CRITERIOS DE COMPARACIÓN ENTRE ITINERARIOS CULTURALES
(PATRIMONIALES) Y RUTAS DISEÑADAS
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CRITERIOS DE COMPARACIÓN ENTRE ITINERARIOS
CULTURALES (PATRIMONIALES) Y RUTAS DISEÑADAS
COMPARATIVE CRITERIA BETWEEN CULTURAL ROUTES
(HERITAGE) AND DESIGNED ROUTES
Alberto Martorell Carreño
Presidente de Icomos Perú, Perú
Recibido: 18 de noviembre de 2013
Aceptado: 24 de julio de 2014
RESUMEN
El avance de la teorización sobre un tema requiere desarrollar criterios útiles para contrastar y comparar los
diferentes conceptos involucrados. En el número 7 de Patrimonio Cultural y Turismo (diciembre de 2012)
planteamos una primera aproximación a esta clase de discusión en lo concerniente al concepto de “itinerarios
culturales”. En este artículo elaboramos una aproximación comparativa más detallada, considerando los mismos
criterios propuestos para distinguir entre itinerarios culturales (o itinerarios patrimoniales si aplicamos la
terminología usada en las Directrices Prácticas de la Convención de Patrimonio Mundial) y otros tipos de rutas
que no son históricas sino creadas o diseñadas obedeciendo a diferentes motivaciones y elementos.
Palabras clave: Criterios de comparación, itinerarios culturales, itinerarios patrimoniales, rutas creadas,
rutas diseñadas.
ABSTRACT
The theoretical improvements on an academic issue require developing criteria useful to contrast and
compare different concepts under discussion. In the former issue of Patrimonio Cultural y Turismo (Nº 7,
December 2012) we proposed a first approach to this kind of exercise concerning to “cultural routes”
concept. In this article we elaborate a more detailed comparative approach, considering the same criteria
proposed to distinguish between cultural routes (or patrimonial routes if we use the terminology used in the
Operational Guidelines of the World Heritage Convention) and other kind of routes which are not historic,
but designed through different motivations and elements.
Key words: Comparative criteria, cultural routes, heritage routes, created routes, designed routes
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Marco teórico
El tema de los itinerarios culturales de carácter patrimonial (itinerarios patrimoniales) tiene su origen en
la inscripción del Camino de Santiago de Compostela (Camino Francés) en España como Patrimonio
Mundial y luego ha tenido sus principales desarrollos en la Carta Internacional de Itinerarios Culturales de
ICOMOS (Quebec, 2008) y en el Anexo III de las Directrices Prácticas para la Aplicación de la Convención
de Patrimonio Mundial (cuya última versión en español data del 2011). Entre los principales estudios
realizados sobre el tema cabe mencionar las actas de diversas reuniones del Comité de Itinerarios Culturales
de ICOMOS (CIIC, 2001 a y b; 2009), así como trabajos de Feliu (2009), Hernández (2010), Martínez
(2010), Martorell (2003; 2004 a y b; 2005 a, b y c; 2006; 2008 a y b; 2012), Suárez-Inclán (1999 a y b; 2003,
2005 y 2007) y Tresserras (2006). Este conjunto de estudios, consultados para la realización del presente
artículo, constituyen una teorización acerca de los llamados itinerarios patrimoniales o itinerarios culturales
que, de acuerdo a los textos antes citados constituyen un corpus histórico, en el que la base epistemológica es
la de la teoría del patrimonio cultural como objeto de estudio de carácter histórico, básicamente, por lo que se
incluyen en su ámbito aquellos casos de itinerarios que han tenido (y en algunos casos mantienen) un uso
como vías de comunicación ciertas, concretas y, por ende, física e históricamente determinables. Nuestra
teorización ha partido de un análisis de los diversos casos que corresponden a la categoría en la Lista del
Patrimonio Mundial, determinándose que las características comunes de todas ellas es su historicidad, y los
procesos de movimiento de personas facilitados mediante la conectividad geográfica facilitada por la vía
material o el uso continuo del territorio con ese fin, y cuya consecuencia principal es generar interrelación
entre las poblaciones vinculadas con su recorrido y uso tradicionales.
Sobre el tema de las rutas culturales europeas debe hacerse una referencia genérica a la página web del
Instituto Europeo de Itinerarios Culturales (http://www.culture-routes.lu) y a las respectivas páginas de las
numerosas rutas aprobadas en su contexto, donde destacamos el trabajo de Tondré (2007). Sobre otros tipos
de rutas la literatura es inmensa y no necesariamente rigurosa, sobresaliendo los artículos de Briedenhann y
Wickens (2004), Donaire y Gali (2008), Hernández (2011) y López-Guzmán y Sánchez (2008). Se trata de
una aproximación distinta del tema de las comunicaciones, en las que hablamos de rutas diseñadas, en torno
a determinados temas de interés, pero que no necesariamente cumplen con la característica de ser resultado
de un uso histórico previo. Puede así no haber existido una vía de comunicación histórica sino que hay un
hilo conductor temático que las determina. Es, entonces, la comunicación actual y el posible recorrido por
dicho interés temático lo que las determina.
Análisis comparado
En los siguientes párrafos se realiza un análisis comparativo de los itinerarios de tipo patrimonial y de
otras rutas creadas o diseñadas, poniéndose especial énfasis en sus características básicas, criterios
metodológicos y aplicativos, basados en la teorización antes esbozada y los análisis comparativos realizados.
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Por su origen
Dado que estamos desarrollando criterios objetivos de comparación entre los llamados “itinerarios
culturales” y toda una serie amplia de propuestas que abarcan desde los “itinerarios culturales europeos”
hasta las rutas turísticas, consideramos que este criterio de diferenciación es verdaderamente importante.
En efecto, sostenemos que los “itinerarios patrimoniales” son entidades preexistentes a cualquier intento
moderno de interpretación y patrimonialización que podamos emprender respecto a cualquiera de ellos, y
que el hecho de que un itinerario en especial no sea materia de reconocimiento, declaratoria o estudio
alguno no lo desnaturaliza ni contradice sus valores. Se trata de un bien cultural resultante de un proceso
histórico e incluso en caso de que su existencia se mantenga al margen del conocimiento humano, la
potencialidad de descubrimiento de sus valores recae en su existencia misma. Un itinerario cultural, por lo
tanto, es un bien determinado por su trazado y utilización histórica. No se crea, no se inventa, no se
diseña. Existe.
Las muestras son muchas y diversas. En España, el Camino de Santiago de Compostela, conocido como
el Camino Francés, se corresponde con el trazado descrito en el Códice Calixtino1, considerado por
algunos como la primera “guía del viajero”, y que contiene la descripción de dicho camino, utilizado
desde época anterior al siglo XI del que data el referido códice. Comprende no solo el trazado físico, sino
un impresionante repertorio de edificios religiosos y seculares que forman parte integrante del itinerario
histórico, como los llamados “hospitales de peregrinos” (por ejemplo el Hospital del Rey en Burgos);
verdaderas joyas de la ingeniería como el puente La Reina en el poblado del mismo nombre, en Aragón;
catedrales maravillosas como la de Burgos, la de León y la del propio Santiago de Compostela. Ese
camino es, pues, un trazado histórico que tuvo uso real y concreto, vinculado principalmente a la
peregrinación hacia la catedral de Santiago, pero no utilizado únicamente con ese fin.
Un ejemplo cercano de este tipo de bien lo tenemos en el denominado Qhapaq Ñan o Camino Principal
Andino, que incluye las miles de rutas que partiendo en dirección a los cuatro suyos (es decir hacia los
cuatro puntos cardinales) desde la plaza del Cuzco, se extendieron a zonas tan lejanas como el territorio
andino argentino, el área central de Chile, pasando por toda Bolivia y luego por todo Ecuador hasta
Nariño (Colombia).
El Qhapaq Ñan ha sido materia de un proyecto de bastante largo aliento, en el que han participado los seis
países andinos (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú) y el Centro del Patrimonio Mundial
de la UNESCO. Dentro de ese proyecto se constituyó un “Comité de sabios” que propuso la siguiente
definición:
…Qhapaq Ñan es uno de los mayores logros del mundo antiguo, y, a la fecha, sirve como vínculo entre
las formas de vida ancestrales y contemporáneas en la América Andina. Este Camino Principal
1
El Códice Calixtino es un manuscrito que data del siglo XII, en cuyo Libro V se describe el recorrido que los viajeros debían seguir desde Francia
para arribar a Santiago de Compostela. De autor anónimo, se le atribuye a Américo Picaud.
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Andino conectó una bien desarrollada red de vías y una infraestructura construida a lo largo de un
período de más de 2,000 años por las culturas andinas preincaicas. Muchos de esos sitios ya han
sido consagrados en la Lista del Patrimonio Mundial. Este sistema de rutas longitudinales y
latitudinales, que se expandió a lo largo de más de 23,000 kilómetros, conectó varios centros
productivos, administrativos y ceremoniales y a los centros de poder y los valles cálidos tanto como
los desiertos y las juntas en los más alejados puntos del imperio. Esta red de caminos se constituyó
en una rica fuente de todas las clases de relaciones a lo largo del territorio y fue parte integral del
sistema de poder, al unir al imperio tanto física como orgánicamente. Este sistema de comunicación
continental creció como una respuesta a un programa político que data del siglo XV. Los incas
extendieron las rutas a los lejanos confines del imperio para asegurar que el flujo de ideas, poder,
bienes y cosmologías alcanzara fácilmente todas las áreas del vasto imperio inca algo más de cuatro
millones de kilómetros cuadrados de tierra desde la costa del Pacífico hasta los 500 metros sobre el
nivel del mar (Comité del Patrimonio Mundial, junio-julio 2007).
Como podemos apreciar, la vigencia de estos caminos es cierta, concreta y tangible desde mucho antes de
haberlos pensado como patrimonio cultural.
Veamos ahora el caso de los itinerarios culturales creados que, esencialmente, son de dos tipos: itinerarios
basados en algún hilo temático histórico, patrimonial, territorial, etc. –lo que les da un significado
determinado– e itinerarios turísticos propiamente dichos. La institución que más ha trabajado rutas del
primer tipo es el Instituto Europeo de Itinerarios Culturales (EICR por sus siglas en inglés), cuyo objetivo
tiene que ver con la creación de lazos culturales entre los diversos pueblos del viejo continente. De hecho,
este tipo de itinerario es definido como “una ruta que cruza uno o más países o regiones, organizada en
torno a temas cuyo interés histórico, artístico o social es evidentemente europeo, ya sea en razón de la ruta
geográfica seguida o por la naturaleza y/o alcances de su rango y significatividad” (Capp, 2001).
Esto genera un amplio margen, en el que se han incluido desde rutas patrimoniales como el mencionado
Camino de Santiago de Compostela –es decir, rutas preexistentes a cualquier intento de gestión o
interpretación cultural, resultado del proceso histórico y por lo tanto correspondientes al primer tipo que
venimos comentando– hasta rutas creadas en torno a eventos como festivales y ritos populares de Europa,
o vinculadas a la fantasía literaria como la Ruta de Don Quijote (que no por provenir de la pluma más
importante de la lengua española, como es la de Cervantes, deja de ser fantasía). Resulta curioso y digno
de ser citado el tratamiento legal recibido justamente por la ruta del ingenio cervantino, que tuvo su
propia ley, hoy derogada, dada por el parlamento del gobierno autonómico de Castilla-La Mancha (Ley
7/2006 de 20 de diciembre) y que definía dicha ruta como “el conjunto de caminos, vías pecuarias,
antiguas plataformas ferroviarias y otras vías de uso público conectadas entre sí y que se describen en el
anexo I de esta ley, de acuerdo con la cartografía que figura en el anexo II”. No se trata entonces
necesariamente de la posible localización de los lugares que en la obra literaria se describen y que,
eventualmente, podrían tener un correlato en la realidad material.
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Los orígenes de los itinerarios culturales europeos tienen así dos derroteros bastante alejados entre sí. Por
un lado pueden coincidir con los itinerarios patrimoniales y por otro pueden abarcar criterios de gran
amplitud, cuyo referente común es el hecho de ser europeos. En esta última variable tenemos aún dos
criterios adicionales de diseño: recorridos en torno a referentes patrimoniales como la Ruta del Barroco
(que se inspira en los lugares más sobresalientes de esta corriente artística) y los que toman, como hemos
visto, incluso referencias literarias.
Pero la libertad es mayor cuando hablamos de rutas turísticas, en cuyo caso no hay necesariamente un
criterio temático ni mucho menos un itinerario histórico determinado y concreto. Los intereses de una
propuesta turística pueden agregarse libremente a un recorrido sin que ello vaya en desmedro de la
propuesta. Puede tratarse incluso de lo que solemos llamar “turismo cultural” porque su principal
referente está conformado por sucesos culturales, que no tienen que estar ni vinculados entre sí ni
responder a un hilo conductor cultural. Las distancias, la disponibilidad de vuelos directos, el atractivo de
los sitios, etc. son criterios que se adoptan al definir este tipo de propuestas, buscando sobre todo generar
una ganancia al tour operador. Allí las alternativas son infinitas. Tomo alguna al azar de Internet: Madrid,
Burdeos, París, Ámsterdam, Frankfort, Praga, Innsbruck, Venecia, Florencia, Roma, Niza, Barcelona y
nuevamente Madrid. Este recorrido es ofertado bajo el nombre de “Leyendas de Europa II” en el sitio
web: http:// www.sierraverdeperu.net/principal/index.php?page=shop.product_details&flypage=garden_
flypage.tpl&product_id=437&category_id=35&option=com_virtuemart&Itemid=101. Tal vez, el criterio
principal aplicado es la viabilidad del recorrido continuo por autovías seguras y de buena calidad, además
de un diseño que permite una ida y un retorno igualmente atractivos.
Por su naturaleza
Los itinerarios de carácter patrimonial tienen, como hemos visto, un origen histórico determinado. Se puede
tratar tanto de trazados concretos sobre la superficie terrestre –donde se modifica el espacio geográfico con el
fin de superar los obstáculos que se presenten–, como de montañas o quebradas, grandes desiertos o cursos de
agua. Ante este tipo de obstáculos, con el afán de generar conectividad territorial, los hombres han desarrollado
una serie de instrumentos tecnológicos como puentes, túneles, etc. Todo ese conjunto de bienes contribuyó a
darle a los itinerarios sus dos valores esenciales: conectividad para facilitar el movimiento de personas a través
de ellos e interrelación entre sus usuarios, cuyos resultados se pueden apreciar hoy en día en tendencias
arquitectónicas diseminadas y compartidas, corrientes de pensamiento, creencias religiosas, etc. Esto significa
que la naturaleza de un itinerario cultural es rica y compleja. Incorpora una serie de elementos funcionales que
han permitido, y en muchos casos siguen haciéndolo así, el desplazamiento de los seres humanos. Y este es un
elemento clave cuando queremos aproximarnos al tipo de bienes que venimos caracterizando: para entenderlo
es necesario comprender la lógica de su funcionamiento.
Dicha lógica determina la distancia entre los hospitales de peregrinos en el Camino de Santiago de
Compostela, que oscilan entre los 21 y 25 km y que, de acuerdo a la naturaleza del terreno, son los que puede
recorrer una persona; aproximadamente la misma distancia a la que se encuentran entre sí los tambos
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del Qhapaq Ñan. Algo mayor es la distancia propia de las postas, lugares de descanso y avituallamiento
de los caminos reales, donde se utilizaba animales de carga y transporte. En ese caso se trata de 30 km, lo
que se explica por los traslados, por ejemplo, de ganado, pues seguramente la capacidad de recorrido de
los caballos es mayor.
En cambio, los itinerarios diseñados y las rutas turísticas en general tienen puntos incluidos según el
criterio de quien los trace. No son históricos y por lo tanto no abarcan dentro de su conceptualización
determinados bienes por razones funcionales, sino por criterios actuales y modernos, que con libertad
elige el responsable del diseño. Nótese que no estamos disminuyendo su valor, pero es necesario juzgarlo
dentro de sus características y, justamente, de acuerdo a su naturaleza. Sin lugar a dudas una ruta turística
bien diseñada se convierte en una placentera experiencia y contribuye al conocimiento de los sitios y al
acrecentamiento espiritual de los turistas que adquieran los derechos de recorrerla.
Por su contenido
Un itinerario patrimonial contiene de manera unitaria y como elementos propios del sistema de
comunicación histórico que se ha dado a través de él, aquellos elementos asociados a su funcionalidad
(como el caso de los tambos incas, los hospitales de peregrinos y las postas antes mencionadas) y una
serie de otros elementos resultantes del proceso de interinfluencia cultural que su uso ha generado entre
unas y otras poblaciones ubicadas a lo largo del recorrido. Pensemos, por tomar otro ejemplo, en la Ruta
del Incienso, inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO el año 2005, donde además del
trazo mismo del camino se consideran integrantes del itinerario otros elementos, que la descripción oficial
de la UNESCO detalla indicando su ubicación. En el caso del desierto del Néguev precisa que se trata de
cuatro antiguas ciudades nabateas: Avdat, Haluza, Mamshit Kurnub y Shivta, así como de una serie de
fortalezas y paisajes agrícolas que marcaban los caminos por donde transitaban el incienso, la mirra y las
especias hacia la cuenca del Mediterráneo, un comercio sumamente rentable entre el sur de la Península
Arábiga y la cuenca del Mediterráneo, que tuvo lugar desde el siglo III a. C. hasta el siglo II d. C. Pueden
verse restos de sistemas de irrigación, construcciones urbanas, fortines y caravasares, testimonio del uso
humano y de su forma de asentarse en territorios difíciles.
El contenido de una ruta diseñada o turística responde, nuevamente, a la libre decisión de quienes la
crean. En el caso de los itinerarios propiamente patrimoniales, entonces, es el uso histórico de los
elementos y la evolución del transcurrir del proceso mismo los que la integran. En los demás hay una
amplia gama de posibilidades, que pueden incluir (o no) referentes patrimoniales, pero la asociación entre
ellos no está dada por la historia, sino por la intencionalidad de los responsables de su propuesta.
Por su patrimonialidad
Un itinerario cultural es un todo unitario, y cada uno de sus componentes forma parte integrante del mismo
proceso de comunicación y del movimiento de personas y bienes que se han dado a lo largo de su vigencia.
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Este factor debe ser cuidadosamente tenido en cuenta por quienes se encarguen del estudio y selección de
sitios que se van a considerar en el proceso de identificación. Muchas veces se comete el error de incluir
únicamente los elementos más “monumentales”, dejando de lado por ejemplo los puntos de vigilancia que
son de gran importancia en rutas comerciales o en las que discurrieron por territorios hostiles, pues
garantizaban la viabilidad misma del desplazamiento.
En cambio, en el caso de rutas temáticas y turísticas, no existe un carácter unitario subyacente a su
esencia misma. Si bien hay una lógica de recorrido, pueden asociarse a este de manera arbitraria bienes
que no estuvieron ligados históricamente. Las rutas culturales europeas suelen tener un hilo conductor
temático, pero este no perderá sentido por el hecho de que algún bien potencialmente incluible no sea
considerado. Mucho menos en el caso del recorrido turístico, donde se puede pasar por ciudades de muy
diverso origen, espacios naturales o lugares de esparcimiento de muy reciente creación.
Por sus objetivos
Los objetivos primordiales de un itinerario de carácter patrimonial son su investigación histórica y su
conservación con técnicas apropiadas a bienes del patrimonio cultural. Eso implica su puesta en valor y,
siendo que el patrimonio cultural debe ser visto como un recurso para el desarrollo integral y sostenible
de las poblaciones de sitio, su uso apropiado.
El recorrido de una ruta temática responde a criterios modernos relacionados con el conocimiento del
tema elegido. Es probable que este tema esté representado por bienes patrimoniales que deberán
conservarse, pero esa no es labor del responsable de la ruta, sino de quien administre el sitio concreto.
Las rutas turísticas incluyen normalmente elementos patrimoniales, pero están completamente alejadas de
las labores científicas y de conservación que sobre ellos se realicen. Es más, consideramos directamente
un error pretender dar al operador turístico responsabilidades sobre el sitio mismo, pues evidentemente su
labor dista mucho de la especializada propia de la gestión integral del patrimonio. Lo que sí es cierto es
que esos bienes patrimoniales funcionarán mejor como atractivo para los turistas en la medida en que se
encuentren en el mejor estado de conservación posible. Allí sí hay una labor para el agente turístico, que
puede informar a las autoridades responsables cuando existan evidencias de deterioro en bienes a los que
lleva a sus clientes. Le corresponde también empaparse debidamente del conocimiento que le permita dar
información fidedigna a quienes requieran sus servicios. En resumen, el objetivo de una ruta turística es el
placer y el deleite de quienes la recorran, a lo que se puede agregar la generación de ingresos económicos
que beneficien a la población de los lugares visitados.
Por su extensión
Un itinerario cultural tiene límites históricos, alcanza a aquellos lugares que estuvieron vinculados con el
recorrido durante la vigencia de la ruta. Quien la gestione no puede agregar o quitar a su libre albedrío
puntos que forman parte de ese trazo concreto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en algunas
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ocasiones determinados tramos de la ruta histórica han desaparecido por múltiples factores, siendo uno de
los más usuales la construcción moderna. En ese caso, usando fuentes de información científicamente
contrastadas y comunicando debidamente el hecho, se puede complementar el recorrido con elementos
modernos para recuperar la integralidad del bien.
Los itinerarios temáticos europeos pueden abarcar diversas manifestaciones del mismo tema, pero no
podrán extenderse a terceros temas, por más que revistan gran interés. En cambio en una ruta turística no
hay límites más allá de la capacidad adquisitiva de quienes tomen los servicios del tour operador que la
promueva. Tanto es así que existen algunas propuestas de recorrido de carácter global, al alcance de
quienes tienen ingentes recursos económicos.
Por su gestión
La gestión de un itinerario patrimonial responde a los criterios técnicos que le son aplicables, y debe tener
un carácter unitario. Es necesario que se coordinen las acciones por realizarse, de tal modo que no existan
discrepancias o incompatibilidades entre la gestión de uno u otro tramo del mismo itinerario.
Los itinerarios culturales europeos se realizan dentro de ciertos niveles de coordinación, pero dado que no
se trata de un bien patrimonial no requieren necesariamente de la coordinación de metodologías de
intervención y demás acciones. Aunque es de anotarse que estos itinerarios tienen comités de gestión en
los que participan representantes de los diversos puntos incluidos y que las labores de promoción suelen
ser concertadas.
La gestión de una ruta cultural es la propia de la actividad turística y tiene que ver con la logística del
servicio que se brinde, la que no variará mucho entre recorridos de igual nivel en destinos diferentes.
Por el tipo de actividades permitidas
En un itinerario cultural serán permitidas aquellas acciones compatibles con los intereses de su
conservación. En los demás tipos de rutas las limitaciones que se puedan dar no provendrán de la gestión
del recorrido mismo, sino en todo caso de cada bien puntualmente incluido. En la ruta turística,
igualmente, no hay pautas de comportamiento (salvo las de la adecuada convivencia entre los diversos
visitantes), pero en cada lugar habrá que seguir las reglas locales.
Por la población
Normalmente cuando hablamos de patrimonio cultural, hacemos referencia a la población local. Esto
resulta sumamente fácil, por ejemplo en un centro histórico. Pero, ¿cuál es la población local del Qhapaq
Ñan, la que habita en el Cuzco o la de Nariño en Colombia (por citar un punto muy alejado)? ¿A quiénes
debe beneficiar la gestión integral del bien? ¿A quiénes perjudica la destrucción de uno de los tramos,
probablemente a miles de kilómetros de su lugar de residencia, pero que forman parte de “su” itinerario?
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La respuesta necesaria es que cada uno de los puntos a lo largo del itinerario cultural está habitado en
condiciones igualitarias por la misma población de sitio, pues se trata del mismo bien. Por ello se requiere
hacer todos los esfuerzos posibles para que cada poblador local entienda que, más allá de su territorio, el
bien se explica en su totalidad.
El sentido de “población local” en otro tipo de rutas difiere totalmente. En el ejercicio del turismo, cuando
se piensa en población local se suele considerar el tema de las actitudes hacia el visitante, por ejemplo.
Una máxima del turismo es que se trata de una actividad generadora de recursos de manera extensiva.
Esto es cierto si se tiene en cuenta criterios participativos, se da acceso al visitante a la experiencia y se
realiza contacto directo con el lugareño.
Por la información y presentación
La información y presentación de un itinerario cultural deben dar cuenta de su unicidad y de los procesos de
comunicación, movimiento de personas e interinfluencia cultual que se han dado a lo largo de su uso histórico.
Uno de los graves problemas de gestión es que la patrimonialización integral del camino muchas veces resulta
inviable dada su amplitud. En el caso de su inscripción como Patrimonio Mundial, por ejemplo, pensar en los
estándares máximos de conservación que ello implica para un recorrido de varios miles de kilómetros resulta
ser económicamente inviable. Pero justamente si ello ocurre se puede recurrir a los centros de interpretación
para compensar el hecho de que un tramo sea integrado de manera directa y otros no.
Ahora bien, la información de las otras versiones de itinerario busca igualmente desplegar la integridad
del recorrido, que deberá estar claramente incluido en la documentación de presentación de una ruta
turística determinada.
Sin embargo, un itinerario cultural requerirá que se resalten los bienes funcionalmente vinculados a su
historia, a los que nos hemos venido refiriendo en diversos ítems de este artículo. También es importante
que se refleje la integralidad del proceso de intercambios que se haya dado y las corrientes de
pensamiento, religiosas, artísticas y de otra naturaleza que explican los bienes que lo representan.
Por su duración
Un itinerario cultural no tiene una fecha de caducidad, pues los hechos acaecidos en su recorrido forman
ya parte concreta y verídica de la historia, algo que no se puede decir de los otros tipos de itinerarios que
por diversas razones podrían quedar totalmente desensamblados. De hecho, en el mundo del turismo, la
innovación lleva muchas veces a que se abandone la oferta de un determinado recorrido que pasa
rápidamente a ser sustituido por otro, sobre la base de los criterios propios del mercado: la oferta y la
demanda.
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Conclusión
Hemos demostrado con bastante detalle que los itinerarios culturales o itinerarios patrimoniales son
entidades históricas con características propias y que no se pueden ni deben confundir con otro tipo de
recorridos, resultado del libre albedrío e iniciativa contemporáneos. El único punto conceptual que tienen en
común es que implican un desplazamiento de personas sobre un determinado territorio, pero eso no es
suficiente como para afirmar que comparten otras características. Sin embargo, observamos en la realidad
que comienzan a proliferar ofertas creadas y diseñadas, como si tuvieran el mismo carácter que los itinerarios
culturales, lo que genera una confusión considerable que debe ser superada.
Nuestra propuesta, que ya hemos planteado en ocasiones anteriores, es que se lleve a cabo una gran
reunión entre expertos y representantes de los organismos involucrados, principalmente entre los que
promueven las rutas culturales europeas y quienes trabajan el tema con los criterios más cercanos a la
Convención del Patrimonio Mundial. Tal vez la clave está en hacer una distinción terminológica y, en ese
sentido, el uso del término “itinerario patrimonial” en lugar de “itinerario cultural” que hacen las Directrices
Prácticas para la Aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial podría contribuir notablemente.
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