Desde luego, como entiendo lo que dices, no significa necesariamente estar de acuerdo. Es a través de la búsqueda dialógica que los significados y entendimientos son continuamente interpretados, reinterpretados, clarificados, revisados, difuminados, y construidos. El proceso dialógico es un momento-a-momento espontáneo que se caracteriza por varios rasgos cambiantes tales como un flujo armonioso, momentos de acuerdo, y momentos de desacuerdo. Puede haber momentos en que la conversación parece moverse en cierta dirección, momentos en que serpentea, y momentos en que se detiene o se tropieza. En otras palabras, la estructura o forma del diálogo no está predeterminada ni existe una progresión lineal. Se despliega y toma forma a medida que los participantes responden entre ellos. Por ejemplo, el contenido, la dirección y el punto final no se fijan al principio o en el camino, sino que se determinan mutuamente a medida que los participantes interactúan entre sí. Es crítico, para la búsqueda dialógica, tener un espacio metafórico para que las personas se conecten y hablen entre ellas y con ellas mismas de una manera que antes no les era posible (al menos sobre el tema que les ocupa). El diálogo invita y exige a sus participantes un sentido de reciprocidad, incluyendo un verdadero respeto e interés sincero respecto al otro. El proceso dialógico invita a un ambiente íntimo en el que los miembros sienten que están participando y, por lo tanto, pertenecen y poseen. Aquí la postura y la actitud de los terapeutas, son críticas para establecer y fomentar la atmósfera de colaboración. En este espacio, surgen las voces de los participantes que anteriormente no se escuchaban y otras nuevas. En otras palabras, no es un espacio vacío sino polifónico. Un que ya está abundantemente lleno de posibilidades potenciales. En este proceso, el énfasis está en el cómo de lo que se habla (los fragmentos de la historia) y no necesariamente en el contenido. No es que a través del modo de hablar se descubran posibilidades, sino que a través del modo de hablar es lo que permite que algo no imaginado anteriormente, se materialice. 137 Estas características distinguen diálogo como una actividad conjunta y generativa, misma que es relacional y colaborativa. Aunque el diálogo está, por supuesto, influenciado por los múltiples contextos y discursos más grandes en los que se desarrolla, sin embargo, es de gran importancia la relación entre los participantes dialógicos o lo que yo llamo los compañeros de conversación. El diálogo y las relaciones, como Wittgenstein sugirió, van de la mano: los tipos de conversaciones que tenemos entre nosotros influyen y dan forma a los tipos de relaciones que podemos tener unos con otros y viceversa. Preparando el escenario y creando el espacio para el encuentro dialógico Los terapeutas preparan el escenario para este tipo de encuentro, como se mencionó anteriormente, al invitar al cliente, con sus palabras, acciones, actitudes y tono, a unirse a ellos en un proceso dialógico. Me refiero a la forma que utiliza un terapeuta de estar con52 ejemplificado al mostrar una curiosidad genuina; aprender lo que el cliente piensa que es importante que el terapeuta sepa; oír y escuchar lo que el cliente quiere hablar: el/los fragmento/s de la historia; honrando la forma preferida de un cliente de transmitir su historia; y tratando de escuchar/entender al cliente como quieren ser escuchado/entendido. Una relación cliente-terapeuta comienza algo así como el cliente siendo un maestro y el terapeuta un aprendiz. Lo que comienza como una consulta unidireccional se convierte en mutua a medida que el cliente y el terapeuta se involucran con cada uno. en proceso de narración de la historia. Eso es como si el cliente captara la curiosidad del terapeuta y se uniera espontánea y naturalmente a la investigación, creando una historia mutua y compartida. La indagación se refiere a un tipo de conversación inquisitiva; conversación que lleva al desconcierto, la reflexión, la consideración y reconsideración, y el cuestionamiento conjunto. No es un tipo de investigación tradicional. El cliente y el terapeuta analizan, piensan, cuestionan y reflexionan sobre el tema en cuestión. Lo importante en esto es que el hacerlo conjuntamente influirá el contenido de la historia tanto como la perspectiva de la historia en ambos. Todo esto es parte del aspecto creativo del proceso dialógico. Las respuestas del terapeuta para el cliente continúan siendo coherentes con y permanecen cerca de la narrativa del cliente y las circunstancias de la conversación. Dichas respuestas, ya sea en forma de preguntas, comentarios, gestos, etc. están al servicio de su participación en el proceso dialógico. No deben liderar la conversación o influir en 52 Hablo de esto como una postura filosófica: una forma de estar, hablar, pensar y actuar con el otro. 138 su dirección; no son preguntas preestablecidas para recopilar más información o datos que los entendimientos previos de un terapeuta dicen que es importante. El diálogo no se refiere a este tipo de método de pregunta-respuesta ni a ningún tipo de método o forma preestablecidos. La forma emerge desde dentro de la conversación y la relación. La forma, por lo tanto, es fluida. Tal proceso de terapia y su resultado, cuando se crean conjuntamente, se vuelven impredecibles y requieren que un terapeuta pueda sentirse cómodo con la ambigüedad e incertidumbre y, al mismo tiempo, ser espontáneo y flexible. El estímulo y la probabilidad para la transformación y la novedad son inherentes consecuencia de las relaciones y conversaciones de la terapia dialógica y conversacional (lo que Gergen refiere terapias basadas en el lenguaje). La transformación relacional sería un tipo de novedad o lo que Gergen denomina recuperación relacional. La idea de que la terapia debe necesariamente estar dirigida hacia la recuperación relacional puede ser arriesgado, ya que, como Gergen advierte sobre algunos modelos de terapia, el conocimiento de un terapeuta acerca de los problemas y posibles soluciones así como las narraciones defectuosas y preferidas, pueden tomar el centro del escenario y, por lo tanto, desconocer la singularidad de las circunstancias de un cliente, las preferencias de éste para su vida, y las posibilidades para la construcción de situaciones novedosas. No veo las tareas de los terapeutas como el desarrollar, proporcionar o enseñar habilidades relacionales para que un cliente las lleve fuera de la sala de terapia. La transformación que se produce, o que se siembra en terapia, de una manera u otra influirá en el pensamiento y la actuación de un cliente fuera de ella. Las relaciones no pueden ser más que transformadas, en alguna definición, grado o forma. Esto incluye la relación de uno con uno mismo. Por supuesto, si un cliente solicita ideas sobre cómo actuar, para responder en cualquier situación particular o general, se hablará de ello. Del mismo modo, si un terapeuta tiene una idea, una sugerencia, etc., la podría ofrecer como alimento para el pensamiento y el diálogo prestando siempre mucha atención a la respuesta del cliente. Si quisiera el cliente, la acción o idea específica se crearía de manera conjunta a medida que hablen de ella y el terapeuta consideraría, lo que se creó, de manera provisional: " Probemos esto y veamos si funciona para usted. Si no, usaremos lo que aprendamos y…" Si la oferta del terapeuta no fuera atractiva para el cliente, el terapeuta lo dejaría pasar sin consecuencia. En el caso de que el terapeuta tuviera una opinión firme, por ejemplo, una habilidad relacional, dejaría que el cliente supiera sus razones. Una vez más, se 139 prestaría especial atención a la respuesta del cliente y le respondería de acuerdo a ésta. Por supuesto, si la idea no encaja, también la dejarían ir. Siempre tengo presente aquí la idea de que la interacción instructiva53 no es posible: un terapeuta no puede plantar una idea en la cabeza de un cliente. Cualquier cosa que un terapeuta "piense" se ha creado en la terapia; el cliente tendrá su interpretación, comprensión y uso distintivos de la misma. Un terapeuta no puede planificar ni predecir qué o cómo continúa un cliente lo que ha comenzado o se ha creado en la terapia, ya sea el plan de acción de un cliente o una idea con la que juega y que el terapeuta tal vez ni siquiera se imagine, tomará forma fuera del contexto de la terapia. Es interesante que los clientes que han sido entrevistados acerca de su perspectiva de cambio en la terapia y a lo que se lo atribuyen, más a menudo se refiere a alguna cosa fuera de la sala de terapia, como circunstancias cambiantes y eventos fortuitos en su vida diaria. Por supuesto, algunos clientes atribuyen el cambio, una nueva idea, un nuevo entendimiento o un nuevo plan de acción, a la terapia, aunque a menudo no son capaces de identificar la razón o el momento en el que el cambio sucedió. Tres ejemplos de transformación y acción del cliente después de la sesión Encuentro que los clientes son mucho más ingeniosos e inventivos de lo que a veces les damos crédito. Su pensamiento y actuación después de la terapia a menudo es impredecible y sorprendente. Debemos tener cuidado y confiar en ellos y no estorbarlos. Para ilustrar esto, ofrezco extractos de entrevistas de seguimiento con dos clientes el día después de que tuviera una consulta con ellos con respecto a su experiencia de la sesión y sus pensamientos y acciones después. Las dos entrevistas fueron realizadas por profesores de terapia familiar de institutos universitarios o de postgrado. Ofrezco las palabras de un tercer cliente que espontáneamente me envió un correo electrónico después de la sesión54. 53 Influenciada por la noción de Humberto Maturana del mito de la interacción instructiva en la que habla de la falsedad de la idea de causalidad lineal. 54 El espacio no permite mucho detalle. 140 Una Historia larga de conflictos familiares Esta es la historia de una mujer que tenía un conflicto familiar de muchos años y que continuaba afectando y afligiéndola. El conflicto involucraba a un tío al que ella amaba mucho, a su esposa a quien ella detestaba por decirlo suavemente, y a su difunta abuela que era el "cemento" en la familia y con quien la mujer sentía la responsabilidad de continuar una tradición familiar que siempre había sido el papel de su abuela. Ella vino a la consulta porque se acercaban unas fiestas familiares importantes. Temía la reunión porque no quería continuar con el ritual familiar de una cena obligatoria y mucho menos con los obligados invitados familiares. Ella sintió un dilema moral que la encajonaba y se sentía llena de culpa, enfado, frustración y desolación ante la situación. Quería invitar a su tío a la cena, pero no quería invitar a su esposa. Ella me dijo que necesitaba tomar una decisión sobre qué hacer y cómo. Escuché su historia, participé en la construcción de su narración con preguntas y comentarios, como parte de nuestra indagación mutua. A través de su historia, desde el principio y a lo largo de ella, encontré su firmeza de no vacilar en su convicción de que no haría, bajo ninguna circunstancia, cualquier cosa que pudiera ser o parecer, un gesto conciliador hacia la esposa de su tío. Hago notar que, en ningún momento, intente abiertamente o de manera encubierta que ella lo hiciera. Ella me preguntó directamente: "¿qué debo hacer?" yo tenía la sensación de que cualquier sugerencia que pudiera ofrecerle lo encontraría objetable, ya que sentí que habíamos tocado el borde de varias opciones en nuestra conversación y que ella había indicado, de una forma u otra, que no encajaban ni le interesaban. Es decir, creo que había un vacío en lo que ella quería que yo hiciera y entendiera y lo que yo entendía. En retrospectiva, creo que lo que no estaba comprendiendo era la intensidad de sus emociones y convicciones. Pero por supuesto, tendría que preguntarle a ella. Le dije que tenía dos o tres ideas de posibles formas en que ella podría manejar la situación con su tío y su esposa que podríamos discutir. Fui muy cuidadosa de tener en mente que ella quería seguir teniendo una buena relación con su tío y que no estaba buscando una relación agradable con la esposa. Le ofrecí mis ideas y las discutimos. Ella dio razones por las que ninguna de ellas, ni cualquier variación que se nos ocurrió, funcionarían. Para ella, todo sonaba como ofrecer una rama de olivo a la tía y tratar de reparar esa relación lo cual ella no quería hacer. Tampoco era mi propósito ni tenía la intención de que uno o alguno de mis ideas fuera adecuada para ella. Se las ofrecí en respuesta a 141 su solicitud, como una manera de continuar hablando sobre su situación y explorar posibles opciones. No pensé que ella fuera una persona negativa ni nada parecido, sino que, como cualquier cliente, ella conocía su vida y sus circunstancias mejor que yo. Finalmente, ella dejó nuestra sesión sin respuestas, pero generosamente me agradeció y dijo que era bueno hablar sobre su problema. Dijo que ahora sentía que iba a ser capaz de encontrar una solución, pero no tenía idea de cuándo, qué o cómo. Aproximadamente un mes después, recibí un correo electrónico no solicitado en el que quería contarme lo que pasó después de la sesión de consulta. Aquí están sus palabras sin editar: "Ha pasado un mes desde que nos reunimos en... He tenido una cena con mi tío. Finalmente, no le sugerí que llevara a su esposa a la cena o no. No puedo explicar por qué, pero parece que de repente me di cuenta de esto: debería ser mi tío el que decidiera si traer a su esposa con él y no yo. El resultado fue el siguiente: él vino solo a la cena, sin que nadie le pidiera que lo hiciera. Creo que ya no me preocuparé más por este problema, no porque confíe en que mi tío "hará lo correcto", sino que he cambiado desde adentro. Ahora siento que puedo dejarlo ser. Creo que incluso si mi tía se uniera a nuestra reunión, todavía sería capaz de manejar la situación sin problema. De verdad no puedo figurar por qué cambió mi actitud, pero le doy la bienvenida a este cambio. Yo pienso que la entrevista que tuve contigo en el taller, fue el punto de inflexión. Muchas gracias por todo lo que dijo e hizo en el taller, lo que definitivamente contribuyó a este cambio." Varios meses después recibí esta breve nota de la mujer: “El Festival de Otoño se próxima y éste es el segundo encuentro más importante para los chinos (el más importante es el Año Nuevo Chino). Me reuniré con mi tío para una cena familiar sin dudar esta vez. Gracias de nuevo por la entrevista en el taller”. ¿Cómo se dio esta transformación en pensamiento y actitud, y me imagino que también en sus relaciones? No me gustaría hablar o especular por esta mujer. Sin embargo, entendiendo esto desde el proceso del dialogo, yo sugeriría que no hice nada para causar dicha transformación. Su cambio es un ejemplo de lo que puede ocurrir en un proceso dialógico cuando se crea un espacio, una ocasión para que las personas puedan contar y discutir sus fragmentos de historias de tal manera que la narración y la percepción estén solamente influenciadas por el proceso en sí mismo. Este también es un ejemplo de la posibilidad de que el diálogo continúe mucho tiempo después de la sesión como lo demuestra esta mujer y su conversación consigo misma. 142 Lo implícito se convirtió en explícito. Facilité una consulta con una joven que estaba comenzando su carrera y que trataba de tomar una decisión sobre si tener hijos o no. Vivía en los Estados Unidos y las familias de ella y su esposo vivían en otros países en dos continentes diferentes. Su madre estaba en la ciudad y le pregunté si le gustaría que su madre la acompañara. Ella indicó que ella hablaría con su madre para ver si quería venir. La mujer y su madre habían hablado antes sobre la indecisión en la que encontraba, por lo que sintió que no diría nada que su madre no hubiera escuchado antes o que ella no quería que la madre escuchara. Le pregunté a la hija cómo le gustaría que participara la madre durante la sesión. Ella dijo que la madre solo podía escuchar; la madre estuvo de acuerdo en que eso era lo que prefería. Le pregunté a mi consultante si en algún momento podría volverme y hablar con la madre. Las dos respondieron afirmativamente. Los fragmentos narrativos de la joven tocaron muchas cosas incluyendo la maternidad, las normas sociales, los sueños, la toma de decisiones, los sistemas de apoyo y los valores familiares, entre otros. Aprendí mucho acerca de la familia cuyos miembros parecían tener relaciones cariñosas, de cuidado, y que disfrutaban realmente su compañía. Cuando estábamos a punto de concluir la sesión, pregunté si podría hablar con la madre. Tanto la hija como la madre estuvieron de acuerdo. Le pregunté a la madre si quería compartir algunas de las cosas que había estado pensando mientras su hija y yo conversábamos. Lagrimeo, dijo que había estado pensando en su familia y sus tres hijos, y en cómo la responsabilidad era un valor dominante en su familia. Ella estaba muy agradecida por tener la oportunidad de escuchar la conversación entre su hija y yo, diciendo: “Hubo muchas cosas que pensé y sentí. Uno fue el tema de la responsabilidad y especialmente la maternidad y la crianza de un hijo ". También dijo que sentía una necesidad de hablar con su marido y todos sus hijos. No necesité preguntar por qué. Al día siguiente, la madre me contactó para decirme qué había pasado después de la sesión. Había hablado con sus otros dos hijos, un hijo y una hija que habían crecido y estaban casados; igualmente lo hizo con el esposo. Ella continuó, “... lo implícito se hizo explícito, no durante la sesión de terapia sino después ... No sé por qué, pero sentí la necesidad de hablar con mi familia para que no se sintieran tan responsables. [La sesión] me llevó a un punto en el que tengo que ver a mi hijas e hijo de una manera diferente ... en la último pocos años todos los viajes y las vacaciones que hemos hecho, han sido en torno a nuestros hijos, sus cambios de casa, bodas, bebés. Le dije a mi esposo que deberíamos viajar solos." 143 Puede que se esté preguntando acerca de la experiencia de la hija en la sesión y lo que sucedió después. Ella me dijo que “... sólo el hecho de que tuve la oportunidad de hablar fue muy liberador, me sentí muy libre.” En resumen, ya no se sentía prisionera ni estancada en la idea de tener que tomar una decisión de una manera u otra. Yo voy a reunirme con mi padre esta noche para la cena. Este consultante era un profesional de treinta y algo años en su lucha por ser independiente de su familia, especialmente su padre, que era viudo. Él y su padre habían estado separados desde que se mudó de la casa de su padre como una forma de ser más independiente. Evitó el contacto con su padre porque se sentía culpable por haberlo hecho. Hablamos de su padre, su familia, y diversos aspectos de su vida, tocando muchos temas. Estas son algunas de sus palabras de la entrevista de seguimiento posterior a la sesión que tuvimos al día siguiente: “Después de la entrevista, llamé a mi padre para organizar la cena. Tengo muchas ganas de verlo ... No pensé demasiado después de la sesión, estaba muy ocupado con otras cosas; eso lo haré más adelante cuando tenga algunos momentos de tranquilidad ... es más como que las cosas son tridimensionales ahora; ya sea eso que esto me lleve a estar en paz o no, yo no lo sé. Pero es como si re-evaluara, reinterpretara la relación con mi padre, me gusta esto; es como si añadiera otra dimensión, estereoscópica, mis horizontes de vida se están ampliando; tengo más ángulos desde los cuales ver lo que está sucediendo. Harlene no sugirió nada sobre un siguiente movimiento; medio la autonomía para decidir. Ella respetó que sé lo que es mejor para la relación con mi padre. Ella no puede saberlo; yo soy el que sabe que es lo mejor”. Reflexiones sobre los tres ejemplos de diálogo como proceso de transformación inherente y en la terapia de recuperación de acción relacional El diálogo es una actividad relacional. Sin embargo, si creemos, que como terapeutas debemos esforzarnos para proporcionar a nuestros clientes acciones de recuperación relacional, entonces de cierto modo, paradójicamente, no estamos siendo relacionalmente sensibles o responsivos. Ser relacionalmente sensible y responsivo requiere estar preparado y ser capaz de responder espontáneamente dentro de la situación clínica tal y como se presenta. Como lo sugieren Hoffman (2007) y Shotter (2010), se requiere el actuar/pensar/con en vez de pensar/actuar/acerca de. 144 Si nosotros comenzamos la terapia con el objetivo de que el cliente que se vaya con un conjunto de herramientas de habilidades relacionales y la capacidad de ponerlo en acción, corremos el riesgo de que nuestra consulta sea limitada al pre-conocimiento acerca de y construyamos nuestra indagación como un proceso externo sobre fenómenos conocidos en lugar de indagar, desde dentro, sobre lo desconocido. La razón por la que un cliente viene a terapia, puede cambiar por muchas razones; bien puede ser la construcción de un nuevo significado y comprensión que pueden disolver la idea o experiencia que un cliente tuvo de un "problema"; tal vez el proceso pudo permitirle tener un sentido de diferentes decisiones que podría tomar, o le pudo dirigir a llevar a cabo nuevas acciones. El cambio o transformación no necesariamente tiene que ser en pensamiento, acción, o en alguna otra forma que pudiera preferir el terapeuta. Lo importante es que es algo novedoso que el cliente ha co-construido con su terapeuta y que le es relevante. Cada una de las tres consultas mencionadas anteriormente tenían lo que Gergen llamaría “algo para llevar” a pesar de que no fue planeado en la sesión ni estaba diseñado como una habilidad de actuar para lograr la recuperación relacional. Los participantes crearon su propio “algo para llevar” que les fue único; su propia germinación de lo que comenzó para cada uno durante la sesión. Cada uno creó un próximo paso que fue espontáneo, natural y apropiado a sus circunstancias y necesidades y, en mi experiencia, va a ser sostenible en la medida en que cualquier cosa dialógica puede ser sostenible, porque lo hicieron ellos mismos. Respecto a la mujer que tuvo el dilema con su tío y la esposa, confío en ella tanto como ella confió en su tío. Yo no dudo de que ella tiene, o encontrará, una forma diferente de estar en relación con su tío y tía; probablemente con menos tensión y angustia y tal vez incluso con un poco de aceptación y el sentido de familia que perdió a la muerte de su abuela. Es de destacar que, en su correo electrónico hubo un cambio en la forma en que se refería a la esposa de su tío, refiriéndose a ella como “mi tía.” Con la madre de la joven, se había iniciado un cambio significativo fuera de la sesión, a pesar de que no estaba participando activamente en la conversación entre la hija y yo. Ella había escuchado y observado, y como siempre lo hacemos, tuvo su propia conversación interna y silenciosa, y lo hizo también después. Ella llevó el potencial de su conversación silenciosa e interior consigo misma a las palabras habladas al hablar con los diferentes miembros de la familia. Con el hombre, en la sesión comenzó a tener nuevas formas de pensar acerca de su padre y su relación con él que, como él dijo, no había tenido tiempo para desarrollarlas, sino que había 145 actuado: llamó e invitó a su padre a cenar. Confío en que este fue un punto de inflexión para él en el que puede tener el tipo de relación mutuamente satisfactoria con su padre que indicó que le gustaría tener y aún mantener o tener un sentido de independencia. Estos tres ejemplos ilustran como, el dialogo es un proceso inherente de transformación y un medio diferente de ser, pensar, hablar, actuar y relacionarse. Además, los tres ejemplifican la importancia de confiar y no interponerse en el camino del cliente con respecto al potencial de pensar y actuar después de las sesiones. A través del diálogo, surgen sorpresas inesperadas y cosas novedosas emergen. Parafraseando a Wittgenstein, el diálogo permite a cada uno de nosotros encontrar formas de movernos desde donde estamos. Tal vez esto es lo que es útil en el diálogo: encontrar maneras de continuar o cuando menos creer que es posible. El camino y cómo continuar, será ser único para cada cliente. Aunque la terapia es para el cliente y no el terapeuta, es importante tener en cuenta la naturaleza transformadora del diálogo. La terapia, como cualquier otra actividad dialógica, es potencialmente un proceso de transformación para todos los participantes, incluyendo el terapeuta. En resumen y para pausar la conversación por ahora, yo pediría al lector que por favor mantengan en mente que en este capítulo yo seleccioné discutir brevemente, el proceso y el objetivo de la terapia en relación con una fracción del enorme cuerpo de contribuciones de Gergen. Él ha ofrecido, al campo de la terapia, valiosos recursos: formas alternativas de pensar acerca de terapia, la multiplicidad del Yo tanto del cliente como del terapeuta, y la pluralidad de perspectivas. Aún más importante para mí, es su capacidad a empujarnos a salir de nuestras posiciones complacientes, provocar pensamientos reflexivos, e invitarnos a unirnos con él en un mar de ideas y prácticas siempre cambiantes. Dicho todo esto, Gergen (1985) predijo que el construccionismo social, como una teoría alternativa del conocimiento, no tendría un gran atractivo y sería recibido con escepticismo. Aunque esto todavía puede decirse más o menos unos veinticinco años después, en la última década, el atractivo y la aplicación de las premisas basadas en la construcción social han cruzado los límites de la psicología y la terapia familiar en numerosas disciplinas y campos de práctica. Durante todo esto, coherente con su teoría de la construcción social, Gergen ha mantenido su curso al mismo tiempo que revisa, expande, y evoluciona sus contribuciones. El artículo original se encuentra en inglés: Reflections on Kenneth Gergen’s Contributions to Family Therapy. Psychol Stud (2012) 57: 142. https://doi.org/10.1007/s12646-011-0121-y 146 Referencias Anderson, H. (1997). Conversation, language and possibilities: A Postmodern approach to psychotherapy. New York: Basic Books. Anderson, H., & Gehart, D. (2007). Collaborative therapy: Relationships and conversations that make a difference. New York: Routledge. Anderson, H., & Goolishian, H. A. (1988). Human systems as linguistic systems. Preliminary and evolving ideas about the implications for clinical theory. Family Process, 27(4), 371–393. Anderson, H., & Goolishian, H. (1989). Conversations at Sulitjelma: a description and reflection. American Family Therapy Association Newsletter, 35, 31–36. Gergen, K. J. (1985). The social construction movement in modern psychology. American Psychologist, 40, 266–275. Gergen, K. J. (1994). Realities and relationships: Soundings in social construction. Cambridge: Harvard University Press. Gergen, K. J. (2009). Relational being: Beyond self and community. New York: Oxford University Press. Hoffman, L. (2007). The art of “withness”: A new bright edge. In H. Anderson & D. Gehart (Eds.), Collaborative therapy: Relationships and conversations that make a difference. New York: Routledge. Shotter, J. (1991). “Consultant re-authoring: the ‘making’ and ‘finding’ of narrative constructions.” Paper given at the Houston-Galveston Conference on Narrative and Psychotherapy: New Directions in Theory and Practice, Houston, Texas, May 10th-12th. Shotter, J. (2008). Conversational realities revisited: Life, language, body and world. Chagrin Falls: Taos Institute. Shotter, J. (2010). Social construction on the edge: Withness thinking & embodiment. Chagrin Falls: Taos Institute. 147 La Portada Con base en la premisa de las inter-relaciones entre congéneres como fuente de autodescubrimiento y posterior desarrollo humano –en todos los ámbitos-, mi propuesta parte del dialogo como elemento básico de la expresión personal. En mi búsqueda del sincretismo de forma e idea, echo mano de colores y texturas para plasmar conceptos y percepciones fruto de las interacciones dialógicas que cristalizan en una imaginería tanto zoomorfa como antropomorfa la cual, aunque inconsútil de por sí, sigue siendo acicate de mi afán creativo. Como cabe suponer, la temática de mi obra es asimismo aleatoria y está dictada en todo momento por la liberalidad del trazo y la aventura del color. Sobre el autor Guillermo García Figueroa Uruapan, Michoacán. México megafi41@gmail.com Mi formación como artista plástico se inicia en el año 1984 en la Academia di Belle Arti “Pietro Vannuci” (Perugia, Italia), continuando en el “Centro Cultural El Nigromante” (San Miguel de Allende, México), Facultad de Artes Plásticas (Xalapa, México) y en el “Internationale Sommerakademie für Bildende Kunst” (Salzburgo, Austria) Durante 40 años, he permanecido activo en el ámbito cultural con exposiciones individuales y colectivas tanto en México como en el extranjero. Entre sus escaparates más relevantes se cuentan Museo Nacional de la Estampa (Ciudad de México), Poliforum Cultural Siqueiros (Ciudad de México), Centro Cultural Clavijero (Morelia, Michoacán), Instituto Quintanarroense de Cultura (Cancún, Quintana Roo), Centro Cultural “Olimpo” (Mérida, Yucatán), Galería KIK-REID (Ried Im Innkreis, Austria), Galería Open House Salzburgo, Austria, Galería Bonifacio Byrne de la Asamblea Provincial de Matanzas (Matanzas, Cuba), Museo Estatal de Arte F. A. Kovalenko (Krasnodar Rusia), Fundación Benetton. Estudio Ricerche. Treviso, Italia, Museo de Arte Contemporáneo (Santiago de Chile), University of Northern Colorado (Greeley, Colorado, U.S.A) e Imago Mundi: The art of Humanity, Dak´Art off. Dakar, Senegal 148 Taos Institute Publications See all the Taos Publications at this link: www.taosinstitute.net/taos-books-and-publications ********************************************** WorldShare Books – Free PDF Download Harlene, conversaciones interrumpidas, (PDF version 2019) Rocío Chaveste y ML Papusa Molina, compiladoras. Social Texts and Context: Literature and Social Psychology, (PDF version 2018), by Jonathan Potter, Peter Stringer, Margaret Wetherell Lifescaping Project: Action Research and Appreciative Inquiry in San Francisco Bay Area Schools, (PDF version 2017), edited by Rolla E. Lewis, Ardella Dailey, Greg Jennings, Peg Windelman Disarmed Warriors: Narratives with Youth Ex-Combatants in Colombia, (PDF version 2017), by Victoria Lugo Spirituality, Social Construction and Relational Processes: Essays and Reflections (PDF version 2016) edited by Duane Bidwell Therapy as a Hermeneutic and Constructionist Dialogue: Practices of freedom and of deco-construction in the relational, language and meaning games (PDF version 2016) by Gilberto Limon (Translated from Spanish) Recovered Without Treatment: The Process of Abandoning Crystal Meth Use without Professional Help (PDF version 2016) by Pavel Nepustil Introduction to Group Dynamics: Social Construction Approach to Organizational Development and Community Revitalization, (PDF version 2016), by Toshio Sugiman Buddha As Therapist: Meditations (PDF version 2015), by G.T. Maurits Kwee Education as Social Construction: Contributions to Theory, Research and Practice (PDF version 2015) Editors: Thalia Dragonas, Kenneth J. Gergen, Sheila McNamee, Eleftheria Tseliou Psychosocial Innovation in Post-War Sri Lanka (PDF version 2015) by Laurie Charles and Gameela Samarasinghe Social Accountability & Selfhood (PDF version 2015, original publication date – 1984, Basil Blackwell, Inc.) by John Shotter {In}Credible Leadership: A Guide for Shared Understanding and Application (PDF version 2015) by Yuzanne Mare, Isabel Meyer, Elonya Niehaus-Coetzee, Johann Roux Exceeding Expectations: An Anthology of Appreciative Inquiry Stories in Education from Around the World (PDF version 2014), Story Curators: Dawn Dole, Matthew Moehle, and Lindsey Godwin The Discursive Turn in Social Psychology (PDF version 2014), by Nikos Bozatzis & Thalia Dragonas (Eds.) New Paradigms, Culture and Subjectivity (PDF version 2014), Edited by Dora Fried Schnitman and Jorge Schnitman Happily Different: Sustainable Educational Change – A Relational Approach (PDF version 2014), by Loek Schoenmakers Strategising through Organising: The Significance of Relational Sensemaking, (PDF version 2013), by Mette Vinther Larsen 149 Therapists in Continuous Education: A Collaborative Approach, (PDF version 2013), by Ottar Ness Contextualizing Care: Relational Engagement with/in Human Service Practices, (PDF version 2013), by Janet Newbury Socially Constructing God: Evangelical Discourse on Gender and the Divine (PDF version 2013), by Landon P. Schnabel Ohana and the Creation of a Therapeutic Community (PDF version 2013), by Celia Studart Quintas From Nonsense Syllables to Holding Hands: Sixty Years as a Psychologist (PDF version 2013), by Jan Smedslund Management and Organization: Relational Alternatives to Individualism (PDF version 2013), reprinted with permission. Edited by Dian Marie Hosking, H. Peter Dachler, Kenneth J. Gergen Appreciative Inquiry to Promote Local Innovations among Farmers Adapting to Climate Change (PDF version 2013) by Shayamal Saha Psychotherapy by Karma Transformation: Relational Buddhism and Rational Practice (PDF version 2013) by G.T. Maurits Kwee Wittgenstein in Practice: His Philosophy of Beginnings, and Beginnings, and Beginnings (PDF version 2012) by John Shotter Social Construction of the Person (PDF version 2012). Editors: Kenneth J. Gergen and Keith M. Davis, Original copyright date: 1985, Springer-Verlag, New York, Inc. Images of Man (PDF version 2012) by John Shotter. Original copyright date: 1975, Methuen, London. Ethical Ways of Being (PDF version 2012) by Dirk Kotze, Johan Myburg, Johann Roux, and Associates. Original copyright date: 2002, Ethics Alive, Institute for Telling Development, Pretoria, South Africa. For WorldShare Books in 12 other languages see: www.taosinstitute.net/worldsharebooks ********************************************** 150 Taos Institute Publications Books in Print Taos Tempo Series: Collaborative Practices for Changing Times Paths to Positive Aging: Dog Days with a Bone and other Essays, (2017) by Kenneth J. Gergen and Mary Gergen The Magic of Organizational Life, (2017) by Mette Larsen 70Candles! Women Thriving in their 8th Decade, (2015) by Jane Giddan and Ellen Cole (also available as an e-book) U & Me: Communicating in Moments that Matter, (Revised edition 2014) by John Steward (also available as an e-book) Relational Leading: Practices for Dialogically Based Collaborations, (2013) by Lone Hersted and Ken Gergen (also available as an e-book) Retiring but Not Shy: Feminist Psychologists Create their Post-Careers, (2012) by Ellen Cole and Mary Gergen. (also available as an e-book) Relational Leadership: Resources for Developing Reflexive Organizational Practices, (2012) by Carsten Hornstrup, Jesper Loehr-Petersen, Joergen Gjengedal Madsen, Thomas Johansen, Allan Vinther Jensen (also available as an e-book) Practicing Relational Ethics in Organizations, (2012) by Gitte Haslebo and Maja Loua Haslebo Healing Conversations Now: Enhance Relationships with Elders and Dying Loved Ones, (2011) by Joan Chadbourne and Tony Silbert Riding the Current: How to Deal with the Daily Deluge of Data, (2010) by Madelyn Blair Ordinary Life Therapy: Experiences from a Collaborative Systemic Practice, (2009) by Carina Håkansson Mapping Dialogue: Essential Tools for Social Change, (2008) by Marianne “Mille” Bojer, Heiko Roehl, Mariane Knuth-Hollesen, and Colleen Magner Positive Family Dynamics: Appreciative Inquiry Questions to Bring Out the Best in Families, (2008) by Dawn Cooperrider Dole, Jen Hetzel Silbert, Ada Jo Mann, and Diana Whitney ********************************************** Focus Book Series STAN and The Four Fantastic Powers: The First Appreciative Inquiry Book for Kids, (2018) by Shira Levy, Marge Schiller, Sarah Schiller, Max Schiller, and illustrator, Stehanie Rudolph. Coordinated Management of Meaning, CMM: A Research Manual, (2017) by Natalie Rascon and Stephen Littlejohn (also available as an e-book) Communicating Possibilities: A Brief Introduction to the Coordinated Management of Meaning (CMM), (2017) by Ilene C. Wasserman and Beth Fisher-Yoshida (also available as an e-book) When Stories Clash: Addressing Conflict with Narrative Mediation, (2013) by Gerald Monk and John Winslade (also available as an e-book) Bereavement Support Groups: Breathing Life into Stories of the Dead (2012) by Lorraine Hedtke (also available as an e-book) The Appreciative Organization, Revised Edition (2008) by Harlene Anderson, David Cooperrider, Ken Gergen, Mary Gergen, Sheila McNamee, Jane Watkins, and Diana Whitney Appreciative Inquiry: A Positive Approach to Building Cooperative Capacity, (2005) by Frank Barrett and Ronald Fry (also available as an e-book) Dynamic Relationships: Unleashing the Power of Appreciative Inquiry in Daily Living, (2005) by Jacqueline Stavros and Cheri B. Torres Appreciative Sharing of Knowledge: Leveraging Knowledge Management for Strategic Change, (2004) by Tojo Thatchenkery Social Construction: Entering the Dialogue, (2004) by Kenneth J. Gergen, and Mary Gergen (also available as an e-book) Appreciative Leaders: In the Eye of the Beholder, (2001) edited by Marge Schiller, Bea Mah Holland, and Deanna Riley Experience AI: A Practitioner's Guide to Integrating Appreciative Inquiry and Experiential Learning, (2001) by Miriam Ricketts and Jim Willis ********************************************** 151 Books for Professionals Series Social Constructionist Perspectives on Group Work, (2015) by Emerson F. Rasera, editor. New Horizons in Buddhist Psychology: Relational Buddhism for Collaborative Practitioners, (2010) edited by Maurits G.T. Kwee Positive Approaches to Peacebuilding: A Resource for Innovators, (2010) edited by Cynthia Sampson, Mohammed Abu-Nimer, Claudia Liebler, and Diana Whitney Social Construction on the Edge: ‘Withness’-Thinking & Embodiment, (2010) by John Shotter Joined Imagination: Writing and Language in Therapy, (2009) by Peggy Penn Celebrating the Other: A Dialogic Account of Human Nature, (reprint 2008) by Edward Sampson Conversational Realities Revisited: Life, Language, Body and World, (2008) by John Shotter Horizons in Buddhist Psychology: Practice, Research and Theory, (2006) edited by Maurits Kwee, Kenneth J. Gergen, and Fusako Koshikawa Therapeutic Realities: Collaboration, Oppression and Relational Flow, (2005) by Kenneth J. Gergen SocioDynamic Counselling: A Practical Guide to Meaning Making, (2004) by R. Vance Peavy Experiential Exercises in Social Construction – A Fieldbook for Creating Change, (2004) by Robert Cottor, Alan Asher, Judith Levin, and Cindy Weiser Dialogues About a New Psychology, (2004) by Jan Smedslund For book information and ordering, visit Taos Institute Publications at: www.taosinstitutepublications.net For further information, call: 1-888-999-TAOS, 1-440-338-6733 Email: info@taosoinstitute.net 152