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A PROPÓSITO DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO 1

A PROPÓSITO DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO1 UN DIÁLOGO CON K. POPPER Y N. RESCHER María Elvira Martínez Acuña La construcción de un diálogo entre Karl Popper y Nicholas Rescher en torno a los alcances del entendimiento humano respecto al conocimiento científico de la realidad, es el primer propósito de este artículo. El segundo propósito, dar a su autora la oportunidad de participar en dicho diálogo (lo cual sólo es posible en este ámbito que sintetiza realidad e irrealidad y que se llama “palabra escrita”), y de exponer sus puntos de vista, los interrogantes que le suscita el diálogo, y las conclusiones a las que llega tras una atenta escucha a las intervenciones de los dialogantes: en última instancia, que a pesar de la aparente divergencia entre sus tesis, los autores convergen en y participan de una mirada común respecto a los alcances del conocimiento; mirada que acoge las tesis kantianas del uso regulativo de la facultad de juzgar respecto de la naturaleza, pero que, al mismo tiempo, parece confundir el carácter eminentemente formal del pensamiento crítico con pretensiones de alcance material. La obra de referencia de Popper, es decir, la obra a la luz de la cual la autora construye el diálogo, es Teoría cuántica y el cisma de la Física2; obra escrita entre 1951 y 1956, pero que solamente salió a la luz pública en 1985; obra en la cual Popper defiende el indeterminismo en Física y la auténtica emergencia biológica. Obra que a juicio de W.W.Bartley, discípulo suyo y quien preparó la edición del Post Scriptum a la Lógica de la investigación científica, es antipositivista, anti - instrumentalista y realista3. Texto en Revisión a mi artículo “Diálogo Popper-Rescher en torno al conocimiento humano”, publicado en Revista UIS Humanidades, Vol 33, No. 2, 2004 (pp. 21-36). 2 Volumen III del Post Scriptum a la Lógica de investigación científica, editado por Tecnos, Madrid, por primera vez en 1985, y cuya tercera y última edición es de 1996. 3 Popper, K., Teoría cuántica y el cisma en física. Ed. Tecnos, Madrid, 1992, pág. 17. (En adelante citada T.C.) 1 La obra de referencia de Nicholas Rescher es Los límites de la ciencia4, obra de 1984 en la cual se expone una de las comprensiones filosóficas de la ciencia natural de mayor vigencia en la actualidad; obra que, al menos en aparente antagonismo frente a la obra citada de Popper, defiende el instrumentalismo y el positivismo al mismo tiempo que critica el realismo. Veámos, en primer lugar, en qué consiste la tesis indeterminista de Popper. En primer lugar, y ello no deja de ser relevante, la tesis indeterminista de Popper pretende satisfacer un objetivo que trasciende el orden de la realidad meramente física; como él mismo lo afirma, “el objetivo es una imagen del mundo en la que haya lugar para los fenómenos biológicos, para la libertad y para la razón humana”5. Ahora bien, de manera más directa, el indeterminismo es la base para defender la interpretación propensivista de la probabilidad; y ello quiere decir que a su luz cabe entenderse el cambio, en el mundo físico, como actualización o realización de potencialidades; por tanto, y gracias al indeterminismo, Popper afirma que es posible la descripción de la realidad física en términos de cambiantes propensiones al cambio. Subyace, desde esta perspectiva, una teoría de la materia (o mejor aun, de las partículas), según la cual éstas se interpretan simultáneamente como potencialidades o propensiones y como realización de las mismas6. Es así como Popper piensa que queda abierta la puerta al realismo: defender el indeterminismo es hacer una teoría de la materia. Pero al defender dicha teoría, Popper manifiesta su convicción de que la especulación es posible, legítima, y susceptible de verdad: una actividad del entendimiento humano según la cual se captura la existencia objetiva del mundo y se hacen posibles descripciones verdaderas del mismo. 4 Rescher.N., Los límites de la ciencia, University of California Press, 1984 (en adelante citada L.C.) T.C., p. 176. 6 T.C., p. 176. 5 Por tanto, según Popper, la física y las teorías científicas implican más allá de su sentido de dominio y de aplicación de formalismos (sentido técnico) un sentido teórico-especulativo. Por ello, en su obra Teoría cuántica y el cisma de la Física el autor se muestra en contra de la tendencia positivista, representada desde Berkeley a Mach, y que se ha opuesto siempre a la especulación, empeñándose en decir que no podemos tener la esperanza de llegar a entender algún día algo sobre la estructura de la materia. Si para los positivistas la teoría de la materia debe continuar siendo para siempre un asunto privado del experto, y si la ciencia, por su parte, no es más que un instrumento, desprovisto de interés filosófico y teórico y de significación exclusivamente tecnológica o pragmática o funcional7, Popper prefiere la posición de realistas como Einstein o Schrödinger, para quienes las teorías no son sólo instrumentos sino que son, además, intentos de describir una realidad física. La frase de Einstein, resaltada en este sentido por Popper y que apareció en una carta suya dirigida a Born, es la de su creencia en un mundo cuya existencia objetiva se trata de capturar mediante teorías osadamente especulativas. Naturalmente comenta Popper - Einstein creía que sus teorías osadamente especulativas tenían que ser severamente contrastadas y, por esa razón tenían que ser instrumentos de predicción. No obstante, su persecución (aunque difícil de capturar) era el mundo real, del que esperaba dar una descripción verdadera8. Desde esta perspectiva podemos entonces entender el anti - instrumentalismo popperiano; al defender la teoría (en concreto, en nuestro caso, la teoría indeterminista sobre la materia), entiende que la ciencia es algo más que mero formalismo matemático susceptible de aplicaciones útiles. Con palabras de Popper, el instrumentalismo es “la concepción de que no hay nada que entender: que no podemos hacer otra cosa que dominar el formalismo matemático y aprender a aplicarlo (…). Es la concepción de que todas las teorías científicas, o algunas, no son nada más que formalismos matemáticos que tienen aplicaciones útiles, en especial para la predicción de los resultados de los experimentos. El énfasis está aquí en nada más, porque todo el mundo, incluso los realistas más ardientes, admiten, naturalmente, que las teorías son también formalismos y que son instrumentos 7 Cfr., T.C., p. 188. estupendos para las predicciones y para otras aplicaciones”9. Sin embargo, es importante advertir que la física es, “más bien, un instrumento (si es que tiene que ser instrumento por fuerza) para entender el mundo en que vivimos, para explicar este mundo”10. De manera sugestiva Popper va aún más allá en Teoría cuántica y defiende la pertinencia de los programas metafísicos de investigación y su relación con la teoría11: una teoría abre el camino para un programa metafísico de investigación; la discusión crítica de la teoría –y de sus resultados– puede llevar a un cambio en el programa; el programa incorpora, por tanto, ideas generales de la teoría, y así, guía la investigación científica12. Popper llama metafísicos a esos programas “porque son el resultado de concepciones generales sobre la estructura del mundo y, al mismo tiempo, de concepciones generales sobre la situación de los problemas en la cosmología física”13. Los llama programas de investigación “porque incorporan, junto con una perspectiva de cuáles son los problemas más urgentes, una idea general de cuál sería una solución satisfactoria a esos problemas (…). Pueden describirse como física especulativa, o quizás como anticipaciones especulativas de teorías físicas contrastables”14. De hecho Popper llega a enunciar los diez más importantes programas metafísicos de investigación que han tenido influencia real en la evolución de la física: el universo en bloque de Parménides, el atomismo, la geometrización platónica de la cosmología, el esencialismo y potencialismo aristotélico, la física del renacimiento y la teoría del mundo como reloj (Hobbes, Descartes, Boyle); el dinamismo leibniziano y su continuación por Kant y Boscovich, la teoría de la materia como campos de fuerza 8 T.C., p. 122. T.C. p. 121. 10 Ibid. 11 Cfr., T.C., p. 177. 12 Cfr., T.C., ps. 176-177. 13 Ibid. 14 T.C., p. 177. (veáse también Tomo I del Post Scriptum a la Lógica de investigación científica, realismo y el objetivo de la ciencia, sección 15). 9 (Faraday y Maxwell), la teoría unificada de Campos (Riemann, Einstein, Schrödinger), y la interpretación estadística de la teoría cuántica de Born15. “Los programas de investigación de este tipo son, en general, indispensables para la ciencia, aunque tengan el carácter de la física metafísica o especulativa y no el de la física científica”, insiste Popper. Aunque en el origen fuesen bastas generalizaciones, basadas en diversas ideas intuitivas, muchas de las cuales nos parecen ahora equivocadas, y aunque fueran también incontrastables, “contribuyeron a dar a la ciencia sus problemas, sus propósitos, y su inspiración”16. Así, por poner sólo dos ejemplos, mientras que la teoría cartesiana y el programa de Leibniz permitieron a Kant y a Boscovich anticipar la teoría moderna de la materia extensa como compuesta de partículas elementales dotadas de fuerzas de atracción y repulsión, las mismas teorías permitieron a Farady y a Maswell desarrollar la teoría de campos; Kant y Boscovich, Leibniz y Descartes, “fueron conjuntamente los antecesores de todas las teorías modernas de la estructura de la materia”17. Por tanto, la ciencia, en este caso la Física, no solamente admite, sino que incluso exige un diálogo con la teoría e incluso con programas metafísicos a la luz de los cuales es posible su progreso. Y más aún, cabe, en ellos, a pesar de su carácter especulativo, pretensión de verdad. Ahora bien, lo que sí enfatiza Popper es la oposición entre pretensión de verdad y carácter de comprensión final y cerrada de la realidad que tanto en la teoría – y en la metafísica - como en la ciencia, ha existido. Aunque de suyo la teoría no sea contrastable, debe admitir la crítica racional. “Ya no creo, aunque hubo un tiempo en que lo creí, que haya diferencia entre la ciencia y la metafísica en este punto tan importante. Considero que una teoría metafísica es similar a una científica. Es más vaga, sin duda, e inferior en muchos otros aspectos. Y su irrefutabilidad, o falta de 15 Cfr., T.C., ps. 178-180. T.C., p. 181. 17 T.C., p. 187. 16 contrastabilidad, es su mayor defecto. Pero mientras una teoría metafísica pueda ser criticada racionalmente, yo me inclino a tomar en serio su pretensión implícita a ser considerada tentativamente, como verdadera. Me inclinaría a evaluarla, principalmente, por medio de una valoración de su pretensión, considerando, en primer lugar, su interés teórico y tomándome sólo un interés secundario por su utilidad práctica (distinta de su fecundidad como programa de investigación)”18. Así pues, la pretensión de verdad de una teoría es incompatible con su pretensión de sistema cerrado; la teoría con pretensión de verdad debe estar abierta a crítica racional y ello implica que puede ser comparada con perspectivas rivales “en términos de simplicidad, coherencia con ciertas otras teorías, capacidad unificadora, atracción intuitiva, y sobre todo, fecundidad (…). Si no lleva a nuevos problemas, o al menos, a una nueva evaluación de los grandes problemas antiguos aún abiertos, la descartaré: como un hermoso sueño (…) –hermoso, pero en el que no hay que empeñarse-”19, comenta Popper. La vigencia de la metafísica, por su parte, radica en que aspira reunir todos los aspectos verdaderos del mundo (y no solamente los científicos) en una imagen unificadora que ilumine y que pueda un día convertirse en parte de una imagen aún más amplia, una imagen mejor, más verdadera20. Pero, que una imagen merezca que se la tome en cuenta depende, sugiere Popper, “de su capacidad de suscitar críticas racionales y de inspirar intentos de superarla con algo mejor”21. Entiéndase que cuando Popper habla de imagen, no alude a la imagen en sentido visual; pues “una teoría no es una imagen. No necesita ser entendida por medio de imágenes visuales: entendemos una teoría si entendemos el problema para cuya solución se ha concebido y si entendemos la forma en que lo resuelve mejor, o peor, que sus competidoras”22. Permítaseme, en este momento del discurso, hacer algunos comentarios: 18 T.C., p. 212. T.C., p. 213. 20 Cfr., T.C., p. 222. 21 T.C., p. 222. 22 T.C., p. 66. 19 1. No deja de ser relevante, al propósito de criticar el positivismo, la afirmación popperiana respecto a la teoría; parece pues que la vigencia de la teoría, para la que se admite la captación intelectual de la existencia del mundo físico, y por tanto, la objetividad y la verdad, permite influir en el decurso científico de tal modo que se supere la reducción pragmática, tecnológica y funcional de la ciencia. 2. Desde otro punto de vista aparece la relación entre la teoría y un programa metafísico de investigación. La Teoría, como apertura de la inteligencia a la existencia, abre caminos metafísicos. Y estos, a su vez, persiguen una comprensión cada vez más amplia y más veraz del mundo. A su luz la ciencia se inspira y se plantea sus problemas y sus propósitos. 3. Sin embargo, no ha quedado por ahora suficientemente explicado por Popper el modo como la teoría “transforma” el reduccionismo cientificista. Es decir, por qué y de qué manera la captación intelectual de la existencia afecta, o incide en la verdad de una teoría. 4. La teoría tiene pretensión de verdad; bien; y dicha pretensión es valorada según un criterio: el de la crítica racional. Si la teoría admite crítica en relación con su simplicidad, con su coherencia, con su capacidad unificadora, con su atracción intuitiva y con su fecundidad: que lleve a nuevos problemas, es legítima su pretensión de verdad. 5. No obstante, me parece que es preciso distinguir entre “pretensión de verdad” y “teoría verdadera”. Si bien los criterios para confirmar o rechazar la pretensión de verdad de una teoría pueden ser suficientes, no parecen serlo para confirmar o rechazar el carácter verdadero de la teoría. Alguna ficción puede ser simple, coherente, intuitivamente atractiva e incluso fecunda; mas no por ello, argumento verdadero. ¿Cómo hacer compatible la no contrastabilidad de la teoría, con su pretensión de verdad? Creo que eso no termina de ser argumentado por Popper. Y más aún, ¿quiere decir algo pretensión de verdad mientras no se termina de justificar el alcance y el significado mismo de la verdad de una teoría? A la luz de su libro Los límites de la ciencia, Rescher parece manifestar divergencias frente a Popper. Su afirmación central consiste en que el conocimiento científico al nivel de la teoría profunda es siempre presunto conocimiento: conocimiento como lo vemos hoy: “en el fondo de nuestro corazón - dice Rescher -, nos damos cuenta de que nos puede parecer de otro modo mañana, o pasado mañana. Debemos estar dispuestos a reconocer la fragilidad de nuestro teorizar científico. Todo lo que somos capaces de hacer en la ciencia natural es seleccionar la respuesta óptima a las preguntas que logramos formular en el ámbito de alternativas especificables por medio de la maquinaria conceptual del día. Y no tenemos razones para dudar –al contrario, tenemos muchas razones para creer- que llegará un día en que esta base conceptual será abandonada, a causa de avances todavía por hacer, como totalmente inadecuada”23. La diferencia, respecto a Popper, en este argumento, radica, a mi modo de ver, en que mientras Popper admite la posibilidad de vigencia de la teoría en el marco del desarrollo de la investigación científica, Rescher niega ab initio la posibilidad de dicha vigencia; de alguna manera, la teoría carece de toda posibilidad de objetividad y de permanencia en el tiempo y se limita a servir utilitariamente y de manera exclusivamente provisional a los propósitos de la ciencia. Más aún, el progreso de la investigación científica no puede entenderse de manera lineal o de manera prosecutiva, sino de manera discontinua; “la relación de nuestro conocimiento científico (putativo) con la verdad real, dice Rescher, ha de concebirse en términos de estimación. En las fronteras de la generalidad y precisión, nuestra verdad en cuestiones de teoría científica no es –y puede que nunca llegue a ser- la verdad real. La ciencia no garantiza la verdad (no la pone en nuestras manos de forma definitiva y acabada) (…). Lo más que podemos hacer es aceptar nuestra 23 L.C., p. 106. ciencia (Sn) como imperfecta, y, a pesar de ello, como lo mejor que podemos hacer para conjeturar aquí y ahora la verdad real”24. Por tanto, mientras que Popper admite criterios para la validación de la teoría simplicidad, coherencia con ciertas otras teorías, capacidad unificadora, atracción intuitiva, y fecundidad - y más aún, su vigencia frente al progreso científico, Rescher rechaza toda pretensión de verdad de la teoría y por tanto, toda posibilidad de influencia respecto de la ciencia; en última instancia porque cualquier teoría es relativa, absolutamente contingente, y dependiente del nivel de sofisticación de los instrumentos con los cuales se captura el aparecer de la realidad. Ahora bien, si Popper ha criticado el instrumentalismo, en cuanto se deriva de la concepción positivista de la ciencia, y lo ha tildado de subjetivista, Rescher en cambio, lo defiende: la ciencia, según Rescher, no progresa en términos de mayor adecuación con la verdad real, ni siquiera porque tenga en su haber un horizonte teórico de comprensión del mundo con cierto nivel de objetividad, sino porque proporciona medios superiores de predicción y control: “No tenemos manera satisfactoria de asegurar información definitiva acerca del mundo al nivel de la generalidad y precisión científicas”25; simplemente, “el progreso científico depende decisiva e inevitablemente de nuestra capacidad técnica para penetrar en los ámbitos, cada vez más distantes y cada vez más difíciles, del espectro de complejidad de poder de los parámetros físicos, para explorar y explicar los fenómenos cada vez más remotos que se encuentren allí”26. Desde esta perspectiva, el progreso científico adopta en Rescher un específico sentido: no hay límites absolutos o intrínsecos al descubrimiento científico relevante; entendiéndose que éste depende del avance continuo en el nivel tecnológico de la extracción y explotación de datos27. 24 L.C., p. 107. Cfr., también, pp. 112-114. L.C., p. 93. 26 L.C., p. 96. 27 Cfr., L.C., p. 99. 25 En conclusión, el progreso científico es, a juicio de Rescher, ilimitado; no simplemente por la infinitud estructural o funcional de la naturaleza, sino muy propiamente por la infinita capacidad de la mente del científico para “aumentar el poder resolutorio de sus instrumentos conceptuales y observacionales”28. Como consecuencia de dicha premisa, y compatible con ella, las teorías científicas tienen una duración limitada; la ciencia humana, a juicio de Rescher, “no está en condiciones de emitir una imagen definitiva de la realidad física”29. Es decir, en ciencia no hay respuestas definitivas. Si se me permite nuevamente intervenir, le preguntaría a Rescher cómo sabe el entendimiento humano cuándo está aumentando, efectivamente, el poder resolutorio de los instrumentos conceptuales y observacionales y cuándo no; si el entendimiento humano no puede evidenciar de manera alguna su adecuación con la realidad, ¿qué criterio le sirve para afirmar que el poder de un instrumento es mayor que otro? Y si a priori sabemos que la ciencia no es más que un instrumento, mediante el cual vamos ofreciendo conjeturas, unas mejores que otras, sobre la verdad real, ¿por qué y para qué hacemos ciencia? Pero más aún, ¿cómo, gracias a qué luz, nosotros los humanos sabemos que sólo podemos hacer conjeturas acerca de la realidad? Y entonces, ¿qué significa progresar científicamente? Cuando Rescher afirma que la búsqueda de mayor rigor es motor principal de la investigación científica y que “la persecución inacabable de exactitud creciente, de mayor generalidad, de más ancha amplitud y mejor sistematicidad para sus 28 29 L.C., p. 75. L.C., p. 90. afirmaciones, es la fuerza motora que está detrás de la investigación” 30, ¿cuál es su parámetro para el “mayor rigor”, la “creciente exactitud” y la “mejor sistematicidad”? Algunas de estas preguntas tienen en Rescher una respuesta de índole pragmática; Veámoslo: “pese a toda inconmensurabilidad semántica o ideacional entre una teoría científica y sus sustitutos posteriores, - dice Rescher -, se conserva el factor de la conmensurabilidad pragmática, que puede (en general) formularse en lenguaje extracientífico adecuado”31. Es decir, si bien no cabe comparación entre las teorías desde el punto de vista conceptual, con el fin de identificar la validez de una frente a otra, lo que sí cabe es la comparación de una y otra desde el punto de vista pragmático; ello es así porque según Rescher, en última instancia, el dominio del poder tecnológico para producir los resultados deseados se deja sentir en el nivel de la vida cotidiana. En primer lugar, “el progreso de la ciencia depende crucialmente de sus aplicaciones; estriba en la dimensión pragmática de esta empresa –en el éxito creciente de sus aplicaciones a la resolución y control de problemas, en que provea un dominio de la naturaleza no sólo cognitivo, sino también físico”32. Pero en segundo lugar y puesto que la situación epistémica desde donde se halla el científico no ofrece atalaya superior alguna que permita comparar, lo que sirve entonces como criterio de validación (de verdad provisional) del estado de la ciencia, y se constituye en base común a las vertientes del cambio científico, “no es un punto de vista superior, sino más bien uno inferior: la atalaya de la vida cotidiana y corriente. No se necesitan complejidades sofisticadas para decir que un estadio en la carrera de la ciencia es superior a otro en lanzar cohetes, curar resfriados y explosionar bombas, dice Rescher. Estas aplicaciones operan extensamente en el nivel de los conceptos corrientes y cotidianos del discurso del lenguaje natural”33. 30 L.C., p. 110. L.C., p. 120. 32 L.C., p. 121. 33 L.C., p. 122. 31 Por tanto, el árbitro último del progreso científico, o mejor aún, del progreso tecnológico, es según Rescher, la eficacia de sus productos en el nivel de la vida corriente y cotidiana. “A pesar de su inestabilidad y mutabilidad en el nivel de las afirmaciones teóricas, la ciencia ciertamente progresa –dice Rescher-; no, eso es seguro, aproximándose a la verdad última, sino proporcionándonos instrumentos cada vez más poderosos para la predicción y el control. Una vez se conceda la importancia debida al factor control sobre la naturaleza en el sentido preteórico o subteórico de esta idea, la demostración de atribuciones de progreso científico pasa a ser un proyecto más controlable de lo que podía ser desde una perspectiva interna, relativa al contenido”34. El pragmatismo rescheriano es, por tanto, radical; si el progreso científico se valora en términos de la eficacia de los instrumentos en relación con el control de los mismos frente a la naturaleza, todo lo cual termina contrastándose solamente en el nivel subteórico de la vida cotidiana, entonces, simplemente, la vida, y muy especialmente la vida humana está siendo considerada un medio más al servicio de la ciencia; más aún cuando, desde el punto de vista teórico nada ofrece criterio de verdad; si la ciencia pone a la vida en juego, y los errores de la ciencia sólo los certifica la vida, la vida es entonces el instrumento de la ciencia. La pregunta que me permitiría hacer a Rescher es entonces ¿cuáles son los criterios éticos para la aplicación de instrumentos y la validación de su poder? y más aún, ¿cuál es entonces el valor de verdad del juicio ético? Dejando por ahora los términos del diálogo en este punto, volvamos de nuevo a Popper. Éste defiende, en el Prefacio a su Teoría cuántica, escrito en 1982, la tesis de que es el subjetivismo la causa de la crisis actual de la Física. En primer lugar, el origen del 34 L.C., p. 123. subjetivismo en Física lo sitúa Popper en el positivismo o idealismo de Mach 35, el cual tiene que ver, en sus orígenes, con el escepticismo derivado de argumentos de Descartes y de Berkeley: “así surgió una filosofía idealista (o incluso positivista), una filosofía que considera nuestras experiencias subjetivas –especialmente nuestras percepciones, nuestras observaciones- más seguras, más ciertamente reales que la realidad física, que, alega el positivismo, es meramente una construcción nuestra”36. Subyace al subjetivismo, por tanto, la negación del realismo; con palabras de Popper, el subjetivismo rechaza la realidad del mundo físico en que vivimos, el “hecho de que este mundo existe con independencia de nosotros; que existió antes de que existiese la vida, según nuestras mejores hipótesis; y que continuará existiendo, por lo que sabemos, mucho después de que todos nosotros hayamos desaparecido”37. Ahora bien, la fuente de intrusión del subjetivismo en la Física contemporánea está relacionada, a juicio de Popper, con el surgimiento de la física probabilista o estadística. Esta nueva física estaba ligada a nuestra supuesta falta de conocimiento. Las consideraciones probabilistas entraron en la física en la medida en que se pensó que no se podía saber de ninguna manera las posiciones y los momentos precisos de todas las moléculas de un gas38. Por tanto, detrás de la Física estadística subyacía el rechazo positivista o idealista al realismo39. La otra fuente de crisis actual de la Física la sitúa Popper en la pretensión (especialmente defendida por Bohr y por Heisenberg), de que la mecánica cuántica era una teoría final y completa. Según Popper, el que Heisenberg hiciera su descubrimiento acompañado de una visión intuitiva de la nueva teoría, fue lo que le llevó a pensar que había encontrado la verdad final. Sin embargo, la teoría de la mecánica cuántica, tal como la vio 35 Cfr., T.C., p. 25. T.C., p. 26. 37 T.C., p. 26. 38 Cfr., T.C., p. 29. 39 Cfr., T.C., pp. 28-29. 36 Heisenberg, ha recibido descubrimientos nuevos, que manifiestan su incompletud. Santilli, por poner un ejemplo, ha mostrado que “la mecánica cuántica no debe considerarse sin nuevas contrastaciones, como válida en la mecánica nuclear ni en la mecánica hadrónica”40, aun cuando en la región de la mecánica atómica tenga aplicabilidad incontrovertible; esto augura, dice Popper, “el regreso a la cordura: a ese realismo y a ese objetivismo que difundió Einstein y que habían sido abandonados por otros dos grandes físicos, Heisenberg y Bohr”41. Pues bien, esta defensa popperiana del realismo –y las consiguientes críticas al subjetivismo, al instrumentalismo pragmático, e incluso a la pretensión de conocimiento final y cumplido de una teoría- encuentran matizaciones importantes cuando se advierte que el realismo y el objetivismo de Popper terminan siendo explicitados en una fórmula, de inspiración kantiana, según la cual nuestro intelecto no toma sus leyes de la naturaleza, sino que trata –con éxito desigual- de imponer sobre la naturaleza leyes que él inventa libremente42. Desde este punto de vista las teorías adquieren carácter de invención libre de nuestro entendimiento, y por tanto, se acercan, en su definición a lo defendido también por los idealistas epistemológicos -; incluido Rescher. Ahora bien, matiza Popper, “algunas de esas teorías son tan arriesgadas que pueden chocar con la realidad: son las teorías contrastables de la ciencia. Y cuando chocan, entonces sabemos que hay una realidad: algo que puede informarnos de que nuestras ideas son errores. Y, por eso, el realista tiene razón”43. Es pues este tipo de información: el rechazo de nuestras teorías por la realidad, “la única información que podemos obtener de la realidad misma: todo lo demás es creación nuestra. Esto explica por qué todas nuestras teorías están coloreadas por nuestro punto de vista humano, pero cada vez menos deformadas por él a medida que continúa nuestra 40 T.C., p. 37. T.C., p. 37. 42 T.C., p. 27. 43 T.C., p. 27. 41 búsqueda”44. Pero también desde este punto de vista Popper termina acercándose al pragmatismo de Rescher. El realismo de Popper queda especificado como “realismo científico” o “realismo crítico”. Realismo que defiende la “captura” de la existencia objetiva del mundo, posible por la especulación; pero que vincula dicha captura a la invención libre (de las relaciones) entre objetos y a su contrastación experimental con la realidad. El error se impone cuando se confronta la teoría (producto de la invención libre de nuestro intelecto) con la facticidad de lo real. La verdad se desvela al entendimiento solo indirectamente y mantiene su certeza sub conditione: solo subjetivamente; siempre y cuando – y hasta que- un experimento no conduzca a que los hechos por él alcanzados la contradigan, lo cual es plenamente confirmado por Rescher. Frente al subjetivismo, frente a la tesis de que la realidad objetiva se ha esfumado y que la mecánica cuántica no representa partículas, sino más bien nuestro conocimiento, nuestra observación, nuestra conciencia de las partículas45, Popper afirma: “nuestras teorías, que nos guían en la disposición de nuestros experimentos y en la interpretación de sus resultados, han sido siempre, naturalmente, invenciones nuestras: son invenciones o productos de nuestra conciencia. Pero eso no tiene nada que ver con la condición científica de nuestras teorías, que depende de factores tales como su simplicidad, simetría y capacidad explicatoria, y de la forma en que ha resistido la discusión crítica y las contrastaciones experimentales cruciales; y de su verdad (correspondencia con la realidad) o su proximidad a la verdad”46. A pesar de su insistencia en rescatar la objetividad y la verdad del conocimiento, no puedo evitar poner de manifiesto que la teoría mantiene en Popper el carácter hipotético – propio de los juicios regulativos kantianos -, y que la verdad, en última instancia, solamente guarda su certeza subjetiva. 44 T.C., p. 27. Cfr., T.C., p. 57. 46 T.C., p. 63. 45 El diálogo entre el entendimiento humano y la realidad física parece reducirse al encuentro tangencial de dos círculos cuyas luces interiores no se alcanzan mutuamente; la existencia fáctica es entonces el punto de encuentro de dos legalidades que, como tales, no se pueden nunca reconocer mutuamente: la inventada por el entendimiento y la posiblemente –o supuestamente- presente en la naturaleza. A la luz de este planteamiento Popper no está tan lejos de Rescher como parecía a primera vista, y a mi modo de ver, y a pesar de su rechazo a la teoría, Rescher asume, como Popper, el planteamiento crítico kantiano de la ciencia y su relación con la metafísica. Por ello llega a decir Rescher que “el hecho decisivo es que –objetivos básicos aparte- la ciencia no es un objeto fijo, sino temporal y pasajero; inevitablemente es una cuestión de estados y estadios. No podemos hablar intemporalmente de los hechos de la ciencia, llana y categóricamente, sin una matización temporal como tal y como se entendían en el siglo XVII o como los vemos hoy. La razón de esta incapacidad estriba justamente en el hecho de que la ciencia de hoy no puede hablar de la ciencia futura, de que no estamos ni nunca estaremos en condiciones de delinear los problemas y materiales de la ciencia futura (…). La única cosa inamovible respecto de la ciencia es su misión de descripción, explicación, predicción y control de fenómenos naturales, y el compromiso de proceder en estas cuestiones mediante los controles racionales empíricamente fundados para la comprobación y refrendo de nuestras afirmaciones que han pasado a conocerse como el método científico. Todo lo demás, (…) es “potencialmente cambiable”47. En sintonía con lo anterior es que entonces Rescher llega a afirmar que no es posible definir con certeza los límites de la ciencia: nunca podemos situar con seguridad un sector de fenómenos fuera de su alcance explicativo; no se pueden poner barreras en el camino de la investigación48. Sin embargo, y paradójicamente, preguntas que hoy se sitúan al nivel de los presupuestos de la ciencia, tales como “¿por qué hay algo más 47 L.C., p. 133. bien que nada?”, “¿por qué es la naturaleza un cosmos ordenado?” o “¿por qué son las leyes cósmicas como son?”, y que hoy parecen científicamente incontestables, podrían llegar a serlo en un futuro49. Afirmación que no deja de sorprender, porque todos los presupuestos rescherianos presentes en Los límites de la ciencia nos han conducido a pensar que en ningún presente estará el científico en condiciones suficientes de reconocer la verdad. Tampoco veo cómo, -salvo, claro está, por la vía de la contrastación con la vida cotidiana- puede Rescher afirmar que el problema de los límites del conocimiento nada tiene que ver con las preguntas que –en cada tiempo- se sitúan como presupuestos “contextuales” de la ciencia. El que “la pregunta “¿por qué hay algo?” tenga de hecho carácter último para el marco de la causalidad eficiente –que dada su propia naturaleza, no puede abordar el problemano significa que no puede haber algún otro marco (tal como el marco teleológico o causalidad final) que pueda abordar este problema con mayor o menos éxito. La ultimidad interna al marco no convierte a una pregunta en irresoluble en sí misma. Estas cuestiones se refieren a limitaciones internas a subsectores, y no al problema más fundamental de los límites del conocimiento. No representan ni problemas irresolubles, ni preguntas inadecuadas”50. No alcanzo a ver cómo el problema fundamental de los límites del conocimiento puede no afectar limitaciones internas a subsectores del conocimiento mismo, las cuales, según Rescher, no son en sí mismas irresolubles. Haber puesto a dialogar a estos dos filósofos de la ciencia me ha permitido entonces advertir que comparten, a pesar de sus diferencias, un presupuesto teórico que tiene su origen en la filosofía crítica kantiana. Tanto Popper como Rescher concuerdan, en sus tesis, con argumentos centrales del pensamiento kantiano que tienen por centro de gravitación el carácter regulativo de la 48 L.C., p. 141. Cfr., L.C., pp. 148-154. 50 L.C., p. 155. 49 facultad de juzgar y su papel frente a las condiciones de validez de la objetividad científica. La vía descendente de constitución de la objetividad, es decir, la construcción de la ciencia, implica en Kant una síntesis entre los conceptos y principios a priori del entendimiento (de carácter necesario) y los fenómenos de la naturaleza (contingentes). Ahora bien, ésta síntesis, que es la que hace de una proposición un juicio sintético a priori, es, no obstante, posible bajo dos contextos: a) un marco teórico de carácter hipotético: es decir, cuando la relación teleológica de los fenómenos se manifiesta en armonía con el sentido teleológico de las ideas de la razón; todo lo cual se enmarca en el contexto regulativo de la subjetividad trascendental. Sólo entonces cabe la posibilidad de la legalidad eficiente y determinante de los objetos51. b) ese cierto carácter violento, que consiste en “forzar” a la naturaleza para que responda nuestras preguntas, y que implica “el experimento” sobre “fenómenos”. Sin embargo, y justamente por ello, la validez de los objetos y de las leyes de la ciencia que son alcanzadas según el método crítico trascendental no garantiza la verdad del conocimiento. Las condiciones de posibilidad de la objetividad científica son condiciones necesarias mas no suficientes para el conocimiento verdadero52. Por supuesto, queda también planteada la pregunta para Kant: cómo sabe el científico que su ciencia ciertamente “progresa”? Y, qué significa que la ciencia progrese? El progreso, ciertamente, implica la síntesis judicativa (y a priori) respecto a los fenómenos de la naturaleza. Pero siendo condición necesaria, es también condición suficiente? Y qué pasa si mientras el investigador busca el progreso, y “forza” a la naturaleza con el experimento, se afecta la base suprasensible de los fenómenos y se rompe la 51 Cfr., Martínez Acuña Ma. Elvira, La articulación de los principios en el sistema crítico kantiano. Concordancia y finalidad., EUNSA, Pamplona, España, 1996. 52 Cfr., Kant, Crítica de la razón pura, Alfaguara, 1998, A50/B74 ss. B87/A63. supuesta dinámica teleológica la naturaleza? Al respecto, nada puede decirnos la perspectiva crítica del conocimiento científico. Por tanto, Kant ha dejado bien claro que la perspectiva lógico trascendental no pretende responder la pregunta por la verdad del conocimiento. Así entonces, una discusión sobre los alcances del entendimiento respecto al conocimiento de la realidad, sobre las posibilidades de la verdad no puede pretender ser resuelta a la luz de presupuestos kantianos de la ciencia, porque se termina cayendo en afirmaciones subrepticias, como el mismo Kant las llama. Me animo pues a preguntar si justamente el diálogo Popper-Rescher no nos invita a buscar una mejor manera de justificar las posibilidades del conocimiento científico verdadero, de modo que el progreso en la construcción de instrumentos, la superación de los límites de marcos teóricos correspondientes a subsectores del conocimiento, no dependa exclusivamente del carácter hipotético-regulativo de la teoría y del recurso a la contrastación fáctica.