LÉXICO DE LOS
GRUPOS DE PODER
Fernando Ayala Blanco
Salvador Mora Velázquez
Coordinadores
Universidad Nacional Autónoma de México
2017
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Esta investigación, arbitrada a “ doble ciego” por especialistas en la materia, se
privilegia con el aval de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad
Nacional Autónoma de México.
Este libro fue financiado con recursos de la Dirección General de Asuntos
del Personal Académico, de la Universidad Nacional Autónoma de México,
mediante el proyecto “Los Grupos de Poder en el Estado Democrático de
Derecho en México” coordinado por el Dr. Fernando Ayala Blanco, como
parte del Programa de Apoyo a Proyectos para la Innovación y Mejoramiento
de la Enseñanza ( papime), pe304515.
Léxico de los grupos de poder
Fernando Ayala Blanco/Salvador Mora Velázquez (coords.)
Primera edición: 28 de septiembre, 2017
Reservados todos los derechos conforme a la ley.
D.R. © 2016 Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, C.P. 04510, México, D.F.
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Circuito “Maestro Mario de la Cueva” s/n, Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, C.P. 04510, México, D.F.
Oficina del Abogado General
Dirección General de Asuntos Jurídicos
ISBN: 978-607-02-9807-3
“Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta, sin la
autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales”.
Impreso y hecho en México/Made and printed in Mexico.
Los colaboradores del presente libro son egresados, profesores e investigadores de la fcpys de la unam.
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PODER
Isaí González Valadez
María Guadalupe Lora Marín
Todo poder es triste.
gilles deleuze
I. Una aproxImacIón al concepto1
E
l tema del poder ha fascinado a los hombres desde hace
mucho tiempo. Filósofos, científicos sociales, artistas y, en
general, buena parte de la comunidad encargada de los estudios de “lo humano”, han pasado en uno u otro momento por los
territorios de la potestas, la potentia y lo posible. Son tan grandes
el entusiasmo y el interés por estos asuntos, que no pocas voces han
asegurado que toda investigación sobre la política debería girar (o,
de hecho, gira) en torno a preguntas tales como ¿qué es el poder?,
¿cómo se obtiene? y, en la mayoría de los casos, ¿cómo se puede
mantener el mayor tiempo posible?
Ante los diversos autores que lo han estudiado, es posible postular una distinción entre dos grupos: aquellos que sostienen que
se tiene, se posee, y depende de una serie de actos y relaciones
ligados a la voluntad, y aquellos que ven en él una acción que genera otras acciones y afirman que, en todo caso, se ejerce. En este
1
Es importante señalar que los textos sustanciales para el desarrollo de este
artículo son: Raúl Enrique Rojo, “Por una sociología jurídica del poder y la
dominación”, en Sociologías, año 7, núm. 13, Porto Alegre, enero-junio, 2005;
y Michel Foucault, “El sujeto y el poder”, en Revista Mexicana de Ciencias
Sociales, vol. 50, núm. 3, México, julio-septiembre, 1988.
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texto se realizará un seguimiento de este polémico fenómeno en
tres momentos. En la primera parte se hará un rastreo de algunas
definiciones surgidas en el siglo xx, dividiéndolas en tres apartados:
voluntaristas, sistémicas y críticas. En la segunda parte se expondrá la ruptura que significó en la tradición de los estudios sobre
el poder la obra del filósofo francés Michel Foucault, mostrando
algunas implicaciones de sus planteamientos. En la tercera parte
se comentarán un par de características de esta noción que resultan
de gran relevancia en nuestros días. Finaliza la reflexión con unas
breves conclusiones.
II. problematIzacIón
A. Cuando el poder se tiene
Lo primero que habría que señalar cuando se habla del poder es
lo relativo a su consistencia, es decir, para pretender estudiar este
particular acontecer es necesario saber cuál es la materia, o en
todo caso, las fuerzas que lo constituyen y animan. En torno al
debate sobre el “contenido” del poder se debe avanzar con cautela,
pues es muy posible caer en varias confusiones. La primera suele
darse cuando se confunde con la posesión de algún bien material.
No pocas personas identifican como alguien “poderoso” a aquel
que, por ejemplo, cuenta con una renta superior a la del resto de la
población o posee bienes en demasía, atribuyéndole capacidades
las más de las veces superiores y extraordinarias. Este error puede
poner en entredicho la relación entre poder y política, colocando
el centro de la acción conceptual en un ámbito fundamentalmente
económico o financiero, mistificado y usualmente fetichizado.
Otra confusión recurrente se presenta cuando se coloca el dominio del poder únicamente en aparatos políticos-gubernamentales.
Situar su ejercicio sólo en la esfera estatal, gubernamental o de
los aparatos jurisdiccionales de la Administración Pública, desvía
la atención del debate y produce un reduccionismo analítico. La
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poder
reflexión sobre esta segunda confusión es lo que alentó a lo largo del
siglo xx a diversos pensadores a particularizar el tema y localizarlo
de frente a conceptos tan importantes como el Estado, la política,
lo público, etcétera. Así, el poder ha sido analizado como una
actividad que puede ser estudiada, en un primer momento, desde
áreas conceptuales. Siguiendo la categorización realizada por Raúl
Enrique Rojo, podemos establecer tres grupos de definiciones: las
voluntaristas, las sistémicas y las críticas.
B. Las definiciones voluntaristas
El primer grupo, denominado “voluntaristas”, puede ser caracterizado como aquel que hace del poder una actividad ligada a la
voluntad de uno o varios individuos. Voluntad, en este sentido,
puede entenderse como la capacidad de alguien para realizar alguna
acción, mayormente en detrimento de otra persona. En este grupo
podemos encontrar, señala Rojo, a autores como Max Weber, quien
afirma que el poder “significa la probabilidad de imponer la propia
voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y
cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”.2 Esta noción
presupone el esparcimiento del fenómeno del poder de una forma
desigual por toda la sociedad y, como consecuencia, crea siempre
una relación asimétrica entre los individuos.
La expresión de imponer la propia voluntad, también es desarrollada en las definiciones hechas por Bertrand Russell –poder
como “la producción de efectos deseados”– y por Dennis H. Wrong,
quien lo concibe como “la capacidad que tienen ciertas personas
para producir en otros efectos deseados y previstos”.3 Otro ejemplo
de definición voluntarista, se encuentra en el estudio realizado por
2
Max Weber, Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva,
España, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 43.
3
Raúl Enrique Rojo, “Por una sociología jurídica del poder y la denominación”,
en Sociológicas, año 7, núm. 13, Porto Alegre, enero-junio, 2005, p. 42.
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Robert A. Dahl, en su libro On the concept of power, donde formula
que “A tiene poder sobre B cuando puede obtener de B que haga
algo que B de otro modo no habría querido hacer”.4
Las definiciones voluntaristas privilegian el lugar de aquel que
se encuentra en posibilidad de ser dueño del poder e imponerlo, y
a su vez, potencializan relaciones asimétricas entre el poseedor de
éste (que contaría con cierta libertad y autonomía) y el que carece
de él, lo que tiene como consecuencia un ejercicio de coerción
intermitente.
C. Las definiciones sistémicas
Para Rojo, habría un segundo grupo de definiciones, las cuales denomina “sistémicas”, ya que lo explica a partir de un modelo funcional
y una sociedad que interactúa como un sistema que organiza y ordena las relaciones sociales entre las instituciones y los individuos.
La definición sistémica paradigmática se encontraría en la obra de
Talcott Parsons, quien sostiene que el poder es
una capacidad generalizada para servir a la realización de las obligaciones encadenadas por las unidades dentro de un sistema de organización colectiva, cuando las obligaciones son legitimadas respecto a
su relación con los objetivos colectivos.5
De esta manera, el poder se vislumbrará como un medio generalizado de coerción, una forma de ejercer influencia, una obligatoriedad al cumplimiento de los fines colectivos.
Otra definición que igualmente tiene por inspiración la teoría
de sistemas, es la del sociólogo alemán Niklas Luhmann, quien
utiliza la teoría de los medios de comunicación como base para su
planteamiento sobre el poder, al cual considera como un medio de
4
5
Idem.
Ibid., p. 44.
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poder
comunicación6 simbólicamente generalizado. Para Luhmann, todo
sistema social se forma a través de la comunicación, la cual sólo
puede efectuarse si se “entiende la selectividad de un mensaje, es
decir, si se está en posición de hacer uso de ella al seleccionar los
propios estados del sistema”.7
Más allá de los planteamientos de Rojo, podemos encontrar en esta
misma línea sistémico-funcionalista, otros estudios sobre el poder en
sociólogos como Anthony Giddens, quien lo concibe como un medio
para que se efectúen cosas, lo cual implica una relación directa con
la acción. En concreto, Giddens lo describe como una capacidad de
alcanzar resultados, una capacidad de transformar la acción humana,
una capacidad para intervenir, una praxis de los seres humanos.8
Una definición más, contenida en la teoría de sistemas, la encontramos en los estudios realizados por Wright Mills. Para Mills, es
posible caracterizar al poder a partir de las decisiones que toman los
hombres “en relación con las organizaciones a las que pertenecen
y con los acontecimientos que forman la historia de su época”.9 El
poder se expresa también en este autor como coerción, autoridad y
manipulación.
Finalmente, Jürgen Habermas retoma los estudios realizados
por Hannah Arendt para la enunciación de su definición de poder
comunicativo, el cual tiene por fundamento la formación de una
voluntad común en una comunicación dirigida al entendimiento.
“El fenómeno básico del poder no se define como la oportunidad
de imponer dentro de una relación social la propia voluntad contra
quienes se resisten a ella, sino el potencial de una voluntad común
formada en una comunicación exenta de coacción”.10
6
Medio de comunicación significa para Luhmann un “código de símbolos
generalizados que guía la transmisión de selecciones”. Ver Niklas Luhmann,
Poder, México, Anthropos-Universidad Iberoamericana, 2005, p. 11.
7
Lhumann, op. cit., p. 9.
8
Sara Fernández Cardoso, Teoría, sociedad y poder. La teoría social contemporánea: Talcott Parsons, Charles Wright Mills, Jürgen Habermas y Anthony
Giddens, Buenos Aires, Biblos, 2014, p. 277.
9
Fernández Cardoso, op. cit., p. 130.
10
Ibid., p. 203.
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D. Las definiciones críticas
El tercer grupo de definiciones son ubicadas por Rojo en el área de
la crítica. Éstas, a decir de nuestro autor, han estudiado al poder
desde nociones tales como la dominación y la sujeción, poniendo
especial atención en aquellos agentes que lo padecen. El especialista que habría analizado con más detenimiento estos fenómenos
es Nikos Poulantzas. Ligado a la tradición marxista, el sociólogo
griego sostiene que las relaciones de poder crean y mantienen las
relaciones de clase. “Las relaciones de clase son relaciones de poder,
en la medida en que el concepto de clase social indica los efectos
de la estructura sobre las prácticas, y el poder de los efectos de la
estructura sobre las relaciones de las prácticas de las clases en
lucha.”11 El poder se encontrará en el marco de la lucha de clases,
misma que es reflejo de efectos del conjunto de las estructuras. Es
de notar que la corriente de pensamiento marxista vincula la concepción de clase y de poder, con la noción de intereses de clase. Por
ende, Poulantzas expresará que el poder no es sino “la capacidad de
una clase social para realizar sus intereses objetivos específicos”.12
En la obra de este autor encontramos algunas características importantes que tiene el fenómeno del poder para la tradición crítica:
a) El poder tiene la particularidad de poseer “conflicto” en la lucha
de clases.
b) El poder como “capacidad” de una clase para lograr sus intereses.
c) Los “intereses” de clase sólo podrán encontrarse en el campo
de las prácticas.
d) El poder tiene una “especificidad” de los intereses de clase.13
En síntesis, las definiciones antes referidas (tanto las voluntaristas, como las sistémicas y las críticas) perfilan al poder como algo
11
Nikos Poulantzas, Poder político y clases sociales en el Estado capitalista,
México, Siglo xxi, 1994, p. 122.
12
Ibid., p. 124.
13
Ibid., p. 126.
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poder
que es posible poseer, que depende de la voluntad, que es asimétrico,
que puede ser maleable, que coacciona y que, en general, es algo
negativo en tanto constituye una imposición directa. Es momento
de dialogar con estas afirmaciones desde otra área comprensiva, la
cual cambia radicalmente el eje de interpretación de este concepto.
III. Debate contemporáneo
A. Cuando el poder se ejerce
Para hablar del tránsito de las concepciones tradicionales del poder
a otro grupo de ideas sobre éste, es menester retomar a quien ha
sido el principal crítico del poder entendido como algo que se posee:
Michel Foucault. Para el pensador francés es necesario realizar una
serie de consideraciones si se desea cambiar el eje comprensivo de
este fenómeno.
En primera instancia, a decir de Foucault, resulta indispensable
ubicar la relación entre el poder y el sujeto. Si bien el francés no es
el primer autor en situar sobre la mesa la importancia del sujeto en
relación con el poder, es quizá quien lleva más lejos este singular
vínculo. Retomando algunos postulados de la escuela de pensamiento de la que forma parte, Foucault desea abrir el debate sobre
el poder señalando la forma en la que se crea la subjetividad y la
manera en la que se ha analizado. Para nuestro autor, el sujeto no
es algo establecido sin más, algo eterno y constante en el tiempo,
sino una construcción que obedece a una época determinada. El
sujeto, el hombre tal y como lo conocemos, cuenta con una fecha de
elaboración, una fecha de caducidad, y sobre todo, con un proceso
de objetivación que se genera a partir de fuerzas determinadas, las
cuales no sólo lo producen, sino que, de hecho, lo hacen ver todo
lo que ve y decir todo lo que dice.
La paradoja principal radicaría en que, en todo caso, el sujeto
es un objeto; es decir, la configuración de la subjetividad surgiría a
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partir de formas de objetivación determinadas a su vez por fuerzas
de distintos tipos. En este sentido, la constitución y transformación de
las ciencias, las prácticas divisorias y la constitución misma de las
disciplinas, serían ejemplos de dicha objetivación. Llegar a “ser
alguien”, a “ser lo que se es”, entonces, no sería sino el producto de
ciertas acciones que determinarían incluso elementos tales como
la libertad o la voluntad.
Para pensar el poder en este contexto, en primera instancia se
requiere ir más allá del estudio de instituciones “macro”, tales como
el Estado o la ley. La estrategia que propondrá Foucault será, por el
contrario, “no tomar como un todo la racionalización de la sociedad
o de la cultura, sino analizar tales procesos en diversos campos,
cada uno en referencia a una experiencia fundamental: locura,
enfermedad, muerte, crimen, sexualidad, y así sucesivamente”.14
El punto central de esta hipótesis será localizar racionalidades y
prácticas específicas tomando como punto de partida las formas
de resistencia que se colocan frente al poder. “Más que analizar
el poder desde el punto de vista de su racionalidad interna, [la
propuesta] consiste en analizar las relaciones de poder a través del
antagonismo de estrategias”.15
En su artículo titulado “El sujeto y el poder”, epílogo a la segunda edición del libro Michel Foucault: más allá del estructuralismo
y la hermenéutica, coordinado por Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow, el francés sostiene que, como parte de la operación antes
descrita, es imprescindible cambiar la ubicación de las preguntas
sobre el poder, llevándolas a aquellos que aparecen como vehículos
del mismo: los enfermos, los criminales, las mujeres, los anormales, etcétera, y observar la forma en la que resisten y luchan. Estas
luchas tienen como características en común:
1. Ser transversales, no exclusivas de una nación o un Estado.
14
Michel Foucault, “El sujeto y el poder”, en Revista Mexicana de Ciencias
Sociales, México, vol. 50, núm. 3, México, julio-septiembre, 1988, p. 5.
15
Idem.
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poder
2. Tener como objetivo los efectos del poder en sí, es decir, no
cuestionan a un sujeto de poder en particular, sino el control
que ejercen sobre los cuerpos.
3. Ser inmediatas en tanto objetan a las instancias de poder más
cercanas, recusando “enemigos principales” centralizados y
jerarquizados, por ejemplo, el Estado, la burguesía, una corporación, etcétera.
4. Discutir el estatus del individuo, afirmando la diferencia y rechazando aquello que rompe con la vida comunitaria, al tiempo
que se colocan en contra del “gobierno de la individualización”.
5. Luchar contra los privilegios del conocimiento cuestionando el
régimen de saber de una época (enunciados y visibilidades).
6. Girar en torno a la pregunta ¿Quiénes somos nosotros?16
Lo que en última instancia realizan estas formas de resistencia,
es un ataque no a una institución determinada, sino a la forma y las
técnicas con las que los poderes se ejercen; o en términos de Foucault: “la forma en la que el poder emerge en nuestra vida cotidiana,
categoriza al individuo, lo marca por su propia individualidad, lo
une a su propia identidad, le impone una ley de verdad que él tiene
que reconocer y al mismo tiempo otros deben reconocer en él”.17
A decir de Foucault, para encontrar esas “formas” en las que el
poder se realiza, es ineludible replantear la pregunta que sobre éste
se hace. Para el francés existe un riesgo muy alto cuando nos preguntamos ¿qué es el poder?, y nos remitimos al universo del “cómo”,
en el sentido de ¿cómo se manifiesta? Para evitar caer en zonas
abiertamente metafísicas, es imperativo cambiar de eje la pregunta
y ubicarla más cerca de la cuestión ¿qué sucede?, aunque “llana y
empírica” nos posiciona más cerca del “cómo”, entendido en cuanto
al ¿cómo se ejerce? Así, la pregunta por el acontecer inmediato
del poder nos pondría de frente al hecho de que los individuos ejercen poder sobre otros. El poder, desde esta perspectiva, es visto no
16
17
Ibid., pp. 6-7.
Ibid., p. 7.
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como una capacidad autónoma e intrínseca ganada o conquistada
por un determinado sujeto (el cual estaría, por lo demás, ya objetivizado), sino como acciones relacionales entre los individuos.
Este término, afirma Foucault, “designa los relacionamientos entre
“compañeros” (partenaires)… en un entramado de acciones que
inducen a otras acciones y que se concatenan entre sí”.18
De igual forma, es necesario pensar el poder como un relacionamiento, pero siempre se debe ir más allá. Toda relación de este tipo
debe ser considerada como un acto de modificación de unas acciones
por otras acciones (que afectan y son afectadas). El poder, señala,
existe solamente cuando es puesto en acción, incluso si él está integrado en un campo disperso de posibilidades relacionadas a estructuras
permanentes. Esto también significa que el poder no es una función
de consentimiento. En sí mismo no es una renuncia a la libertad, una
transferencia de derechos, el poder de cada uno y de todos delegado
a unos pocos”.19
Tampoco iría meramente sobre los actos de violencia.
Lo que define una relación de poder, es que es un modo de acción
que no opera directa o inmediatamente sobre los otros, sino que actúa sobre las acciones de los otros: una acción sobre otra acción, en
aquellas existentes o en aquellas que pueden generarse en el futuro.20
Es importante recalcar que toda relación de poder se articula con
dos elementos: el “otro” (aquel sobre el cual es ejercido el poder) y
“un campo entero de respuestas, reacciones, resultados y posibles
invenciones que pueden abrirse”.21 Más que ser producto de algún
consenso o algún tipo de violencia, el poder es
18
19
20
21
Ibíd., p. 12 (las cursivas son nuestras).
Ibid., p. 14.
Idem.
Idem.
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poder
una estructura total de acciones traídas para alimentar posibles acciones; él incita, incide, seduce, hace más fácil o más difícil, en el
extremo, él constriñe o prohíbe absolutamente; es, a pesar de todo,
siempre una forma de actuar sobre un sujeto o sujetos actuantes en
virtud de sus actuaciones o de su capacidad de actuación. Un conjunto
de acciones sobre otras acciones.22
Foucault actualiza el tema del poder ampliando sus márgenes
de acción, llevándolo a lugares ignorados recurrentemente por la
tradición. Como bien señala Miguel Morey, el poder no debe ser
entendido como algo meramente negativo o amenazante. De hecho,
una de las diferencias fundamentales del enfoque foucaultiano (sobre,
por ejemplo, los pensadores revisados en la primera parte de texto)
radica en deshacerse de esa imagen adversa que sólo lo entiende
como coacción. La imagen negativa del poder, afirma Morey, no
nos ofrece más que criterios muy localizados, lo cual no sólo es
algo teóricamente pobre, sino que en términos de la práctica política
sólo permite denunciar el funcionamiento extremo del poder: sus momentos límites. No nos permite ver y ser conscientes de esa modalidad
positiva de ejercicio del poder que cada vez se hace más urgente aislar:
ahí donde se impone el dominio de lo normal y la normalización.23
Se trata en definitiva, concluye Morey, de “no declararse satisfecho con el análisis de un poder que nos impide llegar a ser lo que
somos, sino, yendo más allá, analizar esas relaciones de poder por
las cuales somos eso que somos”.24
Esta constitución de lo que se es y cómo se es, tocaría no sólo las
líneas de la normalización, sino de igual manera una cotidianeidad
instituida por estratos de saberes. Para Foucault, si bien el saber –la
combinación entre lo visible y lo enunciable– logra conformar las
formaciones históricas, será el poder la fuerza que anime estos pro22
23
24
Ibid., p. 15.
Miguel Morey, Lectura de Foucault, México, Sexto Piso, 2014, p. 295.
Idem.
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cederes. Así, el poder sería una suerte de diagrama que, de hecho,
hace ver y enunciar. Más que un atributo, constituiría una relación
de fuerzas, una multiplicidad de fuerzas que afectan o son afectadas
por otras fuerzas. Esta característica nos posibilita entender la forma
productiva que hace del poder algo tan interesante.
Si entendemos al poder como este diagrama compuesto de fuerzas que hace literalmente ver y hablar, podemos entender su composición milimétrica y sus múltiples derivaciones micromáticas. A
partir de estas consideraciones es posible afirmar que el poder es
algo que rebasa al Estado, las organizaciones gubernamentales y
demás instituciones centralizadas. Si el poder existe, será la condición de posibilidad incluso de estas últimas.
B. El poder y sus agentes
A lo largo del texto en el que nos hemos basado para realizar este
estudio, Michel Foucault deja ver una preocupación por lo demás
constante en su obra; a saber, el papel que juegan los agentes que
ejercen el poder. Para el francés han existido por lo menos dos
diagramas en los cuales el ejercicio del poder se ha diseminado
gradualmente. El primero de ellos denominado “Sociedades de
Soberanía”, tendría como característica contar con un número
relativamente breve de agentes “ejercedores” de poder ligados a
lo que nuestro autor denomina “poder pastoral”. El poder pastoral
tiene como características principales:
a) La salvación individual en el otro mundo.
b) El sacrificio de la vida y la salvación de la carne.
c) No sólo la atención a la comunidad en su globalidad, sino a cada
individuo en particular durante su vida entera.
d) La imposibilidad de ser ejercido sin el conocimiento de las
mentes, sin explorar sus almas, sin hacerles revelar sus más
íntimos secretos.25
25
Foucault, op. cit., p. 8.
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poder
Así, en el rey, y mayormente en el cuerpo eclesiástico, se depositarían fundamentalmente los cruces relacionales que direccionarían
los caminos del poder.26 Sin embargo, en las “Sociedades Disciplinarias”, formaciones posteriores a las Sociedades de Soberanía, el
número de oficiales de poder se multiplicaría. Con el surgimiento
del Estado, esta multiplicación pasará a figuras compensatorias
dispersas en todo el diagrama de poder. Maestros, padres, médicos,
constituirían una red más amplia de ejercedores del poder.
Ahora bien, siguiendo los pasos de Foucault, Gilles Deleuze hará
patente que en la obra del primero ya se puede observar el tránsito a
otra formación histórica, la nuestra, que denominará bajo la influencia de William Burroughs, “Sociedades de Control”. Es interesante
recuperar este tercer momento, ya que, como se mencionó, es en
el que, a decir de Deleuze, vivimos ahora mismo. El poder cuenta
hoy con una característica que resulta fundamental entender para
la lectura política en nuestros días; a saber, que la diseminación
de los nodos por los cuales transcurre el poder se ha multiplicado,
y al derrumbarse las sólidas estructuras disciplinares, se sitúan en
una gran cantidad de lugares. Una característica fundamental del
poder en nuestro tiempo, es que puede encontrar en casi cualquier
sujeto un vehículo de dispersión. Cualquiera, en nuestros días,
da órdenes, adoctrina, pontifica, o en todo caso cree que puede
hacerlo, multiplicando el grado de normalización y sanción exponencialmente. Los nuestros son los días de los “opinólogos”, de los
líderes, los expertos, los agentes de cambio y los “defensores”; de
los gurús y los representantes civiles; de las consignas sabias y los
slogans perfectamente diseñados. Si el poder es relacional, reticular
y constante, es inevitable ubicar los nodos emergentes para resistir y
enfrentar su pesada carga regulatoria.
26
Cfr. Michel Foucault, “La gubernamentalidad”, en Estética, ética y hermenéutica, Barcelona, Paidós, 1999.
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C. (Im)potentia e (im)potestas
Una segunda consideración importante para pensar el poder es, sin
duda, aquella que lo relaciona con campos de abierta impotencia.
Sin embargo, para realizar ese vínculo es inevitable plantearlo de
nueva cuenta desde dos aristas: la potestas y la potentia.
Por potestas se deberá entender, de manera general, “la voz del
amo”, la orden explícita, la legislación, el juicio, la soberanía, o en
el mejor de los casos, la zona de estratificación de la potencia.27 Si
bien el vocablo no es del todo ajeno (“patria potestad”, “potestad
divina”, etcétera), es menester reforzar esta idea añadiendo la directa
tendencia a “consignar” algo. Como señala José Luis Pardo, “la
potestad implica necesariamente una limitación… una autolimitación, una autosuspensión y una autorepresión de la potentia”.28
La potentia, por otro lado, sería una fuerza, un haz del poder, que
produce y crea.29 Que al ser capaz de afectar algo (y ser afectado),
cambia el estado de cosas generando la posibilidad de transitar de
un horizonte a otro, abriendo el campo de factibilidad, al tiempo
que suscita conexiones múltiples por las cuales transitan afectos y
efectos intempestivos.
En el juego entre la potestas y la potentia existen siempre tendencias y dinámicas que tiran para distintos lados. Cuando la potestas
limita la potentia, o en todo caso cuando la sujeta a un régimen
determinado, podemos hablar de la existencia de una normalización
que define, vigila y, en el último de los casos, castiga a los individuos
(un “grado cero”, asegura Gilles Deleuze). La potestas limitando a
la potentia crea, por ejemplo, instituciones que, como se ha dicho,
incitan, inducen, seducen, hacen ver y decir. Establece barreras y
27
Amanda Núñez, “Potencia, poder y lugar. Una reflexión acerca de la libertad
y el espacio político”, en G. Deleuze y Spinoza , en Thémata. Revista de Filosofía,
núm. 53, enero-junio, 2016.
28
José Luis Pardo, “Políticas de la intimidad. Ensayo sobre la falta de excepciones”, en Logos. Anales del Seminario de Metafísica, núm. 1, Universidad
Complutense de Madrid, 1998, pp. 146-147.
29
Núñez, op. cit., p. 184.
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poder
literalmente genera impotencia. El poder deriva de la impotencia
cuando logra convertirse en un acto de potestas, que bloquea las
posibilidades (potentias) de los individuos y los convierte en pura
limitación, en no-potentia.
Un ejemplo paradigmático de esta im-potencia interviniendo
a la potentia, lo da Gilles Deleuze cuando habla de la figura del
sacerdote. Para Deleuze, una de las formas en las que la figura
sacerdotal, nodo típico de la realización del poder, puede ejercerlo, es por medio de la administración de la deuda; “en todo caso,
[esta figura] se define por lo siguiente: inventa la idea de que los
hombres están en un estado de deuda infinita. Tienen una deuda
infinita”.30 El sacerdote (pero bien podría ser alguna de las otras
figuras mencionadas arriba: el opinólogo, el líder, el caudillo, el
guía, el dirigente, el activista, etcétera) puede ser reconocido como
tal y ejercer su influencia y manipulación, sí y sólo sí coloca en sus
seguidores un estado de carencia, de interminable gratitud y débito.
Lo que en última instancia provoca este estado de continua carencia
es, a decir de Deleuze, una tristeza también infinita. La tristeza es
una forma paradigmática en la que la impotencia genera poder
(potestas) y lo mantiene.31 La gratitud histórica a un personaje, un
símbolo, una idea o una creencia, soporta la carencia y la multiplica
generando desconsuelo, amargura y una pesadumbre, la cual es
indispensable para mantener las estructuras institucionales que el o
los sacerdotes generan. La tristeza operando del lado de la potestas
afecta a los cuerpos restándole potentia. El sacerdote, figura de la
impotencia, que extrae su poder de las pasiones tristes, constituye
30
Gilles Deleuze, abc dario, url: https://www.youtube.com/watch?v=
7Y5zmuWiFiI, Revisado el 20 de julio, 2016.
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Otra podría ser el miedo, a propósito del cual escriben Deleuze y Guattari:
“La administración de una gran seguridad molar organizada tiene como correlato
toda una microgestión de pequeños miedos, toda una inseguridad molecular
permanente, hasta el punto de que la fórmula de los ministerios del interior
podría ser: una macropolítica de la sociedad para y por una micropolítica de la
inseguridad”, en Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y
esquizofrenia ii, Valencia, Pretextos, 2004, p. 220.
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• maría guadalupe lora marín
un claro ejemplo del poder como obstáculo para la realización de
las potentias. El poder, en esta secuencia, es algo muy triste.
Ahora bien, para Deleuze es posible reandar ese camino desde
el lado de la potentia. La alegría, nos dirá el francés, es la forma
de resistir al poder del sacerdote. La alegría no sólo es un vehículo de
resistencia, sino que nos permite alcanzar la máxima potencia, colmar la potencia, efectuando nuestros deseos y nuestras afecciones.32
Si la tristeza es esa fuerza que produce efectos sobre nosotros y nos
mantiene separados de las potencias de las que somos capaces, la
alegría será el movimiento creativo (la cara amigable del poder)
que nos unirá al campo de nuestras posibilidades. Si la tristeza es
esa tendencia fascista a estructurarnos, la alegría, en este ejemplo,
será la inclinación contraria, es decir, la vía para crear horizontes
más cercanos a nuestros deseos.
D. La polisemia del poder
El poder es, sin duda, un elemento central en la vida de los seres
humanos. Es de tal relevancia, que se han dedicado a su estudio
no pocos análisis y reflexiones. Aquí se han recuperado una serie
de ellas, construyendo dos campos interpretativos basados a) en
su posesión y b) en su ejercicio. Hemos visto que ambas refieren
territorios de vinculación y distribución, siendo la propuesta de
Michel Foucault la que extiende más el radio de acción.
El poder entendido como un ejercicio, como acciones sobre acciones, rebasa el ámbito de lo meramente estatal, constituyéndose en
un entramado relacional de fuerzas diagramáticas que crean formas
y se esparcen por toda la vida humana. El poder, en la perspectiva
foucaultiana, opera todo el tiempo en todos los espacios, produciendo un régimen de saber (enunciados y visibilidades), prácticas
determinadas e incluso subjetividades.
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Cfr. Deleuze, op. cit.
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poder
Este sentido productor recusa las visiones teóricas negativas,
ancladas sobre todo en la coacción, estableciendo la posibilidad de
estudiar al poder como un mecanismo de normalización y sanción.
Así, la pregunta no será sobre aquello que nos impide ser, sino sobre
aquello que nos hace ser exactamente eso que somos. El poder,
entonces, aparece ante nuestros ojos no como un atributo o una
capacidad subjetiva (incluso colectiva), sino como una multiplicidad
de fuerzas que afectan (y organizan) a escala micro y macro tanto
al cuerpo comunitario, como a los cuerpos singulares.
Recuperar este horizonte permite, a nuestro entender, pensar el
fenómeno de manera transversal y alcanzar áreas (tanto teóricas,
como prácticas) donde las definiciones tradicionales no llegan.
En todo caso, la propuesta de Foucault abre un espectro basto de
discusiones entre las cuales es necesario caminar.
IV. bIblIografía
Deleuze, Gilles, abc dario, url: https://www.youtube.com/
watch?v=7Y5zmuWiFiI, Revisado el 20 de julio, 2016.
Deleuze, Gilles y Félix Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia ii, Valencia, Pretextos, 2004.
Fernández Cardoso, Sara, Teoría, sociedad y poder. La teoría social
contemporánea: Talcott Parsons, Charles Wright Mills, Jürgen
Habermas y Anthony Giddens, Buenos Aires, Biblos, 2014.
Foucault, Michel, “El sujeto y el poder”, en Revista Mexicana de
Ciencias Sociales, México, vol. 50, núm. 3, julio-septiembre,
1988.
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hermenéutica, Barcelona, Paidós.
Luhmann, Niklas, Poder, México, Anthropos-Universidad Iberoamericana, 2005.
Morey, Miguel, Lectura de Foucault, México, Sexto Piso, 2014.
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isaí gonzález valadez
• maría guadalupe lora marín
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de la libertad y el espacio político en G. Deleuze y Spinoza”,
en Thémata. Revista de Filosofía, núm. 53, enero-junio, 2016.
Pardo, José Luis, “Políticas de la intimidad. Ensayo sobre la falta
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núm. 1, España, Universidad Complutense de Madrid, 1998.
Poulantzas, Nikos, Poder político y clases sociales en el Estado
capitalista, México, Siglo xxi, 1994.
Rojo, Raúl Enrique, “Por una sociología jurídica del poder y la
dominación”, en Sociologías, año 7, núm. 13, Porto Alegre,
enero-junio, 2005.
Weber, Max, Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, España, Fondo de Cultura Económica, 2002.
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