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EL ARTE DE CONVIVIR ARQUEOLOGÍA DE LAS PRIMERAS ALDEAS EN ANFAMA, NOROESTE ARGENTINO EL ARTE DE CONVIVIR ARQUEOLOGÍA DE LAS PRIMERAS ALDEAS EN ANFAMA, NOROESTE ARGENTINO Compilador Julián Salazar Autores Gonzalo Moyano Francisco Franco Rocío M. Molar Juan M. Montegú Valeria L. Franco Salvi M. Agustina V. Fiorani Julián Salazar El arte de convivir. Arqueología de las primeras aldeas en Anfama, Noroeste argentino / Julian Salazar ... [et al.] ; compilación de Julian Salazar ; editado por María Eugenia De Feo ; María Florencia Becerra. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Sociedad Argentina de Antropología, 2023. 295 p. ; 21 x 15 cm. ISBN 978-987-1280-58-2 1. Arqueología. I. Salazar, Julian, comp. II. De Feo, María Eugenia, ed. III. Becerra, María Florencia, ed. CDD 930.10982 Publicaciones de la Sociedad Argentina de Antropología Responsables: Dra. María Eugenia De Feo. CONICET, División Arqueología, Museo de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo (Universidad de La Plata). Dra. María Florencia Becerra. CONICET, Instituto de Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires). edicionessaa@gmail.com Comité Asesor: Lic. Carlos A. Aschero (CONICET / Instituto de Arqueología, Universidad de Tucumán) Dr. Billie R. Dewalt (Musical Instrument Museum) Dra. Dominique Legoupil (CNRS / Universidad de La Sorbona) Dra. Lidia R. Nacuzzi (CONICET / Universidad de Buenos Aires) Dra. Mónica Quijada (CSIC / Centro de Humanidades del Instituto de Historia, Madrid) Dra. Alcida R. Ramos (Departamento de Antropología, Universidad de Brasilia) Dra. Alejandra Siffredi (CONICET / Universidad de Buenos Aires) Dra. Myriam Tarragó (CONICET / Universidad de Buenos Aires) Dr. Hugo D. Yacobaccio (CONICET / Universidad de Buenos Aires) Libro compilado por Julián Salazar Evaluado por: María Cristina Scattolin. Instituto de las Culturas (IDECU - CONICET/UBA). Facultad de Ciencias Naturales y Museo (UNLP). Enrique Moreno. Instituto Regional de Estudios Socio-culturales (IRES – CONICET/UNCA). Escuela de Arqueología (UNCA). Diseño de tapa, armado y diagramación: Rubén Rayano, Editorial Brujas . © 2023, by Sociedad Argentina de Antropología Sociedad Argentina de Antropología Moreno 350. (1091) Ciudad Autónoma de Buenos Aires www.saantropologia.com.ar ISBN 978-987-1280-58-2 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina – Printed in Argentina AGRADECIMIENTOS Agradecemos a la Comunidad Indígena Diaguita de Anfama, que es la heredera de las tierras de la cuenca homónima, y a sus caciques en las diversas temporadas de campo en que trabajamos, Sr. Rudecindo Chocobar y Sr. Antonio Carrazano. Allí hemos hecho amigas, amigos, padres y madres del corazón: Susi, Petro, Ester, Lilí, Teresa, Griselda, Nilda, Plácido, Pastor, Rudi, Antonio y Augusto. A los arrieros que han llevado y cuidado el equipo y los víveres de campaña como propios: Balá, Isma, Bombilla, Antonio, Angel y Germán. A las personas voluntarias por su colaboración en todos los trabajos de campo y numerosas tareas de gabinete. A Eduardo Berberián que ha sido el director original del proyecto de investigación en el valle de Tafí, y a las y los colegas que han colaborado en la formación de los Recursos Humanos del equipo: Jorge Martínez, Matías Medina, Nurit Oliszewski, Valeria Palamarczuk y Marcos Quesada. A las Directoras de la Serie Publicaciones de la SAA, Dra. Eugenia De Feo y Dra. Florencia Becerra, que acompañaron el proceso editorial con la mayor diligencia y preocupación. Enrique Moreno y Cristina Scattolin revisaron el manuscrito inicial y sus comentarios resultaron sustanciales para mejorar la estructura y el contenido del libro, que incrementó solidez y claridad a las ideas expuestas. La totalidad de las afirmaciones vertidas son de nuestra responsabilidad. El proyecto fue financiado por SECyT-UNC (Consolidar Res SECyT 411/18), SPU, CONICET (PIP_11220170100434CO y PUE 2018 - ID59277), FONCyT (PICT-2016. 1738), Koeki Zaidan Hojin Toyota Zaidan ( ) The Toyota Foundation [TYTID: D16-R-0718], y National Geographic Society (W464-16). Todas las actividades de investigación que sustentan los resultados aquí vertidos fueron apoyadas por las instituciones en las cuales participamos las y los autores: el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET); la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba; el Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S.A. Segreti” y el Instituto de Estudios Históricos; el Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichon” y el Instituto de Humanidades. Los trabajos de campo se realizaron bajo el acuerdo previo con la Comunidad Indígena y el permiso de la dirección de Patrimonio Cultural, del Ente Cultural de la Provincia de Tucumán, con vigencia entre octubre de 2014 y septiembre de 2020. ÍNDICE INTRODUCCIÓN...........................................................................................9 Julián Salazar y Valeria Franco Salvi CAPÍTULO 1. ESPACIO Y TIEMPO............................................................23 Stefania Chiavassa Arias, Kevin Carricart, Franco M. Colque, Lucía de Salazar, Agustina Etchegoin, Lucía Justiniano, Francisco Franco, Jordi López Lillo, Rocío Molar, Gonzalo Moyano, Juan Montegú, Agustina V. Fiorani, Valeria Franco Salvi y Julián Salazar CAPÍTULO 2. ENSAMBLAJES DOMÉSTICOS. LA DINÁMICA DE LA REPRODUCCIÓN DE LAS SOCIEDADES ALDEANAS ............................49 Julián Salazar CAPÍTULO 3. “LUGARES PERSISTENTES” Y “TASKSCAPE” COMO VÍAS DE ANÁLISIS PARA ABORDAR EL PASADO ...................................79 Gonzalo Moyano CAPÍTULO 4. LA BÚSQUEDA DE ENSAMBLAJES ARQUEOLÓGICOS EN UN SITIO “INVISIBLE”. EL CASO DE EL SUNCHAL .......................97 Francisco Franco CAPÍTULO 5. ESCENARIOS DOMÉSTICOS Y MATERIALIDAD COTIDIANA EN MORTERO QUEBRADO ..............................................123 Juan Montegú y Julián Salazar CAPÍTULO 6. VÍNCULOS EN TORNO A LA COMIDA: ESPACIOS, MATERIALIDADES Y RECURSOS RELACIONADOS A LA ALIMENTACIÓN Y SU ROL EN LAS SOCIEDADES ALDEANAS TEMPRANAS...............................................................................................147 Rocío María Molar CAPÍTULO 7. CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA TECNOLOGÍA LÍTICA DEL BOSQUE MONTANO TUCUMANO (ARGENTINA) ENTRE EL 50 A.C. Y 1450 D.C. .................................................................177 Juan M. Montegú CAPÍTULO 8. LAZOS EN LA MATERIALIDAD. ROCAS INTERVENIDAS Y SUS TRAYECTORIAS EN LA LARGA DURACIÓN. ................................................................................................213 Valeria Franco Salvi CAPÍTULO 9. LA VIDA DOMÉSTICA DURANTE EL PERIODO DE DESARRLLOS REGIONALES (Bloque IV, 1400-1500 D.C.) ...................229 Agustina Vázquez Fiorani EPÍLOGO ....................................................................................................249 BIBLIOGRAFÍA ..........................................................................................255 SOBRE LOS AUTORES .............................................................................293 INTRODUCCIÓN Julián Salazar y Valeria Franco Salvi Se puede suponer que estas operaciones multiformes y fragmentarias, relativas a ocasiones y detalles, insinuadas y ocultas en los sistemas de los cuales estas operaciones constituyen los modos de empleo, y por tanto desprovistas de ideologías o de instituciones propias, obedezcan a determinadas reglas. Dicho de otro modo, debe haber una lógica de estas prácticas. Es regresar al problema, ya antiguo, de lo que es un arte o “una manera de hacer”. (de Certeau 1980: XLV) El proyecto que articula este volumen se diseñó originalmente con el objetivo de aportar al estudio arqueológico de las aldeas tempranas, a partir del caso de las ocupaciones humanas del primer milenio en la cuenca de Anfama, en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes. La discusión sobre la emergencia y desarrollo de sociedades aldeanas tempranas del área andina del norte de Argentina, entre el 500 a.C. y el 1000 d.C., representa una problemática central para la arqueología de la región (González 1963; Tarragó 1980; Albeck 2000; Olivera 2001; Scattolin 2015), especialmente por la diversidad de modos en los que este fenómeno se ha articulado en distintos contextos espacio-temporales. Desde los sitios tumulares de la puna (Olivera 1991) a los cementerios de las selvas occidentales (Berberián et al. 1977), de los espacios ceremoniales del Alamito (Núñez Regueiro 1970) a las aldeas igualitarias de Tebenquiche (Haber 2006), de las economías fundamentalmente agrícolas (Quesada et al. 2016) a las estrategias mixtas 10 Julián Salazar y Valeria Franco SalVi o muy dependientes de la caza y recolección (Ortiz 2003), de las historias de cambio acelerado de los valles catamarqueños (Laguens 2007) a los procesos de reproducción exitosa de estructuras en la larga duración (Orgaz et al. 2014), este periodo ha sido objeto de estudio y discusión de primer orden de los principales paradigmas arqueológicos desde la década de 1950. Dentro de todo ese escenario de diversidades, definido por poblaciones locales arraigándose de manera sistemática y repetitiva en ciertos lugares (en esquemas de movilidad más o menos reducida), el punto en común que emerge es el crecimiento y la intensificación de la relación de vivir en vecindad, experiencia que conlleva numerosas respuestas, versátiles y variables, que difícilmente puedan ser reducidas a un marco explicativo. Sin embargo, la reducción de la diversidad inagotable de la empiria a ciertas categorías es un riesgo que las disciplinas sociales están obligadas a correr. La categoría de sociedades aldeanas tempranas (Bandy y Fox 2010) se propone como marco de referencia para estudiar en términos comparativos las dinámicas de aquellas trayectorias históricas en las cuales se incorporó la vida aldeana por primera vez. Este contexto social define un abanico de problemáticas comparables que cada grupo o población resolvió de maneras alternativas según sus trayectorias previas, sus lógicas propias, los intereses de los agentes y las condiciones objetivas históricamente definidas. Las poblaciones que habitaron el Noroeste Argentino (NOA) en el primer milenio de la Era Común (EC), contexto en el cual se consolidaron los sistemas de asentamiento aldeanos en la región, ofrecen casos de relevancia para el análisis de estas transformaciones en distintas escalas. LAS SOCIEDADES ALDEANAS TEMPRANAS La idea de sociedades aldeanas tempranas (early village societies) ha sido formulada para generar un espacio de discusión global y comparativa sobre trayectorias particulares, que presentan un alto grado de variación, pero se vinculan entre sí por consolidarse en el contexto de las tensiones demográficas, económicas y sociales definido por la vida organizada en torno a la residencia continuada o recurrente en los mismos lugares (Bandy 2010). Este espacio reflexivo se ha aplicado a casos tan variantes como el altiplano boliviano (Fox 2010), los asentamientos de la subregión de Four Corners, en el SW de USA (Schachner et al. 2012), Europa (Robb 2013) o el Cercano Oriente (Goring Morris y Belfer Cohen 2010; Kuijt 2018). introducción.... 11 Según Bandy y Fox (2010) las condiciones que se establecen durante los primeros siglos posteriores a la consolidación de la vida aldeana definen una serie de problemas que deben ser resueltos con estrategias para las cuales las sociedades humanas no estaban preparadas, y que a su vez, las terminarían entrampando en nuevos vínculos que, en muchos casos, ya no se podrían disolver (Hodder 2011; Robb 2013). En virtud de esto, los arreglos sociales en dichos contextos pueden entenderse como provisionales, improvisadores e innovadores. Los cambios surgidos a consecuencia del advenimiento de la vida aldeana han sido analizados de manera recurrente desde los decimonónicos planteos evolucionistas de Morgan (1987), pasando por los aportes de Childe (1986), hasta estudios más recientes de enfoques principalmente neoevolucionistas, y originaron uno de los ámbitos de discusión más apasionantes y controversiales de la arqueología y la antropología del siglo XX. Las categorías como neolítico o, su versión americana, Formativo, que vincularon estos cambios a través de relaciones causales necesarias con la producción de alimentos, tecnologías específicas y estados de la organización social, generaron un marco explicativo general de dichos procesos, pero terminaron convirtiéndose en categorías demasiado fuertes que limitaron las posibilidades de analizar la gran variación de fenómenos, procesos y estrategias desarrolladas por diferentes sociedades (Lumbreras 2006). Sin embargo, en contraparte, la alternativa de dejar de lado enfoques con cierto alcance transcultural y adoptar visiones particularistas extremas tampoco ha resuelto las falencias analíticas restando importancia a las condiciones similares que viven las sociedades humanas al enfrentarse a este tipo de problemas. Las investigaciones arqueológicas realizadas en el NOA desde mediados del siglo XX han permitido reconocer, con distintos niveles de profundidad, las trayectorias de sociedades aldeanas tempranas en diversos contextos espaciales, especialmente en sectores de valles intermontanos y puna. La comprensión de dichas secuencias generó algunos intentos de síntesis tanto desde corrientes normativas, con la propuesta de agroalfarero temprano (González 1963), como materialistas, con la de Formativo (Núñez Regueiro 1974). Un modelo que tuvo la intención de superar las problemáticas que aquellas implicaban fue la revisión de Formativo propuesta por Olivera (1991), la cual fue actualizada recientemente (Olivera 2012) buscando entender la variabilidad de las dinámicas sociales, económicas, ambientales que habrían surgido a partir de la adopción de estrategias productivas, como la agricultura y el pastoreo, y extractivas, como la pesca, la recolección intensiva o la caza. 12 Julián Salazar y Valeria Franco SalVi En este sentido, Scattolin (2015) sostiene que el término Formativo ha sido usado para denominar unidades de tiempo y unidades de semejanza cultural, esto es, cuando se incluye el adjetivo formativo a cualquier elemento no es posible afirmar a qué clase de unidad se refiere si no se aclara desde qué ángulo estamos adjetivando el elemento. A su vez, enfatiza que este tipo de términos traen consigo una fuerte carga teórica, proponiendo como alternativa, el uso de “primer milenio d.C.” (Scattolin 2015:41). A nivel general, una de las ideas que atraviesan las lecturas tradicionales de esta problemática es que la adopción de la agricultura desata consecuencias necesarias de la evolución, como formación de aldeas y de algún tipo de colectivo con ciertas características compartidas, que podríamos llamar comunidad (Yaeger y Canuto 2000), entendido como una agrupación integrada y medianamente igualitaria que posibilita a unidades domésticas o familias llevar adelante inversiones de trabajo e infraestructura más amplias, y a la vez, tener cierta protección contra posibles enemigos externos. Sin embargo, el stress escalar generado por el crecimiento demográfico de la llamada Transición Demográfica Neolítica (Bocquet-Appel y Bar-Yosef 2008) hace que estos contextos sean altamente dinámicos y que requieran de permanentes negociaciones que resuelvan de algún modo esos conflictos. La variabilidad de los modos de resolución que evidencia el registro arqueológico en las distintas áreas del mundo (pero solo para pensar nuestro caso, la variabilidad que demuestra el sur andino [Olivera 2012]) supera ampliamente a la posibilidad de existencia de un tipo de estrategia de movilidad, base de subsistencia, estructura o institución social (Muscio 2009). Con sociedades aldeanas tempranas, lo que se pretende entender es la variabilidad de las dinámicas sociales, económicas, políticas, ambientales (entre otras) que surgen en el contexto en el cual, en las secuencias regionales, por primera vez las poblaciones comienzan a convivir de manera estable o recurrente en los mismos lugares. Evidentemente, como ya lo muestra Rafferty (1985), este cambio está atado en una gran proporción de los casos conocidos, a la adopción de estrategias productivas, como agricultura y pastoreo. Sin embargo, como también demostraron numerosas investigaciones, pueden estar basadas en opciones extractivas, como la pesca, la recolección intensiva de algún recurso especial o la caza (Price y Brown 1985; Pozorski y Pozorski 2008). En este contexto resulta imperioso conocer las articulaciones, escalas y lógicas de los colectivos (sensu Latour 2008) que se están formando, reformando, cristalizando o desestructurando sin presuponer relaciones introducción.... 13 causales necesarias entre las variables estudiadas. Latour ha apuntado que uno de los principales problemas de lo que él define como enfoques de lo social es que han trabajado con ideas esencialistas sobre los colectivos que se pretenden estudiar, sin dar un lugar al verdadero trabajo de los investigadores que es reconocer cómo los agentes van articulando relaciones que forman, consolidan, tensan y desarticulan colectivos o asociaciones. Otra de las ideas asumidas es que los contextos conflictivos generan necesariamente una aceleración de los cambios en los cuales los grupos van rearticulando sus modos de vivir y que ese incremento de la intensidad de la dinámica social se orienta indefectiblemente a una intensificación de las desigualdades (Pérez Gollán 1992; Tarragó 1999; Tartusi y Núñez 2001). Lejos de ser esto así en todos los contextos, las maneras de hacer en las cuales se articulan cambios y continuidades y la temporalidad en las que estos se materializan también es muy variable (Lucas 2005) y es otro aspecto de las negociaciones sociales en las cuales intervienen agentes humanos y no humanos. Estos últimos, en virtud de sus propiedades materiales, tienen cierta inercia propia que los convierte en reproductores de estructuras y prácticas. De Certeau (1980) rescata la importancia de las lógicas prácticas cotidianas, aquel conjunto táctico de formas de enfrentar situaciones que es astuto, se encuentra disperso pero se insinúa en todas partes, silencioso y casi invisible. Son procedimientos a través de los cuales los agentes, en la cotidianeidad, se apropian de espacios y estructuras sociales. En este sentido, consideramos que vivir en comunidades, o convivir, fue un “arte” (sensu de Certeau 1980) en disputa a lo largo del primer milenio y las resoluciones de esas disputas fueron variables, inestables, y contingentes. Sin embargo, aún en el marco de esa heterogeneidad y dinamismo, resulta posible abordar algunas preguntas históricas trascendentes y generales y es relevante responderlas a través de síntesis integradoras acompañadas por estudios sistemáticos y nuevos marcos conceptuales (Graeber y Wengrow 2021). El problema de conceptos como Neolítico o Formativo, en sus concepciones taxonómicas, es doble. Por un lado, la preocupación de construir herramientas heurísticas que permitan trazar los límites conceptuales que definan qué sociedad particular es una representación de ese tipo ideal y cuál queda fuera de dicha categoría, siempre se enfrenta a la irreductible variación de la casuística. Pero lo más complicado es el esencialismo de pretender mantener una gran cantidad de relaciones causales necesarias entre distintas variables (economías productivas, estrategias de movilidad reducida, incorporación de tecnologías y organizaciones igualitarias). Quizás la alternativa es definir fenómenos de 14 Julián Salazar y Valeria Franco SalVi interés acotados y recortar de manera más precisa los distintos procesos históricos, generando canales de reflexión más específicos, que a la vez se conviertan en más flexibles y abarcativos para entender algunos de esos procesos. No importa demasiado el debate nominalista (Scattolin 2015) sobre qué categoría incorpora más acabadamente todas esas trayectorias sino dejar que los análisis de las trayectorias mismas indiquen relaciones causales entre variables y que ese tipo de análisis permita después generar narrativas comparativas. El punto de interés de estudiar las sociedades aldeanas tempranas radica en entender los novedosos mundos sociales y materiales que surgen de la condición de convivencia por momentos prolongados, pudiendo comparar las trayectorias dinámicas del altiplano boliviano, con el golfo de México, los oasis del Oriente próximo o las cuencas de los grandes ríos de China. Lo que se pretende entender es la variabilidad de las dinámicas sociales, políticas, económicas, demográficas que surgen en el contexto en que, en las secuencias regionales, por primera vez, las sociedades comienzan a convivir de manera estable o recurrente en los mismos lugares. Por otra parte, la propuesta comparativa llama a analizar indicadores arqueológicos claros, desde una mirada dinámica. Por ejemplo, Bandy (2005, 2010) centró su lectura en el análisis de trayectorias de paisajes aldeanos, siguiendo el crecimiento demográfico, la fisión de sitios residenciales y la emergencia de evidencias rituales comunitarias asociadas. El único criterio que deben sostener dichas comparaciones, es no reducir la dinámica social a listas de atributos estancos de sistemas cristalizados en ciertos momentos específicos. En el Noroeste Argentino se vienen ensayando diferentes narrativas que buscan superar dichas visiones esencialistas a través de contextos locales. En términos generales, se proponen análisis “situados” (ej. Delfino et al. 2009; Quesada et al. 2012; Scattolin et al. 2009) y, de acuerdo a cada caso de estudio, reconocen aspectos que revisitan, matizan o rechazan las propuestas precedentes. ASENTAMIENTOS ALDEANOS DEL SUR DE LAS CUMBRES CALCHAQUÍES Nuestros estudios previos habían sido desarrollados en el valle de Tafí, el cual constituye un caso emblemático para el estudio de las sociedades aldeanas del NOA. Las ocupaciones del primer milenio en dicha cuenca han posibilitado reconocer una particular dinámica de construcción, crecimiento y expansión de asentamientos aldeanos tempranos, signada por introducción.... 15 la consolidación de unidades domésticas relativamente autónomas, que se reprodujo exitosamente por casi un milenio (González y Núñez Regueiro 1960; Berberián y Nielsen 1988a; Cremonte y Botto 2000; Cremonte 2003). La cuenca de Tafí fue habitada a lo largo del primer milenio EC, y quizás desde unos siglos antes, por poblaciones crecientes que basaban su subsistencia en prácticas agrícolas y pastoriles, con un sistema de asentamiento sedentario caracterizado por la instalación de unidades residenciales y estructuras productivas distribuidas en el paisaje tanto de manera dispersa como concentrada (Berberián y Nielsen 1988a; Franco Salvi et al. 2014). Las comunidades del primer milenio en el valle de Tafí se constituyeron como colectivos laxos y heterogéneos, conformados por la articulación de grupos de parentesco, la cual estuvo mediada por la participación de numerosas configuraciones materiales que incluyeron a las unidades residenciales, los ámbitos productivos y los sectores de realización de prácticas públicas (Tartusi y Núñez 2001). En este sentido habíamos podido constatar que los principios de construcción del paisaje aldeano no se corresponden con una estructura centralizada. Más aún, hemos caracterizado a estos lugares en términos de paisajes continuos y centrífugos, para dar cuenta de la distribución de estructuras residenciales cuya expansión no partió de lugares centrales ni estuvo mediada por la existencia de límites claros (López Lillo y Salazar 2015). Contrariamente los centros de la vida parecen haber sido las mismas viviendas, cuyo repetido patrón constituye una esfera cerrada a su interior y espacialmente diseñada en torno a la materialidad de los ancestros (Salazar 2012). La esfera pública parece estar allí (Tartusi y Núñez Regueiro 2001; Gómez Cardozo et al. 2007), aunque no consolidada más allá de las negociaciones eventuales para compartir trabajo y las consecuentes festividades que sirven como pago en el marco de la reciprocidad (Franco Salvi y Berberián 2011; Franco Salvi y Salazar 2014). Ante el crecimiento demográfico y de los conflictos internos, las negociaciones de los actores sociales parecen haber dado por resultado la configuración de ámbitos sociales y políticos de cierta fragmentación, aunque de escala bastante amplia. El registro arqueológico muestra una notable continuidad en un amplio grupo de prácticas, como la manera de habitar, trabajar campos, hacer cerámica, vincularse con vecinos, etc. La identidad de los grupos domésticos era exaltada y las decisiones individuales poco escaparon a esta escala social. De la misma manera, la construcción de colectivos mayores también debe haberse enfrentado a esta contradicción, la cual habría estado en la base de la permanente 16 Julián Salazar y Valeria Franco SalVi fragmentación y dispersión de los asentamientos (Salazar 2011). El alcance de algunos de estos resultados nos indujo a llevar estas mismas preguntas a otras cuencas próximas, pero correspondientes a otras condiciones físicas. Como han mostrado suficientemente varios proyectos arqueológicos en los últimos lustros (Ortiz 2003; Quesada et al. 2012; Oliszewski 2017), no todos los pisos altitudinales andinos han recibido la misma atención resultando, específicamente, los sectores de transición entre los valles mesotérmicos y las yungas, espacios aún desconocidos para la disciplina. Diversas razones explican esta falencia, entre las cuales se destaca la tendencia de la arqueología de mediados del siglo XX a generar secuencias o esquemas de desarrollo desde espacios considerados nucleares para la historia prehispánica (Núñez Regueiro y Tartusi 2002). El “campo magnético” de esos núcleos llevó a los investigadores a centrarse en esas áreas y transpolar las secuencias de continuidades y cambios allí observadas a sus zonas de influencia. Tal problemática ya ha sido analizada en diversas ocasiones y, sobre todo, ha sido expuesta como una limitante para la comprensión de las sociedades del primer milenio en el sector que incluye a los valles del Cajón, Yocavil, Calchaquí, Tafí, norte de Aconquija y las Selvas meridionales (Scattolin 2006a, 2006b). Consideramos entonces que las cuencas emplazadas en zonas intermedias entre los valles altos y sectores de cumbre y las tierras bajas tucumanas tienen un gran potencial para entender las dinámicas de las poblaciones humanas que habitaron el NOA y la consolidación del mundo aldeano en ámbitos transicionales. La localidad de Anfama se ubica en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes, en zonas de pastizales altos y de bosque montano. Puede entenderse como un área de transición entre valles y yungas, y como una vía de acceso desde el valle de Tafí al piedemonte. Si bien no tenemos una clara secuencia arqueológica del área pedemontana y solo conocemos algunos sitios puntuales, recientes investigaciones han demostrado que desde varios siglos antes de la Era Común sus habitantes manipulaban cultígenos y producían y utilizaban cerámica, aunque su modo de vida se basaba en estrategias de obtención de alimentos muy diversificadas y una movilidad residencial mayor a la esperada para sociedades definidas tradicionalmente como formativas (Caria y Sayago 2008; Miguez 2012; Ortiz et al. 2015). El sector de bosques húmedos y selvas meridionales del NOA fue investigado de manera esporádica hasta hace relativamente poco tiempo (Quiroga 1899; Ryden 1936; Berberián y Soria 1972; Heredia 1974; Berberián et al. 1977). El énfasis en los estudios de valles intermontanos y bolsones introducción.... 17 puneños, relegó a las yungas a un lugar secundario en las explicaciones, considerándolas como un área de escaso desarrollo cultural, periférica y atrasada con relación a las altas culturas andinas (Ortiz et al. 2015). Sin embargo, en los últimos años se han iniciado proyectos que han generado datos e interpretaciones de primera mano, matizando y complejizando las visiones tradicionales (Caria 2004; Corbalán 2008; Ortiz et al. 2015). El valle de Anfama no escapó a esta tendencia en tanto permanecía prácticamente desconocido para la arqueología hasta tiempos recientes. Los exiguos antecedentes incluían una breve descripción realizada por Quiroga, quien registró una serie de conjuntos arquitectónicos y esculturas líticas. El viajero decimonónico incluye algunos croquis y dibujos de las mismas, destacando la presencia de estructuras circulares asociadas a menhires y conjuntos de recintos rectangulares que denomina “tamberías”, así como algunos monolitos dispersos y una escultura, que según su interpretación representaría una tortuga, la cual pasó a formar parte de su colección personal (Quiroga 1899). Posteriormente, Cremonte (1996) llevó a cabo una serie de sondeos, en el marco de su estudio sobre La Ciénega, en el sector de Anfama conocido como Aliso Redondo–Las Cañaditas identificando rasgos compartidos en las tradiciones alfareras del valle de Tafí. En este contexto resultaba relevante analizar la variación del registro arqueológico de una zona desconocida que potencialmente podría comenzar a develar de qué manera sus habitantes vivieron la consolidación de un modo de vida basado en la permanencia e inversión de trabajo en lugares puntuales del territorio. El objetivo general del proyecto se dirigió a caracterizar los paisajes arqueológicos de Anfama, identificando sus componentes, con el fin último de reconocer cómo variaron las prácticas de los agentes sociales que los habitaron en el momento de aparición y consolidación de distintas formas de sedentarismo. Siguiendo la premisa de que la materialidad es estructurante y estructurada por las prácticas sociales de agentes, entendidos como sujetos históricos activos, en un marco de condiciones tanto objetivas como subjetivas que los limitan (pero no los determinan), intentamos acercarnos a las prácticas realizadas en diversos contextos del paisaje como negociaciones sustanciales en la formación y reproducción de las relaciones sociales y las condiciones de vida. La relación entre estas y las actividades cotidianas y sus transformaciones en el tiempo, pueden aportar una visión de los procesos mucho más próxima a escalas humanas, pero también a temporalidades históricas, y superar de esa manera, esquemas generales de 18 Julián Salazar y Valeria Franco SalVi evolución. En el marco del novedoso mundo que se generó en los paisajes aldeanos del NOA durante el primer milenio resulta sustancial analizar las maneras de estructurar relaciones, entender el entorno, habitar lugares y relacionarse con la materialidad en espacios cuya arqueología no concuerda estrictamente con las expectativas de las narrativas tradicionales. Las consideraciones teórico-metodológicas y los estudios iniciales realizados por el equipo y por otros investigadores (en zonas aledañas) permitieron proponer como hipótesis de trabajo que la adopción y afianzamiento de prácticas agrícolas en Anfama se habrían dado en un contexto de fuerte importancia de las estrategias extractivas y con cierta incidencia de circuitos de movilidad estacional muy marcada. En este sentido, el ambiente no habría sido el único condicionante, ni el más importante, sino que los arreglos históricos definidos por la articulación recursiva de las condiciones de posibilidad para la reproduccción y las prácticas de agentes socializados en esos mismos contextos habrían dado forma a las dinámicas sociales de este proceso. La expectativa consecuente es que el llamado Formativo o agroalfarero temprano se habría dado de distintas maneras, materializando modalidades variables de entender y habitar el paisaje, diversas estrategias de subsistencia y sobre todo modos distintos de articular las prácticas cotidianas, que surgieron de la articulación diferencial de agentes humanos y no humanos en múltiples contextos de interacción. CAMBIOS Y CONTINUIDADES MÁS ALLÁ DE LAS SECUENCIAS Las narrativas arqueológicas sobre el desarrollo histórico de las poblaciones prehispánicas del NOA han tendido a acentuar la existencia de periodos distinguibles por la persistencia de rasgos culturales, estrategias de subsistencia, tipos sociales o sistemas políticos, que se van sucediendo en el tiempo a través de transformaciones más o menos puntuales y dramáticas, más o menos progresivas y graduales, y que han sido categorizados con relación a postulados normativos (González 1955), materialista-históricos (Núñez Regueiro 1974) y de estrategias adaptativas (Raffino 1989). En algunos casos, la adscripción de equipos e investigadores a uno de estos bloques o a un sitio arqueológico puntual, y el carácter excepcional de ocupaciones de momentos transicionales, han tendido a reforzar las interpretaciones de los periodos como internamente homogéneos y sustancialmente diferenciados del resto. Asimismo, esta tendencia ha introducción.... 19 asegurado la reproducción de una presunción que se encuentra en el sustrato de las ideas sobre los procesos históricos del NOA: la gradualidad y constancia en el incremento de algunas variables que asociamos con la complejidad social, como la producción agrícola y su intensificación, el sedentarismo, la jerarquización, la especialización artesanal, entre otras. Bajo la premisa anterior se han reconocido cambios estructurales pero se han velado las tendencias que trascienden a esas transformaciones. También esto ha dificultado el análisis y la compresión de los momentos transicionales que en su mayoría se presentan como puntos de inflexión acelerados donde la causalidad, los agentes implicados y la temporalidad de los mismos permanecen indeterminados. En contraste, aportes recientes han enfatizado que la intervención de paisajes, escenarios construidos y conjuntos artefactuales constituyen una fuerza capaz de modelar las relaciones humanas, con una trascendencia que excede a las generaciones de los constructores originales de dichos colectivos (Haber 2011; Cortés 2013; Orgaz et al. 2014; Meléndez et al. 2018). De esta manera, las continuidades arraigadas en la reproducción cotidiana de los principios que organizan el mundo social y que tienen su expresión en diferentes materialidades, no solamente pueden ser aprehendidas a través del estudio pormenorizado de los episodios de cambio abrupto, sino también desde la inmanencia de las prácticas afincadas en la tradición (Roddick y Hastorf 2010). Lo cotidiano constituye una ventana privilegiada para observar las dinámicas de apropiación, mantenimiento y alteración del orden social. Posibilitaría también vislumbrar cómo trascienden algunas tendencias, incluso en momentos signados por transformaciones estructurales de las relaciones humanas. Es por ello que el recorte de nuestro trabajo ha pretendido exceder los límites cronológicos presupuestos en las secuencias y categorías explicativas previas para dar cuenta de las continuidades y cambios producidos en las formas de construir y habitar lugares, fabricar, utilizar y descartar materialidades en distintos momentos de la historia prehispánica de Anfama. Para ello se propone un enfoque centrado en el paisaje concebido como el ensamblaje de prácticas, materialidades, relaciones y sentidos en los que las personas participan (Acuto 2013; Robb 2013). Los estudios realizados considerando la totalidad de ocupaciones arqueológicas identificadas y sus correspondientes asignaciones cronológicas relativas y absolutas, ofrecen un contexto que permite pensar las dinámicas históricas locales y su vinculación con los procesos de espacios circundantes y con las tendencias regionales. La variabilidad del registro arqueológico 20 Julián Salazar y Valeria Franco SalVi pone de manifiesto pulsos de cambio con cierta intensidad, rupturas, derivas, retracciones y continuidades en los conjuntos artefactuales, entornos construidos y paisajes, los cuales implican un análisis temporal ciertamente complejo. EL CONTENIDO DE ESTA OBRA Este libro se divide en nueve capítulos. En el capítulo 1 iniciamos nuestro recorrido en el espacio y el tiempo. Por un lado, se establece la presencia y variabilidad de las ocupaciones arqueológicas en la microrregión y, por otro, se construye un esquema cronológico basado en múltiples contextos excavados y fechados de manera relativa y absoluta, que identifica las continuidades y transformaciones en los patrones materiales y que se constituye como base para el desarrollo de los aportes siguientes. En la sección siguiente se ofrece un acercamiento de corte teórico en dos escalas distintas. En primer término, se propone una revisión de la dinámica de las ocupaciones analizadas descomponiéndolas en sus múltiples componentes a través de la perspectiva de ensamblajes (Harris 2014, 2018). Salazar revisa las conceptualizaciones de los agrupamientos sociales y los supuestos sobre categorías como unidades domésticas, aldeas, comunidades y culturas. Las configuraciones aldeanas se interpretan como lideradas y definidas por las unidades domésticas, las cuales no se fusionaron en comunidades fuertemente integradas, sino que sostuvieron grupos enfocados en asegurar las condiciones materiales y relaciones de autonomía en un conjunto donde las negociaciones con otros colectivos eran necesarias. En el capítulo 3, se analiza el paisaje arqueológico haciendo foco en dos propiedades fundamentales, la multitemporalidad y la redundancia de las ocupaciones. Moyano retoma las herramientas de lugares persistentes y taskape para sustanciar un análisis del paisaje pensando en las prácticas situadas y su reproducción a través del tiempo. El capítulo 4 se aproxima a los desafíos que presenta el bosque montano para la identificación e interpretación de sitios. Franco reconstruye el proceso disciplinario a través del cual se fue delineando la historia ocupacional de El Sunchal, un sitio multitemporal completamente soterrado. Se revisan las estrategias de acercamiento arqueológico, que incluyen relevamientos, excavaciones, análisis de materiales, matrices de introducción.... 21 Harris que fueron potenciando recursivamente las lecturas de la dinámica ocupacional. El capítulo 5 se ha destinado a presentar al segundo de los sitios más trabajados por nuestro proyecto, Mortero Quebrado. Se sintetizan las actividades realizadas y las principales características materiales y estratigráficas de las unidades residenciales intervenidas, a través de las cuales se determinó una ocupación continua de algunos siglos que fue definitivamente abandonada a mediados del primer milenio EC. El capítulo 6 se enfoca en una secuencia de lugares, materiales y prácticas que transforman materias primas en alimentos, considerando a estos arreglos performativos como estructurantes de la práctica social, Molar integra la información arqueológica ofrecida por materialidades, etapas, recursos y relaciones que se generan en torno a la alimentación. El abordaje metodológico incluye análisis ceramológicos, de instrumental de molienda y de macro y microrrestos vegetales. El capítulo 7 discute los cambios y continuidades en las estrategias tecnológicas de los grupos que ocuparon el área de estudio a través de los conjuntos líticos identificados en sitios arqueológicos de diferentes cronologías. Para ello Montegú analiza los materiales procedentes de distintas ocupaciones de El Sunchal, Casa Rudi 1 y La Laguna proponiendo lecturas sobre modalidades de obtener, manufacturar y descartar recursos líticos que trascienda categorías cronológicas como Formativo y Tardío. En el capítulo 8 se aborda una materialidad que juega un rol central en las instancias de negociación, cooperación y conflicto en las que se fueron configurando, articulando y redefiniendo los campos de acción de los agentes sociales. Las rocas intervenidas han sido repetidamente analizadas como referentes de aspectos simbólicos distinguidos, cuestión que es revisada por Franco Salvi, que indaga especialmente la diversidad de contextos y las distintas instancias performativas en las cuales ellas participaron. El capítulo 9 retoma las ocupaciones posteriores al año 1000 d.C. A través de distintas estrategias se reúnen numerosas evidencias, inicialmente no observadas, que remiten a materialidades de estilo santamariano. El aporte de V. Fiorani reconsidera las expectativas previas sobre las ocupaciones tardías en la vertiente oriental andina desde una perspectiva local. Los análisis de la construcción del paisaje, el espacio habitado y la materialidad cotidiana demuestran la existencia de distintas continuidades respecto a las tendencias anteriores lo cual obliga a repensar la relación de las poblaciones de Anfama con las de valles más altos. 22 Julián Salazar y Valeria Franco SalVi Finalmente, se introducen en el epílogo algunas propuestas de cierre con las perspectivas a futuro que se plantea el equipo de investigación de acuerdo a los avances realizados durante los últimos años. CAPÍTULO 1. ESPACIO Y TIEMPO Stefania Chiavassa Arias, Kevin Carricart, Franco M. Colque, Lucía de Salazar, Agustina Etchegoin, Lucía Justiniano, Francisco Franco, Jordi López Lillo, Rocío Molar, Gonzalo Moyano, Juan Montegú, Agustina V. Fiorani, Valeria Franco Salvi y Julián Salazar Los ejercicios reflexivos que se preguntan por la práctica social desde la arqueología requieren situarse en contextos históricos y espaciales específicos. Si bien contamos con algunas secuencias cronológicas y culturales previas de alcance regional, la inexistencia casi absoluta de investigaciones arqueológicas en el área de estudio definió la necesidad de caracterizar la distribución espacial del registro arqueológico y construir una cronología específica. Este capítulo sitúa el caso de Anfama, una localidad ubicada en una cuenca de la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes, y define las tendencias históricas observadas a través del registro arqueológico. Como resultado de las investigaciones llevadas a cabo desde el año 2014 se identificaron catorce asentamientos residenciales prehispánicos de distinta escala, los cuales fueron mapeados, sondeados, fechados y, algunos de ellos, excavados. El análisis cronológico, realizado en base a contextos materiales, historia oral y a diecisiete dataciones radiocarbónicas, permite proponer seis bloques temporales diferenciados en las modalidades de construir-habitar los espacios domésticos y utilizar materias primas a través de determinadas tecnologías. 24 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... EL ESPACIO La cuenca de Anfama, de unos 70 km² de superficie, se emplaza en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes, en el departamento Tafí Viejo, en el Noroeste de la provincia de Tucumán, entre los 1.300 y 2.500 msnm (figura 1). Forma parte de la ecoregión de las yungas, específicamente de su piso más elevado, el bosque montano, lindando en su parte más alta con los pastizales de neblina y con la selva montana hacia abajo. En el bosque montano o bosque de nubes, denominado así por la presencia casi permanente de estas (Morello et al. 2012), se intercalan praderas de gramíneas con numerosos bosques de alisos (Alnus acuminata y Alnus jorullensis var. spachii, también conocido como aliso del cerro), sauco y molles del cerro (Schinus gracilipes), de amplia preponderancia, con otros elementos como el palo de luz o duraznillo (Prunus tucumanensis) y arbustos pequeños de Terminalia porphyro carpaiii (Bell 1991; Brown et al. 2009; Morello et al. 2012). La mayoría de estos ejemplares suelen ser utilizados para combustión, aunque varía, según la especie, el aporte y perdurabilidad que los leños puedan hacer al fuego. Asimismo, los tallos leñosos de los alisos, dependiendo su diámetro y longitud, pueden utilizarse como postes para la construcción de techumbres. La topografía de la cuenca es sumamente escarpada, ya que combina estrechas zonas de cumbres planas, quebradas profundas y sectores de fondo de valle donde se extienden terrenos de menores pendientes con mayor depositación de sedimentos en terrazas. Estos espacios fueron aprovechados, en distintos momentos de la larga ocupación humana, tanto para el establecimiento de viviendas como para el desarrollo de explotaciones agrícolas con escasa o nula inversión en infraestructura. La alta pluviosidad de esta área, causada por los vientos húmedos procedentes del océano Atlántico que generan precipitaciones de 700 mm como promedio anual actual, y la topografía accidentada de la ladera oriental de las Cumbres Calchaquíes forman una intrincada red fluvial, con ríos rápidos y torrentosos. El principal curso de este sector lo constituye el río Anfama, el cual recibe el aporte de numerosos arroyos de pequeño caudal. ARQUEOLOGÍA EN EL BOSQUE MONTANO Desde el año 2014, a partir de sucesivos convenios de colaboración con la comunidad local, hemos llevado a cabo investigaciones sistemáticas capitulo i. eSpacio y tiempo 25 en el área que permitieron identificar catorce áreas de concentración de evidencia arqueológica (figura 1). Las ocupaciones arqueológicas se registraron y caracterizaron a través de una serie de tácticas que fueron aplicadas y combinadas de manera versátil para generar una visión global de las lógicas de construcción de paisajes en la cuenca y sortear las dificultades de la baja visibilidad de los sitios (Salazar et al. 2021). La elaboración de una secuencia cronológica y la asignación temporal de cada asentamiento identificado es un aspecto básico para la interpretación de las dinámicas de los procesos sociales que se materializaron en un paisaje con múltiples ocupaciones. Figura 1. Mapa de la cuenca de Anfama donde se observan los sitios arqueológicos referidos en el texto, discriminados por bloques cronológicos. Figura de Julián Salazar. Los relevamientos y las excavaciones realizadas posibilitaron la construcción de indicadores temporales relativos y absolutos y la inserción de los casos particulares dentro de procesos sociales más amplios del NOA. Sin embargo, en esta primera aproximación que considera al tiempo en términos lineales no hemos recurrido al uso de periodificaciones con expectativas apriorísticas o generadas en otras zonas, sino que proponemos 26 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... una serie de bloques cronológicos, definidos en base a los atributos de cuatro líneas de la materialidad que se asocian de manera recurrente. Esta unidad de análisis se asocia claramente a la fase, como fue definida por Willey y Phillips (1958:22): “una unidad arqueológica que posee rasgos suficientemente característicos para distinguirla de todas las otras unidades similarmente concebidas, ya de la misma o de otras culturas o civilizaciones, espacialmente limitadas al orden de magnitud de una localidad o región y cronológicamente limitada a un intervalo de tiempo relativamente breve” [traducción de los autores]. Sin embargo, preferimos referirnos a bloques para apartarnos de las cargas conceptuales implicadas en las fases y, especialmente, de la propuesta taxonómica de nombrarlas y subdividirlas en subfases enumeradas ordinalmente, ya que esa práctica ha tendido a proyectar la existencia de unidades sociales o culturales cristalizadas. En este caso solo compilamos algunos atributos como un ejercicio heurístico para reunir maneras de hacer cosas materializadas en rasgos específicos y repetitivos en la producción y utilización de la cultura material y les otorgamos una denominación ordinal en números romanos, las cuales podrán ir modificándose a medida que reconozcamos más específicamente aspectos clave como secuencias estratigráficas y cronologías de cada sitio. Los atributos considerados han sido: (a) Asentamiento y arquitectura: características constructivas de muros (selección de rocas, apariencia de los lienzos, altura, espesor y regularidad de los paramentos), diseños de plantas de recintos, adosamiento de recintos en unidades, distanciamiento de unidades, Factor de Ocupación del Suelo (FOS, porcentaje de superficie habitable efectivamente construida en cada sitio), e índice de agrupamiento por bloque en la cuenca; (b) Cerámica: naturaleza de pastas, densidad y granulometría, acabados de superficies, decoraciones y formas de las vasijas; (c) Lítico: materias primas, organización tecnológica y morfología de puntas de proyectil; (d) Rocas intervenidas: materia prima, tipología, técnica, motivos decorativos y portabilidad. Los bloques propuestos fueron asignados a rangos cronológicos a partir de la calibración de 17 dataciones radiocarbónicas (figura 2) y corregidos a través de las asociaciones estratigráficas específicas observadas en los sitios multicomponentes. capitulo i. eSpacio y tiempo 27 Figura 2. Dataciones radiocarbónicas realizadas en Anfama. Arriba, calibración general de todos los fechados incluidos en el texto (Hogg et al. 2013; Bronk Ramsey 2017). Abajo, solapamiento de los fechados que muestran la intensidad y los hiatos de la señal arqueológica. Figura de Julián Salazar. 28 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... MATERIALIDAD Y TIEMPO EN ANFAMA Bloque I (400 a.C. a 50 a.C.) El primer milenio a.C. implicó en la región un lapso de marcadas transformaciones. Sin embargo, ya sea por las lógicas de construcción del paisaje propias del periodo, o por la intensidad de las ocupaciones posteriores, las evidencias arqueológicas son fragmentarias, esquivas y predominantemente se encuentran alteradas o parcialmente destruidas por eventos depositacionales posteriores (Caria 2004; Scattolin 2007; Cortés 2013; Martínez et al. 2013; Miguez et al. 2017). En este sentido, la presencia en el sitio Casa Pastor (TUC-TAF-CP001), excavado a pedido de la familia Chocobar-Aguilera (figura 3), de un recinto circular (figura 4) utilizado durante este periodo es especialmente relevante para la arqueología regional, puesto que es la evidencia de arquitectura más temprana hallada hasta el momento en el sector sur de las Cumbres Calchaquíes. El rasgo constructivo consiste en un muro de piedra de 30 cm de alto, de hilada uniforme y compacta, que conformó la base de un recinto de planta circular (de unos 10 m de diámetro inferido), construido mayormente con material perecedero. La configuración arquitectónica de la estructura cuya inversión de trabajo es baja y que requeriría de un mantenimiento recurrente, permite proponer que estaría destinada a una ocupación estacional o no permanente (Diehl 1997; Roth 2016). La existencia de la vivienda actual superpuesta al recinto arqueológico imposibilitó ampliar las excavaciones. El conjunto material recuperado se constituye de fragmentos de cerámica tosca u ordinaria, es decir, con paredes (>5 mm) y antiplásticos (>0,5 mm) gruesos, cocidos en atmósferas oxidantes y sin decoraciones, incluyendo también un fragmento de estatuilla zoomorfa que representa un camélido, instrumentos, núcleos y desechos líticos y manos de moler, que corresponden a las partes activas de molinos de mano planos. El piso ocupacional (UE151) de la estructura intervenida fue datado en 2137 ± 31 AP (AA107303, fruto de chañar [Geoffroea decorticans] carbonizado, ¹³C =-22.2%). capitulo i. eSpacio y tiempo 29 Figura 3. Vista de cuadriculado de excavación en la vivienda de la Familia ChocobarAguilera, en la campaña de 2019. Fotografía de Francisco Franco. Este carporresto de chañar permite inferir la presencia de actividades relacionadas a la recolección de vegetales, así como los eventos de recolección que pueden haber implicado ciertas partidas específicas hacia otros sectores próximos (Franco y Camps 2020). Los instrumentos de molienda recuperados se asocian al procesamiento de recursos silvestres, ya que hasta la actualidad no se han observado evidencias de plantas domesticadas, ni de materialidades relacionadas con labranzas agrícolas. Complementariamente, la UE934, correspondiente al relleno inferior de un pozo cavado en la roca madre, bajo el piso de un recinto residencial del sitio Mortero Quebrado (MQ, U4, R45) fue datada en 2390 ± 80 AP (LP-3688, madera carbonizada, ¹³C =-24‰) (capítulo 5). Esta datación pondría la ocupación de esta estructura entre 761 y 347 cal a.C., aunque probablemente bajo modalidades que no son fácilmente observables ya que los eventos constructivos más intensos se evidencian a partir de 50 cal d.C. y se describen en el próximo bloque. SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... 30 Figura 4. Vista del muro y piso habitacional registrado en el sitio Casa Pastor. 2015. Fotografía de Julián Salazar. Bloque II (50 a.C. a 800 d.C.) En los inicios del primer milenio EC se observa el aumento de unidades residenciales constituidas por estructuras de planta circular, con mayor solidez constructiva y equipos domésticos orientados al procesamiento de productos agrícolas. Los sitios correspondientes a este periodo están formados por una o varias unidades residenciales, con un gran patio circular al cual se adosan múltiples recintos menores. Esta morfología constructiva, es similar a la que se observa para el mismo período en Tafí, La Ciénega y áreas aledañas (Berberián y Nielsen 1988b; Cremonte 1996; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar 2011; Oliszewski 2017; entre otros). Sin embargo, en Anfama presentan la particularidad de que para su construcción se aprovechan grandes lajas disponibles localmente que, colocadas de manera vertical, generan lienzos muy regulares. La techumbre, construida con materiales perecederos, habría estado apoyada en estructuras basadas en postes cuyas huellas se observan en el punto central de algunos recintos adosados y en zonas próximas a los muros de los amplios patios, donde se habrían establecido galerías. Estas unidades residenciales involucran una capitulo i. eSpacio y tiempo 31 considerable inversión de trabajo, no solo en la selección de los bloques de grandes y delgadas lajas, y la prolija y uniforme confección de paramentos, sino también en algunos rasgos internos como pozos cavados en la roca madre, que conservan evidencia de múltiples actividades. La cerámica se corresponde estilísticamente con ocupaciones contemporáneas del área (Heredia 1974; Cremonte 1996; Scattolin 2006a y 2007): formas simples confeccionadas en pastas gruesas y finas, mayormente cochuradas en atmósferas oxidantes u oxidantes incompletas con escasas decoraciones (aplicaciones modeladas, baños de color rojo, e incisiones geométricas, lineales y punteadas). Los conjuntos líticos se corresponden con estrategias tecnológicas expeditivas en las que predomina el uso de materias primas locales (ej., cuarzo, cuarcita, pizarra, metamorfitas), núcleos de tecnología amorfa e instrumentos con escasa inversión de trabajo. Se registra a partir de este bloque la presencia, en bajos porcentajes, de obsidianas en forma de puntas de proyectil triangulares con y sin pedúnculo, filos naturales y desechos de talla. Estudios de procedencia por medio de XRF indican que este material alóctono es preponderantemente de Ona-Las Cuevas (ubicada unos 240 km en línea recta hacia el noroeste de Anfama), siendo posible la participación de otras fuentes (Montegú 2018). Son frecuentes también artefactos ovoidales pulidos con marcas de percusión en sus extremos, asociables a piedras de honda. Respecto a los instrumentos de molienda, se observa un gran número y variedad de diseños, así como de materias primas aprovechadas, presentándose en proporciones predominantes los molinos de mano cóncavos y planocóncavos, los cuales se utilizaron mayoritariamente para la molienda de maíz (Zea mays), según se determinó a partir de análisis de microrrestos. Además, los estudios de adherencias en cerámicas utilitarias y el análisis de macrorrestos vegetales demostraron el consumo de zapallo (Cucurbita sp.), poroto (Phaseolus vulgaris y Lupinus mutabilis), y tubérculos (Oxalis tuberosa) (Molar 2021 y capítulo 6 de este volumen). Las evidencias recabadas en estos sitios, específicamente la presencia de vegetales domésticos, como de instrumental orientado a su procesamiento, permiten proponer una economía basada en prácticas productivas, principalmente actividades agrícolas. A esto se suma la posible presencia de canchones de cultivo en el sitio La Larga, aunque las condiciones físicas y pedológicas de Anfama no requieren necesariamente de la construcción de estructuras para el manejo de agua o la retención del suelo. 32 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... También se ha constatado mediante análisis antracológicos, la presencia de actividades de recolección de chañar (Geoffroea decorticans) y molle (Schinus fasciculatus), especies valoradas por sus frutos que habrían complementado la dieta y que implicarían algún grado de movilidad por fuera de la cuenca para su obtención (Franco y Camps 2020). Respecto al aprovisionamiento de recursos animales, creemos que hubo una combinación de prácticas de manejo de camélidos (hipótesis basada en restos óseos e indicadores indirectos, como la alusión a estos animales mediante figuras de cerámica y tallas líticas) y caza de animales silvestres (Molar 2021). Las unidades residenciales se presentan de manera aislada o en concentraciones dispersas (distancias medias entre 72 y 135 m) y Factores de Ocupación del Suelo (FOS) muy bajos, menores a 3%. Algunos espacios domésticos han sido singularizados, a través de bloques líticos graníticos y esquistosos decorados con motivos antropomorfos (mascariformes y fálicos), zoomorfos y abstractos. En este bloque temporal se incluyen las ocupaciones registradas en cinco sitios: Mortero Quebrado, El Sunchal, La Larga, Loma Bola y Aliso Redondo. El SunchaL, TUC-TAF-ES001 (1.800 msnm) Este asentamiento (profundizado en el capítulo 4) presenta en superficie numerosas evidencias de ocupaciones prehispánicas y subactuales, cuya interpretación es dificultada por los intensos procesos de depositación de las zonas de fondo de valle, y también por la presencia de múltiples eventos de construcción, abandono y reocupación. Se realizaron excavaciones (en total 81 m²) en un espacio donde se concentraban evidencias superficiales y una depresión circular de unos 10 m de diámetro. A partir de estas intervenciones se detectó al menos una ocupación asignable al Bloque temporal II: un recinto de planta circular definido por un muro simple de lajas clavadas verticalmente, asociado a otro de mayores dimensiones que probablemente correspondía al patio central de una unidad residencial. Estas estructuras sufrieron una alteración sustancial después de su abandono, lo cual implicó la remoción de la mitad de la superficie y paramentos de la estructura lateral. Los materiales identificados en el piso ocupacional de este espacio residencial son asignables a conjuntos domésticos. Entre ellos destacan fragmentos cerámicos toscos correspondientes a ollas y cántaros y, en capitulo i. eSpacio y tiempo 33 menor proporción, finos asignables a vajilla de servicio como pucos y vasos (Franco 2019a y 2019b). Se resalta la presencia de artefactos de molienda, especialmente de bases de molino de mano planas y planocóncavas de grandes dimensiones, y de manos cuyas características morfotecnológicas son acordes a esas bases. El conjunto lítico presenta filos naturales con rastros complementarios, muescas, raspadores, perforadores y percutores de cuarzo y cuarcita, además de preformas y puntas de proyectil de obsidiana y cuarzo. En asociación estratigráfica también se recuperaron dos rocas intervenidas, entre ellas una representación fálica y una pieza rectangular tabular de pequeñas dimensiones con grabados hemiesféricos en una de sus superficies. Estas pueden relacionarse a otras tres piezas similares que se localizaron descontextualizadas en las inmediaciones del sitio. Se han realizado cinco fechados en estratos correspondientes a este componente en el sitio: (1) en el piso ocupacional (UE009) del recinto circular, se obtuvo una datación de 1993 ± 25 AP (D-AMS 028234, madera carbonizada); (2) en un depósito interpretado como basurero extramuros (UE012) una de 1744 ± 27 AP (AA105495, grano de maíz carbonizado, ¹³C =-22.8%); (3) en un depósito asociado a la base del muro del patio (UE057), un fechado de 1671 ± 22 AP (D-AMS028232, madera carbonizada); (4) en un depósito interpretado como un piso ocupacional extramuros (UE023), una datación de 1557 ± 25 AP (D-AMS024743, madera carbonizada); y (5) en la superficie de un pozo con evidencias de termoalteración (UE028), un fechado de 1253 ± 31 AP (D-AMS 024744, madera carbonizada). Los resultados definen las probabilidades cronológicas de esta fase de ocupación entre 20 y 850 cal d.C. Mortero Quebrado, TUC-TAF-MQ001 (2.300 msnm) Este asentamiento (tratado más ampliamente en el capítulo 4) se ubica en un sector de cumbre, en el que se distribuyen siete unidades arquitectónicas a lo largo de más de 500 m. Las mismas están compuestas por estructuras de piedra que oscilan entre 3 y 8 recintos circulares cada una, de entre 2 y 5 m de diámetro aproximadamente, con un espacio central de mayores dimensiones, superiores a los 10 m de diámetro, y con una distancia media observada de 135 m. Las excavaciones realizadas (un total de 120 m² distribuidos en tres unidades: U2, U4 y U5) permitieron constatar el carácter residencial de las estructuras, a través de un amplio y diverso conjunto material constituido 34 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... por cerámicas utilitarias, manos de moler, molinos planos pequeños, material vegetal carbonizado, alisadores, yunques líticos, concreciones arcillosas termoalteradas y puntas de proyectil de obsidiana. A su vez, se registran también rasgos internos como fogones en cubeta y pozos cavados en la roca madre. El análisis del conjunto cerámico muestra vasijas aptas para el almacenaje, cocción, consumo y servicio de alimentos, en el que predominan grupos ordinarios y escasos decorados. Los artefactos líticos se asocian a acciones de cortar, raspar, desbastar y perforar, siendo adscribibles a tareas de procesamiento de alimentos y producción de otras tecnofacturas. Las viviendas de este sitio se emplazan en espacios levemente elevados sobre el terreno circundante, lo que genera que todas ellas sean intervisibles con las estructuras vecinas. Además, algunas fueron destacadas por la presencia de rocas intervenidas a través de la formatización, talla en bulto, grabado y/o pulido, en superficie y en excavación, con distintos tipos de decoraciones, en ciertos casos en etapas de manufactura e incluso fracturadas. Hasta el momento se han realizado seis dataciones radiocarbónicas correspondientes a este bloque: (1) en el piso ocupacional (UE 106) del R34, recinto lateral de la unidad MQ-U2, un fechado de 1725 ± 20 AP (AA107302, madera carbonizada, ¹³C =-24.9‰); (2) y (3) en los estratos inferior (UE119) y superior (UE111b) de relleno de un pozo muy profundo cavado bajo el piso del R34, dos dataciones de 1663 ± 22 AP (D-AMS 041077, madera carbonizada) y 1744 ± 26 AP (D-AMS 041076, madera carbonizada), respectivamente; (4) en el piso ocupacional (UE152) del R33, recinto central de la unidad MQ-U2, una de 1580 ± 60 AP (LP3684, madera carbonizada, ¹³C =-24‰); (5) en un rasgo interno (UE 618) del patio central de la unidad MQ-U5, 1855 ± 29 AP (D-AMS024746, madera carbonizada); y (6) en el piso ocupacional de R3 (UE631), recinto lateral de la unidad MQ-U5, una correspondiente a 1649 ± 30 AP (D-AMS024745, madera carbonizada). Estos resultados marcan la ocupación más intensa del sitio entre 50 y 600 cal d.C. La Larga, TUC-TAF-LLa001 (1.950-2.100 msnm) En una zona de cumbre que se extiende por 2 km de este a oeste, se presentan catorce unidades distribuidas de manera dispersa, con una distancia media observada de 72 m (figuras 5 y 6). La visibilidad de las estructuras en superficie resultó óptima debido a la escasez de vegetación, capitulo i. eSpacio y tiempo 35 en tanto su conservación es buena. La mayoría de las unidades registradas corresponde a estructuras de planta circular o subcircular, con patios de 10 a 15 m de diámetro aproximadamente, y recintos de menor tamaño adosados a los mismos. Entre las distintas unidades se observa la presencia de grandes recintos aislados, cuya morfología es compatible con la de canchones de cultivo y/o corrales. Se realizaron cuatro sondeos aleatorios de 1 x 1 m, tres dentro de recintos laterales, y uno en un patio central. En estas intervenciones se recuperó una gran cantidad de cerámica doméstica, asignable estilísticamente al primer milenio, entre ella los restos de un cuerpo de vasija antropomorfa modelada, con gruesas incisiones perpendiculares entrelazadas a modo de un textil, escasos instrumentos líticos y abundante material carbonizado. Figura 5. Planimetría arqueológica sitio La Larga. Plano de Gonzalo Moyano. Loma Bola, TUC-TAF-LoB001 (2.100 msnm) En un faldeo se emplazan siete unidades constructivas y siete estructuras aisladas de planta circular y subcircular. En el caso de los conjuntos arquitectónicos, presentan los mismos patrones que en los sitios Mortero 36 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... Quebrado y La Larga, con una distancia media observada de 99 m (figura 7). En ocasiones estas se mezclan con unidades aisladas, posiblemente corrales y/o canchones de cultivo. La visibilidad de las estructuras no es buena debido a la cobertura de vegetación, siendo las más visibles aquellas que se encuentran atravesadas por los senderos actuales. Figura 6. Vista aérea del filo del sitio La Larga. Fotografía de Julián Salazar. Aliso Redondo-Las Cañaditas, TUC-TAF-AlR001 (1.900 msnm) En una zona de cumbre de 1 km de largo, paralela hacia el sur a La Larga, se registraron ocho unidades, cuatro con evidencias asignables a este periodo. Las mismas se distribuyen en el paisaje de manera dispersa con una distancia media observada de 110 m. En superficie se registró una gran roca erguida, con numerosas cavidades hemiesféricas alineadas, asociada a un muro residencial. Este espacio habría sido reocupado en momentos posteriores, que aquí definimos dentro del Bloque IV. capitulo i. eSpacio y tiempo 37 Figura 7. Planimetría arqueológica sitio Loma Bola. Plano de Gonzalo Moyano. Las Pavitas, TUC-TAF-LPa001 (1.730 msnm) En una terraza del río Anfama, se relevaron dos conjuntos de estructuras circulares con muros de rocas de gran porte. En sectores perimetrales se disponen algunos muros lineales de piedra, que contienen el terreno y presentan un bajo grado de conservación. Allí se realizaron dos sondeos exploratorios donde se recuperaron artefactos de molienda móviles, y materiales líticos tallados. La cerámica es mayormente tosca, pero también se presentan tiestos con engobes rojos y una aplicación modelada de un rostro, estilísticamente asignable al primer milenio EC. 38 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... Bloque III (800 d.C. a 1000 d.C.) Los últimos siglos del milenio denotan la presencia de reconfiguraciones de importancia en relación a la reproducción de la vida aldeana en la región. Los abandonos de numerosos sitios aldeanos como El Pedregal (valle de La Ciénega) o La Bolsa 1 (valle de Tafí) hacia 800 d.C. (Cremonte 1996; Salazar 2011), marcan el fin del uso intensivo de sectores ocupados ininterrumpidamente durante mil años. La información sobre ocupaciones sincrónicas en sectores vecinos es aún escasa, hallándose sitios que presentan ocupaciones anteriores y posteriores como Morro del Fraile (Nastri et al. 2010), y otros que comenzarían a ser poblados en el mismo lapso como Morro de Las Espinillas (Scattolin 2007), El Remate (Aschero y Ribotta 2007) y El Colorado (Palamarczuk et al. 2020), todos ellos en el valle de Yocavil. En Anfama observamos la presencia de novedades en las técnicas constructivas y de algunas innovaciones en los estilos alfareros. Principalmente se abandona la forma de construir y estructurar el espacio residencial vinculando recintos circulares a patios centrales amplios, y aparecen estructuras simples, de planta subrectangular y muros informales. Los conjuntos cerámicos incorporan grupos ordinarios marleados (acabado de superficie realizado con un instrumento corrugado, posiblemente un marlo), que se presentan sobre todo en vasijas ápodas de gran tamaño; se observa la presencia habitual de formas restringidas con bordes entrantes, y algunos grupos cerámicos con antiplásticos más finos o sin agregado intencional de desgrasantes, entre ellos negros pulidos, sin que se observen mayores variaciones de conjunto en otros indicadores como atmósferas de cocción, pintura o policromía (Franco 2019a). La tecnología lítica del bloque no muestra diferencias con respecto al anterior, ya que predominan los recursos locales (sobre todo cuarzo y cuarcita) y diseños expeditivos. La presencia de obsidiana es menor cuantitativamente y estaría asociada a desechos de talla y a una sola punta de proyectil. Se desconoce específicamente la fuente de estas obsidianas, aunque macroscópicamente son compatibles con Ona-Las Cuevas y otras fuentes menores del NOA. El Sunchal, TUC-TAF-ES001 (1.800 msnm) El sitio El Sunchal presenta una ocupación, la cual implicó el desmontaje parcial de las estructuras residenciales previas del Bloque II. Por encima capitulo i. eSpacio y tiempo 39 de estas se superpuso un recinto de planta subrectangular, determinado por un muro bajo y simple, constituido por bloques heterogéneos, que no definen un lienzo regular, sino por el contrario, dan apariencia de un amontonamiento de rocas sobre las cuales se elevarían otros materiales, probablemente perecederos. En el piso ocupacional (UE 066) se recuperó un conjunto doméstico constituido por abundantes restos cerámicos y líticos, que incluyen restos de vasijas de tamaños variados, tubos de pipa, estatuillas zoomorfas, cuchillos, raspadores, alisadores, y una punta de proyectil triangular apedunculada de obsidiana. La alfarería identificada presenta una relativa continuidad morfoestilística con relación a la observada para el Bloque II, pero también se observan algunas innovaciones importantes. La principal a nivel macroscópico es la presencia de grupos peinados. Se recuperaron dos grandes cántaros con elevado grado de integridad, uno de ellos marleado dispuesto sobre un pozo bajo el nivel ocupacional, así como numerosos fragmentos correspondientes a una decena de vasijas con estas características. También se identificó la presencia de morfologías novedosas como pucos con bordes entrantes, estatuillas zoomorfas y asas en forma de herradura. A nivel microscópico, la caracterización de cortes delgados permitió observar pastas finas sin agregado intencional de antiplásticos, mayor variabilidad en las inclusiones identificadas y una ampliación en los modos de hacer alfareros en relación a momentos precedentes (Franco 2019a y 2019b). Se han realizado dos fechados en estratos correspondientes a este componente en el sitio: (1) en un estrato de relleno (UE037) por encima del piso ocupacional, una datación de 1136 ± 21 AP (D-AMS 028233, madera carbonizada); y (2) en el piso ocupacional (UE066), otra correspondiente a 1138 ± 23 AP (D-AMS 028235, madera carbonizada). Los resultados definen cronológicamente a esta fase de ocupación entre 890 y 1015 cal d.C. Bloque IV (1400 d.C. a 1500 d.C.) Los siglos XIV y XV d.C. constituyen en la periodificación del NOA el último tramo del Período Intermedio Tardío, y posiblemente el advenimiento de la presencia incaica en la región. La implementación de diferentes estrategias permitió reconocer tres ocupaciones en Anfama (que son analizadas en profundidad en el capítulo 9): Casa Rudi, La Laguna y Aliso Redondo-Las Cañaditas. 40 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... Se trata de asentamientos residenciales, de carácter discreto y fácil acceso, sin estructuras defensivas. Las tres ocupaciones se caracterizan por su baja densidad ocupacional y su patrón disperso sobre el espacio (FOS inferiores al 10% y distancias medias observadas entre unidades constructivas de 41 y 70 m). Es remarcable la tendencia a la reocupación de los mismos espacios habitados en el milenio anterior. Si bien en este momento las prácticas agrícolas están fuertemente afianzadas en la región, no se han detectado aún evidencias directas de las mismas. El manejo de camélidos (guanacos y/o llamas), por su parte, se constata en el registro arqueofaunístico, donde se recuperaron restos óseos de Lama sp. con marcas de corte. En el registro lítico se observa la continuidad de estrategias expeditivas para la obtención de filos y puntas, y el predominio del uso de recursos locales: cuarzo, cuarcita y rocas metamórficas. También se registra la presencia de obsidiana como único recurso no local en forma de desechos de talla y una punta de proyectil (macroscópicamente compatibles con OnaLas Cuevas y otras fuentes menores del NOA). En las puntas de proyectil se observan cambios morfológicos, limitándose exclusivamente a puntas triangulares pequeñas apedunculadas de base escotada. Casa Rudi, TUC-TAF-CR001 (1.650 msnm) El sitio Casa Rudi (tratado extensamente en el capítulo 9) se emplaza en una terraza de fondo de cuenca, en una zona de pendientes suaves y poco pronunciadas. Las intervenciones permitieron establecer que la ocupación constituía una instalación residencial, en donde se llevaron a cabo actividades relacionadas con el procesamiento y consumo de alimentos. Se han realizado dos fechados en estratos correspondientes a este sitio: (1) en la superficie extramuros con evidencias de termoalteración (UE010), una datación correspondiente a 465 ± 20 AP (D-AMS 022988, madera carbonizada); y (2) en un relleno, asociado a una concentración de fragmentos cerámicos santamarianos en sector extramuros (UE502), otro fechado que ofreció 460 ± 20 AP (D-AMS 022989, fruto de chañar [Geoffroea decorticans] carbonizado). La Laguna, TUC-TAF-LLg001 (1.900 msnm) Se emplaza a lo largo del filo homónimo siguiendo la dirección noroestesudeste y está compuesto por una serie de estructuras rectangulares asociadas a muros de contención (figura 8). Se halla en un sector neurálgico capitulo i. eSpacio y tiempo 41 del camino que conecta el valle de Anfama con el de Tafí a través de La Ciénega, además de poseer una vista estratégica de las terrazas fluviales de la cuenca (figura 9). Se identificaron cuatro unidades arquitectónicas de planta ortogonal, dos compuestas y dos simples, asociadas a posibles muros de contención. El conjunto cerámico recuperado estaba integrado exclusivamente por materiales de filiación tardía (santamariano, Famabalasto negro grabado y Ordinario alisado por marleado). Figura 8. Planimetría arqueológica sitio La Laguna. Plano de Gonzalo Moyano modificado por Agustina Vázquez Fiorani. 42 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... Figura 9. Vista de la mesada de La Laguna en la cual se puede apreciar el lugar dominante que adquiere, así como la posición estratégica respecto al camino con La Ciénega y Tafí que sale a la derecha. Fotografía de Julián Salazar. Aliso Redondo - Las Cañaditas, TUC-TAF-AlR001 (1.900 msnm) Este sitio, ya descrito dentro del Bloque II, muestra evidencias de ocupaciones correspondientes a este bloque. Siete de los ocho conjuntos presentan arquitectura ortogonal y muros rectos, en ocasiones alterando los recintos circulares subyacentes. El Sunchal, TUC-TAF-ES001 (1.800 msnm) En distintos estratos de relleno superficial del sitio se detectaron esporádicamente fragmentos cerámicos asociables a momentos liminares del período prehispánico (Santamariano bicolor, Yocavil polícromo, Famabalasto negro grabado), los cuales no han podido por el momento ser vinculados a ninguna evidencia arquitectónica, pero denotan algún tipo de ocupación del sector durante este bloque. capitulo i. eSpacio y tiempo 43 Bloque V (s. XIX d.C.a 2007 d.C.) Este bloque se define en base a la conformación, desarrollo y desarticulación de las unidades económicas conocidas como estancias. De acuerdo a comunicaciones personales con comuneros de Anfama, el establecimiento de muchas familias en la cuenca se dio a partir de negociaciones con terratenientes y bajo el sistema de arrendamientos. Las estancias no solo vinculaban a arrendadores y arrendatarios a partir de actividades económicas agropecuarias, sino también vinculaban a estos con el territorio, y servían como estructuradoras de las lógicas de ocupación, convirtiéndose en ejes alrededor de los cuales se disponían las viviendas y espacios productivos de los arrendatarios. De esta manera, el espacio de la cuenca de Anfama se encontró, avanzado el siglo XX, dividido en territorios de tres estancias diferentes: una ubicada en la quebrada de la Ciénaga, otra en La Manga y otra ubicada en el sector de El Alto de Anfama, alrededor de la cual fue formándose la reconocida Villa El Alto. La materialidad asociada a este momento procede esencialmente de los cascos de estancia e infraestructura productiva propia de estas unidades (especialmente corrales) y las viviendas de los arrendatarios, algunas abandonadas hace varias décadas, de las que solo quedan los cimientos de los espacios habitacionales, así como bases de horno y muros de contención, entre otros. Asimismo, se encuentran vinculados a este período los edificios de la escuela, la posta sanitaria, la iglesia y la toma de agua. Consideramos como el final de este bloque el 2007, año en el que se forma la Comunidad Indígena de Anfama. Bloque VI (2007 d.C. hasta la actualidad) La constitución de la Comunidad Indígena se dio como corolario de un importante proceso que involucró la adscripción a una identidad diaguita por parte de las familias que habitan la cuenca, acciones de organización colectiva y desarticulación de las estructuras de las estancias. En este bloque pueden identificarse lógicas diferentes a las observadas en el Bloque V, especialmente en lo que refiere a las relaciones sociales, productivas y de ocupación del espacio llevadas a cabo por comuneros y comuneras a partir de la negociación colectiva de acuerdo a la institucionalidad de la Comunidad. El reconocimiento como indígenas o descendientes de indígenas por parte de los comuneros, pero también por las instituciones 44 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... estatales, han propiciado procesos de construcción de memoria colectiva en torno al pasado prehispánico, el pasado reciente y el presente. La materialidad asociada a este momento difiere muy poco de la identificada para el Bloque V. Tienen un fuerte protagonismo los espacios residenciales y los productivos asociados a ellos (corrales y zonas de cultivo delimitadas con alambrados o pirca). Los cascos de las estancias de El Alto y La Manga han sido reconvertidos en viviendas, desarticulándose los espacios productivos de cada uno de ellos. Un elemento importante propio de este bloque es la Sede Comunitaria, edificio construido de manera colectiva y que es utilizado para reuniones ordinarias y extraordinarias en la vida institucional y festiva de la Comunidad. LAS LÓGICAS SOCIALES DEL PAISAJE, MÁS ALLÁ DE LA SECUENCIA Los resultados reseñados posibilitan generar una serie de reflexiones sobre la variabilidad del registro arqueológico prehispánico de Anfama. Las ocupaciones relevadas corresponden a poblaciones humanas que habitaron con intensidad variable la región desde unos siglos a.C. hasta momentos coetáneos a la llegada de los incas. La intensidad de estas ocupaciones no fue estable, sino que evidencia algunos pulsos en los cuales el registro incrementa su visibilidad y otros en los cuales se reduce. Podemos observar, que, entre las diecisiete dataciones realizadas, dos corresponden al Bloque I, once al II, dos al III y dos al IV. Si bien esta cuantificación surge de una muestra arbitraria, podría extenderse a otros indicadores, especialmente a sitios en superficie, que muestran tendencias análogas: de las 57 unidades constructivas consideradas, el 3,5% presenta evidencias del Bloque I, el 71,92% del II, el 1,75% del III y el 26,31% del IV. Siete de esas unidades (el 12%) han sido ocupadas en más de un bloque, producto de la modificación, total o parcial, o superposición de estructuras previas. Dichos pulsos podrían asociarse a diversas modalidades de configurar y habitar paisajes diferenciados: una que respondería a ocupaciones estacionales, no permanentes o menos intensivas con construcciones informales y de menor inversión de trabajo, y otra que parece responder a patrones de mayor recurrencia e intensidad de uso de los mismos lugares con construcciones de morfologías similares en múltiples sectores del valle y de mayor grado de formalidad, con pisos ocupacionales establecidos y densos. Esta variación en los modos de construir y habitar pone en tensión las lecturas en las cuales el sedentarismo se incrementa gradualmente, a la capitulo i. eSpacio y tiempo 45 par del aumento demográfico y otros fenómenos como la jerarquización, la desigualdad o la intensificación. El Bloque I es caracterizado por estratos y rasgos arquitectónicos soterrados bajo ocupaciones más recientes, que permiten hipotetizar una baja intensidad o continuidad en el uso puntual de ciertos espacios. Las características arquitectónicas que denotan escasa inversión de trabajo implicarían asentamientos proyectados para un uso estacional (Diehl 1997; Roth 2016), a las que se agregan evidencias de recolección de especies alóctonas, sugiriendo un elevado grado de movilidad espacial para el bloque. El Bloque II, por su parte, muestra el mayor grado de ocupación de áreas habitables en la cuenca, coincidente con la expansión de asentamientos aldeanos en la región (Scattolin 2007; Oliszewski 2017). La tendencia al agrupamiento se intensifica: numerosos sitios formados por varias unidades arquitectónicas aumentan, aunque éstas mantienen cierta distancia entre ellas. La constante aparición en los mismos de esculturas líticas con formas fálicas, antropo o zoomorfas, similares a los menhires-huanca observados en el valle de Tafí (García Azcárate 1996) puede entenderse como la evidencia de la emergencia de marcadores territoriales, mediadores materiales de las tensiones propias de un espacio con cierta cantidad de población (Aschero 2007). En el Bloque III se evidencian ocupaciones que retoman lugares y alteran estructuras anteriores, construyendo recintos subrectangulares, aislados y casi imperceptibles en el paisaje. La infrecuencia del registro de estas ocupaciones, la informalidad de las construcciones y la reducida inversión de trabajo en su configuración permitirían pensar en poblaciones menos permanentes que habitaban múltiples paisajes en circuitos estacionales. El contexto regional, signado por la inestabilidad social y política, habría movilizado el surgimiento de estas estrategias de construcción del paisaje y modalidades tecnológicas novedosas. Las evidencias que proceden del Bloque IV, especialmente en Casa Rudi, La Laguna y Aliso Redondo, muestran nuevamente construcciones más sólidas, áreas de actividad más formales, intervenciones más amplias y visibles en el paisaje, lo cual evidencia a su vez la redundancia de las ocupaciones en las mismas locaciones. Las tendencias esperadas para la primera mitad del segundo milenio EC, registradas en los valles intermontanos (aglomeración poblacional en asentamientos defensivos, instalación de infraestructura productiva intensiva y emergencia de estructuras políticas complejas, ya sean jefaturas o sistemas corporativos) no se observan en el registro arqueológico. 46 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... Sin embargo, más allá de la variación dinámica en estas modalidades de configuración de los escenarios habitados e intensidad de las ocupaciones, el elemento que se constituye como una constante en el paisaje es la preponderancia de lo doméstico (Haber 2011). La mayor parte de la materialidad identificada refiere a lógicas de apropiación de lugares y estrategias tecnológicas que remiten a dicha escala. Independientemente de los cambios observados, como la tendencia al agrupamiento en los Bloques II y IV, o el incremento o reducción de la cantidad de ocupaciones correspondientes a cada periodo, las instalaciones residenciales se mantienen como los elementos más visibles en el paisaje y conservan un marcado distanciamiento (entre 72 y 135 m de distancia media observada entre unidades constructivas) que genera entornos de experiencias cerrados hacia el interior de cada vivienda. La lógica de construcción de los asentamientos, no obstante, no impide la conformación de proximidades que pueden ser visuales y que construyen lazos que exceden a lo doméstico, tal como se ha planteado para la vertiente oriental del Ancasti (Quesada et al. 2012). Dicha modalidad contrasta con lo observado en áreas más occidentales como los valles de Tafí, La Ciénega, Yocavil y/o El Cajón, donde se presenta un mayor grado de nucleamiento poblacional en algunos momentos del primer milenio (Scattolin 2007; Salazar 2011; Oliszewski 2017) y especialmente en el segundo (Tarragó 2000). La dispersión se constituyó como una estrategia de asentamiento y uso del espacio persistente, privilegió la intervisibilidad por sobre la continuidad y contigüidad física, lógica que se reitera también hacia el este de las estribaciones orientales de cumbres Calchaquíes (Ryden 1936; Heredia 1974; Caria 2004; Caria y Miguez 2009; entre otros). Las escarpadas cumbres del valle habrían impedido los aglutinamientos arquitectónicos, y por ende, favorecido el aprovechamiento de los pequeños espacios de escasa pendiente disponibles en los distintos filos de los cerros y los fondos de cuenca por parte de grupos domésticos de número reducido. Por otro lado, la estabilidad, que no se condice con las transformaciones esperadas en las secuencias regionales clásicas, también se observa en otros casos de estudio, como en Tebenquiche (Haber 2011), o Fiambalá (Orgaz et al. 2014), donde las lógicas de construcción y reproducción del paisaje se mantuvieron hasta entrado el siglo XIII. Roddick y Hastorf (2010) analizaron los cambios y continuidades en la materialidad registrados en la península de Taraco, Bolivia, durante 2.000 años, a través de la idea de memoria social tanto en los procesos capitulo i. eSpacio y tiempo 47 de inscripción e incorporación, como en instancias en que los límites de estas dos categorías dicotómicas se borran, especialmente aquellas donde la materialidad juega roles activos. Las prácticas discursivas y no discursivas que posibilitaron la reproducción de modos de hacer permiten explicar la dinámica social de las tendencias históricas del Formativo en la cuenca del Titicaca, definidas por largos momentos de estabilidad, puntuados por instantes de cambio y reconfiguración, tal como podemos observar en nuestro caso. La tradición, reconcepctualizada desde esta perspectiva, ofrece un marco flexible que no opone cambios a continuidades, ya que las estructuras sociales solo existen y se actualizan en la práctica. Sin embargo, la explicación de ciertas trascendencias aún requiere de elementos de mayor alcance que encontramos en los palimpsestos (Bailey 2007; Lucas 2005), concepto que es profundizado en el capítulo 3. La perduración de la estrategia de paisajes habitados de manera dispersa pero continua, puede originarse en la recurrencia en el uso de determinados puntos para las instalaciones, la cual incluso implica el reordenamiento o el desmontaje de estructuras previas para emplazar las nuevas. En El Sunchal, un recinto circular de lajas clavas habitado a inicios del milenio fue desmontado en buena proporción, junto con un piso ocupacional. Por encima, se le construyeron, al menos, dos estructuras sucesivas, en las cuales se integraron materiales constructivos previos, entre ellos una escultura fálica. En el sitio Casa Rudi la ocupación del Bloque IV, con materiales de estilo santamariano, se impuso a un componente cuyos artefactos corresponden claramente al primer milenio. En Aliso Redondo, un asentamiento aún no excavado en área, distintas estructuras muestran la superposición de eventos constructivos con composiciones de lienzos muy distintos, así como superposiciones de materiales correspondientes a estilos asociados a los Bloques II y IV. Estos ejemplos de recurrencias y redundancias para ocupar, modificar y reocupar lugares podrían explicarse a partir de la escasez de ámbitos habitables, fundamentalmente planos y con acceso próximo a fuentes de agua, en una cuenca muy accidentada. También sería compatible con una multiplicidad y dispersión de espacios cultivables, pero en baja escala y con largos periodos de barbecho. Si bien solo hemos registrado excepcionalmente estructuras arqueológicas relacionadas a la producción, la agricultura campesina actual en Anfama muestra que se puede cultivar exitosamente maíz en parcelas con pendientes bastante pronunciadas sin la necesidad de infraestructura constructiva. Sin embargo, algunos sitios, intensamente ocupados en un bloque determinado, como Mortero 48 SteFania chiaVaSSa ariaS, KeVin carricart... Quebrado, muestran un verdadero abandono, sin reocupaciones posteriores. Densos estratos de relleno eólico, que no ofrecen material cultural, cubren pisos habitacionales singulares en tres de las siete unidades residenciales intervenidas. Los muros de lajas se encuentran perfectamente erguidos, sin eventos de destrucción, alteración o reconstrucción. Las elecciones de instalar y erigir una casa y construir el entorno de una instalación doméstica, más allá de los condicionantes ecológicos a los que pudiera responder, evidencian la pervivencia de memorias espacializadas, quizás generadas por grupos y en tiempos muy distantes, pautas y lógicas de construcción y uso del paisaje cultural que se remiten a instalaciones previas pero se despliegan y persisten en la materia. CAPÍTULO 2. ENSAMBLAJES DOMÉSTICOS. LA DINÁMICA DE LA REPRODUCCIÓN DE LAS SOCIEDADES ALDEANAS Julián Salazar El análisis de larga duración de los paisajes construidos en la cuenca de Anfama, así como en valles y quebradas próximas como Tafí (Franco Salvi et al. 2014), La Ciénega (Cremonte 1986; Franco Salvi et al. 2022) y Los Corrales (Oliszewski 2017), muestra que si hay una tendencia histórica local en la conformación de las aldeas tempranas es la preponderancia de lo doméstico La arqueología doméstica ha sido una línea de estudios exitosamente aplicada como aproximación a la unidad más básica de la estructura social (Manzanilla 1990; Nielsen 2001; Nash 2009; Gonlin 2013; Kuijt 2018). Siguiendo la idea original de Wilk y Rathje (1982) en general se asume que “…la unidad doméstica es la unidad espacial/conductual humana más fundamental y funciona como una unidad de adaptación” (Douglass y Gonlin 2013:2, traducción del autor). Distintos académicos han enriquecido las visiones del pasado a través de múltiples líneas de indagación entre las cuales se destacan la articulación de la práctica cotidiana con el cambio social (Nielsen 2001; Hastorf y D´Altroy 2002; Kuijt 2021), la cooperación (Pluckhahn y Wallis 2021), la producción de bienes primarios y artesanales (Hagstrum 2001), el género (Bowser y Patton 2004), las desigualdad y jerarquización (Blanton 1995; Spencer y Redmond 2021), entre otros. Sin embargo, considero que los conceptos de unidad doméstica (o household) se han limitado a pensar en componentes menores de entidades con atributos más efectivos y determinantes, ya sean las culturas, las entidades socioculturales, los sistemas, entre otras categorías analíticas. Esta perspectiva puede ser relacionada con la ontología dominante, que supone 50 Julián Salazar que sin relaciones de interioridad (aquellas relaciones necesarias y causales que vinculan partes dentro de un organismo heterogéneo), una totalidad no puede tener propiedades emergentes, volviéndose un mero agregado de las propiedades de sus componentes (De Landa 2006). En contraste, Harris (2014, 2018) propuso entender a los agrupamientos sociales que son objeto de estudio de la arqueología en términos de ensamblajes1, es decir, composiciones heterogéneas de partes en estados permanentes de cambio. De acuerdo a Deleuze (Deleuze y Guattari 1988; De Landa 2006; Jervis 2018) el flujo de los ensamblajes es definido por movimientos a través de los cuales sus componentes son vinculados, o territorializados, y separados debido a las continuas transformaciones, o desterritorializados. Deleuze propuso que diferencia y devenir debían tener prioridad sobre identidad y ser, es decir que el énfasis debe ponerse en la experiencia y la emergencia más que en un mundo definido y concebido a priori (Jervis 2018). Las sociedades aldeanas tempranas (Bandy y Fox 2010) pueden convertirse en ejemplos para revisar la conceptualización de los agrupamientos sociales y enfrentar críticamente los supuestos que sustentan que las unidades domésticas, aldeas, comunidades y culturas hayan sido estructuras homogéneas y sistemas integrados con esencias sin motivaciones. Como muestran numerosas contribuciones recientes, la práctica social opera en una estructura multiescalar, en la cual las unidades domésticas están situadas de maneras contingentes (Glowacki y Barnett 2021). La consideración de las unidades domésticas como unidades mínimas de la sociedad o microcosmos de sistemas más amplios, ha limitado nuestra capacidad de pensar sobre cómo ellas efectivamente crean, mantienen o incluso subvierten las instituciones más amplias (Quinn et al. 2021), así como han reducido la casa (incluyendo todos los aspectos materiales de la vida cotidiana) a una expresión inerte de las acciones y relaciones humanas puras. Sugiero que las unidades domésticas (households), definidas como ensamblajes (sensu Harris 2018), podrían explicar ciertos procesos 1 Ensamblaje (assemblage) es un término ya utilizado en arqueología con un sentido distinto. Para Clarke (1968), un ensamblaje es un conjunto asociado de tipos de artefactos contemporáneos. Sin embargo, si bien alguna reminiscencia a un enfoque relacional podría ser vislumbrada, esta definición se orienta a la clasificación y ordenamiento de materiales, mientras que el sentido dado en este capítulo implica un proceso de reunión y un cambio de asignar a objetos o depósitos arqueológicos alguna forma de esencia estática, para verlos como entidades en cambio permanente (Jervis 2018). capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 51 históricos específicos que llevaron a la emergencia o desintegración de otros ensamblajes en escalas mayores o menores. Las secuencias de formación, crecimiento, fisión y desarticulación, los procesos de territorialización y desterritorialización de diferentes componentes podría explicar una parte significante del desarrollo de aldeas tempranas en los Andes del sur. En este capítulo retomo algunos puntos sobre la arqueología doméstica de los valles y cuencas pedemontanas del NOA durante el primer milenio EC, enfocando en las dinámicas materiales de casas y la construcción de colectivos, que permitieron la formación, crecimiento y disolución de ensamblajes heterogéneos muy particulares que denominamos aldeas tempranas. UNIDADES DOMÉSTICAS COMO ENSAMBLAJES La perspectiva de los ensamblajes (De Landa 2006; Harris 2014, 2018; Jervis 2018) es un enfoque que intenta superar las dicotomías modernas y enfatiza los procesos dinámicos de devenir más que la estática de ser. Los fenómenos relacionales operan como ensamblajes y como tales pueden ser entendidos en términos de congregaciones de componentes heterogéneos relacionados entre sí en los procesos continuos de ensamble, desensamble y reensamble (Beck 2018). Estos instrumentos conceptuales pueden ser aplicados para entender a las unidades domésticas desde un punto de vista arqueológico. El enfoque de De Landa se centra en los procesos relacionales de devenir y el ensamble temporario de entidades, lo que constituye la primera herramienta conceptual: territorialización. Es el proceso a través del cual la identidad de un ensamblaje se estabiliza como el resultado de grados crecientes de homogeneidad interna o de nitidez de sus límites. Este concepto es esencial, porque implica el proceso que define fronteras de territorios reales (De Landa 2006: 13). Sin embargo, también refiere a procesos no espaciales que incrementan la homogeneidad interna de un colectivo. En sus trayectos de reproducción, las unidades domésticas continuamente construyen, usan, y cambian ciertos lugares definiendo fronteras. Este sería uno de los sentidos de las fuerzas territorializadoras. Además, la necesidad de compartir trabajo, o la presencia de ancestros, o sus memorias materializadas, fortalece la homogeneidad interna de sus componentes. Sin embargo, en vez de estar unidireccionalmente integradas, estas fuerzas 52 Julián Salazar coexisten con otras que son desestabilizadoras, las cuales debilitan los límites espaciales e incrementan la heterogeneidad interna. Estas últimas se definen como desterritorialización (De Landa 2006). Un aspecto clave concierne a los medios por los cuales los componentes se involucran a través de relaciones de exterioridad. Los cuerpos o componentes dentro de los ensamblajes tienen cierta autonomía del todo y no son definidos por vínculos causales jerárquicos. Pueden desligarse y revincularse en nuevos y diferentes ensamblajes, en los cuales las interacciones pueden ser diferentes a través de los procesos de reterritorialización (De Landa 2006). Debido a que existen conexiones efímeras y emergentes entre las entidades definidas dentro de los ensamblajes, sus propiedades no son simplemente la suma de sus partes. Cuando se unen elementos heterogéneos, mediante relaciones de exterioridad, se crean las posibilidades para la emergencia del cambio (Harris 2014; Marsh 2016). Ciertos componentes, como un conjunto de herramientas utilizadas por una unidad doméstica por ejemplo, pueden actuar autárquicamente del conjunto, desarrollando nuevas posibilidades de individualizar trabajo, debilitando la integración de grupos amplios y convirtiéndose en fuerzas de reterritorialización de unidades múltiples, pequeñas y neolocales. Una ventaja importante de los ensamblajes es que, considerando las críticas ontológicas de la última década (Olsen 2010; Olsen et al. 2012), incluyen a toda clase de seres, humanos y no humanos (Harris 2018), en escalas múltiples y superpuestas. Las partes componentes se constituyen a su vez como ensamblajes y sus propias características tienen el potencial de modificar el flujo de las organizaciones en las cuales participan. ¿Cómo podemos entender a las unidades domésticas en términos de ensamblajes? ¿Qué tipo de entidades pueden territorializarse en las unidades domésticas? ¿Qué entidades/componentes tienen el potencial de redefinir los ensamblajes? ¿Es la categoría de ensamblajes aplicable al contexto arqueológico? ¿Cómo pensamos sobre los ensamblajes inclusivos de las unidades domésticas en una escala más amplia? En arqueología no se excavan unidades sociales, sino viviendas y artefactos domésticos (Wilk y Rathje 1982; Allison 1999). La gran variabilidad con que la membresía, el parentesco y la residencia estructuran el registro material ha desafiado a los intentos de inferir vínculos directos entre estos elementos. Consecuentemente, los estudios domésticos han sido reacios a enfocarse en el parentesco (Ensor 2013), priorizando aspectos más visibles centrados en actividades domésticas y sus consecuencias materiales. En efecto, esta distinción fue útil para destilar varios fenómenos solapados que a veces se capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 53 confunden. Sin embargo, en el mismo movimiento, un único ensamblaje, constituido por seres humanos y objetos materiales fue ontológicamente disuelto: las unidades domésticas se quedaron con las relaciones humanas y dinámicas, mientras las viviendas, o espacios domésticos, quedaron restringidas a los desechos inertes de aquellas. Desde mi punto de vista, las viviendas, casas, o residencias, son lugares donde las actividades domésticas tienen lugar de manera recurrente (Allison 1999; Nielsen 2001; Haber 2011), son escenarios significativos donde se desarrolla la vida cotidiana (Gastaldi 2012:95), mientras que las unidades domésticas (households), como el término en inglés transmite mejor, constituyen aquellos colectivos heterogéneos e híbridos que la casa contiene y que recursivamente sostienen a la casa. Desde esta perspectiva, quiero enfatizar que las unidades domésticas son colectivos orientados a tareas que combinan comportamiento económico (producción y consumo de bienes), reproducción social y biológica y algún tipo de identidad (Wilk y Rathje 1982; Gonlin 2013; Kuijt 2018, 2021), pero también todas las cosas materiales que construyen y participan en esos colectivos. La unidad doméstica no es concebible sin las entidades materiales que habilitan la vida de las personas, pero que también median, afectan y cambian sus relaciones. Como sostiene Beck, el ensamblaje de la casa va más allá de la construcción física e incluye procesos constructivos, herramientas, normas sociales, prácticas culinarias, arquitectura y personas, dentro y en torno a la vivienda, lo que deja sus huellas en el registro arqueológico. Distintos estudios dentro de los llamados nuevos materialismos2 (Shanks 2007; Olsen et al. 2012; Jervis 2018), han llamado la atención sobre los roles efectivos de los materiales en la reproducción de estructuras y 2 Los nuevos materialismos son enfoques surgidos en reacción a las dualidades cartesianas y a las asimetrías antropocéntricas (Shanks 2007). La principal aseveración es que los seres humanos no son ontológicamente distintos a otras entidades, y por ello deberían ser considerados en el mismo plano de existencia. A pesar de la falta de intencionalidad, los no-humanos actúan (en el sentido que su existencia incide y trastoca las trayectorias de los fenómenos) y pueden ser igualmente, menos o incluso más efectivos que los humanos (Olsen et al 2012). Esto no busca subvertir el balance entre personas y cosas privilegiando a lo material, sino que da énfasis al proceso de mezcla e hibridación, viendo a la agencia como una propiedad emergente de colectivos distribuidos (Jervis 2018). La aplicación de estas ideas ofrece a la investigación arqueológica la posibilidad de entender completamente la relevancia de los objetos y la cultura material en los procesos bajo estudio. 54 Julián Salazar prácticas. Desde luego, los humanos son entidades esenciales, que poseen la capacidad de modificar intencional y físicamente sus entornos y les asignan significados, pero los materiales también tienen capacidades para transformar las condiciones en los ensamblajes que ellos constituyen. La acción combinada de diferentes entidades no humanas, como arcillas, agua, o insectos, los cuales podrían afectar los rasgos materiales de las viviendas, obligan a los humanos y otras entidades a actuar (Kuijt 2018, 2021); la durabilidad de ciertos objetos, mucho más prolongada que la de una vida humana, permite la reproducción de prácticas, tradiciones o relaciones de memoria a través de múltiples generaciones (Lucas 2005). La disponibilidad de agua y lluvias combinadas con los suelos y las prácticas productivas, definen las posibilidades para el éxito y la agricultura sostenible. La construcción de amplias edificaciones puede llevar a eventos que trascienden la escala doméstica y hacen emerger diferentes relaciones en el espacio social (Goodale et al. 2021). Consideradas como colectivos siempre cambiantes en procesos de territorialización de muros, implementos de cocción, seres humanos, instrumentos de molienda, herramientas líticas, cámaras funerarias, y relaciones afectivas, las unidades domésticas pueden incluir entidades previamente separadas en zonas ontológicas separadas (Olsen 2010), lo cual implica la necesidad de integrar distintas especialidades metodológicas o teóricas de la disciplina arqueológica. De hecho, uno de los elementos que unen a las personas en las viviendas es el parentesco. El parentesco no se agota en relaciones sanguíneas o ficticias entre seres humanos, sino que representa un compromiso fluido entre gente, actividades, alimentos, seres sobrenaturales y objetos. Hastorf (2017), por ejemplo, ha propuesto que las unidades domésticas podrían ser definidas como conjuntos de personas que recurrentemente comen juntos, moviendo la discusión de los objetos a los actores e interacción con los objetos, incluyendo la presentación de comidas, contenidos de platos, hogares entre otros ítems (capítulo 6). Las unidades domésticas, como entidades dinámicas, también involucran ensamblajes en escalas menores. Las familias nucleares, los sistemas de producción artesanal, relaciones de género e implementos de almacenaje se combinan para permitir la existencia y reproducción de la unidad doméstica. Por otro lado, constituyen componentes de colectivos más amplios. Agrupamientos de unidades domésticas podrían dar forma a comunidades o unidades domésticas distanciadas que podrían crear redes de larga distancia. Sin embargo, las características de este tipo de sistemas capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 55 y sus interacciones asociadas y prácticas compartidas no deberían ser asumidas sino seguidas y demostradas en el registro arqueológico (Yaeger y Canuto 2000). Esta naturaleza multiescalar de las unidades domésticas nos desafía a desarrollar vías metodológicas y teóricas para abordar las intersecciones borradas y solapadas a través de distintas escalas. Las unidades domésticas en las comunidades locales Algunas de estas cuestiones pueden ser abordadas considerando los modos en los cuales las unidades domésticas, que habitan nuestra área de estudio en la actualidad, emergieron y cómo sus partes componentes se integran. Actualmente, Anfama está habitada por una comunidad originaria, autoidentificada como Diaguita y reconocida como tal por el Estado, compuesta por 56 familias que mantienen prácticas agropastoriles tradicionales de pequeña escala centradas en el cultivo de maíz y algunas pasturas en pequeñas parcelas, y el pastoreo de ganado bovino, ovino y, en menor medida, caprino. El difícil acceso a través de 18 km de senda de montaña desde la población de El Siambón ha definido distintas particularidades como la inexistencia de cualquier tipo de maquinaria agrícola para el laboreo de la tierra, realizándose su roturación a través de arado con tracción a sangre. La producción se caracteriza por pequeñas parcelas de menos de 1 ha que depende exclusivamente del trabajo humano y la fuerza de los bueyes, que mantiene a las unidades domésticas rurales tradicionales como el colectivo de acción e interacción social más importante. Estas unidades son relictos de la organización productiva del azúcar, la cual desde las zonas bajas tucumanas articulaba subsidiariamente a las poblaciones de la montaña en la zafra. Los campesinos de los sectores serranos habitaban la mayor parte del año en las cuencas altas de Tucumán, como Tafí, La Ciénega, Anfama o Chasquivil, donde pagaban renta mayormente en trabajo, a través de las llamadas “obligaciones”, y durante los meses de zafra asistían a los ingenios aportando casi toda la fuerza de trabajo a su disposición. La modalidad de trabajo y pago promovían la formación de familias extensas, las cuales poblaron todos estos espacios. No obstante, en las últimas tres décadas la crisis de la producción azucarera, combinada con la maquinización de esa actividad, interrumpió el requerimiento de dicho trabajo estacional. 56 Julián Salazar Paralelamente, las comunidades campesinas de la montaña vivieron un proceso de reivindicación identitaria, apelando a su origen indígena, a través del cual en algunos casos lograron desembarazarse de la presión ejercida por la elite terrateniente. En la actualidad esas familias habitan y gestionan de manera autónoma su territorio, aunque en muchos casos no logran retener a las generaciones económicamente activas que migran a distintos centros urbanos, y generan un proceso de abandono paulatino de algunos espacios y también de reducción de las unidades sociales, que tienden a ser predominantemente núcleos pequeños constituidos por adultos mayores y niños. Esto hace que el caso anfameño sea de interés para analizar algunas cuestiones referidas a la organización doméstica y, en especial, a su dinámica. Su incorporación en este capítulo no responde a establecer vínculos históricos directos, ni analogías entre los grupos aldeanos de hace 2000 años y los actuales Diaguitas (Molar y Salazar 2018). Más allá de la importancia del caso en sí mismo, puede contribuir a aplicar la teoría de ensamblajes en este tipo de colectivos. De acuerdo a distintos entrevistados en Anfama, las unidades domésticas están compuestas de muchas cosas. En primera instancia, durante las entrevistas, destacan las relaciones de parentesco entre los miembros, vivos o difuntos, aún presentes o migrados. Sin embargo, en la profundización de las charlas, o incluso durante el desarrollo de las actividades diarias, se expresa de distintas maneras que las unidades domésticas incluyen relaciones más complejas entre objetos mundanos, lugares, memorias y escalas sociales más amplias. Una anciana, Flora Valderrama, entrevistada acerca de su familia respondió trayendo un cajón de madera desgastada al que describió con el término talmud, una antigua unidad de medida para el intercambio de granos. A través de ese objeto, rememoró toda una cadena productiva y afectiva, personas ya ausentes, familiares, vecinos y foráneos, sobre todo a su marido y a lo que una vez fue su familia. En otro caso, una sencilla mano de moler rememora a la suegra de Susana Navarrete. La mano estuvo en la familia por tres generaciones, aunque no podría decirse que sea un objeto “valioso”. De hecho, es muy similar a otros nódulos de cuarzo disponibles en los arroyos locales. Sin embargo, era usada por la madre de su compañero, cuyas memorias son frecuentemente traídas por cosas: una silla, una palangana de zinq, o una habitación clausurada. Esta mujer, ya fallecida, habría pasado sus tardes en torno al hogar principal de la casa, el cual ya no está en uso. No obstante, el nuevo tiene las mismas características físicas que el primero capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 57 y en él arden los mismos leños de aliso (Alnus acumiata), dispuestos en el fogón de la misma forma. Ese tipo de madera, muy abundante en el bosque montano, produce llamas muy apropiadas para hervir agua o infusiones, para freír o para cocinar comidas basadas en charqui, siguiendo antiguas recetas transmitidas hasta hoy en torno a fogones similares, en cocinas muy parecidas, cuyos pisos son en todos los casos de tierra. A pesar de esas propiedades, el aliso se consume muy rápidamente, de modo que grandes cantidades de leña deben ser continuamente acarreados a las viviendas, frecuentemente por niños o con la ayuda de animales, como caballos o mulas. Algunos de los adobes que definen esas cocinas, y el resto de las habitaciones de la casa incluyen fragmentos de cerámica prehispánica o incluso molinos de piedra, e historias sobre quiénes cortaron ese adobe o construyeron (y modificaron) la estructura. Una puerta puede recordar en algunos casos un cadáver velado después de una muerte accidental, o la travesura de un niño que hoy vive, lejos, las penurias de la vida urbana. Si esta breve descripción cuenta algo sobre las entidades ensambladas (o territorializadas) en una unidad doméstica, es que las unidades domésticas viven un permanente estado de transformación. Esta dinámica es mucho más amplia que el ciclo de reproducción (Chayanov 1974) e implica cambios más vinculados a los movimientos internos de algunos componentes y las relaciones con otros ensamblajes en escalas más amplias, como el sistema de producción capitalista, las organizaciones religiosas transnacionales, el estado, las coyunturas ambientales, entre otras. Nuestros supuestos sobre lo que es una unidad colapsan contra las contingencias de lo que está deviniendo. Las relaciones entre personas, instrumentos, muros, objetos, energía, animales, o incluso insectos o elementos químicos, condiciones ambientales, derechos de propiedad, sistemas de producción son en parte componentes y condicionantes de las unidades domésticas anfameñas. Algunos de ellos homogeinizan las partes componentes del grupo, como las memorias evocativas sobre una receta, o una fiesta, o conflictos territoriales con los terratenientes foráneos, y otras definen los límites de las unidades domésticas, como muros o parcelas roturadas, o encerramientos para animales domésticos. Algunos otros desestabilizan los ensamblajes, como por ejemplo, los conflictos internos, la educación formal, o los trabajos dentro del mercado capitalista. Durante las últimas tres décadas, la necesidad de ingresos monetarios y especialmente la desarticulación de la producción azucarera, se han convertido en fuerzas determinantes para la emigración de adultos en edad económicamente activa de esta localidad a núcleos urbanos más grandes, de la provincia o 58 Julián Salazar del país. Este elemento desterritorializador disuelve ciertas relaciones con las unidades locales, pero se reterritorializan en otros lugares, donde las relaciones previas son factores importantes de decisiones residenciales, subsistencia y sociabilidad. La naturaleza dinámica de estas relaciones muestra su carácter de exterioridad. Ellos amalgaman sus propios componentes que pueden ser recombinados en nuevos ensamblajes, manteniendo algunos de sus rasgos originales. NARRATIVAS SOBRE EL PRIMER MILENIO DEL NOROESTE ARGENTINO Las narrativas evolutivas sobre la historia precolombina surandina han enfatizado procesos lineales de intensificación económica junto al crecimiento de la escala, desigualdades y jerarquías definidas por cambios progresivos y acumulativos en las estrategias de subsistencia, de grupos pequeños e igualitarios de cazadores recolectores a unidades políticas complejas que podrían ser definidas como jefaturas. La naturaleza y temporalidad de la expansión agrícola y el sedentarismo en el Noroeste argentino aún no están claras. La evidencia arqueológica anterior al 500 a.C. es muy escasa fuera de las tierras altas. En algunos espacios puneños, los procesos de intensificación económica del Holoceno medio llevaron a la movilidad residencial reducida para las sociedades de cazadores recolectores, y atestiguaron la emergencia de marcadores territoriales materiales, como estilos de arte rupestre o cuerpos asociados con lugares o recursos relevantes (Aschero 2007). En los valles y zonas pedemontanas orientales hay poca evidencia de asentamientos y contextos residenciales de este periodo y solo unos pocos sitios bajo estudio (Carbonelli et al. 2021, Martínez et al. 2013). A pesar de los sesgos científicos que han limitado a las investigaciones sobre cazadores recolectores en los valles intermontanos, los datos muestran una presencia humana compatible con grupos móviles y una baja incidencia en el paisaje. No hay evidencia de arquitectura de piedra para los diseños domésticos, debido al uso de abrigos rocosos y campamentos a cielo abierto construidos de materiales perecederos. Después del 500 a.C., distintos grupos agropastoriles comenzaron a expandirse y asentarse en territorios discretos. En los valles intermontanos, los asentamientos más aglomerados transformaron el paisaje local junto con el desarrollo de sistemas agropastoriles. Se dieron también algunos poblados dispersos donde los conjuntos domésticos eran el principal rasgo arquitectónico (Albeck 2000). capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 59 La consolidación de la agricultura, las economías pastoriles y el sedentarismo en la región fueron tradicionalmente abordadas por enfoques culturales o sistémicos, los cuales enfatizaron a las entidades de gran escala internamente integradas como los actores reales de la historia. Las dinámicas de “culturas” (González 2004), “sistemas adaptativos” (Raffino 1989), “entidades socioculturales” (Núñez Regueiro y Tartusi 2002) se pensaron como determinantes sobre las prácticas humanas, las cuales se interpretaron como expresiones de fuerzas normativas, adaptativas o sociales. Dentro de este marco, un crecimiento progresivo de grupos simples e igualitarios a comunidades jerárquicas y complejas, junto a la intensificación productiva, fueron aceptados como los componentes fundamentales de las narrativas que explicaron la dinámica de los procesos. De acuerdo a esto, la evolución esperada de las sociedades aldeanas habría sido caracterizada por una expansión temprana con patrones dispersos y baja intensidad productiva, seguida por una intensificación del uso de los recursos naturales, la cual implicó la emergencia de aldeas concentradas espacialmente distanciadas de las áreas productivas (Berberián y Nielsen 1988a; Raffino 1989). La estructura de las unidades domésticas, y consecuentemente la vida cotidiana de sus miembros, así como las relaciones con la cultura material, fueron reducidas a subproductos de otras lógicas externas. En este proceso, las unidades domésticas se habrían originado como unidades autónomas, las cuales gestionaron las decisiones económicas y la vida ritual en paisajes dispersos, y progresivamente se habrían integrado en sistemas sociales más amplios, más complejos y más desiguales (Laguens 2014). La historia de la gente del Formativo fue reducida a la consolidación de las condiciones materiales y sociales, las cuales habrían sido las piedras fundamentales para el desarrollo de las unidades políticas desiguales y jerárquicas venideras del Periodo de Desarrollos Regionales (1000-1500 d.C.) (Tarragó 1995). La composición y estructura de la unidad doméstica fueron definidas por relaciones de interioridad (De Landa 2006), como una parte orgánica de un todo estable e integrado: la sociedad formativa. Estos enfoques no han logrado integrar la variación de escalas de las prácticas sociales y los entornos materiales observados en el registro arqueológico con aquel de las entidades sociales más amplias frecuentemente utilizadas para explicar los procesos históricos y evolutivos. En la última década, las investigaciones enfocadas en las unidades domésticas de las aldeas tempranas de los Andes meridionales han ofrecido alternativas a 60 Julián Salazar estas narrativas, definiendo a las viviendas, al menos para la perspectiva de sus habitantes, como el núcleo social de su mundo y el locus donde la sociedad era reproducida (Haber 2011; Scattolin et al. 2009). Finalmente, a medida que la cronología fue refinada para diferentes casos de estudio, la temporalidad de los procesos parece no encajar con el escenario esperado. Más que cambios constantes y progresivos que, acumulados, decantan en transformaciones estructurales generales, las dinámicas de los sitios aldeanos se caracterizan por el desarrollo acelerado de asentamientos, largos periodos de estabilidad, y abruptos abandonos de estructuras, sectores o incluso valles completos. Estos procesos no parecen estar dirigidos por la evolución progresiva sino ser el resultado de un complejo entramado de interacciones descentralizadas y heterogéneas. Apartándose de algunas expectativas, el registro arqueológico de las ocupaciones entre 500 a.C. y 1000 d.C. en el área de estudio indica que el desarrollo de las aldeas se habría caracterizado por: • Un rápido desarrollo de los asentamientos con componentes sedentarios. En áreas con señales arqueológicas previas muy escasas, en pocos siglos aparecen ocupaciones alterando sensiblemente paisajes. Amplios sitios, donde las estructuras residenciales se distribuyen en patrones dispersos junto a campos de cultivo de pequeña escala, cubren la gran mayoría de las superficies habitables. Sus habitantes basaban su subsistencia en estrategias agropastoriles combinadas con prácticas extractivas. La cerámica, la arquitectura y otras innovaciones tecnológicas cubrieron muchas actividades y necesidades que surgían, pero sobre todo, comenzaron a mediar en las relaciones. • Fuertes continuidades en la cultura material por al menos diez siglos. Una tradición duradera, que incluía diseños arquitectónicos, estilos cerámicos y prácticas inhumatorias, se estableció a inicios del milenio y se reprodujo hasta su final, lo cual significó un obstáculo recurrente para las intenciones arqueológicas de construir secuencias y fases cronológico-culturales orientadas a describir cambios sociales trascendentales en el tiempo (Núñez Regueiro y Tarragó 1972; Heredia 1974; Scattolin 2006). • Abandonos de espacios residenciales, sitios y espacios productivos. Unidades de vivienda, asentamientos, o incluso valles enteros fueron abandonados repentinamente a lo largo del primer milenio. Estos eventos no están claramente vinculados a cambios ambientales e incluso operaron en distintos momentos, bajo lógicas y con ritmos diferenciados (Gordillo y Leiton 2015), bastante antes de la formación capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 61 de las sociedades desiguales del Periodo de Desarrollos Regionales (1000-1500 d.C.). LAS DINÁMICAS DOMÉSTICAS EN ANFAMA Y SUS ÁREAS VECINAS En este capítulo considero datos de la arqueología doméstica procedentes de Anfama y de algunas cuencas próximas, donde se observan configuraciones recurrentes del registro, especialmente los diseños de viviendas, los escenarios intramuros y las materialidades de la vida diaria en esos contextos. Anfama es una cuenca de la ecorregión de las yungas, específicamente de su piso más alto, el bosque montano. Variando en altura entre 1.300 y 2.500 msnm, la topografía es escarpada con quebradas profundas donde fluyen numerosos arroyos, que desembocan en el río homónimo (capítulo 1). Los terrenos planos están restringidos a sectores cumbrales y filos, así como algunas terrrazas fluviales en el fondo de valle, condiciones que limitan el establecimiento y mantenimiento de agricultura intensiva y asentamientos grandes y aglomerados. Figura 1. Vista del sector occidental de Anfama, desde el sitio Casa Flora. Se aprecian los filos que bajan paralelos desde las Cumbres Calchaquíes, en los cuales se emplazan la mayoría de sitios identificados (de norte a sur): Mortero Quebrado (MQ), La Mesada (LMe), La Perillita (LPe), La Laguna (LLg), La Larga (LLa), Loma Bola (LoB), Aliso Rendondo (AlR) y El Potrerillo (EPo). Fotografía del autor. En este contexto la mayoría de sitios habitacionales se han identificado en filos rectilíneos con dirección oeste-este que se distribuyen paralelamente, como Mortero Quebrado (capítulo 5), La Mesada, La Laguna, La Larga, Loma Bola Aliso Redondo y el Potrerillo (figura 1). En estos espacios, 62 Julián Salazar que son los que mayor visibilidad arqueológica ofrecen, los relictos arquitectónicos se distribuyen de manera dispersa y aproximadamente lineal (capítulo 3). En zonas de terrazas fluviales, en su mayoría presentes al este del río Anfama, la mayor depositación de sedimentos dificulta la detección de ocupaciones prehispánicas (capítulo 4). Sin embargo, la alteración producida por conjuntos residenciales actuales y subactuales, han expuesto indicios de actividades antrópicas. Intervenciones específicas posteriores han permitido confirmar la existencia de recintos, pisos ocupacionales y contextos de residuos domésticos estratificados, como en Casa Pastor, El Sunchal y Casa Rudi. Considerando estas tendencias de la señal arqueológica local, las secciones siguientes analizan los componentes materiales de las viviendas caracterizando las especificidades de escenarios, actividades e identidades compartidas que se manifiestan en las viviendas y los modos en que las historias propias de casas y unidades domésticas dieron forma a los paisajes aldeanos en el área. Componentes materiales de las viviendas en las aldeas tempranas de las Cumbres Calchaquíes Establecer relaciones directas entre estructuras arqueológicas y grupos sociales es bastante complejo. Si comenzamos por una simple definición de la casa como la unidad espacial mínima donde las actividades residenciales tienen lugar (Nielsen 2001), podemos ver un diseño arquitectónico que contiene recurrentemente las evidencias de dichas prácticas. Durante los seis primeros siglos del primer milenio EC (Bloque II), los grupos que habitaban Anfama construyeron recintos semi subterráneos, techados, de planta circular, que variaban en tamaño entre 2 y 30 m2, con prolijos muros de lajas clavadas con su eje mayor en posición vertical. Allí se habrían realizado las actividades cotidianas, el procesamiento y cocción de alimentos, descanso, talla lítica y textilería. Algunos de ellos podrían haber sido usados, incluso, para el almacenaje de maíz, quinoa o papas. Estas habitaciones se adosaban en todos los casos a un patio abierto o parcialmente techado, también de planta circular, definido por sólidos muros de rocas dispuestas rítmicamente alternando bloques grandes y pesados clavados bajo los pisos, y conjuntos apilados de bloques más pequeños. Una sola entrada conectaba este ámbito con el extramuros. Los conjuntos se constituyeron a partir de un número variable de estructuras adosadas al espacio central, capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 63 de dos a siete, pero en todos los casos mantuvieron la misma organización espacial. Los patios registrados son estructuras amplias, de más de 150 m2. Probablemente no se techaban, o solo se cubrían parcialmente a través de galerías en torno a los muros. Las excavaciones más amplias de este tipo de conjuntos fueron realizadas en el sitio Mortero Quebrado (un total de 120 m² distribuidos en tres unidades: MQ-U2, MQ-U4 y MQ-U5), un agrupamiento disperso de siete unidades residenciales distanciadas por más de 100 m entre sí. En este asentamiento (que es detallado en el capítulo 5), las viviendas son de grandes dimensiones y se emplazan sobre terrenos sobre-elevados, generando una prominencia visual sobre sus entornos inmediatos (figura 2). Figura 2. Reconstrucción tridimensional interpretativa de la Unidad MQ-U2. Reconstrucción de Santiago Fenoglio. Las estructuras se construyeron directamente sobre la roca madre, una arenisca deleznable que permitió el cavado de una multiplicidad de pozos que se destinaron a distintas finalidades, como fogones, estructuras de almacenaje, huellas de poste y receptáculos para procesamiento (Montegú y Salazar 2020). Algunas cavidades cilíndricas evidencian que los recintos menores habrían tenido techumbres cónicas sostenidas por un poste central, mientras que los patios habrían sido cubiertos parcialmente mediante galerías. Estos últimos son muy amplios y eran presididos por 64 Julián Salazar portales construidos con bloques líticos prismáticos de grandes dimensiones y morfologías seleccionadas, rasgo distintivo que ya había destacado Quiroga, en su visita pionera, en La Mesada (Quiroga 1899). Los recintos adosados aparecen en varios casos sin materiales arqueológicos, aunque en uno (MQ-U2-R34) se observa la mayor concentración de artefactos domésticos en torno a un fogón en cubeta y un profundo y amplio pozo, posiblemente destinado al almacenaje. El equipo artefactual doméstico está constituido fundamentalmente por ollas y cuencos de cerámica ordinaria (siendo muy escasas las decoraciones, que se limitan a aplicaciones modeladas o incisiones), bases de molinos y manos de variadas dimensiones, yunques, núcleos, lascas, desechos e instrumentos líticos de cuarcita roja, cuarzo y obsidiana, y piedras fusiformes (capítulos 6 y 7). Múltiples rocas intervenidas mediante talla, pulido y grabado (zoomorfas, mascariformes, fálicas y geométricas) fueron localizadas en distintos contextos y etapas de su manufactura (capítulo 8). Las evidencias estratigráficas y radiocarbónicas permiten inferir que el sitio tuvo una sola ocupación en los primeros siglos EC, seguida de un abandono planificado hacia el 600 d.C. Las repetidas intervenciones realizadas en el sitio El Sunchal, permitieron identificar al menos un recinto circular de 5 m de diámetro (figura 3) de idénticas características a los reseñados (con la presencia de muros de lajas, cerámicas ordinarias, instrumentos de molienda, rocas fusiformes), adosado a un espacio más amplio, posiblemente un patio cuyas dimensiones y morfologías son difíciles de establecer certeramente (capítulo 3). Las prospecciones y sondeos efectuados en otros sectores de la cuenca nos permiten observar la presencia de estos núcleos residenciales en casi todos los sitios identificados. Sin embargo, esta configuración material no se restringe solo a Anfama. Es una manera muy difundida de construir y habitar una casa registrada en los abanicos aluviales de La Bolsa (figura 4), Carapunco, El Tolar, Santa Cruz, Casas Viejas y el Río La Puerta, en el valle de Tafí (Berberián y Nielsen 1988b; Sampietro Vattuone y Vattuone 2005; Salazar y Kuijt 2016), el cercano Puesto Viejo (PV) en la Quebrada de Los Corrales (Oliszewski 2017), El Pedregal, Lomita del Medio y Río de Las Piedras (figura 5) en La Ciénega, (Cremonte 1988), El Remate y Caspinchango, en el valle de Yocavil (Núñez Regueiro y Tarragó 1972; Aschero y Ribotta 2007), y quizás algunos puntos de las yungas como Altos de Medina (Krapovickas 1968) y Molleyaco (Heredia 1970). capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 65 Figura 3. Vista de excavación en área del sitio El Sunchal, donde se aprecia en primer plano el muro de lajas que conforma el recinto circular correspondiente al Bloque II. Fotografía del autor. En esta multiplicidad de casos de estudio los rasgos internos pueden variar. Los fogones, por ejemplo, pueden ser simples depresiones ovales, como la registrada en el centro del recinto adosado R34 de MQ-U2. Pero también podían ser construidos combinando rocas a fin de sostener vasijas y a la vez contener el fuego dentro de un rasgo oval, como el registrado en el recinto R6 de LB1-U14 (Salazar y Molar 2017). Sin embargo, estos elementos siempre muestran la misma distribución espacial. Se ubican en los lugares centrales de un recinto circular, en torno a los cuales se han depositado distintos conjuntos de artefactos para el procesamiento de alimentos. Esto incluye escudillas y ollas, hechas en arcillas locales pero con ciertos estilos que son repetidos en los sitios contemporáneos, instrumentos de molienda con sílicofitolitos de maíz adheridos a su superficie activa; y herramientas líticas tanto de materias primas locales (cuarzo y cuarcita) o foráneas (obsidianas). Los espacios asociables a “cocinas” (capítulo 6) siempre están vinculadas de manera directa a los patios de las unidades residenciales y estos recintos son prominentes dentro de los patrones de los conjuntos domésticos. 66 Julián Salazar Figura 4. Vista aérea de la Unidad U8 del sitio La Bolsa 1, en el valle de Tafí. Fotografía del autor. Figura 5. Vista aérea de unidades residenciales del sitio Río de Las Piedras, en La Ciénega. Fotografía del autor capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 67 Los atributos arqueológicos también pueden variar, especialmente de acuerdo a los recursos naturales disponibles. Lajas clavadas disponiendo verticalmente su eje mayor podían definir los recintos, como en Anfama, Altos de Medina y Molleyaco, o bloques apilados contra perfiles cavados en el suelo, como en Tafí y Los Corrales. Sin embargo, las viviendas siempre tienen la misma apariencia: una unidad singular aislada de aspecto rudimentario e irregular hacia el exterior, y muros compactos y uniformes hacia el interior, entradas formales, verdaderos portales y pasillos. La distribución interna de los espacios domésticos es altamente estructurada: el acceso a las casas se da por el patio; los movimientos a través de recintos circulares son restringidos por rasgos ubicados en sus focos neurálgicos; hay ciertos contextos dentro de las viviendas que enfatizan u ocultan percepciones de elementos en otros ambientes internos; existen también rasgos como fogones centrales y rocas intervenidas que estructuran el espacio habitado. Los contextos materiales creados dentro de las residencias podrían ser entendidos como planeados y restringidos de modo tal que las prácticas y los cuerpos fueron limitados y orientados para moverse, acceder, percibir o rememorar lugares, humanos y objetos. Lo que es más relevante es que en toda esta región estos conjuntos domésticos, agregados independientemente, en distinta cantidad y grado de concentración, son los rasgos materiales a través de los cuales los paisajes de las aldeas tempranas fueron construidos. Características emergentes de los ensamblajes territorializados en las viviendas Varias entidades eran territorializadas dentro de los conjuntos residenciales produciendo ensamblajes particulares de los cuales pueden inferirse ciertos colectivos que recurrentemente han sido denominados unidades domésticas. Pero la pregunta lógica que surge en este punto es cómo podemos ir más allá de arquitectura, rasgos y objetos para reconocer este tipo de ensamblajes híbridos. Los componentes materiales de las viviendas no estaban restringidas a arquitectura o restos materiales del procesamiento de alimentos. Distintos dispositivos materiales eran cavados, construidos o depositados en patios, lugares centrales de los ámbitos residenciales (Franco Salvi 2018 y capítulo 8 de este volumen) y los mismos también pueden pensarse como ensamblajes de distintos tiempos, materiales y prácticas. Gastaldi ha caracterizado estas relaciones en términos de una “geografía espacio-temporal que se halla indisolublemente relacionada” (2012:99). 68 Julián Salazar Las viviendas de Mortero Quebrado muestran en la totalidad de sus pisos, el cavado de pozos de distinta morfología, profundidad y tamaño. En el recinto R45, el patio central de la unidad MQ-U4, se detectaron siete oquedades, entre las cuales destacamos el Pozo-5, cuya tapa en falsa cúpula emergía sobre el piso ocupacional. De morfología esférica, este pozo presenta unas dimensiones de 80 cm de diámetro mayor y 110 cm de profundidad. En algunos sectores su cara interna fue recubierta por piedras planas. Su excavación permitió identificar una serie de estratos caracterizados por una matriz arcillosa y gran cantidad de material vegetal carbonizado. Incluso, un nivel intermedio parecía haber sido sometido directamente a la combustión. En su interior se recuperó gran cantidad de materiales arqueológicos: fragmentos de cerámica de gran tamaño, dos bases de molino de mano y una mano de moler completamente pulida, de grandes dimensiones. El único espécimen óseo recuperado fue un pequeño fragmento de costilla, no identificable taxonómicamente. El análisis de la cerámica permitió establecer que 93 fragmentos correspondían a un cuarto de urna gris gruesa, de 48 cm de diámetro en la boca y una altura inferida de casi 70 cm, muy compatible con las urnas inhumatorias de la llamada tradición Candelaria (Heredia 1970; Berberián et al. 1977). Complementariamente se identificó un fragmento de cuenco rojo liso con marcas de alteraciones por abrasión post fractura y algunos tiestos más, correspondientes a otras piezas de menor tamaño. Las características y estado de conservación de los materiales reseñados permiten pensar que el conjunto posiblemente se haya depositado en un solo evento que incluyó la fractura de la urna y la depositación de una proporción de sus fragmentos en su interior (otros fueron recuperados también en el piso ocupacional del recinto) y la combustión dentro de la cavidad. Esta práctica es muy compatible con el abandono planificado de la unidad residencial (LaMotta y Schiffer 1999; Ortiz y Manzanilla 2003; Gordillo y Leiton 2015; Marconetto y Lindskoug 2015), el cual no solamente pudo haber implicado la remoción y acarreo de múltiples objetos sino también la realización de actos o ceremonias de clausura, como se evidencia en el bloqueo intencional de algunas puertas. Si bien la particularidad de este contexto, que se habría estructurado en el abandono, dificulta establecer con seguridad la finalidad que tenía el rasgo subsuperficial durante la ocupación de la vivienda, resulta posible relacionarla con cavidades similares detectadas recurrentemente en contextos análogos del valle de Tafí. Distintas excavaciones revelan que en los contextos residenciales coetáneos, las cistas funerarias eran ubicadas capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 69 en el centro de los patios. Una o más cámaras subsuperficiales fueron construidas siempre en las áreas centrales de las viviendas. Ellas contenían los restos de uno o más individuos con diversos conjuntos de objetos, desde alguna vasija de uso doméstico, como en el caso de LB1-U14 o LBKm75-U1 (Berberián y Nielsen 1988b), a ornamentos distinguidos, confeccionados en materias primas alóctonas, como es el caso de la vivienda excavada en el sitio contemporáneo de El Tolar (Sampietro Vattuone et al. 2017). Aunque se cavaban bajo los pisos, las cistas sobresalían: eran tapadas con un montículo de rocas que las hacía identificables y accesibles a los habitantes de la casa. Incluso hay evidencias de eventos cíclicos de reapertura e interacción con las materialidades depositadas en su interior. Figura 6. Vista del Pozo 5 excavado en el patio central de la unidad MQ-U4, con los restos materiales depositados en su interior. Fotografía del autor. 70 Julián Salazar Como evidencia de esto último, la cista funeraria de LB1-U14, en el sitio La Bolsa 1 del valle de Tafí, estos depósitos también son ensamblajes cambiantes, donde un complejo entorno depositacional fue creado por múltiples eventos que incluyeron cavar, abrir, depositar, quemar, cerrar, enterrar cuerpos, vasijas o figurinas, formando palimpsestos (Salazar 2012). Siguiendo la excavación inicial, un cuerpo fue enterrado y acompañado, al menos, por un jarro (elaborado en una pasta roja ordinaria con un acabado de superficie muy irregular, en cuyo borde se adhirió un asa y, opuesta a ella, la aplicación modelada de un rostro ornito/antropomorfo) y una jarra (tecnológicamente similar, con un acabado de superficie uniforme, sin decoraciones y un denso baño en la superficie externa). Posteriormente, los habitantes de la casa alteraron el enterratorio fundacional y trasladaron las vasijas asociadas a un lado de la tumba. Las partes componentes del depósito original desterritorializaron sus vínculos, tanto debido al desvanecimiento de las relaciones afectivas entre ocupantes y difuntos o por el deterioro de sus componentes. Un fuego fue encendido sobre los restos del entierro removido, y luego un nuevo entierro fue ubicado sobre el anterior, acompañado por una escudilla gris. Finalmente, una estatuilla de piedra antropomorfa, intencionalmente fracturada fue depositada en el nivel superior de la cámara. Esta estructura funeraria (figura 7) reutilizada ilustra las conexiones espaciales y simbólicas entre los difuntos ancestrales y la comunidad viviente, replicando otros ensamblajes en una escala más amplia relacionada a patrones regionales para el tratamiento de los muertos. Más allá de algunas variaciones en el número de entierros en los patios centrales (variando de uno a once), o en sus características constructivas (cámaras regulares subsuperficiales de forma esférica o acampanada, cubiertas por paredes de piedras o simples cavados con algunas rocas aplicadas para impedir el desmoronamiento de sedimentos), o en los acompañamientos (de ninguno o algunos pocos artefactos utilitarios, como vasijas ordinarias, a bienes de prestigio procedentes de lugares lejanos), no hay una sola vivienda excavada hasta ahora que no tenga una cámara en el área central del patio. También podría decirse que ese rasgo era una característica de las viviendas de las aldeas tempranas. Los enterratorios en los espacios centrales de los patios no son los únicos restos materiales asociados a los ancestros en los espacios residenciales: rocas capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 71 intervenidas representando motivos fálicos, antropomorfos o zoomorfos se han registrado recurrentemente en las estructuras de vivienda. Una gran proporción de los espacios residenciales detectados en Anfama presenta en superficie y en estratigrafía bloques líticos de este tipo. Especialmente Mortero Quebrado ofrece una variedad destacable en cuanto a tipos de formas base, técnicas y motivos decorativos y contextos de hallazgos (Franco Salvi et al. 2020 y capítulo 8 de este volumen). Una representación de un camélido tallada en bulto en un bloque alargado se recuperó en los muros de la unidad MQ-U5. Varias rocas grabadas en distintas etapas de manufactura están presentes en MQ-U2, incluyendo un bloque tabular con motivos de camélidos grabados, una forma fálica elongada y tres esculturas en las etapas de manufactura. Entre estos, se destaca un bloque depositado sobre el piso habitacional del patio de MQ-U4, a escasa distancia del Pozo-5 anteriormente referido. Esta roca presenta un volumen y ciertos atributos que la hacen de baja portabilidad, lo que limita la movilidad dentro del recinto. La pieza es particularmente destacable debido a que sobre su superficie se ensamblan al menos dos eventos decorativos superpuestos. El sustrato original se caracteriza por una doble representación antropomorfa, mascariforme (García Azcárate 1996), ejecutada con grabados muy simples y profundos. Sin embargo, por encima de este motivo se observa otro par, mucho más complejo, que representa motivos ornito-antropomorfos; fue ejecutado con otra técnica de grabado, que solo removió una capa muy superficial de material. Si bien esta roca se halló depositada con su cara decorada hacia abajo, se interpreta que habría estado expuesta, quizás formando parte de los muros. Su visibilidad habría sido alta e incluso la superposición intencional de los diseños permite proponer que habría tenido gran relevancia para los observadores de distintos momentos de la ocupación (figura 8). La vida doméstica fue fuertemente limitada por muros y referencias a los ancestros domésticos que modelaron las interacciones humanas para aquellos que vivieron dentro de estos conjuntos. Las estructuras arquitectónicas fueron las bases materiales en las cuales descansaba la sociedad. Ellas reprodujeron la lógica y los principios organizativos de las sociedades aldeanas tempranas que se centraron en la presencia continua de los ancestros en las vidas y relaciones de la gente. En contraposición, los ámbitos materiales de las aldeas eran tan permeables y desagregados, desterritorializados por sus componentes descentralizados, que indujeron la formación de relaciones comunitarias fluidas que eran dependientes de las negociaciones gestionadas en escalas menores y autónomas. 72 Julián Salazar Figura 7. Corte y esquema de estratos identificados en la excavación de la cista del patio central de la Unidad LB1-U14, en el valle de Tafí (Salazar 2012:298) Las dinámicas de viviendas y la constitución de los paisajes aldeanos tempranos Las unidades residenciales tuvieron una fuerte relevancia para las personas que las construyeron y sobre todo para las generaciones acumuladas que las habitaron. Sin embargo, la importancia central de estas estructuras y las relaciones reproducidas dentro de ellas fueron intensificadas por la duración de sus ocupaciones y las prácticas de conservación de pisos y rasgos internos. Los análisis estratigráficos y las dataciones han mostrado que estas residencias fueron diferencialmente ocupadas durante periodos variables, pero probablemente abarcando múltiples generaciones, convirtiéndose en lugares nucleares para la constitución de memorias sociales y vínculos relacionales dentro de las unidades domésticas. capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 73 Figura 8. Contexto de hallazgo de la Roca #10 en la Unidad U4. Se resaltan los grabados en dos capas. En azul se destacaron los grabados profundos y, en naranja, los grabados por picado continuo que se ejecutaron sobre aquellos. Fotografía del autor. 74 Julián Salazar El conjunto residencial de El Sunchal (ES-U1), en Anfama, muestra una ocupación inicial que se extiende por más de 300 años (1993 ± 25 AP, 1744 ± 27 AP, 1671 ± 22 AP, 1557 ± 25 AP) (Salazar et al. 2019), seguidos por un proceso de abandono y reocupaciones posteriores que destruyeron parte de las estructuras más tempranas y remodelaron el lugar (capítulo 4). Como evidencian los estudios estratigráficos y radiocarbónicos en las unidades residenciales MQ-U2 (1744 ± 26 AP, 1725 ± 20 AP, 1663 ± 22 AP, 1580 ± 60 AP), MQ-U4 (2390 ± 80 AP), y MQ-U5 (1855 ± 29 AP, 1649 ± 30 AP) (Salazar et al. 2019), las viviendas parecen haber tenido historias ocupacionales más cortas, después de las cuales fueron abandonadas, sin reocupaciones. Aunque los datos cronométricos, aún deben ser mejorados para estos conjuntos, las evidencias procedentes de MQ-U2 y MQ-U5 pueden ser relacionadas a una sola ocupación duradera de más de cien años. Si bien el seguimiento acabado de la historia de las viviendas requiere la excavación de amplias áreas y la realización de múltiples dataciones (estudios cada vez más apartados de las posibilidades de los equipos nacionales), algunos indicios de cuencas vecinas permiten dar fuerza a la posibilidad de la larga duración de las viviendas. Como muestra la unidad residencial LB1-U14, algunas de las edificaciones fueron ocupadas y reutilizadas a lo largo de, al menos, varios siglos (Salazar 2011). La construcción inicial, alrededor del 200 d.C., involucró el patio central y dos recintos circulares adosados, uno de ellos con un fogón central e ítems domésticos asociados, tales como las vasijas de cerámica, herramientas de piedra talladas e instrumentos de molienda. Este conjunto inicial probablemente incluía la cista ya referida. Restos de madera carbonizada fueron recuperados en su nivel inferior, y datados en 1799 ± 37 AP (Franco Salvi et al. 2014). Posteriormente, dos nuevas viviendas (R3 y R4) y un nuevo fogón fueron incluidos al conjunto original. En algún momento posterior, un amplio recinto semicircular periférico fue adherido y se le agregó una subdivisión interna, formando los recintos R5 y R7. Los pisos ocupacionales de cuatro de las siete estructuras fueron datados en 1330 ± 36 AP, 1293 ± 36 AP, 1258 ± 38 AP, 1236 ± 37 AP (Franco Salvi et al. 2014), de cal 650 a cal 850 d.C., correspondiente a la última ocupación del conjunto antes de su abandono. Al igual que en Mortero Quebrado, no hay evidencias estratigráficas de pisos ocupacionales superpuestos, probablemente destacando el mantenimiento de larga duración del espacio intramuros y las áreas de actividad. El uso continuado del conjunto residencial también se observa en la reutilización de la cista inhumatoria central. capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 75 Más allá de la historia particular de cada conjunto residencial, podemos establecer que en todas ellas los procesos de crecimiento fueron definidos por estrategias residenciales continuadas, en las cuales los recintos suplementarios fueron sumados a las edificaciones originales cuando los grupos crecieron, convirtiéndolas en multigeneracionales. Si volvemos nuestra mirada a la larga duración, podemos ver que el paisaje aldeano temprano en el área de estudio fue construido como un ensamblaje compuesto por un número de otros componentes, incluyendo tierra productiva, infraestructura de irrigación, animales domésticos y la agregación de otras unidades residenciales como las descritas anteriormente. La expansión de asentamientos aldeanos durante el primer milenio también fue posibilitada por las condiciones ambientales favorables para las adaptaciones agropastoriles, que comprendieron altos niveles de precipitaciones anuales y variabilidad de cobertura vegetal. Este conjunto de condiciones dio forma a los ensamblajes domésticos que abarcaron estructuras domésticas, infraestructura agrícola, y personas y ancestros que compartieron los espacios de vivienda. Sin embargo, se formaron y reprodujeron de manera celular y fragmentada. Los patrones de asentamiento no muestran una planificación centralizada. No se detectan espacios centrales como plazas o montículos ordenadores del espacio dentro de los sitios aldeanos. Más aún, en varios casos surandinos, los sitios residenciales tendieron a dispersarse en el paisaje, manteniendo distancias considerables entre casas y campos, impidiendo la formación de asentamientos aldeanos realmente concentrados y de gran escala (Quesada 2006; De Feo 2011; Quesada et al. 2012; Capriles Flores 2014; entre otros). Estos procesos definieron tendencias demográficas muy complejas que incluyeron el desarrollo de regiones intensamente habitadas pero con distribuciones dispersas y espaciadas. Las escasas estructuras rituales comunitarias (principalmente montículos, los cuales resultan de la continua depositación de desechos y basura generados en múltiples eventos de festejos) identificados hasta ahora en nuestra área de estudio fueron encontrados fuera de las aldeas (Tartusi y Núñez 2001). La sintaxis espacial de los asentamientos muestra distribuciones simétricas del espacio y un acceso abierto a todas las viviendas (López Lillo y Salazar 2015). Contrariamente a la recurrencia de las configuraciones residenciales, los patrones del paisaje aldeano de hecho muestran una gran diversidad en el área. De los cambios en los patrones de asentamiento en la región, podemos reconocer: 76 Julián Salazar a. Núcleos residenciales aislados relacionados a los recursos productivos, pasturas y agricultura, tal como El Sunchal (capítulo 4) o La Bolsa 3 (Franco Salvi et al. 2014) y una multiplicidad de sitios dispersos. b. Asentamientos dispersos formados por concentraciones discretas de viviendas, tal como Mortero Quebrado (capítulo 5), La Larga, Aliso Redondo, o La Bolsa 2 (Franco Salvi et al. 2014). c. Asentamientos concentrados con la presencia de numerosos conjuntos domésticos junto a estructuras productivas agrícolas y corrales, como La Bolsa 1 (Salazar 2011), Santa Cruz, El Tolar (Sampietro y Vattuone 2005), El Pedregal (Cremonte 1996) y Puesto Viejo (Oliszewski 2017). Finalmente, los asentamientos demuestran una distribución heterogénea durante el primer milenio EC. Esto refleja que los sitios más amplios y más concentrados resultan de historias ocupacionales más duraderas. Consecuentemente las dinámicas aldeanas podrían ser interpretadas como lideradas y definidas por las unidades domésticas, las cuales no se fusionaron en comunidades fuertemente integradas (Yaeger y Canuto 2000), sino que sostuvieron grupos enfocados en asegurar las condiciones materiales y relaciones de autonomía en un conjunto donde las negociaciones con otros colectivos eran necesarias. Más que totalidades integradas y uniformes, las aldeas tempranas en la región evolucionaron como ensamblajes, articulando grupos de unidades domésticas que incluyeron humanos, tecnología, materias primas, campos/pasturas, canales y arroyos. ALDEAS ENSAMBLADAS Como fue propuesto por Bandy y Fox (2010), las sociedades aldeanas tempranas son provisionales, improvisadoras e innovadoras. Esta descripción impide considerarlas como entidades monolíticas, y en cambio sugiere que pueden ser mejor entendidas como partes heterogéneas que son continuamente unidas y desagregadas en el proceso en el cual la gente se hizo aldeana (Marsh 2016; Harris 2018). Los estudios sistemáticos de la composición material de viviendas específicas, los ensamblajes territorializados dentro de ellas, sus diversas historias ocupacionales y su articulación con otros asentamientos en paisajes más amplios son una vía productiva para explicar la evolución social de las sociedades formativas en capítulo 2. enSamblaJeS doméSticoS. la dinámica de la... 77 múltiples escalas y en diferentes temporalidades, evadiendo las narrativas teleológicas. Dentro de los ámbitos residenciales, las personas interactuaron con un grupo acotado, físicamente separadas de los exteriores. Esta interacción era repetida en el tiempo y también desarrollada en estrecha relación con las personas fallecidas, probablemente los ancestros de las unidades domésticas. Como se ha remarcado en distintas ocasiones, la arqueología debe ser cauta al vincular patrones materiales con grupos sociales específicos y, más aún, con relaciones de parentesco (Bender 1967; Wilk y Rathje 1982). Sin embargo, evadir la importancia de las relaciones de parentesco como una de las fuerzas sociales predominantes con huellas materiales tan visibles, puede ser también contraproducente. Si observamos ciertas relaciones materiales repetitivas en los entornos domésticos, ciertos vínculos y relaciones interpresonales podrían ser inferidas. Como ya estableció Gonlin (2013) en algunas ocasiones hay suficiente evidencia para vincular relaciones materiales con unidades sociopolíticas en contextos arqueológicos que reflejan comunidades del pasado. Si tomamos esta lógica, centrada en las relaciones domésticas, podemos explicar la expansión de las aldeas tempranas. Largas historias de unidades residenciales y consecuentemente de las múltiples unidades domésticas que ellas compusieron, guiaban la formación, crecimiento y abandono de asentamientos, a través de múltiples negociaciones. Sobreviviendo a vidas humanas individuales, y posiblemente perdurando junto a múltiples generaciones, las unidades domésticas y sus componentes materiales tenían una presencia duradera y efectos de largo alcance en las modalidades de vida e interacción de las personas en las aldeas tempranas. La reproducción de estos colectivos fue la clave para la toma de decisiones, como construir una casa próxima o distante de otra, compartir trabajo o no, continuar la residencia o abandonar una vivienda. Consecuentemente, las dinámicas de las aldeas tempranas muestran considerable variabilidad en la cronología, pero también, en la temporalidad de las trayectorias de desarrollo. Más que ser condicionadas por fuerzas estructurales o materiales determinantes, las sociedades aldeanas eran continuamente creadas y reproducidas dentro de las redes materiales de la vida cotidiana y las relaciones domésticas. 78 Julián Salazar CONCLUSIONES Este capítulo ha mostrado que un enfoque de arqueología doméstica orientado a reconocer los colectivos y los ensamblajes que los componen en múltiples escalas, es una vía productiva para abordar procesos de evolución social, dado que sigue de manera directa a las historias locales vinculadas al mundo material que habitaron los seres humanos. De hecho es especialmente relevante para entender el desarrollo de las aldeas tempranas en los valles intermontanos y piedemonte de los Andes del sur, contexto histórico en el cual las unidades domésticas parecen haber sido los ensamblajes sociales en los cuales las decisiones eran tomadas, y donde los conjuntos residenciales eran los entornos materiales a través de los que el mundo social era construido, reproducido y negociado. Sin embargo, estas comunidades emergentes no eran entidades completamente autónomas y en sí mismas constituían componentes de ensamblajes más amplios definidos por sus prolongadas historias que pueden ser rastreadas hasta el Holoceno medio (Aschero 2007). Todas estas redes históricamente contingentes vincularon cuerpos (o sus materializaciones en rocas intervenidas), lugares y recursos, y parentesco, los cuales fortificaron los límites entre los miembros de las unidades durante varios milenios. Estos fuertes vínculos intergeneracionales dificultaron la formación de comunidades más integradas. La mayoría de los asentamientos del Formativo fueron abandonados en distintos momentos de sus respectivas trayectorias y esos abandonos fueron motivados por las mismas dinámicas domésticas que previamente habían asegurado su formación y reproducción, y no son necesariamente indicativos del incremento de complejidad social o formadores de la base relacional para las organizaciones sociales venideras. CAPÍTULO 3. “LUGARES PERSISTENTES” Y “TASKSCAPE” COMO VÍAS DE ANÁLISIS PARA ABORDAR EL PASADO Gonzalo Moyano Las primeras campañas de relevamiento en la cuenca de Anfama estuvieron signadas por el entusiasmo de abordar un área de estudio que, salvo en momentos particulares de la arqueología argentina (Quiroga 1899; Cremonte 1988), no había despertado demasiado interés en el campo académico. El área se mostraba como un lugar pintoresco, con buena predisposición por parte de la Comunidad Indígena local para recibir a nuestro equipo y con restos arqueológicos diseminados por su superficie. Las campañas subsiguientes, entre prospecciones y sondeos de exploración, evidenciaron la complejidad a la que nos enfrentábamos: una topografía accidentada definida por cumbres y quebradas, potentes procesos de sedimentación y una vegetación prolífera que minimizaban la visibilidad de las evidencias arqueológicas y dificultaban su registro e intervención (como se profundiza en el capítulo 4). Sin embargo, las tareas en el campo revelaron rápidamente una importante presencia humana en la historia de la cuenca de Anfama. Entre las casas ocupadas actualmente, o aquellas abandonadas en las últimas décadas, se encuentran a lo largo y ancho del área restos de ocupaciones previas, representadas por estructuras arquitectónicas, grandes rocas fijas con numerosos morteros y fragmentos de piezas cerámicas o líticas que afloran en los caminos y cárcavas que surcan la superficie. El área de estudio se presentaba, así, como un cúmulo de materiales superpuestos, producto de prácticas humanas pretéritas de diferente índole que se relacionan formando el paisaje actual. A partir de la realidad que nos presentaba la disposición de los vestigios materiales en Anfama, fue necesario abordar nuestras investigaciones 80 Gonzálo moyano entendiendo a dicha cuenca como un palimpsesto (Lucas 2005; Bailey 2007; Somonte y Baied 2017). El concepto de palimpsesto es utilizado en arqueología como una metáfora para describir e interpretar el registro arqueológico. Haciendo referencia a los documentos medievales, donde la reutilización del soporte de cuero hacía necesaria la remoción y escritura sobre el escrito original, esta metáfora nos permitió emprender nuestras investigaciones teniendo en cuenta la complejidad de los procesos que formaron parte del pasado local, comprendiendo que, más allá del sesgo insuperable que presenta todo registro arqueológico, era factible deconstruir el paisaje actual, desmontándolo a partir de los elementos multitemporales que lo conforman, con el propósito de inferir relaciones entre prácticas, materiales y grupos humanos en diferentes momentos de la historia del área. En este sentido, la disposición de cada uno de los elementos de los paisajes, la alteración y superposición sobre ocupaciones anteriores, se asemejan a los diferentes eventos de escritura presentes en los palimpsestos antiguos. En este capítulo, utilizando elementos de la Arqueología del Paisaje (Criado Boado 1999; Anschuetz et al. 2001; Acuto 2013; Gordillo 2014) y resultados de análisis de visibilidad y vecino más cercano presentados previamente (Moyano 2020), reflexionamos en torno a la aplicación de los conceptos de lugares persistentes, elaborado por Schlanger (1992), y el de taskscape, acuñado por Ingold (1993), en el estudio de la historia de Anfama. Pensamos que dichas ideas pueden enriquecer las miradas en torno a los procesos experimentados por las sociedades anfameñas del pasado, complejizando la interpretación o el modelado que podemos hacer de ellas desde el campo de la arqueología. PALIMPSESTOS Y CONTINGENCIA HISTÓRICA DEL PAISAJE En un trabajo ya clásico para quienes utilizan enfoques multitemporales en arqueología, Bailey (2007), al identificar las implicancias del perspectivismo del tiempo (time perspectivism) y algunas ideas en torno a la manera de analizar los procesos históricos, hace hincapié en el concepto de palimpsesto por sus cualidades utilitarias para abordar las relaciones existentes entre maneras de disposición de materiales arqueológicos, tiempo y escalas de unidades analíticas. Para comenzar, el autor destaca una definición fundante del perspectivismo del tiempo como “... la creencia de que las diferentes escalas capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS... 81 de tiempo traen a foco diferentes tipos de procesos, requiriendo diferentes conceptos y diferentes tipos de variables explicativas” (Bailey 1981, citado en Bailey 2007:200, traducción del autor). La misma, deja expuestos, al menos, cuatro elementos que forman parte del ejercicio de entendimiento de los fenómenos sociales del pasado que tiene lugar desde la arqueología. En primer lugar, se destacan las escalas de tiempo que se utilizan por parte de los investigadores. Estas definen la resolución temporal como unidades cronológicas, que se usarán en el transcurso de la investigación, y lo que podríamos llamar una resolución de captación, referida a los fenómenos que se incluyan en las preguntas a responder, lo que las relaciona con el segundo elemento de la definición planteada: los procesos. La utilización de miradas de larga, media o corta duración, permiten observar, definir y analizar diferentes tipos de procesos sociales. En este sentido, es preciso entender que estos dos elementos se retroalimentan necesariamente, definiéndose entre sí a medida que se ponen en práctica, perdiéndose de vista fenómenos de corta duración (por ej., el proceso de tallado de una herramienta lítica o la preparación de una comida) al utilizar escalas de tiempo demasiado abarcativas (por ej., un milenio), o fenómenos de duraciones más extensas al utilizar escalas poco abarcativas (por ej., el estudio de la complejidad social o el desarrollo de instituciones sociales, estudiado en pocas décadas). En consecuencia, es a partir de la definición de estos dos primeros elementos, que se establecen y modelan los marcos explicativos con los que se intentarán responder las preguntas realizadas. En este punto, Bailey (2007) utiliza el concepto de palimpsesto por su potencial para describir las maneras en que se dispone el mundo material a través del tiempo, pero fundamentalmente por cómo dicha metáfora se convierte en una herramienta útil para la práctica de la arqueología. La definición dada de palimpsesto, que refiere a una “superposición de actividades sucesivas, cuyos rastros materiales son parcialmente destruidos o reelaborados debido al proceso de superposición” (Bailey 2007:203, traducción del autor), explicita una relación entre prácticas humanas, materialidad, lugar y tiempo, que es factible de determinar a partir de las herramientas, métodos e ideas que forman parte de nuestra disciplina. Si desmenuzamos esta definición, veremos que una parte esencial es el vínculo entre las actividades y sus rastros materiales, es decir, las prácticas humanas y los productos materiales de las mismas. Sin embargo, son los dos elementos restantes los que definen a un palimpsesto: la realización de las actividades y la consecuente depositación de restos materiales deben llevarse a cabo en un lugar delimitado y en diferentes momentos temporales, elementos 82 Gonzálo moyano que representan eventos diferenciados que se superponen, donde aquellas acciones más tardías removerán o modificarán la disposición de los restos materiales que hayan producido las más tempranas. De esta manera, la metáfora de palimpsesto posibilita abordar al registro arqueológico haciendo hincapié en su carácter multitemporal, centrándose en un continuum de prácticas humanas que fueron configurando los paisajes actuales, habilitando el acceso a diferentes temporalidades (Somonte y Baied 2017). En este punto, otro concepto que resultará de ayuda en nuestro análisis es el de paisaje, y particularmente la contingencia histórica asociada al mismo. Desde una perspectiva de la Arqueología del Paisaje (Criado Boado 1999; Anschuetz et al. 2001; Gordillo 2014), este puede ser definido como un “espacio socialmente producido, habitado y significado y no como un simple contenedor de la vida humana” (Acuto 2013:33). Esta definición, entraña una postura epistemológica que enfrenta al tratamiento cartesiano del espacio, el cual lo presenta como un elemento físico estático, pasivo, dado con anterioridad. Por el contrario, la Arqueología del Paisaje propone una idea que considera al espacio como algo dinámico, activo y de naturaleza relacional (Sánchez Yustos 2010). Al igual que al definir los palimpsestos, en la configuración de los paisajes resulta fundamental la tríada compuesta por actividades, tiempo y espacio. Entendido como producto social, el paisaje, es resultado de las relaciones entre grupos humanos y espacio físico. Los grupos humanos construyen el paisaje a partir de sus actividades cotidianas; a partir de ellas, lo habitan, lo modifican y lo dotan de sentidos y significados (Ingold 1993). De esta manera, este es configurado a partir de cierto orden social, definido por un universo de ideas y prácticas que tienen lugar en un tiempo y espacio determinados. Sin embargo, lejos de mostrarse pasiva, la espacialidad del paisaje incide en la vida social, habilitando o restringiendo diferentes relaciones entre humanos y los múltiples elementos que forman el mundo (Hodder y Cessford 2004; Robb 2013). Es esta relación dialógica entre paisaje y orden social, en la que se crean y modifican mutuamente, la que imprime las particularidades de cada paisaje. Teniendo en cuenta esta premisa, podemos considerar que existen tantos paisajes como órdenes sociales haya en diferentes contextos temporales (Criado Boado 1995; Acuto 2013). Es decir, cada paisaje se constituye como una contingencia histórica particular configurada de acuerdo a las relaciones que conforman el orden social que le da forma y con el que interactúa. Al analizar los diferentes paisajes arqueológicos capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS... 83 podemos aproximarnos a dichos conjuntos de relaciones pretéritas entre prácticas, materialidades y conductas humanas, representados por el registro arqueológico, que conforman diversas trayectorias sociohistóricas en el devenir. Entonces, estableciendo una relación entre el concepto de paisaje y el de palimpsesto, podemos diseccionar el palimpsesto del paisaje actual, dejando al descubierto los procesos de superposición y definiendo el conjunto de paisajes históricamente contingentes que lo forman y lo definen. ANFAMA, PALIMPSESTO DE PALIMPSESTOS1 La cuenca del río Anfama se ubica en el noroeste de la provincia de Tucumán. De acuerdo a sus características geográficas (capítulo 1), la misma pudo considerarse como un área de estudio fácilmente distinguible del resto del área de Cumbres Calchaquíes, siendo posible su recorte y delimitación a partir de las divisorias de agua que le dan forma. Las tareas de prospección y relevamiento realizadas hasta el momento evidencian importantes procesos de sedimentación en diferentes sectores de la cuenca (Salazar et al. 2016; Vázquez Fiorani et al. 2021) que, junto a la abundante y densa vegetación, constituyen un obstáculo para el fácil registro de vestigios arqueológicos (figura 1). Por su parte, en las porciones de mayor visibilidad, los restos en superficie dan cuenta de una considerable presencia humana pretérita, que permite el registro de trazas materiales correspondientes a diferentes momentos históricos y representan desde procesos contemporáneos hasta prehispánicos. A partir de sus particularidades y de los elementos que la conforman, la cuenca de Anfama es susceptible de ser interpretada como un palimpsesto. Los procesos de superposición que le dieron forma involucraron eventos naturales y antrópicos de diferentes escalas, que destruyeron o modificaron restos materiales de distintos momentos ocupacionales a lo largo de la historia de la cuenca. De esta manera, por nombrar solo algunos tipos de eventos que pueden definirse rápidamente, podemos destacar: los de escala geomorfológica, que involucran grandes sectores de la cuenca y se caracterizan por procesos de erosión y sedimentación, debido a la topografía fuertemente accidentada del área de estudio; los de escala de paisajes, que 1 La noción de palimpsesto ya ha sido utilizada en arqueología. Particularmente, la noción de “palimpsesto de palimpsestos” fue utilizada por Sullivan (2008). 84 Gonzálo moyano involucran elementos materiales antrópicos (como las concentraciones de unidades residenciales o aldeas), que se definen como contemporáneos a partir de diferentes indicadores, y que se han interpretado como momentos ocupacionales particulares; y los de escala de actividades domésticas, definidos a partir de los materiales, que involucran diversas tecnologías (capítulo 7) y que dan cuenta de las actividades cotidianas de los grupos humanos que habitaron la cuenca. Figura 1. Fotografía tomada desde El Alto de Anfama en que pueden verse diferentes sectores de la cuenca. Fotografía de Jordi López Lillo. Cada una de estas escalas puede entenderse como palimpsestos en sí mismas al estudiarse por separado. Por ejemplo, al analizar los procesos de escala de actividad doméstica, pueden encontrarse evidencias de diferentes tipos de acciones que se dieron en los pisos ocupacionales al interior de las unidades residenciales identificadas (capítulo 2). Restos cerámicos, de talla lítica o aquellos relacionados con el procesamiento de alimentos (capítulo 6) dan cuenta de un cúmulo de actividades, que involucran diferentes etapas, y definen la disposición de materiales en un mismo piso. A su vez, las tareas de limpieza del interior de las unidades capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS... 85 modifican dicha disposición, dejando solo algunos restos que son los que pueden ser recuperados mediante las intervenciones arqueológicas. Entonces, los ensamblajes de materiales a los que podemos aproximarnos forman palimpsestos que involucran presencia y ausencia de determinados materiales, permitiéndonos acceder a prácticas humanas de diversa índole que se dieron en períodos de tiempo muy variables. Entonces, a partir de lo mencionado, proponemos interpretar a la cuenca de Anfama como un palimpsesto compuesto por palimpsestos, que pueden ser definidos a partir del uso de distintas escalas de análisis a utilizar de acuerdo a los interrogantes que guíen los programas de investigación. Particularmente, pensamos que puede considerarse principalmente a Anfama como un “palimpsesto acumulativo” (cumulative palimpsest) (Bailey 2007:204), es decir, como un tipo en el que los diferentes episodios de deposición permanecen superpuestos sin pérdida de información (más allá del propio sesgo que tiene la investigación arqueológica, por ejemplo, frente a la perdurabilidad de ciertos materiales), pero que implica gran dificultad para separarlo en componentes originales. En un trabajo anterior (Moyano 2020) analizamos las maneras en que se construyeron y habitaron los múltiples paisajes que forman la cuenca de Anfama. Proponiendo un ejercicio comparativo desde una perspectiva de larga duración, nuestro interés estaba puesto en los cambios y continuidades existentes entre las lógicas de ocupación humana desde los últimos siglos a.C. hasta momentos contemporáneos en la historia del área. Particularmente, abordamos un análisis a escala de paisaje, teniendo en cuenta las disposiciones de los patrones de asentamiento, para lo que consideramos las concentraciones de unidades residenciales que están presentes en la arqueología local y las relaciones existentes entre ellas y con otros elementos de la cuenca. Para llevar a cabo dicho análisis registramos y georreferenciamos la totalidad de evidencias arquitectónicas en superficie mediante relevamientos pedestres y teledetección (Vázquez Fiorani et al. 2021). La integración de información aportada por miembros del equipo, extraída mediante excavaciones en área, sondeos exploratorios, análisis de materiales o fechados radiocarbónicos (Montegú 2018; Franco 2019a; Vázquez Fiorani 2019), fue crucial para colaborar en la creación de un marco cronológico que posibilitó ordenar espacial y temporalmente el conjunto de materiales arqueológicos presente en el área (Salazar et al. 2019; capítulo 1 de este volumen). De esta manera, pudimos asignar una cronología a cada uno de los sitios arqueológicos registrados mediante la utilización de indicadores 86 Gonzálo moyano absolutos (fechados radiocarbónicos) y relativos (rasgos arquitectónicos y estilos cerámicos), definiendo distintos paisajes contingentes a partir de la contemporaneidad establecida entre unidades residenciales. Un elemento novedoso en nuestro trabajo fue la incorporación de dos bloques temporales a la cronología local, que definía cuatro bloques prehispánicos (Bloques I, II, III y IV). Así, a la cobertura temporal entre el 400 a.C. y el 1500 d.C., se agregaron el Bloque V, que incluyó información correspondiente a los s. XIX y XX, y el Bloque VI, que incorporó información respectiva a momentos contemporáneos. Cabe destacar que dicho marco cronológico no pretende establecerse como un modelo histórico-cultural con el cual clasificar la materialidad presente en el área de estudio. Por el contrario, intenta sistematizar algunas diferencias en tecnologías arquitectónicas y artefactuales presentes, sin perder de vista la persistencia de estos objetos en el tiempo y sus relaciones de contemporaneidad con otros (González Ruibal y Ayán Vila 2018). La totalidad de información fue sistematizada e integrada en el programa informático QGIS, especializado en Sistemas de Información Geográfica (SIG). La implementación del mismo posibilitó una gestión eficiente y una visualización más dinámica de los datos, lo que nos sirvió para realizar el análisis comparativo de la disposición espacial de los elementos que conformaban cada paisaje. También, mediante QGIS se realizaron dos tipos de análisis que nos posibilitaron cuantificar las relaciones entre los conjuntos de unidades domésticas: uno de visibilidad (García Sanjuán y Mozota 2005; García Sanjuán et al. 2009), que nos permitió establecer las cuencas visuales acumulativas y la intervisibilidad entre las unidades de cada momento ocupacional definido (figura 2), y otro mediante el cual pudimos establecer el índice de vecino más cercano (Assandri 2007; Quesada et al. 2012), a fin de conocer las tendencias a la dispersión o concentración en la distribución espacial de cada uno de los paisajes. Si bien la materialidad arqueológica del área se presenta como un “palimpsesto acumulativo”, creemos que la dificultad para separar los componentes originales de los diferentes paisajes pudo ser en parte sorteada gracias a los métodos empleados en las intervenciones. Los análisis realizados nos permitieron llegar a cuatro conclusiones que estructuran las lógicas de ocupación de la cuenca durante casi dos milenios: el protagonismo de los espacios domésticos frente a otro tipo de estructuras, que evidencian una presencia mayoritaria de los mismos en los diferentes momentos ocupacionales definidos; la dispersión como estrategia dominante para configurar los paisajes, especialmente para los momentos capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS... 87 prehispánicos, donde los análisis aplicados (vecino más cercano) resultaron en índices que muestran una tendencia distribucional dispersa entre la muestra seleccionada; lógicas continuas y recurrencia de las ocupaciones, que hacen patente diferencias en las maneras en que se ocupó el espacio en Anfama; y la contingencia de los paisajes, entendiendo a cada paisaje como una configuración formada por la relación de múltiples elementos (Moyano 2020:102-123). Figura 2. Plano en el que se muestra la intervisibilidad positiva y negativa presente en el paisaje del Bloque II (Moyano 2020). Entonces, más allá de los resultados obtenidos en trabajos anteriores, que nos permitieron crear un marco interpretativo coherente y los cuales respondieron a las preguntas iniciales, consideramos que es necesario profundizar en el uso de herramientas conceptuales y metodológicas que posibiliten complejizar los análisis sobre la realidad abordada y así llegar a interpretar lógicas sociales históricas de forma más acabadas. DIACRONÍA Y SINCRONÍA, LUGARES PERSISTENTES Y TASKSCAPE Diacronía y sincronía han sido dos elementos importantes en nuestro análisis, que constituyen cada uno de ellos un movimiento analítico en sí mismo, y que hicieron posible la construcción del marco cronológico 88 Gonzálo moyano utilizado. Hacer foco en la diacronía de los restos materiales nos permitió abordar la historia del área desde la larga duración, identificando cambios y continuidades entre diferentes momentos ocupacionales. Por el contrario, definir la contemporaneidad entre ciertos restos arqueológicos posibilitó establecer la contingencia de los paisajes, a partir del conjunto de prácticas sincrónicas que le dieron forma. Ahora bien, consideramos que los resultados obtenidos pueden tensionarse a partir de otros enfoques conceptuales con el fin de ahondar en el conocimiento acerca de la temporalidad y las dinámicas que tuvieron las prácticas humanas en la historia de Anfama. Lugares persistentes, de los anasazi a los anfameños Schlanger (1992), aborda los sistemas de asentamiento Anasazi en el sudoeste norteamericano. Utilizando una mirada de larga duración, la autora analiza las ocupaciones humanas correspondientes a diferentes momentos de la historia del área centrándose fundamentalmente en aquellos puntos del paisaje donde la materialidad arqueológica evidencia múltiples eventos de ocupación, a los que define como lugares persistentes (persistent places), es decir, aquellos que se caracterizan por ser utilizados repetidamente en el largo plazo. Para realizar el análisis, utiliza el amplio abanico material existente en su área de estudio, dentro del cual identifica tres tipos de instalaciones, que varían de acuerdo a las actividades relacionadas con ellas: instalaciones residenciales, espacios productivos y de actividades limitadas (almacenamiento, producción de herramientas, procesamiento de alimentos, entre otros). Las funciones de estas instalaciones no son permanentes en el largo plazo, sino que van variando de acuerdo a la reubicación de focos residenciales por parte de los grupos humanos. En este sentido, rastrear el cambio de lugar de los espacios residenciales resulta clave, porque extiende el análisis desde lo material, a lo conductual, pudiendo desentrañar las lógicas sociales que subyacen a las prácticas de los Anazasi. En este caso se interpretan un conjunto de prácticas como respuesta al estrés ambiental experimentado por estos grupos, que representan cambios de lugares de residencia en diferentes escalas espaciales (movimientos cortos, medios y largos) y temporales (cada generación, cada pocas generaciones y cada 200-300 años). capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS... 89 Los lugares persistentes, en definitiva, “no son ni estrictamente sitios (es decir, concentraciones de materiales culturales) ni simplemente características de un paisaje. En cambio, representan la conjunción de comportamientos humanos particulares en un paisaje particular” (Schlanger 1992:97, traducción del autor). En estas líneas se expresa una forma de interpretar estos lugares, no como simple espacialidad, sino como puntos específicos que evidencian relaciones entre prácticas humanas, su materialización en sitios arqueológicos (tal como los define la autora, como concentración de materiales) o hallazgos aislados, paisajes y tiempo. Adoptar esta postura nos obliga no solo a complejizar las reflexiones en torno a los paisajes que abordamos en nuestro trabajo, sino también a ampliar la búsqueda de elementos que pueden haber formado parte de los mismos. Retomando nuestro caso de estudio, en el abordaje realizado, definimos los diferentes momentos ocupacionales intentando superar las dificultades que advertía Bailey (2007). Sin embargo, en este esfuerzo por sistematizar una cronología sin interferencias, nos encontramos, tanto en tareas de relevamiento como de excavación y a partir de fechados radiocarbónicos, con dos situaciones particulares. La primera de ellas refiere a la presencia de reocupaciones de algunos lugares puntuales, mientras que la segunda, responde a ocupaciones de ciertas unidades arquitectónicas durante períodos que pueden abarcar varios siglos. En cuanto a las evidencias de reocupaciones, estas responden a dos modalidades, que difieren respecto a la presencia o ausencia de intervención directa sobre estructuras de momentos ocupacionales anteriores. La primera modalidad consiste en la modificación o el reordenamiento, parcial o total, de estructuras arquitectónicas de momentos tempranos y la superposición de rasgos pertenecientes a ocupaciones posteriores. Para este caso, encontramos dos evidencias claras: una de ellas corresponde al desmontaje parcial de un muro del Bloque II (compuesto de piedras lajas, dispuestas en una planta circular) y la construcción de un muro asignable a una ocupación del Bloque III (construido con rocas no uniformes y con lienzos menos definidos) en el sitio El Sunchal (capítulo 4) (figura 3). La otra evidencia también corresponde a la intervención de un muro del Bloque II y la construcción de un muro superpuesto del Bloque IV en el sitio Aliso Redondo, aunque en este caso se necesita ampliar el área de excavación para reconocer las zonas de contacto entre las dos estructuras. 90 Gonzálo moyano Figura 3. Fotografía del sitio El Sunchal, donde se muestra la destrucción parcial de muros del Bloque II (muro de piedras laja y la superposición de un muro del Bloque IV). Fotografía de Julián Salazar. La segunda modalidad consiste en la reocupación de algunos puntos sin evidencia de modificación de estructuras arquitectónicas de momentos previos. Para este caso, también cierto sector del sitio El Sunchal representa un ejemplo, a partir de una serie de puntas de proyectil de obsidiana y cerámica diagnóstica correspondiente al Bloque IV (Período de Desarrollos Regionales) recuperados en sondeos exploratorios. Asimismo, se evidenciaron casos de reocupaciones que involucran casas actuales o subactuales (Moyano 2020). En este sentido, nos referimos particularmente al sitio Casa Pastor, que da cuenta de una ocupación actual sobre restos materiales del Bloque I, al sitio Casa Rudi, donde una vivienda habitada en el presente se emplaza sobre una ocupación del Bloque II y otra del capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS... 91 Bloque IV (Vázquez Fiorani 2019), y el sitio El Sunchal, donde una vivienda contemporánea ya abandonada, se estableció sobre las estructuras ya descritas para los Bloques II y III. Entonces, el sitio El Sunchal es representativo de las dos modalidades de reocupación, siendo un sitio en que se encuentran representados cuatro de los seis bloques temporales definidos. Por un lado, se encuentra la reocupación definida en excavación, que corresponde a la primera modalidad, la cual implica la modificación parcial de una estructura temprana (Bloque II) para el emplazamiento de un recinto tardío (Bloque III). En lo que se consideró el mismo evento, no solo se destruyó el piso ocupacional del momento temprano, buscando un nivel más bajo, sino que también se desmontó parte del muro del Bloque II para la construcción del recinto del Bloque III. Por otro lado, en El Sunchal se ven otras tres reocupaciones con mayor diferencia temporal y que no implican una alteración importante de restos de ocupaciones anteriores. Una de ellas se debe a la construcción de una vivienda subactual construida y abandonada durante el Bloque V, emplazada a pocos metros en dirección oeste. La segunda y tercera implican la construcción de la iglesia de Anfama y de la casa de la familia Maza-Monasterio, ambas estructuras edificadas durante el Bloque V y utilizadas en la actualidad (Bloque VI) (figura 1 en el capítulo 4). En cuanto a la segunda situación con la que nos encontramos, referida a la continuidad de las ocupaciones en largos períodos, se encuentra evidenciada por los fechados radiocarbónicos obtenidos en las intervenciones realizadas en las unidades 2 y 5 del sitio Mortero Quebrado. Los mismos dan cuenta de actividades humanas que corresponden a la primera mitad del primer milenio EC. Esta lógica de ocupación, consistente en la continuidad de residencia en unidades arquitectónicas particulares no sería diferente a las lógicas de habitar constante que evidencian otros estudios de la región (Cantarelli y Rampa 2010; Salazar 2011). Las situaciones expuestas nos hicieron tomar conciencia de la persistencia de las ocupaciones, y en especial, de los materiales que son vestigios de las mismas, más allá de los momentos en los que sucedieron. Entender esto, posibilitó comprender la trascendencia de muchos elementos del paisaje con relación a los horizontes históricos que les dieron forma, proyectándose hacia el futuro. Los mismos fueron cambiando su función y su naturaleza en los diferentes paisajes en los que se reintegraron, convirtiéndose en huellas de momentos y procesos anteriores, constituyendo “rugosidades” que testimonian antiguos modos de hacer y producir (Santos 1990:152). 92 Gonzálo moyano Entonces, pensamos que las situaciones encontradas en nuestro análisis (reocupaciones y continuidad en las ocupaciones), son inteligibles desde el enfoque presentado por Schlanger. Si bien existen diferencias entre los procesos evidenciados por la materialidad de Anfama y los procesos que analiza la autora, creemos que el concepto lugares persistentes complejiza la interpretación que realizamos. Lo que nos resulta más interesante es la posibilidad que brinda el concepto para problematizar un enfoque diacrónico, en el que no hay divisiones totales entre diferentes momentos, sino que mucha de la materialidad, como producto de prácticas humanas, trasciende dichas divisiones. De esta manera, los vestigios de momentos previos que persisten en el paisaje, adoptan un rol dinámico, activo y relacional con las poblaciones que reocupan o continúan ocupando dichos lugares, cobrando un nuevo sentido en el universo relacional de cada configuración social particular. Asimismo, proponemos que se debe ampliar el sentido del concepto. Así, no solo podrá ser utilizado para describir “lugares que fueron repetidamente utilizados en la ocupación de regiones en el largo plazo” (Schlanger 1992:97, traducción del autor), sino también para aquellos lugares que continuaron ocupados durante largos períodos. Taskscape como herramienta para analizar la contingencia de los paisajes Las categorías que integran el modelo cronológico utilizado, definidas como Bloques temporales, no responden solamente a las diferencias cronológicas obtenidas mediante fechados radiocarbónicos, sino que también tienen en cuenta contrastes identificados en las ocupaciones a partir de análisis de la materialidad y de los recursos arquitectónicos de cada una de ellas. Particularmente, más allá de los estilos cerámicos como elementos diagnósticos, las diferencias en el trabajo invertido en la construcción de unidades arquitectónicas permitieron trazar un recorrido fluctuante en el devenir de las sociedades estudiadas en lo que respecta a modalidades de ocupación y uso del espacio. De esta manera, consideramos que las características que definen a cada bloque temporal, son compartidas por los sitios que se incluyen en cada uno de ellos. Esto significa que pensamos que los sitios pertenecientes a cada momento ocupacional fueron sincrónicos entre sí. Esta sincronía lleva implícitas relaciones de contemporaneidad entre múltiples elementos, las cuales van configurando paisajes. capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS... 93 ¿Mediante qué herramientas podemos conocer las relaciones entre los elementos de cada uno de los momentos ocupacionales y, por ende, ahondar en la interpretación de la contingencia de los múltiples paisajes que componen la historia humana en la cuenca de Anfama? Ante esta compleja pregunta, decidimos utilizar el enfoque que plantea Ingold (1993), el cual se centra en una perspectiva de habitar (dwelling perspective), esto es, una perspectiva que entiende que los paisajes se constituyen como registros perdurables de vidas y obras de generaciones pasadas. Dentro de este enfoque, el autor propone que los paisajes no pueden entenderse sin entender la temporalidad de los mismos, la cual está definida por la temporalidad de las prácticas humanas que, en definitiva, son las que configuran los paisajes. Para viabilizar la dwelling perspective, Ingold desarrolla el concepto taskcape, que refiere a todo un conjunto de tareas que se encuentra entrelazado. Estas tareas, que se dan de manera sincrónica, son desarrolladas por individuos que forman parte de un colectivo social, por lo que el autor busca eliminar la distinción entre prácticas individuales y sociales. Por el contrario, el autor plantea que dicho conjunto de tareas se da a un ritmo compartido, sincrónico entre todo el grupo, lo que configura paisajes particulares, remitiéndonos a la idea de contingencia histórica que tratamos más arriba. Ahora bien, teniendo en cuenta que las prácticas humanas del pasado dejan rastros materiales que cristalizan en forma de evidencia arqueológica, las distancias entre las actividades de dichos grupos y nuestra comprensión pueden ser acortadas a partir del abanico de técnicas que tiene la arqueología para analizar la materialidad. Después de todo, si seguimos la lógica de Ingold, todo sitio arqueológico puede ser interpretado como la evidencia material de un taskcape particular. Lo interesante de este planteo es la posición que propone adoptar a quien lo aplique. Dicho enfoque atiende al dinamismo de los paisajes durante su configuración, que no es otro que el que imprime el movimiento de las prácticas (tareas) humanas. Para nuestro caso de estudio, se han aplicado diversas líneas de análisis material que posibilitaron acercarnos al abanico de actividades desplegado por las poblaciones del pasado para garantizar su reproducción social. Por ejemplo, a partir del estudio de las cadenas operativas y los habitus que estructuran las prácticas en torno a la producción cerámica (Franco 2019a y 2019b), de las historias de vida de los instrumentos líticos y de las estrategias productivas desarrolladas por los grupos pretéritos (Montegú 2018 y capítulo 7 de este volumen) o del papel que desempeñaron un conjunto de 94 Gonzálo moyano rocas intervenidas en los escenarios sociales (Salazar y Franco Salvi 2020 y capítulo 8 de este volumen), desde nuestro equipo, hemos podido modelar de manera muy precisa conjuntos de relaciones que involucran técnicas productivas, espacios de extracción de materias primas, distintos colectivos sociales, etc. En un trabajo reciente (Moyano 2020), aplicando análisis de visibilidad, hemos intentado acercarnos a los paisajes definidos a partir de una escala humana, haciendo énfasis en la percepción que se tiene de los diferentes sitios definidos (intervisibilidad) y del entorno en el cual se emplazan (cuenca visual acumulativa). Combinando dicho análisis con el de vecino más cercano, no solo hemos podido obtener datos cuantitativos acerca de las relaciones espaciales entre los sitios y su disposición en el área de estudio, sino también caracterizar las posibles interacciones humanas que dichos sitios posibilitaron en cada momento ocupacional. Asimismo, la aplicación de este tipo de análisis provocó nuevas preguntas de tipo metodológicas, por ejemplo, cuestionandonos en torno a la relación entre unidades espaciales y sociales involucradas, y temáticas, problematizando el uso de otras variables, como áreas de captación de recursos, grados de complejidad social, entre otras. Si bien en trabajos anteriores hemos podido acercarnos a algunos de los elementos involucrados en el concepto de taskscape, consideramos que su utilización puede mejorar notablemente las vías de análisis y las reflexiones en torno a las maneras en que cada paisaje se configura a partir de prácticas particulares. Realizar un análisis en los términos planteados por Ingold no solo permite tener en cuenta la relación entre las diferentes actividades que desarrollan los grupos humanos, sino también centrarse en su temporalidad y la trascendencia de ciertos elementos más allá de los límites de cada horizonte temporal. En definitiva, permite acercarnos a los modos de habitar un paisaje quizás en un sentido más humano. CONSIDERACIONES FINALES La reflexión en torno a las herramientas conceptuales con las que abordamos los procesos sociales pretéritos y construimos narrativas en torno al pasado debe ser constante, con el fin de afinar los instrumentos analíticos, despojándonos de elementos de nuestro sentido común y evitando extrapolar maneras de entender las relaciones sociales del presente a los momentos históricos investigados. capítulo 3. “luGareS perSiStenteS” y “taSKScape” como VíaS... 95 A partir de lo desarrollado hasta aquí, pensamos que la aplicabilidad de los conceptos de lugares persistentes y taskscape en nuestro caso de estudio ha quedado demostrada y muestra bastante potencial para trabajar diversas líneas en el futuro. Por su parte, el concepto de lugares persistentes nos permitió repensar el enfoque diacrónico utilizado, lo cual posibilitó allanar el elemento problemático planteado por Bailey (2007) al desarrollar el concepto de palimpsesto acumulativo. Lejos de ser un impedimento para la interpretación arqueológica de eventos superpuestos, la dificultad para separar elementos originales en un palimpsesto puede pensarse como un ensamblaje material en el que se conjugan múltiples temporalidades, y puede comenzar a solucionarse mediante la aplicación de escalas de análisis y herramientas conceptuales y metodológicas adecuadas. En este sentido, la idea de lugares persistentes nos ayudó a pensar en la trascendencia de ciertos objetos o materiales más allá de los límites temporales de tal o cual paisaje. Así, esta postura nos presenta un desafío respecto a las inferencias sobre las prácticas que se desarrollaron en cada una de las ocupaciones que integran los sitios arqueológicos en los que se registraron superposiciones. Para resolver esta problemática, pensamos que es fundamental ahondar en el conocimiento que tenemos en torno a las lógicas que rigieron las prácticas humanas pretéritas, para lo que ayuda la ampliación de las intervenciones arqueológicas a fin de contar con un conjunto de evidencias materiales de mayor envergadura. Asimismo, creemos que en los análisis de esta escala es fundamental la aplicación del concepto de taskscape el cual muestra un gran potencial para interpretar los procesos de configuración del paisaje desde una escala humana y ponderando el conocimiento de las múltiples temporalidades que forman parte de cada paisaje en particular. En definitiva, la utilización de ambos conceptos habilita un movimiento continuo entre análisis diacrónico y sincrónico, donde las definiciones de los episodios del primero pueden realizarse con más precisión a partir de la profundización del conocimiento sobre cada paisaje que podemos lograr con el segundo. Confiamos en que esta estrategia nos servirá en investigaciones futuras para ahondar en el pasado de los pueblos originarios de la región. CAPÍTULO 4. LA BÚSQUEDA DE ENSAMBLAJES ARQUEOLÓGICOS EN UN SITIO “INVISIBLE”. EL CASO DE EL SUNCHAL Francisco Franco El Sunchal es un sitio arqueológico que posee una particularidad, la información visual (arquitectura, materiales) que presenta a nivel superficial es sumamente escasa. La característica implica que, pese a las excavaciones y distintos tipos de análisis realizados a lo largo de los últimos años, todavía no se disponga de una expectativa acabada de cómo se articularon los distintos momentos ocupacionales del sitio en tiempos prehispánicos (capítulos 1 y 3), lo cual se ha acentuado por el palimpsesto de ensamblajes diacrónicos que presenta. En este capítulo se relata la deriva de las expectativas arqueológicas que se tenían y se tienen para el sitio, así como el proceso metodológico utilizado para revertir su invisibilidad. Determinar un patrón constructivo, junto con un correcto análisis estratigráfico, forman parte de los elementos centrales a la hora de interpretar el registro material y darle un sentido integrador dentro de la Arqueología doméstica (Harris 1991; Steadman 1996; Taboada 2005; Coll Moritán y Cantarelli 2021). Este aspecto, dado por evidente cuando se dispone de arquitectura visible a nivel superficial, adquiere un sentido crítico cuando no se cuenta con la misma, ya que buena parte de las certezas con las que se diseña un plan de investigación en una vivienda responde a las posibilidades de observar su construcción y estimar en función de ella, un área de análisis o interés particular. Si bien se podría señalar que lo mismo ocurre para el resto de la cultura material, puesto que habitualmente no se conoce qué información o registros se encuentran bajo tierra, la ausencia de referencias arquitectónicas implica otro tipo de incertidumbre, en la que las decisiones en el campo incorporan un mayor grado de azar y dinamismo. Desde la superficie se 98 FranciSco Franco imaginan estructuras que, como el gato de Schrödinger pueden estar o no estar allí, lo cual ha redundado en algunos casos en excavaciones que no han resultado particularmente fructíferas y, en otros, en hallazgos inesperados. En esta ocasión se desarrolla el caso de El Sunchal, un sitio arqueológico en uno de los sectores bajos de la cuenca de Anfama que ha presentado dicha dificultad. Allí, la arquitectura permanece soterrada a unos 30 y 50 cm del suelo actual, profundidad suficiente como para que desde la superficie no se tenga ninguna certeza acerca de la presencia, ausencia o continuidad de rasgos y paramentos. El Sunchal es por lo tanto “invisible”, en la acepción de aquello que rehuye a ser visto. Desde el año 2014, se ha invertido en El Sunchal una considerable cantidad de tiempo y recursos buscando visualizar lo que superficialmente se ausenta. Originalmente se imaginó allí una vivienda tipo, similar a otras de inicios del primer milenio EC en Anfama y la región, y cómo podrían encontrarse distribuidos los muros de la estructura en base a esta proyección tipológica. Sin embargo, a medida que avanzaron las intervenciones y los análisis, lo que se estimó como su probable morfología y cronología, se transformó en una historia ocupacional compleja y dinámica, con múltiples ocupaciones entre ca. 50 a.C. y ca. 1500 d.C. La propuesta que aquí se ofrece para entender El Sunchal es abordarlo desde la teoría de los ensamblajes, es decir, como el agregado de componentes de múltiples escalas e intensidades temporales, espaciales y materiales (también capítulo 2), en cuya historización se ha podido avanzar de manera dispar. Esto implica considerar dos ejes recíprocos, uno de relación/composición/disposición y otro de proceso/movimiento/acción. Es decir, un aspecto relacional, que remite al ensamble de elementos heterogéneos, a la traza de redes y a la configuración de los elementos en regímenes de co-funcionamiento. Y un aspecto procesual, que remite a la realidad como proceso de producción recurrente, como apertura y devenir que compone/descompone y/o estabiliza/desestabiliza las relaciones entre sus elementos constitutivos (Macgregor Wise 2005; De Landa 2006, 2016; Harris 2014, 2017). Para caracterizar la intensidad de los agenciamientos, la teoría de los ensamblajes considera dos parámetros principales. El primero de ellos es el grado de territorialización/desterritorialización que refiere a la homogeneidad y estabilidad espacial y temporal de los componentes, esto es, las acciones que demostraron la presencia de un ensamblaje y su capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 99 pervivencia. El hábito entendido como el proceso que da a los componentes sus límites definitorios y los mantiene a través del tiempo es el principal proceso de territorialización. En él, se realiza una síntesis del presente y del pasado con vistas a un futuro posible. La contigüidad, la interacción diaria, las experiencias sociales compartidas, la recurrencia y pervivencia de tradiciones, constituyen ejemplos de elementos de territorialización. Un proceso de desterritorialización, en cambio, es la desarticulación de los hábitos observados en un agenciamiento, incluyendo la disminución en la densidad de los lazos, el incremento en la dispersión geográfica o la supresión de rituales que son clave para el mantenimiento de la solidaridad tradicional. Las partes constitutivas de un ensamble pueden operar en direcciones territorializantes o desterritorializantes, aún para un mismo momento histórico. A nivel arqueológico la distinción resulta especialmente útil puesto que permite pensar en la dinámica de los ensamblajes materiales a lo largo del tiempo en una clave espacial/territorial (Macgregor Wise 2005; De Landa 2006, 2016; Harris 2017, 2018; Jervis 2019; Salazar et al. 2021; Jennings et al. 2022). A su vez, la indagación de los procesos de territorialización y/o desterritorialización son particularmente relevantes puesto que se insertan en el centro de las críticas a las narrativas lineales y su caracterización de la vida sedentaria como un cuadro estático opuesto al movimiento. El abordaje desde esta perspectiva dota de densidad histórica a los análisis, logrando incluir dentro de las posibilidades a la movilidad residencial: asentamientos ocupados multi-generacionalmente, abandono de viviendas particulares y/o sitios a una escala mayor, constitución de nuevos asentamientos, reutilización de espacios con fines diversos, entre otros. A partir de los elementos reseñados este aporte relata el proceso aún incompleto de construcción de la narrativa arqueológica de la que disponemos. Es decir, de la reconstrucción histórica parcial a partir de su arquitectura, registro material, cronología y del interjuego entre lo visible e invisible en el sitio. Con ello, se espera dar cuenta de procesos de territorialización y/o desterritorialización presentes en El Sunchal, y también, de los interrogantes que aún permanecen a futuro. LOS PRIMEROS PASOS El sitio arqueológico El Sunchal se encuentra en una terraza fluvial de pastizales y pendientes suaves (26°43’26’’S; 65°35’01’’O; y 1.900 msnm 100 FranciSco Franco aproximadamente), próximo a la capilla de Anfama y a la casa de Don Desiderio Masa y Doña Teresa Monasterio (figuras 1, 2 y 3). Figura 1. Toma satelital de El Sunchal, obtenida de Google Earth pro: (1) Área de mayor concentración arqueológica; (2) Capilla de Anfama; (3) Puesto familia Maza-Monasterio; (4) Arroyo El Sunchal; (5) Puesto familia Ragido; (6) Puesto familia Aguilera. Figura del autor. Figura 2. Toma aérea de El Sunchal: (1) Capilla de Anfama; (2) Unidad 1; (3) Unidad 2. Figura del autor. capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 101 Figura 3. Modelo altitudinal de El Sunchal procesado en Autodesk Recap y Pix4D mapper con base en 184 fotografías. Destacado en blanco, área de mayor concentración arqueológica. Figura del autor. Los elementos que motivaron a intervenir el sector fueron la presencia de algunas rocas talladas (figura 4), de instrumentos de molienda móviles, de una serie de depresiones que no seguían la pendiente natural del terreno, y de algunos alineamientos de rocas, presumiblemente muros, sin continuidad entre ellos. Figura 4. Plano de planta de El Sunchal: (1) Puesto Maza-Monasterio; (2) Capilla de Anfama; (3) Cimientos de puesto sub-actual; (4) Unidad 2; (5) Unidad 1,( I, II y III) Rocas intervenidas. Figura del autor. 102 FranciSco Franco El relevamiento primario diferenció dos posibles unidades arquitectónicas, distanciadas entre sí por 40 m aproximadamente, las cuales fueron denominadas U1 y U2 respectivamente. Si bien la segunda de ellas (U2) poseía un grado algo mayor de visibilidad arquitectónica superficial, su proximidad a un puesto subactual abandonado implicaba mayores probabilidades de perturbación del registro, por lo cual, las intervenciones se centraron en la U1. Por otra parte, la realización de modelos fotogramétricos con drones, para el uso de herramientas que permiten visualizar detalles topográficos no fácilmente observables a ojo desnudo (por ej. ondulaciones leves del terreno), no aportó mayores precisiones de distribución de rasgos arquitectónicos. A excepción de unas líneas rectas interpretadas como delimitaciones sub-actuales (muy posiblemente del mismo puesto abandonado), ubicadas hacia el este de la U1; de ser ese el caso, es posible que el sector oriental de la loma haya sido afectado por labores agrícolaganaderas en tiempos relativamente recientes (figura 5). Figura 5. Visión de El Sunchal, procesada con Autodesk Recap photo modo x-ray con base en 184 fotografías. Destacado en blanco, área de mayor concentración arqueológica. Con flechas, el detalle de las líneas presumiblemente sub-actuales. Figura del autor. Las proyecciones originales con las que se decidió la realización de las excavaciones, estimaban el trabajo en una unidad residencial similar a las que se observaban en sectores altos de Anfama, en los sitios Mortero capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 103 Quebrado y/o La Larga, entre otros (Salazar et al. 2016, 2019, 2022; Salazar y Molar 2017; Montegú 2018; Moyano 2020; Molar 2021), las cuales detentan un patio central circular de entre 10 y 20 m de diámetro, al que se adosan recintos habitacionales de idéntica morfología pero menores dimensiones (3 m a 5 m de diámetro), y que presentan similitudes arquitectónicas con las viviendas que pueden observarse en sectores vecinos como La Ciénega, el valle de Tafí y la quebrada de Los Corrales. Las dataciones absolutas realizadas en ellas han ofrecido un rango temporal de construcción y ocupación que oscila aproximadamente entre 50 a.C. y 500 d.C. en Anfama, y hasta 800 d.C. en los valles colindantes (Berberián y Nielsen 1988b; Cremonte 1996; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar y Franco Salvi 2009; Caria y Oliszewski 2015; entre otros). Se trata de un período en el que la vida aldeana, es decir, la experiencia de convivir en viviendas relativamente contiguas, se consolida a nivel regional, y en el que, a la aparición de casas, se ensamblan prácticas de producción y recolección de alimentos; de crianza, manejo y caza de animales; de producción de vasijas cerámicas, cestos, textiles e instrumentos líticos, entre otros objetos; de distintas modalidades cúlticas que incluyen montículos ceremoniales presumiblemente públicos y grandes bloques líticos tallados de hasta 3 m de altura, a experiencias más privadas como enterratorios en los patios de las viviendas; redes de circulación que unen distintos pisos ecológicos; entre otros componentes que forman un proceso de territorialización marcado, el cual se extendió entre 500 a 1000 años según el sector considerado y cuyas dinámicas particulares han sido crecientemente abordadas en los últimos años (Berberián y Nielsen 1988a; Cremonte 1996; Domínguez y Sampietro 2005; Sampietro y Vattuone 2005; Caria et al. 2009; Salazar y Franco Salvi 2009; Lazzari 2010; Scattolin 2010; Caria y Oliszewski 2015; Oliszewski 2017; Franco 2022; entre otros). Considerando los indicios que se presentaban a nivel superficial, durante el año 2014 se decidió una intervención, en la cual se realizaron tres sondeos exploratorios: dos cuadrículas de 1,5 m x 1,5 m y una trinchera de 1 m x 3 m (realizados en los sectores luego denominados K0, K1, K9 y O1; figura 6). El primer acercamiento al sitio comenzó a complejizar la visión del ensamblaje esperado, la intervención en la trinchera se topó con un muro bajo e informal, mayormente derrumbado, el cual se articulaba con la forma circular de la depresión que se observaba a nivel superficial. Esto fue interpretado como el cerramiento de un recinto, que definía un espacio intramuros en el cual se realizó uno de los sondeos y otro extramuros-basurero en el cual se llevó a cabo la restante intervención. 104 FranciSco Franco Figura 6. Imagen de las primeras excavaciones en la U1, año 2014. Fotografía de Julián Salazar. Entre los materiales obtenidos en estos primeros sondeos, se recuperó un tiesto santamariano en el relleno superficial, lo cual marcaba la presencia de algún tipo de ocupación también durante el segundo milenio EC. Los restantes objetos tanto cerámicos como líticos presentaban patrones morfológicos y estilísticos asignables al primer milenio EC, mientras que la presencia de obsidianas y cuentas de mineral de cobre apuntaban a una integración en ensambles de tráfico de objetos de larga distancia. Las rocas talladas (capítulo 8) presentaban similitudes, pero también particularidades con relación a las observadas en el valle de Tafí y/o en La Ciénega. A su vez, la primera datación realizada durante el año 2015 para el sitio, ofreció una antigüedad de 1744 ± 27 AP (AA105485, grano de Zea Mays carbonizado), lo cual reforzaba la asignación de los materiales del sitio a la cronología originalmente inferida. Con relación al primer muro observado, su conformación informal y probable cronología lo alejaban tipológicamente de otras viviendas contemporáneas de sectores vecinos (González 1960; Cremonte 1996; Cuenya y García Azcárate 2004; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar y Franco Salvi 2009; Caria y Oliszewski 2015; Olizsewski 2018). Este punto era marcado en la primera comunicación que se realizó del sitio, en la cual se señalaba el probable uso de materiales constructivos perecederos y la posibilidad de una ocupación con un grado de movilidad acentuado (Salazar et al. 2016). capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 105 En esta etapa que podría caracterizarse como exploratoria, se generó una visualización general que articulaba, a nivel de praxis y materialidad, a El Sunchal con otras ocupaciones sincrónicas de Anfama y de la región, entre ellas la presencia de instrumental lítico de molienda y corte, piezas cerámicas, rocas talladas con motivos geométricos, y evidencias de consumo de recursos cultivados que daban cuenta de algún tipo de asentamiento doméstico en 300 d.C. aproximadamente. Los resultados obtenidos en esta primera fase, al margen de la particularidad arquitectónica observada, se encontraban dentro del rango de expectativas originales. EN BÚSQUEDA DE MAYORES PRECISIONES Durante el año 2016, se decidió profundizar el conocimiento que se tenía del sitio durante una campaña de excavación más extensa que la realizada inicialmente. Para obtener referencias espaciales precisas y debido a la ausencia de mayores evidencias arquitectónicas superficiales, se decidió subdividir el área en cuadrículas de 1,5 m x 1,5 m, las que recibieron una denominación acorde a un grillado alfanumérico. Las excavaciones se enfocaron en tres sectores en los cuales a nivel superficial emergían alineamientos de rocas o presumiblemente algún tipo de rasgo arquitectónico, uno al noroeste, otro al sur, y un último en el centro-este de la grilla planteada (figura 7). El sector noroeste presentó un muro sólido, el cual no seguía la orientación del rasgo derrumbado de las cuadrículas K0 y K1. Considerando el mayor grado de integridad que presentaba el rasgo del sector noroeste, y buscando una mejor aproximación a la morfología de la estructura arquitectónica, la campaña se reorientó a avanzar especialmente en dicha área del grillado. Allí se logró establecer la presencia de una construcción conservada de al menos 3 m de largo (cuadrículas E3-E4-E5), que por su apariencia y diámetro inferido fue interpretada como un patio de morfología circular similar a otros de sitios como Mortero Quebrado (figura 8). La presencia del muro era importante puesto que permitía retomar las expectativas originales con las que se había intervenido el sitio. 106 FranciSco Franco Figura 7. En verde, sectores excavados durante 2014, en marrón ampliaciones realizadas en 2016. Figura elaborada por Julián Salazar. Figura 8. Detalle de muro cuadrículas E4 y E5. Fotografía de Julián Salazar. capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 107 Las restantes intervenciones (figura 9, cuadrículas L5, O7, P7, M15, M16) no detectaron rasgos de arquitectura, pero sí permitieron recuperar en excavación un conjunto de objetos cerámicos y líticos (instrumentos de molienda; un hacha en roca metamórfica; alisadores; núcleos, lascas e instrumentos de cuarzo, cuarcita y sílice; lascas y puntas de proyectil de obsidiana) asignables tipológicamente al primer milenio EC. Durante esta campaña también se detectaron dos nuevas rocas talladas en una pirca subactual, en las proximidades del sitio, las cuales presentaban intervenciones hemiesféricas en la mayor parte de su extensión (figura 10). Figura 9. Intervenciones realizadas durante el año 2016. Fotografía de Julián Salazar. 108 FranciSco Franco Figura 10. Rocas talladas observadas en una pirca sub-actual próxima al arroyo El Sunchal (flecha). En amarillo, área de mayor concentración arqueológica. Figura del autor. A partir de esas nuevas intervenciones, se decidió la realización de dos dataciones radiocarbónicas. La primera de ellas ofreció una antigüedad de 1557 ± 25 AP (D-AMS024743, madera carbonizada, cuadrícula M16), rango temporal similar al anterior fechado obtenido y que permitía pensar en una ocupación relativamente continua del sitio al menos entre ca. 300 d.C. hasta ca. 500 d.C. La datación restante ofreció una antigüedad de 1253 ± 31 AP (D-AMS024744, madera carbonizada, cuadrícula O7), la cual se alejaba de las fechas anteriores y abría nuevos interrogantes en torno al tipo de ocupación del sitio para ca. 800 d.C.: ¿se trataba de la continuidad de la ocupación original detectada o era una reocupación posterior del sector? La aparición de un muro mejor conservado en las cuadrículas E3E4-E5 y la datación fuera del rango esperado, generaron la necesidad de realizar una nueva campaña que pudiera ofrecer mayores precisiones, en tanto la expectativa tipológica-comparativa del sitio, con la cual se comenzó a trabajar originalmente allí, comenzaba nuevamente a difuminarse. Durante 2017 se intervinieron las cuadrículas C1, C2, C3, D1, D2, D3, D4, E1, E2, F1, F3, F4 en el sector noroeste; y Ñ7, Ñ8, O8, y Q1 en el este. En el primer caso la idea regente era seguir el muro observado (figura 8), y establecer cómo se articulaba arquitectónicamente. Mientras que, en capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 109 el segundo, la presencia de un fogón y de un conjunto de fragmentos de vasijas de considerable tamaño fomentó la ampliación de las excavaciones. Las excavaciones de 2017 fueron las que mayor grado de detalle aportaron acerca de los rasgos arquitectónicos en el sitio. En particular en el sector noroeste se lograron detectar dos instalaciones superpuestas, cuya interpretación original en el campo no era sencilla. Una de ellas, presentaba continuidad con el rasgo relevado durante 2016 (D5, E4, E3), se trataba de un muro de piedras lajas clavadas de punta de 60 a 70 cm de alto, que formaban un lienzo regular de morfología circular (cuadrículas C2, C3, D4, E3 y E4), a su vez en el sector intramuros de este recinto se detectó un piso arcilloso preparado de acentuada dureza y compactación, al que se asociaron instrumentos de molienda, fragmentos de vasijas y herramientas líticas. En los extramuros del sector (cuadrículas D4 y D5, hacia el sudoeste) también se detectó un piso consolidado, aunque no tan compacto como el interno. La segunda instalación, se manifestaba en un muro bajo (30 a 40 cm de alto) e informal, conformado por rocas amontonadas (Cuadrículas C2, D2, y E2), y cuyo piso de ocupación no consolidado se encontraba aproximadamente 20 cm por debajo de la altura del rasgo. También se detectó la presencia de un tercer elemento arquitectónico no compatible con ninguna de las dos instalaciones previamente descritas, se trataba de una jamba (cuadrículas E1 y F1), que era continuada por un muro doble en dirección nor-noreste con características constructivas diferentes a las de los otros dos. Adicionalmente, debajo del piso de apoyo de la puerta, se recuperaron dos pequeños pucos cerámicos superpuestos, colocados intencionalmente allí. A nivel estratigráfico se observó que la segunda estructura se había realizado sobre el recinto circular, para lo cual, se desarmaron parcialmente de los muros originales y se cavó por debajo del piso consolidado, utilizando como uno de los elementos constructivos, una roca formatizada. Sin embargo, no se lograba ensamblar el rasgo observado a un rango temporal particular, tampoco se había logrado determinar si este muro formaba parte de un recinto o era simplemente una delimitación abierta. A su vez, la cerámica observada en el campo (previo a su acondicionamiento en laboratorio) no difería demasiado entre ambas instalaciones, a excepción de la presencia de fragmentos marleados, entre ellos una vasija de grandes dimensiones en el sector septentrional, la cual se encontraba empotrada en el piso de la ocupación (figura 11). 110 FranciSco Franco Figura 11. Intervenciones realizadas durante 2016 y 2017 en el sector noroeste: (1) Vasija marleada empotrada; (2) Estatuilla zoomorfa; (3) Pucos colocados por debajo de la jamba; (4) Instrumento de molienda; (5) Roca formatizada utilizada en el muro. Figura del autor. En el sector este (cuadrículas Ñ7, Ñ8, O8, y Q1) se evidenció un muro bajo derrumbado, que delimitaba un sector intramuros donde se destacó la presencia de hoyos de poste y de concreciones de material arcilloso —tal vez utilizados para impermeabilizar y aglomerar techos—, que darían cuenta de un sector semitechado, presumiblemente de una galería en el patio (figura 12). La presencia de vasijas de grandes dimensiones y evidencias de combustión, abogarían por usos vinculados a la cocción de alimentos en dicho sector (capítulo 6). En búsqueda de precisiones cronológicas que permitieran un mejor entendimiento del sitio y de los interrogantes que se seguían incrementando, se realizaron cuatro dataciones. Las cuales ofrecieron fechas de: 1993 ± 25 AP (D-AMS028234, madera carbonizada, cuadrícula E3); 1671 ± 22 AP (D-AMS028232, madera carbonizada, cuadrícula F2); 1136 ± 21 AP (D-AMS028235, madera carbonizada, cuadrícula D1); y 1138 ± 23 AP (D-AMS028233, madera carbonizada, cuadrícula D1). Los nuevos fechados ofrecieron un escenario aún más complejo de lo esperado, extendiendo capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 111 la cronología ocupacional hacia momentos iniciales y finales del primer milenio EC. Figura 12. Planimetría de excavación de las cuadrículas Ñ7-8, O7-8 y P7, donde se muestran los hallazgos superpuestos recuperados en todas las Unidades Estratigráficas y los distintos rasgos identificados: huella de poste, fogón y muro. Figura elaborada por Julián Salazar. Durante el año 2018 se realizaron tres sondeos expeditivos de 1m x 1m en la margen norte del arroyo El Sunchal en torno a lo que superficialmente aparentaban ser pequeños recintos circulares delimitados por muros, a fines de evaluar si allí se observaba otra estructura residencial. Las excavaciones, aunque limitadas, no constataron la presencia de arquitectura continua y la densidad artefactual resultó sumamente baja, destacando únicamente un tiesto ordinario marleado en uno de ellos. Sin embargo, los hallazgos de material arqueológico del primer milenio EC son recurrentes en las inmediaciones del puesto actual de la familia Ragido (figura 13). 112 FranciSco Franco Figura 13. Imagen satelital de El Sunchal tomada de Google Earth Pro. Destacado en amarillo: sector arqueológico principal, en violeta: sector de los sondeos del año 2018, flecha: puesto de la familia Ragido, roca intervenida y cabezales líticos de hacha obtenidos en proximidades de la vivienda (materiales en posesión de dicha familia). Figura del autor. Las últimas intervenciones en El Sunchal se realizaron durante el año 2019, en las cuadrículas C-1, C0, D-1, D0, E-1, E0 y F0. El objetivo de dicha campaña fue profundizar el conocimiento de la ocupación datada en torno a 1100 AP. Las excavaciones permitieron constatar que el muro informal observado inicialmente durante 2017 presentaba continuidad y conformaba un recinto semirectangular de 4,5 m x 3,5 m aproximadamente (figura 14). A su vez, para cerrar el extremo noreste de la estructura se había aprovechado otro muro que es estratigráficamente previo (Cuadrículas F0 y F1). El piso de este recinto se determinó por la presencia de materiales en posición horizontal, y por la ausencia de elementos culturales a partir de los 80 cm de profundidad en relación al datum, pero a diferencia de los pisos de la estructura precedente no presentaba ningún tipo de compactación ni preparación. En tanto, hacia el norte del recinto se delimitó un espacio extramuros, en el que se recuperó entre otros elementos líticos y cerámicos, una vasija con elevado grado de integridad. capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 113 Figura 14. Detalle de arquitectura del sector noroeste. Figura elaborada por Julián Salazar. Al finalizar la campaña de 2019, se habían establecido múltiples momentos ocupacionales para El Sunchal, a los que se podían asociar eventos constructivos y destructivos correlacionados a partir de la estratigrafía y de dataciones radiocarbónicas, de los que se desprendían algunas hipótesis de trabajo más complejas de las que se habían desarrollado originalmente para interpretar el sitio. HACIA UNA SÍNTESIS INTERPRETATIVA La cronología Las investigaciones en El Sunchal presentaron uno de los mayores desafíos arqueológicos que ha tenido el equipo, en tanto, en un espacio acotado se presentan y se superponen ensamblajes temporales múltiples, de los cuales no se tienen mayores referencias visuales a nivel superficial 114 FranciSco Franco (figura 15). La deriva de la investigación implicó el abandono de una expectativa tipológica estática original, y la creciente toma de conciencia de que el sitio presentaba un palimpsesto de ensamblajes ocupacionales cuyo grado de territorialización y pervivencia fue dispar. En este sentido, un primer nivel interpretativo remite a la cronología, la arquitectura, y su relación con la cantidad de eventos ocupacionales del sitio. Las distintas excavaciones en área y el uso de estratos naturales sin dudas facilitó la interpretación de los eventos y la búsqueda de dataciones en sectores que despertaban interrogantes particulares. La calibración de mismas, situó la investigación ante un escenario ocupacional complejo, que marca la recurrencia en el aprovechamiento del sector cuanto menos desde ca. 50 a.C. hasta ca. 950 d.C. (figura 16). Figura 15. Plano de excavaciones, rasgos y dataciones obtenidas. Figura elaborada por Julián Salazar. capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 115 Figura 16. Calibración de las dataciones obtenidas en base a OxCal 4.4.2 y ShCal 21 (Bronk Ramsey 2017, Hogg et al. 2020). Figura del autor. El fechado del piso ocupacional de la cuadrícula E3 no presenta mayores inconvenientes, permite asociar la ocupación de un recinto habitacional de morfología circular a algún momento entre 150 a.C. y 50 d.C. Al mismo podría asociarse un probable patio (cuadrículas E4, E5, F2, y F3) y un espacio extramuros (cuadrículas D4 y D5). El sector externo sudoeste de la construcción (cuadrículas D4 y D5) también posee un piso consolidado que se encuentra levemente sobreelevado (20 a 30 cm) con relación al de la estructura residencial (figura 17). Luego de la datación de E3 se presenta un hiato probabilístico de cuanto menos 150 años con el fechado de la cuadrícula O1; y de 250 años en relación al de las cuadrículas F2/F3/F4. En el primer caso aún no disponemos de una referencia arquitectónica vinculante, por lo que el tipo de asociación o disociación entre ambas dataciones se encuentra en una zona gris, siendo más probable que el fechado de O1 se encuentre vinculado a un segundo momento ocupacional, al igual que F2/F3/F4. 116 FranciSco Franco Figura 17. Detalle de sector de la construcción I, resaltado en naranja sectores con pisos consolidados. Detalle de tipología constructiva en recuadros. Figura del autor. El segundo caso (cuadrículas F2/F3/F4), plantea interrogantes sobre la pervivencia de la estructura original entre 150 d.C. y 550 d.C. Al evaluar el patrón constructivo se observa la presencia de una jamba que se habría capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 117 superpuesto sobre el recinto circular original (la datación se realizó en el piso intramuros que delimita la puerta), y que es continuada hacia el norte por un muro doble relleno con características constructivas distintas a las precedentes. Esto implica que, hacia mediados del primer milenio EC, parte de la estructura primaria ya no era utilizada o había sido sustancialmente modificada. A su vez, se ha considerado a nivel hipotético que la presencia de los pucos cuidadosamente colocados por debajo del piso de esta puerta de ingreso y con evidencias de haber contenido Zea mays, tal vez en forma de chicha (capítulo 6), podría tratarse de un evento inaugural/propiciatorio de una nueva construcción. Al igual que en el caso de la datación obtenida en la cuadrícula O1, la de M16 no se puede asociar por el momento a un rasgo arquitectónico específico, aunque la probabilidad de calibración la aproxima a las dataciones de F2/F3/F4 y O1. Entre estas tres dataciones se forma un continuum probabilístico que se extiende desde ca. 150 d.C. a ca. 550 d.C. Por el momento se considera a esas dataciones como parte de un segundo momento ocupacional, pero serían necesarias nuevas intervenciones para reforzar esta presunción. Tampoco se tienen mayores certezas acerca de la articulación de estas ocupaciones con la observada en la lindante U2, cuyos rasgos arquitectónicos superficiales sugieren que también fue ocupada en algún momento entre 50 a.C. y 450 d.C., pero como se ha observado en este caso, tal vez también presente una historia ocupacional de mayor complejidad. Las rocas formatizadas observadas en las proximidades de las estructuras arquitectónicas (tanto de la U1 como de la U2), se ha asociado al lapso que se extiende desde ca. 50 a.C. a ca. 450 d.C., considerando la relación cronológica más directa observada en otros sitios de la cuenca de Anfama (capítulo 8 de este volumen y también Franco Salvi et al. 2020; Salazar y Franco Salvi 2020). Desde ca. 550 d.C. hasta ca. 750 d.C. se produce un nuevo hiato probabilístico, que es interrumpido por la datación en O7, tampoco asociable a un rasgo arquitectónico definido. Aunque, la presencia de vasijas de grandes dimensiones y de evidencias de cultivos (Zea mays y Cucurbita sp., capítulo 6) abogaría por una ocupación de tipo residencial cuya magnitud o continuidad en relación con momentos previos aún se desconoce. Mayor claridad ofrece la estructura subrectangular que se construyó y ocupó en algún momento entre ca. 900 d.C. y ca.1000 d.C. y que sería parte de un tercer ensamblaje ocupacional (figura 18). 118 FranciSco Franco Figura 18. Detalle planta de construcción III. Figura del autor. Como corolario de las inferencias sobre la temporalidad, la aparición esporádica en las capas de relleno superficial de fragmentos de estilos decorativos de momentos tardíos de la historia prehispánica, marcarían un cuarto ensamblaje ocupacional durante el segundo milenio EC el cual todavía no se ha logrado vincular con algún rasgo arquitectónico (figura 19). Por el momento, las dataciones tardías en otros sitios de Anfama remiten a 1450 d.C. y han permitido proponer el Bloque IV (Vázquez Fiorani y Salazar 2018 y capítulo 9 de este libro). Los ensamblajes ocupacionales y los pulsos de territorialización/desterritorialización. Respecto a las características arquitectónicas, la invisibilidad del sitio ha permitido aproximarse solo a una parte de las mismas pese a la elevada cantidad de excavaciones y campañas destinadas a su estudio. En el caso de la primera ocupación, la presencia de piedras lajas seleccionadas para confeccionar los muros, de arquitectura con un diseño particular que se articula con ensamblajes constructivos de otras viviendas similares en capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 119 la región, y de pisos consolidados y preparados con material arcilloso, constituyen elementos que permiten pensar en una vivienda diseñada para perdurar y ser ocupada permanentemente (McGuire y Schiffer 1983; Diehl 1992, 1997; Sanders 1993; Taboada 2005). Figura 19. Ejemplo de tiesto tardío recuperado en El Sunchal. Figura del autor. A diferencia de lo que ocurre en otros sectores de Anfama y/o del valle de Tafí donde algunas viviendas habrían sido habitadas con un elevado grado de recurrencia durante más de 500 años (Salazar 2011; Salazar et al. 2022), en El Sunchal esta primera ocupación habría sido abandonada en algún momento de la primera mitad del primer milenio EC, y reocupada con modificaciones arquitectónicas que no siguieron el patrón constructivo original. Sin embargo, esta ocupación primigenia no deja de ser parte de un proceso de territorialización intenso en la cuenca de Anfama, con evidencia de numerosos sitios ocupados para el lapso ca. 50 a.C. a ca. 450 d.C., los cuales además de una morfología arquitectónica similar, presentan ensamblajes materiales en los que recurrentemente se vinculan bloques líticos formatizados, estilos cerámicos comunes, obsidianas puneñas y evidencias de cultivos, entre otros (Montegú 2018, Molar 2021, Salazar et al. 2022; capítulo 1 de este volumen). Se estima que entre 450 y 550 d.C., se construyeron una jamba y un muro doble, constituido de piedras clavadas y al que se agregaron rocas rellenando el espacio entre ambos paramentos. La construcción modificó 120 FranciSco Franco uno de los recintos originales, aunque dejó intacta parte de sus muros. Aún no se posee suficiente evidencia del alcance de esta reconstrucción, y si a nivel estructural implicó un cambio en la morfología constructiva más allá del cambio en la forma de constituir los muros. La datación obtenida en O7 tal vez marque los estertores de esta ocupación hacia 800 d.C., en un marco de desterritorialización mayor a escala regional en el que numerosos sitios aldeanos ocupados durante siglos pasan a ser deshabitados (Cremonte 1996; Salazar y Franco Salvi 2009; Scattolin 2010). Entre 900 y 1000 d.C. se observa una nueva construcción; parte del recinto de morfología circular fue literalmente cortado, pese a lo cual los nuevos ocupantes no creyeron necesario desmontar o aprovechar las piedras lajas que aún se encontraban clavadas. El recinto se realizó mediante el cavado de un pozo semirectangular, el cual fue rodeado por un muro bajo levemente sobreelevado. Esta construcción también aprovechó el muro presumiblemente construido entre los años 500 y 600 d.C., como cerramiento hacia el este del recinto. Como dato adicional, la reutilización de una roca formatizada como parte de los muros, implicaría que, para los nuevos ocupantes del sitio, estas habrían dejado de tener relevancia afectiva-simbólica (capítulo 8). Se observa, a diferencia de la estructura original, que la última intervención arquitectónica parece haber sido pensada como un asentamiento eventual o esporádico. La informalidad de los muros, la morfología constructiva despareja y la ausencia de pisos consolidados constituyen elementos que refuerzan esta hipótesis. Adicionalmente, análisis de procedencia de materias primas líticas y cerámicas, así como de funcionalidad lítica (Franco 2020; capítulo 7 de este volumen) también apuntan a una instalación residencial proyectada para una ocupación de corta duración, o cuanto menos con un grado de movilidad residencial mayor a los anteriores. La ausencia de otros sitios con similar cronología en la cuenca de Anfama respalda la idea de un pulso de territorialización leve, en el que tal vez se asentaran grupos estacionalmente o durante pocas temporadas. En suma, desde 50 a.C. a 550 d.C., se puede observar la presencia de ensamblajes que vinculan construcciones, objetos, redes de circulación, cultivos, rocas formatizadas y con ello de poblaciones que estaban produciendo determinados tipos de territorialización y codificación relativamente intensos a nivel material en el sentido que De Landa (2006, 2016) le otorga a ambos términos, y que pueden hacerse extensibles a ocupaciones sincrónicas de Anfama y sectores colindantes. Ello no implica que se haya tratado de procesos estáticos y/o lineales, tal como se observa en la compleja dinámica ocupacional del sector (figura 20). A partir de ese momento, la intensidad de capítulo 4. la búSqueda de enSamblaJeS arqueolóGicoS en un Sitio... 121 los ensamblajes ocupacionales en El Sunchal se volvería más leve, y aunque se seguirían vinculando elementos similares a los precedentes —personas, objetos, cultivos, viviendas, presumiblemente animales domésticos—, lo habrían hecho desde configuraciones distintas, temporalmente más volátiles y con un menor compromiso en la ocupación del sector. Figura 20. Izquierda: Matriz de Harris del sector noroeste de las excavaciones (Interfaces verticales en verde y horizontales en celeste). Derecha: representación gráfica de los eventos estratigráficos identificados. Matriz elaborada por Julián Salazar, representaciones por D. Carrasco en SketchUp. 122 FranciSco Franco Algunas consideraciones provisorias La recurrencia en la ocupación y/o utilización de espacios puntuales, evidenciada en la dinámica arquitectónica, no es exclusiva de El Sunchal. Casos similares se han observado en otros sitios de sectores bajos de la cuenca de Anfama (capítulo 9), en valles vecinos como La Ciénega (Franco Salvi y Salazar 2019) o Tafí (Manasse 2011; Salazar 2011), y también en otros sectores del NOA como Yutopián (Gero 2015, Scattolin 2019), Los Amarillos (Taboada 2005), Tebenquiche Chico (Haber 2010), Mesada del Agua Salada (Lanzelotti y Spano 2015) o el Alto Ancasti (Egea 2022). En todos estos casos, los ensamblajes arquitectónicos remiten a palimpsestos que nos recuerdan la importancia de mantener abierta una perspectiva diacrónica al interpretar espacios domésticos o proyectar una investigación, y también en la fluidez de procesos que habitualmente se enmarcaron dentro de un único modelo sociocultural. En el trayecto recorrido, y pese a haber partido desde la invisibilidad, se ha logrado generar una imagen no menor de las ocupaciones prehispánicas de El Sunchal. Las distintas intervenciones y dataciones realizadas han permitido establecer una historia de ensamblajes ocupacionales extensa y compleja, con abandonos y reocupaciones durante más de 1000 años. Sin embargo, a medida que se lograban visualizar algunas de las caras que El Sunchal ocultaba en sus sedimentos, los interrogantes cronológicos y arquitectónicos lejos de disminuir, siguieron incrementándose e implican nuevos desafíos de cara al futuro. CAPÍTULO 5. ESCENARIOS DOMÉSTICOS Y MATERIALIDAD COTIDIANA EN MORTERO QUEBRADO Juan Montegú y Julián Salazar Mortero Quebrado (MQ) es un asentamiento emplazado en un sector de cumbre entre 2.200 y 2.400 msnm, al norte de la cuenca de Anfama, constituido por siete unidades residenciales distribuidas a lo largo de 500 m sobre un filo que corre de este a oeste. Los conjuntos arquitectónicos, distanciados entre sí por más de 100 m, se construyeron sobre puntos elevados respecto a su entorno inmediato los cuales intensifican, en la mayoría de los casos, la visibilidad desde y hacia las unidades vecinas (figura 1). Estos conglomerados habitacionales se componen de múltiples recintos circulares o subcirculares adosados a amplios patios de la misma morfología, o elípticos, que se posicionan como el centro articulador del espacio en las edificaciones. La ubicación del sitio presenta una vista panorámica hacia la cuenca del río Anfama y el cerro Cabra Horco (2.787 msnm), a la vez que es uno de los pasos para acceder a las zonas altas de las Cumbres Calchaquíes (en uso aún por los comuneros locales). La similitud de las unidades arquitectónicas con los asentamientos que el equipo trabajó sistemáticamente en el valle de Tafí (Franco Salvi et al. 2014), también reconocibles en otros sectores aledaños (Cremonte 1996; Aschero y Ribotta 2007; Oliszewski y Di Lullo 2020; Franco Salvi y Justiniano 2022) nos incentivó a realizar prospecciones, relevamientos de los materiales en superficie y excavaciones desde el año 2015. Además, para la investigación de las ocupaciones prehispánicas de Anfama, la ubicación de MQ en una zona de cumbre mostró la ventaja de que las unidades residenciales eran altamente visibles en superficie, no encontrándose soterradas (como en los sitios Casa Pastor, El Sunchal y Casa Rudi; capítulos 1, 4 y 9) ni con 124 Juan monteGú y Julián Salazar una densa cubierta vegetal (como en el sitio La Laguna, capítulos 1 y 9). Estas condiciones, junto con la inexistencia aparente de superposiciones y alteraciones de las estructuras y contextos correspondientes a la primera mitad del primer milenio EC, posibilitaban caracterizar los escenarios domésticos y las prácticas cotidianas en el momento de la consolidación de aldeas a nivel regional. Finalmente, también alentó las intervenciones en el asentamiento la alta presencia en superficie de bloques líticos formatizados y/o decorados con distintas técnicas (capítulo 8) que, en tamaños menores, se asemejan a los monolitos huanca (tradicionalmente conocidos como menhires) de la región (García Azcárate 1996). Estas particularidades convirtieron a MQ en uno de los asentamientos más intensivamente trabajados por el equipo. Dada esta centralidad en las investigaciones, en el presente capítulo se sintetizan los trabajos realizados y se destacan algunos resultados de los mismos. Con la información generada se discuten cuestiones vinculadas a las características generales de la ocupación, las modalidades de construcción de escenarios domésticos, los vínculos regionales de sus habitantes y las prácticas de abandono del sitio. De esta manera se apunta a contribuir a la propuesta de ocupación del espacio en la cuenca de Anfama durante el Bloque II de la secuencia temporal propuesta (capítulo 1). TRABAJOS SISTEMÁTICOS EN MORTERO QUEBRADO: PROSPECCIONES, RELEVAMIENTOS Y EXCAVACIONES Las prospecciones iniciales se efectuaron a través de brújula y cinta métrica y permitieron registrar la arquitectura en superficie de las siete unidades constructivas identificadas cuyas planimetrías se realizaron individualmente y posteriormente fueron geoposicionadas con GPS y ubicadas en la altimetría general del sitio construida a partir de imágenes satelitales. La corrección de algunas de las planimetrías iniciales de los conjuntos fue realizada a través modelos fotogramétricos en base a capturas tomadas por drone. Se realizó un ensayo de cobertura total del sitio, el cual a partir de 150 fotogramas permitió un ortomosaico georreferenciado. Complementariamente, el registro pormenorizado de algunas unidades también posibilitó la confección de planimetrías de alta resolución. capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 125 Figura 1. (A) Planimetría del sitio Mortero Quebrado; vistas que se observan desde el sitio: (B) cerro Cabra Horco y (C) cuenca del río Anfama. Figura de los autores. Las siete unidades residenciales se encuentran bastante distanciadas entre sí y cada una de ellas se compone de un espacio central abierto, o patio, de planta elíptica y grandes dimensiones, al cual se adosan recintos de planta circular más pequeños. Los muros de todas las unidades presentan similares 126 Juan monteGú y Julián Salazar técnicas de construcción, definidas por el uso de lajas de rocas metamórficas locales (disponibles de manera inmediata en el sitio), sin mortero, de gran tamaño y clavadas en los pisos con su eje mayor en posición vertical (figura 2). Algunos de los bloques han sido marginalmente tallados para generar las formas deseadas. La disposición de las caras lisas de las lajas, el alisamiento de algunas de ellas y la colocación de rocas más pequeñas a modo de cuñas, generaron lienzos uniformes. Por otra parte, la presencia de huellas de postes en el centro de los recintos laterales indica que estos se encontraban totalmente techados, mientras que los patios habrían sido abiertos o parcialmente techados con galerías cubiertas, dada la presencia también de huellas de poste en sectores contiguos a los muros. Las excavaciones del sitio se iniciaron con una serie de sondeos de 1 m x 1 m en tres unidades (U2, U4 y U5), a partir de los cuales se ampliaron las intervenciones en dos de ellas (U2 y U4). Las excavaciones se realizaron siguiendo los estratos naturales, combinando cuadriculados de 2 m x 2 m en los patios, con remociones de mitades en los recintos adosados, para facilitar las tareas de control. Se realizó un detallado registro de los depósitos e interfaces, rocas de derrumbes, rasgos subsuperficiales, materiales arqueológicos y evidencias de alteraciones postdepositacionales. Para el análisis de las superposiciones estratigráficas de depósitos y elementos interfaciales se utilizó la metodología propuesta por Harris (1991), que consiste en la representación gráfica de la sucesión de los estratos en forma de matriz. Los controles estratigráficos de las excavaciones realizadas permitieron reconocer una estratificación homogénea en las tres unidades intervenidas. En primera instancia, se detectó una capa superficial de sedimentos eólicos, de aproximadamente 0,50 m de espesor, que presentaba escasos materiales culturales y tapaba concentraciones de rocas de derrumbes de los muros que conformaban los recintos. Luego se identificaron estratos más compactos de 0,15 a 0,20 m de espesor que concentran todos los hallazgos, correspondientes a los pisos ocupacionales. Finalmente se reconoció a los 0,70 m de profundidad la roca madre de arenisca, la cual en determinados sectores presentaba una fina capa arcillosa que da homogeneidad a la superficie habitada. Tanto en los patios como en los recintos adosados se registraron rasgos subsuperficiales excavados en la roca madre (pozos circulares o elípticos de diferentes diámetros y profundidades). capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 127 Figura 2. (A) Patrones arquitectónicos registrados en Mortero Quebrado; (B) Características constructivas de los muros. Figura de los autores. EL ESPACIO INTERNO EN MORTERO QUEBRADO: CARACTERÍSTICAS Y MATERIALES DE LAS UNIDADES Considerando la estratigrafía general identificada en las tres unidades intervenidas a continuación detallamos los datos arquitectónicos, rasgos subsuperficiales, materialidades identificadas y dataciones realizadas en cada unidad. Unidad MQ-U2 La estructura está conformada por un recinto central o patio de morfología subcircular de 16 m x 19 m (R33), al cual se adosan cuatro recintos circulares de entre 6 y 9 m de diámetro (R34, R35, R36 y R37) (figura 3). La puerta de acceso a la unidad se encuentra en el lado oeste del recinto central, formada por dos grandes jambas colocadas verticalmente y apuntando a una vista panorámica de la cuenca de Anfama y hacia la unidad U1. Las intervenciones se realizaron en un recinto lateral (R34) y en el sector norte del patio (R33). 128 Juan monteGú y Julián Salazar Figura 3. Planta de la unidad MQ-U2, donde se indica en rosa el área excavada y con la flecha roja la puerta de acceso a la vivienda. Figura de los autores. En el caso del recinto R34, de 6 m de diámetro y morfología circular, se excavó la totalidad de la estructura, identificándose el piso de ocupación a una profundidad de 50 cm en los muros y 80 cm en el centro. Se recuperó abundante cantidad de materiales arqueológicos que incluían grandes fragmentos de cerámica oxidante de pasta gruesa, algunos de ellos con hollín, y fragmentos de pequeños recipientes de pasta fina y cocción reductora que concentran las pocas decoraciones registradas; desechos de talla e instrumentos de cuarzo, cuarcita, obsidiana y pizarra; puntas de proyectil de obsidiana; piedras de honda; artefactos de moler activos y pasivos; y macro y microrrestos de vegetales procesados y consumidos (capítulo 6) (figura 4). Entre los muros y los derrumbes de ellos, se identificaron ocho rocas intervenidas (Franco Salvi et al. 2020). capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 129 Figura 4. (A) Planta del recinto R34 (unidad MQ-U2) donde se observan los rasgos presentes; (B) Materiales recuperados en el piso ocupacional: fragmentos cerámicos; (C) Artefactos de molienda; (D) Instrumentos líticos; (E) pozo de grandes dimensiones posiblemente para almacenaje; (F) fogón en cubeta excavado en la roca madre. Figura de los autores. Asociados también al piso de R34 se identificaron dos rasgos subsuperficiales excavados en la roca madre (figura 4). Uno se ubicaba en el centro-sur del recinto y presentaba forma elíptica con dimensiones de 60 cm x 50 cm y 25 cm de profundidad. Contenía un estrato arcilloso 130 Juan monteGú y Julián Salazar muy compacto que presentaba abundante material vegetal carbonizado, sedimento termoalterado, cerámicas con restos de hollín, una mano de moler de cuarcita, desechos de talla de cuarzo y obsidiana, y un filo natural con rastros complementarios de obsidiana (instrumento de corte). Los análisis antracológicos de muestras de este relleno identificaron alisos (Alnus sp.), jarilla (Larrea sp.), molle (Schinus fasciculatus), afín a Fabáceas, y chañar (Geoffroea decorticans) (Franco y Camps 2020). El rasgo se corresponde con un fogón en cubeta, de donde se realizó un fechado que arrojó 1725 ± 20 AP (Salazar et al. 2019). Asociado a este rasgo y sobre el piso de ocupación, en el sector central del recinto, se identificó un amplio estrato fino blanquecino, posiblemente producto del manejo y limpieza de cenizas del fogón. El otro rasgo subsuperficial de R34, presente en el centro-norte del recinto, se conformaba por una boca circular de 90 cm de diámetro y una forma acampanada en su interior, con una profundidad de 130 cm. Esta oquedad presentaba rocas mediano-pequeñas colocadas en la boca y paredes, así como otras lajas medianas que separaban distintos estratos internos, y un fino revoque de arcilla en las paredes y base. También contenía fragmentos de cerámica gruesa y fina, artefactos de molienda, instrumentos y desechos de obsidiana y cuarzo, piedras de honda y abundante material vegetal carbonizado. El contexto se interpreta como una posible estructura de almacenaje. Materiales carbonizados procedentes de la base y de este rasgo fueron datados en 1663 ± 22 AP y 1744 ± 26 AP respectivamente (Salazar et al. 2019). Los materiales recuperados en R34, así como los rasgos y estratos internos, llevan a interpretar a este espacio como una cocina de la vivienda que conforma la unidad U2 (capítulo 6). Por su parte, el patio o R33 fue excavado parcialmente en su porción norte. El piso ocupacional se ubicó en los 50-60 cm de profundidad, salvo en el sector noreste donde se presentaba a solo 30 cm debido al afloramiento de la roca madre que parece haber sido aprovechada para elevar el muro en ese sector. Se recuperó una variada materialidad que incluyo conjuntos cerámicos ordinarios de pastas oxidantes gruesas (algunos con hollín en las caras externas) y algunos escasos tiestos grises finos, desechos de talla e instrumentos de cuarzo, cuarcita, obsidiana, pizarra y sílice, núcleos de cuarzo, puntas de proyectil de cuarzo y obsidiana, una cuenta de mineral de cobre y artefactos de molienda pasivos y activos (figura 5). Un contexto llamativo, ubicado cerca del muro a la izquierda de la puerta de acceso al recinto R34, se componía de una conana colocada boca abajo, dos vasijas grandes fragmentadas, un puco pequeño, un hacha lítica pequeña y capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 131 sedimento con grandes fragmentos de carbón. Carbón vegetal recuperado en el piso de R33 frente a la puerta que conecta al recinto R34 fue datado en 1580 ± 60 AP (Salazar et al. 2019). Durante las tareas de excavación del patio se identificaron once rasgos subsuperficiales excavados en la roca madre (figura 5). Cuatro de estas oquedades (pozos 1, 2, 3 y 5) se ubicaban en cercanías del muro perimetral, presentaban dimensiones pequeñas (entre 25 y 60 cm de diámetro, y 13 y 45 cm de profundidad), escasos materiales arqueológicos (fragmentos cerámicos del tipo rojo grueso y desechos de talla de cuarzo) y rellenos areno-arcilloso y en algunos casos rocas pequeñas planas o guijarros. Estas características y ubicación hacen pensar que tales rasgos funcionaron como huellas de postes para el techado parcial del patio mediante una galería de materiales perecederos. Otras cinco oquedades (pozos 7, 8, 9, 10 y 11) distribuidas por distintos sectores del patio, mostraban una construcción más elaboradas, ya que presentaban grandes dimensiones (entre 80 y 110 cm de diámetro, y entre 50 y 105 cm de profundidad), bocas circulares y secciones acampanadas o trapezoidales, presencia de rocas lajas o en bloque de gran tamaño a modo de tapas (algunas de ellas derrumbadas dentro de las oquedades), otras rocas medianas delimitando las bocas, paredes y/o bases, y revoques de arcilla que cubren paredes y bases. Estos pozos contenían distintos estratos, algunos termoalterados, grandes fragmentos de cerámica roja gruesa, desechos de talla e instrumentos de cuarzo, y abundantes carbones. Es de mencionar que, frente al pozo 9, como parte del muro y a la derecha de la puerta de acceso al recinto R34, se registró una roca intervenida de gran tamaño (Franco Salvi et al. 2020). Aunque el uso de estos rasgos no es claro del todo, sus características constructivas y ubicación en el recinto central, remiten a las cistas presentes en los patios de las viviendas con similar patrón en el valle de Tafí (Berberián y Nielsen 1988b; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar 2012). Los otros dos rasgos subsuperficiales corresponden, por un lado, al pozo 4 (60 cm de diámetro y 34 cm de profundidad), localizado en el centro del recinto, el cual se extendía en su lado sureste a través de una curva poco profunda que termina en una oquedad pequeña circular. En su interior se recuperaron fragmentos cerámicos del tipo rojo grueso con fracturas muy rodadas, desechos de talla de cuarzo, rocas pequeñas colocadas y carbones. A pocos centímetros se identificó un gran bloque de arcilla cocida con huellas de un artefacto circular hecho en base a vegetales. Aunque su funcionalidad no es clara, la ubicación, forma y extensión del rasgo, así como la asociación con la arcilla, pueden indicar que sirvió como estructura para 132 Juan monteGú y Julián Salazar el procesamiento de cerámicas (modelado o apoyo). Por otro lado, el pozo 6 (70 cm de diámetro y 65 cm de profundidad), de boca circular, sección trapezoidal, ubicado cerca del pozo 4, presentaba una capa de arcilla plástica en la base y en la boca una roca intervenida con un motivo antropomorfo grabado en un bloque metamórfico. En su interior se registraron distintos estratos, lentes carbonosos, fragmentos de cerámica roja gruesa y desechos de talla de cuarzo. Su funcionalidad es indeterminada. Figura 5. (A) Planta del área excavada en el patio (recinto R33) de la unidad MQ-U2 donde se observa la distribución de los pozos registrados; materiales recuperados en el piso ocupacional: (B, C) artefactos de molienda (D) fragmentos cerámicos, (E) núcleos e instrumentos líticos, así como una cuenta de mineral de cobre. Figura de los autores. capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 133 Figura 6. Rasgos subsuperficiales de grandes dimensiones del patio (recinto R33) de la unidad Mq-U2. Corresponden a los pozos: (A) seis, (B) nueve y (C) diez. Figura de los autores. 134 Juan monteGú y Julián Salazar En la excavación de la puerta que conecta los recintos R33 (patio) y R34 (cocina) se identificaron numerosos bloques seleccionados y dispuestos de canto tanto vertical como horizontalmente, los cuales generaban un relleno de cierre definitivamente compacto y uniforme (figura 7). En su remoción se detectaron una mano de moler y dos rocas intervenidas. Una de ellas (la número 37, capítulo 8) corresponde a un bloque tabular con grabados superficiales cuya representación puede interpretarse en dos sentidos. Si se observa en una dirección es posible reconocer una imagen de tres camélidos, pero a la inversa es posible identificar tres antropomorfos, siendo el personaje central más grande representado de frente portando un tocado, mientras que los dos laterales aparecen de costado (Franco Salvi et al. 2020). Al retirarse este rasgo de clausura de la puerta, se identificó el piso ocupacional a los 65 cm de profundidad, que dejó al descubierto un vano de tránsito de 90 cm de ancho y 120 cm de largo. Figura 7. (A, B) Puerta que conecta a los recintos R33 (patio) y R34 (cocina) de la unidad MQ-U2. Antes y después de su excavación; (C, D, E) Materiales recuperados en su relleno. Figura de los autores. Unidad MQ-U4 Se conforma por un recinto central o patio de morfología elíptica de 14 m x 10 m (R45), el cual se conecta con cuatro recintos circulares de entre 4 y 7 m de diámetro (R46, R47, R48 y R49). Por el momento, no se ha capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 135 identificado en superficie o excavación la puerta de acceso a esta unidad, pero se destaca que posee una vista panorámica de la cuenca de Anfama, así como a las unidades U1, U2 y U3. Las intervenciones se realizaron en dos recintos laterales (R46 y R48) y en el sector oeste del patio (figura 8). Figura 8. Planta de la unidad MQ-U4, donde se indica en rosa las áreas excavadas. Figura de los autores. 136 Juan monteGú y Julián Salazar En el caso de los dos recintos adosados (R46, de 8 m de diámetro, y R48, de 6,5 m de diámetro), se efectuaron sondeos de 1 m x 1 m en el centro de las estructuras. En ambos casos se observaron estratigrafías y contextos similares. Los pisos de ocupación se identificaron a 45 cm de profundidad. Los materiales arqueológicos recuperados fueron escasos, principalmente fragmentos pequeños de cerámica roja gruesa y desechos de talla de cuarzo. También se registró en cada recinto un rasgo subsuperficial excavado en la roca madre; estos eran de dimensiones pequeñas (23 cm de diámetro y 26 cm de profundidad en R46, y 29 cm de diámetro y 15 cm de profundidad en R48) (figura 9). Uno presentaba rocas planas internas como cuñas, y contenían escasos materiales y pequeños carbones. Las características, contenido y ubicación de estas oquedades indicarían que funcionaron como huellas de poste para sostener el techado de los recintos. Figura 9. Rasgos excavados en la roca madre ubicados en el centro de los recintos laterales (A) R46 y (B) R48, de la unidad MQ-U4. Las líneas punteadas marcan los límites de las oquedades. Figura de los autores. El recinto central o patio (R45) fue excavado en un sector del lado oeste, contra el muro perimetral. El piso ocupacional se registró entre los 50 y 60 cm de profundidad, el cual apoyaba sobre la roca madre y de donde se recuperaron núcleos de cuarzo, desechos de talla e instrumentos de cuarzo, cuarcita, pizarra y obsidiana, puntas de proyectil de obsidiana, grandes fragmentos de cerámica oxidante de pasta gruesa y fragmentos de pequeños recipientes de pasta fina gris, y artefactos de moler activos y pasivos (figura 10). Entre los derrumbes se identificaron dos rocas intervenidas (Franco Salvi et al. 2020). capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 137 También en este sector del patio se observaron siete rasgos subsuperficiales excavados en la roca madre, con diversos tamaños y características depositacionales (figura 10). Cuatro de estas oquedades (pozos 1, 2, 5 y 7) registraron rasgos constructivos elaborados ya que presentaban grandes rocas metamórficas en bloques o lajas que funcionaron como tapas, rocas más pequeñas delimitando las bocas y, en algunos casos, finos revoques de arcilla en paredes o bases. Puntualmente, no pudieron reconocerse las dimensiones y contenidos dos de los rasgos (pozos 2 y 7), ya que se extendían hacia los perfiles del área no excavada. Otro de estos rasgos (pozo 1), de 30 cm de profundidad, parecía estar vaciado de contenido dado solo se registraron seis fragmentos de cerámica roja gruesa rodados sin remontaje y un instrumento de cuarcita roja. Por su parte, el pozo 5 fue el más complejo de estos rasgos por sus grandes dimensiones (70 cm de diámetro y 110 cm de profundidad) y en su interior se registraron distintos estratos que contenían abundante material vegetal carbonizado, cenizas, fragmentos de cerámica quemada que correspondían a una urna de grandes dimensiones, un tiesto de cuenco fino con marcas de uso postcocción, lascas de cuarzo y cuarcita, y artefactos de moler activos y pasivos con vida útil remanente. Una muestra de la base de este pozo fue datada en 2390 ± 80 AP (Salazar et al. 2019). Es de recalcar que, cercano a este pozo 5, se identificó una gran roca intervenida (Franco Salvi et al. 2020), la cual se encontraba derrumbada contra el piso ocupacional y parece haber estado empotrada en el muro, siendo visible para los ocupantes de la unidad. La funcionalidad de estos cinco rasgos no es clara, pero las características constructivas y la ubicación en el patio de la unidad residencial, hacen pensar en posibles estructuras inhumatorias, como las del valle de Tafí (Berberián y Nielsen 1988b; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar 2012), algunas de las cuales debieron ser vaciadas y/o rellenadas con desechos antes del abandono de la unidad. Los otros tres rasgos subsuperficiales parecen haber tenido variadas funcionalidades. En el caso del pozo 3, contra el muro, presentaba una serie de rocas planas a modo de tapas, morfología subcircular, 78 cm de diámetro y 40 cm de profundidad. En su interior se recuperaron artefactos de moler pasivos fracturados, núcleos de cuarzo y fragmentos cerámicos, algunos con hollín, que incluían asas y bordes que remontaban en dos vasijas pequeñas. La ubicación, características constructivas y contenido permiten suponer que esta oquedad pudo funcionar como un espacio de almacenaje, a modo de escondrijo o caché, que fue vaciado y rellenado con desechos previo al abandono. El pozo 4, ubicado entre los pozos 3 y 5, 138 Juan monteGú y Julián Salazar no presentaba rocas de tapa o en boca, y tenía una morfología elíptica (35 cm x 30 cm) y una profundidad de 25 cm. En su interior se registró un relleno con abundantes carbones y termoalterado, fragmentos de cerámica roja gruesa rodados y sin remontajes y una preforma de punta de proyectil de obsidiana. Su ubicación y relleno indicarían que se pudo utilizar como estructura de combustión, tal vez como fogón o para el tratamiento de cerámica (cocción, modelado o apoyo). Por último, el pozo 6, de dimensiones pequeñas (30 cm de diámetro y 8 cm de profundidad), contiguo al pozo 5, contenía un relleno arenoso, una roca pequeña plana a modo de cuña y una fina capa de arcilla en su base. Las características y la ausencia total de materiales arqueológicos podrían indicar que el rasgo corresponde a una huella de poste para el techado parcial del patio. Figura 10. (A) Ortofoto del área excavada en el patio (recinto R45) de la unidad MQ-U4, donde se observa la distribución de los pozos registrados; (B) Materiales recuperados en el piso ocupacional: núcleos e instrumentos líticos, así como una cuenta de mineral de cobre; (C) Artefactos de molienda; (D) fragmentos cerámicos remontados. Figura de los autores. capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 139 Unidad MQ-U5 Esta unidad presentaba un patio central circular (R50) de 15 m de diámetro y cuatro recintos subcirculares adosados de entre 5 y 7 m de diámetro (R51, R52, R53 y R54). En superficie, se identificó sobre el muro del recinto lateral R52, una llamativa roca alargada que presentaba en uno de sus extremos una delicada talla en bulto de la cabeza de un camélido (Franco Salvi et al. 2020), mientras que en el lado este del recinto central R50 se identificaron dos grandes jambas paralelas como puerta de acceso a la unidad y desde donde se tiene una vista panorámica de la cuenca de Anfama (figura 11). Es la unidad menos excavada ya que se plantearon cinco cuadrículas de 1 m x 1 m: tres en el patio central (R50) y dos en uno de los recintos adosados (R52). En el patio o R50 planteamos dos cuadrículas contiguas entre sí (S1 y S3) y una sobre un posible muro interno del recinto (S2). En los primeros 50 cm de los tres sondeos se registraron escasos materiales arqueológicos, entre los que se encontraban tiestos muy pequeños y rodados, algunos restos de cuarzo y un colgante de pizarra bien pulido y con una perforación en uno de sus extremos. A los 70 cm de profundidad se comenzó a exponer la roca madre. En el caso de S2 se corroboró la existencia de un muro interno que dividía el patio, quedando pendiente para futuras excavaciones para definir si forma parte del diseño original de la estructura o de alguna re-ocupación. Por su parte, en los sondeos S1 y S3 se identificaron rasgos subsuperficiales excavados en la misma roca madre (figura 12). En S1 se observó un pozo circular de 43 cm de diámetro y 40 cm de profundidad, delimitado por piedras planas, mientras que en S3 se registró primero una acumulación de rocas lajas medianograndes y pequeñas que formaban una tapa, debajo de las cuales había un pozo de 40 cm de profundidad y dimensiones indefinidas ya que se continuaba en el perfil del sector no excavado. Los dos rasgos contenían únicamente carbones y escasos materiales (fragmentos cerámicos del tipo rojo grueso, rodados, no remontables y desechos de talla de cuarzo), lo que hace pensar en que fueron vaciados de su contenido. Material vegetal proveniente del pozo de S3 fue datado en 1855 ± 29 AP (Salazar et al. 2019). Si bien las funcionalidades de estos rasgos no son claras, sus características constructivas y ubicación en el patio central remiten a las cistas del valle de Tafí (Berberián y Nielsen 1988b; Sampietro y Vattuone 2005; Salazar 2012). 140 Juan monteGú y Julián Salazar Figura 11. Planta de la unidad MQ-U5, donde se indica en rosa las áreas excavadas y con una flecha roja la puerta de acceso a la vivienda. En detalle, roca intervenida identificada en superficie sobre el muro de un recinto lateral. Figura de los autores. capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 141 En el recinto lateral R52 se plantearon dos sondeos contiguos. En los primeros 60 cm los materiales fueron muy escasos, destacándose únicamente un fragmento de cerámica ordinaria con decoración incisa punteada y otros de cerámica fina, muy bien pulida con una aplicación en el cuello, totalmente distinto a los grupos frecuentemente registrados en el sitio hasta ahora. A los 70 cm de profundidad se alcanzó el piso de ocupación, e inmediatamente, la roca madre. En algunos sectores del piso se identificaron densas y amplias marcas de combustión junto con gran cantidad de material vegetal carbonizado. Los estudios antracológicos de los restos leñosos permitieron observar la presencia de madera de alisos (Alnus sp.), molle negro (Schinus fasciculatus) y chañar (Geoffroea decorticans) (Franco y Camps 2020). Una muestra de este material carbonizado del piso fue datada en 1649 ± 30 AP (Salazar et al. 2019). Excavados en la roca madre se registraron dos rasgos subsuperficiales (figura 12). Uno era circular de 57 cm de diámetro y 7 cm de profundidad, cavado muy regularmente, en cuyo interior no se identificó ningún tipo de material arqueológico ni sedimento termoalterado, lo cual dificulta pensar en su utilización como fogón, aunque pudo haber sido sometido a tareas de limpieza. El otro rasgo presentaba una profundidad de 53 cm y forma irregular sin dimensiones definidas ya que se extendía hacia el perfil del área no excavada. Se encontraba tapado por una serie de rocas lajas grandes y pequeñas, con sus caras muy regulares, y en su interior se registraron mínimos materiales arqueológicos, que incluyen algunos tiestos pequeños y carbón. El uso de este rasgo no está definido, pudiendo haber servido como estructura inhumatoria y/o de almacenaje. DISCUSIÓN Teniendo en cuenta los datos generados en las excavaciones de las tres unidades, podemos proponer algunas ideas generales sobre las características de las ocupaciones de Mortero Quebrado. La temporalidad Los fechados radiocarbónicos realizados en las unidades U2 y U5 datan la ocupación del sitio entre 50 y 600 d.C. (Salazar et al. 2019), sin embargo, la datación en la base del pozo 5 en el patio de la unidad U4, retrotrae la 142 Juan monteGú y Julián Salazar presencia en el sitio a algún momento entre el 750 y el 350 a.C. Si bien este fechado representa un outlier, el contexto de pozo cavado en la roca, que es cerrado, y otras situaciones similares que se dan en contextos del valle de Tafí (Salazar 2012) y La Ciénega (Franco Salvi y Justiniano 2022), donde las fechas en pozos anteceden en varios siglos a las de los pisos ocupacionales, lleva a pensar que puede representar eventos y procesos ocupacionales cuyas evidencias han sido alteradas y removidas en su gran mayoría por las ocupaciones posteriores. Considerando la ubicación de MQ en una senda de paso natural hacia las cimas de las Cumbres Calchaquíes, donde existen recursos silvestres como camélidos, cérvidos, pasturas y fuentes de materias primas líticas, así como vías de acceso a los valles de Tafí y Yocavil, es posible que el sitio fuera un espacio temporal de refugio o uso logístico, ocupado mediante estructuras perecederas y excavación de oquedades para el resguardo de materiales a utilizar en futuros recorridos. Con el paso del tiempo y, a través de una recurrencia en el uso del espacio, el sitio fue construido de manera formal mediante la instalación de las unidades residenciales que aún se observan. Los eventos constructivos más intensos del sitio en general parecen nuclearse a partir de 50 d.C. A partir de ese momento se puede observar una ocupación intensa y recurrente que involucra continuas intervenciones sobre la roca madre, cavando y rellenando pozos, elevando muros y articulando numerosos conjuntos artefactuales domésticos. El sitio residencial habría tenido una ocupación persistente por más de 500 años, hasta el 600 d.C., correspondiente al Bloque II de la secuencia local, momento de consolidación de los asentamientos aldeanos en la región. La vida cotidiana Las excavaciones realizadas permiten observar algunas características de los escenarios domésticos. En primer lugar, son contextos altamente construidos, reglados y cargados de sentidos. Muros sólidos y compactos de lajas, portales formales que en ocasiones forman verdaderos pasillos, pozos (abiertos, tapados, u ocultos) cubriendo una gran proporción de la superficie interna de los patios, evidencian un esfuerzo por construir lugares con una fuerte apropiación. A la vez esto genera escenarios donde los cuerpos de sus habitantes están reglados en la interacción con dichos elementos materiales. Muchos de los artefactos que acompañan a los equipos domésticos están cargados de significados, como las rocas intervenidas o algunos de los pozos que muestran múltiples eventos depositacionales. capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 143 Figura 12. (A) Procesos de excavación de los rasgos subsuperficiales de la unidad MQU4, identificados en el patio o recinto R50; (B) Procesos de excavación de los rasgos subsuperficiales de la unidad Mq-U2 en el recinto lateral R52. Figura de los autores. 144 Juan monteGú y Julián Salazar Quince de las diecisiete rocas intervenidas identificadas en MQ, han sido localizadas en espacios intramuros. La excavación completa del recinto R34 (unidad MQ-U2) evidencia que los bloques con cavidades hemiesféricas fueron incorporados en su mayoría en muros de este tipo de estructuras. El bloque grabado asociado al pozo 5 en el patio de la unidad M-QU4, puede haber estado también empotrado en el muro. La incorporación de estos eventos ceremoniales y prácticas rituales en el interior de estructuras residenciales apuntan, en primer lugar, a la sacralidad de la vida cotidiana (Salazar et al. 2011), pero sobre todo, a la trascendencia de esta última como articuladora de las relaciones sociales y políticas en el mundo aldeano temprano de la región. El modo en que se construyen, habitan, perciben y transforman estos entornos es sustancial para entender los vínculos que se tejían en las primeras aldeas del NOA. Los conjuntos materiales identificados en los pisos de ocupación indican que las unidades eran espacios donde se desarrollaban tareas domésticas. La presencia de desechos de talla e instrumentos líticos de cuarzo, cuarcita, pizarra y obsidiana, artefactos de moler activos y pasivos, y fragmentos de vasijas de distintas formas y tamaños, indican que las actividades cotidianas centrales giraban en torno al procesamiento y consumo de alimentos y la producción de artefactos cerámicos y líticos. En estas prácticas los habitantes de las unidades producían y reproducían formas de hacer como una manera de ocupar y marcar el espacio habitado. La gran cantidad de rasgos subsuperficiales registrados en todas las intervenciones (veintiseis en total), así como su amplia variedad de formas y profundidades, indican una práctica cotidiana y recurrente a lo largo de los siglos de ocupación de las unidades residenciales. Por un lado, esta práctica debió incluir la apertura y cierre de los diferentes pozos, no siendo usados de manera sincrónica dada la distribución en el espacio transitado diariamente y los diferentes estratos reconocidos en los de mayor dimensión. Por otra parte, su producción implicó importantes esfuerzos ya que muchos de ellos presentan complejas construcciones con grandes oquedades excavadas y la presencia de tapas, rocas preparadas en bocas y/o paredes y revoques de arcilla en paredes o bases. Finalmente, los posibles usos de estos rasgos son ampliamente variados (huellas de postes, fogones, posibles estructuras inhumatorias o de almacenaje) y sus contenidos parecen haber sido removidos, vueltos a llenar o vaciados directamente, por lo que tal vez fueran multifuncionales, transformando sus finalidades y simbolismos a lo largo del tiempo. capítulo 5. eScenarioS doméSticoS y materialidad cotidiana en mortero quebrado... 145 La vida doméstica, materialmente construida de las viviendas de MQ también está atravesada por elementos que remiten a modos de hacer compartidos y relaciones de larga distancia. El patrón arquitectónico de las unidades residenciales muestra lazos con sectores al oeste de Anfama, ya que el mismo modo de configurar las estructuras residenciales está ampliamente registrado en los valles de Tafí, La Ciénega y Amaicha, y en las quebradas de Los Corrales y El Portugés (Berberián y Nielsen 1988a; Cremonte 1996; Cuenya y García Azcarate 2004; Sampietro y Vattuone 2005; Aschero y Ribotta 2007; Salazar 2012; Oliszewski y Di Lullo 2020; Franco Salvi y Justiniano 2022). Las rocas intervenidas también remiten a prácticas comunes con los grupos de estos sectores al oeste, sobre todo en los valles de Tafí y La Ciénega donde se registran los llamados menhires (García Azcárate 1996). Por su parte, la presencia de pozos en los espacios domésticos, solo excavados o construidos con roca y con distintas funcionalidades, está ampliamente registrada en sitios del primer milenio EC ubicados en puna, valles y tierras bajas (Ryden 1936; Bernasconi de Garcia y Baraza de Fonts 1981-1982; Scattolin 1990, 2019; D’Amore 2007; De Feo 2010; Barot 2017; Ratto et al. 2019; Palamarzuk et al. 2020; Franco Salvi y Justiniano 2022; Gordillo et al. 2010). Por su parte, la presencia de restos de chañar en forma de carbones estaría indicando un acceso a pisos ecológicos donde se desarrolla esta especie con mayor abundancia, posiblemente las tierras bajas al este o los valles mesotérmicos al oeste. En tanto que la presencia de obsidianas, procedentes de una fuente a 240 km (Montegú 2022), y de una cuenta de mineral de cobre, estaría vinculando los habitantes de MQ con grupos ubicados en la puna. El abandono El final de la ocupación del asentamiento permite pensar en cierta planificación y tiempo de preparación del abandono (LaMotta y Schiffer 1999; Ortiz y Manzanilla 2003; Gordillo y Leiton 2015; Marconetto y Lindskoug 2015). La puerta excavada en la comunicación entre los recintos R33 y R34 de la unidad MQ-U2 evidenció un cuidadoso bloqueo con una gran cantidad de lajas puestas de canto, entre las cuales se encontraban dos rocas intervenidas (capítulo 8), una de ellas con complejas decoraciones las cuales fueron excluidas de la posibilidad de percibirse. Los pisos ocupacionales se presentan extremadamente limpios, sin evidenciarse prácticamente de artefactos pequeños y trasladables en su superficie. En 146 Juan monteGú y Julián Salazar su mayoría los instrumentos no agotados que se presentan son bases de molino, cuyo peso habría dificultado su remoción. Finalmente, los pozos parecen haber sido vaciados en parte o en su totalidad de los contenidos originales. El pozo 5 de la unidad MQ-U4 muestra además un conjunto de materiales atípico (figura 6 en capítulo 2) que parece haber sido generado en algún evento ritual de finalización de la ocupación. A diferencia de lo que observamos en otros sitios de la cuenca, MQ fue abandonado definitivamente, ya que no hay evidencias de reocupaciones posteriores al 600 d.C. Resulta muy difícil de establecer las condiciones que definieron esta particularidad, pero sin duda además de los aspectos materiales y ambientales que pueden explicarla, la memoria material pudo ser un aspecto clave en la discontinuidad de la presencia humana en ese lugar. CONCLUSIÓN Los resultados de las intervenciones realizadas en MQ permitieron caracterizar al sitio como un conglomerado de espacios residenciales con ocupaciones persistentes a lo largo de 600 años. La inversión de trabajo en la construcción de las unidades, la recurrencia en la excavación de pozos, el carácter doméstico de los conjuntos materiales, la demarcación del espacio mediante rocas intervenidas y el abandono planificado y definitivo, indican un modo particular de ocupar el espacio en la cuenca de Anfama. Si bien el sitio es contemporáneo con otros del área (El Sunchal, La Larga, Loma Bola, Las Pavitas), sus contextos particulares hacen pensar en distintos modos de habitar a pesar de las cercanías de los grupos familiares, evidenciando que, más allá de los conocimientos compartidos, se pudieron dar distintas formas de hacer hacia el interior de las comunidades. CAPÍTULO 6. VÍNCULOS EN TORNO A LA COMIDA: ESPACIOS, MATERIALIDADES Y RECURSOS RELACIONADOS A LA ALIMENTACIÓN Y SU ROL EN LAS SOCIEDADES ALDEANAS TEMPRANAS. Rocío María Molar En este capítulo se desarrolla una síntesis de los estudios realizados hasta el momento en torno a la alimentación de los primeros grupos aldeanos que habitaron en la cuenca de Anfama. Desde las primeras intervenciones que llevamos a cabo en el año 2014 hasta la actualidad, permanece como un objetivo central del equipo de investigación conocer los vínculos entre quienes habitaron este espacio hace dos mil años y los productos alimenticios que consumían. Esto implicó discusiones acerca de los modos de producción, de la relación entre agricultura, pastoreo y sedentarismo, y de cómo las prácticas vinculadas a la alimentación tuvieron lugar en los asentamientos del primer milenio de la Era Común (EC). La realización de múltiples prospecciones y sondeos permitieron detectar estructuras productivas (agrícolas-ganaderas) solamente en uno de los catorce sitios identificados, lo que abrió nuevos interrogantes acerca de qué productos eran consumidos. La ubicación de Anfama en el bosque montano, colindante hacia cotas superiores con los pastizales de altura y hacia cotas de menor altura con la selva montana (capítulo 1), permite el acceso a una gran variedad de recursos de recolección y caza, lo que habilitaba presuponer que los componentes silvestres tendrían una amplia presencia en el registro arqueológico. Las características sedimentológicas y ambientales de la cuenca dificultan la conservación de restos óseos y vegetales excepto en los casos en que estos hayan atravesado procesos previos a su integración como parte del registro arqueológico, como la carbonización. Esta situación condujo a que se recurra a otros indicadores, directos e indirectos, que dieran indicios de 148 rocío maría molar las estrategias alimentarias desarrolladas por estos grupos y que permitieran reconstruir los posibles vínculos entre humanos y alimentos. Las hipótesis iniciales referían a que, en las comunidades del primer milenio EC que habitaron la cuenca de Anfama, la alimentación había desempeñado un rol fundamental contribuyendo a la cohesión de los grupos mediante el compartir de la comida, determinando la delimitación de los espacios al interior de las viviendas y configurando los vínculos con el entorno externo a las mismas. En este capítulo se presenta una síntesis de la evidencia recabada en dos sitios, Mortero Quebrado (capítulo 5) y El Sunchal (capítulo 4), que son los que hasta el momento concentraron la mayor parte de las excavaciones y análisis realizados, y se revisan las hipótesis iniciales a la luz de los datos obtenidos durante los últimos siete años. LA ALIMENTACIÓN EN EL CONTEXTO DE SURGIMIENTO Y ESTABLECIMIENTO DE LA VIDA ALDEANA En Anfama se detectaron hasta el momento catorce áreas con concentraciones de evidencia arqueológica de las cuales más de la mitad se asignaron cronológicamente al primer milenio EC, tanto mediante la realización de fechados radiocarbónicos como por asociación estilística. Las evidencias recabadas se enmarcan, a grandes rasgos, en el período que ha sido denominado, para el Noroeste argentino y Norte chileno, como Formativo. Desde unos siglos antes del inicio de la EC los asentamientos aldeanos se multiplicaron en toda región conformando verdaderas aldeas, siendo los espacios y las viviendas reocupados durante siglos (Tarragó 2000; Scattolin 2015). Cada asentamiento sin embargo presenta lógicas constructivas particulares vinculadas al espacio y las personas que los habitaron, encontrándose en algunos casos las viviendas separadas entre sí pero unidas a estructuras agrícolas y pastoriles, constituyendo cada una un núcleo residencial y productivo, y en otros casos formando conglomerados de viviendas distanciados de los espacios productivos (Berberián y Nielsen 1988a; Scattolin 1990, 2007; Quesada 2010; Salazar 2011; Oliszewski 2017). A su vez, se encuentran diferencias en el manejo de determinados productos, tanto vegetales como animales, y en la elección de ciertas materias primas en detrimento de otras, lo que conlleva, también, la implementación de distintas tecnologías o modos de transformar la materia (Sampietro y Vattuone 2005; Oliszewski 2017). capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 149 Lo que aúna a la gran mayoría de los sitios asignables a este período es que, además de compartir una cronología, evidencian el desarrollo de al menos una actividad productiva, ya sea agricultura o pastoreo, que da cuenta de novedosos modos de relacionarse entre grupos humanos que habitan y producen en un mismo espacio, y entre estos y nuevos agentes (ej. materialidades cerámicas, animales, productos vegetales). El alimento, si bien existe en todo tiempo y lugar, es un agente que se renueva, en tanto para su elaboración se incorporan nuevos recursos o ingredientes obtenidos mediante la agricultura, el pastoreo y los intercambios. La comida es un agente en tanto interviene de manera activa en todos los vínculos de los que forma parte. En el contexto de surgimiento y consolidación de la vida aldeana, resulta interesante estudiar la alimentación pensando en cuál fue su rol tanto en la persistencia de prácticas extractivas, como en su vínculo con los nuevos sistemas productivos y el mantenimiento de la cohesión de los grupos que, pese a los múltiples cambios que acarrea el proceso de establecimiento en un lugar determinado, lograron permanecer y reproducirse a través del tiempo. Considerar la alimentación con todas las etapas que esta involucra (Schiffer 1972), implica el análisis de múltiples variables y agentes humanos y no humanos que formaron parte de este vínculo. Este enfoque responde a la idea de que los alimentos, además de cumplir un rol energético, nutricional y biológico, son también agentes de socialización en tanto desde instancias tempranas de la vida las personas incorporan a través de la comida gustos, gestos, modos de hacer y una manera de entender el mundo que se compone de las trayectorias históricas y particulares de cada grupo (Atalay y Hastorf 2006). Esta concepción no conlleva una desestimación del hecho indiscutible de que la alimentación es un fenómeno de salud, pero el énfasis está puesto en su dimensión social. En el acto de ingesta no necesariamente se cuantifican las calorías ingeridas, pero sí se tienen en cuenta otras variables relacionadas al gusto, la comensalidad, la festividad o la cotidianeidad. Así, hay alimentos que son más una circunstancia social que una sustancia nutritiva, como un bocadillo, una infusión o alguna bebida espirituosa, que representan una pausa y un descanso (Contreras 1992). Estudiar la alimentación y los vínculos que tienen lugar en torno a esta, es posible si se considera que la comida es parte y resultado de años de interacción y rutina, y en su configuración refleja las tradiciones constitutivas de los grupos (Hastorf 2017). Los alimentos juegan roles en los discursos y en las relaciones: amenizan o energizan las reuniones, naturalizan las 150 rocío maría molar relaciones de poder, establecen vínculos entre los distintos grupos. De esta manera, el acto de comer es una práctica que une, que cohesiona a la unidad doméstica a través de la materia, la experiencia acumulada y la memoria (Weismantel 1995). En ese sentido, estudiar los ámbitos de procesamiento, los sectores de localización de la práctica y las pautas de consumo, permite conocer las reglas que estos grupos han incorporado en la cotidianeidad y los contextos en los cuales esas reglas fueron resistidas y negociadas (De Certeau 1980; Bowser y Patton 2004). En la búsqueda por vislumbrar esas reglas, tradiciones, significados y contextos de consumo, se considera que el acto de comer no se limita al momento de la ingesta sino que es precedido por múltiples actividades, las cuales implican una constante referencia a la memoria, a formas de preparar y conservar alimentos, al uso de ciertos utensilios y productos que son parte de las rutinas domésticas familiares (Atalay y Hastorf 2006; Smith 2010). De esta manera, no solo la comida sino también las actividades y materialidades relacionadas a la preparación y consumo de alimentos se convierten en parte constitutiva tanto de la identidad colectiva como individual. De acuerdo a sus posibilidades y costumbres cada grupo elige qué recursos utilizar y cómo prepararlos. El resultado de la relación entre múltiples variables, como disponibilidad, planificación, preferencia y elección, será lo que finalmente defina las características particulares de las prácticas alimentarias de cada comunidad (Smith 2012). Reflexionar en torno a los agentes y materialidades involucrados durante los distintos momentos que atraviesa el alimento brinda la posibilidad de ver cómo, desde lo cotidiano y mediante la acumulación de prácticas diarias, se desarrolla la interacción entre humanos y otros agentes y su contribución en la reproducción y permanencia de los grupos sociales. En este capítulo se presentan los datos obtenidos del registro arqueológico relacionado a prácticas alimenticias proveniente de dos unidades residenciales del primer milenio EC en la localidad de Anfama (Prov. De Tucumán, Argentina). Estas presentan tanto particularidades como elementos compartidos que brindan una evidencia interesante para discutir las problemáticas referidas a sociedades aldeanas y su alimentación. Los sitios aquí considerados son El Sunchal y Mortero Quebrado, los cuales poseen dataciones absolutas que sitúan su ocupación principal durante el primer milenio y que además comparten similares técnicas constructivas y patrón arquitectónico, al menos en sus ocupaciones correspondientes al Bloque II (capítulo 1). Estos datos, sumados a otros capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 151 indicadores relacionados con tipologías cerámicas y líticas permiten asignar estos sitios a dicho marco temporal y vincularlas con otros sectores cercanos que contemporáneamente atravesaron procesos similares (ej. Quebrada de los Corrales, valle de Tafí y La Ciénega) (Berberián y Nielsen 1988b; Cremonte 2003; Sampietro y Vattuone 2005; Di Lullo 2012). Sin embargo, presentan dos diferencias fundamentales que permiten su abordaje de manera comparativa. En primer lugar, el espacio físico donde se estableció la ocupación: Mortero Quebrado se encuentra en un sector de cumbres y El Sunchal en un fondo de cuenca. Esto podría parecer un dato menor, pero conlleva el desarrollo de vínculos diferentes entre sus habitantes y entre estos y el entorno. En segundo lugar, si bien ambos sitios fueron ocupados contemporáneamente en la primera mitad del primer milenio, en momentos posteriores El Sunchal presenta una nueva ocupación, que destruyó parcialmente la primera y que incorpora novedosas materialidades y técnicas constructivas (Franco 2019b; Salazar et al. 2021; capítulo 4 de este volumen). Respecto al contexto regional, surgen nuevas particularidades. El Sunchal, que consiste en una única unidad residencial alejada de otras construcciones, contrasta tanto con Mortero Quebrado, que presenta siete viviendas esparcidas a lo largo de 1.000 m, e intercomunicadas visualmente unas con otras, (capítulo 5) como con los asentamientos de valles cercanos donde las estructuras habitacionales muestran distintos grados de concentración (Berberián y Nielsen 1988b; Cremonte 1996; Scattolin 2007; Di Lullo 2010). La otra particularidad refiere a la ausencia de estructuras productivas en la cuenca que den indicios del manejo de recursos vegetales o animales. Estas particularidades hacen que estudiar la alimentación en este contexto aldeano resulte en una cuestión interesante en tanto puede contribuir a dilucidar cómo eran los vínculos tanto al interior de cada grupo familiar, como a nivel comunidad. Una de las hipótesis que se plantearon al iniciar los trabajos en Anfama se relacionaba con que, al estar los sitios ubicados en el bosque montano, entre la selva montana y los pastizales de altura, en el registro arqueológico se detectaría una gran recurrencia del consumo de recursos silvestres. Otra hipótesis, fundamentada en la evidencia recabada y observada en sitios cercanos (ej. Sampietro y Vatuone 2005; Scattolin et al. 2009) refería a que las cocinas, entendidas como espacios delimitados para la preparación y consumo de alimentos y organizadas principalmente en torno a fogones, funcionaban como espacios para la socialización cotidiana, pero que además existen otros lugares de vínculos 152 rocío maría molar con el alimento que exceden esta delimitación. Por último, durante las primeras aproximaciones al registro arqueológico de Anfama, al observar la distancia entre los distintos asentamientos, se propuso que estos grupos humanos se encontraban unidos mediante la ejecución de actividades concretas en determinados momentos, las cuales podían vincularse tanto a una celebración como al desarrollo de trabajos colectivos. SITIOS Y METODOLOGÍAS DE INVESTIGACIÓN PARA RASTREAR PRÁCTICAS VINCULADAS A LA ALIMENTACIÓN Los sitios escogidos para estudiar prácticas referidas a la alimentación, Mortero Quebrado (MQ) y El Sunchal (ES), ya fueron descritos en los capítulos 4 y 5 de este libro, pero resulta pertinente retomar cierta información. MQ se constituye como un sitio aldeano ubicado al noroeste de la localidad de Anfama, a 2.400 msnm. En un filo cumbral se encuentran distribuidas a lo largo de 500 m siete unidades residenciales y numerosas evidencias que dan origen a su nombre. Los conjuntos arquitectónicos, distanciados entre sí por aproximadamente 100 m, están constituidos por entre tres y ocho recintos, con una estructura circular o elíptica central de grandes dimensiones (mayores a 10 m de diámetro), interpretada como patio, a la cual se adosan recintos habitacionales circulares de menor tamaño (entre 3 y 9 m de diámetro) (Salazar et al. 2019). Si bien las evidencias cerámicas son notablemente escasas en la superficie, se destacan los instrumentos de molienda pasivos y los bloques de piedra decorados con combinaciones de pequeñas cavidades circulares (capítulo 8). Los fechados radiocarbónicos obtenidos de material carbonizado proveniente de tres unidades residenciales (U2, U4 y U5), permiten fijar la ocupación intensa del sitio en la primera mitad del primer milenio EC (entre el 80 d.C. y el 530 d.C.) (Salazar et al. 2021). En este capítulo se consideraron las evidencias provenientes de la unidad residencial número 2 (U2), que son las que hasta el momento concentran la mayor cantidad de análisis realizados, y que se vinculan de manera directa a la alimentación. Dentro de esta unidad se excavó en su totalidad un recinto lateral, el R34, que permitió exponer un área de aproximadamente 33 m². La decisión de excavar este recinto lateral fue tomada en base a que en estos espacios —en sitios de similares características— suelen tener lugar actividades relacionadas al procesamiento y cocción de alimentos (Calo et al. 2012; Molar 2014). capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 153 La U2 está conformada por un recinto elíptico central (R33) de 16 m x 19 m (patio), al cual se le adosan cuatro recintos (R34, 35, 36 y 37) de entre 6 y 9 m de diámetro. El R34 es un recinto adosado de 6 m de diámetro, conformado por un muro de grandes lajas clavadas en la roca madre que dan uniformidad a los paramentos y que presenta una sola puerta que conecta al patio a través de un vano de 90 cm de ancho. El piso de ocupación del recinto fue identificado entre los 30 y 70 cm de profundidad (dado que se hunde hacia el centro) y fue datado a través de material leñoso, en 1725 ± 20 AP (Salazar y Molar 2017). El sitio El Sunchal se encuentra en el sector centro-norte de Anfama, en un fondo de cuenca, a 1.800 msnm y se constituye de dos estructuras arqueológicas y un puesto subactual superpuesto, que fue construido en parte desmantelando las viviendas prehispánicas. En contraposición a lo que ocurre en Mortero Quebrado, donde las unidades residenciales se observan claramente en el paisaje y presentan un alto grado de conservación, en El Sunchal la sedimentación dificulta la definición de las estructuras y la identificación de rasgos arquitectónicos (capítulo 4). Además, en las últimas décadas el espacio fue destinado a actividades agrícolas y de pastoreo de animales, lo que generó alteraciones tanto en la superficie como en las primeras capas estratigráficas. Durante las primeras prospecciones realizadas se detectaron en esta terraza unos muros apenas visibles, rocas grabadas e instrumentos de molienda en superficie. Las excavaciones, que alcanzan actualmente 81 m2, permitieron proponer que la E01 habría constituido un espacio doméstico, es decir una antigua vivienda, construido mediante el cavado de un pozo y la elevación de sólidos muros de piedra. Al igual que el resto de las viviendas identificadas, se constituye por el agregado de recintos circulares en torno a un patio central, también circular. Sin embargo, en este caso, los fechados radiocarbónicos, las técnicas constructivas y la superposición de rasgos permitieron definir que esta estructura no permaneció estática durante todo el milenio, sino que se evidencian modificaciones parciales y/o reocupaciones (Franco 2019b). La realización de sondeos y excavaciones hizo posible delimitar sectores y áreas de actividad al interior de las viviendas. Las observaciones in situ brindaron la primera aproximación a los espacios que involucran actividades relacionadas a la alimentación, los cuales luego fueron estudiados mediante la interpretación de la información generada en el campo y del análisis de materialidades (cerámicas, micro y macrorrestos vegetales, instrumentos de molienda). 154 rocío maría molar Respecto a las metodologías empleadas para estudiar la alimentación, al no poder ser conceptualizada como una única actividad sino como un proceso que comienza con la obtención de uno o varios recursos y finaliza con su ingesta o descarte, se consideraron numerosas materialidades y espacios, procurando utilizar métodos específicos para cada línea de evidencia. Un primer obstáculo que se presentó y que hubo que sortear recurriendo a distintas estrategias, es que en Anfama la conservación de restos de origen orgánico se constituye como un hecho excepcional, debido sobre todo a los altos porcentajes de humedad del suelo. Las posibilidades de hallarlos aumentan si estos fueron carbonizados, total o parcialmente, durante su trayectoria de vida. Ante esto, se buscaron alternativas que pudiesen dar cuenta de los recursos intervinientes. Para identificar los recursos vegetales, se recurrió al análisis de macro y micrrorestos. Los estudios de microrrestos consideraron materialidades cerámicas e instrumentos de molienda. El hallazgo de vasijas enteras es algo inusual en los sitios trabajados, por lo cual durante las tareas de excavación se seleccionan fragmentos para su posterior análisis y se registraron con un número de UP (Unidad de Procedencia), teniendo en cuenta diversos factores: su contextualización, su cercanía a fogones o su ubicación en los pisos de ocupación, el tamaño, la evidencia de exposición al fuego (ej. rastros de hollín o fisuras por stress térmico), que presentasen adherencias en algunas de sus paredes o que poseyeran características que permitan identificar a qué tipo de pieza pertenecen (ej. bordes, bases). Tanto los instrumentos de molienda como los fragmentos cerámicos seleccionados in situ, se retiraron con la mayor rapidez posible (mediante el uso de guantes de nitrilo sin polvo), se envolvieron en papel aluminio y se resguardaron en bolsas de polipropileno. Luego se introdujeron en otra bolsa con la etiqueta, para evitar que esta entre en contacto con la materialidad a analizar y la contamine. En algunos casos, cuando la cerámica se encontraba muy húmeda, se procuró evitar el desarrollo de hongos mediante la apertura de la bolsa en un lugar poco ventilado. El sedimento que estuvo en contacto con la cerámica también se recolectó y resguardó de la misma manera, con el objetivo de realizar análisis para control de contaminación o traspaso de microrrestos. En el caso de instrumentos de molienda de gran tamaño, que no pudieron ser trasladados, estos fueron raspados luego de su hallazgo con un explorador odontológico esterilizado con alcohol y las muestras extraídas se conservaron en un tubo Eppendorf previamente etiquetado. capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 155 Una vez en el laboratorio y mediante el uso de guantes de nitrilo, las materialidades e instrumentos fueron raspados con un utensilio punzante, priorizando las “zonas porosas” (Babot 2004; Piperno 2006) y lo obtenido fue montado directamente en portaobjetos con aceite de inmersión. Las muestras fueron observadas a 400x mediante microscopio óptico trinocular con polarizador marca Biotraza, modelo XP-148PLT. Las fotografías se tomaron con cámara incorporada marca Arcano de 5.0 megapíxeles, para lo cual se utilizó el programa IS-CAPTURE, software que permite procesar imágenes a medida que se las va tomando, lo que posibilitó realizar de este modo ajustes de luz, de medición de objetos, de saturación y de balance de blancos para destacar determinados elementos. La clasificación de los microrrestos se realizó según el International Code for Starch Nomenclature (ICSN 2011) y el International Code for Phytolith Nomenclature (ICPN) 2.0. Para la identificación de los mismos y de los procesamientos a los que fueron sometidos se recurrió a colecciones de referencias ya publicadas (Piperno et al. 2000; Babot 2003; Piperno 2006; Korstanje y Babot 2007) y a un registro propio realizado mediante experimentación con especímenes actuales. Los componentes vegetales que suelen encontrarse en el registro arqueológico son esporas, diatomeas, tejido celular, fibras, tricomas, silicofitolitos y granos de almidón, los cuales, en ciertos casos, y a través de caracteres diagnósticos, permiten identificar las especies de productos vegetales que formaron parte de los alimentos (Coil et al. 2003). En cuanto a los macrorrestos, la mayor parte fueron detectados durante las excavaciones, separados in situ y registrados según número de UP. Sin embargo, algunos se identificaron posteriormente en laboratorio a través del análisis de los sedimentos provenientes de fogones y de los fragmentos carbonosos dispersos que habían sido minuciosamente recolectados y resguardados mediante el uso de material descartable de aluminio. En todos los casos los macrorrestos se encuentran carbonizados, condición que ha permitido su conservación. Para el análisis e identificación se procedió a la limpieza con pincel, a la clasificación según frutos, semillas y maderas (siendo estas últimas separadas para posteriores identificaciones que exceden a este trabajo) y a su observación mediante lupa trinocular hasta 40x. En ocasiones el material antracológico se encontraba demasiado amalgamado con el sedimento, debiendo utilizarse agua para separarlo y evitar su rotura. Durante el análisis de los macrorrestos se registraron los caracteres externos (forma, textura, características de la superficie, latitud, longitud y grosor), 156 rocío maría molar la ubicación del embrión y las características internas en los casos en que los restos fueron hallados partidos (presencia/ausencia de estrías en el perisperma, porosidad, brillo) (Pearsall 1989). Luego, esas características fueron comparadas con las presentes en colecciones de referencia propias y en trabajos realizados en distintos sitios de la zona (Oliszewski y Olivera 2009; Cano 2011; Miguez et al. 2012), teniendo en cuenta que los procesos de carbonización producen ciertos efectos en los frutos como cambios en la coloración, distorsión del endocarpio (hinchado o estirado) y rotura de las coberturas. El estudio de la intervención de recursos cárnicos en la alimentación presenta aún mas limitaciones: los restos óseos son escasos y los fragmentos hallados oscilan entre 3 y 7 cm de longitud, con un grado de deterioro tal que dificulta tanto su identificación taxonómica como la observación de huellas de corte, procesamiento o termoalteraciones. El único hallazgo que pudo ser identificado, es un fragmento de mandíbula de camélido asociado a la segunda ocupación del sitio El Sunchal. Asimismo, la ausencia de estructuras destinadas al manejo de animales (ej. corrales) dificulta realizar inferencias acerca de su manipulación. Por el momento, las inferencias acerca de qué animales podrían estar siendo consumidos provienen de indicadores indirectos: instrumentos líticos destinados al trozado o corte de tejidos blandos, representaciones zoomorfas presentes en soporte cerámico o lítico y los diseños de puntas de proyectil. Si bien estos datos no refieren directamente al consumo de recursos cárnicos, sí se constituyen en una primera aproximación a los animales con los que se estaba interactuando y que, al menos potencialmente, podrían haber formado parte de las comidas elaboradas y consumidas por quienes habitaron las estructuras residenciales aquí consideradas. Además de los recursos que fueron parte de los alimentos, se consideraron los artefactos intervinientes en las actividades de procesamiento y consumo, principalmente instrumentos de molienda y vasijas cerámicas. Los artefactos de molienda se componen de al menos dos elementos necesarios para la acción de moler: uno que involucra una parte inmóvil o pasiva (mortero o molino) y otro a una parte móvil o activa (mano) que es accionada por fuerza humana (Carrasco 2003; Babot 2004). Tales elementos, que permiten realizar la acción de moler (reducir a polvo), machacar o triturar distintos productos animales, vegetales o minerales, se diferencian y clasifican en varios tipos de acuerdo a distintos atributos morfológicos y funcionales. Para analizar las partes inmóviles, se consideraron variables como forma de la cavidad (cónica, de planta circular, alargada), medidas (relación capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 157 entre largo y ancho), huellas de uso (pulimento, triturado, piqueteado), movimientos de procesamiento y portabilidad. La descripción de estas características permite su clasificación en morteros (piezas cuya oquedad es cónica y/o de planta circular que reciben en sus cavidades movimientos verticales y/o circulares) o molinos (instrumentos de cavidad alargada, siendo superior el largo al ancho, con movimientos horizontales) (Adams 1996). En cuanto a las partes móviles o activas, estas se diferencian en manos (piezas por lo general redondeadas, con una o varias caras pulidas) y machacadores (suelen manifestar sus huellas de uso en el sector frontal de uno o ambos extremos distales del ejemplar). Las manos son accionadas en forma horizontal, mientras que los machacadores son activados mediante movimientos verticales y/o circulares (Carrasco 2003; Babot 2004). La importancia de identificar las piezas radica en que permiten establecer qué productos se estaban obteniendo (harinas o granos triturados). Su ubicación, la medida de sus ejes, la portabilidad y el estado (entera/ fragmentada) habilitan la inferencia de entre otras cosas, los lugares de procesamiento, el producto a obtener y los movimientos efectuados acorde a ese interés, y finalmente, el uso y descarte de las materialidades. Al igual que las materialidades cerámicas y mediante la utilización de los mismos métodos, los instrumentos de molienda fueron sometidos al análisis de microrrestos vegetales. Para las materialidades cerámicas se realizó un análisis general de los restos recuperados que podían ser asociados directamente a estas prácticas, especialmente los fragmentos que fueron raspados para el análisis de microrrestos. El análisis fue realizado en términos tecnológicos (a través del estudio de pastas, técnicas de manufactura) y morfológicos (determinando y cuantificando la variedad de formas presentes en los contextos de uso). La combinación de estas variables permitió asignar ciertas categorías funcionales a partir de las características performativas de las distintas combinaciones morfotecnológicas (Franco 2019a). En relación con esto, a través de los planos de planta se analizó la dispersión y relación entre las materialidades dentro de las viviendas, poniendo especial énfasis en la distribución de los fogones como rasgos organizadores del espacio (Calo et al. 2012; Carreras 2015). Estas variables orientan acerca de cómo las personas desarrollaban su vida cotidiana en los sectores intramuros y el rol de los alimentos en esas secuencias de múltiples prácticas en acción. Por último, se recurrió a la realización de entrevistas a los comuneros y a la observación participante, tanto en actividades cotidianas como 158 rocío maría molar en festividades. Las entrevistas se llevaron a cabo a partir de preguntas previamente elaboradas según las labores que cada familia realiza y también considerando sus actividades productivas (Molar y Salazar 2018). En algunas ocasiones, los cuestionarios se vieron modificados en tanto los comuneros brindaban datos interesantes que no habíamos previsto obtener. La observación participante se realizó gracias a que los comuneros, conociendo nuestro tema de estudio, nos invitaban cordialmente a formar parte de sus actividades. RASGOS, MATERIALIDADES Y RECURSOS CONGREGADOS EN TORNO AL ALIMENTO Los resultados obtenidos hasta el momento permiten poner en cuestión las hipótesis iniciales, agregar información sobre cómo se constituyeron los espacios de cocina durante el primer milenio y pensar cómo estos espacios contribuyeron al desarrollo y mantenimiento de los grupos aldeanos. Mortero Quebrado El contexto excavado en el R34 de MQ se asemeja a la idea de cocina como espacio delimitado para el desarrollo de actividades vinculadas a la preparación de alimentos. En la porción centro-norte se identificó un fogón en cubeta sin estructura, excavado en la roca madre, compuesto por sedimento termoalterado, restos antracológicos, tiestos quemados y un artefacto de obsidiana (figuras 1A y 1B). El análisis de estos carbones dio resultados negativos en cuanto a la presencia de semillas o frutos. Sin embargo, en proximidades de este rasgo fue identificado un grano carbonizado de maíz (Zea mays) (figura 1C). El fogón presentaba a su alrededor numerosas materialidades entre las cuáles se identificaron cuatro manos de moler y dos molinos. En referencia a las partes inferiores o pasivas, solo se detectaron dos fragmentos de molinos que presentan una cara plana con rastros de uso. La profundidad de la oquedad es en ambos casos menor a 1 cm, lo que permite suponer que estaban siendo utilizadas para las instancias finales del procesamiento de granos, es decir, para obtener harinas más finas (figura 1D). Respecto a los artefactos activos (las manos), tres tienen forma redondeada y capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 159 presentan una sola cara activa, que en todos los casos se encuentra alisada y que habría sido activada mediante movimientos horizontales y circulares o semicirculares. La restante es alargada y muestra huellas de uso en uno de los extremos distales, el cual posee evidencias de piqueteado, y habría sido activada mediante movimientos verticales. Esto es un dato interesante en tanto evidencia que se estaban obteniendo subproductos de tipo farináceos y también granos machacados, los cuales pueden estar destinados a distintas preparaciones. Las manos de moler fueron sometidas a raspado y analizadas, dando hasta el momento resultados negativos para vegetales domesticados destinados al consumo. En cambio, uno de los molinos analizados presenta almidones de Zea mays y diatomeas. La presencia de estas microalgas en los instrumentos de molienda sugiere la utilización de agua como ingrediente agregado que facilita el ablande de los granos. Esta forma de procesamiento, denominada molienda húmeda (Babot 2004), ha sido observada también en las prácticas llevadas a cabo por las familias que habitan Anfama en la actualidad, donde es utilizada principalmente para el machacamiento de maíz seco al que, una vez colocado en el mortero, se le van agregando pequeñas cantidades de agua que van ablandando los granos y facilitando su procesamiento. Los restos cerámicos presentaban un alto grado de fragmentación que dificulta su remontaje. La mayor parte pertenecen a cerámica del grupo rojo grueso, sin decoraciones, detectándose fragmentos decorados con aplicaciones al pastillaje o incisiones geométricas, punteadas o lineales. Entre los restos se destaca la alta proporción de fragmentos correspondientes a ollas de grandes dimensiones, de siluetas simples y restringidas con cuello y bordes evertidos, con asas laterales y con las paredes renegridas por el sometimiento al fuego, lo cual permite asociarlas con actividades de preparación y cocción de alimentos (Menacho 2001; Bugliani 2008) (figuras 2A y B). En una proporción inferior al 5% se presentan grupos finos, los cuales suelen constituir pucos y escudillas, asociados ambos a recipientes al servicio de alimentos (Bugliani 2008). El análisis de microrrestos en cerámicas dio como resultado la presencia de almidones de maíz (Zea mays) (figura 2C), diatomeas (figura 2D), silicofitolitos de zapallo (Cucurbita sp.) (figura 2E), almidones afines a poroto (cf. Lupinis mutabilis sweet -tarwi-) (figura 2F) y tubérculos (cf. Hypseocharis pimpinellifolius –Soldaque–) (figura 2G). No presentan evidencias de procesamiento, excepto dos almidones de poroto en los que la cruz de extinción se observa con menor nitidez, lo que puede deberse a actividades de sometimiento al calor. 160 rocío maría molar Figura 1. (A) Excavación del Recinto 34- Unidad 2- Mortero Quebrado (Imágen tomada por J. Salazar); (B) Fogón en cubeta (Fotografía de J. Montegú); (C) Macrorresto de Zea mays; (D) Molino plano; (E, F) Manos de moler. Figura de la autora. Como se observa, los productos consumidos son en su mayor parte cultivados, excepto los tubérculos. Esto puede resultar llamativo si se tiene en cuenta que en Mortero Quebrado no se presentan estructuras ni espacios que puedan asimilarse al desarrollo de actividades agrícolas: al encontrarse en una zona cumbral, es muy poco probable desarrollar plantaciones y cultivos sin la instalación de algún tipo de estructuras que contengan y regulen el suelo. Sin embargo, la hipótesis principal que se maneja es que estos grupos domésticos cultivaban en espacios con pendiente reducida, ubicados a una hora de caminata, y que no habrían necesitado de la capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 161 construcción de infraestructura que permita el desarrollo de actividades agrícolas. Figura 2. (A) Fragmento cerámico con evidencias de sometimiento al fuego; (B) Fragmentos cerámicos in situ, pertenecientes a una misma vasija; (C) Almidones de maíz (Zea mays); (D) Diatomea; (E) Silicofitolitos de zapallo (Cucurbita sp.); (F) Almidones afines a poroto (cf. Lupinis mutabilis sweet -tarwi-;) (G) Almidones de tubérculos (cf. Hypseocharis pimpinellifolius -Soldaque-). Figura de la autora. Los restos óseos recuperados, indicadores del consumo de recursos cárnicos, fueron muy escasos. En los más de 33 m² excavados, se detectaron únicamente cuatro fragmentos, uno de los cuales estaba completamente 162 rocío maría molar carbonizado y los otros tres presentaban un mal estado de conservación. Dada esa situación, no se pudieron realizar identificaciones ni visualizar huellas de corte. Además de los fragmentos óseos, se encontraron dos instrumentos líticos que presentan filos naturales, de cuarzo y de obsidiana, que pueden relacionarse con tareas de corte de sustancias blandas y dos puntas de proyectil de obsidiana cuya morfología y tamaño (pequeñas, triangulares, pedunculadas y apedunculadas) puede relacionarse con la caza de aves o pequeños mamíferos (Montegú 2018). El otro dato referente al posible manejo de camélidos es la presencia en cercanías de la U5 de una escultura con forma de camélido, tallada en bulto sobre un bloque poliédrico longilíneo. La particularidad que presenta en este caso el R34 es la existencia de cuatro rocas intervenidas que se hallaron formando parte de los muros y en el piso de ocupación, algunas de las cuales se encuentran fracturadas. Tres de estas rocas manifiestan decoraciones en bajo relieve, con perforaciones que conforman motivos geométricos, abstractos y zooantropomorfos. La restante, en bulto, se encuentra en etapas iniciales de manufactura, lo cual es poco frecuente en comparación con los otros sitios de Anfama, donde todas las rocas intervenidas se encuentran terminadas (Salazar y Franco Salvi 2020; capítulo 8 de este volumen). El Sunchal Los más de 80 m2 excavados hasta la actualidad, permitieron constatar la presencia de una compleja superposición de estructuras residenciales, que incluyen asociaciones de recintos circulares en torno a un patio central, también circular, recintos subrectangulares y muros lineales no cerrados (capítulo 4). En el sector norte del cuadriculado intervenido, las excavaciones permitieron exponer dos recintos superpuestos, siendo uno de estos de planta circular (asociado a momentos de ocupación tempranos, entre los siglos I y V d.C.) y el otro cuadrangular (relacionado con el período comprendido entre los siglos IX y X d.C.). A la variación en el diseño arquitectónico, se le agregan los fechados radiocarbónicos y las técnicas constructivas que permitieron definir que la E001 se constituyó a través de la superposición de distintos eventos constructivos y al menos dos momentos de ocupación, uno en la primera mitad del primer milenio EC, y otro al finalizar este período (Franco 2019a). capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 163 Los materiales que se identificaron en este espacio residencial son conjuntos domésticos que pueden asociarse a actividades de procesamiento y consumo de alimentos. En el recinto temprano se halló una gran cantidad de fragmentos cerámicos asignables al primer milenio EC (Franco 2019b), manos de moler, molinos y pequeños restos óseos (figura 3A). Respecto a los molinos detectados, uno se encontraba fragmentado y el otro entero, ambos son planocóncavos y fueron activados mediante movimientos lineales-horizontales y curvilíneos, características morfotecnológicas que son acordes a las manos detectadas en este espacio. Su tamaño es de aproximadamente 40 x 30 cm (estimado en el caso del instrumento fragmentado) (figuras 3B y C). Es pertinente mencionar que, en espacios extramuros, concretamente en la superficie del sitio, se identificaron cinco molinos, dos planocóncavos y tres cóncavos (con más de 7 cm de profundidad), que cumplieron un rol importante a la hora de identificar este sitio que se encontraba oculto bajo tanta sedimentación. Todos se hallaban fragmentados y evidenciaban un gran desgaste, por lo que es posible que se hayan encontrado descartados y no formando parte de un contexto de molienda extramuros. Las manos de moler analizadas pueden dividirse en dos grupos según su tamaño y forma: cuatro de ellas son redondeadas y pequeñas (diámetro de menos de 10 cm), tienen un promedio de dos caras activas y dos evidencian rastros de manufactura en los bordes, similar a un piqueteado (figura 3D). Todas fueron activadas a través de movimientos curvilíneos, aunque los bordes podrían haber sido activados mediante movimientos verticales. Las dos manos restantes, son alargadas y de gran tamaño (de entre 20 cm de largo y 11 cm de ancho), tienen únicamente una cara activa y fueron activadas mediante movimientos horizontales. Según estas características es muy probable que hayan sido utilizadas para obtener harinas, aunque la evidencia de piqueteado en los bordes sugiere que también pudieron usarse para machacar (no siendo esta su funcionalidad primaria). El análisis de microrrestos en molinos dio como resultado la presencia de silicofitolitos partidos (rondel, posiblemente pertenecientes a Zea mays), silicofitolitos polilobados asignables a Poáceas y diatomeas, pudiendo deberse la presencia de estas últimas a la utilización de agua para el proceso de molienda (figuras 3E/H). En cuanto a las manos de moler, se observaron silicofitolitos del tipo saddle y rondel fracturados, diatomeas y almidones de Zea mays. 164 rocío maría molar Figura 3. (A) Excavación del recinto temprano de El Sunchal (Imágen tomada por J. Salazar); (B, C) Molinos; (D) Dos de las seis manos de moler detectadas; (E, F) Silicofitolitos del tipo saddle y rondel, con evidencias de procesamiento; (G) Diatomea fragmentada; (H) Silicofitolito polilobado. Figura de la autora. La cerámica, al igual que en el resto de los espacios, se encuentra en grandes cantidades, pero notablemente fragmentada. Sin embargo, la recuperación de bordes (once en total) permitió distinguir formas no restringidas de contornos simples, restringidas de contornos simples y restringidas de contornos compuestos e inflexionados. Las características del conjunto responden a ollas esféricas con bordes evertidos, botellones, vasijas de contornos esféricos o subesféricos de cuello restringido, y pucos, capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 165 todos con pastas de cocción oxidante. Ocho de las vasijas identificadas poseen aberturas de menos de 15 cm, lo cual plantea la presencia de contenedores de pequeñas dimensiones (Franco 2019b:122). Algunos de estos fragmentos fueron sometidos a análisis de microrrestos, priorizando la presencia de adherencias o superficies porosas. A grandes rasgos se observaron almidones y silicofitolitos de maíz, tricomas y almidones partidos que no pudieron identificarse a nivel especie pero que son importantes en tanto evidencian prácticas de molienda. En la porción inferior de la puerta de entrada a este recinto, la cual establece la conexión con el patio, fueron halladas dos vasijas cerámicas enteras, una dentro de la otra. Estos pequeños cuencos, de manufactura tosca, elaborados con una pasta gruesa y acabados mediante un alisado irregular, se distinguen por presentar contornos simples, abiertos y poseer en sus bordes una prominencia que permite asir la pieza (figura 4A). El borde de uno de ellos evidencia una pequeña intervención, consistente en una serie de incisiones aserradas realizadas seguramente con algún palillo u objeto punzante. Si bien es una pequeña decoración, la misma sería asignable a los inicios del primer milenio, o incluso a momentos previos (Cremonte 1996; Franco Salvi 2012). La superficie interna muestra un brillo oscuro que parece haber sido generado por la adición de elementos grasos que taparan sus poros para el uso como contenedor de líquidos. El análisis de microrrestos de las muestras obtenidas de los sectores más porosos de estas cerámicas dio como resultado la presencia de almidones de maíz, con rastros de procesamiento (como abertura y fisura del hilum) que conducen a pensar que dicho vegetal fue sometido, en algún momento de su constitución como alimento, a un proceso de deshidratación (figura 4B). En la segunda ocupación del sitio se detectaron también elementos asociados al procesamiento, consumo y almacenaje de alimentos (figura 5A). Como artefactos vinculados a la molienda, se hallaron únicamente dos manos en contexto de uso. Ambas presentan una morfología alargada, consecuencia de una mayor longitud que ancho. Fueron activadas mediante movimientos lineales y no poseen signos de reactivación, mantenimiento o uso intensivo. Uno de estos instrumentos se encontraba en el muro del recinto, pero al no estar fragmentado es probable que su situación haya sido de guardado y no de reutilización como material de construcción. En estos mismos muros, se localizaron otros instrumentos de molienda, dos manos y dos molinos, pero al estar fragmentados consideramos que son parte de una actividad de reutilización o reciclaje (figura 5B). 166 rocío maría molar Figura 4. (A) Cuencos cerámicos (montaje realizado imitando su contexto de hallazgo); (B) Granos de almidón de Zea mays con rastros de procesamiento similares a los de deshidratación. Figura de la autora. En el piso de ocupación se halló únicamente un macrorresto carbonizado, que pudo haber sido descartado in situ durante el consumo, pudiendo considerarse la idea de que fue desestimado en un proceso de selección de granos tostados. Este grano poseía medidas máximas de 6 mm de largo, 3 mm de ancho y 1,5 mm de espesor. Su superficie externa vítrea, y la observación del embrión y de la estructura interna porosa (observable en los intersticios donde se encontraba fragmentado), permitieron identificarlo como Zea mays (de acuerdo con Oliszewski y Olivera 2009) (figura 5C). Respecto a los restos cerámicos, el total de la muestra se compuso de 2.286 fragmentos, entre los que pudo detectarse solo una vasija con alto capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 167 nivel de remontabilidad. A partir de la recuperación de 26 bordes se infirieron de manera digital 15 formas. Las características del conjunto responden a piezas no restringidas de contornos simples, restringidas de contornos simples y restringidas de contornos compuestos. Estas incluyen pucos y ollas con pastas de cocción oxidante, y un cuello de botella de pasta reductora gris fina. La única vasija remontable era de grandes dimensiones y poseía una base cónica que condiciona su estabilidad en tanto solo puede permanecer en pie con una estructura que la sostenga, en este caso realizada mediante el cavado de un pozo. A su vez, el remontaje de esta pieza permitió observar cierta asimetría hacia uno de los lados. La pasta utilizada es gruesa, con grandes antiplásticos observables a ojo desnudo, y fue cocida bajo atmósfera oxidante. Presenta su superficie interna alisada y las caras externas tratadas mediante peinado o marleado. La ausencia de huellas de hollín sugiere que en ningún momento fue sometida a fuego directo, dato que, sumado a la forma de la misma, sugiere que fue utilizada para el almacenaje o guardado de elementos o sustancias destinadas a la alimentación (figura 5D). Figura 5. (A) Excavación del recinto perteneciente a la segunda ocupación de El Sunchal (Fotografía de J. Salazar); (B) Mano de moler fragmentada; (C) Macrorresto de Zea mays; (D) vasija cerámica. Figura de la autora. 168 rocío maría molar Otros artefactos hallados en este recinto, que no están directamente relacionados a las prácticas alimenticias, fueron instrumentos líticos como raspadores, percutores, perforadores, piedras de honda y puntas de proyectil de obsidiana y nuevamente rocas intervenidas (Montegú 2018). En esta ocasión, consisten en una representación fálica y una pieza rectangular con cavidades hemiesféricas grabadas en una de sus superficies (Salazar y Franco Salvi 2020; capítulo 8 de este volumen). En cuanto al consumo de recursos cárnicos, al igual que en Mortero Quebrado, los restos óseos en El Sunchal son notablemente escasos y consisten en fragmentos con un máximo de 5 cm y con un alto grado de deterioro, observándose únicamente actividades de sometimiento al fuego. En la capa inmediatamente superior al piso de ocupación del recinto adosado se encontró un fragmento de mandíbula que pudo ser identificado con el género Lama (figura 6A). Si bien la presencia de este resto no es un indicador directo de su consumo (por la imposibilidad de detectar huellas de corte o termoalteración), su permanencia al interior de la vivienda, en un contexto de preparación de alimentos, permite postular que su destino estuvo relacionado con la ingesta de recursos cárnicos. Relacionado con esto, los instrumentos líticos que pueden asociarse al corte de partes blandas son siete instrumentos con filos naturales de cuarzo y cuarcita (figura 6B). En cuanto a las puntas de proyectil, indicadoras del desarrollo de actividades de caza, se encontraron preformas y puntas de proyectil de obsidiana y cuarzo pequeñas, triangulares y pedunculares (Montegú 2018). Respecto a otros indicadores indirectos del manejo y consumo de animales, se encuentran las representaciones de estos animales, consistentes en cuatro estatuillas zoomorfas fracturadas, todas correspondientes a los momentos tardíos de esta ocupación (Franco 2019a y 2019b). Como se mencionó, ambos recintos en su respectivo momento de ocupación se encontraban conectados a un espacio central o patio donde se detectó otro contexto vinculado a la preparación de alimentos. En este espacio, ubicado en el extremo este del recinto central, se observó un fogón sobre el cual se conservaba una olla fragmentada (figura 7A). Este fogón era en cubeta como el del R34-U2 de Mortero Quebrado, aunque bastante más informal, de contorno irregular, con rugosidades en su base y una profundidad de entre 8 y 10 cm (figura 7B). Si se considera que este tipo de fogones suelen ser más una consecuencia de la modificación por reutilización y limpieza de un espacio con tal fin, que una formatización de mismo (Carreras 2015:11), es probable que la diferencia entre ambos capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 169 radique en la intensidad de uso. En este caso, los restos de carbón eran escasos al igual que las espículas incrustadas en el sedimento. Figura 6. (A) Fragmento de mandíbula perteneciente al género Lama. (Fotografía de la autora); (B) Instrumentos líticos asociados al corte de tejidos blandos (Fotografías de J. Montegú). Si bien en el fogón no se encontró ninguna semilla o fruto carbonizados, en la capa estratigráfica relacionada a este rasgo se identificó un grano carbonizado de Zea mays, que medía 5,5 mm de largo máximo, 4 mm de ancho máximo y 2.2 mm de espesor máximo. La superficie externa del mismo era de aspecto lustroso/vítreo y la estructura interna brillosa y con una alta porosidad, características que permitieron confirmar su asignación a Zea mays (Cf. con Oliszewski y Olivera 2009; Cano 2011; Oliszewski et al. 2020) (figura 7C). Sobre el fogón se encontraban 32 fragmentos in situ que parecían pertenecer a una olla fragmentada, como si al romperse hubiese sido directamente abandonada, inhabilitando la posibilidad de usar nuevamente esta estructura. Sin embargo, el posterior remontado y análisis de los fragmentos permitió definir que pertenecían a dos contenedores cerámicos distintos (figuras 7D y E). Ambas vasijas son del grupo ordinario, elaboradas con pastas que involucran inclusiones no uniformes, predominantemente gruesas (>0,5 mm) y cocidas en atmósfera oxidante. Las dos poseen contornos simples y cuerpo ovoide invertido y los acabados de superficie 170 rocío maría molar son de baja regularidad, tanto en la cara interna como externa. Ambas ollas, evidencian en el acabado de superficie la implementación de la técnica de marleado, que consiste en el alisado mediante el uso de un marlo cuando la arcilla se encuentra aún fresca, lo que genera una superficie peinada. Esta técnica le otorga cierta rugosidad a la pieza y mejora las posibilidades de asirla. Las adherencias del interior de una de estas ollas fueron analizadas y dieron como resultado la presencia de almidones y silicofitolitos de maíz (Zea mays) (figura 7F) Los silicofitolitos no presentan rastros de procesamiento; los almidones se encuentran alterados, evidenciando un proceso de gelatinización a través de la pérdida (en algunos casos parcial) de la birrefringencia (consecuencia del sometimiento al calor). El estudio morfológico del conjunto cerámico localizado en este sector permitió inferir un número mínimo de doce vasijas procedentes del piso ocupacional, además de las dos ollas asociadas al relleno del fogón. A diferencia de otros contextos registrados en el sitio (Franco 2019b) aquí se puede observar una importante proporción (50%) de contenedores grandes de contornos restringidos y no restringidos, simples y compuestos. Esto permite proponer que este sector de la ocupación podría haberse dedicado especialmente a la conservación, macerado y cocción de alimentos. En menor medida también se han observado algunos cuencos pequeños que presentan su superficie interna muy alisada e incluso alterada en su coloración, que permite inferir algún tipo de tratamiento postcocción para la reducción de la porosidad de la cerámica que favoreció la utilización de la pieza para servir y consumir líquidos. Además de cerámicas muy fragmentadas y rodadas, en torno al fogón se encontraron algunos instrumentos líticos que podrían ser manos de moler descartadas (presentan caras levemente alisadas), aunque su gran deterioro no permite una identificación certera. Una situación similar se genera en torno a los especímenes óseos que están representados únicamente por pequeños fragmentos cuyo estado de conservación impide la determinación taxonómica. La escasez de artefactos, y sobre todo de utensilios destinados al procesamiento y preparación de alimentos, es un dato importante a tener en cuenta en tanto podría indicar que estas actividades estaban teniendo lugar en otro sector del patio o en alguno de los recintos. El último contexto a considerar es un talud ubicado en el sector noreste de la unidad. La importancia de este espacio radica en que, por su ubicación extramuros y por la concentración de materiales, estimamos capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 171 que consiste en un área de descarte. El conjunto de restos se encuentra concentrado en dos capas estratigráficas y está compuesto por puntas de proyectil, fragmentos de cerámica ordinaria (que presentan algunas decoraciones con representaciones antropomorfas, como ojos, manos, cejas, y con motivos geométricos como punteados, triángulos o líneas) y vegetal carbonizado. El análisis en laboratorio del material carbonizado dio como resultado la presencia de una semilla de Phaseolus sp. (Cano 2011; Miguez et al. 2012), dato interesante a considerar en tanto permite pensar en el momento final por el que atraviesan los alimentos que no forman parte de la ingesta. DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN El trabajo realizado durante los últimos siete años ha permitido poner en discusión las hipótesis con las que comenzamos a realizar el trabajo de campo. Entre los resultados surge un dato que permite al menos cuestionar uno de nuestros primeros postulados: en los sitios del primer milenio de Anfama, un lugar entremezclado con la vegetación, el clima y los recursos de la yunga, no se han identificado productos silvestres. Pese a las múltiples excavaciones y sondeos realizados (en El Sunchal, Mortero Quebrado, Las Pavitas, La Perillita) no pudieron identificarse, a nivel macro o micro, restos que puedan asociarse directamente a vegetales recolectados. Algunos almidones detectados en un contexto de cocina del sitio Mortero Quebrado, los cuales se asemejan a los descriptos para soldaque (Hypseocharis pimpinellifolius), y el poroto carbonizado proveniente de El Sunchal podrían indicar prácticas de recolección, pero en ambos casos la evidencia es insuficiente para determinar la especie y poder definir si son domesticados o silvestres. Esta ausencia de productos es aún más notable si se considera, por un lado, que en esta cuenca se encontraron macrorrestos de chañar (Geoffroea decorticans) en sitios tempranos como Casa Pastor (2137 ± 31 AP) y tardíos, como Casa Rudi (460 ± 20 AP) (Salazar 2017; Vázquez Fiorani y Salazar 2018). Por otro lado, en los pisos de ocupación de dos unidades residenciales de Mortero Quebrado (U5 y U2) se constató, mediante la realización de estudios antracológicos, la presencia de restos leñosos carbonizados de Geoffroea decorticans (chañar), pero no de su fruto. 172 rocío maría molar Asimismo, mediante la aplicación de modelos de distribución de especies (a través de la herramienta MaxEnt) Franco y Camps (2020) plantean que Anfama se encuentra en un sector de probabilidades positivas pero limitadas respecto a la posibilidad de que allí hayan crecido ejemplares arbóreos de chañar hace dos mil años y explican su presencia (en momentos tempranos y tardíos) por prácticas de intercambio. Ante esta propuesta, y realizando una vinculación más directa con la práctica alimenticia, es posible hipotetizar que hubo cambios en los grupos que llevaron a un abandono del consumo de este producto durante un período que abarca más de un milenio. Estos cambios podrían estar relacionados con el abandono de prácticas de intercambio, aunque esto parece improbable en tanto continúan utilizándose otros elementos foráneos como obsidiana y mineral de cobre (Montegú 2018). También con un período de poco crecimiento de estos árboles en toda la zona, pero la abundante presencia de chañar en La Bolsa 1 y Puesto Viejo no avala esta explicación (Molar 2014; Oliszewski y Arreguez 2015). En cambio, puede pensarse que hubo una desestimación de este producto y que esto pudo haber estado relacionado a una multiplicidad de cuestiones relacionadas a su sabor, los conocimientos/ desconocimientos acerca de cómo utilizarlo, tabúes alimenticios o por priorizar productos de cultivo doméstico. Respecto a la caza, la presencia de escasos restos óseos de animales y la completa ausencia hasta el momento de restos humanos que permitan la realización de estudios de isótopos estables se convirtieron en obstáculos que impiden comprobar de manera fehaciente qué recursos fueron consumidos. El hallazgo de puntas de proyectil con evidencias de uso reiterado es un indicador del desarrollo de estas prácticas, pero por el momento no es posible conocer a qué especímenes estaban destinadas. Las estatuillas zoomorfas vinculadas a animales salvajes no son un dato concreto para considerar, en tanto solo se detectó un fragmento de cabeza asignable a un zorro (Lycalopex sp.) y la parte correspondiente al cuerpo de otro animal, que si bien es similar a un camélido presenta manchas del tipo rosetas, vinculadas a los felinos. Estos animales no suelen estar destinados a la alimentación, aunque sí es conocida su vinculación con la ritualidad (Gordillo 2010) y también el uso de sus pieles como abrigo o como parte de la vivienda. No aparecen otros especímenes salvajes que pudiesen haber sido consumidos. capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 173 Los vegetales detectados en el registro arqueológico son mayormente de origen cultivado: Zea mays (maíz), Cucurbita sp. (zapallo) y Phaseolus sp. (poroto). Si bien no se hallaron estructuras agrícolas que puedan dar cuenta del lugar donde estos fueron producidos, la comunidad actual desarrolla numerosos cultivos (principalmente maíz, cebada y hortalizas) aprovechando las zonas de escasa pendiente, sin recurrir a estructuras más allá de los alambrados utilizados para evitar la depredación por parte de los animales. En El Sunchal, el espacio destinado al desarrollo de prácticas agrícolas probablemente haya sido la terraza que se encuentra al sur de las unidades arqueológicas. En Mortero Quebrado al no detectarse estructuras, ni espacios lo suficientemente amplios para el desarrollo de prácticas agrícolas, se plantea la hipótesis de que el cultivo tuvo lugar en terrenos alejados del sitio, tal vez a una o dos horas de caminata, pero lo suficientemente accesibles como para asistir en los momentos puntuales de preparación de la tierra, siembra y cosecha. De igual manera, tampoco debe descartarse la realización de intercambios de algunos productos entre los habitantes de ambos sitios. Respecto a la otra hipótesis planteada en torno a la posibilidad de encontrar las “cocinas” en el registro arqueológico, de acuerdo a lo excavado hasta el momento es posible afirmar que los espacios de preparación de alimentos no se encuentran completamente restringidos a un ámbito o recinto delimitado dentro de cada unidad residencial, y que además, en los espacios de cocción y consumo también se desarrollan otras actividades que no se vinculan directamente con la comida. Como hemos visto, en El Sunchal se observan actividades de cocción en el patio central, pero el procesamiento parece tener lugar en uno de los recintos adosados. En Mortero Quebrado, el lugar que podría pensarse como exclusivo para preparar y cocinar alimentos se encuentra mucho más delimitado, pero la evidencia indica que su destino excede el desarrollo de actividades culinarias e incluye la manufactura de artefactos líticos. En este sentido, podemos pensar que tanto la comida como el fogón congregan a las personas no solo para preparar y consumir alimentos, sino para el desarrollo de otras actividades intermediadas por esos agentes. Por último, la intervención de las vasijas en el proceso alimenticio puede observarse de forma directa a través de los efectos que producen sobre el alimento en su constitución como tal, pero también es posible reflexionar en torno a cómo los contenedores intervienen y median las relaciones entre los individuos. La agencia que ejercen sobre la 174 rocío maría molar comida varía desde el sabor particular que le da al alimento la cocción en elementos elaborados con distintos materiales (en este caso arcillas) hasta la cantidad que puede cocinarse y los distintos productos que pueden obtenerse. El análisis de microrrestos vegetales permite observar que efectivamente se utilizaron para procesos de cocción y tostado, en algunos casos de sustancias harinosas obtenidas mediante la utilización de los molinos. La presencia de granos de almidón que evidencian rastros de deshidratación también permite proponer que las vasijas fueron utilizadas para contener o almacenar alimentos. Las cerámicas intervinieron indudablemente en el cotidiano, a través del servicio de alimentos. Que la mayor parte de estas hayan sido de tamaño mediano habilita a pensar en un consumo colectivo pero doméstico, acompañado de utensilios de uso individual. La presencia de los cuencos de El Sunchal, ubicados debajo del piso de ocupación en la abertura que permite el acceso al recinto adosado, se constituye como un caso excepcional probablemente asociado a alguna actividad ritual. La morfología de estos contenedores, que no se corresponde con ninguna de las halladas en los dos sitios estudiados, indica que fueron elaborados con un fin preciso distinto al del consumo cotidiano. El hallazgo en su interior de granos de almidón de maíz únicamente permite pensar en la elaboración de algún producto especial para la ocasión, tal vez similar a la chicha ampliamente consumida en tiempos prehispánicos en momentos de celebración o ritualidad (Cremonte et al. 2009; Arriaza et al. 2015). El consumo de recursos cárnicos, si bien sus evidencias son notablemente escasas, se manifiesta a través de los pequeños restos óseos y de los instrumentos utilizados para su manipulación. El tamaño de las puntas de proyectil (menores a 2 cm), que pueden considerarse un indicador de la caza de animales no habilita a pensar en el aprovisionamiento de especímenes de gran tamaño o que brinden una gran provisión de carne. La presencia de estatuillas con diseños de camélidos en el sitio El Sunchal y la talla en bulto de un camélido en Mortero Quebrado (Salazar y Franco Salvi 2020), contribuyen a dimensionar la importancia de estos recursos para los grupos aldeanos tempranos, relevancia que no necesariamente se relaciona solo con los fines alimenticios sino que puede tener otras significancias. Las evidencias recabadas permiten vislumbrar la multiplicidad de momentos, agentes y espacios involucrados en la alimentación. Pese a las particularidades que pueda presentar cada sitio y a la imposibilidad de capítulo 6. VínculoS en torno a la comida: eSpacioS, materialidadeS y recurSoS... 175 observar a través del registro arqueológico a los agentes desempeñarse en su accionar cotidiano, la omnipresencia de los actos alimenticios conduce a afirmar que, en variables momentos e instancias, los distintos miembros de cada unidad doméstica se vieron involucrados en la consecución de alguno de dichos actos, excediendo a los momentos de comensalidad. La colectivización de esta actividad permite la transmisión de principios y modos de hacer, de tradiciones culinarias que son parte fundamental de la reproducción social de los grupos, y que posibilitaron la persistencia de estas sociedades aldeanas tempranas a lo largo de un milenio. CAPÍTULO 7. CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA TECNOLOGÍA LÍTICA DEL BOSQUE MONTANO TUCUMANO (ARGENTINA) ENTRE EL 50 A.C. Y 1450 D.C. Juan M. Montegú Tradicionalmente el sector de las yungas del Noroeste argentino (NOA) fue concebido en la arqueología regional como un área periférica, marginal o complementaria de otros espacios más ampliamente estudiados, tales como los bolsones puneños y los valles mesotérmicos (Tartusi y Núñez Regueiro 2003; Corbalán 2008; Ortiz et al. 2015). Recientemente nuevas investigaciones han empezado a estudiar las yungas desde una mirada más diversa, entendiendo sus propios desarrollos y modos de vida (Miguez y Caria 2015; Ortiz et al. 2015; Salazar et al. 2019). Por otro lado, los estudios materiales de las yungas han estado centrados en la cerámica, principalmente por la entidad que adquirió la denominada alfarería Candelaria (Heredia: 1974), la cual se convirtió en una marca registrada del área. También de manera reciente, el estudio de otras materialidades, en este caso los restos líticos, han empezado a ser considerados en las investigaciones (Díaz 2004; Caria et al. 2009; Miguez et al. 2009; Martínez et al. 2010; Miguez et al. 2015; Montegú 2018). En el marco de esta renovada mirada sobre el espacio y las materialidades de las yungas, el presente capítulo apunta a caracterizar algunos aspectos de los conjuntos líticos tallados provenientes de dos sitios arqueológicos de la cuenca de Anfama (Tucumán, Argentina) con el objetivo de determinar variaciones y continuidades en la tecnología lítica durante el lapso temporal que abarca del 50 a.C. al 1450 d.C. Dichos análisis buscan contribuir a la compresión de los modos de habitar el área por grupos prehispánicos a lo largo de un periodo de 1.400 años de ocupación. Considerando la cronología del área y el modelo de ocupación propuesto para Anfama (capítulo 1), el análisis se centra en los Bloques II 178 Juan m. monteGú (50 a.C. a 600 d.C.), III (800 a 1000 d.C.) y IV (1400 a 1500 d.C.). Los rasgos arquitectónicos y conjuntos cerámicos de estos tres bloques temporales indican momentos con distintas dinámicas de ocupación, reflejadas en variaciones y continuidades en los materiales. Nuestra intención aquí es determinar si los artefactos líticos acompañan estas diferencias y persistencias, para contribuir al estudio de los modos de ocupar el espacio en la zona. Puntualmente, los materiales líticos considerados proceden de los contextos estratigráficos de los sitios El Sunchal, Casa Rudi 1 y La Laguna (capítulos 4 y 9). En el primer caso, se tomaron en consideración sus dos ocupaciones (una correspondiente al Bloque II y la otra al Bloque III), mientras que los sitios Casa Rudi 1 y La Laguna se tomaron en conjunto (adscribibles al Bloque IV). La comparación entre los conjuntos líticos de cada bloque temporal se centró en las materias primas aprovechadas, las técnicas de tallas empleadas y los tipos de instrumentos presentes. MÉTODOS APLICADOS Los tres conjuntos líticos fueron analizados macroscópicamente a través de estudios tecno-morfológicos y morfológico-funcionales, siguiendo los lineamientos de Aschero (1975, 1983) y de Sullivan y Rozen (1985), adaptados para el caso de estudio. Como primer paso, se caracterizó a ojo desnudo el tipo de rocas presente en cada conjunto. Luego, los materiales fueron agrupados en categorías de desechos de talla, núcleos e instrumentos para el análisis específico de ciertas variables. Ya que el objetivo de la investigación apuntó a determinar variaciones y continuidades de los conjuntos, en cada categoría se registraron determinados indicadores que se consideraron susceptibles de brindar información sobre cambios y persistencias en el manejo de la tecnología lítica. En el caso de los desechos de talla se registraron las variables de estado de fragmentación, tipo de talón y origen de la extracción, mientras que en los núcleos se consideró la designación morfológica de los mismos. Las variables en estas dos categorías apuntaron a inferir las técnicas de talla de cada bloque temporal. Para los instrumentos se tomaron variables que permitieran caracterizar elementos diagnósticos de cada bloque. De esta manera se diferenciaron los artefactos formatizados (aquellos filos y puntas elaborados por talla, retoque, microrretoque o alguna combinación de ellos), no formatizados (filos y puntas naturales con rastros complementarios) y litos modificados capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 179 por el uso (superficies con rastros complementarios). Por otra parte, entre los instrumentos formatizados y no formatizados, se discriminaron aquellas piezas que constituían instrumentos compuestos, dobles o simples, entendiéndose por compuestos a los artefactos que en una misma unidad presentan dos o más especímenes morfológicos diferentes (por ende, utilizados para distintas acciones primarias), y por dobles a los artefactos que en una misma unidad presentan dos formas repetidas del mismo grupo morfológico (es decir, que se utilizaron en las mismas acciones primarias). Por último, se determinaron los grupos tipológicos de los instrumentos, tanto formatizados como no formatizados, teniendo en cuenta en estos últimos principalmente los rastros de utilización visibles macroscópicamente y, en el caso puntual de los filos naturales, el tipo y ángulo de bisel. LOS MATERIALES LÍTICOS DE ANFAMA Bloque II, El Sunchal primera ocupación El conjunto lítico de este bloque se compone de 1.471 piezas, cuya distribución entre desechos de talla, núcleos e instrumentos puede verse en la tabla 1. En ella también se observa la variedad de materias primas que se aprovecharon, en donde hay un predominio del cuarzo, seguido muy por debajo y en orden decreciente por cuarcitas, grauvaca, pizarra, obsidiana, sílices, rocas indeterminadas, esquistos y granito. Los desechos de talla (N=1386), indicados en la tabla 2, mostraron un índice de fractura del 40,6%, conformado por un 25,8% de lascas fracturadas con talón y un 14,8% sin talón. Las lascas enteras representaron el 35,9%, en tanto que los desechos indiferenciados alcanzaron al 23,5% del subconjunto. Juan m. monteGú 180 Tabla 1. Distribución de materias primas y categorías de artefactos del Bloque II. Materia Prima Desechos de talla Instrumentos Núcleos Total Cuarzo 1164 19 7 1190 80,9% Cuarcitas 83 13 7 103 7,0% Grauvaca 72 8 3 83 5,6% Pizarra 34 0 0 34 2,3% Obsidiana 13 8 0 21 1,4% Sílices 14 3 0 17 1,2% Indeterminadas 6 6 0 12 0,8% Esquistos 0 10 0 10 0,7% Granito 0 1 0 1 0,1% Totales 1386 68 17 1471 100% Tabla 2. Características de los desechos de talla del Bloque II (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Pi: pizarra, Ob: obsidiana, Si: sílices, Ind: indeterminadas). Variable Estado de fragmentación Tipo de talón Origen de la extracción Categoría Cz Cc Gr Pi Ob Si Ind Total Entero 392 50 42 0 6 5 2 497 35,9% Fracturado c/talón 306 25 15 2 5 4 1 358 25,8% Fracturado s/talón 194 5 1 0 2 1 2 205 14,8% Indiferenciado 272 3 14 32 0 4 1 326 23,5% Total 1164 83 72 34 13 14 6 1386 100% Natural 156 26 25 0 0 3 0 210 24,6% Liso 427 46 31 1 7 5 3 520 60,8% Diedro 13 1 0 0 0 0 0 14 1,6% Facetado 8 2 0 0 1 0 0 11 1,3% Filiforme 51 0 0 1 0 1 0 53 6,2% Puntiforme 43 0 1 0 3 0 0 47 5,5% Total 698 75 57 2 11 9 3 855 100% Externa 54 12 8 0 2 1 0 77 9,0% Interna 567 60 48 2 4 6 3 690 80,7% Bipolar 13 2 1 0 0 2 0 18 2,1% Formatización 64 1 0 0 5 0 0 70 8,2% Total 698 75 57 2 11 9 3 855 100% capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 181 En el número mínimo de individuos (MNI), conformado por lascas enteras y fracturadas con talón (N=855) (tabla 2), se registró una preponderancia de las plataformas preparadas (75,4%), en donde fueron mayoritarios los lisos, seguidos muy por debajo por los filiformes, puntiformes, diedros y facetados. Los talones no preparados, registrados como naturales, componen la segunda categoría más identificada después de los lisos. Por último, en el origen de las extracciones, se destacan principalmente las lascas internas, seguidas muy por debajo por las externas, de formatización y bipolares. Por su parte, los núcleos (tabla 3) mostraron una mayor presencia de las morfologías bipolar y amorfo, seguidos por formas irregulares de escasa estandarización: prismático irregular, pseudo-prismático y discoidal irregular. Es de destacar que solamente se identificaron núcleos entre las materias primas de cuarzo, cuarcitas y grauvaca (figuras 1, 2 y 3). En cuanto a los instrumentos, si bien se registraron 68 piezas, la presencia de instrumentos compuestos y dobles permitió analizar un total de 87 filos, puntas y superficies (tabla 4). De ese universo, el 53% correspondieron a artefactos formatizados, seguidos por aquellos no formatizados con un 31%, y por los litos modificados por el uso con un 16%. Entre estos últimos se registraron percutores, sobadores (posiblemente para el trabajo en cuero) y alisadores/pulidores (probablemente para la confección de piezas cerámicas). Tabla 3. Morfologías de los núcleos del Bloque II. Morfología Cuarzo Cuarcitas Grauvaca Total Bipolar 3 3 6 35% Amorfo 4 1 5 29% Prismático irregular 1 2 3 18% Pseudo-prismático 1 1 2 12% Discoidal irregular 1 1 6% 17 100% Total 7 7 3 182 Juan m. monteGú Figura 1. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarzo procedente de El Sunchal (Bloque II). Figura del autor. Figura 2. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarcita procedente de El Sunchal (Bloque II). Figura del autor. capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 183 Figura 3. Dibujo diacrítico de núcleo de grauvaca procedente de El Sunchal (Bloque II). Figura del autor. Entre los grupos tipológicos identificados en los artefactos formatizados y no formatizados, se observó una gran variedad de filos y puntas que habrían sido utilizados en tareas de corte, raspado, desbaste y perforado (tabla 4). Entre estos artefactos, se deben destacar las siete puntas de proyectil identificadas (dos de cuarzo y cinco de obsidiana), una de las cuales corresponde solo al ápice de la pieza, y que no pudo ser caracterizada (figura 4a). De las restantes seis piezas (enteras o con fracturas mínimas) se observó que todas son apedunculadas, de limbo triangular (cuatro cortos, uno largo y uno indeterminado por fracturas), con base cóncava profunda o escotada y aletas entrantes agudas. El tamaño es principalmente pequeño (tres), aunque hay una pieza muy pequeña, otra mediano pequeña y una que no pudo determinarse por fracturas. Los bordes son sobre todo de tipo recto (tres), siendo menos comunes el tipo cóncavo (uno) y el convexo (uno); a su vez, los bordes son mayoritariamente dentados (tres) y aserrados (tres), registrándose solo un borde normal. De las siete puntas de proyectil registradas, seis presentaban fracturas de ápice y/o aletas coincidentes con el uso, en tanto que la única pieza entera parece haber sido sometida a trabajos de reactivación, debido a la extensión de los lascados y la disminución considerable de su tamaño. Todas las puntas han sido elaboradas mediante microrretoques extendidos bifaciales, siendo de los instrumentos más altamente formatizados. También hay que destacar la presencia de siete preformas de puntas de proyectil (cuatro de cuarzo y tres de obsidiana) (figura 4b) de morfología triangular, algunas con fracturas o tamaños que indican errores en la manufactura (cinco) y otras abandonadas en el proceso de formatización (dos). En tres de estas preformas los bordes son dentados, lo cual se condice con las puntas formatizadas. Juan m. monteGú 184 Tabla 4. Instrumentos registrados en el Bloque II. Categoría Grupo tipológico Unifaz Cz 1 Raspador Instrumentos formatizados Cc Gr Litos modificados por el uso Si Gra Ind Total 2 2 2 10 Muesca 3 4 Perforador 1 1 2 Punta entre muescas 1 1 Punta burilante 1 1 Pico 1 3 2 1 Preforma de PPY 4 3 7 PPY apedunculada 2 4 6 1 1 4 1 2 8 Piedra de onda pulida 1 Hacha lítica pulida 2 2 1 2 FNDAF 1 Sub-total 12 10 9 FNRC de corte 4 5 1 3 13 FNRC de desbaste 1 3 1 1 6 FNRC de raspado 1 3 1 1 6 8 4 0 1 2 46 MNRC 1 1 PNRC 1 1 Sub-total 6 13 Percutor 3 1 3 0 0 5 0 1 Sobador 0 27 4 9 3 3 Alisador/pulidor Sub-total Total Es 1 PPY indeterminada Instrumentos no formatizados Ob 2 2 3 1 0 0 6 0 0 4 14 21 24 12 8 10 5 1 6 87 (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Es: esquistos, Si: sílices, Gra: granitos, Ind: indeterminadas, PPY: punta de proyectil, FNDAF: filo no diferenciado de artefacto formatizado, FNRC: filo natural con rastros complementarios, MNRC: muesca natural con rastros complementarios, PNRC: punta natural con rastros complementarios). capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 185 Otro grupo tipológico que se destaca en este bloque temporal son las piedras de honda (figura 5), que incluyen ocho instrumentos elaborados principalmente en esquistos moteados (cuatro), siendo las demás piezas de grauvaca (uno), granito (uno) y roca indeterminada (dos). Todos estos artefactos tienen una morfología ovoidal simétrica y han sido formatizados mediante alisado/pulido de sus caras. También todas las piezas presentan en uno o ambos extremos marcas de percusión, seguramente causadas por el impacto del proyectil en su utilización; incluso, una de las piezas presenta una fractura lateral oblicua en un extremo, probablemente por uso. Finalmente, considerando las piezas que conforman los artefactos formatizados y no formatizados (N=54), se observó que un 72% de ellas correspondían a instrumentos simples, mientras que un 20% eran compuestos y un 4% dobles (tabla 5). El 4% restante correspondió a fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados. Tabla 5. Categorías de artefactos formatizados y no formatizados del Bloque II. Categoría Cz Cc Gr Ob Simples 13 5 3 8 Compuestos 2 5 3 Dobles 0 2 0 Indeterminado 1 0 Total 16 12 Es Si Gra Ind Total 5 2 1 2 39 72% 0 0 1 0 0 11 20% 0 0 0 0 0 2 4% 1 0 0 0 0 0 2 4% 7 8 5 3 1 2 54 100% (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Es: esquistos, Si: sílices, Gra: granitos, Ind: indeterminadas). Figura 4. Puntas de proyectil (A) y preformas (B) procedentes de El Sunchal (Bloque II). Figura del autor. 186 Juan m. monteGú Figura 5. Piedras de onda pulidas procedentes de El Sunchal (Bloque II). Figura del autor. Bloque III, El Sunchal segunda ocupación En este bloque, el conjunto lítico se compuso de 1665 piezas. En la tabla 6 se observan las distribuciones entre desechos de talla, núcleos e instrumentos, así como las materias primas identificadas. Entre estas últimas, el cuarzo es la roca más representada del conjunto, seguida por valores menores de cuarcitas, grauvaca, pizarra, obsidiana, sílices, rocas indeterminadas y esquistos. capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 187 Tabla 6. Distribución de materias primas y categorías de artefactos del Bloque III. Materia Prima Desechos de talla Instrumentos Núcleos Totales Cuarzo 1348 36 6 1390 83,5% Cuarcitas 117 20 6 143 8,6% Grauvaca 49 6 0 55 3,3% Pizarra 21 5 0 26 1,6% Obsidiana 15 5 0 20 1,2% Sílices 13 4 0 17 1,0% Esquistos 2 4 0 6 0,3% Indeterminadas 4 4 0 8 0,5% Totales 1569 84 12 1665 100% Entre los desechos de talla (N=1.033) (tabla 7), las lascas fracturadas ascendieron a un 53%, repartidas entre un 34% con talón y un 19% sin talón. Por su parte, las lascas enteras alcanzaron el 32% del subconjunto, mientras que el 15% restantes correspondió a desechos indiferenciados. Del NMI (N=1.033), un 73% presentaron talones preparados, destacándose el tipo liso, seguido por escasas cantidades de puntiformes, filiformes, diedros y facetados. Los talones registrados como naturales (sin preparación) representaron el segundo tipo de talón más registrado. En cuanto al origen de las extracciones, predominaron las lascas internas y se registraron menores cantidades de lascas externas, de formatización y bipolares. Se registraron doce núcleos en este bloque, solo en las materias primas de cuarzo y cuarcitas (tabla 8) (figuras 6 y 7). Entre ellos, la forma bipolar fue ampliamente predominante, mientras que también se observaron un núcleo amorfo, otro poliédrico parcial y uno piramidal irregular. Juan m. monteGú 188 Tabla 7. Características de los desechos de talla del Bloque III Variable Categoría Estado de fragmentación Tipo de talón Origen de la extracción Cz Cc Gr Pi Ob Si Es Ind Totales Entero 398 53 23 4 11 7 2 2 500 31,9% Fracturado c/talón 468 40 16 1 4 4 0 0 533 34,0% Fracturado s/talón 269 20 3 1 0 1 0 1 295 18,8% Indiferenciado 213 4 7 15 0 1 0 1 241 15,3% Total 1348 117 49 21 15 13 2 4 1569 100% Natural 210 52 9 0 1 4 0 1 277 26,8% Liso 493 34 24 3 8 5 0 1 568 55,0% Diedro 11 1 0 0 1 1 0 0 14 1,4% Facetado 6 1 1 0 2 0 0 0 10 1,0% Filiforme 61 3 4 1 0 0 0 0 69 6,7% Puntiforme 85 2 1 1 3 1 1 0 94 9,1% Total 866 93 39 5 15 11 1 2 1032 100% Externa 60 10 5 2 1 1 2 0 81 7,8% Interna 709 82 34 2 9 9 0 2 847 82,0% Bipolar 36 0 0 0 0 1 0 0 37 3,6% Formatización 61 1 0 1 5 0 0 0 68 6,6% Total 866 93 39 5 15 11 2 2 1033 100% (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Pi: pizarra, Ob: obsidiana, Si: sílices, Es: esquistos, Ind: indeterminadas). Tabla 8. Morfologías de los núcleos del Bloque III. Morfología Cuarzo Cuarcitas Total 4 9 75,1% Amorfo 1 1 8,3% Poliédrico parcial 1 1 8,3% 1 8,3% 12 100% Bipolar 5 Piramidal irregular 1 Total 6 6 capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 189 Figura 6. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarzo procedente de El Sunchal (Bloque III). Figura del autor. Figura 7. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarcita procedente de El Sunchal (Bloque III). Figura del autor. Juan m. monteGú 190 Al analizar los instrumentos, entre las 84 piezas se pudieron identificar 129 filos, puntas y superficies (tabla 9), ya que se registró la presencia de instrumentos compuestos y dobles. Tomando en consideración esto último, el 60% de los instrumentos correspondieron a artefactos no formatizados, mientras que los formatizados representaron un 30% y los litos modificados por el uso un 10%. En esta última categoría se registraron percutores, alisadores/pulidores, afiladores (rocas aparentemente utilizadas para reactivar los filos embotados) y un sobador. Tabla 9. Instrumentos registrados en el Bloque III. Categoría Grupo tipológico Unifaz Cz Gr Ob Pi Si Es Ind 1 Cuchillo denticulado 1 1 Raspador 1 2 Muesca 5 3 Raedera 1 Escoplo Total 1 1 Cuchillo de filo retocado Instrumentos formatizados Cc 2 4 1 3 1 3 10 2 1 1 1 1 Cepillo 1 Perforador 2 1 3 Punta entre muescas 2 1 3 1 1 Buril Preforma de PPY 1 1 PPY apedunculada 2 2 1 5 FNDAF 4 Sub-total 18 11 2 4 2 1 1 0 39 capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... FNRC de corte Instrumentos no formatizados Litos modificados por el uso Total 6 15 3 7 5 1 11 9 3 MNRC 1 1 1 PNRC 3 4 Sub-total 28 34 Percutor 2 FNRC de desbaste FNRC de raspado 1 1 1 1 28 13 25 2 3 8 1 8 191 1 0 4 1 1 1 77 1 1 5 1 Sobador Alisador/pulidor Afilador 1 1 Sub-total 3 0 2 0 3 1 1 3 13 49 45 12 5 5 6 3 4 129 1 2 4 3 3 (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Pi: pizarra, Si: sílices, Es: esquistos, Ind: indeterminadas, PPY: punta de proyectil, FNDAF: filo no diferenciado de artefacto formatizado, FNRC: filo natural con rastros complementarios, MNRC: muesca natural con rastros complementarios, PNRC: punta natural con rastros complementarios). Entre los instrumentos formatizados y no formatizados se registraron diversos grupos tipológicos que apuntarían a una gran variedad de acciones que incluyen el corte, raspado, desbaste y perforado (tabla 9). Es de destacar, que en este bloque las puntas de proyectil se componen de solo dos piezas, ambas de obsidiana (figura 8a-b). Las dos puntas son apedunculadas, de limbo triangular, tamaño pequeño, base cóncava profunda o escotada, aletas entrantes agudas y estaban formatizadas por microrretoques extendidos. Una de ellas presentaba un módulo largo, el ápice normal, los bordes dentados y convexos, así como microfractura en el ápice y una de las aletas fracturadas, probablemente por uso. La otra punta, tenía un módulo corto, el ápice embotado, los bordes normales y rectos, en tanto que se observó una fractura paralela que afecta parte del limbo y la totalidad de una de las aletas, mientras que la otra mostraba una fractura oblicua basal, siendo ambas fracturas producidas posiblemente por uso. Los tamaños de estas dos puntas, así como la extensión de los lascados parecen indicar procesos de reactivación de las piezas. También se registró una preforma de punta de proyectil, en obsidiana, de módulo triangular, con esbozo de pedúnculo y una fractura diagonal de tipo perversa hacia el Juan m. monteGú 192 sector del ápice, la cual sería un error de manufactura que habría llevado al abandono de la pieza (figura 8c). A su vez, se registró un filo natural con rastros complementarios de obsidiana, con tamaño mediano pequeño y módulo laminar; presentaba un bisel simétrico y un ángulo de 35°, por lo que es posible que se usara en tareas de corte de otras materias más blandas, como cuero, vegetal no leñoso o carne. Tomando en consideración las piezas incluidas entre los artefactos formatizados y no formatizados (N=72), un 49% de aquellas se corresponden con instrumentos simples, mientras que los compuestos son el 39% y los dobles el 3% (tabla 10). El restante 10% en este caso incluye fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados y fragmentos de filos retocados. Tabla 10. Categorías de artefactos formatizados y no formatizados del Bloque III. Categoría Cz Cc Gr Ob Pi Simples 16 7 2 4 0 Compuestos 12 12 3 0 Dobles 1 1 0 Indeterminado 4 0 Total 33 20 Si Es Ind Total 3 2 1 35 49% 0 1 0 0 28 38% 0 0 0 0 0 2 3% 0 1 2 0 0 0 7 10% 5 5 2 4 2 1 72 100% (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Pi: pizarra, Si: sílices, Es: esquistos, Ind: indeterminadas). Figura 8. (A, B) Puntas de proyectil y (C) preforma procedentes de El Sunchal (Bloque III). Figura del autor. capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 193 Bloque IV, Casa Rudi 1 y La Laguna Entre los desechos de talla, núcleos e instrumentos analizados en este bloque temporal, el conjunto lítico total se compuso de 318 piezas (tabla 11). Entre las materias primas presentes, el cuarzo fue mayoritario, mientras que las cuarcitas fueron también aprovechadas, aunque en menor medida. Además de estos dos recursos, el conjunto presentó escasos valores de grauvaca, obsidiana, rocas indeterminadas, esquistos, sílices, metamórficas, filita y pizarra. Tabla 11. Distribución de materias primas y categorías de artefactos del Bloque IV. Materia Prima Desechos de talla Instrumentos Núcleos Total Cuarzo 222 21 5 248 78,0% Cuarcitas 24 8 2 34 10,6% Grauvaca 12 3 1 16 5,0% Obsidiana 5 1 0 6 1,9% Indeterminadas 0 6 0 6 1,9% Esquistos 0 3 0 3 0,9% Sílices 0 1 1 2 0,6% Metamórficas 0 1 0 1 0,3% Filita 0 1 0 1 0,3% Pizarra 0 1 0 1 0,3% Totales 263 46 9 318 100% La categoría de desechos de talla (N=263), cuyos datos se encuentran en la tabla 12, mostraron un índice de fracturados del 53,2%, del cual el 37,6% correspondieron a lascas fracturadas con talón y el 15,6% a las sin talón. Por su parte, las lascas enteras representaron el 36,9% y los indiferenciados el 9,9%. Tomando en cuenta el NMI, los talones preparados correspondieron al 62%, dentro del cual destacó el tipo liso, seguido por el puntiforme; también se registraron menores cantidades de talones filiformes, diedros y facetados. Por otro lado, los talones naturales o sin preparación constituyeron el tipo de talón más recurrente, incluso un poco más que el liso. En el caso del origen de las extracciones, las lascas internas fueron preponderantes, aunque también se registraron lascas externas, bipolares y de formatización. Juan m. monteGú 194 Tabla 12. Características de los desechos de talla del Bloque IV. Variable Categoría Estado de fragmentación Tipo de talón Origen de la extracción Cz Cc Gr Ob Totales Entero 80 8 5 4 97 36,9% Fracturado c/talón 80 13 5 1 99 37,6% Fracturado s/talón 37 3 1 0 41 15,6% Indiferenciado 25 0 1 0 26 9,9% Total 222 24 12 5 263 100% Natural 61 9 4 0 74 37,8% Liso 53 9 4 3 69 35,2% Diedro 2 1 1 0 4 2,0% Facetado 1 0 0 0 1 0,5% Filiforme 14 0 1 1 16 8,2% Puntiforme 29 2 0 1 32 16,3% Total 160 21 10 5 196 100% Externa 27 5 3 0 35 17,9% Interna 106 15 7 4 132 67,3% Bipolar 19 1 0 0 20 10,2% Formatización 8 0 0 1 9 4,6% Total 160 21 10 5 196 100% (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana). Entre los núcleos registrados (tabla 13), los tipos bipolares de cuarzo y cuarcitas son mayoritarios, seguidos por menores valores de pseudopiramidal en cuarzo y grauvaca, piramidal irregular en sílice y prismático irregular en cuarzo (figuras 9 y 10). Se identificaron 46 artefactos como instrumentos, dentro de los cuales se registraron instrumentos compuestos, por lo que se analizaron 54 filos, puntas y superficies activas (tabla 14). De ese universo registrado, el 37% fueron artefactos no formatizados, mientras que los formatizados representaron el 35%. Por su parte, los litos modificados por el uso eran el 28% del subconjunto, y entre ellos se incluían percutores, alisadores/ pulidores y sobadores. capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 195 Tabla 13. Morfologías de los núcleos del Bloque IV. Morfología Cuarzo Bipolar 3 Pseudo-piramidal 1 Prismático irregular 1 Cuarcitas Grauvaca 5 56% 2 22% 1 11% 1 1 11% 1 9 100% 1 2 1 Total 5 2 Piramidal irregular Total Sílices Figura 9. Dibujo diacrítico de núcleo de cuarzo procedente de Casa Rudi 1 (Bloque IV). Figura del autor. Figura 10. Dibujo diacrítico de núcleo de sílice procedente de La Laguna (Bloque IV). Figura del autor. Juan m. monteGú 196 Categoría Tabla 14. Instrumentos registrados en el Bloque IV. Grupo Cz Cc Gr Ob Ind Es Si Met tipológico Cuchillo de filo retocado Instrumentos formatizados Instrumentos no formatizados 1 Cuchillo denticulado 2 Raspador 2 Total 1 Pi Total 1 3 3 1 3 1 2 Muesca 1 Cepillo 1 1 Punta entre muescas 1 1 Preforma de PPY 1 1 PPY apedunculada 3 Sub-total 7 5 2 FNRC de corte 3 4 1 4 1 5 2 3 5 FNRC de desbaste FNRC de raspado MNRC 1 1 1 5 1 0 0 1 1 1 1 1 1 1 Sub-total 10 Percutor 2 19 8 1 PNRC Litos modificados por el uso Fi 9 1 0 0 0 0 0 0 0 8 6 Sobador 20 2 2 1 5 Alisador/ pulidor 4 Sub-total 6 0 0 0 6 3 0 0 0 0 15 23 14 3 1 6 3 1 1 1 1 54 (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Ind: indeterminadas, Es: esquistos, Si: sílices, Met: metamórficas, Fi: filita, Pi: pizarra, PPY: punta de proyectil, FNRC: filo natural con rastros complementarios, MNRC: muesca natural con rastros complementarios, PNRC: punta natural con rastros complementarios). capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 197 Los grupos tipológicos de artefactos formatizados y no formatizados indicaron la presencia de una serie de filos y puntas que habrían sido utilizados en una gran variedad de tareas de corte, raspado, desbaste y perforado (tabla 14). Dentro de estos artefactos, se registraron cinco puntas de proyectil (tres de cuarzo, una de obsidiana y una de filita) (figuras 11ae). Estas puntas son apedunculadas, de limbo triangular (cuatro cortos y una largo), base concavilínea, tamaño mediano pequeño (tres) o pequeño (una) y fueron confeccionadas por microrretoques marginales, salvo en el caso de la pieza de obsidiana que eran extendidos. Una de las puntas de cuarzo presentó bordes aserrados subparalelos, con una microfractura por uso en una de sus aletas. Otra de las puntas de cuarzo mostró bordes dentados rectos y microfracturas por uso en ambas aletas. La tercera punta de cuarzo poseía bordes dentados, uno cóncavo y otro convexo, así como remanente de corteza en una de sus caras y una fractura transversal por uso en la zona distal del limbo. En cuanto a la punta de proyectil de obsidiana, se observó una fractura oblicua en un lado del limbo, probablemente ocasionada por uso, mientras que, en el borde contrario, un gran lascado indicaría que la pieza estaba siendo sometida a tareas de reactivación al momento del abandono. Por último, la punta de filita poseía bordes normales rectos y una fractura transversal-oblicua por uso en la sección distal del limbo. Se debe mencionar que también se registró una preforma de punta de proyectil de cuarzo, apedunculada triangular, de tamaño mediano grande, con microrretoques marginales, abandonada durante el proceso de formatización (figura 11f). Otros dos instrumentos formatizados que merecen destacarse de este bloque son dos cuchillos de filo retocado. Uno de ellos está confeccionado en una laja de roca metamórfica foliada indeterminada y es de tamaño grandísimo (figura 12a). Presentaba en uno de sus bordes una serie de microrretoques continuos unifaciales marginales, que determinaron un filo con bisel simétrico de 30°. En el lado contrario, hacia la base de la pieza, se distinguieron dos lascados marginales unifaciales restringidos, cuyo borde mostraba una arista pulida, lo cual podría indicar que la pieza estuvo enmangada en esta sección. El otro instrumento es de pizarra, confeccionado en una forma-base de laja, de tamaño muy grande (figura 12b). Presentó un filo extendido producido por retoques continuos alternantes marginales, de bisel simétrico de 40°. También en este instrumento, uno de los lados, en la sección inferior, presentaba dos lascados marginales bifaciales, que permitirían proponer un enmangue de la pieza. Finalmente, al considerar las piezas formatizadas y no formatizadas de los instrumentos (N=31), el 84% correspondió a instrumentos simples, mientras que el otro 16% eran compuestos (tabla 15). Juan m. monteGú 198 Tabla 15. Categorías de artefactos formatizados y no formatizados del Bloque IV. Categoría Cz Cc Gr Ob Si Met Fi Pi Total Simples 13 5 3 1 1 1 1 1 26 84% Compuestos 2 3 0 0 0 0 0 0 5 16% Total 15 8 3 1 1 1 1 1 31 100% (Cz: cuarzo, Cc: cuarcitas, Gr: grauvaca, Ob: obsidiana, Si: sílices, Met: metamórficas, Fi: filita, Pi: pizarra). Figura 11. (A-E) Puntas de proyectil y (F) preforma procedentes de Casa Rudi 1 y La Laguna (Bloque IV). Figura del autor. Figura 12. Cuchillos de filo retocado procedentes de Casa Rudi 1 (Bloque IV), realizados en (A) lajas de metamórfica y (B) pizarra. Las flechas rojas indican la zona de posible enmangue. Figura del autor. capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 199 CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA TECNOLOGÍA LÍTICA DEL BOSQUE MONTANO TUCUMANO Con el análisis tecnológico realizado es posible discutir algunas cuestiones vinculadas a la materialidad lítica de Anfama, observando los cambios y continuidades a lo largo de 1.400 años de ocupación prehispánica en el área. Para ello nos centraremos en tres cuestiones: las materias primas aprovechadas, los procesos de producción y las características de los instrumentos. Materias primas Para comprender el aprovechamiento de los recursos líticos en el área de estudio se analizó la información geológica. La carta 2766-II San Miguel de Tucumán (González 2000) muestra que la cuenca de Anfama, emplazada en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes (capítulo 1), se asienta sobre un basamento metamórfico y otro cristalino, en los cuales se pueden ubicar rocas con distintos grados de metamorfismos, tales como esquistos, pizarras, filitas, gneis, cuarcitas, metagrauvacas y cuarzos. A su vez, el área presenta cuerpos lenticulares graníticos, que son fuentes de rocas ígneas plutónicas, tales como granito, granodiorita y monzonita. Finalmente, existen una serie de formaciones asentadas en las fallas tectónicas de la zona (formaciones La Yesera, Río Loro, Río Salí, Río Nio) donde se registran conglomerados brechosos, areniscas, limolitas, calizas y yeso, que pueden ser orígenes de rocas silíceas. Todos estos recursos se encuentran en forma de afloramientos de distintos tipos (fuentes primarias), así como en rodados en los lechos de los abundantes ríos y arroyos del área (fuentes secundarias). Es decir, que este conjunto de rocas posee un carácter local ya que sus fuentes se encuentran en un radio próximo a los sitios, entre 200 m y 15 km aproximadamente (figura 13). Prospecciones realizadas en los ríos Anfama y Garabatal de Las Juntas, indicaron la presencia de rodados de cuarzo, granito, grauvaca, filita, pizarra y otras rocas metamórficas (figura 14). Por su parte, quebradas y arroyos de la zona mostraron la existencia de rodados de cuarcita pero de manera dispersa, asi como abundantes guijarros de cuarzo y grauvaca. Por otra parte, en los sectores de cumbres, tales como Piedras Blancas, se registraron afloramientos de cuarzo en forma de filones, los cuales pudieron ser aprovechados para obtener este material. También en un sector elevado denominados Piedras Azules, próximo a la cima de las Cumbres Calchaquíes, se identificaron afloramientos de sílices. 200 Juan m. monteGú Figura 13. Distribución de fuentes de aprovisionamiento identificadas en el área de estudio: primarias: (A) Piedras Blancas; secundarias: (B) Río Anfama; (C) quebrada del arroyo Chico; D: río de las Juntas). Figura del autor. Al revisar las materias primas de los conjuntos líticos analizados, se observa que el cuarzo es la roca principalmente utilizada por los pobladores prehispánicos de Anfama a lo largo de los tres bloques temporales. En todos ellos, representa aproximadamente el 80% de los conjuntos, de manera que se mantuvo como la principal materia prima aprovechada. Al cuarzo se sumaron una amplia variedad de rocas (cuarcitas, grauvaca, pizarras, filitas, sílices, esquistos, granito, etc.) que también fueron aprovechadas, pero siempre en valores menores. Si consideramos la información geológica y las prospecciones realizadas, el conjunto de estas materias primas es de origen local y está inmediatamente disponibles en las cercanías de los sitios, por lo que los pobladores prehispánicos debieron servirse de los cursos de agua y de los afloramientos en los sectores altos para su obtención. El acceso debió ser de tipo directo (Meltzer 1989), tal vez en el marco de estrategias inclusivas o “embedded” (sensu Binford 1979). Estudios tecnológicos realizados en sitios cercanos a Anfama y que presentan cronologías del primer y segundo milenio EC, mencionan que el cuarzo y las cuarcitas son las principales materias primas aprovechadas, siendo de origen local (Cremonte 1996; Díaz 2004; Miguez et al. 2009; Manasse 2011; Franco Salvi et al. 2016; Montegú 2020). capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 201 Figura 14. Materias primas identificadas en las fuentes de aprovisionamiento del área de estudio: (A-E) Cuarzo; (F, G) cuarcita; (H) sílice; (I-K) metagrauvaca; (L) rocas metamórficas; y (M-O) pizarra-filita. Figura del autor. 202 Juan m. monteGú Aunque las rocas locales fueron predominantes a lo largo de los tres bloques temporales, es de remarcar que también se registró la presencia de obsidianas como la única materia prima no local a lo largo de toda la secuencia. Este recurso nunca superó el 2% de los conjuntos líticos, y está presente únicamente como instrumentos o desechos de talla. Estudios de procedencia realizados mediante XRF sobre algunas muestras recuperadas en excavaciones de los sitios El Sunchal y Mortero Quebrado, indicaron que la fuente correspondía a Ona-Las Cuevas, ubicada en la Microrregión de Antofalla (provincia de Catamarca) a 240 km del área de estudio (Montegú 2018). Al comparar las características macroscópicas de las muestras analizadas químicamente con las piezas de obsidiana de los conjuntos líticos estudiados, se advirtieron similitudes, por lo que es muy probable que todos los artefactos procedieran de la misma fuente. Si consideramos que Ona-Las Cuevas formó parte de una esfera de circulación estable en el tiempo, que abarcó un amplio rango espacial, abasteciendo a sitios de la puna, los valles y las yungas (Yacobaccio et al. 2004; Escola 2007; Caria et al. 2009; Miguez et al. 2015), es probable que el acceso a este recurso por los pobladores de Anfama se diera de forma indirecta (Meltzer 1989), ya sea mediante mecanismos de intercambio, caravaneo, alianzas o prácticas de cooperación. Como en el caso de los recursos locales, sitios del primer y segundo milenio EC en las vertientes oriental y occidental de las Cumbres Calchaquíes registran bajos porcentajes de obsidiana, que también proceden de Ona-Las Cuevas, aunque en algunos casos se detectaron obsidianas de las fuentes Laguna Caví y Cueros de Purulla (Cremonte 1996; Caria et al. 2009; Manasse 2011; Míguez et al. 2015; Montegú et al. 2018). En resumen, en la estructura de materias primas aprovechadas, los tres bloques mantienen las mismas proporciones. Por un lado, los recursos locales son ampliamente preponderantes, con el cuarzo altamente representado. Por otro lado, los recursos no locales son minoritarios y están representados únicamente por la obsidiana. De esta manera, es posible que se llevaran a cabo dos estrategias de aprovisionamiento: una en donde los recursos locales eran obtenidos mediante incursiones directas a las fuentes o en el transcurso de otras actividades (ej. recolección de vegetales y arcillas, caza, pastoreo), y otra, donde la obsidiana era adquirida por mecanismos sociales que requerían diferentes esfuerzos. Estas estrategias parecen haberse mantenido a lo largo de la secuencia de ocupación prehispánica de Anfama. capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 203 Producción La información sobre desechos de talla y núcleos permite observar algunas cuestiones vinculadas a la gestión de los recursos líticos, sobre todo en lo que respecta a sus primeras etapas. Al comparar las categorías de artefactos lo primero que resalta en los tres bloques es que en los desechos de talla se encuentra presentes la gran mayoría de las materias primas, mientras que los núcleos solo son de cuarzo, cuarcitas y grauvaca (un caso especial es el sílice, que se menciona más adelante). De manera que estas tres materias primas parecen haber tenido una secuencia de producción que se habría dado hacia el interior de los espacios residenciales, mientras que los demás recursos debieron ingresar a los lugares de residencia en etapas avanzadas de producción, tal vez en el marco de una organización secuencial entre canteras-taller y áreas residenciales. En este último sentido, es de remarcar que la obsidiana incluso podría haber ingresado a los espacios domésticos de Anfama, ya sea como forma base o como preformas, debido a la distancia de las fuentes, la ausencia total de núcleos, la escasa presencia de lascas externas y la predominancia de lascas internas y de formatización. Al comparar los tres bloques más detalladamente se manifiestan algunas tendencias de cambio en la producción. Por un lado, se debe remarcar que los núcleos bipolares, solo presentes en las materias primas de cuarzo y cuarcitas, sufren un aumento considerable entre los Bloques II y III (del 35% al 75%), y aunque en el Bloque IV disminuyen (56%), se mantienen por encima de la mitad de las morfologías. Si a esto sumamos que las lascas bipolares también muestran un aumento progresivo de su representación entre los tres bloques (del 2% al 4% y al 10%), se acentuaría la idea de que esta técnica de talla se hizo más frecuente a lo largo del tiempo. La talla bipolar es una técnica que requiere poca inversión de tiempo y esfuerzo, practicada en situaciones donde las rocas presentan gran dureza, están disponibles en forma de rodados pequeños o para maximizar recursos de alta calidad (Flegenheimer et al. 1995), ya que los productos derivados presentan filos agudos que pueden ser aprovechados naturalmente o con escasos retoques (Fábregas Valcarce y Rodríguez Rellan 2008; Sánchez Yustos et al. 2012; De la Peña 2015; Duke y Pargeter 2015; Pargeter y De la Peña 2017; Pargeter et al. 2018; Moreno y Egea 2020). Por otro lado, entre los desechos de talla, los talones lisos, asociados a la talla directa (Bellelli et al. 1985-87; Sullivan y Rozen 1985; Prous 2004; Sentinelli 2012; Moreno 2014; Pautassi y Sario 2014), son preponderantes 204 Juan m. monteGú en los tres bloques, pero muestran una tendencia a la disminución, pasando del 60,8% al 55% y al 38%. A su vez, los talones naturales tienden a aumentar del 24,6% al 27% y al 38%, algo que también ocurre con los talones filiformes y puntiformes tomados en conjunto, que aumentan del 11,7% al 16% y al 24%. Experimentalmente en el cuarzo, donde estas tendencias son más acentuadas en nuestro caso de estudio, los talones filiformes y puntiformes están asociados a la talla bipolar y no tanto a la técnica de presión dada la tenacidad de la materia prima (Egea 2018; Moreno y Egea 2020). También considerando que una de las principales fuentes de aprovisionamiento de cuarzo y cuarcita se encuentra en los rodados de los lechos de ríos y arroyos cercanos, y que ambas materias primas presentan una dureza considerable, sería lógico esperar que las lascas con talones naturales (es decir, con remanentes de la corteza), se hicieran más representativas por la aplicación de la talla bipolar. Una cuestión a remarcar en el Bloque IV es la presencia del único núcleo de sílice que se identificó hasta el momento en Anfama. Dicha pieza, por su estado (entero, activo, sin remanente de corteza), cantidad de lascados, tamaño (mediano grande) y excelente calidad para la talla de la materia prima, apunta a una estrategia de conservación, por lo que es posible que este núcleo formara parte de un tool-kit que acompañó al tallador para la obtención de lascas aptas para usarse naturalmente o mediante formatización sumaria. Sintetizando, los inicios de la producción lítica parecen haberse desarrollado en los tres bloques temporales hacia el interior de las residencias en el caso de las materias primas más frecuentes (cuarzo, cuarcita y grauvaca), mientras que las demás rocas ingresaron como formabases, preformas o formatizadas. A su vez, a lo largo del tiempo, la técnica bipolar se fue acentuando, está presente en el Bloque II, se acrecienta en el Bloque III y se establece en el Bloque IV. Instrumentos Entre los instrumentos analizados, se observa que en los tres bloques temporales existe una amplia diversidad de grupos tipológicos que permitieron a los grupos prehispánicos de Anfama realizar una variedad de funciones primarias, tales como cortar, raspar, desbastar, perforar, golpear, alisar y ablandar. En estas acciones los instrumentos líticos debieron entrar en contacto con diversos materiales tales como cuero, carne, grasas, vegetales no leñosos, maderas, hueso y arcilla. Sobre todo, resaltan algunos capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 205 grupos que debieron estar íntimamente relacionados con el trabajo en madera, como son las muescas (formatizadas y naturales) (figura 15) y los filos naturales con rastros complementarios que presentaban filos aptos para el desbaste. Si consideramos que Anfama se emplaza en un ambiente de Bosque Montano, donde abundan árboles con buenas maderas (ej. aliso, queñoas, cañas), es probable que los pobladores prehispánicos aprovecharan este recurso para la producción de instrumentos o para la confección de partes del enmangue de algunos artefactos (ej. astiles para las puntas de proyectil, mangos de palas y/o azadas). En este sentido, es posible pensar que, como parte de un modelo de complementariedad (Murra 1975; Tarragó 1999), Anfama formara parte de amplios circuitos de materialidades del NOA, ya que maderas de las Yungas han sido registradas en sitios de la Puna (Aschero y Martínez 2001; Rodríguez y Martínez 2001; Martínez 2003; Rodríguez y Aschero 2005; Rodríguez y Aguirre 2019), donde los recursos forestales son escasos y de donde habrían procedido materiales presentes en el registro arqueológico de Anfama (ej. obsidiana, cuentas de minerales). Más allá de esta recurrencia de instrumentos implicados en las tareas domésticas cotidianas de los grupos, se observaron en los conjuntos algunos aspectos característicos de cada bloque temporal. Por un lado, las piedras de honda solo han sido registradas en el Bloque II, ausentándose en los subsiguientes bloques. Incluso, solo se han registrado instrumentos de este tipo en el sitio cercano de Mortero Quebrado, que también se enmarca en el Bloque II (ver capítulos 1 y 5). Por lo tanto, estos instrumentos de materias primas locales y formatizados mediante pulido, parecieran adscribirse a la primera mitad del primer milenio EC. Es de destacar, que piedras de honda de este tipo (de forma ovoidal y pulidas) han sido identificadas en sitios del piedemonte oriental tucumano (Schreiter 1934; Ryden 1936; Heredia 1968; Miguez 2006; López Campeny et al. 2007; Caria y Miguez 2009), en el valle de La Ciénega (Cremonte 1996) y en el oriente boliviano (Nordenskiöld 1913), también en contextos de los primeros siglos del primer milenio EC. Es decir, que además de estar acotados temporalmente a dicho lapso, se encuentran en el lado oriental de los Andes. Registros etnográficos y etnohistóricos de la región andina y de otros lugares del mundo donde se identificaron piedras de honda con similares morfologías, plantean el uso de estos instrumentos para la caza (generando el aturdimiento de la presa que luego es rematada), el pastoreo (evitando con su sonido la dispersión del ganado o ahuyentando a los depredadores) y en los conflictos (tanto de carácter social como ritual) (Diessl 1979; York y York 2011; Chamussy 2012; Gíl García 2012; Skov 2013; Martínez et al. 2014). 206 Juan m. monteGú Figura 15. Muescas formatizadas y naturales en cuarzo, cuarcita y grauvaca identificadas en los tres bloques temporales aquí tratados. Figura del autor. Por otro lado, las puntas y preformas de puntas de proyectil se han registrado a lo largo de los tres bloques temporales, y en todos los casos son de morfología triangular y apedunculadas. Similares cabezales líticos han sido recuperados en sitios del primer y segundo milenio EC en áreas aledañas a Anfama, tanto en el lado oriental como occidental de las Cumbres Calchaquíes (Cremonte 1996; Díaz 2004; Miguez et al. 2009; Manasse 2011; Franco Salvi et al. 2016). Sin embargo, algunas variaciones a lo largo del tiempo se pueden mencionar. En primer lugar, considerando las materias primas, durante el Bloque II se elaboraron en cuarzo y obsidiana; luego, durante el Bloque III, solo se registraron en obsidiana; y, por último, en el Bloque IV, son preponderantes las de cuarzo y están menos representadas las de obsidiana, y se suma la filita como materia prima. De esta manera, en el Bloque III se acentúa el aprovechamiento de materias primas no locales para la formatización de puntas, en tanto que en el Bloque IV son las rocas locales las más seleccionadas para este tipo de instrumento. capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 207 En segundo lugar, la fluctuación en materias primas es acompañada por la variación en la cantidad de hallazgos de puntas de proyectil. Sumando las preformas y puntas formatizadas, en el Bloque II se registraron catorce, en el Bloque III tres y en el Bloque IV seis. Tomando en cuenta que los conjuntos líticos proceden de espacios residenciales, la notable disminución en el registro durante el Bloque III, pudo deberse a que las tareas de producción, recuperación y reactivación de puntas de proyectil dejaron de realizarse en los lugares de residencia para llevarse a cabo en otros contextos, tal vez en los mismos cotos de caza o en sitios logísticos. En tercer y último lugar, algunas características de los bordes y bases de las puntas de proyectil también se distinguen según los bloques. Mientras que en Bloque II los bordes tienden a ser rectos, tanto dentados como aserrados, en el Bloque III son convexos dentados, y en el Bloque IV varían entre bordes subparalelos, rectos y combinados, y entre dentados, aserrados y normales. A su vez, en los Bloques II y III las bases son principalmente de tipo cóncava profunda o escotada, mientras que en el Bloque IV son únicamente concavilíneas. Si bien estas características de las puntas de proyectil no habrían significado un cambio en el uso del sistema de armas, siendo primordialmente cabezales para arco y flecha, debido al tamaño y peso de las piezas (Fenenga 1953; Martínez 2003; Pastor et al. 2005), las variaciones en algunos atributos morfológicos pueden atribuirse a elecciones sociales que acompañaron cambios en los modos de vida del área de estudio a lo largo del tiempo. Otros aspectos de los instrumentos que apuntan a cambios a través del tiempo, son las diferencias entre artefactos formatizados y no formatizados, y la presencia de instrumentos compuestos. En el primer caso, se observa un notable aumento de los artefactos no formatizados entre el Bloque II y el III, en donde esta categoría pasó de representar el 31% al 60% de los instrumentos, mientras que en el Bloque IV, los artefactos no formatizados y formatizados comparten similares porcentajes de participación (35% y 37% respectivamente). Esta tendencia parece acompañar el salto en la representación de la talla bipolar entre los Bloques II y III, así como su establecimiento en el Bloque IV, dado que dicha técnica permite obtener fácilmente y sin esfuerzos filos aptos para su uso, como se mencionó anteriormente. En cuanto a la presencia de instrumentos compuestos (figura 16), los datos indican que, aunque no fueron predominantes en los tres bloques, sí hay un incremento de su representación entre los Bloques II y III, al pasar del 20% al 39%, mientras que en el Bloque IV disminuyen al 16%. Los instrumentos compuestos están asociados a una mayor movilidad 208 Juan m. monteGú de los grupos, ya sean cazadores recolectores o pastoriles, debido a que al tener en una sola pieza varias funciones potenciales, el conjunto a transportar se reduce en cantidad de elementos, haciendo menos pesado el instrumental al viajar (Nelson 1991; Mercuri y Coloca 2012; Escola et al. 2014; Hermo 2014; Mercuri 2014, 2017; Messineo et al. 2016; Bonnat 2018; Barros et al. 2018). A su vez, los instrumentos compuestos habrían permitido maximizar las materias primas y/o minimizar el tiempo de producción, al ser factible confeccionar o aprovechar nuevos filos y/o puntas sobre instrumentos ya formatizados o utilizados, valiéndose del trabajo invertido anteriormente en la reducción y confección de la pieza. Figura 16. Instrumentos compuestos registrados en el Bloque III. Figura del autor. capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 209 Para cerrar el análisis de los instrumentos, se debe mencionar la presencia en el Bloque IV de los dos cuchillos de filo retocado mencionados anteriormente. Si bien estos artefactos fueron catalogados dentro de aquel grupo tipológico (por las características de sus filos aptos para el corte), se debe recalcar que el posible enmangue y el tamaño de los mismos también hacen factible pensar en su función como azadas para la realización de tareas agrícolas, tal vez durante la cosecha (ej. siega). Una azada de pizarra con pedúnculo destacado fue identificada en un sitio agrícola del Horizonte Intermedio Tardío, del cantón Potolo, en el departamento de Chuquisaca, al sur de Bolivia (Portugal Loayza y Chávez Quispe 2018:132). En el Bloque III se recuperó un cuchillo de filo retocado de pizarra, y cuchillos del mismo tipo fueron identificados en el sitio cercano de Mortero Quebrado, del Bloque II; sin embargo, estos instrumentos difieren por la ausencia de lascados para el enmangue. Es una posibilidad que los dos cuchillos del Bloque IV fueran instrumentos agrícolas, guardados en el sitio residencial de Casa Rudi 1. De ser esto factible, indicaría un tipo de artefacto novedoso en Anfama que tal vez remita a una posible intensificación de las prácticas productivas. A su vez, se debe tener en cuenta que es posible que implementos agrícolas de madera también fueran usados en los diferentes bloques temporales (que no se habrían conservado en el registro arqueológico), teniendo en cuenta la abundancia de recursos forestales y la presencia de instrumentos líticos para el trabajo en madera. Recapitulando, los instrumentos de los tres bloques temporales mostraron una recurrencia en la variabilidad de artefactos disponibles, lo que debió permitir a los grupos prehispánicos afrontar sus distintas actividades domésticas. A su vez, algunos aspectos marcan tendencias de cambio. En el caso del Bloque III se observaron las principales divergencias, debido al aumento de los instrumentos compuestos y de los artefactos no formatizados, sumado a una disminución en el registro de las puntas de proyectil en los espacios residenciales. Por su parte, el Bloque II presentó un tipo de instrumento particular (las piedras de honda) que no se registra posteriormente; en tanto que el Bloque IV mostró un tipo novedoso de instrumento (cuchillos de filo retocados como azadas) no reconocido previamente. Finalmente, las puntas de proyectil mostraron rasgos morfológicos que difieren de un bloque al otro. 210 Juan m. monteGú CONCLUSIONES En el valle de Anfama los estudios realizados hasta el momento han permitido definir bloques temporales que muestran persistencias y transformaciones en los modos de habitar el espacio a lo largo de una secuencia de 1.400 años. Dichos bloques se definieron sobre la base de la cerámica y la arquitectura. En este capítulo se compararon los conjuntos líticos de tres de los bloques temporales del área de estudio, tratando de identificar si tal materialidad acompañó los cambios y continuidades en las formas de vida de los grupos prehispánicos. Los resultados iniciales de este análisis permiten corroborar, por un lado, que efectivamente a lo largo del tiempo se mostraron persistencias en la tecnología lítica, principalmente en la estructura de las materias primas aprovechadas, donde los recursos locales son predominantes y con un énfasis en el cuarzo y la cuarcita, mientras que las rocas no locales fueron menos frecuentes y estuvieron representadas únicamente por la obsidiana. A su vez, los inicios de la producción mostraron una organización similar, en donde las principales materias primas locales (cuarzo, cuarcita y grauvaca) se desarrollaban en su totalidad dentro de las residencias, en tanto que las demás rocas locales y la obsidiana ingresaban ya en etapas avanzadas de formatización. También en la morfología de las puntas de proyectil, la tendencia en el largo plazo fue a mostrar cabezales líticos de tipo triangular apedunculados asignables al sistema de arco y flecha. Por último, los conjuntos mostraron en toda la secuencia una amplia variedad de grupos tipológicos que permitieron enfrentar las tareas cotidianas con instrumentos aptos para cortar, raspar, desbastar, perforar, golpear y alisar, poniendo en contacto los materiales líticos con otras sustancias. Por otro lado, se observaron variaciones a lo largo del tiempo en algunos aspectos de la tecnología lítica. Principalmente en el Bloque III se concentraron una serie de cambios que incluyeron un aumento de la técnica de talla bipolar, un incremento de los instrumentos compuestos y los artefactos no formatizados, y una disminución del registro de puntas de proyectil dentro de los espacios residenciales. Estas evidencias avalarían la propuesta general sobre la ocupación del valle de Anfama durante este período, asociado a poblaciones menos permanentes que habitaban múltiples paisajes en circuitos estacionales (capítulo 1). Las características mencionadas sobre el conjunto lítico de este momento apuntarían a grupos con un mayor grado de movilidad al identificado en los Bloques II y IV. A su vez, algunos artefactos son característicos de estos dos últimos bloques capítulo 7. cambioS y continuidadeS en la tecnoloGía lítica del boSque montano... 211 (las piedras de honda en el Bloque II y las posibles azadas en el Bloque IV), y las puntas de proyectil mostraron variaciones en algunos atributos morfológicos y de materias primas. De manera que podemos concluir que la tecnología lítica se caracterizó por una estructura básica que se mantuvo a lo largo de los siglos, pero que al mismo tiempo fue versátil para acompañar los cambios requeridos por las transformaciones sociales que debieron darse durante la prolongada ocupación de este sector. La naturaleza de las persistencias y los cambios en la materialidad lítica escapa a este trabajo, pero consideramos que la cultura material no es mero reflejo de las personas que la aprovecharon, sino que se co-consituye con los agentes, y que en esta relación ambos componentes se reprodujeron y transformaron. Por lo tanto, así como los grupos sociales experimentaron cambios, consideremos que la materialidad también acompañó dichas transformaciones. En el caso puntual de la tecnología lítica, se suele suponer una simplicidad en los conjuntos de los grupos aldeanos tempranos y tardíos, lo cual suele invisibilizar posibles cambios, innovaciones o transformaciones de los instrumentos. Es por ello que estudios comparativos a través del tiempo, inter e intra áreas, pueden aportar a destacar las transformaciones o persistencias de la tecnología durante el primer y segundo milenio EC. . CAPÍTULO 8. LAZOS EN LA MATERIALIDAD. ROCAS INTERVENIDAS Y SUS TRAYECTORIAS EN LA LARGA DURACIÓN. Valeria Franco Salvi En este capítulo desarrollaremos una síntesis de los estudios que hemos realizado sobre rocas intervenidas en el sector meridional de las Cumbres Calchaquíes, específicamente, la cuenca de Anfama. Desde las primeras exploraciones con fines arqueológicos se ha resaltado la presencia de rocas definidas como esculturas, menhires, monolitos y guancas. En general, los hallazgos más importantes se registran en el valle de Tafí para una época que abarca desde unos pocos siglos antes de la EC y hasta finales del primer milenio EC. (García Azcárate 1996). Anfama se ubica al noroeste de la provincia de Tucumán en un paisaje cargado de vegetación arbórea y con laderas que terminan en arroyos de gran caudal (capítulo 1). Esta cuenca aloja una gran diversidad de restos materiales correspondientes a diferentes épocas que se van descubriendo a medida que se los transita. No alcanza la tecnología -un VANT o imágenes satelitales- y se requiere, por su baja visibilidad, de un gran esfuerzo de exploración y logística para las labores arqueológicas en general. La identificación de rocas intervenidas tampoco es tarea fácil, es posible prospectar durante varias oportunidades el mismo lugar y no percatarse de su presencia. Dicho en otros términos “hay que hacerse el ojo” y estar en los sitios constantemente y de esa forma, se da en un instante la conjugación de luz y sombra que nos permite diferenciar cuándo una roca está tallada o intervenida con alguna técnica en particular. A medida que fueron avanzando las investigaciones en Anfama se fue incrementando el hallazgo de rocas talladas, pulidas y grabadas que se distribuían tanto a nivel superficial como en excavación. A diferencia de las 214 Valeria Franco SalVi del valle de Tafí, las esculturas se hallaron en su lugar original, presentan un tamaño menor y baja visibilidad. Sin embargo, al parecer pertenecen a la misma época y ocuparon espacios similares. En el valle de Tafí se registran esculturas que habrían cumplido el rol de “ancestro-guanca” (García Azcárate 1996) durante el primer milenio EC. Esta idea es compartida para numerosos sitios del NOA en diferentes periodos (Aschero 2007) considerándose a estas piedras como expresiones materiales de ancestros que aportan a la construcción de memoria colectiva. Estos agentes no humanos (ej. arte rupestre, esculturas de piedra, cerros, etc.) habrían sido mediadores que incidieron de distintas maneras en recordar y olvidar determinados seres, normas, valores, creencias, etc. En este sentido, la veneración habría servido a las necesidades e intereses de los vivos en la búsqueda de mantener cierto orden social (Urton 2014) y reproducir una estructura política (Nielsen 2008). Con el surgimiento de las primeras aldeas aparecen por lo menos tres representaciones de ancestros (Duviols 1973), esto es, las máscaras o huaqui que acompañaban a los cadáveres, las esculturas de suplicante como representantes del malqui (Pérez Gollán 2000) y la de la figura humana en bloque, como el monolito-guanca (Aschero 2007). En sitios del primer milenio EC, se observa la presencia de unidades residenciales y redes de riego configurando un ámbito comunitario fragmentario, donde la toma de decisiones parece haber sido gestionada también por ancestros (Haber 2006; Quesada 2006). En general los vínculos entre el espacio de los vivos y el de los difuntos son estrechos (López Campeny et al. 2014) y las relaciones se practican a través de las tumbas y su manipulación constante como vía para dar continuidad a los derechos territoriales y de familias particulares. En Anfama se observa que, de la totalidad de rocas intervenidas, una gran proporción se ha hallado en diversos espacios de las viviendas donde se realizaron distintos tipos de actividades (ej. cocina, almacenaje, calefacción, procesamiento de alimentos, etc.), se depositaron variados conjuntos de materiales y se generaron disímiles situaciones cotidianas. Las viviendas conforman estructuras complejas, que vinculan recintos circulares de diversas dimensiones en los que se realizan actividades específicas, a patios amplios, que son los ejes articuladores del funcionamiento de todo el conjunto, dan acceso desde el exterior y a su vez dominan la circulación hacia el resto de las habitaciones (Salazar 2011). capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS... 215 Hasta el momento hemos registrado 39 rocas intervenidas mediante diversas modalidades (figura 1). El conjunto analizado fue identificado, en su mayoría, en excavaciones arqueológicas mientras que en unos pocos casos fueron recolectados por comuneros/as (Salazar y Franco Salvi 2020). Vale aclarar que se le asigna la denominación roca intervenida a todas aquellas piedras que presentan modificaciones, en su forma base o en sus superficies, por grabado, esculpido, percusión y/o pulido, generando formas y/o superficies estilizadas. En Anfama una proporción de esculturas se reconocen como bloques de distintos tamaños con pequeñas cavidades hemisféricas grabadas. Estas últimas se disponen en grupos, formando dameros y líneas. Otras corresponden a bloques tallados, pulidos y grabados que podrían asociarse a las piezas tradicionalmente englobadas en la categoría de menhirguanca. Los hallazgos más relevantes se diferenciaron en los sitios Mortero Quebrado, El Sunchal, La Perillita y Casa Flora. El resto de las piezas se recuperaron dispersas en distintos sectores de la cuenca con pocas referencias a su contexto de hallazgo (tabla 1). Los métodos y técnicas para estudiar las rocas se implementaron a partir de una propuesta técnica integral (Salazar y Franco Salvi 2020) que implicó diferenciación de materia prima y origen de las fuentes; análisis tipológico de las formas base y aspectos tecnológicos que incluyen disposición del hallazgo, observación del estado —lustres, pátinas, estrías, etc.— estado de la muestra (entera/fracturada), tamaño, técnica, motivos y portabilidad (Aschero 1975). En el proceso se registraron las características de las fracturas a nivel macroscópico y fueron diferenciados los diseños iconográficos tomando como muestra de referencia los ya detectados en otros sectores de las Cumbres Calchaquíes. Se realizó una tipología específica (Salazar y Franco Salvi 2020) a partir de la existencia o no de formatización y los atributos morfológicos de la forma base de la pieza. En último lugar se abordó un análisis tecnológico y contextual de las prácticas y de los escenarios materiales que formaron parte. LA PRESENCIA DE ROCAS INTERVENIDAS EN LOS SITIOS A partir de la presencia/ausencia de formatización y los atributos morfológicos de la forma base de la pieza clasificamos, a través de una 216 Valeria Franco SalVi tipología, la diversidad de especímenes registrados (figura 2). El Tipo 1 corresponde a piezas formatizadas y se caracteriza por presentar en su vista frontal un sector de gran espesor que se reduce abruptamente en la sección media-superior. Ambas partes pueden estar separadas por una acanaladura transversal al eje mayor de la pieza. La parte inferior es de forma rectangular con lados planos y la forma de la base es trapezoidal con lados no paralelos de medidas muy similares. Figura 1. Sitios arqueológicos asociados a rocas intervenidas. Figura de la autora. capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS... 217 El Tipo 2 también se presenta formatizado con una base más ancha en la parte superior de la pieza, sin aristas demarcadas y tanto en el lado frontal como sagital se destaca un contorno similar, esto es, base ancha que de forma progresiva disminuye su diámetro en la parte superior. El Tipo 3 se define por presentar en la parte superior de la pieza un tallado en sus tres dimensiones y exhibir en su base forma rectangular con lados planos. La forma base no presenta formatización y al igual que el Tipo 4 y 5 se seleccionan por sus formas naturales ya aptas para su utilización. El Tipo 4 presenta un contorno hexagonal con bordes suaves. Finalmente, el Tipo 5 presenta un contorno cuadrangular, bordes suaves y una base levemente más ancha que la parte superior, la forma de la base es rectangular (figura 2). La conformación de esta tipología centrada en formas, así como en características estilísticas visuales, es un instrumento orientado a describir la variabilidad del conjunto pero no implica la identificación entre el artefacto y la entidad no pétrea corporizada en ella. Numerosos ejemplos en la literatura etnográfica ilustran que diversidad de pueblos andinos, no necesitaban de la semejanza para establecer identidad, sino que eran las características transubstanciales recordadas y transmitidas a través de la práctica y la cultura oral los que posibilitaron la corporización de entidades en la piedra (Dean 2010). Esta observación refuerza la necesidad de un análisis contextual de prácticas y de los escenarios materiales de los cuales formaron parte (Salazar y Franco Salvi 2020). En el área de Anfama se han registrado veinte sitios arqueológicos que varían en dimensión y posicionamiento en el paisaje. Algunos se componen de viviendas aglomeradas de gran visibilidad, otros corresponden a espacios productivos antiguos con estructuras en superficie (corrales y chacras) y algunos de unas pocas líneas o muros asociados a materiales en superficie como cerámica, lítico y rocas intervenidas. La dispersión de las construcciones es válida de destacar si se lo compara con la concentración de estructuras que se registra en valles cercanos como Tafí y La Ciénega. De los sitios registrados catorce de ellos presentan rocas intervenidas en diferentes colocaciones: en puertas, muros, patios, campos de cultivos, corrales, etc. Encontrarlos in situ nos brindó herramientas para interpretar las relaciones que entablaron a través del tiempo, sus roles, sus usos y sus espacios de acción. A continuación, se describen de forma sintética los contextos de cada una de estas rocas intervenidas y se brindan algunas primeras aproximaciones a la interpretación de sus roles en los escenarios analizados en cada poblado. 218 Valeria Franco SalVi Figura 2. Tipología diseñada para el análisis de las rocas intervenidas en Anfama. Figura de la autora. capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS... 219 El sitio Mortero Quebrado (MQ) es un asentamiento de cumbre conformado por siete unidades residenciales distribuidas a lo largo de 500 m sobre un filo a 2.300 msnm (capítulo 5). Los conjuntos arquitectónicos, distanciados entre sí por más de 100 m, se construyeron sobre puntos elevados respecto a su entorno inmediato. En total se han recuperado dieciséis bloques líticos (tabla 1, números: 1 a 12 y 37 a 40) con distintos tipos de intervenciones, en diversas situaciones contextuales y etapas de su trayectoria (Franco Salvi et al. 2020). En el piso del recinto central de la Unidad 4 se observan bloques tabulares Tipo 5, uno de ellos con un motivo mascariforme doble sobre el cual se ejecutó otro motivo doble ornitomorfo antropomorfizado. Entre los muros y derrumbes fueron numerosos los bloques de diferentes tipologías detectados —Tipo 2, 5 y 1— con intervenciones correspondientes a pequeñas cavidades hemiesféricas, grabados marginales y tallas en bulto fracturadas en el proceso de producción. Asimismo, se halló un bloque con forma fálica en un sector extramuro de la unidad 3 junto a otros de Tipo 1 y fueron identificados en ese contexto rocas zoomorfas de Tipo 1, 3 y 5 en un muro de la Unidad 5. Vale recalcar que quince de las dieciséis rocas fueron intervenidas mediante ejecuciones que mantienen una modalidad uniforme con superficies y grabados profundos regularizados por pulido, mientras que dos presentan grabados ejecutados mediante picado continuo (Lanza 1996). Una de las esculturas (Roca 10) registra grabados más superficiales que se superponen a los motivos mascariformes, en un acto deliberado de superposición de la modificación previa. Por otro lado, una de las piedras intervenidas (Roca 37), que también presenta este tipo de intervención, se recuperó en el contexto de clausura de las puertas (Franco Salvi et al. 2020). De dieciséis rocas registradas en MQ, seis fueron halladas en derrumbes de viviendas ocupadas en el primer milenio EC. Otra cantidad rellenando muros a modo de reclamación y también en pisos de patios, habitaciones secundarias de las viviendas y clausurando puertas correspondientes a esta misma época. Otro punto de hallazgo se corresponde con espacios apropiados para la práctica agro-pastoril ubicados muy próximos a las unidades residenciales. El Sunchal (ES) es otro sitio donde se han registrado numerosas rocas intervenidas. Se trata de una ocupación prehispánica que presenta numerosas construcciones diacrónicas superpuestas, casi sin observarse 220 Valeria Franco SalVi restos materiales en superficie (capítulo 4). En el sector más ampliamente excavado se registró un recinto de planta circular definido por un muro de lajas, construido a inicios de la EC, el cual conformó una o más ocupaciones que se habrían continuado o repetido hasta el 600 d.C. Posteriormente las estructuras fueron parcialmente destruidas y, sobre ellas se estableció un recinto subrectangular habitado entre el 770 y 990 d.C. En estratos superiores, también se identificaron fragmentos de cerámica pero del período tardío, esto es, de los tipos Santamariana bicolor y Famabalasto negro inciso. Por último, sobre este espacio, se dispuso una instalación subactual destinada a la agricultura y ganadería que funcionó hasta hace unas décadas alterando los estratos superficiales del sitio. En esta área, se identificaron seis rocas con rastros de intervención que presentan aspectos tecnológicos disímiles: una pieza fálica —Tipo 1— y una tabular con cavidades hemisféricas —Tipo 5—, —un bloque elongado con una cara completamente cubierta de cavidades similares de variados tamaños que en principio imitaría las manchas oceladas de un felino — Tipo 2—, —un bloque tabular con decoraciones similares -—Tipo 4—, un gran bloque elongado con un diseño de dos circunferencias concéntricas en cuyo interior se presentan tres cavidades también hemisféricas —Tipo 2— y un bloque fijo con la misma intervención —Tipo 4—. Las seis piezas que se registraron se encontraron en contextos extramuros pero en sectores muy próximos a las ocupaciones residenciales (tabla 1, números 14 a 19). Estaban dispersas en la superficie del terreno, excepto el caso de una que se hallaba montada sobre el muro de un corral. Por sus dimensiones y morfología pudieron ser visibilizadas desde el exterior y sospechamos que algunas de ellas fueron utilizadas para demarcar y referenciar espacios particulares. En el sitio subactual denominado Puesto 2 próximo a El Sunchal, se registró un recinto rectangular asociado a dos estructuras con divisiones internas. Las evidencias se corresponden con ocupaciones subactuales aunque todavía queda descartar ocupaciones diacrónicas. En este contexto se localizó una roca intervenida entera (tabla 1, número 33) con forma oblonga, Tipo 1, técnica de lascado, portátil y que presentaba una acanalura que rodeaba la pieza. El sector Casa Flora (CF) corresponde a un terreno sin construcciones en superficie, se trata de un espacio abierto, nivelado y óptimo para el cultivo, tanto en el pasado como en la actualidad. En ese espacio se capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS... 221 registraron seis rocas intervenidas (tabla 1, números 25 a 30) ubicadas en los lugares que hoy se utilizan para el cultivo de maíz. En esas superficies no se registran rastros de estructuras residenciales prehispánicas por lo que es factible pensar la posibilidad de que también en el pasado fueran espacios agrarios de uso familiar. Las esculturas están enteras, son portátiles y corresponden al Tipo 5, 1 y 4. Se confeccionaron con granito y esquistos locales mediante técnicas de lascado y pulido. Los motivos varían entre antropomorfos, zoomorfos y geométricos. Por sus características generales también corresponderían al primer milenio EC ya que se asemejan a las demás halladas en Anfama. Otro sector con presencia de rocas intervenidas corresponde al sitio Casa Pastor. Allí se registró una unidad residencial correspondiente a los años 200 y 300 d.C. Las excavaciones revelaron que su uso fue esporádico y que posiblemente fue utilizada en circuitos de semi-movilidad. Los propietarios (flia. Chocobar) en las tareas de excavación de cimientos para su vivienda hallaron una escultura de piedra, portable y con morfología fálica del Tipo 1, en un sector que aparentemente fue utilizado para la práctica agrícola prehispánica (tabla 1, número 13). El sitio denominado La Laguna se emplaza en un filo que comunica el valle de Tafí con Anfama. Los registros señalan una ocupación correspondiente a la época tardía o de Desarrollos Regionales, esto es, entre los años 900 y 1400 d.C. En esta área se identificaron estructuras subcuadrangulares con muros dobles de hasta 2 m de ancho de uso residencial asociadas a fragmentos de cerámica Famabalasto negro inciso y Santamariano bicolor (Salazar et al. 2019). En los intersticios entre las construcciones se registran conjunto de bloques fijos Tipo 4 con cavidades hemisféricas pequeñas, de 2 a 3 cm de diámetro (tabla 1, número 21). Un sitio de gran importancia por la escala de sus construcciones de piedra se conoce como El Duraznillo (ED). El estado de conservación no es bueno y presenta en superficie ocupaciones correspondientes a unidades residenciales y materiales dispersos —fragmentos cerámicos y líticos— que, en principio por sus características generales, pertenecerían al primer milenio EC. En asociación a estas ruinas se emplaza una gran terraza que se utiliza en la actualidad para el cultivo y que sospechamos, por su emplazamiento y características superficiales, que en el pasado también habría tenido ese fin. En ese sector de cultivo se registró un gran bloque plano Tipo 4 (figura 3) dispuesto en forma horizontal con numerosas 222 Valeria Franco SalVi cavidades circulares superpuestas de distintos tamaños, desde 2 a 10 cm de diámetro (tabla 1, número 22). El sitio La Perilla presenta en superficie muros de contención y recintos de piedra muy deteriorados. Por su emplazamiento se podría definir como un lugar de paso que conduce a un sector residencial (ED). En este punto se registraron tres bloques fijos de granito con numerosas cavidades hemisféricas Tipo 4 (tabla 1, número 24). Hasta el momento no tenemos información para otorgarle una asignación cronológica. En la zona conocida como El Zapallito se identificaron tres unidades arquitectónicas, que vinculan recintos circulares de características muy similares al sitio Mortero Quebrado. En la Unidad 3, que presenta la mayor complejidad de diseño e inversión de trabajo con un amplio dominio visual del entorno, se localizó un menhir en el patio central (Tipo 1). Se encontraba en posición horizontal en el sector norte del recinto, aunque seguramente durante la época de ocupación se erigía en ese espacio central. Se trata de un bloque tallado con forma fálica de 1 m de altura (tabla 1, número 23). Las cumbres de Anfama también fueron ocupadas, allí se localizó el sitio La Perillita (LP). En esta instalación se identificaron tres unidades arquitectónicas algunas constituidas por recintos subrectangulares grandes y otras por estructuras circulares, cuyos muros presentaban un mal estado de conservación. Si bien no pudimos realizar ninguna datación en esta instalación, las características estilísticas de los conjuntos cerámicos recuperados y de la arquitectura (Salazar et al. 2019) permiten proponer que se habría ocupado principalmente en la segunda mitad del primer milenio EC. En una de las paredes del recinto 27 fue hallada una roca de esquisto, con forma tabular (del Tipo 5) y con un grabado mascariforme que por su posición corresponde a un proceso de reclamación (tabla 1, número 20) (Salazar y Franco 2020). En el sector conocido como Casa Marcelino se registraron en superficie algunos restos materiales arqueológicos sin asignación temporal, un menhir-guanca similar a los que se encuentran en el valle de Tafí y una roca fija con grabados análogos a las halladas en El Sunchal y Mortero Quebrado. Este bloque exhibía numerosas cavidades hemisféricas que por sus características es afín al Tipo 4 (tabla 1, número 31). capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS... 223 En la zona denominada Casa Díaz se halló una escultura muy llamativa que por su morfología y características generales se asemeja a las registradas en otros sitios (ej. Mortero Quebrado, Casa Rudi, El Sunchal, etc.). Fue localizada por lugareños que construían una vivienda en un sector sin recintos residenciales prehispánicos. Esta escultura es del Tipo 1, de granito y de alta portabilidad, con una representación zooantropomorfa y fálica con rastros de esculpido y grabado (con alto y bajorelieve) (tabla 1, número 35). Casa Rudi 1 se emplaza en una terraza fluvial del fondo de valle del río Anfama. Su identificación fue posible gracias a la presencia de materiales arqueológicos en superficie. Hasta el momento se ha registrado un muro informal, con baja inversión de trabajo y de forma lineal en asociación a restos de cerámica del Periodo de Desarrollos Regionales (capítulo 9). Vale aclarar que es un sitio multicomponente que manifiesta también evidencias de ocupaciones correspondientes al primer milenio EC. En las inmediaciones de este sitio —en un espacio que pudo utilizarse para el cultivo en el pasado— se registró la presencia de una escultura portátil Tipo 1 (tabla 1, número 32). Se trata de un bloque elongado tallado en sus aristas demarcando un cuerpo alargado. En un extremo se destaca una acanaladura que sigue todo el diámetro de la pieza y una frontal que logra completar una representación fálica. Aliso Redondo es un sitio ubicado en un filo y conformado por siete estructuras que exhiben tipos arquitectónicos diferentes al resto de los sitios registrados en otros sectores de la cuenca. Se identificaron numerosos alineamientos de piedras perpendiculares a la pendiente. Asimismo, se destacan muros de contención —con diferentes niveles de conservación—, que se orientan a los lados del filo, salvando las pendientes norte y sur. En este contexto se registró un gran bloque monolítico erguido sobre el cual se ejecutaron grabados hemisféricos distribuidos en tres líneas. La roca forma parte de un muro de un recinto circular que habría sido parte de una unidad residencial del primer milenio EC. 224 Valeria Franco SalVi Figura 3. Roca 22. Gran bloque plano y dispuesto en forma horizontal a modo de una “mesa” en la cual se ejecutaron numerosas cavidades circulares de distintos tamaños (Fotografía de J. Salazar). En la imagen superior se observa el Modelo 3D sombreado monocromático. Figura de la autora. CONSIDERACIONES FINALES En la cuenca de Anfama se han identificado 39 rocas intervenidas distribuidas en diferentes contextos que incluyen áreas residenciales y de cultivo en un lapso temporal que abarca desde los años 100 al 900 d.C. (Bloques II y III). Los primeros resultados obtenidos nos permiten destacar capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS... 225 la ubicuidad que tenían en distintos escenarios cotidianos domésticos, esto es, están presentes en un marco donde se cocina, muele, almacena, manufactura, etc. Lo que significa que no existe un espacio ceremonial específico para ellas y mucho menos distanciado o jerárquico. Las esculturas están interactuando en los patios de las viviendas como agentes activos que contribuyen a la supervivencia de las familias y como un nexo más en las interrelaciones humanas. Vale destacar que se registraron muy pocas rocas fijas en el paisaje, la mayoría presenta una alta portabilidad, lo que sugiere una potencial circulación más allá del sector de Anfama. No obstante, la totalidad de las piezas se corresponden con rocas metamórficas locales (Toselli et al. 2003) disponibles en fuentes secundarias como depósitos fluviales y afloramientos dispersos. En los espacios internos predominan las decoraciones en bajo relieve en una sola cara de la pieza. Esta particularidad parece tener una relación directa con la inclusión de estos bloques (en su mayoría tabulares, del Tipo 5) en los muros. Por ejemplo, en Mortero Quebrado la excavación del recinto R34, en la unidad U2 evidencia que los bloques con cavidades hemisféricas fueron incorporados en su mayoría en muros de este tipo de estructuras. En conjunto con la Roca intervenida número 10, estos bloques muestran que los entornos domésticos eran escenarios altamente construidos e involucraban elementos simbólicos en las prácticas cotidianas (Franco Salvi et al. 2020). La percepción de estas intervenciones requiere de cierta proximidad a los motivos, a diferencia de las esculturas en bulto (registradas en sectores extramuro), las con bajo relieve son difícilmente observables desde distancias mayores a unos pocos metros. Para divisarlas se necesita de luz, en ángulos que definen contrastes y sombras, aunque con techumbre también se pudieron haber incluido fuentes luminosas artificiales o incluso el tacto. Vale recalcar que no descartamos la posibilidad que se incluyeran superficies pigmentadas considerando que en el valle de Tafí fue una práctica común (García Azcárate 1996). En el Sitio El Sunchal, las esculturas están dispersas en sectores próximos a las unidades residenciales en el área extramuro. Creemos que pudieron cumplir roles similares a los que la etnografía menciona y que denomina “piedras guancas” (Duviols 1977) que protegen a las familias y a las cosechas. En general, son de forma oblonga y están erigidas como “guardianas” en la unidad. A su vez, algunas de las rocas intervenidas en Anfama habrían sido enterradas a modo de “piedra chacana” (Maldavsky 1999; Núñez y Castro 2011) con el fin de proteger y mejorar las cosechas. En principio, esto es 226 Valeria Franco SalVi visible en los sitios Casa Flora, Casa Pastor y Casa Rudi. Con respecto a esta idea, Núñez y Castro (2011) sostienen que, desde la perspectiva de la sociedad andina en general, las rocas elongadas enterradas en sementeras y reconocidas como huancas se vinculan efectivamente con la producción agraria y conforman una amplia distribución en los Andes. En el caso de Anfama, las rocas se distribuyen en cada sector habitado del valle y se identifican en cinco puntos principales: Residencial Intramuro: a) los ingresos a las unidades residenciales, b) erigidas en patios y c) empotradas en las paredes de las viviendas. Residencial Extramuro: d) enterradas en campos de cultivo y e) afloramientos rocosos (Franco Salvi et al. 2020). Fue posible identificar una distribución diseminada de las piezas, esto es, no había un lugar específico para ellas como sí fue posible reconocer en el valle de Tafí, donde la mayoría se nucleaba en torno a un montículo de uso comunitario (García Azcárate 1996). En definitiva, las rocas estaban en el mundo diario de estas personas ayudando a la protección del mundo doméstico, a su reproducción, a la fertilidad y supervivencia a lo largo del tiempo. Vale destacar que esta práctica se repite en diferentes lugares del Noroeste argentino encontrándonos con una amplia y diacrónica presencia de prácticas de veneración de antepasados pétreos (Aschero y Korstanje 1996; García Azcarate 1996; Aschero 2007). Reforzar la autoridad de estos últimos, les habría permitido a los pobladores de Anfama acceder a determinados recursos tales como tierra, agua y otros derechos vinculados a la permanencia de un grupo social en un mismo espacio. En este sentido, es factible plantear que los lazos se construyeron no solo por relaciones de ascendencia/descendencia sino también sobre la materialidad implicada, esto es, fueron estos lugares, objetos y prácticas cotidianas los que permitieron la reproducción de valores y acciones políticas a través del tiempo. Las prácticas cotidianas de estos pobladores habrían estado atravesadas por la ancestralidad, por lo que los antepasados siempre formaban parte de las mismas, explícita o implícitamente. En este sentido, la identidad y prácticas de los agentes sociales estaban definidas por la pertenencia a un grupo y estos objetos actuaban como guardianes de los intereses colectivos frente a pretensiones de actores específicos. capítulo 8. lazoS en la materialidad. rocaS interVenidaS y SuS trayectoriaS... 227 Tabla Suplementaria 1 Tabla General Descriptiva de Rocas Intervenidas Localizadas en la Cuenca de Anfama. Tabla General Descriptiva Rocas Intervenidas INFORMACIÓN CONTEXTUAL DESCRIPCIÓN Dimensiones (cm) Técnica Motivos Portabilidad Contexto Espacial/Funcional Zoomorfo Geométrico Fija Esquisto 75 - - - x x - - x - - x x - - 2 TUC-TAF-MQ001-U2 Fracturada ND Granito 20 - - - x - - x x - - x x - - 1725±20 3 TUC-TAF-MQ001-U2 Fracturada 1 Granito 25 19 6 - x - - x x - - x x - - 1725±20 4 TUC-TAF-MQ001-U2 Fracturada 5 Granito 60 49 4 - - - x - - - - x x - - 1725±20 5 TUC-TAF-MQ001-U2 Fracturada 5 Granito 52 45 5 - - - x - - x - x x - - 1725±20 6 TUC-TAF-MQ001-U2 Fracturada 5 Granito 29 29 4 - - - x - - x - x x - - 1725±20 7 TUC-TAF-MQ001-U2 Entero 2 Granito 90 50 40 - - - x - - x x - x - - 1725±20 8 TUC-TAF-MQ001-U2 Entero 4 Granito 30 37 40 - - - x - - x - x x - - 1725±20 9 TUC-TAF-MQ001-U2 Entero 5 Granito 43 43 34 - - - x - - x - x x - - 1725±20 10 TUC-TAF-MQ001-U4 Entero 5 Granito 87 49 12 - x - x x x - x - x - - - 11 TUC-TAF-MQ001-U4 Fracturado 5 Granito 50 40 8 - x - - - - - x - x - - - 12 TUC-TAF-MQ001-U3 Entero 1 Granito 95 35 10 x - - - - - - - x - x - - 13 TUC-TAF-CP001 Entero 1 Esquisto 50 17 8 x x - - x x - - x x - - 2137±31 14 TUC-TAF-ES001 Entero 1 Granito 73 18 3 x x - - x x - - x x - - 15 TUC-TAF-ES001 Entero 5 Granito 45 28 8 - - - x - - x - x x - - muro asociadas Extra Datacione s Grabado Antropomorfo 3 Intra muro Fuera de contexto Pulido Bajo Relieve Entera Móvil Espesor Lascado TUC-TAF-MQ001-U5 Materia prima Largo Ancho ESTADO SITIO Residencial 1 Tipo1 1855±29 1649±30 1138±23 1136±21 1138±23 1136±,21 16 TUC-TAF-ES001 Entero 2 Granito 72 45 15 - - - x - - x - x - x - - 17 TUC-TAF-ES001 Entero 5 Granito 45 32 30 - - - x - - x - x - x - - 18 TUC-TAF-ES001 Entero 4 Esquisto 150 90 100 - x - x - - x x - - x - - 19 TUC-TAF-ES001 Fracturada 2 Granito 90 45 35 - - - x x x - - x - x - - 20 TUC-TAF-LPe001 Entera 5 Esquisto 74 35 10 - - x x - - - x x - - - 21 TUC-TAF-LLg001 Entera 4 Granito 100 60 50 - x - x - - x x - - x - - 22 ED Entera 4 Granito 150 90 50 x - - x x - - x - - 23 El Zapallito Entera 1 Esquisto 100 26 12 x x - - x x - x - x - - - 24 La Perilla Entera 4 Granito 140 100 80 - - - x - - x x - - x - - 25 Casa Flora Entera 1 Esquisto 40 13 5 x x - - - x - - x - x - - 26 Casa Flora Entera 1 Granito 60 16 4 x x - - - x - - x - x - - 27 Casa Flora Entera 5 Esquisto 56 22 3 x - - - - - - - x - - x - 28 Casa Flora Entera 1 Esquisto 30 7 2 x - - - x - - - x - - x - 29 Casa Flora Entera 5 Esquisto 14 15 3 x - - - - - - - x - - x - 30 Casa Flora Entera 4 Granito 120 80 60 - x - x - - x x - - - x - 31 Casa Marcelino Entera 4 Granito 60 54 48 - - - x - - x x - - - x - 32 TUC-TAF-CR001 Entera 1 Granito 33 10 3 x x - x - x - - x - x - - 33 Puesto Subactual Entera 1 Esquisto 35 13 4 x - - - x - - x - - - x - 34 TUC-TAF-AlR001 Entera x Valeria Franco SalVi 228 34 TUC-TAF-AlR001 Entera 5 Granito 95 44 14 - - - x - - - x - x - - - 35 Casa Díaz Entera 1 Granito 35 15 3 x x - x - x - - x - x - - x - x x x - x x x - 1855±29 1649±3 36 anulada 37 TUC-TAF-MQ001-U2 38 39 40 1 Entero 5 Granito 80 40 15 - TUC-TAF-MQ001-U2 Entera 5 Granito 20 17 8 - TUC-TAF-MQ001-U2 Fracturado 5 Esquisto 17 12 7 - TUC-TAF-MQ001-U4 Entero 5 Granito 49 29 12 - x x - - x - - x x - x - - - x - - - - - x x x - 1725±20 - x - - x - x x - - - El Tipo 1 corresponde a piezas formatizadas y se caracteriza por presentar en su vista frontal un sector de gran espesor que se reduce abruptamente en la sección mediasuperior. Ambas partes pueden o no estar separadas por una acanaladura transversal al eje mayor de la pieza. La parte inferior es de forma rectangular con lados planos. La forma de la base es trapezoidal con lados no paralelos de medidas muy similares. El Tipo 2 también formatizado presenta una base más ancha a laparte superior de la pieza, sin aristas demarcadas y tanto en el lado frontal como sagital se destaca un contorno similar, esto es, base ancha que de forma progresiva disminuye su diámetro en la parte superior. El Tipo 3 se define por presentar en la parte superior de la pieza un tallado en sus tres dimensiones y exhibir en su base forma rectangular con lados planos. Su forma base no presenta formatización y al igual que el Tipo 4 y 5 se seleccionan por sus formas naturales ya aptas para su utilización. El Tipo 4 presenta un contorno hexagonal con bordes suaves. El Tipo 5 presenta un contorno cuadrangular, bordes suaves y una base levemente más ancha que la parte superior, la forma de la base es rectangular. CAPÍTULO 9. LA VIDA DOMÉSTICA DURANTE EL PERIODO DE DESARRLLOS REGIONALES (BLOQUE IV, 1400-1500 D.C.) Agustina Vázquez Fiorani Tradicionalmente en la literatura arqueológica, el Período de Desarrollos Regionales1 (PDR) (ca. 1000 a 1475 d.C., también denominado Período Tardío) ha sido caracterizado como una fase de creciente intensificación económica, estratificación social y centralización política en los valles intermontanos y quebradas de altura del Noroeste argentino (Tarragó 1995). En el caso de las Cumbres Calchaquíes, se propuso que a fines del siglo X EC los grupos humanos asentados en el valle de Yocavil habrían experimentado un proceso de complejización social que aunó fenómenos convergentes de jerarquización espacial y social, acceso diferencial a bienes, producción especializada de artesanías (cerámica, metales) y alimentos, y finalmente, el surgimiento de un estilo regional Santa María (Nuñez 1 Este capítulo apunta a caracterizar las trayectorias históricas particulares de los grupos que habitaron el valle de Anfama durante el segundo milenio EC, dentro de un proyecto más amplio que da origen a este libro en donde se problematiza el alcance heurístico de las secuencias culturales en la arqueología de la zona. En efecto, se propone pensar las dinámicas sociales de las poblaciones prehispánicas en Anfama en clave local, conectadas pero independientes de los desarrollos en valles cercanos como Yocavil, utilizando la categoría de Bloque IV (capítulo 1) y no Período de Desarrollos Regionales. El uso de este último se reserva para referirse a procesos sociales, políticos, culturales y materiales que no están necesariamente limitados al valle de Anfama, sino que son compartidos en otras escalas espaciales y sociales. Especialmente se usa para referir a los modelos tradicionales de la secuencia cultural del NOA y particularmente, en el caso de los estilos cerámicos y arquitectónicos que la literatura especializada reconoce regionalmente asociados a determinados bloques temporales y espacios geográficos. 230 aGuStina Vázquez Fiorani Regueiro 1974; Tarragó, 1987, 1995; Tarragó et al. 1997; Nastri 1999; Palamarczuk 2002; entre otros). Como resultado de este proceso, las élites de Yocavil habrían encarado estrategias enfocadas en aumentar la base productiva para hacer frente a una creciente presión demográfica y ambiental, no solo a través de la intensificación de la agricultura y del pastoreo, sino también a través de la colonización efectiva de otros pisos ecológicos, como las tierras bajas y el bosque montano, al oriente de las Cumbres Calchaquíes (Tarragó 1995). Sin embargo, los estudios realizados en esta zona fueron escasos (Gónzalez y Núñez Regueiro 1960; Berberián y Soria 1972; Heredia 1974; Berberián et al. 1977; Esparrica 1999; Tartusi y Núñez Regueiro 2003). Solo recientemente la tendencia a enfatizar el PDR como una entidad temporal monolítica a partir de generalizaciones sobre la organización sociopolítica y económica de grupos asentados en el valle de Yocavil ha empezado a ser revertida en un intento por restaurar la historicidad de la región y poner a prueba los modelos propuestos para explicar la naturaleza de las sociedades prehispánicas durante este período (Manasse 2007, 2011, 2014; Corbalán 2008, 2020; Páez 2012). Con el objetivo de poner bajo la luz la caracterización del PDR sintetizada en los párrafos anteriores, y enfatizar las trayectorias históricas y temporalidades locales de los colectivos asentados en Anfama durante tiempos prehispánicos, en este capítulo presentamos los resultados de las prospecciones y excavaciones llevadas a cabo en este valle donde hemos identificado tres sitios construidos y habitados durante lo que definimos como Bloque IV (1400 a 1500 d.C.). Presentamos, además, una síntesis de los análisis tecno morfológicos y funcionales realizados sobre distintas materialidades (cerámica, lítico tallado y pulido y restos arqueo faunísticos) recuperadas de un contexto doméstico asociado a la producción y consumo de alimentos. Finalmente, avanzamos en caracterizar algunas recurrencias y similitudes en el uso del espacio de las ocupaciones del Bloque IV con ocupaciones más tempranas, asociadas a los Bloques II y III. PAISAJES Y TIEMPO EN ANFAMA DURANTE EL SEGUNDO MILENIO EC El principal problema para estudiar el PDR en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes es la escasa visibilidad de los restos arqueológicos (Corbalán 2008; Vazquez Fiorani et al. 2021). Esta situación no es exclusiva para el valle de Anfama, como ha sido observado por Nielsen y colaboradores capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 231 (Nielsen et al. 2000) quienes señalan un mayor énfasis y representación de los grandes centros poblacionales con arquitectura monumental en mesetas de altura (por ejemplo, el valle de Yocavil) comparado con el escaso interés que se le ha dado a pequeños asentamientos, estructuras, características o artefactos aislados. De esta manera, la escasa visibilidad de este tipo de sitios arqueológicos ha contribudo a una interpretación sesgada de la organización espacial de las sociedades pasadas (Nielsen et al. 2000), asumiendo la inexistencia de ocupaciones prehispánicas. Con el objetivo de complejizar las narrativas existentes sobre la ausencia de ocupaciones asignables al Bloque IV, durante los años 2018 y 2019 se delinearon estrategias metodológicas de relevamiento sensibles y especialmente diseñadas teniendo en cuenta las características ecológicas y geográficas propias del área de estudio, caracterizada por un registro arqueológico de baja visibilidad. Este objetivo requería formas alternativas de recolección de datos, así como definir los contextos más adecuados para la aplicación de cada uno de ellos (capítulo 2). Alrededor de la casa de la familia Chocobar, identificamos diferentes rastros de actividades humanas pasadas (morteros, cerámica, artefactos líticos, etc.). A partir de estos indicios, realizamos diferentes entrevistas a los miembros de las familias, con el fin de obtener datos sobre el origen de los materiales y posibles ubicaciones de estructuras arqueológicas, guiandonos por la descripción de materialidades posiblemente adscribibles al PDR (ej. vasijas pintadas, estructuras rectangulares). En consecuencia, se definieron el sitio Casa Rudi 1 (CR1), donde llevamos a cabo 2 sondeos de prueba (Sondeo Horno y Sondeo Piedra) y una excavación en área que cubrió 16 m2, Casa Rudi 2 (CR2) donde se realizaron una serie de sondeos expeditivos para determinar la posible extensión del asentamiento residencial denominado CR1 y finalmente, una serie de superficies de molienda fija (N=6) a lo largo de las márgenes del río Anfama (denominado Casa Rudi 3, CR3) (Vazquez Fiorani et al. 2021) (figura 1A). En segundo lugar, se identificó un complejo de estructuras de planta subrectangular y montículos de derrumbe en la cima del filo denominado por la comunidad local como La Laguna, emplazado en un punto neurálgico del sendero que conecta Anfama con Tafí del Valle a través de La Ciénega. El sitio además presenta una vista estratégica de las terrazas fluviales de fondo de valle donde se identificaron otras instalaciones asociables al Bloque IV. El registro y mapeo de las estructuras arqueológicas fue dificultado por la topografía y la alta cobertura vegetal, que impidió lograr una visión acabada de la disposición espacial. 232 aGuStina Vázquez Fiorani El relevamiento planimétrico fue realizado con brújula y cinta métrica y complementado mediante una ortofotografía generada a partir de imágenes tomadas por un drone, y permitió delimitar tres unidades arquitectónicas compuestas y de planta cuadrangular (E115, E116, E117, E118, E119, E120 y E250), tres simples (E121, E125 y E251) y dos muros de contención (E123 y E124) (Vazquez Fiorani et al. 2021). Se condujeron excavaciones en tres unidades (E116, E117 y E120) y en un sector asociado a un afloramiento de rocas grabadas. Esto hizo posible obtener datos sobre la técnica constructiva utilizada, reconociendo depresiones que corresponden a recintos de planta rectangular, con muros dobles sin relleno de aproximadamente 1 m de ancho y estructuras monticulares asociadas a rasgos arqueológicos informales (pequeñas hileras de rocas alineadas de manera sub-circular superficialmente y sin continuación) (figura 1B). Entre los estilos representados en el conjunto alfarero recuperado en la E116 y E120, predominan los fragmentos toscos (Ordinario y Ordinado alisado por marleado), Santa María Bicolor y Famabalasto negro grabado. Es de notar, que en el recinto E116 se recuperaron varios fragmentos de bases en pie de compotera. En el conjunto lítico se destacan desechos de talla, principalmente de cuarzo y cuarcita roja, en menor medida, obsidiana. Solo se identificó una punta de proyectil de cuarzo rota. Finalmente, se observó un conjunto de estructuras complejas en el filo Aliso Redondo-Las Cañaditas, compuesto por una superposición de recintos de muros rectilíneos sobre estructuras circulares. Este sitio fue previamente reseñado por Cremonte (1996), quien además realizó una excavación con fines comparativos dentro del marco de su tesis doctoral. Se identificaron ocho unidades, una de ellas compuesta por dos recintos, así como una roca tallada con motivo de círculos dispuestos linealmente. Algunas de las características arquitectónicas de las estructuras (muros de piedra alineados horizontalmente y de planta subrectangular) sugirieron una correspondencia con el Bloque IV (figura 1C). Por eso, se realizaron dos sondeos exploratorios para recuperar información contextual. Se recuperó un conjunto de materiales compuesto principalmente por estilos cerámicos del PDR como el Santa María y Ordinario alisado por marleado, así como algunos desechos de talla y artefactos líticos (una mano de moler y un núcleo). En las capas inferiores, los estilos asignados a PDR desaparecen y la proporción de estilos sin decoración (rojo grueso y gris grueso) (similar a la del primer milenio EC en Anfama, Salazar 2011; Franco 2019a) permite interpretar que la ocupación del Bloque IV se realizó sobre un asentamiento previo asignable al Bloque II (capítulo 2). capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 233 Figura 1. Planimetría de los sitios identificados y relevados en la cuenca de Anfama correspondientes al PDR: (A) Casa Rudi 1; (B) La Laguna; (C) Aliso Redondo-Las Cañaditas. Figura elaborada por Julián Salazar. MATERIALES COTIDIANOS Y ACTIVIDADES DIARIAS En CR1 se llevó a cabo una excavación en área que permitió recuperar un vasto conjunto artefactual doméstico. Este fue objeto de un estudio detallado, a fin de obtener información contextual sobre las actividades desarrolladas en el sitio y complementar los datos obtenidos a nivel de uso del espacio y configuración del paisaje. 234 aGuStina Vázquez Fiorani Análisis cerámico El conjunto cerámico estuvo formado por 878 fragmentos de cerámica distribuidos en 15 unidades estratigráficas que corresponden al piso ocupacional del Bloque IV. Su estudio involucró cuatro etapas: a) clasificación macroscópica según estilos definidos para la región; b) cuantificación por fragmentos y por familia de fragmentos; c) clasificación morfológica; d) descripción de pastas mediante lupa binocular a bajos aumentos (20x a 40x). De esta forma, el análisis combinó tanto el estudio de los atributos iconográficos como tecno-morfológicos de los fragmentos. El análisis cuantitativo considerando familias de fragmentos (Orton et al. 1997) permitió observar un predominio del estilo Santa María y Ordinario alisado por marleado en segundo lugar. La representación de Famabalasto negro grabado comprende 13,44% del total de la muestra. El estilo Ordinario aparece en cuarto lugar. Esta estrategia de cuantificación permitió tener una visión más completa del ensamblaje cerámico, y evitar el sobredimensionamiento de algunos tipos de vasijas en la muestra, especialmente aquellas destinadas al uso culinario diario (Orton et al. 1997; Palamarczuk, 2002; Adroher Auroux et al. 2016). En la observación con lupa binocular de los fragmentos se observó un predominio de atmósferas de cocción oxidantes, con inclusiones como cuarzo, tiesto molido (chamote) y mica, así como inclusiones subangulares negras y grises no identificadas. En general, predominan las pastas poco densas y semi-compactas asociadas a estilos no decorados, lo cual posiblemente haya estado relacionado con elecciones técnicas para mejorar la resistencia térmica de los objetos cerámicos. Siete clases tecnológicas pudieron ser establecidas teniendo en cuenta atributos tales como: atmósfera de cocción, naturaleza de las inclusiones y antiplásticos. En algunos casos se registró una interesante homogeneidad entre pastas correspondientes a diferentes estilos cerámicos. Se puede notar que algunas elecciones técnicas en la fabricación de las vasijas fueron muy similares tanto en las piezas Santa María como en las vasijas ordinarias. A diferencia de otros sitios del PDR de las Cumbres Calchaquíes (Piñeiro 1996; Palamarczuk 2002; Corbalán et al. 2009; Páez 2012), los fragmentos Ordinario alisados por marleado no presentan inclusiones de tiesto molido, técnica similar a lo que se observa para el Bloque III en la zona en este tipo de vasijas (Salazar 2011; Franco 2019a). Sin embargo, esta observación inicial debe ser sustentada aumentando la muestra analizada y llevando a cabo análisis petrográficos de cortes delgados. capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 235 Las formas observadas en el conjunto son tres: cuencos, ollas y vasijas (Balfet et al. 1992). Predominan formas pequeñas de contorno simple, asociadas a los cuencos de estilo Santa María y Famabalasto. Se reconocieron además otras morfologías típicas del PDR, como tinajas restringidas de contorno complejo o compuesto, y las tradicionales urnas Santa María. Dentro de los estilos no decorados, en su mayoría se trata de grandes vasijas abiertas, y en menor medida, restringidas (ollas). Las ollas presentan marcas de uso en la superficie, principalmente aquellas alisadas por marleado, cuyas pastas presentan inclusiones como cuarzo, que reducen la propagación de grietas y aumentan la resistencia al ser expuestas a fuentes de calor. Esto sugiere que tales piezas eran particularmente adecuadas para las actividades relacionadas con la preparación de alimentos. En adición, la aplicación de mazorca de maíz en la superficie externa da una textura rugosa al recipiente y permite un mejor agarre de la olla, lo que la hace más adecuada para la manipulación diaria (Palamarczuk 2002). La fragmentación de la muestra no permitió en muchos casos reconocer elementos iconográficos de las piezas, ni la composición del diseño, pero se puede reseñar que las decoraciones pueden ser pintadas, incisas o aplicadas en pastillaje. Sin embargo, los motivos que se pudieron identificar repiten características típicas de los estilos del PDR en la región. De esta manera, los elementos de la composición podrían ser asignados al repertorio iconográfico de la tradición Santa María. Análisis lítico El conjunto lítico está compuesto por un total de 186 elementos: 88,70% de desechos líticos, 9,67% de instrumentos formalizados y 1,61% de núcleos. Las materias primas predominantes son locales, como el cuarzo y la cuarcita (Montegú 2018 y capítulo 7 de este volumen), aunque también hay un pequeño porcentaje de rocas no locales, como la obsidiana. Los desechos de talla de cuarzo provienen principalmente de las etapas intermedias y finales de formatización, lo que se apoya en la menor proporción de lascas externas en comparación a las internas, como así en el tamaño (mayormente pequeñas). En el caso de los desechos de cuarcita roja, no hay una predominancia de lascas internas frente a las externas, aunque existen lascas de mayor tamaño (medianos a grandes). Los desechos de obsidiana son exclusivamente lascas internas muy pequeñas (hiper microlascas). 236 aGuStina Vázquez Fiorani No se recuperaron núcleos de cuarzo, a pesar del alto número de desechos de talla de este material. Este hecho podría ser entendido por la abundancia de esta materia prima a nivel local. Incluso es posible que existiese algún tipo de producción secuencial, que involucrase sitios canterataller para la obtención de formas base en otros sectores, posiblemente cerca del río. Por lo tanto, en el sitio CR1 solo se habrían llevado a cabo actividades de reducción y formatización de formas base. A diferencia del cuarzo, se pudieron recuperar núcleos de cuarcita y cuarcita roja. Se trata de instrumentos aún activos, con un 25-50% de corteza, multiuso (de cuatro a ocho lascas) y no tienen marcas de uso. La presencia de estos artefactos junto con laminillas externas de mayor tamaño nos lleva a pensar que, al menos en el caso de la cuarcita roja, las actividades de formatización se encontraban en las etapas iniciales en el área excavada. Además de los desechos y núcleos líticos, se recuperaron otros artefactos formatizados. Las materias primas utilizadas son principalmente cuarzo y cuarcita roja, aunque también se encontraron en menor medida obsidiana, cuarcita y pizarra. Tipológicamente, los grupos y subgrupos identificados son percutores y filos naturales con rasgos complementarios, así como puntas de proyectil y cuchillos. Estos instrumentos fueron hechos casi exclusivamente con materias primas locales, relacionado esto con un mayor énfasis en la producción de instrumentos expeditivos con baja inversión de tiempo y esfuerzo (Franco Salvi et al. 2016; Montegú 2018). Así, la proporción de obsidiana es notoriamente menor, tanto en términos de instrumentos como de desechos líticos con respecto a bloques temporales anteriores (capítulo 1 y 7). Se identificaron nueve percutores (enteros y fracturados) de cuarzo y cuarcita, con superficies activas asociadas a marcas de percusión. Su tamaño varía de pequeño a mediano. Siguiendo a Aschero (1983) y Aschero y Hocsman (2004), la función primaria de estos artefactos podría inferirse como golpear superficies, debido a la presencia de rasgos complementarios. Los filos naturales son principalmente de cuarcita y cuarcita roja, y en algunos casos, se encuentran enteros. Ellos fueron sacados de formas bases como lascas externas. Los filos exhiben una gran diversidad de tamaños, que van desde pequeños a grandes. Se trata principalmente de instrumentos sencillos, con un único filo natural y huellas de micro retoques en una de las caras. La función principal de estos artefactos pudo haber sido el raspado o el desbaste de superficies duras, como hueso o madera, siguiendo un movimiento unidireccional. capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 237 En dos casos se observaron instrumentos compuestos. En el primero, se trata de un filo grande de cuarcita, con un filo natural (con un ángulo de bisel de 50°) y micro retoques en uno de sus lados, al cual se le realizó un filo largo en el extremo opuesto a través de un lascado sumario, unifacial, profundo y marginal de 2 cm (producto de talla o retalla). El ángulo del bisel de este segundo filo es de 40° y posee rastros de utilización en forma de melladuras, por lo que se infiere que funcionaba como cuchillo. En el segundo caso, a un filo pequeño de cuarcita roja, con marcas de micro retoque, se le realizó una punta-instrumento en su extremo. Finalmente, se recuperaron dos puntas de proyectil de cuarzo y una de obsidiana. La punta de obsidiana es de tamaño pequeño, de limbo triangular y base apedunculada y escotada, fragmentada en una de sus aletas. Una de las puntas de cuarzo es de la misma tipología, aunque con la presencia de denticulado en las aristas laterales y evidencias de actividades de mantenimiento en su ápice. Se recuperó una segunda punta de proyectil de cuarzo pequeña, de limbo triangular y base apedunculada y escotada. Una caracterización más detallada del conjunto lítico y las diferencias entre bloques puede verse en el capítulo 5. Análisis de instrumentos de molienda Los instrumentos de molienda se analizaron siguiendo la metodología de Babot (2004). Se identificaron 10 piezas correspondientes en su totalidad a instrumentos activos o superiores, siete de ellos enteros y tres fracturados. En su totalidad carecen de evidencias de manufactura y por ello corresponden a la categoría técnico-morfológica de “artefacto no manufacturado con rastros complementarios”. En efecto, todas las manos identificadas proceden de nódulos graníticos de granulometría mediana, obtenidos de fuentes secundarias, especialmente los lechos de los arroyos locales, de los cuales una o más caras fueron seleccionadas para su utilización. Sobre ellas solo se realizó un picoteo preferentemente grueso, para otorgar mayor capacidad de molienda. Las formas de las piezas, clasificadas según el diagrama de geometricidad de Zingg (1935, tomado de Babot 2004), son predominantemente equiaxiales (N=4). Se presentan dos discoidales y dos cilíndricas, mientras hay una ausencia total de triaxiales. Los instrumentos identificados son simples, dobles o múltiples. De las dicecinueve caras activas identificadas 238 aGuStina Vázquez Fiorani en total, nueve corresponden a manos de mortero presentando rastros de uso como bordes redondeados y esquirlamientos que se corresponden con modos de acción de percusión y de presión puntual rotativa; nueve corresponden a manos de molino de mano, planos y plano-cóncavos, con rastros de uso como redondeados de bordes y de sectores proximales de las superficies activas, y estrías rectilíneas paralelas, compatibles con presiones deslizantes rectilíneas. El tamaño de las manos es variable. El peso medio es 1.5 kg, siendo 0.6 kg la mínima y 4 kg la máxima. La superficie activa media es de 121 cm2. Entre los artefactos pasivos solo se ha podido identificar una pieza que presenta dos caras alisadas, pero sin claros rastros de uso ni oquedades, salvo por algunos esquirlamientos aislados. Posiblemente haya sido utilizado como yunque, aunque también como molino de mano plano. Sin embargo, debe considerarse la existencia de numerosos bloques con morteros múltiples que se ubican en el área que definimos como CR3, en las barrancas más bajas próximas al río. Análisis zooarqueológico El conjunto estudiado estuvo compuesto por 168 especímenes óseos, de los cuales se identificó un 87,50% del total de la muestra que se encontró integrada por seis taxa diferentes (Artiodactyla, Lama sp., Cervidae sp., Mammalia, Bovidae, Rodentia). Se consideró la existencia de alteraciones postdepositaciones que pudieran afectar la integridad de la muestra, por lo que se tuvieron en cuenta los diferentes estadios de meteorización, los cuales variaron de 1 a 2, sin superar nunca el grado 3 (Behrensmeyer 1978). En solo dos casos se observaron marcas no antrópicas, consistentes en huellas de roedor (sensu Mengoni 1988). Al respecto, el conjunto no parece haber estado expuesto a alteraciones postdepositacionales considerables y se halla bastante bien conservado en términos generales. El grupo predominante lo constituyen los Artiodactyla (58,50 NISP%), seguido de Mammalia (15,65 NISP%) y, en tercer lugar, Lama sp. (9,52 NISP%). Las taxas restantes se encuentran representadas en menor porcentaje. La composición del conjunto, especialmente en las unidades estratigráficas superiores, hace difícil establecer inferencias fehacientes sobre todo en los taxones identificados de manera general (como Mammalia y Artiodactyla) que podrían corresponder a especímenes de capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 239 fauna actual, no disponibles en tiempos prehispánicos. Discriminando la muestra por unidades estratigráficas, se puede observar que Mammalia está ausente en las unidades inferiores asociadas al piso de ocupación, así como también se observa un menor número de Artiodactyla. En cuanto a las unidades anatómicas presentes, son mayoritarios los huesos largos y se encuentran representados principalmente sectores del tronco (esqueleto axial, vértebra, pelvis, escápula, costilla) y de las extremidades inferiores (fémur, metapodio, radio, tibia), así como pequeños huesos de los pies (astrágalo, maléolo, navicular, cuboide). Los huesos del cráneo están casi ausentes, aunque son predominantes en el caso de Cervidae sp. (mandíbula). Las marcas de corte solo se registraron en especímenes de Lama sp., Artiodactyla y Bovidae, aunque este último fue descartado del análisis arqueológico debido a su carácter subactual. En el caso de Lama sp. los cortes se realizaron sobre huesos de los miembros, lo que indica su posible vinculación con actividades de procesamiento y son transversalessuperficiales, lo cual se puede relacionar con el fileteado de carne. También se observaron fracturas intencionales en huesos largos de Lama sp. (radio y tibia) que podrían asociarse con intentos de aprovechamiento de la médula luego del procesamiento de la pieza. En el caso de Cervidae sp., también se identificaron metapodios y metacarpos, lo cual se correspondería con partes del esqueleto con mayor rendimiento, aunque hay una predominancia marcada de huesos de la mandíbula. Pese a lo limitado de la muestra analizada, el hecho de que casi la totalidad de las partes anatómicas de Lama sp. correspondan a los miembros (metapodio, fémur, radio y tibia) y presenten marcas de corte, hace inferir que los animales ya ingresaron al recinto troceados. De esta manera, es factible pensar que los camélidos eran parte considerable de la dieta, más allá de los recursos secundarios que los mismos pudieran brindar. La estructura de edad de la muestra no pudo ser establecida fehacientemente ya que solo se recuperaron dos fragmentos de tibia no fusionados (sobre un total de cinco) y, por ende, no permitieron inferir preferencias en cuanto a la naturaleza de los especímenes sacrificados (jóvenes o adultos). La ausencia de otros elementos anatómicos factibles de ser analizados mediante métodos de osteometría también contribuyó a lo anterior. 240 aGuStina Vázquez Fiorani Figura 2. Distintas materialidades recuperadas en el sitio Casa Rudi 1 y La Laguna. Resaltan los conjuntos cerámicos de estilos regionales del PDR: Santa María, Famabalasto Negro Grabado y Ordinario alisado por marleado. Fotografías de la autora. INTEGRACIÓN DE LOS DATOS: ESPACIOS RECURRENTES Y ACTIVIDADES COTIDIANAS Este trabajo intentó generar datos originales sobre sitios arqueológicos asociados al Bloque IV en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes, y capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 241 a partir de allí avanzar en la reflexión sobre la naturaleza de las ocupaciones tardías y la organización social de colectivos domésticos. En esta línea, surgieron dos elementos de análisis: el paisaje y la materialidad utilizada en actividades cotidianas. La construcción del paisaje en el valle de Anfama evidencia la adopción de nuevos patrones arquitectónicos de difusión regional durante el PDR (ej. Tarragó 1987), pero también la modificación y reutilización de unidades residenciales anteriores, lo que nos lleva a plantearnos algunas cuestiones sobre la tensión entre cambio y continuidad hacia el interior de los grupos humanos asentados en la zona durante lo que se ha definido en capítulos anteriores como Bloque IV. La permanencia de los principios locales de uso del espacio, así como la incorporación de nuevos patrones en la arquitectura, son elementos interesantes para pensar sobre la naturaleza de estas ocupaciones y relaciones establecidas con otras asentadas en áreas cercanas, como el valle de Yocavil. El análisis de la arquitectura de las ocupaciones del Bloque IV en Anfama permitió observar que las mismas repiten algunas de las tendencias identificadas en los valles intermontanos aledaños, como Yocavil. También, que son muy similares a las registradas en otros sitios de las tierras bajas de Tucumán, como Mortero Hachado (Esparrica 1999; Corbalán 2008) y Tafí del Valle (Manasse 2007, 2011, 2014). En oposición, el patrón de asentamiento es diferente al que caracteriza a las ocupaciones formativas en la zona, generalmente constituidas por recintos circulares adosados a un patio central de la misma morfología (Salazar et al. 2021; capítulo 8 de este volumen). La exposición de una de las paredes de CR1, si bien no fue suficiente para obtener una visión global de la estructura original, permitió observar una baja inversión de trabajo en su construcción que contrasta con la abundante materialidad recuperada. Sin embargo, a diferencia de lo que se observa en la configuración arquitectónica, las ocupaciones del Bloque IV parecen mantener la lógica de uso del espacio propia de los primeros asentamientos tempranos de la región. En esta línea, se evidencia un modo de configuración y distribución de los rasgos materiales caracterizados por la dispersión y la baja concentración de residencias que ha sido definido como paisaje centrífugo (López Lillo y Salazar 2015; Salazar y Molar 2017). Esto se ha asociado a una estrategia de colectivos que pretendían mantener cierto grado de autonomía en su reproducción (López Lillo y Salazar 2015). 242 aGuStina Vázquez Fiorani Figura 3. (arriba) Vista de la terraza fluvial del Río Anfama desde el sitio La Laguna y (abajo) Casa Rudi. Fotografías de la autora. capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 243 Los asentamientos del Bloque IV en Anfama se caracterizan por estructuras residenciales que no integran más de dos o tres unidades. Los sitios están emplazados a gran distancia entre sí, de modo que no hay concentraciones similares a otros valles (Tarragó 1987, 1995, 2011; Nastri 1999). Por otro lado, no hay signos de espacios públicos o jerarquías tales como las plazas o montículos que han sido observados en Yocavil (Tarragó 1987, 2011). Esta configuración mantiene en Anfama una clara continuidad con los del Bloque II (Salazar y Molar 2017). La visibilidad es uno de los principales elementos en la configuración del paisaje durante el Bloque II, ya que tiende a reforzar los vínculos entre unidades residenciales emplazadas a considerable distancia (López Lillo y Salazar 2015). En La Laguna, la privilegiada ubicación del sitio en la parte superior de una cuesta permite tener visibilidad sobre la totalidad de la terraza fluvial, donde se encuentran los restos de actividad humana prehispánica correspondientes a Casa Rudi (figura 3). A pesar de la densa vegetación actual, consideramos posible que, en el momento de la ocupación, La Laguna pudo haber sido visible también desde las terrazas fluviales inferiores. Esto sugiere que ambos asentamientos estaban estrechamente vinculados dentro del paisaje. Hemos observado una tendencia a la reocupación de los sitios durante el Bloque IV; ambos, Casa Rudi y Aliso Redondo-Las Cañaditas, constituyen ocupaciones tardías ubicadas sobre los sitios del Bloque II. En esta línea, un elemento interesante a considerar sobre la construcción de espacios domésticos es la forma en que la arquitectura y los conjuntos de artefactos mantienen similitudes con los estilos regionales, pero retienen influencias de tradiciones locales distintivas. En segundo lugar, los rasgos de la materialidad recuperados, así como las dataciones radiocarbónicas realizadas (Vázquez Fiorani y Salazar 2018) permiten determinar que CR1 se trata de una ocupación asignable al Bloque IV, emplazada por encima de una ocupación previa del primer milenio. Las evidencias presentadas indican que el sitio constituyó una instalación residencial, en la cual se llevaron a cabo actividades asociadas al procesamiento y consumo de alimentos y a tareas de mantenimiento de instrumentos y/o herramientas. Las características morfológicas, tecnológicas y funcionales del conjunto cerámico sugieren la existencia de áreas de preparación de alimentos, así como de prácticas sociales relacionadas con el consumo de los mismos a 244 aGuStina Vázquez Fiorani nivel doméstico (figura 4). En el conjunto artefactual es posible observar una serie de características que marcan las diferentes etapas en el proceso de manipulación de los alimentos. La presencia de vasijas de mayores dimensiones, con pastas más porosas, tratamientos de superficie especiales y huellas de hollín en sus paredes induce a pensar en que estas ollas eran utilizadas para la exposición al fuego y probablemente, para la cocción de alimentos. Sin embargo, no se encontró en el área estudiada ningún fogón o superficies termoalteradas. Por otro lado, la gran cantidad de pucos, tanto abiertos como restringidos, lleva a pensar que estos pudieron haber estado involucrados en acciones de despliegue, exhibición y servicio de alimentos u otros productos (Bugliani 2008; Gazi y Salazar 2013). Al respecto, estos cuencos habrían estado vinculados a los últimos momentos de la preparación, relacionados a la mezcla y vertido de sustancias líquidas o de consumo. Los análisis de microrestros vegetales y ácidos grasos pueden, en esta línea, brindar mayor información sobre los diferentes recursos que se estaban integrando en estas prácticas sociales de alimentación (capítulo 4). Sin embargo, no se observaron recipientes destinados al servicio de alimentos para compartir (como por ejemplo cuencos o jarras de grandes dimensiones) y que, por lo tanto, hiciesen inferir que se trataba de un área donde se congregaban varias personas (Menacho 2001; Bugliani 2008) o donde se desarrollaban ocasiones sociales (Gazi y Salazar 2013). A diferencia de esto, en CR1 es notable la predominancia de formas pequeñas. Este hecho sugiere que el consumo de alimentos era realizado a escala familiar, en un espacio donde también se estaban realizado otras actividades cotidianas. En el valle de Anfama, todas las ocupaciones del Bloque IV contienen restos de cerámica Santa María. Su estudio permite pensar que estas piezas repiten los patrones de diseño habitual de esta tradición, tanto en términos de motivos y composición. Esto sugiere una adopción de recursos iconográficos propios de los valles intermontanos, particularmente de Yocavil, elemento que tradicionalmente se utilizó como indicador material de la existencia de colonias étnicas (Corbalán 2008). Pese a la adopción de diseños y motivos de la iconografía Santa María, la manufactura de las cerámicas sugiere que las elecciones técnicas involucradas en su producción mantuvieron estrechas relaciones con las formas de hacer locales. En esta línea, se registraron similitudes entre las capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 245 pastas de cerámicas decoradas y ordinarias, por lo cual es posible que ambas hayan seguido técnicas o procedimientos de manufactura similares. Solo en unos pocos casos, fue posible identificar inclusiones de tiesto molido, que en otras áreas es una característica distintiva de la cerámica del PDR (Piñeiro 1996; Palamarczuk 2002; Corbalán et al. 2009; Páez 2012), pero que se encuentra ausente en cerámicas peinadas del Bloque II en el valle de Anfama (Franco 2019b). Este hecho, aunque debe ser corroborado por la continuación de los estudios y la incorporación de análisis petrográficos, induce a pensar que la ausencia de inclusiones de tiesto molido como elección técnica en la manufactura de cerámicas alisadas por marleado podría relacionarse con la continuación de tradiciones alfareras locales, de amplia raigambre en el valle. La gran proporción de desechos líticos recuperados en el contexto estudiado contribuye a pensar en la existencia de una multiplicidad de tareas rutinarias y simultáneas que se estaban realizando en CR1, tanto aquellas referidas a la preparación de alimentos como a la fabricación de instrumentos. Al respecto, la abundancia de lascas en etapas medias o finales de formatización apoya la idea de que se estaban desplegando actividades cotidianas de producción de artefactos líticos, los cuales requerían a la vez, de una inversión muy baja de tiempo que privilegió las materias primas locales. La presencia de otros artefactos formatizados, como instrumentos de corte, desbaste y golpe (filos, cuchillos y percutores), también contribuye a reforzar la idea de un contexto doméstico en donde se estaban llevando a cabo actividades relacionadas con el procesamiento de alimentos. En esta línea, estos objetos asociados al conjunto cerámico inducen a pensar que los mismos eran utilizados para el corte y consumo de los alimentos. Como se mencionó, si consideramos la presencia de restos arqueofaunísticos con marcas de corte, también es posible pensar que estos artefactos eran utilizados para el procesamiento de camélidos. 246 aGuStina Vázquez Fiorani Figura 4. Plano de planta correspondiente al piso de ocupación con los principales hallazgos de la excavación en área de CR1. Figura de la autora. COMENTARIOS FINALES A través del análisis de los elementos anteriores, este trabajo presentó los datos obtenidos sobre las ocupaciones del Bloque IV en el valle de Anfama y avanzó en algunas consideraciones generales sobre la constitución de colectivos sociales y las dinámicas del espacio doméstico durante el mismo. Esta perspectiva nos permitió tener en cuenta la tensión entre el cambio y la continuidad hacia el interior de los tejidos sociales, que evidenció la forma sutil a través de la cual la reiteración de prácticas diarias capítulo 9. la Vida doméStica durante el periodo de deSarrlloS reGionaleS... 247 contribuye a reproducir y alterar el mundo social. Lo observado en Anfama sugiere que la adopción de patrones estilísticos regionales (tanto en arquitectura como en cerámica) convivió con tendencias locales, arraigadas en las prácticas cotidianas de uso del espacio y elecciones técnicas. Aunque necesitamos incorporar más datos, consideramos que el estudio pormenorizado de espacios que hasta hace relativamente poco fueron considerados periféricos y dependientes de procesos socio políticos originados y desarrollados en otras áreas ecológicas (crf. Tarragó 1995) posee gran valor analítico para repensar las narrativas arqueológicas del PDR. En esta línea, la evidencia presentada aquí no induce a pensar en la presencia de colonias étnicas de filiación Santa María, sino que desafía a considerar las dinámicas sociales a partir de las cuales se crearon, modificaron o mantuvieron redes de interacción por las cuales circulaban una multiplicidad de objetos, ideas y personas. Esta red de interrelaciones probablemente alteró y transformó el orden social afirmado en tiempos previos, pero aún es poco claro que haya podido imponer un control directo sobre los grupos asentados en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes. EPÍLOGO La presente compilación es fruto del trabajo colectivo de ocho años y sus distintas partes, quizás un tanto heterogéneas, resultaron de diversas instancias y trayectorias de investigación y formación de las numerosas personas que han integrado el equipo. En este periodo hemos realizado prospecciones, relevamientos, excavaciones, diecisiete dataciones radiocarbónicas, análisis de conjuntos cerámicos y líticos, estudios de microfósiles botánicos, entre otras cosas. Sin embargo, el proceso de aprendizaje más intenso se ha dado interactuando con quienes conforman la Comunidad Indígena Diaguita de Anfama. Este diálogo ha forjado en nosotros la convicción de que una arqueología al servicio de las comunidades locales, en el que las problemáticas e intereses se comparten, tiene lugar en este mundo y que incluso es necesaria y valorada de forma positiva. El encuentro entre la academia y las comunidades no está exento de dificultades, incertidumbres mutuas, y seguramente algunos desencantos. Sin embargo, está a la vez colmado de encuentros, de soluciones y de enseñanzas. En los últimos años, la autocrítica de la disciplina, siempre valiosa e incentivadora, parece llamarnos a abandonar el núcleo de nuestra práctica e incluso este llamado parece ser dominante en las principales casas de estudio de nuestro país. La arqueología, entendida como el estudio de la práctica social a partir de la materialidad que ella genera y a la vez de las relaciones que la materialidad entabla con los distintos seres que posibilitan la práctica, es la única disciplina de las humanidades con la capacidad metafórica y literal de desenterrar historias no consideradas en la Historia. Es la única que considera de manera más o menos simétrica a todas las personas cuyas 250 el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino prácticas pretende analizar, en tanto y en cuanto hayan sido capaces de generar y descartar cultura material, es decir de ser humanas. Reproducir, sostener, incrementar y revisar las narrativas sobre el pasado y el presente americano es aún una tarea socialmente relevante que debe realizarse desde múltiples lugares, bajo el respeto que cada uno de esos lugares merece. Trabajamos con el convencimiento de que el lugar de la ciencia es uno más entre otros, que es nuestro lugar y que nos ha permitido incrementar el conocimiento de múltiples aspectos de la vida de la gente que habitó Anfama a través del tiempo, y que sintetizamos en las siguientes cinco afirmaciones. EL PAISAJE SE HABITÓ Y EXPERIMENTÓ DE FORMA CONTINUA El inicio de nuestras investigaciones en Anfama no parecía indicar ocupaciones arqueológicas de gran extensión e intensidad, como las que habíamos investigado en el valle de Tafí (Franco Salvi et al. 2014). Una roca de forma fálica que nos enseñó Rudecindo Chocobar, el cacique de la comunidad en ese momento, se constituyó como un indicio de la existencia de algo más. Nuestras actividades en el terreno, y en gran medida las indicaciones de distintas personas del lugar, fueron afinando nuestra capacidad de observar e identificar vestigios de ocupaciones en sectores con densas coberturas vegetales (capítulos 3 y 9) o sedimentarias (capítulo 4). En distintas campañas identificamos sitios prácticamente en todos los filos que corren perpendiculares a las Cumbres Calchaquíes y, aun con alteraciones posteriores, en las zonas bajas como terrazas fluviales y lomas del fondo de valle. El paisaje que podíamos percibir comenzó a poblarse de sitios y esos lugares empezaron a poblarse de historias. Prácticamente ningún espacio estuvo vacío. La totalidad de los filos recorridos reúne una serie de estructuras de distintos bloques cronológicos (capítulo 1), las zonas bajas de la cuenca presentan evidencias más o menos visibles de estructuras, molinos fijos, rocas intervenidas. Casi todas las viviendas actuales atesoran hachas, azuelas, molinos, manos, fragmentos o figurillas cerámicas, rocas intervenidas, que proceden de la construcción o de la labranza de las tierras aledañas. El paisaje, parece haberse habitado y experimentado de manera continua, sin límites y fronteras. Como ya hemos propuesto para paisajes aledaños (Franco Salvi et al. 2014; López Lillo y Salazar 2015) los asentamientos epíloGo 251 aldeanos tempranos son difícilmente delimitables, su denominación como sitios es solo una abstracción heurística. La continuidad es una propiedad insoslayabe de las primeras aldeas en esta región. Probablemente esta no sea una propiedad continua y aún haya que testearla mejor en los otros bloques. En el Bloque IV, un sitio como La Laguna (capítulo 9) resulta más claramente delimitado. LA CONTINUIDAD SE GENERÓ EN LA TENDENCIA A LA DISPERSIÓN Si bien prácticamente ningún lugar estuvo vacío, en ningún sector de la cuenca identificamos una concentración significativa de rasgos o estructuras materiales. Cada unidad constructiva se instala en el paisaje como una célula, la cual se distancia de sus vecinas. De hecho, en la mayor parte de las ocasiones, el distanciamiento es muy marcado y excede a los 100 m (Moyano 2020). La explicación podría encontrarse en que las características del terreno, muy accidentado y con limitados espacios de pendientes suaves, impiden la instalación de estructuras más próximas. Sin embargo, en los espacios en que esto podría darse, como El Sunchal, ocurre todo lo contrario (capítulo 4). Si consideramos la historia anfameña reciente, el único momento en que se registra una concentración considerable de residencias es durante la vigencia de las Estancias, donde la voluntad de control de los capataces llevó a la construcción de la villa de El Alto (Bloque V, capítulo 3). Sin embargo, con la decadencia de estas explotaciones, las familias volvieron a situarse alejadas entre sí. Este evento permite proponer que la dispersión quizás fue una táctica aplicada una y otra vez por los habitantes de Anfama para reducir las posibilidades de emergencias de situaciones o instituciones de control extradoméstico. La dispersión, sin embargo, no impidió la construcción de relaciones e identidades que superaban ampliamente a las unidades domésticas. Los modos de hacer, materializados en distintos aspectos de la tecnología fueron compartidos en distintos lugares de Anfama e incluso en cuencas vecinas. Las comunidades heterogéneas y descentralizadas fueron sustanciales para reproducir a estas poblaciones a largo plazo. 252 el arte de conViVir. arqueoloGía de laS primeraS aldeaS en anFama, noroeSte arGentino LAS OCUPACIONES HUMANAS SE INSTALARON REPETIDAMENTE EN LUGARES PREVIAMENTE HABITADOS La mayor parte de los espacios habitados evidencian superposiciones estratigráficas y murarias, en ocasiones con una reapropiación de la materialidad preexistente, en otras con una alteración intensa de las estructuras subyacentes, y en algunas con solo una superposición. Esta cuestión también ofrece una explicación a ciertas tendencias, entre las cuales se encuentra la dispersión, que se observan en el paisaje y la tecnología (capítulos 7 y 9). Los lugares cargados de memorias previas, memorias directas o memorias materiales, fueron recurrentemente utilizados, las rocas desmontadas de los muros, y reubicadas en otros nuevos, las wancas resignificadas en nuevos rasgos (capítulo 8). La elección de un lugar para instalarse no parece haber sido solo material y práctica, sino haber involucrado la negociación con materiales y personas de tiempos precedentes, tal como se sintetiza en la idea de lugares persistentes de Schalnger (1992) discutida en el capítulo 3. CONVIVIR ES UN ARTE DIFÍCIL DE DOMINAR Y ESTABILIZAR La idea que infunden los paisajes arqueológicos, y también las lecturas tradicionales del pasado prehispánico, es de una estabilidad que permea a las visiones cristalizadas de las culturas y las entidades sociales en general (capítulo 2). Las modalidades de ocupación que observamos en la arqueología de Anfama es que a largo plazo las presencias humanas en la localidad y las modalidades de esas presencias, variaron con pulsos no lineales. A partir de nuestras interpretaciones para los sitios en los cuales hemos realizado las intervenciones más intensivas, El Sunchal (capítulo 4), Mortero Quebrado (capítulo 5), Casa Rudi y La Laguna (capítulo 9), existen algunos momentos donde las relaciones parecen estabilizarse. Esas estabilizaciones, que han reconocido colegas en algunas zonas próximas (ej. Cremonte y Botto 2000) en términos de tradiciones, están definidas por la existencia de una cantidad de elementos materiales que las acompañan que es notable. Las rocas intervenidas, por ejemplo, fueron sustanciales para sostener el mundo que se establecía durante los primeros momentos aldeanos (capítulo 8). Los alimentos jugaron un papel similar siendo partícipes sustanciales en los escenarios domésticos altamente pautados y epíloGo 253 construidos del Bloque II (capítulos 5 y 6). Asimismo, no resulta extraño que la desestabilización de estos colectivos haya estado acompañada por la emergencia de repertorios materiales menos densos y asociados a la movilidad. En el nuevo pulso del Bloque IV, por último, podríamos proponer que los estilos característicos del Período de Desarrollos Regionales fueron claves en la consolidación de los colectivos (capítulo 9). LAS INCERTIDUMBRES SON MÁS GRANDES QUE LAS CERTEZAS. Algunas de las preguntas que nos planteamos han empezado a responderse. Hay una idea más clara de la diversidad de las ocupaciones y las similitudes con otras de la región, las características superficiales de una gran cantidad de asentamientos, la materialidad depositada en algunos de ellos y las prácticas repetidas a través del tiempo en contextos de la cotidianidad. Tenemos una idea más clara de la cronología de esas ocupaciones. Sin embargo nos quedan aún muchas preguntas, algunas que ya se habían formulado originalmente y otras que surgen de los avances del proyecto: ¿Cómo son los escenarios domésticos en los sitios aún no trabajados? ¿Qué implica la existencia de algunas características compartidas? ¿Cómo se experimentó la muerte y qué prácticas se realizaron con los cuerpos de los difuntos? ¿Cómo se producían los vegetales? ¿Cómo se manejaban los recursos silvestres? ¿Cómo podemos entender las transformaciones que se observan entre los bloques temporales? ¿Cuáles fueron las relaciones entre los distintos sitios en los distintos momentos, y a su vez, de la cuenca con los valles vecinos? ¿Qué arreglos sociales permitieron dar sustento a las poblaciones grandes pero dispersas que se observan? La resolución de las mismas abre la posibilidad de diseñar nuevas investigaciones, iniciar nuevas carreras, dar lugar a nuevos recursos humanos en formación y sobre todo, reproducir la práctica arqueológica en el campo que es la pasión del Equipo de Arqueología del Sur de Cumbres Calchaquíes. BIBLIOGRAFÍA Acuto, F. 2013. ¿Demasiados paisajes? Múltiples teorías o múltiples subjetividades en la Arqueología del Paisaje. Anuario de Arqueología 5: 31-50. Adams, J. 1996. The people behind the rocks. Archaeology in Tucson 10(4): 1-8. Adroher Auroux, A. M., C. Carreras Monfort, R. De Almeida, A. Fernández Fernández, J. Molina Vidal y C. Viegas 2016. Registro para la cuantificación de cerámica arqueológica: estado de la cuestión y una nueva propuesta. Protocolo de Sevilla (PRCS / 14). Zephyrus 78: 87-110. Albeck, M.E. 2000. La vida agraria en los Andes del Sur. En M. Tarragó (coord.), Nueva Historia Argentina, Vol.1: 187-228. Buenos Aires, Sudamericana. Allison, P. 1999. Introduction. En P. 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Sus avances han sido expuestos en los principales congresos y revistas académicas nacionales. Valeria Franco Salvi. Investigadora Adjunta de CONICET y docente de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Ha realizado sus estudios postdoctorales en la Universidad de Arizona (EEUU) y en el Instituto de Ciencias del Patrimonio (España). Los resultados de sus investigaciones se han publicado en revistas científicas nacionales e internacionales y en libros de la especialidad. Dirige proyectos subsidiados por Foncyt, Secyt, National Geographic y SPU. Ha impulsado proyectos de extensión llevados a cabo junto a la Comunidad Diaguita de Tafí y Anfama. Paralelamente brinda servicios tecnológicos de alto nivel, esto es, estudios de impacto arqueológico a fin de evaluar y monitorear la conservación del patrimonio cultural. Rocío María Molar. Dra. en Ciencias Antropológicas (FFyH-UNC), Profesora Asistente de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología (UNC) y miembro del Equipo de Arqueología del Sur de las Cumbres Calchaquíes (IEHCONICET y CIFFyH-UNC). Se especializa en el estudio de las prácticas alimenticias de quienes habitaron el NOA durante el primer milenio EC. Sus investigaciones se orientan a dilucidar el rol de los alimentos en la conformación y reproducción de los grupos aldeanos, centrándose en el manejo de productos vegetales. Juan Manuel Montegú. Licenciado en Historia (FFyH-UNC) y miembro del Equipo de Arqueología del Sur de las Cumbres Calchaquíes (IEHCONICET y CIFFyH-UNC) desde 2012. Se especializa en el estudio de 294 Sobre loS autoreS la tecnología lítica de grupos prehispánicos del NOA. Actualmente se encuentra desarrollando el Doctorado en Arqueología de la UNT con una beca interna otorgada por CONICET. El tema de estudio apunta a comparar los materiales líticos del primer milenio EC procedentes de espacios domésticos en dos sitios del noroeste de Tucumán: Puesto Viejo en la Quebrada de Los Corrales y Mortero Quebrado en Anfama. Gonzalo Moyano. Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Estudiante del Doctorado en Ciencias Antropológicas (FFyH.UNC), financiado por una beca doctoral CONICET. Ha sido ayudante alumno y profesor adscripto de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología de la Escuela de Historia (FFyH). Participó en proyectos arqueológicos y reuniones científicas en Argentina, Perú y España, colaborando con equipos de investigación de diferentes universidades nacionales y extranjeras. Ha publicado en revistas especializadas en Historia y Arqueología del ámbito nacional. Julián Salazar. Investigador Adjunto del CONICET y Profesor Adjunto de la cátedra de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Nacional de Córdoba. Se desempeña en el área de Arqueología del Instituto de Estudios Históricos (CONICET), dedicado al estudio de las sociedades aldeanas tempranas en el NOA, siendo su área de experticia la arqueología doméstica. Entre sus trabajos se destacan El Cadillal Aruqeológico (Editorial Brujas, 2009), Daily Practices and Early Village Settlement Dynamics in Northwestern Argentina (UNESCO, 2016) y The Yungas of the South Andes and Their Key Role for the Early Pre-Columbian Villages (NOVA, 2016). Agustina V. Fiorani. Magíster en Ciencia de los materiales arqueológicos por las Universidades de Évora (Portugal), Salónica (Grecia) y Roma-La Sapienza (Italia) y licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Actualmente se encuentra realizando un doctorado en Antropología en la Universidad de Notre Dame (EEUU). Adicionalmente, es miembro del Instituto Kellogg para Estudios Internacionales de la misma universidad. Su interés se centra en las relaciones entre cultura material e identidad en colectivos domésticos prehispánicos del Noroeste argentino a partir del estudio de cerámica y la aplicación de técnicas científicas para la caracterización de residuos orgánicos. Impreso por Editorial Brujas • junio 2023 • Córdoba–Argentina