EL ARTE DE CONVIVIR
ARQUEOLOGÍA DE LAS PRIMERAS ALDEAS EN ANFAMA,
NOROESTE ARGENTINO
EL ARTE DE CONVIVIR
ARQUEOLOGÍA DE LAS PRIMERAS
ALDEAS EN ANFAMA, NOROESTE ARGENTINO
Compilador
Julián Salazar
Autores
Gonzalo Moyano
Francisco Franco
Rocío M. Molar
Juan M. Montegú
Valeria L. Franco Salvi
M. Agustina V. Fiorani
Julián Salazar
El arte de convivir. Arqueología de las primeras aldeas en Anfama, Noroeste
argentino / Julian Salazar ... [et al.] ; compilación de Julian Salazar ; editado por
María Eugenia De Feo ; María Florencia Becerra. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de
Buenos Aires : Sociedad Argentina de Antropología, 2023.
295 p. ; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-1280-58-2
1. Arqueología. I. Salazar, Julian, comp. II. De Feo, María Eugenia, ed. III.
Becerra, María Florencia, ed.
CDD 930.10982
Publicaciones de la Sociedad Argentina de Antropología
Responsables: Dra. María Eugenia De Feo. CONICET, División Arqueología, Museo de La Plata, Facultad de
Ciencias Naturales y Museo (Universidad de La Plata). Dra. María Florencia Becerra. CONICET, Instituto de
Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires).
edicionessaa@gmail.com
Comité Asesor:
Lic. Carlos A. Aschero (CONICET / Instituto de Arqueología, Universidad de Tucumán)
Dr. Billie R. Dewalt (Musical Instrument Museum)
Dra. Dominique Legoupil (CNRS / Universidad de La Sorbona)
Dra. Lidia R. Nacuzzi (CONICET / Universidad de Buenos Aires)
Dra. Mónica Quijada (CSIC / Centro de Humanidades del Instituto de Historia, Madrid)
Dra. Alcida R. Ramos (Departamento de Antropología, Universidad de Brasilia)
Dra. Alejandra Siffredi (CONICET / Universidad de Buenos Aires)
Dra. Myriam Tarragó (CONICET / Universidad de Buenos Aires)
Dr. Hugo D. Yacobaccio (CONICET / Universidad de Buenos Aires)
Libro compilado por Julián Salazar
Evaluado por:
María Cristina Scattolin. Instituto de las Culturas (IDECU - CONICET/UBA). Facultad de Ciencias
Naturales y Museo (UNLP).
Enrique Moreno. Instituto Regional de Estudios Socio-culturales (IRES – CONICET/UNCA). Escuela de
Arqueología (UNCA).
Diseño de tapa, armado y diagramación: Rubén Rayano, Editorial Brujas .
© 2023, by Sociedad Argentina de Antropología
Sociedad Argentina de Antropología
Moreno 350. (1091) Ciudad Autónoma de Buenos Aires
www.saantropologia.com.ar
ISBN 978-987-1280-58-2
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a la Comunidad Indígena Diaguita de Anfama, que es la heredera
de las tierras de la cuenca homónima, y a sus caciques en las diversas temporadas
de campo en que trabajamos, Sr. Rudecindo Chocobar y Sr. Antonio Carrazano. Allí
hemos hecho amigas, amigos, padres y madres del corazón: Susi, Petro, Ester, Lilí,
Teresa, Griselda, Nilda, Plácido, Pastor, Rudi, Antonio y Augusto. A los arrieros que
han llevado y cuidado el equipo y los víveres de campaña como propios: Balá, Isma,
Bombilla, Antonio, Angel y Germán. A las personas voluntarias por su colaboración
en todos los trabajos de campo y numerosas tareas de gabinete.
A Eduardo Berberián que ha sido el director original del proyecto de investigación
en el valle de Tafí, y a las y los colegas que han colaborado en la formación de los
Recursos Humanos del equipo: Jorge Martínez, Matías Medina, Nurit Oliszewski,
Valeria Palamarczuk y Marcos Quesada.
A las Directoras de la Serie Publicaciones de la SAA, Dra. Eugenia De Feo y Dra.
Florencia Becerra, que acompañaron el proceso editorial con la mayor diligencia y
preocupación. Enrique Moreno y Cristina Scattolin revisaron el manuscrito inicial
y sus comentarios resultaron sustanciales para mejorar la estructura y el contenido
del libro, que incrementó solidez y claridad a las ideas expuestas. La totalidad de las
afirmaciones vertidas son de nuestra responsabilidad.
El proyecto fue financiado por SECyT-UNC (Consolidar Res SECyT 411/18),
SPU, CONICET (PIP_11220170100434CO y PUE 2018 - ID59277), FONCyT
(PICT-2016. 1738), Koeki Zaidan Hojin Toyota Zaidan (
)
The Toyota Foundation [TYTID: D16-R-0718], y National Geographic Society
(W464-16).
Todas las actividades de investigación que sustentan los resultados aquí vertidos
fueron apoyadas por las instituciones en las cuales participamos las y los autores:
el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET);
la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad
Nacional de Córdoba; el Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S.A. Segreti”
y el Instituto de Estudios Históricos; el Centro de Investigaciones “María Saleme de
Burnichon” y el Instituto de Humanidades.
Los trabajos de campo se realizaron bajo el acuerdo previo con la Comunidad
Indígena y el permiso de la dirección de Patrimonio Cultural, del Ente Cultural de
la Provincia de Tucumán, con vigencia entre octubre de 2014 y septiembre de 2020.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN...........................................................................................9
Julián Salazar y Valeria Franco Salvi
CAPÍTULO 1. ESPACIO Y TIEMPO............................................................23
Stefania Chiavassa Arias, Kevin Carricart, Franco M. Colque, Lucía de
Salazar, Agustina Etchegoin, Lucía Justiniano, Francisco Franco, Jordi López
Lillo, Rocío Molar, Gonzalo Moyano, Juan Montegú, Agustina V. Fiorani,
Valeria Franco Salvi y Julián Salazar
CAPÍTULO 2. ENSAMBLAJES DOMÉSTICOS. LA DINÁMICA DE LA
REPRODUCCIÓN DE LAS SOCIEDADES ALDEANAS ............................49
Julián Salazar
CAPÍTULO 3. “LUGARES PERSISTENTES” Y “TASKSCAPE” COMO
VÍAS DE ANÁLISIS PARA ABORDAR EL PASADO ...................................79
Gonzalo Moyano
CAPÍTULO 4. LA BÚSQUEDA DE ENSAMBLAJES ARQUEOLÓGICOS
EN UN SITIO “INVISIBLE”. EL CASO DE EL SUNCHAL .......................97
Francisco Franco
CAPÍTULO 5. ESCENARIOS DOMÉSTICOS Y MATERIALIDAD
COTIDIANA EN MORTERO QUEBRADO ..............................................123
Juan Montegú y Julián Salazar
CAPÍTULO 6. VÍNCULOS EN TORNO A LA COMIDA: ESPACIOS,
MATERIALIDADES Y RECURSOS RELACIONADOS A LA
ALIMENTACIÓN Y SU ROL EN LAS SOCIEDADES ALDEANAS
TEMPRANAS...............................................................................................147
Rocío María Molar
CAPÍTULO 7. CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA TECNOLOGÍA
LÍTICA DEL BOSQUE MONTANO TUCUMANO (ARGENTINA)
ENTRE EL 50 A.C. Y 1450 D.C. .................................................................177
Juan M. Montegú
CAPÍTULO 8. LAZOS EN LA MATERIALIDAD.
ROCAS INTERVENIDAS Y SUS TRAYECTORIAS EN LA LARGA
DURACIÓN. ................................................................................................213
Valeria Franco Salvi
CAPÍTULO 9. LA VIDA DOMÉSTICA DURANTE EL PERIODO DE
DESARRLLOS REGIONALES (Bloque IV, 1400-1500 D.C.) ...................229
Agustina Vázquez Fiorani
EPÍLOGO ....................................................................................................249
BIBLIOGRAFÍA ..........................................................................................255
SOBRE LOS AUTORES .............................................................................293
INTRODUCCIÓN
Julián Salazar y Valeria Franco Salvi
Se puede suponer que estas operaciones multiformes y fragmentarias,
relativas a ocasiones y detalles, insinuadas y ocultas en los sistemas
de los cuales estas operaciones constituyen los modos de empleo,
y por tanto desprovistas de ideologías o de instituciones propias,
obedezcan a determinadas reglas. Dicho de otro modo, debe haber
una lógica de estas prácticas. Es regresar al problema, ya antiguo,
de lo que es un arte o “una manera de hacer”.
(de Certeau 1980: XLV)
El proyecto que articula este volumen se diseñó originalmente con el
objetivo de aportar al estudio arqueológico de las aldeas tempranas, a partir
del caso de las ocupaciones humanas del primer milenio en la cuenca de
Anfama, en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes. La discusión
sobre la emergencia y desarrollo de sociedades aldeanas tempranas del área
andina del norte de Argentina, entre el 500 a.C. y el 1000 d.C., representa
una problemática central para la arqueología de la región (González 1963;
Tarragó 1980; Albeck 2000; Olivera 2001; Scattolin 2015), especialmente
por la diversidad de modos en los que este fenómeno se ha articulado en
distintos contextos espacio-temporales. Desde los sitios tumulares de la puna
(Olivera 1991) a los cementerios de las selvas occidentales (Berberián et al.
1977), de los espacios ceremoniales del Alamito (Núñez Regueiro 1970)
a las aldeas igualitarias de Tebenquiche (Haber 2006), de las economías
fundamentalmente agrícolas (Quesada et al. 2016) a las estrategias mixtas
10
Julián Salazar y Valeria Franco SalVi
o muy dependientes de la caza y recolección (Ortiz 2003), de las historias
de cambio acelerado de los valles catamarqueños (Laguens 2007) a los
procesos de reproducción exitosa de estructuras en la larga duración
(Orgaz et al. 2014), este periodo ha sido objeto de estudio y discusión de
primer orden de los principales paradigmas arqueológicos desde la década
de 1950.
Dentro de todo ese escenario de diversidades, definido por poblaciones
locales arraigándose de manera sistemática y repetitiva en ciertos lugares
(en esquemas de movilidad más o menos reducida), el punto en común
que emerge es el crecimiento y la intensificación de la relación de vivir
en vecindad, experiencia que conlleva numerosas respuestas, versátiles y
variables, que difícilmente puedan ser reducidas a un marco explicativo.
Sin embargo, la reducción de la diversidad inagotable de la empiria a ciertas
categorías es un riesgo que las disciplinas sociales están obligadas a correr.
La categoría de sociedades aldeanas tempranas (Bandy y Fox 2010) se
propone como marco de referencia para estudiar en términos comparativos
las dinámicas de aquellas trayectorias históricas en las cuales se incorporó
la vida aldeana por primera vez. Este contexto social define un abanico
de problemáticas comparables que cada grupo o población resolvió de
maneras alternativas según sus trayectorias previas, sus lógicas propias, los
intereses de los agentes y las condiciones objetivas históricamente definidas.
Las poblaciones que habitaron el Noroeste Argentino (NOA) en el primer
milenio de la Era Común (EC), contexto en el cual se consolidaron los
sistemas de asentamiento aldeanos en la región, ofrecen casos de relevancia
para el análisis de estas transformaciones en distintas escalas.
LAS SOCIEDADES ALDEANAS TEMPRANAS
La idea de sociedades aldeanas tempranas (early village societies) ha sido
formulada para generar un espacio de discusión global y comparativa
sobre trayectorias particulares, que presentan un alto grado de variación,
pero se vinculan entre sí por consolidarse en el contexto de las tensiones
demográficas, económicas y sociales definido por la vida organizada en
torno a la residencia continuada o recurrente en los mismos lugares (Bandy
2010). Este espacio reflexivo se ha aplicado a casos tan variantes como el
altiplano boliviano (Fox 2010), los asentamientos de la subregión de Four
Corners, en el SW de USA (Schachner et al. 2012), Europa (Robb 2013) o
el Cercano Oriente (Goring Morris y Belfer Cohen 2010; Kuijt 2018).
introducción....
11
Según Bandy y Fox (2010) las condiciones que se establecen durante
los primeros siglos posteriores a la consolidación de la vida aldeana
definen una serie de problemas que deben ser resueltos con estrategias
para las cuales las sociedades humanas no estaban preparadas, y que a
su vez, las terminarían entrampando en nuevos vínculos que, en muchos
casos, ya no se podrían disolver (Hodder 2011; Robb 2013). En virtud de
esto, los arreglos sociales en dichos contextos pueden entenderse como
provisionales, improvisadores e innovadores.
Los cambios surgidos a consecuencia del advenimiento de la vida
aldeana han sido analizados de manera recurrente desde los decimonónicos
planteos evolucionistas de Morgan (1987), pasando por los aportes de
Childe (1986), hasta estudios más recientes de enfoques principalmente
neoevolucionistas, y originaron uno de los ámbitos de discusión más
apasionantes y controversiales de la arqueología y la antropología del siglo
XX. Las categorías como neolítico o, su versión americana, Formativo,
que vincularon estos cambios a través de relaciones causales necesarias
con la producción de alimentos, tecnologías específicas y estados de la
organización social, generaron un marco explicativo general de dichos
procesos, pero terminaron convirtiéndose en categorías demasiado fuertes
que limitaron las posibilidades de analizar la gran variación de fenómenos,
procesos y estrategias desarrolladas por diferentes sociedades (Lumbreras
2006). Sin embargo, en contraparte, la alternativa de dejar de lado enfoques
con cierto alcance transcultural y adoptar visiones particularistas extremas
tampoco ha resuelto las falencias analíticas restando importancia a las
condiciones similares que viven las sociedades humanas al enfrentarse a
este tipo de problemas.
Las investigaciones arqueológicas realizadas en el NOA desde mediados
del siglo XX han permitido reconocer, con distintos niveles de profundidad,
las trayectorias de sociedades aldeanas tempranas en diversos contextos
espaciales, especialmente en sectores de valles intermontanos y puna. La
comprensión de dichas secuencias generó algunos intentos de síntesis tanto
desde corrientes normativas, con la propuesta de agroalfarero temprano
(González 1963), como materialistas, con la de Formativo (Núñez Regueiro
1974). Un modelo que tuvo la intención de superar las problemáticas que
aquellas implicaban fue la revisión de Formativo propuesta por Olivera
(1991), la cual fue actualizada recientemente (Olivera 2012) buscando
entender la variabilidad de las dinámicas sociales, económicas, ambientales
que habrían surgido a partir de la adopción de estrategias productivas,
como la agricultura y el pastoreo, y extractivas, como la pesca, la recolección
intensiva o la caza.
12
Julián Salazar y Valeria Franco SalVi
En este sentido, Scattolin (2015) sostiene que el término Formativo ha
sido usado para denominar unidades de tiempo y unidades de semejanza
cultural, esto es, cuando se incluye el adjetivo formativo a cualquier
elemento no es posible afirmar a qué clase de unidad se refiere si no se aclara
desde qué ángulo estamos adjetivando el elemento. A su vez, enfatiza que
este tipo de términos traen consigo una fuerte carga teórica, proponiendo
como alternativa, el uso de “primer milenio d.C.” (Scattolin 2015:41).
A nivel general, una de las ideas que atraviesan las lecturas tradicionales
de esta problemática es que la adopción de la agricultura desata
consecuencias necesarias de la evolución, como formación de aldeas
y de algún tipo de colectivo con ciertas características compartidas, que
podríamos llamar comunidad (Yaeger y Canuto 2000), entendido como
una agrupación integrada y medianamente igualitaria que posibilita a
unidades domésticas o familias llevar adelante inversiones de trabajo e
infraestructura más amplias, y a la vez, tener cierta protección contra
posibles enemigos externos. Sin embargo, el stress escalar generado por el
crecimiento demográfico de la llamada Transición Demográfica Neolítica
(Bocquet-Appel y Bar-Yosef 2008) hace que estos contextos sean altamente
dinámicos y que requieran de permanentes negociaciones que resuelvan
de algún modo esos conflictos. La variabilidad de los modos de resolución
que evidencia el registro arqueológico en las distintas áreas del mundo
(pero solo para pensar nuestro caso, la variabilidad que demuestra el sur
andino [Olivera 2012]) supera ampliamente a la posibilidad de existencia
de un tipo de estrategia de movilidad, base de subsistencia, estructura o
institución social (Muscio 2009).
Con sociedades aldeanas tempranas, lo que se pretende entender es la
variabilidad de las dinámicas sociales, económicas, políticas, ambientales
(entre otras) que surgen en el contexto en el cual, en las secuencias
regionales, por primera vez las poblaciones comienzan a convivir de manera
estable o recurrente en los mismos lugares. Evidentemente, como ya lo
muestra Rafferty (1985), este cambio está atado en una gran proporción
de los casos conocidos, a la adopción de estrategias productivas, como
agricultura y pastoreo. Sin embargo, como también demostraron numerosas
investigaciones, pueden estar basadas en opciones extractivas, como la
pesca, la recolección intensiva de algún recurso especial o la caza (Price y
Brown 1985; Pozorski y Pozorski 2008).
En este contexto resulta imperioso conocer las articulaciones, escalas
y lógicas de los colectivos (sensu Latour 2008) que se están formando,
reformando, cristalizando o desestructurando sin presuponer relaciones
introducción....
13
causales necesarias entre las variables estudiadas. Latour ha apuntado que
uno de los principales problemas de lo que él define como enfoques de
lo social es que han trabajado con ideas esencialistas sobre los colectivos
que se pretenden estudiar, sin dar un lugar al verdadero trabajo de los
investigadores que es reconocer cómo los agentes van articulando relaciones
que forman, consolidan, tensan y desarticulan colectivos o asociaciones.
Otra de las ideas asumidas es que los contextos conflictivos generan
necesariamente una aceleración de los cambios en los cuales los grupos
van rearticulando sus modos de vivir y que ese incremento de la intensidad
de la dinámica social se orienta indefectiblemente a una intensificación de
las desigualdades (Pérez Gollán 1992; Tarragó 1999; Tartusi y Núñez 2001).
Lejos de ser esto así en todos los contextos, las maneras de hacer en las
cuales se articulan cambios y continuidades y la temporalidad en las que
estos se materializan también es muy variable (Lucas 2005) y es otro aspecto
de las negociaciones sociales en las cuales intervienen agentes humanos y
no humanos. Estos últimos, en virtud de sus propiedades materiales, tienen
cierta inercia propia que los convierte en reproductores de estructuras y
prácticas. De Certeau (1980) rescata la importancia de las lógicas prácticas
cotidianas, aquel conjunto táctico de formas de enfrentar situaciones que
es astuto, se encuentra disperso pero se insinúa en todas partes, silencioso
y casi invisible. Son procedimientos a través de los cuales los agentes, en la
cotidianeidad, se apropian de espacios y estructuras sociales. En este sentido,
consideramos que vivir en comunidades, o convivir, fue un “arte” (sensu de
Certeau 1980) en disputa a lo largo del primer milenio y las resoluciones de
esas disputas fueron variables, inestables, y contingentes. Sin embargo, aún
en el marco de esa heterogeneidad y dinamismo, resulta posible abordar
algunas preguntas históricas trascendentes y generales y es relevante
responderlas a través de síntesis integradoras acompañadas por estudios
sistemáticos y nuevos marcos conceptuales (Graeber y Wengrow 2021).
El problema de conceptos como Neolítico o Formativo, en sus
concepciones taxonómicas, es doble. Por un lado, la preocupación
de construir herramientas heurísticas que permitan trazar los límites
conceptuales que definan qué sociedad particular es una representación
de ese tipo ideal y cuál queda fuera de dicha categoría, siempre se enfrenta
a la irreductible variación de la casuística. Pero lo más complicado es el
esencialismo de pretender mantener una gran cantidad de relaciones
causales necesarias entre distintas variables (economías productivas,
estrategias de movilidad reducida, incorporación de tecnologías y
organizaciones igualitarias). Quizás la alternativa es definir fenómenos de
14
Julián Salazar y Valeria Franco SalVi
interés acotados y recortar de manera más precisa los distintos procesos
históricos, generando canales de reflexión más específicos, que a la vez se
conviertan en más flexibles y abarcativos para entender algunos de esos
procesos. No importa demasiado el debate nominalista (Scattolin 2015)
sobre qué categoría incorpora más acabadamente todas esas trayectorias
sino dejar que los análisis de las trayectorias mismas indiquen relaciones
causales entre variables y que ese tipo de análisis permita después generar
narrativas comparativas.
El punto de interés de estudiar las sociedades aldeanas tempranas radica
en entender los novedosos mundos sociales y materiales que surgen de la
condición de convivencia por momentos prolongados, pudiendo comparar
las trayectorias dinámicas del altiplano boliviano, con el golfo de México,
los oasis del Oriente próximo o las cuencas de los grandes ríos de China.
Lo que se pretende entender es la variabilidad de las dinámicas sociales,
políticas, económicas, demográficas que surgen en el contexto en que,
en las secuencias regionales, por primera vez, las sociedades comienzan
a convivir de manera estable o recurrente en los mismos lugares. Por otra
parte, la propuesta comparativa llama a analizar indicadores arqueológicos
claros, desde una mirada dinámica. Por ejemplo, Bandy (2005, 2010) centró
su lectura en el análisis de trayectorias de paisajes aldeanos, siguiendo el
crecimiento demográfico, la fisión de sitios residenciales y la emergencia
de evidencias rituales comunitarias asociadas. El único criterio que deben
sostener dichas comparaciones, es no reducir la dinámica social a listas de
atributos estancos de sistemas cristalizados en ciertos momentos específicos.
En el Noroeste Argentino se vienen ensayando diferentes narrativas que
buscan superar dichas visiones esencialistas a través de contextos locales.
En términos generales, se proponen análisis “situados” (ej. Delfino et al.
2009; Quesada et al. 2012; Scattolin et al. 2009) y, de acuerdo a cada caso
de estudio, reconocen aspectos que revisitan, matizan o rechazan las
propuestas precedentes.
ASENTAMIENTOS ALDEANOS DEL SUR DE LAS CUMBRES CALCHAQUÍES
Nuestros estudios previos habían sido desarrollados en el valle de Tafí,
el cual constituye un caso emblemático para el estudio de las sociedades
aldeanas del NOA. Las ocupaciones del primer milenio en dicha cuenca
han posibilitado reconocer una particular dinámica de construcción,
crecimiento y expansión de asentamientos aldeanos tempranos, signada por
introducción....
15
la consolidación de unidades domésticas relativamente autónomas, que se
reprodujo exitosamente por casi un milenio (González y Núñez Regueiro
1960; Berberián y Nielsen 1988a; Cremonte y Botto 2000; Cremonte 2003).
La cuenca de Tafí fue habitada a lo largo del primer milenio EC, y
quizás desde unos siglos antes, por poblaciones crecientes que basaban
su subsistencia en prácticas agrícolas y pastoriles, con un sistema de
asentamiento sedentario caracterizado por la instalación de unidades
residenciales y estructuras productivas distribuidas en el paisaje tanto de
manera dispersa como concentrada (Berberián y Nielsen 1988a; Franco
Salvi et al. 2014). Las comunidades del primer milenio en el valle de Tafí
se constituyeron como colectivos laxos y heterogéneos, conformados por
la articulación de grupos de parentesco, la cual estuvo mediada por la
participación de numerosas configuraciones materiales que incluyeron a las
unidades residenciales, los ámbitos productivos y los sectores de realización
de prácticas públicas (Tartusi y Núñez 2001).
En este sentido habíamos podido constatar que los principios de
construcción del paisaje aldeano no se corresponden con una estructura
centralizada. Más aún, hemos caracterizado a estos lugares en términos
de paisajes continuos y centrífugos, para dar cuenta de la distribución de
estructuras residenciales cuya expansión no partió de lugares centrales ni
estuvo mediada por la existencia de límites claros (López Lillo y Salazar
2015). Contrariamente los centros de la vida parecen haber sido las mismas
viviendas, cuyo repetido patrón constituye una esfera cerrada a su interior y
espacialmente diseñada en torno a la materialidad de los ancestros (Salazar
2012). La esfera pública parece estar allí (Tartusi y Núñez Regueiro
2001; Gómez Cardozo et al. 2007), aunque no consolidada más allá de
las negociaciones eventuales para compartir trabajo y las consecuentes
festividades que sirven como pago en el marco de la reciprocidad (Franco
Salvi y Berberián 2011; Franco Salvi y Salazar 2014).
Ante el crecimiento demográfico y de los conflictos internos, las
negociaciones de los actores sociales parecen haber dado por resultado
la configuración de ámbitos sociales y políticos de cierta fragmentación,
aunque de escala bastante amplia. El registro arqueológico muestra una
notable continuidad en un amplio grupo de prácticas, como la manera
de habitar, trabajar campos, hacer cerámica, vincularse con vecinos,
etc. La identidad de los grupos domésticos era exaltada y las decisiones
individuales poco escaparon a esta escala social. De la misma manera, la
construcción de colectivos mayores también debe haberse enfrentado
a esta contradicción, la cual habría estado en la base de la permanente
16
Julián Salazar y Valeria Franco SalVi
fragmentación y dispersión de los asentamientos (Salazar 2011).
El alcance de algunos de estos resultados nos indujo a llevar estas
mismas preguntas a otras cuencas próximas, pero correspondientes a otras
condiciones físicas. Como han mostrado suficientemente varios proyectos
arqueológicos en los últimos lustros (Ortiz 2003; Quesada et al. 2012;
Oliszewski 2017), no todos los pisos altitudinales andinos han recibido la
misma atención resultando, específicamente, los sectores de transición
entre los valles mesotérmicos y las yungas, espacios aún desconocidos
para la disciplina. Diversas razones explican esta falencia, entre las cuales
se destaca la tendencia de la arqueología de mediados del siglo XX a
generar secuencias o esquemas de desarrollo desde espacios considerados
nucleares para la historia prehispánica (Núñez Regueiro y Tartusi 2002).
El “campo magnético” de esos núcleos llevó a los investigadores a centrarse
en esas áreas y transpolar las secuencias de continuidades y cambios allí
observadas a sus zonas de influencia. Tal problemática ya ha sido analizada
en diversas ocasiones y, sobre todo, ha sido expuesta como una limitante
para la comprensión de las sociedades del primer milenio en el sector que
incluye a los valles del Cajón, Yocavil, Calchaquí, Tafí, norte de Aconquija
y las Selvas meridionales (Scattolin 2006a, 2006b). Consideramos entonces
que las cuencas emplazadas en zonas intermedias entre los valles altos y
sectores de cumbre y las tierras bajas tucumanas tienen un gran potencial
para entender las dinámicas de las poblaciones humanas que habitaron el
NOA y la consolidación del mundo aldeano en ámbitos transicionales.
La localidad de Anfama se ubica en la vertiente oriental de las Cumbres
Calchaquíes, en zonas de pastizales altos y de bosque montano. Puede
entenderse como un área de transición entre valles y yungas, y como una
vía de acceso desde el valle de Tafí al piedemonte. Si bien no tenemos
una clara secuencia arqueológica del área pedemontana y solo conocemos
algunos sitios puntuales, recientes investigaciones han demostrado que
desde varios siglos antes de la Era Común sus habitantes manipulaban
cultígenos y producían y utilizaban cerámica, aunque su modo de vida
se basaba en estrategias de obtención de alimentos muy diversificadas y
una movilidad residencial mayor a la esperada para sociedades definidas
tradicionalmente como formativas (Caria y Sayago 2008; Miguez 2012;
Ortiz et al. 2015).
El sector de bosques húmedos y selvas meridionales del NOA fue
investigado de manera esporádica hasta hace relativamente poco tiempo
(Quiroga 1899; Ryden 1936; Berberián y Soria 1972; Heredia 1974; Berberián
et al. 1977). El énfasis en los estudios de valles intermontanos y bolsones
introducción....
17
puneños, relegó a las yungas a un lugar secundario en las explicaciones,
considerándolas como un área de escaso desarrollo cultural, periférica y
atrasada con relación a las altas culturas andinas (Ortiz et al. 2015). Sin
embargo, en los últimos años se han iniciado proyectos que han generado
datos e interpretaciones de primera mano, matizando y complejizando las
visiones tradicionales (Caria 2004; Corbalán 2008; Ortiz et al. 2015).
El valle de Anfama no escapó a esta tendencia en tanto permanecía
prácticamente desconocido para la arqueología hasta tiempos recientes.
Los exiguos antecedentes incluían una breve descripción realizada
por Quiroga, quien registró una serie de conjuntos arquitectónicos y
esculturas líticas. El viajero decimonónico incluye algunos croquis y
dibujos de las mismas, destacando la presencia de estructuras circulares
asociadas a menhires y conjuntos de recintos rectangulares que denomina
“tamberías”, así como algunos monolitos dispersos y una escultura, que
según su interpretación representaría una tortuga, la cual pasó a formar
parte de su colección personal (Quiroga 1899). Posteriormente, Cremonte
(1996) llevó a cabo una serie de sondeos, en el marco de su estudio sobre
La Ciénega, en el sector de Anfama conocido como Aliso Redondo–Las
Cañaditas identificando rasgos compartidos en las tradiciones alfareras del
valle de Tafí.
En este contexto resultaba relevante analizar la variación del registro
arqueológico de una zona desconocida que potencialmente podría
comenzar a develar de qué manera sus habitantes vivieron la consolidación
de un modo de vida basado en la permanencia e inversión de trabajo en
lugares puntuales del territorio. El objetivo general del proyecto se dirigió a
caracterizar los paisajes arqueológicos de Anfama, identificando sus
componentes, con el fin último de reconocer cómo variaron las prácticas
de los agentes sociales que los habitaron en el momento de aparición y
consolidación de distintas formas de sedentarismo.
Siguiendo la premisa de que la materialidad es estructurante y
estructurada por las prácticas sociales de agentes, entendidos como
sujetos históricos activos, en un marco de condiciones tanto objetivas
como subjetivas que los limitan (pero no los determinan), intentamos
acercarnos a las prácticas realizadas en diversos contextos del paisaje como
negociaciones sustanciales en la formación y reproducción de las relaciones
sociales y las condiciones de vida. La relación entre estas y las actividades
cotidianas y sus transformaciones en el tiempo, pueden aportar una visión
de los procesos mucho más próxima a escalas humanas, pero también a
temporalidades históricas, y superar de esa manera, esquemas generales de
18
Julián Salazar y Valeria Franco SalVi
evolución. En el marco del novedoso mundo que se generó en los paisajes
aldeanos del NOA durante el primer milenio resulta sustancial analizar las
maneras de estructurar relaciones, entender el entorno, habitar lugares y
relacionarse con la materialidad en espacios cuya arqueología no concuerda
estrictamente con las expectativas de las narrativas tradicionales.
Las consideraciones teórico-metodológicas y los estudios iniciales
realizados por el equipo y por otros investigadores (en zonas aledañas)
permitieron proponer como hipótesis de trabajo que la adopción y
afianzamiento de prácticas agrícolas en Anfama se habrían dado en un
contexto de fuerte importancia de las estrategias extractivas y con cierta
incidencia de circuitos de movilidad estacional muy marcada. En este
sentido, el ambiente no habría sido el único condicionante, ni el más
importante, sino que los arreglos históricos definidos por la articulación
recursiva de las condiciones de posibilidad para la reproduccción y las
prácticas de agentes socializados en esos mismos contextos habrían dado
forma a las dinámicas sociales de este proceso. La expectativa consecuente
es que el llamado Formativo o agroalfarero temprano se habría dado de
distintas maneras, materializando modalidades variables de entender y
habitar el paisaje, diversas estrategias de subsistencia y sobre todo modos
distintos de articular las prácticas cotidianas, que surgieron de la articulación
diferencial de agentes humanos y no humanos en múltiples contextos de
interacción.
CAMBIOS Y CONTINUIDADES MÁS ALLÁ DE LAS SECUENCIAS
Las narrativas arqueológicas sobre el desarrollo histórico de las
poblaciones prehispánicas del NOA han tendido a acentuar la existencia de
periodos distinguibles por la persistencia de rasgos culturales, estrategias de
subsistencia, tipos sociales o sistemas políticos, que se van sucediendo en el
tiempo a través de transformaciones más o menos puntuales y dramáticas,
más o menos progresivas y graduales, y que han sido categorizados con
relación a postulados normativos (González 1955), materialista-históricos
(Núñez Regueiro 1974) y de estrategias adaptativas (Raffino 1989). En
algunos casos, la adscripción de equipos e investigadores a uno de estos
bloques o a un sitio arqueológico puntual, y el carácter excepcional de
ocupaciones de momentos transicionales, han tendido a reforzar las
interpretaciones de los periodos como internamente homogéneos y
sustancialmente diferenciados del resto. Asimismo, esta tendencia ha
introducción....
19
asegurado la reproducción de una presunción que se encuentra en el
sustrato de las ideas sobre los procesos históricos del NOA: la gradualidad
y constancia en el incremento de algunas variables que asociamos con la
complejidad social, como la producción agrícola y su intensificación, el
sedentarismo, la jerarquización, la especialización artesanal, entre otras.
Bajo la premisa anterior se han reconocido cambios estructurales pero
se han velado las tendencias que trascienden a esas transformaciones.
También esto ha dificultado el análisis y la compresión de los momentos
transicionales que en su mayoría se presentan como puntos de inflexión
acelerados donde la causalidad, los agentes implicados y la temporalidad
de los mismos permanecen indeterminados.
En contraste, aportes recientes han enfatizado que la intervención de
paisajes, escenarios construidos y conjuntos artefactuales constituyen una
fuerza capaz de modelar las relaciones humanas, con una trascendencia
que excede a las generaciones de los constructores originales de dichos
colectivos (Haber 2011; Cortés 2013; Orgaz et al. 2014; Meléndez et al. 2018).
De esta manera, las continuidades arraigadas en la reproducción cotidiana
de los principios que organizan el mundo social y que tienen su expresión
en diferentes materialidades, no solamente pueden ser aprehendidas
a través del estudio pormenorizado de los episodios de cambio abrupto,
sino también desde la inmanencia de las prácticas afincadas en la tradición
(Roddick y Hastorf 2010). Lo cotidiano constituye una ventana privilegiada
para observar las dinámicas de apropiación, mantenimiento y alteración
del orden social. Posibilitaría también vislumbrar cómo trascienden
algunas tendencias, incluso en momentos signados por transformaciones
estructurales de las relaciones humanas.
Es por ello que el recorte de nuestro trabajo ha pretendido exceder los
límites cronológicos presupuestos en las secuencias y categorías explicativas
previas para dar cuenta de las continuidades y cambios producidos en
las formas de construir y habitar lugares, fabricar, utilizar y descartar
materialidades en distintos momentos de la historia prehispánica de
Anfama. Para ello se propone un enfoque centrado en el paisaje concebido
como el ensamblaje de prácticas, materialidades, relaciones y sentidos en
los que las personas participan (Acuto 2013; Robb 2013).
Los estudios realizados considerando la totalidad de ocupaciones arqueológicas identificadas y sus correspondientes asignaciones cronológicas
relativas y absolutas, ofrecen un contexto que permite pensar las dinámicas
históricas locales y su vinculación con los procesos de espacios circundantes
y con las tendencias regionales. La variabilidad del registro arqueológico
20
Julián Salazar y Valeria Franco SalVi
pone de manifiesto pulsos de cambio con cierta intensidad, rupturas, derivas, retracciones y continuidades en los conjuntos artefactuales, entornos
construidos y paisajes, los cuales implican un análisis temporal ciertamente
complejo.
EL CONTENIDO DE ESTA OBRA
Este libro se divide en nueve capítulos. En el capítulo 1 iniciamos nuestro
recorrido en el espacio y el tiempo. Por un lado, se establece la presencia
y variabilidad de las ocupaciones arqueológicas en la microrregión y, por
otro, se construye un esquema cronológico basado en múltiples contextos
excavados y fechados de manera relativa y absoluta, que identifica las
continuidades y transformaciones en los patrones materiales y que se
constituye como base para el desarrollo de los aportes siguientes.
En la sección siguiente se ofrece un acercamiento de corte teórico
en dos escalas distintas. En primer término, se propone una revisión de
la dinámica de las ocupaciones analizadas descomponiéndolas en sus
múltiples componentes a través de la perspectiva de ensamblajes (Harris
2014, 2018). Salazar revisa las conceptualizaciones de los agrupamientos
sociales y los supuestos sobre categorías como unidades domésticas, aldeas,
comunidades y culturas. Las configuraciones aldeanas se interpretan
como lideradas y definidas por las unidades domésticas, las cuales no se
fusionaron en comunidades fuertemente integradas, sino que sostuvieron
grupos enfocados en asegurar las condiciones materiales y relaciones de
autonomía en un conjunto donde las negociaciones con otros colectivos
eran necesarias.
En el capítulo 3, se analiza el paisaje arqueológico haciendo foco en
dos propiedades fundamentales, la multitemporalidad y la redundancia
de las ocupaciones. Moyano retoma las herramientas de lugares persistentes
y taskape para sustanciar un análisis del paisaje pensando en las prácticas
situadas y su reproducción a través del tiempo.
El capítulo 4 se aproxima a los desafíos que presenta el bosque montano
para la identificación e interpretación de sitios. Franco reconstruye
el proceso disciplinario a través del cual se fue delineando la historia
ocupacional de El Sunchal, un sitio multitemporal completamente
soterrado. Se revisan las estrategias de acercamiento arqueológico, que
incluyen relevamientos, excavaciones, análisis de materiales, matrices de
introducción....
21
Harris que fueron potenciando recursivamente las lecturas de la dinámica
ocupacional.
El capítulo 5 se ha destinado a presentar al segundo de los sitios
más trabajados por nuestro proyecto, Mortero Quebrado. Se sintetizan
las actividades realizadas y las principales características materiales y
estratigráficas de las unidades residenciales intervenidas, a través de las
cuales se determinó una ocupación continua de algunos siglos que fue
definitivamente abandonada a mediados del primer milenio EC.
El capítulo 6 se enfoca en una secuencia de lugares, materiales y
prácticas que transforman materias primas en alimentos, considerando
a estos arreglos performativos como estructurantes de la práctica social,
Molar integra la información arqueológica ofrecida por materialidades,
etapas, recursos y relaciones que se generan en torno a la alimentación. El
abordaje metodológico incluye análisis ceramológicos, de instrumental de
molienda y de macro y microrrestos vegetales.
El capítulo 7 discute los cambios y continuidades en las estrategias
tecnológicas de los grupos que ocuparon el área de estudio a través de
los conjuntos líticos identificados en sitios arqueológicos de diferentes
cronologías. Para ello Montegú analiza los materiales procedentes de
distintas ocupaciones de El Sunchal, Casa Rudi 1 y La Laguna proponiendo
lecturas sobre modalidades de obtener, manufacturar y descartar recursos
líticos que trascienda categorías cronológicas como Formativo y Tardío.
En el capítulo 8 se aborda una materialidad que juega un rol central
en las instancias de negociación, cooperación y conflicto en las que se
fueron configurando, articulando y redefiniendo los campos de acción
de los agentes sociales. Las rocas intervenidas han sido repetidamente
analizadas como referentes de aspectos simbólicos distinguidos, cuestión
que es revisada por Franco Salvi, que indaga especialmente la diversidad
de contextos y las distintas instancias performativas en las cuales ellas
participaron.
El capítulo 9 retoma las ocupaciones posteriores al año 1000 d.C. A
través de distintas estrategias se reúnen numerosas evidencias, inicialmente
no observadas, que remiten a materialidades de estilo santamariano.
El aporte de V. Fiorani reconsidera las expectativas previas sobre las
ocupaciones tardías en la vertiente oriental andina desde una perspectiva
local. Los análisis de la construcción del paisaje, el espacio habitado y la
materialidad cotidiana demuestran la existencia de distintas continuidades
respecto a las tendencias anteriores lo cual obliga a repensar la relación de
las poblaciones de Anfama con las de valles más altos.
22
Julián Salazar y Valeria Franco SalVi
Finalmente, se introducen en el epílogo algunas propuestas de cierre
con las perspectivas a futuro que se plantea el equipo de investigación de
acuerdo a los avances realizados durante los últimos años.
CAPÍTULO 1. ESPACIO Y TIEMPO
Stefania Chiavassa Arias, Kevin Carricart,
Franco M. Colque, Lucía de Salazar,
Agustina Etchegoin, Lucía Justiniano,
Francisco Franco, Jordi López Lillo, Rocío Molar,
Gonzalo Moyano, Juan Montegú, Agustina V. Fiorani,
Valeria Franco Salvi y Julián Salazar
Los ejercicios reflexivos que se preguntan por la práctica social desde
la arqueología requieren situarse en contextos históricos y espaciales
específicos. Si bien contamos con algunas secuencias cronológicas y
culturales previas de alcance regional, la inexistencia casi absoluta de
investigaciones arqueológicas en el área de estudio definió la necesidad de
caracterizar la distribución espacial del registro arqueológico y construir
una cronología específica. Este capítulo sitúa el caso de Anfama, una
localidad ubicada en una cuenca de la vertiente oriental de las Cumbres
Calchaquíes, y define las tendencias históricas observadas a través del
registro arqueológico. Como resultado de las investigaciones llevadas a
cabo desde el año 2014 se identificaron catorce asentamientos residenciales
prehispánicos de distinta escala, los cuales fueron mapeados, sondeados,
fechados y, algunos de ellos, excavados. El análisis cronológico, realizado
en base a contextos materiales, historia oral y a diecisiete dataciones
radiocarbónicas, permite proponer seis bloques temporales diferenciados
en las modalidades de construir-habitar los espacios domésticos y utilizar
materias primas a través de determinadas tecnologías.
24
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
EL ESPACIO
La cuenca de Anfama, de unos 70 km² de superficie, se emplaza en la
vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes, en el departamento Tafí
Viejo, en el Noroeste de la provincia de Tucumán, entre los 1.300 y 2.500
msnm (figura 1). Forma parte de la ecoregión de las yungas, específicamente
de su piso más elevado, el bosque montano, lindando en su parte más alta
con los pastizales de neblina y con la selva montana hacia abajo.
En el bosque montano o bosque de nubes, denominado así por la
presencia casi permanente de estas (Morello et al. 2012), se intercalan
praderas de gramíneas con numerosos bosques de alisos (Alnus acuminata y
Alnus jorullensis var. spachii, también conocido como aliso del cerro), sauco
y molles del cerro (Schinus gracilipes), de amplia preponderancia, con otros
elementos como el palo de luz o duraznillo (Prunus tucumanensis) y arbustos
pequeños de Terminalia porphyro carpaiii (Bell 1991; Brown et al. 2009;
Morello et al. 2012). La mayoría de estos ejemplares suelen ser utilizados
para combustión, aunque varía, según la especie, el aporte y perdurabilidad
que los leños puedan hacer al fuego. Asimismo, los tallos leñosos de los
alisos, dependiendo su diámetro y longitud, pueden utilizarse como postes
para la construcción de techumbres.
La topografía de la cuenca es sumamente escarpada, ya que combina
estrechas zonas de cumbres planas, quebradas profundas y sectores de
fondo de valle donde se extienden terrenos de menores pendientes con
mayor depositación de sedimentos en terrazas. Estos espacios fueron
aprovechados, en distintos momentos de la larga ocupación humana,
tanto para el establecimiento de viviendas como para el desarrollo de
explotaciones agrícolas con escasa o nula inversión en infraestructura.
La alta pluviosidad de esta área, causada por los vientos húmedos
procedentes del océano Atlántico que generan precipitaciones de 700
mm como promedio anual actual, y la topografía accidentada de la ladera
oriental de las Cumbres Calchaquíes forman una intrincada red fluvial, con
ríos rápidos y torrentosos. El principal curso de este sector lo constituye el río
Anfama, el cual recibe el aporte de numerosos arroyos de pequeño caudal.
ARQUEOLOGÍA EN EL BOSQUE MONTANO
Desde el año 2014, a partir de sucesivos convenios de colaboración
con la comunidad local, hemos llevado a cabo investigaciones sistemáticas
capitulo i. eSpacio y tiempo
25
en el área que permitieron identificar catorce áreas de concentración
de evidencia arqueológica (figura 1). Las ocupaciones arqueológicas se
registraron y caracterizaron a través de una serie de tácticas que fueron
aplicadas y combinadas de manera versátil para generar una visión global de
las lógicas de construcción de paisajes en la cuenca y sortear las dificultades
de la baja visibilidad de los sitios (Salazar et al. 2021). La elaboración de
una secuencia cronológica y la asignación temporal de cada asentamiento
identificado es un aspecto básico para la interpretación de las dinámicas
de los procesos sociales que se materializaron en un paisaje con múltiples
ocupaciones.
Figura 1. Mapa de la cuenca de Anfama donde se observan los sitios arqueológicos referidos
en el texto, discriminados por bloques cronológicos. Figura de Julián Salazar.
Los relevamientos y las excavaciones realizadas posibilitaron la
construcción de indicadores temporales relativos y absolutos y la inserción
de los casos particulares dentro de procesos sociales más amplios del NOA.
Sin embargo, en esta primera aproximación que considera al tiempo en
términos lineales no hemos recurrido al uso de periodificaciones con
expectativas apriorísticas o generadas en otras zonas, sino que proponemos
26
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
una serie de bloques cronológicos, definidos en base a los atributos de
cuatro líneas de la materialidad que se asocian de manera recurrente. Esta
unidad de análisis se asocia claramente a la fase, como fue definida por
Willey y Phillips (1958:22): “una unidad arqueológica que posee rasgos
suficientemente característicos para distinguirla de todas las otras unidades
similarmente concebidas, ya de la misma o de otras culturas o civilizaciones,
espacialmente limitadas al orden de magnitud de una localidad o región
y cronológicamente limitada a un intervalo de tiempo relativamente
breve” [traducción de los autores]. Sin embargo, preferimos referirnos a
bloques para apartarnos de las cargas conceptuales implicadas en las fases
y, especialmente, de la propuesta taxonómica de nombrarlas y subdividirlas
en subfases enumeradas ordinalmente, ya que esa práctica ha tendido a
proyectar la existencia de unidades sociales o culturales cristalizadas. En
este caso solo compilamos algunos atributos como un ejercicio heurístico
para reunir maneras de hacer cosas materializadas en rasgos específicos
y repetitivos en la producción y utilización de la cultura material y les
otorgamos una denominación ordinal en números romanos, las cuales
podrán ir modificándose a medida que reconozcamos más específicamente
aspectos clave como secuencias estratigráficas y cronologías de cada sitio.
Los atributos considerados han sido: (a) Asentamiento y arquitectura:
características constructivas de muros (selección de rocas, apariencia de
los lienzos, altura, espesor y regularidad de los paramentos), diseños de
plantas de recintos, adosamiento de recintos en unidades, distanciamiento
de unidades, Factor de Ocupación del Suelo (FOS, porcentaje de superficie
habitable efectivamente construida en cada sitio), e índice de agrupamiento
por bloque en la cuenca; (b) Cerámica: naturaleza de pastas, densidad
y granulometría, acabados de superficies, decoraciones y formas de las
vasijas; (c) Lítico: materias primas, organización tecnológica y morfología
de puntas de proyectil; (d) Rocas intervenidas: materia prima, tipología,
técnica, motivos decorativos y portabilidad. Los bloques propuestos fueron
asignados a rangos cronológicos a partir de la calibración de 17 dataciones
radiocarbónicas (figura 2) y corregidos a través de las asociaciones
estratigráficas específicas observadas en los sitios multicomponentes.
capitulo i. eSpacio y tiempo
27
Figura 2. Dataciones radiocarbónicas realizadas en Anfama. Arriba, calibración general
de todos los fechados incluidos en el texto (Hogg et al. 2013; Bronk Ramsey 2017).
Abajo, solapamiento de los fechados que muestran la intensidad y los hiatos de la señal
arqueológica. Figura de Julián Salazar.
28
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
MATERIALIDAD Y TIEMPO EN ANFAMA
Bloque I (400 a.C. a 50 a.C.)
El primer milenio a.C. implicó en la región un lapso de marcadas
transformaciones. Sin embargo, ya sea por las lógicas de construcción
del paisaje propias del periodo, o por la intensidad de las ocupaciones
posteriores, las evidencias arqueológicas son fragmentarias, esquivas y
predominantemente se encuentran alteradas o parcialmente destruidas
por eventos depositacionales posteriores (Caria 2004; Scattolin 2007;
Cortés 2013; Martínez et al. 2013; Miguez et al. 2017).
En este sentido, la presencia en el sitio Casa Pastor (TUC-TAF-CP001),
excavado a pedido de la familia Chocobar-Aguilera (figura 3), de un recinto
circular (figura 4) utilizado durante este periodo es especialmente relevante
para la arqueología regional, puesto que es la evidencia de arquitectura
más temprana hallada hasta el momento en el sector sur de las Cumbres
Calchaquíes. El rasgo constructivo consiste en un muro de piedra de 30
cm de alto, de hilada uniforme y compacta, que conformó la base de un
recinto de planta circular (de unos 10 m de diámetro inferido), construido
mayormente con material perecedero. La configuración arquitectónica
de la estructura cuya inversión de trabajo es baja y que requeriría de un
mantenimiento recurrente, permite proponer que estaría destinada a
una ocupación estacional o no permanente (Diehl 1997; Roth 2016).
La existencia de la vivienda actual superpuesta al recinto arqueológico
imposibilitó ampliar las excavaciones.
El conjunto material recuperado se constituye de fragmentos de
cerámica tosca u ordinaria, es decir, con paredes (>5 mm) y antiplásticos
(>0,5 mm) gruesos, cocidos en atmósferas oxidantes y sin decoraciones,
incluyendo también un fragmento de estatuilla zoomorfa que representa
un camélido, instrumentos, núcleos y desechos líticos y manos de moler,
que corresponden a las partes activas de molinos de mano planos. El piso
ocupacional (UE151) de la estructura intervenida fue datado en 2137 ±
31 AP (AA107303, fruto de chañar [Geoffroea decorticans] carbonizado, ¹³C
=-22.2%).
capitulo i. eSpacio y tiempo
29
Figura 3. Vista de cuadriculado de excavación en la vivienda de la Familia ChocobarAguilera, en la campaña de 2019. Fotografía de Francisco Franco.
Este carporresto de chañar permite inferir la presencia de actividades
relacionadas a la recolección de vegetales, así como los eventos de
recolección que pueden haber implicado ciertas partidas específicas hacia
otros sectores próximos (Franco y Camps 2020). Los instrumentos de
molienda recuperados se asocian al procesamiento de recursos silvestres,
ya que hasta la actualidad no se han observado evidencias de plantas
domesticadas, ni de materialidades relacionadas con labranzas agrícolas.
Complementariamente, la UE934, correspondiente al relleno inferior
de un pozo cavado en la roca madre, bajo el piso de un recinto residencial
del sitio Mortero Quebrado (MQ, U4, R45) fue datada en 2390 ± 80 AP
(LP-3688, madera carbonizada, ¹³C =-24‰) (capítulo 5). Esta datación
pondría la ocupación de esta estructura entre 761 y 347 cal a.C., aunque
probablemente bajo modalidades que no son fácilmente observables ya
que los eventos constructivos más intensos se evidencian a partir de 50 cal
d.C. y se describen en el próximo bloque.
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
30
Figura 4. Vista del muro y piso habitacional registrado en el sitio Casa Pastor. 2015.
Fotografía de Julián Salazar.
Bloque II (50 a.C. a 800 d.C.)
En los inicios del primer milenio EC se observa el aumento de unidades
residenciales constituidas por estructuras de planta circular, con mayor
solidez constructiva y equipos domésticos orientados al procesamiento
de productos agrícolas. Los sitios correspondientes a este periodo están
formados por una o varias unidades residenciales, con un gran patio circular
al cual se adosan múltiples recintos menores. Esta morfología constructiva,
es similar a la que se observa para el mismo período en Tafí, La Ciénega
y áreas aledañas (Berberián y Nielsen 1988b; Cremonte 1996; Sampietro y
Vattuone 2005; Salazar 2011; Oliszewski 2017; entre otros). Sin embargo,
en Anfama presentan la particularidad de que para su construcción se
aprovechan grandes lajas disponibles localmente que, colocadas de manera
vertical, generan lienzos muy regulares. La techumbre, construida con
materiales perecederos, habría estado apoyada en estructuras basadas en
postes cuyas huellas se observan en el punto central de algunos recintos
adosados y en zonas próximas a los muros de los amplios patios, donde se
habrían establecido galerías. Estas unidades residenciales involucran una
capitulo i. eSpacio y tiempo
31
considerable inversión de trabajo, no solo en la selección de los bloques de
grandes y delgadas lajas, y la prolija y uniforme confección de paramentos,
sino también en algunos rasgos internos como pozos cavados en la roca
madre, que conservan evidencia de múltiples actividades.
La cerámica se corresponde estilísticamente con ocupaciones
contemporáneas del área (Heredia 1974; Cremonte 1996; Scattolin 2006a y
2007): formas simples confeccionadas en pastas gruesas y finas, mayormente
cochuradas en atmósferas oxidantes u oxidantes incompletas con escasas
decoraciones (aplicaciones modeladas, baños de color rojo, e incisiones
geométricas, lineales y punteadas).
Los conjuntos líticos se corresponden con estrategias tecnológicas
expeditivas en las que predomina el uso de materias primas locales (ej.,
cuarzo, cuarcita, pizarra, metamorfitas), núcleos de tecnología amorfa e
instrumentos con escasa inversión de trabajo. Se registra a partir de este
bloque la presencia, en bajos porcentajes, de obsidianas en forma de puntas
de proyectil triangulares con y sin pedúnculo, filos naturales y desechos
de talla. Estudios de procedencia por medio de XRF indican que este
material alóctono es preponderantemente de Ona-Las Cuevas (ubicada
unos 240 km en línea recta hacia el noroeste de Anfama), siendo posible
la participación de otras fuentes (Montegú 2018). Son frecuentes también
artefactos ovoidales pulidos con marcas de percusión en sus extremos,
asociables a piedras de honda.
Respecto a los instrumentos de molienda, se observa un gran número
y variedad de diseños, así como de materias primas aprovechadas,
presentándose en proporciones predominantes los molinos de mano
cóncavos y planocóncavos, los cuales se utilizaron mayoritariamente para
la molienda de maíz (Zea mays), según se determinó a partir de análisis de
microrrestos. Además, los estudios de adherencias en cerámicas utilitarias
y el análisis de macrorrestos vegetales demostraron el consumo de zapallo
(Cucurbita sp.), poroto (Phaseolus vulgaris y Lupinus mutabilis), y tubérculos
(Oxalis tuberosa) (Molar 2021 y capítulo 6 de este volumen).
Las evidencias recabadas en estos sitios, específicamente la presencia de
vegetales domésticos, como de instrumental orientado a su procesamiento,
permiten proponer una economía basada en prácticas productivas,
principalmente actividades agrícolas. A esto se suma la posible presencia
de canchones de cultivo en el sitio La Larga, aunque las condiciones físicas
y pedológicas de Anfama no requieren necesariamente de la construcción
de estructuras para el manejo de agua o la retención del suelo.
32
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
También se ha constatado mediante análisis antracológicos, la
presencia de actividades de recolección de chañar (Geoffroea decorticans) y
molle (Schinus fasciculatus), especies valoradas por sus frutos que habrían
complementado la dieta y que implicarían algún grado de movilidad por
fuera de la cuenca para su obtención (Franco y Camps 2020).
Respecto al aprovisionamiento de recursos animales, creemos que hubo
una combinación de prácticas de manejo de camélidos (hipótesis basada
en restos óseos e indicadores indirectos, como la alusión a estos animales
mediante figuras de cerámica y tallas líticas) y caza de animales silvestres
(Molar 2021).
Las unidades residenciales se presentan de manera aislada o en
concentraciones dispersas (distancias medias entre 72 y 135 m) y Factores
de Ocupación del Suelo (FOS) muy bajos, menores a 3%. Algunos espacios
domésticos han sido singularizados, a través de bloques líticos graníticos
y esquistosos decorados con motivos antropomorfos (mascariformes y
fálicos), zoomorfos y abstractos. En este bloque temporal se incluyen las
ocupaciones registradas en cinco sitios: Mortero Quebrado, El Sunchal, La
Larga, Loma Bola y Aliso Redondo.
El SunchaL, TUC-TAF-ES001 (1.800 msnm)
Este asentamiento (profundizado en el capítulo 4) presenta en superficie
numerosas evidencias de ocupaciones prehispánicas y subactuales, cuya
interpretación es dificultada por los intensos procesos de depositación de
las zonas de fondo de valle, y también por la presencia de múltiples eventos
de construcción, abandono y reocupación.
Se realizaron excavaciones (en total 81 m²) en un espacio donde se
concentraban evidencias superficiales y una depresión circular de unos 10
m de diámetro. A partir de estas intervenciones se detectó al menos una
ocupación asignable al Bloque temporal II: un recinto de planta circular
definido por un muro simple de lajas clavadas verticalmente, asociado a
otro de mayores dimensiones que probablemente correspondía al patio
central de una unidad residencial. Estas estructuras sufrieron una alteración
sustancial después de su abandono, lo cual implicó la remoción de la mitad
de la superficie y paramentos de la estructura lateral.
Los materiales identificados en el piso ocupacional de este espacio
residencial son asignables a conjuntos domésticos. Entre ellos destacan
fragmentos cerámicos toscos correspondientes a ollas y cántaros y, en
capitulo i. eSpacio y tiempo
33
menor proporción, finos asignables a vajilla de servicio como pucos y vasos
(Franco 2019a y 2019b). Se resalta la presencia de artefactos de molienda,
especialmente de bases de molino de mano planas y planocóncavas de
grandes dimensiones, y de manos cuyas características morfotecnológicas
son acordes a esas bases. El conjunto lítico presenta filos naturales con
rastros complementarios, muescas, raspadores, perforadores y percutores
de cuarzo y cuarcita, además de preformas y puntas de proyectil de obsidiana
y cuarzo. En asociación estratigráfica también se recuperaron dos rocas
intervenidas, entre ellas una representación fálica y una pieza rectangular
tabular de pequeñas dimensiones con grabados hemiesféricos en una de
sus superficies. Estas pueden relacionarse a otras tres piezas similares que
se localizaron descontextualizadas en las inmediaciones del sitio.
Se han realizado cinco fechados en estratos correspondientes a este
componente en el sitio: (1) en el piso ocupacional (UE009) del recinto
circular, se obtuvo una datación de 1993 ± 25 AP (D-AMS 028234, madera
carbonizada); (2) en un depósito interpretado como basurero extramuros
(UE012) una de 1744 ± 27 AP (AA105495, grano de maíz carbonizado, ¹³C
=-22.8%); (3) en un depósito asociado a la base del muro del patio (UE057),
un fechado de 1671 ± 22 AP (D-AMS028232, madera carbonizada); (4) en
un depósito interpretado como un piso ocupacional extramuros (UE023),
una datación de 1557 ± 25 AP (D-AMS024743, madera carbonizada); y (5)
en la superficie de un pozo con evidencias de termoalteración (UE028),
un fechado de 1253 ± 31 AP (D-AMS 024744, madera carbonizada). Los
resultados definen las probabilidades cronológicas de esta fase de ocupación
entre 20 y 850 cal d.C.
Mortero Quebrado, TUC-TAF-MQ001 (2.300 msnm)
Este asentamiento (tratado más ampliamente en el capítulo 4) se
ubica en un sector de cumbre, en el que se distribuyen siete unidades
arquitectónicas a lo largo de más de 500 m. Las mismas están compuestas
por estructuras de piedra que oscilan entre 3 y 8 recintos circulares cada
una, de entre 2 y 5 m de diámetro aproximadamente, con un espacio
central de mayores dimensiones, superiores a los 10 m de diámetro, y con
una distancia media observada de 135 m.
Las excavaciones realizadas (un total de 120 m² distribuidos en tres
unidades: U2, U4 y U5) permitieron constatar el carácter residencial de las
estructuras, a través de un amplio y diverso conjunto material constituido
34
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
por cerámicas utilitarias, manos de moler, molinos planos pequeños,
material vegetal carbonizado, alisadores, yunques líticos, concreciones
arcillosas termoalteradas y puntas de proyectil de obsidiana. A su vez, se
registran también rasgos internos como fogones en cubeta y pozos cavados
en la roca madre. El análisis del conjunto cerámico muestra vasijas aptas
para el almacenaje, cocción, consumo y servicio de alimentos, en el que
predominan grupos ordinarios y escasos decorados. Los artefactos líticos se
asocian a acciones de cortar, raspar, desbastar y perforar, siendo adscribibles
a tareas de procesamiento de alimentos y producción de otras tecnofacturas.
Las viviendas de este sitio se emplazan en espacios levemente
elevados sobre el terreno circundante, lo que genera que todas ellas sean
intervisibles con las estructuras vecinas. Además, algunas fueron destacadas
por la presencia de rocas intervenidas a través de la formatización, talla
en bulto, grabado y/o pulido, en superficie y en excavación, con distintos
tipos de decoraciones, en ciertos casos en etapas de manufactura e incluso
fracturadas.
Hasta el momento se han realizado seis dataciones radiocarbónicas
correspondientes a este bloque: (1) en el piso ocupacional (UE 106) del
R34, recinto lateral de la unidad MQ-U2, un fechado de 1725 ± 20 AP
(AA107302, madera carbonizada, ¹³C =-24.9‰); (2) y (3) en los estratos
inferior (UE119) y superior (UE111b) de relleno de un pozo muy profundo
cavado bajo el piso del R34, dos dataciones de 1663 ± 22 AP (D-AMS
041077, madera carbonizada) y 1744 ± 26 AP (D-AMS 041076, madera
carbonizada), respectivamente; (4) en el piso ocupacional (UE152) del
R33, recinto central de la unidad MQ-U2, una de 1580 ± 60 AP (LP3684,
madera carbonizada, ¹³C =-24‰); (5) en un rasgo interno (UE 618) del
patio central de la unidad MQ-U5, 1855 ± 29 AP (D-AMS024746, madera
carbonizada); y (6) en el piso ocupacional de R3 (UE631), recinto lateral
de la unidad MQ-U5, una correspondiente a 1649 ± 30 AP (D-AMS024745,
madera carbonizada). Estos resultados marcan la ocupación más intensa
del sitio entre 50 y 600 cal d.C.
La Larga, TUC-TAF-LLa001 (1.950-2.100 msnm)
En una zona de cumbre que se extiende por 2 km de este a oeste, se
presentan catorce unidades distribuidas de manera dispersa, con una
distancia media observada de 72 m (figuras 5 y 6). La visibilidad de las
estructuras en superficie resultó óptima debido a la escasez de vegetación,
capitulo i. eSpacio y tiempo
35
en tanto su conservación es buena. La mayoría de las unidades registradas
corresponde a estructuras de planta circular o subcircular, con patios de
10 a 15 m de diámetro aproximadamente, y recintos de menor tamaño
adosados a los mismos. Entre las distintas unidades se observa la presencia
de grandes recintos aislados, cuya morfología es compatible con la de
canchones de cultivo y/o corrales. Se realizaron cuatro sondeos aleatorios
de 1 x 1 m, tres dentro de recintos laterales, y uno en un patio central.
En estas intervenciones se recuperó una gran cantidad de cerámica
doméstica, asignable estilísticamente al primer milenio, entre ella los restos
de un cuerpo de vasija antropomorfa modelada, con gruesas incisiones
perpendiculares entrelazadas a modo de un textil, escasos instrumentos
líticos y abundante material carbonizado.
Figura 5. Planimetría arqueológica sitio La Larga. Plano de Gonzalo Moyano.
Loma Bola, TUC-TAF-LoB001 (2.100 msnm)
En un faldeo se emplazan siete unidades constructivas y siete estructuras
aisladas de planta circular y subcircular. En el caso de los conjuntos
arquitectónicos, presentan los mismos patrones que en los sitios Mortero
36
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
Quebrado y La Larga, con una distancia media observada de 99 m (figura
7). En ocasiones estas se mezclan con unidades aisladas, posiblemente
corrales y/o canchones de cultivo. La visibilidad de las estructuras no es
buena debido a la cobertura de vegetación, siendo las más visibles aquellas
que se encuentran atravesadas por los senderos actuales.
Figura 6. Vista aérea del filo del sitio La Larga. Fotografía de Julián Salazar.
Aliso Redondo-Las Cañaditas, TUC-TAF-AlR001 (1.900 msnm)
En una zona de cumbre de 1 km de largo, paralela hacia el sur a La
Larga, se registraron ocho unidades, cuatro con evidencias asignables a este
periodo. Las mismas se distribuyen en el paisaje de manera dispersa con
una distancia media observada de 110 m. En superficie se registró una gran
roca erguida, con numerosas cavidades hemiesféricas alineadas, asociada
a un muro residencial. Este espacio habría sido reocupado en momentos
posteriores, que aquí definimos dentro del Bloque IV.
capitulo i. eSpacio y tiempo
37
Figura 7. Planimetría arqueológica sitio Loma Bola. Plano de Gonzalo Moyano.
Las Pavitas, TUC-TAF-LPa001 (1.730 msnm)
En una terraza del río Anfama, se relevaron dos conjuntos de estructuras
circulares con muros de rocas de gran porte. En sectores perimetrales se
disponen algunos muros lineales de piedra, que contienen el terreno y
presentan un bajo grado de conservación. Allí se realizaron dos sondeos
exploratorios donde se recuperaron artefactos de molienda móviles, y
materiales líticos tallados. La cerámica es mayormente tosca, pero también
se presentan tiestos con engobes rojos y una aplicación modelada de un
rostro, estilísticamente asignable al primer milenio EC.
38
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
Bloque III (800 d.C. a 1000 d.C.)
Los últimos siglos del milenio denotan la presencia de reconfiguraciones
de importancia en relación a la reproducción de la vida aldeana en la
región. Los abandonos de numerosos sitios aldeanos como El Pedregal
(valle de La Ciénega) o La Bolsa 1 (valle de Tafí) hacia 800 d.C. (Cremonte
1996; Salazar 2011), marcan el fin del uso intensivo de sectores ocupados
ininterrumpidamente durante mil años. La información sobre ocupaciones
sincrónicas en sectores vecinos es aún escasa, hallándose sitios que presentan
ocupaciones anteriores y posteriores como Morro del Fraile (Nastri et al.
2010), y otros que comenzarían a ser poblados en el mismo lapso como
Morro de Las Espinillas (Scattolin 2007), El Remate (Aschero y Ribotta 2007)
y El Colorado (Palamarczuk et al. 2020), todos ellos en el valle de Yocavil.
En Anfama observamos la presencia de novedades en las técnicas
constructivas y de algunas innovaciones en los estilos alfareros.
Principalmente se abandona la forma de construir y estructurar el espacio
residencial vinculando recintos circulares a patios centrales amplios, y
aparecen estructuras simples, de planta subrectangular y muros informales.
Los conjuntos cerámicos incorporan grupos ordinarios marleados (acabado
de superficie realizado con un instrumento corrugado, posiblemente un
marlo), que se presentan sobre todo en vasijas ápodas de gran tamaño; se
observa la presencia habitual de formas restringidas con bordes entrantes,
y algunos grupos cerámicos con antiplásticos más finos o sin agregado
intencional de desgrasantes, entre ellos negros pulidos, sin que se observen
mayores variaciones de conjunto en otros indicadores como atmósferas de
cocción, pintura o policromía (Franco 2019a).
La tecnología lítica del bloque no muestra diferencias con respecto
al anterior, ya que predominan los recursos locales (sobre todo cuarzo
y cuarcita) y diseños expeditivos. La presencia de obsidiana es menor
cuantitativamente y estaría asociada a desechos de talla y a una sola punta
de proyectil. Se desconoce específicamente la fuente de estas obsidianas,
aunque macroscópicamente son compatibles con Ona-Las Cuevas y otras
fuentes menores del NOA.
El Sunchal, TUC-TAF-ES001 (1.800 msnm)
El sitio El Sunchal presenta una ocupación, la cual implicó el desmontaje
parcial de las estructuras residenciales previas del Bloque II. Por encima
capitulo i. eSpacio y tiempo
39
de estas se superpuso un recinto de planta subrectangular, determinado
por un muro bajo y simple, constituido por bloques heterogéneos, que
no definen un lienzo regular, sino por el contrario, dan apariencia de un
amontonamiento de rocas sobre las cuales se elevarían otros materiales,
probablemente perecederos.
En el piso ocupacional (UE 066) se recuperó un conjunto doméstico
constituido por abundantes restos cerámicos y líticos, que incluyen restos
de vasijas de tamaños variados, tubos de pipa, estatuillas zoomorfas,
cuchillos, raspadores, alisadores, y una punta de proyectil triangular
apedunculada de obsidiana. La alfarería identificada presenta una relativa
continuidad morfoestilística con relación a la observada para el Bloque II,
pero también se observan algunas innovaciones importantes. La principal
a nivel macroscópico es la presencia de grupos peinados. Se recuperaron
dos grandes cántaros con elevado grado de integridad, uno de ellos
marleado dispuesto sobre un pozo bajo el nivel ocupacional, así como
numerosos fragmentos correspondientes a una decena de vasijas con estas
características. También se identificó la presencia de morfologías novedosas
como pucos con bordes entrantes, estatuillas zoomorfas y asas en forma
de herradura. A nivel microscópico, la caracterización de cortes delgados
permitió observar pastas finas sin agregado intencional de antiplásticos,
mayor variabilidad en las inclusiones identificadas y una ampliación en los
modos de hacer alfareros en relación a momentos precedentes (Franco
2019a y 2019b).
Se han realizado dos fechados en estratos correspondientes a este
componente en el sitio: (1) en un estrato de relleno (UE037) por encima
del piso ocupacional, una datación de 1136 ± 21 AP (D-AMS 028233, madera
carbonizada); y (2) en el piso ocupacional (UE066), otra correspondiente a
1138 ± 23 AP (D-AMS 028235, madera carbonizada). Los resultados definen
cronológicamente a esta fase de ocupación entre 890 y 1015 cal d.C.
Bloque IV (1400 d.C. a 1500 d.C.)
Los siglos XIV y XV d.C. constituyen en la periodificación del NOA
el último tramo del Período Intermedio Tardío, y posiblemente el
advenimiento de la presencia incaica en la región. La implementación de
diferentes estrategias permitió reconocer tres ocupaciones en Anfama (que
son analizadas en profundidad en el capítulo 9): Casa Rudi, La Laguna y
Aliso Redondo-Las Cañaditas.
40
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
Se trata de asentamientos residenciales, de carácter discreto y fácil acceso,
sin estructuras defensivas. Las tres ocupaciones se caracterizan por su baja
densidad ocupacional y su patrón disperso sobre el espacio (FOS inferiores
al 10% y distancias medias observadas entre unidades constructivas de 41 y
70 m). Es remarcable la tendencia a la reocupación de los mismos espacios
habitados en el milenio anterior. Si bien en este momento las prácticas
agrícolas están fuertemente afianzadas en la región, no se han detectado
aún evidencias directas de las mismas. El manejo de camélidos (guanacos
y/o llamas), por su parte, se constata en el registro arqueofaunístico, donde
se recuperaron restos óseos de Lama sp. con marcas de corte.
En el registro lítico se observa la continuidad de estrategias expeditivas
para la obtención de filos y puntas, y el predominio del uso de recursos
locales: cuarzo, cuarcita y rocas metamórficas. También se registra la
presencia de obsidiana como único recurso no local en forma de desechos
de talla y una punta de proyectil (macroscópicamente compatibles con OnaLas Cuevas y otras fuentes menores del NOA). En las puntas de proyectil
se observan cambios morfológicos, limitándose exclusivamente a puntas
triangulares pequeñas apedunculadas de base escotada.
Casa Rudi, TUC-TAF-CR001 (1.650 msnm)
El sitio Casa Rudi (tratado extensamente en el capítulo 9) se emplaza
en una terraza de fondo de cuenca, en una zona de pendientes suaves y
poco pronunciadas. Las intervenciones permitieron establecer que la
ocupación constituía una instalación residencial, en donde se llevaron
a cabo actividades relacionadas con el procesamiento y consumo de
alimentos. Se han realizado dos fechados en estratos correspondientes a
este sitio: (1) en la superficie extramuros con evidencias de termoalteración
(UE010), una datación correspondiente a 465 ± 20 AP (D-AMS 022988,
madera carbonizada); y (2) en un relleno, asociado a una concentración de
fragmentos cerámicos santamarianos en sector extramuros (UE502), otro
fechado que ofreció 460 ± 20 AP (D-AMS 022989, fruto de chañar [Geoffroea
decorticans] carbonizado).
La Laguna, TUC-TAF-LLg001 (1.900 msnm)
Se emplaza a lo largo del filo homónimo siguiendo la dirección noroestesudeste y está compuesto por una serie de estructuras rectangulares
asociadas a muros de contención (figura 8). Se halla en un sector neurálgico
capitulo i. eSpacio y tiempo
41
del camino que conecta el valle de Anfama con el de Tafí a través de La
Ciénega, además de poseer una vista estratégica de las terrazas fluviales
de la cuenca (figura 9). Se identificaron cuatro unidades arquitectónicas
de planta ortogonal, dos compuestas y dos simples, asociadas a posibles
muros de contención. El conjunto cerámico recuperado estaba integrado
exclusivamente por materiales de filiación tardía (santamariano,
Famabalasto negro grabado y Ordinario alisado por marleado).
Figura 8. Planimetría arqueológica sitio La Laguna. Plano de Gonzalo Moyano modificado
por Agustina Vázquez Fiorani.
42
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
Figura 9. Vista de la mesada de La Laguna en la cual se puede apreciar el lugar dominante
que adquiere, así como la posición estratégica respecto al camino con La Ciénega y Tafí que
sale a la derecha. Fotografía de Julián Salazar.
Aliso Redondo - Las Cañaditas, TUC-TAF-AlR001 (1.900 msnm)
Este sitio, ya descrito dentro del Bloque II, muestra evidencias de
ocupaciones correspondientes a este bloque. Siete de los ocho conjuntos
presentan arquitectura ortogonal y muros rectos, en ocasiones alterando
los recintos circulares subyacentes.
El Sunchal, TUC-TAF-ES001 (1.800 msnm)
En distintos estratos de relleno superficial del sitio se detectaron
esporádicamente fragmentos cerámicos asociables a momentos liminares
del período prehispánico (Santamariano bicolor, Yocavil polícromo,
Famabalasto negro grabado), los cuales no han podido por el momento ser
vinculados a ninguna evidencia arquitectónica, pero denotan algún tipo de
ocupación del sector durante este bloque.
capitulo i. eSpacio y tiempo
43
Bloque V (s. XIX d.C.a 2007 d.C.)
Este bloque se define en base a la conformación, desarrollo y
desarticulación de las unidades económicas conocidas como estancias.
De acuerdo a comunicaciones personales con comuneros de Anfama,
el establecimiento de muchas familias en la cuenca se dio a partir de
negociaciones con terratenientes y bajo el sistema de arrendamientos. Las
estancias no solo vinculaban a arrendadores y arrendatarios a partir de
actividades económicas agropecuarias, sino también vinculaban a estos con
el territorio, y servían como estructuradoras de las lógicas de ocupación,
convirtiéndose en ejes alrededor de los cuales se disponían las viviendas y
espacios productivos de los arrendatarios. De esta manera, el espacio de la
cuenca de Anfama se encontró, avanzado el siglo XX, dividido en territorios
de tres estancias diferentes: una ubicada en la quebrada de la Ciénaga, otra
en La Manga y otra ubicada en el sector de El Alto de Anfama, alrededor
de la cual fue formándose la reconocida Villa El Alto.
La materialidad asociada a este momento procede esencialmente de los
cascos de estancia e infraestructura productiva propia de estas unidades
(especialmente corrales) y las viviendas de los arrendatarios, algunas
abandonadas hace varias décadas, de las que solo quedan los cimientos de
los espacios habitacionales, así como bases de horno y muros de contención,
entre otros. Asimismo, se encuentran vinculados a este período los edificios
de la escuela, la posta sanitaria, la iglesia y la toma de agua. Consideramos
como el final de este bloque el 2007, año en el que se forma la Comunidad
Indígena de Anfama.
Bloque VI (2007 d.C. hasta la actualidad)
La constitución de la Comunidad Indígena se dio como corolario de un
importante proceso que involucró la adscripción a una identidad diaguita
por parte de las familias que habitan la cuenca, acciones de organización
colectiva y desarticulación de las estructuras de las estancias. En este bloque
pueden identificarse lógicas diferentes a las observadas en el Bloque V,
especialmente en lo que refiere a las relaciones sociales, productivas y
de ocupación del espacio llevadas a cabo por comuneros y comuneras
a partir de la negociación colectiva de acuerdo a la institucionalidad de
la Comunidad. El reconocimiento como indígenas o descendientes de
indígenas por parte de los comuneros, pero también por las instituciones
44
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
estatales, han propiciado procesos de construcción de memoria colectiva
en torno al pasado prehispánico, el pasado reciente y el presente.
La materialidad asociada a este momento difiere muy poco de la
identificada para el Bloque V. Tienen un fuerte protagonismo los espacios
residenciales y los productivos asociados a ellos (corrales y zonas de cultivo
delimitadas con alambrados o pirca). Los cascos de las estancias de El
Alto y La Manga han sido reconvertidos en viviendas, desarticulándose los
espacios productivos de cada uno de ellos. Un elemento importante propio
de este bloque es la Sede Comunitaria, edificio construido de manera
colectiva y que es utilizado para reuniones ordinarias y extraordinarias en
la vida institucional y festiva de la Comunidad.
LAS LÓGICAS SOCIALES DEL PAISAJE, MÁS ALLÁ DE LA SECUENCIA
Los resultados reseñados posibilitan generar una serie de reflexiones
sobre la variabilidad del registro arqueológico prehispánico de Anfama. Las
ocupaciones relevadas corresponden a poblaciones humanas que habitaron
con intensidad variable la región desde unos siglos a.C. hasta momentos
coetáneos a la llegada de los incas. La intensidad de estas ocupaciones
no fue estable, sino que evidencia algunos pulsos en los cuales el registro
incrementa su visibilidad y otros en los cuales se reduce. Podemos observar,
que, entre las diecisiete dataciones realizadas, dos corresponden al Bloque
I, once al II, dos al III y dos al IV. Si bien esta cuantificación surge de una
muestra arbitraria, podría extenderse a otros indicadores, especialmente a
sitios en superficie, que muestran tendencias análogas: de las 57 unidades
constructivas consideradas, el 3,5% presenta evidencias del Bloque I, el
71,92% del II, el 1,75% del III y el 26,31% del IV. Siete de esas unidades (el
12%) han sido ocupadas en más de un bloque, producto de la modificación,
total o parcial, o superposición de estructuras previas.
Dichos pulsos podrían asociarse a diversas modalidades de configurar
y habitar paisajes diferenciados: una que respondería a ocupaciones
estacionales, no permanentes o menos intensivas con construcciones
informales y de menor inversión de trabajo, y otra que parece responder a
patrones de mayor recurrencia e intensidad de uso de los mismos lugares
con construcciones de morfologías similares en múltiples sectores del valle
y de mayor grado de formalidad, con pisos ocupacionales establecidos y
densos. Esta variación en los modos de construir y habitar pone en tensión
las lecturas en las cuales el sedentarismo se incrementa gradualmente, a la
capitulo i. eSpacio y tiempo
45
par del aumento demográfico y otros fenómenos como la jerarquización, la
desigualdad o la intensificación.
El Bloque I es caracterizado por estratos y rasgos arquitectónicos
soterrados bajo ocupaciones más recientes, que permiten hipotetizar una
baja intensidad o continuidad en el uso puntual de ciertos espacios. Las
características arquitectónicas que denotan escasa inversión de trabajo
implicarían asentamientos proyectados para un uso estacional (Diehl 1997;
Roth 2016), a las que se agregan evidencias de recolección de especies
alóctonas, sugiriendo un elevado grado de movilidad espacial para el
bloque.
El Bloque II, por su parte, muestra el mayor grado de ocupación de áreas
habitables en la cuenca, coincidente con la expansión de asentamientos
aldeanos en la región (Scattolin 2007; Oliszewski 2017). La tendencia al
agrupamiento se intensifica: numerosos sitios formados por varias unidades
arquitectónicas aumentan, aunque éstas mantienen cierta distancia entre
ellas. La constante aparición en los mismos de esculturas líticas con formas
fálicas, antropo o zoomorfas, similares a los menhires-huanca observados en
el valle de Tafí (García Azcárate 1996) puede entenderse como la evidencia
de la emergencia de marcadores territoriales, mediadores materiales de las
tensiones propias de un espacio con cierta cantidad de población (Aschero
2007).
En el Bloque III se evidencian ocupaciones que retoman lugares y alteran
estructuras anteriores, construyendo recintos subrectangulares, aislados
y casi imperceptibles en el paisaje. La infrecuencia del registro de estas
ocupaciones, la informalidad de las construcciones y la reducida inversión
de trabajo en su configuración permitirían pensar en poblaciones menos
permanentes que habitaban múltiples paisajes en circuitos estacionales.
El contexto regional, signado por la inestabilidad social y política, habría
movilizado el surgimiento de estas estrategias de construcción del paisaje y
modalidades tecnológicas novedosas.
Las evidencias que proceden del Bloque IV, especialmente en Casa Rudi,
La Laguna y Aliso Redondo, muestran nuevamente construcciones más
sólidas, áreas de actividad más formales, intervenciones más amplias y visibles
en el paisaje, lo cual evidencia a su vez la redundancia de las ocupaciones
en las mismas locaciones. Las tendencias esperadas para la primera
mitad del segundo milenio EC, registradas en los valles intermontanos
(aglomeración poblacional en asentamientos defensivos, instalación de
infraestructura productiva intensiva y emergencia de estructuras políticas
complejas, ya sean jefaturas o sistemas corporativos) no se observan en el
registro arqueológico.
46
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
Sin embargo, más allá de la variación dinámica en estas modalidades de
configuración de los escenarios habitados e intensidad de las ocupaciones,
el elemento que se constituye como una constante en el paisaje es la
preponderancia de lo doméstico (Haber 2011). La mayor parte de la
materialidad identificada refiere a lógicas de apropiación de lugares y
estrategias tecnológicas que remiten a dicha escala. Independientemente
de los cambios observados, como la tendencia al agrupamiento en los
Bloques II y IV, o el incremento o reducción de la cantidad de ocupaciones
correspondientes a cada periodo, las instalaciones residenciales se
mantienen como los elementos más visibles en el paisaje y conservan un
marcado distanciamiento (entre 72 y 135 m de distancia media observada
entre unidades constructivas) que genera entornos de experiencias
cerrados hacia el interior de cada vivienda. La lógica de construcción de los
asentamientos, no obstante, no impide la conformación de proximidades
que pueden ser visuales y que construyen lazos que exceden a lo doméstico,
tal como se ha planteado para la vertiente oriental del Ancasti (Quesada et
al. 2012).
Dicha modalidad contrasta con lo observado en áreas más occidentales
como los valles de Tafí, La Ciénega, Yocavil y/o El Cajón, donde se presenta
un mayor grado de nucleamiento poblacional en algunos momentos
del primer milenio (Scattolin 2007; Salazar 2011; Oliszewski 2017) y
especialmente en el segundo (Tarragó 2000). La dispersión se constituyó
como una estrategia de asentamiento y uso del espacio persistente, privilegió
la intervisibilidad por sobre la continuidad y contigüidad física, lógica que
se reitera también hacia el este de las estribaciones orientales de cumbres
Calchaquíes (Ryden 1936; Heredia 1974; Caria 2004; Caria y Miguez 2009;
entre otros).
Las escarpadas cumbres del valle habrían impedido los aglutinamientos
arquitectónicos, y por ende, favorecido el aprovechamiento de los pequeños
espacios de escasa pendiente disponibles en los distintos filos de los cerros y
los fondos de cuenca por parte de grupos domésticos de número reducido.
Por otro lado, la estabilidad, que no se condice con las transformaciones
esperadas en las secuencias regionales clásicas, también se observa en otros
casos de estudio, como en Tebenquiche (Haber 2011), o Fiambalá (Orgaz
et al. 2014), donde las lógicas de construcción y reproducción del paisaje se
mantuvieron hasta entrado el siglo XIII.
Roddick y Hastorf (2010) analizaron los cambios y continuidades en
la materialidad registrados en la península de Taraco, Bolivia, durante
2.000 años, a través de la idea de memoria social tanto en los procesos
capitulo i. eSpacio y tiempo
47
de inscripción e incorporación, como en instancias en que los límites de
estas dos categorías dicotómicas se borran, especialmente aquellas donde
la materialidad juega roles activos. Las prácticas discursivas y no discursivas
que posibilitaron la reproducción de modos de hacer permiten explicar
la dinámica social de las tendencias históricas del Formativo en la cuenca
del Titicaca, definidas por largos momentos de estabilidad, puntuados
por instantes de cambio y reconfiguración, tal como podemos observar
en nuestro caso. La tradición, reconcepctualizada desde esta perspectiva,
ofrece un marco flexible que no opone cambios a continuidades, ya que las
estructuras sociales solo existen y se actualizan en la práctica. Sin embargo,
la explicación de ciertas trascendencias aún requiere de elementos de
mayor alcance que encontramos en los palimpsestos (Bailey 2007; Lucas
2005), concepto que es profundizado en el capítulo 3.
La perduración de la estrategia de paisajes habitados de manera
dispersa pero continua, puede originarse en la recurrencia en el uso de
determinados puntos para las instalaciones, la cual incluso implica el
reordenamiento o el desmontaje de estructuras previas para emplazar
las nuevas. En El Sunchal, un recinto circular de lajas clavas habitado a
inicios del milenio fue desmontado en buena proporción, junto con un
piso ocupacional. Por encima, se le construyeron, al menos, dos estructuras
sucesivas, en las cuales se integraron materiales constructivos previos, entre
ellos una escultura fálica. En el sitio Casa Rudi la ocupación del Bloque IV,
con materiales de estilo santamariano, se impuso a un componente cuyos
artefactos corresponden claramente al primer milenio. En Aliso Redondo,
un asentamiento aún no excavado en área, distintas estructuras muestran la
superposición de eventos constructivos con composiciones de lienzos muy
distintos, así como superposiciones de materiales correspondientes a estilos
asociados a los Bloques II y IV.
Estos ejemplos de recurrencias y redundancias para ocupar, modificar
y reocupar lugares podrían explicarse a partir de la escasez de ámbitos
habitables, fundamentalmente planos y con acceso próximo a fuentes
de agua, en una cuenca muy accidentada. También sería compatible
con una multiplicidad y dispersión de espacios cultivables, pero en baja
escala y con largos periodos de barbecho. Si bien solo hemos registrado
excepcionalmente estructuras arqueológicas relacionadas a la producción,
la agricultura campesina actual en Anfama muestra que se puede cultivar
exitosamente maíz en parcelas con pendientes bastante pronunciadas
sin la necesidad de infraestructura constructiva. Sin embargo, algunos
sitios, intensamente ocupados en un bloque determinado, como Mortero
48
SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart...
Quebrado, muestran un verdadero abandono, sin reocupaciones posteriores.
Densos estratos de relleno eólico, que no ofrecen material cultural, cubren
pisos habitacionales singulares en tres de las siete unidades residenciales
intervenidas. Los muros de lajas se encuentran perfectamente erguidos,
sin eventos de destrucción, alteración o reconstrucción. Las elecciones de
instalar y erigir una casa y construir el entorno de una instalación doméstica,
más allá de los condicionantes ecológicos a los que pudiera responder,
evidencian la pervivencia de memorias espacializadas, quizás generadas
por grupos y en tiempos muy distantes, pautas y lógicas de construcción
y uso del paisaje cultural que se remiten a instalaciones previas pero se
despliegan y persisten en la materia.
CAPÍTULO 2. ENSAMBLAJES DOMÉSTICOS.
LA DINÁMICA DE LA REPRODUCCIÓN DE LAS
SOCIEDADES ALDEANAS
Julián Salazar
El análisis de larga duración de los paisajes construidos en la cuenca
de Anfama, así como en valles y quebradas próximas como Tafí (Franco
Salvi et al. 2014), La Ciénega (Cremonte 1986; Franco Salvi et al. 2022) y
Los Corrales (Oliszewski 2017), muestra que si hay una tendencia histórica
local en la conformación de las aldeas tempranas es la preponderancia de
lo doméstico
La arqueología doméstica ha sido una línea de estudios exitosamente
aplicada como aproximación a la unidad más básica de la estructura social
(Manzanilla 1990; Nielsen 2001; Nash 2009; Gonlin 2013; Kuijt 2018).
Siguiendo la idea original de Wilk y Rathje (1982) en general se asume
que “…la unidad doméstica es la unidad espacial/conductual humana
más fundamental y funciona como una unidad de adaptación” (Douglass y
Gonlin 2013:2, traducción del autor). Distintos académicos han enriquecido
las visiones del pasado a través de múltiples líneas de indagación entre las
cuales se destacan la articulación de la práctica cotidiana con el cambio
social (Nielsen 2001; Hastorf y D´Altroy 2002; Kuijt 2021), la cooperación
(Pluckhahn y Wallis 2021), la producción de bienes primarios y artesanales
(Hagstrum 2001), el género (Bowser y Patton 2004), las desigualdad y
jerarquización (Blanton 1995; Spencer y Redmond 2021), entre otros.
Sin embargo, considero que los conceptos de unidad doméstica (o
household) se han limitado a pensar en componentes menores de entidades
con atributos más efectivos y determinantes, ya sean las culturas, las
entidades socioculturales, los sistemas, entre otras categorías analíticas. Esta
perspectiva puede ser relacionada con la ontología dominante, que supone
50
Julián Salazar
que sin relaciones de interioridad (aquellas relaciones necesarias y causales
que vinculan partes dentro de un organismo heterogéneo), una totalidad
no puede tener propiedades emergentes, volviéndose un mero agregado
de las propiedades de sus componentes (De Landa 2006). En contraste,
Harris (2014, 2018) propuso entender a los agrupamientos sociales que son
objeto de estudio de la arqueología en términos de ensamblajes1, es decir,
composiciones heterogéneas de partes en estados permanentes de cambio.
De acuerdo a Deleuze (Deleuze y Guattari 1988; De Landa 2006; Jervis
2018) el flujo de los ensamblajes es definido por movimientos a través de
los cuales sus componentes son vinculados, o territorializados, y separados
debido a las continuas transformaciones, o desterritorializados. Deleuze
propuso que diferencia y devenir debían tener prioridad sobre identidad y
ser, es decir que el énfasis debe ponerse en la experiencia y la emergencia
más que en un mundo definido y concebido a priori (Jervis 2018).
Las sociedades aldeanas tempranas (Bandy y Fox 2010) pueden
convertirse en ejemplos para revisar la conceptualización de los
agrupamientos sociales y enfrentar críticamente los supuestos que sustentan
que las unidades domésticas, aldeas, comunidades y culturas hayan sido
estructuras homogéneas y sistemas integrados con esencias sin motivaciones.
Como muestran numerosas contribuciones recientes, la práctica social
opera en una estructura multiescalar, en la cual las unidades domésticas
están situadas de maneras contingentes (Glowacki y Barnett 2021). La
consideración de las unidades domésticas como unidades mínimas de
la sociedad o microcosmos de sistemas más amplios, ha limitado nuestra
capacidad de pensar sobre cómo ellas efectivamente crean, mantienen o
incluso subvierten las instituciones más amplias (Quinn et al. 2021), así
como han reducido la casa (incluyendo todos los aspectos materiales de la
vida cotidiana) a una expresión inerte de las acciones y relaciones humanas
puras.
Sugiero que las unidades domésticas (households), definidas como
ensamblajes (sensu Harris 2018), podrían explicar ciertos procesos
1
Ensamblaje (assemblage) es un término ya utilizado en arqueología con un sentido
distinto. Para Clarke (1968), un ensamblaje es un conjunto asociado de tipos de artefactos
contemporáneos. Sin embargo, si bien alguna reminiscencia a un enfoque relacional
podría ser vislumbrada, esta definición se orienta a la clasificación y ordenamiento
de materiales, mientras que el sentido dado en este capítulo implica un proceso de
reunión y un cambio de asignar a objetos o depósitos arqueológicos alguna forma de
esencia estática, para verlos como entidades en cambio permanente (Jervis 2018).
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
51
históricos específicos que llevaron a la emergencia o desintegración de otros
ensamblajes en escalas mayores o menores. Las secuencias de formación,
crecimiento, fisión y desarticulación, los procesos de territorialización y
desterritorialización de diferentes componentes podría explicar una parte
significante del desarrollo de aldeas tempranas en los Andes del sur. En
este capítulo retomo algunos puntos sobre la arqueología doméstica de
los valles y cuencas pedemontanas del NOA durante el primer milenio
EC, enfocando en las dinámicas materiales de casas y la construcción de
colectivos, que permitieron la formación, crecimiento y disolución de
ensamblajes heterogéneos muy particulares que denominamos aldeas
tempranas.
UNIDADES DOMÉSTICAS COMO ENSAMBLAJES
La perspectiva de los ensamblajes (De Landa 2006; Harris 2014, 2018;
Jervis 2018) es un enfoque que intenta superar las dicotomías modernas y
enfatiza los procesos dinámicos de devenir más que la estática de ser. Los
fenómenos relacionales operan como ensamblajes y como tales pueden ser
entendidos en términos de congregaciones de componentes heterogéneos
relacionados entre sí en los procesos continuos de ensamble, desensamble
y reensamble (Beck 2018). Estos instrumentos conceptuales pueden ser
aplicados para entender a las unidades domésticas desde un punto de vista
arqueológico.
El enfoque de De Landa se centra en los procesos relacionales de
devenir y el ensamble temporario de entidades, lo que constituye la
primera herramienta conceptual: territorialización. Es el proceso a través
del cual la identidad de un ensamblaje se estabiliza como el resultado de
grados crecientes de homogeneidad interna o de nitidez de sus límites.
Este concepto es esencial, porque implica el proceso que define fronteras
de territorios reales (De Landa 2006: 13). Sin embargo, también refiere a
procesos no espaciales que incrementan la homogeneidad interna de un
colectivo.
En sus trayectos de reproducción, las unidades domésticas continuamente
construyen, usan, y cambian ciertos lugares definiendo fronteras. Este
sería uno de los sentidos de las fuerzas territorializadoras. Además, la
necesidad de compartir trabajo, o la presencia de ancestros, o sus memorias
materializadas, fortalece la homogeneidad interna de sus componentes.
Sin embargo, en vez de estar unidireccionalmente integradas, estas fuerzas
52
Julián Salazar
coexisten con otras que son desestabilizadoras, las cuales debilitan los
límites espaciales e incrementan la heterogeneidad interna. Estas últimas
se definen como desterritorialización (De Landa 2006).
Un aspecto clave concierne a los medios por los cuales los componentes se
involucran a través de relaciones de exterioridad. Los cuerpos o componentes
dentro de los ensamblajes tienen cierta autonomía del todo y no son definidos
por vínculos causales jerárquicos. Pueden desligarse y revincularse en
nuevos y diferentes ensamblajes, en los cuales las interacciones pueden ser
diferentes a través de los procesos de reterritorialización (De Landa 2006).
Debido a que existen conexiones efímeras y emergentes entre las entidades
definidas dentro de los ensamblajes, sus propiedades no son simplemente
la suma de sus partes. Cuando se unen elementos heterogéneos, mediante
relaciones de exterioridad, se crean las posibilidades para la emergencia
del cambio (Harris 2014; Marsh 2016). Ciertos componentes, como
un conjunto de herramientas utilizadas por una unidad doméstica por
ejemplo, pueden actuar autárquicamente del conjunto, desarrollando
nuevas posibilidades de individualizar trabajo, debilitando la integración
de grupos amplios y convirtiéndose en fuerzas de reterritorialización de
unidades múltiples, pequeñas y neolocales.
Una ventaja importante de los ensamblajes es que, considerando las
críticas ontológicas de la última década (Olsen 2010; Olsen et al. 2012),
incluyen a toda clase de seres, humanos y no humanos (Harris 2018), en
escalas múltiples y superpuestas. Las partes componentes se constituyen a
su vez como ensamblajes y sus propias características tienen el potencial de
modificar el flujo de las organizaciones en las cuales participan.
¿Cómo podemos entender a las unidades domésticas en términos
de ensamblajes? ¿Qué tipo de entidades pueden territorializarse en las
unidades domésticas? ¿Qué entidades/componentes tienen el potencial
de redefinir los ensamblajes? ¿Es la categoría de ensamblajes aplicable al
contexto arqueológico? ¿Cómo pensamos sobre los ensamblajes inclusivos
de las unidades domésticas en una escala más amplia?
En arqueología no se excavan unidades sociales, sino viviendas y artefactos
domésticos (Wilk y Rathje 1982; Allison 1999). La gran variabilidad con que
la membresía, el parentesco y la residencia estructuran el registro material
ha desafiado a los intentos de inferir vínculos directos entre estos elementos.
Consecuentemente, los estudios domésticos han sido reacios a enfocarse
en el parentesco (Ensor 2013), priorizando aspectos más visibles centrados
en actividades domésticas y sus consecuencias materiales. En efecto, esta
distinción fue útil para destilar varios fenómenos solapados que a veces se
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
53
confunden. Sin embargo, en el mismo movimiento, un único ensamblaje,
constituido por seres humanos y objetos materiales fue ontológicamente
disuelto: las unidades domésticas se quedaron con las relaciones humanas
y dinámicas, mientras las viviendas, o espacios domésticos, quedaron
restringidas a los desechos inertes de aquellas.
Desde mi punto de vista, las viviendas, casas, o residencias, son lugares
donde las actividades domésticas tienen lugar de manera recurrente
(Allison 1999; Nielsen 2001; Haber 2011), son escenarios significativos
donde se desarrolla la vida cotidiana (Gastaldi 2012:95), mientras que las
unidades domésticas (households), como el término en inglés transmite
mejor, constituyen aquellos colectivos heterogéneos e híbridos que la casa
contiene y que recursivamente sostienen a la casa. Desde esta perspectiva,
quiero enfatizar que las unidades domésticas son colectivos orientados a
tareas que combinan comportamiento económico (producción y consumo
de bienes), reproducción social y biológica y algún tipo de identidad (Wilk
y Rathje 1982; Gonlin 2013; Kuijt 2018, 2021), pero también todas las cosas
materiales que construyen y participan en esos colectivos.
La unidad doméstica no es concebible sin las entidades materiales
que habilitan la vida de las personas, pero que también median, afectan y
cambian sus relaciones. Como sostiene Beck, el ensamblaje de la casa va más
allá de la construcción física e incluye procesos constructivos, herramientas,
normas sociales, prácticas culinarias, arquitectura y personas, dentro y en
torno a la vivienda, lo que deja sus huellas en el registro arqueológico.
Distintos estudios dentro de los llamados nuevos materialismos2
(Shanks 2007; Olsen et al. 2012; Jervis 2018), han llamado la atención sobre
los roles efectivos de los materiales en la reproducción de estructuras y
2
Los nuevos materialismos son enfoques surgidos en reacción a las dualidades cartesianas
y a las asimetrías antropocéntricas (Shanks 2007). La principal aseveración es que los
seres humanos no son ontológicamente distintos a otras entidades, y por ello deberían
ser considerados en el mismo plano de existencia. A pesar de la falta de intencionalidad,
los no-humanos actúan (en el sentido que su existencia incide y trastoca las trayectorias
de los fenómenos) y pueden ser igualmente, menos o incluso más efectivos que los
humanos (Olsen et al 2012). Esto no busca subvertir el balance entre personas y cosas
privilegiando a lo material, sino que da énfasis al proceso de mezcla e hibridación,
viendo a la agencia como una propiedad emergente de colectivos distribuidos (Jervis
2018). La aplicación de estas ideas ofrece a la investigación arqueológica la posibilidad
de entender completamente la relevancia de los objetos y la cultura material en los
procesos bajo estudio.
54
Julián Salazar
prácticas. Desde luego, los humanos son entidades esenciales, que poseen
la capacidad de modificar intencional y físicamente sus entornos y les
asignan significados, pero los materiales también tienen capacidades para
transformar las condiciones en los ensamblajes que ellos constituyen. La
acción combinada de diferentes entidades no humanas, como arcillas,
agua, o insectos, los cuales podrían afectar los rasgos materiales de las
viviendas, obligan a los humanos y otras entidades a actuar (Kuijt 2018,
2021); la durabilidad de ciertos objetos, mucho más prolongada que la
de una vida humana, permite la reproducción de prácticas, tradiciones
o relaciones de memoria a través de múltiples generaciones (Lucas
2005). La disponibilidad de agua y lluvias combinadas con los suelos y las
prácticas productivas, definen las posibilidades para el éxito y la agricultura
sostenible. La construcción de amplias edificaciones puede llevar a eventos
que trascienden la escala doméstica y hacen emerger diferentes relaciones
en el espacio social (Goodale et al. 2021).
Consideradas como colectivos siempre cambiantes en procesos de
territorialización de muros, implementos de cocción, seres humanos,
instrumentos de molienda, herramientas líticas, cámaras funerarias, y
relaciones afectivas, las unidades domésticas pueden incluir entidades
previamente separadas en zonas ontológicas separadas (Olsen 2010), lo
cual implica la necesidad de integrar distintas especialidades metodológicas
o teóricas de la disciplina arqueológica.
De hecho, uno de los elementos que unen a las personas en las viviendas
es el parentesco. El parentesco no se agota en relaciones sanguíneas o
ficticias entre seres humanos, sino que representa un compromiso fluido
entre gente, actividades, alimentos, seres sobrenaturales y objetos. Hastorf
(2017), por ejemplo, ha propuesto que las unidades domésticas podrían
ser definidas como conjuntos de personas que recurrentemente comen
juntos, moviendo la discusión de los objetos a los actores e interacción con
los objetos, incluyendo la presentación de comidas, contenidos de platos,
hogares entre otros ítems (capítulo 6).
Las unidades domésticas, como entidades dinámicas, también
involucran ensamblajes en escalas menores. Las familias nucleares, los
sistemas de producción artesanal, relaciones de género e implementos de
almacenaje se combinan para permitir la existencia y reproducción de la
unidad doméstica. Por otro lado, constituyen componentes de colectivos
más amplios. Agrupamientos de unidades domésticas podrían dar forma a
comunidades o unidades domésticas distanciadas que podrían crear redes
de larga distancia. Sin embargo, las características de este tipo de sistemas
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
55
y sus interacciones asociadas y prácticas compartidas no deberían ser
asumidas sino seguidas y demostradas en el registro arqueológico (Yaeger
y Canuto 2000). Esta naturaleza multiescalar de las unidades domésticas
nos desafía a desarrollar vías metodológicas y teóricas para abordar las
intersecciones borradas y solapadas a través de distintas escalas.
Las unidades domésticas en las comunidades locales
Algunas de estas cuestiones pueden ser abordadas considerando los
modos en los cuales las unidades domésticas, que habitan nuestra área
de estudio en la actualidad, emergieron y cómo sus partes componentes
se integran. Actualmente, Anfama está habitada por una comunidad
originaria, autoidentificada como Diaguita y reconocida como tal por el
Estado, compuesta por 56 familias que mantienen prácticas agropastoriles
tradicionales de pequeña escala centradas en el cultivo de maíz y algunas
pasturas en pequeñas parcelas, y el pastoreo de ganado bovino, ovino y,
en menor medida, caprino. El difícil acceso a través de 18 km de senda
de montaña desde la población de El Siambón ha definido distintas
particularidades como la inexistencia de cualquier tipo de maquinaria
agrícola para el laboreo de la tierra, realizándose su roturación a través de
arado con tracción a sangre. La producción se caracteriza por pequeñas
parcelas de menos de 1 ha que depende exclusivamente del trabajo
humano y la fuerza de los bueyes, que mantiene a las unidades domésticas
rurales tradicionales como el colectivo de acción e interacción social más
importante.
Estas unidades son relictos de la organización productiva del azúcar,
la cual desde las zonas bajas tucumanas articulaba subsidiariamente a las
poblaciones de la montaña en la zafra. Los campesinos de los sectores
serranos habitaban la mayor parte del año en las cuencas altas de Tucumán,
como Tafí, La Ciénega, Anfama o Chasquivil, donde pagaban renta
mayormente en trabajo, a través de las llamadas “obligaciones”, y durante los
meses de zafra asistían a los ingenios aportando casi toda la fuerza de trabajo
a su disposición. La modalidad de trabajo y pago promovían la formación
de familias extensas, las cuales poblaron todos estos espacios. No obstante,
en las últimas tres décadas la crisis de la producción azucarera, combinada
con la maquinización de esa actividad, interrumpió el requerimiento de
dicho trabajo estacional.
56
Julián Salazar
Paralelamente, las comunidades campesinas de la montaña vivieron
un proceso de reivindicación identitaria, apelando a su origen indígena,
a través del cual en algunos casos lograron desembarazarse de la presión
ejercida por la elite terrateniente. En la actualidad esas familias habitan y
gestionan de manera autónoma su territorio, aunque en muchos casos no
logran retener a las generaciones económicamente activas que migran a
distintos centros urbanos, y generan un proceso de abandono paulatino
de algunos espacios y también de reducción de las unidades sociales, que
tienden a ser predominantemente núcleos pequeños constituidos por
adultos mayores y niños.
Esto hace que el caso anfameño sea de interés para analizar algunas
cuestiones referidas a la organización doméstica y, en especial, a su
dinámica. Su incorporación en este capítulo no responde a establecer
vínculos históricos directos, ni analogías entre los grupos aldeanos de hace
2000 años y los actuales Diaguitas (Molar y Salazar 2018). Más allá de la
importancia del caso en sí mismo, puede contribuir a aplicar la teoría de
ensamblajes en este tipo de colectivos.
De acuerdo a distintos entrevistados en Anfama, las unidades domésticas
están compuestas de muchas cosas. En primera instancia, durante las
entrevistas, destacan las relaciones de parentesco entre los miembros, vivos
o difuntos, aún presentes o migrados. Sin embargo, en la profundización
de las charlas, o incluso durante el desarrollo de las actividades diarias,
se expresa de distintas maneras que las unidades domésticas incluyen
relaciones más complejas entre objetos mundanos, lugares, memorias y
escalas sociales más amplias. Una anciana, Flora Valderrama, entrevistada
acerca de su familia respondió trayendo un cajón de madera desgastada al
que describió con el término talmud, una antigua unidad de medida para el
intercambio de granos. A través de ese objeto, rememoró toda una cadena
productiva y afectiva, personas ya ausentes, familiares, vecinos y foráneos,
sobre todo a su marido y a lo que una vez fue su familia.
En otro caso, una sencilla mano de moler rememora a la suegra de
Susana Navarrete. La mano estuvo en la familia por tres generaciones,
aunque no podría decirse que sea un objeto “valioso”. De hecho, es muy
similar a otros nódulos de cuarzo disponibles en los arroyos locales. Sin
embargo, era usada por la madre de su compañero, cuyas memorias
son frecuentemente traídas por cosas: una silla, una palangana de zinq,
o una habitación clausurada. Esta mujer, ya fallecida, habría pasado sus
tardes en torno al hogar principal de la casa, el cual ya no está en uso. No
obstante, el nuevo tiene las mismas características físicas que el primero
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
57
y en él arden los mismos leños de aliso (Alnus acumiata), dispuestos en el
fogón de la misma forma. Ese tipo de madera, muy abundante en el bosque
montano, produce llamas muy apropiadas para hervir agua o infusiones,
para freír o para cocinar comidas basadas en charqui, siguiendo antiguas
recetas transmitidas hasta hoy en torno a fogones similares, en cocinas
muy parecidas, cuyos pisos son en todos los casos de tierra. A pesar de esas
propiedades, el aliso se consume muy rápidamente, de modo que grandes
cantidades de leña deben ser continuamente acarreados a las viviendas,
frecuentemente por niños o con la ayuda de animales, como caballos o
mulas. Algunos de los adobes que definen esas cocinas, y el resto de las
habitaciones de la casa incluyen fragmentos de cerámica prehispánica o
incluso molinos de piedra, e historias sobre quiénes cortaron ese adobe
o construyeron (y modificaron) la estructura. Una puerta puede recordar
en algunos casos un cadáver velado después de una muerte accidental, o
la travesura de un niño que hoy vive, lejos, las penurias de la vida urbana.
Si esta breve descripción cuenta algo sobre las entidades ensambladas (o
territorializadas) en una unidad doméstica, es que las unidades domésticas
viven un permanente estado de transformación. Esta dinámica es mucho
más amplia que el ciclo de reproducción (Chayanov 1974) e implica cambios
más vinculados a los movimientos internos de algunos componentes y las
relaciones con otros ensamblajes en escalas más amplias, como el sistema
de producción capitalista, las organizaciones religiosas transnacionales, el
estado, las coyunturas ambientales, entre otras.
Nuestros supuestos sobre lo que es una unidad colapsan contra las
contingencias de lo que está deviniendo. Las relaciones entre personas,
instrumentos, muros, objetos, energía, animales, o incluso insectos o
elementos químicos, condiciones ambientales, derechos de propiedad,
sistemas de producción son en parte componentes y condicionantes de las
unidades domésticas anfameñas. Algunos de ellos homogeinizan las partes
componentes del grupo, como las memorias evocativas sobre una receta, o
una fiesta, o conflictos territoriales con los terratenientes foráneos, y otras
definen los límites de las unidades domésticas, como muros o parcelas
roturadas, o encerramientos para animales domésticos. Algunos otros
desestabilizan los ensamblajes, como por ejemplo, los conflictos internos, la
educación formal, o los trabajos dentro del mercado capitalista. Durante las
últimas tres décadas, la necesidad de ingresos monetarios y especialmente
la desarticulación de la producción azucarera, se han convertido en fuerzas
determinantes para la emigración de adultos en edad económicamente
activa de esta localidad a núcleos urbanos más grandes, de la provincia o
58
Julián Salazar
del país. Este elemento desterritorializador disuelve ciertas relaciones con
las unidades locales, pero se reterritorializan en otros lugares, donde las
relaciones previas son factores importantes de decisiones residenciales,
subsistencia y sociabilidad. La naturaleza dinámica de estas relaciones
muestra su carácter de exterioridad. Ellos amalgaman sus propios
componentes que pueden ser recombinados en nuevos ensamblajes,
manteniendo algunos de sus rasgos originales.
NARRATIVAS SOBRE EL PRIMER MILENIO DEL NOROESTE ARGENTINO
Las narrativas evolutivas sobre la historia precolombina surandina
han enfatizado procesos lineales de intensificación económica junto al
crecimiento de la escala, desigualdades y jerarquías definidas por cambios
progresivos y acumulativos en las estrategias de subsistencia, de grupos
pequeños e igualitarios de cazadores recolectores a unidades políticas
complejas que podrían ser definidas como jefaturas.
La naturaleza y temporalidad de la expansión agrícola y el sedentarismo
en el Noroeste argentino aún no están claras. La evidencia arqueológica
anterior al 500 a.C. es muy escasa fuera de las tierras altas. En algunos espacios
puneños, los procesos de intensificación económica del Holoceno medio
llevaron a la movilidad residencial reducida para las sociedades de cazadores
recolectores, y atestiguaron la emergencia de marcadores territoriales
materiales, como estilos de arte rupestre o cuerpos asociados con lugares
o recursos relevantes (Aschero 2007). En los valles y zonas pedemontanas
orientales hay poca evidencia de asentamientos y contextos residenciales
de este periodo y solo unos pocos sitios bajo estudio (Carbonelli et al. 2021,
Martínez et al. 2013). A pesar de los sesgos científicos que han limitado a las
investigaciones sobre cazadores recolectores en los valles intermontanos,
los datos muestran una presencia humana compatible con grupos móviles
y una baja incidencia en el paisaje. No hay evidencia de arquitectura de
piedra para los diseños domésticos, debido al uso de abrigos rocosos y
campamentos a cielo abierto construidos de materiales perecederos.
Después del 500 a.C., distintos grupos agropastoriles comenzaron a
expandirse y asentarse en territorios discretos. En los valles intermontanos,
los asentamientos más aglomerados transformaron el paisaje local junto
con el desarrollo de sistemas agropastoriles. Se dieron también algunos
poblados dispersos donde los conjuntos domésticos eran el principal rasgo
arquitectónico (Albeck 2000).
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
59
La consolidación de la agricultura, las economías pastoriles y el
sedentarismo en la región fueron tradicionalmente abordadas por enfoques
culturales o sistémicos, los cuales enfatizaron a las entidades de gran
escala internamente integradas como los actores reales de la historia. Las
dinámicas de “culturas” (González 2004), “sistemas adaptativos” (Raffino
1989), “entidades socioculturales” (Núñez Regueiro y Tartusi 2002) se
pensaron como determinantes sobre las prácticas humanas, las cuales
se interpretaron como expresiones de fuerzas normativas, adaptativas o
sociales.
Dentro de este marco, un crecimiento progresivo de grupos simples e
igualitarios a comunidades jerárquicas y complejas, junto a la intensificación
productiva, fueron aceptados como los componentes fundamentales de
las narrativas que explicaron la dinámica de los procesos. De acuerdo
a esto, la evolución esperada de las sociedades aldeanas habría sido
caracterizada por una expansión temprana con patrones dispersos y baja
intensidad productiva, seguida por una intensificación del uso de los
recursos naturales, la cual implicó la emergencia de aldeas concentradas
espacialmente distanciadas de las áreas productivas (Berberián y Nielsen
1988a; Raffino 1989).
La estructura de las unidades domésticas, y consecuentemente la vida
cotidiana de sus miembros, así como las relaciones con la cultura material,
fueron reducidas a subproductos de otras lógicas externas. En este proceso,
las unidades domésticas se habrían originado como unidades autónomas,
las cuales gestionaron las decisiones económicas y la vida ritual en paisajes
dispersos, y progresivamente se habrían integrado en sistemas sociales más
amplios, más complejos y más desiguales (Laguens 2014).
La historia de la gente del Formativo fue reducida a la consolidación
de las condiciones materiales y sociales, las cuales habrían sido las piedras
fundamentales para el desarrollo de las unidades políticas desiguales y
jerárquicas venideras del Periodo de Desarrollos Regionales (1000-1500
d.C.) (Tarragó 1995). La composición y estructura de la unidad doméstica
fueron definidas por relaciones de interioridad (De Landa 2006), como
una parte orgánica de un todo estable e integrado: la sociedad formativa.
Estos enfoques no han logrado integrar la variación de escalas de las
prácticas sociales y los entornos materiales observados en el registro
arqueológico con aquel de las entidades sociales más amplias frecuentemente
utilizadas para explicar los procesos históricos y evolutivos. En la última
década, las investigaciones enfocadas en las unidades domésticas de las
aldeas tempranas de los Andes meridionales han ofrecido alternativas a
60
Julián Salazar
estas narrativas, definiendo a las viviendas, al menos para la perspectiva
de sus habitantes, como el núcleo social de su mundo y el locus donde la
sociedad era reproducida (Haber 2011; Scattolin et al. 2009). Finalmente, a
medida que la cronología fue refinada para diferentes casos de estudio, la
temporalidad de los procesos parece no encajar con el escenario esperado.
Más que cambios constantes y progresivos que, acumulados, decantan
en transformaciones estructurales generales, las dinámicas de los sitios
aldeanos se caracterizan por el desarrollo acelerado de asentamientos, largos
periodos de estabilidad, y abruptos abandonos de estructuras, sectores o
incluso valles completos. Estos procesos no parecen estar dirigidos por la
evolución progresiva sino ser el resultado de un complejo entramado de
interacciones descentralizadas y heterogéneas.
Apartándose de algunas expectativas, el registro arqueológico de las
ocupaciones entre 500 a.C. y 1000 d.C. en el área de estudio indica que el
desarrollo de las aldeas se habría caracterizado por:
• Un rápido desarrollo de los asentamientos con componentes
sedentarios. En áreas con señales arqueológicas previas muy escasas, en
pocos siglos aparecen ocupaciones alterando sensiblemente paisajes.
Amplios sitios, donde las estructuras residenciales se distribuyen
en patrones dispersos junto a campos de cultivo de pequeña escala,
cubren la gran mayoría de las superficies habitables. Sus habitantes
basaban su subsistencia en estrategias agropastoriles combinadas con
prácticas extractivas. La cerámica, la arquitectura y otras innovaciones
tecnológicas cubrieron muchas actividades y necesidades que surgían,
pero sobre todo, comenzaron a mediar en las relaciones.
• Fuertes continuidades en la cultura material por al menos diez
siglos. Una tradición duradera, que incluía diseños arquitectónicos,
estilos cerámicos y prácticas inhumatorias, se estableció a inicios del
milenio y se reprodujo hasta su final, lo cual significó un obstáculo
recurrente para las intenciones arqueológicas de construir secuencias
y fases cronológico-culturales orientadas a describir cambios sociales
trascendentales en el tiempo (Núñez Regueiro y Tarragó 1972; Heredia
1974; Scattolin 2006).
• Abandonos de espacios residenciales, sitios y espacios productivos.
Unidades de vivienda, asentamientos, o incluso valles enteros fueron
abandonados repentinamente a lo largo del primer milenio. Estos
eventos no están claramente vinculados a cambios ambientales e
incluso operaron en distintos momentos, bajo lógicas y con ritmos
diferenciados (Gordillo y Leiton 2015), bastante antes de la formación
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
61
de las sociedades desiguales del Periodo de Desarrollos Regionales
(1000-1500 d.C.).
LAS DINÁMICAS DOMÉSTICAS EN ANFAMA Y SUS ÁREAS VECINAS
En este capítulo considero datos de la arqueología doméstica
procedentes de Anfama y de algunas cuencas próximas, donde se observan
configuraciones recurrentes del registro, especialmente los diseños de
viviendas, los escenarios intramuros y las materialidades de la vida diaria
en esos contextos.
Anfama es una cuenca de la ecorregión de las yungas, específicamente de
su piso más alto, el bosque montano. Variando en altura entre 1.300 y 2.500
msnm, la topografía es escarpada con quebradas profundas donde fluyen
numerosos arroyos, que desembocan en el río homónimo (capítulo 1). Los
terrenos planos están restringidos a sectores cumbrales y filos, así como
algunas terrrazas fluviales en el fondo de valle, condiciones que limitan el
establecimiento y mantenimiento de agricultura intensiva y asentamientos
grandes y aglomerados.
Figura 1. Vista del sector occidental de Anfama, desde el sitio Casa Flora. Se aprecian
los filos que bajan paralelos desde las Cumbres Calchaquíes, en los cuales se emplazan
la mayoría de sitios identificados (de norte a sur): Mortero Quebrado (MQ), La Mesada
(LMe), La Perillita (LPe), La Laguna (LLg), La Larga (LLa), Loma Bola (LoB), Aliso
Rendondo (AlR) y El Potrerillo (EPo). Fotografía del autor.
En este contexto la mayoría de sitios habitacionales se han identificado en
filos rectilíneos con dirección oeste-este que se distribuyen paralelamente,
como Mortero Quebrado (capítulo 5), La Mesada, La Laguna, La Larga,
Loma Bola Aliso Redondo y el Potrerillo (figura 1). En estos espacios,
62
Julián Salazar
que son los que mayor visibilidad arqueológica ofrecen, los relictos
arquitectónicos se distribuyen de manera dispersa y aproximadamente
lineal (capítulo 3). En zonas de terrazas fluviales, en su mayoría presentes
al este del río Anfama, la mayor depositación de sedimentos dificulta la
detección de ocupaciones prehispánicas (capítulo 4). Sin embargo, la
alteración producida por conjuntos residenciales actuales y subactuales,
han expuesto indicios de actividades antrópicas. Intervenciones específicas
posteriores han permitido confirmar la existencia de recintos, pisos
ocupacionales y contextos de residuos domésticos estratificados, como en
Casa Pastor, El Sunchal y Casa Rudi.
Considerando estas tendencias de la señal arqueológica local, las
secciones siguientes analizan los componentes materiales de las viviendas
caracterizando las especificidades de escenarios, actividades e identidades
compartidas que se manifiestan en las viviendas y los modos en que las
historias propias de casas y unidades domésticas dieron forma a los paisajes
aldeanos en el área.
Componentes materiales de las viviendas en las aldeas tempranas de las Cumbres
Calchaquíes
Establecer relaciones directas entre estructuras arqueológicas y grupos
sociales es bastante complejo. Si comenzamos por una simple definición de
la casa como la unidad espacial mínima donde las actividades residenciales
tienen lugar (Nielsen 2001), podemos ver un diseño arquitectónico que
contiene recurrentemente las evidencias de dichas prácticas.
Durante los seis primeros siglos del primer milenio EC (Bloque II), los
grupos que habitaban Anfama construyeron recintos semi subterráneos,
techados, de planta circular, que variaban en tamaño entre 2 y 30 m2, con
prolijos muros de lajas clavadas con su eje mayor en posición vertical. Allí se
habrían realizado las actividades cotidianas, el procesamiento y cocción de
alimentos, descanso, talla lítica y textilería. Algunos de ellos podrían haber
sido usados, incluso, para el almacenaje de maíz, quinoa o papas. Estas
habitaciones se adosaban en todos los casos a un patio abierto o parcialmente
techado, también de planta circular, definido por sólidos muros de rocas
dispuestas rítmicamente alternando bloques grandes y pesados clavados bajo
los pisos, y conjuntos apilados de bloques más pequeños. Una sola entrada
conectaba este ámbito con el extramuros. Los conjuntos se constituyeron
a partir de un número variable de estructuras adosadas al espacio central,
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
63
de dos a siete, pero en todos los casos mantuvieron la misma organización
espacial. Los patios registrados son estructuras amplias, de más de 150 m2.
Probablemente no se techaban, o solo se cubrían parcialmente a través de
galerías en torno a los muros.
Las excavaciones más amplias de este tipo de conjuntos fueron realizadas
en el sitio Mortero Quebrado (un total de 120 m² distribuidos en tres unidades:
MQ-U2, MQ-U4 y MQ-U5), un agrupamiento disperso de siete unidades
residenciales distanciadas por más de 100 m entre sí. En este asentamiento
(que es detallado en el capítulo 5), las viviendas son de grandes dimensiones
y se emplazan sobre terrenos sobre-elevados, generando una prominencia
visual sobre sus entornos inmediatos (figura 2).
Figura 2. Reconstrucción tridimensional interpretativa de la Unidad MQ-U2.
Reconstrucción de Santiago Fenoglio.
Las estructuras se construyeron directamente sobre la roca madre,
una arenisca deleznable que permitió el cavado de una multiplicidad de
pozos que se destinaron a distintas finalidades, como fogones, estructuras
de almacenaje, huellas de poste y receptáculos para procesamiento
(Montegú y Salazar 2020). Algunas cavidades cilíndricas evidencian que
los recintos menores habrían tenido techumbres cónicas sostenidas por un
poste central, mientras que los patios habrían sido cubiertos parcialmente
mediante galerías. Estos últimos son muy amplios y eran presididos por
64
Julián Salazar
portales construidos con bloques líticos prismáticos de grandes dimensiones
y morfologías seleccionadas, rasgo distintivo que ya había destacado
Quiroga, en su visita pionera, en La Mesada (Quiroga 1899).
Los recintos adosados aparecen en varios casos sin materiales
arqueológicos, aunque en uno (MQ-U2-R34) se observa la mayor
concentración de artefactos domésticos en torno a un fogón en cubeta
y un profundo y amplio pozo, posiblemente destinado al almacenaje. El
equipo artefactual doméstico está constituido fundamentalmente por ollas
y cuencos de cerámica ordinaria (siendo muy escasas las decoraciones, que
se limitan a aplicaciones modeladas o incisiones), bases de molinos y manos
de variadas dimensiones, yunques, núcleos, lascas, desechos e instrumentos
líticos de cuarcita roja, cuarzo y obsidiana, y piedras fusiformes (capítulos
6 y 7). Múltiples rocas intervenidas mediante talla, pulido y grabado
(zoomorfas, mascariformes, fálicas y geométricas) fueron localizadas en
distintos contextos y etapas de su manufactura (capítulo 8). Las evidencias
estratigráficas y radiocarbónicas permiten inferir que el sitio tuvo una sola
ocupación en los primeros siglos EC, seguida de un abandono planificado
hacia el 600 d.C.
Las repetidas intervenciones realizadas en el sitio El Sunchal, permitieron
identificar al menos un recinto circular de 5 m de diámetro (figura 3) de
idénticas características a los reseñados (con la presencia de muros de
lajas, cerámicas ordinarias, instrumentos de molienda, rocas fusiformes),
adosado a un espacio más amplio, posiblemente un patio cuyas dimensiones
y morfologías son difíciles de establecer certeramente (capítulo 3).
Las prospecciones y sondeos efectuados en otros sectores de la cuenca
nos permiten observar la presencia de estos núcleos residenciales en casi
todos los sitios identificados. Sin embargo, esta configuración material no
se restringe solo a Anfama. Es una manera muy difundida de construir y
habitar una casa registrada en los abanicos aluviales de La Bolsa (figura
4), Carapunco, El Tolar, Santa Cruz, Casas Viejas y el Río La Puerta, en el
valle de Tafí (Berberián y Nielsen 1988b; Sampietro Vattuone y Vattuone
2005; Salazar y Kuijt 2016), el cercano Puesto Viejo (PV) en la Quebrada
de Los Corrales (Oliszewski 2017), El Pedregal, Lomita del Medio y Río
de Las Piedras (figura 5) en La Ciénega, (Cremonte 1988), El Remate
y Caspinchango, en el valle de Yocavil (Núñez Regueiro y Tarragó 1972;
Aschero y Ribotta 2007), y quizás algunos puntos de las yungas como Altos
de Medina (Krapovickas 1968) y Molleyaco (Heredia 1970).
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
65
Figura 3. Vista de excavación en área del sitio El Sunchal, donde se aprecia en primer
plano el muro de lajas que conforma el recinto circular correspondiente al Bloque II.
Fotografía del autor.
En esta multiplicidad de casos de estudio los rasgos internos pueden
variar. Los fogones, por ejemplo, pueden ser simples depresiones ovales,
como la registrada en el centro del recinto adosado R34 de MQ-U2. Pero
también podían ser construidos combinando rocas a fin de sostener vasijas
y a la vez contener el fuego dentro de un rasgo oval, como el registrado
en el recinto R6 de LB1-U14 (Salazar y Molar 2017). Sin embargo, estos
elementos siempre muestran la misma distribución espacial. Se ubican en
los lugares centrales de un recinto circular, en torno a los cuales se han
depositado distintos conjuntos de artefactos para el procesamiento de
alimentos. Esto incluye escudillas y ollas, hechas en arcillas locales pero con
ciertos estilos que son repetidos en los sitios contemporáneos, instrumentos
de molienda con sílicofitolitos de maíz adheridos a su superficie activa; y
herramientas líticas tanto de materias primas locales (cuarzo y cuarcita)
o foráneas (obsidianas). Los espacios asociables a “cocinas” (capítulo 6)
siempre están vinculadas de manera directa a los patios de las unidades
residenciales y estos recintos son prominentes dentro de los patrones de
los conjuntos domésticos.
66
Julián Salazar
Figura 4. Vista aérea de la Unidad U8 del sitio La Bolsa 1, en el valle de Tafí.
Fotografía del autor.
Figura 5. Vista aérea de unidades residenciales del sitio Río de Las Piedras,
en La Ciénega. Fotografía del autor
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
67
Los atributos arqueológicos también pueden variar, especialmente de
acuerdo a los recursos naturales disponibles. Lajas clavadas disponiendo
verticalmente su eje mayor podían definir los recintos, como en Anfama,
Altos de Medina y Molleyaco, o bloques apilados contra perfiles cavados en el
suelo, como en Tafí y Los Corrales. Sin embargo, las viviendas siempre tienen
la misma apariencia: una unidad singular aislada de aspecto rudimentario e
irregular hacia el exterior, y muros compactos y uniformes hacia el interior,
entradas formales, verdaderos portales y pasillos. La distribución interna de
los espacios domésticos es altamente estructurada: el acceso a las casas se da
por el patio; los movimientos a través de recintos circulares son restringidos
por rasgos ubicados en sus focos neurálgicos; hay ciertos contextos dentro
de las viviendas que enfatizan u ocultan percepciones de elementos en otros
ambientes internos; existen también rasgos como fogones centrales y rocas
intervenidas que estructuran el espacio habitado. Los contextos materiales
creados dentro de las residencias podrían ser entendidos como planeados
y restringidos de modo tal que las prácticas y los cuerpos fueron limitados y
orientados para moverse, acceder, percibir o rememorar lugares, humanos
y objetos. Lo que es más relevante es que en toda esta región estos conjuntos
domésticos, agregados independientemente, en distinta cantidad y grado
de concentración, son los rasgos materiales a través de los cuales los paisajes
de las aldeas tempranas fueron construidos.
Características emergentes de los ensamblajes territorializados en las viviendas
Varias entidades eran territorializadas dentro de los conjuntos
residenciales produciendo ensamblajes particulares de los cuales pueden
inferirse ciertos colectivos que recurrentemente han sido denominados
unidades domésticas. Pero la pregunta lógica que surge en este punto es
cómo podemos ir más allá de arquitectura, rasgos y objetos para reconocer
este tipo de ensamblajes híbridos. Los componentes materiales de las
viviendas no estaban restringidas a arquitectura o restos materiales del
procesamiento de alimentos. Distintos dispositivos materiales eran cavados,
construidos o depositados en patios, lugares centrales de los ámbitos
residenciales (Franco Salvi 2018 y capítulo 8 de este volumen) y los mismos
también pueden pensarse como ensamblajes de distintos tiempos, materiales
y prácticas. Gastaldi ha caracterizado estas relaciones en términos de una
“geografía espacio-temporal que se halla indisolublemente relacionada”
(2012:99).
68
Julián Salazar
Las viviendas de Mortero Quebrado muestran en la totalidad de sus
pisos, el cavado de pozos de distinta morfología, profundidad y tamaño.
En el recinto R45, el patio central de la unidad MQ-U4, se detectaron
siete oquedades, entre las cuales destacamos el Pozo-5, cuya tapa en falsa
cúpula emergía sobre el piso ocupacional. De morfología esférica, este
pozo presenta unas dimensiones de 80 cm de diámetro mayor y 110 cm
de profundidad. En algunos sectores su cara interna fue recubierta por
piedras planas. Su excavación permitió identificar una serie de estratos
caracterizados por una matriz arcillosa y gran cantidad de material vegetal
carbonizado. Incluso, un nivel intermedio parecía haber sido sometido
directamente a la combustión. En su interior se recuperó gran cantidad
de materiales arqueológicos: fragmentos de cerámica de gran tamaño, dos
bases de molino de mano y una mano de moler completamente pulida, de
grandes dimensiones. El único espécimen óseo recuperado fue un pequeño
fragmento de costilla, no identificable taxonómicamente. El análisis
de la cerámica permitió establecer que 93 fragmentos correspondían a
un cuarto de urna gris gruesa, de 48 cm de diámetro en la boca y una
altura inferida de casi 70 cm, muy compatible con las urnas inhumatorias
de la llamada tradición Candelaria (Heredia 1970; Berberián et al. 1977).
Complementariamente se identificó un fragmento de cuenco rojo liso con
marcas de alteraciones por abrasión post fractura y algunos tiestos más,
correspondientes a otras piezas de menor tamaño. Las características y
estado de conservación de los materiales reseñados permiten pensar que el
conjunto posiblemente se haya depositado en un solo evento que incluyó la
fractura de la urna y la depositación de una proporción de sus fragmentos
en su interior (otros fueron recuperados también en el piso ocupacional
del recinto) y la combustión dentro de la cavidad. Esta práctica es muy
compatible con el abandono planificado de la unidad residencial (LaMotta
y Schiffer 1999; Ortiz y Manzanilla 2003; Gordillo y Leiton 2015; Marconetto
y Lindskoug 2015), el cual no solamente pudo haber implicado la remoción
y acarreo de múltiples objetos sino también la realización de actos o
ceremonias de clausura, como se evidencia en el bloqueo intencional de
algunas puertas.
Si bien la particularidad de este contexto, que se habría estructurado
en el abandono, dificulta establecer con seguridad la finalidad que tenía
el rasgo subsuperficial durante la ocupación de la vivienda, resulta posible
relacionarla con cavidades similares detectadas recurrentemente en
contextos análogos del valle de Tafí. Distintas excavaciones revelan que en
los contextos residenciales coetáneos, las cistas funerarias eran ubicadas
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
69
en el centro de los patios. Una o más cámaras subsuperficiales fueron
construidas siempre en las áreas centrales de las viviendas. Ellas contenían
los restos de uno o más individuos con diversos conjuntos de objetos, desde
alguna vasija de uso doméstico, como en el caso de LB1-U14 o LBKm75-U1
(Berberián y Nielsen 1988b), a ornamentos distinguidos, confeccionados
en materias primas alóctonas, como es el caso de la vivienda excavada en el
sitio contemporáneo de El Tolar (Sampietro Vattuone et al. 2017). Aunque se
cavaban bajo los pisos, las cistas sobresalían: eran tapadas con un montículo
de rocas que las hacía identificables y accesibles a los habitantes de la casa.
Incluso hay evidencias de eventos cíclicos de reapertura e interacción con
las materialidades depositadas en su interior.
Figura 6. Vista del Pozo 5 excavado en el patio central de la unidad MQ-U4, con los restos
materiales depositados en su interior. Fotografía del autor.
70
Julián Salazar
Como evidencia de esto último, la cista funeraria de LB1-U14, en el
sitio La Bolsa 1 del valle de Tafí, estos depósitos también son ensamblajes
cambiantes, donde un complejo entorno depositacional fue creado
por múltiples eventos que incluyeron cavar, abrir, depositar, quemar,
cerrar, enterrar cuerpos, vasijas o figurinas, formando palimpsestos
(Salazar 2012). Siguiendo la excavación inicial, un cuerpo fue enterrado
y acompañado, al menos, por un jarro (elaborado en una pasta roja
ordinaria con un acabado de superficie muy irregular, en cuyo borde
se adhirió un asa y, opuesta a ella, la aplicación modelada de un rostro
ornito/antropomorfo) y una jarra (tecnológicamente similar, con un
acabado de superficie uniforme, sin decoraciones y un denso baño
en la superficie externa). Posteriormente, los habitantes de la casa
alteraron el enterratorio fundacional y trasladaron las vasijas asociadas
a un lado de la tumba. Las partes componentes del depósito original
desterritorializaron sus vínculos, tanto debido al desvanecimiento de
las relaciones afectivas entre ocupantes y difuntos o por el deterioro de
sus componentes. Un fuego fue encendido sobre los restos del entierro
removido, y luego un nuevo entierro fue ubicado sobre el anterior,
acompañado por una escudilla gris. Finalmente, una estatuilla de piedra
antropomorfa, intencionalmente fracturada fue depositada en el nivel
superior de la cámara. Esta estructura funeraria (figura 7) reutilizada
ilustra las conexiones espaciales y simbólicas entre los difuntos ancestrales
y la comunidad viviente, replicando otros ensamblajes en una escala
más amplia relacionada a patrones regionales para el tratamiento de los
muertos.
Más allá de algunas variaciones en el número de entierros en los patios
centrales (variando de uno a once), o en sus características constructivas
(cámaras regulares subsuperficiales de forma esférica o acampanada,
cubiertas por paredes de piedras o simples cavados con algunas rocas
aplicadas para impedir el desmoronamiento de sedimentos), o en los
acompañamientos (de ninguno o algunos pocos artefactos utilitarios, como
vasijas ordinarias, a bienes de prestigio procedentes de lugares lejanos), no
hay una sola vivienda excavada hasta ahora que no tenga una cámara en
el área central del patio. También podría decirse que ese rasgo era una
característica de las viviendas de las aldeas tempranas.
Los enterratorios en los espacios centrales de los patios no son los únicos
restos materiales asociados a los ancestros en los espacios residenciales: rocas
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
71
intervenidas representando motivos fálicos, antropomorfos o zoomorfos se
han registrado recurrentemente en las estructuras de vivienda. Una gran
proporción de los espacios residenciales detectados en Anfama presenta
en superficie y en estratigrafía bloques líticos de este tipo. Especialmente
Mortero Quebrado ofrece una variedad destacable en cuanto a tipos
de formas base, técnicas y motivos decorativos y contextos de hallazgos
(Franco Salvi et al. 2020 y capítulo 8 de este volumen). Una representación
de un camélido tallada en bulto en un bloque alargado se recuperó en los
muros de la unidad MQ-U5. Varias rocas grabadas en distintas etapas de
manufactura están presentes en MQ-U2, incluyendo un bloque tabular con
motivos de camélidos grabados, una forma fálica elongada y tres esculturas
en las etapas de manufactura. Entre estos, se destaca un bloque depositado
sobre el piso habitacional del patio de MQ-U4, a escasa distancia del Pozo-5
anteriormente referido. Esta roca presenta un volumen y ciertos atributos
que la hacen de baja portabilidad, lo que limita la movilidad dentro del
recinto. La pieza es particularmente destacable debido a que sobre su
superficie se ensamblan al menos dos eventos decorativos superpuestos. El
sustrato original se caracteriza por una doble representación antropomorfa,
mascariforme (García Azcárate 1996), ejecutada con grabados muy simples
y profundos. Sin embargo, por encima de este motivo se observa otro par,
mucho más complejo, que representa motivos ornito-antropomorfos; fue
ejecutado con otra técnica de grabado, que solo removió una capa muy
superficial de material. Si bien esta roca se halló depositada con su cara
decorada hacia abajo, se interpreta que habría estado expuesta, quizás
formando parte de los muros. Su visibilidad habría sido alta e incluso la
superposición intencional de los diseños permite proponer que habría
tenido gran relevancia para los observadores de distintos momentos de la
ocupación (figura 8).
La vida doméstica fue fuertemente limitada por muros y referencias
a los ancestros domésticos que modelaron las interacciones humanas
para aquellos que vivieron dentro de estos conjuntos. Las estructuras
arquitectónicas fueron las bases materiales en las cuales descansaba la
sociedad. Ellas reprodujeron la lógica y los principios organizativos de las
sociedades aldeanas tempranas que se centraron en la presencia continua
de los ancestros en las vidas y relaciones de la gente. En contraposición,
los ámbitos materiales de las aldeas eran tan permeables y desagregados,
desterritorializados por sus componentes descentralizados, que indujeron
la formación de relaciones comunitarias fluidas que eran dependientes de
las negociaciones gestionadas en escalas menores y autónomas.
72
Julián Salazar
Figura 7. Corte y esquema de estratos identificados en la excavación de la cista del patio
central de la Unidad LB1-U14, en el valle de Tafí (Salazar 2012:298)
Las dinámicas de viviendas y la constitución de los paisajes aldeanos tempranos
Las unidades residenciales tuvieron una fuerte relevancia para las
personas que las construyeron y sobre todo para las generaciones acumuladas
que las habitaron. Sin embargo, la importancia central de estas estructuras
y las relaciones reproducidas dentro de ellas fueron intensificadas por la
duración de sus ocupaciones y las prácticas de conservación de pisos y rasgos
internos. Los análisis estratigráficos y las dataciones han mostrado que estas
residencias fueron diferencialmente ocupadas durante periodos variables,
pero probablemente abarcando múltiples generaciones, convirtiéndose
en lugares nucleares para la constitución de memorias sociales y vínculos
relacionales dentro de las unidades domésticas.
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
73
Figura 8. Contexto de hallazgo de la Roca #10 en la Unidad U4. Se resaltan los
grabados en dos capas. En azul se destacaron los grabados profundos y, en naranja, los
grabados por picado continuo que se ejecutaron sobre aquellos. Fotografía del autor.
74
Julián Salazar
El conjunto residencial de El Sunchal (ES-U1), en Anfama, muestra una
ocupación inicial que se extiende por más de 300 años (1993 ± 25 AP, 1744
± 27 AP, 1671 ± 22 AP, 1557 ± 25 AP) (Salazar et al. 2019), seguidos por un
proceso de abandono y reocupaciones posteriores que destruyeron parte
de las estructuras más tempranas y remodelaron el lugar (capítulo 4).
Como evidencian los estudios estratigráficos y radiocarbónicos en las
unidades residenciales MQ-U2 (1744 ± 26 AP, 1725 ± 20 AP, 1663 ± 22 AP,
1580 ± 60 AP), MQ-U4 (2390 ± 80 AP), y MQ-U5 (1855 ± 29 AP, 1649 ±
30 AP) (Salazar et al. 2019), las viviendas parecen haber tenido historias
ocupacionales más cortas, después de las cuales fueron abandonadas, sin
reocupaciones. Aunque los datos cronométricos, aún deben ser mejorados
para estos conjuntos, las evidencias procedentes de MQ-U2 y MQ-U5
pueden ser relacionadas a una sola ocupación duradera de más de cien
años.
Si bien el seguimiento acabado de la historia de las viviendas requiere la
excavación de amplias áreas y la realización de múltiples dataciones (estudios
cada vez más apartados de las posibilidades de los equipos nacionales),
algunos indicios de cuencas vecinas permiten dar fuerza a la posibilidad
de la larga duración de las viviendas. Como muestra la unidad residencial
LB1-U14, algunas de las edificaciones fueron ocupadas y reutilizadas a lo
largo de, al menos, varios siglos (Salazar 2011). La construcción inicial,
alrededor del 200 d.C., involucró el patio central y dos recintos circulares
adosados, uno de ellos con un fogón central e ítems domésticos asociados,
tales como las vasijas de cerámica, herramientas de piedra talladas e
instrumentos de molienda. Este conjunto inicial probablemente incluía
la cista ya referida. Restos de madera carbonizada fueron recuperados
en su nivel inferior, y datados en 1799 ± 37 AP (Franco Salvi et al. 2014).
Posteriormente, dos nuevas viviendas (R3 y R4) y un nuevo fogón fueron
incluidos al conjunto original. En algún momento posterior, un amplio
recinto semicircular periférico fue adherido y se le agregó una subdivisión
interna, formando los recintos R5 y R7. Los pisos ocupacionales de cuatro
de las siete estructuras fueron datados en 1330 ± 36 AP, 1293 ± 36 AP, 1258
± 38 AP, 1236 ± 37 AP (Franco Salvi et al. 2014), de cal 650 a cal 850 d.C.,
correspondiente a la última ocupación del conjunto antes de su abandono.
Al igual que en Mortero Quebrado, no hay evidencias estratigráficas de pisos
ocupacionales superpuestos, probablemente destacando el mantenimiento
de larga duración del espacio intramuros y las áreas de actividad. El uso
continuado del conjunto residencial también se observa en la reutilización
de la cista inhumatoria central.
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
75
Más allá de la historia particular de cada conjunto residencial, podemos
establecer que en todas ellas los procesos de crecimiento fueron definidos
por estrategias residenciales continuadas, en las cuales los recintos
suplementarios fueron sumados a las edificaciones originales cuando los
grupos crecieron, convirtiéndolas en multigeneracionales.
Si volvemos nuestra mirada a la larga duración, podemos ver que el
paisaje aldeano temprano en el área de estudio fue construido como un
ensamblaje compuesto por un número de otros componentes, incluyendo
tierra productiva, infraestructura de irrigación, animales domésticos
y la agregación de otras unidades residenciales como las descritas
anteriormente. La expansión de asentamientos aldeanos durante el primer
milenio también fue posibilitada por las condiciones ambientales favorables
para las adaptaciones agropastoriles, que comprendieron altos niveles de
precipitaciones anuales y variabilidad de cobertura vegetal. Este conjunto
de condiciones dio forma a los ensamblajes domésticos que abarcaron
estructuras domésticas, infraestructura agrícola, y personas y ancestros que
compartieron los espacios de vivienda.
Sin embargo, se formaron y reprodujeron de manera celular y
fragmentada. Los patrones de asentamiento no muestran una planificación
centralizada. No se detectan espacios centrales como plazas o montículos
ordenadores del espacio dentro de los sitios aldeanos. Más aún, en varios
casos surandinos, los sitios residenciales tendieron a dispersarse en el paisaje,
manteniendo distancias considerables entre casas y campos, impidiendo la
formación de asentamientos aldeanos realmente concentrados y de gran
escala (Quesada 2006; De Feo 2011; Quesada et al. 2012; Capriles Flores
2014; entre otros). Estos procesos definieron tendencias demográficas muy
complejas que incluyeron el desarrollo de regiones intensamente habitadas
pero con distribuciones dispersas y espaciadas.
Las escasas estructuras rituales comunitarias (principalmente
montículos, los cuales resultan de la continua depositación de desechos
y basura generados en múltiples eventos de festejos) identificados hasta
ahora en nuestra área de estudio fueron encontrados fuera de las aldeas
(Tartusi y Núñez 2001). La sintaxis espacial de los asentamientos muestra
distribuciones simétricas del espacio y un acceso abierto a todas las viviendas
(López Lillo y Salazar 2015).
Contrariamente a la recurrencia de las configuraciones residenciales,
los patrones del paisaje aldeano de hecho muestran una gran diversidad
en el área. De los cambios en los patrones de asentamiento en la región,
podemos reconocer:
76
Julián Salazar
a. Núcleos residenciales aislados relacionados a los recursos
productivos, pasturas y agricultura, tal como El Sunchal (capítulo 4)
o La Bolsa 3 (Franco Salvi et al. 2014) y una multiplicidad de sitios
dispersos.
b. Asentamientos dispersos formados por concentraciones discretas de
viviendas, tal como Mortero Quebrado (capítulo 5), La Larga, Aliso
Redondo, o La Bolsa 2 (Franco Salvi et al. 2014).
c. Asentamientos concentrados con la presencia de numerosos
conjuntos domésticos junto a estructuras productivas agrícolas
y corrales, como La Bolsa 1 (Salazar 2011), Santa Cruz, El Tolar
(Sampietro y Vattuone 2005), El Pedregal (Cremonte 1996) y Puesto
Viejo (Oliszewski 2017).
Finalmente, los asentamientos demuestran una distribución heterogénea
durante el primer milenio EC. Esto refleja que los sitios más amplios y
más concentrados resultan de historias ocupacionales más duraderas.
Consecuentemente las dinámicas aldeanas podrían ser interpretadas como
lideradas y definidas por las unidades domésticas, las cuales no se fusionaron
en comunidades fuertemente integradas (Yaeger y Canuto 2000), sino que
sostuvieron grupos enfocados en asegurar las condiciones materiales y
relaciones de autonomía en un conjunto donde las negociaciones con otros
colectivos eran necesarias. Más que totalidades integradas y uniformes,
las aldeas tempranas en la región evolucionaron como ensamblajes,
articulando grupos de unidades domésticas que incluyeron humanos,
tecnología, materias primas, campos/pasturas, canales y arroyos.
ALDEAS ENSAMBLADAS
Como fue propuesto por Bandy y Fox (2010), las sociedades aldeanas
tempranas son provisionales, improvisadoras e innovadoras. Esta
descripción impide considerarlas como entidades monolíticas, y en cambio
sugiere que pueden ser mejor entendidas como partes heterogéneas que
son continuamente unidas y desagregadas en el proceso en el cual la
gente se hizo aldeana (Marsh 2016; Harris 2018). Los estudios sistemáticos
de la composición material de viviendas específicas, los ensamblajes
territorializados dentro de ellas, sus diversas historias ocupacionales y su
articulación con otros asentamientos en paisajes más amplios son una vía
productiva para explicar la evolución social de las sociedades formativas en
capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la...
77
múltiples escalas y en diferentes temporalidades, evadiendo las narrativas
teleológicas.
Dentro de los ámbitos residenciales, las personas interactuaron con un
grupo acotado, físicamente separadas de los exteriores. Esta interacción
era repetida en el tiempo y también desarrollada en estrecha relación
con las personas fallecidas, probablemente los ancestros de las unidades
domésticas. Como se ha remarcado en distintas ocasiones, la arqueología
debe ser cauta al vincular patrones materiales con grupos sociales
específicos y, más aún, con relaciones de parentesco (Bender 1967; Wilk
y Rathje 1982). Sin embargo, evadir la importancia de las relaciones de
parentesco como una de las fuerzas sociales predominantes con huellas
materiales tan visibles, puede ser también contraproducente. Si observamos
ciertas relaciones materiales repetitivas en los entornos domésticos, ciertos
vínculos y relaciones interpresonales podrían ser inferidas.
Como ya estableció Gonlin (2013) en algunas ocasiones hay suficiente
evidencia para vincular relaciones materiales con unidades sociopolíticas
en contextos arqueológicos que reflejan comunidades del pasado. Si
tomamos esta lógica, centrada en las relaciones domésticas, podemos
explicar la expansión de las aldeas tempranas. Largas historias de unidades
residenciales y consecuentemente de las múltiples unidades domésticas
que ellas compusieron, guiaban la formación, crecimiento y abandono de
asentamientos, a través de múltiples negociaciones.
Sobreviviendo a vidas humanas individuales, y posiblemente perdurando
junto a múltiples generaciones, las unidades domésticas y sus componentes
materiales tenían una presencia duradera y efectos de largo alcance en las
modalidades de vida e interacción de las personas en las aldeas tempranas.
La reproducción de estos colectivos fue la clave para la toma de decisiones,
como construir una casa próxima o distante de otra, compartir trabajo o
no, continuar la residencia o abandonar una vivienda. Consecuentemente,
las dinámicas de las aldeas tempranas muestran considerable variabilidad
en la cronología, pero también, en la temporalidad de las trayectorias
de desarrollo. Más que ser condicionadas por fuerzas estructurales o
materiales determinantes, las sociedades aldeanas eran continuamente
creadas y reproducidas dentro de las redes materiales de la vida cotidiana y
las relaciones domésticas.
78
Julián Salazar
CONCLUSIONES
Este capítulo ha mostrado que un enfoque de arqueología doméstica
orientado a reconocer los colectivos y los ensamblajes que los componen
en múltiples escalas, es una vía productiva para abordar procesos de
evolución social, dado que sigue de manera directa a las historias locales
vinculadas al mundo material que habitaron los seres humanos. De hecho
es especialmente relevante para entender el desarrollo de las aldeas
tempranas en los valles intermontanos y piedemonte de los Andes del sur,
contexto histórico en el cual las unidades domésticas parecen haber sido
los ensamblajes sociales en los cuales las decisiones eran tomadas, y donde
los conjuntos residenciales eran los entornos materiales a través de los que
el mundo social era construido, reproducido y negociado.
Sin embargo, estas comunidades emergentes no eran entidades
completamente autónomas y en sí mismas constituían componentes de
ensamblajes más amplios definidos por sus prolongadas historias que pueden
ser rastreadas hasta el Holoceno medio (Aschero 2007). Todas estas redes
históricamente contingentes vincularon cuerpos (o sus materializaciones en
rocas intervenidas), lugares y recursos, y parentesco, los cuales fortificaron
los límites entre los miembros de las unidades durante varios milenios.
Estos fuertes vínculos intergeneracionales dificultaron la formación de
comunidades más integradas. La mayoría de los asentamientos del Formativo
fueron abandonados en distintos momentos de sus respectivas trayectorias
y esos abandonos fueron motivados por las mismas dinámicas domésticas
que previamente habían asegurado su formación y reproducción, y no
son necesariamente indicativos del incremento de complejidad social o
formadores de la base relacional para las organizaciones sociales venideras.
CAPÍTULO 3. “LUGARES PERSISTENTES” Y
“TASKSCAPE” COMO VÍAS DE ANÁLISIS PARA
ABORDAR EL PASADO
Gonzalo Moyano
Las primeras campañas de relevamiento en la cuenca de Anfama
estuvieron signadas por el entusiasmo de abordar un área de estudio que,
salvo en momentos particulares de la arqueología argentina (Quiroga
1899; Cremonte 1988), no había despertado demasiado interés en el
campo académico. El área se mostraba como un lugar pintoresco, con
buena predisposición por parte de la Comunidad Indígena local para
recibir a nuestro equipo y con restos arqueológicos diseminados por su
superficie. Las campañas subsiguientes, entre prospecciones y sondeos
de exploración, evidenciaron la complejidad a la que nos enfrentábamos:
una topografía accidentada definida por cumbres y quebradas, potentes
procesos de sedimentación y una vegetación prolífera que minimizaban
la visibilidad de las evidencias arqueológicas y dificultaban su registro e
intervención (como se profundiza en el capítulo 4).
Sin embargo, las tareas en el campo revelaron rápidamente una
importante presencia humana en la historia de la cuenca de Anfama. Entre
las casas ocupadas actualmente, o aquellas abandonadas en las últimas
décadas, se encuentran a lo largo y ancho del área restos de ocupaciones
previas, representadas por estructuras arquitectónicas, grandes rocas fijas
con numerosos morteros y fragmentos de piezas cerámicas o líticas que
afloran en los caminos y cárcavas que surcan la superficie. El área de estudio
se presentaba, así, como un cúmulo de materiales superpuestos, producto
de prácticas humanas pretéritas de diferente índole que se relacionan
formando el paisaje actual.
A partir de la realidad que nos presentaba la disposición de los vestigios
materiales en Anfama, fue necesario abordar nuestras investigaciones
80
Gonzálo moyano
entendiendo a dicha cuenca como un palimpsesto (Lucas 2005; Bailey
2007; Somonte y Baied 2017). El concepto de palimpsesto es utilizado en
arqueología como una metáfora para describir e interpretar el registro
arqueológico. Haciendo referencia a los documentos medievales, donde la
reutilización del soporte de cuero hacía necesaria la remoción y escritura
sobre el escrito original, esta metáfora nos permitió emprender nuestras
investigaciones teniendo en cuenta la complejidad de los procesos
que formaron parte del pasado local, comprendiendo que, más allá del
sesgo insuperable que presenta todo registro arqueológico, era factible
deconstruir el paisaje actual, desmontándolo a partir de los elementos
multitemporales que lo conforman, con el propósito de inferir relaciones
entre prácticas, materiales y grupos humanos en diferentes momentos
de la historia del área. En este sentido, la disposición de cada uno de los
elementos de los paisajes, la alteración y superposición sobre ocupaciones
anteriores, se asemejan a los diferentes eventos de escritura presentes en
los palimpsestos antiguos.
En este capítulo, utilizando elementos de la Arqueología del Paisaje
(Criado Boado 1999; Anschuetz et al. 2001; Acuto 2013; Gordillo 2014)
y resultados de análisis de visibilidad y vecino más cercano presentados
previamente (Moyano 2020), reflexionamos en torno a la aplicación de
los conceptos de lugares persistentes, elaborado por Schlanger (1992),
y el de taskscape, acuñado por Ingold (1993), en el estudio de la historia
de Anfama. Pensamos que dichas ideas pueden enriquecer las miradas
en torno a los procesos experimentados por las sociedades anfameñas del
pasado, complejizando la interpretación o el modelado que podemos hacer
de ellas desde el campo de la arqueología.
PALIMPSESTOS Y CONTINGENCIA HISTÓRICA DEL PAISAJE
En un trabajo ya clásico para quienes utilizan enfoques multitemporales
en arqueología, Bailey (2007), al identificar las implicancias del
perspectivismo del tiempo (time perspectivism) y algunas ideas en torno a la
manera de analizar los procesos históricos, hace hincapié en el concepto
de palimpsesto por sus cualidades utilitarias para abordar las relaciones
existentes entre maneras de disposición de materiales arqueológicos,
tiempo y escalas de unidades analíticas.
Para comenzar, el autor destaca una definición fundante del
perspectivismo del tiempo como “... la creencia de que las diferentes escalas
capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS...
81
de tiempo traen a foco diferentes tipos de procesos, requiriendo diferentes
conceptos y diferentes tipos de variables explicativas” (Bailey 1981, citado
en Bailey 2007:200, traducción del autor). La misma, deja expuestos, al
menos, cuatro elementos que forman parte del ejercicio de entendimiento
de los fenómenos sociales del pasado que tiene lugar desde la arqueología.
En primer lugar, se destacan las escalas de tiempo que se utilizan por parte
de los investigadores. Estas definen la resolución temporal como unidades
cronológicas, que se usarán en el transcurso de la investigación, y lo que
podríamos llamar una resolución de captación, referida a los fenómenos
que se incluyan en las preguntas a responder, lo que las relaciona con el
segundo elemento de la definición planteada: los procesos. La utilización
de miradas de larga, media o corta duración, permiten observar, definir y
analizar diferentes tipos de procesos sociales. En este sentido, es preciso
entender que estos dos elementos se retroalimentan necesariamente,
definiéndose entre sí a medida que se ponen en práctica, perdiéndose
de vista fenómenos de corta duración (por ej., el proceso de tallado de
una herramienta lítica o la preparación de una comida) al utilizar escalas
de tiempo demasiado abarcativas (por ej., un milenio), o fenómenos de
duraciones más extensas al utilizar escalas poco abarcativas (por ej., el
estudio de la complejidad social o el desarrollo de instituciones sociales,
estudiado en pocas décadas). En consecuencia, es a partir de la definición
de estos dos primeros elementos, que se establecen y modelan los marcos
explicativos con los que se intentarán responder las preguntas realizadas.
En este punto, Bailey (2007) utiliza el concepto de palimpsesto por su
potencial para describir las maneras en que se dispone el mundo material
a través del tiempo, pero fundamentalmente por cómo dicha metáfora
se convierte en una herramienta útil para la práctica de la arqueología.
La definición dada de palimpsesto, que refiere a una “superposición de
actividades sucesivas, cuyos rastros materiales son parcialmente destruidos
o reelaborados debido al proceso de superposición” (Bailey 2007:203,
traducción del autor), explicita una relación entre prácticas humanas,
materialidad, lugar y tiempo, que es factible de determinar a partir de las
herramientas, métodos e ideas que forman parte de nuestra disciplina. Si
desmenuzamos esta definición, veremos que una parte esencial es el vínculo
entre las actividades y sus rastros materiales, es decir, las prácticas humanas y
los productos materiales de las mismas. Sin embargo, son los dos elementos
restantes los que definen a un palimpsesto: la realización de las actividades
y la consecuente depositación de restos materiales deben llevarse a cabo
en un lugar delimitado y en diferentes momentos temporales, elementos
82
Gonzálo moyano
que representan eventos diferenciados que se superponen, donde aquellas
acciones más tardías removerán o modificarán la disposición de los restos
materiales que hayan producido las más tempranas. De esta manera,
la metáfora de palimpsesto posibilita abordar al registro arqueológico
haciendo hincapié en su carácter multitemporal, centrándose en un
continuum de prácticas humanas que fueron configurando los paisajes
actuales, habilitando el acceso a diferentes temporalidades (Somonte y
Baied 2017).
En este punto, otro concepto que resultará de ayuda en nuestro análisis
es el de paisaje, y particularmente la contingencia histórica asociada al
mismo. Desde una perspectiva de la Arqueología del Paisaje (Criado Boado
1999; Anschuetz et al. 2001; Gordillo 2014), este puede ser definido como
un “espacio socialmente producido, habitado y significado y no como un
simple contenedor de la vida humana” (Acuto 2013:33). Esta definición,
entraña una postura epistemológica que enfrenta al tratamiento cartesiano
del espacio, el cual lo presenta como un elemento físico estático, pasivo,
dado con anterioridad. Por el contrario, la Arqueología del Paisaje
propone una idea que considera al espacio como algo dinámico, activo y
de naturaleza relacional (Sánchez Yustos 2010).
Al igual que al definir los palimpsestos, en la configuración de los paisajes
resulta fundamental la tríada compuesta por actividades, tiempo y espacio.
Entendido como producto social, el paisaje, es resultado de las relaciones
entre grupos humanos y espacio físico. Los grupos humanos construyen el
paisaje a partir de sus actividades cotidianas; a partir de ellas, lo habitan,
lo modifican y lo dotan de sentidos y significados (Ingold 1993). De esta
manera, este es configurado a partir de cierto orden social, definido por
un universo de ideas y prácticas que tienen lugar en un tiempo y espacio
determinados. Sin embargo, lejos de mostrarse pasiva, la espacialidad del
paisaje incide en la vida social, habilitando o restringiendo diferentes
relaciones entre humanos y los múltiples elementos que forman el mundo
(Hodder y Cessford 2004; Robb 2013).
Es esta relación dialógica entre paisaje y orden social, en la que se
crean y modifican mutuamente, la que imprime las particularidades de
cada paisaje. Teniendo en cuenta esta premisa, podemos considerar que
existen tantos paisajes como órdenes sociales haya en diferentes contextos
temporales (Criado Boado 1995; Acuto 2013). Es decir, cada paisaje se
constituye como una contingencia histórica particular configurada de
acuerdo a las relaciones que conforman el orden social que le da forma
y con el que interactúa. Al analizar los diferentes paisajes arqueológicos
capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS...
83
podemos aproximarnos a dichos conjuntos de relaciones pretéritas entre
prácticas, materialidades y conductas humanas, representados por el
registro arqueológico, que conforman diversas trayectorias sociohistóricas
en el devenir.
Entonces, estableciendo una relación entre el concepto de paisaje y el de
palimpsesto, podemos diseccionar el palimpsesto del paisaje actual, dejando
al descubierto los procesos de superposición y definiendo el conjunto de
paisajes históricamente contingentes que lo forman y lo definen.
ANFAMA, PALIMPSESTO DE PALIMPSESTOS1
La cuenca del río Anfama se ubica en el noroeste de la provincia de
Tucumán. De acuerdo a sus características geográficas (capítulo 1), la
misma pudo considerarse como un área de estudio fácilmente distinguible
del resto del área de Cumbres Calchaquíes, siendo posible su recorte y
delimitación a partir de las divisorias de agua que le dan forma. Las tareas
de prospección y relevamiento realizadas hasta el momento evidencian
importantes procesos de sedimentación en diferentes sectores de la cuenca
(Salazar et al. 2016; Vázquez Fiorani et al. 2021) que, junto a la abundante
y densa vegetación, constituyen un obstáculo para el fácil registro de
vestigios arqueológicos (figura 1). Por su parte, en las porciones de
mayor visibilidad, los restos en superficie dan cuenta de una considerable
presencia humana pretérita, que permite el registro de trazas materiales
correspondientes a diferentes momentos históricos y representan desde
procesos contemporáneos hasta prehispánicos.
A partir de sus particularidades y de los elementos que la conforman, la
cuenca de Anfama es susceptible de ser interpretada como un palimpsesto.
Los procesos de superposición que le dieron forma involucraron eventos
naturales y antrópicos de diferentes escalas, que destruyeron o modificaron
restos materiales de distintos momentos ocupacionales a lo largo de la
historia de la cuenca. De esta manera, por nombrar solo algunos tipos
de eventos que pueden definirse rápidamente, podemos destacar: los de
escala geomorfológica, que involucran grandes sectores de la cuenca y se
caracterizan por procesos de erosión y sedimentación, debido a la topografía
fuertemente accidentada del área de estudio; los de escala de paisajes, que
1
La noción de palimpsesto ya ha sido utilizada en arqueología. Particularmente, la
noción de “palimpsesto de palimpsestos” fue utilizada por Sullivan (2008).
84
Gonzálo moyano
involucran elementos materiales antrópicos (como las concentraciones de
unidades residenciales o aldeas), que se definen como contemporáneos a
partir de diferentes indicadores, y que se han interpretado como momentos
ocupacionales particulares; y los de escala de actividades domésticas,
definidos a partir de los materiales, que involucran diversas tecnologías
(capítulo 7) y que dan cuenta de las actividades cotidianas de los grupos
humanos que habitaron la cuenca.
Figura 1. Fotografía tomada desde El Alto de Anfama en que pueden verse diferentes
sectores de la cuenca. Fotografía de Jordi López Lillo.
Cada una de estas escalas puede entenderse como palimpsestos en sí
mismas al estudiarse por separado. Por ejemplo, al analizar los procesos
de escala de actividad doméstica, pueden encontrarse evidencias de
diferentes tipos de acciones que se dieron en los pisos ocupacionales al
interior de las unidades residenciales identificadas (capítulo 2). Restos
cerámicos, de talla lítica o aquellos relacionados con el procesamiento
de alimentos (capítulo 6) dan cuenta de un cúmulo de actividades, que
involucran diferentes etapas, y definen la disposición de materiales en un
mismo piso. A su vez, las tareas de limpieza del interior de las unidades
capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS...
85
modifican dicha disposición, dejando solo algunos restos que son los
que pueden ser recuperados mediante las intervenciones arqueológicas.
Entonces, los ensamblajes de materiales a los que podemos aproximarnos
forman palimpsestos que involucran presencia y ausencia de determinados
materiales, permitiéndonos acceder a prácticas humanas de diversa índole
que se dieron en períodos de tiempo muy variables.
Entonces, a partir de lo mencionado, proponemos interpretar a la
cuenca de Anfama como un palimpsesto compuesto por palimpsestos, que
pueden ser definidos a partir del uso de distintas escalas de análisis a utilizar
de acuerdo a los interrogantes que guíen los programas de investigación.
Particularmente, pensamos que puede considerarse principalmente a
Anfama como un “palimpsesto acumulativo” (cumulative palimpsest) (Bailey
2007:204), es decir, como un tipo en el que los diferentes episodios de
deposición permanecen superpuestos sin pérdida de información (más
allá del propio sesgo que tiene la investigación arqueológica, por ejemplo,
frente a la perdurabilidad de ciertos materiales), pero que implica gran
dificultad para separarlo en componentes originales.
En un trabajo anterior (Moyano 2020) analizamos las maneras en
que se construyeron y habitaron los múltiples paisajes que forman la
cuenca de Anfama. Proponiendo un ejercicio comparativo desde una
perspectiva de larga duración, nuestro interés estaba puesto en los cambios
y continuidades existentes entre las lógicas de ocupación humana desde
los últimos siglos a.C. hasta momentos contemporáneos en la historia del
área. Particularmente, abordamos un análisis a escala de paisaje, teniendo
en cuenta las disposiciones de los patrones de asentamiento, para lo que
consideramos las concentraciones de unidades residenciales que están
presentes en la arqueología local y las relaciones existentes entre ellas y con
otros elementos de la cuenca.
Para llevar a cabo dicho análisis registramos y georreferenciamos
la totalidad de evidencias arquitectónicas en superficie mediante
relevamientos pedestres y teledetección (Vázquez Fiorani et al. 2021). La
integración de información aportada por miembros del equipo, extraída
mediante excavaciones en área, sondeos exploratorios, análisis de materiales
o fechados radiocarbónicos (Montegú 2018; Franco 2019a; Vázquez Fiorani
2019), fue crucial para colaborar en la creación de un marco cronológico
que posibilitó ordenar espacial y temporalmente el conjunto de materiales
arqueológicos presente en el área (Salazar et al. 2019; capítulo 1 de este
volumen). De esta manera, pudimos asignar una cronología a cada uno de
los sitios arqueológicos registrados mediante la utilización de indicadores
86
Gonzálo moyano
absolutos (fechados radiocarbónicos) y relativos (rasgos arquitectónicos y
estilos cerámicos), definiendo distintos paisajes contingentes a partir de la
contemporaneidad establecida entre unidades residenciales.
Un elemento novedoso en nuestro trabajo fue la incorporación de
dos bloques temporales a la cronología local, que definía cuatro bloques
prehispánicos (Bloques I, II, III y IV). Así, a la cobertura temporal entre el
400 a.C. y el 1500 d.C., se agregaron el Bloque V, que incluyó información
correspondiente a los s. XIX y XX, y el Bloque VI, que incorporó información
respectiva a momentos contemporáneos. Cabe destacar que dicho marco
cronológico no pretende establecerse como un modelo histórico-cultural
con el cual clasificar la materialidad presente en el área de estudio. Por
el contrario, intenta sistematizar algunas diferencias en tecnologías
arquitectónicas y artefactuales presentes, sin perder de vista la persistencia
de estos objetos en el tiempo y sus relaciones de contemporaneidad con
otros (González Ruibal y Ayán Vila 2018).
La totalidad de información fue sistematizada e integrada en el programa
informático QGIS, especializado en Sistemas de Información Geográfica
(SIG). La implementación del mismo posibilitó una gestión eficiente y
una visualización más dinámica de los datos, lo que nos sirvió para realizar
el análisis comparativo de la disposición espacial de los elementos que
conformaban cada paisaje. También, mediante QGIS se realizaron dos
tipos de análisis que nos posibilitaron cuantificar las relaciones entre los
conjuntos de unidades domésticas: uno de visibilidad (García Sanjuán y
Mozota 2005; García Sanjuán et al. 2009), que nos permitió establecer las
cuencas visuales acumulativas y la intervisibilidad entre las unidades de cada
momento ocupacional definido (figura 2), y otro mediante el cual pudimos
establecer el índice de vecino más cercano (Assandri 2007; Quesada et al.
2012), a fin de conocer las tendencias a la dispersión o concentración en la
distribución espacial de cada uno de los paisajes.
Si bien la materialidad arqueológica del área se presenta como un
“palimpsesto acumulativo”, creemos que la dificultad para separar los
componentes originales de los diferentes paisajes pudo ser en parte
sorteada gracias a los métodos empleados en las intervenciones. Los análisis
realizados nos permitieron llegar a cuatro conclusiones que estructuran
las lógicas de ocupación de la cuenca durante casi dos milenios: el
protagonismo de los espacios domésticos frente a otro tipo de estructuras,
que evidencian una presencia mayoritaria de los mismos en los diferentes
momentos ocupacionales definidos; la dispersión como estrategia
dominante para configurar los paisajes, especialmente para los momentos
capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS...
87
prehispánicos, donde los análisis aplicados (vecino más cercano) resultaron
en índices que muestran una tendencia distribucional dispersa entre la
muestra seleccionada; lógicas continuas y recurrencia de las ocupaciones,
que hacen patente diferencias en las maneras en que se ocupó el espacio
en Anfama; y la contingencia de los paisajes, entendiendo a cada paisaje
como una configuración formada por la relación de múltiples elementos
(Moyano 2020:102-123).
Figura 2. Plano en el que se muestra la intervisibilidad positiva y negativa presente en el
paisaje del Bloque II (Moyano 2020).
Entonces, más allá de los resultados obtenidos en trabajos anteriores,
que nos permitieron crear un marco interpretativo coherente y los cuales
respondieron a las preguntas iniciales, consideramos que es necesario
profundizar en el uso de herramientas conceptuales y metodológicas que
posibiliten complejizar los análisis sobre la realidad abordada y así llegar a
interpretar lógicas sociales históricas de forma más acabadas.
DIACRONÍA Y SINCRONÍA, LUGARES PERSISTENTES Y TASKSCAPE
Diacronía y sincronía han sido dos elementos importantes en nuestro
análisis, que constituyen cada uno de ellos un movimiento analítico en
sí mismo, y que hicieron posible la construcción del marco cronológico
88
Gonzálo moyano
utilizado. Hacer foco en la diacronía de los restos materiales nos permitió
abordar la historia del área desde la larga duración, identificando cambios y
continuidades entre diferentes momentos ocupacionales. Por el contrario,
definir la contemporaneidad entre ciertos restos arqueológicos posibilitó
establecer la contingencia de los paisajes, a partir del conjunto de prácticas
sincrónicas que le dieron forma.
Ahora bien, consideramos que los resultados obtenidos pueden
tensionarse a partir de otros enfoques conceptuales con el fin de ahondar
en el conocimiento acerca de la temporalidad y las dinámicas que tuvieron
las prácticas humanas en la historia de Anfama.
Lugares persistentes, de los anasazi a los anfameños
Schlanger (1992), aborda los sistemas de asentamiento Anasazi en el
sudoeste norteamericano. Utilizando una mirada de larga duración, la
autora analiza las ocupaciones humanas correspondientes a diferentes
momentos de la historia del área centrándose fundamentalmente en
aquellos puntos del paisaje donde la materialidad arqueológica evidencia
múltiples eventos de ocupación, a los que define como lugares persistentes
(persistent places), es decir, aquellos que se caracterizan por ser utilizados
repetidamente en el largo plazo.
Para realizar el análisis, utiliza el amplio abanico material existente
en su área de estudio, dentro del cual identifica tres tipos de
instalaciones, que varían de acuerdo a las actividades relacionadas con
ellas: instalaciones residenciales, espacios productivos y de actividades
limitadas (almacenamiento, producción de herramientas, procesamiento
de alimentos, entre otros). Las funciones de estas instalaciones no son
permanentes en el largo plazo, sino que van variando de acuerdo a la
reubicación de focos residenciales por parte de los grupos humanos. En este
sentido, rastrear el cambio de lugar de los espacios residenciales resulta clave,
porque extiende el análisis desde lo material, a lo conductual, pudiendo
desentrañar las lógicas sociales que subyacen a las prácticas de los Anazasi.
En este caso se interpretan un conjunto de prácticas como respuesta al estrés
ambiental experimentado por estos grupos, que representan cambios de
lugares de residencia en diferentes escalas espaciales (movimientos cortos,
medios y largos) y temporales (cada generación, cada pocas generaciones
y cada 200-300 años).
capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS...
89
Los lugares persistentes, en definitiva, “no son ni estrictamente sitios
(es decir, concentraciones de materiales culturales) ni simplemente
características de un paisaje. En cambio, representan la conjunción
de comportamientos humanos particulares en un paisaje particular”
(Schlanger 1992:97, traducción del autor). En estas líneas se expresa una
forma de interpretar estos lugares, no como simple espacialidad, sino como
puntos específicos que evidencian relaciones entre prácticas humanas,
su materialización en sitios arqueológicos (tal como los define la autora,
como concentración de materiales) o hallazgos aislados, paisajes y tiempo.
Adoptar esta postura nos obliga no solo a complejizar las reflexiones en
torno a los paisajes que abordamos en nuestro trabajo, sino también a
ampliar la búsqueda de elementos que pueden haber formado parte de los
mismos.
Retomando nuestro caso de estudio, en el abordaje realizado, definimos
los diferentes momentos ocupacionales intentando superar las dificultades
que advertía Bailey (2007). Sin embargo, en este esfuerzo por sistematizar
una cronología sin interferencias, nos encontramos, tanto en tareas de
relevamiento como de excavación y a partir de fechados radiocarbónicos,
con dos situaciones particulares. La primera de ellas refiere a la presencia
de reocupaciones de algunos lugares puntuales, mientras que la segunda,
responde a ocupaciones de ciertas unidades arquitectónicas durante
períodos que pueden abarcar varios siglos.
En cuanto a las evidencias de reocupaciones, estas responden a dos
modalidades, que difieren respecto a la presencia o ausencia de intervención
directa sobre estructuras de momentos ocupacionales anteriores. La
primera modalidad consiste en la modificación o el reordenamiento,
parcial o total, de estructuras arquitectónicas de momentos tempranos y
la superposición de rasgos pertenecientes a ocupaciones posteriores. Para
este caso, encontramos dos evidencias claras: una de ellas corresponde al
desmontaje parcial de un muro del Bloque II (compuesto de piedras lajas,
dispuestas en una planta circular) y la construcción de un muro asignable
a una ocupación del Bloque III (construido con rocas no uniformes y con
lienzos menos definidos) en el sitio El Sunchal (capítulo 4) (figura 3).
La otra evidencia también corresponde a la intervención de un muro del
Bloque II y la construcción de un muro superpuesto del Bloque IV en el
sitio Aliso Redondo, aunque en este caso se necesita ampliar el área de
excavación para reconocer las zonas de contacto entre las dos estructuras.
90
Gonzálo moyano
Figura 3. Fotografía del sitio El Sunchal, donde se muestra la destrucción parcial de muros
del Bloque II (muro de piedras laja y la superposición de un muro del Bloque IV). Fotografía
de Julián Salazar.
La segunda modalidad consiste en la reocupación de algunos puntos
sin evidencia de modificación de estructuras arquitectónicas de momentos
previos. Para este caso, también cierto sector del sitio El Sunchal representa
un ejemplo, a partir de una serie de puntas de proyectil de obsidiana
y cerámica diagnóstica correspondiente al Bloque IV (Período de
Desarrollos Regionales) recuperados en sondeos exploratorios. Asimismo,
se evidenciaron casos de reocupaciones que involucran casas actuales o
subactuales (Moyano 2020). En este sentido, nos referimos particularmente
al sitio Casa Pastor, que da cuenta de una ocupación actual sobre restos
materiales del Bloque I, al sitio Casa Rudi, donde una vivienda habitada
en el presente se emplaza sobre una ocupación del Bloque II y otra del
capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS...
91
Bloque IV (Vázquez Fiorani 2019), y el sitio El Sunchal, donde una vivienda
contemporánea ya abandonada, se estableció sobre las estructuras ya
descritas para los Bloques II y III.
Entonces, el sitio El Sunchal es representativo de las dos modalidades
de reocupación, siendo un sitio en que se encuentran representados
cuatro de los seis bloques temporales definidos. Por un lado, se encuentra
la reocupación definida en excavación, que corresponde a la primera
modalidad, la cual implica la modificación parcial de una estructura
temprana (Bloque II) para el emplazamiento de un recinto tardío (Bloque
III). En lo que se consideró el mismo evento, no solo se destruyó el piso
ocupacional del momento temprano, buscando un nivel más bajo, sino
que también se desmontó parte del muro del Bloque II para la construcción
del recinto del Bloque III. Por otro lado, en El Sunchal se ven otras tres
reocupaciones con mayor diferencia temporal y que no implican una
alteración importante de restos de ocupaciones anteriores. Una de ellas se
debe a la construcción de una vivienda subactual construida y abandonada
durante el Bloque V, emplazada a pocos metros en dirección oeste. La
segunda y tercera implican la construcción de la iglesia de Anfama y de la
casa de la familia Maza-Monasterio, ambas estructuras edificadas durante el
Bloque V y utilizadas en la actualidad (Bloque VI) (figura 1 en el capítulo 4).
En cuanto a la segunda situación con la que nos encontramos,
referida a la continuidad de las ocupaciones en largos períodos, se
encuentra evidenciada por los fechados radiocarbónicos obtenidos en las
intervenciones realizadas en las unidades 2 y 5 del sitio Mortero Quebrado.
Los mismos dan cuenta de actividades humanas que corresponden a la
primera mitad del primer milenio EC. Esta lógica de ocupación, consistente
en la continuidad de residencia en unidades arquitectónicas particulares
no sería diferente a las lógicas de habitar constante que evidencian otros
estudios de la región (Cantarelli y Rampa 2010; Salazar 2011).
Las situaciones expuestas nos hicieron tomar conciencia de la persistencia
de las ocupaciones, y en especial, de los materiales que son vestigios de las
mismas, más allá de los momentos en los que sucedieron. Entender esto,
posibilitó comprender la trascendencia de muchos elementos del paisaje
con relación a los horizontes históricos que les dieron forma, proyectándose
hacia el futuro. Los mismos fueron cambiando su función y su naturaleza
en los diferentes paisajes en los que se reintegraron, convirtiéndose en
huellas de momentos y procesos anteriores, constituyendo “rugosidades”
que testimonian antiguos modos de hacer y producir (Santos 1990:152).
92
Gonzálo moyano
Entonces, pensamos que las situaciones encontradas en nuestro análisis
(reocupaciones y continuidad en las ocupaciones), son inteligibles desde
el enfoque presentado por Schlanger. Si bien existen diferencias entre los
procesos evidenciados por la materialidad de Anfama y los procesos que
analiza la autora, creemos que el concepto lugares persistentes complejiza
la interpretación que realizamos. Lo que nos resulta más interesante es
la posibilidad que brinda el concepto para problematizar un enfoque
diacrónico, en el que no hay divisiones totales entre diferentes momentos,
sino que mucha de la materialidad, como producto de prácticas humanas,
trasciende dichas divisiones. De esta manera, los vestigios de momentos
previos que persisten en el paisaje, adoptan un rol dinámico, activo y
relacional con las poblaciones que reocupan o continúan ocupando dichos
lugares, cobrando un nuevo sentido en el universo relacional de cada
configuración social particular.
Asimismo, proponemos que se debe ampliar el sentido del concepto.
Así, no solo podrá ser utilizado para describir “lugares que fueron
repetidamente utilizados en la ocupación de regiones en el largo plazo”
(Schlanger 1992:97, traducción del autor), sino también para aquellos
lugares que continuaron ocupados durante largos períodos.
Taskscape como herramienta para analizar la contingencia de los paisajes
Las categorías que integran el modelo cronológico utilizado, definidas
como Bloques temporales, no responden solamente a las diferencias
cronológicas obtenidas mediante fechados radiocarbónicos, sino que
también tienen en cuenta contrastes identificados en las ocupaciones
a partir de análisis de la materialidad y de los recursos arquitectónicos
de cada una de ellas. Particularmente, más allá de los estilos cerámicos
como elementos diagnósticos, las diferencias en el trabajo invertido en la
construcción de unidades arquitectónicas permitieron trazar un recorrido
fluctuante en el devenir de las sociedades estudiadas en lo que respecta a
modalidades de ocupación y uso del espacio.
De esta manera, consideramos que las características que definen a cada
bloque temporal, son compartidas por los sitios que se incluyen en cada
uno de ellos. Esto significa que pensamos que los sitios pertenecientes a
cada momento ocupacional fueron sincrónicos entre sí. Esta sincronía lleva
implícitas relaciones de contemporaneidad entre múltiples elementos, las
cuales van configurando paisajes.
capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS...
93
¿Mediante qué herramientas podemos conocer las relaciones entre
los elementos de cada uno de los momentos ocupacionales y, por ende,
ahondar en la interpretación de la contingencia de los múltiples paisajes
que componen la historia humana en la cuenca de Anfama?
Ante esta compleja pregunta, decidimos utilizar el enfoque que plantea
Ingold (1993), el cual se centra en una perspectiva de habitar (dwelling
perspective), esto es, una perspectiva que entiende que los paisajes se
constituyen como registros perdurables de vidas y obras de generaciones
pasadas. Dentro de este enfoque, el autor propone que los paisajes no
pueden entenderse sin entender la temporalidad de los mismos, la cual está
definida por la temporalidad de las prácticas humanas que, en definitiva,
son las que configuran los paisajes.
Para viabilizar la dwelling perspective, Ingold desarrolla el concepto
taskcape, que refiere a todo un conjunto de tareas que se encuentra
entrelazado. Estas tareas, que se dan de manera sincrónica, son
desarrolladas por individuos que forman parte de un colectivo social, por
lo que el autor busca eliminar la distinción entre prácticas individuales y
sociales. Por el contrario, el autor plantea que dicho conjunto de tareas se
da a un ritmo compartido, sincrónico entre todo el grupo, lo que configura
paisajes particulares, remitiéndonos a la idea de contingencia histórica que
tratamos más arriba.
Ahora bien, teniendo en cuenta que las prácticas humanas del pasado
dejan rastros materiales que cristalizan en forma de evidencia arqueológica,
las distancias entre las actividades de dichos grupos y nuestra comprensión
pueden ser acortadas a partir del abanico de técnicas que tiene la
arqueología para analizar la materialidad. Después de todo, si seguimos la
lógica de Ingold, todo sitio arqueológico puede ser interpretado como la
evidencia material de un taskcape particular. Lo interesante de este planteo
es la posición que propone adoptar a quien lo aplique. Dicho enfoque
atiende al dinamismo de los paisajes durante su configuración, que no es
otro que el que imprime el movimiento de las prácticas (tareas) humanas.
Para nuestro caso de estudio, se han aplicado diversas líneas de análisis
material que posibilitaron acercarnos al abanico de actividades desplegado
por las poblaciones del pasado para garantizar su reproducción social. Por
ejemplo, a partir del estudio de las cadenas operativas y los habitus que
estructuran las prácticas en torno a la producción cerámica (Franco 2019a y
2019b), de las historias de vida de los instrumentos líticos y de las estrategias
productivas desarrolladas por los grupos pretéritos (Montegú 2018 y
capítulo 7 de este volumen) o del papel que desempeñaron un conjunto de
94
Gonzálo moyano
rocas intervenidas en los escenarios sociales (Salazar y Franco Salvi 2020 y
capítulo 8 de este volumen), desde nuestro equipo, hemos podido modelar
de manera muy precisa conjuntos de relaciones que involucran técnicas
productivas, espacios de extracción de materias primas, distintos colectivos
sociales, etc. En un trabajo reciente (Moyano 2020), aplicando análisis de
visibilidad, hemos intentado acercarnos a los paisajes definidos a partir
de una escala humana, haciendo énfasis en la percepción que se tiene de
los diferentes sitios definidos (intervisibilidad) y del entorno en el cual se
emplazan (cuenca visual acumulativa). Combinando dicho análisis con el
de vecino más cercano, no solo hemos podido obtener datos cuantitativos
acerca de las relaciones espaciales entre los sitios y su disposición en el área
de estudio, sino también caracterizar las posibles interacciones humanas
que dichos sitios posibilitaron en cada momento ocupacional. Asimismo,
la aplicación de este tipo de análisis provocó nuevas preguntas de tipo
metodológicas, por ejemplo, cuestionandonos en torno a la relación entre
unidades espaciales y sociales involucradas, y temáticas, problematizando
el uso de otras variables, como áreas de captación de recursos, grados de
complejidad social, entre otras.
Si bien en trabajos anteriores hemos podido acercarnos a algunos de
los elementos involucrados en el concepto de taskscape, consideramos
que su utilización puede mejorar notablemente las vías de análisis y las
reflexiones en torno a las maneras en que cada paisaje se configura a partir
de prácticas particulares. Realizar un análisis en los términos planteados
por Ingold no solo permite tener en cuenta la relación entre las diferentes
actividades que desarrollan los grupos humanos, sino también centrarse
en su temporalidad y la trascendencia de ciertos elementos más allá de los
límites de cada horizonte temporal. En definitiva, permite acercarnos a los
modos de habitar un paisaje quizás en un sentido más humano.
CONSIDERACIONES FINALES
La reflexión en torno a las herramientas conceptuales con las que
abordamos los procesos sociales pretéritos y construimos narrativas en
torno al pasado debe ser constante, con el fin de afinar los instrumentos
analíticos, despojándonos de elementos de nuestro sentido común y
evitando extrapolar maneras de entender las relaciones sociales del
presente a los momentos históricos investigados.
capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS...
95
A partir de lo desarrollado hasta aquí, pensamos que la aplicabilidad de
los conceptos de lugares persistentes y taskscape en nuestro caso de estudio
ha quedado demostrada y muestra bastante potencial para trabajar diversas
líneas en el futuro. Por su parte, el concepto de lugares persistentes nos
permitió repensar el enfoque diacrónico utilizado, lo cual posibilitó allanar
el elemento problemático planteado por Bailey (2007) al desarrollar el
concepto de palimpsesto acumulativo. Lejos de ser un impedimento para
la interpretación arqueológica de eventos superpuestos, la dificultad para
separar elementos originales en un palimpsesto puede pensarse como un
ensamblaje material en el que se conjugan múltiples temporalidades, y
puede comenzar a solucionarse mediante la aplicación de escalas de análisis
y herramientas conceptuales y metodológicas adecuadas. En este sentido,
la idea de lugares persistentes nos ayudó a pensar en la trascendencia de
ciertos objetos o materiales más allá de los límites temporales de tal o cual
paisaje. Así, esta postura nos presenta un desafío respecto a las inferencias
sobre las prácticas que se desarrollaron en cada una de las ocupaciones que
integran los sitios arqueológicos en los que se registraron superposiciones.
Para resolver esta problemática, pensamos que es fundamental ahondar
en el conocimiento que tenemos en torno a las lógicas que rigieron las
prácticas humanas pretéritas, para lo que ayuda la ampliación de las
intervenciones arqueológicas a fin de contar con un conjunto de evidencias
materiales de mayor envergadura. Asimismo, creemos que en los análisis
de esta escala es fundamental la aplicación del concepto de taskscape el cual
muestra un gran potencial para interpretar los procesos de configuración
del paisaje desde una escala humana y ponderando el conocimiento de las
múltiples temporalidades que forman parte de cada paisaje en particular.
En definitiva, la utilización de ambos conceptos habilita un movimiento
continuo entre análisis diacrónico y sincrónico, donde las definiciones
de los episodios del primero pueden realizarse con más precisión a partir
de la profundización del conocimiento sobre cada paisaje que podemos
lograr con el segundo. Confiamos en que esta estrategia nos servirá en
investigaciones futuras para ahondar en el pasado de los pueblos originarios
de la región.
CAPÍTULO 4. LA BÚSQUEDA DE ENSAMBLAJES
ARQUEOLÓGICOS EN UN SITIO “INVISIBLE”.
EL CASO DE EL SUNCHAL
Francisco Franco
El Sunchal es un sitio arqueológico que posee una particularidad,
la información visual (arquitectura, materiales) que presenta a nivel
superficial es sumamente escasa. La característica implica que, pese a
las excavaciones y distintos tipos de análisis realizados a lo largo de los
últimos años, todavía no se disponga de una expectativa acabada de cómo
se articularon los distintos momentos ocupacionales del sitio en tiempos
prehispánicos (capítulos 1 y 3), lo cual se ha acentuado por el palimpsesto
de ensamblajes diacrónicos que presenta. En este capítulo se relata la deriva
de las expectativas arqueológicas que se tenían y se tienen para el sitio, así
como el proceso metodológico utilizado para revertir su invisibilidad.
Determinar un patrón constructivo, junto con un correcto análisis
estratigráfico, forman parte de los elementos centrales a la hora de
interpretar el registro material y darle un sentido integrador dentro de
la Arqueología doméstica (Harris 1991; Steadman 1996; Taboada 2005;
Coll Moritán y Cantarelli 2021). Este aspecto, dado por evidente cuando
se dispone de arquitectura visible a nivel superficial, adquiere un sentido
crítico cuando no se cuenta con la misma, ya que buena parte de las certezas
con las que se diseña un plan de investigación en una vivienda responde a
las posibilidades de observar su construcción y estimar en función de ella,
un área de análisis o interés particular.
Si bien se podría señalar que lo mismo ocurre para el resto de la cultura
material, puesto que habitualmente no se conoce qué información o
registros se encuentran bajo tierra, la ausencia de referencias arquitectónicas
implica otro tipo de incertidumbre, en la que las decisiones en el campo
incorporan un mayor grado de azar y dinamismo. Desde la superficie se
98
FranciSco Franco
imaginan estructuras que, como el gato de Schrödinger pueden estar o
no estar allí, lo cual ha redundado en algunos casos en excavaciones que
no han resultado particularmente fructíferas y, en otros, en hallazgos
inesperados.
En esta ocasión se desarrolla el caso de El Sunchal, un sitio arqueológico
en uno de los sectores bajos de la cuenca de Anfama que ha presentado
dicha dificultad. Allí, la arquitectura permanece soterrada a unos 30 y
50 cm del suelo actual, profundidad suficiente como para que desde la
superficie no se tenga ninguna certeza acerca de la presencia, ausencia o
continuidad de rasgos y paramentos. El Sunchal es por lo tanto “invisible”,
en la acepción de aquello que rehuye a ser visto.
Desde el año 2014, se ha invertido en El Sunchal una considerable
cantidad de tiempo y recursos buscando visualizar lo que superficialmente
se ausenta. Originalmente se imaginó allí una vivienda tipo, similar a otras
de inicios del primer milenio EC en Anfama y la región, y cómo podrían
encontrarse distribuidos los muros de la estructura en base a esta proyección
tipológica. Sin embargo, a medida que avanzaron las intervenciones y los
análisis, lo que se estimó como su probable morfología y cronología, se
transformó en una historia ocupacional compleja y dinámica, con múltiples
ocupaciones entre ca. 50 a.C. y ca. 1500 d.C.
La propuesta que aquí se ofrece para entender El Sunchal es abordarlo
desde la teoría de los ensamblajes, es decir, como el agregado de
componentes de múltiples escalas e intensidades temporales, espaciales y
materiales (también capítulo 2), en cuya historización se ha podido avanzar
de manera dispar. Esto implica considerar dos ejes recíprocos, uno de
relación/composición/disposición y otro de proceso/movimiento/acción.
Es decir, un aspecto relacional, que remite al ensamble de elementos
heterogéneos, a la traza de redes y a la configuración de los elementos en
regímenes de co-funcionamiento. Y un aspecto procesual, que remite a la
realidad como proceso de producción recurrente, como apertura y devenir
que compone/descompone y/o estabiliza/desestabiliza las relaciones
entre sus elementos constitutivos (Macgregor Wise 2005; De Landa 2006,
2016; Harris 2014, 2017).
Para caracterizar la intensidad de los agenciamientos, la teoría de los
ensamblajes considera dos parámetros principales. El primero de ellos
es el grado de territorialización/desterritorialización que refiere a la
homogeneidad y estabilidad espacial y temporal de los componentes,
esto es, las acciones que demostraron la presencia de un ensamblaje y su
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
99
pervivencia. El hábito entendido como el proceso que da a los componentes
sus límites definitorios y los mantiene a través del tiempo es el principal
proceso de territorialización. En él, se realiza una síntesis del presente y
del pasado con vistas a un futuro posible. La contigüidad, la interacción
diaria, las experiencias sociales compartidas, la recurrencia y pervivencia de
tradiciones, constituyen ejemplos de elementos de territorialización.
Un proceso de desterritorialización, en cambio, es la desarticulación de
los hábitos observados en un agenciamiento, incluyendo la disminución
en la densidad de los lazos, el incremento en la dispersión geográfica o la
supresión de rituales que son clave para el mantenimiento de la solidaridad
tradicional. Las partes constitutivas de un ensamble pueden operar en
direcciones territorializantes o desterritorializantes, aún para un mismo
momento histórico. A nivel arqueológico la distinción resulta especialmente
útil puesto que permite pensar en la dinámica de los ensamblajes materiales
a lo largo del tiempo en una clave espacial/territorial (Macgregor Wise
2005; De Landa 2006, 2016; Harris 2017, 2018; Jervis 2019; Salazar et al.
2021; Jennings et al. 2022).
A su vez, la indagación de los procesos de territorialización y/o
desterritorialización son particularmente relevantes puesto que se insertan
en el centro de las críticas a las narrativas lineales y su caracterización de la
vida sedentaria como un cuadro estático opuesto al movimiento. El abordaje
desde esta perspectiva dota de densidad histórica a los análisis, logrando
incluir dentro de las posibilidades a la movilidad residencial: asentamientos
ocupados multi-generacionalmente, abandono de viviendas particulares
y/o sitios a una escala mayor, constitución de nuevos asentamientos,
reutilización de espacios con fines diversos, entre otros.
A partir de los elementos reseñados este aporte relata el proceso
aún incompleto de construcción de la narrativa arqueológica de la que
disponemos. Es decir, de la reconstrucción histórica parcial a partir de
su arquitectura, registro material, cronología y del interjuego entre lo
visible e invisible en el sitio. Con ello, se espera dar cuenta de procesos
de territorialización y/o desterritorialización presentes en El Sunchal, y
también, de los interrogantes que aún permanecen a futuro.
LOS PRIMEROS PASOS
El sitio arqueológico El Sunchal se encuentra en una terraza fluvial
de pastizales y pendientes suaves (26°43’26’’S; 65°35’01’’O; y 1.900 msnm
100
FranciSco Franco
aproximadamente), próximo a la capilla de Anfama y a la casa de Don
Desiderio Masa y Doña Teresa Monasterio (figuras 1, 2 y 3).
Figura 1. Toma satelital de El Sunchal, obtenida de Google Earth pro: (1) Área de mayor
concentración arqueológica; (2) Capilla de Anfama; (3) Puesto familia Maza-Monasterio; (4)
Arroyo El Sunchal; (5) Puesto familia Ragido; (6) Puesto familia Aguilera. Figura del autor.
Figura 2. Toma aérea de El Sunchal: (1) Capilla de Anfama; (2) Unidad 1; (3)
Unidad 2. Figura del autor.
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
101
Figura 3. Modelo altitudinal de El Sunchal procesado en Autodesk Recap y Pix4D mapper
con base en 184 fotografías. Destacado en blanco, área de mayor concentración arqueológica.
Figura del autor.
Los elementos que motivaron a intervenir el sector fueron la presencia
de algunas rocas talladas (figura 4), de instrumentos de molienda móviles,
de una serie de depresiones que no seguían la pendiente natural del
terreno, y de algunos alineamientos de rocas, presumiblemente muros, sin
continuidad entre ellos.
Figura 4. Plano de planta de El Sunchal: (1) Puesto Maza-Monasterio; (2) Capilla de
Anfama; (3) Cimientos de puesto sub-actual; (4) Unidad 2; (5) Unidad 1,( I, II y III)
Rocas intervenidas. Figura del autor.
102
FranciSco Franco
El relevamiento primario diferenció dos posibles unidades
arquitectónicas, distanciadas entre sí por 40 m aproximadamente, las cuales
fueron denominadas U1 y U2 respectivamente. Si bien la segunda de ellas
(U2) poseía un grado algo mayor de visibilidad arquitectónica superficial,
su proximidad a un puesto subactual abandonado implicaba mayores
probabilidades de perturbación del registro, por lo cual, las intervenciones
se centraron en la U1.
Por otra parte, la realización de modelos fotogramétricos con drones,
para el uso de herramientas que permiten visualizar detalles topográficos
no fácilmente observables a ojo desnudo (por ej. ondulaciones leves
del terreno), no aportó mayores precisiones de distribución de rasgos
arquitectónicos. A excepción de unas líneas rectas interpretadas como
delimitaciones sub-actuales (muy posiblemente del mismo puesto
abandonado), ubicadas hacia el este de la U1; de ser ese el caso, es posible
que el sector oriental de la loma haya sido afectado por labores agrícolaganaderas en tiempos relativamente recientes (figura 5).
Figura 5. Visión de El Sunchal, procesada con Autodesk Recap photo modo x-ray con base
en 184 fotografías. Destacado en blanco, área de mayor concentración arqueológica. Con
flechas, el detalle de las líneas presumiblemente sub-actuales. Figura del autor.
Las proyecciones originales con las que se decidió la realización de las
excavaciones, estimaban el trabajo en una unidad residencial similar a
las que se observaban en sectores altos de Anfama, en los sitios Mortero
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
103
Quebrado y/o La Larga, entre otros (Salazar et al. 2016, 2019, 2022; Salazar y
Molar 2017; Montegú 2018; Moyano 2020; Molar 2021), las cuales detentan
un patio central circular de entre 10 y 20 m de diámetro, al que se adosan
recintos habitacionales de idéntica morfología pero menores dimensiones
(3 m a 5 m de diámetro), y que presentan similitudes arquitectónicas con
las viviendas que pueden observarse en sectores vecinos como La Ciénega,
el valle de Tafí y la quebrada de Los Corrales. Las dataciones absolutas
realizadas en ellas han ofrecido un rango temporal de construcción y
ocupación que oscila aproximadamente entre 50 a.C. y 500 d.C. en Anfama,
y hasta 800 d.C. en los valles colindantes (Berberián y Nielsen 1988b;
Cremonte 1996; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar y Franco Salvi 2009;
Caria y Oliszewski 2015; entre otros).
Se trata de un período en el que la vida aldeana, es decir, la experiencia
de convivir en viviendas relativamente contiguas, se consolida a nivel
regional, y en el que, a la aparición de casas, se ensamblan prácticas de
producción y recolección de alimentos; de crianza, manejo y caza de
animales; de producción de vasijas cerámicas, cestos, textiles e instrumentos
líticos, entre otros objetos; de distintas modalidades cúlticas que incluyen
montículos ceremoniales presumiblemente públicos y grandes bloques
líticos tallados de hasta 3 m de altura, a experiencias más privadas como
enterratorios en los patios de las viviendas; redes de circulación que
unen distintos pisos ecológicos; entre otros componentes que forman un
proceso de territorialización marcado, el cual se extendió entre 500 a 1000
años según el sector considerado y cuyas dinámicas particulares han sido
crecientemente abordadas en los últimos años (Berberián y Nielsen 1988a;
Cremonte 1996; Domínguez y Sampietro 2005; Sampietro y Vattuone 2005;
Caria et al. 2009; Salazar y Franco Salvi 2009; Lazzari 2010; Scattolin 2010;
Caria y Oliszewski 2015; Oliszewski 2017; Franco 2022; entre otros).
Considerando los indicios que se presentaban a nivel superficial,
durante el año 2014 se decidió una intervención, en la cual se realizaron
tres sondeos exploratorios: dos cuadrículas de 1,5 m x 1,5 m y una trinchera
de 1 m x 3 m (realizados en los sectores luego denominados K0, K1, K9 y
O1; figura 6). El primer acercamiento al sitio comenzó a complejizar la
visión del ensamblaje esperado, la intervención en la trinchera se topó con
un muro bajo e informal, mayormente derrumbado, el cual se articulaba
con la forma circular de la depresión que se observaba a nivel superficial.
Esto fue interpretado como el cerramiento de un recinto, que definía
un espacio intramuros en el cual se realizó uno de los sondeos y otro
extramuros-basurero en el cual se llevó a cabo la restante intervención.
104
FranciSco Franco
Figura 6. Imagen de las primeras excavaciones en la U1, año 2014.
Fotografía de Julián Salazar.
Entre los materiales obtenidos en estos primeros sondeos, se recuperó
un tiesto santamariano en el relleno superficial, lo cual marcaba la presencia
de algún tipo de ocupación también durante el segundo milenio EC.
Los restantes objetos tanto cerámicos como líticos presentaban patrones
morfológicos y estilísticos asignables al primer milenio EC, mientras que
la presencia de obsidianas y cuentas de mineral de cobre apuntaban a una
integración en ensambles de tráfico de objetos de larga distancia. Las rocas
talladas (capítulo 8) presentaban similitudes, pero también particularidades
con relación a las observadas en el valle de Tafí y/o en La Ciénega. A su vez,
la primera datación realizada durante el año 2015 para el sitio, ofreció una
antigüedad de 1744 ± 27 AP (AA105485, grano de Zea Mays carbonizado),
lo cual reforzaba la asignación de los materiales del sitio a la cronología
originalmente inferida.
Con relación al primer muro observado, su conformación informal
y probable cronología lo alejaban tipológicamente de otras viviendas
contemporáneas de sectores vecinos (González 1960; Cremonte 1996;
Cuenya y García Azcárate 2004; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar y
Franco Salvi 2009; Caria y Oliszewski 2015; Olizsewski 2018). Este punto
era marcado en la primera comunicación que se realizó del sitio, en la
cual se señalaba el probable uso de materiales constructivos perecederos
y la posibilidad de una ocupación con un grado de movilidad acentuado
(Salazar et al. 2016).
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
105
En esta etapa que podría caracterizarse como exploratoria, se generó
una visualización general que articulaba, a nivel de praxis y materialidad,
a El Sunchal con otras ocupaciones sincrónicas de Anfama y de la región,
entre ellas la presencia de instrumental lítico de molienda y corte, piezas
cerámicas, rocas talladas con motivos geométricos, y evidencias de consumo
de recursos cultivados que daban cuenta de algún tipo de asentamiento
doméstico en 300 d.C. aproximadamente. Los resultados obtenidos en esta
primera fase, al margen de la particularidad arquitectónica observada, se
encontraban dentro del rango de expectativas originales.
EN BÚSQUEDA DE MAYORES PRECISIONES
Durante el año 2016, se decidió profundizar el conocimiento que se
tenía del sitio durante una campaña de excavación más extensa que la
realizada inicialmente. Para obtener referencias espaciales precisas y
debido a la ausencia de mayores evidencias arquitectónicas superficiales,
se decidió subdividir el área en cuadrículas de 1,5 m x 1,5 m, las que
recibieron una denominación acorde a un grillado alfanumérico. Las
excavaciones se enfocaron en tres sectores en los cuales a nivel superficial
emergían alineamientos de rocas o presumiblemente algún tipo de rasgo
arquitectónico, uno al noroeste, otro al sur, y un último en el centro-este de
la grilla planteada (figura 7).
El sector noroeste presentó un muro sólido, el cual no seguía la orientación
del rasgo derrumbado de las cuadrículas K0 y K1. Considerando el mayor
grado de integridad que presentaba el rasgo del sector noroeste, y buscando
una mejor aproximación a la morfología de la estructura arquitectónica, la
campaña se reorientó a avanzar especialmente en dicha área del grillado.
Allí se logró establecer la presencia de una construcción conservada de
al menos 3 m de largo (cuadrículas E3-E4-E5), que por su apariencia y
diámetro inferido fue interpretada como un patio de morfología circular
similar a otros de sitios como Mortero Quebrado (figura 8). La presencia
del muro era importante puesto que permitía retomar las expectativas
originales con las que se había intervenido el sitio.
106
FranciSco Franco
Figura 7. En verde, sectores excavados durante 2014, en marrón ampliaciones realizadas en
2016. Figura elaborada por Julián Salazar.
Figura 8. Detalle de muro cuadrículas E4 y E5. Fotografía de Julián Salazar.
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
107
Las restantes intervenciones (figura 9, cuadrículas L5, O7, P7, M15,
M16) no detectaron rasgos de arquitectura, pero sí permitieron recuperar
en excavación un conjunto de objetos cerámicos y líticos (instrumentos
de molienda; un hacha en roca metamórfica; alisadores; núcleos, lascas
e instrumentos de cuarzo, cuarcita y sílice; lascas y puntas de proyectil
de obsidiana) asignables tipológicamente al primer milenio EC. Durante
esta campaña también se detectaron dos nuevas rocas talladas en una
pirca subactual, en las proximidades del sitio, las cuales presentaban
intervenciones hemiesféricas en la mayor parte de su extensión (figura
10).
Figura 9. Intervenciones realizadas durante el año 2016. Fotografía de Julián Salazar.
108
FranciSco Franco
Figura 10. Rocas talladas observadas en una pirca sub-actual próxima al arroyo El Sunchal
(flecha). En amarillo, área de mayor concentración arqueológica. Figura del autor.
A partir de esas nuevas intervenciones, se decidió la realización de dos
dataciones radiocarbónicas. La primera de ellas ofreció una antigüedad de
1557 ± 25 AP (D-AMS024743, madera carbonizada, cuadrícula M16), rango
temporal similar al anterior fechado obtenido y que permitía pensar en
una ocupación relativamente continua del sitio al menos entre ca. 300 d.C.
hasta ca. 500 d.C. La datación restante ofreció una antigüedad de 1253
± 31 AP (D-AMS024744, madera carbonizada, cuadrícula O7), la cual se
alejaba de las fechas anteriores y abría nuevos interrogantes en torno al
tipo de ocupación del sitio para ca. 800 d.C.: ¿se trataba de la continuidad
de la ocupación original detectada o era una reocupación posterior del
sector? La aparición de un muro mejor conservado en las cuadrículas E3E4-E5 y la datación fuera del rango esperado, generaron la necesidad de
realizar una nueva campaña que pudiera ofrecer mayores precisiones, en
tanto la expectativa tipológica-comparativa del sitio, con la cual se comenzó
a trabajar originalmente allí, comenzaba nuevamente a difuminarse.
Durante 2017 se intervinieron las cuadrículas C1, C2, C3, D1, D2, D3,
D4, E1, E2, F1, F3, F4 en el sector noroeste; y Ñ7, Ñ8, O8, y Q1 en el este.
En el primer caso la idea regente era seguir el muro observado (figura
8), y establecer cómo se articulaba arquitectónicamente. Mientras que, en
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
109
el segundo, la presencia de un fogón y de un conjunto de fragmentos de
vasijas de considerable tamaño fomentó la ampliación de las excavaciones.
Las excavaciones de 2017 fueron las que mayor grado de detalle
aportaron acerca de los rasgos arquitectónicos en el sitio. En particular
en el sector noroeste se lograron detectar dos instalaciones superpuestas,
cuya interpretación original en el campo no era sencilla. Una de ellas,
presentaba continuidad con el rasgo relevado durante 2016 (D5, E4, E3),
se trataba de un muro de piedras lajas clavadas de punta de 60 a 70 cm de
alto, que formaban un lienzo regular de morfología circular (cuadrículas
C2, C3, D4, E3 y E4), a su vez en el sector intramuros de este recinto se
detectó un piso arcilloso preparado de acentuada dureza y compactación,
al que se asociaron instrumentos de molienda, fragmentos de vasijas y
herramientas líticas. En los extramuros del sector (cuadrículas D4 y D5,
hacia el sudoeste) también se detectó un piso consolidado, aunque no tan
compacto como el interno.
La segunda instalación, se manifestaba en un muro bajo (30 a 40 cm
de alto) e informal, conformado por rocas amontonadas (Cuadrículas
C2, D2, y E2), y cuyo piso de ocupación no consolidado se encontraba
aproximadamente 20 cm por debajo de la altura del rasgo.
También se detectó la presencia de un tercer elemento arquitectónico
no compatible con ninguna de las dos instalaciones previamente descritas,
se trataba de una jamba (cuadrículas E1 y F1), que era continuada por
un muro doble en dirección nor-noreste con características constructivas
diferentes a las de los otros dos. Adicionalmente, debajo del piso de apoyo
de la puerta, se recuperaron dos pequeños pucos cerámicos superpuestos,
colocados intencionalmente allí.
A nivel estratigráfico se observó que la segunda estructura se había
realizado sobre el recinto circular, para lo cual, se desarmaron parcialmente
de los muros originales y se cavó por debajo del piso consolidado, utilizando
como uno de los elementos constructivos, una roca formatizada. Sin
embargo, no se lograba ensamblar el rasgo observado a un rango temporal
particular, tampoco se había logrado determinar si este muro formaba
parte de un recinto o era simplemente una delimitación abierta. A su vez,
la cerámica observada en el campo (previo a su acondicionamiento en
laboratorio) no difería demasiado entre ambas instalaciones, a excepción
de la presencia de fragmentos marleados, entre ellos una vasija de grandes
dimensiones en el sector septentrional, la cual se encontraba empotrada en
el piso de la ocupación (figura 11).
110
FranciSco Franco
Figura 11. Intervenciones realizadas durante 2016 y 2017 en el sector noroeste: (1) Vasija
marleada empotrada; (2) Estatuilla zoomorfa; (3) Pucos colocados por debajo de la jamba;
(4) Instrumento de molienda; (5) Roca formatizada utilizada en el muro. Figura del autor.
En el sector este (cuadrículas Ñ7, Ñ8, O8, y Q1) se evidenció un muro
bajo derrumbado, que delimitaba un sector intramuros donde se destacó la
presencia de hoyos de poste y de concreciones de material arcilloso —tal vez
utilizados para impermeabilizar y aglomerar techos—, que darían cuenta
de un sector semitechado, presumiblemente de una galería en el patio
(figura 12). La presencia de vasijas de grandes dimensiones y evidencias de
combustión, abogarían por usos vinculados a la cocción de alimentos en
dicho sector (capítulo 6).
En búsqueda de precisiones cronológicas que permitieran un mejor
entendimiento del sitio y de los interrogantes que se seguían incrementando,
se realizaron cuatro dataciones. Las cuales ofrecieron fechas de: 1993 ±
25 AP (D-AMS028234, madera carbonizada, cuadrícula E3); 1671 ± 22
AP (D-AMS028232, madera carbonizada, cuadrícula F2); 1136 ± 21 AP
(D-AMS028235, madera carbonizada, cuadrícula D1); y 1138 ± 23 AP
(D-AMS028233, madera carbonizada, cuadrícula D1). Los nuevos fechados
ofrecieron un escenario aún más complejo de lo esperado, extendiendo
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
111
la cronología ocupacional hacia momentos iniciales y finales del primer
milenio EC.
Figura 12. Planimetría de excavación de las cuadrículas Ñ7-8, O7-8 y P7, donde se muestran
los hallazgos superpuestos recuperados en todas las Unidades Estratigráficas y los distintos
rasgos identificados: huella de poste, fogón y muro. Figura elaborada por Julián Salazar.
Durante el año 2018 se realizaron tres sondeos expeditivos de 1m x 1m
en la margen norte del arroyo El Sunchal en torno a lo que superficialmente
aparentaban ser pequeños recintos circulares delimitados por muros, a fines
de evaluar si allí se observaba otra estructura residencial. Las excavaciones,
aunque limitadas, no constataron la presencia de arquitectura continua y
la densidad artefactual resultó sumamente baja, destacando únicamente
un tiesto ordinario marleado en uno de ellos. Sin embargo, los hallazgos
de material arqueológico del primer milenio EC son recurrentes en las
inmediaciones del puesto actual de la familia Ragido (figura 13).
112
FranciSco Franco
Figura 13. Imagen satelital de El Sunchal tomada de Google Earth Pro. Destacado en
amarillo: sector arqueológico principal, en violeta: sector de los sondeos del año 2018, flecha:
puesto de la familia Ragido, roca intervenida y cabezales líticos de hacha obtenidos en
proximidades de la vivienda (materiales en posesión de dicha familia). Figura del autor.
Las últimas intervenciones en El Sunchal se realizaron durante el año
2019, en las cuadrículas C-1, C0, D-1, D0, E-1, E0 y F0. El objetivo de dicha
campaña fue profundizar el conocimiento de la ocupación datada en torno
a 1100 AP. Las excavaciones permitieron constatar que el muro informal
observado inicialmente durante 2017 presentaba continuidad y conformaba
un recinto semirectangular de 4,5 m x 3,5 m aproximadamente (figura
14). A su vez, para cerrar el extremo noreste de la estructura se había
aprovechado otro muro que es estratigráficamente previo (Cuadrículas F0
y F1). El piso de este recinto se determinó por la presencia de materiales en
posición horizontal, y por la ausencia de elementos culturales a partir de los
80 cm de profundidad en relación al datum, pero a diferencia de los pisos
de la estructura precedente no presentaba ningún tipo de compactación
ni preparación. En tanto, hacia el norte del recinto se delimitó un espacio
extramuros, en el que se recuperó entre otros elementos líticos y cerámicos,
una vasija con elevado grado de integridad.
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
113
Figura 14. Detalle de arquitectura del sector noroeste. Figura elaborada por Julián
Salazar.
Al finalizar la campaña de 2019, se habían establecido múltiples
momentos ocupacionales para El Sunchal, a los que se podían asociar eventos
constructivos y destructivos correlacionados a partir de la estratigrafía y de
dataciones radiocarbónicas, de los que se desprendían algunas hipótesis
de trabajo más complejas de las que se habían desarrollado originalmente
para interpretar el sitio.
HACIA UNA SÍNTESIS INTERPRETATIVA
La cronología
Las investigaciones en El Sunchal presentaron uno de los mayores
desafíos arqueológicos que ha tenido el equipo, en tanto, en un espacio
acotado se presentan y se superponen ensamblajes temporales múltiples,
de los cuales no se tienen mayores referencias visuales a nivel superficial
114
FranciSco Franco
(figura 15). La deriva de la investigación implicó el abandono de una
expectativa tipológica estática original, y la creciente toma de conciencia
de que el sitio presentaba un palimpsesto de ensamblajes ocupacionales
cuyo grado de territorialización y pervivencia fue dispar. En este sentido,
un primer nivel interpretativo remite a la cronología, la arquitectura, y su
relación con la cantidad de eventos ocupacionales del sitio. Las distintas
excavaciones en área y el uso de estratos naturales sin dudas facilitó la
interpretación de los eventos y la búsqueda de dataciones en sectores que
despertaban interrogantes particulares. La calibración de mismas, situó
la investigación ante un escenario ocupacional complejo, que marca la
recurrencia en el aprovechamiento del sector cuanto menos desde ca. 50
a.C. hasta ca. 950 d.C. (figura 16).
Figura 15. Plano de excavaciones, rasgos y dataciones obtenidas. Figura elaborada por
Julián Salazar.
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
115
Figura 16. Calibración de las dataciones obtenidas en base a OxCal 4.4.2 y ShCal 21
(Bronk Ramsey 2017, Hogg et al. 2020). Figura del autor.
El fechado del piso ocupacional de la cuadrícula E3 no presenta mayores
inconvenientes, permite asociar la ocupación de un recinto habitacional de
morfología circular a algún momento entre 150 a.C. y 50 d.C. Al mismo
podría asociarse un probable patio (cuadrículas E4, E5, F2, y F3) y un
espacio extramuros (cuadrículas D4 y D5). El sector externo sudoeste de
la construcción (cuadrículas D4 y D5) también posee un piso consolidado
que se encuentra levemente sobreelevado (20 a 30 cm) con relación al de
la estructura residencial (figura 17).
Luego de la datación de E3 se presenta un hiato probabilístico de
cuanto menos 150 años con el fechado de la cuadrícula O1; y de 250
años en relación al de las cuadrículas F2/F3/F4. En el primer caso aún
no disponemos de una referencia arquitectónica vinculante, por lo que
el tipo de asociación o disociación entre ambas dataciones se encuentra
en una zona gris, siendo más probable que el fechado de O1 se encuentre
vinculado a un segundo momento ocupacional, al igual que F2/F3/F4.
116
FranciSco Franco
Figura 17. Detalle de sector de la construcción I, resaltado en naranja sectores con pisos
consolidados. Detalle de tipología constructiva en recuadros. Figura del autor.
El segundo caso (cuadrículas F2/F3/F4), plantea interrogantes sobre
la pervivencia de la estructura original entre 150 d.C. y 550 d.C. Al evaluar
el patrón constructivo se observa la presencia de una jamba que se habría
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
117
superpuesto sobre el recinto circular original (la datación se realizó en el
piso intramuros que delimita la puerta), y que es continuada hacia el norte
por un muro doble relleno con características constructivas distintas a las
precedentes. Esto implica que, hacia mediados del primer milenio EC, parte
de la estructura primaria ya no era utilizada o había sido sustancialmente
modificada. A su vez, se ha considerado a nivel hipotético que la presencia
de los pucos cuidadosamente colocados por debajo del piso de esta puerta
de ingreso y con evidencias de haber contenido Zea mays, tal vez en forma de
chicha (capítulo 6), podría tratarse de un evento inaugural/propiciatorio
de una nueva construcción.
Al igual que en el caso de la datación obtenida en la cuadrícula O1, la
de M16 no se puede asociar por el momento a un rasgo arquitectónico
específico, aunque la probabilidad de calibración la aproxima a las
dataciones de F2/F3/F4 y O1. Entre estas tres dataciones se forma un
continuum probabilístico que se extiende desde ca. 150 d.C. a ca. 550 d.C.
Por el momento se considera a esas dataciones como parte de un segundo
momento ocupacional, pero serían necesarias nuevas intervenciones para
reforzar esta presunción.
Tampoco se tienen mayores certezas acerca de la articulación de
estas ocupaciones con la observada en la lindante U2, cuyos rasgos
arquitectónicos superficiales sugieren que también fue ocupada en algún
momento entre 50 a.C. y 450 d.C., pero como se ha observado en este caso,
tal vez también presente una historia ocupacional de mayor complejidad.
Las rocas formatizadas observadas en las proximidades de las estructuras
arquitectónicas (tanto de la U1 como de la U2), se ha asociado al lapso
que se extiende desde ca. 50 a.C. a ca. 450 d.C., considerando la relación
cronológica más directa observada en otros sitios de la cuenca de Anfama
(capítulo 8 de este volumen y también Franco Salvi et al. 2020; Salazar y
Franco Salvi 2020).
Desde ca. 550 d.C. hasta ca. 750 d.C. se produce un nuevo hiato
probabilístico, que es interrumpido por la datación en O7, tampoco
asociable a un rasgo arquitectónico definido. Aunque, la presencia de vasijas
de grandes dimensiones y de evidencias de cultivos (Zea mays y Cucurbita sp.,
capítulo 6) abogaría por una ocupación de tipo residencial cuya magnitud
o continuidad en relación con momentos previos aún se desconoce. Mayor
claridad ofrece la estructura subrectangular que se construyó y ocupó en
algún momento entre ca. 900 d.C. y ca.1000 d.C. y que sería parte de un
tercer ensamblaje ocupacional (figura 18).
118
FranciSco Franco
Figura 18. Detalle planta de construcción III. Figura del autor.
Como corolario de las inferencias sobre la temporalidad, la aparición
esporádica en las capas de relleno superficial de fragmentos de estilos
decorativos de momentos tardíos de la historia prehispánica, marcarían
un cuarto ensamblaje ocupacional durante el segundo milenio EC el cual
todavía no se ha logrado vincular con algún rasgo arquitectónico (figura
19). Por el momento, las dataciones tardías en otros sitios de Anfama
remiten a 1450 d.C. y han permitido proponer el Bloque IV (Vázquez
Fiorani y Salazar 2018 y capítulo 9 de este libro).
Los ensamblajes ocupacionales y los pulsos de territorialización/desterritorialización.
Respecto a las características arquitectónicas, la invisibilidad del sitio ha
permitido aproximarse solo a una parte de las mismas pese a la elevada
cantidad de excavaciones y campañas destinadas a su estudio. En el caso
de la primera ocupación, la presencia de piedras lajas seleccionadas para
confeccionar los muros, de arquitectura con un diseño particular que
se articula con ensamblajes constructivos de otras viviendas similares en
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
119
la región, y de pisos consolidados y preparados con material arcilloso,
constituyen elementos que permiten pensar en una vivienda diseñada para
perdurar y ser ocupada permanentemente (McGuire y Schiffer 1983; Diehl
1992, 1997; Sanders 1993; Taboada 2005).
Figura 19. Ejemplo de tiesto tardío recuperado en El Sunchal.
Figura del autor.
A diferencia de lo que ocurre en otros sectores de Anfama y/o del valle
de Tafí donde algunas viviendas habrían sido habitadas con un elevado
grado de recurrencia durante más de 500 años (Salazar 2011; Salazar et al.
2022), en El Sunchal esta primera ocupación habría sido abandonada en
algún momento de la primera mitad del primer milenio EC, y reocupada
con modificaciones arquitectónicas que no siguieron el patrón constructivo
original. Sin embargo, esta ocupación primigenia no deja de ser parte
de un proceso de territorialización intenso en la cuenca de Anfama, con
evidencia de numerosos sitios ocupados para el lapso ca. 50 a.C. a ca. 450
d.C., los cuales además de una morfología arquitectónica similar, presentan
ensamblajes materiales en los que recurrentemente se vinculan bloques
líticos formatizados, estilos cerámicos comunes, obsidianas puneñas y
evidencias de cultivos, entre otros (Montegú 2018, Molar 2021, Salazar et
al. 2022; capítulo 1 de este volumen).
Se estima que entre 450 y 550 d.C., se construyeron una jamba y un
muro doble, constituido de piedras clavadas y al que se agregaron rocas
rellenando el espacio entre ambos paramentos. La construcción modificó
120
FranciSco Franco
uno de los recintos originales, aunque dejó intacta parte de sus muros. Aún
no se posee suficiente evidencia del alcance de esta reconstrucción, y si a
nivel estructural implicó un cambio en la morfología constructiva más allá
del cambio en la forma de constituir los muros. La datación obtenida en O7
tal vez marque los estertores de esta ocupación hacia 800 d.C., en un marco
de desterritorialización mayor a escala regional en el que numerosos sitios
aldeanos ocupados durante siglos pasan a ser deshabitados (Cremonte
1996; Salazar y Franco Salvi 2009; Scattolin 2010).
Entre 900 y 1000 d.C. se observa una nueva construcción; parte del
recinto de morfología circular fue literalmente cortado, pese a lo cual
los nuevos ocupantes no creyeron necesario desmontar o aprovechar
las piedras lajas que aún se encontraban clavadas. El recinto se realizó
mediante el cavado de un pozo semirectangular, el cual fue rodeado por un
muro bajo levemente sobreelevado. Esta construcción también aprovechó
el muro presumiblemente construido entre los años 500 y 600 d.C., como
cerramiento hacia el este del recinto. Como dato adicional, la reutilización
de una roca formatizada como parte de los muros, implicaría que, para
los nuevos ocupantes del sitio, estas habrían dejado de tener relevancia
afectiva-simbólica (capítulo 8).
Se observa, a diferencia de la estructura original, que la última intervención
arquitectónica parece haber sido pensada como un asentamiento eventual
o esporádico. La informalidad de los muros, la morfología constructiva
despareja y la ausencia de pisos consolidados constituyen elementos que
refuerzan esta hipótesis. Adicionalmente, análisis de procedencia de materias
primas líticas y cerámicas, así como de funcionalidad lítica (Franco 2020;
capítulo 7 de este volumen) también apuntan a una instalación residencial
proyectada para una ocupación de corta duración, o cuanto menos con
un grado de movilidad residencial mayor a los anteriores. La ausencia de
otros sitios con similar cronología en la cuenca de Anfama respalda la idea
de un pulso de territorialización leve, en el que tal vez se asentaran grupos
estacionalmente o durante pocas temporadas.
En suma, desde 50 a.C. a 550 d.C., se puede observar la presencia de
ensamblajes que vinculan construcciones, objetos, redes de circulación,
cultivos, rocas formatizadas y con ello de poblaciones que estaban produciendo
determinados tipos de territorialización y codificación relativamente intensos
a nivel material en el sentido que De Landa (2006, 2016) le otorga a ambos
términos, y que pueden hacerse extensibles a ocupaciones sincrónicas
de Anfama y sectores colindantes. Ello no implica que se haya tratado de
procesos estáticos y/o lineales, tal como se observa en la compleja dinámica
ocupacional del sector (figura 20). A partir de ese momento, la intensidad de
capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio...
121
los ensamblajes ocupacionales en El Sunchal se volvería más leve, y aunque
se seguirían vinculando elementos similares a los precedentes —personas,
objetos, cultivos, viviendas, presumiblemente animales domésticos—, lo
habrían hecho desde configuraciones distintas, temporalmente más volátiles
y con un menor compromiso en la ocupación del sector.
Figura 20. Izquierda: Matriz de Harris del sector noroeste de las excavaciones (Interfaces
verticales en verde y horizontales en celeste). Derecha: representación gráfica de los eventos
estratigráficos identificados. Matriz elaborada por Julián Salazar, representaciones por D.
Carrasco en SketchUp.
122
FranciSco Franco
Algunas consideraciones provisorias
La recurrencia en la ocupación y/o utilización de espacios puntuales,
evidenciada en la dinámica arquitectónica, no es exclusiva de El Sunchal.
Casos similares se han observado en otros sitios de sectores bajos de la
cuenca de Anfama (capítulo 9), en valles vecinos como La Ciénega (Franco
Salvi y Salazar 2019) o Tafí (Manasse 2011; Salazar 2011), y también en
otros sectores del NOA como Yutopián (Gero 2015, Scattolin 2019), Los
Amarillos (Taboada 2005), Tebenquiche Chico (Haber 2010), Mesada del
Agua Salada (Lanzelotti y Spano 2015) o el Alto Ancasti (Egea 2022). En
todos estos casos, los ensamblajes arquitectónicos remiten a palimpsestos
que nos recuerdan la importancia de mantener abierta una perspectiva
diacrónica al interpretar espacios domésticos o proyectar una investigación,
y también en la fluidez de procesos que habitualmente se enmarcaron
dentro de un único modelo sociocultural.
En el trayecto recorrido, y pese a haber partido desde la invisibilidad, se
ha logrado generar una imagen no menor de las ocupaciones prehispánicas
de El Sunchal. Las distintas intervenciones y dataciones realizadas han
permitido establecer una historia de ensamblajes ocupacionales extensa
y compleja, con abandonos y reocupaciones durante más de 1000 años.
Sin embargo, a medida que se lograban visualizar algunas de las caras que
El Sunchal ocultaba en sus sedimentos, los interrogantes cronológicos y
arquitectónicos lejos de disminuir, siguieron incrementándose e implican
nuevos desafíos de cara al futuro.
CAPÍTULO 5. ESCENARIOS DOMÉSTICOS Y
MATERIALIDAD COTIDIANA EN MORTERO
QUEBRADO
Juan Montegú y Julián Salazar
Mortero Quebrado (MQ) es un asentamiento emplazado en un sector
de cumbre entre 2.200 y 2.400 msnm, al norte de la cuenca de Anfama,
constituido por siete unidades residenciales distribuidas a lo largo de 500
m sobre un filo que corre de este a oeste. Los conjuntos arquitectónicos,
distanciados entre sí por más de 100 m, se construyeron sobre puntos
elevados respecto a su entorno inmediato los cuales intensifican, en la
mayoría de los casos, la visibilidad desde y hacia las unidades vecinas (figura
1). Estos conglomerados habitacionales se componen de múltiples recintos
circulares o subcirculares adosados a amplios patios de la misma morfología,
o elípticos, que se posicionan como el centro articulador del espacio en las
edificaciones. La ubicación del sitio presenta una vista panorámica hacia la
cuenca del río Anfama y el cerro Cabra Horco (2.787 msnm), a la vez que es
uno de los pasos para acceder a las zonas altas de las Cumbres Calchaquíes
(en uso aún por los comuneros locales).
La similitud de las unidades arquitectónicas con los asentamientos que el
equipo trabajó sistemáticamente en el valle de Tafí (Franco Salvi et al. 2014),
también reconocibles en otros sectores aledaños (Cremonte 1996; Aschero
y Ribotta 2007; Oliszewski y Di Lullo 2020; Franco Salvi y Justiniano 2022)
nos incentivó a realizar prospecciones, relevamientos de los materiales en
superficie y excavaciones desde el año 2015. Además, para la investigación
de las ocupaciones prehispánicas de Anfama, la ubicación de MQ en una
zona de cumbre mostró la ventaja de que las unidades residenciales eran
altamente visibles en superficie, no encontrándose soterradas (como en
los sitios Casa Pastor, El Sunchal y Casa Rudi; capítulos 1, 4 y 9) ni con
124
Juan monteGú y Julián Salazar
una densa cubierta vegetal (como en el sitio La Laguna, capítulos 1 y 9).
Estas condiciones, junto con la inexistencia aparente de superposiciones y
alteraciones de las estructuras y contextos correspondientes a la primera
mitad del primer milenio EC, posibilitaban caracterizar los escenarios
domésticos y las prácticas cotidianas en el momento de la consolidación de
aldeas a nivel regional. Finalmente, también alentó las intervenciones en el
asentamiento la alta presencia en superficie de bloques líticos formatizados
y/o decorados con distintas técnicas (capítulo 8) que, en tamaños menores,
se asemejan a los monolitos huanca (tradicionalmente conocidos como
menhires) de la región (García Azcárate 1996).
Estas particularidades convirtieron a MQ en uno de los asentamientos
más intensivamente trabajados por el equipo. Dada esta centralidad en las
investigaciones, en el presente capítulo se sintetizan los trabajos realizados
y se destacan algunos resultados de los mismos. Con la información
generada se discuten cuestiones vinculadas a las características generales de
la ocupación, las modalidades de construcción de escenarios domésticos,
los vínculos regionales de sus habitantes y las prácticas de abandono del
sitio. De esta manera se apunta a contribuir a la propuesta de ocupación
del espacio en la cuenca de Anfama durante el Bloque II de la secuencia
temporal propuesta (capítulo 1).
TRABAJOS SISTEMÁTICOS EN MORTERO QUEBRADO: PROSPECCIONES,
RELEVAMIENTOS Y EXCAVACIONES
Las prospecciones iniciales se efectuaron a través de brújula y cinta
métrica y permitieron registrar la arquitectura en superficie de las siete
unidades constructivas identificadas cuyas planimetrías se realizaron
individualmente y posteriormente fueron geoposicionadas con GPS y
ubicadas en la altimetría general del sitio construida a partir de imágenes
satelitales. La corrección de algunas de las planimetrías iniciales de los
conjuntos fue realizada a través modelos fotogramétricos en base a capturas
tomadas por drone. Se realizó un ensayo de cobertura total del sitio, el
cual a partir de 150 fotogramas permitió un ortomosaico georreferenciado.
Complementariamente, el registro pormenorizado de algunas unidades
también posibilitó la confección de planimetrías de alta resolución.
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
125
Figura 1. (A) Planimetría del sitio Mortero Quebrado; vistas que se observan desde el
sitio: (B) cerro Cabra Horco y (C) cuenca del río Anfama. Figura de los autores.
Las siete unidades residenciales se encuentran bastante distanciadas entre
sí y cada una de ellas se compone de un espacio central abierto, o patio, de
planta elíptica y grandes dimensiones, al cual se adosan recintos de planta
circular más pequeños. Los muros de todas las unidades presentan similares
126
Juan monteGú y Julián Salazar
técnicas de construcción, definidas por el uso de lajas de rocas metamórficas
locales (disponibles de manera inmediata en el sitio), sin mortero, de
gran tamaño y clavadas en los pisos con su eje mayor en posición vertical
(figura 2). Algunos de los bloques han sido marginalmente tallados para
generar las formas deseadas. La disposición de las caras lisas de las lajas,
el alisamiento de algunas de ellas y la colocación de rocas más pequeñas a
modo de cuñas, generaron lienzos uniformes. Por otra parte, la presencia
de huellas de postes en el centro de los recintos laterales indica que estos
se encontraban totalmente techados, mientras que los patios habrían sido
abiertos o parcialmente techados con galerías cubiertas, dada la presencia
también de huellas de poste en sectores contiguos a los muros.
Las excavaciones del sitio se iniciaron con una serie de sondeos de 1
m x 1 m en tres unidades (U2, U4 y U5), a partir de los cuales se ampliaron
las intervenciones en dos de ellas (U2 y U4). Las excavaciones se realizaron
siguiendo los estratos naturales, combinando cuadriculados de 2 m x 2 m
en los patios, con remociones de mitades en los recintos adosados, para
facilitar las tareas de control. Se realizó un detallado registro de los depósitos
e interfaces, rocas de derrumbes, rasgos subsuperficiales, materiales
arqueológicos y evidencias de alteraciones postdepositacionales. Para el
análisis de las superposiciones estratigráficas de depósitos y elementos
interfaciales se utilizó la metodología propuesta por Harris (1991), que
consiste en la representación gráfica de la sucesión de los estratos en forma
de matriz.
Los controles estratigráficos de las excavaciones realizadas permitieron
reconocer una estratificación homogénea en las tres unidades intervenidas.
En primera instancia, se detectó una capa superficial de sedimentos eólicos,
de aproximadamente 0,50 m de espesor, que presentaba escasos materiales
culturales y tapaba concentraciones de rocas de derrumbes de los muros
que conformaban los recintos. Luego se identificaron estratos más
compactos de 0,15 a 0,20 m de espesor que concentran todos los hallazgos,
correspondientes a los pisos ocupacionales. Finalmente se reconoció a los
0,70 m de profundidad la roca madre de arenisca, la cual en determinados
sectores presentaba una fina capa arcillosa que da homogeneidad a la
superficie habitada. Tanto en los patios como en los recintos adosados
se registraron rasgos subsuperficiales excavados en la roca madre (pozos
circulares o elípticos de diferentes diámetros y profundidades).
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
127
Figura 2. (A) Patrones arquitectónicos registrados en Mortero Quebrado; (B)
Características constructivas de los muros. Figura de los autores.
EL ESPACIO INTERNO EN MORTERO QUEBRADO: CARACTERÍSTICAS Y
MATERIALES DE LAS UNIDADES
Considerando la estratigrafía general identificada en las tres unidades
intervenidas a continuación detallamos los datos arquitectónicos, rasgos
subsuperficiales, materialidades identificadas y dataciones realizadas en
cada unidad.
Unidad MQ-U2
La estructura está conformada por un recinto central o patio de
morfología subcircular de 16 m x 19 m (R33), al cual se adosan cuatro
recintos circulares de entre 6 y 9 m de diámetro (R34, R35, R36 y R37)
(figura 3). La puerta de acceso a la unidad se encuentra en el lado oeste del
recinto central, formada por dos grandes jambas colocadas verticalmente
y apuntando a una vista panorámica de la cuenca de Anfama y hacia la
unidad U1. Las intervenciones se realizaron en un recinto lateral (R34) y
en el sector norte del patio (R33).
128
Juan monteGú y Julián Salazar
Figura 3. Planta de la unidad MQ-U2, donde se indica en rosa el área excavada y con la
flecha roja la puerta de acceso a la vivienda. Figura de los autores.
En el caso del recinto R34, de 6 m de diámetro y morfología circular, se
excavó la totalidad de la estructura, identificándose el piso de ocupación a
una profundidad de 50 cm en los muros y 80 cm en el centro. Se recuperó
abundante cantidad de materiales arqueológicos que incluían grandes
fragmentos de cerámica oxidante de pasta gruesa, algunos de ellos con
hollín, y fragmentos de pequeños recipientes de pasta fina y cocción
reductora que concentran las pocas decoraciones registradas; desechos
de talla e instrumentos de cuarzo, cuarcita, obsidiana y pizarra; puntas
de proyectil de obsidiana; piedras de honda; artefactos de moler activos
y pasivos; y macro y microrrestos de vegetales procesados y consumidos
(capítulo 6) (figura 4). Entre los muros y los derrumbes de ellos, se
identificaron ocho rocas intervenidas (Franco Salvi et al. 2020).
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
129
Figura 4. (A) Planta del recinto R34 (unidad MQ-U2) donde se observan los rasgos
presentes; (B) Materiales recuperados en el piso ocupacional: fragmentos cerámicos;
(C) Artefactos de molienda; (D) Instrumentos líticos; (E) pozo de grandes dimensiones
posiblemente para almacenaje; (F) fogón en cubeta excavado en la roca madre.
Figura de los autores.
Asociados también al piso de R34 se identificaron dos rasgos
subsuperficiales excavados en la roca madre (figura 4). Uno se ubicaba
en el centro-sur del recinto y presentaba forma elíptica con dimensiones
de 60 cm x 50 cm y 25 cm de profundidad. Contenía un estrato arcilloso
130
Juan monteGú y Julián Salazar
muy compacto que presentaba abundante material vegetal carbonizado,
sedimento termoalterado, cerámicas con restos de hollín, una mano
de moler de cuarcita, desechos de talla de cuarzo y obsidiana, y un filo
natural con rastros complementarios de obsidiana (instrumento de corte).
Los análisis antracológicos de muestras de este relleno identificaron
alisos (Alnus sp.), jarilla (Larrea sp.), molle (Schinus fasciculatus), afín a
Fabáceas, y chañar (Geoffroea decorticans) (Franco y Camps 2020). El rasgo se
corresponde con un fogón en cubeta, de donde se realizó un fechado que
arrojó 1725 ± 20 AP (Salazar et al. 2019). Asociado a este rasgo y sobre el
piso de ocupación, en el sector central del recinto, se identificó un amplio
estrato fino blanquecino, posiblemente producto del manejo y limpieza de
cenizas del fogón.
El otro rasgo subsuperficial de R34, presente en el centro-norte del
recinto, se conformaba por una boca circular de 90 cm de diámetro y
una forma acampanada en su interior, con una profundidad de 130 cm.
Esta oquedad presentaba rocas mediano-pequeñas colocadas en la boca
y paredes, así como otras lajas medianas que separaban distintos estratos
internos, y un fino revoque de arcilla en las paredes y base. También contenía
fragmentos de cerámica gruesa y fina, artefactos de molienda, instrumentos
y desechos de obsidiana y cuarzo, piedras de honda y abundante material
vegetal carbonizado. El contexto se interpreta como una posible estructura
de almacenaje. Materiales carbonizados procedentes de la base y de este
rasgo fueron datados en 1663 ± 22 AP y 1744 ± 26 AP respectivamente
(Salazar et al. 2019). Los materiales recuperados en R34, así como los rasgos
y estratos internos, llevan a interpretar a este espacio como una cocina de la
vivienda que conforma la unidad U2 (capítulo 6).
Por su parte, el patio o R33 fue excavado parcialmente en su porción
norte. El piso ocupacional se ubicó en los 50-60 cm de profundidad, salvo en
el sector noreste donde se presentaba a solo 30 cm debido al afloramiento
de la roca madre que parece haber sido aprovechada para elevar el muro
en ese sector. Se recuperó una variada materialidad que incluyo conjuntos
cerámicos ordinarios de pastas oxidantes gruesas (algunos con hollín en
las caras externas) y algunos escasos tiestos grises finos, desechos de talla
e instrumentos de cuarzo, cuarcita, obsidiana, pizarra y sílice, núcleos de
cuarzo, puntas de proyectil de cuarzo y obsidiana, una cuenta de mineral
de cobre y artefactos de molienda pasivos y activos (figura 5). Un contexto
llamativo, ubicado cerca del muro a la izquierda de la puerta de acceso
al recinto R34, se componía de una conana colocada boca abajo, dos
vasijas grandes fragmentadas, un puco pequeño, un hacha lítica pequeña y
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
131
sedimento con grandes fragmentos de carbón. Carbón vegetal recuperado
en el piso de R33 frente a la puerta que conecta al recinto R34 fue datado
en 1580 ± 60 AP (Salazar et al. 2019).
Durante las tareas de excavación del patio se identificaron once rasgos
subsuperficiales excavados en la roca madre (figura 5). Cuatro de estas
oquedades (pozos 1, 2, 3 y 5) se ubicaban en cercanías del muro perimetral,
presentaban dimensiones pequeñas (entre 25 y 60 cm de diámetro, y 13
y 45 cm de profundidad), escasos materiales arqueológicos (fragmentos
cerámicos del tipo rojo grueso y desechos de talla de cuarzo) y rellenos
areno-arcilloso y en algunos casos rocas pequeñas planas o guijarros. Estas
características y ubicación hacen pensar que tales rasgos funcionaron como
huellas de postes para el techado parcial del patio mediante una galería de
materiales perecederos.
Otras cinco oquedades (pozos 7, 8, 9, 10 y 11) distribuidas por distintos
sectores del patio, mostraban una construcción más elaboradas, ya que
presentaban grandes dimensiones (entre 80 y 110 cm de diámetro, y entre
50 y 105 cm de profundidad), bocas circulares y secciones acampanadas o
trapezoidales, presencia de rocas lajas o en bloque de gran tamaño a modo
de tapas (algunas de ellas derrumbadas dentro de las oquedades), otras rocas
medianas delimitando las bocas, paredes y/o bases, y revoques de arcilla que
cubren paredes y bases. Estos pozos contenían distintos estratos, algunos
termoalterados, grandes fragmentos de cerámica roja gruesa, desechos de
talla e instrumentos de cuarzo, y abundantes carbones. Es de mencionar que,
frente al pozo 9, como parte del muro y a la derecha de la puerta de acceso
al recinto R34, se registró una roca intervenida de gran tamaño (Franco
Salvi et al. 2020). Aunque el uso de estos rasgos no es claro del todo, sus
características constructivas y ubicación en el recinto central, remiten a las
cistas presentes en los patios de las viviendas con similar patrón en el valle de
Tafí (Berberián y Nielsen 1988b; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar 2012).
Los otros dos rasgos subsuperficiales corresponden, por un lado, al pozo
4 (60 cm de diámetro y 34 cm de profundidad), localizado en el centro del
recinto, el cual se extendía en su lado sureste a través de una curva poco
profunda que termina en una oquedad pequeña circular. En su interior se
recuperaron fragmentos cerámicos del tipo rojo grueso con fracturas muy
rodadas, desechos de talla de cuarzo, rocas pequeñas colocadas y carbones.
A pocos centímetros se identificó un gran bloque de arcilla cocida con
huellas de un artefacto circular hecho en base a vegetales. Aunque su
funcionalidad no es clara, la ubicación, forma y extensión del rasgo, así como
la asociación con la arcilla, pueden indicar que sirvió como estructura para
132
Juan monteGú y Julián Salazar
el procesamiento de cerámicas (modelado o apoyo). Por otro lado, el pozo
6 (70 cm de diámetro y 65 cm de profundidad), de boca circular, sección
trapezoidal, ubicado cerca del pozo 4, presentaba una capa de arcilla plástica
en la base y en la boca una roca intervenida con un motivo antropomorfo
grabado en un bloque metamórfico. En su interior se registraron distintos
estratos, lentes carbonosos, fragmentos de cerámica roja gruesa y desechos
de talla de cuarzo. Su funcionalidad es indeterminada.
Figura 5. (A) Planta del área excavada en el patio (recinto R33) de la unidad MQ-U2
donde se observa la distribución de los pozos registrados; materiales recuperados en el
piso ocupacional: (B, C) artefactos de molienda (D) fragmentos cerámicos, (E) núcleos
e instrumentos líticos, así como una cuenta de mineral de cobre. Figura de los autores.
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
133
Figura 6. Rasgos subsuperficiales de grandes dimensiones del patio (recinto R33) de la
unidad Mq-U2. Corresponden a los pozos: (A) seis, (B) nueve y (C) diez. Figura de los
autores.
134
Juan monteGú y Julián Salazar
En la excavación de la puerta que conecta los recintos R33 (patio) y R34
(cocina) se identificaron numerosos bloques seleccionados y dispuestos de
canto tanto vertical como horizontalmente, los cuales generaban un relleno
de cierre definitivamente compacto y uniforme (figura 7). En su remoción
se detectaron una mano de moler y dos rocas intervenidas. Una de ellas
(la número 37, capítulo 8) corresponde a un bloque tabular con grabados
superficiales cuya representación puede interpretarse en dos sentidos.
Si se observa en una dirección es posible reconocer una imagen de tres
camélidos, pero a la inversa es posible identificar tres antropomorfos, siendo
el personaje central más grande representado de frente portando un
tocado, mientras que los dos laterales aparecen de costado (Franco Salvi
et al. 2020). Al retirarse este rasgo de clausura de la puerta, se identificó el
piso ocupacional a los 65 cm de profundidad, que dejó al descubierto un
vano de tránsito de 90 cm de ancho y 120 cm de largo.
Figura 7. (A, B) Puerta que conecta a los recintos R33 (patio) y R34 (cocina) de la unidad
MQ-U2. Antes y después de su excavación; (C, D, E) Materiales recuperados en su relleno.
Figura de los autores.
Unidad MQ-U4
Se conforma por un recinto central o patio de morfología elíptica de
14 m x 10 m (R45), el cual se conecta con cuatro recintos circulares de
entre 4 y 7 m de diámetro (R46, R47, R48 y R49). Por el momento, no se ha
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
135
identificado en superficie o excavación la puerta de acceso a esta unidad,
pero se destaca que posee una vista panorámica de la cuenca de Anfama,
así como a las unidades U1, U2 y U3. Las intervenciones se realizaron en
dos recintos laterales (R46 y R48) y en el sector oeste del patio (figura 8).
Figura 8. Planta de la unidad MQ-U4, donde se indica en rosa las áreas excavadas. Figura
de los autores.
136
Juan monteGú y Julián Salazar
En el caso de los dos recintos adosados (R46, de 8 m de diámetro, y R48,
de 6,5 m de diámetro), se efectuaron sondeos de 1 m x 1 m en el centro
de las estructuras. En ambos casos se observaron estratigrafías y contextos
similares. Los pisos de ocupación se identificaron a 45 cm de profundidad.
Los materiales arqueológicos recuperados fueron escasos, principalmente
fragmentos pequeños de cerámica roja gruesa y desechos de talla de cuarzo.
También se registró en cada recinto un rasgo subsuperficial excavado en la
roca madre; estos eran de dimensiones pequeñas (23 cm de diámetro y 26
cm de profundidad en R46, y 29 cm de diámetro y 15 cm de profundidad
en R48) (figura 9). Uno presentaba rocas planas internas como cuñas, y
contenían escasos materiales y pequeños carbones. Las características,
contenido y ubicación de estas oquedades indicarían que funcionaron
como huellas de poste para sostener el techado de los recintos.
Figura 9. Rasgos excavados en la roca madre ubicados en el centro de los recintos laterales
(A) R46 y (B) R48, de la unidad MQ-U4. Las líneas punteadas marcan los límites de las
oquedades. Figura de los autores.
El recinto central o patio (R45) fue excavado en un sector del lado
oeste, contra el muro perimetral. El piso ocupacional se registró entre
los 50 y 60 cm de profundidad, el cual apoyaba sobre la roca madre y de
donde se recuperaron núcleos de cuarzo, desechos de talla e instrumentos
de cuarzo, cuarcita, pizarra y obsidiana, puntas de proyectil de obsidiana,
grandes fragmentos de cerámica oxidante de pasta gruesa y fragmentos
de pequeños recipientes de pasta fina gris, y artefactos de moler activos
y pasivos (figura 10). Entre los derrumbes se identificaron dos rocas
intervenidas (Franco Salvi et al. 2020).
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
137
También en este sector del patio se observaron siete rasgos subsuperficiales
excavados en la roca madre, con diversos tamaños y características
depositacionales (figura 10). Cuatro de estas oquedades (pozos 1, 2, 5 y
7) registraron rasgos constructivos elaborados ya que presentaban grandes
rocas metamórficas en bloques o lajas que funcionaron como tapas, rocas
más pequeñas delimitando las bocas y, en algunos casos, finos revoques
de arcilla en paredes o bases. Puntualmente, no pudieron reconocerse
las dimensiones y contenidos dos de los rasgos (pozos 2 y 7), ya que se
extendían hacia los perfiles del área no excavada. Otro de estos rasgos
(pozo 1), de 30 cm de profundidad, parecía estar vaciado de contenido
dado solo se registraron seis fragmentos de cerámica roja gruesa rodados
sin remontaje y un instrumento de cuarcita roja. Por su parte, el pozo
5 fue el más complejo de estos rasgos por sus grandes dimensiones (70
cm de diámetro y 110 cm de profundidad) y en su interior se registraron
distintos estratos que contenían abundante material vegetal carbonizado,
cenizas, fragmentos de cerámica quemada que correspondían a una urna
de grandes dimensiones, un tiesto de cuenco fino con marcas de uso postcocción, lascas de cuarzo y cuarcita, y artefactos de moler activos y pasivos
con vida útil remanente. Una muestra de la base de este pozo fue datada en
2390 ± 80 AP (Salazar et al. 2019). Es de recalcar que, cercano a este pozo 5,
se identificó una gran roca intervenida (Franco Salvi et al. 2020), la cual se
encontraba derrumbada contra el piso ocupacional y parece haber estado
empotrada en el muro, siendo visible para los ocupantes de la unidad.
La funcionalidad de estos cinco rasgos no es clara, pero las características
constructivas y la ubicación en el patio de la unidad residencial, hacen
pensar en posibles estructuras inhumatorias, como las del valle de Tafí
(Berberián y Nielsen 1988b; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar 2012),
algunas de las cuales debieron ser vaciadas y/o rellenadas con desechos
antes del abandono de la unidad.
Los otros tres rasgos subsuperficiales parecen haber tenido variadas
funcionalidades. En el caso del pozo 3, contra el muro, presentaba una
serie de rocas planas a modo de tapas, morfología subcircular, 78 cm de
diámetro y 40 cm de profundidad. En su interior se recuperaron artefactos
de moler pasivos fracturados, núcleos de cuarzo y fragmentos cerámicos,
algunos con hollín, que incluían asas y bordes que remontaban en dos
vasijas pequeñas. La ubicación, características constructivas y contenido
permiten suponer que esta oquedad pudo funcionar como un espacio de
almacenaje, a modo de escondrijo o caché, que fue vaciado y rellenado con
desechos previo al abandono. El pozo 4, ubicado entre los pozos 3 y 5,
138
Juan monteGú y Julián Salazar
no presentaba rocas de tapa o en boca, y tenía una morfología elíptica
(35 cm x 30 cm) y una profundidad de 25 cm. En su interior se registró
un relleno con abundantes carbones y termoalterado, fragmentos de
cerámica roja gruesa rodados y sin remontajes y una preforma de punta
de proyectil de obsidiana. Su ubicación y relleno indicarían que se pudo
utilizar como estructura de combustión, tal vez como fogón o para el
tratamiento de cerámica (cocción, modelado o apoyo). Por último, el pozo
6, de dimensiones pequeñas (30 cm de diámetro y 8 cm de profundidad),
contiguo al pozo 5, contenía un relleno arenoso, una roca pequeña plana
a modo de cuña y una fina capa de arcilla en su base. Las características y
la ausencia total de materiales arqueológicos podrían indicar que el rasgo
corresponde a una huella de poste para el techado parcial del patio.
Figura 10. (A) Ortofoto del área excavada en el patio (recinto R45) de la unidad MQ-U4,
donde se observa la distribución de los pozos registrados; (B) Materiales recuperados en el
piso ocupacional: núcleos e instrumentos líticos, así como una cuenta de mineral de cobre;
(C) Artefactos de molienda; (D) fragmentos cerámicos remontados. Figura de los autores.
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
139
Unidad MQ-U5
Esta unidad presentaba un patio central circular (R50) de 15 m de
diámetro y cuatro recintos subcirculares adosados de entre 5 y 7 m de
diámetro (R51, R52, R53 y R54). En superficie, se identificó sobre el muro
del recinto lateral R52, una llamativa roca alargada que presentaba en uno
de sus extremos una delicada talla en bulto de la cabeza de un camélido
(Franco Salvi et al. 2020), mientras que en el lado este del recinto central
R50 se identificaron dos grandes jambas paralelas como puerta de acceso
a la unidad y desde donde se tiene una vista panorámica de la cuenca de
Anfama (figura 11). Es la unidad menos excavada ya que se plantearon
cinco cuadrículas de 1 m x 1 m: tres en el patio central (R50) y dos en uno
de los recintos adosados (R52).
En el patio o R50 planteamos dos cuadrículas contiguas entre sí
(S1 y S3) y una sobre un posible muro interno del recinto (S2). En los
primeros 50 cm de los tres sondeos se registraron escasos materiales
arqueológicos, entre los que se encontraban tiestos muy pequeños y
rodados, algunos restos de cuarzo y un colgante de pizarra bien pulido y
con una perforación en uno de sus extremos. A los 70 cm de profundidad
se comenzó a exponer la roca madre. En el caso de S2 se corroboró la
existencia de un muro interno que dividía el patio, quedando pendiente
para futuras excavaciones para definir si forma parte del diseño original
de la estructura o de alguna re-ocupación. Por su parte, en los sondeos
S1 y S3 se identificaron rasgos subsuperficiales excavados en la misma
roca madre (figura 12). En S1 se observó un pozo circular de 43 cm de
diámetro y 40 cm de profundidad, delimitado por piedras planas, mientras
que en S3 se registró primero una acumulación de rocas lajas medianograndes y pequeñas que formaban una tapa, debajo de las cuales había
un pozo de 40 cm de profundidad y dimensiones indefinidas ya que se
continuaba en el perfil del sector no excavado. Los dos rasgos contenían
únicamente carbones y escasos materiales (fragmentos cerámicos del
tipo rojo grueso, rodados, no remontables y desechos de talla de cuarzo),
lo que hace pensar en que fueron vaciados de su contenido. Material
vegetal proveniente del pozo de S3 fue datado en 1855 ± 29 AP (Salazar
et al. 2019). Si bien las funcionalidades de estos rasgos no son claras, sus
características constructivas y ubicación en el patio central remiten a las
cistas del valle de Tafí (Berberián y Nielsen 1988b; Sampietro y Vattuone
2005; Salazar 2012).
140
Juan monteGú y Julián Salazar
Figura 11. Planta de la unidad MQ-U5, donde se indica en rosa las áreas excavadas
y con una flecha roja la puerta de acceso a la vivienda. En detalle, roca intervenida
identificada en superficie sobre el muro de un recinto lateral. Figura de los autores.
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
141
En el recinto lateral R52 se plantearon dos sondeos contiguos. En
los primeros 60 cm los materiales fueron muy escasos, destacándose
únicamente un fragmento de cerámica ordinaria con decoración incisa
punteada y otros de cerámica fina, muy bien pulida con una aplicación
en el cuello, totalmente distinto a los grupos frecuentemente registrados
en el sitio hasta ahora. A los 70 cm de profundidad se alcanzó el piso de
ocupación, e inmediatamente, la roca madre. En algunos sectores del piso
se identificaron densas y amplias marcas de combustión junto con gran
cantidad de material vegetal carbonizado. Los estudios antracológicos de
los restos leñosos permitieron observar la presencia de madera de alisos
(Alnus sp.), molle negro (Schinus fasciculatus) y chañar (Geoffroea decorticans)
(Franco y Camps 2020). Una muestra de este material carbonizado del piso
fue datada en 1649 ± 30 AP (Salazar et al. 2019). Excavados en la roca madre
se registraron dos rasgos subsuperficiales (figura 12). Uno era circular de
57 cm de diámetro y 7 cm de profundidad, cavado muy regularmente,
en cuyo interior no se identificó ningún tipo de material arqueológico ni
sedimento termoalterado, lo cual dificulta pensar en su utilización como
fogón, aunque pudo haber sido sometido a tareas de limpieza. El otro rasgo
presentaba una profundidad de 53 cm y forma irregular sin dimensiones
definidas ya que se extendía hacia el perfil del área no excavada. Se
encontraba tapado por una serie de rocas lajas grandes y pequeñas, con
sus caras muy regulares, y en su interior se registraron mínimos materiales
arqueológicos, que incluyen algunos tiestos pequeños y carbón. El uso
de este rasgo no está definido, pudiendo haber servido como estructura
inhumatoria y/o de almacenaje.
DISCUSIÓN
Teniendo en cuenta los datos generados en las excavaciones de las
tres unidades, podemos proponer algunas ideas generales sobre las
características de las ocupaciones de Mortero Quebrado.
La temporalidad
Los fechados radiocarbónicos realizados en las unidades U2 y U5 datan
la ocupación del sitio entre 50 y 600 d.C. (Salazar et al. 2019), sin embargo,
la datación en la base del pozo 5 en el patio de la unidad U4, retrotrae la
142
Juan monteGú y Julián Salazar
presencia en el sitio a algún momento entre el 750 y el 350 a.C. Si bien este
fechado representa un outlier, el contexto de pozo cavado en la roca, que es
cerrado, y otras situaciones similares que se dan en contextos del valle de
Tafí (Salazar 2012) y La Ciénega (Franco Salvi y Justiniano 2022), donde las
fechas en pozos anteceden en varios siglos a las de los pisos ocupacionales,
lleva a pensar que puede representar eventos y procesos ocupacionales
cuyas evidencias han sido alteradas y removidas en su gran mayoría por
las ocupaciones posteriores. Considerando la ubicación de MQ en una
senda de paso natural hacia las cimas de las Cumbres Calchaquíes, donde
existen recursos silvestres como camélidos, cérvidos, pasturas y fuentes de
materias primas líticas, así como vías de acceso a los valles de Tafí y Yocavil,
es posible que el sitio fuera un espacio temporal de refugio o uso logístico,
ocupado mediante estructuras perecederas y excavación de oquedades
para el resguardo de materiales a utilizar en futuros recorridos.
Con el paso del tiempo y, a través de una recurrencia en el uso del
espacio, el sitio fue construido de manera formal mediante la instalación de
las unidades residenciales que aún se observan. Los eventos constructivos
más intensos del sitio en general parecen nuclearse a partir de 50 d.C.
A partir de ese momento se puede observar una ocupación intensa y
recurrente que involucra continuas intervenciones sobre la roca madre,
cavando y rellenando pozos, elevando muros y articulando numerosos
conjuntos artefactuales domésticos. El sitio residencial habría tenido una
ocupación persistente por más de 500 años, hasta el 600 d.C., correspondiente
al Bloque II de la secuencia local, momento de consolidación de los
asentamientos aldeanos en la región.
La vida cotidiana
Las excavaciones realizadas permiten observar algunas características
de los escenarios domésticos. En primer lugar, son contextos altamente
construidos, reglados y cargados de sentidos. Muros sólidos y compactos
de lajas, portales formales que en ocasiones forman verdaderos pasillos,
pozos (abiertos, tapados, u ocultos) cubriendo una gran proporción de
la superficie interna de los patios, evidencian un esfuerzo por construir
lugares con una fuerte apropiación. A la vez esto genera escenarios donde
los cuerpos de sus habitantes están reglados en la interacción con dichos
elementos materiales. Muchos de los artefactos que acompañan a los equipos
domésticos están cargados de significados, como las rocas intervenidas o
algunos de los pozos que muestran múltiples eventos depositacionales.
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
143
Figura 12. (A) Procesos de excavación de los rasgos subsuperficiales de la unidad MQU4, identificados en el patio o recinto R50; (B) Procesos de excavación de los rasgos
subsuperficiales de la unidad Mq-U2 en el recinto lateral R52. Figura de los autores.
144
Juan monteGú y Julián Salazar
Quince de las diecisiete rocas intervenidas identificadas en MQ, han sido
localizadas en espacios intramuros. La excavación completa del recinto R34
(unidad MQ-U2) evidencia que los bloques con cavidades hemiesféricas
fueron incorporados en su mayoría en muros de este tipo de estructuras. El
bloque grabado asociado al pozo 5 en el patio de la unidad M-QU4, puede
haber estado también empotrado en el muro. La incorporación de estos
eventos ceremoniales y prácticas rituales en el interior de estructuras
residenciales apuntan, en primer lugar, a la sacralidad de la vida cotidiana
(Salazar et al. 2011), pero sobre todo, a la trascendencia de esta última
como articuladora de las relaciones sociales y políticas en el mundo aldeano
temprano de la región. El modo en que se construyen, habitan, perciben y
transforman estos entornos es sustancial para entender los vínculos que se
tejían en las primeras aldeas del NOA.
Los conjuntos materiales identificados en los pisos de ocupación indican
que las unidades eran espacios donde se desarrollaban tareas domésticas.
La presencia de desechos de talla e instrumentos líticos de cuarzo, cuarcita,
pizarra y obsidiana, artefactos de moler activos y pasivos, y fragmentos de
vasijas de distintas formas y tamaños, indican que las actividades cotidianas
centrales giraban en torno al procesamiento y consumo de alimentos
y la producción de artefactos cerámicos y líticos. En estas prácticas los
habitantes de las unidades producían y reproducían formas de hacer como
una manera de ocupar y marcar el espacio habitado.
La gran cantidad de rasgos subsuperficiales registrados en todas las
intervenciones (veintiseis en total), así como su amplia variedad de formas
y profundidades, indican una práctica cotidiana y recurrente a lo largo
de los siglos de ocupación de las unidades residenciales. Por un lado,
esta práctica debió incluir la apertura y cierre de los diferentes pozos, no
siendo usados de manera sincrónica dada la distribución en el espacio
transitado diariamente y los diferentes estratos reconocidos en los de mayor
dimensión. Por otra parte, su producción implicó importantes esfuerzos
ya que muchos de ellos presentan complejas construcciones con grandes
oquedades excavadas y la presencia de tapas, rocas preparadas en bocas y/o
paredes y revoques de arcilla en paredes o bases. Finalmente, los posibles
usos de estos rasgos son ampliamente variados (huellas de postes, fogones,
posibles estructuras inhumatorias o de almacenaje) y sus contenidos
parecen haber sido removidos, vueltos a llenar o vaciados directamente,
por lo que tal vez fueran multifuncionales, transformando sus finalidades y
simbolismos a lo largo del tiempo.
capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado...
145
La vida doméstica, materialmente construida de las viviendas de MQ
también está atravesada por elementos que remiten a modos de hacer
compartidos y relaciones de larga distancia. El patrón arquitectónico de
las unidades residenciales muestra lazos con sectores al oeste de Anfama,
ya que el mismo modo de configurar las estructuras residenciales está
ampliamente registrado en los valles de Tafí, La Ciénega y Amaicha, y en
las quebradas de Los Corrales y El Portugés (Berberián y Nielsen 1988a;
Cremonte 1996; Cuenya y García Azcarate 2004; Sampietro y Vattuone
2005; Aschero y Ribotta 2007; Salazar 2012; Oliszewski y Di Lullo 2020;
Franco Salvi y Justiniano 2022). Las rocas intervenidas también remiten
a prácticas comunes con los grupos de estos sectores al oeste, sobre
todo en los valles de Tafí y La Ciénega donde se registran los llamados
menhires (García Azcárate 1996). Por su parte, la presencia de pozos en los
espacios domésticos, solo excavados o construidos con roca y con distintas
funcionalidades, está ampliamente registrada en sitios del primer milenio
EC ubicados en puna, valles y tierras bajas (Ryden 1936; Bernasconi de
Garcia y Baraza de Fonts 1981-1982; Scattolin 1990, 2019; D’Amore 2007;
De Feo 2010; Barot 2017; Ratto et al. 2019; Palamarzuk et al. 2020; Franco
Salvi y Justiniano 2022; Gordillo et al. 2010). Por su parte, la presencia
de restos de chañar en forma de carbones estaría indicando un acceso a
pisos ecológicos donde se desarrolla esta especie con mayor abundancia,
posiblemente las tierras bajas al este o los valles mesotérmicos al oeste. En
tanto que la presencia de obsidianas, procedentes de una fuente a 240 km
(Montegú 2022), y de una cuenta de mineral de cobre, estaría vinculando
los habitantes de MQ con grupos ubicados en la puna.
El abandono
El final de la ocupación del asentamiento permite pensar en cierta
planificación y tiempo de preparación del abandono (LaMotta y Schiffer
1999; Ortiz y Manzanilla 2003; Gordillo y Leiton 2015; Marconetto y
Lindskoug 2015). La puerta excavada en la comunicación entre los recintos
R33 y R34 de la unidad MQ-U2 evidenció un cuidadoso bloqueo con una
gran cantidad de lajas puestas de canto, entre las cuales se encontraban dos
rocas intervenidas (capítulo 8), una de ellas con complejas decoraciones
las cuales fueron excluidas de la posibilidad de percibirse. Los pisos
ocupacionales se presentan extremadamente limpios, sin evidenciarse
prácticamente de artefactos pequeños y trasladables en su superficie. En
146
Juan monteGú y Julián Salazar
su mayoría los instrumentos no agotados que se presentan son bases de
molino, cuyo peso habría dificultado su remoción. Finalmente, los pozos
parecen haber sido vaciados en parte o en su totalidad de los contenidos
originales. El pozo 5 de la unidad MQ-U4 muestra además un conjunto de
materiales atípico (figura 6 en capítulo 2) que parece haber sido generado
en algún evento ritual de finalización de la ocupación.
A diferencia de lo que observamos en otros sitios de la cuenca, MQ fue
abandonado definitivamente, ya que no hay evidencias de reocupaciones
posteriores al 600 d.C. Resulta muy difícil de establecer las condiciones que
definieron esta particularidad, pero sin duda además de los aspectos materiales
y ambientales que pueden explicarla, la memoria material pudo ser un aspecto
clave en la discontinuidad de la presencia humana en ese lugar.
CONCLUSIÓN
Los resultados de las intervenciones realizadas en MQ permitieron
caracterizar al sitio como un conglomerado de espacios residenciales con
ocupaciones persistentes a lo largo de 600 años. La inversión de trabajo en
la construcción de las unidades, la recurrencia en la excavación de pozos, el
carácter doméstico de los conjuntos materiales, la demarcación del espacio
mediante rocas intervenidas y el abandono planificado y definitivo, indican
un modo particular de ocupar el espacio en la cuenca de Anfama. Si bien el
sitio es contemporáneo con otros del área (El Sunchal, La Larga, Loma Bola,
Las Pavitas), sus contextos particulares hacen pensar en distintos modos
de habitar a pesar de las cercanías de los grupos familiares, evidenciando
que, más allá de los conocimientos compartidos, se pudieron dar distintas
formas de hacer hacia el interior de las comunidades.
CAPÍTULO 6. VÍNCULOS EN TORNO A LA
COMIDA: ESPACIOS, MATERIALIDADES Y
RECURSOS RELACIONADOS A LA ALIMENTACIÓN
Y SU ROL EN LAS SOCIEDADES ALDEANAS
TEMPRANAS.
Rocío María Molar
En este capítulo se desarrolla una síntesis de los estudios realizados hasta
el momento en torno a la alimentación de los primeros grupos aldeanos
que habitaron en la cuenca de Anfama. Desde las primeras intervenciones
que llevamos a cabo en el año 2014 hasta la actualidad, permanece como
un objetivo central del equipo de investigación conocer los vínculos
entre quienes habitaron este espacio hace dos mil años y los productos
alimenticios que consumían. Esto implicó discusiones acerca de los modos
de producción, de la relación entre agricultura, pastoreo y sedentarismo,
y de cómo las prácticas vinculadas a la alimentación tuvieron lugar en los
asentamientos del primer milenio de la Era Común (EC).
La realización de múltiples prospecciones y sondeos permitieron
detectar estructuras productivas (agrícolas-ganaderas) solamente en uno
de los catorce sitios identificados, lo que abrió nuevos interrogantes acerca
de qué productos eran consumidos. La ubicación de Anfama en el bosque
montano, colindante hacia cotas superiores con los pastizales de altura y
hacia cotas de menor altura con la selva montana (capítulo 1), permite
el acceso a una gran variedad de recursos de recolección y caza, lo que
habilitaba presuponer que los componentes silvestres tendrían una amplia
presencia en el registro arqueológico.
Las características sedimentológicas y ambientales de la cuenca dificultan la conservación de restos óseos y vegetales excepto en los casos en que
estos hayan atravesado procesos previos a su integración como parte del
registro arqueológico, como la carbonización. Esta situación condujo a que
se recurra a otros indicadores, directos e indirectos, que dieran indicios de
148
rocío maría molar
las estrategias alimentarias desarrolladas por estos grupos y que permitieran reconstruir los posibles vínculos entre humanos y alimentos.
Las hipótesis iniciales referían a que, en las comunidades del primer
milenio EC que habitaron la cuenca de Anfama, la alimentación había
desempeñado un rol fundamental contribuyendo a la cohesión de los
grupos mediante el compartir de la comida, determinando la delimitación
de los espacios al interior de las viviendas y configurando los vínculos con
el entorno externo a las mismas. En este capítulo se presenta una síntesis
de la evidencia recabada en dos sitios, Mortero Quebrado (capítulo 5) y El
Sunchal (capítulo 4), que son los que hasta el momento concentraron la
mayor parte de las excavaciones y análisis realizados, y se revisan las hipótesis
iniciales a la luz de los datos obtenidos durante los últimos siete años.
LA ALIMENTACIÓN EN EL CONTEXTO DE SURGIMIENTO Y ESTABLECIMIENTO DE LA VIDA ALDEANA
En Anfama se detectaron hasta el momento catorce áreas con
concentraciones de evidencia arqueológica de las cuales más de la mitad
se asignaron cronológicamente al primer milenio EC, tanto mediante la
realización de fechados radiocarbónicos como por asociación estilística.
Las evidencias recabadas se enmarcan, a grandes rasgos, en el período que
ha sido denominado, para el Noroeste argentino y Norte chileno, como
Formativo. Desde unos siglos antes del inicio de la EC los asentamientos
aldeanos se multiplicaron en toda región conformando verdaderas aldeas,
siendo los espacios y las viviendas reocupados durante siglos (Tarragó
2000; Scattolin 2015). Cada asentamiento sin embargo presenta lógicas
constructivas particulares vinculadas al espacio y las personas que los
habitaron, encontrándose en algunos casos las viviendas separadas entre sí
pero unidas a estructuras agrícolas y pastoriles, constituyendo cada una un
núcleo residencial y productivo, y en otros casos formando conglomerados
de viviendas distanciados de los espacios productivos (Berberián y Nielsen
1988a; Scattolin 1990, 2007; Quesada 2010; Salazar 2011; Oliszewski 2017).
A su vez, se encuentran diferencias en el manejo de determinados
productos, tanto vegetales como animales, y en la elección de ciertas
materias primas en detrimento de otras, lo que conlleva, también, la
implementación de distintas tecnologías o modos de transformar la materia
(Sampietro y Vattuone 2005; Oliszewski 2017).
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
149
Lo que aúna a la gran mayoría de los sitios asignables a este período
es que, además de compartir una cronología, evidencian el desarrollo de
al menos una actividad productiva, ya sea agricultura o pastoreo, que da
cuenta de novedosos modos de relacionarse entre grupos humanos que
habitan y producen en un mismo espacio, y entre estos y nuevos agentes
(ej. materialidades cerámicas, animales, productos vegetales). El alimento,
si bien existe en todo tiempo y lugar, es un agente que se renueva, en tanto
para su elaboración se incorporan nuevos recursos o ingredientes obtenidos
mediante la agricultura, el pastoreo y los intercambios. La comida es un
agente en tanto interviene de manera activa en todos los vínculos de los
que forma parte.
En el contexto de surgimiento y consolidación de la vida aldeana, resulta
interesante estudiar la alimentación pensando en cuál fue su rol tanto en
la persistencia de prácticas extractivas, como en su vínculo con los nuevos
sistemas productivos y el mantenimiento de la cohesión de los grupos que,
pese a los múltiples cambios que acarrea el proceso de establecimiento en un
lugar determinado, lograron permanecer y reproducirse a través del tiempo.
Considerar la alimentación con todas las etapas que esta involucra
(Schiffer 1972), implica el análisis de múltiples variables y agentes humanos
y no humanos que formaron parte de este vínculo. Este enfoque responde
a la idea de que los alimentos, además de cumplir un rol energético,
nutricional y biológico, son también agentes de socialización en tanto
desde instancias tempranas de la vida las personas incorporan a través de
la comida gustos, gestos, modos de hacer y una manera de entender el
mundo que se compone de las trayectorias históricas y particulares de cada
grupo (Atalay y Hastorf 2006).
Esta concepción no conlleva una desestimación del hecho indiscutible
de que la alimentación es un fenómeno de salud, pero el énfasis está
puesto en su dimensión social. En el acto de ingesta no necesariamente se
cuantifican las calorías ingeridas, pero sí se tienen en cuenta otras variables
relacionadas al gusto, la comensalidad, la festividad o la cotidianeidad.
Así, hay alimentos que son más una circunstancia social que una sustancia
nutritiva, como un bocadillo, una infusión o alguna bebida espirituosa, que
representan una pausa y un descanso (Contreras 1992).
Estudiar la alimentación y los vínculos que tienen lugar en torno a esta,
es posible si se considera que la comida es parte y resultado de años de
interacción y rutina, y en su configuración refleja las tradiciones constitutivas
de los grupos (Hastorf 2017). Los alimentos juegan roles en los discursos
y en las relaciones: amenizan o energizan las reuniones, naturalizan las
150
rocío maría molar
relaciones de poder, establecen vínculos entre los distintos grupos. De
esta manera, el acto de comer es una práctica que une, que cohesiona a
la unidad doméstica a través de la materia, la experiencia acumulada y la
memoria (Weismantel 1995).
En ese sentido, estudiar los ámbitos de procesamiento, los sectores de
localización de la práctica y las pautas de consumo, permite conocer las
reglas que estos grupos han incorporado en la cotidianeidad y los contextos
en los cuales esas reglas fueron resistidas y negociadas (De Certeau
1980; Bowser y Patton 2004). En la búsqueda por vislumbrar esas reglas,
tradiciones, significados y contextos de consumo, se considera que el acto
de comer no se limita al momento de la ingesta sino que es precedido
por múltiples actividades, las cuales implican una constante referencia a
la memoria, a formas de preparar y conservar alimentos, al uso de ciertos
utensilios y productos que son parte de las rutinas domésticas familiares
(Atalay y Hastorf 2006; Smith 2010).
De esta manera, no solo la comida sino también las actividades y
materialidades relacionadas a la preparación y consumo de alimentos
se convierten en parte constitutiva tanto de la identidad colectiva como
individual. De acuerdo a sus posibilidades y costumbres cada grupo elige
qué recursos utilizar y cómo prepararlos. El resultado de la relación entre
múltiples variables, como disponibilidad, planificación, preferencia y
elección, será lo que finalmente defina las características particulares de las
prácticas alimentarias de cada comunidad (Smith 2012).
Reflexionar en torno a los agentes y materialidades involucrados durante
los distintos momentos que atraviesa el alimento brinda la posibilidad de ver
cómo, desde lo cotidiano y mediante la acumulación de prácticas diarias, se
desarrolla la interacción entre humanos y otros agentes y su contribución
en la reproducción y permanencia de los grupos sociales.
En este capítulo se presentan los datos obtenidos del registro
arqueológico relacionado a prácticas alimenticias proveniente de dos
unidades residenciales del primer milenio EC en la localidad de Anfama
(Prov. De Tucumán, Argentina). Estas presentan tanto particularidades
como elementos compartidos que brindan una evidencia interesante para
discutir las problemáticas referidas a sociedades aldeanas y su alimentación.
Los sitios aquí considerados son El Sunchal y Mortero Quebrado, los
cuales poseen dataciones absolutas que sitúan su ocupación principal
durante el primer milenio y que además comparten similares técnicas
constructivas y patrón arquitectónico, al menos en sus ocupaciones
correspondientes al Bloque II (capítulo 1). Estos datos, sumados a otros
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
151
indicadores relacionados con tipologías cerámicas y líticas permiten asignar
estos sitios a dicho marco temporal y vincularlas con otros sectores cercanos
que contemporáneamente atravesaron procesos similares (ej. Quebrada
de los Corrales, valle de Tafí y La Ciénega) (Berberián y Nielsen 1988b;
Cremonte 2003; Sampietro y Vattuone 2005; Di Lullo 2012).
Sin embargo, presentan dos diferencias fundamentales que permiten
su abordaje de manera comparativa. En primer lugar, el espacio físico
donde se estableció la ocupación: Mortero Quebrado se encuentra en
un sector de cumbres y El Sunchal en un fondo de cuenca. Esto podría
parecer un dato menor, pero conlleva el desarrollo de vínculos diferentes
entre sus habitantes y entre estos y el entorno. En segundo lugar, si bien
ambos sitios fueron ocupados contemporáneamente en la primera mitad
del primer milenio, en momentos posteriores El Sunchal presenta una
nueva ocupación, que destruyó parcialmente la primera y que incorpora
novedosas materialidades y técnicas constructivas (Franco 2019b; Salazar et
al. 2021; capítulo 4 de este volumen).
Respecto al contexto regional, surgen nuevas particularidades. El
Sunchal, que consiste en una única unidad residencial alejada de otras
construcciones, contrasta tanto con Mortero Quebrado, que presenta siete
viviendas esparcidas a lo largo de 1.000 m, e intercomunicadas visualmente
unas con otras, (capítulo 5) como con los asentamientos de valles cercanos
donde las estructuras habitacionales muestran distintos grados de
concentración (Berberián y Nielsen 1988b; Cremonte 1996; Scattolin 2007;
Di Lullo 2010). La otra particularidad refiere a la ausencia de estructuras
productivas en la cuenca que den indicios del manejo de recursos vegetales
o animales.
Estas particularidades hacen que estudiar la alimentación en este contexto
aldeano resulte en una cuestión interesante en tanto puede contribuir a
dilucidar cómo eran los vínculos tanto al interior de cada grupo familiar,
como a nivel comunidad. Una de las hipótesis que se plantearon al iniciar
los trabajos en Anfama se relacionaba con que, al estar los sitios ubicados
en el bosque montano, entre la selva montana y los pastizales de altura, en
el registro arqueológico se detectaría una gran recurrencia del consumo
de recursos silvestres. Otra hipótesis, fundamentada en la evidencia
recabada y observada en sitios cercanos (ej. Sampietro y Vatuone 2005;
Scattolin et al. 2009) refería a que las cocinas, entendidas como espacios
delimitados para la preparación y consumo de alimentos y organizadas
principalmente en torno a fogones, funcionaban como espacios para la
socialización cotidiana, pero que además existen otros lugares de vínculos
152
rocío maría molar
con el alimento que exceden esta delimitación. Por último, durante las
primeras aproximaciones al registro arqueológico de Anfama, al observar
la distancia entre los distintos asentamientos, se propuso que estos grupos
humanos se encontraban unidos mediante la ejecución de actividades
concretas en determinados momentos, las cuales podían vincularse tanto a
una celebración como al desarrollo de trabajos colectivos.
SITIOS Y METODOLOGÍAS DE INVESTIGACIÓN PARA RASTREAR
PRÁCTICAS VINCULADAS A LA ALIMENTACIÓN
Los sitios escogidos para estudiar prácticas referidas a la alimentación,
Mortero Quebrado (MQ) y El Sunchal (ES), ya fueron descritos en
los capítulos 4 y 5 de este libro, pero resulta pertinente retomar cierta
información. MQ se constituye como un sitio aldeano ubicado al noroeste
de la localidad de Anfama, a 2.400 msnm. En un filo cumbral se encuentran
distribuidas a lo largo de 500 m siete unidades residenciales y numerosas
evidencias que dan origen a su nombre. Los conjuntos arquitectónicos,
distanciados entre sí por aproximadamente 100 m, están constituidos por
entre tres y ocho recintos, con una estructura circular o elíptica central de
grandes dimensiones (mayores a 10 m de diámetro), interpretada como
patio, a la cual se adosan recintos habitacionales circulares de menor
tamaño (entre 3 y 9 m de diámetro) (Salazar et al. 2019).
Si bien las evidencias cerámicas son notablemente escasas en la superficie,
se destacan los instrumentos de molienda pasivos y los bloques de piedra
decorados con combinaciones de pequeñas cavidades circulares (capítulo
8). Los fechados radiocarbónicos obtenidos de material carbonizado
proveniente de tres unidades residenciales (U2, U4 y U5), permiten fijar
la ocupación intensa del sitio en la primera mitad del primer milenio EC
(entre el 80 d.C. y el 530 d.C.) (Salazar et al. 2021).
En este capítulo se consideraron las evidencias provenientes de la unidad
residencial número 2 (U2), que son las que hasta el momento concentran la
mayor cantidad de análisis realizados, y que se vinculan de manera directa a
la alimentación. Dentro de esta unidad se excavó en su totalidad un recinto
lateral, el R34, que permitió exponer un área de aproximadamente 33 m².
La decisión de excavar este recinto lateral fue tomada en base a que en
estos espacios —en sitios de similares características— suelen tener lugar
actividades relacionadas al procesamiento y cocción de alimentos (Calo et
al. 2012; Molar 2014).
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
153
La U2 está conformada por un recinto elíptico central (R33) de 16 m x
19 m (patio), al cual se le adosan cuatro recintos (R34, 35, 36 y 37) de entre
6 y 9 m de diámetro. El R34 es un recinto adosado de 6 m de diámetro,
conformado por un muro de grandes lajas clavadas en la roca madre que
dan uniformidad a los paramentos y que presenta una sola puerta que
conecta al patio a través de un vano de 90 cm de ancho. El piso de ocupación
del recinto fue identificado entre los 30 y 70 cm de profundidad (dado que
se hunde hacia el centro) y fue datado a través de material leñoso, en 1725
± 20 AP (Salazar y Molar 2017).
El sitio El Sunchal se encuentra en el sector centro-norte de Anfama,
en un fondo de cuenca, a 1.800 msnm y se constituye de dos estructuras
arqueológicas y un puesto subactual superpuesto, que fue construido en
parte desmantelando las viviendas prehispánicas. En contraposición a lo que
ocurre en Mortero Quebrado, donde las unidades residenciales se observan
claramente en el paisaje y presentan un alto grado de conservación, en
El Sunchal la sedimentación dificulta la definición de las estructuras y la
identificación de rasgos arquitectónicos (capítulo 4). Además, en las últimas
décadas el espacio fue destinado a actividades agrícolas y de pastoreo de
animales, lo que generó alteraciones tanto en la superficie como en las
primeras capas estratigráficas.
Durante las primeras prospecciones realizadas se detectaron en esta
terraza unos muros apenas visibles, rocas grabadas e instrumentos de
molienda en superficie. Las excavaciones, que alcanzan actualmente 81 m2,
permitieron proponer que la E01 habría constituido un espacio doméstico,
es decir una antigua vivienda, construido mediante el cavado de un pozo
y la elevación de sólidos muros de piedra. Al igual que el resto de las
viviendas identificadas, se constituye por el agregado de recintos circulares
en torno a un patio central, también circular. Sin embargo, en este caso,
los fechados radiocarbónicos, las técnicas constructivas y la superposición
de rasgos permitieron definir que esta estructura no permaneció estática
durante todo el milenio, sino que se evidencian modificaciones parciales
y/o reocupaciones (Franco 2019b).
La realización de sondeos y excavaciones hizo posible delimitar sectores
y áreas de actividad al interior de las viviendas. Las observaciones in situ
brindaron la primera aproximación a los espacios que involucran actividades
relacionadas a la alimentación, los cuales luego fueron estudiados mediante
la interpretación de la información generada en el campo y del análisis de
materialidades (cerámicas, micro y macrorrestos vegetales, instrumentos
de molienda).
154
rocío maría molar
Respecto a las metodologías empleadas para estudiar la alimentación,
al no poder ser conceptualizada como una única actividad sino como un
proceso que comienza con la obtención de uno o varios recursos y finaliza
con su ingesta o descarte, se consideraron numerosas materialidades
y espacios, procurando utilizar métodos específicos para cada línea de
evidencia.
Un primer obstáculo que se presentó y que hubo que sortear recurriendo
a distintas estrategias, es que en Anfama la conservación de restos de origen
orgánico se constituye como un hecho excepcional, debido sobre todo a
los altos porcentajes de humedad del suelo. Las posibilidades de hallarlos
aumentan si estos fueron carbonizados, total o parcialmente, durante su
trayectoria de vida. Ante esto, se buscaron alternativas que pudiesen dar
cuenta de los recursos intervinientes.
Para identificar los recursos vegetales, se recurrió al análisis de macro
y micrrorestos. Los estudios de microrrestos consideraron materialidades
cerámicas e instrumentos de molienda. El hallazgo de vasijas enteras es algo
inusual en los sitios trabajados, por lo cual durante las tareas de excavación
se seleccionan fragmentos para su posterior análisis y se registraron con
un número de UP (Unidad de Procedencia), teniendo en cuenta diversos
factores: su contextualización, su cercanía a fogones o su ubicación en
los pisos de ocupación, el tamaño, la evidencia de exposición al fuego (ej.
rastros de hollín o fisuras por stress térmico), que presentasen adherencias
en algunas de sus paredes o que poseyeran características que permitan
identificar a qué tipo de pieza pertenecen (ej. bordes, bases).
Tanto los instrumentos de molienda como los fragmentos cerámicos
seleccionados in situ, se retiraron con la mayor rapidez posible (mediante
el uso de guantes de nitrilo sin polvo), se envolvieron en papel aluminio
y se resguardaron en bolsas de polipropileno. Luego se introdujeron en
otra bolsa con la etiqueta, para evitar que esta entre en contacto con la
materialidad a analizar y la contamine. En algunos casos, cuando la cerámica
se encontraba muy húmeda, se procuró evitar el desarrollo de hongos
mediante la apertura de la bolsa en un lugar poco ventilado. El sedimento
que estuvo en contacto con la cerámica también se recolectó y resguardó
de la misma manera, con el objetivo de realizar análisis para control de
contaminación o traspaso de microrrestos. En el caso de instrumentos de
molienda de gran tamaño, que no pudieron ser trasladados, estos fueron
raspados luego de su hallazgo con un explorador odontológico esterilizado
con alcohol y las muestras extraídas se conservaron en un tubo Eppendorf
previamente etiquetado.
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
155
Una vez en el laboratorio y mediante el uso de guantes de nitrilo, las
materialidades e instrumentos fueron raspados con un utensilio punzante,
priorizando las “zonas porosas” (Babot 2004; Piperno 2006) y lo obtenido
fue montado directamente en portaobjetos con aceite de inmersión. Las
muestras fueron observadas a 400x mediante microscopio óptico trinocular
con polarizador marca Biotraza, modelo XP-148PLT. Las fotografías se
tomaron con cámara incorporada marca Arcano de 5.0 megapíxeles, para
lo cual se utilizó el programa IS-CAPTURE, software que permite procesar
imágenes a medida que se las va tomando, lo que posibilitó realizar de este
modo ajustes de luz, de medición de objetos, de saturación y de balance de
blancos para destacar determinados elementos.
La clasificación de los microrrestos se realizó según el International
Code for Starch Nomenclature (ICSN 2011) y el International Code for Phytolith
Nomenclature (ICPN) 2.0. Para la identificación de los mismos y de los
procesamientos a los que fueron sometidos se recurrió a colecciones
de referencias ya publicadas (Piperno et al. 2000; Babot 2003; Piperno
2006; Korstanje y Babot 2007) y a un registro propio realizado mediante
experimentación con especímenes actuales. Los componentes vegetales
que suelen encontrarse en el registro arqueológico son esporas, diatomeas,
tejido celular, fibras, tricomas, silicofitolitos y granos de almidón, los cuales,
en ciertos casos, y a través de caracteres diagnósticos, permiten identificar
las especies de productos vegetales que formaron parte de los alimentos
(Coil et al. 2003).
En cuanto a los macrorrestos, la mayor parte fueron detectados durante
las excavaciones, separados in situ y registrados según número de UP. Sin
embargo, algunos se identificaron posteriormente en laboratorio a través
del análisis de los sedimentos provenientes de fogones y de los fragmentos
carbonosos dispersos que habían sido minuciosamente recolectados y
resguardados mediante el uso de material descartable de aluminio. En
todos los casos los macrorrestos se encuentran carbonizados, condición
que ha permitido su conservación.
Para el análisis e identificación se procedió a la limpieza con pincel,
a la clasificación según frutos, semillas y maderas (siendo estas últimas
separadas para posteriores identificaciones que exceden a este trabajo)
y a su observación mediante lupa trinocular hasta 40x. En ocasiones el
material antracológico se encontraba demasiado amalgamado con el
sedimento, debiendo utilizarse agua para separarlo y evitar su rotura.
Durante el análisis de los macrorrestos se registraron los caracteres externos
(forma, textura, características de la superficie, latitud, longitud y grosor),
156
rocío maría molar
la ubicación del embrión y las características internas en los casos en que
los restos fueron hallados partidos (presencia/ausencia de estrías en el
perisperma, porosidad, brillo) (Pearsall 1989). Luego, esas características
fueron comparadas con las presentes en colecciones de referencia propias
y en trabajos realizados en distintos sitios de la zona (Oliszewski y Olivera
2009; Cano 2011; Miguez et al. 2012), teniendo en cuenta que los procesos
de carbonización producen ciertos efectos en los frutos como cambios en
la coloración, distorsión del endocarpio (hinchado o estirado) y rotura de
las coberturas.
El estudio de la intervención de recursos cárnicos en la alimentación
presenta aún mas limitaciones: los restos óseos son escasos y los fragmentos
hallados oscilan entre 3 y 7 cm de longitud, con un grado de deterioro tal
que dificulta tanto su identificación taxonómica como la observación de
huellas de corte, procesamiento o termoalteraciones. El único hallazgo que
pudo ser identificado, es un fragmento de mandíbula de camélido asociado
a la segunda ocupación del sitio El Sunchal. Asimismo, la ausencia de
estructuras destinadas al manejo de animales (ej. corrales) dificulta realizar
inferencias acerca de su manipulación.
Por el momento, las inferencias acerca de qué animales podrían estar
siendo consumidos provienen de indicadores indirectos: instrumentos
líticos destinados al trozado o corte de tejidos blandos, representaciones
zoomorfas presentes en soporte cerámico o lítico y los diseños de puntas de
proyectil. Si bien estos datos no refieren directamente al consumo de recursos
cárnicos, sí se constituyen en una primera aproximación a los animales con
los que se estaba interactuando y que, al menos potencialmente, podrían
haber formado parte de las comidas elaboradas y consumidas por quienes
habitaron las estructuras residenciales aquí consideradas.
Además de los recursos que fueron parte de los alimentos, se consideraron
los artefactos intervinientes en las actividades de procesamiento y consumo,
principalmente instrumentos de molienda y vasijas cerámicas. Los artefactos
de molienda se componen de al menos dos elementos necesarios para la
acción de moler: uno que involucra una parte inmóvil o pasiva (mortero
o molino) y otro a una parte móvil o activa (mano) que es accionada por
fuerza humana (Carrasco 2003; Babot 2004). Tales elementos, que permiten
realizar la acción de moler (reducir a polvo), machacar o triturar distintos
productos animales, vegetales o minerales, se diferencian y clasifican en
varios tipos de acuerdo a distintos atributos morfológicos y funcionales.
Para analizar las partes inmóviles, se consideraron variables como forma
de la cavidad (cónica, de planta circular, alargada), medidas (relación
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
157
entre largo y ancho), huellas de uso (pulimento, triturado, piqueteado),
movimientos de procesamiento y portabilidad. La descripción de estas
características permite su clasificación en morteros (piezas cuya oquedad
es cónica y/o de planta circular que reciben en sus cavidades movimientos
verticales y/o circulares) o molinos (instrumentos de cavidad alargada,
siendo superior el largo al ancho, con movimientos horizontales) (Adams
1996). En cuanto a las partes móviles o activas, estas se diferencian en
manos (piezas por lo general redondeadas, con una o varias caras pulidas) y
machacadores (suelen manifestar sus huellas de uso en el sector frontal de
uno o ambos extremos distales del ejemplar). Las manos son accionadas en
forma horizontal, mientras que los machacadores son activados mediante
movimientos verticales y/o circulares (Carrasco 2003; Babot 2004).
La importancia de identificar las piezas radica en que permiten establecer
qué productos se estaban obteniendo (harinas o granos triturados).
Su ubicación, la medida de sus ejes, la portabilidad y el estado (entera/
fragmentada) habilitan la inferencia de entre otras cosas, los lugares de
procesamiento, el producto a obtener y los movimientos efectuados acorde
a ese interés, y finalmente, el uso y descarte de las materialidades. Al igual
que las materialidades cerámicas y mediante la utilización de los mismos
métodos, los instrumentos de molienda fueron sometidos al análisis de
microrrestos vegetales.
Para las materialidades cerámicas se realizó un análisis general de los
restos recuperados que podían ser asociados directamente a estas prácticas,
especialmente los fragmentos que fueron raspados para el análisis de
microrrestos. El análisis fue realizado en términos tecnológicos (a través del
estudio de pastas, técnicas de manufactura) y morfológicos (determinando
y cuantificando la variedad de formas presentes en los contextos de uso).
La combinación de estas variables permitió asignar ciertas categorías
funcionales a partir de las características performativas de las distintas
combinaciones morfotecnológicas (Franco 2019a).
En relación con esto, a través de los planos de planta se analizó la
dispersión y relación entre las materialidades dentro de las viviendas,
poniendo especial énfasis en la distribución de los fogones como rasgos
organizadores del espacio (Calo et al. 2012; Carreras 2015). Estas variables
orientan acerca de cómo las personas desarrollaban su vida cotidiana en los
sectores intramuros y el rol de los alimentos en esas secuencias de múltiples
prácticas en acción.
Por último, se recurrió a la realización de entrevistas a los comuneros
y a la observación participante, tanto en actividades cotidianas como
158
rocío maría molar
en festividades. Las entrevistas se llevaron a cabo a partir de preguntas
previamente elaboradas según las labores que cada familia realiza y
también considerando sus actividades productivas (Molar y Salazar 2018).
En algunas ocasiones, los cuestionarios se vieron modificados en tanto
los comuneros brindaban datos interesantes que no habíamos previsto
obtener. La observación participante se realizó gracias a que los comuneros,
conociendo nuestro tema de estudio, nos invitaban cordialmente a formar
parte de sus actividades.
RASGOS, MATERIALIDADES Y RECURSOS CONGREGADOS EN TORNO
AL ALIMENTO
Los resultados obtenidos hasta el momento permiten poner en cuestión
las hipótesis iniciales, agregar información sobre cómo se constituyeron los
espacios de cocina durante el primer milenio y pensar cómo estos espacios
contribuyeron al desarrollo y mantenimiento de los grupos aldeanos.
Mortero Quebrado
El contexto excavado en el R34 de MQ se asemeja a la idea de cocina
como espacio delimitado para el desarrollo de actividades vinculadas a
la preparación de alimentos. En la porción centro-norte se identificó un
fogón en cubeta sin estructura, excavado en la roca madre, compuesto
por sedimento termoalterado, restos antracológicos, tiestos quemados y
un artefacto de obsidiana (figuras 1A y 1B). El análisis de estos carbones
dio resultados negativos en cuanto a la presencia de semillas o frutos.
Sin embargo, en proximidades de este rasgo fue identificado un grano
carbonizado de maíz (Zea mays) (figura 1C).
El fogón presentaba a su alrededor numerosas materialidades entre las
cuáles se identificaron cuatro manos de moler y dos molinos. En referencia
a las partes inferiores o pasivas, solo se detectaron dos fragmentos de
molinos que presentan una cara plana con rastros de uso. La profundidad
de la oquedad es en ambos casos menor a 1 cm, lo que permite suponer
que estaban siendo utilizadas para las instancias finales del procesamiento
de granos, es decir, para obtener harinas más finas (figura 1D). Respecto
a los artefactos activos (las manos), tres tienen forma redondeada y
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
159
presentan una sola cara activa, que en todos los casos se encuentra alisada y
que habría sido activada mediante movimientos horizontales y circulares o
semicirculares. La restante es alargada y muestra huellas de uso en uno de
los extremos distales, el cual posee evidencias de piqueteado, y habría sido
activada mediante movimientos verticales. Esto es un dato interesante en
tanto evidencia que se estaban obteniendo subproductos de tipo farináceos
y también granos machacados, los cuales pueden estar destinados a distintas
preparaciones.
Las manos de moler fueron sometidas a raspado y analizadas, dando hasta
el momento resultados negativos para vegetales domesticados destinados al
consumo. En cambio, uno de los molinos analizados presenta almidones de
Zea mays y diatomeas. La presencia de estas microalgas en los instrumentos
de molienda sugiere la utilización de agua como ingrediente agregado que
facilita el ablande de los granos. Esta forma de procesamiento, denominada
molienda húmeda (Babot 2004), ha sido observada también en las prácticas
llevadas a cabo por las familias que habitan Anfama en la actualidad, donde
es utilizada principalmente para el machacamiento de maíz seco al que,
una vez colocado en el mortero, se le van agregando pequeñas cantidades
de agua que van ablandando los granos y facilitando su procesamiento.
Los restos cerámicos presentaban un alto grado de fragmentación que
dificulta su remontaje. La mayor parte pertenecen a cerámica del grupo
rojo grueso, sin decoraciones, detectándose fragmentos decorados con
aplicaciones al pastillaje o incisiones geométricas, punteadas o lineales.
Entre los restos se destaca la alta proporción de fragmentos correspondientes
a ollas de grandes dimensiones, de siluetas simples y restringidas con
cuello y bordes evertidos, con asas laterales y con las paredes renegridas
por el sometimiento al fuego, lo cual permite asociarlas con actividades
de preparación y cocción de alimentos (Menacho 2001; Bugliani 2008)
(figuras 2A y B). En una proporción inferior al 5% se presentan grupos
finos, los cuales suelen constituir pucos y escudillas, asociados ambos a
recipientes al servicio de alimentos (Bugliani 2008).
El análisis de microrrestos en cerámicas dio como resultado la presencia
de almidones de maíz (Zea mays) (figura 2C), diatomeas (figura 2D),
silicofitolitos de zapallo (Cucurbita sp.) (figura 2E), almidones afines
a poroto (cf. Lupinis mutabilis sweet -tarwi-) (figura 2F) y tubérculos (cf.
Hypseocharis pimpinellifolius –Soldaque–) (figura 2G). No presentan
evidencias de procesamiento, excepto dos almidones de poroto en los que
la cruz de extinción se observa con menor nitidez, lo que puede deberse a
actividades de sometimiento al calor.
160
rocío maría molar
Figura 1. (A) Excavación del Recinto 34- Unidad 2- Mortero Quebrado (Imágen tomada por
J. Salazar); (B) Fogón en cubeta (Fotografía de J. Montegú); (C) Macrorresto de Zea mays;
(D) Molino plano; (E, F) Manos de moler. Figura de la autora.
Como se observa, los productos consumidos son en su mayor parte
cultivados, excepto los tubérculos. Esto puede resultar llamativo si se tiene
en cuenta que en Mortero Quebrado no se presentan estructuras ni espacios
que puedan asimilarse al desarrollo de actividades agrícolas: al encontrarse
en una zona cumbral, es muy poco probable desarrollar plantaciones y
cultivos sin la instalación de algún tipo de estructuras que contengan y
regulen el suelo. Sin embargo, la hipótesis principal que se maneja es que
estos grupos domésticos cultivaban en espacios con pendiente reducida,
ubicados a una hora de caminata, y que no habrían necesitado de la
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
161
construcción de infraestructura que permita el desarrollo de actividades
agrícolas.
Figura 2. (A) Fragmento cerámico con evidencias de sometimiento al fuego; (B) Fragmentos
cerámicos in situ, pertenecientes a una misma vasija; (C) Almidones de maíz (Zea mays);
(D) Diatomea; (E) Silicofitolitos de zapallo (Cucurbita sp.); (F) Almidones afines a poroto
(cf. Lupinis mutabilis sweet -tarwi-;) (G) Almidones de tubérculos (cf. Hypseocharis
pimpinellifolius -Soldaque-). Figura de la autora.
Los restos óseos recuperados, indicadores del consumo de recursos
cárnicos, fueron muy escasos. En los más de 33 m² excavados, se detectaron
únicamente cuatro fragmentos, uno de los cuales estaba completamente
162
rocío maría molar
carbonizado y los otros tres presentaban un mal estado de conservación.
Dada esa situación, no se pudieron realizar identificaciones ni visualizar
huellas de corte. Además de los fragmentos óseos, se encontraron dos
instrumentos líticos que presentan filos naturales, de cuarzo y de obsidiana,
que pueden relacionarse con tareas de corte de sustancias blandas y dos
puntas de proyectil de obsidiana cuya morfología y tamaño (pequeñas,
triangulares, pedunculadas y apedunculadas) puede relacionarse con la
caza de aves o pequeños mamíferos (Montegú 2018). El otro dato referente
al posible manejo de camélidos es la presencia en cercanías de la U5 de
una escultura con forma de camélido, tallada en bulto sobre un bloque
poliédrico longilíneo.
La particularidad que presenta en este caso el R34 es la existencia de
cuatro rocas intervenidas que se hallaron formando parte de los muros y en
el piso de ocupación, algunas de las cuales se encuentran fracturadas. Tres
de estas rocas manifiestan decoraciones en bajo relieve, con perforaciones
que conforman motivos geométricos, abstractos y zooantropomorfos. La
restante, en bulto, se encuentra en etapas iniciales de manufactura, lo cual
es poco frecuente en comparación con los otros sitios de Anfama, donde
todas las rocas intervenidas se encuentran terminadas (Salazar y Franco
Salvi 2020; capítulo 8 de este volumen).
El Sunchal
Los más de 80 m2 excavados hasta la actualidad, permitieron constatar la
presencia de una compleja superposición de estructuras residenciales, que
incluyen asociaciones de recintos circulares en torno a un patio central,
también circular, recintos subrectangulares y muros lineales no cerrados
(capítulo 4).
En el sector norte del cuadriculado intervenido, las excavaciones
permitieron exponer dos recintos superpuestos, siendo uno de estos de
planta circular (asociado a momentos de ocupación tempranos, entre
los siglos I y V d.C.) y el otro cuadrangular (relacionado con el período
comprendido entre los siglos IX y X d.C.). A la variación en el diseño
arquitectónico, se le agregan los fechados radiocarbónicos y las técnicas
constructivas que permitieron definir que la E001 se constituyó a través
de la superposición de distintos eventos constructivos y al menos dos
momentos de ocupación, uno en la primera mitad del primer milenio EC,
y otro al finalizar este período (Franco 2019a).
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
163
Los materiales que se identificaron en este espacio residencial son
conjuntos domésticos que pueden asociarse a actividades de procesamiento
y consumo de alimentos. En el recinto temprano se halló una gran cantidad
de fragmentos cerámicos asignables al primer milenio EC (Franco 2019b),
manos de moler, molinos y pequeños restos óseos (figura 3A). Respecto a
los molinos detectados, uno se encontraba fragmentado y el otro entero,
ambos son planocóncavos y fueron activados mediante movimientos
lineales-horizontales y curvilíneos, características morfotecnológicas
que son acordes a las manos detectadas en este espacio. Su tamaño es
de aproximadamente 40 x 30 cm (estimado en el caso del instrumento
fragmentado) (figuras 3B y C).
Es pertinente mencionar que, en espacios extramuros, concretamente
en la superficie del sitio, se identificaron cinco molinos, dos planocóncavos
y tres cóncavos (con más de 7 cm de profundidad), que cumplieron un rol
importante a la hora de identificar este sitio que se encontraba oculto bajo
tanta sedimentación. Todos se hallaban fragmentados y evidenciaban un
gran desgaste, por lo que es posible que se hayan encontrado descartados y
no formando parte de un contexto de molienda extramuros.
Las manos de moler analizadas pueden dividirse en dos grupos según su
tamaño y forma: cuatro de ellas son redondeadas y pequeñas (diámetro de
menos de 10 cm), tienen un promedio de dos caras activas y dos evidencian
rastros de manufactura en los bordes, similar a un piqueteado (figura
3D). Todas fueron activadas a través de movimientos curvilíneos, aunque
los bordes podrían haber sido activados mediante movimientos verticales.
Las dos manos restantes, son alargadas y de gran tamaño (de entre 20 cm
de largo y 11 cm de ancho), tienen únicamente una cara activa y fueron
activadas mediante movimientos horizontales. Según estas características
es muy probable que hayan sido utilizadas para obtener harinas, aunque
la evidencia de piqueteado en los bordes sugiere que también pudieron
usarse para machacar (no siendo esta su funcionalidad primaria).
El análisis de microrrestos en molinos dio como resultado la presencia
de silicofitolitos partidos (rondel, posiblemente pertenecientes a Zea mays),
silicofitolitos polilobados asignables a Poáceas y diatomeas, pudiendo
deberse la presencia de estas últimas a la utilización de agua para el proceso
de molienda (figuras 3E/H). En cuanto a las manos de moler, se observaron
silicofitolitos del tipo saddle y rondel fracturados, diatomeas y almidones de
Zea mays.
164
rocío maría molar
Figura 3. (A) Excavación del recinto temprano de El Sunchal (Imágen tomada por
J. Salazar); (B, C) Molinos; (D) Dos de las seis manos de moler detectadas; (E, F)
Silicofitolitos del tipo saddle y rondel, con evidencias de procesamiento; (G) Diatomea
fragmentada; (H) Silicofitolito polilobado. Figura de la autora.
La cerámica, al igual que en el resto de los espacios, se encuentra en
grandes cantidades, pero notablemente fragmentada. Sin embargo, la
recuperación de bordes (once en total) permitió distinguir formas no
restringidas de contornos simples, restringidas de contornos simples y
restringidas de contornos compuestos e inflexionados. Las características
del conjunto responden a ollas esféricas con bordes evertidos, botellones,
vasijas de contornos esféricos o subesféricos de cuello restringido, y pucos,
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
165
todos con pastas de cocción oxidante. Ocho de las vasijas identificadas
poseen aberturas de menos de 15 cm, lo cual plantea la presencia de
contenedores de pequeñas dimensiones (Franco 2019b:122). Algunos de
estos fragmentos fueron sometidos a análisis de microrrestos, priorizando
la presencia de adherencias o superficies porosas. A grandes rasgos se
observaron almidones y silicofitolitos de maíz, tricomas y almidones partidos
que no pudieron identificarse a nivel especie pero que son importantes en
tanto evidencian prácticas de molienda.
En la porción inferior de la puerta de entrada a este recinto, la cual
establece la conexión con el patio, fueron halladas dos vasijas cerámicas
enteras, una dentro de la otra. Estos pequeños cuencos, de manufactura
tosca, elaborados con una pasta gruesa y acabados mediante un alisado
irregular, se distinguen por presentar contornos simples, abiertos y poseer
en sus bordes una prominencia que permite asir la pieza (figura 4A). El
borde de uno de ellos evidencia una pequeña intervención, consistente en
una serie de incisiones aserradas realizadas seguramente con algún palillo
u objeto punzante. Si bien es una pequeña decoración, la misma sería
asignable a los inicios del primer milenio, o incluso a momentos previos
(Cremonte 1996; Franco Salvi 2012). La superficie interna muestra un
brillo oscuro que parece haber sido generado por la adición de elementos
grasos que taparan sus poros para el uso como contenedor de líquidos.
El análisis de microrrestos de las muestras obtenidas de los sectores más
porosos de estas cerámicas dio como resultado la presencia de almidones
de maíz, con rastros de procesamiento (como abertura y fisura del hilum)
que conducen a pensar que dicho vegetal fue sometido, en algún momento
de su constitución como alimento, a un proceso de deshidratación (figura
4B).
En la segunda ocupación del sitio se detectaron también elementos
asociados al procesamiento, consumo y almacenaje de alimentos (figura
5A). Como artefactos vinculados a la molienda, se hallaron únicamente
dos manos en contexto de uso. Ambas presentan una morfología alargada,
consecuencia de una mayor longitud que ancho. Fueron activadas mediante
movimientos lineales y no poseen signos de reactivación, mantenimiento o
uso intensivo. Uno de estos instrumentos se encontraba en el muro del
recinto, pero al no estar fragmentado es probable que su situación haya
sido de guardado y no de reutilización como material de construcción. En
estos mismos muros, se localizaron otros instrumentos de molienda, dos
manos y dos molinos, pero al estar fragmentados consideramos que son
parte de una actividad de reutilización o reciclaje (figura 5B).
166
rocío maría molar
Figura 4. (A) Cuencos cerámicos (montaje realizado imitando su contexto de hallazgo);
(B) Granos de almidón de Zea mays con rastros de procesamiento similares a los de
deshidratación. Figura de la autora.
En el piso de ocupación se halló únicamente un macrorresto
carbonizado, que pudo haber sido descartado in situ durante el consumo,
pudiendo considerarse la idea de que fue desestimado en un proceso de
selección de granos tostados. Este grano poseía medidas máximas de 6 mm
de largo, 3 mm de ancho y 1,5 mm de espesor. Su superficie externa vítrea, y
la observación del embrión y de la estructura interna porosa (observable en
los intersticios donde se encontraba fragmentado), permitieron identificarlo
como Zea mays (de acuerdo con Oliszewski y Olivera 2009) (figura 5C).
Respecto a los restos cerámicos, el total de la muestra se compuso de
2.286 fragmentos, entre los que pudo detectarse solo una vasija con alto
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
167
nivel de remontabilidad. A partir de la recuperación de 26 bordes se
infirieron de manera digital 15 formas. Las características del conjunto
responden a piezas no restringidas de contornos simples, restringidas de
contornos simples y restringidas de contornos compuestos. Estas incluyen
pucos y ollas con pastas de cocción oxidante, y un cuello de botella de pasta
reductora gris fina.
La única vasija remontable era de grandes dimensiones y poseía una
base cónica que condiciona su estabilidad en tanto solo puede permanecer
en pie con una estructura que la sostenga, en este caso realizada mediante
el cavado de un pozo. A su vez, el remontaje de esta pieza permitió observar
cierta asimetría hacia uno de los lados. La pasta utilizada es gruesa, con
grandes antiplásticos observables a ojo desnudo, y fue cocida bajo atmósfera
oxidante. Presenta su superficie interna alisada y las caras externas tratadas
mediante peinado o marleado. La ausencia de huellas de hollín sugiere que
en ningún momento fue sometida a fuego directo, dato que, sumado a la
forma de la misma, sugiere que fue utilizada para el almacenaje o guardado
de elementos o sustancias destinadas a la alimentación (figura 5D).
Figura 5. (A) Excavación del recinto perteneciente a la segunda ocupación de El Sunchal
(Fotografía de J. Salazar); (B) Mano de moler fragmentada; (C) Macrorresto de Zea mays;
(D) vasija cerámica. Figura de la autora.
168
rocío maría molar
Otros artefactos hallados en este recinto, que no están directamente
relacionados a las prácticas alimenticias, fueron instrumentos líticos
como raspadores, percutores, perforadores, piedras de honda y puntas
de proyectil de obsidiana y nuevamente rocas intervenidas (Montegú
2018). En esta ocasión, consisten en una representación fálica y una pieza
rectangular con cavidades hemiesféricas grabadas en una de sus superficies
(Salazar y Franco Salvi 2020; capítulo 8 de este volumen).
En cuanto al consumo de recursos cárnicos, al igual que en Mortero
Quebrado, los restos óseos en El Sunchal son notablemente escasos y
consisten en fragmentos con un máximo de 5 cm y con un alto grado de
deterioro, observándose únicamente actividades de sometimiento al fuego.
En la capa inmediatamente superior al piso de ocupación del recinto
adosado se encontró un fragmento de mandíbula que pudo ser identificado
con el género Lama (figura 6A). Si bien la presencia de este resto no es un
indicador directo de su consumo (por la imposibilidad de detectar huellas
de corte o termoalteración), su permanencia al interior de la vivienda, en
un contexto de preparación de alimentos, permite postular que su destino
estuvo relacionado con la ingesta de recursos cárnicos.
Relacionado con esto, los instrumentos líticos que pueden asociarse al
corte de partes blandas son siete instrumentos con filos naturales de cuarzo
y cuarcita (figura 6B). En cuanto a las puntas de proyectil, indicadoras
del desarrollo de actividades de caza, se encontraron preformas y puntas
de proyectil de obsidiana y cuarzo pequeñas, triangulares y pedunculares
(Montegú 2018). Respecto a otros indicadores indirectos del manejo
y consumo de animales, se encuentran las representaciones de estos
animales, consistentes en cuatro estatuillas zoomorfas fracturadas, todas
correspondientes a los momentos tardíos de esta ocupación (Franco 2019a
y 2019b).
Como se mencionó, ambos recintos en su respectivo momento de
ocupación se encontraban conectados a un espacio central o patio donde
se detectó otro contexto vinculado a la preparación de alimentos. En este
espacio, ubicado en el extremo este del recinto central, se observó un
fogón sobre el cual se conservaba una olla fragmentada (figura 7A). Este
fogón era en cubeta como el del R34-U2 de Mortero Quebrado, aunque
bastante más informal, de contorno irregular, con rugosidades en su base
y una profundidad de entre 8 y 10 cm (figura 7B). Si se considera que este
tipo de fogones suelen ser más una consecuencia de la modificación por
reutilización y limpieza de un espacio con tal fin, que una formatización
de mismo (Carreras 2015:11), es probable que la diferencia entre ambos
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
169
radique en la intensidad de uso. En este caso, los restos de carbón eran
escasos al igual que las espículas incrustadas en el sedimento.
Figura 6. (A) Fragmento de mandíbula perteneciente al género Lama. (Fotografía de la
autora); (B) Instrumentos líticos asociados al corte de tejidos blandos (Fotografías de J.
Montegú).
Si bien en el fogón no se encontró ninguna semilla o fruto carbonizados,
en la capa estratigráfica relacionada a este rasgo se identificó un grano
carbonizado de Zea mays, que medía 5,5 mm de largo máximo, 4 mm de
ancho máximo y 2.2 mm de espesor máximo. La superficie externa del
mismo era de aspecto lustroso/vítreo y la estructura interna brillosa y con
una alta porosidad, características que permitieron confirmar su asignación
a Zea mays (Cf. con Oliszewski y Olivera 2009; Cano 2011; Oliszewski et al.
2020) (figura 7C).
Sobre el fogón se encontraban 32 fragmentos in situ que parecían
pertenecer a una olla fragmentada, como si al romperse hubiese sido
directamente abandonada, inhabilitando la posibilidad de usar nuevamente
esta estructura. Sin embargo, el posterior remontado y análisis de los
fragmentos permitió definir que pertenecían a dos contenedores cerámicos
distintos (figuras 7D y E). Ambas vasijas son del grupo ordinario, elaboradas
con pastas que involucran inclusiones no uniformes, predominantemente
gruesas (>0,5 mm) y cocidas en atmósfera oxidante. Las dos poseen
contornos simples y cuerpo ovoide invertido y los acabados de superficie
170
rocío maría molar
son de baja regularidad, tanto en la cara interna como externa. Ambas ollas,
evidencian en el acabado de superficie la implementación de la técnica de
marleado, que consiste en el alisado mediante el uso de un marlo cuando
la arcilla se encuentra aún fresca, lo que genera una superficie peinada.
Esta técnica le otorga cierta rugosidad a la pieza y mejora las posibilidades
de asirla.
Las adherencias del interior de una de estas ollas fueron analizadas
y dieron como resultado la presencia de almidones y silicofitolitos de
maíz (Zea mays) (figura 7F) Los silicofitolitos no presentan rastros de
procesamiento; los almidones se encuentran alterados, evidenciando un
proceso de gelatinización a través de la pérdida (en algunos casos parcial)
de la birrefringencia (consecuencia del sometimiento al calor).
El estudio morfológico del conjunto cerámico localizado en este sector
permitió inferir un número mínimo de doce vasijas procedentes del piso
ocupacional, además de las dos ollas asociadas al relleno del fogón. A
diferencia de otros contextos registrados en el sitio (Franco 2019b) aquí
se puede observar una importante proporción (50%) de contenedores
grandes de contornos restringidos y no restringidos, simples y compuestos.
Esto permite proponer que este sector de la ocupación podría haberse
dedicado especialmente a la conservación, macerado y cocción de alimentos.
En menor medida también se han observado algunos cuencos pequeños
que presentan su superficie interna muy alisada e incluso alterada en su
coloración, que permite inferir algún tipo de tratamiento postcocción para
la reducción de la porosidad de la cerámica que favoreció la utilización de
la pieza para servir y consumir líquidos.
Además de cerámicas muy fragmentadas y rodadas, en torno al fogón se
encontraron algunos instrumentos líticos que podrían ser manos de moler
descartadas (presentan caras levemente alisadas), aunque su gran deterioro
no permite una identificación certera. Una situación similar se genera en
torno a los especímenes óseos que están representados únicamente por
pequeños fragmentos cuyo estado de conservación impide la determinación
taxonómica. La escasez de artefactos, y sobre todo de utensilios destinados
al procesamiento y preparación de alimentos, es un dato importante a tener
en cuenta en tanto podría indicar que estas actividades estaban teniendo
lugar en otro sector del patio o en alguno de los recintos.
El último contexto a considerar es un talud ubicado en el sector
noreste de la unidad. La importancia de este espacio radica en que, por
su ubicación extramuros y por la concentración de materiales, estimamos
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
171
que consiste en un área de descarte. El conjunto de restos se encuentra
concentrado en dos capas estratigráficas y está compuesto por puntas
de proyectil, fragmentos de cerámica ordinaria (que presentan algunas
decoraciones con representaciones antropomorfas, como ojos, manos,
cejas, y con motivos geométricos como punteados, triángulos o líneas) y
vegetal carbonizado. El análisis en laboratorio del material carbonizado dio
como resultado la presencia de una semilla de Phaseolus sp. (Cano 2011;
Miguez et al. 2012), dato interesante a considerar en tanto permite pensar
en el momento final por el que atraviesan los alimentos que no forman
parte de la ingesta.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN
El trabajo realizado durante los últimos siete años ha permitido poner
en discusión las hipótesis con las que comenzamos a realizar el trabajo de
campo. Entre los resultados surge un dato que permite al menos cuestionar
uno de nuestros primeros postulados: en los sitios del primer milenio de
Anfama, un lugar entremezclado con la vegetación, el clima y los recursos
de la yunga, no se han identificado productos silvestres. Pese a las múltiples
excavaciones y sondeos realizados (en El Sunchal, Mortero Quebrado,
Las Pavitas, La Perillita) no pudieron identificarse, a nivel macro o micro,
restos que puedan asociarse directamente a vegetales recolectados.
Algunos almidones detectados en un contexto de cocina del sitio
Mortero Quebrado, los cuales se asemejan a los descriptos para soldaque
(Hypseocharis pimpinellifolius), y el poroto carbonizado proveniente de El
Sunchal podrían indicar prácticas de recolección, pero en ambos casos la
evidencia es insuficiente para determinar la especie y poder definir si son
domesticados o silvestres.
Esta ausencia de productos es aún más notable si se considera, por un
lado, que en esta cuenca se encontraron macrorrestos de chañar (Geoffroea
decorticans) en sitios tempranos como Casa Pastor (2137 ± 31 AP) y tardíos,
como Casa Rudi (460 ± 20 AP) (Salazar 2017; Vázquez Fiorani y Salazar
2018). Por otro lado, en los pisos de ocupación de dos unidades residenciales
de Mortero Quebrado (U5 y U2) se constató, mediante la realización de
estudios antracológicos, la presencia de restos leñosos carbonizados de
Geoffroea decorticans (chañar), pero no de su fruto.
172
rocío maría molar
Asimismo, mediante la aplicación de modelos de distribución de especies
(a través de la herramienta MaxEnt) Franco y Camps (2020) plantean
que Anfama se encuentra en un sector de probabilidades positivas pero
limitadas respecto a la posibilidad de que allí hayan crecido ejemplares
arbóreos de chañar hace dos mil años y explican su presencia (en momentos
tempranos y tardíos) por prácticas de intercambio. Ante esta propuesta,
y realizando una vinculación más directa con la práctica alimenticia, es
posible hipotetizar que hubo cambios en los grupos que llevaron a un
abandono del consumo de este producto durante un período que abarca
más de un milenio.
Estos cambios podrían estar relacionados con el abandono de prácticas
de intercambio, aunque esto parece improbable en tanto continúan
utilizándose otros elementos foráneos como obsidiana y mineral de cobre
(Montegú 2018). También con un período de poco crecimiento de estos
árboles en toda la zona, pero la abundante presencia de chañar en La
Bolsa 1 y Puesto Viejo no avala esta explicación (Molar 2014; Oliszewski y
Arreguez 2015). En cambio, puede pensarse que hubo una desestimación
de este producto y que esto pudo haber estado relacionado a una
multiplicidad de cuestiones relacionadas a su sabor, los conocimientos/
desconocimientos acerca de cómo utilizarlo, tabúes alimenticios o por
priorizar productos de cultivo doméstico.
Respecto a la caza, la presencia de escasos restos óseos de animales y la
completa ausencia hasta el momento de restos humanos que permitan la
realización de estudios de isótopos estables se convirtieron en obstáculos
que impiden comprobar de manera fehaciente qué recursos fueron
consumidos. El hallazgo de puntas de proyectil con evidencias de uso
reiterado es un indicador del desarrollo de estas prácticas, pero por el
momento no es posible conocer a qué especímenes estaban destinadas.
Las estatuillas zoomorfas vinculadas a animales salvajes no son un dato
concreto para considerar, en tanto solo se detectó un fragmento de cabeza
asignable a un zorro (Lycalopex sp.) y la parte correspondiente al cuerpo
de otro animal, que si bien es similar a un camélido presenta manchas
del tipo rosetas, vinculadas a los felinos. Estos animales no suelen estar
destinados a la alimentación, aunque sí es conocida su vinculación con la
ritualidad (Gordillo 2010) y también el uso de sus pieles como abrigo o
como parte de la vivienda. No aparecen otros especímenes salvajes que
pudiesen haber sido consumidos.
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
173
Los vegetales detectados en el registro arqueológico son mayormente
de origen cultivado: Zea mays (maíz), Cucurbita sp. (zapallo) y Phaseolus
sp. (poroto). Si bien no se hallaron estructuras agrícolas que puedan dar
cuenta del lugar donde estos fueron producidos, la comunidad actual
desarrolla numerosos cultivos (principalmente maíz, cebada y hortalizas)
aprovechando las zonas de escasa pendiente, sin recurrir a estructuras
más allá de los alambrados utilizados para evitar la depredación por parte
de los animales. En El Sunchal, el espacio destinado al desarrollo de
prácticas agrícolas probablemente haya sido la terraza que se encuentra al
sur de las unidades arqueológicas. En Mortero Quebrado al no detectarse
estructuras, ni espacios lo suficientemente amplios para el desarrollo de
prácticas agrícolas, se plantea la hipótesis de que el cultivo tuvo lugar en
terrenos alejados del sitio, tal vez a una o dos horas de caminata, pero lo
suficientemente accesibles como para asistir en los momentos puntuales
de preparación de la tierra, siembra y cosecha. De igual manera, tampoco
debe descartarse la realización de intercambios de algunos productos
entre los habitantes de ambos sitios.
Respecto a la otra hipótesis planteada en torno a la posibilidad de
encontrar las “cocinas” en el registro arqueológico, de acuerdo a
lo excavado hasta el momento es posible afirmar que los espacios de
preparación de alimentos no se encuentran completamente restringidos
a un ámbito o recinto delimitado dentro de cada unidad residencial, y
que además, en los espacios de cocción y consumo también se desarrollan
otras actividades que no se vinculan directamente con la comida. Como
hemos visto, en El Sunchal se observan actividades de cocción en el patio
central, pero el procesamiento parece tener lugar en uno de los recintos
adosados. En Mortero Quebrado, el lugar que podría pensarse como
exclusivo para preparar y cocinar alimentos se encuentra mucho más
delimitado, pero la evidencia indica que su destino excede el desarrollo
de actividades culinarias e incluye la manufactura de artefactos líticos.
En este sentido, podemos pensar que tanto la comida como el fogón
congregan a las personas no solo para preparar y consumir alimentos, sino
para el desarrollo de otras actividades intermediadas por esos agentes.
Por último, la intervención de las vasijas en el proceso alimenticio
puede observarse de forma directa a través de los efectos que producen
sobre el alimento en su constitución como tal, pero también es posible
reflexionar en torno a cómo los contenedores intervienen y median
las relaciones entre los individuos. La agencia que ejercen sobre la
174
rocío maría molar
comida varía desde el sabor particular que le da al alimento la cocción
en elementos elaborados con distintos materiales (en este caso arcillas)
hasta la cantidad que puede cocinarse y los distintos productos que
pueden obtenerse. El análisis de microrrestos vegetales permite observar
que efectivamente se utilizaron para procesos de cocción y tostado, en
algunos casos de sustancias harinosas obtenidas mediante la utilización
de los molinos. La presencia de granos de almidón que evidencian rastros
de deshidratación también permite proponer que las vasijas fueron
utilizadas para contener o almacenar alimentos.
Las cerámicas intervinieron indudablemente en el cotidiano, a
través del servicio de alimentos. Que la mayor parte de estas hayan sido
de tamaño mediano habilita a pensar en un consumo colectivo pero
doméstico, acompañado de utensilios de uso individual. La presencia de
los cuencos de El Sunchal, ubicados debajo del piso de ocupación en la
abertura que permite el acceso al recinto adosado, se constituye como un
caso excepcional probablemente asociado a alguna actividad ritual. La
morfología de estos contenedores, que no se corresponde con ninguna
de las halladas en los dos sitios estudiados, indica que fueron elaborados
con un fin preciso distinto al del consumo cotidiano. El hallazgo en su
interior de granos de almidón de maíz únicamente permite pensar en la
elaboración de algún producto especial para la ocasión, tal vez similar a la
chicha ampliamente consumida en tiempos prehispánicos en momentos
de celebración o ritualidad (Cremonte et al. 2009; Arriaza et al. 2015).
El consumo de recursos cárnicos, si bien sus evidencias son notablemente escasas, se manifiesta a través de los pequeños restos óseos y de los
instrumentos utilizados para su manipulación. El tamaño de las puntas de
proyectil (menores a 2 cm), que pueden considerarse un indicador de la
caza de animales no habilita a pensar en el aprovisionamiento de especímenes de gran tamaño o que brinden una gran provisión de carne. La
presencia de estatuillas con diseños de camélidos en el sitio El Sunchal y
la talla en bulto de un camélido en Mortero Quebrado (Salazar y Franco
Salvi 2020), contribuyen a dimensionar la importancia de estos recursos
para los grupos aldeanos tempranos, relevancia que no necesariamente
se relaciona solo con los fines alimenticios sino que puede tener otras
significancias.
Las evidencias recabadas permiten vislumbrar la multiplicidad de
momentos, agentes y espacios involucrados en la alimentación. Pese a las
particularidades que pueda presentar cada sitio y a la imposibilidad de
capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS...
175
observar a través del registro arqueológico a los agentes desempeñarse en
su accionar cotidiano, la omnipresencia de los actos alimenticios conduce
a afirmar que, en variables momentos e instancias, los distintos miembros
de cada unidad doméstica se vieron involucrados en la consecución de
alguno de dichos actos, excediendo a los momentos de comensalidad. La
colectivización de esta actividad permite la transmisión de principios y
modos de hacer, de tradiciones culinarias que son parte fundamental de
la reproducción social de los grupos, y que posibilitaron la persistencia de
estas sociedades aldeanas tempranas a lo largo de un milenio.
CAPÍTULO 7. CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA
TECNOLOGÍA LÍTICA DEL BOSQUE MONTANO
TUCUMANO (ARGENTINA) ENTRE EL 50 A.C. Y
1450 D.C.
Juan M. Montegú
Tradicionalmente el sector de las yungas del Noroeste argentino (NOA)
fue concebido en la arqueología regional como un área periférica, marginal
o complementaria de otros espacios más ampliamente estudiados, tales
como los bolsones puneños y los valles mesotérmicos (Tartusi y Núñez
Regueiro 2003; Corbalán 2008; Ortiz et al. 2015). Recientemente nuevas
investigaciones han empezado a estudiar las yungas desde una mirada más
diversa, entendiendo sus propios desarrollos y modos de vida (Miguez y
Caria 2015; Ortiz et al. 2015; Salazar et al. 2019). Por otro lado, los estudios
materiales de las yungas han estado centrados en la cerámica, principalmente
por la entidad que adquirió la denominada alfarería Candelaria (Heredia:
1974), la cual se convirtió en una marca registrada del área. También de
manera reciente, el estudio de otras materialidades, en este caso los restos
líticos, han empezado a ser considerados en las investigaciones (Díaz 2004;
Caria et al. 2009; Miguez et al. 2009; Martínez et al. 2010; Miguez et al. 2015;
Montegú 2018).
En el marco de esta renovada mirada sobre el espacio y las materialidades
de las yungas, el presente capítulo apunta a caracterizar algunos aspectos
de los conjuntos líticos tallados provenientes de dos sitios arqueológicos de
la cuenca de Anfama (Tucumán, Argentina) con el objetivo de determinar
variaciones y continuidades en la tecnología lítica durante el lapso temporal
que abarca del 50 a.C. al 1450 d.C. Dichos análisis buscan contribuir a la
compresión de los modos de habitar el área por grupos prehispánicos a lo
largo de un periodo de 1.400 años de ocupación.
Considerando la cronología del área y el modelo de ocupación
propuesto para Anfama (capítulo 1), el análisis se centra en los Bloques II
178
Juan m. monteGú
(50 a.C. a 600 d.C.), III (800 a 1000 d.C.) y IV (1400 a 1500 d.C.). Los rasgos
arquitectónicos y conjuntos cerámicos de estos tres bloques temporales
indican momentos con distintas dinámicas de ocupación, reflejadas en
variaciones y continuidades en los materiales. Nuestra intención aquí
es determinar si los artefactos líticos acompañan estas diferencias y
persistencias, para contribuir al estudio de los modos de ocupar el espacio
en la zona. Puntualmente, los materiales líticos considerados proceden de
los contextos estratigráficos de los sitios El Sunchal, Casa Rudi 1 y La Laguna
(capítulos 4 y 9). En el primer caso, se tomaron en consideración sus dos
ocupaciones (una correspondiente al Bloque II y la otra al Bloque III),
mientras que los sitios Casa Rudi 1 y La Laguna se tomaron en conjunto
(adscribibles al Bloque IV). La comparación entre los conjuntos líticos de
cada bloque temporal se centró en las materias primas aprovechadas, las
técnicas de tallas empleadas y los tipos de instrumentos presentes.
MÉTODOS APLICADOS
Los tres conjuntos líticos fueron analizados macroscópicamente a través
de estudios tecno-morfológicos y morfológico-funcionales, siguiendo
los lineamientos de Aschero (1975, 1983) y de Sullivan y Rozen (1985),
adaptados para el caso de estudio. Como primer paso, se caracterizó a ojo
desnudo el tipo de rocas presente en cada conjunto. Luego, los materiales
fueron agrupados en categorías de desechos de talla, núcleos e instrumentos
para el análisis específico de ciertas variables. Ya que el objetivo de la
investigación apuntó a determinar variaciones y continuidades de los
conjuntos, en cada categoría se registraron determinados indicadores
que se consideraron susceptibles de brindar información sobre cambios y
persistencias en el manejo de la tecnología lítica.
En el caso de los desechos de talla se registraron las variables de estado
de fragmentación, tipo de talón y origen de la extracción, mientras que
en los núcleos se consideró la designación morfológica de los mismos. Las
variables en estas dos categorías apuntaron a inferir las técnicas de talla de
cada bloque temporal.
Para los instrumentos se tomaron variables que permitieran caracterizar
elementos diagnósticos de cada bloque. De esta manera se diferenciaron
los artefactos formatizados (aquellos filos y puntas elaborados por talla,
retoque, microrretoque o alguna combinación de ellos), no formatizados
(filos y puntas naturales con rastros complementarios) y litos modificados
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
179
por el uso (superficies con rastros complementarios). Por otra parte,
entre los instrumentos formatizados y no formatizados, se discriminaron
aquellas piezas que constituían instrumentos compuestos, dobles o simples,
entendiéndose por compuestos a los artefactos que en una misma unidad
presentan dos o más especímenes morfológicos diferentes (por ende,
utilizados para distintas acciones primarias), y por dobles a los artefactos
que en una misma unidad presentan dos formas repetidas del mismo grupo
morfológico (es decir, que se utilizaron en las mismas acciones primarias).
Por último, se determinaron los grupos tipológicos de los instrumentos,
tanto formatizados como no formatizados, teniendo en cuenta en estos
últimos principalmente los rastros de utilización visibles macroscópicamente
y, en el caso puntual de los filos naturales, el tipo y ángulo de bisel.
LOS MATERIALES LÍTICOS DE ANFAMA
Bloque II, El Sunchal primera ocupación
El conjunto lítico de este bloque se compone de 1.471 piezas, cuya
distribución entre desechos de talla, núcleos e instrumentos puede verse en
la tabla 1. En ella también se observa la variedad de materias primas que se
aprovecharon, en donde hay un predominio del cuarzo, seguido muy por
debajo y en orden decreciente por cuarcitas, grauvaca, pizarra, obsidiana,
sílices, rocas indeterminadas, esquistos y granito.
Los desechos de talla (N=1386), indicados en la tabla 2, mostraron
un índice de fractura del 40,6%, conformado por un 25,8% de lascas
fracturadas con talón y un 14,8% sin talón. Las lascas enteras representaron
el 35,9%, en tanto que los desechos indiferenciados alcanzaron al 23,5%
del subconjunto.
Juan m. monteGú
180
Tabla 1. Distribución de materias primas y categorías de artefactos del Bloque II.
Materia Prima
Desechos de talla
Instrumentos
Núcleos
Total
Cuarzo
1164
19
7
1190
80,9%
Cuarcitas
83
13
7
103
7,0%
Grauvaca
72
8
3
83
5,6%
Pizarra
34
0
0
34
2,3%
Obsidiana
13
8
0
21
1,4%
Sílices
14
3
0
17
1,2%
Indeterminadas
6
6
0
12
0,8%
Esquistos
0
10
0
10
0,7%
Granito
0
1
0
1
0,1%
Totales
1386
68
17
1471
100%
Tabla 2. Características de los desechos de talla del Bloque II (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr:
grauvaca, Pi: pizarra, Ob: obsidiana, Si: sílices, Ind: indeterminadas).
Variable
Estado de
fragmentación
Tipo de
talón
Origen de la
extracción
Categoría
Cz
Cc
Gr
Pi
Ob
Si
Ind
Total
Entero
392
50
42
0
6
5
2
497
35,9%
Fracturado c/talón
306
25
15
2
5
4
1
358
25,8%
Fracturado s/talón
194
5
1
0
2
1
2
205
14,8%
Indiferenciado
272
3
14
32
0
4
1
326
23,5%
Total
1164
83
72
34
13
14
6
1386
100%
Natural
156
26
25
0
0
3
0
210
24,6%
Liso
427
46
31
1
7
5
3
520
60,8%
Diedro
13
1
0
0
0
0
0
14
1,6%
Facetado
8
2
0
0
1
0
0
11
1,3%
Filiforme
51
0
0
1
0
1
0
53
6,2%
Puntiforme
43
0
1
0
3
0
0
47
5,5%
Total
698
75
57
2
11
9
3
855
100%
Externa
54
12
8
0
2
1
0
77
9,0%
Interna
567
60
48
2
4
6
3
690
80,7%
Bipolar
13
2
1
0
0
2
0
18
2,1%
Formatización
64
1
0
0
5
0
0
70
8,2%
Total
698
75
57
2
11
9
3
855
100%
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
181
En el número mínimo de individuos (MNI), conformado por lascas
enteras y fracturadas con talón (N=855) (tabla 2), se registró una
preponderancia de las plataformas preparadas (75,4%), en donde
fueron mayoritarios los lisos, seguidos muy por debajo por los filiformes,
puntiformes, diedros y facetados. Los talones no preparados, registrados
como naturales, componen la segunda categoría más identificada después
de los lisos. Por último, en el origen de las extracciones, se destacan
principalmente las lascas internas, seguidas muy por debajo por las externas,
de formatización y bipolares.
Por su parte, los núcleos (tabla 3) mostraron una mayor presencia
de las morfologías bipolar y amorfo, seguidos por formas irregulares de
escasa estandarización: prismático irregular, pseudo-prismático y discoidal
irregular. Es de destacar que solamente se identificaron núcleos entre las
materias primas de cuarzo, cuarcitas y grauvaca (figuras 1, 2 y 3).
En cuanto a los instrumentos, si bien se registraron 68 piezas, la presencia
de instrumentos compuestos y dobles permitió analizar un total de 87 filos,
puntas y superficies (tabla 4). De ese universo, el 53% correspondieron
a artefactos formatizados, seguidos por aquellos no formatizados con un
31%, y por los litos modificados por el uso con un 16%. Entre estos últimos
se registraron percutores, sobadores (posiblemente para el trabajo en
cuero) y alisadores/pulidores (probablemente para la confección de piezas
cerámicas).
Tabla 3. Morfologías de los núcleos del Bloque II.
Morfología
Cuarzo
Cuarcitas
Grauvaca
Total
Bipolar
3
3
6
35%
Amorfo
4
1
5
29%
Prismático irregular
1
2
3
18%
Pseudo-prismático
1
1
2
12%
Discoidal irregular
1
1
6%
17
100%
Total
7
7
3
182
Juan m. monteGú
Figura 1. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarzo procedente de El Sunchal (Bloque II). Figura
del autor.
Figura 2. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarcita procedente de El Sunchal (Bloque II).
Figura del autor.
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
183
Figura 3. Dibujo diacrítico de núcleo de grauvaca procedente de El Sunchal (Bloque II).
Figura del autor.
Entre los grupos tipológicos identificados en los artefactos formatizados
y no formatizados, se observó una gran variedad de filos y puntas que
habrían sido utilizados en tareas de corte, raspado, desbaste y perforado
(tabla 4). Entre estos artefactos, se deben destacar las siete puntas de
proyectil identificadas (dos de cuarzo y cinco de obsidiana), una de las
cuales corresponde solo al ápice de la pieza, y que no pudo ser caracterizada
(figura 4a). De las restantes seis piezas (enteras o con fracturas mínimas) se
observó que todas son apedunculadas, de limbo triangular (cuatro cortos,
uno largo y uno indeterminado por fracturas), con base cóncava profunda
o escotada y aletas entrantes agudas. El tamaño es principalmente pequeño
(tres), aunque hay una pieza muy pequeña, otra mediano pequeña y
una que no pudo determinarse por fracturas. Los bordes son sobre
todo de tipo recto (tres), siendo menos comunes el tipo cóncavo (uno)
y el convexo (uno); a su vez, los bordes son mayoritariamente dentados
(tres) y aserrados (tres), registrándose solo un borde normal. De las siete
puntas de proyectil registradas, seis presentaban fracturas de ápice y/o
aletas coincidentes con el uso, en tanto que la única pieza entera parece
haber sido sometida a trabajos de reactivación, debido a la extensión de los
lascados y la disminución considerable de su tamaño. Todas las puntas han
sido elaboradas mediante microrretoques extendidos bifaciales, siendo de
los instrumentos más altamente formatizados. También hay que destacar la
presencia de siete preformas de puntas de proyectil (cuatro de cuarzo y tres
de obsidiana) (figura 4b) de morfología triangular, algunas con fracturas o
tamaños que indican errores en la manufactura (cinco) y otras abandonadas
en el proceso de formatización (dos). En tres de estas preformas los bordes
son dentados, lo cual se condice con las puntas formatizadas.
Juan m. monteGú
184
Tabla 4. Instrumentos registrados en el Bloque II.
Categoría
Grupo tipológico
Unifaz
Cz
1
Raspador
Instrumentos
formatizados
Cc
Gr
Litos modificados por el
uso
Si
Gra
Ind
Total
2
2
2
10
Muesca
3
4
Perforador
1
1
2
Punta entre muescas
1
1
Punta burilante
1
1
Pico
1
3
2
1
Preforma de PPY
4
3
7
PPY apedunculada
2
4
6
1
1
4
1
2
8
Piedra de onda pulida
1
Hacha lítica pulida
2
2
1
2
FNDAF
1
Sub-total
12
10
9
FNRC de corte
4
5
1
3
13
FNRC de desbaste
1
3
1
1
6
FNRC de raspado
1
3
1
1
6
8
4
0
1
2
46
MNRC
1
1
PNRC
1
1
Sub-total
6
13
Percutor
3
1
3
0
0
5
0
1
Sobador
0
27
4
9
3
3
Alisador/pulidor
Sub-total
Total
Es
1
PPY indeterminada
Instrumentos
no
formatizados
Ob
2
2
3
1
0
0
6
0
0
4
14
21
24
12
8
10
5
1
6
87
(Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Es: esquistos, Si: sílices, Gra:
granitos, Ind: indeterminadas, PPY: punta de proyectil, FNDAF: filo no diferenciado de
artefacto formatizado, FNRC: filo natural con rastros complementarios, MNRC: muesca
natural con rastros complementarios, PNRC: punta natural con rastros complementarios).
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
185
Otro grupo tipológico que se destaca en este bloque temporal son las
piedras de honda (figura 5), que incluyen ocho instrumentos elaborados
principalmente en esquistos moteados (cuatro), siendo las demás piezas
de grauvaca (uno), granito (uno) y roca indeterminada (dos). Todos estos
artefactos tienen una morfología ovoidal simétrica y han sido formatizados
mediante alisado/pulido de sus caras. También todas las piezas presentan
en uno o ambos extremos marcas de percusión, seguramente causadas por
el impacto del proyectil en su utilización; incluso, una de las piezas presenta
una fractura lateral oblicua en un extremo, probablemente por uso.
Finalmente, considerando las piezas que conforman los artefactos
formatizados y no formatizados (N=54), se observó que un 72% de
ellas correspondían a instrumentos simples, mientras que un 20% eran
compuestos y un 4% dobles (tabla 5). El 4% restante correspondió a
fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados.
Tabla 5. Categorías de artefactos formatizados y no formatizados del Bloque II.
Categoría
Cz
Cc
Gr
Ob
Simples
13
5
3
8
Compuestos
2
5
3
Dobles
0
2
0
Indeterminado
1
0
Total
16
12
Es
Si
Gra
Ind
Total
5
2
1
2
39
72%
0
0
1
0
0
11
20%
0
0
0
0
0
2
4%
1
0
0
0
0
0
2
4%
7
8
5
3
1
2
54
100%
(Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Es: esquistos, Si: sílices,
Gra: granitos, Ind: indeterminadas).
Figura 4. Puntas de proyectil (A) y preformas (B) procedentes de El Sunchal (Bloque II).
Figura del autor.
186
Juan m. monteGú
Figura 5. Piedras de onda pulidas procedentes de El Sunchal (Bloque II). Figura del autor.
Bloque III, El Sunchal segunda ocupación
En este bloque, el conjunto lítico se compuso de 1665 piezas. En la
tabla 6 se observan las distribuciones entre desechos de talla, núcleos e
instrumentos, así como las materias primas identificadas. Entre estas
últimas, el cuarzo es la roca más representada del conjunto, seguida por
valores menores de cuarcitas, grauvaca, pizarra, obsidiana, sílices, rocas
indeterminadas y esquistos.
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
187
Tabla 6. Distribución de materias primas y categorías de artefactos del Bloque III.
Materia Prima
Desechos de talla
Instrumentos
Núcleos
Totales
Cuarzo
1348
36
6
1390
83,5%
Cuarcitas
117
20
6
143
8,6%
Grauvaca
49
6
0
55
3,3%
Pizarra
21
5
0
26
1,6%
Obsidiana
15
5
0
20
1,2%
Sílices
13
4
0
17
1,0%
Esquistos
2
4
0
6
0,3%
Indeterminadas
4
4
0
8
0,5%
Totales
1569
84
12
1665
100%
Entre los desechos de talla (N=1.033) (tabla 7), las lascas fracturadas
ascendieron a un 53%, repartidas entre un 34% con talón y un 19% sin
talón. Por su parte, las lascas enteras alcanzaron el 32% del subconjunto,
mientras que el 15% restantes correspondió a desechos indiferenciados. Del
NMI (N=1.033), un 73% presentaron talones preparados, destacándose el
tipo liso, seguido por escasas cantidades de puntiformes, filiformes, diedros
y facetados. Los talones registrados como naturales (sin preparación)
representaron el segundo tipo de talón más registrado. En cuanto al origen
de las extracciones, predominaron las lascas internas y se registraron
menores cantidades de lascas externas, de formatización y bipolares.
Se registraron doce núcleos en este bloque, solo en las materias primas
de cuarzo y cuarcitas (tabla 8) (figuras 6 y 7). Entre ellos, la forma bipolar
fue ampliamente predominante, mientras que también se observaron un
núcleo amorfo, otro poliédrico parcial y uno piramidal irregular.
Juan m. monteGú
188
Tabla 7. Características de los desechos de talla del Bloque III
Variable
Categoría
Estado
de
fragmentación
Tipo de
talón
Origen
de la
extracción
Cz
Cc
Gr
Pi
Ob
Si
Es
Ind
Totales
Entero
398
53
23
4
11
7
2
2
500
31,9%
Fracturado c/talón
468
40
16
1
4
4
0
0
533
34,0%
Fracturado s/talón
269
20
3
1
0
1
0
1
295
18,8%
Indiferenciado
213
4
7
15
0
1
0
1
241
15,3%
Total
1348
117
49
21
15
13
2
4
1569
100%
Natural
210
52
9
0
1
4
0
1
277
26,8%
Liso
493
34
24
3
8
5
0
1
568
55,0%
Diedro
11
1
0
0
1
1
0
0
14
1,4%
Facetado
6
1
1
0
2
0
0
0
10
1,0%
Filiforme
61
3
4
1
0
0
0
0
69
6,7%
Puntiforme
85
2
1
1
3
1
1
0
94
9,1%
Total
866
93
39
5
15
11
1
2
1032
100%
Externa
60
10
5
2
1
1
2
0
81
7,8%
Interna
709
82
34
2
9
9
0
2
847
82,0%
Bipolar
36
0
0
0
0
1
0
0
37
3,6%
Formatización
61
1
0
1
5
0
0
0
68
6,6%
Total
866
93
39
5
15
11
2
2
1033
100%
(Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Pi: pizarra, Ob: obsidiana, Si: sílices, Es:
esquistos, Ind: indeterminadas).
Tabla 8. Morfologías de los núcleos del Bloque III.
Morfología
Cuarzo
Cuarcitas
Total
4
9
75,1%
Amorfo
1
1
8,3%
Poliédrico parcial
1
1
8,3%
1
8,3%
12
100%
Bipolar
5
Piramidal irregular
1
Total
6
6
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
189
Figura 6. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarzo procedente de El Sunchal (Bloque III).
Figura del autor.
Figura 7. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarcita procedente de El Sunchal (Bloque III).
Figura del autor.
Juan m. monteGú
190
Al analizar los instrumentos, entre las 84 piezas se pudieron identificar
129 filos, puntas y superficies (tabla 9), ya que se registró la presencia de
instrumentos compuestos y dobles. Tomando en consideración esto último,
el 60% de los instrumentos correspondieron a artefactos no formatizados,
mientras que los formatizados representaron un 30% y los litos modificados
por el uso un 10%. En esta última categoría se registraron percutores,
alisadores/pulidores, afiladores (rocas aparentemente utilizadas para
reactivar los filos embotados) y un sobador.
Tabla 9. Instrumentos registrados en el Bloque III.
Categoría
Grupo
tipológico
Unifaz
Cz
Gr
Ob
Pi
Si
Es
Ind
1
Cuchillo
denticulado
1
1
Raspador
1
2
Muesca
5
3
Raedera
1
Escoplo
Total
1
1
Cuchillo de filo
retocado
Instrumentos
formatizados
Cc
2
4
1
3
1
3
10
2
1
1
1
1
Cepillo
1
Perforador
2
1
3
Punta entre
muescas
2
1
3
1
1
Buril
Preforma de
PPY
1
1
PPY
apedunculada
2
2
1
5
FNDAF
4
Sub-total
18
11
2
4
2
1
1
0
39
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
FNRC de corte
Instrumentos
no formatizados
Litos modificados por el uso
Total
6
15
3
7
5
1
11
9
3
MNRC
1
1
1
PNRC
3
4
Sub-total
28
34
Percutor
2
FNRC de
desbaste
FNRC de
raspado
1
1
1
1
28
13
25
2
3
8
1
8
191
1
0
4
1
1
1
77
1
1
5
1
Sobador
Alisador/pulidor
Afilador
1
1
Sub-total
3
0
2
0
3
1
1
3
13
49
45
12
5
5
6
3
4
129
1
2
4
3
3
(Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Pi: pizarra, Si: sílices, Es:
esquistos, Ind: indeterminadas, PPY: punta de proyectil, FNDAF: filo no diferenciado de
artefacto formatizado, FNRC: filo natural con rastros complementarios, MNRC: muesca
natural con rastros complementarios, PNRC: punta natural con rastros complementarios).
Entre los instrumentos formatizados y no formatizados se registraron
diversos grupos tipológicos que apuntarían a una gran variedad de
acciones que incluyen el corte, raspado, desbaste y perforado (tabla 9).
Es de destacar, que en este bloque las puntas de proyectil se componen
de solo dos piezas, ambas de obsidiana (figura 8a-b). Las dos puntas son
apedunculadas, de limbo triangular, tamaño pequeño, base cóncava
profunda o escotada, aletas entrantes agudas y estaban formatizadas por
microrretoques extendidos. Una de ellas presentaba un módulo largo, el
ápice normal, los bordes dentados y convexos, así como microfractura en el
ápice y una de las aletas fracturadas, probablemente por uso. La otra punta,
tenía un módulo corto, el ápice embotado, los bordes normales y rectos,
en tanto que se observó una fractura paralela que afecta parte del limbo y
la totalidad de una de las aletas, mientras que la otra mostraba una fractura
oblicua basal, siendo ambas fracturas producidas posiblemente por uso.
Los tamaños de estas dos puntas, así como la extensión de los lascados
parecen indicar procesos de reactivación de las piezas. También se registró
una preforma de punta de proyectil, en obsidiana, de módulo triangular,
con esbozo de pedúnculo y una fractura diagonal de tipo perversa hacia el
Juan m. monteGú
192
sector del ápice, la cual sería un error de manufactura que habría llevado
al abandono de la pieza (figura 8c). A su vez, se registró un filo natural
con rastros complementarios de obsidiana, con tamaño mediano pequeño
y módulo laminar; presentaba un bisel simétrico y un ángulo de 35°, por
lo que es posible que se usara en tareas de corte de otras materias más
blandas, como cuero, vegetal no leñoso o carne.
Tomando en consideración las piezas incluidas entre los artefactos
formatizados y no formatizados (N=72), un 49% de aquellas se corresponden
con instrumentos simples, mientras que los compuestos son el 39% y los
dobles el 3% (tabla 10). El restante 10% en este caso incluye fragmentos no
diferenciados de artefactos formatizados y fragmentos de filos retocados.
Tabla 10. Categorías de artefactos formatizados y no formatizados del Bloque III.
Categoría
Cz
Cc
Gr
Ob
Pi
Simples
16
7
2
4
0
Compuestos
12
12
3
0
Dobles
1
1
0
Indeterminado
4
0
Total
33
20
Si
Es
Ind
Total
3
2
1
35
49%
0
1
0
0
28
38%
0
0
0
0
0
2
3%
0
1
2
0
0
0
7
10%
5
5
2
4
2
1
72
100%
(Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Pi: pizarra, Si: sílices, Es:
esquistos, Ind: indeterminadas).
Figura 8. (A, B) Puntas de proyectil y (C) preforma procedentes de El Sunchal (Bloque III).
Figura del autor.
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
193
Bloque IV, Casa Rudi 1 y La Laguna
Entre los desechos de talla, núcleos e instrumentos analizados en este
bloque temporal, el conjunto lítico total se compuso de 318 piezas (tabla
11). Entre las materias primas presentes, el cuarzo fue mayoritario, mientras
que las cuarcitas fueron también aprovechadas, aunque en menor medida.
Además de estos dos recursos, el conjunto presentó escasos valores de
grauvaca, obsidiana, rocas indeterminadas, esquistos, sílices, metamórficas,
filita y pizarra.
Tabla 11. Distribución de materias primas y categorías de artefactos del Bloque IV.
Materia Prima
Desechos de talla
Instrumentos
Núcleos
Total
Cuarzo
222
21
5
248
78,0%
Cuarcitas
24
8
2
34
10,6%
Grauvaca
12
3
1
16
5,0%
Obsidiana
5
1
0
6
1,9%
Indeterminadas
0
6
0
6
1,9%
Esquistos
0
3
0
3
0,9%
Sílices
0
1
1
2
0,6%
Metamórficas
0
1
0
1
0,3%
Filita
0
1
0
1
0,3%
Pizarra
0
1
0
1
0,3%
Totales
263
46
9
318
100%
La categoría de desechos de talla (N=263), cuyos datos se encuentran en
la tabla 12, mostraron un índice de fracturados del 53,2%, del cual el 37,6%
correspondieron a lascas fracturadas con talón y el 15,6% a las sin talón. Por
su parte, las lascas enteras representaron el 36,9% y los indiferenciados el
9,9%. Tomando en cuenta el NMI, los talones preparados correspondieron
al 62%, dentro del cual destacó el tipo liso, seguido por el puntiforme;
también se registraron menores cantidades de talones filiformes, diedros
y facetados. Por otro lado, los talones naturales o sin preparación
constituyeron el tipo de talón más recurrente, incluso un poco más que
el liso. En el caso del origen de las extracciones, las lascas internas fueron
preponderantes, aunque también se registraron lascas externas, bipolares
y de formatización.
Juan m. monteGú
194
Tabla 12. Características de los desechos de talla del Bloque IV.
Variable
Categoría
Estado de
fragmentación
Tipo de talón
Origen de la extracción
Cz
Cc
Gr
Ob
Totales
Entero
80
8
5
4
97
36,9%
Fracturado c/talón
80
13
5
1
99
37,6%
Fracturado s/talón
37
3
1
0
41
15,6%
Indiferenciado
25
0
1
0
26
9,9%
Total
222
24
12
5
263
100%
Natural
61
9
4
0
74
37,8%
Liso
53
9
4
3
69
35,2%
Diedro
2
1
1
0
4
2,0%
Facetado
1
0
0
0
1
0,5%
Filiforme
14
0
1
1
16
8,2%
Puntiforme
29
2
0
1
32
16,3%
Total
160
21
10
5
196
100%
Externa
27
5
3
0
35
17,9%
Interna
106
15
7
4
132
67,3%
Bipolar
19
1
0
0
20
10,2%
Formatización
8
0
0
1
9
4,6%
Total
160
21
10
5
196
100%
(Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana).
Entre los núcleos registrados (tabla 13), los tipos bipolares de cuarzo
y cuarcitas son mayoritarios, seguidos por menores valores de pseudopiramidal en cuarzo y grauvaca, piramidal irregular en sílice y prismático
irregular en cuarzo (figuras 9 y 10).
Se identificaron 46 artefactos como instrumentos, dentro de los cuales
se registraron instrumentos compuestos, por lo que se analizaron 54
filos, puntas y superficies activas (tabla 14). De ese universo registrado,
el 37% fueron artefactos no formatizados, mientras que los formatizados
representaron el 35%. Por su parte, los litos modificados por el uso eran
el 28% del subconjunto, y entre ellos se incluían percutores, alisadores/
pulidores y sobadores.
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
195
Tabla 13. Morfologías de los núcleos del Bloque IV.
Morfología
Cuarzo
Bipolar
3
Pseudo-piramidal
1
Prismático irregular
1
Cuarcitas
Grauvaca
5
56%
2
22%
1
11%
1
1
11%
1
9
100%
1
2
1
Total
5
2
Piramidal irregular
Total
Sílices
Figura 9. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarzo procedente de Casa Rudi 1 (Bloque IV).
Figura del autor.
Figura 10. Dibujo diacrítico de núcleo de sílice procedente de La Laguna (Bloque IV).
Figura del autor.
Juan m. monteGú
196
Categoría
Tabla 14. Instrumentos registrados en el Bloque IV.
Grupo
Cz Cc Gr Ob Ind Es Si Met
tipológico
Cuchillo de
filo retocado
Instrumentos formatizados
Instrumentos no
formatizados
1
Cuchillo denticulado
2
Raspador
2
Total
1
Pi
Total
1
3
3
1
3
1
2
Muesca
1
Cepillo
1
1
Punta entre
muescas
1
1
Preforma de
PPY
1
1
PPY apedunculada
3
Sub-total
7
5
2
FNRC de corte
3
4
1
4
1
5
2
3
5
FNRC de
desbaste
FNRC de
raspado
MNRC
1
1
1
5
1
0
0
1
1
1
1
1
1
1
Sub-total
10
Percutor
2
19
8
1
PNRC
Litos modificados por
el uso
Fi
9
1
0
0
0
0
0
0
0
8
6
Sobador
20
2
2
1
5
Alisador/
pulidor
4
Sub-total
6
0
0
0
6
3
0
0
0
0
15
23
14
3
1
6
3
1
1
1
1
54
(Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Ind: indeterminadas, Es:
esquistos, Si: sílices, Met: metamórficas, Fi: filita, Pi: pizarra, PPY: punta de proyectil,
FNRC: filo natural con rastros complementarios, MNRC: muesca natural con rastros
complementarios, PNRC: punta natural con rastros complementarios).
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
197
Los grupos tipológicos de artefactos formatizados y no formatizados
indicaron la presencia de una serie de filos y puntas que habrían sido
utilizados en una gran variedad de tareas de corte, raspado, desbaste y
perforado (tabla 14). Dentro de estos artefactos, se registraron cinco puntas
de proyectil (tres de cuarzo, una de obsidiana y una de filita) (figuras 11ae). Estas puntas son apedunculadas, de limbo triangular (cuatro cortos y
una largo), base concavilínea, tamaño mediano pequeño (tres) o pequeño
(una) y fueron confeccionadas por microrretoques marginales, salvo en
el caso de la pieza de obsidiana que eran extendidos. Una de las puntas
de cuarzo presentó bordes aserrados subparalelos, con una microfractura
por uso en una de sus aletas. Otra de las puntas de cuarzo mostró bordes
dentados rectos y microfracturas por uso en ambas aletas. La tercera punta
de cuarzo poseía bordes dentados, uno cóncavo y otro convexo, así como
remanente de corteza en una de sus caras y una fractura transversal por uso
en la zona distal del limbo. En cuanto a la punta de proyectil de obsidiana,
se observó una fractura oblicua en un lado del limbo, probablemente
ocasionada por uso, mientras que, en el borde contrario, un gran lascado
indicaría que la pieza estaba siendo sometida a tareas de reactivación
al momento del abandono. Por último, la punta de filita poseía bordes
normales rectos y una fractura transversal-oblicua por uso en la sección
distal del limbo. Se debe mencionar que también se registró una preforma
de punta de proyectil de cuarzo, apedunculada triangular, de tamaño
mediano grande, con microrretoques marginales, abandonada durante el
proceso de formatización (figura 11f).
Otros dos instrumentos formatizados que merecen destacarse de este
bloque son dos cuchillos de filo retocado. Uno de ellos está confeccionado
en una laja de roca metamórfica foliada indeterminada y es de tamaño
grandísimo (figura 12a). Presentaba en uno de sus bordes una serie de
microrretoques continuos unifaciales marginales, que determinaron un filo
con bisel simétrico de 30°. En el lado contrario, hacia la base de la pieza,
se distinguieron dos lascados marginales unifaciales restringidos, cuyo
borde mostraba una arista pulida, lo cual podría indicar que la pieza estuvo
enmangada en esta sección. El otro instrumento es de pizarra, confeccionado
en una forma-base de laja, de tamaño muy grande (figura 12b). Presentó un
filo extendido producido por retoques continuos alternantes marginales,
de bisel simétrico de 40°. También en este instrumento, uno de los lados,
en la sección inferior, presentaba dos lascados marginales bifaciales, que
permitirían proponer un enmangue de la pieza.
Finalmente, al considerar las piezas formatizadas y no formatizadas de
los instrumentos (N=31), el 84% correspondió a instrumentos simples,
mientras que el otro 16% eran compuestos (tabla 15).
Juan m. monteGú
198
Tabla 15. Categorías de artefactos formatizados y no formatizados del Bloque IV.
Categoría
Cz
Cc
Gr
Ob
Si
Met
Fi
Pi
Total
Simples
13
5
3
1
1
1
1
1
26
84%
Compuestos
2
3
0
0
0
0
0
0
5
16%
Total
15
8
3
1
1
1
1
1
31
100%
(Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Si: sílices, Met: metamórficas,
Fi: filita, Pi: pizarra).
Figura 11. (A-E) Puntas de proyectil y (F) preforma procedentes de Casa Rudi 1 y La
Laguna (Bloque IV). Figura del autor.
Figura 12. Cuchillos de filo retocado procedentes de Casa Rudi 1 (Bloque IV), realizados
en (A) lajas de metamórfica y (B) pizarra. Las flechas rojas indican la zona de posible
enmangue. Figura del autor.
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
199
CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA TECNOLOGÍA LÍTICA DEL BOSQUE
MONTANO TUCUMANO
Con el análisis tecnológico realizado es posible discutir algunas cuestiones
vinculadas a la materialidad lítica de Anfama, observando los cambios y continuidades a lo largo de 1.400 años de ocupación prehispánica en el área. Para
ello nos centraremos en tres cuestiones: las materias primas aprovechadas,
los procesos de producción y las características de los instrumentos.
Materias primas
Para comprender el aprovechamiento de los recursos líticos en el área
de estudio se analizó la información geológica. La carta 2766-II San Miguel
de Tucumán (González 2000) muestra que la cuenca de Anfama, emplazada
en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes (capítulo 1), se asienta
sobre un basamento metamórfico y otro cristalino, en los cuales se pueden
ubicar rocas con distintos grados de metamorfismos, tales como esquistos,
pizarras, filitas, gneis, cuarcitas, metagrauvacas y cuarzos. A su vez, el área
presenta cuerpos lenticulares graníticos, que son fuentes de rocas ígneas
plutónicas, tales como granito, granodiorita y monzonita. Finalmente,
existen una serie de formaciones asentadas en las fallas tectónicas de la
zona (formaciones La Yesera, Río Loro, Río Salí, Río Nio) donde se
registran conglomerados brechosos, areniscas, limolitas, calizas y yeso, que
pueden ser orígenes de rocas silíceas. Todos estos recursos se encuentran
en forma de afloramientos de distintos tipos (fuentes primarias), así como
en rodados en los lechos de los abundantes ríos y arroyos del área (fuentes
secundarias). Es decir, que este conjunto de rocas posee un carácter local
ya que sus fuentes se encuentran en un radio próximo a los sitios, entre 200
m y 15 km aproximadamente (figura 13).
Prospecciones realizadas en los ríos Anfama y Garabatal de Las Juntas,
indicaron la presencia de rodados de cuarzo, granito, grauvaca, filita,
pizarra y otras rocas metamórficas (figura 14). Por su parte, quebradas y
arroyos de la zona mostraron la existencia de rodados de cuarcita pero
de manera dispersa, asi como abundantes guijarros de cuarzo y grauvaca.
Por otra parte, en los sectores de cumbres, tales como Piedras Blancas,
se registraron afloramientos de cuarzo en forma de filones, los cuales
pudieron ser aprovechados para obtener este material. También en un
sector elevado denominados Piedras Azules, próximo a la cima de las
Cumbres Calchaquíes, se identificaron afloramientos de sílices.
200
Juan m. monteGú
Figura 13. Distribución de fuentes de aprovisionamiento identificadas en el área de estudio:
primarias: (A) Piedras Blancas; secundarias: (B) Río Anfama; (C) quebrada del arroyo
Chico; D: río de las Juntas). Figura del autor.
Al revisar las materias primas de los conjuntos líticos analizados, se
observa que el cuarzo es la roca principalmente utilizada por los pobladores
prehispánicos de Anfama a lo largo de los tres bloques temporales. En todos
ellos, representa aproximadamente el 80% de los conjuntos, de manera
que se mantuvo como la principal materia prima aprovechada. Al cuarzo se
sumaron una amplia variedad de rocas (cuarcitas, grauvaca, pizarras, filitas,
sílices, esquistos, granito, etc.) que también fueron aprovechadas, pero
siempre en valores menores. Si consideramos la información geológica y las
prospecciones realizadas, el conjunto de estas materias primas es de origen
local y está inmediatamente disponibles en las cercanías de los sitios, por lo
que los pobladores prehispánicos debieron servirse de los cursos de agua
y de los afloramientos en los sectores altos para su obtención. El acceso
debió ser de tipo directo (Meltzer 1989), tal vez en el marco de estrategias
inclusivas o “embedded” (sensu Binford 1979). Estudios tecnológicos
realizados en sitios cercanos a Anfama y que presentan cronologías del
primer y segundo milenio EC, mencionan que el cuarzo y las cuarcitas
son las principales materias primas aprovechadas, siendo de origen local
(Cremonte 1996; Díaz 2004; Miguez et al. 2009; Manasse 2011; Franco Salvi
et al. 2016; Montegú 2020).
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
201
Figura 14. Materias primas identificadas en las fuentes de aprovisionamiento del área
de estudio: (A-E) Cuarzo; (F, G) cuarcita; (H) sílice; (I-K) metagrauvaca; (L) rocas
metamórficas; y (M-O) pizarra-filita. Figura del autor.
202
Juan m. monteGú
Aunque las rocas locales fueron predominantes a lo largo de los tres
bloques temporales, es de remarcar que también se registró la presencia
de obsidianas como la única materia prima no local a lo largo de toda la
secuencia. Este recurso nunca superó el 2% de los conjuntos líticos, y está
presente únicamente como instrumentos o desechos de talla. Estudios de
procedencia realizados mediante XRF sobre algunas muestras recuperadas
en excavaciones de los sitios El Sunchal y Mortero Quebrado, indicaron que
la fuente correspondía a Ona-Las Cuevas, ubicada en la Microrregión de
Antofalla (provincia de Catamarca) a 240 km del área de estudio (Montegú
2018). Al comparar las características macroscópicas de las muestras
analizadas químicamente con las piezas de obsidiana de los conjuntos
líticos estudiados, se advirtieron similitudes, por lo que es muy probable
que todos los artefactos procedieran de la misma fuente. Si consideramos
que Ona-Las Cuevas formó parte de una esfera de circulación estable en
el tiempo, que abarcó un amplio rango espacial, abasteciendo a sitios de
la puna, los valles y las yungas (Yacobaccio et al. 2004; Escola 2007; Caria et
al. 2009; Miguez et al. 2015), es probable que el acceso a este recurso por
los pobladores de Anfama se diera de forma indirecta (Meltzer 1989), ya
sea mediante mecanismos de intercambio, caravaneo, alianzas o prácticas
de cooperación. Como en el caso de los recursos locales, sitios del primer y
segundo milenio EC en las vertientes oriental y occidental de las Cumbres
Calchaquíes registran bajos porcentajes de obsidiana, que también proceden
de Ona-Las Cuevas, aunque en algunos casos se detectaron obsidianas de
las fuentes Laguna Caví y Cueros de Purulla (Cremonte 1996; Caria et al.
2009; Manasse 2011; Míguez et al. 2015; Montegú et al. 2018).
En resumen, en la estructura de materias primas aprovechadas, los tres
bloques mantienen las mismas proporciones. Por un lado, los recursos
locales son ampliamente preponderantes, con el cuarzo altamente
representado. Por otro lado, los recursos no locales son minoritarios y están
representados únicamente por la obsidiana. De esta manera, es posible que
se llevaran a cabo dos estrategias de aprovisionamiento: una en donde los
recursos locales eran obtenidos mediante incursiones directas a las fuentes
o en el transcurso de otras actividades (ej. recolección de vegetales y arcillas,
caza, pastoreo), y otra, donde la obsidiana era adquirida por mecanismos
sociales que requerían diferentes esfuerzos. Estas estrategias parecen
haberse mantenido a lo largo de la secuencia de ocupación prehispánica
de Anfama.
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
203
Producción
La información sobre desechos de talla y núcleos permite observar
algunas cuestiones vinculadas a la gestión de los recursos líticos, sobre todo
en lo que respecta a sus primeras etapas. Al comparar las categorías de
artefactos lo primero que resalta en los tres bloques es que en los desechos
de talla se encuentra presentes la gran mayoría de las materias primas,
mientras que los núcleos solo son de cuarzo, cuarcitas y grauvaca (un caso
especial es el sílice, que se menciona más adelante). De manera que estas
tres materias primas parecen haber tenido una secuencia de producción
que se habría dado hacia el interior de los espacios residenciales, mientras
que los demás recursos debieron ingresar a los lugares de residencia en
etapas avanzadas de producción, tal vez en el marco de una organización
secuencial entre canteras-taller y áreas residenciales. En este último
sentido, es de remarcar que la obsidiana incluso podría haber ingresado
a los espacios domésticos de Anfama, ya sea como forma base o como
preformas, debido a la distancia de las fuentes, la ausencia total de núcleos,
la escasa presencia de lascas externas y la predominancia de lascas internas
y de formatización.
Al comparar los tres bloques más detalladamente se manifiestan algunas
tendencias de cambio en la producción. Por un lado, se debe remarcar
que los núcleos bipolares, solo presentes en las materias primas de cuarzo
y cuarcitas, sufren un aumento considerable entre los Bloques II y III (del
35% al 75%), y aunque en el Bloque IV disminuyen (56%), se mantienen
por encima de la mitad de las morfologías. Si a esto sumamos que las lascas
bipolares también muestran un aumento progresivo de su representación
entre los tres bloques (del 2% al 4% y al 10%), se acentuaría la idea de que
esta técnica de talla se hizo más frecuente a lo largo del tiempo. La talla
bipolar es una técnica que requiere poca inversión de tiempo y esfuerzo,
practicada en situaciones donde las rocas presentan gran dureza, están
disponibles en forma de rodados pequeños o para maximizar recursos
de alta calidad (Flegenheimer et al. 1995), ya que los productos derivados
presentan filos agudos que pueden ser aprovechados naturalmente o con
escasos retoques (Fábregas Valcarce y Rodríguez Rellan 2008; Sánchez
Yustos et al. 2012; De la Peña 2015; Duke y Pargeter 2015; Pargeter y De la
Peña 2017; Pargeter et al. 2018; Moreno y Egea 2020).
Por otro lado, entre los desechos de talla, los talones lisos, asociados a
la talla directa (Bellelli et al. 1985-87; Sullivan y Rozen 1985; Prous 2004;
Sentinelli 2012; Moreno 2014; Pautassi y Sario 2014), son preponderantes
204
Juan m. monteGú
en los tres bloques, pero muestran una tendencia a la disminución, pasando
del 60,8% al 55% y al 38%. A su vez, los talones naturales tienden a aumentar
del 24,6% al 27% y al 38%, algo que también ocurre con los talones filiformes
y puntiformes tomados en conjunto, que aumentan del 11,7% al 16% y al
24%. Experimentalmente en el cuarzo, donde estas tendencias son más
acentuadas en nuestro caso de estudio, los talones filiformes y puntiformes
están asociados a la talla bipolar y no tanto a la técnica de presión dada la
tenacidad de la materia prima (Egea 2018; Moreno y Egea 2020). También
considerando que una de las principales fuentes de aprovisionamiento de
cuarzo y cuarcita se encuentra en los rodados de los lechos de ríos y arroyos
cercanos, y que ambas materias primas presentan una dureza considerable,
sería lógico esperar que las lascas con talones naturales (es decir, con
remanentes de la corteza), se hicieran más representativas por la aplicación
de la talla bipolar.
Una cuestión a remarcar en el Bloque IV es la presencia del único
núcleo de sílice que se identificó hasta el momento en Anfama. Dicha
pieza, por su estado (entero, activo, sin remanente de corteza), cantidad
de lascados, tamaño (mediano grande) y excelente calidad para la talla
de la materia prima, apunta a una estrategia de conservación, por lo que
es posible que este núcleo formara parte de un tool-kit que acompañó
al tallador para la obtención de lascas aptas para usarse naturalmente o
mediante formatización sumaria.
Sintetizando, los inicios de la producción lítica parecen haberse
desarrollado en los tres bloques temporales hacia el interior de las
residencias en el caso de las materias primas más frecuentes (cuarzo,
cuarcita y grauvaca), mientras que las demás rocas ingresaron como formabases, preformas o formatizadas. A su vez, a lo largo del tiempo, la técnica
bipolar se fue acentuando, está presente en el Bloque II, se acrecienta en el
Bloque III y se establece en el Bloque IV.
Instrumentos
Entre los instrumentos analizados, se observa que en los tres bloques
temporales existe una amplia diversidad de grupos tipológicos que
permitieron a los grupos prehispánicos de Anfama realizar una variedad de
funciones primarias, tales como cortar, raspar, desbastar, perforar, golpear,
alisar y ablandar. En estas acciones los instrumentos líticos debieron
entrar en contacto con diversos materiales tales como cuero, carne, grasas,
vegetales no leñosos, maderas, hueso y arcilla. Sobre todo, resaltan algunos
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
205
grupos que debieron estar íntimamente relacionados con el trabajo en
madera, como son las muescas (formatizadas y naturales) (figura 15) y los
filos naturales con rastros complementarios que presentaban filos aptos
para el desbaste. Si consideramos que Anfama se emplaza en un ambiente
de Bosque Montano, donde abundan árboles con buenas maderas (ej.
aliso, queñoas, cañas), es probable que los pobladores prehispánicos
aprovecharan este recurso para la producción de instrumentos o para la
confección de partes del enmangue de algunos artefactos (ej. astiles para
las puntas de proyectil, mangos de palas y/o azadas). En este sentido, es
posible pensar que, como parte de un modelo de complementariedad
(Murra 1975; Tarragó 1999), Anfama formara parte de amplios circuitos de
materialidades del NOA, ya que maderas de las Yungas han sido registradas
en sitios de la Puna (Aschero y Martínez 2001; Rodríguez y Martínez 2001;
Martínez 2003; Rodríguez y Aschero 2005; Rodríguez y Aguirre 2019),
donde los recursos forestales son escasos y de donde habrían procedido
materiales presentes en el registro arqueológico de Anfama (ej. obsidiana,
cuentas de minerales).
Más allá de esta recurrencia de instrumentos implicados en las tareas
domésticas cotidianas de los grupos, se observaron en los conjuntos algunos
aspectos característicos de cada bloque temporal. Por un lado, las piedras
de honda solo han sido registradas en el Bloque II, ausentándose en los
subsiguientes bloques. Incluso, solo se han registrado instrumentos de este
tipo en el sitio cercano de Mortero Quebrado, que también se enmarca en el
Bloque II (ver capítulos 1 y 5). Por lo tanto, estos instrumentos de materias
primas locales y formatizados mediante pulido, parecieran adscribirse a la
primera mitad del primer milenio EC. Es de destacar, que piedras de honda
de este tipo (de forma ovoidal y pulidas) han sido identificadas en sitios del
piedemonte oriental tucumano (Schreiter 1934; Ryden 1936; Heredia 1968;
Miguez 2006; López Campeny et al. 2007; Caria y Miguez 2009), en el valle
de La Ciénega (Cremonte 1996) y en el oriente boliviano (Nordenskiöld
1913), también en contextos de los primeros siglos del primer milenio
EC. Es decir, que además de estar acotados temporalmente a dicho lapso,
se encuentran en el lado oriental de los Andes. Registros etnográficos y
etnohistóricos de la región andina y de otros lugares del mundo donde se
identificaron piedras de honda con similares morfologías, plantean el uso
de estos instrumentos para la caza (generando el aturdimiento de la presa
que luego es rematada), el pastoreo (evitando con su sonido la dispersión
del ganado o ahuyentando a los depredadores) y en los conflictos (tanto de
carácter social como ritual) (Diessl 1979; York y York 2011; Chamussy 2012;
Gíl García 2012; Skov 2013; Martínez et al. 2014).
206
Juan m. monteGú
Figura 15. Muescas formatizadas y naturales en cuarzo, cuarcita y grauvaca identificadas
en los tres bloques temporales aquí tratados. Figura del autor.
Por otro lado, las puntas y preformas de puntas de proyectil se han
registrado a lo largo de los tres bloques temporales, y en todos los casos
son de morfología triangular y apedunculadas. Similares cabezales líticos
han sido recuperados en sitios del primer y segundo milenio EC en áreas
aledañas a Anfama, tanto en el lado oriental como occidental de las Cumbres
Calchaquíes (Cremonte 1996; Díaz 2004; Miguez et al. 2009; Manasse 2011;
Franco Salvi et al. 2016). Sin embargo, algunas variaciones a lo largo del
tiempo se pueden mencionar. En primer lugar, considerando las materias
primas, durante el Bloque II se elaboraron en cuarzo y obsidiana; luego,
durante el Bloque III, solo se registraron en obsidiana; y, por último, en el
Bloque IV, son preponderantes las de cuarzo y están menos representadas
las de obsidiana, y se suma la filita como materia prima. De esta manera, en
el Bloque III se acentúa el aprovechamiento de materias primas no locales
para la formatización de puntas, en tanto que en el Bloque IV son las rocas
locales las más seleccionadas para este tipo de instrumento.
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
207
En segundo lugar, la fluctuación en materias primas es acompañada por
la variación en la cantidad de hallazgos de puntas de proyectil. Sumando las
preformas y puntas formatizadas, en el Bloque II se registraron catorce, en el
Bloque III tres y en el Bloque IV seis. Tomando en cuenta que los conjuntos
líticos proceden de espacios residenciales, la notable disminución en el
registro durante el Bloque III, pudo deberse a que las tareas de producción,
recuperación y reactivación de puntas de proyectil dejaron de realizarse en
los lugares de residencia para llevarse a cabo en otros contextos, tal vez en
los mismos cotos de caza o en sitios logísticos.
En tercer y último lugar, algunas características de los bordes y bases de
las puntas de proyectil también se distinguen según los bloques. Mientras
que en Bloque II los bordes tienden a ser rectos, tanto dentados como
aserrados, en el Bloque III son convexos dentados, y en el Bloque IV varían
entre bordes subparalelos, rectos y combinados, y entre dentados, aserrados
y normales. A su vez, en los Bloques II y III las bases son principalmente
de tipo cóncava profunda o escotada, mientras que en el Bloque IV son
únicamente concavilíneas. Si bien estas características de las puntas de
proyectil no habrían significado un cambio en el uso del sistema de armas,
siendo primordialmente cabezales para arco y flecha, debido al tamaño
y peso de las piezas (Fenenga 1953; Martínez 2003; Pastor et al. 2005),
las variaciones en algunos atributos morfológicos pueden atribuirse a
elecciones sociales que acompañaron cambios en los modos de vida del
área de estudio a lo largo del tiempo.
Otros aspectos de los instrumentos que apuntan a cambios a través del
tiempo, son las diferencias entre artefactos formatizados y no formatizados,
y la presencia de instrumentos compuestos. En el primer caso, se observa
un notable aumento de los artefactos no formatizados entre el Bloque II
y el III, en donde esta categoría pasó de representar el 31% al 60% de los
instrumentos, mientras que en el Bloque IV, los artefactos no formatizados
y formatizados comparten similares porcentajes de participación (35% y
37% respectivamente). Esta tendencia parece acompañar el salto en la
representación de la talla bipolar entre los Bloques II y III, así como su
establecimiento en el Bloque IV, dado que dicha técnica permite obtener
fácilmente y sin esfuerzos filos aptos para su uso, como se mencionó
anteriormente. En cuanto a la presencia de instrumentos compuestos
(figura 16), los datos indican que, aunque no fueron predominantes en los
tres bloques, sí hay un incremento de su representación entre los Bloques
II y III, al pasar del 20% al 39%, mientras que en el Bloque IV disminuyen al
16%. Los instrumentos compuestos están asociados a una mayor movilidad
208
Juan m. monteGú
de los grupos, ya sean cazadores recolectores o pastoriles, debido a que
al tener en una sola pieza varias funciones potenciales, el conjunto a
transportar se reduce en cantidad de elementos, haciendo menos pesado
el instrumental al viajar (Nelson 1991; Mercuri y Coloca 2012; Escola et al.
2014; Hermo 2014; Mercuri 2014, 2017; Messineo et al. 2016; Bonnat 2018;
Barros et al. 2018). A su vez, los instrumentos compuestos habrían permitido
maximizar las materias primas y/o minimizar el tiempo de producción,
al ser factible confeccionar o aprovechar nuevos filos y/o puntas sobre
instrumentos ya formatizados o utilizados, valiéndose del trabajo invertido
anteriormente en la reducción y confección de la pieza.
Figura 16. Instrumentos compuestos registrados en el Bloque III. Figura del autor.
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
209
Para cerrar el análisis de los instrumentos, se debe mencionar la
presencia en el Bloque IV de los dos cuchillos de filo retocado mencionados
anteriormente. Si bien estos artefactos fueron catalogados dentro de aquel
grupo tipológico (por las características de sus filos aptos para el corte), se
debe recalcar que el posible enmangue y el tamaño de los mismos también
hacen factible pensar en su función como azadas para la realización de
tareas agrícolas, tal vez durante la cosecha (ej. siega). Una azada de pizarra
con pedúnculo destacado fue identificada en un sitio agrícola del Horizonte
Intermedio Tardío, del cantón Potolo, en el departamento de Chuquisaca,
al sur de Bolivia (Portugal Loayza y Chávez Quispe 2018:132). En el Bloque
III se recuperó un cuchillo de filo retocado de pizarra, y cuchillos del
mismo tipo fueron identificados en el sitio cercano de Mortero Quebrado,
del Bloque II; sin embargo, estos instrumentos difieren por la ausencia de
lascados para el enmangue. Es una posibilidad que los dos cuchillos del
Bloque IV fueran instrumentos agrícolas, guardados en el sitio residencial
de Casa Rudi 1. De ser esto factible, indicaría un tipo de artefacto
novedoso en Anfama que tal vez remita a una posible intensificación de
las prácticas productivas. A su vez, se debe tener en cuenta que es posible
que implementos agrícolas de madera también fueran usados en los
diferentes bloques temporales (que no se habrían conservado en el registro
arqueológico), teniendo en cuenta la abundancia de recursos forestales y la
presencia de instrumentos líticos para el trabajo en madera.
Recapitulando, los instrumentos de los tres bloques temporales
mostraron una recurrencia en la variabilidad de artefactos disponibles,
lo que debió permitir a los grupos prehispánicos afrontar sus distintas
actividades domésticas. A su vez, algunos aspectos marcan tendencias de
cambio. En el caso del Bloque III se observaron las principales divergencias,
debido al aumento de los instrumentos compuestos y de los artefactos no
formatizados, sumado a una disminución en el registro de las puntas de
proyectil en los espacios residenciales. Por su parte, el Bloque II presentó
un tipo de instrumento particular (las piedras de honda) que no se registra
posteriormente; en tanto que el Bloque IV mostró un tipo novedoso de
instrumento (cuchillos de filo retocados como azadas) no reconocido
previamente. Finalmente, las puntas de proyectil mostraron rasgos
morfológicos que difieren de un bloque al otro.
210
Juan m. monteGú
CONCLUSIONES
En el valle de Anfama los estudios realizados hasta el momento han
permitido definir bloques temporales que muestran persistencias y
transformaciones en los modos de habitar el espacio a lo largo de una
secuencia de 1.400 años. Dichos bloques se definieron sobre la base de la
cerámica y la arquitectura.
En este capítulo se compararon los conjuntos líticos de tres de los
bloques temporales del área de estudio, tratando de identificar si tal
materialidad acompañó los cambios y continuidades en las formas de
vida de los grupos prehispánicos. Los resultados iniciales de este análisis
permiten corroborar, por un lado, que efectivamente a lo largo del
tiempo se mostraron persistencias en la tecnología lítica, principalmente
en la estructura de las materias primas aprovechadas, donde los recursos
locales son predominantes y con un énfasis en el cuarzo y la cuarcita,
mientras que las rocas no locales fueron menos frecuentes y estuvieron
representadas únicamente por la obsidiana. A su vez, los inicios de la
producción mostraron una organización similar, en donde las principales
materias primas locales (cuarzo, cuarcita y grauvaca) se desarrollaban en su
totalidad dentro de las residencias, en tanto que las demás rocas locales y
la obsidiana ingresaban ya en etapas avanzadas de formatización. También
en la morfología de las puntas de proyectil, la tendencia en el largo plazo
fue a mostrar cabezales líticos de tipo triangular apedunculados asignables
al sistema de arco y flecha. Por último, los conjuntos mostraron en toda
la secuencia una amplia variedad de grupos tipológicos que permitieron
enfrentar las tareas cotidianas con instrumentos aptos para cortar, raspar,
desbastar, perforar, golpear y alisar, poniendo en contacto los materiales
líticos con otras sustancias.
Por otro lado, se observaron variaciones a lo largo del tiempo en
algunos aspectos de la tecnología lítica. Principalmente en el Bloque III
se concentraron una serie de cambios que incluyeron un aumento de la
técnica de talla bipolar, un incremento de los instrumentos compuestos y
los artefactos no formatizados, y una disminución del registro de puntas
de proyectil dentro de los espacios residenciales. Estas evidencias avalarían
la propuesta general sobre la ocupación del valle de Anfama durante
este período, asociado a poblaciones menos permanentes que habitaban
múltiples paisajes en circuitos estacionales (capítulo 1). Las características
mencionadas sobre el conjunto lítico de este momento apuntarían a grupos
con un mayor grado de movilidad al identificado en los Bloques II y IV. A
su vez, algunos artefactos son característicos de estos dos últimos bloques
capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano...
211
(las piedras de honda en el Bloque II y las posibles azadas en el Bloque
IV), y las puntas de proyectil mostraron variaciones en algunos atributos
morfológicos y de materias primas.
De manera que podemos concluir que la tecnología lítica se caracterizó
por una estructura básica que se mantuvo a lo largo de los siglos, pero que
al mismo tiempo fue versátil para acompañar los cambios requeridos por
las transformaciones sociales que debieron darse durante la prolongada
ocupación de este sector. La naturaleza de las persistencias y los cambios
en la materialidad lítica escapa a este trabajo, pero consideramos que la
cultura material no es mero reflejo de las personas que la aprovecharon,
sino que se co-consituye con los agentes, y que en esta relación ambos
componentes se reprodujeron y transformaron. Por lo tanto, así como los
grupos sociales experimentaron cambios, consideremos que la materialidad
también acompañó dichas transformaciones. En el caso puntual de la
tecnología lítica, se suele suponer una simplicidad en los conjuntos de los
grupos aldeanos tempranos y tardíos, lo cual suele invisibilizar posibles
cambios, innovaciones o transformaciones de los instrumentos. Es por ello
que estudios comparativos a través del tiempo, inter e intra áreas, pueden
aportar a destacar las transformaciones o persistencias de la tecnología
durante el primer y segundo milenio EC.
.
CAPÍTULO 8. LAZOS EN LA MATERIALIDAD.
ROCAS INTERVENIDAS Y SUS TRAYECTORIAS EN
LA LARGA DURACIÓN.
Valeria Franco Salvi
En este capítulo desarrollaremos una síntesis de los estudios que hemos
realizado sobre rocas intervenidas en el sector meridional de las Cumbres
Calchaquíes, específicamente, la cuenca de Anfama. Desde las primeras
exploraciones con fines arqueológicos se ha resaltado la presencia de rocas
definidas como esculturas, menhires, monolitos y guancas. En general, los
hallazgos más importantes se registran en el valle de Tafí para una época
que abarca desde unos pocos siglos antes de la EC y hasta finales del primer
milenio EC. (García Azcárate 1996).
Anfama se ubica al noroeste de la provincia de Tucumán en un paisaje
cargado de vegetación arbórea y con laderas que terminan en arroyos de
gran caudal (capítulo 1). Esta cuenca aloja una gran diversidad de restos
materiales correspondientes a diferentes épocas que se van descubriendo a
medida que se los transita. No alcanza la tecnología -un VANT o imágenes
satelitales- y se requiere, por su baja visibilidad, de un gran esfuerzo de
exploración y logística para las labores arqueológicas en general. La
identificación de rocas intervenidas tampoco es tarea fácil, es posible
prospectar durante varias oportunidades el mismo lugar y no percatarse de
su presencia. Dicho en otros términos “hay que hacerse el ojo” y estar en los
sitios constantemente y de esa forma, se da en un instante la conjugación
de luz y sombra que nos permite diferenciar cuándo una roca está tallada o
intervenida con alguna técnica en particular.
A medida que fueron avanzando las investigaciones en Anfama se fue
incrementando el hallazgo de rocas talladas, pulidas y grabadas que se
distribuían tanto a nivel superficial como en excavación. A diferencia de las
214
Valeria Franco SalVi
del valle de Tafí, las esculturas se hallaron en su lugar original, presentan
un tamaño menor y baja visibilidad. Sin embargo, al parecer pertenecen a
la misma época y ocuparon espacios similares.
En el valle de Tafí se registran esculturas que habrían cumplido el rol
de “ancestro-guanca” (García Azcárate 1996) durante el primer milenio
EC. Esta idea es compartida para numerosos sitios del NOA en diferentes
periodos (Aschero 2007) considerándose a estas piedras como expresiones
materiales de ancestros que aportan a la construcción de memoria colectiva.
Estos agentes no humanos (ej. arte rupestre, esculturas de piedra, cerros,
etc.) habrían sido mediadores que incidieron de distintas maneras en
recordar y olvidar determinados seres, normas, valores, creencias, etc. En
este sentido, la veneración habría servido a las necesidades e intereses de
los vivos en la búsqueda de mantener cierto orden social (Urton 2014) y
reproducir una estructura política (Nielsen 2008).
Con el surgimiento de las primeras aldeas aparecen por lo menos
tres representaciones de ancestros (Duviols 1973), esto es, las máscaras o
huaqui que acompañaban a los cadáveres, las esculturas de suplicante como
representantes del malqui (Pérez Gollán 2000) y la de la figura humana en
bloque, como el monolito-guanca (Aschero 2007). En sitios del primer
milenio EC, se observa la presencia de unidades residenciales y redes de
riego configurando un ámbito comunitario fragmentario, donde la toma
de decisiones parece haber sido gestionada también por ancestros (Haber
2006; Quesada 2006). En general los vínculos entre el espacio de los vivos y
el de los difuntos son estrechos (López Campeny et al. 2014) y las relaciones
se practican a través de las tumbas y su manipulación constante como vía
para dar continuidad a los derechos territoriales y de familias particulares.
En Anfama se observa que, de la totalidad de rocas intervenidas, una
gran proporción se ha hallado en diversos espacios de las viviendas donde se
realizaron distintos tipos de actividades (ej. cocina, almacenaje, calefacción,
procesamiento de alimentos, etc.), se depositaron variados conjuntos de
materiales y se generaron disímiles situaciones cotidianas. Las viviendas
conforman estructuras complejas, que vinculan recintos circulares de
diversas dimensiones en los que se realizan actividades específicas, a patios
amplios, que son los ejes articuladores del funcionamiento de todo el
conjunto, dan acceso desde el exterior y a su vez dominan la circulación
hacia el resto de las habitaciones (Salazar 2011).
capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS...
215
Hasta el momento hemos registrado 39 rocas intervenidas mediante
diversas modalidades (figura 1). El conjunto analizado fue identificado,
en su mayoría, en excavaciones arqueológicas mientras que en unos pocos
casos fueron recolectados por comuneros/as (Salazar y Franco Salvi 2020).
Vale aclarar que se le asigna la denominación roca intervenida a todas
aquellas piedras que presentan modificaciones, en su forma base o en
sus superficies, por grabado, esculpido, percusión y/o pulido, generando
formas y/o superficies estilizadas.
En Anfama una proporción de esculturas se reconocen como bloques
de distintos tamaños con pequeñas cavidades hemisféricas grabadas.
Estas últimas se disponen en grupos, formando dameros y líneas. Otras
corresponden a bloques tallados, pulidos y grabados que podrían asociarse
a las piezas tradicionalmente englobadas en la categoría de menhirguanca. Los hallazgos más relevantes se diferenciaron en los sitios Mortero
Quebrado, El Sunchal, La Perillita y Casa Flora. El resto de las piezas
se recuperaron dispersas en distintos sectores de la cuenca con pocas
referencias a su contexto de hallazgo (tabla 1).
Los métodos y técnicas para estudiar las rocas se implementaron a partir
de una propuesta técnica integral (Salazar y Franco Salvi 2020) que implicó
diferenciación de materia prima y origen de las fuentes; análisis tipológico
de las formas base y aspectos tecnológicos que incluyen disposición
del hallazgo, observación del estado —lustres, pátinas, estrías, etc.—
estado de la muestra (entera/fracturada), tamaño, técnica, motivos y
portabilidad (Aschero 1975). En el proceso se registraron las características
de las fracturas a nivel macroscópico y fueron diferenciados los diseños
iconográficos tomando como muestra de referencia los ya detectados
en otros sectores de las Cumbres Calchaquíes. Se realizó una tipología
específica (Salazar y Franco Salvi 2020) a partir de la existencia o no de
formatización y los atributos morfológicos de la forma base de la pieza. En
último lugar se abordó un análisis tecnológico y contextual de las prácticas
y de los escenarios materiales que formaron parte.
LA PRESENCIA DE ROCAS INTERVENIDAS EN LOS SITIOS
A partir de la presencia/ausencia de formatización y los atributos
morfológicos de la forma base de la pieza clasificamos, a través de una
216
Valeria Franco SalVi
tipología, la diversidad de especímenes registrados (figura 2). El Tipo 1
corresponde a piezas formatizadas y se caracteriza por presentar en su vista
frontal un sector de gran espesor que se reduce abruptamente en la sección
media-superior. Ambas partes pueden estar separadas por una acanaladura
transversal al eje mayor de la pieza. La parte inferior es de forma rectangular
con lados planos y la forma de la base es trapezoidal con lados no paralelos
de medidas muy similares.
Figura 1. Sitios arqueológicos asociados a rocas intervenidas. Figura de la autora.
capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS...
217
El Tipo 2 también se presenta formatizado con una base más ancha en la
parte superior de la pieza, sin aristas demarcadas y tanto en el lado frontal
como sagital se destaca un contorno similar, esto es, base ancha que de
forma progresiva disminuye su diámetro en la parte superior. El Tipo 3
se define por presentar en la parte superior de la pieza un tallado en sus
tres dimensiones y exhibir en su base forma rectangular con lados planos.
La forma base no presenta formatización y al igual que el Tipo 4 y 5 se
seleccionan por sus formas naturales ya aptas para su utilización. El Tipo 4
presenta un contorno hexagonal con bordes suaves. Finalmente, el Tipo 5
presenta un contorno cuadrangular, bordes suaves y una base levemente más
ancha que la parte superior, la forma de la base es rectangular (figura 2).
La conformación de esta tipología centrada en formas, así como en
características estilísticas visuales, es un instrumento orientado a describir
la variabilidad del conjunto pero no implica la identificación entre el
artefacto y la entidad no pétrea corporizada en ella. Numerosos ejemplos
en la literatura etnográfica ilustran que diversidad de pueblos andinos, no
necesitaban de la semejanza para establecer identidad, sino que eran las
características transubstanciales recordadas y transmitidas a través de la
práctica y la cultura oral los que posibilitaron la corporización de entidades
en la piedra (Dean 2010). Esta observación refuerza la necesidad de un
análisis contextual de prácticas y de los escenarios materiales de los cuales
formaron parte (Salazar y Franco Salvi 2020).
En el área de Anfama se han registrado veinte sitios arqueológicos que
varían en dimensión y posicionamiento en el paisaje. Algunos se componen
de viviendas aglomeradas de gran visibilidad, otros corresponden a
espacios productivos antiguos con estructuras en superficie (corrales y
chacras) y algunos de unas pocas líneas o muros asociados a materiales en
superficie como cerámica, lítico y rocas intervenidas. La dispersión de las
construcciones es válida de destacar si se lo compara con la concentración
de estructuras que se registra en valles cercanos como Tafí y La Ciénega.
De los sitios registrados catorce de ellos presentan rocas intervenidas
en diferentes colocaciones: en puertas, muros, patios, campos de cultivos,
corrales, etc. Encontrarlos in situ nos brindó herramientas para interpretar
las relaciones que entablaron a través del tiempo, sus roles, sus usos y sus
espacios de acción. A continuación, se describen de forma sintética los
contextos de cada una de estas rocas intervenidas y se brindan algunas
primeras aproximaciones a la interpretación de sus roles en los escenarios
analizados en cada poblado.
218
Valeria Franco SalVi
Figura 2. Tipología diseñada para el análisis de las rocas intervenidas en Anfama. Figura
de la autora.
capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS...
219
El sitio Mortero Quebrado (MQ) es un asentamiento de cumbre
conformado por siete unidades residenciales distribuidas a lo largo de 500
m sobre un filo a 2.300 msnm (capítulo 5). Los conjuntos arquitectónicos,
distanciados entre sí por más de 100 m, se construyeron sobre puntos
elevados respecto a su entorno inmediato. En total se han recuperado
dieciséis bloques líticos (tabla 1, números: 1 a 12 y 37 a 40) con distintos
tipos de intervenciones, en diversas situaciones contextuales y etapas de su
trayectoria (Franco Salvi et al. 2020).
En el piso del recinto central de la Unidad 4 se observan bloques
tabulares Tipo 5, uno de ellos con un motivo mascariforme doble sobre el
cual se ejecutó otro motivo doble ornitomorfo antropomorfizado. Entre los
muros y derrumbes fueron numerosos los bloques de diferentes tipologías
detectados —Tipo 2, 5 y 1— con intervenciones correspondientes a
pequeñas cavidades hemiesféricas, grabados marginales y tallas en bulto
fracturadas en el proceso de producción. Asimismo, se halló un bloque con
forma fálica en un sector extramuro de la unidad 3 junto a otros de Tipo 1
y fueron identificados en ese contexto rocas zoomorfas de Tipo 1, 3 y 5 en
un muro de la Unidad 5.
Vale recalcar que quince de las dieciséis rocas fueron intervenidas
mediante ejecuciones que mantienen una modalidad uniforme con
superficies y grabados profundos regularizados por pulido, mientras que
dos presentan grabados ejecutados mediante picado continuo (Lanza
1996). Una de las esculturas (Roca 10) registra grabados más superficiales
que se superponen a los motivos mascariformes, en un acto deliberado de
superposición de la modificación previa. Por otro lado, una de las piedras
intervenidas (Roca 37), que también presenta este tipo de intervención, se
recuperó en el contexto de clausura de las puertas (Franco Salvi et al. 2020).
De dieciséis rocas registradas en MQ, seis fueron halladas en derrumbes
de viviendas ocupadas en el primer milenio EC. Otra cantidad rellenando
muros a modo de reclamación y también en pisos de patios, habitaciones
secundarias de las viviendas y clausurando puertas correspondientes a
esta misma época. Otro punto de hallazgo se corresponde con espacios
apropiados para la práctica agro-pastoril ubicados muy próximos a las
unidades residenciales.
El Sunchal (ES) es otro sitio donde se han registrado numerosas
rocas intervenidas. Se trata de una ocupación prehispánica que presenta
numerosas construcciones diacrónicas superpuestas, casi sin observarse
220
Valeria Franco SalVi
restos materiales en superficie (capítulo 4). En el sector más ampliamente
excavado se registró un recinto de planta circular definido por un muro de
lajas, construido a inicios de la EC, el cual conformó una o más ocupaciones
que se habrían continuado o repetido hasta el 600 d.C. Posteriormente
las estructuras fueron parcialmente destruidas y, sobre ellas se estableció
un recinto subrectangular habitado entre el 770 y 990 d.C. En estratos
superiores, también se identificaron fragmentos de cerámica pero del
período tardío, esto es, de los tipos Santamariana bicolor y Famabalasto
negro inciso. Por último, sobre este espacio, se dispuso una instalación
subactual destinada a la agricultura y ganadería que funcionó hasta hace
unas décadas alterando los estratos superficiales del sitio.
En esta área, se identificaron seis rocas con rastros de intervención que
presentan aspectos tecnológicos disímiles: una pieza fálica —Tipo 1— y
una tabular con cavidades hemisféricas —Tipo 5—, —un bloque elongado
con una cara completamente cubierta de cavidades similares de variados
tamaños que en principio imitaría las manchas oceladas de un felino —
Tipo 2—, —un bloque tabular con decoraciones similares -—Tipo 4—, un
gran bloque elongado con un diseño de dos circunferencias concéntricas
en cuyo interior se presentan tres cavidades también hemisféricas —Tipo
2— y un bloque fijo con la misma intervención —Tipo 4—.
Las seis piezas que se registraron se encontraron en contextos extramuros
pero en sectores muy próximos a las ocupaciones residenciales (tabla 1,
números 14 a 19). Estaban dispersas en la superficie del terreno, excepto
el caso de una que se hallaba montada sobre el muro de un corral. Por
sus dimensiones y morfología pudieron ser visibilizadas desde el exterior
y sospechamos que algunas de ellas fueron utilizadas para demarcar y
referenciar espacios particulares.
En el sitio subactual denominado Puesto 2 próximo a El Sunchal, se
registró un recinto rectangular asociado a dos estructuras con divisiones
internas. Las evidencias se corresponden con ocupaciones subactuales
aunque todavía queda descartar ocupaciones diacrónicas. En este contexto
se localizó una roca intervenida entera (tabla 1, número 33) con forma
oblonga, Tipo 1, técnica de lascado, portátil y que presentaba una acanalura
que rodeaba la pieza.
El sector Casa Flora (CF) corresponde a un terreno sin construcciones
en superficie, se trata de un espacio abierto, nivelado y óptimo para
el cultivo, tanto en el pasado como en la actualidad. En ese espacio se
capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS...
221
registraron seis rocas intervenidas (tabla 1, números 25 a 30) ubicadas en
los lugares que hoy se utilizan para el cultivo de maíz. En esas superficies
no se registran rastros de estructuras residenciales prehispánicas por lo
que es factible pensar la posibilidad de que también en el pasado fueran
espacios agrarios de uso familiar. Las esculturas están enteras, son portátiles
y corresponden al Tipo 5, 1 y 4. Se confeccionaron con granito y esquistos
locales mediante técnicas de lascado y pulido. Los motivos varían entre
antropomorfos, zoomorfos y geométricos. Por sus características generales
también corresponderían al primer milenio EC ya que se asemejan a las
demás halladas en Anfama.
Otro sector con presencia de rocas intervenidas corresponde al sitio Casa
Pastor. Allí se registró una unidad residencial correspondiente a los años
200 y 300 d.C. Las excavaciones revelaron que su uso fue esporádico y que
posiblemente fue utilizada en circuitos de semi-movilidad. Los propietarios
(flia. Chocobar) en las tareas de excavación de cimientos para su vivienda
hallaron una escultura de piedra, portable y con morfología fálica del Tipo
1, en un sector que aparentemente fue utilizado para la práctica agrícola
prehispánica (tabla 1, número 13).
El sitio denominado La Laguna se emplaza en un filo que comunica el valle
de Tafí con Anfama. Los registros señalan una ocupación correspondiente
a la época tardía o de Desarrollos Regionales, esto es, entre los años 900
y 1400 d.C. En esta área se identificaron estructuras subcuadrangulares
con muros dobles de hasta 2 m de ancho de uso residencial asociadas a
fragmentos de cerámica Famabalasto negro inciso y Santamariano bicolor
(Salazar et al. 2019). En los intersticios entre las construcciones se registran
conjunto de bloques fijos Tipo 4 con cavidades hemisféricas pequeñas, de
2 a 3 cm de diámetro (tabla 1, número 21).
Un sitio de gran importancia por la escala de sus construcciones de
piedra se conoce como El Duraznillo (ED). El estado de conservación
no es bueno y presenta en superficie ocupaciones correspondientes a
unidades residenciales y materiales dispersos —fragmentos cerámicos y
líticos— que, en principio por sus características generales, pertenecerían
al primer milenio EC. En asociación a estas ruinas se emplaza una gran
terraza que se utiliza en la actualidad para el cultivo y que sospechamos, por
su emplazamiento y características superficiales, que en el pasado también
habría tenido ese fin. En ese sector de cultivo se registró un gran bloque
plano Tipo 4 (figura 3) dispuesto en forma horizontal con numerosas
222
Valeria Franco SalVi
cavidades circulares superpuestas de distintos tamaños, desde 2 a 10 cm de
diámetro (tabla 1, número 22).
El sitio La Perilla presenta en superficie muros de contención y recintos
de piedra muy deteriorados. Por su emplazamiento se podría definir
como un lugar de paso que conduce a un sector residencial (ED). En este
punto se registraron tres bloques fijos de granito con numerosas cavidades
hemisféricas Tipo 4 (tabla 1, número 24). Hasta el momento no tenemos
información para otorgarle una asignación cronológica.
En la zona conocida como El Zapallito se identificaron tres unidades
arquitectónicas, que vinculan recintos circulares de características muy
similares al sitio Mortero Quebrado. En la Unidad 3, que presenta la mayor
complejidad de diseño e inversión de trabajo con un amplio dominio
visual del entorno, se localizó un menhir en el patio central (Tipo 1). Se
encontraba en posición horizontal en el sector norte del recinto, aunque
seguramente durante la época de ocupación se erigía en ese espacio central.
Se trata de un bloque tallado con forma fálica de 1 m de altura (tabla 1,
número 23).
Las cumbres de Anfama también fueron ocupadas, allí se localizó el
sitio La Perillita (LP). En esta instalación se identificaron tres unidades
arquitectónicas algunas constituidas por recintos subrectangulares grandes
y otras por estructuras circulares, cuyos muros presentaban un mal estado
de conservación. Si bien no pudimos realizar ninguna datación en esta
instalación, las características estilísticas de los conjuntos cerámicos
recuperados y de la arquitectura (Salazar et al. 2019) permiten proponer
que se habría ocupado principalmente en la segunda mitad del primer
milenio EC. En una de las paredes del recinto 27 fue hallada una roca de
esquisto, con forma tabular (del Tipo 5) y con un grabado mascariforme
que por su posición corresponde a un proceso de reclamación (tabla 1,
número 20) (Salazar y Franco 2020).
En el sector conocido como Casa Marcelino se registraron en superficie
algunos restos materiales arqueológicos sin asignación temporal, un
menhir-guanca similar a los que se encuentran en el valle de Tafí y una
roca fija con grabados análogos a las halladas en El Sunchal y Mortero
Quebrado. Este bloque exhibía numerosas cavidades hemisféricas que por
sus características es afín al Tipo 4 (tabla 1, número 31).
capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS...
223
En la zona denominada Casa Díaz se halló una escultura muy llamativa
que por su morfología y características generales se asemeja a las registradas
en otros sitios (ej. Mortero Quebrado, Casa Rudi, El Sunchal, etc.). Fue
localizada por lugareños que construían una vivienda en un sector sin
recintos residenciales prehispánicos. Esta escultura es del Tipo 1, de
granito y de alta portabilidad, con una representación zooantropomorfa y
fálica con rastros de esculpido y grabado (con alto y bajorelieve) (tabla 1,
número 35).
Casa Rudi 1 se emplaza en una terraza fluvial del fondo de valle del río
Anfama. Su identificación fue posible gracias a la presencia de materiales
arqueológicos en superficie. Hasta el momento se ha registrado un muro
informal, con baja inversión de trabajo y de forma lineal en asociación
a restos de cerámica del Periodo de Desarrollos Regionales (capítulo
9). Vale aclarar que es un sitio multicomponente que manifiesta también
evidencias de ocupaciones correspondientes al primer milenio EC. En las
inmediaciones de este sitio —en un espacio que pudo utilizarse para el
cultivo en el pasado— se registró la presencia de una escultura portátil
Tipo 1 (tabla 1, número 32). Se trata de un bloque elongado tallado en
sus aristas demarcando un cuerpo alargado. En un extremo se destaca una
acanaladura que sigue todo el diámetro de la pieza y una frontal que logra
completar una representación fálica.
Aliso Redondo es un sitio ubicado en un filo y conformado por siete
estructuras que exhiben tipos arquitectónicos diferentes al resto de los
sitios registrados en otros sectores de la cuenca. Se identificaron numerosos
alineamientos de piedras perpendiculares a la pendiente. Asimismo, se
destacan muros de contención —con diferentes niveles de conservación—,
que se orientan a los lados del filo, salvando las pendientes norte y sur. En
este contexto se registró un gran bloque monolítico erguido sobre el cual
se ejecutaron grabados hemisféricos distribuidos en tres líneas. La roca
forma parte de un muro de un recinto circular que habría sido parte de
una unidad residencial del primer milenio EC.
224
Valeria Franco SalVi
Figura 3. Roca 22. Gran bloque plano y dispuesto en forma horizontal a modo de una
“mesa” en la cual se ejecutaron numerosas cavidades circulares de distintos tamaños
(Fotografía de J. Salazar). En la imagen superior se observa el Modelo 3D sombreado
monocromático. Figura de la autora.
CONSIDERACIONES FINALES
En la cuenca de Anfama se han identificado 39 rocas intervenidas
distribuidas en diferentes contextos que incluyen áreas residenciales y de
cultivo en un lapso temporal que abarca desde los años 100 al 900 d.C.
(Bloques II y III). Los primeros resultados obtenidos nos permiten destacar
capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS...
225
la ubicuidad que tenían en distintos escenarios cotidianos domésticos,
esto es, están presentes en un marco donde se cocina, muele, almacena,
manufactura, etc. Lo que significa que no existe un espacio ceremonial
específico para ellas y mucho menos distanciado o jerárquico. Las esculturas
están interactuando en los patios de las viviendas como agentes activos que
contribuyen a la supervivencia de las familias y como un nexo más en las
interrelaciones humanas.
Vale destacar que se registraron muy pocas rocas fijas en el paisaje,
la mayoría presenta una alta portabilidad, lo que sugiere una potencial
circulación más allá del sector de Anfama. No obstante, la totalidad de las
piezas se corresponden con rocas metamórficas locales (Toselli et al. 2003)
disponibles en fuentes secundarias como depósitos fluviales y afloramientos
dispersos.
En los espacios internos predominan las decoraciones en bajo relieve
en una sola cara de la pieza. Esta particularidad parece tener una relación
directa con la inclusión de estos bloques (en su mayoría tabulares, del
Tipo 5) en los muros. Por ejemplo, en Mortero Quebrado la excavación
del recinto R34, en la unidad U2 evidencia que los bloques con cavidades
hemisféricas fueron incorporados en su mayoría en muros de este tipo
de estructuras. En conjunto con la Roca intervenida número 10, estos
bloques muestran que los entornos domésticos eran escenarios altamente
construidos e involucraban elementos simbólicos en las prácticas cotidianas
(Franco Salvi et al. 2020). La percepción de estas intervenciones requiere
de cierta proximidad a los motivos, a diferencia de las esculturas en bulto
(registradas en sectores extramuro), las con bajo relieve son difícilmente
observables desde distancias mayores a unos pocos metros. Para divisarlas
se necesita de luz, en ángulos que definen contrastes y sombras, aunque
con techumbre también se pudieron haber incluido fuentes luminosas
artificiales o incluso el tacto. Vale recalcar que no descartamos la posibilidad
que se incluyeran superficies pigmentadas considerando que en el valle de
Tafí fue una práctica común (García Azcárate 1996).
En el Sitio El Sunchal, las esculturas están dispersas en sectores próximos
a las unidades residenciales en el área extramuro. Creemos que pudieron
cumplir roles similares a los que la etnografía menciona y que denomina
“piedras guancas” (Duviols 1977) que protegen a las familias y a las cosechas.
En general, son de forma oblonga y están erigidas como “guardianas” en la
unidad. A su vez, algunas de las rocas intervenidas en Anfama habrían sido
enterradas a modo de “piedra chacana” (Maldavsky 1999; Núñez y Castro
2011) con el fin de proteger y mejorar las cosechas. En principio, esto es
226
Valeria Franco SalVi
visible en los sitios Casa Flora, Casa Pastor y Casa Rudi. Con respecto a
esta idea, Núñez y Castro (2011) sostienen que, desde la perspectiva de la
sociedad andina en general, las rocas elongadas enterradas en sementeras
y reconocidas como huancas se vinculan efectivamente con la producción
agraria y conforman una amplia distribución en los Andes.
En el caso de Anfama, las rocas se distribuyen en cada sector habitado del
valle y se identifican en cinco puntos principales: Residencial Intramuro:
a) los ingresos a las unidades residenciales, b) erigidas en patios y c)
empotradas en las paredes de las viviendas. Residencial Extramuro: d)
enterradas en campos de cultivo y e) afloramientos rocosos (Franco Salvi
et al. 2020). Fue posible identificar una distribución diseminada de las
piezas, esto es, no había un lugar específico para ellas como sí fue posible
reconocer en el valle de Tafí, donde la mayoría se nucleaba en torno a un
montículo de uso comunitario (García Azcárate 1996).
En definitiva, las rocas estaban en el mundo diario de estas personas
ayudando a la protección del mundo doméstico, a su reproducción, a la
fertilidad y supervivencia a lo largo del tiempo. Vale destacar que esta práctica
se repite en diferentes lugares del Noroeste argentino encontrándonos
con una amplia y diacrónica presencia de prácticas de veneración de
antepasados pétreos (Aschero y Korstanje 1996; García Azcarate 1996;
Aschero 2007). Reforzar la autoridad de estos últimos, les habría permitido
a los pobladores de Anfama acceder a determinados recursos tales como
tierra, agua y otros derechos vinculados a la permanencia de un grupo
social en un mismo espacio. En este sentido, es factible plantear que los
lazos se construyeron no solo por relaciones de ascendencia/descendencia
sino también sobre la materialidad implicada, esto es, fueron estos lugares,
objetos y prácticas cotidianas los que permitieron la reproducción de
valores y acciones políticas a través del tiempo.
Las prácticas cotidianas de estos pobladores habrían estado atravesadas
por la ancestralidad, por lo que los antepasados siempre formaban parte
de las mismas, explícita o implícitamente. En este sentido, la identidad
y prácticas de los agentes sociales estaban definidas por la pertenencia
a un grupo y estos objetos actuaban como guardianes de los intereses
colectivos frente a pretensiones de actores específicos.
capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS...
227
Tabla Suplementaria 1
Tabla
General
Descriptiva
de
Rocas
Intervenidas Localizadas en la Cuenca de Anfama.
Tabla General Descriptiva Rocas Intervenidas
INFORMACIÓN
CONTEXTUAL
DESCRIPCIÓN
Dimensiones (cm)
Técnica
Motivos
Portabilidad
Contexto Espacial/Funcional
Zoomorfo
Geométrico
Fija
Esquisto
75
-
-
-
x
x
-
-
x
-
-
x
x
-
-
2
TUC-TAF-MQ001-U2
Fracturada
ND
Granito
20
-
-
-
x
-
-
x
x
-
-
x
x
-
-
1725±20
3
TUC-TAF-MQ001-U2
Fracturada
1
Granito
25
19
6
-
x
-
-
x
x
-
-
x
x
-
-
1725±20
4
TUC-TAF-MQ001-U2
Fracturada
5
Granito
60
49
4
-
-
-
x
-
-
-
-
x
x
-
-
1725±20
5
TUC-TAF-MQ001-U2
Fracturada
5
Granito
52
45
5
-
-
-
x
-
-
x
-
x
x
-
-
1725±20
6
TUC-TAF-MQ001-U2
Fracturada
5
Granito
29
29
4
-
-
-
x
-
-
x
-
x
x
-
-
1725±20
7
TUC-TAF-MQ001-U2
Entero
2
Granito
90
50
40
-
-
-
x
-
-
x
x
-
x
-
-
1725±20
8
TUC-TAF-MQ001-U2
Entero
4
Granito
30
37
40
-
-
-
x
-
-
x
-
x
x
-
-
1725±20
9
TUC-TAF-MQ001-U2
Entero
5
Granito
43
43
34
-
-
-
x
-
-
x
-
x
x
-
-
1725±20
10
TUC-TAF-MQ001-U4
Entero
5
Granito
87
49
12
-
x
-
x
x
x
-
x
-
x
-
-
-
11
TUC-TAF-MQ001-U4
Fracturado
5
Granito
50
40
8
-
x
-
-
-
-
-
x
-
x
-
-
-
12
TUC-TAF-MQ001-U3
Entero
1
Granito
95
35
10
x
-
-
-
-
-
-
-
x
-
x
-
-
13
TUC-TAF-CP001
Entero
1
Esquisto
50
17
8
x
x
-
-
x
x
-
-
x
x
-
-
2137±31
14
TUC-TAF-ES001
Entero
1
Granito
73
18
3
x
x
-
-
x
x
-
-
x
x
-
-
15
TUC-TAF-ES001
Entero
5
Granito
45
28
8
-
-
-
x
-
-
x
-
x
x
-
-
muro
asociadas
Extra
Datacione s
Grabado
Antropomorfo
3
Intra
muro
Fuera
de contexto
Pulido
Bajo Relieve
Entera
Móvil
Espesor
Lascado
TUC-TAF-MQ001-U5
Materia
prima
Largo
Ancho
ESTADO
SITIO
Residencial
1
Tipo1
1855±29
1649±30
1138±23
1136±21
1138±23
1136±,21
16
TUC-TAF-ES001
Entero
2
Granito
72
45
15
-
-
-
x
-
-
x
-
x
-
x
-
-
17
TUC-TAF-ES001
Entero
5
Granito
45
32
30
-
-
-
x
-
-
x
-
x
-
x
-
-
18
TUC-TAF-ES001
Entero
4
Esquisto
150
90
100
-
x
-
x
-
-
x
x
-
-
x
-
-
19
TUC-TAF-ES001
Fracturada
2
Granito
90
45
35
-
-
-
x
x
x
-
-
x
-
x
-
-
20
TUC-TAF-LPe001
Entera
5
Esquisto
74
35
10
-
-
x
x
-
-
-
x
x
-
-
-
21
TUC-TAF-LLg001
Entera
4
Granito
100
60
50
-
x
-
x
-
-
x
x
-
-
x
-
-
22
ED
Entera
4
Granito
150
90
50
x
-
-
x
x
-
-
x
-
-
23
El Zapallito
Entera
1
Esquisto
100
26
12
x
x
-
-
x
x
-
x
-
x
-
-
-
24
La Perilla
Entera
4
Granito
140
100
80
-
-
-
x
-
-
x
x
-
-
x
-
-
25
Casa Flora
Entera
1
Esquisto
40
13
5
x
x
-
-
-
x
-
-
x
-
x
-
-
26
Casa Flora
Entera
1
Granito
60
16
4
x
x
-
-
-
x
-
-
x
-
x
-
-
27
Casa Flora
Entera
5
Esquisto
56
22
3
x
-
-
-
-
-
-
-
x
-
-
x
-
28
Casa Flora
Entera
1
Esquisto
30
7
2
x
-
-
-
x
-
-
-
x
-
-
x
-
29
Casa Flora
Entera
5
Esquisto
14
15
3
x
-
-
-
-
-
-
-
x
-
-
x
-
30
Casa Flora
Entera
4
Granito
120
80
60
-
x
-
x
-
-
x
x
-
-
-
x
-
31
Casa Marcelino
Entera
4
Granito
60
54
48
-
-
-
x
-
-
x
x
-
-
-
x
-
32
TUC-TAF-CR001
Entera
1
Granito
33
10
3
x
x
-
x
-
x
-
-
x
-
x
-
-
33
Puesto Subactual
Entera
1
Esquisto
35
13
4
x
-
-
-
x
-
-
x
-
-
-
x
-
34
TUC-TAF-AlR001
Entera
x
Valeria Franco SalVi
228
34
TUC-TAF-AlR001
Entera
5
Granito
95
44
14
-
-
-
x
-
-
-
x
-
x
-
-
-
35
Casa Díaz
Entera
1
Granito
35
15
3
x
x
-
x
-
x
-
-
x
-
x
-
-
x
-
x
x
x
-
x
x
x
-
1855±29
1649±3
36
anulada
37
TUC-TAF-MQ001-U2
38
39
40
1
Entero
5
Granito
80
40
15
-
TUC-TAF-MQ001-U2
Entera
5
Granito
20
17
8
-
TUC-TAF-MQ001-U2
Fracturado
5
Esquisto
17
12
7
-
TUC-TAF-MQ001-U4
Entero
5
Granito
49
29
12
-
x
x
-
-
x
-
-
x
x
-
x
-
-
-
x
-
-
-
-
-
x
x
x
-
1725±20
-
x
-
-
x
-
x
x
-
-
-
El Tipo 1 corresponde a piezas formatizadas y se caracteriza por presentar en su vista
frontal un sector de gran espesor que se reduce abruptamente en la sección mediasuperior. Ambas partes pueden o no estar separadas por una acanaladura transversal
al eje mayor de la pieza. La parte inferior es de forma rectangular con lados planos.
La forma de la base es trapezoidal con lados no paralelos de medidas muy similares. El
Tipo 2 también formatizado presenta una base más ancha a laparte superior de la pieza,
sin aristas demarcadas y tanto en el lado frontal como sagital se destaca un contorno
similar, esto es, base ancha que de forma progresiva disminuye su diámetro en la parte
superior. El Tipo 3 se define por presentar en la parte superior de la pieza un tallado en
sus tres dimensiones y exhibir en su base forma rectangular con lados planos. Su forma
base no presenta formatización y al igual que el Tipo 4 y 5 se seleccionan por sus formas
naturales ya aptas para su utilización. El Tipo 4 presenta un contorno hexagonal con
bordes suaves. El Tipo 5 presenta un contorno cuadrangular, bordes suaves y una base
levemente más ancha que la parte superior, la forma de la base es rectangular.
CAPÍTULO 9. LA VIDA DOMÉSTICA DURANTE
EL PERIODO DE DESARRLLOS REGIONALES
(BLOQUE IV, 1400-1500 D.C.)
Agustina Vázquez Fiorani
Tradicionalmente en la literatura arqueológica, el Período de Desarrollos
Regionales1 (PDR) (ca. 1000 a 1475 d.C., también denominado Período
Tardío) ha sido caracterizado como una fase de creciente intensificación
económica, estratificación social y centralización política en los valles
intermontanos y quebradas de altura del Noroeste argentino (Tarragó
1995). En el caso de las Cumbres Calchaquíes, se propuso que a fines del
siglo X EC los grupos humanos asentados en el valle de Yocavil habrían
experimentado un proceso de complejización social que aunó fenómenos
convergentes de jerarquización espacial y social, acceso diferencial a bienes,
producción especializada de artesanías (cerámica, metales) y alimentos,
y finalmente, el surgimiento de un estilo regional Santa María (Nuñez
1
Este capítulo apunta a caracterizar las trayectorias históricas particulares de los grupos
que habitaron el valle de Anfama durante el segundo milenio EC, dentro de un proyecto
más amplio que da origen a este libro en donde se problematiza el alcance heurístico
de las secuencias culturales en la arqueología de la zona. En efecto, se propone pensar
las dinámicas sociales de las poblaciones prehispánicas en Anfama en clave local,
conectadas pero independientes de los desarrollos en valles cercanos como Yocavil,
utilizando la categoría de Bloque IV (capítulo 1) y no Período de Desarrollos Regionales.
El uso de este último se reserva para referirse a procesos sociales, políticos, culturales
y materiales que no están necesariamente limitados al valle de Anfama, sino que son
compartidos en otras escalas espaciales y sociales. Especialmente se usa para referir a
los modelos tradicionales de la secuencia cultural del NOA y particularmente, en el
caso de los estilos cerámicos y arquitectónicos que la literatura especializada reconoce
regionalmente asociados a determinados bloques temporales y espacios geográficos.
230
aGuStina Vázquez Fiorani
Regueiro 1974; Tarragó, 1987, 1995; Tarragó et al. 1997; Nastri 1999;
Palamarczuk 2002; entre otros).
Como resultado de este proceso, las élites de Yocavil habrían encarado
estrategias enfocadas en aumentar la base productiva para hacer frente
a una creciente presión demográfica y ambiental, no solo a través de la
intensificación de la agricultura y del pastoreo, sino también a través de
la colonización efectiva de otros pisos ecológicos, como las tierras bajas
y el bosque montano, al oriente de las Cumbres Calchaquíes (Tarragó
1995). Sin embargo, los estudios realizados en esta zona fueron escasos
(Gónzalez y Núñez Regueiro 1960; Berberián y Soria 1972; Heredia 1974;
Berberián et al. 1977; Esparrica 1999; Tartusi y Núñez Regueiro 2003). Solo
recientemente la tendencia a enfatizar el PDR como una entidad temporal
monolítica a partir de generalizaciones sobre la organización sociopolítica
y económica de grupos asentados en el valle de Yocavil ha empezado a ser
revertida en un intento por restaurar la historicidad de la región y poner a
prueba los modelos propuestos para explicar la naturaleza de las sociedades
prehispánicas durante este período (Manasse 2007, 2011, 2014; Corbalán
2008, 2020; Páez 2012).
Con el objetivo de poner bajo la luz la caracterización del PDR
sintetizada en los párrafos anteriores, y enfatizar las trayectorias históricas
y temporalidades locales de los colectivos asentados en Anfama durante
tiempos prehispánicos, en este capítulo presentamos los resultados de las
prospecciones y excavaciones llevadas a cabo en este valle donde hemos
identificado tres sitios construidos y habitados durante lo que definimos
como Bloque IV (1400 a 1500 d.C.). Presentamos, además, una síntesis
de los análisis tecno morfológicos y funcionales realizados sobre distintas
materialidades (cerámica, lítico tallado y pulido y restos arqueo faunísticos)
recuperadas de un contexto doméstico asociado a la producción y consumo
de alimentos. Finalmente, avanzamos en caracterizar algunas recurrencias
y similitudes en el uso del espacio de las ocupaciones del Bloque IV con
ocupaciones más tempranas, asociadas a los Bloques II y III.
PAISAJES Y TIEMPO EN ANFAMA DURANTE EL SEGUNDO MILENIO EC
El principal problema para estudiar el PDR en la vertiente oriental de
las Cumbres Calchaquíes es la escasa visibilidad de los restos arqueológicos
(Corbalán 2008; Vazquez Fiorani et al. 2021). Esta situación no es exclusiva
para el valle de Anfama, como ha sido observado por Nielsen y colaboradores
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
231
(Nielsen et al. 2000) quienes señalan un mayor énfasis y representación
de los grandes centros poblacionales con arquitectura monumental en
mesetas de altura (por ejemplo, el valle de Yocavil) comparado con el
escaso interés que se le ha dado a pequeños asentamientos, estructuras,
características o artefactos aislados. De esta manera, la escasa visibilidad
de este tipo de sitios arqueológicos ha contribudo a una interpretación
sesgada de la organización espacial de las sociedades pasadas (Nielsen et al.
2000), asumiendo la inexistencia de ocupaciones prehispánicas.
Con el objetivo de complejizar las narrativas existentes sobre la
ausencia de ocupaciones asignables al Bloque IV, durante los años 2018 y
2019 se delinearon estrategias metodológicas de relevamiento sensibles y
especialmente diseñadas teniendo en cuenta las características ecológicas
y geográficas propias del área de estudio, caracterizada por un registro
arqueológico de baja visibilidad. Este objetivo requería formas alternativas
de recolección de datos, así como definir los contextos más adecuados para
la aplicación de cada uno de ellos (capítulo 2).
Alrededor de la casa de la familia Chocobar, identificamos diferentes
rastros de actividades humanas pasadas (morteros, cerámica, artefactos
líticos, etc.). A partir de estos indicios, realizamos diferentes entrevistas a
los miembros de las familias, con el fin de obtener datos sobre el origen
de los materiales y posibles ubicaciones de estructuras arqueológicas,
guiandonos por la descripción de materialidades posiblemente adscribibles
al PDR (ej. vasijas pintadas, estructuras rectangulares). En consecuencia,
se definieron el sitio Casa Rudi 1 (CR1), donde llevamos a cabo 2 sondeos
de prueba (Sondeo Horno y Sondeo Piedra) y una excavación en área
que cubrió 16 m2, Casa Rudi 2 (CR2) donde se realizaron una serie de
sondeos expeditivos para determinar la posible extensión del asentamiento
residencial denominado CR1 y finalmente, una serie de superficies de
molienda fija (N=6) a lo largo de las márgenes del río Anfama (denominado
Casa Rudi 3, CR3) (Vazquez Fiorani et al. 2021) (figura 1A).
En segundo lugar, se identificó un complejo de estructuras de planta
subrectangular y montículos de derrumbe en la cima del filo denominado
por la comunidad local como La Laguna, emplazado en un punto
neurálgico del sendero que conecta Anfama con Tafí del Valle a través de
La Ciénega. El sitio además presenta una vista estratégica de las terrazas
fluviales de fondo de valle donde se identificaron otras instalaciones
asociables al Bloque IV. El registro y mapeo de las estructuras arqueológicas
fue dificultado por la topografía y la alta cobertura vegetal, que impidió
lograr una visión acabada de la disposición espacial.
232
aGuStina Vázquez Fiorani
El relevamiento planimétrico fue realizado con brújula y cinta métrica
y complementado mediante una ortofotografía generada a partir de
imágenes tomadas por un drone, y permitió delimitar tres unidades
arquitectónicas compuestas y de planta cuadrangular (E115, E116, E117,
E118, E119, E120 y E250), tres simples (E121, E125 y E251) y dos muros
de contención (E123 y E124) (Vazquez Fiorani et al. 2021). Se condujeron
excavaciones en tres unidades (E116, E117 y E120) y en un sector asociado
a un afloramiento de rocas grabadas. Esto hizo posible obtener datos
sobre la técnica constructiva utilizada, reconociendo depresiones que
corresponden a recintos de planta rectangular, con muros dobles sin relleno
de aproximadamente 1 m de ancho y estructuras monticulares asociadas a
rasgos arqueológicos informales (pequeñas hileras de rocas alineadas de
manera sub-circular superficialmente y sin continuación) (figura 1B). Entre
los estilos representados en el conjunto alfarero recuperado en la E116 y
E120, predominan los fragmentos toscos (Ordinario y Ordinado alisado
por marleado), Santa María Bicolor y Famabalasto negro grabado. Es de
notar, que en el recinto E116 se recuperaron varios fragmentos de bases
en pie de compotera. En el conjunto lítico se destacan desechos de talla,
principalmente de cuarzo y cuarcita roja, en menor medida, obsidiana.
Solo se identificó una punta de proyectil de cuarzo rota.
Finalmente, se observó un conjunto de estructuras complejas en el
filo Aliso Redondo-Las Cañaditas, compuesto por una superposición de
recintos de muros rectilíneos sobre estructuras circulares. Este sitio fue
previamente reseñado por Cremonte (1996), quien además realizó una
excavación con fines comparativos dentro del marco de su tesis doctoral.
Se identificaron ocho unidades, una de ellas compuesta por dos recintos,
así como una roca tallada con motivo de círculos dispuestos linealmente.
Algunas de las características arquitectónicas de las estructuras (muros de
piedra alineados horizontalmente y de planta subrectangular) sugirieron
una correspondencia con el Bloque IV (figura 1C). Por eso, se realizaron
dos sondeos exploratorios para recuperar información contextual. Se
recuperó un conjunto de materiales compuesto principalmente por estilos
cerámicos del PDR como el Santa María y Ordinario alisado por marleado,
así como algunos desechos de talla y artefactos líticos (una mano de moler y
un núcleo). En las capas inferiores, los estilos asignados a PDR desaparecen
y la proporción de estilos sin decoración (rojo grueso y gris grueso) (similar
a la del primer milenio EC en Anfama, Salazar 2011; Franco 2019a) permite
interpretar que la ocupación del Bloque IV se realizó sobre un asentamiento
previo asignable al Bloque II (capítulo 2).
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
233
Figura 1. Planimetría de los sitios identificados y relevados en la cuenca de Anfama
correspondientes al PDR: (A) Casa Rudi 1; (B) La Laguna; (C) Aliso Redondo-Las
Cañaditas. Figura elaborada por Julián Salazar.
MATERIALES COTIDIANOS Y ACTIVIDADES DIARIAS
En CR1 se llevó a cabo una excavación en área que permitió recuperar
un vasto conjunto artefactual doméstico. Este fue objeto de un estudio
detallado, a fin de obtener información contextual sobre las actividades
desarrolladas en el sitio y complementar los datos obtenidos a nivel de uso
del espacio y configuración del paisaje.
234
aGuStina Vázquez Fiorani
Análisis cerámico
El conjunto cerámico estuvo formado por 878 fragmentos de
cerámica distribuidos en 15 unidades estratigráficas que corresponden
al piso ocupacional del Bloque IV. Su estudio involucró cuatro etapas:
a) clasificación macroscópica según estilos definidos para la región; b)
cuantificación por fragmentos y por familia de fragmentos; c) clasificación
morfológica; d) descripción de pastas mediante lupa binocular a bajos
aumentos (20x a 40x). De esta forma, el análisis combinó tanto el estudio
de los atributos iconográficos como tecno-morfológicos de los fragmentos.
El análisis cuantitativo considerando familias de fragmentos (Orton
et al. 1997) permitió observar un predominio del estilo Santa María y
Ordinario alisado por marleado en segundo lugar. La representación de
Famabalasto negro grabado comprende 13,44% del total de la muestra. El
estilo Ordinario aparece en cuarto lugar. Esta estrategia de cuantificación
permitió tener una visión más completa del ensamblaje cerámico, y evitar
el sobredimensionamiento de algunos tipos de vasijas en la muestra,
especialmente aquellas destinadas al uso culinario diario (Orton et al. 1997;
Palamarczuk, 2002; Adroher Auroux et al. 2016).
En la observación con lupa binocular de los fragmentos se observó
un predominio de atmósferas de cocción oxidantes, con inclusiones
como cuarzo, tiesto molido (chamote) y mica, así como inclusiones
subangulares negras y grises no identificadas. En general, predominan las
pastas poco densas y semi-compactas asociadas a estilos no decorados, lo
cual posiblemente haya estado relacionado con elecciones técnicas para
mejorar la resistencia térmica de los objetos cerámicos.
Siete clases tecnológicas pudieron ser establecidas teniendo en cuenta
atributos tales como: atmósfera de cocción, naturaleza de las inclusiones y
antiplásticos. En algunos casos se registró una interesante homogeneidad
entre pastas correspondientes a diferentes estilos cerámicos. Se puede
notar que algunas elecciones técnicas en la fabricación de las vasijas fueron
muy similares tanto en las piezas Santa María como en las vasijas ordinarias.
A diferencia de otros sitios del PDR de las Cumbres Calchaquíes (Piñeiro
1996; Palamarczuk 2002; Corbalán et al. 2009; Páez 2012), los fragmentos
Ordinario alisados por marleado no presentan inclusiones de tiesto molido,
técnica similar a lo que se observa para el Bloque III en la zona en este
tipo de vasijas (Salazar 2011; Franco 2019a). Sin embargo, esta observación
inicial debe ser sustentada aumentando la muestra analizada y llevando a
cabo análisis petrográficos de cortes delgados.
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
235
Las formas observadas en el conjunto son tres: cuencos, ollas y vasijas
(Balfet et al. 1992). Predominan formas pequeñas de contorno simple,
asociadas a los cuencos de estilo Santa María y Famabalasto. Se reconocieron
además otras morfologías típicas del PDR, como tinajas restringidas de
contorno complejo o compuesto, y las tradicionales urnas Santa María.
Dentro de los estilos no decorados, en su mayoría se trata de grandes vasijas
abiertas, y en menor medida, restringidas (ollas). Las ollas presentan
marcas de uso en la superficie, principalmente aquellas alisadas por
marleado, cuyas pastas presentan inclusiones como cuarzo, que reducen la
propagación de grietas y aumentan la resistencia al ser expuestas a fuentes
de calor. Esto sugiere que tales piezas eran particularmente adecuadas para
las actividades relacionadas con la preparación de alimentos. En adición,
la aplicación de mazorca de maíz en la superficie externa da una textura
rugosa al recipiente y permite un mejor agarre de la olla, lo que la hace más
adecuada para la manipulación diaria (Palamarczuk 2002).
La fragmentación de la muestra no permitió en muchos casos reconocer
elementos iconográficos de las piezas, ni la composición del diseño, pero se
puede reseñar que las decoraciones pueden ser pintadas, incisas o aplicadas
en pastillaje. Sin embargo, los motivos que se pudieron identificar repiten
características típicas de los estilos del PDR en la región. De esta manera,
los elementos de la composición podrían ser asignados al repertorio
iconográfico de la tradición Santa María.
Análisis lítico
El conjunto lítico está compuesto por un total de 186 elementos: 88,70%
de desechos líticos, 9,67% de instrumentos formalizados y 1,61% de núcleos.
Las materias primas predominantes son locales, como el cuarzo y la cuarcita
(Montegú 2018 y capítulo 7 de este volumen), aunque también hay un
pequeño porcentaje de rocas no locales, como la obsidiana. Los desechos
de talla de cuarzo provienen principalmente de las etapas intermedias
y finales de formatización, lo que se apoya en la menor proporción de
lascas externas en comparación a las internas, como así en el tamaño
(mayormente pequeñas). En el caso de los desechos de cuarcita roja, no hay
una predominancia de lascas internas frente a las externas, aunque existen
lascas de mayor tamaño (medianos a grandes). Los desechos de obsidiana
son exclusivamente lascas internas muy pequeñas (hiper microlascas).
236
aGuStina Vázquez Fiorani
No se recuperaron núcleos de cuarzo, a pesar del alto número de
desechos de talla de este material. Este hecho podría ser entendido por
la abundancia de esta materia prima a nivel local. Incluso es posible que
existiese algún tipo de producción secuencial, que involucrase sitios canterataller para la obtención de formas base en otros sectores, posiblemente
cerca del río. Por lo tanto, en el sitio CR1 solo se habrían llevado a cabo
actividades de reducción y formatización de formas base. A diferencia del
cuarzo, se pudieron recuperar núcleos de cuarcita y cuarcita roja. Se trata
de instrumentos aún activos, con un 25-50% de corteza, multiuso (de cuatro
a ocho lascas) y no tienen marcas de uso. La presencia de estos artefactos
junto con laminillas externas de mayor tamaño nos lleva a pensar que, al
menos en el caso de la cuarcita roja, las actividades de formatización se
encontraban en las etapas iniciales en el área excavada.
Además de los desechos y núcleos líticos, se recuperaron otros artefactos
formatizados. Las materias primas utilizadas son principalmente cuarzo y
cuarcita roja, aunque también se encontraron en menor medida obsidiana,
cuarcita y pizarra. Tipológicamente, los grupos y subgrupos identificados
son percutores y filos naturales con rasgos complementarios, así como
puntas de proyectil y cuchillos. Estos instrumentos fueron hechos casi
exclusivamente con materias primas locales, relacionado esto con un mayor
énfasis en la producción de instrumentos expeditivos con baja inversión
de tiempo y esfuerzo (Franco Salvi et al. 2016; Montegú 2018). Así, la
proporción de obsidiana es notoriamente menor, tanto en términos de
instrumentos como de desechos líticos con respecto a bloques temporales
anteriores (capítulo 1 y 7).
Se identificaron nueve percutores (enteros y fracturados) de cuarzo y
cuarcita, con superficies activas asociadas a marcas de percusión. Su tamaño
varía de pequeño a mediano. Siguiendo a Aschero (1983) y Aschero y
Hocsman (2004), la función primaria de estos artefactos podría inferirse
como golpear superficies, debido a la presencia de rasgos complementarios.
Los filos naturales son principalmente de cuarcita y cuarcita roja, y en
algunos casos, se encuentran enteros. Ellos fueron sacados de formas bases
como lascas externas. Los filos exhiben una gran diversidad de tamaños,
que van desde pequeños a grandes. Se trata principalmente de instrumentos
sencillos, con un único filo natural y huellas de micro retoques en una de las
caras. La función principal de estos artefactos pudo haber sido el raspado
o el desbaste de superficies duras, como hueso o madera, siguiendo un
movimiento unidireccional.
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
237
En dos casos se observaron instrumentos compuestos. En el primero, se
trata de un filo grande de cuarcita, con un filo natural (con un ángulo de
bisel de 50°) y micro retoques en uno de sus lados, al cual se le realizó un
filo largo en el extremo opuesto a través de un lascado sumario, unifacial,
profundo y marginal de 2 cm (producto de talla o retalla). El ángulo del
bisel de este segundo filo es de 40° y posee rastros de utilización en forma
de melladuras, por lo que se infiere que funcionaba como cuchillo. En el
segundo caso, a un filo pequeño de cuarcita roja, con marcas de micro
retoque, se le realizó una punta-instrumento en su extremo.
Finalmente, se recuperaron dos puntas de proyectil de cuarzo y una
de obsidiana. La punta de obsidiana es de tamaño pequeño, de limbo
triangular y base apedunculada y escotada, fragmentada en una de sus
aletas. Una de las puntas de cuarzo es de la misma tipología, aunque con la
presencia de denticulado en las aristas laterales y evidencias de actividades
de mantenimiento en su ápice. Se recuperó una segunda punta de proyectil
de cuarzo pequeña, de limbo triangular y base apedunculada y escotada.
Una caracterización más detallada del conjunto lítico y las diferencias entre
bloques puede verse en el capítulo 5.
Análisis de instrumentos de molienda
Los instrumentos de molienda se analizaron siguiendo la metodología
de Babot (2004). Se identificaron 10 piezas correspondientes en su
totalidad a instrumentos activos o superiores, siete de ellos enteros y tres
fracturados. En su totalidad carecen de evidencias de manufactura y por
ello corresponden a la categoría técnico-morfológica de “artefacto no
manufacturado con rastros complementarios”. En efecto, todas las manos
identificadas proceden de nódulos graníticos de granulometría mediana,
obtenidos de fuentes secundarias, especialmente los lechos de los arroyos
locales, de los cuales una o más caras fueron seleccionadas para su
utilización. Sobre ellas solo se realizó un picoteo preferentemente grueso,
para otorgar mayor capacidad de molienda.
Las formas de las piezas, clasificadas según el diagrama de geometricidad
de Zingg (1935, tomado de Babot 2004), son predominantemente
equiaxiales (N=4). Se presentan dos discoidales y dos cilíndricas, mientras
hay una ausencia total de triaxiales. Los instrumentos identificados son
simples, dobles o múltiples. De las dicecinueve caras activas identificadas
238
aGuStina Vázquez Fiorani
en total, nueve corresponden a manos de mortero presentando rastros
de uso como bordes redondeados y esquirlamientos que se corresponden
con modos de acción de percusión y de presión puntual rotativa; nueve
corresponden a manos de molino de mano, planos y plano-cóncavos, con
rastros de uso como redondeados de bordes y de sectores proximales de las
superficies activas, y estrías rectilíneas paralelas, compatibles con presiones
deslizantes rectilíneas. El tamaño de las manos es variable. El peso medio es
1.5 kg, siendo 0.6 kg la mínima y 4 kg la máxima. La superficie activa media
es de 121 cm2.
Entre los artefactos pasivos solo se ha podido identificar una pieza que
presenta dos caras alisadas, pero sin claros rastros de uso ni oquedades,
salvo por algunos esquirlamientos aislados. Posiblemente haya sido
utilizado como yunque, aunque también como molino de mano plano.
Sin embargo, debe considerarse la existencia de numerosos bloques con
morteros múltiples que se ubican en el área que definimos como CR3, en
las barrancas más bajas próximas al río.
Análisis zooarqueológico
El conjunto estudiado estuvo compuesto por 168 especímenes óseos, de
los cuales se identificó un 87,50% del total de la muestra que se encontró
integrada por seis taxa diferentes (Artiodactyla, Lama sp., Cervidae sp.,
Mammalia, Bovidae, Rodentia). Se consideró la existencia de alteraciones
postdepositaciones que pudieran afectar la integridad de la muestra, por
lo que se tuvieron en cuenta los diferentes estadios de meteorización,
los cuales variaron de 1 a 2, sin superar nunca el grado 3 (Behrensmeyer
1978). En solo dos casos se observaron marcas no antrópicas, consistentes
en huellas de roedor (sensu Mengoni 1988). Al respecto, el conjunto
no parece haber estado expuesto a alteraciones postdepositacionales
considerables y se halla bastante bien conservado en términos generales.
El grupo predominante lo constituyen los Artiodactyla (58,50 NISP%),
seguido de Mammalia (15,65 NISP%) y, en tercer lugar, Lama sp. (9,52
NISP%). Las taxas restantes se encuentran representadas en menor
porcentaje. La composición del conjunto, especialmente en las unidades
estratigráficas superiores, hace difícil establecer inferencias fehacientes
sobre todo en los taxones identificados de manera general (como
Mammalia y Artiodactyla) que podrían corresponder a especímenes de
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
239
fauna actual, no disponibles en tiempos prehispánicos. Discriminando la
muestra por unidades estratigráficas, se puede observar que Mammalia
está ausente en las unidades inferiores asociadas al piso de ocupación, así
como también se observa un menor número de Artiodactyla.
En cuanto a las unidades anatómicas presentes, son mayoritarios los
huesos largos y se encuentran representados principalmente sectores
del tronco (esqueleto axial, vértebra, pelvis, escápula, costilla) y de las
extremidades inferiores (fémur, metapodio, radio, tibia), así como
pequeños huesos de los pies (astrágalo, maléolo, navicular, cuboide). Los
huesos del cráneo están casi ausentes, aunque son predominantes en el
caso de Cervidae sp. (mandíbula).
Las marcas de corte solo se registraron en especímenes de Lama sp.,
Artiodactyla y Bovidae, aunque este último fue descartado del análisis
arqueológico debido a su carácter subactual. En el caso de Lama sp.
los cortes se realizaron sobre huesos de los miembros, lo que indica su
posible vinculación con actividades de procesamiento y son transversalessuperficiales, lo cual se puede relacionar con el fileteado de carne.
También se observaron fracturas intencionales en huesos largos de Lama
sp. (radio y tibia) que podrían asociarse con intentos de aprovechamiento
de la médula luego del procesamiento de la pieza. En el caso de Cervidae
sp., también se identificaron metapodios y metacarpos, lo cual se
correspondería con partes del esqueleto con mayor rendimiento, aunque
hay una predominancia marcada de huesos de la mandíbula.
Pese a lo limitado de la muestra analizada, el hecho de que casi la
totalidad de las partes anatómicas de Lama sp. correspondan a los
miembros (metapodio, fémur, radio y tibia) y presenten marcas de corte,
hace inferir que los animales ya ingresaron al recinto troceados. De esta
manera, es factible pensar que los camélidos eran parte considerable de
la dieta, más allá de los recursos secundarios que los mismos pudieran
brindar. La estructura de edad de la muestra no pudo ser establecida
fehacientemente ya que solo se recuperaron dos fragmentos de tibia no
fusionados (sobre un total de cinco) y, por ende, no permitieron inferir
preferencias en cuanto a la naturaleza de los especímenes sacrificados
(jóvenes o adultos). La ausencia de otros elementos anatómicos factibles
de ser analizados mediante métodos de osteometría también contribuyó
a lo anterior.
240
aGuStina Vázquez Fiorani
Figura 2. Distintas materialidades recuperadas en el sitio Casa Rudi 1 y La Laguna.
Resaltan los conjuntos cerámicos de estilos regionales del PDR: Santa María, Famabalasto
Negro Grabado y Ordinario alisado por marleado. Fotografías de la autora.
INTEGRACIÓN DE LOS DATOS: ESPACIOS RECURRENTES Y ACTIVIDADES
COTIDIANAS
Este trabajo intentó generar datos originales sobre sitios arqueológicos
asociados al Bloque IV en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes, y
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
241
a partir de allí avanzar en la reflexión sobre la naturaleza de las ocupaciones
tardías y la organización social de colectivos domésticos. En esta línea,
surgieron dos elementos de análisis: el paisaje y la materialidad utilizada en
actividades cotidianas.
La construcción del paisaje en el valle de Anfama evidencia la adopción
de nuevos patrones arquitectónicos de difusión regional durante el
PDR (ej. Tarragó 1987), pero también la modificación y reutilización de
unidades residenciales anteriores, lo que nos lleva a plantearnos algunas
cuestiones sobre la tensión entre cambio y continuidad hacia el interior
de los grupos humanos asentados en la zona durante lo que se ha definido
en capítulos anteriores como Bloque IV. La permanencia de los principios
locales de uso del espacio, así como la incorporación de nuevos patrones en
la arquitectura, son elementos interesantes para pensar sobre la naturaleza
de estas ocupaciones y relaciones establecidas con otras asentadas en áreas
cercanas, como el valle de Yocavil.
El análisis de la arquitectura de las ocupaciones del Bloque IV en
Anfama permitió observar que las mismas repiten algunas de las tendencias
identificadas en los valles intermontanos aledaños, como Yocavil. También,
que son muy similares a las registradas en otros sitios de las tierras bajas
de Tucumán, como Mortero Hachado (Esparrica 1999; Corbalán 2008)
y Tafí del Valle (Manasse 2007, 2011, 2014). En oposición, el patrón de
asentamiento es diferente al que caracteriza a las ocupaciones formativas
en la zona, generalmente constituidas por recintos circulares adosados a
un patio central de la misma morfología (Salazar et al. 2021; capítulo 8 de
este volumen). La exposición de una de las paredes de CR1, si bien no fue
suficiente para obtener una visión global de la estructura original, permitió
observar una baja inversión de trabajo en su construcción que contrasta
con la abundante materialidad recuperada.
Sin embargo, a diferencia de lo que se observa en la configuración
arquitectónica, las ocupaciones del Bloque IV parecen mantener la lógica
de uso del espacio propia de los primeros asentamientos tempranos
de la región. En esta línea, se evidencia un modo de configuración y
distribución de los rasgos materiales caracterizados por la dispersión y
la baja concentración de residencias que ha sido definido como paisaje
centrífugo (López Lillo y Salazar 2015; Salazar y Molar 2017). Esto se ha
asociado a una estrategia de colectivos que pretendían mantener cierto
grado de autonomía en su reproducción (López Lillo y Salazar 2015).
242
aGuStina Vázquez Fiorani
Figura 3. (arriba) Vista de la terraza fluvial del Río Anfama desde el sitio La Laguna y
(abajo) Casa Rudi. Fotografías de la autora.
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
243
Los asentamientos del Bloque IV en Anfama se caracterizan por
estructuras residenciales que no integran más de dos o tres unidades. Los
sitios están emplazados a gran distancia entre sí, de modo que no hay
concentraciones similares a otros valles (Tarragó 1987, 1995, 2011; Nastri
1999). Por otro lado, no hay signos de espacios públicos o jerarquías tales
como las plazas o montículos que han sido observados en Yocavil (Tarragó
1987, 2011). Esta configuración mantiene en Anfama una clara continuidad
con los del Bloque II (Salazar y Molar 2017).
La visibilidad es uno de los principales elementos en la configuración
del paisaje durante el Bloque II, ya que tiende a reforzar los vínculos
entre unidades residenciales emplazadas a considerable distancia (López
Lillo y Salazar 2015). En La Laguna, la privilegiada ubicación del sitio
en la parte superior de una cuesta permite tener visibilidad sobre la
totalidad de la terraza fluvial, donde se encuentran los restos de actividad
humana prehispánica correspondientes a Casa Rudi (figura 3). A pesar
de la densa vegetación actual, consideramos posible que, en el momento
de la ocupación, La Laguna pudo haber sido visible también desde las
terrazas fluviales inferiores. Esto sugiere que ambos asentamientos estaban
estrechamente vinculados dentro del paisaje.
Hemos observado una tendencia a la reocupación de los sitios durante
el Bloque IV; ambos, Casa Rudi y Aliso Redondo-Las Cañaditas, constituyen
ocupaciones tardías ubicadas sobre los sitios del Bloque II. En esta línea,
un elemento interesante a considerar sobre la construcción de espacios
domésticos es la forma en que la arquitectura y los conjuntos de artefactos
mantienen similitudes con los estilos regionales, pero retienen influencias
de tradiciones locales distintivas.
En segundo lugar, los rasgos de la materialidad recuperados, así como
las dataciones radiocarbónicas realizadas (Vázquez Fiorani y Salazar 2018)
permiten determinar que CR1 se trata de una ocupación asignable al
Bloque IV, emplazada por encima de una ocupación previa del primer
milenio. Las evidencias presentadas indican que el sitio constituyó una
instalación residencial, en la cual se llevaron a cabo actividades asociadas
al procesamiento y consumo de alimentos y a tareas de mantenimiento de
instrumentos y/o herramientas.
Las características morfológicas, tecnológicas y funcionales del conjunto
cerámico sugieren la existencia de áreas de preparación de alimentos, así
como de prácticas sociales relacionadas con el consumo de los mismos a
244
aGuStina Vázquez Fiorani
nivel doméstico (figura 4). En el conjunto artefactual es posible observar
una serie de características que marcan las diferentes etapas en el proceso
de manipulación de los alimentos. La presencia de vasijas de mayores
dimensiones, con pastas más porosas, tratamientos de superficie especiales
y huellas de hollín en sus paredes induce a pensar en que estas ollas eran
utilizadas para la exposición al fuego y probablemente, para la cocción de
alimentos. Sin embargo, no se encontró en el área estudiada ningún fogón
o superficies termoalteradas.
Por otro lado, la gran cantidad de pucos, tanto abiertos como restringidos,
lleva a pensar que estos pudieron haber estado involucrados en acciones
de despliegue, exhibición y servicio de alimentos u otros productos
(Bugliani 2008; Gazi y Salazar 2013). Al respecto, estos cuencos habrían
estado vinculados a los últimos momentos de la preparación, relacionados
a la mezcla y vertido de sustancias líquidas o de consumo. Los análisis de
microrestros vegetales y ácidos grasos pueden, en esta línea, brindar mayor
información sobre los diferentes recursos que se estaban integrando en
estas prácticas sociales de alimentación (capítulo 4).
Sin embargo, no se observaron recipientes destinados al servicio de
alimentos para compartir (como por ejemplo cuencos o jarras de grandes
dimensiones) y que, por lo tanto, hiciesen inferir que se trataba de un
área donde se congregaban varias personas (Menacho 2001; Bugliani
2008) o donde se desarrollaban ocasiones sociales (Gazi y Salazar 2013).
A diferencia de esto, en CR1 es notable la predominancia de formas
pequeñas. Este hecho sugiere que el consumo de alimentos era realizado
a escala familiar, en un espacio donde también se estaban realizado otras
actividades cotidianas.
En el valle de Anfama, todas las ocupaciones del Bloque IV contienen
restos de cerámica Santa María. Su estudio permite pensar que estas
piezas repiten los patrones de diseño habitual de esta tradición, tanto en
términos de motivos y composición. Esto sugiere una adopción de recursos
iconográficos propios de los valles intermontanos, particularmente de
Yocavil, elemento que tradicionalmente se utilizó como indicador material
de la existencia de colonias étnicas (Corbalán 2008).
Pese a la adopción de diseños y motivos de la iconografía Santa María,
la manufactura de las cerámicas sugiere que las elecciones técnicas
involucradas en su producción mantuvieron estrechas relaciones con las
formas de hacer locales. En esta línea, se registraron similitudes entre las
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
245
pastas de cerámicas decoradas y ordinarias, por lo cual es posible que ambas
hayan seguido técnicas o procedimientos de manufactura similares. Solo
en unos pocos casos, fue posible identificar inclusiones de tiesto molido,
que en otras áreas es una característica distintiva de la cerámica del PDR
(Piñeiro 1996; Palamarczuk 2002; Corbalán et al. 2009; Páez 2012), pero
que se encuentra ausente en cerámicas peinadas del Bloque II en el valle
de Anfama (Franco 2019b). Este hecho, aunque debe ser corroborado por
la continuación de los estudios y la incorporación de análisis petrográficos,
induce a pensar que la ausencia de inclusiones de tiesto molido como
elección técnica en la manufactura de cerámicas alisadas por marleado
podría relacionarse con la continuación de tradiciones alfareras locales, de
amplia raigambre en el valle.
La gran proporción de desechos líticos recuperados en el contexto
estudiado contribuye a pensar en la existencia de una multiplicidad de
tareas rutinarias y simultáneas que se estaban realizando en CR1, tanto
aquellas referidas a la preparación de alimentos como a la fabricación de
instrumentos. Al respecto, la abundancia de lascas en etapas medias o finales
de formatización apoya la idea de que se estaban desplegando actividades
cotidianas de producción de artefactos líticos, los cuales requerían a la vez,
de una inversión muy baja de tiempo que privilegió las materias primas
locales.
La presencia de otros artefactos formatizados, como instrumentos de
corte, desbaste y golpe (filos, cuchillos y percutores), también contribuye a
reforzar la idea de un contexto doméstico en donde se estaban llevando a
cabo actividades relacionadas con el procesamiento de alimentos. En esta
línea, estos objetos asociados al conjunto cerámico inducen a pensar que
los mismos eran utilizados para el corte y consumo de los alimentos. Como
se mencionó, si consideramos la presencia de restos arqueofaunísticos
con marcas de corte, también es posible pensar que estos artefactos eran
utilizados para el procesamiento de camélidos.
246
aGuStina Vázquez Fiorani
Figura 4. Plano de planta correspondiente al piso de ocupación con los principales hallazgos
de la excavación en área de CR1. Figura de la autora.
COMENTARIOS FINALES
A través del análisis de los elementos anteriores, este trabajo presentó los
datos obtenidos sobre las ocupaciones del Bloque IV en el valle de Anfama
y avanzó en algunas consideraciones generales sobre la constitución
de colectivos sociales y las dinámicas del espacio doméstico durante el
mismo. Esta perspectiva nos permitió tener en cuenta la tensión entre
el cambio y la continuidad hacia el interior de los tejidos sociales, que
evidenció la forma sutil a través de la cual la reiteración de prácticas diarias
capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS...
247
contribuye a reproducir y alterar el mundo social. Lo observado en Anfama
sugiere que la adopción de patrones estilísticos regionales (tanto en
arquitectura como en cerámica) convivió con tendencias locales, arraigadas
en las prácticas cotidianas de uso del espacio y elecciones técnicas.
Aunque necesitamos incorporar más datos, consideramos que el
estudio pormenorizado de espacios que hasta hace relativamente poco
fueron considerados periféricos y dependientes de procesos socio políticos
originados y desarrollados en otras áreas ecológicas (crf. Tarragó 1995)
posee gran valor analítico para repensar las narrativas arqueológicas del
PDR. En esta línea, la evidencia presentada aquí no induce a pensar en
la presencia de colonias étnicas de filiación Santa María, sino que desafía
a considerar las dinámicas sociales a partir de las cuales se crearon,
modificaron o mantuvieron redes de interacción por las cuales circulaban
una multiplicidad de objetos, ideas y personas. Esta red de interrelaciones
probablemente alteró y transformó el orden social afirmado en tiempos
previos, pero aún es poco claro que haya podido imponer un control
directo sobre los grupos asentados en la vertiente oriental de las Cumbres
Calchaquíes.
EPÍLOGO
La presente compilación es fruto del trabajo colectivo de ocho años y
sus distintas partes, quizás un tanto heterogéneas, resultaron de diversas
instancias y trayectorias de investigación y formación de las numerosas
personas que han integrado el equipo. En este periodo hemos realizado
prospecciones, relevamientos, excavaciones, diecisiete dataciones
radiocarbónicas, análisis de conjuntos cerámicos y líticos, estudios de
microfósiles botánicos, entre otras cosas. Sin embargo, el proceso de
aprendizaje más intenso se ha dado interactuando con quienes conforman
la Comunidad Indígena Diaguita de Anfama. Este diálogo ha forjado en
nosotros la convicción de que una arqueología al servicio de las comunidades
locales, en el que las problemáticas e intereses se comparten, tiene lugar en
este mundo y que incluso es necesaria y valorada de forma positiva.
El encuentro entre la academia y las comunidades no está exento de
dificultades, incertidumbres mutuas, y seguramente algunos desencantos.
Sin embargo, está a la vez colmado de encuentros, de soluciones y de
enseñanzas. En los últimos años, la autocrítica de la disciplina, siempre
valiosa e incentivadora, parece llamarnos a abandonar el núcleo de nuestra
práctica e incluso este llamado parece ser dominante en las principales
casas de estudio de nuestro país.
La arqueología, entendida como el estudio de la práctica social a
partir de la materialidad que ella genera y a la vez de las relaciones que
la materialidad entabla con los distintos seres que posibilitan la práctica,
es la única disciplina de las humanidades con la capacidad metafórica y
literal de desenterrar historias no consideradas en la Historia. Es la única
que considera de manera más o menos simétrica a todas las personas cuyas
250
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
prácticas pretende analizar, en tanto y en cuanto hayan sido capaces de
generar y descartar cultura material, es decir de ser humanas.
Reproducir, sostener, incrementar y revisar las narrativas sobre el pasado
y el presente americano es aún una tarea socialmente relevante que debe
realizarse desde múltiples lugares, bajo el respeto que cada uno de esos
lugares merece. Trabajamos con el convencimiento de que el lugar de la
ciencia es uno más entre otros, que es nuestro lugar y que nos ha permitido
incrementar el conocimiento de múltiples aspectos de la vida de la gente
que habitó Anfama a través del tiempo, y que sintetizamos en las siguientes
cinco afirmaciones.
EL PAISAJE SE HABITÓ Y EXPERIMENTÓ DE FORMA CONTINUA
El inicio de nuestras investigaciones en Anfama no parecía indicar
ocupaciones arqueológicas de gran extensión e intensidad, como las que
habíamos investigado en el valle de Tafí (Franco Salvi et al. 2014). Una
roca de forma fálica que nos enseñó Rudecindo Chocobar, el cacique
de la comunidad en ese momento, se constituyó como un indicio de la
existencia de algo más. Nuestras actividades en el terreno, y en gran medida
las indicaciones de distintas personas del lugar, fueron afinando nuestra
capacidad de observar e identificar vestigios de ocupaciones en sectores
con densas coberturas vegetales (capítulos 3 y 9) o sedimentarias (capítulo
4).
En distintas campañas identificamos sitios prácticamente en todos los
filos que corren perpendiculares a las Cumbres Calchaquíes y, aun con
alteraciones posteriores, en las zonas bajas como terrazas fluviales y lomas
del fondo de valle. El paisaje que podíamos percibir comenzó a poblarse
de sitios y esos lugares empezaron a poblarse de historias. Prácticamente
ningún espacio estuvo vacío. La totalidad de los filos recorridos reúne una
serie de estructuras de distintos bloques cronológicos (capítulo 1), las zonas
bajas de la cuenca presentan evidencias más o menos visibles de estructuras,
molinos fijos, rocas intervenidas. Casi todas las viviendas actuales atesoran
hachas, azuelas, molinos, manos, fragmentos o figurillas cerámicas, rocas
intervenidas, que proceden de la construcción o de la labranza de las tierras
aledañas.
El paisaje, parece haberse habitado y experimentado de manera continua,
sin límites y fronteras. Como ya hemos propuesto para paisajes aledaños
(Franco Salvi et al. 2014; López Lillo y Salazar 2015) los asentamientos
epíloGo
251
aldeanos tempranos son difícilmente delimitables, su denominación como
sitios es solo una abstracción heurística. La continuidad es una propiedad
insoslayabe de las primeras aldeas en esta región. Probablemente esta no
sea una propiedad continua y aún haya que testearla mejor en los otros
bloques. En el Bloque IV, un sitio como La Laguna (capítulo 9) resulta más
claramente delimitado.
LA CONTINUIDAD SE GENERÓ EN LA TENDENCIA A LA DISPERSIÓN
Si bien prácticamente ningún lugar estuvo vacío, en ningún sector
de la cuenca identificamos una concentración significativa de rasgos o
estructuras materiales. Cada unidad constructiva se instala en el paisaje
como una célula, la cual se distancia de sus vecinas. De hecho, en la mayor
parte de las ocasiones, el distanciamiento es muy marcado y excede a
los 100 m (Moyano 2020). La explicación podría encontrarse en que las
características del terreno, muy accidentado y con limitados espacios de
pendientes suaves, impiden la instalación de estructuras más próximas.
Sin embargo, en los espacios en que esto podría darse, como El Sunchal,
ocurre todo lo contrario (capítulo 4). Si consideramos la historia anfameña
reciente, el único momento en que se registra una concentración
considerable de residencias es durante la vigencia de las Estancias, donde
la voluntad de control de los capataces llevó a la construcción de la villa
de El Alto (Bloque V, capítulo 3). Sin embargo, con la decadencia de estas
explotaciones, las familias volvieron a situarse alejadas entre sí. Este evento
permite proponer que la dispersión quizás fue una táctica aplicada una
y otra vez por los habitantes de Anfama para reducir las posibilidades de
emergencias de situaciones o instituciones de control extradoméstico.
La dispersión, sin embargo, no impidió la construcción de relaciones
e identidades que superaban ampliamente a las unidades domésticas. Los
modos de hacer, materializados en distintos aspectos de la tecnología fueron
compartidos en distintos lugares de Anfama e incluso en cuencas vecinas.
Las comunidades heterogéneas y descentralizadas fueron sustanciales para
reproducir a estas poblaciones a largo plazo.
252
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
LAS OCUPACIONES HUMANAS SE INSTALARON REPETIDAMENTE EN
LUGARES PREVIAMENTE HABITADOS
La mayor parte de los espacios habitados evidencian superposiciones
estratigráficas y murarias, en ocasiones con una reapropiación de la
materialidad preexistente, en otras con una alteración intensa de las
estructuras subyacentes, y en algunas con solo una superposición. Esta
cuestión también ofrece una explicación a ciertas tendencias, entre
las cuales se encuentra la dispersión, que se observan en el paisaje y la
tecnología (capítulos 7 y 9). Los lugares cargados de memorias previas,
memorias directas o memorias materiales, fueron recurrentemente
utilizados, las rocas desmontadas de los muros, y reubicadas en otros nuevos,
las wancas resignificadas en nuevos rasgos (capítulo 8). La elección de un
lugar para instalarse no parece haber sido solo material y práctica, sino
haber involucrado la negociación con materiales y personas de tiempos
precedentes, tal como se sintetiza en la idea de lugares persistentes de
Schalnger (1992) discutida en el capítulo 3.
CONVIVIR ES UN ARTE DIFÍCIL DE DOMINAR Y ESTABILIZAR
La idea que infunden los paisajes arqueológicos, y también las lecturas
tradicionales del pasado prehispánico, es de una estabilidad que permea
a las visiones cristalizadas de las culturas y las entidades sociales en
general (capítulo 2). Las modalidades de ocupación que observamos en
la arqueología de Anfama es que a largo plazo las presencias humanas en
la localidad y las modalidades de esas presencias, variaron con pulsos no
lineales. A partir de nuestras interpretaciones para los sitios en los cuales
hemos realizado las intervenciones más intensivas, El Sunchal (capítulo
4), Mortero Quebrado (capítulo 5), Casa Rudi y La Laguna (capítulo 9),
existen algunos momentos donde las relaciones parecen estabilizarse. Esas
estabilizaciones, que han reconocido colegas en algunas zonas próximas
(ej. Cremonte y Botto 2000) en términos de tradiciones, están definidas por
la existencia de una cantidad de elementos materiales que las acompañan
que es notable. Las rocas intervenidas, por ejemplo, fueron sustanciales
para sostener el mundo que se establecía durante los primeros momentos
aldeanos (capítulo 8). Los alimentos jugaron un papel similar siendo
partícipes sustanciales en los escenarios domésticos altamente pautados y
epíloGo
253
construidos del Bloque II (capítulos 5 y 6). Asimismo, no resulta extraño
que la desestabilización de estos colectivos haya estado acompañada por
la emergencia de repertorios materiales menos densos y asociados a la
movilidad. En el nuevo pulso del Bloque IV, por último, podríamos proponer
que los estilos característicos del Período de Desarrollos Regionales fueron
claves en la consolidación de los colectivos (capítulo 9).
LAS INCERTIDUMBRES SON MÁS GRANDES QUE LAS CERTEZAS.
Algunas de las preguntas que nos planteamos han empezado a
responderse. Hay una idea más clara de la diversidad de las ocupaciones
y las similitudes con otras de la región, las características superficiales
de una gran cantidad de asentamientos, la materialidad depositada en
algunos de ellos y las prácticas repetidas a través del tiempo en contextos
de la cotidianidad. Tenemos una idea más clara de la cronología de esas
ocupaciones. Sin embargo nos quedan aún muchas preguntas, algunas
que ya se habían formulado originalmente y otras que surgen de los
avances del proyecto: ¿Cómo son los escenarios domésticos en los sitios
aún no trabajados? ¿Qué implica la existencia de algunas características
compartidas? ¿Cómo se experimentó la muerte y qué prácticas se
realizaron con los cuerpos de los difuntos? ¿Cómo se producían los
vegetales? ¿Cómo se manejaban los recursos silvestres? ¿Cómo podemos
entender las transformaciones que se observan entre los bloques
temporales? ¿Cuáles fueron las relaciones entre los distintos sitios en los
distintos momentos, y a su vez, de la cuenca con los valles vecinos? ¿Qué
arreglos sociales permitieron dar sustento a las poblaciones grandes
pero dispersas que se observan? La resolución de las mismas abre la
posibilidad de diseñar nuevas investigaciones, iniciar nuevas carreras,
dar lugar a nuevos recursos humanos en formación y sobre todo,
reproducir la práctica arqueológica en el campo que es la pasión del
Equipo de Arqueología del Sur de Cumbres Calchaquíes.
BIBLIOGRAFÍA
Acuto, F.
2013. ¿Demasiados paisajes? Múltiples teorías o múltiples subjetividades en la
Arqueología del Paisaje. Anuario de Arqueología 5: 31-50.
Adams, J.
1996. The people behind the rocks. Archaeology in Tucson 10(4): 1-8.
Adroher Auroux, A. M., C. Carreras Monfort, R. De Almeida, A. Fernández
Fernández, J. Molina Vidal y C. Viegas
2016. Registro para la cuantificación de cerámica arqueológica: estado de la
cuestión y una nueva propuesta. Protocolo de Sevilla (PRCS / 14). Zephyrus 78:
87-110.
Albeck, M.E.
2000. La vida agraria en los Andes del Sur. En M. Tarragó (coord.), Nueva Historia
Argentina, Vol.1: 187-228. Buenos Aires, Sudamericana.
Allison, P.
1999. Introduction. En P. Allison (coord.), The archaeology of household activities: 1-18.
Nueva York, Routledge.
Anschuetz, K., R. Wilshusen y C. Sheick
2001. An Archæology of Landscapes: Perspectives and directions, Journal of
Archaeological Research 9(2): 152-197.
Arriaza, B., J. Ogalde, J. Chacama, V. Standen, L. Huamán y F. Villanueva
2015. Estudio de almidones en queros de madera del Norte de Chile relacionados
con el consumo de chicha durante el Horizonte Inca. Estudios Atacameños 50:
59-84.
Aschero, C.
1975. Ensayo para una Clasificación Morfológica de Artefactos Líticos Aplicada a
Estudios Tipológicos Comparativos. Informe al CONICET inédito. Buenos Aires.
256
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
1983. Ensayo para una clasificación morfológica de artefactos líticos aplicada a estudios
tipológicos comparativos. Revisión. Material inédito para la cátedra de Ergología y
Tecnología. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
2007. Iconos, huancas y complejidad en la Puna Sur Argentina. En A. Nielsen, M.
Rivolta, V. Seldes, M. Vázquez y P. Mercolli (coords.), Producción y Circulación
Prehispánicas de Bienes en el Sur Andino: 135-165. Córdoba, Brujas.
Aschero, C. y S. Hocsman
2004. Revisando cuestiones tipológicas en torno a la clasificación de artefactos
bifaciales. En M. Ramos, A. Acosta, y D. Loponte (coords), Temas de Arqueología.
Análisis lítico: 7-25. Luján, Universidad Nacional de Luján.
Aschero, C. y M. A. Korstanje
1996. Sobre figuraciones humanas, producción y símbolos. Aspectos del arte rupestre
del Noroeste argentino. Volumen XXV del Aniversario del Museo Arqueológico Dr.
Eduardo Casanova: 13-31. Jujuy, Instituto interdisciplinario Tilcara.
Aschero, C. y J. Martínez
2001. Técnicas de caza en Antofagasta de la Sierra, Puna Meridional Argentina,
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 26: 215-241.
Aschero, C. y E. Ribotta
2007. Usos del espacio, tiempo y funebria en El Remate (Los Zazos, Amaicha del
Valle, Tucumán). En P. Arenas, B. Manasse y E. Noli (eds.), Paisajes y procesos
sociales en Tafí del Valle: 79-94. San Miguel de Tucumán, Universidad Nacional
de Tucumán.
Assandri, S.
2007. Procesos de complejización social y organización espacial en el Valle del
Ambato. Tesis de Maestría inédita, Universidad Internacional de Andalucía,
Sevilla.
Atalay, S. y C. Hastorf
2006. Food, meals, and daily activities: food habitus at Neolithic Catalhoyuk.
American Antiquity 71(2): 283-319.
Babot, P.
2003. Starch grain damage as an indicator of food processing. En D. Hart y L. Wallis
(coords.), Phytolith and starch research in the Australian-Pacific-Asian regions: the
biblioGraFía
257
state of the art. Terra Australis: 69-81. Canberra, Pandamus books for the Centre
for Archaeological Research.
2004. Tecnología y utilización de artefactos de molienda en el Noroeste Prehispánico.
Tesis Doctoral inédita, Universidad Nacional de Tucumán.
Bailey, G.
2007. Time perspectives, palimpsests and the archaeology of time. Journal of
Anthropological Archaeology 26(2): 198-223.
Balfet, H., M. Fauvet-Berthelot y S. Monzón
1992. Normas para la descripción de vasijas cerámicas. México D.F., Centro de Estudios
mexicanos y centroamericanos.
Bandy, M.
2005. New World settlement evidence for a two-stage neolithic demographic
transition. Current Anthropology 46(5): 109-115.
2010. Population Growth, village fisioning and alternative Early village trajectories.
En M. Bandy y J. Fox (coords.), Becoming villagers: comparing early village societies:
19-36. Tucson, University of Arizona Press.
Bandy, M. y J. Fox
2010. Becoming villagers: the evolution of early village societies. En M. Bandy y J.
Fox (coords.), Becoming villagers: comparing early village societies: 1-18. Tucson,
University of Arizona Press.
Barot, C. A.
2017. Las vasijas en la vida diaria. Análisis morfológico-funcional del material
cerámico de una casa emplazada en las sierras de El Alto-Ancasti (siglos VII y
VIII d.C.). Tesis de licenciatura inédita. Escuela de Arqueología, Universidad
Nacional de Catamarca.
Barros, M. P., J. Bellinzoni, y C. Kaufmann
2018. Análisis de los instrumentos líticos de los sitios Laguna La Redonda y Laguna
Muscar 2 (partido de Gral. Lamadrid, provincia de Buenos Aires). Intersecciones
en Antropología 19(2): 111-127.
Beck, A.
2018. Revisiting the Trelleborg house: A discussion of house types and assemblages.
Norwegian Archaeological Review 51(1–2): 142–161.
258
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Behrensmeyer, A.
1978. Taphonomy and ecologic information from bone weathering. Paleobiology 4:
150-162.
Bell, D.
1991. Distribución del bosque de aliso del cerro, Alnus acuminata (Betulacea) en
la Provincia de Tucumán, Argentina. Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica
27: 21-30.
Bellelli, C., A. Guráieb y J. García
1985-1987. Propuesta el análisis y procesamiento por computadora de desechos
de talla (DELCO-desechos líticos computarizados). Arqueología contemporánea
2(1): 36-53.
Bender, B.
1967. A redefinement of the concept of Household: families corresidence and
domestic functions. American Anthropologist 69, 5: 493-504.
Berberián, E., J. García Azcárate y M. Caillou
1977. Investigaciones arqueológicas en la región del Dique El Cadillal (Tucumán
- Rep. Argentina). Los primeros fechados radiocarbónicos. Relaciones de la
Sociedad Argentina de Antropología 11: 31-53.
Berberián, E. y A. Nielsen
1988a. Sistemas de asentamiento de la etapa Formativa en el valle de Tafí (Pcia. De
Tucumán - Rep. Argentina). En E. Berberián (coord.), Sistemas de asentamiento
prehispánicos en el valle de Tafí: 21-50. Córdoba, Comechingonia.
1988b. Análisis funcional de una unidad doméstica de la etapa Formativa del valle
de Tafí (Pcia. De Tucumán- Rep. Arg). En E. Berberián (coord.), Sistemas de
asentamiento prehispánicos en el valle de Tafí: 53-67. Córdoba, Comechingonia.
Berberián, E. y D. Soria
1972. Investigación arqueológica en el yacimiento de Zárate (Departamento de
Trancas, Tucumán). Informe preliminar. Humanitas, Revista de la Facultad de
Filosofía y Letras 22: 165-176.
Bernasconi de Garcia, M. T. y A. N. Baraza de Fonts
1981-1982. Estudio arqueológico del valle de La Ciénega (Departamento Tafí,
Provincia de Tucumán). Anales de Arqueología y Etnología 36/37: 117-188.
biblioGraFía
259
Binford, L.
1979. Organization and formation processes: looking at curated technologies.
Journal of Anthropological Research 35: 255-273.
Blanton, R.
1995. The cultural foundations of inequality in households. En D. Price, y G.
Feinman (coords.), Foundations of social inequality: 105-128. Nueva York, Plenum
Press.
Bocquet-Appel, J. y O. Bar-Yosef
2008. The Neolithic demographic transition and its consequences. Nueva York, Springer.
Bonnat, G.
2018. Análisis del conjunto lítico de la ocupación inicial (ca. 10000 años AP)
del sitio Cueva del Abra (Buenos Aires, Argentina). Relaciones de la Sociedad
Argentina de Antropología 43(1): 87-112.
Bowser, B. y J. Patton
2004. Domestic spaces as public places: an ethnoarchaeological case study of
houses, gender, and politics in the Ecuadorian Amazon. Journal of Archaeological
Method and Theory 11: 157-181.
Bronk Ramsey, C.
2017. Methods for summarizing radiocarbon datasets. Radiocarbon 59: 1809-1833.
Brown, A., P. Blendinger, T. Lomáscolo y P. García Bes (coords.)
2009. Selva pedemontana de las yungas. Historia natural, ecología y manejo de un ecosistema
en peligro. San Miguel de Tucumán, Ediciones del Subtrópico.
Bugliani, M. F.
2008. Consumo y representación en el sur de los valles Calchaquíes (Noroeste argentino).
Los conjuntos cerámicos de las aldeas del primer milenio A.D. Oxford, Archaeopress
publishers of British Archaeological Reports.
Calo, C., M.F. Bugliani, y M. C. Scattolin
2012. Allí algo se cocina... Espacios de preparación de alimentos en el Valle del
Cajón. En P. Babot, M. Marschoff y F. Pazzarelli (coords.), Las manos en la masa:
arqueologías, antropologías e historias de la alimentación en Suramérica: 443-446.
Córdoba, Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba.
260
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Cano, S.
2011. Utilización de recursos vegetales y subsistencia en el valle de Santa María
durante el Período de Desarrollos Regionales: Un caso de estudio en el sitio
El Pichao (S Tuc Tav 5). Tesis de Grado inédita, Universidad Nacional de
Tucumán.
Cantarelli, V. y D. Rampa
2010. Muros, tiestos y sus implicancias cronológicas en el sitio Pichanal 4, Sierra del
Cajón, Provincia de Catamarca. En R. Bárcena y H. Chiavazza (eds.), Arqueología
Argentina en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, XVIII Congreso Nacional de
Arqueología Argentina 5: 2109-2113.
Capriles Flores, J.
2014. Mobile communities and pastoralist landscapes during the Formative period
in the Central Altiplano of Bolivia. Latin American Antiquity 25(1): 3-26.
Caria, M.
2004. Arqueología del paisaje en la Cuenca Tapia-Trancas y áreas vecinas (Tucumán
Argentina). Tesis Doctoral inédita, Universidad Nacional de Tucumán.
Caria, M., P. Escola, J. Gómez Augier y M. Glascock
2009. Obsidian circulation: new distribution zones for the Argentinean Northwest.
International Association Obsidian Studies Bulletin 40: 5-11.
Caria, M. y G. Míguez
2009. Arqueología de las estribaciones orientales de Cumbres Calchaquíes.
Arqueología Americana 27: 138-168.
Caria, M., y N. Oliszewski
2015. Determinación de pisos arqueológicos en una vivienda doméstica del primer
milenio d.C. (Tucumán, Argentina). Revista de Arqueología Americana 33: 155177.
Caria, M. y J. Sayago
2008. Arqueología y ambiente en un valle intermontano del piedemonte oriental
de las Cumbres Calchaquíes (Tucumán, Argentina). Runa 29: 11–28.
Carrasco, C.
2003. Los artefactos de molienda durante los períodos Intermedio Tardío y Tardío
en San Pedro de Atacama y Loa Superior. Estudios Atacameños 25: 35-53.
biblioGraFía
261
Carreras, J.
2015. Fogones, hornos, cocinas y fuegueros de Cusi-Cusi (Puna de Jujuy). Análisis
etnoarqueológico de las prácticas domésticas pastoriles vinculadas a las
estructuras de combustión. Tesis de Grado inédita, Universidad de Buenos
Aires.
Chamussy, V.
2012. Estudio sobre armas de guerra y caza en el área centro-andina. Descripción y
uso de las armas de estocada y de tajo. Arqueología y Sociedad 24: 43-86.
Chayanov, A.
1974. La organización de la unidad económica campesina. Buenos Aires, Nueva Edición
Labor.
Childe, V. G.
1986. Los orígenes de la Civilización. México D.F., Fondo de Cultura Económica.
Clarke, D.
1968. Analytical Archaeology. Londres, Methuen.
Coil, J., M. A. Korstanje, S. Archer, S. y C. Hastorf
2003. Laboratory goals and considerations for multiple microfossil extraction in
archaeology, Journal of Archaeological Science 30: 991-1008.
Coll Moritán, V. y V. Cantarelli
2021. Aportes para el análisis del registro arquitectónico: Cuatro casos de estudio
en el Centro-Oeste del valle de Santa María (Catamarca-Tucumán, Argentina).
Comechingonia. Revista de Arqueología 25(3): 5-38.
Contreras, J.
1992. Alimentación y Cultura: reflexiones desde la Antropología. Revista chilena de
Antropología 11: 95-111.
Corbalán, M.
2008. Periferia y marginalidad en la construcción arqueológica: las sociedades
prehispánicas tardías de las estribaciones orientales de las Cumbres Calchaquíes
(noroeste de Argentina). Maguaré 22: 365-395.
2020. Manos alfareras de las yungas. Una aproximación al modelado de vasijas
tardías en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes (Tucumán).
Comechingonia. Revista de Arqueología 24(2): 213-225.
262
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Corbalán, M., R. Ovejero de Indri, y P. Cuenya
2009. Una estrategia de investigación para el estudio de las materias primas de
la cerámica arqueológica tardía del valle de Choromoros (Tucumán). Acta
geológica lilloana 21(2): 111-129.
Cortés, L.
2013. A través del paisaje, a través de los cuerpos. Contextos funerarios del sur
del valle del Cajón (Noroeste Argentino, 6000-1300 años AP). Relaciones de la
Sociedad Argentina de Antropología 38(2): 293-319.
Cremonte, M. B.
1988. Comentarios acerca de los fechados radiocarbónicos del sitio El Pedregal
(Quebrada de La Ciénaga, Tucumán, Argentina). Chungara. Revista de
Antropología Chilena 88: 9-18.
1996. Investigaciones arqueológicas en la Quebrada de La Ciénega (Dpto. Tafí,
Tucumán), Tesis Doctoral inédita, Universidad Nacional de La Plata.
2003. Producción cerámica de la tradición Tafí. Estudios tecnológicos de la alfarería
arqueológica de La Ciénega (Tucumán, Noroeste de Argentina). Revista do
Museu de Arqueologia e Etnología 13: 57-74.
Cremonte, M. B. y L. Botto
2000. Cerámicas arqueológicas de La Ciénega (Dto.Tafí, Tucumán): Estimación de
las temperaturas de cocción en base a las propiedades térmicas de las arcillas.
Revista del Instituto de Geología y Minería 13(1-2): 33-40.
Cremonte, M. B., C. Otero, y M. Gheggi
2009. Reflexiones sobre el consumo de chichas en épocas prehispánicas a partir
de un registro actual en Perchel (Dto. Tilcara, Jujuy). Relaciones de la Sociedad
Argentina de Antropología 34: 75-102.
Criado Boado, F.
1995. Construcción social del espacio y reconstrucción arqueológica del paisaje.
En C. Barros y J. Nastri (coords.), Los fundamentos de las ciencias del hombre:
La perspectiva espacial en Arqueología: 75-116. Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina.
1999. Del terreno al espacio: Planteamientos y perspectivas para Arqueología del
Paisaje. Criterios y Convenciones en Arqueología del Paisaje 6: 1-55.
biblioGraFía
263
Cuenya, M., y J. García Azcárate
2004. Procesos de formación de sitios arqueológicos y su relación con cambios
pedológicos, El Rincón, Tafí del Valle, Tucumán. Chungara. Revista de
Antropología Chilena 36: 415-423.
D’Amore, L.
2007. Narrar las prácticas del pasado: El potencial narrativo de la estratigrafía
arqueológica como representativa de prácticas sociales. Intersecciones en
antropología 8: 101-119
Dean, C.
2010. Culture of stone. Inka perspectives on rock. Durham, Duke University Press.
De Certeau, M.
1980. La Invención de lo cotidiano. Artes de hacer. México D.F., Universidad
Iberoamericana.
De Feo, M.E.
2010. Organización y uso del espacio durante el Periodo Formativo en la Quebrada del Toro
(pcia. Salta). Tesis Doctoral inédita. Facultad de Ciencias Naturales y Museo,
Universidad Nacional de La Plata.
2011. Arqueología de la Quebrada de Las Cuevas (Salta, Argentina) treinta años
después: Excavaciones en el sitio formativo Las Cuevas V. Revista del Museo de
Antropología 4: 99-112.
De la Peña, P.
2015. A qualitative guide to recognize bipolar knapping for flint and quartz. Lithic
Technology 40 (4): 316-331.
De Landa, M.
2006. A new philosophy of society: Assemblage theory and social complexity. Nueva York,
Continuum Press.
2016. Assemblage theory. Edimburgo, Edinburgh University Press.
Deleuze, G. y F. Guattari
1988. Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. Valencia, Pretextos.
Di Lullo, E.
2010. El espacio residencial en el 1er Milenio D.C. en la Quebrada de Los Corrales
(El Infiernillo, Tucumán). Tesis de Grado inédita, Universidad Nacional de
Tucumán.
264
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
2012. La casa y el campo en la Quebrada de Los Corrales (El Infiernillo, Tucumán):
reflexiones sobre la espacialidad en el 1° milenio d.C. Comechingonia Revista de
Arqueología 16: 85-104.
Díaz, O.
2004. Análisis tecno-morfológico del material lítico tardío del sitio Mortero
Hachado (Trancas-Tucumán). Tesis de Grado inédita, Universidad Nacional
de Tucumán.
Diehl, M.
1992. Architecture as a material correlate of mobility strategies: Some implications
for archeological interpretation. Behavior Science Research 26: 1-35.
1997. Changes in architecture and land use strategies in the American Southwest:
upland Mogollon pithouse dwellers, AC 200–1000”. Journal of Field Archaeology
24: 179-194.
Diessl, W.
1979. La balística de la honda. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 13:
7-20.
Domínguez, S. y M. Sampietro
2005. Collar beads from the Tafí culture (First millennium AD), Tucumán,
Argentina: Raw materials characterization and provenance. Geoarchaeological
and bioarchaeological studies 3: 75-78.
Douglass, J. y N. Gonlin
2013. The Household as analytical unit case studies from the Americas. En J.
Douglass y N. Gonlin (coords.), Ancient Households of the Americas: 1-44. Boulder,
University Press of Colorado.
Duke, H. y J. Pargeter
2015. Weaving simple solutions to complex problems. An experimental study of
skill in bipolar Cobble-splitting. Lithic technology 40(4): 349-365.
Duviols, P.
1973. Huari y llacuaz. Agricultores y pastores: un dualismo prehispánico de
oposición y complementariedad. Revista del Museo Nacional 39: 153-187.
1977. La destrucción de las religiones andinas (conquista y colonia). México D.F.,
Universidad Nacional Autónoma de México
biblioGraFía
265
1979. Un simbolisme de l’ocupation, de l’amagement et de l’explotation de
l’espace. Le Monolithe Huanca et sa fonction dans les Andes Prehispaniques.
Le Homme 19(2): 7-31.
Egea, D.
2018. Tecnología lítica en la sierra de El Alto-Ancasti (Catamarca). Aporte desde la
experimentación. Revista del Museo de Antropología 11(2): 49–58.
2022. Tecnología lítica y formación de paisajes campesinos durante el 1° y 2°
milenio d.C. en la sierra de El Alto-Ancasti (Catamarca). Tesis Doctoral inédita,
Universidad Nacional de Córdoba.
Ensor, B.
2013. The Archaeology of Kinship: Advancing interpretation and contributions to theory.
Tucson, University of Arizona Press.
Escola, P.
2007. Obsidianas en contexto: tráfico de bienes, lazos sociales y algo más. En
B. Ventura, A. Callegari y H. Yacobaccio (coords.), Sociedades precolombinas
surandinas. Temporalidad, interacción y dinámica cultural en el NOA en el ámbito de
los Andes Centro-Sur: 73-87. Buenos Aires, Buschi.
Escola, P., S. Hocsman y S. López Campeny
2014. Artefactos líticos y variabilidad de asentamientos en contextos agropastoriles de Antofagasta de la Sierra (Catamarca, Argentina). En P. Escola y S.
Hocsman (coords.), Artefactos líticos, movilidad y funcionalidad de sitios: problemas
y perspectivas: 41-57. Oxford, Archaeopress publishers of British Archaeological
Reports.
Esparrica, H.
1999. Investigaciones arqueológicas en el sitio S. Tuc. Tra 21, Mortero Hachado,
dpto. Trancas, prov. Tucumán. En C. Diez Marín (ed.), Actas del XII Congreso
Nacional de Arqueología Argentina II: 91-92. La Plata, Universidad Nacional de
La Plata.
Fábregas Valcarce, R. y C. Rodríguez Rellán
2008. Gestión del cuarzo y la pizarra en el Calcolítico Peninsular: El “Santuario” de
El Pedroso (Trabazos de Aliste, Zamora). Trabajos de Prehistoria 65(1): 125-142.
Fenenga, F.
1953. The weights of chipped stone points: A clue to their functions. Southwestern
266
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Journal of Anthropology 9(3): 309–323.
Flegenheimer, N., C. Bayón y M. González de Bonaveri
1995. Técnicas simples, comportamientos complejos: la talla bipolar en la
arqueología bonaerense. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 20:
81-110.
Fox, J.
2010. A persistent early village settlement system on the Bolivian Southern
Altiplano. En M. Bandy, M. y J. Fox (coords.), Becoming villagers: comparing early
village societies: 184-204. Tucson, The University of Arizona Press.
Franco, F.
2019a. La práctica alfarera en El Sunchal durante el primer milenio d.C. (Anfama,
Tucumán). Aportes a la tradición cerámica sudcalchaquí. La Zaranda de Ideas
17: 19-37.
2019b. La práctica alfarera durante el primer milenio de la Era en El Sunchal,
Anfama (Dto. Tafí Viejo, Tucumán, Rep. Argentina). Trayectorias de vida,
cadenas operativas y ¿tradición?. Tesis de Grado inédita, Universidad Nacional
de Córdoba.
2020. Materias primas alfareras en dos componentes del primer milenio de la Era
en El Sunchal (Anfama, Tucumán). Revista del Museo de Antropología 13(2): 359368.
2022. Una aproximación a los nodos e internodos de los sistemas orográficos
Aconquija-Calchaquí y sus piedemontes entre 2300 AP y 1100 AP (Noroeste de
Argentina). Mundo de Antes 16: 65-101.
Franco, F., y G. Camps
2020. La aplicación de modelos de distribución de especies para la realización
de inferencias arqueológicas. Una ejemplificación a partir de Geoffroea
decorticans en el área Sudcalchaquí (Noroeste, Argentina). Intersecciones en
Antropología 21(2): 131-144.
Franco Salvi, V.
2012. Estructuración social y producción agrícola prehispánica durante el primer
milenio d.C. en el valle de Tafí (Tucumán, Argentina), Tesis Doctoral inédita,
Universidad Nacional de Córdoba.
2018. Autonomía doméstica en un mundo complejo (calle de Tafí, Argentina).
Boletín De Arqueología PUCP 24: 55-76.
biblioGraFía
267
Franco Salvi, V. y E. Berberián
2011. Prácticas agrícolas de sociedades campesinas en el valle de Tafí (100 a.C- 900
d.C). Revista de Antropología Chilena 24: 119-145.
Franco Salvi, V. y L. Justiniano
2022. La práctica de realizar pozos en la vida cotidiana. Valle de La Ciénega,
Argentina. Comechingonia. Revista De Arqueología, 26(2): 133–150.
Franco Salvi, V., J. Montegú y J. Salazar
2020. Tiempo y presencia de rocas intervenidas en el mundo doméstico. Una
mirada desde el sitio Mortero Quebrado (ca. 1–600 d.C.). Revista Chilena de
Antropología 42: 237-259.
Franco Salvi, V. y J. Salazar
2014. Llama offerings in an early village landscape: new data from Northwestern
Argentina (200 B.C.-AD 800). Ñaupa Pacha. Journal of Andean Archaeology 34:
223-232.
2019. Estudios arqueológicos en el valle de La Ciénega (provincia de Tucumán,
Argentina), primera etapa, Informe presentado a la comunidad indígena del
valle de Tafí inédito, Córdoba.
Franco Salvi, V., J. Salazar y E. Berberián
2014. Paisajes persistentes, temporalidades múltiples y dispersión aldeana.
Intersecciones en Antropología 15: 307-322.
Franco Salvi, V., J. Salazar, J. López Lillo, A. Vázquez Fiorani y J. Montegú.
2022. Mundos aldeanos. El valle de La Ciénega en la larga duración (Tucumán,
Argentina). Estudios Atacameños (En línea). En prensa.
Franco Salvi, V., J. Salazar y J. Montegú
2016. Prácticas cotidianas y vida aldeana. Un análisis desde la tecnología lítica
en el valle de Tafí (Tucumán, Argentina). Cuadernos del Instituto Nacional de
Antropología y Pensamiento latinoamericano 25: 141-158.
García Azcárate, J.
1996. Monolitos-huancas: un intento de explicación de las piedras de Tafí (Rep.
Argentina). Chungara. Revista de Antropología Chilena 28(1-2): 159-174.
García Sanjuán, L. y F. Mozota
2005. Introducción al reconocimiento y análisis arqueológico del territorio. Barcelona, Ariel.
268
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
García Sanjuán, L., D. Wheatley, P. Murrieta Flores y J. Márquez Pérez
2009. Los SIG y el análisis espacial en arqueología: aplicaciones en la prehistoria
reciente del sur de España. En F. Nieto Preto y M. Cau Ontiveros (coords.),
Arqueología náutica mediterránea: 163-180. Girona, Centre d’Arqueologia
Subacuática de Catalunya.
Gastaldi, M.
2012. El lugar de los objetos en la teoría estratigráfica de Edward C. Harris:
reflexiones desde una habitación del Valle de Ambato, Argentina. Intersecciones
en Antropología 13: 89-101.
Gazi, V. y J. Salazar
2013. Determinación de las áreas de actividad y organización del espacio doméstico
en una unidad residencial del sitio aldeano temprano La Bolsa 1 (Tafí del Valle,
Tucumán, Rep. Argentina). Arqueología Iberoamericana 17: 3-22.
Gero, J. M.
2015. Yutopian: Archaeology, ambiguity, and the production of knowledge in Northwest
Argentina. Texas, University of Texas Press.
Gíl García, F.
2012. La comunión de los cerros. Ritualidad y ordenamiento simbólico del paisaje
en una comunidad del altiplano sur andino. Diálogo Andino. Revista de Historia,
Geografía y Cultura Andina 39: 39-55.
Glowacki, D. y K. Barnett
2021. Mitigating stress through organizational change in a thirteenth-century Mesa
Verde Alcove Village. En L. Carpenter y A. Prentiss (coords.), Archaeology of
households, kinship, and social change: 121-144. Londres, Routledge.
Gómez Cardozo, C., M. Chocobar y C. Piñero
2007. El montículo de Casas Viejas: un espacio sagrado. En P. Arenas, B. Manasse y
E. Noli, (coords.), Paisajes y procesos sociales en Tafí del Valle: 111-134. San Miguel
de Tucumán, Instituto de Arqueología y Museo.
Gonlin, N.
2013. Production and consumption in the countryside. A case study from the Late
Classic Maya rural commoner households at Copán, Honduras. En J. Douglass
y N. Gonlin (coords.), Ancient Households of the Americas: 79-116. Louisville,
University Press of Colorado.
biblioGraFía
269
González, A. R.
1955. Contextos culturales y cronología en el área central del Noroeste Argentino.
Anales de arqueología y etnología 11: 7-32.
1960. Nuevas fechas de la cronología arqueológica argentina obtenidas por el
método de radiocarbón (IV); resumen y perspectivas. Revista del Instituto de
Antropología 1: 303-331.
1963. Las tradiciones alfareras del Período Temprano del NOA y sus relaciones con
las áreas aledañas. Anales de la Universidad del Norte 2: 49-65.
2004. La arqueología del Noroeste argentino y las culturas Formativas de la cuenca
del Titicaca. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 29: 7-38.
González, A. R. y V. Núñez Regueiro
1960. Prelimanary report on archaeological research in Tafí del Valle, NW
Argentina. En Akten del 34 amerikanisten Kongress: 18–25. Viena.
González, O.
2000. Hoja Geológica 2766-II San Miguel de Tucumán. Buenos Aires, Servicio Geológico
Minero Argentino.
González Ruibal, A., y X. Ayán Vila
2018. Arqueología: Una introducción al estudio de la materialidad del pasado. Madrid,
Alianza Editorial.
Goodale, N., C. Quinn y A. Nauman
2021. Monumentality of houses: Collective action, inequality, and kinship in
pithouse construction. En L. Carpenter y A. Prentiss (coords.), Archaeology of
Households, Kinship, and Social Change: 177-203. Londres, Routledge.
Gordillo, I.
2010. La imagen del felino en la América Precolombina. Buenos Aires, Beccar.
2014. La noción de paisaje en arqueología. Formas de estudio y aportes al
patrimonio. Jangwa Pana 13(1): 195-208.
Gordillo, I. y D. Leiton
2015. El abandono en las sociedades formativas del noroeste argentino. Casos y
discusión. En M. Korstanje, M. Lazzari, M. Basile, M. Bugliani, V. Lema, L.
Pereyra Domingorena y M. Quesada (coords.), Crónicas materiales precolombinas.
Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino: 635-662. Buenos Aires,
Sociedad Argentina de Antropología.
270
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Gordillo, I., J. Vaquer y M. Basile
2010. Prospecciones arqueológicas en Andalgalá (Catamarca): resultados y
perspectivas. Intersecciones en antropología 11(2), 261-275.
Goring Morris, N. y A. Belfer Cohen
2010. “Great Expectations”, or the inevitable collapse of the early Neolithic in the
Near East. En M. Bandy y J. Fox (coords.), Becoming villagers: comparing early
village societies: 62-80. Tucson, The University of Arizona Press.
Graeber, D. y D. Wengrow
2021. The Dawn of Everything. A New History of Humanity. Reino Unido, Farrar, Straus
and Giroux.
Haber, A.
2006. Una arqueología de los oasis puneños. Domesticidad, Interacción e identidad en
Antofalla. Primer y segundo milenio d.C. Córdoba, Jorge Sarmiento.
2010. Monumento y sedimento en la Arqueología del oasis. En M. Albeck, M. C.
Scattolin y M. Korstanje (eds.), El hábitat prehispánico. Arqueología de la arquitectura
y de la construcción del espacio organizado: 249-274. San Salvador, EdiUNJu.
2011. La casa, las cosas y los dioses. Córdoba, Brujas.
Hagstrum, M.
2001. Household production in Chaco Canyon society. American Antiquity 66: 47-55.
Harris, E.
1991. Principios de estratigrafía arqueológica. Barcelona, Crítica.
Harris, O.
2014. (Re)assembling communities. Journal of Archaeological Method and Theory 21:
76-97.
2017. Assemblages and scale in archaeology. Cambridge Archaeological Journal 27: 127139.
2018. More than representation: Multiscalar assemblages and the Deleuzian
challenge to archaeology. History of the Human Sciences 31: 83-104.
Hastorf, C.
2017. The Social Archaeology of Food. Cambridge, Cambridge University Press.
Hastorf, C. y T. D´Altroy
2002. Empire and domestic economy. Dordrecht, Kluwer Academic Publishers.
biblioGraFía
271
Heredia, O.
1968. La cultura Candelaria. Ciencia e Investigación 24: 434-453.
1970. Investigaciones arqueológicas en el sector meridional de la subárea de las
Selvas Occidentales. Tesis Doctoral inédita, Universidad Nacional de Córdoba.
1974. Investigaciones arqueológicas en el sector meridional de las selvas
occidentales. Revista del Instituto de Antropología 5: 73-132.
Hermo, D.
2014. Diseño instrumental y disponibilidad de materias primas. Buscando
relaciones en la Meseta Central de Santa Cruz, Argentina. En P. Escola y S.
Hocsman (coords.), Artefactos líticos, movilidad y funcionalidad de sitios: problemas y
perspectivas: 106-115. Oxford, Archaeopress publishers of British Archaeological
Reports.
Hodder, I.
2011. Human-thing entanglement: towards an integrated archaeological
perspective. Journal of the Royal Anthropological Institute 17(1): 154–177.
Hodder, I. y C. Cessford
2004. Daily practice and social memory at Çatalhöyük. American Antiquity 69(1):
17-40.
Hogg, A., T. Heaton, Q. Hua, J. Palmer, C. Turney, J. Southon, J., A. Bayliss, P.
Blackwell, G. Boswijk, C. Bronk Ramsey, C. Pearson, F. Petchey, P. Reimer, R.
Reimer y L. Wacker
2020. SHCal20 Southern Hemisphere calibration, 0–55,000 years cal BP. Radiocarbon
62(4): 759-778.
Ingold, T.
1993. The temporality of the landscape. World archaeology 25(2): 152-174.
Jennings, J., M. Biwer y C. Conlee
2022. Assembling the early expansionary state: Wari and the southern Peruvian
coast. Journal of Anthropological Archaeology 65: 1-19.
Jervis, B.
2018. Assemblage thought and Archaeology. Londres, Routledge.
Korstanje, M. A. y M. P. Babot
2007. Microfossils characterization from south Andean economic plants. En M.
272
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Madella y D. Zurro (coords), Plants, people and places. Recents studies in phytolith
analysis: 41-72, Londres, Oxbow books.
Krapovickas, P.
1968. Arqueología de Alto de Medina, Provincia de Tucumán, República Argentina.
Rehue 1: 89-124.
Kuijt, I.
2018. Material geographies of house societies: Reconsidering neolithic Çatalhöyük,
Turkey. Cambridge Archaeological Journal 28: 565-590.
2021. The spaces and networks between households. En L. Carpenter y A. Prentiss
(coords.), Archaeology of households, kinship, and social change: 245-271. Londres,
Routledge.
Laguens, A.
2007. Contextos materiales de desigualdad social en el valle de Ambato, Catamarca,
Argentina, entre los siglos VII y X d.C. Revista Española de Antropología Americana
37(1): 27-49.
2014. Cosas, personas y espacio social en el estudio de la desigualdad social. La
trama de las relaciones en una sociedad diferenciada en la región andina de
Argentina (ss. VI a X d.C.)”, ArkeoGazte 4: 27-146.
LaMotta, V. y M. Schiffer
1999. Formation processes of house floor assemblages. En P. Allison (ed.), The
archaeology of household activities: 19-29. Nueva York, Routledge.
Lanza, M.
1996. Grabados rupestres en el valle Calchaquí: Avances y perspectivas. Chungara.
Revista de Antropología Chilena 28(1-2): 223-240.
Lanzelotti, S. y R. Spano
2015. La multitemporalidad del paisaje en la Mesada del Agua Salada (Catamarca,
Argentina). Arqueología 21(1): 47-71.
Latour, B.
2008. Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires,
Manantial.
Lazzari, M.
2010. Landscapes of circulation in NW Argentina: The workings of obsidian and
biblioGraFía
273
ceramics during the first millenium AD. En A. Bauer y A. Agbe-Davies (coords.),
Social archeologies of trade and exchange, exploring relationships among people, places
and things: 49-68. San Francisco, Left Coast.
López Campeny, S., J. Martínez, A. Romano y A. Martel
2007. Informe de resultados de la prospección arqueológica en la reserva privada
Las Queñoas. Informe técnico inédito para La Piedra Partida S.A., San
Miguel de Tucumán. Recuperado de: https://www.academia.edu/47760858/
I N F O R M E _ D E _ R E S U LTA D O S _ D E _ L A _ P R O S P E C C I % C 3 % 9 3 N _
A R Q U E O L % C 3 % 9 3 G I C A _ E N _ L A _ R E S E R VA _ P R I VA D A _ L A S _
QUE%C3%91OA (fecha de acceso 3/4/2022)
López Campeny, S., A. Romano, M. Rodríguez, A. Martel y M. Corbalán
2014. De aquí y de allá: análisis integral de un contexto funerario. Vínculos
e interacciones sociales entre Puna meridional y Tierras Bajas orientales.
Intersecciones en Antropología 15(1): 201-218.
López Lillo, J. y J. Salazar
2015. Paisaje centrífugo y paisaje continuo como categorías para una primera
aproximación a la interpretación política del espacio en las comunidades
tempranas del Valle de Tafí (Provincia de Tucumán). En J. Salazar (coord.),
Condiciones de posibilidad de la reproducción social en sociedades prehispánicas y
coloniales tempranas en las Sierras Pampeanas (República Argentina): 109-150.
Córdoba, Centro de Estudios Prof Carlos S.A. Segreti.
Lucas, G.
2005. The archaeology of time. Londres, Routledge.
Lumbreras, L.
2006. Un Formativo sin cerámica y cerámica preformativa. Estudios Atacameños 32:
11-34.
Macgregor Wise, J.
2005. Assemblage. En C. Stivale (coord.), Gilles Deleuze, key concepts: 77-87. Ithaca,
McGill-Queen’s University Press.
Maldavsky, A.
1999. Cartas anuas y misiones de la Compañía de Jesús en el Perú: siglos XVI –
XVIII. En M. Polia Meconi (coord.), Cosmovisión religiosa andina en los documentos
inéditos del Archivo Romano de la Compañía de Jesús (1581 -1752): 17-76. Lima,
Pontificia Universidad Católica del Perú.
274
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Manasse, B.
2007. Tiempo antes de la conquista española en Tafí del Valle. En P. Arenas, B.
Manasse y E. (coords.), Paisajes y procesos sociales en Tafí del Valle. Una mirada
interdisciplinaria desde el Valle (Tucumán, Argentina): 137-164. San Miguel de
Tucumán, Instituto de Arqueología y Museo.
2011. Arqueología en el borde andino del Noroeste argentino. Sociedades del
último milenio en el Valle de Tafí, Prov. De Tucumán, República Argentina.
Tesis Doctoral inédita, Universidad Nacional de La Plata.
2014. Hacia el oriente de la región vallliserrana: historia diaguita de Tafí del Valle,
Tucumán. Arqueología 20: 217-239.
Manzanilla, L.
1990. Niveles de Análisis en el estudio de unidades habitacionales. Revista española
de Antropología Americana 20: 9-18.
Marconetto, M. B. y H. B. Lindskoug
2015. Lo que el fuego nos dejó. Aportes de la Antracología al Proyecto Arqueológico
Ambato (Catamarca, Argentina). Comechingonia. Revista de Arqueología 19(2):
55-75.
Marsh, E.
2016. Building household and community through active assemblages: A late
formative patio group at Khonkho Wankane, Bolivia. Cambridge Archaeological
Journal 26: 305-327.
Martínez, J.
2003. Ocupaciones humanas tempranas y tecnología de caza en la microrregión de
Antofagasta de la Sierra (10000-7000 AP). Tesis Doctoral inédita, Universidad
Nacional de Tucumán.
Martínez, J., M. Caria, E. Mauri y C. Mercuri
2010. Puntas de proyectil líticas de colección. Aportes para la Arqueología de
tierras bajas (Cuenca Tapia-Trancas, Tucumán, Argentina). En S. Bertolino, R.
Cattáneo y A. Izeta (eds.), La arqueometría en Argentina y Latinoamérica: 189-196.
Córdoba, Facultad de Filosofía y Humanidades.
Martínez, J., E. Mauri, C. Mercuri, M. Caria y N. Oliszewski
2013. Mid-Holocene human occupations in Tucumán (northwest Argentina).
Quaternary International 307: 86-95.
biblioGraFía
275
Martínez, J. L., C. Díaz, C. Tacornal y V. Arévalo
2014. Comparando las crónicas y los textos visuales andinos. Elementos para un
análisis. Chungara. Revista de Antropología Chilena 46(1): 91-113.
McGuire, R. y M. Schiffer, M.
1983. A theory of architectural design. Journal of Anthropological Archaeology 2: 277303.
Meléndez, S., J. Kulemeyer, M. Quesada, L. Lupo y A. Korstanje
2018. Cambios en el paisaje en un valle del Oeste catamarqueño durante el
Holoceno tardío (integrando Arqueología, Palinología y Geomorfología).
Arqueología 24: 31-51.
Meltzer, D.
1989. Was stone exchanged among eastern north american paleoindians?. En
C. J. Ellis y J. Lothrop (coords.), Eastern Paleoindian Lithic Resource Use: 11-39.
Boulder, Westview Press.
Menacho, K.
2001. Etnoarqueología de trayectoria de vida de vasijas cerámicas y modo de vida
pastoril. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 26: 119-144.
Mengoni, G.
1988. Análisis de materiales faunísticos de sitios arqueológicos. Xama 1: 71-120.
Mercuri, C.
2014. Conjuntos líticos formativos del sitio Alero Cuevas (Salta, Argentina): puesto
de caza de pastores de altura. Intersecciones en Antropología 15: 251-264.
2017. Introducción al estudio de los artefactos compuestos del primer milenio DC
en El Infiernillo, Tucumán. Intersecciones en Antropología 18: 261-270.
Mercuri, C. y F. Coloca
2012. Conjuntos líticos de la Quebrada de Mesada (Pcia. de Salta, Argentina).
Análisis tecno-morfológico del material de superficie. Comechingonia Virtual
6(2): 242-259.
Messineo, P., M. González, M. Álvarez y G. Politis
2016. Las ocupaciones humanas durante el Holoceno Temprano y Medio en el
noroeste de la Provincia de Buenos Aires: estado actual de las investigaciones
276
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
en la localidad arqueológica Laguna de Los Pampas (Partido de Lincoln). En
A. Aquino, M. Cano y G. Ruiz de Bigliardo (coords.), Actas del XIX Congreso
Nacional de Arqueología Argentina: 641-643. Universidad Nacional de Tucumán.
Miguez, G.
2006, Sistema de ocupación prehispánica y paisaje social en un sector del
piedemonte de la Sierra de San Javier. Tucumán. Argentina. Candidé Xingó 8:
67-92.
2012. Lo pasado…arado. Impacto del desarrollo agrícola moderno sobre el
patrimonio arqueológico prehispánico del área pedemontana meridional de la
provincia de Tucumán (Argentina). Comechingonia. Revista de Arqueología 16(2):
31-54.
Miguez, G., G. Arreguez y N. Oliszewski
2012. Primeros hallazgos de la forma doméstica del poroto común en el Piedemonte
Tucumano (1° milenio d.C). Comechingonia Revista de Arqueología 16(1): 307314.
Miguez, G. y M. Caria
2015. Paisajes y prácticas sociales en las Selvas Meridionales de la Provincia de
Tucumán (1° Milenio d.C.). En M. Korstanje, M. Lazzari, M. Basile, M. Bugliani,
V. Lema, L. Pereyra Domingorena y M. Quesada (coords.), Crónicas materiales
precolombinas. Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino: 111-148.
Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología.
Miguez, G., M. Caria, A. Muntaner, L. González Baroni, R. Guerrero y M. Barazzutti
2017. Urnas en línea: estudio de un contexto funerario prehispánico registrado en
un sector de las tierras bajas de Tucumán (Argentina). Arqueología 24: 53-75.
Miguez G., J. Funes Coronel y M. Gramajo Bühler
2009. Tecnología lítica en el piedemonte tucumano durante el Formativo. El caso
de Horco Molle. La Zaranda de Ideas 5: 133-147.
Miguez G., J. Funes Coronel y J. Martínez
2015. Primer registro prehispánico de obsidianas en el piedemonte meridional de
la Provincia de Tucumán (Argentina): análisis tecnológico y de procedencia.
Revista del Museo de Antropología 8(1): 45-50.
Molar, R.
2014. Procesar, consumir y construir. Alimentación y reproducción de la
biblioGraFía
277
cotidianeidad en sociedades aldeanas tempranas del primer milenio D.C, en el
Valle de Tafí. Tesis de Grado inédita, Universidad Nacional de Córdoba.
2021. Alimentación y reproducción social en sociedades aldeanas tempranas. Un
estudio comparativo en valles y quebradas del noroeste de la Provincia de
Tucumán (República Argentina). Tesis Doctoral inédita, Universidad Nacional
de Córdoba.
Molar, R. y J. Salazar
2018. Vegetable storage practices and the reproduction of household autonomy
in early village contexts from Northwest Argentina. Journal of Anthropological
Archaeology 6: 15-29.
Montegú, J.
2018. Rocas, tecnología y vida aldeana durante el primer milenio de la era en
Anfama (Dto. Tafí Viejo, Tucumán, Rep. Argentina). Tesis de Grado inédita,
Universidad Nacional de Córdoba.
2020. Cuarzo y paisajes productivos en el Cerro Ampuqcatao (Valle de Tafí,
Tucumán) durante el segundo milenio D.C. Aplicación de los Métodos
M.A.N.A. y No Tipológico. Revista del Museo de Antropología 13(1): 307-316.
2022. Movilidad, agenciamiento y tecnología lítica durante el primer milenio d.C.
en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes. Un análisis desde los
materiales de El Sunchal y Mortero Quebrado (Anfama, Pcia. de Tucumán,
Rep. Argentina). Mundo De Antes 16(1): 103-132.
Montegú, J., V. Franco Salvi y J. Salazar
2018. First technological and provenance analysis on obsidian artifacts from Tafí
Valley (Tucumán Province, Argentine Republic). Journal of Lithic Studies 5(2):
1-18.
Montegú, J. y J. Salazar
2021. Excavando la roca madre. Rasgos cavados bajo pisos de unidades residenciales
de Mortero Quebrado. Ponencia inédita presentada en las VIII Jornadas de
Investigación del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”.
Recuperado el 20 de julio de 2021, https://youtu.be/NcYMD2est3Y
Morello, J., S. Matteucci, A. Rodríguez y M. Silva
2012. Ecorregiones y complejos sistémicos argentinos. Buenos Aires, Orientación gráfica.
Moreno, E.
2014. Materias primas, instrumentos líticos y prácticas domésticas en las serranías
278
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
de El Alto-Ancasti, Catamarca. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y
Pensamiento Latinoamericano, Series especiales 2(2): 141-160.
Moreno, E. y D. Egea
2020. Aportes de talla experimental y morfometría geométrica para el estudio de
la tecnología lítica en cuarzo. Revista del Museo de Antropología 13(1): 301-306.
Morgan, L.
[1877] 1987. La sociedad primitiva. Madrid, Endymión.
Moyano, G.
2020. Más allá de las “Ruinas de Anfama”: patrones de asentamiento, reproducción
social y construcción del paisaje en el valle de Anfama, provincia de Tucumán.
Tesis de Grado inédita, Universidad Nacional de Córdoba.
Murra, J.
1975. Formaciones económicas y políticas en el mundo andino. Lima, Instituto de Estudios
Peruanos.
Muscio, H.
2009. El Formativo es una unidad de análisis inadecuada en la arqueología del NOA.
En G. López y M. Cardillo (coords.), Arqueología y Evolución. Teoría Metodología y
Casos de Estudio:197-213. Buenos Aires, Editorial SB.
Nash, D.
2009. Household archaeology in the Andes. Journal of Archaeological Research 7: 205261.
Nastri, J.
1999. Patrones de asentamiento prehispánicos tardíos en el sudoeste del valle
de Santa María (noroeste argentino). Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropología 22-23: 247-270.
Nastri, J., F. Schaefers y V. Coll Moritán
2010. Deconstruyendo la secuencia agroalfarera del NOA. Del medio al intermedio
tardío en Morro del Fraile, Sierra del Cajón (provincia de Catamarca). En Actas
del XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina III, 2010: 1161-1166. Mendoza.
Nelson, M.
1991. The study of technological organization. En M. Schiffer (coord.), Archaeological
biblioGraFía
279
Method and theory Vol. 3: 57-100. Tucson, Arizona Press.
Nielsen. A.
2001. Evolución del espacio doméstico en el norte de Lípez (Potosí, Bolivia): Ca.
900-1700 d.C. Estudios Atacameños 21: 41-62.
2008. The materiality of ancestors: Chullpas and social memory in the late
prehispanic history of the South Andes. En B. Mills y W. Walker (coords.),
Memory work: Archaeologies of material practices: 207-232. Santa Fe, School of
American Research Press.
Nielsen, A., J. Ávalos y K. Menacho
2000. Más allá del sitio: el registro arqueológico de baja densidad y su importancia
para el estudio de sociedades agroalfareras. Revista del Museo de La Plata. Nueva
Serie 9(83): 355-370.
Nordenskiöld, E.
1913. Urnengräber und Mounds im bolivianischen Flachland. Baessler-Archiv 3(6):
205-255.
Núñez, L. y V. Castro
2011. ¡Caiatunar, caiatunar!: Pervivencia de ritos de fertilidad prehispánica en la
clandestinidad del Loa (norte de Chile). Estudios Atacameños 42: 153-172.
Núñez Regueiro, V.
1970. The Alamito Culture of Northwestern Argentina. American Antiquity 35(2):
133-140.
1974. Conceptos instrumentales y marco teórico en relación al análisis del desarrollo
cultural del Noroeste Argentino. Revista del Instituto de Antropología 5: 169-190.
Núñez Regueiro, V. y M. Tarragó
1972. Evaluación de datos arqueológicos: ejemplos de aculturación. Estudios de
Arqueología 1: 36-48.
Núñez Regueiro, V. y M. Tartusi
2002. Aguada y el proceso de integración regional. Estudios Atacameños 24: 9-19.
Oliszewski, N.
2017. Las aldeas “patrón Tafí” del sur de Cumbres Calchaquíes y norte del Sistema
del Aconquija. Comechingonia. Revista de Arqueología 21(1): 205-232.
280
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Oliszewski, N. y G. Arreguez
2015. Manejo de recursos vegetales alimenticios en la Quebrada de los Corrales, El
Infiernillo, Tucumán (2100-1550 años AP). Comechingonia 19(2): 111-140.
Oliszewski, N. y E. Di Lullo
2020. Puesto Viejo, una aldea Tafí en las alturas (Quebrada de Los Corrales, El
Infiernillo, Tucumán). Revista Del Museo De Antropología, 13(2), 325-338.
Oliszewski, N., V. Killian Galván, G. Srur, D. Olivera y J. Martínez
2020. Human paleodiet studies between ca. 3300–1500 years BP in Quebrada de
Los Corrales (Tucumán, Argentina). Journal of Archaeological Science: Reports 32:
1-8.
Oliszewski, N. y D. Olivera
2009. Variabilidad racial de macrorrestos arqueológicos de Zea mays (poaceae) y
sus relaciones con el proceso agropastoril en la Puna meridional argentina
(Antofagasta de la Sierra, Catamarca). Darwiniana 47(1): 76-79.
Olivera, D.
1991. Tecnología y estrategias de adaptación en el Formativo (Agroalfarero
temprano) de la Puna meridional argentina. Un caso de estudio: Antofagasta
de la Sierra (Catamarca, RA). Tesis Doctoral inédita, Universidad Nacional de
La Plata.
2001. Sociedades agro-pastoriles tempranas: el Formativo Inferior del Noroeste
Argentino. En E. Berberián y A. Nielsen (coords.), Historia Argentina Prehispánica
I: 83-126, Córdoba, Brujas.
2012. El formativo en los Andes del Sur: La incorporación de la opción productiva.
En M. Haro, A. Rocchietti, M. Runcio, O. Hernández y M. Fernández (coords.),
Interculturalidad y ciencias. Experiencias desde América Latina: 15-49. Buenos Aires,
Centro de Investigaciones Precolombinas.
Olsen, B.
2010. In defense of things. Lanham, Alta Mira Press.
Olsen, B., M. Shanks, T. Webmoor y C. Witmore
2012. Archaeology: the discipline of things. Berkeley, University of California Press.
Orgaz, M., N. Ratto y L. Coll
2014. Aportes para la construcción de los paisajes agrícolas en la región de Fiambalá;
biblioGraFía
281
Tinogasta, Catamarca: nuevas evidencias. Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropología 39: 79-94.
Ortiz, A. y L. Manzanilla.
2003. Indicadores arqueológicos de abandono y recuperación del conjunto
habitacional teotihuacano de Oxtoyahualco. TRACE 43:77-83.
Ortiz, G.
2003. Estado actual del conocimiento del denominado complejo o tradición
cultural San Francisco, a 100 años de su descubrimiento. En G. Ortiz y B.
Ventura (coords.), La Mitad verde del mundo andino. Investigaciones Arqueológicas
en la vertiente oriental de los Andes y las Tierras Bajas de Bolivia y Argentina: 23-71.
San Salvador, EdiUNJu.
Ortiz, G., C. Heit, L. Nieva, F. Zamora, N. Batallanos y F. Chapur
2015. Pensando al Formativo desde la región pedemontana de las yungas jujeñas.
En M. Korstanje, M. Lazzari, M. Basile, M. Bugliani, V. Lema, L. Pereyra
Domingorena y M. Quesada (coords.), Crónicas materiales precolombinas.
Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino: 695-720. Buenos Aires,
Sociedad Argentina de Antropología.
Orton, C., P. Tyers y A. Vince
1997. La cerámica en arqueología. Barcelona, Crítica.
Páez, M.C.
2012. De presencias y ausencias. Cambios y continuidades en la tecnología alfarera
de las sociedades del valle de Tafí. En N. De la Fuente y C. Paéz (coord.),
La cerámica arqueológica en la materialización de la sociedad. Transformaciones,
metáforas y reproducción social: 75-85. Oxford, Archaeopress publishers of British
Archaeological Reports.
Palamarczuk, V.
2002. Análisis cerámico de sitios del bajo de Rincón Chico, valle de Yocavil, provincia
de Catamarca. Tesis de Grado inédita, Universidad de Buenos Aires.
Palamarczuk, V., C. Raíces Montero, N. Petrucci, C. Greco, C. Molina, M. García y
V. Castiglioni
2020. Un espacio doméstico de fines del primer milenio en El Colorado, sur de
Yocavil, Catamarca, Argentina. Primeros resultados de las investigaciones de
campo. Revista del Museo de Antropología 13(2): 317-324.
282
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Pargeter, J. y P. De la Peña
2017. Milky Quartz Bipolar Reduction and Lithic Miniaturization: Experimental
Results and Archaeological Implications. Journal of Field Archaeology 42(6): 551565.
Pargeter, J., P. De la Peña y M. Eren
2018. Assessing raw material’s role in bipolar and freehand miniaturized flake
shape, technological structure, and fragmentation rates. Archaeological and
Anthropological Sciences 11: 5893-5907.
Pastor, S., E. Pautassi y D. Rivero
2005. Los sistemas de armas de las comunidades agroalfareras de Córdoba: Una
aproximación arqueológica y experimental. En J. Gómez Otero (coord.),
Actas del XIII Congreso Nacional de Arqueología Argentina 4: 253-266. Universidad
Nacional de Córdoba.
Pautassi, E., y G. Sario
2014. La talla de reducción: aproximaciones experimentales para el estudio del
cuarzo. ArqueoWeb 15: 3-17.
Pearsall, D.
1989. Paleoethnobotany. A handbook of procedures, California, Academic Press.
Pérez Gollán, J.
1992. La cultura de La Aguada vista desde el Valle de Ambato. Publicaciones del
CIFFYH. Arqueología 46:157-173.
2000. El jaguar en llamas. La religión en el antiguo Noroeste argentino. En M.
Tarragó (coord.), Nueva historia argentina. Los pueblos originarios y la conquista I:
229-256. Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
Piñeiro, M.
1996. Manejo de recursos y organización de la producción cerámica en Rincón
Chico, Catamarca. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 21: 161-185.
Piperno, D.
2006. Phytoliths. A comprehensive guide for archaeologists and paleoecologists. Lanham,
Altamira Press.
Piperno, D., T. Andres y K. Stothert
2000. Phytoliths in cucurbita and other neotropical cucurbitaceae and their
biblioGraFía
283
occurrence in early archaeological sites from the lowland american tropics.
Journal of Archaeological Science 27: 193-208.
Pluckhahn, T. y N. Wallis
2021. Pottery, social memory, and household cooperation in the Woodland-period
Southeast. En L. Carpenter y A. Prentiss (coords.), Archaeology of households,
kinship, and social change: 27-52. Londres, Routledge.
Portugal Loayza, J. y J. Chávez Quispe
2018. Catastro arqueológico en los Valles Orientales (Cantón Patolo-Chuquisaca y Comunidad
Conchamarca-La Paz). La Paz, Plural Editores.
Pozorski, S. y T. Pozorski
2008. Early cultural complexity on the coast of Peru. En H. Silverman y W. Isbell
(coords.), The handbook of south american archaeology: 607-631. Nueva York,
Springer.
Price, D. y J. Brown
1985. Aspects of hunter-gatherer complexity. En D. Price y J. Brown (coords.),
Prehistoric hunter-gatherers: The emergence of cultural complexity: 3-20. San Diego,
Academic Press.
Prous, A.
2004. Apuntes para análisis de industrias líticas. Ortegalia 2, monografías de Arqueología,
Historia y Patrimonio. Ortigueira, Fundación Federico Maciñeira.
Quesada, M.
2006. El diseño de las redes de riego y las escalas sociales de la producción
agrícola en el 1º Milenio DC (Tebenquiche Chico, Puna de Atacama). Estudios
Atacameños 13: 31-46.
2010. Los límites de la autonomía doméstica en la agricultura de regadío. Antofalla
y Tebenquiche Chico (s. III a XII d.C.). En M. Korstanje y M. Quesada (coords.),
Arqueología de la agricultura. Casos de estudio de la región andina argentina: 130-143.
San Miguel de Tucumán, Ediciones Magna,
Quesada, M., M. Gastaldi y G, Granizo
2012. Construcciones de periferias y producción de lo local en las cumbres de El
Alto-Ancasti. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 37(2): 435-456.
284
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Quesada, M., V. Zucarelli, L. Ghecco, M. Gastaldi, S. Boscatto y E. Moreno
2016. Paisaje y experiencia en Oyola a finales del primer milenio D.C. (depto. El
Alto, Catamarca). Comechingonia. Revista de Arqueología 20(2): 13-41.
Quinn, C., D. Glowacki, C. Wendt y N. Goodale
2021. Perspectives: situating households within broader networks. En L. Carpenter
y A. Prentiss (coords.), Archaeology of households, kinship, and social change: 111120. Londres, Routledge.
Quiroga, A.
1899. Ruinas de Anfama, el pueblo prehistórico de La Ciénaga. Boletín del Instituto
Geográfico Argentino 20(1-6): 95-123.
Rafferty, J.
1985. The archaeological record on sedentariness: Recognition, development and
implications. Advances in Archaeological Method and Theory 8: 113-156.
Raffino, R.
1989. Poblaciones Indígenas en Argentina. Buenos Aires, TEA.
Ratto, N., N. Bonomo y A. Osella
2019. Arquitectura de la aldea de Palo Blanco (ca. 0–1000 d.C.), departamento de
Tinogasta, Catamarca, Argentina. Latin American Antiquity, 30(4), 760-779.
Robb, J.
2013. Material culture, landscapes of action, and emergent causation. Current
Anthropology, 54(6): 657-683.
Roddick, A. y C. Hastorf, C.
2010. Tradition brought to the surface: Continuity, innovation and change in the
Late Formative Period, Taraco Peninsula, Bolivia. Cambridge Archaeological
Journal 10: 157-178.
Rodríguez, M. F. y M. G. Aguirre
2019. Historia y desarrollo de las investigaciones arqueobotánicas en la Puna Sur
Argentina. Revista del Museo de Antropología de Entre Ríos 5(1): 68-87.
Rodríguez M. F. y C. Aschero
2005. Acrocomia chunta (Arecaceae.). Raw material for cord making in the
Argentinean Puna. Journal of Archaeological Science 32: 1532-1542.
biblioGraFía
285
Rodríguez, M. F. y J. Martínez
2001. Especies vegetales alóctonas como recursos arqueológicos en el ámbito
puneño. Publicación Especial de la Asociación Paleontológica Argentina 8: 139-145.
Roth, B.
2016. Where they sedentary and does it matter? Early farmers in the Southern
southwest. En. B. Roth y M. McBrinn (coords.), Late holocene foragers and farmers
in the Desert West: 108-135, Salt Lake City, University of Utah Press.
Ryden, S.
1936. Archaeological research in the Department of La Candelaria (prov. Salta,
Argentina). Etnologiska Studier 3: 5-329.
Salazar, J.
2011. Reproducción social doméstica y asentamientos residenciales entre el 200 y
el 800 d.C. en el valle de Tafí, Provincia de Tucumán. Tesis Doctoral inédita,
Universidad Nacional de Córdoba.
2012. Household mortuary practices in a south andean village (first millennium
AD). Andean Past 10: 295-302.
2017. The yungas of the south Andes and their key role for the onset of early precolumbian villages. En C. Allen (coord.), The Andes: geography, diversity, and
sociocultural impact: 1-18. Colorado, Nova Science.
2021. Household dynamics and the reproduction of early village societies in
Northwest Argentina (200 BC–AD 850). En L. Carpenter y A. Prentiss (coords.),
Archaeology of households, kinship and social change: 53-81. Londres, Routledge.
Salazar, J., y V. Franco Salvi
2009. Una mirada a los entornos construidos en el valle de Tafí, Tucumán (1-1000
AD). Comechingonia. Revista de Arqueología 12: 91-108.
2020. Los escenarios sociales de las rocas intervenidas. Aportes desde la vertiente
oriental de las Cumbres Calchaquíes. Tucumán, Argentina. Chungara Revista de
Antropología Chilena 52(4): 561-579.
Salazar, J., Franco Salvi, V. y Berberían, E.
2011. Una aproximación a la sacralidad de los espacios domésticos del primer
milenio en Valle de Tafí (Noroeste Argentino). Revista Española de Antropología
Americana 41(1): 9-26.
Salazar, J. e I. Kuijt
2016. Dynamic places, durable structures: Early formative agropastoral settlements
286
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
of the southern Andes, Argentina. Antiquity 90: 1576-1593.
Salazar, J. y R. Molar
2017. Estudio comparativo de dos sitios aldeanos del primer milenio d.C en
Tucumán, Argentina. Comechingonia. Revista de Arqueología 21(1): 123-148.
Salazar, J., J. Montegú, R. Molar, A. Vazquez Fiorani, F. Franco, G. Moyano y V.
Franco Salvi
2022. Ocupaciones dispersas, paisajes persistentes. La arqueología de Anfama,
Tucuman (400 aC - 1500 dC). Latin American Antiquity 33(1): 155-174.
Salazar, J., R. Molar, J. Montegú, F. Franco, A. Vázquez Fiorani, G. Moyano, G., S.
Chiavassa Arias, D. Carrasco y V. Franco Salvi
2019. Investigaciones arqueológicas en la cuenca de Anfama, Provincia de
Tucumán. En Pertti, O., V. Mors, C. Argañaraz, T, Costa Da Silva (coords.),
Libro de Resúmenes del XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina: 195-199,
Universidad Nacional de Córdoba.
Salazar, J., R. Molar, J. Montegú, G. Moyano, F. Franco, S. Chiavassa Arias, V. Franco
Salvi y J. López Lillo
2016. Arqueología de las ocupaciones prehispánicas en el bosque montano de las
Cumbres Calchaquíes (Anfama, Tucumán). En A. Aquino, M. Cano y G. Ruiz
de Bigliardo (coords.), Actas del XIX Congreso Nacional de Arqueología Argentina:
2047-2054. San Miguel de Tucumán.
Sampietro, M., S. Martínez Stagnaro, R. García, J. Peña Monné, J. Roldán y M.
Maldonado
2017. Graves, beads and trade in Northwest Argentina: a first ED-XRF characterization
of very well- formed objects. Arqueología 23: 27-43.
Sampietro, M. y M. Vattuone
2005. Reconstruction of activity areas at a formative household in Northwest
Argentina. Geoarchaeology 20: 337-354.
Sánchez Yustos, P.
2010. Las dimensiones del paisaje en Arqueología. Munibe (Antropologia-Arkeologia)
61: 139-151.
Sánchez Yustos, P., F. Diez Martín, M. Domínguez-Rodrigo y A. Tarriño Vinagre
2012. Discriminación experimental de los rasgos técnicos en la talla bipolar y a
biblioGraFía
287
mano alzada en lascas a través de los cuarzos de Naibor Soit (Garganta de
Olduvai, Tanzania). Munibe (Antropologia-Arkeologia) 63: 5-26.
Sanders, D.
1993. Behavioral conventions and archaeology: methods for the analysis of ancient
architecture. En S. Kent (coord.), Domestic architecture and the use of space: 43-72.
Cambridge, Cambridge University Press.
Santos, M.
1990. Por una geografía nueva. Madrid, Espasa-Calpe.
Scattolin, M. C.
1990. Dos asentamientos formativos al pie del Aconquija: El sitio Loma Alta
(Catamarca, Argentina). Gaceta arqueológica andina 5(17): 85-100.
2006a. Contornos y confines del universo iconográfico precalchaquí del valle de
Santa María. Estudios Atacameños 32: 119-139.
2006b. La mujer que carga el cántaro. En V. Williams y B. Alberti (coords.), Género y
etnicidad en la arqueología de Sudamérica: 43-72. Olavarría, Universidad Nacional
del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
2007. Santa María antes del año mil. Fechas y materiales para una historia cultural.
En V. Williams, B. Ventura, A. Callegari y H. Yacobaccio (coords.), Sociedades
precolombinas surandinas: temporalidad, interacción y dinámica cultural del NOA en el
ámbito de los Andes Centro-Sur: 203-219. Buenos Aires, Buschi.
2010. La organización del hábitat pre-calchaquí (500 a.C.-1000 d.C.). En M.
Korstanje, M. Scattolin y M. Albeck (coords.), El hábitat prehispánico: Arqueología
de la arquitectura y de la construcción del espacio organizado: 15-53. San Salvador,
EdiUNJu.
2015. Formativo: El nombre y la cosa. En M. Korstanje, M. Lazzari, M. Basile, M.
Bugliani, V. Lema, L. Pereyra Domingorena y M. Quesada (coords.), Crónicas
materiales precolombinas. Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino:
35-48. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología.
2019. Yutopián, donde los objetos se sublevan. Revista del Museo de La Plata, 4(1):
69-102.
Scattolin, C., M. F. Bugliani, L. Cortés, C. Calo, L. Pereyra Domingorena y A. Izeta
2009. Pequeños mundos: hábitat, maneras de hacer y afinidades en aldeas del valle
del Cajón, Catamarca. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 34: 251274.
288
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
Schachner, G., K. Throgmorton, R. Wilshusen y J. Allison
2012. Early pueblos in the american southwest: the loss of innocence and the origins
of the early Southwestern village. En G. Schachner, R. Wilshusen y J. Allison
(coords.), Crucible of Pueblos: The early Pueblo period in the Northern Southwest: 1-13.
Los Angeles, University of California Press.
Schiffer, M.
1972. Archaeological context and systemic context. American Antiquity 37(2): 156165
Schlanger, S.
1992. Recognizing persistent places in Anasazi settlement systems. En J. Rossignol y
L. Wandsnider (eds.), Space, Time, and Archaeological Landscapes: 91-112. Boston,
Springer.
Schreiter, R.
1934. La civilisation de «La Candelaria» et son extension dans la province de
Tucumán. Journal de la Société des Américanistes 26(1): 53-66.
Skov, E.
2013. Experimentation in sling weaponry: Effectiveness of and archaeological
implications for a world-wide primitive technology. Tesis de Maestría inédita,
Lincoln, University of Nebraska.
Sentinelli, N.
2012. Tecnología lítica en una “cocina” del valle del Cajón (Dto. de Santa María).
Una perspectiva microescalar. Tesis de Grado inédita, Universidad Nacional de
Catamarca.
Shanks, M.
2007. Symmetrical Archaeology. World Archaeology 39(4): 589-596.
Smith, M.
2010. A prehistory of ordinary people. Tucson, University of Arizona Press
Smith, S.
2012. Pharaohs, feasts, and foreigners: Cooking, foodways, and agency on ancient
Egypt’s southern frontier. En T. Bray (coord.), The Archaeology and politics of food
and feasting in early states and empires: 39-64. Detroit, Wayne State University.
biblioGraFía
289
Somonte, C. y C. Baied.
2017. El palimpsesto como una puerta de acceso a diferentes temporalidades: el
caso de Río Las Salinas 2 (Tucumán, Argentina). Estudios Atacameños 55: 35-55.
Spencer, C. y E. Redmond
2021. New roles, new rules: Elite residence, succession to public office, and political
evolution in Oaxaca. En L. Carpenter y A. Prentiss (coords.), Archaeology of
households, kinship, and social change: 293-322. Londres, Routledge.
Steadman, S.
1996. Recent research in the archaeology of architecture: Beyond the foundations.
Journal of Archaeological Research 4: 51-93.
Sullivan, A.
2008. Time perspectivism and the interpretive potential of palimpsests: theoretical
and methodological considerations of assemblage formation history and
contemporaneity. En S. Holdaway y L. Wandsnider (eds.), Time perspectivism
revisited: 31-45. Salt Lake City, University of Utah Press.
Sullivan, A. y K. Rozen.
1985. Debitage analysis and archaeological interpretation. American Antiquity 50(4):
755-779.
Taboada, C.
2005. Propuesta metodológica para el análisis diacrónico de arquitectura
prehispánica y la asignación de significado conductual discriminado. Aplicación
en el Noroeste Argentino. Anales del Museo de América 13: 139-172.
Tarragó, M.
1980. Los asentamientos aldeanos tempranos en el sector septentrional del valle
Calchaquí, provincia de Salta, y el desarrollo agrícola posterior. Estudios
Arqueológicos 5: 29-53.
1987. Sociedad y sistema de asentamiento en Yocavil. Cuadernos del Instituto Nacional
de Antropología 12: 179-196.
1995. Desarrollo regional en Yokavil: una estrategia de investigación. Hombre y
Desierto 9: 225-236.
1999. Las sociedades del sudeste andino. Las sociedades originarias. En J. Murra y
T. Rojas, (coords.), Historia general de América Latina I: 465-480. Madrid, Trotta.
2000. Chacras y pukaras: Desarrollos sociales tardíos. En M. Tarragó (coord.),
Nueva Historia Argentina I: 257-300. Buenos Aires, Sudamericana.
290
el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino
2011. Poblados tipo pukara en Yocavil. El plano de Rincón Chico 1 (Catamarca,
Argentina). Estudios sociales del NOA. Nueva serie 11: 33-61.
Tarragó, M., L. González, y J. Nastri
1997. Las interacciones prehispánicas a través del estilo: el caso de la iconografía
santamariana. Estudios Atacameños 14: 223-242.
Tartusi, M. y V. Núñez Regueiro
2001. Fenómenos cúlticos tempranos en la sub-región Valliserrana. En E. Berberián
y A. Nielsen (coords.), Historia Argentina Prehispánica: 127-170. Córdoba, Brujas.
2003. Procesos de interacción entre poblaciones de los valles intermontanos del
NOA y las del piedemonte. Anales. Nueva Época 6: 43-62.
Toselli, A., J. Basei y M. Rossi
2003. Análisis geoquímico-geocronológico de rocas granulíticas y calcosilicáticas
de las Sierras Pampeanas Noroccidentales. Revista de la Asociación Geológica
Argentina, volumen 58(4): 629-642.
Urton, G.
2014. The Chinchorro mummies: waiting to return to life?. En N. Sanz Bernardo, T.
Arriaza, y V. Standen (coords.), The archaeology of the earliest human mummification:
137-151. Santiago, UNESCO.
Vázquez Fiorani, A.
2019. Islas étnicas o comunidades autónomas en el segundo milenio de la Era:
aportes desde el espacio doméstico y la materialidad cotidiana en el faldeo
oriental de las Cumbres Calchaquíes (Anfama, Tucumán). Tesis de Grado
inédita, Universidad Nacional de Córdoba.
Vázquez Fiorani, A., G. Moyano y J. Salazar
2021. Identificando sitios arqueológicos del Período de Desarrollos Regionales
(siglos X a XV d.C) en el bosque montano tucumano: la cuenca de Anfama
(Dpto. Tafí Viejo). Revista del Museo de Antropología 14(1): 35-46.
Vázquez Fiorani, A. y J. Salazar
2018. Nuevos datos sobre ocupaciones tardías en la vertiente oriental de las
Cumbres Calchaquíes: el sitio Casa Rudi 1 (Anfama, provincia de Tucumán).
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 43(2): 287-296.
biblioGraFía
291
Weismantel, M.
1995. Making kin: Kinship theory and zumbagua adoptions. American Ethnologist
22(4): 685-704
Wilk, R. y W. Rathje
1982. Household Archaeology. American Behavioral Scientist 25: 617-639.
Yacobaccio, H., P. Escola, F. Pereyra, M. Lazzari y M. Glascock
2004. Quest for ancient routes: obsidian sourcing research in Northwestern
Argentina. Journal of Archaeological Science 31: 193-204.
Yaeger, J. y M. Canuto
2000. Introducing an archaeology of communities. En M. Canuto y J. Yaeger
(coords.), The Archaeology of communities. A new world perspective: 1-15. Londres,
Routledge.
York, R. y G. York
2011. Slings and slingstones: the forgotten weapons of Oceania and the Americas. Kent, The
Kent State University Press.
Sobre loS autoreS
293
SOBRE LOS AUTORES
Francisco Franco. Desde el año 2014 forma parte del Equipo de
Arqueología del Sur de las Cumbres Calchaquíes, del Instituto de Estudios
Históricos (IEH-CONICET) y del Centro de Investigaciones María Saleme
de Burnichon, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional
de Córdoba (FFyH-UNC). Obtuvo su grado en Historia a partir del estudio
de la cerámica del sitio El Sunchal en Anfama. Actualmente continúa
sus estudios doctorales en la misma cuenca, indagando las prácticas de
movilidad de las poblaciones prehispánicas, con una beca otorgada por el
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Sus avances han sido expuestos en los principales congresos y revistas
académicas nacionales.
Valeria Franco Salvi. Investigadora Adjunta de CONICET y docente de la
Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Ha realizado sus estudios
postdoctorales en la Universidad de Arizona (EEUU) y en el Instituto de
Ciencias del Patrimonio (España). Los resultados de sus investigaciones
se han publicado en revistas científicas nacionales e internacionales y en
libros de la especialidad. Dirige proyectos subsidiados por Foncyt, Secyt,
National Geographic y SPU. Ha impulsado proyectos de extensión llevados
a cabo junto a la Comunidad Diaguita de Tafí y Anfama. Paralelamente
brinda servicios tecnológicos de alto nivel, esto es, estudios de impacto
arqueológico a fin de evaluar y monitorear la conservación del patrimonio
cultural.
Rocío María Molar. Dra. en Ciencias Antropológicas (FFyH-UNC), Profesora
Asistente de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología (UNC) y miembro
del Equipo de Arqueología del Sur de las Cumbres Calchaquíes (IEHCONICET y CIFFyH-UNC). Se especializa en el estudio de las prácticas
alimenticias de quienes habitaron el NOA durante el primer milenio EC.
Sus investigaciones se orientan a dilucidar el rol de los alimentos en la
conformación y reproducción de los grupos aldeanos, centrándose en el
manejo de productos vegetales.
Juan Manuel Montegú. Licenciado en Historia (FFyH-UNC) y miembro
del Equipo de Arqueología del Sur de las Cumbres Calchaquíes (IEHCONICET y CIFFyH-UNC) desde 2012. Se especializa en el estudio de
294
Sobre loS autoreS
la tecnología lítica de grupos prehispánicos del NOA. Actualmente se
encuentra desarrollando el Doctorado en Arqueología de la UNT con
una beca interna otorgada por CONICET. El tema de estudio apunta a
comparar los materiales líticos del primer milenio EC procedentes de
espacios domésticos en dos sitios del noroeste de Tucumán: Puesto Viejo
en la Quebrada de Los Corrales y Mortero Quebrado en Anfama.
Gonzalo Moyano. Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de
Córdoba (UNC). Estudiante del Doctorado en Ciencias Antropológicas
(FFyH.UNC), financiado por una beca doctoral CONICET. Ha sido ayudante
alumno y profesor adscripto de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología
de la Escuela de Historia (FFyH). Participó en proyectos arqueológicos y
reuniones científicas en Argentina, Perú y España, colaborando con equipos
de investigación de diferentes universidades nacionales y extranjeras. Ha
publicado en revistas especializadas en Historia y Arqueología del ámbito
nacional.
Julián Salazar. Investigador Adjunto del CONICET y Profesor Adjunto de la
cátedra de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Nacional de Córdoba.
Se desempeña en el área de Arqueología del Instituto de Estudios Históricos
(CONICET), dedicado al estudio de las sociedades aldeanas tempranas en
el NOA, siendo su área de experticia la arqueología doméstica. Entre sus
trabajos se destacan El Cadillal Aruqeológico (Editorial Brujas, 2009), Daily
Practices and Early Village Settlement Dynamics in Northwestern Argentina
(UNESCO, 2016) y The Yungas of the South Andes and Their Key Role for
the Early Pre-Columbian Villages (NOVA, 2016).
Agustina V. Fiorani. Magíster en Ciencia de los materiales arqueológicos
por las Universidades de Évora (Portugal), Salónica (Grecia) y Roma-La
Sapienza (Italia) y licenciada en Historia por la Universidad Nacional de
Córdoba (Argentina). Actualmente se encuentra realizando un doctorado
en Antropología en la Universidad de Notre Dame (EEUU). Adicionalmente,
es miembro del Instituto Kellogg para Estudios Internacionales de la misma
universidad. Su interés se centra en las relaciones entre cultura material e
identidad en colectivos domésticos prehispánicos del Noroeste argentino a
partir del estudio de cerámica y la aplicación de técnicas científicas para la
caracterización de residuos orgánicos.
Impreso por Editorial Brujas • junio 2023 • Córdoba–Argentina