Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu

Subalternidad y Destino Manifiesto en La raza cósmica de José Vasconcelos

2018, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana

Título original: ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD: NOTAS ACERCA DE LA RETÓRICA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE EN LA RAZA CÓSMICA DE JOSÉ VASCONCELOS El siguiente estudio analiza la matriz simbólica del discurso político norteamericano desplegada por José Vasconcelos en La raza cósmica (1925). En este punto, se constata una paradoja: la presencia semiótica e ideológica del discurso político decimonónico de Estados Unidos –condensadas por los vocablos " Mi-sión " y " Destino Manifiesto " – en las tesis latinoamericanistas y antinorteamericanas del ensayo de Vasconcelos. El uso de esta retórica norteamericana responde a dos causas: por un lado, una experiencia subalterna de Vasconcelos; por otro, un recurso político para conseguir apoyos. En este sentido, la paradoja simbólica puede ser explicada a la luz del concepto de enunciación de Benveniste y de los estudios poscoloniales: mientras en el primer caso, el uso de esta retórica se debe a una escisión simbólica de Vasconcelos, la cual se exterioriza en su enunciación, en el segundo respondería a la " doble intención significativa " tras la propuesta política y cósmica vasconceliana. Palabras clave: enunciación, escisión simbólica, misión y destino manifiesto, latinoamericanismo, postcolonialismo, anti-norteamericanismo.

REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XLIII, No 86. Lima-Boston, 2do semestre de 2017, pp. 257-276 ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD: NOTAS ACERCA DE LA RETÓRICA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE EN L A RAZA CÓSM ICA DE JOSÉ VASCONCELOS1 Miguel Enrique Morales2 Pontificia Universidad Católica de Chile Resumen El siguiente estudio analiza la matriz simbólica del discurso político norteamericano desplegada por José Vasconcelos en La raza cósmica (1925). En este punto, se constata una paradoja: la presencia semiótica e ideológica del discurso político decimonónico de Estados Unidos –condensadas por los vocablos “Misión” y “Destino Manifiesto”– en las tesis latinoamericanistas y antinorteamericanas del ensayo de Vasconcelos. El uso de esta retórica norteamericana responde a dos causas: por un lado, una experiencia subalterna de Vasconcelos; por otro, un recurso político para conseguir apoyos. En este sentido, la paradoja simbólica puede ser explicada a la luz del concepto de enunciación de Benveniste y de los estudios poscoloniales: mientras en el primer caso, el uso de esta retórica se debe a una escisión simbólica de Vasconcelos, la cual se exterioriza en su enunciación, en el segundo respondería a la “doble intención significativa” tras la propuesta política y cósmica vasconceliana. Palabras clave: enunciación, escisión simbólica, misión y destino manifiesto, latinoamericanismo, postcolonialismo, anti-norteamericanismo. Abstract This paper analyzes the symbolic matrix of the North-American political discourse developed by José Vasconcelos in his essay La raza cósmica (1925). Vas1 Parte de este artículo fue escrita como miembro del proyecto FONDECYT Nº1160230, cuyo investigador principal es el Dr. Roberto Hozven. Otra parte fue escrita como Investigador Graduado Visitante en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de California, Los Angeles (UCLA), bajo la supervisión y auspicio del Profesor Maarten Van Delden. Tambien quisiera agradecer al Prof. José Antonio Aguilar Rivera (CIDE), que leyó y apoyó con esclarecedoras sugerencias este trabajo. 2 POSTDOCTORADO FONDECYT Nº 3180753. 258 MIGUEL ENRIQUE MORALES concelos’ essay contains a paradox: The semiotic and ideological constant incidence of the North-American political discourse in his own thesis on Latinamericanism and anti-North-americanism—these thesis are summarized in Vasconcelos’ concepts of misión [Mission] and destino manifiesto [Manifest Destiny]. The aproppiation of this North-American Rethoric is determined by two reasons: on one hand, Vasconcelos’ subaltern experience; on the other hand, Vasconcelos’ strategy to get political support from the North-American community. This paradox could be explained by the notion of enunciation—as developed by E. Benveniste and re-developed under the paradigm of PostColonial Studies. According to my reading, in Vasconcelos’ essay, under the North-American rethoric, there are two underlying motivations: Vasconcelos’ symbolic Split, and the “significant double intention” of his politic enunciation. Keywords: enunciation, symbolic split, Mission and Manifest Destiny, LatinAmericanism, post-colonialism, anti-North-Americanism. José Vasconcelos concibió su utopía La raza cósmica (1925) como una alternativa al estilo de vida coercitivo, materialista y utilitarista de los Estados Unidos. El proyecto vasconceliano se configura a través del contraste: si Estados Unidos representa una forma de vida utilitarista donde el hombre es preso de las fórmulas y el cálculo, México y Latinoamérica –los primeros dechados de la futura raza cósmica– deben dar cuenta de una sociedad donde se desenvuelva libremente el gusto estético, la belleza y “la facultad superior, la fantasía” (24). El contraste entre estas dos sociedades representa, para Vasconcelos, el episodio final de una histórica “pugna [racial] de latinidad contra sajonismo […] pugna de instituciones, de propósitos e ideales” (6). Los contendientes presentes de esta confrontación histórica –originada en Europa por Inglaterra y España– son Estados Unidos y Latinoamérica, herederos, por sus razas, de una serie de atributos y aptitudes. Este marcado carácter antitético de la raza cósmica respecto al proceder de Estados Unidos, junto a la obstinación por figurar el programa cósmico como una superación de la política en pos de la estética como principio organizador de la vida social, han ocultado al ojo crítico la profunda deuda semiótica e ideológica de la utopía vasconceliana con el discurso político norteamericano. Específicamente, me refiero a dos ideas claves de la retórica política estadounidense decimonónica: la “Misión” y el “Destino Manifiesto”. Si el objetivo confeso de Vasconcelos era dotar a México y Latinoamérica con una imagen identitaria y una utopía política y cultural ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 259 contrastante con las de Estados Unidos, ¿por qué instrumentaliza y reproduce, en su escritura, dos fórmulas propias del discurso político norteamericano? Dos respuestas se pueden señalar a esta pregunta a la luz de un concepto capital de los estudios lingüísticos, literarios y poscoloniales: la enunciación. Para llegar a ellas, acometeré un desarrollo textual dividido en dos partes: primero, uno comparativo; en seguida, uno teórico-crítico desde el que se desprenden las dos respuestas. En el estudio comparativo describiré la retórica del expansionismo estadounidense del XIX signada por las ideas de “Misión” y “Destino Manifiesto”; luego, daré cuenta comparativa de la presencia de estos significantes en La raza cósmica de Vasconcelos. En el momento teórico-crítico, buscaré responder a esta “paradoja” de Vasconcelos (reproducir enunciativamente lo mismo que crítica a nivel de enunciado) a la luz del concepto de enunciación en la teoría lingüística (Emile Benveniste) y también en la teoría poscolonial. Adelanto las dos respuestas a esta pregunta. La primera de estas suscribe las lecturas que David Brading y José Antonio Aguilar Rivera han expuesto para explicar este fenómeno dentro del discurso político vasconceliano; la segunda, por su parte, es una tesis personal sobre esta paradoja. Primero: Vasconcelos instrumentaliza esta retórica política como un modo de granjearse el apoyo del público norteamericano en su carrera presidencial. En este sentido, es pertinente leer La raza cósmica como una primera manifestación de las tesis liberales –en el plano político– que asumirá entre 1925 y 1929, con miras a su contienda electoral de fines de la década del 20. Segundo: Vasconcelos instrumentaliza y reproduce dichas fórmulas del discurso político norteamericano porque él es un sujeto escindido simbólicamente. Esta escisión corresponde a una experiencia subalterna real de Vasconcelos: cuando niño vive en la frontera de México con Estados Unidos, la cual atraviesa todos los días para asistir a una escuela norteamericana. La escisión se exterioriza en el momento de la enunciación de su proyecto cósmico, donde significantes políticos y presunciones ideológicas de la cultura hegemónica estadounidense se yuxtaponen con signos propios de la cultura mexicana (propios, al menos, en la manera que él define identitariamente a México). 260 MIGUEL ENRIQUE MORALES I. La retórica política norteamericana en la Raza cósmica I.1. Misión y Destino Manifiesto: la retórica del expansionismo estadounidense Durante el siglo XIX, Estados Unidos expandió sus fronteras hacia el sur. La guerra contra México en 1847 es el punto más alto de esta etapa expansiva. Con el triunfo bélico, arrebata a México casi la mitad de su territorio. La opinión pública respaldó, en su mayoría, la guerra, pues esta era vista como la ejecución de uno de los ideales más representativos de su sociedad: la “Misión” de Estados Unidos en el mundo. Desde la llegada de los primeros colonos a Nueva Inglaterra, los norteamericanos tuvieron en mente una idea concreta: “A sense of mission to redeem the Old World by high example” (Merk 3). La redención del Viejo Mundo encadenado por el despotismo implicaba situar en el centro de la civilización occidental el ideal de la libertad: “America is the light, the fire, the polestar of liberty for Europe. She has been this ever since 1776 […] America’s Mission is to hold a light aloft to Europe in the struggle for freedom” (201). Tras la independencia, en 1776, el sentimiento de una Misión histórica se acrecentó. Su independencia les daba a entender que “that wish was in accordance with God’s plan for America” (Cruise O’Brien 54). La Misión, por tanto, no era sino la ejecución de los designios de Dios: los estadounidenses representan al nuevo pueblo elegido –“a nation peculiarly blessed by God” (67)– llamado a regenerar el mundo desde América, la tierra prometida de la libertad. Bajo la retórica de la misión civilizadora –cara al pensamiento ilustrado así como al cristianismo imperialista–, Estados Unidos articula este expansionismo con el fin de llevar a otros pueblos “the blessings of civilization” con que "Dios” los había “premiado”: democracia, federalismo, republicanismo, libre mercado (Merk 26-31). Más que un proyecto imperial, este expansionismo era concebido por los norteamericanos como “an opportunity for neighboring peoples to reach self-realization” (24). Así, hacia la década de 1840 surge en el discurso político norteamericano un nuevo concepto: el “Destino Manifiesto”. Acuñado por John O’Sullivan, el Destino Manifiesto es una imagen devenida doctrina. A grandes rasgos, esta imagen postula que en el presente y en el porvenir de Estados Unidos se cierne un destino manifiesto: la expansión de su territorio ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 261 hacia el sur del continente americano. Por tanto, es una idea continentalista. Se trata de un destino manifiesto en cuanto EEUU no buscaba acercarse a las naciones del sur –particularmente México–. Más bien, la geografía, por un lado, y el desarrollo histórico de la humanidad, por otro, son los que sitúan este destino delante de los norteamericanos: “those boundaries which God of nature had marked out” (Stephen Douglan, cit. en Merk 28). Por lo mismo, este expansionismo es un destino “prearranged by Heaven” (Merk 24). La doctrina del “Destino Manifiesto” busca expandir “the blessings of civilization” como un modo de concretar el viejo ideal de la “Misión”: regenerar la corrompida humanidad (Merk 33-34). En este sentido, los estadounidenses conciben a sus vecinos del sur, los mexicanos, como un pueblo retrasado y corrompido. En la justificación de “la necesidad” de regenerar a los mexicanos, la argumentación del Destino Manifiesto despliega un racismo descarnado. Los mexicanos eran vistos como una raza de costumbres retrógradas (34). Los norteamericanos, en cambio, se ven como avanzados y superiores, ya sea por sus ideales ilustrados o, sobre todo, por su descendencia de la raza anglosajona: One means it used was the concept of representative government, a major gift to the world. The race possessed physical as well intellectual powers, as exhibited in the Old World and the New, especially fecundity and enterprise. The fecundity was so marvelous that the day was near when fourfifths of mankind would trace their pedigree to English forebears and the language of man would be the language of Shakespeare (238). México era esencialmente inferior. Por tanto, había que redimir “the Mexican people from anarchy, tyranny, debasement” (O’Sullivan, cit. en Merk 125). No obstante, dicha tarea se revelaba dura: los mexicanos –creían en Estados Unidos– no estaban preparados para las bendiciones de la civilización. Su carácter mestizo los hacía difíciles de “civilizar”: One of the gravest of the problems was the size and character of the population which would come with the territory […]. Only a sixth of the population was white, descendant of the conquering Spanish. Could such a mixture ever be regenerated? If it could be, how long would it take? What, in the meantime, should be the status of those people? What would be the effect on American institutions of admitting them to American citizenships? Who would become the owner of their ineffectually used lands? These were some of the problems raised (157). 262 MIGUEL ENRIQUE MORALES Más allá de las “buenas intenciones” del ideal del Destino Manifiesto, en la práctica este concepto fungió como justificación del expansionismo3 –que devino en la Guerra con México– frente a la opinión pública. El encuentro con el “otro” mexicano confirmó una creencia que reforzaba el carácter de protagonistas de una “Misión” divina: hay razas inferiores, razas no aptas para aceptar los beneficios de los ideales ilustrados, por lo que hay que redimirlas. Ya no basta con regenerar a la vieja Europa, sino también a las razas inferiores americanas, como la mexicana. La autoconcepción de los norteamericanos como un pueblo elegido ya revelaba una cuota de supremacismo; el encuentro con el otro real, el mexicano, refuerza y corrobora esta percepción basada en criterios racistas. Si algo revelan los mexicanos a los estadounidenses es que América, la tierra donde se consumaría la promesa de libertad, no parecía estar del todo preparada para su alta misión frente a Europa. I.2. Misión y Destino Manifiesto en La raza cósmica Si para los estadounidenses la frontera con México significó una amenaza para la consumación de su ideal de regenerar el mundo, para José Vasconcelos la frontera con Estados Unidos representó, durante su infancia entre Piedras Negras –donde vivía– y Eagle Pass –donde estudiaba– una amenaza para su mexicanidad. Como lo relata en las primeras páginas de su Ulises criollo (1936), su familia temía que el niño perdiera su identidad católica, criolla e hispánica (Domínguez Michael 54). Educado en una escuela primaria estadounidense, Vasconcelos resiente desde pequeño la discriminación 3 Un expansionismo imperialista y capitalista, como lo señala Robert Kagan, prominente historiador estadounidense, experto en asuntos internacionales y confesamente conservador: “The Anglo-Americans were not wrong to believe they had something of benefit to give to others, a way of life that was more prosperous and in some important respects freer, even if the recipients of these benefits often did not agree that this new way of life was preferable to their own. In the end, however, civilization, religion, and even security were justifications for and by-products of conquest and expansion in the seventeenth and eighteenth centuries. Anglo-Americans would not have sought to implant civilization in the wilderness had they not been moved by more self-interested motives, chiefly the desire for land and for all the material, spiritual, and political benefits that came with its acquisition” (15). ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 263 por su condición de mexicano. El niño soñaba con vengar a México de la afrenta de la guerra de 1847: El diario choque sentimental de la escuela del otro lado me producía fiebres patrióticas y marciales. Me pasaba horas frente al mapa recorriendo con la mente los caminos por donde un ejército mexicano, por mí dirigido, llegaría alguna vez hasta Washington para vengar la afrenta del cuarenta y siete y reconquistar lo perdido. Y en sueños me veía atravesando nuestra aldea de regreso de la conquista al frente de una cabalgata victoriosa (Memorias I 40). En lo material, esta invasión nunca ocurrirá. En lo simbólico, en cambio, sí. O, al menos, el intento de compensar culturalmente el desagravio histórico-político. Para Vasconcelos, los mexicanos – sobre todo él– han sido educados en la creencia de que son una raza inferior. Nosotros nos hemos educado bajo la influencia humillante de una filosofía ideada por nuestros enemigos, si se quiere de manera sincera, pero con el propósito de exaltar sus propios fines y anular los nuestros. De esta suerte nosotros mismos hemos llegado a creer en la inferioridad del mestizo, en la irredención [sic] del indio (La raza 29). Aun cuando una buena porción de este discurso de la “inferioridad” del mestizo proviene de las ideas positivistas predominantes en el México porfirista, Vasconcelos se familiariza con ellas en su escuela estadounidense. De aquí que su venganza sea, sobre todo, frente al discurso del imperialismo norteamericano: “Cada raza que se levanta necesita constituir su propia filosofía, el deus ex machina de su éxito” (29). Para los mestizos, esta filosofía es, y “debe ser”, la raza cósmica. La raza cósmica se presenta en Vasconcelos no sólo como un proyecto para “levantar el ánimo de una raza deprimida, ofreciéndole una tesis que contradice la doctrina con que habían querido condenarla sus rivales” (La raza 31). Es también un proyecto civilizatorio para toda la humanidad: “Tenemos el deber de formular las bases de una nueva civilización” (30). Vasconcelos concibe a América de modo similar a los estadounidenses: primero, como el lugar desde donde la humanidad se regenerará; segundo, como la “tierra prometida”, la zona donde la humanidad encontrará su “felicidad”. Estas dos visiones se funden en el devenir de esta raza: “llegaremos en América, antes que en parte alguna del globo, a la creación de una raza hecha con el tesoro de todas las anteriores, la raza final, la 264 MIGUEL ENRIQUE MORALES raza cósmica” (35). En el proceso de “redención colectiva” de la humanidad, los latinoamericanos, y no los anglosajones, representan la “reserva de la Humanidad”, “una promesa de futuro que sobrepujara a todo tiempo anterior” (32). Las alusiones de Vasconcelos a las imágenes redentoristas del discurso norteamericano son explícitas. Para él, el motivo que explica la “superioridad” de los norteamericanos frente a los latinoamericanos en su desarrollo histórico, es la conciencia que han tenido de una “misión”: “La separación política nunca ha sido entre ellos obstáculo para que en el asunto de la común misión étnica se mantengan unidos y acordes” (La raza 10); Estados Unidos “Conserva presente la intuición de una misión histórica definida” (13). La conciencia de Vasconcelos del discurso del Destino Manifiesto es tal, que incluso proferirá la imagen divina para referirse al desarrollo histórico de los norteamericanos, la imagen de pueblo elegido: “Parece que Dios mismo conduce los pasos del sajonismo” (13). Una raza “exterminadora” (15) no puede, empero, consumar el proyecto redentor de la humanidad, esto es, el proyecto de unir a la Humanidad en esta tierra prometida: El cristianismo liberta y engendra vida, porque contiene revelación universal, no nacional; por eso tuvieron que rechazarlo los propios judíos, que no se decidieron a comulgar con gentiles. Pero la América es la patria de la gentilidad, la verdadera tierra de promisión cristiana. Si nuestra raza se muestra indigna de este suelo consagrado, si llega a faltarle el amor, se verá suplantada por pueblos más capaces de realizar la misión fatal de aquellas tierras; la misión de servir de asiento a una humanidad hecha de todas las naciones y todas las estirpes (30, el énfasis es mío). La raza cósmica carga con la responsabilidad de llevar a otras razas del mundo la “libertad”, a través de la síntesis racial con predominio del elemento latinoamericano. Los latinoamericanos, única raza preparada –en esta utopía– para esa tercera fase de la historia regida por el libre gusto estético, liberan a la humanidad de la coerción de la norma y la razón como medida de vida y desarrollo social (23). De modo similar a los norteamericanos con su proyecto de Destino Manifiesto, Vasconcelos configura la raza cósmica como un proyecto histórico libertador. Sólo que este proyecto sí sería libertador, y no colonizador, como lo fue, en la práctica, el Destino Manifiesto: “Sin embargo, aceptamos los ideales superiores del blanco [en ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 265 avance científico], pero no su arrogancia; queremos brindarle, lo mismo que a todas las estirpes, una patria libre en la que encuentre hogar y refugio, pero no una prolongación de sus conquistas” (21, el énfasis es mío). La lucha entre “ideales” es, ante todo, la pugna por el dominio cultural de América. Quien triunfe podrá comandar el mundo. “La misión trascendental” (6) de América es “fundir” las razas del mundo en una raza síntesis, una raza donde predomine la orientación estética. Y para esto, no hay raza mejor preparada que la latina: “La raza más apta para adivinar y para imponer semejante ley en la vida y en las cosas, esa será la raza matriz de la nueva era de civilización. Por fortuna, tal don, necesario a la quinta raza, lo posee en grado subido la gente mestiza del continente iberoamericano” (33). En la visión de regenerar el mundo y llevarlo a una nueva fase de la civilización desde América, Vasconcelos plantea la idoneidad de los latinoamericanos a partir de la misma matriz discursiva, de la misma episteme utilizada por los norteamericanos –y heredada del colonialismo europeo (cf. infra III)– para justificar su expansionismo hacia el sur: la taxonomía racial de los seres humanos, según la cual existen razas superiores y razas inferiores. En la tarea de establecer la fase estética de la historia, los latinos son los “más aptos”. En este último recurso de su argumentación, Vasconcelos mezcla varios de los conceptos caros a la doctrina expansionista norteamericana para justificar el proyecto de la raza cósmica: Quizás entre todos los caracteres de la quinta raza predominen los caracteres del blanco, pero tal supremacía debe ser fruto de elección libre del gusto y no resultado de la violencia o de la presión económica. Los caracteres superiores de la cultura y de la naturaleza tendrán que triunfar, pero ese triunfo sólo será firme si se funda en la aceptación voluntaria de la conciencia y en la elección libre de la fantasía (21-22, el énfasis es mío). La “obligación de las razas superiores” es mejorar la condición de las razas inferiores. Esto se logra no sólo a través del ejemplo –misión norteamericana–, sino también mediante la acción –el Destino Manifiesto–. Una vez establecido el contacto entre una raza de caracteres superiores con una de menor aptitud, esta última libremente aceptará la “guía” de aquella. Es esta la “misión divina de América” (15). El parecido entre el proyecto de raza cósmica y el ideal de misión y destino manifiesto no es coincidencia: para la ven- 266 MIGUEL ENRIQUE MORALES ganza soñada por el niño Vasconcelos, el filósofo blandió la misma espada con que su raza fue “derrotada”. Como lo percibiera David Brading –historiador angloparlante–, este “optimismo hemisférico” desplegado en La raza cósmica “suena más a Eagle Pass que a Piedras Negras” (197). II. Enunciación, escisión simbólica y doble conciencia cultural: la experiencia subalterna de Vasconcelos La similitud evidente entre la retórica de la Misión y el Destino Manifiesto norteamericano con la construcción semiótica e ideológica de La raza cósmica nos plantea una pregunta obligada: si Vasconcelos “odiaba” a Estados Unidos al punto de figurarlos como la antípoda esencial de México y Latinoamérica, ¿por qué recurre a la misma retórica, a las mismas imágenes del discurso político norteamericano? Dos razones se pueden esgrimir para responder a esta pregunta. Ambas se basan en desarrollos específicos de un concepto crítico de la lingüística y los estudios literarios: la enunciación. En la primera respuesta, el recurso de la retórica estadounidense en Vasconcelos es una acción consciente, deliberada, estratégica; en la segunda respuesta, el recurso es inconsciente o, cuando menos, “inevitable”. II. 1. Enunciación y la doble intención significativa El hombre, escribe Benveniste, “Es en y por el lenguaje [que] se constituye como sujeto; porque el solo lenguaje funda en realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto de ‘ego’” (Problemas I 180). Al constituirse por el lenguaje, el sujeto se apropia de una lengua. Esta es puesta en funcionamiento a través de un acto individual de utilización por el cual revela su actitud subjetiva, es decir, su enunciación. Esta lengua, como código social de interacción entre los individuos, está articulada por signos mediante los cuales el mundo simbólico es organizado. Por tanto, al asumir su posición subjetiva dentro de la lengua en el instante de utilizarla (enunciación), el sujeto participa de un determinado modo de ver, organizar y comprender el mundo. La lengua es el modo primigenio de conocer y organizar el mundo simbólico que constituye lo propiamente humano: “la lengua no es un instrumento neutro, sino que está impregnada ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 267 de ideas, acciones y juicios legados por el pasado; divide lo real de una manera concreta y nos transmite imperceptiblemente una visión del mundo” (Todorov, El miedo 84). Al asumir “la lengua por un acto individual de utilización” (Benveniste, Problemas II 83), el sujeto del habla asume y enuncia su discurso dentro de un circuito de interlocución determinado (Hozven, “Hacia” 167). Este circuito de interlocución está trazado y poblado por una serie de discursos que ordenan el mundo social. En cierto modo, estos discursos no sólo construyen el mundo simbólico, sino que también historizan a los sujetos. De aquí que, como señala Hozven, la enunciación dé cuenta “del acto de hablar (o de escribir) como un proceso lingüístico que significa a un sujeto de modo subjetivo (en las formas discursivas por las que asume su objetividad) y objetivo (en el discurso histórico por el que ideologiza su lengua)” (“Hacia” 166-167). El sujeto de la enunciación no necesariamente puede ser consciente de estos discursos que lo “historizan”. De lo que sí será consciente al momento de poner en funcionamiento la lengua para concretar un acto comunicativo es de la existencia del otro al que se dirige su discurso. Sin este otro no hay discurso ni comunicación ni, sobre todo, subjetividad: “en cuanto se declara locutor y asume la lengua, [el sujeto de la enunciación] implanta al otro delante de él, cualquiera que sea el grado de presencia que atribuya a este otro. Toda enunciación es, explícita o implícita, una alocución, postula un alocutario” (Benveniste, Problemas II 85). La presencia de este otro obliga al enunciador a considerar su propio mensaje desde la posición del otro, al menos en cuanto hacerse consciente de su destinatario: “Quien escribe también lee su propio mensaje desde el deseo del Otro a quien interpela” (Hozven, “Hacia” 167). Al leer su discurso desde la posición de ese otro, el sujeto de la enunciación “‘escucha’ su propio mensaje, interpretativamente, desde el interlocutor a quien dirige el acto de habla” (167). Así, el discurso no sólo presenta el “punto de vista” personal del enunciador: este también “acomoda” su mensaje para que el destinatario lo pueda leer e interpretar (o, al menos, reconocer la interpelación). Es aquí donde entra en escena la “doble intención significativa” de la enunciación. Toda enunciación comprende, primero, una intención de “expresar” el mensaje por parte del enunciador, y una segunda intención, si- 268 MIGUEL ENRIQUE MORALES multánea, de comprender el mensaje desde la recepción –esperada– por parte del receptor. En La raza cósmica, Vasconcelos instaura dos otros para su mensaje: los mexicano-latinoamericanos y los estadounidenses. A primera vista, estos dos otros están situados en niveles distintos dentro del texto vasconceliano: los mexicanos y latinoamericanos corresponden a los emisores de su mensaje; los estadounidenses, en cambio, representan al “otro” simbólico, al otro desde quien reconocen y construyen una identidad nacional y continental mediante la constatación de la diferencia cultural. Así, el mexicano-latinoamericano sería el locutor de la enunciación de La raza cósmica, que se reconoce como tal contrastiva y discordantemente, desde su diálogo complementario con el estadounidense que constituye su alocutor. La figuración anterior de la enunciación vasconceliana coincidiría con la visión de La raza cósmica de que es un texto que plantea una dicotomía entre un “nosotros” mexicano-latinoamericanos y un “ustedes” norteamericanos. Dicha explicación –que, a nivel simbólico, suscribo– igual deja sin respuesta la pregunta acerca del uso de la retórica estadounidense en la profecía cósmica. Si Vasconcelos se dirigía a los latinoamericanos en general y a los mexicanos en particular, ¿por qué insiste en el uso de los significantes del discurso norteamericano para configurar tanto una identidad “nuestra” y una misión latinoamericana (la “misión étnica”)? ¿Por qué apelar a un universo simbólico sólo reconocible para los norteamericanos? Es aquí donde debemos dar otra vuelta de tuerca a la doble intención significativa de la enunciación de Vasconcelos. En La raza cósmica, el norteamericano es un alocutorio ambivalente: por un lado, es el “rival”, el otro a partir del cual se construye una identidad diferenciada; por otro, es un posible complemento para las intenciones políticas coyunturales del Ulises mexicano. Al apelar a la retórica del discurso norteamericano, Vasconcelos no sólo busca diferenciarse del estadounidense: también espera su apoyo en el proyecto de raza cósmica, su integración y aceptación de este “ideal noble”. Por supuesto que esta búsqueda de apoyo no se limita sólo al proyecto trascendental de la raza cósmica: también guarda relación con el contexto histórico y político en el cual Vasconcelos enunciaba su discurso. Como queda de manifiesto en las conferencias que dicta en la Universidad de Chicago en 1926, al publicar La raza cósmica en ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 269 1925 el educador mexicano ya tenía en mente servirse de este libro como una plataforma comunicativa de una campaña política por venir4. Para lograr el éxito en su futura campaña, el educador mexicano busca el apoyo político de personalidades estadounidenses. Y qué mejor modo de lograr ese apoyo que figurando su proyecto de una futura raza cósmica –de la cual México sería la fase embrionaria– con un lenguaje familiar para los norteamericanos. Vasconcelos blandió una retórica donde puso en escena varios de los ideales “nobles” que la sociedad norteamericana buscaba, hace siglos, expandir a los demás pueblos: la libertad y la democracia. “No hay un solo norteamericano pensante que desee un dictador en su propio país. No hagamos a otros lo que no nos gustaría que nos hagan” (La otra raza 108). En este sentido, el uso de la retórica política estadounidense por parte de Vasconcelos no se limita a una estratagema oratoria, donde estos significantes aspiran a ser reconocidos por los norteamericanos como un modo de interpelación. También constituye una piedra capital en la estructuración del argumento civilizador y redentor de La raza cósmica. Cuando Vasconcelos apela a la necesidad de regenerar un mundo “corrompido” para lograr la libertad, rearticula y actualiza el ideal norteamericano de regenerar Europa y también toda la humanidad: “Los mismos blancos, descontentos del materialismo y de la injusticia social en que ha caído su raza, la cuarta raza, vendrán a nosotros para ayudar en la conquista de la libertad” (La raza 21, énfasis mío). La enunciación de Vasconcelos, por tanto, no sólo apela a los mexicanos, sino también a los estadounidenses. Y esto, porque toda enunciación tiene, como veíamos, una “doble intención significativa” (Hozven, “Hacia” 167). Vasconcelos, como sujeto de la enunciación, se “escucha” muy bien a sí mismo: al dirigir su mensaje al norteamericano, debía saber cómo comunicarse con él. Y vaya que 4 Recordemos, como ha informado Enrique Krauze, que ya en 1924 Vasconcelos había intentado contender en la esfera política. En dicha ocasión, su intención fue obtener la gobernación de Oaxaca. “Vasconcelos quiso ser el candidato a la presidencia [en la contienda de 1924], pero los militares Obregón y Calles tenían otros planes. Renunció a la secretaría, contendió y perdió en los comicios para gobernador de Oaxaca, y partió al exilio” (Redentores 91). 270 MIGUEL ENRIQUE MORALES sabía cómo hacerlo5: “Se trata, en el fondo, de una apelación pro domo sua al gobierno y la opinión norteamericanos, pidiendo un corte histórico en el apoyo a las dictaduras y una ayuda efectiva y respetuosa a los movimientos democráticos en el continente” (Krauze, Mexicanos 101). José Antonio Aguilar Rivera, a propósito de las conferencias dictadas en Chicago –traducidas, por la similitud de temas tratados, como La otra raza cósmica–, ha destacado el uso del lenguaje político norteamericano por parte del Ulises criollo: “La capacidad de Vasconcelos para entender y manipular el lenguaje político de los norteamericanos es admirable. La dicotomía sociedad/buenas, grandes capitalistas/malos, tocaba una vena populista que estaba a flor de piel” (La sombra 34). En la enunciación de los significantes caros al discurso político norteamericano, Vasconcelos, con una misma bala, ataca dos objetivos: por un lado, granjearse el apoyo de los norteamericanos; por otro, eslabonar un proyecto social que –al menos a nivel simbólico– incorpore objetivos caros a la ideología política estadounidense. El uso de esta retórica norteamericana, por 5 La búsqueda del apoyo político de los estadounidenses, por parte de Vasconcelos, se articula sobre la base de la dicotomía dictadura/democracia, militar/filósofo. En una crítica aguda hacia la historia política latinoamericana, y sobre todo al contexto de la Revolución mexicana, Vasconcelos plantea que ha llegado la hora de que en América Latina el militar sea sustituido por un civil ilustrado (cf. Blanco 128). Esto podría, al fin, traer la democracia a América Latina, una democracia similar a la de Estados Unidos: “La prolongada lucha entre la forma militar de gobierno […] a través de la voluntad de un solo hombre, y la forma europea, democrática de gobierno, aún continúa en nuestros países. Nunca erradicaremos la revolución mientras no nos deshagamos del gobierno unipersonal” (Vasconcelos, La otra raza 98); “Así que tengo derecho a decir a todos los defensores del régimen de hierro, a todos los creyentes del mandato personal y el caudillismo: si no quieren ver otro ciclo de revolución y caos, tal como el que ahora atraviesa México, no concedan asistencia alguna al engrandecimiento personal de ningún Porfirio Díaz, ya sea espurio o auténtico, porque cada Porfirio Díaz está destinado a traer una nueva era de odio, destrucción y caos” (91). La pregunta a la que responde Vasconcelos es “¿quién puede reemplazar mejor a un caudillo militar que un letrado en la tarea de implantar la democracia?” Su respuesta es clara: el filósofo, como él: “siempre se requiere” un hombre letrado “para reformar un país. Los no preparados, los semi-letrados, los hombres que comienzan a leer cuando están en el gobierno, no pueden más que perpetuar el sincronismo siempre recurrente del terrorismo y la anarquía” (98). ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 271 tanto, no es inocente: Vasconcelos tiene en cuenta a los norteamericanos en su enunciación. Son, en el fondo, sus otros alocutarios. II.2. Enunciación y escisión simbólica del sujeto subalterno Vasconcelos, como ha señalado Aguilar Rivera, manipulaba muy bien el lenguaje político norteamericano. Si el despliegue de esta retórica en las conferencias en Chicago responde a un objetivo pragmático no explícito –obtener apoyo–, el conocimiento de dicho discurso político no tiene nada de oportunista. En efecto, Vasconcelos conocía de primera fuente este universo simbólico. En sus años de escuela en Eagle Pass, se había familiarizado –de modo conflictivo e invasivo– con esta retórica política. Es esta veta la segunda respuesta posible al uso de la retórica norteamericana en la enunciación de Vasconcelos en La raza cósmica. Aquí, acudo al giro que la teoría poscolonial realiza del concepto benvenistiano de enunciación a la luz de la experiencia del sujeto subalterno. En una sociedad medianamente homogénea –como lo son o aspiran a serlo las sociedades “soberanas”–, el mundo simbólico y social se organiza bajo el predominio de una sola lengua, compartida por la mayoría de los habitantes del Estado-nación. En una sociedad colonial o poscolonial, en cambio, hay dos “lenguas”, dos visiones de mundo que chocan y se determinan una a otra en distintos niveles. Los dos “mundos” también corresponden a los dos tipos de sujetos que habitan esta sociedad: el colonizador y el colonizado. A este último se le denomina sujeto subalterno. La característica esencial de la experiencia subalterna es el habitar entre dos culturas a la manera de un encabalgamiento: una hegemónica, autorizada, a la que de un modo u otro se desea pertenecer o ingresar, y otra subordinada, repetidora, marginal, a la que se pertenece por razones étnicas, religiosas, económicas o sociales que no se han escogido (Hozven, “Convergencias” 57). El sujeto subalterno está habitado por una “diferencia”, que es el modo en que resiente esa otra lengua hegemónica (62). Así, el sujeto subalterno es un ser culturalmente híbrido, habitado por dos o más “códigos simbólicos”. Benveniste señala que el sujeto como tal se constituye por el lenguaje; por tanto, al momento de decir “yo”, lo hace dentro de un código cultural determinado, que es la lengua. Pues bien: es en la 272 MIGUEL ENRIQUE MORALES enunciación del sujeto subalterno donde se exterioriza el “choque” de lenguas, de códigos culturales heredados. Estos historizan e ideologizan al sujeto. De aquí que se hable del sujeto subalterno como un sujeto híbrido. Dicha dualidad cultural que batalla en su universo simbólico se manifiesta en su enunciación. Estos dos códigos culturales representan la lucha entre dos términos de un antagonismo: uno hegemónico (la cultura colonizadora) y otro subalterno (la cultura colonizada). La implicancia fundamental de la hegemonía de una cultura sobre la otra radica en que en el discurso público los significantes predominantes serán los del lenguaje del “invasor”. Y, con esto, la representación y comprensión del mundo que se impondrá (o intentará hacerlo) es la del sujeto colonizador: “The representations, the ‘conceptions of the world,’ and the formation of subjectivity within those representations are, then, the fundamental elements in establishing colonial dominance” (Castro-Gómez 265). Al proceso de establecer una forma de comprender el mundo (la del colonizador) en desmedro de otra (la del colonizado), Gayatri C. Spivak lo denominó “violencia epistémica”: “an alien legal system masquerading as law as such, an alien ideology established as the only truth, and a set of human sciences busy establishing the ‘native’ as self-consolidating other” (205). Según José Rabasa, “la violencia epistémica se ejerce a partir de los criterios valorativos que excluyen el saber de los grupos subalternos y las mediaciones intelectuales sin las cuales el habla del subalterno no logra ser posible” (222). Cuando el sujeto subalterno colonial y poscolonial logra hablar –o, diría yo, logra ser escuchado–, no lo hace desde la lengua de su filiación “de sangre”, esto es, la lengua de sus padres. Como sujeto sometido al predominio de la cultura “invasora”, sus códigos culturales serán predominantemente los de la lengua dominante. Esta violencia epistémica en la lengua a través de la cual se representa y organiza el mundo simbólico, junto con su condición de sujeto perteneciente a otra cultura, una cultura silenciada, provocan una tensión en el sujeto subalterno. Tensión cultural que lo convierte en un ser escindido simbólicamente entre estos dos “códigos culturales”, dos formas de comprender el mundo antagónicas: es “víctima de la coexistencia de certezas y exigencias opuestas pero igualmente necesarias” (Hozven, “Convergencias…” 63). Esta coexistencia se revela a través de su enunciación. ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 273 Dicho todo esto, podemos considerar que Vasconcelos recurre a la retórica del Destino Manifiesto y la Misión norteamericana porque él mismo es un sujeto simbólicamente híbrido y escindido. Sí, Vasconcelos no creció en una sociedad poscolonial a la manera de los pueblos de África o la India, a partir de los cuales se desarrolló la teoría del sujeto subalterno. Sin embargo, de niño vivió en la frontera entre México y Estados Unidos. Este ir y venir entre su casa en México y su escuela en Estados Unidos, lo convirtió –en la nomenclatura de Néstor Garcían Canclini y los Border Studies– en un sujeto culturalmente híbrido: por un lado, crecía al alero de los significantes de su cultura “filial”, la de su familia, encargada de transmitirle el mundo simbólico de su nación, México; por otro, se educaba en la cultura “extranjera”, foránea, la de Estados Unidos, una cultura, por lo demás, experimentada como invasora y agresora para el niño crecido en la añoranza de su patria. El “ir y venir” entre estas dos culturas configura una experiencia “subalterna” en Vasconcelos. Esta experiencia no sólo lo convierte “en bilingüe”, sino que también implanta en su conciencia “un marco de referencia dual, por no decir bicultural” (Brading 194). Es este marco bicultural el que se fuga en la enunciación de Vasconcelos en La raza cósmica. Al recurrir a la retórica política y cultural norteamericana, Vasconcelos da cuenta de este hibridismo y esta escisión simbólica que lo habita. Estados Unidos no es sólo el país “identitariamente” diferente a México: es también, y sobre todo, la “diferencia” que habita dentro del propio Vasconcelos educado en una escuela norteamericana. Si aceptamos esta hipótesis, entonces podemos señalar que cuando Vasconcelos despliega la retórica del Destino Manifiesto y la imagen de la “Misión”, lo que hace es dar cuenta de su propia escisión, aquella que marca su “experiencia subalterna” durante la infancia. Colofón Queda –por ahora6– una interrogante por resolver: ¿hay contradicción entre postular el recurso de la retórica política norteameri6 Son varias las preguntas que, tras este análisis, quedan por resolver. En virtud de la extensión de este artículo, me he limitado solo a este aspecto del uso de la retórica política norteamericana por parte de Vasconcelos. En otra 274 MIGUEL ENRIQUE MORALES cana como una acción consciente (en cuanto estrategia política) y una acción inconsciente o, cuando menos, inevitable (respecto a la escisión simbólica de Vasconcelos)? No existe contradicción. De hecho, ambas respuestas sobre el uso de la retórica política estadounidense se complementan. La escisión simbólica propuesta para explicar el uso reiterado de las imágenes políticas norteamericanas permite dar cuenta de la manera en que la experiencia subalterna de infancia de Vasconcelos configuró su universo simbólico, tanto en la dimensión política como en la cultural y social. Más allá del “odio” hacia Estados Unidos a nivel identitario, por un lado, y de cuán liberal es o no es la ideología política vasconceliana en los años 20, por otro, lo cierto es que la retórica política norteamericana constituye uno de los núcleos de su formación intelectual y cultural. No es de otro modo que podemos leer el reclamo de que “nos hemos educado bajo la influencia humillante de una filosofía ideada por nuestros enemigos” (La raza 29; Supra). Vasconcelos no se refiere sólo al positivismo spenceriano y al darwinismo difundidos en México durante el Porfiriato, sino también a su propia educación en la escuela norteamericana. Así, cuando el Ulises acude al discurso de la Misión y el Destino Manifiesto para interpelar a los estadounidenses y figurar su proyecto cósmico, instrumentaliza con un fin utilitario-electoral ese mismo discurso que él tenía inscrito –de modo conflictivo– en su universo simbólico. parte he desarrollado una segunda veta importante del uso vasconceliano de esta retórica: la preeminencia de una concepción política universalista e imperialista, amparada en la creencia en la civilizadora propia del colonialismo europeo, por un parte, y la taxonomía de los diferentes tipos humanos según un criterio racista, por otro. Dicha concepción política de Vasconcelos se explica, en gran parte, por la experiencia subalterna de Vasconcelos así como por sus preocupaciones y presunciones filosóficas. En este sentido, el Ulises mexicano suscribe gran parte de los postulados epistemológicos eurocentristas en la construcción de la otredad, tanto del otro norteamericano como del otro indígena y negro. Para más detalles, consúltese mi breve ensayo “Racismo, universalismo imperialista y proto-totalitarismo en La raza cósmica: apostillas sobre la cuestión decolonial en Vasconcelos” (aceptado por Revista Hispamérica), donde desarrollo este tema así como discuto la tesis de Ignacio Sánchez Prado, según la cual La raza cósmica sería, a nivel semiótico e ideológico, “un acto simbólico de descolonización epistemológica” (180). ENUNCIACIÓN, ESTRATEGIA ELECTORAL Y SUBALTERNIDAD 275 Vasconcelos era un orador y un predicador astuto. Aunque desmesurada, la enunciación de Vasconcelos en La raza cósmica tiene bien puestos los pies sobre la tierra. Y en 1925, en medio de su anuncio del advenimiento de la era estética, Vasconcelos no pierde de vista su objetivo personal más deseado: alcanzar la presidencia. Qué mejor modo, piensa entonces, que ganarse el apoyo político de los enemigos simbólicos de su proyecto político: los Estados Unidos. Sin el apoyo de Estados Unidos, el gobierno de Plutarco Elías Calles sufriría de gran descrédito internacional. Sin dudas el ideal estético vasconceliano era absolutista, ahistórico e incluso fantasioso; sin embargo, su enunciación –la apropiación de la lengua dentro de un circuito de interlocución concreto– era histórica, pragmática y muy realista. La estética –su dimensión ideal– es el lugar para lo desinteresado. La estética es la dimensión de la vida humana antagónica al materialismo sajón. No así la política. Después de todo, para llegar a la era estética –la tercera y final etapa de la humanidad según la clasificación histórica vasconceliana–, antes había que pasar por la política. Desmesurado, absolutista, maniqueo en lo simbólico, el Ulises era muy fino y agudo en lo político. BIBLIOGRAFÍA CITADA Aguilar Rivera, José Antonio. La sombra de Ulises. Ensayos sobre intelectuales mexicanos y norteamericanos. México, DF: Miguel Ángel Porrúa/ CIDE, 1998. Benveniste, Emile. Problemas de lingüística general I. 1966. Trad. Juan Almela. México, DF: Siglo XXI, 2011. —. Problemas de lingüística general II. 1974. Trad. Juan Almela. México, DF: Siglo XXI, 2011. Blanco, José Joaquín. Se llamaba Vasconcelos. Una evocación crítica. 1977. México, DF: FCE, 1993. Brading, David. A. Mito y profecía en la historia de México. 1984. Trad. Tomás Segovia. México, DF: FCE, 2013. Castro-Gómez, Santiago. “(Post)Coloniality for Dummies: Latin American Perspectives on Modernity, Coloniality, and the Geopolitics of Knowledge”. Trad. Rosalía Bermúdez. En Coloniality at Large: Latin America and the Postcolonial Debate. Mabel Moraña, Enrique Dussel y Carlos Jáuregui, eds. Durham: Duke UP, 2008. 259-283. Cruise O’Brien, Conor. God Land. Reflections on Religion and Nationalism. Cambridge: Harvard UP, 1988. Domínguez Michael, Christopher. Tiros en el concierto. Literatura mexicana del siglo V. 1997. México, DF: ERA, 1999. 276 MIGUEL ENRIQUE MORALES Hozven, Roberto. “Hacia una teoría sobre dos cohesiones simbólicas negativas en el ensayo chileno”. Anales de literatura chilena 16 (2011): 155-177. ---. “Convergencias y divergencias en torno al concepto de subalternidad”. Anales de literatura chilena 29 (2001): 55-68. Kagan, Robert. Dangerous Nation. America’s Foreing Policy from Its Earliest Days to the Dawn of the Twentieth Century. New York: Vintage Books, 2006. Krauze, Enrique. Redentores. Ideas y poder en América Latina. Nueva York: Vintage Español, 2011. —. Mexicanos eminentes [1999]. México, DF: Tusquets Editores, 2007. Merk, Frederick. Manifest Destiny and Mission in American History [1965]. Cambridge: Harvard UP, 1995. Rabasa, José. “Poscolonialismo”. Diccionario de estudios culturales latinoamericanos. Mónica Szurmuk y Robert Mckee Irwin, coords. México, DF: Siglo XXI/ Instituto Mora, 2009. 219-223. Sánchez Prado, Ignacio. “El mestizaje en el corazón de la utopía: La raza cósmica entre Aztlán y América Latina” [2009]. Intermitencias americanistas. Estudios y ensayos escogidos (2004-2010). México: Dirección de Literatura, UNAM, 2012. 165-188. Spivak, Gayatri Chakravorty. A Critique of Postcolonial Reason [1999]. Cambridge: Harvard UP, 2003. Todorov, Tzvevan. El miedo a los bárbaros. Más allá del choque de civilizaciones. Trad. Noemí Sabrogués. México, DF: Galaxia Gutenberg, 2013. Vasconcelos, José. Memorias I. Ulises Criollo y La Tormenta [1936]. México, DF: FCE, 1993. —. La otra raza cósmica [1926]. Trad. Heriberto Yépez. México, DF: Almadía, 2010. —. La raza cósmica [1925]. México, DF: Porrúa, 2012.