ESTUDIOS Y PROYECTOS
EN CURSO DE JOVENES
INVESTIGADORES DEL
CENTRO DE ESTUDIOS
HISTORICOS
ESTUDIOS Y PROYECTOS EN CURSO DE
JÓVENES INVESTIGADORES DEL CENTRO DE
ESTUDIOS HISTÓRICOS
Universidad Nacional de Mar del Plata
2017
Agustina Vaccaroni - Víctor Pegoraro - Maylén Bolchinsky
Juan Manuel Gerardi - Inti Yanasu Artero - Carolina Germinario
Francisco Santillán - Diego Muñiz - Cristian Di Renzo
María Constanza Castro - Franco Amoros - Braian Marchetti
(Compiladores)
Estudios y proyectos en curso de Jóvenes Investigadores del Centro de Estudios Históricos /
Marcela Patricia Ferrari… [et al.] ; compilado por Agustina Vaccaroni… [et al.]. – 1ª ed. – Mar del
Plata: Universidad Nacional de Mar del Plata, 2017.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-544-802-5
1. Historia. 2. Ciencias Sociales y Humanidades. 3. Investigación. I. Ferrari, Marcela Patricia II.
Vaccaroni, Agustina, comp.
CDD 907.2
Centro de Estudios Históricos de la Facultad de Humanidades de la Universidad
Nacional de Mar del Plata
AUTORIDADES
Directora: Dra. Marcela Ferrari
Co-directora (a cargo): Dra. Mónica Bartolucci
MIEMBROS DEL CONSEJO DIRECTIVO
Investigadores formados:
Titulares
Dra. Mónica Bartolucci
Dra. María Luz González Mezquita
Dr. Gerardo Rodríguez
Dra. Valeria Ciliberto
Suplentes
Dra. Irene Molinari
Investigadores en formación:
Titular
Dra. Ana Laura Lanteri
Suplente
Dra. Mara Petitti
Becarios:
Titular
Lic. Agustina Vaccaroni
Suplente
Lic. Gisela Coronado
SECRETARÍA
Prof. Maylén Bolchinsky Pinsón
Índice
Estudios y proyectos en curso de Jóvenes Investigadores del Centro de Estudios Históricos
................................................................................................................................................ 1
Las políticas científicas previstas para la historia
Marcela P. Ferrari .............................................................................................................. 5
¿La Ciencia en la Argentina o la Ciencia argentina (1958-1976)?
Karina Bianculli ................................................................................................................ 19
Las transformaciones en la conformación jurídico-territorial de la campaña bonaerense
sur en la coyuntura de crisis del régimen rosista: Dolores (1838-1841)
Carolina Germinario ........................................................................................................ 32
Estudio sobre las dimensiones de soberanía: el manejo de las relaciones exteriores, paz y
guerra en las provincias argentinas entre 1825 y 1854. Diseño de un proyecto de
posgrado
Mariano Ignacio Kloster .................................................................................................. 44
Aproximaciones teórico-metodológicas para un estudio social de la policía en la primera
mitad del siglo XIX (Buenos Aires)
Agustina Vaccaroni .......................................................................................................... 57
¿La tierra del que la trabaja? Propiedad y producción en la campaña bonaerense a
mediados del siglo XVIII
Diego Muñiz ..................................................................................................................... 72
Empresas familiares y “mercado (inmobiliario) del ocio”. La industria de la construcción
en Mar del Plata (1930-1982)
Víctor Pegoraro................................................................................................................ 91
Trabajadores organizados, derecho a la salud y acceso a la atención sanitaria. El caso de
la mutual del sindicato de trabajadores de Gral. Pueyrredon
Mariana Álvarez ............................................................................................................. 112
Sentir las fiestas en la Edad Media: nuevas perspectivas de análisis
Martina Magali Diaz Sammaroni .................................................................................. 127
Ethelberto de Kent: algunas reflexiones biográficas
Alberto Asla.................................................................................................................... 140
La II Guerra Civil (49-45 a. C.). La memoria histórica: de César a Dion Casio
Lucía Cuenca .................................................................................................................. 150
i
Hacia afuera del monasterio. Voces y trayectorias de las religiosas pertenecientes a la
constelación tercermundista en Mar del Plata, 1970-1975
Mayra Stefanía Moreira ................................................................................................ 161
El XI Campeonato Mundial de Fútbol Argentina 1978. Fiesta y pasión nacional en tiempos
de represión. Una propuesta de investigación
Maylén Bolchinsky Pinsón ............................................................................................. 176
La formación docente continua en inclusión de medios digitales en Argentina. La
enseñanza de Ciencias Sociales en el Plan Escuelas de Innovación, una propuesta teóricometodológica para su estudio
Braian Marchetti ............................................................................................................ 189
Las representaciones de la Edad Media y lo medieval en los videojuegos
Gabriela Analía Arnuz .................................................................................................... 204
La incorporación de nuevas tecnologías en la enseñanza de la Historia
Guillermo Alejandro Arnuz ........................................................................................... 209
ii
Estudios y proyectos en curso de Jóvenes Investigadores del Centro de
Estudios Históricos
E
l presente volumen reúne las pesquisas presentadas en las III Jornadas de Jóvenes
Investigadores del Centro de Estudios Históricos (CEHis) de la Universidad Nacional
de Mar del Plata, realizadas los días 16 y 17 de noviembre de 2017. Dicho evento
académico, organizado desde el año 2013 en la Facultad de Humanidades, ha sido
pensado como una instancia de encuentro, discusión y debate entre los jóvenes
integrantes de los diversos grupos de investigación que conforman el Centro. En su
tercera edición, el eje transversal propuesto estuvo orientado al abordaje de
problemáticas metodológicas y heurísticas de los proyectos de investigación en curso. Las
jornadas propiciaron la creación de un foro de intercambio de experiencias e ideas que
contribuyeron de distintas maneras a los respectivos trayectos formativos de los
participantes.
Un rasgo característico del encuentro fue que los expositores integraron mesas
de trabajo que partían del análisis de ejes problemáticos, rompiendo barreras
disciplinares en términos de especificidades temáticas y temporales. Este criterio de
organización del debate tuvo como objetivo presentar y discutir los trabajos individuales
de los jóvenes investigadores. Con ello, se propendió a difundir proyectos trabajo, planes
de tesina y de tesis en los que se está trabajando en el marco del CEHis, cuya actividad
ha crecido de forma exponencial en los últimos años. Las contribuciones estuvieron
articuladas en función de la formulación de problemas y preguntas que dieron lugar a los
planteos iniciales de la investigación, las hipótesis de trabajo, la conformación del estado
del arte, la elaboración de un marco teórico y el relevamiento de fuentes según una
metodología determinada. De este modo, se buscó dar a conocer también los desafíos y
herramientas que los distintos investigadores han puesto en marcha en el marco de sus
estudios.
1
El programa contó con sesiones de discusión individuales divididas en bloques
centrados en la historia política, historia social, económica y cultural y la didáctica de la
historia. En el espíritu de intercambio y colaboración entre investigadores formados y los
jóvenes investigadores del centro, se realizaron actividades que contribuyeron a
enriquecer las problemáticas planteadas y prestigiaron las jornadas. Las autoridades del
Centro de Estudios Históricos y el Departamento de Historia, Dras. Mónica Bartolucci e
Irene Molinari, se dirigieron a los presentes con el motivo de alentar la continuidad del
trabajo realizado durante estos años.
Por su parte, las Dras. Marcela Ferrari y Karina Bianculli, tuvieron a cargo el Panel
sobre Políticas Científicas y Tecnológicas; cuyas intervenciones se publican aquí para la
lectura de todos los interesados respetando el formato que le dieron las autoras. En el
mismo, hicieron especial énfasis en el rol del Estado en la conformación del sistema
científico nacional, instituciones y actores y el estado actual de los organismos
gubernamentales de promoción y financiamiento. La Dra. Ferrari presentó, con agudeza
crítica, un panorama del complejo escenario en el que se desarrolla la investigación
científica a la luz de los acontecimientos recientes, haciendo fuerte hincapié en el lugar
de las ciencias sociales y de la Historia. Para ello, destacó las funciones, tareas y modos
de organización de diferentes instituciones, desde el Ministerio de Ciencia y Tecnología y
el CONICET hasta los sistemas de becas universitarios y los estímulos a las vocaciones
científicas promovidas por el CIN. Al mismo tiempo, refirió a un debate muy importante,
que se expandió en el marco de los recortes presupuestarios del CONICET, en torno a la
supuesta división entre ciencia útil y aplicada o ciencia básica. Frente a esto, la Ferrari
hizo alusión a las diversas respuestas que investigadores, becarios movilizados y
comunidades científicas dieron ante estos cuestionamientos.
La Dra. Bianculli nos presentó los ejes de la transformación universitaria ocurrida,
paradójicamente, durante los años de la dictadura de Onganía. Desde el campo de los
estudios históricos-sociales, hizo referencia a la relación comunidad científica/Estado, las
definiciones científico-políticas de las líneas de investigación y los científicos como
actores sociales y políticos. Planteó, de este modo, la existencia de un debate nacional
impregnado por otro paralelo, el internacional, sobre las características que debía asumir
el modelo de organización científica en el país, y que finalmente fueron los elementos
matrices del sistema de ciencia y tecnología actual.
2
Entre las propuestas de capacitación abiertas al público de la comunidad
universitaria se realizó un taller de metodología de la investigación a cargo de las Dras.
Luciana Linares y Micaela Iturralde. Dicho taller recogió las experiencias vitales
relacionadas a los retos presentados en el abordaje de las fuentes, la planificación del
proyecto doctoral y del proceso de escritura de la tesis. Además, contamos con la
presencia del Dr. Camilo Roberttini, de la Università degli Studi di Firenze, quién
pronunció la conferencia central de las Jornadas, titulada “Memoria del trabajo y
dictadura. Un abordaje empírico y metodológico para el estudio de una comunidad
obrera del Gran Buenos Aires”.
Los bloques de trabajo en los que se organizaron las discusiones están
atravesados por algunos conceptos básicos que intentaremos a continuación sintetizar.
Pese a que no podríamos reproducir aquí los excelentes intercambios que tuvieron lugar,
consideramos que es importante proporcionarle al lector algunas claves de lectura
significativas.
El primer segmento estuvo compuesto por trabajos que abarcaban el período
comprendido entre principios del siglo XIX y mediados del siglo XX en el contexto
americano. Allí podrán encontrar estudios que se avocan a desentrañar las relaciones de
poder, litigios jurisdiccionales y conformación de poderes públicos.
La segunda sesión comprendió problemas relacionados con la posesión y
explotación de la tierra, organización laboral, la dinámica de los mercados y la función de
los agentes mediadores como articuladores de los conceptos mencionados
anteriormente. La mesa presentó distintas escalas de análisis que comprendían la
interacción entre lo local, lo regional y lo nacional desde la colonia hasta fines del siglo
XX.
En el tercer bloque el aspecto dominante en los trabajos fue la recuperación de
actores sociales dejados a un lado por la historiografía tradicional, cuyo estudio revela
ciertas representaciones ideológicas sobre el contexto histórico. Algunas de las
categorías sociales empleadas comprenden al bajo pueblo, la construcción de la otredad,
la juventud y los jóvenes (como actor colectivo) y las mujeres. Este segmento fue
enriquecido por la amplitud temporal que los investigadores presentaron: desde el
Antiguo Egipto, pasado por el mundo romano, la Edad Media y la Argentina reciente.
3
La última mesa estuvo orientada hacia el análisis de la didáctica de la historia. En
ella se expusieron trabajos acerca de la incorporación de las nuevas tecnologías en el
proceso de enseñanza y aprendizaje y la definición de las políticas públicas de formación
docente. El eje que vertebró la discusión en este caso estuvo caracterizado por el
cuestionamiento de ciertas representaciones historiográficas que inciden en la
comprensión del pasado y en las formas de acceso a la información. Los casos de estudio
planteados intentan recuperar la incidencia de los videojuegos y su aprovechamiento
como recurso didáctico.
El desarrollo de las jornadas mostró, en su tercera edición, la voluntad de
desenvolver un espacio de intercambio en donde el protagonismo resida en la formación
de los futuros investigadores del CEHis. Esto coincide con un mayor involucramiento de
becarios, adscriptos, y jóvenes miembros de grupos de investigación que han encontrado
en el Centro un ámbito propicio para desarrollar sus trabajos. En este marco, el éxito de
este evento académico nos impone dejar constancia de nuestro agradecimiento para con
los colegas que participaron y lo hicieron posible. Merece ser destacada la labor de todas
las personas e instituciones que colaboraron con nosotros representadas en las
autoridades del Centro de Estudios Históricos, el Departamento de Historia, la Facultad
de Humanidades, los directores y directoras de los grupos de investigación y los
estudiantes. A todos ellos, nuestra más sincera gratitud. Este volumen demuestra el
crecimiento de un grupo de trabajo que, más allá de las distancias temporales y
temáticas, tiene la voluntad de intercambiar opiniones, promover la difusión del
conocimiento científico y aprender de las experiencias de los colegas la mejor forma de
trazar el sinuoso camino de la investigación.
Comisión Organizadora
Febrero de 2018
4
Las políticas científicas previstas para la Historia1
Marcela P. Ferrari
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
En un encuentro de historiadores no tenemos que convencernos de la importancia que
tiene investigar en nuestra disciplina, algo que fuera de nuestro ambiente solemos
explicar con frecuencia. Lo que quiero compartir en estas jornadas de jóvenes
investigadores del CEHis, institución que alcanzó los cinco años de funcionamiento
continuo desde su reapertura, es el lugar asignado a la investigación en historia en las
políticas públicas del sistema nacional de ciencia y tecnología en Argentina. Propongo
reflexionar esta cuestión de manera muy llana ante ustedes, estudiantes avanzados y
jóvenes graduados, que comenzaron a explorar la posibilidad de profesionalizarse en
investigación. Mi idea es presentar un umbral de situación que permita luego abrir un
espacio de intercambios acerca del universo científico en el que nos movemos y debatir
sobre problemas concretos a la hora de investigar en historia en la Argentina de 2017.
Federico Vasen ha afirmado que el sistema nacional de ciencia y tecnología puede
pensarse como “un espacio ‘ecológico’, donde conviven instituciones de distinto tipo, con
diferentes funciones, que han sido creadas en diversos momentos históricos, y que
desarrollan actividades de promoción de las actividades de investigación y desarrollo en
función de sus misiones específicas” (Vasen, 2013: 13). El cuadro que les presento,
elaborado por ese autor, muestra claramente esa idea.2
Hoy, la política científica en el país es regulada por el Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT), conducido desde su creación en diciembre
de 2007 por Lino Barañao (Dr. en Química). Las principales instituciones a las que los
historiadores postulamos nuestros proyectos son organismos que dependen de ese
ministerio y del de Educación de la Nación. Comienzo por el Ministerio de Educación dado
la dependencia de la Universidad Nacional de Mar del Plata donde tiene su sede el CEHis.
1
2
Este ensayo recupera mi charla en el panel de apertura de las jornadas y conserva el tono coloquial.
Véase el Anexo.
5
El Ministerio de Educación a través de las universidades nacionales ha contribuido
a la generación de conocimientos. Lejos de ser espacios de conservación y reproducción
del saber, estas universidades estimulan la investigación en unión con la práctica
docente, en un marco de libertad académica.
Tal como lo conocemos, el sistema de investigación en las universidades
nacionales es resultado de una tendencia a la expansión generada a partir de los últimos
años noventa, con intervención decisiva del Estado nacional. Durante el gobierno de Raúl
Alfonsín se incrementó el número de universidades y se abrieron nuevas carreras,
retornaron investigadores, se normalizó la actividad universitaria. Pero la consolidación
del sistema de investigación en las universidades data del gobierno siguiente. Desde
entonces en todas las universidades nacionales existen secretarías de ciencia y técnica
destinadas a promover, gestionar y estimular la formación de recursos en investigación,
como parte de un conjunto de medidas que reflejan la intervención muy activa del
Estado. Entre las medidas que contribuyeron a ellas se destacan la fundación de la
Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) en 1993 –que en un gobierno de carácter
neoliberal aparece como una contradicción en la medida en que es un instrumento de
regulación de la política universitaria (Sarthou y Araya, 2015); la creación del régimen de
incentivos para promover la investigación entre los profesores universitarios (1993, se
aplica desde 1994), con lo que incrementó notablemente el número de investigadores;
la sanción de la Ley de Educación Superior (LES, Nº 24.521/95), que en materia de
investigación procuró coordinar y regular la actividad de los sectores público y privado;
la creación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU),
instituida por la misma LES, que evalúa los posgrados en los que se forman los
investigadores noveles; el incremento del presupuesto universitario destinado a
investigación y la creación de nuevas universidades nacionales con perfil de investigación;
la creación del Fondo para el Mejoramiento Académico (FOMEC) con créditos del Banco
Mundial destinado a apoyar la modernización del equipamiento, la formación de los
docentes universitarios y la introducción de mejoras en la organización académica (Pérez
Lindo, 2005: 29). Este conjunto de medidas generó numerosas críticas en tanto los
incentivos no se incorporaban al salario de los docentes/investigadores, la financiación a
través del FOMEC incrementaba la deuda externa estimuló. Pero su puesta en práctica
contribuyó al desarrollo de grupos, centros e institutos de investigación donde los
6
docentes/investigadores comenzaron a radicar sus proyectos, la proliferación de
posgrados, el incremento de la producción académica.
Los avatares de procesos nacionales más amplios impactaron en las políticas
científicas universitarias. En efecto, aquel estímulo se estancó en 1999, se congeló entre
2001-2002, se estabilizó en 2003-2005 y, desde entonces hasta 2016, se recuperó la
tendencia a la expansión y promoción de la actividad científica que, no obstante,
favoreció más a los organismos científicos que a las universidades nacionales. En especial
con la creación del MINCYT en 2007, creció en investigación el CONICET y perdieron
gravitación las universidades nacionales, lo que se refleja en la disminución de los
recursos asignados a la investigación y la caída del porcentaje de cargos con dedicación
exclusiva.
Pese a esas marchas y contramarchas, la tendencia a la expansión de la actividad
científica en las universidades llegó para quedarse aunque en ocasiones responda a
fuertes dosis de voluntad. En efecto, crece la productividad científica en las universidades
(número de publicaciones/investigador), se expande la oferta de posgrados, crece la
transferencia y la extensión, se multiplican las instancias de evaluación.
La Universidad Nacional de Mar del Plata participó de esos procesos nacionales.
En la Facultad de Humanidades comenzaron a formarse los grupos de investigación en
1991, nutridos en buena medida por los becarios del sistema que en 1989 se puso en
marcha en la Universidad y por docentes que luego, estimulados por el programa de
incentivos, se fortalecieron en investigación. En 1994 se formó el CEHis, cuya estructura
era muy diferente a la actual. Se crearon las carreras de posgrado pioneras —entre ellas,
la Maestría en Historia en 1992 y el doctorado interuniversitario en conjunto con UNICEN
en 1996—, y se obtuvieran recursos para nutrir la oferta de la Maestría a través del
FOMEC, lo que permitió que historiadores extranjeros y de otras universidades
nacionales, de primera línea, enriquecieran la formación de los estudiantes del posgrado.
También aquí se replicaron las críticas realizadas en el orden nacional a las medidas
adoptadas en el marco de la política científica. Pero el impacto en investigación y en la
formación de recursos fue muy relevante. También a partir de los años noventa existen
programas de subsidios a la investigación regulares, abarcativos y, en este momento, no
se priorizan algunos temas por sobre otros. Desde entonces a la fecha, los recursos
asignados a la investigación han disminuido, tanto en lo que a montos de subsidios se
7
refiere como en cuanto a la caída del porcentaje de cargos con dedicación parcial y
exclusiva. Dichos subsidios resultan completamente insuficientes en relación con las
necesidades de los grupos de investigación. Es sorprendente cotejar cuán bajos son
nuestros subsidios en relación con los de otras universidades nacionales, en especial las
del conurbano —UNSAM, UNTREF, UNGS—3.Seguramente estas diferencias responden a
distintos tipos de organización y prioridades en la distribución del presupuesto que se me
escapan y no a la mala voluntad de nuestras autoridades, que también son docentes e
investigadores. Pero no cabe duda de que para continuar investigando en la universidad
en las condiciones actuales hay que asumir fuertes dosis de voluntarismo, lo que resulta
paradójico en el contexto de creciente profesionalización de la actividad científica.
Algo para destacar en el caso de nuestra universidad es su sistema de becas de
investigación de posgrado y también de grado, es decir, becas de estudiantes avanzados;
a estas últimas se suman las que otorga el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). No
todas las universidades tienen un sistema de becas, diría que somos una excepción. Es
importante valorar esto y comprender que una beca no es un salario sino un estipendio
para la realización de una investigación asociada a estudios de licenciatura o de posgrado,
en la institución o fuera de ella. El Doctorado y la Maestría en Historia de la Facultad de
Humanidades, acreditados y actualmente categorizados B por CONEAU, son gratuitos
para los egresados de sus carreras, lo que contribuye de manera notoria a la formación
de jóvenes investigadores y los alivia económicamente. Valoren estas situaciones que
constituyen un gran estímulo para el crecimiento de nuestra masa crítica, no las
naturalicen, no malgasten oportunidades. Digo esto porque ha habido quienes realizaron
el trayecto de becas completo, hasta formación superior, y ni siquiera terminaron la
licenciatura —un abuso y un despilfarro de nuestros magros presupuestos—.
Por último, recuerden que, mal que nos pese, las universidades no tienen
obligación de incorporar a quienes egresan del sistema de becas. Salvo el caso
excepcional de la UNR, no hay un sistema de carrera del investigador científico dentro de
las universidades nacionales. No quiero mentirles, el problema se agrava. En este sentido,
es importante recuperar la dimensión de vinculación y transferencia con la sociedad, que
3
Algunos proyectos del CEHis rondan los $ 30.000 bianuales mientras que en 2015 otros proyectos de
UNSAM o UNGS alcanzaban los $ 280.000 bianuales. Hoy, los subsidios trienales a proyectos de ANPCYT
Tipo A (abiertos), alcanzan a $ 445.000 y los de jóvenes investigadores, a $ 170.000 en dos años.
8
si bien apunta con énfasis al sector productivo, en nuestro caso abre posibilidades hacia
la capacitación y formación permanente de los docentes de niveles no universitarios que
podrían verse beneficiados al conocer abordajes historiográficos y contenidos que solo
elucida la investigación científica.
Ahora toca el turno al MINCYT, del que dependen el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET, creado en 1958, y la Agencia Nacional de
Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT) (1996). Comienzo por la segunda para
dedicarme luego con mayor profundidad al CONICET.
La Agencia se dedica a tareas de promoción de la investigación pero no tiene
unidades de investigación ni recursos humanos propios para la ejecución de actividades
de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), por lo cual financia proyectos externos
a su órbita.4 En ANPCYT existen dos divisiones, el Fondo para la Investigación Científica y
Tecnológica (FONCyT), encargado de financiar actividades de investigación básica y
aplicada en universidades o instituciones sin fines de lucro, y el Fondo Tecnológico
Argentino (FONTAR), creado originalmente en el Ministerio de Economía, que financia la
innovación en el sector privado. Los proyectos de investigación científica y tecnológica
(PICT), a cuya financiación aspiramos los historiadores postulan a través del FONCYT, son
presentados por un investigador responsable al que acompañan un grupo responsable
del proyecto, integrado por investigadores formados, y un grupo colaborador, en el que
se integran los investigadores en formación. Esos proyectos pueden incluir becas de
formación doctoral y posdoctoral.
Ahora sí, llegamos a CONICET el organismo que orienta las políticas de
investigación científica en el país y aquel en el cual impactan primero los lineamientos
establecidos por el Ministerio, cuyo directorio es presidido actualmente por el físico
Alejandro Ceccatto. El CONICET tiene 3 grandes vías para favorecer la investigación: la
carrera del investigador científico; la carrera del personal de apoyo, que se divide entre
profesionales y técnicos; y el sistema de becas. Aclaro, por otra parte, que es el único
organismo científico en el que tenemos cabida los historiadores.5
4
http://www.agencia.mincyt.gob.ar/
El homólogo del CONICET en la provincia de Buenos Aires, en tanto ejecutor de políticas científicas, es
la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC), creada en 1968. Su objetivo es desarrollar investigación
que genere conocimiento, innovación y soluciones concretas para la sociedad. Pueden postular a becas y
presentarse a carrera todos los investigadores con sede en la provincia; propone una alianza estratégica
5
9
Está organizado en cuatro grandes áreas: Ciencias Agrarias, Ingeniería y de
Materiales (seis comisiones); Ciencias Biológicas y de la Salud (cuatro comisiones);
Ciencias Exactas y Naturales (cinco comisiones); Ciencias Sociales y Humanidades (8
comisiones)6. Cada comisión está compuesta por una o más disciplinas afines. La de
Ciencias Sociales y Humanas no solo tiene más comisiones sino que también concentra
más disciplinas, veinte en total. De modo que si el presupuesto se distribuyera en partes
iguales por gran área, las disciplinas de ciencias sociales y humanas se ven obligadas a
una mayor competencia entre sí. Las políticas hacia el área ponderan la solución de los
problemas del aquí y ahora (pobreza, hábitat, drogadependencia, seguridad), no en
perspectiva histórica. No hay una política de promoción de nuestra disciplina, muy
probablemente porque interesa poco.
La tendencia no comenzó en diciembre de 2015, pero se agravó desde entonces.
En junio de 2005, cuando aún no había sido creado el MINCYT, el Ministerio de Educación
presentó las Bases para un plan estratégico nacional de mediano plazo en ciencia,
tecnología e innovación.7 Este plan abarca casi todos los aspectos de la actividad
económica y social, desde una perspectiva atenta a la aplicación de conocimientos y
avances tecnológicos, a la articulación entre instituciones productoras de conocimiento
entre sí y con el sector productivo (Pérez Lindo, 2005: 40). Apunta al desarrollo de ciencia
aplicada y tecnología, y destaca como núcleos prioritarios la reconstrucción del Estado,
el sistema educativo, las industrias culturales y la energía nuclear.
Esa ponderación de la ciencia aplicada se reiteró en 2012, cuando se establecieron
los temas centrales del plan estratégico Argentina Innovadora 2020.8 El plan fue
concebido como una hoja de ruta de las políticas científicas del CONICET y como marco
orientador de las prioridades del conjunto de los organismos públicos y privados del
Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTI). El objetivo de ese plan es
claro: “producir un conocimiento, una ciencia y una tecnología que interactúan con la
con universidades y organismos del MINCYT. Ahora bien, aunque tiene una comisión de Ciencias Sociales
y Humanas, las investigaciones que promueve en la práctica excluyen a la historia. En efecto, la CIC prioriza
la financiación de proyectos de ciencia aplicada que estimulen el desarrollo productivo (tambos, industria,
agricultura). http://www.cic.gba.gob.ar/
6 La información ampliada en http://www.conicet.gov.ar/
7 Cf. http://repositorio.educacion.gov.ar:8080/dspace/handle/123456789/96447
Argentina innovadora 2020. Plan nacional de ciencia, tecnología e innovación. Lineamientos estratégicos
2012-2015, en http://www.mincyt.gob.ar/adjuntos/archivos/000/022/0000022576.pdf.
8
10
comunidad, con la economía, con la salud, para justamente a través de la innovación
tecnológica lograr agregar valor y conocimiento a nuestra economía”. Traducidos a los
términos que circulan hoy, ya entonces se definió la inclinación hacia la llamada “ciencia
útil”, aplicada.
El plan señala como líneas prioritarias de investigación la agroindustria; el
ambiente y el desarrollo sustentable; la energía; la industria; la salud (no historia de la
salud) y el desarrollo social. Es decir, prioridades incuestionables; los historiadores
podríamos aportar conocimiento a la génesis de esos problemas sociales, lo que nos
permite comprender la sociedad y pensarla a futuro. Sin embargo, nos deja poco espacio,
porque parece que no se quiere pensar una sociedad como producto de un proceso de
largo plazo, comprenderla, y en función de eso considerar novedades, sino “apagar
incendios”. Tomemos como ejemplo la línea del desarrollo social. El plan propone
“contribuir a orientar la innovación hacia aplicaciones que incidan directamente en el
bienestar y la inclusión social, la ampliación de la efectiva titularidad de los derechos
ciudadanos, la generación de trabajo de calidad, la mejora de cadenas productivas en la
economía social y regional, y el cuidado del medio ambiente” (p. 32). Y desagrega los
siguientes ítems: Economía social y desarrollo local para la innovación inclusiva, Hábitat,
Tecnologías para la discapacidad, Salud. Ninguno de los sub ítems en que aparecen
divididos deja un intersticio para la investigación histórica. No interesa, por ejemplo,
indagar el porqué de los acuciantes problemas que hoy presenta la salud sino las metas:
producir importantes avances en materia del cuidado de la salud, garantizar la equidad
en el acceso a este derecho, lograr una mayor inserción de medicamentos nacionales en
el mercado mundial. Interesa la aplicación de la investigación, lo urgente y presente,
como la desigualdad, la pobreza o la violencia. Repito, es innegable la necesidad de
investigar estas cuestiones, pero el abordaje de los problemas y su resolución es muy
cuestionable.
Recordarán la polémica entre Carlos Astarita y Barañao: cuando este desestimó
las investigaciones sobre el Medioevo, el primero sacó a relucir la importancia de
comprender procesos que impactan en la actualidad, desconocidos por la vulgata
cientificista (Astarita; 2017). En las apreciaciones del ministro se traslucen las serias
dificultades que tenemos no solo para que la sociedad valore nuestra profesión, sino
también para que la comunidad científica nos legitime. Les doy un ejemplo cercano; si
11
tomamos los folletos del CCT Mar del Plata de 2016, veremos imágenes de hojas,
insectos, materiales, ingenieros trabajando, pero ninguna que se pueda identificar con la
historia ni, más ampliamente, con las ciencias sociales. Más aún, en la folletería la
disciplina historia no estaba mencionada, cuando somos el núcleo de investigadores más
fuertes de la Universidad Nacional de Mar del Plata en el área de Ciencias Sociales y
Humanidades, con 23 investigadores de CONICET que declaran al CEHis como lugar de
trabajo.
Ahora bien, si la división entre ciencia útil, aplicada, y ciencia básica, que solo la
torpeza lleva a considerar inútil, ya estaba instalada, ¿por qué afirmo que las condiciones
se agravaron con el gobierno actual? Porque el porcentaje del presupuesto de
investigación asignado por CONICET a temas estratégicos (útiles) se elevó del 10% según
el plan de 2005 y siguientes al 50% en 2016, en un contexto de fuertes restricciones a la
investigación, que activó la protesta del colectivo de becarios e investigadores.
Recordarán la lucha de becarios e investigadores auto-convocados iniciada en
diciembre de 2016, debido al recorte de los ingresos a carrera. Dora Barrancos, miembro
del Directorio de CONICET por la gran área de Ciencias Sociales, alertó a la comunidad
científica antes de la desmovilización que sucede a fin de año, sobre las consecuencias
de las reducciones presupuestarias y del cambio de criterio en la asignación del
presupuesto. La percepción de injusticia se canalizó en una protesta exteriorizada en
movilizaciones, tomas del polo científico tecnológico que se replicaron en otras sedes del
interior. Los resultados fueron efectivos: se instaló el problema en la sociedad y se
buscaron alternativas para incorporar a los quinientos ingresantes a carrera que
inicialmente quedaban fuera del sistema en universidades u otros organismos. En el caso
de la Universidad Nacional de Mar del Plata los treinta y ocho afectados que tengan algún
cargo docente podrán aspirar a ser designados como JTP exclusivo durante dos años,
cargos que luego saldrán a concurso abierto.
Como la solución es provisoria, toda la comunidad científica sigue muy movilizada.
Se expresa en las calles, en la prensa y a través de pronunciamientos dirigidos a las
autoridades. Un ejemplo es la Declaración de Directores y Directoras de Unidades
Ejecutoras de Ciencias Sociales y Humanas de CONICET elevada a Ceccatto en febrero de
2017, muy conocida por su circulación en las redes sociales. Las preocupaciones centrales
del documento, que cito de manera casi textual, refieren a la reducción del presupuesto
12
destinado a Ciencia y Técnica en el país y particularmente de CONICET, que afecta a sus
recursos humanos y materiales; la restricción en el número de ingresantes previstos, que
pone en riesgo el desarrollo del conjunto del sistema científico nacional, particularmente
en lo referido a la continuidad de la formación de recursos humanos y el sostenimiento
de los equipos e instituciones de investigación; la decisión de asignar la mitad de los
cargos a concursar a “temas estratégicos y tecnológicos”; el hecho de que en las
prioridades geográficas solo se contemplen algunas áreas de conocimiento, que altera el
equilibrio que debe primar para la sustentabilidad del sistema científico nacional; la
limitación al progreso de líneas de investigación consolidadas y de reciente desarrollo al
restringir las posibilidades de incorporar jóvenes doctores en áreas de vacancia
geográfica y disciplinar, concentrando personal científico en determinadas áreas de
conocimiento en detrimento de las demás; la radical distorsión del criterio armónico y
equitativo que ha prevalecido en los últimos años para garantizar el crecimiento de todas
las grandes áreas de conocimiento del CONICET; la irregularidad en la conformación del
directorio, Roberto Salvarezza.9 En la misma declaración se solicita la apertura de
instancias de participación con el propósito de elaborar instrumentos confiables y
consensuados en materia de ingresos a la CIC, capaces de promover de manera conjunta
“la investigación básica, aplicada, el desarrollo tecnológico, y la formación de
investigadores y tecnólogos”, y el “desarrollo armónico de las distintas disciplinas y de las
regiones que integran el país, teniendo en cuenta la realidad geográfica en la que esta se
desenvuelve”, según lo previsto por la Ley 25.467/2001.10
Nótese que la discusión se llevó al campo de la ciencia básica. En un sentido similar
se expresó la Asociación Argentina de Investigadores de Historia (AsAIH) ante el
Encuentro Permanente de Asociaciones Científicas (EPAC). AsAIH manifestó la inquietud
reinante en la comunidad científica derivada del recorte en el presupuesto asignado a
Ciencia y Técnica para el año 2017, recorte posible de prolongarse a futuro, y muy
especialmente del cambio de criterios para el ingreso a la carrera del investigador
9
Roberto Salvarezza (Dr. En Bioquímica e investigador superior), presidente de CONICET durante la
gestión de Cristina Fernández de Kirchner, renunció a su cargo y luego elegido democráticamente por sus
pares como integrante del directorio. A la fecha, presidente de la República no firmó el decreto que efectivice
su incorporación.
10 http://www.conicet.gov.ar/wp-content/uploads/Ley-25.467-CIENCIA-TECNOLOGIA-EINNOVACION1.pdf.
13
científico, de acuerdo a los cuales se asignó el 50% de los fondos disponibles a proyectos
estratégicos. La Asociación reconoce la importancia de una mayor articulación entre el
sistema científico tecnológico nacional y el sector productivo, pero advierte que el
desarrollo de un país demanda un esfuerzo sostenido tanto en investigación básica como
aplicada. Cuestiona la alteración drástica de los criterios de ingreso prevalecientes en el
CONICET desde su creación y la selección de “temas estratégicos” realizada con criterios
teóricos y metodológicos muy dispares, establecidos sin la participación de los principales
actores del sistema, que ignora áreas enteras del conocimiento científico. Advierte que
la alteración de prioridades crea un sistema de incentivos ineficiente, en tanto promoverá
la reorientación de los proyectos para adecuarse a los temas de las convocatorias, en
desmedro de la coherencia y calidad de la investigación.
En síntesis, ambos colectivos manifestaron su preocupación por los abruptos
cambios introducidos. En forma paralela pero no en respuesta a sus demandas, CONICET
emitió a comienzos de junio de 2017 su “Planificación Estratégica”, un documento
provisorio elaborado por los gerentes del organismo en base a talleres convocados el año
anterior.11 El texto fue organizado en cinco ejes: Desarrollo de la investigación científica
y tecnológica, Gobierno y gestión; Vinculación y Transferencia; Articulación con otros
actores públicos y privados; CONICET y sociedad. Fue dado a conocer a las unidades
ejecutoras del país y circuló entre los investigadores que aún no formamos parte de esos
organismos regularizados. Se discutió y, en líneas generales, fue rechazado por los
investigadores de la gran área de ciencias sociales. En octubre pasado se realizó una
reunión de directores de unidades ejecutoras en Córdoba, de la que el Centro de
Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad de esa ciudad elaboró una
declaración para ser discutida en una próxima instancia, que retomaré también de
manera casi textual, porque recupera buena parte de las preocupaciones anteriores y
agrega otras.12
Las críticas más relevantes al documento de CONICET remiten a tres órdenes. En
primer lugar se afirma que la planificación circulante, más normativa que estratégica, es
débilmente democrática y poco sensible en la medida en que elude la participación real
de todos los sectores involucrados en una política de ciencia, tecnología e innovación,
11
12
Cf. http://www.conicet.gov.ar/plan-estrategico/
Documento_ciecs_plan_estrategico_conicet.pdf
14
cuya discusión es necesaria y debe darse en todo el país. En segundo término, se apunta
al diagnóstico y al contenido de la planificación. Se afirma que el primero es inconsistente
teórica y metodológicamente, carece de material sustentatorio y está sujeto a una lógica
empresarial. Además, que se funda en teorías científicamente débiles, ampliamente
cuestionadas, y utiliza categorías pensadas para sectores donde las decisiones se toman
exclusivamente en relación con la inversión. Con respecto al contenido, se sostiene que
promueve la deslegitimación de las “investigaciones libres” en favor de las
“investigaciones por demanda”; que el proyecto desfinancia investigaciones no
orientadas a las necesidades del sector socio-productivo —que podríamos traducir como
las investigaciones básicas, entre ellas, las de nuestra disciplina—; reduce la
“transferencia” y “tecnología” a la lógica del mercado; disminuye la inversión destinada
a becas; y deslegitima a los CCT como instancia de toma de decisiones. Por último, se
cuestiona la matriz del plan. Se sostiene que los cinco ejes estratégicos no se
corresponden con los temas desarrollados en el diagnóstico y que contienen aspectos
problemáticos, entre otros: se presentan de manera separada “vinculación y
transferencia”, “articulación con otros actores públicos y privados” y “CONICET y
sociedad”; se propone una concepción restringida de “transferencia”, “tecnología”,
“vinculación” e “innovación”; no se aclara el financiamiento como parte de las líneas y
objetivos estratégicos; no se explicitan los criterios que definen la propuesta de
“promover nuevas trayectorias de investigación”; con respecto a la evaluación, no se
explicitan los criterios específicos ni la selección, composición ni diversidad de los actores
que se incorporarán a tal fin.
En otras unidades ejecutoras se pronunciaron en sentido similar. El documento
fue rechazado de plano porque supone, al menos para los historiadores, la realización de
“investigaciones a demanda”, con lo cual se estarían interrumpiendo proyectos de larga
data y discontinuando líneas de investigación sólidas.
En suma, de mantenerse esa política de CONICET, las humanidades y la ciencia
básica en general nos encontramos en una situación de enorme debilidad. Esperamos
que se den nuevas y valiosas discusiones para un tema tan complejo como es la política
científica del país.
Para no cerrar esta charla con el pesimismo de la hora, quisiera reconocer
cuestiones que se lograron y hay que defender. Por ejemplo, a diferencia de los años
15
noventa, cuando se congelaron los ingresos a carrera, siguen funcionando las comisiones
(becas, ingresos, promociones) aunque las líneas de corte se encuentran cada vez más
elevadas ante los recortes presupuestarios. No se alteró sustancialmente el número de
becas, al menos no tanto como el de ingresos. Continúan vigentes algunos parámetros
que costó conseguir y hoy están fuera de discusión. Por ejemplo, se acepta que debe
reconocerse la importancia de la publicación de libros, que son un resultado muy
valorado en nuestra disciplina y en el área, algo desestimado anteriormente por criterios
impuestos desde las llamadas ciencias duras; no se califica a los científicos a partir de la
cantidad de citas que recibieron sus artículos —el llamado índice H—, ni el factor de
impacto de la producción—. Se valora, además, la importancia de los indizadores
regionales y las publicaciones en español y se establecieron criterios claros acerca de la
categorización de las revistas, lo que orienta al investigador en el momento de enviar a
evaluar sus artículos (RD 2249/14).13
Concluyo aquí. Este es el panorama que quería presentarles. Sé que no ha sido
una intervención optimista, porque el lugar asignado por las políticas científicas
nacionales a las ciencias básicas y, en especial, a las humanidades no permite serlo. Pero
creo haber cumplido con el propósito de abrir el debate, que seguramente será muy
fructífero. Muchas gracias.
13
http://www.caicyt-conicet.gov.ar/wp-content/uploads/2014/07/CCSH_-RD-20140625-2249.pdf.
Agradezco alguna de esta información a Raquel Gil Montero.
16
Bibliografía
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https://www.pagina12.com.ar/22812-el-ministro-baranao-y-la-historia-medieval
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actores”. Integración y Conocimiento, 2, 2014, pp. 8-32.
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Y
ARAYA, J. M. “El Programa de Incentivos a Docentes Investigadores en
Argentina: a dos décadas de su implementación. Ciencia, Docencia y Tecnología, 50,
mayo
2015.
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sciarttext&pid=S1851-
17162015000100001
VASEN, F. “Las políticas científicas de las universidades nacionales argentinas en el sistema
científico nacional”. Ciencia, Docencia y Tecnología, XXIV, 46, mayo de 2013, pp. 932.
17
Anexo
Cuadro 1
Comparación de los instrumentos de financiamiento para la investigación universitaria.
(Vasen, 2013: 19)
18
¿La Ciencia en la Argentina o la Ciencia argentina (1958-1976)?1
Karina Bianculli
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
La presente conferencia denominada “La Ciencia en la Argentina o la Ciencia argentina
(1958-1976)” plantea, desde su título, una pregunta central que nos guiará para ordenar
los diversos aspectos que analizan y reconstruyen los estudios históricos-sociales acerca
de las políticas en ciencia y tecnología de la Argentina reciente. Estos estudios son un
tema inhóspito para los historiadores. ¿Es historia de la ciencia o investigación histórica
sobre las políticas científicas y tecnológicas? Estas precisiones, junto a otras, limitan un
problema de investigación y generan diversos abordajes sobre el tema, como las
configuraciones científicas que incluyen la relación comunidad científica/Estado, las
definiciones científico-políticas de las líneas de investigación y los científicos como
actores sociales y políticos.
Estas inquietudes parten de las investigaciones desarrolladas en mi tesis doctoral
sobre las reformas en la universidad pública durante los años del Onganiato.2 Esta
centralizó la atención sobre la dinámica de la articulación entre educación y ciencia y
focalizó la mirada en el Plan Taquini3 y permitió profundizar algunos aspectos que me
En el marco de las Jornadas de Jóvenes investigadores del Centro de Estudios Históricos de la Facultad
de Humanidades de la Universidad de Mar del Plata, sus organizadores me invitaron a brindar una
conferencia acerca de las políticas de Ciencia y Tecnología, que de alguna manera, aporta al debate sobre
el tema por demás relevante en estos tiempos de recortes a los fondos públicos para la formación y la
producción científica nacional. Este texto es el escrito a partir del cual se realizó la presentación, a su vez,
esta versión retoma lo dicho e incluye comentarios y referencias para lograr una mayor claridad sobre la
problemática.
2 Bianculli, K. La Universidad Argentina durante el Onganiato. Entre la ciencia y el desarrollo autoritario
(1968-1971), Tesis Doctoral en Historia. UNMDP. 2016.
3 El Plan fue inicialmente presentado en el Coloquio de Intelectuales Argentinos, “Modernización de las
instituciones políticas en la Argentina” de 1968 entre el 16 y 18 de noviembre de 1968, auspiciado por la
Academia del Plata y celebrado en Samay-Huasi, Chilecito, La Rioja. Luego fue publicado bajo el nombre
Nuevas Universidades para un nuevo País y la Educación Superior , por Editorial Martínez Estrada en 1972,
y posteriormente incorporado en una compilación más amplia del mismo autor en el año 2010 por la misma
editorial. Su autor fue Alberto Taquini (h), que es médico e investigador. Nacido en 1935, hijo de Haydee
Lucía Azumendi y Alberto Taquini (P). A los veinte años ingresa a la docencia en el Instituto de Fisiología
de la Universidad de Buenos Aires, bajo la dirección del premio Nobel Bernardo Houssay, recién
incorporado en la Universidad. Pero había iniciado su carrera de investigador en 1954 junto a su padre en
el Centro de Investigación Cardiológica de la Facultad de Medicina de la UBA. Como investigador se
consagró al estudio de los mecanismos de la hipertensión arterial, que le permitió obtener su doctorado en
Medicina y que continuó luego con más de cincuenta trabajos de investigación publicados en las mejores
1
19
llevaron abordar los estudios históricos sobre las políticas en Ciencia y Tecnología en la
Argentina.
En esta obra analizamos tres dimensiones que, a su vez, se relacionan entre sí: las
tensiones y pugnas dentro de las configuraciones científicas y educativas4 durante la
revolución argentina, las vinculaciones entre las reformas en la Argentina en ciencia y
educación superior y las agendas de las agencias internacionales de planificación y
financiamiento científico y educativo5 y, finalmente, un breve recorrido sobre algunos de
los procesos, los actores y las instituciones específicas de la ciencia y la tecnología de la
Argentina de aquellos años en los cuales se evidencian las dos dimensiones anteriores.
La investigación mencionada surge de una paradoja: la revisión de una política
pública educativa y universitaria que se implementó durante la dictadura de la revolución
argentina. Precisamente, una política pública que proponía la apertura de universidades
nacionales en la dictadura de la noche de los bastones largos (y que cerraba una etapa
de la historia universitaria nacional literalmente a bastonazos). A partir de estas
investigaciones comencé a desplegar una serie de cuestiones más amplias que
implicaban tanto dimensiones educativas como científicas, de orden nacional y también
de alcance internacional.
revistas científicas de su especialidad. Fue decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la
Universidad de Buenos Aires entre 1967 a 1971, es miembro actual de la Academia del Plata y parte de la
Comisión Episcopal de Educación. Desde 1973 a 1976 estuvo separado de sus cargos en la Universidad,
pero ya en 1976 ocupa el puesto de presidente de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia
de Buenos Aires. En 1975 la Asociación Universitaria Argentino-Norteamericana le concedió el premio en
Ciencias de la Educación.
4 En mi tesis doctoral desarrollé más ampliamente el concepto de configuraciones, esencialmente tomado
de los estudios de Elsie Rocwell (2007) que la autora utiliza para subrayar las relaciones entre los sujetos
que pertenecen a diversos círculos sociales, políticos e institucionales que conforman “ un conjunto de redes
de relación e interacción” (Rockwell, 2007: 27), que a su vez son parte de redes sociales dinámicas insertas
en relaciones de poder. Esta perspectiva permite atender a los entramados sociales, políticos, científicos y
culturales en los que se inscribe el proyecto de transformación universitaria del Onganiato (Bianculli, 2016:
8). A su vez, una variante desde otro abordaje es el que aporta Knorr Cetina (2005) respecto de cómo
investigar los colectivos científicos e intelectuales, sus discursos y sus acciones en un momento dado,
entendido como “arenas transepistémicas”, que da cuenta de las relaciones de recursos entre científicos y
no-científicos, caracterizadas por tres tipos de vínculos: la competencia, la negociación y la cooperación
(Bianculli, 2016: 12).
5 Se denominan Agencias Internacionales de conocimiento y planificación a las organizaciones como, entre
otras, la UNESCO, la CEPAL, la OEA, la OCDE que, a través de encuentros internacionales, conforman
una red de formación académica y una inmensa divulgación de producción académica sobre planificación
en diversas áreas. En esta investigación nos centraremos en la educativa y la científica. Estas instituciones
comienzan a consolidar un área de conocimiento que se nutre de la economía, la sociología y las ciencias
de la educación, denominada planificación educativa y organización científica vinculada a la administración
de estas áreas, en sus versiones más actuales se la conoce como la Gestión de la educación y de la ciencia
(Bianculli, 2016: 33).
20
Denominé a esos cambios propuestos/impuestos como la transformación
universitaria de 1971, porque no podía llamarla reforma, debido al peso simbólico de lo
que significaba, y aún lo hace, la Reforma Universitaria de 1918 en la Argentina.
Esta transformación estuvo inscripta precisamente en una serie de cambios
educativos y científicos que se definieron en una pugna dentro de la comunidad científica
y académica que tensó intereses científicos, pero también políticos y, en última instancia,
ideológicos respecto de qué se consideraba producción científica o ciencia en general y,
a su vez, qué ciencia se podía o se debía desarrollar en la Argentina de aquellos años.
Estas transformaciones y cambios trajeron consigo debates de múltiples órdenes:
económicos, sociales y políticos.
Las tensiones y pugnas dentro de las configuraciones científicas y educativas durante la
revolución argentina
En el transcurso del desarrollo de mi tesis doctoral, comencé a indagar acerca de las
definiciones sobre las políticas públicas que afectaban a las, por aquel entonces, pocas
universidades nacionales.6 Descubrí en el denominado Plan Taquini, no solo una
definición y una propuesta acerca de la educación universitaria, sino que también logré
visibilizar dos aspectos más que, en general, no se consideran para su análisis: la
transformación universitaria como parte de una reforma integral de la educación en
todos sus ciclos y que los cambios propuestos para las universidades en particular
conformaban una de las dimensiones de una transformación científica, precisamente
acerca de las características que debía asumir la agenda científica nacional, y por ende
las políticas de promoción y producción científicas, vinculadas a un modelo de desarrollo
productivo y obviamente a un horizonte social y cultural.
Es decir, profundizar sobre este Plan en particular resultaba un acercamiento más
amplio que lo estrictamente educativo y, a su vez, más complejo debido a la diversidad
de actores sociales y políticos implicados. Es importante resaltar que, un dato clave del
trabajo realizado, los trabajos consultados que luego se sumaron a la densidad del estado
6
Universidad Nacional de Córdoba (1613); la Universidad de Buenos Aires (1821), la Universidad Nacional
de la Plata (1897), la Universidad Nacional de Tucumán (1914), la Universidad Nacional del Litoral (1919),
la Universidad Nacional de Cuyo (1939), las Universidades Nacionales del Sur y del Nordeste (1956),
aunque existían varias universidades provinciales como la Universidad Provincial de Mar del Plata (1961),
por citar al menos una de ellas.
21
del arte de esta investigación no provenían de historiadores en general, sino de las
ciencias sociales: en particular, desde la sociología y más recientemente desde el enfoque
CTS7 (Ciencia, Tecnología y Sociedad) y, en muchos casos, de los historiadores de la casa
(médicos y físicos relatando los comienzos de una determinada línea de investigación o
descubrimiento como también los albores materiales de alguna institución científica o el
recorrido de una destacada personalidad de la ciencia, con ribetes hagiográficos).
Es así que comencé a relevar los estudios realizados acerca de las instituciones
científicas, sus actores, sus foros y sus discursos entre otros aspectos. Es decir, comencé
a ver al estado y la promoción y/u oclusión de determinadas políticas, las instituciones
científicas y la dirección cambiante de la revolución argentina, con sus tres mandatos,
que le imprimieron preocupaciones, sesgos y compromisos particulares con
determinados sectores sociales, culturales y políticos de la Argentina de fines de los
sesenta. El cuadro se complejizaba aún más, la comunidad científica en particular tenía
sólidos vínculos internacionales y practicaba una actividad que se entendía de carácter
universal: la producción científica. Ello motiva el título de esta presentación.
22
Las vinculaciones entre las reformas en la Argentina en ciencia y educación superior y las
agendas de las agencias internacionales de planificación y financiamiento científicoeducativo
Para analizar las medidas educativas y científicas llevadas adelante por la revolución
argentina es necesario observar con detenimiento el marco regional. A partir de la
investigación logré darle densidad a lo que denominé “La hora de los planes: el desarrollo
y la planificación educativa y científica en Latinoamérica” que se basó en una triada
operativa y conceptual para pensar el contexto internacional: planificación, desarrollo y
modernización. En ese momento la organización de la producción científica y las reformas
educativas fueron promovidas por las agencias internacionales de producción de
conocimiento como la UNESCO, la OEA y la OCDE, que centraron su mirada en una
7
El campo de la Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), ha producido un conjunto de publicaciones entre
las que se destaca el reciente trabajo de Adriana Feld (2015), Ciencia y Política (s) en la Argentina (19431983), que realiza un profundo estudio acerca de las políticas públicas en ciencia y tecnología en el período
señalado, en términos de una historia institucional de la ciencia nacional (Bianculli, 2016: 8). Para mayor
información consultar los estudios realizados por los colegas del Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia
y la Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes.
institución en particular, la universidad, debido a su doble carácter educativo y científico.
Este escenario fue la trama donde se logró identificar a los grupos académicos y
científicos, en vinculación a la universidad y su transformación y la tracción de tradiciones
educativas nacionales con propuestas internacionales.
Las características de los debates suscitados por las reformas educativas, que
incluían los cambios sobre la universidad pública argentina, por primera vez,
denominadas integrales porque intentaron abarcar todos los ciclos educativos, son
posibles de rastrear en, entre otras fuentes,8 dos revistas en particular: Ciencia e
Investigación y Ciencia Nueva.9 Otras fuentes consultadas10 sobre la temática fueron las
extensas y múltiples actas de las reuniones ministeriales acerca de la organización de la
ciencia y tecnología y la planificación educativa superior en Latinoamérica.
Es así que logré reconstruir como dos agendas que comenzaron a desarrollarse
por separado, a fines de los años cincuenta, en el transcurso de la década del sesenta
comienzan a acercarse para volverse una al inicio de la década siguiente. Por un lado, es
de destacar como la agenda educativa se delimitó a partir de tres pilares: el desarrollo, la
planificación educativa y la profesionalización académica en reformas integrales. Entre
sus hitos más importantes es de mencionar el Seminario de Washington11 (1958) y el
8
Reglamentaciones y documentaciones producidas por los ministerios y secretarias educativas y científicas
nacionales disponibles en el Ministerio de Educación de la Nación. Repositorio Institucional Departamento
de Estadística y Centro Nacional de Información y Documentación Educativa (CeNIDE), Biblioteca Nacional
del Maestro, (BNM) y las revistas de divulgación general para definir el clima cultural del momento como la
Revista Panorama y Gente, junto a los diarios locales y nacionales Clarín, La Nación, y La Capital de Mar
del Plata, disponibles en el Archivo Museo Histórico Municipal Roberto T. Barili y Biblioteca Nacional
Mariano Moreno de la República Argentina, (BN).
9 La Revista Ciencia e Investigación es la publicación de la Asociación Argentina para el Progreso de las
Ciencias desde 1945, asociación fundada en el año 1933 en el orden provincial bonaerense, por Bernardo
Houssay, que junto a las Academias Científicas sostuvieron la trama científica nacional hasta la creación
del CONICET en 1958. Todos sus números hasta el Nº 54 que comenzó su edición virtual en 2007 están
disponibles para su consulta en la Biblioteca y Hemeroteca de la Academia Nacional de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales-(ANCEFN). La revista Ciencia Nueva fue una publicación editada en Buenos Aires entre
los años 1970 y 1974, dedicada al ámbito de la ciencia y la tecnología. En ella escribieron Gregorio
Klimovsky, Risieri Frondizi, Jorge Sábato, Amílcar Herrera, Manuel Sadosky, Oscar Varsavsky, José Babini,
Mario Bunge, entre otros. Los veintinueve números editados se encuentran disponibles en la Plataforma de
Políticas CTI.
http://www.politicascti.net/index.php?option=com_content&view=article&id=37&Itemid=77&lang=es
10 Documentos y actas internacionales vinculadas a la planificación educativa y científica en el marco
regional disponibles en el Centro de Recursos Documentales e Informáticos de la Organización de Estados
Iberoamericanos-(CREDI-OEI) y Centro de Documentación Internacional UNESCO, Biblioteca Nacional del
Maestro (BNM).
11 En este seminario se fundamenta la necesidad del planeamiento integral educativo y se visibiliza la
necesidad de vinculación entre la educación y el desarrollo social y económico, cuyo conocimiento
contribuye a la eficacia del planeamiento integral de la educación. Entre las recomendaciones más
23
desencantado Informe Coombs (1965).12 Los aspectos planteados en estos textos,
denominados en general como actas de recomendaciones, comienzan a ganar densidad
en las reuniones regionales de ministros de educación, en un arco que va desde la reunión
de Ministros de Educación en Lima en el año 1956 hasta la de Caraballeda en 1971 en
Venezuela como también en los debates académicos y, posteriormente, en el público en
general. A través del análisis de los extensos documentos se pueden advertir las
recomendaciones de las agencias internacionales y como traccionan con tradiciones
educativas nacionales como las representadas por los liberales modernizadores y los
pedagogos católicos13 (que logran un acuerdo pese a las tensiones) en las áreas que
ocupan dentro de la reforma educativa integral del Onganiato.14 Es así que, es necesario
importantes del seminario se destacan: la organización de un servicio técnico encargado del planeamiento
general, económico y social y la promoción de la vinculación con los organismos internacionales, para la
ayuda técnica necesaria y la organización de cursos y seminarios de capacitación para la formación de los
especialistas que requería el planeamiento educativo. De esta manera comienza a delinearse la importancia
de los técnicos especializados en planificación educativa. Sobre este último aspecto, durante los meses de
octubre y noviembre de 1959 en Bogotá se organiza el primer Curso Interamericano sobre Planeamiento
Integral de la Educación organizado por la OEA con la estrecha colaboración de la Unesco. Este seminario
define por primera vez qué es el planeamiento integral en educación: el planeamiento integral de la
educación es un proceso continuo y sistemático, en el cual se aplican y coordinan los métodos de la
investigación social, los principios y las técnicas de la educación, de la administración, de la economía y de
las finanzas con la participación, el apoyo de la opinión pública, tanto en el campo de las actividades
estatales como privadas, a fin de garantizar educación adecuada a la población, con metas y etapas bien
determinadas, facilitando a cada individuo la realización de sus potencialidades y su contribución más eficaz
al desarrollo social, cultural y económico del país (UNESCO, 1962:13). Centro de Documentación
Internacional UNESCO (CDI). Biblioteca Nacional del Maestro (BNM). Bs. As.
12 De este modo es conocida la compilación “Los problemas y la estrategia del planeamiento de la
educación. La experiencia de América latina” de 1965, donde el primer capítulo, escrito por Philips H.
Coombs, director en ese momento del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE)
dependiente de la UNESCO, adquirió una fuerte visibilidad en la temática. Centro de Documentación
Internacional UNESCO, Biblioteca Nacional del Maestro (BNM).
13 Suasnábar (2004) enriquece la mirada sobre estos grupos, cuando indaga la convivencia de los mismos
dentro de la cartera de educación o en espacios vinculados al área, y reconstruye las trayectorias de algunos
de sus protagonistas (Zanotti y Cirigliano), que le permitieron identificar dos grupos, con dos modos de
entender la educación que pugnaron entre sí para imponer su proyecto educativo: los modernizadores
liberales y los pedagogos católicos. El autor puntualiza cómo pudieron convivir, no sin tensiones, en la idea
de la gestión de un Estado sin política, sino con administración y organización, y traccionaron con los valores
modernizantes, tecnocráticos y autoritarios que representaba el Onganiato (Suasnábar, 2004: 142;
Bianculli, 2016: 89-90).
14 En mi tesis doctoral he desarrollado más ampliamente las características de la reforma educativa
emprendida durante el Onganiato, que asumió diversos modos en cada uno de los ciclos educativos.
Aunque la indagación se ha centrado en la universidad y en algunos aspectos de la reforma educativa
referidos a la enseñanza de las ciencias en la escuela primaria y secundaria. Es de mencionar que ésta no
solo implicó cambios en los primeros ciclos del sistema educativo argentino, como la creación del ciclo
intermedio, o propuso la apertura de nuevas universidades de forma sistemática a través del Plan Taquini
en el ámbito de los estudios superiores, sino que también, entre otras medidas, elevó la obligatoriedad del
ciclo educativo a nueve años, extendió la edad jubilatoria de los docentes, intentó implementar la dedicación
docente a tiempo completo por escuela, transfirió las escuelas nacionales a las provincias, aunque
finalmente el proceso de transferencia se limitó a las escuelas primarias de Buenos Aires, Rio Negro y La
24
precisar que la reforma educativa tuvo dos conjuntos institucionales claramente
diferenciados, la escuela primaria y secundaria, por un lado, reformulada a tres ciclos, y
por otro lado, a la universidad. De alguna manera la escuela fue el ámbito de aplicación
de los cambios del Ministerio/Secretaria de Cultura y Educación y la universidad del
Consejo de Ciencia y Tecnología, aunque éste último propuso también una reforma de
los contenidos de la enseñanza de las ciencias en la escuela, a través del Instituto Nacional
para el mejoramiento de la Enseñanza de las Ciencias (INEC),15 bajo su órbita.
A su vez, la universidad no solo es considerada como ciclo educativo, sino que es
un espacio pensado también para la formación y el desarrollo científico. Esta otra
dimensión del debate público, tanto nacional como internacional, es rastreable desde las
reuniones internacionales acerca de la organización científica como la de Átomos para la
Paz realizada en 1958 en la ciudad de Bruselas y los eventos científicos Aplicación para la
ciencia y la Tecnología para el Desarrollo que desde el año 1963 hasta la Declaración de
Presidentes en Punta del Este en 1967 aportan características nuevas a las agendas
científicas nacionales y regionales, que el gobierno de Onganía reconfiguró bajo la
creación del Consejo de Ciencia y Tecnología a cargo de Alberto Taquini (p)16. Éste
proponía un nuevo esquema de desarrollo científico de ciencias básicas, con asiento en
las nuevas universidades propuestas por el Plan de su hijo, junto a la organización de la
producción científica tecnológica en polos de desarrollo organizando productiva,
tecnológica, científica y geográficamente el país.
Rioja (Bravo, 1994: 26 en Zysman, 2014) y creó los institutos de formación docente de jurisdicción provincial
(Bianculli, 2016: 85).
15 El Instituto Nacional para el mejoramiento de la Enseñanza de las Ciencias (INEC) es creado en 1967 en
un convenio entre la Secretaria de Cultura y Educación y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (CONICET) “ad referéndum” del Poder Ejecutivo, finalmente se confirma la dependencia del
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología en 1967 por Decreto Nacional No 9312 de fecha 27 - XII – 67.
El mismo se concentra en 15 puntos de las actividades por delante: actualizar el conocimiento del personal
docente, crear becas de perfeccionamiento, evaluar planes de enseñanza, elaborar o mejorar material para
la misma, promover la utilización de métodos modernos de aprendizaje, reunir información y mantener
intercambio y relaciones con organismos similares nacionales e internacionales (Bianculli, 2016: 116).
16 Alberto Taquini (p) (1905-1998) fue un reconocido medico e investigador, discípulo de Bernardo Houssay
e integrante del CONICET, la Academia Nacional de Medicina, la AAPC y director del Centro de
Investigaciones Cardiológicas CIC por 55 años, actual Instituto de Investigaciones Cardiológicas “Prof. Dr.
Alberto C. Taquini” (ININCA) y está asociado, desde 1972, al Conicet, además de Director del Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología desde 1968 hasta 1971 durante la revolución argentina.
25
Breve recorrido sobre algunos de los procesos, los actores y las instituciones específicas de
la ciencia y la tecnología de la Argentina de los sesenta
Pensar en la ciencia argentina es, sin dudas, pensar en el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) que, a partir de su fundación en 1958,
organizó, aumentó y consolidó la producción científica nacional. Con el CONICET emerge,
claramente, la figura del Bernardo Houssay: uno de sus impulsores, su primer director y
nuestro primer premio Nobel (1947). Sin embargo, desde por lo menos los años treinta,
hallamos incipientes y diversas formas de hacer ciencia en el país, que llevan con ellas
miradas sobre la ciencia y sobre los aspectos sociales y políticos de la actividad. Es decir,
además de la producción científica en particular, se consideran un conjunto de problemas
asociados a los fines, los fondos y las estrategias en la producción científica, la promoción
de determinadas líneas de investigación y por supuesto la formación de las nuevas
generaciones de científicos. Éstas implicaban, y aún lo hacen, cuestiones tan complejas
como por ejemplo la definición de una política en torno a la soberanía energética y por
ende productiva que se vinculaba por aquellos años al desarrollo nacional y regional, que
implicaba a diferencia de la idea de crecimiento económico, otros aspectos como los
sociales y finalmente políticos para la región y el país, impulsados desde por lo menos el
año 1949 desde la CEPAL de Presbich.17
Este conjunto de propuestas conocidas como el desarrollismo se despliegan en el
marco del proceso de modernización de mediados de los años cincuenta del siglo XX y
atraviesan las administraciones nacionales en Latinoamérica y se encarnan en profundos
y complejos planes de transformación estatal en diversas dimensiones como la
educación, la salud, etc.
Para describir algunas de las coordenadas sobre la consolidación de la producción
científica en la Argentina es, precisamente a partir de la figura de Bernardo Houssay, que
se pueden señalar al menos dos hitos: la fundación de la Asociación Argentina para el
Progreso de las Ciencias (AAPC) en el orden provincial, creada en el año 1933 y la
publicación de la Revista Ciencia e Investigación a partir del año 1945. Ambos espacios
científicos y culturales fueron delimitando la identidad de la comunidad científica
17
Raúl Presbich (1904-1986) fue un prestigioso economista argentino, que luego de su trabajo como asesor
de Pinedo en la cartera de economía durante la “década infame” comienza su carrera en el marco
internacional. Su emblemático libro El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus
principales problemas de 1949 sienta las bases del desarrollismo en Latinoamérica. http://www.eclac.org
26
argentina, en sus años previos a la creación del CONICET. Miguel de Asúa (2010) nos
señala la importancia de esta Asociación que logra su personería jurídica en 1934, y
establece los modos profesionales de producción científica en el país al modo americano,
sostiene la financiación tanto de fondos públicos como privados y una estructura
fuertemente meritocrática y jerarquizada.
Como apuntábamos previamente, pocos años después aparece una publicación:
la Revista Ciencia e Investigación en el año 1945. Ésta se va a convertir en un foro público
de esta pequeña comunidad científica. Y, precisamente, en el análisis de esta revista, aún
vigente, es como se logra advertir quiénes son los científicos argentinos, cuáles son las
líneas de investigación, el origen de los fondos públicos y privados que aportan a las
becas, las estancias y doctorados/posgrados en el exterior, los debates y definiciones
frente a la educación, el estado y la formación de nuevos científicos, como también el
apoyo de algunas empresas privadas (industriales, químicas y médicas) a modo de
mecenazgo a través de la importante publicidad con la que contó la revista.
Durante el año 1943, debido a la intervención a las universidades nacionales
durante la revolución del ‘43, Houssay y Braun Menéndez renuncian a sus cátedras en la
Universidad de Buenos Aires en defensa del reformismo universitario y trasladan su
trabajo de investigación al Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME),
financiado por la Fundación Sauberán.
En este marco, Braun Menéndez se convirtió en uno de los más sólidos impulsores
de la creación de un instituto católico de ciencias, al modo del Instituto Johns Hopkins
norteamericano, es decir un centro de investigación internacional, que fuera privado,
pero no profesionalista, sino especializado en la investigación básica.
Para lograr comprender por qué estas ideas sobre una universidad científica no
prosperaron en la década del cuarenta es necesario profundizar acerca de las
características de la política científica que desplegó el peronismo. Según Hurtado de
Mendoza y Busala (2010), desde los inicios de la presidencia Juan D. Perón (1946-1952),
las áreas de planificación económica advirtieron el déficit de técnicos y científicos que la
acelerada transformación del país comenzaba a poner en evidencia. Sin embargo, el
gobierno le asignaría otras características a la relación entre ciencia y desarrollo técnico
e industrial, que finalmente obturaron la relación entre científicos e industriales del
sector productivo privado, en particular los vinculados a las universidades, más que nada
27
debido a la centralidad del Estado en las administración de estas relaciones y en la
orientación de las políticas productivas, como en la posición política y cultural asumida
por las universidades respecto al gobierno peronista.
Hacia el año 1953 Braun Menéndez crea el Instituto Católico de Ciencias como
puntal inicial de una futura universidad católica de investigación, pero poco tiempo
después, las divergencias dentro del grupo de los católicos entre las características que
debían asumir las universidades libres, terminaron de definir su alejamiento del proyecto,
durante el período de la laica y libre.
En este escenario se funda a principio de los años cincuenta un importante
número de organismos e instituciones del Estado en el área de ciencia y técnica. Entre
ellas pueden contarse: la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas, desde 1953,
Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, antecedente del actual
CONICET, la Planta Nacional de Energía Atómica y la Dirección Nacional de Energía
Atómica (DNEA), el Instituto Nacional de Investigaciones de las Ciencias Naturales del
Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, y los Institutos de Física
Nuclear y Aerofísica, y la Estación de Altura “Presidente Perón” que funcionaron en el
Departamento de Investigaciones Científicas de la Universidad Nacional de Cuyo.
En 1951, se crea el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CNICyT), al que se le asignó el objetivo de orientar, coordinar y promover las
investigaciones científicas y técnicas de todo orden que se realizaran en el país (Hurtado
de Mendoza y Busala en Asúa, 2010). Es de mencionar, que a mediados de 1954 en el
marco de una reorganización ministerial en la cual se hizo descender al Ministerio de
Asuntos Técnicos al rango de Secretaría desapareció el CNICyT, que pasó a denominarse
Comisión Permanente de Investigaciones Científicas y Técnicas. A pesar de esta medida,
la actividad de investigación continuó y hacia 1955 se publicó “La Reseña General” del
Registro Científico Nacional, creado en 1953 como organismo dependiente del CNICyT,
en el cual es posible observar el imaginario bélico de una tercera guerra mundial y la
importancia de la definición de una concepción estratégica del área científico-técnica
orientada hacia lo militar del peronismo.
Es entonces que, después de 1955, se retoma el debate sobre la redefinición de
la política científica nacional y el rol que se le asignaría en ésta a las universidades Públicas
(en particular a la UBA). Durante el gobierno de Frondizi, se consolida la trama
28
institucional científica argentina tal como la conocemos en la actualidad (que se
desarrolló y fortaleció sobre la base de lo creado durante los últimos años del peronismo).
Como detalla Hurtado de Mendoza (2010), junto con la creación del INTA y del INTI, en
enero de 1958, también se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET), ente autárquico dependiente directamente del Poder Ejecutivo con
la responsabilidad de promover y financiar las actividades de investigación a escala
nacional, con especial énfasis en las universidades (Hurtado de Mendoza, 2010: 239).
Los hombres al frente de estas instituciones18 eran casi los mismos que
conformaban los directorios de la AAPC, la Revista Ciencia e Investigación y la Academia
de Ciencias Exactas y Naturales, en su mayoría provenientes de las Facultades de
Medicina, Ciencias Exactas y Naturales e Institutos de Investigación como el IBYME, La
Fundación Campomar y la Fundación Grego (ésta última luego denominada Fundación A.
C. Taquini).
Con la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET), a través del Decreto Ley N° 1291 del 5 de febrero de 1958, bajo la dirección
de Bernardo Houssay, se consolida la trama científica nacional y comienzan a delimitarse
las características institucionales que sostiene en la actualidad.
A modo de cierre
Como se detalla en las líneas previas, hacia fines de los años cincuenta, no solo se crea el
CONICET sino que también se crean instituciones de tecnología aplicada como el INTI, el
INTA, entre otras que dotarán no solo de mayor consolidación a una trama científica e
institucional sino que también aportarán otros aspectos a considerar en la investigación
científica, como las preocupaciones sociales y políticas que conlleva toda investigación,
más aún si se trata de la promoción de una política pública en pos de una u otra línea de
investigación disciplinar.
18
El Poder Ejecutivo designo a los miembros del primer directorio: Bernardo A. Houssay, Félix González
Bonorino, Venancio Deulofeu, Eduardo Braun Menéndez, Fidel Alsina Fuertes, Luis Federico Leloir, Alberto
Sagastume Berra, Eduardo De Robertis, Humberto Ciancaglini, Rolando V. García, Ignacio Pirosky, Alberto
J. Zanetta y Lorenzo R. Parodi. El contraalmirante Helio López también se integró como representante de
la Junta de Investigaciones Científicas y Experimentaciones de las Fuerzas Armadas (JICEFA) (Hurtado de
Mendoza, 2010: 239).
29
La ciencia en aquellos años era un mundo muy pequeño. Si nos retrotraemos a
los años treinta, pensando un mapa científico nacional, vamos a encontrar a las
academias con científicos de número, que era un mundo aún más pequeño. Ya creado el
CONICET éste se amplía, aunque sigue siendo un mundo de pocos. Además, si
consideramos que la definición de las dimensiones detalladas previamente no solo
corresponden a las tensiones hacia dentro de la comunidad científica nacional, sino que
también se vinculan con las agendas y el financiamiento internacional de las agencias
internacionales de conocimiento en planificación educativa y científica, el escenario por
lo menos se complejiza.
El debate señalado, adelantado en el título del presente texto, es precisamente,
el emergente de este conjunto de problemas brevemente expuestos en esta conferencia.
Es apasionante seguir el ritmo del mismo a través del análisis de las revistas Ciencia Nueva
y Ciencia e Investigación. Sus artículos nos permite reconstruir el debate de aquellos años
sobre las características que debía asumir el modelo de organización científica, visible
también en los libros publicados por el Programa de Estudios sobre el Pensamiento
Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED) editados en aquellos años
“Notas sobre la ciencia y la tecnología en el desarrollo de las sociedades
latinoamericanas” de Amílcar Herrera (1968); “La ciencia y la tecnología en el desarrollo
futuro de América Latina” de Jorge Sábato y Natalio Botana (1968) y “Ciencia, política y
cientificismo” de Oscar Varsavsky (1969) (Kreimer y otros, 2004: 26).
A modo de cierre, quiero insistir en un punto que considero central y dejar
planteado otros interrogantes. Si volvemos al título de esta conferencia se podrían
resumir las preguntas que estos hombres de la ciencia nacional se hicieron a fines de los
años sesenta. ¿Cuánto podría la ciencia argentina aportar a la construcción de una ciencia
internacional, básica, construida entre iguales de forma simétrica? O ¿Se puede
desarrollar una ciencia nacional a través de las instituciones específicas para elaborar una
agenda propia más allá de los gobiernos de turno? Y, finalmente, ¿se puede pensar en
una ciencia de agenda y factura nacional que se vincule a los intereses del estado y de
nuestra sociedad, y que esté alejada o enfrentada a los intereses de un mercado global y
de una hegemonía geopolítica extranjera ajena a nuestra historia y a nuestro futuro?
30
Bibliografía
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autoritario (1968-1971). Tesis Doctoral en Historia. Universidad Nacional de Mar del
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31
Las transformaciones en la conformación jurídico-territorial de la campaña
bonaerense sur en la coyuntura de crisis del régimen rosista: Dolores (18381841)
Carolina Germinario
Consejo Interuniversitario Nacional
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
Este trabajo da cuenta de una investigación en curso, en el marco de la Beca Estímulo a
las Vocaciones Científicas del Consejo Interuniversitario Nacional,1 que aborda una
coyuntura específica del segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas. Es un momento de
crisis, debido a los diferentes conflictos que el gobernador debe afrontar para mantener
su poder y garantizar el orden, en el que se ponen en juego múltiples mecanismos para
cumplir el objetivo. La coyuntura crítica para el régimen tiene su origen en tres ejes que
le significan al Gobernador un desafío: el bloqueo francés del puerto de Buenos Aires, el
avance del General Lavalle y el Levantamiento de los Libres del Sur, en la campaña rural.
Este último eje es el que nos proponemos estudiar en el marco de la investigación. Los
objetivos propuestos para la investigación son en modo general abordar las formas de
construcción del orden político y jurídico-institucional en la campaña sur bonaerense
durante la coyuntura de crisis del régimen rosista a partir del análisis de las prácticas
implementadas por los actores locales en su interacción con los poderes establecidos y
las respuestas institucionales formuladas al respecto. Y, específicamente reconstruir el
impacto de la coyuntura de crisis (1838-1841) en la política rosista de configuración de
nuevos dispositivos jurídico-administrativos de control territorial del área jurisdiccional
de Dolores.
El trabajo está a su vez inserto en el Proyecto de Investigación “Actores sociales, prácticas económicas y
configuraciones institucionales: Buenos Aires ciudad y campaña (fines del siglo XVIII – mediados del siglo
XIX)” dirigido por la Dra. María Valeria Ciliberto, y radicado en el Grupo “Problemas y Debates del Siglo
XIX” del Centro de Estudios Históricos (CEhis) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional
de Mar del Plata. Agradezco especialmente a los miembros del Grupo “Problemas y Debates del siglo XIX”
por sus aportes, comentarios y sugerencias a una primera lectura del proyecto de investigación.
1
32
Este primer ejercicio de publicación y divulgación de los avances de la
investigación en curso tiene como objetivo dar cuenta del trabajo realizado hasta ahora,
que ha tenido dos variables. En primer lugar, un análisis de la bibliografía disponible sobre
el tema y el período que permite encuadrar historiográficamente la perspectiva de la
investigación. En segundo lugar, el avance sobre uno de los objetivos propuestos en el
plan de beca, que consiste en la reconstrucción del Levantamiento de los Libres del Sur,
viéndolo como una de las prácticas implementadas por los actores locales en su
interacción con el poder de Rosas en el contexto de crisis. Por último, un primer
acercamiento al trabajo de fuentes y de planteamiento de hipótesis a partir de los dos
primeros ejercicios.
En primer lugar, comenzaremos recuperando los aportes de la historiografía
política y de la historia rural rioplatense, no solo sobre la coyuntura de crisis, sino sobre
el proceso más amplio de reconstrucción de un orden luego de la ruptura revolucionaria,
en clave republicana, con la participación de nuevos actores sociales.
Aportes y renovación desde la historia política y la historia rural rioplatense
La historia política rioplatense de la primera mitad del siglo XIX ha experimentado una
renovación que permite un cambio de perspectiva, reconstruyendo la vida política de los
actores “al ras del suelo” (Fradkin, 2017: 13), dejando de lado la visión de la misma como
actividad exclusiva de un grupo reducido de élite, y permitiendo comprender los
mecanismos que fueron los pilares del nuevo orden post-revolucionario (Fradkin, Di
Meglio, 2013). Los estudios renovados desde esta perspectiva han habilitado visualizar
las complejidades y particularidades propias del período, examinando las formas e ideas
sobre la soberanía (Chiaramonte, 1997), la conformación de la ciudadanía política y los
procesos electorales. En particular el estudio sobre el voto y sistema electoral en la
primera mitad del siglo XIX permite dilucidar la forma que tomó “la necesidad de
reemplazar la tradicional legitimidad monárquica por una nueva legitimidad capaz de
garantizar la obediencia política” (Ternavasio, 2002: 20).
Dentro de los estudios sobre la vida política, también se destacan aquellos que
abordan la historia intelectual y de las ideas, poniendo énfasis en el análisis de los
discursos, las representaciones y las identidades (Myers, 1995), buscando, al igual que
los análisis sobre los procesos electorales mencionados anteriormente, dilucidar los
33
cambios y continuidades propios del período, dejando de lado los anacronismos de
perspectivas historiográficas anteriores. En la misma línea de renovación, los análisis
sobre la justicia y los mecanismos de negociación e imposición del orden han abordado
las formas de construcción del Estado y sus instituciones, en algunos casos desde los
elencos de funcionarios y profesionales (Gelman, 2000).
Los aportes de la historia política se suman a las contribuciones de una historia
rural también renovada (Santilli, 2017), que parte desde la idea de que uno de los
principales legados del proceso revolucionario es la ruralización de las bases de poder
(Halperín, 2005), que se da en un espacio más amplio de transformación económica: la
reorientación atlántica del ámbito rioplatense ya desde fines del siglo XVIII y que
finalizada la década revolucionaria tomó un fuerte impulso. Los trabajos que desde la
perspectiva socio-económica han estudiado la campaña rural bonaerense en este
período, permitieron generar un nuevo consenso en relación a los espacios productivos,
a la composición demográfica de la campaña, a las formas de acceso, usufructo y/o
propiedad de la tierra que, desde un análisis micro-analítico de determinados espacios
han reconstruido las formas de organización económica de sus habitantes.2
La base de este consenso radica en entender que la composición socio-económica
de la campaña estaba dada principalmente por pequeños y medianos productores,
ocupantes y propietarios que convivían con los estancieros, y el foco de los estudios se
ha puesto en las dinámicas de interacción de esta multiplicidad de actores. Asimismo, los
análisis sobre las zonas de fronteras con los pueblos originarios, han comprobado cómo
el espacio considerado fronterizo lejos de ser una línea divisoria, se constituyó como área
de intercambios y negociaciones, no solo económicos, sino también sociales y culturales
(Ratto, 2015).
El estudio sobre la figura política Juan Manuel de Rosas y su período en el poder
(1829-1852) también ha sido influenciado por los aportes de la historia política y socioeconómica, en primer lugar revisando los enfoques tradicionales que lo enmarcaban en
el análisis más general del caudillismo, entendiéndolo como una forma de liderazgo
político basado en relaciones clientelares, despóticas y autoritarias, que implicaban un
2
En este contexto, se destacan los trabajos de Juan Carlos Garavaglia sobre San Antonio de Areco (2009),
Alejandra Mascioli sobre Dolores (2004), Daniel Santilli sobre Quilmes (2011), Guillermo Banzato sobre
Chascomús, Ranchos y Monte (2005) y Valeria Ciliberto sobre San José de Flores (2009), entre otros.
34
estadio no institucionalizado, previo a la organización de los estados nacionales. Las
perspectivas propuestas han permitido abrir diferentes líneas en relación a esta forma de
poder, por un lado, historiar el uso del concepto “caudillismo” (Goldman y Salvatore,
2003), por otro analizar, desde una visión no teleológica, las formas del Estado y la
legalidad en relación a los caudillos; y también abordar las formas de construcción del
poder desde los estudios sobre prácticas e identidades políticas y sobre sectores
populares e indígenas (Cutrera, 2009). Por lo tanto, la renovación de los estudios sobre
la sociedad y los actores en la que los caudillos, y en particular Juan Manuel de Rosas,
construyeron su poder permite revisar las prácticas que empleó el Gobernador para
generar consenso y para establecer las bases de su poder.
En el ámbito de los estudios político-institucionales sobre cómo Rosas erigió su
liderazgo político (Fradkin y Gelman, 2015), se han abordado diferentes aspectos, siendo
uno de ellos las elecciones y la construcción del orden a partir de la unanimidad en las
candidaturas, y el uso del plebiscito como garante de su legitimidad. En relación a esto, y
articulando los diferentes abordajes antes mencionados, Marcela Ternavasio señala que:
“El fenómeno del caudillismo, como los procesos de militarización y
ruralización de la política asociados a aquél, se produjeron en íntima
articulación con la nueva representación política desplegada luego de
la independencia. Lejos de constituir fenómenos antagónicos,
reproducen una compleja trama en la que el voto revela ser un factor
de fundamental importancia” (Ternavasio, 2002: 24).
Desde estas nuevas perspectivas historiográficas, las coyunturas de crisis del régimen
también han sido revisadas. Para el caso de los años de crisis 1838-1841,
tradicionalmente (Saldías, 1887; Carranza, 1880) han sido vistos desde el foco de las
luchas facciosas entre unitarios y federales. Sin embargo, en la actualidad el estudio de
la crisis se aborda desde varias perspectivas, como mencionamos al inicio. En primer lugar
los problemas económicos desencadenados por el bloqueo francés que se entiende
observando el contexto internacional; en segundo lugar la importancia de las luchas
facciosas entre unitarios y federales (con los intentos de Lavalle de desestabilizar a
Rosas); tercero el Levantamiento de los Libres del Sur (1839) como un punto de
cuestionamiento desde el interior del federalismo, con un trasfondo económico que
evidencia las dificultades de instalar un orden legítimo y estable en la campaña sur
bonaerense.
35
El Levantamiento de los Libres del Sur fue una sublevación contra el rosismo
liderada principalmente por estancieros que tenían prestigio social e importancia
económica, en su mayoría considerados federales leales al régimen. El análisis del
levantamiento ha sido abordado desde una perspectiva tradicional que lo entendía como
una traición a Rosas llevada adelante por falsos federales que aprovecharon la crítica
coyuntura económica para mostrar su verdadera faceta unitaria. Desde esta visión se
ocultaba el trasfondo de las prácticas e interacciones de los actores, invisibilizando las
diferencias al interior de la facción federal.
A partir de los aportes de estos estudios, se propone el análisis de la coyuntura de
crisis como desencadenante de un cambio en las formas de controlar el territorio y
ejercer el poder, plasmado sobretodo en la creación de nuevos dispositivos jurídicoterritoriales de control. Entendemos por dispositivos jurídico-territoriales la división del
territorio sublevado en partidos más reducidos, multiplicando las instancias de mediación
y control como Juzgados de Paz y autoridades como alcaldes y tenientes. Es en esta línea
que nuestra investigación se inserta para evaluar el impacto de las transformaciones en
la configuración territorial de la campaña sur bonaerense, especialmente en área de las
jurisdicciones de Dolores, donde el Levantamiento de los Libres del Sur tuvo su punto
álgido. Un primer ejercicio necesario es la reconstrucción del Levantamiento, teniendo
en cuenta principalmente quienes eran los actores intervinientes y cuál era su rol en las
dinámicas de construcción de poder del Gobernador.
Reconstruyendo el acontecimiento: ¿buenos federales o unitarios con máscara federal?
El trabajo de Jorge Gelman (2009) ha sido fundamental para iluminar el devenir del
Levantamiento, no solo durante su duración, sino también buscando comprender las
motivaciones que impulsaron a los actores y especialmente quiénes eran. Por lo tanto,
aquí procederemos a realizar una breve mención a cómo se desarrollaron los hechos.
El Levantamiento duró diez días, del 29 de octubre de 1839 al 7 de noviembre. Sin
embargo, ya desde mediados de 1838 había indicios y rumores de un descontento en la
campaña bonaerense. Un ejemplo es el intento de sublevación del Coronel Zelarrayán y
del Sargento Mayor Céspedes, que tuvo como centro Dolores y Chascomús y culminó con
la derrota y la muerte de Zelarrayán. Luego, en junio de 1839 el Coronel Ramón Maza es
acusado de un complot antirrosista, que finaliza con su muerte y la de su padre Manuel
36
Vicente quien era el presidente de la Legislatura. Ya entre septiembre y octubre circulan
cartas y reuniones organizando la rebelión, que son advertidas por Prudencio Rosas,
hermano del gobernador y jefe de las fuerzas militares en Azul, bastión federal de las
tierras de nueva ocupación al sur del Salado (Lanteri, 2011).
Como Jorge Gelman señala, la rebelión toma carácter público a partir del motín
en Dolores de Manuel Rico, el segundo del Regimiento allí asentado, y durante los diez
días van a sucederse una serie de enfrentamientos armados, siendo el más importante el
que ocurre en Chascomús el 7 de noviembre, que implicó la muerte de los principales
cabecillas en manos de las fuerzas militares y milicias comandadas por Prudencio Rosas.
A su vez, durante la rebelión se experimenta un clima de incertidumbre y desinformación,
que perdurará con denuncias cruzadas hasta febrero de 1840.
Para comprender las motivaciones de los actores intervinientes a realizar un
Levantamiento en contra del Gobernador, es revelador el sector social y económico al
que pertenecen. Gelman reconstruye que dentro de los principales líderes se encuentran
actores que había sido miembro del cuerpo de funcionarios de la campaña: Jueces de
Paz, Alcaldes y Tenientes. Por otro lado, identifica un sector que ya estaba en los registros
sospechados por unitarios de principios de los años ‘30, y otro mayoritario que había sido
señalado como “buenos federales”. Por otra parte, desde la perspectiva económica, se
encuentran enfiteutas, grandes propietarios que figuran en la lista de la Contribución
Directa reformada a principios de 1839, y personal jerárquico de las grandes estancias.
Tomando como criterio el perfil económico de los actores que encabezan el
Levantamiento es comprensible la vinculación directa con la coyuntura crítica
desencadenada por el bloqueo del puerto y las medidas económicas tomadas por el
estado provincial para intentar controlar las finanzas públicas, que los perjudican. En
especial la modificación del impuesto Contribución Directa, que lo hace más eficaz en su
recaudación, y el aumento de los cánones de enfiteusis.
Por otra parte, la consideración de varios de los cabecillas como “buenos
federales” y su participación como funcionarios de la campaña en años previos al
Levantamiento se puede vincular con lo que Gelman señala en relación al complejo
proceso de construcción estatal y del orden post-revolucionario:
“era necesario reconocer a la sociedad que los rodeaba, con sus
prácticas antiguas de reproducción social, con sus hábitos nuevos de
37
participación política. Solo así se podría construir un nuevo orden
legítimo y con él ir desplegando un eficaz aparato de contención,
constituido por un cuerpo de funcionarios leales al gobierno, pero
también reconocidos y aceptados por la sociedad” (Gelman, 2000: 9).
La rebelión de los estancieros, como es conocido también el Levantamiento de los Libres
del Sur, significó una ruptura para las bases del poder de Juan Manuel de Rosas, ya que
implicó una disidencia proveniente no solo de la facción federal, sino de un sector que,
por su pertenencia institucional (Jueces de Paz, alcaldes y militares de diferentes rangos)
formaba parte del orden legítimo y por su actividad económica era afín al Gobernador.
Es por esto que, como señala Gelman, la coyuntura de crisis 1838-1841 va a ser la
culminación del proceso mediante el cual “Rosas parece especialmente interesado en
mostrar al aparato del Estado Federal por encima de los intereses privados” (Gelman,
2000: 30).
En una carta que recibió el edecán de Rosas Manuel Corvalán, por parte del jefe
del Regimiento del sur de la campaña el Coronel Narciso Del Valle, este último dice: “en
este Dpto. ha sido el movimiento tan rápido, y la aparición de tantos unitarios que estaban
con la máscara de federales”3. Este fragmento demuestra la sorpresa que implicó para el
aparato federal rosista la sublevación de uno de los sectores que se consideraban más
afines. Es una línea de investigación posible y futura el dilucidar las disidencias al interior
del federalismo rosista en la coyuntura de crisis.
A modo de conclusión: indicios de una nueva forma de entender el territorio
Para concluir, presentaremos las principales hipótesis de investigación y las actividades
propuestas para cumplirlas. Partimos de la idea de Gelman de que la coyuntura de crisis
implica la culminación del proceso de construir un Estado Federal por sobre los intereses
privados, lo que se evidenció con los embargos de bienes y tierras a los participantes, así
como a todos aquellos sospechados de unitarios. Este proceso de embargos se encuentra
analizado en el artículo de Gelman y Schroeder (2003), quienes, en línea con la idea de
construcción de un Estado Federal señalan que:
“Si el discurso rosista había insistido cada vez más en que los elementos
de definición del “buen federal” no pasaban por el status social sino por
3
La carta, fechada del 7/11/39 en Tandil es citada en Gelman (2009: 71), y extraída a su vez del libro El
grito de Dolores, de J.B. Selva (1935).
38
la adhesión a la causa y a sus elementos identificatorios (el orden, la
religión, la fidelidad, etc.), en la práctica este discurso parece ir
cuajando con acciones concretas, como los embargos aquí comentados
que tenían un efecto demoledor sobre la sociedad” (Gelman y
Schroeder, 2003: 518).
El otro aspecto que acompaña a la confiscación de bienes y embargos se vincula más
directamente con el objetivo de reconstruir la configuración de dispositivos de control
territorial a posteriori de la coyuntura de crisis. Entre fines de 1839 y 1840 mediante
diferentes decretos el Gobierno de Juan Manuel de Rosas estipula la división de los
partidos existentes al sur del Salado, pasando de estar organizadas bajo la jurisdicción de
tres juzgados civiles a 14 partidos. Ternavasio explica que:
“Al frente de cada uno de ellos se colocó a un juez de paz con 6 alcaldes
y 12 tenientes, reestructurándose el partido de Monsalvo al quedar
dividido en cuatro —Ajó, Tuyú, Mar Chiquita y Lobería Grande—, el
partido de Tandil —dividido en Tandil y Chapaleofú— y el de Dolores,
dividido en Tordillo, Pila y Dolores. El resto de los partidos creados
fueron: Vecino, Saladillo, Flores, Tapalqué y Azul”. (Ternavasio, 2000:
219).
La autora entiende que esta subdivisión permitía un mayor control administrativo y
también político, a su vez que “se erigían en áreas privilegiadas para demostrar el apoyo
plebiscitario al régimen que, para esa fecha, consolidaba su maquinaria unanimista”
(Ternavasio, 2000: 219). Si combinamos el proceso que trabajan Gelman y Schroeder con
el de Ternavasio, se conjuga una especie de castigo y segunda oportunidad a la vez para
los pobladores de la campaña sur. El castigo es para aquellos a los que no se perdona su
participación en el Levantamiento, los grandes propietarios, y la segunda oportunidad
parecería ser para los sectores más populares. Como muestra Gelman (2009) los
interlocutores de Rosas en la campaña (principalmente su hermano, Prudencio) le
señalan que hay diferentes niveles de responsabilidad en el levantamiento, siendo los
líderes gente de familias importantes, y que los más humildes participaron engañados o
por obediencia (Gelman, 2009: 68).
En Mesurar la tierra, controlar el territorio, editado por Garavaglia y Gautreau
(2011) se hace referencia a que durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas hubo muy
poco desarrollo e interés sobre el Departamento Topográfico, e incluso los autores
señalan que esto se debía a que Rosas no quería que una institución independiente
tuviera control sobre algo tan importante como el manejo de tierras (Garavaglia y
39
Gautreau, 2011: 72). Valeria D’Agostino, quien investiga el funcionamiento de esta
institución señala que se mantuvo cierta actividad en la habilitación de agrimensores, en
el control de la tenencia de la tierra y en la elaboración de instrucciones para los
agrimensores (D’Agostino, 2014: 31). Sin embargo, aunque puede no haber habido un
manejo institucional del territorio, si es evidente que, en cuanto a la concepción del
territorio de la campaña sur por parte de Juan Manuel de Rosas, hay una transformación
que se evidencia en los mecanismos impuestos para mejorar su control.
La poca presencia estatal previa, se puede entender desde la idea de Gelman
(2000) de la necesidad de incorporar las dinámicas locales de las sociedades para
construir un orden legítimo, y cuando esto no funcionó, el Gobernador puso en marcha
diferentes mecanismos (embargos, confiscaciones, división de partidos, acrecentamiento
del número de funcionarios) que le permitieron consolidar su poder durante una década
más, y avanzar en el establecimiento de un orden estatal más formal. Esto último, es
señalado por Gelman (2000) cuando refiere que después de 1840 hay un gran número
de Jueces de Paz que comienzan a permanecer durante más años en sus cargos,
reduciendo la rotación característica del período previo, y también el proceso de
selección de los funcionarios fue más riguroso en cuanto a comprobar la fidelidad a la
causa federal (Gelman, 2000: 17).
Recuperando los aportes de todos los trabajos mencionados previamente, se
plantea como hipótesis de investigación que la coyuntura de crisis de 1838-1841
desencadenó diferentes mecanismos para asegurar el control de la campaña sur
bonaerense en manos del régimen, como fueron la represión y el terror, los embargos y
confiscaciones de tierras de los involucrados y donaciones a quienes apoyaban a Rosas.
La reorganización jurídica-administrativa del territorio fue entre éstos una estrategia
institucional nueva para el rosismo orientada a reforzar un control más minucioso
multiplicando las instancias de mediación política bajo la órbita del régimen. Por otra
parte, y en una perspectiva de más largo plazo, planteamos que, en un contexto de
constante expansión de la frontera y valorización productiva del espacio de la campaña
sur bonaerense, las formas de mediación, las identidades y las prácticas de los actores
locales en su interacción con el régimen adquirían una impronta particular, que
experimentó una transformación, a causa del cuestionamiento al poder de Rosas desde
el interior de la facción federal. Transformación que luego fue condicionada por las
40
respuestas del poder central entre las que se destaca la multiplicación de los dispositivos
jurídico-administrativos controlados desde el poder central.
En materia de avanzar con la investigación propuesta, hemos realizado un trabajo
de recolección heurística que permite encuadrar historiográficamente el trabajo en la
línea de los aportes y la renovación tanto de la historia política como de la historia rural
rioplatense. El trabajo en una escala micro-analítica permite acceder a la reconstrucción
de las dinámicas de los actores locales, tanto entre sí como en su vinculación con el poder
central, recuperando las particularidades de una región que es atravesada por múltiples
transformaciones en la primera mitad del siglo XIX, como es la campaña rural sur. Por
otro lado, es imprescindible combinar la escala local con una perspectiva regional del
mundo rioplatense en su totalidad, para poder desentrañar como operan los diferentes
mecanismos que se intentan poner en práctica desde el poder central para organizar y
recuperar el orden post-revolucionario, en el camino hacia instaurar un sistema
republicano.
A su vez, hemos realizado un primer acercamiento a los reservorios documentales
que permiten reconstruir el proceso, como son los partes de Juzgados de Paz de Dolores
y Monsalvo conservados en el Archivo General de la Nación.4 Queda pendiente el análisis
y crítica de las fuentes consultadas y su contrastación con la bibliografía, así como
también la aproximación al Archivo de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”
donde nos proponemos recuperar los fondos Escribanía Mayor de Gobierno, Juzgado de
Paz, Secciones del Poder Ejecutivo (Ministerio de Gobierno, Departamento Topográfico),
Tribunal de Cuentas y Contaduría General de la Provincia, Mapoteca. Luego será
necesario el trabajo con el Departamento de Investigación Histórica y Cartográfica, del
Ministerio de Infraestructura de la Provincia de Buenos Aires para tener acceso a las
colecciones Planos, Mensuras, Mapas, Recopilación documental Departamentos
Topográfico y de Ingenieros, Expedientes Antiguos. Por último, realizaremos el
relevamiento de la documentación reservada en el Archivo Municipal de Dolores, y en el
Sector Histórico y Biblioteca Histórica del Museo de los Libres del Sud, en la misma ciudad.
4
Hasta el momento han sido relevados: Archivo General de la Nación (AGN), Departamento de Documentos
Escritos, Sala X: 21.1.2 (Juzgado de Paz de Dolores), 21.4.5 (Juzgado de Paz de Monsalvo) y 25.6.5A
(Informes de Juzgados de Paz sobre Unitarios y Federales), y resta consultar: 25.7.3, 25.4.3, 25.7.5, 25.8.1,
25.8.3 (Secretaría de Rosas) y 12.2.7 (Enfiteusis).
41
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43
Estudio sobre las dimensiones de soberanía: el manejo de las relaciones
exteriores, paz y guerra en las provincias argentinas entre 1825 y 1854.
Diseño de un proyecto de posgrado
Mariano Ignacio Kloster
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
El proyecto de investigación de posgrado que se expondrá a continuación tiene como
objetivo el estudio de las relaciones exteriores, paz y guerra en las Provincias Argentinas
entre 1825 y 1854. Entendemos que la renovación histórica de las últimas décadas ha
abordado el tema de la política exterior de la primera mitad del siglo XIX con especial
énfasis puesto en la noción de soberanía de las Estados Provinciales y en la figura de Juan
Manuel de Rosas. Sin embargo, consideramos que aún resta un análisis pormenorizado
de la “magistratura de las relaciones exteriores, paz y guerra” en el proceso de definición
del marco político estatal y nacional de las provincias argentinas. De esta forma,
proponemos para nuestro proyecto el análisis sistemático tanto de las personas que
fueron funcionarios de esta magistratura, así como del lenguaje político y actividades
realizadas. Este estudio no perderá de vista la mirada atenta al proceso de formación
estatal en el cual las provincias argentinas terminaron abrevando en un Estado
consolidado durante la segunda mitad del siglo XIX.
El plan que a continuación presentaremos se enmarca en el Proyecto “Juego de
Capitales II” del Grupo de Investigación “Problemas y debates del SIX” dirigido por la Dra.
Valentina Ayrolo y radicado en el Centro Estudios Históricos (CEHis), de la Facultad de
Humanidades. El Proyecto nombrado busca focalizar en los diversos perfiles y en los
marcos de referencia y de actuación de los actores que protagonizaron el proceso de
construcción
política
nacional,
considerando
en
el
examen
espacios
provinciales/regionales diferenciados y períodos claves entre las décadas de 1810 y
1880.1
1
En el marco de proyectos anteriores de este Grupo de Investigación, hemos realizado y defendido
recientemente su Tesina de Licenciatura en Historia, denominada “Estudio de la elite capitular
44
La ponencia se estructura en dos partes. En la primera, realizaremos un breve
estado de la cuestión acerca de tema planteado. Luego, en la segunda parte,
abordaremos los objetivos y supuestos de investigación que nos planteamos para este
proyecto, así como la metodología que esperamos aplicar para la concreción del mismo.
Breve estado de la cuestión
Los estudios históricos sobre la política exterior durante la primera mitad del siglo XIX
se inscriben dentro de la renovación historiográfica argentina de los años ochenta. Entre
ellos se cuentan los de Tulio Halperín Donghi (1984) y José Carlos Chiaramonte (1994).
El primero sostuvo que la declaración de la independencia en 1816 marcó el principio
de la “diplomatización de la revolución” (Halperín Donghi, 2000: 104) ya que se vio la
importancia de unirse al orden internacional. Con este propósito se enviaron misiones
diplomáticas para negociar el reconocimiento del nuevo orden político y obtener apoyo.
Este autor señala que en la década del `30, consolidado Rosas en el poder, la política
exterior de las Provincias Argentinas2 generó un cierto resquemor en las potencias
extranjeras que interpretaron algunas de las acciones del gobernador de Buenos Aires
como amenazantes, ya que veían desdibujados los límites entre la política interna y la
exterior.
Por su parte, Chiaramonte pone el acento en la condición jurídica del espacio
político que se independiza en 1816. Afirma que en la década de 1820 el orden político
estaba marcado por una “provisionalidad permanente” caracterizada por la coexistencia
de las soberanías de las ciudades —paulatinamente encaminadas a configurar ámbitos
más amplios de soberanía como lo habrían de ser las posteriores nuevas provincias—
con gobiernos rioplatenses no siempre acotados” (Chiaramonte, 1997: 159). Las
provincias eran entonces Estados independientes y soberanos, por ello en 1831 lo que
se organizó fue “una confederación porque quienes le dieron vida eran representantes
(…) agentes diplomáticos de estados independientes” (Chiaramonte, 1993: 88) reunidos
catamarqueña en las primeras décadas revolucionarias (1809-1821)”. Dicho trabajo aborda, desde la
perspectiva de la institución capitular en una coyuntura temporal determinada, una de las expresiones de
construcción política nacional.
2 Usaremos la denominación Provincias Argentinas para referirnos al conjunto político integrado por las
Provincias que formaron parte del Congreso de 1824-1827 y que a partir de 1831 se irán integrando a la
Confederación llamada rosista. Se refiere en forma indistinta a Relaciones Exteriores, Paz y Guerra y a
Relaciones Exteriores por las propias denominaciones contemporáneas.
45
en una confederación laxa.
Estudios más recientes profundizan estas ideas. Es el caso de los trabajos
reunidos en el dossier compilado por Valentina Ayrolo y Genéviève Verdo (2016)
quienes, en la introducción, señalan que en los estudios de la década de 1820 se hace
necesario “seguir la pista de la soberanía” para comprender la construcción política del
espacio rioplatense. Así las soberanías provinciales habrían sido la contracara de la
soberanía nacional durante la primera mitad del siglo XIX. Esta situación plantea una
cuestión importante, ¿cómo funcionaron las provincias en cuanto al manejo de las
Relaciones Exteriores, siendo que eran entidades soberanas? La pregunta nos enfrenta
a la necesidad de examinar el proceso de construcción “nacional” más allá de los límites
de la nación actual, como resultado de un proceso de agregación que implicó la
existencia de grados intermedios de estatidad, lo que Chiaramonte denomina
“provisionalidad”. Esta es la razón que explica el recorte temporal elegido que se inicia
en 1825, momento de la sanción de la Ley Fundamental que preveía en su artículo 12º
“(…) se constituirá un gobierno supremo o poder ejecutivo general, que administre todo
lo relativo a relaciones exteriores o interiores generales, los de la guerra, para la defensa
común” y concluye en 1854 cuando luego de la sanción de la Constitución nacional, se
elige el primer presidente constitucional, el Congreso General Constituyente cierra sus
sesiones y se crea el Ministerio de Relaciones Exteriores, abriendo una nueva etapa
política” (Lanteri, 2015 y 2016).
Nuestro análisis considera los aportes de la Ciencia Política, campo en el que se
destaca la visión de Peter Gourevitch, quien buscó explorar hasta qué punto lo que
denomina estructura doméstica, para referir a los asuntos internos de un Estado, está
influida por la exterior. Pensamos que este análisis de tipo interméstico o
“interpenetrado” (Gourevitch, 1996: 67) es importante para ayudar a comprender las
posiciones adoptadas por los gobiernos a la hora de definir el uso de la atribución
soberana del manejo de las Relaciones Exteriores. Este análisis es apuntalado, además,
por la teoría del Derecho, que en sus explicaciones acerca de la génesis del Derecho
Internacional Público indica que el proceso de crecimiento y cambio de los Estados es
una cuestión de doble denominación: tanto internacional como nacional, que afecta a
la estructura interna de uno o más Estados. El sistema de Derecho Internacional
adquiere su forma a principios del XIX, cuando queda establecida la doctrina de la
46
neutralidad y los derechos de las partes beligerantes y se instaura la práctica del
reconocimiento de los Estados (Sorensen, 1994).
Por otro lado, los estudios locales más recientes sobre las Relaciones
Internacionales, como los de Sánchez y Ramírez (2010), identifican un período extenso
de formación de un modelo de inserción internacional que se inicia en 1810 y dura hasta
1862. Según estos autores, las cuestiones que definen ese periodo —que incluye el de
este Plan de Trabajo— estarían marcadas por la influencia británica, por ejemplo, en la
negociación de empréstitos a través de la casa Baring y la disolución definitiva de las
pretensiones de unidad latinoamericana, por estar ausentes las Provincias Unidas y Chile
de la Asamblea Nacional Constituyente organizada en Centroamérica en 1820. Con
“proto-política exterior” estos autores se referirán al periodo que abre 1829 de
definición de los procesos internos que serán muy relevantes para analizar las bases de
la conformación de la política exterior. Dentro de ésta el Pacto Federal de 1831 marca,
para Sánchez y Ramírez, el inicio de un período de estabilidad institucional cuando
Buenos Aires asumió la potestad de representar a las restantes provincias frente al
exterior.
Los estudios recientes sobre las Relaciones Internacionales para otros países,
como los existentes para Brasil, también son de gran utilidad para nuestro análisis. Un
ejemplo lo constituye el libro de Amado Cervo y Cloaldo Bueno (2011) quienes además
de realizar un estudio de la política exterior brasilera considerando cómo se define ésta
dentro del sistema internacional consideran en su análisis de modo particular el vínculo
con las Provincias Argentinas, periodizando esta relación —entre 1825-1854— según
tres etapas: la guerra Cispatina (1825-1828), la política de neutralidad (1828-1843) y el
pasaje de la neutralidad a la intervención (1843-1852) (Cervo y Bueno, 2011: 117).
Por todo lo señalado, nos parece adecuado para nuestro análisis considerar el
contexto doméstico —el de las Provincias Argentinas— vinculándolo con el
internacional, para observar su interrelación e influencia destacando el interés e
importancia de analizar en profundidad las características de la magistratura de las
Relaciones Exteriores.
Según Juan Vicente Solá, el rol de Buenos Aires en el manejo de las Relaciones
Exteriores estuvo firmemente enraizado en nuestra historia constitucional (Solá, 1997:
14). Considera que fue esa institución la que habría creado el esbozo de una autoridad
47
nacional antes de 1853. Tau Anzoategui y Martiré, agregan que el protagonismo de la
provincia porteña fue “por gravitación natural” (Tau Anzoategui y Martiré, 2003: 378)
con la dispersión de las funciones nacionales hasta 1824. Desde el punto de vista legal,
como dijimos, la Ley fundamental de 1825 dispuso que la atribución fuese manejada
por el Poder Ejecutivo provisional que en 1826 se transformó en permanente hasta la
renuncia de Rivadavia en 1827, cuando el ejercicio de esta función retornó al
gobernador de Buenos Aires. Entre 1831 y 1832, las provincias volvieron a realizar
expresas delegaciones en el gobierno porteño comandado por Rosas.
En 1837 se produce el incremento de las delegaciones, debido a los conflictos
externos con Francia y la Confederación peruano-boliviana. De acuerdo con Tau
Anzoategui y Martiré en ese momento se forja una verdadera autoridad nacional
encargada de las Relaciones Exteriores que, hacia el final del gobierno de Rosas, deriva
en un movimiento que intenta dar autonomía a esta magistratura, separándola del
cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires. Resultante de este proceso será
la sanción de leyes por parte de las Legislaturas provinciales designando a Rosas como
jefe supremo de la Confederación en noviembre de 1851. Desde 1837 hasta 1852, el
encargado nacional reunió un importante número de funciones, entre ellas la
conducción de las Relaciones Exteriores, interpretación y aplicación del Pacto Federal
de 1831 y el derecho a intervenir en las provincias si así lo exigían los intereses
nacionales, otorgamiento de concesiones mineras a extranjeros, resolución de límites
interprovinciales en caso de desacuerdo, entre otras (Tau Anzoategui y Martiré, 2005:
378).
Estudios más recientes como el de Gelman y Fradkin (2015) explican a Rosas
como la figura más emblemática de las Relaciones Exteriores del período, quien se
constituyó como el garante de la paz doméstica y el que avaló los negocios de la
comunidad mercantil británica (2015: 420). A los ojos de la diplomacia francesa y
brasilera el gobernador de Buenos Aires se proponía la reconstrucción del antiguo
virreinato extendiendo su autoridad sobre el Paraguay y Uruguay (Fradkin y Gelman,
2015: 418; Cervo y Bueno, 2011: 67). Rosas habría colaborado de este modo al
afianzamiento de la magistratura nacional encargada de las Relaciones Exteriores,
beneficiándose tanto de circunstancias internas —como la muerte de Quiroga y López—
como externas —la guerra de la confederación Peruano Boliviana y el conflicto con
48
Francia— (Seghesso, 2000: 99). Además, el desarrollo de una red epistolar y de vínculos
personales fue dando forma a un poder de orden supra provincial, casi sin controles ni
restricciones, ayudando a configurar la magistratura. En 1851 con el retiro por parte de
Urquiza de las Relaciones Exteriores, el orden rosista tiene su crisis final. Luego de la
batalla de Caseros, las provincias confiaron las Relaciones Exteriores a Urquiza, quien
quedó instituido por el Acuerdo de San Nicolás (mayo de 1852) como Director
provisorio, con funciones de observación del Pacto Federal y el cumplimiento del
Acuerdo. Ello supuso desandar la “provisionalidad” gracias a la reunión de un Congreso
General Constituyente que definió jurídicamente en la Constitución un estado federal.
El recelo por la concentración de funciones en el Director provisorio, llevó a que la
magistratura finalmente se repartiese entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo en dicho
texto constitucional.
Consideramos relevante, en último lugar, realizar una mención a una tendencia
frecuente al abordar trabajos específicos de historia de la política exterior argentina.
Nos referimos a la poca presencia de estudios de que aborden de manera detallada la
primera mitad del siglo XIX en las obras más recientes. Citaremos a modo de ejemplo la
obra de Mario Rapoport (2017). El autor inicia su obra globalizadora de las políticas
internacionales argentinas en 1862, año clave en la organización nacional. Entendemos
que lo descripto para este caso es un signo de una concepción más amplia por parte de
algunos historiadores, en el cual se entiende que, al no haber existido un Estado
Nacional consolidado, tampoco habría habido política internacional para el conjunto de
las Provincias Argentinas antes de la década de 1860.
Como se advierte, existen importantes trabajos que abordan el estudio de las
Relaciones Exteriores, sin embargo, falta una investigación específica como la propuesta,
que considere la importancia de dicha magistratura en el proceso de definición del marco
político, estatal y nacional de las Provincias Argentinas. Es por ello que creemos que el
tema merece una mayor profundización, que atienda de manera sistemática a aristas
tales como las relativas a las personas que llevaron adelante las funciones vinculadas a
dicha magistratura, las características, actividades y lenguaje político de los ministros,
representantes diplomáticos y encargados de negocios, entre otros. Pensamos que su
estudio nos permitirá aportar una nueva mirada sobre el tema, así como sobre el papel
de esta magistratura en los contextos externo e interno.
49
Objetivos, supuestos generales de trabajo y metodología
Basados en el estado de la cuestión que hemos presentado, hemos definido el objetivo
general y los objetivos particulares de nuestro proyecto. En cuanto al primero,
buscaremos analizar el manejo de las Relaciones Exteriores, Paz y Guerra por parte de los
gobiernos entre 1825 (Ley fundamental) y 1854 (cierre de las sesiones del Congreso
General Constituyente en marzo).
Por el lado de los objetivos particulares, intentaremos estudiar tanto la delegación
que las Provincias Argentinas realizaron de una parte de su soberanía en el gobierno de
Buenos Aires para que éste las represente internacionalmente, como el manejo de las
Relaciones Exteriores, Paz y Guerra considerando:
I.
El perfil sociopolítico de los funcionarios designados: origen, formación y
funciones públicas desempeñadas con anterioridad.
II.
La interacción de dichos funcionarios y de otros interlocutores políticos
importantes, con las Provincias, el Gobernador de Buenos Aires, el
Presidente/Director Provisorio (Rivadavia, Justo José de Urquiza) según el
período.
III.
La dirección política que asumió la tramitación de los diversos asuntos vinculados
a las Relaciones Exteriores: A- financiamiento, ideas, discursos, estrategias,
mecanismos y prácticas; B- la dimensión espacial que se fue definiendo desde los
marcos de referencia y de actuación.
Abordando los supuestos generales de trabajo, hemos diseñado tres, los que
enumeraremos a continuación:
I.
La administración de las Relaciones Exteriores fue fundamental en el proceso de
transición de las Provincias Argentinas al Estado Nacional.
II.
Si bien el gobernador de Buenos Aires fue una pieza fundamental y clave en la
negociación de los asuntos exteriores, los ministros designados, así como otros
interlocutores políticos —representantes de diversas provincias, miembros de
familias preeminentes vinculadas al gobierno o la economía local, fueron vitales a
la hora de negociar y lograr acuerdos—.
III.
En el marco de una estructura política transicional —o de “provisionalidad
permanente”— el hecho de que las Provincias Argentinas depositaran una parte
de su soberanía —Relaciones Exteriores, Paz y Guerra— en el gobernador de
50
Buenos Aires fue reafirmando la voluntad de integrarse a un todo político supra
provincial.
El enfoque metodológico elegido prioriza el marco regional por considerarse el más
apropiado para esta investigación dada su cronología y contexto. En este sentido, la
inexistencia de un Estado Nacional argentino entre 1820 e inicios de 1854, hace necesario
considerar otras escalas analíticas y entre ellas la regional parece adecuada (Fernández,
2015: 192 y 2007). Tal como fue señalado, en las etapas formativas del Estado Nación
existen lógicas organizativas que plantean al historiador problemas relacionados con “las
formas de “territorializar” la historia política” (Etchechury, 2013: 20). Es por lo que
tomamos la noción de región por su utilidad para pensar un territorio en construcción
desde el punto de vista político. Para ello será importante tener en cuenta las unidades
políticas existentes, Provincias, sin descuidar la existencia de una representación de la
unidad supra provincial “espacio” donde “anidará” el proceso de construcción estatal de
carácter nacional.
Como hemos establecido anteriormente, “seguir la pista de la soberanía” implica
vincular el contexto “doméstico” y el internacional, esto es atender las experiencias de
las Provincias en relación con las definiciones y los sucesos internacionales,
trascendiendo el abordaje de los límites jurisdiccionales actuales (Ayrolo y Verdó, 2016).
Siguiendo esta lógica consideramos también el punto de vista teórico y analítico de Van
Young, quien propone la reconciliación del espacio micro-analítico —la región— con el
macro-analítico o el nivel superior de pertenencia de la región, que en este caso estaría
representado por quien detenta la administración de las Relaciones Exteriores, lo que
permite armonizar la tensión que se produce entre las generalizaciones y la
particularización (Van Young, 1987: 257). En este camino está la propuesta de Ayrolo
(2006) quien, rescatando la perspectiva regional, recupera algunas de las formas en que
la historia ha leído la historicidad del espacio. Para ello toma entre otras la perspectiva
de la escuela de Annales (en lo relativo a la temporalidad conjugada con el espacio) y los
estudios de redes. Estas aproximaciones son las que nutrirán el desarrollo de nuestro
trabajo heurístico.
A partir de lo mencionado, prevemos conjugar diversas dimensiones de análisis
para el estudio del atributo de la soberanía relativo al manejo de las Relaciones Exteriores
Paz y Guerra:
51
A. Dimensión de tipo biográfico3 considerando el perfil sociopolítico y las
trayectorias públicas de los funcionarios designados a partir de variables como:
origen, formación, funciones públicas desempeñadas con anterioridad, entre
otras. Se realizará una base de datos apelando a diccionarios biográficos e
información dispersa en los archivos, sobre todo los fondos de Sala VII del AGN
tales como el fondo Andrés Lamas.
B. Dimensión relacional de los actores que intervinieron en el manejo y
administración de las Relaciones Exteriores Paz y Guerra considerando una
óptica centrada en la intermediación, en tanto productores y articuladores de
información, redes, espacialidades y otros aspectos centrales para la
construcción de un orden político (Boissevan, 1974). Esto se concretará, por
ejemplo, a través del uso de la abundante correspondencia disponible. Como el
caso de AGN, Sala VII, Tomás Guido (tomos 33 a 37, años 1817-1855), Justo José
de Urquiza (años 1851-1854) y Sala X Secretaría de Rosas (ver Fuentes).
C. La dimensión organizacional de las gestiones teniendo en cuenta
especialmente: a) financiamiento, ideas, estrategias y mecanismos de acción.
Mediante el análisis de AGN Sala X y AMREC (ver Fuentes) y b) la expresión de
las ideas políticas de los actores y sus prácticas. Se usará la prensa periódica y las
comunicaciones oficiales como principales insumos analíticos. AGN Sala X (ver
Fuentes)
D. La dimensión espacial que se fue definiendo desde los marcos de referencia y
de actuación. Para este punto, se prevé triangular la documentación referida con
AMREC, por ejemplo, Sección: Asuntos: Políticos.
Comentarios finales
El proyecto de posgrado presentado se propone investigar un área de la historia política
del siglo XIX que no ha sido abordada con suficientes complejidad y rigor disciplinar.
3
Esta base de datos biográficos puede apelar a la prosopografía como técnica, ya que como menciona
Ferrari (2010: 548), una de las ventajas de este tipo de aproximación es que facilita el descubrimiento, a
través de las trayectorias reales, de los comportamientos, prácticas y configuraciones sociales de inserción
de los actores. En tal sentido, refiriendo a Revel, la autora señala que se abre la posibilidad de “comprender
su inserción en distintas escalas, lo que supone tanto aumentar y disminuir la dimensión del objeto, como
así también modificar la forma y la trama en que un individuo se inserta”.
52
Tomando como punto de partida esta premisa, es que nos proponemos realizar un
trabajo en profundidad que resultaría en la concreción de un posgrado en Historia.
Entendemos que esta disciplina, en la cual ya nos hemos formado para la carrera de
grado, proveería de respuestas a los interrogantes y problemáticas que hemos planteado
en esta ponencia, en especial en el campo de la historia política.
Es esperable que los resultados de la investigación planteada permitan repensar
y discutir algunos aspectos constitutivos de la actualidad argentina, como las cualidades
del federalismo y el republicanismo. En efecto, el manejo de las Relaciones Exteriores
durante el siglo XIX evidencia aspectos neurálgicos del debate y la dinámica política
coetánea, tales como las interacciones entre Buenos Aires y las restantes provincias y
entre los poderes públicos estatales y la importancia de la articulación regional e
internacional para el desarrollo del entramado estatal.
53
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56
Aproximaciones teórico-metodológicas para un estudio social de la policía en
la primera mitad del siglo XIX (Buenos Aires)
Agustina Vaccaroni
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
En la actualidad, existe un consenso entre los historiadores del siglo XIX en torno a que el
Estado nación que observamos con cierta claridad a fines de la centuria es solo uno de
los resultados posibles del derrotero histórico iniciado con la crisis monárquica del
período 1808-1810 en el territorio del Río de la Plata. Sabemos que la relación entre
estructuras estatales, poder político y sociedad no puede concebirse dejando de lado la
interferencia, tensión e intervención que los mecanismos de seguridad y los dispositivos
de control han tenido históricamente (Barreneche y Salvatore, 2013: 9). Entonces, ¿cómo
estudiamos a la policía sin el contexto de una formación estatal ya construida y visible?
Esta pregunta es la que ha guiado la conformación de un marco teórico-metodológico
destinado al análisis de un objeto de estudio particular en circunstancias también
particulares y especialmente convulsivas. Nos proponemos poner de manifiesto, en las
siguientes líneas, los ejes fundamentales de dicho marco que se erige, en primer lugar,
como ecléctico y entrecruzado por diversas tradiciones historiográficas. Este examen es
parte de las elaboraciones que han contribuido a delinear objetivos e hipótesis
específicas del proyecto de doctorado que hemos presentado en la Universidad Nacional
de Mar del Plata.
Nuestro interés en este período y en torno al problema de la construcción de
dispositivos de control policial en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores se cimienta,
en principio, en la constatación de la necesidad de un examen pormenorizado que ponga
el foco sobre las estructuras policiales. Si bien para los años que abordamos existen
muchos estudios que atienden a los modos en que se construye un nuevo orden social, y
a la manera en que muchas estructuras institucionales colaboran con esto, consideramos
que nuestro aporte puede residir en observar el período, sus cambios y continuidades,
desde una perspectiva “policial”. La creciente cantidad de trabajos que abonan a la
57
configuración de una nueva mirada sobre las instituciones de control en general y de tipo
policial en particular como espacios relacionales y dinámicos, abre el camino para
continuar los análisis tendientes a deconstruir los enfoques más tradicionales sobre el
tema, intentando contribuir a la conformación de una historia social y política de la policía
entre fines del siglo XVIII y durante el XIX. Proponemos abordar el estudio de la policía en
tanto objeto de análisis específico para el período señalado, teniendo en cuenta la
combinación y yuxtaposición de legados coloniales y nuevas experiencias institucionales.
Focalizamos en las interconexiones entre ciudad y campaña, y en este sentido,
examinamos la conformación de un dispositivo territorial, en consonancia con los
novedosos objetivos políticos y los intentos continuos por poner en pie un orden social
que sustituya aquel derrumbado con la crisis monárquica. Siendo estos nuestros
objetivos generales, ahora destacamos las contribuciones teóricas y metodológicas que
nos han permitido examinar la policía bajo esta perspectiva.
Un marco teórico ecléctico y nuevas miradas sobre viejas fuentes
La explosión de las últimas décadas que se ha destacado por analizar los dispositivos de
control en sentido amplio —desde la policía, hasta las cárceles y los hospitales— ha
mostrado grandes avances y hasta la conformación de un área particular de estudios que
hoy en día posee revistas, congresos y grupos de investigación dedicados al tema.1 Una
de las líneas de análisis que los engloba se basa en el señalamiento de que estos
dispositivos se cristalizan y consolidan hacia finales del siglo XIX en fuerte conexión con
la erección del Estado nación argentino. Dentro de este planteo general, la
profesionalización de la policía, esto es, su conversión del poder de policía en policía de
Estado, con la consecuente especialización en sus funciones y tareas, ya no dedicadas al
orden en sentido amplio, sino particularizadas en la prevención del delito (Maier, 1996)
es también un producto de los años finales del siglo.
Ahora bien, esto no resulta en una indiferencia manifiesta sobre el período previo
de luchas políticas y cambios económicos y sociales que se extienden en el territorio
rioplatense por setenta años. Por el contrario, muchos estudiosos, algunos provenientes
Podemos citar solo como ejemplo a la Revista Historia y justicia de Chile, las Jornadas de Jóvenes
Investigadores en Historia del Derecho que se realizan anualmente organizadas por los doctorandos
recientes doctores del IINHIDE y que ya tuvieron su novena edición, y al grupo “Crimen y sociedad” dirigido
por la Dra. Lila Caimari, radicado en la universidad de San Andrés desde 2004.
1
58
de la historia del derecho y otros de la historia social de la justicia, han puesto el foco en
el análisis de las etapas que anteceden a la consolidación del Estado, examinando la
reconstrucción del orden social luego de la década revolucionaria. Han mostrado, de este
modo, que las formas en que se ejerce el control y la vigilancia, en definitiva, en cómo se
practica el poder en modo coercitivo, son tan dinámicas como el proceso de construcción
estatal en sí mismo. Aun así, en ocasiones, las estructuras policiales de fines del siglo XVIII
y principios del XIX se han presentado como elementos subsidiarios en estudios cuyo
objetivo principal es el análisis de la administración de justicia, de las clases subalternas
o de los procesos de profesionalización a fines del siglo XIX que ya mencionamos.
Allí es donde insertamos nuestro interés por construir una historia social y política
de la policía para los años que van desde fines del siglo XVIII hasta la mitad del XIX.
Queremos examinar las transformaciones institucionales, la estructura material y
humana, y los modos de organización de la policía, en principio, para luego analizar sus
prácticas y, a través de ellas, observar las relaciones entre policías que vigilan y sectores
subalternos que son vigilados. Los aportes previos que han permitido pensar en este
problema son variados y provenientes de diversas áreas historiográficas. En este sentido,
consideramos enriquecedor fomentar un enfoque que ponga en diálogo colaboraciones
tanto de la historia política, como de la social y del derecho. Este eclecticismo teóricoconceptual abona a la construcción de una historia de la policía que puede abordar sus
continuidades y cambios en el marco de la transición que se sucede entre los intentos
reformadores, los experimentos institucionales revolucionarios, el proyecto liberal
rivadaviano, llegando hasta el rosismo. Esto es posible en tanto abordamos a la policía
comprendida como gobierno, asociada en sentido amplio a un orden institucional
específico, interconectada muchas veces con la administración de justicia (Slatta y
Robinson, 1990), cuyos orígenes encontramos en las primeras formaciones policiales
europeas —algunas de ellas también implementadas en América—.
Nuestro período de análisis inicia, entonces, con las transformaciones verificadas
durante el reformismo borbónico, cristalizadas en los ensayos de reorganización espacial
y concentración de las funciones policiales, mediante la puesta en marcha de las
Intendencias en 1782 y el reforzamiento de la figura de los Alcaldes de Barrio. Concluimos
a principios de la década de 1850 con el fin del rosismo, comprendiendo el Reglamento
Provisional de Policía de 1812, la creación del Departamento en 1821 y del Reglamento
59
para la instalación de Serenos (1834). Abordamos así el período previo al proceso de
separación de las funciones municipales (1865), judiciales y policiales materializado
posteriormente con la reestructuración de las comisarías de campaña (1878), de la policía
de la provincia en 1880, y el inicio de período de codificación jurídica (Sedeillán, 2012).
Para dar lugar a este análisis, nos hemos valido de la interconexión entre la
historia social, cultural y política, que revisita la acción de las capas bajas de la sociedad y
los modos de la política en el período de transición entre los últimos años de la
dominación colonial y las primeras décadas que le siguen a la crisis monárquica (Santilli,
Gelman y Fradkin, 2013; Ternavasio, 2007), con una renovada historia del derecho
(Garriga, 2006; Agüero, 2005) que ha permitido repensar algunas problemáticas
asociadas a la construcción de un nuevo orden institucional, político y jurídico. La
pregunta por la implantación de este nuevo orden social postrevolucionario en la ciudad
y campaña porteña, se ha visto vinculada con dos cuestiones principales: por un lado, con
la dispersión de la soberanía que, producto de la crisis monárquica, construye
comunidades territoriales que intentan mantener su autonomía (Sábato y Ternavasio,
2015) y, por otro, con la entrada de las clases subalternas a la vida política y pública
(Fradkin y Di Meglio, 2013).
Comenzando con el marco más general de la investigación propuesta, pensamos
que un planteo ineludible es aquel que ha abordado el problema de la construcción del
Estado y de sus andamiajes institucionales, cuestión que ha desvelado a historiadores de
todas las áreas. Rápidamente se ha dado lugar a novedosas propuestas que han derivado
en la generalización de la historia política como historia del poder, que sostiene la
emergencia de “lo político” como acción y como práctica. Este traslado ha sido
importante en la profundización del diálogo entre historia política y social,2 y muchas
veces entre historia política e historia del derecho (Barriera y Dalla Corte, 2001; Tío
Vallejo, 2011; Tío Vallejo y Barriera, 2012), trayendo nuevas miradas hacia los procesos
históricos y también hacia las fuentes documentales. Los matices y cuestionamientos
Trabajos pioneros que han marcado, cada uno en su modo, este nuevo camino son Revolución y Guerra
de Halperín Donghi, cuyas tesis han sido retomadas y desarrolladas por otros tantos autores en los últimos
veinte años, y Modernidad e independencias de Guerra, que ha señalado un camino para observar desde
una nueva perspectiva los cambios acaecidos luego de la crisis monárquica en Hispanoamérica. También
es necesario destacar la ineludible contribución de José Carlos Chiaramonte (1997) de Ciudades,
Provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800–1846).
2
60
introducidos a la idea de Estado en tanto moderno, junto con los nuevos enfoques sobre
las transformaciones culturales y políticas han sido fundamentales para trasladar las
preocupaciones de la historia política desde las instituciones hacia las prácticas; la
predilección sobre estas últimas ha sido especialmente útil en los siglos previos a la
conformación de una esfera política autónoma.
Desde la formación de partidos y facciones dentro de cada región, la indagación
sobre los proyectos políticos que existían detrás de cada sector (Herrero, 2007), hasta la
revalorización en torno a la transformación de los lenguajes políticos, la reflexión sobre
el ideario de los revolucionarios de Mayo (Ternavasio, 2007), y el interés por las redes
personales, comerciales y políticas que permitieron conformar vínculos de poder que
accionaron en el marco de la revolución de 1810, solo por mencionar algunos temas,
existen diferentes estudios cuyo trasfondo refiere a una nueva concepción sobre las
formas de construcción de la estatalidad. La idea de relaciones de poder edificadas
históricamente y espacialmente, nos remite a la construcción del Estado visto como un
proceso de negociaciones recíprocas entre un poder central en proceso de fabricación y
poderes autónomos (Bragoni y Míguez, 2010), distinto a visiones que proponen una
institucionalización arrasadora, despojada de conflictos o de marchas y contramarchas.
De este modo, la búsqueda de una contribución que apunte a lo integral sobre el
desarrollo estatal en el Río de la Plata, nos permite comprender a las prácticas policiales
y judiciales como “facetas” de la historia de lo político.
Siguiendo lo dicho, la importancia de diferentes espacios institucionales como
visualizadores de los conflictos y las luchas entre diferentes grupos en este proceso
también es producto de estas nuevas miradas sobre el Estado, que han allanado el
camino para indagar sobre nuevas problemáticas conformadas en torno a la interacción
de los diversos actores y grupos con las formas estatales, diversas y cambiantes, que
fueron modificándose a partir de las Reformas Borbónicas y durante todo el siglo XIX.
Esto se ha beneficiado, a su vez, por el denominado “redescubrimiento” de los archivos
judiciales.3 Su utilización desde nuevos enfoques y dirigida por nuevos intereses ha
colaborado en especial con respecto a la acción de los llamados subalternos, quienes
3
Un estudio clásico en Farge (1991).Algunas de las referencias más importantes las encontramos en los
trabajos de E. P. Thompson, de Michel Foucault y de Norbert Elias. Otros aportes interesantes se
encuentran en Mayo (1999) y Galucci (2010).
61
permanecían silenciados en la documentación oficial. Las voces antes ignoradas, sus
interconexiones con las formaciones estatales e institucionales, y el papel de la justicia
en relación a lo dicho han planteado la posibilidad de examinar los modos de control y
las negociaciones / resistencias / interacciones de variados actores y los modos en que
sus propias prácticas informaron las instituciones de control del período. En la indagación
de estas problemáticas, las justicias, la normativa, las prácticas judiciales y su
interrelación con los modos en que se desarrolla la implantación y construcción estatal
han jugado un rol fundamental. Esto ha tenido como antecedente de importancia la
comprensión del derecho como construcción histórica en su relación con la ley y con la
costumbre (Grossi, 2003).
Los estudios de la policía en los últimos años han tomado nota de las mencionadas
colaboraciones, a los fines de discutir con la historia tradicional que había dado cuenta
de la construcción histórica de esta institución —mayormente realizada por comisarios
puestos a historiadores (Fradkin, 2008: 250)— analizándola fuertemente desde el
enfoque normativo y de estructura. Los estudios de la justicia y los subalternos
alimentados por el marxismo inglés y por las perspectivas gramscianas volcadas por el
Grupo de Estudios Subalternos de India, por un lado, y la revitalización de los estudios
sobre control social luego de los aportes de Foucault (Di Liscia y Bohoslavsky, 2005: 16)
vinculada paulatinamente con la nueva historia del derecho, por otro, son los dos hilos
que han ido tejiendo la matriz que permitió un resurgimiento de los análisis que
privilegian a la policía como objeto.
Así, desde la filosofía y las ciencias políticas, notorios autores se han preocupado
por la elaboración de definiciones y conceptualizaciones sobre qué es la policía y cómo
se produjo su génesis en Occidente (Sozzo, 2008; L’Heulliet, 2010; Saín, 2010). También
aquellos que abordan la conformación de diferentes modelos policiales y las ideas que
los informan, en especial en Gran Bretaña (Neocleous, 2010), Francia y España (Galeano,
2007). Dichos análisis, sobre sus diferentes etapas y formaciones, han sido parte
constitutiva de renovados enfoques que ponen a la violencia, el delito, la ley, el derecho,
la justicia como uno de los tópicos más dinámicos de las Ciencias Sociales (Gayol y Kessler;
2002: 13).
Muchos de estos trabajos indagan sobre la existencia de tensiones institucionales
entre justicia y policía, pero también en torno a una preocupación que ambas
62
compartieron: la intervención de las clases subalternas en la vida pública citadina,
enmarcada en el proceso revolucionario (Barreneche, 2002: 214-215). Lejos de ser
efímera, esta preocupación venía agudizándose desde fines de siglo XVIII ante la
expansión de los espacios urbanos y suburbanos (Szchuman, 1984). En el caso de Buenos
Aires, la inquietud por los hábitos y prácticas de ciertos sectores considerados peligrosos
para la mantención de un orden atraviesa los avatares de los proyectos revolucionarios,
rivadaviano y llega hasta el rosista (Halperín, 1972; Romero y Romero, 1983; Gelman,
2000; Johnson, 2013).
Atendiendo a esta relación, para los últimos años del siglo XVIII y las primeras
décadas de siglo XIX en el espacio rioplatense ha habido aportes que focalizan el análisis
de la policía desde una perspectiva de la arquitectura institucional en relación a la justicia.
El estudio clásico de Barreneche (2001) sobre el sistema criminal ha cubierto este
planteo. Fradkin (2008) con su estudio sobre la policía rural, y Casagrande (2012) sobre
el control de la vagancia también han provisto importantes exámenes que incluyen un
despliegue crítico sobre las concepciones políticas y jurídicas que configuran las prácticas
de control sobre aquellos denominados como vagos y mal entretenidos en la campaña
bonaerense.
Nuestro estudio propone profundizar sobre el análisis del período previo a la
profesionalización de la policía, su estructura, sus concepciones jurídico-políticas y sus
prácticas como objeto principal. La configuración y reconfiguración del poder policial y
de sus prácticas, amparadas en diversas figuras institucionales toma relevancia en el
marco mayor de la construcción de un orden social que deriva, finalmente, en la
conformación del Estado nacional argentino a fines del siglo XIX. Retomando los esfuerzos
por deconstruir los enfoques más tradicionales sobre el tema, intentando contribuir a la
conformación de una historia social y política de la policía entre fines del siglo XVIII y
durante el XIX, abordamos nuestro objeto teniendo en cuenta la combinación y
yuxtaposición de legados coloniales y nuevas experiencias institucionales. Focalizamos en
las interconexiones entre ciudad y campaña, y en este sentido, examinamos la
conformación de un dispositivo territorial, en consonancia con los novedosos objetivos
políticos y los intentos continuos por poner en pie un orden social que sustituya a aquel
derrumbado con la crisis monárquica.
63
Para lograr nuestro objetivo utilizamos fuentes que ya han sido revisadas por
otros autores, como partes policiales —llamados órdenes superiores—, juicios criminales
y normativa oficial, desde las actas del Cabildo hasta los documentos contenidos en los
registros
oficiales
provinciales
y
nacionales.4
La
normativa
es
trabajada
fundamentalmente a partir de fuentes editas, desde el libro XII “De los delitos y sus penas
y de los juicios criminales” de la Novísima Recopilación castellana y los Acuerdos del
Extinguido Cabildo de Buenos Aires, pasando por la Colección de Leyes y decretos
militares, 1810 a 1896, de Ercilio Domínguez (Tomo I, de 1810 a 1853). Sumamos también
los censos y padrones de población correspondientes al espacio y período estudiado y la
indagación sobre los mapas y planos de la ciudad de Buenos Aires y sus cuarteles
suburbanos para apoyar nuestro examen con la reconstrucción de las transformaciones
de la espacialidad y la territorialidad de las estructuras de control policial a lo largo del
período estudiado.
La clave aquí es identificar a partir de funciones que pueden ser consideradas
judiciales o de gobierno prácticas policiales específicas. Por eso, a partir del análisis de las
fuentes, buscamos un acercamiento a los actores y las formaciones institucionales que
configuraron diferentes estructuras policiales (Intendencia de Policía, Departamento,
Jefatura, Alcaldes de Barrio, Partidas Celadoras, Serenos). En este sentido, se impone un
análisis de la normativa específica, y de las relaciones entre policía y otros dispositivos
institucionales, en especial con la justicia. Nos proponemos identificar a los actores
sociales involucrados, así como tipificar los conflictos en los cuales intervienen.
Indagamos sobre los cambios jurisdiccionales y territoriales que acompañan la formación
de las estructuras policiales, al mismo tiempo que exploraremos sus prácticas concretas,
secuenciando sus continuidades y transformaciones. Esto último, estrechamente
relacionado con las tareas y funciones designadas a la policía, y los sectores que se
conformaron como objeto de su vigilancia. Para lograrlo, recurrimos a diferentes
métodos de relevamiento y análisis de la información, basados en la búsqueda exhaustiva
4
Los fondos que consultamos incluyen documentos del Archivo General de la Nación ubicado en la ciudad
de Buenos Aires, sección Gobierno, fondo “Policía”, contenidos en la Sala X, y que comprenden las órdenes
superiores de los legajos uno al veintiuno —(32.10. Legajos 1 al 8 – Libros 1 al 21 (1812-1827)—. Además
consultamos juicios contenidos en el tribunal Criminal, también de la Sala X del AGN y otros provenientes
del fondo “Juzgado del Crimen” en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, ubicado en La Plata
—(Cuerpo 34. Anaqueles 2, 3, 4, 5)—.
64
de datos y el tratamiento cualitativo del caso particular a partir del enfoque micro del
paradigma indiciario. Apoyamos este relevamiento con el uso de métodos cuantitativos
complementarios, cristalizados en la confección de cuadros y gráficos que ayuden a
nuestra explicación.
Hipótesis, propuesta y algunas reflexiones
Como ya hemos señalado, nuestros objetivos en el marco del plan de doctorado incluyen
el examen de las trayectorias de los dispositivos institucionales de control social policial
desplegados en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, en sentido amplio. Esto, para
el período que se sucede entre las Reformas Borbónicas y la primera mitad del siglo XIX.
La reconstrucción de las estructuras, mecanismos y prácticas policiales de intervención
social y territorial urbanas y suburbanas, sus vinculaciones con la administración de
justicia y con los actores relacionados, nos permiten, a su vez, indagar sobre las
concepciones jurídico-políticas subyacentes, incluso en ocasiones coexistentes y
contradictorias, en los dispositivos de control policial desplegados a fin de examinar de
qué modo moldean las prácticas policiales.
Durante los años que se suceden entre 1782 y 1850, se configuran las primeras
estructuras policiales y adquieren diferentes formas de organización —jefes, auxiliares,
celadores, reglamentos, presupuesto— para el espacio urbano porteño que luego irá
expandiéndose hacia la campaña bonaerense. En el marco de la experimentación
institucional borbónica y postrevolucionaria (Barreneche, 2001), se reconocen diferentes
cambios asociados a la instalación de las Intendencias y del poder de policía como
seguridad pública, como orden de la ciudad y expansión territorial del poder. El interés
de los virreyes, intendentes y nuevos funcionarios de los gobiernos revolucionarios por
el empedrado, el alumbrado, la higiene y, también, por erradicar las costumbres
detestables de la plebe es prueba de ello (Lempérière, 2013).
Los ensayos de reorganización espacial y concentración de las funciones policiales
se cristalizan mediante la puesta en marcha de las Intendencias en 1782 y el
reforzamiento de la figura de los Alcaldes de Barrio. Esta dinámica se profundiza durante
la década revolucionaria, estableciendo un poder policial separado de las funciones
municipales que cumplía el cabildo. A los objetivos políticos que atiende la policía durante
estos años, se suma, ya en el período del proyecto rivadaviano, un intento de
65
“modernizar” y racionalizar una estructura policial a través del Departamento de Policía
con centro en la ciudad, pero extendiendo sus funciones hacia la campaña en un ensayo
de territorialización (Sack, 1986; Fradkin, 2008). Durante el rosismo, y hacia el final de los
años propuestos para nuestro estudio, encontramos una estructura policial ruralizada,
acompañada por el crecimiento del poder de los jueces de paz, con centro de poder
urbano, lo cual tensa y complejiza aún más las relaciones entre campaña y ciudad.
Creemos que las concepciones jurídico-políticas que informan las prácticas
policiales durante estos años muestran una continuidad. Se observa, así, una relación
entre la concepción de policía de Antiguo Régimen en tanto gobierno e higiene social y
urbana, con nuevas perspectivas en términos políticos, asociadas a la fabricación y
sustento de un orden social legítimo. De este modo, el poder policial se ocupa también
del control sobre la población, esgrimiendo prácticas policiales que muestran la
combinación de viejos y nuevos modos de controlar, pero se asientan y valen de rasgos
pertenecientes a un ordenamiento jurídico-político que pone el acento en la buena
moral, en el individuo que la garantiza, en la confianza que inspiran, en el conocimiento
del terreno y la población a la que se vigila. Las prácticas policiales, por ende, cristalizan
esta yuxtaposición dando lugar a un poder de policía que avanza sobre el control
poblacional pero valiéndose de la confianza que generan sus miembros para concretarlo.
En estos años se produce lo que denominamos como una súper reglamentación
que, en momentos de pre-codificación, actúa como una herramienta fundamental para
la construcción de una territorialidad primero en la ciudad y luego en la campaña. La
policía tiene un rol muy importante en la conformación de esta territorialidad y los
intentos por equiparla políticamente a los fines de delimitar las relaciones sociales
predominantes y un orden social adecuado a ellas. Con marchas y contramarchas, la
policía va expandiendo su jurisdicción desde la ciudad a la campaña, y colaborando con
la conformación de una organización política y territorial adecuada a los proyectos
borbónicos primero, y luego a los revolucionarios y posrevolucionarios. Con estas
tendencias estructurales, la policía que examinamos contribuye a equipar políticamente
un territorio en expansión. Un elemento preponderante que auxilia a esta
territorialización es la ampliación de tareas por parte de la policía. Sin cuerpos
especializados, la especificidad policial es dejada de lado, y se conserva un concepto de
policía que se asienta sobre dos cuestiones: la atención sobre una diversidad de tareas
66
que hacen al buen gobierno de la ciudad y sus alrededores, por un lado, y la concreción
de dichas tareas sobre la base de una confianza que los hombres de la policía detentan
en tanto el marco jurídico-político sobre el que actúan todavía mantiene rasgos antiguo
regimentales en donde quién dice el derecho está asociado a la garantía moral de un
orden legítimo.
En este sentido, pensamos que el núcleo fundacional de la policía se puede
rastrear hasta la etapa del reformismo borbónico. A diferencia de la tesis que propone al
Departamento de Policía creado en 1821 por Rivadavia como el momento inicial de la
policía en la ciudad y la campaña bonaerense (Barreneche y Galeano, 2008; Gayol, 1996),
pretendemos subrayar la continuidad de la concepción jurídico-política, más propia del
Antiguo Régimen, que se imbrica en el marco de diferentes estructuras y que combina
dicha concepción con objetivos políticos novedosos. Mientras se pasa de una
Intendencia, a una Jefatura a un Departamento, se aumentan los recursos humanos y
materiales a disposición de los jefes de policía y se amplía su jurisdicción desde la ciudad
hacia la campaña, la policía sigue yuxtaponiendo las funciones más amplias del buen
gobierno (cuidado de las calles, empedrado, manejo del abasto público) con la extensión
y ampliación de sus tareas hacia una vigilancia de sectores específicos (españoles, negros,
vagos y mendigos). Se produce así una extensión de las tareas policiales que abarcan no
solo la vigilancia y el control sobre los pobladores sino también el orden e higiene
urbanos, la configuración espacial e, incluso, arquitectónica de la ciudad (Aliata, 2006).
En un proceso de largo aliento, comienza a transformarse en una herramienta de
supresión de prácticas, de corrección y, en última instancia de represión, un poco antes
de lo que muchos autores consideran.
Sin que necesariamente resulte en un proceso de profesionalización y
burocratización inmediata de los cuerpos policiales, la indiferenciación de las funciones
policiales y judiciales, la superposición de jurisdicciones, los vínculos y formas de acción
de los diferentes sectores que cristalizan mediante estos dispositivos son parte
fundamental del mencionado proceso. En un contexto historiográfico renovado y
articulado en torno a las relaciones entre derecho y ley, las complejas asociaciones entre
policía y orden en la ciudad y sus suburbios, así como las prácticas policiales derivadas de
estas interconexiones, sus transformaciones y continuidades desde el siglo fines del siglo
XVIII hasta el rosismo permanecen como un campo abierto a la exploración.
67
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71
¿La tierra del que la trabaja? Propiedad y producción en la campaña
bonaerense a mediados del siglo XVIII
Diego Muñiz
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
Si bien en el imaginario popular y los rituales de distintas instituciones continúa presente
la imagen de una campaña bonaerense colonial habitada por gauchos y grandes
estancieros, la misma no pudo resistir, en el campo historiográfico, los embates que
recibió a partir de la década de 1980'. Abarcando sobre todo la segunda mitad del siglo
XVIII, diversos estudios que hicieron foco en la producción, distribución de recursos, las
relaciones sociales y la propiedad de la tierra, ayudaron a configurar un nuevo panorama.
Así, los todopoderosos hacendados dedicados a la cría de ganado, a la persecución de
peones y al control de las riendas de Estado, fueron desapareciendo o, al menos,
perdiendo ese carácter hegemónico que se les había asignado. En su lugar, se comenzó
a atender la presencia de grupos familiares —no ya varones solteros— que a través de
diversas estrategias y condiciones del espacio que habitaban, habrían establecido
producciones relativamente autónomas.
Sin embargo, es aún escaso el conocimiento con que contamos sobre el mundo
rural bonaerense en la primera mitad de siglo XVIII, lo que restringe la posibilidad de
arribar a conclusiones más precisas. Si bien la situación lentamente intenta revertirse, el
libro de González Lebrero (2002) sobre el siglo XVII sigue siendo, como mirada global, la
referencia obligada para el mundo rural de Buenos Aires durante el período pre-virreinal.
De manera complementaria, contamos con nuevos trabajos que, a partir del análisis del
poder en la ciudad, invitan a revalorizar el rol que la campaña bonaerense jugó en la
construcción y disputa de poder social, político y económico en el Buenos Aires de la
primera mitad del siglo XVIII (Trujillo, 2005; Birocco, 2015; Sidy, 2015).
72
En la presente ponencia se propone, en base al análisis de 6023 registros del
padrón de la campaña de Buenos Aires de 1744,1 configurar un panorama por zonas de
la población allí registrada que permita identificar sus características específicas,
considerando fundamentalmente la relación con la tierra y la producción de los grupos
registrados.
Los padrones de población como fuente
Los historiadores y demás científicos sociales suelen valorar la información que ponen de
manifiesto los padrones, censos y demás listas nominativas como insumos para estudiar
aspectos de la sociedad. En ese sentido, las reflexiones sobre la estadística y sus
producciones en tanto formadoras de concepciones del mundo han permitido
complejizar el estudio de estas fuentes.
En relación a los padrones del siglo XVIII en el Río de la Plata, aunque
posiblemente extensible a otros casos, dos supuestos parecieran acompañar los análisis
de los mismos, mayoritariamente como consecuencia de omitir una reflexión integral
sobre la problemática desde una mirada enfocada en la dimensión política de la época.
En primer lugar, la consideración de una ejecución de cada padrón como respuesta a la
decisión directa de una autoridad real. En segundo lugar, y de manera complementaria,
ante el limitado conocimiento del proceso de construcción de cada padrón en su propio
contexto (con determinadas coyunturas, autoridades, conflictos, etc.), se supone la
realización inmediata, simultánea y prácticamente mecánica de cada padrón. El
reconocimiento de un padrón por la fecha de realización o por la autoridad que lo impulsó
pareciera seguir o acentuar esta lógica: el padrón de 1726 o 1744, o el censo del virrey
Vértiz, entre otros ejemplos posibles.
El padrón realizado durante 1744 no fue el primero ni último ejecutado en la
ciudad de Buenos Aires y su jurisdicción durante el siglo XVIII. Se realizaron distintos
registros durante ese período, que se enmarcaron en la política defensiva llevada a cabo
por la corona hispánica, poblando y fortificando los flancos débiles de sus posesiones.2
(Canedo, 1993: 137) El padrón de 1726 se circunscribió a la campaña con el objetivo de
Facultad de Filosofía y Letras (1919) Documentos para la historia argentina. Padrones de la ciudad y
campaña de Buenos Aires (1726-1810), Tomo X. Buenos Aires: PEUSER. (En adelante DHA).
1
2
Se realizaron empadronamientos de distintas características en 1726, 1738, 1744, 1751, 1756, 1759, 1766
y 1778. Sin embargo, no contamos con registros de los realizados en 1751 y 1766.
73
conocer a la población en condiciones de trasladarse a la ciudad de Montevideo,3
recientemente creada, como mencionamos anteriormente, a fines de contener el avance
portugués en la región. En 1738 el registro se mandó realizar para la ciudad y campaña,
y brinda información sobre hombres de armas, su profesión, constitución de la familia, y
condiciones de vivienda. Los de 1756 y 1759 consistieron en el empadronamiento de
hombres de armas. (Ravignani, 1919). El padrón de 1778, realizado en el marco del
recientemente creado Virreinato del Río de la Plata, es parte de un intento de la corona
de
“saver con puntualidad, y certeza el numero de vasallos y abitantes que
tiene en todos sus vastos dominios de America, y Filipinas a cuio fin ha
resuelto que todos los Virreyes, y Gobernadores de Indias, y de dhas
Islas, hagan exactos Padrones con la devida distinción de clases, estados
y castas de todas las personas de ambos sexos sin excluir los Parbulos”4.
Asimismo, se esperaba que el empadronamiento se realizara nuevamente cada año (algo
que en Buenos Aires no ocurrió), con la “prevención de que hande anotar en cada estado
anual el aumento o diminución que resultare, respecto al anterior y cuidando que no aya
en ello la menor omisión”5. Este último es, sin dudas, el padrón donde más claramente se
pueden percibir los objetivos administrativos de la corona —más allá de los militares—
pero no el primero con esa característica.
Volviendo a 1744, es necesario detenernos aquí dado que la riqueza de dicho
padrón ha pasado desapercibida para gran parte de la historiografía. Esto no solo es
cierto en lo referido a la información registrada, sino además respecto a las órdenes y
cartas relacionadas con él. El mismo constituyó un instrumento que buscó colaborar en
el mejor gobierno y defensa de Buenos Aires como jurisdicción y sociedad de fronteras.
Las decisiones en torno a la elaboración del padrón se expresaron en el ámbito de
la gobernación de Buenos Aires y permiten conocer aspectos del funcionamiento de las
autoridades y cuerpos políticos de mediados del siglo XVIII. Incluyeron al gobernador y el
cabildo de Buenos Aires, instituciones eclesiásticas y militares asentadas en la ciudad, el
alcalde provincial y los comisionados que lo ejecutaron. El alcalde provincial, Ruiz de
DHA… pp. 6-7.
DHA… p. 74.
5 DHA… p. 74.
3
4
74
Arellano, parece haber ocupado un lugar central, articulador, en la construcción del
padrón, y nombramiento de los comisionados.
El nombramiento de comisionados para la realización del padrón en cada zona de
la campaña (o los padrones) era una práctica frecuente de gobierno que brindaba a las
autoridades ejecutividad por fuera de las corporaciones para realizar tareas específicas.
Se afianzaban los vínculos con las autoridades y como súbditos de la monarquía. Quienes
llevaron a la práctica el relevamiento de datos para el padrón compartieron algunas
características: eran capitanes y propietarios de tierra, estaban casados con mujeres
distinguidas (“doñas”), tenían experiencia o conocían el territorio, y varios eran familiares
o tenían vínculos personales con Ruiz de Arellano.
La producción del padrón como un instrumento de gobierno en un contexto de
enfrentamientos contra los portugueses, marcaba el rumbo del accionar. Los
nombramientos fueron decididos por Ruiz de Arellano, quien había participado en los
conflictos y acuerdos entre Buenos Aires y Colonia del Sacramento. Se enfatizó que se
nombre a capitanes de los partidos como comisionados, se solicitó especificar los
extranjeros y particularmente a los desterrados de Colonia, y se finalizó cada padrón
especificando las personas que pueden portar armas. Esta característica, que además
discriminó propietarios de tierra y arrendatarios, de peones, indios, negros, etc. resultó
coherente con la importancia de las milicias en la composición de los ejércitos que venían
enfrentando a los defensores de Colonia.
Si el padrón de 1726 se vinculó con el poblamiento de Montevideo ante el peligro
del avance portugués, 1744 parece focalizarse en enfrentamientos posibles por el
crecimiento de Colonia. El tema no resulta exagerado si se consideran las medidas que
se tomaran en la segunda mitad del siglo XVIII que incluyó el fortalecimiento de Buenos
Aires y la creación de un virreinato, además de la expedición de Cevallos. En cada caso,
los avances y retrocesos, y la propia búsqueda de resolución de los enfrentamientos no
tuvieron una resolución regional, evidenciando la integración e importancia del Río de la
Plata a nivel de las monarquías y sus tratados.
El énfasis de las autoridades en el registro de las “personas españolas capaces de
tomar armas” así como su distinción de otros habitantes quizá menos comprometidos
con el orden establecido, parece responder al mismo esquema defensivo y de control
interno aplicado en la península: escasas y muy localizadas estructuras defensivas, y
75
apoyo en los poderes locales. (Ruiz Ibáñez y Vincent, 2007) Según estos autores, la falta
de construcciones defensivas de la monarquía no obedecía solo a cuestiones económicas,
sino que también su presencia era considerada una expresión de falta de confianza del
soberano hacia la capacidad defensiva (y la lealtad) de los súbditos. Este sistema
mantendría su peso en las colonias americanas al menos hasta la Guerra de los Siete Años
(1756-1763), cuando las diferentes derrotas militares (algunas catastróficas),
especialmente frente a Inglaterra, invitarían al replanteo del mismo y a la reorganización
y fortalecimiento de la milicia. (Marchena Fernández, 2003) Este marco explica el detalle
con el que los comisionados registraron la relación con la tierra de los habitantes, en un
padrón que lejos estaba de ser productivo.
La relación de la tierra en la campaña bonaerense hacia mediados del siglo XVIII
La concepción liberal sobre la propiedad de la tierra ha estado imbuida de un carácter
natural, ahistórico (Congost; 2011). Sin embargo, esta concepción tardó siglos en
imponerse en el Río de la Plata, tras una larga marcha de avances y retrocesos impulsada
por las élites terratenientes y los gobiernos provinciales —y luego nacionales—, que puso
en tensión la relación entre propiedad y posesión. (Gelman; 2005) La apropiación de
tierras que ya estaban pobladas, significó un proceso muy conflictivo que fue percibido
por los perjudicados como una injusticia, ya que violentaba profundas tradiciones
culturales de la población rural. (Fradkin; 2009) La resistencia de ésta fue favorecida por
distintos factores, como lo fueron el acceso a tierras fértiles, la escasez de mano de obra,
los circuitos clandestinos de comercialización y la movilidad de la población (Mayo et al.,
1987).
Entre los múltiples problemas que se desprendieron de considerar como únicos e
indiscutibles los derechos de propiedad protegidos y asegurados por el Estado Liberal en
construcción, se destaca —para este trabajo— la ilusión de considerar la propiedad al
margen de las relaciones sociales. Ante ello, considero más pertinente un enfoque que
concibe la propiedad como un producto histórico que refleja, ante todo, relaciones
sociales en torno a las cosas. Dicho enfoque presenta un desafío mayor, ya que obliga a
un análisis detallado del contexto en el que operan los derechos de propiedad, pero, a la
vez, enriquece el análisis al considerar el peso de la longue durée e incorporar la
76
multiplicidad de aspectos que intervienen en las prácticas relacionadas con la propiedad
(Congost; 2011).
La consideración de la propiedad como relación social permite expandir las
fuentes desde las cuales abordamos la relación con la tierra. El empadronamiento
realizado en la campaña bonaerense en 1744 registró la relación con la tierra de sus
habitantes, un dato poco trabajado por la historiografía, debido a que se trata de una
variable que no suele aparecer en las fuentes de manera sistemática para zonas amplias.
Así, el mencionado padrón nos provee una imagen difícilmente asequible por otros
medios, y se erige como una fuente excepcional para el estudio de la relación con la tierra
en la campaña bonaerense de este período. Esto es posible no solo por la posibilidad de
lograr una mirada simultánea de la relación con la tierra en todas las jurisdicciones de la
campaña, sino también porque dicha relación se nos presenta de diversas maneras,
permitiendo superar una visión dicotómica —propietarios, no propietarios— de la
propiedad.
Conviene, finalmente, que realicemos otra aclaración. Estudiar la propiedad de la
tierra en la campaña de Buenos Aires “en general” presenta el riesgo de opacar la
compleja realidad de los diferentes “pagos”. Diferencias que no son solo fruto de la
influencia de variables topográficas o temporales, sino también del accionar de distintos
actores (GIHRR; 2004). A este riesgo se suman los distintos criterios de los comisionados
que realizaron el padrón. Es por ello que en este trabajo se plantea un estudio que
respeta las jurisdicciones conformadas por cada comisionado, pero que no limite la
mirada general sobre la campaña bonaerense.
Si nos basamos en los criterios de los comisionados, podemos distinguir en total
883 unidades censales. En 778 casos contamos con información sobre la relación con la
tierra, relación que varía según la jurisdicción.
77
Cuadro Nº 1: Información de la relación con la tierra de unidades censales por jurisdicción, según
padrón de 17446
Unidades Censales con
datos
Unidades Censales sin
datos
% con
datos
153
9
94%
39
2
95%
41
17
71%
Cañada de la Cruz y Pesquería
95
3
97%
Las Conchas
Cañada de Escobar, Capilla del Pilar,
Luján
La Matanza
95
5
95%
217
6
97%
33
39
46%
La Magdalena
105
24
81%
Total
778
105
88%
Jurisdicción por comisionado
Las Hermanas, Costa del Paraná,
Arroyos Seco, de Ramallo, del Medio
Arroyo del Tala, Rincón de san Pedro,
Espinillo
Areco, Cañada Honda
En cinco jurisdicciones se registró la relación con la tierra de la mayoría de las unidades
censales. La Matanza presenta limitaciones de información sobre el tema, a ser
consideradas en el análisis. También existió un subregistro en Areco y Cañada Honda, y
La Magdalena, aunque en estas últimas los casos con registro superan el 70% del total de
unidades censales.
Producciones en tierras propias y ajenas
En el conjunto de unidades censales en que los comisionados indican la relación con la
tierra, la cantidad que se registraron en tierras ajenas y tierras propias es, en principio,
relativamente pareja: un poco más de la mitad se encuentra en tierras ajenas (424 casos,
55%) y 354 (45%) en tierras propias.
En las 778 con información sobre la relación con la tierra, se registraron 5111
pobladores (85% de la población total). A su vez, la relación entre unidades en tierras
propias y ajenas se revierte en relación a la población que incluyen, como se puede ver
en el cuadro 2.
6
Elaboración propia en base a Facultad de Filosofía y Letras (1919a) Documentos para la historia argentina.
Padrones de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1726-1810), Tomo X. Buenos Aires, PEUSER, pp. 507709.
78
Cuadro Nº 2: Unidades censales y población registrada en tierras propias y ajenas, según padrón
de 17447
U.C.
% U.C.
Población
% población
Propia
354
45,5%
2799
54,5%
Población por unidad
censal
7,9
Ajena
424
54,5%
2312
45,5%
5,5
Total
778
100%
5111
100%
6,6
Relación con la tierra
Las unidades censales en tierras propias, si bien son menos, tienen más cantidad de
población y, por lo tanto, una media de integrantes mayor a las que se encuentran en
tierras ajenas. Pero esta imagen inicial poco nos dice de la multiplicidad de formas de
acceso y uso que se esconden debajo de ambas categorías, de las distintas estrategias de
los propietarios y no propietarios para aprovechar, mantener o acceder a esa tierra, ni de
las diferencias jurisdiccionales.
Cuadro Nº 3: Distribución de población y unidades censales en tierras propias y tierras ajenas por
jurisdicción (1744)8
U.C.
entierras
propias
Población
en tierras
propias
Población
por U.C en
tierras
propias
U.C.
entierras
ajenas
Población
en tierras
ajenas
Población
por U.C en
tierras
ajenas
41
281
6,9
112
628
5,6
2
34
17
37
200
5,4
33
330
10
8
55
6,9
70
564
8,1
25
185
7,4
50
418
8,4
45
303
6,7
121
982
8,1
96
561
5,8
5
44
8,8
28
141
5
La Magdalena
32
190
5,9
73
380
5,2
Total
354
2802
7,9
424
2522
5,5
Jurisdicción por
comisionado
Arroyo del Medio
a Las Hermanas
Arroyo del Tala,
Rincón de san
Pedro, Espinillo
Areco, Cañada
Honda
Cañada de la Cruz
y Pesquería
Las Conchas
Cañada de
Escobar, Capilla
del Pilar, Luján
La Matanza
Entre el Arroyo del Medio hasta el Arroyo del Tala, es decir en las dos jurisdicciones más alejadas
hacia el norte de la ciudad de Buenos Aires, las unidades censales en tierras ajenas (149 casos)
7
Elaboración propia en base a Facultad de Filosofía y Letras (1919a) Documentos para la historia argentina.
Padrones de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1726-1810), Tomo X. Buenos Aires, PEUSER, pp. 507709.
8 Elaboración propia en base a Facultad de Filosofía y Letras (1919a) Documentos para la historia argentina.
Padrones de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1726-1810), Tomo X. Buenos Aires, PEUSER, pp. 507709.
79
representaban el 78% del total registrado, siendo especialmente marcada la proporción en
Arroyo del Tala, San Pedro, y Espinillo, donde 39 de las 41 unidades con registro de la relación
con la tierra estaban en tierras ajenas. En dicho espacio, la población registrada habitando
unidades censales en tierras ajenas representa el 72% del total, es decir que tenían en promedio
una población menor que aquellas en tierras propias, situación que se repite en toda la campaña.
La relación con la tierra en esta zona parece haber estado en estrecha relación con la movilidad
de la población.
Di Stefano (1991) indica que la población que habitaba el espacio entre el Arroyo
del Tala y el Arroyo Las Hermanas había crecido casi un 250% entre 1726 y 1744. Mariana
Canedo (1993) encuentra que, en un período similar, la población de Los Arroyos se había
triplicado, sobre todo en los arroyos Ramallo y Del Medio, en gran medida por el flujo
migratorio de “vecinos" santafesinos que huían de las ofensivas guaycurúes, las sequías
y las plagas de langosta. Asimismo, Di Stefano plantea que casi el 60% de los apellidos de
los "cabeza de familia” registrados en 1744 no coinciden con los de 1738. Al momento
del padrón, el 61% de la población adulta9 es registrada como migrante, la mayoría de
ellos proveniente de Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero. Probablemente no sea
casualidad entonces que en la relación con la tierra predominen los casos en tierras
ajenas, que representan 112 de los 153 casos con información registrada. Más aún, 104
de esas 112 unidades censales están encabezadas por migrantes. Esto no significó que
haya sido imposible para los migrantes acceder a la propiedad de la tierra en esa zona, lo
que es evidente si notamos que 24 de los 39 propietarios presentes en la zona
pertenecían a este grupo.
En las jurisdicciones entre la Cañada Honda y la Cañada de la Cruz (aún al norte,
pero más cerca de la ciudad Buenos Aires) la proporción se invierte a favor de las
unidades censales en tierras propias. La fuerte presencia de propietarios aquí se explica
en gran medida por el sistema castellano de transmisión de patrimonio. Si bien en esta
jurisdicción muchas familias desarrollaron estrategias para mitigar la fragmentación de
sus propiedades, esto no siempre fue posible. (Garavaglia, 2009) Juan Carlos Garavaglia
menciona también que en este espacio “se verifica una y otra vez la existencia del
fenómeno del poblador en tierra ajena”. Esta afirmación, si bien se confirma en nuestro
9
Identifiqué como población adulta a los considerados aptos para portar armas, es decir, mayores de 15
años. Si en su lugar se utilizara como criterio los incluidos a partir de la tercera cohorte de la pirámide
poblacional (mayores de 19 años), la proporción de migrantes asciende a 69,4%.
80
análisis, lejos está de ser una particularidad o, menos aún, algo por lo que estas
jurisdicciones se destaquen. Pero que Garavaglia realice esta apreciación en el espacio
en que esta situación estaba menos difundida, siendo el primero que intenta sistematizar
el fenómeno, (Garavaglia, 1987) nos habla de la necesidad de contar con un panorama
mayor.
También de las jurisdicciones entre la Cañada Honda y la Cañada de la Cruz se
ocupa Carlos María Birocco (2003), quien menciona la casi inexistencia de propiedades
de pequeñas dimensiones en los pagos de Areco y la Pesquería hacia 1740. Si bien la
fuente que trabajamos no nos permite hablar de dimensiones de las propiedades, sí
podemos aproximarnos a su tamaño en base a la cantidad y tipo de población registrada
en las unidades censales. En el caso de Pesquería nuestra apreciación coincide con la
afirmación de Birocco, encontrándonos con el promedio más alto de población por
unidad censal para la campaña (11,9 habitantes por unidad censal), y solo 3 de las 22
unidades censales corresponden con seguridad a pequeñas producciones en tierras
propias. En Areco esta afirmación pierde fuerza. Allí el promedio de población por unidad
censal en ambas bandas del río Areco sigue siendo alto, pero disminuye a unos 9,3
habitantes. Asimismo, cerca de un tercio de las unidades censales registradas
representan producciones familiares en tierras propias, mientras que otro tercio cuenta
con un solo esclavo, conchabado o agregado. Difícilmente podamos hablar en esos casos
de propiedades extensas, al menos en términos de la posibilidad de uso que tenían de
sus tierras. La gran cantidad de propietarios presentes en este espacio pareciera indicar
más bien que estamos en presencia de pequeñas propiedades, dado que un mayor
acceso a la propiedad de la tierra implicaría la fragmentación de la misma. Como veremos
más adelante, los propietarios de tierra presentaban importantes diferencias entre ellos.
Por ejemplo, el Alcalde Provincial de la Santa Hermandad, Joseph Ruiz de Arellano, es
registrado como propietario de tres estancias en sus tierras de Areco.10 Por otro lado, nos
encontramos con otro propietario, Joseph Olguin,11 de quien solo se registra que tiene
allí su casa en donde habita con su esposa, un sobrino y dos huérfanos.
En ese espacio entre Cañada Honda y la Cañada de la Cruz, se registraron 103
unidades censales en tierras propias, que representan el 76% del total. Aquí el promedio
10
11
DHA… p. 572.
DHA… p. 570.
81
de habitantes por unidad censal es el más alto de la campaña. En Areco y Cañada Honda,
los diez habitantes en promedio en tierras propias se destacan de la situación en el resto
de la campaña, donde no se superan los 8,8 habitantes (con excepción de la jurisdicción
en que se registraron solo dos casos). Pero lo más llamativo es lo que ocurría en Cañada
de la Cruz y Pesquería, donde el promedio de habitantes en tierras ajenas no solo es el
más alto de la campaña, sino que además se acerca mucho al presente en tierras propias.
Los registros de unidades censales en los ríos Las Conchas, Luján, y la Cañada de
Escobar presentan también situaciones similares entre sí. En este espacio las 171
registradas en tierras propias (55% del total) superan a las 141 en tierras ajenas (45%).
Pero si bien la relación con la tierra es, en términos proporcionales, casi idéntica entre
ambas zonas, no ocurre lo mismo con la cantidad de población por unidad censal, ya que,
en Las Conchas, la proporción de población en tierras ajenas (42%) supera a la de Lujan,
Escobar y Pilar (36%). En Las Conchas una situación que se destaca es que una parte
importante de las unidades registradas en tierras ajenas, están en tierras de otros
propietarios de la zona o de sus familiares. De las 45 en tierras ajenas, 16 están en tierras
de alguno de los propietarios que habitaban la zona, y otros 10 en tierras de un padre o
pariente de alguno de ellos. Es curioso también que, a diferencia de lo que ocurría en
otras jurisdicciones registradas, no había en Las Conchas una relación tan directa entre la
posesión de la tierra y el establecimiento de estancias, como tampoco es tan marcado el
establecimiento de chacras en tierras ajenas. De todos modos, esto solo es cierto para
una cuarta parte de las estancias, y un tercio de las chacras.
El caso de La Matanza, como mencionamos anteriormente, presenta ciertos
límites para su análisis debido a que solo contamos con información sobre la relación con
la tierra en 33 de las 72 unidades registradas. Se puede observar que 28 de esas 33
unidades (85%) estaban en tierras ajenas, pero éstas estaban poco pobladas en
comparación con otras zonas de la campaña, presentando un promedio de 5 habitantes.
Es por ello que, si bien representan el 85% del total de las registradas, solo habitaban en
ellas el 76% de los habitantes. Claudia Contente (1999) menciona para esta jurisdicción
la existencia de un pequeño grupo de grandes propietarios y de una importante masa de
campesinos medianos y pequeños que, favorecidos por las posibilidades de arriendo,
tuvieron posibilidades de un ascenso social relativamente rápido. Una situación que se
82
asemeja a la de los espacios más alejados de la ciudad de Buenos Aires, como Los Arroyos
y Magdalena.
La Magdalena, la jurisdicción comisionada más alejada hacia el sur de la ciudad de
Buenos Aires, presenta una relación con la tierra similar a la que existía en las dos
jurisdicciones norteñas de la campaña. Aquí, 73 de las 105 unidades censales (70%) son
registradas en tierras ajenas. Esta situación parece mantenerse para la segunda mitad del
siglo, debido a la dificultad que tenían los arrendatarios para acceder a la propiedad de
la tierra. (Gresores, 1996) También con la cantidad de habitantes por unidad censal
ocurría aquí algo similar a la zona entre los arroyos Del Medio y Las Hermanas, donde era
muy baja. La Magdalena es la jurisdicción donde se registra la cantidad de habitantes por
unidad censal en tierras propias más baja de la campaña, acercándose al de tierras ajenas.
En este punto, los propietarios que establecían producciones en sus tierras en Magdalena
no se distinguían demasiado de los arrendatarios y los ocupantes, algo que en otras
jurisdicciones era más marcado.
83
Propietarios presentes y ausentes
Dentro las unidades censales identificadas por los comisionados como "en tierras
propias", podemos distinguir al menos dos tipos de propietarios. Por un lado, aquellos
que fueron registrados habitando en ellas, y, por otro, a las unidades censales que
representan estancias o chacras establecidas en tierras propias, pero cuyo propietario no
habita necesariamente allí (pero podía hacerlo eventualmente), y donde registra un
encargado, capataz, o mayordomo al frente de la producción.
Cuadro 4: Características de las tierras propias, según propietario presente o ausente12
Relación con la Tierra
Propia con propietario
presente
Propia con propietario
ausente
Total
12
Cantidad de U.
C.
%
Población en
U.C.
%
Promedio
319
90%
2517
90%
7,9
35
10%
282
10%
8,1
354
100%
2799
100%
7,9
Elaboración propia en base a Facultad de Filosofía y Letras (1919a) Documentos para la historia
argentina. Padrones de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1726-1810), Tomo X. Buenos Aires,
PEUSER, pp. 507-709.
La gran mayoría de los propietarios de tierras de la campaña bonaerense son registrados
habitándolas. Sin embargo, se puede ver que una parte de los propietarios no se
encargaba directamente de la producción, los cuales en general habitaban en la ciudad
de Buenos Aires. Las unidades censales con propietario ausente contaban con mayor
población (es decir que eran, al parecer, producciones un poco más grandes en
promedio). Además hay que tener en cuenta que, en los casos con propietarios ausentes,
ni él ni su familia son registrados en la unidad censal (tanto porque no estaban en ese
momento, como porque indicaban ya haber sido registrados en la ciudad), por lo que ese
promedio de 8,1 habitantes por unidad censal corresponde, en una proporción
importante, a fuerza de trabajo extra-familiar.
Ahora bien, como vimos anteriormente, el registro de la relación con la tierra no
fue homogéneo en toda la campaña, presentando en algunos casos diferencias muy
marcadas. Esto también se manifiesta en el caso de la distinta situación de los
propietarios.
84
Cuadro Nº 5: Tierras con propietario presente o ausente por jurisdicción13
Propietario
presente
Propietario
ausente
Total
39
2
41
2
0
2
Areco, Cañada Honda
29
4
33
Cañada de la Cruz y Pesquería
66
4
70
Jurisdicción comisionada
Las Hermanas, Costa del Paraná, Arroyos Seco,
de Ramallo, del Medio
Arroyo del Tala, Rincón de san Pedro, Espinillo
Las Conchas
43
7
50
Cañada de Escobar, Capilla del Pilar, Luján
111
10
121
La Matanza
4
1
5
La Magdalena
25
7
32
Total
319
35
354
Como se puede observar en el cuadro Nº 5, la proporción de propietarios absentistas es
mayor en ciertas zonas de la campaña, siendo Magdalena la jurisdicción comisionada con
una proporción notablemente mayor, seguida por Las Conchas, y Areco y Cañada Honda.
También los diez casos en la jurisdicción de Luján, Pilar y Escobar, indican una tendencia
en el mismo sentido. En total, las producciones con propietarios absentistas de
13
Elaboración propia en base a Facultad de Filosofía y Letras (1919a) Documentos para la historia
argentina. Padrones de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1726-1810), Tomo X. Buenos Aires,
PEUSER, pp. 507-709.
Magdalena representan el 6,2% de las unidades censales de esa jurisdicción (incluyendo
aquellas sin datos sobre la tierra), y son registrados en ellas el 21,7% de los capataces,
peones, esclavos y “negros” de la zona, lo que es un claro indicador del mayor capital de
estas producciones.
El caso de La Matanza es necesario analizarlo por separado, debido a la
particularidad de los datos registrados. Si bien allí no se indicó la relación con la tierra en
39 casos, contamos por otro lado con información respecto a la propiedad de las
estancias o chacras, lo cual permite inferir ciertas tendencias. El padrón de La Matanza
nos indica que 22 de las 39 unidades censales sin datos sobre la relación con la tierra eran
de estancias o chacras cuyo propietario fue registrado como "ausente". Es decir, que si
bien no sabemos si la tierra en que se había establecido era suya, podemos al menos
detectar que la mayoría de los propietarios de unidades productivas no se encargaban
directamente de su producción. Por ejemplo, “En la chacra de don Andrés Malaver está
de Maiordomo y al cuidado de Ramon de flecha de 50 a casado con […] y un peon
Conchavado […] iasensio gonsales de hedad 30 a este esta agregado como también alejos
de ocanpo pardo de 28 a estos los mantiene el dho dn Andres”. Es decir, don Andrés
Malaver, más allá de si era propietario de la tierra que usaba, no se encargaba
directamente de la producción.
Las unidades censales registradas en la zona sur de la campaña, presentan
entonces una tendencia mucho mayor que el resto a la presencia de propietarios (de
tierra o de unidades productivas) absentistas.
La difusión de la propiedad de la tierra en la campaña
Vimos entonces que al menos en 2312 de los 5111 casos con relación con la tierra
registrada, los pobladores estaban en tierras ajenas. Por otro lado, en 35 unidades
censales "en tierras propias", que incluían 282 habitantes, los propietarios no habitaban
allí ni se encargaban directamente de la producción, por lo que esas personas registradas
allí tampoco eran propietarias. Sin embargo, hasta el momento solo nos enfocamos en
quienes encabezaban las producciones, y no consideramos la fuerza de trabajo extrafamiliar.
85
Cuadro Nº 6: Roles registrados en el padrón de la campaña de Buenos Aires (1744)14
Rol
Cantidad
%
Familia de
%
Total
%
Cabeza de unidad Censal
801
43%
3630
87%
4431
74%
Aparcero
47
3%
73
2%
120
2%
Agregado
162
9%
146
4%
308
5%
Capataz o encargado
67
4%
118
3%
185
3%
Peón
230
12%
77
2%
307
5%
Indio
59
3%
32
1%
91
2%
Castas
28
2%
14
0%
42
1%
Esclavo o negro
345
19%
57
1%
402
7%
Criado
31
2%
1
0%
32
1%
Otros/Sin datos
97
5%
7
0%
100
2%
1867
100%
4155
100%
6022
100%
Total
Vemos que en el 26% de los casos se trataba de personas que no eran parte de la familia
de quien encabezaba la unidad censal. Los capataces o encargados estaban en las
unidades con propietario ausente antes mencionadas, por lo que quedan eximidos de
este análisis. Por otro lado, los "sin datos" y "otros" son casos donde la relación con quién
encabeza la unidad censal o su rol son imposibles de definir, por lo tanto, quedarán
excluidos.
Encontramos entonces a un 21% de la población que no formaba parte de la
familia de quienes encabezaban las unidades censales (o al menos no es explicita o
rastreable su relación). Estos o bien establecían producciones propias en tierras ajenas
(aparceros, agregados), o bien trabajaban en las de otros (peones, esclavos, también los
agregados). De este grupo, 326 se encontraban en unidades censales registradas en
tierras ajenas, es decir, que ya fueron analizados. El resto representan 1006 casos que,
más allá de la relación con la tierra de quien encabezaba la unidad censal (que en su
mayoría estaban en tierras propias), no accedieron a la propiedad de la tierra.
Nos encontramos entonces que 3600 habitantes de la campaña no accedían
directa o indirectamente a la propiedad de la tierra. Por otro lado, 1511 habitantes
representaban a propietarios de tierra que habitaban las distintas jurisdicciones y a sus
familiares, quienes fueron registrados en 319 unidades censales. Es decir, entonces que,
si bien podemos afirmar que la producción campesina estaba mucho más difundida en la
14
Elaboración propia en base a Facultad de Filosofía y Letras (1919a) Documentos para la historia
argentina. Padrones de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1726-1810), Tomo X. Buenos Aires:
PEUSER. Pp. 507-709.
86
campaña de lo que la historiografía planteaba antes de 1980, difícilmente podemos decir
lo mismo del acceso a la tierra. Apenas el 29,6% de los habitantes de la campaña hacia
mediados del siglo era propietario de la tierra que trabajaba, o era parte de su familia. El
resto de la población se encontraba en otra situación, en el mejor de los casos accediendo
al uso de la tierra a través del arriendo.
Consideraciones finales
En la presente ponencia nos interesamos por la relación con la tierra por considerarla un
factor que afecta el establecimiento de las relaciones sociales y la estructura de la
sociedad. Un tema que no fue trabajado de manera sistemática para la campaña en su
conjunto, algo que aspiramos a iniciar en este trabajo. Nuestro análisis nos permitió
valorar distintas características de la campaña con una mayor precisión, sin por esto dejar
de atender a las diferencias por zonas y jurisdicciones. En ese sentido, pudimos
reconstruir un panorama general y por jurisdicciones hacia 1744, una imagen posible
debido a la creciente preocupación de las autoridades de entonces por un mayor
conocimiento, tanto para la defensa como el control, de la población bajo su jurisdicción.
Este primer trabajo nos permitió realizar una serie de consideraciones.
En primer lugar, podemos distinguir diferencias muy marcadas entre las distintas
jurisdicciones. Unas donde predominaba la ocupación de tierras ajenas, como la
comprendida entre el Arroyo del Medio y Las Hermanas, otras en que el acceso a la
propiedad de la tierra era mayoritario, como Areco y Cañada Honda, y aquellas en donde
la proporción de propietarios y arrendatarios u ocupantes era similar, como el caso de
Luján o Las Conchas. Una clara muestra de que, al estudiar la relación con la tierra en la
campaña, difícilmente podamos considerar representativo el caso de una sola
jurisdicción. Más allá de la proporción de propietarios de cada una, pudimos observar
que la propiedad de la tierra de los habitantes estaba mucho más difundida en aquellas
más cercanas hacia el norte de la ciudad de Buenos Aires, más específicamente aquellas
que comprendían la población entre el río Las Conchas y la Cañada Honda.
Pudimos precisar que el 54,5% de la población registrada en la campaña fue
anotada en unidades censales que se encontraban en tierras propias, también con
importantes diferencias jurisdiccionales, que oscilaban entre el 15% y el 86%. Pero es
importante destacar que ese 54,5% de población habitaba el 45,6% de las unidades
87
registradas. Es decir, un promedio de 7,9 habitantes por unidad censal, lo que nos indica
que estamos ante una campaña en que las pequeñas producciones en tierras propias
estaban más que presentes. Pero también observamos que ese 54,5% lejos estaba de
representar a propietarios directos o indirectos, sino que se encontraban en esas
unidades censales a partir de distintos tipos de acuerdos con el propietario o, en el caso
de los esclavizados, como consecuencia de decisiones que en general no los incluían
como partícipes.
88
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90
Empresas familiares y “mercado (inmobiliario) del ocio”. La industria de la
construcción en Mar del Plata (1930-1982)
Víctor Pegoraro
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
El siguiente escrito resulta una descripción y presentación de los núcleos más relevantes
a tener en cuenta en la realización de una tesis de Doctorado en Historia. En este sentido,
se harán mención de los antecedentes de la investigación, las hipótesis de trabajo y las
perspectivas historiográficas en las cuales se insertan nuestros interrogantes. Cabe
destacar que dicho proyecto intenta profundizar y problematizar nuestro estudio previo
acerca de las características de la industria de la construcción privada en la ciudad de Mar
del Plata para el periodo 1930 y 1982.
Desde un inicio, se ha trabajado sobre las cuestiones básicas de la formación del
sector en el ámbito urbano; la configuración del oficio de tinte artesanal y su proceso de
profesionalización; las características del naciente campo económico y de los primeros
empresarios: tesina de licenciatura que se circunscribió al periodo 1935-1945.
Posteriormente, a través de una tesis de maestría, hemos hecho eje en la cámara
empresarial, que reunió a los empresarios más importantes del momento, como punto
de partida para explorar sus intereses y demandas de forma corporativa; la relación con
el Estado, con el movimiento obrero y con otras asociaciones desde 1935 hasta 1977.
Con estos antecedentes, este plan de trabajo pretende sumergirse directamente
en las empresas familiares que dominaron el mercado local, como unidades de análisis
de procesos más generales que transitaron la actividad y el empresariado en la economía
nacional. A partir de una serie de casos seleccionados, buscaremos analizar el derrotero
seguido por estos emprendimientos prestando atención a fenómenos propios de las
firmas de naturaleza familiar (estructura, lógicas, estrategias, propiedad, rentabilidad,
sucesión y recambio generacional, entre otros) y, por otro lado, a la movilidad social
(ascendente y descendente) alcanzada por los actores. Así, planteamos nuevos
91
interrogantes acerca del desarrollo de una industria puntal y sugerente a lo largo del siglo
XX, muy ligada a la particularidad turística de la localidad.
En síntesis, la tesis intentará desarrollar dos ejes íntimamente relacionadas entre
sí: en principio, el acento estará puesto en un análisis macro del sector ponderando las
fluctuaciones económicas generales y los ciclos inmobiliarios locales. Definiendo la
particularidad de la localidad como prestadora de servicios turísticos, se tendrán en
cuenta las estadísticas oficiales (municipales, provinciales y nacionales) y permisos de
construcción de manera comparada con otros centros urbanos argentinos de modo de
entrever las características distintivas del caso. Además, prestaremos atención a aquellos
factores que incidieron sobre el “mercado inmobiliario del ocio” más grande del país, a
saber, las políticas de vivienda, la legislación y reglamentación urbana, la actividad
económica general, el uso de tecnología, la morfología edilicia y los estilos
arquitectónicos.
En segundo lugar, nos sumergimos en el estudio micro de los agentes
involucrados y en sus estrategias. Así, indagaremos sobre las empresas familiares que
dominaron el mercado local, buscando examinar el derrotero seguido por estos
emprendimientos a través de fenómenos propios de las firmas de naturaleza familiar
(estructura, lógicas, estrategias, propiedad, rentabilidad, sucesión y recambio
generacional) y, por otro lado, la movilidad social (ascendente y descendente) alcanzada
por los actores. De este modo, plantearemos aquí los principales interrogantes y los
problemas metodológicos más relevantes en la etapa de escritura de la tesis.
Fundamentación e hipótesis de trabajo
A través de los años, la historia de Mar del Plata ha sido tomada como un termómetro de
diferentes procesos sociales del país (Torre y Pastoriza, 2002). Sin embargo, su condición
de ciudad turística ha arrastrado consigo una dinámica propia y singular de acuerdo a la
gestación/maduración urbana. De allí que resulte interesante estudiarla como campo de
observación de diferentes coyunturas, eventos y estructuras sociales, económicas y
culturales. La ciudad atravesaría diversos periodos en los que, no solo el perfil del
visitante mutaría sino también el lugar simbólico que ella ocupara a nivel nacional como
manifestación de procesos sociales más generales. La evolución histórica nacida desde la
predilección de las familias aristocráticas porteñas a instalar sus villas de veraneo,
92
pasando a una apertura hacia las nuevas capas medias y, más tarde, al advenimiento de
las masas en vacaciones expresa una verdadera resignificación social y política (Pastoriza,
2011).
El lugar geográfico privilegiado del balneario en la costa atlántica, y su cercanía
con respecto a la capital de la República Argentina, generaron una especificidad en
cuanto al nacimiento y desarrollo de las transacciones inmobiliarias. En este sentido,
creemos que ello trajo aparejado la creación de una lógica particular que definió ciertas
propiedades en un mercado urbano inclinado, histórica y preferentemente, al ocio. Este
rasgo la diferenciaría de otras ciudades del país donde también se desataron explosiones
en materia de superficies construidas, pero atendiendo a otras variables de crecimiento,
como el caso Rosario o de Buenos Aires (Aboy, 2007; Lanciotti, 2009).
Rápidamente, la construcción se fue definiendo como un factor inherente a la
naturaleza misma del balneario evidenciando una simbiosis, pero también cierta
dependencia. Históricamente, este rubro resultó ser una de las ruedas maestras de la
actividad económica urbana y donde resulta llamativo el gran impulso local que
manifestaron los distintos engranajes que la componen (gremios anexos, casas
comerciales, sindicatos y empresarios constructores). Quizás los momentos más
llamativos de su puesta en práctica hayan sido, en época de expansión del “turismo de
masas”, los cambios físico-espaciales experimentados en los años 1950-1960 a partir de
la impresionante masa edilicia destinada a vivienda transitoria en altura o “propiedad
horizontal”. Así, se cumpliría el sueño de las nuevas clases medias del país de ostentar un
departamento frente al mar, abriéndose la senda hacia el turismo popular.
Si bien diversos capitales se acoplaron al negocio de moda, la mayoría de las
firmas constructoras que dominaban el mercado fueron pequeñas y medianas empresas
basadas en una organización familiar (propiedad y gestión). Así, éstas se habrían
originado a partir de los tradicionales emprendimientos de las primeras décadas del siglo
pasado (en su mayoría de inmigrantes italianos) y otras se habrían formado conforme a
las promisorias condiciones económicas y legislativas tras la sanción de la Ley de
Propiedad Horizontal en 1948. El “boom de la construcción” desatado en los años
siguientes habría consolidado estas fortunas precipitadamente, permitiendo una
continuidad generacional del negocio y una movilidad social sorprendente en los
93
protagonistas. En este sentido, nos preguntamos acerca de si las estrategias
empresariales utilizadas resultaron a la vez particulares y/ o exclusivas del caso.
Nos referimos a que la realidad diacrónica de cada historia familiar manifiesta
que, trayendo el oficio desde su país de origen, estos sujetos pasarían de ser simples
artesanos conocedores de la actividad a contratistas importantes y muchos de ellos
fundadores de empresas familiares. A su vez, serían las siguientes generaciones las que
se constituirían como componentes trascendentales de la elite local aprovechando el
boom financiero. No obstante, a principios de los años setentas ya se percibe una crisis
general del sector que agotaría la “euforia inmobiliaria” creada y provocaría la ruina o
desaparición brusca de varios de estos exitosos emprendimientos. En resumen, lo que
podríamos observar allí sería el complejo proceso de movilidad social (ascendente como
descendente) y examinar sus causas.
Por lo tanto, el recorte temporal comprende desde los inicios de la década de
1930 cuando se percibe un proceso de corporativización y profesionalización del
empresariado de la construcción: fundación de una cámara empresaria que los
aglutinaría desde 1935 (Centro de Constructores y Anexos). Ello se da en un contexto de
modernización urbana, tras la crisis económica, donde los índices de la edificación
muestran signos de despegue, alcanzando un nivel inusitado de actividad industrial. La
promulgación de la ley de propiedad horizontal en 1948 potenció una primera época de
“boom de construcciones” volcada hacia el turismo, que hemos decidido llamar
“horizontal” (1937-1950), y una segunda etapa que hemos denominado “vertical” entre
1950 y 1970. La “etapa de oro” de operaciones inmobiliarias, con escasa legislación y
regulación que controlara ese proceso, entraría en una fase descendente (junto con la
dinámica de la construcción) hacia mediados de la década de 1970 cayendo
estrepitosamente hacia los inicios de la siguiente.
A partir de la realización de dos tesis sobre el tema hemos estudiado parte de
todo ello, aunque resulta menester profundizar en los aspectos macro y, sobre todo,
micro, con el objetivo de analizar la factibilidad y el desempeño de las empresas que
protagonizaron los diferentes ciclos de la actividad. Bucear en sus estructuras y dinámicas
internas puede servirnos para elucidar cuestiones desconocidas sobre el tema en
cuestión y hacernos reflexionar sobre el desarrollo de la industria en una de las ciudades
turísticas más importantes del país. Actualmente, estamos trabajando con los archivos
94
empresariales de estas familias, recolectando información sobre el mercado inmobiliario
y estudiando la evolución del sector a nivel nacional.
Perspectivas teóricas e historiográficas
Nuestras perspectivas teóricas se encuentran ancladas en los siguientes campos de
investigación: el “capitalismo familiar” y las discusiones acerca de las particularidades de
las empresas familiares, en diálogo con la “teoría del empresario” o “entrepreneurship”;
la historia de empresas en nuestro país y su vinculación con las preocupaciones sobre la
industria nacional; la ciudad turística y el mercado inmobiliario; por último, problemáticas
acerca de la movilidad social.
La preocupación por analizar el denominado “capitalismo familiar” ha tenido
mayor desarrollo en otras historiografías antes que en nuestro país. Siendo una de las
formas de propiedad mayoritarias en el mundo contemporáneo, en las últimas décadas
la empresa familiar se ha reinstalado como problema a partir de una renovación
metodológica que hace hincapié en la interdisciplinariedad (Historia, Antropología,
Sociología, Organización de Empresas, Teoría Económica y Psicología), la modelización
teórica y la comparación internacional. Sobre todo, en Europa y EE UU, ello ha permitido
a la historia de empresas ir más allá de la descripción de casos individuales y establecer
relaciones entre firmas y comparaciones intersectoriales a distintas escalas geográficas
(Colli y Rose, 2003). Asimismo, los casos estudiados revelan una enorme variedad de
situaciones y estrategias desplegadas: por ejemplo, el problema de la sucesión y la
continuidad familiar ha sido una de ellas en países como Italia, España y Gran Bretaña
(Colli, Fernández y Rose, 2003), como así también el capitalismo familiar (Jones y Rose,
1995). Indudablemente, la perspectiva local y regional sigue siendo fundamental para
entender diferencias culturales en su comportamiento, poder comparar con otras
realidades nacionales e intentar utilizar categorías/ modelos.
En general, la historia de empresas en nuestro país presenta mayor diálogo con
las discusiones del viejo continente y con sus pares latinoamericanos (Barbero, 2008). Al
igual que otros campos de estudio, ha tenido un gran desarrollo desde principios de los
años ochenta con el rebrote democrático y la renovación historiográfica dentro de la
historia económica. Como aducen diversos estados del arte, ello estuvo inspirado en
perspectivas que bregaban en la historia social y en el nuevo interés por la dimensión
95
material de la vida con influencias de la antropología, la psicología, la política, entre otras
(Bragoni, 2006).
Por su parte, la triada familia-negocios y empresas en los últimos veinte años ha
concentrado gran atención entre los académicos argentinos privilegiándose el examen
de mecanismos, comportamientos y racionalidades empresariales junto a trayectorias
familiares y redes impersonales en el proceso económico. Teniendo en el horizonte el
debate sobre la naturaleza y la dinámica del empresariado nacional, se ha mirado la
importancia del parentesco como núcleo constitutivo de emprendimientos ligados al
comercio, la producción y la industria (Lluch, 2004; Lanciotti, 2004; Bartolucci, 2001).
Por su parte, el análisis de ciertas trayectorias empresariales en la industria de la
construcción puede llegar a ser indicativo de ciertos niveles de movilidad social y
económica de los actores en el plano urbano, por lo que confluimos también con temas
y problemas de la historia social en lo que hace a formación de una elite local (Bragoni,
2006). La cuestión de la movilidad social es un tópico que atravesó las reflexiones
generales sobre la historia argentina. Inicialmente este concepto se utilizaba para
designar el ascenso social, es decir una evolución positiva como sinónimo del progreso
económico y social. Hoy es empleada de forma más general, para englobar procesos
también negativos o descendentes (Bombal y Svampa, 2001).
Pese a todo ello, el pequeño empresariado ha sido excepcionalmente estudiado
ya que se han privilegiado más las grandes empresas y grupos económicos por la
dificultosa disponibilidad de fuentes (Rougier, 2013). Si bien, paulatinamente se han
registrado avances sobre diferentes sectores (petroquímica, química, automotriz, rural,
metalúrgica, siderurgia, agroindustrias, textil, cementera, alimenticia, servicios públicos,
militar, entre otras) la rama de la construcción no ha sido casi atendida en sí misma por
los estudios en general: un plano sectorial singular en su composición social (patronalmano de obra), en sus características técnicas y en su participación en la economía
general (Vitelli, 1976; Panaia, 1985). Si bien, existe una extensa cantidad de publicaciones
parciales provenientes de cámaras específicas u organismos de investigación, pocos son
los estudios sobre el sector construcciones como tal (en comparación con otros ramos
industriales). Además, podemos evidenciar pocos trabajos que se han sumergido en la
naturaleza del mundo de la construcción, el mercado inmobiliario y sus relaciones con el
espacio urbano (Bartolucci, 2009; Lanciotti, 2009).
96
Por otro lado, la cuestión del hábitat y la construcción de viviendas fue el centro
de varias investigaciones sobre todo de la mano de arquitectos y algunos historiadores.
Dentro del plano nacional, las preocupaciones sobre la construcción y arquitectura, las
características y el “consumo” de los departamentos han encontrado eco (Ballent, 1999;
Liernur, 1999; Aboy, 2007). Frente a algunas aproximaciones sobre la ciudad y el
mercado inmobiliario, la historiografía debería ahondar más sobre el particular por lo
que pretendemos contribuir a este nicho de conocimiento. Sin dudas, estos temas han
logrado un relativo desarrollo desde la perspectiva de la investigación urbana, por
ejemplo, en la geografía y la arquitectura desde donde extraemos ciertos interrogantes.
El caso de España ha sido muy relevante, donde la “familia” como unidad
empresarial es un punto de atracción novedoso (Vidal, 2008). Diferentes visiones
provenientes de la economía evolutiva y el neo-institucionalismo han renovado el campo
en diálogo con las novedades de las historiografías europeas (Valdaliso, 2000). Existe una
serie de trabajos que abordaron el sector de la construcción en diferentes periodos
históricos prestando atención a la metodología de trabajo y la reflexión acerca de las
fuentes pertinentes (licencias de obra municipales, censos); la economía nacional e
internacional; y la naturaleza de las empresas (Tafunell, 1989; Gómez Mendoza, 1986).
Por su parte, los estudios históricos sobre el mercado inmobiliario han sido de carácter
local enfocándose en comprender las formas de crecimiento de las ciudades yel papel
desempeñado por los distintos agentes urbanos (Escudero, 1996; Hernández, 1996).
En sí misma la literatura sobre el sector de la construcción en España, a pesar de
los nuevos avances, no se distancia del todo de la poca atención que se le dio en nuestro
país, aunque sí se han generado nuevos cauces de investigación. Últimamente, el proceso
más estudiado por los especialistas ha tenido que ver con el sorprendente crecimiento
de las empresas constructoras en las últimas décadas del siglo XX y su salida al exterior
(Torres Villanueva, 2009; Vidal Olivares, 2013).
Desde otro ángulo, un enfoque pertinente resulta de la mirada histórica sobre los
lugares turísticos, en especial, el caso de las ciudades balnearias. En este plano, se han
observado los fenómenos de la industria del ocio y su relación con la historia urbana en
importantes centros receptores de visitantes (Corbin, 1993; Larrinaga, 2005; Walton,
2012). Los estudios sobre el turismo han aportado matices, a través de puntos de entrada
no tradicionales, a los debates sobre el Estado, las políticas públicas y la sociedad civil.
97
Tras ser legitimado en el campo académico, se han mirado tópicos referentes a las
vacaciones, el ocio, la sociabilidad, el consumo, la infraestructura, las políticas públicas,
las formas de esparcimiento popular y la historia urbana (Pastoriza, 2012).
Para América Latina, un campo todavía en construcción, resaltan los casos de
Argentina, Uruguay y Chile. Estos trabajos comparten un diagnóstico, que evidencia la
escasa atención de la temática turística en cada historiografía nacional, por lo que
realizan un esfuerzo por rastrear y reconstruir un conjunto de casos como Valparaíso y
Viña del Mar (Chile), Montevideo y Punta del Este (Uruguay), Mar del Plata (Argentina)
(Pastoriza, 2002). Pastoriza ha profundizado en la historia de Mar del Plata, “el gran
balneario argentino”, poniéndolo en relación con otras experiencias latinoamericanas y
nacionales, sumado a, lo más importante, aspectos centrales de la sociedad argentina.
En principio, desde sus colaboraciones con Torre, ha ubicado a la ciudad a tono con los
avatares de la historia nacional con sus logros y contradicciones, en temas candentes
como la movilidad social y la formación de la clase media (Torre, 1995; Torre y Pastoriza,
1999).
Ello ha impulsado una tradición de estudios locales, despertando el interés en
nuestra historiografía, que ha vinculado la naturaleza turística de la localidad con otras
temáticas. Relacionado a la industria de la construcción, Pilcic ha indagado sobre la
explosión inmobiliaria y la expansión social en la ciudad de Mar del Plata entre 1948 y
1979 a partir de las consecuencias que trajo la Ley de Propiedad Horizontal durante el
peronismo (Pilcic, 2014). En torno a ello, consideramos que esta mirada ha aportado
nueva evidencia empírica e interesantes propuestas al caso, pero ha dejado de lado la
evolución local de la industria de la construcción en el largo plazo. Éste y otros autores,
(Rizzo y Granero, 2016; Sisti, 2007) prestaron atención a un “boom de construcciones”
supeditado solo a las décadas de 1950 y 1960 sin entrever la dinámica general del sector.
Nuestra postura retoma el perfil turístico de la ciudad empero, a la vez, intenta discutir
con estos planteos estudiando en profundidad la rama industrial y entreviendo
continuidades con el periodo anterior.
Actividades y metodología
En principio, tendremos en cuenta tres niveles de análisis que nos permitirán acercarnos
paulatinamente a nuestro objeto de estudio. El primero se relaciona con el contexto
98
macroeconómico que deberá ser reconstruido a partir de datos estadísticos relativos a
la historia económica argentina en el siglo XX (P.B.I., inflación, distribución del ingreso,
industria, etc.) y que obtendremos a partir de la consulta de la bibliografía específica. En
segundo término, trataremos de reconstruir la coyuntura regional haciendo foco en los
factores locales de desarrollo y en las características particulares de la ciudad de Mar del
Plata (principalmente la influencia del turismo). Gracias a los antecedentes que hemos
reunido en los estudios anteriores, contamos con valiosos insumos para repensar estas
variables. Como tercera premisa, resulta menester sumergirnos en el plano sectorial ya
que se trata de una industria singular en su composición social (patronal-mano de obra),
en sus características técnicas y en su participación en la economía general.
El propósito es estudiar una serie de trayectorias (tres) de empresas familiares
dentro de la industria de la construcción en la ciudad de Mar del Plata en el espacio
temporal 1930-1982. Consideramos que ese lapso nos permite realizar un seguimiento
diacrónico de dos y/o tres generaciones de empresarios de uno de los sectores claves de
la economía local donde podemos observar el complejo proceso de formación,
consolidación y “crisis” de las firmas de propiedad familiar. Hemos seleccionado los casos
que nos resultan paradigmáticos, y en los que, a pesar de las dificultades, hemos podido
acceder a los archivos privados, de modo de tener un panorama vasto de observación.
La mayoría se especializó primeramente en la construcción de chalets para
transformarse en los promotores de la edificación en altura décadas más tarde,
erigiéndose como S.A., S.R.L. o S.C.A.
Nuestra apuesta consiste en utilizar el estudio de caso como estrategia de
investigación (Yin, 1994). Este instrumento nos permite abordar preguntas tales como
“cómo” y “por qué”, conservando lo holístico y recuperando el sentido de ciertos eventos
de la vida real. Pese a las críticas y debilidades que parecía presentar este tipo de
metodología, actualmente se ha avanzado en el diseño de un plan sistemático de reunión
y análisis de la información. Recurrentemente, se ha insistido en que al ser una técnica
de naturaleza cualitativa devenía en ciertas limitaciones en la confiabilidad de sus
resultados y en la generalización de sus conclusiones. Sin embargo, permite centrar al
objeto de estudio en su contexto utilizando diferentes fuentes de evidencia y reuniendo
abundante información subjetiva con la que trabajar.
99
El diseño para nuestra historia comparada de casos retoma parte de las fases
explicadas por algunos autores (Villarreal y Landeta, 2010): Habiendo seleccionado los
mismos, nos propusimos recolectar la evidencia a partir de documentos empresariales
(balances, actas de asambleas, libros de personal, estatutos, expedientes de obra,
registro de remuneraciones, contratos, reglamentos, etc.), entrevistas orales a
descendientes, fotografías, folletos publicitarios, planos y prensa diaria. Seguidamente,
pensamos hacer un registro y analizar cada uno marcando particularidades, similitudes y
diferencias. Más tarde, intentaremos extraer conclusiones de acuerdo al marco histórico
investigado para tratar de explicar el fenómeno.
Cabe destacar, que atendemos a la materialidad de los objetos construidos
refiriéndonos a las propias obras realizadas (chalets y edificios) ya que de las mismas se
desprenden, no solo datos acerca de su morfología y estilo arquitectónico, sino también,
los profesionales intervinientes y, hasta en ocasiones, el año de ejecución grabados en
sus frentes.1 Los miles de departamentos edificados tienen valor de uso y de cambio
definiéndose como la mercancía por excelencia del mercado inmobiliario, generando un
perfil de consumo y ciertas representaciones en la potencial demanda (Bourdieu, 1980).
Particularmente, los estudios de caso de empresas representan una de las
herramientas esenciales para reconstruir la trayectoria y los rasgos específicos de las
firmas locales pudiendo a la vez encontrar atributos distintivos (propiedad, gestión,
estructura, estrategias, capacidades, relaciones y competencias). Así, a partir de una
evidencia empírica mayor paulatinamente quizás nos permita avanzar hacia la
elaboración de nuevas visiones sobre la performance económica del pequeño y mediano
empresariado en la Argentina y, a su vez, en contextos de incertidumbre institucional/
inestabilidad macroeconómica elevadas (Barbero, 2008).
Con estos antecedentes, las empresas familiares que dominaron el mercado local
son tomadas como unidades de análisis de procesos más generales de la actividad y del
empresariado en la economía nacional. A partir de una serie de casos seleccionados,
buscaremos analizar el derrotero seguido por estos emprendimientos prestando
atención a fenómenos propios de las firmas de naturaleza familiar (estructura, lógicas,
1
Esta práctica fue corriente en la mayoría de las ciudades argentinas, no siendo tenida en cuenta por los
investigadores. Si recorremos las calles el propio objeto resultante de la actividad industrial puede
configurarse como una fuente en sí misma a sopesar en nuestro trabajo.
100
estrategias, propiedad, rentabilidad, sucesión y recambio generacional, entre otros) y,
por otro lado, a la movilidad social (ascendente y descendente) alcanzada por los actores.
Vale decir, resulta al menos complejo medir el tamaño de las empresas según los
indicadores tradicionales basados en el volumen del personal empleado, el capital,
magnitud de los negocios, cantidad de unidades construidas, zonas de ejecución,
tecnología, integración de la producción, expansión, etc. Sobre todo, la primera variable
se encuentra muy desdibujada al ser una actividad donde intervienen múltiples actores y
una cadena de gremios con sus propios contratistas y subcontratistas. En esta red
multidireccional existen negociaciones e interrelaciones informales muy estrechas para
con los “constructores”. Sin embargo, debemos prestar especial atención a las restantes
y a los requerimientos técnicos y de personal en cada emprendimiento/ obra.
Hemos seleccionado los casos que nos resultan paradigmáticos, y en los que, a
pesar de las dificultades, hemos podido acceder a los archivos privados, de modo de tener
un panorama vasto de observación. Dichas empresas son Pulichino Hnos. y Cía S.C.A.,
Dazeo S.A.C.I.F.I. y Scheggia Hnos. S.A. Se trata de apellidos tradicionales muy ligados a la
actividad, que comparten ciertas características, pero que presentan diferencias en su
estructura y diversos desenvolvimientos en la arena económica. La mayoría se especializó
primeramente en la construcción de chalets para transformarse en los promotores de la
edificación en altura décadas más tarde, erigiéndose como sociedades (S.A., S.C.A. o
S.R.L.).
Para el análisis de las fuentes se seguirán las herramientas teóricas de la historia
de empresas al indagar sobre determinadas firmas y fuentes empresariales (Sapelli, 1993;
Valdaliso y López, 2000). Por otro lado, tenemos presentes conceptualizaciones y
categorías citadas en torno a la figura del empresario; para repensar su papel a nivel local
y la empresa familiar (Gallo, 1997; Mucci, 2008). Asimismo, recurrimos a testimonios
orales prestando atención a las discusiones historiográficas y a la metodología particular
de este tipo de fuente pudiendo acceder al significado de aspectos desconocidos sobre
el tema en cuestión (Portelli, 1991; Prins, 1993).
Entre otras cuestiones a tener en cuenta, estará presente:
la evolución de la reglamentación urbana y legislación nacional que
impactaron sobre la industria
101
los nichos de mercado donde se insertaron las empresas
la relación obrero-patronal y los grados de conflictividad laboral en el
periodo a estudiar
la formación de entidades patronales y profesionales afines
la comparación de Mar del Plata frente a otros balnearios y ciudades (Ej.
San Pablo)
el rol del estado municipal en el fomento de la actividad
la caracterización de los ciclos de Kuznets y las fluctuaciones del mercado
inmobiliario
Fuentes a emplear
*Archivos empresariales (tres estudios de caso): firmas familiares de dos/tres
generaciones exitosas y no exitosas. Ellas son: Pulichino Hnos. y Cía. S.C.A., Dazeo S.A. y
Scheggia hermanos S.A.
*Fuentes orales: entrevistas a interlocutores del campo de la construcción y/o familiares
de firmas familiares (entre 20 y 30 aproximadamente).
*Archivo privado del CCyA: Libros de Actas de Asambleas Generales y de Comisión
Directiva (I al IX), Registro de Socios, Estatutos, Boletines, Memoria y Balances y Libros
de Contaduría (1935-1983).
*Archivo Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires - sede Mar del Plata.
*Archivo Colegio de Martilleros y Corredores Públicos - Mar del Plata.
*Archivo Cámara provincial de la Propiedad Horizontal - Sede Mar del Plata.
*Archivo histórico municipal: Boletines, Catastro, Registro de Obras Privadas/Obras
públicas y convenios laborales.
Revistas especializadas:
- La construcción marplatense (1937-1947) CCyA.
- Mar del Plata Edilicia (1951-1952), CCyA.
- Boletín del CIC (publicación oficial del Centro Informativo de la Construcción) 19661967.
- Boletín Informativo del CCyA (1952-1980’) CCyA.
- Construcción Marplatense (1969-1975), CCyA.
102
- Construcciones (1945-1978) e Informaciones de la Construcción (1970-1977) de la
Cámara Argentina de la Construcción (Bs. As.).
- Revista de Arquitectura (1936) - Sociedad Central de Arquitectos (Bs As)
-Arquitectura Gráfica (1957) Colegio de Arquitectos de la Provincia de Bs. As.
- Arquitectura Revista de la Asociación de Arquitectos de Mar del Plata. N° 1-8 (19811986).
- Arquitecto Constructor, 1907-1950.
- CACyA, órgano oficial del Centro de Arquitectos, Constructores de Obras y Anexos de
Bs. As. 1927-1953.
- Edificación (1968-1977): CACyA y Federación Argentina de Entidades de la
Construcción.
- Ciudades y Turismo (1934-1947), Biblioteca Nacional.
- Obras, publicada por el Centro de Constructores y Anexos de Tucumán (1944-1946),
Biblioteca Nacional.
- Publicación del Centro de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores de Mar del Plata
(1966-1981).
- La revista del sud, año centenario, 1974. Fondo Antiguo de la Universidad Nacional de
Mar del Plata.
- La revista de Mar del Plata (1955-1958).
- Memorias y Balances de la UCIP (1965-1983), ubicado en el CDI del Ministerio de
Economía, y su revista Dinámica Empresaria (1977-1985).
Fuentes económicas
- Estadísticas “Construcción”, Municipalidad de Gral. Pueyrredon años “1963-1973”;
“1968-1977”; “1976-1980”.
- Series Estadísticas de la Unión del Comercio, la Industria y la Producción (U.C.I.P.), Mar
del Plata, marzo de 1969. Municipalidad de Gral. Pueyrredon,
- Estadísticas Cámara Argentina de la Construcción.
- Municipalidad de Gral. Pueyrredon. Secretaria de Desarrollo Productivo. Depto. de
Información Estratégica
103
- Anuario Estadístico de la Provincia de Bs. As. Años 1938 y 1970 (Registro General y
Censo Permanente de la población, inmuebles, comercio e industria de la provincia de
Bs. As.).
- Memorias del Banco Hipotecario.
- Fondo Antiguo, Biblioteca Central de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
- Censos nacionales y de edificación.
Periódicos y diarios
La Capital, Mar del Plata, 1920-1981.
El Trabajo, Mar del Plata, 1920-1930.
El Atlántico, Mar del Plata, 1960-1970.
La Nación, Buenos Aires, 1981.
Clarín, Buenos Aires, 1972/1987.
La Prensa, Buenos Aires, 1972.
Además, junto al análisis de las estadísticas y datos duros del sector se planea la
realización de una base de datos referente a la totalidad de los edificios construidos en
la ciudad entre 1950 y 1982. Ello se puede concretar gracias al trabajo con los avisos
publicitarios y clasificados aparecidos en los diarios mencionados, por lo que podremos
discriminar los siguientes tópicos:
- Nombre de fantasía
- Dirección
- Proyecto y dirección
- Empresa constructora
- Inmobiliaria (firma vendedora)
- Año de entrega
- Cantidad de pisos
- Barrio
104
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Trabajadores organizados, derecho a la salud y acceso a la atención sanitaria.
El caso de la mutual del sindicato de trabajadores de Gral. Pueyrredon
Mariana Álvarez
Comisión de Investigaciones Científicas
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
La protección de la salud de los trabajadores, en Argentina, se caracteriza por su
heterogeneidad organizativa y estratificada. De acuerdo a esta característica, la
estructura del sistema de salud se fue consolidando por medio de diferentes cambios y
transformaciones. Asimismo, a través de una primera aproximación bibliográfica, es
posible afirmar que la estructura del sistema se intentó replicar en las localidades de la
Provincia de Buenos Aires (con las particularidades de cada región).
Con respecto al proceso de conformación del sistema de salud del Municipio de
General Pueyrredon, el mismo se desarrolló por medio de particularidades de la
localidad, (el turismo y el comercio pesquero) los cuales dieron lugar al crecimiento
urbano, demográfico y al sistema sanitario. No obstante, dicho sistema se construyó en
permanente sintonía con las políticas nacionales, ya que podemos distinguir marcadas
coincidencias entre la conformación del sistema argentino y local. Por ejemplo, hacia
fines del siglo XIX y hasta principios del siglo XX predominaban las instituciones religiosas
y privadas como proveedoras de bienestar y salud.
Por otro lado, es interesante destacar que la amplia bibliografía sobre salud se
concentra principalmente sobre el ámbito público: Perrone N. y Teixido L. (1999, 2003);
Spinelli H. (2010,2012); Rovere M. (2012), a su vez la amplia literatura sobre el
movimiento obrero ha puesto el énfasis en sus formas de organización, sus estrategias
de lucha, etc. Sin embargo, los estudios sobre salud pública no siempre contemplaron el
accionar de los trabajadores, y, aquellos sobre organización obrera, no repararon
necesariamente en sus demandas por el derecho a la salud y la atención sanitaria.
En esta misma línea, en Mar del Plata los estudios sobre los trabajadores
organizados se han referido a las conquistas salariales por rama productiva en sectores
claves para la región, como el textil, portuario o turístico. A pesar de la relevancia de
112
dichos estudios, no ha sido abordada en la historia local el rol del movimiento de
trabajadores, en la protección de la salud.
Por lo tanto, el desafío de este trabajo es aproximarnos al conjunto de actores y
variables que participaron del diseño de las políticas públicas y de la construcción del
edificio de la protección de la salud y como se fue dando la articulación entre los
mismos.Algunos de los interrogantes que sustentan estas inquietudes podrían ser:
¿Cómo se constituyó la protección de la salud de los trabajadores? ¿Qué rol ocupó el
movimiento organizado de trabajadores en la salud? ¿En qué medida los sindicatos se
vincularon con la provisión de salud a sus trabajadores? Sobre estas preguntas,
vinculadas a los conceptos de salud y trabajo, el presente trabajo se propone a partir del
caso de la mutual del sindicato de trabajadores municipales, comenzar a interrogarse
acerca del accionar de los trabajadores en el desarrollo de las prestaciones de salud.
Se ha elegido la experiencia de la mutual del sindicato de trabajadores
municipales como una representación concreta del rol de los trabajadores en la salud.
Sin embargo, es importante destacar que la protección de salud como iniciativa de los
trabajadores trasciende este caso particular. No obstante, se entiende que el caso de la
mutual forma parte de la historia de la salud, en tanto que amerita ser investigada como
un modelo particular de protección de la salud, especialmente como un capítulo dentro
de las experiencias organizativas del movimiento de trabajadores en Argentina.
El proceso de conformación de las mutuales en el Partido de General Pueyrredon
se remonta a principios del siglo XX, entre las cuales se destaca la experiencia de la mutual
del sindicato de trabajadores municipales, la cual se configuró como un servicio de
protección integral de la salud en los tres niveles de atención: el nivel primario, el nivel
de atención intermedio y de alta complejidad. A pesar de su trayectoria en el ámbito
local, la historia local carece de estudios precisos acerca de su proceso de conformación
y sus aportes en tanto modelo de salud.
En este sentido, a partir del análisis de las mutuales en relación al Estado y las
instituciones, se espera ajustar el panorama general de la conformación de las mutuales,
aspirando a una identificación más precisa sobre el campo de la salud local y poner en
discusión el impacto del accionar de la mutual de trabajadores municipales como sujeto
de derecho a la salud, así como identificar resistencias, negociaciones, reformismos y
articulaciones entre los diversos actores.
113
Metodología y fuentes
En función de los primeros escritos, inicialmente elaboramos un amplio listado de
potenciales fuentes, el cual se irá ajustando con el avance de la investigación a partir de
las primeras consultas efectuadas y la consecuente constatación de las especificidades
de cada grupo documental.
Esta investigación es de tipo fundamentalmente cualitativa, se trabajará con las
fuentes escritas y orales, a través de las cuales se efectuarán los cruzamientos de las
informaciones. A su vez, el estudio de la bibliografía cuenta como insumo para el primer
tramo de la investigación. Por un lado, la producción historiográfica del proceso político
y social, y otras producciones bibliográficas referidas a la historia social del periodo, así
como de procesos similares en otras localidades.
En nuestro trabajo observaremos la lógica interna de la mutual del Sindicato de
Trabajadores Municipales —en tanto configuración de poder—, así como el accionar de
la mutual como sujeto de derecho a la salud, en tanto demandante ante las agencias
estatales, gerenciadoras de políticas públicas en pos de la protección social y la atención
sanitaria. Asimismo, de acuerdo con Carlos Ginzburg (2010) solo la observación cercana
nos permitirá analizar el entramado de las estrategias de la mutual del sindicato,
poniendo la atención a lo particular, sin dejar de lado la definición específica del contexto,
intentaremos acercarnos a una conceptualización más fluida de lo que constituía lo social,
rechazando simplificaciones, polarizaciones, y búsquedas de características típicas.
Poniendo la atención en las fuentes a utilizar y en nuestra aproximación
metodológica, el trabajo que realizaremos con las actas del Sindicato de Municipales
constituye un punto de partida esencial. Éste nos permitirá la reconstrucción de la
institución como ámbito de poder y en tanto actor colectivo, observando sus prácticas y
sus conceptualizaciones sobre el derecho a la salud. Dicho trabajo de heurística se
completará, en nuestro caso, con otros legajos de carácter institucional pertenecientes
al Archivo Histórico Municipal, y con otras fuentes que resulten interesantes a nuestro
proyecto.
Por último, es fundamental destacar que se tendrá en cuenta cualquier otra
metodología o técnica que se perfile como de necesaria aplicación a lo largo de nuestra
114
investigación, es decir, si los resultados se previesen como positivos para alcanzar los
objetivos propuestos.
La salud y el trabajo en la agenda del Estado
Los problemas de la salud y enfermedad pueden considerarse en gran medida como
resultantes de las condiciones de vida y de trabajo (Fernández, 2004), situación que
demanda la intervención del Estado. Según los estudios sobre el tema, la estructura del
sistema de salud se fue desarrollando por medio de diferentes etapas, en las que se
fueron consolidando sus diversos componentes.1
En Argentina, fue hacia el último cuarto del siglo XIX que, asociado a los efectos
de la modernización económica, el Estado-Nación comenzó a afrontar la “cuestión
social”2, por lo que se consolidó la necesidad de hablar de “políticas sociales”3. En este
marco, educación, vivienda y salud surgieron como cuestiones prioritarias a considerar y
los problemas sanitarios relacionados con las deficientes condiciones de vida de los
trabajadores promovieron la intervención del Estado en diferentes formas que
involucraron diversas medidas y acciones, incluida la creación del Departamento Nacional
del Trabajo en 1907.
En esta línea, la construcción del nuevo orden social, ligado a las decisiones del
grupo que formó parte de la “generación del ochenta”4, estuvieron influidas por la
corriente higienista,5 que entre otras cosas debía tener un correlato en una “patria sana”
y una masa trabajadora saludable. En este sentido, el Estado adoptó como respuesta una
“prédica higienista de prevención”6 que pronto comenzó a complementarse con la
1
Los estudios sobre la conformación del sistema de salud argentino se inscriben en la corriente de la
Historia Social de la Salud y la enfermedad, siendo alguno de los exponentes más reconocidos autores
como Diego Armus, Susana Belmartino, Ricardo González Leandri, Adrián Carbonetti, Silvia Di Liscia,
Adriana Alvarez, Daniel Reynoso, Karina Ramacciotti, Irene Molinari, entre otros.
2 “Conjunto de problemas de índole político, social y económico ligados al surgimiento de la clase obrera, a
la situación provocada fundamentalmente por el desarrollo del capitalismo. Los autores coinciden en señalar
que el concepto hace irrupción después de la Segunda Revolución Industrial y que está relacionado al
mundo del trabajo” (Cortazzo, 1998).
3“Conjunto de concepciones ideológicas que se plasman en diseños normativos e institucionales que
buscan limitar las consecuencias producidas por el libre juego de las fuerzas del mercado” (Cerdá, 2015).
4 Se conoce a la “generación del ochenta” como la élite que gobernó la Argentina durante el periodo 18801916, entre los que se destacan Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña y Joaquín V González. (Banti, 2009: 3).
5 Corriente teórica influenciada por las ciencias naturales, y por la perspectiva del “darwinismo social”
imperante por entonces.
6 Evitar el hacinamiento, crear espacios al aire libre y alejar posibles lugares de contagio como hospitales,
cementerios, mataderos e industrias (Cerdá, 2015).
115
puesta en práctica de obras de saneamiento urbano (agua potable, cloacas, recolección
de residuos, etc.), campañas de desinfección, de vacunación y —lógicamente— con la
constitución de un sistema sanitario.
Sin embargo, el ordenamiento social del Estado argentino no fue simplemente el
reflejo o resultado de la yuxtaposición de elementos que confluyeron de manera unívoca
(Oszlak, 1997). Por lo tanto, no se trata de preguntarse solamente cuando un Estado se
constituye como tal, sino sobre cómo se desarrolló su proceso constitutivo. Desde el
neoinstitucionalismo histórico, Belmartino sugiere “recuperar la multiplicidad de factores
que inciden en el diseño de nuevas instituciones, el abordaje de coyunturas críticas, la
emergencia de legados históricos o procesos pathdependent” (Belmartino, 2008). La
autora propone la construcción de un enfoque relacional como alternativa superadora
“tanto de perspectivas sociocéntricas como de aquéllas que colocan el
énfasis en la forma en que los líderes y la burocracia estatales defienden
sus propios intereses o sus propias visiones y a partir de ellos modelan
el orden social. Esto supone avanzar más allá de las simples lecturas
instrumentalistas o subjetivistas del estado, adoptando una perspectiva
relacional y coyuntural que lo analice a partir de la forma que adquiere
el conflicto entre fuerzas sociales en competencia por sus decisiones”
(Belmartino, 2008).
De esta forma, sostenemos que el desarrollo del sistema de salud argentino tomó
diferentes rumbos, en tanto que derivó en una heterogeneidad organizativa. Este tipo de
organización podría ser fruto de las tensiones y disputas, tanto por los modelos de salud,
como por las distintas visiones sobre el estado, en combinación con el rol de los sindicatos
y el mercado. En dicho aspecto, se intentará en los próximos capítulos, poner en discusión
algunos aspectos de estas ideas.
¿Consolidación? del sistema sanitario: diversidad de actores, tensiones y debates
En la configuración del sistema sanitario, el Estado no fue el único actor interviniente,
sino que, a medida que éste amplió su capacidad institucional, a las ya existentes
Sociedad de Beneficencia —organización “paraestatal” creada por Rivadavia a comienzos
del siglo XIX— también comenzaron a sumarse aquellas de corte “privado” como las
Sociedades de Socorro Mutuo.
El origen de las Sociedades de Socorro Mutuo se remonta al año 1857 y estuvo
vinculado a las organizaciones de trabajadores inmigrantes de los diferentes rubros de la
116
producción. Las mutuales se ubican como las primeras organizaciones que dieron el
primer paso hacia el intento de consolidar un sistema universal de seguro social
(Campetella y González, 2011: 12). Belmartino (2005: 35), ha demostrado que la
participación de las mutuales comprendía un amplio abanico de acciones vinculadas a la
provisión de salud, las cuales iban desde la atención médica y farmacéutica hasta los
subsidios destinados a compensar el salario en periodos de enfermedad y gastos de
sepelios.
En el año 1927 Argentina estaba compuesta por 104 Asociaciones Mutuales,
según el censo de Mutualidades de ese mismo año (Belmartino, 2005: 34). En 1925 nació
la primera asociación de trabajadores del Estado, la cual, entre otros propósitos, tuvo el
de solucionar conflictos referidos al empleo público, entre ellos, problemáticas de salud
que sufrían los trabajadores de las construcciones portuarias que dependía del Ministerio
de Obras y Servicios Públicos.
A medida que crecieron las organizaciones mutuales en Argentina, la cobertura y
las prestaciones de salud se desarrollaron en forma estratificada: “la heterogeneidad
organizativa y la accesibilidad estratificada constituirían rasgos característicos del
movimiento mutual (…) (principalmente) en lo que se denomina modelos prestacionales”
(Belmartino, 2005: 35).
Esta heterogeneidad organizativa que caracterizó la primera etapa de las
organizaciones mutuales estuvo vinculada, entre otras cuestiones, a la limitada
intervención estatal en la vida económica y social. Si bien el Estado intervino en
determinadas problemáticas sociales, no fue hasta después de la crisis de 1929-1930
cuando se comenzaron a debatir las ideas acerca de un su rol activo.
De esta manera, aun con una limitada capacidad estatal, en el año 1938 se
implementó el primer decreto de mutualidades (3.320/38), pero no fue hasta mediados
de los años cuarenta que el Estado intervino en el sistema de salud a través del Decreto
30.655/44 por el cual se impulsó la atención médica gratuita en las fábricas con
responsabilidad de las empresas. A partir de esta nueva etapa, en el año 1944 se creó la
Dirección Nacional de Salud, dependiente del Ministerio del Interior, al mismo tiempo
que la Sociedad de Beneficencia perdió parte de sus funciones y el Estado asumió el
control de los hospitales que hasta esa fecha habían estado bajo su administración
(Perrone y Teixidó, 1999).
117
Con la crisis de 1930 y el ingreso de Perón en el escenario gubernamental (1943),
se inició una nueva etapa con la creación de la Dirección Nacional de Salud Pública y
Asistencia Social (1943), que dependía del Ministerio del Interior. Tres años después, la
salud ingresaría definitivamente en la agenda de Estado con la creación del Ministerio de
Salud.
La nueva institucionalidad que expresaba el peronismo (1946-1955) modificó el
acceso a la salud pública bajo la dirección de Ramón Carrillo, y el recientemente creado
Ministerio dio inicio al proceso de extensión de cobertura. La nueva mirada
epidemiológica que prevaleció en el organismo posibilitó nuevas intervenciones en salud
que permitieron, por ejemplo “el control y la cuasi erradicación del paludismo, el control
de la desnutrición y la implementación de programas y proyectos de prevención”
(Spinelli, 2010: 280).
Las políticas públicas elaboradas durante la gestión de Ramón Carrillo se
plasmaron jurídicamente en la incorporación de los derechos sociales a la Constitución
Nacional en la reforma de 1949, a través del derecho a la salud y, por consiguiente, en el
deber de los gobernantes de proveer a las prestaciones para que este derecho se haga
efectivo. Dichas transformaciones se relacionaron con un proceso de avance en la
atención social, en el marco de un crecimiento del trabajo urbano y la consolidación de
la clase obrera que reclamaba por mayores derechos y protección social.
Durante el gobierno militar del año 1955 las autoridades procuraron instalar
consignas de descentralización y despolitización del sistema de salud, desarrollando
diferentes capacidades de respuesta a la población, al mismo tiempo en esta etapa creció
el número de organizaciones en general, por medio de convenios colectivos que
determinaron la creación de fondos de asistencia médica y social (Belmartino, 2005: 129).
Si bien la mayor parte del sistema de salud estaba bajo el control de las organizaciones
sindicales, éstas continuaron expandiéndose, pero se construyeron sin estar sometidas a
ningún control.
A comienzos de la década del sesenta la salud argentina comenzó una época de
tecnificación, el desarrollo fue el nuevo objetivo de las instituciones sanitarias
latinoamericanas, en este sentido estas ideas fueron acompañadas por organismos como
la CEPAL y las Naciones Unidas.
118
Hacia fines de la década del sesenta y comienzos de la década del setenta se
acentuaron los debates y conflictos sobre la intervención del Estado en las asociaciones
mutuales y las obras asistenciales; la decisión del Estado se enfrentó a cuestionamientos
y conflictos entre los actores intervinientes en el sector de la salud.7
A pesar de que este conflicto se sostuvo varios años, la estrategia de la Secretaría
de Salud Pública siguió en marcha, ya que había sancionado leyes y decretos anteriores a
la Ley Nacional N° 18.610, las cuales suponían cierto grado de administración y control
de las obras sociales. Para entonces, tanto la CGT como los profesionales no lograban
imponer su voluntad, fue el 23 de febrero de 1970 que el gobierno sancionó la Ley
Nacional N° 18610, la cual extendía el seguro social a todos los trabajadores en relación
de dependencia, mediante la afiliación obligatoria a la obra social, estableció su
financiamiento y la creación del Instituto Nacional de obras sociales (INOS).
En el periodo siguiente, la dictadura cívico militar (1976-1983) fue partidaria de
retirar de la conducción de las obras sociales a los sindicatos, obstaculizó los intentos
anteriores y los avances logrados en la búsqueda de un sistema de salud integrado. El
plan de Salud de esta época se caracterizó por las políticas liberales y la defensa de la
propiedad privada. Con esta orientación fuertemente marcada por el pensamiento liberal
procedió a comienzos de 1978 a lo que sería la transferencia definitiva de los hospitales
nacionales a las provincias (Rovere, 2016: 26).
El acceso al derecho a la salud en General Pueyrredon
Parte del entramado de las políticas de salud nacionales, que caracterizaron las últimas
décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, se vieron reflejadas en ciudades como
Buenos Aires, Córdoba, Rosario, en General Pueyrredon y Tandil (Álvarez, 2002). En el
Partido de General Pueyrredon, el crecimiento poblacional y las epidemias también
fueron los factores claves que influyeron en los conflictos respecto a la atención sanitaria
y su cobertura.
En febrero de 1962 la CGT había declarado un paro general que incluía entre sus demandas la “defensa
de las instituciones asistenciales de los trabajadores, asfixiadas y en vías de aniquilamiento por la
desconsideración y el abuso de las corporaciones médicas y afines”. Por su parte las organizaciones médico
profesionales agitaban el temor de una extensión del modelo mejicano con grandes Obras Sociales con
servicios propios en donde "los médicos fueran empleados de los gremialistas" (Rovere, 2016).
7
119
La primera instalación privada de tipo hospitalario se remonta al año 1881: un
hospital provisorio creado como consecuencia de una grave epidemia de fiebre tifoidea.
A su vez los primeros registros de instituciones de tipo privado o religioso de salud y
bienestar, fueron la creación del Asilo y Sanatorio Marítimo en el año 1893 destinado a
la atención de los niños a cargo de la Congregación de las Hermanas Hijas de María del
Huerto (Álvarez y Reynoso, 1995).
En paralelo a las instituciones de salud de carácter religioso, a medida que surgían
nuevos y complejos problemas, en la ciudad comenzaba un incipiente desarrollo del
ordenamiento urbano, la instalación de las autoridades municipales y la acción legislativa
la cual se extendió a diversos temas. En este contexto, el municipio comenzó a destinar
mayor atención a los servicios de salud e higiene, al mismo tiempo que en 1907 se
promulgó una ley que permitió los estudios para las obras de salubridad (Da Orden,
1991).
A partir de la ley Sáenz Peña en 1912 se inserta una tercera fuerza política, el
socialismo, además de los partidos conservadores existentes. El partido socialista se
instaló en la ciudad en 1916, sus propuestas incluían: implementación de la jornada de
ocho horas, salario de $ 100 para los obreros municipales, disminución de impuestos,
creación de obras y servicios públicos, entre otros aspectos. Algunas de estas iniciativas
se concretaron a lo largo de la década del veinte a partir del cobro de impuestos al casino
y el hipódromo, por medio de los cuales se subvencionó el hospital Mar del Plata, la
asistencia pública y el transporte público.
Durante la década del veinte se desarrollaron numerosas actividades que iban
desde lo cultural y deportivo al cooperativismo y acciones gremiales, entre ellos también
los servicios públicos, mientras que la salud fue el área que más atención recibió. Sin
embargo, aun con estas políticas sociales, continuaba la inestabilidad y las disputas
políticas en los salarios y la contratación de trabajadores temporarios.
En los años treinta, Mar del Plata experimentó un nuevo proceso de expansión
económica industrial y comercial. Este proceso generó una ampliación del mercado de
trabajo, pero principalmente de carácter estacional, el cual repercutió en el
funcionamiento del movimiento obrero y en el rol del Estado. Este acontecimiento
transformó la estructura socio-ocupacional, de manera que se incrementó la población
120
obrera y, a su vez, aumentó la intervención del Estado en los conflictos obrerospatronales.
Asimismo, en paralelo a los conflictos laborales, las principales muertes en la
ciudad se ocasionaban por las condiciones de vida, siendo que la principal causa de
muerte se producía en los niños recién nacidos, y la segunda era debido a las condiciones
laborales, a causa de accidentes de trabajo y las limitadas condiciones de seguridad. Las
defunciones por condiciones laborales se relacionaban con el tipo de actividad laboral,
dado que se producían en entornos deficientes, las jornadas se extendían doce horas y
las tareas se desarrollaban en condiciones de insalubridad e inseguridad (Pastoriza,
1993).
Ante este panorama, el movimiento obrero sostenía las siguientes
reivindicaciones: pago de horas extras, obtención de jornadas de ocho horas, abolición
del trabajo a destajo, descanso dominical, el sábado inglés, el seguro por accidente y el
reconocimiento de representantes sindicales. No obstante, también surgían propuestas
desde el movimiento obrero para la protección social y el derecho a la salud. Estas
propuestas se habían originado endécadas anteriores, con las asociaciones de
inmigrantes de fines de siglo XIX, a través de las cuales se propagó el desarrollo de
sociedades mutuales, entre las que se destacó la Sociedad Española de Socorros Mutuos
del Puerto de Mar del Plata (1883).Su accionar fue “brindar socorro mutuo entre los
asociados, entendido este como asistencia médico asistencial para todos los miembros y
su grupo familiar, y auxilio monetario en casos especiales” (Rodríguez, 2002). Sobre estas
experiencias se sumaron en las décadas posteriores, nuevas iniciativas del movimiento
obrero para cubrirse de las deficiencias del Estado y contraponerse a los altos costos del
mercado de la salud.
En esta línea, durante el año 1943 con la irrupción del gobierno de facto se abrió
una nueva etapa en la que surgieron nuevas asociaciones y se firmaron numerosos
convenios, la acción estatal había afianzado su rol intervencionista. De esta manera, en
este proceso se le otorgó la personería jurídica al sindicato de municipales de General
Pueyrredon, a los trabajadores de Luz y fuerza y gastronómicos.
Entre los sindicatos mencionados, el de municipales fue impulsor de la mutual a
través de la cual se desarrolló la protección de la salud de sus afiliados en el nivel primario,
intermedio y de alta complejidad, y un amplio abanico de prestaciones de salud. Sin
121
embargo, éste no fue el único en tomar la iniciativa de aplicar sus propias políticas de
salud, para fines de la década del cincuenta y principios del sesenta creció el número de
organizaciones en general en el país, por medio de convenios colectivos que
determinaron la creación de fondos de asistencia médica y social (Belmartino, 2005: 129).
Es decir, en Argentina, el acceso a la salud de los trabajadores formales se
vehiculizó a través de las mutuales y obras sociales. Si bien no lograremos profundizar en
el desarrollo de la mutual de los trabajadores municipales en el presente trabajo, es
pertinente finalizar esta primera investigación con algunos interrogantes que nos sirven
de guía. Dado que desde 1890 en adelante, crecieron las iniciativas de parte de los
sindicatos de constituir sus mutuales y obras sociales como respuesta a los problemas de
salud-enfermedad y accidentes laborales, nos preguntamos ¿Qué rol cumplieron los
sindicatos en el desarrollo del sistema de salud argentino? ¿Qué posibilidades se abren
respecto del derecho a la salud, a partir de las obras sociales y mutuales? ¿Existen
desigualdades a partir de la diversificación de mutuales y obras sociales?
En principio, a partir de este primer acercamiento podemos afirmar que las
iniciativas de los sindicatos de crear mutuales y obras sociales se llevaron a cabo en el
contexto de un sistema de salud heterogéneo, escasamente organizado en el ámbito
público y captado por las organizaciones religiosas y de beneficencia. Sumado a que el
desarrollo de la salud, se llevó a cabo en sociedades donde las principales causas de
muerte se debían a las condiciones de vida y de trabajo.
Consideraciones finales
En el presente trabajo nos interesamos por la historia de la conformación del sistema de
salud argentino, teniendo en cuenta el rol de distintos actores sociales, entre los que se
destacó la iniciativa del sindicato de trabajadores municipales de General Pueyrredon,
quienes construyeron su propia mutual. La idea que se defiende en este trabajo es que
las decisiones y debates en la construcción del sistema de salud a lo largo de las décadas
estuvieron atravesadas por las condiciones sociales y de trabajo las cuales impusieron al
Estado argentino la necesidad de intervenir en los problemas de salud y enfermedad.
Por otro lado, dicho sistema estuvo atravesado por las tensiones entre diferentes
sectores: Estado–sindicatos–mercado–obras sociales. En este sentido, a partir de la
mutua influencia entre estos actores, el sistema de salud adquirió una forma particular
122
de acceso que repercutió en el bienestar de la población. Un tema que no fue trabajado
especialmente en dicho Municipio, abarcando el subsistema público y de obras sociales.
Nuestro análisis nos permitió describir distintas características del sistema de
salud argentino y de la localidad con una mayor precisión del proceso de conformación,
sin por eso dejar de atender a los momentos específicos que marcaron la transformación
del sistema. En este sentido pudimos reconstruir un panorama general y específico de la
región desde principios del siglo XX, un análisis necesario debido a la creciente
preocupación sobre el conocimiento acerca del acceso a la salud de las poblaciones. Este
primer trabajo nos permitió realizar una serie de consideraciones.
Si bien el municipio de General Pueyrredon tiene sus particularidades, estuvo en
permanente sintonía con las políticas nacionales, ya que podemos distinguir marcadas
similitudes entre la conformación de éste primero y el sistema argentino. Por ejemplo,
hacia fines del siglo XIX y hasta principios del siglo XX predominaban las instituciones
religiosas y privadas como proveedoras de bienestar y salud. En el municipio analizado
los primeros registros de instituciones de salud fueron de tipo privadas o religiosas, como
el asilo y sanatorio marítimo en el año 1893 destinado a la atención de los niños, a cargo
de la Congregación de las Hermanas Hijas de María del Huerto y la primera instalación
privada de tipo hospitalario que registran los historiadores en el año 1881.
Por otro lado, pudimos precisar que la creación del Ministerio de Salud nacional
en el año 1946, introdujo cambios en las formas de intervención del Estado, la cual tuvo
repercusión en la extensión y en la duplicación de la cantidad de camas hospitalarias, y la
creación de numerosos hospitales, traduciéndose esta experiencia al ámbito local, por
ejemplo, por medio de la construcción del Hospital Regional Interzonal de Agudos “Dr.
Oscar Alende”.
Finalmente es justamente la relación entre el sistema de salud Nacional y
Municipal la que permite resaltar que el modelo argentino de salud, que se traduce en
las provincias y en los municipios, se caracteriza por su elevada segmentación de la
cobertura de la salud, el sistema se encuentra distribuido entre el sector público, las obras
sociales y el sector privado, con una escasa coordinación entre subsectores, que ofrecen
beneficios en salud muy heterogéneos.
A partir de esta articulación entre lo nacional y lo local, se propone en próximos
trabajos construir con mayor precisión, el vínculo entre actores del sector privado,
123
público, el Estado y los sectores de trabajadores organizados, a través de los cuales se
contribuirá con un mayor conocimiento a la historia local mediante el abordaje del
desarrollo del sistema sanitario municipal.
124
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126
Sentir las fiestas en la Edad Media: nuevas perspectivas de análisis
Martina Magali Diaz Sammaroni
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Las fiestas como objeto de interés
En los últimos años, las fiestas han vuelto a ser un objeto de interés para los especialistas
en ciencias sociales, quienes se han propuesto descifrar el extenso y polifacético mundo
que estas encubren a través de nuevas perspectivas analíticas. Sin embargo, resulta
conveniente aclarar que no es este un campo de análisis de reciente descubrimiento; en
los primeros años del siglo XX, Johan Huizinga en su icónico libro Homo Ludens (1938), ya
había planteado el carácter festivo y lúdico de las diferentes celebraciones, en una
coyuntura historiográfica renovada abierta por la aparición, en 1929, de la revista
Annales, dirigida por Marc Bloch y Lucien Febvre. Esta se proponía, en primer lugar,
sustituir a la tradicional narración de los acontecimientos que había caracterizado al
precedente historicismo alemán, por una historia analítica orientada por un problema.
En consonancia, postulaban una “historia total” que se ocupase del estudio de toda la
gama de actividades humanas y no solo de su dimensión política; para ello proponían el
trabajo interdisciplinario, Febvre siempre ponía atención en “derribar los tabiques” y se
empeñaba en combatir la estrecha especialización (Burke, 1999: 12). No obstante, la
irrupción de la Segunda Guerra Mundial supuso una ruptura intelectual radical, y en
consecuencia la historiografía tuvo que ajustarse a las nuevas condiciones sociales y
políticas.
El mundo se encontraba en 1945 dividido en dos grandes bloques: por un lado, el
comunismo, por el otro, el capitalismo liberal, lo que incentivó la búsqueda de nuevos
paradigmas que se acomodaran y sirvieran de base para los nuevos modelos; de modo
que el lenguaje histórico se volvió esquemático, recurriendo a las grandes estructuras
interpretativas y a la lógica serial, por lo que la exposición narrativa quedó en segundo
plano. En contraposición, el foco de interés de los historiadores se desplazó hacia el
estudio de la economía y al impacto que el acontecimiento bélico había producido en la
sociedad en su conjunto, sobre todo de la mano del materialismo histórico. De esta
127
manera, la historia cultural quedó relegada a un lugar marginal y debió esperar veinte
años para volver a ocupar la agenda de temas de los especialistas en Historia. Es así, que
en la década de los años setenta, y con mayor énfasis en los años ochenta, tuvo lugar lo
que Michel Vovelle identificó en Idéologies et Mentalités (1982), como un
“redescubrimiento” histórico de la fiesta, de la mano, en un primer momento, de la
“historia de las mentalidades”, y luego, gracias a los trabajos de los partidarios de la
“nueva historia”. Como lo indica Peter Burke en su obra Comprender el pasado. Una
historia de la escritura y el pensamiento histórico (2013), a fines de la época de los
ochenta se produjo un “giro cultural” que trajo aparejado un cambio de paradigma,
consistente no solo en una modificación de los gustos temáticos sino también una
mutación en el modo de afrontarlos. De este modo, la pretensión de realizar un relato
integrador de todas las formas de manifestaciones culturales, condujo al trabajo
interdisciplinario, principalmente con la Antropología y la teoría literaria, enriqueciendo
el análisis histórico. En consecuencia, sus preocupaciones dejaron de estar centradas en
la estructura, las clases sociales y las mentalidades, y volvieron a concentrarse en el
individuo. La nueva historia cultural abandonó entonces las aspiraciones totalizadoras y
optó por la vía intermedia de la ciencia social interpretativa, otorgando un papel
fundamental a la imaginación en la reconstrucción histórica.
Desde entonces, el estudio de las diferentes festividades ha sido y continúa siendo
un campo fértil para la investigación histórica, terreno a partir del cual se pueden abordar
múltiples y diversas facetas de la cultura humana en diferentes épocas y lugares. Sobre
esta base, nos proponemos analizar los planteos historiográficos en torno a las
celebraciones medievales desde un prisma diferente de análisis: la Historia de los
Sentidos, perspectiva transdisciplinar que reúne los aportes de la Historia, así como de la
Antropología. Cabe destacar que el presente trabajo forma parte del proyecto de
investigación “Paisajes Sonoros Medievales” del Grupo de Investigación y Estudios
Medievales (GIEM)1 dirigido por Gerardo Rodríguez y codirigido por Eric Palazzo, que
tiene como objetivo primario realizar una aproximación sobre el tema de los cinco
sentidos en general y, en particular, el sentido auditivo, en el ámbito cultural y social de
1
Para más información sobre los proyectos y tareas que desempeña el grupo, dirigirse al sitio web del
mismo: http://giemmardelplata.org/.
128
la Edad Media y la temprana Modernidad, incluyendo espacios europeos y extraeuropeos como el continente americano.
El mundo festivo medieval
En diferentes épocas y escenarios, los hombres y mujeres han vivenciado y
experimentado numerosas festividades. Sin embargo, no debemos incurrir en el error de
considerar que las celebraciones medievales tenían el mismo significado que tienen hoy
para las sociedades urbanas, industriales y tecnológicas. En el Medioevo, lo festivo era
percibido como un momento de realización de lo lúdico, en estrecha relación con lo
extraordinario y lo sacro, elemento significativo tanto para la vida cultural como para la
vida económica de los hombres y las mujeres. De manera contraria, en la actualidad, se
persigue lo que, en lenguaje cinematográfico, se conoce como el efecto de “escapismo”;
las distintas celebraciones son relacionadas con el “tiempo libre”, con los ritos de evasión
o con el juego en sí mismo. No obstante, “[…] la forma de las fiestas cambia, pero las
estructuras y finalidades profundas permanecen y son, a menudo, insustituibles” (Ladero
Quesada, 2015: 13) En resumidas palabras, las festividades son atemporales, puesto que
trascienden los límites y nos encuentran en un único presente compartido y universal.
Ahora bien, ateniéndonos estrictamente al tema de nuestro interés,
plantearemos algunos interrogantes que intentaremos resolver en las siguientes páginas.
¿Por qué estudiar la cultura festiva? ¿Qué celebraban los hombres y mujeres en la Edad
Media? ¿Cómo experimentaban sensitivamente las fiestas? ¿Qué sentidos estaban
puestos en juego y en qué grado de intensidad interactuaban en dichos eventos?
El tiempo en la Edad Media
Estudiar las fiestas nos permitirá adentrarnos en la sociedad medieval para entender su
mentalidad, su manera de percibir el mundo y de habitar en él; en otras palabras,
decodificar su cosmovisión, puesto que las distintas celebraciones servían como
instrumento esencial de ordenamiento y periodización del ritmo vital de los hombres y
mujeres de aquella época, pautando “el tiempo del ser” y el “tiempo del hacer”2 en una
María del Carmen Carlé en “Del tiempo y sus moradores” (2000) establece esta distinción para hacer
inteligible la división y distribución del tiempo en la vida de los hombres y las mujeres medievales. Con
“tiempo del ser” refiere a aquel que se dedicaba a conservar y desarrollar el ser físico y el espiritual de
aquellos; asimismo, con “tiempo del hacer” refiere a aquel durante el cual se realizaban tareas productivas
2
129
fluida alternancia. De esta manera, podemos afirmar que la separación entre el período
de trabajo y el de ocio no era ni tan rígida ni tan tajante como la conocemos en nuestros
días. De esta manera, como indica Barceló Crespí, “La fiesta interrumpía el trabajo diario
y sin oponerse a lo cotidiano lo completaba” (Barceló Crespí, 1998: 165).
En la Antigüedad, como indica Arón Iakovlevich Guriévich en su libro Las
categorías en la cultura medieval (1990), el tiempo era percibido por los hombres de
manera cíclica; veían en la naturaleza fenómenos regularmente repetidos. De esta
manera, a falta de una estructura centralizada y universal que impusiera un único
calendario, convivían diferentes sistemas según la geografía y el modelo cultural. Ya en la
Alta Edad Media, dos eran los referentes que guiaban a los hombres y mujeres en su
percepción del paso de las horas; por un lado, un elemento físico, el sol, y por el otro,
uno cultural, las campanas de la iglesia. Vemos así como la religión cristiana comenzó a
acaparar de manera progresiva todas las esferas de la vida humana, aunque en lo
concerniente a las fiestas “[…] optó por la fusión y el sincretismo religioso, y no por la
confrontación e imposición de un calendario festivo de modo excluyente” (Asenjo
González, 2013: 38). Desde los primeros siglos, la Iglesia configuró un calendario festivo
dedicado a rememorar fechas significativas en la vida de Jesucristo y la Virgen, así como
también acontecimientos especiales de la vida de ángeles y santos. Diferente va a ser la
situación que se planteó en los siglos bajomedievales, cuando el tiempo de la Iglesia y el
tiempo de los mercaderes entraron en contradicción.3 Por otro lado, durante mediados
del siglo XIV y, principalmente, en el siglo XV las manifestaciones festivas se generalizaron
en los núcleos urbanos, fusionando prácticas sacras y profanas.
“No obstante, la regulación del ritmo de vida diario no entraba en
contradicción con el sistema de las horas canónicas. El mejor ejemplo
de esas confluencias lo constituyen las ciudades. En ellas las campanas
de las Iglesias4 ejercían un papel determinante, como elemento guía de
las actividades humanas” (Ortega Cervigón, 1999: 12).
De este modo, podemos clasificar a las festividades en dos grandes categorías: mayores
y menores, gracias a la vigencia de una concepción circular y retornante del devenir
humano. En este sistema de ordenamiento, el calendario era tanto su expresión principal
y económicas. Ambos se entrecruzaban y superponían pautando el ritmo cotidiano y vital de la sociedad
urbana.
3 Para analizar esta cuestión con mayor profundidad véase Le Goff (1983).
4 Para analizar los sonidos de las ciudades medievales véase Coronado Schwindt (2013).
130
como un instrumento de memoria colectiva, ya que cada región celebraba sus propios
hitos. Por su parte, al interior de cada comunidad el programa y el contenido de los
festejos diferían según quien las organizase. En este punto debemos aclarar que las
fronteras que separaban a unas festividades de otras eran laxas, debido a que en el
mundo medieval todas las dimensiones de la vida cotidiana estaban imbricadas,
conformando un tejido complejo. De este modo, la clasificación que se expone a
continuación no es más que un intento por hacer inteligible y facilitar el análisis del tema
aludido en el presente trabajo. Dentro de las fiestas mayores podemos ubicar las
organizadas por la Iglesia, institución que presentaba un conjunto amplísimo de días
conmemorativos organizados con el objeto de reproducir el itinerario vital de Jesucristo
mediante ciclos sucesivos: el Adviento, la Navidad, la Cuaresma, la Pascua de
Resurrección, la Ascensión y Pentecostés, la festividad de la Trinidad y la celebración de
Corpus Christi. De la misma manera, el calendario cristiano pautó los hechos más
significativos en la vida de los santos y de la biografía de la Virgen María. Por su parte, en
clara dependencia de las fiestas litúrgicas, se ubican las fiestas menores, organizadas por
el municipio de cada ciudad. Los festejos abarcaban desde la conmemoración a los santos
patronos locales, hasta las espectaculares recepciones ofrecidas a príncipes, monarcas y
cardenales que estaban de visita. Por último, dentro del mismo grupo se pueden incluir
las organizadas por las distintas cofradías, familias y corporaciones, quienes imponían sus
propios ritos conmemorativos.
Incluidas dentro de sendas categorías, es preciso señalar, por su grado de
complejidad y fastuosidad, por un lado, a las fiestas “extraordinarias”, organizadas en
torno a la corte y la nobleza, y por el otro a las celebraciones “populares” en la que el
pueblo pasa de ser un mero espectador a un activo protagonista. En las primeras, se
perseguía el objetivo de poner de manifiesto la “alegría oficial” producto de diversos
acontecimientos, en su mayoría políticos y guerreros, en eventos que servían de
escenario para la ostentación del poder regio y nobiliario. En este sentido, el aparato de
realización que se ponía en marcha incorporaba y hacía dialogar elementos sacros y
profanos, que, cargados de una gran simbología e intencionalidad, daban lugar a
significativos espectáculos para el pueblo. Por su parte, el calendario de las ciudades
medievales presentaba algunas particularidades que eran consentidas tanto por los
gobiernos ciudadanos como por la jerarquía eclesiástica. Estas correspondían a una
131
transitoria alteración del tiempo, que traía aparejada la inversión de las jerarquías y las
conductas sociales con el objeto de insistir en la precariedad de la condición humana y la
fragilidad de las normas establecidas. Estas festividades, de fuerte contenido popular,
encarnan un grado de complejidad muy alto, por lo que su análisis al detalle excede el
objeto del presente trabajo.
Las fiestas medievales en la historiografía
A lo largo de los años, el estudio de las fiestas ha suscitado diversas interpretaciones. La
historiografía las ha considerado tanto una oportunidad para el disfrute y la transgresión
de las normas, como un vehículo para comprender las mentalidades medievales; de la
misma manera, hay quienes insisten en su carácter político, haciendo énfasis en la
teatralidad del poder que desplegaban. Dentro de la primera perspectiva podemos incluir
a Mijaíl Bajtín, quien sostiene que “las festividades siempre han tenido un contenido
especial, un sentido profundo, han expresado siempre una concepción del mundo” (Bajtín,
1990: 14). Para el autor, las distintas celebraciones se encontraban en estrecha relación
con los objetivos superiores de la existencia humana, la resurrección y la renovación, y
solo podían adquirir su forma más pura y plena en las fiestas populares. De esta manera,
Bajtín las contrapone con aquellas consideradas “oficiales”, organizadas por la Iglesia y,
lo que denomina, el “Estado Feudal”, para decir que traicionaban la “verdadera”
naturaleza de la fiesta humana y la desfiguraban, puesto que contribuían a consagrar y
reforzar el orden vigente. Siguiendo esta línea, afirmaba que las festividades populares,
en especial el Carnaval, significaban el triunfo de la libertad; sacaban al pueblo del orden
existente y rompían todas las normas, jerarquías, privilegios y tabúes. Una suerte de
“segunda vida” reinaba en el espíritu de los hombres y mujeres medievales, dotándolos
de total autonomía para establecer nuevas relaciones, atravesar los límites de la
desigualdad y crear un espacio nuevo de comunicación, en el que se elaboraban formas
especiales de comportamiento y del lenguaje.
En contraposición, autores como el italiano Umberto Eco en ¡Carnaval! (1991) y
el francés Jacques Heers en Carnavales y fiestas de locos (1988), defienden la idea de la
fiesta no como un mero espacio para la libertad y la transgresión de las normas
instituidas, sino como un escenario político, de expresión y visibilidad del poder, en el
132
que el solo hecho de atravesar los límites recordaba la existencia de los mismos. Según
Heers:
“La fiesta pública exalta los poderes; la fiesta ‘privada’ consolida las
clientelas y las audiencias sociales. No se trata ni de juegos ni de simples
espectáculos, sino que pesan gravemente sobre determinados
equilibrios o jerarquías y son elementos decisivos para forjar o mantener
un renombre” (Heers, 1988: 16).
Sobre todo, en las llamadas “fiestas extraordinarias”, tales como los torneos o las justas,
se creaba la ocasión perfecta para la teatralización del poder, puesto que estos rituales
desplegaban un gran lujo y exaltaban la proeza de los protagonistas, celebrándose en
espacios abiertos y públicos, ante una gran asistencia de invitados, de súbditos y de
“mirones”. Dichos eventos originaban la rivalidad entre las distintas ciudades, quienes
competían entre sí por la complejidad y prodigalidad de su puesta en marcha, atrayendo
a las multitudes, en ocasiones por el espacio de varios días, para admirar los cortejos y
ver las historias representadas sobre cadalsos improvisados. En otras palabras, era esta
una oportunidad ideal para desviar explícita o implícitamente la atención al servicio de
una acción social o política.
Por otro lado, autores como Vovelle y Ladero Quesada, resaltan el papel atribuido
a la fiesta como medio para comprender la cosmovisión de la sociedad medieval.
Recordemos en este punto, la propuesta de Caro Baroja en El Carnaval (1979) de abordar
el estudio del “folklore como sincretismo”, enmarcando a las distintas festividades en su
contexto socio-cultural específico. Como indica Ladero Quesada, dicha interpretación,
nos exige abordar una perspectiva de análisis transversal, puesto que abre la puerta a
múltiples dimensiones desde las cuales se puede abordar el estudio de las festividades,
ya sea en clave social, religiosa, cultural, política o económica. El autor afirma que: “La
fiesta […] es el modelo de cómo se sabía estar juntos, de cómo se sabían expresar ciertos
valores universalmente compartidos […]” (Ladero Quesada, 2015: 14).
En ella se fusionaban diversas prácticas y elementos; la alegría, el goce, la tristeza,
los excesos, lo mágico y la diversión se imbricaban de manera perfecta conformando un
tejido complejo, aunque asequible en la sociedad en la que tenía lugar. Revestían un
conjunto de significaciones, valores, costumbres y símbolos que se ponían de manifiesto
en mayor o en menor grado según el tipo de celebración al que refiramos.
133
Sobre esta base, aunque refiriéndose a la sociedad bajomedieval entre los siglos
XIII-XV, Rafael Narbona Vizcaíno, afirma que las fiestas eran ante todo acontecimientos
comunicativos:
“[…] exigían la colaboración, la coparticipación, la cooperación y un alto
grado de implicación social, pues aun siendo promocionadas desde las
instancias superiores de la autoridad, siempre encontraban un
indefectible y voluntarioso seguimiento en el seno de la comunidad”
(2017: 14).
Resulta particularmente interesante la importancia que el autor atribuye al espacio
urbano para su análisis, destacándolo como un “sujeto activo” y en ningún caso como
decorado paralelo a los festejos que en él tenían lugar. La “ciudad festejante” creó
determinadas ceremonias y ritos, remitiéndose a algunos eventos, elementos o
referencias históricas, políticas, espirituales o cosmológicas que en última instancia le
valían como espejo donde reconocerse. Dicho de otro modo, en estas ocasiones la ciudad
se presentaba así misma, manifestando su propia dinámica e identidad.
En lo que respecta propiamente a la sociedad castellana del siglo XV, Juan Carlos
Martín Cea retoma las visiones de Vovelle y Ladero Quesada, afirmando que “[…] la fiesta
no solo es alegría, bullicio, animación o espectáculo; la fiesta refleja también un patrón
cultural específico y una manera de entender el mundo […]” (Martín Cea, 2010: 114)
Sostiene la idea de que las diferentes festividades no componen un fenómeno aislado,
sino que eran un producto eminentemente social, y como tal, puede ser analizado desde
múltiples lecturas. El autor insiste, en paralelo, en la necesidad de matizar aquellas
interpretaciones que caracterizan a la fiesta por su talante espontáneo y por su
transgresión al orden establecido. En contraposición, propone distinguir a las festividades
populares y lúdicas aquellas que— irrumpían en la cotidianeidad monótona de los
hombres y mujeres bajomedievales— de las oficiales y ritualizadas, que implicaban en
cambio, una afirmación del orden social vigente.
Por su parte, María Asenjo González en Fiestas y celebraciones en las ciudades
castellanas de la Baja Edad Media (2013), en una clave de análisis diferente, ha
identificado a las festividades por su capacidad regeneradora. La autora hace especial
hincapié en las características de la sociedad urbana castellana, destacando su profunda
imbricación religiosa y sus inseguridades y temores; de modo que las fiestas eran la
ocasión de recomponer el orden vital tras las distintas experiencias transgresoras que
134
pudieran haber atravesado los hombres y las mujeres bajomedievales en el transcurrir
cotidiano. Para realizar dicha interpretación, Asenjo González establece algunos
paralelismos con las fiestas arcaicas, poniendo de relieve la “continuidad” y la
persistencia de elementos sacros y mágicos a fines de la Edad Media.
Por otro lado, autores como Andrés Oreja Sila, Gema Palomo Fernández y José
Luis Senra Gabriel y Galán en su texto La ciudad y la fiesta en la historiografía castellana
de la Baja Edad Media: escenografía lúdico-festiva (1994), consideran a la fiesta
bajomedieval como la oportunidad para la reafirmación del poder y el mantenimiento del
equilibrio social. En este sentido, la entienden como un sistema de “legitimación y
propaganda”, en el que los reyes y nobles hacían uso de los distintos mecanismos de su
poderío para realzar su riqueza y rango. De particular importancia para lograr este
cometido, fue el traslado del acto ceremonial y festivo desde la corte a la calle, espacio
compartido con el resto de la población; por lo que la ciudad, siguiendo a Narbona
Vizcaíno en La ciudad y la fiesta: cultura de la representación en la sociedad medieval.
Siglos XIII-XV (2017), se convertirá en un “escenario predilecto” para la representación
de la supremacía del poder regio y nobiliario.
Las fiestas a través de la Historia de los sentidos
En los últimos años, los estudios relacionados con los sentidos se han multiplicado de
manera exponencial, proliferando la producción de ensayos y artículos publicados en
destacadas revistas que analizan un variopinto abanico de períodos y escenarios
históricos. Este es un campo de estudio que invita al trabajo interdisciplinar,
principalmente con la Antropología. Como lo indica David Howes en su artículo “El
creciente campo de los estudios sensoriales” (2014), el giro sensorial data de la década
de los años ochenta, siendo fundamental en este punto el texto de Alain Corbin Historien
du sensible. Entretiens avec Guilles Heuré (2000), quien se propuso escribir una historia
de la “sensibilidad”.
El hombre está mediado por el mundo en el que habita; lo atraviesa y experimenta
sensorialmente, logrando de esta forma la conciencia de sí mismo y de su existencia ante
la realidad en la cual se encuentra inmerso. A cada momento nos atraviesa una infinidad
de estímulos que nos retrotraen a una experiencia pasada o nos arrojan físicamente al
presente, fusionándose e interactuando entre sí en un sinfín de posibilidades que, en la
135
mayoría de los casos, escapan a nuestro entender. En esta clave podemos entender a los
sentidos como vías de transmisión de valores culturales; como afirma David Le Breton,
“las percepciones sensoriales forman un prisma de significados sobre el mundo” (Le
Breton, 2007: 13). Cada individuo, según su experiencia y educación, modela el universo
que lo rodea en base a su propia percepción, de modo que no todos recibimos y
aprehendemos los mismos datos de manera univoca. Sin embargo, a pesar de ello,
existen lógicas y códigos de comportamiento generales que identifican a una comunidad
determinada. Podemos decir entonces, siguiendo a Mark Smith, en su obra Sensing the
past. Seeing, hearing, smelling, tasting and touching in History (2007) que esta
perspectiva analítica aborda no solo la historia de los sentidos sino también su
construcción social y cultural, así como su reflejo en los patrones de pensamiento y
representación de cada sociedad.
“En lo que respecta al tema del presente trabajo, a partir de esta
novedosa perspectiva, seremos capaces de comprender la manera en
que la sociedad medieval olía, gustaba, oía, tocaba y veía a las
festividades, reconstruyendo un mapa sensorial que arrojará luz sobre
la forma en la que los hombres y mujeres percibían su mundo. Las fiestas
eran los escenarios de gran despliegue, fusión e interacción de los cinco
sentidos, sobre todo en los grandes banquetes, los bailes y
representaciones burlescas, así como también en las procesiones
religiosas en los que el incienso, las campanas y los instrumentos
invadían la escena. En algunos eventos podemos destacar la
preponderancia de algún elemento sensorial por sobre el resto, pero lo
cierto es que no se puede aislar los sentidos para examinarlos uno tras
otro a través de una operación de desmantelamiento del sabor del
mundo. Los sentidos siempre están presentes en su totalidad” (Le
Breton, 2007: 44).
Para comprender con mayor claridad lo que propone el abordaje de esta nueva
perspectiva historiográfica, analizaremos un breve fragmento de la crónica castellana
Hechos del Condestable Don Lucas Miguel de Iranzo, ya que como lo indica Howes, “la
clave para escribir la historia de los sentidos reposa en el sentir que se aloja entre las líneas
de las fuentes escritas” (Howes, 2014: 14)
“E con muy grandes alegrías e gritas, e con muchos tronpetas e atabales,
fueron con el dicho señor Contestable por toda la çibdad fasta
Madalena. Y en la fuente della lançaron al su profeta Mahomad, y a su
rey derramaron un cántaro de agua por somo de la cabeça, en señal de
bautismo; e él e todos sus moros le besaron la mano. E de allí toda la
cauallería e grant gente de pié de onbres e niños vinieron a la posada
136
del dicho señor Contestable, con mucho placer e alegría, dando gritos e
voces (…)” (De Mata Carriazo y Arroquia, J. Hechos del Condestable Don
Miguel Lucas de Iranzo, España, Marcial Pons, cap. X: 100, 2010.
Este fragmento refiere a una fiesta en Castilla denominada de “moros” o “burlas
moriscas”, en la que se celebraba el triunfo de la religión cristiana por sobre el Islam, y
principalmente las conquistas de nuevos espacios urbanos. La victoria, que expresaba
que el verdadero Dios estaba de su lado, se reforzaba con la escena descripta aquí arriba
donde, una vez derrotados y persuadidos de la falsedad de sus creencias, los moros
solicitaban su bautizo. En esta selección, evidenciamos la presencia del sentido auditivo,
visual y táctil, identificándolos en los verbos que utiliza el Condestable al describir las
acciones emprendidas por los personajes objeto de la narración. De esta manera,
podemos dar cuenta de la sonoridad del cuadro cuando enumera los instrumentos
musicales y relata la reacción del público asistente que proliferaba gritos y voces con
alegría; alegría que envuelve la escena y que percibe con sus propios ojos. En paralelo, el
sentido del tacto aparece en dos momentos; en primer lugar, cuando el cántaro de agua
es arrojado sobre la cabeza del rey de los moros y, en segundo lugar, cuando ellos le
besan la mano.
En síntesis, el estudio de las fiestas a través de la Historia de los sentidos nos
permitirá reconstruir la manera de pensar y percibir el mundo de los hombres y mujeres
medievales, sumergiéndonos en su vida cotidiana para analizar la forma en qué
experimentaban las diversas festividades, permitiéndonos saber, qué cosas comían,
olían, veían, escuchaban y tocaban en dichos eventos. En consecuencia, seremos capaces
de comprender de manera holística el universo de simbología y significaciones que
encubrían las celebraciones; momentos en los que se fusionaban prácticas sacras y
profanas, donde el goce, la diversión, la obscenidad, el júbilo, la tristeza, la magia y el
miedo dominaban la escena. Intentaremos, en última instancia, complejizar el estudio de
una temática en extenso trabajada, bajo la mirada de un nuevo prisma de análisis.
137
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139
Ethelberto de Kent: algunas reflexiones biográficas
Alberto Asla
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
El siguiente trabajo tiene como objetivo poner de manifiesto algunas reflexiones sobre la
figura del rey Ethelberto de Kent y su relevancia en la denominada heptarquía
anglosajona. Para ello, nos centraremos en el análisis de cuatro puntos centrales por los
cuales se destaca por sobre el resto de los gobernantes de aquellos tiempos. Estos
elementos son: a) su vinculación con los francos y los reinos cercanos; b) la conversión al
cristianismo; c) la acuñación de monedas y d) la conformación del primer código jurídico.
Cuando hablamos de la Inglaterra anglosajona, nos referimos a la historia de los
primeros tiempos de la actual Gran Bretaña, comprendidos entre los siglos V y XI, entre
la caída del mundo romano y la batalla de Hastings en 1066 y el posterior asentamiento
de los normandos (Higham; Ryan, 2013: 7-19).
El término anglosajón (Anglo-Saxon) proviene de los grupos de habla germánica
que migraron hacia el sur de la isla desde la Europa continental. Estos grupos con el
transcurso del tiempo comenzaron a asentarse y a establecer parámetros y
delimitaciones fronterizas, además de otras características propias que generaron hacia
el siglo VI una conformación geopolítico-administrativa denominada “heptarquía”
conformada por siete reinos, a saber: East Anglia, Essex, Kent, Mercia, Northumbria,
Sussex y Wessex. Reinos que irán alternándose en tanto poder de representación y que
hacia principios del siglo X desaparecerán completamente (Yorke, 1997).
Durante los siglos VI y VII, dos reinos disputaron la supremacía política y si bien
ambos la tuvieron, ya que fue el reino de Kent en el siglo VI quien tomó las riendas en
primer lugar al menos hasta la segunda mitad del siglo VII, para luego ser relevado por el
reino de Northumbia hasta el siglo IX (Higham, 1993). La hegemonía de Kent se debe en
parte a su pasado, pero sobre todo a partir de la figura de Ethelberto, tanto antes de ser
rey como después de serlo.
Los pocos datos que poseemos sobre su vida están basados, por un lado en dos
registros contemporáneos a su existencia que son las Historias de Gregorio de Tours
140
(Herrera Roldán, 2013) y algunas epístolas del papa Gregorio Magno (Hartman, 1891,
1893); y por otro lado en obras que son posteriores tales como la Historia eclesiástica del
pueblo de los anglos de Beda (Moralejo, 2013) —que es por excelencia la fuente central,
en la cual los especialistas se basan para reconstruir su figura—, una vida el papa Gregorio
de autor anónimo (Colgrave, 1928), la Historia de los Britanos —falsamente atribuida a
un tal Nennius—, y la Crónica Anglosajona (Swanton, 1996).
Debido a ésta carencia, es que muchas de sus fechas entran en contradicción
(Kirby, 1992: 31-33), o por lo menos las de su nacimiento, matrimonio, gobierno,
conversión y muerte, aun así salvando algunas diferencias se considera que proviene de
una larga tradición, heredera de Hengest, un guerrero vikingo del siglo V:
“Ethelberto era hijo de Eormenrico, cuyo padre fue Octa, cuyo padre fue
Oerico (apodado Oisc, por el cual los reyes de Kent suelen apellidarse
Oiscingas), cuyo padre fue Hengist, el que con su hijo Oisc, llamado por
Vortigeno, según más arriba contamos, fue el primero en venir a
Britania” (HE II. 5.1).
Sobre el nacimiento y muerte de Ethelberto, Beda nos dice que murió el 616:
“El año 616 de la Encarnación del Señor, que era en el vigésimo primero
desde que Agustín fuera enviado con sus compañeros a predicar al
pueblo de los anglos, el rey Ethelberto de Kent, tras su reinado temporal,
que había desempeñado con la mayor gloria por cincuenta y seis años,
subió a los gozos eternos del reino celestial” (HE II. 5.2).
De esto se desprende que su gobierno duró cincuenta y seis y que su ascenso fue en 560,
sin embargo algunos historiadores y con razón, cotejando con Gregorio de Tours,
sostienen que en realidad vivió cincuenta y seis años y que su reinado posiblemente haya
comenzado unos pocos años antes de convertirse –entre 589/590–. Sobre este
acontecimiento Beda indica que fue veintiún años antes de su muerte lo que nos estaría
dando la fecha de 595, sin embargo, la misión está más que corroborada que fue en 597
sobre todo por las cartas y los registros de Roma: “El rey Ethelberto murió el 24 de febrero,
a los veintiún años de haber recibido la fe, y fue sepultado en la capilla de San Martin,
dentro de la iglesia de los santos apóstoles Pedro y Pablo” (HE II. 5.2).
La Crónica Anglosajona por el contrario nos da otras fechas que oscilan entre 565
y 568 respecto al nacimiento y 618 su muerte (CA, pp. 106-110; 112-114; 116; 118; 120;
122.). Quizá lo único en que coincidan es que tenía una hermana llamada Ricole (HE, II.3;
CA, pp. 12-13).
141
El otro dato importante es el del matrimonio con Berta, de quien solo poseemos
breves menciones tanto de Gregorio de Tours: “Por su parte el rey Cariberto tomó por
esposa a Ingoberta, de quien tuvo una hija que luego tomó esposo y fue conducida a Kent”
(HF, L IV. 26), al referirse a la muerte de Ingoberta, Gregorio reitera “…una hija a la que
se unió en matrimonio el hijo de cierto rey de Kent”(HF L IX. 26), como de Beda:
“Y es que ya anteriormente había llegado noticia de la religión cristiana,
puesto que tenía una esposa cristiana, del pueblo de los francos,
llamada Berta, que había recibido de sus padres con la condición de que
tuviera licencia para mantener intacto el culto de su fe y sus religión,
junto con un obispo que le habían puesto como apoyo de su fe y que se
llamaba Liudhardo” (HE I. 25.1; II. 5.2).
Establecer una fecha con estos dos fragmentos es imposible, pero si es una verdad que
existió este matrimonio, que de acuerdo a la expresión de Beda “recibido de sus padres”,
parecería que sea menor de edad. Otro dato que nos daría alguna pista es que la madre
fallece a los setenta años en 589, si esto es cierto ella la tendría que haber tenido a los
cuarenta años y el matrimonio no tendría que haberse llevado acabo hasta al menos 580,
aun así estos presupuestos son solamente eso. En síntesis, Ethelberto habría nacido en
560, se habría casado hacia 580, habría ascendido al poder en 589, se convirtió en 597 y
habría muerto en 618.
De acuerdo a los especialistas en la historia anglosajona, el territorio de Kent se
encontraba dividido en Este y Oeste, sin embargo esta división conflictiva fue resuelta
por Ethelberto, no a través de la unificación sino manteniéndola, por supuesto invitando
o no a aceptar su postura a todos los rebeldes. Su política se basó en ceder el territorio
del Este a su hijo Eadbaldo y el Oeste bajo su jurisdicción. Esta forma de liderazgo, junto
a una serie de medidas y acciones militares hizo que se lo considerara “Bretwalda”
(Keynes, 2001: 74). Este término no solo lo posicionaba sobre su reino, sino también por
sobre los demás reinos existentes.
La vinculación con los francos y los reinos cercanos y vinculantes le permitió sin
lugar a dudas consolidarse dentro de su propio territorio ante su núcleo familiar, el resto
de los grupos, la comarca y los demás reinos. El enlace con los francos no solamente está
reflejado en la unión matrimonial —que en líneas generales era una práctica habitual—,
sino también en las relaciones comerciales. Sin embargo, algunos consideran o ven en
esta relación más bien una cierta sumisión por parte del reino de Kent, aunque tal
142
afirmación en realidad debería ser analizada en el contexto en el que se da, me refiero a
que este planteo se basa en las cartas del papa Gregorio a diferentes obispos y que una
serie de historiadores han maquetado esta hipótesis, a partir de las mismas.
La conversión al cristianismo marcó el inicio de su dominio y de su presencia a
nivel global, ya que convencido o no —ya lo veremos—, se encuentra dentro de un
panorama que comenzó con el mismo Constantino y que lo hacía pertenecer a la
“ἐκκλησία” (Iogna, 2015: 7-49).
Posiblemente desde el siglo IV, el territorio insular adscribía además de algunas
prácticas “paganas” lugareñas, a un cierto tipo de cristianismo proveniente de Hibernia
(Coming, 2006), pero con la llegada de Berta a Kent, el otro cristianismo, el de Roma,
comienza a hacerse visibles, ya que no solamente ella se encontraba en el territorio
cuando se casó con Ethelberto, sino su corte y un obispo, obispo que vinculado al
obispado de Arles propulsó la misión evangelizadora enviada por Gregorio Magno
(Barmby, 1879; Howorth, 1912; Straw, 1991; Brown, 1997: 121-132; Leyser, 2000: 135143; Moorhead, 2005), para llevar al mismo hasta los confines del mundo. Para ello
contará con Agustín —posteriormente de Canterbury (Brou, 1897; Cutts, 1895; Green,
1997; Howorth, 1913; Mason, 1897; Newman, 2008; Smith, 1978: 23-28; Woods, 1994:
1-17)— como el misionero encargado de dicha tarea a tan remota isla (Dunn, 2009;
Lambert, 2010; Yorke, 2006).
El surgimiento de una nueva cultura anglosajona en el siglo VII, es quizá, “el
acontecimiento más importante ocurrido entre la época de Justiniano y la de Carlomagno”
(Dawson,1963: 73), dicha evangelización finalizará con el Sínodo de Whitby en 664,
cuando la tradición del cristianismo celta sea derrotada por la tradición romana y
modifique toda su liturgia (Betten,1928: 620-629; Meissner,1929; Mayr-Harting, 1972:
103-113; Abels, 1984; Cubbitt, 1995: 6-7; Ward, 2008).
Cuando Agustín llegó en 597 a la Isla de Thanet, fue acogido por Berta y su corte
en primer lugar y luego recibido por Ethelberto. Es de señalar que la misión estuvo
siempre “vigilada” por Gregorio Magno, al menos así lo indican una serie de cartas
enviadas para y por Gregorio (Meyveart, 1964: 26, Blair, 1990:58-67; Dunn, 2009:43-57).
Estas epístolas son muy significativas pues son una “guía de evangelización”, no
solamente para Agustín sino para todas las misiones llevadas a cabo durante su reinado
como Sucesor de Pedro (Pégolo, 2005: 103-124).
143
Según Beda, Ethelberto tuvo una actitud lo suficientemente susceptible respecto
de los recién llegados, tal fue esta desconfianza que solicitó e insistió en que se reunieran
a cielo abierto para que no recayera ninguna “brujeria”: “Él (Ethelberto) ha deseado que
no se encuentre en el interior de ningún edificio, ya que es una antigua superstición, para
evitar que ellos puedan adquirir algún arte maléfico y que ellos no se equivoquen ante
cualquier sorpresa que les de ventajas”; sin embargo dio permiso a Agustín para que
ingresara a Kent y predicara: “el rey les autoriza a quedarse en la isla donde ellos han
desembarcado...” (HE II.). Como se ha indicado, no se sabe cuándo es que este Bretwalda
fue convertido, pero sí sabemos que fue antes del 601 como lo narra además de la
descripción de Beda una carta del propio Gregorio a Ethelberto:
“Cuando el mismo rey después de haber estado junto a otros
impresionado por la vida muy pura de aquellos hombres santos y por
sus promesas… se convirtió en creyente y fue bautizado, así cada vez
más las personas llegaron para escuchar la palabra de Dios y renunciar
a los ritos del paganismo, viviendo en regocijo por su adhesión a la
unidad de la santa Iglesia de Cristo… El rey… considera los ciudadanos
como los conciudadanos del reino de los cielos”. (HE II.)
Una vez que el reino de Kent fue convertido, sucesivamente se fueron convirtiendo los
demás Reinos en las siguientes fechas (Higham, 1993; Hawkes; Mills, 1999; York, 1995;
Brown, 2001):
o En el año 600 el Reino de Essex
o En el año 627 el Reino de Northumbria
o En el año 629 el Reino de East Anglia
o En el año 635 el Reino de Wessex
o En el año 680 los Reinos de Merciay Sussex
Al mismo tiempo se fueron creando el arzobispado de Canterbury, silla primada de Gran
Bretaña y los obispados de Rochester y Londres, siendo Agustín el primer arzobispo (Blair,
2005: 79-290).
Poco después de su conversión, quizá entre 602 o 603, Ethelberto ordena
redactar un código legislativo de noventa artículos. Leyes concernientes a establecer los
castigos o penalidades ante faltas cometidas aplicables para todos, pero no con todos de
igual manera. Nos dice Beda: “Ente otros bienes que con su prudencia hizo a su pueblo,
puso leyes para los juicios según el ejemplo de los romanos con el consejo de hombres
144
sabios, leyes que, escritas en lengua de los anglos, su pueblo mantiene y observa hasta la
actualidad” (HE, II.5). Además es, o por lo menos así parece indicarse, el primero en su
género en el territorio. De todas maneras, tal composición es el resultado de la unión
entre un derecho presumiblemente consuetudinario y algunas influencias cristianas, ya
que como se indicará más adelante un grupo de artículos está basado en la protección
de las cosas de la iglesia, como también lo menciona Beda:
“En ellas estableció en primer lugar cómo debía corregirse al que por
medio del hurto sustrajera alguna cosa ya de la iglesia, ya del obispo o
de cualquier otro clérigo, sin dudad queriendo dar protección a los que
él había acogido junto con su doctrina”. (HE, II.5)
De acuerdo a Lisi Oliver, las leyes pueden estructurarse de la siguiente manera:
o Delitos contra la iglesia y la asamblea publica secular
o Delitos relacionados con el rey y su hogar
o Delitos contra los nobles
o Delitos contra los hombres libres
o Ofensas de injurias personales
o Delitos contra la mujer
o Delitos contra los “esnas” (semi-libres/siervos)
o Delitos contra los esclavos
Otra posible estructura es la que ofrece Patrick Wormald, en donde utiliza el término
“compensación” en vez de “delito”. Es este mismo autor también, quien indica que su
forma de redacción es muy similar a la de un modelo conciliar franco de 614, y que muy
probable sea el Concilio de Paris del 10 de octubre de 614 (Wormald, 2001: 100; 2005:
16-17; Maasen, 1893: 185-193).
Al igual que su conversión al cristianismo, su corpus legislativo abrió la puerta para
que posteriormente existieran los siguientes códigos inmediatos (Lambert, 2017):
o Las leyes de los reyes Hlothhære y Eadric 673-686.
o Las leyes del rey Wihtræd 690-725.
La acuñación de monedas es una de las manifestaciones de poder más significativas que
existen. Indica la independencia política y financiera respecto de otro. Ethelberto y su
corte comprendieron esto y lo llevaron adelante, no solamente dentro del reino ya que
de esta manera generaba una especie de monopolio real en tanto relaciones comerciales
145
con la propia “aristocracia”, sino también en las relaciones comerciales y de intercambios
con otras regiones. Originariamente eran de los remanentes de monedas romanas y
luego de oro. Si bien no tenían rostro si poseían algunas marcas distintivas y su
denominación posible podría ser la mencionada en las leyes “scillingas” —chelines—.
Si bien es cierto que poco podemos decir sobre la figura de este bretwalda, sí
podemos indicar a pesar de las diferencias de datación que su conducta, permitió —al
menos por un tiempo— al reino de Kent posicionarse a la par de cualquier otro reino de
la Europa continental, ya que en muy poco tiempo generó todo un andamiaje político,
económico, social, cultural, jurídico y administrativo, que no solamente produjeron
cambios en lo inmediato, sino que también perduró durante todo el período anglosajón.
Las reflexiones que aquí se han señalado son parciales y en algunos casos quizá
forzadas ya que los registros que poseemos nos obligan a guardar cautela y evitar
generalidades que puedan llevar a errores mayores, aun así y a pesar de ello la “biografía”
de Ethelberto es sin lugar a dudas una de las más ricas y nos muestra una parte de la
historia de un territorio que desde sus orígenes siempre ha guardado un misterio tal y
como lo ha sido su propia geografía.
146
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La II Guerra Civil (49-45 a. C.). La memoria histórica: de César a Dion Casio
Lucía Cuenca
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
La memoria de los acontecimientos del último siglo de la República romana ejerció una
poderosa influencia sobre las generaciones posteriores de romanos. La perspectiva de
los hechos del pasado fue variando a lo largo de la historia romana en función del
contexto social y político en el que fueron escritos los textos que se conservan. La
República y su memoria fueron utilizados y explotados por diferentes grupos, no solo por
aquellos que, como los primeros emperadores, encontraron conveniente perpetuar el
mito de una res publica restituta, sino también por aquellos que lo usaron para
desacreditarlos, o al menos subrayar su hipocresía; por algunos con nostalgia por la
República y por otros que buscaron sembrar el disenso en el Imperio.
El historiador Lucio Casio Dion (155-235 d. C.), narró en su obra, la Historia
Romana, los acontecimientos del período comprendido desde la mítica fundación de la
ciudad de Roma hasta aproximadamente el año 229. En dicha fuente se observa que el
interés de Dion Casio por los hechos del pasado no radica en función de la mayor o menor
proximidad cronológica con su propia época, sino en las similitudes o relaciones que
existían, desde la perspectiva del autor, con su propio tiempo. En el presente trabajo
analizaremos esta perspectiva imperial de la memoria sobre la República,
circunscribiéndonos al momento del inicio de la II Guerra Civil (49-45 a. C.), en contraste
con algunos fragmentos de la obra de Julio César, los Comentarios sobre la Guerra Civil,
contemporánea a los acontecimientos.
La memoria en la antigua Roma
La memoria tiene su raíz en lo concreto, en el espacio, el gesto, la imagen y el objeto. La
historia, en cambio, es una representación del pasado, una operación intelectual que
utiliza análisis y discurso crítico. Según el historiador Pierre Nora (1984: 19-23), la
memoria está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de la
150
“amnesia inconsciente de sus deformaciones sucesivas”. Por eso resulta vulnerable ante
utilizaciones y manipulaciones, atravesando largos períodos de oscuridad y otros de
largas revitalizaciones: es un fenómeno que en forma constante actúa en un lazo con el
presente. La historia solo se ata a las continuidades temporales, a las evoluciones y a las
relaciones entre las cosas (Nora, 1984: 22). Según el sociólogo francés Maurice
Halbwachs (1964: 80-81), los acontecimientos pasados —leídos en los libros y
enseñados— son elegidos, acercados y clasificados según el contexto en el que sean
transmitidos. De un período a otro, todo se renueva: los intereses en juego, la dirección
de las mentalidades, los modos de observar los hombres y los hechos, o las tradiciones y
perspectivas de futuro, condicionando así la memoria.
Las fuentes y su análisis por parte de las Ciencias Sociales dan cuenta de que los
romanos atribuían una gran importancia a la memoria colectiva. Esto se manifestaba en
casi todos los aspectos de su existencia, desde las celebraciones de los muertos a la
oratoria, la ley, el arte, los edificios y la literatura. Olvidar el pasado, ya fuera a nivel del
individuo o del estado, traía aparejada la idea de la pérdida de identidad e incluso la
extinción (Gowing, 2005: 2). Por ello, una y otra vez, los romanos del Imperio volvieron a
escribir sobre muchos de sus eventos y personajes, mayormente asociados con la
república tardía (Cicerón, Catón, la guerra civil entre César y Pompeyo, etc.), así como de
períodos más tempranos (Escipión Africano, Catón el viejo, etc.). Las repeticiones de
estos lugares comunes aparecen en todas las crónicas escritas. El análisis de los
momentos de cambio en la actitud frente a esos lugares comunes, así como su
distribución, nos permite observar cambios en la memoria romana (Gowing, 2005: 4-6).
Conocemos la historia de Roma desde el año 65 al 40 a. C., aproximadamente,
mejor que la de ninguna época anterior, en función de la diversidad de fuentes con las
que contamos: desde las cartas, poemas y tratados de Cicerón hasta las obras escritas
posteriormente por Apiano, Plutarco o Suetonio, por citar algunos. Según el historiador
británico Peter Brunt (1973: 165-166), fue el bitinio Dion Casio (155-235 d. C.) el que
brindó un mejor marco de referencia de la historia romana a partir del año 67 a. C.,
intentando ir más allá de la superficie de los acontecimientos. Sin embargo, según el
Brunt (1973: 165), Dion Casio “no siempre comprendió la escena de la República” (Brunt,
1973: 165). En este sentido, la memoria de los acontecimientos del último siglo de la
república romana ejerció una clara influencia sobre las generaciones posteriores. La
151
perspectiva de los hechos del pasado fue modificándose a lo largo de la historia romana,
en función del contexto social y político en el que fueron recopilados y plasmados en las
fuentes.
Alea iacta est
Cayo Julio César nació en el año 100 a. C. el seno de una familia patricia de escasa fortuna.
Emparentado con algunos de los hombres más influyentes de su época, comenzó su
carrera política a los 16 años, cuando el popular Cinna lo nombró Flamen Dialis, cargo
religioso del que fue relevado por el dictador Sila. Trasladado a la provincia de Asia,
combatió en Mitilene y volvió a Roma a la muerte de Sila en 78 a. C. En el año 73 a. C.
sucedió a su tío Cayo Aurelio Cota como pontífice. En el año 70 sirvió como cuestor en la
provincia de Hispania y como edil curul en Roma. En 63 a. C. fue elegido pretor. Al término
de su pretura sirvió como propretor en Hispania, donde capitaneó una breve campaña
contra los lusitanos (Cánfora, 2000: 30).
En el año 59 a. C. fue nombrado cónsul luego de un amplio triunfo en las
elecciones consulares. Sin embargo, los miembros de la facción senatorial, entre los que
se encontraba Catón el Joven, estaban decididos a imposibilitarle cualquier acción política
que redundara en poder y prestigio. Incluso su colega en el consulado, Calpurnio Bíbulo,
estaba aliado con Catón y los suyos. En esta situación, César no tenía otra salida que
establecer una alianza con los dos grandes líderes políticos del momento, quienes
también compartían la enemistad de Catón y su grupo en el Senado: el militar y político
Cneo Pompeyo y el aristócrata Marco Licinio Craso. Este triunvirato puso, por primera
vez, y eficazmente las decisiones públicas en manos privadas. A través de una serie de
acuerdos, sobornos y amenazas, consiguieron que los Consulados y los mandos militares
recayeran en las personas de su elección y que las decisiones fundamentales les fueran
favorables, con lo que logró sacar adelante una serie de medidas legales, entre las que
destaca una ley agraria que regulaba el reparto de tierras entre los soldados veteranos.
Esta medida, entre otras, le otorgaría a Cesar una imagen de general competente, político
y amigo del pueblo. Este apoyo popular sería un factor clave para su ascenso al poder
luego de la guerra civil, en una Roma aun profundamente anti monárquica. (Cánfora,
2000: 29-34; García Moreno, 1999: 111-112; Beard, 2015: 230-231).
152
Tras su consulado fue designado procónsul de las provincias de Galia Transalpina,
Iliria y Galia Cisalpina, esta última tras la muerte de su gobernador. Su gobierno se
caracterizó por una política muy agresiva con la que sometió a prácticamente la totalidad
de los pueblos celtas en varias campañas. César, con apoyo del Senado, acudió a poner
orden contra el jefe germano Ariovisto y contra los helvecios que querían cruzar la Galia
para instalarse en el oeste. Pero esto era más que una intervención de policía: mostraba
su voluntad de buscar la gloria para emular la de Pompeyo. Su relato sobre las Galias,
enviado a Roma periódicamente en forma de boletín, tendía a enmascarar
irregularidades de su iniciativa y a sobreestimar las dificultades vencidas, con el fin de
obtener nuevas legiones (Cánfora, 2000: 29-34; Christol y Nony, 1974: 114-115).
Entonces fue cuando la Galia central logró un acuerdo que encomendaba el
mando único al arveno Vercingetórix, quien tuvo la idea de atacar la Narbonense para
obligar a Roma a desguarnecer su dispositivo del norte. César pudo burlar la maniobra y
hacerse con Vercingetórix en Alesia. Para el verano del 51 a. C. toda resistencia gala había
cesado, aunque hizo falta un año para organizar los territorios conquistados. Cesar había
ganado una gloria militar que iba inmediatamente a la zaga de la de Pompeyo y que era
más reciente, y un ejército de diez legiones. Contaba, pues, con un excelente instrumento
y con uno de los graneros de Italia, la Galia padana. En Roma tenía partidarios, y el
convenio entre Pompeyo y el Senado ganaba para su causa a los jefes demócratas.
Además, el tribuno Curión y luego los tribunos Marco Antonio y Casio Longino eran sus
portavoces y arrojaban descrédito sobre las intenciones del Senado, para prorrogar el
mando de Cesar hasta su elección a un segundo consulado (Christol y Nony, 1974: 116;
García Moreno, 1999: 119).
El Senado propuso entonces una moción para que, a menos que César renunciara
a su ejército antes de cierta fecha, se lo juzgase como un traidor a la República. La moción
fue aprobada, pero vetada por Marco Antonio y Longino. El 7 de enero del año 49 a. C.
se aprobó el senatus consultum ultimum para deponer a César, después de lo cual se
advirtió a los tribunos que no interfirieran. Marco Antonio y su colega fueron a refugiarse
junto a César, que dio a sus tropas la orden de entrar en Italia. El 11 de enero, la
vanguardia del victorioso ejército de César cruzaba el río Rubicón, que marcaba el límite
entre la Italia provincial —la Galia Cisalpina— y la metropolitana. La guerra civil que
estalló a continuación, en la que César y Pompeyo serían ahora comandantes rivales, se
153
extendió por el mundo mediterráneo. Los conflictos internos de Roma ya no quedaban
limitados a Italia. La batalla decisiva del conflicto —la batalla de Farsalia, en el 48 a. C.—
se libró en la Grecia central, y Pompeyo acabó asesinado en la costa de Egipto. (Beard,
2015: 24-25; García Moreno, 1999: 119; Tatum, 2006: 205).
De César a Dion Casio
En los últimos días de su vida, César se propuso documentar los acontecimientos de la
Guerra civil —en tercera persona—, como ya había hecho unos años atrás con la
conquista de las Galias. La obra debía comprender también los relatos de las guerras de
Egipto, Asia, África e Hispania, pero su muerte prematura en los idus de marzo del 44 a.C.
dejó la obra interrumpida, y el escrito alcanza solo a los sucesos de dos años, el 49 y el 48
a. C. (García Moreno, 1999: 119). Los escritos que se encuentran en la mayoría de los
volúmenes a continuación de los Comentarios sobre la guerra civil son posteriores y aún
no se ha definido exactamente su autoría. Sin embargo, la narración continua de los
hechos se apoya todavía en crónicas posteriores (Brunt, 1973:165-166; Beard, 2015: 99).
César da inicio a sus Comentarios sobre la guerra civil relatando la reunión del
Senado del 7 de enero. Según su perspectiva, las negociaciones sucesivas demostraron la
mala fe de sus adversarios. Observamos este sesgo en un fragmento de las primeras
páginas de la obra, donde se describe el momento en el que César recibía la respuesta
del Senado a la carta que él había enviado; instándolo a licenciar a su ejército. Podemos
observar de manera clara la visión autorreferencial que caracteriza a la obra en estas
primeras páginas. Con respecto a esta visión, en el fragmento I, VII debemos hacer
hincapié en la notable confianza de César en la lealtad de sus soldados y sus acciones en
consecuencia, las que presenta al lector como completamente voluntarias:1
“Recibidas estas noticias, César, convocando a sus soldados, cuenta los
agravios que en todos tiempos le han hecho sus enemigos; de quienes
se queja que por envidia y celosos de su gloria hayan apartado de su
amistad y maleado a Pompeyo, cuya honra y dignidad había él siempre
procurado y promovido. Quéjase del nuevo mal ejemplo introducido en
la República, con haber abolido de mano armada el fuero de los
1
César apeló a su ejército, alegando que Pompeyo había sido corrompido por los optimates. Pidió a sus
soldados defender los derechos de los tribunos y defender la dignitas de su líder. Según Tatum (2006: 206209), todo dependía de su reacción; éstos percibieron que debían tener un interés en la preservación de su
dignitas, si esperaban seguridad al final de su servicio. Puede que algunos recordaran que fue César y no
Pompeyo quien había asegurado tierras para los veteranos, en contra de la hostilidad senatorial.
154
tribunos, que los años pasados se había restablecido; que Sila, puesto
que los despojó de toda su autoridad, les dejó por lo menos el derecho
de protestar libremente; Pompeyo, que parecía haberlo restituido, les
ha quitado aun los privilegios que antes gozaban; cuantas veces se ha
decretado que «velasen los magistrados sobre que la República no
padeciese daño» (voz y decreto con que se alarma el Pueblo Romano)
fue por la promulgación de leyes perniciosas, con ocasión de la violencia
de los tribunos, de la sublevación del pueblo, apoderado de los templos
y collados; escándalos añejos purgados ya con los escarmientos de
Saturnino y de los Gracos; ahora nada se ha hecho ni aun pensado de
tales cosas; ninguna ley se ha promulgado; no se ha entablado
pretensión alguna con el pueblo, ninguna sedición movido. Por tanto,
los exhorta a defender el crédito y el honor de su general, bajo cuya
conducta por nueve años han felicísimamente servido a la República,
ganado muchísimas batallas, pacificado toda la Galia y la Germania.
Los soldados de la legión decimotercia, que se hallaban presentes (que
a ésta llamó luego al principio de la revuelta, no habiéndose todavía
juntado las otras), todos a una voz responden estar prontos a vengar las
injurias de su general y de los tribunos del pueblo.” (César,
Comentarios… Libro I, VII, traducción directa del latín: José Goya
Muniáin y Manuel Balbuena. Subrayado propio)
También se ve evidenciado un recurso que utiliza Cesar para mantener su imagen alejada
de la idea romana —negativa— de un “aspirante al poder unipersonal” en el fragmento
I, XXXII; una invocación a la institución de la República:
“César, después de esto, repartió los soldados por los pueblos vecinos
para que descansasen el tiempo que restaba, y él en persona pasa a
Roma. Convocado el Senado, cuenta los desafueros de sus enemigos;
hace ver cómo no había él pretendido dignidad alguna extraordinaria,
sino que esperando el plazo legal para pretender el consulado, se había
contentado con lo que a ningún ciudadano se niega; que a pesar de las
contradicciones de sus enemigos y de la oposición porfiadísima de Catón
(que con sus prolijos razonamientos, como lo tenía de costumbre, tiraba
a entretener el asunto), los diez tribunos decretaron se contase con él
en su ausencia, siendo cónsul el mismo Pompeyo; el cual, si
desaprobaba el decreto, ¿cómo permitió que se publicase? y si lo
aprobó, ¿a qué fin impedirle el uso de la gracia del pueblo? Póneles
delante su sufrimiento en pedir de grado la dimisión de los ejércitos, lo
cual redundaba en menoscabo de su honor. Muéstrales la sinrazón de
los contrarios en proponerle condiciones a que ellos mismos no se
querían sujetar, queriendo antes trastornarlo todo que dejar el mando.
Pondera la injusticia en quitarle las legiones; violento e irregular
proceder contra los tribunos; las condiciones propuestas por su parte, y
las vistas tan ardientemente deseadas, como negadas pertinazmente.
Ruégales tomen a su cargo la República y le ayuden a gobernarla; que
si por temor hurtan el cuerpo, él no les será gravoso, y por sí lo hará
155
todo; es preciso también enviar diputados a Pompeyo a tratar de
composición. No le daba pena lo que poco antes dijo Pompeyo en el
Senado; que aquellos a quien se despachan diputados, por el hecho
mismo, se les reconoce superiores, y se manifiesta el miedo de quien los
envía; éstas sí que parecen palabras de ánimo flaco y apocado: por lo
que a sí toca, como ha procurado aventajarse en hazañas, así quiere
señalarse en la justicia y equidad.” (César, Comentarios… Libro I, XXXII,
traducción directa del latín: José Goya Muniáin y Manuel Balbuena.
Subrayado propio)
Estos acontecimientos narrados por César los encontramos en la obra del anteriormente
mencionado autor de la época imperial, Dion Casio. Lucio Casio Dion nació en Nicea,
Bitinia (actual Anatolia, Turquía) en una familia perteneciente al orden senatorial por su
línea paterna. Fue hijo del patricio Casio Aproniano, cónsul en 191, senador y gobernador
de varias provincias, y descendente por línea materna del historiador y filósofo griego
Dion de Prusa. Teniendo en cuenta que ocupó por primera vez el cargo de pretor, según
cálculos recientes, en el año 195 y de que éste se ejercía habitualmente alrededor de los
treinta años, puede inferirse que su fecha de nacimiento correspondería al año 165
aproximadamente (Gascó, 1988: 16). A lo largo de su carrera política fue designado
procónsul de varias provincias y ejerció las más altas magistraturas. Ejerció como senador
bajo Cómodo, pretor bajo Pértinax en 194, y cónsul sufecto probablemente hacia 204.
De 218 a 228 fue, sucesivamente, curator de Pérgamo y Esmirna, procónsul de África y
legado primero de Dalmacia y luego de Panonia Superior. Cónsul bajo Alejandro Severo
(229), posteriormente se retiró a Bitinia. En 235 renunció a la vida pública y se retiró a
Nicea para proseguir allí sus estudios (Gascó, 1988: 52-57).
La obra de Dion, la Historia Romana, estaba compuesta por 83 libros de los cuales
solo se conserva una parte. La Historia Romana narra los acontecimientos del período
que abarca desde la mítica fundación de la ciudad hasta aproximadamente el año 229 d.
C. (Gascó, 1988: 21). La narración de la Historia Romana se hace más pormenorizada a
partir del año 190 d. C., que seguramente fue el de su acceso al senado, circunstancia
que le facilitó una mayor proximidad a los hechos políticos y una posibilidad de contar, a
partir de su propia contemplación directa, los acontecimientos de la ciudad de Roma. Con
el fin de establecer un contraste con la visión imperial acerca de los mismos
acontecimientos narrados anteriormente en los Comentarios..., se seleccionaron algunos
fragmentos del libro XLI de la Historia Romana.
156
“A continuación, (Curión) llegó a Roma con una carta de Cesar para el
Senado, al empezar el mes (…) pero no la entregó a los cónsules hasta
que llegaron al lugar donde se reúne el Senado, porque temía que la
hicieran desaparecer si la recibían fuera. Incluso así, la retuvieron
mucho tiempo sin querer leerla, pero se vieron obligados a hacerla
pública por Quinto Casio Longino y Marco Antonio, que eran tribunos
de la plebe. (…)
En la carta estaba escrito, entre otras cosas, todo lo que César
había hecho en bien del Estado, así como su defensa de los cargos que
se le imputaban. Prometía licenciar a su ejército y dejar el mando,
siempre que Pompeyo hiciera lo mismo; pues decía que si este mantenía
las armas, no era justo que a él se le obligara a entregarlas para que no
quedase a merced de sus enemigos. (…)
César, cuando se enteró de esto, se dirigió a Arimino saliendo
entonces por primera vez de su jurisdicción y, tras reunir a los soldados,
ordenó a Curión y a los que habían llegado con él que les explicaran lo
ocurrido; después de esto, excitó sus ánimos diciéndoles cuanto la
ocasión requería. A continuación, marchó abiertamente contra la
propia Roma atrayéndose sin combate todas las ciudades que
encontraba, porque las guarniciones las abandonaban, unas por
inferioridad numérica y otras porque preferían su causa. Pompeyo,
cuando se enteró tuvo miedo, sobre todo cuando conoció por Labieno
(legado de César y lugarteniente en la guerra de las Galias, pasado a las
filas de Pompeyo en el 49 a. C.) todos los planes de César (…)
Pompeyo, teniendo en cuenta lo que le había sido revelado sobre
César, cambió de planes porque no tenía todavía una fuerza capaz de
combatirle y porque vio que los que estaban en Roma —especialmente
sus partidarios, pero también los demás— temían por la guerra por el
recuerdo de las luchas de Mario y Sila y querían verse libres y a salvos
de ella; así que envió a Cesar como legos voluntarios a Lucio Cesar que
era pariente suyo y a Lucio Roscio que era pretor, por si, de alguna
manera, podían evitar su ataque y después llegar a algún acuerdo en
términos razonables.”
(Historia Romana, libro XLI. Traducción de J. M. Candau Morón y M. L.
Puertas Castaños, pp. 250-253, aclaraciones y subrayado propios)
Del texto de Dion Casio se desprende una visión heroica de César. Podemos observar, por
ejemplo, la admiración que deja traslucir el bitinio cuando menciona que César “marchó
abiertamente contra la propia Roma atrayéndose sin combate todas las ciudades que
encontraba, porque las guarniciones las abandonaban, unas por inferioridad numérica y
otras porque preferían su causa” (Dion Casio, libro XLI, p. 252), y luego que “Pompeyo
tenía miedo” (Dion Casio, libro XLI, p. 253), presentando en esta contienda a Pompeyo
157
como un rival inferior a César, el cual, por temor, envió a Lucio César y Lucio Roscio a
negociar (Dion Casio, libro XLI, p. 253).
En la imagen del César de Dion Casio hay rasgos que corresponden a la idea
imperial de un buen gobernante único: se da cuenta de que ciertos honores se le
atribuyen por adulación (XLIII 15, 4), define su poder como el de un guía y un líder, frente
al despotismo y la tiranía (XLII 17, 2) y pide que se dirijan a él como un padre (XLIII 17, 5).
Cesar, entonces, representaría el poder personal basado en la protección, la virtud y la
Fortuna, cualidades positivas del imaginario imperial (Gascó, 1988: 20). Según Dion, el
poder de César procedía de las luchas civiles del final de la Republica, y para esto, un
factor decisivo era el apoyo del pueblo (Gascó, 1988: 22-26). El apoyo de la multitud era
paralelo al reparto del botín entre los soldados y de tierras entre los veteranos, como
pudimos analizar en el fragmento anteriormente citado de La Guerra Civil de César.
Conclusión
Mientras un recuerdo sigue vivo, es inútil fijarlo por escrito, por lo que la necesidad de
escribir la historia de un período, una sociedad, e incluso de una persona, no se despierta
hasta que están demasiado alejados en el tiempo. De esta manera, los grupos de
hombres que constituyen un mismo grupo en dos períodos sucesivos son como dos
troncos que están en contacto por sus extremidades opuestas, pero que no se unen de
otro modo, ni forman realmente un mismo cuerpo (Halbwachs, 1964: 82). Puede ser
históricamente práctico marcar el final de la república con el asesinato de César en el 44
a. C. o la batalla de Actium en el 31 a. C., pero llevó más de un siglo que la idea de la
República fuera purgada de la imaginación y memoria romanas (Gowing, 2005: 4). Sin
embargo, a diferencia de los romanos de la república, Dion Casio hizo expresa en su obra
su simpatía por el poder unipersonal y esto puede observarse en su obra, por lo que la
visión autorreferencial de César se ve apoyada en la visión heroica que nos presenta el
historiador bitinio. La imagen que Dion nos presenta de César se ve libre de los defectos
que, siguiendo la Historia Romana, caracterizaron a gobernantes posteriores. Así, como
consecuencia, es posible encontrar en Dion Casio conceptos propios de la realidad del
Imperio, aplicados a épocas anteriores. La importancia real de los hechos, en contraste
con la que Dion les atribuye, condicionan su concepción del pasado histórico y su
capacidad crítica ante las fuentes.
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Introducción, traducción y notas de J. M. Candau Morón y M. L. Puertas Castaños,
Madrid, 2004.
160
Hacia afuera del monasterio. Voces y trayectorias de las religiosas
pertenecientes a la constelación tercermundista en Mar del Plata, 19701975
Mayra Stefanía Moreira
Centro de Estudios Históricos
Universidad Mar del Plata
Introducción
Este artículo es una primera aproximación en la que pretendemos analizar algunas de las
especificidades que adquirió la participación social y política de las religiosas
pertenecientes a la constelación tercermundista1 (Touris, 2012), a partir de la historia de
Isabel, integrante de la congregación Hermanas Carmelitas Misioneras, en la ciudad de
Mar del Plata, a principios de la década del setenta. Este trabajo buscará contribuir a la
discusión sobre la trayectoria, la identidad y el rol desempeñado por las congregaciones
femeninas en la coyuntura posconciliar avanzando en las líneas de investigación
propuestas por Claudia Touris (2012) y María Soledad Catoggio (2016).
El periodo comprendido entre los años 1955 y 1976 estuvo marcado por la
proscripción del peronismo, la debilidad de las instituciones democráticas, el
autoritarismo y la violencia (James, 2003). En este marco, se produjo la emergencia de
una cultura contestataria caracterizada por el aumento de los conflictos sociales y el
ingreso de los jóvenes, como grupo social, al escenario político. El campo católico no se
mantuvo ajeno a los cambios que vivía la sociedad argentina. El impacto de los conflictos
sociales y políticos en su interior y en las relaciones de poder que lo surcaban se tornó
explícito. Las primeras querellas entre el clero y jerarquía surgieron a partir de las
actividades que los sacerdotes realizaban con los sectores populares. Hacia fines de los
años cincuenta comenzaron a gestarse algunas experiencias de religiosos que
1 La autora entiende que el catolicismo tercermundista fue una constelación laxa y heterogénea. “En ella se
congregaron individuos, grupos y corrientes diversas integradas por sacerdotes, religiosas y laicos. Si bien
el colectivo sacerdotal conocido como Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) fue el
sector más visible en la escena política, es adecuado considerar al catolicismo tercermundista como una
red social más extendida. Tal constelación involucró no solo a agentes eclesiásticos (sacerdotes y
religiosas), sino también a laicos formados inicialmente en ámbitos de sociabilidad católica que se fueron
desplazando hacia grupos políticos y agrupaciones armadas, es decir, saliendo del encuadre religioso”
(Touris, 2012: 6).
161
trasladaban su actividad misional hacia los barrios obreros y villas de emergencia. Algunos
vivían de su trabajo en las fábricas emulando la experiencia de los curas obreros
franceses.
En la década de 1960 el catolicismo entró en un estado de ebullición provocado,
en buena medida, por los debates abiertos —o potenciados— por el Concilio Vaticano II2
y, posteriormente, por la forma de implementar en el país sus propuestas. Al calor de
estos debates y disputas y en el contexto político autoritario, emergieron ideas y prácticas
sociales en el mundo católico que plantearon un desafío a la jerarquía y a los sectores
tradicionales de la Iglesia. Según Catoggio, el Concilio permitió impulsar y avanzar en una
serie de transformaciones que ya habían sido iniciadas con anterioridad en el ámbito
eclesiástico. En lo que hace a los temas internos de la iglesia católica, el programa de
renovación conciliar incluyó la colegialidad episcopal, el papel más autónomo de los laicos
en la vida eclesiástica y la libertad religiosa. A su vez, se discutía sobre el rol que se debía
asumir frente a la clase obrera, el crecimiento demográfico y los cambios que se estaban
produciendo en las costumbres sexuales de las familias (Catoggio, 2016: 61).
La emergencia de lo que Claudia Touris (2012) ha llamado “constelación
tercermundista” incluyó a sectores que han sido escasamente investigados, como fueron
las congregaciones femeninas y religiosas. Este grupo no fue exclusivamente clerical, sus
ideas también trascendieron a distintos ámbitos de la sociedad, —y su presencia fue muy
importante en los espacios populares como villas de emergencia, fábricas y sindicatos
(Touris, 2009; Catoggio, 2016)—. Los sectores populares —mayormente peronistas—, el
barrio y sus problemáticas, la pobreza y sus consecuencias fueron objeto de atención y
acción, pero no desde una mirada caritativa y asistencial, sino como parte de un renovado
pensamiento social y cristiano.
El desarrollo de los aportes realizados por los especialistas en la historia del
catolicismo nos permitirá establecer el marco de análisis para este trabajo y las líneas de
investigación en la que nos basaremos. A su vez, se ha utilizado fuentes orales para
recuperar las memorias de las religiosas que se han visto influenciadas por las ideas
tercermundistas en Mar del Plata, durante la década del setenta. El uso de entrevistas
2
Fue convocado por el Papa Juan XXIII en 1962 y clausurado por el Papa Paulo VI en 1965. Se propuso
actualizar la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma. Trató de la Iglesia, la Revelación, la Liturgia, la
libertad religiosa, etc. Recordó el Concilio la llamada universal a la santidad.
162
nos plantea determinadas dificultades al momento de reconstruir diversos
acontecimientos. Las fuentes de carácter oral y escrito serán entrecruzadas para
enriquecer la construcción histórica de la participación política y social. A través del
seguimiento de la trayectoria de Isabel y su vinculación con las ideas tercermundista se
buscará contribuir a los estudios de la Iglesia Católica en Argentina, desde una
perspectiva que se centre en la incidencia y la trayectoria de las mujeres que formaron
parte de la Constelación Tercermundista. Además, nos permitirá arrojar luz y complejizar
la mirada sobre la Iglesia católica, en Mar del Plata, durante la década del setenta. Para
ello, se trabajará teniendo en cuenta los aportes de la historia oral y los estudios de
género. Según Touris es interesante tener en cuenta esta perspectiva dado que,
habitualmente, cuando se habla de la historia de las mujeres y los estudios de género se
ha subrayado la “invisibilidad” de las mujeres a la hora de la reconstrucción general de
los grandes procesos históricos. En el caso de las religiosas podemos hablar de una “doble
invisibilidad”, dada la casi total subordinación en la estructura institucional de la Iglesia
(Touris, 2009: 53).
163
Los estudios sobre el catolicismo en Argentina
La historiografía no confesional sobre el catolicismo y la Iglesia se viene desarrollando
desde la década de 1980 cuando los académicos comenzaron a preguntarse por el peso
que la Iglesia había tenido en la emergencia de una cultura autoritaria. Esta preocupación
orientó los trabajos hacia algunas coyunturas o problemas específicos mientras que otras
etapas comenzaron a ser indagadas solo recientemente. En este marco se destacan los
estudios de Fortunato Mallimaci (1988) y Loris Zanatta (1996 y 1999), los cuales se
enfocaron en la década de 1930 y dieron cuenta de la emergencia de un catolicismo
integral y de la construcción del mito de la “nación católica”. Para los años peronistas, los
trabajos de Zanatta (1999), Caimari (1995) y Bianchi (1994) resultan indispensables en la
comprensión de los vínculos problemáticos entre Iglesia y política. A estos estudios se
suman los aportes que, desde una perspectiva general y de larga duración, analizan la
presencia de la Iglesia en la sociedad argentina (Di Stefano y Zanatta, 2000, Ghio, 2007).
En la última década, el campo de estudios sobre la Iglesia y el catolicismo mostró
gran vitalidad y desarrollo. Entre las miradas generales, Miranda Lida ofrece una historia
social sobre el catolicismo que amplía las lecturas exclusivamente centradas en el eje
político (Lida, 2015). Nuevos temas y perspectivas afloran en el horizonte de los
investigadores y se avanza en la revisión de cuestiones fundamentales de la producción
historiográfica (las ideas de secularización, romanización, el carácter rupturista del golpe
de 1930, los vínculos de Perón con la Iglesia, nuevas perspectivas regionales y locales,
etc.).
El período que siguió al derrocamiento de Perón adquiere mayor nitidez a partir
de los trabajos de José Zanca quien ha dado cuenta de los debates intelectuales que
cruzaron al catolicismo argentino, la crisis del modelo de cristiandad, el surgimiento de
una opinión pública y el proceso de secularización interna (Zanca, 2006 y 2009). Dentro
de lo que se podría caracterizar como “constelación tercermundista” resultan de
relevancia los estudios de Gustavo Morello (2003) y Esteban Campos (2016) sobre la
revista Cristianismo y Revolución, de Lucas Lanusse (2007) y Luis Donatello (2010) sobre
el influjo del catolicismo y sus redes en el surgimiento de Montoneros.
Claudia Touris sostiene que el catolicismo tercermundista fue laxo y heterogéneo,
donde se congregaron individuos, grupos y diversas corrientes integradas por sacerdotes,
religiosas y laicos. El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) fue su
manifestación más visible en la escena política, pero es necesario considerarlo como una
red social más extendida; en el cual no solo quedaron incluidos los miembros
eclesiásticos, sino también los laicos que se habían formado en distintos ámbitos de
sociabilidad católica y que, años más tarde lo integraron grupos políticos y agrupaciones
armadas, los cuales dejaron a un lado el encuadre religioso. Esta perspectiva nos
permitirá ampliar nuestro foco de análisis y pensar a las congregaciones femeninas
dentro de un ámbito más complejo, como parte de un entramado de relaciones entre las
mujeres que formaban parte de la iglesia, los eclesiásticos y los laicos. Es importante
tener en cuenta que:
“a diferencia de los curas, las religiosas tercermundistas, no
conformaron un movimiento o un colectivo orgánico. Se trató más bien
de opciones pastorales adoptadas por un grupo acotado de
congregaciones y que en muchos casos ni siquiera involucraron a la
totalidad de las mismas, pero que contribuyeron a conformar una
identidad definida” (Touris, 2012: 296)
Para comprender el lugar que ocuparon las religiosas dentro de la institución eclesiástica
y la manera en que se vieron influenciadas por las ideas conciliares, Touris propone
164
analizarlo teniendo en cuenta un proceso histórico de larga duración —en el cual las
congregaciones femeninas han quedado en una posición de desigualdad— y la militancia
que tuvieron las religiosas en la constelación tercermundista. A su vez, menciona que las
monjas no tenían la posibilidad de ejercer el sacerdocio y estaban obligadas a responder
a cualquier directiva decidida en la Santa Sede. Sin embargo, las mujeres cumplieron roles
fundamentales y realizaron diversas tareas de importancia para reproducir el lugar
privilegiado de la iglesia católica en la sociedad. La autora considera que participación de
las religiosas estuvo tensionada por dos modelos de comportamiento sintetizados en las
figuras de María y Marianne. El modelo mariano3 se apoyaba en el ejemplo de María,
virgen y madre, modelo de espiritualidad, sumisión a la voluntad divina, pureza y
abnegación. El segundo modelo, estaba relacionado con el peso que adquirió el proceso
de secularización4 y las formas de organización sociopolíticas que trajo consigo la
modernidad cristalizada en el nuevo modelo introducido en Francia desde fines del siglo
XVIII.
El vínculo que establece Touris con las figuras de “Marianne y María” permite ver
la tensión entre los modelos que representan la participación de las religiosas en la esfera
pública, en defensa de valores como la libertad y fraternidad, la mujer y madre. A su vez,
el perfil autoritario y patriarcal solo pudo comenzar a ser cuestionado a partir de las
modificaciones que se implementan tras el Concilio Vaticano II. Sin embargo, considera
que no hubo en los documentos finales cambios de carácter fundamental con respecto
al reconocimiento del lugar de las mujeres en el interior de la Iglesia, ni tampoco de su
participación en instancias deliberativas sobre la distribución del poder entre los agentes
religiosos masculinos y femeninos. Las relaciones de fuerza que se han generado entre
los hombres y mujeres dentro de la Iglesia, fueron en “desventaja” de las religiosas: “El
poder masculino y clerical quedó revestido de una legitimidad reforzada por discursos y
ritualidades de poderosa fijación en el imaginario social, como en el de las
representaciones y de las prácticas que sujetaban y predisponían a las mujeres a aceptar
su subordinación a la autoridad masculina paternal, marital o clerical” (Touris, 2012: 297).
3 Pueden
consultarse los trabajos de Patricia Fogelman (2006).
secularización es entendida como un proceso de separación entre lo religioso y lo cultural, y de pérdida
de visibilidad de lo religioso en la sociedad. Este proceso puede revestir distintas intensidades. De un modo
más específico, la secularización hace referencia a la separación de Iglesia y Estado: el estado deja de ser
“confesional” para convertirse en una realidad neutra.
4 La
165
Podemos apreciar esta situación al estudiar las formas en que se organizaron los
miembros de la iglesia, alrededor de la figura masculina, marital y patriarcal. Sin embargo,
como mencionamos anteriormente, las religiosas, a su vez, son reproductoras y
defensoras del lugar privilegiado de la institución religiosa en la sociedad, dado que
representan, dentro de la Iglesia católica, la posición que ocupan las mujeres en la
sociedad: están dedicadas a la educación, a la atención de aquellos que no pueden
valerse por sí mismos y a las tareas de reproducción cotidiana (Bianchi, 2015: 76). Bianchi
afirma que la presencia de congregaciones religiosas femeninas en Argentina no se limitó
solamente al ingreso de aquellos grupos que provenían desde Europa. A fines del siglo
XIX y comienzos del siglo XX se produce una expansión del movimiento que permitió la
fundación de distintas hermandades en nuestro país. Según Cynthia Folquer (2000),
podemos inscribir a este fenómeno dentro del “asociacionismo” que caracterizó al
periodo de formación del Estado nacional, que permitía la participación de las mujeres
en nuevas formas de sociabilidad y prácticas políticas consideradas “modernas” para ese
momento. Esto les permitió contar con nuevos espacios de inclusión en las estructuras
de la Iglesia católica y en la sociedad en general. La diversidad de su competencia les
brindaba también una gama de actividades que parecía diluir la difusa línea que separaba
las esferas de lo público y lo privado (Folquer, 2010: 201). Además, la proliferación de
estos sectores constituyó un factor importante para la democratización del
reclutamiento del personal eclesiástico.
Aquellas mujeres que integraron las congregaciones de “vida activa”, que se
encontraban apartadas de las obligaciones conventuales, se caracterizaron por
actividades específicas como fueron las tareas asistenciales o la enseñanza, y por su
aspecto exterior, en el uso del “hábito” que cubría su cuerpo y la práctica de la vida
comunitaria. Además, Susana Bianchi menciona que, si bien estas religiosas debían
mantener la vida “en común” y la obligación de practicar los tres votos: obediencia,
castidad y pobreza, su “vida activa” era expresada en la dedicación a la enseñanza y a
actividades asistenciales, les otorgó reconocimiento social por la función que cumplían.
Incluso, estos sectores lograron una expansión que les permitió establecerse en distintas
provincias de nuestro país. (Bianchi, 2015). Se las designó como “hermanas” para poder
166
diferenciarlas de aquellas mujeres conventuales.5 Además, a diferencia de las que
llevaban una vida en el interior del monasterio, estas realizaron “votos simples”, es decir,
no afectaban la libertad de la persona. La organización tuvo también una continuidad
dada por el “noviciado” para la formación de nuevas integrantes. En síntesis, la
congregación constituyó una sociedad jerarquizada integrada estructuralmente a la
Iglesia católica. De este modo, a pesar de su modernidad, continuaban siendo la barrera
que separaba a las mujeres “consagradas” del mundo de los laicos.
Periodo de reformas conciliares
¿Qué cambios se introdujeron con el Concilio Vaticano II? Hacia 1948, la cúpula del
vaticano anunciaba la convocatoria a un nuevo Concilio que sería la continuación del que
se había suspendido en 1871. Pío XII se había referido, en diversas ocasiones, a la
accommodata renovatio (adecuada renovación) de la vida consagrada femenina. Con
este propósito, en 1952, se llevó a cabo en Roma el Congreso de Superioras Generales
en el que se expusieron las dificultades por las que se atravesaba: desde la falta de
reclutamiento hasta la necesidad de reformar reglas y dar a las religiosas una educación
adecuada6 (Bianchi, 2015: 183).
Otro antecedente importante que nos permite comprender la magnitud de las
transformaciones que se produjeron al interior de las congregaciones femeninas, en
Argentina, fue la realización del Primer Congreso Internacional de los Estados de
Perfección, en 1954. Touris menciona que en esta reunión participaron distintos países
de América Latina y asistieron unas 5000 religiosas (un 40% de las asistentes eran
argentinas) y solo unos 1000 religiosos. El objetivo de este encuentro era renovar la
teología y la vida de los religiosos teniendo en cuenta las realidades que se vivían en ese
momento. “El tono general no hizo más que reafirmar la exaltación del estado
Referimos a las religiosas con “votos solemnes” que marcan la pérdida de los derechos civiles. La vida
contemplativa de clausura en los monasterios de voto solemne, por su separación radical del mundo,
continuaba siendo la forma de vida religiosa por excelencia, a pesar de su reducción numérica. Incluso, el
mundo de las congregaciones parece obsesionado con el modelo conventual por la perfección del
compromiso religioso que representaba y por el prestigio social que aún conservaba dentro del ámbito
católico. En rigor, para varias de estas mujeres, la nueva “fundación” o la elección de una congregación de
vida activa se presentó como una alternativa al frustrarse el ingreso a un monasterio. (Bianchi, 2015).
6 Las intenciones de reforma abarcaban incluso a los monasterios En 1950 se dictó la Constitución
Apostólica Sponsa Christi con la intención de conciliar la vida monástica con “una moderada participación
en el apostolado” (Pio XII, 1950).
5
167
supuestamente superior de los religiosos sobre los laicos, al tiempo que se ratificaba la
sospecha sobre los laicos, al mismo tiempo que se ratificaba la sospecha sobre los inventos
modernos” (Touris, 2012: 308). Sin embargo, las actas de la jornada permiten percibir los
pensamientos de autocrítica y el clima de renovación que comenzaba a surgir.
Las congregaciones, hasta ese momento aisladas unas de las otras, comenzaron a
participar en espacios de convergencia, como el Consejo de Superiores Mayores
Religiosas (COSMARAS) que también aspiraba a ser interlocutor ante las jerarquías
eclesiásticas y fue otra consecuencia del Primer Congreso Internacional de los Estados de
Perfección. A su vez, este Consejo de Superioras estuvo vinculado a la Unión Internacional
de Superioras Generales (UISG). Estas jornadas se enmarcaron dentro de políticas que
buscaban transformar al catolicismo en una contra-cultura frente a la sociedad moderna.
“En pocos años, el encierro material y simbólico en el que habían vivido las monjas7
durante siglos se vio fuertemente alterado por el soplo de aire fresco que, según expresara
el papa Juan XXIII en su sesión inaugural del Concilio Vaticano II, la iglesia lo necesitaba”
(Touris, 2009: 56).
El Papa Juan XXIII retomó las ideas establecidas por Pio XII en 1959 y decidió que
se convocara el CVII. Se esperaba que la Iglesia se adaptara a los nuevos tiempos y que
sea receptiva de las realidades modernas. Claudia Touris menciona que antes de que se
llevara a cabo el concilio, la iglesia argentina ya se encontraba convulsionada tras la caída
del peronismo.
“Sin embargo, pensamos, que el epicentro de la crisis que se instala en
el catolicismo argentino por aquellos años, se desata con una fuerza
incontenible a raíz del CVII. (…) la dinámica conciliar no hizo otra cosa
que sacar a la superficie temáticas y disputas no resueltas entre las
distintas líneas internas de los católicos argentinos, las cuales se
entrecruzarían a su vez con las provenientes del campo ideológico y
político. Lo mismo puede decirse respecto de algunas iniciativas en el
campo pastoral y de liturgia” (Touris, 2012: 119).
Pablo VI, en 1965, publicaba el decreto Perfectae Caritatis el cual establecía las medidas
para la adecuada renovación de la vida religiosa, manteniendo la expresión
“accommodata renovatio” que había sido utilizada por Pío XII, de acuerdo a los objetivos
“A partir del Concilio Vaticano II, el término monjas (hasta ese entonces extensivo a todas las órdenes y
congregaciones femeninas) solo se aplica a las órdenes y congregaciones de vida contemplativa y a las
que optaron por mantener la clausura. Mientras que a las de vida apostólica corresponde la designación de
religiosas” (Touris, 2000).
7
168
que se habían establecido con el concilio. Una de las modificaciones que se proponía era
la vuelta al evangelio y al carisma fundacional, es decir, la participación activa de las
congregaciones en la vida de la iglesia, adaptándose cada vez más a las necesidades que
marcaba la doctrina cristiana, desarrollar una renovación de carácter espiritual y
reconocer los “signos de los tiempos” (Touris, 2012: 311). Sin embargo, las respuestas de
las congregaciones a estas modificaciones no fueron uniforme, cada comunidad fue
resolviendo estos cambios en diferentes tiempos, de distintas maneras. Si bien algunos
sectores reconocían la necesidad de establecer ciertas transformaciones, había ciertas
prácticas que no podían desaparecer de un día para el otro.
Las ideas tercermundistas también alcanzaron a las congregaciones femeninas
(Touris, 2009). Liberadas de la clausura, algunas religiosas pudieron instalarse en el
interior del país, en áreas rurales, en “villas miserias”, en barrios marginales o donde
consideraron que podían cumplir mejor su “vocación apostólica”. Se trataba de intentar
lo que los documentos eclesiales definieron como “vida inserta”, interpretada como
“seguir al pueblo pobre” (Quiñones, 1999). De un modo u otro, más allá de las posteriores
idealizaciones, las religiosas que siguieron esta opción constituyeron una minoría dentro
del mundo congregacional. Sin embargo, las distintas entrevistas dan cuenta de la
importancia que tuvo este sector en los trabajos de promoción humana llevados a cabo
en los barrios periféricos de la ciudad de Mar del Plata. Una de nuestras entrevistadas fue
Isabel, quien perteneció a la Congregación de las Hermanas Carmelitas Misioneras. A
partir de su testimonio pretendíamos conocer cómo se habían visto influenciadas las
congregaciones religiosas femeninas y la manera en que estas habían modificado sus
vidas. A través de sus recuerdos pudimos reconstruir los distintos espacios de
participación y las actividades que las religiosas llevaban a cabo en la ciudad de Mar del
Plata en la coyuntura posconciliar.
Según Touris (2012) las reformas parecen haber comenzado en aquellas
congregaciones dedicadas a la educación de las niñas, donde las actividades que
comenzaron a desarrollar con las alumnas de los colegios eran muy distintas a las de los
objetivos fundacionales. Anteriormente, la educación que recibían las religiosas era
rudimentaria dado que el acento era puesto en su preparación para vivir en comunidad
y en acatar las normas disciplinarias. Resultaban ser pocos los casos donde las religiosas
hubiesen podido realizar los estudios superiores o universitarios, la posibilidad de
169
estudiar era un derecho masculino. Las mujeres que podían acceder a la educación
optaban por las carreras del ámbito de la salud y la educación. Isabel8 nos contaba que:
“(…) yo estudié para ser monjita porque tenía una tía que también era
monja, luego nos mudamos a Lobería y después vine a Mar del Plata,
me designaron acá como rectora del colegio del Carmen, desde 19721982 también estudié el profesorado de Historia y Geografía. Cuando
me trasladaron a Mar del Plata, primero trabajé como profesora y luego
como rectora (…)”9.
Isabel nos indicó la importancia de la labor conjunta entre los hombres y las mujeres que
eran miembros de la Iglesia. Estas actividades las realizaban en los barrios periféricos de
la ciudad, lo que nos permitió abrir una línea de investigación sobre la participación de
mujeres, laicos y religiosos. A su vez, posibilitó que advirtiéramos la importancia que tuvo
en Mar del Plata la actividad misional, la ayuda en los barrios o villas miserias, en las
escuelas y comedores.
“(…) Trabajábamos en las villas, como la villa de Paso, villa que estaba
casi desaparecida, íbamos una o dos veces por semana, ahí dábamos
apoyo escolar, festejábamos con las alumnas del Colegio Nuestra
Señora del Carmen, nosotros queríamos que las alumnas tuvieran un
compromiso cristiano de la fe, entonces con las chicas organizábamos
siempre la fiesta del Día del niño, las chicas preparaban con mucha
ilusión todo esto, luego venían los chicos al colegio y tomaban
chocolate… Todo lo que fuera inserción en lugares donde había pobres
era llamado subversivo, simplemente porque querías comprometerte
con alguien que sufre (…)”10.
Touris y Bianchi sostienen que algunos cambios impulsados por el concilio fueron
negativos para las religiosas de mayor edad. La abolición de la clausura y la reorganización
de las congregaciones en pequeñas comunidades, las obligó a abandonar su vida en
clausura en los colegios para insertarse en distintos ámbitos de la sociedad, dejando de
lado la seguridad y la estabilidad que la vida consagrada les había permitido. (Bianchi,
2015; Touris, 2012). A su vez, muchas de ellas debieron retomar sus estudios y recibir
una formación profesional, debían responsabilizarse de ellas, su tiempo y el dinero. “La
mayor autonomía en el manejo del tiempo y del dinero, la importancia otorgada al estudio
de los textos bíblicos y al conocimiento de la realidad social se contraponían con la
8 Entrevista
realizada por Moreira Mayra y Tonon Ludmila a Isabel, Mar del Plata, 2016.
de Moreira Mayra y Tonon Ludmila a Isabel, Mar del Plata, 2016.
10 Entrevista de Moreira Mayra y Tonon Ludmila a Isabel, Mar del Plata, 2016.
9 Entrevista
170
concepción de fuga mundi que caracterizaba la forma de vida anterior” (Folquer, 2000).
Se esperaba que las religiosas dejaran el encierro y empezaran a realizar tareas de
promoción humana. Las religiosas comenzaron a adquirir ciertas obligaciones que,
anteriormente, no tenían o no estaban obligadas. Esta situación marco un importante
choque generacional. Aquellas que debían adaptarse a los cambios que el mundo estaba
viviendo y las que pretendían una Iglesia más igualitaria, con mayor participación y
reconocimiento en la toma de decisiones.
Como señalan los trabajos de José Pablo Martín (2010), en periodos posteriores
al Concilio se manifestaron al interior de la institución el traslado de las tensiones de la
jerarquía eclesiástica, quedando visibilizado a través de los conflictos entre algunos de
los miembros de la cúpula del papado (quienes privilegiaban los principios de autoridad,
orden y disciplina), y aquellos sacerdotes que encontraron en la militancia política y
social, un nuevo ámbito de participación. Según Touris (2009) el catolicismo argentino
que adhirió a la línea liberacionista, tuvo características específicas: humanitario,
cristiano y latinoamericano. Esta teoría de pensamiento se proponía reformar la iglesia
desde adentro o reinventarla, pero no pretendía romper con la institución. El MSTM fue
el grupo que adoptó estas formas de pensar. Sin embargo, este sector no fue el único
que llevó a cabo las ideas propuestas por el concilio. “Hablamos de una constelación
bastante más extendida hacia una red donde, además de clérigos, participaron grupos de
cristianos radicalizados nucleados en torno a la revista Cristianismo y Revolución (19661971) que entendían como legitima la lucha armada” (Touris, 2009: 59).
Resulta interesante pensar que las transformaciones que se produjeron en el
interior de la iglesia no fueron percibidas de la misma manera entre sus miembros. De
acuerdo con las investigaciones realizadas por Touris y Bianchi sobre la participación de
las congregaciones religiosas, podríamos decir que el grado de politización y militancia
no fue la misma entre los hombres y las mujeres. Isabel menciona que las religiosas no
participaban de la política, no opinaban de ciertos temas, incluso había lecturas que no
realizaban y sostiene que su congregación no estaba de acuerdo con la lucha armada. “La
“opción por los pobres” implicaba una vuelta a los “mandamientos evangélicos” más allá
de la política; el compromiso era “estar en el mundo” del lado de los más débiles, víctimas
de un orden social marcado por la injusticia y la violencia. Las religiosas que optaban por
171
la “vida inserta” se proponían abandonar la vida confortable de la congregación, para
permanecer junto a los más sufrientes” (Bianchi, 2015: 186).
“(…) ¿Por qué éramos subversivas? Porque íbamos a la villa, los curas
también estaban allá y la hermana Marta también iba. Nosotros no
andábamos armados, ¿Te imaginas? no teníamos armas, nuestros
principios no eran armados, no teníamos armas, jamás en la vida. No
vimos ningún cura o monja con arma. Nunca escuche que algún cura
estuviese armado. No éramos Montoneras. Lo nuestro era trabajo
social, trabajo de promoción humana, dar clases por ejemplo, ayudar a
los nenes del barrio (…)”11.
Isabel sostenía que los hombres y las mujeres no siempre se desempeñaban de la misma
manera, eran muy pocas las mujeres que decidían participar en los barrios, en las villas y
en otros espacios públicos. Ella recuerda que cuando hablaban de sus “hermanas” se
decía que tenían armas, que eran montoneras y estos comentarios eran peligrosos. Las
actividades que llevaban a cabo contaba con la participación de sus alumnas, en el colegio
era común que realizasen tareas a beneficio de los más necesitados. En la entrevista
remarcó en diversas oportunidades que ellas no realizaban labores políticas, existían
muchas diferencias entre la política y la religión: “(…) no transmitíamos ideologías, eran
actividades sociales, de promoción humana, daban clases de apoyo en los barrios,
ayudaban a los chicos (…)”12. No todas las congregaciones que existen actualmente en la
ciudad desarrollaron las mismas actividades, es decir, no todas tenían que seguir una
misma misión y no siempre participaban en los mismos espacios.
Estaba claro que las mujeres buscaron ocupar un nuevo lugar en la sociedad y
esto involucró, también, a las religiosas dado que les representó contradictorio y
problemático dentro de los modelos de María y Marianne. Si bien el concilio significó
grandes cambios y transformaciones en sus vidas y les permitió contar con una mayor
participación por fuera de los muros del convento. Sin embargo, no podemos afirmar que
se hayan definido a ellas mismas como “feministas” ni que hicieran de la teoría su lucha
personal.
11 Entrevista
12 Ídem.
realizada por Moreira Mayra y Tonon Ludmila a Isabel, Mar del Plata, 2016.
172
Conclusiones
En este artículo nos propusimos analizar que especificidades adquirió la participación
social y política de las religiosas pertenecientes a la constelación tercermundista. Se
pretendió conocer las reformas que se llevaron a cabo a partir del Concilio Vaticano II y
cómo se vieron afectadas las religiosas. La entrevista realizada a Isabel nos permitió dar
cuenta de las actividades de los sacerdotes y religiosas, quienes actuaron como nexo
entre las personas que vivían en los barrios periféricos de la ciudad.
Es importante marcar la relación que existió entre las distintas comunidades
religiosas y las redes de solidaridad y comunicación que se tejieron entre ellas. El vínculo
que se estableció entre estos sectores con los colegios católicos y distintas familias en los
barrios, se dio beneficiada por las actividades que los miembros de la iglesia organizaron
y prepararon a los jóvenes laicos, en su mayoría estudiantes, provenientes de las clases
medias, y ponerlos en contacto con quienes vivían en los barrios más alejados. Las
religiosas tuvieron una amplia participación y les otorgaron prioridad a las acciones de
promoción humana por sobre su tarea evangelizadora.
A pesar de estos avances, son numerosos los temas y problemas que siguen
pendientes. En particular, se hace necesario reconstruir las transformaciones, los
conflictos, los debates y las articulaciones identitarias que se dieron en el interior del
catolicismo, en escenarios locales. Consideramos que las mujeres tuvieron una
participación activa y fundamental en el proceso de inserción en los barrios de las
ciudades de nuestro país. Los sacerdotes y las religiosas iniciaron de manera conjunta la
construcción de una cultura contestataria, la cual se encontraba impregnada por un clima
de grandes cambios a nivel mundial, pero, a su vez, expresó la dificultad que representaba
para la jerarquía eclesiástica el rol que comenzaron a desarrollar las religiosas, los
sacerdotes y los laicos. En este sentido, este artículo pretendió contribuir y dar luz sobre
las trayectorias y la participación que tuvieron las congregaciones femeninas y religiosas
en la ciudad de Mar del Plata, durante la década del setenta. Recuperar esas voces y la
conflictividad de las relaciones que desnudan ese proceso, resulta un paso necesario para
lograr respuestas sobre los problemas complejos que plantea la intervención política y la
presencia social de la Iglesia.
173
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175
El XI Campeonato Mundial de Fútbol Argentina 1978. Fiesta y pasión
nacional en tiempos de represión. Una propuesta de investigación
Maylén Bolchinsky Pinsón
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
La siguiente comunicación recoge el proyecto de investigación que toma como objeto de
estudio un acontecimiento, a saber: el XI Campeonato Mundial de Fútbol, un fenómeno
deportivo de carácter masivo organizado por el gobierno de facto (1976-1983) en la
Argentina de 1978; en una coyuntura caracterizada por la represión política.
El estudio del acontecimiento en la historiografía, luego de haber atravesado un
largo eclipse —asociado a la historia historizante— ha sido revalorizado y resignificado
(Nora, 1974). El acontecimiento es un constructo social que retorna continuamente
reinterpretado (Dosse, 2013). Tiene un carácter disruptor, excepcional, pero al mismo
tiempo es posibilitado por —y es sintetizador de— distintos procesos que lo configuran
y lo exceden. Así el análisis del acontecimiento “renovado” permite esa doble lectura que
obvia la antinomia entre el tiempo corto y la larga duración (Pastoriza, 2015).
El Mundial de Fútbol Argentina 1978 representa un acontecimiento paradójico, la
conjunción de la “fiesta nacional” en medio del horror y la represión. ¿Cómo fue posible
que en una de las etapas más oscuras de la historia argentina se gestara un clima de
euforia, alegría y exaltación de la pasión nacionalista, compartido por una mayoría social?
¿Cómo se explican aquellos aires carnavalescos que encontraron en una misma
“hinchada” a diversos sectores, grupos y sujetos cuyas contradicciones políticas —en un
escenario de exacerbación de la violencia y represión estatal sin precedentes— habían
alcanzado niveles irreconciliables?1
Un relato mítico, ejemplo simbólico de la paradoja que rodea al mundial, cuenta que el “tigre” Acosta, uno
de los más violentos torturadores de la Marina, entraba a las celdas de los detenidos y compartía la euforia
despertada por los goles de la selección (Archetti, 2004). Otra muestra de las contradicciones despertadas
por la celebración del campeonato mundial en el contexto represivo es el debate dado al interior de la
organización armada Montoneros al respecto de respaldar o no al Comité de Boicot a la Copa Mundial
impulsado desde algunos países en Europa. (Franco, 2005).
1
176
Enmarcado en el campo de los estudios que problematizan las relaciones
dictadura-sociedad, el presente proyecto se propone analizar el mundial de fútbol desde
una doble perspectiva. Por un lado en su vinculación con el gobierno de facto, en tanto
política pública en sintonía con un proyecto político nacional, haciendo foco en un
aspecto aún poco explorado para el caso del mundial: las vinculaciones con la juventud y
los jóvenes. Por el otro se complementará el abordaje con una mirada que contemple las
experiencias2 y emociones3 de la sociedad respecto del fenómeno mundial, enmarcadas
en la configuración de una cultura política y una comunidad nacional —que, aunque
construida, imaginada (Anderson, 1991) no deja de ser estructurante (Grimson, 2007)—
que les otorgan sentidos.4
Fútbol y política: El Mundial ‘78, la dictadura y los jóvenes
En las últimas décadas, en particular con el impulso que tomaron las políticas de
memoria, verdad y justicia a partir del 2003 con el gobierno de Néstor Kirchner, la
construcción de un imaginario en la memoria colectiva sobre el Mundial ‘78, estuvo
dominada por visiones que lo han asociado al terror, destacando el uso político del evento
por parte de la dictadura militar.5 Diversos trabajos históricos, sociológicos y periodísticos
han analizado al Mundial ’78 como un fenómeno deportivo puesto al servicio del
gobierno de facto.6 En líneas generales se sostiene que la celebración del Campeonato
Mundial de Fútbol en la Argentina, aunque fuera un compromiso asumido muy
previamente a la irrupción del gobierno de facto en el poder, posibilitó el despliegue de
un dispositivo propagandístico oficialista que, tanto al exterior como al interior del país,
silenciaba la coyuntura represiva (Águila, 2014; Franco,2002). En un plano cultural,
Se recupera el concepto de “experiencia” de Thompson (1989) como categoría “que incluye la respuesta
mental y emocional, ya sea de un individuo o grupo social, a una pluralidad de acontecimientos.
3 Esta perspectiva se vincula con el llamado “giro afectivo”, estrechamente relacionado con la nueva historia
de las emociones, campo que se encuentra actualmente en expansión. Es así como la historia de las
emociones se convierte en una forma de ingresar al estudio de los sujetos desde una aproximación más
personal que hace énfasis en los procesos de formación de las subjetividades como una tensión entre lo
íntimo y lo colectivo. (Stearns, 1985; Reddy, 2001; Rosenwein, 2006; Frevert et al., 2014).
4 La propuesta recupera como base el trabajo realizado en años previos, con el apoyo de dos becas de
investigación (EVC) del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y una beca otorgada por la Universidad
Nacional de Mar del Plata; a partir del cual se han comenzado a definir algunas de las problemáticas en
torno al Mundial´78 restringidas a un espacio local, la ciudad de Mar del Plata, subsede oficial del evento.
5 Sobre el proceso de construcción de una memoria colectiva cambiante respecto al Mundial ver: Ferrero
(2008).
6 Entre otros: Gasparini y Ponsico (1983), Scher (1996), Di Giano (2001), Llonto (2005), Gotta (2008).
2
177
simbólico, se ha pensado a la fiesta mundialista como un carnaval purificador, que daría
cierre a una etapa “oscura”, a fin de iniciar una nueva era de unidad nacional (Schindel,
2012). En esa línea la celebración del mundial de fútbol en la Argentina brindó la
coyuntura propicia para la difusión de relatos patrióticos (Turner, 1998; Archetti, 2004;
Ferrero-Sazbón, 2007) que sintetizaban la configuración del imaginario de Nación que la
dictadura pretendía instaurar, cimentado en la trilogía tradicional: “Dios, Patria y
Familia”.
Desde estas interpretaciones el Mundial´78 se erige como un icono, junto a los
Juegos Olímpicos de Berlín (1936) auspiciados por el nazismo o el Campeonato Mundial
de Fútbol (1934) celebrado en la Italia fascista de Mussolini; de la utilización política del
deporte llevada a cabo por gobiernos dictatoriales con fines propagandísticos o de
adoctrinamiento de la población. Diversos estudios sobre estos regímenes autoritarios
europeos, han indagado en las vinculaciones entre deporte y juventud.7 Dogliani (2017)
estudia los mecanismos desplegados por el fascismo italiano para construir el “hombre
nuevo” de una nación “renovada”, entre los que se destaca el programa relativo al
adoctrinamiento de las nuevas generaciones de italianos. El deporte, las actividades
físicas y recreativas y, en particular, el fútbol resultaron ser uno de los instrumentos más
eficaces del régimen totalitario italiano para fortalecer un sentimiento de comunidad e
identidad nacional en torno a símbolos, mitos, rituales y lugares. Los jóvenes fueron los
destinatarios privilegiados de aquellas políticas.
En el caso de la dictadura militar argentina el proyecto refundacional del régimen
exigía resignificar a la juventud, por lo cual se la constituyó en el plano de las
representaciones8 en la heredera del Proceso de Organización Nacional (PRN) (Luciani,
2017). Se implementaron, a su vez, una diversidad de políticas públicas que implicaron la
persecución y eliminación de aquellos jóvenes que se habían “desviado del camino”9,
7 Se entiende por juventud un constructo sociohistórico y cultural, producto de un proceso siempre múltiple
y situado. Levi y Schmitt (1996), Souto (2007), Bourdieu (1990).
8 Las representaciones consisten en sistemas de interpretación, generadores de esquemas que producen
y clasifican lo social, que orientan y organizan las conductas. (Chartier, 1995).
9 Según la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), el 69,13% de las personas
“desaparecidas” tenían entre 16 a 30 años al momento de su secuestro y 250 de ellos eran estudiantes
secundarios (CONADEP, 1984: 298). Para Manzano (2010) estas cifras no deberían llevarnos a la
conclusión de que “desaparecieron por ser jóvenes”, sino por su militancia política y social. Por su parte
Luciani (2017) explica que aunque circularan en el imaginario popular ciertas representaciones de la
juventud que la asociaban en forma directa con la llamada subversión —e impulsaron la estigmatización de
los jóvenes y la consideración de los espacios juveniles, como ámbitos “peligrosos”, objetivos privilegiados
178
como la inclusión y el resguardo de otros grupos juveniles que ocuparía un lugar
privilegiado en la nueva Argentina que prometía el PRN (González, 2012).
Durante el Mundial de Fútbol se destacaron las referencias a la juventud y la
participación de jóvenes en los hechos que rodean al evento. No solo porque los jóvenes
que integraron el seleccionado nacional se convirtieran en figuras heroicas y patriotas
ejemplares, sino también porque el despliegue del espectáculo deportivo se sostuvo, en
parte, por la labor de una importante población juvenil que desempeñó diversas
funciones, como voluntarios o trabajadores. En la ceremonia inaugural del Mundial, unos
dos mil estudiantes de colegios secundarios, realizaron una performance de gimnasia
artística coordinada, que se replicó en las subsedes. Asimismo los jóvenes desarrollaron
tareas en los estadios, centros de prensa y centros de atención turística dispuestos para
el evento internacional: traductores, acomodadores, ayudantes de tribuna, guías
turísticos, asistentes, choferes. A su vez en el contexto del Mundial ante la victoria de la
selección argentina en el campeonato se desarrolló una manifestación masiva de explícita
celebración y elogio a la figura de Videla, protagonizada por estudiantes de colegios
secundarios.10
Nos preguntamos entonces si el Mundial ‘78 puede ser analizado en el marco de
las políticas públicas desplegadas por el gobierno de facto que ponen en juego
vinculaciones con el mundo juvenil. Es decir, ¿hubo un especial interés por parte de la
Junta militar de hacer partícipes a los jóvenes en el evento mundial? ¿Se pretendió
infundir, particularmente entre los jóvenes, un ideario patriótico movilizado por el fútbol,
que se enmarcaba en un proyecto político mayor? En vistas a comenzar a elaborar
respuestas para estos interrogantes iniciales se propone examinar las representaciones
de la(s) juventud(es) y los jóvenes que circularon durante el Mundial, como la
participación juvenil en la puesta en marcha del espectáculo deportivo.
Fútbol, sociedad y pasión nacional
Por otro lado ¿Cómo puede interpretarse la participación social en la fiesta mundialista,
celebrada en un escenario represivo que negaba el terror de la dictadura militar? Con la
de la acciones represivas—, esta apareció en los discursos militares no como una condición intrínseca a la
juventud sino más bien como extraña al joven pudiendo, desde afuera, enajenarlo.
10 Entre otros: La Prensa, 26/06/1978, p. 5.
179
difusión masiva de los crímenes del terrorismo de Estado, iniciada en la última etapa de
la dictadura militar, una mayoría social que había participado y festejado —entre otros
episodios— con orgullo nacionalista la victoria en el mundial de fútbol, se enfrentó a lo
que Archetti (2004) llama un “dilema moral”. Aquel puede ser pensado en torno a la
problemática relación entre fútbol —o deporte—, sociedad y política.
Si definiéramos un arco de posibles interpretaciones respecto de la asociación
entre política y deporte nos encontramos en un extremo con los postulados ya clásicos
abonados por Jean-Marie Brohm (1975) y, epigonalmente, por Sebreli (1997), según los
cuales toda manifestación de masas significa un nuevo ejemplo de manipulación de la
sociedad civil. En el otro extremo, se encuentran las argumentaciones de representantes
del mundo deportivo y periodístico —a nivel nacional e internacional—dominantes
durante el Mundial ‘78, que señalaban la completa independencia del fútbol respecto de
las políticas de Estado—. Se trata de una noción difundida que resalta el carácter
autónomo de la práctica deportiva frente a la sociedad y a la política y, aunque estos
argumentos han sido discutidos por la sociología del deporte propuesta por Norbert Elias
(Elias y Dunning, 1995) desde los años 1960s., su vitalidad en el sentido común
periodístico y académico es todavía abrumadora (Roldán, 2007).
Se entiende que ambas interpretaciones resultan insuficientes para comprender
el fenómeno en toda su complejidad, no obstante, sugieren algunas reflexiones. Por un
lado, los trabajos que han pensado la participación de la sociedad durante el Mundial´78
en una vinculación directa con la política dictatorial ubican la problemática en el campo
de las actitudes y comportamientos sociales y políticos.11 En líneas generales se ofrecen
visiones generalizadoras en términos más o menos matizados, en torno a las nociones de
consenso-resistencia. Para Diego Roldán (2007) la dictadura logró infundir entre la
población un determinado sentido a la fiesta mundialista, por lo que interpreta a los
festejos durante el mundial como manifestaciones de adhesión pasiva al régimen. Por su
parte Osvaldo Bayer (1990), y en cierta medida Pablo Alabarces (2008), en un intento por
ofrecer una visión superadora de la idea de “manipulación de masas” de Brohm,
11
Categoría de estudio que busca analizar el consenso o la indiferencia de las mayorías sociales en relación
a situaciones dictatoriales. Algunos autores consultados: Passerini (1987), Calvo Vicente (1995), TranfagliaArfé y Philippe Burrin citados en: Lvovich (2009).
180
entienden que al haber una recuperación del espacio público y una ruptura del silencio
los festejos pueden ser considerados demostraciones de resistencia.
La diversidad de actitudes y posicionamientos tomados por los distintos actores y
grupos que conforman un conjunto social nacional heterogéneo, no se ve reflejada en
aquellas interpretaciones totalizadoras. Se considera que es posible complejizar estas
miradas incorporando a la revisión del acontecimiento el problema de la subjetividad. En
esa línea la perspectiva que insiste en la independencia del fútbol respecto de la política,
aunque resultaría insostenible en un análisis crítico del fenómeno, da cuenta, no
obstante, de un discurso generalizado en los testimonios sobre el evento, radicado en un
registro del pasado en el que prima un factor emocional.
La capacidad movilizadora de emociones y comportamientos sociales y políticos
que adquiere el Mundial de Fútbol 1978 responde a un plano que excede a la coyuntura
política inmediata que rodea al evento. A nuestro entender se encuentra anclada en dos
elementos claves en la configuración de una cultura e identidad nacionales que confluyen
y se retroalimentan: el fútbol y la pasión nacionalista. El fútbol, en tanto práctica
deportiva y espectáculo obtiene un rol primordial en la construcción de identidades
colectivas (Archetti, 2004), funciona como vehículo de expresión emocional y de
producción de sentido y, a la vez, como punto de convergencia entre lo ordinario, lo
cotidiano y lo extraordinario o ritual (Frydenberg, 2011). Así adquiere potencia para
despertar pasiones entre lo colectivo y lo individual, lo público y lo privado. En ese sentido
la pasión nacionalista entendida como sentimiento de pertenencia a una comunidad
(Grimson, 2007) puede ser movilizada a través de distintas vías, instituciones o
programas, siendo el fútbol solo una de ellas.
La propuesta de revisar experiencias subjetivas que den cuenta de estos procesos
más intangibles —aunque estructurantes en la conformación de una comunidad
nacional— ubica al presente proyecto en sintonía con los estudios que proponen el
abordaje del problema del nacionalismo, no ya como una categoría colectiva propia de
los círculos intelectuales o políticos sino desde las prácticas concretas, en una perspectiva
cotidiana. Investigaciones que analizan las experiencias de interiorización de la Nación,
personalizada de modo natural sobre la base de prácticas culturales (Nuñez Seixas, 1999;
Molina Aparicio, 2013; Archilés, 2013; Giori, 2017) en la convicción de que “la nación no
solo se piensa, sino que se vive, se siente y se hace” (Giori, 2017: 95).
181
De esta manera se busca complementar los trabajos que analizan el Mundial
como un mecanismo generador de consenso social, —con la implementación de políticas
públicas y la circulación de un determinado discurso oficial— comprendiendo, a su vez,
que resulta insuficiente intentar categorizar las supuestas “respuestas” de la sociedad
frente a aquellas iniciativas dictatoriales, a partir de conceptos estrictos o en una escala
que va desde el consenso a la resistencia. Se entiende que resulta de mayor riqueza
analítica poner en consideración ciertos factores —representaciones, emociones o
prácticas— que conforman una cultura compartida por un cuerpo social: la significación
y valoración que adquieren el fútbol y el nacionalismo para los argentinos.
Proponemos entonces, a modo de hipótesis, que si resulta posible observar en el
contexto del Mundial ‘78 cierto “desdibujamiento de las diferencias” entre un discurso
oficial del gobierno de facto y una mayoría social, se debe a que aquel logra movilizar un
sentimiento patriótico, interpelar una identidad nacional que —a pesar de ser siempre
problemática, dinámica y continuamente resignificada por numerosos actores—, se vio
cristalizada durante un breve periodo de tiempo por la competencia futbolística
internacional. No obstante, entendemos, a su vez, que aquella identificación y
sentimientos patrióticos otorgan sentidos a un fenómeno de por sí sumamente
excepcional, que exceden a la connotación política del evento y complejizan aún más las
lecturas analíticas sobre aquel acontecimiento.
Sobre el estudio del Mundial ‘78: Propuesta de investigación, metodología y fuentes
Partimos del supuesto que aquel paradójico encuentro entre la fiesta y la represión
puede ser explicada desde la consideración, tanto de las iniciativas del gobierno de facto
por amalgamar fútbol y política, como desde las experiencias de la sociedad —ancladas
en una cultura compartida en la que el fútbol y la pasión nacionalista ocupaban un lugar
privilegiado como mecanismos de identificación—. Proponemos entonces, como
objetivo general, analizar al Campeonato Mundial de Fútbol Argentina 1978 en una doble
mirada. Por un lado, como iniciativa del gobierno dictatorial —en sintonía con un
proyecto político mayor con particular énfasis en los sectores juveniles como
destinatarios. Por otro, desde las experiencias y subjetividades de actores sociales
involucrados—.
182
A tal fin se examinarán en documentos oficiales de la Junta Militar —comunicados
y actas de reuniones, informes y planes de acción, notas y proyectos publicados en los
boletines oficiales, consultados en el acervo documental del Ministerio Nacional de
Defensa Archivos Abiertos— alusiones a “relatos patrióticos” vinculados con la
organización del Mundial de fútbol. A su vez se indagará en las representaciones de la(s)
juventud(es) y los jóvenes que la dictadura pretendiera infundir, durante la coyuntura del
Mundial, presentes en los discursos de funcionarios, en audiovisuales —“La Fiesta de
todos” de Sergio Renán, institucionales de la dictadura, documentales como “Verdad o
mentira” de Cristian Rémori, “Mundial ‘78 la Historia paralela” de Cuatro Cabezas— que
registran la propaganda oficialista durante el Mundial, como también en documentación
del Ente Autárquico Mundial (EAM) ‘78.12 Así también se buscará rastrear información
acerca de la participación juvenil en los sucesos que rodean al mundial de fútbol.
Se realizará un análisis heurístico y una crítica documental en el relevamiento de
fuentes periodísticas (periódicos locales La Capital y El Atlántico, diarios de tirada
nacional Clarín, La Nación, La Prensa y revistas El Gráfico, Siete Días, Ídolos deportivos,
Somos, y Gente). La metodología de análisis involucrará tanto el orden del enunciado —
que de manera aproximativa refiere al contenido—, como el de la enunciación —
modalidades del decir— (Verón, 2004) a fin de develar tramas discursivas que ilustren
algunas formas en que la sociedad fue interpelada en este contexto. Desde esta misma
perspectiva, aunque considerando las especificidades de las lecturas de la imagen
(Vilches, 1997) como de los mensajes publicitarios, se analizarán publicidades gráficas y
audiovisuales.
Asimismo, se incluirá el problema de la subjetividad y la pasión nacionalista y
futbolística a través de los testimonios orales de sujetos involucrados: periodistas,
miembros de comisiones directivas de clubes de fútbol, miembros de instituciones
convocadas para la organización del Mundial, trabajadores del estadio, acomodadores,
traductores, haciendo especial énfasis en los actores juveniles. En este sentido, la
12
Contamos con una fuente inédita que ha sido recientemente entregada por la Secretaría General de la
Presidencia de la Nación al Archivo Nacional de la Memoria. Se trata de una importante cantidad de
documentación producida por el EAM ‘78 que consta de legajos de personal contratado, archivos
administrativos, planos de las obras realizadas en todo el país, expedientes de compras y contrataciones.
A su vez, contamos con documentación publicada y editada por el EAM ‘78: el Programa oficial del
Campeonato; ejemplares de la Revista Argentina ’78; el Boletín técnico EAM ’78 y el Programa de difusión
y detalle de Obras de infraestructura.
183
investigación se servirá de los aportes metodológicos de la historia oral, reconociendo
que aunque la fuente oral es incompleta —como cualquier otra fuente— lo interesante
es su riqueza, su complejidad y su dimensión subjetiva, que otorgan una puerta de acceso
única al pasado.13 Finalmente con el fin de establecer un punto de contraste con los
testimonios recabados se realizará un análisis comparativo con encuestas de opinión y
cartas de lectores publicadas en revistas de consumo masivo y semanarios deportivos.
A modo de cierre
La celebración del Campeonato Mundial de Fútbol en la Argentina de 1978 vivido por una
mayoría social como una fiesta nacional, en un escenario caracterizado por la represión
política, resulta un fenómeno paradójico. En la actualidad, a muy poco de cumplirse
cuarenta años de aquel junio del ‘78 continua despertando polémicas y debates, propios
de los procesos de la historia argentina reciente que aún dejan heridas abiertas en
nuestra sociedad.
La presente propuesta de investigación parte de considerar que el abordaje
histórico de un acontecimiento permite una doble mirada, a la vez que intenta
comprenderlo en su excepcionalidad, atiende a una diversidad de procesos y factores
que lo configuran y lo exceden. Se ha presentado un proyecto que, enmarcado en el
campo de los estudios que problematizan las relaciones dictadura-sociedad, propone un
abordaje del Mundial ’78 desde un doble punto de partida. Se consideran las iniciativas
dictatoriales por amalgamar futbol y política desde la difusión de un ideario patriótico
resignificado en función de un proyecto refundacional, atendiendo a un aspecto aún poco
explorado para el caso del Mundial: las vinculaciones con un mundo juvenil. Asimismo a
fin de complejizar las miradas que explican la participación social en el evento desde las
categorías dicotómicas consenso-resistencia, se incorpora al análisis la problemática de
la subjetividad, atendiendo a las experiencias y emociones de la sociedad respecto del
fenómeno mundial, enmarcadas en la configuración de una cultura política y una
comunidad nacional, en las que el fútbol y la pasión nacionalista ocuparon un lugar
privilegiado como mecanismos de identificación.
13
Portelli (2007: 3), citado en Favero (2016).
184
El estudio del Mundial ‘78 desde una doble perspectiva que atienda a la
connotación política del evento como a las diversas emociones y comportamientos de la
sociedad, intentará proporcionar un acercamiento innovador a un suceso analizado
mayormente como fenómeno “manipulador de conciencias” y elemento propagandístico
de la dictadura militar. Asimismo se pretende delinear ciertos planteos iniciales que
ubican el acontecimiento en una perspectiva de mediano plazo, que atiende a procesos
sociales y culturales que exceden al proyecto político del gobierno de facto.
185
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188
La formación docente continua en inclusión de medios digitales en
Argentina. La enseñanza de Ciencias Sociales en el Plan Escuelas de
Innovación, una propuesta teórico-metodológica para su estudio
Braian Marchetti
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
El presente trabajo aborda parte de las líneas teóricas y metodológicas que conforman el
proyecto de investigación presentado para el Doctorado en Humanidades y Artes
mención en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Rosario. En esta
investigación nos proponemos indagar sobre el alcance de las políticas públicas
nacionales de formación continua en inclusión de medios digitales1 para la enseñanza de
las Ciencias Sociales a través de un análisis del plan de capacitación docente Escuelas de
Innovación (2011-2015) que contemple las voces, materiales didácticos y prácticas de los
sujetos que intervinieron en su diseño y puesta en acto.
Durante las últimas décadas se profundizó en América Latina la tendencia a la
expansión de modelos de inclusión tecnológica especialmente en el área educativa sobre
la base de políticas públicas. En Argentina, el relanzamiento del portal web Educ.ar,
asociado a la puesta en marcha de la Campaña Nacional de Alfabetización Digital, la
sanción de la Ley Educación Nacional Nº 26.206, el lanzamiento del programa Conectar
Igualdad (PCI), y la presentación del Plan Nacional de Inclusión Digital Educativa
constituyeron las principales iniciativas destinadas al equipamiento de las instituciones y
la comunidad, y la promoción de la alfabetización digital. Estas políticas fueron
A lo largo del trabajo utilizaremos los conceptos de “medios digitales” “tecnologías” o “tecnología digital”
para referirnos a lo que frecuentemente se conoce como Tecnologías de la Comunicación y la Información
(TIC). Hacemos propia la posición adoptada por Dussel (2012) al señalar que “las tecnologías no circulan
solas, sino que lo hacen dentro de medios que conllevan protocolos de uso, con sus códigos, expectativas
y definiciones sobre los productores y usuarios (Gitelman, 2008). Por eso es preferible hablar de "nuevos
medios digitales" (Manovich, 2006) y no de las TIC. Los nuevos medios digitales son aquellos medios de
comunicación que se basan en un soporte digital y tienen características comunes como la
“programabilidad” y la reducción de la información a bits, estos unidades uniformes que pueden contener
sonido, texto o imágenes en una combinación de registros inédita en la historia humana” (Dussel, 2012:
206). En los casos que nos refiramos a TIC será porque estaremos haciendo alusión a palabras de otros
autores que emplean dicha terminología.
1
189
acompañadas por instancias de formación continua y capacitaciones docentes en el uso
e inclusión de medios digitales en educación tomando como punto de partida que la
potencia pedagógica de la propuesta didáctica depende del sentido con que el docente
incorpore los medios digitales a la práctica de la enseñanza y las metas filosóficopedagógicas desde las que se lo plantee.
Escuelas de Innovación fue uno de los principales planes de formación continua
desarrollados por el Estado en acompañamiento al PCI junto con otras iniciativas como
los cursos del portal Educ.ar o la Especialización Superior Docente en Educación y TIC del
INFoD. Sin embargo, los estudios acerca de la formación docente, tanto de procedencia
nacional como regional, se caracterizan por una fuerte inclinación hacia el análisis de las
características de las iniciativas y proyectos de formación inicial relegando a la formación
continua a una simple descripción de la oferta disponible sin profundizar en los distintos
programas, sus alcances, problemáticas, experiencias y/o desafíos. A nivel general,
además, dentro de las líneas de investigación que abordan al desarrollo, implementación,
y puesta en marcha del PCI, frecuentemente asociadas al impacto de la llegada de las
netbooks a los establecimientos educativos y los actores de la comunidad, el espacio
dedicado al análisis de las políticas de formación docente resulta acotado si consideramos
la importancia otorgada a las propuestas didácticas de los docentes en el uso de la
tecnología. De este modo, la línea de investigación propuesta complementa los trabajos
precedentes y se propone atender la vacancia presente en relación a los estudios
cualitativos de corte interpretativo sobre los alcances e incidencia de las propuestas de
formación continua en inclusión de medios digitales en educación enfatizando en la
experiencia del Plan Escuelas de Innovación 2011-2015.
La propuesta se ubica en el marco de investigaciones llevadas adelante en el
Grupo de Investigaciones en Didáctica de la Historia y Ciencias Sociales (GIEDHiCS-CEHISCIMED) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, las
cuales han tenido por objeto principal a la indagación sobre la articulación entre los
contenidos específicos del área de Ciencias sociales y los conocimientos teórico-prácticos
necesarios para el ejercicio de la enseñanza. Analizar un plan de capacitación docente
para la inclusión de tecnologías como Escuelas de Innovación requiere entonces
atravesar distintas perspectivas que se entrecruzan: las políticas públicas educativas en
inclusión de medios digitales, las transformaciones ocurridas en la práctica docente
190
frente al ingreso de las tecnologías en el aula, las políticas de formación docente continua,
y la mirada desde la Didáctica Específica de las Ciencias Sociales. En los apartados
siguientes se desarrollarán las líneas principales de las perspectivas de estudio que
componen el marco teórico referidas a la Didáctica de las Ciencias Sociales y la formación
docente, las características del Plan Escuelas de Innovación y los distintos momentos
metodológicos que se proponen para llevar adelante la investigación.
Didáctica de las Ciencias Sociales
La Didáctica es la disciplina que se ocupa de estudiar la acción pedagógica, es decir, las
prácticas de la enseñanza, y que tiene como misión describirlas, explicarlas y
fundamentar y enunciar normas para la mejor resolución de los problemas que estas
prácticas plantean a los profesores. Cabe responsabilidad a la Didáctica el diseñar y
evaluar proyectos de enseñanza, de programar estrategias, configurar ambientes de
aprendizaje, elaborar materiales de enseñanza, de planificar el uso de recursos, entre
otras cuestiones relacionadas al acto de enseñar. La Didáctica Específica se diferencia de
la Didáctica General, al desarrollarse en campos sistemáticos del conocimiento didáctico
que se caracterizan por partir de una delimitación de regiones particulares del mundo de
la enseñanza (Camilloni, 2007). La Didáctica de las Ciencias Sociales se nos presenta
entonces como aquel campo del saber que atiende específicamente las problemáticas,
proyecciones e iniciativas referidas a la enseñanza de las Ciencias Sociales.
Benejam (1993) afirma que las Ciencias Sociales son un conjunto de disciplinas
que estudian fenómenos relacionados con el ser humano en tanto ser social, tanto en el
pasado como en el presente y las relaciones e interacciones con el medio y el territorio
donde se han desarrollado (como se citó en Sanjurjo, España y Foresi, 2014: 82). De esta
manera, se conforma como área de conocimiento presente en la formación inicial y
continua del profesorado cuyo objetivo es preparar para la enseñanza de las Ciencias
Sociales, la Geografía y la Historia en articulación e interacción permanente con la
Psicología, la Pedagogía, la Sociología de la Educación y de la Historia, la Geografía, la
Antropología y las otras Ciencias Sociales que le suministren conocimientos (Pagés,
2002). Según Joan Pagés los tres grandes ejes sobre los cuales pueden organizarse los
saberes sociales son
191
“uno histórico, que permita a la ciudadanía ubicarse temporalmente y
comprender la diversidad de fenómenos, otro geográfico, que permita
la ubicación espacial y la comprensión de las relaciones espaciales y
ambientales, y un eje ético-político, cuya finalidad es comprender las
instituciones y las organizaciones sociales y políticas en diferentes
épocas y lugares”(Pagés, 2011: 73).
Para esta investigación hemos elegido la perspectiva de las Ciencias Sociales ya que
consideramos que resulta más abarcativa y representativa del diálogo que existe entre
las distintas áreas que la integran. Es decir, la enseñanza de la historia en sí misma no es
posible de ser concebida sin pensarla en articulación con el estudio del espacio, el medio
ambiente, y las construcciones culturales, políticas y sociales que la rodean. Si bien la
formación de grado desde el campo histórico exige un posicionamiento explícito desde
donde acercarnos a la temática, el análisis busca ser realizado en apertura al diálogo
presente entre los ejes sobre los que se pueden organizar los saberes sociales según
mencionamos en el párrafo anterior.
En América Latina, España y Portugal, la investigación en Didáctica de las Ciencias
Sociales ha tenido una expansión cualitativa en producción investigativa en las últimas
dos décadas y busca convertirse en un campo de referencia para la comprensión, el
análisis, y la investigación de los problemas de la enseñanza y del aprendizaje de las
disciplinas sociales y para una formación diferente de su profesorado. Según Pagés y
Santisteban, la investigación se ha caracterizado por
“Centrarse en la enseñanza secundaria y el profesorado, por una
inclinación a la formación inicial más que a la formación permanente,
por una orientación al pensamiento de los profesores más que por lo
que sucede en las aulas, por la indagación sobre lo que dice el
currículum o lo que hay en los manuales más que lo que sucede con ellos
en la práctica, y por obtener resultados que no son utilizados como
referencias en las construcciones de los currículos” (Pagés y Santisteban,
2011: 24).
Tomando como base los trabajos de Prats (2002, 2003), por su parte, Liceras Ruiz realiza
un estudio sobre las temáticas de las tesis elaboradas en el campo de la Didáctica de las
Ciencias Sociales en las universidades españolas y encuentra la posibilidad de agruparlas
según a aquellas que se dedican a
“Aspectos del currículum, al estudio de los procesos cognitivos sobre el
aprendizaje de las Ciencias Sociales a la implicación de las Ciencias
Sociales en el currículo de formación inicial del profesorado, el estudio
192
del comportamiento y desarrollo docente en relación a la enseñanza de
Geografía, Historia u otras Ciencias Sociales, y al desarrollo de
propuestas, orientaciones didácticas, y elaboración de materiales
curriculares” (Liceras Ruiz, 2004: 6).
En relación con el campo específico de la Didáctica de la Historia, el cual también ha
desarrollado un crecimiento notable en los últimos años y en estrecha vinculación con las
Ciencias Sociales, Plá y Pagés (2014) identifican al problema político de la definición de
las finalidades de la enseñanza de la Historia y las Ciencias Sociales en la educación, y a la
relación entre el saber producido por los historiadores profesionales y la enseñanza de la
historia en la educación formal y no formal como dos elementos que atraviesan la
investigación del campo. Sobre las categorías analíticas, encuentran a la memoria
colectiva (Finocchio 2010; González, 2005, 2011), al pensamiento histórico (Santisteban,
González y Pagés, 2009; Carretero y Borreli, 2010; Plá, 2005) y a la conciencia histórica
(Cerri y De Amézola, 2007) como aquellas más recurrentes en los principales estudios.
En definitiva, desde una perspectiva de la Didáctica de las Ciencias Sociales, en
esta investigación nuestro interés se centrará en observar y analizar las propuestas de
formación, los materiales didácticos y las producciones realizadas a lo largo de la
experiencia de Escuelas de Innovación, en una clave que permita identificar las
finalidades de la enseñanza proyectadas en ella. Es decir, de qué manera se propone el
abordaje y la reflexión sobre temáticas comprendidas dentro del campo de las Ciencias
sociales, posicionándonos desde un estudio del pasado problematizador, disruptivo y no
lineal, basado en el conflicto como motor de cambio, desde una pluralidad de fenómenos,
actores sociales y relaciones entre ellos, relacionado con el entorno social y
medioambiental, y analizado desde la interdisciplinariedad.
Medios digitales y educación
El contexto actual, caracterizado por mayores posibilidades de acceder de modo masivo
al conocimiento, se define por la capacidad de buscar, sistematizar, comprender,
organizar y utilizar la información a la que se accede por medio de las tecnologías para
producir nuevos saberes. Los ámbitos de producción de aprendizajes se multiplican y
dispersan más allá de los límites de la institución escolar. Las pantallas las redes, las
comunidades de intereses y otras mediaciones intervienen en la dispersión de los
aprendizajes, identificando cierta descentralización y deslocalización de la producción y
193
circulación del conocimiento, que se traslada en parte desde la escuela a Internet y desde
la hegemonía del libro al texto electrónico (Cabello, 2011).
En las últimas décadas se profundizó en América Latina la tendencia a la expansión
de modelos de inclusión tecnológica especialmente en el área educativa sobre la base de
políticas públicas. En diferentes países2 se han desarrollado estrategias que apuntan a la
instalación de equipos en las escuelas, el aumento de la conexión a internet, el apoyo
técnico a los establecimientos, la entrega y generación de contenidos digitales y la
capacitación de los docentes. En Argentina, estas políticas se vieron realizadas a través
del Programa Conectar Igualdad (PCI), el cual incluyó dentro de su diseño a la formación
docente y ha propuesto distintas instancias formativas que van desde los encuentros y
reuniones informativas para brindar una primera aproximación al programa, a la
capacitación directa de docentes a través de cursos, seminarios, talleres, jornadas
institucionales y seminarios virtuales, teniendo como objetivo ofrecer a los docentes la
posibilidad de la incorporación de conceptos, herramientas y propuestas de trabajo
vinculadas a la integración de las TIC en el ámbito escolar.
Una de las iniciativas de formación docente más importantes fue el Plan Escuelas
de Innovación destinado a profesores y equipos directivos de escuelas secundarias
públicas. El Plan busca el fortalecimiento del rol docente y de los equipos directivos a
través de las posibilidades didácticas que permite la tecnología digital, especialmente, en
la actualización de las formas, estrategias y contenidos que se encuentran cada vez más
atravesados por estas tecnologías. Las líneas de acción tuvieron sustento en la realización
de acciones de formación presencial y en la documentación de la experiencia apoyadas
en un esquema sustentable, pretendiendo que la propuesta perdure una vez terminada
la intervención, replicable, a fin de que los actores lleven adelante la propuesta en otras
escuelas de la jurisdicción, y escalable, para que la propuesta pueda extenderse a un
mayor número de jurisdicciones. El Plan fue desarrollado en dos etapas entre 2011 y 2015
con los objetivos de fomentar y mejorar el uso de TIC en las prácticas de enseñanza y la
gestión institucional, y ofrecer propuestas documentadas de enseñanza y gestión con TIC
para su uso en todas las escuelas del país. Entre 2011 y 2012 se concentró sobre el trabajo
2
En Venezuela 2007, Plan Nacional de Telecomunicaciones, Informática y Servicios Postales .En Uruguay
2010, Programa para la Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea (Plan
Ceibal). En Perú 2011, Plan de Desarrollo de la Sociedad de la Información en el Perú La Agenda Digital
2.0.
194
en las aulas con profesores y estudiantes para medir la utilidad de diferentes estrategias
de integración en TIC, mientras que entre 2013 y 2015, el trabajo se orientó a la
sistematización y evaluación de la experiencia para transferir a las jurisdicciones
herramientas probadas, formar equipos locales y promover espacios donde éstos puedan
socializar sus conocimientos a otros sectores que no participaron en el Plan.
Importantes trabajos (Litwin, 2005; Maggio, 2012; Soletic, 2014; entre otros) han
señalado que la simple incorporación de dispositivos tecnológicos en el aula no genera
de forma inexorable procesos de innovación y mejora de la enseñanza y el aprendizaje
sino que son más bien los usos específicos los que parecen tener la capacidad de
desencadenar dichos procesos. Si consideramos que las Didácticas Específicas
constituyen uno de los saberes básicos de la competencia profesional del profesorado
constituido por el conocimiento de las materias a enseñar y los conocimientos
psicopedagógicos y sociológicos más generales (Pagés, 2000), a los fines de nuestra
investigación merece la atención el modelo propuesto por Harris y Hofer (2009) en el cual
se postula la necesidad de la selección de la tecnología al servicio de los aprendizajes y
necesidades de los estudiantes para realizar una integración efectiva. El modelo
elaborado colabora con el desarrollo del Conocimiento Tecnológico Pedagógico
Disciplinar (TPACK por su nombre en inglés) que consiste en el tipo de conocimiento que
un docente requiere para poder integrar de manera consistente la tecnología a la
enseñanza teniendo en cuenta la naturaleza compleja, multifacética, dinámica y
contextualizada de este conocimiento. El desarrollo del TPACK postula una forma de
planificación basada en actividades específicas según los contenidos propios de cada
disciplina y enriquecidas con tecnología (Harris, Mishra y Koehler, 2009; Koehler y Mishra,
2008).
Partiendo de la necesidad de los profesores de estar en condiciones de elaborar
el conocimiento teórico y práctico imprescindible para el ejercicio de la enseñanza (Bazán
y Zuppa, 2013), a esta amalgama entre materia y pedagogía denominada por Shulman
(2008; 2015) como Conocimiento Didáctico del Contenido, es preciso incorporarle la
experticia sobre el uso de las tecnologías. En este sentido, resulta de interés a los fines
de nuestra investigación analizar las perspectivas y finalidades de inclusión de los medios
digitales propuestos por Escuelas de Innovación convencidos en la necesidad de generar
formulaciones didácticas que contemplen a las tecnologías en función de los objetivos de
195
enseñanza. Según Maggio (2012), para que los docentes no realicen una incorporación
de la tecnología empobrecida didácticamente, en tanto se adopta la propuesta que indica
el soporte y no se reconoce la posibilidad por mejorar las prácticas de enseñanza, es
necesaria una formación docente que profundice sobre didáctica y sobre tecnología. “La
inclusión genuina de la tecnología en las prácticas educativas dependerá del profundo
conocimiento del docente del tipo de tratamiento que mejor corresponda a las finalidades
de la enseñanza y a la especificidad del contenido que enseñan” (Maggio, 2012: 19).
Formación Docente
La formación docente se torna en categoría de análisis para este proyecto al reconocer
las diversas tradiciones pedagógicas (Davini, 1995) que han forjado a diferentes
generaciones de docentes. Se constituye como parte de “un complejo entramado de
políticas docentes siendo parte a su vez de las políticas educativas de manera intersectada
con las políticas generales del Estado” (Birgin, 2012: 15). Contemplando que ninguna
política se desarrolla ajena al contexto en el que se encuentra inmersa, en esta
investigación se propone hacer hincapié en el período 2003-2015, como coyuntura
histórico-política signada por la ampliación de derechos en el acceso y permanencia en
la educación secundaria convirtiendo a los docentes en el sujeto que potenciaría el
cumplimiento del marco legal puesto en vigencia, poniendo énfasis especial a los años
posteriores al lanzamiento del PCI a partir de 2010.
Una multiplicidad de dimensiones y de estrategias componen a la formación
docente. Davini reconoce principalmente tres posibles estrategias de formación
conformadas por la
“actualización permanente en los conocimientos pedagógicos,
científicos y tecnológicos elaborados en las distintas especialidades del
saber; el análisis del contexto social de la escolarización y de los
supuestos y compromisos que subyacen a los distintos programas
escolares contemplando tradiciones pasadas y vigentes; y la reflexión
sobre la práctica en el contexto específico y el desarrollo de alternativas
para la acción en la escuela y en el aula como espacio de construcción
colectiva de la enseñanza” (Davini, 1995: 134).
En un trabajo reciente la autora identifica tres modalidades básicas de los programas de
capacitación, presencial, a distancia y semipresencial, que abren a un amplio abanico de
posibilidades de estrategias y recursos, como la utilización de entornos virtuales,
196
cuadernos de estudio, módulos, foros de debate, ateneos, cursos, entre otros. Su
implementación implica “un complejo proceso de negociación en el que intervienen
factores y grupos de actores diversos con distintos niveles de decisión e incidencia dentro
de una trama histórica, política y contextual específica” (Davini, 2015: 173).
Para Edelstein, la formación no puede limitarse al dominio de reglas,
procedimientos o técnicas que se aplican para lograr ciertos resultados o a ejercicios
aleatorios que se resuelven en cada situación, requiere ser configurada sobre el saber
que procede de la experiencia sometida a discusión y crítica. El análisis didáctico de las
prácticas de la enseñanza constituye una alternativa para dar curso a la reflexión crítica
sobre el trabajo docente y un posicionamiento desde la reflexión en la práctica para la
reconstrucción social (Edelstein, 2011). De esta manera, el análisis de la experiencia de la
realización de las acciones de capacitación del Plan Escuelas de Innovación cobrará
relevancia al ser articulado con la práctica docente misma y la reflexión que los docentes
realicen sobre su desarrollo profesional.
La llegada de las netbooks a las escuelas y de los medios digitales en general ha
abierto un campo de indagación sobre la reconfiguración de los vínculos entre docentes
y estudiantes con la inclusión de las tecnologías en las prácticas de enseñanza y de
aprendizaje. Dussel habla de modos de operación con el saber (Dussel, 2012: 207) para
referirse a los vínculos y acciones con los saberes que se proponen en el espacio escolar
y en los nuevos medios digitales, ya que no se trata de introducir solamente
computadoras o tablets y pretender que se adapten sin más al formato escolar sino de
entender las lógicas de uso y los protocolos de prácticas que ellas traen consigo.
Contemplar esa dimensión de análisis en las políticas de formación docente resulta el
camino para evitar que la democratización digital no termine en la puerta del acceso. La
formación docente en inclusión de tecnologías toma centralidad al subrayar que nada
indica que una vez instaladas las computadoras y de no mediar otras acciones desde las
políticas educativas, se iguale el tipo de actividad, interacción y expectativas que
promueven las escuelas (Dussel, 2012: 212).
Lineamientos metodológicos
Este proyecto de investigación se enmarca dentro del campo de la investigación
cualitativa pretendiendo comprender los fenómenos sociales desde su escenario natural
197
y a través de los significados que las personas les dan (Denzin y Lincoln, 2011). De esta
manera, se buscará interpretar las políticas públicas de formación docente continua en
inclusión de tecnologías digitales para la enseñanza de las Ciencias Sociales en nivel
secundario desde el programa Escuelas de Innovación, a través de la recolección de
materiales empíricos y la utilización de una amplia gama de prácticas interpretativas
interconectadas entre sí. El desarrollo metodológico prevé instrumentalmente trabajar
con: análisis documental (Rapley, 2007; Taylor y Bogdan, 1990), etnografía multimedial
(Markham, 2015, Martinez Ojeda, 2006), entrevistas en profundidad (Taylor y Bogdan,
1990; Robles, 2011), grupos focales (Taylor y Bogdan, 1990, Bertoldi, Fiorito y Álvarez,
2006) y etnografía centrada en el análisis de las prácticas/experiencias de los sujetos
(Guber, 2016; Rockwel, 2009). Asimismo, al retomar las voces y prácticas de los sujetos
que intervinieron en los procesos de diseño y puesta en acto (Ball, 2012) del programa,
se considera pertinente abordarlas desde el enfoque narrativo, en donde sus relatos
darán lugar al acercamiento a las dinámicas y dimensiones personales, para construir un
relato mayor que permita interpretar nuevas historias sobre los cuales inscribir el posible
cambio o mejora (Bolívar, Domínguez y Fernández, 2001; Porta y Flores 2012). Para llevar
adelante este trabajo, se intenta tensionar la dicotomía teoría-práctica, por lo que se
definieron diferentes momentos que se articulan de modo recursivo con los objetivos
propuestos en la investigación.
En líneas generales, resulta central para la investigación la articulación-conexión
de los momentos anteriores entre sí, toda vez que, el trabajo epistemológicoconceptual, el de campo documental, el de las entrevistas y el etnográfico multimedial
expandirá las posibilidades interpretativas De esta manera, la recursividad en el uso y
análisis de los instrumentos permite interpretar los distintos sentidos y proyecciones de
la formación continua para docentes de nivel secundario para la enseñanza de las
Ciencias Sociales presentes en Escuelas de Innovación.
Palabras finales
Consideramos que desde el campo de la Didáctica de las Ciencias Sociales resulta posible
interpretar los alcances del desarrollo del Plan Escuelas de Innovación atendiendo a la
formación continua en inclusión de medios digitales. Analizar esta iniciativa de
capacitación docente nos permitirá indagar sobre una experiencia concreta de formación
198
continua en materia de política pública y acercarnos a los sujetos que formaron parte de
ella. En sintonía con los planteos pioneros de Litwin (2005), quien alertaba sobre la
existencia de un déficit en relación a los estudios didácticos y de tecnología educativa, se
torna relevante realizar un análisis del Plan referido a las estrategias de enseñanza en
articulación con los medios digitales atendiendo a las especificidades de las áreas que
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199
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203
Las representaciones de la Edad Media y lo medieval en los videojuegos
Gabriela Analía Arnuz
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
En una realidad en la cual la mayoría de los adultos jóvenes son nativos digitales —
llamados así por pertenecer a la generación nacida luego del boom digital a principios de
los ochenta— pocos son aquellos que se atreven a negar la utilidad de los medios
audiovisuales, en este caso de los videojuegos mmorpg1 en el aprendizaje de la historia.
Pero, si bien se ha dicho mucho sobre la utilidad de los mismos como herramientas de
trabajo áulico y las posibles instancias de aprendizaje –consciente e inconsciente– que
los mismos permiten, aún es poco claro cómo y bajo qué premisas el mismo se lleva a
cabo (dejando de lado referencias históricas específicas).
Ciertamente nos encontramos en un periodo muy particular de la historia, ya que
los salones de clase cuentan con un alumnado perteneciente íntegramente (en el nivel
primario y secundario, y, en gran parte, en el universitario) a la generación de nativos
digitales, y una plantilla docente que también está formada por un gran porcentaje de
ellos. Es decir, tanto los alumnos como parte de los docentes nacieron en un mundo cuyo
lenguaje común era el digital. Son jóvenes que conviven con el Internet, los dispositivos
portátiles y las redes sociales, y con la comunicación instantánea y el acceso rápido a la
información que estos implican (Joy, 2012). La metodología de enseñanza clásica —clases
magistrales, tabula rasa, etc.— no está pensada para este tipo de alumnos, por lo que,
en el plano de la enseñanza, se plantea una adaptación o evolución para definir prácticas
docentes que puedan responder a las realidades de esta nueva generación (Prensky,
2001: 3).
Uno de los pasos dados en esta dirección fue la investigación sobre la utilidad de
las nuevas tecnologías en el aprendizaje. Uno de los elementos más usados por los más
jóvenes, los videojuegos, comenzó a atraer la atención de los investigadores. Se
descubrió que a través de este medio de ocio se podían desarrollar una gran variedad de
1
Siglas en inglés de Massively Multiplayer On-line Role-Playing Game (juego de rol multijugador masivo en
línea).
204
habilidades de lecto-escritura, sociolingüísticas e interpersonales (Gee, 2006: 20-21;
Griffiths, 2002: 47-49; Prensky, 2002: 1-9). Jugando es posible, por ejemplo, aprender a
evaluar el discurso, trabajar en grupo, generar ideas creativas y buscar elementos que
ayuden a resolver problemas. Todas estas habilidades son generalmente incluidas en los
programas de las clases de historia —y si no lo son tranquilamente podrían, o deberían,
serlo— por lo que la inclusión de los videojuegos en estas clases parecería algo normal.
Sin embargo, los docentes de esta materia suelen poner cierta resistencia. Más allá de la
preocupación sobre los problemas sobre las implicaciones prácticas de trabajar con
videojuegos en el aula (Patterson, 2010), lo que suele desanimar a los docentes es la
aparente falta de veracidad histórica de los mismos.
Para poder llegar a comprender ese problema, lo primero que hay que entender
es la naturaleza de la construcción de los videojuegos. Entonces, aquí es necesario hacer
un paréntesis para aclarar cómo se clasifican los videojuegos y cuáles son los que nos
interesan en nuestra investigación. Los videojuegos pueden ser clasificados de muchas
maneras (Djaouti, Álvarez y Jessel, 2011: 2-13; Gómez, 2014: 39-42; Gros Salvat, 2009:
256), pero en general, en lo que se refiere al análisis de videojuegos poniendo énfasis en
sus referencias históricas, se distingue entre los educativos, los históricos y los de
fantasía. Los educativos son aquellos explícitamente diseñados para ser usados en
ambientes educativos o que tienen como objetivo principal enseñar. Los videojuegos
históricos y de fantasía son, en contraste, comerciales y de público abierto y el
aprendizaje, histórico o no, es el resultado del uso de las funciones y características del
mismo y está mayormente relacionado con las referencias explícitas al pasado histórico.
Los juegos históricos son aquellos que se basan en un evento o una época histórica en
particular. Este puede o no seguir la realidad histórica en lo que respecta a su historia
interna —después de todo son juegos en los cuales el entretenimiento y las decisiones
de los jugadores deben de tener un impacto en el desarrollo del mismo—, pero la misma
suele ser el cimiento sobre el cual el mismo se construye (Jiménez Alcázar, 2016: 47). Más
allá de algunas libertades en el guion –vale mencionar que no se dan en todos los títulos
de este género–, estos juegos, al igual que los educativos, son muy buenos y
generalmente muy aceptados para ser incluidos en las clases de historia. Las valoraciones
y los análisis de los mismos pueden ser hechos poniendo frente a frente el periodo
histórico en cuestión y la representación del mismo en el videojuego. Mientras que las
205
libertades artísticas y las variaciones en el guion se pueden entender como elementos
propios de la naturaleza lúdica, de entretención y comercial de los mismos.
El problema surge con los videojuegos de fantasía que, ya con su nombre, se
plantean como algo fantástico, poniendo este término en oposición a aquellos del género
histórico. Uno podría argumentar que los términos fantástico e histórico pueden ser una
referencia a la fuente de inspiración que los videojuegos de cada género usan en su
desarrollo (Arnuz, 2017: 41-42). Es decir, unos hacen referencia a la historia y otros a los
mundos fantásticos que existían en ese periodo. Sin embargo, no toda la fantasía de la
fantasía, en este caso, medieval encuentra basamentos en la Edad Media. Otra manera
de ver esta diferenciación sería entender a los videojuegos como representaciones que
funcionan en paralelo a la realidad histórica. La distancia o la similitud a la misma y las
características compartidas responderían a su base en común. Pero esto pondría a lo
fantástico y a lo histórico en el mismo plano, algo que, por más sorprendente que suene,
es dado por sentado por varios grupos (Kline, 2004), que incluso proponen cambiar el
nombre de la disciplina de medievalismo a neomedievalismo. Algunos autores se atreven
a afirmar que la re-construcción de la Edad Media que responde al trabajo académico no
dista mucho en su naturaleza de aquellas presentes en otros medios, ya que ambas son
construcciones contemporáneas de un pasado histórico. Es decir, que de la misma
manera en que una recreación artística toma un objeto o una inspiración del pasado y la
reconstruye usando herramientas y técnicas del presente, al analizar la historia lo
hacemos desde el contexto en el cual nos encontramos, por lo que nuestra visión y
análisis están influenciados por, y son el resultado de, nuestra realidad presente.
El punto de vista contemporáneo sería la clave a tener en cuenta. O, más en
específico, en la manera en la que contemporáneamente se interpretan ciertos
elementos de la realidad medieval. Estos unirían al pasado con el videojuego histórico, y
a ambos con el fantástico. La similitud entre ambas representaciones residiría en la
noción de lo medieval, perteneciente al medioevo histórico y presente en los
videojuegos, es decir, aquellos elementos que percibimos como realmente históricos que
nos permiten identificar productos variados como medievales (Arnuz y Arnuz, 2017).
Volviendo a la enseñanza, es en estos elementos donde el aprendizaje implícito o
incidental ocurriría en los videojuegos de fantasía histórica. La identificación de
características medievales en videojuegos fantásticos es lo que lleva a los mismos
206
usuarios a calificar a un juego como medieval a pesar de que ni los desarrolladores, ni la
descripción comercial expliciten una relación con la Edad Media (Arnuz, 2017: 39).
La tarea a cumplir para el futuro, teniendo en cuenta a los videojuegos de fantasía
medieval como posibles herramientas de trabajo áulico en la enseñanza de la historia,
sería determinar qué características conforman lo medieval en los mismos. Ya que,
partiendo del análisis y la identificación de esos elementos, se podrían aclarar las áreas
grises, antes mencionadas, relacionadas con el aprendizaje de la historia medieval y
también cómo se lleva a cabo los procesos de percepción y traducción del pasado
histórico. Seguramente será una tarea ardua, y el marco final podría tan solo marcar
límites abstractos y cambiantes, pero abriría el camino para una multiplicidad de trabajos
y análisis no solo sobre los videojuegos fantásticos, sino también sobre la manera en que
interpretamos, traducimos y reconstruimos el pasado medieval en nuestro trabajo
histórico.
207
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208
La incorporación de nuevas tecnologías en la enseñanza de la Historia
Guillermo Alejandro Arnuz
Centro de Estudios Históricos
Universidad Nacional de Mar del Plata
El rápido desarrollo de nuevas tecnologías genera la necesidad de adaptación por parte
aquellos involucrados en la enseñanza de la historia. Dentro de poco, los nativos digitales
(Prensky, 2001: 1) representarán a la mayoría de los alumnos de nivel universitario y será
necesario tomar en cuenta la realidad de sus experiencias como guía para reformar o
transformar las prácticas docentes. La conectividad permanente, el acceso irrestricto a la
información y la disponibilidad de productos y medios de comunicación nuevos, aunque
pueden parecer incomprensibles para los docentes —tanto para los inmigrantes digitales
como los nativos digitales, ya que el uso no implica que se sepa cómo trasladar los mismos
al aula— pueden ser también herramientas útiles para facilitar el acceso al conocimiento
histórico.
Para Prensky todos los jóvenes nacidos luego de 1980 son nativos digitales. Es
decir, todos aquellos nacidos luego del boom digital y que nacieron en un mundo que no
solo era diferente al de sus padres, sino que pensaba de manera diferente. Poco a poco,
la tecnología digital se comenzó a incorporar en las actividades cotidianas y tuvo un
impacto en los patrones de pensamiento de la población. Aquellos que no forman parte
de los nativos digitales son llamados inmigrantes digitales, ya que se incorporan a este
nuevo mundo digital provenientes de otra realidad. Ellos aprenden el lenguaje digital
como un idioma extranjero, solo que este evoluciona muy rápidamente y a veces los deja
atrás antes de que terminen de adaptarse a un término o producto en particular. Las
redes sociales, por ejemplo, han crecido exponencialmente desde 1980, aunque su
impulso más fuerte ocurrió a partir del año 2000. Desde entonces, se establecieron
muchos sitios que permitían a sus usuarios conectarse con gente alrededor del mundo.1
Sitios como My Space,2 LinkedIn3 y Facebook,4 entre otros, comenzaron a ser
1Para
más información, véase “The history of social networking”, Digital Trends, 14 de mayo de 2016.
Disponible en: https://www.digitaltrends.com/features/the-history-of-social-networking/
2 https://myspace.com/
3 https://www.linkedin.com/
4 http://www.facebook.com.
209
desarrollados y a atraer la atención de la gente, muchas veces sucediéndose como modas
entre el público (Hendricks, 2013). Adaptarse a un sistema muchas veces no implica
poder acceder a otro y un usuario de My Space podría encontrar a Facebook como algo
imposible de entender.
Ahora, si bien la definición de Prensky nos permite entender las diferencias entre
los jóvenes nativos digitales y la generación anterior, también es necesario entender que
los avances tecnológicos han comenzado a hacer mella entre sus mismos integrantes —
y eso que el trabajo de Prensky fue publicado hace tan solo diez y seis años, en el 2001—
. Desde 1980 hasta la actualidad han ocurrido muchos avances tecnológicos. Los jóvenes
de ahora nacen en un mundo con teléfonos inteligentes, Internet domiciliario o portátil
de alta velocidad, redes sociales de cobertura mundial, realidad virtual e incluso una
ciudadana robot5. Incluso a los mismos nativos les podría ser difícil entender a los nativos
más jóvenes, ya que el salto tecnológico es muy grande. Algunos incluso llaman a estos
grupos de manera diferente, siendo el nombre propuesto por Gardner y Davis generación
app (Sidoti, 2014) —que hace referencia a los programas, o aplicaciones, de los
dispositivos portátiles, llamados applications en inglés— el más reconocido. Esto
implicaría que, al igual que antes los no-nativos debían volverse inmigrantes digitales y
adaptarse a un lenguaje digital extraño para poder comprender la realidad que los rodea
(Prensky, 2001: 3), los mismos nativos digitales adultos también deben mantenerse
actualizados para no perder la conexión con los nativos más jóvenes.
Todo lo anterior se ve reflejado en las aulas, donde los docentes, nativos o no, se
enfrentan a una mayoría de nativos digitales, cuyos patrones de pensamiento son muy
diferentes. Para enseñarles es necesario entender su realidad y adaptar la metodología y
el contenido a la misma. En particular, la enseñanza de la historia no debe quedarse al
margen de esta adaptación. Por suerte, las herramientas más útiles para llevar a cabo
esto son las mismas que usan los alumnos, siendo el problema más grave la resistencia
que el mismo docente pueda sentir.
Sophia, un robot de Hanson Robotics, recibió la ciudadanía en Arabia Saudita este año. El anuncio fue
hecho en la Future Investment Initiative Conference 2017. Para más información, véase: Perry, Y. “Robot
obtiene ciudadanía en Arabia Saudita e insulta a Elon Musk”, FayerWayer.com., 27 de octubre de 2017.
Disponible en: https://www.fayerwayer.com/2017/10/robot-obtiene-ciudadania-en-arabia-saudita-e-insultaelon-musk/
5
210
Las nuevas tecnologías proveen dos tipos de herramientas: aquellas que facilitan
el trabajo o mejoran la calidad de otras ya existentes y aquellas que proveen, o incluyen,
contenido histórico. En lo que respecta a las primeras, en la actualidad hay muchos sitios
y plataformas que permiten actualizar la manera en la cual se enseña. Hay muchas
plataformas como Prezi6 o Emaze,7 entre otras, que permiten hacer las clases más
atractivas —visual o creativamente— en su presentación. También se puede adaptar el
contenido para incorporar mails, las notificaciones de los smartphones y demás. En
menor medida, también se podría incluir a las redes sociales, aunque estas pueden, en
gran parte, ser reemplazadas por plataformas que cumplen con sus funciones de manera
similar. Estas herramientas pueden producir cierta resistencia, pero en general son fáciles
de aprender a manejar, ya que muchas están orientadas al público docente. En cuanto a
su efectividad, tanto los nativos digitales de Prensky como la generación app de Gardner
y Davis (Sidoti, 2014) responde a lo visual y llamativo y a aquello que incorpora a lo que
pertenece a su mundo.
En cuanto al segundo tipo de herramientas, la resistencia parece ser más grande
aunque las posibilidades también lo son. Actualmente hay muchas películas y videojuegos
que se enfocan en periodos o personajes históricos particulares. Sin embargo, estos no
son muy usados en las clases de historia ya que se los asocia con los medios de ocio. Una
de las más grandes dudas que generan es si es válido presentar algo que no es
históricamente verídico. Muchos docentes no incorporan películas o videojuegos (Van
Eck, 2006), porque temen que los alumnos aprendan algo que no es correcto. Sin
embargo, eso se puede decir de muchos otros elementos que si son vistos como
apropiados para usar en clase y que pueden ser demasiado subjetivos —libros, diarios,
etc.—, mientras que tanto el cine como los videojuegos son explícitos sobre sus límites,
algo que no ocurre en otros medios, ya que se entienden abiertamente como trabajos
artísticos (Kline, 2004). Son esas mismas limitaciones las que también permiten que estos
sean útiles para ser usados en clase. Jugar con estos límites y plantear el análisis y la crítica
a los mismos es una habilidad que debería ser enseñada en las clases de historia, para
que los alumnos puedan aprender a evaluar el material que ellos consumen diariamente
(Arnuz y Arnuz, 2017). Además, el cine y los videojuegos han demostrado ser útiles para
6
7
https://prezi.com/
https://www.emaze.com/
211
el desarrollo otras de múltiples habilidades (Berk, 2009: 2-4; Griffiths, 2002: 47-48) y de
motivación (Guevara Sánchez, 2016: 174) que también deben ser parte de las clases de
historia. La creatividad y la curiosidad y la capacidad de canalizarlas son habilidades que
todo historiador debe fomentar en sí mismo y en el alumno, y estos tipos de materiales,
por ser cercanos a los alumnos, pueden activarlas. El aula debe dejar de ser un lugar
aislado y formal para convertirse en un espacio de aprendizaje completo, relacionado al
contexto y a las realidades de los alumnos. El potencial de este último tipo de
herramientas entonces depende mucho del trabajo del docente y de la habilidad de este
de beneficiarse de las fortalezas y las debilidades de las mismas. En sí, pueden recibir
muchas críticas, pero la adaptación de las mismas y el trabajo creativo y pedagógico del
docente puede hacerlas muy valiosas.
La realidad de los docentes actualmente es bastante similar a la que planteaba
Prensky (2001: 3) hace diez y seis años, ya que los avances tecnológicos siguen generando
brechas en las realidades de los alumnos y los docentes. Los términos inmigrantes
digitales, nativos digitales y generación app, o como sea que se los llame, son maneras
de teorizar sobre lo que ocurre actualmente. Lo importante es que la diferencia entre las
generaciones es enorme, pero, por suerte, no infranqueable. Los docentes, tanto jóvenes
como mayores, se enfrentan al reto de enseñarle a alumnos cuyas realidades son muy
diferentes a las propias. En el caso de la enseñanza de la historia, muchas de las
tecnologías que separan a los docentes de los alumnos pueden ser transformadas en
herramientas útiles para el trabajo en el aula. La clave del éxito es entonces
comprometerse a reducir la brecha que los separa utilizando a las mismas realidades del
alumnado como puentes de conexión.
212
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213
El presente volumen reune las pesquisas presentadas en
las III Jornadas de Jovenes Investigadores del Centro de
Estudios Historicos ( CEHis ) de la Universidad Nacional de
Mar del Plata, realizadas los di as 16 y 17 de Noviembre de
2017 Dicho evento academico, organizado desde el ano
2013 en la Facultad de Humanidades ha sido pensado
como una instancia de encuentro, discusion y debate
entre
los
jovenes integrantes de los diversos grupos de
investigacion que conforman el Centro. En su tercera
edicion el eje transversal propuesto estuvo orientado al
abordaje de problematicas metodologicas y heuristicas de
los proyectos de investigacion en curso Las jornadas
propiciaron la creacion de un foro de intercambio de
experiencias e ideas que contribuyeron de distintas
maneras a los respectivos trayectos formativos de los
participantes
ISBN 978- 987- 544-8
-5
9 789875 448025