Por una arqueología agraria
Perspectivas de investigación sobre espacios de
cultivo en las sociedades medievales hispánicas
Helena Kirchner
(Ed)
BAR International Series 2062
2010
This title published by
Archaeopress
Publishers of British Archaeological Reports
Gordon House
276 Banbury Road
Oxford OX2 7ED
England
bar@archaeopress.com
www.archaeopress.com
BAR S2062
Por una arqueología agraria. Perspectivas de investigación sobre espacios de cultivo en las
sociedades medievales hispánicas
© Archaeopress and the individual authors 2010
ISBN 978 1 4073 0553 0
Printed in England by Blenheim Colour Ltd
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122 Banbury Road
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DE LA ARQUEOLOGÍA AGRARIA A LA ARQUEOLOGÍA DE LAS ALDEAS MEDIEVALES
Juan Antonio Quirós Castillo1
Universidad del País Vasco
hace en las casas o de su almacenamiento, además de
precisar en algunos casos de qué producto se trata.
Pero el resto solo puede ser buscado en los mismos
campos donde se desarrollaron los procesos de
trabajo (Barceló 1995: 64).
1. Introducción
Una de las limitaciones más importantes con las que se
han encontrado los arqueólogos que estudian el
campesinado medieval en el norte peninsular ha sido
poder analizar las estructuras agrarias de este período con
el fin de comprender las formas de poder ejercidas por las
élites y las lógicas productivas utilizadas por las propias
comunidades campesinas a la hora de construir y
modificar el paisaje como producto social.
Pese a la contundencia de estos postulados, en el norte
peninsular no se han llevado a cabo debido a que no
solamente ha faltado una arqueología agraria, sino que en
general tampoco se han analizado de forma sistemática
los espacios de residencia (Quirós Castillo 2007) ni se ha
desarrollado una arqueología rural en su sentido pleno.
Frente a la visibilidad que presentan los espacios
irrigados andalusíes, los paisajes agrarios del norte
peninsular son mucho más opacos y no se prestan a una
fácil sistematización. Los procesos de concentración
parcelaria, la naturaleza de las infraestructuras agrarias
antiguas –difíciles de datar o de relacionar con otros
elementos del paisaje- o el supuesto carácter “tradicional”
y estático de los paisajes explican en buena medida que,
salvo excepciones muy puntuales, no se haya
desarrollado una arqueología agraria en sentido pleno. Y
aunque no han faltado las buenas preguntas (Fernández
Mier 1999), no siempre ha sido posible encontrar las
respuestas.
Este panorama tan sombrío se ha visto totalmente
modificado en los últimos años gracias a toda una serie
de trabajos que han permitido, para empezar, dotarnos de
una batería de instrumentos metodológicos y de
protocolos de actuación para reconocer y analizar las
estructuras agrarias medievales conservadas (ver Vigil,
Ballesteros, Fernández Mier en este volumen).
Varias son las circunstancias que se encuentran detrás de
esta renovación, pero entre otras, hay que señalar el
impulso que ha supuesto la intervención en espacios
rurales en el marco de la gestión de la destrucción del
patrimonio, y la conceptualización (tardía en el contexto
europeo) de la aldea como objeto de análisis arqueológico
en todo su significado.
Entre los cuestionarios de investigación más sólidos
formulados en los últimos años hay que señalar los
planteados por M. Barceló a la hora de formular las bases
teóricas para que se desarrollase una verdadera
arqueología agraria. Hace ya unos años este autor
señalaba que
Como consecuencia de estas prácticas se han construido
herramientas metodológicas para poder estudiar los
espacios agrarios y ha sido posible abordar su análisis
desde nuevas perspectivas. Concretamente, la excavación
en áreas extensas de grandes superficies que iban a ser
destruidas ha llevado a intervenir contemporáneamente
tanto en zonas densas de anomalías arqueológicas
(especialmente áreas domésticas), como en espacios
productivos caracterizados por una menor intensidad de
anomalías (como son los sistemas de terrazas, espacios
arados) o por su misma ausencia (zonas vacías
identificables como campos de cultivo o huertos; zonas
de trillado y de tratamiento de los productos agrarios,
etc.). De esta manera ha sido preciso redefinir el concepto
mismo de yacimiento rural, puesto que la separación
conceptual entre zonas de producción y zonas de
residencia no es neta ni operativa a la hora de comprender
las prácticas agrarias.
es la hora, pues, de la arqueología, pero de una
arqueología refundada, que tenga por objeto
principal los campos de trabajo campesinos en todas
sus dimensiones sociales para poder llegar a
establecer el sentido y las cronologías de la erosión
constante de su autonomía….(la) arqueología de las
zonas de residencia no basta para revelar la lógica de
la producción impuesta por los feudales a través de la
renta, ni permite poder, finalmente, acceder a la
comprensión de los sistemas de técnicas mediante los
cuales los campesinos llevan a cabo sus procesos de
trabajo, ni tampoco permite, en consecuencia,
evaluar los grados de mediación a que son sometidos
por la exigencia de la renta. La arqueología de las
zonas de residencia, para esta cuestión, puede ofrecer
a lo sumo imágenes imprecisas del paso de los
productos por ellas, de su elaboración cuando ésta se
Tal y como hemos planteado recientemente en otra sede
(Quirós Castillo 2009), esta dicotomía ha de ser superada,
puesto que no es el objeto de trabajo el que condiciona
los resultados, sino el cuestionario de investigación y el
marco teórico que se utiliza. La redefinición en términos
paisajísticos y sociales de los sistemas de aldeas como
territorios que integran distintas dedicaciones,
funcionalidades, percepciones e identidades, comporta de
forma automática un replanteamiento de los protocolos
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
" " Grupo de Investigación en Arqueología Medieval y Postmedieval.
Área de Arqueología. Universidad del País Vasco, C/ F. Tomás y
Valiente s/m, 01006 Vitoria-Gasteiz, quiros.castillo@ehu.es. Trabajo
realizado en el marco del proyecto de investigación HUM2009-07079
financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia en el ámbito del
Plan Nacional de I+D+I titulado “La formación de los paisajes
medievales en el Norte Peninsular y en Europa: Agricultura y ganadería
los siglos V al XII”."
な
11
POR UNA ARQUEOLOGÍA AGRARIA
de intervención y de los objetivos de investigación. El
estudio de los registros bioarqueológicos pueden
proporcionar apéndices aparentes en la edición de una
memoria de excavación, o pueden convertirse en
informaciones básicas para comprender las lógicas
agrarias seguidas por las comunidades campesinas de
forma mucho más eficaz que a través de la
documentación de los lugares donde ha tenido lugar dicha
producción agraria.
2. Un cuestionario de trabajo sobre los paisajes
rurales medievales
Los estudios de historia rural referidos al norte peninsular
en época medieval cuentan con una importante
trayectoria que recientemente ha sido sintetizada por J. A.
García de Cortazar y P. Martínez Sopena (García de
Cortázar, Martínez Sopena 2008).
Sin embargo, hay dos aspectos sustanciales que
caracterizan esta línea de trabajo; por un lado, que estos
trabajos se han realizado únicamente a partir de los
testimonios escritos, lo que ha comportado -entre otras
muchas cosas- que contemos con trabajos de una cierta
solidez únicamente a partir del siglo X, cuando se
dispone de series documentales significativas para
analizar los espacios rurales. Por otro lado, hay que
señalar que los estudios de historia agraria han quedado
englobados en aproximaciones más amplias a la historia
rural, de tal manera que aspectos básicos como la
estructura económica, el equipamiento técnico o la
organización del trabajo en el mundo rural son
argumentos prácticamente desconocidos (García de
Cortázar, Martínez Sopena 2008: 124-125). Estos
silencios, así como la naturaleza de los aparatos teóricos
han comportado tensiones y conflictos entre los distintos
autores que han tratado la historia rural. Así por ejemplo
en períodos como la Alta Edad Media llama la atención la
existencia de distintos paradigmas, en ocasiones
contradictorios, a la hora de explicar las transformaciones
de los espacios rurales.
Otra importante novedad que se ha producido en los
últimos años ha sido la multiplicación de estudios
paleoambientales realizados a partir del registro polínico
que, por primera vez, prestan una atención específica a
las secuencias de época histórica. Con anterioridad los
niveles superiores de las columnas raramente eran
datados o venían analizados con la misma exhaustividad
que los materiales de otros períodos históricos. De esta
manera, en pocos años contamos con una serie de
estudios sobre el período medieval en el norte peninsular
muy significativos.2 Aún, la densidad de estos análisis es
baja, y suelen realizarse en turberas o prados húmedos
situados con mucha frecuencia en zonas elevadas, por lo
que es difícil extraer síntesis territoriales significativas.
Será preciso en los próximos años aumentar los
muestreos, especialmente en los propios yacimientos
arqueológicos, para construir una red de inferencias
significativas de carácter paleoclimático y de
transformaciones de los paisajes vegetales.
Teniendo en cuenta estos planteamientos, uno de los
primeros pasos que habrá de realizarse es formular
explícitamente una agenda de investigación que oriente y
ordene las estrategias de intervención arqueológica
(espacio desbrozado respecto al excavado; sistema de
muestreo de los depósitos y de la flotación; prioridades a
la hora de gestionar plazos y recursos disponibles;
tratamiento dado a los registros bioarqueológicos, etc.),
que son las que condicionan los resultados del proyecto
arqueológico.
En estas circunstancias, construir el registro arqueológico
precisa de una agenda inicial de investigación sólida y
explícitamente formulada que permita ordenar y orientar
las líneas de trabajo.
En esta ocasión señalaremos tres temáticas que se están
estudiando en el marco de la actividad de nuestro grupo
de investigación, referidas sustancialmente al período
altomedieval, aunque su análisis requiere de una
aproximación diacrónica más amplia.
En esta ocasión se van a presentar brevemente algunas de
las premisas iniciales que se están siguiendo en un
proyecto de investigación dedicado al estudio de los
paisajes rurales en el norte peninsular en la Alta Edad
Media, que pone el acento en el análisis de las prácticas
agrícolas y ganaderas. De forma previa se expondrán los
ejes temáticos en torno a los cuales se organiza esta
investigación, para presentar a continuación un avance de
los resultados obtenidos, ciñéndonos en esta ocasión a los
espacios agrarios identificados en el territorio alavés, y de
forma aún más específica, en un yacimiento concreto.
2.1. Agricultura y ganadería en la Alta Edad Media
Uno de los paradigmas dominantes en el análisis de los
paisajes y las sociedades altomedievales del norte
peninsular ha sido el de acentuar el peso que la actividad
ganadera habría tenido sobre la agricultura. Y aunque en
algunos trabajos recientes se señala la existencia de
diferencias geográficas significativas entre el sector
cantábrico y la cuenca del Duero (Clemente Ramos 2008:
258-262), la estructura económica altomedieval se
caracterizaría por el predominio de la ganadería y la
agricultura seminómada (Barbero, Vigil 1978: 370), de
tal manera que solamente la introducción de pautas
culturales del área mediterránea habría provocado el
desarrollo de la agricultura y la fijación de las redes de
aldeas hacia el siglo X (García de Cortazar 1988: 24).
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
" Sin pretender ser exhaustivos, contamos con análisis en La Armuña
(Ariño. Riera, Rodríguez Hernández 2002), Sierra de Gredos (López et
al. 2009), en la cuenca de Duero (Blanco González et alii 2009),
sectores Gallegos (Ramil Rego 1993; Criado et al. 2003; Muñoz
Sobrino et alii 2005), Asturias (López Merino 2006) o el País Vasco
(Hernández Beloqui, Iriarte Chiapusso 2009) entre otros. Una síntesis
para el sector mediterráneo reciente es la de Riera 2008."
に
A la hora de valorar estas posiciones es importante
señalar que existe una diferencia respecto a la
12
"
JUAN ANTONIO QUIRÓS: DE
LA ARQUEOLOGÍA AGRARIA A LA ARQUEOLOGÍA DE LAS ALDEAS MEDIEVALES
importancia que otorgan a la ganadería o a la movilidad
de las aldeas los especialistas en los siglos finales de la
Alta Edad Media frente a las posiciones mucho más
matizadas que utilizan los especialistas de los siglos
visigodos (García Moreno 1991; Díaz Martínez 2007:
492-499).
Hay algunos registros arqueológicos que sostienen la
existencia de este patrón de cambio económico en el
curso de la Alta Edad Media. En ámbito europeo, el
análisis de los espacios agrarios y los estudios
bioarqueológicos más recientes sugieren que hacia el 700
tuvo lugar un cambio relevante en las formas de gestión
de la tierra en sectores británicos (Rippon et al. 2006).
También en Francia se observa hacia el siglo VIII un
desarrollo de la actividad agrícola que ha sido definido
más en términos de intensificación que de introducción
de nuevas prácticas (Durand, Leveau 200: 240).
Una segunda vía que apoya esta lectura de la estructura
económica altomedieval se ha desarrollado a partir de los
análisis polínicos realizados en varios sectores del norte
peninsular. Estudios paisajísticos y paleoambientales
realizados especialmente en turberas o prados húmedos
no siempre próximos a las aldeas altomedievales han
mostrado formas de deforestación que se han querido
poner en relación con un crecimiento de la actividad
ganadera (Lewit 2009: 89-90).
No obstante hay algunos aspectos que deben abordarse
para comprender la entidad y el significado de estas
transformaciones.
En primer lugar hay que señalar que existe una fuerte
variabilidad geográfica a la hora de analizar las
transformaciones de la actividad agrícola altomedieval, lo
que dificulta establecer generalizaciones tan netas. Los
patrones que encontramos en la cuenca del Duero, Galicia
o el País Vasco, por ejemplo, presentan diferencias muy
significativas entre sí (Quirós Castillo, Vigil-Escalera
2007).
Esta constatación choca aparentemente con la masiva
presencia de silos para el almacenaje de cereales y
leguminosas y la existencia de sólidos indicadores de una
intensa actividad cerealícola en las aldeas altomedievales.
Aunque estemos en un estadio inicial en la
sistematización de registros faunísticos, carpológicos,
antracológicos y polínicos en el norte peninsular, los
datos resultantes muestran el predominio de una
integración entre una ganadería estante y una agricultura
diversificada. Para resolver esta contradicción tendremos
que analizar en el futuro la generalización de este modelo
y su extensión diacrónica y espacial.
En segundo lugar, los indicadores que podemos utilizar
para comprender los ritmos de crecimiento y contracción
de la actividad agraria en la Alta Edad Media son, en
ocasiones, de difícil lectura. Ni la formación de las redes
de aldeas ha de explicarse necesariamente en términos de
intensificación o crecimiento agrario (puesto que en
muchos sectores del norte peninsular las redes de aldeas
surgen en los siglos VI y VII), ni la presencia masiva de
silos y de indicadores de actividades agrícolas en estas
primeras aldeas permite caracterizar las ocupaciones
posteriores en términos de crecimiento neto. De hecho,
creemos que en muchas ocasiones los indicadores del
crecimiento agrario de los siglos VIII o IX o X se han
basado en una minusvaloración de la estructura
productiva previa.
Por otro lado, tenemos la impresión de que el papel de la
actividad ganadera debe tener un significado social y
económico mucho más complejo. La lógica ganadera
especializada que recogen muchos documentos
altomedievales a partir del siglo IX es ajena a las
comunidades campesinas, y refleja más bien pautas de las
élites que generan paisajes distintos y opuestos a los de
las aldeas.
Formular adecuadamente este cuestionario de
investigación se nos antoja como un objetivo estratégico
fundamental ya que, otras experiencias europeas que
cuentan con un mayor número de evidencias
bioarqueológicas, muestran como los paradigmas
historiográficos y los pocos registros textuales
conservados han condicionado la interpretación de los
registros bioarqueológicos (Petra 2000).
En tercer lugar, es necesario hacer una caracterización
adecuada en términos técnicos y operativos de este
crecimiento. Recientemente L. Zapata ha abordado la
cuestión preguntándose si esta intensificación debería de
entenderse en términos de ampliación de la superficie
cultivada, de introducción de innovaciones técnicas que
permitirían mejorar los rendimientos o aprovechar
terrenos pobres, o si, únicamente, nos encontraríamos en
presencia de una intensificación de la producción. Para
dar respuesta a estas preguntas, esta autora señala siete
indicadores arqueobotánicos principales, a los que
deberían de añadirse igualmente aspectos vinculados al
estudio de las infraestructuras agrarias o a las variaciones
en la cabaña ganadera (Zapata 2008: 128-131).
2.2. Intensificación de la producción y cambio social
Directamente relacionado con el problema anterior, otra
de las temáticas fundamentales que ha caracterizado la
historia rural europea ha sido la de secuenciar los
períodos de crecimiento y contracción de la actividad
agraria como motor de cambio y forma de explicación de
transformaciones sociales más profundas. A partir de los
trabajos clásicos de G. Duby (1962), que situaba el
arranque de la reactivación económica en el siglo X, son
muchos los autores que han modificado esta propuesta,
anticipando al siglo IX o al siglo VIII el primer despegue
económico de Occidente (p.e. Toubert 2006: 16).
En cuarto lugar, y este es el aspecto central, el análisis de
procesos como la intensificación agraria precisa de
sujetos sociales. El debate sobre la intensificación y el
cambio social ha sido planteado especialmente por
especialistas en arqueología y antropología prehistórica,
que desde distintas perspectivas han ahondado en la
relación existente entre la intensificación de la economía
13
POR UNA ARQUEOLOGÍA AGRARIA
y el aumento en la complejidad social (Halstead 1989).
Cabe preguntarse si las transformaciones que observamos
en la Alta Edad Media en los paisajes rurales –tanto en lo
que se refiere a la producción agraria como a la
reorganización de las redes de aldeas (Quirós Castillo
2009b)- responden a procesos de afirmación de élites
locales, a qué escala operan estas élites (¿son líderes
aldeanos o élites subregionales?) y qué mecanismos de
dominio del campesinado introducen.
medieval en zonas marginales o de montaña que no son
adecuadas en términos de rentabilidad y eficacia, pero si
de funcionalidad y dominio, constituye un buen ejemplo.
El análisis de todas estas temáticas, y otras que se están
analizando en paralelo, se está realizando tanto a través
de la intervención intensiva y extensiva en yacimientos
arqueológicos rurales, como a través del análisis de los
registros bioarqueológicos que se están recuperando en el
marco de estos trabajos de campo.
2.3. Especialización y orientación de la producción
agraria
En esta sede analizaremos únicamente dos casos de
estudio de espacios agrarios medievales en el marco de
las aldeas medievales alavesas: el análisis extensivo de
los espacios agrarios en la llanada alavesa, y el análisis
intensivo de los espacios agrarios del yacimiento de
Zaballa (Iruña de Oca, Álava).
Tal y como han señalado algunos autores (Barceló 1988:
202 ss.), uno de los instrumentos básicos en los que se
artículo el dominio señorial sobre el campesinado
medieval no fue la extracción de rentas, sino la
reorientación de la producción siguiendo lógicas y
sistemas agrarios ajenos a las propias comunidades. Este
aspecto es muy relevante para historiar en términos
sociales las prácticas agrarias, y además puede ser
detectado a través de distintos registros arqueológicos,
analizando su impacto en términos diacrónicos.
3. Un caso de estudio: los despoblados medievales
alaveses
En los últimos meses se ha iniciado un proyecto que tiene
como fin redelimitar e identificar la red de despoblados y
aldeas medievales alavesas para mejorar y ampliar los
instrumentos de protección del patrimonio arqueológico
en esta provincia.3
En principio, las lógicas productivas que caracterizan las
comunidades campesinas se basan en la diversificación
de la producción como estrategia básica para reducir los
riesgos que comportaría una especialización excesiva
(Halstead, O’Shea 1989: 4). La integración entre distintas
dedicaciones agrarias, la ganadería, la caza y otras
producciones caracterizan el bagaje básico de muchas
sociedades campesinas en la mayor parte de los períodos
históricos. Detectar, por lo tanto, variaciones respecto a
esta tendencia constituye un indicador significativo.
Hasta el momento se han catalogado como despoblados
únicamente aquellas aldeas medievales que han sido
abandonadas a lo largo del tiempo y que pueden ser
identificadas y conocidas a partir de fuentes escritas que
mencionen su existencia durante el período medieval. Es
decir, que contamos con varias aldeas medievales
abandonadas que no han sido catalogadas como
despoblados debido a que, por distintas razones (ausencia
de topónimos antiguos; dificultad para relacionar estos
yacimientos con nombres de pueblos conocidos, etc.), no
habían sido identificadas como pueblos medievales. Con
todo, contamos con un denso listado de despoblados
medievales alaveses recopilado hace unos años por G.
López de Guereñu, que logró identificar unos 304
despoblados (López de Guereñu 1989: 529-588).
Tal y como ha planteado recientemente C. Wickham, uno
de los aspectos más revolucionarios que ha caracterizado
el fin del mundo antiguo y el inicio de la Alta Edad
Media ha sido la transferencia a las comunidades
campesinas de la gestión de la producción agraria
(Wickham 2008: 384-385). Pero el hecho de que la
economía altomedieval sea tendencialmente una
economía poco especializada y que promueva la
diversificación, no quiere decir que no puedan existir
espacios o márgenes en los que se desarrolle una
especialización parcial o haya producciones que superen
el ámbito de las comunidades campesinas. Y aunque su
presencia es muy puntual, o incluso marginal, es
relevante en términos sociales. Así por ejemplo, la
existencia de una presencia anómala de équidos en la
aldea de época visigoda de Gózquez en Madrid se ha
relacionado con la existencia de una producción orientada
a élites externas (Vigil-Escalera 2003). Igualmente el
aumento súbito de la producción de trigo hacia el siglo X
en algunas aldeas alavesas se puede relacionar con
mecanismos sociales ajenos a las prácticas agrarias de las
comunidades campesinas.
Esta abundancia de despoblados medievales en Álava
debe relacionarse con la existencia de un importante serie
de documentos conservados en el archivo de San Millán
de la Cogolla, entre los que destaca un acto del año 1025
conocido como “Reja de San Millán”. Se trata de un
documento que recoge un listado de 305 pueblos
existentes en el sector central de Álava que estaban
obligados a pagar al mencionado monasterio una serie de
rentas que incluyen “rejas” y cabezas de ganado (Ubieto
1964: n. 180). La mayor parte de los pueblos
mencionados siguen habitados en la actualidad y
constituyen el esqueleto básico del poblamiento rural
actual en lugares como la llanada alavesa. Pero hay
también un número significativo de aldeas (102)
mencionadas en este documento que se han abandonado,
y de las cuales es posible reconocer el topónimo y la
ubicación del yacimiento en numerosas ocasiones.
Por otro lado debemos de evitar los actualismos en el
análisis de estas especialidades o en la comprensión de
las lógicas sociales que orientan la producción, ya que no
siempre se persigue la intensificación o el crecimiento en
términos netos. La difusión del viñedo en el período
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
3
Este proyecto ha sido financiado por el Centro de Patrimonio Cultural
Vasco del Gobierno Vasco.
14
"
JUAN ANTONIO QUIRÓS: DE
LA ARQUEOLOGÍA AGRARIA A LA ARQUEOLOGÍA DE LAS ALDEAS MEDIEVALES
FIG. 1: MODELO 3D SOBRE IMAGEN LIDAR DE SANTA LUCÍA DE GUEVARA (ÁLAVA)
Las excavaciones arqueológicas realizadas en estas aldeas
medievales han mostrado que estos yacimientos están
formados predominantemente por estructuras excavadas
en la roca y elementos arquitectónicos efímeros carentes
de cualquier carácter monumental. De hecho, estos
yacimientos no son visibles en superficie, salvo en
aquéllos casos en los que la parroquia de la aldea se ha
conservado como una ermita. Por todos estos motivos, la
mayor parte de estos yacimientos han sido protegidos
mediante la figura legal de la Zona de Presunción
Arqueológica.
En los últimos meses se ha replanteado la estrategia a la
luz de los resultados de las excavaciones intensivas
realizadas en varios despoblados en los últimos años. A
partir del análisis de casos concretos se pudo determinar
que, a pesar del fuerte impacto que ha tenido la
concentración parcelaria en el territorio alavés, era
frecuente la existencia en estos despoblados de espacios
aterrazados situados en la inmediata proximidad de los
espacios domésticos. De hecho, tal y como hemos
analizado en un trabajo reciente, estas terrazas han podido
ser fechadas en la Alta y la Plena Edad Media a partir de
las excavaciones en grandes extensiones de estos
despoblados, demostrando la contemporaneidad existente
entre las estructuras domésticas y los espacios
aterrazados. De esta manera ha sido posible, comprender
la especialidad y la estructura interna de las aldeas
(Quirós Castillo 2009a).
Esta figura legal, creada mediante el decreto 234/1996 de
8 de octubre (BOPV, 23/10/1998), tiene como fin
delimitar y establecer un régimen de protección para las
zonas, solares y edificaciones en las que se tienen
indicios de la existencia de yacimientos arqueológicos.
La definición de más de 5000 zonas de presunción
arqueológica en todo el País Vasco ha permitido
incorporar en un régimen protegido yacimientos de
carácter no monumental o incluso invisibles y difíciles de
identificar, por lo que ha tenido un efecto muy positivo
en términos preventivos. El problema se ha planteado a la
hora de ubicar y establecer los límites de estas Zonas de
Presunción Arqueológica.
Asimismo se ha podido constatar que buena parte de los
despoblados se ubicaban en suelos pobres, lo que podría
haber determinado o favorecido el abandono de estos
yacimientos. De hecho, R. Díaz de Durana en su estudio
sobre Álava en la Baja Edad Media llamó la atención
sobre el hecho de que las aldeas despobladas eran
aquéllas situadas en las cotas más elevadas,
probablemente como resultado de la ocupación más
tardía de suelos menos favorables al desarrollo agrícola
(Díaz de Durana 1986: 120-130).
En una primera fase de nuestro trabajo se llevó a cabo
una prospección de superficie “tradicional” orientada a la
identificación de materiales cerámicos y constructivos en
superficie, combinando la prospección intensiva y
sistemática de porciones representativas de la llanada
alavesa con una prospección intensiva y selectiva en
aquéllos sectores donde se localizaban los topónimos de
los despoblados. Los resultados fueron más bien
decepcionantes, puesto que solamente en casos muy
puntuales se logró identificar cerámica altomedieval y no
se obtuvieron datos significativos para comprender la
naturaleza de estas aldeas medievales.
Partiendo de esta premisa se ha realizado una prospección
sistemática de 67 despoblados de la llanada alavesa con
el fin de detectar la existencia de espacios agrarios que
permitiesen delimitar con mayor precisión las Zonas de
Presunción Arqueológica. Una revisión crítica de las
fuentes orales y una búsqueda de sistemas agrarios
aterrazados ha tenido resultados sorprendentes. En el 77,6
% de los casos (52 yacimientos) se han localizados
terrazas de distinta entidad. En un 68 % de los casos (45
yacimientos) ha sido preciso redelimitar completamente
15
POR UNA ARQUEOLOGÍA AGRARIA
FIG. 2: MODELO 3D SOBRE IMAGEN LIDAR DEL DESPOBLADO DE SAN JUAN DE LA MIQUELA (ÁLAVA).
FIG. 3: MODELO 3D SOBRE IMAGEN LIDAR DEL DESPOBLADO DE MENDIOLA (ÁLAVA)
evidente utilidad a la hora de reconocer estructuras
agrarias ocultas, la densidad de puntos con los que se
construye el modelo LiDAR hace posible que esta
herramienta pueda ser utilizada con gran éxito para
identificar espacios de cultivo históricos con estructuras
como sistemas de terrazas, canales de riego, límites entre
parcelas, etc. allí donde carecemos de cubiertas vegetales,
o los modelos digitales del terreno no son lo
suficientemente detallados.
la zona de presunción arqueológica, y en 15 sitios se ha
reubicado el yacimiento en otro lugar.
En el estudio de estos espacios agrarios aterrazados ha
tenido un papel muy destacado el empleo de imágenes
aéreas LiDAR (Light Detection and Ranging), que se han
utilizado de forma experimental en este proyecto, y que
ha permitido construir modelos 3D de gran capacidad
explicativa (Fig. 1).4 El empleo de un escáner láser desde
un medio aéreo ha permitido obtener cartografías sobre la
morfología del terreno muy precisas, debido a la densidad
de puntos con los que se ha trabajado.
Como es evidente, el uso de estas imágenes LiDAR no
puede sustituir el trabajo de campo, pero si orienta y
potencia las estrategias dirigidas a la identificación de los
espacios agrarios fosilizados en los paisajes actuales.
Hasta el momento su uso en la prospección arqueológica
se ha demostrado muy eficaz debido a que, mediante un
tratamiento informático adecuado, permite observar la
morfología del suelo incluso allí donde hay cubiertas
forestales densas, eliminando esta distorsión (Crutchely
S. 2006; Deveraux et al. 2005). Pero además de esta
En el caso del territorio de la llanada alavesa, yacimientos
como Santa Lucía de Guevara, Galbarreta, Amamio,
Restia o Santa María de Meana son muy significativos de
la utilidad de este instrumento en la teledetección de los
espacios agrarios en el marco de los proyectos de
prospección extensiva (Fig. 2, 3).
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
ね"El acceso a estos materiales ha sido posible gracias a la colaboración
con el Servicio General de Cartografía de Alava de la Universidad del
País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea y el Departamento de Medio
Ambiente y Ordenación del Territorio del Gobierno Vasco que ha
puesto a disposición los datos de los vuelos."
Un paso posterior es el análisis detallado y la datación de
estas estructuras agrarias aterrazadas. Hasta el momento
en el territorio alavés hemos recurrido a dos estrategias
16
"
JUAN ANTONIO QUIRÓS: DE
LA ARQUEOLOGÍA AGRARIA A LA ARQUEOLOGÍA DE LAS ALDEAS MEDIEVALES
FIG. 4: VISTA GENERAL DEL YACIMIENTO DE ZABALLA (IRUÑA DE OCA, ÁLAVA)
La aldea de Zaballa, citada en la mencionada “Reja de
San Millán” en el año 1025 aparece de forma muy
esporádica en las fuentes escritas, y aunque se abandona
en la Baja Edad Media, el topónimo se mantiene asociada
a una Venta situada en el trazado del camino que se
dirigía a Madrid por las Conchas de Arganzón.
diferentes: el estudio estratigráfico de las mismas y la
datación radiocarbónica de algunos depósitos en Aistra,
siguiendo protocolos ya definidos previamente5 (Acabado
2009; Ballesteros 2003; Ballesteros et alii 2006), o
mediante excavaciones de aldeas en grandes extensiones
que han permitido no solamente excavar las terrazas, sino
sobre todo, relacionarlas con el resto de las estructuras
aldeanas. Con el fin de ilustrar un caso concreto de esta
segunda estrategia, analizaremos a continuación muy
brevemente los resultados de los trabajos realizados en el
yacimiento de Zaballa (Iruña de Oca, Álava).
De forma previa a la intervención arqueológica, el
yacimiento estaba definido como una Zona de Presunción
Arqueológica que cubría una amplia extensión de unas 46
Ha, que de forma solamente marginal tocaba el
yacimiento. La detección del yacimiento fue posible
gracias al hallazgo, en el fondo del valle, de cerámicas
medievales fragmentadas, carentes de depósitos
arqueológicos asociados y que generalmente se clasifican
como materiales revueltos. De hecho, son muy
numerosos los informes de prospecciones y seguimientos
de obra que menciona el hallazgo de estos materiales sin
lograr darles un sentido.
4. Un caso de estudio: el despoblado de Zaballa
Se trata de una aldea que ha sido completamente
destruida en ocasión de la realización de una importante
obra pública, por lo que de forma preventiva se ha
excavado de forma integral la superficie afectada,
cubriendo un área próxima a las 4,5 Ha.
El yacimiento se ubica en la ladera septentrional de los
Montes de Vitoria, ocupando parte de un profundo valle
que alcanza la llanada alavesa en su tramo SW (Fig. 4).
La aldea medieval se estructura en torno a un fondo de
valle central de unos 13.000 m2, la ladera occidental
donde se encuentran una serie de terrazas agrarias, la
ladera oriental, que presenta pendientes más acusada y
donde se ubica únicamente una gran terraza agraria, y una
plataforma elevada situada en el tramo final del valle, de
unos 5000 m2.
Para comprender mejor la entidad de las estructuras
agrarias halladas en este yacimiento, será preciso recorrer
su secuencia ocupacional (Fig. 5), teniendo en cuenta que
la ocupación del yacimiento durante un milenio ha hecho
que sean más legibles las fases más recientes, y que en
cambio una parte significativa de las estructuras más
antiguas hayan sido destruidas.
Periodo 1: Siglos V-VII, se puede atribuir a este
momento la realización de algunas granjas a lo largo del
valle, de dimensiones limitadas caracterizadas por la
presencia de algunas estructuras negativas (silos, algún
agujero de poste y zanjas). Son estructuras que han
quedado muy alteradas por las fases posteriores, pero que
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
5
Otra experiencia reciente de gran interés en términos
multidisciplinares es el análisis de las terrazas con muros de piedra seca
en la sierra de Maria en Badalona (Riera, Palet 2008).
17
POR UNA ARQUEOLOGÍA AGRARIA
FIG. 5: SÍNTESIS CON LAS PRINCIPALES FASES DE OCUPACIÓN DEL YACIMIENTO DE ZABALLA (IRUÑA DE OCA, ÁLAVA)
en cualquier caso permiten pensar en la existencia de
ocupaciones unifamiliares estables dedicadas a la
agricultura.
Periodo 3: Siglos X-XII. A partir de este período
contamos con indicadores significativos para comprender
aspectos básicos del paisaje aldeano.
Periodo 2: Siglos VIII-X, corresponde a este momento la
densificación del asentamiento y la formación de una
verdadera comunidad campesina. Se han reconocido una
decena de unidades familiares que ocupan tanto la
plataforma superior del yacimiento como el fondo del
valle, formadas por viviendas realizadas sobre zócalos de
piedra o estructuras semiexcavadas, con alzados
realizados en materiales perecederos. Son muy
abundantes los silos asociados a estas estructuras,
destacando la existencia en una de las unidades familiares
de grandes silos que probablemente haya que interpretar
con la existencia de una jerarquía interna dentro de la
aldea.
En la plataforma superior de la aldea, donde se
encontraban las viviendas dotadas de grandes silos, hacia
el 900 ca. se funda una iglesia, que probablemente
tengamos que identificar con el monasterio de Zaballa
recordado en un documento del monasterio de San Millán
de la Cogolla del siglo XI.
La construcción de este templo, con varias estructuras
anexas y un cementerio, comportó el desplazamiento de
la aldea campesina al fondo del valle, que había estado
ocupado ya en el período anterior aunque únicamente en
su tramo septentrional. La disposición de las viviendas
campesinas en el fondo del valle comportó que se
regulase la circulación de los cursos de agua que
18
"
JUAN ANTONIO QUIRÓS: DE
LA ARQUEOLOGÍA AGRARIA A LA ARQUEOLOGÍA DE LAS ALDEAS MEDIEVALES
.
FIG. 6: TERRAZA AGRARIA DEL SIGLO X EN EL DESPOBLADO DE ZABALLA (IRUÑA DE OCA, ÁLAVA)
circulaban por el mismo y que se artificializase sus
laderas.
espesor, quedando delimitado al norte por un potente
muro de cierre. Se ha calculado que han sido dispuestos
casi 10.000 m3 de tierra para amortizar todas las
estructuras domésticas previas (Fig. 7).
Pueden ser fechadas en este momento un conjunto de tres
series principales de terrazas situados en la ladera
occidental del valle. Tienen unos 15 metros de anchura y
una longitud máxima de unos 60 metros, cubriendo un
espacio aterrazado de aproximadamente 4000 m2. Para la
construcción de estas terrazas se produjo el
desmantelamiento del horizonte vegetal y se colocaron
profundos rellenos artificiales de forma sistemática que
en ocasiones (sectores 5200, 5300, 5400), superaban el
metro de espesor. Sobre este relleno se ha localizado un
potente horizonte A resultado de las prácticas agrarias
desarrolladas en época medieval. Los bancales estaban
rematados en taludes de 45° y nunca se han localizado
muros o estructuras que sustenten las pendientes. La
técnica empleada para la realización de estas terrazas es
la denominada por P. Ballesteros como desmonte de
ladera con relleno sistemático (Ballesteros et al. 2006 :
210). Este proceso consistiría en el desmonte hasta el
horizonte mineral, aportando a continuación los depósitos
de tierra necesarios para construir la terraza. (Fig. 6)
A su vez, se ejecutó un sistema hidráulico mediante la
realización de una acequia que discurría en el tramo más
elevado del fondo del valle (el occidental), y que se
abastecía de una red de canales procedentes de las laderas
y los manantiales situados en la zona superior del
yacimiento. De esta manera se mantiene el cauce elevado
respecto al valle y a una serie de parcelas irrigadas
utilizadas como huertas, que aparecen delimitadas por un
muro principal de trazado quebrado según se disponen las
distintas parcelas. Este muro se ha construido
exactamente en la caída de la pendiente que marca el
afloramiento de la roca base, con el fin de mantener la
cota por la que discurre el agua y poder irrigar las
parcelas situadas por debajo de este paramento. El muro,
que ha sido aparejado sin argamasa podría interpretarse
como el límite de la terraza superior que sujetaba los
rellenos realizados para crear suelos arables y
regularmente irrigados. De forma perpendicular a este
muro principal se han localizado otros menores situados a
distancias regulares (6-7 m cada uno) que quizás deban
atribuirse a diferencias en propiedades o en usos agrarios.
Se configuraría de esta manera un espacio útil formado
por una decena de parcelas de unos 60-70 m2 (Fig. 8). Se
trataría por lo tanto de un sistema hidráulico de vertiente
de pequeñas dimensiones, con la captación en el fondo de
valle, que constituye uno de los modelos más frecuentes
atestados en época medieval en otros sectores
peninsulares (Sitjes 2006).
Período 4: siglos XII-XIV. Corresponde a la última
transformación significativa de los paisajes aldeanos de
Zaballa y, de hecho, son los más legibles. Hacia finales
del siglo XII se produjo una profunda transformación en
la estructura de la aldea.
Por un lado, todo el fondo de valle, donde se ubicaban las
viviendas de los campesinos, fue rellenado por un potente
depósito agrícola que supera con frecuencia el metro de
19
POR UNA ARQUEOLOGÍA AGRARIA
FIG. 7: RELLENO AGRÍCOLA MASIVO DEL FONDO DE VALLE DEL DESPOBLADO DE ZABALLA (IRUÑA DE OCA, ÁLAVA), FECHABLE EN EL SIGLO XIII
FIG. 8: RED DE PARCELAS IRRIGADAS DEL SIGLO XIII EN EL DESPOBLADO MEDIEVAL DE ZABALLA (IRUÑA DE OCA, ÁLAVA)
La acequia principal, tras abastecer estas parcelas,
circulaba a los pies de un nuevo barrio residencial
construido en la ladera occidental, donde previamente se
habían realizado varias terrazas agrarias. Es posible que
parte de ellas se desmontasen para acoger este nuevo
barrio en el que se agruparon todos los habitantes de la
aldea de Zaballa.
Estas viviendas han sido realizadas siguiendo una
planificación muy rígida, por lo que pensamos que
responden a una acción señorial. El barrio, que ocupa
unos 1150 m2 y en el que se han identificado una decena
de viviendas, ha sido construido en torno a un patio
central. Las casas comparten muros, una red de
alcantarillado y servicios comunes, por lo que pensamos
que el conjunto ha sido realizado en un período breve de
20
"
JUAN ANTONIO QUIRÓS: DE
LA ARQUEOLOGÍA AGRARIA A LA ARQUEOLOGÍA DE LAS ALDEAS MEDIEVALES
período 3 ha sido preciso excavar la ladera para buscar la
base y desplazar casi unos 1000 m3 de tierra para realizar
los espacios aterrazados.
tiempo. Y aunque se han producido numerosas
modificaciones de pequeña entidad, la cohesión colectiva
de la comunidad sometida al dominio señorial se
mantiene. A los pies de este barrio llegaba la acequia
principal que alimentaba la decena de huertos irrigados
antes señalados.
Fue, en cambio, mucho más oneroso el relleno
sistemático del fondo de valle en el período 4 y la
construcción de las parcelas irrigadas. Como se ha
señalado, ha sido necesario desplazar casi 10.000 m3 de
tierra para amortizar todas las viviendas anteriores y
construir el nuevo espacio de cultivo intensivo.
Mientras, la plataforma superior donde se ubicaba la
iglesia se mantuvo como un espacio de referencia de la
memoria colectiva de la comunidad, a través del
cementerio, y del poder a escala local.
Algunos autores que han realizado cálculos teóricos
basándose en analogías etnográficas han calculado que un
excavador podría extraer 1 m3 (=1,5 Tn de tierra poco
compacta) en unas 2,7 horas, y una media de 5 Tn al día
(equivalente a casi 3,5 m3) (Man 2009 : 104-105). Si
consideramos adecuados estos cálculos, para extraer la
tierra necesaria para la realización de las terrazas del
período 3 habrían sido necesarias unas 285 jornadas de
excavación, que en una comunidad de 10-12 aldeanos
tendría un coste de tiempo no indiferente. En cambio,
para realizar los rellenos del período 4 habrían sido
necesarias 2.850 jornadas de excavación.
Periodo 5: Siglos XIV-XV, se corresponde con el
abandono paulatino del asentamiento y pérdida de su
identidad. Se detectan entonces usos residuales de la
necrópolis y algunos saqueos en estructuras que,
posiblemente, estuviesen a la vista en estado ruinoso. En
los siglos XV y XVI surge un conflicto entre varias
instituciones por la gestión de las tierras del despoblado
de Zaballa, en particular por la explotación de sus
recursos ganaderos.
Este ejemplo es paradigmático de cómo historiar el
paisaje agrario desde la óptica de la realidad aldeana,
buscando sujetos y encuadrando social y diacrónicamente
las modificaciones de los espacios más próximos a los
lugares de residencia. Aquí, donde la acción antrópica es
más intensa, es posible comprender que aquéllas
cerámicas carentes de depósitos arqueológicos coherentes
que se habían detectado en un principio, no eran sino el
testimonio de los procesos de abonado realizado con
residuos domésticos en los campos de cultivo más
próximos a las viviendas en los siglos XIII y XIV. Y de
hecho, una revisión crítica en algunos yacimientos
similares, como el de Gernika (Arrazua-Ubarrundia) ha
permitido identificar más casos similares. En esta ocasión
se identificó una cantidad relevantes de materiales
cerámicos
medievales,
con
toda
probabilidad
relacionados con el abonado intensivo de campos de
cultivo situados en proximidad de los espacios habitados.
Pero la interpretación de los materiales cerámicos como
materiales removidos y “sin interés arqueológico”, la no
identificación de los espacios habitados, abrió la puerta a
la destrucción casi completa del yacimiento campesino
tras haber sondeados apenas catorce metros cuadrados
(Filloy 2007).
A ello habría que sumar, además, las personas empleadas
en el desplazamiento de la tierra en una distancia
relativamente breve; podrían ser 2-3 personas por cada
excavador. Teniendo en cuenta que la tierra viene del
desmonte de las laderas, el desplazamiento habría sido
igualmente más complejo de realizar.
Todos estos cálculos, teóricos y aproximativos, dan a
entender que la construcción del paisaje aldeano no puede
considerarse como una iniciativa espontánea y
descoordinada de grupos familiares aislados. La
existencia de liderazgos aldeanos o de formas de dominio
externos son necesarios para explicar estos procesos,
tanto en términos de planificación como de liderazgo y
hegemonía a la hora de ejecutar una obra de estas
características.
Además, hay que tener en cuenta que el caso de Zaballa
no constituye una excepción. Ya se ha señalado en el
apartado precedente la presencia masiva de sistemas de
terrazas en los despoblados alaveses, y en lugares como
Zornoztegi, Aistra o Treviño se han podido fechar con
precisión las terrazas en la alta y la plena edad media
(Quirós Castillo 2009a).
En cualquier caso, más allá del valor diagnóstico que
tiene comprender los paisajes aldeanos y reconstruir el
concepto de yacimiento integrando aspectos como los
espacios agrarios, los cursos de agua, las redes de
caminos, etc., un caso como el de Zaballa plantea toda
una serie de cuestiones relevantes en términos históricos.6
Ciñéndonos ahora únicamente a la construcción de los
espacios agrarios, tanto aterrazados como en el fondo de
valle, llama la atención el enorme volumen de tierra
desplazada. Para la construcción de las terrazas del
En otros yacimientos indagados de fondo de valle es
perfectamente posible que nos encontremos en presencia
de rellenos sistemáticos similares a los de Zaballa,
aunque en este caso son más difíciles de analizar en
ausencia de una excavación extensiva.
Podemos por lo tanto concluir -retomando algunos de los
planteamientos con los que iniciábamos este trabajo- que
si bien la arqueología agraria del norte peninsular ha
tenido notables dificultades para despegar debido a la
invisibilidad de los elementos respecto a la arqueología
hidráulica andalusí, los trabajos realizados sobre espacios
aterrazados de secano en Galicia o en Álava pueden
""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""
6
En la actualidad se prepara la edición de la memoria completa de la
intervención arqueológica, en el que se presentarán los resultados de
todos los trabajos bioarqueológicos que se están realizando.
21
POR UNA ARQUEOLOGÍA AGRARIA
proponerse como una sólida alternativa para abordar la
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Será preciso, en cualquier caso, desarrollar protocolos
específicos para el análisis de las terrazas. En el caso de
las aldeas alavesas estamos utilizando distintas técnicas
(análisis químicos, micromorfología de depósitos,
análisis polínicos, sedimentología), con el fin de analizar
los procesos formativos de las terrazas, las prácticas
agrarias realizadas y las técnicas utilizadas.
5. Para concluir
Para concluir este breve trabajo querríamos subrayar
cómo el desarrollo de una arqueología agraria de las
sociedades medievales del norte peninsular pasa, desde
nuestro punto de vista, a través del desarrollo de una
arqueología de las aldeas.
Parafraseando a M. Barceló, es la hora, pues, de la
arqueología de las aldeas, pero de una arqueología de las
aldeas refundada, que tenga por objeto principal el
trabajo del campesinado en todas sus dimensiones
sociales para poder llegar a establecer el sentido y las
cronologías de la erosión constante de su autonomía. Y
para ello es preciso que la arqueología de las aldeas
aborde de forma integral el análisis de los paisajes,
valorizando la relación entre las distintas dedicaciones en
el uso del espacio.
Agradecemos a todos los miembros del grupo de
investigación en Arqueología Medieval y Postmedieval
de la Universidad del País Vasco su labor en todos los
proyectos aquí presentados. Los argumentos y las
temáticas tratadas en este texto han sido discutidos con
Alfonso Vigil-Escalera y Lorena Elorza González de
Alaiza, que han ayudado a mejorar el texto.
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