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Hombres de pensamiento en el Arte Románico Parte III 1 El papel de los redactores de los programas en la elaboración de las colecciones de imágenes Fernando Ezquerra Lapetra Del grupo de investigación medieval Ailbe Libro gratuito en formato digital Muchas gracias a tod@s los que os he acabado tomando prestada alguna fotografía. No coloco los nombres porque, a veces, no he sido capaz de hallar la autoría. Ya veis que este libro no tiene fines lucrativos. Tratado III Identidad intelectual y ejecución escultórica. Reflexiones en torno a la obra del tradicionalmente llamado segundo maestro del Monasterio de Silos. 2 ¿Quiénes fueron los actores que intervinieron, según los parámetros de la estética de la recepción, en la ejecución de los dos bajorrelieves del claustro atribuidos de forma tradicional al llamado “Segundo maestro” de Silos? El mensaje esculpido no podía ser indeterminado, pues debía basarse en la lectura del pensamiento de una voz de autoridad teológica confirmada, a su vez, por la autoridad eclesiástica. Para idear estos dos relieves, el teólogo redactor, necesariamente, tuvo que prestar atención a la formación teológica de la comunidad de Silos y al sentir teológico de la iglesia de Roma. Sostenemos que el segundo maestro de Silos esculpió los dictados de alguien que conocía la filosofía teológica de Joaquín de Fiore. A modo de introducción Siguiendo con el trabajo de investigación sobre la estética de la recepción de la filosofía teológica de Joaquín de Fiore en el arte románico hispano, el presente estudio no debe tomarse como un documento final, sino como un escrito que pretende abrir un diálogo. Sin embargo, esto no quiere decir que este estudio carezca del rigor que todo trabajo académico debe poseer, o que no se tengan en cuenta los contenidos de la historiografía. De entrada, la concepción de este trabajo está condicionada por el soporte en el que verá la luz pública. En primera instancia, esta tercera parte de esta monografía, construida como un ensayo lógico-deductivo, está pensada para ser difundida a través de un soporte electrónico. Pero, como se ha señalado, la intención es solo una: abrir la interpretación de los dos relieves de Silos que, tradicionalmente, han sido atribuidos al llamado segundo maestro de Silos, a una nueva posibilidad de lectura. No obstante, esto último que se acaba de escribir no significa que el trabajo final sea el resultado de una simple especulación. En su confección, como podrá comprobar el lector que tenga paciencia y llegue hasta su final, se han utilizado estudios de diversas disciplinas académicas. Sin la utilización de estudios históricos, filosóficos y teológicos, estas páginas jamás hubiesen podido ver la luz pública. El objetivo final de este estudio consiste en intentar demostrar cómo el teólogo redactor que ideó las imágenes era conocedor de primera mano del pensamiento de Joaquín de Fiore. Si esta línea de trabajo resultase definitiva, estos significaría que, ya desde finales del siglo XII o principios del XIII, se produjo de manera cierta la recepción de la filosofía teológica de Fiore en los reinos cristianos peninsulares. Por eso, una vez definidos los posibles actores en la recepción de este pensamiento, en primer lugar, se intentará rastrear en las personas de Pedro de Artajona, obispo de Pamplona, y de Raniero da Ponza, Legado Papal de Inocencio III para los reinos cristianos peninsulares, la identidad de las personas que pudieron hacer posible esta recepción. Una vez comprobada la posibilidad de la pronta llegada de las ideas teológicas de Fiore, se abordará el tema de la identidad intelectual del teólogo redactor de los dos relieves de Silos. Antes de proseguir, se quiere advertir que en este estudio no se va a descubrir un nombre, pues no se posee ningún documento que certifique que tal teólogo programó las figuras de estos dos relieves. Sin embargo, sí que se está en disposición 3 de afirmar que este teólogo redactor conocía de primera mano tres obras de Joaquín de Fiore. Además, se intentará demostrar que las imágenes que ilustran una de estas tres obras le sirvieron de fuente de inspiración directa para la creación de las esculturas de los dos relieves; nos estamos refiriendo al Liber Figurarum, un libro de teología figurativa. Con las Tablas o Láminas que ideó y que hoy constituyen este libro, Joaquín de Fiore se convirtió en uno de los primeros teólogos en reducir a figuras, o dibujos lineales, complejos conceptos teológicos. Junto al Liber Figurarum, el teólogo redactor de Silos utiliza también como fuente directa de inspiración otros dos libros del abad Florense. El primero de ellos, Adversus Iudeos, constituye un tratado apologético de la fe cristiana con el que Fiore intenta convencer a los judíos tanto del dogma de la Trinidad como de la doble naturaleza de Cristo a través del tema de la Encarnación. El segundo de estos dos libros de teología teórica, Liber introductorius in Apocalipsim, es un libro exegético en el que Fiore reflexiona tanto sobre la Trinidad como sobre la llamada Tercera Edad, la del Espíritu Santo. Esa Edad cuyo inicio cifró Fiore en 1260, justo en el momento en el que se acabase la Segunda Edad, la de la Encarnación o del Hijo de Dios. Para demostrarlo, se cuenta con la objetividad que proporcionan los detalles plásticos de todas estas esculturas. De entrada, se puede afirmar que de la misma manera que los estilemas objetivan el trabajo formal y la ejecución material de un maestro artesano, escultor en este caso, los detalles plásticos de las piezas muestran en forma figurativa el pensamiento del teólogo redactor del programa iconográfico. En el fondo, a través de este trabajo se pretende analizar y resolver cómo los detalles plásticos, que individualizan la obra del pensamiento del teólogo redactor que ideó los relieves de Silos llamados de la Anunciación y del Árbol de Jesé, se comportan como una copia que imita y participa del mundo de sus ideas. Unas ideas, estas del teólogo redactor, que a su vez remiten en su concepción a otro pensamiento, el de Joaquín de Fiore. Antes de que el lector prosiga con la lectura de las páginas de este tercer bloque, conviene recordar que sería más fácil argumentar y escribir: el primer relieve representa al árbol de Jesé; el segundo esculpe la figuración de una Anunciación particular, porque esto es lo que escriben y sostienen los siguientes autores. Sin embargo, a veces, pensado. conviene volver a reflexionar sobre lo ya leído y 4 El punto de partida Antes de iniciar la búsqueda de la identidad intelectual del teólogo redactor que, en el claustro del monasterio de Silos, ideó los relieves de la Anunciación y del Árbol de Jesé, conviene recordar que el conjunto de los ocho relieves tallados en los pilares angulares es obra de la actuación de dos maestros escultores. Ahora bien, esto no quiere decir que la totalidad del trabajo escultórico del claustro de Silos fuese realizada por solo dos maestros. Al primer maestro escultor de los relieves, se le asignan seis relieves, con la siguiente distribución:    Ángulo sureste: La ascensión y Pentecostés. Ángulo noreste: El sepulcro y El descendimiento. Ángulo noroeste: Los discípulos de Emaús y La duda de Santo Tomás. Al segundo maestro escultor, le correspondería el trabajo de los otros dos restantes:  Ángulo suroeste: La Anunciación a María y El árbol de Jessé. Distribución de los relieves La suma de estos ocho relieves puede interpretarse como la construcción pétrea de un Tetramorfos analógico. Para demostrarlo, conviene realizar una recapitulación teniendo en cuenta los símbolos de los Vivientes y su significado teológico: El hombre, 5 símbolo de la Encarnación; el buey, símbolo de la Pasión; el león, símbolo de la Resurrección; el águila, símbolo de la Ascensión. ¿Qué pasa con los relieves del claustro del monasterio de Silos? 1. Machón suroeste (obra del segundo maestro). Temas: Anunciación, Árbol de Jesé; es decir, la Encarnación, el hombre, San Mateo. 2. Machón noreste (obra del primer maestro). Temas: Crucifixión, Sepulcro; es decir, la Pasión, el buey, San Lucas. 6 3. Machón noroeste (obra del primer maestro). Temas: Emaús, Incrédulo Tomás; es decir, la Resurrección, el león, San Marcos. 4. Machón sureste (obra del primer maestro). Temas: Ascensión y el conocido como ¿Pentecostés?; es decir, la Ascensión, el águila, San Juan. Simbología de los relieves y su comparación con el Tetramorfos de Sant Climent de Taüll Sin embargo, representación normalmente, plástica de los en la Cuatro Vivientes de un Tetramorfos, las figuras de Mateo y Juan ocupan la parte superior, al menos una de estas dos figuras, aunque alternen su lado de ubicación, tal y como sucede en Sant Climent de Taüll (Lleida) o en san Isidoro de León. 7 San Isidoro de León ¿Qué sucede si le damos la vuelta al plano de Silos para que las representaciones de Mateo y Juan ocupen la parte superior? Cambio orientación Cuatro Vivientes De entrada, parece que salga la ordenación visual de un tetramorfos algo especial y que cuesta de ver en las diferentes manifestaciones plásticas que el Arte Románico hizo sobre este tema de los Cuatro Vivientes como analogía de los cuatro evangelistas. Sin embargo, todo cambia cuando vemos que, colocado de esta manera, el claustro de Silos encaja en su distribución simbólica, nada más ni nada menos, que con el maravilloso Tetramorfos esculpido en el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela. 8 Tetramorfos Santiago de Compostela De hecho, con la fantasía, se puede imaginar esta superposición: Como se está analizando, si cada machón se corresponde con uno de los símbolos del Tetramorfos y orientándonos desde la iglesia del monasterio mirando hacia el sur, el Tetramorfos resultante queda así: 1. En el lado derecho de la Maiestas Dómini: arriba, el águila; debajo, el buey. 2. En el lado izquierdo de la Maiestas Dómini: arriba, el hombre; debajo, el león. O lo que es lo mismo, la representación de un Tetramorfos que se corresponde con la disposición iconográfica del que se halla en el Beato de San Millán de la Cogolla. 9 Beato San Millán de la Cogolla De hecho, al recordar el potente simbolismo que constituye la arquitectura de un claustro, solo queda mirar el Arte Románico con otros ojos para que sucedan asociaciones de ideas como esta al recordar los hermosos relieves del monasterio de Santo Domingo de Silos. Pero, entonces el llamado relieve de Pentecostés del claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos no está bien definido. Con esta identificación, no se está no se cumple el hecho de que el conjunto de los relieves de Silos constituyen en sí mismos un Tetramorfos analógico. Si se tratara del tema de Pentecostés, Cristo no intervendría y, entonces, el conjunto tiene siete (7) relieves dedicados a Cristo y uno (1) al Espíritu Santo. Antes de nada, es hora de recordar este relieve. Si se observa con atención este bajorrelieve, surgen dudas: 1. ¿Dónde está la paloma símbolo del Espíritu Santo? 2. ¿Dónde las lenguas de fuego sobre las cabezas de los discípulos? ¿Relieve de Pentecostés? 3. ¿Es la iconografía de Pentecostés? 4. ¿Por qué la presencia de la Virgen María? 5. ¿Qué significa esa mano que parece bendecir desde el Cielo? Pentecostés en la Capilla Perse, en Espalion, Francia 10 Las dudas sobre una posible identificación errónea de este relieve del monasterio de Silos nacen cuando se puede comprobar a simple vista que los maestros escultores del Arte Románico eran capaces de esculpir los símbolos de Pentecostés de una forma evidente y fácil de ver. Así, en Capilla Perse, en Espalion, Francia, no solo está presente la paloma como símbolo del Espíritu Santo, también se esculpieron de forma precisa las lenguas de fuego sobre las cabezas de los discípulos, por cierto once (11). El Espíritu Santo no cubrió a Judas Iscariote. En definitiva, para poder afirmar con precisión que este relieve recrea un tema iconográfico basado en la Ascensión, estas dudas deberían ser resueltas por algún pasaje bíblico que implique el tema de la Ascensión y no el de Pentecostés. Así, los dos relieves dedicados al tema de la Ascensión estarían resueltos con pasajes bíblicos. Solo así, los dos relieves de Silos colocados en el machón sureste estarían remitiendo al concepto teológico de la Ascensión y al símbolo del viviente representativo de San Juan: el águila. Y, de paso, los ocho relieves estarían dedicados a la vida de Cristo. Hay que repasar un poco el final del Evangelio de San Lucas: “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos les bendijo; y aconteció, que mientras los bendecía, se apartó de ellos, y era llevado al cielo.” (Lc. XXIV, 50-51) Si se repasa este pasaje, se puede observar: 1. Por ahí anda una mano bendiciendo desde el Cielo sin necesidad de que se trate de la Dextera Dei. 2. Como “era llevado al cielo”, la presencia de los dos ángeles en la iconografía de Silos. 3. En el momento de la Ascensión, junto a los discípulos también estaba presente la Virgen María. 4. No se necesita ninguno de los símbolos del Espíritu Santo: ni las lenguas de fuego ni la paloma. 11 Además, esta perícopa del Evangelio de San Lucas fue comentada por Beda,1 el autor de referencia para el teólogo redactor de la obra del llamado primer maestro de Silos: “Bendijo a quienes había mandado enseñar. Por ello sigue: "Y alzando las manos los bendijo".... Habiendo subido el Señor a los cielos y habiendo adorado sus discípulos el último lugar que pisaron sus pies, volvieron apresuradamente a Jerusalén, en donde se les había mandado esperar la promesa del Padre. Prosigue: "Y ellos, después de haberle adorado, se volvieron", etc. Estaban embargados de una grande alegría, porque después del triunfo de la resurrección, habían visto a su Dios y Señor penetrar en los cielos”. Las pruebas textuales parecen confirmarlo. Se trata de un contexto teológico de la Ascensión y no de Pentecostés. Los relieves del magnífico claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos constituyen en sí mismos un Tetramorfos analógico. De hecho, así como el teólogo redactor que dirigió el trabajo del llamado primer maestro de Silos 1 Sobre Beda y su influencia en la obra escultórica del llamado primer maestro de Silos se reflexionará en otro estudio dedicado a la iconografía del claustro de Silos que realizó este maestro. 12 se sirvió de las obras de Beda como autor de referencia, tal y como se intentará demostrar a continuación, el teólogo redactor, que guió las manos de llamado segundo maestro de Silos, utilizó como autor de referencia a Joaquín de Fiore. Desde la perspectiva de la Ascensión, sus dos relieves quedan de la siguiente manera. De hecho, no se debe olvidar que el libro de los Hechos de los Apóstoles es entendido como una continuación del Evangelio según san Lucas y que, según una antigua tradición cristiana, tanto el Evangelio como el libro de los Hechos se atribuyen al mismo autor, san Lucas. Y, entonces, al recordar el potente simbolismo que constituye la arquitectura de un claustro, solo queda mirar el Arte Románico con otros ojos para que, en tu cabeza, sucedan asociaciones de ideas como esta al recordar los hermosos relieves del monasterio de Santo Domingo de Silos. Tal y como nos han llegado hasta nosotros, los relieves del claustro de Silos se corresponden con los temas de la Encarnación, la Pasión, la Resurrección y la Ascensión de Jesucristo, el Hijo de Dios. La suma de estos ocho relieves puede interpretarse como la construcción pétrea de un Tetramorfos analógico o simbólico. Ahora, toca pasar a conocer la identidad intelectual del teólogo redactor que guió en su trabajo al llamado segundo maestro de Silos, un redactor de programas que conocía de primera mano el pensamiento del gran abad Joaquín de Fiore. 13 Hacia la datación del trabajo escultórico del segundo maestro de Silos Pero, es hora de volver a la historia. La decoración escultórica del claustro se inició ya a finales del XI y acabó abarcando todo el siglo XII. En ella, participaron una serie de maestros, cuyos trabajos escultóricos, identificables a través de la labra singular de sus estilemas permiten estudiar la evolución estilística de la escultura castellanoleonesa a lo largo de lo que se denomina románico pleno y, también, del románico 14 tardío. Siguiendo la clasificación de Fernando de Olaguer-Feliú2, quien, a su vez, se basa en los trabajos de Orueta y Gaillard, pero, sobre todo, de Azcárate, en el claustro de Silos se puede pautar la siguiente evolución de la actuación de los diversos maestros escultores:  En primer lugar, el inicio de la obra por un “primer maestro” (según Orueta, “serie de maestros”) que labraría, muy a finales del XI, los capiteles de las crujías occidental y septentrional.  En segundo lugar, la continuación del conjunto por un “segundo maestro” (según Azcárate, “un maestro y su discípulo”) que, en el primer cuarto del XII, realizase los seis relieves angulares más cercanos a la iglesia, con temática en torno a la Muerte y Resurrección de Cristo.  En tercer lugar, la intervención de un “tercer maestro”, autor de la Puerta de las Vírgenes, a mediados del XII, que, para Gaillard, pudiera conexionarse con la escuela leonesa del entorno de San Isidoro.  En cuarto lugar, el trabajo de una “serie de maestros”, ya a finales del XII, que realizasen los capiteles restantes del claustro bajo y alto. Unos, copiando los motivos del “primer maestro”; otros, disponiendo escenas evangélicas; y, unos terceros, captando formas vegetales y escenas profanas (esto último, en el claustro alto). Todos ellos plasmando un carácter naturalista que nos aproxima al gótico.  En quinto y último lugar, se contempla el conjunto con los dos relieves del pilar del ángulo SO, con los temas del Árbol de Jessé y de la Anunciación, que por su estilística e iconografía deben ya ser incluidos en la fase inicial del gótico. 2 OLAGUER-FELIÚ Y ALONSO, Fernando de, el arte románico español, Ediciones Encuentro, 2003, páginas 139-140) Según esta magnífica explicación de Fernando de Olaguer-Feliú, el segundo maestro escultor que trabajó en el claustro de Silos sería el autor de los seis primeros relieves y el que trabajó en quinto y último lugar lo sería de los dos últimos. Una vez pautada la evolución de la actuación de los diferentes maestros escultores que intervinieron en el desarrollo de la totalidad de la obra escultórica del claustro de Silos, es hora de recordar que al maestro escultor de los relieves del Árbol de Jesé y de la Anunciación se le viene conociendo, tradicionalmente, con el apelativo de “el segundo maestro de Silos”. Como la totalidad de las esculturas de estos relieves de Silos es obra de dos maestros escultores: un primero, con seis relieves; un segundo, con dos relieves; a partir de ahora y siguiendo la terminología tradicional, se continuará denominando al autor de los relieves del Árbol de Jesé y de la Anunciación con el apelativo de “el segundo maestro de Silos”, sabiendo que, siguiendo la clasificación propuesta por Fernando de Olaguer-Feliú, fue el que actuó en quinto y último lugar. Un maestro escultor que, gracias a su virtuosismo, dejó unos estilemas fácilmente reconocibles tanto por su estilo naturalista como por su manera de trabajar los detalles, en definitiva, una manera propia de labrar la piedra que anuncia la estética gótica. Los actores del proceso escultórico Si se deja de lado al comitente, evidente en este caso que se propone, la comunidad monástica de Silos, ¿quiénes fueron los actores que intervinieron, según los parámetros de la estética de la recepción, en la ejecución de los dos bajorrelieves del claustro atribuidos de forma tradicional al llamado “segundo maestro” de Silos? En primer lugar, el teólogo autor de la lectura teológica que dará origen a las esculturas, pues no son una mera reproducción de pasajes bíblicos. Además, teniendo en cuenta que estamos hablando de Silos, en el momento en que se ejecutaron las dos piezas, este teólogo tiene que ser considerado como una voz de autoridad no únicamente teológica sino, sobre todo, eclesiástica. En segundo lugar, el teólogo redactor del programa iconográfico de los dos relieves. Un teólogo que sabe que, junto a las otras seis piezas ya esculpidas, sus dos bajorrelieves forman parte de todo un conjunto escultórico que puede interpretarse 15 como un verdadero Tetramorfos analógico. Además, entiende que los dos bajorrelieves que él tiene que idear representarán figurativamente el símbolo teológico de lo que significa San Mateo, la Encarnación del Hijo de Dios. Este teólogo redactor fue el verdadero artífice de los detalles plásticos que originaron el nacimiento de este estudio. En tercer lugar, el maestro escultor, el tradicionalmente llamado segundo maestro de Silos. Ese maestro que ha singularizado tanto sus estilemas que ha pasado a la historia como uno de los grandes maestros escultores románicos, tanto por el valor intrínseco de su obra como por la escuela estilística que originó. En cuarto y último lugar, los receptores de esta estética. En este caso, unos espectadores privilegiados, tanto por su formación como por el contacto diario que tendrán con la obra escultórica. No se trata de unos simples cristianos que solo serán capaces de realizar equivalencias teológicas simples del tipo: el águila representa a San Juan Evangelista. Estamos escribiendo acerca de una comunidad monástica con una gran preparación teológica, hombres que conocían las lecturas teológicas más importantes que se estaban dando en esos momentos en el Cristianismo. Por lo tanto, se inicia este estudio con una gran paradoja, ya que, mientras tres actores de la estética de la recepción de estos dos relieves fueron personas con una gran preparación intelectual teológica sobre los cuales nada o muy poco sabemos, el cuarto, el maestro escultor, el que ha llenado más páginas de los tratados de historia, bien pudo ser el único analfabeto de todo este proceso. Reconociendo la vida obvia y objetiva del maestro escultor, allí están sus esculturas; en este trabajo, se pretende reflexionar acerca de una realidad imprescindible, la necesidad de la existencia del segundo de estos actores, el teólogo redactor que ideó las imágenes de los dos bajorrelieves conocidos como el de la Anunciación y el del Árbol de Jesé. Al carecer de datos biográficos, solo se puede intentar el acercamiento a la vida del teólogo redactor a través de la búsqueda de su identidad intelectual. Para ello, se utilizará una técnica de análisis objetiva. De la misma manera que los estilemas han permitido conocer la identidad artística del llamado segundo maestro de Silos, a pesar de que se desconocen las fuentes escritas que permitan trazar sobre él al menos una breve reseña biográfica, a través de los detalles plásticos se pretende realizar un acercamiento a la figura del teólogo redactor. Si los estilemas han permitido trazar la identidad artística del segundo maestro de 16 Silos, a través de los detalles plásticos se busca desvelar el pensamiento, es decir, la identidad intelectual, del teólogo redactor. A estas alturas, nadie pone en duda el valor intrínseco de los estilemas como indicios que permiten señalar que una determinada pieza fue realizada por el llamado segundo maestro de Silos o que salió de su Escuela o Taller. Sin embargo, de la misma manera que el ojo es capaz de singularizar los estilemas de un determinado maestro escultor, también este mismo ojo está en disposición de individualizar al teólogo redactor de un programa iconográfico a través de los detalles plásticos. Si la manera de realizar unas determinadas muescas con el puntero en los pliegues de la ropa puede llevar a seguir el camino iconográfico de una escuela o taller, los detalles plásticos pueden ayudarnos a recomponer el itinerario del teólogo redactor, pues son los indicios que dejará en todas las lecciones teológicas en piedra que haya diseñado. He aquí un primer ejemplo. Si el teólogo redactor era seguidor de cierta filosofía teológica que considera probada la naturaleza profética del capítulo primero del evangelio de San Mateo, siempre que proponga su ejecución plástica connotará al viviente que lo representa, el hombre alado, con una filacteria o rollo profético y no con un libro. De esta manera, con este singular detalle plástico, se está explicando que este teólogo redactor defendía que el carácter profético de los textos del Nuevo Testamento no se agota con la obra de San Juan Evangelista, el Apocalipsis. No obstante, no todo es tan sencillo. El teólogo redactor sabía que su obra no sería nada sin la participación activa de los receptores de su mensaje, la comunidad monástica de Silos. Sin la participación activa de los monjes, las imágenes que había ideado se convertían en letra muerta; pues, si los dos relieves no conseguían aquello para lo que fueron diseñados, el proporcionar imágenes de meditación y reflexión para una comunidad de monjes, su contenido teológico se habría perdido para siempre. El teólogo redactor conocía que el espectador de sus esculturas no sería alguien externo a ellas, ya que serían hombres de fe. Por eso, también conocería que, al contemplarlas por primera vez, reaccionarían ante ellas de una forma determinada. En todo momento, el teólogo redactor fue consciente de que sería la propia comunidad monástica de Silos la encargada de leer el alto contenido teológico de los dos relieves que tenía que idear. Los monjes de Silos serían los encargados de producir el sentido último de estas dos piezas. Cada monje de Silos estaba destinado a ser un espectador y meditador privilegiado. Y, por eso, no podía idearse una serie de imágenes religiosas indeterminadas. El mensaje tenía que ser unívoco; de lo contrario, una indeterminación 17 en cuanto a su significado podría provocar que se desatase la imaginación entre los monjes receptores del mensaje teológico. Por esta causa, tanto el abad de Silos como el teólogo redactor tuvieron que apelar a una voz de autoridad. No se podía dejar nada al azar, pues, de lo contrario, se podían producir diferentes procesos de lectura. Desde la lectura teológica, las esculturas tenían que construirse en un único sentido, dejando que interviniese lo menos posible la libertad interpretativa del espectador de estas imágenes. Sin embargo, esto es lo que, precisamente, más sorprende en estos dos relieves, ya que, de los ocho existentes, son los dos que más se alejan de la adecuación a la verdad marcada por los relatos evangélicos. Un monje de Silos no era un espectador cualquiera. Al menos, los miembros del Scriptorium formaban un grupo de espectadores privilegiados, bien formados, en definitiva, un grupo de lectores críticos acostumbrados a interpretar en los libros el significado simbólico de las imágenes cristianas. En el fondo, el teólogo redactor sabía que, a través de la meditación, entre los monjes de Silos y estos dos relieves, se acabaría produciendo antes un diálogo de ideas que no una simple percepción pasiva. Además, seguramente y en todo momento, fue consciente de que un pensamiento puede malinterpretarse tanto en lo que se dice, esculpe, pinta o escribe como en lo que se deja por no dicho. Por eso, también supo que estas esculturas tenían que reproducir de forma precisa el pensamiento nuevo con el que las ideaba. En el fondo, esta estrategia implicaba construir un nuevo modelo de espectador. Por eso, son tan importantes los detalles plásticos de estas dos magníficas esculturas. A través de los detalles plásticos, el teólogo redactor estaba construyendo referencias con la intención de que fueran comprendidas por el espectador de las esculturas como una serie de estímulos previsibles. Pero, las esculturas no podían dejarse como lecciones teológicas abiertas, ya que había que vigilar la reacción del espectador. Las esculturas tenían que presentarse como dos mensajes completos y bien estructurados, para evitar que se produjese una recomposición teológica errónea que llevase hacia un pensamiento herético. Sin la presencia de la comunidad monástica, el significado del conjunto de los ocho relieves estaría incompleto, pues se trata de un programa iconográfico pensado para ser meditado por un grupo de hombres con grandes conocimientos teológicos; unos conocimientos que se constituyen en los pre-juicios desde los que analizarán la nueva obra escultórica. 18 La comunidad monástica de Silos tenía un bagaje personal. La creación de dos relieves nuevos no podía comportar que, en ellos, se esculpiese un pensamiento teológico nuevo o diferente al margen de la existencia de una voz de autoridad monástica o eclesiástica que los avalase. Por eso, como se está sosteniendo, el mensaje esculpido no podía ser indeterminado, pues debía basarse en la lectura del pensamiento de una voz de autoridad teológica confirmada, a su vez, por la autoridad eclesiástica. Para idear estos dos relieves, el teólogo redactor, necesariamente, tuvo que prestar atención a la formación teológica de la comunidad de Silos y al sentir teológico de la iglesia de Roma. En busca de una identidad De entrada, se quiere advertir que en este estudio, a través del análisis de los detalles plásticos que singularizan estas magníficas esculturas, intentará encontrar la identidad intelectual de un teólogo redactor que, en todo momento, subordinaba la estética con la que ideó su iconografía al orden metafísico, es decir, a un pensamiento profundamente cristiano surgido de sus amplios conocimientos teológicos. Es una evidencia que, en el claustro del monasterio de Silos, la Belleza de Dios no puede explicarse sin pasar por la idea platónica de la vinculación de lo bello con el bien y la verdad. Y no puede explicarse al margen de Relieves segundo maestro Silos esta vinculación porque toda la 19 obra escultórica ejecutada en el claustro está pensada para provocar unas determinadas reacciones emocionales sujetas a la fe de la comunidad monacal. La belleza que contienen las figuras debe entenderse en clave de fe. El segundo maestro de Silos esculpió los dictados de alguien que conocía la filosofía teológica de Joaquín de Fiore. Ese alguien no solo tiene que ser una autoridad teológica, sino que también tiene que contar con la aprobación de la autoridad eclesiástica. Por eso, en el capítulo anterior, se ha intentado argumentar cómo la estética de la recepción de la filosofía teológica de Joaquín de Fiore llegó al románico hispano ligada al poder papal. Para intentar comprender la identidad del pensamiento del teólogo redactor de estos dos relieves de Silos, hay que volver los ojos hacia Navarra y en concreto hacia el tímpano de San Nicolás. En Tudela, la figura de San Nicolás acompaña a la Trinidad vertical. Aunque no lo parezca, por el alto contenido teológico que se desprende de la figura de este santo en torno a la defensa tanto de la doctrina de la Trinidad como de la doble naturaleza de Cristo, este detalle plástico, la presencia de San Nicolás junto a la Trinidad, resulta de vital importancia en todo el proceso de la estética de la recepción de las doctrinas trinitarias en el románico hispano. Finalmente, a principios del siglo XIII, tal y como pone de manifiesto la propia actuación del IV Concilio de Letrán, en la Iglesia católica acabaron enfrentándose dos pensamientos acerca del dogma de la Trinidad que se habían estado configurando de forma definitiva a lo largo del último cuarto del siglo XII: en un bando, la corriente academicista, cuyo máximo valedor sería Pedro Lombardo; en el otro, la corriente místico-profética cuyo magisterio recayó en Joaquín de Fiore. Un enfrentamiento de tales características, por fuerza, tuvo que tener su repercusión en tierras de los reinos cristianos de España. Además, como se está analizando, algo especial debió ocurrir en España para que en el Arte Románico hispano se acabara realizando una iconografía singular y única, la Trinidad Vertical en su vertiente de la Paternitas o la Encarnación del Hijo. Tal vez, la realización de un pequeño viaje retrospectivo sobre cómo pudieron llegar los pensamientos enfrentados de Pedro Lombardo y de Joaquín de Fiore a las tierras de Navarra, donde está ese magnífico tímpano de Tudela en el que aparece la iconografía del gran santo valedor del concepto de la Trinidad y de la doble naturaleza de Cristo, San Nicolás, pueda ser de ayuda. La finalización de este viaje tiene un momento clave, una fecha de 20 caducidad, la de 1215, el IV Concilio de Letrán, cuando la iglesia impone las ideas trinitarias de Pedro Lombardo sobre las de Joaquín de Fiore. Siguiendo a Elisabeth Reinhardt3, no se puede negar que el IV Concilio de Letrán formula dos decretos, Firmiter y Damnamus ergo, que son una unidad de pensamiento que concierne directamente a Fiore. El Damnamus ergo comprende tres partes. Se inicia haciendo referencia al tratado De unitates eu essentia Trinitatis, atribuido a Joaquín, y colocando el texto en el centro del debate: Joaquín de Fiore acusa a Pedro Lombardo de haber introducido una “cuaternidad en Dios”. El decreto condena el pensamiento de Joaquín “in hac parte”, la que entiende la unidad de la trinidad “quasi collectivam et similitudinariam”, sin referirse a los demás aspectos de la doctrina de Fiore. En la segunda parte, este decreto expone la doctrina católica. En la tercera y última, contiene la cláusula favorable a la persona y fundación de Joaquín. El concilio censuró la doctrina trinitaria de Joaquín de Fiore, pero salvaguardó tanto su persona como su obra. Un Fiore que, tal y como está documentada, había mantenido una buena relación con los Romanos Pontífices de su tiempo (Lucio III, Urbano III, Clemente III y Celestino III, el papa que en 1196 aprobó la constitución de la nueva Orden Florense), interesados siempre por el trabajo exegético del Abad. Aunque, de entrada, ya parezca más dudosa su relación con Inocencio III, no se deben olvidar dos cosas: la primera, en 1200, Fiore escribió una carta-testamento por la que somete todos sus escritos a la suprema autoridad de la Iglesia; la segunda, este Papa, Inocencio III, enviará como legado papal, entre 1198 y 1202, a los reinos cristianos peninsulares de Navarra, Castilla, León y Portugal a Raniero da Ponza, el íntimo amigo y el primer seguidor de Joaquín de Fiore. Lo que no cabe la menor duda es que, durante el último cuarto del siglo XII y los primeros quince años del XIII, en el cristianismo romano, existió esta fractura entre dos maneras teológicas de exponer la doctrina de la Trinidad. En el seno de la Iglesia, las dos posturas se fueron posicionando: mientras los unos se aliaron con la manera de pensar de Pedro Lombardo, los otros decidieron seguir la de Joaquín de Fiore. Entre los primeros defensores de Pedro Lombardo encontraríamos a los maestros en teología de París. Sin embargo, aunque hay que tener en cuenta que el tratado de Fiore contra Pedro Lombardo, por el que el Concilio condena alguna de sus 3 REINHARDT, E. Joaquín de Fiore y el IV Concilio Lateranense. AHIg 11 (2002) (95-104) 21 ideas, está perdido, es bien cierto que en los escritos auténticos de Fiore existe una crítica directa contra Lombardo: “En la Vita Sancti Benedecti et de officio divino secundum eius doctrinam... señala tres herejías trinitarias: Arrio, Sabelio y Pedro Lombardo. También en la Expositio in Apocalypsim menciona nominalmente a Lombardo... hablando de la “blasphemia Petri, quiunitatem a trinitate dividens inducit””4 Sin embargo, como señala Elisabeth Reinhardt5, conviene recordar que la teología de Pedro Lombardo también sufrió las críticas de prestigiosos maestros en teología en París: Ricardo y Gualterio de San Víctor, y de Gerhuch de Reichersberg. Una presión de sospecha doctrinal que, en torno al Concilio Lateranense III (1179), afectaría de forma directa al concepto teológico del nihilismo cristológico planteado por Pedro Lombardo. Fue el IV Concilio de Letrán el que restableció la fama de Pedro Lombardo en detrimento de Fiore, con lo que en 1215 se frenó la difusión de las obras de Joaquín de Fiore. El pensamiento del Florense recibiría el mazazo final de manos de Tomás de Aquino, el valedor más destacado de la teología académica. Y en los reinos peninsulares, ¿qué ocurrió sobre esta toma de partido por una u otra teología trinitaria? Es conocido como Martino de León introdujo a Pedro Lombardo por primera vez en España. En 1185, Martino de León comienza la composición de sus obras que denomina Concordia Veteris et Novi Testamenti: “La misma cuestión fue desarrollada siglos más tarde por Martino de León al reproducir las sentencias de Pedro Lombardo y mostrar las conexiones entre las procesiones eternas y temporales.” 6 Sin embargo, no es el único que parece conocer a Pedro Lombardo, ya que Pedro de Artajona o de París, obispo de Pamplona (1167-1193), fechas por las que se podrían estar moviendo algunas de las obras románicas que se utilizarán como referencia en este estudio, también nombra a Pedro Lombardo en un tratado sobre la Trinidad: “Pedro de París, del siglo XII, estudió en la ciudad del Sena. Su obra De Trinitate se conserva en la Biblioteca de Salamanca. El manuscrito fue compuesto en el siglo XIII y lleva el número 2756. En él nombra a Pedro Lombardo. Este y otros indicios me impulsaron a formular la hipótesis de que 4 REINHARDT, E, op. cit. p.99. REINHARDT, E, op. cit. p.99. 6 LOZANO LÓPEZ, E. La portada de Santo Domingo de Soria. Estudio formal e iconográfico. Tesis doctoral, UNIVERSITAT ROVIRA I VIRGILI p. 264 5 22 tal vez Pedro desarrolló su magisterio en París al mismo tiempo que el autor de las Sentencias.”7 Aunque Pedro de París, obispo de Pamplona, muere el 13 de junio de 1193, el manuscrito inédito que ha llegado hasta nuestros días y que se conserva en la Biblioteca de Salamanca sería ya compuesto en el siglo XIII, cuando la balanza empieza a decantarse de forma favorable hacia los intereses de los defensores del pensamiento de Pedro Lombardo. En ese libro, al que de momento no hemos podido acceder, pueden estar algunas de las claves que nos permitirían desvelar los misterios de la estética de la recepción del pensamiento de Joaquín de Fiore en tierras navarras: “En España, el obispo de Pamplona, Pedro de Artajona (1167-1193), también conocido como Petrus Parisiensi, Petrus Parisii, Petrus Parisius o Petrus de Paris por haber estudiado en esta ciudad redacta asimismo un tratado sobre la Trinidad, mientras que en León, Martín de León (+ 1203) dedica numerosas páginas de su Concordia Veteris et novi Testamenti al problema de la Trinidad y a las herejías.”8 Es evidente que existe una polémica teológica que se articula en torno a las ideas de Pedro Lombardo. Ya hemos señalado con anterioridad cómo este malestar se vio reflejado en el III Concilio de Letrán (1179), un concilio al que, según algunas fuentes, asistiría Pedro de París, el obispo de Pamplona. Un malestar que tomó forma de escrito: “Hacia 1178, Gualterio de San Víctor, en su Contra quatuor Labytinthos Franciae, cualifica como herejes a Abelardo, Pedro Lombardo, el obispo Pedro de Pitiers y Gilberto Porreto.”9 Sin poder examinar y estudiar de forma directa el libro de Pedro de París, cuyo título podría traducirse como Tratado de la Trinidad y de la Encarnación, un título muy sugerente para la iconografía románica que ahora se está estudiando, ¿qué otras vías quedan para llegar a su pensamiento? Tal vez, solo una, la de intentar reconstruir su identidad intelectual a partir de sus datos biográficos. 7 AZANZA ELIO, Ana. Proyecto de investigación sobre pensadores navarros. Actas de las II Jornadas de Hispanismo Filológico (1995). El Basilisco (Oviedo) nº 21 1996 pp. 8-10 8 RUCQUOI, A. “No hay mal que por bien no venga”. Joaquín de Fiore y las esperanzas milenaristas a fines del la Edad Media, en Elio &Erimen, nº 21 (2004) (217-240) p. 223 9 RUCQUOI, A, op. cit. p. 224 23 Debido a su sobrenombre, de París, no solo se conoce que Pedro de Artajona estudió en la ciudad del Sena, sino que también gozó de cierto prestigio intelectual. Sin embargo, sus ideas acerca de la Trinidad no debieron circular como voz de autoridad, ya que no fueron recogidas en manuscrito hasta el siglo XIII, cuando él ya está muerto, y, además, no se difundieron. Por algunos datos bibliográficos que ya se han trascrito, se conoce que Pedro de Artajona nombra, en su tratado, a Pedro Lombardo. Y, aquí, empieza la primera duda: ¿por qué no tuvo difusión el tratado de Pedro de Artajona en el siglo XIII? Es evidente que, si fuera un seguidor directo de Pedro Lombardo, en definitiva, un academicista, a partir de 1215 su obra podría haber sido difundida a la par de la de Lombardo, como ocurrió con la de Martino de León. Parece ser que, de entrada, algo tiene que ver el Cister: “Don Pedro París, que dicen era muy devoto de la orden del Cister. Por esto, o por la mucha fama que en estos tiempos tenía esta orden, recién fundada, quiso restablecer el monasterio de Iranzu, y poner en él monges (sic) de aquella religión.”10 La historia se está moviendo en la fecha de 1175 y un año más tarde, en 1176, el Obispo Pedro de París introduce la reforma cisterciense11. Don Pedro de París mantiene buenas relaciones con el Cister, orden monástica a la que en esos momentos, 1175, todavía pertenecía Joaquín de Fiore. Sin embargo, no todo acaba allí. En el capítulo anterior, ya se ha señalado que el propio poder papal pudo ser el responsable directo de las dos posibles vías de introducción de las ideas de Joaquín de Fiore en los reinos cristianos hispanos, o bien a través del papa Urbano III o bien debido a la misión pastoral del legado papal Raniero da Ponza. Además, se ha apuntado que esto se pudo deber tanto a las buenas relaciones que Joaquín de Fiore mantuvo con el papado (en especial con Lucio III, Urbano III, Clemente III y Celestino III) como a la fecha de 1187, cuando Urbano III colocó a la abadía de Silos bajo su protección. Y, en medio de estas dos realidades, se encuentra la figura de Pedro de París, el obispo de Pamplona: “Don Pedro de París para hacer mejor defensa, tuvo que emprender segundo viaje a Roma, donde permaneció largo tiempo; pues habiéndose ventilado el pleito por espacio de cinco 10 FERNÁNDEZ PÉREZ, G. Historia de la iglesia y obispos de Pamplona, real y eclesiástica del reino de Navarra. 1820. tomo I, p. 265 11 MARTÍNEZ, A. PALOMO, G, Senra, J. L., Refectorio y cocina de Santa María la Real de Iranzu. Un modelo tipológico original. Revista príncipe de Viana, versión electrónica. 24 años que duró el pontificado de Lucio III, por último su sucesor Urbano III, deseando resolver en él con acierto, dio comisión el día 13 de Noviembre de 1186 a los obispos de Tarazona y Bayona, y al abad de Populeto, para que oyendo a las partes le informasen de lo que resultase. Y en vista de esta comisión nuestro obispo don Pedro regresó a su iglesia”.12 Pedro de París, obispo de Pamplona, ha estado en Roma los años fundamentales del inicio de la obra escrita de Joaquín de Fiore y ha podido vivir, de forma directa o indirecta, las buenas relaciones de Fiore con el Papado. Es hora de recordar, entre otros datos, que en 1182-83, Joaquín de Fiore se estableció en el cenobio de Casamari, donde comenzó a escribir. En estas mismas fechas, realizó un viaje a Veroli a pedir al papa Lucio III (1181-1185) la licencia de escritura. El papa Lucio III se la concedió. Como ya se señaló, en torno a 1182, la iglesia de Roma hasta tal punto considera ortodoxo el pensamiento teológico de Joaquín de Fiore que le concede lo que se puede denominar el Nihil obstat, es decir, la aprobación oficial de la difusión de sus ideas desde el punto de vista moral y doctrinal. Pedro de París, presente en Roma durante todo el pontificado de Lucio III, por fuerza debía conocer esta realidad en torno al pensamiento del Abad Florense. Sin embargo, no todo acaba allí. La vacante de la silla de Roma dejada por Lucio III es ocupada por Urbano III (1185-1187), un papa que también llegó a conocer a Joaquín de Fiore. De hecho, en 1186, Pedro de París, después de la fecha del 13 de Noviembre, regresó a su sede de Pamplona. Pero, a finales de ese mismo año, 1186, o principios del siguiente, 1187, Fiore se entrevistó con Urbano III en Verona. El Papa le animó a seguir escribiendo. Existen testimonios que afirman que, a esta entrevista de Verona, Joaquín de Fiore se presentaría llevando consigo el segundo libro del Psalterium decen chordarum, un libro en el que Fiore sostiene de forma insistente la superioridad jerárquica de los monjes respecto del clero y de los laicos. Si fue en 1186, Pedro de París todavía estaba en Roma. Si lo fue en 1187, ese mismo año, Urbano III colocó a la abadía de Silos bajo su protección. Es decir, Pedro de París está en Roma en el momento más álgido de las buenas relaciones entre el Papado y el Abad Joaquín de Fiore. Pero, todavía hay más. ¿Pudo conocer la condena que Fiore realizaba sobre la teología trinitaria de Pedro Lombardo? “Aparecen ahora, siempre en el primer libro del Psalterium y por lo tanto a partir de 1184 los ataques contra 12 FERNÁNDEZ PÉREZ, G., op. cit. p. 274 25 Pedro Lombardo, que reemprenderá el Florense pocos años después en el tratado De vita Sancti Benedicti, y que reflejan en un esbozo de “figura”, cuyo carácter elemental y antiguo quizá permita asignarlo precisamente a aquel período (Liber figurarum ilustración XXVIa). En ese esbozo se atacaba la perfidia Petri en el tema de la “quaternitas”, desde el momento en que las doctrinas trinitarias del teólogo escolástico constituían para Joaquín de Fiore una verdadera y propia herejía en la línea de Arrio y Sabelio.”13 Pedro de París, obispo de Pamplona, antes de abandonar Roma y regresar a su sede en 1186, bien pudo conocer los ataques de Joaquín de Fiore, iniciados en 1184, a las doctrinas trinitarias de Pedro Lombardo y por las que lo consideraba un hereje. Paradójicamente, Pedro de París también pudo conocer de forma directa, en sus años de estudiante en París, tanto a Pedro Lombardo como a sus doctrinas. Sin embargo, como el brillante estudiante que se le considera, también debió conocer la condena que había sufrido parte del pensamiento de Pedro Lombardo por el papado en la figura de Alejandro III (1159 – 1181) y, en concreto, por su manera de entender la Encarnación como un hábito o vestido. “La aparición del término, en la variante nihilianismus, está documentada en Gualterio de San Víctor. Este lo usa para designar la herejía cristológica según la cual, siendo el logos divino, eterno y no creado, la humanidad pertenece a Cristo solo como accidente. Tal “nihilianismo teologico” iba a ser sostenido por Pedro Lombardo en el tercero de sus célebres Libri Sententiarum, lo que motivó el ataque de Gaulterio de San Víctor y de Roberto de Melun, y posteriormente la condena oficial del papa Alejandro III”.14 Aunque sea Abelardo el teólogo que vuelve a revitalizar la teoría adopcionista, doctrina que enseña que Jesucristo, en cuanto hombre, es hijo de Dios por adopción, la condena de Alejandro III se refiere directamente a una fórmula hecha propia por Pedro Lombardo al hablar de Cristo como hijo adoptivo de Dios. 13 RUSCONI, R. “Gioacchino da Fiore tra Bernardo di Clairvaux e Inocencio III!: V Congresso internazionale di Studi Giochimiti (S. Giovanni in Fiore, Septiembre 1999) Anuario de Historia de la Iglesia, año / vol. IX. Universidad de Navarra, Pamplona, España. (472-483) pp. 478-479 14 VOLPE, F. El nihilismo. Biblioteca de Ensayo Siruela, p. 21 26 Cuando, en 1186, Pedro de París regresa a Pamplona, está en disposición de introducir tanto las ideas teológicas acerca de la Trinidad de Pedro Lombardo, las que conoció en su juventud estudiantil en París, como las nuevas de Joaquín de Fiore, las que acababa de conocer en Roma. Sin embargo, no se debe olvidar que la autoridad eclesiástica de Pedro de París estuvo siempre limitada a la territorialidad de su obispado, el de Pamplona y que se trata de una iconografía, la de la Trinidad Vertical con el tema de la Paternitas, que se plasma escultóricamente más allá del territorio de su jurisdicción eclesiástica. En Pedro de París, se tiene una persona culta y con poder eclesiástico (de hecho está documentado su actuación como comitente tanto de templos como de obras de arte románicas) que conoce las dos líneas de pensamiento trinitario que se acabaron enfrentando en 1215, en el IV Concilio de Letrán; pero, en ningún momento se debe olvidar que su poder eclesiástico era limitado. Por eso, siempre se ha postulado que se precisa de la presencia en tierras de España o de un documento papal de carácter vinculante para todos los territorios o de una persona con el poder delegado del papa. Sin embargo, no todos los reinos cristianos cuentan con la representación escultórica de la Trinidad Vertical, pues esta iconografía no se produce en los territorios orientales, en la Corona de Aragón. Como ya se ha apuntado, la representación de la Paternidad coincide exactamente con los territorios en los que Raniero da Ponza (el amigo personal y primer seguidor de Joaquín de Fiore) desarrolló su ministerio pastoral, cuando en 1198 fue enviado por Inocencio III como legado papal ante los reyes de Navarra, Castilla, León y Portugal. ¿Cuál pudo ser la causa por la que el papa Inocencio III se vio en la obligación de enviar un legado papal? Esther Lozano, en su tesis doctoral, al plantearse las posibilidades por las que pudo realizarse en el arte románico hispano la representación iconográfica de la Trinidad Vertical, ya apuntaba a la posibilidad del problema de la pervivencia de alguna herejía trinitaria en territorio hispano: “Es más probable que esta figuración se propusiera contra una posible pervivencia de los errores arrianos, adopcionistas o priscilianistas de los que era sospechosa parte de la Iglesia hispana. Frente a ellos, parece que el lazo entre el Padre y el Hijo a partir de la filiación y la igualdad demostraba (junto al resto del programa) que el Hijo era a la vez temporal y eterno. La articulación vertical de la Trinidad debió de entenderse como la mejor manera de expresar esta idea, y con la muestra de las dos naturalezas de Cristo se exaltaba la divina generación a la vez que su Encarnación se asociaba a la Redención. El acto de enfatizar, mediante la imagen central de la portada, la 27 presencia de la Trinidad podía significar, en parte, un sentido de lucha contra estos heréticos”15 Hacía ya unos cuantos años, en 1171, Alejandro III había condenado parte del pensamiento de Pedro Lombardo por adopcionista. También se debe recordar que Matino de León, a partir de 1185, cuando empieza a escribir, había introducido el pensamiento de Pedro Lombardo en España. A finales del siglo XII, ¿pudo interpretar Roma que en los reinos cristianos peninsulares se estaba produciendo el resurgir de la 28 herejía adopcionista? También, en el Tratado II de este libro, se ha expuesto esta posibilidad: la de la existencia de herejías trinitarias, pero ligando este hecho a la misión pastoral de Raniero da Ponza. La misión de Raniero da Ponza en el norte de los territorios peninsulares fue una: combatir las herejías que se habían propagado en aquellas tierras. Al menos, así lo recordaba en sus Memorias Luca Campano, arzobispo de Cosenza, el otro amigo personal de Joaquín de Fiore y su fiel escribiente, es decir, el secretario personal del Florense: “Raniero da Ponza, che accompagnò Gioacchino nel primo ritiro sui monti della Sila, ricoprì in seguito un ruolo prestigioso e di primo piano sotto il pontificato di Innocenze III, svolgendo come inviato del pontefice una particolare missione diplomatica di pacificazione e di moralizzazione nei regni cristiani della penisola iberica. Nominato in appresso legato pontificio, tu inviato nel sud della Francia e nel nord della Spagna per combattere le eresie propagatesi in quelle terre. Egli svolse il suo mandato adoperando, in sintonia con lo spirito gioachimita, le armi della predicazione e del dialogo. Concluse i suoi giorni nell'isola che probabilmente gli aveva dato i natali, per dedicarsi a una vita di contemplazione e di preghiera, in rispondenza agli ideali che aveva già condiviso con l'Abate florense.”16 En pocas palabras, Raniero da Ponza, enseguida desempeñó un papel prestigioso y de primera magnitud bajo el pontificado de Inocencio III, ejerciendo como enviado del pontífice en una particular misión diplomática de pacificación y de moralización en los reinos cristianos de la Península Ibérica. Nombrado legado pontificio fue enviado al sur de Francia y al norte de España para combatir las herejías 15 16 LOZANO LÓPEZ, E. op. cit. p. 297 LE MEMORIE DI LUCA CAMPANO, Centro Internazionale electrónico di Studi Gioachimiti, artículo que se habían extendido en aquellas tierras. Él ejerció su mandato utilizando, en sintonía con el espíritu joaquinista, las armas de la predicación y del diálogo. A pesar de que una línea de historiadores vinculan la condena de Fiore por el IV Concilio de Letrán al propio Inocencio III, otra línea de investigación apunta a que, en los inicios de su papado, en 1198, el papa Inocencio III estaba en buena sintonía no únicamente con Raniero da Ponza, su legado Papal, sino con el pensamiento del propio Joaquín de Fiore: “El estudio de la historia redaccional de estos decretos apunta al propio Inocencio III como redactor y pone de manifiesto que, una vez leídos, fueron aprobados por aclamación de la asamblea. En este contexto consta que Inocencio defendió a Pedro Lombardo contra Joaquín, a pesar de la gran estima que el papa tenía al fundador florense como personar no por afinidad doctrinal. Otros estudiosos históricos, en cambio, centran la atención entre los paralelismos de los escritos de Inocencio III (sobre todo) los previos a su pontificado) y los de Joaquín, por lo que les parece poco probable que la condena haya partido del pontífice. Fiona Robb afirma, por ejemplo, que la condena del concilio está en contradicción con la teología trinitaria de Lotario dei Conti di Segni (Inocencio III) debido a los préstamos que éste había tomado de Joaquín... Robb descubre en los escritos de Lotario tanto préstamos de contenido joaquiniano como una cierta afinidad en modos exegéticos y en la preferencia por temas históricos, y avanza la hipótesis de que el cisterciense Raniero de Ponza, amigo de Joaquín y persona influyente en la curia romana, haya sido el puente entre ambos. En la misma dirección se mueven los estudios de Christoph Egger que, si bien descarta un encuentro personal entre Joaquín e Inocencio, demuestra la existencia de préstamos joaquinianos casi literales, tanto en sus escritos teológicos privados como en las cartas oficiales siendo ya pontífice, y señala como posible puente, además de Raniero de Ponza, al abad Geraldo de Casamari, que había acogido al Florense en ese monasterio, para que allí pudiese redactar sus principales obras.”17(Nota 18) Tal y como se desprende de esta extensa nota, la condena del IV Concilio de Letrán a la teología trinitaria de Fiore, está en contradicción con la propia teología trinitaria de Lotario dei Conti di Segni (Inocencio III) debido a los préstamos que este había tomado de Joaquín de Fiore. Además, en los escritos de Lotario, existen tanto préstamos de contenido joaquiniano como una cierta afinidad en modos exegéticos y 17 REINHARDT, E., op. cit. pp. 97-98 29 en la preferencia por temas históricos. Pero, todavía es más interesante saber que los préstamos joaquinianos son casi literales y que se producen tanto en sus escritos teológicos privados como en las cartas oficiales que redacta siendo ya pontífice. Por si fuera poco, en esta relación, también aparecen dos perfectos conocedores de la obra de Joaquín de Fiore como los hombres que hicieron posible este intercambio de ideas entre el pensamiento de Joaquín de Fiore y el del papa Inocencio III: en primer lugar, el abad Geraldo de Casamari, que había acogido al Florense en ese monasterio, para que allí pudiese redactar sus principales obras; en segundo lugar, Raniero da Ponza, el cisterciense amigo de Joaquín, persona influyente en la curia romana y al que envía Inocencio III como legado papal a los reinos cristianos del norte occidental de España. Después de realizar este recorrido en busca de la estética de la recepción de las ideas de Joaquín de Fiore en el románico español, no cabe la menor duda de que el poder papal fue el que acabó introduciendo la teología de Joaquín de Fiore en el Románico de los reinos cristianos hispanos. Ahora bien, al carecer por el momento de documentos, en todo momento se está indicando que la recepción de la teología de Joaquín de Fiore pudo deberse a una de estas dos vías de implantación:  La primera, a través de la autoridad eclesiástica emanada directamente de la actuación del papa Urbano III, quien colocó, en 1187, la abadía de Silos bajo su protección. A partir de este hecho, la posible continuación de la tarea por los sucesivos papas que acogieron el pensamiento de Joaquín de Fiore. Se estaría hablando de una línea de continuidad de pensamiento que, iniciándose ya con el predecesor de Urbano III, el papa Lucio III (1181-1185), seguiría con el mismo Urbano III (1185-1187) y continuaría con Clemente III (1187-1191) y Celestino III (1191-1198), para acabar en los inicios del papado de Inocencio III (1198-1216). Precisamente, el inicio del papado de Inocencio III entronca con la segunda vía de recepción del pensamiento de Fiore que se propone.  A través de Raniero da Ponza, amigo personal y el primer discípulo de Joaquín de Fiore, que fue Legado Papal en el inicio del papado de Inocencio III ante los reyes cristianos de Navarra, Castilla, León y Portugal entre los años 1198-1202. Entre las dos posibles vías de penetración del pensamiento de Fiore se produce un arco temporal comprendido entre 1187 y 1215, cuando el IV Concilio de Letrán condena ciertas ideas de Joaquín de Fiore acerca de la Trinidad. Además, la presencia, 30 en los reinos cristianos hispanos, de Raniero da Ponza a partir de 1198 también encajaría con la propuesta de clasificación y de datación de los diferentes maestros escultores que, según Fernando de Olaguer-Feliú, intervinieron en la ejecución de la obra escultórica del claustro de Silos. Es decir, se estaría en ese quinto y último lugar, el formado por los dos relieves del pilar del ángulo SO, con los temas del Árbol de Jesé y de la Anunciación, en definitiva, en las fechas de ejecución de esos relieves que, por su estilística e iconografía, deben ya ser incluidos en la fase inicial del gótico. Si una de estas dos hipótesis de trabajo acerca de la estética de la recepción del pensamiento de Joaquín de Fiore por parte de la comunidad monástica de Silos fuese cierta, se estaría en disposición de afirmar que el teólogo redactor del programa escultórico de los dos relieves ejecutados por el segundo maestro de Silos disponía de información privilegiada acerca de la manera de pensar de Fiore. Pero, mientras que la primera vía de recepción de las ideas de Fiore por parte de la comunidad de Silos no cuenta con la presencia física de ningún representante del papado en Silos, pues Urbano III puede poner el monasterio de Silos bajo su custodia solo utilizando cartas, la segunda se acerca a la existencia real de un individuo, Raniero da Ponza, el legado Papal de Inocencio III en el reino de Castilla. Un hombre que, por lo tanto, sí que visitó las tierras de los reinos cristianos del norte. ¿Quién fue Raniero da Ponza? Entre otras cosas, el amigo personal de Joaquín de Fiore. Como punto de partida de esta posible vía de recepción de la estética del pensamiento teológico de Fiore, una pequeña reseña de los datos biográficos más relevantes que compartieron Raniero da Ponza y Joaquín de Fiore. Para empezar, una fecha, la de 1189. En 1189, Gioacchino da Fiore y Raniero da Ponza se alejan de la orden cisterciense. Gioacchino funda San Giovanni in Fiore. Prosigamos un poco más. En 1192, el capítulo general de los cistercienses les ordena a los dos que vuelvan a su puesto bajo pena de ser considerados fugitivos. En 1195, Gioacchino y Raniero son definidos oficialmente fugitivos. Es decir, a partir de 1189, el destino del pensamiento teológico de Raniero da Ponza está estrecha e íntimamente ligado al de Fiore. ¿Qué más se sabe de Raniero da Ponza? En 1198, a partir del 16 de abril, siete cartas de Inocencio III testimonian que Raniero da Ponza trabaja para él, cargo que desarrollará ininterrumpidamente desde el 1198 hasta el 1202. Ya en la primera carta, fechada en 1198, Inocencio III encarga a Raniero la Delegación Apostólica ante los reyes de Navarra, Castilla, León y Portugal. 31 Sin embargo, es evidente que, para confirmar toda esta hipótesis de trabajo, que vincula la recepción del pensamiento de Fiore por parte de la comunidad de Silos al posible trabajo apostólico de Raniero da Ponza en las tierras de los reyes de Navarra, Castila, León y Portugal, hasta el momento, se carecen de las fuentes documentales necesarias, las llamadas por los historiadores fuentes primarias. No obstante, hay espacio para la duda razonable. Tal vez, en Silos, hacia finales del siglo XII, se produjese un cambio en el sentir espiritual del monasterio; un cambio vivido como un movimiento de renovación interior que buscaba, a la manera de Joaquín de Fiore, volver a los orígenes de San Benito. Si en este intervalo pudieron llegar las teorías de Joaquín de Fiore, avaladas por la autoridad eclesiástica que o bien emanaba directamente del Papa (en la primera vía, la de Urbano III) o bien de forma de delegación papal (en la segunda vía, la de la presencia en los reinos cristianos hispanos de Raniero da Ponza), ¿quiénes eran los miembros de la comunidad de Silos para oponerse a esta línea de pensamiento que, además, volvía a dignificar el papel del monacato por encima de cualquier otra forma de manifestación de vida religiosa? Como se estudiará más tarde, los detalles plásticos con los que el teólogo redactor singularizó estos dos magníficos relieves así parecerían confirmarlo. Al conocer el pensamiento de Joaquín de Fiore, en estos dos relieves, a modo de calendario, intentaron plasmar en su claustro el final de la Edad en la que estaban viviendo, la de la Encarnación del Hijo. Esto podría significar que o bien se hicieron por primera vez, ya que al primer maestro no le había dado tiempo de ejecutar los ocho, o bien estos nuevos relieves vinieron a sustituir a unos hoy desaparecidos que habían sido ejecutados por el primer maestro en una sintonía teológica diferente a la que en esos momentos profesaba la comunidad monacal. Sería entonces cuando se realizaron las iconografías del Árbol de Jesé, el de la Trinidad Vertical, y de la AnunciaciónCoronación de la Virgen María. Sin embargo, tanto si se hicieron por primera vez o como si se hicieron de nuevo en sustitución de otros ya existentes, es evidente que sus imágenes no se crearon siguiendo los antiguos modelos de los otros tres pilares. Entre los miembros de la comunidad de Silos se daba un nuevo sentir teológico. Un nuevo sentir teológico con el que parece ser que estaban de acuerdo en algo esencial: se tenía que producir la llegada de la Edad del Espíritu Santo, la de la iglesia espiritual, la de los monjes y 32 ascetas, de la que ellos. Con toda seguridad, estaban convencidos de que tendrían que formar parte por propio derecho. No cabe la menor duda de que, en este intervalo de tiempo, algo serio e importante debió ocurrir en el sentir teológico de la comunidad de Silos; ya que no es normal que, si el monasterio ya estaba bajo la autoridad papal desde el 1187, en el pontificado de Urbano III, el papa Inocencio III se vea en la necesidad de volver a colocar la abadía bajo su protección en 1216, un año más tarde del inicio del IV Concilio de Letrán, ese concilio en el que aparecen los decretos que condenan la teología trinitaria de Fiore. ¿Qué ocurrió en ese intervalo temporal que iría desde 1198, año de la llegada del legado papal Raniero da Ponza, a 1216, el año de la actuación directa del papa Inocencio III sobre el monasterio de Silos? De entrada, únicamente se nos ocurre una posible respuesta: el IV Concilio de Letrán ha condenado algunas ideas de Fiore acerca de su concepción de la Trinidad. Además, dos años más tarde, en 1218, el obispo Mauricio de Burgos excomulga a la comunidad. "En 1218 la comunidad de Silos fue excomulgada por Mauricio, obispo de Burgos, quien encontró que el monasterio necesitaba una reforma."18(Nota 19) Si esto fue así, como se está intentando argumentar, se tendrían dos períodos temporales en los que se habría podido ejecutar una de las iconografías románicas más singulares y, acaso, la más representativa del arte románico hispano, la de la Trinidad Vertical en su versión de la Paternitas:  El periodo que abarcaría desde 1187, año en el que el papa Urbano III coloca la abadía de Silos bajo su protección, hasta 1216, año en el que el papa Inocencio III vuelve a realizar la misma acción.  El período comprendido entre el 1198, año de la llegada de Raniero da Ponza como legado pontificio a los reinos cristianos hispanos, y el 1216, año en el que el papa Inocencio III vuelve a realizar la misma acción. Después del IV Concilio de Letrán, tal vez, volvió de Roma el obispo Mauricio de Burgos con una lección bien aprendida. El monasterio de Silos, no podía ser la excepción. Así que el buen obispo, haciendo uso de la autoridad concedida tanto por el 18 Nota 36 de la tesis doctoral de Esther Lozano López, La portada de Santo Domingo de Soria. Estilo formal e iconográfico 33 Papa como por el propio Concilio; pues, entre otras cosas, sabía muy bien que el Concilio había escrito que los obispos que no persiguiesen a los herejes en sus diócesis se jugaban el cargo: "Las disposiciones surgidas del concilio se recogieron en 71 cánones. Los tres primeros hacían referencia al dogma: solemne proclamación de fe católica, reprobación de ciertos errores trinitarios de Joaquín de Fiore y condena de las ideas heréticas en general. A los obispos se les amenazaba con la desposesión del cargo caso de que se mostrasen remisos a la hora de limpiar sus diócesis de fermentos heréticos. El canon 4, a su vez, lanzaba algunas reconvenciones contra la Iglesia griega a la que se acusaba de insolencia frente a los latinos. Un elevado número de cánones afectaban a la disciplina eclesiástica, siguiendo la más clásica tradición reformadora. Otros mostraban su interés por el desenvolvimiento de las órdenes religiosas: funcionamiento de los capítulos y prohibición de nuevas fundaciones a fin de evitar una anárquica proliferación."19 El obispo Mauricio acabó decidiendo que no solo tenía que excomulgar a la comunidad monástica de Silos por sus nuevas y peligrosas pretensiones de vida espiritual, sino que también tenía que hacer intervenir a la erosión inteligente y selectiva (a la censura directa sobre las iconografías pétreas) para que hiciese desaparecer la mayor parte de los elementos iconográficos de las imágenes de su claustro que evidenciasen el monumental error teológico y eclesial en el que había incurrido tan excelsa comunidad monástica. Tal vez, por eso, el obispo Mauricio de Burgos al observar que, en las imágenes pétreas de los relieves de la Encarnación, obra ya de un segundo maestro, se producía una teología diferente, alejada de las concepciones de la patrística de los otros relieves realizados por un primer maestro, ordenó cortar la cabeza a la paloma, al gran símbolo iconográfico de esa tercera Edad en la que, según Joaquín de Fiore, los monjes tenían que volver a reinar espiritualmente por encima incluso de la propia iglesia de Roma. El obispo Mauricio conocía perfectamente la teología academicista y, por lo tanto, no le era ajena la obra de Pedro Lombardo, pues se había formado teológicamente en París: "Don Mauricio, obispo de Burgos desde 1213, y el navarro don Rodrigo Ximenez de Rada, obispo de Toledo, estudiaron 19 El IV Concilio de Letrán, artículo electrónico, Artehistoria. 34 teología en París y participaron en las sesiones del IV Concilio de Letrán, en 1215." 20 No únicamente eso, sino que también estuvo presente en el IV Concilio de Letrán, en 1215, cuando se produce la condena de la teología trinitaria de Joaquín de Fiore, por lo que también tuvo que ponerse al corriente sobre ella, si es que ya no la conocía. Cuando regreso a su obispado, don Mauricio traía como una losa una lección bien aprendida: si el Concilio acababa de condenar las ideas de Fiore y otras herejías, él debía perseguir a los movimientos heréticos dentro de su diócesis, si es que no quería perder su cargo, tal y como había decretado el propio concilio. Por eso, al ver los dos nuevos relieves de Silos, supo leer su lección teológica e interpretó que se trataba de una teología cercana a los conceptos teológicos de Fiore que acababa de condenar el Concilio. En definitiva, el buen obispo Mauricio contempló unas imágenes en las que el teólogo redactor representaba la Edad del Espíritu Santo de una manera tan explícita que se asustó, pues prefiguraba el nacimiento de la Iglesia espiritual profetizada por Joaquín de Fiore y esta iconografía se encontraba nada más ni nada menos que dentro del claustro de Santo Domingo de Silos. ¿Por qué la condena a toda la comunidad monástica? ¿Por qué la comunidad necesitaba una reforma? ¿Se había vuelto una comunidad muy rigorista a la manera de las profetizadas por Joaquín de Fiore? De momento, por esta vía, no se puede avanzar más. Al carecer de fuentes documentales que avalen qué hay de cierto en todo lo que hasta el momento se ha expuesto acerca de las causas de la condena de la comunidad de Silos por parte del obispo Mauricio, todo este estudio puede ser considerado como una mera y simple especulación. Existe consciencia de este problema. Por eso, en este trabajo, el estudio de los detalles plásticos se convierte en un elemento de análisis tan importante. De la misma manera que los estilemas de estos dos relieves sirvieron para dar vida, identidad plástica o artística, al segundo maestro, los detalles plásticos serán utilizados como los elementos objetivos de estudio que permitan reconstruir la identidad intelectual del teólogo redactor de sus imágenes. Una identidad intelectual del redactor teológico de estos dos relieves que se intentará demostrar que fue marcada por la estética de la recepción del pensamiento de Joaquín de Fiore. 20 VALDÉS FERNÁNDEZ, M, Factores de unidad y diversidad en la arquitectura religiosa gótica vasca, artículo electrónico. 35 Los relieves, el tiempo y la salvación humana Desde esta nueva perspectiva de estudio, la de la utilización de los detalles plásticos de las iconografías románicas como evidencias de un determinado pensamiento teológico, queda describir la identidad intelectual del teólogo redactor que ideó el programa escultórico que acabó ejecutando el llamado segundo maestro de Silos, tal y como se desprende del estudio de sus estilemas. La comunidad académica piensa de manera muy distinta sobre estos relieves de Silos; pues, hasta ahora, casi nadie se ha preguntado en voz alta por la identidad intelectual del teólogo redactor, en definitiva, por el pensamiento del teólogo encargado de programar sus imágenes. De momento, no se han encontrado estudios que se hayan planteado la posibilidad de que estas esculturas hayan podido ser creadas al margen de la utilización de textos que no sean de origen bíblico o de naturaleza litúrgica. En este estudio, se pretende ir un poco más lejos, con la intención de demostrar que estos relieves pudieron ser creados siguiendo, de forma directa, fuentes bibliográficas teológicas, es decir, textos de teología. En todo este análisis, existe una realidad incuestionable: se han escrito miles de páginas sobre la magnífica obra escultórica del llamado segundo maestro de Silos, el escultor de los dos relieves, y muy poco o casi nada sobre el que ideó la iconografía. Sin embargo, el redactor teológico tuvo un papel fundamental en todo este proceso de creación. De entrada, supo muy bien lo que tenía que esculpir al comprender que los dos relieves debían hablar de la Encarnación, un concepto al que llegó porque conocía tanto el pensamiento teológico de San Jerónimo como el de Joaquín de Fiore. Y, porque los conocía, supo que la suma de los relieves de los cuatro pilares del claustro del monasterio de Silos representaban un Tetramorfos analógico. El teólogo redactor, al contemplar los seis relieves labrados por el primer maestro de Silos que le hablaban de la Pasión, de la Resurrección y de la Ascensión de Cristo, de tres de los cuatro acontecimientos salvíficos de la historia de la salvación de Cristo, comprendió que tenía que interpretar el tema de la Encarnación en los dos nuevos relieves. Y, aquí, empiezan las sorpresas. Para idearlos, el nuevo teólogo redactor no utilizó la misma técnica que empleó el primer teólogo que ideó los seis relieves, la de recurrir a la utilización de textos bíblicos de forma directa. Las imágenes lo dejan claro. El teólogo redactor de estos dos últimos relieves de los pilares del claustro tomó una decisión personal, la de no recurrir de forma directa a los textos bíblicos que hablan de la Encarnación. Las piezas hablan por sí solas. El primer relieve, 36 el de la Anunciación, no deja de ser más que una reelaboración teológica del tema, tal y como demuestra el detalle plástico de la corona. El segundo, el de la Trinidad Vertical, es una gran lección teológica acerca de la Trinidad, pero con la persona del Hijo presentada en clave de Encarnación. Para hablar iconográficamente de la Encarnación, el teólogo redactor disponía de otros temas bíblicos más expresivos como, por ejemplo, el nacimiento de Cristo, el de la Adoración de los Reyes Magos, el bautismo histórico de Cristo o la boda de Caná y no los utilizó. Todo esto se debió a que, además de tomar una decisión personal, el redactor teológico de Silos sabía que le tocaba reinterpretar el tema teológico de la Encarnación del Hijo de Dios: “Es más probable que esta figuración se propusiera contra una posible pervivencia de los errores arrianos, adopcionistas o priscilianistas de los que era sospechosa parte de la Iglesia hispana. Frente a ellos, parece que el lazo entre el Padre y el Hijo a partir de la filiación y la igualdad demostraba (junto al resto del programa) que el Hijo era a la vez temporal y eterno. La articulación vertical de la Trinidad debió de entenderse como la mejor manera de expresar esta idea, y con la muestra de las dos naturalezas de Cristo se exaltaba la divina generación a la vez que su Encarnación se asociaba a la Redención. El acto de enfatizar, mediante la imagen central de la portada, la presencia de la Trinidad podía significar, en parte, un sentido de lucha contra estos heréticos.”21 Los dos relieves que ahora se estudian constituyen en sí mismos una lección teológica basada en el concepto de la Encarnación, el tema que faltaba por esculpir en ese Tetramorfos analógico que configuran los cuatro pilares del claustro de la Abadía de Silos. Pero, además, en los dos relieves, el teólogo redactor no programó cualquier lección teológica, sino que, a través de sus detalles plásticos, dejó ideada una doble página pétrea que reproduce la teología de Joaquín de Fiore tal y como se espera poder demostrar. Estos dos relieves de Silos hablan de la teología de Fiore porque, paradójicamente, se puede reconstruir su pensamiento a partir de la condena del IV Concilio de Letrán. A través de sus dos decretos, en 1215, el Concilio acusó a Joaquín de Fiore de sostener la unidad de los conceptos de la Trinidad con la Encarnación, en definitiva, la lección teológica que reproducen estos dos relieves de Silos. Ahora bien, el Concilio lo hizo de forma indirecta; pues, para señalar las ideas de Fiore con las que 21 LOZANO LÓPEZ, E. op. cit. p. 297 37 no estaba de acuerdo, se vio en la necesidad de hablar de la teología de Pedro Lombardo. El Concilio acabó condenando al Abad Florense por acusar a Pedro Lombardo de sostener ideas teológicas de signo sabeliano contra la Trinidad y la Encarnación, unas ideas que, al separar la esencia de Dios de las tres personas, hacían pensar en la defensa de una Cuaternidad. A partir de la condena del Concilio, se sabe que Joaquín de Fiore estableció en su filosofía teológica fuertes relaciones dogmáticas entre los conceptos de la Trinidad y de la Encarnación, por mucho que para estos relieves de Silos se proponen también otras vinculaciones: "Existen otros ejemplos en los que se asocia un árbol de Jesé con la escena de la Anunciación: en Notre-Dame de Poitiers, en Cunault, etc. En el evangelio de Mateo la Anunciación y la Genealogía de Cristo son pasajes inmediatos, y de hecho, en el siglo XII San Bernardo vinculó la profecía del árbol de Jesé con la Anunciación. Valdez del Álamo habla de la visión y cumplimiento de la profecía en Silos y tras unas interesantes reflexiones destaca que: “en el oficio de maitines de la fiesta de la Encarnación, según la liturgia medieval practicada en Silos, se componía una lírica combinación de las lecturas del profeta Isaías y de responsorios que describían la misma Anunciación”22 En la anterior nota, se da por supuesta la vinculación de la representación del árbol de Jesé con el tema de la Anunciación siempre a través de su exégesis a partir del evangelio de San Lucas. Sin embargo, en sentido estricto, es muy peligroso realizar esta vinculación, pues mientras que la genealogía presentada por San Lucas sería la de la Virgen María, la propuesta por San Mateo correspondería a la de San José. Además, la visión de San Lucas en la genealogía de María 23, empezó a ser defendida en el decimoquinto siglo por Annio de Viterbo y tuvo seguidores en el decimosexto, ya que la tradición patrística consideraba que la lista de San Lucas no representaba con exactitud a la genealogía de la Santa Virgen. Desde el punto de vista de la historia de la salvación, este hecho tendría también otra explicación: mientras que la genealogía de Lucas está concebida de forma descendente, de Jesús a Dios, la de Mateo lo está de manera ascendente, de Abrahán a Cristo. 22 23 LOZANO LÓPEZ, E. op. cit. p. 280 Artículo: "Linaje de Cristo", en Enciclopedia católica. 38 39 Árbol de la Trinidad Árbol de la humanidad En el fondo, en esta cuestión, la tradición cristiana intentaba resolver un problema teológico: ¿cómo puede llamarse a Jesucristo “hijo de David”, si la Virgen María no es una hija de David? San Agustín24 afirma que, si en virtud del matrimonio de José con María, Jesús pudo llamarse hijo de José, por la misma razón pudo llamarse “hijo de David”. Por estos motivos, este relieve del árbol de Silos también puede empezar a ser explicado a partir del llamado Árbol de la Trinidad de Joaquín de Fiore. Un árbol que se encuentra en la Tabla XXII de su Liber figurarum y que representa de abajo arriba a los protagonistas y los pueblos de la historia de la salvación. Un concepto teológico del árbol de la Trinidad que Fiore acabó explicando en alguno de sus textos teológicos. La genealogía del árbol de la Trinidad comienza en Noé. Sin embargo, el abad Florense reconstruyó la genealogía de la historia de la salvación humana en otra figura, la Tabla II, el denominado Árbol de la humanidad. Si en el Árbol de la Trinidad, el abad Florense plantea la historia humana desde las tres Edades que corresponden a las tres personas de la Trinidad, en el Árbol de la 24 Artículo: "Sobre la Concordancia de los Evangelios II, i, 2", en Enciclopedia Católica. humanidad, completa la visión de las tres Edades trinitarias describiendo la genealogía humana desde Adán hasta la llegada de la Edad del Espíritu Santo, en 1260, y, para hacerlo, acaba reconstruyendo la línea genealógica que iría de Adán a Abrahán. Joaquín de Fiore hace esto último porque la genealogía de Jesús, siguiendo el modelo del evangelio de Mateo, comienza en Abrahán. Aunque, Fiore tiene toda la genealogía de Lucas, acaba utilizando el modelo de Mateo para llegar a Cristo, diferente al propuesto por Lucas. Mientras que san Lucas presenta a los descendientes de David a través de su hijo Natán, san Mateo enumera en su segunda y tercera serie a los descendientes de David a través de Salomón, el modelo que sigue Joaquín de Fiore. Joaquín de Fiore, a la manera de Mateo, acaba su árbol de la humanidad con Matán, Jacob y José y, sobre el nombre de José, dibuja a Cristo en su primera venida. De esta manera, estaría siguiendo a San Agustín cuando escribió que, si en virtud del matrimonio de José con María, Jesús pudo llamarse hijo de José, por la misma razón pudo llamarse “hijo de David”. Después, en su árbol de la salvación humana, Fiore coloca las 42 generaciones de 30 años (los marca: XXX) que faltarían desde el sí de María hasta el inicio de la Edad del Espíritu Santo. Si multiplicamos 42 generaciones por 30 años cada una nos da un total de 1260 años, el año que profetizó el Abab Florense como el del inicio de la Edad del Espíritu Santo. Por esto motivos, se puede afirmar que se tratan de dos relieves con un alto contenido teológico que, además, pueden ser interpretados como dos calendarios que marcan la historia de la salvación humana, tanto desde el punto de vista el proceso diacrónico, el de su desarrollo a lo largo del tiempo, como desde el sincrónico, el momento histórico en el que se está viviendo cuando se esculpen estos relieves. Siguiendo a Rucquoi25, Joaquín de Fiore plantea la historia humana como una evolución lógica que se entiende en función de un proceso trinitario. Para Fiore, la relación entre las tres personas de la Trinidad se puede explicar en clave de procedencia: 25  Dos, El Hijo y el Espíritu Santo, proceden de uno, el Padre.  Uno, el Espíritu Santo, procede de dos, el Padre y el Hijo. RUCQUOI, A. op. Cit. P. 227 40 En el relieve de Silos, solo hay que mirar la manera cómo están colocadas las personas de la Trinidad para comprender que las tres esculturas cumplen la función semántica de explicar esta doble relación y de resolver la fórmula del Filioque. Además, si la Virgen María concibió por obra y gracia del Espíritu Santo, ¿por qué no se esculpe la paloma, su símbolo, junto a la Virgen María? La distribución de las tres personas de la Trinidad de Silos está reflejando una relación directa entre los conceptos de la Trinidad y la Encarnación, pero no se debe olvidar jamás que Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) es el que permite que el Hijo se encarne en una mujer, María. La gran novedad teológica que propone el Abad de Fiore, a través de este uso doble del símbolo del árbol, en el contexto teológico de la Trinidad y en el de la salvación humana, consiste en hacer coincidir las eras del mundo con las personas de la Trinidad, poniendo así de manifiesto la intervención de Dios en la historia humana. En un artículo ya clásico, Isabel Motes26 dejó claro que, en un momento determinado de su historia, a la iglesia le interesó evitar las actitudes proféticas que conllevasen peligrosas exaltaciones místicas. Para evitarlo, señaló que el Espíritu Santo se había manifestado desde Pentecostés a los dignatarios en los momentos precisos. Era su manera de intentar evitar la aparición del profetismo dentro del cristianismo. Sin embargo, a lo largo del Medioevo se difundió la tentación de equiparar a las tres personas de la Trinidad con tres etapas históricas. El primero en hacerlo, en el siglo IX, fue Juan Escoto Eriúgena distinguiendo el pasado, el presente y el futuro de las cosas religiosas a través de una interpretación del cuarto evangelio. También Eriúgena fue el primero que habló de tres eras: la del Antiguo Testamento, la del Nuevo Testamento y la de la Iglesia Triunfante o Reino de Dios. En esta línea de la reflexión teológica de Eriúgena, se movió Joaquín de Fiore: “Pero Joaquín de Fiore no era agustiniano más allá de lo estrictamente necesario; era realmente eriugeniano y, por ende, neoplatónico evolucionadísimo. Y tanto Juan Escoto Eriúgena en el siglo IX, como el Abad de Fiore en el final del XII, le van enmendando la plana consciente y voluntariamente al Padre de la Iglesia occidental.” 27 Además, ya a comienzos del siglo XII, Ruperto Deutz introdujo el concepto de un “Tercer Reino”, el del Espíritu Santo. En el mismo siglo XII, Hugo de San Víctor 26 MOTES ROMERO-CAMACHO, I. Formulaciones trinitarias y especulación histórica en el Occidente medieval, en La España medieval, nº 3, 1982 (Ejemplar dedicado a: En memoria de Salvador de Moxó (II)) , Págs. 123-134) 27 FORTUNY, F. “¿Crisis o nuevo Espíritu? 2. Joaquín de Fiore y su teología trinitaria” en Acta Historica et Archaeologica Mediaevalia, nº 28 (223-256) p. 244. 41 distinguió tres grandes etapas: la de la ley natural, la de la ley positiva y la de la gracia. Si se analiza bien, a través de estas visiones trinitarias de la historia, se hace explícito el término de “Edad Media” para la época histórica que se está analizando. La cadena de interpretaciones históricas trinitarias de la historia de la salvación del hombre acaba recibiendo, en la segunda mitad del siglo XII, la propuesta realizada por Joaquín de Fiore. A semejanza de la Trinidad, Fiore realiza una división tripartita de la historia de la salvación humana:  La primera Era, la del Padre, iniciada con Adán y que tuvo su confirmación en los patriarcas, es la era de la ciencia y la sumisión de los esclavos.  La segunda Era, la del Hijo, iniciada con Ozias y fructificó en Cristo, la época de los clérigos, la de la servidumbre, la sabiduría y la fe y que, según las profecías de Fiore, acabaría en el 1260.  La tercera Era, la del Espíritu Santo, la de los monjes, la de la plenitud del conocimiento, el amor y la libertad. Y todo a través de la profética fecha de 1260, el número de días que, en el capítulo 12 del Apocalipsis, permaneció la mujer en el desierto. Pero también, la cifra profética del profeta Daniel y la de las generaciones de Cristo siguiendo los parámetros del capítulo primero del evangelio de San Mateo. La diferencia que plantea la nueva visión histórica propuesta por Joaquín de Fiore respecto a las anteriores es que, para el Florense, la renovación del tiempo, el inicio de la tercera Era, también se producirá en la Tierra y no en el más allá, como proponían los que seguían la óptica de la teología de San Agustín. Y, en este contexto temporal salvífico, diseñó el teólogo redactor los dos relieves de Silos, ya que, como señala Rucquoi28, el dogma de la Trinidad constituye el centro del pensamiento del Abad de Fiore. Un Joaquín de Fiore que busca intentar comprender el vínculo profundo que existe entre un Dios trinitario y la historia humana. Para el Abad Florense, el misterio de la Trinidad se manifiesta en la historia del mundo. Por eso, la Trinidad debe ser reinsertada como el centro y el modelo de la historia de los hombres: “Así, del mismo modo que tres personas coexisten en un solo Dios, la historia, reflejo de lo trinitario, se divide en tres 28 RUCQUOI, A. op. Cit. P. 227 42 status –estado, situación, esencia- o “tiempos”, que pueden ser atribuidos a las tres personas de la Trinidad divina.”29 En el fondo, Joaquín de Fiore anuncia la llegada del último segmento de la historia, la Edad del Espíritu Santo, pensando que esta última edad de la historia de la salvación humana será mucho mejor que las precedentes. Pero, al hacerlo, sitúa la historia a lo largo de una línea continua de tiempo. Una línea pensada como continuada en el tiempo y que acabó ejemplificando, como se está sosteniendo, tanto en la Tabla XXII como en la Tabla II de su Liber figurarum, a través del uso de una misma figura, un árbol, en dos ocasiones y con los mismos protagonistas: las tres personas de la Trinidad y el género humano. A través de las dos Tablas que Fiore denominó Árbol de la Trinidad y Árbol de la humanidad, el abad Florense muestra las dos caras de la misma moneda: la visión de la historia de la salvación humana desde la óptica trinitaria y desde la óptica humana. La concepción temporal de Abad Florense se basa en la idea de la progresión. Ahora bien, para Fiore, el tiempo humano debe interpretarse como un andar hacia la salvación; en definitiva, un tiempo en el que las tres edades no deben entenderse como una continuidad lineal, sino como un tiempo singular que no desaparece cuando se inicia el otro, pues permanece dentro del otro. Es decir, el tiempo explicado como tres segmentos de la única y misma línea de un círculo, o las tres partes de un árbol: raíces, tronco y copa. La segunda Edad, la de la Encarnación, la del Hijo, no supone el final de la primera Edad, la del Padre, como tampoco la del Espíritu Santo supondrá el fin o anulación de las otras dos, la del Padre y la del Hijo. El tiempo de la historia de la salvación humana adopta el símbolo de una línea desde la perspectiva del hombre, pero nunca lo puede hacer desde la idea de Dios. Por eso, en el relieve de la Trinidad Vertical de Silos, el árbol se convierte en el símbolo de la historia de la salvación humana, un árbol presidido por una Trinidad que intenta explicar al propio Dios. La interpretación semántica de estos dos relieves de Silos como calendarios debe entenderse dentro del marco general de la filosofía teológica de Joaquín de Fiore, un pensamiento teológico que interpreta el devenir del tiempo como el desarrollo natural de la historia de la salvación humana. 29 RUCQUOI, A. op. Cit. P. 227 43 Desde la perspectiva del tiempo entendido como la historia de la salvación del hombre, el primero de los relieves sería el que se denomina de la Anunciación y que se interpreta como una Anunciación singular. Sin embargo, se trata de un calendario, ya que estaría marcando el tiempo sincrónico de la historia de la salvación humana, el hoy de la historia de la salvación. Sí, un calendario que (siguiendo la teología de Joaquín de Fiore aplicada a lo que él denomina la Segunda Era, la del Hijo) indica los límites temporales de la Encarnación del Hijo de Dios: Anunciación-Coronación desde el momento de la Anunciación por parte del ángel Gabriel (inicio de la Era del Hijo, el sí de María, momento teológico del inicio de la Encarnación del Hijo) hasta la Coronación de María (momento simbólico que, según Joaquín de Fiore, sirve para indicar el nacimiento de la tercera Era, la del Espíritu Santo, en 1260). Por lo tanto, este relieve indicaría el tiempo histórico salvífico en el que estaría viviendo la comunidad monacal de Silos en el momento de labrarse este relieve, que, siguiendo la teología de Joaquín de Fiore, no es otro que el de la Encarnación del Hijo. Una Encarnación del Hijo que no finalizó con su resurrección, sino que se acabará con su segunda venida, el fin de la historia profetizada en el Apocalipsis de San Juan y que Joaquín de Fiore cifró en el año 1260. El segundo bajorrelieve también cumpliría esta misma función de calendario, pues estaría marcando el desarrollo diacrónico del tiempo de la historia de la Salvación del hombre: desde la Edad del Padre hasta la del Espíritu Santo. Es cierto que este relieve tiene una base teológica que hasta ahora solo ha recibido la explicación a través del concepto del Árbol de Jesé; no obstante, debemos 44 recordar que la iconografía románica se fue enriqueciendo con nuevas ideas teológicas que quedaron reflejados en lo que denominamos detalles plásticos. Por estos motivos, este relieve, aun partiendo de la idea del árbol que comparte con la idea teológica que representa el linaje de Jesé, sigue su desarrollo a través de las propuestas figurativas que realizó Joaquín de Fiore tanto en su Liber Figurarum como en sus otros textos teológicos. Además, el personaje representado en los pies del árbol no corresponde a Jesé sino a Noé, tal y como lo sugiere el detalle plástico de esas tres ramas que salen de su cuerpo y cuyos motivos de interpretación se explicarán más tarde. Iconográficamente, a partir de las tres esculturas y su disposición formal, en este relieve de Silos, se conformarían así las tres edades de la historia de la Trinidad Vertical Salvación del hombre: a) La del Padre: desde la Creación de Adán y lo que significa teológicamente el Antiguo Testamento, caracterizado por el servicio a la ley divina. b) La del Hijo: desde la Encarnación y el significado teológico del Nuevo Testamento hasta la actuación actual de la Iglesia de Roma, pues esta época acabará en 1260. c) La del Espíritu Santo: la que vendrá, el tiempo de la Iglesia espiritual y pura que tendrá como modelos a la Virgen María y a San Juan Evangelista. 45 Este segundo relieve de Silos estaría desarrollando la idea temporal del Abad Florense. La historia de la salvación humana interpretada como una progresión, como un andar hacia la salvación. Una concepción de la historia en que las tres edades no deben entenderse como una simple continuidad lineal, sino como un tiempo singular en el que el período anterior no desaparece cuando se inicia el siguiente, pues permanece dentro del otro, es decir, tal y como ya se ha escrito, el tiempo explicado como tres segmentos que representan la única y misma línea de un círculo o las tres partes de un árbol, raíces, tronco y copa. De ahí, la disposición triangular o circular de las tres piezas. Y entre ellas, destaca la manera de tratar iconográficamente a la figura del Hijo, esculpido como niño, es decir, en una clara alusión a su Encarnación y no a su actuación redentora, el tema de la cruz. Este detalle plástico permite que los dos relieves, el de la Anunciación y el de la Trinidad Vertical, compartan un mismo concepto teológico, el de la Encarnación. Un concepto teológico que, en los dos casos, remite a una idea de tiempo, a la segunda Edad desde la perspectiva de la teología de Joaquín de Fiore, la época histórica, según la teología del Abad Florense, en la que estaba viviendo la comunidad monástica de Silos. Y, de paso, la idea que comparte, la de la Encarnación, les hace encajar de forma natural en el Tetramorfos analógico del que estos dos relieves son parte, el formado por todo el conjunto de ocho relieves. Desde el punto de vista de la filosofía teológica, los dos relieves fueron concebidos formando parte de un todo, un Tetramorfos analógico. Sin embargo, el paso del tiempo nos ha alejado de esta realidad. Por eso, solo un estudio de los detalles plásticos con los que se esculpieron estas piezas puede conducir, siguiendo los parámetros de la estética de la recepción, hacia el pensamiento del teólogo redactor. Pero, en el conjunto de estas dos esculturas, los detalles plásticos deben comportarse como un auténtico signo lingüístico, ya que deben cumplir dos requisitos: 1. Cada detalle plástico debe convertirse en un auténtico significante, es decir, un referente estable que no varíe en función de su ubicación escultórica. 2. Cada detalle plástico debe poseer un significado único e inalterable, independientemente de la pieza en la que se haya labrado. Además, este comportarse de los detalles plásticos como auténticos signos lingüísticos tiene que poder verificarse de alguna manera de forma objetiva. De lo contrario, cada espectador de estos detalles plásticos podría elaborar una 46 interpretación personal, siempre subjetiva. Sin la existencia de una fuente que permita establecer la existencia de criterios objetivos de análisis, cada persona podría leer estos relieves como quisiera. Si todas estas condiciones constituyen un obstáculo en sí mismas, no es menos cierto que se les puede añadir una nueva, todavía más relevante. La iconografía de estos dos relieves de Silos no procede de la lectura directa de un texto bíblico. Sin la Biblia como fuente directa de comparación, la interpretación de estos dos relieves queda abierta a múltiples lecturas. Cuando un espectador románico de la actualidad, tenga o no tenga fe, contempla una Adoración de los Reyes Magos, sabe que esta escena pertenece a la Biblia y, al mismo tiempo, la interpreta formando parte del repertorio del acervo común de la imaginería tradicional; pero, ¿qué ocurre cuando contempla la Trinidad Vertical? De entrada, sin referentes objetivos, cualquier lectura que se proponga tendría que ser aceptada como válida. Sin embargo, se está defendiendo que el teólogo redactor de estos dos relieves es un conocedor y seguidor de la teología de Joaquín de Fiore. Si esto fuese cierto, se tendría que poder demostrar de alguna forma, ahora bien, esta demostración siempre tendría que ser de naturaleza objetiva. ¿Qué queda del pensamiento del Abad Florense?, sus libros. Unos libros en los que expuso sus ideas. Por lo tanto, en sus escritos se tendría que encontrar la posible vía de análisis objetivo. Si las esculturas de los relieves de Silos se singularizan por sus detalles plásticos, ¿se puede encontrar en los textos de Fiore fragmentos que reproduzcan en palabras lo que un maestro escultor pudo labrar en forma de detalles plásticos en las piedras? Además, también se quiere señalar que Fiore fue uno de los primeros teólogos en reducir su pensamiento a imágenes. Con esta técnica, el abad Florense consiguió que sus ideas adoptasen una naturaleza didáctica. Fiore interpretó su teología no solo como un teórico, sino también como un divulgador o maestro académico. Por eso, intuyó que resultaría mucho más fácil que sus posibles alumnos entendiesen sus conceptos teológicos a través de su representación gráfica en Tablas o Láminas. Esta es la vía a seguir: intentar establecer un paralelismo directo. Este detalle plástico se ejecutó así porque Joaquín de Fiore dibujó o escribió lo siguiente en esta Tabla o en este fragmento. Si se consigue realizar una identificación teológica precisa de una cierta cantidad representativa de detalles plásticos, que por ellos mismos puedan explicarse a través de fragmentos teológicos extraídos como cita directa de alguna de las obras de Fiore, ya sean de naturaleza 47 figurativa o de carácter teórico, se habrá conseguido. En el fondo, se producirá una triple relación: este detalle plástico lo ejecutó de esta determinada manera el llamado segundo maestro de Silos porque el teólogo redactor del programa iconográfico lo concibió así al haber leído o visto el siguiente fragmento de la obra escrita o figurativa del Abad Florense. En definitiva, a partir de esta triple premisa, se desarrollará la parte final de nuestro trabajo. Detalles plásticos que hablan por sí solos 1. El símbolo del árbol Si se admite que la iconografía de la Trinidad Vertical en su versión de la Paternitas es una potente imagen que pone en relación los dos conceptos teológicos más propios del cristianismo, la Trinidad y la Encarnación, no deja de ser paradójico que esta pieza se encuentre dentro del claustro de una comunidad monástica. Históricamente, la unión de estos dos símbolos ha servido para diferenciar al cristianismo de las otras dos grandes religiones monoteístas, el Judaísmo y el Islamismo. Pero, además, no se debe olvidar que esta imagen también remite a la controversia teológica sobre el dogma de la Trinidad que se acabó resolviendo en el IV Concilio de Letrán. Colocar esta iconografía presidiendo el tímpano de un templo en tierras que, hasta hacía poco tiempo, habían estado bajo el poder del Islam y donde todavía vivían tanto comunidades judías como moriscas, caso de Tudela, podía tener una explicación objetiva por parte de las nuevas autoridades del territorio. Todavía podían vivir gentes que habían presenciado el cambio del dominio territorial islámico por el cristiano. Sin embargo, colocar esta misma imagen en el interior del claustro de un monasterio tenido, desde hacía siglos, como uno de los centros del cristianismo hispano, era otra cosa. La realización de una Paternitas, de una Trinidad Vertical, dentro del claustro de Silos tenía que tener otra explicación. Pero, si además, esta Trinidad Vertical recibía un tratamiento iconográfico adicional, la figura de un árbol, el misterio de esta simbología todavía era mayor. ¿Por qué una comunidad monástica necesitaba recordar el dogma de la Trinidad desde la perspectiva de la Encarnación? Es evidente que, desde el 48 punto de vista de la filosofía teológica, añadir el símbolo del árbol a la potente imagen de la Trinidad Vertical era toda una declaración de principios. La historiografía siempre ha resuelto la imaginería de este relieve señalando que se trata de la conjunción de dos iconografías que habían sido concebidas de forma particular: a la idea del Árbol de Jesé se le habría unido la de la Trinidad Vertical. Sin embargo, tal vez, esta imagen de Silos represente una combinación de imágenes algo diferentes. No se niega que la idea del Árbol de Jesé estuviese presente en el pensamiento del teólogo redactor de esta iconografía, pero se piensa que alteró el significado del símbolo del árbol de forma consciente con la intención de enriquecer esta idea teológica siguiendo los postulados del pensamiento del Abad Florense, ya que quería explicar el tema de la Encarnación desde la óptica de la teología del profeta de Fiore. Para poder demostrar esta afirmación, solo se puede contar con dos elementos objetivos de estudio:  los detalles plásticos del propio relieve  los textos teológicos de Fiore. La conjunción de estos dos temas, la Trinidad Vertical y la idea del árbol, no se corresponde con la lectura directa de ningún pasaje bíblico. Para llegar a su formulación, se necesita la utilización de un proceso de abstracción teológica. Esta primera afirmación presupone dos cosas:  La primera, el teólogo redactor de esta iconografía románica ideó de forma original esta lección teológica visual. Nadie hasta entonces había unido estos dos conceptos teológicos: el dogma de la Trinidad y el símbolo teológico del árbol.  La segunda, el teólogo redactor conocía el pensamiento de una voz de autoridad que había establecido esta misma relación teológica y la tomó como base para ejecutar su obra plástica. En este segundo presupuesto, entra en juego la figura y el pensamiento de Joaquín de Fiore a través de su Liber Figurarum. Como asegura el Centro Internazionale di StudiGioachimiti30, este libro de las figuras es la más hermosa e importante colección de teología figurativa y simbólica del Medioevo. Las figuras, concebidas y diseñadas por Joaquín de Fiore en diferentes tiempos, fueron 30 Página web Centro Internazionale di Studi Gioachimiti, Tavole Liber Figurarum. 49 ensambladas y reunidas en el Liber Figurarum en el período inmediatamente posterior a su muerte, acaecida en el 1202. En este libro, está perfectamente ilustrado el complejo y original pensamiento profético del abad florense; un pensamiento basado en la armonización de la teología trinitaria de la historia a partir de la exégesis de la concordancia de la Biblia. Esta obra ha llegado hasta nuestros días en tres códices bien conservados: Oxford, Reggio Emilia y Dresde. El más antiguo es el manuscrito de Oxford, producto del scriptorium de un monasterio calabrés, seguramente el de la abadía de San Giovanni in Fiore, entre el 1200 y el 1230. En este tratado de teología figurativa, Joaquín de Fiore utiliza el símbolo del árbol como ejemplificación teológica, al menos en cinco ocasiones: 1. Tavola albero dei due avventi, tabla II 2. Tavola albero aquila AT, tabla VI 3. Tavola albero aquila NT, tabla VI 4. Tavola coppia alberi concordistici; tabla XIII 5. Tavola albero Trinità, tabla XXII. Por los nombres de estas lecciones teológicas, es evidente que el abad florense dedicó íntegramente una de ellas a la unión del concepto de la Trinidad con el símbolo del árbol. La tabla XXII está recogida en el códice “Hábeas Christi College 255 A”, de Oxford, el más antiguo, ya que esta tabla está perdida en el códice de Reggio Emilia. Tavola XXII Albero della Trinità 50 Siguiendo la interpretación del Centro Internazionale di Studi Gioachimiti, en la Tabla XXII, Joaquín de Fiore ideó una figura en la que se fusionan y combinan el símbolo del árbol, que representa el desarrollo vertical de la historia, y aquel de los tres círculos que vienen a ejemplificar las relaciones de las tres personas divinas y las respectivas Edades del mundo. La figura del árbol nace en Noé y va tomando forma a través de un sinuoso entrelazado de las dos ramas principales. Unas ramas que representan la historia del linaje humano desde la perspectiva de la fe. Un linaje que se originó a través de dos de los tres hijos de Noé, es decir, de Sem y de Jafet. La rama del otro hijo, Cam, permanece en la base seca y rota. Según la exégesis bíblica interpretada por Joaquín de Fiore, durante la Edad del Padre, las dos ramas tuvieron pocas hojas, aunque la rama de Sem acabó teniendo alguna más. Al inicio de la Edad del Hijo, la rama de Sem se convirtió en el pueblo judío y la de Jafet en el pueblo de los gentiles. Durante la Edad del Hijo, el pueblo de los gentiles acabó convirtiéndose al cristianismo, por eso, en su representación figurativa, Fiore ideó su rama como la más frondosa y vigorosa de las dos, ya que, al rechazar a Cristo, el pueblo judío no se hizo vigoroso según la fe. Siguiendo la exégesis del abad Florense, durante la Edad del Espíritu Santo, los dos pueblos acabarán floreciendo juntos porque también los judíos se convertirán a la fe de la Iglesia católica. Esta etapa, Fiore la resolvió figurativamente utilizando una creación plástica resuelta a través de una esplendorosa y policromada vegetación del tercer círculo, rica en flores, frutos y hojas. Una figuración que simboliza la gloria de la Iglesia del Espíritu Santo. En los tres medallones, puestos en la base de cada círculo y en orden ascendente, están representados Noé, que simboliza a Dios Padre, el rostro de Cristo, y la paloma, que representa al Espíritu Santo. De todo lo expuesto acerca de esta Tabla XXII, la del árbol de la Trinidad de Joaquín de Fiore, se pueden extraer una primera serie de detalles plásticos para poder establecer una primera comparación figurativa con el relieve de Silos. Con la intención de poder realizar mejor este análisis comparativo, ahora se vuelve a reproducir el relieve de Silos. 51 El árbol de la Tabla XXII del abad florense nace en Noé y toma forma del sinuoso entrelazado de las dos ramas de la historia de la fe originada por dos de sus tres hijos: Sem y Jafet. La rama del otro hijo, Cam, permanece en la base, seca y rota. Si se observa el durmiente de Silos, también son dos las ramas que se entrelazan a los pies de la figura de la Virgen María. Esculpida en este relieve de Silos, a la derecha del espectador y labrada de forma bien visible hacia los pies del durmiente, todavía hoy en día, se puede observar una tercera rama en la base del árbol, igualmente seca y rota a la manera del detalle figurativo propuesto por el abad Florense. Relieve Trinidad de Silos En el árbol de la Tabla XXII, al inicio de la Edad del Hijo, la rama de Sem se convierte en el pueblo judío y la de Jafet en el gentil. Durante la Edad del Hijo, el pueblo gentil, convirtiéndose al cristianismo, es más frondoso y vigoroso que el judío, que ha rechazado a Cristo. En Silos, aparecen dos personajes colocados a la misma altura de la Virgen María y no por debajo, como en la representación tradicional del árbol de Jesé se coloca a los reyes de la casa de Judá. Si al inicio de la Edad del Hijo, aparecen en escena los dos pueblos, el judío y el gentil, colocando a estos dos personajes (sin atributos reales: no son connotados como reyes, no llevan coronas) junto a la Virgen María, la iniciadora teológica con su fiat, su sí, de la Edad del Hijo, el teólogo redactor bien podría querer significar esto mismo en Silos. Además, con una precisión total, esta disposición de las dos figuras de Silos está ejecutada siguiendo la misma colocación que Fiore propuso para las dos ramas de su 52 árbol en el Liber Figurarum. De tal manera esto es así que parece que el teólogo redactor de Silos está siguiendo al pie de la letra la imagen teológica diseñada por Fiore en la Tabla XXII. En el relieve de Silos, igual que ocurre en el dibujo de Fiore, el personaje colocado a la derecha de la Virgen María, tiene una rama más frondosa, con más hojas, con lo que podría estar interpretando al pueblo gentil, ya convertido al cristianismo, mientras que el personaje colocado a su izquierda, con menos vegetación, podría estar significando al pueblo judío, todavía no convertido en la época de Fiore y al cual dedicará todo un tratado sobre el que escribiremos después. Según la interpretación de la Tabla XXII, durante la Edad del Padre, las dos ramas tienen pocas hojas, En la Edad del Hijo, la vegetación aumenta y el pueblo gentil, convirtiéndose al cristianismo, es más frondoso y vigoroso que el judío, que ha rechazado a Cristo. Para acabar, durante la Edad del Espíritu Santo, los dos pueblos florecerán juntos porque también los judíos se convertirán a la misma fe de la Iglesia católica. ¿Cómo representa este momento histórico Joaquín de Fiore? Detalle Trinidad Vertical de Silos 53 A través de la colocación de una esplendorosa y policromada vegetación en el tercer círculo, una vegetación rica en flores, frutos y hojas que simboliza la gloria de la Iglesia del Espíritu Santo. Si se observa con atención el relieve de Silos, en su ejecución formal también se halla una triple casualidad con respecto a estas ideas del abad florense: a) En primer lugar, a la manera de lo explicado por Fiore, las dos ramas convergen en una copa en la que se coloca la paloma, el símbolo del Espíritu Santo. b) En segundo lugar, esta copa del árbol no solo se presenta frondosa sino que está llena de frutos, tal y como, en su tabla XXII, interpretaba Fiore la obra del Espíritu Santo en la tercera Edad. c) En tercer y último lugar, esta copa del árbol del relieve de Silos, en la que aparece la representación de Espíritu Santo, es la parte del relieve en la que, todavía en la actualidad, a la manera de la tabla ideada por Fiore, la esplendorosa vegetación conserva una rica policromía. Estas primeras coincidencias formales sirven para indicar que la ejecución plástica del relieve de Silos representa una declaración de principios conceptuales a través de los cuales el redactor teológico está señalando que interpretaba la Edad del Espíritu Santo a la manera de Fiore. Si este análisis plástico unívoco se acepta como correcto, parece ser que solo el personaje durmiente y los cuatro personajes que rodean a la Trinidad Vertical, se escapan de la comparación directa entre la Tabla XXII del Liber Figurarum de Joaquín de Fiore y la iconografía del relieve de Silos. De entrada, esta ausencia de algunas figuras sirve para señalar la originalidad del teólogo redactor del relieve de Silos. Como se espera demostrar al final del desarrollo de este estudio, el teólogo redactor de Silos fue un atento lector de la filosofía teológica de Joaquín de Fiore. Sin embargo, esto no quiere decir que sea un simple copista de la obra teológica de Fiore. A través del pensamiento del abad Florense, el teólogo redactor de estos dos relieves de Silos ideó de forma artística una original lección teológica. Por todo esto, para establecer su originalidad, es necesario que se continúe está búsqueda de la relación de los detalles plásticos del relieve de Silos con el teología del abad Florense. Esta investigación se puede iniciar a través del análisis de este personaje durmiente. Tradicionalmente, este personaje junto a la presencia de la 54 Virgen María, ha servido para indicar que este relieve de Silos está reproduciendo un Árbol de Jesé singular al que se le añadiría una Trinidad Vertical. De entrada y como ya se ha analizado, se puede dudar de la naturaleza real, su ser reyes, de los dos personajes colocados junto a la Virgen. Esta duda, esta ausencia del detalle plástico de la corona real, permite abrir a otras interpretaciones bíblicas el significado teológico de este personaje durmiente. En la Tabla XXII del Liber Figurarum de Joaquín de Fiore, el árbol nace en Noé y toma forma del sinuoso entrelazado de las dos ramas de la historia originada por dos de sus tres hijos: Sem y Jafet. La rama del otro hijo, Cam, permanece en la base seca y rota. De entrada, se ha establecido un paralelismo entre la existencia de estas tres ramas (Sem, Jafet y Cam) y la iconografía de Silos. ¿Qué pasa con el personaje durmiente de Silos? ¡Lástima del estado actual de su rostro! ¿Qué pasaría si no se quisiera representar a un personaje dormido, sino a un borracho? ¿No tiene el cuerpo cubierto con un manto? Si esto fuese así, el personaje podría estar representando a Noé; es decir, serviría para seguir en la línea de argumentación propuesta por Fiore. En el episodio de la embriaguez de Noé, se produce la maldición de la descendencia de Cam: “Fueron los hijos de Noé salidos del arca Sem, Cam y Jafet; Cam era padre de Canán. Estos tres eran los hijos de Noé, y de ellos se pobló toda la tierra. Noé, agricultor, comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña. Bebió de su vino, y se embriagó, y quedó desnudo en medio de su tienda. Vio Can, el padre de Canán, la desnudez de su padre, y fue a decírselo a sus hermanos, que estaban fuera: y tomando Sem y Jafet el manto, se lo pusieron sobre los hombros, y yendo de espaldas, vuelto el rostro, cubrieron sin verla, la desnudez de su padre. Despierto Noé de su embriaguez, supo lo que con él había hecho el más pequeño de sus hijos, y dijo: Maldito Canán, Siervo de los siervos de tus hermanos será.” Y añadió: “Bendito Yavé, Dios de Sem. Y sea Canán sirevo suyo. Dilate Dios a Jafet. Y habite este en las tiendas de Sem. Y sea Canán su siervo.” Vivió Noé después del diluvio trescientos cincuenta años, siendo todos los días de su vida novecientos cincuenta años, y murió.”31(Nota 32) En el capítulo X del Génesis, se explica que todas las naciones opresoras descienden de Cam, el hijo maldito de Noé por haber visto la desnudez de su padre mientras estaba embriagado. Con este acto, la visión de su desnudez, Cam se burló de su padre y, como castigo, su descendencia murió para la fe. Por este motivo, es una lástima que el actual estado de conservación del rostro del personaje del relieve de Silos no nos permita comprobar si se trata de un personaje que duerme o si, por el 31 Gén. IX, 18-29 55 contrario, en él se quiso representar a un borracho. Solo se conserva el ojo izquierdo del personaje y de forma parcial. Pero si se observa con detenimiento, parece ser que todavía puede reconocerse el agujero que se le practicó con la finalidad de introducir azabache. Si esta observación fuese cierta, nos encontraríamos ante un ojo abierto, por lo tanto, un ojo más propio de un borracho que de un dormido, aunque los borrachos bien que la duermen. Por eso y como ya se ha indicado, es una auténtica lástima el actual estado de conservación del rostro. A no ser que el estado actual del rostro de este personaje, como le ocurrió a la degollada paloma, se deba a la visita de una especie de erosión selectiva e inteligente, es decir, a algún tipo de censura. Además, esta iconografía de Noé estirado y embriagado junto a sus tres hijos también la encontramos en un relieve en Saint Castor de Nimes. Saint Castor de Nimes Los capítulos IX y X del Génesis, a partir del episodio de la embriaguez de Noé, se convierten en una pequeña lección teológica que sirve para poner de manifiesto el origen de los pueblos de la Tierra: “De estos se dividieron los pueblos de la Tierra después del diluvio.” (Gén. X, 32b) Según la explicación de Joaquín de Fiore en su Tabla XXII de su Liber Figurarum, Noé, el hombre justo, es el escogido para que nazca la descendencia de los pueblos de la Tierra y, por ello, recibe el honor de ser el 56 símbolo del nacimiento del árbol de la Trinidad, dispuesta por el abad Florense de forma Vertical. En la descendencia de Noé, nacería el desarrollo vertical de la historia humana. Además, para Fiore, Noé también representa la primera edad de la historia de la salvación del hombre: “Prima itaque etas, ab Adam inchoata, in Noe iusti tempore terminatur.”32 Junto a Adán, el justo Noé representa el inicio de la primera Edad, la del Padre. Gracias a la descendencia de Noé, el hombre justo, se inicia definitivamente la historia de la salvación humana. Por eso, estaría representado en la base del árbol, ya que con él se reprende la historia de la salvación humana, gracias a la intervención del único hombre justo que encontró Dios antes de condenar a la humanidad por sus pecados con un Diluvio universal. De la descendencia del hombre justo, de Noé, nació también el Hijo de Dios. De esta manera, a través del tema de la descendencia de Noé, también puede explicarse el mismo concepto teológico que se pretende explicar interpretando este durmiente de Silos a través del relato profético del árbol de Jesé. Desde la exégesis bíblica de Fiore, mientras que la descendencia maldita de Cam es yerma para la fe, tanto la descendencia de Sem como la de Jafet son fértiles. Además, siguiendo los dictados de la Tabla XXII del Liber Figurarum, será la descendencia de Sem la que concluye en el nacimiento del pueblo judío en el inicio de la Edad del Hijo. Por lo tanto, de la misma manera que puede interpretarse el personaje durmiente como Jesé, este detalle plástico también admite la interpretación, todavía menos forzada, de Noé. La naturaleza humana de Cristo nace de la descendencia fértil para la fe de Noé. Por eso, la presencia de esos dos personajes sin corona ni en actitud real junto con los demás detalles plásticos ya comentados, nos permiten postular que el personaje durmiente bien puede interpretarse como Noé, ya que los dos personajes colocados junto a la Virgen María vendrían a representar los símbolos de la descendencia no solo carnal sino también espiritual de Noé a la que va destinada el mensaje cristiano, es decir, los judíos y los gentiles. Según la exégesis bíblica del abad Florense, constituirían los pueblos llamados a convertirse en el único pueblo de Dios, el cristiano, en la Tercera Edad, la del Espíritu Santo en el año de 1260. 32 Ioachim Abbas Florensis, Liber introductorius in Apocalipsim, Ed. Kurt-Victor SELGE, Introduzione all’Apocallisse, Centro internazinale di studi Gioachimiti, Opere di Gioacchino da Fiore: testi e instrumenti, 6, Roma, Viella, 1995 (Transcrito da Fulvio Delle Donne) p. 30 57 El episodio de la embriaguez de Noé bien pudo servir como base teológica para idear el inicio de la iconografía de este relieve de Silos. La descendencia no maldita del justo Noé debe interpretarse como la que conducirá a Cristo, en definitiva, la que permitirá, a través de la Virgen María, su doble naturaleza, la divina y la humana. No solo eso, ya que según Fiore, esta doble descendencia para la fe, surgida de Noé, proporcionará el nacimiento teológico de la Edad del Hijo, la Edad de la Encarnación, la edad histórica en la que está viviendo la comunidad de Silos cuando se esculpen estos dos relieves atribuidos al llamado segundo maestro de Silos. Por eso, los dos personajes que están colocados junto a la Virgen María bien pueden ser interpretados como el símbolo de los dos pueblos, el judío y el gentil; pues, como se ha comentado varias veces, no están connotados con atributos reales. Ahora bien, hasta ahora, todos los tratados vinculan este relieve de Silos a la iconografía del árbol de Jesé. Siguiendo la explicación clásica de Mâle 33, los artistas del Medievo combinaron los cuatro primeros versículos del capítulo XI del profeta Isaías con la genealogía de Jesucristo, tal y como está descrita en el capítulo primero de Mateo y como era recitada tanto el día de Navidad como el de la Epifanía. Estos artistas representaron un gran árbol que salía del estómago de un Jesé durmiente. En el tronco, dispusieron los reyes de Judá. Sobre el rey, colocaron la Virgen y sobre ella a Jesucristo. Finalmente, hicieron alrededor de Jesús una aureola de siete palomas, para recordar que encima de ella se habían posado los siete dones del Espíritu Santo. Era verdaderamente el árbol genealógico de Cristo: así su nobleza se manifestaba a los ojos. Además, para dar a la composición todo su significado, pusieron junto a los ascendientes según la carne los del espíritu. Sobre las vidrieras de Saint-Denis, de Chartres, y de la Santa Capilla, se ven junto al rey de Judá los profetas que, con el dedo alzado, anuncian al futuro Mesías. Tal y como lo estudio Mâle, la iconografía del árbol de Jesé estaría compuesta de la siguiente manera:  En un primer nivel simbólico, Jesé y los reyes de la casa de Judá  En un segundo nivel simbólico, la Virgen María y Cristo  En un tercer nivel simbólico, los dones del espíritu Santo  En un cuarto y último modelo simbólico, los personajes que representaría a los profetas 33 MÂLE, Émile, L’àrt religieux du XIII siècle en France, Paris, Colin 1948, p. 317 58 Con esta disposición se manifiesta tanto en las vidrieras de la Catedral de Chartres, hacia 1145, como en la llamada Biblia de los Capuchinos, hacia 1180, conservada en la Biblioteca Nacional de Francia: 59 Biblia de los capuchinos, 1180 Vidriera Catedral de Chartres, 1145 Sin embargo, ya a finales del mismo siglo XII o principios del XIII, fechas por las que se está moviendo Silos, esta iconografía se enriqueció con una perspectiva más amplia, colocando por debajo de Jesé, al árbol de Paraíso con la representación iconográfica de Adán y Eva, sin que falte tampoco la de Dios Padre. Además, las figuras de los ángeles y de los símbolos de los evangelistas pasaron a desempeñar un papel fundamental. Esto es lo que pone de manifiesto este techo de madera pintada de la iglesia de San Miguel de Hildesheim, un techo instalado hacia 1230: San Miguel de Hildesheim, 1230 60 El relieve de Silos se encontraría a medio camino entre estos dos modelos iconográficos que se acaban de presentar, no solo por su ejecución plástica sino también por su datación histórica. No únicamente eso, ya que en Silos se produce la aparición explícita de Dios Padre en su versión de la Paternitas en una voluntad expresa de querer presentar el dogma de la Trinidad desde la perspectiva de la segunda persona de la Trinidad, el Hijo; es decir, desde la perspectiva del significado teológico de su Encarnación, la segunda Edad en la terminología del abad de Fiore, en definitiva, desde el desarrollo del tiempo histórico en el que la Iglesia estaba viviendo. Además, es una evidencia que, entre la representación del árbol de Jesé de Chartres y el de Hildesheim (1145-1230), no solo se produjo el desarrollo del pensamiento teológico de Joaquín de Fiore sino también su estética de la recepción. Y tal como se ha empezado a mostrar, así quedó reflejado en los detalles plásticos de estos dos relieves de Silos llamados tradicionalmente de la Anunciación y del Árbol de Jesé. Por todos estos motivos, se puede sostener que el árbol del relieve de Silos no solo representa una ejecución plástica hermosa, sino que, tal y como se está analizando, también contiene detalles plásticos que los vinculan con los símbolos de carácter teológico desarrollados en la obra de Joaquín de Fiore. En la Tabla XXII del Liber Figurarum, en relación con la historia de la salvación humana y tal como acaba ejemplificando en la Tabla II del códice Reggiano, la tabla del Árbol de las dos Venidas o de la historia de la humanidad, Joaquín de Fiore concede un papel fundamental al pueblo judío, porque el abad Florense lo tuvo presente siempre en toda su obra. No solo eso, sino que le acabó dedicando todo un tratado en el que utilizó los dos conceptos teológicos que están más presentes en este relieve de Silos: la Trinidad y la Encarnación. En su obra Adversus Iudeos y como defensa de la esencia del pensamiento cristiano, Joaquín de Fiore utiliza, como una lección teológica fundamental, la relación teológica que se establece entre el dogma de la Trinidad y el concepto de la Encarnación, o la doble naturaleza de Cristo: “Super eo quod negant Deum unum ese trinum in personis, deinde super eo quod negant incarnationem Filii Dei” 34 En el fondo, en esta obra de naturaleza apologética, utiliza contra los judíos el mismo reproche que le hizo a Pedro Lombardo por su doctrina trinitaria. Según Fiore, al acercarse Lombardo a posturas adopcionistas y negar la doble naturaleza de Cristo, 34 FIORE de, I. Adversus Iudeos, Archivio della latinità del Medievo, versión electrónica p. 3 61 en definitiva, la Encarnación, estaba negando la esencia de la Trinidad Cristiana. Todo este libro apologético, escrito por el Abad de Fiore con la esperanza de conseguir con sus argumentos la conversión definitiva del pueblo judío al cristianismo, tal y como profetizó que pasaría a partir de 1260 con el advenimiento de la tercera Edad, la del Espíritu Santo, puede entenderse como una defensa a ultranza de la doctrina teológica de la Trinidad, explicada siempre a través de la Encarnación del Hijo. En su tratado Adversus Iudeos, en un contexto teológico muy marcado por la relación natural que establece entre los conceptos de la Trinidad y de la Encarnación, 35 Joaquín de Fiore utiliza hasta tres veces la expresión “ radice Iesse” . Sin embargo, conociendo el texto del profeta Isaías y aunque pueda desprenderse una analogía de las tres personas de la Trinidad en este fragmento profético, en ningún momento el abad Florense utiliza los versículos de Isaías para referirse a la Trinidad de forma directa. Ahora bien, esto no quiere decir que, en este texto apologético, saliéndose de la maraña de las notas bíblicas del Antiguo y del Nuevo Testamento que emplea para intentar convencer a los judíos de la existencia de la Trinidad, el Abad Florense no utilice el símbolo de un árbol para referirse a esta unidad teológica. En este mismo libro, Fiore llega a explicar la unión teológica que se produce entre el concepto de la Trinidad y el de la Encarnación a través del símbolo de un cedro: “Cedrus sublimisest Deus Pater; medulla eius Filius et Spiritus sanctus; quia vero incarnationem Christi Spiritus sanctus operaturus erat, dicit se sumere de medulla cedri sublimis et ponere de vértice ramorum eius, distringere tenerum et plantare in monti sublimi Israel, quia Verbum Dei Patris cum semine patriarcharum vivendo distrinxit ut esset una persona Dei et hominis Cristi Ihesu.”36 Es hora de intentar armonizar algunos de los detalles plásticos del relieve de Silos con este primer fragmento del texto de Joaquín de Fiore. En primer lugar, hay que empezar por la escultura del árbol. Por su larga vida y porque se dice que su savia nunca se pudre, el cedro simbolizaba la inmortalidad, en definitiva, la eternidad. En este fragmento analógico, el Abad Florense explica que Dios Padre es el cedro que está en lo alto (sublimis) y que el Hijo y el Espíritu Santo son su médula (lo más íntimo, es decir, su savia). Acto seguido, escribe y recuerda que la verdadera Encarnación de 35 36 FIORE de, I. Adversus Iudeos, op. Cit. pp.20 y 35 FIORE de, I. Adversus Iudeos, op. Cit. p. 42 62 Cristo fue realizada por obra del Espíritu Santo. Fiore no se detiene en esta imagen simbólica de la Trinidad como un cedro, ya que prosigue su explicación con una nueva metáfora de símbolo arbóreo, la médula se extiende por todas las ramas dando lugar a la exaltación del pueblo judío porque el Verbo de Dios Padre se extendió a través del semen de los patriarcas para que Jesucristo fuese Dios y hombre en una sola persona. En este fragmento se halla una posible explicación del detalle de la colocación, en el relieve de Silos, de la Trinidad en lo alto y, en concreto, la figura de Dios Padre. Para el abad Florense, Dios Padre es el cedro que está en lo alto. De nuevo, una cita directa de la teología de Fiore proporciona la posible explicación de un detalle plástico, el de la Trinidad colocada sobre el árbol. La Trinidad ocupa la parte superior del relieve, aquella que vendría a significar el cielo; en cambio, al durmiente se le reserva la parte baja del relieve, la que correspondería simbólicamente a la tierra. Si se analiza la teología del texto, es evidente que, de nuevo, se está ante una defensa a ultranza de la doble naturaleza de Jesucristo a través del tema de la Encarnación y en el contexto teológico de la Trinidad. A través de este primer fragmento, Joaquín de Fiore no solo ha creado un potente símbolo trinitario en la figura de un cedro colocado en alto sino que lo ha vinculado al concepto de la Trinidad. Además, se sirve del concepto teológico de la Encarnación para explicar en forma de símbolo la historia actual de la salvación del hombre, la de su tiempo, finales siglo XII y principios del XIII. Pero, el fragmento en el que Fiore explica el dogma de la Trinidad a través de la analogía de un cedro continúa: “Verum ut hoc fieri posset, servat autriusque veritate nature, facta est veludq uedam plantatio in utero sacre Virginis que propter excellentiam vite dicta est mons sublimis Israel, nimirum que eo sublimior quo apud semet ipsam humilior, erupit autem quod plantatum est in germen nascendo, crevit predicando et producendo ex se ramos ad protectionem fidelium, qui velud quedam volatilia celi nidificarent sub umbra frondi umilius, proceando pullos spirituales in Ecclesia Dei“.37 La verdadera doble naturaleza de Cristo se produjo cuando fue plantado en el útero de la Virgen María. Después, el texto teológico de Fiore se constituye en una prosa poética y acaba hablando de las propiedades del árbol (el Dios trinitario) e identifica a los fieles de la Iglesia de Dios con los polluelos de las aves que van a refugiarse bajo la sombra frondosa de sus ramas. A través de este nuevo fragmento, 37 FIORE de, I. Adversus Iudeos, op. Cit. p. 42 63 continuación del anterior, se hace presente un nuevo personaje del relieve de Silos, la Virgen María y, como se analizará más tarde, los cuatro personajes que acompañan y rodean a la Trinidad Vertical en el relieve de Silos. Tal vez, todavía a algún lector de estas páginas, le parezca algo débil o general esta hipótesis de trabajo que vincula los detalles plásticos del llamado relieve del Árbol de Jesé, con una lección teológica de Joaquín de Fiore. Sin embargo, Joaquín de Fiore tuvo muy clara la relación teológica que existía entre la historia del hombre y el plan salvífico de Dios, un plan salvífico que el mismo Fiore prefigura teológicamente como el de las tres Edades, Épocas o Eras: la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo en todas sus obras, tal y como se desprende ahora de su exégesis sobre el Apocalipsis: “Ita enim genus humanum post culpam primi hominis ad sui conditoris notitiam gradatim redire decebat, ut primo quidem certo tempore radicaret in patre, secundo germinaret in filio, tertio in spiritu sancto fructus experiretur dulcedinem.”38 Joaquín de Fiore establece una relación directa entre la historia de la salvación del primer hombre, después del pecado, y el concepto teológico de la Santísima Trinidad. Según el texto de Fiore, después de la culpa del primer hombre, al linaje humano le convenía regresar gradualmente a su condición pasada, libre de toda culpa, es decir, redimido del pecado original. De entrada, la teología de este texto está vinculada con la figuración en forma de árbol propuesta por Fiore en la Tabla II de su Liber Figurarum. Árbol de la humanidad 38 Ioachim abbas Florensis, Liber introductorius in Apocalipsim, Op. cit. p. 26 64 Según esta lámina, para que el hombre pueda regresar a su condición original perdida desde Adán, tiene que pasar por las tres Edades. Sin embargo y dejando de lado por un momento la fuerza expresiva que proporciona todo dibujo, ¿cómo vuelve a explicar Joaquín de Fiore el desarrollo vertical de la historia de la salvación humana en el texto que se acaba de reproducir? Utiliza una metáfora que posee una gran fuerza gráfica; ya que, a través de sus palabras, se puede deducir un ejemplo que una vez más se puede relacionar con la creación escultórica de un árbol. Si se lee detenidamente este texto de Fiore, se aprecia cómo su contenido puede ayudar a explicar la iconografía de este relieve de Silos. Adán, el símbolo del linaje humano:  En un primer tiempo, enraizó en el Padre;  En un segundo tiempo, germinó en el Hijo,  En un tercer tiempo, probará las delicias de los frutos del Espíritu Santo. A través de este texto, se definen las dos primeras Edades: la ya pasada, la del Padre, aquella en la que enraizó el linaje humano y la Edad que correspondería con la del Hijo, la Edad en viviendo la la que estaría humanidad. Una edad en la que germinó como Segundo Adán, ya que, a través de su muerte y resurrección, permitió que el hombre pudiese volver a su condición perdida, Frutos junto a la Paloma aquella que abandonó a causa del primer hombre y que pudo salvar gracias a la fe de Noé. Sin embargo, según la teología de Fiore, en 1260, tal como prefiguran los libros de Daniel, Mateo y San Juan Evangelista, el linaje humano tenía que llegar a la tercera Edad, la del Espíritu Santo, esa Edad en la que el género humano probaría las delicias de los frutos del Espíritu Santo. Lo curioso del caso es que, de nuevo, ya por segunda vez, pero ahora a través de un texto de exégesis 65 bíblica, la exposición analógica de las ideas teológicas de Fiore acabó teniendo su reflejo en un detalle plástico del relieve de Silos, tal y como hoy en día todavía podemos observar a simple vista. De nuevo, se produce una evidencia objetiva que relaciona un texto de Fiore con un detalle plástico del relieve de Silos. Solo en la copa del árbol, la parte iconográfica que le corresponde al Espíritu Santo, se esculpieron frutos, tal como Fiore dibujó en su Tabla XXII del Liber figurarum y ha escrito en este texto exegético sobre el libro del Apocalipsis. De momento, parece ser que se ha vuelto a encontrar no únicamente otra cita directa que establece una relación unívoca entre los detalles plásticos del relieve del Árbol de Jesé de Silos y la filosofía teológica del abad Joaquín de Fiore sino su relación con un dibujo. De paso, este nuevo texto teológico de Fiore proporciona una explicación analógica tanto de la utilización de la simbología del árbol como de la descripción de las tres Edades, referidas a la Trinidad, explicadas en este relieve en una inconfundible clave arbórea que remite de forma directa a la manera expresiva de la analogía de los dibujos de las Tablas II y XXII del Liber Figurarum del abad Florense. Sin embargo, ningún caso olvidar la se debe transferencia plástica directa significa la textual en que referencia a los frutos producidos en la Era del Espíritu Santo en relación a la pieza escultórica de Silos. Este es un detalle plástico último y, por lo que parece, definitivo. Como se ha escrito, solo hay que mirar la copa del árbol en representó Santo, es la que al decir, se Espíritu a la 66 paloma. Una copa de árbol en la que hay una serie de frutos esculpidos en torno a la Paloma, tal y como indica el texto de Joaquín de Fiore. De hecho, en ninguna otra parte del árbol del relieve de Silos hay colocados frutos. Este colocar los frutos en la copa del relieve de Silos en la que se esculpe la paloma, el símbolo del Espíritu Santo, coincide de forma unívoca con la semántica teológica propuesta por el texto de Fiore. Además, son frutos policromados, tal y como los dibuja Fiore en su Tabla XXII. 67 2. La Trinidad Vertical Las connotaciones simbólicas del árbol proporcionadas por la Tabla XXII del Liber Figurarum de Fiore permiten el acercamiento a la explicación casi total de los elementos plásticos que componen la iconografía de este segundo relieve de Silos. La Tabla XXII no solo ha proporcionado la explicación del símbolo del árbol como la ejemplificación plástica de las tres Edades de la historia de la salvación humana propuestas por el abad Florense, sino que también ha permitido postular otra explicación tanto para el enigmático durmiente como para los dos personajes que acompañan a la Virgen María. De hecho, la presencia de la figura de la Virgen María es clave para su interpretación, ya que facilita el detalle plástico del inicio de la Segunda Edad, la del Hijo. Inicio en el que Fiore cifra el nacimiento de los dos pueblos de la fe: el gentil y el judío. A través de la iconografía de Silos, uno asciende por el árbol hasta encontrarse con la representación de la Trinidad Vertical. Si se compara el relieve de Silos con la visión directa de la Tabla XXII del Liber Figurarum, se descubre que, en su tratado de teología figurativa, Fiore coloca en orden ascendente los tres círculos arbóreos que representan las tres Edades: la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo. Tal y como está esculpida la Trinidad Vertical de Silos, su iconografía parece alejarse del diseño vertical que Fiore realiza en su Tabla XXII para la Trinidad. Sin embargo, en su Liber Figurarum, Fiore dedicó otras tablas al concepto de la Trinidad. La Tabla XIb del códice Reggiano está dedicada íntegramente a la Trinidad a través del llamado símbolo de los Círculos trinitarios. Siguiendo la explicación del Centro Internazionale di studi Gioachimiti 39 39 , para el abad Florense, la Trinidad domina Página web Centro Internazionale di studi Gioachimiti, Tavole Liber Figuraum. todo el curso de la historia de la salvación. La Trinidad es el paradigma transcendente y el centro de convergencia de toda la historia humana dividida en tres Edades. 68 Tabla XIb, Círculos de la Trinidad En esta figura de Fiore, la unidad de la sustancia divina está indicada en el corazón oval, que es el centro figurativo. Un corazón que es común a los tres círculos que representan a cada una de las personas de la Trinidad. Las relaciones entre las tres personas divinas son definidas, como se analizará más tarde, por la sucesión de letras en el interior del nombre Divino. Si se observa la composición de esta Tabla XIb, la disposición de los círculos trinitarios tampoco coinciden de forma directa con la manera plástica en la que el teólogo redactor de Silos ideó la colocación de la Trinidad en su relieve: Sentado Dios Padre, sostiene a Dios Hijo. Por encima de las cabezas de Dios Padre y de Dios Hijo, el teólogo redactor de Silos colocó la paloma, el símbolo del Espíritu Santo. De entrada, esta disposición parece alejarse de las dos maneras gráficas ideadas por Fiore: 1. La de la Tabla XXII, tres círculos arbóreos colocados en una clara disposición vertical, uno encima del otro, para señalar el desarrollo de las tres Edades de la historia de la salvación humana. 2. La de la Tabla XIb, tres círculos en disposición horizontal que sirven para explicar el concepto teológico de la unidad y la diversidad de la Trinidad. Resulta evidente que, en el relieve de Silos, la disposición iconográfica de las tres personas de la Trinidad no se corresponde con ninguna de estas dos propuestas plásticas ideadas por Fiore para explicar el dogma de la Trinidad. Sin embargo, Fiore no agota con estas dos propuestas su imaginería trinitaria. En la Tabla XIb que ahora se está comentando, utilizando las letras Alfa y Omega con un significado teológico sorprendente, el abad Florense realiza una tercera propuesta plástica en torno a la Trinidad. A través de la utilización de las apocalípticas letras Alfa y Omega como un potente referente visual, Joaquín de Fiore explicaba las relaciones de las tres personas de la Trinidad y demuestra la fórmula del Filioque. Dejando de lado las correspondencias de la Trinidad, en cuanto se refiere a la unidad y a la diversidad a través del símbolo de los tres círculos de colores, ¿qué ha hecho Fiore para explicar los vínculos de la Trinidad? En esta figura de la Tabla XIb, las relaciones de las tres personas son simbolizadas, de dos maneras: 1. Con los colores del propio dibujo: Verde: el Padre, creador de la naturaleza; azul, el Hijo, que descendió del cielo; rojo, el Espíritu Santo, que es amor. 2. Con la aparición de las cuatro letras del “Divino Tetragrámaton”, trascrito en letras latinas: IEUE: “I” es el Padre, “U”, es el Hijo y “E” el Espíritu Santo. ¿Por qué dos veces la letra E? Según Fiore, el Espíritu Santo posee una procedencia doble (E-E), porque procede ya del padre (IE) ya del Hijo (UE). En esta primera relación de las letras del Divino Tetragrámaton propuesta por Fiore en su Tabla XIb, pudo basarse el teólogo redactor de Silos para elaborar la disposición iconográfica de las tres figuras: a la unidad figurativa que representa el Padre como Paternitas que sostiene al Hijo, presentado en su clave salvífica de la Encarnación, añade de forma intencionada la presencia de una paloma, el símbolo del Espíritu 69 Santo, al que se le connota colocado sobre las cabezas de las otras dos personas de la Trinidad. Pero, como ya se ha comentado, la habilidad ideográfica del abad Florense, para presentar de forma plástica el difícil dogma de la Trinidad en esta hermosa Tabla XIb, no concluye en el uso de las letras del Divino Tetragrámaton, ya que esta idea gráfica la acaba explicando y ejemplificando con la utilización de las letras Alfa y Omega, ahora griegas, unas letras con un gran predicamento apocalíptico. Para Joaquín de Fiore, el signo gráfico de la mayúscula A de la letra Alfa demuestra que DOS, el Hijo y el Espíritu Santo, proceden del UNO, el Padre. Esta explicación gráfica del Liber Figurarum propuesta por el Abad Florense encaja de forma natural con la disposición plástica de las esculturas que, en el relieve que se está analizando, representan al Hijo y al Espíritu Santo. En el relieve de Silos, la colocación de las piezas que representan tanto al Hijo como al Espíritu Santo se ajusta a esta disposición gráfica propuesta por Fiore. Pero, el abad de Fiore también utiliza la grafía griega de la letra inicial de la letra Omega para explicar a la inversa la misma relación que ha establecido entre las tres personas de la Trinidad a través de la mayúscula A de la letra griega Alfa. Para Fiore, la letra mayúscula de Omega (escrita en griego) demuestra cómo UNO, el Espíritu Santo, representado por el asta central de la letra Omega, procede de DOS, el Padre y el Hijo. De nuevo, ahora a la inversa, la explicación plástica propuesta por Fiore en la Tabla XIb de su Liber Figurarum encaja de forma natural con la disposición que las tres personas de la Trinidad adoptan en el relieve de Silos. Por su colocación o disposición iconográfica, las tres esculturas trinitarias del bajorrelieve de Silos representan de forma evidente que Uno, el Espíritu Santo, procede de Dos, el Padre y el Hijo. Las relaciones conceptuales no acaban aquí, ya que, además, utilizando estas relaciones de origen plástico, en el resto de la Tabla XIb, Fiore vuelve a explicar su profecía de las Tres Edades. Se vuelve a estar en lo mismo. Incluso, algún lector puede considerar que se está delante de generalizaciones o de un fruto de la casualidad. Una vez más, es hora de volver a las pruebas objetivas que proporcionan los detalles plásticos. En el relieve de Silos, la disposición plástica de las tres personas de la Trinidad se corresponde de forma unívoca con los detalles ideográficos que proporciona Joaquín de Fiore en su Tabla XIb. El abad florense se sirvió de las letras, tanto las latinas IEUE, como las griegas, Alfa y Omega, para explicar las relaciones trinitarias. Precisamente, en el relieve de Silos, se produce la presencia de un detalle plástico original y sorprendente que está íntimamente relacionado con la explicación 70 trinitaria que Fiore propone de forma plástica a través de las letras griegas. Para poder ejemplificarlo, es necesario colocar una fotografía: 71 En la aureola de la Paternitas de Dios Padre, crucífera por cierto, a la altura de su oreja izquierda, según la perspectiva del espectador, hay esculpida, en forma de colgante, una visible letra Omega. En su lado derecho, todavía parece vislumbrarse el trazado de una letra Alfa. Este doble detalle plástico, que proporciona la presencia de las letras griegas Alfa y Omega en la Paternitas de Silos, hace que la disposición de las figuras de la Trinidad Vertical pueda ser interpretada y explicada de forma natural siguiendo los dictados plásticos ideados por Fiore en su Tabla XIb. En la iconografía románica, no resulta muy común colocar los signos apocalípticos de las letras griegas Alfa y Omega a otra persona de la Trinidad que no sea la del Hijo en su clave judicial. Por todos estos motivos (tanto por la disposición en el espacio de las tres personas de la Trinidad como por el uso simbólico de estas dos letras griegas colocadas en la figura del Padre), el teólogo redactor de este relieve de Silos era un perfecto conocedor de la filosofía teológica de Joaquín de Fiore tanto la que explicó de manera teórica como la que ejemplificó de manera figurativa. Pero no todo acaba con esta simbología. Si nos fijamos bien, en este famoso árbol de Silos, todavía se pueden observar restos de pigmentación de tres colores: 1. Rojo, en las ramas 2. Verdes, en las hojas 3. Azul, en algún fruto ¿Por qué pintar un árbol con estos tres colores en concreto? ¿Qué pasaría si el rojo, el verde y el azul fuesen tres colores simbólicos que remitiesen a la idea de la Trinidad, el eje temático de este relieve? ¿Hay algún teólogo medieval que lo haya señalado así? Es evidente que sí, Joaquín de Fiore. Si volvemos la mirada unas cuantas páginas hacia atrás, esos son los colores que Fiore utilizó para representar los tres círculo trinitarios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en la Tabla XIb del Códice Reggiano. De hecho, él mismo explicó el simbolismo de los tres colores: 1. El Padre está representado con un círculo de color verde, porque es el creador de la naturaleza. 2. El Hijo, con uno de color azul, porque descendió del cielo. 3. El Espíritu Santo con uno de color rojo, ya que es el amor. De esta manera, se tiene una base teológica para explicar el simbolismo de los colores que se utilizaron para pintar el Árbol trinitario de Silos. Además, como se ha ido mostrando a lo largo de todas estas páginas, no se debe olvidar que Fiore dibuja y pinta árboles con esos mismos colores y con significados teológicos parecidos. Está claro que también existen otras formas esquemáticas de representar la Trinidad basadas en las ideas de Joaquín de Fiore. Ahora, se basan en dos entronizaciones del Espíritu Santo en la Capilla Palatina de San Pedro y San Pablo en Palermo, Sicilia. Y, claro está, la biografía40 de Joaquín de Fiore no se entiende sin Palermo y sin esta capilla. Las dos entronizaciones pueden ser analizadas interpretando los colores y los símbolos utilizados; ya que, siguiendo la teología de Joaquín de Fiore, tanto los colores como los símbolos nos remiten a lo que, en realidad, son esas entronizaciones: la 40 Zivadinovic, Dojcin, "The Origins And Antecedents Of Joachim Of Fiore's (1135-1202) Historical-Continuous Method Of Prophetic Interpretation" (2018). Dissertations. 1656. https://digitalcommons.andrews.edu/dissertations/1656 72 representación de una nueva manera de interpretar simbólicamente el concepto de la Trinidad Vertical. En la primera: 1. La esfera verde, el Padre, a los pies, la Primera Era 2. La paloma, con los siete dones, el Espíritu Santo, en el centro, la Tercera Era 3. La cruz, el Hijo, en lo alto, la Segunda Era. 73 En la segunda, para Joaquín de Fiore: 1. El color verde es el símbolo del Padre, por ser el Creador de la naturaleza. 2. El color azul es el símbolo del Hijo, por haber descendido del Cielo. 3. El color rojo es el símbolo del Espíritu Santo, porque es el amor de Dios. La paloma símbolo del Espíritu Santo está sentada sobre un trono de tonos rojizos cubierto por un paño de color azul y un reclinatorio de color verde. A la era del Padre, la primera, la del color verde, y a la del Hijo, la segunda, la del color azul, seguirá la tercera, la del Espíritu Santo, la del color rojo. Ese color rojo del que está pintado el nimbo o aureola del Espíritu Santo; en definitiva, el mismo color que el nimbo de la Virgen María. Sin embargo, las dos entronizaciones se ubicaron por encima del Pantocrátor o Maiestas Dómini, una imagen que remite a la idea de la Segunda Venida de Cristo, esa Parusía que marcaría para Joaquín de Fiore la fecha milenarista de 1260. Al llegar aquí, uno se asusta un poco. De ser así, eso significaría que el viaje de las ideas (las que representan y significa la imagen de la Trinidad Vertical en forma de 74 Paternitas) fue hacia el oeste, hacia el occidente de Santiago, y, entonces, las explicaciones del viaje de los estilemas o rasgos formales de los maestros escultores, defendidas tradicionalmente por las historiografía, entran en contradicción con lo mostrado. En el fondo, toda esta explicación no deja de ser más que un juego de la lógica del pensamiento; una propuesta de interpretación, aunque con una voz y con matices diferentes. Si se mira el trabajo del posible teólogo redactor del programa de los dos relieves atribuidos al llamado segundo maestro de Silos, la realidad de la estética románica cambia de perspectiva. Ahora, al igual que en el caso del segundo maestro, carecemos de cualquier documento que indique que este teólogo redactor fue Raniero da Ponza, el legado papal de Inocencio III para los territorios de los reinos hispanos de Navarra, Castilla, León y Portugal entre los años 1198 y 1202 y también inquisidor contra los cátaros, el seguidor y amigo personal de Joaquín de Fiore. Por eso, es importante recordar que los detalles plásticos que todavía se conservan en el relieve de Silos ponen de manifiesto que, si en el desarrollo del inicio del relieve, el árbol y las primeras figuras interpretadas, el redactor teológico de Silos utilizó la Tabla XXII del Liber Figurarum, en la creación de la Trinidad Vertical hizo lo propio a través de la Tabla XIb. Alguien, conocedor de primera mano de la obra teológica figurativa de Fiore puede esconderse detrás de la identidad del teólogo redactor de estos dos relieves de Silos. 3. Las cuatro figuras Siguiendo las Tablas II, XXII y XIb del Liber Figurarum de Joaquín de Fiore, se pueden explicar, en una relación semántica unívoca, casi todas las imágenes de la iconografía de la Trinidad Vertical del relieve de Silos. Sin embargo, hay un dato objetivo por resolver: la identidad de los cuatro personajes que rodean a la Paternitas. ¿Quiénes pueden ser estos cuatro personajes? Por el detalle plástico de la filacteria, la crítica histórica los ha vinculado con las figuras de cuatro profetas. No obstante, desde la exégesis bíblica, se hace difícil explicar la presencia de unos profetas junto a una representación iconográfica de la Trinidad. Como se ha puesto de manifiesto, los ocho relieves del claustro de Silos se idearon como un Tetramorfos analógico, los relieves vienen a explicar los acontecimientos salvíficos de Cristo, aquellos que representan los Cuatro Vivientes que se individualizan en los cuatro evangelios. En este contexto, nace 75 una nueva pregunta: ¿las cuatro figuras esculpidas alrededor de la representación iconográfica de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) pueden representar un Tetramorfos antropomórfico? Si fuese así: ¿qué simbolizarían? Si el teólogo redactor que dirigió este programa iconográfico se basó en la teología de Joaquín de Fiore, para sostener esta segunda hipótesis de estudio se tiene que volver a conseguir que, una vez más, los escritos teológicos de Joaquín de Fiore sean capaces de hablarnos con precisión conceptual de esta relación con un detalle plástico. No cabe la menor duda de que los ocho relieves del claustro de Silos constituyen un Tetramorfos analógico que, en su origen, siguiendo a San Jerónimo, representaban los cuatro acontecimientos salvíficos de la vida de Jesús. Y esto es así porque, como ya se ha comentado en otros escritos, aunque tanto Irineo, Agustín y el Pseudo-Atanasio propusieron una relación entre las figuras de los cuatro vivientes y los evangelistas, la lista de correspondencias que acabó imponiéndose fue la de San Jerónimo. Tal y como nos han llegado hasta nosotros, los relieves del claustro de Silos correspondientes a los temas de la Pasión, Resurrección y Ascensión fueron labrados por el llamado primer maestro de Silos, mientras que los de la Encarnación serían la obra del llamado segundo maestro de Silos. El conjunto está formado por ocho relieves en total, dos por cada tema teológico. El redactor teológico, que dirigió llamado el programa segundo iconográfico maestro de del Silos, realizó los dos relieves de la Encarnación ya sea porque los anteriores se habían deteriorado, ya sea porque quiere expresar un nuevo sentir teológico e histórico, sabiendo lo que representaban los otros seis relieves. Pero, lo sorprendente del caso es que lo hizo no solo porque conocía que San Jerónimo había dado esta interpretación analógica de los Cuatro Vivientes sino porque Tavola XV, Ruedas de Ezequiel también era consciente de que 76 Gioacchino da Fiore la había mantenido. En la Tabla XV del Liber Figurarum, según el códice Reggino,41 se encuentra la figura de las llamadas Ruedas de Ezequiel. En esta figura, Fiore representó de manera estilizada el trono de Dios según la profecía de Ezequiel. Además, sobre este trono de Dios, realizó su reflexión sobre el significado simbólico de los cuatro vivientes del Apocalipsis, estableciendo la siguiente relación:  Hombre (Mateo): Humildad – Encarnación y Nacimiento de Cristo – Orden de los doctores – Inteligencia moral de las Escrituras.  Ternero (Lucas): Paciencia – Pasión y muerte de Cristo – Orden de los mártires – Inteligencia histórica de las Escrituras.  León (Marcos): Fe – Resurrección de Jesús – Orden de los Pastores – Inteligencia típica de las Escrituras.  Águila (Juan): Esperanza – Ascensión de Jesús al Cielo – Orden de los contemplativos – Inteligencia contemplativa y analógica de las escrituras. Además, en medio de estas ruedas, el abad Florense, figuró el enfrentamiento alegórico y de concordancia entre los conceptos teológicos que encarnan los símbolos espirituales de Jerusalén y Babilonia.  Jerusalén: la ciudad celestial que representa a la Iglesia Romana. El símbolo de la Virgen dedicada a Cristo y del alma fiel.  Babilonia: el caos infernal que representa las persecuciones de la Iglesia Romana. El símbolo de la prostituta desesperada y del alma apóstata. La Tabla XV del Liber Figurarum remite a la idea del trono de Dios. Este centro figurativo bien puede explicar la escultura de la Paternitas de Silos. Una Paternitas entronizada y con el fruto de su gran amor a la humanidad, el Hijo. Fiore solo coloca una palabra en el centro de este trono figurativo: Caritas. Con ella, designa el gran amor del Dios Unidad que ha tenido al hombre. Un amor que se manifestó en la entrega a la muerte y una muerte en cruz de su único hijo. Sin embargo, el gran acto de amor de Dios comenzó al hacerse uno más de nosotros, tomar la naturaleza humana en el Hijo. En esta Tabla XV, alrededor del centro figurativo que representa el trono divino, siguiendo el modelo profético tanto de Ezequiel como del Apocalipsis, el abad de Fiore 41 Página web Centro Internazionale di studi Gioachimiti, Tavole Liber Figuraum 77 coloca los símbolos de los cuatro vivientes. Unos vivientes que presenta representados de manera individualizada (hombre, ternero, león, águila) a la manera apocalíptica, apoyándose en los postulados teológicos propuestos por San Jerónimo que representan los cuatro acontecimientos salvíficos de la vida de Cristo: la Encarnación, la Pasión, la Resurrección y la Ascensión. Sin embargo, Fiore da un paso más en la interpretación teológica de los cuatro vivientes, ya que convierte a cada uno de ellos en un nuevo símbolo. Cada uno de los cuatro vivientes, que representa de manera individualizada a los evangelistas, pasa a representar figurativamente a una de las cuatro órdenes religiosas en las que Fiore divide a los auténticos hombres de fe: doctores, mártires, pastores y contemplativos. Con esta nueva recreación simbólica, Fiore acaba abriendo los símbolos de los evangelistas a su realidad histórica, al momento histórico en el que está viviendo. Esta interpretación acaba convirtiéndose en un tema central en el desarrollo de su pensamiento teológico de Fiore. De tal manera esto es así, que no únicamente la plasmó de manera figurativa en la Tabla XV de su Liber Figurarum, sino que también la escribió y acabó reflexionando sobre ella de manera teológica en algunos de sus textos exegéticos: “Quatuor sunt Christi opera: nativitas, passio, resurrectio, ascensio. Dignitate vero prescribitur resurrectio. Resurrectio pertinet ad apostolicam fidem, passio ad martyrum patientiam, nativitas ad doctorum humilitatem, ascensio ad contemplantium spem”.42 Este primer texto vendría a confirmar la idea teológica sobre la que se está reflexionando: Cuatro son las obras de Cristo: Encarnación, Pasión, Resurrección, Ascensión. La Resurrección se refiere a la fe apostólica, la Pasión al sufrimiento de los mártires, la Encarnación a la humildad de los doctores, la Ascensión a la esperanza de los contemplativos. A partir de este texto, se puede realizar una primera equivalencia lógica: 42  La Encarnación se refiere a la humildad de los doctores  La Pasión se refiere al sufrimiento de los mártires  La Resurrección se refiere a la fe apostólica  La Ascensión se refiere a la esperanza de los contemplativos. Ioachim abbas Florensis, Liber introductorius in Apocalipsim, Op. cit p.62. 78 Una equivalencia lógica que tiene una continuidad natural dentro de los parámetros de la filosofía teológica de Joaquín de Fiore: “Quatuor speciales turmas quatuor significant animalia: leo, vitulus, homo, aquila; leo scilicet pastorum ordinem, vitulus martirum, homo doctorum, Aquila contemplantium”.43 Una vez más, este segundo texto vendría a identificar a cada uno de los cuatro animales, símbolos tradicionales de los evangelistas, con cuatro modelos de vivir la fe dentro de la Iglesia: 1. El león, esto es, el orden de los pastores 2. El ternero el de los mártires 3. El hombre el de los doctores 4. El águila el de los contemplativos. Si se une la información proporcionada por los dos fragmentos teológicos del abad Florense, se puede realizar una segunda equivalencia lógica en consonancia con lo dibujado por Joaquín de Fiore en la Tabla XV: 1. La Encarnación se refiere a la humildad de los doctores, esto es, lo que representa el símbolo del Viviente que es el hombre, el evangelio de San Mateo. 2. La Pasión se refiere al sufrimiento de los mártires, esto es, lo que representa el símbolo del Viviente que es el ternero, el evangelio de San Lucas. 3. La Resurrección se refiere a la fe apostólica, esto es, lo que representa el símbolo del Viviente que es el león, el evangelio de San Marcos. 4. La Ascensión se refiere a la esperanza de los contemplativos, esto es, lo que representa el símbolo del Viviente que es el águila, el evangelio de San Juan. El cruce final de estas notas, tanto las que hacen referencia a la teología figurativa de Fiore a partir de la Tabla XV como las proporcionadas por este texto exegético, 43 Ioachim abbas Florensis, Liber introductorius in Apocalipsim, Op. cit. p. 46. 79 conduce a proponer que el teólogo redactor de este relieve de Silos no solo conocía el cuádruple juego simbólico de Joaquín de Fiore:  Encarnación-hombre-San Mateo-orden de los pastores  Pasión-ternero-San Lucas-orden de los mártires  Resurrección-león-San Marcos-orden de los doctores  Ascensión-águila-San Juan-orden de los contemplativos sino que lo utilizó para desarrollar la iconografía de un Tetramorfos antropomórfico que colocó alrededor de la idea del trono de Dios expresada en forma de una Trinidad Vertical en su versión de la Paternitas. Comparación de la disposición visual alrededor del Trono de Dios Por eso, en este relieve de Silos, la colocación periférica de las cuatro figuras es intencionada; ya que, gracias a su disposición, las cuatro esculturas antropomórficas llegan a cubrir y rodear, como ocurre en la Tabla XV del Liber Figurarum de Fiore, todo el espacio interior iconográfico que rodea la expresión plástica trinitaria del trono divino. Con los cuatro evangelistas esculpidos como hombres, el teólogo redactor de Silos podía representar las cuatro órdenes de las milicias de Cristo, en el fondo, el advenimiento de la Edad del Espíritu Santo. De nuevo, ronda en su pensamiento 80 la fecha de 1260. Por este motivo, los esculpió a los cuatro sosteniendo con una de sus manos una filacteria o rollo profético y no con el detalle plástico de un libro. Los cuatro evangelistas eran los auténticos profetas que anunciaban la llegada del evangelio eterno, tal y como se había profetizado en el Apocalipsis: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo.”44 Siguiendo la interpretación de Rucquoi45, según Fiore, en 1260, desaparecerá todo lo imperfecto y caduco y la iglesia secular y activa –Ecclesia Pedtri- se transformará en iglesia espiritual y contemplativa –Ecclesia Johannis-, el “Evangelio eterno” superará al evangelio temporal, y la Edad del Espíritu Santo manifestará plenamente el reino de Dios en el tiempo y en la tierra. 4. La Virgen María En los dos relieves de Silos dedicados a la Encarnación y, por motivos obvios, solo hay un personaje que se repite, el de la Virgen María. La Virgen no únicamente preside la iconografía del llamado relieve de la Anunciación sino que también ocupa una posición central en la iconografía del llamado relieve del Árbol de Jesé. Y en la disposición iconográfica central de la Virgen María reside una nueva clave que nos permite seguir vinculando estos dos relieves de Silos con el pensamiento del abad Florense. Siguiendo la disposición del códice Reggiano, Joaquín de Fiore dedicó la Tabla XII del Liber Figurarum, al proyecto del nuevo orden monástico46. Tabla XII, El nuevo orden monástico 44 (Ap. XIV, 6) RUCQUOI, E. Op. Cit. P. 229. 46 Página web Centro Internazionale di studi Gioachimiti, Tavole Liber Figuraum. 45 El centro 81 iconográfico de este proyecto está ocupado por el Oratorio de la Santa Madre de Dios María y de la Santa Jerusalén y su símbolo es la Paloma, el Espíritu Santo. Esta sede está pensada para ser la madre de todas las sedes del monasterio que proyecta Fiore. En esta sede, estará el padre espiritual que presidirá todas las otras sedes. En definitiva, es la sede reservada al abad del monasterio. En los dos relieves de Silos, la Virgen María está interpretada con una connotación especial. Sin embargo, en el llamado relieve de la Anunciación, sorprende la síntesis teológica que realizó el teólogo redactor:  En la parte baja del relieve, se está reproduciendo la Anunciación, el acontecimiento salvífico que se desarrolla en la Tierra: correspondería al detalle del ángel Gabriel y su anuncio a la Virgen María.  En la parte alta del relieve, se asiste a la coronación de la Virgen María: desde el cielo, dos ángeles la coronan. La disposición de estos dos detalles plásticos, la estructura figurativa que corresponde a la parte baja del relieve y la que corresponde a la superior, no están hablando solo de la Virgen María, sino del acontecimiento salvífico que representa: la Encarnación del Hijo de Dios. Pero, al hacerlo, los dos detalles plásticos están esculpidos con la intención de hablar de la doble naturaleza del Hijo de Dios. Con la parte inferior del relieve, se está refiriendo a la naturaleza humana de Cristo; con la parte superior, el relieve explica la naturaleza divina de Cristo. Ahora bien, todo esto que se acaba de escribir tiene que tener una referencia directa en el pensamiento teológico de Joaquín de Fiore. De hecho, esto es lo que, en su tratado apologético, les recuerda el abad Florense a los judíos: “Non ignoramus, o Iudei, quod, quando nos superius loquebamur vobis de verbo Dei dicentes ipsum Verbum esse Filium Dei, scandalum erat vobis forma ipsa corporalis, secundum quam confitemur Dei Filium natum esse secundum carnem de Virgine Maria; et primo quidem admiramini quod eum dicimus natum de Deo et ex Virgine Matre, quod eum dicimus Deum et hominem, quasi impossibile sit unam eandemque personam esse hominem et Deum, esse tam magnum et tam parvum, esse eternum et temporalem. Deinde abhorretis vel audire voluisse tantam maiestatem visitare corpus femineum et infirmi corpusculi contineri cubili. Oportet autem vos primo intelligere quid de hoc teneat fides nostra, deinde hoc ipsum asserere testimoniis Scripturarum. Nos credimus in utero Virginis sine viri semine formatum Christum et ab ipsa 82 prima hora vel momento conceptionis sue adhesisse illi dibur, hoc est Verbum Dei, ac si flamma ignis adhereret candele, quin immo, ut vobis loquar de vestro, sicut flamma ignis adherebat illi rubo qui ardebat in oculis Moysi et non comburebatur”.47 Joaquín de Fiore ataca a los judíos porque aborrecen escuchar la idea que consiste en aceptar que una tan gran majestad quisiera visitar un cuerpo femenino para ser contenido en la morada de un cuerpecillo débil. En el relieve de la anunciación de Silos, la gran majestad (Dios) bien puede estar representada por la corona que los ángeles colocan en María. Según la tradición cristiana que reproduce este texto de Fiore, la Encarnación del Hijo se produce en el momento del fiat, del sí, de la Virgen María. En ese preciso momento, se produce la doble naturaleza, la divina y la humana, del Hijo de Dios. Según el pensamiento de Fiore, los judíos se escandalizan de la forma corporal del Verbo de Dios. El abad Florense defiende la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la Encarnación. El Hijo de Dios nació de la Virgen María según la carne, pero nació de Dios y de la Virgen María. Por eso, en una sola persona es hombre y Dios, grande y pequeño, eterno y temporal. Fiore está realizando una defensa de la doble naturaleza de Cristo y, en esta defensa, sostiene la idiosincrasia de la fe cristiana. Fiore prosigue su apología explicando a los judíos que los cristianos creen que Cristo fue formado en el útero de la Virgen María sin semen de hombre y que, en esa primera hora, en el momento de la concepción, de la misma manera como lo hace la llama del fuego a la vela, se adhirió el Verbo de Dios a la naturaleza humana. Esto es lo que quiere significar el teólogo redactor del relieve de Silos con el detalle plástico de la corona. Un detalle plástico que bien puede estar queriendo reproducir en piedra el siguiente pensamiento de Fiore: “voluisse tantam maiestatem visitare corpus femineum et infirmi corpusculi contineri cubili “. En el fondo, la corona constituye un detalle plástico que sirve para hablar de la doble naturaleza del Verbo en el preciso momento de la concepción. La corona está sostenida por dos ángeles. La coronación en el relieve de Silos no se produce ni en clave trinitaria ni en clave cristológica. La Virgen María no recibe la corona de manos del Hijo de Dios ni en una iconografía en la que aparecen las tres personas de la Trinidad ni en una en la que únicamente está Jesucristo. En el relieve de Silos, la Virgen María no es coronada ni por la Trinidad ni por el Hijo, sino por dos ángeles. ¿Por qué la coronan dos ángeles? Los ángeles son el símbolo de la naturaleza 47 Ioachim de Flore, Adversus Iudeos, Op. cit. p.29. 83 espiritual. ¿Cuál es la naturaleza de Dios? ¿Puede existir lo que no tiene ninguna naturaleza? En Silos, con el detalle de la corona se simboliza la naturaleza espiritual que comparten los ángeles con Dios. Por estos motivos, en el relieve de Silos la corona significa la Divinidad, la segunda naturaleza de cristo; pero, a su vez, la corona en la mujer remite a los seis primeros versículos del capítulo XII del Apocalipsis: “Apareció en el cielo una señal grande; una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas.” 48 (Nota 47) Es decir, a aquella mujer que, según la tradición cristiana seguida por Joaquín de Fiore, acabó siendo identificada con la Iglesia: “Hic inchoatus est avirgine et filioeius. Datus est autem Iohannes loco Christi Marie in filium quia futurum erat, ut ordo virgineus in utroque sexu convalesceret. Habes ergo muliere mamictam sole, que ecclesiam significat virginum, inchoatama Maria, quo adfeminas, a Christo et in Christo a Iohanne quo ad filios virginis.” 49 Un buen programa para un monasterio de monjes, para los hombres vírgenes que en la mujer amiga del sol (mulierem amictan sole) encuentran el símbolo de la Iglesia de los vírgenes (que ecclesiam significat virginum), cuyos ejemplos a imitación de Cristo son la Virgen María para las mujeres y San Juan Evangelista para los hombres. Una mujer profética que no únicamente remite a una determinada concepción de Iglesia, pues tampoco se debe olvidar que de la exégesis del versículo sexto de este capítulo XII del Apocalipsis, Fiore extrajo la fecha de 1260. Siguiendo el texto de Fiore, la corona representaría el símbolo de la majestad de Dios. De esta manera, la Anunciación-coronación de la Virgen María se convierte en un símbolo ambivalente, ya que no solo indicaría el pasado temporal (la Anunciación histórica) o anticiparía el devenir profético (la mujer apocalíptica coronada, la fecha de 1260) sino que también señalaría el tiempo presente de la comunidad de Silos: el de la Encarnación según la interpretación de la historia humana como progreso trinitario realizada por Joaquín de Fiore. 48 49 Ap. XII, 1. Ioachim de Flore, Adversus Iudeos, Op. cit. p.54. 84 Los dos relieves de Silos nos remiten al simbolismo que el abad Florense reservó a la figura de la Virgen María: “Ahora bien, María, unida íntimamente al Espíritu Santo, es la indicada por Joaquín como Madre-Genitrix espiritual de la Iglesia santa y renovada de la edad tercera. Joaquín no usa explícitamente la expresión Esposa del Espíritu Santo, pero su explicación simbólica de la edad tercera la contiene implícitamente del modo más formal. Así, en el centro de la tabla XII en torno a la Paloma (= Espíritu Santo), leemos estas palabras: «Oratorio de santa María Madre de Dios y de la santa Jerusalén -sede de Dios-, esta casa será madre de todos», afirmación clara de que el Paráclito se servirá de María-Esposa como Madre de la nueva Iglesia espiritual, en oposición a la Iglesia carnal.” 50 Una vez más, el detalle plástico de la presencia de la Virgen María en los dos relieves de Silos puede explicarse a través del pensamiento de Joaquín de Fiore y, como en las anteriores ocasiones, esta interpretación cuenta con el apoyo bibliográfico que proporciona tanto su libro de teología figurativa, el Liber Figurarum, como un gran tratado exegético, Adeversus Iudeos. En la imagen de la Virgen María, el abad Florense encontró la manera de expresar su esperanza en un tiempo mejor, su verdadera utopía: “La esperanza de futuro mejor ya próximo inspirada en la obra de Joaquín y de sus monjes no dejó de animar durante la Edad Media y hasta nuestros días múltiples doctrinas y movimientos. En las últimas décadas ha sido objeto de detallados estudios y ha sido reactualizada por los autores y propagandistas de utopías sociales. Su utopía, dice de Lubac, es claramente medieval: Modelada sobre la Virgen María, prototipo del silencio interior... Se trataba, por tanto, de una utopía típicamente monacal. 51(Nota 50) Tal vez esta utopía de Joaquín de Fiore, claramente monacal, acabó siendo recogida por un breve período de tiempo en el seno de la comunidad monacal de Silos hasta que, en 1218, llegó el obispo Mauricio de Burgos y las cosas cambiaron definitivamente. 50 Ilario Pyfferoen y Optato Van Asseldonk, María Santísima y el Espíritu Santo en San Francisco de Asís, Artículo electrónico. 51 PINEDA de la J. A., “Lógica del gran tiempo en Joaquín de Fiore (1130-1202)”, en Teorema Vol. XXII/3 (2003) pp. 131-142, p. 139) 85 A modo de conclusión No quiero finalizar este estudio sin recordar que, algunas veces, me he sentido como el vaquero aquel de la película Solo ante el peligro. Además, durante una buena parte de su realización, también he pensado que era como el pequeño pez que nada contra corriente. ¡Con lo sencillo que resulta ver y admitir lo que es evidente para todos! El llamado segundo maestro de Silos esculpió dos relieves que se conocen como el de la Anunciación y el del Árbol de Jesé. Sin embargo, a medida que he ido realizando este ensayo, este estudio hipotético-deductivo, cada vez me iba concienciando más de que el teólogo redactor que los ideó era un perfecto conocedor de la obra teológica de Joaquín de Fiore. Y lo iba haciendo guiándome siempre por un mismo pensamiento: de la misma manera que, todavía hoy en día, están los estilemas que nos permiten admirar la gran maestría formal del llamado segundo maestro escultor; también, en los relieves esculpidos por este magnífico maestro, se pueden admirar unos detalles plásticos que remiten de forma directa a un pensamiento, el del teólogo redactor. Un pensamiento este del teólogo redactor que idea en dibujos lo que, previamente, otro teólogo, Joaquín de Fiore, ha pensado y dibujado en sus libros. Si únicamente uno de los pliegues del manto de la Virgen sirve para estudiar la ejecución y la forma del trazado de un estilema, lo mismo ocurre con los detalles plásticos que he analizado. A modo de recordatorio, enumeraré solo unos cuantos de ellos, aquellos de carácter más general: 1. El personaje durmiente admite de forma natural y sin violencia una doble posibilidad de interpretación: de la misma manera que se puede admitir que es Jesé, cabe la posibilidad de defender que se trata de Noé. Un Noé que quedaría todavía mejor definido si se pudiesen ver con claridad tanto el estado de sus ojos como el de su rostro. Aunque si, como parece, todavía puede apreciarse el agujero practicado para insertar azabache en uno de sus ojos, entonces sí que nos encontraríamos ante una única posibilidad, la de Noé. 2. Una única posibilidad que aumenta con el simbolismo de las tres ramas que salen del cuerpo del durmiente: los símbolos de los hijos de Noé: Sem, Cam y 86 Jafet. Una rama seca y dos con diferentes frondosidades, tal y como escribió y dibujó el abad de Fiore en sus tratados teológicos. 3. Unas ramas que, a su vez, nos permiten interpretar a los dos personajes que están junto a la Virgen María como los símbolos de los dos pueblos llamados a la fe cristiana: el gentil y el judío. Esta interpretación es la que permitiría que los dos personajes puedan ser representados sin atributos reales, pues estas dos esculturas no estarían haciendo referencia a personajes individuales, reyes de la casa de Judá, sino que se habrían constituido como símbolos de los pueblos que convergerían en la fe cristiana en la Tercera Edad, la del Espíritu Santo, esa Edad de la que la Virgen María es el símbolo. 4. La disposición de la Trinidad Vertical corresponde a la explicación simbólica de la interpretación teológica que Joaquín de Fiore hizo de la fórmula Filioque. Como detalle plástico incuestionable de naturaleza joaquiniana, las letras Alfa y Omega están esculpidas sobre la aureola de la Paternitas. 5. Si estos dos relieves ya encajan de forma natural en la explicación del conjunto de relieves del claustro de Silos como un Tetramorfos analógico que sigue los postulados de la teología de Fiore, no es menos cierto que las cuatro figuras representan un Tetramorfos antropomórfico siguiendo las indicaciones de los textos teológicos del Abad Florense. 6. Por si todos estos detalles plásticos fueran pocos, allí está todavía esa paloma decapitada, símbolo del Espíritu Santo, rodeada no solo de frondosa vegetación, sino también con frutos policromados, tal y como explica Fiore en sus textos teológicos tanto en los de naturaleza figurativa como en los de carácter exegético. 7. Y, como último recordatorio general, allí está la corona de la Virgen María, interpretada a la manera de Fiore como el símbolo de la naturaleza divina de Cristo. El teólogo redactor que ideó la iconografía de estos dos magníficos relieves de Silos conocía muy bien que, en el arte figurativo cristiano, existe una dependencia necesaria 87 entre la representación figurada y lo que cada escultura representa. Cada pieza se comporta de manera ambivalente, pues su sentido autónomo (en Silos, por ejemplo, en uno de los dos relieves está esculpida una Anunciación) siempre está circunscrito a un ámbito semántico mayor, la Encarnación del Hijo. Además, para que, al contemplarla, el espectador pueda descifrarla, esta dependencia necesaria tiene que estar esculpida de una manera clara. Sin embargo, en el seno del sentir cristiano, siempre han existido pensamientos divergentes que trazan símbolos comunes que solo pueden ser percibidos en sus matices a través de los detalles plásticos. Por la simple forma de la cruz que un cristiano luce colgando al cuello, se puede saber si pertenece al seno de la Iglesia católica o al de la Iglesia ortodoxa griega. El problema se produce cuando su recepción se pierde en el tiempo, o bien porque no se siguen esos postulados doctrinales o bien porque deben olvidarse a la fuerza. Entonces, toda una serie de detalles plásticos pueden acabar pasando desapercibidos en medio de la belleza propia de las imágenes religiosas. Cuando esto ocurre, la estética de la recepción de un determinado pensamiento cristiano, definitivamente, se ha perdido. Para recuperarlo, únicamente queda un camino, volver a sus fuentes. Esto es lo que he pretendido hacer a lo largo de todo este estudio. En su desarrollo, jamás me he olvidado de nuestra triple intención inicial. o En primer lugar, con su desarrollo, hemos querido pretender que se produzca un diálogo entre todos los amantes del románico acerca de la siguiente idea: por encima de la personalidad del maestro escultor, siempre estuvo el pensamiento de un teólogo redactor que nos dejó sus ideas plasmadas en forma de detalles plásticos. o En segundo lugar, siempre he sido consciente de que proponíamos otra lectura para los llamados relieves de la Anunciación y del Árbol de Jesé del claustro de Silos. o En tercer y último lugar, en todo momento, también he pretendido que el lector leyendo disfrute tanto del desarrollo como del contenido de este trabajo. 88 Hasta aquí hemos llegado. Personalmente, me encanta el Arte Románico porque no deja de sorprendernos jamás. Cuando menos lo esperamos, descubrimos un nuevo detalle plástico en una imagen que nos había pasado desapercibido y, una vez más, nos vuelve a hacer pensar. Y, entonces, nos replanteamos, las ideas que teníamos sobre un determinado conjunto iconográfico. Esto es lo que me ha ocurrido en el desarrollo de estos tres tratados. Es una evidencia que el Arte Románico nació en un momento histórico determinado. Por eso, si el espectador actual puede reconstruir de forma correcta el sentido de su mensaje se debe, precisamente, a la pervivencia del conocimiento de las ideas que generaron sus imágenes. De hecho, si lo pensamos bien, el teólogo redactor, el programador de la iconografía que admiramos, fue consciente de la triple dirección que debía adoptar la estética de la recepción de su mensaje. En primer lugar, sabía que contaba con el trabajo de los maestros artesanos. En segundo lugar, era consciente de que su pensamiento, plasmado en las diferentes obras, sería revisado por el comitente de la obra. Las instituciones o particulares, que pagaban las edificaciones o los demás tipos de obras, tenían que entender de forma correcta lo que el mensaje transmitía. En tercer y último lugar, estaban los fieles que contemplarían el conjunto escultórico, incluso a pesar del paso del tiempo. Los redactores de los diferentes programas iconográficos habían recibido una correcta instrucción en la ciencia de Dios, en la Teología, eran hombres de pensamiento. De hecho, en todo momento, sabían muy bien lo que hacían. Cualquier programa iconográfico, singular y único según el modelo del proyecto del teólogo redactor, convergía en un mismo fin: todos los receptores implicados, los escultores, los comitentes, los monjes, los canónigos, el pueblo…, intentarían extraer su propia y personal lectura a las imágenes, cada uno según sus posibilidades. Por estos motivos, el programador no solo tenía que ser, en todo momento, una persona bien instruida en la teología cristiana, también tenía que conocer el pensar de las gentes del territorio en el que dejaría su obra. Y aquí radica una de las características principales de su trabajo. En este contexto histórico, el teólogo redactor acabó actuando como un sociólogo que sabía analizar la composición de los diferentes grupos sociales que contemplarían su mensaje en las diferentes esculturas o pinturas. En el fondo, eso es lo que hemos querido mostrar con el desarrollo de estos tres tratados. 89 BIBLIOGRAFÍA GENERAL 1. Roda de Isábena AMBROSIO, San, (GARRIDO BONAÑO, Manuel, (ed. lit.)) Tratado sobre el Evangelio de S. Lucas 2, 41: BAC, 1966, 257 AMBROISO, San, Sobre los misterios, Numr. 1-7, Oficio Divino. AGUSTÍN, San, DE CIVITATE DEI CONTRA PAGANOS LIBRI XXII, S. 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