Escenas de la vida cotidiana. Actores, discursos y representaciones en torno a la
videovigilancia pública en un municipio bonaerense.
Scenes of everyday life. Actors, discourses and representations about public
video surveillance in a Buenos Aires municipality.
Cenas da vida cotidiana. Atores, discursos e representações sobre videovigilância pública em
um município na província de Buenos Aires.
VANESA LIO1
Esta ponencia se centra en la videovigilancia gubernamental de espacios públicos en ciudades argentinas, a
partir de una indagación acerca del rol que cumplen las cámaras de seguridad en la dinámica local de un
municipio bonaerense. Se presentan resultados parciales de un trabajo en curso que se propone describir el
entramado existente en relación con estos sistemas de monitoreo del espacio público, a través de la
identificación de los actores y del seguimiento de las interacciones que se dan entre ellos. A partir de una serie
de entrevistas en profundidad realizadas a actores vinculados de modos diversos con el funcionamiento de la
videovigilancia en un municipio de la Provincia de Buenos Aires, se analizan y problematizan discursos
políticos, empresarios, mediáticos y ciudadanos. En los últimos años la tecnología se fue incorporando cada
vez con mayor cotidianidad a la vida en las ciudades y la colocación de cámaras de vigilancia en el espacio
público es un ejemplo de este proceso, que comenzó en Argentina en 2008 y se expandió velozmente a partir
de la implementación del Plan de Seguridad Ciudadana del gobierno nacional en 2009. En este escenario, los
discursos en circulación ponen de manifiesto el valor simbólico de estos dispositivos técnicos en la búsqueda
de disminución del sentimiento de inseguridad. Las cámaras modifican los modos de interacción en el espacio
público, al tiempo que las imágenes han ganado espacio en los medios de comunicación en una búsqueda por
suplir la falta de evidencia empírica sobre su efectividad en la reducción del delito.
Palabras clave: cámaras de seguridad, noticia policial, medios, televisión.
From an inquiry into the role played by video cameras in the local dynamics of a Buenos Aires municipality, this
paper focuses on government surveillance of public spaces in Argentinean cities. We present partial results of
an ongoing work aimed at describing the existing framework of monitoring systems of public space through
the identification of the actors and their interactions. From a series of in-depth interviews with the actors
involved, we analyzed politicians, businessmen, media and public speeches linked with the video surveillance
system working in a municipality in the Province of Buenos Aires. In recent years this technology was
increasingly incorporated to everyday life, for example by the use of surveillance cameras in public spaces. In
Argentina this process began in 2008 and quickly expanded from the implementation of a national public
politic on security in 2009. In this scenario, outstanding speeches highlight the symbolic value of these
technical devices in the search of decreasing the fear of crime. The cameras have changed the ways of
interaction in the public space, while images have gained space in the media which looks forward to
supplement the lack of empirical evidence on their effectiveness in reducing crime.
Key-words: videocameras, public space, actors, images.
Este artigo centra-se na vigilância do governo dos espaços públicos nas cidades da Argentina, a partir de um
inquérito sobre o papel desempenhado pelas câmeras de segurança nas dinâmicas locais de um município na
província de Buenos Aires. São apresentados resultados parciais de um trabalho em andamento que visa
descrever o quadro existente em relação a estes sistemas de monitoramento do espaço público, através da
1
Becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en CIMeCS-IdIHCS (UNLP/CONICET).
Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Magíster en Comunicación Pública y Política, Doctoranda en Ciencias Sociales
(Universidad de Buenos Aires). vanesa.lio@gmail.com
1
identificação de atores e acompanhamento das interações que ocorrem entre eles. A partir de uma série de
entrevistas em profundidade com atuantes ligados, de várias maneiras, à operação de vigilância de vídeo em
um município na província de Buenos Aires, analisa-se discursos políticos, empresários da mídia e cidadãos.
Nos últimos anos, a tecnologia foi incorporada cada vez mais na vida em grandes cidades e a colocação de
câmeras de vigilância no espaço público é um exemplo deste processo que começou na Argentina em 2008 e
rapidamente se expandiu a partir da implementação do Plano de Segurança Pública do governo nacional em
2009. Neste cenário, discursos em circulação realçaram o valor simbólico desses dispositivos técnicos em
busca da diminuição da sensação de insegurança. As câmeras alteram os modos de interação no espaço
público enquanto as imagens ganham espaço na mídia em uma missão para suprir a falta de evidências sobre
sua eficácia na redução da criminalidade.
Palavras-chave: Câmaras de segurança, espaço público, atores, imagens.
INTRODUCCIÓN
En los últimos años la tecnología se fue incorporando cada vez con mayor cotidianidad a la
vida en las ciudades. La colocación de cámaras de vigilancia en el espacio público es ejemplo
de este proceso, que comenzó en Argentina en 2008 y se expandió velozmente a partir de la
implementación del Plan de Seguridad Ciudadana del gobierno nacional en 2009, en el
marco de consolidación de la inseguridad como uno de los principales problemas públicos
(Kessler, 2009) y del ascenso de las políticas de prevención situacional del delito (Sozzo,
2009). Así, la instalación de circuitos cerrados de televisión (CCTV) para vigilancia,
históricamente restringida al ámbito privado, se desplazó hacia al sector público.
Ante este escenario, discursos académicos, políticos y ciudadanos sobre estas tecnologías
comienzan a circular con mayor frecuencia en la esfera pública. En los estudios que vinculan
ciencia, tecnología y sociedad, la puesta en marcha de estos nuevos modos de vigilancia
contribuyó a la emergencia de un campo específico de investigación, que en el mundo
anglosajón se manifestó a partir de diversos enfoques teóricos y metodológicos que
confluyen en los “surveillance studies” (Lyon, 2002; Ball y Haggerty, 2005). En América
Latina, un interés similar por estos temas de investigación comenzó a surgir en los últimos
años (Arteaga Botello, 2012).
Estos debates en el plano internacional dan cuenta de una serie de dimensiones estudiadas
de la videovigilancia, que se expresan en distintos interrogantes que guían estos trabajos de
investigación: lo normativo y su relación con la violación de otros derechos, como la
privacidad y la protección de datos personales; lo evaluativo, en vinculación a la medición
de la eficacia y eficiencia; lo simbólico, a partir de la circulación de sentidos en torno a la
videovigilancia; lo espacial, a partir de la percepción y productividad en las tramas urbanas;
2
y el funcionamiento de los centros de monitoreo, con una mirada etnográfica que se enfoca
en la tarea de vigilancia (Lio y Urtasun, 2016).
Algunas de estas discusiones académicas se vinculan estrechamente con preguntas que
surgen en la esfera pública acerca de la utilización de las cámaras de seguridad para
monitoreo de los espacios urbanos. ¿Existe un conflicto de intereses entre las demandas de
seguridad que abogan por la utilización de estas tecnologías y las luchas en defensa de la
privacidad? ¿Hay una preocupación por esta dimensión que se exprese en los discursos
públicos? ¿Son los sistemas de videovigilancia defendidos o detractados? ¿Son considerados
mayormente eficaces o ineficaces? Y, en todo caso, ¿en qué reside su eficacia? ¿Sus efectos
deseados apuntan a la reducción del delito o se apoyan en su valor simbólico para disminuir
la sensación de inseguridad y el temor al crimen? En este último caso, ¿cómo repercuten los
discursos y las imágenes que circulan a través de los medios de comunicación? Por último,
¿cómo inciden la presencia de las cámaras y los discursos que circulan en torno a ellas en los
modos en que los actores se representan el espacio urbano y la forma en que piensan su
relación con la ciudad y el barrio?2
Si bien el presente trabajo no pretende de ningún modo responder a todos estas preguntas,
estos interrogantes funcionan como disparadores para empezar a explorar los modos en
que los distintos actores se posicionan respecto de la videovigilancia del espacio público,
qué funciones le atribuyen a las cámaras de seguridad y en qué medida modifican sus
percepciones y representaciones sobre la ciudad y el delito3.
Para esto, se trabaja en el nivel discursivo a partir de una serie de entrevistas en
profundidad realizadas a actores vinculados de modos diversos con el funcionamiento de la
videovigilancia en el municipio de Tigre (Provincia de Buenos Aires). Se analizan y
problematizan discursos en circulación, buscando dar cuenta de las representaciones que
atraviesan la justificación o rechazo de la utilización de las cámaras de seguridad para el
monitoreo urbano. Entre los entrevistados del ámbito político local se incluyó a los
responsables en materia de seguridad y monitoreo público del gobierno local, así como a
2
Respecto de la última dimensión de análisis de la videovigilancia, referida a lo cotidiano del funcionamiento de la tarea de
monitoreo, podrían plantearse otras preguntas acerca, por ejemplo, de cómo se describe a los vigiladores en el imaginario
social, qué se conoce de ellos, quiénes son y qué lugar se atribuye a su trabajo. Sin embargo, decidimos dejar de lado esta
serie de preguntas ya que no se vinculan con los hallazgos que esta ponencia presenta.
3
La ponencia es parte de un trabajo más amplio que realizo en el marco de mi tesis de doctorado. A partir del supuesto
inicial de que la videovigilancia se constituye como una controversia (Latour, 2008; Venturini, 2009), el objetivo es
describir el entramado existente en relación con estos sistemas de monitoreo del espacio público, identificando a los
actores y siguiendo sus interacciones, utilizando como marco la Teoría del Actor-Red (Latour, 2008; Callon, 1998).
3
concejales oficialistas y de oposición. Respecto del sector empresario, se entrevistaron
referentes de compañías proveedoras del servicio, como también de la cámara empresaria
que nuclea a las compañías del sector. Para obtener representación de organizaciones del
tercer sector, se entrevistaron miembros de organizaciones no gubernamentales o
asociaciones civiles que hayan tenido una intervención pública en relación a la cuestión en
estudio. Finalmente, se realizaron entrevistas a residentes del partido de Tigre, a fin de
incorporar los posicionamientos ciudadanos acerca de la utilización de estas técnicas de
monitoreo urbano, con diversidad en cuanto a edad (tomando población adulta de entre 18
y 70 años) y sexo. Se seleccionaron tres zonas con características socioeconómicas bien
diferenciadas, tomando como premisa que sean lugares alcanzados por el sistema de
monitoreo municipal. Las entrevistas se orientaron a identificar los principales
posicionamientos y debates surgidos en torno a esta temática. Para ello, se utilizó un guión
flexible que se adecuó a cada uno de los grupos de actores pero que se organizó en torno a
dimensiones comunes: formas de conceptualizar esta tecnología, funciones atribuidas a los
dispositivos, relación con el espacio a partir de la presencia de las cámaras, opinión sobre la
videovigilancia (incluyendo cuestiones como la utilidad de las cámaras, los costos y la
eficiencia de los sistemas, la privacidad y los derechos en juego), conocimiento de las
políticas públicas y la legislación específica.
Partimos de la hipótesis de que los roles específicos de los actores implican diversos modos
de entender las tecnologías y, por lo tanto, difieren también las funciones que se atribuye a
la videovigilancia del espacio público, las formas de justificarla o detractarla. Al mismo
tiempo, la presencia de las cámaras de seguridad modifica los modos en que los actores
describen los espacios urbanos como seguros o inseguros: mientras que previo al uso de los
cctv, todo el espacio era definido como “seguro” y algunos lugares bien delimitados se
consideraban “inseguros” de acuerdo a ciertas condiciones particulares; actualmente, la
visión de un peligro cuya característica es la ubicuidad y la aleatoriedad (Kessler, 2011)
conduce a una definición del todo como “inseguro”, siendo algunos lugares definidos como
“seguros” a partir de control que se opera sobre ellos.
VIDEOVIGILANCIA Y GOBIERNO LOCAL
La extensión de estos sistemas de videovigilancia en la Provincia de Buenos Aires ha
encontrado su mayor impulso a partir de la creación y puesta en marcha en abril de 2009
4
del Programa Integral de Protección Ciudadana (PIPC), surgido de un convenio de
cooperación firmado por la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación y el Ministerio de
Justicia y Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. A partir de la suscripción de convenios
de adhesión con los gobiernos locales, el programa consistió en la asignación de recursos
nacionales no reintegrables a diversos municipios bonaerenses destinados a incorporar
tecnología en materia de seguridad, dotar de mayor capacidad operativa a las fuerzas
policiales, incentivar la participación ciudadana y conformar redes para la prevención de
delitos4.
Ahora bien, el municipio de Tigre fue pionero en la implementación de la videovigilancia del
espacio público en Argentina y su sistema de monitoreo fue incluso previo al lanzamiento
del PIPC. El programa municipal denominado “Sistema de monitoreo por GPS y cámaras de
control de tránsito” fue inaugurado a principios de 2008, producto de un convenio de
colaboración con la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional General Pacheco
(UTN-FRGP), destinado al apoyo tecnológico y técnico, que fue convalidado por el decreto
municipal 2399/07 y por la ordenanza 2865/08. Sin embargo, la vinculación con el PIPC se
evidencia en la figura de su precursor. A pocos días de haber asumido su primer mandato
como Intendente del municipio de Tigre (por entonces, como referente local del Frente para
la Victoria), Sergio Massa firmó el convenio con la UTN-FRGP el 26 de diciembre de 2007,
dando el puntapié inicial de lo que se convertiría en su “caballito de batalla” en las
intervenciones en materia de seguridad: la utilización de las tecnologías para la prevención,
con especial énfasis en las cámaras de seguridad. Algunos meses más tarde, habiendo
tomando una licencia en su cargo de Intendente entre julio de 2008 y julio de 2009 para
desempeñarse como Jefe de Gabinete de Ministros de la entonces presidenta Cristina
Fernández de Kirchner, fue el mismo Massa quien tuvo a su cargo el diseño y la ejecución
del PIPC. Esto fue incluso interpretado en las lecturas mediáticas como un intento por
replicar en otros distritos bonaerenses la fórmula por él implementada en Tigre (Galvani,
Ríos y Cañaveral, 2015). Esta modalidad de la “exportación del modelo” 5 en seguridad es
recurrente en los discursos de los funcionarios municipales y en las propias comunicaciones
institucionales del gobierno local, que dan difusión a recorridas de intendentes y secretarios
4
Para más información sobre el Programa Integral de Protección Ciudadana, véase Galvani, Ríos y Cañaveral, 2015.
5
Se utilizan comillas para referir a frases o términos que fueron empleados por los entrevistados.
5
de seguridad de otras localidades por el Centro de Operaciones Tigre (COT) y a visitas de los
referentes de Tigre a otras ciudades y provincias del país.
Tigre es un municipio de 360 km2 y algo más de 376 mil habitantes6, ubicado en la región
norte del conurbano bonaerense. Es una de las ciudades más monitoreadas del país, y
también de las más fragmentadas. El 60 por ciento de su territorio está ocupado por
countries, barrios cerrados y complejos urbanos de altos ingresos en los que sólo vive el 10
por ciento de la población. Por otro lado, aunque más del 90 por ciento de las viviendas
cuenta con buenas condiciones de habitabilidad, un 47 por ciento de los hogares no tiene
gas y el 83 por ciento no cuenta con cloacas (Zuazo, 2015).
Desde 2007, el municipio es gobernado por el partido liderado por Sergio Massa (hasta las
elecciones de 2011, el Frente Todos por Tigre, versión local del FPV; desde 2013, el Frente
Renovador, que consolidó su fuerza como partido de oposición al gobierno nacional en los
últimos años y fue la tercera fuerza en las elecciones presidenciales de 2015). Si bien hoy el
gobierno es conducido por Julio Zamora, Massa continúa siendo el referente a nivel local, lo
cual se refleja tanto en los discursos mediáticos como en las entrevistas realizadas a
políticos, funcionarios y residentes locales. Desde 2009, la conformación del Honorable
Concejo Deliberante (HCD) es favorable a la gestión de gobierno y hoy cuenta con una
mayoría oficialista con 15 de 24 concejales del Frente Renovador.
El sistema integral que hoy el municipio denomina “Alerta Tigre” se financia con el 50 por
ciento de los fondos recaudados mensualmente en concepto de una contribución al sistema
de “protección ciudadana” que se incluye en la tasa municipal. En este sistema confluyen las
fuerzas de seguridad locales y los móviles municipales del COT, el Sistema de Emergencias
Tigre (SET), bomberos, defensa civil, un área de tránsito inteligente y una central
meteorológica. Dependiente de la Secretaría de Protección Ciudadana municipal, presenta
como su principal objetivo “fortalecer la prevención de delitos, accidentes de tránsito y
siniestros en general”. Cuenta, de acuerdo a información provista por el propio municipio,
con 1.500 cámaras, monitoreadas las 24 horas por 300 operadores civiles, y 42 móviles
propios, conducidos por un policía retirado y uno en actividad, cuyo objetivo es “reforzar los
patrullajes” de la policía. Además, los colectivos de líneas locales cuentan con GPS y botones
anti-pánico. Estos dispositivos de emergencia fueron también instalados en jardines de
6
De acuerdo a los datos del Censo 2010 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
6
infantes y escuelas del municipio, y el municipio distribuye dispositivos de alerta especiales
para las mujeres víctimas de la violencia de género. El plan fue redefinido Alerta Tigre 2.0 a
partir de la incorporación del uso de nuevas tecnologías y redes sociales. Por un lado, se
incluye a los comercios a través de los dispositivos utilizados para compras con tarjeta de
débito y crédito, que se utilizan como botones de pánico. Por otro, posibilita a los vecinos
contactarse de manera directa con el COT a través de un teléfono celular o una
computadora, pudiéndose realizar denuncias vía mensaje de texto, online, por sistema WAP
desde celulares y mediante las redes sociales Twitter y Facebook.
Por último, Tigre cuenta con una red de líderes barriales que se vinculan directamente al
COT y un acuerdo con la cámara del sector que le permitió integrar los 400 puntos fijos del
sistema de vigilancia privado, haciendo confluir todas las imágenes en el mismo centro de
monitoreo. Todos estos elementos han convertido a Tigre en el municipio más vigilado del
país y en pionero en la aplicación de tecnologías para la seguridad.
ACTORES, DISCURSOS Y ENTRAMADOS
La extensión de la videovigilancia en el espacio público pareciera conducir, en principio, a
una disputa de intereses en los derechos a la seguridad y a la privacidad. De acuerdo con
Edwards (2005), “las víctimas potenciales (…) prefieren sacrificar un grado de su privacidad
personal por un grado de protección personal” (93). En el contexto argentino, las imágenes
de las cámaras de seguridad están alcanzadas por la protección constitucional del artículo
19 que refiere a los derechos a la privacidad e intimidad, en tanto su texto menciona no sólo
la esfera doméstica y familiar sino otros “aspectos de la personalidad espiritual y física de las
personas tales como la integridad corporal o la imagen”. Por otro lado, de acuerdo con la
definición de la Dirección Nacional de Datos Personales (DNPDP), las imágenes de la
videovigilancia constituyen datos personales dado que el material fotográfico o fílmico
permite identificar o hacer identificable a una persona. Así se señala tanto desde trabajos
académicos (Cejas y González, 2015; Parrili, 2011) como desde posturas críticas de
organizaciones no gubernamentales y asociaciones civiles (como la Fundación Vía Libre, el
Centro de Estudios Legales y Sociales o la Asociación por los Derechos Civiles), que
cuestionan que no está claro qué información se recopila, qué pasa con ella, cómo se
procesa y quién tiene acceso (Cejas y González, 2015).
7
Algunos de estos aspectos están regulados por normativas con distintos alcances
institucionales y geográficos. La disposición 10/2015 de la DNPDP establece una serie de
principios que deben aplicarse a la videovigilancia en el territorio argentino y que otorgan o
no el carácter de licitud a los sistemas: consentimiento, respeto de la finalidad, calidad del
dato, seguridad y confidencialidad, ejercicio de los derechos del titular del dato, inscripción
y manual de tratamiento de datos7.
En el ámbito de la Provincia de Buenos Aires, el marco regulatorio está establecido por los
convenios que, como mencionamos, forman parte del PIPC. Dos normas de alcance
provincial refieren a la temática8 pero no hay legislación que regule la utilización y el
funcionamiento de los sistemas de videovigilancia públicos. En el contexto local del
municipio que estudiamos, las ordenanzas municipales convalidan las decisiones tomadas
por el Poder Ejecutivo, para el establecimiento inicial del sistema y para modificaciones
sucesivas relativas al alcance, el financiamiento y las tecnologías utilizadas.
La cuestión normativa aparece también como una preocupación del sector empresario, que
aboga por reglamentaciones de estos sistemas no desde la perspectiva de la defensa de los
derechos civiles sino en relación al funcionamiento técnico, las habilitaciones para ingresar
al negocio y las características del personal. La visión orientada al mercado y que busca
asegurar ciertas condiciones que beneficien sus propias posibilidades de negocio es
matizada por el discurso del avance tecnológico constante que les permite colocarse en el
papel de “expertos”, a quienes los sectores políticos deben acudir para “evitar y corregir las
distorsiones” generadas por la multiplicidad de regímenes locales. Se establece así una
vinculación con ciertos sectores del ámbito político, principalmente funcionarios
municipales pero también representantes de poder legislativo, a quienes los empresarios
acusan de “no comprender adecuadamente el sector” o no contar con “los conocimientos
técnicos específicos”, que los conducen a proponer normas que luego son “inviables” en la
práctica.
Ahora bien, nos preguntamos si la cuestión relativa a la regulación de la videovigilancia y
este conflicto con los derechos a la privacidad y la intimidad aparece como un problema en
7
Para más detalles sobre los principios, consultar la disposición 10/2015 de la DNPDP, disponible en
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/240000-244999/243335/norma.htm.
8
La ley 14.050 establece la instalación de obligatoria de cámaras de video en la salida de los boliches bailables y la 14.172
introduce al Código Procesal Penal de la Provincia de Buenos Aires un capítulo destinado a las filmaciones y grabaciones
que posibilita que los videos de las cámaras de seguridad sean utilizados como prueba en los procesos judiciales.
8
los discursos de los ciudadanos. Por un lado, si bien en los primeros años posteriores a la
implementación de los sistemas de videovigilancia en Argentina, algunas voces alimentaron
desde los medios un debate relativo al uso de cámaras de seguridad en el espacio público,
desde perspectivas críticas que las asociaban a la idea del panóptico de Bentham (Foucault,
2002) o al Gran Hermano de George Orwell, este tipo de enfoques fueron disminuyendo con
el pasar de los años. Por otro lado, en los diálogos con los habitantes de nuestro municipio
en estudio, se evidencia en principio un desconocimiento de los marcos regulatorios de este
tipo de sistemas. Al preguntar específicamente por la relación con la privacidad, aparece
cierta coincidencia respecto de la definición de “lo público” como ámbito donde todos los
actos privados se convierten en algo público y, por ende, no existiría conflicto aparente con
la observación operada por terceros. Este tipo de discurso se complementa con un
argumento referido a la responsabilidad y publicidad de las acciones propias. En este
sentido, “quien no tiene nada que ocultar no tiene motivo para preocuparse por la mirada
ajena”.
Mientras algunos actores consideran estas perspectivas críticas como “marginales”, otros
sugieren que se trata de “un debate saldado”. Argumentos de este tipo aparecen
repetidamente entre los discursos de los empresarios y de los políticos. En el ámbito
legislativo, los debates y conflictos surgidos en torno a la colocación o no de las cámaras de
seguridad se narran como una instancia del pasado. Esto no implica, sin embargo, que no
existan posturas que cuestionen el uso estos dispositivos para la prevención del delito.
Ahora bien, las críticas al sistema de monitoreo no se fundan en la potencial amenaza que
pueden representar para la privacidad, sino en fallas de su funcionamiento. Concejales de
los partidos opositores a la gestión municipal y ciudadanos no del todo de acuerdo con los
lineamientos definidos por el actual Intendente ponen en duda que “el sistema funcione
como se quiere hacer creer”. Es decir, las críticas se fundan en que “muchas cámaras están
dañadas y no graban”, en la existencia de áreas del partido que se encuentran
“desprotegidas” y en el “accionar negligente” de los empleados municipales que se mueven
en los móviles del COT. En este sentido, las críticas van dirigidas más al funcionamiento
práctico de estos sistemas que a un cuestionamiento de la decisión política de su utilización.
Un concejal opositor expresó sintéticamente: “No todo lo que brilla es oro. Es más para la
galería, para la vidriera que realmente pare la seguridad interna”. Paradójicamente, la
9
cuestión de “la vidriera” es también un aspecto central para propia gestión municipal en
relación con la videovigilancia, tema que retomaremos en breve.
Por su parte, los vecinos del municipio han instaurado a partir de sus prácticas una
modalidad de intervención en relación a los sistemas de videovigilancia. Por medio del HCD
presentan pedidos específicos para la colocación de cámaras de seguridad en un lugar
definido del municipio, fundados en el “aumento de los hechos delictivos” en su barrio, en
la “falta de control policial y de iluminación”. En relación con esto, otro legislador de la
oposición narró: “No hay pedidos para que saquen cámaras, los vecinos no se quejan por las
cámaras. Son todos pedidos para que pongan cámaras o pedidos de mayor control policial,
pero las cámaras tienen que funcionar”. Estos pedidos ingresan al HCD y son girados a la
comisión de Seguridad, que discute cada caso y decide si someterlo o no al tratamiento en
el plenario. En ese ámbito, los pedidos pueden convertirse en una ordenanza o
recomendación del HCD al ejecutivo municipal.
La pregunta que sigue es ¿por qué los vecinos piden cámaras de seguridad? Surge así la
dimensión de la efectividad de la videovigilancia que nos conduce incluso hasta la definición
de estos sistemas de monitoreo. En el caso argentino, la falta de un diagnóstico previo de las
características del problema delictivo que se pretende enfrentar con el uso de cámaras de
seguridad y la inexistencia de una evaluación pertinente de su funcionamiento ha conducido
a definir a la videovigilancia como una medida de cuasi-prevención situacional-ambiental
(Sozzo, 2014). Se asume una pretensión de generalidad, que equivale a vigilar toda la
ciudad, en lugar de plantear su colocación para el tratamiento de delitos puntuales en
ambientes o situaciones particulares. La falta de diagnóstico y evaluación redunda en la falta
de estadísticas y datos empíricos que justifiquen su utilización y puedan mostrar su
efectividad en la reducción del delito. Mientras estudios evaluativos en el ámbito
internacional han demostrado el débil impacto de los CCTV en el comportamiento de las
tasas delictivas (Welsh y Farrington, 2009; Hempel y Töpfer, 2004; Sperber, Seck y Johnson,
2013; Armitage, 2002; Medina Ariza, 2010; Waples, Gill y Fisher, 2009, entre otros), en
Argentina este tipo de análisis son directamente inexistentes.
El vínculo entre el masivo crecimiento de la videovigilancia y su efectividad se redefine,
entonces, a partir de su valor simbólico. Los sistemas de monitoreo muestran una
productividad en tanto mensaje político: la gestión necesita mostrarse activa ante la
cuestión del delito y el Estado se posiciona como dador de una marco de protección a los
10
ciudadanos a partir de este tipo de políticas (Norris, Mc Cahill y Wood, 2004). La decisión de
instalar cámaras de seguridad no se funda en un diagnóstico previo pasado en los índices
delictivos, sino que resulta de la convergencia de intereses expresados por actores políticos
y económicos (Frois, 2011).
Ante la falta de estadísticas que justifiquen su utilización, los políticos utilizan los casos
exitosos para mostrar la efectividad de estos dispositivos en la reducción del delito. En el
caso de Tigre, la identificación de la gestión local y del referente Sergio Massa con las
cámaras de seguridad no es casual. Quienes conducen su equipo de prensa definen que
necesitan “comunicar seguridad”. Para mostrarlo, especifican: “Desde hace siete años,
tengo que lograr que dos veces por semana ‘las cámaras de seguridad de Tigre’ salgan en los
medios” (Zuazo, 2015). El objetivo de ubicar a las cámaras como protagonistas permitió
construir un discurso en torno a estos dispositivos de seguridad que, atravesado por
determinismo en torno a las tecnologías, inviste a la videovigilancia de un poder total: “Las
cámaras atrapan delincuentes” y “las cámaras logran justicia”, se fundamenta desde la
propia gestión. Las cámaras, en síntesis, permiten reducir el sentimiento de inseguridad.
Los medios de comunicación emergen, en este sentido, como un actor fundamental e
inevitable de estos procesos. “Dar las imágenes a los medios” es parte de una estrategia de
la propia gestión, para nada casual ni improvisada (Lio, 2012). El objetivo –y la condición
para ceder las imágenes– es que se “muestre la efectividad de las cámaras” a partir de
hechos concretos en los que “se previenen delitos o se agarran delincuentes”.
Este modo de mostrar los resultados y construir la eficacia de la videovigilancia introduce,
de acuerdo con Cardoso (2012), una “paradoja” detrás de los “hechos captados en el acto”
por las cámaras. El reemplazo de los modos estadísticos de objetivar los resultados por la
construcción de una legitimidad que se sustenta en la reproducción de imágenes que
muestren su actuación ejemplar conduce a la necesidad de producir constantemente ese
tipo de ejemplos visibles de para qué sirven las cámaras. Ahora bien, si la efectividad
atribuida a las cámaras para disuadir la violencia y el delito reduce también la cantidad de
hechos a ser “captados en el acto”, la cuestión de qué mostrar para justificar la presencia de
las cámaras y capitalizar el rédito político aparece como un problema estructural de su
exposición mediática.
Más allá de esta cuestión central para los gobiernos, lo cierto es que la relación se funda en
una mutua conveniencia. Los medios acceden a materiales únicos que les permiten
11
construir noticias impactantes, dramáticamente visualizadas a través del uso de las
imágenes grabadas por el CCTV (Norris, Maccahill y Wood, 2004), desde una estética de la
objetividad que pretende presentar los hechos como “reales” (Gates, 2013). Los gobiernos,
por su parte, saben que la televisión juega un rol decisivo en la aceptación pública y en la
implementación de estas tecnologías de vigilancia (Hempel, 2006).
La naturaleza retórica de los discursos y prácticas en torno a la implementación de la video
vigilancia subsume a un segundo plano el debate público acerca de sus consecuencias.
Como resultado, la percepción que la gente tiene de las ventajas y la eficacia de la
videovigilancia está basado en un “meta-discurso”, más que en una conciencia directa de los
efectos que estas tecnologías pueden tener sobre la propia seguridad (Frois, 2011). Así, la
discusión del uso actual del CCTV está sujeta a su presentación mediática y el material visual
de las cámaras aparece como una prueba de su eficiencia (Hempel, 2006).
En los discursos ciudadanos de nuestro municipio de estudio es recurrente la mención a los
“casos mediáticos” que justifican, de algún modo, la posición a favor de la videovigilancia
del espacio público y que fundan las demandas por la colocación de más cámaras de
seguridad que mencionamos anteriormente. El sentimiento de mayor protección y
seguridad que habilitan los dispositivos está dado por la sensación de control permanente
sobre ciertos espacios urbanos. Esto genera una modificación en ciertas dinámicas
cotidianas, como elegir los recorridos en función del conocimiento del lugar donde están
estos dispositivos o esperar el colectivo en la parada que está monitoreada. En este sentido,
la presencia de las cámaras repercute en los modos en que los actores se representan el
espacio urbano y la forma en que vivencian su propio barrio. Y, al mismo tiempo, como
plantea Zurawski (2007), el apoyo o no al uso de la videovigilancia se vincula a la experiencia
espacial, que es construida a partir del cruce entre el sentimiento de inseguridad, el
conocimiento del espacio y su cercanía afectiva.
PALABRAS FINALES
En relación con la gestión pública de la seguridad, la contribución o no de estos dispositivos
a la disminución del temor percibido se presenta como un interrogante central. Señala
Bruno Latour (1992) que los objetos desempeñan una función central para estabilizar
relaciones sociales por definición fluctuantes. Ciertos dispositivos, como las cámaras de
seguridad, permiten delegar en un tercero, ya sea un objeto o una persona, parte de la
12
gestión de la inseguridad. Ahora bien, estos elementos pueden tanto contribuir a lograr una
mayor sensación de seguridad como incrementar el temor al recordar en forma constante la
existencia de peligros (Kessler, 2011).
En este trabajo, partimos de la identificación de una serie de actores que intervienen en el
debate público respecto de la videovigilancia y en las prácticas relativas a su
implementación en el ámbito local de un municipio de la Provincia de Buenos Aires. Así, los
cruces discursivos y las vinculaciones entre políticos (concejales y funcionarios), empresarios
(proveedores del servicio y cámaras del sector), asociaciones civiles, vecinos del municipio y
medios de comunicación empiezan a delinear un entramado que da cuenta de la
complejidad del fenómeno.
Por un lado, se observó que las intervenciones de los actores y las relaciones puestas en
juego entre ellos ponen de manifiesto el valor simbólico de estos dispositivos técnicos en la
disminución del sentimiento de inseguridad. El discurso político oficial se sostiene en la
necesidad de introducir constantemente nuevas herramientas tecnológicas en la gestión de
la seguridad y, especialmente, aumentar el número de cámaras: “Cuantos más ojos
vigilando tengamos, más seguros estaremos”. Los ciudadanos, por su parte, instituyen una
serie de dinámicas para solicitar la colocación de estos dispositivos en sus barrios.
En un municipio donde la vigilancia del espacio público creció de manera exponencial en
poco tiempo y donde las cámaras de seguridad se convirtieron, en términos discursivos, en
casi un sinónimo de la gestión actual, la videovigilancia fue transformando algunas formas
de interacción y circulación por el espacio público. Esta expansión del monitoreo urbano no
se debió a una evidencia empírica de su efectividad en la prevención del delito, sino que una
nueva “eficacia mediática” aparece como la base argumental de los discursos que defienden
su uso.
Si, por un lado, el avance de los sistemas de videovigilancia en áreas públicas se justifica en
que es una respuesta política diseñada para dar una solución rápida un fenómeno subjetivo
(Frois, 2011), en la construcción de las imágenes de las cámaras de seguridad como
producto mediático se juega un elemento nodal de la demostración de su “éxito”.
Así, la pregunta por los problemas que representa para la privacidad y la intimidad, que nos
ocupa en la tarea investigativa, pareciera estar siendo desplazada paulatinamente de los
debates públicos, y la “medición” de la efectividad se redefine a partir de nuevos
parámetros. En los discursos analizados para este trabajo, se observó que la eficacia de
13
estos sistemas no se vincula a la reducción del delito en términos estadísticos si no a la
posibilidad de mostrar (o construir) mediáticamente para qué sirven las cámaras. La
inversión de los gobiernos locales se justifica, de este modo, en el rédito político que
obtienen a partir de mostrarse activos frente a la cuestión de la inseguridad.
BIBLIOGRAFÍA
Armitage, R. (2002). To CCTV of Not to CCTV: a review of current research into the
effectiveness of CCTV systems in reducing crime. Nacro. Comunity Safety Practice
Briefing, 1–8.
Arteaga Botello, N. (2012). Surveillance Studies: An Agenda for Latin America. Surveillance &
Society, 10(1), 5–17.
Ball, K., y Haggerty, K. D. (2005). Editorial: Doing Surveillance Studies. Surveillance & Society,
3(2/3), 129–138.
Callon, M. (1998). El proceso de construcción de la sociedad . El estudio de la tecnología
como herramienta para el análisis sociológico. In M. Domènech & F. Tirado (Eds.),
Sociología simétrica. Ensayos sobre ciencia, tecnología y sociedad. Barcelona: Gedisa.
Cardoso, B. D. V. (2012). The Paradox of Caught-in-the-act Surveillance Scenes: Dilemmas of
Police Video Surveillance in Rio de Janeiro. Surveillance & Society, 10(1), 51–64.
Cejas, E. y González, C. C. (2015). Estado de la normativa sobre video vigilancia en Argentina
y su relación con la protección de datos personales. In 15° Simposio Argentino de
Informática y Derecho (pp. 174–184). Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Edwards, L. (2005). Switching off the surveillance society? Legal regulation of CCTV in the
United Kingdom. In S. Nouwt, B. R. de Vries, & C. Pries (Eds.), Reasonable Expectations
of Privacy? Eleven Country Reports on Camera Surveillance and Workplace Privacy (pp.
91–114). La Haya: TMC Asser Press.
Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prision. (1a ed.). Buenos Aires: Siglo
XXI Editores.
Frois, C. (2011). Video SurVeillance in Portugal: Political Rhetoric at the Center of a
Technological Project. Social Analysis, 55(3), 35–53.
Galvani, M., Rios, A., y Cañaveral, L. (2015). Seguridad, policía y gobiernos locales: el
Programa Integral de Protección Ciudadana. Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
CLACSO.
14
Gates, K. (2013). The cultural labor of surveillance: video forensics, computational
objectivity, and the production of visual evidence. Social Semiotics, 23(2), 242–261.
Hempel, L. (2006). In the eye of the beholder? Representations of video surveillance in
German public television. Surveillance & Society, 4(1/2), 85–100.
Hempel, L., y Töpfer, E. (2004). CCTV in Europe. Final report (No. 15). Berlin, Alemania.
Kessler, G. (2009). El sentimiento de inseguridad. Sociología del temor al delito. Buenos
Aires: Paidós.
Kessler, G. (2011). La extensión del setimiento de inseguridad en América Latina: Relatos,
acciones y políticas en el caso argentino. Revista de Sociologia E Politica, 19(40), 83–97.
Latour, B. (1992). Where are the missing masses? The sociology of a few mundane artifacts.
In W. Bijker & J. Law (Eds.), Shaping Technology (pp. 225–258). Cambridge: MIT Press.
Latour, B. (2008). Reensamblar lo social. Una introduccion a la teoria del actor-red. Buenos
Aires: Manantial.
Lio, V. (2012). El Municipio Vigila. Un análisis comunicacional de los sistemas de monitoreo
del espacio público en manos del Estado. Question, 1(36), 221–233.
Lio, V. y Urtasun, M. (2016). Devolviendo la mirada. Interrogantes y claves de lectura para la
investigación de la videovigilancia. Delito y Sociedad, 41, en prensa.
Lyon, D. (2002). Editorial. Surveillance Studies: Understanding visibility, mobility and the
phenetic fix. Surveillance & Society, 1(1), 1–7.
Medina Ariza, J. (2010). Políticas de seguridad ciudadana en el contexto urbano y
prevención comunitaria. La experiencia anglosajona. Revista Electrónica de Ciencia
penal y Criminología, 12 (2).
Norris, C., Mccahill, M., y Wood, D. (2004). Editorial. The Growth of CCTV: a global
perspective on the international diffusion of video surveillance in publicly accessible
space. Surveillance & Society, 2(2/3), 110–135.
Parrilli, R. (2011). Los sistemas de video vigilancia, el derecho a la privacidad, la imagen y la
protección de datos personales. Buenos Aires: La Ley.
Sozzo, M. (2009). Gobierno local y prevención del delito en la Argentina. Urvio, Revista
Latinoamericana de Seguridad Ciudadana, (6), 58–73.
Sozzo, M. (2014). Delito común, inseguridad y respuestas estatales: Inercia e innovacion
durante la década kirchnerista a nivel nacional en Argentina. Cuestiones de Sociologia,
(10).
15
Sperber, S., Seck, M., y Johnston, E. (2013). Surveille Deliverable 2.3: Paper by local
authorities end-users (Vol. 6).
Venturini, T. (2009). Diving in magma: how to explore controversies with actor-network
theory. Public Understanding of Science, 19(3), 258–273.
Waples, S., Gill, M. y Fisher, P. (2009). Does CCTV displace crime?. Criminology & Criminal
Justice, 9 (2), 207-224.
Welsh, B. y Farrington, D. (2009). Public Area CCTV and Crime Prevention: An Updated
Systematic Review and Meta-Analysis. Justice Quarterly, 26 (4), 716-745.
Zuazo, N. (2015), Guerras de Internet. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Debate.
Zurawski, N. (2007). Video Surveillance and Everyday Life. Assessments of Closed-Circuit
Television and the Cartography of Socio-Spatial Imaginations. International Criminal
Justice Review, 17 (4), 269-288.
16