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Este libro es una obra colectiva y constituye la primera publicación conjunta realizada por los investigadores de la Red Latinoamericana de Estudios Medievales. Los textos que lo componen son el producto de la primera reunión de trabajo de la Red, celebrada en octubre del 2016 en la ciudad de Heredia. Tres ejes temáticos estructuran la obra: la coyuntura entre la Antigüedad y la Edad Media, vista en una perspectiva multidisciplinaria; la dinámica de las relaciones de poder en el medioevo cristiano, y el carácter y la dirección actual de los estudios medievales latinoamericanos. Los autores, miembros de once universidades y centros de investigación en cinco países de América Latina, exponen sus preocupaciones intelectuales, sus experiencias como docentes e investigadores de temas medievales en sus respectivos países, y debaten sobre la pertinencia e importancia de investigar el medioevo en el contexto latinoamericano. Con ello, hacen de esta obra un importantísimo testimonio de lo que significa hacer historia medieval en América Latina, tomando en cuenta tanto las dificultades y carencias como las ventajas que implica trabajar desde una posición excéntrica. La Edad Media en perspectiva latinoamericana - Armando Torres Fauaz les plus anciens", en Hélary, X y Provost, A. (dir.), Les archives princières, XIIe- XVe siècles, Artois: Presses Université d’Artois, 2015 y los artículos "La pesquisa por jurados y los modos de gobierno de los duques de Borgoña, siglo XIII", en Signum, ABREM, Brasilia, vol. 17, n. 2 (2016) y “Mutación del pensamiento político y sofisticación administrativa en el ducado de Borgoña. El papel de los primeros juristas (1230-1290)”, en Temas Medievales, CONICET, Buenos Aires, n. 24 (2016). Armando Torres Fauaz (Editor) La Edad Media en perspectiva latinoamericana Red Latinoamericana de Estudios Medievales Armando Torres Fauaz es bachiller en Historia por la Universidad de Costa Rica (2006), máster en Estudios Medievales por la Universidad de Utrecht, Holanda (2009) y doctor en Historia por la Universidad de Borgoña, Francia (2014). Realizó estudios de maestría en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS, 2008-2009) y ha llevado a cabo pasantías de investigación en la Società Internazionale per lo Studio del Medioevo Latino (SISMEL, 2007), el Deutsches Historisches Institut de París (DHIP, 2012) y la École Française de Rome (2013). Actualmente, labora como profesor e investigador de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA) y es investigador asociado del laboratorio ARTeHis (UMR 6298) del CNRS, Francia. Entre sus publicaciones, figuran La conformación de las relaciones vasallo-feudales en la Europa Occidental: Debate epistémico y estudio empírico, San José: EUCR, 2013, el capítulo "Les archives ducales bourguignonnes. Une étude à la lumière de leurs inventaires Armando Torres Fauaz (Editor) La Edad Media en perspectiva latinoamericana Publicaciones de la Red Latinoamericana de Estudios Medievales - I ©EUNA Editorial Universidad Nacional Heredia, Campus Omar Dengo Costa Rica Teléfono: (506) 2562-6754 Correo electrónico: euna@una.cr Apartado postal: 86-3000 (Heredia, Costa Rica) © La Edad Media en perspectiva latinoamericana Armando Torres Fauaz, coordinador Primera edición 2018 Dirección editorial: Alexandra Meléndez C. amelende@una.cr Diseño de portada: Mundo Creativo S. A. 980.012 E21e La Edad Media en perspectiva latinoamericana / Armando Torres Fauaz (editor). -- Primera. edición -- Heredia, Costa Rica: EUNA, 2018. 300 p. : ilustraciones ; 24 cm. ISBN 978-9977-65-505-5 1. EDAD MEDIA 2. AMÉRICA LATINA 3. COSMOGRAFÍA 4. HISTORIOGRAFÍA 5. PODER (CIENCIAS SOCIALES) 6. CRISTIANISMO 7. ASPECTOS POLÍTICOS 8. LITERATURA I. Torres Fauaz, Armando La Editorial Universidad Nacional (EUNA), es miembro del Sistema Editorial Universitario Centroamericano (SEDUCA). De conformidad con el Artículo 16 de la Ley N.° 6683, Ley sobre Derechos de Autor y Derechos Conexos, se prohibe la reproducción parcial o total no autorizada de esta publicación por cualquier medio o procedimiento mecánicoo electrónico, con excepción de lo estipulado en los artículos N.° 70 y N.° 73 de la misma ley, en los términos que estas normas y su reglamentación delimitan (Derecho de cita y Derecho de Reproducción no autorizada con fines educativos). Contenido Presentación................................................................................................... 9 Primera Parte Entre la Antigüedad y el Medioevo: Cosmografía, ideas, historiografía Cosmografía antigua y cristianismo: hacia la concepción de una geografía universal en la Edad Media José Miguel de Toro Vial ............................................................................... 15 Géneros literarios e Historia Social: La hagiografía cristiana en el Cercano Oriente Héctor R. Francisco ...................................................................................... 35 Entre a Antiguidade e o Medievo: A escrita da Historia das Guerras por Procópio de Cesareia. século VI Renato Viana Boy .......................................................................................... 53 Algunas consideraciones en torno a la inteligibilidad del concepto de “crisis” desde la teoría del conocimiento de Tomás de Aquino Sebastián Buzeta Undurraga ........................................................................ 71 Segunda Parte El poder en la Edad Media: Análisis, reflexiones, discusiones Sucessões régias e conflitos em três crônicas do Sul da Itália ou Características literárias do poder no reino de Nápoles (séculos XIII e XIV) Igor Salomão Teixeira ................................................................................... 91 Pregação em tempos de crise ou de como a pregação ajustava-se aos sistema político comunal (século XIII) André L. P. Miatello .................................................................................... 109 7 Armando Torres Fauaz Um universo plural: política e poderes públicos na Idade Média (séc. XII-XIII) Maria Filomena Coelho.............................................................................. 133 Jurisdicción y poder público en el Occidente Medieval. Borgoña, siglos XII-XIII Armando Torres Fauaz ............................................................................... 151 Tercera Parte Los Estudios Medievales en América Latina: Balance y perspectivas A Idade Média e a América Latina Marcelo Cândido da Silva .......................................................................... 181 Edad Media e historiografía: la construcción de las identidades nacionales en el siglo XIX. El caso español Martín F. Ríos Saloma ................................................................................ 201 Estudiar la Edad Media desde México: Problemáticas en torno al estudio de la obra de Chrétien de Troyes desde una latitud no europea Diego C. Améndolla Spinola....................................................................... 219 De la cátedra a la calle: divulgando la Edad Media en Chile José Manuel Cerda y Paz Crovetto ............................................................. 233 Por que Idade Média? Dos motivos de se ensinar História Medieval no Brasil Cláudia Regina Bovo ................................................................................. 257 Conclusión O que a perspectiva latino-americana pode oferecer aos estudos medievais? Néri de Barros Almeida .............................................................................. 279 Lista de Autores Miembros de la Red Latinoamericana de Estudios Medievales ................. 297 8 A Idade Média e a América Latina Marcelo Cândido da Silva1 A Idade Média é, sem sombra de dúvidas, um tema atual. Não são raras as vezes em que se recorre a ela para realçar um aspecto negativo da atualidade: a tortura, a submissão da mulher e os crimes hediondos, a intolerância religiosa, entre outros. Ainda que nenhuma dessas práticas seja monopólio da Idade Média, elas são sistematicamente qualificadas de “medievais”. Para citar apenas um exemplo: ao comentar a execução de um brasileiro no início de 2015, condenado à morte na Indonésia por tráfico de drogas, mais de um artigo na imprensa fez referência a uma “pena medieval”2. Por outro lado, e paradoxalmente, o período medieval é visto por muitos como o nascedouro de valores coletivos de solidariedade e da ética cavalheiresca; em suma, um contraponto ao mundo contemporâneo, ao seu individualismo exacerbado e à desagregação dos valores tradicionais. Entre os historiadores, as clivagens já foram mais agudas: a visão negativa sobre a Idade Média, como uma época de barbárie e de decadência, não é, hoje, muito representativa das pesquisas sobre o período. Isso não significou, por outro lado, o triunfo de uma “lenda dourada” dos tempos medievais. Graças à arqueologia funerária, por exemplo, é possível reconstituir um quadro bastante completo das terríveis condições sanitárias, da baixa expectativa de vida – inclusive entre os membros dos estratos privilegiados da sociedade3 –, bem como das carências alimentares – quadro esse 1 2 3 Professor de História Medieval da Universidade de São Paulo (USP), Coordenador do Laboratório de Estudos Medievais (LEME), membro da Rede Latino-Americana de Estudos Medievais (RED/E) e Pesquisador do Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq). https://noticias.terra.com.br/mundo/asia/entenda-como-e-aplicada-a-pena-de-morte-na-indonesia,1d92bab68247b410VgnVCM4000009bcceb0aRCRD.html [consultado em 15/12/2016]; http://www.cartaforense.com. br/conteudo/artigos/a-pena-capital-aplicada-ao-brasileiro-na-indonesia/14965 [consultado em 15/12/2016]. Ver, a esse respeito, as conclusões de Marie-Cécile Truc sobre as descobertas de alguns túmulos aristocráticos em Saint-Dizier (França): “Probable Frankish burials of the sixth century AD at Saint-Dizier (Haute-Marne, Champagne-Ardenne, France)”, ACE Conference Brussels: The very beginning of Europe? Early-Medieval Migration and Colonisation (2012), p. 51-66. 181 Armando Torres Fauaz completado, especialmente no que se refere às crises de abastecimento e às crises alimentares, pelos textos (crônicas, anais, histórias), que mencionam, entre os séculos VIII e XIII, a média de um episódio de fome a cada sete anos4. O título deste artigo, “A Idade Média e a América Latina”, pode parecer pretensioso, pois abrange um espaço geográfico, político, cultural dos mais heterogêneos. Seu objetivo, no entanto, não é o de traçar um panorama dos estudos medievais nos países que compõem esse bloco que convencionamos designar de América Latina. Trata-se de discutir as respostas dadas por alguns historiadores latino-americanos à questão “por que estudar a Idade Média?”. Gostaria de abrir um breve parênteses, para explicar a escolha da América Latina como objeto de reflexão deste texto. O presente livro é o resultado de uma iniciativa que congrega medievalistas da Argentina, do Brasil, do Chile, da Costa Rica e do México. Natural, portanto, que o foco desta reflexão seja a América Latina. Contudo, esses países partilham algumas características que justificam o escopo geográfico deste texto: em primeiro lugar, uma mesma classificação geopolítica/econômica – a de países em vias de desenvolvimento (ainda que, entre eles, Brasil, Argentina e México apareçam como “emergentes”), que indica um conjunto de limitações econômicas, entre elas a baixa capacidade de investimento dos governos (sobretudo no que se refere à educação e à pesquisa) –; e, também, o que é bastante importante para aquilo que gostaria de discutir aqui, a ausência, nesses países, de um “passado medieval”. Essas duas características – o fato de que nenhum desses países experimentou uma “Idade Média” e também a limitação dos recursos dedicados à pesquisa e ao ensino superior – estão na origem da maior parte dos questionamentos quanto à legitimidade dos estudos medievais na América Latina. Tais questionamentos não são uma exclusividade de compatriotas latino-americanos que acreditam que os recursos destinados à pesquisa e ao ensino de História Medieval seriam melhor empregados em outros setores da pesquisa, por exemplo, no estudo de histórias regionais ou nacionais, ou mesmo em outras disciplinas. Durante meu Doutorado na Université Lumière Lyon 2, entre 1998 e 2001, fui questionado diversas vezes a respeito de meu interesse pela Idade Média, uma vez que o Brasil não teria experimentado esse período. O pressuposto da indagação é que, via de regra, devemos estudar períodos ou fenômenos pelos quais passaram o nosso país, ou ainda a nossa própria comunidade de origem, ao longo de sua história. Qualquer outra escolha seria 4 O levantamento das menções às crises alimentares medievais, feito por Fritz Curschmann há mais de um século (Curschmann, F., Hungersnöte im Mittelalter: ein Beitrag zur deutschen Wirtschaftsgeschichte des 8. bis 13. Jahrhunderts, Leipzig, B.G. Teubner, 1900), permanece globalmente atual e, em que pesem algumas lacunas geográficas e temporais, vem sendo utilizado com frequência, por exemplo, nos estudos de Jean-Pierre Devroey, de Alexis Wilkin, entre outros. 182 La Edad Media en perspectiva latinoamericana “exótica” e mereceria, no mínimo, uma explicação. Meu estranhamento diante da repetição da mesma pergunta acabou por me fazer refletir sobre o porquê de eu ter naturalizado a escolha pelo estudo da Idade Média. Entendo, hoje, a razão dessa “naturalização”: o conhecimento das sociedades do passado sempre me pareceu algo universal, ao alcance de todos, estivessem eles em Paris, em Buenos Aires, em Diamantina, em Corumbá ou em Nova Viçosa. Nunca acreditei que o passado que escolhemos estudar devesse ser o “nosso passado”. Por outro lado, a repetição da pergunta acabou por me fazer ver a necessidade de explicar e, em muitos casos, de justificar a escolha de meu objeto de estudo. Gostaria, em primeiro lugar, de evocar o fato de que essa relação de “possessão” com o passado, em sua forma mais radical, fez com que a Idade Média fosse considerada, na maioria dos países europeus, como uma espécie de patrimônio nacional e, mais importante ainda, como o berço das nações modernas. O período medieval foi e ainda é o teatro de diversas disputas políticas no Velho Continente. Como lembra Patrick Geary, em seu livro O Mito das Nações, a interpretação do período compreendido entre o “declínio do Império Romano” e as “invasões bárbaras” tornou-se o sustentáculo do discurso político na maior parte da Europa5. A Idade Média, mais precisamente a Alta Idade Média, foi considerada a matriz das identidades nacionais europeias e, nos últimos anos, de uma identidade comum “europeia” e também – paradoxalmente – das identidades regionais. Não se pode subestimar o papel desempenhado pela Idade Média no debate político contemporâneo e na elaboração de estratégias de distinção, de agregação. As “continuidades medievais”, reais ou imaginadas, fundamentaram, em graus variados, ações políticas na França da III República6, no País Basco7, na Sérvia de Slobodan Milosevic8 ou mesmo no seio da União Europeia – como veremos mais adiante. É importante ressaltar que as relações entre a Idade Média e as identidades nacionais, regionais ou suprarregionais não são simplesmente o resultado de uma apropriação daquele período por parte de grupos políticos desejosos de inscrever suas ações ou mesmo a identidade de suas comunidades em um 5 6 7 8 Geary, P., O Mito das Nações. A invenção do nacionalismo, São Paulo, Conrad, 2005. Cf. Hartog, F., Le XIXe siècle et l’histoire. Le cas Fustel de Coulanges, Paris, Seuil, 2001. Para dar um exemplo, a águia negra (Arrano Beltza), um dos símbolos do nacionalismo basco, era, originalmente, o selo do rei Sancho III de Navarra (†1035). Refiro-me, sobretudo, ao evento fundador do moderno nacionalismo sérvio: a comemoração, em 1989, dos 600 anos da batalha que opôs os sérvios aos turcos na região do Kosovo. Vale lembrar que essa comemoração não apenas reforçou o poder de Slobodan Milosevic no seio do Partido Comunista, mas também precipitou o afrontamento entre os sérvios e as outras nacionalidades que compunham a Iugoslávia. Sobre o tema, ver Camic, E., “Mobilisations nacionalistas et mythes politiques dans les guerres de l’ex-Yougoslavie”, In: Monneyron, F., Mouchtouris, A. (Org.), Des mythes politiques, Paris, Editions Imago, 2010, p. 85-103. 183 Armando Torres Fauaz passado remoto. Ela é, igualmente, uma construção acadêmica, visível, por exemplo, por meio de livros e artigos publicados nos últimos anos na França, na Itália, na Alemanha etc. Em 1963, André Loyen publicou um artigo intitulado Résistents et collaborateurs en Gaule à l'époque des na Grandes Invasions, no qual reivindicava claramente o paralelo entre as invasões bárbaras e a ocupação do território francês pelo exército nazista durante a Segunda Guerra Mundial9. Esse tipo de paralelismo não era um caso isolado na França do pós-guerra. Também no início dos anos 1960, o arqueólogo Edouard Salin dedicou seu livro sobre a arqueologia merovíngia ao seu mestre, o Marquês de Baye, que teria sido o primeiro a entrever “o alcance profundo das grandes invasões do século V”, e ao arqueólogo Joseph Déchelette, cuja “fecunda carreira foi quebrada às vésperas das grandes invasões do século XX”10. Esses exemplos mostram a persistência, no âmbito da historiografia, dos rancores derivados dos grandes conflitos mundiais do século XX, e até mesmo da guerra franco-prussiana, entre 1870 e 1871. De um modo mais amplo, eles também mostram o quanto a Idade Média se consolidou como o teatro de afrontamentos entre historiografias nacionais. Um dos objetos dessa contenda foi Carlos Magno, cujo nome recebeu diferentes grafias na França – Charlemagne – e na Alemanha – Karl der Grösse –, bem como a “capital” imperial – respectivamente, Aix-la-Chapelle e Aachen –, refletem a disputa em torno do personagem: soberano francês, para uns; imperador germânico, para outros. Alguns editores, talvez considerando a si próprios como porta-vozes das opiniões públicas de seus respectivos países, também intervieram nesses afrontamentos. Em 1989, o livro de Patrick Geary, intitulado Before France and Germany, foi traduzido e publicado na França, mas com o título Naissance de la France – e isso contra a opinião do próprio autor11. Nos exemplos elencados anteriormente, os paralelismos com a Idade Média são a iniciativa de autores e/ou editores, de líderes políticos, e o resultado da projeção sobre a História Medieval da ideia de nação e dos conceitos que a acompanham. Cada um desses atores, a seu modo, e ainda que indiretamente, respondeu à questão do “porquê” do estudo da Idade Média por meio de uma associação direta entre sociedades medievais e identidades nacionais contemporâneas. 9 Loyen, A., “Résistants et collaborateurs en Gaule à l'époque des grands invasions”. Bulletin de l'Association Guillaume Budé: Lettres d'Humanité, 22, p. 437-450, 1963. 10 Salin, E., La Civilisation mérovingienne, Paris, Picard, 1950-1959, 4 volumes (Les idées et les faits; Les sépultures; Les techniques; Les croyances). 11 Geary, P., Before France and Germany: The Creation and Transformation of the Merovingian World, Oxford, Oxford University Press, 1988; Naissance de la France. Le monde mérovingien. Paris: Flammarion, 1989. 184 La Edad Media en perspectiva latinoamericana Nos últimos anos, observa-se um movimento, nas pesquisas consagradas à Idade Média, que consiste em privilegiar uma perspectiva “europeia”, em detrimento das perspectivas nacionais. As origens da Europa ocupam hoje muito mais a atenção dos historiadores desse continente do que as origens da França ou da Alemanha. O projeto europeu, cujo motor foi a reconciliação franco-alemã, teve um impacto considerável no âmbito das pesquisas acadêmicas. O mesmo período que havia sido terreno da disputa franco-alemã haveria de ser também um dos terrenos da reconciliação. A fronteira identitária se expandiu, abrangendo, a partir de então, a Europa como entidade política depositária de uma mesma unidade. Importantes projetos coletivos dos últimos 30 anos, realizadas com financiamento da União Europeia, respondiam a uma agenda de pesquisa definida por essa entidade, e que tinha como eixos programáticos temas como “European Identity/Identities”12. Os títulos de algumas obras fornecem, mais uma vez, um precioso testemunho dessa mudança de orientação. Em sua tradução inglesa, de 1975, o livro do historiador francês Lucien Musset, a respeito das invasões bárbaras, ganhou um subtítulo que não estava presente na edição original, de 1965: The making of Europe13. Em 2005, a Tese de Doutorado de Bruno Dumézil, intitulada originalmente Conversion et liberté dans les royaumes barbares d’Occident, de l’édit de Théodose à la conquête arabe, foi publicada, em 2005, com o título Les racines chrétiennes de l'Europe (Fayard). O impacto do livro, além de sua inegável qualidade, se deveu também ao fato de que seu título caía como uma luva em um debate que girava em torno da importância do cristianismo na formação da Europa. Todavia, não são apenas pelos seus títulos que obras publicadas a partir dos anos 1960 testemunharam das novas funções identitárias associadas à Idade Média. Em um de seus últimos livros, L’Europe est-elle née au Moyen Age?, Jacques Le Goff colocava claramente a questão das origens medievais, para, ao longo da obra, avaliar cada experiência histórica (carolíngios, IV Concílio de Latrão, as ordens mendicantes etc.) à luz de sua contribuição para a ideia de Europa14. Algumas vezes, as críticas às abordagens nacionais ou nacionalistas do segundo pós-guerra trouxeram consigo um simples deslocamento das fronteiras identitárias, do Estado Nação para a União Europeia. Ou significaram a reafirmação de uma identidade europeia, nos mesmos padrões nos quais se 12 https://ec.europa.eu/research/social-sciences/pdf/policy_reviews/development-of-european-identity-identities_en.pdf [consultado em 19/12/2016]. 13 Musset, L., The Germanic Invasions. The Making of Europe AD 400–600, Londres, Paul Elek, 1975; edição original: Les invasions : le second assaut contre l'Europe chrétienne(VIIe-XIe siècle), Paris, Presses universitaires de France, 1965. 14 Le Goff, J., L'Europe est-elle née au Moyen Âge? Paris, Éd. du Seuil, 2003. 185 Armando Torres Fauaz defendiam as identidades nacionais15. No entanto, é preciso reconhecer que essa mudança de foco nem sempre significou a adesão a um discurso identitário, além de ter trazido ganhos metodológicos significativos. Certos temas, como o espaço, a economia rural ou as trocas mercantis – para citar apenas alguns exemplos – encontraram o seu melhor desenvolvimento em um espaço geográfico mais amplo do que o dos Estados Nacionais modernos. É o caso do Programa de Pesquisa Collective identifiés and transnational networks in medieval and early modern Europe, 1000-1800, da Universidade de Leiden16, ou ainda das duas grandes sínteses recentes sobre a Alta Idade Média, Framing the Early Middle Ages, de Chris Wickham, e Puissants et misérables, de Jean-Pierre Devroey17. Dignas de nota também são as perspectivas menos marcadas pelas oposições nacionais, sobretudo no que se refere ao tema polêmico das invasões bárbaras. Os trabalhos, publicados sobretudo a partir dos anos 1960, passaram a sustentar a ideia de que, ao invés de invasões bárbaras, teriam havido “migrações”; que o Direito e as instituições romanas não desaparecem com o advento dos reinos bárbaros, mas constituíram a ossatura dos sistemas políticos medievais18. Desde o final dos anos 1970, a própria ideia de que os bárbaros constituíam grupos étnicos homogêneos foi posta em xeque por historiadores que destacaram o processo de construção das identidades. Os povos que os romanos tardios chamavam “francos” ou “godos” não seriam fenômenos naturais, mas meios cultural e politicamente construídos de categorizar pessoas que podiam diferir muito umas das outras e que podiam 15 É o caso de um livro recente do historiador belga David Engels, no qual ele traça paralelos entre a crise do mundo romano e a situação da Europa no início do século XXI, sob fundo de defesa dos valores tradicionais europeus: “La tentative aussi désespérée qu'infructueuse de rejeter les valeurs traditionnelles du passé et de construire une nouvelle identité collective européenne basée sur des idéaux universalistes ressemble plus à un symptôme de la crise actuelle qu'à sa solution” (Le déclin. La crise de l'Union Européenne et la chute de la République Romaine, Paris, Le Toucan, 2012). 16 https://www.universiteitleiden.nl/en/research/research-projects/humanities/collective-identities-and-transnational-networks-in-medieval-and-early-modern-europe-1000-1800 [consultado em 19/12/2016]. 17 Wickham, C., Framing the Early Middle Ages: Europe and the Mediterranean, 400-800, Oxford, Oxford University Press, 2005; Devroey, J.-P., Puissants et misérables. Système social et monde paysan dans l'Europe des Francs (VIe-IXe siècles), Bruxelles, Académie Royale de Belgique, 2006. 18 Esse “aggiornamento historiográfico” foi tão rápido e tão radical que, em 2005, Bryan Ward-Perkins lembrava os riscos de se perderem de vista as ideias de crise e de declínio: “My worries about the new Late Antiquity, however, go deeper than a concern that it is so restricted by its religious focus as to be deceptively wrong. I also think there is a real danger for the present day in a vision of the past that explicitly sets out to eliminate all crisis and all decline. The end of the Roman West witnessed horrors and dislocation of a kind I sincerely hope never to have to live through; and it destroyed a complex civilization, throwing the inhabitants of the West back to a standard of living typical of prehistoric times. Romans before the fall were as certain as we are today that their world would continue for ever substantially unchanged. They were wrong. We would be wise not to repeat their complacency” (Ward-Perkins, B., The Fall of Rome and the End of Civilization, Oxford, Oxford University Press, 2005, p. 183). 186 La Edad Media en perspectiva latinoamericana não ser tão diferentes das pessoas que não se integravam nessa categoria. H. Wolfram e W. Pöhl afirmam que os povos bárbaros seriam inicialmente constituídos por grupos restritos de pessoas (os “face-to-face groups”), que consistiriam de algumas dezenas, algumas centenas ou milhares de pessoas. Ao longo das migrações, esses grupos recebiam a adesão de populações diversas que adotavam o nome deles e suas tradições. Os historiadores e arqueólogos da chamada “Escola de Toronto” vão ainda mais longe, e questionam a existência desses “núcleos de tradição” dos povos bárbaros: de fato, é praticamente impossível identificá-los por meio das escavações arqueológicas. Apesar das polêmicas, há um consenso de que nomes, mitos de origem e leis constituíam discursos por meio dos quais um grupo inicialmente heterogêneo pretendia reivindicar sua unidade criando-a. Tais discursos tinham como objetivo a reivindicação de parcelas de território e de poder no interior do Império Romano. A historiografia medieval e a historiografia moderna tomaram esses discursos como a prova de que sólidas comunidades étnicas constituíam a base dos reinos que levavam seus nomes19. Essas ideias constituíram o mais importante golpe sofrido pela perspectiva nacionalista: ficava difícil raciocinar em termos de uma relação direta entre os francos e os franceses, os lombardos e os italianos etc., quando a própria existência dessas comunidades bárbaras como grupos coesos e etnicamente homogêneos era questionada. Em maio de 2008, o Laboratório de Estudos Medievais organizou, na Universidade de São Paulo, o colóquio intitulado: Por que estudar a Idade Média no século XXI? Na ocasião, historiadores brasileiros, franceses, além de um colega israelense, refletiram sobre o estudo das sociedades medievais, a dinâmica das ciências sociais e as expectativas do público não acadêmico. Os textos apresentados ao longo do colóquio foram reunidos em um livro, publicado pelas Éditions de la Sorbonne, em 2012, sob o título Pourquoi étudier le Moyen Âge? Les médiévistes face aux usages sociaux du passé20. Visto de uma maneira positiva, o colóquio representou a pujança de um campo de estudos que buscava refletir sobre o seu sentido na sociedade do século XXI. Em sua acepção negativa, talvez tenha sido uma demonstração da imaturidade da área de estudos medievais, insegura quanto à sua utilidade no mundo contemporâneo. Como um 19 Uma das melhores introduções à questão da etnogênese é o artigo de W. Pöhl: “Aux origines d’une Europe ethnique. Transformations d’identité entre Antiquité et Moyen Age”, Annales H.S.S., 60/1 (2005), p. 183-20; ver também: Wolfram, H., History of the Goths, Berkeley, Los Angeles, London, University of California Press, 1987; do mesmo autor, “Le genre de l'Origo gentis”, Revue belge de philologie et d'histoire, t. 68, fasc.4, p.789-801, 1990; Coumert, M., Origines des peuples. Les récits du Haut Moyen Âge (550-850), Paris, Institut d’Études Augustiniennes, 2007. 20 Almeida, N., Cândido da Silva, M., Méhu, D. (Org.), Pourquoi étudier le Moyen Âge? Les médiévistes face aux usages sociaux du passé, Paris, Publications de La Sorbonne, 2012. 187 Armando Torres Fauaz dos organizadores do colóquio, prefiro uma acepção menos negativa: é saudável, para qualquer especialidade, colocar em xeque, em algum momento, a sua utilidade, bem como refletir sobre o seu sentido. Apesar do título pretensioso, os objetivos do colóquio, bem como os do livro que se seguiu, eram mais modestos: tratava-se de discutir as relações entre a História Medieval e as demandas sociais e, sobretudo, institucionais, particularmente no âmbito das instituições de ensino superior. As respostas dadas pelos participantes do evento à questão iam desde a afirmação mais ou menos explícita da “inutilidade” da História Medieval21 até uma defesa do papel dos historiadores em geral, e dos medievalistas em particular, de intervenção na sociedade contemporânea22. Não havia nenhuma pretensão à exaustividade nesse colóquio, e é importante reconhecer que as respostas dadas à questão do título certamente seriam distintas se os participantes fossem outros. Cumpre salientar que a questão da História Medieval no Novo Mundo não foi um dos eixos de preocupação dos autores, e isso apesar de o colóquio ter sido sediado no Brasil e ter entre seus participantes pesquisadores atuando no Brasil e no Canadá. E, no entanto, há várias décadas, autores latino-americanos tentam dar uma resposta à questão da pertinência e do lugar dos estudos medievais na América Latina. Talvez a mais recorrente delas, representada notadamente por meio dos trabalhos do jurista mexicano Luis Weckmann, consiste em dizer, grosso modo, que o estudo da Idade Média nessa região é relevante pois tal região possui suas raízes no período medieval. Essa resposta não se assemelha à visão, predominante até os anos 1970, por exemplo, que entendia a História do Brasil como o resultado da transposição para o Novo Mundo das estruturas do Feudalismo ibérico. Não se tratava, então, de justificar os estudos medievais no Brasil, mas de utilizar a Idade Média para explicar o atraso brasileiro. É importante lembrar que, naquele contexto, predominava uma visão negativa acerca do período medieval, que o associava ao atraso, à ausência de poder público, à barbárie e à violência endêmica e sem limites. Assim, a “herança feudal” portuguesa explicaria o atraso do Brasil em engajar-se de forma eficaz na via da modernização, diferentemente dos Estados Unidos, por exemplo23. Segundo Nelson Werneck Sodré, a sociedade brasileira dos anos 1950 seria ainda marcada pela servidão da população rural, traço típico do Feudalismo que, segundo ele, subsistiu às margens do regime escravista. A abolição da escravidão não teria modificado de maneira substancial o regime 21 Demade, J., “L’histoire médiévale peut-elle exciper d’une utilité intellectuelle qui lui soit spécifique?”, p. 15-60. 22 Méhu, D., “L’historien médiéviste face à la ‘demande sociale’”, p. 93-121. 23 Cândido da Silva, M., “Pourquoi étudier le Moyen Âge au XXI siècle, au Brésil?”, p. 197-214. 188 La Edad Media en perspectiva latinoamericana de possessão da terra, mas, ao contrário, reforçado e ampliado a dominação feudal no campo24. Alberto Passos Guimarães, em sua obra Quatro Séculos de Latifúndio, sustentava que, apesar do papel importante desempenhado pelo capital comercial no processo de colonização do Brasil, a sociedade não teria integrado ainda as características da economia moderna. O capital comercial teria sido submetido à estrutura nobiliárquica e ao poder feudal instaurados na América Portuguesa pelos nobres sem fortuna determinados a reproduzir no Brasil os tempos dourados do “Feudalismo clássico”25. Esse ponto de vista suscitou numerosas críticas, inclusive no seio da historiografia marxista26. Os trabalhos escritos desde os anos 1970 colocaram em dúvida o suposto caráter “feudal” da colonização portuguesa no Brasil, ao mesmo tempo em que sublinhavam que essa última se inscrevia inteiramente no contexto do mercantilismo e da consolidação de uma “economia-mundo” europeia. Uma nova abordagem a respeito das “origens medievais” da América Latina começou a se estabelecer a partir dos anos 1980, e se beneficiou do avanço da história cultural, bem como de uma melhora em geral da reputação do período medieval (graças ao sucesso da Nova História e da popularização da Idade Média na cultura popular: filmes, literatura etc.). Nessa perspectiva, reivindicar as origens medievais não mais servia para explicar as razões do atraso latino-americano, mas para compreender a riqueza das nossas tradições, ou melhor, a filiação europeia delas. Além do mais, o Feudalismo não era mais o eixo em torno do qual se traçavam paralelos entre a Europa medieval e o Novo Mundo. Os melhores exemplos dessa tendência são dois livros de autoria de Luis Weckmann, La herencia medieval del México (publicado em 1983), e La herencia medieval del Brasil (de 1993). Segundo Weckmann, não teria havido, na Península Ibérica, um “outono da Idade Média”. Os espanhóis e os portugueses teriam podido, assim, transmitir ao Novo Mundo instituições e modelos da Idade Média que ainda estavam em vigor em seus países. No que diz respeito precisamente ao Brasil, Weckmann estabelece um quadro bastante exaustivo – e em boa medida tão desconexo quanto amplo – do que ele chama de “frutos tardios do espírito medieval”. A lista é extremamente 24 Sodré, N.W., Formação Histórica do Brasil, 11a ed. São Paulo, Difel, 1982. Para uma melhor compreensão do papel de Nelson Werneck Sodré no âmbito da historiografia brasileira, ver Ricupero, R. “Formação Histórica do Brasil”. In: Silva, M. (Org.), Dicionário Crítico Nelson Werneck Sodré, Rio de Janeiro, UFRJ, 2008, p. 120-127. 25 Guimarães, A.P., Quatro séculos de latifúndio, Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1968. 26 Entre os maiores críticos dessa perspectiva está Caio Prado Jr.: “O fato, contudo, é que o Brasil não apresenta nada que legitimamente se possa conceituar como “restos feudais”. Não fosse por outro motivo, pelo menos porque para haver “restos”, haveria por força de preexistir a eles um sistema “feudal” de que esses restos seriam as sobras remanescentes” (Prado Jr., C., A revolução brasileira, 7a ed., São Paulo, Brasiliense, 1987, p. 39). 189 Armando Torres Fauaz longa: os conselhos municipais, a devoção à Virgem, a nobreza, a Ordem do Cristo, a encomienda, a música, as danças e os jogos, a navegação, os regulamentos administrativos e comerciais, o artesanato, as técnicas de produção, a escolástica, o ensino, os debates teológico-políticos, as múltiplas manifestações da religião cristã, tanto do ponto de vista litúrgico quanto do ponto de vista das numerosas formas de devoção etc. A lista é igualmente exaustiva no que se refere às “origens medievais do México”. A conquista e o povoamento da América teriam significado, além da transmissão das instituições medievais e sua adaptação ao Novo Mundo, o renascimento de velhas instituições já em “decadência” na Europa. No Brasil, o regime das Capitanias Hereditárias teria instituído os privilégios senhoriais e feudais. Aceitar os paralelos propostos por Weckmann traz o risco de obliteração de uma parte importante do complexo processo de formação dos países latino-americanos, quer seja a diáspora africana, a contribuição das populações indígenas, quer sejam as sucessivas levas de imigração europeia e também asiática. Não pretendo, aqui, evidentemente, negar a importância da influência europeia sobre as sociedades do Novo Mundo, mas não acredito que tal influência possa ser qualificada de “medieval”. Claro, podemos traçar paralelos entre a Idade Média e certas características das práticas religiosas, do urbanismo, da organização militar trazidos pelos portugueses para a América; tais paralelos são variados, e incluem até mesmo a Cruz de Cristo que estava estampada nas velas dos navios que aportaram pela primeira vez em Porto Seguro, no dia 22 de abril de 1500. No entanto, nada disso pode nos fazer esquecer que o processo que deu origem à ocupação e à exploração do território americano consistiu na criação de uma economia-mundo de matriz europeia. O comércio triangular é um excelente exemplo nesse sentido. A integração das Américas, mas também da África e de parte da Ásia, à dominação europeia ocorreu no âmbito de uma expansão que se pode designar como capitalista27. Por outro lado, ao sustentar a existência de uma “longa Idade Média”, que teria se prolongado até o século XVIII, Jacques Le Goff não dissociou Idade Média e expansão europeia, ao contrário. É nesse sentido que alguns dos proponentes da abordagem cultural viram em aspectos modernos traços de uma mentalidade e de uma sociedade medievais. É o caso de Jerôme Baschet, que, em seu livro A Civilização Feudal: Do Ano Mil à Colonização da América, se mostra crítico da abordagem de Weckmann a respeito da herança medieval e propõe que se renuncie à ideia de ruptura entre Idade Média e Renascimento: 27 Ver, por exemplo, artigo de Rafael Marquese sobre a importância do conceito de capitalismo para a compreensão da escravidão no Novo Mundo (Marquese, R. de B., “As desventuras de um conceito: capitalismo histórico e a historiografia sobre a escravidão brasileira”, Revista de História, 169, 2013, p. 223-253). 190 La Edad Media en perspectiva latinoamericana “Uma visão histórica mais global deveria, inevitavelmente, reconhecer o peso de uma dominação colonial surgida da dinâmica ocidental, que conduz à transferência e à reprodução de instituições e de mentalidades europeias, mas sem ignorar que uma realidade original, irredutível a uma repetição idêntica, toma forma nas colônias do Novo Mundo”28. Maria Eurydice de Barros Ribeiro, uma das pioneiras da introdução da Nova História no campo dos estudos medievais no Brasil, utilizou a noção de “longa Idade Média” para destacar as relações entre a história brasileira e a história portuguesa. No entanto, a autora não enxergou no processo de implantação do regime monárquico no Brasil uma linearidade em relação às instituições portuguesas, ou ainda uma transposição das mesmas para o Novo Mundo29. Na mesma linha argumentativa, José Rivair Macedo sustenta a ideia de “adaptação” de práticas medievais, em vez da ideia de uma transposição das instituições medievais para o Novo Mundo, que é o que se desprende da análise de Luis Weckmann: “Por ‘resuidades medievais’ ou ‘reminiscências medievais’ devem-se entender justamente as formas de apropriação dos vestígios do que um dia pertenceu ao medievo, alterado e/ou transformados no decurso do tempo. Nesta categoria encontram-se, por exemplo, as festas, os costumes populares, as tradições orais de cunho folclórico que remontam aos séculos anteriores ao XV e que preservam algo ainda do momento em que foram criados, mesmo tendo sofrido acréscimos, adaptações, alterações. Festas como a de Corpus Christi, as Folias de Reis e a Festa do Divino Espírito Santo, o Natal, e mesmo o Carnaval, foram um dia ‘medievais’, e persistem... mas não da mesma forma, nem desempenhando os mesmos papéis na Europa ou em outras partes do mundo para onde foram levadas”30. Sobretudo, o que me parece importante destacar nessa abordagem é o reconhecimento de que os usos e as apropriações da Idade Média não são o monopólio dos “países novos”, desprovidos de um passado medieval. Citando Umberto Eco, José Rivair Macedo evoca o caso das fachadas da Catedral de Nápoles, da Catedral de Amalfitana, de Santa Cruz e de Santa Maria del Fiore, 28 Baschet, J., A Civilização Feudal: Do Ano Mil à Colonização da América, São Paulo, Globo, 2006, p. 32. 29 Ribeiro, M.E., “A monarquia em Portugal e no Brasil - Uma longa Idade Média”. In: Macedo, J.R. (Org.), A Idade Média Portuguesa e o Brasil: Reminiscências, Transformações, Ressignificações, Porto Alegre, Vidráguas, 2011, p. 131-143. 30 Macedo, J.R., “Sobre a Idade Média residual no Brasil”. In: A Idade Média Portuguesa e o Brasil: Reminiscências, Transformações, Ressignificações, p. 9-20, aqui, p. 13. 191 Armando Torres Fauaz construídas e reconstruídas para a alegria dos turistas, em busca desesperada de autenticidade histórica. Não há, portanto, na perspectiva de autores como Baschet, Ribeiro e Macedo, nenhuma tentação identitária, mas o reconhecimento das reinterpretações de símbolos e de práticas medievais trazidas pelos colonizadores, bem como da artificialidade de muitas dessas reconstruções medievais, na América Latina e na Europa. É o caso, igualmente, das reflexões de Martín Rios Saloma sobre o mito da Reconquista Ibérica31. O tema da herança medieval, desenvolvido na obra de Luis Weckmann, constitui, em última instância, uma resposta ao “porquê” de estudar a Idade Média europeia no Brasil e na América Latina. Trata-se, no entanto, de uma resposta insatisfatória à questão. Por vários motivos. A historiografia latino-americana é, em geral, bastante cética em relação à noção de “herança medieval”, esse conjunto de tradições, de práticas e de instituições que teria atravessado o Atlântico nas bagagens dos colonizadores europeus para se estabelecer sem nuances no Novo Mundo32. Além do mais, a explicação proposta pelo jurista mexicano se fundamenta em um procedimento mais analógico do que analítico. É o caso, por exemplo, do conflito ocorrido em Salvador em meados do século XVI entre o governador português e o bispo da cidade, e que Luis Weckmann interpreta como um “eco” da Querela das Investiduras do século XI. Ou ainda, quando ele menciona os viajantes portugueses do início do século XVI que teriam observado leões na floresta brasileira: isso seria a prova de que esses viajantes estavam guiados por uma “concepção medieval do mundo”. Não há muitas dúvidas de que os exploradores portugueses, espanhóis, franceses, genoveses ou ingleses enxergaram a paisagem do Novo Mundo a partir de sua própria experiência, mas daí a qualificá-la de “medieval” vai uma distância que a análise do autor não torna inteligível ao leitor. Outro motivo pelo qual a ideia da “herança medieval” do Brasil e do México é insatisfatória é porque ela supõe, ainda que indiretamente, que só podemos estudar um período em direta relação com a história do nosso próprio país. Isso equivale a dizer que, em última instância, nenhum período que esteja em dissonância, ou que não comprove o seu atestado de herança ao Brasil ou ao México modernos, merece ser estudado. Esse tipo de atitude é incompatível com os princípios de curiosidade e de universalidade que fundamentam toda atividade científica, seja ela na área de Humanidades ou não. 31 Saloma, M.R., La Reconquista: génesis de un mito historiográfico, Historia y Grafia, UIA, 30, 2008, p. 191-216. 32 “Como sempre, em história, a noção de herança não deixa de ser arriscada, pois, como a noção de influência, sugere a retomada passiva de elementos anteriores e incita o historiador a sucumbir a esta ‘obsessão das origens’ denunciada por Marc Bloch” (Baschet, J., A Civilização Feudal, p. 31). 192 La Edad Media en perspectiva latinoamericana Todavia, esses argumentos, embora sejam úteis como uma crítica a certos aspectos contidos na ideia da “herança medieval” da América Latina, não constituem por si mesmos uma resposta suficiente à questão proposta neste texto. Gostaria, agora, de fazer a crítica às minhas tentativas de resposta à questão do lugar dos estudos medievais na América Latina. Desde quando me tornei Professor de História Medieval da Universidade de São Paulo, há treze anos, a resposta que costumava dar à questão era bastante simples, talvez excessivamente simples, e podia ser expressa mais ou menos da seguinte forma: a Idade Média é um período histórico e, como qualquer período histórico, merece ser estudada. Homens viveram e construíram sociedades entre os séculos V e XV; portanto essas sociedades podem e devem ser objeto de estudo dos historiadores, seja no Brasil, no México, na Argentina, na França ou no Vietnã... No início de minha carreira como professor universitário, eu costumava afirmar isso para os meus alunos de maneira um tanto quanto caricatural, dizendo que a verdadeira resposta para a pergunta seria: “estudo a Idade Média porque eu quero”. Em que pese a caricatura contida na afirmação, havia algo de real nela, e de profundamente sincero também: a reivindicação da liberdade acadêmica, da possibilidade dada a qualquer estudioso de escolher o seu tema de pesquisa. Ainda reivindico o princípio da liberdade de pesquisa, mas devo dizer que não da mesma forma que antes. Hoje, não mais diria aos meus alunos que estudo a Idade Média simplesmente porque quero. Em 2005, ao receber um aluno de Graduação, que havia solicitado uma releitura e uma reavaliação de sua prova final do curso de História Medieval I, questionei-o sobre o porquê de ter feito determinada análise. Ele então respondeu que havia sido uma “escolha pessoal”. Entendi essa resposta da seguinte forma: ele havia escrito aquilo porque queria, era um direito dele, e cabia a mim apenas respeitar a sua escolha e aceitá-la, sem mais questionamentos. Interrompi imediatamente o aluno para lhe dizer que, sendo aluno de uma instituição de ensino, ele tinha a obrigação de justificar as suas escolhas, não em função do princípio da vontade pessoal, ou da verdade subjetiva, mas a partir de critérios que são, ao mesmo tempo, partilhados com os seus pares e passíveis de questionamento, de crítica e de refutação. Ao terminar de falar, dei-me conta de que a resposta daquele aluno ao meu questionamento era uma variação do mesmo princípio que eu usava para responder à questão: “Por que estudar a Idade Média na América Latina?”. A crítica que eu havia feito a ele servia perfeitamente para mim. Professores e pesquisadores da área de História Medieval no Brasil e em outros países da América Latina – e por que não de História ou de qualquer outra disciplina –, somos, em nossa esmagadora maioria, funcionários públicos, 193 Armando Torres Fauaz e também financiados com recursos públicos, por meio de bolsas, auxílios à pesquisa diversos, auxílios à mobilidade e à publicação etc. Nossas escolhas temáticas, por mais que sejam movidas por nossas vontades e informadas por nossas experiências, devem ser justificadas segundo critérios que podem e devem ser publicamente enunciados. É evidente que a resposta que damos à questão do “porquê” de estudar determinado tema deve se dirigir também, e talvez sobretudo, à sociedade que mantém a universidade com seus impostos. Assim, acredito que é necessário justificar perante a comunidade aquilo que fazemos, ou pelo menos não perder de vista a necessidade de fazê-lo. Não propus, neste artigo, uma reflexão em torno do “Para que estudar a Idade Média na América Latina?”. Prefiro pensar no “porquê”, pois o “para quê” está por demais associado a um imperativo utilitário que nem sempre é o mais adequado para se avaliar a pertinência e a legitimidade dos estudos na área de Humanidades. Lembro-me do momento em que optei por fazer o curso de História e não parava de ouvir, de familiares e de amigos, perguntas que, formuladas de maneiras mais ou menos gentis ou mais ou menos diretas, convergiam para a mesma interrogação, quando não a continham clara e explicitamente: “para que serve isso?”. Desnecessário dizer que, em mais de uma ocasião, a pergunta era meramente retórica, os inquiridores tinham uma convicção que não mudaria, qualquer que fosse a minha resposta. Há, portanto, no “para que serve?” uma exigência de utilidade imediata que, de antemão, coloca em xeque não apenas a História Medieval ou a História, mas todas as disciplinas que não possuem uma aplicação prática evidente, ou pelo menos aquelas cuja aplicação é visível a olho nu. Diante da pergunta formulada dessa forma, saem-se melhor os engenheiros, os arquitetos, os advogados, os professores de línguas. Colocar a questão na forma do “por quê?” conduz a uma reflexão, que pretendo realizar aqui, sobre as razões e os fundamentos da nossa disciplina, sem que passemos necessariamente pela questão da utilidade imediata. Nos anos 2000, graças ao aumento do número de pesquisadores de História Medieval nas universidades públicas brasileiras, a participação de medievalistas nos encontros da Associação Nacional de História (ANPUH) ganhou força. Vimos a criação, tanto em encontros regionais quanto nos encontros nacionais, de vários Grupos de Trabalho que passaram a contar com historiadores de outros períodos, com destaque especial para a História Antiga e para a História Moderna. O Núcleo de Estudos Mediterrânicos, da Universidade Federal do Paraná, o Programa de Estudos Medievais, da Universidade Federal do Rio de Janeiro, ou ainda o Scriptorium, da Universidade Federal Fluminense, organizaram simpósios temáticos nos encontros da ANPUH, ampliando o debate entre historiadores e, por vezes, integrando à reflexão 194 La Edad Media en perspectiva latinoamericana especialistas de outros períodos. Essa integração ocorreu também por meio de publicações coletivas, reunindo especialistas da Antiguidade, e das épocas Moderna e Contemporânea. É o caso, por exemplo, do livro Missão e Pregação – A Comunicação Religiosa entre a História da Igreja e a História das Religiões, de 2014: o escopo cronológico dessa obra coletiva vai muito além da Idade Média, na medida em que busca compreender o impacto sociopolítico dos sistemas de comunicação cristãos fundados sobre a palavra missionária do século V ao século XXI. A obra tem por objeto as dinâmicas políticas das experiências cristãs, comuns tanto ao período medieval quanto ao período contemporâneo33. É evidente, por meio dessas iniciativas, um esforço de diálogo e de interlocução que vai além do âmbito da Idade Média, e que busca congregar a comunidade de historiadores, mas também antropólogos, historiadores da arte, filósofos, cientistas sociais etc. Parte da resposta à questão central deste artigo se encontra, portanto, no fato de que a questão de “por que estudar a Idade Média?” não pode ser dissociada de uma questão mais ampla, e que se traduz em “por que estudar história?”, no caso dos historiadores, mas que pode se declinar também em “por que estudar literatura?”, “por que estudar filosofia?” etc. Buscar uma resposta especificamente “medieval” para cada uma dessas questões consiste em reificar uma convenção cronológica, atribuindo a uma criação do século XIX uma correspondência com o passado que ela não possui. Concordo com Joseph Morsel quando ele afirma que não é a Idade Média que salvará a História Medieval, e sim sua inserção no campo científico: a História da Idade Média é, segundo esse autor, um nível inadequado de mobilização: “La production d’un discours de légitimation ne peut donc certainement être considérée comme un pis-allé, une solution temporaire, tactique, qui ne doit en aucun cas risquer de se détourner de la seule chose qui compte: cette insertion dans le champ scientifique”34. A ideia de uma “herança” medieval é filha de uma percepção da Idade Média como um período à parte; percepção essa que tende a se diluir graças aos avanços do trabalho em rede e da interdisciplinaridade. As pesquisas em rede no âmbito dos estudos medievais na América Latina se fortaleceram nos últimos anos, com a constituição, sobretudo na Argentina, no Brasil e no 33 Almeida, N.; Moura, E. (Org.), Missão e Pregação– A Comunicação Religiosa entre a História da Igreja e a História das Religiões, São Paulo, Editora UNIFESP, 2014. 34 Morsel, J., “L’Histoire (du Moyen Âge) est un sport de combat… deux ans après: retour sur une tentative de légitimation sociale”, In: Pourquoi étudier le Moyen Âge au XXIe siècle?, p. 61-92, aqui, p. 92. 195 Armando Torres Fauaz Chile, de grupos reunindo historiadores, historiadores da arte, filósofos35. A associação de historiadores de diversos países latino-americanos em torno de uma rede de pesquisa de alcance continental é, hoje, a mais importante iniciativa no âmbito continental. Esperemos que seja coroada de êxito. Tendo em vista os diversos problemas colocados pela interpretação das fontes, a Idade Média se presta, como qualquer outro período, às abordagens multidisciplinares. Gostaria de evocar o exemplo da fome. Dizer que a fome é um problema atual surge de um lugar-comum: segundo estimativas da FAO, cerca de 70 milhões de pessoas morreram de fome ao longo do século XX, 30 milhões delas na China, durante o “Grande salto para a frente” (1958-1961). Ainda segundo a FAO, em 2012, cerca de 870 milhões de pessoas estavam em situação de carência alimentar. Esse tema abrange aspectos variados no interior de uma sociedade: as hierarquias, as políticas públicas, a produção agrícola, a distribuição de gêneros alimentícios, entre outros. A fome se encontra na encruzilhada de diversos campos de estudo, ela é objeto de interesse de historiadores, de sociólogos, de economistas, de matemáticos, de filósofos, de agrônomos etc. Além do mais, o estudo desse fenômeno permite que ultrapassemos os limites estritos de uma periodização que pode, algumas vezes, ser artificial, limitada e infrutífera para o trabalho dos historiadores: a Idade Média. Por fim, a fome produz transformações no interior das sociedades sobre as quais ela age. Ela é, em suma, um mecanismo de transformação social. Na China, por exemplo, a fome conduziu a um processo de “descoletivização” no início dos anos 1960 (interrompido pela Revolução Cultural, diga-se de passagem). Na Coreia do Norte, ela trouxe consigo a emergência de uma economia informal, que convive ainda hoje com uma economia altamente centralizada. Em ambos os casos, a fome parece ter provocado mudanças que as lideranças políticas dos dois países não quiseram ou não puderam evitar. Compreender o impacto da fome a longo prazo é fundamental para elaborar novas estratégias de desenvolvimento nas sociedades contemporâneas. As mudanças provocadas pela fome podem nos ajudar, tanto quanto a compreensão de suas causas, a compreender o fenômeno de uma maneira mais ampla: quais alterações ela provoca no equilíbrio social, como reagem as autoridades públicas… No final das contas, trata-se de, por meio da fome, compreender as sociedades e suas dinâmicas. Quer estudem a Idade Média, a época contemporânea ou a Roma Republicana, os historiadores se interessam pelas formas por meio das quais as sociedades são construídas, como elas se transformam. Desvendar os 35 Cândido da Silva, M.; Almeida, N., “Le Moyen Âge et la nouvelle histoire politique au Brésil”. Mélanges de l’École Française de Rome - Moyen Âge, 126, 2 [consultado em 15/01/2017]. URL: http:// mefrm.revues.org/2070] 196 La Edad Media en perspectiva latinoamericana mecanismos de construção social na Idade Média, independentemente da relação entre esses mecanismos e aqueles vigentes entre nós, nos ajuda a entender de que maneira produzimos o social. Ao buscarmos no estudo das sociedades medievais uma maneira de melhor compreender a sociedade em que vivemos, não estamos construindo, necessariamente, uma relação de subordinação do passado em relação ao presente. Não se trata aqui de dizer que apenas o estudo do presente importa, e que o estudo do passado seria tão somente um meio para melhor compreender o tempo presente. Não se trata tampouco de incorrer no “pecado das origens”, contra o qual tantas vezes os historiadores, entre eles Marc Bloch, alertaram. Não acredito que haja uma linha direta, povoada pela tradição e pela herança, que associa a Idade Média e o mundo em que vivemos. O que importa é o estudo do social e de sua construção – talvez de uma maneira mais diacrônica do que sincrônica, aliás. Se se trata do estudo do social e de sua construção, qual a relevância particular da Idade Média? Gostaria de responder a essa questão evocando aquilo que as sociedades medievais têm de específico, destacando, pelo menos, um desses elementos de diferenciação. Tomemos o exemplo da noção de pobre, pauper em latim. Na passagem do século VII para os séculos VIII e IX, há um aumento impressionante da quantidade de menções a pauperes nas fontes escritas, histórias, crônicas, atas conciliares, textos narrativos etc. À primeira vista, e tendo por referência a maneira como entendemos esse fenômeno, é possível afirmar que essa multiplicação das referências é o sintoma de um aumento significativo da pobreza no mesmo período. Entre os textos que mencionam os pobres, temos esse texto de caráter hagiográfico, redigido por Gregório de Tours, um bispo da segunda metade do século VI: “Em outro pagus de Tours existe um túmulo localizado entre arbustos e espinhos. Dizem que um bispo foi sepultado neste túmulo, mas não sabemos o nome dele. O filho de um pobre (pauper) morreu. Em seguida, o rapaz foi enterrado, o pobre homem não pôde encontrar uma cobertura para o seu sarcófago, por isso ele foi lá e tirou a cobertura do túmulo [do bispo]. A tampa era tão grande que foi necessária a força de três bois para puxá-la. Através do roubo da sepultura de outro homem, o pobre cobriu o corpo do seu filho. Mas, ao fazer isso, ele se tornou surdo, mudo, cego e paralisado. Durante quase um ano, ele sofreu com essa angústia. Em seguida, o bispo apareceu em um sonho e disse a ele: 'Qual é o mal que eu fiz a você e à sua família para você me descobrir removendo a cobertura de meu túmulo? Vai agora se quiser ser curado e ordene que a tampa seja 197 Armando Torres Fauaz rapidamente restabelecida. Se não o fizer, você morrerá imediatamente. Pois sou o Bispo Benignus, que veio como um estrangeiro a esta cidade. O homem ordenou com a cabeça aos seus servos para ir ao túmulo de seu filho. A tampa de pedra foi levantada e colocada em uma charrete. Em seu retorno, a cobertura de pedra era tão leve que dois bois puderam transportar o que a força de três bois havia removido36. O pobre ao qual faz referência o autor desse texto não é o “pobre econômico”. Nesse sentido, o aumento significativo das referências a pauperes nos textos carolíngios deve ser explicado de outra maneira. Não pretendo discorrer sobre essa questão aqui, mas apenas ressaltar que a familiaridade com a noção de pobre nos induz ao erro. Há algo de específico naquela sociedade, e que merece ser compreendido, explicado. Mas os instrumentos para compreensão dessas especificidades não são distintos daqueles que utilizamos para a compreensão da Roma do Alto Império ou da Espanha de Felipe II, para citar apenas alguns exemplos. Nesse sentido – e traço aqui um paralelo –, a distância cultural que nos separa de nosso objeto é, sem sombra de dúvidas, uma vantagem. Nasci em Nanuque, no interior de Minas Gerais, e cresci em Nova Viçosa, no Extremo-Sul da Bahia; o primeiro castelo medieval que vi foi durante o início do doutorado. Claro que essa ausência de familiaridade não me tornou nem mais nem menos apto a entender o significado desses castelos. No entanto, o que é mais importante, jamais tive a impressão de que tais castelos faziam parte das minhas origens. Eles definitivamente não pertenciam ao meu repertório de referências. A familiaridade no exercício da pesquisa histórica, muitas vezes, funciona como os falsos cognatos na língua. Eles nos dão a falsa impressão de conforto, lá onde a dúvida e o estranhamento devem ser de regra. No fundo, por meio desse pequeno exemplo sobre a noção de “pobre”, e poderia apresentar outros, o que quero salientar é que o estudo de nossa própria sociedade é insuficiente para compreendermos o complexo processo de 36 Gregório de Tours, Liber in gloria confessorum, 17, ed. Krusch, B., Monumenta Germaniae Historica, Scriptores: MGH, Scriptorum Rerum Merovingicarum, t. I, parte II, Hanover, 1885: “In alio loco pago Turonico erat inter vepres et rubos sepulchrum positum, in quo ferebatur episcopum quendam fuisse sepultum; nomen ignari erant [incolae, et licet pauci, tamen officium inpendebant]. Contigit vero, ut cuiusdam pauperis filius moriretur. Quo sepulto, cum operturium sarcofagi non inveniret, ad hunc locum accessit, ablatumque de hoc sepulchro cooperculum, qui tam inmanis erat, ut trium duceretur paria boum, texit corpusculum filii furto alterius de sepulchri. Quod cum fecisset, surdus, mutus, caecus ac debilis est effectus; mansitque in hoc supplicio integrum fere annum. Dehinc apparuit ei quidam sacerdos per visum, dicens: “Quid”, inquit, “tibi tuisque vim intuli, o vir, quia detexisti me, auferendo operturium tumuli mei? Vade nunc, si vis sanus fieri, iube eum velociter revocari. Quod si nolueris, protinus morieris. Ego enim sum Benignus episcopus, qui in hac urbe peregrinus adveni. At ille suis innuens, accessit ad monumentum filii sui, elevatumque lapidem plaustro inposuit, reportatumque ut sarcofago reddidit, ilico sanus effectus est. Nam ad redeundum ita lapis levis erat, ut, quem tria paria boum evexerant, boves deinceps duo revocarent”. 198 La Edad Media en perspectiva latinoamericana construção social. É nesse sentido – e não no sentido teleológico – que afirmo que a compreensão desse processo em outras sociedades nos ajuda a compreender a nossa própria construção social. O estudo da Idade Média não se restringe, portanto, às sociedades medievais. Ele compreende, igualmente, um entre outros meios de compreensão das sociedades contemporâneas. A Idade Média é, por vezes, utilizada como referência histórica para uma Europa que estaria ameaçada por novas levas migratórias37. Essa posição é minoritária no meio acadêmico europeu, felizmente. Todavia, não podemos subestimar seu impacto na opinião pública, sobretudo em tempos de radicalização política, como aquele que vivemos. É evidente que o fato de não termos conhecido, na América Latina, um período medieval não nos protege dos mitos das origens e da instrumentalização deles a fins políticos. Por isso mesmo, o estudo das sociedades medievais, mas também dos usos e da recuperação da Idade Média, se impõe como uma necessidade. 37 Minc, A., Le nouveau Moyen Âge, Paris, Gallimard, 1992. 199