LEER
Y ESCRIBIR
artefactos y mediaciones para el
desarrollo de la literacidad
LEER
Y ESCRIBIR
artefactos y mediaciones para el
desarrollo de la literacidad
MÓNICA MARÍA MÁRQUEZ HERMOSILLO
COORDINADORA
1
COLECCIÓN
LITERACIDAD Y PEDAGOGÍA
INSTITUTO TECNOLÓGICO Y DE ESTUDIOS SUPERIORES DE OCCIDENTE
Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, S.J.
Márquez Hermosillo, Mónica María (coordinación)
Leer y escribir : artefactos y mediaciones para el desarrollo de la literacidad / Coord. e
introd. de M.M. Márquez Hermosillo ; pról. de G. Hernández Zamora. -- Guadalajara, México : ITESO,
2022.
207 p. (Literacidad y Pedagogía ; 1)
ISBN 978-607-8768-.,-)
ISBN de la colección 978-607-8768-7+-,
1. Lectoescritura – Aspectos Sociales y Culturales. 2. Lectoescritura – Guadalajara, Jalisco. 3. Lectoescritura – Tema Principal. 4. Lectura – Aspectos Sociales y Culturales – Tema Principal. 5. Lectura
– Estudio y Enseñanza. 6. Competencia Cognoscitiva. 7. Competencia Comunicativa. 8. Práctica Educativa. 9. Prácticas Culturales. 10. Metodología Educativa. 11. Proceso Educativo. 12. Educación Primaria
– Guadalajara, Jalisco. 13. Educación y Sociedad – Guadalajara, Jalisco. I. Hernández Zamora, Gregorio
(prólogo). II. t.
[LC]
302. 232 [Dewey]
Diseño original: Danilo Design
Diseño de portada: Ricardo Romo
Diagramación: Beatriz Díaz Corona J.
Agradecemos a la Red Internacional de Universidades Lectoras (RIUL) por el apoyo para la promoción
de esta obra.
1a. edición, Guadalajara, 2022.
DR ©
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO)
Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO
Tlaquepaque, Jalisco, México, CP 45604
publicaciones.iteso.mx
ISBN 978-607-8768-7,-)
ISBN de la colección 978-607-8768-7+-,
?echo en México.
Dade in Mexico.
Índice
AGRADECIMIENTOS
7
PRÓLOGO / Gregorio Hernández Zamora
9
INTRODUCCIÓN / Mónica María Márquez Hermosillo
13
LETRAS, NIÑOS, PROFESORES Y SIGNIFICADOS:
LA ADQUISICIÓN DEL CÓDIGO ESCRITO / Luis Felipe Gómez López
23
LOS ARTEFACTOS SOCIOCULTURALES EN LA IMPLICACIÓN
DE LOS ESTUDIANTES EN EL PROCESO DE APRENDIZAJE DE LA
LECTOESCRITURA INICIAL / Ma. Guadalupe Valdés Dávila
57
INTERACCIONES QUE FAVORECEN EL APRENDIZAJE
DE LA LECTOESCRITURA INICIAL / María De Lourdes Centeno Partida
89
IMPULSO A LA LECTURA DIVERGENTE A TRAVÉS DE PROYECTOS
LETRADOS / Mónica María Márquez Hermosillo
133
LA LECTURA POR PLACER Y LAS ACTIVIDADES PARA EL DESARROLLO
DE LA LITERACIDAD EN LA ESCUELA: QUÉ DICEN LOS NIÑOS /
Giannina Olivieri Pacheco
165
ACERCA DE LAS Y LOS AUTORES
205
yƼÁ»½ 5
Agradecimientos
Agradecemos al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente
(ITESO) por el apoyo para la realización del proyecto de investigación de donde
nace este libro. También a la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas,
Venezuela, por haberse sumado a este proyecto a través de la iniciativa de
estancias académicas dentro del programa de solidaridad entre universidades
afiliadas a la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús
en América Latina (AUSJAL).
Gracias a las escuelas y organizaciones de la sociedad civil que nos permitieron acercarnos a su trabajo cotidiano: el Centro Polanco, el programa
Escuela en Comunidad, de Corporativa de Fundaciones y a Letra Uno, A.C.
Muchas gracias a los alumnos del Proyecto de Aplicación Profesional del
ITESO: “Atención a niños en contextos desfavorecidos: desarrollo de aprendizajes para la vida”; gracias a los facilitadores, talleristas, coordinadores de
programa, estudiantes becarios y asistentes de investigación, sin quienes
este trabajo hubiera sido imposible: Karla Hemuda, Carlos Tabares, Lizbeth
Ortiz, Ana Bertha Meza, Mariana Macías, Sofía Orozco, Lis Claudette Conde,
Cecilia Sotelo, Emmanuel Caballero, Geizi Irigoyen, Maritza Loreto, Óscar
Rivas, Rocío Domínguez, Ulysses Castellanos, Eduardo Barragán, Leticia
Márquez, Lupita Meza, Verónica Galindo, Omar Manrriquez, Túpac Amaru
Gutiérrez, Fátima Villalta, Juan Fuentes, Paola Gómez, Nayeli Durán, Antonio
Elicerio, Pamela Yanine Guerrero, Norma Márquez, Mariana Ibarra, Edith
Rojas, Michelle Walser, Karla Michelle Aguilar, Erika Alava, Kathia Paola
Acosta, Priscila Manjarrez y Andrés Rodríguez.
En especial, queremos agradecer a todas las niñas y los niños que nos
abrieron las puertas de sus espacios de aprendizaje, y nos compartieron con
alegría su experiencia de vida.
ż¿Ê¹¼½»ÁÅÁ½ÆÌÇË 7
Prólogo
GREGORIO HERNÁNDEZ ZAMORA
¿Se necesitan estudios de posgrado para entender y enseñar el ABC? Todo
indica que sí. El mito popular nos dice que enseñar el abecedario no es la gran
ciencia, por lo que las escuelas públicas suelen asignar los grupos de primero
de primaria a las maestras y maestros menos experimentados.
Nada más equivocado. A la humanidad le tomó miles de años descubrir
que la palabra hablada (que es sonido) pudiera comunicarse en forma visual
(escrita). Hacer visible el sonido a través de la escritura fue un logro tan
espectacular de la inteligencia humana que marcó un parteaguas en nuestra
larga historia en el planeta.
No es casual que los historiadores dividen el tiempo en dos grandes etapas:
prehistoria (antes de la escritura) e historia (después de la escritura). ¿Por
qué será esto? Porque la palabra “historia” significa lo que pasó, pero ante
todo lo que se narró. Los sucesos que no se cuentan se esfuman en los confines del olvido. En cambio, lo que se narra perdura y se vuelve ingrediente
esencial de nuestra identidad cultural. Y no es lo mismo narrar de forma oral
que de forma escrita, “Las palabras se las lleva el viento”, dice el dicho popular. Para atraparlas y evitar que escapen con el aire, se inventó la escritura y
sus medios de transporte: arcilla, piedra y papel en la antigüedad; pantallas
digitales hoy. Así llegaron, hasta nuestras manos y ojos, narrativas ancestrales de Mesopotamia, Judea, Grecia, lo mismo que de otras culturas antiguas
del lejano Oriente y también de nuestra América precolombina.
Ahora bien, convertir símbolos sonoros (palabras) en símbolos visibles
no fue fácil para los humanos primitivos, y no es fácil para los niños de hoy.
Las razones son complejas, y han sido necesarias muchas mentes brillantes
para entender qué son estos simbolitos que llamamos “letras” o “alfabeto”
(llamado, de manera técnica, sistema de escritura), cómo funcionan, cuál es
su relación con la lengua y con el mundo, y qué debe pasar en una persona
ÊèÄÇ¿Ç 9
para llegar a entenderlas e incorporarlas a su repertorio de recursos comunicativos.
Para empezar, para la mayoría de la gente es muy difícil separar la forma
sonora y el contenido semántico de las palabras, hacer eso es indispensable
para escribir y leer. La tendencia natural en la infancia de la humanidad
(prehistoria) y en la infancia de cada individuo (en el presente) es que al
oír una palabra se piensa solo en el significado, y no en la forma (el término
técnico, significante). De manera que cuando hace 30 mil años, alguien quiso
comunicar a sus amigos el mensaje “estuvimos todo el día cazando alces y
mamuts con lanzas y piedras”, no pensó en las palabras (la cantidad y tipo
de sonidos que forman estas palabras) sino que pensó en la imagen de los
mamuts, los cazadores, las lanzas y las piedras, y los dibujó.
No es lo mismo dibujar que escribir. El dibujo es una representación icónica o analógica (se parece en lo físico a lo que representa), mientras la escritura es una representación simbólica (no se parece a lo que representa).
Escribir palabras en vez de dibujar imágenes implica y exige un enorme
trabajo de abstracción que consiste en hacer a un lado las figuras reales (la
forma de los mamuts o de las lanzas), lo mismo para el significado de las
palabras habladas (el significado de palabras como “mamut”, “lanza”, “día”),
y enfocarse solo en el sonido (“mamut” tiene cinco sonidos, “día” tiene tres
sonidos) así como identificar las diferencias entre esos sonidos (la palabra
“mamut” usa en realidad solo cuatro sonidos / m /, / a /, / u /, / t / ).
De esta manera, hace miles de años, alguien cuyo nombre desconocemos
realizó el genial descubrimiento de que la lengua suena, y ese sonido se puede representar con trazos (símbolos visuales), sin importar en lo absoluto
el significado ni el referente real de dichos “sonidos”. Y es la fecha, en pleno
siglo XXI, que cada niño de cada lugar del mundo debe volver a descubrir
por sí mismo este hallazgo genial que los homosapiens tardaron casi 200 mil
años en inventar.
Ahora, por extraño que parezca, usar la escritura para codificar o decodificar palabras exige, de cierto, desprenderse del significado y enfocarse
en el sonido, pero a la vez, para leer y escribir con más destreza y eficacia, es
indispensable regresar al significado, porque el fin último de los actos de leer
y escribir es entender y comunicar significados. Y aquí aparece otro obstáculo
que separa a las clases socioeducativas, porque dar significado a lo escrito
exige poseer un buen repertorio de palabras en el modo oral. Es decir, entre
10
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
más pobre sea el lenguaje oral de los niños, más difícil será su comprensión
y uso de la escritura. Parece complicado, ¿verdad?
Por eso, para entender los procesos, dificultades y posibilidades que vive
por primera vez quien se enfrenta a la escritura (niños en edad preescolar
y primaria inicial), gente muy estudiada y especializada investiga y escribe
libros como este. Uno pensaría que en pleno siglo XXI, en la era espacial y
digital, enseñar a leer y escribir a los niños y niñas debería ser tan simple
y fácil como enseñarles a comer chocolates, pero no es así, o sí es, pero no
para todos.
Como lo reporta este libro, el gran problema sigue siendo para los sectores
sociales que habitan en las periferias urbanas y socioeconómicas; los hijos de
padres sin escolaridad; los alumnos de escuelas públicas con maestros que
entienden poco y practican menos la lectura y la escritura, y cuyo vocabulario
adolece de términos para nombrar y entender justo la lengua, la escritura y
los procesos de enseñanza–aprendizaje ligados a su adquisición. Es ahí, en los
primeros encuentros escolares con lo que ahora llamamos literacidad, que se
abre una brecha educativa entre clases pudientes y clases precarias; brecha
que de manera eventual, se convierte en un abismo que separa en los ámbitos sociales, culturales, económicos e intelectuales a quienes no dominan
siquiera la mitad de su lengua materna de quienes son bilingües, trilingües
o multilingües; entre quienes sufren para escribir un párrafo claro aún en lo
más mínimo, coherente y sin errores elementales de ortografía, y quienes
desde niños escriben relatos, ensayos y reseñas con facilidad, corrección
y gracia; entre quienes jugar el juego de la lengua les causa pavor, parálisis y
hasta vergüenza, y quienes se divierten y dan rienda suelta a su creatividad,
imaginación y voz personal a través del escenario de la escritura.
Como se podrá ver en los capítulos de este libro, hoy día no solo se habla
de enseñar el alfabeto (alfabetizar) sino de diseñar y ofrecer artefactos, actividades, espacios y contextos sociales que permitan a los niños desarrollar su
habilidad para decodificar las letras y les permitan, desde el inicio, desarrollar
sus capacidades lingüísticas, cognitivas y sociales. Hoy no se ve la alfabetización como la adquisición de una habilidad sino como una práctica social que
abre puertas a la participación social en sus diversas formas: juego, estudio,
trabajo, ciudadanía, etcétera. Hoy se busca que los niños, además de leer y
comprender textos, hagan una lectura crítica y divergente en la que lean las
líneas, entre líneas, detrás de las líneas y más allá de estas.
ÊèÄÇ¿Ç 11
De ese tamaño es el reto que autoras y autores de este libro se plantean
como investigadores y como formadores del profesorado, para que a su vez se
vuelvan activos y eficaces formadores de una infancia y juventud expresiva,
pensante y creativa. Una labor cuyo objetivo es encontrar mejores maneras
de mediar la literacidad; me parece totalmente loable el trabajo que desde
el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) se
realiza en este sentido. Por ello, me siento muy honrado de haber sido invitado a escribir este prólogo, por parte de colegas de una de las mejores y más
nobles instituciones de educación superior de este país.
Ciudad de México, 2022
12
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Introducción
MÓNICA MARÍA MÁRQUEZ HERMOSILLO
PANORAMA MUNDIAL DE LA LECTURA Y LA ESCRITURA
En el mundo, hay 750 millones de jóvenes y adultos que no aprendieron a leer
y escribir, además de los 50 millones de niños que no tienen competencias
básicas de lectura, escritura y cálculo (Unesco, 2017). Este es un grave problema que impide que las personas se integren de forma plena a un mundo
donde la comunicación mediante la letra impresa, en medios físicos y digitales, es fundamental.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura (Unesco) (2017) considera que las competencias de lectura y
escritura son una parte intrínseca del derecho a la educación, ya que estas
empoderan a las personas y comunidades y les permiten participar con plenitud en la sociedad. Además, considera que facilita la participación de las
personas en el mercado laboral, ayuda a que mejore la salud y la alimentación
en las familias, así como a reducir la pobreza y ampliar las oportunidades de
las personas para desarrollarse a lo largo de la vida.
Esto se ha confirmado a través de estudios que, durante los últimos años,
se han realizado en distintos países sobre los comportamientos lectores, tanto
en el plano individual como en el social. En ellos, se ha encontrado un fuerte
vínculo entre las competencias de lectoescritura y el desarrollo político,
económico y cultural de las sociedades, pues se ha considerado que “la competencia lectora es crucial para que las personas den sentido al mundo en
el que viven y continúen aprendiendo a lo largo de sus vidas” (FunLectura,
2012; OCDE, 2013).
En 2015, la Literacy Initiative for Empowerment (LIFE) 2006–2015 señaló
que las regiones que enfrentaban los mayores desafíos en alfabetización eran
ÆÌÊǼͻ»ÁèÆ 13
África, Asia y América Latina. Pero también plantearon que en Europa se
enfrentan graves problemas de alfabetización y dominio de la literacidad,
pues en los últimos 10 años (a partir de 2011) hubo pocos avances al respecto.
Así pues, emitieron la Declaración Europea del Derecho a la Literacidad,
enfocada en garantizar que las personas de todas las edades, de manera
independiente a la clase social, religión, etnia, origen y género, contaran
con los recursos y las oportunidades para desarrollar habilidades de literacidad suficientes y sostenibles para comprender y utilizar de manera efectiva la
comunicación escrita, manuscrita, impresa o digital. De hecho, a partir de las
Declaraciones de Persépolis (1975), hace ya más de cincuenta años y la de
Hamburgo (1997), puede decirse que estas competencias han sido reconocidas como un derecho humano en varias declaraciones e iniciativas internacionales (European Literacy Policy Network) (ELINET, 2016).
Además, a partir del mencionado encuentro en Hamburgo, surgieron una
serie de documentos que coinciden en los siguientes puntos fundamentales:
• La literacidad debe convertirse en una prioridad.
• Las estadísticas sobre literacidad dan a conocer la relación entre el alfabetismo y otros aspectos del desarrollo humano y social.
• Las políticas nacionales deben asumir la importancia de la literacidad y
educación, tanto en países desarrollados como no desarrollados.
• Impulsar niveles básicos de literacidad constituye un elemento fundamental en la reducción de la pobreza y la desigualdad en el mundo.
• La literacidad es un medio que conduce a la autonomía.
• La literacidad representa una oportunidad de nivelación entre culturas y
ayuda al reconocimiento del pluralismo de las sociedades, elemento clave
para la conservación de la paz y la estabilidad mundial.
Los derechos universales a la alfabetización y la educación básica aparecen
como tema central de discusión, por lo que se ha fortalecido la reflexión sobre
temas como la situación de la lectura y la escritura en el contexto mundial y
regional, estrategias de enseñanza en esta área, la literacidad y el desarrollo
social, la alfabetización multilingüe e intercultural, la alfabetización tecnológica y literacidades para el futuro, entre otros más.
En ese sentido, algunos países como India, la República de Corea, Irlanda,
China, Finlandia, Canadá, Australia y Japón han entendido la importancia de
14
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
establecer políticas públicas para preparar a sus usuarios para las exigencias
del siglo XXI en cuanto a lectura y escritura, incluyendo en ello la lectura por
placer (Leu, 2001; Leu, Kinzer, Coiro, Castek y Henry, 2018; ELINET, 2016).
Ante la realidad que se plantea, es evidente que “cualesquiera que sean
los soportes de los escritos, es imprescindible contar con políticas de Estado
a favor de la lectura que beneficien a toda la población y unan esfuerzos de
diferentes actores, tanto del Estado como de la sociedad civil” (FunLectura,
2012, p.2).
LA SITUACIÓN EN NUESTRA REGIÓN
En México, los puntajes que tienen los estudiantes de tercero de secundaria
en la prueba del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes
(PISA), muestra que menos de 1% de estos logra alcanzar escalas de competencia en los niveles cinco y seis, que son los más altos y, en general, el
promedio de los puntajes está por debajo del de los estudiantes de todos
los países de la OCDE. Esto no significa que todos tengan una competencia
lectora poco sofisticada sino que hay variaciones importantes entre grupos
y personas, que es preciso considerar.
Diversos estudios en nuestro país han mostrado que la lectura es considerada una actividad escolar, que su práctica va perdiéndose con la edad y que
“el acceso a la cultura escrita está seriamente restringido para la mayoría de
la población” (FunLectura, 2012, p.10).
Para Guadalajara, ubicada en la zona occidental del país, resulta paradójico
que después de 35 años de albergar la Feria Internacional del Libro (FIL), el
evento anual más importante de su tipo en el mundo hispano y la segunda
feria más grande del planeta después de la Feria del Libro de Frankfurt, perviva una problemática que no acaba de resolverse. Si en todo el mundo ya se
ha reconocido que comprender los procesos de literacidad es fundamental
para entender la realidad en que vivimos y para poder mejorarla, ¿qué nos
toca hacer en Latinoamérica, en México, en nuestra comunidad?
Una revisión del trabajo investigativo en México nos pone en evidencia
que este tiende a enfocarse en el proceso de lectoescritura, a la lectura de
comprensión y a las prácticas y hábitos iniciales dentro del marco escolar. Es
cierto que hay avances importantes en materia de políticas públicas para el
impulso de la literacidad, planes y programas propuestos por la Secretaría de
ÆÌÊǼͻ»ÁèÆ 15
Educación Pública (SEP), materiales de gran calidad, opciones de formación
docente, valiosas propuestas metodológicas y proyectos de intervención,
pero los resultados siguen siendo, de manera evidente, insuficientes. ¿No
hará falta un abordaje interdisciplinar y empírico, que no se quede solo en
el planteamiento teórico, pero que tampoco se convierta en un listado de
estrategias didácticas o ejercicios?
EL PUNTO DE PARTIDA: LA MIRADA DE INVESTIGACIÓN
Con la finalidad de profundizar en esta problemática y de buscar alternativas
viables para el contexto educativo de la región, se emprendió en 2018 la investigación “Artefactos culturales que favorecen el desarrollo de la literacidad”,
auspiciada por el Fondo de Apoyo a la Investigación del Instituto Tecnológico
y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y realizada por un equipo
interdisciplinario que abordó el tema desde distintos niveles educativos y
enfoques metodológicos.
En el marco de la investigación, en dos equipos, se trabajó con un objetivo
general afín: identificar cuáles son los artefactos culturales y mediaciones
que resultaron ser útiles en las prácticas intencionadas para el desarrollo de
las competencias de lectura y escritura en sectores infantiles escolarizados
dentro del sistema de educación básica de instituciones públicas, ubicadas en
contextos desfavorecidos y de alta marginalidad de la zona metropolitana
de Guadalajara.
El proyecto de investigación —desde una perspectiva sociocultural y enmarcada en los Nuevos Estudios de Literacidad, que conciben el desarrollo
de la escritura y la lectura como procesos situados y determinados por la
cultura y la interacción social— se enfocó en dos escenarios particulares:
• Centro Polanco: un centro comunitario al que acuden niños en condición de especial vulnerabilidad debido a la conjunción de un bajo nivel
educativo familiar y dificultades personales para la adquisición de la lectoescritura inicial.
• El Día de las Palabras: un proyecto de intervención itinerante en cinco
escuelas públicas ubicadas en el cinturón norte de la periferia de la ciudad,
con alto rezago educativo.
16
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
La investigación realizada en el Centro Polanco, denominada “Mediación y
desarrollo de la literacidad”, se centró en explicar cómo los artefactos culturales (psicológicos y físicos) utilizados para brindar atención a niños con
problemas en la etapa de alfabetización inicial que acuden al Centro Polanco, favorecen el desarrollo de las competencias de literacidad. El método
fue un estudio de caso cualitativo en el que se observaron y analizaron 31 sesiones de clase (16 en un grupo y 15 en otro) en donde participaron dos profesoras y ocho niños por grupo. Se encontró que el uso de
artefactos culturales respondía a la necesidad de los niños de un ambiente
seguro emocionalmente que favoreciera la participación. Los artefactos,
tales como la mediación de los contenidos, las actividades significativas
situadas en el contexto sociocultural y el uso de materiales físicos, ayudaron,
entre otras cuestiones, al desarrollo de operaciones cognitivas.
El objetivo de la investigación en torno al Programa Día de las Palabras,
denominado “Incidencia de la lectura por placer en el desarrollo de la literacidad” fue propiciar el acercamiento de los niños a la lectura por placer y
a la escritura creativa, a partir de la participación en proyectos letrados. La
pretensión fue analizar cómo los artefactos culturales inciden en los cambios de las competencias de literacidad de niños de primaria, en específico,
sobre las competencias relacionadas con la lectura por placer a partir de la
dimensión de la lectura divergente. El programa de intervención se realizó
en cinco escuelas de la ciudad con el apoyo de 17 talleristas formados en la
metodología específica de Aprendizaje Basado en Proyectos Letrados.
Los resultados obtenidos de ambos procesos fueron de diverso alcance,
divulgados mediante reportes especializados o artículos de investigación
que dieron cuenta de los cambios obtenidos en el trabajo con los niños, las
observaciones de los investigadores, así como las percepciones acerca de
las actividades, hallazgos y conclusiones.
PROPÓSITOS DE ESTA OBRA
En esta obra se recuperan orientaciones pedagógicas e interacciones didácticas útiles al dialogar sobre las estrategias empleadas en los entornos donde
se desee impulsar la lectura y la escritura. Tales elementos, organizados en
cinco capítulos, se acompañan de reflexión teórica, así como de la ejemplificación de recursos identificados.
ÆÌÊǼͻ»ÁèÆ 17
El capítulo inaugural, “Letras, niños, profesores y significados: la adquisición del código escrito”, se centra en el proceso inicial de aprendizaje de
la lectoescritura. El autor, desde una perspectiva constructivista sobre el
aprendizaje y sobre los procesos de desarrollo de la comprensión lectora en
particular, presenta un conjunto de recomendaciones para trabajar con aquellos niños que enfrentan dificultades en el dominio inicial de la lectoescritura.
La propuesta parte de la concepción de que la lectura y la escritura no son
solo procesos de decodificación y codificación sino procesos que de manera
profunda resultan significativos cuando se comprenden y cuando generan
mensajes con sentido personal y social. Enmarcando la propuesta en las
premisas epistemológicas, psicológicas y pedagógicas del constructivismo
aplicado a la enseñanza de la lectoescritura, se apoya en la teoría de la mediación y enfatiza la importancia de un método estructurado, atento a la zona
del desarrollo próximo de los aprendices.
A partir de los hallazgos de la investigación sobre el proceso de intervención llevado a cabo con un grupo de niños con dificultades en el aprendizaje
de la lectoescritura, el autor destaca las buenas prácticas de los mediadores,
agentes culturales que acercan a los niños al código escrito a partir de un
modo particular de proceder: comunicar el propósito educativo, promover
en los niños el sentimiento de ser competentes, proporcionar información
directa con precisión y especificidad, así como fomentar procesos reflexivos;
acciones mediacionales que se describen en este apartado y que pueden ser
útiles para atender de manera diferencial a estos niños y niñas considerados
como “rezagados” en el sistema escolar.
El capítulo “El papel de los artefactos socioculturales en la implicación
de los estudiantes en el proceso de aprendizaje de la lectoescritura inicial” se
sitúa entre las coordenadas de la perspectiva sociocultural del aprendizaje
considerando las dimensiones afectiva, social y cognitiva, en especial, el
papel de la implicación del estudiante en la acción educativa.
Tomando como referente los hallazgos de la investigación realizada en
un escenario de acción comunitaria al que acuden niños y niñas para recibir
apoyo en el aprendizaje inicial de la lectura y la escritura, el texto presenta
con detalle dos tipos de artefactos culturales que favorecen el compromiso
y la participación de los alumnos: las actividades pedagógicas y el ambiente emocional. El trabajo muestra cómo ambos componentes influyen en la
implicación de los estudiantes en su proceso formativo, favorecen su partici-
18
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
pación activa en la apropiación del sistema de escritura inicial y suscitan
el involucramiento de los alumnos en su propio aprendizaje.
En el capítulo se identifican con claridad mediaciones que se reconocen
como instrumentos auxiliares del pensamiento y constitutivos del mismo,
capaces de provocar respuestas afectivas en los estudiantes: actividades lúdicas, actividades relacionadas con el aprender haciendo y actividades de
animación a la lectura. Todas ellas susceptibles de ser utilizadas por otros
docentes para favorecer la participación comprometida de sus estudiantes.
En el texto “Interacciones que posibilitan el aprendizaje” se describen las
relaciones interactivas entre enseñantes y aprendices durante la búsqueda del desarrollo de habilidades cognitivas y comunicativas propias de la
lectoescritura inicial. Atenta a las condiciones del ambiente educativo que
favorecen el aprendizaje, la autora caracteriza tales relaciones como procesos de pensamiento dialógicos y participativos, bajo un clima de trabajo
afectivamente seguro, signado por relaciones positivas, de respeto, confianza
y aceptación mutua, donde se promueve el cuidado de la persona y la
revaloración de los niños como aprendices competentes con capacidad de
autogestión en su vida escolar.
El capítulo muestra las posibilidades de avanzar en la adquisición de la
competencia de la lectoescritura a partir de los hallazgos surgidos de la investigación en torno a una experiencia concreta de intervención realizada
con niños y niñas de zonas vulnerables que presentan rezago escolar. El
punto de partida es el paradigma sociocultural vygotskiano, de donde se
parte para mostrar cómo las relaciones interactivas se pueden convertir en
herramientas poderosas para la construcción de conocimiento al interior
de los grupos y condición esencial para los procesos de aprendizaje de la
lectura y la escritura.
El trabajo “Impulso a la lectura divergente a través de proyectos letrados” muestra cómo la implementación de la estrategia de proyectos como
artefactos mediacionales propicia la movilización de la lectura divergente,
entendida como aquella que logra impulsar al lector más allá del texto mismo
y que es valiosa para potenciar el desarrollo de las competencias de literacidad en su conjunto. Fundamentada desde la perspectiva de la literacidad
crítica, en específico desde el modelo de literacidad ideológica, toma como
punto de partida el análisis de la intervención a través de un programa lector caracterizado por el uso de la metodología de Aprendizaje Basado en
ÆÌÊǼͻ»ÁèÆ 19
Proyectos, adaptada al campo de la lectura y la escritura. El capítulo ofrece el
marco conceptual sobre el que se sustenta la categoría de lectura divergente
y la noción de artefacto letrado, así como pautas para la implementación
de proyectos letrados en el aula, una alternativa para dotar de significación la
práctica de la lectoescritura, gracias a la dimensión comunitaria y social que
los proyectos alcanzan.
Al final, en “La lectura por placer y las actividades para el desarrollo
de la literacidad en la escuela: qué dicen los niños” se presenta un punto de
vista de las posibilidades que proporciona la lectura por placer en el aula en
relación con el desarrollo de capacidades cognitivas, habilidades sociales
y disposiciones afectivas implicadas en las experiencias de literacidad, así
como la transformación potencial en el individuo y su entorno a partir de su
avance en las competencias de literacidad.
Retomando las voces de los niños y niñas que participaron en el programa
de intervención lectora y focalizando algunos de los cambios identificados
tras la intervención, el capítulo invita al enriquecimiento del acto de leer en
la escuela asociándolo como una actividad placentera y no solo funcional.
Los resultados que se muestran y las orientaciones didácticas sugeridas en
este texto invitan a la reflexión sobre la importancia de propiciar encuentros
con la lectura por placer y con la escritura creativa dentro de la cotidianidad
de las aulas de las escuelas primarias.
Sean estos capítulos un aporte para la reflexión, el diálogo y la acción entre
todos aquellos que creemos en la importancia de impulsar el desarrollo de
la literacidad entre los niños y niñas, la juventud y los adultos de mañana,
sujetos de aprendizaje que, ante una realidad cada vez más incierta, han de
potenciarse personas críticas, agentes de la palabra, generadores de tiempos
y espacios en donde se escuche su voz, lectores y escritores de sus propias
narrativas.
REFERENCIAS
ELINET (2016). Frame of reference. ELINET country reports. European
Commission, Lifelong Learning Programme. Recuperado el 26 de
septiembre de 2021, de https://elinet.pro/research/ y https://drive.
google.com/file/d/1PWrBN1ZcQAYZr4ggy8mIymHPJX4Ml-Mq/
view
20
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
FunLectura (2012). De la penumbra a la oscuridad... Encuesta nacional
de lectura 2012. Primer Informe. FunLectura. Recuperado el 1 de febrero de 2022, de https://observatorio.librosmexico.mx/files/enc-naclec-2012.pdf
Leu, D.J. (2001). Exploring literacy on the Internet. The Reading Teacher
(versión electrónica). International Reading Association’s Journal.
Recuperado el 1 de febrero de 2022, de http://www.readingonline.org/
electronic/elec_index.asp?HREF=/electronic/RT/3-01_Column/
index.html
Leu, D.J., Kinzer, C.K., Coiro, J., Castek, J. Henry, L.A. (2018). New Literacies.
En D.E. Alvermann, N.J. Unrau, M. Sailors y R.B. Ruddel (eds.), Theoretical Models and Processes of Literacy. Nueva York: Routledge. Recuperado
el 1 de febrero de 2022, de doi: 10.4324/9781315110592-19
OCDE (2013). Panorama de la educación 2013. Indicadores de la OCDE. España: Santillana. Recuperado el 1 de febrero de 2022, de http://www.oecd.
org/ education/Panorama%20de%20la%20educacion%202013.pdf
Unesco (2017). Literacy rates continue to rise from one generation to the
next. Factsheet, No. 45 (septiembre, 2017). Recuperado el 1 de febrero
de 2022, de http://unesdoc.unesco.org/images/0025/002589/258942e.pdf
ÆÌÊǼͻ»ÁèÆ 21
Letras, niños, profesores y significados:
la adquisición del código escrito
LUIS FELIPE GÓMEZ LÓPEZ
Resumen: Este capítulo expone, como ejemplo de buenas prácticas, el proceso de mediación educativa que llevaron a cabo dos estudiantes de licenciatura con un grupo de
ocho niños quienes presentaban dificultades en el aprendizaje de la lectoescritura en la
escuela. El objetivo de la intervención fue que estos dominaran el código escrito. La concepción de lectura y escritura de la que partieron no es simplemente la de que estos sean
procesos de codificación y decodificación de mensajes sino de la idea de que la lectura y
la escritura tienen sentido solo cuando se comprenden y generan mensajes significativos
de manera social y personal. El capítulo presenta tres secciones: 1. El ambiente constructivista para la enseñanza de la lectoescritura. 2. Una manera estructurada y explícita
para fomentar la adquisición de la lectoescritura. 3. Las maneras de favorecer el aprendizaje complejo. Se presenta un conjunto de recomendaciones para trabajar con niños que
enfrentan dificultades en el dominio del código escrito.
Palabras clave: lectoescritura, mediación, dificultades de aprendizaje, comprensión lectora,
uso social del lenguaje.
Abstract: This chapter presents, as an example of best practices, the educational mediation process that two undergraduate students used with a group of eight children who
were struggling to learn to read and write in school. The objective of the intervention was
for the children to master the written code. The conception of reading and writing taken
as the point of departure was not that readers and writers simply engage in processes
of coding and decoding messages, but rather that reading and writing make sense only
when people understand and generate meaningful messages socially and personally. The
chapter consists of three sections: 1. The constructivist approach to teaching reading and
writing. 2. A structured, explicit way to foster the acquisition of reading and writing.
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 23
3. Ways to facilitate complex learning: a set of recommendations for working with children who struggle to master the written code.
Key words: reading and writing, mediation, learning problems, reading comprehension,
social use of language.
En el mundo perceptivo del niño existe una gran cantidad de información
variada, compleja y desordenada. Una parte de este material perceptual es
el que está relacionado con la literacidad, con el sistema de símbolos escritos
que ha ofrecido a la humanidad un modo de preservar las ideas y de comunicarlas de forma mediada, es decir, no de manera oral e inmediata sino a
través de libros, carteles, revistas y mensajes en las pantallas de los celulares,
computadoras y otros aparatos electrónicos.
Esta información no solo incluye las grafías (letras) que vistas como imágenes no dicen nada. Su valor reside en que cada una de ellas representa
uno o varios sonidos (fonemas). Tanto las grafías como los fonemas forman
palabras al seguir un cierto orden. En el lenguaje oral, el orden es temporal, los sonidos van en una secuencia determinada pues aunque casa y saca
tienen los mismos sonidos, el orden en que se presentan produce distintas
palabras; en el escrito, en el español, la convención es que sea de izquierda a
derecha, en otros idiomas es de derecha a izquierda o de arriba hacia abajo.
Además, existen signos de puntuación que representan espacios de tiempo
en el habla, signos que tienen que ver con la entonación y marcas diacríticas
que señalan énfasis fonético o un significado distinto.
La información anterior destaca la gran variedad de estímulos que un niño
puede percibir durante el proceso de aprendizaje de la lectoescritura, pero que
vistos en conjunto no le son más que una colección abigarrada de percepciones sin orden ni sentido que no puede aprehender por sí mismo. Necesita que
alguien le ayude a seleccionar aquellos que son relevantes, que los organice,
agrupe, ordene en una jerarquía y les dé una estructura en función de una
meta específica (Feuerstein, 1986), es decir, se necesita la ayuda de alguien
que esté en medio del aprendiz y de los elementos del código escrito, lo cual
llamamos mediación del aprendizaje.
Con lo anterior en mente, este capítulo tiene la intención de dar cuenta
del proceso mediacional que llevaron a cabo dos estudiantes de los últimos semestres de la licenciatura en psicología (que en lo sucesivo
24
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
serán referidas como profesoras o facilitadoras) quienes trabajaron durante
12 semanas con un grupo de ocho niños que presentaban dificultades en el
aprendizaje de la lectoescritura en el escenario escolar regular y que asistieron al Centro Polanco, una institución que se dedica, entre otras cosas,
a apoyar a niños en el desarrollo de la competencia lectora y la escritura, en
una zona donde habitan personas con bajos recursos económicos y educativos. Para mayor comprensión del proceso mediacional, este se presenta
enmarcado en un método pedagógico general y con un enfoque de enseñanza de la lectoescritura específico.
Todas las sesiones de trabajo de esta intervención educativa fueron videograbadas y transcritas con posterioridad para ser analizadas con el fin de dar
cuenta de la mediación que hicieron las profesoras para ayudar a los niños a
ir conociendo y teniendo dominio del código escrito, para así identificar las
buenas prácticas, documentarlas y compartirlas con quienes hagan trabajo
similar.
El interés no está en hacer un análisis de todo lo ocurrido durante el tiempo observado sino de mostrar aquellos elementos que pueden considerarse
buenas prácticas desde la perspectiva teórica del constructivismo, sobre todo
desde las perspectivas de Lev Vygotsky y de Reuven Feuerstein, ya que ambos
hacen énfasis en la importancia de la mediación para favorecer el aprendizaje.
El capítulo presenta tres secciones:
1. El ambiente constructivista para la enseñanza de la lectoescritura.
2. Una manera estructurada y explícita para fomentar la adquisición de la
lectoescritura.
3. Ordenar el caos o cómo favorecer el aprendizaje complejo.
En la primera sección se describe el marco constructivista que utilizaron las
profesoras y que permite entender sus acciones pedagógicas; la segunda fundamenta las especificidades de la enseñanza de la lectoescritura pues, aunque
la pedagogía constructivista proporciona el marco general para cualquier
tipo de enseñanza, la promoción de la literacidad tiene sus propias características, por lo que es necesario explicarlas; en la tercera se desarrollan tres
categorías de acciones mediacionales que fueron el centro de la enseñanza y
de este capítulo. Se muestra la teoría de la mediación ilustrada con las distintas
acciones que se observaron en el trabajo que se realizó en el Centro Polanco.
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 25
Algunas de las actividades que realizan las profesoras están basadas en los
planteamientos de Margarita Gómez–Palacio (1985).
Aunque lo central del capítulo es la mediación para el desarrollo de la
lectoescritura, es decir la adquisición del código escrito, se presenta como
marco general el constructivismo, y en particular, los procesos cognitivos
para aprender a leer y escribir para que se entienda que, ante la complejidad del aprendizaje de estos procesos, es necesaria una gran actividad por
parte de las profesoras para elegir ejercicios atractivos que presenten los
estímulos de manera focalizada, ordenada y en secuencia y con las repeticiones necesarias para que los niños construyan el conocimiento. Las acciones
mediacionales no serían comprendidas si no se presentan en el contexto del
constructivismo y el conocimiento de los procesos que subyacen al dominio
de las letras y números.
Después de haber presentado las tres secciones medulares, se cierra el
escrito con un conjunto de recomendaciones que podrían ayudar a las personas que trabajan con niños que enfrentan dificultades con el aprendizaje
de la lectura y la escritura a lograr que estos tengan un mayor avance, y
encuentren sentido y satisfacción en las actividades en que participan para
dominar el código escrito.
EL AMBIENTE CONSTRUCTIVISTA PARA
LA ENSEÑANZA DE LA LECTOESCRITURA
Para comprender la mediación ocurrida durante la promoción del desarrollo
de la competencia de literacidad en el Centro Polanco es necesario revisar de forma breve el supuesto epistemológico, psicológico y pedagógico
del aprendizaje desde una perspectiva constructivista, como se promueve
en esta intervención.
La premisa epistemológica es que el conocimiento no se transmite, sino
que es una construcción personal de cada individuo (Piaget, 1991) y que está
influenciada por la cultura que ha puesto nombre y ha clasificado lo que
percibimos, ya que aquello que no es nombrado y clasificado, no es fácil de
aprehender a pesar de que pueda ser percibido sensorialmente. Desde esta
perspectiva se considera a los niños como constructores activos de su propio
conocimiento y, a diferencia de otras, en que se cree que estos son una tabula
rasa en la cual habría que imprimir los conocimientos, se toma en cuenta lo
26
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
que los niños ya saben, pues cuando llegan a un escenario formal, ya poseen
esquemas de conocimiento sobre la lectura y la escritura (Ortiz y Jiménez,
2001). Así lo señalan Fernando Leal Carretero, Judith Suro Sánchez, Carmen
López–Escribano, Víctor Santiuste Bermejo y Daniel Zarabozo Enríquez de
Rivera (2011): “El niño no es un sujeto pasivo al que se le ‘enseña’ a leer, sino
que es un ser humano que activamente trata de entender el mundo a su
alrededor y para ello formula teorías, hipótesis o modelos para describirlo,
explicarlo y sobre todo actuar en él” (p.97).
El supuesto psicológico es que el aprendizaje comprende dos grandes procesos: la actividad compartida y la interiorización (Vygotsky, 1979); el primero
es interpersonal, es decir, la acción u operación la ejecutan entre el aprendiz
y otra persona más competente, por ejemplo, la profesora va señalando las
letras en un texto mientras el niño realiza la acción de síntesis y lee la palabra. Durante el aprendizaje de la lectoescritura hay muchas actividades que
el niño tiene que hacer necesariamente con otra persona dado que es incapaz de hacerlo por sí mismo y solo después de haberla realizado de manera
conjunta ocurre el segundo paso, cuando mediante un proceso denominado
internalización (Wertsch, 1985) logra reconstruir las acciones en el plano intrapersonal y puede ejecutarlas sin ayuda.
De lo anterior se deriva el supuesto pedagógico: que el aprendizaje solo
ocurre en lo que Vygotsky (1979) denominó zona del desarrollo próximo. Con
este término el psicólogo ruso le dio nombre a lo que un aprendiz no puede
hacer solo, pero sí con la ayuda de alguien más. A lo que un niño puede hacer
solo, le llamó zona de desarrollo real. A lo que no puede hacer ni aún con
ayuda, lo denominó zona del desarrollo distante.
Estas zonas del desarrollo son procesos dinámicos y rápida o lentamente
pueden ir cambiando, es decir, algo que un niño no podía hacer solo, pero
sí con ayuda y que, por tanto, estaba en su zona de desarrollo próximo, pasa
a su zona de desarrollo real y lo ejecuta por su cuenta. Por tanto, un niño
puede practicar lo que está en su zona de desarrollo real para adquirir mayor dominio o refinamiento o aprender lo que está en su zona de desarrollo
próximo siempre y cuando alguien le ayude. Hay, como se señaló, actividades
que por el momento no podría realizar ni aún con la ayuda de otro por estar
en su zona de desarrollo distante.
Un ejemplo de lo anterior es que un niño puede escribir palabras que
tengan la estructura consonante, vocal, consonante vocal, como casa o mamá
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 27
(zona del desarrollo real), pero otras palabras como plástico, árbol o tlacuache, solo las puede escribir con la ayuda de otra persona (zona del desarrollo
próximo). No podría escribir oraciones compuestas como “Blancanieves cantaba e hilaba todas las mañanas”, en este momento, ni aún con ayuda (zona
del desarrollo distante); sin embargo, es algo que podrá hacer en el futuro.
Desde lo pedagógico, para fomentar el aprendizaje de los niños, se hace
uso de la mediación. Mediar el aprendizaje significa interponerse entre el objeto
del aprendizaje y el aprendiz con la finalidad general de que este aprenda. La
metodología constructivista de acuerdo con Dorys Ortiz Granja (2015) tiene
algunas características como las siguientes:
• Toma en cuenta el contexto.
• Considera los aprendizajes previos.
• Privilegia la actividad.
• Las actividades son en esencia autoestructurantes.
• Favorece el diálogo desequilibrante.
• Utiliza el taller y el laboratorio.
• Privilegia operaciones mentales de tipo inductivo (pp. 11–13).
• El papel del profesor es el de mediador o facilitador del aprendizaje.
Para promover el aprendizaje se toma en cuenta el contexto del niño, dado
que el nuevo conocimiento tendrá que ser vinculado a su conocimiento previo. El profesor está centrado en el estudiante y busca que, a partir de la actividad, formule hipótesis o generalizaciones, es decir, aprendizajes inductivos
que después podrá utilizar de manera deductiva en nuevas situaciones.
Si el profesor plantea situaciones problemáticas puede lograr que se produzca una disonancia cognitiva en el niño, lo que produciría un desequilibrio
en su sistema y se vería obligado a revisar sus propias conclusiones (De
Zubiría, 2006) y, como consecuencia de ello, generaría nuevos aprendizajes,
además de comprender el conocimiento como acercamientos tentativos a
los diversos fenómenos de la realidad. En el caso analizado, el enfoque constructivista se manifiesta desde la estructura misma de la actividad, como se
muestra enseguida con información de lo ocurrido durante las sesiones de
trabajo.
Las doce observaciones realizadas para esta investigación en el Centro
Polanco muestran que el trabajo estuvo organizado en tres fases: introduc-
28
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
ción, desarrollo y cierre, aunque esta última no aparece en todos los casos.
Este tipo de estructura es adecuada para todo tipo de actividad de aprendizaje
pues en la introducción se presenta lo que van a realizar, en el desarrollo se
lleva a cabo lo planeado y en el cierre se destacan los aprendizajes, se revisa lo
aprendido o la satisfacción con las actividades. Lo importante a destacar aquí
es la participación activa de los niños en cualquiera de las fases, de acuerdo
con el modelo constructivista.
Durante la introducción, los niños comienzan a estar activos desde la primera sesión. En esta, las profesoras les informaron que allí iban a aprender
y a jugar, luego les dieron un sellito para que marcaran asistencia al lado de
su nombre. En otra ocasión, durante la introducción al trabajo, reconocen su
nombre, se ponen asistencia y hacen estiramientos. En clases posteriores,
iniciaron recordando lo aprendido en la clase previa y, cuando la clase fue
en lunes, narraban lo que habían hecho durante el fin de semana. Con esto
se quiere enfatizar que los niños estaban en actividad continua. Enseguida, se
muestra a manera de ejemplo cómo inicia una de las sesiones:
La profesora saca unas hojas del escritorio y dice a los niños: “¿Ven esos
dibujos que están en el pizarrón?”, señalando el pizarrón donde hay cuatro
dibujos: un perro, un pato, una copa y una cama.
Niños: Sí.
Profesora: ¿Se imaginan que vamos a hacer algo con ellos o que nomás
están ahí por nomás?
Niña: Vamos a hacer algo con ellos.
Profesora: Vamos a hacer un ejercicio con los sonidos.
Niño: ¿Esta es una cama?
Profesora: ¿Qué más hay?
Se puede notar cómo de manera inmediata la profesora empieza a involucrar
a los niños por medio de preguntas, lo que marca el tono de toda la sesión.
La fase más larga de la clase es el desarrollo, pues es en esta donde ocurren
las actividades de aprendizaje más importantes. En ella los estudiantes realizan distintas operaciones cognitivas: aprenden a reconocer grafías (memoria), descomponen palabras en los sonidos que las componen (análisis
fonémico), reconocen las letras en las palabras (análisis gráfico) interpretan
imágenes (inferencia inductiva) y escriben palabras (síntesis fonémica).
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 29
Estas operaciones las realizan en actividades destinadas a que aprendan a
escribir, a leer (decodificación) y a comprender los significados que comunican las palabras. No se aprende por exposiciones de las profesoras sino por
la participación en las actividades y por el ejercicio de operaciones cognitivas
para adquirir y manipular símbolos convencionales. El niño está en actividad
continua. El siguiente ejemplo ilustra una de las operaciones cognitivas que
realizan los alumnos:
Profesora: A ver, habiendo visto todas las ilustraciones, ¿de qué creen que
se vaya a tratar el cuento? Levante la mano el que se le ocurra de qué se
va a tratar.
Niño 1: De mi mamá.
Profesora: ¿De qué, a ver? ¿De qué se va a tratar? ¿Se va a tratar de tu
mamá?
Niño 2: De abrazar.
Profesora: De abrazar a su hijo, muy bien, ¿tú de qué crees?
Niña 1: De querer a su hijo.
Profesora: De querer a su hijo; ¿tú de qué crees que sea?
Niño 3: De estar en el espacio.
A partir de una imagen, los alumnos empiezan a elaborar inferencias inductivas para predecir el contenido del texto. Esto requiere una involucración
cognitiva, lo que promueve que presten atención a lo que sigue para que vean
si su hipótesis se confirma o, por el contrario, se trata de algo distinto a lo
que ellos habían supuesto.
La fase de cierre suele ser corta y tener una recapitulación de los aprendizajes del día, enumeración de las actividades realizadas o una evaluación
superficial de lo ocurrido. También en esta fase el niño es el actor central,
pues recuerda o evalúa el aprendizaje o las actividades, como se muestra a
continuación:
Profesora: Y colorín colorado...
Alumnos: Este cuento se ha acabado.
Profesora: Antes de que se vayan, ¿qué trabajamos hoy? Allá en esas hojas
(mientras señala los collages).
Niño: Recortamos las personas que empiezan con “M”.
30
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Profesora: Ah, muy bien, cortamos imágenes con la “M”. Y antes, ¿con esto
qué hicimos? (señalando el alfabeto).
Alumnos: Formamos palabras (todos hablan al mismo tiempo).
Profesora: Formamos palabras con “M”. Ok, nos vemos el jueves (los niños
se levantan de las sillas, las suben a la mesa y salen del salón).
Dado que el enfoque de trabajo es constructivista, el ambiente está preparado
de antemano, hay actividades que fueron diseñadas y se tienen a la mano los
diversos materiales que habrán de utilizarse: libros, hojas, cartulinas, sellos,
marcadores, lápices, pegamento, tijeras, colores, incluso espejos para que los
niños reconozcan visualmente como articulan los fonemas para fomentar el
uso de varios sentidos en el aprendizaje.
La disposición del ambiente es un elemento crucial para que los recursos
cognitivos de los niños estén centrados en el aprendizaje y no en otras cuestiones como la aceptación social, protegerse de amenazas percibidas o del
castigo (Marzano, 2005). Para construir un ambiente apropiado, la profesora
promueve que expresen lo que viven en sus casas; que unos escuchen a otros;
compartan los materiales; levanten la mano para participar de manera ordenada; que se ayuden entre pares y, además, reconoce el trabajo y aportaciones
de cada uno de ellos.
De forma breve se ha descrito el ambiente constructivista general en que
ocurre el aprendizaje. Presentar el enfoque constructivista completo está
fuera de la intención del capítulo, pero es importante señalar que el constructivismo es más una epistemología que una teoría pedagógica, pero que
de esta se han derivado enfoques pedagógicos que colocan al aprendiz en
el centro, enfatizan la actividad, la interacción y el contexto como elementos
centrales y consideran que todo aprendizaje es tentativo y se modifica de
manera continua.
En el apartado siguiente se presenta el fundamento de las maneras específicas de favorecer la construcción del conocimiento sobre el código escrito
que permitirá que los estudiantes aprendan a leer y a escribir. Principalmente, se ahonda en los procesos lectores y en la necesidad de utilizar un método
muy estructurado.
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 31
UNA MANERA ESTRUCTURADA Y EXPLÍCITA PARA FOMENTAR
LA ADQUISICIÓN DE LA LECTOESCRITURA
El código escrito es un instrumento desarrollado por la humanidad que ha
permitido la transmisión de conocimientos de unas generaciones a otras
a través de milenios. Por ser una creación humana se le puede considerar
artefacto cultural. Dado que ha sido una herramienta crucial para el aprendizaje, el desarrollo y la innovación, se ha ido transmitiendo de generación
en generación. Analizar este instrumento como un diseño, es decir, como un
artefacto creado por la cultura, tiene un propósito, permitir la comunicación
asincrónica, preservar la información y dejar constancia de datos y eventos
importantes; su estructura presenta un conjunto de símbolos escritos y determinadas reglas para operarlos, por ejemplo, algunos escriben de izquierda
a derecha y de arriba hacia abajo, una grafía representa un fonema, etcétera;
además, hay argumentos que lo explican y evalúan, verbigracia, el castellano
y el finlandés tienen un sistema más transparente, es decir, hay mayor correspondencia entre grafías y fonemas, mientras que otros difieren en esta
misma característica.
A partir de una extensa revisión de la investigación acerca del aprendizaje
de la lectura Benjamin Riley (2020) destaca tres principios para su enseñanza
que no causan debate ni entre profesores ni entre expertos: es necesario enseñar de forma explícita las relaciones entre grafías y fonemas; promover la
práctica intensiva con diversidad de textos y enseñar estrategias específicas
de comprensión.
Existe evidencia científica importante acerca de la importancia de desarrollar habilidades fonológicas para que los niños puedan leer (Shaywitz, 2003; Riley, 2020), pero sin sobresimplificar esta idea, pues como
señalan Anne Castles, Kathleen Rastle y Kate Nation (2018), no basta con
que los niños solo puedan leer palabras, es indispensable que comprendan textos junto con la comunicación a través de la escritura, estas son
las finalidades de que aprendan el código escrito.
Si se quisiera resumir lo que se sabe a la fecha acerca de la enseñanza
eficaz de la lectoescritura se puede señalar que habría que atender dos
asuntos: enseñar a los niños a decodificar y, asimismo, de manera explícita, enseñar estrategias de comprensión. Ambas permitirán que los
aprendices comprendan lo que leen. Esto quiere decir que si no se les en-
32
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
señan las habilidades básicas de decodificación, será imposible que lean,
a pesar de que pudieran tener excelentes habilidades lingüísticas. De la
misma manera, si supieran decodificar con habilidad, pero desconocieran
el significado las palabras, o no pudieran hacer inferencias o desconocieran las estructuras sintácticas, tampoco podrían ser buenos lectores.
De acuerdo con estudios realizados sobre el aprendizaje de la lectura,
40% de los niños puede aprender a leer y a escribir, sin importar la calidad de la enseñanza, pero el resto necesitan que el enfoque sea directo
y más estructurado para lograrlo (Young, 2020). Esta autora encontró que
5% de los niños aprenderá a leer sin esfuerzo alguno, 35% lo hará casi
con cualquier manera en que les enseñen. El resto, 60%, necesitará un
enfoque muy estructurado. De ese porcentaje, de 40 a 50% aprenderá con
una enseñanza explícita sistemática y secuenciada, mientras que de 10 a
15%, que son niños que presentan dislexia, aprenderá con una enseñanza
de las mismas características de los anteriores, pero, además, estos niños
necesitarán que la enseñanza se base en un diagnóstico y que se haga una
mayor cantidad de repeticiones.
Los niños con dificultades para desarrollar habilidades lectoras necesitan
trabajar de forma intensiva en ciertas habilidades que se han identificado
desde hace algunas décadas. En particular son importantes: la conciencia
fonémica, la identificación de letras, la fluidez, la comprensión, el vocabulario y el desarrollo del lenguaje (National Research Council, 1988).
Los niños que se atienden en el Centro Polanco corresponden a ese 60%
que no ha logrado aprender con la enseñanza regular que los niños reciben
en sus escuelas; necesitan un enfoque mucho más estructurado. Aunque no
se les evalúa en específico para diagnosticar dislexia, es posible que algunos
de ellos presentan este transtorno que se define como:
[...] un término alternativo utilizado para referirse a un patrón de dificultades del aprendizaje que se caracteriza por problemas con el reconocimiento de palabras en forma precisa o fluida, deletrear mal y poca capacidad
ortográfica. Si se utiliza dislexia para especificar este patrón particular de
dificultades, también es importante especificar cualquier dificultad adicional presente, como dificultades de comprensión de la lectura o del razonamiento matemático (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014, p.67).
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 33
La investigación reciente considera que los niños con dislexia presentan
un déficit en la conciencia fonológica, la función nominativa del lenguaje
o en la mayoría de los casos, en ambos, en lo que se denomina el doble déficit.
La dislexia se evidencia en que los niños presentan dificultades en la fluidez
y / o precisión lectora y en la ortografía al escribir (Moura, Pereira, Moreno y Simões, 2020).
Se reitera que la mención a la dislexia no es porque los niños que se
atienden en el Centro Polanco presenten el transtorno sino porque es
importante presentar el panorama completo de quienes encuentran dificultades para desarrollar la competencia lectora. En el Centro, todos
los niños reciben la misma enseñanza, pero atendiendo a sus distintas
necesidades.
Con niños de preescolar se observó que el predictor más importante de
las dificultades ortográficas en primero y segundo de primaria era el déficit
en la conciencia fonológica (Furnes y Samuelsson, 2010), pues no les era fácil
distinguir los sonidos (fonemas) que conforman las palabras o la secuencia de estos; al momento de escribir palabras esto se manifestaba en omisiones de letras o en alterar su orden dentro de la palabra.
A partir de la revisión de diversos estudios, Octávio Moura, Marcelino
Pereira, Joana Moreno y Mário R. Simões (2020) señalan que la conciencia
fonológica contribuye a la precisión de la lectura y a la escritura ortográficamente correcta, mientras que la función nominativa permite una lectura
fluida. Estos resultados fueron señalados también por Caroline Vander–Stappen y Marie Van Reybroeck (2018). Moura et al. (2020) suponen que los niños
que presentan doble déficit experimentarán menos problemas de conciencia
fonémica y precisión en la lectura en un idioma transparente como el español,
debido a que existe una alta correspondencia entre grafías y fonemas, por
tanto, suponen que el problema principal será el de la función nominativa
de lenguaje y, por lo tanto, la fluidez.
Otro aspecto importante señalado por Moura et al. (2020) es que una limitación en la conciencia fonémica hace que los niños tengan dificultad en
la lectura solo en los primeros años escolares. Para leer palabras que no conoce, un niño necesita utilizar su habilidad de descomponerlas en las partes
que las integran, por lo que su lectura requiere que sea capaz de manipular
los fonemas, pero la conciencia fonológica no contribuye a la velocidad con
que se lee, es decir a la fluidez.
34
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
La conciencia fonológica se define como “la habilidad para identificar y
manipular conscientemente las unidades de sonido del lenguaje” (Vander–
Stappen y Reybroeck, 2018, p.2). La función nominativa de lenguaje, llamada en
inglés Rapid Automatized Naming (RAN) “refiere a la habilidad de nombrar,
tan rápido como sea posible, un conjunto de estímulos visuales muy familiares que se presentan en una página” (p.2).
Se han documentado ampliamente los efectos positivos del entrenamiento
en la conciencia fonémica, pero hay escasos estudios acerca del efecto del
entrenamiento en RAN. El estudio realizado por Vander–Stappen y Reybroeck
(2018) mostró que los niños entrenados en RAN mejoraron su desempeño en
esta evaluación y lo mantuvieron durante seis meses. En este estudio, el grupo
que recibió entrenamiento en habilidades fonológicas no mejoró en la velocidad de lectura ni en la precisión, pero sí disminuyeron los errores al escribir,
por lo que consideran que la conciencia fonológica es más importante para el
desarrollo de la escritura que de la lectura, en contraposición a lo que otros
han dicho. Por otra parte, la intervención RAN fue benéfica para la velocidad de
lectura, lo que supone que es una habilidad para conectar, de forma automática,
cuestiones perceptuales y lingüísticas, por lo cual es muy importante para la
automatización de la lectura, pero no tuvo impacto en la escritura de palabras.
En resumen, puede haber niños que presenten dislexia debido a un déficit
en la conciencia fonológica, es decir, tienen dificultad para descomponer
las palabras en los sonidos que las constituyen; otros niños tienen dificultad
porque hay un déficit en la función nominativa del lenguaje, lo que significa
que no pueden nombrar rápidamente una serie de estímulos que les son
conocidos, incluyendo números y letras. Otro grupo podría presentar lo que
se denomina doble déficit: fallas tanto en la conciencia fonológica como en
la función nominativa de lenguaje.
Carol McDonald Connor y Frederick J. Morrison (2016) advierten contra
los programas rígidos que pretenden enseñar de manera única a todos los
estudiantes, proponen que se preste atención a las necesidades y características particulares de cada estudiante. Además, cualquier intervención debería
basarse en una evaluación formativa constante para ajustar la enseñanza a
los requerimientos de cada alumno.
La International Literacy Association (ILA, 2019) ha declarado que centrarse solo en la lectura de palabras no soluciona el problema del aprendizaje
de la lectura sino que es una de sus causas. Abogan por un enfoque amplio
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 35
que, además de enseñar a decodificar, promueva el desarrollo del lenguaje,
la escritura, la comprensión y la autorregulación a través de actividades en
que los estudiantes lean y escriban sobre asuntos significativos. En la figura
1.1 se muestra una propuesta acerca de los elementos que han de tomarse en
cuenta para apoyar a los niños en el desarrollo de la comprensión lectora:
contexto sociocultural, texto, actividad y lector.
Se ha presentado el fundamento para una enseñanza estructurada de la
lectoescritura inicial que toma en cuenta al lector, los textos y las actividades que se diseñan en específico para estos niños que pertenecen a un
contexto sociocultural particular. La intervención en el Centro Polanco tiene
un fuerte énfasis en la comprensión del sistema alfabético y en las habilidades fundamentales para la decodificación, pero que, de igual manera,
enfatiza la utilidad sociocultural de este artefacto que permite escribir y
leer, por lo que los niños participan en seguir una receta, leer por placer
y escribir recados, así como las habilidades de comprensión, principalmente
la relación con el conocimiento previo de los aprendices, la anticipación y
la inferencia inductiva. Estos fundamentos muestran por qué las actividades
que se realizan ahí son diferentes y más reiteradas que lo que se hace en un
salón de clase regular.
En la siguiente sección se describirá cómo ocurre la mediación, en un ambiente constructivista, con un método estructurado, atendiendo la zona del
desarrollo próximo de los estudiantes, a partir de la interacción entre estos y
los profesores. Se muestra cómo estos últimos se interponen entre el objeto
de aprendizaje (la lectoescritura) y el niño para que este preste atención a
los elementos relevantes y los vaya adquiriendo y poniendo en práctica en
una manera ordenada y pertinente para el aprendizaje.
ORDENAR EL CAOS O CÓMO FAVORECER
EL APRENDIZAJE COMPLEJO
Con anterioridad, se mencionó que el niño está expuesto, en mayor o menor
medida, al código escrito en la vida cotidiana, pero que la mera exposición
no permite que lo aprehenda y lo use, a diferencia de lo que ocurre con la
adquisición del lenguaje. También se mostró que el enfoque pedagógico
derivado del constructivismo puede ayudar a diseñar escenarios de aprendizaje para el desarrollo de la literacidad y que, además, se necesita una buena
36
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
FIGURA 1.1 UNA HEURÍSTICA PARA PENSAR LA COMPRENSIÓN LECTORA
Texto
Actividad
Lector
C o n t ex t o
Fuente: RAND Reading Study Group (2002).
comprensión de los procesos lectores para dar una ayuda eficiente y eficaz,
pues eso es lo que enmarca al proceso de aprendizaje y enseñanza completo; pero para aprender a leer y a escribir es necesario que alguien ayude al
aprendiz a ordenar y a jerarquizar la enorme cantidad de información que la
realidad social le presenta como símbolos escritos. Aquí entra la actividad
de los mediadores, quienes actúan como agentes culturales para ayudar a los
niños a apropiarse del código escrito.
En tres distintas secciones se presentará lo que hicieron las dos profesoras
para colocarse entre los elementos del código escrito y los niños para ordenarlos, jerarquizarlos e irlos presentando en maneras accesibles para ellos.
De esa forma, los niños no se encuentran ante un océano de información
con escasas habilidades para navegarlo sino que les van presentando los estímulos segmentados, filtrados y ordenados a fin de que vayan desarrollando
las habilidades necesarias para que, en el mediano plazo, tengan el dominio
sobre el código escrito. A este procedimiento se le llama mediación. A continuación, se presenta el concepto y tres categorías mediacionales que se
encontraron en el trabajo de las profesoras observadas.
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 37
Uno de los principales impulsores de la mediación como herramienta
sociocultural para fomentar el aprendizaje fue Feuerstein, quien a partir de
su trabajo con niños y adolescentes judíos de países pobres, que acababan
de llegar a Israel, descubrió que las limitaciones que tenían para aprender y
adaptarse a su nuevo país eran causadas por la privación cultural y que, un
sistema de enseñanza que les presentara una riqueza de estímulos, de manera
gradual y ordenada, con una persona capaz de prestar ayuda ajustándose
de manera continua a las necesidades de los niños, producían resultados de
aprendizaje sorprendentes. A la ayuda que proporciona esa persona, Feuerstein le llamó mediación (Feuerstein, Rand, Hoffman y Miller, 1980).
Para Feuerstein (1986), la mediación consiste en que una persona más capaz intercepta ciertos estímulos, los selecciona, organiza, reordena, agrupa
y estructura en función de la necesidad de un aprendiz específico, al tiempo
que enriquece la interacción del niño con el medio al presentarle experiencias que no pertenecen a su entorno inmediato. Para este autor la mediación
tiene tres características: intencionalidad, significado y trascendencia.
La intencionalidad refiere a que el mediador altera de manera intencional
y sustancial los estímulos para conseguir el aprendizaje deseado (Alpízar,
2016). Esto significa que el profesor escoge el material necesario, lo presenta de formas comprensibles según el contexto, edad y antecedentes del
estudiante y, además, elige solo uno o algunos elementos a la vez, y los va
presentando en una secuencia coherente; es la antítesis de la exposición
directa a los estímulos (Minuto y Ravizza, 2008).
La mediación del significado consiste en que lo que se ha aprendido durante la interacción tenga significado afectivo, motivacional y esté orientado al
valor (Alpízar, 2016). Esto implica que el alumno comprenda la importancia
que la actividad tiene para su aprendizaje, que en este caso es el dominio del
código escrito; para ello es necesario fomentar su participación, el diálogo y
el trabajo con otros. Esto puede llevar a que se interese en buscar un aprendizaje más amplio, lo que podría fomentar la motivación intrínseca para seguir
aprendiendo (Minuto y Ravizza, 2008).
La trascendencia consiste en que el aprendizaje vaya más allá de la resolución de un problema inmediato y lo pueda aplicar a situaciones nuevas y
más complejas, es decir, que el estudiante vaya de los objetivos inmediatos de
una actividad hacia los principios generales y los objetivos que trasciendan
el aquí y el ahora (Minuto y Ravizza, 2008).
38
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Feuerstein (1986) considera que el trabajo de mediación puede generar
motivación intrínseca si se fomenta la formación de hábitos en los niños, es
decir, si se construye un sistema de necesidades internas independiente de
la necesidad externa que los produjo inicialmente. De acuerdo con Michella
Minuto y Renato Ravizza (2008), estas son algunas acciones que lleva a cabo
un mediador:
• Elegir una experiencia o un estímulo significativo para ampliar las competencias individuales.
• Filtrar y seleccionar estímulos y experiencias para situarlas en un intervalo más adecuado al interior de las zonas próximas al sujeto.
• Focalizar la atención evitando proponer demasiados estímulos de forma
simultánea.
• Organizar y definir el estímulo / la experiencia en el tiempo y en el
espacio.
• Regular la intensidad, la frecuencia y el orden de apariciones de los
distintos estímulos.
• Poner en relación los nuevos estímulos / las nuevas experiencias con
eventos precedentes y eventos que se verificarán o podrían verificarse en
el futuro.
• Interpretar y atribuir significado y valor (afectivo, social, cultural) a estímulos / experiencias distintas.
• Solicitar motivación, interés y curiosidad en el trato y en la respuesta a
estímulos distintos (pp. 76–77).
Una vez que se ha aclarado lo que en este capítulo se entiende por mediación,
se presentará cómo se llevaba a cabo en el escenario del Centro Polanco.
Mediante el análisis de los datos se encontraron tres categorías de acciones
mediacionales: el sentido de la actividad y la retroalimentación del desempeño, la enseñanza directa y el fomento de los procesos reflexivos (Gómez,
Valdés y Centeno, 2021). Cada una de ellas comprende diversas acciones
mediacionales como se muestra en la tabla 1.1.
La primera categoría comprende solo dos acciones mediacionales: la comunicación del sentido y propósito, y la mediación del sentimiento de que el
niño es competente para la tarea; la segunda refiere a aquellas actividades directivas iniciadas por las profesoras bajo el supuesto de que esa información
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 39
TABLA 1.1 CATEGORÍAS Y ACCIONES MEDIACIONALES
Categoría
Acciones mediacionales
Sentido y
competencia
Comunicación del sentido y propósito. Mediación del sentimiento de ser
competente.
Enseñanza directa
Presentar información.
Dar indicaciones.
Explicaciones.
Modelamiento.
Aclaraciones.
Ejemplos.
Respuestas y opciones de respuesta.
Procesos reflexivos
Llamar la atención de los niños a los aspectos relevantes de lo que deben de
aprender.
Las preguntas que tienen el propósito de ayudar a los alumnos a aprender de
manera directa a partir de sus acciones.
El uso del error como elemento para el aprendizaje. La inferencia inductiva.
ayudará a los niños en el aprendizaje; la tercera consiste en acciones dirigidas
a guiar a los niños a que ellos descubran los elementos importantes para el
dominio del código escrito. A continuación, se presenta cada categoría bajo
un subtítulo distinto.
COMUNICAR EL PROPÓSITO EDUCATIVO Y AYUDAR
A CONSTRUIR EL SENTIMIENTO DE SER COMPETENTE
Para que el niño pueda involucrarse en el aprendizaje y no solo participar en
las actividades para aprender de manera incidental, es necesario que sepa
cuál es el propósito de lo que hace (Haywood, Books y Burns, 1991), así podrá tomar la iniciativa e incluso modificar sus acciones para avanzar hacia
lo que se busca. En el trabajo analizado, no siempre se señalaba el propósito,
sin embargo, ocurría de manera ocasional. Por ejemplo, la profesora decía:
“con estos ejercicios vamos aprender las letras, vamos a jugar memorama,
pero también vamos a aprender”. En una ocasión pide que un niño diga el
nombre de su compañera, pero que diga también una palabra con la cual rime
y les informa que es para que se aprendan los nombres de sus compañeros.
La actividad consiste en decir: “Salomón se vino en el camión o Carolina se
vino en una gallina”.
40
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Un ejemplo tomado de las notas de campo muestra que la profesora comparte el propósito de la actividad cuando los estudiantes van a empezar a
trabajar con el alfabeto móvil. Ella dice: “Bueno, hoy, porque ustedes ya se
lo saben muy bien, vamos a seguir trabajando con la m (sonido) y vamos a
darles letras, y en equipo van a formar palabras con la eme”. Así, los niños
no solo realizan la actividad sino que, al conocer su sentido, pueden hacer
variaciones en lo que realizan.
Para destacar la importancia de que el alumno conozca el propósito educativo se presentará la diferencia entre aprendizaje incidental y otro aprendizaje que es buscado activamente por el participante. Si alguien viaja de
la capital de un estado a la del estado vecino, por ejemplo, de Guanajuato a
Aguascalientes, aunque no haya ninguna intención educativa, aprende que
este segundo estado linda con el propio, que el recorrido es de alrededor
de dos horas y media y que también la capital de Aguascalientes tiene el
mismo nombre que el estado. Son aprendizajes importantes, pero no fueron
intencionados y no necesariamente se organizarán de manera que en otro
momento sean relacionados con otros contenidos. En un caso, se puede
enseñar a dividir, si el niño entiende el propósito, podrá utilizar distintos
algoritmos, siempre y cuando el propósito se cumpla y podrá utilizarlo en
situaciones diversas al ejercicio en que lo aprendió. En esta situación, compartir el propósito de las actividades puede ayudar a que los niños sean más
independientes en el aprendizaje y que puedan emprender otras maneras de lograrlo.
Dentro de la categoría de sentido y competencia, está la mediación para
ayudar a los estudiantes a que se sientan capaces de realizar las actividades. Carl Haywood, Penelope H. Brooks y Susan L. Burns (1991) consideran
que la mediación de este sentimiento es de gran importancia para mejorar
el aprendizaje. Además, hay otra ventaja, sentirse competente favorece la
autoestima y refuerza la concepción de que vale la pena esforzarse debido a que está logrando el cumplimiento de los objetivos.
Las profesoras median el sentido de competencia reconociendo el desempeño de los niños a través de distintas maneras como chocar las manos
o aplaudir en señal de logro, darles las gracias por sus aportes y calificar sus
productos con expresiones tales como “¡Muy bien!”, “¡Excelente!” y “¡Maravilloso!” Se puede percibir cómo los niños sonríen cuando reciben estos
elogios por los productos que realizan. Carmen Andrés y Rebeca González
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 41
(2016) encontraron en un estudio que la retroalimentación positiva mejoraba
el desempeño de los estudiantes.
Un ejemplo de cómo la profesora utiliza el reconocimiento para que los
niños se sientan competentes durante el proceso de realizar la actividad
es el siguiente, tomado de las notas de campo: “Los niños están sentados
alrededor de la mesa. Continúan con la actividad de la sopa de letras.
Karla va pasando por los lugares de los niños y les dice palabras como
‘Excelente’ o ‘Muy bien’ cuando ve el trabajo que están haciendo con su
sopa de letras”, así los niños saben que están haciendo el trabajo de forma
correcta.
La retroalimentación que informa que los niños son capaces está enfocada
en la competencia de literacidad que es la que se busca desarrollar:
Maestra: ¿Con qué sonido empieza mamá? Alumnos: Mmm (sonido).
Maestra: ¿Y qué letra es la mmm? (sonido). Alumna: La de Mailín.
Maestra: Muy bien, ¿escucharon a Camila? Dijo la de Mailín, Mailín es la
misma que mamá, que es la mmm (sonido).
El reconocimiento de la competencia de los estudiantes es específico y
no soslaya las omisiones o las fallas. En el siguiente ejemplo puede verse
esto:
José (muy emocionado): ¡Maestra, ya lo hice! ¡Ya lo hice, mira!
Maestra: ¡Excelente! ¡Súper bien!
Maestra: Pera... No has encontrado “pera”.
José: ¡Pera, sí, aquí está mira! Peeee...
Maestra: P–a–n...
José: Pan.
Maestra: Pan, sí. Pero nos falta pera.
En el ejemplo anterior, se puede apreciar cómo, ante la expresión de júbilo
del niño por su propio desempeño, la profesora reconoce lo que este ha hecho
bien, y al mismo tiempo le señala lo que hace falta. Este es un elemento muy
importante de la retroalimentación ya que esta debe de ser sobre un desempeño específico y no genérica y, además, no puede omitir el señalamiento de
lo que es incompleto o incorrecto.
42
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Durante el trabajo analizado, en algunas ocasiones, las profesoras señalaban el propósito de la actividad, y de forma continua estaban reconociendo
el logro o el buen desempeño de los alumnos, aunque aquí se hacía mayor
énfasis en el reconocimiento que en compartir el propósito, la sugerencia es
que a ambos tipos de intervención se les dé el mismo peso, pues el que los
aprendices sepan cuál es el sentido de la actividad en la que participan
les puede ayudar a desarrollar autonomía.
LA ENSEÑANZA DIRECTA COMO MEDIACIÓN
De manera habitual se critica a los profesores que se centran en proporcionar información que los niños deberán aprender, tengan o no interés en
ese contenido, lo necesiten o no, solo porque es lo que está prescrito. A esta
manera de enseñar se le suele llamar “tradicional” o, utilizando el término
de Paulo Freire (1970), “enseñanza bancaria”. Este último hace una analogía en que el niño es una alcancía y el profesor deposita en ella monedas y,
en ese sentido, la alcancía se enriquece. Sin embargo, un ser humano no es un
recipiente al que se le pueda depositar información. Hay mucha información
que es importante para una persona e irrelevante en su totalidad para otra,
dependiendo de su contexto, sus necesidades e intereses.
Lo anterior no significa que los estudiantes no deban recibir información
sino que esta debe de responder a sus intereses y necesidades. Es por eso que
la enseñanza directa puede considerarse una categoría de acciones mediacionales en que las ayudas que se proporcionan a los aprendices responden
a necesidades de apoyo inmediato para la resolución de la tarea que están
realizando. Por tanto, la profesora da informaciones breves; instrucciones
específicas, explica, modela la habilidad que se quiere desarrollar, aclara,
ejemplifica y responde preguntas. La diferencia de la enseñanza directa con
la educación bancaria estriba en que el estudiante requiere este tipo de ayudas para resolver una tarea y, por ende, le resultan significativas. A continuación, se describe de manera muy breve cómo se utilizaron.
Como parte de la enseñanza, la profesora muestra información que considera que los niños deben de saber. En una ocasión les presenta las partes del
libro, les dice: “la parte de adelante del libro, o sea, esta página que vemos
aquí se llama portada”, los niños repiten: “Portada”, luego les dice: “Muy
bien, y estos dibujos que vamos a ver aquí, que vamos a ver adentro del libro,
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 43
se llaman ilustraciones”, los alumnos repiten: “Ilustraciones”. Así, cada que
considera que los aprendices deben adquirir algún conocimiento específico
se los presenta y posteriormente se hace uso de él durante las clases.
También utiliza las indicaciones como una forma de ayudar a que los niños
realicen las actividades, como se puede ver en el siguiente extracto de la
observación: “La maestra sosteniendo la carpeta dice: ‘A cada quien le voy
a dar uno, para lo largo de todas las sesiones que ustedes van a venir, van a
poner sus trabajos... ¿Sí? Cada quien va a tener el suyo’, mientras repartía las
carpetas diciendo los nombres de los niños en el salón”.
Con frecuencia, la profesora usa la mediación de dar indicaciones durante
la enseñanza. En ocasiones simplemente diciéndoles cómo realizar alguna
actividad y en otras, incluso, como juego para que aprendan. Utiliza el juego
de Simón dice y les va pidiendo distintas letras para apoyar el reconocimiento de las grafías. También les enseña el juego del ahorcado para que usen
letras y formen palabras y, mientras lo enseña, les va dando las indicaciones
del juego. Una mediación importante es la explicación, mediante la cual se
presenta una idea de manera clara o se elabora sobre esta con la finalidad de
que el niño comprenda. Para que los niños comprendan que es un contrato
social, la profesora trata de explicar mediante el uso de una analogía. Les
dice que así como una receta de cocina enlista los elementos para hacer
un pastel, el contrato social contiene los elementos de conducta necesarios
para respetarse y tener la conducta adecuada. Las explicaciones son uno de
los recursos más utilizados en enseñanza, pero en las clases observadas se
utilizó poco.
Las habilidades pueden ser enseñadas de manera más fácil mediante el
modelamiento. Johana Contreras (Contreras y Sepúlveda, 2015) considera
que “el modelaje es una de las principales fuentes de aprendizaje de los seres
humanos” (p.15). Por eso, esta es una de las estrategias que se observaron con
frecuencia en las sesiones de clase. Esta acción mediacional consiste en que
la profesora muestra cómo se realiza la actividad que solicita. Por ejemplo,
ella modela el sonido mmm cerrando los labios, haciendo que la garganta vibre y soltando el aire por la nariz y pide a los alumnos que imiten lo que ella
hace. También utiliza el modelamiento para enseñarles a jugar memorama.
Dispone las cartas boca abajo sobre la mesa, levanta una, la muestra, dice la
letra que tiene impresa y levanta otra para ver si hacen un par. Cuando forman par se queda con ellas. Una vez que modeló el juego deja que los niños
44
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
lo realicen. Así se evita largas explicaciones y en un corto tiempo los niños
están realizando la actividad.
Las aclaraciones son utilizadas como mediación por la profesora presentando más información, o dando instrucción precisa ante una confusión o una
práctica equivocada. Durante la clase, pregunta si han visto una iguana, uno
de los niños dice que en su casa hay una y otro informa que son los animalitos que cambian de color. La profesora dice que las iguanas no cambian de
color, que quienes lo hacen son los camaleones, que tienen parecido con las
iguanas. También aclara cuando un niño escribe “pdlo” en lugar de “palo”.
La maestra aclara que “a” y “d” se parecen, pero que la “a” tiene el palo más
cortito. Las aclaraciones son muy importantes porque permiten a los niños
contrastar informaciones parecidas y distinguir una de otra.
Durante la enseñanza, los docentes recurren con frecuencia a los ejemplos
cuando quieren facilitar la comprensión de alguna idea abstracta. La profesora al hablar del autor de un libro les da como ejemplo que si ella escribe
uno, entonces ella sería la autora. De esa manera la idea abstracta de autor
se concreta en ella como quien escribe la obra. También ejemplifica las instrucciones de una actividad en que quien tiene la pelota dice una palabra. La
tarea consiste en identificar el último sonido de esta. Al niño que lo logre, se
le pasa la pelota y este dice una nueva palabra. Empiezan con la palabra papá
y un niño dice que termina con “a”, la profesora dice que entonces hay que
pasarle la pelota a ese niño porque dijo con qué letra terminaba la palabra.
En las clases observadas se suele utilizar la ejemplificación como recurso
mediacional para que los niños tuvieran una versión concreta de una idea
abstracta.
Al final, la profesora utilizaba las preguntas retóricas para presentar información. En una ocasión pregunta si saben que es un anaquel y ella misma
responde que es una repisa, un espacio para acomodar cosas y muestra uno
que hay en el salón. Con eso logra iniciar un diálogo pues una niña dice que
en el anaquel se pueden acomodar libros.
Todas estas acciones mediacionales tienen en común que se trata de enseñanza directa de parte de la profesora, pero en contraste con lo que se conoce
como enseñanza tradicional o enseñanza bancaria, la profesora proporciona
información precisa y específica que los niños necesitan para realizar las actividades de aprendizaje del código escrito, a diferencia de dar información
descontextualizada y a la cual el niño no le ve utilidad.
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 45
LA MEDIACIÓN PARA EL FOMENTO DE LOS PROCESOS REFLEXIVOS
En la categoría de mediaciones que fomentan los procesos reflexivos se encontraron cuatro acciones que resultan importantes para el desarrollo de la
lectoescritura. La primera consiste en ayudar a los niños a centrar su atención
en aquellos aspectos relevantes para construir la competencia. La segunda
consiste en formular preguntas para que aprendan a partir de sus propias acciones. La tercera es el uso que hacen las profesoras de los errores cometidos
por los aprendices como una manera de fomentar su aprendizaje y la cuarta,
la inferencia inductiva. Todas ellas tienen la intención de que los estudiantes
aprendan a partir del descubrimiento de patrones, de notar inconsistencias
y de hacer inferencias inductivas.
Como se mencionó con anterioridad, el sistema alfabético es en suma
complejo y en el escenario de aprendizaje, a los niños se les presentan una
gran cantidad de estímulos, y no necesariamente saben a cuáles atender.
Por eso, las profesoras eligen actividades atractivas en que se presenten
estos estímulos, establecen una secuencia y objetivos de aprendizaje. Aún
con toda esa preparación, los aprendices no saben cuáles son los estímulos
más relevantes a los que habrán de prestar atención. Aquí la función de la
profesora es elegirlos, por ejemplo, guiarlos a que se den cuenta de cómo
articulan los sonidos que componen el habla, señalar la relación entre esos
sonidos y determinadas grafías, las diferencias entre grafías mayúsculas y
minúsculas, la manera en que se integran los sonidos y fonemas para formar
palabras, etcétera.
Un ejemplo de dirigir la atención hacia lo relevante es que la profesora
enseña a los niños cómo se pronuncia el sonido n, lo que les ayuda a notar
que la boca permanece cerrada y que el sonido se emite por la nariz. Los niños practican, luego ella vuelve a pronunciar el sonido y los niños la imitan.
Con mucha frecuencia, los estudiantes quieren escribir, pero no recuerdan
cómo se escribe la palabra. Lo que hace aquí la profesora es guiarlos a que
se den cuenta que la palabra está formada de sonidos y que pueden notar
cómo, al pronunciarla, van haciendo cada uno de esos sonidos y los pueden
identificar por la manera en que acomodan sus labios, lengua, garganta y
notando por dónde sale el sonido. Con este trabajo, los niños se van haciendo
independientes en su aprendizaje, pues al escribir, simplemente se fijarán
46
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
en los sonidos que ellos mismos van produciendo y los podrán representar
con las grafías que ya conocen.
En la tabla 1.2 se presentan los usos que las profesoras hacen de la acción
mediacional de dirigir la atención de los estudiantes hacia los aspectos relevantes de la actividad en que participan. En la segunda columna se presentan
ejemplos de cada uno.
Como puede apreciarse, el trabajo de una mediadora requiere una vigilancia continua a los detalles y que esté al pendiente del proceso de aprendizaje
de cada uno de los niños para dirigir su atención hacia lo que necesita notar
para ir construyendo su aprendizaje en todo momento. Estas acciones mediacionales tienen una fuerte implicación para el aprendizaje. Por tanto, es
necesario abandonar la noción de que si la profesora explica el niño aprende,
y abrazar la idea de que es preciso guiar de manera específica la atención de
los estudiantes hacia aquellos elementos que debe atender para ir construyendo el conocimiento que requiere.
La principal acción mediacional que se observó dentro de esta categoría
fue el uso de la pregunta para que los niños hicieran diversas funciones cognitivas o construyeran algún tipo de conocimiento. Para que la pregunta sea
considerada acción mediacional, es necesario que se formule con la intención
de que el estudiante adquiera conocimiento y no solo como vehículo para
obtener información.
La pregunta se utilizó para construir entre todos un reglamento de trabajo
al inicio del periodo. Para ello, la profesora pregunta: “¿Alguien me puede dar
un ejemplo de algo que tenemos que hacer aquí para que todo salga bien?”,
ante lo que un niño respondió: “No estar platicando”. Luego la profesora
preguntó: “¿Saben qué es respeto? Miguel dice que “el respeto es no golpear y
no tirar”. Esas ideas se van incorporando al escrito. Así van generando los elementos que incluirán en el reglamento. También la utilizan para fomentar un
ambiente de clase saludable, en el siguiente ejemplo hablan de las emociones:
Maestra: ¿Saben qué son las emociones?
José: Yo sí, yo sí. Las emociones son cuando te pegan y lloras, cuando
te enojas... hay un montón de emociones, feliz, triste, enojado, felicidad,
enojado, asustado y sorprendido.
Maestra: ¡Wow!
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 47
TABLA 1.2 MEDIACIÓN: DIRIGIR LA ATENCIÓN HACIA ASPECTOS RELEVANTES
Las facilitadoras dirigen la atención de los niños hacia aspectos relevantes
Uso
Ejemplo
Identificar la presencia
de un fonema
Facilitadora: Y la palabra fuente ¿lleva el sonido de la “F” (haciendo el
sonido)? ¿Sí o no?
Niños: Sí.
Establecer semejanzas
entre sonidos
Facilitadora: ¿Qué tienen en común estas tres palabras?
Paty: “A”.
Facilitadora: “A”, ándale, vale, que todas tienen la “A”.
Ubicar el lugar que
ocupa una letra dentro
de una palabra
Facilitadora: ¿Dónde tiene la “P” mariposa? ¿Al principio, en medio o al final?
Niños: En medio.
Descubrir la manera de
articular un sonido.
Mara: A–ra–ña.
Facilitadora: ¿Viste cómo tu boca hizo tres veces así? (mientras abre la boca).
Identificar objetos en
imágenes.
Facilitadora: ¿Qué más hay aquí? (señala la hoja con el dedo índice).
María: Pelota.
Facilitadora: ¿Y qué más hay aquí?
Darío: Una cama.
Facilitadora: ¿Qué es esto, Darío?
Darío: Una pizza.
Descubrir el error.
Facilitadora: ¿Cuál es el primer sonido de gato?
Toño: Ga (lo repite varias veces).
Facilitadora: (pronuncia ggg, y replica que “ga” son dos sonidos g – a) Y
ahorita queremos solo uno, el primero.
Identificar fonemas
faltantes.
Facilitadora: ¿Y después, qué sigue? Junto con la facilitadora repiten r–a–t–o.
Facilitadora: ¿Ya acabamos de escribir ratón o falta algo?
María: (grita) La “N”. Facilitadora: La nnn.
Distinguir entre grafías
similares.
Paulina coloca fichas para completar la palabra embudo, pero la que forma es
embubo.
Facilitadora: (se acerca y señala la “b”, y dice) ¿Esta es la “d”?
María: (quita la ficha de la “b” y la coloca en la caja, toma una y la pone en su
lugar). ¿Esta y este son iguales? (subraya la letra “d” y “b” en el pizarrón).
Niños: No.
Facilitadora: No, ¿verdad? ¿Para dónde tiene la pancita la “d”? ¿Para la dere
cha o la izquierda?
María: Izquierda.
Facilitadora: Izquierda, ¿ya vieron?
Distinguir mayúsculas y
minúsculas.
Facilitadora: Niño. Nnn ¿ya vieron? Así fueran mayúsculas sería “NIÑO” y con
la misma N” (escribe “Niño” en el pizarrón).
Mara: ¿cuál es la “N” mayúscula?
María: Esta (señala con el dedo la “N” en el pizarrón).
Fuente: Luis F. Gómez, Ma. Guadalupe Valdés y María de Lourdes Centeno (2021).
Pero principalmente la pregunta se utiliza para que los niños aprendan a
utilizar el código escrito, es decir, leer y escribir, induciéndolos a pensar
sobre distintos aspectos del conocimiento como en los siguientes ejemplos.
48
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Para ubicar una grafía determinada:
Profesora: Me van a tener que decir dónde está la “G” (mientras escribía
la palabra “magistral” en el pizarrón).
Lola: Al lado de la “A”.
Completar una palabra:
José: A ver, ¿qué me hace falta para completar “foco”?
Profesora: Tú dime, tienes “F”, “O”, “C”, ¿qué te falta?
José: “O”.
Profesora: Okay, excelente.
Para identificar el sonido inicial:
Karla: ¿Qué empieza con mmm?
Noe: ¿Microbús?
Michel y Karla: ¡Microbús! ¡Eso!
Para ampliar el vocabulario:
Profesora: ¿Qué son las pecas?
José: Son unos puntitos.
Profesora: Sí, ¿quién tiene pecas?
Carmen: Mi mamá.
Para fomentar la comprensión sobre algún tema:
Profesora: ¿Qué tanto puede hacer una mamá?
Nayeli: Cocinar, barrer, hacer quehacer.
José: Lavar el techo.
Carmen: Lavar los vidrios de la casa.
Pepe: Cocinar.
Carmen: Compra la leche del bebé.
Nacho: La comida.
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 49
Aunque la pregunta como acción mediacional pareciera sencilla, conviene
enfatizar que no es cualquier tipo de pregunta sino aquellas que ayuden a los estudiantes a generar conocimiento. Hay ocasiones en que la profesora y los
niños tienen una idea diferente ante la pregunta como en el siguiente caso:
Profesora 1: ¿Qué conviene? ¿Esperar tu turno para hablar o que todos
hablemos al mismo tiempo?
Profesora 2: Y luego nadie nos estamos escuchando.
Profesora 1: ¿Qué prefieren?
José levanta los brazos y dice: ¡Al mismo tiempo!
Profesora 1: ¿Al mismo tiempo se te hace buena idea?
José: Sí.
En la información anterior, la profesora espera que los niños respondan que
es mejor esperar turno para hablar; sin embargo, a José le parece que es
una buena idea que todos den la respuesta al mismo tiempo. Es claro que la
profesora está pensando en un salón ordenado, y el niño está pensando en
que todos responden a coro cuando la profesora hace una pregunta. Como
la pregunta es abierta, la profesora respeta la opinión del niño.
Las preguntas pueden ser utilizadas para que el interrogado conteste con
respuestas conocidas, para que dé información que requiere quien pregunta
o como en este caso, para promover que el alumno se involucre de manera
cognitiva en su propio aprendizaje.
Otra de las acciones mediacionales dentro de esta categoría es el uso del
error. Esto refiere a que la mediadora usa el error para que los alumnos descubran, evalúen o generen una nueva comprensión a partir de él. Este no
debe de ser evitado sino aprovechado. Luis Rodolfo Ibarra Rivas (2013) dice:
El error es inevitable al adquirir un nuevo conocimiento y por ello debe
ser promovido deliberadamente. Es una fase necesaria al generar un nuevo conocimiento. Es la expresión de la transición entre el conocimiento
anterior y el nuevo: dialogar favorece el desequilibrio y la creación de
nuevos equilibrios (p.170).
En ocasiones, la profesora solo quiere que alguno de los aprendices note el
error, pero sin darle la respuesta correcta. En un momento dado, una niña
50
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
dice que gato se escribe con “F”, la maestra escribe la palabra en el pizarrón,
la deletrea y pregunta si tiene “F”, la niña dice que no, que tiene “G”. En
otras ocasiones lo que busca es que, además de reconocer el error, haga la
corrección. Una niña quería escribir “paso”, pero escribió “asop”, le pregunta con qué sonido debe empezar, entonces la niña coloca la “P” al principio
y la profesora dice: “Muy bien, maravilloso. Vamos a leerla ahora”. La niña
lee la palabra de manera correcta.
Durante el trabajo se observaron muchos casos en que la profesora utiliza el error para que los estudiantes aprendan. La actitud de la profesora
es muy importante, pues no lo consideraba como un defecto ni como algo
que merezca reprensión o castigo sino simplemente como la oportunidad
de mejorar. De esta manera, el error se convierte en un elemento importante
para el aprendizaje.
La cuarta acción mediacional dentro de la categoría de fomento de los
procesos reflexivos es la inferencia, por ese concepto se entiende que el
aprendiz hace una predicción o anticipación o llega a una conclusión a partir
de información parcial o de un principio general (inferencia inductiva, inferencia deductiva). En el trabajo de literacidad, la inferencia se utilizó sobre
todo para fomentar la comprensión de textos.
La profesora muestra un libro de cuentos a los aprendices y les va pidiendo
que vean las ilustraciones; una vez que terminaron, la profesora pregunta:
“¿De qué creen que se vaya a tratar el cuento?” Todos los niños dan respuestas
diversas, pero basadas en las imágenes. La maestra empieza a leer para que
verifiquen si se trata de lo que ellos supusieron. De esta manera, se despierta
el interés de los pequeños, pero además, su aparato cognitivo está presto a
seguir la trama y descubrir si su predicción fue acertada o no.
En otra ocasión la profesora pregunta: “¿Cuáles creen que sean las cosas
aterradoras que hay en el castillo?” A lo que los niños responden:
Vero: Un fantasma.
Delia: Unas calaveras.
Jorge: Unas estatuas que se mueven.
En este caso, la inferencia inductiva se utilizó de manera sistemática para
anticipar el contenido de un texto, pero también podría haber sido utilizada
para reconocer patrones o generar suposiciones e hipótesis.
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 51
Las acciones mediacionales que se han mostrado en los tres últimos apartados son un buen ejemplo de lo que puede hacerse para promover que los
estudiantes se apropien del código escrito y avancen en la competencia de
literacidad, por lo que pueden tomarse como recomendaciones para quienes
trabajan con niños que están en la fase inicial del descubrimiento del código
escrito.
CONCLUSIONES
El capítulo ha mostrado cómo comunicar a los niños el propósito educativo,
promover que se sientan competentes, proporcionarles ayuda en tiempo real,
facilitar procesos reflexivos y poner en uso el conocimiento, constituyen elementos esenciales de buenas prácticas para la construcción de competencias
lectoras. Para ello fue necesario que las profesoras sustentaran su práctica
en una teoría educativa, que utilizaran diversas herramientas culturales y se
interpusieran entre los niños y el objeto del aprendizaje. Fundamentaron su
trabajo en el enfoque constructivista sociocultural.
El enfoque constructivista es una opción pedagógica que permite que
los niños se apropien del código escrito. Se basa en el supuesto de que cada
niño construye su propio conocimiento, reconstruyendo el que ha generado
el grupo social al que pertenece; en este caso se trató de que se lo apropie
conociendo todos sus símbolos —grafías—, las reglas del sistema —escribir
de izquierda a derecha, de arriba abajo, poniendo mayúsculas al inicio de los
párrafos y en los sustantivos propios—, así como otras reglas lingüísticas más
complejas como las concordancias de distinto tipo y las de la construcción
oracional.
Al niño le toca apropiarse de ese vasto conocimiento que ha sido construido durante milenios por la cultura, y ponerlo en uso. Para lograr esta reconstrucción, el alumno participa activamente: manipulando material, dialogando
con compañeros y profesoras, e incluso hay actividad cuando ve y escucha.
Dado que el aprendizaje se construye mediante la interacción del aprendiz
con el entorno, la actividad es crucial.
El constructivismo es un conjunto de ideas que guían la acción del profesor, pero este tiene que ponerlo en práctica de manera situada, tomando en
cuenta las características de los niños, su contexto y cuidando que haya una
mediación adecuada. La mediación que se realice requiere sensibilidad a las
52
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
características cognoscitivas y emocionales de los estudiantes y, sobre todo,
atención a las necesidades específicas de cada niño en un momento determinado para que se les pueda ofrecer ayuda en tiempo real, lo que implica tener
clases planeadas y bien estructuradas, pero a la vez, tener disposición para
seguir a cada uno de los niños en el proceso que van desarrollando.
Aunque el alumno es quien construye y es el centro del aprendizaje, el
profesor desempeña un papel fundamental porque elige, organiza gradúa
y presenta los estímulos a los estudiantes, ya sea mediante la organización
física y social del entorno o mediante el trato directo en que, además, presenta retos y desafíos procurando que el conocimiento nuevo se vincule con lo
que los aprendices ya saben. Al igual que el niño, el profesor que actúa como
mediador entre el conocimiento y el objeto del conocimiento, es activo y está,
de forma permanente, atento a las necesidades cambiantes de información
y apoyo que presentan los aprendices.
El facilitador no solo debe de ser capaz de aplicar principios pedagógicos
en la interacción con el niño sino que también necesita conocer con profundidad los contenidos culturales que desea que este se apropie o reconstruya,
así como los procesos y funciones cognoscitivas que subyacen a ese conocimiento. Por ello la enseñanza, en este caso particular, debe estar fundamentada en el conocimiento vigente acerca de los procesos de aprendizaje de
la lectoescritura, de lo cual se ha presentado un resumen en este escrito. Lo
que se ha presentado difiere de lo que se hace en un salón regular que tiene
alrededor de 30 niños. Como ya se explicó, la mayoría de los niños aprende el
código escrito casi con cualquier método, con diversos niveles de estructura
y de exposición a estímulos. En el caso descrito, se atendió a niños que no
han logrado aprender a leer y escribir con los métodos que suelen utilizarse
en las escuelas, por tanto, requieren de un trabajo mucho más sistemático e
intensivo, que es lo que aquí se hizo. Lo anterior no significa que esto sea un
ejemplo a seguir para los salones regulares, pero sí para la atención a niños a
quienes se les ha dificultado el aprendizaje en distintos escenarios como en
centros de atención comunitaria que atiendan a este tipo de niños en grupos
menores a los de las escuelas.
Por otra parte, la información que se presenta sobre los procesos de desarrollo de la competencia lectora puede ser utilizada en cualquier escenario
en que esta pretenda promoverse, siempre y cuando los profesores atiendan
las necesidades emergentes de los niños y tome en cuenta las herramientas
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 53
físicas y culturales con que cuenta, así como el contexto en que ocurre el
aprendizaje. Lo relativo a la mediación puede extrapolarse a cualquier situación de aprendizaje formal o informal de cualquier contenido, en todos
los ámbitos de complejidad y con aprendices de todas las edades, ya que la
mediación está más relacionada con la competencia del profesor para adaptarse a las necesidades de los estudiantes que a las características de estos o
al tipo de contenidos que se trabajen.
REFERENCIAS
Alpízar Jiménez, L. (2016). La modificabilidad estructural cognitiva en la familia de un enfermo alcohólico. Drugs and Addictive Behavior, 1(2), 220–236.
Andrés, C. y González, R. (2016). El efecto de la retroalimentación en el rendimiento y motivación de los estudiantes de Métodos de investigación
para ciencias de la salud en la UNED, Costa Rica. Research Journal of the
Costa Rican Distance Education University, 8(2) (diciembre), 189–194.
Asociación Americana de Psiquiatría (2014). Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales (DSM–5®) (5a ed.). Madrid: Editorial Médica
Panamericana.
Castles, A., Rastle, K., y Nation, K. (2018). Ending the reading wars: reading
acquisition from novice to expert. Psychological Science in the Public
Interest, 19(1), 5–51.
Connor, C.M. y Morrison, F.J. (2016). Individualizing student instruction in
reading: implications for policy and practice. Policy Insights from the
Behavioral and Brain Sciences, 3(1), 54–61.
Contreras, J. y Sepúlveda, C. (2015). El modelaje como fuente de aprendizaje.
Centro Recursos VALORA. Recuperado el 4 de febrero de 2022, de http://
valoras.uc.cl/images/centro-recursos/docentes/RolDocente/ Fichas/Elmodelaje-como-fuente-de-aprendizaje-2018.pdf
De Zubiría, J. (2006). Los modelos pedagógicos. Hacia una pedagogía dialogante. Bogotá: Aula Abierta Magisterio.
Feuerstein, R. (1986). Mediated learning experience. Jerusalen: Hadassan–
Wizo–Canadian Research Institute.
Feuerstein, R., Rand, Y., Hoffman, M.B. y Miller, R. (1980). Instrumental enrichment: an intervention program for cognitive modifiability. Baltimore:
University Park Press.
54
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.
Furnes, B. y Samuelsson, S. (2010). Predicting reading and spelling difficulties
in transparent and opaque orthographies: a comparison between Scandinavian and US / Australian children. Dyslexia, 16(2), 119–142. Recuperado
el 4 de febrero de 2022, de doi:10.1002/dys.401
Gómez, L.F. Valdés M.G. y Centeno, M. de L. (2021). Entre la letra y los niños:
mediación del desarrollo de la literacidad. Diálogos sobre Educación
(Prácticas de lectura y escritura. Sujetos, materialidades, literacidades), 23(12) (julio–diciembre). Recuperado el 4 de febrero de 2022, de
http://www.dialogossobreeducacion.cucsh.udg.mx/index.php/DSE/
article/view/744
Gómez–Palacio, M. (1985). Propuesta para el aprendizaje de la lengua escrita.
México: SEP.
Haywood, C., Brooks, P.H. y Burns, S.L. (1991). Cognitive curriculum for
young children. En A. Costa (ed.), Developing minds programs for teaching thinking (pp. 107–109). Alexandria, Virginia: Association for Supervision and Curriculum Development.
Ibarra Rivas, L.R. (2013). Educar, dialogar y pensar. Perfiles educativos, 35(141),
167–185. Recuperado el 4 de febrero de 2022, de http://www.scielo.org.
mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982013000300011&lng=
es&tlng=es
ILA (2019). Children experiencing reading difficulties: what we know and what
we can do [Literacy leadership brief]. Newark: Author.
Leal Carretero, F., Suro Sánchez, J., López–Escribano, C., Santiuste Bermejo,
V., y Enríquez de Rivera, D.Z. (2011). Un nuevo programa para el aprendizaje inicial de la lectura. Revista de Psicología de La Educación, No.
6, 95–106.
Marzano, R.J. (2005). Dimensiones del aprendizaje: Manual para el maestro
(2a ed.). Guadalajara: ITESO.
Minuto, M. y Ravizza (2008). Migliorare i processi di apprendimento: il
metodo Feuerstein dagli aspetti teorici alla vita quotidiana. Trento:
Erickson.
Moura, O., Pereira, M., Moreno, J. y Simões, M.R. (2020). Investigating the
double–deficit hypothesis of developmental dyslexia in an orthography
of intermediate depth. Annals of Dyslexia, No. 70, 43–61. Recuperado el
4 de febrero de 2022, de https://doi.org/10.1007/s11881-020-00190-1
½ÌʹËDÆÁæÇËDÈÊǾ½ËÇʽËÑËÁ¿ÆÁ¾Á»¹¼ÇËEĹ¹¼ÉÍÁËÁ»ÁèƼ½Ä»è¼Á¿Ç½Ë»ÊÁÌÇ 55
National Research Council (1998). Preventing reading difficulties in young
children. Washington: The National Academies Press. Recuperado de
https://doi.org/10.17226/6023
Ortiz Granja, D. (2015). El constructivismo como teoría y método de enseñanza. Sophía, No. 19 (julio–diciembre), 93. Recuperado el 4 de febrero
de 2022, de https://doi.org/10.17163/soph.n19.2015.04
Ortiz, M.R. y Jiménez, J.E. (2001). Concepciones tempranas acerca del lenguaje escrito en prelectores. Infancia y Aprendizaje, No. 24, 215–231.
Piaget, J. (1991). Seis estudios de psicología. Barcelona: Labor.
RAND Reading Study Group (2002). Reading for understanding: toward an
R&D program in reading comprehension. Santa Monica: RAND.
Riley, B. (2020). Drawing on reading science without starting a war. Educational Leadership, 77(5), 16–22.
Shaywitz, R. (2003). Overcaming dislexia: a new and complete science based
program for reading problems at any level. Nueva York: A.A. Knopf.
Vander Stappen, C. y Reybroeck, M.V. (2018). Phonological awareness and
rapid automatized naming are independent phonological competencies
with specific impacts on word reading and spelling: an intervention
study. Frontiers in psychology, 13(9), 320. Recuperado el 4 de febrero de
2022, de https://doi.org/10.3389/fpsyg.2018.00320
Vygotsky, L.S. (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores.
Barcelona: Grijalbo.
Wertsch, J.V. (1985). Vygotsky y la formación social de la mente. Barcelona:
Paidós.
Young, N. (2020). The ladder of reading. Recuperado el 4 de febrero de 2022,
de https://6c25bd81-9ae3-46df-b84b-1b9a9453cf77.filesusr.com/ugd/c10
b02_e42fa173ea6b4b15ae2d84fa4ceaabe3.pdf
56
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Los artefactos socioculturales en la
implicación de los estudiantes en el proceso
de aprendizaje de la lectoescritura inicial
MA. GUADALUPE VALDÉS DÁVILA
Resumen: El capítulo presenta dos tipos de artefactos culturales que favorecen la
participación activa de los alumnos que asisten a un escenario de acción comunitaria a recibir apoyo educativo para el aprendizaje inicial de la lectoescritura. Los
artefactos son las actividades pedagógicas y el ambiente emocional. Se detallan
las características que logran involucrar a los niños. El texto se conforma por cuatro
apartados: componentes básicos que influyen en la implicación de los estudiantes en
los procesos formativos; una tipología de las actividades que favorecen su participación activa en la construcción de sistema de escritura inicial; el ambiente emocional
que actúa como andamio importante en la involucración de los alumnos, y reflexiones finales. El análisis inductivo de datos permitió identificar aquellos artefactos
mediadores que propician la intervención de los alumnos; estos artefactos pueden
ser utilizados por otros docentes para promover la participación comprometida
de sus estudiantes.
Palabras clave: lectoescritura, mediación, aprendizaje, artefactos culturales, participación activa.
Abstract: The chapter presents two types of cultural artifacts that encourage the active participation of students who attend a community action center to receive educational support
for learning basic reading and writing. The artifacts are the pedagogical activities and the
emotional setting. The characteristics that successfully involve the children are described in
detail. The text consists of four sections: basic components that affect students’ involvement in
formative processes, a typology of the activities that encourage their active participation in the
construction of an initial writing system, the emotional setting that provides important scaffolding for the students’ involvement, and final reflections. The inductive data analysis served
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 57
to identify the mediating artifacts that encourage students’ involvement; these artifacts can be
used by other teachers to foster committed participation in their students.
Key words: reading and writing, mediation, learning, cultural artifacts, active
participation.
El objetivo de este capítulo se centra en mostrar dos tipos de artefactos
culturales que facilitan la participación activa de los alumnos que asisten
a un escenario de acción comunitaria, el Centro Polanco, a recibir apoyos
psicoeducativos en el aprendizaje inicial de la lectoescritura: las actividades en las que los niños se implican en su desarrollo, precisamente porque
las perciben atractivas y estimulantes, y el ambiente afectivo, que se construye a partir de los soportes y estímulos que ofrecen las facilitadoras, el
cual desencadena respuestas emocionales positivas por parte de los niños.
Tanto las actividades como el rol de las facilitadoras cumplen una función
mediadora en el aprendizaje de los estudiantes en la dimensión afectiva,
social y en la cognitiva, ya que les ayudan a comprender los principios
clave del sistema de escritura en un ambiente de colaboración y respeto.
Las actividades y el papel de las facilitadoras desde su función mediadora,
adquieren el estatus de artefactos culturales en el sentido que constituyen
un sistema de ayuda a través del cual los niños se enganchan positivamente
en el proceso educativo.
El contenido del capítulo muestra el desarrollo de una de las categorías
analíticas que se construyeron a partir del análisis inductivo del corpus de
datos que se obtuvo a través de los registros de observación que se llevaron
a cabo durante los meses de enero a mayo de 2020 como parte del proceso
de la investigación: “Artefactos culturales que favorecen el desarrollo de las
competencias de literacidad”.
De acuerdo con el interés de la investigación, se eligió el estudio de casos
porque permite comprender un caso singular desde su particularidad, a saber,
un fenómeno delimitado para llegar a entender, de manera intersubjetiva, su
actividad y, por lo mismo, su significado en y desde el contexto en donde se
desarrolla (Stake, 1999).
Desde la inclinación por conocer y discernir las maneras en que las
mediaciones en su papel de artefactos eran utilizadas en las prácticas de literacidad en el Proyecto de Aplicación Profesional: “Atención a niños en contextos desfavorecidos Centro Polanco”, se eligió esta metodología que sigue
58
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
los pasos de la investigación educativa con un enfoque cualitativo, ya que
ofrece oportunidades para dar cuenta de realidades educativas complejas e
invisibilizadas por la cotidianeidad (Pérez Serrano, 1994) y permite entender
las acciones e interacciones con respecto al uso de los artefactos culturales
en circunstancias concretas y particulares que posibilitaban el desarrollo de
las competencias de literacidad.
La visión que se asume acerca del estudio de caso parte del método de
investigación etnográfica. John W. Creswell (2005) señala que los diseños
etnográficos estudian categorías, temas y patrones referidos a las culturas. El investigador reflexiona sobre las cualidades que posee el grupo o
comunidad que la distinguen de otros grupos, y describe su estructura, las
reglas que regulan su operación, así como las creencias que comparten,
los patrones de conducta que se muestran y la forma en que ocurren las
interacciones.
Al entender de manera comprensiva la práctica educativa, sus características y constitutivos desde una visión emic, se tuvieron posibilidades para
mostrar qué y cómo se hace, por qué, para qué y qué produce en términos de
aprendizaje y desarrollo. Para la obtención de datos se utilizó la observación
como técnica de recolección; las observaciones iniciales fueron amplias y
gradualmente se fueron focalizando.
Las sesiones videograbadas se transcribieron y analizaron a partir del
proceso que sugieren Michael A. Huberman y Mathew B. Miles (1994): reducción de datos, disposición y presentación de los mismos y construcción
de conclusiones; a partir de acciones y operaciones metodológicas, se tuvo
la oportunidad de extraer de manera inductiva los significados de los datos
codificados mediante el programa informático Atlas.ti.
La estructura del texto está conformada por cuatro apartados:
• Componentes básicos que influyen en la implicación de los estudiantes
en los procesos formativos.
• Tipología de las actividades que favorecen la participación activa de los
estudiantes en la construcción de sistema de escritura inicial.
• El ambiente emocional que actúa como andamio importante en la participación de los alumnos.
• Reflexiones finales.
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 59
COMPONENTES BÁSICOS QUE INFLUYEN EN LA IMPLICACIÓN
DE LOS ESTUDIANTES EN LOS PROCESOS FORMATIVOS
La implicación de los estudiantes en las actividades que se desarrollan en
los escenarios educativos abarca una serie de conductas, comportamientos,
valores y actitudes. María González (2010) señala que los mismos investigadores y teóricos del tema hacen uso de diferentes etiquetas para nombrarla
y cualificarla, entre ellas sobresalen la participación, la adhesión, el enganche, la motivación y la pertenencia. Al igual que esta autora, Ángel Alberto
Valdés, María Catalina Ramírez y Mario Martín (2009) reconocen que en la
construcción del conocimiento influye de manera importante la disposición
y, por ende, la participación de los estudiantes en las tareas escolares, pues
a partir de ellas, estos logran comprometerse con el aprendizaje y mejoran
su desempeño académico. Los estudios también demostraron que los niños
que están motivados adoptan un mayor compromiso con el aprendizaje y se
involucran en las tareas debido al grado de interés que les genera la realización de las actividades académicas.
Para los profesionistas que están relacionados con el ámbito de la educación no resulta desconocido que el aprendizaje de los conocimientos
escolares requiere del involucramiento, del compromiso y el empeño de
los estudiantes en la realización de las actividades. Escuchar indicaciones y explicaciones de los profesores, responder o formular preguntas,
realizar ejercicios, criticar, opinar, analizar, buscar información y leer son
ejemplos que para Juan Carlos Serra (2019) indican implicación, lo que
en sus palabras denomina “participación activa”, la cual se torna indispensable en el aprendizaje, pues su ausencia en el desarrollo de cualquier
actividad escolar, en lugar de promoverlo, lo puede limitar u obstaculizar
forzosamente.
Serra, a partir de ideas que recupera (Appleton, Christenson y Furlong,
2008, citados en Serra, 2019) señala que la implicación es un concepto amplio,
por ello es que se le considera un metaconstructo que articula a otros
como lo son la participación, la motivación, el compromiso, las relaciones
entre los estudiantes y la de estos con la tarea. Lo que resulta interesante
de este metaconstructo es que no se conceptualiza como un atributo del
estudiante sino como un estado del ser que está muy influenciado por
factores contextuales y socioculturales (p.5).
60
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Existen diferentes concepciones que permiten entender la implicación
del estudiante en la vida escolar en general, y en las actividades de aprendizaje en particular. González (2010) recupera las de diversos autores (entre
estas ideas, las de Simon–Morth y Chen, 2009, citados en González, 2010)
quienes asocian la implicación con el grado en que los estudiantes están
comprometidos con la escuela y motivados para aprender y rendir; la que se
relaciona con el compromiso y atención focalizada en contraste con la participación superficial, apatía o falta de interés (Newmann, Wehlage y Lamborn,
1992, citados en González, 2010) y la de que se equipara con el grado en que
los alumnos se conectan y enlazan con lo que está ocurriendo en las aulas
(Stemberg et al., 1996, citados en González, 2010). En la base de cada una de
estas concepciones, sobresale el interés que en palabras de Antonio González
(2014) es un fenómeno que surge a partir de la interacción que se establece
entre las personas y el entorno.
Entre las primeras investigaciones que analizan la implicación escolar,
destaca el modelo de participación–identificación de Finn (1989), según el
cual el compromiso e implicación de los estudiantes con la actividad escolar
está compuesto por el aspecto conductual y por el psicológico. El primero
se refiere a la participación en la escuela, en las aulas, en las actividades
extraescolares y en las relaciones que se establecen con los compañeros;
el psicológico alude a la identificación del alumno con la escuela y con el
sentimiento de pertenencia (Ros, 2009). Este autor retoma una de las conclusiones de Kristin E. Voelkl para poner de manifiesto que la participación
e involucración del alumnado en las actividades escolares es un predictor
de la identificación con la escuela, pues ello se relaciona con la anexión y la
adherencia que se contraponen con el desenganche o la desafiliación (Voelkl,
1995, citado en Ros, 2009).
Este modelo bidimensional de Finn ha sido referente para diversos investigadores, entre ellos, Willlms (2000) y Fullarton (2002), quienes han definido
al aspecto conductual en términos de la participación que se manifiesta en
las conductas que el estudiante exhibe ante las actividades del aula, es decir,
cuando hace y responde preguntas, da opiniones, pone atención, colabora,
interviene con comentarios y contribuye en la discusión y en el desarrollo
de la clase, etcétera. Por este motivo, se considera a la participación como
un elemento crucial en la consecución de los buenos resultados académicos
y en la prevención del abandono escolar (González, 2010, p.80).
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 61
González (2010), a partir de la revisión y actualización del modelo de
Finn que realizan Phyllis C. Blumenfeld, Jennifer A. Fredricks y Allison H.
Paris, (Blumenfeld, Fredricks y Paris, 2003, citados en González, 2010), hace
explicita la existencia de tres componentes básicos que influyen en la disposición e implicación de los alumnos en las actividades escolares: conductual,
afectivo y cognitivo. Cada uno pone de manifiesto una diversidad de factores
y elementos que ayudan a entender por qué un alumno se involucra de forma activa o no en los procesos educativos que se impulsan desde la escuela, entre ellos, González destaca a los factores socioculturales, familiares y
del contexto escolar, así como a los contenidos, las actividades escolares
y el tipo de relaciones que los estudiantes establecen con el docente y con
los mismos compañeros (González, 2010, p.14).
El componente conductual hace referencia al compromiso y a la participación de los alumnos en las actividades académicas y no académicas
que forman parte de la vida escolar; incluye aspectos como la asistencia,
la puntualidad, el cumplimiento de las tareas y la implicación activa en las
actividades y trabajos que los docentes proponen a propósito del aprendizaje de las diversas áreas de conocimiento. Serra (2019) puntualiza que la
implicación conductual está fuertemente relacionada con la participación
activa de los estudiantes en las actividades; ello se aprecia cuando indican de
manera espontánea el deseo de intervenir, colaborar, involucrarse y aportar.
El componente afectivo o psicológico corresponde a las conexiones, a la
expresión de sentimientos de pertenencia y a las respuestas afectivas de los
estudiantes hacia los proyectos, actividades y diversos sucesos escolares en
función de lo atractivo o novedoso que les resulten (Fredericks et al., 2004),
por lo mismo, es un componente que para González (2010) en función de lo
que señala Furlong et al. (2008), corresponde a una respuesta emocional que
abarca sentimientos de afección, disfrute, gusto, pertenencia, adhesión, malestar o disgusto, los cuales se manifiestan en actitudes positivas o negativas
hacia el trabajo escolar y, por ende, hacia el aprendizaje.
La autora considera que este componente afectivo “es una parte integral
del proceso por el cual la participación (o no participación) se perpetúa y
puede en última instancia conducir a consecuencias a largo plazo tales como
el desinterés y el abandono escolar” (p.7). Cecilia Fierro y Bertha Fortoul
(2012) reconocen que toda experiencia educativa que ocurre mediante el
encuentro intersubjetivo entre las personas ha de desarrollarse bajo paráme-
62
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
tros de bienestar psicológicos y emocionales, pues de otra manera se puede
volver difícil y hasta imposible enseñar y aprender.
El componente cognitivo, según González (2010), se enfoca básicamente
en la inversión psicológica del estudiante en su aprendizaje, la cual incluye percepciones de competencia, valía, disposición, dedicación, esfuerzo e
implicación activa en la construcción del conocimiento y en el desarrollo
de habilidades o destrezas que se promueven con el trabajo académico, así
como en aspectos relacionados con la motivación y las estrategias metacognitivas del estudiante que se manifiestan en el aprendizaje autónomo y en la
responsabilidad para mejorarlo.
Aunque se reconoce que la implicación de los estudiantes obedece a
múltiples factores, en este escrito el foco de atención está puesto en dos
artefactos culturales que mediatizan y materializan el pensamiento y acción de los niños. El primero de ellos corresponde a las actividades que
proponen las estudiantes de las carreras de Psicología y Educación de
una universidad privada del estado de Jalisco, México, en su rol de facilitadoras de un grupo de niños cuyas edades oscilan entre los 7 y 8 años
de edad, los cuales asisten dos veces a la semana, en sesiones de dos horas, al Centro Polanco para recibir apoyo en el aprendizaje inicial de la
lectoescritura. El segundo artefacto cultural, que es consustancial en la implicación de los alumnos, es el ambiente emocional que se construye en las
sesiones de trabajo a partir de los apoyos que ofrecen las facilitadoras en un
clima de respeto, confianza, seguridad y cordialidad.
La decisión de incluir y desarrollar en este escrito ambos núcleos de
significado obedece a que en el proceso de análisis cualitativo de los datos empíricos obtenidos a través de 15 registros de observación durante el semestre de enero a mayo de 2020, se logró identificar la manera
en que los niños se implicaban en determinadas situaciones a partir de
lo atractivo y estimulante que les resultaban cierto tipo de actividades a
diferencia de otras, en las cuales se les percibía con poco interés y motivación para participar e involucrarse de manera activa y entusiasta; implicación que también se veía favorecida por un ambiente emocional positivo,
en el que prevalecía el apoyo y las ayudas cercanas y estimulantes por parte
de las facilitadoras.
Las actividades y el ambiente emocional positivo, en su papel de artefactos culturales, constituyen “una representación funcional, en el sentido de
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 63
que son capaces de preservar y transmitir un modo de acción, por lo mismo
desempeñan una función pedagógica” (Wartofsky, 1979, p.201) importante, ya
que “operan sobre las personas en tanto producen un cambio en su condición
psíquica” (Cole, 1999, p.27).
En relación con las ideas anteriores, se pone de manifiesto la relevancia
que adquieren las actividades y el ambiente emocional en los procesos
formativos, de allí la necesidad de que los docentes, en su papel de facilitadores y guías, permanezcan en una constante creación e implementación
de actividades que actúen como formas de mediación en el aprendizaje de
los niños. Habría que recordar que para Lev S. Vygotsky resultaba esencial
la relación entre el pensamiento y la organización social de la instrucción
(Moll, 1993, p.24). Con ello, queda en claro que desde la perspectiva sociocultural se pondera la participación activa de los sujetos, la cual no se
concreta a responder a estímulos que proporciona el medio social sino
que, por medio de instrumentos mediadores, tal es el caso de las actividades propuestas en un entorno emocional positivo, los niños se implican,
y con ello tienen la posibilidad de modificar o enriquecer sus procesos
cognitivos.
En esta misma tesitura, Barbara Rogoff (1993, p.123) considera que una de
las influencias más importantes que el mundo social ejerce en la vida infantil
se relaciona con las decisiones y elecciones de las actividades en la que los
niños pueden participar, pues constituyen un marco que facilita o restringe la
forma en que se involucran y las maneras en que interactúan con los demás
compañeros, incluso con los propios profesores. Con base en estas ideas,
Rogoff (1993) afirma que el cuidador, en este caso las facilitadoras, cuando
seleccionan las actividades, guían de manera tácita el desarrollo infantil al
preparar un entorno de aprendizaje que favorece u obstaculiza la implicación
de los niños.
Desde esta perspectiva, queda en claro que la participación de los niños y
la mediación adquieren un papel importante en el proceso de construcción
del conocimiento, pues resultaría difícil hablar del aprendizaje de los alumnos sin su participación activa, ya que en la medida en que colaboran en la
co–construcción de las significaciones de la actividad didáctica, asumen su
parte de responsabilidad.
Tampoco se podría hacer mención de esa participación sin la mediación
del profesor y de los artefactos culturales que utiliza como instrumentos
64
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
privilegiados en la mediación de la actividad en la que participan los estudiantes (Rickenmann, 2006), pues para Jean Lave y Etienne Wenger (1991),
el aprendizaje está, de forma profunda, ligado al entramado de actividades,
las cuales en este caso actúan como artefactos culturales que, en su papel de
mediadores, cumplen una función importante en la forma en que se implican
los alumnos en el desarrollo de las mismas.
Tomando en cuenta estas ideas, el capítulo se centra en presentar, en primer lugar, aquellas situaciones educativas en donde los niños mostraban un
interés particular por implicarse a través de la participación en actividades
en donde la colaboración tenía un lugar predominante. Se trata de actividades en su función de artefactos socioculturales en el sentido que se le atribuye a este concepto en el paradigma histórico cultural.
Al tener una función mediadora en la construcción y uso de conocimiento
relacionado con la discriminación de los fonemas y las grafías al inicio, en
medio y al final de palabras, con la segmentación de palabras en sílabas o
en la formación de otras a partir de sus componentes grafo–fonéticos, las
actividades favorecían la implicación de los estudiantes, pues lo que se les
planteaba les interesaba y por lo mismo, participaban de forma activa y con
ello construían aprendizajes relacionados con la comprensión del principio
alfabético, es decir, con la forma en la que los sonidos del habla se representan a través de las múltiples combinaciones de un número limitado de signos
gráficos (Villalón, Ziliani y Viviani, 2009).
TIPOLOGÍA DE LAS ACTIVIDADES QUE FAVORECEN
LA IMPLICACIÓN DE LOS ESTUDIANTES EN LA
CONSTRUCCIÓN DE SISTEMA DE ESCRITURA INICIAL
Como resultado del análisis inductivo de los registros de observación como
parte del proceso de investigación cualitativa que se desarrolló en el Centro Polanco, se reconocen tres tipos de actividades que, por su función en el
proceso educativo, constituyen instrumentos mediadores, en el sentido de
que juegan un papel intermediario fundamental en la forma en que promueven que los niños se interesen, se impliquen de manera activa y se dispongan
a participar. Las actividades que se reconocen como instrumentos auxiliares
del pensamiento y constitutivos del mismo, y que provocaban respuestas
afectivas en los estudiantes son:
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 65
• Actividades lúdicas.
• Actividades relacionadas con el aprender haciendo a partir de la manipulación de materiales.
• Las actividades de animación a la lectura.
Actividades lúdicas
El juego no siempre se ha visualizado en los diferentes ejes temporales de
la historia de la educación como un instrumento mediador del aprendizaje.
Paula Lorente y Mercedes Pizarro (2012) señalan que la relación entre la función lúdica y el aprendizaje fue puesta de manifiesto por diversas disciplinas,
entre ellas la psicología, la antropología, la sociología y la pedagogía. A partir
de este aporte, se ha llegado a considerar como una técnica y un recurso de
gran valía en el ámbito educativo, sin que ello signifique que se le desconozca
su condición de pasatiempo o entretenimiento. Para estas autoras, el juego
tiene una triple dimensión: lúdica o divertida, cognitiva–formativa y grupal
o socializante; dimensiones que han ayudado a que se valore y utilice como
un instrumento cultural al servicio del aprendizaje.
A pesar de que hay un gran reconocimiento del valor educativo del juego,
Lenin Mendieta Toledo, Sandra Victoria Bermeo Muñoz y Justina Edith Vera
Reyes (2018) ponen de manifiesto que en el ámbito de la educación no se le
ha dado la importancia ni el valor que debería, pues aún en estos tiempos
se le sigue colocando en el espacio recreativo sin imbricarlo en el contexto
curricular como un conjunto de estrategias orientadas a conseguir diversos
propósitos educativos.
Entre las condiciones que se requieren para que a través del juego se consigan resultados positivos en el aprendizaje de los niños, Lorente y Pizarro
(2012) señalan la importancia que tiene su correspondencia y pertinencia con
los propósitos educativos, con los desempeños de aprendizaje, así como
con los intereses y las necesidades de los estudiantes. Cuando no se cuidan
esos aspectos, se corre el riesgo de que el juego, en su papel de artefacto
cultural, pierda su función mediadora, en tanto es una pieza básica del engranaje del ser humano con el mundo físico y de las personas entre sí (Martos
y Martos García, 2014).
Del análisis de datos empíricos recolectados a través de la observación
en las sesiones de trabajo, se aprecia que las actividades relacionadas con el
66
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
juego son una oportunidad para que los alumnos se involucren o impliquen
de manera activa. En su función de artefacto cultural, les permite aprender
aspectos relacionados con la lectura y escritura inicial mediante interacciones significativas en aras de la comprensión de las convencionalidades y
arbitrariedades del sistema de escritura. Los juegos que se identificaron en
relación a los propósitos y contenidos de aprendizaje son de varios tipos:
orales, escritos y audiovisuales.
En los que se denominan orales o verbales se utilizaron juegos como “Simón dice” y “La papa caliente”, estos con diferentes propósitos, entre ellos,
la discriminación de sonidos y su relación con las grafías, y la identificación
de las unidades sonoras de la lengua en el inicio, en medio y al final de las
palabras. En el siguiente recorte de observación, se aprecia la manera en que
los niños reconocían letras en el alfabeto móvil a partir de que discriminaban
sonidos del habla:
K: Simón dice que formen la palabra masa. Los alumnos buscan las letras
en parejas para formar la palabra.
C: ¡Ya!
J: Ya, maestra.
(05 / 19 de septiembre de 2019).
M: Simón dice que me den todas sus letras “O”.
Los alumnos le pasan las letras “O” a M.
M: Gracias... Simón dice que me den todas las “E”.
Los alumnos le pasan las letras “E” a M.
M: Simón dice que me den las “M”.
(05 / 19 de septiembre de 2019).
Mediante este tipo de actividades lúdicas los niños participaban, se involucraban y comprendían, de manera paulatina, que a cada expresión del
lenguaje oral le correspondía una representación gráfica, que existen otros
símbolos como las tildes o acentos para indicar la fuerza con que se pronuncian algunos fonemas, que se pueden separar o segmentar los sonidos
en las frases, en las palabras y en las sílabas y que los signos de interrogación y exclamación se usan para señalar determinadas entonaciones que
se hacen al hablar.
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 67
En las actividades mediadas por juegos que se han llamado escritos, los
niños se involucraban; se les percibía gustosos y animosos por participar en
juegos propuestos por las facilitadoras, entre ellos, el “ahorcado” en donde
tenían que descubrir las palabras a partir de las letras que las conforman. En
todos los casos, el facilitador dibujaba la horca, elegía la palabra y trazaba
en el pizarrón el número de líneas en función de las letras de la palabra.
Por turnos, los niños decían las letras y cuando acertaban, la facilitadora las
escribía en el lugar correspondiente; cuando fallaban realizaba trazos para
formar al ahorcado. Desde el momento en que se les comunicaba a los niños
la actividad, se mostraban emocionados y con deseos de participar: “M: Vamos a jugar un juego que se llama ahorcado”, entonces J., muy entusiasmado
contestó “Yo, yo sé, yo sé” (09 / 30 de septiembre de 2019).
Los juegos que se han nombrado visuales hacen alusión al memorama,
al bebeleche o rayuela. En el primer caso, por turnos, los niños tenían que
encontrar pares de letras o de dibujos, al lograrlo mencionaban el sonido con
el que iniciaba, pero también tenían que decir otra palabra que empezara
con el mismo sonido. Un recorte que ilustra esta actividad es el siguiente:
N: Voltea dos cartas que no son iguales.
M: Te toca, I.
I encuentra dos cartas iguales.
M: ¿Qué es eso, I?
N: Pájaro.
M: Muy bien, ¿con qué sonido empieza?
N: Con la “P”.
M: Con la “P”. Piensa en otra palabra con la “P”.
I: La “P” de papá.
(11 / 28 de octubre de 2019).
En el caso del bebeleche o rayuela, de manera previa la facilitadora había
trazado sobre el piso diversos cuadrados con la ayuda de gises (tizas) de
colores en donde en cada uno representó de forma gráfica diferentes letras.
Por turnos, los niños tenían que lanzar una bolita formada con papel mojado
a un cuadrado del bebeleche y brincar hasta ese lugar con una sola pierna. Al
llegar, tenían que decir cuál era el sonido de la letra y nombrar una palabra
que iniciara con el mismo fonema. En la siguiente observación, se presenta
68
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
un ejemplo de cómo la facilitadora modela la manera en que los niños tenían
que intervenir en el desarrollo del juego:
M: Okay, yo voy a tirar... ¿en qué letra cayó?
N: En la “I”.
M: En la “I”. Voy a saltar así, la voy a recoger y tengo que decir una palabra
con la letra “I”.
N: Imán.
Sigue L., su tiro cae en la “A”.
M: Una palabra con la “A”.
L: Avión.
M: Avión, excelente, Lupita.
C tira en la “U”.
M: ¿Una palabra con la “U”?
C: Uvas.
(12 / 11 de noviembre de 2019).
En todos los casos, el juego ofrecía múltiples ventajas, pues más allá de la
participación e involucración activa y entusiasta de los niños, favorecía su
socialización, el que conocieran y siguieran las reglas del mismo juego, respetaran turnos, se divirtieran y realizaran discriminaciones de los elementos
constitutivos del lenguaje que a su vez les ayudaban a segmentar palabras,
a identificar sus fonemas y grafías iniciales; es decir a dominar lo que Iris
Galicia, Francisco Robles y Alejandra Sánchez (2015) llaman procesamiento
fonológico a partir del cual los niños logran entender de manera paulatina
que las letras corresponden a sonidos y con ello, comprenden el principio
alfabético del sistema de escritura.
A través del análisis de los registros de observación, se puede apreciar
que las experiencias compartidas y las normas creadas a propósito de los
distintos juegos implementados para el aprendizaje de las convenciones
de la lectoescritura, da lugar a lo que Rosario Ortega (2003) denomina cultura de iguales, la cual se construye a partir del respeto y compañerismo
que prevalece en el desarrollo de este tipo de actividades, lo que favorece
de manera importante el establecimiento de relaciones simétricas que
influyen positivamente en el desarrollo afectivo, social y cognitivo de los
niños.
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 69
En síntesis, se puede decir que las actividades lúdicas propuestas por las
facilitadoras muestran, además de la existencia de los componentes conductual, afectivo y cognitivo señalados por María González (2010) como
elementos que influyen en la implicación de los alumnos en las actividades
escolares, unas estrategias que brindan la oportunidad a los niños para que
interactúen con la lectoescritura como objeto de conocimiento de forma
amena, dinámica y divertida en espacios que les producen gozo, alegría y
distención.
Sin duda, el juego en el ámbito educativo favorece el interés personal de los
niños, el cual para Antonio González (2014) representa una preferencia que se
basa en el conocimiento y en la valoración de objetos o ideas que despiertan
su deseo por implicarse en actividades relacionadas con el aprendizaje de
determinados contenidos curriculares.
Es claro que los niños aprenden de manera divertida a partir de actividades
lúdicas, por lo que resulta conveniente aprovechar el potencial que tienen en
el proceso de aprendizaje de la lectura y la escritura. Por la forma en que se
entusiasman, ponen atención, participan, interactúan con sus compañeros,
se divierten, aprenden reglas y arbitrariedades del sistema de escritura es viable y oportuno incluir juegos como la lotería, el dominó, los trabalenguas, las
adivinanzas, el scrabble, las cartas o naipes, los crucigramas, la sopa de letras,
veo, veo, ¿qué ves?, el juego de basta, los cantos y las rimas, entre otros, como
herramientas mediadoras del aprendizaje, pues desde esta función influyen
de manera positiva en el desarrollo cognitivo, afectivo y social de los niños.
Actividades relacionadas con aprender haciendo
a través de la manipulación de materiales
Aprender haciendo es un concepto que para Arturo B. Rodríguez y Leonardo
Juan Ramírez (2014) no es novedoso, pues hay antecedentes que muestran
que su uso se remonta a la época de Aristóteles, quien señalaba que todo
lo que tenemos que aprender a hacer, lo aprendemos haciendo, así como
al pragmatismo del siglo XXI, que establecía que el valor de las teorías, las
experiencias y de cualquier aprendizaje era su aplicación, en definitiva, se
hacía alusión a su practicidad.
En el mismo modelo de las pedagogías activas utilizadas en la llamada
escuela nueva tenía una presencia importante la manipulación y el apren-
70
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
der haciendo, en virtud de que se reconocía que el aprendizaje dependía de
la experiencia. Es en este sentido que John Dewey consideraba que el “aprender haciendo” es el término que ejemplifica la forma como adquirimos conocimiento en el proceso de hacer las cosas necesarias (Goodman, 2003).
Desde estos reconocimientos se pone en relieve el papel de los recursos
materiales en las actividades de aprendizaje (Avendaño, 2013), pues, para
Dewey, considerado un pedagogo experimental, lo importante no está en
lo que el profesor hace sino en lo que los alumnos hacen (Dewey citado
en Ahedo Ruiz, 2018). Vygotsky (1995) planteaba que los niños son capaces de
resolver tareas prácticas con la ayuda de su habla, de sus ojos y de sus manos;
principio que de una u otra manera está presente en la visión constructivista
en donde se reconoce que cada persona construye su perspectiva del mundo
a través de sus propias experiencias. En función de esa idea, se deja en claro
que la metodología del “aprender haciendo” como alternativa del aprendizaje
activo permite que los alumnos, a partir de que interactúan con una variedad
de materiales, aprenden diversos aspectos de la lengua escrita.
Esta máxima del enfoque sociocultural se pudo apreciar en el análisis de
las observaciones que se realizaron en el Centro Polanco, en donde se advertía el interés y entusiasmo de los alumnos en actividades que implicaban la
manipulación de materiales didácticos —alfabeto móvil, ilustraciones, rompecabezas, memoramas—, los cuales, en su función de artefactos culturales,
les ayudaban a partir de un trabajo conjunto entre los niños —en parejas o
en pequeños grupos— a comprender las reglas y convencionalidades del
sistema de escritura.
En el desarrollo de las actividades tales como recortar letras y sílabas
para formar palabras, colorear dibujos y ponerles el nombre con ayuda
del alfabeto móvil, ordenar un conjunto de letras para representar los
nombres de diversas imágenes de personas, animales, y cosas, completar con letras palabras inconclusas y comparar palabras que se parecían,
pero que a su vez se diferenciaban por el sonido inicial o final, los niños
mostraban interés y entusiasmo por participar y con ello lograban, con el
apoyo de las facilitadoras y otros compañeros, los desempeños previstos
para las sesiones de trabajo. Desde esta situación es evidente que los niños aprenden de manera significativa cuando se les permite que toquen,
manipulen, armen, desarmen, prueben, en otras palabras, cuando participan de manera activa en la construcción del conocimiento. Etienne
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 71
Wenger (2001) a partir de que reconoce que todo el conocimiento es una
cuestión de competencia —un saber hacer con conocimiento—, señala la
importancia de la participación activa de los que aprenden, pues es la manera en que se comprometen la que les da la posibilidad de experimentar
el mundo como algo significativo.
La potencialidad que se observa en este tipo de actividades se centra en la
oportunidad que se les da a los alumnos para que se entusiasmen, motiven y
participen con animosidad en su desarrollo, lo que les ayuda a que también
puedan realizar operaciones de análisis y síntesis, así como comparaciones
entre las diversas formas de las letras y los sonidos o entre el inicio o el final
de palabras similares. Un ejemplo que muestra la manera en que los niños
discriminaban sonidos y letras a partir del proceso analítico que hacen de
los nombres de diferentes dibujos es el siguiente:
K. Les da otro material para iniciar la siguiente actividad, este material consiste en hojas de papel blancas con dibujos: delfín, búho, foco,
pintura, fantasma, león, fresa, flor, castillo... K. les dice a los niños que
tomen un color para comenzar con la actividad, una vez que todos los
niños tienen un color, les explica que se trata de pronunciar la palabra
del dibujo y encerrar en un círculo aquellos dibujos cuya palabra tenga
la letra “F”.
J. le dice a K.: Esta tiene la... (parece que intenta pronunciar el sonido de
la letra “F” pero no puede) y señala la flor.
K: Ok, sí, flor, los que tengan la “F” los encierran.
J: ¿Los coloreamos?
K: No, nada más los encierran en un círculo.
Una vez que K. dio las instrucciones, todos los niños empezaron a trabajar
en silencio para identificar aquellas palabras que llevaban la letra “F”.
(7 de octubre de 2019).
Para Marcela Román y Cecilia Cardemil (2014) toda actividad centrada en el
aprender haciendo, mediada por artefactos culturales, ha de estar orientada
a la creación de espacios de conversación y experimentación de tal manera
que las actividades permitan a los niños comprender y compartir hechos y
realidades, anticipar e imaginar la mirada e interpretación del otro, pues de
esta forma se posibilita el desarrollo de su pensamiento y lenguaje mediante
72
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
la apropiación de saberes y estrategias que les dan la posibilidad de analizar,
comparar, interpretar, inferir, sintetizar, adaptar y transferir el conocimiento
que construyen a partir del uso de materiales. En otras palabras, la interacción que se da entre el niño, la actividad y los artefactos culturales ayuda a
que se pongan en juego procesos cognitivos y psicosociales.
Así mismo, Román y Cardemil (2014) están convencidas del valor que
tienen las actividades que permiten aprender haciendo, pues incitan a los
niños a que construyan conocimiento a través de la manipulación, por ello
recomiendan que tanto las actividades como sus respectivos dispositivos
o recursos materiales han de estar alineados a los propósitos formativos, al
contexto sociocultural y a las necesidades e intereses de los alumnos, ya que
esta es la manera en que se pueden favorecer los procesos y resultados en
términos de los aprendizajes esperados.
Los objetos que se ponen a la disposición de los niños, sean de uso cotidiano o elaborados por el profesor, cumplen la función de mediadores en
los procesos de aprendizaje, pues en su calidad de herramientas los ayudan
a que se involucren y participen de manera activa en el descubrimiento de
las reglas y características del sistema de escritura.
Desde esta consideración el diseño y propuesta de actividades en las que
los alumnos aprenden haciendo con la ayuda de todo tipo de materiales,
sean visuales, gráficos, icónicos, audiovisuales, etcétera, se tornan fundamentales por ser portadores de la cultura escrita que existe en los múltiples
objetos que forman parte del ambiente en el que participan los niños. Para
Jerome Bruner (1984), la experimentación manipulativa en actividades en
las que se involucran los alumnos, representa una oportunidad para la
adquisición y desarrollo de sus capacidades cognitivas, de interacción y
socialización; gracias a esa manipulación en la acción logran, de manera
paulatina, la representación simbólica del lenguaje mediante el uso de
signos gráficos.
En las actividades donde los niños aprenden haciendo con la mediación
de herramientas, se destacan varios de los componentes del interés personal
que González (2014) retoma de Hidi et al. (2004), Krapp y Prenzel (2011) y
Schiefele (2009), entre ellos, el entusiasmo, el agrado por participar y la satisfacción por haber logrado, con la ayuda de un Otro Social, un determinado
desempeño asociado con la comprensión de las convencionalidades de la
lectura y la escritura.
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 73
Actividades de animación a la lectura
Las actividades relacionadas con la animación a la lectura además de que
tienen la intención de potenciar y estimular en los niños el gusto por la
lectura, promueven su implicación activa. Su acercamiento mediado con
diferentes portadores de texto, estimulan la participación, el diálogo, la comprensión, además de que les ayuda a plantear preguntas, hacer inferencias,
anticipaciones, predicciones y a establecer relaciones entre la información
que proporciona la lectura y sus propias experiencias de vida.
Los niños que participaron en la investigación, mostraban un interés sostenido en las actividades relacionadas con la lectura de cuentos, fábulas y
poemas que realizaban las facilitadoras en voz alta. La implicación de los
estudiantes en la actividad sucedía cuando se les mostraba la portada del
cuento y se les pedía que anticiparán de qué trataría el texto a partir del título,
palabras clave, ilustraciones y formato:
K: ¿De qué creen que tratará esta historia?
N: De cosas de terror.
K: ¿Cuáles creen que sean las cosas aterradoras que hay en el castillo?
V: Un fantasma...
D: Unas calaveras.
K: Unas calaveras, tienes toda la razón.
K: J., ¿tú qué crees?
J: Eeeeh, unas estatuas que se mueven.
K: ¿Qué crees que sea, C.?
C: Chuky.
K: ¿Tú qué crees, N.?
N: Un hotel de monstruos...
(05 / 19 de septiembre de 2019).
Las anticipaciones que realizaban a partir de los indicios que les proporcionaba la facilitadora, tales como el título y los visuales que ofrecía
el texto, reflejan los dos subprocesos simultáneos que refieren Teresa
Colomer y Anna Camps (1996), lo que el lector ve y escucha y lo que él
mismo aporta en términos de sus conocimientos previos; subprocesos
que muestran la interacción entre el lector y el texto, situación que para
74
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Frank Smith (1990) es una condición fundamental en términos de la comprensión lectora.
De igual manera, los alumnos se mostraban expectantes y con disposición para involucrarse en la actividad cuando la facilitadora dejaba de leer
momentáneamente para mostrarles ilustraciones con la intención de que
expresaran sus opiniones con respecto a lo que comunicaban o representaban
en el contexto de la narración: “K. lee el cuento durante algunos minutos,
muestra a los niños una ilustración del libro y pregunta: ¿Qué creen que
está sucediendo aquí? / J. contesta: Parece que se cayó al suelo” (05 / 19 de
septiembre de 2019). Así como este alumno daba su opinión, todos los demás
también lo hacían de manera animosa y voluntaria.
Para las facilitadoras era importante que todos los alumnos tuvieran voz, es decir, que manifestaran sus opiniones en el entendido de que
las iban confrontando con la trama de la misma lectura. Los niños al saber que sus respuestas se aceptaban como válidas, se disponían a participar de manera libre y animosa. A este respecto Urban con base en las ideas
de Esteve (2007) considera que para que los niños muestren una actitud
proactiva y una espontaneidad en su participación es necesario que se establezca un clima relacional, afectivo y emocional basado en la confianza y la
aceptación, ya que de otro modo los niños tienden a inhibirse y, por lo mismo,
a desengancharse de las actividades de aprendizaje.
Es importante señalar que la entonación, la fluidez y el lenguaje no verbal
que acompañaba a la lectura que hacían las facilitadoras adentraba a los niños en la historia, situación que estas aprovechaban para hacerles preguntas
del contenido: “K: ¿Cómo se llama el monstruo? / N. contesta: Mi monstruo
mandarino plátano. / K: Muy bien” (04 / 12 de septiembre de 2019). Asimismo, las facilitadoras invitaban a los niños a que hicieran predicciones a
partir de suposiciones, de agregar informaciones, experiencias anteriores y
conocimientos previos. El siguiente ejemplo muestra la manera en que los
niños predecían lo que seguiría en el texto después de que la facilitadora
daba lectura a un determinado fragmento:
K: (Leyendo el libro) ...y luego, vi algo que llenó mi alma de horror... (hace
una pausa) ¿Adivinen qué vio?
N: ¡Un muerto!
J: Mmmm, las muchachas.
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 75
C: Una momia.
V: El ayuwoki.
J: Drácula.
K: Imagínense, estaban todos los cajones, estaba toda la tierra... se mete a
explorar... ¿y qué se encuentra?
(08 / 26 de septiembre de 2019).
Otra manera en que los alumnos hacían predicciones del texto se daba cuando la facilitadora, antes de terminar la lectura de un portador de texto, fuera
cuento, fábula o leyenda, la suspendía para preguntarles cuál creían que
era el final o para invitarlos a que hicieran un dibujo que representara un final
alternativo a partir de los personajes, la trama o del escenario en donde se
desarrollaba la historia. Los niños usaban su propio dibujo para compartir
su construcción:
M: Vas, J., dinos el final del cuento.
J muestra su dibujo.
M: Wow, ¿qué pasó ahí?
J: El niño se cayó en un barco pirata [...] y hubo un meteorito mientras todo
el mundo estaba durmiendo [...] y el sol está triste.
K: El sol está triste... ¿por qué el sol está triste?
J: Porque no lo dejan en paz las nubes.
(05 / 19 de septiembre de 2019).
En el ejemplo anterior, se muestra la manera en que los niños construían
finales de cuento a partir de lo que escuchaban o percibían del portador de
texto, así como de sus conocimientos previos, ello representa para Isabel
Solé (1992) una constante elaboración y verificación de predicciones que
conducen a los niños a la interpretación de los textos. Carmen Alida Flores
y María Martín (2006) consideran que si un niño toma un libro de cuentos
con la intención de leerlo, observa las palabras, visualiza las imágenes y
va confeccionando una historia que es producto de su conocimiento acerca
del tema, entonces se dice que está leyendo. Por consiguiente, para estos
autores, leer en los estadios iniciales del aprendizaje de la lectura representa
una construcción del mensaje o contenido del texto a través de lo que el niño
va elaborando con el fin de obtener información, placer o recreación.
76
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
La lectura compartida como actividad que involucra a los niños favorece lo
que González (2010) llama inversión psicológica del estudiante en su aprendizaje, en tanto impacta en sus percepciones de competencia, disposición, dedicación, esfuerzo e implicación activa en la construcción del conocimiento.
Es importante destacar el tema de la percepción de competencia, pues como
ya se ha señalado, los niños que asisten al Centro Polanco han experimentado
en el proceso educativo en la escuela primaria dificultades para acceder al
sistema de escritura en los tiempos que determina la Secretaría de Educación
Pública, por ello no es de extrañar que se vean a sí mismos como alumnos
que les cuesta trabajo aprender a leer y escribir.
A partir de las experiencias negativas que viven los niños en el aprendizaje
de la lectoescritura, Laura M. Justice (2010) hace notar, sobre las ideas de
Sénécha, que algunos puedan tratar de evitar las experiencias de lectura y
escritura, por ello hace un llamado a que los educadores comprendan el rol
que desempeña la motivación y el concepto de sí mismo en la adquisición
de la lectura y escritura inicial. Esta idea coincide con los estudios de intervención realizados en Estados Unidos que han mostrado que la estrategia
más efectiva para promover el desarrollo del lenguaje oral y la alfabetización
temprana es la lectura compartida entre adultos y niños (Villalón, Ziliani y
Viviani, 2009, p.41) en ambientes positivos que incrementen la seguridad y
la confianza de los alumnos ante el aprendizaje.
Por los beneficios que aporta la lectura en voz alta —entre ellos: permite
construir sentido y significado del texto, desarrolla la habilidad de la escucha
activa, promueve la atención focalizada, estimula la observación a través de
las ilustraciones, enriquece el vocabulario, despierta el interés y la curiosidad, favorece la interacción entre iguales, entusiasma, provoca la imaginación
y estimula la creatividad— la lectura se convierte en una actividad de gran
valía en los procesos de aprendizaje. Por estas razones no debe convertirse
en una actividad de enseñanza rutinaria, mecánica y obligada.
AMBIENTES EMOCIONALES POSITIVOS
El ambiente emocional positivo que también mediatiza la implicación activa de los alumnos en sus procesos de aprendizaje corresponde al segundo
artefacto cultural que influye en el logro de los fines educativos, que en
este caso se centraba de manera particular en que los niños reconocieran
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 77
y representaran los sonidos iniciales del habla, que como se sabe tienden a
percibirlos como un todo que hay que descomponer en unidades más pequeñas, lo que supone una conciencia de la relación entre los aspectos fonéticos
y gráficos, la cual no es unívoca precisamente por las arbitrariedades del
sistema de escritura. Si bien es cierto que en los tres tipos de actividades,
los niños muestran una implicación activa porque les resultan atractivas y
estimulantes, también lo es que por sí mismas no son suficientes para garantizar el proceso educativo. El papel de las facilitadoras es clave en tres
sentidos: en el diseño de las actividades, en la selección de materiales que
les permiten a los niños explorar, descubrir y construir conocimiento y en
la ayuda cercana y afectuosa que les ofrecen en la realización de las tareas
que están fuera de sus capacidades, es decir de su Zona de Desarrollo Próximo (ZDP), hecho que contribuye a la construcción de un ambiente propicio
para el desarrollo emocional de los alumnos. Las relaciones que suscitan
las facilitadoras les abren posibilidades para que se expresen libremente
sin temor alguno.
Antonio González (2014) considera que es más probable que un alumno
se interese por un objeto de conocimiento cuando percibe que es competente o cuando sabe, por la relación emocional positiva que establece con
el docente, que su dificultad no se señalara públicamente, pues lejos de
sentirse expuesto, tiene la seguridad de que con los apoyos puntuales que
recibe puede lograr una determinada meta de aprendizaje. Cuando esto
no sucede en el ámbito educativo, Paola Paoloni (2014) enfatiza de manera
clara y contundente que el niño que percibe difícil una tarea porque su
realización excede a sus capacidades se puede desdibujar con facilidad la
construcción del sentido de la actividad misma, y con ello reducir su valor
(p.110). Como consecuencia de este tipo de situaciones, el aburrimiento y
el desgano serían las emociones que experimente en el proceso de aprendizaje.
Una situación que resulta ilustrativa con respecto a las ayudas que se
les proporcionaban a los niños es el siguiente ejemplo, en donde se aprecia la intervención de una de las facilitadoras para ayudar a un alumno
a que comprendiera un aspecto de la lengua que en ese momento estaba
fuera de su zona de desarrollo en un clima emocional positivo que lo animaba a seguir participando en forma cooperativa y sin temor a la equivocación:
78
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
K: Ustedes nos van a decir una palabra que empiece con el sonido “pe”.
N: Pelo.
K: Muy bien. ¿Quién quiere escribir “pelo”?
I y C levantan la mano, K escoge a N, quien pasa al frente y dice que no
sabe.
K: Todos te vamos a ayudar.
N. Escribe “P” y K le dice: ¿Qué te hace falta para que diga “pelo”?
N: La “O”.
K: Si ponemos una “P” y una “O”, ¿cómo suena?
N: Po.
K: No, ¿verdad?
C: La “E”.
K: La “E” muy bien, ¿quieres escribirla?
C. Pasa al frente y escribe la “E” y la “L”.
K: ¿Cuál falta?
N: La “O”.
(13 / 25 de noviembre de 2019).
La facilitadora, en su rol de mediadora, sabía lo que el niño necesitaba,
por lo mismo ofrecía apoyos en su zona de desarrollo próximo para que pudiera lograr con éxito lo que demandaba la actividad. Con este tipo de andamiajes, los niños se sentían con libertad para expresar con seguridad lo que
pensaban y para involucrarse en las actividades sin el temor de ser juzgados
o reprendidos. Con la confianza que sentían para participar, ponían en juego
procesos cognitivos y psicosociales necesarios para comprender las reglas
del sistema de escritura. Esta situación refleja la presencia del componente
afectivo que como señala María González (2010), influye en la implicación
de los alumnos en las tareas escolares.
Moisés Esteban Guitar (2011) señala que la motivación de un alumno
disminuye de manera notoria cuando se siente inseguro ante una tarea
o actividad que esta fuera de su zona de posibilidades o porque está poco
familiarizado con las características de la misma, por ello reconoce la
importancia que tienen las ayudas contingentes que ofrece el mediador
de acuerdo a las necesidades o actuaciones de los estudiantes en la reducción de la incertidumbre que experimentan. En este mismo tenor, Mercer
(1997) considera que las intervenciones del profesor no solo sirven para
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 79
explicar lo que piensan los alumnos sino también para ayudarlos a que
compartan sus ideas, con lo que se logra una comprensión compartida,
lo que en palabras de la autora, corresponde a la conciencia colectiva del
grupo.
Una característica que se distingue en el desarrollo de los tres tipos de
actividades es el ambiente emocional positivo que las facilitadoras promovían y que se manifestaba en la forma en que se dirigían a los alumnos,
en las maneras en que los animaban a participar, en los apoyos que les
ofrecían cuando se equivocaban en una tarea específica o cuando no la
lograban por sí mismos, en los reconocimientos que les proporcionaban
cuando mostraban que dominaban una habilidad o lograban un determinado desempeño. Ello también sucedía cuando los mismos niños ayudaban,
ya fuera por indicación o de manera espontánea, a los compañeros que lo
necesitaban.
Además de esta retroalimentación positiva, se aprecia que las facilitadoras se interesaban por conocer sus estados de ánimo; les preguntaban, entre
otras cuestiones, “cómo están”, “cómo se sienten”, “qué hicieron el fin de semana”, “cómo les va en sus escuelas”, “qué les gusta o qué les disgusta”. Este
tipo de intervenciones ayudaban a que los estudiantes sintieran confianza y
seguridad en sus capacidades para realizar una tarea, libertad para expresar
sus opiniones, dudas y sentimientos, así como para tomar decisiones y poder
establecer relaciones basadas en la confianza con los demás compañeros y
las mismas facilitadoras.
Este ambiente emocional constituye una condición importante para el
aprendizaje, pues como señalan María Ema Martin, Alicia Isabel Iglesias y
María Noel Fernández (2016), con base en ideas de autores como Ausubel
(1978) y Gagné (1985) (citados en Martin, Iglesias y Fernández, 2016), tiene
una impronta en la motivación de los estudiantes, la cual la consideran como
una de las condiciones de orden interno que hace más efectivo cualquier
proceso de aprendizaje.
Al igual que las actividades ya descritas, este ambiente positivo que se generaba en el desarrollo de las mismas forma parte de las condiciones externas
que actúan como influencias que a su vez potencian e incitan la participación
activa de los estudiantes, y con ello, abren mayores posibilidades para que los
niños logren las competencias de la alfabetización inicial que se requieren
para aprender a leer y a escribir.
80
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Un ejemplo de ello se muestra en el siguiente recorte de observación:
“N levanta la mano y dice: Yo leo, yo leo. Leyendo las fichas N pronuncia
“mapa”, poco a poco. M le sonríe, toca su mejilla y le dice: Muy bien” (10 /
14 de octubre de 2019).
Rubén Hernández (2006) retoma ideas de Bach y Darder para explicar
que cuando una persona se siente acogida, respetada y valorada por lo que
es, se siente querida, por lo mismo, esta afectividad, visible y palpable en las
sesiones de trabajo en el Centro Polanco, influía en las respuestas emocionales positivas de los niños en las actividades que proponían las facilitadoras
para que aprendieran las reglas y convencionalidades del sistema de escritura.
Desde el proceder de las facilitadoras, se aprecia que al niño le reconocen
sus potencialidades y desde sus necesidades generan oportunidades que los
animan y estimulan a través de una relación que se caracteriza por ser motivante, cálida, amable y cercana. Esta afectividad como ingrediente clave en el
proceso educativo resulta de gran valor, pues como lo señala Paoloni (2014),
influye de manera directa en los recursos cognitivos de los alumnos, en su
motivación para aprender, en el uso de estrategias y en la autorregulación
del aprendizaje (p.111).
CONCLUSIONES
La implicación de los niños en las actividades no se desarrolla en el aislamiento sino en el marco de una participación que ocurre en el contexto social
y cultural mediado por artefactos socioculturales que estimulan su interés y
favorecen su motivación; condiciones que como ya se ha señalado, influyen
en el modo en que se involucran en los procesos de aprendizaje que se promueven a partir de las actividades que les resultan significativas y gratificantes. Debido a la influencia que tiene la motivación en la implicación de los
alumnos, resulta evidente la atención que los profesores o facilitadores han
de prestar a todo aquello que en realidad desencadena el interés y la curiosidad del alumno en función de sus necesidades de aprendizaje y con ello,
proponer actividades orientadas a despertar la emoción como parte esencial
de la motivación y la cognición, tal es el caso de la lectura en voz alta que
el profesor hace con disposición, gusto y pasión, misma que favorece que el
proceso tan complejo de aprendizaje de la lectura se disfrute, precisamente
porque se hace en compañía y de manera dialógica.
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 81
Al mostrar los niños cuál es su foco de atención e interés y, por ende, de
implicación, señalan a los docentes áreas de oportunidad y de búsqueda
creativa de experiencias y de situaciones de aprendizaje que promuevan
el enganche y la adhesión al aprendizaje en general y en particular al de la
lectoescritura. Al conocer los factores o las condiciones que influyen en
la implicación de los niños en las actividades, queda en claro que la actuación
y el papel del docente también está en promover el interés del alumno hacia
la lectoescritura a través de modelos vigentes del aprendizaje que incluyan los aspectos emocionales y motivacionales como elementos mediadores
en la adquisición del proceso de composición escrita.
En este sentido, está la invitación para que los docentes en su rol de facilitadores del aprendizaje desde una actitud crítica y reflexiva investiguen,
evalúen y propongan variadas actividades pedagógicas novedosas, interesantes y estimulantes en función del aprendizaje de los niños de la escritura
y lectura inicial.
Para González (2014), el establecimiento de objetivos claros de aprendizaje; las buenas relaciones del profesor con los alumnos; el entusiasmo que
manifieste por el aprendizaje de sus estudiantes; su disposición por conocer
sus conocimientos previos e intereses; la adaptación que haga de los objetos
de aprendizaje a esos intereses, inquietudes, gustos y preferencias, así como
las oportunidades que les ofrezca para que lo que aprendan lo relacionen y
apliquen en situaciones de la vida con la ayuda de distintos materiales físicos
y tecnológicos, en especial los juegos, son estrategias que activan en los estudiantes el interés por el tema u objeto de aprendizaje. En la implicación de
los niños en el proceso de aprendizaje, el profesor tiene un papel importante,
pues además de proponer múltiples actividades y ofrecerles razones que dan
cuenta de la utilidad de las mismas, requiere que los trate como aprendices
activos (González, 2014).
Los beneficios académicos que tendría el ayudar a que los alumnos se involucren en actividades orientadas a la adquisición de la lectura y la escritura
son enormes, puesto que no se debe olvidar que este objeto de conocimiento
no solo está involucrado en el área de lenguaje sino que es necesario para todas las áreas implicadas en el curriculum y en la vida misma de los alumnos.
Esta necesidad de apoyar la implicación de los alumnos en la lectoescritura
para mejorar el rendimiento académico general es importante para los alumnos con dificultades, pero también para todos los estudiantes en general.
82
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Ya decía Vygotsky (1995) la importancia que tiene que el niño se acerque
a la lectura y escritura como un hecho natural y no como una imposición
que interfiera de forma negativa en la significación que haga de este objeto
de conocimiento. En este proceso, los mediadores o artefactos culturales en
términos de las actividades de aprendizaje en las que participan los niños
son aspectos centrales que influyen en forma decisiva en su desarrollo cultural y en las posibilidades cognitivas que tiene para operar con formas de
pensamiento más abstractas y más potentes (Hernández, 2008).
Queda en claro, que a partir de las actividades lúdicas, de las enfocadas
al aprender haciendo y de las relacionadas con la animación a la lectura, los
niños se interesan, participan y colaboran, por ello resulta indispensable
que tanto los docentes que apoyan a los alumnos que por diferentes circunstancias no han podido acceder al código de la escritura y la lectura en
los tiempos curriculares que marca la Secretaría de Educación, como aquellos
otros docentes que realizan sus funciones en escuelas oficiales, encaminen
sus esfuerzos pedagógicos a potencializar el aprendizaje de procesos en la
lectoescritura a través de actividades variadas y ricas en significado, ya que
como se ha visto, se les da a los niños la posibilidad de aprender y conocer a
través del uso de materiales que facilitan la adquisición de las reglas del sistema de escritura; aprendizaje fundamental no solo en su formación escolar
sino en su vida misma.
REFERENCIAS
Ahedo Ruiz, J. (2018). ¿Qué aporta John Dewey acerca del rol del profesor en
la educación moral? Foro de Educación, 16(24), 125–140. Recuperado el 7
de febrero de 2022, de doi: http://dx.doi.org/10.14516/fde.510
Avendaño, W. (2013). Un modelo pedagógico para la educación ambiental desde la perspectiva de la modificabilidad estructural cognitiva. Revista Luna Azul, No. 36 (enero–junio), 110–133. Recuperado el
7 de febrero de 2022, de http://www.scielo.org.co/pdf/luaz/n36/
n36a09.pdf
Bruner, J. (1984). Acción, pensamiento y lenguaje. Alianza: Madrid.
Cole, M. (1999). Psicología cultural. Madrid: Morata.
Colomer, T. y Camps, A. (1990). Enseñar a leer, enseñar a comprender. Madrid:
Celeste / MEC.
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 83
Creswell, J. (2005). Educational research: planning, conducting, and evaluating
quantitative and qualitative research. Upper Saddle River: Pearson.
Esteban Guitar, M. (2011). Aplicaciones contemporáneas de la teoría
vygotskiana en educación. Revista Educación y Desarrollo Social, 5(1),
95–112. Recuperado el 7 de febrero de 2022, de https://dugi-doc.udg.
edu/ bitstream/ handle/10256/8519/Aplicaciones-contemporaneas. pdf
?sequence=1&isAllowed=y
Fierro, C. y Fortoul, B. (2012). Presentación. Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva (No. 2, Convivencia escolar y aprendizaje), 6(2), 17–22.
Recuperado el 7 de febrero de 2022, de http://www.rinace.net/rlei/ numeros/vol6-num2/presentacion.html
Flores, C.A. y Martín, M. (2006). El aprendizaje de la lectura y escritura en
Educación Inicial. SAPIENS, 7(1), 69–80. Recuperado el 7 de febrero de
2022, de http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid= S131758152006000100006&lng=es&tlng=es.
Galicia, I., Robles, F. y Sánchez, A. (2015). Efectos de las actividades fonológicas en el vocabulario, las habilidades psicolingüísticas y
los procesos lectores de niños de primer grado. Acta Colombiana
de Psicología. 18(2), 29–40. Recuperado el 7 de febrero de 2022, de
https://dialnet.unirioja.es/ servlet/articulo?codigo=5781960
González, A. (2014). El interés personal y situacional. ¿Estudiantes interesados o clases interesantes? En P. Paoloni, M. Rinaudo y A. González
(comps.), Cuestiones en Psicología Educacional: perspectivas teóricas,
metodológicas y estudios de campo (Cuadernos de educación / 01). Recuperado el 7 de febrero de 2022, de http://www.cuadernosartesanos.
org/ 2014/cde01.pdf
González, M. (2010). El alumno ante la escuela y su propio aprendizaje: algunas líneas de investigación en torno al concepto de implicación. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en
Educación, 8(4), 11–31. Recuperado el 7 de febrero de 2022, de https://
repositorio.uam.es/ bitstream/ handle/10486/661299 / REICE_8_4_2.
pdf?sequence=1&isAllowed=y
Goodman, K. (2003). El aprendizaje y la lectura y la enseñanza de le lectura
y la escritura. Enunciación, No. 8, 77–98. Recuperado el 7 de febrero
de 2022, de https://revistas.udistrital.edu.co/index.php/enunc/article/
view/2480/3463
84
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Hernández, G. (2008). Los constructivismos y sus implicaciones para la
educación. Perfiles educativos, 30(122), 38–77. Recuperado el 7 de febrero de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_art
text&pid=S0185-26982008000400003&lng=es&tlng=es
Hernández, R. (2006). Ambientes afectivos y efectivos de aprendizaje. Recuperado el 7 de febrero de 2022, de https://www.uv.mx/personal/rubhernandez/files/2012/02/Amb_afectivos_efectivos.pdf
Justice, L.M. (2010). La lectoescritura y su impacto en el desarrollo del niño:
Comentarios sobre Tomblin y Sénéchal. En R.E. Tremblay, M. Boivin,
R. De V. Peters (eds.), S. Rvachew (ed. tema), Enciclopedia sobre el
Desarrollo de la Primera Infancia [en línea]. Recuperado el 7 de febrero de 2022, de http://www.enciclopedia-infantes.com/desarrollo-dellenguaje-y-de-la-lectoescritura/segun-los-expertos/la-lectoescrituray-su-impacto-en
Lave, J. y Wenger, E. (1991). Situated learning: legitimate peripherical participation. Cambridge: Cambridge University Press.
Lorente, P. y Pizarro, M. (2012). El juego en la enseñanza del español
como lengua extranjera. Nuevas perspectivas. Revista de estudios
filológicos, No. 23 (julio). Recuperado el 7 de febrero de 2022, de
https://www.um.es/ tonosdigital/znum23/secciones/estudios-14-_
el_juego.htm
Martin, M.E., Iglesias, A.I. y Fernández, M.N. (2016). El fenómeno del aprendizaje y sus condiciones. Las concepciones de aprendizaje de los / las
profesoras. (Documento presentado en el VIII Congreso Internacional
de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXIII. Jornadas de
Investigación XII. Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR). Buenos Aires: Facultad de Psicología / Universidad de Buenos
Aires. Recuperado el 7 de febrero de 2022, de https://www.aacademica.
org/ 000-044/428.pdf
Martos, E. y Martos García, A.E. (2014). Artefactos culturales y alfabetización en la era digital: discusiones conceptuales y praxis educativa. Teoría de la Educación. Revista Interuniversitaria. 26(1), 119–135.
Recuperado el 7 de febrero de 2022, de https://revistas.usal.es//index.
php/1130-3743/ article/view/teoredu2014261119135
Mendieta Toledo, L., Bermeo Muñoz, S.V. y. Vera Reyes, J.E. (2018). Técnicas
lúdicas en el aprendizaje de la Lectoescritura. Espirales. Revista multi-
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 85
disciplinaria de investigación científica, 2(23), 1–18. Recuperado el 7 de
febrero de 2022, de https://www.revistaespirales.com/index.php/es/
article/view/388
Miles, M.B. y Huberman, M.A. (1994). Qualitative data analysis: An expanded
sourcebook (2a ed.). Thousand Oaks: Sage.
Moll, L. (1993). Vygotsky y la educación. Connotaciones y aplicaciones
de la Psicología Sociohistórica en la educación. Editorial Aique: Argentina.
Ortega, R. (2003). Play, activity and thought: reflections on Piaget’s and
Vygotski’s theories. En D. Lytle (ed.), Play and culture studies (vol. 5)
(pp. 99–115). Londres: Praeger.
Paoloni, P. (2014). El papel de las emociones en los aprendizajes académicos.
En P. Paoloni, M. Rinaudo y A. González (comps.), Cuestiones en Psicología Educacional: perspectivas teóricas, metodológicas y estudios de campo
(Cuadernos de educación / 01). Recuperado el 7 de febrero de 2022, de
http://www.cuadernosartesanos.org/2014/cde01.pdf
Pérez Serrano, G. (1994). Investigación cualitativa. Retos, interrogantes y métodos. Madrid: La Muralla.
Putnam, H. y Ruth A. (1992). William James’s ideas. Realism with and human face. Cambridge: Harvard University Press. Recuperado el 7 de
febrero de 2022, de http://www.hcs.harvard.edu/~hrp/issues/1992/
Putnam.pdf
Rickenmann, R. (2006). El rol de los artefactos culturales en la estructuración y gestión de secuencias de enseñanza–aprendizaje (Conférence invitée, Actes du 1er simposio internacional de educación
y formación docente, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia,
agosto, 2006). Recuperado el 7 de febrero de 2022, de http://www.unige.
ch/fapse/clidi/ textos/artefactos-culturales-RR.pdf
Rodríguez, A.B. y Ramírez, L.J. (2014). Aprender haciendo–investigar reflexionando. Caso de estudio paralelo en Colombia y Chile. Revista Academia
y Virtualidad, 7(2), 53–63.
Rogoff, B. (1993). Aprendices del pensamiento. El desarrollo cognitivo en el
contexto social. Paidós: Barcelona.
Román, M. y Cardemil, C. (2014). Juego, interacción y material educativo
en el nivel preescolar. ¿Qué se hace y cómo se aprende? Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 7(1), 43–62. Recuperado el 7
86
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
de febrero de 2022, de http://www.rinace.net/riee/numeros/vol7-num1/
art3.html
Ros, I. (2009). La implicación del estudiante con la escuela. Revista de Psicodidáctica, 14(1), 79–92. Universidad del País Vasco / Euskal Herriko
Unibertsitatea Vitoria–Gazteis, España. Recuperado el 7 de febrero de
2022, de https://www.redalyc.org/pdf/175/17512723006.pdf
Ryan G.W. y Russell Bernard, H. (2000). Data management and analysis
methods. En N. Denzin e Y. Lincoln (eds.), Hand–book of cualitative
research (2a ed.). Londres: Sage Publication.
Serra, J.C. (2019). La implicación en el estudio de estudiantes secundarios:
Aportes para la reflexión sobre la inclusión educativa. Recuperado
en: https://www.researchgate.net/publication/330524682_la_implica
cion_en_el_estudio_de_estudiantes_secundarios_aportes_para_la_re
flexion_sobre_la_inclusion_educativa/link/5c4643bc458515a4c737671b/
download
Smith, F. (1997). Para darle sentido a la lectura. Madrid: Aprende. Solé, I.
(1992). Estrategias de lectura. Barcelona: Editorial Graó.
Stake, R. (1999). Investigación con estudio de casos. Madrid: Morata.
Valdés, Á.A, Ramírez, M.C. y Martín, M. (2009). Motivación hacia el estudio
de la Química en estudiantes de Bachillerato Tecnológico. Revista Iberoamericana de Educación, 48(3). Recuperado el 7 de febrero de 2022, de
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2858123
Vygotsky, L.S. (1995). Historia del desarrollo de las funciones psicológicas
superiores. En L.S. Vygotsky, Obras escogidas (vol. 3). Madrid: Visor.
Wartofsky, M. (1979). Models. Representation and the scientific understanding.
Dordrecht: Reidel.
Wenger, E. (2001). Comunidades de práctica. Aprendizaje, significado e identidad. Buenos Aires: Paidós.
Ç˹Ê̽¾¹»ÌÇËËÇ»ÁÇ»ÍÄÌÍÊ¹Ä½Ë 87
Interacciones que favorecen el aprendizaje
de la lectoescritura inicial
MARÍA DE LOURDES CENTENO PARTIDA
Resumen: Este capítulo describe las relaciones interactivas entre enseñantes y aprendices que tienen lugar en los grupos de trabajo de un centro comunitario (Centro Polanco), integrados para que los niños de zonas vulnerables que presentan rezago escolar
avancen en el aprendizaje de la competencia de literacidad. En específico, se muestran
las interacciones y mediaciones que llevan a cabo las facilitadoras y que promueven que
los estudiantes, a partir de su propia experiencia y mediante procesos de pensamiento
dialógicos y participativos, desarrollen las habilidades cognitivas y comunicativas de la
lectoescritura inicial, bajo un clima de trabajo afectivamente seguro, caracterizado por
relaciones positivas, de respeto, confianza y aceptación mutua, dispuesto para promover
el cuidado de la persona y la revaloración de los niños como aprendices competentes con
capacidad de autogestión en su vida escolar.
Palabras clave: literacidad, mediación, interacción, aprendizaje inicial de la lectura,
ambientes de aprendizaje.
Abstract: This chapter describes the interactive relations between teachers and learners
that take place in the working groups of a community center (Centro Polanco), formed
so that children from vulnerable areas who are falling behind in school can make
progress in learning literacy competencies. The description focuses specifically on the interactions and mediations that the facilitators engage in, with the aim of encouraging the
students, on the basis of their own experience and by way of processes that include dialogic and participatory thinking, to develop the cognitive and communicative skills needed
for initial reading and writing. The facilitators also procure a work atmosphere where
the affective context offers security, and is characterized by positive relations of respect,
trust and mutual acceptance, intended to promote care of the person and the revaluation
of the children as competent learners capable of self-management in their school life.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 89
Key words: literacy, mediation, interaction, first stage of learning to read, learning
settings.
A partir de la premisa de que el aprendizaje sucede en la actividad conjunta
cuando dos o más personas colaboran en prácticas socialmente significativas,
dialógicas y participativas, es que el objetivo de esta investigación es dar
cuenta de las interacciones entre enseñantes que promueven el aprendizaje
de la lectoescritura inicial y aprendices, niños de contextos desfavorecidos
con dificultad en la apropiación de esta competencia.
El capítulo recupera la práctica educativa de dos estudiantes universitarias
quienes fungieron como profesoras de estos niños durante los meses de enero
a mayo de 2020. Específicamente, se presentan y describen las interacciones
y mediaciones que llevan a cabo y que permiten que, los niños que acuden
al Centro Polanco a recibir apoyo en esta área, avancen en el aprendizaje de
esta competencia, a la par que desarrollan una serie de actitudes, valores
y responsabilidades compartidas que generan vínculos afectivos entre los
miembros del grupo, así como sentimientos de competencia y valía mediante los cuales los niños recobran la confianza en sus capacidades como
aprendices. De esta manera, el capítulo presenta dos grandes conjuntos de
interacciones: las que preparan el ambiente para el aprendizaje y las que
movilizan la competencia de literacidad.
El texto se estructura en cuatro apartados que consisten, primero, en realizar un acercamiento teórico al concepto de aprendizaje como actividad
social mediada, donde las ayudas que los enseñantes brindan a los aprendices resultan decisivas para la construcción personal de conocimiento y la
implicación activa en los propios procesos de aprendizaje. Además, está el
análisis de las pautas de interacción y mediaciones ocurridas entre enseñantes y aprendices durante las sesiones de trabajo en el Centro Polanco, que
posibilitan la adquisición de la lectoescritura inicial de manera reflexiva y
colaborativa en un ambiente afectivamente seguro de trabajo. En el tercer
apartado se presenta un marco pedagógico que ayudará a los educadores en
el diseño de la actividad de aprendizaje. A manera de cierre, se anotan las
reflexiones y conclusiones finales.
90
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
EL APRENDIZAJE COMO ACTIVIDAD SOCIAL COMPARTIDA
Los enfoques que destacan el aprendizaje como resultado de la interacción
social entre el individuo y su entorno cultural tienen sus raíces en los planteamientos derivados de la teoría sociocultural de Lev Vygotsky. Desde esta
perspectiva “la cultura y la mente son inseparables” (Guitart, 2008, p.9), por
lo que, para entender el funcionamiento y estructura psicológica de las personas, se debe conocer primero el contexto en el cual estas participan y desde
el cual se generan el conjunto de relaciones e interacciones sociales que van
marcando y delineando la manera de ser, actuar y sentir de cada una de ellas
(Guitart, 2011). Bajo este enfoque, “la construcción social de significados y
la elaboración personal de sentido” son el resultado de la apropiación de un
amplio y diverso conjunto de prácticas culturales que surgen en un determinado contexto social, en un momento histórico especifico (Guitart, 2008,
p.9). Al incluir el contexto social como elemento esencial en el crecimiento
cognitivo de las personas, la teoría sociocultural propuesta por Vygotsky
rompe con el dualismo individual —entorno social, niega que la persona
se construya de manera aislada del contexto y dentro de sus propios marcos cognitivos—. En lugar de ello, individuo y contexto social son concebidos como “elementos mutuamente constitutivos” (Cole, 1990, p.5) que se
influyen de manera recíproca, por lo que el desarrollo humano está determinado por la interacción social en un contexto cultural específico, pero a
su vez, las personas transforman y modifican ese medio cultural. En consecuencia, la mente humana es el resultado de una “co–construcción mediatizada culturalmente por otros” (Hernández Rojas, 2006, p.160) mediante la
participación en actividades significativas en el contexto social (Valsiner,
2007, citado en Guitart, 2008).
La idea básica planteada por Vygotsky fue que las funciones mentales
de orden superior tales como recordar, hablar o pensar son de naturaleza
social, es decir, surgen en la relación entre seres humanos. Bajo el esquema
vygotskiano, esta idea queda expresada según la ley de la doble formación,
la cual expresa que:
En el desarrollo cultural del niño, toda función aparece dos veces: primero,
a nivel social y más tarde, a nivel individual: primero entre personas (interpsicológica) y después en el interior del propio niño (intrapsicológica).
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 91
Esto puede aplicarse igualmente a la atención voluntaria, a la memoria
lógica y a la formación de conceptos. Todas las funciones psicológicas
se originan como relaciones entre seres humanos (Baquero, 1997, p.42).
Así, desde este paradigma, el elemento clave para explicar el desarrollo
de las personas es la actividad conjunta, y a partir de ella, las relaciones que se
generan y que posibilitan la “reorganización psicológica del sujeto” mediante un “proceso de internalización” de las prácticas culturales (Baquero, 1997,
p.42). En función de lo planteado por la ley general de doble formación, no
se puede hablar de desarrollo personal sin un proceso de “inculturación que
ocurre dentro de un contexto histórico–cultural determinado” (Hernández
Rojas, 2006 p.166). De esta manera, gracias a los procesos de participación
y a la intervención de otros miembros más maduros —padres, compañeros,
amigos— es que las personas van obteniendo un mayor dominio en relación
a las diferentes tareas que realizan (Wertsch, 1995; Rogoff, 1993).
La propuesta de Vygotsky, al romper con la creencia de que el aprendizaje se produce mediante la interacción directa entre el sujeto y su entorno
e introducir el concepto de mediación sociocultural para explicar que el
aprendizaje surge en la participación de actividades conjuntas bajo la guía
de expertos o personas con mayor dominio en el uso de los artefactos culturales (Vygotsky, 1995; Wells, 2001; Daniels, 2009), abre la puerta a una
nueva visión sobre los mecanismos bajo los cuales las personas crecen y
se desarrollan.
Al destacar “la agencia individual en la construcción de fenómenos psicológicos a partir de influencias sociales” (Daniels, 2009, p.114), la unidad
de análisis queda ceñida a la acción mediada, ya que para para aprender es
necesaria la presencia de otros más capaces, que al interponerse entre el
sujeto y el entorno, seleccionando, ampliando, explicitando, etcétera, los
objetos y procesos, modifican de manera radical la interacción del sujeto con
su contexto, provocando desarrollo y cambio.
Como se ha venido mencionando, desde esta perspectiva el despertar
de cualquier tipo de aprendizaje está condicionado por las constantes
interacciones que el individuo tiene entre él y su entorno, entre la ejecución con ayuda a la acción independiente, a través del tránsito por lo
que Vygotsky denominó la Zona de Desarrollo Próximo (ZDP), la cual se
entiende como:
92
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
La distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad
de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía
de un adulto o en colaboración con otro compañero más capaz (Baquero,
1997, p.137).
La idea central de la ZDP implica que lo que un día se realiza con ayuda y
desde la regulación interpsicológica, llegará a hacerse de manera independiente y desde un control o regulación intrapsicológica creando una “relación dinámica entre aprendizaje y desarrollo” (Wertsch, 1995, p.129). Dicho
de otra manera, la ZDP puede definirse como el espacio en que gracias a la
ayuda de alguien más, una persona es capaz de resolver una tarea logrando
un mayor desempeño que el que hubiera alcanzado de manera independiente (Coll, Onrubia y Mauri, 2008). De acuerdo a esta caracterización, la
ZDP define aquellas habilidades, destrezas, conocimientos o actitudes que
no se han desarrollado, pero que lo harán, gracias a las ayudas o soportes
que los miembros con mayor dominio sobre la tarea ofrecen a los menos
experimentados.
Traducido esto al campo pedagógico significa que los procesos de enseñanza–aprendizaje no deben estar centrados en lo que los aprendices realizan de manera independiente y sin ayuda de otros (nivel de desarrollo real)
sino en lo que podría llegar a desarrollar gracias a la ayuda o intervención
de alguien más (nivel de desarrollo próximo) por tanto, el papel desempeñado por el profesor, que como experto capacita al que aprende para que se
convierta en un actor competente y con capacidad para actuar de manera
independiente, es esencial en todo acto educativo, porque sin las ayudas que
este brinda, los aprendices tendrán serias dificultades para apropiarse de las
prácticas o saberes culturales. Desde esta perspectiva, el profesor deberá
actuar como un facilitador y mediador de los procesos de aprendizaje de los
estudiantes otorgando ayudas pedagógicas específicas, diseñadas y organizadas de manera estratégica para que la apropiación de saberes, prácticas e
instrumentos culturales sea posible (Hernández Rojas, 2006; Tharp, Estrada,
Dalton y Yamauchi, 2002; Wells, 2001).
Debe tenerse claro también que, por parte del alumno, esta apropiación no
se da de manera pasiva sino por el contrario, el estudiante ejerce un papel en
esencia activo, creativo y reconstructivo en su propio proceso de aprendizaje
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 93
que le permite pasar al plano de la conciencia interna lo que un día estuvo
fuera de él en el plano de la interacción social (Wertsch, 1995).
Para Gerardo Hernández Rojas (2006), otra cuestión relevante, en relación
a los procesos de enseñanza–aprendizaje, tiene que ver con el propósito de
que los alumnos actúen de manera autorregulada. Esto se refiere a que, al término de una intervención educativa, el estudiante sea capaz de manejar por
sí mismo un saber teórico o metodológico que en un momento inicial estuvo
regulado y controlado por el enseñante, hasta llegar al punto final donde tal
saber será regulado por el mismo. De esta manera, y desde la perspectiva de
este autor, la enseñanza a través de la ZDP también puede considerarse como
un proceso progresivo de “ceder el control” (p.170) del aprendizaje a quien
está en vías de adquirirlo.
Así, distinguir la interacción educativa desde el concepto de la ZDP significa, como menciona Cristóbal Suárez (2004), ir en “búsqueda de nuevas
oportunidades de aprendizaje” (p.7) a través del papel mediador que desempeña el profesor. Para Feuerstein (l980), en Silvia Orru (2003) la mediación
es el conjunto de ayudas que surgen de la interacción entre enseñantes y
aprendices y cuya función es la de “transformar la situación de aprendizaje
de incidental a intencional” para que el aprendiz desarrolle una serie de
“pre–requisitos cognitivos” (p.36) que le permitirán actuar de manera eficaz y
con autonomía al momento de enfrentarse de manera directa a los estímulos
o eventos.
Por su parte, Harry Daniels (2009) explica que los “mediadores funcionan
como medios por los que el individuo recibe la acción de factores sociales,
culturales e históricos y actúa sobre ellos” (p.31), lo que en los procesos de
enseñanza aprendizaje se traduce en los apoyos que de manera intencionada
ofrece el profesor a los estudiantes para ayudarlos a ordenar, seleccionar,
priorizar y filtrar la información que deberán aprender.
Para Antoni Zabala (2000), ofrecer ayudas contingentes es esencial en
cualquier proceso de enseñanza–aprendizaje, ya que sin ellas los estudiantes “difícilmente lograrían aprender y aprender de manera significativa”
(p.99). De acuerdo con este autor, las ayudas que promueven aprendizaje
son aquellas que se adecuan a las características y necesidades de los estudiantes, es decir, que se ajustan a sus contextos de competencia inicial;
que representan retos cognitivos, lo que significa que gracias a ellas los
estudiantes logran construir mayores comprensiones y que son tempora-
94
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
les, el apoyo solo debe durar hasta que el estudiante demuestra dominio
sobre la tarea.
Por su parte, Hernández Rojas (2006) menciona que una característica
más de estas ayudas es que deben ser explícitas, es decir, audibles y visibles, de tal manera que los estudiantes al hacerse conscientes de ellas
puedan incorporarlas a su propio repertorio de estrategias de aprendizaje.
De acuerdo con Reuven Feuerstein (1980), cada interacción entre un enseñante y un aprendiz tiene el potencial de llegar a ser una experiencia de
aprendizaje que produzca conocimiento y cambio, pero para que esto ocurra, la calidad de la interacción debe de cumplir ciertos criterios, entre los
que se destacan: la intencionalidad, la trascendencia, la comunicación de
significado, la mediación de un sentido de competencia, la regulación y el
control de la conducta, la participación y la conducta compartida. Para este
autor, la intencionalidad es la condición básica de cualquier experiencia de
aprendizaje mediado y consiste en que el educador selecciona y organiza los
estímulos que presentará al aprendiz, para conseguir los objetivos de aprendizaje fijados de forma previa, llamando la atención a elementos relevantes
de la tarea o del conocimiento que se desea adquirir para que el estudiante
lo perciba e interprete de forma significativa.
El carácter trascendente de la interacción mediada ocurre cuando el aprendizaje generado en una situación educativa, además de servir para resolver
una tarea presente, posibilita que el estudiante lo utilice en otras ocasiones
y situaciones que traspasan el salón de clase. La comunicación de significado se da cuando en la interacción, el profesor presenta a los estudiantes las
actividades, los materiales y los recursos de forma interesante y relevante,
permitiendo que la actividad de aprendizaje cobre sentido, y con esto, la
posibilidad de transferencia a otros escenarios más allá del aula. La mediación de un sentido de competencia es una característica fundamental de la
interacción mediada ya que, mediante ella, los aprendices aprenden a confiar
en sus propias capacidades, lo cual es crucial para que suceda el aprendizaje.
En el ámbito escolar, la mediación de un sentido de competencia implica que
el profesor adapte los aprendizajes de acuerdo a los intereses y capacidades
cognitivas de los estudiantes.
La interacción mediada deberá favorecer también la capacidad de regulación y control de la conducta inhibiendo respuestas impulsivas y fomentando
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 95
un pensamiento reflexivo que mejorará la calidad del aprendizaje. Al final, la
participación y conducta compartida posibilita que profesores y estudiantes participen en la experiencia de aprendizaje mediante interacciones de
doble vía que, aunque dirigidas por el enseñante, no son autoritarias y exigen
de los estudiantes retos cognitivos que activan procesos reflexivos de pensamiento, lo cuales son fundamentales en los procesos de aprendizaje, porque
gracias a ellos, la estructura mental de los aprendices se desarrolla, dando
paso a configuraciones de pensamiento cada vez más complejas y mejor
estructuradas (Gómez Palacio, Cárdenas, Guajardo, Kaufman, Maldonado
et al., 1984; Coll, 2003).
A las características señaladas con anterioridad, autores como Roland
G. Tharp y Ronald G. Gallimore (1988), añaden estrategias específicas tales como el modelamiento, la retroalimentación, la instrucción, el manejo de contingencias y el uso de preguntas como medios de ayuda clave que
definen la calidad de las relaciones interactivas al interior de los salones de
clase, y que según el uso que los enseñantes hagan de ellas, se conviertan en
herramientas poderosas para la mediación del aprendizaje. En cualquiera de
los casos, el sentido de interacción e intercambio es el motor para la construcción de conocimiento al interior de los grupos y condición esencial de
los procesos de aprendizaje.
INTERACCIONES Y MEDIACIONES EN LOS PROCESOS
DE APRENDIZAJE DE LA LECTOESCRITURA INICIAL
Como se ha venido señalando, el avance que los estudiantes puedan tener en
sus aprendizajes, depende en gran medida de las “interacciones concretas”
que los profesores establecen con ellos (Onrubia, 2002, p.6). Se ha mencionado también, que del conjunto de interacciones que los enseñantes llevan a
cabo, solo algunas de ellas tienen el potencial para convertirse en experiencias significativas y lograr un aprendizaje que enriquezca no solo el intelecto
de los estudiantes sino la “personalidad total del individuo” (Gómez Palacio,
Adame, Cárdenas, Contreras, Galindo et al., 1991, p.24).
De acuerdo con autores como César Coll (2003), Zabala (2000), H. Carl
Haywood (1993), César Coll, Javier Onrubia, Teresa Mauri (2008) y Javier
Onrubia (2002), en los procesos de interacción profesor–estudiante el elemento que determina no es la cantidad de las interacciones sino la calidad de
96
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
las mismas. Para Coll (2003), por ejemplo, la intervención eficaz es aquella
que reúne las siguientes características:
a. Es “contingente a la dificultades” que los aprendices encuentran al momento de estar realizando una tarea (Coll, p.143).
b. Se orienta hacia los aspectos de la tarea que el niño todavía no es capaz
de realizar por sí mismo.
c. Debe moverse de niveles altos de ayuda hacia otros más bajos y de poco
apoyo.
d. Debe ser personalizada y ajustarse a las necesidades individuales de
los aprendices.
Por su parte, Onrubia (2002) menciona que las interacciones entre profesores
y estudiantes que mayor potencial tienen para generar cambio en las estructuras de conocimiento de los aprendices son aquellas que “están implicadas
en los procesos de creación de ZDP y de avance a través de ellas” (pp. 6–7),
para ello, las interacciones que se lleven a cabo deberán tener las siguientes
características:
1. Cada actividad particular deberá ser colocada dentro de un contexto más
amplio para que tenga sentido y no sea percibida como una experiencia
aislada de aprendizaje.
2. Fomentar, en la medida de lo posible, la participación activa de todos
los miembros del grupo en las diferentes tareas que se realicen de forma
independiente a la comprensión, interés o dominio que cada uno de ellos
tengan.
3. Establecer un clima relacional basado en la confianza, el afecto y la
aceptación mutua, donde además haya espacio para la experimentación,
la sorpresa, el juego y el gusto por aprender.
4. Ser flexibles y estar dispuestos y atentos a realizar los ajustes y cambios necesarios, en función de los avances y logros que van presentando
los estudiantes.
5. Promover el aprendizaje autónomo y reflexivo de los estudiantes.
6. Establecer de manera explícita y cotidiana la relación entre los nuevos
conocimientos y los previos.
7. Utilizar el lenguaje de manera clara y explícita.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 97
8. Hacer uso del lenguaje para “reestructurar y reorganizar sus experiencias y conocimientos” (Onrubia, 2002, p.13).
Resumiendo lo planteado hasta ahora y siguiendo los postulados de Coll
(2003), es posible decir que:
Los procesos escolares de enseñanza / aprendizaje son, en esencia, procesos interactivos con tres vertientes; el alumno que está llevando a cabo
un aprendizaje; el objeto u objetos de conocimiento que constituyen
el contenido del aprendizaje, y el profesor que actúa, es decir, que enseña,
con el fin de favorecer el aprendizaje de los alumnos (p.136).
Bajo esta concepción, los enseñantes que guíen el proceso de aprendizaje
de la lectoescritura inicial deberán considerarse como agentes activos, que
dialogan y reflexionan junto con sus estudiantes, que resuelven problemas de
manera colaborativa y conjunta y que construyen el aprendizaje de la lectura
y la escritura considerando los diferentes niveles de conceptualización que
cada uno de ellos tiene (Gómez Palacio et al., 1984). Asimismo, respetan los
ritmos individuales de trabajo, valoran las diferentes aportaciones y puntos de vista y comparten junto con sus estudiantes las actividades del aula,
lo que significa dejar de tener una posición de poder y autoridad frente a los
niños para pasar a formar parte de un grupo, de una comunidad que aprende
de manera interactiva y colaborativa (Gómez Palacio et al., 1984; Tharp et
al., 2002; Zabala, 2000).
Desde esta perspectiva y siguiendo lo planteado por Gómez Palacio et al.
(1984) en la propuesta para el aprendizaje de la lengua escrita, las interacciones que llevan a cabo los profesores y que contribuyen a que los niños vayan
avanzando en su conceptualización, son aquellas que:
a. “Crean situaciones claras de conflicto cognitivo” (p.94), es decir, interacciones que ayuden a los niños a pensar y reflexionar sobre su propio
proceso de aprendizaje.
b. Que generan discusión e intercambio de información.
c. Que utilizan el error de manera constructiva.
d. Que favorecen un clima propicio para el aprendizaje, reconociendo,
valorando y estimulando el trabajo de los niños.
98
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
En función de lo que hasta aquí se ha planteado y a partir del análisis de la
práctica educativa que se lleva a cabo en el Centro Polanco, se reconocen
en los procesos de enseñanza–aprendizaje un conjunto de interacciones que
posibilitan la adquisición de la lectoescritura inicial de manera reflexiva
y colaborativa bajo un ambiente de aprendizaje caracterizado por la cercanía,
la confianza y la creación de vínculos afectivos entre enseñantes y aprendices. Estas interacciones se clasifican en dos grandes conjuntos:
1. Interacciones que preparan el ambiente para el aprendizaje.
2. Interacciones que movilizan la competencia de literacidad.
Bajo la primera categoría, interacciones que preparan el ambiente para el
aprendizaje, se encuentran aquellas interacciones y acciones mediacionales
que llevan a cabo las facilitadoras y que promueven un clima afectivamente
seguro, caracterizado por relaciones positivas, de respeto, confianza y aceptación mutua que promueven:
a. El cuidado de sí, de los otros y del espacio de trabajo.
b. La construcción compartida de las normas de convivencia.
c. Sentimientos de competencia y valía en los estudiantes.
La segunda categoría, interacciones que movilizan la competencia de literacidad, alude al conjunto de interacciones y mediaciones utilizadas por las
facilitadoras que permiten que los niños, a partir de su propia experiencia
y mediante procesos de pensamiento reflexivo desarrollen las habilidades
cognitivas y comunicativas de la lectoescritura inicial. Se incluyen aquí aquellas que favorecen:
a. Llamar la atención a elementos relevantes.
b. Recuperar experiencias y conocimiento previo.
c. Aprender del error.
A continuación, se describen cada una de estas categorías y se presentan algunas viñetas tomadas de los registros del trabajo cotidiano en
el Centro Polanco, como ejemplo de las mediaciones utilizadas por las
facilitadoras durante las sesiones de trabajo. En las transcripciones los
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 99
nombres de Karla y Michelle corresponden a las profesoras, el resto a
los estudiantes.
Interacciones que preparan el ambiente para el aprendizaje
Desde la perspectiva que he venido desarrollando, “hablar de un salón de
clase es hablar de interacciones” (Centeno, 2007, p.80), donde las pautas
de actividad diseñadas por los profesores van marcando el ritmo del qué,
cómo, cuándo y para qué aprender (Tharp et al., 2002). Bajo estos patrones
de actividad compartida, no solo se posibilita el aprendizaje de contenidos
escolares. Para Zabala (2000), las relaciones que se producen entre enseñantes y aprendices establecen un plano social sobre el cual se construyen
también identidades. Es decir, a partir de las interacciones generadas entre
profesores y estudiantes, estos últimos, descubren sus fortalezas, debilidades,
competencias o flaquezas, construyendo a partir de ello, imágenes personales
de sí mismos.
Para Cecilia Fierro, Patricia Carbajal y Regina Martínez–Parente y Alfredo Furtán (2010), la manera en que los profesores se comunican con sus
estudiantes, el tono de voz que utilizan, la retroalimentación que ofrecen y
el reconocimiento que hacen de su trabajo, son elementos clave de los procesos de enseñanza–aprendizaje porque dependiendo de cómo sean estos,
influyen de manera ya sea positiva o negativa en los aprendizajes escolares de
los estudiantes. De acuerdo con estos autores, para aprender, resulta fundamental establecer dentro del salón de clase un clima afectivamente seguro de
trabajo, donde los estudiantes se sientan confiados para participar, cooperar
y relacionarse de múltiples maneras y en los diferentes momentos del acto
educativo.
Por su parte, autores como Zabala (2000) y Roland G. Tharp, Peggy Estrada, Stephanie Dalton y Louis Yamauchi (2002) mencionan que del conjunto
de interacciones necesarias para producir aprendizaje dentro del aula, el
establecimiento de un clima afectivamente seguro de trabajo es condición
indispensable. De acuerdo con estos autores, para que el aprendizaje escolar
suceda, los profesores deberán favorecer relaciones basadas en el respeto, la
aceptación y la confianza mutua, creando entornos de aprendizaje seguros y
ordenados con interacciones que fomenten la cooperación, la solidaridad
y la cohesión del grupo. Por su parte Ramón Flecha y Pilar Álvarez (2016)
100
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
mencionan que las interacciones que los profesores tienen con sus estudiantes y que transmiten confianza en sus capacidades como aprendices, no solo
mejoran los aprendizajes individuales sino que también influyen de manera
positiva en la convivencia del grupo al generar sentimiento de confianza y
de valía en cada uno de ellos.
Así pues, en los procesos de enseñanza–aprendizaje, una de las tareas
fundamentales de los profesores será establecer interacciones regidas por
el afecto que favorezcan, en primer lugar, que los estudiantes construyan
percepciones “positivas y ajustadas de sí mismos” (Zabala, 2000, p.102) que
les permitan afrontar los desafíos que las tareas escolares les exigen, y en
segundo, establecer relaciones solidarias y empáticas entre compañeros, lo
cual potenciará el aprendizaje individual a través del trabajo colaborativo, la
ayuda entre pares y por ende, la construcción compartida de conocimiento
al interior del grupo (Flecha y Álvarez, 2016; Fierro et al., 2010; Tharp et al.,
2002; Zabala, 2000).
Tomando como base lo señalado con anterioridad, es posible afirmar que
en el Centro Polanco, la creación de un ambiente afectivamente seguro de trabajo donde las relaciones entre enseñantes y aprendices se dan bajo un marco
de respeto, escucha y aceptación mutua, es una característica distintiva, que
además de favorecer que los niños se involucren de manera activa y comprometida en su propio proceso de aprendizaje, les permite descubrirse como
aprendices competentes y personas valiosas con capacidad de autogestión en
su vida escolar. Las facilitadoras despliegan un conjunto de interacciones y
acciones mediacionales que promueven un ambiente propicio para el aprendizaje, convirtiendo el salón de clase en un espacio cálido, de cercanía y de
encuentro con el otro, mediante formas relacionales que favorecen: el cuidado de sí, de los otros y del espacio de trabajo, la construcción compartida
de las normas de convivencia y el desarrollo de un sentido de competencia.
El cuidado de sí, de los otros y del espacio de trabajo
Las mediaciones que llevan a cabo las facilitadoras en Centro Polanco y
que favorecen el cuidado de sí, de los otros y del espacio de trabajo son de
diferente tipo y suceden en diferentes momentos de la clase. Al inicio de las
sesiones, por ejemplo, todos los días y de manera intencionada, las profesoras abren un espacio de conversación con los niños para saber cómo llegan al
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 101
salón de clase, les preguntan cómo están, cómo se sienten y lo que hicieron
durante el fin de semana, estableciendo una atmósfera afectiva y relacional
que prepara el ambiente para el aprendizaje, y que de acuerdo con Fierro
et al. (2010) y Zabala (2000) posibilita que los niños, a lo largo de todo el
proceso educativo, participen de las diferentes actividades de manera libre
y espontánea, implicándose en ellas de modo auténtico, motivados por el
gusto y el interés, y no por la obligación de tener que hacerlo.
Durante el transcurso de la actividad, las facilitadoras están atentas a la
manera en que los niños resuelven las tareas, al ofrecer ayudas puntuales
cuando son necesarias, pero también solicitando el apoyo entre compañeros cuando observan que alguno de ellos no está realizando el trabajo de
manera correcta o que no está avanzando en la realización de la tarea. Cuando esto ocurre, las profesoras solicitan a un niño en particular que brinde
el apoyo al otro: “Ayúdale a Diana a que escriba una palabra ella también”.
Al pedir que se ayuden entre sí, las profesoras no solo están trabajando para
que todos los miembros del grupo logren los objetivos de aprendizaje manteniendo una actitud de igualdad de competencias entre compañeros, además,
priorizan la colaboración y el sentido de compañerismo sobre la competencia
y el logro individual, marcando con esto una manera particular de estar y
aprender dentro del salón de clase donde la solidaridad y ayuda mutua son
valores que se promueven y comparten.
El cuidado de sí y de los otros lo fomentan también al respetar los ritmos
de trabajo y de participación de cada uno de los niños. Las facilitadoras no
fuerzan procesos ni aprovechan su posición de autoridad para exigir, por
ejemplo, que participen cuando no quieren hacerlo sino que, por lo contrario,
permiten que estos se involucren en el proceso de aprendizaje a su propio
ritmo y desde sus propias capacidades, dándoles la oportunidad de desenvolverse de manera confiada y mostrándose tal cual son (Fierro et al., 2010).
La siguiente intervención es un ejemplo de lo anterior:
Karla miró a Lupita y le preguntó: ¿No quieres empezar tú?
Lupita con la cabeza hizo la seña de “no”.
Karla: A Lupita le va a tocar al último.
De igual manera, las facilitadoras fomentan que entre compañeros se respeten también estas diferencias al momento de aprender, por lo que cuando
102
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
un niño roba la palabra o el turno de participación a otro, las profesoras le
solicitan, por ejemplo, que vuelva a su lugar o que permita que su compañero responda, mostrando con esto un estilo relacional donde el cuidado de
la persona está como lo mencionan Cecilia Fierro y Bertha Fortoul (2017) al
centro del proceso educativo.
Lo mismo ocurre cuando entre compañeros se devalúa la capacidad de
alguno de ellos. Ante comentarios como: “Ella no sabe maestra”, las facilitadoras intervienen para aclarar que su compañero “Sí sabe, pero que a veces
no le dan ganas de hablar en frente de todos” o que “tienen que darle tiempo para que responda”. Interacciones como estas, además de posibilitar, como
se mencionó hace un momento, que cada estudiante se desenvuelva dentro
del salón de clase a partir de sus propias necesidades y estilo de aprendizaje,
contribuyen también a la inclusión y cohesión grupal porque muestran a
los niños el respeto por las diferentes maneras de actuar, que dentro de este
salón de clase no son vistas como algo negativo sino como una oportunidad
más para aprender.
En relación al cuidado del espacio de trabajo se observa que desde el primer día de clase, las facilitadoras junto con los estudiantes establecen normas
claras para el uso y manejo de los materiales, las cuales quedan establecidas en el contrato social del grupo, donde uno de los acuerdos de convivencia es: “respetar y cuidar a los compañeros y el material” o bien, se configuran
durante el transcurso de la actividad cuando de manera directa las profesoras
dan una instrucción para el cuidado del espacio físico, como por ejemplo:
“Cuando vayan a sacarle punta, se acercan al bote de basura”.
La responsabilidad de ordenar y guardar los materiales queda a cargo de
los estudiantes, quienes después de utilizarlos deben regresarlos de donde los tomaron, por ejemplo, colocando los lápices y los colores a las cajas
que están en medio de la mesa, guardando el alfabeto móvil o regresando al
librero las hojas y cuentos infantiles. Esta forma de organizar, utilizar y cuidar
tanto el espacio físico como el material, además de favorecer el mejor control
y manejo de la actividad de aprendizaje por parte de las facilitadoras, define
también, el conjunto de “acciones, actitudes y movimientos” (Cabello, 2011.
p.199) que se espera de los niños, otorgando un carácter especial y único al
ambiente de aprendizaje, en este caso, caracterizado por el uso compartido
de los materiales, la colaboración y el compromiso mutuo por mantener un
espacio de trabajo limpio y ordenado para todos.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 103
La construcción compartida de las normas de convivencia
En las sesiones de trabajo en Centro Polanco se observa un fuerte trabajo
para la construcción colaborativa y dialógica de los acuerdos de convivencia dentro del grupo. La elaboración de un contrato social y su posterior
seguimiento es una tarea que las facilitadoras realizan de manera cuidadosa y en la cual invierten un número considerable de horas y esfuerzo.
Primero, para la creación del mismo y posteriormente para su seguimiento
y cumplimiento en el salón de clase. Una de las características de esta actividad es que las normas, en lugar de construirse desde fuera y sobre los
parámetros del profesor, se elaboran internamente y desde la experiencia
personal de cada uno de los niños quienes, en colaboración y aceptación
con sus compañeros, definen aquellas conductas que consideran importantes y que a su juicio les permiten trabajar de forma adecuada dentro
del aula.
Su elaboración incluye también establecer las consecuencias que se asumirán si alguno de ellos rompe con los acuerdos establecidos. Para su construcción, las profesoras formulan preguntas a los niños del tipo: “¿qué creen que
nos ayudaría a trabajar bien?” Anotan en el pizarrón las respuestas que se van
dando y después confirman con ellos si están de acuerdo o no en incluirlas
en el contrato. Una vez que el grupo las aprueba, las normas y consecuencias quedan definidas y registradas en una hoja de rotafolio, la cual es firmada por todos los miembros del grupo y colocada en una de las paredes del
salón de clase. Como ejemplo de lo anterior, a continuación, se presenta un
fragmento de esta actividad conducida y mediada por las facilitadoras:
Michelle: Vamos a hacer algo que se llama un contrato social. ¿Alguien
sabe qué es eso?
Joshua: Sí.
Michelle: ¿Qué es?
Joshua: Se tapa los ojos y agacha la cabeza contra la mesa: no me acuerdo,
yo sí... yo sí sabía que era, pero... ya no me acuerdo.
Michelle: Está bien. ¿Alguien se acuerda? A lo mejor Karla sabe.
Karla: A mí se me ocurre que el contrato social puede ser como las reglas
del salón para saber cómo debemos comportarnos, ¿sí? ¿Qué opinan?
[...]
104
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Karla: Está bien padre porque lo vamos a construir entre todos, no es lo que
a Michelle y a mí se nos ocurra, lo vamos a hacer entre todos. Si a ustedes
se les ocurre que hay alguna regla que debería haber.
[...]
Michelle: ¿Alguien me puede dar un ejemplo de algo que tenemos que
hacer aquí para que todo salga bien?
Noé: Hablar cuando... no estar platicando.
Karla: O sea, ¿no interrumpirnos?
Nazareth: Ajá, mientras asiente con la cabeza.
Karla: Ah, esa es una buena idea.
Michelle: ¿Les parece a ustedes? ¿Están de acuerdo o no?
El valor que tiene que las facilitadoras promuevan conversaciones alrededor del tema de las pautas de convivencia y reflexionen con los niños sobre
aquellas conductas o comportamientos que son adecuadas o no dentro del
aula, radica en que esto, van construyendo su propio “marco conductual”
(Centeno, 2007, p.130) desde el cual se moverán y actuarán, aprendiendo,
como mencionan Richard L. Curwin y Allen N. Mendler (2003), a responsabilizarse de su comportamiento, tomar sus propias decisiones y asumir las
consecuencias que se deriven de ellas. Por otra parte, cuando enseñantes y
aprendices establecen de forma conjunta las normas de clase, se promueven
relaciones más horizontales que resultan fundamentales para la edificación
de un clima de clase apto para el aprendizaje, donde los niños, sin temor a ser
sancionados por sus conductas o disminuidos en sus capacidades se sienten
confiados en participar, actuar, decir y hacer (Fierro et al., 2010).
Cabe destacar que en la práctica educativa que ocurre en el Centro Polanco, las interacciones para la construcción compartida de las normas de
convivencia no quedan suscritas solo a la elaboración del contrato social.
En diferentes momentos y a lo largo del proceso de enseñanza–aprendizaje, las facilitadoras retoman los acuerdos de convivencia como un recurso
para ordenar o regular las conductas, situación que resulta fundamental para
que los estudiantes se apropien de ellas y pasen a formar parte de su estilo
de ser, estar y actuar dentro del salón de clase. Esto lo realizan mediante
interacciones donde reflejan a los estudiantes que están incumpliendo con
una norma, por ejemplo: “veo que no se están comportando como ustedes
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 105
firmaron que nos íbamos a portar” o formulándoles preguntas que ayudan a
la autorregulación de su conducta:
Karla: Oigan, pero yo tengo una pregunta, ¿vamos a agarrar todos los colores al mismo tiempo o de uno por uno?
Niños: De uno por uno.
Karla: ¿Vamos a gritar mientras dibujamos o vamos a estar en silencio?
Niños: Estar en silencio.
Karla: Ok, muchas gracias.
En esta forma de corregir, se observa también un trato amable y cordial hacia
los niños, situación que a juicio de Fierro et al. (2010) resulta fundamental,
ya que la manera en que los profesores interactúan con los estudiantes para
hacer cumplir las normas, tiene un efecto inmediato en la conducta, pero a
largo plazo, implicaciones en el desarrollo emocional de los niños, así como
de la manera en que deciden comprometerse y participar de las diferentes
actividades de aprendizaje.
Por su parte Curwin et al. (2003) mencionan que cuando en los salones de
clase las normas que se establecen tienen por objetivo controlar la conducta
de los estudiantes para que estos sigan instrucciones precisas y que actúen de
acuerdo a lo que el profesor solicita, premiando y castigando sus actuaciones
o intervenciones, las normas pierden sentido, los estudiantes las perciben
ajenas a ellos mismos, y la motivación por seguirlas y cumplirlas se ve disminuida. Por el contrario, cuando estas se establecen de manera conjunta y en
lugar de premiar o castigar se definen consecuencias lógicas, los estudiantes
están más dispuestos a asumirlas, a hacerlas suyas, y por su propia voluntad,
a cumplirlas. Para lograr una mayor autorregulación de su comportamiento
y creando un ambiente de corresponsabilidad entre los compañeros.
El desarrollo de un sentido de competencia
Independientemente de los conceptos que se pretenden enseñar, una pieza fundamental para el aprendizaje de los niños es la percepción que cada
uno de ellos tiene sobre sí mismo y sobre sus capacidades como aprendices
(Haywood, 1993). Del papel que juega en el aprendizaje la valoración que el
profesor hace de sus estudiantes, se desprende que una de las principales
106
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
tareas que tiene por delante es la de alentar, animar y estimular los esfuerzos
que los aprendices realizan en torno a las tareas escolares (Zabala, 2000).
Valorar los logros, por más pequeños que estos sean, impulsa la autoestima
y la motivación por aprender, de esta manera, el reconocimiento que los
docentes hagan sobre el trabajo de los estudiantes, en cualquier situación
de enseñanza–aprendizaje resulta esencial, pero es en particular relevante
para niños que han experimentado fracaso escolar —como es el caso de los
niños que asisten al Centro Polanco— y cuyo desempeño se encuentra precedido por el “no puedo”, “no sé”, “no entiendo” (Centeno, 2007). Ante esta
situación, resulta imprescindible confiar en sus talentos y demostrarles tal
confianza, devolviéndoles con esto la valoración en sus propias capacidades,
teniendo en cuenta, como menciona Zabala (2000), su situación personal, las
dificultades que han tenido y los tipos de ayuda con los que han contado. En
la práctica educativa del Centro Polanco, se observa que las interacciones
que median un sentido de competencia en los niños tienen que ver con la
retroalimentación positiva que las facilitadoras hacen de su trabajo tanto de
manera individual como grupal, en ocasiones felicitándolos de manera verbal utilizando expresiones como “¡Excelente!”, “¡Muy bien!”, “¡Perfecto!”; en
otras, a través del contacto físico como el choque de palmas o tocando las mejillas de los niños o mediante aplausos que se otorgan de manera individual o
colectiva. En el contexto grupal, las expresiones de reconocimiento son del
tipo: “¡Gracias niños, maravilloso!”, “Perfecto, muy bien equipo uno (mientras aplaude)”, “Vamos a ver el equipo tres... me–sa... ¡Muy bien, excelente!
Un aplauso a todos los equipos”. En el contexto individual: “Muy bien, Noé”,
“¡Excelente, Lupis!”, “Muy bien, Camila, ¡Maravilloso! Vamos a leerla ahora”.
Lo que más se retroalimenta son las respuestas correctas de los niños:
“Muy bien. Entonces aquí ya tenemos el sonido mmm–aaa y ahora es la ‘M’
chiquita como dijo Camila” y los productos del aprendizaje: “Lupita, forma
la palabra sola”, y Karla le dice: “Perfecto, Lupita, chócala”, pero también
se les reconoce cuando están atentos a la tarea: “Muy bien (dice al ver que
la mayoría de los niños le prestaba atención)”, o el logro de actividades en
proceso; Karla se acerca a Nazareth y le dice: “Vas súper bien”.
Otro tipo de interacciones que median un sentido de competencia en los
niños, tiene que ver con el reconocimiento de aprendizajes previos: “Bueno,
hoy, porque ustedes ya se lo saben muy bien, vamos a trabajar, vamos a seguir
trabajando con la m y vamos a darles letras, y en equipo van a formar pala-
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 107
bras con la ‘M’” o con el reconocimiento público de las producciones de los
niños: “¿Puedo enseñar tu monstruo a los demás? (Vanesa se queda callada,
Michelle toma el dibujo y lo muestra a los compañeros) ¡Wooow, vean nada
más! ¡Está bien padre ese monstruo! ¿Cómo se llama?”.
De manera general, el valor que tienen las interacciones centradas en lo
que los niños son capaces de hacer, reconociendo sus logros, radica en que
el trabajo del salón de clase transcurre en un clima de confianza y respeto
mutuo que aumenta la participación y estimula el que los niños lo hagan de
manera espontánea como se muestra en la siguiente viñeta: “Yo leo, yo leo”.
Por otra parte, al utilizar expresiones altamente afectivas como “Excelente”,
“Muy bien”, “Grandioso”, etcétera, las interacciones generadas por las facilitadoras contribuyen de manera significativa al acercamiento emocional
entre enseñantes y aprendices rompiendo, como menciona Anita Nielsen
(2000), los modelos culturales que promueven la distancia afectiva entre el
que aprende y el que enseña. De la misma manera, el reconocer públicamente
el trabajo de los niños contribuye a que estos construyan una imagen positiva
sobre sí mismos y sus posibilidades de logro, ello debido a que este tipo de
interacciones les muestra que son vistos, que lo que tienen por decir o hacer
es valioso y que son personas dignas de atención.
De las interacciones presentadas se desprende que la cercanía física, las
palabras de aliento y el estar atento a las necesidades y logros que van teniendo los niños, caracterizan los patrones de relación al interior del grupo,
contribuyendo con esto a que las expectativas de trabajar exitosamente aumenten, al igual que el sentido que los estudiantes atribuyen al aprendizaje
y a sus capacidades como aprendices, lo cual es importante porque de esto
depende la manera en que estos niños se acerquen al aprendizaje de la lectura
y la escritura, más confiados, seguros y desde una percepción más positiva
de ellos mismos y sobre lo que significa aprender.
Cuando se trabaja con niños que de manera sistemática han experimentado
fracaso escolar —tal es el caso de los niños que acuden al Centro Polanco—
algunos de estos pueden sentirse devaluados e inseguros de su capacidad
para aprender, ya que los esfuerzos realizados “No se han visto recompensados” (Centeno, 2007, p.133) y por tal motivo perciben el aprendizaje como
algo aburrido y difícil de lograr, y a ellos mismo como poco capaces o torpes
para realizarlo. Ante estos hechos, diseñar situaciones educativas “donde
se pueda restituir la confianza y el aprecio por uno mismo y por las propias
108
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
capacidades es fundamental, ya que es crear la base sobre la cual el aprendizaje vuelve a adquirir significado” (Centeno, 2007, p.133). Las interacciones
basadas en el afecto, el respeto y el aprecio mutuo crean ambientes que
motivan a los estudiantes a aprender y que les ayudan a sentirse confiados y
seguros para afrontar los retos que las distintas situaciones de aprendizaje
les exigen o imponen.
Interacciones que movilizan la competencia de literacidad
Para Daniel Cassany, Marta Luna y Glòria Sanz (2003) existen básicamente
dos formas de aprender a leer y escribir: la basada en el aprendizaje del código y la basada en la construcción de sentido. En la primera de ellas, el
producto de la lectura o de la escritura es el interés principal del aprendizaje,
el proceso se hace por etapas y a través de actividades mecánicas y repetitivas como las planas, la copia o lectura de velocidad, donde lo que cuenta es
la rapidez y la precisión con la que se lee y no la comprensión que se tenga
del texto leído. En este caso, el aprendizaje de la lectoescritura se concibe
como una tarea de decodificación la cual finaliza cuando el niño es capaz de
establecer de forma correcta y sin error alguno, la relación entre fonemas
y grafías. Por el contrario, cuando el aprendizaje de la lectoescritura está
basado en la construcción de sentido, el proceso de construcción personal y
de comprensión son el centro de interés. Y el aprendizaje se da por finalizado
cuando los niños son capaces de utilizar la lengua escrita como un auténtico
instrumento de comunicación entre ellos y su entorno social y cultural.
Por su parte, María Gómez Palacio, Margarita Cárdenas, Eliseo Guajardo,
Ana Kaufman, Martha Maldonado et al. (1984) conciben a la lectura y la escritura como un sistema de representación del cual los niños van apropiándose
de manera progresiva. Desde esta perspectiva, este aprendizaje implica el
tránsito por una serie de estadios cualitativamente diferenciados que van
desde el ámbito presimbólico hasta el alfabético de conceptualización, y a
pesar de que no todos los niños tienen un acercamiento temprano a los libros,
las etapas de interpretación del lenguaje escrito, por las que atraviesan y
mediante las cuales van apropiándose del sistema de escritura, son similares
para todos. Para estas autoras, el niño se concibe como un aprendiz activo
que explora, formula hipótesis y comprueba el sentido de los textos. De esta
manera, y como se ha mencionado, aprender a leer y escribir no se reduce
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 109
al aprendizaje del código escrito, por el contrario, es un sistema de representación que se alimenta de las condiciones alfabetizadoras del entorno y
que los niños van construyendo cuando se enfrentan a él de manera crítica
y reflexiva.
Así, en función de lo planteado, es posible afirmar que en el escenario del
Centro Polanco, el aprendizaje de la lectoescritura inicial está basado en la
construcción de sentido donde maestros y estudiantes son sujetos activos
que intercambian ideas, que buscan alternativas a los problemas y que trabajan de manera colaborativa y reflexiva. Las acciones mediacionales ejecutadas
por las facilitadoras tales como:
a. Llamar la atención a elementos relevantes de la tarea.
b. Recuperar experiencias y conocimiento previo.
c. Aprender del error.
Estas acciones permiten que los niños aprendan de manera constructiva
desarrollando algunas de las habilidades básicas para el aprendizaje de la
lectoescritura inicial como son: el reconocimiento de fonemas y grafías, los
procesos de análisis y síntesis fonémica, la escritura de palabras y actividades de lectura, entre la que destaca la lectura compartida de cuentos.
Durante las sesiones, el grupo trabajaba de manera conjunta, pero también
en pequeños grupos, por parejas y de manera individual. En todos los casos,
las actividades estaban dirigidas por las facilitadoras y mediadas a través de
diferentes instrumentos materiales como hojas, colores, alfabetos móviles,
el pizarrón y cuentos infantiles. Y simbólicos, como el lenguaje que, al utilizarlo como una herramienta para la reflexión individual y grupal del código
escrito, permitió la construcción compartida de significados y conocimiento
al interior del grupo.
Llamar la atención a elementos relevantes
Los estudios realizados en las últimas décadas acerca del aprendizaje inicial
de la lectoescritura han mostrado que las habilidades de procesamiento
fonológico tienen un papel crucial en el desarrollo de la literacidad en los
niños (Gutiérrez–Fresneda y Díez, 2015; Bravo, Villalón y Orellana, 2002;
Porta, 2012; González, Cuetos, Vilar y Uceira, 2015; Núñez y Santamarina,
110
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
2014) y por ello resultan fundamentales en los procesos de enseñanza–aprendizaje. Como parte de esta tarea, los niños tienen que identificar los sonidos
por los que está constituida una palabra y ubicar de manera correcta cada
uno de ellos. De la misma manera, el poder establecer relaciones correctas
entre fonemas y grafías es otra de las habilidades básica para el aprendizaje de la lectoescritura inicial. Cuando los niños inician este proceso, se
encuentran ante una gran cantidad de información nueva para ellos, la cual
deben seleccionar, ordenar y clasificar, por lo que dirigir su atención hacia
aquellos elementos de la información que son relevantes, resulta vital para
esto y para que los niños avancen en el análisis y síntesis fonémica, dando
un significado a esos signos llamados letras, los cuales deben conocer, comprender y aprender.
Para lograr lo anterior, durante el proceso de adquisición, los diferentes usos que las facilitadoras dan a esta acción mediacional son los
siguientes:
• Identificar la presencia de un determinado fonema, en una palabra: “¿Cocodrilo lleva ‘I’?” o “¿Qué sonido es este? (mientras señala la letra ‘N’)”.
• Reconocer el número de veces que aparece una misma grafía dentro de
una palabra: “Misi, ¿cuántas ‘I’ lleva?”
• Presentar nuevas letras: “¿Reconocen estas letras que voy a poner aquí?
•¿Las han visto?”
• Llamar la atención de los niños hacia la manera correcta de articular los
sonidos: “Cuando dicen ‘F’, ¿la boca está abierta o cerrada?”
• Escribir palabras: “A ver, ¿qué sonido es este? Mmm, ¿verdad? ¿Qué sonido necesitamos para mesa?, ¿qué sonido debe de seguir?... Perfecto... Ya
tenemos mes... ¿Qué sonido nos falta?” “Camila: a (acomodan las letras)”.
“Karla: Excelente”.
Distinguir mayúsculas de minúsculas: “¿Y si es un nombre voy a poner la letra
minúscula o mayúscula?” “Noe: Mayúscula”. “Michelle y Karla: ¡Muy bien!”
• Ubicar el lugar que ocupa una grafía dentro de una letra: “Karla: ¿Café
lleva la ‘F’? ¿Dónde la lleva?” “Diana: En medio”.
• Trabajar síntesis fonémica: “Karla separa la ‘P’ de la ‘A’ y pregunta a los
niños: Si la juntamos con la ‘A’, ¿cómo suena?” “Noé: Pa”.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 111
• Identificar cada una de las grafías por las que está formada una palabra:
“Chicos, lean aquí (señalando la palabra ‘lo’) y pregunta: ¿Qué sonido es
este?” “Niños: l”. “¿Y este?” “Niños: o”. “¿Y junto es...?” “Niños: Lo”.
• Identificar objetos: “¿Ven esos dibujos que están en el pizarrón?” “Ian:
Esta es una cama”. “Karla: ¿Qué más hay?” “Ian: Pato”.
• Describir imágenes: “¿Aquí qué está pasando?” “Lupita: El señor está
comiendo”. “Michelle: ¿Qué está comiendo?” “Joshua: Pan”.
• Descubrir un error: “Karla: ¿Sabes qué sonido es este?” “Nazaret: Ese”.
“Karla: Pero en sonido, ¿alguien sabe?” Los alumnos dicen que no con la
cabeza. “Karla: Este sonido es sss”. “Nazaret: Como una víbora”. “Karla:
Ajá, como una serpiente”. “Alumnos: sss”. “Karla: Escuchen la palabra,
mi–mo, ¿tiene el sonido sss?”.
• Identificar grafías faltantes, en una palabra: “Michelle: Ahora quiero que
escriban ma–sa”. Los niños escriben “mas”. “Michelle: ¿Qué falta aquí?”
“Camila: Otra ‘A’”. “Michelle: Otra ‘A’, muy bien, Camila (dice mientras
chocan las palmas de la mano)”.
Llamar la atención a elementos relevantes de la tarea, se utiliza también durante la actividad de lectura compartida de cuentos, donde las facilitadoras
presentan a los niños los elementos por los que está constituido un libro. La siguiente interacción entre profesoras y estudiantes es un ejemplo de lo anterior:
A ver, compañeros, este es un libro. La parte de adelante del libro, o sea,
esta página que vemos aquí se llama portada y esta es contraportada (dice
mientras da la vuelta al libro y les muestra la contraportada). La persona
que escribe un libro se llama autor, a ver digan (los niños repiten la palabra
autor, de uno por uno) por ejemplo, si yo escribo un libro yo soy la autora
de ese libro, si Nazaret escribe un libro, Nazaret es el... y el nombre del
libro se llama título, por ejemplo, este título, ¿alguien reconoce lo que dice
aquí? (dice mientras señala el título del libro), (“Mi mamá”, responde un
niño). Perfecto, Joshua, este libro se llama “Mi mamá”. “Mi mamá” es el
título.
Mediante este pequeño intercambio entre enseñantes y aprendices, dado de
forma previa a la lectura de un cuento, es posible observar que además de la
acción mediacional de llamar la atención a los elementos por los que está
112
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
constituido el libro, la facilitadora introduce un par de ayudas más, la primera
de ellas al dejar inconclusa la frase: “Si Nazareth escribe un libro, Nazareth
es el...”. Permite que los niños den la respuesta y con esto verifica si están
apropiándose del conocimiento, y la segunda, al final de la interacción, al
preguntar: “¿Alguien reconoce lo que dice aquí?”, abre un espacio para que
lean por cuenta propia.
Otro de los momentos donde las facilitadoras llaman la atención de los
niños a elementos relevantes de la tarea que están desempeñando, ocurre
durante la lectura compartida de cuentos, cuando preguntan por hechos y
detalles específicos como, por ejemplo: “¿Cómo se llama el monstruo?” “¿De
qué se trató la historia?” “¿Se acuerdan en qué nos quedamos?”, o cuando
solicitan a los niños que observen las ilustraciones para, a partir de ellas,
anticipar la historia del cuento: “A ver, habiendo visto todas las ilustraciones,
de qué creen que se vaya a tratar el cuento?”.
Para concluir, debe señalarse que llamar la atención a los elementos relevantes de la tarea es una acción mediacional fundamental, ya que gracias
a ella, los niños pueden enfocarse en elementos clave y realizar con éxito
tareas básicas para el aprendizaje de la lectoescritura inicial como los son el
análisis y síntesis fonológica, así como nociones básicas de la escritura tales
como identificar letras, palabras y los elementos que constituyen un libro
(Goikoetxea Iraola y Martínez Pereña, 2015), además en este caso se observa
que las preguntas formuladas por las profesoras ayudan a los niños a dar una
respuesta que no podrían obtener de manera independiente, provocando con
esto la creación de ZDP que posibilita que los niños avancen en el aprendizaje
de la lengua oral y escrita (Onrubia, 2002).
Recuperar experiencias y conocimiento previo
Entre las acciones mediacionales que las facilitadoras llevan a cabo para
apoyar a los niños en el aprendizaje de la lectoescritura inicial, se encuentran
aquellas que les ayudan a aportar desde su conocimiento, a los diferentes
temas que se tratan en clase. La recuperación de experiencias y conocimiento previo fue una acción mediacional que abrió canales de comunicación
y participación en el grupo y que favoreció el conocimiento de lo impreso
por parte de los niños (Justice, Kaderavek, Fan, Sofka y Hunt, 2009, citados
en Goikoetxea Iraola y Martínez Pereña, 2015).
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 113
Durante el trabajo se puede observar una gran cantidad de ocasiones en
que las facilitadoras, al hacer uso de los conocimientos previos, despiertan el
interés de los niños en los textos leídos y recuperan el conocimiento que estos tienen sobre los elementos por los que está constituido un libro. Situación
que se observa sobre todo durante la lectura compartida de cuentos, donde
las facilitadoras, de manera rutinaria, presentan las portadas y contraportadas
preguntando a los niños: “¿Cómo se llama la persona que escribió el libro?”
“¿Cómo se llaman los dibujos?” “¿Cómo se llama el nombre del libro?”, preguntas que son respondidas por los estudiantes de manera sencilla, mencionando: “Título”, “Autor”, “Ilustraciones”, o de manera más elaborada, dando
explicaciones amplias sobre lo que es un libro y los elementos que contiene:
“Los libros son unas cosas y llevan adentro un papelito y ellos tienen que
inventar algo para que lo meta en el libro y pongan un montón de hojas y
dibujos, un montón de páginas y escriben las letras que dicen”.
Debido a lo anterior, es posible observar cómo la recuperación de conocimiento previo fue una acción mediacional que posibilitó el conocimiento
“temprano o emergente que puede desarrollar un niño prelector sobre las
formas y funciones del lenguaje escrito” (p.307) y entre las que se encuentran:
a. Reconocer la organización de un texto.
b. Nociones básicas sobre la escritura.
c. Interés en el lenguaje escrito y por los elementos que integran un libro
(Justice, Kaderavek, Fan, Sofka y Hunt, 2009, citados en Goikoetxea Iraola
y Martínez Pereña, 2015).
Además de lo anterior, esta acción mediacional favoreció el aprendizaje de
nociones básicas sobre la escritura, entre ellas: la identificación de grafías,
“A ver, esta letra de aquí, ¿cuál es?”; el reconocimiento de fonemas: “Karla:
¿Calor lleva ‘F’?” “Niños: No”; la escritura de palabras: “Carlos Aarón, vamos
a ver qué sonido sigue, vamos a escribir m–i–s–a, y aquí tenemos m–i, ¿qué
sonido sigue?” “Nazaret: sss”, y la lectura de palabras: “¿Quién sabe qué letra
es esta? (dijo Karla señalando la letra ‘L’)”. “Niños: ‘L’”. Karla siguió el mismo
proceso con la letra “I”, y los niños contestaron correctamente. Karla repitió
nuevamente las letras ya mencionadas, una por una junto con los niños: “F”,
“E”, “L”, “I”... y los niños fueron diciendo la palabra Feli...
114
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Dentro de las sesiones, una de las habilidades que más se trabaja es el
análisis fonológico, para ello las facilitadoras llevan a cabo diferentes tipos
de actividades, entre ellas, solicitar a los niños que encuentren palabras que
inicien con un determinado fonema. Cuando los niños están teniendo dificultad para responder, las facilitadoras utilizan esta acción mediacional
como un medio de ayuda para evocar sus respuestas, por ejemplo: “¿Qué
sonido hace la vaca?” “Alumnos: Muuu”. “¿Y cuándo sé muchas cosas soy...?”
“Lupis: Inteligente”. “Karla: ¿Y cuándo se me ocurre algo es que se me ocurre una...?” “Niños: Idea”. En estos momentos, la importancia que tiene esta
acción mediacional radica en que, gracias a ella, los niños pueden establecer
una conexión entre la nueva información y algún aspecto relevante existente de forma previa en su estructura mental o experiencial, con esto logran
entender, asimilar e interpretar la nueva información de manera mucho más
significativa (Novak, 1998).
Como se mencionó, la recuperación de experiencias y conocimiento
previo fue una acción mediacional que abrió canales de comunicación y
participación en el grupo, al utilizarla para compartir información acerca de actividades realizadas durante la clase: “Muy bien. Ahora, ¿quién le
puede decir a Lupita qué sonido trabajamos?”; retomar lecturas que quedaron
inconclusas: “Vamos a leer Drácula, ¿en dónde nos quedamos?” “Alumnos:
En la montaña”. “Karla: En la montaña. ¿Y qué había pasado hasta ahorita?”
“Nazaret: Va a pasar Drácula”. “Noé: Un murciélago”; preguntar sobre el
significado de alguna palabra como, por ejemplo: “¿Qué es un mimo?” “Noé:
Uno de los que le hacen así (dice mientras levantan las manos hacia el frente)”; recuperar los hechos y los detalles de los cuentos que se leen: “A ver,
¿entonces qué pasó? ¿Qué vio cuando se calló? ¿Cuál es el final de la historia?”,
y compartir experiencias personales:
Karla: ¿Cuáles creen que sean las cosas aterradoras que hay en el castillo?
Vanesa: Un fantasma.
Karla: Ok, sí, fantasmas... pueden ser.
Diana: Unas calaveras.
Karla: Unas calaveras, tienes toda la razón.
Karla a Jonathan: ¿Tú qué crees?
Jonathan: Eeeeh, unas estatuas que se mueven.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 115
Aprender del error
Hasta ahora se ha venido construyendo la idea de que el aprendizaje es un
proceso en esencia social e interactivo que ocurre cuando las personas se
involucran en actividades conjuntas con otros, donde los sujetos con mayor
dominio sobre la tarea que se realiza, guían y apoyan el aprendizaje de los
menos expertos. Este proceso involucra no solo a los otros que ayudan sino
también al mismo aprendiz, el cual, gracias a un proceso de internalización,
pasa al plano de la consciencia interna todo aquello —conocimiento, información, experiencias, sucesos— que inicialmente surge en el plano de lo
social, en la interacción con los otros. Se ha mencionado también que este
proceso de interiorización no es una copia de lo que ocurre fuera del sujeto
sino más bien una reelaboración personal mediante la cual el aprendiz se
va apropiando tanto del conocimiento como de los instrumentos y recursos
de su cultura (Zabala, 2000; Hernández Rojas, 2006; Daniels, 2009; Onrubia,
2002).
Aprender significa entonces, “elaborar una representación personal del
conocimiento”, hacerlo propio e incorporarlo a los esquemas y estructuras cognitivas (Zabala, 2000, p.100), lo que en el caso del aprendizaje de la
lectoescritura inicial quiere decir que el niño se apropia de este objeto de
conocimiento de manera activa y constructiva; explorando, reflexionando,
preguntando, manipulando objetos y materiales.
Durante el proceso de aprendizaje, el niño cometerá mucho errores, pero
desde esta perspectiva, estos no se entienden como algo negativo o como un
obstáculo para el aprendizaje, por el contrario, se aprovechan como una oportunidad más para que los niños avancen en la apropiación de este sistema
de representación (Ferreiro, 2001). De esta manera, en los procesos de enseñanza–aprendizaje, los profesores deberán estar atentos a las equivocaciones
que comenten los niños al momento de leer y escribir, y sin regañarlos o
penalizarlos ayudarlos a descubrir, evaluar o generar una nueva comprensión
a partir de ellos, de tal forma que comprendan que equivocarse o cometer un
error forma parte de su propio proceso de aprendizaje y que reflexionando
sobre ellos pueden corregirlos, dar una respuesta correcta y avanzar en su
proceso de conceptualización (Gómez Palacios et al., 1984).
En relación a esto, durante las sesiones de trabajo en el Centro Polanco,
es posible observar cómo las facilitadoras, de manera constante, hacen
116
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
uso de esta acción mediacional para ayudar a los niños tanto de manera
individual como grupal a aprender a partir de sus equivocaciones, principalmente durante las actividades de escritura o de análisis fonémica.
Cuando los niños cometen algún error, las facilitadores se acercan a ellos y
mediante preguntas como “¿Me puedes decir qué dice ahí?”, “¿Estás seguro
que así se escribe esta palabra?”, “¿Qué letra sigue?”, “¿Cómo podemos
hacer para ...?” Dan lugar a procesos reflexivos para que los niños por sí
mismos descubran la falla cometida y la corrijan; para ejemplificar lo anterior, se presenta la siguiente interacción entre enseñante y aprendices,
donde un grupo de niños trabajan con el alfabeto móvil para escribir la
palabra “sopa”:
Karla: Vamos a ver al equipo dos. Vamos a leerlo... “Asop”, ¿qué hay que
hacer para arreglarlo?, ¿con qué sonido quieres que empiece?
Camila cambia la letra “P” al principio.
Karla: Muy bien, Camila, maravilloso. Vamos a leerla ahora.
Karla: P–A–S–O.
Karla: Muy bien, la va a leer Camila sola (dice mientras señala las letras).
Camila: P–A–S–O.
Karla: Excelente. Ahora la va a leer Diana.
Diana: P–A–S–O.
Karla: Excelente.
La interacción anterior muestra cómo la facilitadora al darse cuenta de que
la palabra escrita por los niños no es correcta, se acerca a ellos y en lugar
de decirles “Esto no está bien escrito” o “Esta no es la palabra que yo dicté”,
para hacerles notar que están teniendo un error, lo primero que hace es leer
la palabra en voz alta, de esta manera los niños por sí mismos se dan cuenta de que la palabra escrita es incorrecta. En un segundo momento y tras
cuestionarlos sobre la manera correcta de escribirla, les brinda también la
oportunidad de corregirla por cuenta propia.
En otras ocasiones, la manera que utilizan las facilitadoras para corregir
la escritura de los niños es llamando la atención a los sonidos de las letras:
“¿Queremos que haga el sonido t o queremos el sonido e”. “¿Falda empieza
con tu?” “¿Ahí dice le?”. En otras ocasiones, cuestionándolos sobre el orden
en el que colocaron las letras, por ejemplo, dictan la palabra “balón” y los
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 117
niños escriben “baol”, acto seguido, la facilitadora pregunta “¿Está en orden para decir balón?” A lo que los niños responden: “No”. La facilitadora
confirmando esa respuesta menciona: “No, ¿verdad?”, para luego pedirles
que acomoden las letras de forma correcta, o los cuestionan para que se
den cuenta de la omisión de alguna letra, tal es el caso de la siguiente interacción:
Karla: Muy bien. Tenemos “pa” yo quiero “pa–lo”.
Nazareth: La “O”.
Karla: ¿Cómo suena esto?
Pao. Entonces me falta un sonido, ¿verdad? Nazareth: La ele.
El error se utiliza de manera constructiva dentro del salón de clase cuando la
equivocación de un niño se aprovecha como una oportunidad de aprendizaje
para el resto del grupo, lo cual ocurre con frecuencia durante las actividades
de análisis fonético donde las facilitadoras piden a los niños que mencionen
palabras que inicien con una determinada grafía.
Para ejemplificar lo anterior, en una sesión donde los niños tenían que decir palabras con la ‘F’ un niño menciona “gato”, las facilitadoras, sin rechazar
su respuesta, preguntan al resto del grupo: “¿Gato tiene ‘F’?”, a lo cual uno de
los compañeros responde: “Sí tiene”, ante esta segunda respuesta incorrecta por parte de los niños, las facilitadoras escriben la palabra en el pizarrón,
posteriormente la deletrean y vuelven a preguntar “¿Tiene ‘F’?”, a lo que los
niños logran responder al final y de forma apropiada que no. En este tipo de
interacción es posible observar cómo, sin evidenciar o censurar los errores
que los niños van cometiendo, es posible aprovechar estas producciones
como una oportunidad para lograr comprensiones compartidas donde el
grupo entero aprende.
Los ejemplos presentados muestran que al estimular el pensamiento reflexivo dentro del grupo, las profesoras crean las condiciones necesarias para
que los niños se involucren de manera activa y constructiva en el aprendizaje
de la lectura y escritura, al acercarse a ella desde una nueva perspectiva y de
manera más significativa.
La práctica educativa que ocurre en el Centro Polanco evidencia que al
fomentar interacciones educativas de calidad y diseñar situaciones de aprendizaje dialógicas y participativas, los niños etiquetados por su contexto fa-
118
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
miliar y escolar como “niños con dificultades de aprendizaje” logran romper
con las barreras que les impiden aprender, con lo cual recuperan la confianza
en sus competencias como aprendices, al mostrarse mucho más seguros y
animados para participar de las diferentes actividades y afrontando de mejor
manera los retos escolares que se les presentan.
Esta experiencia pedagógica muestra la importancia que para el aprendizaje escolar de los niños tienen las interacciones y mediaciones que los
docentes llevan a cabo dentro de los salones de clase, las cuales, de acuerdo
a lo que se ha presentado en este capítulo, pueden marcar la diferencia entre
el éxito o el fracaso escolar de niños en situación de vulnerabilidad.
DISEÑO DE LA ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE
Diseñar situaciones educativas de calidad, donde las interacciones y mediaciones que llevan a cabo los profesores, contribuyan, como lo menciona
Onrubia (2002), a la construcción de ZDP que permitan a los niños el despliegue de habilidades cognitivas, afectivas y sociales para el aprendizaje
de la lectoescritura inicial, no es tarea sencilla. Para ello, resultan primordiales las decisiones que el profesor va tomando a lo largo del proceso educativo en relación al contenido que se aprenderá, el tipo de material a utilizar, la complejidad de las tareas, las secuencias didácticas que se seguirán,
las normas generales de comportamiento que se implementarán, la organización social del aula que se tendrá y por supuesto, los aspectos relacionados
con su forma de actuar, es decir, determinar cuándo y cómo intervendrá.
Todos estos son factores que irán delineando una manera particular de actuación y relación entre los miembros del grupo.
Con el afán de orientar a los educadores en el diseño de situaciones de
aprendizaje que movilicen las habilidades de expresión oral y escrita de niños
que presentan dificultades para su aprendizaje, a continuación se presenta
una pequeña guía que, desde la perspectiva teórica que este capítulo ha desarrollado, ayudará para ello.
Principios generales
1. Bajo la creencia de que el aprendizaje es producto de la interacción
entre el individuo y su entorno al participar de actividades sociales y
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 119
culturalmente significativas, lo primero que se debe considerar es que los
procesos escolares de enseñanza–aprendizaje son en esencia “proceso
interactivos” (Coll, 2003, p.136), donde hay un sujeto que aprende a partir
de sus propias habilidades y capacidades, un conocimiento que se debe
de aprehender y un profesor que despliega un conjunto de acciones que
ayudan para que el otro aprenda.
2. Dado que el aprendizaje no es una mera actividad cognitiva, al momento
de tomar decisiones acerca de qué se aprenderá, cómo se llevará acabo ese
aprendizaje y con quién o cuándo se realizará, el profesor deberá considerar también la dimensión social y afectiva del mismo, de tal manera que
sea capaz de diseñar escenarios de actividad donde lo cognitivo, lo social
y lo afectivo se entrelacen y adquieran la misma importancia dentro del
proceso educativo.
3. Dimensiones implicadas en los procesos de aprendizaje (véase la figura 3.1).
4. Considerando que la acción constructiva del aprendiz se desarrolla y
toma forma en la actividad interpersonal, las experiencias de aprendizaje
que se diseñen deberán fomentar el trabajo compartido y colaborativo, así
como el pensamiento crítico y reflexivo donde enseñantes y aprendices se
relacionan y forman parte de una comunidad, de la cual todos participan y
aprenden, en igualdad de condiciones, dialógicamente y bajo muy diversas
formas, actividades y productos de aprendizaje.
La organización de la actividad de aprendizaje en el salón de clase
Para que lo que ocurre dentro del aula refleje los principios señalados con
anterioridad, a continuación, se presenta un marco general para el trabajo
pedagógico dentro del salón de clase, el cual se divide en cuatro momentos
diferentes:
1. Acogida o recibimiento.
2. Preparación de la actividad.
3. Desarrollo de la actividad.
4. Cierre.
120
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
FIGURA 3.1 DIMENSIONES IMPLICADAS EN LOS PROCESOS DE APRENDIZAJE
Actividades
significativas,
cognitivamente
estimulantes y
reflexivas
Dimensión
social
Dimensión
afectiva
Dimensión
cognitiva
Generar sentimientos
de competencia,
seguridad y confianza
Interacciones
igualitarias, dialógica
y solidarias
Cada uno de los cuales cumple un propósito específico de aprendizaje y
atiende de manera particular alguna de sus dimensiones —cognitiva, afectiva o social— señaladas de forma previa en el punto número 2 del apartado
“Principios generales”.
Acogida o recibimiento
Este espacio está diseñado para preparar el ambiente para el aprendizaje y
generar sentimientos de confianza y de pertenencia al grupo. Se trata de un
momento previo al desarrollo de las actividades que permite a los niños reconocer el espacio de trabajo como un espacio seguro, de camaradería, donde
nos alegramos por vernos y reencontrarnos. Las interacciones que ocurren en
este momento fortalecen la dimensión social y afectiva del aprendizaje, contribuyen a la construcción del tejido social del grupo y muestran a los niños la
importancia de relacionarnos con el otro de manera afectiva. Se recomienda que
sea un espacio donde la participación de los niños sea libre y espontánea,
practicando una escucha atenta por parte de todos los miembros del grupo.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 121
Acciones mediacionales que forman parte de este momento:
• Tener dispuesto el espacio de trabajo: mesas y sillas en orden, materiales
listos y acomodados.
• El profesor se encuentra en su espacio de trabajo atento para recibir a
los estudiantes.
• Poner asistencia: detenernos un momento para darnos cuenta quiénes
están y quiénes están ausentes.
• Platicar un poco acerca de cómo llegamos al salón de clase, ¿cómo nos
sentimos?
• Conversar sobre lo que hemos hecho fuera de la escuela.
• Recordar los acuerdos de convivencia.
Preparación de la actividad
Este momento de la sesión está diseñado para presentar a los niños las actividades que se llevarán a cabo durante toda la jornada, lo que se espera que
ellos realicen durante este tiempo y lo que necesitan hacer para lograrlo.
Busca comunicar el sentido y propósito de la actividad, lo que ayuda a los niños
a estructurar cognitivamente y a ordenar de forma secuencial las diferentes actividades de la clase contribuyendo de manera particular a la dimensión
cognitiva del aprendizaje escolar. Se recomienda que sea un espacio breve,
claro y conciso.
Acciones mediacionales que forman parte de este momento:
• Mencionar los objetivos de aprendizaje del día.
• Presentar el tema principal que se desarrollará en la clase, así como las
actividades específicas que se realizarán.
• Si se dejó alguna actividad tipo “tarea” retomarla, verificar que se haya realizado, así como las dificultades que se hayan tenido para cumplir con ella.
• Si el contenido a trabajar durante la sesión está conectado con conocimientos previos, llamar la atención de los niños a este hecho y ayudarlos
a conectar entre ambos conocimientos, por ejemplo: “¿Recuerdan que en
la última sesión leímos un cuento sobre delfines? Pues el día de hoy vamos a investigar sobre los hábitos de estos animales y elaboraremos unas
122
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
fichas con imágenes de delfines en donde escribirán la información que
hayamos encontrado”.
Desarrollo de la actividad
Este es el momento más importante del proceso enseñanza–aprendizaje donde los niños, bajo la guía del profesor, llevan a cabo las diferentes actividades,
mediante las cuales se apropiarán del conocimiento y de los contenidos del
curso. En este momento, las interacciones y mediaciones que el docente lleva a
cabo son clave y deberán permitir que el aprendizaje se dé dentro de la ZDP,
mediante el diálogo, el pensamiento crítico y reflexivo y la participación en
actividades compartidas. Las interacciones y mediaciones que ocurran no
solo deberán contribuir a la dimensión cognitiva del aprendizaje, se cuidará
también que abonen a la dimensión social y afectiva para que todos los niños
participen con éxito, de todas las actividades escolares de aprendizaje.
Acciones mediacionales que forman parte de este momento:
Previo a la sesión de trabajo:
• Definir cuál o cuáles serán las diferentes agrupaciones sociales del aula,
es decir, quién trabajara con quién, durante cuánto tiempo y en cuál o
cuáles actividades.
• Definir el tipo de intervención que tendrá el profesor, ¿cuándo y cómo
intervendrá?, ¿qué tipo de ayudas dará?, ¿cuáles son los recursos materiales
con los que contará?
Durante la sesión de trabajo:
Para preparar el ambiente para el aprendizaje:
• Construir de forma conjunta entre profesor y estudiantes las normas de
convivencia del grupo, definiendo también las consecuencias que se seguirán en caso de no cumplirlas. Retomarlas de manera cotidiana al inicio de
las sesiones de trabajo y regresar a ellas cada vez que sea necesario para
que los niños vayan apropiándose paulatinamente.
• Alentar los avances y animar la participación libre y espontánea de los
niños.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 123
• Reforzar de manera contingente los logros que los niños van teniendo,
incluso si estos son pequeños.
• Reconocer en lo individual y grupal aquello que hacen bien y que puede
servir a otros niños a aprender.
• Estimular el apoyo entre compañeros al pedir a los niños que se ayuden
entre sí.
• Fomentar diálogos informales que ayuden a tejer lazos de amistad dentro
del grupo.
• Otorgar a los niños la responsabilidad del cuidado de los materiales y
del espacio de trabajo.
• Confiar en sus capacidades como aprendices y transmitirles esa confianza mediante interacciones que les permitan descubrir sus fortalezas
y habilidades.
Para movilizar la competencia de literacidad:
• Diseñar actividades de aprendizaje donde los niños descubran los usos
sociales y comunicativos de la lectura y la escritura: escribir cartas, elaborar recetarios, listas de compras, escribir canciones, poemas, cómics,
etcétera. Todas estas actividades muestran a los niños que la lectura y la
escritura van mucho más allá del salón de clase, sirven para comunicarnos con otros al utilizar diferentes tipos de formatos, dependiendo de la
situación en la cual se use.
• Acercarlos de manera crítica y reflexiva al aprendizaje de la lectoescritura.
• Para el desarrollo de habilidades de procesamiento fonológico, por
ejemplo, solicitarles: a) que identifiquen los sonidos por las que está
constituida una determinada palabra, b) que ubiquen dentro de una
misma palabra o en varias, un sonido en particular, c) nombrando palabra que inicien o terminen con un determinado sonido, d) clasificando
imágenes en cuyos nombres haya un sonido determinado, etcétera.
• Para el desarrollo de la escritura, pidiéndoles que a) identifiquen
las letras por las que está constituida una palabra, b) que pongan juntas todas las palabras que inician con un determinado grafema o sílaba, c) que agreguen, quiten o sustituyan letras dentro de una palabra,
etcétera.
• Para el desarrollo de la comprensión lectora, además de identificar los
hechos, detalles y los personajes de una historia, ayudarlos a construir:
124
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
a) inferencias, b) hacer predicciones, c) anticipar el contenido del texto,
d) conectar con conocimientos previos.
• Fomentar diferentes tipos de organización social dentro del aula, trabajo
en pequeños grupos, por parejas, con todo el grupo o de manera individual.
• Utilizar el error de manera constructiva. Cuando los niños comenten
alguna equivocación, el profesor deberá aprovechar esa situación como
una oportunidad más para el aprendizaje, llamando la atención de los
niños a ese hecho y sin penalizarlos o regañarlos, pedir que se corrija.
En estos momentos las interacciones del profesor podrían ser del tipo:
“¿cuál letra nos hace falta?” “¿cuál sobra?” “Estas dos letras, ¿suenan igual
o diferente?”, etcétera.
• Fomentar la lectura recreativa y por placer al reserva todos los días un
momento de la clase para llevar a cabo esta actividad, utilizando libros
infantiles con temas de interés para los niños y variando el género literario; poesía, rimas, cuentos, cómics, etcétera, lo que ayudará a aumentar el
interés y motivación de los niños por leer, y se reforzarán sus habilidades
orales, la fluidez expresiva y la comprensión lectora.
• Además del libro de texto, utilizar diferentes materiales y recursos físicos
tales como alfabetos móviles, memoramas de letras y / o palabras, láminas
con imágenes, figuras con imágenes y palabras, videos, cuentacuentos,
etcétera.
Cierre
El objetivo de este momento es que los niños perciban la experiencia de
aprendizaje como un todo integrado y ordenado. El objetivo es hacer una
recapitulación y evaluación de los procesos vividos durante la sesión. Esta valoración tiene que ser breve y deberá permitir a los niños reconocer lo qué
hicieron y cómo lo hicieron, lo que les ayudó a aprender, lo que les impidió
hacerlo, lo que disfrutaron y lo que les gustaría hacer en sesiones futuras. Las
interacciones que ocurren en este instante, ayudan a fortalecer la dimensión
cognitiva del aprendizaje ya que abren espacios de reflexión metacognitiva,
donde los niños expresan no solo lo que aprendieron sino cómo lo aprendieron. Pero también abona a la dimensión social y afectiva, al recuperar
aquellas situaciones del proceso educativo que les ayudaron a aprender y
las que disfrutaron.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 125
Acciones mediacionales que forman parte de este momento:
• Pedir a los niños que identifiquen las actividades que realizaron durante
la jornada de trabajo y de ser posible que las ordenen cronológicamente.
• Preguntar a los niños sobre los contenidos revisados durante la clase.
• Recuperar con los niños los aprendizajes obtenidos y las actividades que
más les gustaron.
• Retomar los acuerdos de convivencia al reflexionar si se cumplieron o
no durante la jornada de trabajo.
• Reconocer el trabajo que se hizo al hacer explícitos los avances y felicitando al grupo por el esfuerzo realizado.
CONCLUSIONES
En este capítulo hemos visto el papel fundamental que en los procesos de
enseñanza–aprendizaje juegan las interacciones generadas entre profesores
y estudiantes, y cómo la calidad de estas tiene el potencial de influir positivamente en sus logros académicos y sociales, el sentido de competencia y la
motivación por aprender de niños que presentan dificultades en el aprendizaje de la lectoescritura inicial.
La interacciones y mediaciones que aquí se presentan ponen en evidencia que, del conjunto de relaciones interactivas necesarias para fomentar
el aprendizaje de la lectura y la escritura, aquellas basadas en el afecto, la
escucha activa, la responsabilidad compartida y la posibilidad de equivocarse y remontar crean ambientes que motivan a los estudiantes a aprender, y
que les ayudan a sentirse confiados y seguros para afrontar los retos que las
distintas situaciones de aprendizaje les exigen o imponen.
En esta misma línea, las interacciones y mediaciones que llevan a cabo las
profesoras para fomentar procesos reflexivos de pensamiento, tales como,
recuperar conocimiento y experiencias previas, llamar la atención de los
niños a los elementos relevantes del conocimiento que deben adquirir y
aprovechando el error de manera constructiva y como una oportunidad
más de aprendizaje, son las que posibilitan que los niños se involucren
de manera activa y constructiva en su propio proceso de aprendizaje, y
con esto avancen en su comprensión y aprehensión del sistema de lectura
y escritura.
126
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Las acciones mediacionales que aquí se presentan muestran que cuando las prácticas pedagógicas para el aprendizaje de la lectura y la escritura favorecen el intercambio de opiniones, el trabajo colaborativo y
compartido, y la manipulación de diferentes materiales y portadores de
texto, los niños se acercan a ella desde una nueva perspectiva, al descubrir
el verdadero sentido e importancia de este sistema de comunicación, y
aprendiéndolo desde el gusto y el placer, y no por la obligación de tenerlo
que hacer.
Guiar y acompañar a los niños en sus procesos de aprendizaje, y ayudarlos
a construir comprensiones cada vez mayores sobre la lectura y la escritura,
es una tarea que requiere por parte de los profesores la capacidad de ofrecer
ayudas contingentes según las necesidades y estilos de aprendizaje de cada
uno de ellos, tarea que resulta más sencilla cuando la actividad del aula está
diseñada para trabajar de manera colaborativa y en pequeños grupos, por lo
que en los salones de clase regulares, donde el número de niños es mucho
mayor que el de los grupos de trabajo del Centro Polanco, sería aconsejable
que los profesores alternaran entre diferentes tipos de organización social;
por parejas, en pequeños grupos o individual, lo que les brindaría una mayor
oportunidad para dar un seguimiento puntual y cercano a sus estudiantes,
al acompañar con mayor destreza y eficacia el desempeños de cada uno de
ellos.
Otro elemento importante a considerar es que “desde esta perspectiva”,
la diversidad en los estilos y ritmos de aprendizaje de los estudiantes no es
vista como un obstáculo para el aprendizaje sino como una oportunidad
y una ventaja para promoverlo, porque es a través de la colaboración con
otros que tienen distintas capacidades que se construyen nuevos y diversos
conocimientos y donde aprendemos a convivir, respetando y valorando las
diferencias individuales.
Al final, es importante mencionar que relacionarnos con el otro de manera
dialógica y participativa no solo es una experiencia de aprendizaje, es una
manera de ser y estar en el mundo, la cual nos enseña que no somos sino
a través del otro, en esos encuentros y desencuentros cotidianos que nos
han permitido, y nos permiten, ser quienes somos, asumiendo imágenes de
nosotros mismos que se van formando en la interacción y el encuentro con
los demás.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 127
REFERENCIAS
Baquero, R. (1997). Vygotsky y el aprendizaje escolar. Buenos Aires: AIQUE.
Bravo, L., Villalón, M. y Orellana, E. (2002). La conciencia fonológica y la
lectura inicial en niños que ingresan a primer año básico. PSYKHE,
Revista de la Escuela de Psicología, 11(1), 175–182. Recuperado de
www. revistadisena.uc.cl / index.php/psykhe/article/view/ 19635+&cd
=1&hl=es-419&ct=clnk&gl=mx
Cabello, M. (2011). La organización del espacio en educación infantil: poderoso instrumento docente. Pedagogía Magna, No. 11 (1 de febrero),
196–203. Recuperado el 10 de febrero de 2020, de https://dialnet.unirioja.
es/ servlet/articulo?codigo=3629187
Cassany, D., Luna, M. y Sanz, G. (2003). Enseñar lengua. Barcelona: Graó.
Centeno, M. (2007). Comunidades de aprendizaje: una apuesta educativa ante
el fracaso escolar de alumnos con necesidades educativas especiales. Tesis
de maestría, Guadalajara, México, Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Occidente.
Cole, M. (1990). Psicología cultural. Madrid: Morata.
Coll, C. (2003). Aprendizaje escolar y construcción del conocimiento. México:
Paidós.
Coll, C., Onrubia, J. y Mauri, T. (2008). Ayudar a aprender en contextos educativos: el ejercicio de la influencia educativa y el análisis de la enseñanza.
Revista de Educación, No. 346, 33–70.
Curwin, R.L. y Mendler, A.N. (2003). Disciplina con dignidad (2a ed.). Guadalajara: ITESO.
Daniels, H. (2009). Vygotsky y la pedagogía. México: Paidós.
Ferreiro, E. (2001). Alfabetización. Teoría y práctica. México: Siglo XXI.
Feuerstein, R. (1980). Instrumental enrichment: an intervention program por
cognitive Modifiability. Baltimore: University Park.
Fierro, C., Carbajal, P. y Martínez–Parente, R. (2010). Ojos que sí ven. Casos para reflexionar sobre la convivencia en la escuela. México: Somos
Maestros.
Fierro, C. y Fortoul, B. (2017). Entretejer espacios para aprender y convivir en
el aula. Ciudad de México: SM / Aula nueva.
Flecha, R. y Álvarez, P. (2016). Fomentando el aprendizaje y la solidaridad
entre el alumnado a través de la lectura de clásicos de la literatura: el
128
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
caso de las tertulias literaria dialógicas. Educación, Lenguaje y Sociedad,
13(13) (abril), 1–19. Recuperado el 9 de febrero de 2022, de http://dx.doi.
org/10.19137/els-2016-131302
Goikoetxea Iraola, E. y Martínez Pereña, N. (2015). Los beneficios de la
lectura compartida de libros: breve revisión. Educación XXI, 18(1),
303–324. Recuperado el 9 de febrero de 2022, de doi:10.5944/edu
cXX1.18.1.12334
Gómez Palacio, M., Adame, M., Cárdenas, M., Contreras, D., Galindo, R. et
al. (1991). Propuesta para el aprendizaje de la lengua escrita. SEJ, Coordinación de educación básica / Dirección general de educación primaria
/ Jefatura del sector No. 2 federal. México: SEP. Recuperado el 9 de febrero de 2022, de https://sector2federal.files.wordpress.com/2014/08/
propuesta-para-el-aprendizaje-de-la-lengua-escrita.pdf
Gómez Palacio, M., Cárdenas, M., Guajardo, E., Kaufman, A., Maldonado, M.
et al. (1984). Propuesta para el aprendizaje de la lengua escrita. México,
México: SEP–OEA.
González, R.M., Cuetos, F., Villar, J. y Uceira, E. (2015). Efectos de la intervención en conciencia fonológica y velocidad de denominación sobre
el aprendizaje de la escritura. Aula Abierta, 43(1), 1–8. Recuperado el 9
de febrero de 2022, de https://www.sciencedirect.com/science/article/
pii/S0210277314000225
Guitart, E. (2008). Hacia una psicología cultural. Origen, desarrollo y perspectivas. Fundamentos en Humanidades, 10(2), 7–23. Recuperado el 9 de
febrero de 2022, de https://www.redalyc.org/pdf/184/18411970001.pdf
Guitart, M. (2011). Una interpretación de la psicología cultural: aplicaciones
prácticas y principios teóricos. Suma Psicológica, 18(2), 65–88. Recuperado el 11 de agosto de 2020, de https://www.redalyc.org/articulo.
oa?id=134222985006
Gutiérrez–Fresneda, R. y Diez, A. (2015). Aprendizaje de la escritura y habilidades de conciencia fonológica en las primeras edades. Bordón, 67(4),
43–59. Recuperado el 9 de febrero de 2022, de https://scholar.google.com/
scholar?oi=gsb95&q=aprendizaje%20de%20la%20escritura%20y%20
habiliddes%20de%20conciencia%20fonol%C3%B3cia%20en%20al%
20 primeras%20edades&lookup=0&hl=es
Haywood, H.C. (1993). A mediational teaching style. International Journal of
Cognitive Education and Mediated Learning, 3(1), 27–38. Recuperado el
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 129
9 de febrero de 2022, de http://www.dynamic-assessment.dk/images/
En_medierende_tilgang.pdf
Hernández Rojas, G. (2006). Miradas constructivistas en psicología de la educación. México: Paidós.
Nielsen, A. (2000). Afecto y cognición. Renglones, No. 45, 25–30. Recuperado el 10 de febrero de 2022, de https://rei.iteso.mx/bitstream/handle/
11117/517/45_04_afecto_y_cognicion.pdf?sequence=2
Novak, J. (1998). Aprendiendo a aprender. Barcelona: Martínez Roca.
Núñez, M.P. y Santamarina, M. (2014). Prerrequisitos para el proceso de
aprendizaje de la lectura y la escritura: consciencia fonológica y destrezas orales de la lengua. Lengua y Habla, No. 18, 72–92. Recuperado
el 10 de febrero de 2022, de https://www.redalyc.org/pdf/5119/51195137
4006.pdf
Onrubia, J. (2002). Enseñar: crear zonas de desarrollo próximo e intervenir
en ellas. En C. Coll, E. Martín, T. Mauri, M.O. Miras, J. Onrubia et al., El
constructivismo en el aula (pp. 6–14). Barcelona: Graó.
Orru, S. (2003). Reuven Feuerstein y la modificabilidad de la teoría cognitiva
estructural. Revista de educación, 3(32), 33–54.
Porta, M. (2012). Un programa de intervención pedagógica en conciencia
fonológica. Efectos sobre el aprendizaje inicial de la lectura. Revista
de Orientación Educacional, 26(50), 93–111. Recuperado el 10 de febrero de 2022, de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo
=4554590
Rogoff, B. (1993). Aprendices del pensamiento. Barcelona: Paidós.
Suárez, C. (2004). La zona de desarrollo próximo, categoría pedagógica para
el análisis de la interacción en contextos de virtualidad. Pixel–Bit. Revista de Medios y Educación, No. 24, 5–10. Recuperado el 10 de febrero
de 2022, de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=36802401
Tharp, R.G y Gallimore, R.G. (1988 ). Rousing minds to life: teaching, learning,
and schooling in social context. Nueva York: Cambridge: Cambridge University .
Tharp, R.G., Estrada, P., Dalton, S. y Yamauchi, L. (2002). Transformar la enseñanza. Excelencia equidad, inclusión y armonía en las aulas y las
escuelas. Barcelona: Paidós.
Vygotsky, L. (1995). Pensamiento y lenguaje. Nueva edición a cargo de Alex
Kozulin. Barcelona: Paidós.
130
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Wells, G. (2001). Indagación dialógica. Hacia una teoría y una práctica socioculturales de la educación. Barcelona: Paidós.
Wertsch, J. (1995). Vygotsky y la formación social de la mente. Barcelona: Paidós. Zabala, A. (2000). La práctica educativa. Cómo enseñar. España:
Graó.
Æ̽ʹ»»ÁÇƽËÉͽ¾¹ÎÇʽ»½Æ½Ä¹ÈʽƼÁҹ½¼½Ä¹Ä½»Ìǽ˻ÊÁÌÍʹÁÆÁ»Á¹Ä 131
Impulso a la lectura divergente
a través de proyectos letrados
MÓNICA MARÍA MÁRQUEZ HERMOSILLO
El mejor libro es el que te lleva a otros libros.
RAÚL PÁRAMO ORTEGA
Resumen: El capítulo describe la implementación de proyectos letrados como artefactos mediacionales para movilizar la lectura más allá de las líneas, también llamada
lectura divergente, útil para impulsar el desarrollo de las competencias de literacidad.
La propuesta se origina en algunos de los hallazgos de una investigación de campo
realizada entre niñas y niños de cinco escuelas públicas ubicadas en colonias de
escasos recursos de la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, México. El capítulo
se organiza en tres apartados: a) Marco conceptual sobre el que se sustenta la categoría de lectura divergente y la noción de artefacto; b) Características de la intervención
observada y de las pistas arrojadas por la investigación; c) Pautas para la implementación de proyectos letrados en el aula. Se pretende que profesores y promotores de
lectura encuentren líneas de reflexión y orientaciones para la acción capaces de dotar
de mayor significatividad las experiencias de lectura de niños y niñas, en especial los
provenientes de escuelas ubicadas en sectores desfavorecidos ya sea en lo económico o en
lo cultural.
Palabras clave: literacidad, lectura divergente, proyectos letrados, aprendizaje basado
en proyectos, artefactos culturales.
Abstract: The chapter describes the implementation of Literacy Projects as mediational
artifacts to push reading past the lines, also known as Divergent Reading, which is
useful for stimulating the development of literacy competencies. The proposal has its beginnings in the findings of a field research project carried out among children from five
public schools located in low-income neighborhoods in the Guadalajara Metropolitan
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 133
Area. The chapter is organized in three sections: a) Conceptual framework underpinning the category of Divergent Reading and the notion of Artifact; b) Characteristics
of the observed intervention and of the ideas that came out of the research;
c) Guidelines for implementing Literacy Projects in the classroom. The aim is for teachers and reading promoters to find lines of reflection and orientations for action that
serve to confer greater meaning on children’s reading experiences, especially with children from schools located in economically or culturally underprivileged areas.
Key words: literacy, divergent reading, literacy projects, project-based learning, cultural artifacts.
A partir de la segunda década del siglo XXI, se han realizado estudios en
distintos países acerca de los comportamientos lectores, tanto desde el
sector público como desde la academia y la sociedad civil (CERLALC–
Unesco, 2014; Hei Wan Mak, 2020; Agencia de Calidad de la Educación, s./f.;
ELINET, 2017; FunLectura, 2012; IBBY México / A leer, 2016; OCDE, 2011; 2013;
Reading Agency, 2015; Dezcallar, Clariana, Cladellas, Badia y Gotzens,
2014; Rosero y Mieles, 2015; Carrasco y López–Bonilla, 2013; Al–Yaaqubi y
Al–Mahrooqi, 2013). En ellos, se ha encontrado un fuerte vínculo entre las
competencias de escritura y lectura y el desarrollo político, económico y
cultural de las sociedades, pues se ha considerado que “la competencia
lectora es crucial para que las personas den sentido al mundo en el que
viven y continúen aprendiendo a lo largo de sus vidas” (OCDE, 2011, p.2).
Incluso, se ha ido más allá de la noción de la lectura como competencia
instrumental o instruccional para indagar en torno a los procesos de lectura
por placer: “existe un rango relativamente fuerte y creciente de hallazgos de
investigación que muestran cómo y por qué leer por placer puede aportar
una variedad de beneficios para las personas y la sociedad” (Carrasco y
López–Bonilla, 2013, p.5).
De hecho, a partir de las Declaraciones de Persépolis (1975), hace ya
más de 50 años y la de Hamburgo (1997), estas competencias han sido reconocidas como un derecho humano en varias declaraciones e iniciativas
internacionales (ELINET, 2017). En ambas declaraciones, puede verse que
los derechos universales a la alfabetización y a la educación básica son temas
centrales de la discusión, a partir de lo cual se ha fortalecido la reflexión
sobre temas como: la situación de la lectura y la escritura en el contexto
mundial y regional, estrategias de alfabetización, la literacidad y el desarrollo
134
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
social, la literacidad multilingüe e intercultural, la alfabetización tecnológica
y literacidades para el futuro, entre otros más.
Aunque en México ha habido importantes acercamientos teóricos y metodológicos a las prácticas y trayectorias de lectura y de escritura, todavía es
tarea pendiente acercarnos a la lectura de manera interdisciplinaria, cruzar
el territorio del entorno escolar, visualizar el impacto de la digitalidad y, en
especial, acercase a aquellos escenarios de alta marginación económica y
cultural.
Con el fin de aportar a la reflexión, este capítulo toma como punto de partida
algunos de los hallazgos de una investigación de campo realizada entre 2018
y 2020, entre niñas y niños de cinco escuelas públicas ubicadas en colonias
de escasos recursos de la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, México. El objetivo de la investigación fue identificar artefactos culturales que
favorecieran el desarrollo de las competencias de literacidad, en específico
de la lectura por placer, a partir de la observación de un programa de intervención lectora aplicado en escuelas de educación básica.
Conviene aclarar que no se pretende hacer de este capítulo un reporte de
la investigación realizada ni tampoco una evaluación del programa de intervención que analizamos, pues ambos fines ya fueron cubiertos en los foros
correspondientes. Tampoco se trata de un “recetario” que pueda utilizarse como instructivo didáctico de técnicas o estrategias por aplicar directamente. Más bien queremos poner sobre la mesa puntos clave surgidos de los
hallazgos obtenidos, los cuales, al relacionarse con marcos teóricos y metodológicos surgidos del campo de la literacidad, así como con experiencias de
otras latitudes, pueden contribuir a la reflexión y al diálogo pedagógico en
torno al desarrollo de las competencias de literacidad en nuestro contexto.
El capítulo contiene tres secciones: la primera desarrolla el marco conceptual sobre el que se sustenta la categoría de lectura divergente y la noción de
artefacto; la segunda describe elementos relevantes de la intervención que
fue objeto de observación y análisis, así como pistas que los resultados de la
investigación clarificaron, y la tercera sección presenta orientaciones para
la reflexión y la implementación de proyectos letrados, sustentados en perspectivas teóricas desde la literacidad. El capítulo concluye con una reflexión
que más que cerrar, invita a continuar el diálogo generador en la búsqueda de
enriquecer las experiencias de lectura de nuestros niños y niñas, en especial
de aquellos provenientes de los sectores más desfavorecidos de nuestro país.
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 135
MARCO DE REFERENCIA
Desde el marco de los estudios de literacidad, la lectura no es un hecho. Es decir, no es solo el resultado del acto de leer o el producto de
una acción unitaria que comienza y termina en un momento puntual del
tiempo. La lectura es un proceso, lento y sutil, que precisa de la ejercitación y de la realización de un conjunto de habilidades diversas que se
van desarrollando poco a poco a lo largo de un conjunto de experiencias
lectoras. Leer es una práctica compleja e integral, para la cual “se precisan capacidades cognitivas, reflexivas, críticas, selectivas, dialógicas,
creativas, imaginativas, afectivas, contemplativas, estéticas y lúdicas”
(Ramírez Leyva, 2015, p.9).
La lectura no se agota al decodificar el texto, al comprenderlo o al aprender lo que contiene. El proceso lector implica una compleja combinación de
habilidades del sujeto, incluso de distinto nivel cognitivo; por ejemplo:
reconocimiento del código, fijaciones visuales, ritmo, segmentación, análisis,
identificación de estructuras, retención, discriminación, selección, jerarquización, anticipación, inferencia, asociación y relación, síntesis, deducción,
crítica, entre muchas otras (Martos y Campos, 2013).
Dimensiones de la lectura
En el transcurrir de la experiencia lectora, se abren una serie de dimensiones simultáneas que, la mayoría de las veces, sin darse cuenta, el lector mantiene en movimiento constante. La lectura ofrece la posibilidad
de penetrar en la superficie textual y abrir al lector un camino en donde
“afloran su imaginación y sus emociones, echa mano del código lingüístico
para introducirse, con todo lo que es, con todo lo que sabe y todo lo que
desconoce, en el contenido de lo que lee” (Ramírez Leyva, 2015, p.13), profundizar hacia la hondura y “prolongarse hacia un infinito que abre el texto
—o cualquier otro medio que sea susceptible de lectura—, ese infinito que
convoca al lector a seguir fuera del texto” (Larrosa, 2003, citado en Macías
Andere, López Hernández y Carrasco Altamirano, 2013).
Desde la perspectiva de la literacidad, leer implica una serie de capacidades cognitivas y estratégicas, habilidades sociales y disposiciones afectivas
que se van combinando de forma coordinada y recursiva durante el proceso
136
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
para ir transitando hacia dimensiones de lectura más complejas que se entrelazan entre sí, “tal complejidad promete a cambio la posibilidad de convertir la información y las experiencias en recursos verdaderamente valiosos
para que cada persona contribuya al desarrollo de las sociedades del conocimiento del siglo XXI” (Ramírez Leyva, 2015, p.10).
Para describir y analizar las distintas dimensiones que puede alcanzar la
lectura, retomamos la distinción que proponen Daniel Cassany (2006, 2012,
2013) y Mónica María Márquez Hermosillo (2015):
• Lectura literal (leer las líneas). Se efectúa cuando el lector es capaz de
realizar con eficacia procesos de decodificación, que puede ser fonemática, léxica, semántica y sintáctica, dependiendo del grado de dominio. La
lectura literal “es estable y bastante universal” (Cassany, 2012, p.346), está
en la base de la comprensión, aunque no siempre la garantiza.
• Lectura inferencial (leer entre líneas). Implica dominar no solo elementos
léxicos, semánticos y sintácticos sino también pragmáticos que permitan
al lector relacionar datos previos y contextuales imprescindibles para la
comprensión, los cuales muchas veces son de tipo local. La lectura inferencial varía según la experiencia de los lectores, es mucho más subjetiva
que la literal. Aunque no siempre requiere el dominio total de la lectura
literal, sí implica un alto grado de comprensión y capacidad de análisis
(Cassany, 2006; 2013).
• Lectura crítica (leer tras las líneas). Implica la valoración, relación y
ampliación crítica de lo leído. El lector es consciente de la variabilidad
de significados, los cuales son situados y dinámicos; el lector lee de manera diferente en cada situación, asume que hay varias interpretaciones
posibles, incluyendo las que son diferentes a su propia interpretación;
está abierto al diálogo con otros significados, relaciona los elementos
textuales entre sí, contrasta fuentes y busca una interpretación social
integradora, más plural, matizada y rica, representativa de una comunidad; identifica la intención, el punto de vista y la ideología subyacente,
detecta los implícitos, los presupuestos y las intenciones de poder, la
lectura crítica “requiere todavía más conocimientos contextuales sobre los discursos previos [...] y sobre el autor [...], lo cual causa que el
significado dependa todavía más de un contexto geográfico e histórico
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 137
concretos y, en definitiva, que la comprensión sea más volátil y compleja”
(Cassany, 2012, p.348).
• Lectura divergente (leer más allá de las líneas). Esta dimensión lectora
implica una combinación de los ámbitos de apropiación, relación extratextual, extensión, amplificación y creación a partir del texto, pero que
sobrepasan el texto mismo, pues es el lector quien hace transferencias
y usa el texto como puente hacia la generación de otros significados,
experiencias, acciones o producciones nuevas (Márquez Hermosillo,
2015). En el siguiente apartado, se profundizará en este concepto.
Las dimensiones señaladas con anterioridad no están relacionadas con la
edad del lector; no son una secuencia unívoca ni ocurren de forma aislada.
Se entrecruzan entre sí y se potencian una con otra; no constituyen una
escala, ni el tránsito de una dimensión a otra está basado una secuencia
lineal ascendente; no hay una dimensión previa que garantice la siguiente.
Al tratarse de un conjunto de notas dinámicas de una experiencia, actúan
entrelazadas y apoyadas entre sí, pueden estar presentes en la experiencia
lectora de manera alterna, en mayor o menor medida, dependiendo de un
sinfín de factores; estas lecturas son recursivas, recurrentes, selectivas y no
permanentes (Márquez Hermosillo, 2015).
Desde esta perspectiva, la práctica de la lectura se puede convertir en
una experiencia única, personalizada, significativa, productiva, placentera y
cotidiana en la medida en que el lector le encuentra un sentido, una función
real para su proceso de autoconstrucción y de interacción con el mundo, una
plataforma para fortalecer su capacidad de agencia.
Por tanto, la lectura ofrece una vía de tránsito de la pasividad a la actividad, de la recepción a la proactividad, del lector como consumidor al
lector como prosumidor. Como lo señala la International Board on Books
for Young people (IBBY), “si el lector se queda en la parte receptiva del
proceso de lectura, se queda en la mitad del camino” (IBBY México / A
leer, 2016, p.22). Tanto desde el ámbito de la educación formal como desde
la educación no formal, es posible favorecer el desarrollo de la lectura en
todas sus dimensiones en la búsqueda de procesos de literacidad más amplios que empoderen a los sujetos, y con ello, a la transformación social.
138
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
La lectura divergente
La lectura divergente es una dimensión que lleva la experiencia lectora más
allá de las líneas, al convertir el proceso lector en un ejercicio dinámico que
sobrepasa el texto mismo y abre procesos creativos en el lector, quien lo usa
como puente hacia la generación de nuevos significados y experiencias (Márquez Hermosillo, 2015). Esta dimensión de la lectura no es solo un concepto
aspiracional o un ideal abstracto. Como se ha señalado, es un proceso complejo que implica ejecución de capacidades específicas como la explicitación,
la apropiación, la relación extratextual, la amplificación, la transferencia, la
extensión y la diversificación hasta llegar a convertir la lectura en un proceso
creativo: “cada individuo tiene opciones para convertirse en actor y no en
objeto de la palabra escrita y de los poderes discursivos que nos rodean”
(Ramírez Leyva, 2016, p.101).
Delimitar el territorio de cada una de estas capacidades, que interactúan
al interior del proceso de lectura divergente no es sencillo, como tampoco lo
es su medición. Las fronteras son delgadas y permeables, por lo que a veces
resulta difícil distinguir dónde se está aplicando una habilidad y dónde la
otra. Además, en un solo proceso de lectura se pone en ejecución una fina
combinación de capacidades cognitivas, habilidades sociales y disposiciones
afectivas, estrechamente vinculadas entre sí. Utilizando las palabras de Ali
Al–Yaaqubi y Rahma Al–Mahrooqi:
El conocimiento textual incluye la comprensión gramatical del texto o el
conocimiento pragmático de una estructura de texto directo. El conocimiento global o mundial es una referencia no lingüística, por ejemplo, a
información sobre grandes asuntos internacionales. Incluso cuando no se
mencionan directamente, los lectores los comprenderán y relacionarán
con sus propias vidas (2013, p.26).
Aunque capacidades cognitivas, habilidades sociales y disposiciones afectivas concurren de manera dinámica y compleja en el proceso lector, describirlas y diferenciarlas, a través de indicadores más precisos, permite afinar
la observación, estructurar el análisis y focalizar la indagación, así como
enfocar la instrumentación de estrategias didácticas y entornos educativos
que las faciliten e impulsen, en lugar de inhibirlas o de dejarlas al azar.
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 139
Con fines investigativos, a continuación se describen ocho capacidades
cognitivas implicadas en la lectura divergente, tomadas del planteamiento
desarrollado por Márquez Hermosillo (2015) y en las cuales se sustenta este
estudio:
1. Explicitación. Capacidad no solo de vivir la experiencia de lectura
sino de poder dar cuenta de lo vivido a través de una evocación, descripción o caracterización de la vivencia experimentada alrededor de
la lectura. Invitar a dar cuenta de la experiencia de lectura, además
de “romper el hielo” y establecer ciertos lazos de familiarización entre
lectores y mediadores, así como con el mismo texto; abre la posibilidad
de observar con detalle qué es lo significativo de la experiencia lectora.
Preguntas como: “¿Qué te pareció la lectura?” y enseguida “¿Por qué?”,
pretenden entablar un diálogo que movilice la capacidad de describir
detalladamente cómo ha sido su vivencia y qué ha pasado en el lector
durante la lectura del libro que acaba de realizar. Si la percepción
sobre el libro es buena o mala, no es lo importante, lo que se busca es
escuchar al lector dar cuenta de lo que acaba de experimentar, saber
a través de su enunciación el grado de involucramiento con el texto y
con el proceso mismo de lectura, la carga significativa que pueda tener,
así como realizar un primer movimiento para el posicionamiento del
sujeto como el protagonista del proceso lector, incluso por encima
del texto.
2. Apropiación. Implica el uso de capacidades cognitivas como seleccionar e identificar, abstraer, interpretar y resignificar, pero enfocadas en
generar un proceso de internalización del contenido del texto, situarse
desde su perspectiva, relacionarlo con la propia vida y hacer uso de él
para fines propios. Una manera de explorar el grado de apropiación es
indagar si el lector puede establecer relaciones entre situaciones de la
lectura y situaciones vividas por él mismo. Orientan preguntas como:
“¿Alguna vez te ha pasado una situación parecida?, ¿cuál?”. Explorar e
impulsar esta capacidad tiene un grado de complejidad mayor, dado que
además de tener que relacionar elementos de campos distintos (el texto
y su vida), interviene la posibilidad de que el lector no necesariamente
haya pasado por una situación similar a la de la historia. Esta posibilidad,
ajena al sujeto, al mediador, e incluso al texto, que puede ser considerada
140
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
una desventaja para el trabajo de impulsar la habilidad de apropiación,
también es una oportunidad de apertura a ámbitos más abstractos como
el pensamiento metafórico.
3. Relación extratextual. Alude a la capacidad de relacionar un texto con
otros textos. Implica la capacidad de diferenciar, comparar, contrastar y
asociar unos contenidos con otros. Se fortalece con la hipertextualidad,
con la mediación e interrelación con otros lectores, quienes aportan a
la diversificación de referentes extratextuales y a la contextualización. La
experiencia lectora previa y el bagaje cultural son un punto clave de este
contexto, puesto que dotan de mayores significatividades la experiencia
lectora. Ante preguntas como: “¿Qué otras historias conoces parecidas a
esta?” se evidencian factores como el bagaje lector previo con el cual es
posible relacionar la historia. Mientras más se avanza en el acercamiento
a textos diversos, más se fortalece la relación extratextual.
4. Amplificación. Capacidad de generar una versión ampliada del texto o
de un fragmento del mismo en un discurso congruente con los contenidos
originales, pero con elementos distintos que se agregan produciendo una
variación más amplia del sentido inicial. Hay muchas maneras de impulsarlo y de evidenciarlo, como por ejemplo, al invitar al lector a darle más
amplitud a algún elemento o pasaje del relato original con nuevos hechos
y nuevos detalles. También son invitaciones a la amplificación el generar
un mensaje oral o escrito a uno de los personajes de la historia o al autor,
el cual cuestione los límites del texto. Las sugerencias (o reclamaciones
a veces), los comentarios, preguntas o propuestas que le hacen a un texto
reflejan tanto la comprensión del mismo como la capacidad de llevar los
elementos del texto más allá de sus contenidos, con lo cual se va posicionando al lector no solo como consumidor sino como prosumidor.
5. Transferencia. Capacidad de transpolar los elementos textuales y transferirlos al campo de aplicación en la realidad actual, en la vida cotidiana,
en la situación con otras personas o con otros ámbitos de la experiencia
propia, aun cuando no sea idéntica. Establecer relaciones entre un contenido textual y una realidad concreta (no pasada necesariamente por el
registro lingüístico o literario), se evidencia a través de preguntas como:
“¿Crees que este texto se parece a la vida real?, ¿en qué?” “¿Lo que le pasó
a X personaje en su país, crees que podría pasar en el nuestro?, ¿cómo?”
“¿Eso que pasó hace muchos años, crees que podría pasar actualmente?,
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 141
¿por qué?” “¿Qué relación encuentras entre el libro y nuestro contexto
actual?”
6. Extensión. Capacidad de crecer un texto hacia territorios nuevos, distintos al punto de partida y término, al llevarlo más allá de los límites textuales de tiempo y de espacio, creando una especie de continuidad del texto
original. Se relaciona con la amplificación y la transferencia, pero enfatiza
la posibilidad de ampliar la experiencia de lectura al generar elementos
nuevos referidos al texto, pero externos a él. Crear historias nuevas a partir
del final establecido y plantear cuestionamientos como: “¿Qué te gustaría
que pasara después?” motivan a extender los significados, a valorar las
posibilidades que vislumbran y a posicionarse como interlocutores del
autor original.
7. Diversificación. Esta capacidad se refiere a la posibilidad de plantear
nuevas interpretaciones, nuevos caminos para un texto y destinatarios
para la experiencia lectora que acaban de vivenciar. Mientras más diversas al elemento textual y de visión más amplia, más consolidada es esta
capacidad. Se potencia por la hipertextualidad y la conectividad con recursos que permiten extender los significados y motivaciones del lector; un
ejemplo de ello es buscar información accesoria al libro, buscar la versión
cinematográfica, el sitio del autor, un juego referente al texto, etcétera.
La interacción con la comunidad y la pertenencia a un grupo de referencia
que abra vías para la extensión es otro factor importante para impulsar
la diversificación. Un ejemplo podría ser idear posibilidades para invitar a otros lectores a conocer el texto que ellos acababan de leer; imaginar
otros posibles destinatarios, pensar a quién lo recomendarían, a quién le
gustaría esa historia; ponerse en lugar de esos lectores “hipotéticos” e
instrumentar maneras de motivarlos a la lectura coloca al lector también
como agente de acción lectora.
8. Creación. Entendida aquí como la capacidad de elaborar una versión
no textual de la experiencia de literacidad o de su reelaboración en un
resultado nuevo, mediante un código distinto. Los sujetos experimentan
nuevas formas de literacidad y crean su propia versión de la experiencia
a partir de la apropiación de los signos textuales y la reelaboración de los
mismos en un producto nuevo con sello propio. El ejemplo más común en
el ámbito escolar es la representación del contenido del texto por medio
de un dibujo, sin embargo, el contacto con recursos, escenarios y con-
142
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
textos mucho más diversos son elementos externos que pueden detonar
procesos creativos originales. Este proceso se nutre del texto mismo, del
diálogo en comunidad lectora y de los artefactos culturales que favorezcan
la creatividad y el acercamiento a una variedad de elementos que impulsan la generación de subproductos derivados de la experiencia primera
de literacidad.
Las capacidades anteriores no constituyen un conjunto cerrado, ni una escala en secuencia. Sus fronteras son permeables y cada una de ellas tiene
la posibilidad de generar sinergia con las demás. Se visualizan a través de
desempeños que permiten dar cuenta indirectamente de su realización (Márquez Hermosillo, 2015).
Artefactos para impulsar la lectura divergente
En los procesos de aprendizaje, las mediaciones pueden ser objetuales, conceptuales o humanas, las cuales, al conformar sistemas de representación
son llamadas artefactos culturales, por su origen social y cultural (Aguilar
Tamayo, 2011; 2015). La noción de artefacto cultural, introducida por teóricos como Holland y Cole (citados en Martos y Martos, 2014), Wartofsky
(citado en Jardey, 2016) o Rickerman (2006), muestra la importancia de ver
las mediaciones y los objetos del aprendizaje desde la óptica sociocultural.
Desde esta concepción, el artefacto mediador no es un mero material sino
que es al mismo tiempo expresión y representación de la cultura en donde
se utiliza.
Un artefacto cultural puede ser al mismo tiempo material e ideal, tangible e intangible, concreto o simbólico. Para distinguir con mayor precisión
Eloy Martos y Alberto Martos (2014) distinguen entre artefacto (objetos
con soporte físico o material), mentefacto (representaciones de conceptos)
y sociofacto (construcciones no tangibles, relaciones, representaciones sociales o estructuras de interacción).
Dentro del campo de la literacidad, puede hablarse de artefactos letrados, entendidos como aquellas mediaciones que abonan a la apropiación de
la lectura y la escritura, y que le otorgan sentido. El artefacto letrado, por
excelencia, es el libro, pero pueden serlo también todos los objetos propios
de ese contexto cultural que se utilicen para generar prácticas culturales en
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 143
torno a la lectura y la escritura y que le otorguen sentido a una actividad
letrada (Martos y Martos, 2014).
Como señala Rickerman (2006), con la noción de artefacto letrado
[...] se contempla el mundo objetual desde una perspectiva más amplia,
incorporando otros canales, soportes, texturas y propiciando con todo
ello una reflexión y un punto de vista crítico [...] la lectura y la escritura
no se “anclan” solo en el formato libro, sino dentro de todas las prácticas
y soportes de la comunidad (p.14).
Uno de los enfoques metodológicos más representativos de la perspectiva
pedagógica experiencial y situada es el Aprendizaje Basado en Proyectos
(ABP), el cual propone un aprendizaje experiencial, sustentado en la acción
y la reflexión sobre prácticas auténticas. Tiene su base en el paradigma
constructivista, el cual sostiene que las personas construimos el aprendizaje
a través de la participación activa y de la interacción con los demás, a partir
de los conocimientos y experiencias de los que ya disponemos. Desde la
metodología de ABP, el hilo conductor de la acción educativa es la resolución de un problema detectado y planteado por los mismos participantes, a
través de un proyecto colectivo que tendrá aplicación concreta. El proyecto,
avanza a través de nueve etapas: 1) observación, 2) elección, 3) propuesta, 4)
planeación, 5) indagación, 6) ejecución, 7) materialización, 8) difusión, y 9)
metacognición.1
Tomando como base la propuesta del ABP, se le llama proyecto letrado a la
secuencia de acciones, planificadas y realizadas de manera articulada, con
la finalidad de abonar a la resolución de una problemática concreta, a través de recursos relacionados con la lectura y la escritura. Tanto la definición
del problema como la planeación y ejecución del proyecto son colectivos y
requieren de la puesta en acción de las capacidades grupales de literacidad.
La característica que singulariza a un proyecto letrado es que además de
recurrir a la lectura y a la escritura como recursos, este actúa como un artefacto educativo y cultural que moviliza en sí mismo la experiencia lectora.
1.
144
Autores como William H. Kilpatrick, Knoll, Perrenoud y Wassermann, retomados por Díaz Barriga desarrollan este enfoque de forma amplia (Díaz Barriga, 2006).
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Así pues, el punto de partida y el recurso constante es siempre un recurso
de literacidad (una narración, un texto, un diálogo, etcétera) y el punto de
llegada es un producto de literacidad capaz de difundirse. De esta forma,
cada sujeto se convierte en agente que teje desde la acción y la interacción un
proyecto concreto que pone en juego sus intereses, talentos y competencias
relacionados con la lectura y la escritura, y cuyo resultado será ofrecido a
su comunidad como recurso también de impulso a la experiencia lectora.
Un proyecto letrado atiende a la diversidad del aula, facilita la motivación
y anima a los sujetos a usar diversos canales, fuentes y modalidades discursivas (narrativas, nuevas tecnologías, comunicación oral y escrita, indagación,
etcétera). Cuidar el equilibrio entre la diversidad y la orientación clara para
la ejecución del proyecto es lo que favorecerá la colaboración, el trabajo activo, el interés, la curiosidad, la confluencia de los participantes, la calidad
del resultado. De esta manera, el aula “se convierte en un espacio de lectura de la realidad a través de diferentes aproximaciones y herramientas, donde
es más fácil el cruce de discursos y lenguajes” (Martos y Martos, 2014).
El Día de las Palabras, una intervención en la escuela
En México existen valiosas iniciativas en torno al impulso a la lectura dirigidas a la infancia, algunas de ellas propuestas y operadas por el sector
gubernamental: el Programa Alas y Raíces, el Programa Nacional del Fomento a la Lectoescritura y el Programa Nacional de Salas de Lectura. Otras
han surgido de instituciones educativas, fundaciones o asociaciones civiles:
IBBY México, Universo de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM), Letras para volar de la Universidad de Guadalajara, Inventario de Lecturas, A.C., Letra Uno Proyectos de Lectura, A.C.; no obstante,
la puesta en práctica de estas iniciativas no es tan sencilla, en especial en
aquellos sectores de la sociedad con alta marginalidad y escasez de recursos
tanto materiales como culturales. El gobierno, a través de la Secretaría de
Educación Pública (SEP), ha hecho intentos por instrumentar iniciativas a
través de su sistema escolar: diseñando programas, editando libros gratuitos,
ofreciendo capacitación a profesores, así como recursos digitales de amplio
radio de alcance. Sin embargo, la saturación de contenidos programáticos, la
fragmentación de la formación docente, las difíciles condiciones de trabajo
para la planta escolar, los entornos familiares atravesados por condiciones de
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 145
precariedad y fragilidad, las comunidades cruzadas por la desigualdad, por la
inseguridad y la violencia, así como la falta de infraestructura y de recursos
materiales en las escuelas, entre otras causas, hacen que para efectos reales,
se precarice el esfuerzo hacia el impulso a la lectura en estos contextos, lo
que conlleva a resultados de calidad académica también precarios.
Con respecto a la metodología ABP, aunque está propuesta en los planes
y programas de educación básica en México para todas las áreas de estudio,
desde la reforma de 2009 a la fecha (2021), la apropiación de la misma entre
los docentes es un proceso complejo que no ha llegado a cristalizarse de manera generalizada, sea por la simplificación del modelo en los programas, por
la ambigüedad del discurso oficial o por la necesidad de mayor capacitación
docente (Gómez Galindo, Canedo–Ibarra, Guerra Ramos, Córdoba Pulido,
Benavides Lahnstein, Balderas Robledo y Gómez Tobías, 2014). En específico, la idea de proyectos letrados es todavía una práctica por explorar, para
lo cual además de conocer más a fondo las problemáticas de literacidad a las
que se enfrentan las escuelas dentro de sus propios contextos, ha sido necesario experimentar alternativas de intervención para impulsar la literacidad
integrada a las realidades socioculturales.
El Día de las Palabras es un programa de intervención que trabaja desde 2013 por impulsar la lectura y la escritura en comunidades escolares de escasos recursos ubicadas en la periferia de la ciudad de Guadalajara,
Jalisco, México
Es realizado por dos organismos de la sociedad civil que trabajan en alianza: Letra Uno A.C. y el programa Escuela en Comunidad, de Corporativa de
Fundaciones A.C. Con este esquema, que podría llamarse de “triple hélice”
por su semejanza con el modelo impulsado por Etzkowitz y Leyersdorf para
procesos de innovación social (Etzkowitz y Leyersdorf, citados por González
de la Fe, 2009), se ha incidido desde 2010 en más de 30 escuelas públicas, incluyendo con ello a sus estudiantes, profesores, directivos y padres de familia.
Según su plan de trabajo, el objetivo del Día de las Palabras es “fomentar
la lectura y la escritura por placer a través de la apertura de espacios de experimentación con la palabra, en los cuales, niños y niñas encuentren nuevos
significados a la acción de leer y escribir”. Con su intervención buscan “despertar la curiosidad de los participantes a partir de la experiencia literaria,
que exploren y descubran todo lo que es posible hacer a través del lenguaje
y que con ello enriquezcan la vivencia escolar” (Letra Uno, 2019).
146
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Como lo enuncia el objetivo, la intervención pretende el impulso de la
lectura divergente, al tomar como supuesto base que la práctica de la lectura
es capaz de detonar procesos creativos y de empoderamiento, y planteando
como punto de partida el valor de la vivencia de los sujetos y la exploración
de posibilidades.
El Día de las Palabras es operado por un equipo de 17 facilitadores, profesionales de diversas disciplinas, con experiencia en la promoción de la lectura
y entrenados en la aplicación de la metodología del programa, caracterizada
por el uso del modelo ABP aplicado al desarrollo de la literacidad. Se trata de
una intervención in situ, consistente en el trabajo directo y simultáneo con
los niños y niñas de primero a sexto año de primaria durante cuatro jornadas
escolares completas, una cada semana, durante las cuales el profesor titular
cede su grupo y permite la intervención de los facilitadores. Durante el ciclo
2019–2020, en total se trabajó con 38 grupos de primaria que sumaron un total
de 1,067 alumnos pertenecientes a cinco escuelas públicas, tanto de turno
vespertino como matutino.
La intervención se estructura de la siguiente manera:
• Jornada 1. Reconocimiento de los participantes, sensibilización e identificación del programa a través de actividades de socialización, psicomotrices y lúdicas. Los facilitadores se dan a conocer, presentan el programa
en sus grandes líneas, los grandes objetivos y la iniciativa que representan.
Los niños y niñas hablan de quiénes son ellos individualmente, en grupo y
como comunidad; conversan sobre su escuela y sus intereses, sus ritmos
de trabajo y su entorno comunitario. Una parte importante de esta sesión
es la exploración de sus necesidades e intereses colectivos, de donde se va
perfilando el proyecto letrado que trabajarán juntos y que queda definido
por todos al final de esta jornada.
A través de técnicas de diálogo, los talleristas identifican aquellas preocupaciones y propuestas que serían el foco temático para los proyectos de literacidad. Cada grupo realizará al menos un proyecto letrado
distinto, acorde con sus intereses y sus posibilidades, surgido de una
inquietud auténtica de los niños respecto del bienestar de su propia
comunidad. Algunos de los temas que suelen emerger son: el cuidado
de la familia, de los abuelos, de los animales y del medio ambiente, la
contaminación y el uso de las tres R, el bullying escolar, la inseguridad
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 147
en las calles, la salud, la prevención de accidentes, la violencia en la ciudad, la discriminación, la inequidad y el manejo de emociones. Los recursos básicos que los facilitadores utilizan en esta jornada son: la narración
oral, la lectura expresiva, la representación dramática, las canciones y
los juegos de palabras.
• Jornada 2 y 3. Se trabaja el proyecto letrado, que se va desarrollando conforme a las etapas que la metodología ABP propone, mientras el facilitador
alterna constantemente actividades letradas que enriquezcan el proyecto y
la dinámica de trabajo. Las jornadas transcurren entre la acción grupal, por
pequeños grupos, e individual, entre la conversación y el silencio activo, entre la voz del facilitador y las voces de los niños. Los facilitadores se encargan de mantener, entre la diversidad de los proyectos, una consigna en
común: la de poner en juego constante diversos recursos de literacidad como dinamizadores de cada etapa: cuentos, canciones, discursos,
poemas, adivinanzas, trabalenguas, eslóganes, cartas, manifiestos, noticias,
diálogos, bitácoras, guiones, etcétera; es decir, el uso de las palabras en
todas sus posibilidades.
Algunos de los productos de sus proyectos letrados fueron: libros artesanales y “libros–murales”, poemarios a la colonia, exposiciones, “pizarras
culturales”, coreografías, obras de teatro, películas artesanales, espectáculos circenses y programas de televisión, confección de títeres, marionetas,
teatro kamishibai, altares de muertos, invención de juegos de mesa, cajas
narrativas, maquetas de su colonia, campañas comunicativas con trípticos,
carteles, periódicos, revistas, murales vivientes y grafitis.2
2.
148
Un ejemplo de proyecto letrado es el que realizó un grupo de sexto grado, en donde surgió, como una realidad de su colonia, la violencia entre pandillas. A lo largo del proceso, reunieron información de los periódicos y de redes sociales, indagaron sobre los índices de violencia, conversaron sobre las diferencias entre
pandillas y contaron casos de homicidios que han sucedido en su colonia. Idearon la realización de un mural
viviente con cartón reciclado que decoraron con diversas técnicas artísticas para expresar una frase que
ellos mismos construyeron tras el intercambio de ideas y la realización de diversos ejercicios literarios: “El
cadáver no es la respuesta”. Elaboraron cada letra en gran tamaño, la pintaron y la decoraron con elementos
que expresaran vida (flores, animales, plantas, etcétera). Siguieron conversando sobre la problemática, las
causas de la violencia y las alternativas para abatirla. Concluyeron con la importancia de tener un proyecto
de vida propio y que lleve a enfocar la energía en acciones constructivas. Acordaron agregar unas letras
más para que, durante la presentación del mural, la frase se transformara en: “La respuesta está en tu vida”.
Después de terminar sus letras, definieron el acomodo, los movimientos y la música con la que presentarían
a la comunidad la frase que se transforma. Definieron qué letra usaría cada quién y cómo vendrían vestidos,
reflexionando el sentido de cada elemento que llevarían puesto. Ensayaron e idearon cómo el público podría
participar. En la última jornada presentaron su producto a toda la comunidad escolar.
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
• Jornada 4. En esta última jornada se realiza una celebración colectiva a
través de la palabra: la fiesta de lectura, en la que los proyectos se exponen
ante los demás. En ese momento, se da la interacción entre los proyectos,
se comparten los productos letrados, hay manifestaciones de expresión
artística, invitados especiales, convivencia social y juegos letrados colectivos. Como acción final de este evento letrado y signo de continuidad,
se entregaron además libros “en adopción” para los niños, maestros y
bibliotecas escolares. De nueva cuenta, reunidos por grupos en su salón
y con su facilitador, la actividad final es un momento de reflexión y diálogo
sobre la experiencia de haber concluido su proyecto y de haber socializado su producto colectivo.
Como lo expresa el plan de trabajo del programa de intervención:
Las cuatro jornadas son parte integrante de un crescendo festivo, cuyo
objetivo es vivenciar la experiencia placentera y significativa que genera
la palabra compartida. Durante cuatro días la escuela se transformará en
un espacio lúdico, abierto a la participación y la creatividad a partir de
diversas experiencias de lectura y escritura por placer (Letra Uno, 2019).
Una mirada crítica en torno a El Día de las Palabras
Nuestra investigación tenía como interés dar cuenta de lo ocurrido en torno
a uno de los procesos principales que la intervención Día de las Palabras
pretende impulsar: la lectura divergente. Además de verificar si hubo o no
un impacto en el desarrollo de esta dimensión de la lectura entre los niños y
niñas participantes, se buscaba identificar qué artefactos culturales utilizados
en la intervención estaban poniéndose en acción para impulsar ese tipo de
lectura “más allá de las líneas”.
Durante el proceso de la investigación, se aplicaron diversos instrumentos con distintas finalidades. En este capítulo, se comparten algunos de los
resultados de una entrevista individual estructurada con un ejercicio de desempeño de lectura divergente al interior, evaluado a través de una rúbrica
o escala apreciativa de ejecución que registró datos sobre las ocho capacidades específicas que evidencian la lectura divergente.
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 149
La muestra de participantes para la entrevista fue seleccionada por cuota, se eligieron dos individuos de cada grado y grupo escolar de una de las
escuelas participantes en el programa. En total fueron 14 alumnos (siete
niñas y siete niños) los que realizaron tanto la entrevista como el ejercicio
de desempeño antes y después de la intervención.
Sus primeras respuestas (pre–test) muchas veces fueron monosílabos, con
algunos comentarios centrados en los límites del texto mismo y en su explicación sobre la comprensión del mensaje; fue hasta la segunda entrevista
(post–test) cuando unos cuantos fueron externando con más confianza sus
respuestas y realizando con mayor soltura desempeños que nos dan indicadores de la lectura divergente. Como muestra, se transcriben a continuación
algunas viñetas tomadas de las entrevistas.
En las primeras, se transcribe lo que respondieron cuando se les pidió
opinar sobre la lectura, identificar relaciones entre el contenido del texto y
la realidad, o relacionar situaciones de la lectura con situaciones vividas por
ellos mismos con el fin de explorar el grado de apropiación de la anécdota
contenida en el texto:
Entrevistadora: ¿Alguna vez a ti te ha pasado una situación, así como la
del libro?
Santiago Josué (6 años): Sí, ¡una vez yo he sido grande como un tigre!
Entrevistadora: ¿Alguna vez a ti te ha pasado una situación así?
Alexa (6 años): Sí, me he perdido en las tiendas, pero luego encuentro a
mi mamá.
Entrevistadora: ¿Alguna vez a ti te ha pasado una situación así?
Ángel (7 años): Sí, en el catecismo.
Entrevistadora: ¿Qué pasó?
Ángel: Una señora viejita estaba con nosotros en el grupo.
Entrevistadora: ¿Crees que se parece esta historia a la vida real?
Ángel Miguel (7 años): Sí, mi amigo estaba en una tienda con sus papás y
no se encontraban. ¡Duraron media hora perdidos!
Entrevistadora: Pero luego se encontraron...
Ángel: Sí, como el cocodrilo.
150
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Entrevistadora: ¿Crees que se parece esta historia a la vida real?
Alexa (6 años): Sí, porque las mamás siempre protegen a sus hijos.
Entrevistadora: ¿Qué te pareció la lectura que hiciste?
Job Ismael (9 años): Muy bien, porque no debes de ser grande o chico para
hacer lo que quieres.
En otra parte de la entrevista, la pretensión fue invitarlos a producir otros
textos distintos al original que visibilizaran su capacidad de extensión del
contenido del texto más allá de sí mismo, con una intención comunicativa
particular. La invitación era a que enviaran un mensaje al autor o a los personajes de la historia, o idear posibilidades para llevar a más destinatarios la
lectura realizada. Se ilustra con dos casos:
Entrevistadora: ¿Qué mensaje le dirías a la abuela Filomena?
Jerome (10 años): “Abuela Filomena, recuerda que hay que estudiar, y si
no haces la tarea te van a regañar.”
Entrevistadora: Si quisieras antojar a más niños a leer este libro, ¿qué
harías?
Citlalli (7 años): Los invitaría a que descubrieran el mundo de la lectura,
porque tienes que ir por tus sueños, ellos no vienen a ti.
Una constante observada en la entrevista inicial fue cierta dificultad de los
niños y niñas para expresarse de manera fluida a partir de la lectura; parece
no ser para ellos algo usual que se les pregunte sobre su opinión, su experiencia, sus vinculaciones personales con respecto al libro. Fue hasta la siguiente
entrevista que ofrecieron respuestas más amplias como las transcritas con
anterioridad.
Para el análisis de los datos obtenidos de esta entrevista y prueba de ejecución, se hizo primero un cruce por sujeto y por resultados de desempeño
inicial y final de cada uno, en el que se observó el tipo de desplazamiento
en los resultados de pre–test y post–test. Después, se trabajó por ítem de
desempeño, sin distinción de sujeto específico, para visualizar así el avance
muestral por niveles en cada capacidad. Al final, se hizo un análisis general
de desplazamiento de niveles, para observar en lo global si hubo o no cambio
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 151
en el conjunto de niveles de desempeño de la totalidad del grupo de participantes, tratado como un todo.
El análisis comparativo arrojó como resultado que la intervención sí produjo un movimiento en los desempeños de cada una de las capacidades
cognitivas implicadas en la lectura divergente. Fueron las capacidades de
Explicitación y Extensión las que mostraron el mayor deslizamiento hacia
niveles altos de desempeño, seguidas de la Transferencia y la Amplificación.
En las capacidades de Apropiación y de Diversificación se observó un deslizamiento positivo global menor, mientras que en la habilidad de Creación
vimos cómo el grado de cambio estuvo, en lo global, por debajo de los demás.
Fue solo la capacidad de Relacionar de manera extratextual la que mostró
un decrecimiento hacia niveles de desempeño menores. La representación
global de estos movimientos se visualiza de manera sintética en la figura 4.1.
La muestra en su conjunto reflejó un avance global de 39.5 posiciones hacia
niveles más altos de desempeño. Aunque no en todos los casos individuales, ni en todos los indicadores, sí hubo en el conjunto de la muestra una tendencia hacia el cambio positivo en el nivel de desempeño de las capacidades
que evidencian la lectura divergente. Como puede apreciarse, no se trató de
un cambio radical sino de deslizamientos en el rango de ejecución, a veces
notorios y a veces discretos.
En específico, en el indicador 4, referido a la relación de la lectura con
otros textos leídos previamente, llama la atención el cambio negativo en la
capacidad de relacionar de manera extratextual lo leído. Sin pretender atribuir esta condición a un único factor, sí puede considerarse como un primer
punto de partida la escasa experiencia previa de lectura, lo cual restringe la
posibilidad de establecer comparaciones o relaciones textuales.
En general, esta limitación del cambio en las capacidades observadas en
la prueba de ejecución se puede atribuir también a la brevedad del programa
de intervención. Una intervención intensiva y focalizada, resulta insuficiente
para incidir en toda una cultura escolar, más si está enraizada en prácticas de
la lectura instructiva y solo literal (leer las líneas), y no en la lectura crítica y
creativa. Sin duda una intervención más continua en el tiempo podría tener
repercusiones más notorias y a largo plazo.
Aun cuando es evidente la necesidad de mejora en el planteamiento y
ejecución del Día de las Palabras, se visualizó la existencia de una veta de
acción que resultó relevante para impulsar entre los participantes: la moti-
152
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
FIGURA 4.1 REPRESENTACIÓN DEL CAMBIO EN EL GRADO DE DESEMPEÑO POR HABILIDAD
8
2
7
10
Habilidad
6
4
7.5
5
4
-4.5
4
3
7.5
2
1
-6
-4
1.
2.
3.
4.
-2
9
0
Explicitación
Transferencia
Apropiación
Relación al exterior
2
4
5.
6.
7.
8.
6
8
10
12
Amplificación
Diversificación
Extensión
Creación
Número de posiciones avanzadas por el grupo muestra en el desempeño
previo y posterior a la intervención
vación, detonación del interés, percepción positiva y gusto por la lectura,
así como un movimiento con respecto a las capacidades implicadas en la
lectura divergente. La veta la relacionamos con el recurso central utilizado
en la intervención: los proyectos letrados.
Las señales observadas nos motivaron a buscar una caracterización de
la forma de realización de los proyectos letrados durante la intervención,
principal artefacto mediador en todos los casos. Para avanzar en ese sentido, nos acercamos a otro de los instrumentos utilizados en la investigación:
el de observaciones participantes realizadas durante las jornadas de trabajo
de los proyectos letrados, las cuales fueron documentadas a través de un
formato de registro amplio.
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 153
En el cruce de notas de observación se identificaron diez constantes referentes a las formas de intervención, relación y comunicación entre niños y
talleristas, durante la realización del proyecto letrado. A partir de ello, nos
dimos a la tarea de sustentar los rasgos observados con fundamentos que
postulan diversos autores teóricos, para de esa manera darle mayor sentido
y solidez al proyecto letrado como artefacto cultural útil para el impulso a la
lectura divergente, sea desde el ámbito escolar o no.
PROYECTOS LETRADOS QUE IMPULSEN
LA LECTURA DIVERGENTE
Planteados como estructuras proposicionales para la acción conjunta orientada a la solución de un problema, sobre la base de la metodología didáctica
ABP, todo proyecto implica tanto elementos tangibles como intangibles que
van creando y adquiriendo significaciones colectivas y contextuales. Los
proyectos letrados para la lectura divergente presentan en específico formas
consistentes de organización, mediación, comunicación, acción e interacción
relacionadas con claridad con las capacidades de apropiación, extensión,
ampliación, explicitación, transferencia, relación y creación a partir de la
experiencia lectora, desempeños cognitivos que han sido antes señaladas
como evidencias de la lectura divergente.
Las diez características identificadas en los proyectos letrados realizados
durante la intervención del Día de las Palabras, se retoman y se enmarcan
de manera teórica a continuación:
1. Que surjan de las inquietudes y problemáticas que los mismos participantes
identifican y expresan
Que el proyecto letrado tenga como punto de partida el propio interés, es
un rasgo que impulsa hacia el encuentro de la motivación intrínseca, factor
que ha sido ampliamente relacionado con amplitud con la competencia
lectora. Las experiencias de literacidad se ligan a nuestro capital cultural,
pero también al capital económico, a la vida que llevamos, a las comunidades a las que pertenecemos, a sus necesidades, “las lecturas pueden no
enraizar en las vidas de los individuos si las perciben como inútiles o innecesarias. Para que no sean percibidas así, deben responder a necesidades
cuya satisfacción se busca” (Vaca, 2010, citado en Macías et al., 2013, p.160).
154
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
2. Que promuevan la motivación intrínseca y se alejen de la motivación extrínseca
Los proyectos letrados pueden cambiar la percepción de la lectura como
práctica escolar individual, fragmentada y limitada a lo instrumental,
cuando “ocurren más en respuesta a la motivación intrínseca (es decir,
autodirigida) que a la motivación extrínseca (es decir, instruida para leer
para otros objetivos y recompensas)” (Reading Agency, 2015, p.15).
La motivación intrínseca se relaciona con la experiencia positiva en sí
misma de lo que significa leer, considerar los libros como un recurso de
disfrute y desarrollar interés por temas y tópicos cubiertos por algunas
lecturas. Por el contrario, la motivación extrínseca por la lectura, está
relacionada de forma directa con obtener reconocimiento, recompensas
o incentivos externos, por ejemplo, obtener atención de profesores o de
los padres, obtener buenas calificaciones o evitar un castigo (Becker, et
al., 2010, citados en Agencia de Calidad de la Educación, s./f.).
3. Que se alimenten de la conversación constante
La realización de un proyecto colectivo encaminado a enriquecer la experiencia de lectura y de escritura implica la articulación de acciones y
recursos colectivos. Esto solo se logra desde el intercambio natural de
impresiones, hallazgos y propuestas entre los participantes.
El gusto por hablar sobre lo que se ha leído revela que la construcción de
sentido emanada de la lectura se enriquece cuando existen intercambios
de impresiones a través del diálogo [...] Fortalecer la construcción de
espacios para la conversación sobre lo que se lee, se escucha, se ve y se
siente en casa, en la escuela y en otros espacios de socialización abonará
a la formación lectora y, en consecuencia, a una mayor comprensión
del mundo y claridad para la participación en su reconstrucción (IBBY
México / A leer, 2016, p.20).
Explicitar la experiencia de lectura con la experiencia de la oralidad conduce a ampliar su comprensión, su aplicación y su transferencia. Representa además volver al sentido social y colectivo de la lengua como medio
indispensable para la construcción de conocimiento, ingrediente indispensable para la resolución de un problema que afecta a la colectividad y le
ofrece alternativas a través del proceso que conlleva un proyecto letrado.
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 155
4. Que se realicen de manera colaborativa, en interacción
Como lo señala Rickerman (2006), “la dinámica de un grupo es también
categorizable como un instrumento, desde una perspectiva psicopedagógica, es una clase de artefacto psicológico y social”. Por eso, la forma en
que interactúan los sujetos que participan en un proyecto letrado, es en sí
misma un artefacto cultural. Al buscar una dinámica plural y abierta a lo
que hay más allá del grupo mismo, modela la experiencia de lectura más
allá del texto mismo, como lo hace la lectura divergente.
Se trata, por tanto, de propiciar proyectos que generen sinergia entre los
participantes y pongan a circular tanto sus experiencias previas como sus
intereses; que activen la conversación dentro del salón de clases como
una fuente de riqueza y no como algo prohibido; proyectos que impliquen
nuevas interacciones entre los sujetos, nuevas identificaciones y roles diferentes, que proponen la relación de saberes entre pares y no a partir de
cotos estancos de acción.
5. Que identifiquen, valoren y propicien la diversidad
Al proponer estructuras que facilitan el trabajo colaborativo, surge como
un valor la complementariedad de habilidades, la confluencia de diversos
tipos de perfiles, que se apoyan y se complementan unos a otros, así como
la necesidad de recurrir al uso de diversos canales (narrativas, nuevas
tecnologías, otros agentes, diversas modalidades de comunicación oral
y escrita, búsqueda de información fuera de la propia escuela, etcétera),
lo cual favorece el trabajo comprometido, la curiosidad, la apertura y la
inclusión de la diversidad existente en el aula.
6. Que se promueva un entorno de confianza y seguridad
Si los niños se experimentan en un entorno de confianza y seguridad que
les permita reflexionar, discutir, investigar, tomar decisiones, planear, expresar y crear a través de las diversas manifestaciones de literacidad, enfocadas hacia la solución de un problema, entonces se está impulsando en
realidad la lectura no como una competencia en sí misma o como objeto
de conocimiento sino como una vía, un camino posible.
El facilitador es pieza clave para la construcción de ese entorno, pues su
función es generar un clima de seguridad y de armonía en donde surjan experiencias nuevas de literacidad; su papel es invitar a la expresión y la creatividad, valorar la movilización del pensamiento nuevo y distinto, como si
se tratase de una aventura, en la cual cada niño tiene algo valioso qué decir
156
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
y aportar. Su función primordial es modelar, de manera constante, cómo
la vivencia de la lectura aporta a la identidad grupal y genera armonía y
equilibrio, no competitividad ni violencia. El acercamiento afectivo del
facilitador y la relación horizontal con los niños y niñas contribuye a la
generación de este entorno familiar y seguro, propicio para la realización
del proyecto letrado.
7. Que impulsen al cuestionamiento, la elección y la toma de decisiones
Mucho más que el tipo de libros que se utilicen, los recursos materiales
con que se cuente o la cantidad de actividades a realizarse durante un
proyecto letrado, lo más importante es la generación de preguntas y no
la repetición de respuestas predeterminadas. Propiciar situaciones que
lleven a los participantes a cuestionarse el entorno y los supuestos que lo
delimitan, provocar el debate y la argumentación, motivar a la expresividad, a la exploración de respuestas nuevas a un problema, la elección
y la toma de decisiones, caracteriza un proyecto letrado. Como lo señala
Verónica Macías Andere, Guadalupe López Hernández y Alma Carrasco
Altamirano (2013, p.310), el lector es un sujeto activo “determinado linealmente por su historia, su contexto (pero también) es un sujeto que compara, elige, opta, rompe, transforma” (p.15). Es más fácil llegar a disfrute
“cuando el sujeto ha participado en diversas prácticas sociales de lectura
que le han permitido valorar, analizar, seleccionar y descartar una buena
cantidad de materiales”, experimentando la lectura como un ejercicio de
voluntad (Pellicer, 2009, citado en Macías Andere et al., 2013, p.108).
8. Que permitan la exploración, la disrupción y la expresión libre
Los proyectos letrados son una posibilidad de impulsar hacia la vivencia
de la lectura divergente cuando permiten experimentar que la lectura es
algo que se puede prolongar afuera de las aulas, romper el espacio y el
tiempo, romper el límite de la página del libro y utilizarlo como detonante,
en lugar de considerarlo como algo fijo y acabado, incapaz de ser transgredido en sus contenidos.
Se afirma (Hernández, citado en Macías Andere et al., 2013) que lo importante es contribuir para que:
Individuos cuyas vidas comienzan en espacios sociales, comunicativos e
ideológicos muy estrechos, salgan del confinamiento doméstico y laboral
y amplíen sus horizontes de acción y pensamiento, se apropien de nuevos
lenguajes y discursos, y transformen su sentido de identidad. Experimen-
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 157
tar libertad es lo que hace posible tomar conciencia de la diversidad de
ideas y lenguajes vinculados con distintos mundos sociales, y lo que permite encontrar una voz propia para respaldar o contestar los discursos e
ideologías dominantes en la sociedad (p.43).
9. Que se alejen de la obligatoriedad, de la normatividad externa y de los
sistemas evaluativos tradicionales
No es en el espacio en exceso reglamentado, rutinario y árido en donde
puede aprovecharse la curiosidad y la imaginación propia del niño para generar lazos afectivos con la lectura. Una serie de elementos que de manera
tradicional se atribuyen al sistema escolar (como la calificación numérica,
los mínimos obligatorios, la uniformidad de recursos, la homologación de
contenidos, la evaluación individual, los reglamentos, la rutina, etcétera),
parecieran no ser compatibles con el impulso a la lectura divergente.
Los proyectos letrados como escenarios de decisión y de libertad y detonadores de la experiencia de la lectura divergente, hacen surgir de manera natural entornos en donde predomina una atmósfera de colaboración
y de gratuidad. En ellos, se promueve que la colectividad fluya de forma
dinámica entre el silencio y la conversación, entre la quietud y el movimiento, entre el orden y el caos, buscando que en realidad los niños puedan
encontrar la autorregulación, sin castigos ni recompensas, sin miedos ni
deberes, para dedicar su tiempo y su energía en vivir auténticamente el
proceso colectivo.
10. Que se vinculen con la comunidad y se valoren como procesos, más que
como productos
Lo más importante del proyecto letrado es el proceso mismo de su realización, mucho más que el producto en sí. La posibilidad de incidir de
forma directa en la solución de un problema comunitario y cotidiano, por
los mismos participantes detectado, es lo que propicia en su inicio y sella
en su conclusión con la vivencia de la lectura divergente, puesto que hace
concretas las capacidades en ella involucradas.
La orientación constante hacia el Otro, es capaz de resignificar su experiencia de lectura y lanzarla hacia la continuidad. La acción de mostrar,
compartir y “devolver” el producto de proyecto letrado a los demás integrantes de su comunidad, es en sí misma una experiencia concreta de
lectura divergente, pues conlleva la ampliación, transferencia y extensión
de la vivencia de lectura. De ahí la importancia de que el proyecto letra-
158
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
do culmine en una “devolución” del producto realizado hacia la misma
comunidad desde donde ha surgido. El artefacto letrado “al ser usado o
apropiado por alguien, y al conservarse en relación a unos valores que
forman parte de una herencia cultural o memoria colectiva, son asumidos,
enseñados o reconocidos como tales por parte de la comunidad” (Martos y
Martos, 2014, p.122). Cuidar cada etapa del proceso y a su término recoger
lo vivido, harán del proyecto letrado una experiencia significativa, capaz
de replicarse y transferirse en el futuro hacia otras esferas de la vida.
CONCLUSIONES
Los beneficios de la lectura han sido ampliamente demostrados alrededor del
mundo, sin embargo, es importante seguir indagando para aumentar la comprensión sobre cuándo, cómo y por qué es relevante impulsar la frecuencia y
la lectura en nuestro país, así como lo es mantener en la mesa de la discusión
el tema para encontrar cada vez mejores estrategias de apoyo que vayan más
allá de la buena voluntad o la intuición. Nunca estarán de más revisiones que,
aún en modesta escala o con resultados en apariencia pequeños, visibilicen
tanto los aciertos como áreas de oportunidad de iniciativas que buscan promover la lectura desde ángulos alternativos.
Muchas veces, la escuela tiene que ocuparse de alcanzar las metas lectoras que el sistema le exige, como la velocidad, la corrección, la cantidad y la
comprensión del texto en sí mismo, por lo que, centrada en cumplir contenidos programáticos, no siempre alcanza a ir más allá del contenido del
texto, como lo propone la lectura divergente. Sin duda, habilidades básicas
de comprensión lectora como la predicción, anticipación, muestreo, autocorrección o inferencia, son un excelente cimiento para formar las capacidades
requeridas en la lectura divergente, pero también es posible recorrer el “camino inverso”: experimentar la lectura como una vivencia divergente, puede
impulsar el interés y la disposición hacia la adquisición de competencias
básicas como la comprensión lectora.
En otras palabras, el proyecto letrado construye una alternativa de acción
en donde se potencia la lectura divergente, que una vez experimentada y
orientada hacia una meta significativa, propicia con mayor fluidez y menor
resistencia el desarrollo de otras dimensiones de la lectura, también de suma
importancia en el proceso del aprendizaje.
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 159
Desde luego, no se trata de abandonar la lectura de comprensión por la
lectura divergente, o sustituir la lectura instructiva por la lectura por placer y viceversa; tampoco se trata de mantenerlas escindidas y de llevarlas
por caminos paralelos. Los proyectos letrados constituyen justo un potente
artefacto mediador para la articulación de diversos tipos de lectura, fundamentales en conjunto para la formación de un lector integral.
El punto de partida para las reflexiones planteadas en este documento fue
el acercamiento al Día de las Palabras, una experiencia extracurricular de
intervención, acotada en el tiempo y con límites precisos; pero los proyectos letrados pueden construirse dentro de la cotidianidad de la escuela, en
el aula misma, entre alumnos, profesores y comunidades, con los recursos
disponibles.
Una escuela puede activar en su comunidad procesos de literacidad a
través de una sólida metodología como lo es el ABP, entretejiéndolos en los
espacios curriculares e integrando intencionalidades y metas de aprendizaje
con la experiencia viva de los proyectos letrados, intencionando y apropiándose con flexibilidad y creatividad de elementos clave como los que aquí se
han resaltado.
Así, el ejercicio de la lectura divergente puede llegar a ser la puerta de
ingreso a las otras dimensiones de la lectura, una fuente de desarrollo y empoderamiento personal, una vía de diálogo y sensibilización a la comunidad,
un punto de contacto con la realidad circundante, con la experiencia de los
otros y con la sociedad.
El desafío es grande, pero así como lo propone la lectura divergente —llevar el texto más allá de las líneas—, quizá es posible imaginar una Escuela
Divergente, capaz de volcarse hacia afuera, más allá de los muros.
REFERENCIAS
Al–Yaaqubi, A. y Al–Mahrooqi, R. (2013). How does reading literature for
pleasure affect efl learners? Asian efl Journal, 72(noviembre), 20–46.
Recuperado el 11 de febrero de 2022, de https://www.researchgate.net/
publication/287331139
Agencia de Calidad de la Educación (s./f.). Factores que influyen en la motivación por la lectura y su relación con logros de aprendizajes e Indicadores
de desarrollo personal y social [documento de trabajo para la comuni-
160
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
dad escolar]. Agencia de Calidad de la Educación, Noviembre, Santiago de Chile. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de http://archivos.agenciaeducacion.cl/liderazgo-motivacion-lectora/ RE_Motivaci%C3%B3n_
lectora_para_web.pdf
Aguilar Tamayo, M.F. (2011). Artefactos culturales y su función como mediadores y facilitadores del aprendizaje de conceptos. En C. Barona
Ríos (ed.), Innovaciones en Pedagogía Universitaria: Estudios de caso
en Quebec y en México. Montreal: crifpe. Recuperado el 11 de febrero
de 2022, de https://www.researchgate.net/publication/315090657_ Ar
tefactos_culturales_y_su_funcion_como_mediadores_y_facilitadores_
del_aprendizaje_de_conceptos
Aguilar Tamayo, M.F. (2015). Mapa conceptual, hipertexto, hipermedia y otros
artefactos culturales para la construcción y comunicación del conocimiento. México: Pública Edición.
Carrasco, A. y López–Bonilla, G. (coords.) (2013). Lenguaje y educación. Temas
de investigación educativa en México. Consejo Puebla de Lectura A.C. y
Fundación SM de ediciones México / IDEACAP. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de: https://www.researchgate.net/publication/312436573_
Lenguaje_y_educacion_Temas_de_investigacion_educativa_en_Mexico
CASSANY, D. (2006). Tras las líneas. Sobre la lectura contemporánea. Barcelona: Anagrama.
Cassany, D. (2012). ¿Internet: 1; Escuela: 0? CPU–e, Revista de Investigación
Educativa, No. 14 (enero–junio), 126–141. Recuperado el 11 de febrero de
2022, de https://www.redalyc.org/pdf/2831/283121840006.pdf
Cassany, D. (2013). En línea: leer y escribir en la red. Barcelona: Anagrama.
CERLALC–Unesco (2014). Metodología común para explorar y medir el comportamiento lector. El encuentro con lo digital. Colombia: CERLALC / Unesco /
Conaculta / aecid. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de https://cerlalc.
org/wp-content/uploads/publicaciones/olb/publicaciones_olb_%20
Metodologia-comun-para-explorar-y-medir-el-comportamiento-lec
tor_v1_010111.pdf
Dezcallar, T., Clariana, M., Cladellas, R., Badia, M. y Gotzens, C. (2014). La
lectura por placer: su incidencia en el rendimiento académico, las horas
de televisión y las horas de videojuegos. Ocnos: Revista de Estudios sobre
Lectura, No. 12 (julio–diciembre), 107–116. Recuperado el 11 de febrero de
2022, de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=259132660005
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 161
Díaz Barriga, F. (2006) Enseñanza situada: Vínculo entre la escuela y la vida.
México: McGraw Hill.
ELINET (2017). Recuperado de https://www.readingandwriting.eu/eu-litera
cy- network
FunLectura (2012). De la penumbra a la oscuridad... Encuesta nacional de lectura 2012. Primer informe. FunLectura. Recuperado de https://observatorio.
librosmexico.mx/files/enc-nac-lec-2012.pdf
Gómez Galindo, A., Canedo–Ibarra, S., Guerra Ramos, M., Córdoba Pulido, L.,
Benavides Lahnstein, A., Balderas Robledo, R. y Gómez Tobías, J. (2014).
El trabajo por proyectos en educación primaria en México: análisis de
las propuestas curriculares en la reforma educativa. Revista Citecsa,
Ciencia, Tecnología, Sociedad y Ambiente, 5(8) (julio), 79–90. Colombia:
UNIPAZ. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de https://www.resear
chgate.net/publication/272563725_El_trabajo_por_proyectos_en_edu
cacion_primaria_en_Mexico_analisis_de_las_propuestas_curricula
res_en_la_reforma_educativa
González de la Fe, T. (2009). El modelo de Triple Hélice de relaciones universidad, industria y gobierno: un análisis crítico. Revista Arbor: Ciencia,
Pensamiento y Cultura. 185(738), 739–755. Recuperado el 11 de febrero de
2022, de doi: 10.3989/arbor.2009.738n1049
Hei Wan Mak, D.F. (2020). Longitudinal associations between reading for
pleasure and child maladjustment: results from a propensity score
matching analisys. Social Science & Medicine, 253(mayo). Londres: Department of Behavioural Science and Health, University College London. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de https://www.sciencedirect.
com/ science/article/pii/S0277953620301908
IBBY México / A leer (2016). Diagnóstico de prácticas de lectura en niños y
jóvenes en México y propuesta. México: IBBY.
Letra Uno, A.C. (2019). Programa de impulso a la lectura por placer y la escritura creativa: Día de las Palabras [documento de trabajo]. México:
Letra Uno, Proyectos de Lectura, A.C.
López–Bonilla, G. y Pérez, F.C. (2013). Debates actuales en torno a los conceptos “alfabetización”, “cultura escrita” y “literacidad”. En A. Carrasco
y G. López–Bonilla (coords.), Lenguaje y educación. Temas de investigación educativa en México (capítulo 1). Consejo Puebla de Lectura A.C.
y Fundación SM de ediciones México / IDEACAP. Recuperado el 11 de
162
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
febrero de 2022, de https://www.researchgate.net/publication/312436573_
Lenguaje_y_educacion_Temas_de_investigacion_educativa_en_Mexico
Macías Andere, V., López Hernández, G., y Carrasco Altamirano, A. (2013).
Promoción de lectura y bibliotecas. En A. Carrasco y G. López–Bonilla (coords.), Lenguaje y educación. Temas de investigación educativa
en México (capítulo 8). Consejo Puebla de Lectura A.C. y Fundación
SM de ediciones México / IDeACAp. Recuperado el 11 de febrero de
2022, de https://www.researchgate.net/publication/312436573_Lengua
je_y_ educacion_Temas_de_investigacion_educativa_en_Mexico
Márquez Hermosillo, M.M. (2015). La Lectura por placer desde la perspectiva
de la literacidad: usos, prácticas, procesos y representaciones de adultos
lectores. Tesis doctoral, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Guadalajara, Jalisco. Recuperado el 11 de febrero de
2022, de https://rei.iteso.mx/handle/11117/6033
Martos, E. y Campos, M. (coords.) (2013). Diccionario de nuevas formas de
lectura y escritura. Madrid: Santillana / Red Internacional de Universidades Lectoras.
Martos, E. y Martos, A. (2014). Artefactos culturales y alfabetización en la
era digital: discusiones conceptuales y praxis educativa. Revista Interuniversitaria, 26(1), 119–135. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de doi:
http://dx.doi.org/10.14201/teoredu2014261119135
OCDE (2011). ¿Leen actualmente los estudiantes por placer? Pisa in focus, No.
8 (septiembre). OCDE. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de https://
www.oecd.org/pisa/pisaproducts/pisainfocus/49184736.pdf
OCDE (2013). Panorama de la educación. Indicadores de la OCDE. España: OCDE
/ Santillana. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de http://www.oecd.
org/ education/Panorama%20de%20la%20educacion%202013.pdf
Páramo Ortega, R. (2017). Analfabetismo: una discapacidad innombrable.
Reflexiones sobre libros, lectura y escritura. En P. Rosas Chávez (coord.),
Lectoescritura. Análisis y experiencias. México: Universidad de Guadalajara / RIUL.
Ramírez Leyva, E. (2015). La lectura más allá de la letra en la formación de
lectores. Investigación Bibliotecológica, 29(66). Recuperado el 11 de febrero de 2022, de doi:10.1016/j.ibbai.2016.02.023
Ramírez Leyva, E. (2016). De la promoción de la lectura por placer a la formación integral de lectores. Investigación Bibliotecológica, 30(69) (mayo /
ÅÈÍÄËǹĹĽ»ÌÍʹ¼Áνʿ½Æ̽¹ÌʹÎÞ˼½ÈÊÇѽ»ÌÇËĽÌʹ¼ÇË 163
agosto). México: Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la
Información de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Reading Agency (2015). Literature review: the impact of reading for pleasure
and empowerment. The Reading Agency, junio, 2015. Recuperado el 11 de
febrero de 2022, de https://readingagency.org.uk/resources/2277/
Rosero, A.L. y Mieles, M.D. (2015). Familia y lectura en la primera infancia: una estrategia para potenciar el desarrollo comunicativo, afectivo,
ético y creativo de los niños y niñas. Itinerario Educativo, 29(66) (julio–diciembre), 205–224. Recuperado el 11 de febrero de 2022, de doi:
https://doi.org/10.21500/01212753.2220
164
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
La lectura por placer y las actividades
para el desarrollo de la literacidad
en la escuela: qué dicen los niños
GIANNINA OLIVIERI PACHECO
Resumen: Este capítulo presenta una visión acerca de las posibilidades que proporciona la introducción de la lectura por placer en el aula para el desarrollo de la literacidad.
Se pretende observar y levantar algunos datos sobre las competencias cognitivas, sociales
y afectivas propias de la literacidad expresadas por los niños luego de la intervención
realizada en sus escuelas mediante el proyecto Día de las Palabras. El proyecto, desarrollado en escuelas de zonas vulnerables de Guadalajara, pretende motivar a directivos, maestros y padres sobre la importancia del fomento de la lectura por placer en las
aulas de primaria. En este apartado, serán las voces de los niños que participaron en
las actividades las que lleven al lector a conocer lo que la introducción de actividades no
formales puede causar en la motivación hacia la lectura y el desarrollo de la literacidad.
El capítulo invita a la transformación del acto de leer en una actividad placentera y no
solo funcional.
Palabras clave: literacidad, lectura más allá de las líneas, proyectos letrados, perspectiva sociocultural, lectura por placer.
Abstract: This chapter presents a view of the possibilities for literacy development
afforded by introducing reading for pleasure in the classroom. The intention is to observe
and record data related to cognitive, social and affective competencies that are inherent
to literacy, as they are expressed by the children after the Word Day intervention made in
their schools. This project, developed in vulnerable schools in Guadalajara, aims to convince principals, teachers and parents of the importance of fostering reading for pleasure
in elementary school classrooms. In this section, it is the voices of the children who participated in the activities that reveal to the reader what the introduction to non-formal
activities can achieve in terms of motivation to read and the development of literacy. The
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 165
chapter invites the reader to transform the act of reading into a pleasurable activity, not
simply a functional one.
Key words: literacy, reading beyond the lines, literacy projects, sociocultural perspective,
reading for pleasure.
Una de las preocupaciones de quienes investigan sobre literacidad es la relativa al desarrollo de esta competencia, pues hoy en día se afirma que sin
ella se hace muy difícil integrarse a los retos que enfrenta el hombre del siglo
XXI. Interesados en estudiar y modificar esta realidad, desde 2010, un grupo
de académicos y promotores de lectura ha venido desarrollando en Guadalajara, México, un programa que trata de acercar a niños escolarizados de
zonas vulnerables de la ciudad a la lectura, en especial a la lectura por placer.
Sobre esta experiencia y su posible aplicación se hablará en este capítulo.
La razón de este creciente interés en el tema se debe a los estudios realizados en distintos países sobre los comportamientos lectores, en los cuales
se ha encontrado un fuerte vínculo entre las competencias de escritura y
lectura y el desarrollo político, económico y cultural de las sociedades, lo
que apunta a que “la competencia lectora es crucial para que las personas
otorguen sentido al mundo en el que viven y continúen aprendiendo a lo
largo de sus vidas” (FunLectura, 2012; OCDE, 2013). Incluso puede decirse
que la competencia lectora ha sido reconocida como derecho humano (European Literacy Policy Network, ELINET, 2016) y desde luego, como tema
central de discusión mundial y regional.
Así pues, a partir del encuentro de Hamburgo, hace ya más de veinte años,
surgieron una serie de documentos que coinciden en un punto fundamental:
la literacidad debe convertirse en una prioridad, dada la relación estrecha
entre ella y diversos aspectos del desarrollo humano y social. Por ello, los
expertos invitan a la creación de políticas nacionales que impulsen niveles
básicos de literacidad con miras a la reducción de la pobreza y la desigualdad
en el mundo. De esta forma, la literacidad ha pasado a ser reconocida como
un medio que conduce a la autonomía, representa una oportunidad de nivelación entre culturas y colabora con la reducción de las brechas de pobreza.
Si se revisan algunos datos, en 2015, la Literacy Initiative for Empowerment (LIFE) señaló que África, Asia y América Latina eran las regiones que
enfrentaban los mayores desafíos en alfabetización, para 2017 los expertos de
European Literacy Policy Network (ELINET), mencionados anteriormente,
166
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
plantearon que Europa enfrentaba también graves problemas de alfabetización y dominio de la literacidad, y que durante la última década (segunda
década del siglo XXI) había habido pocos avances en este aspecto.
Así, los miembros de esta organización emitieron la “Declaración Europea
del Derecho a la Literacidad”, la cual se enfoca en garantizar que las personas de todas las edades, de forma independiente a su estado socioeconómico,
religión, etnia, origen y género, contaran con los recursos y las oportunidades
para desarrollar habilidades de literacidad suficientes y sostenibles para comprender y utilizar de manera efectiva la comunicación escrita, manuscrita,
impresa o digital (ELINET, 2016). En el documento “Once condiciones necesarias para poner en práctica el derecho básico a la literacidad” emitida por la
comisión, la séptima condición se refiere al deber de “Promover y fomentar
activamente la lectura por placer” (ELINET, 2016), tema de esta investigación.
Por otro lado, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en su informe de 2013 afirma acerca de la lectura por placer
que los alumnos que leen a diario tienen una puntuación superior a un año
y medio de escolaridad frente a los que no lo hacen, por lo que este tipo de
lectura está asociada no solo a un mejor rendimiento en las escuelas sino a un
futuro dominio de la lectura y la comprensión (2013). Estos resultados pueden
contrastarse con los obtenidos por Alice Sullivan y Matt Brown (2015), pues
encontraron que quienes practican la lectura por placer tienen desarrollado
un mayor vocabulario, así como un alto desempeño en matemáticas en comparación con aquellos que no la practican.
En el caso de México, el informe de la Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura (FunLectura, 2012) señala que en el país “se lee menos, que
la lectura sigue siendo un asunto estrictamente educativo y que el acceso
a la cultura escrita está seriamente restringido para la mayoría de la población” (p.10). Asimismo, la encuesta señala que la práctica de la lectura se va
perdiendo con la edad y que no existe una política pública centrada en el
desarrollo de la literacidad. Estos elementos que arroja la encuesta, generan
un desnivel que luego se refleja en la imposibilidad de una verdadera inserción social.
Así pues, a pesar de los esfuerzos hechos por el estado —que por no ser el
centro de nuestro estudio no se presentan en este espacio— para romper esa
brecha, no existe una política centrada en el desarrollo de la literacidad, lo
que se podría estar reflejando en los niveles de competencia lectora obteni-
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 167
dos en las pruebas PISA (Programme for Internacional Student Assessment),
en las cuales el resultado del alumno promedio muestra casi dos años de
rezago escolar (OCDE, 2013).
Estos datos se pueden comparar con los de desempeño lector reportados
por Alejandro Márquez Jiménez (2017) a partir de las pruebas aplicadas en
2015 a alumnos de sexto de primaria y tercero de secundaria a través del
Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea), así como con
los datos recogidos mediante las pruebas de la Evaluación Nacional de Logros Académicos en Centros Escolares (Enlace) (aplicada por la SEP) y
los Exámenes de la Calidad y el Logro Educativo (Excale) (aplicados por
el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, INEE). Ninguno
de ellos resulta alentador: “en 6° de primaria prácticamente la mitad de los
alumnos (49.5%) obtuvo resultados que los ubican en el nivel 1 de logro en
el área de lenguaje y comunicación y 33.2% en el nivel 2” (p. 5). Y si bien los
estudiantes de tercero de secundaria se ubican en un percentil más alto, 75%
solo alcanza los niveles 1 y 2 de lectura, lo que les impide comparar, valorar,
inferir y tomar una postura crítica ante los textos que lee. Ello implica que
casi 80% de los alumnos de sexto grado a tercero de secundaria tienen problemas con la lectura, lo cual limita su aprendizaje.
Otras encuestas indagan sobre el hábito lector en México, entre ellas resaltan los datos del Módulo de Lectura (Molec) que aplica el Instituto Nacional
de Estadística y Geografía (Inegi) desde 2015; los del Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes (Conaculta) a través de su Encuesta Nacional de Lectura
y Escritura, así como la Primera encuesta nacional sobre consumo de medios
digitales y lectura aplicada a jóvenes mexicanos de 12 a 29 años, del Banco
Nacional de México (Banamex) y la Organización Internacional para el Libro
Juvenil (IBBY / México). En esa última encuesta destaca el predominio de la
lectura de libros, pero se aprecia cómo los jóvenes privilegian la lectura en
soportes digitales (Márquez Jiménez, 2017). Asimismo, las encuestas de hábito de lectura indican que en México ha disminuido la lectura por placer, pues
esta se ve como un elemento ligado a la escuela, a la etapa de aprendizaje.
Márquez Jiménez (2017) presenta también los datos de la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura aplicada por Conaculta, según la cual los mexicanos leen en promedio 3.5 libros y una media de 2 (p.9). Esta encuesta
también reporta que “los de mayor escolaridad e ingresos familiares son
los que más reportan leer, independientemente del tipo de soporte; los más
168
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
jóvenes son los que se caracterizan por ser los más asiduos lectores de redes
sociales, web y blogs” (p.7).
Guadalajara, ámbito de este estudio, es reflejo de lo que ocurre en el país.
A pesar de que alberga, desde hace más de tres décadas la Feria Internacional del Libro (FIL), el evento anual más importante de su tipo en el mundo
hispano y la segunda feria más grande después de la de Frankfurt, no existe
una política sostenida por parte del gobierno estatal que promueva la lectura.
Asimismo, a pesar de que se conocen esfuerzos privados llevados a cabo por
diversas asociaciones civiles, y de que algunas empresas invierten recursos
en la promoción de la lectura, son muy reducidos los programas culturales
y escolares sostenidos en torno a la literacidad, la cual es fundamental para
interactuar y desarrollarse en el espacio público.
Con la finalidad de tratar de ofrecer alternativas viables en el desarrollo
de la lectura por placer como medio para desarrollar la literacidad en escenarios de alta vulnerabilidad, este capítulo quiere reflejar la experiencia
de investigación desarrollada por profesores del Instituto Tecnológico y de
Estudios Superiores de Occidente (ITESO) sobre el proyecto de intervención denominado Día de las Palabras realizado por la asociación civil Letra
Uno, en alianza con Escuela en Comunidad, A.C. El proyecto de intervención
se enfoca en lectores infantiles de entre 6 y 12 años de escuelas públicas
ubicadas en zonas marginales de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México.
El Día de las Palabras es un programa de intervención que busca fomentar
la lectura y la escritura por placer dentro de las escuelas, al orientar la experiencia lectora hacia la vivencia gozosa y creativa. El proyecto de intervención se asienta en la premisa de que un acercamiento afectivo, colaborativo
y creativo a la lectoescritura, empodera la identidad de los niños, y que a
largo plazo se reflejarán frutos en el desarrollo de sus competencias de literacidad, útiles para todo aprendizaje por venir. Este aspecto se desarrollará
en este capítulo.
El Día de las Palabras, desarrollado por Letra Uno A.C. desde 2010 junto
a un equipo de talleristas entrenado para tal fin, intervino en cinco escuelas
públicas de Guadalajara (38 grupos de primaria para un total de 1,077 niños),
con quienes se trabajó en un proyecto letrado por grupo, con la finalidad de
acercar a los niños a la lectura desde una óptica distinta a la que se maneja
de manera tradicional en la escuela: la lectura como un elemento funcional
para el logro del aprendizaje.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 169
Antes de iniciar la intervención se realizaron encuestas para levantar información sobre el interés de los niños por la lectura y, al finalizar la intervención, se trabajó con grupos focales con los niños, tal como se mostrará
en otra sección de este capítulo. En el caso del desarrollo del proyecto, el
trabajo se hizo transformando el aula de clases en un espacio creativo en
el que la lectura no fuera vista como objeto de aprendizaje sino como un
juego que lleva al disfrute, al compartir, a percibir la lectura como un hecho
que causa placer y no trabajo, con la finalidad de atrapar a los niños y cambiar
su aproximación hacia la lectura.
Los resultados de la investigación sobre el Día de las Palabras, desarrollado al inicio del ciclo escolar 2019–2020, fueron muy amplios y con múltiples
aristas. Por ello se decidió dividir la investigación en diversos tópicos; este
capítulo se limitará a revisar la percepción de los niños sobre la intervención
de la escuela por parte del equipo del proyecto. Se trata de oír sus voces y ver
si incentivar la lectura por placer a través del trabajo con un proyecto letrado
logró acercar a los niños a la lectura y al placer que ella puede producir al
integrarla en el ámbito escolar.
Como se planteó con anterioridad, la intervención se llevó a cabo en
cinco escuelas de zonas vulnerables de la zona metropolitana de Guadalajara, durante cuatro jornadas divididas por el recreo. Para la ejecución
del plan, los talleristas llevaban adelante el trabajo en aula y, dado que era
muy importante la interacción con los niños, un mismo tallerista acompañaba a cada grupo en el primer tiempo de la jornada en el que elaboraban
un proyecto letrado, y en el segundo tiempo, los talleristas cambiaban de
grupo y se realizaba una actividad independiente centrada más en el arte
y la ética del cuidado. Los talleristas tomaban el rol del maestro, quien
acompañaba como observador y colaborador en el aula, pero no intervenía
en las actividades.
Los proyectos de aula, o proyectos letrados como se les denominó en la intervención realizada, fueron muy variados y no se limitaron a la lectura, pues
se consideró que el desarrollo de la literacidad puede abordarse mediante
actividades diversas. Así, durante las jornadas en la escuela se elaboraron:
libros, poemas, exposiciones, obras de teatro, juegos de mesa, programas
de televisión, un libro mural, títeres, altares de muertos, trípticos, películas artesanales, coreografías... La escuela se transformó en un espacio lúdico, abierto a la participación y la creatividad. Además del trabajo grupal, se
170
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
desarrollaron cinco sesiones de cuentacuentos y se entregaron 200 libros en
“adopción” para los niños, maestros y bibliotecas escolares.
Para la ejecución del proyecto, se planificaron actividades previas, entre
las que vale la pena mencionar la formación de los 17 talleristas participantes,
incluyendo la visita a las escuelas para conocer el contexto escolar. Asimismo, se trabajó con los directores de las escuelas y los 49 maestros con una
guía de ideas sobre el fomento de la lectura.
Al culminar la primera mitad del programa, se llevó a cabo una reunión de
retroalimentación con los talleristas, y al finalizar la intervención, se realizó
un grupo focal con ellos, así como un balance con el equipo de Letra Uno
y los investigadores del ITESO. Después, se comenzó con el análisis de los
resultados obtenidos, a partir de los instrumentos creados para tal fin.
Como metodología de trabajo se utiliza el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP o PBL), a través del cual los niños y niñas, a partir de cuestionamientos planteados, planifican, crean, evalúan y difunden un proyecto
que responde a sus intereses, y proponen alternativas de resolución a
partir del uso concreto y activo de la lectura y la escritura. El trabajo con
los proyectos letrados conduce a los niños a interactuar con textos literarios y a comprender que los lleva a aprender de otra manera: a través
la lectura por placer.
Esta forma de trabajo, que tiene su base en el constructivismo impulsado por Jean Piaget y Lev Vygotsky, sostiene que las personas construyen
el aprendizaje a través de la participación activa, de la interacción con los
demás, así como a partir de los conocimientos y experiencias de los que
ya dispone. Así, el equipo de talleristas guía y acompaña a los niños en la
realización de un proyecto colectivo encaminado a resolver un problema
planteado por ellos a partir de la articulación de acciones y recursos colectivos que enriquezcan su experiencia de lectura y de escritura. Siguiendo a
Mónica Márquez Hermosillo y Giannina Olivieri Pacheco (2022) se señalan
a continuación los rasgos más relevantes de estos proyectos letrados en los
que se involucra a los niños participantes:
1. Surgen de una necesidad o un interés planteado por ellos mismos como
grupo.
2. Tienen como propósito resolver un problema, tener aplicación concreta
o ser una ayuda a futuro para la comunidad.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 171
3. Implican la conversación y la acción de todos los participantes e involucrados.
4. Transcurren a través de etapas como: Elección / Planeación / Indagación
/ Ejecución / Materialización / Difusión.
Los proyectos deben ser atractivos, que atiendan la diversidad del aula, que
faciliten la motivación y que animen a los niños a usar diversos canales de
aprendizaje (narrativas, nuevas tecnologías, diversas modalidades de comunicación oral y escrita, búsqueda de información fuera de la propia escuela,
etcétera). Resulta importante cuidar el equilibrio entre la diversificación y
la orientación definida del proyecto para favorecer el trabajo comprometido,
el interés, la curiosidad, la apertura a nuevas habilidades y la confluencia de
los diversos tipos de perfiles.
Así, los niños reflexionan colectivamente, discuten, investigan, toman
decisiones, planean, crean y expresan a partir de sus preocupaciones compartidas; por ejemplo, la enfermedad de los abuelos, el miedo por las noches,
el maltrato a sus mascotas, la inseguridad en su colonia, los homicidios, el
acoso escolar, la contaminación, el descuido del parque vecinal y muchos
más.
A partir del diálogo y la acción conjunta, los mismos niños proponen
soluciones a través de procesos y productos creativos como: campañas,
murales, cartas, obras de teatro, volantes, exposiciones, concursos, cortometrajes, maquetas, manifiestos, libros, piezas musicales, flashmobs y un
sinfín de opciones creativas. La razón asumida en el desarrollo de estos
proyectos letrados se fundamenta en la convicción de que la literacidad
está más allá de la lectura y que asumir actividades lúdicas variadas en el
aula, desarrolla la literacidad tanto o más que la lectura funcional que se
realiza en la escuela.
Para este trabajo, se decidió centrarse en los logros detectados en los niños luego de la intervención o mediación realizada en las escuelas. Como se
señaló con anterioridad, el objetivo que se persigue con esta intervención
es mostrar de qué manera la lectura por placer incide en los cambios de las
competencias de literacidad de niños de educación primaria, en específico,
en el desarrollo de competencias cognitivas, afectivas y sociales relacionadas
con ir “más allá de las líneas” del texto.
172
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
LA LECTURA POR PLACER EN EL DESARROLLO
DE LA LITERACIDAD: ALGUNAS PERSPECTIVAS
Desde hace un buen tiempo, el fomento de la lectura por placer se ha extendido por diversos países desarrollados; el Reino Unido es pionero en ello y
algunos investigadores se han dedicado por años a su estudio. Es el caso de
Christina Clark y Kate Rumbold, quienes a partir de sus estudios aseguran
que el desarrollo de la literacidad colabora con la erradicación de la pobreza.
Estos autores definen la lectura por placer, como “la lectura que hacemos
libremente, anticipándonos a la satisfacción que obtendremos por el acto de
leer [...] Ella está relacionada con material que refleja nuestra propia elección,
en un tiempo y lugar que calza con nosotros” (Clark y Rumbold, 2006, p.5).
Vale la pena señalar en este sentido a algunos estudios sobre lectura por
placer efectuados por investigadores de diversos países. Christina Clark y
Anne Teravainen (2017) presentan los resultados de la encuesta del 2016
del National Literacy Trust del Reino Unido. La investigación proporciona datos sobre las competencias que se desarrollan ante el gusto por la lectura: los niños que disfrutan la lectura por placer logran mayores niveles
de lectura que los que no lo hacen; desarrollan un manejo superior en sus
estructuras gramaticales, son capaces de lograr un conocimiento inferencial,
así como el manejo de herramientas deductivas.
Asimismo, la encuesta señala que los niños de 10 años que han desarrollado
el gusto por la lectura, poseen unos niveles correspondientes al de un niño
de 10.8 años, mientras que los que no han creado ese tipo de gusto, apenas
alcanzan un nivel similar al de un niño de 9.5 años. Estas diferencias se incrementan al medir el desempeño en niños de 14 años, pues allí se detecta que
los niños lectores alcanzan niveles correspondientes a los 15.3 años, mientras
que los que no leen apenas alcanzan el nivel de lectura de un niño de 12 años,
generándose entre ellos una diferencia de 3.3 años, lo que crea una brecha
(Clark y Teravainen, 2017).
Por otra parte Chommaanad Boonaree, Anne Goulding y Philip Calvert
(2017) estudian los problemas de literacidad en Tailandia tomando como punto de partida las dos perspectivas sobre la lectura: la lectura por placer (RFP)
y la lectura para educar o instruir (RFI). Los autores consideran que según
lo plantea la Asociación de Literacidad del Reino Unido, debe diferenciarse
entre ambas posturas. Así, mientras la lectura para instruir es un producto de
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 173
la escuela, la que se hace por placer parte del deseo, del enganche voluntario
del lector. Mientras la primera desarrolla herramientas de decodificación,
comprensión y está dirigida por el maestro, la lectura por placer crea lectores para toda la vida, genera respuestas y arranca desde el deseo o la propia
voluntad desde la infancia. Señalan también que según los estudios de Clarke
y De Zoysa (2011, citados en Boonaree, Goulding y Calvert, 2017) y Clark y
Douglas (2011, citados en Boonaree, Goulding y Calvert, 2017), la lectura por
placer afecta tanto el comportamiento lector como la lectura para instruir,
propia de la escuela.
De esta manera, Boonaree, Goulding y Calvert destacan que la lectura por
placer es la raíz de los logros en los avances en comprensión lectora y no al
revés y que por tanto padres y maestros, deberían apoyar la lectura por placer desde la infancia. Boonaree et al. (2017) identifican además un obstáculo
para la promoción de la literacidad en Tailandia: por lo general, los padres
no leen a los niños porque creen que ellos no entienden el lenguaje, y tanto
ellos como los maestros de preescolar llevan a los niños a desarrollar lectura a través del dictado y copia de oraciones, elementos que el niño no está
preparado cognitivamente a afrontar a esa edad.
Al revisar la experiencia de Tailandia resulta interesante que la aseveración que hacen los autores al plantear que el gobierno ha impulsado la
promoción de la lectura por placer desde hace más de 40 años, pero que las
campañas implementadas por el Ministerio de Educación han resultado poco
efectivas en la creación de bibliotecas tanto para las escuelas primarias como
públicas. Destaca también la creación, desde 1972, de centros de lectura en
las zonas rurales, lo que incrementó la literacidad en tales zonas. Tales centros fueron sustituidos en 2013, por las “Smart Book House”, y en 2015, por las
“Community Book House” que en su mayoría dependen de donaciones de
libros y diverso material para su funcionamiento. Pero aun así, los autores
resaltan la importancia de incentivar la lectura por placer desde el hogar,
pues son los padres quienes influyen, en mayor medida, en su desarrollo.
No solo se trata de crear bibliotecas y planes de lectura sino de introducir
al niño en la lectura desde muy temprano y ello debería hacerse en el hogar.
Además, Boonaree, Goulding y Calvert (2017) traen a colación la agenda
de las Naciones Unidas “Un mundo a la medida de los niños” (“A World
Fit for Children”), la cual propone que debería de haber por lo menos tres
libros infantiles por familia con niños en su hogar. Ello lo contrastan con la
174
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
realidad de Tailandia (Thailand National Statistical Office, 2012), en la que se
evidencia que mientras en Bangkok, la capital del país, 62.4% de los hogares
posee más de 3 libros por familia, en zonas alejadas solo 33.8% cuenta con ese
número en su casa, y solo 8.6% tiene 10 o más libros infantiles por familia.
Así pues, si los indicadores dicen que la lectura en el hogar es importante
para el desarrollo de la literacidad, habría que pensar en las brechas que se
generan desde muy niños según la zona o contexto social.
Otro de los trabajos revisados, en lo concerniente a la lectura por placer,
es el realizado en 2013 en Omán por parte de Ali Al Yaaqubi y Rahma Al–
Mahrooqi, quienes a partir de la revisión de los resultados de varios autores,
apuntan el papel que juega la literatura en el desarrollo cognitivo y emocional de los lectores. Los autores toman como referencia un artículo de Gioia
(2006, citado en Al Yaaqubi y Al–Mahrooqi, 2013), para quien centrarse en
textos literarios “despierta, engrandece y refina nuestra humanidad en una
forma en que nada más lo puede hacer” (p.22).
Al Yaaqubi y Al–Mahrooqi consideran, tal como lo plantean Don Kuiken,
Lea. A. Phillips, Michelle Gregus y David Miall (2004, citados en Ali Al Yaaqubi y Rahma Al–Mahrooqi, 2013), que el lector de literatura sufre una transformación, al conocer las experiencias de los personajes, lo que los lleva también
a recordar eventos del pasado que lo ayudan a entenderse a sí mismo; por lo
que concluyen acerca de la importancia no solo cognitiva sino emocional y
afectiva que imprime la lectura por placer.
Christina Clark y Kate Rumbold (2006, citados en Al Yaaqubi y Al– Mahrooqi, 2013) añaden que la lectura por placer puede desarrollarse a cualquier
edad y que nunca es tarde para hacerlo, pues ella contribuye a cambiar percepciones y actitudes, lo que puede reflejarse hasta en un cambio positivo
de carácter. Por ello, Al Yaaqubi y Rahma Al–Mahrooqi (2013) decidieron
desarrollar un estudio para incentivar la lectura por placer a través de la
literatura en sus cursos de inglés de la Universidad de Sultan Qaboos, con el
fin de desarrollar la literacidad en un segundo idioma. Si bien este proyecto
trabaja con estudiantes de edades distintas a las del proyecto del Día de las
Palabras, ambos tienen en común el manejo de la lectura por placer para el
desarrollo de la literacidad. Los autores añaden a la razón de su proyecto lo
planteado por Ross (2009, citado en Al Yaaqubi y Al–Mahrooqi, 2013): que
los lectores deberían hacer un espacio en su rutina diaria para la lectura por
placer.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 175
De manera especial, en este trabajo interesa la lectura que se aborda para
el deleite estético, la lectura por placer, que tiene como finalidad disfrutar la
lectura en sí misma, “saborear” una obra y recrearse en ella. Ese es uno de
los objetivos que se buscan desarrollar con la intervención de la escuela: que
con dicha transformación se convierte en el artefacto cultural que aborda
y quiere modificar la percepción y el abordaje de la lectura por parte de los
niños y, por qué no, por los maestros.
Usualmente, a la lectura por placer se le identifica con la lectura literaria:
de novelas, cuentos, poemas; pero desde el punto de vista de la literacidad,
no importa el género del texto sino que más bien son la disposición y el
propósito del lector, en combinación con los elementos textuales, lo que
la define como tal: “Son las palabras y su deleite lo que convierte el acto
de la lectura en una lectura literaria” (Martos y Campos, 2013, p.384).
El placer estético que se busca en este tipo de lectura implica una especial
disposición mental del lector, pues se precisa de apertura y de cierta sensibilidad para percibir “qué le van a contar y cómo van a hacerlo” (Quiles,
citado Martos y Campos, 2013, p.384). En esta clase de lectura, el lector busca
en el texto artístico “una forma de evasión y, al mismo tiempo, de reencontrarse con el mundo que le rodea y de reconocerse a sí mismo” (p.386).
Se trata de una lectura voluntaria, con un amplio margen de interpretación y
de libertad individual en donde la experiencia lectora previa juega un papel
fundamental. El presente estudio se interesó de forma precisa por indagar
sobre la experiencia de lectura en niños que en el mismo ámbito de su escuela
fueron guiados por talleristas a realizar lecturas fuera del marco formal al
que están acostumbrados.
Como ya se ha señalado, a la escuela se le ha atribuido la enseñanza de la
lectura funcional, confiriéndole el atributo de obligatoriedad, sobreentendiéndose con ello que la lectura en la escuela tiene un fin utilitario o estratégico,
mientras que la lectura que se hace fuera de los márgenes de la escuela pareciera no tenerlo. De esta forma, la lectura recreativa se asocia con la que se
hace en los “tiempos libres”, sin propósito alguno más que el entretenimiento
o la evasión de la realidad. Por esta razón, actividades como las propuestas
mediante el Día de las Palabras irrumpen en el aula tradicional causando
una disrupción entre alumnos, padres, maestros y la directiva de la escuela.
La propuesta de este proyecto apunta a la formación en literacidad, dentro
del sistema educativo y fuera de él, en el que la lectura se conciba como un
176
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
proceso integral que involucra habilidades tecnológicas, técnicas, cognitivas,
estratégicas, afectivas y sociales en búsqueda del desarrollo de la creatividad,
la construcción de significados, la solución de problemas, la transferencia
y la interacción con otros. La propuesta se realiza en función de las teorías
que apuntan a los beneficios de la lectura por placer.
Al investigar sobre ello, se encuentra la postura de Clark y Rumbold (2006,
citados por Al Yaaqubi y Rahma Al–Mahrooqi, 2013), quienes apuntan a tres
grandes beneficios a partir de este tipo de lectura:
• Beneficios de aprendizaje, ligados al desarrollo de habilidades del lenguaje y ampliación del conocimiento. Con este tipo de lectura se amplía
la comprensión textual y las competencias lingüísticas.
• Beneficios sociales, pues acercan al lector a diferentes culturas y perspectivas, ampliando la tolerancia al conocer la multiculturalidad. Clark
y Rumbold (2006, citados por Al Yaaqubi y Rahma Al–Mahrooqi, 2013)
añaden a su planteamiento el argumento de Bus, Van Ljzendoorm y Pellegrini (1995, citados en Clark y Rumbold, 2006), que plantean que quienes
leen libros que tratan aspectos sociales, participan de manera activa en
sus comunidades para resolver problemas similares.
• Beneficios personales, pues la lectura por placer aumenta la autoconfianza y autoestima. Este punto es novedoso, pues de forma tradicional se
habla de los aspectos personales y sociales de la lectura, pero se deja por
fuera lo emocional. La lectura por placer, al confrontarnos con historias
diversas nos plantan frente a personajes e historias que nos pueden hacer
reflexionar sobre nuestras vidas y efectuar cambios en ella.
Los elementos que aquí se destacan tratan de demostrar que la lectura por
placer amplía nuestras competencias cognitivas, sociales y emocionales mucho más de lo que se había pensado. Por eso luce fundamental la introducción
de este tipo de lectura en la escuela, pues puede tener más incidencia que el
estudio tradicional de diversos temas. Quizá se entenderían mejor, por ejemplo, temas como la discriminación, la colonización, el bullying en la escuela
o cualquier otro tema, con la lectura de cuentos cortos que lo retraten, y no
solo mediante conceptos que lo expliquen.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 177
LA LITERACIDAD: MÁS QUE ALFABETIZACIÓN
Y LECTO–ESCRITURA
A los aspectos señalados hasta ahora con respecto a la lectura por placer,
se suman los estudios de literacidad que cambiaron la noción sostenida
hasta 1970, cuando la alfabetización era considerada como el proceso de
aprender a leer y a escribir, aludiendo con esto al proceso de dominio
de la lectoescritura convencional, a partir de soportes analógicos como
el papel y la tinta, centrándose en la habilidad de codificar y decodificar
a partir del signo lingüístico propio de un idioma determinado. Posteriormente, en la década de los noventa del siglo XX, la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco)
amplió la definición de alfabetización como la capacidad de “leer, escribir,
deletrear, escuchar y hablar” (Unesco, 2007), y aún más, como “la habilidad para identificar, comprender, interpretar, crear, comunicar, calcular
y utilizar los materiales impresos y escritos relacionados con diferentes
contextos”, así como “un proceso continuo de aprendizaje para que las
personas logren alcanzar sus metas, desarrollar su conocimiento y potencial, y participar de forma plena en su comunidad y la sociedad en
general” (Confintea, 1999).
Asimismo, a partir de la Declaración de Hamburgo, documento base para
comprender el fenómeno de la literacidad, se señala la necesidad de reconceptualizar la alfabetización, afirmando que ella ya no puede ser definida
simplemente en términos de conocimientos de lectura, escritura y aritmética,
ni ser considerada como una meta final. Hoy en día (al inicio de la segunda
década del siglo XXI) el mundo visual, y la capacidad de entender imágenes
es tan importante como la de entender palabras; por lo tanto, la alfabetización
debe ir más allá de lo que conocíamos como lectoescritura.
Desde ese entonces hasta ahora, el debate mundial acerca de la importancia de la alfabetización se abre a un panorama que exige la reconceptualización y profundización en la idea de la alfabetización. No se trata ya de
decodificar o de leer y escribir como un medio para aprender, tampoco es
ya el “centro de gravedad” de la educación ni mucho menos el objetivo clave
o resultado final (Lanksheare y Knobel, 2008, p.27): se trata de ampliar la
concepción de la tarea alfabetizadora, que enriquecida con una perspectiva
sociocultural nos lleva al campo de la literacidad.
178
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
El Día de las Palabras se apropia de estas perspectivas y los incluye en el
desarrollo de los proyectos letrados que se desarrollan en el aula durante la
semana de trabajo en las escuelas. Así pues, el trabajo que se realiza en las
escuelas se centró en el término literacidad, del inglés literacy, que va más
allá de la lectura, pues engloba habilidades que conciernen a la cultura escrita y no solo a la interpretación o decodificación de un texto. Este concepto,
entendido también en nuestro idioma como literacía o letrismo, involucra
una serie de habilidades retóricas, sociales y culturales, cuyo ámbito abarca
a un conjunto de competencias y prácticas relativas a la lectura y la escritura adquiridas en un entorno determinado (alfabetización situada) y bajo la
influencia de una tradición o cultura letrada (Cavallo y Chartier, 2001).
Este concepto añade una mirada sociocultural al término de alfabetización, lo amplía y reconoce que “los textos forman parte de innumerables
prácticas vividas, habladas, activadas, marcadas por valores y creencias que
se desarrollan en lugares específicos y en momentos concretos” (Gee, 1996,
p.3). Esta visión tiene una implicación de fondo en la que se reconoce que los
individuos realizan prácticas de lectura y de escritura diferenciadas según
las diversas prácticas sociales, lo cual constituye un aspecto identitario, una
distinta manera de ser persona a lo largo de “las diferentes formas y facetas
de hacer la vida” (Lanksheare y Knobel, 2008, p.28).
A partir de esa redefinición, aparecen los llamados Nuevos Estudios sobre
Literacidad, los cuales analizan la alfabetización no como un proceso de habilidad individual sino referida a prácticas sociales y contextuales. Desde estos
estudios, se entiende que “la literacidad o literacía no es una competencia
aislada y uniforme que se adquiera sin más y se pueda aplicar a cualquier
situación, y valora por tanto el componente sociocultural” (Martos y Campos,
2013, p.403). Por tanto, la noción de literacidad incluye el estudio de todos los
nuevos alfabetismos surgidos en esta era digital, así como la visibilización
de prácticas de lectura y escritura distintas a las dominantes. Por ello, al
trabajar con la lectura por placer para el desarrollo de la literacidad, el Día
de las Palabras incluye actividades no convencionales como juegos, teatro,
simulaciones de programas de televisión realizados por los niños, diálogos
sobre sus problemáticas, cualquier acción que abone en la construcción de
una literacidad ampliada.
Tomando como referencia a Daniel Cassany (2006) la literacidad tiene
un origen social, se sitúa históricamente en tiempo y espacio, y ve al lector
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 179
y a quien produce el texto como interconectados. Desde esta perspectiva,
se entiende que las palabras solo transmiten rasgos esquemáticos, pues el
significado se origina en la comunidad. De ahí que, apoyándose en Brian V.
Street, la literacidad resulta una práctica cultural en la que “el lenguaje es
el sitio privilegiado para la creación de significado y que por consiguiente
los sistemas educativos debieran centrarse en capacitar a las nuevas generaciones en la escritura y el habla” (Street, 2003, p.47).
En sus estudios, Street (2003) señala dos modelos de literacidad: uno autónomo y otro ideológico. El modelo autónomo supone “que la literacidad en
sí misma, de manera autónoma, tendrá efectos en otras prácticas sociales y
cognitivas” (p.43), bajo el supuesto de que sus implicaciones son neutrales
y universales, sin reconocer una imposición occidental y urbana de las culturas dominantes sobre las otras culturas.
La visión propuesta por Street (2003) se aleja del modelo autónomo de
literacidad y sostiene que la cultura escrita es ideológica, pues la literacidad
no es una habilidad técnica sino una práctica social que se inserta en una
concepción del conocimiento, en una forma de interactuar y de comprender
el mundo, dentro de un contexto educativo y laboral particular. El discurso
siempre estará impregnado por una ideología que desea dominar, de allí la
necesidad de desarrollar capacidades críticas y transformadoras en el espacio
mismo de la escuela y el aula de clases.
Este modelo ideológico ofrece herramientas para pensar en la cultura
escrita como una práctica situada. Toma en cuenta lo que hacemos con la lectura y escritura además de lo que opinamos al respecto, e incluso afirma
que las creencias sobre la cultura escrita influyen sobre el uso de la lectura y
la escritura, cómo la enseñamos a los demás y nuestras expectativas sobre
sus resultados. Esta es la razón por la que, al culminar con la intervención
del Día de las Palabras, el equipo no se quedó solo con la satisfacción de la
culminación de las actividades realizadas, sino que indagó con los niños y
los talleristas acerca de interpretaciones, gustos y posibles cambios ante la
lectura y las actividades realizadas.
De forma explícita, Street propone que la literacidad es una construcción
múltiple, puesto que leer y escribir se logran mediante formas diversas y heterogéneas, “las formas en que las personas emprenden la lectura y la escritura están enraizadas en concepciones sobre el conocimiento, la identidad y el
ser” (1984, p.44), surgen de una posición ideológica, de una visión de mundo.
180
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Así, cada actor del proceso de literacidad genera una práctica social
que está influida por sus propias ideas sobre la lectura y la escritura.
La literacidad no se da de manera neutral y los efectos sociales que se
entrelazan a ella no son añadidos sino parte de su naturaleza y definirán
su rumbo.
Esta visión de la literacidad ideológica nos lleva hacia el enfoque de la
enseñanza situada, que destaca la importancia de la actividad y el contexto
para el aprendizaje y reconoce que el aprendizaje escolar es, ante todo, un
proceso de enculturación en el cual los aprendices se integran de manera
gradual a una comunidad o cultura de prácticas sociales. En esta misma dirección, se comparte la idea de que aprender y hacer son acciones inseparables
(Márquez Hermosillo, 2015).
Desde una aproximación sociocultural, la lectura y la escritura están imbricadas en el contexto cultural, institucional e histórico del que forman
parte. Su apropiación y dominio están relacionados con la acción dialógica y
con los artefactos culturales de mediación (o soportes textuales en su caso),
que forman parte del todo que confluye en los procesos de su aprendizaje
y desarrollo. Solo desde este punto de partida podremos analizar la lectura
no como el acceso a un código sino como una práctica social situada y dialógica, como un proceso interactivo y dinámico de construcción que ocurre
junto con el reconocimiento del otro.
En este sentido, las prácticas letradas compartidas fortalecen la construcción de significado, tanto de forma personal como colectivas, al reforzarse
el sentido social del individuo quien constata, a través del diálogo, los nexos
culturales que le unen a los propios contextos.
Tomando en cuenta estos elementos, leer no es solo un proceso psicobiológico realizado con unidades lingüísticas y capacidades mentales sino una
práctica cultural inserta en una comunidad real, que posee una historia,
una tradición, unos hábitos y unas prácticas comunicativas especiales. Aprender a leer requiere conocer estas particularidades, propias de cada comunidad (Cassany, 2006, p.8). Y por ello, un proyecto de intervención como el
Día de las Palabras cobra más sentido.
Las prácticas lectoras o letradas “constituyen una interacción social y, en
este sentido, están conectadas con formas concretas de interactuar, creer,
valorar y sentir” (Aliagas, Castellá y Cassany, 2009, p.99). Hay una dimensión subjetiva y afectiva que va integrando una identidad lectora y que es
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 181
una construcción social, plural y dinámica que se construye a través de las
distintas prácticas lectoras realizadas en distintos ambientes sociales y en
interacción con los demás.
Es posible relacionar la lectura por placer con el llamado modelo ideológico de literacidad que maneja Street (2003). Por su parte, Cassany (2013)
distingue cuatro dimensiones de la lectura: la lectura literal (leer las líneas),
la lectura inferencial (leer entre líneas), la lectura crítica (leer tras las líneas) y la lectura divergente (leer más allá de las líneas).
Para alcanzar las dimensiones de lectura antes mencionadas, se precisa
de la ejercitación de un conjunto de habilidades de muy diverso tipo que se
logran desarrollar mediante la experiencia lectora (Martos y Campos, 2013).
La combinación de habilidades cognitivas, sociales y disposiciones afectivas
posibilita el avance en la competencia lectora.
En el Día de las Palabras se decidió asumir esta propuesta de literacidad en
su forma de trabajo, definiendo ciertas competencias que se pretende impulsar: las capacidades cognitivas, que comprenden las aptitudes intelectuales
relacionadas con procesos o sistemas de pensamiento complejo; las disposiciones afectivas, que asumen las actitudes relacionadas con las emociones,
motivaciones y significados que se generan a partir de la aproximación y
uso de un texto, y las habilidades sociales, entendidas como capacidades
para expresar, discutir, debatir, compartir y resignificar la experiencia de
literacidad colectivamente. Todas ellas se desarrollan por la interacción del
sujeto con otros y la pertenencia a una comunidad de referencia situada en
un contexto determinado.
La tabla 5.1 muestra de manera sucinta las competencias que se busca
desarrollar en el proyecto general del Día de las Palabras; ahora bien, dado
lo puntual de la intervención que aquí se presenta, en este trabajo solo se
mostrará de qué forma se pueden evidenciar las competencias en el discurso
de los niños.
182
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
TABLA 5.1 CAPACIDADES COGNITIVAS, DISPOSICIONES AFECTIVAS Y HABILIDADES SOCIALES
PROPIAS DE LA LITERACIDAD
Capacidades cognitivas
Evidencias de su presencia
Ampliación
Llevar los elementos del texto más allá de los límites.
Diversificación
A partir de un elemento textual, plantear nuevos.
Apropiación
Generar un proceso interno de hacer propio el contenido del texto.
Transferencia
Transpolar elementos del texto a un ámbito o experiencia distinta a la
lectura.
Creación
Reelaborar la experiencia de lectura en un código distinto y con un
resultado nuevo.
Extensión
Ampliar la experiencia de lectura a partir de referencias externas al
texto.
Explicitación de la experiencia
Dar cuenta de su experiencia de lectura.
Disposiciones afectivas
Evidencias de su presencia
Motivación
Mostrar impulso para la participación en la experiencia lectora.
Expresividad
Manifestar con viveza sentimientos o pensamientos referentes a la
experiencia lectora.
Interés
Expresión de que existe motivación para participar en la actividad
lectora.
Evocación
Recordar los detalles de una experiencia lectora del pasado.
Dedicación
Atender con concentración a una actividad lectora.
Actitud
Manifestar cierta disposición o estado de ánimo ante una experiencia
lectora.
Proactividad
Mostrar comportamiento anticipatorio y autoiniciado, en relación con
la experiencia lectora.
Valoración
Emitir un juicio ante una experiencia lectora.
Habilidades sociales
Evidencias de su presencia
Conversación
Dialogar, intercambiar ideas, opiniones o criterios relativos a la
experiencia lectora, entre dos o más sujetos.
Escucha
Ser receptivo a voz de los demás, relativa a la experiencia lectora.
Participación
Intervenir activamente en una experiencia lectora propuesta.
Cuestionamiento
Hacer preguntas relativas a la experiencia lectora.
Promoción
Animar a otros a realizar una acción en pro de la lectura
Invita a otros a leer o a escribir junto con él o ella.
Colaboración
Coopera y co–construye iniciativas relativas a la lectura.
Comparte sus recursos, hallazgos o vivencias en torno a la lectura.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 183
MÉTODO DE TRABAJO Y RESULTADOS OBSERVADOS
LUEGO DE LA INTERVENCIÓN
Al diseñar esta intervención y pensando en poder evaluar lo realizado
para hacer replicable la actividad, se planteó la recolección de datos a
través de la aplicación de una serie de instrumentos diversos. Para ello se
diseñaron tres etapas: una previa a la intervención en la que se pilotearon
los instrumentos y se llevaron a cabo observaciones participativas en distintos momentos para registrar tanto los elementos psicológicos (mediaciones, maneras de retroalimentar, motivación) como los físicos (textos,
ejercicios, pruebas, medios audiovisuales, etcétera); una segunda etapa de
aplicación de encuestas a una muestra de los participantes (cien sujetos)
y una tercera etapa, posterior a la intervención, en la que se trabajó con
entrevistas y grupos focales con una muestra intencional (diez sujetos de
tres grupos distintos), con la finalidad de recabar información sobre las
sesiones de trabajo y poder mostrar la percepción que tienen los niños:
lo que aprecian, lo que favorece o dificulta la literacidad, los aciertos, los
errores, las omisiones y todo aquello que sea relevante para reconocer
el valor que genera este tipo de actividades no formales para el desarrollo
de la literacidad. Los instrumentos empleados pueden apreciarse en la
tabla 5.2.
Estos instrumentos buscaban recabar datos que serían empleados para
analizar, ajustar y plantear otras intervenciones similares en las escuelas. Los
instrumentos se aplicaron al inicio y al cierre del proyecto; los dos primeros son instrumentos muy sencillos que pretenden proporcionar un mínimo
diagnóstico para tener un panorama de la población con la que se trabajaría;
por su parte, el tercero proporciona una mirada desde los sujetos involucrados. Se presentan a continuación los resultados obtenidos a partir del Día
de las Palabras.
184
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
TABLA 5.2 INSTRUMENTOS EMPLEADOS
Instrumento
Descripción y muestra
Instrumento 1:
Gusto por la lectura
Encuesta de tres preguntas cerradas aplicada a 100 niños
Instrumento 2:
Interés por la lectura
Dos instrumentos diferenciados por grado: 1° y 2°; y 3°, 4°, 5° y
6° según los niveles de lectura esperados.
Respuesta de selección simple o múltiple, aplicado a un salón
de cada grado antes y después de la intervención.
Instrumento 3:
Grupo focal con los niños
Entrevista grupal de preguntas semiestructuradas aplicada
al final de la intervención a un grupo de niños de cada grado
de primaria.
Instrumento 1: Gusto e interés por la lectura
Como ya se señaló, antes de comenzar el proyecto en las escuelas seleccionadas, se aplicó un cuestionario de tres preguntas a cien de los participantes
del proyecto con la finalidad de diagnosticar el interés de los niños por la
lectura. Esta prueba se aplicó de nuevo al final para verificar si el trabajo con
los talleristas, a pesar del breve periodo, había generado algún cambio en el
interés de los niños.
La primera interrogante fue: “¿Para qué sirven los libros?”, las respuestas
se decantaron hacia: “Aprender” y “Hacer”. Pero esta selección cambió luego de la intervención en la escuela, aumentando de manera significativa la
categoría “Disfrutar”, propia de la lectura por placer que busca desarrollar
el Día de las Palabras (véase la figura 5.1).
Los participantes pudieron apreciar que los libros pueden ser fuente de disfrute y no solo fuente de conocimiento, tal como se le ve tradicionalmente.
Ello podría indicar un camino diferente para llevar al niño hacia la lectura:
la perspectiva no académica a través de la lectura por placer o actividades
de desarrollo de la literacidad.
También se les preguntó qué tan buenos lectores se consideraban y allí
también hubo un crecimiento significativo en las categorías “Buenísimo”
y “Bueno”, mientras que las categorías “Regular” y “Malo” decrecieron, tal
como se aprecia en la figura 5.2. Ello apuntaría a un cambio en la autopercepción y autoestima señalada por Clark y Rumbold (2006), pues corroboraría
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 185
FIGURA 5.1 ¿PARA QUÉ SIRVEN LOS LIBROS?
70
58
60
51
50
42
40
30
23
18
20
10
2
0
Para hacer cosas
5
1
Para aprender
Al inicio
Para disfrutar
Para ir más allá
Al final
FIGURA 5.2 ¿QUÉ TAN BUEN LECTOR O LECTORA TE CONSIDERAS?
80
70
60
50
40
30
20
10
0
67
45
41
23
10
8
Buenísimo
Bueno
Al inicio
186
2
3
Regular
Al final
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Malo
la teoría según la cual la lectura por placer genera cambios afectivos o emocionales en quienes la practican.
Al final, en este cuestionario se les preguntó a los niños cuántos libros
no escolares habían leído en un año, a lo que 13% respondió no haber leído
ningún libro; 47% planteó haber leído entre 1 y 3 libros; 20% respondió haber leído de 4 a 5 libros y 20% respondió que había leído entre 6 y 7 libros
en un año. Se descartó hacer esta pregunta al finalizar la actividad del Día
de las Palabras pues, dada la duración del proyecto, era difícil imaginar que
este número pudiera cambiar significativamente por incidencia del mismo.
Si bien los datos no lucen muy realistas, dados los datos de las encuestas
de FunLectura y datos de la OCDE, se hizo imposible corroborar la validez de
las respuestas dadas por los niños.
Instrumento 2: Interés por la lectura
El segundo instrumento se aplicó antes de la intervención y luego del desarrollo del proyecto letrado. Este instrumento se manejó con variaciones
según el grado de estudios de los niños, pero para efectos del análisis, las
preguntas comunes se agruparán en uno solo. El cuestionario de los de primero y segundo solo tenía tres preguntas y a este mismo cuestionario se le
agregaron dos preguntas más para los niños de tercero a sexto grado: aquellos
que ya deberían saber leer.
Así, la primera pregunta indagó acerca de la lectura: “¿Te gusta leer o que
te cuenten cuentos?” Como se puede observar en la figura 5.3 hay un desplazamiento positivo hacia “Mucho” al finalizar la intervención en la escuela; en
ambos casos ese desplazamiento positivo es de 12%. Además, puede observarse que, aunque la categoría “No” es muy baja y se mantiene el resultado al final
de la intervención. El movimiento observado en cada categoría podría hacer
pensar que las actividades realizadas por el Día de las Palabras, fueron la causa
de que la lectura fuera apreciada en mayor medida al culminar el proyecto.
Asimismo, vale la pena señalar que al sumar las respuestas del interés por la
lectura en las categorías “Más o menos” y “Mucho”, los porcentajes de respuestas obtenidas indican que los niños en su mayoría reportan gusto por la lectura,
interés que además varía positivamente al comparar los resultados al inicio y
al final de la intervención, y que se mantiene muy por encima de las categorías
“No” (casi inexistente) y “Poco”, tal como se pude corroborar en la figura 5.3.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 187
FIGURA 5.3 ¿TE GUSTA LEER O QUE TE LEAN CUENTOS?
30
25
25
19
20
18
16
15
23
17
15
12
10
8
5
1
5
3
1ero. E
2
10
1ero. S
No
6
4
2do. E
1
2
0
2do S
1
5
3
0
0
0
3ero. E 3ero. S 4to. E
Un poco
4
4to. S
5to. E
Más o menos
98
5
3
0
13
11
9
8
7
5
15
14 14
12
10 11
11
0
5to. S
1
1
6to. E
6to. S
Mucho
Para ampliar el tema de la lectura, a los niños de primero y segundo grados
se les hizo otra pregunta de selección múltiple referida a la lectura: “¿Quién
prefieres que te cuente las historias?”, a lo que los niños responden en su
mayoría que les agrada que les lean los padres (véase la figura 5.4). Llama la
atención que al inicio del programa muy pocos responden que les gusta que
les lean “los maestros”, pero al final de la intervención, esta opción crece en
más de 100%, lo que podría interpretarse como que la intervención de los
talleristas en el aula cambió la percepción de la lectura por parte del maestro,
entendido este como el facilitador de la actividad de la lectura por placer que
se había realizado en el aula.
Vale la pena detenerse en esta respuesta dados los resultados a los que
apuntan las investigaciones de Boonaree et al. (2017) sobre la importancia
de la lectura por parte de la familia para el desarrollo de la literacidad. En
este sentido, dada la inclinación de los niños por parte de la familia (padres,
abuelos y / o hermanos), tendría mucho sentido el incentivar en campañas de
lectura públicas o privadas, la importancia de que en los hogares se fomentara
y practicara la lectura por placer.
Se indagó también por el espacio preferido para la lectura a través de una
pregunta que permitía varias respuestas: “¿En dónde te gusta leer o que te
lean cuentos?” (véase la figura 5.5) y la respuesta mayoritaria se vuelca hacia
la casa, mientras que la escuela ocupa una escala baja en la selección. En el
188
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
FIGURA 5.4 ¿QUIÉN PREFIERES QUE TE CUENTE LAS HISTORIAS?
76
80
60
40
40
18
20
8
3
15
6
6
0
Hermanos
Abuelos
Papás
Al inicio
Maestros
Al final
FIGURA 5.5 ¿EN DÓNDE TE GUSTA LEER O QUE TE LEAN CUENTOS?
30
27
25
25
23
20
20
24
18
23
22
19
19
15
12
12
12
10
10
5
24
5
6
8
5
6
5
3
4
5
4
4
4
22
2
7
7
5
4
4
6to. E
6to. S
3
0
1ero. E 1ero. S
2do. E 2do. S 3ero. E 3ero. S 4to. E
En casa
En la escuela
4to. S
5to. E
5to. S
Otro
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 189
caso de los niños de primaria mayor, la categoría escuela sube un poco en
todos los casos, lo que podría atribuirse a la transformación de la escuela
con el Día de las Palabras.
En cuanto a la selección de la casa como el lugar preferido para la lectura,
luce congruente con la respuesta dada en la pregunta 1, en la que los padres
y familiares son los preferidos por los niños para que les lean cuentos.
Debe recordarse que a los niños de tercero a sexto grados se les hicieron
dos preguntas más para indagar acerca de las preferencias de lectura (véase
la figura 5.6). La primera de ellas fue: “¿Qué tipo de historias te gusta leer?”,
respuesta que permitía la selección múltiple. Se puede observar que las categorías “Terror” y “Aventuras” acapararon los rangos de frecuencia más altos en
las respuestas, seguido de lejos por “Fantasía” y “Otros”. Vale la pena señalar
que la categoría “Terror” atrae más a los más pequeños, mientras que entre los
de cuarto, quinto y sexto grados aumenta el interés por la “Aventura”. Este hallazgo resulta interesante al momento de seleccionar las lecturas que se deben
utilizar o recomendar a los niños con la finalidad de engancharlos al desarrollo
de la lectura por placer y el consiguiente desarrollo de la literacidad.
Se indagó también en este grupo de niños sobre la frecuencia en la que
realizan lectura por placer y para ello se les preguntó: “¿Con qué frecuencia
lees por gusto o por entretenimiento?” (véase la figura 5.7). En este punto, la
categoría que obtuvo un mayor número de respuestas en todos los grados
fue: “Alguna vez a la semana”; la categoría “Diariamente” ocupa el segundo
lugar, pero con una distancia significativa de la categoría anterior. En cuanto al reporte de “Nunca”, se encuentra en un porcentaje muy bajo en primero
y sexto grados, pues de toda la muestra solo tres niños seleccionaron esta
categoría (5% y 6% respectivamente).
Otro elemento que se puede observar en la figura 5.7 es cómo luego del
Día de las Palabras, la categoría “Diariamente” crece solo entre los alumnos
de cuarto y quinto grados, y la categoría “Alguna vez a la semana” decrece
en todos los casos, menos en sexto grado.
190
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
FIGURA 5.6 ¿QUÉ TIPO DE LECTURAS TE GUSTA LEER?
30
24
25
23
21
20
19
17
18
16
16
15
11 12
7
5
5
7
6
4
10
10
10
4
3
13
11
6
4
3
6 5
5 6
4
3
5
3
0
3ero. E
3ero. S
4to. E
4to. S
Fantasía
5to. E
Terror
5to. S
6to. E
Aventura
6to. S
Otro
FIGURA 5.7 ¿CON QUÉ FRECUENCIA LEES POR GUSTO O ENTRETENIMIENTO?
100%
90%
80%
70%
60%
87%
76%
75%
64%
62%
63%
52% 52%
50%
48%
40%
40%
30%
25%
24%
23%
20%
10%
0%
38%
32%
30%
5%
3ero. E
11%
3%
0%
3ero. S
Diariamente
16%
0%
4to. E
0%
4to. S
Alguna vez a la semana
17%
0%
5to. E
16%
13%
0%
5to. S
Alguna vez al mes
6%
6% 3%
0%
6to. E
6to. S
Nunca
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 191
Dado que el soporte de la lectura ha cambiado y que el medio digital se
incluye hoy como uno de ellos, se indagó lo relativo al medio que los niños
usan para leer (véase la figura 5.8), pregunta que permitía seleccionar más de
un ítem.
En esta pregunta se obtuvieron los siguientes resultados: en todos los grados, la categoría más seleccionada fue el libro, esta preferencia se incrementó
a la salida del proyecto el Día de las Palabras. El segundo objeto elegido como
medio de lectura fue el celular, seguido por la historieta, y al final la revista.
Llama la atención la distancia en la elección entre el libro y el celular, dado
que ha pasado a ser, en muchos casos, el sustituto del libro, pero ello podría
estar ligado a la edad de los encuestados quienes seguramente aún no poseen
un celular propio.
Como se puede apreciar, hay un nuevo soporte de lectura que va tomando
auge entre los niños y adolescentes: el celular. Este elemento no debe tomarse como un elemento negativo, pues como señala Márquez Jiménez (2017)
citando a Ferreiro y Martos:
los cambios que ha provocado el avance de los medios electrónicos y digitales de comunicación, y que se han visto reflejados en los hábitos lectores
de la población, en algunos casos se ven con miedo y temor porque se
interpretan como un presagio de la pérdida de los medios habituales de
lectura impresa, empezando por el omnipresente libro. La computadora,
la tablet, los teléfonos celulares, Internet, Facebook y Twitter, entre otros,
se ven con recelo ante el temor del abandono del libro. Otros, al contrario,
ven en estos medios la oportunidad de hacer llegar a más gente y más lejos
la posibilidad de acceso a la lectura, mediante los nuevos formatos que ha
traído consigo la era digital, lo que incluye libros, revistas y periódicos.
En este nuevo contexto, también hay quienes adoptan una mentalidad
mediadora y abogan por estrategias que vinculen lo mejor de lo viejo y
de lo nuevo —los medios digitales y la cultura letrada tradicional—, con
la expectativa de que ello favorezca la comunicación e interacción entre
los adultos y las generaciones que son nativas de esta era digital (p.11).
Así pues, es labor de la escuela, de maestros y padres, aprovechar las nuevas
tecnologías para integrarlas a la lectura en el aula y no estigmatizar al niño
por utilizarlas.
192
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
FIGURA 5.8 ¿QUÉ MEDIOS UTILIZAS PARA LEER?
30
25
25
24
19
20
17
16
15
9
6
4
9
14
14 14
13
10
5
24
23
22
22
11
11
10
9
7
5
10
8
6
4
1 1
1
2
2
0
3ero. E
3ero. S
Libro
4to. E
4to. S
Revista
5to. E
5to. S
Historieta
6to. E
6to. S
Celular
Hasta acá las respuestas a los instrumentos sobre gusto e interés por la
lectura. Se pasa ahora a analizar los resultados obtenidos con el tercer instrumento.
Instrumentos 3: Competencias de literacidad
Si bien se reconoce en esta investigación que adquirir y mostrar una
competencia requiere de un mayor tiempo y la demostración de un hábito
adquirido, y que en el breve periodo del Día de las Palabras no es posible
lograrlas o haberlas desarrollado, utilizamos el término para dar cuenta
de lo que se ha llamado competencias de literacidad. Para obtener estos
resultados, como se señaló en la tabla 5.2, se realizaron grupos focales
con estudiantes de los distintos grados de primaria: menor y mayor. Así
pues, para poder dar cuenta de estas competencias en los ámbitos cognitivo, afectivo y social, al concluir la intervención, se trabajó en tres grupos focales con participantes seleccionados. A partir de un cuestionario
abierto elaborado para tal fin, se pretende poder identificar evidencias
que sugieran la presencia de algunas de las competencias planteadas en
la tabla 5.1, así como la percepción de los niños acerca de las actividades
realizadas como parte del proyecto.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 193
Una de las primeras cosas que se pudo notar al leer las respuestas del
grupo focal fue la espontaneidad al momento de intervenir, sobre todo de
parte de los más chicos, lo que muestra en los participantes la presencia
de habilidades sociales; pero este apartado en su mayoría se centrará en las
capacidades cognitivas y disposiciones afectivas, ya que el instrumento fue
diseñado para tal fin.
La figura 5.9 representa la frecuencia de cada una de las subcategorías
cognitivas, afectivas y sociales encontradas al analizar las respuestas de los
niños en el grupo focal.
En lo relativo a las capacidades cognitivas, se evidencian en las intervenciones de los participantes básicamente cuatro: la explicitación, la transferencia, la apropiación y la diversificación. No aparecen las categorías de
ampliación, creación y extensión, pero al ver las definiciones expresadas en
la tabla 5.1, se encuentra la lógica de su ausencia, pues las preguntas del grupo
focal no apuntaban hacia la búsqueda de esas categorías.
Al preguntar: “¿Qué habían aprendido con los talleres?”, los niños expresan el aprendizaje que hemos definido en la tabla 5.1 como transferencia;
es decir, son capaces de transpolar lo leído en un texto a su vida cotidiana,
tal como lo podemos ver en estos ejemplos: “Yo, en el taller de piratas,
aprendí que siendo chiquito también puedes hacer cosas; porque el pirata
era chiquito y de todos modos hacía cosas”; o este otro: “Yo, con el maestro Ernesto, aprendí que aunque todos seamos de diferentes forma no nos
pueden tratar mal”; o este: ”Que puedo decidir por mí, no solo otras personas por mí”, “Que debes cuidar a las otras personas, aunque seas chiquita o grande” o “Hay niños y leones en la vida”, haciendo referencia directa
a un texto leído. Lo que resulta interesante de estas reflexiones es ver las
implicaciones que causa en el niño la lectura de un texto seleccionado con
cierta intencionalidad, así como la capacidad que tienen niños de muy poca
edad (entre 6 y 9 años) de poder salir de la literalidad de la historia y transformarla en un aprendizaje propio. El lector debe recordar que estamos
hablando de transferencia en niños que apenas aprenden a leer, por lo que
no podrían ellos expresar la transferencia en niveles más altos.
Por otro lado, al indagar si algunos aprendizajes que manifiestan haber
obtenido, los habían pensado o eran producto de los talleres, aparece la categoría de la apropiación, pues reconocen que hasta ese momento no lo habían
pensado: “Yo, es algo nuevo”, responden varios. Uno de los niños de la prima-
194
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
FIGURA 5.9 FRECUENCIA DE LAS EVIDENCIAS DE LAS CAPACIDADES COGNITIVAS, HABILIDADES
SOCIALES Y DISPOSICIONES AFECTIVAS
38
Cognitivas
2
3
3
Dedicación
Actitud
1
Evocación
6
Interés
Conversación
Cuestionamiento
Sociales
Participación
1
2
Expresividad
11
5
Apropiación
Explicitación
1
Transferencia
6
Motivación
15
Diversificación
40
35
30
25
20
15
10
5
0
Afectivas
ria menor lo dice de forma muy clara: “Yo no leía tanto, pero ahora leo más,
porque me dijeron que leer era bueno”, o esto señalado por otro: “Es algo
nuevo para mí porque yo no me sabía controlar bien, era demasiado inquieto
y me ponía a hacer otras cosas”. Es decir, los niños reconocen que las actividades realizadas con los talleres causaron en ellos un cambio que hizo que
se apropiaran de las ideas que allí escucharon, y algunos hasta manifiestan
que le encuentran más sentido a la lectura.
La categoría cognitiva que aparece con mayor frecuencia al revisar los
resultados es la “Explicitación de la experiencia”, pues aparecen quince
intervenciones en los grupos focales que dan cuenta de la actividad lectora. Ejemplos como: “Hacemos actividades sobre qué trató el cuento”,
“Nos dijeron las cosas que teníamos que hacer cuando estábamos en un
equipo e hicimos un proyecto letrado” o “También vienen para aprender
a pintar y a convivir”, dan cuenta de la capacidad del niño para narrar la
experiencia vivida. Además, en intervenciones como la última que hemos
seleccionado, nos muestran que el niño es capaz de añadir una interpretación que se sale de la lectura: la convivencia, lo que podría indicar de
parte del niño una “valoración” de la experiencia, categoría ligada a lo
afectivo.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 195
En cuanto a la categoría de la “Diversificación”, solo encontramos dos
momentos en los que el niño es capaz de proponer una interpretación de la
lectura distinta a la planteada. A partir de la pregunta sobre qué interpretación dan al cuento, uno responde: “Que no tiene sentido matar a alguien
mientras puedes dejar que vivan”, y otro de los niños replica: “O que no
tiene sentido matarte por algo que no tiene sentido”, interpretación que se
sale del planteamiento de la historia narrada. Este ejemplo nos habla también
de algunas de las categorías sociales: la conversación y la escucha.
En cuanto a las disposiciones afectivas, estas resultaron las de mayor frecuencia en las intervenciones. Entre ellas, solo la subcategoría de proactividad no se evidencia y ello responde a que el cuestionario solo recoge las
respuestas de los alumnos, pero no la observación de sus actitudes.
La expresividad es la categoría que más se repite, atribuible a la espontaneidad propia de la infancia. Aparecen 38 intervenciones en los grupos
focales en las que los niños expresan sentimientos positivos hacia la actividad lectora desarrollada en el Día de las Palabras. A partir de las preguntas realizadas, los niños manifiestan con viveza lo que el proyecto letrado
representó para ellos. Así, al preguntarles: “¿Cómo se sienten ustedes?
¿Se siente diferente la escuela, ustedes qué piensan? ¿Felices? ¿Aburridos?”, se encuentran respuestas como las siguientes: “Más felices”, “Yo sí
siento que aprendo más”, “A mí se me hace más poquito tiempo, porque me
divierto más” y otro gran número de expresiones acerca de sus sentimientos
por parte de los niños.
Hay también comentarios referidos a la escuela, a la percepción de cómo
cambió durante el Día de las Palabras. Reconocen, por ejemplo, un cambio en
el tipo de lectura: “No usamos los libros que normalmente usamos”; la diferencia con respecto al trato de las maestras: “Cómodos, porque cuando están
las maestras no podemos decir nada porque de todo nos regañan”; el cambio
de actitud de los compañeros y el control por parte de la escuela: “Cuando
vienen, son más portaditos mis compañeros. Ya ves que andan vigilando los
salones y cuando no vienen, no se ve”, “También está más callada la escuela,
porque cuando no están ustedes, salen los niños y empiezan a gritar”; o cambios que los alegran: “Cuando ustedes vienen no nos deja tarea la maestra”,
comentario que incluyeron las risas de aprobación de todos.
No faltan tampoco, aunque se hallan en menor medida, expresiones no
necesariamente positivas acerca de las actividades planeadas en el pro-
196
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
yecto letrado: “A mí no me gusta porque no nos dan clases de educación
física” o: “No cambió nada”. Es decir, bien sea para valorar de manera
positiva o negativa la experiencia, los niños se explayan en expresar sus
sentimientos ante las actividades desarrolladas por la intervención de la
escuela.
Se encuentran también seis expresiones de “Motivación”. Si bien no se
evidencia el impulso inicial para la participación en la actividad lectora, sí
se encuentran ejemplos en los que se ve que el niño ha quedado motivado
a seguir leyendo o aprendiendo nuevas cosas, pues al preguntarles: “¿Qué
ideas nuevas se les han ocurrido a partir de estos talleres que han tenido?”,
se obtienen respuestas como: “Querer mejorar nuestra escritura”, “Mejorar
nuestra lectura porque a veces nos tardamos mucho en leer”, “Que nos den
más tiempo para leer” o la de una niña que expresa: “A mí me gustaría ser escritora para tener una biblioteca llena de libros”. Se podría concluir al leerlos,
que las actividades efectuadas, sí incidieron positivamente en la motivación
de los niños hacia la lectura, hecho que veremos también reflejado cuando
mostremos lo relativo al cuestionamiento.
En cuanto a la “Dedicación”, encontramos apenas dos expresiones: “Antes yo hacía la tarea y un rato de leer. Ahora leo en la escuela y en la casa
otra vez” y una que no se deriva de la experiencia del aula, pero que indica
dedicación por parte de una niña: “Cuando fui a casa de mi tía en Zacatecas,
tenía un montón de libros y yo agarré uno que pensé que era de caricaturas
y tenía muchas letras y lo leí”; en ambas encontramos lo que buscábamos en
esta categoría: la dedicación a la lectura por voluntad propia.
En la categoría de “Evocación” solo encontramos un ejemplo: “Me gustan los libros de Narnia, y ahí es un paraíso de pura nieve y me da sueño”.
Tanto en este ejemplo, como en este otro de “Actitud”, en el que se manifiesta el estado de ánimo ante la experiencia lectora: “Yo me siento bien.
Me da ganas de dormirme cuando leo”, llama la atención cómo estos niños
relacionan la lectura con el sueño, ligando la experiencia de lectura al
placer de dormir. Estas expresiones podrían ser la forma en que los niños
logran expresar el placer que les causa la lectura. Por otro lado, la escasez
de expresiones de evocación, seguramente nos indicaría la poca lectura por
placer que realizan los niños.
Otro ejemplo de “Actitud” que podemos mostrar es el de estos niños que
indican: “Yo me entusiasmo más al leer” o este otro, relacionado también
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 197
con la expresividad: “Cuando leo me siento emocionada, leo y pienso: ¡Oh!,
qué interesante”.
El “Interés” lo encontramos también solo una vez: “Yo no leía tanto, pero
ahora leo más, porque me dijeron que leer era bueno”, atribuyéndole ese
despertar hacia a lectura a las actividades realizadas en el Día de las Palabras.
Por último, se incluyen aquí algunos ejemplos que podrían ser más bien
considerados un cuestionamiento o crítica a cómo la escuela maneja la lectura y el uso de la biblioteca, espacio fundamental para el acercamiento a la
lectura y, por ende, al desarrollo de la literacidad.
Se encuentran en este sentido once intervenciones negativas que hacen
reflexionar como docentes del manejo del libro en el aula y / o escuela: “Que
nos dejen entrar a la biblioteca porque tenemos biblioteca y no nos dejan
entrar”, “Ahí tienen los libros. Diario está cerrada”, “Antes nos dejaban, pero
ya no”, “Una vez vino un camión con muchos libros y no nos dejaron agarrarlos, solo nos dijeron: véanlos y ya”, “No nos dejan entrar”, “Hay veces
que en el salón dicen: vayan a su biblioteca y busquen el libro tal y no nos
dejan ir”, “No nos dejan agarrarlos ni usarlos”, “Yo un día le dije a la maestra
que por qué teníamos biblioteca si no nos dejaban usarla”. Estos comentarios por parte de los niños son un cuestionamiento claro, no a las lecturas
efectuadas sino a la forma en que la escuela trata la lectura por placer, y que
mostraría el por qué el bajo interés de los niños por la lectura: la lectura por
placer parece no tener cabida en la escuela. Pero, por otro lado, el interés
por cuestionar el hecho de no poder usar la biblioteca ni tocar sus libros,
es un indicio de que los niños encontraron placer en la lectura y quedaron
con ganas de seguir leyendo.
Esta espontaneidad que surge más allá de las preguntas de los talleristas, puede evidenciar problemas de disciplina en la escuela, pero ante todo
muestran la conversación, la escucha y la participación, categorías o habilidades sociales que reflejan esas capacidades por parte de los niños participantes, así como los elementos que pueden surgir a partir de la confianza
creada a través de talleres de lectura y escritura.
Aparte de las categorías creadas para la investigación, se exponen acá
otros hallazgos relacionados con la literacidad que aparecieron en los grupos
focales.
El primero de ellos es el relativo a los hábitos de lectura, a cómo y dónde
les gusta leer, tema que sale de forma espontánea como parte del diálogo en
198
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
los grupos focales. Así pues, una de las niñas dice: “A mí me gusta leer, pero
en voz alta”, a lo que otra del grupo responde: “A mí me gusta leer en mi
mente”. Un niño expresa: “A mí me gusta leer los libros y me gusta que me
lean los libros”, y una niña de ocho años nos dice: “A mí me gusta leer, pero
actuar los personajes y las voces del libro”.
Se encuentran otros datos sobre hábitos lectores: “Yo tengo una libreta
donde diario escribo la tarea y otras cosas”, y otra niña agrega: “Yo tengo una
libreta donde recorto y ahí escribo con letra súper chiquita”. Al expresar
una de las niñas que ella quisiera ser escritora, una compañera responde:
“A mí también, pero no tengo imaginación para eso”, lo que indica una “valoración” crítica sobre sí misma. Al final, otra niña apunta con respecto a
la preferencia por tipo de libros: “A los niños les llama la atención que tenga dibujos animados, como de un spiderman o algo así”.
Así, se presenta aquí la visión de los niños sobre la actividad desarrollada
en la escuela por el Día de las Palabras, en la que se refleja que la escuela se ha
transformado, se ha hecho más amigable. Al preguntarles: “¿Qué diferencias
ven hoy de otros días que no estamos?”, se obtienen muchas respuestas que
apuntan a una transformación de la escuela. Algunas intervenciones solo dan
cuenta de un cambio de forma: “Que otros días estamos todo el tiempo en el
salón y hacemos otras actividades”, “Que vienen nuestras mamás”, “Que no
nos mandan tareas”, “Es distinta porque los talleristas en nuestros salones y
los maestros están en una junta, no están en el salón”.
Pero otras intervenciones hablan de un cambio que sobrepasa la forma: “Se
pasa más rápido el día”, “Yo me siento más feliz”, “Yo siento que entramos
y que el recreo es en un ratito y otra vez salimos y me divierto mucho”, “A
mí se me hace más poquito tiempo, porque me divierto más”, “Con ustedes
jugamos”, “Era diferente porque antes siempre con las clases había mucho
desorden y ahí estaba más tranquilo”, “Podemos divertirnos con los maestros” y muchas respuestas más. Es decir: en su mayoría, los niños aprecian
las actividades realizadas en la escuela e identifican las actividades como un
juego. Esas intervenciones apuntan a la necesidad de incluir en la escuela
actividades lúdicas que, según plantean los niños, podrían incidir de manera
positiva en el rendimiento, en la disciplina, en la motivación... y, quién dice
que no, en el rendimiento escolar de los niños.
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 199
CONCLUSIONES
Tras la intervención de las escuelas con el Día de las Palabras son varias
las conclusiones que se pueden derivar y que pueden servir de guía para
el trabajo en el aula a través la lectura por placer. Ello con la finalidad de
transformar la actitud del niño hacia la lectura y poder incidir de manera
tangencial en su literacidad como un derecho humano transformador de la
propia realidad y del entorno.
En ese sentido, y dados los datos obtenidos, se deduce que para los niños fue significativa la transformación de la jornada escolar a partir de las
actividades de lectura realizadas. Lo que lleva a pensar en la importancia
de que en la escuela se introduzcan actividades lúdicas y colaborativas que
enamoren al niño de los libros y que le permitan desarrollar competencias de
literacidad en los distintos ámbitos: cognitivos, afectivos y sociales. Generar
actividades de lectura por placer resulta una tarea pendiente en muchas escuelas: introducir la lectura desde una perspectiva distinta a la tradicional
tarea escolar.
Al incluir la lectura por placer en la escuela se debe tomar en cuenta el
gusto expresado por los niños sobre los tipos textuales de su preferencia,
de manera de acercarlos a la lectura por esa vía. Por ello se sugiere que se
indague sobre los géneros literarios, tipo de lectura y soportes preferidos al
momento de diseñar actividades de lectura.
La actitud de los niños hacia la lectura y los proyectos planteados, observada por los talleristas y recogidas en el grupo focal, muestran el papel transformador que ella surte no solo en lo cognitivo sino en aspectos
afectivos, de cuestionamiento y apreciación de la realidad y del entorno.
Esto coincide con lo planteado por Clark y Rumbold (2006) respecto a que
la lectura por placer acerca al lector a comprender problemas sociales, a
ponerse en el lugar del otro. Se debe recordar que la literacidad debe entenderse como una práctica sociocultural situada que abona en el desarrollo
colectivo y en prácticas sociales. Por esta razón, se debe tener en cuenta
la importancia de que el niño experimente que a través de la literacidad se
puede transformar la comunidad, el entorno y la percepción acerca de sí
mismo. Así pues, una alternativa viable es plantear trabajos por proyectos
en el marco de la literacidad para ayudar en el desarrollo socio afectivo
del niño.
200
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Asimismo, se hace necesario generar estrategias que involucren a la familia, pues los niños reportan una preferencia marcada por ella al momento
de pensar en la lectura. La escuela debe involucrar a los padres, abuelos
y hermanos en el desarrollo de la literacidad, de manera que esa relación
familia–escuela abone en el desarrollo de la literacidad y pueda influir como
ente social transformador. Hay que ampliar el marco educativo y entender
la lectura como un elemento que envuelva y transforme no solo al niño sino
a la sociedad.
La escuela tiene la oportunidad de detenerse a evaluar la metodología y
los elementos con los que trabaja en el aula, pues los niños cuestionan las
actividades cotidianas que allí se realizan, apreciándolas más bien como
una tarea y poco motivantes para el aprendizaje. Habría que tomar en cuenta que el sistema educativo compite hoy más que nunca con herramientas
tecnológicas, mediáticas y redes sociales que pueden alejar al niño del aula
y llevarlo hacia algunas realidades de las que debería alejarse. Si se quiere
contribuir con un crecimiento sano del niño, que no vulnere su edad y desarrollo psicológico, la escuela ha de ser creativa y entregar al niño alternativas
que compitan con las que la tecnología o la calle le ofrecen.
Tampoco debe olvidar la escuela que las literacidades son muy plurales
y que ellas se reflejan en una multiplicidad de textos con los que se puede
trabajar. Por ello, el trabajo en el aula debe acercarse también a otros lenguajes y soportes de lectura. Lo audiovisual es hoy en día muy importante;
es un referente para los niños desde muy temprana edad y constituye otra
forma de leer el mundo. Así pues, el aprovechamiento de esas herramientas
que ofrece el mundo digital y audiovisual e introducirlo en la escuela puede
enseñar al niño un uso que, en vez de alejarlo del desarrollo de la literacidad,
la potencie y amplíe.
Los proyectos de aula que involucren a los niños en el trabajo colaborativo,
el intercambio de impresiones, de ideas y resolución de problemas, incide
de forma positiva en la transformación de la literacidad, por lo que generar
ese tipo de actividades resulta fundamental para el desarrollo de las competencias a las que ella conlleva.
Una de las conclusiones que se derivan, tras el seguimiento de la ejecución del Día de las Palabras, es la necesidad de que proyectos como este se
realicen de forma sostenida en el tiempo. Las intervenciones o, más bien el
trabajo para el desarrollo de la literacidad, no debería pensarse como una
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 201
fiesta puntual en la escuela, como una actividad espasmódica, descontextualizada del aprendizaje sino como una intervención real de las actividades
de literacidad que en ella se realizan.
Quizá lograr vínculo con las instituciones involucradas en proyectos de
este tipo, podría generar una sinergia de asesoría escolar en la que se forme
a los maestros de manera que sean ellos los que se conviertan en promotores de las literacidades en las comunidades escolares. El papel del maestro es
fundamental en la formación de un lector crítico, autónomo, autorregulado
y la introducción de la lectura por placer en la escuela puede significar un
gran paso para lograrlo.
Según palabras de los niños, el Día de las Palabras transformó su día en
la escuela. En sus intervenciones valoran y detectan un cambio: de la tarea
al aprendizaje significativo mediante la lectura por placer y la literacidad
situada. Por ello, este trabajo lleva a la conclusión de que las escuelas podrían diversificar las modalidades de aprendizaje, proponer proyectos de
aula que acerquen al niño a la lectura por otras vías, que los hagan percibir
a la escuela como un espacio innovador, transformador de su realidad y
su entorno. Que el niño entienda que en la escuela se aprende a leer, pero
que la lectura no es solo una herramienta sino que su aprendizaje redunda
en un cambio para él y su entorno. Y que también interiorice que leer es
un placer que lo sumerge en mundos mágicos que le llevan a crecer en su
interior.
REFERENCIAS
Aliagas, C., Castellá, J. y Cassany, D. (2009). Aunque lea poco, yo sé que
soy listo. Estudio de caso sobre un adolescente que no lee literatura.
Revista OCNOS, No. 5, 97–112. Recuperado el 12 de febrero de 2022, de
https://ruidera.uclm.es/xmlui/bitstream/handle/10578/1331/ocnos_05_
cap7.pdf?sequence=1
Al Yaaqubi, A. y Al–Mahrooqi, R. (2013). How does reading literature for
pleasure affect EFL learners?, The Asian EFL Journal Professional Teaching
Articles, 72(noviembre).
Boonaree, C., Goulding, A. y Calvert, P. (2017) Reading for pleasure (RFP)
and literacy problems in Thailand. tla Research Journal, 10(2), (julio–
diciembre).
202
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Cassany, D. (2006). Tras las líneas. Sobre la lectura contemporánea. Barcelona:
Anagrama.
Cassany, D. y Hernández, D. (2012). ¿Internet: 1; Escuela: 0? CPU–e,
Revista de Investigación Educativa, No. 14 (enero–junio), 26–141.
Recuperado el 12 de febrero de 2022, de https://www.redalyc.org/
pdf/2831/283121840006.pdf
Cassany, D. (2013). En línea: leer y escribir en la red. Barcelona: Anagrama.
Cavallo, G. y Chartier, R. (2001). Historia de la lectura en el mundo occidental. Recuperado el 12 de febrero de 2022, de: http://www.fba.unlp.
edu.ar/ medios/textos/historiadelalectura.pdf
Clark, C. y Rumbold, K. (2006). Reading for pleasure: a research overview.
Londres: National Literacy Trust.
Clark, C. y Teravainen, A. (2017). Celebrating reading for enjoyment: findings
from our annual literacy survey 2016. Londres: National Literacy Trust.
Confintea (1999). La alfabetización a nivel mundial. Quinta Conferencia Internacional de Educación de las Personas Adultas [Confintea]. Alemania 14–18
de julio de 1997: Informe Final. Unesco. Recuperado el 12 de febrero de
2022, de https://uil.unesco.org/es/educacion-adultos/confintea/quintaconferencia-internacional-educacion-adultos-hamburgo-alemania-14
ELINET (2016). Frame of reference. ELINET country reports. European Commission, Lifelong Learning Programme. Recuperado el 26 de septiembre de 2022, de https://elinet.pro/research/ y https://drive.google.com/
file/d/1PWrBN1ZcQAYZr4ggy8mIymHPJX4Ml-Mq/view
FunLectura (2012). De la penumbra a la oscuridad... Encuesta nacional de
lectura 2012. Primer informe. México: FunLectura. Recuperado el 12
de febrero de 2022, de https://observatorio.librosmexico.mx/files/encnac-lec-2012.pdf
Gee, J.P. (1996). La ideología en los discursos: Lingüística social y alfabetizaciones. Madrid: Morata.
Lankshear, C. y Knobel, M. (2008). New literacies: everyday practices and
classroom learning (2a ed.). Nueva York: Open University Press.
Márquez Hermosillo, M. (2015). La Lectura por placer desde la perspectiva
de la literacidad: usos, prácticas, procesos y representaciones de adultos
lectores. Tesis doctoral, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores
de Monterrey, Guadalajara, Jal., México. Recuperado el 12 de febrero de
2022, de https://rei.iteso.mx/handle/11117/6033
¹Ä½»ÌÍʹÈÇÊÈĹ»½ÊÑĹ˹»ÌÁÎÁ¼¹¼½Ëȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼½ÆĹ½Ë»Í½Ä¹ 203
Márquez Hermosillo, M. y Olivieri Pacheco, G. (2022). Los proyectos letrados, artefactos culturales que contribuyen a la formación ciudadana.
Álabe, No. 25. Recuperado el 1 de marzo de 2022, de doi: 10.15645/Alabe2022.25.8
Márquez Jiménez, A. (2017). Sobre lectura, hábito lector y sistema educativo.
Perfiles educativos, 39(155), 3–18. Recuperado el 12 de febrero de 2022,
de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S018526982017000100003&lng=es&nrm=iso
Martos, E. y Campos, M. (coords.) (2013). Diccionario de nuevas formas de
lectura y escritura. Madrid: Red Internacional de Universidades Lectoras
/ Santillana.
OCDE (2013). Panorama de la educación 2013: Indicadores de la OCDE. Recuperado el 1 de marzo de 2022, de https://www.oecd.org/education/
Panorama de la educacion 2013.pdf
Street, B.V. (1984). Literacy in theory and practice. Cambridge Studies in Oral
and Literate Culture, No. 9. Nueva York: Cambridge University Press.
Street, B.V. (2003). What’s “new” in new literacy studies? Critical approaches
to literacy in theory and practice. Current Issues in Comparative Education, 2(5), 77–102.
Sullivan, A. y Brown, M. (2015). Reading for pleasure and attainment in vocabulary and mathematics. British Educational Research Journal, 41(6),
971–991.
Unesco (2007). Estimated based on Global age–specific literacy projection model. Montreal: Unesco, Institute for Statistics.
204
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
Acerca de las y los autores
María de Lourdes Centeno Partida es licenciada en Psicología y maestra en Educación y Procesos Cognitivos por el Instituto Tecnológico y de
Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Es profesora investigadora en el
Departamento de Psicología, Educación y Salud de esta misma universidad.
Tiene más de 15 años de experiencia en el acompañamiento y formación de
estudiantes en Proyectos de Aplicación Profesional (PAP). Desde 2005, forma
parte del equipo de trabajo del Centro Polanco —centro de acción social
comunitaria que brinda apoyo psicoeducativo a personas en situación de
vulnerabilidad—, en donde se ha especializado en el desarrollo de programas para la adquisición y desarrollo de la competencia lectora de niños con
rezago escolar, así como en el desarrollo de proyectos comunitarios mediante
metodologías participativas. Su labor docente, proyectos de investigación e
intervención han estado relacionados con el tema del aprendizaje, la convivencia y la reconstrucción del tejido social.
Contacto: lcenteno@iteso.mx
Luis Felipe Gómez López es profesor emérito y maestro en Educación
por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO),
doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Aguascalientes; cuenta
con una especialidad en desarrollo cognoscitivo y es licenciado en Psicología por el ITESO. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI),
nivel I, y del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE). Su interés de investigación está en la línea de currículo y modelos educativos,
en específico, acerca del estudio de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Cuenta con más de medio centenar de publicaciones.
Contacto: lgomez@iteso.mx
ż»½Ê»¹¼½Ä¹ËÑÄÇ˹ÍÌÇÊ½Ë 205
Mónica María Márquez Hermosillo es maestra en Enseñanza de la Lengua y la Literatura por la Universidad de Guadalajara, doctora en Innovación
Educativa por el Instituto Tecnológico de Monterrey (ITESM) con especialidad en Literacidad. Se ha dedicado a la educación desde hace más de 30
años, ha colaborado en diversas instituciones, desde nivel preescolar hasta el
nivel superior, como profesora, directora o asesora. Es fundadora y directora
académica de la asociación civil Letra Uno, dedicada desde 2010 a la implementación de programas de lectura y escritura, la edición y la promoción de
la cultura en la región, en especial, en comunidades vulnerables. Formadora
de promotores y docentes, diseñadora de proyectos de lectura, ha publicado
diversos libros y artículos académicos en torno a la educación, la lectura y
la escritura. En la actualidad, es titular de la Dirección de Información Académica y de la Biblioteca Dr. Jorge Villalobos Padilla, S.J.
Contacto: mmarquez@iteso.mx
Giannina Olivieri Pacheco estudió Letras y Filosofía en la Universidad Católica Andrés Bello, tiene un magíster en Ciencia Política por la Universidad
Simón Bolívar, realizó estudios doctorales en Educación en la Universidad de Sevilla, y de Historia en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Ha desarrollado su carrera académica en la UCAB y en la Universidad Metropolitana (Unimet), Caracas, Venezuela. Estuvo adscrita como investigadora al
Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri (Unimet), y dirigió
la escuela de Letras de la UCAB (2011–2020). Durante 2020–2022, se desempeñó
como profesora visitante en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores
de Occidente (ITESO) en donde participó en varios proyectos de investigación
en el área de la literacidad. Sus otras áreas de estudio son el análisis crítico
del discurso, la historia política venezolana y la polarización en la prensa. Ha
publicado varios libros y artículos como autora, coautora y editora.
Contacto: giannina.olivieri@gmail.com
Ma. Guadalupe Valdés Dávila es doctora en Educación por el Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), especialista en
Educación Cognoscitiva y maestra en Educación Especial. Ha sido jefa del
Departamento de Educación y Valores, y miembro de la Comisión del Consejo Académico para el Posgrado. Desde 1993 es maestra titular en el ITESO,
y maestra numeraria desde 2004; ha dirigido más de 40 tesis de grado. En la
206
½½Êѽ˻ÊÁºÁÊE¹Ê̽¾¹»ÌÇËÑŽ¼Á¹»ÁÇƽËȹʹ½Ä¼½Ë¹ÊÊÇÄÄǼ½Ä¹ÄÁ̽ʹ»Á¼¹¼
actualidad es directora de la revista Sinéctica, del ITESO. Entre sus publicaciones cuenta con capítulos de libros sobre el aprendizaje desde el enfoque
sociocultural, y tiene artículos en revistas científicas y de divulgación, como
“Condiciones que favorecen la construcción de un ambiente propicio para el
aprendizaje de la lectoescritura inicial en niños con dificultad en esta área”,
en la revista Diálogos Pedagógicos. Ha diseñado planes de estudio en el área
de educación en los niveles de licenciatura, maestría y doctorado; ha asesorado a la Secretaría de Educación de Jalisco en temas de aprendizaje y de
educación especial, es miembro del Comité Artes, Educación y Humanidades
del Comité Interinstitucional para la Evaluación de la Educación Superior
(CIEES), así como dictaminadora de artículos en revistas y propuestas de
investigación.
Contacto: pitina@iteso.mx
ż»½Ê»¹¼½Ä¹ËÑÄÇ˹ÍÌÇÊ½Ë 207
Leer y escribir: artefactos y mediaciones
para el desarrollo de la literacidad
se terminó de imprimir en junio de 2022
en los Talleres de Innovación para el Diseño del ITESO,
Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585,
Tlaquepaque, Jalisco, México, CP 45604.
La edición estuvo al cuidado de la
Oficina de Publicaciones del ITESO.
La colección divulgativa e interdisciplinar Literacidad y Pedagogía ofrece
orientaciones pedagógicas para la acción, ejemplificaciones prácticas
y demostrativas, resultados de investigación, descripción de proyectos de
intervención y trabajos con carácter de reflexión teórica sobre lo que es leer y
escribir. Pretende ser útil para quienes deseen reflexionar, comprender,
replicar e impulsar el desarrollo de la lectura y la escritura en diversos niveles
y contextos tanto formales como informales.
La finalidad de leer y escribir es entender y comunicar significados. Sin
embargo, en el ámbito global 50 millones de niñas y niños no tienen
competencias básicas de lectura, escritura y cálculo, lo que les impide
integrarse de forma plena a su entorno.
Más allá del dominio de una destreza, la literacidad ve la alfabetización como una práctica que abre puertas a la participación social. Busca
que leer, además de comprender textos, se asocie con una actividad
placentera y no solo funcional mediante el diseño de artefactos,
acciones, espacios y contextos que permitan a los niños ensanchar sus
capacidades lingüísticas y cognitivas: que lean las líneas, entre líneas,
detrás de las líneas y allende estas.
Dirigido principalmente a maestros de primaria y secundaria, en este
libro, primero de la colección Literacidad y pedagogía, se ofrecen
orientaciones educativas y estrategias lúdicas con el fin de propiciar el
apego y el compromiso de los alumnos en sus encuentros con la lectura
por placer y con la escritura creativa dentro de la cotidianidad de las
aulas.
Pretende también aportar a la reflexión, el diálogo y las tareas para
impulsar el desarrollo de la literacidad entre niñas y niños a fin de
potenciarlos como personas críticas, agentes de la palabra, lectores y
escritores de sus propias narrativas.